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CASO STEVE LEWIS

Se refiere a un hombre joven, Steve Lewis, quien acababa de terminar su primer año de trabajo en
un prestigioso banco de inversiones en Nueva York. Lewis era analista, lo que significa que pasaba
los días y muchas noches analizando minuciosamente datos financieros. Lo demás de su vida él
mismo lo describía como "un campamento dentro de su casa". La nevera de su apartamento casi
siempre estaba vacía, no tenía nada colgado en las paredes, y el mobiliario de la sala consistía
básicamente en cajas sin desempacar. Sin embargo, Lewis le decía a sus amigos, con quienes se
mantenía en contacto desde la oficina a través del correo electrónico, que tenía el mejor empleo
del mundo. Un martes, al comenzar la mañana, Lewis encontró un mensaje sobre su escritorio en
el que se le preguntaba si le era posible ir a St. Louis dos días después para colaborar en la
presentación que se haría ante un posible cliente muy importante. El mensaje lo tomó por
sorpresa. La firma para la cual trabajaba Lewis tenía una política muy clara en contra de incluir
analistas en las presentaciones o en las reuniones con clientes, porque carecían tanto de
experiencia como de habilidad para eso. En efecto, Lewis sabía muy poco acerca del tema que se
iba a tratar en la reunión de St. Louis, un área especializada de las finanzas municipales. Lo
sorprendió especialmente el hecho de que lo hubieran escogido a él habiendo empleados más
antiguos y con mayor experiencia en el grupo de las finanzas públicas. Inmediatamente Lewis salió
al corredor y se encaminó hacia la oficina de Andrew Webster, su amigo y compañero de trabajo
en la firma. Le mostró la nota y preguntó: "¿Andy, qué es lo que pasa aquí? ¿Sabías que me han
pedido que participe en la entrevista? ¿Estás tú detrás de esto? Webster lo interrumpió. "Déjame
decirte lo que está pasando, amigo. Mírate y mírame. ¿En qué nos parecemos? Entiéndelo: el
nuevo tesorero del estado de Missouri también es negro". Webster continuó, "Escucha, Steve,
lamento por ti que te hayan introducido en este lado del negocio tan pronto. El tesorero del
estado quiere ver por lo menos un profesional negro, de lo contrario la firma no tiene posibilidad
alguna de que se le asigne la administración de este negocio. Yo estoy acostumbrado a estas
situaciones, pero si no te sientes cómodo, quizás no tengas que ir. Yo podría tratar de cambiar mi
agenda e ir en tu lugar." 2 Lewis respondió rápidamente, "No, no. No hagas eso. Dejemos por
ahora las cosas así; lo pensaré de nuevo y volveré a verte". Cuando Webster le preguntó cuál era
el problema, Lewis dijo que no estaba seguro de que lo hubiese. Dio las gracias a Webster y se
encaminó de nuevo a su oficina. Lewis pasó algunos minutos respondiendo su correo electrónico,
tomó una taza de café, hizo una lista de las cosas que debía hacer durante el día, y finalmente se
dio cuenta de que estaba evitando tomar una decisión con respecto al viaje a St. Louis. Entendió
de qué se trataba: esta era sólo una de las innumerables ocasiones en las que había tenido que
decidir si había sido incluido o excluido de algo debido a su raza. Lo que no entendía era qué tenía
que hacer. Por lo tanto, tomó una hoja de papel, trazó una línea por la mitad, y empezó a hacer
una lista de los pro y otra de los contra. Los pros aparecieron rápidamente. "Oportunidad" fue la
primera palabra que Lewis escribió. Al final de su primera semana de trabajo, una persona que
había trabajado allí durante cuatro años le había dicho: "la compañía está interesada en hacer
dinero. O haces parte del equipo que lo produce o no. De eso se trata." Si levantaba el teléfono y
decía que sí al viaje, Lewis demostraría que era uno de los jugadores de ese equipo. La palabra
oportunidad también significaba algo más para Lewis. Su madre y su padre habían sido grandes
defensores de los derechos civiles; su madre era una reconocida activista en Seattle. A comienzos
de la década del 70, había pasado dos años demandando a su empleador por prácticas
discriminatorias de promoción de los empleados. El pleito había sido amargo y costoso, pero lo
había ganado. Lewis se preguntaba si el viaje a St. Louis no sería una oportunidad para pasar a
través de la puerta que su madre había ayudado a abrir por la fuerza. Lewis también escribió
"Andy" en la lista de los pros. Este era el encabezamiento para otra serie de consideraciones.
Aunque Andy se había ofrecido a cambiar su agenda, Lewis sabía que él le podía hacer la vida más
amable a Andy si iba a St. Louis. Lewis había conocido a Andy dos años atrás - él era parte del
equipo de selección de personal que había visitado el programa MBA al que pertenecía Lewis -.
Desde entonces, Andy le había dado muchos consejos, y a Lewis le gustaba su manera de pensar
las cosas. Lewis también se dio cuenta de que Andy era una de las muchas personas de la firma
que le habían ayudado durante el último año. La firma lo había tratado bien, le había asignado
tareas valiosas, y le había enseñado más cosas acerca de los negocios de lo que cualquiera podría
aprender en un año. Además, la firma le pagaba un salario que era mucho más alto que el de su
padre y el de su madre. Luego Lewis escribió "Capitalismo," pensando cómo habría visto la
situación su profesor de finanzas en el programa MBA. Si Lewis asiste a la presentación - habría
dicho -, servirá a los intereses de la firma y de sus accionistas, tal y como los gerentes de categoría
superior definen tales intereses. Esa es una obligación que sólo cesa en el momento en que se
presenta un comportamiento ilegal o carente de ética, pero a Lewis no se le había pedido que
hiciera nada ilegal. Asistir a la reunión tenía por cierto algo de encubrimiento, porque Lewis no
había contribuido en nada con el proyecto, aunque Andy parecía indicar que el bluffing - eso de
aparentar haber hecho algo que no se ha hecho - se encontraba dentro de las reglas de juego en la
industria. Aún más, si enviaban a Lewis, la firma estaba tratando de servir a los intereses del
cliente, tal y como el cliente los definía. A medida que Lewis revisaba la lista de los pros, se daba
cuenta de que la mayoría de sus compañeros de MBA habrían dicho que éste no era un problema
para devanarse los sesos. Miró el teléfono y por un momento pensó en llamar para decir que sí al
viaje, pero decidió terminar de hacer el análisis. Lo primero que escribió en la lista de los contra
fue la palabra "Falsedad." Lewis había sido criado para decir la verdad; uno de los dichos favoritos
de su madre era "La verdad ante todo". Como cristiano devoto, él creía que la Regla de Oro exigía
honestidad en sus tratos con los demás. ¿Cómo, entonces, podía ir a St. Louis y hacerse pasar
como un miembro del equipo? Esto podría llamarse bluffing, pero ésta podía ser simplemente una
simpática palabra para encubrir la mentira. El siguiente encabezamiento- "Malcolm"- hizo sentir a
Lewis más incómodo. Se refería a Malcolm X; en concreto, a un comentario que, al parecer, un
conocido había hecho cuando oyó decir que Lewis había conseguido un empleo en un banco de
inversiones.

En realidad Lewis no había escuchado el comentario (un amigo le contó), pero se refería a la forma
en que Malcolm X censuraba a los "esclavos de la casa." Decía que algunos esclavos trabajaban
cómodamente dentro de la casa, a cambio de decir a sus amos que eran patrones buenos y justos;
a diferencia de los "esclavos del campo", quienes debían trabajar bajo el ardiente sol, pero con
una mayor parte de su dignidad intacta. Lewis no había olvidado este comentario. Creía que se
podía cambiar el sistema desde adentro, y le gustaba la idea de Andy de que se debe jugar el juego
antes de poder definir las reglas. Pero también había comprendido lo que es la discriminación. Sus
padres habían sido víctimas de ella durante gran parte de sus vidas. A pesar de que rara vez había
sido objeto de alguna discriminación pública, Lewis recordaba vivamente que en el colegio los
jugadores de un equipo de béisbol contrario alguna vez lo habían llamado "recogedor de sandías".
Ahora la firma lo estaba escogiendo solo por el color de su piel, no por su talento. Lewis creía que
las compañías y los clientes debían basar sus decisiones en el desempeño, la competencia, y el
carácter, no en juegos de mezclar y sortear de acuerdo con la raza, el género, y la religión.
¿Incluirlo como un símbolo negro era algo realmente diferente de excluirlo porque era negro?
¿Qué pasaría si un cliente dijera que preferiría no tener judíos o asiáticos trabajando en el
proyecto? ¿Qué pasaría si su firma pudiera cerrar un mayor número de negocios adornando sus
presentaciones con jóvenes hermosas? En medio de sus pensamientos, Lewis miró su reloj; habían
pasado 45 minutos. Se había olvidado de sus listas de pro y contra, se le había hecho 10 minutos
tarde para una reunión, y aún no había tomado una decisión. Rápidamente Lewis sacó unas
carpetas que necesitaba para la reunión y cerró el cajón de su escritorio con un golpe. ¿Por qué el
viaje a St. Louis era un asunto de tanta magnitud? ¿Todo lo tenía que pensar como
afroamericano? ¿No podía simplemente limitarse a hacer su trabajo, como cualquier otro gerente
joven que quisiera tener una carrera exitosa haciendo el trabajo que le gustaba?

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