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EZRA POUND

C (VVICO DEL SOL

EDICIÓN Y TRADUCCIÓN
DE ARMANDO ROA VIAL
NOTA PRELIMINAR

Para la presente antología he tomado como base la segunda edición del Cántico del
Sol, publicada en 2008 por Beuvedráis, que aquí ha sido corregida y aumentada con-
siderablemente, tanto en los poemas tempranos como en los Cantos. Se trata, pues,
de una revisión y ampliación de aquella edición. En el prólogo, asimismo, he hecho
ligeros retoques.

En estas versiones castellanas mi criterio de traducción ha sido el empleado a lo


largo de mis trabajos en el género: traducir es imitar creativamente, reescribir un
poema desde otro poema, ensayar un diálogo gozoso, asumiendo el universo afec-
tivo y espiritual del autor.

Dejo constancia, finalmente, de mi deuda con numerosos traductores cuyas ver-


siones he tenido a la vista: José Vásquez Amaral, Carmen Velasco, Jaime Ferrán,
Guillermo Roussett, Jorge Fordebrider, Antonio Rivero, la duplas Coronel Urtecho/
Cardenal y Munárriz/Talens, Javier Calvo, Rolando Costa, Antoni Torregrosa, Ri-
cardo Silva Santiesteban, Gerardo Gambolini y Carlos Viola.

ARMANDO ROA VIAL


Santiago,junio

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Lxs RAZONES 1'01181)
ROA VI Al.

Ningún protector
puede confortar a un hombre destruido.
Es dificil de entender para quienes viven a placer,
stonergidos en el tráfago de la ciudad,
saludables y rebosantes de vino, como yo, abatido,
debo aguantar pni llanto,

Mi espíritu, ginticndo, anora salir dc aquí


para buscar abrigo en ciudadela extranjera.
Porque ya no hay hontbres magnánimos en esta tierra;
si el bien les ha sido dispensado, los acometerá la codicia;
tatnpoco hay proezas de bravos ni lealtades al rey
PouND, «El. NAVEGANTE»

La poesía, en Ezra Pound, ocupa un papel medular para la preservación de la inte-


gridad del lenguaje, integridad que se hace extensiva al hombre. En 7110' Unwobbling
Pivot afirma que aquel «que defina sus palabras con precisión se perfeccionará a
sí mismo». Por eso podría decirse que el poeta, al crear, legisla con el lenguaje. Y,
como legislador (valga la reminiscencia a Shelley) le compete una tarea esencial: la
de cautelar el vigor de la palabra para tutelar la salud del orden social. En los Cantos
esta convicción se proyecta como uno de los motivos conductores: el lenguaje es el
vehículo que traduce la presencia cristalina de lo existente. Para ser más explícito:
es desde la poesía donde Pound articula la misión de bruñir y revitalizar la palabra
como embajadora por excelencia de lo real, incluida la conciencia humana. De allí
su condena al arte inexacto como falsario. No por nada en Zonas críticas vindicará al
lenguaje como «el más eficaz material registrador» del «conocimiento de la concien-
cia humana». Resguardando la palabra amparamos la solidez de las cosas evitando
su desgaste y banalización. Cuando la palabra se troncha es la civilización la que se
empobrece. Pound, en todo caso, desea llegar más lejos: siguiendo las enseñanzas de
Confucio, postulará que atributos tan relevantes como la disciplina interior y la en-
mienda del corazón tienen su eje firme en «definiciones verbales precisas» que pue-
dan articular el pensamiento. O dicho de otra manera: quien tenga soberanía sobre
sí mismo tendrá la claridad que hará relumbrar su palabra con la fuerza de la verdad.
Más aún: la posibilidad instauradora de esa palabra encontrará su fundamento en la
perfección basada en la sinceridad («en el principio era el verbo/ el Espíritu Santo
del verbo perfecto: sinceridad»). Recordemos aquí también que Pound, admirador
de Dante y Ricardo de San Víctor, concibe a la poesía en términos de imagen y vi-
sualidad, lo que a mi entender lo liga con la tradición aristotélica: objeto y sujeto

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existen separadamente; el pensamiento es un relicario
cuya garantía
en premunir
aquello que nombran. De la mano de Ricardo de San de
Víctor
incesante de la mente humana para penetrar el corazón de ilustraráelsignifi cacl
los
una imagen iluminadora. Ello explica su amor a la limpieza objetosh
y astall
y su obsesión por la austeridad verbal que excluye el trasparencia
retoricismo del
pomposo, ver
C
De allí además su desdén hacia el arte impreciso, su perfluo, Ontención y la
pompa, y su fervor por un mundo de sustancialidades, viciado por exactitud
donde la palabrael ruido
ne y no sea un expediente a «paraísos artificiales». Y es seh Yla
que el poeta aga
lo imaginario en lo real, reclamando para la creación buscará cars
literaria el impulso

«Me gustaría 1...1


cambiar sombras por formas de poder
entregando hombres en reemplazo de sueños

iNo dilaciones sino vida!

Gran Dios: si estamos condenados a brotar como sueños y no


como hombres
concédenos ser sueños que sacudan al mundo».

La utopía social de Pound representa la ética de su estética. Uno


de los principales
peligros que amenaza al lenguaje es verse reducido a valor de cambio,
monedaque
prolifera desmedidamente. En una palabra: usura. Ella representa un
arteromeca-
nismo de masificación que desconoce las cualidades intrínsecas de bienesy
oficios.
Pound luchó por rescatar la singularidad del ser humano en una épocadesman-
telada por «el alud de la uniformidad» y el materialismo. En un grito desesperado
sentenció: «Con usura ningún hombre habita en casa de buena piedra».Abrazando
una escuela de pensamiento económico cuyos orígenes están en Aristóteles—no-
table teorizador de la crematística— y que en el siglo XXes retomada, entreotros,
por autores vinculados al corporativismo, vislumbrará, según puedo inferir,quela
usurocracia despoja a las cosas de su carácter individual, reduciéndolas bajoelcri-
terio homologador de mercancías sujetas a especulación, con lo cual, a la postre,
se desbautiza el mundo, transformándolo en un reino de entidades inventariables,
destinadas al intercambio: en suma, donde nada vale por ser lo que es, sinosólopor
su capacidad para traducir un cierto valor monetario. El lucro, así, será el artificioso
pasaporte de los objetos en su despliegue por la realidad.

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Por eso sospecho que Pound, de la mano de sus mayores -con Aristóteles, Confucio
y Eriugena como maestros tutelares- buscará a través de la poesía el restablecimien-
to de la armonía entre el hombre y el mundo, al dictado del poder iluminador de
una naturaleza atravesada por el amor y no pervertida por la usura, ya que ésta no
sólo esclaviza los objetos al mandato de la codicia, sino que también debilita el se-
ñorío de la palabra.

En ese sentido es lícito conjeturar que los Cantos son la travesía que tantea el poeta,
desde «la contemporaneidad de todas las edades», para desenmascarar la miseria de
una época que al ungir el culto al dinero como amo y señor acaba por menoscabar
la solidez ontológica de la creación, prostituyendo la belleza y el bien.

Pound intentará marcar un contrapunto a través de la purificación del lenguaje, un


lenguaje no dirigido al enmascaramiento distractor o al ornato sino a la reificación
de la realidad. Quizá advertía que la palabra nítida y ajustada, al cincelar firmamen-
tos que distinguen claramente al sujeto del objeto, contribuye al reencuentro de los
hombres con su «virtú» o atributo individualizante de sus almas, con aquello que
les da su sello e identidad. El vigor en el lenguaje será, entonces, condición impres-
cindible de la fortaleza interior de la persona, fortaleza que luego proyecta al orden
social. Cada ser debe aspirar a la culminación de sus posibilidades; en la integridad
se juega la plenitud de sus perfecciones.

Es probable que la apuesta de Pound, en definitiva, fuera la apuesta de un hombre


que luchó por vigorizar el enmohecido nudo entre la palabra y el mundo, porque las
palabras, lejos de agotar o desvirtuar lo real alzándose como soplos exhaustos, son el
eslabón decisivo de esa misma realidad para poder completarse. Por eso resuena en
nuestros oídos una nota que escribió al traducir la elegía anglosajona «El navegan-
te», y que es tal vez su mejor retrato: «Un hombre que se aferraba al silencio y que
no pudo dejar de hablar».

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El, FRESNO

Un sombrío y demacrado consejero fui,


sabio en todo y anciano,
pero he abjurado de mis desvaríos
envuelto como estoy por el frío manto de la vejez.

Mi cuerpo era fuerte —al menos así afirmaban


los jóvenes espadachines—
pero he abjurado de mis desvaríos
buscando ahora otras formas de alegría que me agraden más.

He abrazado los troncos del bosque de fresnos


y mi rostro he escondido tras un roble
cuyas hojas se extendían sobre mi cuerpo. El yugo
de los viejos hábitos de los hombres he desechado.

En las quietas aguas de Mar-nan-otha,


he encontrado a mi novia,
que antes fuera un cornejo.
Ella ha sido quien me ha interpelado por mis viejas costumbres
sofocando mi rencor de consejero
y ordenándome alabar
al viento que ondula entre las hojas.

Ella me ha desterrado de mis viejas costumbres


y los hombres me toman por loco, desde entonces.
Pero he visto el dolor humano y contento estoy
de saber que lamentos y amarguras son apenas desvaríos.

¿Y yo? Pues atrás he dejado insensateces y pesares.


Envolví mis lágrimas en una hoja de olmo
y las sepulté bajo una piedra.
Mas ahora me toman por loco al haber expulsado
toda locura de mí, apartándome de los trajinados hábitos de los hombres,
porque es mi novia
una laguna en medio del bosque.

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Y aunque los hombres tomen todo esto por locura,
estoy feliz, muy feliz,
pues mi amada me profesa un gran amor,
un amor más dulce que el de las mujeres,
que fastidia, consume y distrae.

iAie-e! Es verdad que estoy feliz,


demasiado feliz, pues a solas está aquí mi amada
sin que nadie nos abrume.

Hace mucho, cuando estaba con los jóvenes...


—y era fuerte entre ellos, según decían—
hubo una mujer...
. pero lo olvido... Ella era...
Espero que nunca regrese.

. No recuerdo...
Una vez me hirió, según creo, pero...
largos años han transcurrido desde entonces.

No me gusta recordar esas cosas.


Prefiero una banda de vientos soplando
entremedio de los fresnos:
porque estamos a solas,
aquí, entre los fresnos.

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MESMERISMO

Y un gato en el barril.
ROBERT BROWNING, Mesmerismo

He ahí un hombre, tú, viejo hipnotizador


que anudas tus símbolos con setenta fajas.
Es necesario ser consumado madrugador
para atraparte al descampado. iBendito cuerpo de Dios!

«Un gato en el barril». Obstinados pensamientos en tu tinaja de versos,


enséñanos de una vez; entonces confiaremos en ti.
Tú, Maestro Bob Browning, a pesar de tus adornos
sacude el seso y elogia como nosotros gustosamente lo haríamos.

Jadeas como una Calíope resfriada, con amigdalitis,


ipero Dios! , qué visión has conseguido de nuestras almas.
Más loco que una cabra, sí; pero no ciego;
anchuroso como el océano y tendido hacia los hombres.

Contemplo tu gran corazón, enorme como las entrañas del Vesuvio,


y tus veloces palabras, chispas en erupción
jugando y bramando como Júpiter Pluvio,
clamando en el viento más allá de todos los signos de corrupción.

Salud por ti, viejo malabarista verbal,


honesto en razón de la verdad, pulcro diseccionador.
Te apropiaste de oro seguro; no tenías necesidad de envolver centavos
en tus versículos.

iLúcido elector!

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TIIRENOS*

Nunca más leves suspiros entre nosotros.


Nunca más los vientos que solían turbarnos a la hora del crepúsculo.

iMirad: tan bella y muerta!

No arderé ya más.
Se acabó el revoloteo de las alas
alborotándose sobre nosotros.

iMirad: tan bella y muerta!

Nunca más las estocadas del deseo:


nunca más sentiré el temblor
de tus manos sobre las mías.

iMirad: tan bella y muerta!

No habrá vino que toque los labios.


Ningún pensamiento entre nosotros.

iMirad: tan bella y muerta!

Nunca más el torrente.


Nunca más el lugar de encuentro.
(iMirad: tan bella y muerta!).
Tintagoel.

* Canto fúnebre en homenaje a un difunto.

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PARAEL CXVIX)
Sons

r, rfi'amour,
es aquelloque amo
y dónde estás?
perdido mi centro
be contra cl mundo.
Qite luchando
suaos chocan
y caen destrozados.
busqué construir un paradiso
*anqueyo sólo
terrestre.

escríbír el Paraíso.
Hequerido

Ño tc muevas,
Deja que el viento cante,
he ahí el paraíso.

I)cjaque los Dioses perdonen


lo que he hecho
y quetodos aquellos a quienes he amado traten de perdonar
lo que he hecho.

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