Exponga un argumento apoyado en la consulta de la norma en el cual se
diferencie claramente el rol del psicólogo forense y el rol del psicólogo clínico. Para exponer mis argumentos de manera clara, decidí esbozarlos a manera de informe clínico y pericial, mostrando claramente la diferencia de los roles planteados. Desde el rol clínico, como afirman Labrador y Crespo (2012), el objetivo es el mejoramiento de la calidad de vida del px a través de la intervención terapéutica desde una perspectiva asistencial en aras de la identificación un adecuado dx y un efectivo tx. Argumento Clínico A la luz del DSM-V; Rafael Uribe Noguera presenta los siguientes criterios diagnósticos: a. Durante un período de al menos seis meses, excitación sexual intensa y recurrente derivada de fantasías, deseos sexuales irrefrenables o comportamientos que implican la actividad sexual con uno o más niños prepúberes (generalmente menores de 13 años). b. El individuo ha cumplido estos deseos sexuales irrefrenables, o los deseos irrefrenables o fantasías sexuales causan malestar importante o problemas interpersonales. c. El individuo El individuo tiene como mínimo 16 años y es al menos cinco años mayor que el niño/niños del criterio A. Así mismo el evaluado presenta las siguientes características diagnósticas: a. niega interés y atracción sexual hacia los niños prepúberes a pesar de las pruebas objetivas. b. Presenta rasgos de personalidad antisocial c. El uso frecuente de pornografía en la que aparezcan niños prepúberes Impresión Diagnóstica Posterior a evaluación clínica el evaluado se diagnostica Trastorno de pedofilia 302.2 (F65.4) Por su parte en el rol forense como afirma Muñoz (2013), los conocimientos y técnicas ayudan a jueces y tribunales en su toma de decisiones. Su objetivo es la valoración psico legal desde una perspectiva pericial, donde el profesional se limita explorar las repercusiones forenses de sus trastornos mentales con relación al objetivo pericial. Argumento forense Objeto pericial Interesado solicita reconocimiento psicológico de trastorno de pedofilia de Rafael Uribe Noguera en relación a los hechos suscitados el 4 de diciembre de 2016, por secuestro, violación y asesinato de Yuliana Samboni por parte del inculpado; éste apela patología mental para justificar su inimputabilidad. Formulación forense Al momento de la exploración psicológica del inculpado, presenta síntomas asociados a estrés postraumático; el examen de estado mental muestra un hombre consciente, atento, físicamente estable, alerta. Dentro de su evolución psico biográfica se detectan factores desencadenantes del trastorno. Discusión Forense El inculpado responde de manera adecuada a las pruebas aplicadas y a la entrevista semiestructurada; dentro de los hallazgos periciales, se confirma la prevalencia del diagnóstico trastorno de pedofilia, y conductas de trastorno de depresión leve. Conclusiones El perito firmante del presente informe ha redactado su contenido con imparcialidad y con a la luz de su competencia; emite las siguientes conclusiones: Al momento de la exploración psicopatológica el peritado presenta trastorno de depresivo leve, que esta siendo manejado con medicación y psicoterapia; su trastorno de pedofilia es confirmado sin tratamiento anterior por lo que se recomienda que éste continúe recibiendo tratamiento especializado, en el que se incorpore abordaje psicoterapéutico, orientado a mitigar los síntomas descritos. La privación de la libertad es necesaria en tanto el inculpado no ha tratado su trastorno lo no garantiza la no ocurrencia de episodios similares. 2. Para analizar el caso, se tomará en cuenta no solo la situación en particular, es decir el caso, sino que también se deberá tener en cuenta el papel del psicólogo clínico en el ámbito social, para intentar generar reflexiones sobre el daño emocional en la psiquis colectiva de la sociedad colombiana y tratar de ahondar en cómo el fenómeno de la violencia en sus distintas categorías nos ha afectado a todos. Amoros (1980) afirma que actualmente el psicólogo clínico tiene una amplia función social teniendo en cuenta las condiciones de salud mental a las que se ve expuesta la sociedad en general; en la actualidad las relaciones de poder que sustentan las conductas violentas y sus diversas formas desencadenan innegables efectos en la conducta y estados mentales de las personas; como expuso Frankl en su ensayo psicológico, rápidamente transitamos a una fase de apatía, donde se adormece el sentido como individuo y como colectivo. Esta apatía es un tipo de protección que disminuye nuestra sensibilidad y facilita el transitar de las personas sin afectación de lo que ocurre alrededor. Igual que en la fase de liberación que narra Frankl, en la sociedad actual el fenómeno de la violencia es justificado en el devenir histórico cuya constante ha sido la violencia política la cual trascendió al imaginario individual y que de igual manera, justifica sus acciones en sus propias y terribles experiencias o sencillamente en su carencia de sentido de significación; se pensó que al firmar los acuerdos de paz en Colombia, al igual que en el rescate de los prisioneros de los campos de concentración nazi, habría una reconciliación con la vida, pero se encontró como indicó Frankl, que los oprimidos pasaron a opresores y a instigadores de la fuerza y la injusticia (p. 95). Por esto, el psicólogo clínico en su función social trasciende del diagnóstico, evaluación y tratamiento, al arduo trabajo de intervenir colectivos que validan y aprueban practicas hostiles y violentas como aquellas donde los ciudadanos aplican la justicia por mano propia u otras como el caso de Rosa Elvira Cely o Yuliana Samboni donde se censura con toda fuerza pero que se siguen presentando, porque nos acorraló la violencia transpolítica. Evidentemente la psiquis colectiva esta fracturada, desde el seno de la familia que hoy en día es el principal agente generador de violencia; no en vano se evidencian casos de matoneo en edades tan difícil de creer como en el preescolar, la violencia es una de las enseñanzas que traen implícitos los estilos de crianza en la actualidad; no hubiera habido un Rafael Uribe Noguera con sus conductas psicopatológicas si hubiese habido una familia que no anteponga lo material a lo emocional y no hubiera habido una Yuliana Samboni asesinada a tan corta edad si la violencia política del país no hubiese obligado a su familia y a ella a fugarse a la ciudad huyendo a la guerra y a la pobreza del agro colombiano. 3. Propuesta de análisis descriptivo acerca de los efectos de la violencia transpolítica y política Tal como infiere Goertz y Sartori (como se citó en Lena, 2017) “la conceptualización de un fenómeno político es el primer paso para su análisis”. En en este sentido, antes de describir efectos de la violencia y sus formas, es imperativo precisar conceptualmente las categorías objeto de análisis que, para este caso, corresponden a violencia, violencia política y transpolítica. González y Villacorta (1998), afirman que la violencia debería ser vista como la aplicación de fuerza por parte de instituciones, grupos o individuos sobre otros grupos o individuos tendiente, por un lado, a la obtención de algo de quienes padecen el ejercicio de fuerza y/o por otro, imponer el poder y las convicciones del ejecutor de fuerza. Por su parte Ortiz (2012), expone la violencia política como “la acción violenta de grupos organizados para modificar la estructura de poder, su distribución o la forma en que se ejerce” (p.130). Mendoza (como se citó en Montealegre, 2015) colige que la violencia transpolítica es la forma de violencia que “ya no viene de fuera del sistema, como la de los grupos guerrilleros o la de las mafias del narcotráfico, sino una violencia que viene desde adentro, psíquica, que viene desde las entrañas mismas de una sociedad que ha entrado en catástrofe y que empieza el proceso de su autodestrucción” (p. 248). Desde esta aproximación conceptual, no parece complejo identificar los efectos de la violencia en las personas; diferentes alteraciones psicopatológicas tanto individuales como colectivas desde una perspectiva clínica, así como graves implicaciones negativas en las relaciones sociales que impactan la conducta y estados mentales de las personas desde una perspectiva social. Para describir los efectos de la violencia política, Díaz (2009), menciona las categorías que el derecho ha establecido para clasificar estos efectos, a la luz del daño psicológico: daño material, daño inmaterial, el daño patrimonial y el daño a la persona. Respecto al daño a la persona, se aborda tanto la dimensión biológica como la dimensión psicológica, que a su vez contempla el daño de tipo moral y psíquico. Ghersi (como se citó en Diaz, 2009) refiere que el daño moral abarca la “órbita subjetiva, íntima o interna del individuo”. A su vez, el daño psíquico, Diaz (2009) afirma que este requiere la presentación de una condición de carácter patológico; es decir, constituye una enfermedad, que requiere ser diagnosticada por la medicina, la psicología o la psiquiatría. Es importante considerar los efectos de índole económico, que básicamente afectan la legitimidad democrática, al ubicar a las personas en el centro de la confrontación entre poderes; desplazamiento, pobreza, inseguridad, perdida del sentido de significación de la persona. La violencia política plasma en los imaginarios colectivos una conducta bélica como camino para garantizar el respeto por los derechos. Así mismo, los efectos de la violencia política de índole cultural, tiene que ver con la extinción de las etnias y los territorios considerados patrimonio del país; el desplazamiento ha generado que las culturas que componen nuestra nacionalidad se desdibujen en una mezcla con culturas a donde se trasladan en aras de la supervivencia y donde son subvaloradas al punto de anular su practica y su conservación. Desde la perspectiva planteada sobre violencia transpolítica, con base el DSM V (2014) y teniendo en cuenta los criterios diagnósticos que prevalecen en las conductas cotidianas de las personas, procede describir dentro de sus efectos trastornos de tipo bipolar, depresivos, de ansiedad, obsesivos-compulsivos, relacionados con traumas y factores de estrés, de la personalidad, disruptivos, del control de los impulsos y la conducta, parafílicos; desde otro punto de vista, tal como menciona Frankl (1991, 12ª. Ed) los efectos de esta forma de violencia tiene una relación directa relacionarse con la fase de la apatía; esta crueldad cotidiana que compone los estilos de vida en la actualidad, esta generando en las personas una disminución de la sensibilidad que tristemente termina en una muerte emocional. Otro de los efectos de esta forma de violencia es el aumento desmedido en los índices de hechos y conductas violentas en todas las direcciones, instituciones, grupos, situaciones y contextos; las consecuencias de 50 años de violencia política empiezan a verse reflejadas en la conducta colectiva. Como menciona Montealegre (2015), la violencia “nos deja sin falsas ilusiones, nos muestra como una de las formas de lo que somos: violentos, destructivos, deleitándonos con la violencia ejercida sobre otros, con las impudicias escuchadas, con los cuerpos destrozados. Celebrando la muerte, la destrucción. Creyéndonos mejores: más limpios, más cultos, más humanos, más civilizados, más blancos, más viriles” (p.11). Lista de Referencias Amoros, V. (1980). Acerca del psicólogo clínico. Revista Latinoamericana de Psicología, 12 (2), 363-369. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/805/80512213.pdf Asociación Americana de Psiquiatría. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), 5a Ed. Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2014. Díaz, F. (2009, 04 de diciembre). El daño psicológico y la violencia política desde una perspectiva psicojurídica. Revista PsicologiaCientifica.com, 11(16). Recuperado de http://www.psicologiacientifica.com/dano-psicologico-y-violencia-politica Echeburúa, E. (2011). La evaluación psicológica forense frente a la evaluación clínica: propuestas y retos de futuro. International Journal of Clinical and Health Psychology Vol. 11, Nº 1, pp. 141-159. Recuperado de https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/28569/32r7Bnse7FqUo.pdf?sequence=1 &isAllowed=y Fernández-Ballesteros, R. (1996). Introducción a la evaluación psicológica (Vol. 1). Pirámide. Frankl, K. (1991). El hombre en busca del sentido (12ª. Ed). Editorial Herder S.A., Provenza 388, Barcelona. ISBN 84-254-1101-7. González, L. A., & Villacorta, C. E. (1998). Aproximación teórica a la violencia. Estudios Centroamericanos (ECA), 599, 227-263. Recuperado de http://www.uca.edu.sv/publica/eca/599art4.html Labrador, J. J. y Crespo, Mª (Coords.) (2012). Psicología clínica basada en la evidencia. Madrid: Pirámide Lena, M (2017). ¿Qué es la violencia política? El concepto desde la perspectiva de la teoría y la práctica. Instituto de investigaciones jurídicas. UNAM. Tribunal Electoral de la Ciudad de México. Recuperado de https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/10/4735/5.pdf Muñoz, J. (2013). La evaluación psicológica forense del daño psíquico: propuesta de un protocolo de actuación pericial. Anuario de Psicología Jurídica 2013 23 (61-69). Recuperado de https://reader.elsevier.com/reader/sd/pii/S1133074013700102?token=F7049C16DB D2A8C4BFE5A938B87E13405917B9F16E5C16D5023630AA6B29753D02F2B58 C09DE5371BE48B0F174456397 Ortiz, W. (2012). Violencia política en Colombia. Paradojas e institucionalización de una disfunción. Civilizar 12 (22): 129-142. 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