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Moderadoras
Florbabero & Vane Farrow
Traductoras
Florbarbero NnancyC Verito
Ivy Walker Julie Mel Wentworth
Fany Keaton Mae Beatrix
Beluu Miry GPE Pachi Reed15
Sandry Lauu LR Jeyly Carstairs
Daniela Agrafojo Vane Farrow Mire
Diana de Loera SamJ3 Sahara
Majo Villa Conniennie
Janira Alessandra Wilde 4
Correctoras
Sahara Pachi Reed15 Itxi
NicoleM Daniela Agrafojo Annie D
Florbarbero Dannygonzal Jadasa
Sandry Vane Farrow Laurita PI
Ana Avila Janira GraceHope
Vanessa Villegas NnancyC Sahara
Mary Warner Daliam Miry GPE

Lectura final
Vane Farrow & Florbarbero
Diseño
Moninik
Sinopsis Capítulo 16
Prólogo Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25 5
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Epílogo
Capítulo 13 Agradecimientos
Capítulo 14 Appealed
Capítulo 15 Sobre el autor
Un caballero con una armadura deslustrada sigue siendo un caballero.
Cuando eres un abogado defensor en Washington, DC, ves de primera
mano cómo puede ser la vida de dura, y a veces la única manera de sobrevivir es
ser aún más duro. Yo, Jake Becker, tengo la reputación de ser frío, insensible, e
intimidante, lo que me viene muy bien. De hecho, necesito serlo cuando estoy
quebrando a un testigo en el estrado.
Las complicaciones no funcionan para mí, no soy un tipo de hombre que
"necesita saberlo todo". Si eres mi cliente, me contarás los hechos básicos. Si eres mi
cita, sólo harás lo que te corresponde. No soy un terapeuta o un Príncipe
Encantador y no pretendo serlo.
Entonces Chelsea McQuaid y sus seis sobrinos huérfanos llegaron y
complicaron‖ infernalmente‖ mi‖ vida.‖ Ahora‖ voy‖ a‖ clases‖ de‖ “Mami‖ &‖ Yo”,‖
conciertos de One Direction, salas de emergencias, y argumento en la oficina del 6
director.
Chelsea es demasiado dulce, inocente, y preciosa para su propio bien. Trata
de ser dura, pero no lo es. Necesita que alguien la ayude, que la defienda a ella... y
a los niños.
Y‖eso…‖eso,‖yo‖sé‖cómo‖hacerlo.

The Legal Briefs, #2


Traducido por florbarbero
Corregido por Sahara

Yo no uso un despertador. Soy una de esas personas con un reloj interno


que me despierta a la misma hora todos los días, sin importar lo cansado que estoy
o lo tarde que me dormí la noche anterior. Yo era esa clase‖de‖niño…‖las‖madres‖
saben el tipo que quiero decir. El tipo que te hace rogar por unos pocos minutos
más de descanso antes de que, finalmente, establezcas la ley de que nadie tiene
permitido salir de la cama antes de que el sol aparezca.
Lo que explica por qué, a pesar de que es domingo, mis párpados están
abiertos a las cinco en punto. Extiendo mis músculos rígidos y adoloridos
quejándome, por la falta de sueño... y por el entrenamiento vigoroso después de 7
que llegué a casa desde el bar.
Pateo las mantas, salgo de la cama, todavía desnudo, paso por delante de la
cabeza de pelo rubio asomándose por debajo de las mantas, y camino al cuarto de
baño. Después de una meada satisfactoria, me cepillo los dientes y salpico agua
fría en mi cara, sacudiendo mi pelo negro rebelde. Con un gemido, giro mi cuello y
estiro mis brazos.
Me estoy haciendo demasiado viejo para esta mierda.
Pero entonces recuerdo los detalles más finos del segundo acto de la noche.
La emoción de una nueva conexión, el coqueteo justo, diciendo sólo las cosas
correctas. El juego previo sudoroso, caliente, la follada, las largas piernas sobre mis
hombros... y sonrío.
No hay tal cosa como ser demasiado viejo.
Camino hacia mi armario por una camiseta y pantalones de chándal, luego
voy en silencio a la cocina. Presiono el botón en la cafetera, olvida los perros; una
buena cafetera es el verdadero mejor amigo del hombre. Mientras preparo café,
enciendo la pantalla plana pequeña ubicada en el mostrador; poniendo las noticias
de la mañana, con los últimos horrores del mundo, estadísticas deportivas, y el
clima.
Stanton, mi compañero de colegio de abogados, se mudó el año pasado a
vivir con Sofía, una compañera abogada de mi empresa. Stanton es un infierno de
un hombre, Sofía una mujer patea-traseros, y a pesar de que comenzaron follando
como amigos solamente, pude verlos irse domesticando desde kilómetros de
distancia. Tener el apartamento para mí ha sido fantástico. No es que Stanton fuera
un vago, pero él es un ex chico de fraternidad. Soy un tipo organizado; me gustan
las cosas de cierta manera, a mi manera. Rutina. Disciplina. Aseado y cómodo son
palabras que me guían sobre cómo vivir. Mi madre siempre dijo que sería un gran
militar, si no fuera necesario tener que responder a una autoridad. Las únicas
órdenes que sigo son las mías.
Vapor sale de mi taza de café negro mientras salgo a la terraza, bebiendo
lentamente, en tanto la calle silenciosa de DC que me rodea vuelve a la vida.
Una voz nasal se filtra hacia fuera de la puerta del balcón. “I-495 fue cerrada
ayer durante varias horas debido a una colisión que cobró la vida del reconocido
ambientalista Robert McQuaid y su esposa. La causa del accidente mortal todavía está bajo
investigación. En otras noticias locales...”
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Unos brazos delicados se envuelven alrededor de mi cintura por detrás,
mientras unas pequeñas manos se pliegan sobre mis abdominales. Una suave
mejilla se presiona contra mi espalda. —Vuelve a la cama —se queja dulcemente—.
Es muuuy temprano.
Lo siento, Cenicienta, pero el reloj dio las doce. La carroza se convirtió de
nuevo en una calabaza y es el momento de recoger el zapato de cristal. Nunca
pretendí ser el príncipe azul.
Algunas mujeres pueden manejar una aventura sin nombre de una noche o
una conexión casual. Pero, honestamente, la mayoría no puede. Mientras que
entiendan que el sexo es lo único que tengo que ofrecer, lo único que quiero a
cambio, estoy bien con que se repita. Al momento en que sus ojos tienen una
mirada suave, sentimental o aún peor, herida, estoy fuera. No tengo tiempo para
juegos, no tengo ningún‖interés‖en‖hablar‖de‖“a dónde podría ir esto”.
Salgo de los brazos de la rubia. Me sigue mientras camino a la cocina y
pongo mi taza vacía en el fregadero. —Voy a correr. Hay café en la cafetera y
dinero para el taxi en la mesa principal. No necesitas estar aquí cuando vuelva.
Los labios brillantes que se extendieron deliciosamente alrededor de mi
polla anoche, forman ahora una mueca triste. —No tienes que ser un idiota.
Me encojo de hombros. —No tengo que serlo... es simplemente más fácil de
esa manera.
Me coloco mis zapatos para correr y camino por la puerta principal.

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Cuatro semanas después
Traducido por florbarbero
Corregido por NicoleM

—¡Me trataron como un vulgar delincuente! Fue humillante.


Milton Cooper Carrington Bradley, es el heredero de un renombrado
imperio internacional de hoteles de lujo... y un viejo cliente mío. ¿Edad
cronológica? Veinte. ¿Edad mental? Cuatro.
—¡Estúpidas empleadas no sabían con quién trataban! Les dije que les 1
quitaría sus puestos de trabajo.
0
Sí, su nombre en realidad es Milton Bradley. Obviamente sus padres son
unos imbéciles.
—Especialmente la azafata, era una perra dura. Tú juegas raqueta con el
presidente de la línea aérea, ¿verdad, papá? Quiero que la despidan.
Y esta manzana en particular seguro cayó cerca del árbol.
Me recuesto en la silla mientras continúa quejándose con su padre de las
injustas reglas de la tripulación de vuelo y todo lo que quiere hacer como
represalia. Soy un abogado de defensa criminal en Adams & Williamson, uno de
los del grupo selecto de estrellas en ascenso en esta firma. Pero éste es el año que
cuenta. Es el momento de separarse de la manada, para demostrarle a los socios
que soy uno de los suyos. El elegido. El mejor.
A diferencia de mis compañeros de trabajo, quienes también resultan ser
mis amigos más cercanos, no estoy obstaculizado por cosas extras como familia,
novias, matrimonio y niños, lo último en el tercer carril para cualquier adulto con
una carrera en auge. Mi falta de distracciones externas demuestra mi compromiso
con la empresa, muestra mi habilidad, solo es un poco más fácil. Me gusta mi
trabajo. No diría que me encanta, pero soy jodidamente bueno en ello. Es
interesante. Desafiante. Me mantiene alerta. La defensa penal no es acerca de
defender a los débiles o proteger a los inocentes, es un juego. Tomar la mano que
se repartió, los hechos del caso, y girarlos para tu beneficio. Ser más listo,
maniobrar mejor a la fiscalía. Ganar cuando todas las probabilidades dicen que no
puedes.
¿La desventaja?
Tengo que pasar mi tiempo con idiotas como Milton Bradley.
Saca un cigarrillo del bolsillo y lo enciende con un movimiento del
encendedor. Sacude la cabeza, alejando el pelo rubio fino de la frente mientras
libera una nube de humo tóxico de la nariz. Al igual que un dragón impotente que
no sabe cómo soplar fuego.
—No se puede fumar aquí.
—¿Quién dice? —responde con desafío en los ojos.
Moviéndome lentamente, me encuentro fuera de mi silla y frente a él,
cerniéndome como una nube negra listo para producir un trueno. Soy consciente
de mi talla, un metro noventa y seis centímetros, ciento dos kilos de músculo
sólido como una roca, y el efecto que tiene sobre las personas. Soy bastante
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intimidante, incluso cuando no intento serlo. Pero, ¿en este momento? 1
Lo estoy intentando.
—Yo lo digo. —Mi voz es baja y tranquila de manera amenazante.
Cuando quieres decir lo que dices y dices exactamente lo que quieres decir,
casi nunca se necesita levantar la voz. Gritar es una señal de desesperación, una
indicación de que te estás quedando sin opciones, sin nada con que defenderte,
excepto alzar el volumen.
Le extiendo una taza de poliestireno con un poco de café frío. Sin una queja,
Milton deja caer el cigarrillo en el líquido. Se apaga con un siseo, dejando un olor
desagradable a su paso.
La mayoría de mis clientes son ricos, otros no tanto. Pero todos encuentran
su camino a la puerta de mi oficina porque los rasgos de sus personalidades son
similares. Son tramposos, estafadores, piensan que están por encima de las reglas
que el resto de nosotros tenemos que seguir, maleantes generales, su naturaleza
violenta oculta por una cara sonriente. La defensa penal en realidad no es tan
diferente de proctología. En ambos campos, ves un trasero tras otro. Esta línea de
trabajo no es para los débiles de corazón, tienes que tener un estómago fuerte. Y mi
estómago es de acero.
—¿Cómo podemos hacer que esto desaparezca, Jake? —pregunta el Bradley
anciano desde la silla al lado de su hijo. Sus ojos, tan negros como su traje, me
miran con un nivel aceptable de respeto. Porque entiende lo que su descendiente
no: que si bien trabajo para él, me necesita más de lo que alguna vez lo necesitaré.
Regreso detrás del escritorio y miro el informe del arresto en frente de mí.
—Los testigos dijeron que su comportamiento era errático, amenazante.
—Están mintiendo. Idiotas envidiosos —se burla Milton.
—La azafata dijo que olía a marihuana cuando salió del cuarto de baño en
primera clase.
Por un momento, sus ojos se mueven nerviosamente a su padre, luego de
nuevo en mí. Levanta la mandíbula, ofendido.
—También lo olí. Debe haber sido uno de los otros pasajeros.
Hago una nota en el archivo, solo para divertirme. He pasado cálculos renales
más grandes que el cerebro de este chico.
Justificaciones y explicaciones. Algunos días siento como si las hubiese
1
escuchado todas. No pude evitarlo. Él me hizo hacerlo. Ella se lo buscó. Estaba dormido. 2
Me encontraba paseando al maldito perro. Sería bueno si ponen al menos un poco de
esfuerzo en su mierda. La originalidad solía significar algo.
—¿Un consejo para el futuro? —le digo a Milton—. No jodas con la
Administración Federal de Aviación. Están muy sensibles en estos días y tienen
presupuesto para hacer tu vida miserable. —Entonces me vuelvo hacia el padre—.
Y en respuesta a su pregunta, Malcolm, sería más fácil hacer que esto desaparezca
si tu hijo pudiese abstenerse de ser arrestado cada pocas semanas.
Dos arrestos por manejar bajo la influencia del alcohol, uno por conducta
desordenada, y un asalto en una pelea de bar, todo en tan solo los últimos tres
meses. Apuesto a que piensas que es algún tipo de récord.
No lo es.
—¿Estás diciendo que no podemos ganar? —pregunta Milton, con la voz
quebrada como si fuera Bobby de La tribu Brady.
Mis labios forman una media sonrisa que se siente fría en mi rostro.
—Por supuesto que vamos a ganar. Tomaste medicación para la ansiedad
antes del vuelo. Éste es nuestro punto de vista. Una mala reacción a las pastillas, lo
que explica tu comportamiento ofensivo. Una declaración jurada del médico
prescriptor debe ser suficiente.
Es casi demasiado fácil.
Lo señalo con el dedo.
—Pero por las próximas seis semanas, tienes que quedarte en casa. Mantén
tu nombre fuera de los diarios y de las revistas de chismes. No conduzcas, no
vayas a clubes, no sueltes gases en un lugar público. ¿Entiendes?
Malcolm sonríe y pone su mano sobre el hombro de su hijo.
—Lo haremos. —Los tres nos ponemos de pie—. Como siempre, gracias,
Jake. Tenemos suerte de tenerte de nuestro lado.
—Vamos a estar en contacto. —Y con un apretón de manos, se van.

Dos horas más tarde estoy colocándome la chaqueta del traje, listo para salir
a almorzar. De forma automática enderezo la corbata, ajustando el cuello para 1
asegurarme que el tatuaje que comienza en mi clavícula, se envuelve alrededor de
mi hombro derecho, y baja hasta el final de mi muñeca se encuentra cubierto. Es 3
una mierda en el verano, pero la presencia de la tinta tiende a hacer que mis
clientes de clase alta se sientan incómodos, y además nunca es bien recibida por los
jueces.
Mi secretaria, la señora Higgens, entra en mi oficina. Es la clásica anciana
pequeña, incluso tiene el collar de perlas y las gafas, es el tipo de abuela que
esperas esté sentada en una mecedora tejiendo a ganchillo mantas para docenas de
nietos. Es excelente en su trabajo. Me han llamado con precisión un bastardo
insensible en varias ocasiones, pero no estoy seguro de si podría reunir el nivel de
insensibilidad que se necesitaría para despedirla.
—Hay una señorita aquí para verte, Jake. No tiene cita.
Jodidamente odio a las personas sin cita. Son inesperados e impredecibles.
Entorpecen mi horario y mi horario es sagrado.
—Estoy yéndome.
La señora Higgens me mira de lado y deja caer una pista poco sutil.
—Es muy bonita.
Echo un vistazo a mi reloj.
—Bien. Pero dile que tiene cinco minutos y solo cinco minutos.
Me siento de nuevo y unos momentos más tarde una mujer de cabello
oscuro entra en mi oficina. Diría que tiene casi treinta años, es atractiva, con un
pequeño cuerpo sexi bajo esos pantalones beige y cárdigan amarillo. Pero sus ojos
huidizos y nerviosos movimientos amortiguan su sensualidad.
Luce bien, pero la confianza es, de lejos, el accesorio más atractivo que una
mujer puede llevar.
La señora Higgens cierra la puerta mientras sale, y la morena camina hasta
mi escritorio.
—Hola —dice, brevemente en mi cara antes de mirar de nuevo hacia el
suelo, empujando su pelo detrás de las orejas.
—Hola. ¿Puedo ayudarle?
Eso hace que levante la mirada.
—No te acuerdas de mí, ¿verdad? —pregunta, retorciéndose las manos.
Estudio su rostro, con más cuidado esta vez. No es ni muy hermosa ni
extraordinariamente fea. Solo... común. Olvidable.
1
—¿Debería? 4
Sus hombros se encorvan mientras se cubre los ojos, murmurando—: Por
Dios, pensé que esto iba a ser suficiente... —Se hunde en una de las sillas frente al
escritorio, sentándose en el borde, lista para correr. Después de un momento,
añade—: Nos conocimos el mes pasado ¿en el Angry Inch Saloon? ¿Llevaba un
vestido rojo?
No, no me suena. He conocido a un montón de mujeres en ese bar y cuando
es posible, voy por las rubias. No son más divertidas... solo más calientes.
Aparta su flequillo oscuro y lo intenta de nuevo.
—Te pedí que me compraras una bebida, y lo hiciste. Un cosmopolita.
Aún nada.
—¿Regresamos a tu casa después de que te conté que vi a mi novio teniendo
sexo con mi mejor amigo?
Estoy en un espacio en blanco.
—¿Mientras usaba mi camisón rosa favorito?
Y tenemos un ganador. Ahora recuerdo. Me hizo pensar en Marv Albert, el
comentarista deportivo con una inclinación por la ropa interior, asalto y agresión a
las mujeres. Y, sin embargo, todavía está en la televisión.
Solo en Estados Unidos.
—Sí. Ahora recuerdo... —Entrecierro los ojos, intentando recordar el
nombre.
—Lainey.
—Lainey. —Chasqueo los dedos—. Correcto. ¿Qué puedo hacer por ti? —
Miro mi reloj, faltan dos minutos y estaré en la puerta.
Parecía nerviosa y alterada.
—Está bien, no hay manera fácil de decir esto... así que solo voy a decirlo.
Suena como un plan sólido.
Toma un gran respiro y dice de corrido—: No solo tomó a mi mejor amigo y
mi mejor lencería... también dejó algo detrás.
Cuán poético.
—Sífilis. 1
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¿Ese sonido que acabas de escuchar? Ese soy yo, pensando: ¿Qué carajo acaba
de decir? De hecho, me meto el dedo en el oído, para limpiar el agua que está
obviamente atascada allí por la ducha de la mañana, lo que jodidamente
distorsiona mi audición.
Pero entonces habla de nuevo. Y suena exactamente igual.
—Sí, sífilis.
Mi estómago se estremece, y hay una muy buena posibilidad de que esté a
punto de perder mi desayuno.
—Obtuve el resultado de las pruebas hace unos días. La gente de la clínica
dijo que tenía que ponerme en contacto con todos aquellos con quienes he tenido
relaciones sexuales. Y ese eres solo tú. Recordé tu nombre y que eras un abogado
aquí en DC. —Agita sus manos—. Así que... aquí estoy.
Podría querer moverse un poco a la derecha. Definitivamente voy a vomitar.
Respira más fácil ahora, luciendo aliviada de haber dicho todo. Cuán
malditamente bien por ella.
—¿Tienes alguna pregunta, Jake? ¿Cualquier cosa que quieras decir?
Jodido infierno, simplemente debería haber ido a almorzar.

1
6
Traducido por Ivy Walker
Corregido por florbarbero

No siempre estaba tan comprometido con la estructura, dedicado a la rutina.


En mis años de juventud, era el epítome del chico malo. Entre más malo, mejor.
Tengo las cicatrices, los tatuajes, y un expediente penal juvenil sellado para
probarlo. En aquellos días tenía un gran temperamento y un resentimiento aún
más grande, una combinación peligrosa. Y dejé que ambos me controlaran en la
manera que la droga controla a un drogadicto. Fue sólo después de un gran susto,
una falta cercana que casi diezmó mi vida, que me volví legal. Con la orientación
de un viejo juez cascarrabias que me tomó bajo su ala y pateó mi culo, fui capaz de
encerrar al chico malo y tirar la llave. 1
Porque vio algo en mí que yo nunca había visto. Potencial. Promesa. La
posibilidad de grandeza. Claro, mi madre siempre lo predijo, pero en lo que se
7
refiere a mi jodido cerebro, ella no contaba. Todas las mamás piensan que sus hijos
son el próximo Einstein, Mozart o Gates.
Me aceptó por quien era, con errores y todo. Pero se negó a aceptar que eso
era todo lo que era. Y cuando alguien cree en ti, se la juega por ti cuando no tiene la
obligación de hacer nada, genera un impacto. Me dieron ganas de mirar un espejo
y ver al hombre que él sabía que podía ser.
Y hoy, ese es el hijo de puta que me mira de vuelta. Controlado. Poderoso.
En la parte superior de su juego. Claro, de vez en cuando el temperamento sacude
la jaula, pero mantengo esa mierda bien asegurada. El chico malo sale a jugar con
límites, con una correa corta y gruesa. Las mujeres aman a un chico malo; se ponen
todas mojadas y temblorosas por un hombre duro, de modo que ese es su patio de
recreo. Porque cuando se trata de follar... como dije... entre más malo, mejor.
Es esa practicada moderación que me permite mantener mi cita para el
almuerzo en pie, a pesar de que comer es la última cosa que quiero hacer. Pero es
un ritual. Sofía, Brent, Stanton y yo, los actuales cuatro fantásticos de la ley penal.
A veces es en nuestras oficinas, la mayoría de las veces en cualquiera de las
tabernas o cafés ubicados a pocas cuadras de nuestra firma. Estamos sentados en
uno de esos lugares ahora, en una mesa redonda en la acera con un mantel a
cuadros, el aire de marzo y el sol de la tarde apenas lo suficientemente caliente
para comer fuera. La sesión matutina en la corte de Stanton se alargó por lo que
está tarde para la fiesta.
Sofía se pone de pie cuando se acerca, alisándose la falda negra y elegante,
sus tacones de diez centímetros elevándola a la altura de los ojos con su novio.
La besa, con labios sonrientes y una expresión cursi. —Hola, cariño.
Ella pasa la mano por su pelo rubio. —Hola.
Brent se inclina hacia atrás en su silla, su mirada azul oscura brillando con
picardía. —¿No obtengo un beso?
Stanton saca la silla de Sofía para ella, luego se sienta en la suya. —Mi culo
está siempre disponible para ti, Mason.
—En realidad, hablaba con Sofía.
—Su culo está fuera de límites —responde Stanton, escaneando el menú.
Stanton Shaw es un buen chico anticuado, en todos los sentidos del término.
Originalmente un chico de granja de Mississippi, es honesto, leal, tiene una baja 1
tolerancia a la idiotez y exuda encanto fácil y genuino que las mujeres encuentran
irresistible, al igual que los jurados. Nos conocimos en la facultad de derecho y nos
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convertimos en compañeros de cuarto poco después de eso. Es un peso pesado
alrededor de la firma, su registro es tan impresionante como el mío y tiene su ojo
puesto en ser socio. Pero, a diferencia de mí, Stanton tiene equipaje. Equipaje
agradable y dulce, seguro, pero equipaje de todos modos.
No me gustan los niños, demasiado necesitados, demasiado quejosos. La
hija de Stanton, Presley, es la única excepción. Vive en Mississippi con su madre, la
ex de Stanton, pero viene a DC con la suficiente frecuencia para que mi amigo
tenga más que ganado su apodo de papi. Y lo disfruta. Si el sol tomara forma
humana, como un mito griego, sería Presley Shaw. Es una chica fantástica.
Después de que ordenamos, hablamos en turnos sobre nuestros últimos
casos, las idas y venidas de la firma. Quién está pisando sobre los dedos de
alguien, quién tiene un cuchillo listo para realizar una buena puñalada por la
espalda. Esto no es chisme; es buena información. Orejas al suelo para recoger la
información que necesitamos para hacer nuestro próximo movimiento.
Nuestra comida llega y la conversación se desplaza hacia la política. DC
puede ser una gran ciudad, pero cuando se trata de estrategia y alianzas, se
asemeja a un episodio de Sobrevivientes. Y todo el mundo está salivando por votar a
alguien fuera de la isla.
Pero sólo estoy escuchándolos con un oído. Mi otro oído todavía está
sonando con la revelación de mi visita inesperada. Lainey. No es probable que
olvide su nombre otra vez. Intento mantener la calma sobre ello, pero mis manos
sudorosas me traicionan. Y a menos que esté golpeando la bolsa en el gimnasio o
corriendo mis siete kilómetros, jodidamente no sudo. Considero las probabilidades
de que en realidad esté infectado y lo que eso significa para mí. Pienso en cómo
llegué a este punto, las cosas que debería haber hecho diferentes para evitar la
sensación de malestar en el estómago que me hace dejar mi comida sin tocar.
La voz de Brent me saca de mi cabeza. —¿Qué te pasa hoy?
Encuentro su mirada inquisitiva con una insulsa. —¿Por qué piensas que
algo va mal?
Se encoge de hombros. —Has ido mucho más allá del silencio temporario y
te estás acercando a mutismo selectivo. ¿Qué pasa?
Brent es un hablador. Un partícipe. Viene de una familia de extrema riqueza
que se remonta a varias generaciones. Pero sus padres no son los aristócratas
silenciosos y fríos que te imaginas. Claro, son algo excéntricos, me parecen 1
bastante divertidos, pero también son cálidos, divertidos, humildes y pasaron esas
cualidades a su hijo. Debido a que en realidad no trabajan, los miembros de la
9
familia de Brent tienen demasiado tiempo en sus manos, por lo que también están
demasiado involucrados en la vida personal de cada uno. No hay secretos en el
clan Mason. El mes pasado su prima Carolyn envió por correo electrónico el
boletín de noticias de la familia con su fecha de ovulación adjunta, para que todos
pudieran mantener sus dedos cruzados por ella.
Y ni siquiera estoy bromeando. Harían un reality show malditamente
divertido.
Cuando era un niño Brent tuvo un accidente, fue atropellado por un coche a
toda velocidad. Sobrevivió, menos la mitad inferior de una pierna. Pero él es
bueno con ello, la autocompasión no está en su vocabulario. Su cara bonita
probablemente ayuda en ese sentido, y el hecho de que las mujeres prácticamente
ruegan por que las folle no duele, tampoco. También es un gran creyente en la
terapia. Sospecho que les ha repartido más dinero a los terapeutas en los últimos
años de lo que pagó por su casa.
No soy alguien que comparte o un hablador. Pero nos llevamos bien, una
especie de yin-yang y ese tipo de cosas. Brent tiene un don para arrastrarme fuera
de mi caparazón de una manera que no me dan ganas de darle un puñetazo.
Pero no hoy.
—No quiero hablar de ello.
Sus ojos se quedan en mí como un piloto de caza en un objetivo. O un
hermano más joven molesto. —Bueno, ahora tienes que hablar de ello.
—En realidad no —digo rotundamente.
—Vamos escúpelo. Dinos. Dinos. Sabes que quieres. Dinos.
Stanton se ríe. —Deberías decirlo, Jake. No va a parar hasta que lo hagas.
Ofrezco una alternativa. —Podría romper su mandíbula. Tenerla cerrada
podrá detenerlo.
Brent acaricia su recién crecida y cuidada barba. —Como si harías cualquier
cosa para echar a perder este invaluable trabajo de arte. Eso sería un crimen. Sólo
tienes que decirnos. Diiiiiiiiinnoooosss.
Abro la boca... después hago una pausa... mirando vacilante a Sofía.
2
Me lee alto y claro, y rueda sus ojos color avellana. —Crecí con tres
hermanos mayores. Y vivo con él. —Apunta a Stanton—. Literalmente no hay algo 0
que pudieras decir que no haya oído antes.
Está bien. Respiro y fuerzo las palabras fuera de mis pulmones. —Resulta
que una mujer a quién me follé el mes pasado tiene sífilis. Tengo que hacerme la
prueba.
Sofia tose en su bebida. —Retiro lo dicho.
Brent se ríe, el bastardo. —Hombre, eso es horrible.
—Gracias, imbécil. —Lo miro—. Suenas verdaderamente triste por ello.
Brent retiene su risa. —No me malinterpretes, es una mierda, pero la sífilis
se cura con una inyección, podría haber sido peor. —Su voz baja de volumen—.
¿Quieres jugar? a veces hay que pagar. Le pasa al mejor de nosotros. Tuve un mal
caso de críos marinos una vez.
—¿Mariscos? —pregunta Sofía.
Stanton le responde. —Ladillas, bebé.
Su cara se arruga. —Ewww.
Stanton menea su dedo hacía mí. —Te dije que un día la puerta giratoria de
coños iba a pellizcarte.
—Gracias por no decir te lo dije.
—En cualquier momento.
Cuando estaba soltero, Stanton no era un monje. Pero sus enredos eran más
de una quemadura rápida. Él salía en citas. Tenía un sólido establo de mujeres a las
que se sentía cómodo llamando cuando quería tener sexo.
No funciono de esa manera. Se necesita demasiada energía, demasiado
tiempo. La mente y la personalidad de una mujer no me encienden. Son sus otras
partes las que sostienen mi atención.
Siento la necesidad de defenderme. —No es como si ustedes dos fueran tan
exigentes. He visto algunas de las mujeres que han follado. Algunas eran un
desastre.
—Siento eso —dice Brent. Pero su sonrisa dice que como que no lo hace.
—Por lo menos sabía sus nombres —contesta Stanton—. Un poco de sus
antecedentes,‖sus‖gustos,‖historia…
—Claro—, discuto—,‖ porque‖ justo‖ después‖ de‖ “que‖ agradable‖ clima‖ 2
estamos teniendo”,‖una‖chica‖va‖a‖decir:‖”Oh,‖y‖para‖tu‖información‖tengo‖sífilis.”
1
Stanton piensa en eso un momento, luego se encoge de hombros. —Podría,
en realidad. Te sorprenderías de lo que se puede aprender si se toma el tiempo
para hablar con las mujeres. E incluso si no te lo dijo, cuando se llega a conocer a
una mujer, se obtiene una idea de qué tipo de persona es. Eso ayuda en la decisión
de donde no quieres meter la polla.
Odio admitir que tiene un punto, pero lo hace. Y puedo decidir en este
momento, si mis pruebas vuelven limpias, que conoceré a la siguiente mujer en la
que tenga intención de meter la polla. Por lo menos un poco. Así que nunca jamás
tenga que lidiar con esta mierda de nuevo.
Sofía se inclina hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa. —
¿Llamaste a tu médico?
—Sí. Tengo una cita esta noche.
Evito los médicos como la peste bubónica. En algún nivel sé que es
ignorante, pero creo que el estrés de saber que tienes una enfermedad mortal mata
más rápido que la propia enfermedad. Prefiero no saberlo.
Dame un repentino ataque al corazón en el medio de una follada fantástica
o un argumento en medio de una sala de audiencias en cualquier momento. Así es
como me quiero ir. En muchos, muchos años a partir de ahora.
—¿Sabes cuál va a ser la peor parte, no es así? —pregunta Brent. El hijo de
puta sigue sonriendo.
—¿Esta no es la maldita peor parte?
Niega con la cabeza. —Nop. El celibato, buen hombre. No hay diversión
para ti por probablemente cerca de dos semanas. Hasta que los resultados de las
pruebas estén listos.
—¿Dos semanas? ¿Estás jodiéndome? —Mi polla duele ante la idea; bien
podrían ser dos años.
Le da un codazo a mi hombro y quiero pegarle. —Me temo que no. Tú y
Hanna van a ser monógamos por un tiempo.
Mis ojos se entrecierran, porque no tengo ni idea de lo que está diciendo. —
¿Quién es Hanna?
Agita su palma. —Hanna la mano1.
2
2

1
Hanna Hand: Juego de palabras refiriéndose a su mano.
Dos semanas después
Traducido por Fany Keaton
Corregido por Sandry

Brent tenía razón. Han sido las dos semanas más largas y lentas de mi vida.
He ejercitado tanto que rompí mi banco de pesas. Hanna y yo hemos pasado
demasiado tiempo juntos. El sexo es rancio y está comenzando a ponerse pegajosa.
Hora de romper con ella.
No soy un ninfómano, no necesito tener sexo todas las noches, pero dos 2
semanas es un gran período de sequía. No ha sido agradable, y tampoco mi estado
de ánimo. Con cada día que ha pasado, me he vuelto exponencialmente más
3
insoportable. Tenso. Con poca paciencia. Al borde.
En esencia, verdaderamente excitado.
Stanton ha tratado de evitar estar en la oficina junto a mí. La tarde en que lo
amenacé con arrancarle la lengua mientras se ponía juguetón en el teléfono con
Sofía podría tener algo que ver con eso.
Y a pesar de que hoy es el día que espero que termine rápidamente, la
ansiedad sobre mis resultados me tienen aún más estresado. Lo que son en realidad
malas noticias para el cliente que acaba de entrar en mi oficina.
Milton-No-Puedo-Seguir-Una-Sola-Jodida-Regla-Bradley.
Milton-Me-Arrestaron-Porque-Me-Encontraba-En-Un-Coche-Que-Fue-
Detenido-Con-Diez-Bolsas-De-Heroína-En-La-Guantera-Bradley.
La puerta resuena en sus goznes cuando la tiro para cerrarla detrás de él y le
doy mi mirada más oscura. Pone las manos en sus bolsillos y camina hacia una
silla como si se encontrara caminando de paseo en el parque, sin importarle el
mundo.
Hoy no, imbécil.
Mientras se encorva en la silla, me siento detrás del escritorio y doblo las
manos para evitar darle un puñetazo.
—¿Qué te dije? —pregunto.
—No era mía.
Mi voz se vuelve más baja. Más aguda. —¿Qué te dije?
Baja la mirada, como un perro sumiso. —Me dijiste que me quedara en casa,
pero…
Levanto el dedo. —No hay peros. Te dije que mantuvieras tu patético trasero
en casa, y eres tan idiota que no escuchas.
Se pone de pie, su rostro pasando de blanco a rosa furioso. —¡No puedes
hablarme de esa manera! Mi padre paga tu salario.
Yo también me pongo de pie, y soy mucho más atemorizante que él. —
Siéntate.
Lo hace. Me quedo de pie. —Acabo de hablarte así, idiota. Y no me
atemorizas, así que supéralo. En cuanto a tu padre, no, él no me paga mi salario.
Peor incluso si lo hiciera, no dudaría en decirte lo estúpido imbécil que eres.
2
Se vuelve más rojo con cada palabra. 4
Me vuelvo a sentar, mi lengua volviéndose más filosófica. —¿Sabes lo que le
pasa a chicos como tú en la cárcel, Milton? ¿Bonitos niños ricos de olor dulce?
Y se vuelve de rosa a pálido en cuestión segundos.
—A menos que tengas alguna fantasía de conseguir tu culo desgarrado,
necesitas meterte en ese cráneo grueso que la única cosa interponiéndose entre tú y
un compañero de celda llamado Chewbacca, soy yo.
Finalmente parece asustado.
—Y porque es mi trabajo, mantendré tu no merecido culo fuera de la cárcel,
quieras cooperar o no. ¿Lo entiendes?
Asiente e inteligentemente mantiene la boca cerrada.
—Ahora…‖¿tus‖huellas‖se‖encuentran‖en‖alguna‖de‖las‖bolsas‖de‖heroína?
Niega con la cabeza. —No. Nunca las toqué.
Perfecto. Es probable que pueda trabajar en torno a su último arresto.
Saco una tarjeta de negocios de mi cajón superior. —Cuando salgas de mi
oficina, ve directo a esta dirección.
Examina la tarjeta. —¿Qué es?
—Es una empresa de vigilancia. Te pondrán un grillete que les dirá si sales
de casa. Si lo haces, me lo notificarán.
Abre su boca para discutir.
—Ni una jodida palabra, Milton. Esta es tu última oportunidad, la cagas y es
el plan B hasta el final.
—¿Cuál es el plan B? —pregunta, como si fuera una opción que prefiere
considerar.
—Te doy una paliza. No puedes meterte en problemas si te he inmovilizado.
Traga con fuerza, lo escucho. —De…‖de‖acuerdo‖—tartamudea—. Esta vez
de verdad, pondré atención.
Mi expresión sigue siendo dura; no me inmuto ni un centímetro. —Por tu
bien, malditamente más te vale.

2
5
Dos horas después, me encuentro en una sala de examen en el consultorio
de mi doctor, sentado en una mesa con un estúpido papel arrugándose bajo mis
pantalones beige. Reviso mi reloj. Llega tarde. Como si mi estado de ánimo no
fuera lo suficientemente negro, de verdad odio que me hagan esperar.
Con nada mejor que hacer, le echo un vistazo a las paredes de la habitación.
Certificados enmarcados de Yale, un cartel de la forma adecuada de lavarse las
manos, un anuncio de la vacuna contra la gripe, y un recordatorio para hacerte el
examen de la próstata.
Dispárame ahora. Sáquenme de mi miseria.
Y por enésima vez en dos semanas, juro que nunca volveré a estar en esta
posición. No más sexo con desconocidas. No más novias despechadas con
problemas de autoestima esperando alocarse con un polvo de un extraño. De ahora
en adelante, son solo citas. Las conoceré. Voy a ser malditamente exigente, sin
importar lo poco apetecible que suene.
Finalmente, la puerta de la habitación se abre, y entra un rostro desconocido
con una bata blanca. Cabello castaño claro, ojos pequeños oscuros, un mentón
suave que parece que nunca ha conocido una navaja.
Parece que tiene doce jodidos años.
—¿Puedo ayudarte? —pregunto.
Levanta la mirada del archivo en sus manos, sonriendo. —Buenos días,
Señor Becker. Soy el Doctor Grey.
Por un momento fugaz miro la puerta, esperando que su padre entre tras él.
—¿Seguro?
Buena sonrisa natural. —Sí, seguro que soy doctor. Soy nuevo en la práctica.
El Dr. Sauer tuvo una emergencia familiar por lo que lo cubro durante el día de
hoy. —Gira una página del archivo, revisando el contenido—. Antes de que
discutamos sus resultados, vamos a revisar los protocolos recomendados para las
relaciones sexuales seguras, incluyendo los preservativos, lubricantes
espermicidas,‖control‖de‖nacimiento…
Extiendo mi mano en el aire. —No lo hagamos. Estoy bien con todo. Solo
dígamelo directamente, ¿mis resultados son buenos o malos?
2
6

Levanto la botella de cerveza, chocándola con las tres copas levantadas. —


Limpio como un silbato. —No he sonreído tanto desde que gané mi primer caso.
Prácticamente me encuentro vertiginoso, por amor a Cristo. Mis mejillas
volviéndose adoloridas.
—Felicidades—me dice Sofía felizmente.
—Sano, rico e inteligente —dice Stanton—. Un brindis para que se quede de
esa manera.
—Seguro. —Tomo un sorbo de la botella. Normalmente no bebo en el
almuerzo, y nunca me emborracho, incluso en los fines de semana. Siempre he
asociado estar borracho con debilidad, una pérdida de control, pensamientos
nebulosos y acciones lamentables. Pero esta es una ocasión especial.
—Así que, ¿cuál es tu plan ahora? —pregunta Brent—. Como si ya no lo
supiera, tu pequeño bastardo. He visto la forma en que has visto de reojo la pobre
señora Higgens. ¿Muy desesperado?
Lo ignoro. La señora Higgins es básicamente la única mujer en mi radio que
está exenta. Lo que me lleva a mi siguiente pregunta. —Así‖ que…‖ ¿cu{l‖ es‖ la‖
agenda típica para toda esta cosa de las citas? ¿Cuán tiempo se espera a ir directo a
follar?
—Tres citas —contestan todos simultáneamente.
Mis cejas se levantan. —¿Tres citas?‖ ¿En‖ serio?‖ Ustedes‖ son,‖ como…‖ ¿m{s‖
religiosos de lo que pensé?
—¿Nunca has escuchado la regla de las tres citas? —Sofia se lleva un bocado
de ensalada Cesar a la boca.
Cuando niego con la cabeza, Stanton explica—: En la primera cita, hablan,
ven si pueden soportar estar juntos en la misma habitación durante más de una
hora. La segunda cita‖ es‖ como…‖ la‖ comprobación‖ de‖ que‖ ambos‖ son‖ quienes
parecieron ser en la primera. Y la tercer es el punto dulce, deja que lleguen los
buenos tiempos.
Parece una gran cantidad de esfuerzo para solo acostarse con alguien. Me
pregunto si el coño es mejor cuando sabes el nombre de la chica.
—Espera un segundo —interrumpe Sofía—. ¿Esto significa que nunca has
tenido una cita? ¿Una novia? ¿Ni siquiera en el instituto?
2
Sacudo la cabeza. —No era exactamente material de novio en el instituto. Y 7
a las chicas con las que salía no les interesaban ese tipo de cosas.
—Es un poco adorable, Jake —bromea—. Es casi como si fueras virgen.
Frunzo el ceño. —Excepto, que no lo soy en absoluto.
—Tengo una cita el viernes —nos dice Brent—. Con Lucy Patterson de
Emblem & Glock.
Emblem & Glock, es otra firma en Washington D.C. con quienes
competimos con regularidad por clientes.
—¿Durmiendo con el enemigo, eh? —le pregunta Stanton.
Brent se encoge de hombros. —Ella es inteligente, hermosa y no piensa que
soy un idiota cuando me quejo del fiscal novato que se rehúsa hacer un trato.
Además, esta cosa de la competencia profesional es sexy. —Me mira—. Puedo
verificar si tiene alguna amiga. Podemos tener una cita doble.
Hago los cálculos en mi mente. —Eso significa que lo más temprano que
conseguiré algo es el domingo. Y eso es solo si dejo atrás todo mi fin de semana
por una mujer que ni he visto.
Eso me sirve.
—¿Tienes otra alternativa? —pregunta Brent.
De hecho, sí la tengo.

Algunos chicos tienen problemas con acostarse con una compañera de


trabajo. Tienen miedo de que pueda volverse incómodo. Complicado. Pero no yo.
Y especialmente no en este caso. Pensé que el ya conocer el nombre del otro,
vernos yendo y viniendo por los pasados siete años, quita al menos una cita de la
regla de las tres citas. Debemos amar la eficiencia.
Camille Longhorn trabaja en el departamento de facturación de mi firma.
Soltera, metro setenta y ocho, alrededor de cincuenta y cuatro kilos, piernas largas,
fantástico cabello rubio sucio y un rostro que parece una joven Elle Macpherson.
Cuando le pedí una cita para cenar cuatro horas antes, me encontraba desesperado
porque lo único sucio en ella no fuera solo su cabello.
Pero eso fue entonces. 2
¿Ahora? No tanto. 8
Porque luego de escucharla hablar monótonamente sobre cosas que nunca
me importarán; después de escuchar su risa estridente resoplando que me hace
estremecerme involuntariamente cada jodida vez que la hace; luego de observarla
retorcer compulsivamente su cabello y rascarse la cabeza, al punto que parece que
yo siento arrastrarse una infestación invisible de arañas, ya no estoy interesado.
Para nada.
Es como esa película de Gwyneth Paltrow de hace años. Ahora es sexy…‖
ahora no lo es.
—Y entonces dije, ¡eso se encuentra por encima de mi grado de paga!
Chillido-resoplo.
Chillido-resoplo.
Chillido-resoplo.
Oh Dios. Por favor, deja de hablar.
Intento bloquearla. Concentrarme en las cosas importantes, como la
plenitud redonda de sus pechos luchando contra su suéter beige. Imagino cómo se
sentirán ahuecados en mis manos, entre mis labios, bajo mi lengua con sus muslos
alrededor‖de‖mi‖cintura‖y…
Y tiene espinaca en los dientes. O quizá rúcula.
Mi polla se rinde. Y sin embargo, de alguna manera me las arreglo para
mantener mi rostro impasible y cortés mientras señalo su boca y digo. —Tienes…‖
algo…
—¡Oh! Gracias.
Levanta un cuchillo y observa sus dientes en el reflejo.
Nunca me di cuenta de que el lado negativo de conocer a una mujer antes
de follarla es la posibilidad de que no quiera follarla luego de conocerla. Es
deprimente. Toda mi visión del mundo explota en pedazos.
Cuando la cuenta llega, Camille comienza a sacar la cartera de su bolsa, pero
la detengo con un gesto con la mano. Lanzo un par de billetes de cincuenta en la
mesa y nos ponemos de pie juntos, nos ponemos nuestros abrigos, y salimos a la
acera. Caminamos hasta allí después del trabajo, así que la buena noticia es que no
tengo que llevarla a su casa.
2
—Gracias por la cena, Jake. —Me sonríe—. Esto fue divertido. Deberíamos 9
hacerlo de nuevo en algún momento.
Abro la boca para decir que no, gracias. La sinceridad siempre ha sido mi
política. No tengo tiempo ni voluntad para endulzar las cosas. Pero me detengo,
porque es una cita. Giros, verdades a medias, mentiras blancas, mantener las
opciones abiertas y bases cubiertas es lo que haces cuando tienes citas. Y tal vez
tenga un mal día. Quizá la próxima vez que la vea no será molesta y de verdad
quiera follarla hasta el cansancio. Podría pasar. Y odiaría pegarme un tiro en la
polla si esa es incluso la más remota posibilidad.
Así que voy con el viejo recurso. —Te llamaré.
Camille se levanta de puntitas y me besa la mejilla. —Buenas noches, Jake.
—Adiós, Camille.
Y regreso solo a mi apartamento. Recordándome a mí mismo que podría ser
peor. Podría estar a solas con la sífilis.
El día siguiente pasa un poco borroso. Lo paso revisando descubrimientos,
mayormente reportes médicos, de un próximo caso de violencia doméstica. El
Senador William Holten es un político de carrera con sus manos en todo tipo de
tarro de galletas. Eso lo hace un formidable enemigo, e incluso un aliado todavía
más poderoso. Tiene cargos por varios casos de asalto agravado contra su esposa
de treinta años. Mi jefe, Jonas Adams, es buen amigo de Holten, me pidió
personalmente que tomara el caso. Eso es una gran jodida oferta. Este es un caso
que podría hacer toda mi carrera en esta firma.
Razón por la que lo tomé, incluso cuando Holten tiene ojos planos sin
emociones que encuentro inquietantes. Incluso leyendo sus archivos, viendo las
fotografías y detalles de las heridas de su esposa a través de los años, me pone
incómodo. Hace que mi estómago se retuerza con la familiaridad de todo ello.
Para las cinco de la tarde, me vendría bien un poco de aire. Camino a la
acerca y cuadra abajo, estirando las piernas. Hoy hace más frío afuera, el cielo de
color gris oscuro, con una brisa que sopla la parte de la espalda de la chaqueta de
mi traje. Todavía así, el viento frío se siente bien después de estar adentro todo el
día. Cierro los‖ojos‖e‖inhalo,‖sintiendo‖el‖oxígeno‖helado‖ampliar‖mis‖pulmones….‖
Y luego choco con algo de la estatura de mi cintura y cálido. 3
Rebota con un suave—: ¡Ummp! 0
Bajo la mirada a unos grandes ojos color cobalto, cabello castaño rizado,
rostro pálido con pecas. No puede tener más de nueve o diez años. Me mira por
unos segundos desde donde se encuentra tirado en el suelo de la acera, labios
separados, respirando rápido de la sorpresa. Luego se gira de lado, luchando por
meter sus manos en su mochila, asegurándose de que nada se le haya caído de
tantos bolsillos.
—¿Te encuentras bien, niño? —pregunto, ofreciéndole una mano para
ayudarle a levantarse. Sus manos se lanzan a mi mano, y hace una pausa antes de
tomarla. Tiro de él hasta que se pone de pie.
—Sí. Estoy bien. Lo siento, señor. —Deja caer la barbilla en su mentón y
levanta su mochila de cuero marrón sobre los hombros.
—Mira por donde caminas —digo—. Si yo hubiera sido una bicicleta, te
hubieras lastimado de verdad.
Murmura un rápido—: De acuerdo. —Luego se gira y continúa por la
misma cuadra.
Sigo caminando en la dirección opuesta. Pero después de unos pasos, me
doy‖cuenta‖de‖que‖algo‖se‖siente….‖Diferente.
Ligero.
Fuera de balance.
De inmediato mis manos van a los bolsillos de mi chaqueta. Mi teléfono se
halla‖ en‖ el‖ bolsillo‖ derecho‖ y‖ mi‖ cartera…‖ mi‖ cartera‖ no se encuentra en el
izquierdo.
Me giro bruscamente, serpenteando mi mirada a través de la multitud de
peatones que caminan encorvados contra el viento, hasta que me concentro en el
niño, quién ahora se halla a media cuadra de distancia.
—¡Oye! —Mi voz retumba como un cañón, y él y varias personas
transitando se detienen y me miran.
Incluso desde la distancia, hago contacto visual con él. Y la diabólica
expresión que lentamente se forma en su rostro me dice todo lo que necesito saber.
Una sonrisa confiada se forma sobre sus rectos dientes blancos de bebé, y un brillo
victorioso brilla en los ojos de gato porque cree que se encuentra fuera de mi
alcance.
3
Y sostiene su mano derecha en alto y me saca el dedo del medio.
Pequeña mierda.
1
Después se echa a correr por la cuadra.
No lo creo, niño.
Traducido por Beluu & Ivy Walker
Corregido por Ana Avila

Impulsándome con los brazos, corro por la calle y luego giro bruscamente a
la izquierda por la calle que conecta, intentando mejor que puedo de no empujar a
los peatones en la banqueta. Esquivo un auto tocando bocina y llego al otro lado de
la calle en tres zancadas, luego subo los escalones de concreto en dos pasos,
entrando por la puerta de un centro comercial que desemboca a dos cuadras, en
una calle en la que vi al niño girar. Corro más allá de Gap y la zona de comidas.
—¡Cuidado! —grita un hombre encorvado de cabello gris cuando paso,
moviendo su bastón.
Salgo por las puertas traseras a la calle.
3
Miro a la derecha, luego a la izquierda. Veo a la pequeña mierda, todavía 2
corriendo, con su mochila como un faro en la luz del sol desvaneciéndose. El sudor
gotea por mi frente mientras corro por la calle, saltando sobre un hidrante de
incendio como un corredor de pista. Extiendo mi brazo, mis dedos intentando
alcanzarlo…‖ y‖ atrapo‖ al‖ pequeño‖ hijo‖ de‖ puta‖ por‖ la‖ parte‖ trasera‖ de‖ su‖ camisa‖
blanca.
¡Te tengo!
Él grita indignado, luego gira y se retuerce como un pez en el anzuelo,
intentando deshacerse de mi agarre. Pero no hay manera de que eso vaya a
suceder.
—¡Suéltame! ¡Déjame ir!
Lo sacudo para captar su atención y gruño—: ¡Cálmate!
Pequeños puños golpean contra mi brazo, empujan mi estómago. Lo sacudo
de nuevo. —¡Dije que pares! Ahora. —Y luego, en voz más baja—. No voy a
herirte.
Pero está determinado. —¡Ayuda! —grita, intentanddo hacer contacto visual
con los rostros curiosos observándonos. Como la mayoría de los transeúntes,
siguen caminando, imaginando que alguien más va a intervenir, pero no ellos.
Luego el pequeño bastardo grita el mantra marcado en las cabezas de los niños por
padres sobreprotectores y anuncios del servicio público contra extraños peligrosos.
—¡No eres mi padre! ¡No te conozco! ¡Ayuda!
Lo sacudo más fuerte ahora, haciendo sonar sus dientes. Luego siseo—: ¿De
verdad quieres atraer la atención hacia nosotros con mi billetera en tu maldita
mochila?
Eso lo calma. Jadeando como un zorro en una trampa, deja de retorcerse. Y
en realidad tiene las pelotas para fulminarme con la mirada, sus cejas juntas por el
resentimiento.
—¿Hay un problema aquí?
La pregunta viene del oficial de policía que acaba de pararse a mi derecha.
Observa la escena con expresión autoritaria, hasta que me mira y su rostro se
derrite con el reconocimiento.
—Hola, Becker.
3
A la mayoría de los policías instintivamente no les gustan los abogados
defensores. Puedo entender su problema; pasan sus días arriesgando sus vidas 3
para sacar a la escoria de la calle, y aquellos de mi profesión se rompen el culo para
devolverlos, frecuentemente cuestionando las acciones de los policías —cómo
llevaron a cabo el arresto, si tenían una causa probable—, para encontrar motivos
para sacar a nuestros clientes. Es una relación naturalmente antagónica. Aceite y
vinagre.
Personalmente, me gustan los policías. Claro, son asnos y pueden ser unos
malparidos autoritarios, pero en líneas generales, son personas decentes
intentando cumplir con un trabajo verdaderamente difícil.
Paul Noblecky es un policía de barrio que entrena en el mismo gimnasio
que yo. Hemos jugado básquetbol un par de veces y luego hemos ido a tomar unas
cervezas.
—¿Cómo te va, Noblecky?
Inclina su cabeza agradablemente. —No puedo quejarme. —Señala al chico
que todavía estoy sosteniendo por el cuello como un cachorrito—. ¿Qué es esto?
Y antes de que pueda contestar, el cachorrito dice—: Sólo bromeaba. Becker
es mi niñera. Le dije que era más rápido que él y dijo que no lo era.
Mi primer instinto es reír, porque el chico sin duda tiene un don para
mentir. Me pregunto si jamás ha considerado una carrera en leyes, o en política. Mi
segundo impulso es decir la verdad, delatarlo, y dejárselo a Noblecky. Alejarme y
lavarme las manos.
Pero‖algo‖en‖su‖rostro…‖no‖me‖deja.‖La‖mirada‖en‖sus‖ojos,‖una‖mezcla‖de‖
desesperación y amargura. Está esperando mi ayuda, mi piedad, pero al mismo
tiempo odia necesitarlas. Y hay algo inocente sobre este chico que es diferente del
exterior escarpado de los verdaderos chicos de la calle. Algo me dice que todavía
puede ser salvado.
Y que vale la pena salvarlo.
Por lo que froto su cabeza, desordenando su cabello y haciendo un buen
espectáculo. —Te dije que podía ganarte.
Noblecky ríe. —¿Entonces alguien de verdad te dejó cuidar de su chico? —
Observa al niño—. Mis condolencias.
El chico se estremece en respuesta. Es rápido, casi imposible de ver. Pero me
doy cuenta.
Noblecky me da un codazo y bromea—: ¿Cuánto cobras? —Tiene uno de
cinco años en casa—. Si no saco a Amy a cenar pronto, va a divorciarse.
3
Sacudo mi cabeza. —Es algo de una sola vez. Los niños no son lo mío. 4
Se gira para irse. —Muy bien, te veo por ahí, Becker.
—Cuídate —digo mientras se aleja.
Tan pronto como Noblecky está fuera del rango de audio, arrastro al chico
por la vereda, más cerca al edificio. Extiendo mi mano. —Devuélvela.
Pone sus ojos en blanco, busca en su mochila y deposita mi billetera en mi
mano con un golpe. No creo que haya tenido suficiente tiempo como para sacar
algo, pero compruebo mi dinero y mis tarjetas de crédito para estar seguro.
Satisfecho, la deslizo en mi bolsillo. —¿Cuál es tu nombre?
Alza la vista hacia mí. —¿Eres policía?
Niego con la cabeza. —Abogado.
—Soy Rory.
—¿Rory qué?
—McQuaid.
Lo‖ observo.‖ Camiseta‖ blanca,‖ pantalones‖ beige…‖ un‖ uniforme‖ de‖ escuela‖
privada. Añade las zapatillas de doscientos cincuenta dólares y la mochila J. Crew
y tengo que preguntar—: ¿Por qué robaste mi billetera, Rory McQuaid?
Patea la acera. —No lo sé.
Por supuesto que no lo sabe.
Sus hombros se levantan. —Simplemente para ver si podía hacerlo,
supongo.
Este es el momento en que me pregunto qué demonios se supone que haga
con él ahora. Mantenerlo fuera del sistema parece lo correcto, pero dejarlo irse
impune, no. Necesita aprender que las acciones estúpidas tienen consecuencias —y
malas—, y necesita saberlo ahora. Si no, habrá decisiones peores en su futuro, con
penas más severas de las que será capaz de pagar.
Hago un gesto con mi mano hacia el final de la calle. —Muy bien, vamos.
Rory se queda justo donde está. —No voy a ningún lado contigo. Podrías
ser un pederasta.
Frunzo el ceño. —No soy pederasta.
—Eso lo dicen todos los pederastas. 3
Mis cejas se alzan. —Carterista y listillo, ¿eh? Perfecto. Debe ser mi día de 5
suerte. —Señalo con mi brazo hacia el final de la calle de nuevo—. Voy a llevarte a
casa. Les diré a tus padres lo que hiciste, y ellos van a lidiar contigo.
Mi madre solía recibir llamadas frecuentes sobre el mismo tema: de
profesores, consejeros y policías benevolentes. Nunca cambió mi actitud o mi
comportamiento jodido, pero ella siempre apreció saber en qué estaba metido
verdaderamente su hijo, incluso aunque tenía que trabajar demasiadas horas para
hacer algo al respecto.
Una sombra cae sobre el rostro de Rory. —No tienes que hacerlo. No voy a
robar nunca más.
—Eso lo dicen todos los ladrones.
Eso le saca una corta risa a regañadientes. Pero todavía vacila.
—Mira, chico, puedo llevarte a casa y tú te enfrentas con tus padres, o
puedo traer al Oficial Noblecky. Es tu decisión.
Patea el pavimento y maldice por lo bajo. Luego se acomoda la mochila en
su hombro y encuentra mi mirada. —¿Dónde está tu auto?
Cuando llegamos a mi Mustang, Rory se sube al asiento trasero y abrocha su
cinturón sin que le diga nada. Me da su dirección; cerca de dieciséis kilómetros
fuera de la ciudad, y partimos.
—¿De verdad tu nombre es Becker? —pregunta después de unos pocos
minutos.
Encuentro su mirada por el espejo. —Sí, Jake Becker. —Luego hago una
pregunta—: ¿Cuántos años tienes, chico?
—Tendré diez en cinco meses.
Asiento lentamente. —También conocido como nueve.
Sonríe. —Y me dijiste listillo a mí.
Aparte de eso, se queda callado durante el viaje, observando por la ventana.
Pero luego de que giramos en Rock Creek Parkway, cuando antiguos robles
gigantes bordean la carretera, los nombres de la calle cambian a Whitehaven,
Foxboro, y Hampshire, y los caminos de entrada se vuelven largos y tienen rejas,
3
Rory se pone aún más sombrío. Sale de él en olas amenazantes y hostiles, en el 6
agarre de su mano y la tensión de sus hombros.
—¿No te van a castigar demasiado duro, o sí?
Me refiero a sus padres. Sólo porque parece bien alimentado, limpio, y libre
de heridas, no significa que no sea posible que algo más siniestro esté esperándolo
en su casa.
—No —responde sin miedo—. Estaré bien.
Cuando me detengo en la dirección de Rory, la puerta de hierro forjado se
abre automáticamente. El amplio camino de entrada está flanqueado por farolas y
cerezos, y tiene forma de herradura. La casa está hecha de ladrillos majestuosos,
con una arquitectura georgiana, completamente restaurada con persianas negras y
molduras blancas detalladas alrededor de sus catorce ventanas. Hay una cochera
para tres autos y un gran patio frontal rodeado por muros de piedra natural y
arbustos verde brillante.
Apago el motor y observo la casa, pensando que podría estar intentando
engañarme. —¿Vives aquí?
—Sí.
—¿Qué eres, el hijo del jardinero?
Rory frunce el ceño, confundido. —No. Es la casa de mis padres. —Luego,
más bajito, dice—:‖Era…
No entra en detalles y sale del auto con la mochila a cuestas. Doy unas
largas zancadas para alcanzarlo y nos paramos frente a la puerta gigante de roble.
Pongo mi mano en su nuca, sólo para estar listo en caso de que corra. Luego toco el
timbre.
Una cadena de ladridos agudos sigue inmediatamente. Se oye algo
arrastrándose dentro y luego la puerta se abre.
Y el aire sale de mis pulmones.
Mide un metro sesenta y cinco, quizás metro setenta, con largas piernas
tonificadas en mallas negras ajustadas. El contorno de una cintura esbelta se asoma
por debajo de la blusa de algodón, con botones en la cima que se tensan para
abarcar unos pechos llenos, firmes y perfectos. Su cuello es elegante, pálido
cremoso,‖y‖su‖rostro…‖Jesús,‖deja‖a‖los‖{ngeles‖de‖Victoria’s‖Secret‖en‖vergüenza.‖
Barbilla obstinada, pómulos altos, amplios labios llenos y libres de brillo labial,
nariz traviesa, y dos ojos azul hielo que brillan como malditos diamantes en un día
brillante de invierno. Su cabello pelirrojo multifacético está apilado en la cima de 3
su cabeza, con un par de mechones sueltos alrededor de su rostro. Lentes
cuadrados de borde oscuro enmarcan esos ojos llamativos, dándole un tipo de
7
impresión académicamente sexy de bibliotecaria sensual.
Intento tragar, pero mi boca se secó.
—Rory —dice con alivio, enfocándose en el chico a mi lado. Y entonces se
enoja—: ¿Dónde has estado? ¡Se suponía que volvieras a casa hace horas! ¿Y por
qué no tienes tu teléfono encendido?
El niño se aleja de mi agarre, camina a través de la entrada de azulejos
blancos y negros, y sube por las escaleras, sin siquiera mirarla.
—¡Rory! ¡Oye! —le grita ella. Inútilmente.
Sus nudillos se ponen blancos en donde agarran el marco de la puerta, y
luego se gira hacia mí. —¿Hola?
Es más una pregunta que un saludo.
—Hola —respondo, simplemente observando. Disfrutando la vista.
Mierda, estoy caliente.
Luego sacudo mi cabeza, saliendo del estupor idiota inducido por haber
estado privado del sexo por tanto tiempo.
Comienzo de nuevo, extendiendo mi mano. —Hola. Soy Jake Becker. Soy un
abogado. —Siempre es bueno presentar este hecho porque, al igual que con los
oficiales de policía, hay una confianza instantánea que se nos da a los que tenemos
profesiones legales, incluso si no siempre es merecida.
—Chelsea McQuaid. —Mi mano aprieta la suya mientras ella la sacude con
un agarre cálido y firme.
—Traje a Rory a casa.
Su cabeza se inclina y sus labios se aprietan con curiosidad sospechosa. —
¿De verdad?
—Necesito hablar con usted sobre su hijo, señora McQuaid —le digo, yendo
con la conexión más lógica entre ella y el casi ladrón.
Sus ojos me examinan y puedo ver los engranajes de su juicio empezar a
girar. Está debatiéndose sobre si debería dejar entrar a un imponente hombre
desconocido hoy en el día. No tengo dudas de que mi traje caro y mi buena
apariencia ayudan a inclinar la balanza a mi favor.
3
—Muy bien. —Da un paso hacia atrás—. Por favor pase, señor Becker.
Me paro en el umbral. —Jake, por favor. —Cierra la puerta detrás de mí,
8
estirándose para deslizar un seguro para niños en la cima. Luego un pequeño
borrón de largo pelo color caramelo y chocolate surge desde detrás de ella y se
abalanza sobre mis zapatos, olfateando y ladrando, sacando pecho y gruñendo.
Un claro caso de síndrome de perro pequeño, como nunca había visto.
—¡Cosa, para! —lo regaña.
La comisura de mi labio se tuerce hacia arriba. —¿El nombre de tu perro es
Cosa?
—Sí. —Sonríe. Y es jodidamente impresionante—. Tío Cosa. ¿Cómo en La
Familia Addams?
Cosa se pone más irritado, luciendo como una pelambrera loca.
Encuentro su mirada. —Sobre‖tu‖hijo…
—Sobrino, en realidad. Soy la tía de Rory.
Mis oídos se animan. Dada la vista de su mano desnuda, hay una buena
posibilidad de que sea la tía soltera de Rory.
Las mejores noticias que he oído en todo el maldito día.
El llanto de un bebé llega desde otra habitación, perforador y exigente.
Chelsea gira su cabeza. —¿Podrías‖venir‖conmigo?‖Tengo‖que…
Ya está caminando y estoy justo detrás de ella.
Pasamos por la arqueada puerta de una biblioteca y un conservatorio con un
piano de cola, luego por un despacho con un cobijo enorme y techos de catedral.
Los muebles son de buen gusto y limpios pero en tonos tierra, cálidos. Hay
docenas de fotos enmarcadas de niños cubriendo cada pared. Chelsea empuja la
puerta que da a la cocina, donde el llanto se vuelve más ruidoso.
La cocina es aproximadamente del tamaño de todo mi apartamento. Cuenta
con pisos de madera, gabinetes de caoba, una isla en el centro de granito
contrarrestado con un segundo fregadero, y está hasta el tope con
electrodomésticos de acero inoxidable. Una mesa redonda para ocho lugares se
encuentra en una alcoba detrás de puertas francesas que se abren a un patio de
piedra y un jardín, con un camino empedrado que conduce a una piscina enterrada
más atrás.
Un asiento infantil se encuentra dentro de una cuna portátil de malla al lado
de la isla con un pasajero infeliz y vocal. —Aquí va, cariño —arrulla Chelsea, 3
agachándose para recoger el chupón que ha caído al estómago del bebé y vuelve a
ponerlo en su boca.
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Al menos creo que es un él, lleva pantalones de color azul oscuro y una
camisa con barcos en ella, así que, sí, es hombre. Le acaricia su rubia cabeza
melocotón y el llanto es reemplazado con una succión de satisfacción.
Una olla inmensa de plata burbujea en la estufa y el aire huele a calor y
caldo.
—¡Hola!
Me vuelvo a mi derecha, donde se sienta un bebé como de dos años, ésta sin
duda una niña, con escaso cabello dorado y una playera rosa manchada en el
suelo, rodeada de libros y bloques.
—Hola —respondo, serio.
Ella se vuelve más ruidosa. —¡Hola!
Asiento con la cabeza de vuelta. —Hola.
Su cara se arruga, su voz se vuelve más baja, y se inclina hacia adelante
como si estuviera a punto de decirme algo serio. Pero todo lo que sale es—:
Hooolaaa.
—¿Hay algo malo con ella? —pregunto.
—No —responde Chelsea, sonando un poco ofendida. —No hay nada malo
con Regan. Solo tiene dos años.
Y Regan ha vuelto a sonreírme. —Hola.
—¿No se sabe otra palabra?
—No. Sólo tiene dos años.
—¡Hola, hola, hola, hola!
Me doy por vencido y me alejo.
—Así que, ¿cómo puedo contactar a los padres de Rory? Es importante que
hable con ellos.
Su rostro se tensa. Herido. —No puedes. Ellos... mi hermano y su esposa
tuvieron un accidente automovilístico hace casi dos meses. Murieron.
Y todas las piezas caen en su lugar. Los comentarios que Rory hizo, su ira poco
sutil con el mundo entero. Pero es el nombre que destaca más, el nombre y el
4
accidente. 0
La señalo gentilmente. —¿Robert McQuaid era tu hermano? ¿El cabildero
ambiental?
Sonríe, pequeña y triste, y asiente. —¿Conocías a Robbie? DC es una ciudad
tan ocupada, pero he tenido la impresión de que también es como un pequeño
pueblo. Todo el mundo conoce a todo el mundo.
Cuando se trata de los círculos políticos y legales, es exactamente así.
—No, no lo conocí. Pero. . . oí cosas buenas de él. Que era honesto y sincero.
Eso es una cosa rara por aquí.
Y de repente, parece más joven de alguna manera. Más pequeña y
más...delicada. ¿Está sola en esta enorme casa con los niños? ¿Sólo ella, Rory, Una
Palabra, y el Bebé?
Chelsea levanta la vista de sus manos. —Soy la guardián de Rory, así que lo
que ibas a decirle a mi hermano y su esposa, me lo puedes decir a mí.
Asiento con, reorientándome. —Correcto.‖Traje‖a‖Rory‖a‖casa‖porque…
Pero no tengo oportunidad de terminar la frase. Debido a que un estruendo
de pies, como una estampida de rinocerontes, retumba sobre nuestras cabezas,
interrumpiéndome. Chelsea y yo miramos al techo como si fuera a caer sobre
nosotros, mientras el sonido viaja, cada vez más cerca.
Y luego hay gritos. Del tipo de división de átomos, de almas en pena en el
infierno.
—¡Te voy a matar!
—¡Yo no lo hice!
—¡Regresa aquí!
—¡No fui yo!
Incluso la niña de dos años de edad, luce preocupada.
El ruido reverbera por la segunda escalera y se derrama en la cocina, y los
dos niños gritando y corriendo están dando vueltas alrededor de la isla como una
versión jodida de las atrapadas al estilo Los Juegos del Hambre.
—¡Te dije que te quedaras fuera de mi habitación! —Uno de ellos, una chica
alta, grita. Es una depredadora de cabello rizado y castaño, lista para saltar.
—¡Yo no lo hice! —La más pequeña chilla, con los brazos extendidos, en
4
busca de protección. 1
Jesucristo, ¿qué tipo de casa de locos es esta?
Chelsea se mete entre ellas, agarrando a ambas por sus brazos y
manteniéndolas separadas. —¡Es suficiente!
Y ahora le están gritando a ella, apelando a sus casos a la vez, cada una
tratando de ser más ruidosa que la otra. No puedo entender lo que están diciendo;
suena como: siseo, bla, ella, siseo, chillido. Pero la tía parece hablar la lengua nativa.
—¡Dije que es suficiente! —Levanta sus manos, con lo que al instante hay
bendito silencio.
Impresionante. Hay jueces federales que no pueden recaudar tanto respeto
en sus propios tribunales.
—Una a la vez. —Se vuelve hacia la chica más alta—. Riley, tu primero.
El dedo de Riley rebana el aire como un sable. —¡Entró en mi habitación
cuando le he dicho mil veces que no lo haga! ¡Y tomó mi maquillaje y arruinó mi
lápiz labial favorito!
La cabeza del Chelsea se gira hacia la más pequeña, que, ahora que no es
una loca gritona, me recuerda a una rubia Shirley Temple.
—Rosaleen, tu turno.
Una Palabra y yo miramos con impaciencia, esperando la refutación... pero
todo lo que sale es: —Yo no lo hice.
Lo cual, en mi opinión profesional, no sería una mala defensa... si su boca y
barbilla no estuvieran completamente cubiertas con grueso labial, rosa fuerte,
como si es la hija ilegítima de Ronald McDonald.
—Eres‖una…‖—comienza a gritar Riley.
Pero la mano levantada de Chelsea la detiene. —Tut, tut, a callar.
Levanta a la pequeña, Rosaleen, debajo de sus brazos y la posa sobre el
mostrador. —Y casi te creería —le dice Chelsea, sacando dos toallitas para bebé de
un tubo al lado del lavabo, limpiando la barbilla de la chica y mostrándole el paño
manchado de color rosa—, a excepción por las pruebas por toda tu cara.
Las grandes mentes piensan igual.
La pequeña niña se queda mirando a la tela con ojos azules del tamaño de
un cuarto. Entonces, al igual que cualquier acusado que sabe que está acabado, 4
hace lo único que puede, se lanza a sí misma a la misericordia de la corte.
2
—Lo siento, Riley.
Riley es impasible. —¡Eso no me va a devolver mi barra de labios, mocosa!
—¡No pude evitarlo! —suplica.
E inconscientemente asiento. Eso es chica, ve con la locura. Es todo lo que te
queda.
—El labial estaba allí, llamándome...
Voces. Las voces son buenas. Siempre una venta fácil.
Sus manos se profundizan en sus rizos rubios, agitando y tirando de ellos,
hasta que están salvajes y enloquecidos. —¡Me volvía loca! ¡Es tan rosa y bonito,
que tuve que tocarlo!
Chelsea cierra los ojos y respira profundamente, haciendo que esas tetas
fabulosas se presionen aun más contra su blusa. Disfruto el espectáculo, orando
porque un botón salga volando o porque el fregadero brote espontáneamente agua
por toda esa camisa blanca.
Un hombre puede soñar.
—Riley, ¿cuáles son tus deberes esta semana?
—Tengo que poner la mesa para la cena.
Su voz es amable pero firme. —Está bien. Rosaleen, vas a hacer los
quehaceres de tu hermana por el resto de la semana. Y cuando llegue tu mesada el
domingo, vas a usarlo para reemplazar la barra de labios que arruinaste.
¿Entendido?
—Bien. Lo siento, Riley.
Chelsea corre una mano tierna por los rizos desordenados de Rosaleen. —
Ahora, ve arriba y lava tu rostro, luego vienes para poner la mesa.
Con un movimiento de cabeza, salta del mostrador y pasa corriendo a mi lado
hacia las escaleras.
Su hermana objeta con vehemencia. —¿Eso es todo? ¿Es todo lo que le
harás?
Chelsea suspira, un poco molesta. —Tiene siete años, Riley. ¿Qué quieres
que haga, que la golpee con un palo?
—¡No es justo! —grita. Mucho más fuerte de lo necesario.
—A veces la vida no lo es. Cuanto más pronto lo entiendas, mejor estarás. 4
Riley golpea el mostrador. —¡Odio esta familia! 3
En un remolino de pelo castaño y furia, camina pesadamente por las
escaleras, mirándome en el camino. Como si yo arruiné su puto lápiz labial.
—Dulce niña —le digo a Chelsea secamente.
—Tiene catorce años. Está en una edad difícil. —Mira con nostalgia por los
escalones—. Será humana de nuevo... con el tiempo.
Traducido por Sandry
Corregido por Vanessa Villegas

—Lo siento por eso —dice Chelsea, agarrando un bloque que fue lanzado
por el suelo durante la pelea y entregándoselo al niño. Luego camina de vuelta a la
estufa, vertiendo un montón de verduras picadas por un colador en la olla. Sus
movimientos son sin esfuerzo, elegantes, y me pregunto si es bailarina—. ¿Empezó
a hablarme de Rory?
—Cierto.‖Él…
Pero por supuesto no consigo decírselo. Eso sería demasiado fácil.
En lugar de eso soy interrumpido por la aparición de un niño caminando por la
puerta de la cocina, un muchacho con la cara de Rory. Es un poco más delgado, un
4
poco más alto, con gafas de Harry Potter redondas de montura metálica 4
encaramadas en la nariz.
No puedo ocultar el horror de mi tono. —¿Hay dos de él?
Chelsea sonríe. —Si esa es su manera de preguntar si Rory tiene un gemelo,
entonces la respuesta es sí.
—Veo que has conocido a mi hermano —dice el niño, al parecer
acostumbrado a esa reacción—. No me juzgues sólo porque compartimos el mismo
ADN. ¿Has oído el término "genio del mal"?
—Sí.
—Rory es el mal. Yo soy el genio.
—¿Cuántos niños viven en esta casa exactamente? —pregunto a la tía.
Se está empezando a sentir como si fueran cucarachas, ves una, y puedes
apostar a que hay cincuenta y más arrastrándose por el interior de las paredes. Me
estremezco al pensarlo.
—Seis.
¿Seis? Supongo que Robert McQuaid no tenía muchas aficiones.
El chico recupera un monopatín negro de la esquina y le dice a su tía—: Voy
al lado con Walter.
—Bien. Asegúrate de ponerte el casco, Raymond.
El chico gime. —Me hace ver como un idiota.
—Y cuando estés en un estado de coma tras fracturarte el cráneo en el
pavimento,‖¿crees‖que‖te‖vas‖a‖ver…guay?
La arrogancia de Rory obviamente es genética.
—No —se queja Raymond—.‖ Es‖ sólo‖ que… —Se vuelve hacia mí—. Eres
un chico, entiendes lo que quiero decir. Explícaselo.
—Sí. —Chelsea se cruza de brazos—. Explícame cómo tener un pene te
excusa de las leyes de la gravedad.
—¡Oh Dios mío! —chilla Raymond, sus orejas y mejillas poniéndose rojas—
. No digas eso.
—¿Qué? —Mira de él a mí—. ¿Qué dije?
Me encojo de hombros porque no tengo ni puta idea.
—¿Pene? —adivina. 4
Y Raymond hace una impresión fabulosa de un tomate. —¡Oh Dios mío! 5
¡Eres tan humillante! —Agarra su patineta y huye.
—¡El casco Raymond! —grita Chelsea—. ¡O el patín se asará en la chimenea
esta noche!
Me mira con un suspiro y una sonrisa. —Son las pequeñas alegrías que me
hacen soportar el día.
Y‖tengo‖ganas‖de‖reír.‖Chelsea‖no‖sólo‖es‖sexy,‖es… entretenida, también.
Va de nuevo a la cocina y empieza a levantar la gigantesca olla pesada, y yo
me acerco rápidamente y se la quito de las manos. —La tengo.
—Gracias. —Me dirige a un tazón de cerámica sobre el mostrador y echo
con cuidado el caldo caliente, con sus trozos blancos y tiras de color verde, en el
recipiente. Entonces nos encontramos a sólo unos centímetros de distancia, esas
azules bellezas cristalinas fijas en mí.
—Así‖que…‖ ¿Cómo conoció a mi sobrino, Sr. Becker?
Se lo digo sin rodeos, como arrancando una curita. —Me robó la billetera,
Chelsea. Justo en la calle. Tropezó conmigo, deslizó su mano en mi bolsillo, y luego
se fue.
Sus ojos se cierran y sus hombros se encorvan. —Oh —Después de un
momento, se frota la frente, luego levanta la barbilla y me mira—. Lo siento tanto.
Agito la mano. —No pasa nada.
Su voz se suaviza, con un tono de tristeza. —Lo está llevando realmente
mal. Quiero decir, todos lo hacen, por supuesto, pero Rory está tan…
—Enfadado —digo, terminando por ella.
Asiente. —Sí. Enfadado —Su voz cae, un rastro de dolor filtrándose—.
Sobre‖todo‖conmigo.‖Es‖como… si estuviera resentido conmigo. Porque yo estoy
aquí y ellos no.
—¿Cuántos años tienes? Si no te importa que lo pregunte.
—Veintiséis.
—¿Tienes alguna ayuda? ¿Tus padres? ¿Amigos?
Rosaleen regresa a la cocina mientras su tía niega con la cabeza. —Mis
padres fallecieron hace unos años. Todos mis amigos volvieron a California. Yo
4
estaba‖en‖la‖escuela‖de‖posgrado‖allí…‖antes… 6
Su voz se apaga, los ojos en su sobrina cuando agarra una pila de platos de
la encimera.
—La primera vez que me mudé, llamé a una agencia para una niñera a
tiempo‖parcial,‖pero…
—Pero ella era una perra —interviene Rosaleen.
—¡Oye! —La cabeza de Chelsea se gira bruscamente—. No hables así.
—Eso es lo que dijo Riley.
—Bueno, tú no lo digas.
Tan pronto como la chica sale a poner la mesa, Chelsea se vuelve hacia mí.
—Era una perra. No dejaría a mi familia con ella, no le importan los niños.
—¿Qué pasa con los servicios sociales?
Niega con la cabeza. —Nuestra trabajadora social es agradable, intenta
ayudar, pero está toda esa materia administrativa. Listas de verificación y
reuniones necesarias, inspecciones sorpresivas y entrevistas, a veces se siente como
que están a la espera de que la líe. Como si no creyeran que puedo hacerlo.
—¿Puedes? —pregunto en voz baja.
Y esos magníficos ojos arden con determinación. —Tengo que hacerlo. Son
todo lo que tengo.
—Querrás decir que tú eres lo único que ellos tienen —la corrijo.
Su hombro se alza y hay una tristeza exquisita en su sonrisa. —Eso también.
Me froto la nuca. —Debes poner al chico en terapia, Chelsea.
Normalmente no recomendaría una cosa así, pero Brent me hizo un
creyente. Especialmente cuando se trata de traumas infantiles. Él jura que, si
hubiera tenido que lidiar con la pérdida de su pierna sin terapia, habría terminado
por un desgraciado alcohólico furioso.
—Lo sé. —Se ajusta las gafas de fóllame—. Está en la lista. Tan pronto como
tenga un minuto libre para buscar, voy a encontrar un buen terapeuta para todos
ellos.
—¿La lista? —pregunto.
Apunta a la nevera, donde un imán tiene una lista escrita a mano de
4
alrededor de mil elementos. —Mi cuñada, Rachel, hacia mil cosas al mismo 7
tiempo. Y tenía una lista para todo. Así que empecé una también. Esas son todas
las cosas que tengo que hacer, tan pronto como sea posible.
Una lista de tareas que nunca se hace más pequeña, puede ser mi nueva
definición del infierno.
—Está bien. —Hice lo que tenía que hacer. Ahora él es su problema, son
todos su problema. No el mío—. Bueno, debo irme.
Su cabeza se inclina y un delicado mechón de pelo cae por su mejilla. —
Muchas‖ gracias‖ por‖ traerlo‖ a‖ casa.‖ Por‖ no‖ presentar‖ cargos.‖ Yo…‖ ¿le‖ gustaría‖
quedarse a cenar? Siento que es lo menos que podía hacer.
Echo un vistazo a la cazuela. —¿Qué estás haciendo?
—Sopa de miso y sándwiches de queso a la parrilla.
Suena como algo que les sirven en la cárcel para reducir los costos.
—No, gracias. Tengo un poco de trabajo‖por‖terminar…‖ y soy más un tipo
de carne y papas.
Chelsea camina conmigo fuera de la cocina hacia la puerta principal. —
Bueno, gracias de nuevo, Sr. Becker.
Hacemos una pausa, uno frente al otro en el brillante suelo del vestíbulo de
azulejos blancos y negros. Y siento cuatro pares de ojos en el rellano por encima de
nosotros observando, escuchando, quemando agujeros en la parte posterior de mi
cabeza.
Bueno, a la mierda, ¿por qué no?
Deslizo una tarjeta de visita de mi cartera. —Aquí está mi tarjeta. —Chelsea
la toma, mirando hacia abajo a la impresión negra, acariciando su dedo contra una
esquina—.‖Por‖si‖tienes‖una‖noche‖libre‖y‖quieres‖ir‖a‖cenar,‖tomar‖una‖copa‖o…‖
algo.
La chica mayor, la que odia a su familia, deja escapar un breve resoplido de
incredulidad. —¿Acabas de pedirle salir a una cita?
Mantengo mis ojos en el rostro de Chelsea. —Sí, lo hice.
Y sus mejillas se vuelven la sombra más hermosa de color rosa.
Entonces es el turno de la rubia Shirley Temple. —¡Pero eres muy viejo!
Aparto mis ojos del rubor del Chelsea para acribillar a la niña con el ceño 4
gruñón.
8
—Tengo treinta.
La ceja gruñona falla en la intimidación.
—¡Treinta! —Se pone las manos en las caderas—. ¿Tienes nietos?
Una risa burbujea en mi pecho, pero no lo hace más allá de mis labios. Esta
niña es todo un personaje.
—Treinta no es lo suficientemente mayor como para tener nietos, Rosaleen
—explica Chelsea. Su atención se balancea de nuevo a mí y su voz se deja caer más
baja—. Dudo que vaya a tener una noche libre a corto plazo,‖pero…‖es‖bonito‖ser‖
invitada a salir.
—Cierto. —Asiento—. Buenas noches, Chelsea. —Una mirada fugaz a las
cuatro caras mironas me hace añadir—:‖Y…‖buena‖suerte.
Definitivamente la va a necesitar.
Traducido por NicoleM
Corregido por Fany Keaton

El sábado, acepto la oferta de Brent para tener una cita doble. De la manera
en que lo veo, esta cosa de las citas es algo así como pescar. Cuanto más sedal
lances, mayor es la probabilidad que atrapes algo que sea comestible. Cuando
tienes hambre, y definitivamente tengo hambre, incluso una trucha maltratada se
ve apetecible.
Y la amiga de Lucy Patterson, una colega en Emblem & Glock, no es
definitivamente una trucha. Es linda. Corto cabello negro; cuerpo atlético,
tonificado y alto, mencionó que es una tenista entusiasta, y por el aspecto de su
culo, no me tomaba el pelo. Resultó ser una noche agradable, pero no una no- 4
puedo-esperar-a-meterme-en-tus-pantalones-follemos-en-el-callejón-detrás-del-bar
tipo de excitante. Los cuatro nos reunimos en un lugar local, comimos bocadillos, y
9
tomamos un par de jarras de cerveza. Ya que teníamos la misma carrera
profesional, lidiábamos con los mismos jueces y fiscales, y teníamos jefes estrictos
parecidos, en su mayoría hablamos de trabajo. En cierto modo se sintió como una
reunión de negocios relajada e informal, y antes de separarnos en la acera fuera del
bar, todo estuvimos de acuerdo en reunirnos otra vez el próximo fin de semana.
Para la cita, al parecer, crucial número dos.
Y si tengo suerte, tal vez tendré mi polla húmeda antes de fin de mes.
Excelente.
Cuando llego a casa, no puedo evitar que mis pensamientos vayan de largos
y duros a una tía joven de cabello castaño. Con énfasis en la palabra duros.
Era energética, eso me gustó. De mente fuerte, pero... definitivamente suave
en esa manera femenina y atractiva.
También estaba jodidamente en su propio mundo.
Me pregunto cómo manejó a Rory después de que me fui, ¿castigó al
pequeño sabelotodo? ¿Lo hizo hacer tareas extras, tal vez, como cortar la yerba del
jardín o cortar el césped? Puedo decir por experiencia, que el trabajo manual deja
una jodida marca hasta en el más obstinado vándalo. Y su césped era inmenso.
Agarrando mi portátil, busco en internet al hermano de Chelsea, Robert, por
razones que no puedo explicar. Pero la fuerza de la información a mi alcance
literalmente es demasiado fuerte como para resistirla.
La mayoría de los representantes eran carroñeros. Negociadores aduladores
y engreídos quienes se encuentran ebrios por su poder sobre los poderosos, no
muy diferente a los oficinistas quienes dirigen el Departamento de Tránsito. Pero,
como le dije a su hermana, Robert McQuaid tenía fama de ser sincero y franco. Un
buen tipo que en realidad se preocupaba por la causa que se le pagó para ganar.
Hay una gran cantidad de información de su carrera y muerte. Se hallaba en
una cena benéfica con su novia de la universidad quien se convirtió en su esposa
por diecisiete años, Rachel. De camino a casa, un camionero se quedó dormido al
volante y se desvió hacia su carril, demasiado rápido para evitar una colisión de
frente. El obituario enumera los logros profesionales y sus sobrevivientes: seis
hijos, Riley, Rory, Raymond, Rosaleen, Regan, y Ronan, así como una hermana,
Chelsea, de Berkeley, California. Hay fotos, un par de los niños a través de los
años, con sus padres atractivos en varios eventos para toda la familia en DC. Y una
de Chelsea, con la cabeza inclinada, un vestido negro y grandes gafas oscuras, 5
junto a una tumba doble. Viéndose trágicamente hermosa. 0
Y demasiado sola.
Sintiéndome como un maldito acosador, terminé cerrando la portátil y
yendo a la cama.

Como dije antes, soy un fanático de la rutina. Administración estricta del


tiempo y un calendario impenetrable. Pasé la mañana del domingo en casa de Sofía
y Stanton, desayunando café y deliciosas bolas de queso brasileña que prepara
muy bien. Brent bromeó sobre quitarle la virginidad a mi cita y relata nuestra
tarde, recíprocamente, sin sexo. Stanton menciona que la próxima semana Presley
tiene unos días de vacaciones y viene de visita.
Es justo después de mediodía cuando salgo de su casa de ciudad y me dirijo
directamente al asilo Brookside, como lo hago todos los domingos. ¿Debido a que
el viejo juez cascarrabias quien sacó del fuego a mi trasero de quince años, quien
literalmente salvó mi vida, me enderezó, y me hizo creer que en realidad podría
ser un hombre importante? Se encontraba allí.
No me gusta estar en deuda con otra persona. No tengo muchas deudas.
Pero las pocas que tengo, las pago con mucho gusto.
—Buenas tardes, Jake.
—Hola, Mildred.
—Hola, Becker.
—¿Cómo te va, Jimmy?
Es importante mantenerte en buenos términos con el personal inferior de
cualquier centro, ya sea un hospital, despacho de abogados, universidad o casa de
retiro. Son los que hacen el trabajo real, y si pasa algo malo, son los únicos que
revelan el secreto, mientras el propietario y funcionarios administrativos de rango
superior se centran en el control de daños. Con el personal de Brookside nos
tratábamos por el nombre de pila. Firmo en la recepción y saludo a las enfermeras
y enfermeros que pasan por el pasillo, algunos llevando bandejas de
medicamentos a las habitaciones privadas, otros empujando sillas de ruedas con
ancianos y llevándolos a sus terapias físicas, clases de arte, o juegos de bingo
diarios por la tarde.
5
He jugado bingo con estas personas mayores. Se toman esa mierda en serio. 1
Podrían ser viejos, pero ¿si consigues la I-22 cuando esperaban la B-6? Te romperán
las malditas piernas tan rápido como cualquier corredor de apuestas ilegal, sin una
pizca de remordimiento.
Brookside es un centro privado, lo mejor de lo mejor. Las habitaciones son
elegantes, cómodas e iguales, como una cadena de hoteles. Los empleados son
educados y bien compensados, por lo que tratan a los clientes con respeto, cuidado
y la dignidad que se merecen. Otros lugares, para aquellos en la asistencia pública,
esos que no tienen pensiones o familiares con los fondos como para pagar, son...
bueno... simplemente digamos que no hay nada dorado acerca de pasar tus "años
dorados" en un maldito almacén.
Entro a la habitación del juez iluminada por luz solar. Se encuentra en un
sillón de cuero cerca de la ventana, vestido con pantalones marrones y un suéter de
color borgoña, mocasines marrones en los pies. Su espeso cabello gris se halla
limpio y peinado prolijamente.
Se llama Atticus Faulkner, pero para mí, es el Juez. No siempre fue de la
forma en que es hoy. Hace diez años, tenía un aspecto imponente, alto y fuerte
para sus setenta años, y activo, con ojos verdes que parecían ver directo a tu alma.
Era un detector de mentiras viviente con una mente legal brillante e intimidante.
Y era mi héroe.
Todo lo que quería ser. Todo lo que mi verdadero padre nunca fue.
Pero a veces, la vida era una perra. Hace seis años, fue diagnosticado con
Alzheimer avanzado. Hizo un trabajo impecable al cubrir los primeros signos.
Pequeños trucos, notas y recordatorios escondidos, así nadie podía decir que no
sabía qué día era. Algunas veces caminaba a casa desde el juzgado, pero solo
porque no podía recordar dónde estacionó el auto. Entonces, más tarde, pasaba
horas en una cafetería porque olvidó su dirección.
En ese entonces me encontraba ocupado, prácticamente fuera de la escuela
de derecho, ganándome una reputación. Debería haber visto que algo se
encontraba mal, pero no. Así que, con el tiempo, cuando no tuvo otra opción y me
contó lo que pasaba, se sintió como si las cosas se fueron cuesta abajo muy rápido.
Y el terco que conocía, el hombre al que temía en el mejor sentido de la palabra,
simplemente... se desvaneció, de la noche a la mañana.
El Juez era un soltero empedernido. Casado con su trabajo, respetado y
estimado por amigos y enemigos por igual. Sin hijos, solo una fila de «amigas», 5
algunas más jóvenes que otras, algunas más inteligentes que otras, pero todas
preciosas. Y todas casuales. Un buen rato.
2
Las amigas casuales no suelen estar interesadas en visitar a un hombre que
ya no las reconoce, quien ya no puede mantenerlas entretenidas con un hermoso
rostro, un ingenio agudo, e historias divertidas. Así que soy el único invitado
habitual del juez. Lo cual significa que venir es un infierno, marea alta,
temperaturas sofocantes, o tormentas de nieve monstruosas, estoy aquí, cada
semana.
Le leo el diario, lo mantengo al tanto de la intriga y ridiculez de
Washington, D.C. A veces le hablo de mis casos, los malditos maleantes que
mantengo fuera de la cárcel. La mayor parte del tiempo simplemente escucha,
asiente, me dice cuán interesante suena la historia sin ninguna comprensión real.
Pero de vez en cuando, hay una chispa, un destello de reconocimiento en los ojos; a
veces dura un minuto, otras diez, pero por ese breve tiempo, es el mismo de
nuevo. Me recuerda. Es bueno saber que incluso en el peor de los días, se
encuentra allí, en alguna parte.
Hoy se gira desde su posición viendo por la ventana cuando entro y me
observa mientras muevo una silla por el cuarto y me siento.
—Buenas tardes, juez. ¿Cómo va?
—Muy bien, gracias. ¿Cómo está? —Su tono es vacilante y educado. De la
manera en que le hablas a un extraño, y en ese momento, eso es lo que soy para él.
—Bien. —Despliego el periódico que tenía debajo del brazo—. La Corte
Suprema escuchó los argumentos orales el jueves para ese caso de atención
sanitaria. Hablamos de él la semana pasada, ¿recuerda?
Entrecierra los ojos y su dedo se presiona contra las líneas que rodean sus
labios, su mano temblando ligeramente.
—No, no lo recuerdo. ¿Cuál caso era?
Abro la página principal.
—Se lo leeré. Es un buen artículo. Lo explica todo.
Se inclina hacia adelante con atención, y comienzo a leer.

Después del periódico, nos relajamos y vemos el partido de baloncesto. El 5


juez creció en el lado sur de Boston, por lo que es un fanático acérrimo de los 3
Celtics. O... solía serlo. A medida que el juego se acerca a su fin, hablo de mi
semana, Milton Bradley y el fracaso épico de cena con Camille. Y entonces le
cuento de Rory McQuaid.
—Cuando llega a mitad de la cuadra, me mira directo a los ojos, y me
levanta el dedo. —Río, porque parece mucho más divertido ahora—. Pequeño
bastardo.
Juez sonríe.
—Conocí a un chico como ese una vez.
Mi risa se tranquiliza y mi sonrisa se desvanece.
—¿Lo hizo?
Todo su rostro se ilumina.
—¡Oh, sí! Era un encantador. Inteligente y tenaz, un verdadero hueso duro
de roer, con los ojos grises como una nube de tormenta. Se metió en algunos
problemas, y ese joven se paró frente a mi mesa de trabajo con la frente en alto,
desafiándome a echarlo. Como si estuviese listo para escupirle en la cara al diablo.
Pero pude ver, en el fondo, que se encontraba aterrorizado.
Y lo estuve. Por primera vez en mi vida, sabía qué sabor tenía el miedo.
—Había algo especial en él, un diamante en bruto. Así que lo tuve
cumpliendo su libertad condicional bajo mi supervisión. Por tres años, tuve a ese
chico.
Sí, tres largos años.
—Tuve que enseñarle a controlar su temperamento. Tenía un fusible corto.
Así que comencé con el césped. Cada vez que terminaba de cortarlo, caliente y
sudoroso, salía a inspeccionar su trabajo. —Menea un dedo—. Y siempre
encontraba lugares que pasaba por alto. Entonces hacía que... —comienza a
cacarear, el hijo de puta—. Lo hacía repasar todo el césped con... con...
—Tijeras de jardín —digo por él.
—¡Sí! Tijeras de jardín. —Se ríe en voz alta—. Oh, me odió esos primeros
meses. Es probable que pensara en diez maneras diferentes de matarme.
Fueron casi veinte.
—Después del trabajo de patio, le enseñé cómo organizar y reparar cosas 5
alrededor de la casa. Fue bueno para él, canalizar toda esa energía. E incluso
aunque era un trabajador duro, siempre diría: Hazlo bien...
4
O no te molestes.
—... o no te molestes. Entonces comencé a enseñarle del trabajo que hacía.
Cómo investigar, cómo leer los estatutos. Luego de que terminó su libertad
condicional, le ofrecí un trabajo. Un puesto de practicante pagado. —El juez toca su
barbilla y sacude la cabeza—. Podía mirar una página una vez y recordar cada
palabra. Instintos tan intuitivos y geniales. —Suspira.
Entonces me cubre la mano con su mano vieja y manchada.
—¿Crees... crees que podrías encontrarlo por mí? —Y no respiro por el nudo
que me obstruye la garganta—. Me gustaría asegurarme que ese chico se encuentra
bien. Ver si necesita algo. —Sus ojos verdes miran seriamente los míos.
Me aclaro la garganta ruidosamente.
—Eh... yo, ah... lo encontré por usted. Lo chequeé. Le va muy bien, no tiene
que preocuparse. Se encuentra de camino a ser un colega. Y él... me pidió que le
digiera lo agradecido que está, por todo lo que hizo por él. Todas las cosas que le
enseñó. —Parpadeo alejando las lágrimas—. Espera... quiere que se sienta
orgulloso.
El juez me sonríe de manera pacífica y aliviada.
—Estoy seguro que estaría orgulloso. Siempre fue un buen chico.
Ambos nos quedamos en silencio, viendo el juego. Hasta que hay un golpe
en la puerta abierta. Y Marietta, una de las voluntarias, entra con una sonrisa y una
bandeja con la cena de Juez.
—Buenas tardes, señor Atticus y Jake. ¿Cómo les va esta noche?
Marietta es originaria de Jamaica, con grandes ojos medianoche, piel oscura,
y pelo largo y negro que le cae en una cascada de trenzas por la espalda. Hace
tiempo su padre fue un residente aquí, y luego de que murió hace unos años,
comenzó a ser voluntaria.
—Hola, Marietta.
Pone la bandeja de comida sobre una mesa con ruedas en la esquina y la
deja entre nosotros.
—¿Cómo fue su semana? —le pregunto en voz baja, la atención del juez
todavía en la televisión. 5
—No tan mal —me cuenta—. Estuvo agitado el miércoles y jueves por la 5
noche, no podía calmarse lo suficiente para dormir. Así que el médico le cambió la
medicación de la noche. Bien desde entonces.
Asiento y agarro su hombro.
—Juez. —Se gira hacia mí y señalo la comida—. Es hora de cenar.
Mira la comida y hace una mueca.
—No tengo hambre.
Niego con la cabeza.
—No me rompas las pelotas, viejo. Necesitas comer. —Mezclo el estofado de
carne en el plato—. Sé que no es de restaurante, pero huele bien. —Lo empujo más
cerca de él—. Empieza a comer.
Su mano tiembla mientras lentamente recoge la cuchara y saca un bocado de
carne de res y zanahoria. Mientras mastica, mira la bandeja, observando un plato
de pastel de chocolate cubierto de espesa crema batida bajo la envoltura de
plástico.
—Quiero eso. —Lo señala.
—Puedes tener el pastel después de terminar tu cena —digo
automáticamente.
Cuando lleva otra cuchara temblorosa a su boca, un poco de guiso se queda
en su labio inferior y mentón. Agarro una servilleta y con suavidad limpio su
rostro antes que gotee en su ropa.
—Es muy bueno para él que vengas aquí, que pases tiempo con él —me dice
Marietta, sonriendo—. Significa mucho.
Me encojo de hombros.
—No es gran cosa. Solo soy yo... trabajando por una vida de favores que
nunca seré capaz de devolver. —Juez me sonríe y le devuelvo la sonrisa—.
Además —le digo—, no tiene a nadie.
Pone su mano en mi hombro y le da un apretón.
—Por supuesto que sí. Te tiene a ti.

5
El miércoles es un día lento. Me recuesto en la silla de mi escritorio y
observo por la ventana la calle irradiada de sol abajo. Un frustrado paseador de 6
perros forcejea con tres clientes de cuatro patas mientras estos enredan las correas,
luchando por el liderato. Un autobús turístico de dos pisos pasa retumbando,
dejando una nube de escape negro a su paso. Un padre corredor empuja un
cochecito naranja; casi pasa a llevar uno de los perros ladrando, pero se mueve
hacia el pasto en el último segundo.
Tal vez sea el bebé en el cochecito, quizás son los perros de pelo largo y que
parecen alfombras, tal vez es el hecho que no he dormido nada en casi tres
semanas, pero la imagen atractiva de Chelsea McQuaid se desliza en mi mente.
De nuevo.
Es la única imagen que veo cada vez que me masturbo, lo cual es
patéticamente a menudo.
Esos impresionantes ojos azules; los labios rosa de sonrisa rápida; su cuello
largo y pálido, que ruega por ser lamido; sus extremidades agiles, las cuales
simplemente apuesto a que son muy flexibles; y lo más importante, sus firmes tetas
de tamaño perfecto. Mentalmente me pateo por no pedirle su número.
Es demasiado mayor, demasiado caliente, para ser virgen a los veintiséis,
pero había algo en ella que parecía... puro. Intacto. Desconocido. Y esa es una
trayectoria que me gustaría trazar.
Me froto los ojos. Tengo que echar un polvo. Esta mierda de llegar a conocer
a una mujer primero está volviéndose una molestia más grande de lo que
esperaba. ¿Arriesgarse a contraer una ETS de verdad es tan importante?
Y entonces recuerdo cómo se sintió esperar los resultados de las pruebas. El
terror agudo y frío de tener que cargar con una enfermedad posiblemente de por
vida. O, aún más aterrador, con una que podría reducir mi vida útil. Demonios sí,
es importante.
No follar —sin importar lo espectacular que sea— vale la pena.
Ese debería ser el lema de todas las campañas de sexo seguro en la escuela
secundaria.
Mi secretaria abre la puerta de mi oficina, y me encuentro agradecido por la
distracción... hasta que me informa que un cliente no programado se encuentra
aquí, pidiendo verme. Al recordar cómo terminó esto la última vez, me hallo
apunto de decirle a la señorita Higgens que les diga que se vayan a la mierda.
Hasta que agrega—: Es la señorita Chelsea McQuaid, Jake. Y tiene a toda
5
una camada de pequeños con ella. 7
Mi sonrisa es grande, lenta y completamente satisfecha. Si creyera en las
señales, esta sería una grande y parpadeante de neón.
Enderezo mi corbata.
—Déjelos entrar, señorita Higgens.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Mary Warner

La Sra. Higgens sale de la oficina y unos momentos después, Chelsea y su


manada de inquietos y ruidosos sobrinos y sobrinas entran a mi oficina. Ella lleva
un‖atuendo‖casual,‖definitivamente‖“ropa‖de‖mam{”,‖pero‖que‖en‖ese‖cuerpo grita
sexy. Un suéter verde oscuro que resalta el rojo en su cabello castaño. Vaqueros
ajustados metidos dentro de unas altas botas marrones acentúan esas piernas
infinitas, y su culo redondo y apretado. Esa es una agradable sorpresa, no noté su
culo la primera vez que nos vimos, pero es jodidamente hermoso.
Ajusta su agarre en el cargador de bebé y su sonrisa es forzada. —Hola, Sr.
Becker. 5
Me levanto detrás de mi escritorio. —Chelsea, es bueno verte de nuevo. 8
¿Qué‖te‖trae…?
Mis ojos escanean cada uno de los rostros que se apiñan en mi oficina, y me
doy cuenta de que falta uno.
—¿En dónde está Rory?
Chelsea suspira. Antes de que pueda hablar, la malhumorada adolescente
de catorce años, Riley, responde por ella. —El idiota fue arrestado. Se robó un auto.
—¿Un auto?
En una semana, la pequeña mierda fue de asaltar a gran ladrón de autos.
Eso escalaba rápidamente.
La pequeña de cabello claro, Rosaleen, continúa. —Y luego lo estrelló.
La de dos años nos suministra con efectos de sonido. —Brooocshhh.
El listo, Raymond, añade—: Y no solo cualquier auto, sino un Ferrari 458
Italia Edición Limitada. El precio inicial está alrededor de los novecientos mil
dólares.
Miro a Chelsea, quien asiente. —Sí, esa es más o menos toda la historia. Está
en detención juvenil, en serios problemas esta vez.
Esta vez implica que ha habido otras veces, a pesar de mi casi robo.
Jesucristo, niño.
Chelsea explica con voz tensa—: Mi hermano tenía docenas de abogados en
su lista de contactos, pero ninguno de ellos es abogado de defensa. Tenía tu
tarjeta…‖y‖te‖veías‖como‖un‖buen‖abogado.
Lleno de curiosidad, pregunto—: ¿Qué te hace pensar que soy bueno?
Eleva su barbilla y encuentra mi mirada. —Te ves como un hombre que sabe
cómo ganar una pelea. Eso es lo que necesito, lo que Rory necesita.
Me tomo unos momentos para pensar, para planear.
Chelsea debe interpretar mi silencio como un rechazo, porque su voz se
vuelve casi una súplica. —No sé cuál es tu anticipo típico, pero puedo
permitirme…
Mi dedo levantado la detiene. —No creo que eso vaya a ser necesario.
Espera aquí. —Luego apunto a Raymond—. Ven conmigo. —Y a la chica mayor—.
Tú también, Sonrisas. 5
Mientras me siguen a la puerta, la adolescente melancólica me corrige. —Mi 9
nombre es Riley.
—Lo sé. Pero voy a llamarte Sonrisas.
—¿Por qué? —pregunta, como si fuera la cosa más estúpida y vil que
hubiera escuchado.
Sonrío. —Porque no lo eres.
Deja que el rodar de ojos comience.
Los dirijo hacia la oficina de al lado. La cabeza de Sofía Santos está inclinada
sobre su escritorio, sus manos con manicura perfecta garabateando notas
velozmente en un documento. Levanta la mirada cuando entramos.
—Hola, Sofía. —Apunto con mi pulgar a la hosca chica detrás de mí—. Ella
es Sonrisas McQuaid, su tía es una clienta nueva y tenemos que dirigirnos al centro
de la ciudad por unas horas. ¿Está bien si pasa el rato contigo?
La hija de Stanton, Presley, tiene casi trece. Imagino que si alguien es adepto
a lidiar con una adolescente, es Sofía.
—Seguro. Estaré aquí toda la tarde.
Riley se mueve a mi lado. —Mi nombre es Riley.
Sofía sonríe. —Hola, Riley. —Luego apunta a una silla en la esquina, junto a
un tomacorriente—. El cargador del teléfono está por allá.
Riley casi sonríe. Casi. —El botín.
Me giro hacia el compañero de oficina de Sofía, que está mirando imágenes
en su laptop. —Brent, este es Raymond. Raymond, Brent. ¿Puedes mantenerlo
fuera de problemas por unas horas?
Brent asiente. Luego, con la emoción de un chico que tiene permitido ver su
primera película de terror, le pregunta a Raymond—: ¿Quieres ver fotos de
salpicaduras de sangre?
El chico da un paso adelante. —¿Es tan genial como suena?
—Muuucho más genial.
—¡Claro!
Y mi trabajo aquí está hecho.
Asomo mi cabeza en mi oficina y curvo mi dedo hacia Rosaleen. Ella mira a
su tía, quien le da permiso, y camina para unirse a mí frente al escritorio de la Sra.
Higgens.
6
—Sra. Higgens, ella es Rosaleen. ¿Puede cuidarla por un rato mientras su tía 0
y yo vamos al juzgado?
Rosaleen baja la mirada tímidamente, y la Sra. Higgens jala una silla a su
lado. —Por supuesto. Tengo una nieta de tu edad, Rosaleen. Mantengo libros para
colorear justo aquí para cuando ella me visita. ¿Te gustaría colorear?
Rosaleen asiente ansiosamente, subiéndose a la silla.
Camino de vuelta a mi oficina, donde Chelsea y las dos ratitas más jóvenes
esperan. Apunto hacia ellos. —Ustedes parecen los verdaderos alborotadores del
grupo, así que vienen con nosotros.
—¡Hola! —responde la de dos años con una sonrisa engañosamente dulce.
—Oh, no, no vas a atraparme con eso de nuevo.
Tomo el cargador de bebé de las manos de Chelsea, y casi dejo caer la cosa.
—Guau —digo, bajando la mirada—. Eres más pesado de lo que pareces. —Él
gorgotea hacia mí con la boca llena de saliva.
Me giro hacia Chelsea. —Tú agarra a la Cosa Uno. Vamos.
Su voz me detiene. Es un susurro, bajo e inquisitivo.
—¿Jake?
Es la primera vez que dice mi nombre. Una pequeña sílaba que hace que mis
entrañas se aprieten. Eso me hace querer escucharla decirlo de nuevo; en un
gemido, un jadeo. En un grito de placer.
—¿Puedo preguntarte algo antes de que nos vayamos?
—Seguro.
Examina mi rostro con una honesta curiosidad que podría perforar una
armadura corporal. —Si‖no‖es‖el‖dinero…‖¿por‖qué‖est{s‖ayud{ndonos?
Es‖una‖pregunta‖interesante.‖No‖soy‖del‖tipo‖noble.‖Soy‖m{s‖un‖fan‖de‖“cada‖
hombre para sí‖mismo”.‖Entonces,‖¿por‖qué‖demonios estoy ayudándolos?
Porque quiero entrar en sus pantalones, por supuesto. Hacerle un favor a
Chelsea es la ruta más directa para hacérselo. Realmente no es tan complicado.
Me encojo de hombros. —Soy un idiota por una causa perdida.
Y porque no puedo resistir ni un minuto más, extiendo una mano y acaricio
suavemente la piel de marfil de su mejilla. Es más suave de lo que pude haber
imaginado.
6
—Y por una linda cara. 1

Caminamos al estacionamiento y mientras Chelsea amarra a los niños en sus


asientos, reviso su camioneta. Su camioneta azul oscuro gigantemente larga. Ella se
da cuenta de mi mirada y comenta—: Es la camioneta de mi hermano.
Levanto una ceja. —¿Tu hermano, el cabildero ambiental, manejaba una
Yukon XL con alto consumo de combustible?
Ella se sube al asiento del conductor. —Con seis niños, una bicicleta no
funcionaría.
Le doy las indicaciones hacia el Juzgado de Moultrie, donde llevaron a Rory
después de su arresto esta mañana. No tengo mucha experiencia en una corte
familiar, pero estoy lo suficientemente familiarizado con el proceso para instruirla.
—Rory será asignado a un oficial de libertad condicional que revisará los
cargos y su historial, y hará una recomendación a la OFG. El oficial de libertad
condicional decide si es liberado hoy o si tiene que permanecer en el Centro de
Servicios Juveniles hasta el juicio. También son con quienes voy a hablar para
hacer un acuerdo con la fiscalía.
La buena noticia es, que conozco a uno de los oficiales de libertad
condicional de Moultrie íntimamente. Solíamos engancharnos frecuentemente
hasta que ella se comprometió. Nuestros términos de despedida fueron amistosos.
Una suave V se forma en la frente de Chelsea. —¿La OFG?
—Oficina del Fiscal General. Es él quien procesará su caso, pero no te
preocupes, no llegará tan lejos.
Los casos juveniles son muy diferentes a los casos de adultos. Su sistema
todavía tiene esperanza para los delincuentes, todo es sobre rehabilitación y
redención. Salvarlos antes de que vayan demasiado lejos por ese oscuro y
equivocado camino hacia ninguna parte. En las cortes criminales, la pregunta
principal es: ¿lo hiciste? En una corte familiar, es todo acerca de por qué lo hiciste.
Un huérfano de nueve años lidiando con la muerte de sus padres al robar un auto
ganará mucha más indulgencia que un chico de dieciocho años impulsando un 6
viaje de placer.
El Juzgado de Moultrie es un intimidante edificio de concreto con un
2
laberinto de pasillos cavernosos. Después de pasar por la seguridad, nos hicieron
entrar a una sala de espera con una docena de mesas y sillas indeterminadas
dispersas alrededor y máquinas expendedoras a lo largo de una pared. Algunos
otros visitantes ocupan la sala, sus cabezas gachas, hablando en susurros.
Chelsea y yo nos sentamos en una mesa vacía. Pongo el cargador del infante
con su carga durmiente sobre la mesa, y la pequeña Regan de cabello rubio se
retuerce en su regazo. Un guardia abre una puerta al otro lado de la habitación y
entra con Rory, quien todavía lleva su uniforme escolar: pantalones marrones, una
camisa blanca de botones, y una chaqueta azul marina.
Sus labios jóvenes forman un duro ceño, sus oscuros ojos azules tan llenos
de‖resentimiento‖que‖podías‖pr{cticamente‖escuchar‖los‖pensamientos‖de‖“jódete”.‖
Esta no es la cara de una pequeña alma triste que sabe que está en problemas; esta
es la cara de un furioso querubín, intentando desesperadamente de verse como un
tipo duro, quien preferiría arder en llamas antes de admitir que está equivocado.
Por un segundo, reconsidero ayudarlo; algunos días en detención juvenil
podrían ser lo que ordenó el doctor.
Pero luego Chelsea envuelve un brazo alrededor de él y besa su frente,
viéndose exaltada con alivio y a la vez como si quisiera estrangularlo. —¡Gracias a
Dios que estás bien! Todo va a estar bien, Rory, no te asustes. ¿En qué demonios
estabas pensando? ¿Un auto? Nunca dejarás tu cuarto otra vez, ¡nunca!
Me inclino hacia atrás en mi silla, solo observando.
Él la aleja con un brusco empujón. —Quítate. Estoy bien. No es gran cosa.
—¿No es gran cosa? —Hace una mueca, y veo el parpadeo de sentimientos
heridos, también—. Podrías haberte matado, o a alguien más.
—Bueno, no lo hice, ¿de acuerdo? Así que deja de enloquecer.
He visto suficiente.
—Chelsea, ve a conseguirle a Regan una soda o un jugo. —Saco un par de
billetes de mi billetera y se los paso. Ella duda. Inclino mi cabeza hacia Rory—.
Danos un minuto.
Todavía pareciendo insegura, coloca a la niña de dos años sobre sus pies y
se aleja.
Una vez que estamos solos, Rory se sienta. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Tu tía quería un buen abogado. Por suerte para ti, soy el mejor, y resulta
6
que tenía la tarde libre. 3
—Lo que sea.
Lo clavo con una mirada evaluativa. —Estás en mierda profunda, niño.
Tan seguro de que lo sabe todo, se burla—: Tengo nueve. ¿Qué es lo peor
que pueden hacerme?
—Mantenerte aquí por los próximos nueve años. Por lo menos —le digo
simplemente.
Por primera vez desde que entró a la habitación, su confianza disminuye.
Sus mejillas se colorean con un rubor nervioso y su voz se eleva media octava
cuando dice—: No es tan malo aquí.
Es una pequeña grieta en la fachada, pero aun así una grieta.
No pierdo tiempo diciéndole que está lleno de mierda. Me inclino hacia
adelante y explico—: Esto es lo que va a pasar. Voy a llamar a tu tía para que
vuelva, y vas a disculparte por la forma en que le hablaste.
Él no esperaba eso. —¿Por qué?
—Porque no se lo merece.
Baja la vista, casi avergonzado. Tal vez todavía haya esperanza para él.
—Luego vas a sentarte ahí —apunto hacia él—, y la dejarás abrazarte y
besarte y todo lo que quiera.
Su barbilla se eleva, sin estar listo para rendirse de dar pelea. —¿Y qué si no
lo hago?
Lo miro directo a los ojos. —Entonces te dejaré pudrirte aquí.
Y lo haré.
No se ve feliz, no le gusta ser acorralado en una esquina. Quiere salir
moviéndose, para hacer lo contrario de lo que le estoy ordenando, simplemente
porque es una orden.
Sé lo que siente. Conozco a este chico hasta la médula.
Necesita una salida, una manera de rendirse sin sentir que perdió la guerra.
Así que le doy una.
—No tienes que mostrarme lo rudo que eres, Rory, puedo verlo. Era muy
parecido a ti cuando tenía tu edad; un rudo y cabreado pequeño idiota. La
diferencia es, que fui lo suficientemente inteligente para no joder a las personas
6
que se preocupaban por mí. —Levanto las cejas—. ¿Y tú? 4
Me observa. Mira profundamente con ese sexto sentido que todos los niños
tienen, para ver si estoy siendo directo con él o solo protector. Después de un
momento, da el más breve de los asentimientos y dice con una vocecita—: De
acuerdo. Me disculparé con la tía Chelsea. Y la dejaré besarme y abrazarme si eso
la hace feliz.
Sonrío. —Bien. Inteligente y duro. Ya me agradas más, chico.

Dejo a Chelsea con los niños y me dirijo escaleras arriba hacia la oficina del
oficial de libertad condicional. Toco la puerta de Lisa DiMaggio, aunque se
encuentra abierta. Ella gira en su silla de oficina, su largo cabello rubio cayendo en
abanico detrás de ella.
—Jake Becker. —Se levanta, dándome una vista perfecta de sus bronceadas
y tonificadas piernas por debajo de su falda negra, y me abraza. Separarse en
términos amistosos definitivamente tiene sus beneficios—. ¿Qué estás haciendo en
mi rincón del bosque? —pregunta, retrocediendo con una sonrisa—. ¿O es una
llamada social?
—Estoy aquí por un cliente.
—¿Desde cuándo juegas en una corte familiar?
—Es una larga historia. —Me encojo de hombros—. Y su nombre es Rory
McQuaid.
—Ah. —Recupera un archivo de su escritorio—. Mi ladrón de autos. Tomé
su entrada esta mañana. Dijo‖ que‖ tomó‖ el‖ auto‖ porque,‖ y‖ cito‖ “quería‖ ver‖ si‖
conducir era tan‖ f{cil‖ como‖ en‖ Mario‖ Kart”.‖ —Sacude la cabeza—. Los niños de
estos días.
Me inclino contra la pared. —No es por eso que tomó el auto. Hay
circunstancias atenuantes.
—Ilumíname. No he tenido la oportunidad de interrogar a sus padres
todavía.
—Los padres están muertos —le digo—. Robert y Rachel McQuaid fueron
asesinados en un horrendo accidente hace dos meses, dejando a Rory y a 6
sus cinco hermanos al cuidado de su tía, su único pariente vivo.
Se sienta en su silla. —Jesús.
5
—El chico ha estado lidiando con una mano de mierda y no está tratando
bien con eso. Habla con su trabajadora social; apostaría mi testículo izquierdo a
que era un santo hasta que sus padres murieron.
—Eso es realmente decir algo, sé cuán preciados son tus testículos para ti.
Asiento.
—Desafortunadamente —Lisa suspira—, Rory escogió robar el auto de la
persona equivocada. —Nombra a un granjero malhumorado e influyente con
esperanzas de ser presidente—. Y él quiere colgar el culo del chico.
—Al diablo con eso —gruño—. Además, un servidor público no tiene por
qué tener un auto como ese.
No sé si es porque tengo una erección por su tía o porque él me recuerda
tanto a mí mismo, pero si alguien quiere una pieza de ese chico tendrá que pasar
primero a través de mí.
—De acuerdo —dice Lisa—. Entonces, ¿qué ofreces?
—Terapia bajo el mandato de la corte, una vez por semana. Con reportes del
progreso mensual.
—Dos veces a la semana —contesta ella—. Y quiero escoger al terapeuta. No
se permiten charlatanes.
—Hecho.
La mirada de Lisa viaja sobre mí, dirigida a mi entrepierna. —Me
sorprendes,‖Jake.‖No‖te‖recuerdo‖siendo‖tan…‖suave.
Me muevo hacia adelante, colocando mis manos en los brazos de su silla,
atrapándola. —“Suave”‖ no‖ est{‖ en‖ mi‖ vocabulario. Todavía soy tan duro como
vienen. —Sonrío—. Y después.
Sus ojos se fijan en mi boca. —Es bueno escucharlo. Particularmente desde
que Ted y yo rompimos. —Eleva su mano izquierda sin anillo.
Lisa‖ definitivamente‖ cae‖ bajo‖ la‖ categoría‖ de‖ “conocidas”,‖ lo que significa
sin la incómoda conversación de la primera cita, sin las veinte malditas preguntas
que no quiero hacer, menos aún responder. No, iríamos directamente a la follada.
Excelente.
—Es una larga historia —dice—. La cual estoy segura que no tienes interés 6
en oír.
6
Sí, Lisa me conoce bien.
—¿Todavía te gusta el tequila? —pregunto.
—Por supuesto. ¿Todavía tienes mi número?
—Así es.
Su sonrisa es lenta y llena de promesas. —Bien. Úsalo.
Me levanto y camino hacia la puerta. —Lo haré.
—Y comenzaré con el papeleo.

Unas horas después, después de la aprobación de los servicios infantiles y


una rápida y obligatoria aparición ante un juez indiferente, Rory sale del juzgado
con nosotros. Nos dirigimos de regreso a mi oficina para reunir a sus muchos
hermanos.‖Todos‖parecen‖felices‖de‖verlo,‖si‖los‖afectuosos‖“estúpido‖idiota”‖y‖sus‖
preguntas‖ansiosas‖sobre‖su‖estadía‖en‖la‖“c{rcel”‖son‖alguna‖indicación.‖El‖cielo‖se‖
encuentra oscuro para el momento en que escolto a Chelsea y sus cargas de vuelta
a su auto. Espero junto a la puerta del conductor mientras ella los sube y los
abrocha.
Luego rodea el auto y se detiene delante de mí, toda ojos cálidos y suave
gratitud. Y soy golpeado de nuevo por la suave impecabilidad de su piel bajo el
brillo de las luces de la calle.
Malditamente hermosa.
Estando tan cerca, noto las adorables pecas a través del puente de esa
insolente nariz y me pregunto si las tiene en cualquier otro sitio. Tomaría una lenta
y exhaustiva búsqueda para saberlo. Y justo soy el hombre para el trabajo.
Empuja su cabello detrás de su oreja. —Gracias, Jake, muchas gracias. No sé
lo‖que‖habría‖hecho‖si…
—¡Tía Chelsea, tengo hambre!
—¿Podemos‖ir‖a‖McDonald’s?
—¿Saben‖ lo‖ que‖ ponen‖ en‖ McDonald’s?‖ Ni‖ siquiera‖ los‖ insectos‖ se‖ lo‖
comerían. 6
—¡Cállate, Raymond! ¡No me arruines la comida rápida!
7
—¡Tú cállate!
—¡No, tú cállate!
—¡Tía Chelsea!
—¡Holaaaaa!
No puedo evitar reírme. Y preguntarme si ella tiene tapones para los oídos.
Chelsea deja escapar un suspiro a través de esos perfectos labios sonrientes.
—Debería irme antes de que empiecen a comerse entre ellos.
—Tal vez eso no sería algo malo. Hay suficientes de ellos de repuesto.
Sacude la cabeza y se sube a la camioneta, luego baja la ventana para decir—
: Gracias de nuevo. Te lo debo, Jake.
Palmeo el costado de la camioneta mientras acelera lentamente. —Sí, lo
haces.
Y es una deuda que no puedo esperar para cobrar.
Pronto.
6
8
Traducido por Diana de Loera & Majo Villa
Corregido por florbarbero

Labios ardientes chupan la piel a lo largo de mi cuello, dientes


mordisqueando, succiones con la lengua. Uñas arañan mis abdominales, a través
de mi pecho, encendiendo un fuerte rastro de necesidad que se dirige directo a mi
polla. Dedos hábiles trabajan los botones de mi camisa y sangre caliente se
acumula en mi pelvis.
Ha‖pasado‖tanto…‖tanto‖tiempo…‖pero‖el‖embrujo‖de‖sequía‖termina‖hoy.
Jodidamente al fin.
Acuno su cara en mis manos y muevo mi boca sobre la suya con rudeza. Mi 6
lengua se sumerge y se arremolina, saboreando tequila. Tan bueno.
9
El viernes por la tarde, me decidí a llamar a Lisa DiMaggio. Debido a que
aprendo de mis errores, le pregunté sobre su ruptura con Ted, y no fue debido a un
engaño. Entonces le pregunté si se hizo exámenes recientemente. Milagrosamente
lo hizo, y estaba limpia. Fue como si el universo estuviera diciéndome—: Has
sufrido bastante, pobre hombre.
Hicimos planes para ir a su casa el viernes por la noche, y traje una botella
de Patrón para Lisa y otra de vino para mí que terminó quedándose en el auto.
Lisa abre mi camisa, corriendo sus palmas sobre mis pectorales y sobre mis
hombros.
—Dios, tus tatuajes. —Gime apreciativamente, trazando la tinta primero con
sus manos, luego con sus labios—. Estos son jodidamente calientes. Son mi parte
favorita.
Trabajo en su lóbulo, golpeándolo con mi lengua como si fuera un clítoris. Y
me río entre dientes.
—Pensé que mi polla era tu favorita.
Suelta una risita contra mi piel.
—Supongo que necesito que mi memoria sea refrescada.
Funciona para mí.
Estoy por empezar a hacer algo de desabrochar por mi cuenta cuando las
luces de mi teléfono se encienden, vibrando en la mesa de centro cerca del sofá en
el que estamos sentados. Echo un vistazo a la pantalla pero no reconozco el
número y dejo que se vaya al buzón de voz.
Palmeo su teta sobre su blusa. Su cabello rubio se desliza sobre sus hombros
mientras Lisa arquea su espalda, gimiendo.
Y el teléfono vuelve a sonar. Mismo número.
¿Qué jodida mierda?
Me retiro.
—Debería contestar eso.
Lisa se encoge de hombros y se sirve otro chupito de tequila, lamiendo su
mano y salpicándola con sal mientras me pongo de pie y llevo mi teléfono a mi
oreja.
—Becker.
7
—¡Oye, Becker! Soy Paul Noblecky, ¿cómo andas?
0
Andaba un infierno mejor hace dos minutos.
—Estoy en medio de algo. —Mis ojos se enfocan en los bien torneados
muslos de Lisa debajo de su vestido negro, es ahí en medio donde en realidad
quisiera estar—. Date prisa. ¿Qué necesitas, Paul?
—Bueno, irrumpimos una fiesta cervecera afuera en Cambridge esta noche.
Una cosa de preparatoria, los padres no estaban. Unos cuantos chicos se
encontraban bastante bebidos así que los trajimos a la estación para que se
desintoxicaran y llamar a sus padres. Una de las chicas, no nos dará su nombre,
sólo tu tarjeta de presentación. Dice que tú eres su abogado, Becker.
Mis ojos se giran para cerrarse. Y simplemente lo sé.
—Déjame adivinar, ¿rizado cabello castaño, cerca de uno sesenta, ojos
azules, actitud de mierda?
Noblecky suelta una risita.
—Esa es ella.
Froto mi frente, sintiendo llegar una migraña, porque lo más probable es
que las bolas azules hayan viajado a mi cerebro.
—Su nombre es Riley. Su tía es su tutora. —Recito de un tirón el número de
teléfono de Chelsea, el cual me dio el miércoles.
—Gracias,‖Becker…‖llamaré‖a‖la‖tía,‖haré‖que‖venga‖por la niña.
Es tarde, después de medianoche. Pero no voy a pensar en cómo Chelsea
tendrá que sacar a todos los otros niños de la cama, incluyendo al bebé y a la
pequeña de dos años. Ponerles sus abrigos, abrocharlos en el auto. En la oscuridad.
Todo ella sola.
Ese no es mi jodido problema. Mi problema es la polla dura como roca entre
mis piernas que probablemente me estrangulará mientras duermo si no le consigo
algo de acción pronto.
Cuelgo el teléfono y me inclino de vuelta en el sofá al lado de Lisa. Ella
sonríe, ligeramente mareada.
—¿Cosas del trabajo?
—Aj{…‖nada‖importante.
Palmea mi cosa.
7
—No‖como‖esto…‖esto es realmente importante. 1
Me empujo contra su mano y me inclino.
—Sí me gusta una mujer que tiene sus prioridades en orden.
Luego nos estamos besando de nuevo. Y es agradable.
Pero…‖ todavía‖ no‖ me‖ puedo‖ sacudir‖ la‖ imagen de Chelsea y los niños. El
pequeño rubio con los enormes ojos azules, Raymond haciendo bizcos con
cansancio mientras se pone sus lentes. Los imagino en el barrio federal, no es la
zona más segura para estar, especialmente después de medianoche. Los imagino
en camino, Chelsea bostezando, posiblemente sin notar un auto que se aproxima a
su‖carril,‖no‖hasta‖que…
—¡Mierda! —me retiro, respirando con dificultad—. Me tengo que ir.
—¿Qué? —se queja Lisa—.‖ No…‖ no,‖ quédate.‖ Cosas‖ importantes,‖
¿recuerdas? Todas las jodidamente fabulosas que íbamos a hacer. Importantes.
—Lo sé. Lo siento. —Y quiero decir en verdad, en verdad jodidamente lo
siento—. Hay una cosa y tengo que encargarme yo mismo.
Lisa se desploma hacia atrás, descansando su cabeza en el reposa brazos del
sofá, todavía encendida y molesta.
—Me estás matando, Becker.
Me pongo de pie, volviendo a abotonar mi camisa. Y mi polla está furiosa.
—¿Me das un cupón?
—Claro. —Lisa suspira. Luego sonríe con suficiencia—. Al menos me
pusiste toda caliente para el señor Pink. Estaré pensando en tus preciosos tatuajes
cuando juegue con él.
—¿Señor Pink?
—Es mi vibrador preferido.
Gimo con la imagen mental.
—Ahora tú estás matándome.
Guiña.
—Ese era mi plan malvado. —Luego se estira y besa mi mejilla—. Llámame.
—Lo haré.
7
Fuera del apartamento de Lisa, saco mi teléfono mientras camino hacia mi
auto y marco el número de Chelsea. 2
Responde al primer timbre.
—¿Hola?
—Chelsea, soy Jake.
—Hola. —Su voz está tranquila pero alerta, y deduzco que los chicos
todavía están durmiendo, y en algún lugar cercano.
—¿El Oficial Noblecky te llamó por Riley?
—Sí. Sólo le estoy dando un biberón a Ronan, luego voy a levantar a los
chicos,‖ponerlos‖en‖el‖auto‖y…
—No te molestes. Estoy en mi camino hacia allá ahora. Me dejarán firmar la
salida de Riley como su abogado.
Durante un instante, la única respuesta en el otro extremo es el suave sonido
de‖ la‖ respiración‖ de‖ Chelsea.‖ ‖ Cristo…‖ incluso‖ su‖ respiración‖ es‖ sexy.‖ ‖ Si‖ no
estuviera duro todavía, seguro como la mierda que lo estaría ahora.
—No tienes que hacer eso, Jake.
—Sí, sé que no tengo, pero lo haré —digo‖con‖rudeza…‖con‖ más de la que
tenía intención—. Así que sólo di gracias y cuelga el teléfono.
—De… acuerdo.‖ Bueno… gracias. Y aunque respondiste mal sin ninguna
razón, lo voy a dejar pasar debido a que me estás haciendo un favor gigantesco.
Suelto una risita.
—Ha‖sido‖una…‖noche‖frustrante.
—Ah…‖ahora,‖me‖puede‖identificar‖con‖eso.
Apuesto a que puede.
—Te veré pronto, Chelsea.
—De acuerdo. Conduce con cuidado.

Llego al precinto, firmo algo de papeleo rápido, y espero en recepción a que


traigan a Riley. Noblecky está ahí, hace unos pocos comentarios estúpidos acerca
de mi carrera de niñera, y en realidad no escucho. Pero sus bromas me ponen a 7
pensar. ¿Qué demonios estoy haciendo aquí? No voy por lo complicado, evito 3
distracciones, y hasta este punto, esa estrategia me ha funcionado bien.
Chelsea‖McQuaid‖es‖una‖fina‖pieza‖de‖culo…‖pero‖sus‖sobrinos‖y‖sobrinas‖
están resultando ser más distractores de lo que ella vale.
Riley es escoltada desde la habitación posterior. Está tan blanca como un
fantasma e inestable en sus pies. Su cabello está esponjado, mojado, y vagamente
me pregunto si tiene vómito en él. Manchas oscuras de rímel ensombrecen ojos
inyectados en sangre. Sujeta una botella de Gatorade y una bolsa de papel para
vómito como esas que tan consideradamente meten en los respaldos de los
asientos en los aviones.
—Hola —habla con voz ronca—. Gracias por venir por mí.
Las primeras sensaciones de lástima hacen eco en mi pecho. No sólo
recuerdo cómo se siente estar enfermo por beber, fácilmente la más miserable
experiencia, sino que también recuerdo cómo era tener catorce.
Apestaba.
—Vamos, Sonrisas, en marcha.
Ni si quiera tiene la energía para ponerme los ojos en blanco.
La guío hacia el auto, advirtiéndola justo antes de cerrar la puerta,
—Vomitas en mi auto, y estarás caminando a casa.
Me deslizo en el lado del conductor y el motor ruge. Riley cierra sus ojos con
fuerza, como si las vibraciones del auto le estuvieran dando náuseas.
—¿Por qué no les diste el número de tu tía? —le pregunto para distraerla.
—La tía Chelsea ya tiene mucho con qué lidiar. No quería molestarla.
Pero era simplemente magnífico molestarme como el infierno a mí.
Salgo del estacionamiento.
—¿Qué estuviste tomando?
—Jägermeister. —Se queja, acercando más la bolsa.
Y me cago de risa.
—Espero que lo hayas disfrutado, la probabilidad es que no lo vuelvas a
beber otra vez.
Cuando se reduce a leve envenenamiento por alcohol, el cuerpo puede 7
perdonarte pero el estómago nunca, jamás olvida.
Se mantiene firme contra la urgencia de vomitar, respirando lenta y
4
profundamente.
—¿Es aquí cuando me sermoneas sobre los peligros de beber sin tener la
edad legal?
Me detengo en una luz roja.
—Nop. Ya sabes que fuiste estúpida, no necesitas que te lo diga. Sin
embargo, estoy‖curioso…‖¿qué‖te‖llevó‖a‖la‖repentina‖borrachera?
Sus palabras son lentas y cuidadosas, como si tuviera miedo de que si habla
demasiado alto inclinará el delicado equilibrio que está evitando que vomite.
—Matthew Applegate hizo una fiesta. Me dijo al respecto hoy en la escuela.
Es de último año. Es precioso y perfecto y parecía interesado en mí.
Furia se enciende, como la llama de un fósforo, porque no tengo duda de
que el pequeño cabrón se encontraba interesado en una parte de ella.
—Pero cuando llegué a la fiesta —susurra—, estaba interesado en Samanta
Frey.
—Voy a arriesgarme y decir que Samantha tiene una reputación por abrirse
de piernas. ¿Tetas‖grandes,‖cara‖bonita…‖probablemente‖una‖porrista?
Riley asiente.
—Fue la reina de la bienvenida.
Oh hombre.
—¿Y fue ahí donde te hiciste amiga de Jäger?
Limpia sus mejillas.
—Me hizo sentir feliz. No‖me‖importaba‖Matthew‖o‖mi…‖no‖me‖importaba‖
nada.
Soplo una larga respiración y decido repartir algo de consejo.
—Riley,‖ los‖ chicos‖ de‖ tu‖ edad…‖ de‖ verdad que no valen tu tiempo. Son
egoístas y estúpidos. No es su culpa; simplemente están programados de esa
forma, pero aun así son una causa perdida. Creo que deberías alejarte de todos
ellos hasta que tengas‖ al‖ menos…‖ veinticinco.‖ O…‖ ¿has‖ considerado‖ ser‖ una‖
lesbiana?
Me mira sin expresión.
7
—Eso es tan ofensivo.
5
Levanto una mano.
—Sólo intento ser de ayuda.
Riley se da la vuelta para mirar por la ventana. Después de unos pocos
minutos su barbilla se estremece y sus hombros tiemblan.
Aquí está el asunto, no tengo mucha experiencia con mujeres llorando. He
hecho un concentrado esfuerzo en evitar cualquier situación que me involucre a
mí, una mujer, y lágrimas. En caso de que no lo hayas notado, la empatía no es mi
punto fuerte. ¿Y adolescentes llorosas? Esto se siente un poco como un encuentro
con pie grande, he escuchado al respecto en la TV, leído al respecto‖en‖los‖diarios…‖
pero esta es la primera vez que de hecho he visto una de cerca.
Limpia su cara con la manga de su suéter.
—Extraño a mis padres.
Y mi pecho se siente cargado. Pesado. Por ella.
—Sé que lo haces.
—Desearía que estuvieran aquí. —Resopla.
—¿Qué les dirías si estuvieran? —Me estaciono en la entrada McQuaid y
detengo el auto.
Riley piensa en mi pregunta y luego la esquina de su boca se estira.
—Les preguntaría cómo es que no le gusto a Matthew. Siempre fueron muy
honestos con nosotros, ¿sabes? Me dirían la verdad.
La miro a la cara. Es una chica bonita, incluso cansada y en duelo. Pero hay
una llama en ella, una fiereza, que le servirá cuando crezca. La he visto en mujeres
con‖ las‖que‖he‖trabajado…‖mujeres‖como‖Sofía.‖‖Un‖día,‖Riley‖McQuaid‖ser{‖una‖
fuerza a tomar en cuenta.
—Yo puedo decirte la verdad al respecto, —digo con un encogimiento de
hombros.
Se gira hacia mí.
Con amabilidad, limpio una lágrima de su mejilla.
—Es porque Matthew es un idiota.

7
6
Chelsea abre la puerta antes de que la golpeemos. Luciendo como recién
follada y hermosa, con su cabello ondulado despeinado por la cama, y la marca de
anteojos en su rostro. Está usando una camiseta negra sin mangas y unos
pantalones de pijama de seda roja. Mi pene todavía se encuentra bastante enojado,
pero la visión de sus pechos asomándose por encima de la camiseta le hace a él
considerar hablar conmigo de nuevo. Eventualmente.
—De verdad necesitamos parar de encontrarnos de esta forma —dice, sus
labios carnosos deslizándose en una sonrisa familiar.
Riley abraza a su tía con fuerza. —Lo siento tía Chelsea.
Ella pasa su mano por la parte de atrás del cabello de Riley. —Lo sé. —
Luego gira su cabeza con disgusto—. ¿Vomitaste en tu cabello?
—Sí —gime Riley, sonando miserable.
Chelsea sostiene su mejilla. —Vamos a meterte en la cama, mañana
hablaremos de esto. Habrá castigo en tu futuro.
Inclina su cabeza hacia la sala de la familia. —Jake, vamos entra. Bajaré en
unos minutos.
Y no tiene que decírmelo dos veces.
Cerca de unos veinte minutos después, Chelsea entra de nuevo en la sala de
estar.
—Estaba un poco frío, así que encendí un fuego. —Hice un gesto hacia las
flamas vacilantes que brillaban dentro de la chimenea de ladrillo. El calor se filtra
en la habitación como una niebla, el crujido y el olor de un reconfortante fuego
vivo—. Espero que no te importe.
Se queda mirando el fuego como una mujer observando una torta de
chocolate el día antes de abandonar su dieta. —No me importa en absoluto,
gracias.‖Me‖tendr{s‖que‖enseñar‖lo‖que‖tienes‖bajo‖la‖manga…
Bajo la manga, bajo mis pantalones. Le mostraré lo que sea que desee ver.
—…‖ No‖ he‖ sido‖ capaz‖ de‖ hacerla‖ funcionar,‖ los‖ troncos‖ arden‖ pero‖ en‖
verdad no se queman para mí. —Las llamas naranjas bailan en sus ojos mientras se
gira hacia mí, burlándose—. Fui una terrible chica Scout.
—¿Te gustaría una copa de vino? —Señalo la botella de Merlot descansando
sobre la parte superior de la mesa de piedra de la esquina.
Luce confundida. —Robbie y Rachel no guardan nada de alcohol en la casa. 7
—Lo tenía en mi auto.
7
Una sonrisa aparece de a poco en sus labios. —Vaya. Vino, un fuego, eres
como la seducción sobre ruedas. ¿Guardas velas en la camioneta?
—Solo imaginé que podrías disfrutar una bebida, tal vez un poco de
conversación.
Tengo la sensación de que Chelsea no ha tenido una conversación con un
adulto en mucho tiempo.
—Disfrutaré eso más de lo que podría decir. —Suspira—. Iré a agarrar las
copas. —Chelsea camina hacia la puerta que conduce a la cocina, pero se detiene
antes de salir. Mirando por encima de su hombro de regreso hacia mí, su cabello
rojizo brillante como oro a la luz del fuego, levanta una ceja—.‖ Entonces…‖ ¿no‖
estás tratando de seducirme?
Encuentro su mirada. Y le hago un guiño. —No dije eso.
—Es bueno saberlo.
Luego se da vuelta con un tirón de su cabello y entra en la cocina con un
giro adicional de ese culo hermoso.
Después, añado otro leño al fuego y los dos
estamos comenzando nuestra copa número dos. Las piernas largas de Chelsea se
encuentran metidas cómodamente debajo de ella; una mano sostiene su copa y la
otra tiene el codo apoyado contra la parte de atrás del sofá, su cabeza descansando
en su mano. La posición expone la suave extensión de su cuello, y estoy fascinado
por el pulso que late bajo su piel. Me hace sentir como un vampiro, quiero colocar
mi boca justo allí, quiero probarla y sentir ese espacio palpitando contra mi lengua.
Le pregunté en qué estaba haciendo su maestría, y la jodida cosa loca es que
en verdad estoy interesado en lo que va a salir de su boca, no solo fantaseo con lo
que me gustaría colocar allí dentro.
—Mi especialidad es en Historia del Arte.
Resoplo. —Entonces ¿pagaste miles de dólares en matrícula para mirar unos
cuadros bonitos?
—No, señor Cínico. Hay mucho más que eso. El arte nos habla sobre
cultura, lo que fue importante para las personas de ese tiempo. Las cosas que
valoraban, las cosas que odiaban o a las que les temían, su imagen de lo que era
7
hermoso. 8
Frunzo el ceño. —Suenas como una filósofa.
Frunce el ceño en respuesta. —Y tú suenas como que no respetas a la
filosofía mucho.
—Todas las preguntas filosóficas pueden ser contestadas con una sola
declaración concisa.
Chelsea vuelve a llenar su copa. —¿La cuál es?
—¿A quién le importa una mierda?
Se ríe, y es un sonido maravilloso.
—¿Haces…‖ arte…‖ por‖ tu‖ cuenta,‖ o‖ solo‖ estudias‖ el‖ trabajo‖ de‖ otras‖
personas?
Sus mejillas se ruborizan. —En realidad, hago bosquejos.
Mis ojos inmediatamente son atraídos por el dibujo a lápiz enmarcado a la
derecha de la chimenea. Es una imagen increíblemente realista de la joven Riley,
sosteniendo a unos bebés gemelos en su regazo. La noté cuando entré por primera
vez, prácticamente puedes escuchar la voz infantil y sonriente.
—¿Ese es uno de los tuyos? —señalo.
Chelsea asiente, todavía tímida.
—Eres buena. —No hago cumplidos a la ligera.
Más tarde, habla de su hermano.
—Robbie era quince años mayor que yo. Fui la hija de la crisis de mediana
edad de mis padres. Mi papá tuvo un ataque al corazón cuando tenía la edad de
Riley. Mi mamá falleció un año después cuando me encontraba en la secundaria.
—Bebe un sorbo de su vino, un brillo travieso en sus ojos—. Fui algo así como una
niña salvaje después de eso.
Levanto mi copa. —¿No lo fuimos todos? —Bebo el Merlot—. Entonces,
¿viviste con tu hermano después de que tus padres murieran?
Asiente. —Sin embargo, aquí no. Estábamos en un lugar más pequeño en las
afueras de Cherry Tree. Entonces solo éramos Riley y los chicos, y yo, Robbie y
Rachel.
—Entonces ¿tú y los niños como que crecieron juntos?
—Sí. Rachel fue como una hermana mayor y una segunda madre, todo en
uno. Era increíble. —Y hay una nota triste en su voz. 7
Entonces parpadea, iluminándose. —Ella fue quien en verdad me empujó a 9
que viajara. A estudiar en el extranjero. Pasé un semestre en Roma, veranos en
Paris…‖ —Sus ojos caen en los míos tímidamente—. Dios, sueno tan malcriada.
Pobre chica rica ¿cierto?
Niego con mi cabeza. —No. Hay una diferencia entre privilegiada y
malcriada.
Y Chelsea McQuaid no tiene ni un hueso de malcriada en su cuerpo. Sabe
que es afortunada, y aprecia cada bendición.
—Me encantaría un día llevar a los niños a Europa. Mostrarles lo grande
que en verdad es el mundo.
Me echo a reír, pensando en una película de Liam Neeson. Si algún idiota
criminal intentara llevarse a uno de los niños McQuaid, pasaría una hora, como
mucho, antes de que estuviera rogando para enviarlos de regreso.
Continuamos hablando, bebiendo, pierdo tiempo admirando la forma en la
que su piel brilla ante la luz del fuego. Y antes de que lo sepa, son casi las cuatro de
la maldita mañana. Chelsea coloca su copa vacía sobre la mesita de noche y
bosteza.
—Debería irme —digo, a pesar de que no quiero hacerlo—. Te he mantenido
despierta más allá de tu hora de dormir. ¿Por lo general el despertador humano
cuándo se levanta?
—Ronan‖se‖levanta‖alrededor‖de‖las‖seis.‖Pero…‖—Sus ojos se arrastran por
mi rostro, bajan por mi pecho y más abajo—. Pero por esto valió la pena perderme
la hora de dormir. Gracias por el vino, la conversación. De verdad pasé un rato
genial, Jake.
No tiene idea del tipo de rato genial del que soy capaz de darle.
Pero esta noche no.
—Yo también. —Me levanto y Chelsea me acompaña hacia el vestíbulo.
Al lado de la puerta, nos quedamos de pie de cara al otro. Y hay una
atracción, como un jodido imán, arrastrándome más cerca. —Chelsea…‖—susurro,
sin tener idea de qué estoy a punto de decir.
Solo me gusta el sabor de su nombre en mis labios.
Mi‖corazón‖martillea…‖y‖me‖inclino‖hacia‖adelante…‖ella‖levanta‖su‖rostro‖y‖
cierra‖sus‖ojos‖y…
—¡Tía Chelsea! 8
La voz del duendecillo rubio nos llega desde arriba de las escaleras, como 0
una ducha de agua fría.
Maldita sea.
—¡Tuve una pesadilla! ¿Te acostarías conmigo?
Chelsea da un paso hacia atrás con un gruñido de resignación, y siento su
dolor. Literalmente.
—Rosaleen subiré en un segundo. —Se encoge de hombros en forma de
disculpa—. El deber llama.
Junto mis labios, frotándolos, haciendo un sonido de golpeteo frustrado. —
Sí.
Coloca su mano sobre mi pecho; es cálido y electrizante. —Gracias de
nuevo. Ahora en verdad te debo una. Múltiples.
Y solo no puedo resistirlo. —Esa es mi línea.
Chelsea se ríe. —Buenas noches Jake.
—Adiós.
Salgo por la puerta y me dirijo a casa.

8
1
Traducido por NnancyC
Corregido por Pachi Reed15

El domingo, durante el desayuno en la casa de Sofia y Stanton, hay una


visita inesperada. —Hola, Sunshine —la saludo, entrando al comedor.
—¡Hola, Jake! —Presley Shaw envuelve sus brazos alrededor de mi cintura.
Presley tiene casi trece ahora, y más o menos alrededor de este año, desde la
última vez que la vi —cuando Brent y yo visitamos Mississippi para la boda de su
madre— ha perdido algo de la linda redondez de bebé en su rostro, dando un paso
más cerca a una pura belleza sureña de cabello dorado.
Sus años de adolescente serán divertidos. Stanton va a perder su maldita 8
mente, y probablemente su cabello.
2
Nos sentamos a comer y él pregunta—: ¿Recuerdan ese mánager de bandas
que representé el año pasado? Acusado de conducir alcoholizado.
Hay asentimientos alrededor.
—Resulta que trabaja con One Direction ahora, y están en la ciudad. Me
envió cuatro boletos para primera fila del concierto de mañana. Sofia y yo íbamos a
llevar a Presley.
—¿Quién es One Direction? —pregunto, pero en realidad no me importa.
Los ojos de Presley se le salen de sus órbitas. —¿Quién es One Direction?
¿Qué, vives bajo una roca? —Sostiene en alto la revista que ha estado hojeando y
me muestra una imagen de cuatro vándalos en vaqueros ceñidos—. Esto es One
Direction. ¡Estoy tan emocionada! —chilla—. El concierto va a ser tan perfecto.
Mis cejas se elevan hacia Stanton. —Diviértete con eso, amigo.
Stanton mastica una bola de queso, sus ojos verdes encendidos con humor.
—Soph y yo estuvimos hablando. Pensamos que en lugar de desperdiciar el cuarto
boleto, podría ser lindo si vienes conmigo y Presley en su lugar. Tú y esa chica
Riley.
—¿Estás demente? —pregunto,‖porque… obviamente lo está.
—¿Por favor, Jake? —ruega Sunshine—. Será muy divertido tener una chica
de mi propia edad allí conmigo. —Se vuelve hacia su padre—. No te ofendas, pero
tú y Sofia no lo entienden.
Stanton se encoge de hombros. —No me ofendo. Todavía sé que soy el papá
genial.
Presley pone una mano en su brazo. —Te amo, papi, pero, ¿lo que sea que
pienses que es genial? No es eso.
Stanton finge fruncirle el ceño.
Y sus brillantes ojos azules me suplican. —Vamos, Jake. Apuesto a que te
gustarán. Su música es asombrosa, mejor que la de los Beatles.
Temo por la juventud actual.
—Podría ser bueno para ella —dice Stanton, presionándome. Debido a que
le conté sobre las desventuras del viernes por la noche de Riley con Jägermeister.
Suspiro, ya sabiendo que voy a arrepentirme de esto.
Pero levanto mi teléfono para llamar a Chelsea de todos modos.
8
3

El día siguiente, Stanton, Sofía, Presley y yo llegamos a la casa de Chelsea


después del trabajo. No le ha contado a Riley sobre el concierto aún, quería que
fuera una sorpresa. Y dijo que no quería arriesgarse a que Riley hiciera añicos las
ventanas con sus gritos de alegría.
Oh, y Brent también vino. Porque he mencionado a Chelsea y los niños en el
almuerzo y quiere conocerlos. Además, porque no tiene una vida.
Nos reunimos en el vestíbulo y hago las presentaciones. Chelsea saluda a
cada uno de mis amigos acogedoramente. Está usando un vestido casual de un
azul pálido que muestra kilómetros de piernas suaves y suculentas. Y fantaseo
sobre Stanton llevando a las chicas solo, y Sofía y Brent llevándose al resto de la
chusma. Muy, muy lejos.
—Hola —le dice Regan a Sofía, jugueteando en el cuarto y sosteniendo un
oso de peluche que luce como si hubiera visto mejores días.
—Hola —contesta Sofía, sonriendo.
—¡Hola! —chilla Regan.
—¡Hola! —ríe Sofía.
Y aquí vamos malditamente de nuevo.
Por mi propia cordura, tengo que enseñarle a esta niña otra palabra.
Stanton y Brent retoman su conversación del almuerzo: el continuo juego
del‖ “asesinato‖ perfecto”.‖ —Ahogado —dice Brent insistente, enumerando sus
motivos con los dedos—. Las posibilidades son que el cuerpo estará demasiado
descompuesto como para conservar alguna evidencia útil, y haya una coartada
incorporada porque el demandado puede siempre afirmar que la persona se
resbaló. Funcionó como un encanto para el marido de Natalie Wood.
Stanton sacude su cabeza rubia. —Todavía me quedo con una reacción
alérgica.
Raymond se ajusta sus anteojos y se mete en la conversación. —¿Chicos,
están hablando sobre la mejor manera de deshacerse de alguien?
Asienten y el rostro de Raymond se vuelve ávido. —Sé una manera. Hagan
una potente bala de hielo. Y la disparan desde un rifle de francotirador. Después 8
que atraviese el corazón, se derretirá. Sin huellas digitales. Sin rastros.
4
Nos quedamos en silencio. Asombrados.
Y un poco asustados.
—Me acaba de provocar piel de gallina. —Brent se estremece—. ¿Alguien
más tiene piel de gallina?
Rosaleen da un paso al frente, sus ojos fijos en Brent. —¿Por qué caminas
así? —pregunta de modo inocente.
—¡Rosaleen! —regaña Chelsea—. Eso es de mala educación.
Pero por experiencia, sé que está bien y se lo digo.
Brent le explica a la niña de siete años. —Fui atropellado por un auto
cuando era un niño, perdí parte de mi pierna. —Se levanta el pantalón, mostrando
su prótesis de titanio—. Así que sé cuidadosa cuando andes en tu bici.
Lo considera con la cabeza inclinada. —¿Entonces te dieron una pierna
falsa?
—Sip.
—¿Puedes quitártela y mostrarme?
—No. —Brent sacude su cabeza.
Rosaleen considera esto. Entonces pregunta—: ¿Quieres venir afuera a ver
mi casita de juguete? Tiene cortinas.
—Claro. —Brent se fija en su reloj—. Tengo tiempo.
Riley baja las escaleras, sus ojos observándonos. La presento a todos. Le
sonríe a Presley con simpatía. —Hola. —Y Presley la saluda con la mano.
—Así‖queeeeee…‖—Chelsea sonríe—. Jake tiene una sorpresa para ti, Riley.
—Me lanza una mirada, inclinando su cabeza hacia Riley, animándome a contarle.
Me aclaro la garganta y pongo los boletos en las manos de la adolescente,
intentando no hacerlo un gran asunto.
—¡¡¡Oh dios mío!!! —grita Riley.
Y rubia chilla en repuesta.
—¡Son boletos para One Direction! ¡Boletos de primera fila para One
Direction! —Enormes ojos azules que brillan con júbilo alzan su vista hacia mí—.
¿Es en serio?
8
—Por desgracia.
5
La charla incansable, entusiasta e ininteligible entre ella y Presley comienza.
Y sigue.
Y sigue.
Rory me sonríe complacido. —¿Tienes que ir a un concierto de One
Direction?
Asiento de mala gana.
—¡Ja! —Se ríe a carcajadas, señalándome con su dedo—. Tonto.
Lo miro con furia. —Cállate, niño.

Cuatro horas y media después de chicas gritando, no puedo escuchar una


mierda. Incluso el regreso en el auto de Stanton todo está amortiguado —las chicas
cantando y gritando en el asiento trasero suenan como si estuvieran molestándome
bajo el agua.
Los cuatro entramos por la puerta principal y encontramos a Brent, Sofía y
Chelsea tomando café en la sala de estar. Sofía sostiene a Ronan, dormido en sus
brazos, y una mirada feroz y ansiosa cruza el rostro de Stanton cuando la ve.
—¿Cómo estuvo? —pregunta Chelsea, sonriéndome de una manera caliente
como el infierno y provocadora.
Levanto una mano. —No me hagas revivirlo. Estoy intentando bloquearlo
de mi mente.
Pero ese gato ya ha saltado de la bolsa. Presley y Riley le cuentan a Sofía y
Chelsea cada simple detalle, hablando juntas y una sobre la otra. Son elocuentes en
términos‖como‖ “OHDIOSMÍO”‖ y‖ “no‖ puedo‖ creerlo”,‖ “lo‖ mejor‖ de‖ mi‖ vida”‖ y…‖
“OHDIOSMÍO”.
—Y‖ entonces…‖ —chilla Riley, agarrando la mano de su tía—. ¡Harry miró
directo en mi dirección!
Entorno mis ojos en dirección a Stanton. —¿Cuál era Harry de nuevo?
—El que necesita un corte de cabello.
Intento distinguirlos en mi mente, pero todos necesitan un corte.
—¿Papá —pregunta Presley—, Riley puede quedarse a dormir? 8
—Sí, tía Chelsea, ¿puedo ir a dormir a la casa de Presley? —pregunta Riley 6
casi al mismo tiempo.
Porque aparentemente el superpoder de One Direction es amistad
instantánea. Alguien debería mandarlos al Oriente Medio para que puedan
conseguir solucionar esa cosa entre Israel-Palestina.
Stanton da el visto bueno y Chelsea dice que está bien. Y entonces
hay más gritos —yay— antes de que suban las escaleras para buscar las cosas de
Riley.
—¿Dónde están los otros niños? —le pregunto a Chelsea.
—Durmiendo —me informa alegremente—. Brent los cansó jugando a la
persecución con linternas.
Brent palmea su propia espalda. —Soy el campeón actual.
Cuando las chicas bajan cargando una bolsa de dormir, almohadas y una
bolsa de lona, Riley se para frente a mí, luciendo genuinamente feliz, centellante.
—Gracias,‖Jake.‖Esto‖fue‖como…‖la‖mejor‖noche‖de‖mi‖vida.
Podría‖decir‖que‖fue‖un‖placer…‖pero‖no‖sería‖cierto.‖—Ni lo menciones.
Sofía coloca a Ronan en los brazos de Chelsea y ella gentilmente lo acuesta
en la pequeña cuna portátil verde oscuro en la esquina. Mientras se preparan para
marcharse, decido quedarme un poco más. O mucho más tiempo. Chelsea y yo no
estaremos exactamente solos, pero un niño menos es mejor que nada.
Hasta que Brent lanza mi plan al carajo. —El auto de Stanton solo tiene
cuatro asientos, así que necesito que me lleves a casa, Jake.
Malditamente asombroso.
Le echo un vistazo a Chelsea y es como si pudiera leer mi mente. Ya que me
está sonriendo con una decepción humorística. —Gracias de nuevo, Jake. Buenas
noches.
Estiro una mano, apartando el cabello de su rostro. —Buenas noches.
Entonces Brent se desliza frente a mí. Agacha su cabeza ligeramente, toma la
mano de Chelsea, y la levanta hasta sus labios, besando la parte posterior. —
Gracias por una noche encantadora. Eres la anfitriona más mona.
Suelta unas risitas, mientras en el fondo de mi garganta, gruño.
Y la idea de romper su mandíbula parece incluso más atractiva que hace un
par de semanas. 8
Chelsea cierra la puerta detrás de nosotros y caminamos a mi auto, Brent
brincando lo mejor que puede. Es malditamente molesto.
7
—Bueno…‖—suelta lentamente, la insinuación fuerte en su tono—. Chelsea
parece linda.
No pronuncio ni una palabra.
—Y ese culo —sigue con admiración—, mmm, mmm, bien…‖Podría‖resbalar‖
monedas‖en‖ese‖apretado…
Mi mano arremete contra él, retorciendo el frente de su camisa,
arrastrándolo hacia adelante hasta que estamos nariz a nariz. —Cállate.
Busca en mis ojos, su sonrisa lenta y conocedora. —Te gusta.
Lo suelto como un Hot Pocket recién salido del microondas y lo paso, yendo
hacia mi auto. —Por supuesto que me gusta. Es una chica linda.
Brent permanece cerca de mi lado, moviendo su dedo. —Nooo, a ti te gusta.
No solo en el sentido de que quieres que monte tu polla en vaquera inversa. Te
gusta, te gusta.
—¿Qué, tienes doce?
—La edad es solo un número. O al menos es lo que mi tío dijo cuando se
casó con la suertuda tercera esposa de diecinueve años. —Empuja mi hombro—.
Pero en serio, tienes esta vibra de caballero en brillante armadura alrededor de ti.
Sacudo mi cabeza. —Mi armadura se encuentra deslucida desde hace
mucho tiempo, Brent.
—Un caballero en armadura deslucida es todavía un caballero.
Cuando no respondo, insiste, ya que en realidad cree que no le daré un
puñetazo en su bonito rostro. —Entonces avísame cuando termines. Me gustaría
ver si puedo seducirla.
Avanzo hacia él. —Está fuera de los jodidos límites para ti. Ahora, durante y
después. Ni siquiera lo pienses.
Y el hijo de puta se ve complacido consigo mismo. Sonríe más amplio. —Sí.
Definitivamente te gusta.

El martes por la noche estoy trabajando hasta tarde en la oficina,


8
terminando una petición para el juicio por abuso doméstico del Senador Holten. 8
Aflojo mi corbata, me froto los ojos y hago sonar mi cuello. Justo cuando estoy a
punto de meterme de lleno, mi teléfono celular suena.
Y el nombre de Chelsea ilumina la pantalla.
Sonrío al ver su nombre. Es malditamente raro y completamente atípico de
mi parte. Apenas sonreí cuando me gradué de la facultad de derecho.
Neutralizo mi cara tan pronto como me doy cuenta lo que estoy haciendo.
Toco el botón de responder y traigo el teléfono a mi oreja. Comienzo a hacer la
antigua pregunta de ¿Qué estás usando? Pero no lo hago —gracias a Cristo—
porque una voz aguda salta desde el altavoz.
La voz de Rosaleen.
—¡Hola, Jake!
Me recuesto en la silla. —Hola, Rosaleen.
—¿Qué haces?
—Trabajando. ¿Qué estás haciendo tú?
—Sopa de pollo. —Hay orgullo en su voz.
—Eso es lindo. ¿Tu tía está por ahí? —pregunto, ya que tengo la remota
sospecha de que Chelsea no tiene idea acerca de lo que su sobrina está planeando.
—Está en el baño. Está enferma.
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir con que está enferma?
—Está vomitando por todas partes. Todos lo hacen, excepto yo. Y Ronan,
pero el vomita todo el tiempo de todos modos, así que no cuenta.
Débilmente, el sonido del llanto de Ronan se escucha al fondo.
Me enderezo y presiono el teléfono con más fuerza contra mi oreja. —¿Ese
es tu hermano llorando?
—Sí. Tiene hambre. Voy a calentar su biberón tan pronto como termine con
la sopa.
Estoy a punto de preguntarle si está usando la estufa o el microondas para
la‖ sopa…‖ pero‖ el‖ chillido‖ fuerte‖ y‖ penetrante‖ de‖ la‖ alarma‖ de‖ incendios,‖ la‖ cual‖
borra cualquier otro sonido de su lado, prácticamente contesta esa pregunta antes
de que la haga.
—¡Uuups! —grita Rosaleen en el teléfono—. Me tengo que ir. ¡Adiós!
8
—Rosaleen,‖espera… 9
Pero ya colgó.
Mierda.
La llamo. Suena y suena, entonces va al correo de voz.
—¡Mierda!
Traducido por Julie
Corregido por Daniela Agrafojo

No es mi problema. No es asunto mío. Tengo mi propia mierda de la cual


preocuparme.
Eso es lo que me digo mientras pongo a un lado mi teléfono, empujo mi silla
hacia adelante y vuelvo a centrarme en el documento delante de mí. En las horas
de trabajo que todavía tengo que terminar esta noche.
Sé inteligente. Fija prioridades.
Ellos están bien. La‖gente‖se‖enferma‖todo‖el‖tiempo…
Y luego mueren.
9
Las‖alarmas‖de‖incendio‖suenan‖todos‖los‖días… 0
Al igual que las casas se consumen hasta los cimientos.
―¡Maldita sea!
Cojo mi teléfono y marco de nuevo. Todavía nada.
Niego con la cabeza y pongo mis dedos en‖ el‖ teclado…‖ pero‖ lo‖ único‖ que‖
puedo imaginar es a Chelsea desmayada en el piso del baño.
―¡Hijo de puta!
Arrojo la toalla y empaco mi maletín con mi ordenador portátil y archivos.
Llego a mi coche en un tiempo récord y me pregunto si llamar al 911 sería una
reacción exagerada. Me quedo a punto de marcar por un rato, pero me contengo;
estaré allí en diez minutos.
Siete minutos más tarde, llego al camino de entrada, estaciono mi coche, y
me dirijo a la puerta principal. Mi boca está seca y mis palmas húmedas por la
preocupación. Golpeo la puerta, pero la única respuesta es el ladrido de Cosa
desde el otro lado. Ahueco las manos frente a mi cara y espío por la ventana, pero
no veo a nadie.
―¡Chelsea! ¡Rosaleen! ―Intento llamar de nuevo―. Es Jake.
Cuando no hay respuesta, contemplo tirar la puerta. Pero luego recuerdo
revisar debajo de la alfombra, y quién lo iba a decir, hay una brillante llave
plateada. Entro.

Cosa baila alrededor de mis piernas mientras camino hacia el vestíbulo, al


mismo tiempo que Rosaleen baja las escaleras con una bandeja que es más grande
que ella. Sonríe cuando me ve.
―Hola, Jake. ¿Cuándo llegaste?
Colocando la llave en la mesa, tomo la bandeja de sus manos. ―¿En dónde
está tu tía?
―Está arriba, en el cuarto de baño. Me dijo que buscara la botella de Ronan
en el refrigerador.

tu tía.
Mis ojos se dirigen al rellano superior. ―Bueno.‖Ve‖a‖hacer‖eso,‖voy a ver a
9
Subo las escaleras y me meto al pasillo, siguiendo el sonido de alguien 1
vomitando todo el contenido de su estómago, del mismo modo en que Hansel y
Gretel siguieron las migas de pan. Me paro en la puerta del baño, haciéndole
sombra a la forma acurrucada de Chelsea mientras se encorva sobre el inodoro,
aferrada a los lados como si su vida dependiera de ello. Viste una camiseta negra y
pantalones de chándal holgados. Su cabello está peinado hacia atrás, pero algunos
mechones húmedos por el sudor se aferran a su nuca.
Me agacho a su lado, poniendo la mano en su espalda.
Una vez que sus arcadas desaparecen, se limpia la boca con un pañuelo
desechable y gime―: ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste?
―Rosaleen llamó. Usé la llave que estaba bajo la alfombra. No deberías
mantenerla allí.
―No deberías estar aquí ―gime―. Corre. Sálvate.
―¿Cuándo diablos comenzó esto?
Cierra los ojos, jadeando. ―El lunes, a mitad de la noche. Comenzó con
Raymond, y el resto caímos como fichas de dominó.
―¿Por qué no me llamaste?
―Llamé a la vecina; la madre de Walter. Ella dijo que no podía arriesgarse a
que uno de sus hijos se enfermara. Su hija tiene un concurso este fin de semana.
Dijo que lo sentía.
Qué bien. Porque sentirlo es tan jodidamente útil.
Chelsea se arrastra hasta el lavabo y se echa agua en la cara y en la boca.
―Tengo que ver cómo están los niños. ―Se mueve hacia la puerta y casi se
golpea la cabeza con el lavabo cuando se le doblan las rodillas.
Pero la atrapo, levantándola en mis brazos. ―Guau, tranquila. ―Mi voz se
vuelve firme. Estoy un poco molesto―. No vas a ver a nadie. Te vas a la cama.
¿Dónde está tu habitación?
―No,‖tengo‖que…
―No discutas conmigo, maldita sea. ¿Dónde está tu habitación?
Parece rendirse; o simplemente ya no puede mantener la cabeza en alto. Se
apoya en mi brazo. ―Mi habitación se encuentra en la planta baja, pero quiero
quedarme aquí, en caso de que me necesiten. ¿Puedes llevarme a la habitación de
invitados? Es la última puerta a la derecha. 9
Sigo sus instrucciones hacia una habitación sencilla con paredes de color 2
amarillo y una colcha blanca. La recuesto con cuidado en el medio de la cama. Sus
ojos se abren apenas, brillantes y miserables, mirándome.
―No puedo estar enferma ―susurra.
―Es un poco tarde para eso.
―¡Tía Chelsea! ―exclama uno de los niños.
Y es como si hubiera sido electrificada. Sus ojos se abren de golpe y levanta
la cabeza mientras trata de erguirse hasta quedar sentada.
―Acuéstate ―le digo, guiándola hacia abajo.
―Tengo‖que…
―Chelsea, estoy aquí. Déjame ayudarte ―espeto, dispuesto a sacudirla en
estos momentos. Le aparto el pelo de su muy blanca, pero aún hermosa, cara―. Me
aseguraré de que los niños estén bien.
Me mira fijamente por un momento, como si fuera un fantasma. O un sueño.
Y luego, lentamente, sus ojos se llenan de lágrimas. Se deslizan de las esquinas de
sus ojos y por sus mejillas.
Y cada una me destruye.
―No llores. ¿Por qué estás llorando?
Exhala un suspiro tembloroso y se limpia las mejillas. ―Es‖que…‖Estoy‖tan‖
cansada, Jake. Tan cansada.
Por‖ primera‖ vez,‖ pienso‖ en‖ lo‖que‖ debe‖ haber‖ sido‖ para‖ ella…‖ después‖ de‖
que recibió esa llamada telefónica. Cómo probablemente corrió de un lado a otro,
lanzando en una bolsa cosas necesarias, pensando que después se encargaría de
buscar el resto de sus cosas. Cómo tuvo que retirarse de la escuela, tal vez romper
el contrato de alquiler de su apartamento; cambiar drásticamente toda su maldita
vida.
Y luego vino aquí, tan requerida, todo el tiempo. Teniendo que hacer un
centenar de arreglos diferentes, cuidar de seis niños que seguramente no podrían
cuidarse solos. Y no solo alimentándolos, haciendo los deberes, llevándolos a la
escuela, sino también ayudándolos a pasar por un dolor inimaginable. Tuvo que
evitar que se cayeran a pedazos.
Y tuvo que hacerlo completamente sola.
Y sé, sin dudarlo, que no se ha tomado ni un segundo para sí misma. Para
procesar su propio dolor, llegar a asumir su propio sufrimiento y pérdida. No
9
podía haber tenido ni un momento. Ha estado corriendo en esa rueda de hámster 3
durante tanto tiempo; era solo cuestión de tiempo antes de que se estrellara por
completo.
―Entonces duerme, Chelsea. Te juro que todo va a estar bien.
Sonríe a pesar de que vienen más lágrimas. Toma mi mano, apretándola con
fuerza.
―Gracias.

Después de eso, los examino uno por uno. Al estilo zona de guerra. Reviso
los dormitorios; Rory y Raymond están acurrucados en la litera de abajo de su
cama con expresiones tristes, cada uno con su propio cubo para el vómito a su
lado. Riley y Regan están en la cama de la primera, con un cesto de basura al lado,
ambas al borde del sueño. Le presto especial atención a la niña de dos años, que
me mira con los ojos vidriosos.
―Holaaa ―dice con voz ronca y exhausta.
Paso mi mano por su pelo de bebé. ―Hola, niña.
Luego me dirijo a la cocina, donde Rosaleen se encuentra apoyada sobre el
mostrador al lado de su hermano pequeño, sosteniendo una botella para él. Ella
dice que sabe cómo hacerlo, que vio a su madre y a Chelsea hacerlo una y mil
veces. Gracias a Dios por los niños observadores.
―Pero tú vas a tener que hacerlo eructar ―me dice, y luego explica cómo se
hace. Con cuidado, lo levanto del asiento, sosteniéndolo con los brazos estirados
como una bomba que podría detonar en cualquier momento. Sigo las instrucciones
de Rosaleen y lo llevo a mi hombro, acariciando y frotando su espalda.
―¿Así? ―le pregunto a la niña de siete años.
Asiente, alentadora.
―Eres oficialmente mi segundo al mando ―le digo―. Tú y yo juntos vamos
a patearle el culo a este virus.
Se ríe. ―Bueno.
Siento una cantidad ridícula de orgullo cuando Ronan suelta un profundo y
retumbante eructo que cualquier hombre adulto estaría impresionado de producir. 9
No voy a decirles a los otros, pero creo que es mi favorito.
4
Cuando lo felicito, me doy cuenta de que su culo se siente pesado.
Mojado.
Miro a su hermana. ―Creo que hay que cambiarlo.
Su cara se vuelve cautelosa y levanta sus manitos. ―No me mires. Soy solo
una niña.
―¿Ahora usas la carta de soy una niña? ―le pregunto.
Se encoge de hombros, sin piedad.
Bueno. Puedo hacerlo.
He sido arrestado; pasé mucho tiempo en la prisión con chicos realmente
peligrosos. He estado en peleas callejeras sin reglas donde nadie se acercaba a
separar, y he ganado. He conquistado el desafío insuperable de obtener el título de
abogado y hacer frente a los idiotas egoístas que son mis clientes sin cometer asalto
agravado.
Es un pañal. ¿Qué tan difícil podría ser?
Llevo a Ronan a su habitación, le acuesto sobre la almohadilla en la cómoda,
y lo miro a los ojos. ―Coopera conmigo, amigo, ¿de acuerdo?
Luego, con una mano en el pecho para que no ruede, busco en Google.
Hay que adorar la tecnología moderna. Diagramas para fabricar bombas y
cambiar bebés a tu alcance. Le quito el pañal y lo limpio con las toallitas. Le pongo
una mierda blanca pastosa de un tubo en el culo, porque no estoy seguro de si se
encuentra rojo, pero está ahí, así que lo uso. Levanto sus piernas pataleando y
deslizo un pañal limpio debajo de él.
Y entonces, sin previo aviso, una corriente caliente de orina, como la
manguera de un bombero, forma un arco en el aire, cubriendo mi camisa con una
puntería exacta.
Miro al bebé. ―¿En serio, hombre?
Él solo sonríe alrededor de la mano que se está mordiendo.
El maldito Google no mencionó esto.

9
Una vez que ubico a Ronan en su mecedora, encuentro a Rosaleen en la sala 5
de estar. Caminamos a la cocina para ver los suministros, pero ella se detiene justo
en la puerta de la cocina. Su cara se queda sin expresión y aterradoramente pálida.
―¿Estás bien, Rosaleen?
Abre la boca para contestar, pero lo que sale es un estallido de abundante
vómito amarillo, como mezcla grumosa para panqueques que se echó a perder.
Hombre caído.
Tose y mira, horrorizada, al desastre en el suelo, salpicado en sus zapatos y
en su brillante camiseta. Luego, empieza a llorar. ―Lo siento, Jake.
Algo en mi pecho se encoge por sus lágrimas, haciendo que todo se sienta
muy apretado. Me arrodillo junto a ella, frotando círculos con mis manos en su
espalda. ―No pasa nada. Rosaleen; es solo vómito. No es gran cosa.
El perro entra rápidamente como si Súper Ratón viniera a salvar el día.
Luego comienza a comer el vómito de Rosaleen.
Vigorosamente.
Siento nauseas en la parte posterior de la garganta, pero me las arreglo para
contenerlo. ―¿Ves? ―le digo, tratando de sonar alegre―. Me hiciste un favor,
ahora no voy a tener que alimentar al perro.

Rosaleen se cambia a un pijama y se mete en la cama junto a su tía dormida.


Hago una segunda comprobación de los heridos y aprovecho la tranquilidad
momentánea para llamar a mis reservas.
―¿Todos lo tienen? ―pregunta Stanton con sorpresa, y un dejo de humor.
―Sí ―declaro de mal humor. Me froto los ojos―. No me avergüenzo de
decir que estoy fuera de mi liga aquí.
―¿Tienen fiebre también, o simplemente vomitan?
―¿Cómo puedo saber si tienen fiebre?
―¿Se sienten calientes?
Pienso en eso por un segundo, sin poder hacer nada. ―No sienten frío. 9
―Bien. Llama al supermercado, ellos hacen entregas. Diles que necesitas un 6
termómetro de oreja, las instrucciones estarán en la caja. También necesitas
Tylenol, galletas saladas, cervezas de jengibre, caldo de pollo, y Pedialyte.
Escribo frenéticamente todo lo que está diciendo, como si fuera palabra
sagrada. ―¿Qué es Pedialyte?
―Es como Gatorade para bebés. Vigila al pequeño. Si empieza a vomitar, no
pierdas el tiempo; llama al pediatra. El número probablemente está en la nevera.
Los bebés pueden deshidratarse muy rápido. Lo mismo va para la niña de dos
años, obsérvala. Si no puede retener una cucharada de Pedialyte durante una hora,
puede que tengas que llevarla al médico.
―Entendido. ¿Algo más?
―Solo mantenlos cómodos. Pequeños sorbos cuando puedan beber.
Galletas y caldo cuando se asienten sus estómagos. Llámanos si necesitas ayuda.
Suspiro. ―Muy bien, gracias, hombre.
A la mañana siguiente, estoy hasta la cintura con ropa sucia. Sábanas,
pijamas, paños para frentes. Sé manejar una lavadora, mi madre se aseguró de ello.
Y ya que me gustan las cosas organizadas y limpias, también sé cómo cargar un
lavavajillas y doblar una toalla.
Para la tarde del miércoles, la tropa se pone inquieta. Se están recuperando,
pero todavía no a pleno rendimiento. Debido a que se encuentran ansiosos,
empiezan a discutir entre sí. Él apesta, ella está acaparando las colchas, él me está
mirando jodidamente mal.
Los llevo al piso de abajo y los reúno en el cuarto de estar. Cada sofá, silla
reclinable, sillón de dos plazas, y algunas partes del piso, están cubiertos con
mantas, almohadas, y niños. Chelsea yace en el sofá y me siento en el suelo,
apoyándome en él. Ronan se encuentra boca abajo sobre una manta a mi lado.
Enciendo la televisión.
Y la discusión se pone en marcha nuevamente.
―Vamos a ver Bob Esponja.
―Bob Esponja es una estupidez. Pon MTV, están emitiendo 16 and Pregnant.
9
¿Recuerdas cuando MTV solía poner videos musicales?
―No vamos a ver 16 and Pregnant ―le dice Chelsea a su sobrina.
7
―¿Qué‖ tal‖ Discovery‖ Channel?‖ ―sugiere‖ Raymond―.‖ Hay un maratón
sobre los hábitos de caza de los leones. Se alimentan de una tonelada de gacelas.
―¡Pobres gacelas! ―se lamenta Rosaleen.
Hay una pesadilla en proceso.
―¡Escuchen! ―grito―. Yo tengo el control remoto. Eso me convierte en el
amo del universo. Y el amo dice que vamos a ver baloncesto.
Hay quejas y acuerdos en igual medida.
Un poco más tarde, Rosaleen se baja del sillón reclinable, arrastrando su
almohada con ella. Se desploma junto a mí y apoya su cabeza allí, mirándome. Su
frente está muy húmeda y sus ojos vidriosos. ―¿Me cantarías una canción?
La miro. ―No.
―¿Por favor? ―dice con voz ronca.
Niego con la cabeza. No cederé. ―No sucederá.
Su mano sudorosa toca mi muñeca. ―Me ayudará a quedarme dormida.
Y así, la determinación comienza a romperse.
―Yo‖no canto ―explico con una pizca de desesperación.
Su labio tiembla, y la fisura se ensancha. ―Pero va a hacer que me sienta
mejor. Y me siento muy mal, Jake.
Me aferro a mi tarjeta de hombre con dedos rígidos. ―No me sé ninguna
canción.
Dudo que Iron Maiden sea de gran ayuda en esta situación.
Ella parpadea lentamente. ―¿Por fis?
Y la fisura se ha convertido en el Gran maldito Cañón. Maldición.
Me aclaro la garganta y en voz baja canto la canción de One Direction que ha
estado zumbando en mi cabeza durante días como insectos con exceso de cafeína.
―Todo‖el‖mundo‖en‖la‖sala‖lo‖puede‖ver…
Mi voz es demasiado profunda y entrecortadamente horrible.
Los chicos gimen al unísono por la tortura. Riley se anima desde el sillón y
se vuelve en mi dirección, interesada de repente. Chelsea se cubre la boca y sé que 9
se est{‖ riendo‖ bajo‖ esa‖ mano.‖ Pero‖ Rosaleen…‖ su‖ mirada‖ azul‖ claro‖ me‖ calienta‖ 8
hasta lo más profundo de mí ser. Porque es agradecida y ferviente y rebosante con
veneración al héroe.
Y por primera vez en veinticuatro horas, está sonriendo.
Así que sigo. ―Todo‖el‖mundo‖menos‖tú…
Termino el maldito coro. Rosaleen aplaude suavemente y Riley suspira
soñadora. ―La mejor canción de todas.
Chelsea se da por vencida en tratar de contenerlo y se ríe a carcajadas.
Le echo un vistazo por encima de mi hombro. ―Me odio a mí mismo en este
momento.

Temprano en la mañana del jueves, un poco más de dos días después de


que comenzara la plaga, Chelsea está nuevamente de pie. Acaba de salir de la
ducha; su cabello sigue húmedo y huele increíble. Ese olor limpio a champú con un
toque de gel de baño de vainilla que me hace querer lamerla de pies a cabeza, y
cada centímetro en el medio. Y no es ni siquiera un poco exagerado.
Está envuelta en una bata rosada adorablemente grande y esponjosa, ceñida
en la cintura.
Bajamos las escaleras y nos detenemos delante de la puerta.
―¿Estás segura de que te sientes mejor? ―pregunto.
―Sí. Puedo encargarme desde aquí. ―Asiente, sus ojos suaves con gratitud.
Estoy saliendo temprano; tengo que pasar por la casa y ducharme, luego
estar en la corte en tres horas. Los chicos están mejor. Todavía no salieron de la
cama ni fueron a la escuela, pero ya no vomitan todo en un cesto de basura cada
dos‖horas.‖Así‖que…‖es un progreso.
Chelsea descansa su mano en mi brazo, y tal vez solo estoy jodidamente
cansado, pero mi piel parece sentir un hormigueo bajo su toque. No me puedo
imaginar‖lo‖bien‖que‖se‖sentir{‖sobre‖la‖piel‖desnuda…‖envuelta‖alrededor‖de‖mi‖
polla. Sin duda voy a tener que masturbarme antes de verla de nuevo.
―Gracias, Jake. Una vez más. ―Sacude la cabeza, luciendo frustrada―.
Nunca voy a ser capaz de pagarte. 9
Puedo pensar en algunas maneras.
9
Le guiño un ojo. ―Las acciones hablan más que las palabras. Y son mucho
más divertidas.
―Tienes razón. ―Me aprieta el brazo suavemente―. Es por eso que voy a
hacerte la mejor cena que jamás hayas comido, para mostrarte lo mucho que
aprecio todo lo que has hecho por nosotros. El viernes en la noche. ¿Vendrás?
Oh chico, voy a venir. No tiene ni idea.
Pero pretendo pensarlo. ―Sin‖tofu, ¿verdad?
Chelsea sonríe. ―Sin‖tofu.
Me inclino, más cerca de su oído, haciendo que tenga la piel de gallina en la
porción expuesta a lo largo de su clavícula. ―¿Qué pensabas para el postre?
Su voz se vuelve sensual mientras me sigue la corriente, y lo hace bien.
―¿Qué te gustaría, Jake?
―Voy a comer lo que sea con crema batida encima.
Se sonroja, y una risa burbujea de sus labios. ―Voy a asegurarme de
abastecerme.
Coloco su cabello húmedo detrás de su oreja. ―Bien. Y traeré una película
para mantener a los niños ocupados. Riley mencionó que nunca vieron Goonies, lo
que es simplemente criminal.
―Eso será perfecto.
Miro los ojos azules de Chelsea. ―Realmente creo que lo será.

1
00
Traducido por Mae & Majo Villa
Corregido por florbarbero

Salgo de mi auto frente a la casa del Chelsea la noche del viernes. Y no es


para sonar como un idiota total, pero hay rapidez en mi paso. Una ligereza en mi
estado de ánimo. Estoy emocionado. Esperando esta tarde con Chelsea y con los
niños también. Claro, son media docena de pequeños bloquea pollas, pero son
divertidos. Inteligentes. En general, bastante impresionantes.
El hecho de que haya una muy buena oportunidad de finalmente echar un
polvo no hace daño, tampoco.
Llamo a la puerta, con un ramo de rosas blancas y la película en una mano. 1
La puerta se abre, y delante de mí se encuentra un bronceado, tipo alto y
desgarbado, con el pelo rubio oscuro alborotado estratégicamente, una camiseta 01
blanca, pantalones caídos, y un collar de dientes de tiburón.
Levanta la barbilla en señal de saludo. —Hola.
—Hola. —¿Quién carajo es, y por qué responde a la puerta?—. ¿Dónde está
Chelsea?
Da un paso atrás, abriendo más la puerta, girando la cabeza. —¡Nena! Hay
un tipo aquí. —Sus ojos marrones vuelven a mí—. Un gran chico. ¿Cuánto mides,
un metro noventa?
—Algo así.
Doy un paso por delante de él, bajando las flores a mi costado, sintiéndome
como un idiota por tenerlas.
Chelsea sale de la cocina, con un pequeño vestido negro con tirantes, sexy
en su simpleza y zapatos negros de tacón con punta abierta. Su cabello cae suave y
brillante alrededor de sus hombros. —Jake! —Su sonrisa es algo forzada.
—¿Qué está pasando? —pregunto de manera calmada.
Dos veinteañeros más salen detrás de ella: una chica de piel oscura con
rastas largas y una cara impresionante, y un chico con pelo largo castaño vistiendo
una fea, camisa de Paisley verde lima.
—Mis amigos de Berkeley vinieron a visitarme. —Su rostro se tensa en una
disculpa—. No sabía que iban a venir. —Da un paso atrás, haciendo un gesto hacia
la pareja detrás de ella—. Estos son Nikki y Kevin.
Nikki y Kevin me sonríen demasiado felices. Un poco ebrios aparentemente.
—Y este —Chelsea señala al rubio asesino de tiburones—, es Lucas.
Lucas sonríe tontamente. —Que hay.
Asiento hacia él, entonces entrego a Chelsea las flores. —Son para ti.
Las mira amorosamente, pasando su mano sobre los pétalos suaves. —Son
hermosas. Gracias.
Nada de cena. Y más importante, nada de follar.
Mierda.
Rosaleen da vuelta en la esquina, su pelo separado en coletas rizadas,
abrazándome por la cintura. —Jake, ¡estás aquí! ¿Trajiste la película?
1
La levanto para que la vea y rebota.
02
Riley y Rory se unen a nosotros luego. Lucas frota la mano rudamente en la
cabeza de Rory. —Pequeño amigo, ¿qué tal si me traes una cerveza? Si veremos
una película, voy a necesitar una cerveza.
La cabeza del Chelsea se inclina. —No tenemos ninguna, Lucas. Mi
hermano y Rachel no eran bebedores.
—Eso es una mierda.
Todos caminamos hacia el salón, y el músculo de mi mejilla se contrae
mientras observo a Lucas lanzar su brazo alrededor de los hombros de Chelsea
casualmente. Cómodamente. Con íntima familiaridad.
Realmente no me gusta este imbécil. Y no soy el único.
Rory viene hasta mi lado y susurra: —Si toca mi cabeza otra vez, perforaré
sus pelotas.
—Suena como un plan.
—¿Podemos ver la película en la habitación de mamá y de papá? —
pregunta Riley con cuidado—. Solíamos tener una noche de cine allí cada semana.
Pero no lo hacemos ya... —Se encoge de hombros.
—Claro —digo.
—Creo que es una gran idea —concuerda Chelsea con suavidad.
—¡Amigo! ¡Acabo de tener una gran idea! —dice Lucas, girando en mi
dirección—. Así que... eres como el niñero, ¿verdad?
—¿El qué? —pregunto, mi expresión volviéndose hostil.
—¿Cómo una niñera, pero eres un chico? Puedes cuidar a los niños, ¿no?
—¡Genial! —chilla Nikki, comprendiendo la idea de Lucas—. Por lo tanto,
el señor alto, oscuro, y sexy puede quedarse con los bebés, ¡mientras nosotros
cuatro salimos!
Espero que Chelsea decline.
Espero que diga que preferiría quedarse con los niños.
Conmigo.
Pero no lo hace. 1
Sólo se gira hacia mí inexpresivamente. —¿Estarías bien con eso, Jake? 03
Un resoplido retumba fuera de mí. La frustración y el resentimiento arden a
fuego lento en mi estómago, como ácido. —Cualquier cosa que quieras hacer,
Chelsea.
—Genial. —Lucas asiente. Y todavía no ha quitado su puto brazo de su
hombro.
Quiero apartarlo.
Los ojos de Lucas se arrastran sobre ella. —Debes cambiarte, nena.
Le doy una mirada dura. —Creo que se ve perfecta.
Su cabeza se gira. —Bueno, claro, se ve caliente. —Luego se gira hacia
Chelsea—. Pero te ves como una mamá. Caliente y todo... pero aun una mamá,
¿sabes?
Y ahora quiero romper su boca, también.
Su cara cae, pero está de acuerdo. —Bueno. Voy a cambiarme muy rápido y
luego saldremos.
Diez minutos más tarde, baja las escaleras en vaqueros ajustados y un top
blanco. La camisa presiona sus tetas en una fantástica manera, se ve hermosa. Pero
diferente. Hay menos... elegancia en este conjunto. Y se ve infinitamente más
follable.
Lo cuál no sería malo, normalmente. Si la hubiese conocido en un bar,
llevando eso antes, hubiera hecho todo para conseguir que volviera a casa
conmigo. Es sólo el hecho de que vaya sin mí, donde otros idiotas la miren y
piensen lo mismo, lo que me molesta.
Me lleva a la cocina, recitando el horario de alimentación de Ronan y la hora
de acostarse. Cosas que ya conozco ahora. Cuando deja de hablar, sus ojos se
elevan desde el suelo hasta encontrarse con los míos.
—Siento lo de la cena.
—No lo hagas.
—Jake, yo... —Se lame los labios, moviendo sus pies indecisa—. No los he
visto en dos meses. No sabía... —Hace una pausa de nuevo, entonces parece
encontrar las palabras que quiere decir—. ¿Estás enojado conmigo?
Y sus ojos se ven tan esperanzados. Tan... vulnerables. Mi voz se suaviza. —
No, no estoy enojado contigo.
1
Sus amigos idiotas, sin embargo, eso es otra historia. 04
—¿Y estás de acuerdo con esto? ¿Cuidar a los niños por mí?
En derecho procesal, se aprende muy rápidamente que las palabras tienen
significado. Las preguntas, las respuestas, se plantean con cuidado y previsión,
porque gran parte de lo que se dice podría estar abierto a la interpretación. Me he
hecho muy bueno en esquivar, una habilidad útil en este momento.
—Tengo planeado estar aquí toda la noche de todos modos.
Y entonces pienso en esa rueda de hámster de nuevo. Toda la entrega de sí
misma que ha hecho, sin pedir nada. Mi mano se extiende, cubriendo la suya. —
Deberías salir con tus amigos, Chelsea. Que te diviertas. —No importa lo mucho que
odie la idea—. Los niños y yo estaremos bien.
Sonríe, como si le hubiera quitado un peso. Y me siento un poco menos
miserable.
La habitación de Robert y Raquel McQuaid está en el tercer piso de la casa.
La escalera a su habitación comienza al final del pasillo del segundo piso. La
privacidad obviamente era importante para ellos. Y el romance, tenían seis niños,
después de todo. La habitación es enorme: una sala, un baño tipo spa, armarios tan
grandes como algunas cocinas de apartamentos. Las paredes son de un rojo
elegante, la madera oscura. Hay una chimenea en la esquina con su retrato de boda
en ella, se ven felices y jóvenes, y tan ansiosos por comenzar su vida juntos. En el
tocador hay fotos de sus hijos, fotos naturales de primeros baños, mañanas de
Navidad, días en la playa, y mimos para dormir.
Los niños están callados cuando entran, casi como si la habitación fuese un
santuario. Pero después de unos minutos, su exuberancia natural y fácil
comodidad con el espacio toma el relevo. Me recuerdan a cachorros en una caja,
mientras suben en la cama California de sus padres chocando entre sí, tendidos
sobre los otros, hasta que todos están finalmente colocados y cómodos. Riley tiene
a Regan en su regazo. A juzgar por la forma en que Regan chupar su pulgar y su
mirada es lejana, tendrá suerte si está despierta más allá de los créditos de
apertura. Raymond agarra al Tío Cosa en sus brazos como una manta de seguridad,
y Rosaleen acaricia el espacio vacío en el centro de la cama. 1
—Vamos, Jake, hay espacio para ti. 05
No sé las reglas acerca de un hombre adulto metiéndose en la cama con
niños con los que no está relacionado, pero sus expresiones colectivas,
cómodamente expectantes, calman mi mente. Deslizo la película en el reproductor
de DVD, agarro el mando a distancia, y salto sobre el colchón, por lo que todos
rebotan y ríen.
Más tarde, para cuando los Goonies le dicen a Troy y su cubo que se vayan a
la mierda, Rosaleen pregunta: —¿A dónde se fue la tía Chelsea?
Me tenso, pensando exactamente donde está Chelsea y con quienes.
—Salió con sus amigos —respondo, intentando contener el disgusto en mi
voz.
—No me gustan —susurra Riley, con el fin de no despertar al cuerpo
dormido de dos años en su regazo—. Fumaban hierba en el patio trasero.
—¿De ahí venía ese olor? —pregunta Rosaleen.
—Sí.
Mis puños se aprietan. Son tan egoístas, irresponsables... fui joven una vez
también, pero veintiséis años no es tan joven. Es demasiado viejo para ser una
excusa para la estupidez.
—Eran idiotas —dice Rory.
Ni siquiera lo castigaré por el idioma, porque no podría estar más de
acuerdo.
Entonces volvemos a ver la película.

—Eso fue impresionante —declara Raymond mientras Cyndi Lauper canta


en los créditos.
—¿Hay una segunda parte? —pregunta Riley.
—Nop. —Bostezo—. En los años ochenta sabían que no debían meterse con
la perfección.
Rosaleen salta en mi regazo, haciéndome gruñir. Entonces me agarra la cara 1
con ambas manos pequeñas, deslizando una hacia abajo y empujando la otra hacia
arriba. —Eres un poco como ese chico Sloth, Jake. Eres grande y fuerte. —Me mira, 06
pensativa—. Pero no eres tan feo como él.
Aceptaré lo que pueda conseguir. —Gracias —murmuro aunque aprieto los
labios.
Los niños bajan de la cama, estirándose y con cara de sueño. Rory
pregunta—: ¿Tenemos que lavarnos los dientes?
Camino con ellos por las escaleras hasta el segundo piso. —No, creo que los
dientes van a sobrevivir una noche sin ello. Solo vayan a dormir.
Los chicos se dirigen a su habitación, y Riley emerge de la de Regan después
de acostarla con éxito. Me detiene con su juiciosa mirada adolescente, entonces me
da la más pequeña de las sonrisas. —Esto fue muy divertido. Gracias.
Y una extraña, sensación de calor hormiguea en mi pecho. —Lo fue. De
nada.
Rosaleen toma mi mano y me lleva a su habitación. Es de color rosa y de
princesa, con un unicornio y un arco iris pintado en un mural azul en el techo. Se
mete en la cama con dosel. —¿Te acostarás conmigo, Jake?
Niego con la cabeza. —No.
Castañetea los dientes dramáticamente y levanta las mantas hasta su
barbilla. —¿Pero que si el tuerto Willie trata de llevarme?
Me rasco la nuca, debatiéndome. —Bien... ¿podemos dejar la puerta abierta
y la luz del pasillo encendida?
Nope, no lo suficientemente bueno.
—Y... puedo sentarme afuera de tu puerta hasta que te duermas. —Traje mi
ordenador portátil para trabajar un poco, y el suelo me sirve, tanto como un
escritorio. No soy exigente.
—Está bien. —Sonríe. Entonces me hace un gesto con la mano para que me
acerque. Me inclino y levanta la cabeza de la almohada, colocando el beso más
suave en mi mejilla.
Y el extraño, hormigueo cálido surge en venganza.
—Buenas noches, Jake. Dulces sueños.
La observo por un momento mientras yace debajo de las sábanas, la imagen
misma de todas las cosas puras y buenas e inocentes. Y todo en mí quiere que sea
capaz de quedarse así. 1
Niego con la cabeza ante mi sentimentalismo. Porque no creo en esa mierda 07
ñoña. Duro, cínico, brutalmente honesto, sí, pero nunca cursi.
Apago la luz. —Buenas noches, Rosaleen.

Tiempo después, no se si treinta minutos o tres horas, me despierto en el


suelo, mi ordenador abierto en mi regazo, mi barbilla en mi pecho, mi cuello
dolorido y mi culo completamente entumecido. Estoy desorientado al principio; no
estoy seguro de dónde estoy ni por qué estoy en el maldito suelo. Miro a mi
alrededor, inhalando profundamente, y entonces recuerdo. Los Goonies, Chelsea
saliendo con sus amigos perdedores, los niños.
Cierro el portátil y froto mis ojos, preguntándome qué me despertó.
Rosaleen está fuera de combate y todo está silencio en las otras tres puertas
cerradas‖en‖la‖sala,‖incluyendo‖la‖habitación‖del‖bebé.‖Me‖pongo‖de‖pie‖y…
Thump.
Un sonido proviene de la planta baja, entonces escucho intelegibles voces
bajas.
¿Qué demonios?
Mis músculos se tensan, esperando problemas. ¿Tal vez alguien está
entrando? Me pregunto si el Chelsea movió esa llave de debajo de la alfombra.
—Mmm... sí...
Eso fue un gemido masculino. Un ladrón no gemiría.
Me arrastro por las escaleras, forzando los oídos. Y las voces se aclaran más
con cada paso.
—¡Lucas! —Esa fue Chelsea.
—Eres tan jodidamente caliente, bebé.
Mi estómago se retuerce y mis puños se aprietan. No es un ladrón.
—Te necesito tanto —dice.
—Lucas…
1
Su voz es baja, un susurro áspero porque está pensando en los niños.
Siempre está pensando en los niños. Pero sus palabras son claras. 08
—Lucas, aléjate.
Y también son las de él.
—No seas una perra, Chels. Sé que lo quieres.
—No. Detente, Lucas, ¡no!
—Shh,‖rel{jate.‖Sólo‖déjame…
Y enloquezco.
Giro en la esquina en la sala. Están en el sofá, todavía con la ropa puesta. Él
está en la parte superior, apretándose contra ella, cubriéndola casi por completo a
excepción de sus piernas.
Sus piernas retorciéndose.
En un solo movimiento, lo aparto de Chelsea por la parte de atrás de la
camisa. Lo sostengo con una mano y le doy un puñetazo en la cara con la otra. Mi
puño hace contacto con un crujido de satisfacción y siento su nariz romperse bajo
mis nudillos. Mi visión se tiñe de blanco con rabia, y mi pulso late en mis tímpanos
mientras me retiro y lo golpeo de nuevo en la boca. Él levanta sus manos para
protegerse, y lo tiro al suelo.
Solo para poder patearlo. Mi puntapié lo alcanza justo debajo de la costilla,
sacándole el aliento de sus pulmones.
Y quiero más. Estoy hambriento por ello, dolor, sangre, y maldito
sufrimiento.
Jadea y resuella, tratando de buscar aire. Pero no lo escucho. En realidad, ni
siquiera lo veo. La única imagen reproduciéndose detrás de mis ojos es Chelsea,
dulce y gentil, negándose y luchando debajo de él. Diciéndole que no. Rogándole
que se detenga.
Él no lo hace. ¿Por qué mierda debería hacerlo yo?
Lo levanto por su brazo de un tirón y lo lanzo contra la pared.
—Ella dijo que no ¡idiota! ¿Estás sordo? —Luego envuelvo mis manos
alrededor de su garganta.
Es suave. Débil. Tan fácilmente rompible.
Y aprieto.
Sus ojos sobresalen y agarra mis manos. Pero es tan eficaz como el roce de
1
las alas de una mariposa. 09
—Jake, por favor, no lo hagas.
La mano de Chelsea está sobre mi hombro, y su voz es baja. Rogando. —
Jake, no lo hagas. Por favor detente.
Se siente como un puerto, estable y calmo en medio de las aguas oscuras
agitadas y mortales.
Y entonces me detengo. No porque él lo merezca.
Solo porque ella me lo pidió.
Lo suelto y el imbécil se desliza hasta el suelo, tosiendo y sangrando. Jadeo,
bajando mi mirada hacia él, mi corazón latiendo salvajemente en mi pecho. Agarro
su chaqueta de la silla, lo suficientemente consiente para sacar las llaves del
bolsillo, porque huele como una fábrica de cerveza, antes de lanzársela.
—Vete —gruño, sonando tan salvaje como me siento.
Limpia su cara ensangrentada con su chaqueta y me mira con ojos llenos de
odio e impertinentes. —Necesito mis llaves —espeta.
Maldito tonto.
—No. Puedes dormir en tu auto. Cuando estés sobrio por la mañana,
entonces puedes llevar tu patético trasero a otro lugar.
En realidad, abre su boca para discutir, pero no se lo permito.
—Tienes dos opciones. Dormir en el jodido auto, o terminar inconsciente en
el hospital. Sé cual preferiría yo.
Y no es el auto.
Mira por encima de su hombro a Chelsea, y el vello se me pone de punta al
pensar que incluso su mirada la está tocando.
—Lucas haz lo que él dice. Nikki y Kevin se levantarán dentro de unas
horas. Luego todos ustedes podrán irse.
Con una mirada final, camina, encorvado, saliendo por la puerta. La cual
cierro de un golpe detrás de él.

1
Le doy vuelta a la cerradura y al pestillo para asegurarme que se quede 10
afuera. O tal vez para asegurarme de que yo no salga y lo mate. Mis manos
tiemblan, todo mi cuerpo todavía vibrando con una furia apenas contenida, y algo
más a lo que no quiero colocarle un nombre.
Desde atrás de mí, la voz de Chelsea tiembla. —No puedo creer que Lucas
tratara…
Me doy vuelta como un volcán errante y exploto sobre ella.
—¡Por supuesto que iba a intentarlo maldición! ¿Qué demonios esperabas?
¿Pensaste que viajaría por todo el país solo para un abrazo y un beso en la mejilla?
Los brazos abrazan su cintura con mucha fuerza. Su voz se hace más baja. —
Pensé que era mi amigo.
—Lo de ser ingenua es lindo Chelsea, pero ser una maldita idiota no lo es.
Endereza su espalda como si hubiera levantado mi mano para golpearla. —
¿Disculpa?
Sentimientos desconocidos burbujean en mi interior como alquitrán negro,
revistiendo mis entrañas, espesos y pegajosos.
Y feo.
—¿Tu amigo? —Me río. Y arrastro mis ojos de arriba hacia abajo por su
cuerpo—. ¿Vistes de esa forma para todos tus amigos? —Chasqueo mi lengua—.
Tipos afortunados.
Su voz se levanta una octava. —No hay nada de malo con cómo estoy
vestida.
Mis preguntas cortan el aire. Afiladas y cortantes. —¿Estás borracha?
—No.
—¿Estás drogada?
—¡No!
—¿Has follado con él antes?
—¡Eso no es asunto tuyo!
Mi boca se tuerce. —Eso es un sí.
—¡No me interrogues!
—¿Sabes lo que pudo haberte ocurrido si no hubiera estado aquí? —grito,
olvidándome de los seis niños durmiendo en la parte de arriba. 1
Porque eso es el centro de todo, lo que me ha dado ansias de asesinar. Lo 11
que me hacer querer atravesar la pared con mi puño, o, más exactamente, me dan
ganas de agarrar a ese pedazo inútil de mierda que se encuentra afuera y
atravesarlo con mi puño. Son las cosas indecibles que le pudieron haber ocurrido a
ella si alguien más que yo hubiera estado aquí.
He mirado los ojos de las sobrevivientes. He visto las secuelas. Y, claro, tal
vez siguen adelante. Y quizás consigan superarlo. Pero jamás lo olvidan.
Y jamás, nunca llegan a ser las mismas.
—Sí, Jake estoy muy consciente. Al contrario de lo que tú crees, no soy
estúpida. Agradezco que te encontraras aquí. —Su voz cambia de inexpresiva a
fría—. Y ahora puedes irte.
Señalo a la puerta. —No voy a ir ningún maldito lugar mientras él esté ahí
afuera.
—De acuerdo. Disfruta el sofá.
Entonces soy despedido. Chelsea se da la vuelta, su espalda tan recta como
la de un soldado, y camina hacia el pasillo. Después de dar tres pasos mira para
atrás, y sus palabras me golpean como una bola de demolición. —Jake ahora veo
por qué eres un abogado de defensa tan exitoso. Eres muy bueno en culpar a la
víctima.
Por un segundo solo me quedo ahí de pie. Demasiado aturdido, tal vez muy
avergonzado, para responder.
Sube por las escaleras, y me encuentro solo. Con el eco de todas las cosas
que no debería haber dicho zumbando en mis oídos.

1
12
Traducido por Miry GPE
Corregido por Dannygonzal

Cinco minutos más tarde me encuentro en la cocina, hurgando en los


armarios y cajones, como un adicto que olvidó dónde escondió su alijo.
Y murmurándole al hermano muerto de Chelsea.
―Vamos,‖ Robert,‖ conocí‖ a‖ tus hijos. ―Compruebo la parte trasera de la
nevera, moviendo a un lado una jarra de leche de almendras, un bloque de tofu y
una bolsa de peras orgánicas―. No hay una jodida manera de que no tengas
alcohol en algún lugar de la casa.
En este punto me conformaría con una botella de NyQuil. 1
Busco en el congelador. Y ahí, debajo de los envases de salsa de espagueti 13
congelado, encuentro oro líquido. Una botella de Southern Comfort.
Miro la etiqueta, ya saboreando el alivio en mi lengua. ―Bravo, Robbie. Mi
tipo de hombre.
Desenrosco el tapón y tomo un trago, demasiado impaciente para servirlo
en un vaso. El líquido frío quema formando un agradable y adormecedor sendero
por mi garganta. Antes de cerrar el congelador, agarro una bolsa de guisantes para
mis doloridos nudillos. Después tomo un vaso del armario y lo lleno hasta la mitad
con el alcohol color ámbar. Mientras formo un remolino en el vaso, el golpeteo de
pies cubiertos en calcetines viene bajando por la escalera trasera.
Y un momento después, Rory se encuentra de pie en la entrada, en
pantalones de dormir azules y una camiseta blanca de algodón, con su rizado
cabello marrón sobresaliendo en todas direcciones. Pero sus ojos se ven alertas y
muy abiertos, lo que me dice que ha estado despierto desde hace algún tiempo.
―¿Qué haces fuera de la cama? ―pregunto gentilmente.
―Me dio sed ―miente―. ¿Puedo tomar un vaso de agua?
Me muevo para que se siente en el centro de la isla, luego lleno un vaso con
agua fría del fregadero. Lo deslizo frente a él, y por unos instantes bebemos de
nuestras respectivas bebidas en el tranquilo silencio de la cocina poco iluminada.
Hasta que confiesa―: Los escuché a la tía Chelsea y a ti.
Solo asiento.
Me mira con una vacilante y aguda mirada azul. ―Fueron ruidosos.
Sonabas... enojado.
Trago un sorbo y exhalo. ―Sí. Estaba enojado.
La culpa ya carcomiéndome. Pero cuando sus rasgos se tensan por la
preocupación, la picadura de pesar se siente particularmente aguda. ―¿Te irás?
Pongo mi vaso sobre la encimera y lo miro a los ojos. ―No, Rory, no me iré.
Su rostro se relaja. ―Bien.
Bebe su agua, y luego pregunta―: ¿Por qué pelearon?
―Yo... perdí mi temperamento.
―¿Actuaste como un pequeño imbécil enojado? ―pregunta, usando mis
propias palabras en mi contra. 1
Resoplo. El chico es astuto, le concedo eso. 14
―Algo así.
―Mis padres solían pelear de vez en cuando...
Con el estrés de tantos hijos, no me sorprende. En realidad, si en algún
momento Robert McQuaid hubiera‖ actuado‖ como‖ “Aquí‖ est{‖ Johnny”‖ de‖ la‖
película El resplandor, no me sorprendería.
―... pero discutían en el auto.
Una sonrisa se forma en mis labios. ―¿En el auto?
―Sí. ―Se ríe―. Supongo que no querían que supiéramos que peleaban, por
lo que salían a donde no pudiéramos escucharlos. Los veíamos desde la ventana de
arriba. ―Su voz se silencia, sonriendo ante el recuerdo―. Las manos de mi madre
se movían así...
Los brazos de Rory se mueven sobre su cabeza como un pulpo epiléptico.
―Y mi papá estaba...
Se pellizca el puente de la nariz y sacude la cabeza: imitando perfectamente
a un hombre intentando razonar con una mujer irrazonable.
―¿Qué pasaba cuando entraban de nuevo? ―pregunto.
Piensa un momento antes de responder. ―Ellos, como que, andaban
alrededor del otro. Sin hablarse o mirarse. Pero después de un tiempo, las cosas
volvían de nuevo a ser normales, ¿sabes?
No lo sé, la verdad. Yo tenía un asiento en primera fila para los
”desacuerdos”‖de‖mis‖padres.‖Pero‖asiento‖y‖le‖digo‖lo‖que‖ya‖sabe.
―Ellos eran buenos padres, chico.
Suspira profundamente, con apenas una sombra de tristeza. ―Sí.
Termino el resto de mi bebida. ―Vamos, ya es tarde. Vuelve a la cama.
Rory salta del taburete y juntos subimos las escaleras. Cuando llegamos a la
puerta de su habitación, finge una actitud indiferente con la que ahora estoy
familiarizado.
―No soy un bebé, sabes. No tienes que arroparme.
Palmeo su espalda. ―Sí, lo sé.
Pero de todas formas entro en la habitación con él.
Mientras Rory se mete en la cama de abajo, echo un vistazo hacia donde 1
Raymond ronca en la parte superior y subo las mantas que pateó. Una vez que se
encuentra acomodado, también organizo sus mantas. 15
―Buenas‖noches, Rory. Dulces sueños.
―Buenas‖noches. ―Se gira a su costado, acurrucándose en las almohadas.
Camino hacia la puerta, pero antes de salir, la voz tranquila de Rory me detiene―.
Me alegro de que estés aquí.
Y con asombro, comprendo... que yo también.
Me doy la vuelta, encontrando su pequeño cuerpo en la oscuridad, con una
tímida sonrisa en sus labios. Y le digo―: Yo también.
Entonces cierra los ojos.
Sin embargo, hay alguien que probablemente no se siente tan feliz de que
esté aquí en este momento. Y me dirijo directamente a su habitación. Debido a que
ella y yo necesitamos hablar.
Escuché gente hablar sobre la ansiedad. Los nervios. Pero eso no me sucede.
No me siento nervioso antes de una declaración de apertura o de cierre, ni cuando
mi jefe me llama a su oficina para una reunión, y desde luego tampoco antes de un
ligue. Supongo que nunca me preocupaba por nada, ni por nadie, lo suficiente
como para preocuparme por cosas que no funcionan. Siempre pensé que sería
capaz de arreglarlo o encontrar una opción igual para reemplazarlo.
Sabes lo que diré a continuación, ¿cierto?
Sí: parado afuera de la puerta del dormitorio bien cerrado de Chelsea, me
siento jodidamente nervioso. Mis manos sudan, mi estómago esta tenso, mi piel
pica, y puedo sentir el corazón en la garganta.
¿Cómo vive la gente así?
Es horrible. Lo odio.
Y la forma más rápida para no sentirse así, es simplemente ir directo al
asunto. Hablar con ella. Comer mierda y sonreír mientras mastico. Lo que estoy
totalmente preparado para hacer.
Si tan sólo pudiera obligarme a en realidad tocar la puerta.
Pero ahí es donde la ansiedad malvada entra en juego. No me permite 1
llamar a la puerta, porque... ¿y si me dice que me joda? ¿Y si no acepta mis
disculpas? ¿Y si llegó a la conclusión de que soy un imbécil violento que es 16
inadecuado para permanecer a su alrededor y de los niños?
Mierda.
Un movimiento en la parte inferior llama mi atención y bajo la mirada, tío
Cosa me mira con frialdad. No menea la cola, y su mirada es burlona. Casi puedo
escucharlo decirme cobarde telepáticamente.
―Cállate ―gruño.
Se gira con disgusto y se aleja trotando.
Me paso la mano por el cabello, tomo un respiro y toco dos veces. Es lo
suficientemente suave para que no llegue a cualquiera de los doce oídos en el piso
de arriba, pero es decisivo; las mujeres responden a la confianza. La puerta se abre
más rápido de lo que esperaba, y sólo lo suficiente para enmarcar el rostro de
Chelsea. Sus ojos se encuentran enrojecidos y húmedos.
Apoyo la mano en el marco, inclinándome. ―¿Estás bien?
Su barbilla se eleva, toda estoica intentando fingir indiferencia, pero es tan
mala en eso como su sobrino malhablado y roba autos. ―Estoy bien.
Luego me cierra la puerta en la cara. No la azota, pero tengo la sensación de
que realmente quiere azotarla.
Toco de nuevo.
Y vuelve a abrirse, mismo ancho, misma expresión mirándome.
―Actué como un idiota contigo. ―Pensé que era mejor saltar los
formalismos y llegar directamente al grano.
Esta vez su mirada se eleva y baja, midiendo mi sinceridad. Su hermosa
boca‖permanece‖en‖esa‖firme‖línea‖de‖“jódete”.‖―De acuerdo.
Y cierra la puerta.
Cuando toco de nuevo y la puerta se abre otra vez, coloco mi pie dentro
para mantenerla abierta. ―Lo siento, Chelsea.
¿Puede escuchar el estrés? ¿El arrepentimiento que jodidamente no suena
para nada como yo? ¿Sabe que esta nueva voz solo está reservada para ella?
Por‖supuesto‖que‖no,‖idiota…‖porque‖no‖se‖lo‖has‖dicho.
―Me enojó que él, que cualquier persona, intentara hacerte daño. Me
desquité contigo, y me equivoqué.
1
Chelsea parpadea y su semblante se descongela un par de grados, pero
sigue siendo frío. Se encoge de hombros, y casi río. Porque veo exactamente de 17
dónde lo tomó Riley.
―Olvídalo, Jake. Está bien.
―No está bien. ―Presiono el rostro en la apertura entre el marco y la
puerta, sintiéndome como un maldito idiota, pero poniéndolo todo en la línea―. Y
parte de la razón por la que estaba enojado, incluso antes de que te fueras con
ellos, fue porque... sentí celos.
Su mandíbula cae. ―¿Celos?
Asiento. ―¿Puedo entrar? Me siento como un idiota hablando a través de la
apertura.
―Oh. ―Se mueve hacia atrás, abriendo la puerta de par en par―. Claro.
Entro y cierro la puerta detrás de mí, y me encuentro rodeado de todas sus
cosas: su olor en el aire, la ropa colocada en la silla de la esquina, las joyas que
adornan su delicado cuello sobre la cómoda, una foto enmarcada de ella en un
vestido de graduación, flanqueada por su hermano y su cuñada, sobre la mesita de
noche, y su cuaderno de dibujo abierto en la cama. La sobrecarga sensorial de estos
íntimos lugares y aromas, literalmente me hace sentir débiles las rodillas.
Ella se encuentra delante de mí, esperando. Se cambió de ropa, se fue el sexy
top y los pantalones ceñidos. En su lugar se hallan una aún más sexy sudadera
azul rey de los Dodgers de Los Ángeles y unos diminutos pantalones cortos
blancos de algodón. Su rostro perfectamente libre de maquillaje, enmarcado por las
suaves ondas castaño rojizo. Mi mano se contrae por el loco impulso de pasar los
dedos por esas ondas; contar cada tono brillante de color que encuentre.
―¿Segura de que estás bien? ―pregunto.
Desdobla los brazos y asiente. ―Sí. He tratado antes con chicos demasiado
ansiosos. ―Se sienta en la cama, jugando con la manta―. Solo que nunca esperé
que Lucas fuera uno de ellos.
No quiero preguntar, pero el masoquista dentro de mí tiene que saber. ―¿Él
es... como... un novio?
―No, nunca fue de esa manera. Éramos... amigos. Casual, ¿sabes?
Sí, sí lo sé.
Sacude la cabeza. ―Ellos me enviaron un mensaje desde el aeropuerto 1
después de que aterrizaron, una sorpresa. Pero tan pronto como llegaron aquí,
supe que fue un error. Como todo, la manera en que veo las cosas, mi idea de un 18
buen momento, ha cambiado. ―Sus ojos se arrugan por la pena. Pena por su
hermano, por la chica despreocupada que solía ser―. Creo que la responsabilidad
te hace eso.
Me siento en la cama junto a ella. ―Lo siento.
Siento que tu hermano muriera. Siento que tuvieras que madurar en una sola noche.
Siento que lleves el peso de seis mundos en tus delgados hombros.
Mi mano se mueve a su rodilla para darle consuelo, pero cuando mi palma
hace contacto con su piel cálida, se transforma en algo más.
Y ella lo siente también.
Sus pestañas gruesas se abanican un poco, su mirada en la mía. Se inclina
hacia mí, cada vez más cerca.
―¿Por qué estabas celoso de Lucas, Jake? ―Su lengua se muestra, mojando
su labio inferior. No creo que se dé cuenta de que lo hace, pero no puedo notar
nada más que eso―. Es decir, él aún es un muchacho, dependiendo de sus padres,
todas las noches de fiesta. Tú tienes una vida real; tienes una carrera increíble.
―Pero él te tenía. ―Ni siquiera pienso antes de hablar, porque algo sobre
Chelsea McQuaid me hace querer... dar. Más. Extiendo mi otra mano y acuno su
mejilla. Los mechones sedosos de su cabello se deslizan por mis dedos―. Al menos
por esta noche, te tenía. ¿Cómo podría no estar celoso?
Chelsea se inclina acercándose más y bajo la cabeza, hasta que nos hallamos
a pocos centímetros de distancia. Tan cerca que puedo saborear la dulce menta de
su aliento.
―¿Es eso lo que quieres? ―pregunta en voz baja―. ¿Me quieres?
Me pierdo en esos ojos azul claro. Infinitos y cerúleos, como el mar tropical.
Y mi voz es apenas un susurro―:‖Todo‖el‖tiempo.‖No puedo recordar no quererte.
Cerramos el espacio entre nosotros, y nuestros labios se fusionan. Jesús. Al
principio es lento, una exploración suave. Y luego mis dedos la sostienen con más
firmeza, presionando su nuca, jalándola más cerca. Mi boca cubre la de ella; es
flexible, suave y tan jodidamente ansiosa. Se siente... eléctrica... e importante.
Como si cada beso anterior fuera sólo un ensayo general para prepararme para
este. Para traerme aquí, a este momento, donde no puedo saborearla lo
suficientemente profundo, no puedo acercarme lo suficiente.
Me presiono con más fuerza contra ella, y ella se encuentra justo ahí 1
conmigo: arqueando la cabeza, encontrando mis toques. Froto mi lengua por sus
labios, saboreando la menta y a ella. Chelsea abre la boca y deslizo la lengua
19
dentro de sus profundidades húmedas, ahondando y gimiendo, listo para
devorarla.
Con nuestras bocas aún unidas, se eleva sobre sus rodillas, subiendo por
encima de mí. Sus dedos pasan por mi mandíbula, tocando mi mejilla. Nos
movemos más dentro de la cama, y ella se acuesta de espalda, sus manos me guían
a ella, manteniéndome cerca. Me coloco entre sus muslos abiertos, sintiendo el
calor y la tensión, el deseo absoluto. Sus pezones se hallan duros y calientes bajo la
sudadera. Se presionan a través de la tela contra mi pecho como dos llamas
afiladas, y jodidamente gimo contra su boca. Porque quiero avivarlas con mi
lengua, succionar ese fuego. Inclina la cabeza, deslizando su lengua lentamente
contra la mía.
Y sus caderas lentamente, deliberadamente se elevan.
Joder. Empujo contra ella en un largo y tenso frotamiento, porque se siente
demasiado malditamente bien como para no hacerlo. Responde con un gemido
enérgico, bajo, gutural, y tan decadente como el sabor de su lengua. Mi mano sube
por su suave muslo desnudo, hacia la cadera. Aferrándola con dedos ásperos,
sosteniéndola quieta, así me puedo frotar contra ella de nuevo.
Pero entonces gira la cabeza hacia otro lado, respirando con dificultad.
―Jake, los niños...
Mierda. Pensar en la media docena de demonios dormidos a sólo unos
metros debería poner freno a mi deseo. Pero no lo hace. La erección rígida y
caliente presionándose entre nosotros susurra: Pueden ser silenciosos. Ellos están
dormidos. Tienen horas y horas hasta la mañana, lloriquea. Sólo piensa en lo que podemos
hacer con todo ese tiempo.
Y como si el bebé realmente pudiera oírlo, el grito de Ronan resuena desde
el monitor en la mesa de noche.
Doble jodida mierda de perro.
Ese no era yo. Esa era la polla hablando.
Ruedo fuera de Chelsea. Cubro mis ojos con mi antebrazo y mi aliento sale
en bocanadas contundentes, como si hubiera corrido un maratón.
Pronuncia mi nombre otra vez, y digo jadeando―: Está bien, tienes razón.
Sólo... sólo dame un minuto. 1
O una hora. Posiblemente un día.
20
Chelsea se ríe sin aliento, con un asomo de frustración. ―Mi‖ sobrino‖ es‖
increíblemente oportuno. Increíblemente inoportuno.
Levanto mi brazo y la miro. Sus mejillas se hallan sonrojadas
satisfactoriamente, sus labios hinchados. Es una muy buena apariencia en ella.
Se incorpora para ir a atender al bebé hambriento, y me volteo de costado y
tiro de ella contra mí. ―Deja que te lleve a una cita mañana en la noche ―digo.
Sus dedos se deslizan por mi frente. ―No tengo a nadie que cuide a los
niños. No puedo encontrar a una niñera de la nada. Son muchos a los cuales
cuidar.
―Tengo eso cubierto. ―Sucede que conozco a la criadora de niños más
fuerte, más capaz y paciente de todas. Ella me llevó a la edad adulta en una sola
pieza, y yo era mucho peor que todos los McQuaids juntos.
Chelsea se inclina hacia atrás. ―¿Sí?
―Sí. Así que di que sí.
Me besa, rápido y duro, de la forma en que me gusta. Luego salta de la cama
porque Ronan está llorando a todo volumen.
―Sí.

1
21
Traducido por Lauu LR
Corregido por Vane Farrow

A las seis de la tarde, la noche del sábado, estoy parado en el vestíbulo de


Chelsea, usando pantalones negros, una camisa gris abotonada y una chaqueta
negra. Chelsea aun esta escaleras arriba vistiéndose. Yo no fui a mi baile de fin de
curso, pero si lo hubiera hecho, me imagino que se habría sentido parecido a esto.
Hambrienta emoción. Inquietantes posibilidades. Es una nueva y rara clase de
emoción y como que me gusta.
Cuando un golpe viene de afuera, abro la puerta, y ahí, enfrente de mí, está
la encantadora de niños. Por suerte, ella era buena con los avisos cortos.
—Hola, mamá.
1
Mi madre es una mujer delgada, metro y medio, cincuenta kilos, exóticos 22
ojos gris-azulados que veían a través de cualquier tipo de mierda, y una cara
atractiva sin importar el paso del tiempo. Lo que le faltaba en estatura física ella lo
reponía muy por encima con personalidad. Se lanza hacia mí, brazos alrededor de
mi cuello. —¡Osito! ¡Te he extrañado!
Por la esquina de mi ojo veo a Rory y Raymond, dos caras de la misma
risueña moneda. Raymond codea a su hermano. —¿Osito?
Internamente suspiro. Esto puede ponerse feo.
Detrás de mi madre, Owen, su novio a largo plazo, entra, cargando bolsas
muy llenas de compras en ambas manos. Owen está en sus cincuenta, tiene una
notable barriga cervecera, y ha estado a solo un cabello o dos de quedarse calvo
por años. Juntos, son una pareja extraña, del tipo que hace a las personas decir ¿En
serio ella sale con él? Pero Owen es un infierno de tipo, paciente, amable, trabajador,
y ha adorado el suelo sobre el que camina mi madre desde el día que se
conocieron.
Pone una bolsa en el suelo y estrecha mi mano. —Es bueno verte Jake.
— ¡Oh! —exclama mi madre, el acento de Alabama que nunca ha perdido
por complete apareciendo—. Tengo que‖ sacar‖ las‖ otras‖ dos‖ bolsas‖ del‖ carro…no‖
podemos olvidarlas.
Owen golpea el aire con su mano. —Las tengo G. Tómalo con calma.
Los niños, menos Ronan, están alineados en la entrada de la sala de estar.
Riley sostiene a Reagan en su cadera. —¿Son ellos? —me pregunta mi madre,
señalándolos con la barbilla.
—Esos son.
Se aproxima a ellos lentamente, analizándolos uno por uno. —Hola ahí,
niños. Soy la mamá de Jake y su niñera por esta noche. Pueden llamarme Gigi. —
Señala con el pulgar por encima de su hombro—. Y ese es Owen.
—¿Qué hay en las bolsas? —pregunta Rosaleen.
—Bueno, no eres una cosa adorable. —Mi madre se agacha para quedar al
nivel de sus ojos—. En las bolsas está lo que haremos esta noche. Ingredientes para
toda clase de galletas. Chispas de chocolate, azúcar, bendita mantequilla de maní,
y algunas que ni siquiera han sido inventadas.
Dos de los cinco se chupan los labios. 1
Mi madre se endereza y se dirige a Riley. —¿Tú eres Riley?
23
—Uh-huh.
— ¿Alguna alergia en este montón de la que deba estar al tanto?
—No, Gigi, no tenemos ninguna alergia.
— ¡Perfecto! —Camina por la línea y se detiene enfrente de Rory. Su boca
está cerrada y sus ojos se estrechan sospechosamente—. ¿Tú eres Rory?
—Sí.
—Escuche que tú eres el difícil.
—Escuchaste bien.
Ella cruza los brazos. —¿Has escuchado de envenenamiento por salmonella
Rory?
Él piensa por un momento. —La obtienes de huevos pasados o así
¿correcto?
—Eso es correcto. ¿Sabes que lleva la masa para galletas?
—¿Huevos? —pregunta Rory, aun sonando como un sabelotodo con una
respuesta corta.
—Sip. Así que tal vez puesto que eres tan difícil, podrías jugar ruleta rusa
con la salmonella y ser nuestro catador de masa. ¿Qué piensas?
Y él sonríe. —Seguro.
— ¡Todo bien entonces! Cada uno agarre una bolsa y muéstrenme donde
está la cocina.
Hacen lo que se les dice y siguen a mi madre con sus bolsas de galletas
como si fuera el flautista de Hamelin. Todos a excepción de Rosaleen, que se queda
conmigo en el vestíbulo. Me muevo al pie de las escaleras, un brazo apoyado en el
barandal de roble. Esperando.
Entonces Chelsea aparece en el rellano. Y es —boom— instantánea cámara
lenta. Como cada cursi jodida película adolescente de los ochentas que nunca he
visto. Su vestido azul rey se mueve mientras desciende, dando bromistas vistazos
de sus cremosos muslos. La suave tela se pega a su cintura y la profunda V de su
escote expone un bronceado vistazo de su perfecta, pálida clavícula. Su cabello
rizado y brillante‖rebota‖con‖cada‖paso…y‖también‖sus‖bubis.
La pequeña cabeza rubia de Rosaleen gira de su tía a mí. —¿Vas a besarla?
1
—pregunta con curiosidad. 24
Mis ojos continúan su recorrido. Y exhalo—: Oh, sí.
Rosaleen arruga la nariz como un conejo que se comió una zanahoria mala.
—Eso es asqueroso, Jake.

Después de recordarles a los niños no ser idiotas con mi madre, llevo a


Chelsea al Prime Rib —un club lujoso y pequeño en el corazón de DC. Tiene un
aspecto elegante como de la vieja escuela— mesas iluminadas por velas, paredes
de paneles oscuros, excelente vino tinto, y un DJ amenizando la habitación con los
suaves tonos de un pianista cantando versiones blues de canciones clásicas. Me
paro enfrente del anfitrión y yo mismo saco la silla para ella. Después de recitar los
especiales, va a traer la botella de Cabernet Sauvognon que ordené mientras
revisamos los menús. Por un segundo, un horrible pensamiento se me ocurre.
— ¿No eres vegetariana, o si?
—No —bufa Chelsea, mirando de nuevo las opciones con anticipación—.
Amo una buena pieza de carne.
—Me alegra escuchar eso. —Detecta la sonrisa en mi tono y encuentra mis
ojos por encima del menú con una risa juguetona.
Después‖de‖ordenar,‖bebemos‖nuestro‖vino…y‖no‖puedo‖dejar‖de‖verla.‖Es‖
tan jodidamente preciosa. Toma un sorbo de vino y una gota carmesí brilla en su
labio superior. Ella la recoge con la punta de su lengua y anhelo lamerla con la mía.
Chupar esos labios. Beber vino de ese hueco en su garganta.
Me ajusto por debajo de la mesa mientras tomo un trago de mi propio vaso.
Cristo, esta va a ser una larga noche. Todo lo que hace, todo lo que dice, me hace
pensar en una sudorosa, lenta, profunda follada.
—Tu mamá no es para nada como la imaginé.
Excepto eso.
—¿Qué imaginabas?
—Bueno…una‖mujer‖m{s‖alta,‖creo. Como sobrevivió a ti, debes haber sido
un‖bebe‖enorme.‖Y…‖luce tan joven. —Chelsea apunta con su dedo—. Eso significa
que tienes buenos genes, deberías agradecérselo. 1
—Mi padre era un tipo grande; saque de él el cuerpo. Y mi madre luce joven
porque es joven. Me tuvo cuando tenía dieciséis.
25
—¿Dieciséis? —repite Chelsea, probablemente pensando. Eso es solo dos años
más grande que Riley. Jodidamente muy joven.
Asiento, sorbiendo mi vino.
—Así que ¿tus padres están divorciados? —Su tono es vacilante, no quiere
entrar en terreno incómodo.
—Sí. —Me encojo de hombros—.‖Él‖se‖fue…cuando‖yo‖tenía‖ocho.
Su cara se tensa con simpatía. —Lo lamento.
—No tienes que. —Y no podría ser más honesto—. Fue la cosa más amable
que alguna vez hizo por mí.
Nuestra comida llega. Chelsea mira con ojos enormes su entrada, porque es
más grande que su cabeza. —Ahora, esa es una gran pieza de carne.
Y lo dice tan inocente, que no hay manera de que lo deje pasar.
—La mía es más grande.
Ella ladea la cabeza y hay exasperación en su risa.
— ¿Qué? —Me rio, gesticulando hacia mi plato—. Es más grande. ¿A menos
que creyeras que me refería a algo más?
Su respuesta es un adorable rubor rosado.
—Sucia, sucia mente.
Chelsea levanta su cuchillo y tenedor y comienza a trabajar en su carne.
Tengo un depravado tipo de disfrute viendo su tenedor deslizarse entre sus labios,
en como cierra los ojos y gime con cada grasiento bocado. Antes de que le falte un
cuarto para terminar, estoy reajustando mi polla de nuevo, intentando hacer
espacio en los siempre-apretados confines de mi pantalón.
—¿Creciste en DC? —pregunta Chelsea entre bocados.
Tomo la botella de vino, rellenando el vaso. —Nos mudamos un montón
cuando era más joven. Después de que mi padre se fue, mi madre no tuvo muchas
opciones. Tenía veinticuatro, un niño, ni siquiera tenía su diploma de preparatoria.
Así que se unió al ejército.
—Guau. Es difícil imaginarla en el ejército.
Sacudo la cabeza, cortando mi carne. —Créeme, es más dura de lo que 1
parece. Obtuvo su diploma en casa y se volvió mecánica militar. Vivimos en unas
cuantas bases militares diferentes cuando era niño. Nunca fue desplegada, pero
26
nos movían alrededor cuando necesitaban una mano extra.
—¿Así que eras un niño mimado del ejército?
—Algo así. —Creerías que los niños del ejército serían disciplinados, bien
educados, pero ese no es siempre el caso. Siempre era el niño nuevo, en lugares
donde‖la‖fuerza‖era‖respetada‖por‖encima‖de‖todo‖lo‖dem{s.‖“Mata‖o‖te‖matan”‖era‖
un gran tema. Donde el camino más rápido para probar tu valor era pisotear a
todos los demás a tu alrededor—. Después de que fue liberada, nos establecimos
en Baltimore.
Chelsea asiente, tomando otra bebida. —¿Y así tu mamá conoció a Owen?
—Sí. Él también es un mecánico, tiene su propio local. Lo manejan juntos
ahora. —Sonrío—. Se conocieron cuando me metí en una pelea con un par de
niños afuera de su casa. Él nos separó, llamó a mi madre, una cosa llevó a la otra,
han estado juntos desde entonces. Owen es una buena persona.
Chelsea se centra en un detalle de mi explicación. —¿Te metiste en una
pelea con un par de niños?
—Era un niño grande, uno a uno no era en realidad un desafío.
Sonríe. —Suena‖como‖que‖eras‖un‖problem{tico…como‖Rory.
—Problemático es una subestimación. Rory es un jodido santo comparado
conmigo.
—¿Becker?
Me volteo ante el sonido de mi nombre y Tom Caldwell se aproxima a
nuestra mesa, sonriendo. Caldwell es un joven, de ojos brillantes y cabello oscuro,
pero hambriento fiscal con los abogados de la oficina de los Estados Unidos. Uno
verdadero apegado al procedimiento, puritano, mojigato, ese tipo de chico.
También es el fiscal de mi siguiente juicio de agresión en contra del senador
Holten.
—Caldwell. —Asiento, sacudiendo su mano extendida.
—Pensé que eras tú. ¿Cómo te va?
Las interacciones entre fiscales y abogados defensores son extrañas. Dentro
de la corte, hacemos lo mejor para destripar al otro. Fuera de ella, todo es amistoso
y sacudidas de manos y juegos de la liga de softball los fines de semana. No se
supone que tomemos nada personal —porque en realidad no es nada personal. 1
Solo negocios— parte del juego.
—Bastante bien —respondo vagamente—. ¿Y a ti?
27
—Estoy bien. Estoy aquí con mis padres. Mostrándoles los alrededores de
DC. —Su mirada voltea hacia Chelsea, y se ilumina con interés. Probablemente
piensa que no me doy cuenta, pero jodidamente lo hago.
La etiqueta dice que debería presentarlos. Y la etiqueta puede besar mi
pequeño trasero blanco, un inútil puñado de reglas que no me importan.
Pero como dije, Tom no es del tipo que deja mucho pasar en su camino.
Levanta la mano hacia Chelsea. —Hola, soy Tom Caldwell.
Ella sacude su mano. —Chelsea.
—¿Eres una cliente de Becker?
Ella sonríe. —No. Sin embargo, el representa a unos cuantos miembros de
mi familia.
—Están en buenas manos. Becker es un buen defensor.
—Y tu vida sería mucho más fácil si yo apestara —le digo.
Él bufa. —Es verdad. —Tom mira hacia la entrada—. Bueno, debería irme.
Disfruten su cena. Fue adorable conocerte, Chelsea. —Palmea mi hombro—. Jake,
te veré en la corte.
—Ten una buena noche, Tom.
Mientras se aleja, Chelsea me pregunta—: ¿Es un amigo tuyo?
Niego con la cabeza. —No particularmente.
Terminamos nuestra cena y una rebanada de pastel de queso como postre,
pero no café, ninguno de nosotros quiere eliminar el placentero zumbido de un
buen vino. Hay más gemidos, más infructuosos intentos de ajustarme mientras
Chelsea traga lentamente un bocado de la poción blanca y cremosa. Joder, y yo la
acusé de tener una mente sucia. Mi polla pulsa contra la tela de mis pantalones de
la forma en que un recluso se pega a las barras de su celda, rogando ser liberado.
El rostro de Chelsea irradia el rubor y alegre brillo del alcohol. Sus ojos
están caídos y felices pero ocultan sus pensamientos, haciéndola más difícil de leer
que de costumbre. Se recuesta en su silla, alejándose de mí, pasando su dedo por el
borde de su vaso. —Así que si comenzaste con una juventud tan problemática,
¿Cómo te convertiste —Gesticula hacia mí— en esto? Exitoso. Honorable.
Respetable. 1
Vacío lo último de vino de mi vaso. —“Respetable”‖ probablemente‖ es‖ 28
presionar un‖ poco…pero‖ la‖ historia‖va‖ así:‖ tenía‖ quince,‖ corriendo alrededor con
algunas verdaderas mierdas. Chicos mayores. Una noche pensamos que sería
brillante irrumpir en la tienda de artículos deportivos, porque ese es el tipo de
perdedores que éramos, solo que no sabía que uno de ellos estaba armado.
Termino disparándole al guardia en la pierna.
Chelsea jadea un poco.
Y mi polla se retuerce mucho.
—Huimos, justo a los brazos de una patrulla esperándonos. —Niego con la
cabeza ante lo idiota que era—. El fiscal quería acusarme como adulto, enviarme
lejos por mucho tiempo, y pudo haberlo hecho. No tenía un historial limpio, y
aparte de mi madre, pensaba que todo el jodido mundo era mi enemigo.
Chelsea se inclina hacia adelante, completamente cautivada. —¿Y qué pasó?
—El honorable Atticus Faulkner pasó. Era el juez juvenil en mi caso, un
malvado, terrorífico hijo de perra. Y él… pienso que vio algo de valor en mí. Así
que me dejó en la correccional juvenil, me dio servicio comunitario y un periodo
de prueba, para ser supervisado por él mismo. —Me reí—. Al momento, pensé que
el juez me estaba haciendo un favor, poniéndomelo fácil.
—¿No lo estaba?
—Depende‖de‖tu‖definición‖de‖“f{cil”. Por los siguientes años corté el pasto
con unas jodidas tijeras de podar. Cargué piedras, limpié pisos, reconstruí el jodido
techo, toda la cosa del señor Miyagi, el tipo de mierda encerar arriba, encerar abajo.
Agotó mi trasero, nada era lo suficientemente bueno. Me hizo desear hacer todo
mejor,‖solo‖para‖jodidamente‖escupirle‖al‖bastardo.‖Y‖entonces… me puso a hacer
investigación. Estudiar casos de leyes, reportes escritos, analizar opiniones, era
fascinante para mí. Cuando mi periodo de prueba terminó, el juez me ofreció un
trabajo. Para entonces había sacado la cabeza de mi trasero y estaba de hecho
sacando calificaciones decentes en la preparatoria. Con su recomendación y un
montón de préstamos escolares, pasé por la universidad, entonces la escuela de
leyes…y‖eso‖es‖todo‖lo‖que‖escribió.
—Creo que es asombroso —dice suavemente, viéndome.
—Sí… el juez es un hombre bastante asombroso.
Sus labios se deslizan a una sonrisa gentil y algo como asombro brilla en sus
ojos. —Hablaba de ti. 1
Raramente me tomaban fuera de guardia. Sorprendido. Pero este 29
comentario asombroso de una mujer hizo exactamente eso.
Chelsea voltea su cabeza hacia la música de piano flotando desde el otro
cuarto. —Amo esta canción.
Era un versión‖de‖Van‖Morrison…”Crazy‖Love”.
Lanzo mi servilleta a la mesa y me muevo para pararme junto a ella,
ofreciéndole mi mano. —¿Quieres bailar? —Y podía decir que también la
sorprendí. El simple deleite en su rostro cuando su mano se desliza en la mía me
hace desear hacerlo de nuevo.
Caminamos al borde de la pista de baile. Envuelvo mi brazo en su espalda
baja, sosteniéndola apretada y ajustada en mi contra. Una de las manos de Chelsea
descansa en mi hombro, jugando con el cabello en mi nuca. La otra está atrapada
en la mía justo sobre mi corazón. Nos balanceamos, solo mirándonos por un rato.
—Iba a pedirte que bailáramos —me dice—. Pero no pareces del tipo que
habría dicho que sí.
—No lo soy… —le respondo, mirando su exuberante boca—. Solo usaba
una excusa para estar más cerca de ti.
Ella me da amor, amor, amor, amor, loco amor.
Suspira, prácticamente derritiéndose en mis brazos. La cabeza de Chelsea
encaja en mi cuerpo como si hubiera sido hecha para estar ahí. Mi barbilla
descansa en su cabello, y huelo limpia y dulce vainilla.
—¿Oye Jake?
—¿Si?
Chelsea levanta su cabeza de mi pecho. —No necesitas una excusa.
Agacho la cabeza al mismo tiempo que ella la levanta para alcanzarme. Y
sus labios —joder— son cálidos, suaves, y se mueven con inocente atrevimiento,
estoy prácticamente temblando. ¿Fue solo la noche anterior la primera vez que la
besé? Parece hace mucho más tiempo. Acuno su mejilla, acariciando su piel con mi
pulgar, besándola más profundamente, saboreando el vino y el gemido con el que
había estado obsesionándome toda la noche.
¿Y la parte absolutamente más loca de todo? No había conseguido un polvo
en tres jodidas semanas, pero si esto es todo lo que hacemos, besarnos, con ella
presionada en mi contra, mis brazos a su alrededor, estaré sonriendo en la mañana
como un chico que se folló a una asociación estudiantil completa llena de porristas.
1
Estoy esperando más. Quiero todo —todos los secretos, las partes más
dulces de ella— ¿Pero si esto es todo lo que consigo hoy? Es suficiente. 30
Ella‖me‖da‖amor,‖amor,‖amor,‖amor,‖loco‖amor…
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Janira

Con Chelsea en el interior, cierro la puerta del pasajero del Mustang y le doy
propina al aparcacoches. Luego me deslizo detrás del volante y me alejo del
restaurante.
Momento de la verdad.
—Ubiqué a mi mamá y Owen en la habitación de invitados de arriba, así no
tienen que conducir de vuelta a Baltimore esta noche.
—De acuerdo. —Asiente.
Apoyo la palma de la mano en el volante. —Eso significa que podríamos ir a
1
mi casa o dirigirn… 31
—Tu casa está bien —dice de una forma apresurada que me hace sonreír.
—Entonces, mi casa será.
Durante el trayecto, pienso en lo que pasará. No quiero ser demasiado
entusiasta, no puedo saltarle encima en el momento en que pasemos por la puerta.
No importa cuán jodidamente quiera hacerlo.
Tendré que avanzar lento, ser suave. Enamorarla. Ofrecerle una bebida,
darle un recorrido por la casa. No es que no haya hecho esto antes, pero se siente
diferente esta vez. Debido a que la conozco.
Porque en realidad... me gusta, no importa lo ridículamente inadecuado que
suene.
Entro delante de Chelsea, presiono el interruptor sobre la pared que
enciende la luz baja de la lámpara de mesa de la esquina, iluminando los sofás de
cuero negro, pisos de madera y paredes desnudas. No soy mucho de decorar.
Chelsea cierra la puerta detrás de nosotros, y lanzo las llaves sobre la mesa.
Me doy la vuelta para mirarla, preguntando—:‖Te‖gustaría‖alg…
Pero nunca termino la frase.
Se estrella contra mí, con los brazos alrededor de mi cuello, casi
arrastrándose sobre mi torso, jalándome hacia abajo y pegando nuestros labios. Es
totalmente inesperado, joder.
Y jodidamente me enciende.
Sus senos se aprietan contra mi pecho, sus caderas giran contra mí,
proveyendo una gloriosa fricción contra la erección presionada entre nosotros. Y
su boca, Dios, me chupa la lengua, me muerde el labio, lo atrapa entre los dientes y
tira, sobrepasando un poquito el dolor que amenaza con enloquecerme.
Cuando lleva la mano hasta la parte inferior de mi camisa y roza el contorno
de mi polla cubierta de tela, gimo. —Jesús, disminuye la velocidad.
Se echa hacia atrás, jadeando. —No quiero ir más despacio. 1
Y suena tan segura, confiada y sollozantemente necesitada al mismo tiempo,
que mi corazón comienza a acelerarse en mi pecho.
32
—Bueno.
Mis manos se zambullen bajo su vestido, agarrando muslos firmes y
calientes, justo debajo de su culo, y la levanto, envolviendo esas piernas perfectas
alrededor de mi cintura. Entierra los dedeos en mi cabello mientras inclino la
cabeza, cubriendo su boca con la mía. Cuando regreso el favor, chupando y
mordiendo, rozando esos labios carnosos con los dientes, como he soñado durante
semanas, un sonido agudo intenso vibra en su garganta y, juro por Cristo, casi me
vengo en ese mismo momento.
Se mueve de arriba y abajo, retorciéndose contra mi estómago, mientras voy
tropezando como borracho hacia el dormitorio.
—Ropa —digo entre besos—. Demasiada ropa.
Asiente, riendo, intentando sacarme la chaqueta por los brazos mientras
éstos la sostienen, lo que termina inmovilizando mis codos a los costados, como si
fuera un jugador de hockey a punto que le pateen el culo una pelea. Por último,
llegamos a la habitación. Los dedos de Chelsea alcanzan mi mandíbula mientras
me besa, quitando sus piernas de mí, deslizándose deliciosamente por mi parte
frontal hasta ponerse de pie.
Me termino de quitar la chaqueta, luego respiro profundo, intentando
recuperar, al menos, algo de delicadeza. Deslizo las manos por sus brazos,
cubriendo con los labios ese punto de pulso perfecto en su cuello, y un gemido
hace eco en la habitación.
No puedo decir si es mío o de ella.
Saboreo su piel con la lengua, lamiendo y chupando; es cálida, tan
jodidamente dulce. Sin mirar, me las arreglo para abrir la cremallera en la parte
trasera de su vestido. Baja los brazos, dejando caer el vestido a sus pies. Y entonces
la miro.
Doy un paso atrás, deleitándome con los ojos. Toda esa piel suave
anhelando ser tocada, me atrae; interrumpida solamente por trozos de encaje negro
transparente. Joder, puedo verle los pezones a través del sujetador, puntos duros,
rosados y coquetos. Su cintura es plana y estrecha, puedo abarcar la circunferencia
con las manos, con un toque de músculo tonificado por debajo de la piel suave. Sus
piernas, Cristo; largas, delgadas y suaves, como sabía que serían. Y en la unión de
sus muslos, el más pequeño vistazo de una franja castaña se burla a través del 1
encaje de sus bragas.
Quiero frotar mi rostro contra esa suavidad, rasgar ese encaje con los dientes
33
y follarla con la lengua hasta que mi nombre sea la única palabra que recuerde.
—Eres perfecta. —Mi voz es baja y entrecortada.
Encuentra mis ojos; los suyos son impacientes. —Y tú te encuentras
demasiado vestido.
Mi boca se retuerce en una sonrisa, y sostengo su mirada mientras, poco a
poco, me desabrocho la camisa. Sus ojos van de hielo a fuego azul a medida que
me saco la camisa de los brazos y la dejo caer al suelo. Se queda mirando mis
tatuajes; el tamaño de mis bíceps y se moja los labios con esa sabrosa lengua
rosada. Todavía sonriendo, me desabrocho los pantalones y bajo la cremallera. Mi
polla salta libre de sus confines, rígida, balanceándose un poco y, un momento
después, los pantalones y calzoncillos bóxer negros se amontonan en el piso
también.
Me paro ante Chelsea desnudo y más consumido con lujuria que nunca
antes en toda mi jodida vida. Su mirada sigue vagando y se siente intensa. Como
una mano acariciándome el cuello tenso, el pecho, los abdominales marcados, y
bajando por el caminito de la felicidad. Cuando sus ojos llegan a mi polla,
sobresaliendo gruesa y lista, se abren.
Y entonces... se ríe.
No es exactamente la reacción que esperaba.
—¿Algo gracioso?
Su sonrojo se profundiza hasta que sus mejillas son carmesí, y se ríe de
nuevo.
—Hieres mi ego, Chelsea.
—No, no es... —Toma un respiro—. Realmente tienes manos grandes.
Frunzo el ceño en confusión. —¿Y?
—Y... pensaba que... lo que dicen acerca de chicos con grandes manos es, sin
duda... cierto.
He oído elogios similares antes. ¿Qué puedo decir? Cuando Dios estaba
repartiendo polla, me dio una muy grande.
Pero suena casi nerviosa cuando dice—: Es que... ha pasado un tiempo para
mí, Jake. 1
—¿Cuánto tiempo? 34
—Ocho meses.
Eso es mucho tiempo. Y, como el bastardo enfermo que soy, lo primero que
se me viene a la cabeza es lo increíblemente apretada que se va a sentir a mi
alrededor.
Aparto esos pensamientos y me centro en Chelsea. —Entonces esto es lo que
vamos a hacer. Voy a acostarte en mi enorme cama y haré que te vengas con la
boca y los dedos. —Empiezo a acariciarme la polla mientras hablo. Porque se
siente bien y porque me está mirando—. Luego vamos a ir muy despacio...
centímetro a centímetro... hasta que me ruegues que ya no vaya despacio. ¿Suena
bien?
Su pecho sube y baja rápidamente. —Sí. Me gusta como suena.
—Bien. —Y siento como si en realidad pudiera morir si no pongo mi boca
sobre ella en este momento—. Ven aquí. —Me encuentra a medio camino,
levantando los labios para dar la bienvenida a mi boca. El beso es más lento ahora,
pero profundo y rítmico. No la dejo hasta que siento que sus hombros se relajan.
Entonces, me muevo de nuevo a su exquisito cuello. Le paso la nariz a lo largo de
la clavícula, dejando un sendero de besos húmedos desde su pulso hasta debajo de
su oreja y repito el proceso. Inclina la cabeza y gime mi nombre. Le bajo la correa
del sujetador por el hombro, siguiéndolo con el roce de mis dientes. Mis dedos
hábiles trabajan el broche en la parte de atrás y el sujetador cae lejos, dejando nada
entre mi boca y sus tetas pálidas y absolutamente perfectas.
Bajo la cabeza y tomo un pezón puntiagudo en la boca, saboreándolo con la
lengua, haciéndola retorcerse y frotarse contra mi muslo. Luego la levanto,
envolviéndole las piernas a mí alrededor otra vez, antes de acostarla lentamente en
el centro de la cama. Me guía sobre sí, entre sus piernas, nos besamos y frotamos,
gemimos y rozamos. Es jodidamente fantástico.
Palabrotas rápidas salen en jadeos de sus labios, y es tan condenadamente
sexy porque trata de contenerlas... y simplemente no puede.
Me deslizo abajo por su cuerpo retorciéndose, besando y lamiendo mientras
lo hago. Mordisqueo alrededor de su ombligo, haciéndola contraer el estómago. Y
justo cuando me encuentro a punto de sumergirse en el cielo que es su coño,
susurra mi nombre.
—Jake.
Sólo que... no es una buena clase de susurro, no del tipo “Jake,‖fóllame‖ahora”. 1
Tiene más un tipo de tono de “espera”.
35
Levanto la mirada, encuentro sus ojos y pregunto sobre su piel—: ¿Qué
pasa?
Hay vulnerabilidad en sus ojos y hace ese movimiento que hacen las
mujeres con la mano. —Tienes que saber que... no suelo... llegar de esta manera.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, a veces puedo tardar mucho tiempo para correrme cuando
un‖chico…
—¿Te come el coño? —termino por ella.
Y juro que todo su cuerpo se sonroja.
—Sí.
Considero esta información mientras mordisqueo la piel justo debajo del
hueso de su cadera. Es suculenta.
—¿Quieres que me detenga?
Por favor, di que no; por favor, di no; por favor, di no...
—No,‖est{‖bien…
Jodidas gracias.
—...simplemente no quiero que te decepciones.
Me río un poco, porque no es lo más absurdo que he oído; pero se encuentra
cerca de serlo. —Eso es... realmente imposible.
Pero ahora me encuentro intrigado. Me deslizo hacia arriba de nuevo, hasta
que puedo besarla en la boca y sus tetas se presionan fuertemente contra mi pecho
de manera deliciosa. Entonces muevo las caderas, frotando nuestras mitades
inferiores. Chelsea gime y chupa mi cuello, metiéndose en esto.
—¿Por qué crees que no puedes venirte con mi cara entre tus piernas? —le
pregunto al oído.
—¿Realmente necesitamos hablar de esto ahora?
—Soy abogado. Hacer preguntas me excita. Que las respondan es
demasiado caliente, también.
—Solo... —jadea—. Parece que no puedo relajarme lo suficiente nunca,
¿sabes? Mi mente siempre se va a la deriva. Siempre preocupada...
Le trazo la oreja con la lengua, soplando suavemente. —¿Preocupada por
1
qué? 36
Pasa las uñas por mi espalda. —Ya sabes... los sonidos que hago, a que...
huelo... que sabor tengo…
¿Bromea? No hay manera en el infierno que vaya a dejar pasar esto.
—Cierra los ojos, Chelsea.
Lo hace. Y envuelvo su mano alrededor de mi longitud; acariciando
lentamente.
Tan jodidamente bueno.
—Ahora di mi nombre.
—Jake.
Cristo.
—Una vez más —gruño—. Gímelo.
—Jaaaake.
Me pongo más duro, más caliente; en su mano. Froto su pulgar en el líquido
pre seminal que se escapa de la punta, extendiéndolo alrededor de la cabeza.
—¿Sientes eso? —Jadeo rudamente.
—Sí —jadea—. Sí.
—Eso es lo que tus sonidos me hacen sentir.
Mantiene la mano sobre mi polla mientras la mía roza su estómago y se
mete en sus bragas. Se encuentra suave e hinchada; y tan jodidamente empapada
que tengo que morderme los labios para no gemir. Deslizo los dedos por sus labios
vaginales, donde se halla cálida y húmeda.
Y entonces levanto los dedos y se los paso por el labio superior.
—¿A qué hueles?
Respira tan fuerte con la boca abierta, que le toma un momento responder.
—Yo... huele a limpio... caliente. Oh, Dios, huele a que te deseo demasiado.
Qué gran respuesta.
Zambullo mis dedos de nuevo, rodeando su abertura, burlándome de
ambos. Entonces los paso sobre sus labios, untándola con su propio deseo.
Entiende lo que hago y pasa la lengua sin tener que decírselo.
—¿A qué sabes, Chelsea? 1
—Dulce... —jadea—. Cálida... espesa... como la miel. 37
Y no puedo contenerme un segundo más. Mi boca se estrella en la suya,
chupando toda la dulzura de sus labios. Lamiendo cada gota. Cuando finalmente
me aparto, le prometo—: Ahora voy a hacer que te vengas. Y va a ser tan
jodidamente bueno para mí como para ti. Probablemente mejor.
La necesidad me abruma. Tiro de las bragas por sus piernas y la abro más
ampliamente. Y luego mis labios se encuentran sobre ella como un beso con la boca
abierta, lamiendo y chupando, arponeándola con mi lengua.
Su espalda se arquea y sus caderas se sacuden contra mí. La agarro y la
sujeto, metiendo la lengua profundamente, saboreando el cielo. Empujo más
fuerte, cubriéndola con mi rostro, jodidamente ahogándome. Y es sublime. La
devoro como si fuera la última comida en la tierra, la devoro como la exquisitez
que es.
Mi lengua frota fuertes y pequeños círculos sobre su clítoris y deslizo dos
dedos en su interior. Su musculo se tensa mientras bombeo la mano y gimo. Y
entonces se viene, duro y largo; latiendo alrededor de mis dedos, contra mi boca.
Me arrastro hacia arriba, limpiándome la boca con el brazo, sin darle tiempo
a recuperarse. Sin ser capaz de esperar.
Toma mi cara en sus manos y trae mi boca a la suya. Agarro mi polla con
firmeza, arrastrando la cabeza a través de su coño, burlando en su abertura.
Y luego, poco a poco, empujo dentro. Sólo la cabeza.
Joder, está apretada. Cierro los ojos con fuerza mientras su coño se cierra
alrededor de la punta de mi polla, sus músculos se contraen, empujándome más
profundamente.
Espera, grita mi cerebro. Espera, espera, espera...
Me levanto apoyado en los codos, mi cuerpo y mi mente batallan por
cordura. Por algún tipo de maldita compostura. Porque necesito alejarme. Necesito
conseguir un condón.
Y es como si pudiera leerme la mente.
—Estoy en control de natalidad —jadea, sonando con tan poco aliento y
alterada como me siento—. Uso el método del parche. Yo... me he hecho los
exámenes, en la escuela clínica. Me encuentro limpia. No ha habido... No hago
esto. Nunca. Pero quiero que sea‖realmente‖bueno‖para‖ti… 1
Ya ha superado cualquier otra experiencia pasada, y ni siquiera me he
venido todavía.
38
—Y...
Acaricia mi cara, suave y tiernamente. Miro esos hermosos ojos azules.
—... y confío en ti, Jake.
No es inteligente, en realidad; es muy estúpido, especialmente para mí.
Especialmente después de todo lo que pasó y de las últimas tres semanas de
infierno. Pero sentirla desnuda. Deslizarme en su interior sin nada entre nosotros...
¿cómo puedo decir que no a eso?
De verdad debo de haber perdido la cabeza.
Porque no me niego.
—Puedes... —lo juro—. Puedes confiar en mí. No te lastimaré.
Asiente, con los ojos fijos en los míos. Y eso es todo lo que necesito.
Mis caderas se mueven hacia adelante, empujando lentamente, centímetro a
tortuoso centímetro. Es el infierno y el cielo, todo en uno. Agónica y
enloquecedoramente lento.
La siento estirarse a mí alrededor. Haciendo espacio. Se encuentra apretada,
tan cómoda y caliente que bordea el dolor. El mejor tipo de dolor.
Un gemido brota de sus labios y casi enloquezco.
—¿Te encuentras bien? —jadeo desesperadamente—. ¿Se siente bien?
Se arquea para besarme, gimiendo contra mis labios. —Sí... muy bien.
Me deslizo hacia atrás, sólo un centímetro, entonces me flexiono hacia
delante de nuevo. Tiro y empujo, deslizándome por ese maldito canal apretado
hasta que me hallo completamente adentro. Hasta que mis bolas descansan contra
su culo. Tan profundo. Tan mojado. Cierro los ojos y los ruedo; y soy consumido
por la sensación de Chelsea envuelta alrededor de mí. Su olor, sus gemidos, el
sabor de sus labios, el agarre de sus manos sobre mi espalda, en mi culo; me
abruma. Todo lo demás se desvanece, y me pierdo en este perfecto momento,
centrado exclusivamente en donde me hallo enterrado profundamente en su
interior.
Con casi un matiz de arrepentimiento, me retiro. Sólo para gemir cuando
me vuelvo a deslizar en su interior. Esto no es follar. O joder. Esto es algo diferente,
algo más, algo que no tiene nombre.
—Jake... Oh, Dios... Más rápido.
1
Sus caderas se levantan a mi encuentro y pierdo la noción del tiempo. Todo 39
lo que existe es el rozar y jadear, besar y susurrar, golpear y pulsar. Más duro, más
profundo y mucho más. El placer va más allá de lo que he conocido.
El calor eléctrico abrasa mi espalda. Siento los músculos de Chelsea
palpitando a mí alrededor, apretando mientras jadea debajo de mí. Y cuando me
empiezo a venir, la única palabra en mi mente... es su nombre.
—Chelsea... Chelsea...
Me lo imagino; empujando, latiendo profundamente en su interior,
llenándola. Y la imagen me hace venir mucho más duro.
Con el tiempo, el agudo placer se desvanece, se suaviza, y se convierte en un
zumbido agradable a través de mis extremidades. La conciencia regresa y levanto
la cabeza del hueco de su cuello, mi nuevo lugar favorito, para verla sonreír
soñolientamente.
Y en todo lo que puedo hacer es en devolverle la sonrisa.
Paso la mano por su cabello húmedo, siento el sudor deslizarse por nuestros
cuerpos juntos, mientras salgo de su interior con un gruñido, y luego me muevo a
un costado, arrastrándola contra mí. Envuelvo los brazos a su alrededor y la beso
en la frente con más ternura de la que nunca supe que era capaz.

1
40
Traducido por SamJ3
Corregido por NnancyC

No puedo tener suficiente de la piel de Chelsea. Estoy al borde de la


obsesión. No puedo dejar de tocarla, acariciar sus brazos con las yemas ásperas de
mis dedos, a través de sus hombros de porcelana, a lo largo de esa perfecta línea
pálida de su espalda. Brilla como un ópalo bajo la luz de luna que entra por la
ventana del cuarto. Mis labios siguen a mis dedos, suaves roces… ella se siente
como terciopelo contra mi boca, como la parte más profunda del pétalo de una
rosa.
Y ella no está exactamente quieta tampoco. Su lengua se arremolina
alrededor de mi tetilla, muerde mi hombro, sus dedos juegan con los vellos en mi
1
pecho… y más abajo. Le gusta la sensación de mi barba contra sus pechos y yo 41
amo la sensación de su cabello rojizo deslizándose a través de mi estómago.
Durante la siguiente hora, es una exploración silenciosa. Un descubrimiento
erótico, los que nos atrae, lo que nos excita, lo que me hace gemir, lo que la hace
gritar.
Y entonces lo estamos haciendo de nuevo. Esta vez yo estoy en la cama, con
las piernas extendidas hacia adelante, apoyado en mis codos, viendo absorto como
Chelsea cabalga mi polla con total abandono. Sus rodillas caen a ambos lados de
mi cintura; su pelvis se mece adelante y atrás con el ritmo de una bailarina exótica.
La luna brillando por la ventana detrás de ella hace que su rostro quede entre
sombras, pero su silueta es completamente magnífica. Su cabello salvaje, su cabeza
echada hacia atrás, sus tetas rebotando, labios abiertos y jadeantes.
Podría‖quedarme‖así… podría observarla por siempre.
—Oh‖Dios… oh‖Dios… —gime, sus caderas moviéndose más rápido.
Maldigo, tratando tan duro de no embestir. Porque estoy tan profundo,
enterrado desde la base hasta la punta en su apretado y caliente coño, y se siente
increíble. No quiero que acabe.
Acuno sus pechos, rodando ambos pezones entre mi pulgar y mi índice.
Pellizcándolos hasta que ella gime largo y fuerte. Provoca que sus caderas se
balanceen más fuerte, ahora frotándose contra mí en círculos pequeños y
apretados. Y su gemido sonó tan dulce, que tengo que tener su pezón en mi boca.
Arrastrando mi lengua en torno al brote aterciopelado, lamiéndolo con rapidez y
tentándola. Las manos de Chelsea agarran mi cabello, manteniéndome allí,
mientras succiono con mis labios, entonces me mueve hacia arriba y alrededor de
sus suaves montículos, chupando la carne, dejando pequeñas raspaduras que
sentirá mañana.
Sus manos se presionan en mis omóplatos, manteniéndome cerca.
—Jake… —se lamenta, solo para decir mi nombre, creo.
—Eso es, Chelsea. —Mi voz es tranquilizadora y demandante. Una orden y
una plegaria. Y puedo sentirla mojándose más, apretándose más alrededor de mí.
Malditamente Excelente, nada nunca se ha sentido tan bueno—. Vamos, bebé.
Móntame, hazte venir. Estás muy cerca, ¿verdad?
Deja salir un quejido y asiente, su cabeza sacudiéndose.
—Déjame sentirlo. Se va a sentir tan bien. Ve ahí, Chelsea.
Y no puedo no ir con ella.
1
Agarro sus caderas con las dos manos y me empujó hacia arriba, mi pelvis 42
frotándose justo contra ese lugar que necesita. Sus caderas empujan hacia abajo
mientras la embisto. Con la boca abierta, dientes presionando contra la piel de su
clavícula, ella se pone rígida y se viene con el gemido más sexy, que parece
continuar por siempre.
Y me dejo ir con un gruñido largo y entrecortado.
Por varios segundos ninguno de los dos se mueve. Somos un perfecto
desastre enredado de piel sudada, respiros fuertes y extremidades lánguidas. Mi
orgasmo fue tan fuerte, que aún estoy estremeciéndome dentro de ella mientras se
inclina hacia adelante, dejándome caer sobre mi espalda.
Chelsea recuesta su cabeza sobre mi corazón, riendo contra mi pecho, su
suave cabello cayendo alrededor de mi cuello.
Y parpadeo hacia el techo, viendo estrellas. —Santa mierda.
Su espalda se sacude con risitas. —Fue una especie de experiencia religiosa,
¿no es cierto? —Siento sus labios en mi piel, adorando la parte llena de tinta—.
Dime acerca de tus tatuajes. —Besa el que está justo bajo mi clavícula, una serie de
números y letras.
Arrastro una mano a través de su cabello. —Ese es el número de expediente
en mi caso con el Juez.
—¿Y este? —No tengo que mirar. Siento sus labios moverse sobre el que está
más abajo, extendiéndose desde mi pectoral hasta mi hombro. Es un ángel, un
eterno niño con una sonrisa y un halo torcido.
—Ese es por Benny. Un niño que conocí cuando tenía doce. Fue asaltado
una noche cuando caminaba a casa. Lo golpearon con un tubo de metal, rompieron
su cabeza. Murió.
Debajo del ángel hay una G en cursiva, deposita un suave beso al lado de
ella. —¿Esta es por tu mamá?
Asiento. Chelsea arrastra sus labios por los otros, las escalas de la justicia
que me hice después de terminar la escuela de leyes, el dragón y las rosas que me
hice después de perder la virginidad, el poderoso y enraizado árbol que me tatué
en honor al Juez, y cerca de una docena más de tatuajes.
Se mueve más abajo, hacia la curva de mi codo, la parte inferior de mi
antebrazo. Hace cosquillas cuando lo besa. —¿Y este?
Es el diseño tribal de un espiral que se enrosca alrededor de mi brazo,
afiladas vueltas con bordes rasgados. Sonrío. —Solo pensé que ese lucía genial.
1
Siento mi polla volviéndose blanda dentro de ella, pero no tengo deseos de 43
moverme. Y Chelsea debe sentirse de la misma manera, porque frota su mejilla
contra mi pectoral, descansando arriba de mi tetilla. Y su aliento se vuelve lento y
constante, el cansancio haciéndose cargo de ambos, mientras nos deslizamos en la
bien ganada inconsciencia.

Tiempo después, me vuelvo consciente de la falta de su peso, el calor de su


cuerpo exuberante y ágil está ausente. Y hay un extraño sonido seco, como
rasguños, que me hacen pensar que el Tío Cosa nos siguió y está tratando de abrir
la puerta con su pata áspera. Estiro la mano izquierda, buscando, pero solo hay
espacio vacío a mi lado. Ruedo sobre mi lado y abro los ojos.
Chelsea está en la silla café junto a la ventana, las piernas metidas debajo de
ella, el brillo de la luna a sus espaldas. Está usando mi camisa gris, y nunca se ha
visto mejor. Me observa, su labio inferior atrapado entre sus dientes, sus manos
ocupadas sobre su regazo.
Esbozando.
Chelsea está dibujando. A mí.
—¿Voy a tener que pagarte un centavo, Jack? —Mi voz se encuentra rasposa
con sueño y sexo.
Sonríe. Y es hermoso. —Esta va por cuenta de la casa, Rose.
Sí. Es tiempo de recordarle que definitivamente no soy una Rose. Aparto las
sábanas de un tirón, exponiendo mi trasero desnudo. Me siento, girando para
sentarme en el borde la cama, pies en el piso. Bajo una mano, la envuelvo
alrededor de mi polla, y la traigo de vuelta a la vida con solo unos fuertes toques. Y
Chelsea deja de dibujar súbitamente.
—Nunca he hecho un dibujo para mayores de edad. ¿Estás haciendo la
audición para ser mi primero? —pregunta suavemente.
—No estaba seguro cual sería el enfoque de la pieza. Quería asegurarme de
que esté hecho a escala.
—Eso es tan servicial de tu parte.
—¿Qué tal tú? ¿Te encuentras de un humor servicial?
Hay un atisbo en mi voz que solo yo puedo escuchar. Amanecerá en unas
1
pocas horas. Realmente no sé qué va a pasar entonces. Pero estoy casi desesperado 44
por sentirla, en todos lados, al mismo tiempo. De no perderme ni una cosa o
desperdiciar‖ un‖ minuto,‖ tocar‖ cada‖ fantasía.‖ Porque… tal vez esta sea la única
oportunidad que tenga.
Coloca el bloc de papel a un lado en la silla y se para frente a mí.
—Estoy de humor para hacerte sentir bien —dice con suavidad.
Posiciono las manos en sus caderas, jalándola hacia mí, y presiono la frente
contra su estómago.
—Ya me haces sentir bien —susurro calientemente contra su piel perfecta.
Chelsea se desliza hasta quedar de rodillas. —Entonces vamos a intentar
que se sienta mejor que bien.
Se inclina hacia adelante, colocando un cálido beso en la punta de mi polla.
Oh, Cristo.
Su lengua se asoma, lamiendo un círculo alrededor de la cabeza. Y mi
corazón se vuelve loco. Me toma en su boca: caliente y tan mojada. Se desliza hacia
abajo, tan lejos como puede ir y luego lentamente vuelve a subir, dejando mi verga
resbalosa con su saliva. Entonces me aprieta en la base, bombeando con firmeza,
mientras su boca trabaja, chupando duro e intensamente. Después de unos pocos
minutos, estoy apretando la mandíbula, pero no puedo contener los gemidos a
raya, Chelsea me responde con un zumbido de placer que hace que mis bolas
ardan. Entonces me libera, levanta la mirada, toma mi mano y la empuja en su
cabello rojizo.
—Muéstrame lo que te gusta, Jake.
Jodido dios.
Regresa a trabajarme con su boca, con su mano, sus mejillas ahuecándose. Y
se siente increíble. Mi mano se flexiona en su cabello, guiándola arriba y abajo en
mi‖ritmo‖favorito.‖Me‖hace‖sentir‖poderoso…‖y‖al‖mismo‖tiempo‖complemente‖a‖su‖
merced. La presión aumenta, la tensión maravillosa mientras su cabeza se mueve
de arriba a abajo y yo escalo cada vez más alto.
Con un gruñido gutural, aprieto su cabello y la quito. —Ve a la cama. —Mi
voz es severa. Desesperada.
Chelsea se sube a mi lado y yo me paro, arrancando mi camiseta de sus
brazos en un solo movimiento. Porque está en mi camino, y quiero ver. Todo. La
sostengo por las caderas, mis pulgares clavándose en la carne de ese perfecto 1
trasero, diciéndole sin palabras, exactamente cómo la quiero.
45
Sobre sus manos y rodillas.
Me arrodillo también, en la cama detrás de ella. Mis dedos juguetean con su
coño, deslizándose y frotando donde ya está mojada. Alineo mi polla rígida y me
sumerjo dentro de ella con un duro empujón.
Chelsea grita, su espalda arqueándose, tengo que recordarme de ir despacio.
Pequeños y superficiales embistes la hacen rogar, y entonces empieza a empujar
contra mí, lo quiere más fuerte. Más profundo. Mi mano roza por la suave
extensión de su espalda, trazando desde la parte superior hasta su trasero. Masajeo
la carne con manos ásperas, apretando, para poder moverla hacia adelante y atrás
en mi polla. Y la vista —joder— es hermosa. Ver mi longitud completa desaparecer
en su apretado calor, una y otra vez, viendo la fina capa de sudor que cubre su
piel, escuchándola gemir mi nombre mientras su cabello se balancea con cada
vigoroso movimiento.
Estoy tan cerca ahora… tan cerca. La única cosa que me retiene es la
necesidad de verla acabar primero. La guio sobre su estómago y la cubro con mi
cuerpo, mi pecho y estómago contra su espalda, mi pelvis sobre su trasero, muslo
sobre muslo, ni un milímetro de espacio entre nosotros. Beso y chupo la piel
sedosa de su cuello mientras nuestros cuerpos se deslizan, cálidos y húmedos con
sudor. Mis caderas bombean en las suyas rápido y profundo. Meto una mano
debajo, encontrando ese mágico capullo duro entre sus labios hinchados,
frotándolo con mis dedos, dándole la fricción que necesita para hacerla gritar. Las
manos de Chelsea forman puños en las sábanas sobre su cabeza y sus músculos se
ciñen alrededor de mí mientras se viene.
—¡Jake!
Creo que es su voz lo que me empuja. Con mi boca contra su oído, gimo y
gruño, empujando hacia adelante una última vez mientras mi visión se vuelve
blanca y el placer más puro surge desde mi interior, esparciéndose hacia mis dedos
y las puntas de mis pies. Robándome la voluntad de moverme, de pensar, de hacer
nada más que sostener a la hermosa mujer debajo de mí.
Jadeó contra su cuello, después de un momento me giro fuera de su espalda
para que pueda respirar de nuevo. Sin una palabra, la atraigo contra mi pecho,
sosteniéndola fuerte, mi rostro enterrado en su cabello. Los profundos respiros de
Chelsea eventualmente aminoran la velocidad y justo antes de dormirme, siento
sus delicados labios presionando un beso casto en cada uno de mis nudillos. Luego
pone mis manos bajo las suyas y se duerme.
1
46

Mis ojos se abren a las cinco de la mañana en punto, aunque solo han sido
dos horas desde que los cerré por última vez. Miro al cabello ardiente dorado de
Chelsea, aún en mi rostro, su cálido cuerpo aún atrapado entre mis brazos. Con
cuidado, me alejo y me desenredo de ella sin despertarla. Como siempre, me dirijo
al baño; a orinar, lavarme los dientes. Me estiro, hago sonar mi cuello, sintiéndome
algo rígido.
Evito mi reflejo en el espejo mientras me salpico el rostro con agua fría y
peino hacia atrás mi cabello desordenado. Después camino silenciosamente al
armario por una camiseta y unos pantalones deportivos, dándole una última
mirada a los durmientes rasgos angelicales de Chelsea. Voy a la cocina y enciendo
el pequeño televisor de pantalla plana, manteniendo el volumen bajo, esperando
que el café se haga. Cuando está hecho, salgo al balcón, viendo las luces de la calle
apagarse y el cielo gris-rosáceo volverse azul.
Y me digo a mí mismo que tengo que respirar. Lento y estable. Inhalar y
exhalar. Tengo ese sentimiento enfermizo e inquietante en mis entrañas, y me digo
que debo ignorarlo.
Regreso a la cocina y encuentro a Chelsea recostada contra la pared, con los
ojos entrecerrados, luciendo adorable en mi camisa gris, que casi alcanza sus
rodillas. —¿No eres la clase de chico que duerme hasta tarde cuando tiene la
oportunidad, verdad? —pregunta con un bostezo.
—Ah, no —le digo. Con una cara sería y sacudiendo la cabeza. Luego inicio
el discurso, y las palabras suenan amargas. Erróneas—. Voy a correr. Hay café en
la‖cafetera‖y…
—¿Café? —dice Chelsea interrumpiéndome—. De ninguna manera. Voy a
volver a la cama. —Se acerca a mí, moviendo las manos por mi abdomen—. Pero…
si quieres algo de compañía en la ducha cuando‖ regreses‖ de‖ correr…
definitivamente despertaré para eso.
Se estira de puntitas, besándome rápidamente. Y la imagino en la ducha,
mojada, en todos lados, sus deliciosas tetas resbalosas con burbujas de jabón.
Parece una buena idea.
Se voltea para caminar de regreso al cuarto. Pero mi voz la detiene. 1
—Chelsea… 47
Porque ser directo siempre es más fácil. Y yo no me complico.
Honestamente‖es… mierda, no recuerdo el resto.
—¿Sí?
Miro su rostro, tan expuesto, sincero y real. Sus labios, tan cerca de sonreír.
Y recuerdo sus palabras susurradas en la oscuridad.
—…‖y‖confío‖en‖ti,‖Jake.
—No te lastimaré.
Y lo único que puedo decir es—: La pasé maravilloso anoche.
La sonrisa fructifica. —Yo también.

Correr fue un castigo. Troto más rápido, me exijo más. Sudor cae por mi
frente, mi pecho palpita y mis piernas arden como si mis músculos estuvieran en
llamas mientras intento encontrar una manera de acomodar el caos que es Chelsea
con su manada de niños en mi organizada vida. Tengo metas, prioridades. No
llegué hasta donde estoy hoy por distraerme con un pedazo de trasero, sin
importar que tan espectacular fuera ese trasero.
Atravieso la puerta de mi departamento una hora y media más tarde,
todavía respirando con dificultad. Into the Mystic de Van Morrison está sonando
desde los parlantes. Agarro una botella de agua del refrigerador, bebiendo,
mientras Chelsea se halla parada frente a mi estufa —viéndose más deliciosa de lo
que tiene el derecho a verse— cocinando. Aún en la camisa gris, mueve sus
caderas al ritmo de la música, y luego usa la espátula como micrófono.
—Yo…‖quiero‖cautivar‖tu‖alma‖de‖gitana…
Y tengo que reírme. Es jodidamente sexy y adorable, es letal.
—Creí que ibas a regresar a dormir.
Chelsea me lanza una mirada sobre su hombro. —Yo también.
Aparentemente Ronan me ha arruinado por siempre, no pude volver a dormirme.
Así que decidí‖cocinar‖el‖desayuno… excepto que no tienes nada de comida en tu
refrigerador. A juzgar por eso y tus gabinetes, solo sobrevives a huevos, pasta y la
ocasional cerveza. 1
—Hago unos buenos macarrones con queso. Por lo demás, ordeno comida 48
para llevar.
Pone los huevos revueltos en un plato y me lo entrega, sus ojos brillando
con una satisfacción juguetona de la mañana después. —Bon appétit. Esto es lo
mejor que puedo hacer bajo estas condiciones
Tomo el plato pero lo coloco en la encimera. Y me olvido de las prioridades
y metas, la honestidad y los itinerarios.
Solo quiero besarla de nuevo.
Antes de que tenga la oportunidad, mi celular suena, el nombre de mi
madre aparece en la pantalla. Chelsea lo ve también y se acerca a mí, su cara
ensombrecida con preocupación. Pongo el teléfono en mi oreja. —¿Mamá? ¿Todo
está bien?
—No, Osito, no lo está. Tú y Chelsea necesitan venir al hospital.
Traducido por florbarbero, Ivy Walker & conniennie
Corregido por Vane Farrow

—No te das una idea de lo mal que me siento. Lo siento mucho. —Mi madre
luce como si estuviera a punto de llorar, y no llora mucho.
Chelsea frota su hombro. —Está bien. Estas cosas pasan, sobre todo a mis
sobrinas y sobrinos. Riley se quebró la clavícula cuando tenía dos años, Raymond
se quebró la pierna el año pasado y mi cuñada siempre se encontraba sobre ellos.
No es tu culpa, Gigi.
—Supe tan pronto como lo oí gritar, que algo no estaba bien...
Siguen hablando en la habitación de espera de la sala de emergencias, 1
mientras me agacho delante de Rory, quien se encuentra sentado en una silla de
plástico de color naranja, sosteniendo su brazo derecho sobre el pecho. El dolor ha 49
coloreado su rostro. Sus ojos se encuentran llenos de agonía y respira lentamente,
como si cada movimiento doliera.
—¿Cómo estás, chico?
—Duele.
—Sí, lo sé. —Deslizo los nudillos contra su rodilla, no queriendo lastimarlo,
entonces miro a la enfermera de triaje y le digo que se dé prisa, que creo que
podría estar en shock.
Ella se da cuenta que estoy lleno de mierda, pero me hace sentir mejor
intentarlo.
La historia cuenta que los niños estaban jugando en el patio, bajo la atenta
mirada de Owen, mientras mi madre hacía el desayuno. Riley apostó a Rory que
no podía subir a la parte superior del árbol de roble. Lo cual, por supuesto, Rory
podía, y lo hizo. El conseguir bajar... planteó más de un desafío. Y aquí estamos.
—¿Por qué no regresas a casa, mamá? —le digo, frotando su hombro—.
Owen probablemente ha enloquecido con los otros cinco.
—Está bien. —Asiente, acariciando la cabeza de Rory—. Te veré pronto,
cariño.
—No te preocupes, Gigi, voy a estar bien —dice Rory amablemente, lo que
demuestra que mi madre sin duda se ha ganado al chico.
—¿Rory McQuaid? —Una enfermera con una silla de ruedas anuncia, lista
para llevarnos a la sala de emergencias.
—Gracias a Dios —murmuro.

Más tarde, Rory se encuentra apoyado en una mesa de examen, mientras


que un doble de George Clooney le explica a Chelsea que el brazo de su sobrino se
quebró.
—Él se fracturó el cúbito. Es una quebradura limpia, y no vamos a necesitar
una cirugía para fijar el hueso, eso es algo positivo.
—Bien. —Chelsea asiente, mirando nerviosamente a Rory.
1
El médico gesticula hacia la puerta. —Así que, si pudiera salir, le pondré el
hueso en su lugar y le colocaremos a Rory su escayola. 50
—¿Salir? —pregunta Chelsea, frunciendo el ceño.
—Sí, es el protocolo del hospital. Las reducciones cerradas pueden ser
dolorosas, lo que es molesto para los padres y tutores, así que tendrán que esperar
fuera de la habitación durante el procedimiento.
—Prefiero quedarme con mi sobrino.
—Me temo que eso no es posible —responde George.
Apartando todo su nerviosismo, Chelsea se mantiene sólida como una roca,
segura. Es correcta y educada, pero no hay ninguna manera en que ella tome un no
por respuesta.
—Aprecio su posición, Dr. Campbell, y espero que aprecie la mía. Me
sentaré junto a Rory y sostendré su mano mientras fija su hueso. Ni el señor
Becker, ni yo haremos un sonido o diremos una palabra. Pero no lo voy a dejar. Si
es necesario, me lo llevaré a otro hospital.
El médico piensa en ello, y entonces concuerda.
—Eso no será necesario.
Chelsea se sienta en la silla junto a la mesa y agarra la mano izquierda de
Rory en la suya. Su sonrisa es tan amorosa, tan tierna, que mi pecho duele al
mirarla. El médico ajusta la mesa para que Rory se acueste sobre su espalda,
luego me muestra dónde sostenerlo por los hombros. Le dieron algunos
medicamentos para el dolor, pero incluso con ellos, sé por experiencia, que lograr
que dos mitades de un hueso quebrado se ajusten no hace cosquillas.
—Respira, Rory —dice el médico, como si fuera a ayudar, y mi pecho
comienza a doler por una razón completamente diferente. Luego sostiene al chico
por la muñeca y cerca del codo y comienza.
—¡Ahh! —grita Rory. Su voz es aguda y conmocionada, y me golpea como
una patada en el estómago—. ¡Ahh! —grita de nuevo, tratando de apretar los
dientes.
Chelsea aprieta su agarre, mirándolo fijamente, haciéndole saber que ella
está aquí, compartiendo su dolor, incluso si no puede salvarlo de él. Y le susurro,
justo contra su oreja, dándole el único consuelo que puedo, deseando como el
infierno poder tomar este dolor por él.
—Lo estás haciendo muy bien, chico. Está casi terminado. 1
—Ahh... 51
—Casi, Rory... ya falta poco...

—¡Este enyesado es jodidamente rudo! —Rory admira el yeso con dibujos


que ahora cubre su brazo desde el codo hasta la mano. Me río porque se recuperó
rápidamente, y, obviamente, su personalidad chispeante está intacta.
Chelsea le da la reprimenda obligatoria por su lenguaje, pero está sonriendo
también.
—Oye, ¿podrías dibujar un tatuaje en mi yeso? ¿Cómo el tuyo? —me
pregunta Rory, señalando a los tatuajes visibles bajo la manga de mi remera.
—Por supuesto.
Chelsea mira a su alrededor. —¿Me pregunto qué está tomando tanto
tiempo con el papeleo? Voy a preguntar... ah, ¡hola, Janet!
Una mujer da unos pasos dentro del área con cortinas donde estamos
esperando. Es una mujer negra, en sus treinta y tantos años, con el pelo bien
arreglado de color marrón y una sonrisa brillante, con un traje de color beige y una
blusa blanca.
—Hola, Chelsea. —Sus ojos caen a Rory, en la cama—. Hola, Rory, me
enteré que tuviste un accidente.
Rory se encoge de hombros, su sonrisa anterior sustituida por el ceño
fruncido desconfiado.
Janet me mira y me doy cuenta de que detiene la mirada en los tatuajes en
los brazos.
—Jake, esta es Janet Morrison —dice Chelsea, presentándonos—. Ella es
nuestra trabajadora social de la agencia de servicio infantil. Janet, este es Jake
Becker, mi...
Ella busca una palabra. —El abogado —le suministro, ofreciendo a Janet mi
mano—. Estoy en Adams y Williamson.
Janet asiente. —Así es, usted negoció la liberación de Rory a libertad
condicional después... del incidente del auto.
1
Tal vez sólo sea la naturaleza de mi trabajo, pero no soy un gran fan de las
agencias del gobierno, o sus empleados. Demasiado poder, demasiada gente, 52
demasiados errores que pueden ser tan fácilmente realizados sin ninguna
responsabilidad. Eso es lo que me hace preguntar—: Así que, Janet. ¿te encontrabas
en la zona?
—No. —Mira el archivo abierto en su mano—. Cada vez que un niño en
nuestro sistema tiene un incidente en la escuela, en un hospital, o con la policía,
somos llamados automáticamente. —Se vuelve a Chelsea—. ¿Te importa si te hago
mis preguntas ahora?
—Claro, eso está bien.
—Excelente. El médico dijo que Rory se cayó de un árbol. ¿Lo viste caer,
Chelsea?
Y de repente tengo una jodida mala sensación acerca de esto. Chelsea no
parece compartir mi preocupación.
—No. En realidad, no estaba en casa cuando se cayó del árbol.
Esta es una noticia para Janet. —¿Dónde estabas?
Los ojos de Chelsea se deslizan hacia mí. —Yo me encontraba... con Jake.
—¿Tu abogado?
—Era una especie de desayuno de trabajo —explico sin problemas.
—Ya veo. —Escribe algo en el archivo—. Entonces, ¿quién estaba con los
niños mientras te encontrabas en la reunión?
—La madre de Jake —responde Chelsea.
Con el lapicero listo, Janet me pregunta—: ¿El nombre de tu madre y su
dirección?
—Giovanna Becker. —Entonces recito de un tirón su número de teléfono y
dirección y le digo a Janet que está bien que se ponga en contacto con ella cada vez
que quiera.
Cierra su archivo. —Eso es todo lo que necesito de ti en este momento,
Chelsea. ¿Está bien si hablo a solas con Rory por unos minutos?
—Él es menor de edad —le digo.
—En casos como este es una norma el hablar con los niños a solas.
—¿Casos como éste? —pregunto, formalizando mi tono—. ¿Qué tipo de
caso crees que este es, exactamente?
1
Janet no es del tipo de retroceder. —Es un caso donde una herida ha sido
sostenida y abuso tiene que ser descartado. 53
—¿Abuso? —Medio me rio, medio me ahogo—. ¿Crees que ella hizo esto?
—Señalo a Chelsea.
—No, señor Becker, no lo creo. Sin embargo, si lo hubiera hecho, Rory sería
mucho menos propenso a divulgar esa información con ustedes dos en la
habitación.
Y realmente veo su punto. Simplemente no me gusta.
Miro a Rory. —¿Quieres hablar, chico? Es tu decisión.
Rory es inteligente y puedo ver en sus ojos que siente que esto es algo que
necesita ser tratado ahora. —Sí, voy a hablar con ella, Jake. No es gran cosa.
Le aprieto el hombro. —Vamos a estar justo afuera.
Guío a Chelsea a través de la cortina y en el pasillo, fuera del alcance del
oído de Janet.
—¿Qué te pasa? —pregunta una vez que nos detenemos—. ¿Por qué estás
discutiendo con Janet?
Agarro su codo. —No estaba discutiendo. Pero es importante que sepa que
conoces tus derechos.
Niega con la cabeza, confusión adhiriéndose a sus rasgos. —Janet es la mejor
persona que he conocido en la agencia de servicio infantil. Es mi trabajadora social.
Es su trabajo ayudarme.
—No, Chelsea, no lo es. Su trabajo es asegurarse de que eres una tutora
estable para los niños.
Por primera vez se da cuenta de la diferencia, la distinción, y su boca se
aprieta por la preocupación.
—¿Crees... quiero decir... podría tener problemas por esto? ¿Van a hacerme
un problema por el brazo de Rory? ¿Por estar contigo esta noche?
Mis manos se mueven a sus hombros, apretando y frotando la tensión que
los endurece. —No, escúchame, está bien. No hiciste nada malo y no van a hacerte 1
pasar un mal rato. —Me detengo en ese momento, queriendo hacerle entender sin
asustarla—. Pero hay que pensar en cómo dices las cosas. A veces cómo se lee una 54
declaración en un informe no representa las cosas como realmente son.
Veo esto a menudo en mis casos. Palabras como amenazas terroristas siendo
aplicadas a un niño de seis años de edad por disparar a sus compañeros de clase
con la mano en forma de arma y afirmar que‖ est{n‖ “muertos”.‖ O‖ un‖ cargo de
“posesión‖con‖intención‖de‖distribuir”‖hace‖ver‖a‖algún‖imbécil‖como‖un‖miembro‖
de un maldito cártel de droga, cuando en realidad son unos malditos flojos que
pasaron a tener en sus manos un gran paquete.
Las palabras importan, y a veces el contexto puede hacer toda la diferencia
en el mundo.
—Cuando hablas con Janet, no solo tienes que pensar en lo que es verdad,
sino en cómo la verdad se verá en blanco y negro. ¿Está bien?
Asiente y la jalo contra de mí. Le beso el fruncido en la frente, luego
susurro—: No te preocupes. Todo está bien.
Aprieta sus brazos a mí alrededor y asiente contra mi pecho.
Nos separamos cuando Janet sale, empujando a Rory en una silla de ruedas
por mandato de las políticas del hospital. —Estamos listos. —Sonríe.
Una enfermera se acerca y le da a Chelsea las instrucciones del alta y
medicamentos para el dolor. Ya en la acera, Rory se levanta diciendo que puede
caminar hasta el coche.
Janet protege sus ojos del sol deslumbrante de la tarde. —Voy a pasar por la
casa un día de esta semana, ¿de acuerdo, Chelsea?
—Eso está bien —responde Chelsea—. Estaré allí.
—Fue un placer conocerte, Janet —ofrezco sólo por educación.
—Lo mismo digo, señor Becker.
Rory se encuentra entre Chelsea y yo y caminamos hasta el coche, con el
brazo alrededor de su espalda baja, y mi mano en su hombro, por si acaso se
tropieza. Y aunque no miro hacia atrás, siento los ojos de Janet en los tres todo el
camino.

1
Durante las siguientes semanas, Chelsea y yo nos asentamos en un arreglo 55
doméstico extraño. Después del trabajo, me paso por la casa para ayudarla con los
niños, pasar el rato y hacer lo que sea que se necesite. Entonces, después de que los
niños están en la cama, Chelsea y yo...pasamos el rato juntos... mayormente sin
ropa.
El sexo ha sido... malditamente intenso. Callado, para no despertar a los
aguafiestas que están demasiado ansiosos por interrumpirnos, pero todavía de
primera categoría. Es una situación diferente para mí, nueva, pero extrañamente
cómoda. Realmente no me he dejado pensar en ello profundamente. No hay
etiquetas o discusiones o cualquier mierda como esa. Dicen que la ignorancia es
felicidad... y mis noches con Chelsea han sido ciertamente eso.
Por ahora, eso es lo suficientemente bueno.
Y los niños son un jodido desastre. Como un hongo divertido, a veces
adorable, a veces causantes de dolor en el trasero, que han crecido dentro de mí.
Una vez, después del trabajo, Chelsea me necesitaba para llevar a Rosaleen a su
clase de piano. Y lo hice, pero... no terminó bien:
—Tenemos que añadir un profesor de piano a la lista — le dice Rosaleen a su tía
mientras caminamos en la cocina.
El televisor está a todo volumen en la habitación contigua, donde Raymond y Rory
se enfrentan en Mortal Kombat, el vídeo juego, pero por los sonidos del mismo, podrían en
realidad estar a punto de matarse a golpes. Ronan se mece tranquilamente en su columpio
mientras Regan se ocupa con ollas, sartenes y cucharas de madera esparcidos como minas
terrestres por todo el piso. Una olla grande de metal hierve en la estufa, y emite un aroma
cálido y carnoso.
Chelsea levanta la vista de la tabla de picar, donde se encuentra una zanahoria a
medio picar en espera. —¿Qué quieres decir? Tienes un profesor de piano.
—Ya no es así. —La niña de siete años de edad se encoge de hombros.
Chelsea vuelve sus ojos sospechosos hacia mí.
Y no tengo culpa en absoluto. —Ese tipo no debería estar enseñando a niños. Sádico
hijo de puta.
Chelsea coloca el cuchillo al lado de la zanahoria. Luego toma una respiración
profunda, y sé que está tratando de no estresarse. —Monsieur Jacques La Rue es el mejor
profesor de piano en la ciudad. Le tomó meses a Rachel el conseguir que aceptara a Rosaleen
como su estudiante. ¿Qué pasó?
1
Meto una rodaja de zanahoria en mi boca. —¿Qué clase de persona hace que sus 56
estudiantes le llaman Monsieur? Probablemente ni siquiera es francés —me quejo—.
Apuesto a que su verdadero nombre es Joey Lawrence del Bronx.
Rosaleen se sube a la silla de la isla en frente de su tía y con impaciencia cuenta la
historia. —ÉL golpeó mis nudillos con la regla porque metí la pata.
—Anexo A —interrumpo—. ¿Qué clase de jodido enfermo podría golpearla?—
Señalo la cara alegre y preciosa de Rosaleen—. ¿Rory? Es otra historia. ¿Ella? De ninguna
manera.
Rosaleen continúa. —Así que Jake fue a su coche y regresó con un bate de béisbol.
Monsieur La Rue le preguntó qué estaba haciendo y Jake le dijo: Usted golpea los nudillos
de esa niña otra vez y lo voy a golpear con esto.
Chelsea se vuelve hacia mí, con la cabeza inclinada y lo boca abierta.
No admito nada.
—Así que... nos despidió —concluye Rosaleen.
La empujo con mi codo y le ofrezco una zanahoria. —Nosotros lo despedimos.
La mete en la boca con una sonrisa.
Chelsea mira nuestro intercambio y su rostro se suaviza. —Está bien. Nuevo
profesor de piano. Voy a añadirlo a la lista.
En otra ocasión, los niños de más edad tenían citas con el dentista que
chocaban con el tiempo de juego de Regan y Ronan en Mami y yo. Como he dicho
antes, jodidamente odio a los médicos y los dentistas son sólo médicos para los
dientes. Así que opté por tomar los niños pequeños a su clase. Quiero decir, son
bebés, ¿qué difícil puede ser?
Los niños estás por todos lados, de todas formas y tamaños, algunos escalando,
algunos tropezándose, otros —como Ronan— teniendo‖su‖“tiempo‖ boca‖abajo”‖en el suelo
como si intentaran dominar el rastreo. Y los padres, Jesús, están como terriblemente
tensos, las complacientes esposas sonriendo, arrullando un culto religioso armado con
cámaras. La habitación de juegos de Mami y Yo es odiosamente colorida, una alfombra de
arcoíris, un tobogán neón, estruendosas cuñas acolchadas, y un tapete que daña mis ojos si
lo miro por mucho tiempo. Música extrañamente alegre se vierte desde los altavoces
montados con un adolecente vigorosamente feliz en una camiseta fucsia animando el
espectáculo.
Y no he empezado con los payasos.
Están pintados sobre las paredes, versiones de marioneta se alinean en las 1
estanterías, y otros rellenos que tienen brazos espeluznantemente amplios llenan las
esquinas, y sus bocas enrojecidas y abiertas mostrando sus dientes blancos en la sonrisa 57
más jodidamente espeluznante que nunca he visto. Como si estuviesen esperando a un niño
desprevenido que pase por ahí así ellos pueden arrancar sus cabezas.
Cerca de diez minutos en un juego libre, veo a Regan navegar por una pista de
obstáculos. A mi lado hay un padre bocazas animando a su hijo como si el niño estuviese a
punto de alcanzar la meta en el maldito Super Bowl. Hace un gesto con la cabeza. —Él es el
niño más rápido aquí. Lo tuve terminando la pista en veinticinco segundos.
Bien por ti, amigo.
—¿Cuál es tuyo?
Apunto a Regan, que está escalando el tobogán, su mameluco naranja brillando bajo
las luces. Canta mientras se va—: Hola,‖ hola,‖ hola,‖ hola… —Como los Siente Enanitos
marchando con sus piquetas.
—¿Hay algo malo con ella? —pregunta el hijo de puta.
Frunzo el ceño. —No, no hay nada jodidamente malo con‖ella.‖Ella‖es…‖centrada.
—Luego, para divertirme un rato, añado—: Y ella podría hacer esa pista en menos de
veinticinco segundos.
El gilipollas se burla. —Lo dudo.
Pongo mis fríos ojos en él. —¿Quieres apostar?
Roza su flequillo marrón con una mano arrogante. —Cincuenta dólares a que mi
hijo le gana.
—Estoy dentro.
Estrecho su mano, luego voy a sacar a Regan del tobogán y la preparo mientras la
cargo de vuelta a la pista de obstáculos, como Mickey hablándole a Rocky Balboa en su
esquina.
—Lo tienes, Regan. No lo dejes distraerte, ves su incertidumbre, mantén tus ojos al
frente.
Aprieta mi nariz.
Así que intento usar palabras que entenderá. —Si haces esto, te diré hola por
siempre.
Eso la hace sonreír.
Los alineamos y el padre hace el conteo hacia atrás. —En sus marcas, listos, ¡fuera!
Y‖est{n‖fuera… 1
El gilipollas y yo los animamos, como los jugadores en el hipódromo. 58
—¡Vamos, bebé, vamos!
—¡Eso es! ¡Sácalo del camino! ¡Haz tu movimiento!
Est{n‖cuello‖a‖cuello…‖hasta‖que‖ el‖pequeño‖niño‖se‖distrae‖ con‖ un‖moco‖gigante‖
colgando de su nariz. Para de trabajar en ello, y la carrera es de Regan.
—¡Sí! ¡Maldita sea! —grito con orgullo. La tomo y la sostengo bien arriba de mi
cabeza; se ríe y chilla. Y en alguna‖parte‖Freddy‖Mercury‖canta‖“We‖Are‖the‖Champions”
Mientras el papá perdedor me pasa los cincuenta, el adolecente nos descubre. —
¿Qué está pasando? Este es un lugar alegre, ¡no de juegos de azar!
—Correcto. Bueno, nos estábamos yendo de todas maneras.
Tomo a Ronan en un brazo y a Regan en el otro. En nuestro camino a la puerta, le
susurro—: Vamos a mantener esto entre nosotros, ¿Bueno?
Me mira directamente a la cara y asiente. —Hola.
Paso mis sábados con Chelsea y los niños. Traigo el trabajo conmigo,
colándose en pequeños trozos de tiempo cuando me puedo concentrar. La mayoría
de los sábados, si no han tenido muchas actividades que hacer, es relajante.
Divertido, incluso. Pero algunas veces…‖bueno…‖son‖seis‖niños.‖Desde‖un‖punto‖
de vista puramente estadístico, las posibilidades de un mal día son bastante
malditamente altas.
Una mañana, tan pronto como salí del auto supe que iba a ser un día malo.
No fue ningún tipo de sexto sentido quién lo predijo.
Fueron los gritos.
Abro la puerta delantera, y el impresionante sonido de chirrido que sólo un niño
realmente cabreado de dos años puede hacer me golpea como una explosión de aire caliente.
Regan se sienta en el piso del vestíbulo al frente del clóset, un desastre de lágrimas y gritos
y patadas, rodeada de zapatos, chanclas, y botas. Chelsea está en cuclillas frente a ella,
sosteniendo una zapatilla de deportes brillante para la inspección de la niña. Otros dos
pares de zapatos pequeños están junto a ella en el suelo.
—¿Este? —pregunta, con una mezcla de esperanza y molestia.
Regan golpea la zapatilla de la mano de su tía, sacudiendo la cabeza, golpea sus
manos en el piso, y gimotea.
Supongo que ese no era.
Chelsea se da cuenta de que estoy aquí. Levanto mis cejas y trato muy 1
condenadamente mucho no sonreír. —¿Está todo bien?
—No —sisea— No lo está. —Aparta su pelo de la cara, el moño desordenado a
59
punto de caer. Hay manchas en su blusa, de algo que se ve como guisantes, y sus mejillas
están enrojecidas.
Fue entonces cuando me di cuenta que no era sólo Regan haciendo un montón de
ruido de mierda. Es un coro, una sinfonía de voces jóvenes enojadas viniendo desde la sala
de estar. En algún lugar del piso superior¸ la voz de Ronan se une a la multitud. Y no hace
ningún sonido jodidamente feliz.
Después de otro rechazo de zapatos, Chelsea se levanta y tira la sandalia a través de
la habitación. —¿Cuál, Regan? ¿Qué es lo que quieres?
Regan solamente llora y apunta a absolutamente nada.
Antes de que pueda decir algo, los gemelos llegan golpeándose al vestíbulo, brazos
cerrados alrededor del otro. Caen al piso, rodando y gruñendo, los dientes desnudos.
—¡Sabías que la estaba guardando! —grita Rory.
—¡Estaba en el gabinete, es juego limpio! —gruñe Raymond.
—¡Paren! —grita Chelsea—. Ustedes, ¡deténganse! —Es algo chillona ahora,
también.
La ignoran completamente.
—¡Eres un idiota! —grita uno.
—¡Eres una polla! —replica el otro, y apuesto que ese fue Rory.
—¡Paren! —chilla Chelsea, y agarra a uno por los pequeños y sensibles cabellos en
la base de su cabeza. Luego lo levanta de un tirón.
Incluso yo jodidamente me encojo.
Rory aúlla, ambas manos cubriendo la parte de atrás de su cuello. —¿Qué
demonios? —demanda de su tía—. Voy a tener una jodida calva ahora.
—¡No pelees con tu hermano!
—¡Se comió el último pedazo de galletas de chocolate! —contraataca Rory—. Sabía
que la estaba guardando y se la comió de todos modos.
Poniéndose de pie ahora también, Raymond se burla—: Y estaba tan
bueeeeeeenaaaaa.
Rory arremete, y me quedo congelado por el shock de ver todo el infierno desatarse.
Me paro ente lo chicos, separándolos con apretones de hierro sobre sus brazos. —Ya basta.
Luego Rosaleen viene lagrimeando a la vuelta de la esquina, con una Riley muy 1
enojada tras ella.
60
Por supuesto.
—¡Dámelo!
—¡No, es mío!
—¡No es tuyo, es mío!
—¡No lo es!
Chelsea instintivamente extiende los brazos cuando Rosaleen se encoge detrás de
ella.
—¿Qué está pasando? —grita a su sobrina mayor.
—¡Tiene mi lápiz! —grita Riley.
—¡Un lápiz! —chilla Chelsea—¿Estás bromeando? ¡Estás peleando por un jodido
lápiz!
Riley hace un puchero en esa mordaz manera que los adolescentes hacen. —Bonito
lenguaje, Tía Chelsea.
Chelsea rechina los dientes. —Dame un descanso, Riley.
—No, se supone que tú seas la adulta ¡Míranos! ¡No es de extrañar que esta sea una
casa de locos!
—¿Y eso es mi culpa? ¿Que sean un puñado de egoístas paganos malvados?
Riley la confronta—: ¡Sí! ¡Esto es tú culpa!
Chelsea levanta sus manos. —¡Eso es! ¡Ya tuve suficiente de esto! ¡Todos, vayan a
sus habitaciones!
Chillando con indignación, Rosaleen grita—: ¡Pero yo no hice nada!
Chelsea se gira bruscamente, encarando a la pequeña rubia. —¡Dije vayan! ¡Ahora!
Rosaleen se arrastra a sí misma arriba, su pequeña cara fruncida y enojada. —¡Eres
mala! ¡No me gustas!
Chelsea agarra a la niña de siete años por el brazo y la mueve hacia las escaleras. —
Bien, ¡puedo no gustarte desde tu habitación!
Rosaleen sube las escaleras con lágrimas, llorando. Riley marcha tras ella, brazos
cruzados y hombros tercamente rectos. Rory le da un último empujón a su hermano, luego
se dirige hacia arriba, también. Cuando Raymond se gira para seguirlos, Chelsea añade—:
Raymond, tú ve a la habitación libre. No los quiero cerca uno del otro.
Echa fuego por los ojos. —¡Esto apesta!
1
Chelsea lo mira de vuelta. —¡Cuéntame sobre eso! 61
Después de que los Cuatro Jinetes del Apocalipsis desaparecieron en el piso superior,
una misteriosa tranquilidad se estableció en la casa, como un lugar después de los fuertes
vientos de un tornado. Ronan ya no llora más desde el piso superior, probablemente
sucumbiendo a su siesta de media mañana. Regan eligió dos chanclas rosa fuerte desde la
pila de zapatos no deseados, deslizándolos en sus pies, luego, sollozando, arrastra los pies
fuera del vestíbulo.
Chelsea respira duro, me acerco a ella con cuidado.
—¿Estás bien? —pregunto suavemente.
Sus ojos azules conectan con los míos por un momento. Y luego se echa a llorar.
Y se ve tan malditamente linda, incluso desquiciada con la frustración que me trago
una risa. Porque me mataría si sale de mis labios.
Froto su hombro y la guío por el pasillo hasta la cocina. —Está bien. Shhh, no llores,
está bien.
Sacude la cabeza, llorando y moqueando mientras se sienta en un taburete de la isla.
—No está bien. Son malos. Son unos pequeños animales desagradecidos.
Y repentinamente tuve la urgencia de llamar a mi madre, para disculparme. No por
nada en específico…‖sólo‖por‖los‖primeros‖quince‖años‖de‖mi‖vida.
Agarro el Southern Comfort del refrigerador y lo vierto en un vaso.
Ella solloza en sus manos.
Vierto un poco más.
—¿Qué pasó? —pregunto.
—¡Nada! —Me mira—. ¡Absolutamente nada! ¡Ellos sólo despertaron así!
Chelsea se abofetea las mejillas y toma un gran trago. Aprieto su hombro. Apoya su
codo en el mostrador y deja caer la frente en su mano. Su voz mezclada con culpa. —Oh,
Dios. No puedo creer que tiré del cabello de Rory. Rachel nunca hubiese hecho eso. Ella y
Robbin no creían en el castigo corporal.
—Eso explica mucho. —Créeme, no soy fan de golpear a los niños. Pero hay veces
que una nalgada está muy bien merecida.
—Rosaleen tiene razón ¡Soy mala! —Y llora de nuevo.
Y mi risa ya no puede ser contenida. Sale profunda y totalmente comprensiva. —
Cariño, conozco gente mala. Confía en mí, tú no lo eres.
1
Se termina su trago.
62
—No te estoy diciendo cómo criarlos, pero sé de mi propia experiencia que los chicos
necesitan disciplina. La quieren, incluso aunque no lo sepan. Deberías escribir una lista de
faltas y castigos. Ya sabes, una palabrota y pierdes tu teléfono por un día. Peleas, y tienes
que recoger la mierda del perro. Un Código Penal McQuaid.
Sorbe, ojos rojos y nariz mocosa. —No es una mala idea.
Me acerco, apartando sus piernas para pararme entre ellas. Toco su mandíbula. —
¿Te sientes mejor?
Chelsea suspira abatida. —No.
Inclino su cara hacia mí y la ladeo. —Entonces déjame ver qué podemos hacer
respecto a eso.
Sus labios son cálidos. Se hunde en el beso, abriéndose para mí, tomando mi lengua
con un jadeo y gentilmente ofreciendo la suya. Es sólo un beso, no lo llevaré a más. Pero si
se siente la mitad de bueno para ella de lo que se siente para mí, ha hecho el trabajo.
Me alejo, sólo un centímetro. —¿Te sientes mejor ahora?
Y sonríe. —Casi. Podemos trabajar en eso un poco más.
Me río entre dientes. —Hagamos eso. —Luego presiono mis labios contra los suyos
otra vez.
Algunos días, me pongo increíblemente encendido observando a Chelsea.
Sólo la manera‖ en‖ que‖ se‖ mueve,‖ en‖ que‖ sonríe…‖ agach{ndose‖ para‖ recoger‖ los‖
juguetes del suelo. Y si soy suertudo, se presenta la oportunidad para actuar. Pero
tenemos que ser sigilosos.
Hubo una tarde cuando Ronan se durmió temprano, Riley leía en su
habitación, y Rosaleen y Regan veían a Rory y Raymond jugar Xbox.
Tomo el brazo de Chelsea, arrastrándola hacia las escaleras.
—Chicos, cuiden a sus hermanas —digo.
Y unos pocos segundos después, tengo a Chelsea en el baño de la habitación de
huéspedes de arriba. Prendo la ducha para cubierta, y el fregadero, luego me presiono contra
su espalda, pasando mi nariz por su cuello, inhalando la dulce fragancia de su piel y su
deseo por mí. Voltea su cabeza, besándome en un vigoroso duelo de lenguas, agarrándose
del fregadero tan fuerte que sus nudillos se vuelven blancos.
—¿Qué estamos haciendo? —jadea.
—Puedo hacerlo rápido —prometo—. Y puedo hacerlo bueno. 1
Después caigo de rodillas detrás de ella. Levantando su falda, arrastrando bragas
blancas de encaje por sus piernas. Y mi boca está en ella, envolviendo su coño,
63
presionándola, lamiéndola como un hombre hambriento. Mi nariz rozando entre las mejillas
deliciosas de su culo, maldición, ese culo.
Cuando tenga más tiempo, juro que le daré a esa área en particular toda la gloriosa
atención que se merece.
La acaricio con mis manos, probando con mis dedos, poniéndola más caliente, más
mojada de lo que ya está. Gime por encima de mí, inclinándose hacia adelante. Tan lista y
jodidamente hermosa y ansiosa.
Me paro, desabrochándome los pantalones, y me deslizo en su suavidad húmeda en
un empuje suave.
—Cristo —gimo—. Nada se debería sentir tan bien.
Chelsea gime en aprobación cuando empiezo a empujar en su contra, la hebilla de
mi cinturón tintineando con cada empuje. Se mantiene derecha, sus manos hacia atrás para
acariciar cualquier lugar que pueda tocar, y ese ángulo la hace incluso más estrecha.
Extiendo una mano firme sobre su cadera, acuno su cara con la otra, y la volteo
para poder besarla, probando esa dulce lengua. Nuestros labios chocan y muerden, nuestros
gemidos mezclándose. Bombeo más rápido, moviendo mi mano a su hombro, mi brazo
cruzando su pecho, sosteniéndola donde la necesito. La mano de Chelsea desaparece abajo,
tocándose, frotando rápidos círculos en su clítoris mientras me deslizo dentro y fuera de
ella.
Y enloquezco.
—Oh‖joder…
Se viene con un gemido agudo, sus rodillas se aflojan, pero la sostengo, mis
estocadas perdiendo su ritmo, tornándose en unas estocadas de placer mientras llego
gloriosamente dentro de ella.
Después, arreglamos la ropa del otro, acariciándonos y besándonos. Las mejillas
cremosas de Chelsea hermosamente enrojecidas mientras se ríe contra mi boca. —Mi
Dios…‖realmente‖me‖gusta rápido.
Y creo que simplemente podría amarla.

1
64
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por NnancyC

Aunque la mayor parte de la noche la pasamos en su cama, en realidad no


duermo en lo de Chelsea. Me voy a mi casa antes de que los niños despierten.
Hemos hablado al respecto; no quiere confundirlos o darles un mal ejemplo. Así
que, una mañana muy temprano, después de mi carrera y una ducha, estoy
enroscando una corbata alrededor de mi cuello, cuando mi teléfono se ilumina con
el nombre de Chelsea. Me lo llevo al oído.
—Déjame adivinar. ¿Has encontrado a una niñera que hace que Mary
Poppins se vea como una vaga y estuvo de acuerdo en cuidar a los niños durante
toda una semana, por lo que me necesitas a mí y a mi polla dura en la casa lo antes
1
posible? 65
Su risa gutural viene a través del altavoz. —Ese es un hermoso sueño, pero
solo un sueño. Te llamo por otra cosa, algo que en realidad es más maravilloso.
¿Estás sentado?
Curioso, me siento en la tapa cerrada del inodoro. —Ahora lo estoy. ¿Qué
pasa?
—Escucha esto.
Hay un poco de ruido: el sonido de ella ajustando su teléfono celular. Más
lejos oigo su voz. —Regan, ¿has aprendido una nueva palabra?
Entonces, alto y claro, viene la diminuta voz de Regan. —No.
—¿Estás segura? —pregunta Chelsea.
—No.
—Regan, dice no.
—¡No, no, no!
En el momento en el que Chelsea vuelve al teléfono, me estoy riendo
demasiado. Y el orgullo, ese tipo de orgullo ridículo, que te debilita las rodillas, me
invade.
—¿Qué piensas de eso? —pregunta Chelsea con una enorme sonrisa en su
voz.
—Creo que tenemos una jodida genio entre nosotros.

En un día a principios de abril, Chelsea tiene una reunión con Janet en las
oficinas de la Agencia de Servicios para Familias y Niños. Lleva a los dos pequeños
con ella y termino mi trabajo temprano para estar en la casa cuando los otros
lleguen de la escuela. Estoy sentado en el patio delantero cuando Rory y Raymond
se abren paso por el camino de entrada. Y antes de que siquiera me alcancen,
visualizo una mancha roja brillante en el pómulo de Raymond, fresca, pero ya
empezando a amoratarse. 1
—¿Que te pasó en la cara?
66
Raymond le da un vistazo a su hermano, y luego de nuevo a mí. —Me caí
subiendo las escaleras en la escuela. Me golpeé la mejilla en la barandilla de metal.
Apunto a la silla junto a mí. —Siéntate. —Entonces agarro una roca de
tamaño decente desde el jardín, regreso a mi lugar, y empiezo a golpetear sus
rodillas, viéndolas sacudirse ante el impacto.
Se ajusta las gafas. —¿Qué estás haciendo?
—Comprobando tus reflejos.
—¿Por qué?
—Porque tienes nueve. Y a menos que una persona esté muy vieja o
enferma, el reflejo automático del cuerpo al caer hacia adelante es proteger la cara
y los órganos vitales de una lesión, suavizando el impacto con las manos. Así que...
antes de que te acuse de estar lleno de mierda, quiero estar seguro de que no tienes
un tumor cerebral. —Después de otro golpeteo, pongo la roca sobre la mesa de
hierro forjado y lo miro a los ojos—. Todo parece normal. Así que, ¿quién te dio un
puñetazo en la cara, Raymond?
Rory sale de la conversación, caminando hacia el jardín del frente, y su
hermano suspira. —No puedes decirle a la tía Chelsea.
—¿Por qué no?
—Porque llamará al director y vamos a tener una reunión, y eso sólo hará
que‖todo…
—Sea peor. —Asiento, totalmente comprendiéndolo.
—Sí.
Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas. —No voy a
decirle a tu tía, pero vas a comenzar a hablar conmigo. Ahora mismo.
—Su nombre es Jeremy Sheridan. Me odia.
—¿Es un atleta? —adivino—. ¿Te hace la vida imposible para mostrarles a
sus amigos lo maravilloso que es?
—No, él está en todas las clases a las que avancé por examen. La Sociedad
Nacional de Honor también. No hace deporte.
¿Un matón nerd? Eso es nuevo.
Los tiempos han cambiado desde que yo iba a la escuela. 1
—Pero mi promedio es mayor que el suyo. Siempre saco mejores notas que 67
él en las pruebas, por eso me odia —explica Raymond, su voz melancólica.
—¿Cuándo comenzó esto?
Lo piensa. —Enero. Fueron pequeñas cosas al principio, meterse con mi
casillero, hacerme tirar los libros de mis manos, hacerme tropezar. Pero
últimamente‖las‖cosas‖se‖han…‖intensificado.
Asiento lentamente, la ira crepitando como un fusible lleno. —¿Y cómo
reaccionas cuando Jeremy hace estas cosas de mierda?
Se encoge de hombros, avergonzado. —Sólo intento permanecer fuera de su
camino. Estoy pensando en bajar mis calificaciones a propósito. No quería recurrir
a eso, pero quizás me dejará tranquilo si puede ser el número uno en su clase.
Es entonces cuando me doy cuenta de Rory, aún en el césped, agachándose
de vez en cuando, con una bolsa de plástico en la mano.
Acuno mi boca con las manos. —¿Qué estás haciendo?
—Recogiendo la mierda de Cosa —grita en respuesta.
—¿Por qué?
—Para ponerla en una bolsa y encenderla en el casillero de Jeremy Sheridan.
Bien…‖esa‖es‖una‖manera‖de‖tratar‖con‖ello.
—Tu corazón está en el lugar correcto, pero no creo que sea una buena idea.
—Agito una mano—. Ven aquí.
Tengo otra estrategia en mente.
Miro a Raymond, evaluándolo. —Eres‖delgado…‖débil.
—Sí —suspira—. Lo sé.
—Pero…‖ si‖ puedes‖ ser‖ r{pido,‖ si‖ sabes‖ los‖ puntos‖ vulnerables‖ para‖
golpear... eso no importará.
—¿Quieres que golpee a Jeremy?
—¿La próxima vez que te aborde? Quiero que le rompas la maldita nariz. Te
garantizo que no te molestará de nuevo después de eso.
Raymond se queda mirando al suelo, reflexionando. —Mi padre solía decir
que la violencia nunca es la respuesta.
—No lo es. Pero defenderte a ti mismo no es violencia, hay una diferencia.
Tu padre querría que te defendieras, Raymond. 1
Parece acordar con ese razonamiento. —Pero…‖no‖sé‖cómo‖golpear. 68
Pongo mi mano en su hombro. —Yo sí.

Después de que Chelsea vuelve a casa, llevo a los chicos a mi gimnasio.


Pasamos las próximas dos horas golpeando la bolsa —Rory utilizando sólo el puño
que no está en una escayola. Le muestro a Raymond cómo apuntar, cómo poner su
peso detrás de un golpe, cómo aterrizar uno sin romperse el pulgar. Mientras
salimos y subimos a mi coche, luce decididamente más animado que cuando llegó
a casa de la escuela.
Y entonces mi teléfono suena.
Es la compañía de monitoreo.
—Jodido Milton —espeto en voz baja—. ¿Dónde está? —vocifero en el
teléfono.
Me dan la dirección y giro en U. —Un momento, muchachos, tenemos que
hacer un desvío rápido.
Quince minutos más tarde, estaciono delante de una mansión. No es una
casa grande que se puede llamar una mansión, es una maldita mansión real.
Grupos de veinteañeros y personas incluso más jóvenes están reunidas en grupos
por todo el césped, sosteniendo vasos rojos de plástico y fumando cigarrillos.
Coches aparcados al azar a lo largo del gran camino de entrada, y la música
resuena desde las ventanas iluminadas. Rory y Raymond se encuentran detrás de
mí mientras atravesamos la puerta principal.
—Quédense cerca de mí, chicos.
Los ojos de ellos se amplían con asombro a medida que pasamos de
habitaciones con mujeres —chicas— semidesnudas caminando ahí, en medio de
gritos y risas. Sus cuellos se estiran y giran a la vista de chicos en gorras de béisbol
y vaqueros caros esnifando polvo blanco de la cima de las mesas de vidrio. En el
pasillo, una rubia bonita que lleva nada excepto unos pantalones al estilo Daisy
Duke y un sujetador, mira fijamente a Rory.
Ella estira la mano. —Eres taaan lindo.
Pero le agarro la muñeca antes de que le ponga un dedo encima. 1
—¿Milton Bradley? —le pregunto en voz baja. 69
—Está en la habitación de juegos, en la parte trasera.
La suelto y camino hacia el cuarto de atrás. Y me aseguro de que los chicos
estén conmigo. Entramos en la sala de juegos, y a través de una niebla de humo
veo al gran imbécil sentado en una mesa de juego redonda, cabello rubio
cayéndole sobre la frente, un gran vaso de cerveza y una pila de fichas negras en
frente de él.
Sus ojos se encuentran con los míos. —Oh, mierda.
Se pone de pie en un salto, listo para salir volando por las puertas francesas
a su espalda.
—Ni siquiera lo pienses —le digo, advirtiéndole—. Si corres sólo me va a
enojar más y será mucho peor para ti cuando te atrape. Y créeme cuando digo que
voy a atraparte.
Rory trata de ser útil. —Para un tipo viejo, él es bastante rápido, amigo.
Los hombros de Milton caen.
—La fiesta acabó. —Lo llamo con mi dedo—. Vámonos.
Rory y Raymond se acomodan en el asiento trasero y el Idiota se sienta al
frente. Tan pronto como llegamos a la carretera, comienza con—: Lo puedo
explicar.
—Lo cual importaría si estuviera interesado en escuchar una explicación. Y
no es así.
Pero sigue hablando de todos modos. —¡Estaba celebrando! Se me permite
ser feliz, retiraron los cargos de heroína en mi contra.
—¡No jodas, Sherlock! —Tengo que gritar—. Soy el que les pidió que
retiraran los cargos. Y permite que me asegure de que entiendo esto…‖ ¿pensaste‖
que era una buena idea celebrar que los cargos por drogas fueron retirados
haciendo una fiesta donde malditas drogas están en todas partes? ¿De verdad no
ves el problema con eso?
Simplemente se encoge de hombros.
Luego de veinte minutos de un silencio bendecido, estaciono delante de la
mansión de Milton. Con el coche en punto muerto, pregunto—: ¿Dónde están tus
padres?
—No sé —responde con petulancia—. Francia, creo. Madre dijo que
necesitaba unas vacaciones.
1
Probablemente por lo tonto que es su hijo. 70
Pero aún así, sus padres no van a recibir ningún premio por ser padres del
año.
—Así que... ustedes, como que... ¿quieren entrar y pasar el rato? —pregunta
Milton.
Me froto los ojos. —No, Milton, no quiero pasar el rato contigo, joder. —Lo
señalo con el dedo—. Sólo tienes que ir adentro, cerrar la puerta con llave, e ir a la
cama. Tal vez te despertarás más inteligente en la mañana.
Hace un mohín. —De acuerdo.
Me aseguro de que entre en la casa y luego me alejo.
Después de unos minutos, Raymond dice en voz baja—: Él parece solitario.
—Es un imbécil. —No recibirá compasión de mi parte.
—Parece un imbécil solitario.
—Cuida tu lenguaje —vocifero por encima del hombro.
—¡Tú acabas de decirlo!
—Y cuando tengas treinta, podrás decir todo lo que quieras. Hasta entonces,
mantén un lenguaje apropiado a tu edad.
—Eso es, como, la definición de hipócrita, Jake —argumenta Raymond.
—¿Tu punto?
Rory está inusualmente callado durante el viaje. Y me pregunto lo que
piensa acerca de las cosas que ha visto. Su familia no tiene la misma clase de dinero
para gastar que los Bradley, pero están cerca. Y sin siquiera darme cuenta, canalizo
al Juez.
—¿Saben por qué es un imbécil, muchachos?
—¿Porque bebe y consume drogas? —intenta Raymond—. Sólo los
perdedores consumen drogas.
Hay algo maravillosamente conmovedor sobre la respuesta de Raymond.
Así de simple, blanco y negro. Tan inocente.
—Es verdad. Pero esa no es toda la razón. —Doblo en la calle de Chelsea y
continúo—: Milton me prometió que se quedaría en casa. Y luego rompió esa
promesa. Cuando quitas todo lo demás: el dinero, la ropa, los coches caros, las
casas grandes; todo lo que un hombre tiene es su palabra. Dice exactamente lo que 1
tiene intención de decir, y hace lo que dice. Si un hombre no tiene su palabra, no es
un hombre. 71
Lo asimilan por un momento. Entonces Rory pregunta—: ¿Tu papá te
enseñó eso? ¿Te mostró cómo ser... un hombre?
Hay un dejo de preocupación en su voz. Y me pregunto si está preocupado
por él y sus hermanos y hermanas que van a crecer sin su propio padre. Con
ningún ejemplo para guiarlos. Así que todo lo que puedo darle, es la verdad.
—No, Rory. Mi papá era... el tipo de hombre que yo no quería ser. —Y luego
agrego—: Pero había otro chico, un amigo, el mejor tipo de amigo, quien no
aguantaba ninguna de mis mierdas. Él me enseñó todo lo que necesitaba saber.

Más tarde esa noche, horas después de que los niños estén en la cama,
Chelsea y yo nos retorcemos entre sus sábanas. Es lento, casi dulce. Sus brazos
largos y suaves se extienden por encima de ella, brillando con una suave
perfección. Le beso el cuello, adorando su piel, mientras mis caderas se flexionan
entre sus piernas. La monto en movimientos suaves y estables, los músculos de mi
espalda tensos con el aumento de placer. Chupa el lóbulo de mi oreja, susurrando
lo bien que se siente, y mis embistes se aceleran con voluntad propia. Mi cuerpo se
hace‖cargo…‖es perfección carnal y nunca quiero terminar.
Pero tiene un maldito gran final.
Las manos de Chelsea agarran mi culo, empujándome más profundo
mientras sus propias caderas se elevan para tomarme dentro de ella. Juntos
llegamos al éxtasis, se pone rígida debajo de mí cuando me pongo tenso por
encima de ella, pulsando en su interior, los dos jadeando en silencio.
Después, me envuelvo alrededor de ella desde atrás. Se ríe de la nada y me
besa las manos antes de acomodarlas bajo su mejilla, como su almohada personal.
Inhalo su aroma mientras me voy a la deriva, mi nariz contra su nuca.
Pero una voz pequeña y asustada rompe el silencio.
—Nooo.‖Noooo…
Viene del monitor de bebé de Regan. Chelsea se sacude, abre los ojos y
empieza a arrastrarse fuera de la cama. Sin pensarlo, la beso en la sien. —Vuelve a
dormir. Voy por ella.
1
Me pongo los pantalones y una camiseta y camino descalzo por las
escaleras. 72
Regan está sentada en su cama miniatura, ojos legañosos, el pelo un
desastre, su habitación iluminada por una luz tenue de Cenicienta. Levanta los
brazos tan pronto como me ve.
Y las palabras de mi madre, de hace décadas, salen de mi boca.
—¿Cuál es el problema, burbujita?
La levanto, su pequeño cuerpo caliente al instante aferrándose a mí. Le froto
la espalda y suavizo su pelo. El labio inferior de Regan tiembla cuando apunta a
las largas cortinas en la esquina en sombras de su habitación. —Nooo.
—¿Tuviste un mal sueño?
Muevo las cortinas, mostrándole que no hay nada oculto, nada que temer.
Me aprieta los hombros con diminutos brazos y apoya la cabeza en mí. Me siento
en la mecedora junto a su cama, acariciando su espalda y susurrando en voz baja.
—No hay monstruos, Regan.
En la vida real los hay, pero no en esta casa. No mientras yo esté respirando.
—Te tengo, pequeña. Est{s‖segura.‖Shhh…‖Ve‖a‖dormir.
Le beso la parte posterior de la cabeza y le masajeo la espalda,
balanceándola hasta que se relaja en mis brazos y vuelve a caer en un sueño
tranquilo.

1
73
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Vane Farrow

Unos días después, Rosaleen asusta a Chelsea y le roba diez años de vida
cuando desaparece. Estoy trabajando hasta tarde, Chelsea ayuda a Riley con su
tarea,‖y‖el‖resto‖de‖los‖niños‖est{n‖dispersos‖alrededor‖de‖la‖casa…‖haciendo‖lo‖que‖
los niños hacen. Cuando es momento de alistarse para ir a la cama, Chelsea se da
cuenta de que la pequeña rubiecita no está. Gritan su nombre, buscan a través de
las habitaciones, el armario, la casa de juegos en el patio, la maldita piscina y el
jardín. Llama a los vecinos y también revisan sus patios.
Para el momento en que deja de buscar para llamarme, es un desastre de
lágrimas frenéticas, lista para llamar a la policía y a la guardia nacional. En el auto, 1
manejando hacia la casa, soy yo quien pregunta si revisaron el tercer piso; el cuarto
de Robert y Rachel.
74
Apresurada y sin aliento, Chelsea dice que no lo hicieron, y salta a las
escaleras. Ahí, acurrucada en el piso del armario, envuelta en la bata de su madre,
está Rosaleen, profundamente dormida. Llego a la casa unos minutos después del
descubrimiento, cuando Chelsea todavía se encuentra llorando y temblando.
Rosaleen se siente mal pero dice que le gusta entrar al clóset de su madre a veces.
Para recordar cómo olía.
La explicación hace llorar a Chelsea aun más. Y también rompe mi maldito
corazón.
Después de una hora de acostarse inusualmente larga, cuando Chelsea no
parece ser capaz de alejarse del umbral de la puerta de su sobrina, abordo el tema
de la habitación. Han pasado meses desde la muerte de Robert y Rachel, y el cuarto
permanece tal cual como lo estaba antes.
No sé mucho sobre el duelo, sé todavía menos de niño, pero‖ no‖ parece…‖
saludable para mí. Chelsea permanece firme, aclama que los niños no están listos
para el cambio, para tener las cosas más personales de sus padres metidas en cajas
y en otra parte. O peor, regalarlas. Pero no creo que sean los niños los que no estén
listos.
Creo que es ella.
Desestima el tema, negándose a discutirlo. Y cuando esos hermosos ojos se
vuelven fríos, lo dejo pasar. Porque en realidad no es mi asunto, así que no vale la
pena una discusión.

En la tarde del miércoles después de la imitación de Houdini de Rosaleen,


Chelsea me llama a la oficina. —¿Estás libre?
—Depende. ¿Qué tienes en mente? —digo, mi tono pesado con la sugerencia
de lo que hay exactamente en mi mente. Está justo en la línea de lo que hay en mis
pantalones.
—No eleves tus esperanzas. —suspira Chelsea—. Estoy en camino para
recoger a Raymond de la escuela.
Reviso mi reloj. —¿No debería estar en casa ya?
1
—Así es, pero lo retuvieron después de clases. Aparentemente se metió en 75
una pelea.
Una sonrisa se desliza en mis labios. —¿Ganó?
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Ah…‖¿la‖única‖que‖importa?
Se ríe entre dientes. —No sé si ganó. El director Janovich quiere verme en su
oficina para discutirlo. ¿Quieres encontrarme ahí? Tengo la sensación de que tu
abogacía puede ser útil.
Y tengo el presentimiento de que tiene razón.
—Estoy recogiendo, te veré ahí.
Para el momento en que llego a los terrenos cubiertos de hiedra de la escuela
privada de Raymond, la reunión ya ha comenzado. Una secretaria me lleva a una
enorme oficina, donde un digno hombre de cabello gris está sentado detrás de un
escritorio presidencial; premios y reconocimientos se alinean en las paredes, y
estanterías de madera oscura se encuentran llenas de volúmenes gruesos con hojas
doradas de aspecto importante.
Chelsea se sienta en el lado opuesto, una silla vacía entre su cuerpo y dos
padres de apariencia adinerada y bastante enojada. La mujer es rubia, con un traje
azul rey y perlas, y largas uñas rojas. El esposo se ve más silencioso, más pequeño,
la rémora de su tiburón.
—¿Y usted es? —pregunta monótonamente el tipo de cabello gris; el director
Janovich.
Le paso mi tarjeta. —Jake Becker. Soy el abogado de la familia.
La rubia eleva una ceja mordaz. —Yo también soy abogada —me dice, como
si fuera una advertencia.
—Pensé que podría ser el caso —respondo.
Le toma a uno conocer a otro.
Me siento junto a Chelsea. Se ve nerviosa, con las manos apretadas sobre su
regazo. —¿En dónde estábamos?
—Quieren expulsar a Raymond —dice con voz tensa.
Me inclino hacia atrás y asiento. —Interesante.
Janovich se aclara la garganta incómodamente. —Tenemos una política de
cero tolerancia aquí para las peleas y el acoso de cualquier niño. Raymond lastimó
1
gravemente a su compañero de clase. 76
—¿Le rompió la nariz? —pregunto casualmente.
El director es tomado por sorpresa. —No…
Que mal, mejor suerte la próxima, niño.
—…Pero‖ hubo‖ sangrado‖ excesivo.‖ Fue‖ una‖ experiencia‖ aterradora‖ para‖
todos los involucrados.
Incapaz de quedarse en silencio por más tiempo, la madre rubia se levanta.
—No pago treinta mil dólares al año en matrícula para que asalten a mi hijo en los
pasillos.‖¡Demando‖que‖este…‖delincuente‖reciba‖cargos!
—Veamos las cintas —sugiero.
—¿Las cintas? —pregunta Janovich, como si no supiera de lo que hablo.
—Las cintas. —Asiento—. Pasé no menos de nueve cámaras de seguridad
en el pasillo mientras venia hacia acá. Debe haber un video del altercado. Y puesto
que ocurrió hace horas, seguramente el material todavía no debe haber sido
reciclado.
Los ojos del director se amplían, y casi espero que diga: No me llames Shirley.
—A menos…‖¿Qué ya hayan visto el material? —Entrecierro los ojos—. Ya
veo lo que sucede. —Y jodidamente me molesta.
No van a querer que me moleste.
—¿Qué cree que ve, Sr. Becker?
Me dirijo a la víbora rubia. —¿Ustedes son gente del club de apoyo, no?
¿Patrocinadores? ¿Donan dinero a la escuela muy por encima de esos treinta mil
para bibliotecas, alas nuevas, y cosas por el estilo?
El padre al final encontró su voz. —No veo que eso tenga algo que ver con
esto.
Mis ojos vuelven al viejo detrás del escritorio. —Tiene todo que ver con esto
porque el Sr. Janovich piensa que es más fácil colgar todo esto sobre Raymond,
quien tiene un tutor legal que puede estar demasiado ocupado para pelear, antes
de agitar las plumas de un benefactor. ¿Es correcto?
—¡Ciertamente no es así! —se ahoga—. No aprecio lo que usted está
implicando.
—Estoy seguro de que no. 1
Juega con su corbata. —He visto el material al que el Sr. Becker se refiere. 77
Aunque el comportamiento en ambos lados fue menos que ejemplar, siento que
dada la violencia de asalto de Raymond, se merece un castigo más severo.
Y ahora me río. —Así que, porque Raymond es el mejor luchador, ¿va a ser
más duro con él?
Comienza a hablar, pero lo interrumpo. —Pongamos un alto en eso por
ahora‖y‖discutamos‖su‖política‖de‖“cero‖tolerancia”.‖¿En‖dónde‖estuvo‖esa‖política‖
cuando Raymond fue agredido desde enero?
La cabeza de Chelsea se gira velozmente hacia mí. —¿Qué?
Mantengo mi enfoque en el director, y la voz mortalmente calmada. —Sé de
buena fuente que Jeremy ha golpeado, empujado, hecho tropezar, y degradado a
Raymond numerosas veces. O decidió ignorar esos casos, o no sabe lo que sucede
en su edificio, Sr. Janovich. De cualquier manera, no presagia nada bueno para
usted.
Su rostro se vuelve rojo, pero no me detengo. Me inclino hacia adelante. —Y
déjeme ser perfectamente claro en este punto: si hay algún caso más de acoso en
cualquier forma contra Raymond McQuaid de este día en adelante, demandaré
hasta acabar con esta escuela y a usted personalmente. —Inclino la cabeza hacia
Chelsea—. Para el momento en que termine con usted, ella poseerá cada edificio en
estos terrenos; y su casa. —Lo clavo a la pared con mi mirada—. No hago
amenazas a menudo, Sr. Janovich, y cuando las hago…‖nunca‖es‖en‖vano.
Giro la cabeza hacia el hirviente tiburón rubio. —Eso va para usted y su hijo,
también.
Y el hirviente se torna en plena ebullición. —¡Espere un maldito minuto! ¡Mi
hijo‖es‖la‖víctima‖aquí!‖Fue…
—Señora, odio interrumpirla, pero su hijo es una mierdita con espíritu
maligno que disfruta gobernar a aquellos que son más débiles, y más inteligentes,
que él. Y eso termina hoy.
Ella se levanta. —¡Jeremy nunca haría tal cosa!
Oh, hombre, es una de esas. Veo muchos padres como ella en mi línea de
trabajo:‖personas‖selectivamente‖ciegas‖con‖el‖síndrome‖de‖“mi-ángel-no”.‖
—¡Y si Raymond McQuaid dice que lo hizo, entonces es un sucio, asqueroso
pequeño mentiroso!
Y ahora Chelsea también está de pie. —No voy a escucharla ponerle 1
nombres a mi sobrino. Él es amable y considerado, y si su hijo lo lastima de alguna
manera… 78
Ella habla en el rostro de Chelsea. —¡Quizás si su hermano hubiera sido un
mejor padre, no tendría un hijo que actúa como un animal!
El aire sale del cuerpo de Chelsea. Y su rostro se pone blanco.
—¿Qué acaba de decir?
—¡Me escuchó! En lugar de salir y conseguir quedar salpicado a lo largo de
la‖autopista,‖quiz{s‖debería‖haberse‖quedado‖en‖casa‖y…
He escuchado la expresión Los padres morirán por sus hijos; las madres matarán
por ellos. Pero no la había entendido por completo hasta este momento. La dulce,
sonriente mujer que conozco se ha ido, y en su lugar está una luchadora de jaula
que va por el premio.
Es caliente.
—¡Jódete, coño malvado!
—¡Chelsea! —grito, totalmente asombrado.
Me levanto y agarro su brazo, justo cuando ella se mueve para darle un
golpe a la rubia. Lucha para salir de mi agarre mientras le empujo detrás de mí.
—¡Meteré esas perlas por tu garganta, perra miserable!
Y la perra miserable tampoco se lo toma con calma.
—¡No, jódete tú, pequeña ramera! ¡Acabaré contigo! —Su esposo trata
valientemente de contenerla.
Chelsea se mueve hacia ella, casi logrando derribarme. —¡Te romperé la
cara, loca adicta a la cirugía plástica!
Esto puede estar saliéndose de control. Así que recojo a Chelsea y la lanzo
sobre mi hombro, sus piernas pateando y maldiciendo hasta por los codos contra
mi espalda mientras la sostengo con un brazo.
—Tomaremos un día de suspensión —le digo al director—. Mientras Jeremy
consiga lo mismo.
—Hecho —concuerda Janovich, más ansioso que cualquier otro de que nos
larguemos de su oficina.
Mantengo a Chelsea fuera del alcance de la bruja chillona.
—Buena suerte con eso, hombre —le digo al esposo, y salgo por la puerta.
1
En dos sillas alineadas contra la pared del pasillo están sentados Raymond 79
y, a juzgar por el trapo ensangrentado que sostiene contra su nariz, el pelirrojo
Jeremy.
—Linda cara —le digo al cabeza de zanahoria. Luego a Raymond—:
Vámonos.
Raymond mira atónito a la mujer todavía furiosa que cuelga de mi espalda.
—¿Qué le pasa a la tía Chelsea?
—Oh…‖—digo, intentando restarle importancia, mientras caminamos por el
pasillo—, simplemente perdió un poco la cabeza.

Para el momento en que llegamos al estacionamiento, Chelsea está un poco


más quieta, levemente calmada. —¡Bájame, Jake! Ahora mismo, lo digo en serio.
La dejo sobre sus pies.
Y procede a caminar a mí alrededor, de regreso a la escuela.
Me planto frente a ella. —A, ya pasé incontables horas manteniendo a los
miembros de tu familia fuera de la cárcel.
Marcha hacia adelante, sin inmutarse. La bloqueo de nuevo. —B, la Agencia
de Servicios a Niños y Familias no verá amablemente que insultes a la madre del
compañero de clases de tu sobrino en su escuela.
Eso hace el truco. Chelsea me mira, sus ojos‖brillando‖con‖furia…‖y‖dolor.‖—
¡Esa mujer es una perra sin corazón!
Me acerco, mi voz cayendo. —No podría estar más de acuerdo. Y no hay
una maldita cosa que puedas hacer al respecto. —Froto su hombro—. ¿Estás bien
con eso?
Su respiración comienza a nivelarse. Y se ve más como su versión no loca. —
Sí. Estoy bien ahora.
Se gira y se dirige al auto, donde se encuentra a Raymond. Su dedo lo
apunta. —¡Deberías habérmelo dicho, Raymond!
—No quería empeorarlo —dice él.
—¡Te amo! ¡Es mi trabajo protegerte y no puedo hacerlo si no me dices 1
cuando alguien te lastima!
80
—Le dije a Jake —grita Raymond, gesticulando hacia mí—. Y él me ayudó.
Todo estará mejor ahora.
Chelsea me mira bruscamente. Infeliz. Y tengo la inconfundible impresión
de que las cosas no estarán mejor para mí.
Ella toma una respiración profunda. —De acuerdo. Tenemos que buscar a
los otros niños. Hablaremos de esto en casa.
Chelsea está rígida y en silencio en el camino a casa. Camina hacia la casa de
los vecinos y les agradece por cuidar a los niños. Mientras ellos se esparcen por la
casa, frunce el ceño. —Necesito hablar contigo en la cocina, Jake. Ahora.
Tan pronto como atravesamos la puerta de la cocina, se gira hacia mí. —
¿Cómo pudiste no decirme lo que pasaba con Raymond?
Realmente no entiendo por qué es tanto problema.
—Me pidió que no lo hiciera.
Sus brazos caen a los lados. —¡Hace dos días, Rosaleen me pidió que tiñera
su cabello de tres colores diferentes! ¡No siempre tenemos que hacer lo que nos
piden! Pensé que podía depender de ti, ¡se supone que somos un equipo, Jake!
No sé si es el hecho de que me está gritando o el estado irreconocible en el
que se encuentra mi vida ahora, pero empiezo a cabrearme.
—¿Qué significa eso?
—¿Qué quieres decir con, qué significa eso? Somos nosotros contra ellos; ya
soy superada en número, se supone que debes estar de mi lado.
Luego mira mi cara. Y sus hermosos ojos se nublan.
Con inseguridad. Duda.
—¿O no?
Sentimientos de responsabilidad por todos ellos se establecen sobre mi
espalda como una bóveda bancaria. De obligación y equipaje, todas las cosas en las
que juré que nunca me mezclaría. ¿Y ahora me está dando mierda? ¿Qué demonios
más quiere de mí? Cristo, ¿no es suficiente que piense en ella —ellos— todo el
tiempo? ¿Qué esté totalmente distraído? Llego tarde al trabajo y me voy temprano
en un abrir y cerrar de ojos, solo para verlos antes. 1
Joder…‖es…‖aterrador.
81
Apunto a mi pecho, mis palabras salen entrecortadas. —Del único lado que
estoy es el mío. —Me froto la cara con la mano—. No me malentiendas, eres un
buen momento y los niños son un viaje, pero no soy el jodido Sr. Mamá, Chelsea.
Esta no es mi vida. Tengo prioridades y planes que, créelo o no, no tienen nada que
ver con nadie en esta casa.
Respiro con fuerza después de decir las palabras.
Y‖Chelsea‖est{‖en…‖silencio.‖Anormalmente‖silenciosa‖por‖varios‖segundos.‖
Luego, sin mirarme, susurra—: Mi error. Gracias por aclararlo.
Se da la vuelta rígidamente y empieza a sacar vegetales del refrigerador
para la cena. Mientras‖el‖silencio‖se‖estira,‖pienso‖en‖mis‖palabras‖y‖cuan…‖duras‖
sonaron.
Doy un paso hacia ella. —Chelsea,‖mira,‖yo…
—Oye, Jake, ¿quieres jugar con el Xbox? —pregunta Rory, entrando a la
habitación.
Finalmente, Chelsea levanta la mirada y veo sus ojos. Nadan con dolor,
brillan con pesar. Y una presión terrible aprieta mi pecho.
—Jake no puede jugar en este momento, Rory. Tiene que volver a su lado
del campo.
Las cejas de Rory se juntan. —¿Se supone que debo saber lo que significa?
Podría haber estado hablando con Rory, pero sus palabras eran para mí.
—Rory, ve a la otra habitación —le digo, mis ojos fijos en su tía.
Milagrosamente, hace lo que le digo. Y cuando se va, espeto—: ¿En serio vas
a sacar esa mierda? ¿Ponerlos en el medio? ¿Sostenerlos sobre mi cabeza? —Mi
dedo apunta con fuerza—. Eso es jodido, Chelsea.
Se acerca a mí, sus ojos ardiendo. —Nunca los pondría entre nosotros.
Adem{s,‖tendría‖que‖haber‖un‖“nosotros”‖en‖primer‖lugar,‖y‖de‖acuerdo‖contigo,‖
¡no lo hay! ¡Y el que no te quiera alrededor de Rory en este momento no tiene nada
que ver con esta discusión y todo que ver contigo actuando como un idiota!
Desde el otro cuarto, Rosaleen dice—:‖ Oooh…‖ ¡la‖ tía‖ Chelsea‖ llamó‖ a‖ Jake‖
con la palabra I!
La voz de Rory llega a la cocina. —¿Imbécil?
—No.
—¿Insoportable?
1
—No. 82
—¿Insufrible?
—¿Qué es insufrible?
—¡Rory! —gritamos Chelsea y yo al mismo tiempo.
Nuestras miradas chocan, ninguno cediendo un centímetro.
—Tal vez debería irme.
No es una pregunta, pero ella responde de todos modos. —Creo que eso
sería lo mejor.
Soy yo quien sacó el tema, así que no hay maldita razón para que sus
palabras deban dejarme frío por dentro. Vacío. Pero lo hacen.
Sin otra palabra, me doy la vuelta y me voy.
1
83
Traducido por Verito
Corregido por Daliam

El jueves comienza mal y desde ahí se va directo al infierno. Está lloviendo,


y mi corrida matutina es una mierda porque tuve una noche de sueño terrible. No
importó cuantas veces aporreé la almohada, no pude ponerme cómodo. Estoy
llegando tarde a la oficina porque un idiota que no sabía cómo conducir en la
lluvia chocó su coche contra un poste telefónico, atrasando el tráfico. Luego, una
hora después de que finalmente me instalé en mi escritorio para comenzar a
trabajar a través de una pila de papeles más alta que yo, termino derramando café
en mi camisa favorita.
—¡Maldita sea! 1
Stanton gira su silla desde su escritorio al otro lado de la oficina que 84
compartimos.
—¿Problemas?
Froto la mancha en mi pecho con una servilleta, tratando de asesinarla. —
Derramé mi café.
Sus cejas se elevan. —¿Acaso alguien orinó en el primero? Has estado
ladrando toda la mañana. Incluso fuiste desagradable con la Sra. Higgens, y ella es
lo más cercano a un santo que conozco.
Niego con la cabeza, sin ánimo de compartir. —Solo un mal día.
Vuelve a leer el documento en sus manos. —Y solo ha comenzado.
No me digas.
No escucho de Chelsea en toda la mañana, no que lo hubiese esperado. Y no
pienso en ella. No sobre la furia congelada en su rostro o el dolor en sus ojos la
última vez que la vi. No sobre sus labios llenos que besan tan suavemente, sonríen
fácilmente, y ríen encantadoramente. No pienso en los niños tampoco... no en la
mirada sabiamente perceptiva de Riley o las preguntas amables de Raymond. No
pienso en la sonrisa sabionda de Rory o la risita de Rosaleen. No pienso en la dulce
voz de Regan o la babeante sonrisa de Ronan.
Me rehúso a pensar en cualquiera de ellos... en absoluto.

Luego de un tranquilo almuerzo con Sofia y Stanton, Brent estaba atrapado


en la corte, me siento en mi escritorio y me entierro en archivos de casos por dos
horas. Y luego hay una conmoción afuera de mi oficina. Voces elevadas y la Sra.
Higgens diciendo que no puedo ser molestado sin una cita previa. Por un loco
segundo pienso que quizás es Chelsea con algunos de los niños.
Pero no lo es.
1
—Sra. Holten.
Está de pie en la puerta de mi oficina, cabello rubio perfectamente peinado
85
en un elegante nudo en la base de su cuello. Su blusa es blanca, como un poco más
oscura que su tono de piel. Uñas con manicura francesa decoraban sus delicadas
manos, una de las cuales sigue agraciada con un brillante anillo de compromiso y
una argolla de matrimonio. Descansan a sus lados, contra una falda azul
demócrata.
La Sra. Holten es la esposa del Senador William Holten. La que está acusado
de golpear hasta dejarla sangrando. En el caso en que lo represento. Y ella está en
mi oficina.
—Necesito hablar con usted, Sr. Becker.
La Sra. Higgens trata de explicar—: Le dije que no puedes verla, Jake. Yo...
Levanto mi mano. —Está bien, Sra. Higgens. Me ocuparé de ello. —Cierra la
puerta cuando se va.
La Sra. Holten deja salir un suspiro de alivio rápido y se acerca a mi
escritorio. —¿Es verdad?
—Sra. Holten...
—Vengo de la oficina del fiscal. Dicen que en el juicio de mi marido,
algunas... indiscreciones... de mi pasado podrían ser publicadas. Por usted. ¿Es eso
verdad?
Me pongo de pie. Mi voz es calmada pero firme. —No puedo hablarlo con
usted. Es la testigo demandante en un caso de grave asalto contra mi cliente.
—¡Necesito saber!
Mis palmas se mueven a mi pecho. —Podría ser acusado de manipulación
de un testigo. No puede estar aquí.
Rechina los dientes, al borde de las lágrimas, sus manos tiemblan... pero
más que nada, luce totalmente aterrorizada. —Me casé con William cuando tenía
dieciocho años. Nunca tuve una carrera, mi único trabajo fue ser su esposa, la
madre de nuestros hijos, su apoyo en la campaña electoral. —Su garganta se
contrae cuando traga reflexivamente—. Es capaz de alargar nuestro divorcio por
años. Conoce a todos los jueces. Cuando esto termine, todo de lo que dependeré es
la amabilidad de amigos ricos y la admiración de mis hijos. Si usted sabe lo que
sospecho que sabe, y eso sale en el juicio de William, nunca volverán a mirarme de
la misma manera otra vez. Tendré nada. Por favor, Sr. Becker, solo necesito estar
preparada para lo que vendrá. 1
Paso mi mano por mi rostro y hago un gesto a la silla frente a mi escritorio.
La Sra. Holten se sienta pero permanece rígida como una tabla. —¿Le gustaría un
86
vaso de agua?
—Gracias, sí.
Le sirvo un vaso y lo pongo en mi escritorio a su alcance. Luego me siento
otra vez y cuando hablo, escojo las palabras muy cuidadosamente, tratando muy
duro de doblar las reglas sin romperlas, y en el proceso arruinar mi carrera entera.
—Hablando solo hipotéticamente y sin referirme a este caso en específico, es
una práctica común para esta firma y para mí personalmente emplear a
investigadores privados quienes investigan a potenciales testigos. Ellos miran en
sus historias pasadas y recientes por información que podría ser posiblemente
utilizada para impugnar su credibilidad.
—¿“Impugnar‖ su‖ credibilidad”?‖ —repite—. Entonces, una vez mentiroso,
siempre mentiroso... ¿verdad?
Miro en sus ojos, son café suave, como un ciervo. —Dependiendo de las
circunstancias... sí.
La Sra. Holten bebe de su agua y pregunta—: ¿Entonces si un potencial
testigo tuvo un romance y mintió sobre ello a su esposo, sus hijos y amigos? ¿Si
ella desarrolló una dependencia de los medicamentos para el dolor y tuvo que
internarse en un centro de rehabilitación? ¿Usaría eso para impugnar la
credibilidad de un testigo, Sr. Becker?
Está preguntando porque según el reporte en el cajón de mi escritorio, la
Sra. Holten ha hecho todas esas cosas.
Mi estómago da un giro, enojado y enfermo. Pero no le mentiré. —Si el juez
lo permite, sí, absolutamente traería esos temas a colación en un juicio.
—¡Eso es chantaje!
—Esa es la ley.
Comienza a jadear, una mano en su garganta, casi hiperventilando. Stanton
se acerca a ella desde su escritorio. —¿Necesita algo, señora?
Cierra sus ojos y fuerza sus respiraciones a calmarse. —No, estaré bien. Yo
solo... fui una tonta por pensar... —Acaricia su perfecto cabello y se gira a mí—.
Dígale a William que arreglaré esto. Y volveré a casa. Dígale...
—No puedo hacer eso. No puedo pasar mensajes. Yo... 1
—¡Es importante que él sepa que estoy dispuesta a volver a casa! —dice,
presionando—. Y que arreglaré este desastre que causé. —Se pone de pie
87
abruptamente—. Puedo encontrar la salida, caballeros. Gracias, Sr. Becker, por su...
honestidad.
Y sus ojos se vuelven planos. Como un condenado a muerte, simplemente
esperando que alguien venga y jale de la palanca.
Luego sale de mi oficina, cerrando la puerta suavemente detrás de ella.
Observo la puerta cerrada por unos minutos... recordando.
Hasta que Stanton me llama por mi nombre. —¿Estás bien, Jake?
Pestañeo y agito mi cabeza para aclararla. Luego me muevo más cerca de mi
escritorio y me enfoco.
—Sí, estoy bien. —Y mi voz es tan muerta como los ojos de la Sra. Holten—.
Simplemente es parte del trabajo.
Unas pocas horas después, luego de que un tono negro llena la ventana de
mi oficina, otra conmoción se desarrolla fuera de la puerta. Se abre y el joven fiscal
Tom Caldwell está ahí, echando humo.
Su noble corcel probablemente aparcado afuera.
Le digo a Stanton secamente—: Debe ser el día de la entrada dramática.
Suerte la mía.
Despido a Mrs. Higgens con una mano mientras Tom prácticamente arrasa
con mi escritorio. —¿Qué le dijiste?
Me inclino en mi silla. —No estoy seguro de qué hablas, Tom.
Sus dedos apuñalan el aire. —¡Sabes exactamente de lo que hablo! Sabrina
Holten vino a mi oficina... a retractarse de sus acusaciones contra su marido. Dijo
que no podía arriesgarse a que sus indiscreciones salieran a la luz.
Me encojo de hombros. —Los testigos que se dan vuelta siempre son un
dolor en el culo.
—¡Sé que estuvo aquí! —deja salir, sus ojos quemándome.
—Se detuvo por aquí, sí. Parecía muy angustiada.
Se inclina en mi escritorio. —¿Discutiste el caso con ella?
1
Aún no me molesto en salir de mi silla. —Por supuesto que no, excepto para 88
decirle que no podía discutir el caso con ella. Por lo contrario, hablamos de
hipotéticos. Y luego se marchó. Stanton estuvo en la habitación todo el tiempo.
—Hipotéticos... —escupe, como si fuese una mala palabra—. Apuesto.
Desde el otro lado de la habitación, Stanton pregunta—: ¿Estás acusando a
mi colega de algo, Caldwell?
Caldwell dirige su respuesta a mí. —Sí, estoy acusándolo de ser una bolsa
de mierda.
Lo miro hacia abajo. —Realmente no me gusta tu maldita actitud, Tom. Ha
sido un día difícil... no quieres presionarme.
Retrocede, pero solo un poco. Sus manos aún siguen hechas un puño, su
mirada aún tira cuchillos. —Le dije que podía proceder sin su testimonio,
presentaría su declaración como evidencia.
—Lo que jamás te dejaría hacer —dije, interrumpiéndolo—. No puedo
interrogar a una declaración.
—¡Estaba aterrada, Becker! ¿No te molesta en absoluto?
No respondo. Porque a veces, no hay nada que puedas hacer.
—Fue tan lejos como para decir que testificaría a favor de su marido si yo
seguía adelante —continuó Caldwell—. Que diría que estaba confundida y que fue
todo una caza de brujas política contra él. Dije que podría acusarla de perjurio.
Stanton ríe. —Guau, ¿enjuiciando a tus víctimas? Eso te hará realmente
popular con los grupos de defensa.
—No iba a hacerlo realmente —le dice Tom—. Solo quería ver si cambiaba
de opinión. No lo hizo. —Me fulmina con la mirada por unos segundos, luego
preguntas—: ¿Has mirado su historial médico? Ella no es su esposa... ¡Es su bolsa
de boxeo!
Froto mis ojos. De repente... tan malditamente cansado. De todo. —¿Qué
estás buscando aquí, Caldwell? No lo entiendo, ¿qué quieres que haga por ti?
Sus ojos pasan sobre mí, llenos de odio. Con disgusto. —Olvídate de mirarte
al espejo. Solo quiero saber, ¿cómo vives contigo mismo?
Las palabras cuelgan pesadas en la quieta habitación, hasta que Tom niega
con la cabeza. —Olvídalo. No tiene importancia y tú no vales mi tiempo.
Y se marcha de la oficina, golpeando la puerta tras de él. 1
Paso mi mano por mi cuello. Luego me pongo de pie y empaco los
documentos en mi maletín. —Me voy —le digo a Stanton.
89
—¿Quieres venir esta noche? ¿Cenar conmigo y Sofia?
—No esta noche, amigo. Mientras más rápido me vaya a dormir, más rápido
terminará este maldito día.

Pero no me voy a casa. En su lugar conduzco a un lugar de mala muerte —


un real antro bar— con personal de mal humor, clientela casi inexistente, y
whiskey fantástico. En lugar de tener que lidiar con camareros amables y
hambrientos de propina y mujeres buscando ligar, aquí sé que me dejaran solo.
Que es exactamente lo que necesito en este momento.
Me siento en un taburete raído mientras un musculoso camarero, con una
espesa barba de chivo negro me sirve un whiskey doble, limpio. Dejo varios
billetes en la barra de madera, más de lo necesario.
—Simplemente deja la botella entera.

1
90
Traducido por Sandry
Corregido por Itxi

Horas más tarde, me encuentro tropezando en escalinata de Chelsea, sin


ningún recuerdo claro de cómo llegué allí. Echo un vistazo hacia atrás a mi coche
aparcado torcidamente.
Y al césped.
Me alegro de que el ticket de aparcacoches no funcionara, obviamente soy
muy malo en ello.
Las luces en el interior de la casa están apagadas, y todo se halla en silencio
en el recinto McQuaid. Deja claro que probablemente sea demasiado tarde para 1
aparecer aquí, y es jodidamente seguro que también es tarde para llamar a la
puerta.
91
Entonces recuerdo la llave de repuesto. Porque soy un puto genio.
Levanto el felpudo y veo el pequeño pedazo de plata brillante de metal.
Abro la puerta y entro de puntillas tanto como mi cuerpo de ciento cinco kilos me
permite, de todos modos. La bola de pelo se acerca, diminutas uñas haciendo clic
en el suelo de madera, oliéndome los pies.
—Hola, Shaggy. ¿Dónde está Scooby? —Me río, a pesar de que no es muy
divertido.
Entro en la cocina y cojo una botella de agua de la nevera. Mientras bebo,
Chelsea salta a través de la puerta de la cocina, con un bate de béisbol en la mano,
levantado y listo.
La mirada de pánico en su rostro se desvanece cuando me ve,
desplazándose a una de molestia. Pero al menos baja el bate. —¿Jake? ¡Joder, me
has asustado!
Trago el agua y digo—: ¿Cuántas veces te he dicho que cambies esa maldita
llave? Es el primer lugar en el que los ladrones mirarían. Quiero decir, Diosh,
mírame a mí. Entré y ahora estás atrapada conmigo.
Inclina la cabeza y arruga la frente. Es adorable. Quiero besar la arruga. Y
toda su cara. Quiero lamerla, enjabonarla, frotarme por todo ella hasta que huela a
mí. Para que cualquiera que esté cerca suyo sepa que pertenece a alguien.
¿Es eso tan grave como parece?
—¿Estás borracho? —susurra.
¿Realmente necesita preguntarlo? Utilicé la palabra Diosh, por supuesto que
estoy malditamente borracho.
—Oh sí, muy borracho estoy.
Gracias, Yoda.
—Est{s….‖¿Est{‖todo‖bien?
—Ha sido un día duro en la oficina, cielo. Me merecía emborracharme.
—¿Qué pasó?
Evito su pregunta y digo en voz baja—: Tenía que verte. Tú haces que 1
todo… sea mejor.
92
Me mira fijamente durante unos segundos. Luego apoya el bate en la
esquina. Su mano se extiende hacia mí. —Tienes que estar en silencio, ¿de
acuerdo? No despiertes a los niños.
Eso sería terrible. Cierro los labios con una llave imaginaria.
Pero a medida que comienza a liderar el camino, le doy un tirón a su mano,
girándola, haciendo que se estrelle contra mí. Porque hay algo que tengo que
decirle.
—Chelsea…‖No‖quise‖decir‖lo‖que‖dije.‖Estoy de tu lado.
Inspecciona mi cara, sonriendo suavemente. Su mano se extiende por mi
pelo oscuro. —Sé que lo estás.
Vamos a la habitación de Chelsea sin ser detectados. Cierra la puerta
mientras me siento en la cama, tirando de mi corbata. Chelsea viene a mi rescate y
la levanta por encima de mi cabeza. Luego va a por mí camisa, mis pantalones,
excluyendo el bóxer y mi camiseta.
La veo con los ojos encapuchados, disfrutando la sonrisa de amonestación
bailando en su rostro, la forma en que se mueve con gracia sin esfuerzo.
—Eres tan hermosa —digo, porque no puedo mantener las palabras ni un
segundo más.
Me mira desde el suelo, lanzando mis calcetines por encima del hombro. —
Tú no estás tan mal. —Ladea la barbilla hacia la mitad de la cama—. Vamos.
Échate.
Hago lo que me dice y se sube a la cama detrás de mí. Me acuesto sobre la
almohada, inclinando un brazo detrás de mi cabeza. Chelsea está cerca, la mejilla
apoyada sobre mi corazón.
—¿Qué está pasando contigo, Jake?
En algún lugar profundo dentro, está la verdad. Se acurruca en una bola
negra, bajo mantas pesadas de decepción. Miedo. Y vergüenza. Pero quiere
mostrarse en la forma de un animal herido exponiendo su frágil punto débil
cuando sabe que está derrotado. Sólo para acelerar lo que viene después.
—No soy un buen hombre.
La confesión susurrada resuena en la habitación silenciosa. Chelsea levanta
la cabeza y siento la punta de la barbilla contra mis costillas. —Eres uno de los
mejores hombres que he conocido. En todas las formas posibles. —Hay
incredulidad en su voz, divertida, como si pensase que estoy tomándole el pelo.
1
No me molesto en discutir. Lo sabrá muy pronto. La verdad los hará libres. 93
¡Qué puta broma! Cuando la verdad es fea, te mantiene prisionero, y cuando se
revela, se rompe todo el mundo a tu alrededor.
—¿Alguna vez te conté sobre mi padre?
—Dijiste que te abandonó cuando tenías ocho.
Resoplo. —Sí, definitivamente se fue. —Niego con la cabeza mientras me
sumerjo de nuevo en ese lago oscuro de los recuerdos mejor olvidados—. Él era un
cabrón hijo de puta, incluso en un buen día. Pero cuando bebía… era
verdaderamente‖ peligroso.‖ Mi‖ madre…‖ se sentaba tan quieta que le miraba el
pecho, sólo para asegurarme de que aún respiraba. Era como si estuviera tratando
de‖mezclarse‖en‖el‖fondo,‖para‖que‖él‖no‖tuviera‖una‖razón…‖
Pero tipos como mi viejo no necesitan una razón.
Hacen la suya propia.
Mi voz se desinfla y es lejana. —La‖última‖vez…‖fue‖porque‖ella‖estornudó.‖
—Lo veo en mi mente. La forma en que volcó la bandeja, el modo en que su cena
salpicó a través de la televisión y se aferró a las paredes, dejando un rastro de grasa
y puré de patatas, deslizándose hacia abajo. La forma en que él la agarró—.
¿Puedes creerlo? Ella jodidamente estornudó.
Por primera vez desde que empecé, me veo en Chelsea. Me mira con
simpatía, tristeza. Sus cejas están ponderadas, las comisuras de su boca cargadas
de compasión que no se siente en absoluto como compasión.
—Y ella era tan pequeña, Chelsea. Incluso cuando era niño, pude ver que
era mucho más pequeña que él. —Humedezco mis labios, para que el resto de las
palabras puedan pasar—. La tiró por las escaleras y recuerdo que pensé que no iba
a parar esta vez. Él le dijo que lo haría un día. Que cuando sucediera, la enterraría
donde nadie pudiera encontrarla. Dijo que nadie‖la‖echaría‖de‖menos…‖—Mis ojos
pican por los recuerdos y mi garganta se aprieta—. Nadie más que yo.
Parpadeo la humedad y me aclaro la garganta. —Así que fui a la caja bajo la
cama, el gilipollas almacenaba esa cosa cargada. Y caminé de nuevo a la sala de
estar y le apunté. No era pesada; mis manos no temblaban en absoluto. Pero
cuando la incliné, el sonido que hizo, parecía tan fuerte. Él se detuvo de inmediato,
se congeló. Sabía exactamente lo que era ese sonido. Se dio la vuelta, lentamente, y
me quedé apuntándolo directamente en el pecho. Le dije que se fuera, que se
alejara‖de‖nosotros…‖‖o‖lo‖mataría. Y joder, de verdad lo haría.
1
En algún momento, la mano de Chelsea comenzó a frotar círculos suaves en
mi pecho, en el estómago, pero no sentí su toque hasta ahora. Me da la motivación 94
que necesito para terminar.
—Supongo que es cierto lo que dicen de los cobardes. Sólo se aprovechan de
las presas fáciles, de los que no se defienden. Porque se fue y no volvió.
Por un momento, el único ruido en la habitación es el sonido de nuestras
respiraciones moviéndose en el espacio. Entonces Chelsea dice con admiración—:
Eso es por qué haces lo que haces.
—¿Qué quieres decir?
—Eres un defensor. Defiendes personas. Como tú defendiste a tu‖madre…‖y‖
a Rory. Les diste una oportunidad de tener un nuevo comienzo.
Mis ojos cierran con fuerza. —La mayoría de las personas no lo ven de esa
manera, Chelsea.
Sus cálidas manos me ahuecan la mandíbula. —Yo lo veo de esa manera.
La expresión de su rostro es todo lo que quiero que sea. Suave, con
adoración, como si yo fuera el héroe de la historia. Y Dios, quiero ser un puto
egoísta. Quiero rodarnos, quitarle la ropa, y erradicar cualquier posibilidad de que
jamás me mire de manera diferente de cómo me mira en este momento.
Quiero quedarme con ella.
Pero la fea verdad siempre sale al final. Y merece escucharla de mí.
—Hoy defendí a un hombre exactamente igual que mi padre.
Las caricias de sus manos vacilan. Se detiene.
—Su esposa… ella se quedó con él durante treinta años, llevándose todos
los golpes que le daba, y finalmente obtuvo el valor para dejarlo. Para decirle que
se fuera a la mierda. —Hago una pausa, tragando—. Y me llevé eso de ella.
—Él la hirió, sé que lo hizo, y por mi culpa, va a seguir haciéndole daño. —
La miro a los ojos, con la esperanza de que en ellos fuera a encontrar una respuesta
con la que poder vivir—. Es un monstruo, Chelsea, y le defendí. ¿En qué me
convierte eso?
Su ritmo cardíaco se acelera, como un pájaro aleteando que se ha dado
cuenta‖de‖que‖est{‖en‖una‖jaula.‖Me‖inspecciona‖la‖cara….‖Buscando‖las‖palabras‖
para decir.
Con esa voz tan confiada, ella lo intenta—:‖ Jake…‖ a‖ veces,‖ en‖ la‖ vida,‖ 1
tenemos‖que‖tomar‖duras‖decisiones…
95
Agarro sus brazos, acercándola más. —Pero de eso se trata. Si fuera un buen
hombre,‖ no‖ sería‖ una‖ elección‖ difícil.‖ A‖ veces…‖ a‖ veces‖ las‖ cosas‖ son‖ tan
correctas….‖que‖deberían‖ser‖f{ciles.
Algo dentro de mí se derrumba bajo el peso de todas las cosas que quiero.
La quiero, a esta impresionante y valiente mujer. Y quiero a los niños. Esos
increíbles, horribles y perfectos niños que ella ama con cada centímetro de su
alma. Quiero que sean míos. Míos para sostenerlos, míos para protegerlos y
enseñarles. Su alegría, su risa, su amor. Quiero volver a casa, disfrutar de ello, ser
la razón de ello.
Pero aún más que eso, quiero merecerlos.
Ser digno.
Y hoy todo lo que hice fue demostrar la fría cruda realidad… de que no lo
soy.
—No debería siquiera estar aquí —digo, mi voz dolorida—. Te mereces un
hombre‖que‖sepa‖ lo‖ que‖ es‖ lo‖ correcto,‖ y‖ que‖ lo‖ hace.‖ Quiero…‖ Cristo, quiero ser
eso para ti.
Sin decir palabra, Chelsea se desliza fuera de mi alcance y se mueve más
arriba en la cama, encima de mí. Así puedo guiar la cabeza contra su pecho.
Es suave, cálida y huele tan jodidamente bien. Me susurra, me frota la sien,
la parte de atrás de mi cuello, sus dedos deslizándose por mi cabello. Y no hay otro
lugar en el mundo entero en el que preferiría estar.
—Est{‖bien,‖Jake.‖Duerme.‖Shhh…‖‖Est{‖bien.

1
96
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Miry GPE

—Creo que está muerto.


—No‖est{‖muerto…‖sigue‖respirando.
—¿Puedes respirar si estás muerto?
—No. Bueno, tal vez. Pero necesitarías un respirador.
Sniff, sniff.
—Huele como si estuviera muerto.
Hay‖una‖presión‖contra‖mi‖p{rpado.‖Y‖luego‖lo‖abren…‖revelando‖el‖rostro‖ 1
curioso de Rosaleen. 97
—¿Estás muerto? —grita.
Aparentemente sospecha que también estoy sordo.
Reclamo mi ojo con una sacudida de cabeza.
—Sí, estoy muerto. —Ruedo sobre mi costado, lejos de las voces—. Déjame
descansar en paz. —Martilleo no comienza ni a describir lo que sucede ahora
mismo en mi cabeza. Se siente como que parásitos con garras afiladas se metieron
en mi cabeza y la abren desde el interior. Mi estómago se revuelve, y aunque no he
vomitado a causa del alcohol desde que tenía veintidós, puede que hoy vuelva a
suceder.
—Sabes, podría hacer que te sientas mejor.
Eso vino de Raymond. Me muevo lentamente sobre mi espalda y abro los
ojos. Ellos cuarto —Raymond, Rory, Riley y Rosaleen— me miran, vestidos con el
uniforme de la escuela, con expresiones de curiosa repulsión. Mayormente
repulsión.
—¿Cómo?
—Nuestra mamá estaba muy metida en curaciones homeopáticas y
suplementos. Podría mezclarte algo.
—De acuerdo.
Y así de desesperado me siento…‖escuchando‖a‖un‖niño‖de‖nueve‖años.
Uso las paredes buscando apoyo mientras me dirijo a la cocina. Chelsea se
encuentra allí —vestida con mallas apretadas y una camiseta de Berkeley, la cual
hace que sus pechos se vean fantásticos. Si tan solo me sintiera lo suficientemente
bien como para mostrar mi apreciación como corresponde.
Mete cucharadas de algo verde y desagradable en la boca de Ronan, y casi
vomito en el suelo. Él parece disfrutarlo. —Oh, estás levantado —dice
animadamente. Luego, un poco menos—. Te ves horrible.
—Eso tiene sentido —murmuro—. Me siento horrible.
Me siento en la isla mientras Raymond saca la licuadora y comienza a meter
varios jugos, píldoras y cápsulas de gel en ella. Luego enciende la licuadora. Y mi
cabeza explota. Después de dos largos minutos, la preparación marrón y granulosa
es servida en un vaso y colocada frente a mí. Ellos me miran —incluso el bebé—
como si fuera el hombre lobo en esos espectáculos para raros en los viejos
carnavales.
1
—¿Esto de verdad va a funcionar? —le pregunto a Raymond. 98
—Bueno…‖—Aprieta los labios—. O funciona o vomitas. Pero, de cualquier
forma, probablemente te sentirás mejor.
Tiene un punto.
Lo vacío, tratando de no respirar, en unos pocos tragos. Luego eructo
desagradablemente y mi estómago gruñe. Pongo la cabeza en el mostrador. —
Alguien que me mate, maldición.
—Bien, niños, hora de la escuela —les dice Chelsea, pasando bolsas de
almuerzo y mochilas en medio de gemidos descontentos. Los escucho caminar por
el pasillo y atravesar la puerta principal. Creo que me duermo unos minutos,
porque la siguiente vez que abro los ojos y levanto la cabeza, somos sólo Chelsea y
yo en la cocina.
Coloca un vaso grande de agua frente a mí, su expresión neutra.
—Gracias. —No recuerdo todo de la noche anterior, sólo algunas palabras e
imágenes. Pero igual siento la necesidad de decir—: Lo siento por lo de anoche.
—¿Por qué? —pregunta, dejando platos en el lavabo—. No es como si me
hubieras abordado.
—No…‖definitivamente‖recordaría‖eso.
Me mira con una sonrisa rápida y fugaz.
—Chelsea. —Hay una desesperación en mi voz que hace que se detenga y
me mire a los ojos—. También lamento lo que te dije el otro día. No eres solamente
un‖“buen‖tiempo”‖para‖mí…‖lo‖sabes,‖¿verdad?‖Tienes‖que‖saberlo,‖eres…‖mucho‖
más. Y no sé‖manejar…‖m{s…‖de‖buena‖forma.
Su expresión rígida se derrite, sus ojos se suavizan y se calientan. Se lame
los labios, considerando sus palabras, luego dice—: Te extrañé. Sé que sólo pasó un
día,‖y‖sé‖que‖probablemente‖te‖har{‖enloquecer…‖pero‖me‖gusta‖tenerte‖alrededor,
y‖todo‖lo‖que‖viene‖con‖ello.‖No‖tenemos‖que…‖avanzar‖si‖eso‖te‖pone‖incómodo.‖
Me parece bien mantener las cosas como est{n.‖ Creo‖ que‖ son…‖ bastante‖
asombrosas.
Le tomo la mano, deslizándola más cerca. La presiono entre mis dos manos,
viéndola desaparecer. Tan pequeña. Tan hermosa. —También creo que son
bastante asombrosas.
Y su sonrisa se amplía.
1
Bostezo‖y‖me‖estiro…‖y‖maldición, en verdad comienzo a dejar de sentirme 99
como un basurero de la muerte. Raymond puede que haya descubierto algo con
esa bebida; espero que haya escrito la receta.
—Tengo que irme a trabajar, pero antes de dirigirme a casa por un cambio
de ropa, realmente me gustaría tomar una ducha.
Chelsea pasa un dedo por mi cabello, masajeándome el cuero cabelludo. —
Hay‖cinco‖duchas‖en‖esta‖casa…‖escoge‖una.
Sonrío. —Me gusta la que está en tu habitación.
El agua caliente se siente increíble en mis músculos tensos. Pongo la cabeza
bajo la regadera, dejando que el agua corra sobre mí, y el ayer se quita. Mi
conversación con la señora Holten y Tom Caldwell, y el sentimiento que
resucitaron da vueltas por el drenaje y desaparece.
Entro en la habitación de Chelsea con una toalla alrededor de mi espalda.
Ella se encuentra allí, poniendo trozos sexys de encaje y satén doblados en los
cajones. Me observa, mirando las gotas de agua pasar por mi pecho, a lo largo de
mis abdominales. Mi polla se pavonea bajo su mirada.
Y definitivamente nota eso.
Mirando con avidez el contorno duro debajo de la toalla, pregunta, casi sin
aliento—: ¿Te sientes mejor?
Paso la lengua por mi labio inferior. —Mucho mejor.
Y la toalla no se queda en mis caderas por mucho tiempo después de eso.

En los días que siguen, Chelsea y yo encontramos nuestro ritmo de nuevo,


dentro y fuera de la habitación. Mi vida regresa a la normalidad, un tipo de
normalidad extraña y diferente que la incluye a ella y a los niños. Un día, Chelsea
se nos une a Brent, Sofía, Stanton y a mí para el almuerzo, y Sofía sostiene a Ronan
en su regazo todo el tiempo. Llevo a Rory a las pruebas de la Pequeña Liga y
celebramos con pizza en el patio trasero cuando entra al equipo. Rosaleen
comienza las lecciones con un nuevo profesor de piano que viene a la casa, y
superviso para asegurarme que no haya reglas a la vista. Riley descubre 5 Seconds
of Summer y One Direction queda degradado, aunque para ser honesto, todos lucen 2
iguales para mí. Ronan empieza a dormir durante la noche, una gran ventaja,
mientras Raymond disfruta sus días libres de tormento en la escuela. Y Regan 00
flexiona su poder con su vocabulario recientemente ampliado, que nos dice "no"
cada vez que puede.
Es bastante genial.
Pero‖entonces…‖llega‖un‖día‖que‖lo‖cambia‖todo. Y todo se va al infierno.

Después del fuerte repudio a la declaración de la señora Holten y su


negativa a asistir a la acusación en cualquier caso contra su esposo, Caldwell no
tuvo otra opción que quitar los cargos contra el senador. Y eso se registró como
una victoria en mi columna. Es una gran y jodida cosa para mí profesionalmente.
Ahora soy el empleado mascota de Jonas Adams y el tipo favorito en todo el
mundo del senador Holten, un hombre con considerable influencia en DC. Más
tarde el viernes en la tarde, el senador hace espacio en su ocupado horario para
venir a nuestra firma, a la oficina de Jonas, para entrevistarse conmigo. Para
codearse y discutir mi futuro.
Hablar de todos los tratos que el diablo quiere que haga.
Nos sentamos en los sofás de cuero en la oficina de Jonas, disfrutando un
whiskey‖ en‖ la‖ tarde.‖ Holten‖ habla‖ sobre‖ un‖ buen‖ “amigo”‖ suyo‖ que‖ comienza a
investigar el lavado de dinero. Sus ojos son oscuros, sin fondo, casi sin alma. Y me
espanta un poco.
Mientras el senador sigue hablando, mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo
miro con discreción, el nombre de Chelsea brilla en la pantalla. Mando la llamada
al correo de voz. Pero unos minutos después, los vellos en la parte de atrás de mi
cabello se erizan cuando su silenciosa llamada aparece de nuevo.
Mi‖ pulgar‖ duda‖ por‖ un‖ segundo…‖ y‖ luego‖ la‖ envío‖ al‖ correo‖ de‖ voz‖ de‖
nuevo. Ésta muy bien podría ser la mayor reunión de mi carrera; escuchar cuantos
metros gateó Ronan hoy va a tener que esperar.
Terminamos nuestras bebidas, y la conversación gira hacia mis casos
recientes, mi última absolución. Y entonces Veronica, la secretaria privada del
señor Adams, entra en la oficina, su voz dubitativa al interrumpirnos. —Disculpen
la intrusión, caballeros. —Me mira—. La señora Higgens está en la línea uno, con 2
una llamada urgente para usted, señor Becker.
01
Mi primer pensamiento es de lo niños, que Rory se ha metido en algún
nuevo problema o que uno de ellos, quizás Regan —la esperaban— ha tenido un
accidente. Algo menor, por supuesto, un hueso roto o un corte que necesite sutura.
Pero cubro mi preocupación con un encogimiento de hombros, mirando a
Holten y a mi jefe. —Mis disculpas. El precio de estar en demanda.
El señor Adams asiente. —Use mi teléfono, Becker.
Me paro junto a su escritorio mientras ellos continúan la conversación y
presiono el botón bajo la luz que parpadea, esperando. Hay un clic en la línea, una
pausa‖mientras‖conecta…‖y‖luego‖la‖voz‖de‖Chelsea.
—¿Jake?
Oigo bastante en‖esa‖sola‖sílaba.‖Su‖voz‖es…‖extraña.‖De‖alguna‖forma‖plana
y chillona al mismo tiempo. Y exhala con fuerza, como cuando te tuerces un tobillo
o te‖cortas‖la‖mano…‖y‖tienes‖que‖respirar‖entre‖el‖dolor.
—¿Qué sucede?
—Janet‖est{‖aquí.‖Con…‖oficiales.‖Tienen‖una…‖una‖orden…
Y el suelo cae debajo de mí.
—Se llevan a los niños, Jake.
Nauseas golpean mi estómago y siento como si cayera. Luchando,
forcejeando por algo que detenga la caída.
Trago la bilis. —Me‖iré‖ya‖mismo.‖Diles…‖—Ahogo una maldición—. Diles
que voy en camino.
—Apúrate —ruega en un susurro. Y la línea muere.
Recoloco el teléfono en el soporte. Me toma cada gramo del control que
tengo para no salir corriendo de la maldita habitación o atravesar la pared.
—Lo siento, me tengo que ir. —Tengo el maletín en la mano y ya estoy
pasando por la puerta cuando mi jefe dice—: Becker, el Senador Holten sólo se
encuentra disponible por esta tarde.
Aferrando el picaporte, me obligo a girarme y responder—: De nuevo,
lamento mucho que no podamos hablar por más tiempo, Senador.‖ Pero…‖ —No
tengo que pensar en las siguientes palabras—, es una emergencia familiar.

2
02
Traducido por Beatrix
Corregido por Laurita PI

Irrumpo por la puerta, salvaje y furioso, intentando ordenar mi cabeza.


Debido a que las emociones hacen que te distraigas, que te descuides. Y en verdad
necesito estar enfocado.
El vestíbulo de entrada se encuentra vacío, acecho en la sala de estar. Allí, lo
primero que veo es a Riley, una bolsa de lona azul llena a sus pies, frotando el
temblor de su hermana pequeña mientras entierra su cara contra su estómago. La
de catorce años me mira, sus ojos repletos de lágrimas se mantienen bajo control.
—Está bien. —Asiente, tratando de ser condenadamente valiente—. Estoy 2
bien.
Noto a un oficial de policía uniformado en la esquina, se ve joven, recién
03
salido de la academia. Me pregunto si cuando se inscribió imaginó que proteger y
servir incluiría sacar a niños asustados de su casa. Toma una fotografía enmarcada
de una mesita en la esquina.
—No toques eso —mascullo.
Deja el marco y levanta las manos en señal de rendición. Lo supero rápido
dirigiéndome hacia Chelsea, con Regan a su lado, ajena a la confusión, y Ronan en
el porta bebé a sus pies, asimilándolo todo. Los ojos de Chelsea se encuentran
abiertos y aterrorizados, mientras retuerce las manos. Suspira con alivio cuando
me ve.
—¿Qué demonios es esto, Janet? —ladro a la trabajadora social de pie a su
lado.
Janet niega con la cabeza. —No fue mi llamada. Viene desde arriba.
—¿De qué superior se trata? —¿De quién es la cabeza que necesito partir en dos?
—El director de los Servicios Sociales revisó el expediente del caso y
presentó una solicitud para sacar a los niños de la casa. Dexter Smeed.
Tomo la orden de la corte de las manos de Chelsea. —¿Descuido y
negligencia infantil? —leo—. ¿Es una maldita broma?
Janet se frota los labios, viéndose más que infeliz. —Lo siento mucho.
Repaso el papel una vez más, comprobando la fecha, la redacción, las
firmas. En busca de algo. Jodidamente nada.
—Puedes hacer algo, ¿no? —pregunta Chelsea, rogándome con los ojos—.
¿Una respuesta, un aplazamiento? ¿Para que puedan quedarse?
Hay esperanza en su voz. Fe. Tanta confianza. Y me destruye.
Agarro su codo y juro por mi alma. —Los recuperaremos. Te lo prometo,
Chelsea... los recuperaremos.
Por un momento, me mira fijo, sin pestañear. Como si no pudiera
comprender que le digo. Hasta que lo hace. Sus ojos se cierran e inhala con dureza
por la nariz. Luego abre los ojos, y veo una pared siendo erigida en su interior.
Ladrillo a ladrillo, nivelándose, de modo que pueda recibir el golpe. Entonces
puede ser fuerte para los niños, hasta que... después.
Chelsea asiente y fuerza una sonrisa con los ojos húmedos. Luego levanta a
Regan y se mueve hacia Riley y Rosaleen, acariciando su cabello, diciéndoles que 2
se van a quedar con los amigos de Janet por una corta temporada. Qué va a ser
maravilloso. Cuánta diversión van a tener. 04
Ruego que no puedan escuchar el temblor en su voz.
—¿A dónde te los llevas? —pregunto a Janet.
Leí un artículo al juez el mes pasado sobre los grupos de hogares atestados
de gente, la escasez de adecuadas familias de acogida en DC. Y me imagino tres
coches, cada uno con dos de ellos en el interior, llevándolos en diferentes
direcciones. Destrozándolos.
—No puedo decírtelo.
—Entonces dime que pueden permanecer juntos, Janet —gruño. Pero mi
voz es tan tensa, que suena como una súplica.
Se apiada de mí. —Hay una familia con la que he trabajado antes. Son buena
gente.‖De‖verdad.‖Han‖acordaron‖tomar‖a‖los‖seis‖niños…‖por‖el‖fin‖de‖semana.
Con brusquedad, levanto la mirada. —¿El fin de semana? ¿Eso es todo?
Janet se enfrenta a mi expresión acalorada. —Después de eso, va a depender
de lo que se halla disponible. —Su voz vuelve a caer al profesionalismo—. Todo
está en el paquete, los derechos de Chelsea, sus opciones. Ella puede solicitar una
audiencia de emergencia.
—Maldita sea.
Pisadas fuertes bajan por las escaleras. Raymond aparece por primera vez
en la planta baja, con una máscara estoica, pero sus ojos enrojecidos y sollozantes
lo traicionan. Deja caer la bolsa en su mano y se precipita sobre Chelsea, y de
inmediato la envuelve en sus brazos.
Intento pensar en algo que decir. Palabras que podrían hacer esto menos
que una pesadilla. Antes de que pueda decir la primera palabra, Rory baja las
escaleras, con sus redondos ojos azules alterados. Espero que se una a sus
hermanos y hermanas en su muy unido grupo. Que corra hacia Chelsea. Pero no lo
hace.
Corre hacia mí.
Su pequeño cuerpo cálido se estrella contra el mío, envolviéndome con sus
brazos, sosteniéndome con su vida. Su voz se ahoga en contra de mi cintura, pero
he oído cada palabra. —Lo siento. Lo siento mucho. Seré bueno. Te juro que seré
bueno.
Mis ojos pican mientras este pobre niño perdido derrama su corazón... y me
2
rasga en pedazos. 05
Me deslizo de rodillas delante de él y lo levanto nuevamente. —Esto no es
tu culpa, Rory. No has hecho nada para que esto suceda.
—Pero…
—No es tu culpa, chico.
Tiene hipo. —No‖dejes‖que…‖ellos…‖nos‖lleven.
Mi voz es baja e irrefutable. —Te traeré de vuelta. Los traeré a todos de
vuelta.
Sus ojos parpadean entre los míos, buscando honestidad. —¿Cuándo?
Y maldigo el día y el horario de la corte y otras mil cosas que fuerzan mi
respuesta. —El lunes. Te traeré a casa el lunes. —Hecho su pelo hacia atrás y
repaso su rostro bañados en lágrimas—. ¿Recuerdas lo que te dije, acerca de un
hombre y su palabra?
Asiente. —Todo lo que un hombre tiene es su palabra. Dice lo que quiere
decir y hace lo que dice.
Una sonrisa dolorida tira de mis labios. —Eso es correcto. Te doy mi
palabra, Rory. Los traeré a casa el lunes.
Miro hacia Chelsea y a cada uno de los niños a su alrededor, todos miran,
escuchan. Entonces regreso mi mirada a Rory. —Pero entre entonces y ahora,
tienen que permanecer unidos. Necesito que sean fuertes, ¿de acuerdo? Que se
cuiden los unos a los otros. No peleen. Ayuden a los demás.
Después de un lento momento, Rory tensa la mandíbula. Luego me da una
pequeña inclinación de cabeza y se limpia las mejillas con el dorso de la mano. Él
está listo.

Cargamos a los niños en la furgoneta. Chelsea abraza y besa a cada uno


antes de que suban, apenas capaz de dejarlos ir. El rostro de Rosaleen está rojo y
húmedo con grandes lágrimas cayendo. —Quiero quedarme aquí.
—Lo sé, pequeña. —Rozo su mejilla con los nudillos, secándole las lágrimas
mientras le abrocho el cinturón—. No tardará mucho. Va a ser muy rápido — 2
miento.
El labio de Regan se estremece, aunque no estoy seguro de que entienda por
06
qué. —No…
Y no puedo forzar la salida de cualquier palabra para responderle. Todo lo
que puedo hacer es besar su frente.
Damos un paso atrás mientras Janet cierra la puerta de la furgoneta. Es
ruidoso, retumba, como el bloqueo de celda de la cárcel. Luego se sube en el
asiento del conductor.
Chelsea se despide con la mano, y sigue hablando, incluso después de que
los niños ya no pueden oírla. —¡Los amo! Sean buenos, chicos. Nos vemos muy
pronto. Todo estará bien. No se preocupen.‖Prome…‖—Su voz se tambalea—. Les
prometo que todo va a estar bien.
Su mano todavía se encuentra en alto cuando la furgoneta, acompañada por
un móvil de la policía, se aleja y dobla por el camino de la entrada a través de la
puerta, perdiéndose de vista.
Tan pronto como la furgoneta azul desaparece, el rostro de Chelsea se
desmorona. Un jadeo emerge de su garganta y esconde el rostro entre las palmas
abiertas. Pongo mis manos en sus hombros para que sepa que estoy aquí con ella.
Y grita. Un horrible gemido penetrante que nunca voy a olvidar mientras
viva. Dolor tan vacío, tan crudo, que nunca pensé fuera posible, solo un flujo
interminable de sollozos agonizantes.
Sus rodillas ceden, y la atrapo.
Retuerce mi camisa con las manos y oculta el rostro en mi pecho,
empapándolo con lágrimas en el momento en que entramos en la casa. Sus
hombros se sacuden mientras llora su corazón. —Estaban asustados, Jake. Oh Dios,
estaban tan asustados.
Es horrible. Cada palabra aterriza como el azote de un látigo, cortándome,
convirtiendo mis entrañas en un lío sangriento. La llevo directamente a su
habitación. Los niños se encuentran por todas partes en esta casa; sus juguetes, sus
rostros sonrientes en los retratos en las paredes, no es posible olvidarlos. Me siento
en la cama y acuno a Chelsea en mis brazos. Acariciándole el pelo, besando su
frente, susurrando palabras de consuelo que no tienen ningún jodido significado
en absoluto. 2
Solloza, larga e intensamente. Y sé que esto no se trata solo de los niños, que
es el torrente de todo lo que ha construido en su interior estos últimos meses. Toda
07
la pena, el dolor, la soledad y el miedo que nunca se dejó sentir.
—Mi hermano era un buen hermano —se ahoga.
—Lo sé.
—Lo amaba.
—Sé que lo hiciste —respondo en la voz más suave.
—Y se ha ido. Y lo extraño... tanto.
La sostengo con más fuerza. —Lo sé.
Su voz raspa su garganta. —Tenía que hacer una cosa, una sola cosa para
él... ¡y no pude! Los perdí...
—Shh…‖est{‖bien.‖—Presiono los labios en su frente.
—Se fueron. Oh Dios... se fueron.
—Vamos‖a‖traerlos‖de‖vuelta.‖Shhh…‖lo‖prometo.
Por fin, Chelsea agotada y bañada en lágrimas cae en un sueño profundo.
Me quedo despierto toda la noche y abrazándola. Susurro cuando gime, cuando su
frente se arruga de pánico, hasta que se calma de nuevo. Y pienso en los niños, en
cada uno de ellos, los imagino en mi mente. El sonido de sus voces, sus pequeñas
manos, la forma en que huelen cuando vienen de fuera, como a tierra, a sol y
bondad. Trato de decirme a mí mismo que de alguna manera van a estar más
seguros, protegidos, si sigo pensando en ellos.
Pero la imaginación puede ser una cosa jodida. Recuerdo todos los horrores
que he visto, leído, escuchado acerca de los clientes y colegas. Me pregunto si los
niños están llamando a Chelsea, o tal vez sus padres. Si se esconden bajo mantas o
lloran en almohadas porque se encuentran rodeados de extraños y no tienen idea
de lo que el mañana tiene reservado.
Es la noche más larga de mi vida.

2
08
Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Annie D

Por la mañana, recuesto a Chelsea suavemente sobre la cama, luego me


dirijo hacia la cocina. Pongo a preparar una taza de café, suelto al perro, y lleno su
plato con comida. Contempla el recipiente con ojos tristes, entonces lo rechaza,
acurrucándose en una bola en el sillón con un profundo suspiro. Le acaricio sus
orejas planas. —Sé cómo te sientes, amigo.
Le llevo una taza de café a Chelsea, lo coloco en la mesita de noche, y me
siento en la cama. Cuando pongo mi mano en su cadera, sus se abren de golpe con
una inhalación rápida de aliento, como si hubiera sido despertada de una
pesadilla. Ella mira a su alrededor, y su cara se oscurece cuando se da cuenta de
2
que su pesadilla es la realidad. Se recuesta de nuevo sobre la almohada, 09
observándome.
—Gracias por lo de anoche. Por estar conmigo.
—No hay de qué. —Empujo un mechón de cabello detrás de su oreja—.
Tengo que ir a la oficina, a prepararme para la audiencia del lunes.
—De acuerdo. Gracias. —Su voz se apaga. Y el silencio antinatural de la
casa se cierra en nuestro alrededor—. ¿Puedo ir contigo?
—Claro que puedes.

Mientras que Chelsea se viste, llamo a Stanton y Sofía, luego a Brent. Los
actualizo con los acontecimientos de ayer y les digo que me encuentren en la
oficina. Los procedimientos de la corte de familia son ligeramente diferentes, así
que voy a tener que familiarizarme con ellos, pero en esencia, la audiencia de
custodia no es tan diferente que la de un juicio. Necesitaré pruebas y un montón de
jurisprudencia para sostener mi argumento de que los niños pertenecen con
Chelsea y que el CFSA estaba fuera de lugar para llevárselos en primer lugar.
Chelsea entra en la habitación, bebiendo su café, con vaqueros y una camisa
de franela roja suelta. Su cabello recogido en una coleta alta, brilla de color rojo-
dorado por la luz del sol de la ventana.
Ella‖luce… mejor, pero no bien.
De la forma en que un plato de porcelana luce cuando se rompió en pedazos
y fue pegado para juntar las piezas. Pero sabes que la más mínima vibración
podría hacer añicos todo de nuevo.
Nos detenemos para comprar panecillos en el camino a mi apartamento,
donde me cambio de ropa, y luego nos dirigimos a las oficinas de Adams &
Williamson. Trabajar el sábado es bastante común allí, así que hay algunos
abogados moviéndose alrededor en ropa casual de fin de semana. Dirijo a Chelsea
hacia mi oficina, donde Stanton, Sofía, y Brent ya están esperando. Después de una
ronda de abrazos de simpatía para Chelsea y unos golpecitos en el brazo para mí,
nos sentamos alrededor de mi escritorio.
—Ellos tienen condenadamente todo —maldigo, hojeando el informe de
servicios sociales que acompañaba a la orden de la corte. Y en el papel, no se ve 2
bien—. El arresto de Rory y su brazo roto, Riley siendo detenida después de la
fiesta, las cosas con Raymond y Jeremy Sheridan. Incluso mencionan el acto de
10
desaparición de Rosaleen. ¿Es que pusieron micrófonos escondidos en toda la
maldita casa?
—Probablemente entrevistaron a los vecinos —sugiere Sofía—. Los padres
de los amigos. Chelsea, el informe menciona el retraso en el habla de Regan, ¿el
cual la CFSA afirma que no has abordado adecuadamente?
Chelsea niega. —Ella no tiene un retraso en el habla, todos los niños fueron
habladores tardíos. Alteró a Rachel al comienzo, pero el pediatra siempre dijo que
era totalmente normal.
Me dirijo a Sofía. —Tenemos que conseguir una declaración del pediatra. Y
del terapeuta de Rory. Y de sus profesores, son niños inteligentes, les va bien en la
escuela; va a funcionar a nuestro favor.
Stanton asiente. —Y voy a investigar a Dexter Smeed y la CFSA. Ver cuál ha
sido su trayectoria últimamente.
Nos dividimos hacia nuestras respectivas tareas. Antes de que Brent
comience a ayudar a Sofía con esas declaraciones, instala a Chelsea cómodamente
en el sofá de cuero junto a la ventana. Le da una taza de té caliente, entonces saca
su licorera y vierte un poco en su taza. —Un pequeño trago en la mañana es algo
bueno. Pone en marcha la sangre.
—Gracias, Brent.
—No te preocupes por nada. Han despertado a un gigante dormido. Y Jake
es el gigante más espantoso por estos alrededores.

Unas horas más tarde estoy en la biblioteca de la firma, buscando varios


volúmenes entre las largas y llenas filas. Siento a Stanton observándome mientras
saca su propio libro de la estantería.
—¿Cómo estás, hombre?
—¿Cómo crees que estoy? —respondo sin levantar la vista.
—Creo que estás todo enredado en tu interior. No puedes decidir a quién
quieres matar primero. Así es como yo estaría, si fuera Presley. —Hace una pausa,
esperando mi respuesta. Saco un libro de la estantería y escaneo sus páginas—.
2
Sólo quiero que sepas que estoy aquí para ti, Jake. Lo que sea que necesites. 11
Cierro el libro de golpe con una explosión, y lo miro, no porque haya hecho
algo malo, sino porque simplemente está allí. —La casa de un niño es como su
fortaleza. Los protege del coco, o de quién rayos los niños le tengan miedo hoy en
día. —Mis dientes rechinan—. Y entraron a su casa y se los llevaron,
Stanton. ¿Sabes lo que eso le hace a un niño?
Asiente. —Sí, lo sé.
No quiero hablar de esto. Yo‖ solo…‖ no‖ puedo… ir allí ahora mismo. —
¿Quieres que me sienta mejor? —Empujo el libro en mis manos contra su pecho—.
Encuéntrame algo que pueda usar para entrar allí el lunes y clavar a este hijo de
puta contra la pared.

Unas horas después de eso, estoy en mi escritorio, trabajando en nuestra


respuesta a la moción de CFSA por la custodia. Chelsea se movió a una silla más
cerca de mí. Se queda sentada, acurrucada como un gatito, observándome.
—¿Qué es eso? —pregunta, señalando un gran libro de texto abierto en mi
escritorio.
—Esos son los estatutos. Las leyes sobre la custodia de los hijos.
Apoya la cabeza sobre su mano. —¿Por qué están escritos de esa manera?
—Bueno, la respuesta clásica es que no hay espacio para la
interpretación. Para que así nadie pueda argumentar que significa otra cosa que no
sea lo que dice exactamente. Pero creo que están escritos de esa manera sólo para
que los abogados puedan ganar montones de dinero al decirles a todos lo que
significan.
Mi respuesta le saca una suave sonrisa. —¿Y qué es eso? —Apunta a otro
volumen en mi escritorio.
—Esa es la jurisprudencia pertinente. Decisiones que otros jueces han
tomado en casos similares al tuyo. Lo utilizo para sustentar mi argumento. A los
jueces les gusta seguir‖a‖la‖multitud…‖son‖realmente‖el‖tipo‖de‖personas‖de‖hago-
todo-lo-que-los-niños-geniales-están-haciendo.
Sonríe otra vez, parpadeando lentamente, pareciendo totalmente
desgastada. Aparto su cabello. —Cierra los ojos, Chelsea. Descansa un poco.
2
Y ni siquiera discute conmigo.
12

Es de noche cuando Chelsea y yo nos metemos en mi coche. Traigo algunos


archivos a casa conmigo, las cosas en las que voy a trabajar más adelante, pero
parecía que ella estaba acabada. No podía soportar estar encerrada en la oficina
por un minuto más. En contraste con su actitud agotada de antes, parece estar
conectada ahora. Prácticamente vibrando con energía no utilizada. Desesperada.
Su pie patea el suelo del coche. —¿Podemos recoger al perro y quedarme en
tu casa esta noche?
No tengo que preguntar por qué me está pidiendo eso. Sin los niños, la casa
se siente como una tumba
—Por supuesto.
Asiente. —Oye…‖ detente aquí muy rápido. —Apunta a una tienda de
licores más adelante, su letrero verde de neón brillando contra la oscuridad. Me
estaciono en la acera y Chelsea sale. Regresa unos minutos después, una gran bolsa
de papel marrón en mano. Cuando llegamos a su casa, se queda en el coche
mientras agarro a Cosa, entonces nos dirigimos a mi casa.
Chelsea coloca al perro en el suelo en el salón de mi casa y se va
directamente a la cocina. Me paro en la puerta, mirándola mientras toma dos vasos
de chupito del armario y los llena con la botella de vodka que sacó de la bolsa. Sus
movimientos son exactos, enojados. Se bebe un trago como una profesional y va
por un segundo. Exhala con fuerza después del segundo chupito, y luego fija su
mirada en mí.
Coge uno de los vasos y camina hacia mí; un poco del líquido claro
chapoteando en el suelo mientras se mueve. Su rostro es serio, duro, y esos ojos de
cristal brillan con una luz casi depredadora. Y jódeme si mi polla no responde a la
energía frenética que emana de ella. Tomo el vaso de su mano tendida, y mantengo
mis ojos fijos en los de ella, tragándome el líquido.
Chelsea se lame los labios y retrocede un paso. Luego se desabrocha la
camisa‖lentamente… como un desafío. La camisa golpea el suelo y sus vaqueros le
siguen después.
—No puedo dejar de pensar. —Su usualmente voz dulce es más baja, más
áspera, casi como un gruñido—. No puedo apagar mi cerebro, ¿sabes? —Sus ojos 2
caen al vaso de chupito mientras se sirve otro, pero no lo bebe todavía—. Me está
volviendo jodidamente loca. No quiero pensar en absoluto, en nada de esto. — 13
Entonces me mira a través de sus largas pestañas—. ¿Crees que me puedes ayudar
con eso?
Me muevo rápido, sorprendiéndola. Mi mano arremete, agarrando la parte
posterior de su cuello. Es un agarre duro y contundente, y la jalo más cerca hasta
que siento su piel desnuda justo contra mí. Levanto el vaso de chupito.
—Abre.
Chelsea separa sus labios y llevo el vaso hasta ellos, vertiendo el
líquido. Tan pronto como lo traga, mi boca esta sobre la de ella, chocando y
colisionando, saboreando el aguijón de vodka y su dolor.
Me retiro y ella está jadeando. Mi otra mano roza su estómago, cubriendo su
pecho. El pezón se endurece bajo mi palma y me aclaro la garganta. —Sí. Sé
justamente cómo ayudarte con eso.
Y ninguno de los dos tiene la oportunidad de pensar en otra cosa el resto de
la noche.
Domingo por la mañana, Chelsea se despierta antes que yo. Siento su
movimiento alrededor de la habitación, recogiendo su ropa, vistiéndose, cuidando
al perro. Regresa a la habitación y se sienta en el borde de la cama, esperando a que
abra mis ojos. Cuando lo hago, hay más vida en sus rasgos. M{s…‖
determinación. Y el nudo que ha estado en mi estómago durante los últimos dos
días se afloja un poco.
—Me gustaría ir a la iglesia hoy. —La esquina de su boca se curva un
poco—. Rachel y Robbie solían llevar a los niños a la iglesia cada semana, pero no
lo he hecho todavía. Lograr que todos estén vestidos y en la puerta es una larga
tarea. —Hace una pausa, probablemente imaginando a los niños y toda su
entretenida dificultad en su mente—. Pero me gustaría ir hoy. ¿Quieres venir
conmigo?
Soy un cínico puro cuando se trata de religión. Además de los funerales, las
bodas ocasionales, o servicios con mi madre cuando era un niño, no voy a la
iglesia. Pero me oigo diciendo—: Sí, voy a ir contigo.
Dejamos a Cosa en la casa de Chelsea, donde se cambia de ropa a un vestido
amarillo de manga corta con tacones a juego. Sigo a la multitud en la misa, me 2
arrodillo y me levanto, pero en su mayoría, simplemente la miro. La forma en que
sus labios se tocan las manos cuando inclina su cabeza en la oración, la expresión 14
serena en su rostro mientras el sacerdote da su bendición final.
Nos detenemos junto a mi coche en el estacionamiento de la iglesia. —No sé
qué hacer conmigo misma. —Se ríe Chelsea sin humor—. Todos estos meses
parecía que nunca había suficiente tiempo, y ahora‖ que‖ lo‖ hay… no lo quiero. —
Mira en mi dirección—. Tienes eso que haces en las tardes todos los domingos,
¿verdad?
Se dio cuenta que desaparezco todos los domingos, pero nunca me preguntó
sobre ello. Me pregunto si esperaba que se lo dijera yo mismo.
—Sí, lo tengo.
Asiente y justo cuando empieza a verse resignada por pasar una tarde
solitaria, digo—: ¿Quieres venir conmigo?
Su cabeza se levanta de golpe. —Sólo…‖solo‖si‖quieres‖que‖lo‖haga.
—Hay alguien que quiero que conozcas.
Sostengo la mano de Chelsea mientras caminamos por los pasillos de la
Casa de Retiro Brookside. Marietta está justo saliendo de la habitación del Juez
cuando llegamos a su puerta.
—Hola, Jake. —Me saluda con una amplia sonrisa.
—Hola, Marietta. ¿Cómo está hoy?
—Oh, cariño, está teniendo un muy buen día.
Suelto un jodido respiro en alivio. La última cosa que quería, era poner a
Chelsea más deprimida de lo que ya está; y el Juez en un mal día no es un
espectáculo feliz.
Asiento mientras paso por delante de ella y entro en la habitación con
Chelsea justo detrás de mí.
Él está leyendo en su silla de cuero junto a la ventana, vestido con un suéter
azul oscuro y pantalones marrones, esos feos mocasines marrones en sus pies.
—Hola, viejo.
2
Su rostro se ilumina, sus ojos confiados y maravillosamente conscientes. —
¡Jake! —Cierra su libro y se levanta, envolviéndome en un abrazo fuerte—. Es 15
bueno verte, hijo. ¿Cómo estás?
—Estoy bien, Juez.
Sus ojos caen en Chelsea y me lanza una sonrisa arrugada. —Puedo ver la
razón. —Le ofrece su mano—. Hola, querida, soy Atticus Faulkner.
Chelsea le da la mano con una sonrisa enorme. —Soy‖Chelsea‖McQuaid… es
maravilloso conocerlo. Jake me ha dicho todo sobre usted.
—Lascivas mentiras, estoy seguro. —Guiña—. Siéntate, siéntate. Deja que te
traiga un poco de té, Marietta acaba de traerme una olla.
Una vez que estamos sentados, con nuestros vasos en frente de nosotros,
Juez le dice Chelsea—: Eres hermosa, querida.
Y se sonroja. —Gracias.
—Ahora, debo pedir disculpas por adelantado, Chelsea, si digo o hago
cualquier cosa‖ que‖ te‖ haga‖ sentir‖ incómoda.‖ Yo…‖ olvido‖ las‖ cosas…‖ muy
rápidamente y, a menudo últimamente.
Chelsea sonríe; luciendo más bonita que cualquiera de los santos en los
vitrales de la iglesia. —No se preocupe. Si olvida algo, estaremos aquí para
ayudarlo a recordar.
Y por mi jodida vida, no sé cómo ella lo ha logrado hasta ahora sin tener un
montón de órdenes de restricción, o sin regalos o tarjetas, y flores obstruyendo su
buzón todos los días. Debido a que mientras la veo con el Juez, no sé cómo alguien
podría conocerla y no estar ridícula y perdidamente enamorado de ella.

M{s‖ tarde‖ esa‖ noche,‖ Chelsea‖ y‖ yo‖ estamos‖ de‖ vuelta‖ en‖ su‖ casa…‖
bañándonos juntos en la bañera de gran tamaño fuera de su dormitorio. Se
encuentra sentada frente a mí, su espalda contra mi pecho, su cabello recogido,
unos mechones húmedos colgando, haciéndole cosquillas en la cara. Ha estado en
silencio durante un buen rato; sólo los sonidos del agua ondulante contra el lado
de la bañera perturbando el silencio.
—¿Qué pasa si perdemos mañana?
2
Mis labios permanecen en su hombro. —No lo haremos.
—Pero, ¿y si lo hacemos? ¿Van‖a…‖—Su voz se quiebra— …¿Van a dejarme
16
verlos? ¿Tener visitas?
Se da la vuelta para mirarme y elijo mis palabras cuidadosamente. —
Conozco‖gente‖que…‖puede saber dónde están los niños. Y conozco otras personas
que hacen‖ identificaciones…‖ pasaportes y esas cosas. Pero de los buenos. —Paso
mi dedo a lo largo de su mandíbula—. Así‖que…‖si‖perdemos,‖voy‖a‖llamar‖a‖esa‖
gente. Vas‖a‖sacar‖todo‖el‖dinero‖que‖puedas… y simplemente te vas.
—¿Cómo… a México?
Me río. —No. La brillante y blanca piel McQuaid se quemaría bajo el sol
mexicano. Puede‖ser…‖¿Canad{? Me pregunto si Regan aprendería más rápido el
francés.
Chelsea me mira fijamente, y sus ojos lucen un tono más oscuro. Más
profundos. —¿Harías eso por nosotros?
Mis dedos recorren su suave mejilla. —No puedo pensar en algo
que no haría por ustedes.
Y ese hecho me asusta a mas no poder.
Las gotas de agua se derraman sobre el borde de la bañera mientras se
levanta sobre sus rodillas, a horcajadas sobre mis caderas. Nos besamos por
minuto que se siente como horas. Su mano se sumerge debajo del agua,
acariciándome a pesar de que ya estoy duro y caliente en su palma. Y cuando nos
acomoda, se hunde, lento y suave. Mis brazos se envuelven a su alrededor,
atrayéndola, más cerca, y beso sus pechos, jugando con sus pezones con mi lengua.
Sus caderas suben y bajan; me muevo dentro de ella a un ritmo pausado y
constante.
Y cuando espasmos recorren su cuerpo, provocándole un suave gemido,
cuando me hundo profundamente dentro de ella con un gruñido áspero, se siente
como más. Como todo. Como nada que haya probado antes y algo que no podré
encontrar con nadie más.
La cabeza de Chelsea todavía descansa en mi hombro un tiempo después de
que el agua se vuelva fría. Finalmente, salimos de la bañera, nos secamos, y nos
quedamos dormidos en su cama, envueltos alrededor del otro.

2
17
Traducido por florbarbero
Corregido por Vane Farrow

A las diez de la mañana del día siguiente, Chelsea y yo caminamos dentro


de la sala 7-A en el Tribunal de Familia del Distrito de Columbia. Tomamos
nuestro lugar en nuestra mesa designada; y Stanton, Sofía, y Brent se sientan en la
primera fila detrás de nosotros. Chelsea está nerviosa pero serena. ¿Y yo? Estoy
listo y estoy hambriento por una victoria. Es la sensación que siempre tengo. Nada
de nervios, sólo afán.
La abogada que representa a la Agencia de Servicios de Infancia y Familia
tiene su propio lugar en la mesa a través del pasillo principal a mi izquierda, y está
alisándose la falda de su conservador traje negro, de buena confección. Es una 2
pelirroja de unos cuarenta años que se ve casi tan segura como me siento.
18
El alguacil anuncia que la corte está en sesión y todos nos levantamos
cuando una juez mujer con cabello gris, y si el cordón alrededor de su cuello es una
indicación, fan de Ruth Bader Ginsburg, entra en la habitación. Pasa a través de las
formalidades, y entonces me pide que comience.
—Hago un llamado al director de la Agencia, Dexter Smeed, Su Señoría.
Dexter Smeed luce exactamente como imaginarías a alguien llamado Dexter
Smeed. Gafas redondas; cabello fino, camisa blanca con botones almidonados;
chaqueta marrón; y pajarita verde claro. Juró y se sentó en el banquillo de los
testigos.
—Sr. Smeed, ¿Ha visto a Chelsea McQuaid antes de hoy?
—No.
—¿Alguna vez la conoció, visitó su casa?
—No.
—¿Le envió un correo electrónico?
Smeed se aclara la garganta. —No.
Asiento, en acuerdo. —¿Alguna vez ha entrevistado a alguno de los niños
McQuaid?
—No.
Salgo de detrás de la mesa y me reclino contra ella. —¿Y sin embargo se
sintió capacitado para ignorar la recomendación de la trabajadora social del caso,
Janet Morrison, quien ha visto, ha visitado y entrevistado la señorita McQuaid y
los niños para pedir que se le quitara la custodia?
—Lo hice, sí.
—¿Y cómo hizo esa determinación, Sr. Smeed?
—Reviso periódicamente los archivos de todos los casos llevados en mi
agencia. El archivo contenía toda la información que necesitaba. Es mi trabajo ser
crítico. Para determinar quién es adecuado para la custodia —Sus ojos observan a
Chelsea y realiza una pausa—, y quién no.
Idiota. Este hijo de puta es un idiota tan grande que ni siquiera el perro lo
querría.
Me muevo a la derecha, bloqueando a Chelsea de su vista. —Su esposa es
una mujer afortunada. —Niego con la cabeza—.‖Tiene‖un‖conjunto‖de‖pelotas… 2
—Su Señoría. —El abogado de la agencia se pone de pie.
19
El juez asiente con la barbilla, bajando la vista. —Ese comentario le costará
quinientos dólares, Sr. Becker. Va a mantener el decoro apropiado en mi sala de
audiencias o su cliente buscará un nuevo representante. No habrá otra advertencia.
¿He sido clara?
La mayoría de los jueces tienen poco sentido del humor.
—Clara como el cristal. Mis disculpas.
Entonces pongo mi mirada de nuevo sobre el señor Smeed. —Dejemos eso
para más adelante. Por el momento, ¿puede decirme si el nombre de Carrie
Morgan es familiar para usted?
Piensa por un momento, y luego niega con la cabeza. —No.
Tomo un archivo de la mesa y echo un vistazo a su contenido. —Hace tres
años, Carrie, de siete años de edad, fue puesta bajo la custodia de la Agencia,
cuando su madre fue declarada culpable de cargos federales por drogas. Fue
colocada con una familia de acogida, bajo la supervisión de su agencia. Seis meses
más tarde, se encontraba muerta, por un trauma con un objeto contundente en la
cabeza. La autopsia encontró signos compatibles con abuso. —Clavo una mirada,
los ojos tan fríos como mi voz—. ¿Le suena?
—No estoy familiarizado con los detalles de ese caso, no.
—Hmm. Está bien. —Agarro otro archivo de la mesa—. ¿Qué hay de
Michael Tillings, catorce años? ¿Está familiarizado con su caso?
Smeed se mueve incómodamente en su asiento. —Sí, lo estoy.
—Bien. Informe a la corte, Sr. Smeed, ¿qué le pasó a Michael Tillings?
—Falleció.
Responde, clavando sus talones en el suelo, como si fuera empujado a un
acantilado al que no quiere acercarse. Y soy el hombre que lo empujará más cerca.
—¿Falleció? Esa es una forma muy delicada de decirlo. Fue asesinado, ¿no
es eso correcto? ¿En un hogar, dirigido por la Asociación, fue golpeado por otros
niños en la instalación?
A regañadientes, responde—: Sí, sospechamos que estaba vinculado con una
pandilla.
—Pandilla vinculado o no, el niño murió. Mientras se encontraba bajo la
custodia de su Agencia.
2
Smeed asiente, su mirada plana. —Eso es correcto. 20
Tomo un tercer archivo. —Matilda Weiss, cuatro años.
El abogado de la oposición aparece como un roedor en un juego Whac-a-
Mole. —¿Qué tiene que ver esto con la competencia de Chelsea McQuaid como
tutora?
—Estoy llegando, Su Señoría.
—Llegue rápidamente, Sr. Becker —responde.
—Cuénteme sobre el caso Weiss, Sr. Smeed, su firma está en su expediente.
Se frota las manos en los pantalones, inhala, y luego responde—: Hubo una
denuncia de abuso infantil contra la familia Weiss.
—¿Investigó? ¿Visitó el hogar, realizó las entrevistas?
—Sí.
—¿Cuáles fueron sus conclusiones?
Hace una pausa, como si realmente no quisiera contestar. Pero realmente no
tiene otra opción.
—Determiné que no había pruebas suficientes de abusos para justificarlo.
Mis dedos cosquillean por la energía no utilizada. —¿Así que cerró el
expediente del caso?
—Sí.
—Y dos meses más tarde, ¿qué pasó?
—Un vecino encontró a Matilda... hurgando en la basura. Buscando comida.
—Porque sus padres la mataban de hambre —declaro, con el estómago
revuelto.
—Sí.
—¿Abusada, pese a que determinó que no existía tal abuso?
Por primera vez, me mira a los ojos, su expresión tensa y culpable.
Atormentado por los fantasmas de niños perdidos y nombres sin rostro. —¿Cuál es
exactamente el punto, el Sr. Becker?
Camino más cerca. —Dijo que su trabajo es era ser crítico para determinar
quién es un tutor adecuado y quién no. Por lo tanto, mi punto, Dexter, es que a
veces usted y su agencia se equivocan.
2
Dejo que las palabras cuelguen.
21
Caminando de regreso a la mesa, agrego—: ¿No le parece?
—No, no lo hace.
—Ah, ¿no? —Levanto una caja del suelo y la coloco sobre la mesa—. Tengo
una caja llena de ejemplos trágicos que dicen lo contrario. Podemos hacer esto todo
el día.
Tartamudea. —Cada... cada caso es diferente. Simplemente porque... las
circunstancias pueden haber sido pasadas por alto en un caso no significa que
habrá errores en el próximo. —Toma un respiro, componiéndose—. Habla de
niños, Sr. Becker, recita sus nombres y edades, porque son sólo nombres para
usted. Para mi... son importantes.
No podía ser más hijo de puta. No son sólo nombres, son caras. Riley, Rory,
Rosaleen, las vi a todas en las páginas de esos informes horribles.
—Haré todo lo que esté a mi alcance para no fallar con otro niño bajo
nuestro cuidado. —Smeed da golpecitos con el dedo en la cornisa del estrado de
los testigos—. Lo cuál es precisamente la razón por la que los niños McQuaid
deben‖permanecer‖bajo‖nuestra‖custodia.‖Las‖banderas‖rojas…
Golpeé mi mano sobre la mesa. —Banderas‖rojas…‖estoy muy contento de
que trajera ese tema. Vamos a hablar de ellas. —Mis movimientos son rápidos y
seguros, cuando acecho de un lado a otro frente a él—. ¿Dijo que una combinación
de eventos fueron los que lo empujaron a quitarle la custodia de los chicos
McQuaid a Chelsea?
—Correcto.
—Uno de esos eventos fue que Riley McQuaid fuera detenida en una fiesta
donde el alcohol estuvo presente.
—Sí —contesta y empieza a dar un sermón—. Consumir alcohol es una
señal de la falta de supervisión de los padres.
Levanto mis cejas. —¿Es consciente de que el cincuenta y un por ciento de
los adolescentes experimentan con alcohol antes de su decimoquinto cumpleaños?
—No puedo decir si eso es cierto o no, no sé la estadística exacta.
Una vez más me muevo hacia adelante, más cerca de él. —Pero si fuera
cierto …el cincuenta y un por ciento, sería... el promedio, ¿no?
—Eso‖no‖significa‖que‖sea‖permisible…
—No, Dexter, no lo es. Simplemente hace que sea normal. 2
Doy la vuelta a la página del archivo con un chasquido y coloco mi dedo en 22
el centro. —¿Su siguiente evento? ¿Rory quebrándose el brazo?
—Eso es correcto. Las lesiones graves, y fracturas, son siempre motivo de
preocupación.
—¿A pesar de que más de siete millones de personas se quebraron un hueso
en los EE.UU. el año pasado? —le informo—. ¿A pesar de que el adulto promedio
habrá sufrido dos fracturas de huesos en su vida? Rory es un niño sano y activo de
nueve años de edad, por lo que una vez más, según estas estadísticas sería más
sorprendente si no se hubiera roto el brazo en algún momento.
Suspira. Y se frota los ojos. Porque estoy agotándolo. Estresándolo.
Bien.
—¿Qué más le llamó la atención en el desfile de banderas rojas? —pregunto.
—El arresto de Rory McQuaid, así como el altercado físico entre uno de los
otros menores de edad y un compañero de clase en la escuela.
—El nombre del otro menor es Raymond. Y de nuevo, una pelea en el patio
de la escuela no es realmente atípico para un chico de su edad.
—No. —Smeed ajusta su gafas—. Pero cuando se agrega a los otros
asuntos…
—¿Es consciente de que estos niños perdieron a ambos padres de manera
violenta? ¿Inesperadamente?
—Sí,‖pero…
—¿Se le ocurrió que actuaban emocionalmente? ¿Luchando para lidiar con
el trauma emocional que tuvieron que soportar?
—Sin‖embargo…
Doy un paso más cerca, y mi voz se elevaba con mi ira. Debido a que no se
tomó el tiempo, no se molestó en ver a ninguno de ellos. Todo porque pensaba que
sabía que era lo mejor. —¿Durante un segundo se le ocurrió que la razón de que las
banderas eran tan numerosas es porque son muchos niños? Niños perfectamente
normales que experimentan todos los días situaciones…‖ ¡simplemente‖ todos‖ al‖
mismo tiempo!
—No.‖No‖sabes…
—Le diré lo que sí sé, Dexter —escupo—. Sé que alejaste a estos niños de la
única familia que les queda. Que los tomaste del único hogar que conocen, donde 2
se querían, y eran amados, y sobre todo, ¡se encontraban a salvo!
—¡Ellos no estaban a salvo! —grita de regreso, apuntando en la dirección
23
del Chelsea—.‖No‖est{‖capaci…
—No sabría si está capacitada si llegara y se tomara la…
El juez golpea el mazo y llama al orden.
Tomo una respiración profunda y retrocedo.
Levanto una mano suplicante ante la juez. —Tan sólo una o dos preguntas
más, señoría.
Ella no se ve feliz. —Continua.
Mi voz es uniforme cuando pregunto—: Si Robert y Rachel McQuaid
hubiesen sobrevivido, y si todas las "banderas rojas" se hubiesen desarrollado de la
misma manera, ¿hubiera tratado de poner fin a la patria potestad?
Esta es la grande. Más importante que las estadísticas que he citado o los
contra-argumentos que he dado.
—Trato con los hechos, Sr. Becker. Verdades. No voy a responder a sus
hipotéticos —se burla.
Hasta que el juez habla. —En realidad, esa es una respuesta que me gustaría
oír, Sr. Smeed. Si los niños hubiesen estado bajo la custodia de los padres
biológicos, ¿la situación hubiera sido lo suficientemente grave, dada la información
que tiene, para justificar su salida de casa?
Parpadea y traga. Mira y analiza. Pero no es tan tonto como para mentirle a
un juez. —En la medida en que puedo predecir una cosa así, señoría, si hubiera
sido un hogar con dos padres, padres biológicos presentes... no. Probablemente no
habríamos tomado la custodia de los niños.
—¿Incluso habrían estado en el radar de la Agencia? —pregunto—. ¿Un
brazo quebrado, una pelea en el patio de recreo, una fiesta con alcohol? ¿Incluso
habría oído hablar de los McQuaid?
Baja la vista, se mueve de nuevo, y luego dice—: Lo más probable... es que
no.
Chasqueo. Nada para decir.
—He terminado con él, su señoría.

2
24
Después de que la abogada de la agencia cuestiona a Smeed, y refuerza sus
afirmaciones sobre graves consecuencias y el medio ambiente potencialmente
inseguro de la tutela de Chelsea, se excusa. Aprieto la rodilla de Chelsea debajo de
la mesa, y luego me pongo de pie y la llamo como testigo. Ella jura y se sienta en el
banquillo de los testigos, pareciendo pequeña, tímida.
Atrapo su mirada y le doy una sonrisa, entonces me recuesto casualmente
contra la mesa.
—¿Estás nerviosa, Chelsea?
Mira a la juez, luego de vuelta a mí. —Un poco, sí.
—No lo estés. Somos sólo tú y yo, teniendo una conversación.
Asiente y empiezo.
—Háblame de los chicos.
Chelsea prácticamente brilla cuando habla de la mujer de carácter fuerte en
la que Riley se está convirtiendo, en la energía precoz de Rory, que un día lo
llevará a hacer grandes cosas. Sonríe mientras habla de la naturaleza de Raymond,
y como nadie puede estar en una habitación con Rosaleen y no sonreír. Se
atraganta cuando menciona a Regan y cómo aprende de sus hermanos y hermanas,
y lo buen bebé que es Ronan, y lo mucho que quiere estar allí para verlo crecer en
el niño increíble que sabe que será.
—Tienes veintiséis años —le digo—. Tenías toda una vida en California,
amigos, un apartamento, la universidad. Y dejaste todo de lado y viniste aquí para
ser la tutora de tus sobrinas y sobrinos. ¿Has pensado alguna vez en no criarlos?
¿En dejar que Servicios Infantiles encuentre nuevos hogares para ellos?
Levanta la barbilla. —Nunca. Ni por un segundo.
—¿Por qué? —pregunto en voz baja.
—Porque los amo. Ellos son míos. Criarlos es la cosa más importante que
alguna vez voy a hacer. —Sus ojos están húmedos, cuando se vuelve a la juez—. Y
algunos días es difícil, su Señoría... pero incluso en esos días, hay tanta alegría. Son
todo para mí.
Le doy a Chelsea un asentimiento, haciéndole saber que lo hizo muy bien.
Entonces me siento y el abogado de la agencia tiene su turno.
Ella está de pie. —Señorita McQuaid, ¿cuál es la naturaleza de su relación
con su abogado, Jake Becker?
2
Y me pongo de pie. —Su Señoría, a menos que la abogada contraria esté 25
sugiriendo que planteo algún tipo de peligro para los niños McQuaid, este tipo de
cuestionamiento está completamente fuera de lugar.
—Estoy de acuerdo. Al lugar, abogada.
Ella continúa. Intentando hacer girar los incidentes con los niños en algún
tipo de negligencia por parte de Chelsea. Pero no hay daño. Donde no hay humo,
no hay fuego.
Después de que Chelsea es excusada, sigo con las declaraciones del pediatra,
que da fe de la salud de los niños y cómo todos están al día en sus visitas. También
tomo declaraciones de Sofía, Stanton, y Brent, corroborando la competencia del
Chelsea como una tutora y para demostrar que tiene un sistema de apoyo. La
Agencia destaca el argumento de que en un principio ellos ganaron la custodia y
ambos descansamos nuestros casos. La juez dice que va a deliberar y regresará con
el veredicto tan pronto como sea posible, entonces la corte levanta sesión.
Después de que el juez sale de la sala de audiencias, Chelsea se vuelve hacia
mí. —¿Y ahora qué?
—Ahora... esperamos.
2
26
Traducido por Beatrix
Corregido por Jadasa

Nos quedamos cerca del palacio de justicia para el almuerzo y; a pesar de


los esfuerzos y más molestias de Brent, Chelsea no toca su comida. Dos horas más
tarde, la corte está de vuelta en sesión. Chelsea sostiene mi mano en un apretón de
muerte, bajo la mesa, mientras la jueza se aclara la garganta para dar su decisión.
—Como una de nueve hermanos, me siento particularmente calificada para
emitir un fallo en este caso. —Nos mira a través de sus gafas—. Como dijo la
señorita McQuaid, criar niños es difícil, especialmente seis niños entre las edades
de seis meses y catorce años. Sin embargo, si hay un hijo o diez, sigue siendo
responsabilidad de la corte asegurarse de que estos niños sean criados bajo la 2
custodia de un tutor que los cuide y proporcione un entorno seguro que les
permita prosperar. Tras revisar todas las pruebas presentadas, creo que Chelsea
27
McQuaid es uno de esos tutores.
Mentalmente grito en victoria y Chelsea empieza a llorar.
—Y es por eso que ordeno que la custodia física y legal de los seis niños
menores de edad sea devuelta a la señorita McQuaid, con efecto inmediato. —
Vuelve su atención hacia el Servicio de Niños y Familias—. La agencia de Servicios
para Niños y Familias tiene a su cargo no solo la tarea de juzgar el desempeño de
los padres, sino también de ayudarles. Nuestro trabajo no consiste en separar a las
familias y afirmar quienes son mejores para ellos, pero si encontrar una manera de
que las familias permanezcan unidas. El Servicio para Niños y Familias le
proporcionará al tribunal actualizaciones mensuales sobre este caso, y para estar
seguros, buscaré una mayor participación de dicho organismo a la hora de prestar
asistencia en todas las áreas. —Mira a Chelsea y sonríe.
—Buena suerte, señorita McQuaid. Se levanta la sesión.
Chelsea se lanza a mis brazos, mientras que Brent, Sofía, y Stanton también
son todo sonrisas. Ella me mira. —¿Podemos ir por ellos?
—Sí, podemos.
—¿Ahora? —Salta.
—Ahora mismo. —Me río.

Luego, recogemos la camioneta del hermano de Chelsea, con la información


proporcionada por Janet, nos dirigimos a una hora al norte de la ciudad para traer
a los monstruos. Chelsea habla y sonríe todo el camino, viéndose tan
condenadamente contenta. Janet notificó a la familia de acogida que íbamos en
camino, por lo que no estaban sorprendidos cuando nos presentamos en la puerta
principal. Es un lugar agradable, una gran casa, una calle tranquila. La guapa rubia
que abre la puerta le dice a Chelsea que los niños están en la parte de atrás.
Abrimos las puertas correderas de cristal y entramos en el patio trasero, y podrías
pensar que no han visto a Chelsea en dos años, en vez de dos días.
Así de felices están. Lo rápido que corren hacia ella. Cuán fuerte gritan
cuando la ven. Cuanto tiempo la abrazan, como si nunca quieren dejarla ir. 2
—¡Estás aquí! —grita Rosaleen mientras su tía intenta abrazar a todos al
mismo tiempo—. ¡Sabía que vendrías, lo sabía!
28
—¿Podemos ir a casa? —le pregunta Rory a Chelsea.
—Sí…‖nos‖vamos a casa.
Cuando Regan pierde el equilibrio en la masa de cuerpos abrazados y se cae
sobre el trasero en la hierba, la recojo. La sostengo fuerte durante un minuto, y
luego la coloco cómodamente en mis brazos. Pone sus pequeñas manos sobre mis
mejillas, me mira a la cara, y chirría su tercera palabra.
—¡Jake!
Y todo el mundo se vuelve borroso.
—Maldita sea, pequeña, tienes facilidad con las palabras.
Es alrededor de las cuatro el momento en que llegamos a casa y sacamos a
los chicos. Están todos tan incontrolables, tan emocionados de estar en casa de
nuevo, que convencen a Chelsea de hacer una fiesta.
Y ella está de acuerdo.
Hay una clara posibilidad de que nunca va a ser capaz de decirles de nuevo
jodidamente que no.
Unas horas más tarde, hay cajas de pizza, refrescos, serpentinas y globos.
Stanton, Sofía, y Brent llegan; también Janet, los vecinos, así como un grupo de
amigos de los niños y sus padres. Yo me quedo en segundo plano, apoyado contra
la pared, observando.
Distanciándome. De todo ello. Bebiendo un vaso de refresco y realmente
deseando poder mezclarlo con esa botella de Southern Comfort que está enterrado
atrás en el congelador.
Es de noche cuando salgo hacia el patio trasero. Brillantes jacintos morados
y blancos florecen por todas partes, su pesado perfume haciéndome sentir como si
fuera a vomitar fuerte. Los ruidos del interior resuenan hacia fuera, chillidos
infantiles de deleite, música, la risa profunda retumbante de Stanton, el zumbido
constante de la conversación de adultos. 2
A pesar de que la temperatura es fría, comienzo a sudar. 29
Recuerdo la historia de la biblia de ayer, cuando fui a la iglesia con Chelsea.
Se trataba de Jesús, en el Huerto de Getsemaní, orando por un perdón que nunca
llegaría.
Déjame pasar esta prueba…
Parece bastante irónico justo ahora.
—Vas a dejarla, ¿verdad?
Mi cabeza se sacude hacia el rincón del jardín, oculto entre las sombras de
las luces que salen de la casa, donde Riley está de pie.
Y suena molesta.
—Veo lo que estás haciendo, la manera en que te alejas de ella. La forma en
que has estado evitándola toda la noche. Estás actuando como uno de los chicos de
mi escuela, justo antes de que deje a su novia delante de toda la cafetería. —Su
rabia da paso a la confusión y dolor—. ¿Cómo puedes hacer eso? La tía Chelsea es
la mejor persona del mundo. Y te ama.
—Riley…
—¡Te ama! Es obvio. Es tan feliz contigo. ¿Por qué te quieres alejar de ella?
Froto mi nuca. He argumentado ante jueces con toda una vida de logros
detrás de ellos. Verdaderamente grandes poderes judiciales, a algunos de ellos los
estudié en la maldita escuela de leyes. Y era frío como el hielo.
No puedo decir lo mismo intentando explicarme ante una chica de catorce
años.
—Riley...‖es...‖complicado.‖Lo‖estoy‖intentando….‖no‖puedes...‖ —Y me voy
con lo de siempre. La mejor excusa—. Cuando seas mayor, lo comprenderás.
Jodidamente patético.
Hace un sonido de disgusto, después me corta en pedazos. —Esa es la
primera vez que has hablado conmigo como si fuera una niña tonta. ¡Y la verdad
es, que aquí, el estúpido eres tú!
Riley niega con la cabeza ante mi silencio. —No la mereces. No nos mereces
a ninguno de nosotros. —Pasa junto a mí, un remolino de cabello castaño furioso—
. ¡Eres un imbécil!
Abre la puerta de golpe y desaparece en el interior.
Y le susurro a nadie—: Sí. Lo sé. 2
Antes de que la puerta se cierre detrás de Riley, Chelsea sale al patio. 30
—Ahí estás. Riley no se ve feliz. —Envuelve sus brazos alrededor de mi
cuello y se apoya en mí—. ¿Drama adolescente ya? —Sus perfectos labios se
acercan—. Pensé que obtendría unos días de respiro.
Me alejo, agarrando sus antebrazos y lentamente deslizándolos para
retirarlos. Mi voz es un susurro débil. —Chelsea... no podemos hacer esto.
Al principio está confundida, aún sonriendo. Pero entonces la sonrisa se
desvanece y lo entiende. Se abraza a sí misma. —Pensé que ya lo estábamos
haciendo. Pensé que los hacíamos realmente bien.
Estábamos. Pero es jodidamente demasiado. Demasiado rápido, demasiado
intenso,‖también…‖ demasiada distracción. Quise decir lo que dije ayer, no puedo
pensar en una sola cosa que no haría por ella. Por ellos.
—Me preocupo por ti, Chelsea. —Hago un gesto hacia la casa—. Todos me
importan mucho. Pero una familia, ese tipo de responsabilidad nunca fue parte de
mi plan. Mis modelos paternales eran un borracho cuyo pasatiempo favorito era
golpear a su mujer, un adicto al trabajo mujeriego mal humorado que se hallaba
casado con su banco. No sé cómo hacer esto.
He asumido un montón de riesgos en mi carrera. Cuanto mayor es el riesgo,
mayor será la recompensa. Pero no puedo arriesgarme... arriesgarlos. Son
demasiado importantes, demasiado preciosos. El riesgo de que pudiera meter la
pata, hacerles daño, porque no sé qué demonios estoy haciendo, incluso la
posibilidad me aterra.
Lamo mis labios, sin mirarla. —Y ahora qué sé que los niños están a salvo,
que estás bien, necesito retroceder un poco.
Esto iba a terminar. Hoy, o en un mes, o en seis meses a partir de ahora; y
eso nunca iba a terminar bien para ella. Debería haberme alejado hace mucho
tiempo.
Pero era tan... ella.
Y yo un idiota egoísta de mierda.
Ella inhala una respiración, luego la deja escapar lentamente, como hace
cuando está tratando de calmar su corazón. Odio jodidamente saber eso. Odio que
ya pueda imaginar lo que está pensando, lo que dirá.
—Jake, sé que da miedo. También siento miedo. Pero hay cosas a las que
vale la‖pena‖tenerle‖miedo.‖Y‖juntos,‖podríamos‖ser…
2
Hazlo‖bien…‖o no te molestes.
Así que me obligo a mirar esos desgarradores ojos azules. Y miento a
31
regañadientes.
—No quiero esto, Chelsea.
Jadea, como si el viento la hubiera golpeado.
—No quiero esta vida. Puedo ser tu amigo, el de ellos, pero lo que hay entre
nosotros, sea lo que sea... necesita finalizar ahora. —Paso una mano a través de mi
cabello, tirando con fuerza, dándome dolor para concentrarme. Resuelvo—. Eres el
tipo de mujer que algún día va a querer casarse. Deberías estar por ahí buscando a
ese tipo. Pero no soy él. Cualquier tiempo que paemos juntos será simplemente…‖
una pérdida de tiempo.
Su voz suena apagada. Apenas allí. —Ya veo.
Y puedo oír las lágrimas. No voy a mirar, jodidamente no puedo. Pero casi
puedo sentirlas caer lentamente por su rostro.
Se aclara la garganta. —Los chicos te idolatran, Jake. Todos lo hacen. Por
favor,‖no…
—No lo haré —prometo—. No voy a abandonarlos o a ti. Aún quiero
ayudar. —Mi voz interrumpe y me pongo a hablar más rápido.
»Cualquier cosa que necesites. Los llevaré a la práctica, voy a estar allí en los
juegos, de niñera o simplemente estar con ellos. No te dejaré colgada, Chelsea.
Finalmente consigo las pelotas para mirarla a la cara.
Pero no debería haberlo hecho.
Está pálida, sus pestañas oscuras húmedas. Una lágrima pasa en silencio
desde una esquina, dejando un rastro plateado por su mejilla de porcelana.
—Lo lamento.
Y‖lo‖lamento…‖malditamente tanto.
Chelsea levanta su mentón; endereza los hombros con esa valentía que
calma, una fuerza incesante. Sus dedos secan las lágrimas. —Comprendo, Jake.
Gracias —susurra—, por tu honestidad. —Su voz se vuelve aún más suave—. Nos
importas demasiado. Si amistad es todo lo que quieres, entonces vamos a hacer
que funcione solo como amigos.
Escuchar las palabras de sus labios, me avergüenza mucho.
Pero lo cubro con un movimiento de cabeza silencioso.
2
Chelsea se dirige hacia la puerta, y cada célula de mi cuerpo grita para 32
detenerla. Agarrarla, girarle y besarla hasta que vuelva a sonreír. Arrodillarme y
retractarme de todo. Deshacer los últimos cinco minutos.
Pero estoy tratando de hacer lo correcto. A pesar de que es más difícil de lo
que jamás pude haber imaginado.
Mientras Chelsea se aleja, cierro los ojos con fuerza, obligo a mis pies y mis
manos a permanecer inmóviles como‖una‖piedra…‖y‖la‖dejó‖ir.
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Laurita PI

Los días pasan y se convierten en semanas. Mantengo mi promesa a los


niños. Algunas veces estoy allí cuando se bajan del autobús de la escuela,
alrededor durante las prácticas de piano de Rosaleen. De vez en cuando llevo a
Regan y Ronan a Mami y yo, y voy a los juegos de las ligas menores de Rory,
animando‖m{s‖fuerte‖que‖cualquier‖padre‖allí.‖Las‖cosas‖entre‖Chelsea‖y‖yo‖son…‖
civilizadas. Perfectamente educadas. Casi desearía que me maldijera, gritara, dijera
que soy un idiota. Sería mucho mejor que los intercambios impersonales
firmemente medidos que tenemos. Me habla de la misma manera que un juez lo
hace en los días en que no tiene ni una maldita idea de quién soy. 2
Como si fuera un extraño. 33
Dos semanas después de la audiencia de custodia, Brent se pasea dentro de
mi oficina. —Amigo, esta noche Lucy Patterson y yo, tú y su amiga, vamos a ir a
comer algo después del trabajo.
—No lo creo —respondo, sin molestarme en levantar la vista de mi portátil.
—Y ese el problema, Jake. Piensas demasiado. Es hora de volver a esa potra,
pequeño campista. Y montarla. —Juega con una pluma sobre mi escritorio—. He
salido con Lucy un par de veces ya, hemos avanzado a toda máquina. Dice que le
gustas a su amiga, que ha preguntado por ti.
Me froto los ojos. —¿Cuál era el nombre de su amiga?
Se encoge de hombros. —No lo sé. Pero no importa, vas a ir. No voy a
aceptar un no por respuesta.
Cuando se le mete una idea en la cabeza, Brent puede ser tan tenaz como las
mandíbulas del Rottweiler de Sofía; no desistirá. Así que, en un esfuerzo por
volver al trabajo tan pronto como sea posible, me rindo.
—Está bien.
—Dulce. — Sonríe—. Nos vamos a
encontrar a las seis.

La cena con Brent, Lucy y su amiga con el culo apretado, cuyo nombre
todavía no sabía, una vez más es casual. Relajada. Y olvidable. Nos encontramos
en un bar de deportes, comemos sándwiches calientes, luego nos movemos a la
habitación contigua a jugar billar. La amiga coquetea conmigo tratando de
conseguir que le enseñe como sostener el taco. Pero no estoy en ello. Es un esfuerzo
no ser grosero.
Después de lo que parece una eternidad, pero son en realidad solo dos
horas, terminamos la noche. Los cuatro salimos por la puerta del bar a la acera.
Giró a la derecha, y me encuentro mirando a unos impresionantes ojos azul
cristalino.
—¡Jake! —dice Chelsea, tan sorprendida como yo.
—Chelsea…‖hola. 2
Los niños la rodean por todos los lados. Raymond empuja a Ronan en su 34
cochecito a su izquierda, Riley sostiene la mano de Rosaleen a su derecha, Regan se
encuentra en los brazos de Chelsea.
—¡Jake! —grita Regan, usando su nueva palabra favorita.
—Hola, nena.
La expresión de Chelsea va de sorprendida a incómoda mientras observa a
Brent,‖la‖rubia‖Lucy,‖y‖la‖morena‖a‖mi‖lado.‖Palidece‖un‖poco,‖viéndose…‖herida.
Para no quedarse atrás, Rosaleen brinca y dice—: ¡Hola, Jake!
Le sonrío mientras la morena se inclina. —¡Eres taaan linda! Mi hermana va
a tener un bebé pronto y espero que se parezca a ti. —Toca con suavidad la nariz
de Rosaleen; que la arruga con desagrado.
—¿Quién eres tú? —le pregunta Rosaleen prepotente.
—Vamos, Rosaleen. —Riley tira de la mano de su hermana, dándome la
espalda y una mirada aún más fría—. Raymond, sigamos caminando. Tía Chelsea,
nos encontraremos contigo en la esquina.
Los tres caminan a nuestro alrededor mientras todavía miro a Chelsea.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
—El terapeuta de Rory tuvo que pasar para más tarde su sesión. Él está allí
ahora, y les prometí a los niños un helado mientras esperamos, así que eso es lo
que estoy haciendo. Nos dirigimos a ese lugar —Señala sobre mi hombro—, a
conseguir un helado.
Como una idea de último momento, mira a Brent. —Hola, Brent. Es bueno
verte.
—A ti también, Chelsea —responde en voz baja.
Sube más a Regan en su cadera y empuja el cabello detrás de su oreja. —
Bueno…‖Tengo‖que irme.‖Ten…‖ten‖una‖buena‖noche.
Me rodea. Pero da un par de pasos.
—¡Chelsea! —digo en voz alta, su nombre suena como si hubiera sido
arrancado de lo más profundo de mis pulmones. Avanzo con rapidez, parándome
delante de ella—. Puedo‖explicarlo.‖Esto‖no‖es…
—Jake, no tienes que explicarlo —me dice en voz baja, sacudiendo la
cabeza—. No me debes nada.
Y sé que es verdad; entonces, ¿por qué parece como si me hubieran pateado 2
en las pelotas?
35
Permanecemos así durante unos segundos. Entonces me estiro por Regan.
—Déjame ayudarte a conseguirle el helado a los niños.
Pero Chelsea da un paso atrás. Fuera de mi alcance. —No. Está bien. —Su
sonrisa es tan suave. Tan triste—. Puedo hacerlo por mi cuenta.
Se aleja. Dejándome de pie en la acera. Solo.

Unos pocos días después me encuentro en la oficina; Stanton está en su


escritorio. —¿Vendrán Sofía y tú a ver el partido esta noche? —le pregunto.
—Ah…‖no.‖Cambio‖de‖planes.
—¿Qué van a hacer, chicos?
Sofía entra a la oficina, en el momento perfecto como siempre. —Vamos a
cuidar a los niños por Chelsea.
Me recuesto en mi silla, mi trabajo totalmente olvidado.
—¿Por‖qué?‖Quiero‖decir…‖¿Por‖qué‖no‖me‖lo‖pidió‖a‖mí?
Sofía entrega a Stanton una carpeta. —Tal vez porque tiene una cita y no
quería que las cosas sean incómodas.
—¿Una cita?
Mi primer pensamiento es que lo hace para vengarse de mí, porque me
atrapó en mi estúpida cita doble. Pero Chelsea no es así. No es mezquina. Lo que
significa que va a una cita porque va a seguir adelante. Justo cómo le dije que
hiciera.
Mierda.
—¿Te…? ¿Te dijo con quién va a salir?
Sofía me mira con sus ojos color avellana sin ninguna simpatía. —En
realidad lo hizo, con Tom Caldwell.
—¿Tom Caldwell? ¡Qué demonios sucede! ¿Cómo ocurrió eso?
—Al parecer, Chelsea se encontró con Tom en el supermercado. Empezaron
a hablar, él le preguntó si‖estaba‖disponible…‖entonces‖la‖invitó‖a‖salir.
2
Hijo de puta.
36
—¿Y cómo sabes eso? —pregunto con dureza.
Sofía se encoge de hombros. —Chelsea y yo hablamos. Somos amigas, no
tiene muchos amigos aquí, Jake.
Lo sé. Con seis niños que cuidar no tiene mucho tiempo para amigos. Pero,
amargas picaduras cortan mi lengua, supongo que se va a hacer tiempo para el
buen maldito de Tom.
—Cuidaré a los niños. —No dejo ningún espacio para discusión en mi tono.
Eso no significa que Sofía no trate de oponerse. —No creo que sea una
buena idea.
—¿Por qué no?
Apunta a mis puños, los que tengo apretados con fuerza sobre la mesa. Y en
realidad no tiene que decir nada más.
Losobligo a aflojarse, sacudiéndolos. —Todo estará bien. Estaré bien.
Simplemente quiero asegurarme de que entienda que no debe meterse con ella.
—Stanton y yo somos totalmente capaces de infundir el temor de Dios sobre
él. No es que en verdad lo necesite, Tom es un buen tipo.
Le frunzo el ceño. —Quiero ver a los niños.
—No…
Por suerte, Stanton me apoya. —Creo que Jake debe cuidar a los niños,
Soph. Si Chelsea y él van a ser estrictamente amigos, va a tener que lidiar con su
noviazgo. Si piensa que él es para ella, creo que deberíamos dejar que lo haga.
Y le sonríe. La sonrisa que siempre le da.
—De acuerdo. —Me mira con intensidad—. Pero no seas un idiota, Jake.
La miro de nuevo. —¿Quién? ¿Yo?

Esa noche, golpeo la puerta principal de Chelsea. Se encuentra cerrada, y al


final retiro la llave de debajo de la alfombra. La puerta se abre, y siento un déjà vu;
como la primera vez que la vi en esta puerta. Y al igual que esa vez, mi respiración 2
sale de golpe.
37
Su vestido es de color verde oscuro, sencillo y discreto. Absolutamente
impresionante. Sus largos y delicados brazos salen desde los límites de las
diminutas mangas, un cinturón brillante resalta su esbelta cintura y sus piernas —
Jesús— se ven malditamente infinitas bajo la corta y un poco acampanada falda.
Los ojos de Chelsea se giran por la sorpresa y supongo que Sofía no le
informo sobre el cambio de niñera.
—Hola.
—Jake…‖hola.‖¿Qué‖haces…?
—Algo le ocurrió a Stanton y Sofía... —Qué sería yo—. Así que… Voy a
cuidar a los niños, si te parece bien.
Se recupera de la sorpresa y abre más la puerta. —Por supuesto que puedes
hacerlo. Adelante.
Los niños se encuentran en la sala de estar. —Hola, chicos.
—Genial, ¿nos vas a cuidar? —exclama Rory—. Me debes una revancha en
Halo.
Chelsea dice que tiene que llenar los biberones de Ronan y se dirige a la
cocina. Después de saludar al resto de los niños, la sigo. Está en el mostrador, luce
más brusca de lo necesario mientras llena los biberones en sus manos. En silencio,
me muevo hasta llegar a su lado. A solo unos centímetros de distancia.
Lo suficientemente cerca como para tocarla.
—Te ves preciosa.
Me mira rápidamente, sonriendo con timidez. —Oh…‖gracias. —Asegura la
tapa del biberón, lo coloca sobre el mostrador, y se gira hacia mí—. Esto es raro,
¿no?
—No, no lo es.
—Es muy raro, Jake. Sabes cómo‖me‖veo‖desnuda…
Sin duda lo hago. La imagen está grabada en mi cerebro. Es mi recuerdo
favorito.
»…y‖ahora‖te‖encuentras aquí cuidando a los niños mientras voy a una cita
con otro hombre. Eso es, como, la definición de rareza.
Me río. —No‖tiene‖que‖serlo.‖Somos‖adultos.‖Somos‖amigos.‖Eso‖es‖lo‖que…‖
hacen los amigos. 2
Levanta la mirada para encontrar mis ojos, sus mejillas encendidas, su 38
expresión mucho más que amigable.
El perro comienza a ladrar como loco a un golpe en la puerta principal. Con
otra sonrisa rápida, Chelsea va a contestar. Regreso a la sala justo cuando Chelsea
entra con Tom Caldwell, presentándoselos a los niños, sus dientes blancos
brillantes como perlas mientras le sonríe a cada uno de ellos.
Luego, en voz baja, lo escucho susurrarle a Chelsea—: Te ves encantadora.
¿Quién dice eso? ¿Quién diablos usa la palabra encantadora?
Los idiotas; esos son quienes la usan.
—Solo tengo que tomar mi bolso y luego nos iremos. —Lanza un beso a los
niños—. Sean buenos, chicos. Volveré a casa dentro de un rato. —Luego sale de la
habitación.
Y hago mi movimiento. —Caldwell.
—Becker. —Sonríe, tendiéndome su mano—. Me sorprende verte aquí.
Agarro su mano con fuerza mientras la sacudo. —No debería sorprenderte,
estoy aquí a menudo. Voy a cuidar a los niños por Chelsea.
—Eso es agradable de tu parte.
Sí…‖ese‖soy‖yo.‖Malditamente agradable.
Lo guío hacia la puerta principal, necesitando un momento a solas. En el
vestíbulo, mi voz es baja y amenazadora. —Solo quiero dejar algunas cosas claras.
Si‖tratas‖a‖Chelsea‖con‖algo‖menos‖que‖perfecto‖respeto…‖si‖alguna‖vez‖piensas‖en‖
hacer algo‖ que‖ de‖ alguna‖ manera‖ lastime‖ a‖ esos‖ niños…‖cuando‖ haya‖ terminado‖
contigo, no habrá suficiente para enterrar.
Mi mirada es inquebrantable.
Retrocede. —¿Me estás amenazando, Jake?
—Pensé que era jodidamente obvio.
Entonces se ríe, golpeando mi espalda como si fuéramos viejos amigos. —
Mensaje recibido. No tienes nada de qué preocuparte conmigo.
Chelsea desciende las escaleras y Caldwell abre la puerta para ella.
Saludándome mientras camina hacia afuera. —Becker, pásalo bien como niñera.
Por un momento, me quedo ahí después de que salen, mirando a la puerta
cerrada. Rory se acerca a mí, mirando en la misma dirección.
—Parece un idiota.
2
—Chico, eres un excelente juez de carácter, ¿lo sabes? 39
Rory asiente. Y toco su hombro. —Ven, vamos a jugar Halo. Tengo ganas de
aniquilar algo.

Son casi las once de la noche cuando Chelsea llega a casa. Afortunadamente
sola. Atraviesa la puerta principal y entra a la sala; dónde estamos esperándola.
Todos nosotros.
Deja caer sus zapatos. —Guau,‖hola…‖todavía‖est{n‖despiertos.
Me siento en medio del sofá, con Regan en mi regazo, Rory y Raymond a
cada lado. Riley apoyada contra el respaldo.
—Los niños querían hablar contigo sobre algo —explico.
Su mirada se mueve sobre cada uno de ellos. —¿Qué pasa?
—No nos gusta él —dice Rory.
Le toma un momento a Chelsea entender. —¿Él? —Su pulgar apunta sobre
su hombro—. ¿Tom?
—Es un idiota —afirma Rory.
—No parece muy inteligente —añade Raymond.
—Es aburridoooooooo —interviene Rosaleen.
—Es lindo —dice Riley—. Pero puedes hacerlo mejor.
Y Regan lo une todo. —¡No!
Dios, ella es elocuente.
Chelsea se ríe. —Correcto. Bueno, gracias por compartir sus pensamientos.
Sus sentimientos quedan debidamente tomados en cuenta. Ahora —Extiende su
mano hacia las escaleras—, a la cama.
Cuando los gemidos predecibles y las quejas comienzan, la apoyo. —
Vamos, chicos, hagan esto más fácil para ustedes. Rory, ayuda a Regan a cepillarse
los dientes.
—Vendré a arroparlos en un minuto —les dice mientras la pasan caminando 2
en una fila como patos bebés. Entonces sus ojos caen sobre mí, fríos y duros—.
¿Puedo hablar contigo afuera? Ahora. 40
Y su tono es serio. Supongo que está enojada, pero eso está bien para mí,
porque también me siento malditamente enojado en este momento.
Bueno,‖ eso‖ no‖ salió‖ bien…‖ pero‖ sabes lo que quiero decir. Si quiere una
pelea, me siento más que feliz de darle una. O más de una.
Múltiples.
Un‖ largo,‖ sudoroso,‖ en‖ un‖ lugar…‖ ¡Mierda! ¿Qué demonios está mal
conmigo?
Una vez que los niños se encuentran arriba, la sigo a la puerta trasera, mis
pasos rígidos igualan sus pisadas fuertes, hacia el patio oscuro. La puerta francesa
se cierra con un golpe y no pierde el tiempo para enfrentarme.
—¡Esto no es justo! ¡No puedes hacer esto!
—¿Qué es exactamente lo que crees que hice, Chelsea?
—Poniendo a los niños en contra de cualquier hombre con quien salgo. ¡Mi
vida amorosa no se rige por un voto!
Las únicas palabras que proceso de esa declaración son vida amorosa. ¿Qué
mierda pasa con eso?
—¿Tienes una vida amorosa? —pregunto, horrorizado. Las palomitas que
comí durante la película con los niños agitándose dentro de mi estómago.
Empuja mi pecho. —¡Tengo derecho a ser feliz!
Empuja.
—¡Lo creas o no, Tom en realidad me encuentra atractiva!
Empuja.
—¡Le gusta hablar conmigo, pasar tiempo conmigo!
Empuja.
—¡Me quiere…‖incluso‖si‖tú no lo haces!
Atrapo su mano, girándola, y presiono su espalda contra la pared de la casa.
Me mira, con la barbilla levantada, valiente y atrevida, sus ojos azul hielo fríos con
furia.
El pensar con claridad se fue por la ventana cuando empezó a hablar de
otros hombres. El peso de las consecuencias de mis acciones deteniéndose en el 2
segundo en el que dijo que no la quería.
41
Como si eso fuera jodidamente posible.
Ahora todo es simplemente instinto sin sentido. Emoción pura, fuego,
necesidad. La necesidad de que mi toque sea el último que sienta esta noche. Mis
labios, su beso de buenas noches. No. Los. Del. Maldito. Tom.
—Quererte nunca fue el problema, Chelsea.
Me apoyo contra ella, siento sus pechos dolorosamente suaves contra mi
pecho, mi rodilla entre sus muslos, donde es tan cálida y celestial. Mi cara tan cerca
de la suya, que respiramos el mismo aire.
Lucha contra mi agarre, sacudiéndose. —¡Lo es! —sisea—. Eso fue lo que
dijiste. Esto; a mí, es lo que no querías.
Esa horrible noche es un borrón. Un vago recuerdo de un nerviosismo
extraño, remordimiento y palabras tartamudeadas. No sé qué diablos en realidad
le dije.
—¿Eso hice? —Me acerco aún más, dejándola sentir exactamente lo mucho
que la quiero—. Entonces soy un idiota. —Mis ojos se empapan de ella, de cada
pulgada, sus labios jadeantes, mejillas sonrojadas, el pulso palpitante en su cuello
que me dice que también me quiere—.‖ Y‖ lo‖ peor‖ es…‖ que también soy un
mentiroso.
Mi boca cubre la suya y siento su gemido, es largo y desesperadamente
aliviado. Gime mientras libero sus muñecas, para poder tocarla, y envuelve los
brazos alrededor de mi cuello, acercándome más. Succiono su labio inferior antes
de sumergirme de nuevo en la resbaladiza dulzura de su boca.
Ha pasado tanto tiempo. Demasiado.
Se arquea contra mí y todo lo que quiero hacer es agarrarla, levantarla y
follarla contra la pared.
Ese es el pensamiento que trae la cordura de regreso.
Mierda, ¿qué estoy haciendo? Le dije que esto tenía‖ que‖ parar,‖ y‖ luego…‖
Joder, soy un hombre de las cavernas.
Suavemente, agarro sus brazos y me obligo a dar un paso atrás,
separándonos. Bajo la mirada a la piedra en el patio, así no tengo que mirarla. —
Chelsea,‖yo…‖Esto‖fue‖un‖error.‖No‖va‖suceder‖de‖nuevo.‖Lo‖siento.
Al principio, no dice nada. Pero puedo sentirla. Siento la confusión y luego
la rabia; que irradia de ella en gruesas y poderosas ondas. Cuando por fin la miro a 2
la cara, su boca es más la de un gruñido que la de un ceño fruncido. Tiene el ceño
fruncido y sus ojos disparan chispas azules. 42
Y como el bastardo enfermo que soy, eso me excita aún más.
Hasta que habla. —Sabes, Jake, siempre supe que eres capaz de ser un
imbécil, cuando quieres serlo. Pero nunca, nunca, pensé que fueras un cobarde.
Y se aleja. Abre la puerta francesa y entra de nuevo a la casa.
Y me siento como una maldita basura. Del tipo que queda atrapada bajo las
garras del Tío Cosa. Ese soy yo; una mota de suciedad bajo la pequeña uña de un
maldito perro.
Traducido por Mire
Corregido por GraceHope

Al día siguiente, en el trabajo, estoy en la cima de la lista negra de Sofía. Esto


queda más que evidente cuando viene descontroladamente a mi oficina y cierra de
golpe la puerta detrás de ella. Ojos centellantes, cabello volando, coloca sus brazos
en mi escritorio, inclinándose sobre mí.
Y tengo un nuevo respeto por Stanton. Sofía puede ser malditamente muy
intimidante cuando pone su mente en ello.
—¿Qué demonios está mal contigo?
—Si quieres una respuesta real, tendrás que ser más específica. 2
—Estás jugando con Chelsea. Y tiene que parar.
43
Obviamente, Chelsea la puso al corriente de nuestra interacción en el jardín.
Me pregunto qué dijo, cómo lo describió. Y en realidad no me importa que Sofía
esté poniéndose de su lado, Chelsea merece tener a alguien cubriéndola.
—No era mi intención. —Débil. Tan jodidamente débil.
—La estás destrozando, Jake. Ella no sabe cómo va a acabar.
Me estremezco.
—Así que o actúas o te largas. O eres su amigo, o eres más que su amigo, no
puedes tener las dos cosas.
—¡Jodidamente sé eso! —espeto—. Soy su amigo.
Sofía se endereza, cruzando sus brazos. —Entonces te sugiero que empieces
a actuar como tal.
Los ataques verbales de Sofía me cabrearon el resto del día. Mi atención es
una mierda debido a ello, así que me voy temprano y conduzco directamente a la
casa de Chelsea. Para hablar con ella. Para asegurarme de que estamos bien.
Porque jodidamente necesito que estemos bien.
Hay un coche extraño en el camino de entrada cuando paro, un blanco
Chevy Suburban. La puerta principal está desbloqueada, así que entro. La casa está
tranquila, por lo que hago mi camino hacia la cocina y miro por el cristal de la
puerta trasera. Chelsea está vistiendo un overol y una diminuta camiseta blanca.
Su cabello está recogido en un moño brillante. Ronan está gateando alrededor en
una manta a su lado. Ella está en la huerta, golpeando el suelo con una pala, tal vez
una azada.
Y no está sola.
A su lado, hablando con facilidad, balanceando su propia herramienta, está
Tom Caldwell.
Y él... encaja. Parece como si perteneciera aquí, en una casa con jardín, una
alfombra de perro, y una cochera para tres coches. El tipo de persona que va a las
reuniones de la Asociación de Padres y Maestros y a los congresos de los Boy
Scouts. Ellos encajan —él y Chelsea— tan jodidamente nauseabundo como me 2
hace admitirlo. Pienso en el retrato de boda de Rachel y Robert McQuaid en su
habitación del segundo piso y así puedo imaginar fácilmente los rostros de Chelsea
44
y Tom en su lugar.
Dejo caer mi mano del vidrio y me doy la vuelta. Lo hago hasta el vestíbulo
antes que cinco de ellos se encuentran conmigo. Ellos parecen salir de la nada,
como zombis chupadores de cerebro en una película de terror antigua. Solo que
mucho más adorable.
—¿Solo vas a irte? —pregunta Riley.
Los miro por un minuto, absorbiéndolos. Entonces sacudo mi cabeza. —
Tom está aquí.
—Te queremos a ti —declara Raymond en voz baja. Sin cuestionar o dudar.
—Tom es un tipo agradable, Raymond.
—Él no es tú —dice Rory—. Te queremos a ti.
Todos asienten.
Luego Rosaleen me pone de rodillas.
—¿No te gustamos más, Jake?
¿Qué dices a eso? Quiero decir, realmente ¿cuáles son las jodidas palabras?
—Ven aquí —le digo. Y ella camina hacia mis brazos. Me aclaro la garganta
para desalojar el bulto que de repente ha surgido—. Por supuesto que me gustan.
De todas las cosas en el mundo, ustedes seis son mis favoritas. Pero estoy tratando
de hacer lo correcto aquí, chicos.
—¿Abandonándonos? —Rory frunce el ceño.
Mi voz se vuelve aguda. —No los estoy abandonando. Nunca. Pase lo que
pase... entre su tía y yo, siempre voy a ser su amigo. Por el resto de sus vidas. No
me voy a ninguna parte.
Voces vienen desde la cocina y escucho el sonido de la puerta trasera
cerrándose. Me pongo de pie mientras Chelsea y Tom entran al vestíbulo.
—Jake. No sabías que estabas aquí.
Hay una adorable raya de suciedad en su mejilla que quiero quitar por ella.
Justo antes de besarla.
—Sí, acabo de llegar. Es un buen día, pensé en llevar a los niños al parque.
Si eso está bien contigo.
Ella sonríe apretadamente. —Por supuesto que está bien. Solo traeré la 2
chaqueta de Regan.
45

Otra semana pasa. No voy a más estúpidas citas dobles con Brent, no salgo a
cualquier cita en absoluto. Incluso paro de masturbarme.
Bueno... tal vez parar es una palabra muy fuerte. Pero hay una disminución
drástica.
Soy una terrible jodida compañía, incluso para mi propia polla.
Todo parece llevarme al camino equivocado. Y lo que es peor, las cosas que
solía esperar, que me daban verdadera alegría —una absolución, una solicitud
concedida, ver un maldito partido de baloncesto— simplemente parecen sin
sentido. Huecas.
Vacías.
Milton es arrestado de nuevo. Por vandalismo, destrucción de la propiedad.
Y apenas me atrevo a gritarle.
Él me pregunta si mi perro murió.
Entonces, antes de que abandone mi oficina, me dice que mantenga mi
cabeza en alto. Cuando Milton Bradley tiene lástima por ti, eso es jodidamente
tocar fondo, justo ahí.
Pero ni siquiera me importa.
Apenas puedo soportarme a mí mismo, y después que la segunda semana
pasa, al parecer, todo el mundo también ha tenido suficiente de mí. Porque una
tarde, Brent, Sofía, y Stanton se precipitan a mi oficina, y Stanton cierra la puerta
detrás de ellos. Brent cierra el portátil en mi escritorio y lo aleja, como si estuviera
castigado o algo así.
—¿Qué diablos es esto?
—Esto es una intervención —dice el bastardo barbudo.
—No necesito una intervención.
—Bueno, es esto o Stanton va a llevarte atrás e ir de Fiel Amigo sobre tu
trasero.
Suspiro y miro a cada uno de ellos mientras se sientan frente a mí. —Estoy
bien. 2
—Nooo —Sofía sacude su cabeza—, eres lo contrario a lo que bien se parece. 46
—Eres miserable —dice Stanton.
Gracias amigo.
—Chelsea en cierta forma también es miserable —agrega Sofía, pero no me
hace sentir mejor.
—Y ustedes dos nos están haciendo miserables —dice Brent—. Es como la
ósmosis, está esparciéndose de ti. Está afectando mi encanto, y jodidamente tiene
que parar.
—Jake —Stanton se para, sus ojos más serios—, es obvio que quieres estar
con Chelsea. ¿Por qué demonios no te sacas de tu miseria y estás con ella?
Finalmente, un poco de fuego estalla en mi voz. —Porque no quiero hacerle
daño.
—Ella está herida ahora —argumenta Sofía.
—Pero de esta manera, ¡todavía consigo mantenerla! —Mi mirada se
desplaza a cada uno de ellos, retándolos a decir que estoy equivocado—. Sé cómo
luchar, y cómo ser un abogado, cómo ser un amigo —Ya estoy respirando con
dificultad—. No sé cómo ser un hombre de familia.
—Creímos que podrías decir eso —asiente Stanton, luego gesticula hacia
Sofía—. Mujeres primero.
Sofía se levanta y se pasea como si fuera a interrogarme. —¿Cuántas
cucharadas de fórmula bebe Ronan?
—¿Qué‖tiene‖eso‖que‖ver…
—Solo responde la maldita pregunta.
—Seis —Suspiro—. Excepto a la hora de dormir, entonces tienes que
rematarlo con dos extra.
Ella asiente. —¿Y cuántas palabras sabe Regan?
—Tres. Hola, no... y Jake —No puedo detener una sonrisa—. Ella es
brillante.
Sofía se sienta y Brent se para. —¿Cuál es el color favorito de Rosaleen? —
pregunta.
—Arco iris. Lo que infiernos eso signifique.
2
Él asiente. —¿A qué le teme Raymond?
47
Ni siquiera tengo que pensar en ello. —Rocas espaciales. Meteoros.
Cualquier cosa que no puede predecir o controlar.
Brent toma asiento. Stanton se inclina en la parte posterior de la silla de
Sofía, mirándome a los ojos. —¿Qué es lo que quiere ser Rory cuando sea grande?
—Un juez del Tribunal Supremo. Que Dios nos ayude a todos.
Stanton sonríe. —¿Cuál es el nombre del chico del que Riley se siente atraída
en estos días?
Frunzo el ceño. —Preston Drabblesmith.
Y él es un chico real. No un personaje de Harry Potter.
Stanton viene y golpea mi brazo. —Felicidades, Jake. Ya eres un hombre de
familia.
Pienso en sus palabras, sus preguntas, mientras que Brent y Sofía sonríen
como idiotas, y entiendo lo que está diciendo. Es solo... —No sé qué demonios
estoy haciendo.
Stanton frota su barbilla. —Déjame decirte un pequeño secreto. Ninguno de
nosotros sabe qué demonios estamos haciendo. ¿Crees que sabía lo que estaba
haciendo cuando pusieron a una niña en mis brazos a los diecisiete años? Mierda,
hombre, no paré de sacudirme durante tres días.
—¿Crees que Chelsea sabía lo que hacía cuando corrió aquí desde California
para criar a esos niños? —agrega Sofía.
—Todo lo que tienes que hacer es amarlos —dice Stanton—. Eso es lo más
importante. Después de eso, el resto... simplemente cae en su lugar.
—Además —dice Brent—, ¿realmente crees que hay alguien por ahí que va
a romperse el culo tan duro como tú para hacerlos felices?
Y esa es la pregunta más fácil de todas.
Joder, no.
Entonces... ¿qué diablos estoy haciendo todavía sentado aquí?
Me paro. Dejo el maletín, el papeleo. Que se joda todo. —Tengo que irme.
Pero mientras todos están sonriendo, golpeando mi espalda, y
apresurándome hacia la puerta, mi jefe, Jonas Adams, camina a través de esta.
—Buenas noches a todos.
2
Hay saludos por todas partes. Y no un poco de conmoción. Porque Jonas 48
Adams, socio fundador, no va a las oficinas de sus asociados. Nunca.
Se aclara la garganta. —Ha habido un incidente, Sr. Becker. La Sra. Holten,
por desgracia, se ha caído por las escaleras.
La emoción y la anticipación que estuvo saliendo de mí hace unos segundos
desaparecen. Mis ojos se cierran y trago fuerte, y no hay un sonido en la
habitación, a excepción de mi pregunta.
—¿Está viva?
Adams se quita sus gafas y las limpia con un pañuelo con iniciales. —Oh, sí,
Sabrina está viva, solo un poco golpeada. La policía ha detenido al senador Holten,
así que necesitaré que te dirijas a la comisaría, ayudarlo con cualquier
interrogatorio que pueden intentar,‖hacer‖arreglos‖para‖la‖fianza…
—No.
La única sílaba es tan clara y suena tan bien en mis labios. Casi tan bien
como el nombre de Chelsea. Sé la clase de hombre que soy. Y sé qué puedo hacer.
Y más importante, lo que jodidamente no haré. Nunca más.
—No voy a hacer eso, Sr. Adams.
Sus ojos se entrecierran, como si no pudiera verme con claridad. —¿Puedo
preguntar por qué no?
—Porque él es culpable.
—¿Le ha confesado eso a usted?
—No. Pero sé que lastima a su esposa.
Las mejillas de Adams resplandecen rojas de furia y su pecho se infla. Me he
preguntado si Jonas es realmente tan ciego o simplemente intencionadamente
ignorante. De cualquier manera, no importa.
—William Holten es un cliente de esta firma, y más que eso, ha sido mi
amigo durante más de cuarenta años. Se merece una defensa.
—No de mí parte. —Sacudo mi cabeza, bajando la mirada a él.
Los labios de Adams se tensan en una pequeña curva desagradable. —Sr.
Becker, debe pensar muy cuidadosamente sus próximas palabras, porque van a
determinar‖su‖futu…
—Renuncio.
2
—Jake. —Mi nombre corre de la boca de Stanton en un aviso silencioso. Pero
no necesito uno. 49
—Mi renuncia se encontrará en su escritorio en la mañana, Sr. Adams. Él es
su amigo. Defienda al pedazo de mierda.
Adams levanta su nariz. —Considere su renuncia aceptada. —Se va.
Y un peso desaparece de mis hombros.
La autoridad realmente nunca fue lo mío.
—Jake, ¿qué hiciste? —pregunta Sofía, entrecerrando sus ojos con
preocupación.
La beso en la mejilla. —Lo correcto.
Golpeo el brazo de Brent y estrecho la mano de Stanton, sonriendo como
Ebenezer jodido Scrooge en la mañana de Navidad. —Y fue muy fácil.
Me dirijo a la puerta. —Hablaré con ustedes más tarde. Gracias. No sé
cuánto tiempo me habría tomado sacar mi cabeza de mi culo sin ustedes tres.
—Hay una imagen que realmente no necesito —dice Sofía, y me río.
Stanton dice—: Bueno, ve por ella, hombre.
Y eso es justo lo que planeo hacer.

Antes de conducir donde Chelsea, hago una parada rápida en la oficina de


la fiscalía de Estados Unidos. Tomo el ascensor hasta la oficina de Tom Caldwell,
está en su escritorio como me imaginé que estaría.
Me apoyo en su puerta, escaneando la habitación. —Esta es una muy
pequeña oficina. Sabía que eran pequeñas, pero esto es como, será-acusado-de-
crueldad-animal-si-pone-a-un-perro-aquí de pequeño.
—¿Hay alguna razón por la que estás aquí, que no sea para comparar los
tamaños de oficina, Becker?
Asiento. —¿Has oído acerca de Holten?
—Por supuesto que he escuchado. Seré el que enjuicie al hijo de puta. ¿Por
qué no estás en la estación de policía, protegiendo sus delicados sentimientos de
preguntas invasivas? —Tendría que estar sordo para no oír el sarcasmo mordaz.
—Dejé el caso.
2
Sus ojos se abren totalmente. —¿En serio? Jonas debe haber amado eso. 50
—Renuncié. —Me encojo de hombros.
—Uh. —Caldwell me mira—. ¿Supongo que no estarías interesado en venir
al lado luminoso de la fuerza? Nosotros podríamos usarte en una de estas
pequeñas oficinas de mierda.
Me río. —No... encerrar a la gente simplemente no es mi estilo. Una mujer
hermosa una vez me dijo que soy más que un... defensor. —Doy un paso hacia
delante, sacando una tarjeta de negocios de mi bolsillo—. Solo quería dejar esto
para Sabrina Holten. Mi número de casa y celular están en la parte de atrás. Dile
que me gustaría ayudar.
Caldwell mira a la tarjeta. —¿Ayuda con qué?
Deslizo mis manos en mis bolsillos. —Cualquier cosa que ella necesite.
Me giro para irme.
—Jake.
Me vuelvo a girar. —¿Sí?
Tom parece reacio sobre algo, pero luego se decide. —Chelsea tuvo la charla
conmigo el otro día. Ya sabes, donde me dice que no se siente‖ “de‖ esa‖ manera”‖
sobre mí —Dibuja un cuadrado con sus dedos—. Estoy en la zona de los amigos —
entonces se encoge de hombros—. Pensé que probablemente estarías interesado en
saber eso.
Y mi estado de ánimo es mucho mejor.
—Lo estoy. Gracias, Tom.
—Nos vemos, Jake.
Mira eso. Caldwell no es un cabrón después de todo.

2
51
Traducido por Sahara
Corregido por Laurita PI

Cuando llego, los niños se encuentran en el jardín delantero. Riley cerca de


Reagan, Rory persigue a una gritona Rosaleen, y Raymond se esfuerza en andar en
su patineta.
—Mantén tu maldito casco puesto, Raymond. —Rueda los ojos, pero lo
hace.
—¡Jake! —grita Rosaleen y mis oídos sangran—. ¡Ayuda! —Se lanza hacia
mí, con Rory en sus talones, con una oruga en sus dedos—. Rory dijo que pondrá
la oruga en mi oído, y que va a comer mi cerebro y poner huevos, y cuando todas 2
las orugas bebés nazcan mi cráneo va a explotar.
Le doy al niño una mirada dura. —¿Qué pasa contigo?
52
Rory se encoge de hombros, acariciando al bicho. —Tiene que aprender a no
creer todo lo que se dice.
Antes de decir una palabra más, desde el otro lado de la casa Riley grita—:
¡Te salvaré, Rosaleen! —Luego dispara dos pistolas de agua automáticas al aire.
—¡Sí! ¡Pistolas de agua! —gritan Rosaleen y Rory, casi al mismo tiempo,
antes de que todos se dirijan, gritando, en dirección de Riley.
Ahueco las manos alrededor de mi boca y les recuerdo—: ¡Aléjense de la
piscina!
Los miro por un minuto, disfrutando de la sonrisa que se crea con facilidad
en mis labios. Y entonces, entro en la casa. Chelsea se encuentra en la cocina,
limpiando la encimera; su cabello en ondas suaves y sedosas, logra que unos
pantalones vaqueros y una camiseta sean más atractivo que cualquier vestido de
cóctel.
Levanta la vista cuando entro en la habitación. —Hola. No sabía que hoy
pasarías.
No pierdo un segundo, no me detengo a pensar en nada. Y, de verdad, he
esperado tanto tiempo como sea humanamente posible.
Me acerco a ella, tomo su rostro en mis manos y la beso. La beso suave y
dulce, duro y exigente. La beso hasta que gime y tiene que agarrarse de mis brazos
porque sus rodillas se encuentran débiles.
Luego le paso los dedos por las mejillas y miro esos magníficos ojos azules.
Mi voz sale estrangulada y áspera—: Te amo.
Chelsea me mira, su sonrisa rosa y llena de esperanza.
Al principio.
Pero entonces, recuerda, y la sonrisa se desvanece. Se aleja de mí, dando un
paso atrás. Se cruza de brazos, y una máscara de indiferencia cubre su rostro.
—¿Cuándo lo decidiste?
Puede dudar todo lo que quiera; no me iré a ninguna parte.
—Lo sé desde hace un tiempo. Simplemente... decidí dejar de ser un idiota.
Dejar de luchar contra eso. —Inclino la cabeza hacia la ventana, desde donde se
filtran los gritos de cinco voces—. En caso que no fuera claro, también los amo. Son
horribles y perfectos... y los amo como si fueran míos. Como si fueran nuestros. 2
Se muerde el labio y sus ojos se ven húmedos y brillantes. Me acerco. —Por 53
favor,‖no‖llores.‖Te‖amo…‖ —Me ahogo en las palabras, con ardor en la garganta,
picazón en los ojos—. Te amo.
Chelsea estornuda y vuelve a cruzar los brazos, esforzándose por
mantenerse firme. —¿Se supone que debo olvidar las últimas semanas? ¿Las cosas
que has dicho? ¿Lo frío que has sido?
Me froto la nuca. —Esperaba que hubieras... Sí.
Baja la mirada hacia el suelo.
Me aproximo, levantando su barbilla con los dedos. —Intentaba protegerte.
Quería lo mejor para ti, Chelsea. Para ellos. Un buen hombre. No pensé que fuera
capaz. No creía que pudiera ser lo que necesitabas.
Busca mis ojos. —¿Y ahora?
—Ahora‖ sé‖ que‖ puedo.‖ Porque…‖ porque‖ nadie‖ podr{‖ amarte,‖ necesitarte,‖
tanto como yo lo hago. Eres todo para mí; lo único que importa.
Una lágrima cae por su mejilla. Ella se acerca más. —No me hagas daño de
nuevo.
—No lo haré.
—No te alejes de mí otra vez.
—No puedo.
Salta a mis brazos, aferrándose tan fuerte que exhalo con intensidad. Joder,
es la mejor sensación del mundo. En segundo lugar, la sensación de sus labios
contra los míos. Como si no se encontrara lo bastante cerca, envuelve las piernas
alrededor de mi cintura. Como si no pudiera probar lo suficientemente profundo,
mueve su cabeza con la mía. Mis dedos se clavan en su espalda y nuestros
corazones palpitan.
La pongo sobre el mostrador, presionándome contra ella, empujo su
camiseta, necesitando sentir su piel contra mi piel.
—Los niños —jadea.
Le beso el cuello, la oreja, su bello rostro. —Vamos a escucharlos. Mientras
griten sabremos que se encuentran bien.
Y podemos oírlos, alto y claro, a través de la ventana. Todavía gritando y
jugando; la mejor clase de gritos.
Su lengua se desliza contra la mía y gimo. Entonces Chelsea jadea—: Pero 2
podrían venir en cualquier momento. Podrían vernos.
54
Tiene razón. Maldición.
Miro alrededor de la habitación, mis ojos buscan frenéticos. ¡La despensa! La
llevo adentro, cerrando la puerta detrás de mí con el pie, y sosteniéndola con la
mano para bloquearla.
Chelsea muerde mis labios, lame el lóbulo de mi oreja. —Siempre me
pregunté por qué la despensa tenía una cerradura.
Todo lo que soy capaz de decir es—: Las cerraduras son asombrosas.
Se ríe contra mi boca. Sus pies tocan el suelo lo suficiente como para quitar
nuestra ropa. Entonces la tomo en brazos, sus piernas abrazándome, y su espalda
contra la pared.
Tomo mi polla en la mano y compruebo su humedad; es maravillosamente
caliente y resbaladiza. Empujo suave y lento, porque ha pasado un tiempo.
Cuando me encuentro por completo en su interior, cuando no existe nada de
espacio entre nosotros, Chelsea susurra—: Te extrañé tanto.
Y empiezo a moverme, entrando y saliendo a un ritmo suave. Y es tan
jodidamente perfecto y real. Y correcto. Nunca en mi vida nada me ha hecho sentir
tan bien.
Su cabeza se inclina hacia atrás y cierro los ojos. Adoro su cuello con mi
boca. Prometo y susurro lo hermosa que es. Todas las cosas que quiero hacer con
ella. Todas las cosas que ella significa para mí.
Me abraza con más fuerza, me acerca con sus piernas, sus dedos enterrados
en mi pelo.
El aliento de Chelsea entrecortado. —Te... te amo. Oh Dios,‖Jake…‖tanto.‖Te‖
amo demasiado.
Y es demasiado. Abrumadora. Y, sin embargo, no es suficiente.
La presión aumenta; tensa, profunda y fantástica. El más puro placer se
despliega en mi estómago, por lo que mis empujes se aceleran, persiguiendo el
éxtasis con Chelsea. Lo encontramos juntos, vibrando y retorciéndonos,
entrelazando las manos y gimiendo.
Jadeo contra su mejilla, hasta ahora mi corazón no entiende el mensaje de
que es el momento de frenar. Aparto el cabello de su frente y miro su cara
angelical.
2
—Así que... me amas, ¿eh? 55
Chelsea sonríe, incluso mientras las lágrimas inundan sus ojos. —Sí. Te he
amado desde que me llevaste a la cama, enferma como un perro, y me dije que
todo iba a estar bien. Amo cada parte de ti, incluso las partes que tenías miedo de
mostrarme. Y a pesar de que a veces eres una especie de idiota, te amaré por
siempre.
Me río y la beso dulcemente. —Es bueno saberlo.

Paso la noche con Chelsea. Nos aseguramos que todos los niños se bañen y
vayan a la cama. Luego pasamos la mitad de la noche hablando. Planeando. La
otra mitad se gasta... en no hablar. Nada coherente de todos modos.
Al día siguiente, entrego mi renuncia, empiezo a hacer los arreglos
necesarios para mi salida de Adams & Williamson. Y no me siento mal.
Chelsea y yo esperamos a los niños cuando llegan de la escuela. Nosotros
nos reunimos en el estudio, para contarles qué planeamos.
—Sé que parece rápido —les dice Chelsea mientras hago rebotar a Ronan en
mi pierna—, pero había una película en los años ochenta; que a sus padres les
encantaba llamada Cuando Harry encontró a Sally.
—Suena lamentable —interrumpe Rory.
—Fue un poco lamentable —le digo por la comisura de mis labios.
Pero Chelsea me escucha. —¡No fue lamentable! Fue perfecta. De todos
modos, hay una línea en ella que dice que cuando encuentras la persona con la que
quieres pasar el resto de tu vida, deseas que el resto de tu vida empiece de
inmediato. —Me mira—. Así es como Jake y yo sentimos el uno por el otro.
La interrumpo—: Pero si ustedes no están de acuerdo, quiero que lo digan.
No pasa nada si dicen que no; no van a herir mis sentimientos. Solo quiero estar
aquí si todos en verdad quieren que lo haga.
Se miran entre ellos. Y piensan. Es jodidamente extraño lo tranquilo que se
comportan.
—¿Se mudarán a la habitación de mamá y papá? —pregunta Riley. 2
Le guiño un ojo a Chelsea, porque ya hablamos de esto.
56
—En realidad —les dice Chelsea—, pensamos que nos gustaría agrandar mi
habitación. Qué sea lo bastante grande para dos personas, ampliar el baño y los
armarios. Y la habitación de sus padres... Jake y yo pensamos que sería muy
interesante si la hacemos una habitación para la familia. El lugar donde todos
podemos estar juntos. Podríamos conseguir una mesa de billar, un gran sofá, un
televisor‖nuevo…
—¡Y un juego de arcade!
Rory obviamente a bordo.
Chelsea asiente. —Y podría dibujar lo que quieran en las paredes. Y
podríamos pintarla juntos.
—Oh,‖oh…‖¡quiero mariposas! —grita Rosaleen—. Y unicornios y arco iris.
—Y los camiones monstruo —dice Rory.
—Y patinetas —añade Raymond, golpeando el puño con el de su hermano.
—Y —finaliza Riley—, toda una pared con One Direction y 5 Seconds of
Summer Fatheads.
—Sí, podemos hacer todo eso —les dice Chelsea.
—Va a ser como la habitación de un esquizofrénico —murmuro, y ella se ríe.
—Entonces acerca de que Jake se mude con nosotros, ¿qué dicen, chicos?
—¿Puedo vivir con mi novio algún día? —pregunta Riley, porque ella es
inteligente.
—Claro —le respondo—, cuando tengas veintiséis años y cuides de seis
hijos, por supuesto que puedes irte a vivir con tu novio, y no diré una mierda al
respecto. Hasta entonces, de ninguna manera. —Porque soy más inteligente.
Rueda los ojos. —Lo‖que‖sea…‖voto‖sí,‖Jake‖puede‖mudarse.
—Definitivamente —acuerda Rory.
La sonrisa de Rosaleen es enorme mientras corre y me abraza. —¡Sí, sí, sí!
—Claro —dice Raymond.
Todos nos dirigimos a Regan, quien sonríe con su pequeña sonrisa de bebé y
cierra el trato con la palabra número cuatro.
—Sí.
2
57

Esa noche, después de que los niños terminan la tarea y todo el mundo está
en pijama en la sala viendo televisión. Mi teléfono celular suena en la mesa; es
Brent.
—Hola.
—Hola, ¿cómo te va?
Mis ojos se posan en Chelsea. —Si quieres la verdad, increíble.
Se ríe. —Es bueno saberlo. Escucha, ¿te encuentras libre para el almuerzo de
mañana? Hay algo que quiero hablar contigo. También, Stanton y Sofía.
—Sí, estoy libre. ¿Qué pasa?
—Bueno, el asunto es que soy dueño‖de‖este‖edificio…
—¿Eres dueño de un edificio?
—Sí.‖Es‖un‖bonito‖edificio…
Traducido por Janira
Corregido por Sahara

Un año después…
La oficina en la he estado trabajando los últimos seis meses es más grande
que mi antigua oficina, en el piso superior con una ventana esquinada. Y no la
comparto con nadie. Libros legales llenan los libreros en una pared, y un montón
de fotos familiares yacen orgullosamente sobre el escritorio. Brent, Sofía y Stanton
cada uno tiene su propia oficina en el piso superior.
2
Ser socio fundador tiene sus ventajas.
El edificio que Brent mencionó, el que poseía en el centro de la cuidad, fue
58
renovado totalmente y ahora tiene un nombre estampado sobre la puerta principal.
Oficinas Legales de Becker, Mason, Santos y Shaw.
Suena bien, ¿no?
Cuando renuncié a Adams y Williamson, Brent, Stanton y Sofía empezaron
a pensar en irse por su cuenta, también. Nos encargamos nosotros mismos,
escogimos nuestros casos. Fue un riesgo, pero para nosotros cuatro, fue un riesgo
que valía la pena correr.
La señora Higgens hizo como Renée Zellweger en Jerry Maguire cuando me
fui, y vino aquí conmigo. Mete la cabeza por la puerta en este momento, perlas
cuelgan de sus orejas, acentuando el vestido formal que usa. —¡Jake, vas a llegar
tarde!
—No voy a llegar tarde. Nunca llego tarde.
Entonces miro mi reloj. —¡Mierda, voy a llegar tarde!
Mi silla de cuero rueda hacia atrás mientras me paro. Reviso los bolsillos de
mi elegante traje negro: Llaves, billetera, teléfono, tengo todo.
—Vete, vete —la señora Higgens hace gestos con la mano—. Apagaré todo y
cerraré.
—De acuerdo, gracias. La veré allá, señora Higgens.
Corro las cuatro cuadras hasta la guardería donde Regan y Ronan pasan
parte de sus días. Saludo a la profesora a través de la ventana plastificada y firmo
en el portapapeles al lado de los nombres de los niños. La puerta decorada
alegremente se abre unos minutos después, y el sonido de la canción‖“Limpia”‖de‖
Barney hace eco a través de esta.
Una asistente de la profesora saca a los alborotadores, sosteniéndole las
manos. Ronan tiene un año y medio, y la cabeza llena de cabello rubio, pecas en la
nariz, y una mirada diabólica que me recuerda a su hermano. Está caminando,
lento e inseguro aún, por lo que lo levanto con un brazo y a Regan con el otro. Se
despiden con la mano de la profesora mientras salimos por la puerta.
—Hoy hicimos flores de papel para el aula, y la mía fue la más grande.
Luego la señora Davis trajo un oso de peluche para la hora del cuento y logré
sostenerlo. Era gris. Y tenía dos ojos negros, dos brazos, dos piernas y una corbata
de‖lazo‖que‖era‖roja‖y…‖—Regan me agarra las mejillas con sus pequeñas manos y
arquea la ceja—. ¿Me estás escuchando? 2
—Sí, sí. —Corro por la calle—. Dos brazos, dos piernas, una corbata de lazo
roja…‖—Me encuentro cautivado.
59
Hace‖ ocho‖ meses,‖ Regan‖ empezó‖ a‖ hablar‖ m{s…‖ y‖ no‖ se‖ detuvo‖ desde‖
entonces.
—Y luego leímos Sopa de Piedras y en el libro, alguien llevó zanahorias,
alguien‖llevó‖col,‖y‖alguien…
Ronan ríe mientras corro, zarandeándolo. Minutos después, llegamos a la
iglesia sin ningún minuto adicional. Bajo a los niños, arreglo la camisa de Ronan y
reato el lazo de seda amarillo en la parte trasera del vestido de Regan.
—Lo lograste. Tenía miedo de que llegaras tarde. —Chelsea llega bajando
los escalones de la iglesia, luce increíblemente fantástica. Su vestido es de satén
azul oscuro que luce increíble con su piel cremosa. Es ceñido en todos los lugares
correctos y cae justo debajo de las rodillas, con un profundo escote en V que,
literalmente, tiene mi boca hecha agua. Su cabello se halla suelto y rizado, y brilla
en el sol.
Paso una mano por él mientras la jalo más cerca. —Nunca llego tarde. Y
luces increíble. Ese vestido es sexy.
Llega hasta mi oreja. —Deberías ver lo que tengo debajo.
—Oh, planeo hacerlo. Se encuentra en la cima de lista de cosas por hacer.
Me inclino y la beso profundamente por varios minutos.
—Clinc, clinc. —Se oye una voz listilla—. Todos esos besos. Puedo oír el
aumento en las facturas de terapia.
Le frunzo el ceño a Rory, quien simplemente me sonríe.
Chelsea quita el brillo de mis labios con el pulgar, y su anillo de
compromiso brilla en el sol. Un diamante de dos quilates de corte cushion,
rodeado por diamantes baguettes, montura de platino con aspecto antiguo. Se lo di
hace un par de meses, incluso me arrodillé. Fue realmente entusiasta al aceptar.
En la actualidad, Chelsea está terminando su licenciatura en Historia del
Arte, volvió a tomar clases este año. Incluso tiene un trabajo a medio tiempo
esperando cuando termine, en una galería pequeña, una sucursal Esmitsoniana.
Desliza la mano en la mía y asiente hacia Riley, quien se encuentra en la
acera con un chico de cabello oscuro, alto, delgado con una corbata para
enganchar. —A Riley le gustaría presentarte a su cita. —Me arrastra.
—Jake —dice Riley con una sonrisa—. Este es Parker Elliot. 2
El chico extiende la mano. —Es un honor conocerlo, señor. 60
Miro su mano, luego sus ojos, mi rostro es duro e implacable. Lo recorro con
la mirada hasta los zapatos. Levanto la mirada a su rostro, y sacudo la cabeza con
un sonido de disgusto.
Luego me alejo.
—No le prestes atención, es así con todos. —Escucho decir
reconfortantemente a Riley.
Chelsea ríe detrás de mí. —Eso no fue muy amable.
—Bueno. Lo último que quiero es que le pequeño idiota piense que soy
amable. —Entonces me inclino y la beso de nuevo, porque es malditamente linda.
Y porque puedo hacerlo.
Subimos la mitad de los escalones y extiendo los brazos, haciendo gestos a
mi grupo de siete, ocho si contamos al jodido Parker, para que se reúnan. —
Vamos, equipo, júntense. —Sus cabezas se giran hacia mí, con los rostros atentos.
Me aclaro la garganta—. Este es un día muy importante para Stanton y Sofía y
queremos que todo salga perfecto para ellos. Eso significa no susurrar, no
pellizcarse, no jalarse el cabello, no bromear, no pelear, no reírse, no hurgarse la
nariz,‖no‖insultarse,‖no‖llorar…‖—le susurro a Chelsea—: ¿Me olvidé de algo?
—No mirarse el uno al otro. —Me responde en un susurro.
—Es verdad —digo en voz alta—, no mirarse el uno al otro.
Eso es un poco intenso.
—Las consecuencias serán rápidas y severas.
“Severas”‖para‖ellos‖es‖una‖semana‖sin‖televisión‖o‖Wi-Fi.
—¿Entendieron todos?
Asienten. Doy una palmada. —Muy bien, vayamos adentro.
Chelsea lleva a Ronan y lidera al grupo dentro de la iglesia, mientras yo me
quedo atrás para ver que nadie se quede. Raymond va detrás. Se encuentra
mirando la limusina de las damas de honor, la cual simplemente se detuvo, mira a
las magníficas damas de honor, quienes descienden.
A una joven dama de honor, en particular.
—¿Presley luce genial, no? —pregunta en con un suspiro mientras observa a
la preciosidad rubia de trece años sostener la cola del vestido de Sofía mientras sale 2
de la limusina.
61
Oh, mierda.
—¿Sabes que es mayor que tú? —Le pregunto.
—Sí, lo sé. Eso es por qué voy a esperar mi momento. Luego, cuando sea
dueño de mi propia compañía multimillonaria de software, haré mi movimiento.
Lo palmeo en la espalda y sus lentes se tuercen. —Suena como un plan,
Raymond.

La boda de Stanton y Sofía va a la perfección. El vestido es una mezcla entre


sexy y deslumbrante: Marfil, con cuentas, con un provocador escote que tuvo a
Stanton mirando fijamente. Ambos se quedaron sin habla durante los votos, era
jodidamente bueno verlos tan felices.
La recepción es en un elegante y caro evento en el DC Ritz-Carlton. Stanton,
prácticamente, trajo a toda la ciudad de Sunshine, Misisipi y además de los
hermanos de Sofía y sus familias, ella tiene una docena de familiares de Brasil. No
hace falta decir que hay buena comida, buena bebida y buena gente.
Rosaleen me encuentra en el bar, con el cabello rizado a lo Shirley Temple,
sus ojos azules se abren con emoción. —¡Jake! ¡No has dicho nada sobre mi brillo
labial! Riley me dejó usar el suyo, ¿no es bonito?
—Estás magnifica, magnifica. Tan hermosa como tu tía.
Sonríe más ampliamente, y río mientras agarra a Rory por el brazo y lo jala a
la pista de baile para bailar con ella.
Mamá Shaw, la madre de Stanton, me mira apreciativamente. —Sabes, Jake,
te he visto sonreír más en los últimos treinta minutos que en todo el tiempo que te
conozco.
—Bueno, ahora tengo siete maravillosas razones para sonreír.
Me palmea el brazo mientras camino hacia Chelsea. De camino, paso a Brent
conversando con la hermana de Stanton, Mary, canalizando a Pee-Wee Herman.
—No quieres involucrarte con un chico como yo, Mary. Soy un solitario, un
rebelde…
El brazo de Chelsea se envuelve alrededor de mi cuello y nos mecemos en la 2
pista de baile con una canción lenta.
62
—¿Sabes algo? —pregunta.
Rozo la nariz contra la suya. —¿Qué?
—Acabo de hablar con tu madre. Ella y Owen se ofrecieron a llevar a los
niños a casa‖esta‖noche‖y‖quedarse.‖Así‖queeee…‖reservé‖una‖habitación‖aquí,‖para‖
ti y para mí.
—Joder, eres brillante —murmuro—. ¿Te he dicho alguna vez cuanto amo
tu mente?
—Creía que amabas mi cuerpo —dice burlonamente, presionando el cuerpo
contra mí, muy cerca e íntimo.
—Oh, lo amo, créeme. Te daré una demostración exhaustiva de lo mucho
que lo amo está noche, y mañana.
—Vamos a dormir mañana, señor cinco de la mañana —dice
insistentemente.
Sonrío. —Bueno,‖estaremos‖en‖la‖cama…‖pero‖no‖durmiendo‖mucho.
Descansa la cabeza contra mi pecho. —Suena perfecto.
Lo hace, ¿no?
No quiero presumir, pero como todo lo demás en mi vida estos días, suena
perfecto,‖porque…‖real‖y‖jodidamente,‖lo‖es.

2
63
Nunca fui una gimnasta, pero siempre he disfrutado viendo el deporte. La
forma en que los atletas vuelan por el aire, el control desafiando la gravedad, la
forma en que hacen que parezca tan fácil. Todas las rutinas son increíbles, pero de
vez en cuando, hay uno que realmente se destaca.
Es sólido. Limpio. Sin tambaleos, sin correcciones rápidas, sin casi caídas. Y
en estas rutinas prácticamente perfectas, el gimnasta siempre-siempre, termina con
un buen aterrizaje.
Así es como me sentí cuando terminé Sustained. Como si mis dos pies
estuviesen firmemente plantados en el suelo. Confiada. Tranquila.
Un aterrizaje perfecto.
Acabar un libro no siempre se siente de esta manera. Me han encantado
todos mis libros, no hay duda, pero con frecuencia me preocupa que a los lectores
no les va a encantar. ¿Es la trama demasiado enredada? ¿Fue lo suficientemente 2
atractivo, divertido? ¿Es la narración consistente? ¿Se sentirán decepcionados?
¿Van a querer castrar a mi protagonista (eso tiende a ser un gran problema para
64
mí)?
Después de las modificaciones y revisiones, más ediciones y más revisiones,
estas preocupaciones se calmaron, por lo menos hasta el día de la publicación. Pero
desde el principio, sostuve que se sentía diferente. Hay una profundidad e
intensidad en Jake y Chelsea que tira duro en las fibras del corazón y, sin embargo
también es muy divertido. Experimentar su pasión, sus esperanzas, temores,
tristezas y alegrías era una cosa extraordinaria, no podía recordar estar más
contenta de compartir una historia con mis lectores.
Cualquiera que me conozca puede decir que en general no soy una persona
demasiado confiada. De hecho, estoy un poco preocupada en este momento que
mis pensamientos suenen un poco fanfarrones (Drew Evans niega con la cabeza
hacia mí). Y realmente no quiero decir que sea así. Supongo que lo que estoy
tratando de decir es, que para mí, Sustained se siente especial. Es el tipo de historia
que te deja en lo alto, en la pensarás con una sonrisa, mucho después del final.
Y más que nada, espero que se sientan especial todos ustedes también.
Ahora, los escritores por sí solos no hacen grandes libros, y no podría haber
llegado a éste lugar sin el equipo impresionante de gente que me rodea.
Para mi agente, Amy Tannenbaum de la Agencia Jane Rotrosen: gracias por
cada palabra de consejo, cada llamada telefónica, y cada correo electrónico (incluso
los fines de semana, gente). ¡"Impresionante" ni siquiera empezar a cubrirlo!
Para mi editor, Micki Nuding: trabajar contigo es todo lo que soñaba cuando
imaginaba ser un escritor profesional. Sigo sorprendida por lo bien que entiendes a
mis personajes. Hay una seguridad maravillosa de saber que vas a atrapar
cualquier traspiés y hacer que mis historias sean lo mejor que puedan ¡Gracias por
ayudarme a llegar más profundo y estirar mis alas!
Estoy eternamente agradecida a mis publicistas: Nina Bocci de Bocci PR y
Kristin Dwyer (mi luna y las estrellas) de Simon & Schuster, por creer en mí, por
decir justo lo que necesito saber cuándo tengo que oírlo, y por el trabajo sin
descanso para lograr que mis historias lleguen a las masas. ¡Son geniales!
Para la autora Katy Evans: ¡Te amo! Nuestras charlas significan el mundo
para mí, gracias por estar ahí, por compartir tus pensamientos y por dejarme saber
que no soy la única.
Para Christina Lauren, Alice Clayton, y todas mis amigas escritoras: su 2
apoyo, aliento y risas son un regalo increíble que atesoro cada día.
65
Todos mi agradecimiento a mi asistente, Juliet Fowler, por recordarme las
cosas que olvido (con frecuencia) y por perfeccionar todo lo que puedes, ¡lo que
hace que en realidad pueda escribir! ¡Estaría perdida sin ti!
¡Te agradezco Molly O'Brien, por todo lo que haces para asegurarte de que
todo no se desmorona mientras estoy encerrado en mi oficina con mis personajes!
xoxo
Al maravillosamente talentoso Simone Renou de In My Dreams Design y
Hang Le of By Hang Le Graphic Design, por sus gráficos hermosos y vaporosos.
Gracias a mi hija por ayudarme a descifrar y comprender la corriente teen-
hablar: no hay manera de que fuera lo suficientemente genial como para hacerlo
sola.
Gracias a Fener Deonarine, por ayudarme a conseguir esos complicados
detalles legales de Washington, DC.
Estoy muy agradecido a todos en Gallery Books, incluyendo Marla Daniels,
Sarah Leiberman, Liz Psaltis, Paul O'Halloran, el departamento de arte por esas
hermosas portadas, y mis editores increíbles Jennifer Bergstrom y Louise Burke.
Para las fantásticas bloggers que se toman el tiempo de leer y escribir
revisiones divertidas y honestas, gracias por seguir esta nueva serie, y por todo lo
que hacen para que los lectores conozcan estas historias nuevas.
Para‖ mis‖ lectores…‖ gah,‖ no‖ hay‖ suficientes‖ palabras‖ para‖ expresar‖ lo‖
agradecida que estoy con todas y cada una de ustedes. Es una alegría charlar con
ustedes en Twitter y FB, reír, hablar de las historias y reservar sus novios: ¡muchas
gracias por su entusiasmo y energía hermosa!
Para mis padres, hermano y hermana, y todas sus familias, gracias por su
paciencia, amor y orgullo constante por mi trabajo. Y para mi increíble esposo y
dos hermosos hijos, ustedes son mi inspiración, mi todo.

2
66
Cuando Brent Mason ve a Kennedy Randolph, no ve
la chica torpe y dulce que creció al lado. Ve a una
mujer segura de sí misma e impresionante... que
quiere aplastar las más íntimas, y apreciadas, partes
de su anatomía bajo los tacones de sus Christian
Louboutins.
Brent nunca ha permitido que la pérdida de su
pierna en un accidente en su niñez afecte su
capacidad para llevar una vida plena. Se fija metas
altas y luego las alcanza.
Y ahora tiene la vista puesta en Kennedy.
Cuando Kennedy mira a Brent Mason, todo lo que ve
es el adolescente egoísta y digno de catálogo de
Abercrombie & Fitch, que la humilló en la
2
preparatoria para unirse a la población popular. Una población que volvió esos 67
años un infierno viviente.
Ella ya no es una marginada social enferma de amor, es una fiscal de DC con una
larga racha de victorias tras ella. Brent es el abogado de la oposición en su
siguiente caso y cree que es el momento de hacerlo pasar por un pequeño infierno.
Pero las cosas no salen exactamente de esa forma.
Debido a que cada intercambio intenso la tiene preguntándose si es tan apasionado
en el dormitorio como lo es en la corte. Cada argumento y objeción solamente la
hace desearlo aún más. Al final, Brent y Kennedy sólo pueden encontrarse en el
amor... o en desacato de tribunal.
Appealed es un romance sexy y con humor acerca de los primeros
enamoramientos, las segundas oportunidades y el veredicto final del corazón.
Emma Chase es la autora de superventas del New
York Times y USA Today de la serie Tangled: Tied,
Tamed, Twisted, y por su primera novela, Tangled,
fue elegida como la Autora Debut Goodreads de los
Goodreads Choice Awards del 2013. Vive en Nueva
Jersey con su esposo e hijos. Sigue a Emma en Twitter
y Facebook, o visita www.emmachase.net.
Para más sobre esta autora:
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