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detención domiciliaria*
Constante Carlos Avalos Rodríguez
I. Introducción
Es tal la importancia de este derecho que se puede comprobar históricamente que los
hombres muchas veces han recurrido al sacrificio de sus propias vidas o de su integridad
física para conseguir o preservar su libertad2.
La Constitución Política del Estado de 1993 no contiene una cláusula que reconozca de
manera literal y específica el derecho que la persona humana tiene a desplazarse libremente.
Pero no por ello se debe concluir que la Ley Fundamental patria ha negado amparo a un
derecho de su trascendencia.
Tampoco compartimos la opinión de quienes -como ORÉ GUARDIA 10- pretenden fundar su
reconocimiento constitucional en el literal b. del numeral 24 en cuestión [que prescribe: “No se
permite forma alguna de restricción de la libertad personal, salvo en los casos previstos por la
ley”], en razón a que dicho literal únicamente es una consecuencia general de la consagración
del derecho a la libertad personal [el mismo texto constitucional prescribe: “Toda persona tiene
derecho: (...) 24. A la libertad y a la seguridad personales. En consecuencia: (...) b. No se
permite...”]; derecho a la libertad personal que -como hemos señalado- se encuentra en
relación de género a especie con el derecho de libre desplazamiento11.
2. Entre los principios sobre los que se estructura el proceso penal de los estados occidentales
contemporáneos, uno de los más importantes es el de presunción de inocencia [habiéndose
llegado a decir que se trata de la “primera y fundamental garantía que el procedimiento asegura
al ciudadano”12], tan es así que ha sido reconocido expresamente en la Constitución de 1993
como derecho fundamental de la persona humana [artículo 2, numeral 24, literal e]13.
3. Las consecuencias jurídicas del delito no son de aplicación inmediata al momento en que los
órganos encargados de la actuación del poder punitivo en la realidad social reciben la noticia
de la realización de un comportamiento criminal [denominada: notitia criminis], ni siquiera en el
caso que la noticia represente la confesión del presunto culpable, sino que -por razones de
equilibrio entre la eficacia de la persecución y la garantía de los derechos de la persona
8
“Las competencias legislativas, administrativas y judiciales encuentran su límite siempre en los derechos
fundamentales; éstos excluyen de la competencia estatal el ámbito que protegen, y en esa medida vedan su
intervención” [HESSE, Konrad, en BENDA, Ernst / MAIHOFER, Werner / VOGEL, Hans-Jochen / HESSE,
Konrad / HEYDE, Wolfgang. Manual de Derecho constitucional. Trad. de la 2a ed. alemana, Madrid, Marcial
Pons, 1996, pp. 91 y 92, n° marg. 19].
9
Cfr. HESSE, K. en BENDA, E. / MAIHOFER, W. / VOGEL, H. / HESSE, K. / HEYDE, W. Manual de Derecho
constitucional, p. 104 [n° marg. 49].
10
ORÉ GUARDIA. Arsenio. Manual de Derecho procesal penal. 2a ed., Lima, Alternativas, 1999, p. 334.
11
Igualmente, se debe rechazar la tesis de BERNAL CAVERO, quien señala que el derecho a restringirse con la
detención [que identifica con la libertad personal] encuentra su consagración en el artículo 44 de la Constitución
Política del Estado de 1993 [Cfr. BERNAL CAVERO, Julio. “Aspectos legales sobre la detención policial”, en
Derecho y Sociedad N° 8 - 9. Lima, 1994, p. 105].
12
Cfr. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón, Teoría del garantismo penal. Trad. de la ed. Italiana, Trotta, 1995, p.
549.
13
Sobre este principio, en la doctrina nacional amp. URQUIZO OLAECHEA, José. El principio de legalidad. Lima,
Gráfica Horizonte, 2000, pp. 111 a 129; tb. QUISPE FARFÁN, Fany Soledad. El derecho a la presunción de
inocencia. Lima, Palestra, 2001, passim.
14
Debe ponerse especial atención en esta exigencia: para quebrar la presunción de inocencia no basta una
sentencia condenatoria, sino que es necesaria una sentencia condenatoria que haya adquirido la calidad de firme
[Por todos, MAIER, Julio B. J. Derecho procesal penal, tomo 1, fundamentos. Reimp. de la 2a ed., Buenos Aires,
Editores del Puerto, 1999, p. 490].
3
humana15- su imposición debe pasar por la previa realización de un conjunto de actos
encaminados a que el juzgador alcance el estado mental de certeza respecto de que el
supuesto de hecho de naturaleza criminal ha existido efectivamente en la realidad y que ha
sido perpetrado por la persona a quien se le atribuye su comisión.
Debe aclararse que la persecución penal no se puede considerar eficaz en un Estado social y
democrático de Derecho por el mero hecho de haberse logrado responsabilizar a una persona
por la comisión del delito, pronunciándose la respectiva sentencia condenatoria firme, sino que
es necesario que el condenado sea la persona realmente responsable del delito. Del mismo
modo que, en lo que importa a la garantía de los derechos de la persona humana, se debe
aclarar que no en todas las ocasiones en que se imputa responsabilidad criminal vamos a
estar frente a individuos que en realidad han cometido un delito, dicho en sentido contrario, en
algunas ocasiones nos podemos encontrar con sujetos que son inocentes, los mismos que
poseen el legítimo derecho de no ser condenados en base de meras sospechas o
probabilidades y de aportar material probatorio que diga de su inocencia o contradecir las
imputaciones que se les dirigen. Más aún, las mismas personas que han incurrido en
comportamientos delictivos tienen derecho a que se determine con la mayor exactitud posible
cuáles son las reales circunstancias de su hecho, para efectos de que [previa una correcta
tipificación] las sanciones que se les impongan no comporten restricciones excesivas de sus
derechos fundamentales.
La principal consecuencia nociva que la realización del proceso previo puede acarrear se
encuentra en la huida del imputado, frustrándose así la realización del juicio [puesto que en
nuestro ordenamiento jurídico procesal penal rige la máxima de interdicción del juzgamiento en
ausencia] del mismo modo que la futura ejecución de la pena.
De otro lado, dado que -como hemos señalado- por imperio del principio de presunción de
inocencia una sentencia condenatoria sólo se puede considerar legítima cuando se encuentre
fundada en un conjunto de pruebas válidamente actuadas en el proceso que después de ser
valoradas con criterio de conciencia generen que el juzgador adopte un estado mental de
convicción respecto de la efectiva existencia de un delito y de la responsabilidad penal de la
persona sometida a la persecución, la pretensión de eficacia en la persecución puede verse
afectada negativamente por los obstáculos que se coloquen a la recolección de los elementos
probatorios de cargo.
15
Es de recordar que el proceso penal se estructura sobre la base de estos dos criterios políticocriminales, c.m.d.
BINDER, Alberto. Introducción al Derecho procesal penal. Buenos Aires, Ad-hoc, 1993, pp. 49 a 59.
16
Por todos, ASENCIO MELLADO, José María. Derecho procesal penal. Valencia, Tirant lo blanch, 1998, p. 174;
tb. MAIER, J. Derecho procesal penal, p. 516. No podemos entrar en este momento a exponer las razones por
las que resulta incorrecta la posición de quienes [como, por ejemplo, RAMOS MÉNDEZ, Francisco. El proceso
4
Las críticas que se han dirigido a la detención se fundan en buena parte en el principio de
presunción de inocencia entendido en términos absolutos, en tanto una de las exigencias de
este principio es -como en su momento anotáramos- la prohibición de que una persona pueda
ser tratada como responsable de la realización de un delito y, como tal, ser sujeto pasivo de
una sanción sin que previamente el órgano jurisdiccional se haya pronunciado en estos
sentidos en una sentencia condenatoria firme. La detención judicial comporta la privación de la
libertad de desplazamiento del imputado mediante su encierro en un establecimiento
penitenciario, por tanto, tiene el mismo contenido material y aflictivo que una pena privativa de
libertad, pero se impone a una persona que para el ordenamiento jurídico tiene la condición y
debe ser tratada como inocente; peor aún, se impone a una persona que en no pocas veces
resulta siendo realmente inocente19.
penal, Tercera lectura constitucional. 3a ed., Barcelona, José María Bosch, 1993, p. 303; SAN MARTÍN CASTRO,
César. Derecho procesal penal, Volumen II . Lima, 1999, p. 820; BINDER, A. Introducción al Derecho procesal
penal, p. 199] niegan que “evitar la perturbación de la actividad probatoria” pueda justificar la afectación de la
libertad de desplazamiento de las personas sometidas a un proceso penal.
17
Cfr. BARONA VILAR, Silvia. “El principio de proporcionalidad, presupuesto esencial de la prisión provisional”,
en La Ley N° 04. Madrid, 1987, p. 846.
18
Cfr. FERRAJOLI, L. Derecho y razón, pp. 549 a 561.
19
En los comienzos del siglo pasado la gran CONCEPCIÓN ARENAL críticaba duramente a la prisión provisional,
con frases que no obstante su lejanía en el tiempo aún ahora resultan -en su gran parte- de mucha utilidad para
tomar conciencia del real significado y consecuencias de la detención. Expresaba la profesora española: “Si se
escribiese la historia de las víctimas de la prisión preventiva se leería en ella una de las más terribles acusaciones
contra la sociedad. Cuando ella abre al inocente las puertas de la cárcel diciéndole: «Me he equivocado», ¿quién le
indemniza de las angustias y dolores sufridos, quién le devuelve el honor empañado, su salud, tal vez su vida, si
sucumbe de la enfermedad contraida en el encierro, y más aún del dolor viendo que la miseria y el abandono han
perdido para siempre a un ser que más que la vida amaba? Y estas no son declamaciones de sensibilismo; son
hechos, dramas horribles que pasan sin que nadie los escriba, desgracias que abruman sin que nadie las
compadezca, pérdidas irreparables de la existencia y del honor, por «sospecha de hurto de un saco de noche», y por
la provervial lentitud de las actuaciones” [Cfr. LONDOÑO JIMÉNEZ, Hernando. Tratado de Derecho procesal
penal, Tomo I. Bogotá, Temis, 1989, p. 24].
20
MAIER, J. Derecho procesal penal, p. 511. En sentido similar, ALMAGRO NOSETE, José, en ALMAGRO
NOSETE, José / TOMÉ PAULE, José. Instituciones de Derecho procesal, Proceso penal. 2a ed. Madrid, Trivium,
1994, p. 31.
5
6. Reconocer a la detención como una medida de coerción procesal de empleo excepcional [de
extrema ratio] originó la introducción en nuestro ordenamiento jurídico de medidas de coerción
alternativas, que se encontraran en capacidad de impedir los riesgos que se pudieran presentar
para una persecución eficaz, pero importando una menor afectación de los derechos del
imputado. Estas alternativas fueron consagradas en el artículo 143 del Código Procesal Penal
de 1991, que regula las diversas restricciones con que se puede acompañar un mandato de
comparecencia.
Mas se debe advertir que el tratarse de medidas de coerción que importan menor gravedad
que la detención tampoco puede llevar a concluir que su imposición resulta legitima frente a
cualquier supuesto.
Dado que las medidas de coerción procesal penal personal importan la restricción de derechos
fundamentales22, la legitimidad de su regulación legal e imposición en los casos concretos
encuentra como marco jurídico natural y obligatorio la Constitución Política del Estado y los
Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos, que son los cuerpos normativos en los
que se han consagrado los derechos fundamentales de la persona humana y las
posibilidades [explícitas o implícitas] de su restricción; sin que se pueda dejar de mencionar
la especial posición que dichos cuerpos normativos ocupan en el ordenamiento jurídico
patrio, que hace que las demás normas que lo conforman sólo tengan validez bajo su luz.
21
El artículo 135 de nuestro Código Procesal Penal de 1991 contiene una acertada regulación legal de los
requisitos que deben concurrir para poder dictar una detención de manera legítima.
22
En términos generales, “las medidas de coerción del proceso penal siempre están unidas a una intromisión en
un derecho fundamental”, ROXIN, Claus. Derecho procesal penal. Trad. de la 25a ed. alemana, Buenos Aires,
Editores del Puerto, p. 250. En el mismo sentido: GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis. El proceso penal alemán,
Introducción y normas básicas. Barcelona, Bosch, 1985, p. 100.
23
En otros ordenamientos jurídicos la situación es diferente; así, por ejemplo, AGUADO CORREA señala:
“Ningún principio constitucional de los que afectan al sistema penal ha sufrido un auge tan extraordinario en los
últimos años en nuestro país, como el principio constitucional de proporcionalidad. Se ha extendido de este modo
a España, el apogeo que este principio ha experimentado en las últimas décadas en el Derecho comparado”,
AGUADO CORREA, Teresa. El principio de proporcionalidad en Derecho penal. Madrid, EDERSA, 1999, p. 25.
24
Así, CASTILLO ALVA, José Luis. Principios de Derecho penal, Parte general. Lima, Gaceta Jurídica, 2002, pp.
293 - 294.
25
Debe felicitarse el tratamiento que en la doctrina patria ha hecho del tema para el Derecho penal material
CASTILLO ALVA, J. Principios de Derecho penal, pp. 279 a 328.
26
GARCÍA MORILLO, Joaquín. El derecho a la libertad personal (Detención, privación y restricción de libertad).
Valencia, Tirant lo blanch, 1995, p. 69.
6
cuenta como básico en lo que respecta a la pregunta del “sí” y el “cómo” de la medida
coercitiva27.
1. No existe norma constitucional alguna que consagre de manera expresa una exigencia de
proporcionalidad en la actuación de los funcionarios jurisdiccionales penales, sin que por ello se
tenga que concluir necesariamente que estos funcionarios se encuentran exentos de cumplir
con dicho principio.
27
SCHLÜCHTER, Ellen. Derecho procesal penal. Trad. de la 2a ed. alemana, Valencia, Tirant lo blanch, 1999, p.
66.
28
CASTILLO ALVA, J. Principios de Derecho penal, p. 295.
29
“El principio de prohibición de exceso o de proporcionalidad [en sentido amplio] aparece como un límite al
poder de policía, para luego generalizarse hasta convertirse en un principio general del Derecho público, que rige
el establecimiento y aplicación de toda especie de medidas restrictivas de libertad”, COBO DEL ROSAL,
Manuel / VIVES ANTÓN, Tomás. Derecho penal, Parte general. 4a ed. Valencia, Tirant lo blanch, 1996, p. 75.
30
En este sentido, en la doctrina procesal penal patria SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho procesal penal,
Volumen II. Lima, Grijley, 1999, p. 788.
31
No creemos que nuestra posición pueda ser criticada partiendo de que la figura en cuestión [de no amparo del
abuso del derecho] posee orígenes y connotaciones de Derecho civil, tratándose de una disposición que
habitualmente ha figurado en el Título Preliminar del Código Civil que por su relevancia ha recibido un
tratamiento de rango constitucional [que es la explicación que, por ejemplo, dan para la cláusula de no amparo
del abuso del derecho BERNALES BALLESTEROS, Enrique / OTAROLA PEÑARANDA, Alberto. La Constitución
de 1993, Análisis comparado. 4a ed., Lima, RAO Editora, 1998, p. 496]. En nuestro concepto esta explicación
respecto del párrafo final del artículo 103 no es correcta. El “no amparo del abuso del derecho” consagrado por
nuestra Ley Fundamental no se encuentra dirigido a la regulación de las relaciones jurídicas de las personas,
conforme al principio de equiparación que gobierna al Derecho privado, sino que se trata de una cláusula que se
encuentra dirigida primariamente al legislador, destinada a regir el proceso de dación de las normas legales en
todos los sectores de nuestro ordenamiento jurídico, de lo que da buena cuenta su ubicación sistemática [en el
Capítulo II, De la función legislativa; del Título IV, De la estructura del Estado].
32
CONGRESO DE LA REPÚBLICA. La Gaceta, Semanario del Congreso de la República, N° 257. Lima 06 de
octubre del 2002, p. 3.
7
La legalidad es una garantía sustancial que importa la necesidad de un previo desarrollo y
especificación en una norma legal ordinaria de las restricciones que se pretenden imponer a los
derechos fundamentales. La ley debe tipificar tanto las condiciones de aplicación, como el
contenido de las intromisiones de los poderes públicos en el ámbito de los derechos
fundamentales de los ciudadanos33.
Mas esta garantía no le otorga al legislador ordinario una potestad de disposición absoluta
sobre las restricciones de los derechos fundamentales, ni habilita al órgano jurisdiccional para
una “fría aplicación de la ley”. La función legislativa, del mismo modo que la jurisdiccional, debe
someterse, además de a la legalidad, a un número importante de condicionamientos de
naturaleza constitucional. En este sentido, toda restricción de los derechos fundamentales debe
tender a la consecución de fines legítimos. De esta manera, se introducen en el enjuiciamiento
de la admisibilidad de las intromisiones del Estado en la esfera de los derechos de los
ciudadanos los valores que trata de salvaguardar la actuación de los poderes públicos, los que
precisan gozar de fuerza constitucional suficiente para enfrentar a los valores representados
por los derechos constitucionales restringidos34.
33
GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal.
Madrid, Colex, 1990, p. 77.
34
GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal, p. 69.
35
ROXIN, C. Derecho procesal penal, p. 259. Para Italia, denunciando mandamientos de captura
“teleológicamente dirigidos a objetivos no legítimos”, FERRAJOLI, L. Derecho y razón, p. 771.
36
GARCÍA MORILLO, J. El derecho a la libertad personal, p. 70.
37
AGUADO CORREA, T. El principio de proporcionalidad en Derecho penal, p. 67.
38
En nuestro país un sector de la doctrina ubica al principio de necesidad por fuera del de proporcionalidad [así,
por ejemplo, ORÉ GUARDIA, A. Manual de Derecho procesal penal, pp. 329 y 330. CUBAS VILLANUEVA, V. El
proceso penal, pp. 193 y 194].
39
Llama la atención que SAN MARTÍN CASTRO, citando a GONZÁLEZ-CUELLAR [en su “Principio de
proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal”], señale como los requisitos intrínsecos del
principio materia de estudio a la “adecuación, necesidad y subsidiariedad” [SAN MARTÍN CASTRO, C. Derecho
procesal penal, p. 789], cuando para el autor español los requisitos son la “idoneidad, necesidad y
proporcionalidad en sentido estricto” [GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos
fundamentales en el proceso penal, p. 69], más aún cuando para el autor español, como para la doctrina
dominante, la “necesidad” y “subsidiariedad” son dos formas de denominar al mismo requisito o sub-principio [cfr.
GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal, p. 189].
8
3.1. Principio de idoneidad. Este principio, denominado también “de adecuación”, se encuentra
referido a la capacidad que debe tener la restricción de los derechos fundamentales a la que se
recurre en calidad de medio para posibilitar el logro de la finalidad perseguida. La idea base es
que una ingerencia en los derechos fundamentales carente de utilidad, por inidónea para el
logro del fin perseguido, resulta claramente desproporcionada.
Para que un medio pueda ser considerado idóneo no se exige una eficacia absoluta en el logro
de la finalidad perseguida40. La restricción es idónea si con su empleo la satisfacción del fin
deseado se acerca o facilita, y no lo es si se aleja o dificulta o, simplemente, en los casos más
claros, si la ingerencia no despliega absolutamente ninguna eficacia para la consecución del fin
previsto por la norma41.
3.2. Principio de necesidad. Este principio, también denominado “de subsidiariedad”, “de la
alternativa menos gravosa” o “de mínima intervención”, importa la obligación de imponer entre
la totalidad de las medidas restrictivas que resulten idóneas la que signifique el menor grado de
limitación a los derechos de la persona, el menor sufrimiento, la medida menos lesiva43.
En palabras de DE HOYOS44: “se trata ahora de una regla comparativa, pues en su aplicación
no basta con examinar aisladamente el contenido de la medida objeto de examen, sino que
obliga a la búsqueda de medidas alternativas suficientemente idóneas para la consecución del
fin pretendido; de entre ellas, sólo se afirmará necesaria la menos gravosa para el derecho
afectado por la intervención, por lo que de esta manera se obtiene la máxima eficacia de los
derechos fundamentales limitados. No es bastante con la eliminación de las medidas
excesivamente gravosas; más aún, es necesario excluir todas aquellas medidas que no sean la
menos lesiva de todas las que presentan aptitud suficiente para la realización del fin”.
3.3. Principio de proporcionalidad en sentido estricto. Este principio exige determinar, mediante
la utilización de las técnicas del contrapeso de bienes o valores y la ponderación de intereses
según las circunstancias del caso concreto, si el sacrificio de los intereses individuales que
40
En contra, señalando la necesidad de una adecuación estricta entre el fin legal que se persigue y los medios
elegidos para su realización, SAN MARTÍN CASTRO, C. Derecho procesal penal, p. 790.
41
GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal, p.
156.
42
Amp. GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal,
pp. 160 a 185.
43
Diferente es la concepción de SAN MARTÍN CASTRO, para quien “el sub-principio de necesidad responde al
interrogante de si la medida adoptada es la precisa para asegurar el respeto de la ley o del interés público y de si
dicha medida no va más allá de lo estrictamente necesario para ser eficaz. Mediante este sub-principio se busca
evitar que se produzca un sacrificio excesivo e innecesario de derechos que la Constitución garantiza, a cuyo
efecto el juez debe realizar un juicio de ponderación entre dos bienes o intereses jurídicamente protegidos, de
suerte que el sacrificado debe tener menor significación que el que se trata de garantizar” [SAN MARTÍN
CASTRO, C. Derecho procesal penal, p. 790]. Es de precisar que el contenido que la doctrina, a la que nos
adherimos, le asigna al principio de necesidad, SAN MARTÍN CASTRO lo asigna a lo que él considera como
tercer requisito intrínseco del principio de proporcionalidad [diferente a la “necesidad”], denominándole sub-
principio de subsidiariedad [tb. p. 790].
44
DE HOYOS SANCHO, Monserrat. La detención por delito. Navarra, Aranzandi, 1998, pp. 68 y 69.
45
GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal, p.
197.
9
comporta la ingerencia guarda una relación razonable o proporcionada con la importancia del
interés estatal que se trata de salvaguardar. Si el sacrificio resulta excesivo la medida deberá
considerarse inadmisible, aunque satisfaga el resto de presupuestos y requisitos derivados del
principio de proporcionalidad46.
En el ámbito del proceso penal, lo que se tiene que ponderar es el interés de la persona en la
conservación del ejercicio de los derechos fundamentales que habrán de ser objeto de
restricción, y el interés estatal [de innegable fundamento constitucional] en el éxito de la
persecución penal.
Pero no sólo eso, sino que el juicio de proporcionalidad en sentido estricto también exige
reparar en el caudal probatorio que pueda existir sobre un determinado grado de riesgo para
los fines del proceso, de tal manera que no se puede recurrir a medidas de coerción que
importen graves restricciones de los derechos del imputado cuando el peligro procesal sea
mínimo o no existan medios probatorios que permitan afirmar un grado por lo menos medio de
probabilidad respecto de su concurrencia.
1. De acuerdo con el artículo 143 del Código Procesal Penal de 1991: “Se dictará mandato de
comparecencia cuando no corresponda la medida de detención. También podrá imponerse
comparecencia con la restricción prevista en el inciso 1), tratándose de imputados mayores de
65 años que adolezcan de una enfermedad grave o de incapacidad física, siempre que el
peligro de fuga o de perturbación de la actividad probatoria pueda evitarse razonablemente. El
Juez podrá imponer algunas de las alternativas siguientes: 1) La detención domiciliaria del
inculpado, en su propio domicilio o en custodia de otra persona, de la autoridad policial o sin
ella, impartiéndose las órdenes necesarias; 2) La obligación de someterse al cuidado y
vigilancia de una persona o institución determinada, quien informará periódicamente en los
46
GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal, p.
225.
47
MAIER, J. Derecho procesal penal, p. 526.
48
Un sector de la doctrina restringe el ámbito del principio de proporcionalidad únicamente a esta exigencia; así,
RODRÍGUEZ VARILLAS, Alejandro. “Medidas cautelares en el proceso penal”, en RODRÍGUEZ SANTOS,
Rosario / FABIÁN CAPARRÓS, Eduardo [coords.]. Reflexiones sobre las consecuencias jurídicas del delito.
Madrid, Tecnos, 1995, pp. 60 y 61; ORÉ GUARDIA, A. Manual de Derecho procesal penal, p. 330; CUBAS
VILLANUEVA, V. El proceso penal, p. 194.
49
Cnf. HASSEMER, Winfried. “Los presupuestos de la prisión preventiva”, en Crítica al Derecho penal de hoy.
Buenos Aires, Ad-hoc, 1995, p. 120.
50
Cfr. GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, N. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal, p.
274.
10
plazos designados; 3) La obligación de no ausentarse de la localidad en que reside, de no
concurrir a determinados lugares, o de presentarse a la autoridad en los días que se le fijen; 4)
La prohibición de comunicarse con personas determinadas, siempre que ello no afecte el
derecho de defensa; 5) La presentación de una caución económica, si las posibilidades del
imputado lo permiten. El juez podrá imponer una de estas alternativas o combinar varias de
ellas, según resulte adecuada al caso, y ordenará las medidas necesarias para garantizar su
cumplimiento. Si el hecho punible denunciado está penado con una sanción leve o las pruebas
aportadas no la justifiquen, podrá prescindir de tales alternativas”.
3. La redacción del artículo 143 hace distinguir entre una comparecencia simple y una
comparecencia restringida. La primera, en los casos en que la sujeción al proceso comporta
únicamente la obligación de concurrir a las diligencias a las que el imputado es citado. La
segunda, en los casos en que además de la obligación de concurrencia mencionada existan
obligaciones adicionales.
51
CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Tratado de Derecho procesal penal, Tomo V. Buenos Aires, EDIAR, 1966, p. 357.
52
No creemos correcta la equiparación que realiza ORÉ GUARDIA, cuando sostiene que la comparecencia: «Es
conocida también en la legislación comparada como “citación”, por medio de la cual se hace saber a una
determinada persona el llamamiento de un Juez o Tribunal para que comparezca a un acto judicial en el día y hora
previamente fijados» [ORÉ GUARDIA, A. Manual de Derecho procesal penal, p. 347].
53
Cfr. MANZINI, Vicenzo. Tratado de Derecho procesal penal, Tomo III. Trad. de la 3a ed. italiana, Buenos Aires,
EJEA, 1952, p. 566.
54
ORÉ GUARDIA, A. Manual de Derecho procesal penal, p. 347.
11
Así las cosas, por imperio del principio de proporcionalidad, en el momento de decidir la medida
con que se habrá de asegurar el logro de los fines del proceso penal debe repararse
ordenadamente, primero en lograrlo mediante la comparecencia simple, luego con la
comparecencia con restricciones [en caso la simple no se encuentre en capacidad de obtener
resultados positivos], para sólo recurrir a la detención como último recurso [extrema ratio].
No se puede esgrimir en contra de este planteamiento el tenor literal del artículo 143 del Código
Procesal Penal, en cuanto señala: “Se dictará mandato de comparecencia cuando no
corresponda la medida de detención”, pues por sobre el tenor de las normas legales se
encuentra la consagración constitucional del principio de proporcionalidad y su valor jurídico
directamente vinculante55.
El Código Procesal Penal ha prescrito -refiriéndose a las restricciones que pueden acompañar
a la comparecencia contenidas en los cinco numerales del artículo 143- que: “El juez podrá
imponer una de estas alternativas o combinar varias de ellas, según resulte adecuada al caso”,
con lo que le otorga al órgano jurisdiccional la posibilidad de combinar la totalidad de las
restricciones adicionables a la comparecencia para -en tanto no sean excluyentes- aplicar no
sólo una sino varias restricciones ante un caso concreto. Sin embargo, esto no quita que en las
combinaciones que se puedan concretar también se tenga que respetar el principio de
proporcionalidad.
6. De las restricciones que se han previsto en el artículo 143 no hace falta mucha reflexión para
concluir en que la detención domiciliaria resulta la de mayor gravedad 56, incluso en la
interpretación más favorable a los intereses del imputado que se puede hacer de esta
restricción.
55
No se olvide que las normas constitucionales que consagran derechos, principios o garantías con naturaleza
procesal penal [expresa o tácita] son directamenten aplicables [self-executing], tienen valor jurídico directamente
vinculante [conocido también en la doctrina como: fuerza vinculante directa, valor directamente normativo o eficacia
directa], y no sólo pueden sino que debe ser aplicadas en el proceso penal así el legislador no las haya desarrollado
en normas legales e, incluso, por la especial jerarquía del texto constitucional, con preferencia a estas últimas [cfr.
LÓPEZ GUERRA, Luis. Introducción al Derecho constitucional. Valencia, Tirant lo blanch, 1994, p. 113; GÓMEZ
COLOMER, Juan - Luis. El proceso penal en el Estado de Derecho. Lima, Palestra, 1999, p. 19; PICO I JUNOY,
Joan. Las garantías constitucionales del proceso. Barcelona, José María Bosch, 1997, p. 24; FAIRÉN GUILLÉN,
Víctor. Doctrina general del Derecho procesal [Hacia una teoría y ley procesal generales]. Barcelona, Librería
Bosch, 1990, p. 58].
56
En este sentido, la Sentencia del Tribunal Constitucional en el Exp. N° 1565-2002-HC/TC, en “Garantías
Constitucionales”, Separata del Diario Oficial “El Peruano”, 12 de setiembre del 2002. Lima, p. 5289].
57
REYNA ALFARO, Luis Miguel. “Notas sobre los alcances del arresto domiciliario y su actual aplicación en la
jurisdicción penal anticorrupción”, en Diálogo con la Jurisprudencia N° 45. Lima, Gaceta Jurídica, 2002, pp. 28 y
29.
12
durante el proceso». Sostener lo contrario, esto es, que la detención judicial y la detención
domiciliaria obedecen de [sic] distintos fines, haría del «arresto domiciliario» una medida
ayuna de objetivos”59.
No compartimos dicha posición. En primer lugar, el artículo 143 del Código Procesal Penal en
ningún momento establece como conditio sine qua non de la detención domiciliaria que
concurran los requisitos del artículo 135 con el matiz de que el peligro procesal resulte capaz
de ser atenuado en virtud de la edad o estado de salud 60. De acuerdo al artículo 143, la
detención domiciliaria puede acompañar a la comparecencia tanto en calidad de restricción
obligatoria [cuando se trata de imputados mayores de 65 años que adolezcan de una
enfermedad grave o de incapacidad física] como en calidad de restricción facultativa [a ser
impuesta por el juez “según resulte adecuada al caso”]. Más aún, el propio REYNA ALFARO
reconoce el sustento de lege lata de la imposición como restricción facultativa de la detención
domiciliaria61.
Por otro lado, en nada aporta para sustentar que la detención domiciliaria es sólo una
modalidad atenuada de la detención judicial, y no una de las restricciones con que se puede
acompañar la comparecencia, que la primera pueda ser objeto de revocatoria, tal como lo es la
segunda, porque precisamente la variabilidad [sumisión al principio rebus sic stantibus] es una
característica general de la totalidad de las medidas de coerción procesal 62. Del mismo modo
que no aporta en nada la identidad en los fines de las “detenciones” en cuestión, pues la
generalidad de las medidas de coerción procesal penal comparten los mismos fines [cfr. supra].
El artículo 143 del Código Procesal Penal no deja lugar al menor atisbo de duda respecto de la
consagración de la detención domiciliaria como una restricción que se puede acompañar a la
comparecencia, tanto obligatoria como facultativamente, ni de su consagración como
alternativa a la detención judicial. Resulta errado sostener que estas afirmaciones encuentran
resistencia en el principio de proporcionalidad63. Por el contrario, es el principio de
proporcionalidad el que impone regular “una serie de medios menos graves que, consiguiendo
los mismos resultados que, en su caso, se conseguirían mediante la prisión provisional, no
supongan una tan grave carga en la persona del sujeto que las padece, ya que causan una
menor lesión a la esfera de los derechos fundamentales de la persona que está sometida a
ellos y, sin embargo, garantizan y cumplen los mismos fines que está llamada a cumplir la
prisión provisional”64.
No obstante ser la de mayor gravedad, entre las restricciones con que se puede acompañar la
comparecencia, la detención domiciliaria se constituye en una clara alternativa a la detención
58
REYNA ALFARO, L. “Notas sobre los alcances del arresto domiciliario y su actual aplicación en la jurisdicción
penal anticorrupción”, p. 28 [nota de pie 8].
59
REYNA ALFARO, L. “Notas sobre los alcances del arresto domiciliario y su actual aplicación en la jurisdicción
penal anticorrupción”, p. 29.
60
Hay que advertir que las condiciones legales para la aplicación de la detención domiciliaria en calidad de
restricción obligatoria no son “la edad o estado de salud” [conforme desliza REYNA ALFARO], sino la
enfermedad grave o incapacidad física sufrida por imputados mayores de 65 años. De otro lado, en tanto el
peligro procesal generador de la detención haya quedado “atenuado” por la especial situación del imputado lo
correcto sería preguntarse por la propia legitimidad de mantener la detención, puesto que ya no tendría mucho
sentido inquirir sobre la posibilidad de “reemplazo” [fundado en las condiciones del procesado] de la detención
por la comparecencia con detención domiciliaria como restricción obligatoria si ya no existe el peligro procesal
que torna legítima una detención. La condicional del artículo 143, respecto a que la detención domiciliaria [en
calidad de reemplazo] se impondrá “siempre que el peligro de fuga o de perturbación de la actividad probatoria
pueda evitarse razonablemente” no debe entenderse en el sentido de que las especiales condiciones de salud
del imputado hacen que merme el grado de peligro procesal que hace legitima una detención, sino que a pesar
de mantenerse dicho peligro se otorgará la comparecencia con detención domiciliaria obligatoria cuidándose de
establecer medidas que controlen que el riesgo procesal subsistente no se llegue a materializar.
61
REYNA ALFARO, L. “Notas sobre los alcances del arresto domiciliario y su actual aplicación en la jurisdicción
penal anticorrupción”, p. 29.
62
Por todos, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis. El proceso penal español, Para no juristas. Valencia, Tirant lo
blanch, 1992, p. 327.
63
REYNA ALFARO, L. “Notas sobre los alcances del arresto domiciliario y su actual aplicación en la jurisdicción
penal anticorrupción”, p. 29.
64
BARONA VILAR, S. “El principio de proporcionalidad, presupuesto esencial de la prisión provisional”, p. 847.
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judicial por su menor lesividad respecto de esta última. En este sentido, no sólo no importa el
mismo grado de restricción de los derechos del procesado que la detención, sino que no
presenta los riesgos de exposición a la violencia y contagio criminal que comúnmente lleva
aparejado el internamiento de una persona en un establecimiento penitenciario, ni importa el
alejamiento de la familia; es más, como veremos luego, hasta existe la posibilidad que el
imputado conserve el trabajo que le permita obtener los recursos económicos para costear sus
necesidades básicas y las de su familia.
En este sentido, debe desterrarse completamente la idea -que parece está siendo común en la
jurisprudencia nacional- de que al tratarse de una restricción de menor gravedad que la
detención judicial -configurándose, por ello, como una alternativa a la misma-, la detención
domiciliaria resulta de por sí legítima frente a cualquier necesidad de asegurar el logro de los
fines del proceso, sin que se analice previamente las especiales particularidades del caso al
que se la pretende aplicar.
Para SAN MARTÍN CASTRO68: “como quiera que una de las ventajas de esta medida frente a
la detención ordinaria, según su lógica histórica -que FAIRÉN GUILLÉN la remonta al proceso
aragonés de Manifestación-, es que el sujeto no pierde su trabajo, pérdida que no puede ser
remediada -por su manifiesta limitación- con el trabajo penitenciario, es absolutamente posible
que se permita al imputado en situación de detención domiciliaria poder desempeñar un trabajo
profesional o productivo fuera de su domicilio”.
Para MIXÁN MASS71: “El silencio que presenta el presente artículo 143 del Código Procesal
Penal de 1991 no implica prohibición alguna, pues satisfacer necesidades de subsistencia o
salvar el estado de indigencia actual o prevenir una inminente, son acciones inherentes a dos
derechos de los fundamentales de la persona humana, como son los relativos a la salud y la
vida, consagrados constitucionalmente”.
Lo que no compartimos con los autores glosados son las razones en las que fundan su
posición. La lógica histórica de la medida, mucho más si se trata de la lógica histórica en el
Derecho español, y no en el Derecho peruano, de ninguna manera puede constituir un criterio
determinante para optar una concreta posición respecto de la detención domiciliaria 74 75. La
posibilidad de recurrir al inciso 1 del artículo 153 del Código Procesal Penal de 1997, en tanto
se trata de una prescripción que ni siquiera ha sido promulgada carece de cualquier sustento,
ni posee la menor relación con la interpretación progresiva 76. Pretender sustentarla en los
derechos fundamentales a la vida y la salud no es del todo incorrecto, pero torna demasiado
70
La redacción de este artículo es en extremo parecida a la del numeral 3 del artículo 284 del Código de
Procedimiento Penal italiano, que prescribe: “3. Si el imputado no puede proveer de otra forma a sus
indispensables exigencias de vida o se encontrase en situación de absoluta indigencia, el juez podrá autorizarlo
a ausentarse en el curso del día, del lugar de arresto, por el tiempo estrictamente necesario para proveer a las
mencionadas exigencias o para ejercer una actividad laboral” [cfr. ESPITIA GARZÓN, Fabián. Código de
Procedimiento Penal italiano. Bogotá, 1991, p. 98].
71
Cnf. cita ORÉ GUARDIA, A. Manual de Derecho procesal penal, p. 350.
72
Posición que también es representada por NOGUERA RAMOS, aunque consideramos fuera de contexto su
precisión respecto a que: “La restricción anotada mantendrá al imputado sujeto al proceso pero no se le concibe
como una prisión domiciliaria...; a menos de someter también a detención o vigilancia a los parientes y allegados
del sujeto a dicha medida” [cfr. NOGUERA RAMOS, Iván. Detención y libertades en el proceso penal peruano.
2a ed., Lima, Ediciones Forenses, 1997, p. 133.
73
El Tribunal Constitucional ha señalado en la sentencia recaída en el Exp. N° 1565-2002-HC/TC que se trata
de una “flexibilización” que no se halla prevista entre las disposiciones que regulan la detención domiciliaria, mas
no ha emitido ningún juicio contrario a su admisibilidad en nuestro ordenamiento jurídico [cfr. “Garantías
Constitucionales”, p. 5289].
74
Es de señalar que la propia autora que cita de manera reiterada SAN MARTÍN CASTRO -en los párrafos que
dedica a la detención domiciliaria-, ha señalado al comentar lo que en España se conoce como “prisión
atenuada” que en la LECRIM: “No se establece el régimen de esta atenuación y, sobre todo, los medios a través
de los cuales puede desarrollarse. Significativa es la configuración de la misma en la Ley de 1931, en la que se
permitía la salida de su domicilio durante las horas necesarias para el ejercicio de su profesión, bajo la vigilancia
correspondiente. Si bien hoy parece carecer de utilidad práctica, dada la falta de cobertura legal de desarrollo,
resultaría una buena alternativa a la prisión provisional” [BARONA VILAR, Silvia, en MONTERO AROCA, Juan /
GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis / MONTÓN REDONDO, Alberto / BARONA VILAR, Silvia. Derecho jurisdiccional
III, Proceso penal. 9a ed., Valencia, Tirant lo blanch, 2000, p. 465]. En caso la lógica histórica fuera un criterio
determinante la posición de BARONA VILAR hubiese sido claramente diferente a la que aquí reproducimos.
75
Muestra de lo cual es el hecho de que, por ejemplo, en Colombia la detención domiciliaria se ha configurado
como “la fijación de un lugar para cumplir la privación de libertad”, tratándose sólo de un “cambio de sitio de
reclusión” no permitiendo por sí el cumplimiento de la jornada laboral o profesional ordinaria [cfr. BERNAL
CUELLAR, Jaime / MONTEALEGRE LYNETT, Eduardo. El proceso penal. 3a ed., Bogotá, Universidad
Externado de Colombia, 1995, pp. 148 a 155; MARTÍNEZ RAVE, Gilberto. Procedimiento penal colombiano. 9a
ed., Bogotá, Temis, 1996, p. 359.
76
“El principio dinámico no es sino la expresión de la influencia del cambio en el contexto sobre el sentido del
texto. Dado que las normas están destinadas a regir la realidad, la interpretación ha de tener en cuenta las
modificaciones que se producen, constantemente, en el mundo real. Tales cambios plantean nuevos problemas,
y alteran los planteamientos que condujeron a dictar las reglas. La interpretación no puede quedar, por así
decirlo, congelada en el sentido originario, sino que ha de avanzar al compás de las exigencias del tiempo en
que se efectúa. El dinamismo de la exégesis no es sino una consecuencia de la concepción «objetiva» de la
interpretación. Allí donde esa dinámica conduce a un cambio de sentido que -permaneciendo dentro del «tenor
literal posible» del texto- permite adaptarlo a las necesidades del presente, se habla de interpretación
«progresiva» o «evolutiva»” [COBO DEL ROSAL, M. / VIVES ANTÓN, T. Derecho penal, p. 107].
15
excepcional la “flexibilización” de las condiciones de la detención domiciliaria, pasando por alto
que las medidas de coerción procesal penal pueden en algunos casos restringir la posibilidad
de trabajar sin que por ello resulten necesariamente ilegítimas, sin que por ello pongan al
imputado en peligro inminente de un estado de indigencia o en incapacidad para satisfacer sus
necesidades de subsistencia.
Del mismo modo, discrepamos de quienes parecieran reducir al trabajo las causas justificadas
para apartarse del domicilio, pues, dada su fundamentación en los derechos constitucionales
de la persona, también resultan justificadas las salidas por razones de educación o salud,
debiendo ordenar el juez las medidas necesarias para no perjudicar con ello el logro de los
fines del proceso. No obstante, para evitar el uso abusivo de la posibilidad de apartarse del
domicilio, el juez deberá verificar previamente la razonabilidad del pedido y su
impostergabilidad [por ejemplo, no resultará atendible el pedido de quien pretenda realizarse
una cirugía netamente estética, pero sí el de un tratamiento oncológico].
77
Cnf. SAN MARTÍN CASTRO, C. Derecho procesal penal, p. 847.
78
Cosa diferente a lo que -como hemos señalado- ocurre, por ejemplo, en Colombia, donde la detención
domiciliaria se ha configurado como “la fijación de un lugar para cumplir la privación de libertad”, tratándose sólo
de un “cambio de sitio de reclusión”.
79
Cfr. “Ella debe recordar que está en un centro de reclusión” [que recoge la opinión del Procurador
Anticorrupción VARGAS VALDIVIA, Luis], en “El Comercio”, 20 de julio del 2002. Lima, p. a2.
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