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El Agua Enla Civilización Muisca
El Agua Enla Civilización Muisca
Se entiende por tanto, que el libro para la confesión de los Chibchas, que se
encuentra en la gramática de tal idioma escrita por el padre Bernardo Lugo, se les
preguntará: “¿Habéis adorado en las lagunas?” 8 y, “¿Has ofrecido al santuario
mantas chibchas, pepitas de algodón, esmeraldas, oro, moque, cuentas y otra
cosa, y como?”9
El agua fue llevada a la posición de deidad. Sie o Sia era la diosa agua. Ella se
encontraba presente en la vida entera de los muiscas; desde el nacimiento hasta
la muerte el agua era el recurrente en los distintos aspectos de su vida, sus
costumbres y su cultura. Los nombres de varios lugares recuerdan esa referencia
permanente al agua: Siecha, Siatá (la labranza del agua), Suasia (el agua del sol),
Siachoque (el trabajo del agua), Cacasia, Tobasía.
Para el parto la mujer se iba sola a la orilla de un río y luego se bañaba en él con
su hijo. El cronista Rodríguez Freire dice al respecto que “no se han hallado
parteras en esta tierra porque no son menester” 11. “Tal era la eficacia del agua” 12,
comenta Triana, y desde luego la de la ayuda de Sie. La vida el recien nacido era
encomendada posteriormente a la diosa Sie. Esta ceremonia la describió el
cronista Fray Pedro Simón. Informa él que un “rodillo” empapado en leche
materna, el cual representaba al niño, era lanzado a la corriente y tras él nadaban
luego para recuperarlo algunos jóvenes… “si el rodillo se volvía entre el oleaje del
agua antes que lo alcanzasen a tomar, decían había de ser desgraciado el niño
por quien se hacia aquello; pero si lo recobraban sin trastornarse, juzgaban había
de tener mucha aventura, y así contentos se volvían a casa de los padres, y
diciendo lo que había pasado, se hacían fiesta según el suceso” 13. Aparte de esto,
en la ceremonia y fiesta del nacimiento, se daba, según Triana, la primera ofrenda
a su divinidad. En esa ofrenda se le entregaban a Sie los cabellos del recién
nacido. “Los convidados a la fiesta del nacimiento le cortaban el pelo al infante, y
provisto cada cual de un mechón, después de darle al recién nacido el primer
baño, como sagrada unción, botaban al agua sus cabellos en señal de tributo a la
diosa”14.
Los caciques celebraban una larga fiesta, de veinte o más días, en honor del
agua. Se trataba de la ceremonia de “correr la tierra”, relatada así por Rodríguez
Freire: “Coronaba los montes y las altas cumbres la infinita gente que corría la
tierra”, encontrándose los unos con los otros; porque salían del valle de Ubaque y
toda aquella tierra con la gente de la sabana de Bogotá, comenzaban la estación
desde la laguna de Ubaque. La gente de Guatavita y toda la demás de aquellos
valles, y los que venían de la jurisdicción de Tunja, vasallos de Ramiriquí, la
comenzaban desde la laguna grande de Guatavita; por manera que estos
santuarios e habían de visitar dos veces. Solía durar la fuerza de esta fiesta veinte
días o más, conforme el tiempo daba lugar, con grandes ritos y ceremonias; y en
particular tenían uno donde le venía al Demonio su granjería, además de todo lo
que se hacía era en su servicio. Había, como tengo dicho, en este término de
tierra que se corría otros muchos santuarios y enterramientos; pues era el caso
que en descubriendo los corredores del cerro donde había santuario, partían con
gran velocidad a él, cada uno por ser el primero y por ser tenido por más santo” 17.
Para la cacica cada día era más difícil sobre llevar la humillación. El Cacique
ordenó “para escarmiento de las demás mujeres y castigo de la adultera” que los
indios cantaran el delito en sus fiestas y borracheras “no solo en el cercado y casa
del cacique, a la vista y oídos de la mujer, sino en los de todos sus vasallos” 22. La
cacica para huir de su pena, “un día en que hallo la ocasión que deseaba, se salió
del cercado y casas de su marido a deshoras con el mayor secreto que pudo, sin
llevar consigo más que una muchacha que llevaba cargada una hija que había
parido de su marido el cacique, y caminando a la laguna apenas hubo llegado
cuando, por no ser sentida de los jeques que estaban a la redonda en sus
chozuelas, arrojó a la niña al agua y ella tras ella, donde se ahogaron y fueron a
pique, sin poderlas remediar los mohanes que salieron de sus cabañas al golpe
que oyeron el agua; aunque conocieron luego por ser de día, quien era la que se
había ahogado”23. El Cacique fue avisado y lleno de dolor y arrepentimiento llegó a
la orilla de la laguna de Guatavita y ordenó al mayor hechicero de los jeques que
las sacara con vida. El Jeque, luego de una ceremonia, se lanzó al agua “hasta
que salió solo como entró, diciendo que había hallado a la cacica viva (embuste
que el demonio le puso en la imaginación) y que estaba en unas casas y cercado
mejor que el que dejaba en Guatavita, y tenía el dragoncillo en las faldas; estando
allí con tanto gusto que aunque le había dicho de parte de su marido el que
tendría en que saliera y que ya no trataría más del caso pasado, no estaba de ese
parecer, pues ya había hallado descanso de sus trabajos a que no quería volver,
pues él había sido causa de que lo dejasen ella y su hija, a la cual criaría allí
donde estaba, para que la tuviese compañía” 24. El Cacique no se calmó con la
razón que le trajo el Jeque y le ordenó que volviera y, por lo menos, sacara a su
hija. Se volvió a sumergir el jeque y, al salir, “traía el cuerpo de la niña muerto y
sacados los ojos, diciendo se los había sacado el dragoncillo estando todavía en
las faldas de la madre, para que, no siendo la niña sin ojos ni alma de provecho
entre los hombres de esta vida, la volviesen a enviar a la otra con su madre que la
quedaba aguardando; a que acudió el Cacique por entender lo ordenaba así el
dragoncillo a quien él reverenciaba tanto. Y así, volvió a mandar echar el
cuerpezuelo a la laguna donde luego se hundió, quedando el Guatavita sin poder
consolarse en nada por lo mucho que quería a su hija y madre, no obstante lo que
había usado con él”25.
El padre Zamora la referirse a Bachué dice: “La razón que daban a la creación del
mundo y del origen de su nación, era que poco después que amaneció, y apareció
la luz, criadas todas las cosas, salió una mujer, a quien llaman Bachué, que quiere
decir mujer buena. Esta, decían que sacó de las aguas un niño de edad de tres
años, y bajó con él al pueblo de Iguaque, apartado cuatro leguas de la cuidad de
Tunja. Críalo hasta que tuvo edad para casarse con él, y de cada parto nacían
cuatro o seis hijos, de cuya generación se llenó toda la tierra. Llegó a la vejez, y
juntando gran número de sus descendientes, se fueron a una laguna, que está en
la cumbre de los cerros más altos, que miran a este pueblo de Iguaque, hicieron
les una platica, y con lagrimas de ambas partes, al despedirse, convertidos en
culebras, se entraron en la laguna. El demonio después, disfrazado en el cuerpo
de aquella mujer llamada Chía, les mandó que hicieran sacrificios a estos padres
de su generación. De que se originó adorar lagunas, ríos, arroyos y pantanos, en
diferentes pueblos de este Reino”28.
El mito de Bochita, que explica a su vez el del origen del Salto de Tequendama,
dice que, en la versión que se encuentra en las Noticias Historiales de Fray
Pedro Simón, “fue tan en lleno y universal este castigo, e iba creciendo cada día
tan a varas la inundación, que ya no tenían esperanza del remedio, ni de darlo a
las necesidades que tenían de comidas, por no tener donde sembrarlas y ser
mucha la gente, por lo cual toda se determinó por mejor consejo de ir con la queja
y pedir el remedio al dios Bochita, ofreciéndole en su templo clamores, sacrificios
y ayunos, después de lo cual una tarde, reverberando el sol en el aire, un ruido
contra esta sierra de Bogotá, se hizo un arco como suelen naturalmente, en cuya
clave y capitel se apareció el demonio en figura de hombre, representado en
Bochita con una vara en la mano, y llamando a voces desde allí a los caciques
más principales a que acudieran con brevedad con todos sus vasallos, les dijo
desde lo alto: “He oído vuestros ruegos, y condolido de ellos y de la razón que
tenéis en las quejas que dais de Chibchacum, me ha parecido venir a daros favor
en reconocerme; me doy por satisfecho en lo que me servís, y a pagároslo en
remediar la necesidad en que estáis, pues tanto toca mi providencia, y así, aunque
no os quitaré los dos ríos, porque algún tiempo de sequedad los habréis
menester, abriré una sierra por donde salgan las aguas y queden libres vuestras
tierras”, y diciendo y haciendo, arrojó la vara de oro hacia Tequendama y abrió
aquellas peñas por donde ahora pasa el río; pero como la vara era delgada, no
hizo tanta abertura como fuera de menester para las muchas aguas que se juntan
en los inviernos, así todavía rebalsa; pero al fin quedó la tierra libre para poder
sembrar y tener sustento, y ellos obligados a adorar y hacer sacrificios, como lo
hacen en el aparecido arco, aunque llenos de temores por lo que después les
puso Chibchacum, de que habían de perecer muchos en apareciéndose el arco;
pero el castigo que a él la ha dado el Bochita por el hecho fue cargar en sus
hombros toda la tierra y que la sustentara, lo cual antes de eso dicen se
sustentaba sobre cuatro grandes guayacanes, y esa es la razón de que tiemble la
tierra, lo que antes de esto no hacían, porque como le pesa mucho, al mudarla de
un hombro a otro le hace se mueva y tiemble toda” 31.
Una última deidad que evidencia y afirma la importancia del agua en la cultura de
los chibchas es la rana. El croar de las ranas les anunciaba la cercanía de lluvias
necesarias para sus cultivos, pero que, en exceso, obstaculizaban sus labores.
Según Liborio Zerda en un escrito para el Papel Periódico Ilustrado en 188333;
“… una de las deidades celestes era para ellos la rana, dios precursor y creador
de las aguas”, cuyas diversas aptitudes simbolizaban “las diferentes fases de la
luna en relación con la estación lluviosa o seca” 34.
Dibujos de ranas se encuentran dispersos en las piedras a lo largo del que fuera
territorio muisca. Las diversas actitudes de la rana simbolizan las siguientes
situaciones: “En actitud de brincar representaba la aproximación de las aguas y
también caracterizaba la entrada del año muisca (zocam)… La figura de dos ranas
o sapos unidos era símbolo de suna aca o nuevo mes lunar, época en que
observaban la generación de estos animales.
La adoración del agua, y los dioses a ella vinculada, que se sintetizó en los
anteriores ejemplos muestra un lugar prioritario que tuvo en la cultura muisca. La
diosa Sie estaba presente en el nacimiento de cada indígena y lo estuvo además
en el origen de toda la civilización. Su culto en diversas ceremonias fue
persistente, así como también su presencia en los mitos. La presión
evangelizadora de los conquistadores llevó a que Fray Pedro Simón afirmara
despectivamente que no era al agua a quien rendían culto y sacrificios y que más
bien lo hacían “no porque tuviesen a las aguas por dioses sino porque el demonio,
cuyas eran las trazas por donde estos miserables se gobernaban, se las tenían
dadas de manera que lo honrasen a él en las aguas, queriendo con su depravada
voluntad igualarse con esto a Dios que tanto se da por honrado y servido en las
aguas como lo dio a entender luego a los primeros pasos de la creación del
mundo, cuando el espíritu del Señor andaba sobre las aguas –y- también quiere
que le bendigan todas las aguas del mar, fuentes y ríos, y al fin quiso ser honrado
con lasa aguas del bautismo, ordenando que ellas fuesen instrumento con que
saliesen las almas del poder del demonio y se escribiesen y alistasen debajo de
su bandera de Cristo, por la gracia que allí reciben” 36.
La del baño fue una costumbre bastante arraigada en estos indígenas. Vale la
pena mencionar al respecto, aunque para el caso de los Incas y sin perder de
vista las proporciones, dos grandiosas obras. En primer lugar el “Plan del Palacio
Destinado para Baño de los Incas” que fue elaborado en 1.786 por el Padre
Sobrevuela. El segundo ejemplo se encuentra en una de las obras, un acueducto,
construida por Viracocha, el octavo Inca en sucesión, que junto con otras, llevó a
los cronistas Jorge Juan y Antonio de Ulloa a afirmar que “no permiten la injusticia
de reputar a aquella nación por floja y perezosa, cuando todas ellas prueban lo
contrario”41. Se trato, según comenta David Barry editor del escrito de estos
cronistas, de “la grande acequia que conducía el agua desde lo alto de las sierras
de Parcú y Picus hasta los Rucanas por mas de 120 leguas de camino por las
faldas de los montes, en un cauce de 12 pies de ancho… La fundación del Imperio
de los Incas no contaba más de 400 años cuando Francisco Pizarro favoreció al
Perú con su visita, y ya tenía aquel país leyes establecidas, escuelas, industrias,
agricultura, caminos seguros, posadas espaciosas, y gran cantidad de riquezas,
que no pudieron negar los conquistadores. Comparen los Españoles sus caminos,
sus ventas, sus acequias, etc., anteriores al siglo XVIII, y confesaran su
inferioridad a las que hallaron en el país de aquellos Indios tan perezosos en su
opinión”42.
Con la llegada de los españoles a la tierra de los muiscas, la labor de
evangelización, que recurrió desde mecanismos sutiles hasta, y estos con mayor
extensión, el castigo físico y la violencia, condeno el culto al agua. De ahí que
Fray Pedro Simón dijera que se trataba más bien de un culto y sacrificios al
demonio. La diosa Sie y todos los mitos relacionados con el agua se consideraron
como la persistencia de creencias paganas prehispánicas. Los indios convertidos
al cristianismo debían confesar su pecado de haber adorado al agua y temerosos
de la venganza del dios impuesto, “en su mal consolidada nueva fe, huían del
agua. El indio cristiano no volvió a bañarse”. 43
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