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EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL
DE D. BOSCO A SUS JÓVENES
1. ACOTACIONES
Los motivos fundamentales que podemos intuir tras este renacimiento se deben,
fundamentalmente, a cuestiones sociológicas. Caídas las instituciones educativas
tradicionales —escuela, Iglesia, familia—, las personas buscan de manera individual su
propio camino sin apenas referencias. Consecuencias de ello son la dificultad en la
construcción de la identidad, la fugacidad de las experiencias, la relatividad de las
opciones… Cuestiones que calan más hondo, haciendo perder, incluso, la búsqueda de
sentido y la pérdida del sentido de la propia historia: la vida es acumulación de
experiencias que, si son gratas, mejor, pero que no conducen, ni tienen por qué
conducirnos, a ninguna parte.
Con todo y con eso, en nuestra tradición carismática no es algo nuevo. Las Constituciones
lo marcan como uno de los «Criterios que inspiran nuestras actividades y obras» (Cons.
41) 2 , y los últimos Capítulos Generales lo recogen con asiduidad, explícita o
implícitamente.3 Como podremos ir viendo, el acompañamiento, para nosotros, va más
allá de las modas o de las estrategias pastorales. Es un rasgo de identidad carismática.
1 Cf. GARCÍA, J. M., «Accompagnamento spirituale dei giovani: quadro di riferimento», en ID.,
Acompagnare i giovani nello Spirito, LAS, Roma 1998, 103-103.
2 «…La educación y la evangelización de muchos jóvenes, sobre todo entre los más pobres, nos mueven
141, 174, 238, 242, 245, 247, 248, 256. Ya en el índice analítico, CGXXV, 37, 45, 141, 143, 146; CGXXVI, 20,
22, 70, 69, 72. Las referencias solamente indican el acompañamiento a los jóvenes, pudiéndose añadir los
números que describen al acompañamiento a los salesianos. También, entre otros, Cf. P. CHÁVEZ,
Queridos salesianos ¡Sed Santos!, CCS, Madrid 2002, 21 (Separata ACG, 379); ID, «Da mihi animas, cetera
tolle». Identidad carismática y pasión apostólica, CCS, Madrid 2006, 46 (Separata ACG, 394); ID. «Señor
queremos ver a Jesús». A imitación de D. Rua, como discípulos auténticos y apóstoles apasionados, llevamos el
Evangelio a los jóvenes, CCS, Madrid 2010, 14-21.
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Santiago García Mourelo, sdb
¿A cuál nos referimos nosotros? ¿En cuál podemos fijar la mirada en D. Bosco? La
concreción es sencilla: Al acompañamiento espiritual. Entendiendo por él, la «relación
continuada entre dos personas en la que una de ellas, mediante frecuentes conversaciones,
ayuda a la otra a buscar y realizar la voluntad de Dios según su vocación particular,
buscada mediante el discernimiento espiritual, con el empleo de distintos recursos
verbales y de otros instrumentos pastorales».5
Pese a la concreción de la definición, bien podemos observar que puede llevarse a cabo de
muchos modos y maneras, en función de escuelas y carismas. Más adelante veremos la
peculiaridad del acompañamiento en D. Bosco, síntesis de su historia, contexto y
genialidad.
2.1. Su historia
Tres son las personas por las que D. Bosco tuvo experiencia de ser acompañado de manera
significativa: Mamá Margarita, D. Calosso y D. Cafasso. Quizá hubo otras —Comollo,
Borel…—, pero serían estas las quienes marcarían su estilo y acentos en su ministerio
posterior.
6 Cf. SCHALER, J.-P., «Dirección espiritual», en LACOSTE, J.-Y., (Ed.), Diccionario Crítico de Teología, Akal,
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En la educación religiosa realizada por Mamá Margarita, todos los estudiosos ponen un
énfasis especial. 8 Ella enseñaba a orar, a vivir en presencia de Dios, preparaba y
acompañaba a la celebración de los sacramentos, poniéndose ella misma como modelo
(MO, 9. 18-19). Este mismo amor hacia su hijo fue el que, años más tarde, profesaría a los
chicos del Oratorio. Lenti recoge las últimas palabras a su hijo: «Dios sabe cuánto te he
querido […] diles a nuestros queridos chicos que yo he trabajado por ellos y los he
querido como a una madre. Pídeles que recen por mí».9
2.1.2. D. Calosso
Pero fue con D. Calosso con quien D. Bosco comprendió «el significado de un guía fijo, un
amigo fiel del alma que hasta entonces no había tenido», «confiándole con naturalidad
toda palabra, pensamiento y acción». Fue de él de quien aprendió un modo de hablar
«franco» y «audaz», a dar la debida instrucción académica, sin faltar a otros deberes, a
adecuar las penitencias a su edad, a cuidar la Confesión y la Eucaristía, a dedicar un
tiempo diario de meditación o de lectura espiritual. «Desde aquel periodo —dice D.
Bosco—, comencé a gustar lo que es la vida espiritual, pues hasta aquel momento actuaba
más bien materialmente y como una máquina que hace las cosas sin saber por qué» (MO,
22).
Antes de la narración de su muerte, D. Bosco anota su cariño filial —«lo quería más que
un padre»—, fruto de una amor de correspondencia: «Aquel hombre de Dios me estimaba
tanto que, varias veces, me dijo: ‘No te preocupes por tu porvenir, mientras viva nada te
faltará; si muero también proveeré’». Creo que podemos afirmar que, lo que fue D.
Calosso para el joven Juanito, lo fue D. Bosco para sus jóvenes.10
7 J. BOSCO, Memorias del Oratorio, CCS, Madrid 72010, 8. En adelante las referencias en el texto (MO),
seguidas del número de página. Cf. F. PERAZA, Acompañamiento y paternidad espiritual en San Juan Bosco,
CCS, Madrid 2011, 128-130.
8 A. J. LENTI, D. Bosco: historia y carisma 1. Origen: de I Becchi a Valdocco (1815-1849), CCS, Madrid 2010,
155-158; F. DESRAMAUT, D. Bosco y la vida espiritual, CCS, Madrid 1994, 139-140; A. GIRAUDO, D. Bosco,
Maestro de vida espiritual, CCS, Madrid 2012, 9-12.
9 A. J. LENTI, D. Bosco: historia y carisma 1. o. c., 175.
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2.1.3. D. Cafasso
Dos años o tres más tarde, el desconsolado Juanito, conoció a D. Cafasso cuando todavía
era estudiante de primero de teología11; quien se convertiría en su «maestro en Teología
pastoral, confesor y director espiritual […] durante los primeros veinte años de su
sacerdocio», 12 será quien realmente forjará su identidad sacerdotal. 13 En ella nos
detenemos a continuación.
11 D. Bosco cita el encuentro en 1927, pero los críticos lo sitúan en 1930. Cf A. J. LENTI, D. Bosco: historia y
carisma 1. o. c., 203; A. GIRAUDO, o. c., 75.
12 A. GIRAUDO-G. BIANCARDI, Qui è vissuto D. Bosco. Itinerari storico-geografici e spirituali, ELLEDICI,
15 «Los sacerdotes, decía, son hombres como los demás, ‘sujetos igualmente a equivocarse, fallar,
Belén, la vida retirada y laboriosa de Nazaret, el espíritu de oración, la dulzura como expresión de la
caridad misericordiosa y la paciencia, mansedumbre y obediencia en la cruz. Cf. A. GIRAUDO, o. c., 79-
85.
17 A. GIRAUDO, o. c., 103.
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1983, 100; J. BOSCO, Carta de Roma, en G. GHIGLIONE, Comentario a la Carta de Roma, CCS, Madrid 2010, 27.
En adelante MBe.
21 «[D. Savio]—¿me llevará a Turín para estudiar? [D. Bosco]—¡Eh! Me parece que hay buena tela» —[D.
Savio]¿Para qué puede servir esta tela? [D. Bosco]— Para hacer un bonito traje para regalar al Señor». J.
BOSCO, Vidas de jóvenes. Las biografías de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco, CCS, Madrid
2012, 70.
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delante por los jóvenes que más rápidamente habían respondido a su dirección
espiritual— y los Ejercicios espirituales. Entre todas las ofertas cabe subrayar dos: el
ejercicio mensual de la buena muerte y los libros como subsidio y propuesta espiritual.
Dentro la piedad popular y del contexto espiritual, el tema de los novísimos tenía una
gran relevancia. D. Bosco supo extraer toda su potencialidad para sus jóvenes afirmando:
«Es la clave de todo».22 Se trataba de un día de retiro, como sabemos, donde cada joven se
enfrentaba a la verdad de la existencia. 23 Más allá de la práctica concreta, creo que la
pregunta de fondo sigue teniendo relevancia en nuestros jóvenes y, de alguna manera, es
el hilo de fondo del acompañamiento. ¿Qué busco en la vida? ¿Lo que hago, las opciones
que tomo, me llevan hacia él? ¿Qué tengo que cambiar, mejorar, potenciar? ¿Está mi vida
de fe concretada en todos los ámbitos de mi vida? ¿Estoy, desde los criterios del
Evangelio, satisfecho con mi vida? Estas y otras cuestiones, son propias del joven y
necesita de espacios cuidados y de acompañamiento para que puedan respondérselas con
autenticidad. Junto a ello, el tema de la muerte es algo en lo que la educación y la cultura
actual, tienen grandes déficits. Cuestión que, no por ser olvidada, queda eliminada de la
vida. Tarde o temprano nos encontramos con ella.
Otro elemento significativo era el subsidio de algún libro edificante en el que el joven
encontrase, tanto la referencia de modelos —Biografías de Savio, Magone, Besucco—,
como la guía y el sostén de la vida espiritual —El joven instruido. Este último, no sólo era
una manual de oraciones y de devoción, sino «un plan de vida cristiana», «un método de
vida corto y fácil, pero suficiente».24 D. Bosco lo podía considerar así porque la experiencia
que proponía, estaba unida a todo el sistema ambiental del Oratorio y, probablemente,
reflejaba su estilo cotidiano de vida. 25 De alguna manera, podemos considerarlo el
itinerario de educación en la fe que jalonaba los días de los muchachos y les facilitaba
crecer en santidad.
22 P. BRAIDO, D. Bosco, sacerdote en el siglo de las libertades (Vol. 2), Disdascalia, Argentina, 2009, 409.
23 Cf. A. J. LENTI, D. Bosco: historia y carisma 2. Expansión: de Valdocco a Roma (1850-1875), CCS, Madrid
2011, 125-142.
24 J. BOSCO, Escritos espirituales, (Ed. J. Aubry), Instituto teológico salesiano, Guatemala 1980, 80-81.
Bosco. La atención a personas ajenas al oratorio y a sus salesianos, el ingente volumen de cartas con
contenido espiritual perfilarían más la comprensión sobre el tema.
27 Cf. F. PERAZA, o. c., 125-128.
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ido por la tarde como era su costumbre, a confesarse con D. Bosco, se quedó el último de todos.
Empezaba a oscurecer y D. Bosco, oída su confesión, le dijo: -¿Tienes cerillas? -Sí que las tengo,
respondió. Y las buscaba en el bolsillo, creyendo que D. Bosco quisiera encender una luz, cuando éste
añadió: -Pues bien; enciende un poco en amor de Dios tu corazón». MBE VII, 22
31 Cf. F. DESRAMAUT, o. c., 113-114.
32 Cf. F. PERAZA, o. c., 72-73. Las siguientes citas con las mismas referencias.
33 Con todo anotamos que D. Bosco distinguía ambos momentos: «Creen algunos que basta abrir
plenamente el corazón al director espiritual para comenzar una vida nueva, y que han hecho una
confesión general cuando lo dicen todo... Eso es una gran cosa, pero no lo es todo... Se trata no sólo de
remediar el pasado, sino también de prevenir el futuro con firmes resoluciones... En cuanto al porvenir,
para caminar con seguridad debéis revelar vuestros defectos habituales, las ocasiones en que solíais
caer, las pasiones dominantes; cumplir los consejos y avisos que se os darán poniéndolos fielmente en
práctica; y después perseverar teniendo abierto vuestro corazón con entera confianza, exponiendo de
tanto en tanto las necesidades, las tentaciones, los peligros, de modo que quien os dirige pueda guiaros
con seguridad». MBe, VII, 614.
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5.1. Cercanía
Tanto Savio como Besucco, fueron conducidos al Oratorio y, posiblemente, hubieran
alcanzado sus metas sin la ayuda de D. Bosco. No sucede lo mismo con Magone. Sin la
intervención de D. Bosco este joven se hubiera perdido. Este dar el primer paso, puede
ejemplificarse en otros momentos en los que la vida de los tres parece no desarrollarse
según su destino. La cercanía de D. Bosco, a pie de patio, permite observar el estado de
cada chico36 e intervenir con la palabra adecuada (Savio, X). Así, cuando Magone comienza
tomar conciencia de su realidad, separada del proyecto de Dios y se muestra entristecido
por ello, D. Bosco, que le ve en el patio, le cita a una entrevista (Magone, III). También
Besucco, a las pocas semanas de su ingreso en el Oratorio, vive el mismo proceso (Besucco,
XVI).
5.2. Progresividad
Si bien D. Bosco intuía los caminos de los tres chicos, fue dando a cada uno aquello que
podía llevar a delante. Podemos intuir la siguiente progresión.
presencia física, aunque uno no se da sin lo otro. Sirva este ejemplo citado por el mismo D. Bosco: «Veía
estos días en el corazón de los muchachos como si leyera en un libro: veía clara y distintamente todos
sus pecados y sus enredos». MBe VII, 363. En Magone III: «comenzó a perder aquella ilusión por el
deporte. Se le notaba un tanto pensativo».
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contra de su salud. Las indicaciones para corregir estas desviaciones se tuvieron que
hacer incluso por medio de prohibiciones: «quería hacer rigurosas penitencias y estar
largas horas en oración, lo que el director le tenía prohibido por no poderlo soportar su
edad ni su salud, ni tampoco sus ocupaciones». (Savio, X). 37 Para remediar esto
animaba a ofrecer los trabajos más humildes y las cosas cotidianas, que se sufren por
necesidad, como penitencia (Besucco, XXIII).
Las obras de caridad con sus compañeros. Era el trabajo concreto para la consecución
de su propia santidad. Así, «lo primero que se le aconsejó para llegar a ser santo fue
que trabajase en ganar almas para Dios» (Savio, XI). Referido a Magone, se dice que
tenía «una inteligente y activa caridad hacia sus compañeros. Se daba cuenta de que,
en el ejercicio de esta virtud, estriba el medio más eficaz para crecer en el amor de
Dios» (Magone, X). Por último en Besucco: «aprendió a demás un secreto para
beneficiarse a sí mismo y beneficiar a sus compañeros en los recreos: dar buenos
consejos y avisos, con modales corteses, cuando se ofreciera la ocasión» (Besucco, XVII).
La explicitación de esto la encontramos en Magone, IX: «yo aconsejaría muy mucho tener
cuidado en no proponer más que medios sencillos, que ni asusten ni fatiguen al fiel
cristiano, sobre todo si se trata de jóvenes».
5.3. Concreción
Como hemos indicado, las conversaciones que D. Bosco tiene con los jóvenes no son
largas. En ellas ofrece pautas sencillas y concretas para la consecución de sus metas. Por
ejemplo, podemos mencionar el tríptico programático ofrecido a Besucco: «alegría, estudio
y piedad». (Besucco, XVII). Similar al ofrecido a Domingo cuando se propuso ser santo:
«antes bien se requería una constante y serena alegría; le exhorté a perseverar en el
cumplimiento de sus deberes de piedad y estudio, y que tomara siempre parte en los
recreos junto con sus compañeros» (Savio, X).
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6. CONCLUSIÓN
«Así como no hay terreno tan ingrato y estéril del que, a fuerza de paciencia, no se pueda
finalmente sacar fruto, así sucede con el hombre; es una verdadera tierra moral, que por
dura que sea, llega a producir, más tarde o más temprano, pensamientos y después actos
virtuosos, cuando un director, con fervorosa oración, une sus esfuerzos a la mano de Dios
para cultivarla y transformarla en fecunda y hermosa. Todo joven, por desgraciado que
sea, tiene un punto sensible al bien y es el primer deber del educador descubrir ese punto,
esa cuerda sensible del corazón y sacar provecho de ella» (MBe V, 266).
Este pensamiento de D. Bosco, recogido en torno a las fechas de las biografías, bien puede
servir de corolario. Para D. Bosco, fue programática la figura del buen Pastor y eso es lo
que, de alguna manera, trató de vivir con sus muchachos y transmitió a sus salesianos. El
trato personalizado, dentro de un ambiente rico en valores cristianos, es la llave para la
consecución del proyecto evangelizador del “Da mihi animas, caetera tolle”. Para la
salvación de las almas, o para que cada a alma alcance la santidad, es necesario su
conocimiento, su familiaridad, su guía, su confidencia y su disciplina; no hacen falta más
cosas y todo queda supeditado a ello.
De alguna manera, estos elementos son los que tratan de ser trabajados en el
acompañamiento con los jóvenes y sólo pueden ser trabajados desde el acompañamiento.
Llegar a tocar el corazón de cada joven, para que él mismo sea consciente de su
orientación hacia Dios y desarrolle todas su energías en caminar en esa dirección, es lo que
trata de potenciar D. Bosco con su práctica del acompañamiento. Tanto para los jóvenes
como para los salesianos.
Para ello son fundamentales, (1) un ambiente cuidado y propicio, donde reine la
familiaridad, la confianza; (2) unas pautas sencillas, graduales; (3) una relación clara,
paternal, afectiva y exigente; (4) un cuidado meticuloso de la vida espiritual, (5) y la
celebración de los Sacramentos.
Esta pedagogía espiritual, sencilla y asequible, ha dado y sigue dando frutos de santidad.
La genialidad de D. Bosco estuvo en hacerla cercana y concreta, y es un reto para los
salesianos el no descuidar esta práctica característica del carisma recibido. «Por sus frutos
los conoceréis» (Mt 7, 16).
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El acompañamiento espiritual de D. Bosco a sus jóvenes
Santiago García Mourelo, sdb
BOSCO, J., Escritos espirituales, (Ed. J. Aubry), Instituto teológico salesiano, Guatemala, 1980.
BOSCO, J., Vidas de jóvenes. Las biografías de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco
Besucco, CCS, Madrid 2012.
BRAIDO, P., D. Bosco, sacerdote en el siglo de las libertades (Vol. 2), Disdascalia, Argentina,
2009. [3.3 La animación espiritual colectiva e individual, 408-409]
DESRAMAUT, F., D. Bosco y la vida espiritual, CCS, Madrid 1994.
GIRAUDO, A., D. Bosco, Maestro de vida espiritual. Servid al Señor con alegría, CCS, Madrid
2012.
LENTI, A. J., D. Bosco: historia y carisma 1. Origen: de I Becchi a Valdocco (1815-1849), CCS,
Madrid 2010. [Capítulo 6: Una niñez prometedora en tiempo de conmoción política (1815-
1824), 149-162. Capítulo 7: Las pruebas de un adolescente (1824-1830), 179-193].
LENTI, A. J., D. Bosco: historia y carisma 2. Expansión: de Valdocco a Roma (1850-1875), CCS,
Madrid 2011. [Capítulo 3: D. Bosco, educador y maestro espiritual, 73-99].
PERAZA, F., Acompañamiento y paternidad espiritual en San Juan Bosco, CCS, Madrid 2011.
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