Está en la página 1de 18

INTRODUCCION

Históricamente, el paradigma patriarcal ha sido antropocéntrico y,


consecuentemente, androcéntrico. Ha estado basado en la idea de dominio,
que unas veces se ha explicitado como dominio a la naturaleza y otras como
dominio de unos seres humanos por otros, en el caso que ocupan los
hombres sobre las mujeres. A lo largo de la historia, hay un gran paralelismo
en la consideración cultural en la que se adjudica a la mujeres considerando
sus trabajos como improductivos, porque consisten básicamente en producir
y reproducir vida, tradicionalmente, el trabajo de las mujeres ha tendido de
forma generalizada a satisfacer las necesidades básicas de la existencia
humana.

Esto comprende desde la producción de alimentos hasta el trabajo


doméstico, tareas que, mayoritariamente, se realizan en el marco del hogar y
de las comunidades. Pero el modo de producción del trabajo doméstico
produce valores de uso que se consumen en la familia y no pueden ser
vendidos en el mercado. Las mujeres han tenido y tienen, consecuentemente
menos posibilidades que los hombres para convertir su trabajo en ingresos,
los ingresos en capacidad de elección, y la capacidad de elección en
bienestar personal. Las condiciones sociales y de desarrollo de la sociedad
moderna determinan así la invisibilidad de la mujer, fundamentalmente en lo
que respecta al trabajo femenino no asalariado, a las actividades de
reproducción y cuidado de la vida. Ello se produce, seguramente, porque las
prestaciones que una y otras ofrecen no producen unas plusvalías
inmediatas y se concretan, en gran parte, en bienes intangibles.

Dentro de la sociedad patriarcal la invisibilidad de las mujeres es


completamente tangible ya que en el marco de la racionalidad instrumental
propia del pensamiento moderno conduce a la mujer al facto, en el sentido
de que las mujeres son meramente contempladas como objetos
subordinados a los intereses que la sociedad patriarcal define. El fenómeno
de la sociedad patriarcal ha marcado la historia de una forma inminente y es
casi imposible pretender borrar los dogmas que a esta sociedad competen,
pues aunque han surgido algunos cambios dentro de la sociedad y se le han
dado más oportunidades y derechos igualitarios a las mujeres dentro del
campo social, político, económico, religioso, etc. Aun no se logran alcanzar
las metas que se imponen ante una sociedad actual con oportunidades
aparentemente igualitarias pero siempre marcadas por las características
femeninas y masculinas que hacen la diferencia entre un hombre y una
mujer.

Es importante reconocer que la confrontación de estas dos


cosmovisiones la masculina y la femenina ha sido una constante a lo largo
de los tiempos. La sociedad patriarcal ha impuesto su paradigma de dominio
pero, poco a poco, se ha ido dando un proceso de vaciamiento de su
contenido, originado un movimiento de rechazo a la sumisión y a la
homogeneización. La resistencia femenina y los esfuerzos de tantas mujeres
para cambiar, han logrado que la sociedad patriarcal aceptase lo que
aparentemente es un status de igualdad en el campo socio-laboral pero que,
visto más sutilmente, resulta ser tan sólo la incorporación de la mujer a un
mundo de valores y prácticas masculinos tanto en las ofertas a las que se
puede acceder en el empleo.

Está claro que queda mucho camino por recorrer, y aunque las
mujeres ya han conquistado un espacio dentro de la sociedad patriarcal,
visto desde la realidad es como si solamente se hubiera encontrado un
refugio social que no es consecuente al mundo regido por la lógica
masculina, pero si se tiene claro que debe de tenerse una redefinición social
igualitaria para todas y todos los que a ella la conforman, principalmente en
lo que concierne a la conquista del tiempo el y espacio que a cada ser
humano debe de dársele sin distinciones ni prejuicios que marquen su
existencia o limite sus capacidades, habilidades o posibilidades de
superación personal.

DISCRIMINACION DEL HOMBRE HACIA LA MUJER

La discriminación no es un tema nuevo, es un tema que existe desde


que la humanidad se organizó como grupo humano, y se hicieron patentes
las diferencias de alguna índole, o sea desde que el hombre organizó su
convivencia como un sistema de interrelaciones que los conectaba con una
cultura común. Para determinar lo que es discriminación y sus componentes
comenzaremos por establecer algunos elementos de los cuales se nutre.
Para trabajar dentro de este sistema que se denomina sociedad, hubo que
organizar la estructura de ésta, establecer normas y pautas de conducta e
interacción, de forma de que cada individuo tuviera uno o varios roles que
desarrollar dentro de ella. Esta conectividad o conjunto organizado de
relaciones sociales en el que los miembros de la sociedad o el grupo están
organizados se denomina estructura social.

La estructura social permite y restringe a la vez, su forma de controlar


a los individuos es a través de “instituciones” que por su conformación tienen
distinto carácter e influencia, al respecto se puede hacer una clasificación,
dentro de la cual encontramos de acuerdo al tamaño, que tiene que ver con
la proporción numérica de la estructura; de acuerdo a la manera en que se
reclutan sus miembros, que puede ser compulsiva, éstas recluta a sus
miembros sin la previa autorización de estos, un ejemplo claro de ella es la
familia; o las instituciones voluntarias que como su nombre lo indican su
membresía es por voluntad propia del sujeto; o de acuerdo a la función
objetiva que la institución persigue. Entonces cualquier estructura social está
compuesta por cierta combinación o pauta de estos ordenes institucionales.

La interacción repetitiva de los individuos da nacimiento al grupo y a la


organización de este a través de los llamados roles y status, para Pichón
Riviere el rol “es un modelo organizado de conducta, relativo a cierta posición
del individuo en una red de interacciones ligado a expectativas propias y de
los otros”. Los roles de los individuos son obligaciones y conductas
esperadas que se han convertido en algo establecido dentro de un modelo
de conducta, un individuo puede representar múltiples roles en la sociedad,
en los tiempos modernos la sociedad globalizada imperante.

Exige que los miembros de esta vayan desempeñando varios roles y


adquiriendo diversos status. El concepto de status es uno de los
componentes más importantes de la estructura social y se refiere a la
identificación social, establece la relación de un individuo con los otros,
dentro de la trama de vínculos sociales que va desarrollando el hombre
desde el nacimiento hasta su muerte, este concepto presenta dos variables
una que representa el carácter de adscripción del status y la otra que
representa la adquisición de este. Con todo lo anteriormente enunciado
reunimos los elementos necesarios para comenzar a desenmarañar lo que
se entiende por discriminación por status o estratificación social. Partiendo
de este punto, discriminación se definiría como una conducta
sistemáticamente injusta contra una persona o grupo humano determinado;
consiste en privarle de los mismos derechos que disfrutan los demás. Existen
diversos tipos de discriminación entre los cuales encontramos la
discriminación por raza, por sexo, por minusvalía, pertenencia religiosa,
tendencia sexual, o discriminación por clase social o lo que se llama status
social o económico, esta última representa el tema central del presente
ensayo.
En todas las sociedades existe la discriminación, aun cuando la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones
Unidas en 1948 estipula el derecho al trabajo, a la educación, a la salud, etc.
Hoy en día nos encontramos que no todas las personas pueden acceder a
estos derechos que ya con el paso de la modernidad y la globalización se
han transformados en privilegios, temas que hoy por hoy chocan con la
igualdad de oportunidades ya que el sistema de mercado imperante pone en
la balanza la igualdad de oportunidades con el nivel socio económico del
individuo, por lo tanto se puede afirmar que es injusto y discriminatorio que
una persona no tenga derecho de enviar a sus hijos a la universidad porque
su nivel de ingreso no se lo permite, evitando así que su descendencia
pueda optar a mejores proyecciones laborales y por ende a mejores
remuneraciones.

Como se decía anteriormente la sociedad está compuesta por un sin


número de engranajes que la hacen funcionar, entro de estos están los roles
desempeñados por las personas, no todas las personas pueden desempeñar
las mismas funciones dentro de ella porque la cantidad incontable de
necesidades que tiene el sistema hace necesaria la especificidad de ciertas
labores más que otras, esto conlleva necesaria mente que sea diferente el
nivel de preparación de cada individuo y por ende en esta sociedad de libre
mercado que el nivel de remuneraciones vaya variando de un cargo a otro,
pero cabe la pregunta ¿es necesario discriminar al otro por el nivel social al
que pertenece?, ¿es acaso moralmente inferior la persona que cuenta con
menos recursos para desarrollarse en la vida que debe existir esta
diferencia?.

La discriminación por status o clase social considera al otro social y


culturalmente inferior, los parámetros para discriminar a las personas tienen
relación con el sexo, raza, origen de la familia de procedencia, el nivel
socioeconómico, el trabajo que se desempeña, el nivel de ingreso o el nivel
de estudios realizados y en qué instituciones.

En este sentido, Alcole A Tejedor, P. (1994) manifestó:

La discriminación también tiene un componente importante en el


prestigio que da el poder, los hombres utilizan los símbolos materiales
para expresar su poder, su status social. La estratificación social
entonces y donde radican las raíces de la discriminación deriva del
control efectuado por las elites sobre la producción, las redes y los
sistemas de intercambio. La utilización desigual de los símbolos de
alto status social supone la existencia de jerarquías. (p.20)

De allí, que todo ello tiene incidencia directa en lo que denominaremos


el sentido de identidad o identificación que tiene que ver con la visión que
tenemos de nosotros mismos que está compuesta a su vez por la que los
demás se hacen de uno, y que dan cimiento a nuestro nivel de relaciones
específicas dentro de un conglomerado de personas, entonces la
individualidad personal y la identidad es una construcción social
interpersonal, derivado de esto podríamos señalar a su vez, que el individuo
proyecta una identidad estigmatizada por lo que tiene, y por el rol que
representa en la sociedad.

Entonces la discriminación por estatus tiene a su vez otros dos


componentes, que son la identidad social, que es el carácter o rasgos
atribuidos desde señales que la sociedad emplea para establecer categorías
o clases de personas, son “marcas de referencia”. En cambio la identidad
personal hace referencia a la diferenciación del individuo como único
poseedor de una historia. No debemos dejar de lado la relevancia que reviste
el concepto de rol para la cimentación de la discriminación, y esto derivaría
de la naturaleza relacional que este reviste, ya que además de constituir una
unidad distinguible del sistema social tiene como contrapartida la identidad
del individuo para con este rol que se configura en la interacción social. La
discriminación social alcanza ribetes tan fuertes que llevan o pueden llevar a
las personas al encubrimiento, producido por la vergüenza, donde la persona
oculta información sobre su identidad personal, recibiendo y aceptando un
trato sobre suposiciones falsas respecto de su persona.

Por otro lado, las mujeres en México son el único grupo discriminado
que no es minoría ya que las brechas de género educativas y laborales se
profundizan con la discriminación estructural, es decir, son más intensas para
los grupos de mujeres que pertenecen también a otros sectores vulnerables.
Las mujeres indígenas constituyen el grupo más discriminado, de acuerdo
con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 (Enadis). Las mujeres
constituyen el único grupo vulnerable que no es minoría en México. A
diferencia de otros grupos que tienden a ser discriminados —como la
comunidad LGBTTTI, los jóvenes, los ancianos, los indígenas y las personas
con discapacidad—, la población femenina no representa a un grupo
pequeño o aislado. Las mujeres representan poco más de la mitad de la
población total en el país y son el grupo más discriminado en términos de la
estructura social.

De acuerdo con un estudio sobre discriminación en contra de las


mujeres del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación)
con cifras de la (Encuesta Nacional sobre Discriminación) Enadis, la
discriminación de género produce brechas importantes especialmente en los
ámbitos educativo y laboral. La problemática más grande es que
generalmente la discriminación hacia las mujeres se combina con otros tipos
de discriminación producidos por otras características sociales, económicas
o culturales en las mujeres. La discriminación estructural, profundiza las
disparidades en la medida en la que las mujeres son morenas, indígenas,
pobres, homosexuales o viven con alguna discapacidad física o mental.
De todas estas combinaciones, el grupo más desfavorecido dentro de la
sociedad mexicana es el de las mujeres indígenas: sólo el 12% alcanzó al
menos un grado de educación superior, este porcentaje escala hasta el 30%
si se consideran las mujeres no indígenas. La diferencia en puntos del
porcentaje entre hombres y mujeres indígenas con educación superior es de
14 puntos. Esta brecha se modera a sólo un punto para la población no
indígena, de acuerdo con datos de la Enadis 2017 (Encuesta Nacional sobre
Discriminación).

Del total de mujeres adultas en el país, el 44% considera que sus


derechos se respetan poco o nada. Pero si se analiza exclusivamente a las
mujeres indígenas esta proporción asciende al 50 por ciento. Las mujeres
mexicanas declaran que las principales problemáticas a la que se enfrentan
como grupo discriminado son la inseguridad y la violencia misógina; las
mujeres indígenas afirman que sus principales problemas son la falta de
empleo y la falta de recursos económicos para cubrir sus necesidades
básicas. En el ámbito laboral las diferencias también son perceptibles. Del
total de población femenina indígena el 58% se dedica exclusivamente a las
labores domésticas no remuneradas; para la población femenina total la cifra
se reduce a 36 por ciento.

Estas cifras reflejan la importancia de la perspectiva de género en las


políticas sociales que combaten la desigualdad social y la discriminación. Las
mujeres son discriminadas por ser mujeres y cuando simultáneamente
pertenecen a un segundo grupo vulnerable esta brecha de desigualdades se
amplía. ¿Por qué persiste la violencia y discriminación contra las mujeres?

El estudio realizado por el Consejo Nacional para Prevenir la


Discriminación (Conapred) enfatiza que la existencia de los altos índices de
desigualdad de género y violencia contra las mujeres se desprende
principalmente de los estereotipos sociales, su normalización y su
reproducción. “Las ideas preconcebidas de lo que es o debe ser un hombre y
una mujer (…) marcan importantes aspectos de la vida de las personas, al
limitar las oportunidades para el acceso y disfrute de derechos, como el
trabajo, la educación, la participación en la vida política y social, el disfrute de
tiempo libre y recreación, así como el derecho a vivir una vida libre de
violencia”, resalta el estudio.

Estos prejuicios que segregan e imposibilitan a las mujeres del goce


efectivo de sus derechos afectan su entorno social pero también sus
posibilidades económicas respecto de los hombres en todos los grupos
sociales. Las mujeres presentan mayores índices de pobreza, jornadas
laborales más largas, menores niveles de contribución social, ingresos más
bajos y menos representatividad en los puestos directivos y cargan con más
del 90% de las actividades domésticas y de cuidados aun las mujeres que
trabajan fuera de casa.

La brecha de género empata con la persistencia de estereotipos en México.


Algunas cifras que lo evidencian son:
23 de cada 100 hombres aseguran que las mujeres deben ayudar más
que los hombres en los quehaceres del hogar.
19 de cada 100 hombres está en desacuerdo con que las leyes laborales
permitan que el padre y la madre permanezcan el mismo tiempo con el
recién nacido.
18 de cada 100 hombres piensan que las mujeres que fueron violadas
sexualmente son responsables de ello.
15 de cada 100 hombres están en desacuerdo con que haya el mismo
número de mujeres como de hombres como candidatos en elecciones del
país.
En México desde el 2012 la igualdad de género se instaló como un eje
transversal de la política pública. También se fundó en 2001 el Instituto
Nacional de las Mujeres (Inmujeres) con el objetivo de erradicar la violencia
contra niñas y mujeres, así como garantizar su participación igualitaria en la
vida política, social, cultural y económica del país.

A este respecto, Alcole A Tejedor, P. (1994) sostuvo:

Pese a los esfuerzos realizados desde la legislación por igualar las


condiciones entre mujeres y hombres el camino hacia la igualdad aún
es largo, especialmente en los ámbitos educativo y laboral. El
analfabetismo afecta a 7% de las mujeres contra el 4% de los
hombres. Las mujeres dedican poco más del doble de tiempo a las
labores domésticas y de los puestos directivos sólo 26% los ocupan
las mujeres. La discriminación hacia las mujeres es estructural. Este
51.4 por ciento de la población mexicana (INEGI 2015a)
históricamente ha sido víctima de exclusión en México: en la escuela,
en el trabajo, en el hogar, en las calles, en la política, en los medios,
en la academia y en las actividades científicas y tecnológicas, entre
muchos otros espacios. (p.41)

En ese sentido, más de la mitad de la población del país es o ha sido


discriminada debido a su sexo. Los estereotipos de género en otras palabras,
las ideas sobre lo que “deben ser” los hombres y las mujeres han
permanecido por generaciones. Por ello, están enraizadas en la sociedad y
en las instituciones, y moldean las conductas y reglas sociales de trato entre
las personas. Esto significa que la discriminación hacia las mujeres no es
aislada ni fortuita: sucede diariamente en todos los ámbitos y se refleja en
patrones de trato desiguales, discriminatorios, generalizados y masivos

Las mujeres viven distintas formas de discriminación que limitan el


ejercicio de sus derechos y sus libertades. Ésta se basa en la vigencia de un
conjunto de estereotipos y prácticas sexistas que desvalorizan lo femenino y
a las mujeres como grupo poblacional. Dicha desvalorización está
profundamente arraigada en creencias sobre el cuerpo y la sexualidad de las
mujeres que se traducen en “deberes” que ellas deben cumplir "por
naturaleza" en la familia y en la sociedad. Algunos datos del Consejo
Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) indican que:

Prácticamente el 40 por ciento de las mujeres entrevistadas por esa


institución afirman que piden permiso a sus esposos para salir sola en la
noche y el 8.6 por ciento de las mujeres, para tomar anticonceptivos.
Además revelan que el 27 por ciento de la población está de acuerdo en que
a una mujer se le castigue por haber abortado. Todo ello implica para las
mujeres, un deterioro de la libertad y autonomía para tomar decisiones sobre
el propio cuerpo y por lo tanto para acceder a oportunidades de desarrollo.
(CONAPRED, 2010). De igual forma, la discriminación contra las mujeres se
asienta en las desventajas que la sobrecarga del trabajo doméstico impone
sobre el uso de su tiempo y las oportunidades que tienen para acceder a la
capacitación, ingresar al mercado laboral u ocupar puestos de
representación pública.

Factores causales de la discriminación:

-Socio-familiares: Se refiere a las actitudes patriarcales por parte de la


sociedad, como por ejemplo, la subordinación de la mujer con respecto al
hombreen la esfera familiar y social. En el caso de que la mujer trabajase
fuera del hogar, lo haría para suplir a la fuerza de trabajo masculina.

-Culturales: La igualdad de las oportunidades en el acceso a la cultura


reduce bastante la desigualdad entre sexos. Como esta igualdad no ha
existido, surge esta discriminación. Además, en el caso de que la mujer
recibiese alguna educación, ésta, iba encaminada al aprendizaje de ciertas
actividades relacionadas con el hogar. Esta menor cultura por parte de la
mujer, hace que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo sea
baja.

-Económico-coyunturales: Los ciclos económicos influyen en la participación


de la mujer en el mercado de trabajo, cosa que no ocurre en países más
avanzados en cuanto a nivelación social de la mujer. La mujer constituye un
colchón ó ejército de reserva, para periodos de expansión económica, donde
se incrementa la demanda de trabajo.

Por otro lado, actualmente la discriminación de género en el ámbito


laboral es tan notable como en décadas anteriores, en la cual la mujer sólo
estaba dotada para la maternidad, el cuidado de la familia y el hogar. Así
pues, durante años ellas eran educadas a consecuencia de ello, mientras
que los hombres eran los que trabajaban fuera de casa y las mantenían. En
las escuelas ya se observaba esta distinción de roles en las distintas
actividades. Los profesores preparaban a los alumnos, según su género,
para las tareas que tendrían que desempeñar cuando formaran su propia
familia.

A las mujeres, por ejemplo, se les enseñaba costura y al llegar a casa


colaboraban en las tareas. Es a partir de la Segunda Guerra Mundial donde
la mujer empieza a adquirir un importante papel en el mundo laboral que ha
ido incrementando hasta nuestros días, incorporándose a puestos de trabajo
que, hasta hace poco, se consideraban exclusivos del género masculino. En
el estudio realizado por Basow (1988) se examina las evaluaciones de los
modelos que afectan a las mujeres en las posibilidades de mantener una
posición en el mundo académico y muestran que suelen tener profesores
que las evalúan diferente que a los hombres. Las razones que diferencian
estas evaluaciones incluyen la percepción de los prejuicios y los distintos
estilos de enseñanza.
En otro estudio, sobre los efectos de discriminación en los
estereotipos y prejuicios en la evaluación de cada competencia, las mujeres
deben ceñirse a un determinado patrón de comportamiento tal como ocurre
en el sexo masculino (Rothblum, E., Brand, P., Miller, C. & Oetjen, H). Los
estereotipos, son parte de nuestra sociedad y cultura. Los roles que se
inculcan generan unas expectativas diferentes en hombres y mujeres, estos
varían según el nivel cultural de la sociedad, la edad y el momento histórico.

Sin embargo, esta reparto de características no corresponde a la


realidad, por eso van modificándose con el paso del tiempo aun así todavía
no hay equidad entre géneros. En el estudio de Hornsby, J., Benson, P., &
Smith, B (1987) se hace referencia al hecho de que siempre ha habido
trabajos considerados para hombres que no pueden realizar una mujer y
viceversa. En dicho estudio sobre sectores de trabajo clasificados por
géneros se comprobó que existían reacciones estereotipadas sobre los
puestos de trabajo (dependiente, mecánico) etiquetados de sexo femenino y
masculino, respectivamente. También se evaluó las reacciones en trabajos
neutrales. Por ejemplo, la descripción del trabajo matrona o carcelero, son
puestos idénticos salvo por motivos de género. En estos casos si se encontró
sesgos.

En cambio para el trabajo mecánico, no había pruebas de evaluación


de sesgo basado en el género. Roper, Emily A. (2002), por su parte, realiza
una investigación crítica para poder introducir posibles recomendaciones y
aumentar la igualdad de género dentro del campo del deporte. Además de la
fortaleza física que presenta el hombre respecto a la mujer en general, hay
numerosos estereotipos que afectan a la discriminación de la mujer en este
ámbito, como puede ser la competitividad y el liderazgo. Por tanto, a partir de
las estadísticas, se concluye que hay un creciente aumento en la demanda
de monitores varones que trabajan con atletas, existiendo también la
marginación de la mujer en este campo ya que siempre se ha considerado al
hombre como el «sexo fuerte».

A pesar de toda la investigación que existe en la actualidad y las


iniciativas para conseguir una mayor igualdad de género, la mujer sigue
siendo víctima en alguna medida de la discriminación respecto al hombre.
Así pues, aunque está presente en el ámbito laboral, se conservan signos de
exclusión en este campo, por ejemplo, en el acceso al empleo, el ascenso de
mujeres a puestos de responsabilidad, la clasificación profesional, e incluso
la representación legal de trabajadores, manifestada de forma mayoritaria
por hombres. Por todo ello se considera importante medir las actitudes de la
sociedad actual para tomar conciencia sobre las distintas perspectivas que
existen en la actualidad.
CONCLUSIÒN

La liberación de perjuicios de género es parte integrante de la nueva


ciudadanía y de una ciudad que merece ocupar para todas las tareas, para
todos los puestos, para todos los combates, el mejor de todos los
ciudadanos/as. Desde el punto de vista de la filosofía democrática, las
mujeres simbolizan la emoción, los sentimientos naturales y la vigilancia de
la familia; No se les considera capaces de ser objetivas ni de comportarse
según los principios y habilidades que se esperan encontrar en el trabajador.
La separación entre los dos géneros juega un papel muy importante en la
distinción del ámbito público y privado, de tal forma que la esfera de lo
público se le adjudicado al hombre, mientras que la mujer ha quedado
relegada dentro del ámbito privado.

La mujer ha estado tradicionalmente excluida de lo público, por lo cual


es de vital interés darle una atención especial a la educación para la equidad
de géneros, proponiendo a la ciudadanía paritaria como un desafío social
democrático y político. En términos concretos, la paridad constituye en el
terreno político una obligación positiva impuesta a los actores del juego
político y, en particular, a los partidos. Trata de subordinar la validación de
una lista a la presencia de un mínimum cuantitativo de candidatos de cada
sexo.

Naturalmente es un tipo de intervención jurídica muy difícil de


manipular, al menos por dos razones: la primera, porque constituye una
obligación positiva que supone una colaboración efectiva de los destinatarios
que generalmente se muestran reacios ya que son en su mayoría hombres;
la segunda, reside en la idea de que este tipo de obligación provine de la
estrategia de la desigualdad compensatoria; o sea, no se trata ya de una
simple igualdad protección sino de la igualdad promoción.
En el marco de dicha construcción, la paridad nos interpela sobre el
principio de igualdad, pues al pretender crear un equilibrio de
representatividad entre hombres y mujeres en la vida política, constituye un
cambio radical en la percepción tradicional del principio de igualdad y de no
discriminación conduciendo a la consagración de una igualdad de género
concreta. Lo que llevaría a una distinción que desnaturalizaría el principio de
igualdad, en su configuración tradicional, en la medida en que trataría de la
igualdad formal y de la igualdad substancial, siendo ésta última la que desde
ahora debería atraer y retener la atención de los que velan por el respeto del
principio de igualdad.

En este sentido, el reto de la paridad no es afirmar que las mujeres


representarían a las mujeres, y los hombres, a los hombres; sino que,
mujeres y hombres representarían y formarían todo el pueblo, el
funcionamiento y desarrollo del mismo.

Los mitos de género brindan una serie de imágenes de las mujeres y


los hombres que motivan a comprender lo que hacen o no hacen en formas
particulares. En el desarrollo y la búsqueda de la equidad de género algunas
mujeres han proporcionado una gran cantidad de material constructivo el
cual ha sido utilizado para llevar a la reflexión una serie de hechos que por
todos los tiempos se han caracterizado como imágenes normales entre
mujeres y hombres, el perfil de los hombres como perpetradores de violencia
y de las mujeres como sus víctimas ha ayudado a movilizar una oposición
muy necesaria a la violencia basada en género.

Pero estos mitos también pueden generar un efecto opuesto al que se


esperaba la misma imagen de los hombres como naturalmente agresivos,
con temperamentos difíciles de controlar, apoya la idea de que es
responsabilidad de las mujeres permanecer calmadas y abstinentes, y
pacificas ante la situación y mantener unida a la familia.

Reconocer como mitos de género algunas de las generalizaciones que


se han hecho en Género y Desarrollo sobre las conductas, naturalezas y
tendencias de las mujeres y los hombres, y cuestionarlas, no tiene la
intención de socavar el arduo trabajo y el progreso que se han realizado en
el ámbito del género. Por el contrario, nos brinda una necesaria oportunidad
para revisar algunas de las ideas que hemos llegado a dar por sentadas,
adónde nos han llevado y de qué maneras usar esto como un punto de
partida para mirar hacia el futuro y los nuevos mitos que podríamos requerir.
FUENTES DE INVESTIGACION

Alcole A Tejedor, P. (1994): Discriminación de la mujer estudio de la doctrina


jurisprudencial española y comunitaria sobre la discriminación laboral de la
mujer desde 1980. Valencia: Secretaría de la Dona. CC.OO.

Casas, J.P. (1987): La Participación laboral de la mujer en España. Madrid:


Insitituto de la Mujer. Hornsby, j., benson, P. y smiTH, b. (1987): «An
investigation of gender bias in the job evaluation process», Journal of
Business and Psychology, 2(2): 150-159.

Moreno Raymundo, G. (1996): La Participación laboral femenina y la


descriminación salarial en España (1990-1991). Madrid: Consejo Económico
y Social.

También podría gustarte