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Moderadoras
Florbabero & Vane Farrow
Traductoras
Florbarbero NnancyC Verito
Ivy Walker Julie Mel Wentworth
Fany Keaton Mae Beatrix
Beluu Miry GPE Pachi Reed15
Sandry Lauu LR Jeyly Carstairs
Daniela Agrafojo Vane Farrow Mire
Diana de Loera SamJ3 Sahara
Majo Villa Conniennie
Janira Alessandra Wilde 4
Correctoras
Sahara Pachi Reed15 Itxi
NicoleM Daniela Agrafojo Annie D
Florbarbero Dannygonzal Jadasa
Sandry Vane Farrow Laurita PI
Ana Avila Janira GraceHope
Vanessa Villegas NnancyC Sahara
Mary Warner Daliam Miry GPE
Lectura final
Vane Farrow & Florbarbero
Diseño
Moninik
Sinopsis Capítulo 16
Prólogo Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25 5
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Epílogo
Capítulo 13 Agradecimientos
Capítulo 14 Appealed
Capítulo 15 Sobre el autor
Un caballero con una armadura deslustrada sigue siendo un caballero.
Cuando eres un abogado defensor en Washington, DC, ves de primera
mano cómo puede ser la vida de dura, y a veces la única manera de sobrevivir es
ser aún más duro. Yo, Jake Becker, tengo la reputación de ser frío, insensible, e
intimidante, lo que me viene muy bien. De hecho, necesito serlo cuando estoy
quebrando a un testigo en el estrado.
Las complicaciones no funcionan para mí, no soy un tipo de hombre que
"necesita saberlo todo". Si eres mi cliente, me contarás los hechos básicos. Si eres mi
cita, sólo harás lo que te corresponde. No soy un terapeuta o un Príncipe
Encantador y no pretendo serlo.
Entonces Chelsea McQuaid y sus seis sobrinos huérfanos llegaron y
complicaron‖ infernalmente‖ mi‖ vida.‖ Ahora‖ voy‖ a‖ clases‖ de‖ “Mami‖ &‖ Yo”,‖
conciertos de One Direction, salas de emergencias, y argumento en la oficina del 6
director.
Chelsea es demasiado dulce, inocente, y preciosa para su propio bien. Trata
de ser dura, pero no lo es. Necesita que alguien la ayude, que la defienda a ella... y
a los niños.
Y‖eso…‖eso,‖yo‖sé‖cómo‖hacerlo.
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Cuatro semanas después
Traducido por florbarbero
Corregido por NicoleM
Dos horas más tarde estoy colocándome la chaqueta del traje, listo para salir
a almorzar. De forma automática enderezo la corbata, ajustando el cuello para 1
asegurarme que el tatuaje que comienza en mi clavícula, se envuelve alrededor de
mi hombro derecho, y baja hasta el final de mi muñeca se encuentra cubierto. Es 3
una mierda en el verano, pero la presencia de la tinta tiende a hacer que mis
clientes de clase alta se sientan incómodos, y además nunca es bien recibida por los
jueces.
Mi secretaria, la señora Higgens, entra en mi oficina. Es la clásica anciana
pequeña, incluso tiene el collar de perlas y las gafas, es el tipo de abuela que
esperas esté sentada en una mecedora tejiendo a ganchillo mantas para docenas de
nietos. Es excelente en su trabajo. Me han llamado con precisión un bastardo
insensible en varias ocasiones, pero no estoy seguro de si podría reunir el nivel de
insensibilidad que se necesitaría para despedirla.
—Hay una señorita aquí para verte, Jake. No tiene cita.
Jodidamente odio a las personas sin cita. Son inesperados e impredecibles.
Entorpecen mi horario y mi horario es sagrado.
—Estoy yéndome.
La señora Higgens me mira de lado y deja caer una pista poco sutil.
—Es muy bonita.
Echo un vistazo a mi reloj.
—Bien. Pero dile que tiene cinco minutos y solo cinco minutos.
Me siento de nuevo y unos momentos más tarde una mujer de cabello
oscuro entra en mi oficina. Diría que tiene casi treinta años, es atractiva, con un
pequeño cuerpo sexi bajo esos pantalones beige y cárdigan amarillo. Pero sus ojos
huidizos y nerviosos movimientos amortiguan su sensualidad.
Luce bien, pero la confianza es, de lejos, el accesorio más atractivo que una
mujer puede llevar.
La señora Higgens cierra la puerta mientras sale, y la morena camina hasta
mi escritorio.
—Hola —dice, brevemente en mi cara antes de mirar de nuevo hacia el
suelo, empujando su pelo detrás de las orejas.
—Hola. ¿Puedo ayudarle?
Eso hace que levante la mirada.
—No te acuerdas de mí, ¿verdad? —pregunta, retorciéndose las manos.
Estudio su rostro, con más cuidado esta vez. No es ni muy hermosa ni
extraordinariamente fea. Solo... común. Olvidable.
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—¿Debería? 4
Sus hombros se encorvan mientras se cubre los ojos, murmurando—: Por
Dios, pensé que esto iba a ser suficiente... —Se hunde en una de las sillas frente al
escritorio, sentándose en el borde, lista para correr. Después de un momento,
añade—: Nos conocimos el mes pasado ¿en el Angry Inch Saloon? ¿Llevaba un
vestido rojo?
No, no me suena. He conocido a un montón de mujeres en ese bar y cuando
es posible, voy por las rubias. No son más divertidas... solo más calientes.
Aparta su flequillo oscuro y lo intenta de nuevo.
—Te pedí que me compraras una bebida, y lo hiciste. Un cosmopolita.
Aún nada.
—¿Regresamos a tu casa después de que te conté que vi a mi novio teniendo
sexo con mi mejor amigo?
Estoy en un espacio en blanco.
—¿Mientras usaba mi camisón rosa favorito?
Y tenemos un ganador. Ahora recuerdo. Me hizo pensar en Marv Albert, el
comentarista deportivo con una inclinación por la ropa interior, asalto y agresión a
las mujeres. Y, sin embargo, todavía está en la televisión.
Solo en Estados Unidos.
—Sí. Ahora recuerdo... —Entrecierro los ojos, intentando recordar el
nombre.
—Lainey.
—Lainey. —Chasqueo los dedos—. Correcto. ¿Qué puedo hacer por ti? —
Miro mi reloj, faltan dos minutos y estaré en la puerta.
Parecía nerviosa y alterada.
—Está bien, no hay manera fácil de decir esto... así que solo voy a decirlo.
Suena como un plan sólido.
Toma un gran respiro y dice de corrido—: No solo tomó a mi mejor amigo y
mi mejor lencería... también dejó algo detrás.
Cuán poético.
—Sífilis. 1
5
¿Ese sonido que acabas de escuchar? Ese soy yo, pensando: ¿Qué carajo acaba
de decir? De hecho, me meto el dedo en el oído, para limpiar el agua que está
obviamente atascada allí por la ducha de la mañana, lo que jodidamente
distorsiona mi audición.
Pero entonces habla de nuevo. Y suena exactamente igual.
—Sí, sífilis.
Mi estómago se estremece, y hay una muy buena posibilidad de que esté a
punto de perder mi desayuno.
—Obtuve el resultado de las pruebas hace unos días. La gente de la clínica
dijo que tenía que ponerme en contacto con todos aquellos con quienes he tenido
relaciones sexuales. Y ese eres solo tú. Recordé tu nombre y que eras un abogado
aquí en DC. —Agita sus manos—. Así que... aquí estoy.
Podría querer moverse un poco a la derecha. Definitivamente voy a vomitar.
Respira más fácil ahora, luciendo aliviada de haber dicho todo. Cuán
malditamente bien por ella.
—¿Tienes alguna pregunta, Jake? ¿Cualquier cosa que quieras decir?
Jodido infierno, simplemente debería haber ido a almorzar.
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6
Traducido por Ivy Walker
Corregido por florbarbero
1
Hanna Hand: Juego de palabras refiriéndose a su mano.
Dos semanas después
Traducido por Fany Keaton
Corregido por Sandry
Brent tenía razón. Han sido las dos semanas más largas y lentas de mi vida.
He ejercitado tanto que rompí mi banco de pesas. Hanna y yo hemos pasado
demasiado tiempo juntos. El sexo es rancio y está comenzando a ponerse pegajosa.
Hora de romper con ella.
No soy un ninfómano, no necesito tener sexo todas las noches, pero dos 2
semanas es un gran período de sequía. No ha sido agradable, y tampoco mi estado
de ánimo. Con cada día que ha pasado, me he vuelto exponencialmente más
3
insoportable. Tenso. Con poca paciencia. Al borde.
En esencia, verdaderamente excitado.
Stanton ha tratado de evitar estar en la oficina junto a mí. La tarde en que lo
amenacé con arrancarle la lengua mientras se ponía juguetón en el teléfono con
Sofía podría tener algo que ver con eso.
Y a pesar de que hoy es el día que espero que termine rápidamente, la
ansiedad sobre mis resultados me tienen aún más estresado. Lo que son en realidad
malas noticias para el cliente que acaba de entrar en mi oficina.
Milton-No-Puedo-Seguir-Una-Sola-Jodida-Regla-Bradley.
Milton-Me-Arrestaron-Porque-Me-Encontraba-En-Un-Coche-Que-Fue-
Detenido-Con-Diez-Bolsas-De-Heroína-En-La-Guantera-Bradley.
La puerta resuena en sus goznes cuando la tiro para cerrarla detrás de él y le
doy mi mirada más oscura. Pone las manos en sus bolsillos y camina hacia una
silla como si se encontrara caminando de paseo en el parque, sin importarle el
mundo.
Hoy no, imbécil.
Mientras se encorva en la silla, me siento detrás del escritorio y doblo las
manos para evitar darle un puñetazo.
—¿Qué te dije? —pregunto.
—No era mía.
Mi voz se vuelve más baja. Más aguda. —¿Qué te dije?
Baja la mirada, como un perro sumiso. —Me dijiste que me quedara en casa,
pero…
Levanto el dedo. —No hay peros. Te dije que mantuvieras tu patético trasero
en casa, y eres tan idiota que no escuchas.
Se pone de pie, su rostro pasando de blanco a rosa furioso. —¡No puedes
hablarme de esa manera! Mi padre paga tu salario.
Yo también me pongo de pie, y soy mucho más atemorizante que él. —
Siéntate.
Lo hace. Me quedo de pie. —Acabo de hablarte así, idiota. Y no me
atemorizas, así que supéralo. En cuanto a tu padre, no, él no me paga mi salario.
Peor incluso si lo hiciera, no dudaría en decirte lo estúpido imbécil que eres.
2
Se vuelve más rojo con cada palabra. 4
Me vuelvo a sentar, mi lengua volviéndose más filosófica. —¿Sabes lo que le
pasa a chicos como tú en la cárcel, Milton? ¿Bonitos niños ricos de olor dulce?
Y se vuelve de rosa a pálido en cuestión segundos.
—A menos que tengas alguna fantasía de conseguir tu culo desgarrado,
necesitas meterte en ese cráneo grueso que la única cosa interponiéndose entre tú y
un compañero de celda llamado Chewbacca, soy yo.
Finalmente parece asustado.
—Y porque es mi trabajo, mantendré tu no merecido culo fuera de la cárcel,
quieras cooperar o no. ¿Lo entiendes?
Asiente e inteligentemente mantiene la boca cerrada.
—Ahora…‖¿tus‖huellas‖se‖encuentran‖en‖alguna‖de‖las‖bolsas‖de‖heroína?
Niega con la cabeza. —No. Nunca las toqué.
Perfecto. Es probable que pueda trabajar en torno a su último arresto.
Saco una tarjeta de negocios de mi cajón superior. —Cuando salgas de mi
oficina, ve directo a esta dirección.
Examina la tarjeta. —¿Qué es?
—Es una empresa de vigilancia. Te pondrán un grillete que les dirá si sales
de casa. Si lo haces, me lo notificarán.
Abre su boca para discutir.
—Ni una jodida palabra, Milton. Esta es tu última oportunidad, la cagas y es
el plan B hasta el final.
—¿Cuál es el plan B? —pregunta, como si fuera una opción que prefiere
considerar.
—Te doy una paliza. No puedes meterte en problemas si te he inmovilizado.
Traga con fuerza, lo escucho. —De…‖de‖acuerdo‖—tartamudea—. Esta vez
de verdad, pondré atención.
Mi expresión sigue siendo dura; no me inmuto ni un centímetro. —Por tu
bien, malditamente más te vale.
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5
Dos horas después, me encuentro en una sala de examen en el consultorio
de mi doctor, sentado en una mesa con un estúpido papel arrugándose bajo mis
pantalones beige. Reviso mi reloj. Llega tarde. Como si mi estado de ánimo no
fuera lo suficientemente negro, de verdad odio que me hagan esperar.
Con nada mejor que hacer, le echo un vistazo a las paredes de la habitación.
Certificados enmarcados de Yale, un cartel de la forma adecuada de lavarse las
manos, un anuncio de la vacuna contra la gripe, y un recordatorio para hacerte el
examen de la próstata.
Dispárame ahora. Sáquenme de mi miseria.
Y por enésima vez en dos semanas, juro que nunca volveré a estar en esta
posición. No más sexo con desconocidas. No más novias despechadas con
problemas de autoestima esperando alocarse con un polvo de un extraño. De ahora
en adelante, son solo citas. Las conoceré. Voy a ser malditamente exigente, sin
importar lo poco apetecible que suene.
Finalmente, la puerta de la habitación se abre, y entra un rostro desconocido
con una bata blanca. Cabello castaño claro, ojos pequeños oscuros, un mentón
suave que parece que nunca ha conocido una navaja.
Parece que tiene doce jodidos años.
—¿Puedo ayudarte? —pregunto.
Levanta la mirada del archivo en sus manos, sonriendo. —Buenos días,
Señor Becker. Soy el Doctor Grey.
Por un momento fugaz miro la puerta, esperando que su padre entre tras él.
—¿Seguro?
Buena sonrisa natural. —Sí, seguro que soy doctor. Soy nuevo en la práctica.
El Dr. Sauer tuvo una emergencia familiar por lo que lo cubro durante el día de
hoy. —Gira una página del archivo, revisando el contenido—. Antes de que
discutamos sus resultados, vamos a revisar los protocolos recomendados para las
relaciones sexuales seguras, incluyendo los preservativos, lubricantes
espermicidas,‖control‖de‖nacimiento…
Extiendo mi mano en el aire. —No lo hagamos. Estoy bien con todo. Solo
dígamelo directamente, ¿mis resultados son buenos o malos?
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6
Impulsándome con los brazos, corro por la calle y luego giro bruscamente a
la izquierda por la calle que conecta, intentando mejor que puedo de no empujar a
los peatones en la banqueta. Esquivo un auto tocando bocina y llego al otro lado de
la calle en tres zancadas, luego subo los escalones de concreto en dos pasos,
entrando por la puerta de un centro comercial que desemboca a dos cuadras, en
una calle en la que vi al niño girar. Corro más allá de Gap y la zona de comidas.
—¡Cuidado! —grita un hombre encorvado de cabello gris cuando paso,
moviendo su bastón.
Salgo por las puertas traseras a la calle.
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Miro a la derecha, luego a la izquierda. Veo a la pequeña mierda, todavía 2
corriendo, con su mochila como un faro en la luz del sol desvaneciéndose. El sudor
gotea por mi frente mientras corro por la calle, saltando sobre un hidrante de
incendio como un corredor de pista. Extiendo mi brazo, mis dedos intentando
alcanzarlo…‖ y‖ atrapo‖ al‖ pequeño‖ hijo‖ de‖ puta‖ por‖ la‖ parte‖ trasera‖ de‖ su‖ camisa‖
blanca.
¡Te tengo!
Él grita indignado, luego gira y se retuerce como un pez en el anzuelo,
intentando deshacerse de mi agarre. Pero no hay manera de que eso vaya a
suceder.
—¡Suéltame! ¡Déjame ir!
Lo sacudo para captar su atención y gruño—: ¡Cálmate!
Pequeños puños golpean contra mi brazo, empujan mi estómago. Lo sacudo
de nuevo. —¡Dije que pares! Ahora. —Y luego, en voz más baja—. No voy a
herirte.
Pero está determinado. —¡Ayuda! —grita, intentanddo hacer contacto visual
con los rostros curiosos observándonos. Como la mayoría de los transeúntes,
siguen caminando, imaginando que alguien más va a intervenir, pero no ellos.
Luego el pequeño bastardo grita el mantra marcado en las cabezas de los niños por
padres sobreprotectores y anuncios del servicio público contra extraños peligrosos.
—¡No eres mi padre! ¡No te conozco! ¡Ayuda!
Lo sacudo más fuerte ahora, haciendo sonar sus dientes. Luego siseo—: ¿De
verdad quieres atraer la atención hacia nosotros con mi billetera en tu maldita
mochila?
Eso lo calma. Jadeando como un zorro en una trampa, deja de retorcerse. Y
en realidad tiene las pelotas para fulminarme con la mirada, sus cejas juntas por el
resentimiento.
—¿Hay un problema aquí?
La pregunta viene del oficial de policía que acaba de pararse a mi derecha.
Observa la escena con expresión autoritaria, hasta que me mira y su rostro se
derrite con el reconocimiento.
—Hola, Becker.
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A la mayoría de los policías instintivamente no les gustan los abogados
defensores. Puedo entender su problema; pasan sus días arriesgando sus vidas 3
para sacar a la escoria de la calle, y aquellos de mi profesión se rompen el culo para
devolverlos, frecuentemente cuestionando las acciones de los policías —cómo
llevaron a cabo el arresto, si tenían una causa probable—, para encontrar motivos
para sacar a nuestros clientes. Es una relación naturalmente antagónica. Aceite y
vinagre.
Personalmente, me gustan los policías. Claro, son asnos y pueden ser unos
malparidos autoritarios, pero en líneas generales, son personas decentes
intentando cumplir con un trabajo verdaderamente difícil.
Paul Noblecky es un policía de barrio que entrena en el mismo gimnasio
que yo. Hemos jugado básquetbol un par de veces y luego hemos ido a tomar unas
cervezas.
—¿Cómo te va, Noblecky?
Inclina su cabeza agradablemente. —No puedo quejarme. —Señala al chico
que todavía estoy sosteniendo por el cuello como un cachorrito—. ¿Qué es esto?
Y antes de que pueda contestar, el cachorrito dice—: Sólo bromeaba. Becker
es mi niñera. Le dije que era más rápido que él y dijo que no lo era.
Mi primer instinto es reír, porque el chico sin duda tiene un don para
mentir. Me pregunto si jamás ha considerado una carrera en leyes, o en política. Mi
segundo impulso es decir la verdad, delatarlo, y dejárselo a Noblecky. Alejarme y
lavarme las manos.
Pero‖algo‖en‖su‖rostro…‖no‖me‖deja.‖La‖mirada‖en‖sus‖ojos,‖una‖mezcla‖de‖
desesperación y amargura. Está esperando mi ayuda, mi piedad, pero al mismo
tiempo odia necesitarlas. Y hay algo inocente sobre este chico que es diferente del
exterior escarpado de los verdaderos chicos de la calle. Algo me dice que todavía
puede ser salvado.
Y que vale la pena salvarlo.
Por lo que froto su cabeza, desordenando su cabello y haciendo un buen
espectáculo. —Te dije que podía ganarte.
Noblecky ríe. —¿Entonces alguien de verdad te dejó cuidar de su chico? —
Observa al niño—. Mis condolencias.
El chico se estremece en respuesta. Es rápido, casi imposible de ver. Pero me
doy cuenta.
Noblecky me da un codazo y bromea—: ¿Cuánto cobras? —Tiene uno de
cinco años en casa—. Si no saco a Amy a cenar pronto, va a divorciarse.
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Sacudo mi cabeza. —Es algo de una sola vez. Los niños no son lo mío. 4
Se gira para irse. —Muy bien, te veo por ahí, Becker.
—Cuídate —digo mientras se aleja.
Tan pronto como Noblecky está fuera del rango de audio, arrastro al chico
por la vereda, más cerca al edificio. Extiendo mi mano. —Devuélvela.
Pone sus ojos en blanco, busca en su mochila y deposita mi billetera en mi
mano con un golpe. No creo que haya tenido suficiente tiempo como para sacar
algo, pero compruebo mi dinero y mis tarjetas de crédito para estar seguro.
Satisfecho, la deslizo en mi bolsillo. —¿Cuál es tu nombre?
Alza la vista hacia mí. —¿Eres policía?
Niego con la cabeza. —Abogado.
—Soy Rory.
—¿Rory qué?
—McQuaid.
Lo‖ observo.‖ Camiseta‖ blanca,‖ pantalones‖ beige…‖ un‖ uniforme‖ de‖ escuela‖
privada. Añade las zapatillas de doscientos cincuenta dólares y la mochila J. Crew
y tengo que preguntar—: ¿Por qué robaste mi billetera, Rory McQuaid?
Patea la acera. —No lo sé.
Por supuesto que no lo sabe.
Sus hombros se levantan. —Simplemente para ver si podía hacerlo,
supongo.
Este es el momento en que me pregunto qué demonios se supone que haga
con él ahora. Mantenerlo fuera del sistema parece lo correcto, pero dejarlo irse
impune, no. Necesita aprender que las acciones estúpidas tienen consecuencias —y
malas—, y necesita saberlo ahora. Si no, habrá decisiones peores en su futuro, con
penas más severas de las que será capaz de pagar.
Hago un gesto con mi mano hacia el final de la calle. —Muy bien, vamos.
Rory se queda justo donde está. —No voy a ningún lado contigo. Podrías
ser un pederasta.
Frunzo el ceño. —No soy pederasta.
—Eso lo dicen todos los pederastas. 3
Mis cejas se alzan. —Carterista y listillo, ¿eh? Perfecto. Debe ser mi día de 5
suerte. —Señalo con mi brazo hacia el final de la calle de nuevo—. Voy a llevarte a
casa. Les diré a tus padres lo que hiciste, y ellos van a lidiar contigo.
Mi madre solía recibir llamadas frecuentes sobre el mismo tema: de
profesores, consejeros y policías benevolentes. Nunca cambió mi actitud o mi
comportamiento jodido, pero ella siempre apreció saber en qué estaba metido
verdaderamente su hijo, incluso aunque tenía que trabajar demasiadas horas para
hacer algo al respecto.
Una sombra cae sobre el rostro de Rory. —No tienes que hacerlo. No voy a
robar nunca más.
—Eso lo dicen todos los ladrones.
Eso le saca una corta risa a regañadientes. Pero todavía vacila.
—Mira, chico, puedo llevarte a casa y tú te enfrentas con tus padres, o
puedo traer al Oficial Noblecky. Es tu decisión.
Patea el pavimento y maldice por lo bajo. Luego se acomoda la mochila en
su hombro y encuentra mi mirada. —¿Dónde está tu auto?
Cuando llegamos a mi Mustang, Rory se sube al asiento trasero y abrocha su
cinturón sin que le diga nada. Me da su dirección; cerca de dieciséis kilómetros
fuera de la ciudad, y partimos.
—¿De verdad tu nombre es Becker? —pregunta después de unos pocos
minutos.
Encuentro su mirada por el espejo. —Sí, Jake Becker. —Luego hago una
pregunta—: ¿Cuántos años tienes, chico?
—Tendré diez en cinco meses.
Asiento lentamente. —También conocido como nueve.
Sonríe. —Y me dijiste listillo a mí.
Aparte de eso, se queda callado durante el viaje, observando por la ventana.
Pero luego de que giramos en Rock Creek Parkway, cuando antiguos robles
gigantes bordean la carretera, los nombres de la calle cambian a Whitehaven,
Foxboro, y Hampshire, y los caminos de entrada se vuelven largos y tienen rejas,
3
Rory se pone aún más sombrío. Sale de él en olas amenazantes y hostiles, en el 6
agarre de su mano y la tensión de sus hombros.
—¿No te van a castigar demasiado duro, o sí?
Me refiero a sus padres. Sólo porque parece bien alimentado, limpio, y libre
de heridas, no significa que no sea posible que algo más siniestro esté esperándolo
en su casa.
—No —responde sin miedo—. Estaré bien.
Cuando me detengo en la dirección de Rory, la puerta de hierro forjado se
abre automáticamente. El amplio camino de entrada está flanqueado por farolas y
cerezos, y tiene forma de herradura. La casa está hecha de ladrillos majestuosos,
con una arquitectura georgiana, completamente restaurada con persianas negras y
molduras blancas detalladas alrededor de sus catorce ventanas. Hay una cochera
para tres autos y un gran patio frontal rodeado por muros de piedra natural y
arbustos verde brillante.
Apago el motor y observo la casa, pensando que podría estar intentando
engañarme. —¿Vives aquí?
—Sí.
—¿Qué eres, el hijo del jardinero?
Rory frunce el ceño, confundido. —No. Es la casa de mis padres. —Luego,
más bajito, dice—:‖Era…
No entra en detalles y sale del auto con la mochila a cuestas. Doy unas
largas zancadas para alcanzarlo y nos paramos frente a la puerta gigante de roble.
Pongo mi mano en su nuca, sólo para estar listo en caso de que corra. Luego toco el
timbre.
Una cadena de ladridos agudos sigue inmediatamente. Se oye algo
arrastrándose dentro y luego la puerta se abre.
Y el aire sale de mis pulmones.
Mide un metro sesenta y cinco, quizás metro setenta, con largas piernas
tonificadas en mallas negras ajustadas. El contorno de una cintura esbelta se asoma
por debajo de la blusa de algodón, con botones en la cima que se tensan para
abarcar unos pechos llenos, firmes y perfectos. Su cuello es elegante, pálido
cremoso,‖y‖su‖rostro…‖Jesús,‖deja‖a‖los‖{ngeles‖de‖Victoria’s‖Secret‖en‖vergüenza.‖
Barbilla obstinada, pómulos altos, amplios labios llenos y libres de brillo labial,
nariz traviesa, y dos ojos azul hielo que brillan como malditos diamantes en un día
brillante de invierno. Su cabello pelirrojo multifacético está apilado en la cima de 3
su cabeza, con un par de mechones sueltos alrededor de su rostro. Lentes
cuadrados de borde oscuro enmarcan esos ojos llamativos, dándole un tipo de
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impresión académicamente sexy de bibliotecaria sensual.
Intento tragar, pero mi boca se secó.
—Rory —dice con alivio, enfocándose en el chico a mi lado. Y entonces se
enoja—: ¿Dónde has estado? ¡Se suponía que volvieras a casa hace horas! ¿Y por
qué no tienes tu teléfono encendido?
El niño se aleja de mi agarre, camina a través de la entrada de azulejos
blancos y negros, y sube por las escaleras, sin siquiera mirarla.
—¡Rory! ¡Oye! —le grita ella. Inútilmente.
Sus nudillos se ponen blancos en donde agarran el marco de la puerta, y
luego se gira hacia mí. —¿Hola?
Es más una pregunta que un saludo.
—Hola —respondo, simplemente observando. Disfrutando la vista.
Mierda, estoy caliente.
Luego sacudo mi cabeza, saliendo del estupor idiota inducido por haber
estado privado del sexo por tanto tiempo.
Comienzo de nuevo, extendiendo mi mano. —Hola. Soy Jake Becker. Soy un
abogado. —Siempre es bueno presentar este hecho porque, al igual que con los
oficiales de policía, hay una confianza instantánea que se nos da a los que tenemos
profesiones legales, incluso si no siempre es merecida.
—Chelsea McQuaid. —Mi mano aprieta la suya mientras ella la sacude con
un agarre cálido y firme.
—Traje a Rory a casa.
Su cabeza se inclina y sus labios se aprietan con curiosidad sospechosa. —
¿De verdad?
—Necesito hablar con usted sobre su hijo, señora McQuaid —le digo, yendo
con la conexión más lógica entre ella y el casi ladrón.
Sus ojos me examinan y puedo ver los engranajes de su juicio empezar a
girar. Está debatiéndose sobre si debería dejar entrar a un imponente hombre
desconocido hoy en el día. No tengo dudas de que mi traje caro y mi buena
apariencia ayudan a inclinar la balanza a mi favor.
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—Muy bien. —Da un paso hacia atrás—. Por favor pase, señor Becker.
Me paro en el umbral. —Jake, por favor. —Cierra la puerta detrás de mí,
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estirándose para deslizar un seguro para niños en la cima. Luego un pequeño
borrón de largo pelo color caramelo y chocolate surge desde detrás de ella y se
abalanza sobre mis zapatos, olfateando y ladrando, sacando pecho y gruñendo.
Un claro caso de síndrome de perro pequeño, como nunca había visto.
—¡Cosa, para! —lo regaña.
La comisura de mi labio se tuerce hacia arriba. —¿El nombre de tu perro es
Cosa?
—Sí. —Sonríe. Y es jodidamente impresionante—. Tío Cosa. ¿Cómo en La
Familia Addams?
Cosa se pone más irritado, luciendo como una pelambrera loca.
Encuentro su mirada. —Sobre‖tu‖hijo…
—Sobrino, en realidad. Soy la tía de Rory.
Mis oídos se animan. Dada la vista de su mano desnuda, hay una buena
posibilidad de que sea la tía soltera de Rory.
Las mejores noticias que he oído en todo el maldito día.
El llanto de un bebé llega desde otra habitación, perforador y exigente.
Chelsea gira su cabeza. —¿Podrías‖venir‖conmigo?‖Tengo‖que…
Ya está caminando y estoy justo detrás de ella.
Pasamos por la arqueada puerta de una biblioteca y un conservatorio con un
piano de cola, luego por un despacho con un cobijo enorme y techos de catedral.
Los muebles son de buen gusto y limpios pero en tonos tierra, cálidos. Hay
docenas de fotos enmarcadas de niños cubriendo cada pared. Chelsea empuja la
puerta que da a la cocina, donde el llanto se vuelve más ruidoso.
La cocina es aproximadamente del tamaño de todo mi apartamento. Cuenta
con pisos de madera, gabinetes de caoba, una isla en el centro de granito
contrarrestado con un segundo fregadero, y está hasta el tope con
electrodomésticos de acero inoxidable. Una mesa redonda para ocho lugares se
encuentra en una alcoba detrás de puertas francesas que se abren a un patio de
piedra y un jardín, con un camino empedrado que conduce a una piscina enterrada
más atrás.
Un asiento infantil se encuentra dentro de una cuna portátil de malla al lado
de la isla con un pasajero infeliz y vocal. —Aquí va, cariño —arrulla Chelsea, 3
agachándose para recoger el chupón que ha caído al estómago del bebé y vuelve a
ponerlo en su boca.
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Al menos creo que es un él, lleva pantalones de color azul oscuro y una
camisa con barcos en ella, así que, sí, es hombre. Le acaricia su rubia cabeza
melocotón y el llanto es reemplazado con una succión de satisfacción.
Una olla inmensa de plata burbujea en la estufa y el aire huele a calor y
caldo.
—¡Hola!
Me vuelvo a mi derecha, donde se sienta un bebé como de dos años, ésta sin
duda una niña, con escaso cabello dorado y una playera rosa manchada en el
suelo, rodeada de libros y bloques.
—Hola —respondo, serio.
Ella se vuelve más ruidosa. —¡Hola!
Asiento con la cabeza de vuelta. —Hola.
Su cara se arruga, su voz se vuelve más baja, y se inclina hacia adelante
como si estuviera a punto de decirme algo serio. Pero todo lo que sale es—:
Hooolaaa.
—¿Hay algo malo con ella? —pregunto.
—No —responde Chelsea, sonando un poco ofendida. —No hay nada malo
con Regan. Solo tiene dos años.
Y Regan ha vuelto a sonreírme. —Hola.
—¿No se sabe otra palabra?
—No. Sólo tiene dos años.
—¡Hola, hola, hola, hola!
Me doy por vencido y me alejo.
—Así que, ¿cómo puedo contactar a los padres de Rory? Es importante que
hable con ellos.
Su rostro se tensa. Herido. —No puedes. Ellos... mi hermano y su esposa
tuvieron un accidente automovilístico hace casi dos meses. Murieron.
Y todas las piezas caen en su lugar. Los comentarios que Rory hizo, su ira poco
sutil con el mundo entero. Pero es el nombre que destaca más, el nombre y el
4
accidente. 0
La señalo gentilmente. —¿Robert McQuaid era tu hermano? ¿El cabildero
ambiental?
Sonríe, pequeña y triste, y asiente. —¿Conocías a Robbie? DC es una ciudad
tan ocupada, pero he tenido la impresión de que también es como un pequeño
pueblo. Todo el mundo conoce a todo el mundo.
Cuando se trata de los círculos políticos y legales, es exactamente así.
—No, no lo conocí. Pero. . . oí cosas buenas de él. Que era honesto y sincero.
Eso es una cosa rara por aquí.
Y de repente, parece más joven de alguna manera. Más pequeña y
más...delicada. ¿Está sola en esta enorme casa con los niños? ¿Sólo ella, Rory, Una
Palabra, y el Bebé?
Chelsea levanta la vista de sus manos. —Soy la guardián de Rory, así que lo
que ibas a decirle a mi hermano y su esposa, me lo puedes decir a mí.
Asiento con, reorientándome. —Correcto.‖Traje‖a‖Rory‖a‖casa‖porque…
Pero no tengo oportunidad de terminar la frase. Debido a que un estruendo
de pies, como una estampida de rinocerontes, retumba sobre nuestras cabezas,
interrumpiéndome. Chelsea y yo miramos al techo como si fuera a caer sobre
nosotros, mientras el sonido viaja, cada vez más cerca.
Y luego hay gritos. Del tipo de división de átomos, de almas en pena en el
infierno.
—¡Te voy a matar!
—¡Yo no lo hice!
—¡Regresa aquí!
—¡No fui yo!
Incluso la niña de dos años de edad, luce preocupada.
El ruido reverbera por la segunda escalera y se derrama en la cocina, y los
dos niños gritando y corriendo están dando vueltas alrededor de la isla como una
versión jodida de las atrapadas al estilo Los Juegos del Hambre.
—¡Te dije que te quedaras fuera de mi habitación! —Uno de ellos, una chica
alta, grita. Es una depredadora de cabello rizado y castaño, lista para saltar.
—¡Yo no lo hice! —La más pequeña chilla, con los brazos extendidos, en
4
busca de protección. 1
Jesucristo, ¿qué tipo de casa de locos es esta?
Chelsea se mete entre ellas, agarrando a ambas por sus brazos y
manteniéndolas separadas. —¡Es suficiente!
Y ahora le están gritando a ella, apelando a sus casos a la vez, cada una
tratando de ser más ruidosa que la otra. No puedo entender lo que están diciendo;
suena como: siseo, bla, ella, siseo, chillido. Pero la tía parece hablar la lengua nativa.
—¡Dije que es suficiente! —Levanta sus manos, con lo que al instante hay
bendito silencio.
Impresionante. Hay jueces federales que no pueden recaudar tanto respeto
en sus propios tribunales.
—Una a la vez. —Se vuelve hacia la chica más alta—. Riley, tu primero.
El dedo de Riley rebana el aire como un sable. —¡Entró en mi habitación
cuando le he dicho mil veces que no lo haga! ¡Y tomó mi maquillaje y arruinó mi
lápiz labial favorito!
La cabeza del Chelsea se gira hacia la más pequeña, que, ahora que no es
una loca gritona, me recuerda a una rubia Shirley Temple.
—Rosaleen, tu turno.
Una Palabra y yo miramos con impaciencia, esperando la refutación... pero
todo lo que sale es: —Yo no lo hice.
Lo cual, en mi opinión profesional, no sería una mala defensa... si su boca y
barbilla no estuvieran completamente cubiertas con grueso labial, rosa fuerte,
como si es la hija ilegítima de Ronald McDonald.
—Eres‖una…‖—comienza a gritar Riley.
Pero la mano levantada de Chelsea la detiene. —Tut, tut, a callar.
Levanta a la pequeña, Rosaleen, debajo de sus brazos y la posa sobre el
mostrador. —Y casi te creería —le dice Chelsea, sacando dos toallitas para bebé de
un tubo al lado del lavabo, limpiando la barbilla de la chica y mostrándole el paño
manchado de color rosa—, a excepción por las pruebas por toda tu cara.
Las grandes mentes piensan igual.
La pequeña niña se queda mirando a la tela con ojos azules del tamaño de
un cuarto. Entonces, al igual que cualquier acusado que sabe que está acabado, 4
hace lo único que puede, se lanza a sí misma a la misericordia de la corte.
2
—Lo siento, Riley.
Riley es impasible. —¡Eso no me va a devolver mi barra de labios, mocosa!
—¡No pude evitarlo! —suplica.
E inconscientemente asiento. Eso es chica, ve con la locura. Es todo lo que te
queda.
—El labial estaba allí, llamándome...
Voces. Las voces son buenas. Siempre una venta fácil.
Sus manos se profundizan en sus rizos rubios, agitando y tirando de ellos,
hasta que están salvajes y enloquecidos. —¡Me volvía loca! ¡Es tan rosa y bonito,
que tuve que tocarlo!
Chelsea cierra los ojos y respira profundamente, haciendo que esas tetas
fabulosas se presionen aun más contra su blusa. Disfruto el espectáculo, orando
porque un botón salga volando o porque el fregadero brote espontáneamente agua
por toda esa camisa blanca.
Un hombre puede soñar.
—Riley, ¿cuáles son tus deberes esta semana?
—Tengo que poner la mesa para la cena.
Su voz es amable pero firme. —Está bien. Rosaleen, vas a hacer los
quehaceres de tu hermana por el resto de la semana. Y cuando llegue tu mesada el
domingo, vas a usarlo para reemplazar la barra de labios que arruinaste.
¿Entendido?
—Bien. Lo siento, Riley.
Chelsea corre una mano tierna por los rizos desordenados de Rosaleen. —
Ahora, ve arriba y lava tu rostro, luego vienes para poner la mesa.
Con un movimiento de cabeza, salta del mostrador y pasa corriendo a mi lado
hacia las escaleras.
Su hermana objeta con vehemencia. —¿Eso es todo? ¿Es todo lo que le
harás?
Chelsea suspira, un poco molesta. —Tiene siete años, Riley. ¿Qué quieres
que haga, que la golpee con un palo?
—¡No es justo! —grita. Mucho más fuerte de lo necesario.
—A veces la vida no lo es. Cuanto más pronto lo entiendas, mejor estarás. 4
Riley golpea el mostrador. —¡Odio esta familia! 3
En un remolino de pelo castaño y furia, camina pesadamente por las
escaleras, mirándome en el camino. Como si yo arruiné su puto lápiz labial.
—Dulce niña —le digo a Chelsea secamente.
—Tiene catorce años. Está en una edad difícil. —Mira con nostalgia por los
escalones—. Será humana de nuevo... con el tiempo.
Traducido por Sandry
Corregido por Vanessa Villegas
—Lo siento por eso —dice Chelsea, agarrando un bloque que fue lanzado
por el suelo durante la pelea y entregándoselo al niño. Luego camina de vuelta a la
estufa, vertiendo un montón de verduras picadas por un colador en la olla. Sus
movimientos son sin esfuerzo, elegantes, y me pregunto si es bailarina—. ¿Empezó
a hablarme de Rory?
—Cierto.‖Él…
Pero por supuesto no consigo decírselo. Eso sería demasiado fácil.
En lugar de eso soy interrumpido por la aparición de un niño caminando por la
puerta de la cocina, un muchacho con la cara de Rory. Es un poco más delgado, un
4
poco más alto, con gafas de Harry Potter redondas de montura metálica 4
encaramadas en la nariz.
No puedo ocultar el horror de mi tono. —¿Hay dos de él?
Chelsea sonríe. —Si esa es su manera de preguntar si Rory tiene un gemelo,
entonces la respuesta es sí.
—Veo que has conocido a mi hermano —dice el niño, al parecer
acostumbrado a esa reacción—. No me juzgues sólo porque compartimos el mismo
ADN. ¿Has oído el término "genio del mal"?
—Sí.
—Rory es el mal. Yo soy el genio.
—¿Cuántos niños viven en esta casa exactamente? —pregunto a la tía.
Se está empezando a sentir como si fueran cucarachas, ves una, y puedes
apostar a que hay cincuenta y más arrastrándose por el interior de las paredes. Me
estremezco al pensarlo.
—Seis.
¿Seis? Supongo que Robert McQuaid no tenía muchas aficiones.
El chico recupera un monopatín negro de la esquina y le dice a su tía—: Voy
al lado con Walter.
—Bien. Asegúrate de ponerte el casco, Raymond.
El chico gime. —Me hace ver como un idiota.
—Y cuando estés en un estado de coma tras fracturarte el cráneo en el
pavimento,‖¿crees‖que‖te‖vas‖a‖ver…guay?
La arrogancia de Rory obviamente es genética.
—No —se queja Raymond—.‖ Es‖ sólo‖ que… —Se vuelve hacia mí—. Eres
un chico, entiendes lo que quiero decir. Explícaselo.
—Sí. —Chelsea se cruza de brazos—. Explícame cómo tener un pene te
excusa de las leyes de la gravedad.
—¡Oh Dios mío! —chilla Raymond, sus orejas y mejillas poniéndose rojas—
. No digas eso.
—¿Qué? —Mira de él a mí—. ¿Qué dije?
Me encojo de hombros porque no tengo ni puta idea.
—¿Pene? —adivina. 4
Y Raymond hace una impresión fabulosa de un tomate. —¡Oh Dios mío! 5
¡Eres tan humillante! —Agarra su patineta y huye.
—¡El casco Raymond! —grita Chelsea—. ¡O el patín se asará en la chimenea
esta noche!
Me mira con un suspiro y una sonrisa. —Son las pequeñas alegrías que me
hacen soportar el día.
Y‖tengo‖ganas‖de‖reír.‖Chelsea‖no‖sólo‖es‖sexy,‖es… entretenida, también.
Va de nuevo a la cocina y empieza a levantar la gigantesca olla pesada, y yo
me acerco rápidamente y se la quito de las manos. —La tengo.
—Gracias. —Me dirige a un tazón de cerámica sobre el mostrador y echo
con cuidado el caldo caliente, con sus trozos blancos y tiras de color verde, en el
recipiente. Entonces nos encontramos a sólo unos centímetros de distancia, esas
azules bellezas cristalinas fijas en mí.
—Así‖que…‖ ¿Cómo conoció a mi sobrino, Sr. Becker?
Se lo digo sin rodeos, como arrancando una curita. —Me robó la billetera,
Chelsea. Justo en la calle. Tropezó conmigo, deslizó su mano en mi bolsillo, y luego
se fue.
Sus ojos se cierran y sus hombros se encorvan. —Oh —Después de un
momento, se frota la frente, luego levanta la barbilla y me mira—. Lo siento tanto.
Agito la mano. —No pasa nada.
Su voz se suaviza, con un tono de tristeza. —Lo está llevando realmente
mal. Quiero decir, todos lo hacen, por supuesto, pero Rory está tan…
—Enfadado —digo, terminando por ella.
Asiente. —Sí. Enfadado —Su voz cae, un rastro de dolor filtrándose—.
Sobre‖todo‖conmigo.‖Es‖como… si estuviera resentido conmigo. Porque yo estoy
aquí y ellos no.
—¿Cuántos años tienes? Si no te importa que lo pregunte.
—Veintiséis.
—¿Tienes alguna ayuda? ¿Tus padres? ¿Amigos?
Rosaleen regresa a la cocina mientras su tía niega con la cabeza. —Mis
padres fallecieron hace unos años. Todos mis amigos volvieron a California. Yo
4
estaba‖en‖la‖escuela‖de‖posgrado‖allí…‖antes… 6
Su voz se apaga, los ojos en su sobrina cuando agarra una pila de platos de
la encimera.
—La primera vez que me mudé, llamé a una agencia para una niñera a
tiempo‖parcial,‖pero…
—Pero ella era una perra —interviene Rosaleen.
—¡Oye! —La cabeza de Chelsea se gira bruscamente—. No hables así.
—Eso es lo que dijo Riley.
—Bueno, tú no lo digas.
Tan pronto como la chica sale a poner la mesa, Chelsea se vuelve hacia mí.
—Era una perra. No dejaría a mi familia con ella, no le importan los niños.
—¿Qué pasa con los servicios sociales?
Niega con la cabeza. —Nuestra trabajadora social es agradable, intenta
ayudar, pero está toda esa materia administrativa. Listas de verificación y
reuniones necesarias, inspecciones sorpresivas y entrevistas, a veces se siente como
que están a la espera de que la líe. Como si no creyeran que puedo hacerlo.
—¿Puedes? —pregunto en voz baja.
Y esos magníficos ojos arden con determinación. —Tengo que hacerlo. Son
todo lo que tengo.
—Querrás decir que tú eres lo único que ellos tienen —la corrijo.
Su hombro se alza y hay una tristeza exquisita en su sonrisa. —Eso también.
Me froto la nuca. —Debes poner al chico en terapia, Chelsea.
Normalmente no recomendaría una cosa así, pero Brent me hizo un
creyente. Especialmente cuando se trata de traumas infantiles. Él jura que, si
hubiera tenido que lidiar con la pérdida de su pierna sin terapia, habría terminado
por un desgraciado alcohólico furioso.
—Lo sé. —Se ajusta las gafas de fóllame—. Está en la lista. Tan pronto como
tenga un minuto libre para buscar, voy a encontrar un buen terapeuta para todos
ellos.
—¿La lista? —pregunto.
Apunta a la nevera, donde un imán tiene una lista escrita a mano de
4
alrededor de mil elementos. —Mi cuñada, Rachel, hacia mil cosas al mismo 7
tiempo. Y tenía una lista para todo. Así que empecé una también. Esas son todas
las cosas que tengo que hacer, tan pronto como sea posible.
Una lista de tareas que nunca se hace más pequeña, puede ser mi nueva
definición del infierno.
—Está bien. —Hice lo que tenía que hacer. Ahora él es su problema, son
todos su problema. No el mío—. Bueno, debo irme.
Su cabeza se inclina y un delicado mechón de pelo cae por su mejilla. —
Muchas‖ gracias‖ por‖ traerlo‖ a‖ casa.‖ Por‖ no‖ presentar‖ cargos.‖ Yo…‖ ¿le‖ gustaría‖
quedarse a cenar? Siento que es lo menos que podía hacer.
Echo un vistazo a la cazuela. —¿Qué estás haciendo?
—Sopa de miso y sándwiches de queso a la parrilla.
Suena como algo que les sirven en la cárcel para reducir los costos.
—No, gracias. Tengo un poco de trabajo‖por‖terminar…‖ y soy más un tipo
de carne y papas.
Chelsea camina conmigo fuera de la cocina hacia la puerta principal. —
Bueno, gracias de nuevo, Sr. Becker.
Hacemos una pausa, uno frente al otro en el brillante suelo del vestíbulo de
azulejos blancos y negros. Y siento cuatro pares de ojos en el rellano por encima de
nosotros observando, escuchando, quemando agujeros en la parte posterior de mi
cabeza.
Bueno, a la mierda, ¿por qué no?
Deslizo una tarjeta de visita de mi cartera. —Aquí está mi tarjeta. —Chelsea
la toma, mirando hacia abajo a la impresión negra, acariciando su dedo contra una
esquina—.‖Por‖si‖tienes‖una‖noche‖libre‖y‖quieres‖ir‖a‖cenar,‖tomar‖una‖copa‖o…‖
algo.
La chica mayor, la que odia a su familia, deja escapar un breve resoplido de
incredulidad. —¿Acabas de pedirle salir a una cita?
Mantengo mis ojos en el rostro de Chelsea. —Sí, lo hice.
Y sus mejillas se vuelven la sombra más hermosa de color rosa.
Entonces es el turno de la rubia Shirley Temple. —¡Pero eres muy viejo!
Aparto mis ojos del rubor del Chelsea para acribillar a la niña con el ceño 4
gruñón.
8
—Tengo treinta.
La ceja gruñona falla en la intimidación.
—¡Treinta! —Se pone las manos en las caderas—. ¿Tienes nietos?
Una risa burbujea en mi pecho, pero no lo hace más allá de mis labios. Esta
niña es todo un personaje.
—Treinta no es lo suficientemente mayor como para tener nietos, Rosaleen
—explica Chelsea. Su atención se balancea de nuevo a mí y su voz se deja caer más
baja—. Dudo que vaya a tener una noche libre a corto plazo,‖pero…‖es‖bonito‖ser‖
invitada a salir.
—Cierto. —Asiento—. Buenas noches, Chelsea. —Una mirada fugaz a las
cuatro caras mironas me hace añadir—:‖Y…‖buena‖suerte.
Definitivamente la va a necesitar.
Traducido por NicoleM
Corregido por Fany Keaton
El sábado, acepto la oferta de Brent para tener una cita doble. De la manera
en que lo veo, esta cosa de las citas es algo así como pescar. Cuanto más sedal
lances, mayor es la probabilidad que atrapes algo que sea comestible. Cuando
tienes hambre, y definitivamente tengo hambre, incluso una trucha maltratada se
ve apetecible.
Y la amiga de Lucy Patterson, una colega en Emblem & Glock, no es
definitivamente una trucha. Es linda. Corto cabello negro; cuerpo atlético,
tonificado y alto, mencionó que es una tenista entusiasta, y por el aspecto de su
culo, no me tomaba el pelo. Resultó ser una noche agradable, pero no una no- 4
puedo-esperar-a-meterme-en-tus-pantalones-follemos-en-el-callejón-detrás-del-bar
tipo de excitante. Los cuatro nos reunimos en un lugar local, comimos bocadillos, y
9
tomamos un par de jarras de cerveza. Ya que teníamos la misma carrera
profesional, lidiábamos con los mismos jueces y fiscales, y teníamos jefes estrictos
parecidos, en su mayoría hablamos de trabajo. En cierto modo se sintió como una
reunión de negocios relajada e informal, y antes de separarnos en la acera fuera del
bar, todo estuvimos de acuerdo en reunirnos otra vez el próximo fin de semana.
Para la cita, al parecer, crucial número dos.
Y si tengo suerte, tal vez tendré mi polla húmeda antes de fin de mes.
Excelente.
Cuando llego a casa, no puedo evitar que mis pensamientos vayan de largos
y duros a una tía joven de cabello castaño. Con énfasis en la palabra duros.
Era energética, eso me gustó. De mente fuerte, pero... definitivamente suave
en esa manera femenina y atractiva.
También estaba jodidamente en su propio mundo.
Me pregunto cómo manejó a Rory después de que me fui, ¿castigó al
pequeño sabelotodo? ¿Lo hizo hacer tareas extras, tal vez, como cortar la yerba del
jardín o cortar el césped? Puedo decir por experiencia, que el trabajo manual deja
una jodida marca hasta en el más obstinado vándalo. Y su césped era inmenso.
Agarrando mi portátil, busco en internet al hermano de Chelsea, Robert, por
razones que no puedo explicar. Pero la fuerza de la información a mi alcance
literalmente es demasiado fuerte como para resistirla.
La mayoría de los representantes eran carroñeros. Negociadores aduladores
y engreídos quienes se encuentran ebrios por su poder sobre los poderosos, no
muy diferente a los oficinistas quienes dirigen el Departamento de Tránsito. Pero,
como le dije a su hermana, Robert McQuaid tenía fama de ser sincero y franco. Un
buen tipo que en realidad se preocupaba por la causa que se le pagó para ganar.
Hay una gran cantidad de información de su carrera y muerte. Se hallaba en
una cena benéfica con su novia de la universidad quien se convirtió en su esposa
por diecisiete años, Rachel. De camino a casa, un camionero se quedó dormido al
volante y se desvió hacia su carril, demasiado rápido para evitar una colisión de
frente. El obituario enumera los logros profesionales y sus sobrevivientes: seis
hijos, Riley, Rory, Raymond, Rosaleen, Regan, y Ronan, así como una hermana,
Chelsea, de Berkeley, California. Hay fotos, un par de los niños a través de los
años, con sus padres atractivos en varios eventos para toda la familia en DC. Y una
de Chelsea, con la cabeza inclinada, un vestido negro y grandes gafas oscuras, 5
junto a una tumba doble. Viéndose trágicamente hermosa. 0
Y demasiado sola.
Sintiéndome como un maldito acosador, terminé cerrando la portátil y
yendo a la cama.
5
El miércoles es un día lento. Me recuesto en la silla de mi escritorio y
observo por la ventana la calle irradiada de sol abajo. Un frustrado paseador de 6
perros forcejea con tres clientes de cuatro patas mientras estos enredan las correas,
luchando por el liderato. Un autobús turístico de dos pisos pasa retumbando,
dejando una nube de escape negro a su paso. Un padre corredor empuja un
cochecito naranja; casi pasa a llevar uno de los perros ladrando, pero se mueve
hacia el pasto en el último segundo.
Tal vez sea el bebé en el cochecito, quizás son los perros de pelo largo y que
parecen alfombras, tal vez es el hecho que no he dormido nada en casi tres
semanas, pero la imagen atractiva de Chelsea McQuaid se desliza en mi mente.
De nuevo.
Es la única imagen que veo cada vez que me masturbo, lo cual es
patéticamente a menudo.
Esos impresionantes ojos azules; los labios rosa de sonrisa rápida; su cuello
largo y pálido, que ruega por ser lamido; sus extremidades agiles, las cuales
simplemente apuesto a que son muy flexibles; y lo más importante, sus firmes tetas
de tamaño perfecto. Mentalmente me pateo por no pedirle su número.
Es demasiado mayor, demasiado caliente, para ser virgen a los veintiséis,
pero había algo en ella que parecía... puro. Intacto. Desconocido. Y esa es una
trayectoria que me gustaría trazar.
Me froto los ojos. Tengo que echar un polvo. Esta mierda de llegar a conocer
a una mujer primero está volviéndose una molestia más grande de lo que
esperaba. ¿Arriesgarse a contraer una ETS de verdad es tan importante?
Y entonces recuerdo cómo se sintió esperar los resultados de las pruebas. El
terror agudo y frío de tener que cargar con una enfermedad posiblemente de por
vida. O, aún más aterrador, con una que podría reducir mi vida útil. Demonios sí,
es importante.
No follar —sin importar lo espectacular que sea— vale la pena.
Ese debería ser el lema de todas las campañas de sexo seguro en la escuela
secundaria.
Mi secretaria abre la puerta de mi oficina, y me encuentro agradecido por la
distracción... hasta que me informa que un cliente no programado se encuentra
aquí, pidiendo verme. Al recordar cómo terminó esto la última vez, me hallo
apunto de decirle a la señorita Higgens que les diga que se vayan a la mierda.
Hasta que agrega—: Es la señorita Chelsea McQuaid, Jake. Y tiene a toda
5
una camada de pequeños con ella. 7
Mi sonrisa es grande, lenta y completamente satisfecha. Si creyera en las
señales, esta sería una grande y parpadeante de neón.
Enderezo mi corbata.
—Déjelos entrar, señorita Higgens.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Mary Warner
Dejo a Chelsea con los niños y me dirijo escaleras arriba hacia la oficina del
oficial de libertad condicional. Toco la puerta de Lisa DiMaggio, aunque se
encuentra abierta. Ella gira en su silla de oficina, su largo cabello rubio cayendo en
abanico detrás de ella.
—Jake Becker. —Se levanta, dándome una vista perfecta de sus bronceadas
y tonificadas piernas por debajo de su falda negra, y me abraza. Separarse en
términos amistosos definitivamente tiene sus beneficios—. ¿Qué estás haciendo en
mi rincón del bosque? —pregunta, retrocediendo con una sonrisa—. ¿O es una
llamada social?
—Estoy aquí por un cliente.
—¿Desde cuándo juegas en una corte familiar?
—Es una larga historia. —Me encojo de hombros—. Y su nombre es Rory
McQuaid.
—Ah. —Recupera un archivo de su escritorio—. Mi ladrón de autos. Tomé
su entrada esta mañana. Dijo‖ que‖ tomó‖ el‖ auto‖ porque,‖ y‖ cito‖ “quería‖ ver‖ si‖
conducir era tan‖ f{cil‖ como‖ en‖ Mario‖ Kart”.‖ —Sacude la cabeza—. Los niños de
estos días.
Me inclino contra la pared. —No es por eso que tomó el auto. Hay
circunstancias atenuantes.
—Ilumíname. No he tenido la oportunidad de interrogar a sus padres
todavía.
—Los padres están muertos —le digo—. Robert y Rachel McQuaid fueron
asesinados en un horrendo accidente hace dos meses, dejando a Rory y a 6
sus cinco hermanos al cuidado de su tía, su único pariente vivo.
Se sienta en su silla. —Jesús.
5
—El chico ha estado lidiando con una mano de mierda y no está tratando
bien con eso. Habla con su trabajadora social; apostaría mi testículo izquierdo a
que era un santo hasta que sus padres murieron.
—Eso es realmente decir algo, sé cuán preciados son tus testículos para ti.
Asiento.
—Desafortunadamente —Lisa suspira—, Rory escogió robar el auto de la
persona equivocada. —Nombra a un granjero malhumorado e influyente con
esperanzas de ser presidente—. Y él quiere colgar el culo del chico.
—Al diablo con eso —gruño—. Además, un servidor público no tiene por
qué tener un auto como ese.
No sé si es porque tengo una erección por su tía o porque él me recuerda
tanto a mí mismo, pero si alguien quiere una pieza de ese chico tendrá que pasar
primero a través de mí.
—De acuerdo —dice Lisa—. Entonces, ¿qué ofreces?
—Terapia bajo el mandato de la corte, una vez por semana. Con reportes del
progreso mensual.
—Dos veces a la semana —contesta ella—. Y quiero escoger al terapeuta. No
se permiten charlatanes.
—Hecho.
La mirada de Lisa viaja sobre mí, dirigida a mi entrepierna. —Me
sorprendes,‖Jake.‖No‖te‖recuerdo‖siendo‖tan…‖suave.
Me muevo hacia adelante, colocando mis manos en los brazos de su silla,
atrapándola. —“Suave”‖ no‖ est{‖ en‖ mi‖ vocabulario. Todavía soy tan duro como
vienen. —Sonrío—. Y después.
Sus ojos se fijan en mi boca. —Es bueno escucharlo. Particularmente desde
que Ted y yo rompimos. —Eleva su mano izquierda sin anillo.
Lisa‖ definitivamente‖ cae‖ bajo‖ la‖ categoría‖ de‖ “conocidas”,‖ lo que significa
sin la incómoda conversación de la primera cita, sin las veinte malditas preguntas
que no quiero hacer, menos aún responder. No, iríamos directamente a la follada.
Excelente.
—Es una larga historia —dice—. La cual estoy segura que no tienes interés 6
en oír.
6
Sí, Lisa me conoce bien.
—¿Todavía te gusta el tequila? —pregunto.
—Por supuesto. ¿Todavía tienes mi número?
—Así es.
Su sonrisa es lenta y llena de promesas. —Bien. Úsalo.
Me levanto y camino hacia la puerta. —Lo haré.
—Y comenzaré con el papeleo.
7
6
Chelsea abre la puerta antes de que la golpeemos. Luciendo como recién
follada y hermosa, con su cabello ondulado despeinado por la cama, y la marca de
anteojos en su rostro. Está usando una camiseta negra sin mangas y unos
pantalones de pijama de seda roja. Mi pene todavía se encuentra bastante enojado,
pero la visión de sus pechos asomándose por encima de la camiseta le hace a él
considerar hablar conmigo de nuevo. Eventualmente.
—De verdad necesitamos parar de encontrarnos de esta forma —dice, sus
labios carnosos deslizándose en una sonrisa familiar.
Riley abraza a su tía con fuerza. —Lo siento tía Chelsea.
Ella pasa su mano por la parte de atrás del cabello de Riley. —Lo sé. —
Luego gira su cabeza con disgusto—. ¿Vomitaste en tu cabello?
—Sí —gime Riley, sonando miserable.
Chelsea sostiene su mejilla. —Vamos a meterte en la cama, mañana
hablaremos de esto. Habrá castigo en tu futuro.
Inclina su cabeza hacia la sala de la familia. —Jake, vamos entra. Bajaré en
unos minutos.
Y no tiene que decírmelo dos veces.
Cerca de unos veinte minutos después, Chelsea entra de nuevo en la sala de
estar.
—Estaba un poco frío, así que encendí un fuego. —Hice un gesto hacia las
flamas vacilantes que brillaban dentro de la chimenea de ladrillo. El calor se filtra
en la habitación como una niebla, el crujido y el olor de un reconfortante fuego
vivo—. Espero que no te importe.
Se queda mirando el fuego como una mujer observando una torta de
chocolate el día antes de abandonar su dieta. —No me importa en absoluto,
gracias.‖Me‖tendr{s‖que‖enseñar‖lo‖que‖tienes‖bajo‖la‖manga…
Bajo la manga, bajo mis pantalones. Le mostraré lo que sea que desee ver.
—…‖ No‖ he‖ sido‖ capaz‖ de‖ hacerla‖ funcionar,‖ los‖ troncos‖ arden‖ pero‖ en‖
verdad no se queman para mí. —Las llamas naranjas bailan en sus ojos mientras se
gira hacia mí, burlándose—. Fui una terrible chica Scout.
—¿Te gustaría una copa de vino? —Señalo la botella de Merlot descansando
sobre la parte superior de la mesa de piedra de la esquina.
Luce confundida. —Robbie y Rachel no guardan nada de alcohol en la casa. 7
—Lo tenía en mi auto.
7
Una sonrisa aparece de a poco en sus labios. —Vaya. Vino, un fuego, eres
como la seducción sobre ruedas. ¿Guardas velas en la camioneta?
—Solo imaginé que podrías disfrutar una bebida, tal vez un poco de
conversación.
Tengo la sensación de que Chelsea no ha tenido una conversación con un
adulto en mucho tiempo.
—Disfrutaré eso más de lo que podría decir. —Suspira—. Iré a agarrar las
copas. —Chelsea camina hacia la puerta que conduce a la cocina, pero se detiene
antes de salir. Mirando por encima de su hombro de regreso hacia mí, su cabello
rojizo brillante como oro a la luz del fuego, levanta una ceja—.‖ Entonces…‖ ¿no‖
estás tratando de seducirme?
Encuentro su mirada. Y le hago un guiño. —No dije eso.
—Es bueno saberlo.
Luego se da vuelta con un tirón de su cabello y entra en la cocina con un
giro adicional de ese culo hermoso.
Después, añado otro leño al fuego y los dos
estamos comenzando nuestra copa número dos. Las piernas largas de Chelsea se
encuentran metidas cómodamente debajo de ella; una mano sostiene su copa y la
otra tiene el codo apoyado contra la parte de atrás del sofá, su cabeza descansando
en su mano. La posición expone la suave extensión de su cuello, y estoy fascinado
por el pulso que late bajo su piel. Me hace sentir como un vampiro, quiero colocar
mi boca justo allí, quiero probarla y sentir ese espacio palpitando contra mi lengua.
Le pregunté en qué estaba haciendo su maestría, y la jodida cosa loca es que
en verdad estoy interesado en lo que va a salir de su boca, no solo fantaseo con lo
que me gustaría colocar allí dentro.
—Mi especialidad es en Historia del Arte.
Resoplo. —Entonces ¿pagaste miles de dólares en matrícula para mirar unos
cuadros bonitos?
—No, señor Cínico. Hay mucho más que eso. El arte nos habla sobre
cultura, lo que fue importante para las personas de ese tiempo. Las cosas que
valoraban, las cosas que odiaban o a las que les temían, su imagen de lo que era
7
hermoso. 8
Frunzo el ceño. —Suenas como una filósofa.
Frunce el ceño en respuesta. —Y tú suenas como que no respetas a la
filosofía mucho.
—Todas las preguntas filosóficas pueden ser contestadas con una sola
declaración concisa.
Chelsea vuelve a llenar su copa. —¿La cuál es?
—¿A quién le importa una mierda?
Se ríe, y es un sonido maravilloso.
—¿Haces…‖ arte…‖ por‖ tu‖ cuenta,‖ o‖ solo‖ estudias‖ el‖ trabajo‖ de‖ otras‖
personas?
Sus mejillas se ruborizan. —En realidad, hago bosquejos.
Mis ojos inmediatamente son atraídos por el dibujo a lápiz enmarcado a la
derecha de la chimenea. Es una imagen increíblemente realista de la joven Riley,
sosteniendo a unos bebés gemelos en su regazo. La noté cuando entré por primera
vez, prácticamente puedes escuchar la voz infantil y sonriente.
—¿Ese es uno de los tuyos? —señalo.
Chelsea asiente, todavía tímida.
—Eres buena. —No hago cumplidos a la ligera.
Más tarde, habla de su hermano.
—Robbie era quince años mayor que yo. Fui la hija de la crisis de mediana
edad de mis padres. Mi papá tuvo un ataque al corazón cuando tenía la edad de
Riley. Mi mamá falleció un año después cuando me encontraba en la secundaria.
—Bebe un sorbo de su vino, un brillo travieso en sus ojos—. Fui algo así como una
niña salvaje después de eso.
Levanto mi copa. —¿No lo fuimos todos? —Bebo el Merlot—. Entonces,
¿viviste con tu hermano después de que tus padres murieran?
Asiente. —Sin embargo, aquí no. Estábamos en un lugar más pequeño en las
afueras de Cherry Tree. Entonces solo éramos Riley y los chicos, y yo, Robbie y
Rachel.
—Entonces ¿tú y los niños como que crecieron juntos?
—Sí. Rachel fue como una hermana mayor y una segunda madre, todo en
uno. Era increíble. —Y hay una nota triste en su voz. 7
Entonces parpadea, iluminándose. —Ella fue quien en verdad me empujó a 9
que viajara. A estudiar en el extranjero. Pasé un semestre en Roma, veranos en
Paris…‖ —Sus ojos caen en los míos tímidamente—. Dios, sueno tan malcriada.
Pobre chica rica ¿cierto?
Niego con mi cabeza. —No. Hay una diferencia entre privilegiada y
malcriada.
Y Chelsea McQuaid no tiene ni un hueso de malcriada en su cuerpo. Sabe
que es afortunada, y aprecia cada bendición.
—Me encantaría un día llevar a los niños a Europa. Mostrarles lo grande
que en verdad es el mundo.
Me echo a reír, pensando en una película de Liam Neeson. Si algún idiota
criminal intentara llevarse a uno de los niños McQuaid, pasaría una hora, como
mucho, antes de que estuviera rogando para enviarlos de regreso.
Continuamos hablando, bebiendo, pierdo tiempo admirando la forma en la
que su piel brilla ante la luz del fuego. Y antes de que lo sepa, son casi las cuatro de
la maldita mañana. Chelsea coloca su copa vacía sobre la mesita de noche y
bosteza.
—Debería irme —digo, a pesar de que no quiero hacerlo—. Te he mantenido
despierta más allá de tu hora de dormir. ¿Por lo general el despertador humano
cuándo se levanta?
—Ronan‖se‖levanta‖alrededor‖de‖las‖seis.‖Pero…‖—Sus ojos se arrastran por
mi rostro, bajan por mi pecho y más abajo—. Pero por esto valió la pena perderme
la hora de dormir. Gracias por el vino, la conversación. De verdad pasé un rato
genial, Jake.
No tiene idea del tipo de rato genial del que soy capaz de darle.
Pero esta noche no.
—Yo también. —Me levanto y Chelsea me acompaña hacia el vestíbulo.
Al lado de la puerta, nos quedamos de pie de cara al otro. Y hay una
atracción, como un jodido imán, arrastrándome más cerca. —Chelsea…‖—susurro,
sin tener idea de qué estoy a punto de decir.
Solo me gusta el sabor de su nombre en mis labios.
Mi‖corazón‖martillea…‖y‖me‖inclino‖hacia‖adelante…‖ella‖levanta‖su‖rostro‖y‖
cierra‖sus‖ojos‖y…
—¡Tía Chelsea! 8
La voz del duendecillo rubio nos llega desde arriba de las escaleras, como 0
una ducha de agua fría.
Maldita sea.
—¡Tuve una pesadilla! ¿Te acostarías conmigo?
Chelsea da un paso hacia atrás con un gruñido de resignación, y siento su
dolor. Literalmente.
—Rosaleen subiré en un segundo. —Se encoge de hombros en forma de
disculpa—. El deber llama.
Junto mis labios, frotándolos, haciendo un sonido de golpeteo frustrado. —
Sí.
Coloca su mano sobre mi pecho; es cálido y electrizante. —Gracias de
nuevo. Ahora en verdad te debo una. Múltiples.
Y solo no puedo resistirlo. —Esa es mi línea.
Chelsea se ríe. —Buenas noches Jake.
—Adiós.
Salgo por la puerta y me dirijo a casa.
8
1
Traducido por NnancyC
Corregido por Pachi Reed15
tu tía.
Mis ojos se dirigen al rellano superior. ―Bueno.‖Ve‖a‖hacer‖eso,‖voy a ver a
9
Subo las escaleras y me meto al pasillo, siguiendo el sonido de alguien 1
vomitando todo el contenido de su estómago, del mismo modo en que Hansel y
Gretel siguieron las migas de pan. Me paro en la puerta del baño, haciéndole
sombra a la forma acurrucada de Chelsea mientras se encorva sobre el inodoro,
aferrada a los lados como si su vida dependiera de ello. Viste una camiseta negra y
pantalones de chándal holgados. Su cabello está peinado hacia atrás, pero algunos
mechones húmedos por el sudor se aferran a su nuca.
Me agacho a su lado, poniendo la mano en su espalda.
Una vez que sus arcadas desaparecen, se limpia la boca con un pañuelo
desechable y gime―: ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste?
―Rosaleen llamó. Usé la llave que estaba bajo la alfombra. No deberías
mantenerla allí.
―No deberías estar aquí ―gime―. Corre. Sálvate.
―¿Cuándo diablos comenzó esto?
Cierra los ojos, jadeando. ―El lunes, a mitad de la noche. Comenzó con
Raymond, y el resto caímos como fichas de dominó.
―¿Por qué no me llamaste?
―Llamé a la vecina; la madre de Walter. Ella dijo que no podía arriesgarse a
que uno de sus hijos se enfermara. Su hija tiene un concurso este fin de semana.
Dijo que lo sentía.
Qué bien. Porque sentirlo es tan jodidamente útil.
Chelsea se arrastra hasta el lavabo y se echa agua en la cara y en la boca.
―Tengo que ver cómo están los niños. ―Se mueve hacia la puerta y casi se
golpea la cabeza con el lavabo cuando se le doblan las rodillas.
Pero la atrapo, levantándola en mis brazos. ―Guau, tranquila. ―Mi voz se
vuelve firme. Estoy un poco molesto―. No vas a ver a nadie. Te vas a la cama.
¿Dónde está tu habitación?
―No,‖tengo‖que…
―No discutas conmigo, maldita sea. ¿Dónde está tu habitación?
Parece rendirse; o simplemente ya no puede mantener la cabeza en alto. Se
apoya en mi brazo. ―Mi habitación se encuentra en la planta baja, pero quiero
quedarme aquí, en caso de que me necesiten. ¿Puedes llevarme a la habitación de
invitados? Es la última puerta a la derecha. 9
Sigo sus instrucciones hacia una habitación sencilla con paredes de color 2
amarillo y una colcha blanca. La recuesto con cuidado en el medio de la cama. Sus
ojos se abren apenas, brillantes y miserables, mirándome.
―No puedo estar enferma ―susurra.
―Es un poco tarde para eso.
―¡Tía Chelsea! ―exclama uno de los niños.
Y es como si hubiera sido electrificada. Sus ojos se abren de golpe y levanta
la cabeza mientras trata de erguirse hasta quedar sentada.
―Acuéstate ―le digo, guiándola hacia abajo.
―Tengo‖que…
―Chelsea, estoy aquí. Déjame ayudarte ―espeto, dispuesto a sacudirla en
estos momentos. Le aparto el pelo de su muy blanca, pero aún hermosa, cara―. Me
aseguraré de que los niños estén bien.
Me mira fijamente por un momento, como si fuera un fantasma. O un sueño.
Y luego, lentamente, sus ojos se llenan de lágrimas. Se deslizan de las esquinas de
sus ojos y por sus mejillas.
Y cada una me destruye.
―No llores. ¿Por qué estás llorando?
Exhala un suspiro tembloroso y se limpia las mejillas. ―Es‖que…‖Estoy‖tan‖
cansada, Jake. Tan cansada.
Por‖ primera‖ vez,‖ pienso‖ en‖ lo‖que‖ debe‖ haber‖ sido‖ para‖ ella…‖ después‖ de‖
que recibió esa llamada telefónica. Cómo probablemente corrió de un lado a otro,
lanzando en una bolsa cosas necesarias, pensando que después se encargaría de
buscar el resto de sus cosas. Cómo tuvo que retirarse de la escuela, tal vez romper
el contrato de alquiler de su apartamento; cambiar drásticamente toda su maldita
vida.
Y luego vino aquí, tan requerida, todo el tiempo. Teniendo que hacer un
centenar de arreglos diferentes, cuidar de seis niños que seguramente no podrían
cuidarse solos. Y no solo alimentándolos, haciendo los deberes, llevándolos a la
escuela, sino también ayudándolos a pasar por un dolor inimaginable. Tuvo que
evitar que se cayeran a pedazos.
Y tuvo que hacerlo completamente sola.
Y sé, sin dudarlo, que no se ha tomado ni un segundo para sí misma. Para
procesar su propio dolor, llegar a asumir su propio sufrimiento y pérdida. No
9
podía haber tenido ni un momento. Ha estado corriendo en esa rueda de hámster 3
durante tanto tiempo; era solo cuestión de tiempo antes de que se estrellara por
completo.
―Entonces duerme, Chelsea. Te juro que todo va a estar bien.
Sonríe a pesar de que vienen más lágrimas. Toma mi mano, apretándola con
fuerza.
―Gracias.
Después de eso, los examino uno por uno. Al estilo zona de guerra. Reviso
los dormitorios; Rory y Raymond están acurrucados en la litera de abajo de su
cama con expresiones tristes, cada uno con su propio cubo para el vómito a su
lado. Riley y Regan están en la cama de la primera, con un cesto de basura al lado,
ambas al borde del sueño. Le presto especial atención a la niña de dos años, que
me mira con los ojos vidriosos.
―Holaaa ―dice con voz ronca y exhausta.
Paso mi mano por su pelo de bebé. ―Hola, niña.
Luego me dirijo a la cocina, donde Rosaleen se encuentra apoyada sobre el
mostrador al lado de su hermano pequeño, sosteniendo una botella para él. Ella
dice que sabe cómo hacerlo, que vio a su madre y a Chelsea hacerlo una y mil
veces. Gracias a Dios por los niños observadores.
―Pero tú vas a tener que hacerlo eructar ―me dice, y luego explica cómo se
hace. Con cuidado, lo levanto del asiento, sosteniéndolo con los brazos estirados
como una bomba que podría detonar en cualquier momento. Sigo las instrucciones
de Rosaleen y lo llevo a mi hombro, acariciando y frotando su espalda.
―¿Así? ―le pregunto a la niña de siete años.
Asiente, alentadora.
―Eres oficialmente mi segundo al mando ―le digo―. Tú y yo juntos vamos
a patearle el culo a este virus.
Se ríe. ―Bueno.
Siento una cantidad ridícula de orgullo cuando Ronan suelta un profundo y
retumbante eructo que cualquier hombre adulto estaría impresionado de producir. 9
No voy a decirles a los otros, pero creo que es mi favorito.
4
Cuando lo felicito, me doy cuenta de que su culo se siente pesado.
Mojado.
Miro a su hermana. ―Creo que hay que cambiarlo.
Su cara se vuelve cautelosa y levanta sus manitos. ―No me mires. Soy solo
una niña.
―¿Ahora usas la carta de soy una niña? ―le pregunto.
Se encoge de hombros, sin piedad.
Bueno. Puedo hacerlo.
He sido arrestado; pasé mucho tiempo en la prisión con chicos realmente
peligrosos. He estado en peleas callejeras sin reglas donde nadie se acercaba a
separar, y he ganado. He conquistado el desafío insuperable de obtener el título de
abogado y hacer frente a los idiotas egoístas que son mis clientes sin cometer asalto
agravado.
Es un pañal. ¿Qué tan difícil podría ser?
Llevo a Ronan a su habitación, le acuesto sobre la almohadilla en la cómoda,
y lo miro a los ojos. ―Coopera conmigo, amigo, ¿de acuerdo?
Luego, con una mano en el pecho para que no ruede, busco en Google.
Hay que adorar la tecnología moderna. Diagramas para fabricar bombas y
cambiar bebés a tu alcance. Le quito el pañal y lo limpio con las toallitas. Le pongo
una mierda blanca pastosa de un tubo en el culo, porque no estoy seguro de si se
encuentra rojo, pero está ahí, así que lo uso. Levanto sus piernas pataleando y
deslizo un pañal limpio debajo de él.
Y entonces, sin previo aviso, una corriente caliente de orina, como la
manguera de un bombero, forma un arco en el aire, cubriendo mi camisa con una
puntería exacta.
Miro al bebé. ―¿En serio, hombre?
Él solo sonríe alrededor de la mano que se está mordiendo.
El maldito Google no mencionó esto.
9
Una vez que ubico a Ronan en su mecedora, encuentro a Rosaleen en la sala 5
de estar. Caminamos a la cocina para ver los suministros, pero ella se detiene justo
en la puerta de la cocina. Su cara se queda sin expresión y aterradoramente pálida.
―¿Estás bien, Rosaleen?
Abre la boca para contestar, pero lo que sale es un estallido de abundante
vómito amarillo, como mezcla grumosa para panqueques que se echó a perder.
Hombre caído.
Tose y mira, horrorizada, al desastre en el suelo, salpicado en sus zapatos y
en su brillante camiseta. Luego, empieza a llorar. ―Lo siento, Jake.
Algo en mi pecho se encoge por sus lágrimas, haciendo que todo se sienta
muy apretado. Me arrodillo junto a ella, frotando círculos con mis manos en su
espalda. ―No pasa nada. Rosaleen; es solo vómito. No es gran cosa.
El perro entra rápidamente como si Súper Ratón viniera a salvar el día.
Luego comienza a comer el vómito de Rosaleen.
Vigorosamente.
Siento nauseas en la parte posterior de la garganta, pero me las arreglo para
contenerlo. ―¿Ves? ―le digo, tratando de sonar alegre―. Me hiciste un favor,
ahora no voy a tener que alimentar al perro.
1
00
Traducido por Mae & Majo Villa
Corregido por florbarbero
1
Le doy vuelta a la cerradura y al pestillo para asegurarme que se quede 10
afuera. O tal vez para asegurarme de que yo no salga y lo mate. Mis manos
tiemblan, todo mi cuerpo todavía vibrando con una furia apenas contenida, y algo
más a lo que no quiero colocarle un nombre.
Desde atrás de mí, la voz de Chelsea tiembla. —No puedo creer que Lucas
tratara…
Me doy vuelta como un volcán errante y exploto sobre ella.
—¡Por supuesto que iba a intentarlo maldición! ¿Qué demonios esperabas?
¿Pensaste que viajaría por todo el país solo para un abrazo y un beso en la mejilla?
Los brazos abrazan su cintura con mucha fuerza. Su voz se hace más baja. —
Pensé que era mi amigo.
—Lo de ser ingenua es lindo Chelsea, pero ser una maldita idiota no lo es.
Endereza su espalda como si hubiera levantado mi mano para golpearla. —
¿Disculpa?
Sentimientos desconocidos burbujean en mi interior como alquitrán negro,
revistiendo mis entrañas, espesos y pegajosos.
Y feo.
—¿Tu amigo? —Me río. Y arrastro mis ojos de arriba hacia abajo por su
cuerpo—. ¿Vistes de esa forma para todos tus amigos? —Chasqueo mi lengua—.
Tipos afortunados.
Su voz se levanta una octava. —No hay nada de malo con cómo estoy
vestida.
Mis preguntas cortan el aire. Afiladas y cortantes. —¿Estás borracha?
—No.
—¿Estás drogada?
—¡No!
—¿Has follado con él antes?
—¡Eso no es asunto tuyo!
Mi boca se tuerce. —Eso es un sí.
—¡No me interrogues!
—¿Sabes lo que pudo haberte ocurrido si no hubiera estado aquí? —grito,
olvidándome de los seis niños durmiendo en la parte de arriba. 1
Porque eso es el centro de todo, lo que me ha dado ansias de asesinar. Lo 11
que me hacer querer atravesar la pared con mi puño, o, más exactamente, me dan
ganas de agarrar a ese pedazo inútil de mierda que se encuentra afuera y
atravesarlo con mi puño. Son las cosas indecibles que le pudieron haber ocurrido a
ella si alguien más que yo hubiera estado aquí.
He mirado los ojos de las sobrevivientes. He visto las secuelas. Y, claro, tal
vez siguen adelante. Y quizás consigan superarlo. Pero jamás lo olvidan.
Y jamás, nunca llegan a ser las mismas.
—Sí, Jake estoy muy consciente. Al contrario de lo que tú crees, no soy
estúpida. Agradezco que te encontraras aquí. —Su voz cambia de inexpresiva a
fría—. Y ahora puedes irte.
Señalo a la puerta. —No voy a ir ningún maldito lugar mientras él esté ahí
afuera.
—De acuerdo. Disfruta el sofá.
Entonces soy despedido. Chelsea se da la vuelta, su espalda tan recta como
la de un soldado, y camina hacia el pasillo. Después de dar tres pasos mira para
atrás, y sus palabras me golpean como una bola de demolición. —Jake ahora veo
por qué eres un abogado de defensa tan exitoso. Eres muy bueno en culpar a la
víctima.
Por un segundo solo me quedo ahí de pie. Demasiado aturdido, tal vez muy
avergonzado, para responder.
Sube por las escaleras, y me encuentro solo. Con el eco de todas las cosas
que no debería haber dicho zumbando en mis oídos.
1
12
Traducido por Miry GPE
Corregido por Dannygonzal
1
21
Traducido por Lauu LR
Corregido por Vane Farrow
Con Chelsea en el interior, cierro la puerta del pasajero del Mustang y le doy
propina al aparcacoches. Luego me deslizo detrás del volante y me alejo del
restaurante.
Momento de la verdad.
—Ubiqué a mi mamá y Owen en la habitación de invitados de arriba, así no
tienen que conducir de vuelta a Baltimore esta noche.
—De acuerdo. —Asiente.
Apoyo la palma de la mano en el volante. —Eso significa que podríamos ir a
1
mi casa o dirigirn… 31
—Tu casa está bien —dice de una forma apresurada que me hace sonreír.
—Entonces, mi casa será.
Durante el trayecto, pienso en lo que pasará. No quiero ser demasiado
entusiasta, no puedo saltarle encima en el momento en que pasemos por la puerta.
No importa cuán jodidamente quiera hacerlo.
Tendré que avanzar lento, ser suave. Enamorarla. Ofrecerle una bebida,
darle un recorrido por la casa. No es que no haya hecho esto antes, pero se siente
diferente esta vez. Debido a que la conozco.
Porque en realidad... me gusta, no importa lo ridículamente inadecuado que
suene.
Entro delante de Chelsea, presiono el interruptor sobre la pared que
enciende la luz baja de la lámpara de mesa de la esquina, iluminando los sofás de
cuero negro, pisos de madera y paredes desnudas. No soy mucho de decorar.
Chelsea cierra la puerta detrás de nosotros, y lanzo las llaves sobre la mesa.
Me doy la vuelta para mirarla, preguntando—:‖Te‖gustaría‖alg…
Pero nunca termino la frase.
Se estrella contra mí, con los brazos alrededor de mi cuello, casi
arrastrándose sobre mi torso, jalándome hacia abajo y pegando nuestros labios. Es
totalmente inesperado, joder.
Y jodidamente me enciende.
Sus senos se aprietan contra mi pecho, sus caderas giran contra mí,
proveyendo una gloriosa fricción contra la erección presionada entre nosotros. Y
su boca, Dios, me chupa la lengua, me muerde el labio, lo atrapa entre los dientes y
tira, sobrepasando un poquito el dolor que amenaza con enloquecerme.
Cuando lleva la mano hasta la parte inferior de mi camisa y roza el contorno
de mi polla cubierta de tela, gimo. —Jesús, disminuye la velocidad.
Se echa hacia atrás, jadeando. —No quiero ir más despacio. 1
Y suena tan segura, confiada y sollozantemente necesitada al mismo tiempo,
que mi corazón comienza a acelerarse en mi pecho.
32
—Bueno.
Mis manos se zambullen bajo su vestido, agarrando muslos firmes y
calientes, justo debajo de su culo, y la levanto, envolviendo esas piernas perfectas
alrededor de mi cintura. Entierra los dedeos en mi cabello mientras inclino la
cabeza, cubriendo su boca con la mía. Cuando regreso el favor, chupando y
mordiendo, rozando esos labios carnosos con los dientes, como he soñado durante
semanas, un sonido agudo intenso vibra en su garganta y, juro por Cristo, casi me
vengo en ese mismo momento.
Se mueve de arriba y abajo, retorciéndose contra mi estómago, mientras voy
tropezando como borracho hacia el dormitorio.
—Ropa —digo entre besos—. Demasiada ropa.
Asiente, riendo, intentando sacarme la chaqueta por los brazos mientras
éstos la sostienen, lo que termina inmovilizando mis codos a los costados, como si
fuera un jugador de hockey a punto que le pateen el culo una pelea. Por último,
llegamos a la habitación. Los dedos de Chelsea alcanzan mi mandíbula mientras
me besa, quitando sus piernas de mí, deslizándose deliciosamente por mi parte
frontal hasta ponerse de pie.
Me termino de quitar la chaqueta, luego respiro profundo, intentando
recuperar, al menos, algo de delicadeza. Deslizo las manos por sus brazos,
cubriendo con los labios ese punto de pulso perfecto en su cuello, y un gemido
hace eco en la habitación.
No puedo decir si es mío o de ella.
Saboreo su piel con la lengua, lamiendo y chupando; es cálida, tan
jodidamente dulce. Sin mirar, me las arreglo para abrir la cremallera en la parte
trasera de su vestido. Baja los brazos, dejando caer el vestido a sus pies. Y entonces
la miro.
Doy un paso atrás, deleitándome con los ojos. Toda esa piel suave
anhelando ser tocada, me atrae; interrumpida solamente por trozos de encaje negro
transparente. Joder, puedo verle los pezones a través del sujetador, puntos duros,
rosados y coquetos. Su cintura es plana y estrecha, puedo abarcar la circunferencia
con las manos, con un toque de músculo tonificado por debajo de la piel suave. Sus
piernas, Cristo; largas, delgadas y suaves, como sabía que serían. Y en la unión de
sus muslos, el más pequeño vistazo de una franja castaña se burla a través del 1
encaje de sus bragas.
Quiero frotar mi rostro contra esa suavidad, rasgar ese encaje con los dientes
33
y follarla con la lengua hasta que mi nombre sea la única palabra que recuerde.
—Eres perfecta. —Mi voz es baja y entrecortada.
Encuentra mis ojos; los suyos son impacientes. —Y tú te encuentras
demasiado vestido.
Mi boca se retuerce en una sonrisa, y sostengo su mirada mientras, poco a
poco, me desabrocho la camisa. Sus ojos van de hielo a fuego azul a medida que
me saco la camisa de los brazos y la dejo caer al suelo. Se queda mirando mis
tatuajes; el tamaño de mis bíceps y se moja los labios con esa sabrosa lengua
rosada. Todavía sonriendo, me desabrocho los pantalones y bajo la cremallera. Mi
polla salta libre de sus confines, rígida, balanceándose un poco y, un momento
después, los pantalones y calzoncillos bóxer negros se amontonan en el piso
también.
Me paro ante Chelsea desnudo y más consumido con lujuria que nunca
antes en toda mi jodida vida. Su mirada sigue vagando y se siente intensa. Como
una mano acariciándome el cuello tenso, el pecho, los abdominales marcados, y
bajando por el caminito de la felicidad. Cuando sus ojos llegan a mi polla,
sobresaliendo gruesa y lista, se abren.
Y entonces... se ríe.
No es exactamente la reacción que esperaba.
—¿Algo gracioso?
Su sonrojo se profundiza hasta que sus mejillas son carmesí, y se ríe de
nuevo.
—Hieres mi ego, Chelsea.
—No, no es... —Toma un respiro—. Realmente tienes manos grandes.
Frunzo el ceño en confusión. —¿Y?
—Y... pensaba que... lo que dicen acerca de chicos con grandes manos es, sin
duda... cierto.
He oído elogios similares antes. ¿Qué puedo decir? Cuando Dios estaba
repartiendo polla, me dio una muy grande.
Pero suena casi nerviosa cuando dice—: Es que... ha pasado un tiempo para
mí, Jake. 1
—¿Cuánto tiempo? 34
—Ocho meses.
Eso es mucho tiempo. Y, como el bastardo enfermo que soy, lo primero que
se me viene a la cabeza es lo increíblemente apretada que se va a sentir a mi
alrededor.
Aparto esos pensamientos y me centro en Chelsea. —Entonces esto es lo que
vamos a hacer. Voy a acostarte en mi enorme cama y haré que te vengas con la
boca y los dedos. —Empiezo a acariciarme la polla mientras hablo. Porque se
siente bien y porque me está mirando—. Luego vamos a ir muy despacio...
centímetro a centímetro... hasta que me ruegues que ya no vaya despacio. ¿Suena
bien?
Su pecho sube y baja rápidamente. —Sí. Me gusta como suena.
—Bien. —Y siento como si en realidad pudiera morir si no pongo mi boca
sobre ella en este momento—. Ven aquí. —Me encuentra a medio camino,
levantando los labios para dar la bienvenida a mi boca. El beso es más lento ahora,
pero profundo y rítmico. No la dejo hasta que siento que sus hombros se relajan.
Entonces, me muevo de nuevo a su exquisito cuello. Le paso la nariz a lo largo de
la clavícula, dejando un sendero de besos húmedos desde su pulso hasta debajo de
su oreja y repito el proceso. Inclina la cabeza y gime mi nombre. Le bajo la correa
del sujetador por el hombro, siguiéndolo con el roce de mis dientes. Mis dedos
hábiles trabajan el broche en la parte de atrás y el sujetador cae lejos, dejando nada
entre mi boca y sus tetas pálidas y absolutamente perfectas.
Bajo la cabeza y tomo un pezón puntiagudo en la boca, saboreándolo con la
lengua, haciéndola retorcerse y frotarse contra mi muslo. Luego la levanto,
envolviéndole las piernas a mí alrededor otra vez, antes de acostarla lentamente en
el centro de la cama. Me guía sobre sí, entre sus piernas, nos besamos y frotamos,
gemimos y rozamos. Es jodidamente fantástico.
Palabrotas rápidas salen en jadeos de sus labios, y es tan condenadamente
sexy porque trata de contenerlas... y simplemente no puede.
Me deslizo abajo por su cuerpo retorciéndose, besando y lamiendo mientras
lo hago. Mordisqueo alrededor de su ombligo, haciéndola contraer el estómago. Y
justo cuando me encuentro a punto de sumergirse en el cielo que es su coño,
susurra mi nombre.
—Jake.
Sólo que... no es una buena clase de susurro, no del tipo “Jake,‖fóllame‖ahora”. 1
Tiene más un tipo de tono de “espera”.
35
Levanto la mirada, encuentro sus ojos y pregunto sobre su piel—: ¿Qué
pasa?
Hay vulnerabilidad en sus ojos y hace ese movimiento que hacen las
mujeres con la mano. —Tienes que saber que... no suelo... llegar de esta manera.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, a veces puedo tardar mucho tiempo para correrme cuando
un‖chico…
—¿Te come el coño? —termino por ella.
Y juro que todo su cuerpo se sonroja.
—Sí.
Considero esta información mientras mordisqueo la piel justo debajo del
hueso de su cadera. Es suculenta.
—¿Quieres que me detenga?
Por favor, di que no; por favor, di no; por favor, di no...
—No,‖est{‖bien…
Jodidas gracias.
—...simplemente no quiero que te decepciones.
Me río un poco, porque no es lo más absurdo que he oído; pero se encuentra
cerca de serlo. —Eso es... realmente imposible.
Pero ahora me encuentro intrigado. Me deslizo hacia arriba de nuevo, hasta
que puedo besarla en la boca y sus tetas se presionan fuertemente contra mi pecho
de manera deliciosa. Entonces muevo las caderas, frotando nuestras mitades
inferiores. Chelsea gime y chupa mi cuello, metiéndose en esto.
—¿Por qué crees que no puedes venirte con mi cara entre tus piernas? —le
pregunto al oído.
—¿Realmente necesitamos hablar de esto ahora?
—Soy abogado. Hacer preguntas me excita. Que las respondan es
demasiado caliente, también.
—Solo... —jadea—. Parece que no puedo relajarme lo suficiente nunca,
¿sabes? Mi mente siempre se va a la deriva. Siempre preocupada...
Le trazo la oreja con la lengua, soplando suavemente. —¿Preocupada por
1
qué? 36
Pasa las uñas por mi espalda. —Ya sabes... los sonidos que hago, a que...
huelo... que sabor tengo…
¿Bromea? No hay manera en el infierno que vaya a dejar pasar esto.
—Cierra los ojos, Chelsea.
Lo hace. Y envuelvo su mano alrededor de mi longitud; acariciando
lentamente.
Tan jodidamente bueno.
—Ahora di mi nombre.
—Jake.
Cristo.
—Una vez más —gruño—. Gímelo.
—Jaaaake.
Me pongo más duro, más caliente; en su mano. Froto su pulgar en el líquido
pre seminal que se escapa de la punta, extendiéndolo alrededor de la cabeza.
—¿Sientes eso? —Jadeo rudamente.
—Sí —jadea—. Sí.
—Eso es lo que tus sonidos me hacen sentir.
Mantiene la mano sobre mi polla mientras la mía roza su estómago y se
mete en sus bragas. Se encuentra suave e hinchada; y tan jodidamente empapada
que tengo que morderme los labios para no gemir. Deslizo los dedos por sus labios
vaginales, donde se halla cálida y húmeda.
Y entonces levanto los dedos y se los paso por el labio superior.
—¿A qué hueles?
Respira tan fuerte con la boca abierta, que le toma un momento responder.
—Yo... huele a limpio... caliente. Oh, Dios, huele a que te deseo demasiado.
Qué gran respuesta.
Zambullo mis dedos de nuevo, rodeando su abertura, burlándome de
ambos. Entonces los paso sobre sus labios, untándola con su propio deseo.
Entiende lo que hago y pasa la lengua sin tener que decírselo.
—¿A qué sabes, Chelsea? 1
—Dulce... —jadea—. Cálida... espesa... como la miel. 37
Y no puedo contenerme un segundo más. Mi boca se estrella en la suya,
chupando toda la dulzura de sus labios. Lamiendo cada gota. Cuando finalmente
me aparto, le prometo—: Ahora voy a hacer que te vengas. Y va a ser tan
jodidamente bueno para mí como para ti. Probablemente mejor.
La necesidad me abruma. Tiro de las bragas por sus piernas y la abro más
ampliamente. Y luego mis labios se encuentran sobre ella como un beso con la boca
abierta, lamiendo y chupando, arponeándola con mi lengua.
Su espalda se arquea y sus caderas se sacuden contra mí. La agarro y la
sujeto, metiendo la lengua profundamente, saboreando el cielo. Empujo más
fuerte, cubriéndola con mi rostro, jodidamente ahogándome. Y es sublime. La
devoro como si fuera la última comida en la tierra, la devoro como la exquisitez
que es.
Mi lengua frota fuertes y pequeños círculos sobre su clítoris y deslizo dos
dedos en su interior. Su musculo se tensa mientras bombeo la mano y gimo. Y
entonces se viene, duro y largo; latiendo alrededor de mis dedos, contra mi boca.
Me arrastro hacia arriba, limpiándome la boca con el brazo, sin darle tiempo
a recuperarse. Sin ser capaz de esperar.
Toma mi cara en sus manos y trae mi boca a la suya. Agarro mi polla con
firmeza, arrastrando la cabeza a través de su coño, burlando en su abertura.
Y luego, poco a poco, empujo dentro. Sólo la cabeza.
Joder, está apretada. Cierro los ojos con fuerza mientras su coño se cierra
alrededor de la punta de mi polla, sus músculos se contraen, empujándome más
profundamente.
Espera, grita mi cerebro. Espera, espera, espera...
Me levanto apoyado en los codos, mi cuerpo y mi mente batallan por
cordura. Por algún tipo de maldita compostura. Porque necesito alejarme. Necesito
conseguir un condón.
Y es como si pudiera leerme la mente.
—Estoy en control de natalidad —jadea, sonando con tan poco aliento y
alterada como me siento—. Uso el método del parche. Yo... me he hecho los
exámenes, en la escuela clínica. Me encuentro limpia. No ha habido... No hago
esto. Nunca. Pero quiero que sea‖realmente‖bueno‖para‖ti… 1
Ya ha superado cualquier otra experiencia pasada, y ni siquiera me he
venido todavía.
38
—Y...
Acaricia mi cara, suave y tiernamente. Miro esos hermosos ojos azules.
—... y confío en ti, Jake.
No es inteligente, en realidad; es muy estúpido, especialmente para mí.
Especialmente después de todo lo que pasó y de las últimas tres semanas de
infierno. Pero sentirla desnuda. Deslizarme en su interior sin nada entre nosotros...
¿cómo puedo decir que no a eso?
De verdad debo de haber perdido la cabeza.
Porque no me niego.
—Puedes... —lo juro—. Puedes confiar en mí. No te lastimaré.
Asiente, con los ojos fijos en los míos. Y eso es todo lo que necesito.
Mis caderas se mueven hacia adelante, empujando lentamente, centímetro a
tortuoso centímetro. Es el infierno y el cielo, todo en uno. Agónica y
enloquecedoramente lento.
La siento estirarse a mí alrededor. Haciendo espacio. Se encuentra apretada,
tan cómoda y caliente que bordea el dolor. El mejor tipo de dolor.
Un gemido brota de sus labios y casi enloquezco.
—¿Te encuentras bien? —jadeo desesperadamente—. ¿Se siente bien?
Se arquea para besarme, gimiendo contra mis labios. —Sí... muy bien.
Me deslizo hacia atrás, sólo un centímetro, entonces me flexiono hacia
delante de nuevo. Tiro y empujo, deslizándome por ese maldito canal apretado
hasta que me hallo completamente adentro. Hasta que mis bolas descansan contra
su culo. Tan profundo. Tan mojado. Cierro los ojos y los ruedo; y soy consumido
por la sensación de Chelsea envuelta alrededor de mí. Su olor, sus gemidos, el
sabor de sus labios, el agarre de sus manos sobre mi espalda, en mi culo; me
abruma. Todo lo demás se desvanece, y me pierdo en este perfecto momento,
centrado exclusivamente en donde me hallo enterrado profundamente en su
interior.
Con casi un matiz de arrepentimiento, me retiro. Sólo para gemir cuando
me vuelvo a deslizar en su interior. Esto no es follar. O joder. Esto es algo diferente,
algo más, algo que no tiene nombre.
—Jake... Oh, Dios... Más rápido.
1
Sus caderas se levantan a mi encuentro y pierdo la noción del tiempo. Todo 39
lo que existe es el rozar y jadear, besar y susurrar, golpear y pulsar. Más duro, más
profundo y mucho más. El placer va más allá de lo que he conocido.
El calor eléctrico abrasa mi espalda. Siento los músculos de Chelsea
palpitando a mí alrededor, apretando mientras jadea debajo de mí. Y cuando me
empiezo a venir, la única palabra en mi mente... es su nombre.
—Chelsea... Chelsea...
Me lo imagino; empujando, latiendo profundamente en su interior,
llenándola. Y la imagen me hace venir mucho más duro.
Con el tiempo, el agudo placer se desvanece, se suaviza, y se convierte en un
zumbido agradable a través de mis extremidades. La conciencia regresa y levanto
la cabeza del hueco de su cuello, mi nuevo lugar favorito, para verla sonreír
soñolientamente.
Y en todo lo que puedo hacer es en devolverle la sonrisa.
Paso la mano por su cabello húmedo, siento el sudor deslizarse por nuestros
cuerpos juntos, mientras salgo de su interior con un gruñido, y luego me muevo a
un costado, arrastrándola contra mí. Envuelvo los brazos a su alrededor y la beso
en la frente con más ternura de la que nunca supe que era capaz.
1
40
Traducido por SamJ3
Corregido por NnancyC
Mis ojos se abren a las cinco de la mañana en punto, aunque solo han sido
dos horas desde que los cerré por última vez. Miro al cabello ardiente dorado de
Chelsea, aún en mi rostro, su cálido cuerpo aún atrapado entre mis brazos. Con
cuidado, me alejo y me desenredo de ella sin despertarla. Como siempre, me dirijo
al baño; a orinar, lavarme los dientes. Me estiro, hago sonar mi cuello, sintiéndome
algo rígido.
Evito mi reflejo en el espejo mientras me salpico el rostro con agua fría y
peino hacia atrás mi cabello desordenado. Después camino silenciosamente al
armario por una camiseta y unos pantalones deportivos, dándole una última
mirada a los durmientes rasgos angelicales de Chelsea. Voy a la cocina y enciendo
el pequeño televisor de pantalla plana, manteniendo el volumen bajo, esperando
que el café se haga. Cuando está hecho, salgo al balcón, viendo las luces de la calle
apagarse y el cielo gris-rosáceo volverse azul.
Y me digo a mí mismo que tengo que respirar. Lento y estable. Inhalar y
exhalar. Tengo ese sentimiento enfermizo e inquietante en mis entrañas, y me digo
que debo ignorarlo.
Regreso a la cocina y encuentro a Chelsea recostada contra la pared, con los
ojos entrecerrados, luciendo adorable en mi camisa gris, que casi alcanza sus
rodillas. —¿No eres la clase de chico que duerme hasta tarde cuando tiene la
oportunidad, verdad? —pregunta con un bostezo.
—Ah, no —le digo. Con una cara sería y sacudiendo la cabeza. Luego inicio
el discurso, y las palabras suenan amargas. Erróneas—. Voy a correr. Hay café en
la‖cafetera‖y…
—¿Café? —dice Chelsea interrumpiéndome—. De ninguna manera. Voy a
volver a la cama. —Se acerca a mí, moviendo las manos por mi abdomen—. Pero…
si quieres algo de compañía en la ducha cuando‖ regreses‖ de‖ correr…
definitivamente despertaré para eso.
Se estira de puntitas, besándome rápidamente. Y la imagino en la ducha,
mojada, en todos lados, sus deliciosas tetas resbalosas con burbujas de jabón.
Parece una buena idea.
Se voltea para caminar de regreso al cuarto. Pero mi voz la detiene. 1
—Chelsea… 47
Porque ser directo siempre es más fácil. Y yo no me complico.
Honestamente‖es… mierda, no recuerdo el resto.
—¿Sí?
Miro su rostro, tan expuesto, sincero y real. Sus labios, tan cerca de sonreír.
Y recuerdo sus palabras susurradas en la oscuridad.
—…‖y‖confío‖en‖ti,‖Jake.
—No te lastimaré.
Y lo único que puedo decir es—: La pasé maravilloso anoche.
La sonrisa fructifica. —Yo también.
Correr fue un castigo. Troto más rápido, me exijo más. Sudor cae por mi
frente, mi pecho palpita y mis piernas arden como si mis músculos estuvieran en
llamas mientras intento encontrar una manera de acomodar el caos que es Chelsea
con su manada de niños en mi organizada vida. Tengo metas, prioridades. No
llegué hasta donde estoy hoy por distraerme con un pedazo de trasero, sin
importar que tan espectacular fuera ese trasero.
Atravieso la puerta de mi departamento una hora y media más tarde,
todavía respirando con dificultad. Into the Mystic de Van Morrison está sonando
desde los parlantes. Agarro una botella de agua del refrigerador, bebiendo,
mientras Chelsea se halla parada frente a mi estufa —viéndose más deliciosa de lo
que tiene el derecho a verse— cocinando. Aún en la camisa gris, mueve sus
caderas al ritmo de la música, y luego usa la espátula como micrófono.
—Yo…‖quiero‖cautivar‖tu‖alma‖de‖gitana…
Y tengo que reírme. Es jodidamente sexy y adorable, es letal.
—Creí que ibas a regresar a dormir.
Chelsea me lanza una mirada sobre su hombro. —Yo también.
Aparentemente Ronan me ha arruinado por siempre, no pude volver a dormirme.
Así que decidí‖cocinar‖el‖desayuno… excepto que no tienes nada de comida en tu
refrigerador. A juzgar por eso y tus gabinetes, solo sobrevives a huevos, pasta y la
ocasional cerveza. 1
—Hago unos buenos macarrones con queso. Por lo demás, ordeno comida 48
para llevar.
Pone los huevos revueltos en un plato y me lo entrega, sus ojos brillando
con una satisfacción juguetona de la mañana después. —Bon appétit. Esto es lo
mejor que puedo hacer bajo estas condiciones
Tomo el plato pero lo coloco en la encimera. Y me olvido de las prioridades
y metas, la honestidad y los itinerarios.
Solo quiero besarla de nuevo.
Antes de que tenga la oportunidad, mi celular suena, el nombre de mi
madre aparece en la pantalla. Chelsea lo ve también y se acerca a mí, su cara
ensombrecida con preocupación. Pongo el teléfono en mi oreja. —¿Mamá? ¿Todo
está bien?
—No, Osito, no lo está. Tú y Chelsea necesitan venir al hospital.
Traducido por florbarbero, Ivy Walker & conniennie
Corregido por Vane Farrow
—No te das una idea de lo mal que me siento. Lo siento mucho. —Mi madre
luce como si estuviera a punto de llorar, y no llora mucho.
Chelsea frota su hombro. —Está bien. Estas cosas pasan, sobre todo a mis
sobrinas y sobrinos. Riley se quebró la clavícula cuando tenía dos años, Raymond
se quebró la pierna el año pasado y mi cuñada siempre se encontraba sobre ellos.
No es tu culpa, Gigi.
—Supe tan pronto como lo oí gritar, que algo no estaba bien...
Siguen hablando en la habitación de espera de la sala de emergencias, 1
mientras me agacho delante de Rory, quien se encuentra sentado en una silla de
plástico de color naranja, sosteniendo su brazo derecho sobre el pecho. El dolor ha 49
coloreado su rostro. Sus ojos se encuentran llenos de agonía y respira lentamente,
como si cada movimiento doliera.
—¿Cómo estás, chico?
—Duele.
—Sí, lo sé. —Deslizo los nudillos contra su rodilla, no queriendo lastimarlo,
entonces miro a la enfermera de triaje y le digo que se dé prisa, que creo que
podría estar en shock.
Ella se da cuenta que estoy lleno de mierda, pero me hace sentir mejor
intentarlo.
La historia cuenta que los niños estaban jugando en el patio, bajo la atenta
mirada de Owen, mientras mi madre hacía el desayuno. Riley apostó a Rory que
no podía subir a la parte superior del árbol de roble. Lo cual, por supuesto, Rory
podía, y lo hizo. El conseguir bajar... planteó más de un desafío. Y aquí estamos.
—¿Por qué no regresas a casa, mamá? —le digo, frotando su hombro—.
Owen probablemente ha enloquecido con los otros cinco.
—Está bien. —Asiente, acariciando la cabeza de Rory—. Te veré pronto,
cariño.
—No te preocupes, Gigi, voy a estar bien —dice Rory amablemente, lo que
demuestra que mi madre sin duda se ha ganado al chico.
—¿Rory McQuaid? —Una enfermera con una silla de ruedas anuncia, lista
para llevarnos a la sala de emergencias.
—Gracias a Dios —murmuro.
1
Durante las siguientes semanas, Chelsea y yo nos asentamos en un arreglo 55
doméstico extraño. Después del trabajo, me paso por la casa para ayudarla con los
niños, pasar el rato y hacer lo que sea que se necesite. Entonces, después de que los
niños están en la cama, Chelsea y yo...pasamos el rato juntos... mayormente sin
ropa.
El sexo ha sido... malditamente intenso. Callado, para no despertar a los
aguafiestas que están demasiado ansiosos por interrumpirnos, pero todavía de
primera categoría. Es una situación diferente para mí, nueva, pero extrañamente
cómoda. Realmente no me he dejado pensar en ello profundamente. No hay
etiquetas o discusiones o cualquier mierda como esa. Dicen que la ignorancia es
felicidad... y mis noches con Chelsea han sido ciertamente eso.
Por ahora, eso es lo suficientemente bueno.
Y los niños son un jodido desastre. Como un hongo divertido, a veces
adorable, a veces causantes de dolor en el trasero, que han crecido dentro de mí.
Una vez, después del trabajo, Chelsea me necesitaba para llevar a Rosaleen a su
clase de piano. Y lo hice, pero... no terminó bien:
—Tenemos que añadir un profesor de piano a la lista — le dice Rosaleen a su tía
mientras caminamos en la cocina.
El televisor está a todo volumen en la habitación contigua, donde Raymond y Rory
se enfrentan en Mortal Kombat, el vídeo juego, pero por los sonidos del mismo, podrían en
realidad estar a punto de matarse a golpes. Ronan se mece tranquilamente en su columpio
mientras Regan se ocupa con ollas, sartenes y cucharas de madera esparcidos como minas
terrestres por todo el piso. Una olla grande de metal hierve en la estufa, y emite un aroma
cálido y carnoso.
Chelsea levanta la vista de la tabla de picar, donde se encuentra una zanahoria a
medio picar en espera. —¿Qué quieres decir? Tienes un profesor de piano.
—Ya no es así. —La niña de siete años de edad se encoge de hombros.
Chelsea vuelve sus ojos sospechosos hacia mí.
Y no tengo culpa en absoluto. —Ese tipo no debería estar enseñando a niños. Sádico
hijo de puta.
Chelsea coloca el cuchillo al lado de la zanahoria. Luego toma una respiración
profunda, y sé que está tratando de no estresarse. —Monsieur Jacques La Rue es el mejor
profesor de piano en la ciudad. Le tomó meses a Rachel el conseguir que aceptara a Rosaleen
como su estudiante. ¿Qué pasó?
1
Meto una rodaja de zanahoria en mi boca. —¿Qué clase de persona hace que sus 56
estudiantes le llaman Monsieur? Probablemente ni siquiera es francés —me quejo—.
Apuesto a que su verdadero nombre es Joey Lawrence del Bronx.
Rosaleen se sube a la silla de la isla en frente de su tía y con impaciencia cuenta la
historia. —ÉL golpeó mis nudillos con la regla porque metí la pata.
—Anexo A —interrumpo—. ¿Qué clase de jodido enfermo podría golpearla?—
Señalo la cara alegre y preciosa de Rosaleen—. ¿Rory? Es otra historia. ¿Ella? De ninguna
manera.
Rosaleen continúa. —Así que Jake fue a su coche y regresó con un bate de béisbol.
Monsieur La Rue le preguntó qué estaba haciendo y Jake le dijo: Usted golpea los nudillos
de esa niña otra vez y lo voy a golpear con esto.
Chelsea se vuelve hacia mí, con la cabeza inclinada y lo boca abierta.
No admito nada.
—Así que... nos despidió —concluye Rosaleen.
La empujo con mi codo y le ofrezco una zanahoria. —Nosotros lo despedimos.
La mete en la boca con una sonrisa.
Chelsea mira nuestro intercambio y su rostro se suaviza. —Está bien. Nuevo
profesor de piano. Voy a añadirlo a la lista.
En otra ocasión, los niños de más edad tenían citas con el dentista que
chocaban con el tiempo de juego de Regan y Ronan en Mami y yo. Como he dicho
antes, jodidamente odio a los médicos y los dentistas son sólo médicos para los
dientes. Así que opté por tomar los niños pequeños a su clase. Quiero decir, son
bebés, ¿qué difícil puede ser?
Los niños estás por todos lados, de todas formas y tamaños, algunos escalando,
algunos tropezándose, otros —como Ronan— teniendo‖su‖“tiempo‖ boca‖abajo”‖en el suelo
como si intentaran dominar el rastreo. Y los padres, Jesús, están como terriblemente
tensos, las complacientes esposas sonriendo, arrullando un culto religioso armado con
cámaras. La habitación de juegos de Mami y Yo es odiosamente colorida, una alfombra de
arcoíris, un tobogán neón, estruendosas cuñas acolchadas, y un tapete que daña mis ojos si
lo miro por mucho tiempo. Música extrañamente alegre se vierte desde los altavoces
montados con un adolecente vigorosamente feliz en una camiseta fucsia animando el
espectáculo.
Y no he empezado con los payasos.
Están pintados sobre las paredes, versiones de marioneta se alinean en las 1
estanterías, y otros rellenos que tienen brazos espeluznantemente amplios llenan las
esquinas, y sus bocas enrojecidas y abiertas mostrando sus dientes blancos en la sonrisa 57
más jodidamente espeluznante que nunca he visto. Como si estuviesen esperando a un niño
desprevenido que pase por ahí así ellos pueden arrancar sus cabezas.
Cerca de diez minutos en un juego libre, veo a Regan navegar por una pista de
obstáculos. A mi lado hay un padre bocazas animando a su hijo como si el niño estuviese a
punto de alcanzar la meta en el maldito Super Bowl. Hace un gesto con la cabeza. —Él es el
niño más rápido aquí. Lo tuve terminando la pista en veinticinco segundos.
Bien por ti, amigo.
—¿Cuál es tuyo?
Apunto a Regan, que está escalando el tobogán, su mameluco naranja brillando bajo
las luces. Canta mientras se va—: Hola,‖ hola,‖ hola,‖ hola… —Como los Siente Enanitos
marchando con sus piquetas.
—¿Hay algo malo con ella? —pregunta el hijo de puta.
Frunzo el ceño. —No, no hay nada jodidamente malo con‖ella.‖Ella‖es…‖centrada.
—Luego, para divertirme un rato, añado—: Y ella podría hacer esa pista en menos de
veinticinco segundos.
El gilipollas se burla. —Lo dudo.
Pongo mis fríos ojos en él. —¿Quieres apostar?
Roza su flequillo marrón con una mano arrogante. —Cincuenta dólares a que mi
hijo le gana.
—Estoy dentro.
Estrecho su mano, luego voy a sacar a Regan del tobogán y la preparo mientras la
cargo de vuelta a la pista de obstáculos, como Mickey hablándole a Rocky Balboa en su
esquina.
—Lo tienes, Regan. No lo dejes distraerte, ves su incertidumbre, mantén tus ojos al
frente.
Aprieta mi nariz.
Así que intento usar palabras que entenderá. —Si haces esto, te diré hola por
siempre.
Eso la hace sonreír.
Los alineamos y el padre hace el conteo hacia atrás. —En sus marcas, listos, ¡fuera!
Y‖est{n‖fuera… 1
El gilipollas y yo los animamos, como los jugadores en el hipódromo. 58
—¡Vamos, bebé, vamos!
—¡Eso es! ¡Sácalo del camino! ¡Haz tu movimiento!
Est{n‖cuello‖a‖cuello…‖hasta‖que‖ el‖pequeño‖niño‖se‖distrae‖ con‖ un‖moco‖gigante‖
colgando de su nariz. Para de trabajar en ello, y la carrera es de Regan.
—¡Sí! ¡Maldita sea! —grito con orgullo. La tomo y la sostengo bien arriba de mi
cabeza; se ríe y chilla. Y en alguna‖parte‖Freddy‖Mercury‖canta‖“We‖Are‖the‖Champions”
Mientras el papá perdedor me pasa los cincuenta, el adolecente nos descubre. —
¿Qué está pasando? Este es un lugar alegre, ¡no de juegos de azar!
—Correcto. Bueno, nos estábamos yendo de todas maneras.
Tomo a Ronan en un brazo y a Regan en el otro. En nuestro camino a la puerta, le
susurro—: Vamos a mantener esto entre nosotros, ¿Bueno?
Me mira directamente a la cara y asiente. —Hola.
Paso mis sábados con Chelsea y los niños. Traigo el trabajo conmigo,
colándose en pequeños trozos de tiempo cuando me puedo concentrar. La mayoría
de los sábados, si no han tenido muchas actividades que hacer, es relajante.
Divertido, incluso. Pero algunas veces…‖bueno…‖son‖seis‖niños.‖Desde‖un‖punto‖
de vista puramente estadístico, las posibilidades de un mal día son bastante
malditamente altas.
Una mañana, tan pronto como salí del auto supe que iba a ser un día malo.
No fue ningún tipo de sexto sentido quién lo predijo.
Fueron los gritos.
Abro la puerta delantera, y el impresionante sonido de chirrido que sólo un niño
realmente cabreado de dos años puede hacer me golpea como una explosión de aire caliente.
Regan se sienta en el piso del vestíbulo al frente del clóset, un desastre de lágrimas y gritos
y patadas, rodeada de zapatos, chanclas, y botas. Chelsea está en cuclillas frente a ella,
sosteniendo una zapatilla de deportes brillante para la inspección de la niña. Otros dos
pares de zapatos pequeños están junto a ella en el suelo.
—¿Este? —pregunta, con una mezcla de esperanza y molestia.
Regan golpea la zapatilla de la mano de su tía, sacudiendo la cabeza, golpea sus
manos en el piso, y gimotea.
Supongo que ese no era.
Chelsea se da cuenta de que estoy aquí. Levanto mis cejas y trato muy 1
condenadamente mucho no sonreír. —¿Está todo bien?
—No —sisea— No lo está. —Aparta su pelo de la cara, el moño desordenado a
59
punto de caer. Hay manchas en su blusa, de algo que se ve como guisantes, y sus mejillas
están enrojecidas.
Fue entonces cuando me di cuenta que no era sólo Regan haciendo un montón de
ruido de mierda. Es un coro, una sinfonía de voces jóvenes enojadas viniendo desde la sala
de estar. En algún lugar del piso superior¸ la voz de Ronan se une a la multitud. Y no hace
ningún sonido jodidamente feliz.
Después de otro rechazo de zapatos, Chelsea se levanta y tira la sandalia a través de
la habitación. —¿Cuál, Regan? ¿Qué es lo que quieres?
Regan solamente llora y apunta a absolutamente nada.
Antes de que pueda decir algo, los gemelos llegan golpeándose al vestíbulo, brazos
cerrados alrededor del otro. Caen al piso, rodando y gruñendo, los dientes desnudos.
—¡Sabías que la estaba guardando! —grita Rory.
—¡Estaba en el gabinete, es juego limpio! —gruñe Raymond.
—¡Paren! —grita Chelsea—. Ustedes, ¡deténganse! —Es algo chillona ahora,
también.
La ignoran completamente.
—¡Eres un idiota! —grita uno.
—¡Eres una polla! —replica el otro, y apuesto que ese fue Rory.
—¡Paren! —chilla Chelsea, y agarra a uno por los pequeños y sensibles cabellos en
la base de su cabeza. Luego lo levanta de un tirón.
Incluso yo jodidamente me encojo.
Rory aúlla, ambas manos cubriendo la parte de atrás de su cuello. —¿Qué
demonios? —demanda de su tía—. Voy a tener una jodida calva ahora.
—¡No pelees con tu hermano!
—¡Se comió el último pedazo de galletas de chocolate! —contraataca Rory—. Sabía
que la estaba guardando y se la comió de todos modos.
Poniéndose de pie ahora también, Raymond se burla—: Y estaba tan
bueeeeeeenaaaaa.
Rory arremete, y me quedo congelado por el shock de ver todo el infierno desatarse.
Me paro ente lo chicos, separándolos con apretones de hierro sobre sus brazos. —Ya basta.
Luego Rosaleen viene lagrimeando a la vuelta de la esquina, con una Riley muy 1
enojada tras ella.
60
Por supuesto.
—¡Dámelo!
—¡No, es mío!
—¡No es tuyo, es mío!
—¡No lo es!
Chelsea instintivamente extiende los brazos cuando Rosaleen se encoge detrás de
ella.
—¿Qué está pasando? —grita a su sobrina mayor.
—¡Tiene mi lápiz! —grita Riley.
—¡Un lápiz! —chilla Chelsea—¿Estás bromeando? ¡Estás peleando por un jodido
lápiz!
Riley hace un puchero en esa mordaz manera que los adolescentes hacen. —Bonito
lenguaje, Tía Chelsea.
Chelsea rechina los dientes. —Dame un descanso, Riley.
—No, se supone que tú seas la adulta ¡Míranos! ¡No es de extrañar que esta sea una
casa de locos!
—¿Y eso es mi culpa? ¿Que sean un puñado de egoístas paganos malvados?
Riley la confronta—: ¡Sí! ¡Esto es tú culpa!
Chelsea levanta sus manos. —¡Eso es! ¡Ya tuve suficiente de esto! ¡Todos, vayan a
sus habitaciones!
Chillando con indignación, Rosaleen grita—: ¡Pero yo no hice nada!
Chelsea se gira bruscamente, encarando a la pequeña rubia. —¡Dije vayan! ¡Ahora!
Rosaleen se arrastra a sí misma arriba, su pequeña cara fruncida y enojada. —¡Eres
mala! ¡No me gustas!
Chelsea agarra a la niña de siete años por el brazo y la mueve hacia las escaleras. —
Bien, ¡puedo no gustarte desde tu habitación!
Rosaleen sube las escaleras con lágrimas, llorando. Riley marcha tras ella, brazos
cruzados y hombros tercamente rectos. Rory le da un último empujón a su hermano, luego
se dirige hacia arriba, también. Cuando Raymond se gira para seguirlos, Chelsea añade—:
Raymond, tú ve a la habitación libre. No los quiero cerca uno del otro.
Echa fuego por los ojos. —¡Esto apesta!
1
Chelsea lo mira de vuelta. —¡Cuéntame sobre eso! 61
Después de que los Cuatro Jinetes del Apocalipsis desaparecieron en el piso superior,
una misteriosa tranquilidad se estableció en la casa, como un lugar después de los fuertes
vientos de un tornado. Ronan ya no llora más desde el piso superior, probablemente
sucumbiendo a su siesta de media mañana. Regan eligió dos chanclas rosa fuerte desde la
pila de zapatos no deseados, deslizándolos en sus pies, luego, sollozando, arrastra los pies
fuera del vestíbulo.
Chelsea respira duro, me acerco a ella con cuidado.
—¿Estás bien? —pregunto suavemente.
Sus ojos azules conectan con los míos por un momento. Y luego se echa a llorar.
Y se ve tan malditamente linda, incluso desquiciada con la frustración que me trago
una risa. Porque me mataría si sale de mis labios.
Froto su hombro y la guío por el pasillo hasta la cocina. —Está bien. Shhh, no llores,
está bien.
Sacude la cabeza, llorando y moqueando mientras se sienta en un taburete de la isla.
—No está bien. Son malos. Son unos pequeños animales desagradecidos.
Y repentinamente tuve la urgencia de llamar a mi madre, para disculparme. No por
nada en específico…‖sólo‖por‖los‖primeros‖quince‖años‖de‖mi‖vida.
Agarro el Southern Comfort del refrigerador y lo vierto en un vaso.
Ella solloza en sus manos.
Vierto un poco más.
—¿Qué pasó? —pregunto.
—¡Nada! —Me mira—. ¡Absolutamente nada! ¡Ellos sólo despertaron así!
Chelsea se abofetea las mejillas y toma un gran trago. Aprieto su hombro. Apoya su
codo en el mostrador y deja caer la frente en su mano. Su voz mezclada con culpa. —Oh,
Dios. No puedo creer que tiré del cabello de Rory. Rachel nunca hubiese hecho eso. Ella y
Robbin no creían en el castigo corporal.
—Eso explica mucho. —Créeme, no soy fan de golpear a los niños. Pero hay veces
que una nalgada está muy bien merecida.
—Rosaleen tiene razón ¡Soy mala! —Y llora de nuevo.
Y mi risa ya no puede ser contenida. Sale profunda y totalmente comprensiva. —
Cariño, conozco gente mala. Confía en mí, tú no lo eres.
1
Se termina su trago.
62
—No te estoy diciendo cómo criarlos, pero sé de mi propia experiencia que los chicos
necesitan disciplina. La quieren, incluso aunque no lo sepan. Deberías escribir una lista de
faltas y castigos. Ya sabes, una palabrota y pierdes tu teléfono por un día. Peleas, y tienes
que recoger la mierda del perro. Un Código Penal McQuaid.
Sorbe, ojos rojos y nariz mocosa. —No es una mala idea.
Me acerco, apartando sus piernas para pararme entre ellas. Toco su mandíbula. —
¿Te sientes mejor?
Chelsea suspira abatida. —No.
Inclino su cara hacia mí y la ladeo. —Entonces déjame ver qué podemos hacer
respecto a eso.
Sus labios son cálidos. Se hunde en el beso, abriéndose para mí, tomando mi lengua
con un jadeo y gentilmente ofreciendo la suya. Es sólo un beso, no lo llevaré a más. Pero si
se siente la mitad de bueno para ella de lo que se siente para mí, ha hecho el trabajo.
Me alejo, sólo un centímetro. —¿Te sientes mejor ahora?
Y sonríe. —Casi. Podemos trabajar en eso un poco más.
Me río entre dientes. —Hagamos eso. —Luego presiono mis labios contra los suyos
otra vez.
Algunos días, me pongo increíblemente encendido observando a Chelsea.
Sólo la manera‖ en‖ que‖ se‖ mueve,‖ en‖ que‖ sonríe…‖ agach{ndose‖ para‖ recoger‖ los‖
juguetes del suelo. Y si soy suertudo, se presenta la oportunidad para actuar. Pero
tenemos que ser sigilosos.
Hubo una tarde cuando Ronan se durmió temprano, Riley leía en su
habitación, y Rosaleen y Regan veían a Rory y Raymond jugar Xbox.
Tomo el brazo de Chelsea, arrastrándola hacia las escaleras.
—Chicos, cuiden a sus hermanas —digo.
Y unos pocos segundos después, tengo a Chelsea en el baño de la habitación de
huéspedes de arriba. Prendo la ducha para cubierta, y el fregadero, luego me presiono contra
su espalda, pasando mi nariz por su cuello, inhalando la dulce fragancia de su piel y su
deseo por mí. Voltea su cabeza, besándome en un vigoroso duelo de lenguas, agarrándose
del fregadero tan fuerte que sus nudillos se vuelven blancos.
—¿Qué estamos haciendo? —jadea.
—Puedo hacerlo rápido —prometo—. Y puedo hacerlo bueno. 1
Después caigo de rodillas detrás de ella. Levantando su falda, arrastrando bragas
blancas de encaje por sus piernas. Y mi boca está en ella, envolviendo su coño,
63
presionándola, lamiéndola como un hombre hambriento. Mi nariz rozando entre las mejillas
deliciosas de su culo, maldición, ese culo.
Cuando tenga más tiempo, juro que le daré a esa área en particular toda la gloriosa
atención que se merece.
La acaricio con mis manos, probando con mis dedos, poniéndola más caliente, más
mojada de lo que ya está. Gime por encima de mí, inclinándose hacia adelante. Tan lista y
jodidamente hermosa y ansiosa.
Me paro, desabrochándome los pantalones, y me deslizo en su suavidad húmeda en
un empuje suave.
—Cristo —gimo—. Nada se debería sentir tan bien.
Chelsea gime en aprobación cuando empiezo a empujar en su contra, la hebilla de
mi cinturón tintineando con cada empuje. Se mantiene derecha, sus manos hacia atrás para
acariciar cualquier lugar que pueda tocar, y ese ángulo la hace incluso más estrecha.
Extiendo una mano firme sobre su cadera, acuno su cara con la otra, y la volteo
para poder besarla, probando esa dulce lengua. Nuestros labios chocan y muerden, nuestros
gemidos mezclándose. Bombeo más rápido, moviendo mi mano a su hombro, mi brazo
cruzando su pecho, sosteniéndola donde la necesito. La mano de Chelsea desaparece abajo,
tocándose, frotando rápidos círculos en su clítoris mientras me deslizo dentro y fuera de
ella.
Y enloquezco.
—Oh‖joder…
Se viene con un gemido agudo, sus rodillas se aflojan, pero la sostengo, mis
estocadas perdiendo su ritmo, tornándose en unas estocadas de placer mientras llego
gloriosamente dentro de ella.
Después, arreglamos la ropa del otro, acariciándonos y besándonos. Las mejillas
cremosas de Chelsea hermosamente enrojecidas mientras se ríe contra mi boca. —Mi
Dios…‖realmente‖me‖gusta rápido.
Y creo que simplemente podría amarla.
1
64
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por NnancyC
En un día a principios de abril, Chelsea tiene una reunión con Janet en las
oficinas de la Agencia de Servicios para Familias y Niños. Lleva a los dos pequeños
con ella y termino mi trabajo temprano para estar en la casa cuando los otros
lleguen de la escuela. Estoy sentado en el patio delantero cuando Rory y Raymond
se abren paso por el camino de entrada. Y antes de que siquiera me alcancen,
visualizo una mancha roja brillante en el pómulo de Raymond, fresca, pero ya
empezando a amoratarse. 1
—¿Que te pasó en la cara?
66
Raymond le da un vistazo a su hermano, y luego de nuevo a mí. —Me caí
subiendo las escaleras en la escuela. Me golpeé la mejilla en la barandilla de metal.
Apunto a la silla junto a mí. —Siéntate. —Entonces agarro una roca de
tamaño decente desde el jardín, regreso a mi lugar, y empiezo a golpetear sus
rodillas, viéndolas sacudirse ante el impacto.
Se ajusta las gafas. —¿Qué estás haciendo?
—Comprobando tus reflejos.
—¿Por qué?
—Porque tienes nueve. Y a menos que una persona esté muy vieja o
enferma, el reflejo automático del cuerpo al caer hacia adelante es proteger la cara
y los órganos vitales de una lesión, suavizando el impacto con las manos. Así que...
antes de que te acuse de estar lleno de mierda, quiero estar seguro de que no tienes
un tumor cerebral. —Después de otro golpeteo, pongo la roca sobre la mesa de
hierro forjado y lo miro a los ojos—. Todo parece normal. Así que, ¿quién te dio un
puñetazo en la cara, Raymond?
Rory sale de la conversación, caminando hacia el jardín del frente, y su
hermano suspira. —No puedes decirle a la tía Chelsea.
—¿Por qué no?
—Porque llamará al director y vamos a tener una reunión, y eso sólo hará
que‖todo…
—Sea peor. —Asiento, totalmente comprendiéndolo.
—Sí.
Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas. —No voy a
decirle a tu tía, pero vas a comenzar a hablar conmigo. Ahora mismo.
—Su nombre es Jeremy Sheridan. Me odia.
—¿Es un atleta? —adivino—. ¿Te hace la vida imposible para mostrarles a
sus amigos lo maravilloso que es?
—No, él está en todas las clases a las que avancé por examen. La Sociedad
Nacional de Honor también. No hace deporte.
¿Un matón nerd? Eso es nuevo.
Los tiempos han cambiado desde que yo iba a la escuela. 1
—Pero mi promedio es mayor que el suyo. Siempre saco mejores notas que 67
él en las pruebas, por eso me odia —explica Raymond, su voz melancólica.
—¿Cuándo comenzó esto?
Lo piensa. —Enero. Fueron pequeñas cosas al principio, meterse con mi
casillero, hacerme tirar los libros de mis manos, hacerme tropezar. Pero
últimamente‖las‖cosas‖se‖han…‖intensificado.
Asiento lentamente, la ira crepitando como un fusible lleno. —¿Y cómo
reaccionas cuando Jeremy hace estas cosas de mierda?
Se encoge de hombros, avergonzado. —Sólo intento permanecer fuera de su
camino. Estoy pensando en bajar mis calificaciones a propósito. No quería recurrir
a eso, pero quizás me dejará tranquilo si puede ser el número uno en su clase.
Es entonces cuando me doy cuenta de Rory, aún en el césped, agachándose
de vez en cuando, con una bolsa de plástico en la mano.
Acuno mi boca con las manos. —¿Qué estás haciendo?
—Recogiendo la mierda de Cosa —grita en respuesta.
—¿Por qué?
—Para ponerla en una bolsa y encenderla en el casillero de Jeremy Sheridan.
Bien…‖esa‖es‖una‖manera‖de‖tratar‖con‖ello.
—Tu corazón está en el lugar correcto, pero no creo que sea una buena idea.
—Agito una mano—. Ven aquí.
Tengo otra estrategia en mente.
Miro a Raymond, evaluándolo. —Eres‖delgado…‖débil.
—Sí —suspira—. Lo sé.
—Pero…‖ si‖ puedes‖ ser‖ r{pido,‖ si‖ sabes‖ los‖ puntos‖ vulnerables‖ para‖
golpear... eso no importará.
—¿Quieres que golpee a Jeremy?
—¿La próxima vez que te aborde? Quiero que le rompas la maldita nariz. Te
garantizo que no te molestará de nuevo después de eso.
Raymond se queda mirando al suelo, reflexionando. —Mi padre solía decir
que la violencia nunca es la respuesta.
—No lo es. Pero defenderte a ti mismo no es violencia, hay una diferencia.
Tu padre querría que te defendieras, Raymond. 1
Parece acordar con ese razonamiento. —Pero…‖no‖sé‖cómo‖golpear. 68
Pongo mi mano en su hombro. —Yo sí.
Más tarde esa noche, horas después de que los niños estén en la cama,
Chelsea y yo nos retorcemos entre sus sábanas. Es lento, casi dulce. Sus brazos
largos y suaves se extienden por encima de ella, brillando con una suave
perfección. Le beso el cuello, adorando su piel, mientras mis caderas se flexionan
entre sus piernas. La monto en movimientos suaves y estables, los músculos de mi
espalda tensos con el aumento de placer. Chupa el lóbulo de mi oreja, susurrando
lo bien que se siente, y mis embistes se aceleran con voluntad propia. Mi cuerpo se
hace‖cargo…‖es perfección carnal y nunca quiero terminar.
Pero tiene un maldito gran final.
Las manos de Chelsea agarran mi culo, empujándome más profundo
mientras sus propias caderas se elevan para tomarme dentro de ella. Juntos
llegamos al éxtasis, se pone rígida debajo de mí cuando me pongo tenso por
encima de ella, pulsando en su interior, los dos jadeando en silencio.
Después, me envuelvo alrededor de ella desde atrás. Se ríe de la nada y me
besa las manos antes de acomodarlas bajo su mejilla, como su almohada personal.
Inhalo su aroma mientras me voy a la deriva, mi nariz contra su nuca.
Pero una voz pequeña y asustada rompe el silencio.
—Nooo.‖Noooo…
Viene del monitor de bebé de Regan. Chelsea se sacude, abre los ojos y
empieza a arrastrarse fuera de la cama. Sin pensarlo, la beso en la sien. —Vuelve a
dormir. Voy por ella.
1
Me pongo los pantalones y una camiseta y camino descalzo por las
escaleras. 72
Regan está sentada en su cama miniatura, ojos legañosos, el pelo un
desastre, su habitación iluminada por una luz tenue de Cenicienta. Levanta los
brazos tan pronto como me ve.
Y las palabras de mi madre, de hace décadas, salen de mi boca.
—¿Cuál es el problema, burbujita?
La levanto, su pequeño cuerpo caliente al instante aferrándose a mí. Le froto
la espalda y suavizo su pelo. El labio inferior de Regan tiembla cuando apunta a
las largas cortinas en la esquina en sombras de su habitación. —Nooo.
—¿Tuviste un mal sueño?
Muevo las cortinas, mostrándole que no hay nada oculto, nada que temer.
Me aprieta los hombros con diminutos brazos y apoya la cabeza en mí. Me siento
en la mecedora junto a su cama, acariciando su espalda y susurrando en voz baja.
—No hay monstruos, Regan.
En la vida real los hay, pero no en esta casa. No mientras yo esté respirando.
—Te tengo, pequeña. Est{s‖segura.‖Shhh…‖Ve‖a‖dormir.
Le beso la parte posterior de la cabeza y le masajeo la espalda,
balanceándola hasta que se relaja en mis brazos y vuelve a caer en un sueño
tranquilo.
1
73
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Vane Farrow
Unos días después, Rosaleen asusta a Chelsea y le roba diez años de vida
cuando desaparece. Estoy trabajando hasta tarde, Chelsea ayuda a Riley con su
tarea,‖y‖el‖resto‖de‖los‖niños‖est{n‖dispersos‖alrededor‖de‖la‖casa…‖haciendo‖lo‖que‖
los niños hacen. Cuando es momento de alistarse para ir a la cama, Chelsea se da
cuenta de que la pequeña rubiecita no está. Gritan su nombre, buscan a través de
las habitaciones, el armario, la casa de juegos en el patio, la maldita piscina y el
jardín. Llama a los vecinos y también revisan sus patios.
Para el momento en que deja de buscar para llamarme, es un desastre de
lágrimas frenéticas, lista para llamar a la policía y a la guardia nacional. En el auto, 1
manejando hacia la casa, soy yo quien pregunta si revisaron el tercer piso; el cuarto
de Robert y Rachel.
74
Apresurada y sin aliento, Chelsea dice que no lo hicieron, y salta a las
escaleras. Ahí, acurrucada en el piso del armario, envuelta en la bata de su madre,
está Rosaleen, profundamente dormida. Llego a la casa unos minutos después del
descubrimiento, cuando Chelsea todavía se encuentra llorando y temblando.
Rosaleen se siente mal pero dice que le gusta entrar al clóset de su madre a veces.
Para recordar cómo olía.
La explicación hace llorar a Chelsea aun más. Y también rompe mi maldito
corazón.
Después de una hora de acostarse inusualmente larga, cuando Chelsea no
parece ser capaz de alejarse del umbral de la puerta de su sobrina, abordo el tema
de la habitación. Han pasado meses desde la muerte de Robert y Rachel, y el cuarto
permanece tal cual como lo estaba antes.
No sé mucho sobre el duelo, sé todavía menos de niño, pero‖ no‖ parece…‖
saludable para mí. Chelsea permanece firme, aclama que los niños no están listos
para el cambio, para tener las cosas más personales de sus padres metidas en cajas
y en otra parte. O peor, regalarlas. Pero no creo que sean los niños los que no estén
listos.
Creo que es ella.
Desestima el tema, negándose a discutirlo. Y cuando esos hermosos ojos se
vuelven fríos, lo dejo pasar. Porque en realidad no es mi asunto, así que no vale la
pena una discusión.
1
90
Traducido por Sandry
Corregido por Itxi
1
96
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Miry GPE
2
02
Traducido por Beatrix
Corregido por Laurita PI
2
08
Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Annie D
Mientras que Chelsea se viste, llamo a Stanton y Sofía, luego a Brent. Los
actualizo con los acontecimientos de ayer y les digo que me encuentren en la
oficina. Los procedimientos de la corte de familia son ligeramente diferentes, así
que voy a tener que familiarizarme con ellos, pero en esencia, la audiencia de
custodia no es tan diferente que la de un juicio. Necesitaré pruebas y un montón de
jurisprudencia para sostener mi argumento de que los niños pertenecen con
Chelsea y que el CFSA estaba fuera de lugar para llevárselos en primer lugar.
Chelsea entra en la habitación, bebiendo su café, con vaqueros y una camisa
de franela roja suelta. Su cabello recogido en una coleta alta, brilla de color rojo-
dorado por la luz del sol de la ventana.
Ella‖luce… mejor, pero no bien.
De la forma en que un plato de porcelana luce cuando se rompió en pedazos
y fue pegado para juntar las piezas. Pero sabes que la más mínima vibración
podría hacer añicos todo de nuevo.
Nos detenemos para comprar panecillos en el camino a mi apartamento,
donde me cambio de ropa, y luego nos dirigimos a las oficinas de Adams &
Williamson. Trabajar el sábado es bastante común allí, así que hay algunos
abogados moviéndose alrededor en ropa casual de fin de semana. Dirijo a Chelsea
hacia mi oficina, donde Stanton, Sofía, y Brent ya están esperando. Después de una
ronda de abrazos de simpatía para Chelsea y unos golpecitos en el brazo para mí,
nos sentamos alrededor de mi escritorio.
—Ellos tienen condenadamente todo —maldigo, hojeando el informe de
servicios sociales que acompañaba a la orden de la corte. Y en el papel, no se ve 2
bien—. El arresto de Rory y su brazo roto, Riley siendo detenida después de la
fiesta, las cosas con Raymond y Jeremy Sheridan. Incluso mencionan el acto de
10
desaparición de Rosaleen. ¿Es que pusieron micrófonos escondidos en toda la
maldita casa?
—Probablemente entrevistaron a los vecinos —sugiere Sofía—. Los padres
de los amigos. Chelsea, el informe menciona el retraso en el habla de Regan, ¿el
cual la CFSA afirma que no has abordado adecuadamente?
Chelsea niega. —Ella no tiene un retraso en el habla, todos los niños fueron
habladores tardíos. Alteró a Rachel al comienzo, pero el pediatra siempre dijo que
era totalmente normal.
Me dirijo a Sofía. —Tenemos que conseguir una declaración del pediatra. Y
del terapeuta de Rory. Y de sus profesores, son niños inteligentes, les va bien en la
escuela; va a funcionar a nuestro favor.
Stanton asiente. —Y voy a investigar a Dexter Smeed y la CFSA. Ver cuál ha
sido su trayectoria últimamente.
Nos dividimos hacia nuestras respectivas tareas. Antes de que Brent
comience a ayudar a Sofía con esas declaraciones, instala a Chelsea cómodamente
en el sofá de cuero junto a la ventana. Le da una taza de té caliente, entonces saca
su licorera y vierte un poco en su taza. —Un pequeño trago en la mañana es algo
bueno. Pone en marcha la sangre.
—Gracias, Brent.
—No te preocupes por nada. Han despertado a un gigante dormido. Y Jake
es el gigante más espantoso por estos alrededores.
M{s‖ tarde‖ esa‖ noche,‖ Chelsea‖ y‖ yo‖ estamos‖ de‖ vuelta‖ en‖ su‖ casa…‖
bañándonos juntos en la bañera de gran tamaño fuera de su dormitorio. Se
encuentra sentada frente a mí, su espalda contra mi pecho, su cabello recogido,
unos mechones húmedos colgando, haciéndole cosquillas en la cara. Ha estado en
silencio durante un buen rato; sólo los sonidos del agua ondulante contra el lado
de la bañera perturbando el silencio.
—¿Qué pasa si perdemos mañana?
2
Mis labios permanecen en su hombro. —No lo haremos.
—Pero, ¿y si lo hacemos? ¿Van‖a…‖—Su voz se quiebra— …¿Van a dejarme
16
verlos? ¿Tener visitas?
Se da la vuelta para mirarme y elijo mis palabras cuidadosamente. —
Conozco‖gente‖que…‖puede saber dónde están los niños. Y conozco otras personas
que hacen‖ identificaciones…‖ pasaportes y esas cosas. Pero de los buenos. —Paso
mi dedo a lo largo de su mandíbula—. Así‖que…‖si‖perdemos,‖voy‖a‖llamar‖a‖esa‖
gente. Vas‖a‖sacar‖todo‖el‖dinero‖que‖puedas… y simplemente te vas.
—¿Cómo… a México?
Me río. —No. La brillante y blanca piel McQuaid se quemaría bajo el sol
mexicano. Puede‖ser…‖¿Canad{? Me pregunto si Regan aprendería más rápido el
francés.
Chelsea me mira fijamente, y sus ojos lucen un tono más oscuro. Más
profundos. —¿Harías eso por nosotros?
Mis dedos recorren su suave mejilla. —No puedo pensar en algo
que no haría por ustedes.
Y ese hecho me asusta a mas no poder.
Las gotas de agua se derraman sobre el borde de la bañera mientras se
levanta sobre sus rodillas, a horcajadas sobre mis caderas. Nos besamos por
minuto que se siente como horas. Su mano se sumerge debajo del agua,
acariciándome a pesar de que ya estoy duro y caliente en su palma. Y cuando nos
acomoda, se hunde, lento y suave. Mis brazos se envuelven a su alrededor,
atrayéndola, más cerca, y beso sus pechos, jugando con sus pezones con mi lengua.
Sus caderas suben y bajan; me muevo dentro de ella a un ritmo pausado y
constante.
Y cuando espasmos recorren su cuerpo, provocándole un suave gemido,
cuando me hundo profundamente dentro de ella con un gruñido áspero, se siente
como más. Como todo. Como nada que haya probado antes y algo que no podré
encontrar con nadie más.
La cabeza de Chelsea todavía descansa en mi hombro un tiempo después de
que el agua se vuelva fría. Finalmente, salimos de la bañera, nos secamos, y nos
quedamos dormidos en su cama, envueltos alrededor del otro.
2
17
Traducido por florbarbero
Corregido por Vane Farrow
2
24
Después de que la abogada de la agencia cuestiona a Smeed, y refuerza sus
afirmaciones sobre graves consecuencias y el medio ambiente potencialmente
inseguro de la tutela de Chelsea, se excusa. Aprieto la rodilla de Chelsea debajo de
la mesa, y luego me pongo de pie y la llamo como testigo. Ella jura y se sienta en el
banquillo de los testigos, pareciendo pequeña, tímida.
Atrapo su mirada y le doy una sonrisa, entonces me recuesto casualmente
contra la mesa.
—¿Estás nerviosa, Chelsea?
Mira a la juez, luego de vuelta a mí. —Un poco, sí.
—No lo estés. Somos sólo tú y yo, teniendo una conversación.
Asiente y empiezo.
—Háblame de los chicos.
Chelsea prácticamente brilla cuando habla de la mujer de carácter fuerte en
la que Riley se está convirtiendo, en la energía precoz de Rory, que un día lo
llevará a hacer grandes cosas. Sonríe mientras habla de la naturaleza de Raymond,
y como nadie puede estar en una habitación con Rosaleen y no sonreír. Se
atraganta cuando menciona a Regan y cómo aprende de sus hermanos y hermanas,
y lo buen bebé que es Ronan, y lo mucho que quiere estar allí para verlo crecer en
el niño increíble que sabe que será.
—Tienes veintiséis años —le digo—. Tenías toda una vida en California,
amigos, un apartamento, la universidad. Y dejaste todo de lado y viniste aquí para
ser la tutora de tus sobrinas y sobrinos. ¿Has pensado alguna vez en no criarlos?
¿En dejar que Servicios Infantiles encuentre nuevos hogares para ellos?
Levanta la barbilla. —Nunca. Ni por un segundo.
—¿Por qué? —pregunto en voz baja.
—Porque los amo. Ellos son míos. Criarlos es la cosa más importante que
alguna vez voy a hacer. —Sus ojos están húmedos, cuando se vuelve a la juez—. Y
algunos días es difícil, su Señoría... pero incluso en esos días, hay tanta alegría. Son
todo para mí.
Le doy a Chelsea un asentimiento, haciéndole saber que lo hizo muy bien.
Entonces me siento y el abogado de la agencia tiene su turno.
Ella está de pie. —Señorita McQuaid, ¿cuál es la naturaleza de su relación
con su abogado, Jake Becker?
2
Y me pongo de pie. —Su Señoría, a menos que la abogada contraria esté 25
sugiriendo que planteo algún tipo de peligro para los niños McQuaid, este tipo de
cuestionamiento está completamente fuera de lugar.
—Estoy de acuerdo. Al lugar, abogada.
Ella continúa. Intentando hacer girar los incidentes con los niños en algún
tipo de negligencia por parte de Chelsea. Pero no hay daño. Donde no hay humo,
no hay fuego.
Después de que Chelsea es excusada, sigo con las declaraciones del pediatra,
que da fe de la salud de los niños y cómo todos están al día en sus visitas. También
tomo declaraciones de Sofía, Stanton, y Brent, corroborando la competencia del
Chelsea como una tutora y para demostrar que tiene un sistema de apoyo. La
Agencia destaca el argumento de que en un principio ellos ganaron la custodia y
ambos descansamos nuestros casos. La juez dice que va a deliberar y regresará con
el veredicto tan pronto como sea posible, entonces la corte levanta sesión.
Después de que el juez sale de la sala de audiencias, Chelsea se vuelve hacia
mí. —¿Y ahora qué?
—Ahora... esperamos.
2
26
Traducido por Beatrix
Corregido por Jadasa
La cena con Brent, Lucy y su amiga con el culo apretado, cuyo nombre
todavía no sabía, una vez más es casual. Relajada. Y olvidable. Nos encontramos
en un bar de deportes, comemos sándwiches calientes, luego nos movemos a la
habitación contigua a jugar billar. La amiga coquetea conmigo tratando de
conseguir que le enseñe como sostener el taco. Pero no estoy en ello. Es un esfuerzo
no ser grosero.
Después de lo que parece una eternidad, pero son en realidad solo dos
horas, terminamos la noche. Los cuatro salimos por la puerta del bar a la acera.
Giró a la derecha, y me encuentro mirando a unos impresionantes ojos azul
cristalino.
—¡Jake! —dice Chelsea, tan sorprendida como yo.
—Chelsea…‖hola. 2
Los niños la rodean por todos los lados. Raymond empuja a Ronan en su 34
cochecito a su izquierda, Riley sostiene la mano de Rosaleen a su derecha, Regan se
encuentra en los brazos de Chelsea.
—¡Jake! —grita Regan, usando su nueva palabra favorita.
—Hola, nena.
La expresión de Chelsea va de sorprendida a incómoda mientras observa a
Brent,‖la‖rubia‖Lucy,‖y‖la‖morena‖a‖mi‖lado.‖Palidece‖un‖poco,‖viéndose…‖herida.
Para no quedarse atrás, Rosaleen brinca y dice—: ¡Hola, Jake!
Le sonrío mientras la morena se inclina. —¡Eres taaan linda! Mi hermana va
a tener un bebé pronto y espero que se parezca a ti. —Toca con suavidad la nariz
de Rosaleen; que la arruga con desagrado.
—¿Quién eres tú? —le pregunta Rosaleen prepotente.
—Vamos, Rosaleen. —Riley tira de la mano de su hermana, dándome la
espalda y una mirada aún más fría—. Raymond, sigamos caminando. Tía Chelsea,
nos encontraremos contigo en la esquina.
Los tres caminan a nuestro alrededor mientras todavía miro a Chelsea.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
—El terapeuta de Rory tuvo que pasar para más tarde su sesión. Él está allí
ahora, y les prometí a los niños un helado mientras esperamos, así que eso es lo
que estoy haciendo. Nos dirigimos a ese lugar —Señala sobre mi hombro—, a
conseguir un helado.
Como una idea de último momento, mira a Brent. —Hola, Brent. Es bueno
verte.
—A ti también, Chelsea —responde en voz baja.
Sube más a Regan en su cadera y empuja el cabello detrás de su oreja. —
Bueno…‖Tengo‖que irme.‖Ten…‖ten‖una‖buena‖noche.
Me rodea. Pero da un par de pasos.
—¡Chelsea! —digo en voz alta, su nombre suena como si hubiera sido
arrancado de lo más profundo de mis pulmones. Avanzo con rapidez, parándome
delante de ella—. Puedo‖explicarlo.‖Esto‖no‖es…
—Jake, no tienes que explicarlo —me dice en voz baja, sacudiendo la
cabeza—. No me debes nada.
Y sé que es verdad; entonces, ¿por qué parece como si me hubieran pateado 2
en las pelotas?
35
Permanecemos así durante unos segundos. Entonces me estiro por Regan.
—Déjame ayudarte a conseguirle el helado a los niños.
Pero Chelsea da un paso atrás. Fuera de mi alcance. —No. Está bien. —Su
sonrisa es tan suave. Tan triste—. Puedo hacerlo por mi cuenta.
Se aleja. Dejándome de pie en la acera. Solo.
Son casi las once de la noche cuando Chelsea llega a casa. Afortunadamente
sola. Atraviesa la puerta principal y entra a la sala; dónde estamos esperándola.
Todos nosotros.
Deja caer sus zapatos. —Guau,‖hola…‖todavía‖est{n‖despiertos.
Me siento en medio del sofá, con Regan en mi regazo, Rory y Raymond a
cada lado. Riley apoyada contra el respaldo.
—Los niños querían hablar contigo sobre algo —explico.
Su mirada se mueve sobre cada uno de ellos. —¿Qué pasa?
—No nos gusta él —dice Rory.
Le toma un momento a Chelsea entender. —¿Él? —Su pulgar apunta sobre
su hombro—. ¿Tom?
—Es un idiota —afirma Rory.
—No parece muy inteligente —añade Raymond.
—Es aburridoooooooo —interviene Rosaleen.
—Es lindo —dice Riley—. Pero puedes hacerlo mejor.
Y Regan lo une todo. —¡No!
Dios, ella es elocuente.
Chelsea se ríe. —Correcto. Bueno, gracias por compartir sus pensamientos.
Sus sentimientos quedan debidamente tomados en cuenta. Ahora —Extiende su
mano hacia las escaleras—, a la cama.
Cuando los gemidos predecibles y las quejas comienzan, la apoyo. —
Vamos, chicos, hagan esto más fácil para ustedes. Rory, ayuda a Regan a cepillarse
los dientes.
—Vendré a arroparlos en un minuto —les dice mientras la pasan caminando 2
en una fila como patos bebés. Entonces sus ojos caen sobre mí, fríos y duros—.
¿Puedo hablar contigo afuera? Ahora. 40
Y su tono es serio. Supongo que está enojada, pero eso está bien para mí,
porque también me siento malditamente enojado en este momento.
Bueno,‖ eso‖ no‖ salió‖ bien…‖ pero‖ sabes lo que quiero decir. Si quiere una
pelea, me siento más que feliz de darle una. O más de una.
Múltiples.
Un‖ largo,‖ sudoroso,‖ en‖ un‖ lugar…‖ ¡Mierda! ¿Qué demonios está mal
conmigo?
Una vez que los niños se encuentran arriba, la sigo a la puerta trasera, mis
pasos rígidos igualan sus pisadas fuertes, hacia el patio oscuro. La puerta francesa
se cierra con un golpe y no pierde el tiempo para enfrentarme.
—¡Esto no es justo! ¡No puedes hacer esto!
—¿Qué es exactamente lo que crees que hice, Chelsea?
—Poniendo a los niños en contra de cualquier hombre con quien salgo. ¡Mi
vida amorosa no se rige por un voto!
Las únicas palabras que proceso de esa declaración son vida amorosa. ¿Qué
mierda pasa con eso?
—¿Tienes una vida amorosa? —pregunto, horrorizado. Las palomitas que
comí durante la película con los niños agitándose dentro de mi estómago.
Empuja mi pecho. —¡Tengo derecho a ser feliz!
Empuja.
—¡Lo creas o no, Tom en realidad me encuentra atractiva!
Empuja.
—¡Le gusta hablar conmigo, pasar tiempo conmigo!
Empuja.
—¡Me quiere…‖incluso‖si‖tú no lo haces!
Atrapo su mano, girándola, y presiono su espalda contra la pared de la casa.
Me mira, con la barbilla levantada, valiente y atrevida, sus ojos azul hielo fríos con
furia.
El pensar con claridad se fue por la ventana cuando empezó a hablar de
otros hombres. El peso de las consecuencias de mis acciones deteniéndose en el 2
segundo en el que dijo que no la quería.
41
Como si eso fuera jodidamente posible.
Ahora todo es simplemente instinto sin sentido. Emoción pura, fuego,
necesidad. La necesidad de que mi toque sea el último que sienta esta noche. Mis
labios, su beso de buenas noches. No. Los. Del. Maldito. Tom.
—Quererte nunca fue el problema, Chelsea.
Me apoyo contra ella, siento sus pechos dolorosamente suaves contra mi
pecho, mi rodilla entre sus muslos, donde es tan cálida y celestial. Mi cara tan cerca
de la suya, que respiramos el mismo aire.
Lucha contra mi agarre, sacudiéndose. —¡Lo es! —sisea—. Eso fue lo que
dijiste. Esto; a mí, es lo que no querías.
Esa horrible noche es un borrón. Un vago recuerdo de un nerviosismo
extraño, remordimiento y palabras tartamudeadas. No sé qué diablos en realidad
le dije.
—¿Eso hice? —Me acerco aún más, dejándola sentir exactamente lo mucho
que la quiero—. Entonces soy un idiota. —Mis ojos se empapan de ella, de cada
pulgada, sus labios jadeantes, mejillas sonrojadas, el pulso palpitante en su cuello
que me dice que también me quiere—.‖ Y‖ lo‖ peor‖ es…‖ que también soy un
mentiroso.
Mi boca cubre la suya y siento su gemido, es largo y desesperadamente
aliviado. Gime mientras libero sus muñecas, para poder tocarla, y envuelve los
brazos alrededor de mi cuello, acercándome más. Succiono su labio inferior antes
de sumergirme de nuevo en la resbaladiza dulzura de su boca.
Ha pasado tanto tiempo. Demasiado.
Se arquea contra mí y todo lo que quiero hacer es agarrarla, levantarla y
follarla contra la pared.
Ese es el pensamiento que trae la cordura de regreso.
Mierda, ¿qué estoy haciendo? Le dije que esto tenía‖ que‖ parar,‖ y‖ luego…‖
Joder, soy un hombre de las cavernas.
Suavemente, agarro sus brazos y me obligo a dar un paso atrás,
separándonos. Bajo la mirada a la piedra en el patio, así no tengo que mirarla. —
Chelsea,‖yo…‖Esto‖fue‖un‖error.‖No‖va‖suceder‖de‖nuevo.‖Lo‖siento.
Al principio, no dice nada. Pero puedo sentirla. Siento la confusión y luego
la rabia; que irradia de ella en gruesas y poderosas ondas. Cuando por fin la miro a 2
la cara, su boca es más la de un gruñido que la de un ceño fruncido. Tiene el ceño
fruncido y sus ojos disparan chispas azules. 42
Y como el bastardo enfermo que soy, eso me excita aún más.
Hasta que habla. —Sabes, Jake, siempre supe que eres capaz de ser un
imbécil, cuando quieres serlo. Pero nunca, nunca, pensé que fueras un cobarde.
Y se aleja. Abre la puerta francesa y entra de nuevo a la casa.
Y me siento como una maldita basura. Del tipo que queda atrapada bajo las
garras del Tío Cosa. Ese soy yo; una mota de suciedad bajo la pequeña uña de un
maldito perro.
Traducido por Mire
Corregido por GraceHope
Otra semana pasa. No voy a más estúpidas citas dobles con Brent, no salgo a
cualquier cita en absoluto. Incluso paro de masturbarme.
Bueno... tal vez parar es una palabra muy fuerte. Pero hay una disminución
drástica.
Soy una terrible jodida compañía, incluso para mi propia polla.
Todo parece llevarme al camino equivocado. Y lo que es peor, las cosas que
solía esperar, que me daban verdadera alegría —una absolución, una solicitud
concedida, ver un maldito partido de baloncesto— simplemente parecen sin
sentido. Huecas.
Vacías.
Milton es arrestado de nuevo. Por vandalismo, destrucción de la propiedad.
Y apenas me atrevo a gritarle.
Él me pregunta si mi perro murió.
Entonces, antes de que abandone mi oficina, me dice que mantenga mi
cabeza en alto. Cuando Milton Bradley tiene lástima por ti, eso es jodidamente
tocar fondo, justo ahí.
Pero ni siquiera me importa.
Apenas puedo soportarme a mí mismo, y después que la segunda semana
pasa, al parecer, todo el mundo también ha tenido suficiente de mí. Porque una
tarde, Brent, Sofía, y Stanton se precipitan a mi oficina, y Stanton cierra la puerta
detrás de ellos. Brent cierra el portátil en mi escritorio y lo aleja, como si estuviera
castigado o algo así.
—¿Qué diablos es esto?
—Esto es una intervención —dice el bastardo barbudo.
—No necesito una intervención.
—Bueno, es esto o Stanton va a llevarte atrás e ir de Fiel Amigo sobre tu
trasero.
Suspiro y miro a cada uno de ellos mientras se sientan frente a mí. —Estoy
bien. 2
—Nooo —Sofía sacude su cabeza—, eres lo contrario a lo que bien se parece. 46
—Eres miserable —dice Stanton.
Gracias amigo.
—Chelsea en cierta forma también es miserable —agrega Sofía, pero no me
hace sentir mejor.
—Y ustedes dos nos están haciendo miserables —dice Brent—. Es como la
ósmosis, está esparciéndose de ti. Está afectando mi encanto, y jodidamente tiene
que parar.
—Jake —Stanton se para, sus ojos más serios—, es obvio que quieres estar
con Chelsea. ¿Por qué demonios no te sacas de tu miseria y estás con ella?
Finalmente, un poco de fuego estalla en mi voz. —Porque no quiero hacerle
daño.
—Ella está herida ahora —argumenta Sofía.
—Pero de esta manera, ¡todavía consigo mantenerla! —Mi mirada se
desplaza a cada uno de ellos, retándolos a decir que estoy equivocado—. Sé cómo
luchar, y cómo ser un abogado, cómo ser un amigo —Ya estoy respirando con
dificultad—. No sé cómo ser un hombre de familia.
—Creímos que podrías decir eso —asiente Stanton, luego gesticula hacia
Sofía—. Mujeres primero.
Sofía se levanta y se pasea como si fuera a interrogarme. —¿Cuántas
cucharadas de fórmula bebe Ronan?
—¿Qué‖tiene‖eso‖que‖ver…
—Solo responde la maldita pregunta.
—Seis —Suspiro—. Excepto a la hora de dormir, entonces tienes que
rematarlo con dos extra.
Ella asiente. —¿Y cuántas palabras sabe Regan?
—Tres. Hola, no... y Jake —No puedo detener una sonrisa—. Ella es
brillante.
Sofía se sienta y Brent se para. —¿Cuál es el color favorito de Rosaleen? —
pregunta.
—Arco iris. Lo que infiernos eso signifique.
2
Él asiente. —¿A qué le teme Raymond?
47
Ni siquiera tengo que pensar en ello. —Rocas espaciales. Meteoros.
Cualquier cosa que no puede predecir o controlar.
Brent toma asiento. Stanton se inclina en la parte posterior de la silla de
Sofía, mirándome a los ojos. —¿Qué es lo que quiere ser Rory cuando sea grande?
—Un juez del Tribunal Supremo. Que Dios nos ayude a todos.
Stanton sonríe. —¿Cuál es el nombre del chico del que Riley se siente atraída
en estos días?
Frunzo el ceño. —Preston Drabblesmith.
Y él es un chico real. No un personaje de Harry Potter.
Stanton viene y golpea mi brazo. —Felicidades, Jake. Ya eres un hombre de
familia.
Pienso en sus palabras, sus preguntas, mientras que Brent y Sofía sonríen
como idiotas, y entiendo lo que está diciendo. Es solo... —No sé qué demonios
estoy haciendo.
Stanton frota su barbilla. —Déjame decirte un pequeño secreto. Ninguno de
nosotros sabe qué demonios estamos haciendo. ¿Crees que sabía lo que estaba
haciendo cuando pusieron a una niña en mis brazos a los diecisiete años? Mierda,
hombre, no paré de sacudirme durante tres días.
—¿Crees que Chelsea sabía lo que hacía cuando corrió aquí desde California
para criar a esos niños? —agrega Sofía.
—Todo lo que tienes que hacer es amarlos —dice Stanton—. Eso es lo más
importante. Después de eso, el resto... simplemente cae en su lugar.
—Además —dice Brent—, ¿realmente crees que hay alguien por ahí que va
a romperse el culo tan duro como tú para hacerlos felices?
Y esa es la pregunta más fácil de todas.
Joder, no.
Entonces... ¿qué diablos estoy haciendo todavía sentado aquí?
Me paro. Dejo el maletín, el papeleo. Que se joda todo. —Tengo que irme.
Pero mientras todos están sonriendo, golpeando mi espalda, y
apresurándome hacia la puerta, mi jefe, Jonas Adams, camina a través de esta.
—Buenas noches a todos.
2
Hay saludos por todas partes. Y no un poco de conmoción. Porque Jonas 48
Adams, socio fundador, no va a las oficinas de sus asociados. Nunca.
Se aclara la garganta. —Ha habido un incidente, Sr. Becker. La Sra. Holten,
por desgracia, se ha caído por las escaleras.
La emoción y la anticipación que estuvo saliendo de mí hace unos segundos
desaparecen. Mis ojos se cierran y trago fuerte, y no hay un sonido en la
habitación, a excepción de mi pregunta.
—¿Está viva?
Adams se quita sus gafas y las limpia con un pañuelo con iniciales. —Oh, sí,
Sabrina está viva, solo un poco golpeada. La policía ha detenido al senador Holten,
así que necesitaré que te dirijas a la comisaría, ayudarlo con cualquier
interrogatorio que pueden intentar,‖hacer‖arreglos‖para‖la‖fianza…
—No.
La única sílaba es tan clara y suena tan bien en mis labios. Casi tan bien
como el nombre de Chelsea. Sé la clase de hombre que soy. Y sé qué puedo hacer.
Y más importante, lo que jodidamente no haré. Nunca más.
—No voy a hacer eso, Sr. Adams.
Sus ojos se entrecierran, como si no pudiera verme con claridad. —¿Puedo
preguntar por qué no?
—Porque él es culpable.
—¿Le ha confesado eso a usted?
—No. Pero sé que lastima a su esposa.
Las mejillas de Adams resplandecen rojas de furia y su pecho se infla. Me he
preguntado si Jonas es realmente tan ciego o simplemente intencionadamente
ignorante. De cualquier manera, no importa.
—William Holten es un cliente de esta firma, y más que eso, ha sido mi
amigo durante más de cuarenta años. Se merece una defensa.
—No de mí parte. —Sacudo mi cabeza, bajando la mirada a él.
Los labios de Adams se tensan en una pequeña curva desagradable. —Sr.
Becker, debe pensar muy cuidadosamente sus próximas palabras, porque van a
determinar‖su‖futu…
—Renuncio.
2
—Jake. —Mi nombre corre de la boca de Stanton en un aviso silencioso. Pero
no necesito uno. 49
—Mi renuncia se encontrará en su escritorio en la mañana, Sr. Adams. Él es
su amigo. Defienda al pedazo de mierda.
Adams levanta su nariz. —Considere su renuncia aceptada. —Se va.
Y un peso desaparece de mis hombros.
La autoridad realmente nunca fue lo mío.
—Jake, ¿qué hiciste? —pregunta Sofía, entrecerrando sus ojos con
preocupación.
La beso en la mejilla. —Lo correcto.
Golpeo el brazo de Brent y estrecho la mano de Stanton, sonriendo como
Ebenezer jodido Scrooge en la mañana de Navidad. —Y fue muy fácil.
Me dirijo a la puerta. —Hablaré con ustedes más tarde. Gracias. No sé
cuánto tiempo me habría tomado sacar mi cabeza de mi culo sin ustedes tres.
—Hay una imagen que realmente no necesito —dice Sofía, y me río.
Stanton dice—: Bueno, ve por ella, hombre.
Y eso es justo lo que planeo hacer.
2
51
Traducido por Sahara
Corregido por Laurita PI
Paso la noche con Chelsea. Nos aseguramos que todos los niños se bañen y
vayan a la cama. Luego pasamos la mitad de la noche hablando. Planeando. La
otra mitad se gasta... en no hablar. Nada coherente de todos modos.
Al día siguiente, entrego mi renuncia, empiezo a hacer los arreglos
necesarios para mi salida de Adams & Williamson. Y no me siento mal.
Chelsea y yo esperamos a los niños cuando llegan de la escuela. Nosotros
nos reunimos en el estudio, para contarles qué planeamos.
—Sé que parece rápido —les dice Chelsea mientras hago rebotar a Ronan en
mi pierna—, pero había una película en los años ochenta; que a sus padres les
encantaba llamada Cuando Harry encontró a Sally.
—Suena lamentable —interrumpe Rory.
—Fue un poco lamentable —le digo por la comisura de mis labios.
Pero Chelsea me escucha. —¡No fue lamentable! Fue perfecta. De todos
modos, hay una línea en ella que dice que cuando encuentras la persona con la que
quieres pasar el resto de tu vida, deseas que el resto de tu vida empiece de
inmediato. —Me mira—. Así es como Jake y yo sentimos el uno por el otro.
La interrumpo—: Pero si ustedes no están de acuerdo, quiero que lo digan.
No pasa nada si dicen que no; no van a herir mis sentimientos. Solo quiero estar
aquí si todos en verdad quieren que lo haga.
Se miran entre ellos. Y piensan. Es jodidamente extraño lo tranquilo que se
comportan.
—¿Se mudarán a la habitación de mamá y papá? —pregunta Riley. 2
Le guiño un ojo a Chelsea, porque ya hablamos de esto.
56
—En realidad —les dice Chelsea—, pensamos que nos gustaría agrandar mi
habitación. Qué sea lo bastante grande para dos personas, ampliar el baño y los
armarios. Y la habitación de sus padres... Jake y yo pensamos que sería muy
interesante si la hacemos una habitación para la familia. El lugar donde todos
podemos estar juntos. Podríamos conseguir una mesa de billar, un gran sofá, un
televisor‖nuevo…
—¡Y un juego de arcade!
Rory obviamente a bordo.
Chelsea asiente. —Y podría dibujar lo que quieran en las paredes. Y
podríamos pintarla juntos.
—Oh,‖oh…‖¡quiero mariposas! —grita Rosaleen—. Y unicornios y arco iris.
—Y los camiones monstruo —dice Rory.
—Y patinetas —añade Raymond, golpeando el puño con el de su hermano.
—Y —finaliza Riley—, toda una pared con One Direction y 5 Seconds of
Summer Fatheads.
—Sí, podemos hacer todo eso —les dice Chelsea.
—Va a ser como la habitación de un esquizofrénico —murmuro, y ella se ríe.
—Entonces acerca de que Jake se mude con nosotros, ¿qué dicen, chicos?
—¿Puedo vivir con mi novio algún día? —pregunta Riley, porque ella es
inteligente.
—Claro —le respondo—, cuando tengas veintiséis años y cuides de seis
hijos, por supuesto que puedes irte a vivir con tu novio, y no diré una mierda al
respecto. Hasta entonces, de ninguna manera. —Porque soy más inteligente.
Rueda los ojos. —Lo‖que‖sea…‖voto‖sí,‖Jake‖puede‖mudarse.
—Definitivamente —acuerda Rory.
La sonrisa de Rosaleen es enorme mientras corre y me abraza. —¡Sí, sí, sí!
—Claro —dice Raymond.
Todos nos dirigimos a Regan, quien sonríe con su pequeña sonrisa de bebé y
cierra el trato con la palabra número cuatro.
—Sí.
2
57
Esa noche, después de que los niños terminan la tarea y todo el mundo está
en pijama en la sala viendo televisión. Mi teléfono celular suena en la mesa; es
Brent.
—Hola.
—Hola, ¿cómo te va?
Mis ojos se posan en Chelsea. —Si quieres la verdad, increíble.
Se ríe. —Es bueno saberlo. Escucha, ¿te encuentras libre para el almuerzo de
mañana? Hay algo que quiero hablar contigo. También, Stanton y Sofía.
—Sí, estoy libre. ¿Qué pasa?
—Bueno, el asunto es que soy dueño‖de‖este‖edificio…
—¿Eres dueño de un edificio?
—Sí.‖Es‖un‖bonito‖edificio…
Traducido por Janira
Corregido por Sahara
Un año después…
La oficina en la he estado trabajando los últimos seis meses es más grande
que mi antigua oficina, en el piso superior con una ventana esquinada. Y no la
comparto con nadie. Libros legales llenan los libreros en una pared, y un montón
de fotos familiares yacen orgullosamente sobre el escritorio. Brent, Sofía y Stanton
cada uno tiene su propia oficina en el piso superior.
2
Ser socio fundador tiene sus ventajas.
El edificio que Brent mencionó, el que poseía en el centro de la cuidad, fue
58
renovado totalmente y ahora tiene un nombre estampado sobre la puerta principal.
Oficinas Legales de Becker, Mason, Santos y Shaw.
Suena bien, ¿no?
Cuando renuncié a Adams y Williamson, Brent, Stanton y Sofía empezaron
a pensar en irse por su cuenta, también. Nos encargamos nosotros mismos,
escogimos nuestros casos. Fue un riesgo, pero para nosotros cuatro, fue un riesgo
que valía la pena correr.
La señora Higgens hizo como Renée Zellweger en Jerry Maguire cuando me
fui, y vino aquí conmigo. Mete la cabeza por la puerta en este momento, perlas
cuelgan de sus orejas, acentuando el vestido formal que usa. —¡Jake, vas a llegar
tarde!
—No voy a llegar tarde. Nunca llego tarde.
Entonces miro mi reloj. —¡Mierda, voy a llegar tarde!
Mi silla de cuero rueda hacia atrás mientras me paro. Reviso los bolsillos de
mi elegante traje negro: Llaves, billetera, teléfono, tengo todo.
—Vete, vete —la señora Higgens hace gestos con la mano—. Apagaré todo y
cerraré.
—De acuerdo, gracias. La veré allá, señora Higgens.
Corro las cuatro cuadras hasta la guardería donde Regan y Ronan pasan
parte de sus días. Saludo a la profesora a través de la ventana plastificada y firmo
en el portapapeles al lado de los nombres de los niños. La puerta decorada
alegremente se abre unos minutos después, y el sonido de la canción‖“Limpia”‖de‖
Barney hace eco a través de esta.
Una asistente de la profesora saca a los alborotadores, sosteniéndole las
manos. Ronan tiene un año y medio, y la cabeza llena de cabello rubio, pecas en la
nariz, y una mirada diabólica que me recuerda a su hermano. Está caminando,
lento e inseguro aún, por lo que lo levanto con un brazo y a Regan con el otro. Se
despiden con la mano de la profesora mientras salimos por la puerta.
—Hoy hicimos flores de papel para el aula, y la mía fue la más grande.
Luego la señora Davis trajo un oso de peluche para la hora del cuento y logré
sostenerlo. Era gris. Y tenía dos ojos negros, dos brazos, dos piernas y una corbata
de‖lazo‖que‖era‖roja‖y…‖—Regan me agarra las mejillas con sus pequeñas manos y
arquea la ceja—. ¿Me estás escuchando? 2
—Sí, sí. —Corro por la calle—. Dos brazos, dos piernas, una corbata de lazo
roja…‖—Me encuentro cautivado.
59
Hace‖ ocho‖ meses,‖ Regan‖ empezó‖ a‖ hablar‖ m{s…‖ y‖ no‖ se‖ detuvo‖ desde‖
entonces.
—Y luego leímos Sopa de Piedras y en el libro, alguien llevó zanahorias,
alguien‖llevó‖col,‖y‖alguien…
Ronan ríe mientras corro, zarandeándolo. Minutos después, llegamos a la
iglesia sin ningún minuto adicional. Bajo a los niños, arreglo la camisa de Ronan y
reato el lazo de seda amarillo en la parte trasera del vestido de Regan.
—Lo lograste. Tenía miedo de que llegaras tarde. —Chelsea llega bajando
los escalones de la iglesia, luce increíblemente fantástica. Su vestido es de satén
azul oscuro que luce increíble con su piel cremosa. Es ceñido en todos los lugares
correctos y cae justo debajo de las rodillas, con un profundo escote en V que,
literalmente, tiene mi boca hecha agua. Su cabello se halla suelto y rizado, y brilla
en el sol.
Paso una mano por él mientras la jalo más cerca. —Nunca llego tarde. Y
luces increíble. Ese vestido es sexy.
Llega hasta mi oreja. —Deberías ver lo que tengo debajo.
—Oh, planeo hacerlo. Se encuentra en la cima de lista de cosas por hacer.
Me inclino y la beso profundamente por varios minutos.
—Clinc, clinc. —Se oye una voz listilla—. Todos esos besos. Puedo oír el
aumento en las facturas de terapia.
Le frunzo el ceño a Rory, quien simplemente me sonríe.
Chelsea quita el brillo de mis labios con el pulgar, y su anillo de
compromiso brilla en el sol. Un diamante de dos quilates de corte cushion,
rodeado por diamantes baguettes, montura de platino con aspecto antiguo. Se lo di
hace un par de meses, incluso me arrodillé. Fue realmente entusiasta al aceptar.
En la actualidad, Chelsea está terminando su licenciatura en Historia del
Arte, volvió a tomar clases este año. Incluso tiene un trabajo a medio tiempo
esperando cuando termine, en una galería pequeña, una sucursal Esmitsoniana.
Desliza la mano en la mía y asiente hacia Riley, quien se encuentra en la
acera con un chico de cabello oscuro, alto, delgado con una corbata para
enganchar. —A Riley le gustaría presentarte a su cita. —Me arrastra.
—Jake —dice Riley con una sonrisa—. Este es Parker Elliot. 2
El chico extiende la mano. —Es un honor conocerlo, señor. 60
Miro su mano, luego sus ojos, mi rostro es duro e implacable. Lo recorro con
la mirada hasta los zapatos. Levanto la mirada a su rostro, y sacudo la cabeza con
un sonido de disgusto.
Luego me alejo.
—No le prestes atención, es así con todos. —Escucho decir
reconfortantemente a Riley.
Chelsea ríe detrás de mí. —Eso no fue muy amable.
—Bueno. Lo último que quiero es que le pequeño idiota piense que soy
amable. —Entonces me inclino y la beso de nuevo, porque es malditamente linda.
Y porque puedo hacerlo.
Subimos la mitad de los escalones y extiendo los brazos, haciendo gestos a
mi grupo de siete, ocho si contamos al jodido Parker, para que se reúnan. —
Vamos, equipo, júntense. —Sus cabezas se giran hacia mí, con los rostros atentos.
Me aclaro la garganta—. Este es un día muy importante para Stanton y Sofía y
queremos que todo salga perfecto para ellos. Eso significa no susurrar, no
pellizcarse, no jalarse el cabello, no bromear, no pelear, no reírse, no hurgarse la
nariz,‖no‖insultarse,‖no‖llorar…‖—le susurro a Chelsea—: ¿Me olvidé de algo?
—No mirarse el uno al otro. —Me responde en un susurro.
—Es verdad —digo en voz alta—, no mirarse el uno al otro.
Eso es un poco intenso.
—Las consecuencias serán rápidas y severas.
“Severas”‖para‖ellos‖es‖una‖semana‖sin‖televisión‖o‖Wi-Fi.
—¿Entendieron todos?
Asienten. Doy una palmada. —Muy bien, vayamos adentro.
Chelsea lleva a Ronan y lidera al grupo dentro de la iglesia, mientras yo me
quedo atrás para ver que nadie se quede. Raymond va detrás. Se encuentra
mirando la limusina de las damas de honor, la cual simplemente se detuvo, mira a
las magníficas damas de honor, quienes descienden.
A una joven dama de honor, en particular.
—¿Presley luce genial, no? —pregunta en con un suspiro mientras observa a
la preciosidad rubia de trece años sostener la cola del vestido de Sofía mientras sale 2
de la limusina.
61
Oh, mierda.
—¿Sabes que es mayor que tú? —Le pregunto.
—Sí, lo sé. Eso es por qué voy a esperar mi momento. Luego, cuando sea
dueño de mi propia compañía multimillonaria de software, haré mi movimiento.
Lo palmeo en la espalda y sus lentes se tuercen. —Suena como un plan,
Raymond.
2
63
Nunca fui una gimnasta, pero siempre he disfrutado viendo el deporte. La
forma en que los atletas vuelan por el aire, el control desafiando la gravedad, la
forma en que hacen que parezca tan fácil. Todas las rutinas son increíbles, pero de
vez en cuando, hay uno que realmente se destaca.
Es sólido. Limpio. Sin tambaleos, sin correcciones rápidas, sin casi caídas. Y
en estas rutinas prácticamente perfectas, el gimnasta siempre-siempre, termina con
un buen aterrizaje.
Así es como me sentí cuando terminé Sustained. Como si mis dos pies
estuviesen firmemente plantados en el suelo. Confiada. Tranquila.
Un aterrizaje perfecto.
Acabar un libro no siempre se siente de esta manera. Me han encantado
todos mis libros, no hay duda, pero con frecuencia me preocupa que a los lectores
no les va a encantar. ¿Es la trama demasiado enredada? ¿Fue lo suficientemente 2
atractivo, divertido? ¿Es la narración consistente? ¿Se sentirán decepcionados?
¿Van a querer castrar a mi protagonista (eso tiende a ser un gran problema para
64
mí)?
Después de las modificaciones y revisiones, más ediciones y más revisiones,
estas preocupaciones se calmaron, por lo menos hasta el día de la publicación. Pero
desde el principio, sostuve que se sentía diferente. Hay una profundidad e
intensidad en Jake y Chelsea que tira duro en las fibras del corazón y, sin embargo
también es muy divertido. Experimentar su pasión, sus esperanzas, temores,
tristezas y alegrías era una cosa extraordinaria, no podía recordar estar más
contenta de compartir una historia con mis lectores.
Cualquiera que me conozca puede decir que en general no soy una persona
demasiado confiada. De hecho, estoy un poco preocupada en este momento que
mis pensamientos suenen un poco fanfarrones (Drew Evans niega con la cabeza
hacia mí). Y realmente no quiero decir que sea así. Supongo que lo que estoy
tratando de decir es, que para mí, Sustained se siente especial. Es el tipo de historia
que te deja en lo alto, en la pensarás con una sonrisa, mucho después del final.
Y más que nada, espero que se sientan especial todos ustedes también.
Ahora, los escritores por sí solos no hacen grandes libros, y no podría haber
llegado a éste lugar sin el equipo impresionante de gente que me rodea.
Para mi agente, Amy Tannenbaum de la Agencia Jane Rotrosen: gracias por
cada palabra de consejo, cada llamada telefónica, y cada correo electrónico (incluso
los fines de semana, gente). ¡"Impresionante" ni siquiera empezar a cubrirlo!
Para mi editor, Micki Nuding: trabajar contigo es todo lo que soñaba cuando
imaginaba ser un escritor profesional. Sigo sorprendida por lo bien que entiendes a
mis personajes. Hay una seguridad maravillosa de saber que vas a atrapar
cualquier traspiés y hacer que mis historias sean lo mejor que puedan ¡Gracias por
ayudarme a llegar más profundo y estirar mis alas!
Estoy eternamente agradecida a mis publicistas: Nina Bocci de Bocci PR y
Kristin Dwyer (mi luna y las estrellas) de Simon & Schuster, por creer en mí, por
decir justo lo que necesito saber cuándo tengo que oírlo, y por el trabajo sin
descanso para lograr que mis historias lleguen a las masas. ¡Son geniales!
Para la autora Katy Evans: ¡Te amo! Nuestras charlas significan el mundo
para mí, gracias por estar ahí, por compartir tus pensamientos y por dejarme saber
que no soy la única.
Para Christina Lauren, Alice Clayton, y todas mis amigas escritoras: su 2
apoyo, aliento y risas son un regalo increíble que atesoro cada día.
65
Todos mi agradecimiento a mi asistente, Juliet Fowler, por recordarme las
cosas que olvido (con frecuencia) y por perfeccionar todo lo que puedes, ¡lo que
hace que en realidad pueda escribir! ¡Estaría perdida sin ti!
¡Te agradezco Molly O'Brien, por todo lo que haces para asegurarte de que
todo no se desmorona mientras estoy encerrado en mi oficina con mis personajes!
xoxo
Al maravillosamente talentoso Simone Renou de In My Dreams Design y
Hang Le of By Hang Le Graphic Design, por sus gráficos hermosos y vaporosos.
Gracias a mi hija por ayudarme a descifrar y comprender la corriente teen-
hablar: no hay manera de que fuera lo suficientemente genial como para hacerlo
sola.
Gracias a Fener Deonarine, por ayudarme a conseguir esos complicados
detalles legales de Washington, DC.
Estoy muy agradecido a todos en Gallery Books, incluyendo Marla Daniels,
Sarah Leiberman, Liz Psaltis, Paul O'Halloran, el departamento de arte por esas
hermosas portadas, y mis editores increíbles Jennifer Bergstrom y Louise Burke.
Para las fantásticas bloggers que se toman el tiempo de leer y escribir
revisiones divertidas y honestas, gracias por seguir esta nueva serie, y por todo lo
que hacen para que los lectores conozcan estas historias nuevas.
Para‖ mis‖ lectores…‖ gah,‖ no‖ hay‖ suficientes‖ palabras‖ para‖ expresar‖ lo‖
agradecida que estoy con todas y cada una de ustedes. Es una alegría charlar con
ustedes en Twitter y FB, reír, hablar de las historias y reservar sus novios: ¡muchas
gracias por su entusiasmo y energía hermosa!
Para mis padres, hermano y hermana, y todas sus familias, gracias por su
paciencia, amor y orgullo constante por mi trabajo. Y para mi increíble esposo y
dos hermosos hijos, ustedes son mi inspiración, mi todo.
2
66
Cuando Brent Mason ve a Kennedy Randolph, no ve
la chica torpe y dulce que creció al lado. Ve a una
mujer segura de sí misma e impresionante... que
quiere aplastar las más íntimas, y apreciadas, partes
de su anatomía bajo los tacones de sus Christian
Louboutins.
Brent nunca ha permitido que la pérdida de su
pierna en un accidente en su niñez afecte su
capacidad para llevar una vida plena. Se fija metas
altas y luego las alcanza.
Y ahora tiene la vista puesta en Kennedy.
Cuando Kennedy mira a Brent Mason, todo lo que ve
es el adolescente egoísta y digno de catálogo de
Abercrombie & Fitch, que la humilló en la
2
preparatoria para unirse a la población popular. Una población que volvió esos 67
años un infierno viviente.
Ella ya no es una marginada social enferma de amor, es una fiscal de DC con una
larga racha de victorias tras ella. Brent es el abogado de la oposición en su
siguiente caso y cree que es el momento de hacerlo pasar por un pequeño infierno.
Pero las cosas no salen exactamente de esa forma.
Debido a que cada intercambio intenso la tiene preguntándose si es tan apasionado
en el dormitorio como lo es en la corte. Cada argumento y objeción solamente la
hace desearlo aún más. Al final, Brent y Kennedy sólo pueden encontrarse en el
amor... o en desacato de tribunal.
Appealed es un romance sexy y con humor acerca de los primeros
enamoramientos, las segundas oportunidades y el veredicto final del corazón.
Emma Chase es la autora de superventas del New
York Times y USA Today de la serie Tangled: Tied,
Tamed, Twisted, y por su primera novela, Tangled,
fue elegida como la Autora Debut Goodreads de los
Goodreads Choice Awards del 2013. Vive en Nueva
Jersey con su esposo e hijos. Sigue a Emma en Twitter
y Facebook, o visita www.emmachase.net.
Para más sobre esta autora:
authors.simonandschuster.com/Emma-Chase
Conoce a los autores, ve videos y más en
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