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Traductoras

Eglasi Mais

Nyx Isane33

Nati C L Pili

Manati5b Gaby_67

Candy27 Gise

Mew Rincone Nikiis

Wan_TT18 DeLlirium

ValeCog

Moderadora de Corrección
Karlix

Correctoras
Karlix
Mais
Karlyisa08
Bibliotecaria70

Recopilación & Revisión


Karlix & Mais

Diseño
Mew Rincone
Créditos Capítulo 13
Sinopsis Capítulo 14
Prólogo Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Epílogo
Capítulo 11 Recursos Importantes
Capítulo 12 Agradecimientos
¿Cómo seguir adelante cuando sientes que tu vida ha terminado?

Maggie nunca pensó que vería a Clay otra vez. Así que intenta
rehacer su vida después que su corazón se ha roto en pedazos. Dejando
todo atrás y siguiendo adelante, justo como Clay quería que hiciera.

Clay nunca dejó de pensar en Maggie. Ni siquiera después de


separar sus vidas y dejarla atrás para conseguir la ayuda que necesitaba
tan desesperadamente. Él está sanando… lentamente. Pero su corazón
todavía pertenece a la chica que intentó salvarlo.

Cuando una tragedia repentina pone a Maggie y a Clay frente a


frente de nuevo, nada es lo mismo. Sin embargo, algunas cosas nunca
cambian.

¿Puede la oscuridad que amenazaba con consumirlos transformarse


en algo más, y finalmente, darles lo que siempre han querido? ¿Y pueden
dos personas que lucharon tan duro para estar juntos, finalmente
encontrar su felicidad? ¿O sus demonios y sus miedos los llevarán a
separarse para siempre?

Lo que pasa con el amor, es que incluso cuando te destruye, tiene


una manera de reparar lo que está roto. Y en las sombras, aún puedes ver
la luz.

Light in the Shadows (Find You in The Dark #2)


Para aquellos que buscan la luz…

Nunca se detengan.
-CLAY-
Traducido por Eglasi//Corregido por Karlix

Perdonar.

Tan solo una pequeña palabra. Solo ocho letras, pero que tiene un
gran peso.

Ocho letras entre yo y la única cosa que más he querido en mi vida.

Dice el dicho, errar es humano; perdonar es divino. Como si fuera tan


fácil de aceptar. Ninguna palabra en la historia de las palabras es tan
difícil de ofrecer y aún más difícil de recibir.

Pero lo necesito. Anhelo mi redención desde lo más profundo de mi


ser.

Aún lucho contra mis dudas y mi odio a mí mismo. No merezco el


perdón o que me entiendan. No merezco el amor de la chica que destruí.

Pero eso no me detuvo de ir detrás de ello.

Y no iba a detenerme hasta que lo consiguiera.

Hasta que la consiguiera a ella.

Y tal vez entonces podría aprender a perdonarme a mí mismo.


-CLAY-
Traducido por Nati C L//Corregido por Karlix

—¡Estás haciendo trampa! ¡No hay una maldita manera que puedas
ganar seis rondas de póquer! —dijo el muchacho flacucho al otro lado de la
mesa, tirando sus cartas en frustración. Me reí, cuando recogí el montón
de fichas rojas y azules, agregándolas a mi montón.

—Te advertí que no había manera de que me pudieras superar,


Tyler. No es mi culpa que no tomaras mi consejo —se quejó Tyler en voz
baja, pero agarró el montón de cartas y empezó a barajar de nuevo.

Me recosté en la silla de espalda alta esperando a mi amigo que


reparta. Yo había estado en el Centro Grayson durante casi tres meses. Me
inscribí en un programa de 90 días y mi tiempo estaba casi terminado.
Mirando alrededor de la sala de recreación, iba a estar realmente un poco
triste cuando tuviera que irme.

Lo cual era extraño teniendo en cuenta lo mucho que había luchado


para evitar venir aquí en primer lugar. Una vez que había superado mi
enojo y la reacción de oposición al tratamiento, en cierto modo disfruté de
mi tiempo aquí y encontré que el personal y los otros pacientes hicieron
algo que nunca pensé posible.

Me enseñaron cómo curar.

Y eso es lo que estaba haciendo. Lentamente. No es que me esperaba


una solución perfecta en tres meses. Me di cuenta de que mi curación
llevaría años. Y había días en que pensaba que nunca sería capaz de salir
y vivir una vida decente fuera del apoyo del centro y de la seguridad de sus
paredes. Pero entonces había buenos días, como hoy, cuando me sentía
como que podía comerme el mundo.

Como si pudiera encontrar mi camino de regreso a Maggie.

—¿Qué pasa con la sonrisa tonta, hermano? Te ves como un idiota


—dijo Tyler de buen humor mientras arrojaba las cartas. Parpadeé,
retirado de mis pensamientos felices y recogí mis cartas.

—Nada hombre. Simplemente tengo un buen día.

Tyler sonrió. Otros chicos probablemente me habrían dado una


mierda por actuar como un marica emo. Pero no la gente de aquí. Todos
estábamos aquí porque necesitábamos tener estos días buenos. Entonces
comprendíamos la importancia de ser feliz para aquellos que los tenían.

—Genial, Clay. Me alegra oírlo. Ahora, céntrate en el maldito juego.


Quiero ganar algunas de mis fichas de vuelta —replicó Tyler,
concentrándose en su mano.

Sonreí abiertamente antes de vencerlo completamente una vez más.

*~*~*~*
El grupo se sentó en el suelo, los niños se relajaban en los cojines de
gran tamaño. Mirando alrededor, podría casi imaginar que esto era solo un
montón de amigos que andaban juntos. A excepción de los dos adultos que
se sentaban en el medio haciéndoles preguntas como: Hábleme de tu
relación con tu familia, y, ¿Cómo te hace sentir eso?

Sí, la terapia de grupo era la bomba.

La chica a mi derecha, una chica de cabellera oscura, llamada


María, estaba aquí para hacer frente a su depresión severa y la
promiscuidad provocada por problemas graves con papá, estaba tratando
de encontrar la manera de responder a la pregunta que Lydia, la consejera
femenina, acababa de hacerle.
—Solo piensa en tu recuerdo más feliz con tu madre. Puede ser algo
tan simple como hablar con ella acerca de su día, o la vez que ella te
sonrío —Lydia le pidió con suavidad. Los problemas de María, como la
mayoría de los niños en la sala, estaban arraigados firmemente en la
relación con sus padres.

El tema del grupo de hoy estaba tratando de reconocer los aspectos


positivos de nuestras relaciones familiares. Decir que esto era difícil para
la mayoría de nosotros era un eufemismo.

Yo temía los grupos cuando teníamos que hablar de nuestros padres


de una manera más positiva. Era mucho más fácil expresar sobre lo
mierda que eran que gastar energía en la búsqueda de algo bueno que
decir.

—Um. Bueno, creo que hubo una vez, probablemente cuando tenía
seis años. Y mi mamá me llevó al parque y me empujó en los columpios —
ofreció María, mirando a Lydia y a Matt, otro consejero, por su aprobación.

Cada uno de ellos asintió.

—Bien. ¿Y cómo te sentiste entonces? —instó Matt.

María sonrió un poco.

—Me sentía bien. Como que ella… no sé… me amaba. —La sonrisa
en su rostro estaba triste y mi corazón estaba herido por ella. Entendía su
necesidad de sentirse amada por su madre demasiado bien.

Hubo un poco más de procesamiento y luego un período de silencio


mientras todos le permitían un tiempo a María para obtener la
compostura. Luego fue mi turno. Matt me miró expectante.

—Clay. ¿Y tú? ¿Cuál es un recuerdo feliz que tengas sobre tus


padres? —El grupo me miró, esperando mi respuesta.

En los últimos dos meses y medio, esta cosa de divulgación había


sido difícil para mí. Yo no era una persona que revelaba datos de carácter
personal con mucha facilidad. Le había costado a Maggie, la persona que
más amaba en este mundo, mucho tiempo para que me abriera. Y si fue
difícil para mí hablar con Maggie, entonces era como hablarle a la pared
para que me abriera a un grupo de desconocidos.

Pero con el tiempo, después de un montón de sesiones de terapia


individual y de grupo, me encontré capaz de relajarme y hablar más sobre
lo que había experimentado. Las cosas que sentía, mis miedos, mi dolor, y
lo que más quería en mi vida. Y me di cuenta de que cuanto más hablaba,
mejor me sentía.

Empecé a reconocer que estas personas no estaban aquí para juzgar


o hacerme sentir mal cuando hablaba acerca de querer matarme o lo difícil
que era para mí no cortarme. Ellos no me miraban como si estuviera loco
cuando me volvía a romper después de una sesión particularmente
desgarradora. Este era el mayor apoyo que había sentido por nadie, aparte
de Maggie, y Ruby y Lisa, en toda mi vida.

Y se sentía increíble.

Así que, con todos los ojos en mí, pensé realmente lo difícil de mi
respuesta a la pregunta de Matt. Y entonces, lo tenía. Un recuerdo que era
realmente bueno y no contaminado por la ira y la amargura.

—Mi papá me llevó de pesca. —Lydia me sonrió—. Sí. Fue antes de


que las cosas se pusieran muy mal. Mi padre no era el fiscal del distrito
todavía, por lo que tenía más tiempo para mí. Me recogió de la escuela
temprano un día y nos llevó a un lago. Realmente no puedo recordar
dónde. De todos modos, nos pasamos todo el día pescando y hablando.
Fue muy agradable. —Me encontré sonriendo al recordar un momento en
que pude estar con mi padre sin querer arrancarle la cara.

Matt asintió.

—Eso suena impresionante, Clay. Gracias por compartir eso con


nosotros. —Y él estaba pasando a la siguiente persona.

El recuerdo de ese tiempo con mi papá me hizo sentir muy bien. Me


sentía de esa manera mucho más últimamente. Menos de la depresión de
loco y la ira, y más de lo feliz y despreocupado que nunca pensé que yo era
capaz de experimentar.
Estoy seguro de que tenía mucho que ver con mi nuevo
medicamento. Después de que llegué al Centro Grayson, mi nuevo médico,
el Doctor Todd como nosotros lo llamábamos, me puso en una nueva
píldora. Una que ayudaba a controlar mis cambios de humor sin
convertirme en un zombi.

Era bastante buena. Y aunque tuve momentos en los que extrañaba


esos momentos de energía elevada, que el Doctor Todd me dijo que eran
normales, seguro como el infierno que no extrañaba los bajones
devastadores. La psicoterapia a la que asistía tres veces a la semana
también estaba ayudando mucho. Era agradable no tener que preocuparse
por herirme a mí mismo o a otra persona. Y pensar que a lo mejor sería
capaz de conseguir juntar mi mierda y encontrar un camino de vuelta a
donde pertenecía.

Con Maggie.

Negué con la cabeza. No podía pensar en ella aquí en grupo. Eso era
algo que reservaba para cuando estaba solo. Porque si me ponía a pensar
en ella ahora, empezaría a pensar en lo mucho que la había herido y cómo
la jodí tan magníficamente. Y entonces mi buen sentimiento de humor se
evaporaría en un instante. En un chasquido. Solo como eso.

Me debo haber ido fuera por un tiempo, porque de repente me di


cuenta de que los otros chicos se estaban poniendo en sus pies. María me
sonrió.

—¡Tierra a Clay! —Ella tomó mi mano para ayudarme a levantarme.

La miré un momento cuando me puse de pie. María tenía una bonita


sonrisa y los ojos muy bonitos. Pero no era Maggie. Dejé caer su mano
rápidamente. Traté de fingir que no vi el destello de decepción en su rostro.
Caminamos juntos fuera de la sala común y se dirigió por el pasillo hacia
la cafetería.

—Eso fue muy duro hoy —dijo María mientras nos unimos con los
demás, que estaban colocándose en la fila para el almuerzo.

Asentí.
—Sí. Es un poco difícil encontrar algo bueno que decir acerca de mis
padres. Ya sabes, teniendo en cuenta que son un montón de culos
ensimismados —bromeé, recogiendo una bandeja. María se río detrás de
mí.

—Sé lo que quieres decir. Mi mamá es una drogadicta irresponsable


que se negó a protegerme de mi papá porque eso interfería con su próximo
subidón. Me resulta muy difícil pensar en los buenos momentos que
pasamos juntas.

Tomé un plato de pasta y una ensalada, y me trasladé hacia las


bebidas y me conseguí una botella de agua. María me siguió a nuestra
mesa habitual cerca de la gran ventana con vista a los jardines. Tyler y
nuestros otros amigos, Susan y Greg, ya estaban sentados.

—Hola chicos —les dije mientras me sentaba. Greg se deslizó para


hacer espacio y María se sentó en mi otro lado.

—¿Cómo fue el grupo? —Tyler preguntó con la boca llena de


sándwich. María y yo nos encogimos de hombros al unísono y nos reímos.

—Era el grupo. ¿Qué hay de ustedes? —comentó María.

Los otros tres estaban en un grupo para el abuso de sustancias al


mismo tiempo que María y yo estábamos en el nuestro. Susan Biddle, una
chica de baja estatura con el cabello castaño y grandes ojos marrones que
me recordaba mucho a la amiga de Maggie, Rachel, resopló.

—Hubiera sido mejor si boca ruidosa Austin no hubiera decidido ser


un idiota total con Jean.

Jean era el consejero de abuso de sustancias en el centro. Y Austin


era el “Paul Delawder” de este lugar, el maldito que había destruido mi
reproductor de MP3 en mi primer día en la Escuela Secundaria Jackson de
vuelta en Virginia. El tipo por el que Maggie había saltado para
defenderme. Sonreí ante el recuerdo de mi chica valiente.

María me dio un codazo en mi lado que me trajo de vuelta a la


conversación.
—Joder, Austin. Él apesta —dije sonriendo. Greg, Susan, y Tyler
estuvieron de acuerdo en la conversación y luego se concentraron en la
película que el centro estaba mostrando esta noche.

Cada semana, si habíamos ganado suficientes méritos y nos iba bien


en nuestra terapia, habríamos ganado una noche de cine. Ganamos
méritos para completar diversas tareas que los ayudantes de
comportamiento y terapeutas nos asignaban. Esta semana mi trabajo era
mantener la sala común limpia. Había compartido el trabajo con otros tres
chicos. Yo había ganado todos mis méritos para la semana, lo cual fue
muy bueno. Había perdido un montón de ellos mis primeras dos semanas
aquí. Así que llegar a unirme a la diversión era tan emocionante como
cuando conseguía más. No era como salir de la instalación o cualquier
cosa. Pero era agradable pasar el rato con todo el mundo de una manera
no terapéutica y ver una película sin tener que hablar de nuestros
sentimientos. Todo el mundo solo podía relajarse y recordar por un
pequeño tiempo, que sí, que éramos aún adolescentes.

María, Tyler (que era mi compañero de cuarto), y yo caminamos de


regreso a mi habitación después de la comida. Teníamos una hora hasta
que las sesiones de la tarde comenzaran. Yo tenía un mano a mano con el
consejero de abuso de sustancias, Jean. Los otros tenían sesiones, ya sea
con sus consejeros o en grupos. Esa era la cosa sobre este lugar. Era una
gran sesión tras otra con un poquito de la escuela en la mezcla. Teníamos
dos horas en la mañana para el trabajo escolar proporcionado por el
Distrito Escolar de Miami y luego el resto de la jornada era todo sobre
cómo tratar con nuestros problemas.

María fue y se dejó caer en mi cama, como si estuviera en casa. Yo


me había acercado mucho a María desde que llegué aquí (de una manera
puramente platónica por supuesto) y ella a menudo volvía a la habitación
para pasar el rato con Tyler y conmigo. Pero todavía se sentía raro tenerla
en mi cama, incluso si solo estaba sentada en ella. Porque yo no quería ver
a cualquier chica, salvo Maggie May Young en mi cama.

A pesar de que le había escrito a Maggie una carta hace un mes,


diciéndole que siguiera adelante, no significaba que yo había seguido
adelante. No podía soportar la idea de estar con nadie más que ella. Nadie
más importaba. Tenía la sensación de que a María le estaba empezando a
gustar como algo más que un amigo. Y a pesar de que yo no había hecho
nada para alentarlo, sentí que iba a tener que decirle algo pronto.

No había manera de que lastimara a otra chica que me importaba.

Tyler tenía su computadora y comenzó a escribir mensajes de correo


electrónico. Saqué mi silla de escritorio y me senté a horcajadas hacia
atrás, apoyando mis brazos en el respaldo. María se inclinó y recogió la
foto enmarcada en mi mesita de noche.

—Ella es muy bonita —comentó María con una punzada de algo en


su voz que no era capaz de identificar. María había recogido la única foto
que tenía en la habitación. Era una foto de Maggie y yo del baile formal.
Estábamos sentados uno junto al otro en Red Lobster y los dos hacíamos
muecas a la cámara. No necesitaba mirar la foto para recordar cómo solían
ser las cosas entre nosotros. Era todo lo que podía pensar. Cada segundo
de cada día. Todo lo que hice fue pensar. Acerca de los buenos tiempos. Y
los malos momentos. Y todas las cosas malas que estaban en el medio.

María dio un pequeño suspiro y colocó el marco de nuevo en su


lugar.

—¿Alguna vez hablas con ella? —me preguntó.

Siempre me sentía extraño al hablar sobre Maggie. A pesar de que


las cosas se habían vuelto feas entre nosotros, mi amor por ella era la
única cosa pura en mi vida. Quería mantener todo eso para mí y sin
compartirlo con nadie. Era lo último en lo que pensaba antes de ir a
dormir y lo primero a lo que mi mente iba cuando me despertaba.

Constantemente me preguntaba qué estaba haciendo, si era feliz, si


había empezado a salir con alguien. Ese pensamiento me hería. Mucho.
Porque realmente quería que viviera su vida, incluso si eso significaba
pasar de mí. Pero eso no significaba que me tenía que gustar.

—No. No creo que eso nos haga a cualquiera de los dos algún bien —
admití, reposicionando el marco para que pueda verlo.

María frunció el ceño.


—¿Por qué? Si la amas tanto, ¿no te parece que hablar con ella sería
una buena cosa?

Apreté los dientes. Explicar algo con respecto a mi relación con


Maggie me ponía a la defensiva. Pero me obligué a calmarme, utilizando
las técnicas de respiración que los consejeros habían estado penetrando en
nuestro cerebro durante meses.

—Porque María, debido a que la amo es la razón por la que no puedo


ir girando su vida al revés más. No joderé con ella así otra vez. Ella ha
sufrido bastante por mi culpa. —Sonaba tan patético. Maggie siempre
estuvo para mí cuando yo era intolerante.

El rostro de María se suavizó, sus ojos recibieron esa mirada


húmeda que las niñas obtienen cuando un chico dice algo dulce (Maggie
solía poner la misma mirada cada vez que le decía que la amaba).

—Ella tiene la suerte de tener tu amor, Clay. Espero que se dé


cuenta de eso.

Tragué saliva, poniéndome un poco incómodo al hablar de esto con


María, en particular con Tyler a cinco pies de distancia. María se acercó y
me apretó el brazo, con sus dedos, me di cuenta, demorándose en mi piel.

—Solo sigue haciendo lo que estás haciendo y tal vez un día te


sentirás como que puedes llamarla.

Sonreí. Sí. Tal vez algún día.


-MAGGIE-
Traducido por ValeCog//Corregido por Karlix

Este trabajo iba a matarme. Envolví una toalla de papel mojada


alrededor de la escaldadura en mi muñeca y me encogí.

Café caliente y Maggie May Young claramente no se mezclaban.

Permíteme reformular. Café caliente siendo llevado en una bandeja


precariamente balanceada y Maggie May Young eran malas noticias.
Removí la toalla y miré con furia a la gran mancha roja en mi piel. Eso
definitivamente se ampollará.

—¿Qué diablos hiciste? —preguntó una voz detrás de mí. Puse mis
ojos en blanco hacia Jake Fitzsimmonns, quien dejó los pasteles que
cargaba en el escaparate y vino a ver mi herida de guerra.

—Estuve en el lado equivocado de un Latte de Mocha —dije


inexpresiva, bajando mi manga para cubrir mi piel enojada.

Le di a mi compañero de trabajo y amigo una mueca de dolor. Jake


frunció el ceño con preocupación y tendió su mano.

—Déjame ver, Maggie —me dijo firmemente.

Puse mis ojos en blanco de nuevo, pero sostuve mi brazo para que lo
inspeccionara. Miré alrededor del ajetreado café y supe que necesitaba
volver a trabajar. El lugar estaba llenísimo.

Había estado trabajando en Java Madness por dos semanas.


Acababa de ser retirada del periodo de prueba hace tres días y aquí
estaba, cuidando una quemadura desagradable y lista para tirar mi
delantal al suelo y pisotearlo. Por alguna razón, realmente estaba
luchando con el hacer café y servir mesas. No pensarías que es similar a
neurocirugía, pero había dejado caer más bandejas, roto más tazas y
tomar más malas órdenes en las últimas dos semanas de lo que parecía
aceptable.

El gerente, Jacob, parecía listo para botarme anoche cuando tuve la


queja de una mesa sobre cómo había arruinado su pedido de sándwich, no
una, sino dos veces. Estaba intentándolo. Honestamente. Pero como con
todo lo otro en mi vida… era simplemente una lucha. Ya nada era fácil y
normal, y era difícil poner todas las piezas juntas en una imagen que
tuviera sentido.

Jake Fitzsimmons había estado trabajando en Java Madness por un


año y estaba tratando de ayudarme a mantener mi empleo. Le di una débil
sonrisa mientras él pasaba sus dedos ligeramente sobre la quemadura.
Traté de no arrancar mi mano lejos de él, sin gustarme que me toque en
ningún sentido. Pero no era como si estuviera intentando meter mano.
Simplemente estaba preocupado.

Luego de un par más de segundos, no pude evitarlo; retorcí mi brazo


de su agarre.

—Viviré —murmuré, volviéndome hacia la máquina de café que ya


me había mutilado una vez. Le di una mirada de muerte al artilugio
plateado y brillante—. Juega limpio —dirigí en su dirección bajo mi aliento.

Jake rio mientras comenzaba a jugar con los peces gordos. Alcanzó
desde detrás de mí dos tazas, las puso en las espigas y la encendió.

—Gracias —dije, dándole lo que esperaba fuera una sonrisa sincera.


Estaría seriamente perdida en este lugar si no me rescatara
continuamente de contratiempos relacionados con el café.

—Lo conseguirás… con el tiempo —bromeó, volviéndose hacia el


escaparate.

Esperé las bebidas y me incliné contra la mesada. Jake me miró, sus


ojos brillando en esa manera coqueta de él y tuve que mirar a otro lado.
Jake era lindo, y en un momento, había encontrado atractiva a su
apariencia de chico de al lado. Con su cabello pelirrojo y corto, y lindos
ojos azules, ¿qué había para no gustar? Pero eso fue antes de haber sido
arruinada para cualquier chico que no fuera el tipo de cabello oscuro,
torturado lobo solitario.

La sonrisa de Jake me hizo poner inmediatamente incómoda. Jake y


yo teníamos una cháchara fácil. Siempre lo tuvimos. Incluso si él nunca
ha sido sutil sobre el hecho de querer más que una amistad. Pero no había
presionado desde… bueno… desde el incidente.

Dios, no podía ni pensar apropiadamente en ello en la privacidad de


mis propios pensamientos. No podía pensar en él para nada, no mientras
estuviera fuera en público. De otra manera, correría el riesgo de
convertirme en un enorme caos de lloriqueo. Y me había jurado a mi
misma hace seis semanas cuando había recibido la carta, que no me
convertiría en esa persona… nunca más.

Pero aún me sentía extraña estando con gente alrededor. Como si


todos me estuvieran mirando y hablando sobre mí y sintiendo… ugh…
SIMPATÍA por mí. Y odiaba eso. Porque no necesitaba ni merecía su
simpatía.

Pero era la chica que había huido con su novio mentalmente


inestable, solo para ser traída de vuelta a la ciudad luego de su intento de
suicidio y subsecuente institucionalización. Nada era un secreto en
Davidson, por lo que por supuesto todo el mundo conocía los detalles
sórdidos.

Y los chicos… bueno, ellos estaban fuera de la cuestión. Citas,


besar, tal vez amar a alguien más no estaba para nada en mi radar. No
cuando cada noche cuando me dormía lo hacía con la imagen de su rostro
presente en mi mente.

Y Jake. Dulce, de buen corazón Jake. Éramos solamente amigos.


Seríamos siempre solamente amigos. Pero veía la manera en la que me
miraba. No era una idiota. Solamente me estaba negando el reconocerlo.
La negación parecía funcionarme, por lo que me apegué a ella.

Puse la pequeña y circular bandeja en la mesada y la cargué con


bebidas.
—Tal vez deberías volver para tomar el resto —sugirió Jake,
señalando mi bandeja llena. Sus cejas elevadas me hicieron reír. Y eso se
sintió bien. Me reía tan poco últimamente que casi me olvidaba de cómo se
sentía cuando pasaba.

—Creo que es posible que tengas razón —concedí, sacando algunas


de las bebidas y yendo alrededor de la mesada para llevarlas a mí mesa.
Entregué todo e hice un pequeño bailoteo cuando volví a mi estación junto
a la máquina de café. Jake vino y me chocó los cinco, sonriéndome.

—¡Lo hiciste! ¡Esas fueron cuatro mesas en una vuelta sin derramar
nada! Tiene que ser un record —bromeó Jake, apretando mi hombro. Traté
de no encogerme de hombros ante su mano y forcé una sonrisa.

—Tengo escrito empleada del mes a todo lo largo —bromeé y Jake


solo sacudió su cabeza y fue a atender sus propias mesas.

Alcé la mirada hacia el sonido de la campana en la puerta,


señalando otro cliente.

—¡Hola chicos! —dije mientras Rachel y Daniel entraban. Aún era


raro verlos juntos, tomados de la mano.

Me miraron y al unísono, dejaron caer sus manos agarradas. Fruncí


el ceño. Hacían eso un montón. Hacían un punto de no tocarse, o actuar
como la pareja que eran. Me preocupaba de que hicieran eso por mí. Lo
cual era ridículo. Les había dicho mil y una veces, que estaba sobre la
luna con lo feliz que eran juntos. O tal vez se estaban apiadando de mi
patética existencia sin amor.

Daniel me dio una sonrisa de suficiencia.

—¿Cuál es el total? —preguntó sin preámbulo. Le disparé una


mirada de pura muerte. Se rio mientras Rachel le daba un codazo en las
tripas, haciéndolo gruñir.

—Cállate Danny —gruñó y le sonreí. Rachel realmente había crecido


como persona en los últimos seis meses. Muy lejos estaba la chica que
estaba asustada de decir lo que pensaba y defenderse. Y yo era la primera
persona en estar contenta de ver a esa chica en particular tomando esa
actitud.
Me gustaba esta Rachel un infierno más que la otra.

Jake vino a mi lado y se inclinó a través de la mesada para chocar


puños con Daniel y luego darle un abrazo a Rachel. Pasó un brazo por mis
hombros.

—Hoy cero, hombre. Nuestra chica está en una buna racha —dijo
Jake sobre una risita.

Mi estómago se apretó y al instante me tensé. ¿Nuestra chica? Uh,


no lo creo.

Miré a Rachel, quien estaba mirando fijamente al brazo que Jake


había colgado a mi alrededor tan descuidadamente. Y era obvio que estaba
captando mi incomodidad ante la desmesurada familiaridad de Jake.
Éramos solamente amigos. ¿Entonces por qué se sentía como si estuviera
cometiendo traición al permitirle tocarme?

Oh, cierto, porque aún colgaba en la esperanza de que mi caballero


roto cabalgaría de nuevo a mi vida y caería rendida a sus pies.

Nunca dije que no fuera delirante.

Me salí de debajo del brazo de Jake y él retrocedió un poco. Me dio


una sonrisa que apenas ocultaba su decepción. Bueno, tendrá que vivir con
un montón de desilusión porque NO ESTOY yendo ahí con él, pensé con
dureza.

Daniel dio un grito de alegría, atrayendo mi atención de nuevo a mis


mejores amigos.

—¿Nada roto en dos horas? ¡Eso es casi condenadamente


asombroso, Mags! —Revolvió mi cabello en esa forma molesta suya y lo
alejé de un manotazo.

—Suficiente de mis menos que estelares habilidades de mesera y


denme sus malditos pedidos —dejé escapar, tratando de no estar irritada
por su amigable broma. Rachel volvió a darle con el codo y él agarró su
mano y la llevó a su boca, besándola suavemente.
Se miraron a los ojos y miré anhelante la forma en que sus cuerpos
instintivamente se atraían. Luego como si se dieran cuenta de lo que
estaban haciendo, me miraron simultáneamente y se separaron. Y eso me
hizo sentir como una mierda. No quería que escondieran lo tan locamente
enamorados estaban solo porque sentían pena por mí. Incluso si mirar su
obvia felicidad era como clavar un cuchillo en mi corazón. Un afilado
recordatorio de mi propia soledad y miseria.

Pegué una sonrisa en mi rostro.

—¿Lo de siempre? —pregunté, mirando entre ellos. Ambos


asintieron.

—Diríjanse a una mesa y les traeré su pedido en un minuto —dije,


apartando el dinero que Danny trató de poner en mi mano—. Yo invito —le
dije.

—Gracias, Maggie —dijo Rachel con aprecio y me sopló un beso


mientras se dirigía a la mesa junto a la ventana. Daniel agarró un puñado
de servilletas.

—¡No derrames nada! —bromeó y le tiré un agitador de café.

Jake preparó el panini de tomate y queso de Rachel y yo cargué un


plato con brownies y galletas para Daniel. Para un chico en tan buena
forma, realmente comía como un niño de cinco años con una adicción a la
azúcar.

—¿Irás esta noche a la cosa de Ray? —me preguntó Jake


inesperadamente. Le lancé una mirada de la esquina de mis ojos mientras
agarraba un macarrón. Mirando hacia el plato, pensé que tal vez pondría a
Danny en un coma por azúcar con esta basura.

—Uh, no era consciente de que había una cosa en lo de Ray —


contesté sin comprometerme.

No es que no fuera invitada; simplemente sabía que mucha gente ya


había parado de molestarse en extender sus ofrecimientos de fiestas y
juntadas. Por mucho que intentara tener algún tipo vida normal, era un
lento proceso. Rachel y Daniel eran los únicos con los que pasaba algún
tipo de tiempo. Reuniones sociales masivas se sentían como un ataque de
pánico a punto de ocurrir.

Nunca antes había sido esta excéntrica fóbica social apartada en la


que me había convertido. Pero luego de todo por lo que había pasado el
anterior año escolar y sabiendo que aún era el objeto de tanta
especulación y cotilleo, no tenía deseos de mezclarme.

Jake dejó salir un bufido exasperado y lo miré sorprendida.

—¿Qué? —pregunté a la defensiva.

Jake entrecerró sus ojos y se veía como si quisiera sacudirme.

—¿Cuándo dejaras de esconderte como una ermitaña? Tu vida no


está terminada por más que actúes como si lo estuviera —dijo con
irritación. Mis ojos se ampliaron un poco en sorpresa. Y luego se
entrecerraron en hendiduras enojadas. ¿Qué asunto podría tener Jake
Jodido Fitzsimmons en relación a si salgo o no? No aprecié su insinuación
ni su actitud.

—¡No actúo como si mi vida hubiera terminado! Discúlpame si tengo


algo más que hacer con mi tiempo que pasar el rato con unos borrachos
fracasados que encuentran el juego de beer pong el colmo de la
sofisticación —siseé, agarrando el plato con el panini de Rachel de las
manos de Jake, enviando papas fritas a toda velocidad al suelo.

Dejé salir un gruñido de frustración y me incliné para recoger el


desastre. Quería gritarle a Jake que necesitaba retroceder. Pero también
me quería gritar a mí. Porque tal vez él tenía razón. Había estado en mi
escondrijo designado por meses ya. Sí actuaba como si mi vida estuviera
terminada.

¿Pero no lo estaba?

¿No había puesto todas mis esperanzas y sueños en un chico que en


última instancia los desgarró y arrojó a un lado? Había sido una estúpida
e ingenua chica. Pero también extrañaba a esa chica. Porque la que había
quedado atrás era amargada y con corazón roto.

Jake se arrodilló a mi lado y suspiró.


—Lo siento, Maggie. Simplemente estoy harto de verte abatida por
ese tipo. Se ha ido. No volverá. ¿No crees que es tiempo de empezar a
hacer algo más de lo que estás haciendo? —me preguntó delicadamente,
obviamente inseguro de cómo respondería a sus palabras.

Porque nunca hablamos de Clayton Reed. De hecho, la mayoría de la


gente hacia un punto en evitar el tema por completo. Bueno, al menos en
mi cara. Sabía que su nombre era susurrado a mis espaldas… un montón.
Pero Jake solamente estaba siendo un amigo. Y estaba en escasez de esos
últimamente. Y tal vez tenía razón… necesitaba dejar a mis amigos fuera
de mi reloj emocional suicida. Y luego me enojé de nuevo. Esta vez con
Clay. Por reducirme a esto. Por dejarme ir. Por abandonarme cuando yo
nunca, ni una vez, lo había abandonado a él.

Y fue eso lo que me hizo pararme y enderezar mi columna.

—Tienes razón, Jake. Iré esta noche —dije con una determinación
que ya no había tenido por un tiempo.

Jake sonrió y me empujó en un abrazo. Traté no empujarlo. Pero


parecía últimamente estar haciendo un montón la cosa de tocar.
Probablemente debería ponerlo en su lugar. Recordarle que no estaba
interesada en él de esa manera. Pero se sintió bien el ser sostenida. Sin
embargo, brevemente. Entonces se lo permití. Por algunos segundos por lo
menos. Luego sentí la incomodidad y lo alejé.

Sintiéndome un poco major, les llevé a Rachel y Daniel sus bebidas.


Daniel no perdió un momento antes de atacar el plato de diabetes que le
entregué. Rachel mordió su sándwich y me miró con sus ojos que lo ven
todo.

—Bueno, las cosas parecen ser horriblemente amigables aquí —


remarcó y quería gritarle por soltarlo.

Rachel y Daniel habían mencionado, en eso sí más de una ocasión,


que Jake estaba interesado en mí. Tendrías que estar ciega para no
saberlo. Nunca presionaban, sabiendo que no había estado lista. Pero
sabía que se aferraban silenciosamente a la esperanza de que me
espabilaría de mi bajón de Clay y que le daría una oportunidad al amigo de
Daniel. Rachel tenía serias fantasías de citas dobles (algo de lo que
probablemente no habría convencido a Daniel de participar si fuera Clay
con el que estuviera). Estaba realmente harte de esquivar esta bala. Pero
por una vez no choqué contra su indagación. Solo me encogí de hombros y
me volví a sentar en la silla, mirando con disgustado asombro como Daniel
terminaba lo último de su comida.

Vi el esfuerzo considerable que le tomó a Rachel suprimir su


evidente alegría. Y la dejé tenerla. Por ahora.

—No sé si estar completamente impresionada o estar lista para


vomitar —suspiré dramáticamente, mientras ponía el ahora vacío plato de
Daniel en la bandeja. Rachel sacudió su cabeza y le disparó a Danny una
sonrisa amorosa.

La suavidad de su expresión me recordó tanto a la forma en la que


solía mirar a…

Salté a mis pies. Ha habido suficiente rememoración para un día.

—Entonces, creo que voy a ir a lo de Ray esta noche —anuncié más


fuerte de lo que esperaba. Daniel y Rachel dejaron de hacerse ojitos el uno
al otro y me miraron con sorpresa. Bueno, sorpresa era un eufemismo. Me
estaban mirando como si hubiese sugerido hacer autostop hasta
California. Y eso solo reforzó que tan lejos de contacto con mi vida me
había vuelto.

—¿Vas a ir? ¿En serio? —chilló Rachel y puse mi boca en una línea
ceñuda.

—Eso es asombroso. ¿Necesitas un aventón? —preguntó Daniel,


sonriéndome. Sacudí mi cabeza.

—Nah. Conduciré yo. De esa manera si se quieren volver temprano,


o quedarse más tarde que yo, no será un problema. ¿A qué hora debería
ir? —pregunté, ignorando las expresiones de aturdimiento en los rostros
de mis amigos.

—Uh, ¿ocho? ¿Pero qué te hizo decidir venir? —me preguntó Rachel.

—La convencí de agraciarnos con su presencia esta noche —


interrumpió Jake. Apareciendo a mi lado y tomando la bandeja de mis
manos. Apreté mis manos en puños y me obligué a no decir algo odioso.
Hoy realmente estaba todo metido en mis asuntos.

Los ojos de Rachel brillaron hacia mí y pude ver los engranajes


girando. Le di una mirada de advertencia. Sabiamente se quedó callada.

—Bueno, gracias por la intervención. Ella necesita hacer algo más


que trabajar e ir a la tienda de comestibles. Actualmente su vida social es
la de un residente de un hogar de ancianos e incluso ellos juegan Bingo —
dijo Daniel.

Arrojé mis brazos hacia arriba en frustración.

—Ustedes actúan como si hubiese estado sentada en una habitación


oscura cada noche. Denle un respiro, ¿sí? —espeté. Rachel parecía
arrepentida, mientras Daniel, maldito, solo se reía de mi ira.

—No lejos del blanco ahí, Mags —reflexionó y me callé. Porque tenía
razón.

—Está bien, bueno, los veré más tarde —dije, rindiéndome con la
conversación.

Dejé a Jake que continuara hablando con Rachel and Daniel y me


dirigí de vuelta a la mesada. Había una fila y Jennifer, la otra chica
trabajando, se veía nerviosa. Me apresuré a ayudarla y me perdí en el caos
por un tiempo. Descubrí que estar ocupada realmente ayudaba a
mantener mi mente libre y limpia de los pensamientos oscuros a los que
tendía a gravitar. Y me di cuenta de que estaba esperando con ansias salir
esta noche. Estar rodeada de amigos. Finalmente estaba lista para dar un
paso en la dirección correcta y poner las cosas otra vez en marcha.

—Maggie. —Miré hacia la voz y me congelé. Y así, sin más, quería


correr a la parte trasera y esconderme. No porque no quisiera ver a la
persona que dijo mi nombre, si no porque esos pensamientos oscuros que
había mantenido a raya toda la tarde, volvieron corriendo.

—Hola, Lisa. ¿Cómo estás? —pregunté, tratando de sonar feliz de


verla. Y en algún nivel lo estaba. Realmente me gustaba Lisa. Ella y Ruby,
la tía de Clay, eran dos de las personas más amorosas que alguna vez
había conocido. Y siempre apreciaría la forma en la que me apoyó durante
uno de los momentos más sombríos de mi vida.

Pero verla me hizo pensar invariablemente en él. Y dado el yo-yo de


emociones desplegadas dentro de mí sabía que no era una cosa
particularmente buena.

La boca de Lisa se elevó en una sonrisa vacilante. Como si no


estuviera completamente segura de la recepción que le daría.

No había visto a Lisa ni a Ruby desde justo después del incidente. En


una pequeña ciudad como Davidson, era en realidad sorprendente que no
hayamos cruzado caminos. Pero no lo habíamos hecho. Hasta ahora.
Hasta que estaba finalmente sintiéndome lista para seguir con mi vida y
componerme. Era como el destino o algo.

El destino era una jodida perra.

Me sentí mal al ver la cautela de Lisa. Por lo que rodeé la mesada y


le di un abrazo. La mujer mucho más alta me apretó fuerte antes de
dejarme ir.

—Te ves genial —dijo amablemente. Me aclaré la garganta,


incómoda. Sí, estoy segura de que me veo un infierno mejor que la última
vez que me vio. Había sido un completo desastre. Por lo que estaba segura
de que cualquier cosa tenía que ser mejor que eso.

—Gracias. ¿Cómo está Ruby? —pregunté, dándome cuenta de que


extrañaba a la tía loca de Clay. Extrañaba su tienda. Había hecho un
punto de quedarme alejada de mi tienda favorita, sabiendo que sería
doloroso entrar.

El rostro de Lisa se suavizó a la mención del nombre de su novia.


Siempre había amado el afecto hermoso y natural entre ella y Ruby. Era
algo a lo que había aspirado a tener en mi vida. Y en un momento, pensé
que lo tenía.

—Es Ruby. Maravillosa como siempre. Aún intentando forzar tés


herbales por mi garganta diariamente.
Ambas nos reímos. Ruby era formidable cuando se trataba de forzar
brebajes de hierbas por tu garganta.

—Le encantaría verte —dijo lisa suavemente. Miré a otro lado, no


segura de cómo contestar. También me encantaría verla. Pero era muy
pronto.

—Sí —fue todo lo que dije, sintiendo la necesidad de terminar la


conversación y sacar mi trasero de ahí. Pero luego, como si fuera por
compulsión escupí—: ¿Cómo está Clay?

Hubo un silencio inmediato. No podía creer que acababa de


preguntar eso. Mi corazón comenzó a martillar en mi pecho y solo decir su
nombre en voz alta era como una bomba explotando en mi interior. Mis
manos estaban húmedas y me sentí extrañamente mareada. Jesús, era un
desastre.

—Está… mejor —dijo Lisa.

La volví a mirar y parecía cautelosa. Como si no estuviera segura de


qué tanto decir. No que la culpaba. Clay había hecho un punto en dejarme
saber donde estaba exactamente. Me había enviado una carta, diciéndome
que continuara con mi vida y siguiera adelante y ni una vez mencionó
querer hablar alguna vez de nuevo conmigo. Sin darme ninguna
participación en el asunto, me había apartado.

Clay yo habíamos sido tóxicos juntos. Pensé que lo estaba ayudando


pero en realidad no lo había hecho. Mi negación y rechazo de hablar con
cualquiera sobre lo que estaba pasando con él había sido en última
instancia su perdición. De modo que hablar con la ex novia que sin ayuda
lo había ayudado a caminar hacia el acantilado, tenía que ser incómodo
para ella. Era una maravilla que me estuviera hablando en absoluto.

Mis ojos se concentraron en mis zapatillas. Me sentí pequeña. Y


vulnerable.

—Eso es bueno —me atraganté. Quería llorar. Quería gritar. Quería


esconderme en mi escondrijo y no salir nunca. Maldición, y me había
sentido tan bien.
—Maggie, cariño —dijo Lisa tranquilamente y la volví a mirar y quise
estremecerme ante la simpatía evidente en sus ojos. Odiaba la simpatía
como odiaba el poliéster. Me daba picazón e incomodidad—. Sé que las
cosas han sido duras para ti. Noté cuánto lo amabas. Simplemente
entiende que realmente está tratando de recomponerse.

Tragué el nudo que se había formado en mi garganta. No pude evitar


el alivio que sentí por sus palabras. Quería a Clay sano y entero. Quería
que se recupere. Y podía admitir que esperaba que una vez que hiciera
eso, volvería a mí. Porque incluso tan enojada como estaba con él por
rendirse en lo nuestro, lo extrañaba tanto que dolía. Así que escuchar que
lo estaba intentando fue en absoluto la mejor cosa que pude escuchar.

—Me alegro —le dije sinceramente.

Miré sobre mi hombro y vi que Rachel y Daniel nos miraban a Lisa y


a mí con atención. La preocupación por mí era obvia en sus rostros. Les di,
lo que esperaba, fuera una sonrisa tranquilizadora. También noté que
Jake estaba prestando mucha atención a mi conversación con Lisa. Quería
poner mis ojos en blanco a todos ellos. ¿Creían que me iba a derrumbar
por hablar con una persona relacionada a mi ex? Jodeeer, deberían darme
un poco más de crédito que eso.

—Debería volver a trabajar. Fue genial volver a verte, Lisa —dije,


lista para poner distancia entre mí y el repentino recordatorio de mi
doloroso, no tan distante pasado. Le di a la otra mujer un abrazo final y
empecé a volverme hacia la mesada.

—¿Quieres que le demos un mensaje? Estamos planeando ir a verlo


la semana que viene por su cumpleaños —dijo, justo mientras intentaba
hacer mi escape.

El aire dejó mis pulmones. El cumpleaños de Clay. Por supuesto que


se estaba acercando. Pensé en el presente en el que había trabajado para
él justo antes de que se marchara. Todavía estaba envuelto en periódico,
bajo mi cama. Cuadré mis hombros y sacudí mi cabeza.

—No, está bien. Que tengan un buen viaje —dije con desdén, sin
querer seguir hablando de Clay. Lisa pareció captar la indirecta. Recogió
su taza para llevar y con una última sonrisa, dejó el café.
Noté que mis amigos no se me acercaron. Sabían que no estaba de
humor para discutir lo que acababa de pasar y apreciaba su sexto sentido
cuando se refería a mis sentimientos. Jake también me dio espacio y por
eso estaba agradecida.

Porque en ese momento, mi mente estaba demasiado llena y mi


corazón pesado. Y eso era todo en lo que me podía concentrar.
-CLAY-
Traducido por Mae & Manati5b//Corregido por Mais

Bajé la mirada hacia el cuaderno de espiral en mi regazo. El lápiz en


mi mano estaba flojo entre mis dedos y no podía concentrarme en la
escritura desordenada en las páginas. Mi respiración se había vuelto
superficial y mi ritmo cardíaco se había acelerado a un ritmo alarmante.

Estaba en medio de un ataque de pánico. El Dr. Todd me miraba con


preocupación que debía asustarme. Porque no mucho estropeaba la
plácida calma del buen doc. Pero tenía que estar haciendo un gran
espectáculo si se veía como si estuviera listo para poner una aguja
tranquilizante en mi brazo.

—Respira, Clay. Inhala por la nariz. Sácalo por la boca. Cuenta


hacia atrás desde veinte. Despacio. Dentro y fuera. —Las palabras del Dr.
Todd eran firmes y yo necesitaba eso ahora porque mi mente se había
amotinado contra mí.

Seguí su consejo y cerré los ojos, concentrándome en los números en


mi cabeza. Inhalar por la nariz. Sacarlo por la boca. Apreté los puños,
tratando de controlar el deseo de rascar mi piel hasta que
sangrara. Necesitaba el dolor físico para borrar la maldita agonía horrible
en mi corazón.

Ni una sola vez el Dr. Todd me tocó, ninguna mano reconfortante en


mi brazo o una palmadita en la espalda. Lo cual era bueno, porque le
habría golpeado en la nariz si lo hubiera hecho. En su lugar, se sentó en la
silla frente a mí, contando conmigo desde veinte. Recordándome de
concentrarme en mi respiración.
Después de pasar por la cuenta hacia atrás cinco veces, mi cuerpo
finalmente comenzó a calmarse y mi ritmo cardíaco comenzó a
disminuir. Mi respiración era menos profunda y se sintió seguro abrir mis
ojos.

—¿Mejor? —me preguntó, la preocupación se había ido, reemplazada


por su típica expresión neutral. Algunas personas pueden estar molestas
por la falta de respuesta emocional del terapeuta. Para mí, era
exactamente lo que necesitaba. Había vivido mi vida gobernada por mis
sentimientos, preocupándome por lo que esas emociones harían a las
personas que me rodeaban. Así que tener a alguien allí, aparentemente
inafectado por mi mierda, era agradable.

Asentí y puse el lápiz en el pliegue de mi cuaderno. Lo cerré sin otra


mirada, sabiendo que lo que escribí en sus páginas fue lo que precipitó la
crisis de nivel diez. El sonido de una cierta clase de música moderna
acompañaba el silencio. Me hizo pensar en Ruby y en ese momento, era
más crucial ayudarme a calmarme que cualquier otra cosa.

—Hombre, no esperaba eso —solté en un susurro tranquilo. Me pasé


la mano temblorosa por el cabello, sabiendo que probablemente se
encontraba levantado. Lo bueno es que no me importaba una mierda mi
apariencia.

El Dr. Todd sonrió con comprensión.

—Lo manejaste muy bien, Clay. Estás aprendiendo a manejar tus


ataques mucho mejor. Debes sentirte bien acerca de eso. —Sabía que el
doctor trataba de ofrecer algo por lo que sentirme positivo. Pero no quería
nada de eso.

Justo cuando pensaba que tenía las cosas bajo control, la realidad
de quien era me golpeaba de lleno en la cara. Estar loco no es nada
divertido, déjame decirte. Estaba muy lejos de ser el excéntrico
adorable. El tío loco que murmuraba para sí mismo y llevaba los
pantalones del revés. Nop, mi tipo de locura asustaba y consumía.

Claro, mis nuevos medicamentos eran buenos en ayudarme a


regular mis cambios. La terapia había sido fundamental para permitirme
arreglar las millones de formas en las que saboteaba mi vida a
diario. Estaba aprendiendo otras habilidades de afrontamiento, que no
implicaban una cuchilla en mi piel. No me había cortado en más de un
mes. Estas eran todas las razones para sentirme exitoso. Estaba muy lejos
de ser el hombre que quería ser. Pero iba hacia allí.

Entonces este tipo de cosas sucedía. Era la forma en que la realidad


me golpeaba en la cara y me decía que despertara de una puta
vez. ¿Mencioné lo mucho que odiaba la realidad a veces? Si fuera un chico
lo molería a golpes. Porque si ni siquiera podía escribir en un maldito
diario acerca de cómo echar a perder las cosas con Maggie había destruido
todo mi mundo, no estaba preparado para ver el exterior de estas paredes
todavía. Y quería estar tan malditamente listo.

El Dr. Todd dijo que Maggie se había convertido en mi


gatillo. ¿Puedes creerlo? La chica que había sido sin duda la mejor cosa en
mi vida ahora era mi mayor pesadilla. De acuerdo con el buen doctor,
apuntaba toda mi ansiedad, toda mi vergüenza y culpa sobre sus
hombros. ¿Cuán loco era eso? Después de hacer lo “correcto” y dejarla ir,
ni siquiera podía tener su recuerdo. Porque ahora, cuando pensaba en
Maggie, enloquecía. No podía respirar, no podía pensar. Era demasiado
reminiscente lo mal que se volvieron las cosas antes de venir a Grayson.

El Dr. Todd trataba de ayudarme a trabajar a superarlo. Lo veía tres


veces a la semana y por lo menos una de esas sesiones giraba en torno a la
forma en que tenía que aprender a perdonarme a mí mismo. Lo decía como
si fuera la cosa más fácil del mundo. Pero intentar perdonarte después de
herir a todos los que alguna vez has amado no te haría el hombre más
agradable, eso es seguro. El alma de la fiesta es lo que no era.

Este proceso era doloroso. En realidad era horrible. Era como


forzarse a mirarse en el espejo después de haber sido rociado en ácido de
la batería. Me sentía feo y crudo. Y no era un fan de la persona dentro de
mí que estaba llegando a conocer. Pero el Dr. Todd trataba de hacerme ver
que no era la persona horrible que parecía pensar que yo era. Él me hacía
reconocer que estaba tomando el control de mi vida. Esa persona que
había herido a Maggie era solo una parte de la persona que era y no me
definía. Le gustaba decirme que tenía que aprender a aceptar todos los
lados de quién era yo, si esperaba estar sano y entero.
Hace tiempo me habría reído de la psicología barata. Pero ahora, en
esta realidad, no podía permitirme el lujo de hacer eso. Así que me mordí
la lengua y bebí el Kool-Aid del Centro Grayson.

Algunos días funcionaba. Algunos días tenía la oportunidad de


hablar acerca de mi relación con Maggie sin llorar como una perra. Hubo
momentos en que dejé mis sesiones sintiéndome como si estuviera un
paso más cerca de ser la persona que quería ser. El hombre que sería
capaz de mostrarse en la puerta de Maggie May Young y decirle que su
vida siempre comenzaría y terminaría con ella.

Hoy NO era uno de esos días.

El Dr. Todd extendió la mano a mi cuaderno. Se lo di, deseando que


me dejara incendiar esa estupidez. El diario nunca había sido una de mis
actividades terapéuticas favoritas. Pero a los consejeros aquí les
encantaba. Me habían dicho una y otra vez que a veces era más fácil
escribir tus sentimientos a hablar de ellos. Que cuando te sintieras
abrumado, simplemente lo apuntaras. Que-mierda.

Pensé que no era más que un ejercicio para recordarme mis


colosales errores. ¡Oye Clay, siéntate y escribe acerca de cuan imbécil
eres! Suena como un día de diversión, ¿eh? Odiaría recorrer esa cosa y leer
las divagaciones de un tipo que había estropeado su vida y pasado una
cantidad excesiva de tiempo sintiendo lástima de sí mismo a causa de
ella. Prefería una patada en los huevos.

—¿Te importa si leo lo que escribiste? Me gustaría ver lo que provocó


tu reacción —me preguntó el doctor Todd.

Si decía que no, no insistiría. No por eso. Había algunas cosas en las
que el Dr. Todd insistía. Cosas a las que me obligaba a enfrentarme
incluso cuando yo no quería. Pero lo bueno era que entendía cuando
necesitaba retroceder. Era nuestra dinámica de trabajo. Al igual que
«Butch Cassidy y The Sundance Kid»1. Excepto que estaba en un centro de
tratamiento de salud mental en Florida. Y no era un bandido. Oh mierda,
no importa.

Película estadounidense de 1969 que cuenta la historia de los famosos asaltantes del
1

banco Butch Cassidy y su compinche The Sundance Kid.


El punto era que había luchado con la terapia durante tanto tiempo
que nuestro sencillo candor era bastante increíble. No era ningún secreto
que no me agradaba la gente. Los evitaba. Pero el Dr. Todd era
diferente. Tal vez era el hecho de que no me miraba como si estuviera
loco. No había ninguna simpatía forzada o consejo condescendiente. Él me
dejaba hablar. O me dejaba quedarme en silencio. Insistida cuando
necesitaba pero dejaba que las cosas se dieran cuando yo necesitaba que
lo hiciera.

Así que el que le diera un vistazo a mi diario sorprendentemente no


se sentía como una invasión completa de la privacidad. Algo que había
escrito me había lanzado en picada y ve tú a saber, mi terapeuta quería
saber qué era ese algo. Tenía sentido, ¿verdad? Además, si alguna vez
quería salir de aquí y seguir adelante con vivir mi vida, tenía que encontrar
la manera de manejar este nuevo nivel de mierda que había descargado
sobre mí mismo. ¿Por qué mi vida no era simple? ¿Qué había pasado con
la experiencia adolescente normal? ¿No debería estar haciendo
comentarios inapropiados acerca de las tetas de las chicas con mis amigos
e idear maneras de follar a mi novia?

Nop, me habían dado padres de mierda y desequilibrio


químico. ¡Genial! ¡Suerte la mía!

Asentí.

—Adelante. —Mi voz sonaba filiforme y sin aliento de mi más


reciente ronda de locura.

El Dr. Todd me dio una pequeña sonrisa antes de abrir mi cuaderno


verde lima. Hojeó las páginas hasta que se detuvo en la entrada que había
escrito. Me había pedido que replanteara un recuerdo doloroso. Dijo que
pensara en algo que doliera, algo que había sido muy difícil para mí y
buscara algo positivo. Replantar era difícil.

¿Mencioné que hoy ha sido un no un buen día?

Cuando el Dr. Todd terminó de leer, me miró.

—Bueno, definitivamente elegiste algo extraordinario —dijo de una


manera que me hizo difícil no reír. Me gustaba su humor seco.
—Bueno, ya sabes lo que dicen. Hazlo bien o vete a casa. —Mis
labios se arquearon en un esfuerzo por sonreír. Probablemente me veía
como si mi boca se hubiera roto.

El Dr. Todd me dio una sonrisa en respuesta y volvió a mirar mi


cuaderno.

—Estoy contento de ver que ibas en la dirección correcta con esta


actividad. Dime qué te hizo tener esa reacción. —Ahh, ahora iba a hablar
de mis sentimientos. Me encantaba cuando la terapia se hacía tan cliché.

—Bueno, creo que es jodidamente obvio lo que estaba


sintiendo. Tuve un maldito ataque de ansiedad. ¡No estaba escuchando a
los pájaros chirriando y viendo el arco iris, está bien! —dije con furia.

El Dr. Todd cerró el cuaderno con un golpe.

—No, diría que no. No te pongas a la defensiva, Clay. Ahora por favor
dime, ¿qué sentías? —preguntó de nuevo.

Tomé una respiración profunda y tentativamente empecé a pensar


en la situación que acababa de compartir en mi diario. Tenía que tener
cuidado. No podía perder el control de nuevo. ¡Había llegado demasiado
lejos, aprendería a lidiar con esta mierda o me mataría!

—Enojo —dije en breve, decidiéndome por la verdad. Podría haber


esquivado la pregunta, pero después de mi pequeño episodio, estaba
demasiado cansado para ocultar lo que pensaba.

El Dr. Todd frunció el ceño.

—Enojado, eh. ¿Con quién? —Quería gemir. Esa era una pregunta
capciosa.

—Maggie. Yo. Ruby. Mis padres. Haz tu elección.

Me sentía petulante. Sabía que esto no me daba puntos en terapia,


pero estaba tan dolido que podía sangrar. Quería sangrar. Quería el dolor
que solo una navaja podría traer. Sería mucho mejor que enfrentar a los
demonios en mi interior. Los demonios que en días como hoy parecían no
estar lejos de mí por completo.
El Dr. Todd no dijo nada, solo me miró mientras yo procesaba lo que
acababa de decir.

—Estoy enojado. Con todos. Mis padres son fáciles. Son un


asco. Nunca han sido padres. Dejaron mi culo aquí para pudrirse. —Le di
una risa sin sentido del humor—. Querían que enloqueciera. Querían una
excusa para deshacerse de mí. Lástima para ellos, voy a salir de aquí y
vivir mi vida —dije con vehemencia y vi al Dr. Todd tratar de cubrir su
sonrisa.

Él asintió.

—Tus sentimientos son sin duda comprensible. Pero lo más


importante, estás viendo que controlas tu vida, no tus padres. Tener el
control es lo que te ayudará a seguir adelante. —A veces, el Dr. Todd
sonaba como Ghandi o algo así. Podría molestarme por ello, o yo podía oír
sus palabras como lo que eran. La verdad.

—Estoy enojado con Ruby por hacer tan fácil de negar lo que le
estaba haciendo a todo el mundo a mi alrededor. Si solo hubiera puesto en
la línea, decirme que sabía lo que estaba haciendo... —Mis palabras se
apagaron y el Dr. Todd interrumpió.

—¿Habrías recibido ayuda? ¿Dejado de cortarte? —me preguntó


directamente.

Arqueé las cejas, al ver lo que estaba haciendo. Trataba de hacerme


ver lo irracional que era mi ira. Estaba caminando en una línea muy
fina. Podría enfadarme furiosamente o reconocer la validez de lo que
estaba diciendo. Podría pasar cualquier cosa realmente.

Por el momento ignoré el acto de equilibrio delicado y continué con


mi línea de pensamiento.

—Estoy enojado conmigo mismo por ser un maldito desperdicio. Por


arruinar todo en mi vida. Por no controlarlo y dejar que mis padres
ganaran —terminé en voz baja. Apreté los puños cerrados en mis ojos,
sintiendo un dolor de cabeza aparecer detrás de ellos.

—¿Y Maggie? —preguntó el Dr. Todd en silencio y dejé caer mis


manos en mi regazo. Maggie. Estaba enojado con ella. Realmente enojado.
Apreté los dientes.

—¡Estoy enojado con ella por hacerme sentir, por un momento, que
podría tener una vida normal! —dije en voz muy alta. Respiré hondo y
traté de calmarme. Cuando sentí que podía seguir adelante sin enloquecer,
empecé a hablar de nuevo—. Estoy enojado con Maggie por darme algo que
casi me mató perder cuando siempre arruino todo. Por mostrarme lo
perfecto que parecía justo antes de que lo destruyera. Estoy enojado como
el infierno porque reconstruyó lo que había roto, me dio todo; una vida, un
futuro. Y ahora se ha ido. —Mi voz se quebró y sentí lágrimas traidoras
resbalar por mi rostro. Las limpié con furia. ¡Maldición! Odiaba cuando
terminaba en esto.

Tomé otra respiración profunda, sintiendo mi cuerpo temblar de


emoción. Ahora que lo había admitido, me sentí... mejor. Vean niños y
niñas, la terapia funciona.

El Dr. Todd me miraba, con esa firme calma impenetrable. Mientras


me preguntaba lo que realmente pasaba en su cabeza. ¿Estaba realmente
tan sereno o igual de jodido que el resto de nosotros? Lo que no daría a
conocer.

—Eso fue difícil de admitir, Clay. Gracias. —Se inclinó hacia


adelante para que sus codos descansaran sobre sus rodillas—. Tus
sentimientos acerca de Maggie son intensos. Todos se enredan con el dolor
y la pérdida. No puedes separar el amor de la herida y eso es lo que está
provocando. Dices que fue la mejor cosa en tu vida, pero la has hecho el
punto focal para toda tu miseria. Tenemos que separar esas dos
cosas. Puedes tener la una sin la otra. Tienes que seguir trabajando en tu
replanteamiento. Reconocer lo positivo donde tu mente quiere mirar solo lo
negativo.

Pensando en la situación que había escrito en mi cuaderno, no


estaba tan seguro de que el consejo fuera posible. Quiero decir, ¿cómo
diablos se supone que debo encontrar lo positivo en el intento de
matarme? ¡No era un viaje a Disney World por el amor de Cristo! Era
yo; tomando un pedazo de un espejo roto y cortando los brazos abiertos a
tal punto que tuve cuarenta y cinco puntos de sutura en ambos
brazos. Había oído al médico en el hospital decirles a mis padres que casi
había tocado hueso. No estaba jugando. Quería morir.

¿Y para qué? Porque pensé, en mi cabeza torcida, que Maggie me


había traicionado. No fui capaz de ver que estaba confundido y asustado y
que realmente solo trataba de ayudarme. Y ahí es donde la culpa entraba.
Debido a que comenzó por pensar en Maggie y cómo por un breve segundo
fuimos nosotros dos, juntos, listos para atravesar en cualquier
cosa. Entonces mi mente fue a esa noche. Y todo lo que pude ver fue
oscuridad. El momento en el que lo único que quería hacer era morir. Y
perdí el control. El ataque de pánico me arrastró en su marea implacable.

Mi enojo subió un nivel. ¿Por qué no podía dejar de pensar en


Maggie? ¿Por qué no podía simplemente recordarla sin todas las
desagradables cosas, como culpa, vergüenza y el alma succionada de
angustia? Solo quería pensar en cuánto amaba a la hermosa chica antes
de que hubiera convertido nuestros mundos al revés. Tal vez este era mi
castigo por ser tan débil y egoísta. El Karma era un patán vengativo.
Porque Maggie era mi detonante. Y no era una buena. Y odiaba que mi
jodida mente hubiera tomado algo tan maravilloso y lo deformara en algo…
bueno… algo horrible. Algo que solo servía para recordarme lo que no
podía tener. Algo que estaba intentando desesperadamente de ser lo
suficientemente sano, pero en lo profundo, preocupado de que nunca lo
seria. Nadie nunca me hubiera acusado de ser optimista. Yo no era un tipo
del vaso medio lleno. Pero el Dr. Todd estaba empeñado un carajo en
cambiar eso. Y diablos, también lo necesitaba.

Gruñí en frustración y tiré de mi cabello. Luché por tomar una


profunda respiración y aflojar el agarre que tenía de mi cuello cabelludo.
Podía hacer esto. Podía pasar a través de este laberinto de mierda.

Después de unos minutos me senté y dejé mis manos colgar entre


mis rodillas.

—Dime algo positivo acerca de ese evento en tu vida. Piensa, Clay.


Concéntrate. La cosa sobre las sombras es que no todas son oscuridad.
Necesitas tener luz para tener sombras. Así que solo búscalas —me alentó
el Dr. Todd.
Ese era su mantra. Encontrar la luz en la oscuridad de las sombras
dentro de mí. De verdad que él debería tener playeras o algo. Me hacía
pensar en coros góspel2 levantando sus manos hacia el cielo cantando,
“¡he visto la luz! ¡Aleluya, he visto la luz!”

Pero comprendí lo que estaba diciendo. Pero había ocasiones en


donde era imposible hacerlo (con mi pesimismo natural y todo). Pero lo
hice mientras lo preguntaba esta vez. Me concentré en las cosas buenas.

—Creo que si no hubiera tocado fondo, no estaría aquí. No estaría


finalmente consiguiendo la ayuda que necesito —dije finalmente,
sintiéndome un poco orgulloso de mí mismo al ser capaz de verbalizar algo
bueno de ese horrible desastre.

El Dr. Todd sonrió, obviamente satisfecho de mi declaración.

—¡Exactamente! Las decisiones que hacemos en nuestra vida no


tienen que definirnos. Es lo que aprendemos de ellas lo que es importante.
Tú haciendo las decisiones que hiciste, mientras que el hecho de que
fueran hechas en un momento de dolor no cambia, el resultado es lo que
haces de ellas. Y tienes que recordar que estás haciendo pasos
significantes en tu salud mental. Estás a millas de distancia de ser el
hombre joven que entró en esta instalación hace casi noventa días —dijo
con total sinceridad.

Yo solo pude asentir con la cabeza.

—He estado indeciso a darte alguna otra medicación, con tu historial


de abuso de sustancias. Pero dada la severidad de tus ataques de pánico,
te voy a recetar un bloqueador beta, que es un tranquilizador suave que
puede ser usado para tratar tus síntomas físicos de ansiedad. No crea
hábito pero aun así solo lo vamos a usar como último recurso. De verdad
creo que podemos trabajar en los detonantes a través de terapias de
reflexión y técnicas de relajación.

Genial, más drogas. Justo cuando ya no me sentía lo


suficientemente loco.

Música espiritual religiosa.


2
—El personal sabrá que has sido autorizado a usarlas cuando sean
necesarias. Pero otra vez, Clay, te insto a utilizarlas solamente si todo lo
demás falla —dijo firmemente y otra vez asentí con la cabeza, sintiendo
que realmente no había nada más que decir.

Me sentí aliviado cuando el Dr. Todd dijo que nuestro tiempo había
terminado. La sesión de hoy me había dejado sintiéndome totalmente
vacío. Me entregó mi diario.

—Sigue usándolo, Clay —dijo mientras abría la puerta de su oficina.

—Claro —respondí, tomando la libreta bajo mi brazo.

Salí hacia el pasillo y me detuve. No quería regresar a mi cuarto.


Eran más de las dos y sabía que Tyler no había salido de su grupo todavía.
No tenía ganas de tener compañía y sabía que no iba a haber ninguna.

Mis pies se empezaron a mover y me encontré saliendo por la puerta


lateral hacia un pequeño jardín fuera del área común. Estaba totalmente
cercado con tres bancos en un semi-circulo alrededor de un baño de
piedra de aves. Seguro, el espacio era pequeño, pero era un lugar
agradable.

Era mediados de Marzo y alrededor de 26 Cª. Perfecto clima de


Florida. Me senté en uno de los bancos, colocando la libreta a mi lado.
Reclinándome hacia atrás, estire mis piernas frente a mí, cruzándolas en
los tobillos. Junté mis manos detrás de mí cuello, incliné mi rostro hacia
arriba y cerré mis ojos. El calor se sentía bien. Y los problemas que se
habían anudado durante mi sesión con el Dr. Todd comenzaron a
resolverse.

Podía oír la televisión resonar dentro del cuarto común, pero aparte
de eso era un maldito lugar pacifico aquí afuera. La última hora había sido
brutal. Lo había estado haciendo verdaderamente bien por las últimas
cuatro semanas. Claro, terapia y grupos de soporte se volvían viejos
después de un rato. ¿Quién no se enfermaría de aliviar la mierda de su
vida día tras día? Había momentos en donde deseaba poder empacar todo
y mandar al diablo todo. Pero en su mayor parte, estaba contento de estar
aquí.
Me estaba acercando rápidamente al final de mi estadía de noventa
días. Lo que el futuro me deparaba después de eso, no lo podía decir.

Sabía que al Dr. Todd y al resto del equipo le gustaría que me


quedara por un total de seis meses. Solo que no estaba seguro de cómo me
sentía sobre eso. Luego, después de eso, me gustaría ser recomendado
para una casa hogar para empezar mi tratamiento ambulatorio. Teniendo
en cuenta la razón por la que estaba aquí en primer lugar, debería estar
agradecido de que no era con una camisa de fuerza en una sala de
psiquiatría. Supongo que el dinero de mis padres era bueno para algo.

A causa del miedo a la humillación pública, había sido enviado al


aislado Centro Grayson.Y había sido la mejor cosa que ellos pudieron
haber hecho por mí. Incluso si sus motivos eran puramente egoístas.

No había hablado con mis padres desde que había sido admitido. Se
suponía que ellos debían estar involucrados con el tratamiento. Lo que
significaba terapia de familia, visitas regulares, y todo el paquete. No
sabía cómo estaban al tanto de mi progreso. Estaba casi seguro que el Dr.
Todd los tenía al tanto, pero todavía no había escuchado un bip de ellos.

No sabía si sentirme aliviado o decepcionado. Porque ese pequeño


niño necesitado del amor de sus padres todavía vivía muy dentro de mí.
Por mucho que quería aplastarlos, él todavía estaba ahí, agitando sus
brazos, queriendo su atención. Pero entonces el casi hombre adulto, era
mucho más realista y sabía que esos dos individuos particulares traían
nada más que un torbellino de mierda con ellos y probablemente era lo
mejor que se mantuvieran alejados.

Me preguntaba si se molestarían en presentarse para mi cumpleaños


la siguiente semana. Ni siquiera quería pensar en si me sentiría destrozado
si no lo hacían.

Me restregué el rostro con mis manos y dejé salir una ruidosa


respiración. Entonces, sin pensarlo, tomé el cuaderno y lo dejé caer abierto
a lo que había escrito. Lo apoyé en mi rodilla y me quedé mirando las
palabras apenas legibles en frente de mí.

Recuerdo tu cabello. La manera en que olía cuando despertabas a mi


lado en las mañanas. Es el mejor olor del mundo. Me acosté en la cama del
motel y enterré mi nariz en tu cuello. Fue el momento más perfecto de toda
mi vida.

Odiaba que tan increíble recuerdo me convirtiera en un bicho raro


lleno de pánico. Deseaba que solo pudiera pensar en Maggie sin
desmoronarme. Pero la reacción era intensa e instantánea. Reconocí el
palpitar de mi corazón y mi respiración se volvió superficial. Aquí vamos
otra vez.

¡Maldita Sea! ¡NO! Grité mentalmente. Me forcé a pensar en los ojos


de Maggie. La forma en que se arrugaban cuando reía. Mi corazón latía
pesadamente con fuerza en mi pecho; Podía sentir prácticamente el
tamborileo en mis costillas. ¡SIGUE ADELANTE! Pensé con dureza. ¡Deja
de ser tan cobarde!

Besarla aquella primera vez, incluso después de haber actuado como


un total idiota. La manera en que se había fundido en mí.

Cerezas. A eso es a lo que sabía. Justo como su lápiz labial. ¿Era


raro que hubiese comprado un labial de eso después de ese beso y lo
llevara en mi bolsillo, solo para poder probarlo? Sip, eso era lo más raro
definitivamente; No lo estaría admitiendo en voz alta en cualquier
momento muy pronto.

Sentí el mareo de vértigo de mi ataque de pánico mientras me


esforzaba a aliviar mis recuerdos. Estaba aterrorizado que me hiciera
olvidarlos solo porque lastimaban. Y tan doloroso como era recordar lo que
había perdido, era más atemorizante pensar en mi vida sin ninguno de
esos recuerdos. Los necesitaba. Ellos eran mi recordatorio de que había
algo para mí allá afuera. Algo por lo que valía la pena luchar.

Tomé una profunda respiración mientras me concentraba en los


recuerdos de mi chica. Los miles de pequeños momentos que pasaron por
mi cabeza como una película. Y después de un rato, mi corazón empezó a
disminuir y mis manos aflojaron.

—¿Trabajando en tu bronceado? —llamó una voz burlona.

Salí de mi cabeza y me enfoqué en Maria mientras salía por las


puertas hacia el jardín. Le di una débil sonrisa y levanté mis hombros.
—Me sentía un poco pálido —bromeé sin entusiasmo.

Maria entrecerró sus ojos y supe que veía a través de mis patéticos
intentos de indiferencia. Maria se había convertido en una amiga cercana
que podía llamarme por mi mierda con lo mejor de ello.

—Bueno, mejor entras, el grupo empieza en diez. Te ves como si


necesitaras un café —sugirió, esperando que me ponga de pie.

Mientras me acercaba, me tiró algo. Atrapé el paquete de Twizzlers3 y


finalmente fui capaz de darle una sincera sonrisa.

—Me imaginé que los necesitabas —dijo Maria a la ligera como si


pensara que no era gran cosa. Se había convertido en lo nuestro.

Después de una sesión, Maria me traería unos Twizzlers y yo le daría


una bolsa de Pretzel sin sal de la máquina expendedora. Estúpido tal vez,
pero eran las pequeñas cosas que lo hacían grande, cosa aterradora más
fácil de digerir. Maria comprendía que esa clase de cosas eran importantes
para mí. Necesitaba esas pequeñeces, gestos aparentemente
insignificantes.

—No tienes idea —murmuré, desgarrando el paquete.

Y ahora nos dirigíamos a la terapia de grupo; increíblemente


fantástico. Respiré profundo y me armé de valor para los otros sesenta
minutos de compartir mis sentimientos. Maria envolvió su brazo alrededor
de mi cintura y se reclinó hacia mi lado. Me puse rígido, todavía no
sintiéndome del todo cómodo con sus fáciles muestras de afecto. Yo nunca
había sido del tipo de tocar. Particularmente no con alguien que no se
llamara Maggie. Así que esto se sentía mal. Como una traición. Lo que era
ridículo. Ya no estaba con Maggie. E incluso si lo estuviera, no estaba ni
remotamente atraído por Maria.

Pero eso no cambiaba el hecho de que sabía que Maria se sentía


atraída por mí.

Caramelo sabor fruta.


3
Pero no me alejé. Y tampoco respondí. Traté de no verme tan aliviado
como me sentía cuando llegamos a la máquina de café y ella dejó caer el
brazo.

—Sesión difícil hoy, eh —declaró Maria más que preguntar. Tenía


que ser muy claro en mi rostro que no estaba en una especie de buen
estado de ánimo.

Tomé el vaso de plástico de la máquina, abriendo la tapadera para


poder dejar caer tres paquetes de azúcar dentro. Revolví mi bebida y
resoplé.

—Sip, puedes decir eso. Ha sido un día bastante horrible hoy —


admití, esperando que Maria obtuviera su té caliente.

Maria me dio una simpática sonrisa.

—Eso apesta. Pero a lo mejor mañana es mejor —me dijo.

Lo juro, algunas veces sentía que después de que todos dejáramos


este lugar, podríamos obtener empleo escribiendo jodidas notas para las
galletas de la suerte. Cuando la vida te de limones, haz limonada. El día es
más oscuro antes del amanecer. Era una broma. Si no tuviera que creer en
esas cosas tanto, me reiría en cuan despreciable sonaba.

—Correcto —dije brevemente.

Maria frotó mi brazo y me dio una mirada que me dejó saber un poco
demasiado claro lo que sus sentimientos sentían con respecto a mí.

Me aclaré mi garganta. Le tenía que decir algo, cualquier cosa para


detenerla de hacerla llegar tan lejos. No había manera en el infierno que
alguna vez pudiera ser reciproco de sus sentimientos. No es que no fuera
una chica genial. Pero mi corazón no era mío para regalar. Había sido
tomado hace algunos meses y no me veía consiguiéndolo de nuevo pronto
en cualquier momento.

—Maria —empecé a decir, alejándome un poco para que su mano


cayera lejos de mi piel. Su sonrisa parpadeó y murió—. Tú sabes que
pienso que eres genial, ¿verdad? —dije tontamente. No podía lanzarme con
el no eres tú soy yo. Había algo fundamentalmente descarado acerca de
eso.

Maria se rio sin humor y bebió su té.

—Sí, soy genial. Y a ti realmente te gusta mi amistad, ¿verdad? —


preguntó con una sorprendente cantidad de amargura. Cristo, ¿había
llevado a esta chica con más de lo que yo pensaba?

—En serio Maria. Lo siento si tuviste una idea equivocada…

Y entonces ella me cortó de nuevo. Me dio una sonrisa forzada.

—Nop, hay una mala idea aquí Clay. He visto la foto en tu cama. Sé
el resultado. Somos amigos. Lo siento si te hice sentir que quería algo más.
No era mi intención. Lo juro. —Levantó tres dedos de la cosa de promesa
de Chicas Scout.

Maldita sea, esto tenia los ingredientes de la torpeza épica por todas
partes. Maria Cruz era fácilmente mi amiga más cercana aquí. Y en este
punto en mi vida, la amistad era escasa.

Metí mis manos en mis bolsillos.

—Mira, eres mi amiga. Y maldita sea una buena. ¿Lo he jodido de


alguna manera? —pregunté, tratando de no apretar los dientes en
frustración. Estaba enfermo de mi falta de comunicación y señales mixtas.
¿No podía tener una relación sin complicaciones?

Maria debió haber sentido que no era capaz de hacer frente a


cualquier tipo de drama, porque retrocedió rápidamente. Sus ojos cayeron
con timidez y empezó a masticarse el labio inferior.

—Lo siento, Clay. Supongo que no eres el único que ha tenido un día
de mierda —explicó, colocando un trozo de cabello negro detrás de su
oreja.

Ella me recordaba tanto a Maggie en ese momento. Hasta el cabello


oscuro y el total malestar. Hizo a mi corazón apretarse duramente en mi
pecho y solo quería solucionar los pequeños problemas. No estaba en
posición de poder arreglar los grandes desastres que había creado, pero
esta pequeña cosa, podía hacer algo al respecto.

Me agaché y encontré mi hombro con el suyo.

—Oye, estamos bien. Siempre estaremos bien —le aseguré.

Sus preciosos ojos verdes parpadearon algunas veces, y luego se


suavizaron. A pesar de que no me tocó como normalmente lo haría. Sin
abrazos o golpeteo de brazos. Estaba bien con eso, pero me sentía un poco
mal que ella sintiera que no podía hacerlo.

—Gracias Clay. Después del grupo, veamos algo de televisión.


Apuesto a que hay un jabón de día llamado como yo —bromeó. Yo hice
una demostración de gemido.

—¿En serio? Vamos, no sometas mi hombría a tan abrumador


despliegue de estrógeno. Sé que quieres ver algo machista como «American
Chopper»4 o «LA Ink»5, bromeé.

Maria negó con la cabeza y yo fui capaz de caer en esa pequeña


semblanza de normalidad que había sido capaz de crear por mí mismo.

Serie de televisión donde se diseñan y montan motocicletas.


4

Serie de televisión donde se exhibe el trabajo de tatuadores.


5
-MAGGIE-
Traducido por Eglasi & DelLirium//Corregido por Mais

—¿Por qué te fuiste tan temprano el sábado? —me preguntó Daniel


después de que se uniera a Rachel y a mí en la mesa del almuerzo el
lunes.

Estaba haciendo pequeños patrones en mi puré de papas y no


estaba realmente de humor para explicar por qué había enloquecido y
necesitado estar sola. Estaba segura que mi comportamiento el sábado no
había sorprendido a mis amigos. Pero eso no me detuvo de sentirme mal
por no ser capaz de juntar mis piezas y convertirme en “la vieja Maggie”
como ellos querían.

Pero, realmente lo estaba intentando. Después de mi momento de


lucidez en el trabajo, estaba más determinada que nunca a dejar de
esconderme en mi habitación y enfrentar mi vida. Estar deprimida y
escribir realmente mala poesía (la cual NADIE vería alguna vez) no era mi
idea de pasar un buen tiempo. Así que me había vestido, incluso me había
puesto más femenina de lo usual. Me di ánimo para comprometerme en
ser la vieja yo.

Subí a mi Corolla, el cual seguía traqueteando por el camino y me


dirigí hacia la casa de Ray. Sabía que estaría en problemas una vez que
llegara ahí. Había más autos de lo que había anticipado. Pensé que habría
menos gente. Pero había fácilmente unos veinte autos alineados en la
entrada. Una vez que llegué a la puerta principal, mis suposiciones fueron
confirmadas.

Era una fiesta a lo grande.


Realmente deseaba que Jake me hubiera dicho que los padres de
Ray estaban fuera de la ciudad. Entonces hubiera estado segura como el
infierno en jodidamente no aparecer.

Me solía encantar ir de fiesta. Me encantaba salir con mis amigos y


divertirme. Pero eso era “AC”. Antes de Clay. De regreso a aquellos días
cuando no era súper sensible a los susurros o a las miradas. Las primeras
semanas después de que regresé de mi pequeña huida adolescente habían
sido brutales. Había estado miserable y deprimida. Tratar de seguir
adelante con mi vida después de perder a Clay había sido desalentador por
decir menos. Y lo habían hecho peor los rumores y los susurros y las
miradas descaradas que recibí cuando regresé a la escuela.

Hice mi mayor esfuerzo de aparentar que no me afectaba. Nadie


tenía que saber que cada mención de su nombre me hacía morir poco a
poco. Ofrecí una falsa sonrisa mientras trataba de volver a ser la otra
Maggie otra vez. La que nunca huyó ni se involucró en un drama
adolescente.

Por supuesto que el nivel de habladurías había disminuido un poco,


pero aun así ahí seguía. Y sabía que aún la gente me seguía viendo como
“la chica cuyo novio trató de suicidarse”.

Así que a propósito había evitado eventos sociales como fuera


posible. Por supuesto, me estaba moviendo en una existencia después de
Clay. Pero era lento. Y acercándome a la puerta principal, sabía en lo más
profundo de mí, que la fiesta era una mala idea. Pero me obligué a seguir.

Y condénenme si no tuve razón. Mientras había sido genial ver a


Claire (había sido una mala amiga justo como con Rachel y Danny), el
resto de la fiesta realmente apestó. Jake me había encontrado unos
momentos después de mi llegada y parece que se tomó en serio ser mi
guía. Era como si fuera mi escolta en una jodida fiesta de iniciación o algo.
Llevándome alrededor del grupo de personas para que pudiera dar una
mierda de lo que estaban hablando. Había sido muy persistente en que
pasara un buen rato que se volvió molesto y fastidioso. Pero rechiné los
dientes y oculté mi urgencia de decirle que malditamente retrocediera.
Sonreí y seguí conversaciones tontas. Era la reina en la fiesta de mierda.
Rachel y Danny habían estado ahí, lo que siempre hacía las cosas
mejores. Y por un momento pensé que había atravesado con éxito la
noche. Había convencido a mis nervios tomar un descanso y en realidad
casi estaba siendo capaz de meterme en una casi cómoda conversación
con gente con quien no había conversado en meses. Así es, ¡ese es un
punto para la competencia social de Maggie Young!

Luego Dana-quiero-meterme-con-tu-novio-Welsh mandó todo al


demonio. Esa perra estaba esperando el momento para hacerlo.

Se burló de mí con el brazo de Jake enredado alrededor de mis


hombros. Lanzó su obviamente brillante cabello sobre su hombro y se rio.

—Jake, yo que tú me cuidaba… escuché que la locura es contagiosa.


—Su malvada “amiga” McKenna se rio a su lado como si fuera una maldita
hiena. Jake se tensó y miró al dúo malvado.

—¿Disculpa? —preguntó él, como si no pudiera creer lo que acababa


de decir. Pero dame un descanso, como si su maldad fuera sorpresiva.
Dana simplemente se encogió de hombros.

—Bueno, ella ya hizo que un chico quiera suicidarse.

Dana y McKenna se rieron como si pensaran que era la cosa más


graciosa. Podía sentir la sangre dejar mi rostro y me sentía débilmente con
náuseas. Por mucho que estaba tratando de conseguir a la vieja Maggie, la
que no tomaba en cuenta esta mierda, simplemente no podía llamarla. Así
que permanecía ahí estupefacta, con mi boca abierta con un comentario de
repercusión que nunca llegó.

Jake saltó en mi defensa, lo cual apreciaba. Pero ¿qué había hecho


yo? Oh sí, solo me alejé. Ignorarlas me llevó con el rabo entre las piernas.
Tal vez eso era dejar que las chicas malas ganaran pero todo lo que me
preocupaba era conseguir llevar mi trasero a casa tan rápido como fuera
posible.

Levanté la mirada de mi montaña artística de patatas y puse los ojos


en blanco.
—Lo siento, solo no estaba a gusto. —Ignoré la obvia preocupación
de mis amigos. Daniel frunció el ceño y se veía como si quisiera decir algo
más pero Rachel se lo impidió.

—Bueno, no te perdiste de mucho. Excepto que Ray vomitó en toda


la cocina —dijo Rachel, encogiéndose.

—Que asco. ¿En serio?

Alejé mi bandeja y crucé mis brazos sobre la mesa. Vi con nostalgia


cuando Daniel abrió una barra de chocolate y se lo acercó a Rachel. Ella lo
tomó y le ofreció una dulce sonrisa en agradecimiento. Daniel corrió sus
dedos en su brazo, deteniéndose para lanzar su cabello detrás de su
hombro. Ver la forma en que su mano tocaba su piel hizo que mi garganta
se cerrara y mis ojos comenzaran a picar. Su amor absoluto y afecto el uno
por el otro, totalmente hermoso y merecido, todavía me hacía alejar la
mirada antes de que las lágrimas cayeran. Odiaba que no pudiera solo
estar feliz por ellos. Pero realmente era difícil ver tal devoción cuando mi
vida estaba vacía de lo que ellos radiaban.

—Sí, fui al día siguiente para ayudarlo a limpiar toda la mierda. Ray
estaba con demasiada resaca que se pasó la mayor parte del tiempo
metido en el inodoro —compartió Daniel. Alejé mi depresión y los
pensamientos de soledad fuera de mi cabeza.

—Eres mejor amigo que yo, pequeño Danny. De ninguna manera lo


hubiera ayudado a limpiar el vómito —dije seriamente. Rachel me lanzó
una servilleta.

—¡Oye! ¿No me hubieras ayudado a limpiar a mí? ¿En serio? —se


quejó. Levanté una ceja y sacudí la cabeza.

—¿Te sorprende? Tengo mis límites —le dije. Mi atención se alejó de


mi amiga para mirar a Paul Delawder entrar a la cafetería.

El bravucón de la escuela acorraló a su nueva víctima; un


desafortunado de primer año que rápidamente perdió su celular y su
almuerzo. Casi me pongo de pie, lista para detenerlo. Pero el Sr. Kane
había presenciado por una vez la situación e intervino.
Me invadieron claros recuerdos de aquel día hace casi nueve meses,
cuando me había apresurado a salvar a un chico que realmente no quería
ayuda. Un chico que terminó necesitándome para salvarlo tan
desesperadamente que olvidó salvarse a sí mismo. Había dejado caer a ese
chico y ahora aquí estaba como una triste sombra de lo que fui.

Dejé salir un ruidoso suspiro y volví mi atención a Rachel y Daniel


quienes tenían la misma mirada de preocupación. Deseaba que pudiera
reírme de ellos. Eran tan transparentes. Se asustaron hasta la muerte de
que fuera a caer en un oscuro agujero y desapareciera después de regresar
de Carolina del Norte. Pero no había forma de que hiciera eso. Porque tenía
que seguir adelante, incluso si mi corazón se rebelaba ante la idea.

Como si lo hubiera invocado, Jake lanzó su bandeja en la mesa a mi


lado. Salté ligeramente ante la repentina intrusión. Se deslizó en el espacio
y rápidamente me alcanzó para tomar una galleta de chispas de chocolate.
Se lo permití, sin querer hacer una falsa protesta de eso.

Observé a Jake desde el rabillo de mi ojo mientras saludaba a


Rachel y Daniel, quienes parecían genuinamente complacidos de que él
estuviera ahí. Y yo estaba abrumada con una intensa sensación de deja
vú. Todo esto estaba mal.

Jake estaba sentado exactamente en el mismo lugar en el que había


estado Clay. Estaba riendo con mis amigos y tomado pequeños trozos de
mi almuerzo de una manera que solo estaba reservada para Clay.
Comencé a sentirme irracionalmente molesta por ello. No quería que Jake
Fitzsimmons se sentara allí, en el asiento que era para otra persona.

¿Qué acababa de pensar acerca de seguir adelante? Porque ahora


mismo, mi cuerpo, mi mente y mi corazón no estaba pasando
desapercibido al chico equivocado que estaba a mi lado. Me levanté sin
decir una palabra. Lancé mi comida groseramente hacia Jake.

—Si tienes tanta maldita hambre, solo tómala —ladré. Rachel y


Danny, quienes estaban a la mitad de una charla contándole a Jake
acerca de una película que habían visto, instantáneamente se callaron.

La boca de Jake cayó abierta por el shock y me miró con evidente


dolor en su rostro. Y eso me hizo sentir aún peor.
—Lo siento —murmuré y luego me alejé caminando tan rápido como
podía. Por supuesto Rachel me siguió.

—¡Mags! ¡Espera! —me gritó mientras trataba de escapar. No tenía


caso huir de ella así que me detuve y la dejé alcanzarme, resignándome a
una ronda de ¿qué está mal?

Pero debía saber que Rachel entendería exactamente lo que yo


necesitaba. Porque no me preguntó nada.

—Vamos a la biblioteca y estudiar para el examen de química que


vamos a tener —dijo, jalando mi brazo.

Bajé la mirada hacia la pequeña chica y quería abrazarla. Y lo


hubiera hecho si fuera mi caso. Pero ya que no lo era, solo la dejé jalarme
por el pasillo. Y me gustaba, mi fantástica amiga me empujó directamente
hacia la normalidad que estaba desesperada por tener.

*~*~*~*
Una vez que las compuertas se abrían, era bastante difícil cerrarlas
de nuevo. El recuerdo de Clay se burló de mí todo el día. ¿A quién estaba
engañando? Aunque tratara muy duro de seguir adelante con las cosas, él
siempre estaba ahí para tirarme de vuelta otra vez. Su fantasma era casi
tan peligroso como el real.

Luego de la escuela me apresuré a casa, dando como pretexto una


jaqueca a mis amigos. Ellos no me habían cuestionado, aunque yo sabía
que podían ver directo a través de mi mierda. Afortunadamente, mis
padres no habían llegado aún del trabajo, así que no era necesario
pretender estar bien.

Dejé caer mi mochila sobre el sofá y comencé a subir las escaleras


dos pasos a la vez en dirección a mi habitación. Una vez ahí, cerré la
puerta a mis espaldas y caí sobre mi cama. Estaba cansada. Un cansancio
desgarrador que dolía hasta los huesos. Miré al techo y deseé por milésima
vez poder hablar con Clay. Solo quería saber que estaba bien. Quería
escuchar su voz decir mi nombre como si fuera el aire que respirara. Lo
cual estaba más allá de la estupidez. Él me había dejado atrás. Me había
enviado esa estúpida carta diciéndome que siguiera condenadamente
adelante. Que siguiera con mi vida, como si fuera cosa fácil olvidar todo lo
que habíamos pasado. Tal vez había sido por él. No por primera vez, me
pregunté si yo había amado a mi chico triste y roto, más de lo que él era
capaz de amarme.

Sin pensar en lo que hacía, me deslicé fuera de mi cama y me puse


de rodillas en el suelo para rebuscar bajo mi cama. Encontrando lo que
buscaba, lo saqué. El pesado paquete envuelto en papel periódico. Yo no
envolvía los regalos de forma sofisticada. ¿Cuál era el punto si iba a ser
desgarrado? ¿Por qué me estaba aferrando a esta cosa? Había conseguido
el regalo luego de una semana de haber perdido a Clay. Había estado
desesperada por hacer algo, cualquier cosa que me permitiera aferrarme a
lo que teníamos. Lo había envuelto y puesto bajo mi cama. Jamás
olvidándolo, pero sin saber con seguridad tampoco que hacer con este.

No era como si pudiera enviárselo. Ni siquiera sabía dónde estaba. Y


luego de haber sido rechazada en seco, debí de haberlo desechado.
Observé el regalo un poco más y luego tomé una decisión. Lo metí dentro
de mi bolso y bajé de nuevo las escaleras para coger mis llaves. Quince
minutos después estaba entrando en un estacionamiento que me era
familiar. Mi corazón golpeaba en mi pecho y mi respiración era pesada.
¿Qué mierda estaba haciendo?

Me encontré saliendo del auto y caminando hacia la puerta principal


de la tienda. El tintineo de campanas indicó mi entrada. Mirando
alrededor, fui consolada por la familiaridad del entorno. Sabía por qué
había estado eludiendo Ruby’s Bookshelf, pero estar de pie ahí, respirando
el incienso con aroma a acre, escuchando los predecibles compases de la
música moderna que salía de los altavoces, me hizo sentir en paz. No fui
golpeada por ninguna de mis neurosis recientemente adquiridas cada vez
que me enfrentaba a algo “Relacionado con Clay”. No, este era un lugar
que yo había amado antes de que él apareciera y me di cuenta de que aún
podía disfrutar el estar aquí.

—¡Maggie!
Me giré hacia el sonido de la voz de la tía de Clay, Ruby, quién había
girado alrededor del mostrador y prácticamente estaba corriendo hacia mí.
A pesar del retortijón que acompañó el ver a Ruby después de tanto
tiempo, todavía era agradable verla.

—¡Hola Ruby! —dije suavemente mientras era envuelta en un cálido


abrazo. Había algo en esta mujer que me hacía sentir a salvo. Como si los
malos recuerdos pudiesen ser lavados por su alegría contagiosa.

—Ha pasado demasiado tiempo amor mío. —Apretó mis mejillas


entre sus palmas y no pude evitar reír.

—Tienes razón. Lo ha sido. —Miré alrededor de la tienda—. Creo que


algún nuevo material de lectura debería estar a la orden —dije, dejando
pasar la verdadera razón de mi visita. Ruby asintió e hizo un gesto para
que fuera atrás donde mantenía los libros.

—¡Tómate tu tiempo! Justo recibí un montón de cosas nuevas. Están


amontonados en la mesa de allí. —Ruby parecía tan genuinamente alegre
de verme que me hizo sentir un poco culpable de no haber venido antes.
No podía bloquear todo y a todos. Era tiempo de que creciera y que volviera
a ser yo misma.

Así que hice como había dicho Ruby y me tomé mi tiempo


explorando los libros. Incluso tomé la responsabilidad de poner en las
repisas los artículos que ella claramente no había tenido tiempo de
ordenar. Se sintió bien pisar de nuevo en un parte de mi vida que había
evadido por tanto tiempo. E incluso si hacer esta tarea mundana me había
hecho recordar una docena de días que había pasado haciendo lo mismo
con un chico que había amado y perdido, aun se sentía bien hacerlo.

Luego de cargarme con una brazada de libros, me dirigí hacia el


mostrador que estaba en la entrada. La tienda estaba en calma, solo
algunos otros clientes deambulaban alrededor. Ruby me alcanzó para
coger los libros.

—Vaya, realmente te abasteciste. —Procedió a meterlos en una bolsa


plástica sin registrarlos.
—Eh, ¿no olvidaste toda la parte de pagarlos? —Reí, sacando mi
billetera de mi bolso. Ruby despreció mi dinero con un gesto de la mano.

—De ninguna manera vas a pagar por algo. Te he extrañado Maggie.


Considera esto como un regalo de tan feliz como una tarta por haberte
visto. —La amplia sonrisa de Ruby me hizo difícil contradecirla. Sin
embargo, hice un buen acto de quejas.

—Quiero pagar Ruby. Vamos —le urgí, aun tratando de poner algo
de efectivo en su mano. Ella dobló mis dedos sobre el dinero y apretó.

—Esta también es mi manera de decir gracias —dijo ella


calmadamente. Tragué con fuerza.

—¿Gracias? —pregunté sin fuerzas, a pesar de que supe


inmediatamente a lo que se refería.

—Sí, Maggie. Gracias por ser la chica leal y sorprendente que eres. Y
por amar a mí chico de la manera en que lo hiciste. —Sus ojos brillaron
con la fuerza de sus palabras y tuve que parpadear con rapidez o
comenzaría a llorar.

Aclaré mi garganta, sintiéndome dominada por la emoción. Casi de


forma temeraria, abrí el bolso de forma brusca y tiré fuera el paquete
envuelto, colocándolo sobre el mostrador. Lo empujé hacia Ruby.

—Toma —dije de forma abrupta.

Ruby frunció el ceño y cogió el pesado regalo.

—¿Qué es esto? —me preguntó, dándole vuelta.

Mis manos estaban temblando así que las metí dentro del bolsillo de
mi abrigo. Respiré profundamente.

—Me encontré con Lisa… —comencé y Ruby asintió.

—Sí, me contó que te vio —admitió Ruby, observándome, esperando


que le explicara lo que le había dado.

Comencé a entrar en pánico. Tal vez esto era una mala idea. Solo
estaba haciendo un intento de poner a Clay en mi espejo retrovisor. Pero
aquí estaba, removiendo todo de nuevo, tratando de mantener abierta una
puerta que se había cerrado firmemente en mi cara.

O era una idiota o una completa masoquista. Estaba comenzando a


pensar que era una mezcla de ambas.

—Eh, sí, bueno este era un regalo para… Clay. Por su cumpleaños
—dije rápidamente. Las cejas de Ruby se elevaron y pude adivinar que la
había sorprendido—. Bueno, Lisa dijo que ibas a verlo y he tenido eso
ahora por unos meses y solo está cumulando polvo bajo mi cama. Y no es
como si supiera donde mandar la maldita cosa, así que solo pensé que
podrías entregárselo. Ya sabes, porque será su cumpleaños y todo —
divagué nerviosa.

Me detuve antes de que dijera algo más. Ruby me observó


silenciosamente mientras mordí mi labio inferior, sintiéndome
ridículamente avergonzada. Si, esto era estúpido. Clay probablemente no
quería una maldita cosa de mí. Me veía patética y triste y todas las mil y
un cosas que probablemente era.

Estiré la mano para coger el regalo de vuelta.

—Fue una idea estúpida. No te preocupes —balbuceé, pero Ruby lo


tiró fuera de mi agarre. Me sorprendí y luego la miré.

—Se lo daré cariño. Estoy segura de que le encantará tenerlo —me


dijo, pero pude ver que le preocupaba algo. Puso el regalo debajo del
mostrador y recibí la clara impresión de que no estaba completamente
segura de si quería dárselo a su sobrino. Y eso solo me hizo sentir incluso
más ridícula.

—Oh, bien. Gracias —dije, casi sin hablar, queriendo salir de ahí
pitando ahora que había hecho de mi misma una total y completa idiota.

Cogí mi bolsa de libros.

—Te veré por ahí —dije como despedida, lista para marcharme,

—Maggie. Me aseguraré de que lo reciba. Lo prometo —dijo a mi


espalda, sin embargo, ahora no estaba segura de querer que él lo tuviese.
Pero supuse que ahora ya era muy tarde.
Abandoné la tienda de Ruby y subí a mi auto. ¿Por qué no pude
dejar las cosas como ya estaban?
-CLAY-
Traducido por Manati5b & Eglasi//Corregido por Mais

Era mi cumpleaños. Quería sentirme frívolo. Incluso entusiasmado.


Pero solo me sentí adormecido. Había pasado un largo tiempo desde que
mi cumpleaños significo algo para mí. Parecía recordar una fiesta cuando
tenía cinco, llena de payasos siniestros y paseos en poni. Tal vez fueron
los payasos los que arruinaron para mí todos mis cumpleaños siguientes.

Porque esos jodidos eran escalofriantes.

A pesar de mi auto-impuesto pesimismo de cumpleaños, este año


era diferente. Porque el día de hoy cumplía dieciocho.

Sip, dieciocho.

Finalmente era un socialmente encargado adulto. Capaz de votar,


comprar productos de tabaco y porno. Me podía unir al ejército y abrir mi
cuenta de cheques. Pero esos típicos ritos excitantes de paso significaban
una mierda para mí. Claro, era genial y todo, pero no iba a salir corriendo
a comprar un paquete de Camels6 y una Playboy (no es que pudiera ir a
ningún lado de cualquier manera). Nop, este cumpleaños era sobre algo
aún más dulce.

Este día en particular era todo sobre libertad. Porque por primera
vez, era libre. Libre de hacer mis propias decisiones. Mis propios errores.

Libre de vivir en mis propios términos.

Por el resto de mi vida la libertad sabría cómo un pastel de


cumpleaños. Y estaba bien con eso. El control estaba bien y era

Marca de cigarros.
6
verdaderamente mío. Realmente nunca me había permitido pensar en lo
que haría cuando ese mágico día llegara. Y aquí estaba, a minutos de mi
edad adulta y me sentía casi abrumado con las posibilidades.

Todo esto se sentía como un sueño. Y los sueños tenían una forma
de derrumbarse alrededor. Así que siempre trataba de permanecer lejos de
los sueños. Eran un asunto desagradable para un tipo sin futuro.

Pero hubo un tiempo, no hace mucho, cuando los sueños y el futuro


no eran una ilusión absurda. Y eso había llevado a algo cien veces más
hermoso. Y mil veces más peligroso.

Esperanza.

Esperanza. Esa cosa que hace que te levantes en las mañanas y


hace tu vida mucho más fácil. Esperanza. La indescriptible emoción que
tiene el poder de elevarte cuando se la llevaron. Porque la mía había
muerto, una trágica muerte a manos de mi propio egoísmo y miedo. E
incluso mientras trataba de conciliar mi culpa y vergüenza por haber
arruinado la única cosa buena que tenía, todavía se sentía como un dolor
agudo en el intestino. Pero hoy ese dolor se retorció en algo más, y lo
reconocí por lo increíble que era.

Esperanza.

Estaba ahí, pasando el rato en mi corazón con un sombrero de


fiesta, esperando por mí para darme cuenta que tal vez realmente nunca
me había dejado.

Me desperté con un estallido de los Beatles, «Birthday», de Tyler


acompañados por algunos de los peores movimientos de baile que jamás
había visto. Y viniendo de un tipo con dos pies izquierdos, era algo que
decir.

Me senté y limpié el sueño de mis ojos, tratando de envolver mi


cerebro alrededor de la imagen de la normal timidez e introversión de mi
compañero de cuarto, girando alrededor del cuarto fuera del ritmo de la
música.
—¿Qué diablos estás haciendo? —pregunté, riendo. Tyler sacudía
sus puños sobre su cabeza y saltaba sobre la silla del escritorio, cantando
a todo pulmón.

Menos de treinta segundos después, hubo un golpe autoritario en


nuestra puerta y le lancé una mirada a Tyler mientras él se apresuraba
para bajarle a la música. Jonathan, el ayudante de guardia, asomó la
cabeza en el cuarto y nos dio una mirada severa. Jonathan probablemente
estaba en sus últimos veinte y ya estaba calvo, pobre tipo. Pero era lo
suficiente agradable del tipo todavía-vivo-en –el-sótano-de-mis-padres.

—Chicos, son las siete de la mañana. Saben las reglas sobre la


música. Odiaría tener que confiscarles su estéreo.

Tyle se veía avergonzado y apagó la música. El Centro Grayson era


todo sobre reglas, con o sin cumpleaños.

—Lo siento hombre —murmuró mi compañero de cuarto, claramente


avergonzado por el regaño. Me levanté de la cama, me estiré y me rasqué la
parte de atrás de la cabeza.

Jonathan nos dio una sonrisa.

—Solo no dejen que vuelva a ocurrir. Odio ser el tipo malo. —El
ayudante me miró y lanzó algo en mi dirección. Lo atrapé antes de que
cayera en el piso. Era uno de esos botones cursis «Soy el muchacho del
cumpleaños» que usas cuando eres un niño.

—Feliz cumpleaños Clay —dijo Jonathan, sonriendo mientras me


colocaba el botón en mi camisa. Le sonreí de vuelta mostrando mi botón
con orgullo.

—Gracias Jon. Justo lo que siempre he querido —bromeé mientras


el ayudante se marchaba. Fui hacia el vestidor y jalé algunas ropas y luego
recogí mis cosas para la ducha.

—Apúrate Clay. El equipo de la cocina te hará lo que tú quieras por


tu cumpleaños. Así que a menos que quieras atragantarte una rosquilla
con sabor a mierda como el resto de nosotros, apresúrate.

Le bufé a Tyler.
—Sí señor, me apresuraré —repliqué sarcásticamente. Pero Tyler
tenía razón. No estaba desperdiciando un omelet del suroeste por nada. No
podía deshacer la sonrisa ridícula en mi cara mientras me preparaba para
mi día.

Esta cosa de la felicidad es bastante impresionante.

*~*~*~*
Por alrededor de las dos de la tarde, oficialmente estaba con el
espíritu del cumpleaños. María, Tyler y unos cuantos de nuestros otros
amigos, hicieron una gran producción en torno al pastel durante el
almuerzo. María insistió en que usara un sombrero de cumpleaños hecho
de cartón barato. Seguí con ello, no siendo capaz sino de ayudar y
disfrutar toda la situación.

Los consejeros me habían conseguido una nueva revista (oh alegría)


y algunos libros acerca de amarme a mí mismo o lo que sea. No me
obsesioné con lo cursi de ello y solo aprecié el hecho de que pensaran en
traerme algo. El administrador central Louis me dio algunos cupones
canjeables por ciertos privilegios, como extra de tiempo en la televisión y
un par para “salir de las tareas”. Puede no parecer mucho, pero a los
pacientes en Grayson, esos cupones eran como el oro.

Todo el mundo salía al paso a su manera para hacerme sentir


especial. Lo cual era definitivamente necesario cuando más tarde se hizo
aparente que no recibiría una llamada de mis padres. Recibí la obligatoria
tarjeta de felicitaciones por supuesto. Se veía barata, como algo del estante
de un dólar. Estaba casi seguro de que era algo que la secretaria de mi
papá había escogido de un Wal-Mart. Solo se había firmado Mamá y Papá.
Y estaba casi convencido de que ni siquiera era su letra.

No era como si me sorprendiera su falta de sentimiento. Pero tuve


que apisonar seriamente el dolor y la amargura que amenazaba con tragar
mi buen humor. Realmente me hubiera gustado solo poder apagar las
expectativas juveniles de que mis padres por una vez actuarían como…
bueno, padres. Ajustando la decepción más allá de la edad.

Me había reunido con el Dr. Todd justo antes de la cena. Él había


querido tocar base conmigo acerca del tratamiento ambulatorio. Explicó
que estaba legalmente obligado a decirme mis derechos ahora que era
mayor de edad. Técnicamente tenía tres semanas más en el centro de
acuerdo al plan de tratamiento que mis padres habían firmado cuando fui
ingresado. Pero ahora que tenía dieciocho, el tratamiento era mi decisión.
Teniendo en cuenta de que había hecho progresos significativos y ya no
planteaba una amenaza para mí mismo, podría ser declarado de alta tan
pronto como el fin de semana.

Me aclaré mi garganta, sorprendido de la información que me


acababan de dar.

—¿Qué hay de mis padres? ¿No podrán pelear eso? —pregunté. No


me podía imaginar a mis padres sentados y dejándome darme de alta. No
sin ciertas graves disputas legales. Pero solo el saber que podía hacer lo
que quisiera me daba poder.

El Dr. Todd se sentó en el borde de su escritorio y cruzó sus brazos


sobre su pecho.

—Bueno, para ser brutalmente sincero contigo Clay, tus padres no


tendrían donde pararse legalmente. Si, ellos te admitieron, pero han sido,
bueno, menos que involucrados en tu tratamiento aquí. A pesar de los
esfuerzos del equipo de que participen. Has hecho tus progresos sin su
participación. Pero debo decir, como tu terapista, que todavía tienes
mucho trabajo que hacer por delante. Con la regulación en tu medicación,
has sido capaz de enfocarte en conseguir tu auto-lesión y suicidio al
margen. Pero esta será una batalla de por vida.

Asentí con la cabeza, sin sentirme a la defensiva o irritado por su


evaluación. Él solo estaba señalando los hechos.

—Y cuando llegue la hora de dejar Grayson, podemos discutir mis


recomendaciones para tu continuo tratamiento. Dejar de ser un paciente
es difícil, y generalmente requiere de un programa de transición, tales
como ir al hogar de grupo Langley en Miami Springs.
¿Un hogar de grupo? Eso sonaba tan divertido como un maldito
funeral. Pero entendí lo que el doctor estaba diciendo. No quería que
pensara que solo porque tenía ahora dieciocho, olvidaría todo lo que había
aprendido desde que ingresé al centro. Sentía la necesidad de probarme a
mí mismo. Demostrarle que estaba mejorando.

—Doc, no voy a ningún lado. Me gustaría hacer el resto de mi


estadía y entonces podemos discutir lo que sigue —dije confidencialmente,
viendo como el Dr. Todd trataba de controlar la mirada de alivio que cruzó
por su rostro.

Se levantó y se volvió a sentarse detrás de su escritorio.

—Me alegra escuchar eso Clayton —dijo él, dándome esa sonrisa
calmada. Después de eso, nuestra sesión fue más ligera. Sin escarbar en
mi nudoso pasado o re-trabajando mis torcidos pensamientos. En su
lugar, nos dedicamos a una charla amistosa. Incluyendo un intercambio
acalorado sobre el baloncesto universitario.

Sip, hoy se perfilaba para ser uno de esos buenos días.

*~*~*~*
Después de la cena, Maria, Tyler y yo pasamos el rato en el cuarto
común viendo algo de televisión, cuando Jacqui, el administrador de la
noche, me pidió que fuera a su oficina. Me encogí de hombros hacia mis
amigos quienes me preguntaban con la mirada.

—Estoy con ustedes en un momento chicos —les dije, siguiendo a


Jacqui por el pasillo—. Yo no lo hice, lo juro —bromeé mientras
entrabamos a su oficina. La cara normalmente amarga de Jacqui dio un
tirón de casi una sonrisa mientras me daba palmadas en mi brazo.

—Nada de qué preocuparte Clay —me aseguró, dándome paso para


que pudiera cerrar la puerta.
Tan pronto estuve dentro, fui envuelto en un juego de brazos cálidos
y la acre esencia de pachuli. Mi tía Ruby se apoderó de mí como si su vida
dependiera de ello. Y de repente me di cuenta de que debería haber estado
un poco más sospechoso al no haber escuchado todavía de ella el día de
hoy. Como si Ruby y Lisa alguna vez se perderían mi cumpleaños.

Sin embargo, nunca hubiera pensado que ella viajaría trescientas


millas para verme. Pero esa era Ruby. Siempre me había amado más de lo
que a veces merecía.

—Ruby —dije, sonriéndole a mi mucha más pequeña tía.

Ella corrió hacia mí. Estaba vestida en su típico atuendo gitano, con
faldas fluidas y una alocada bufanda alrededor de su cuello. Incluso tenía
esas pequeñas conchas pegadas en su cabello. Dónde diablos conseguía
las ideas para su vestimenta, no tenía idea.

Ruby se acercó y palmeó mi mejilla, de la forma en que lo hacía


desde que era un niño pequeño.

—Mi Clay. Es tan bueno verte. —Su sonrisa era contagiosa.

Ruby irradiaba energía positiva que era imposible ignorar. Ella me


había ayudado más que mi parte justa de mis lugares oscuros con solo
siendo ella. Haría cualquier cosa y todo por la mujer que estaba parada
frente a mí. Era la madre que deseaba mi madre pudiera ser. Había estado
aquí por lo menos cuatro veces en los últimos tres meses. Lisa hubiera
venido con ella si hubiera podido, pero el trabajo la mantenía ocupada.

Cuatro veces había venido mi tía a verme y mis padres no habían


venido ni una.

—¿Qué estás haciendo aquí? Y, ¿dónde está Lisa? —pregunté


mientras me abrazaba otra vez. Ruby tiro de mí y me dio una mueca
burlona.

—¡Como si pudiera perderme tu cumpleaños número dieciocho! No


seas tonto. Y Lisa hubiera estado aquí, pero su trabajo la tiene loca —
explicó, golpeando mi brazo. Me llevó al pequeño sofá que estaba en un
rincón de la oficina.
Jacqui se había marchado, dándonos un tiempo de visita. Ruby
levantó una bolsa de lona pesada que tenía con ella.

—¿Llevas un montón de ladrillos allí? —bromeé, viendo como mi tía


sacaba una caja de cartón aplastada.

—Oh, demonios. Está todo aplastado —se quejó Ruby, asomando la


mirada hacia la caja. Cerró la tapa y me lo entregó—. Bueno, todavía debe
tener buen sabor. —Me había comprado un maldito pastel de cumpleaños.
Mi nombre se arremolinaba en azul hielo y pequeños pinceles decoraban
la superficie. Sentí mi pecho crecer.

Cristo, seriamente me estaba convirtiendo en un lío. Llorando por


cualquier pequeña cosa. ¿Qué pasó con ser un hombre? Necesitaba
encontrar a algunos pateadores de mierda y un sombrero vaquero. Ver
algo de Marlon Brando o algo.

Pero joder, no podía recordar la última vez que tuve un pastel de


cumpleaños. Y hoy había recibido dos. Incluso no era inmune a la cálida
sensación en mi estómago. Ruby entonces sacó dos platos.

La observé mientras cortaba una gran rebanada y la devoré como si


estuviera muriéndome de hambre. Siempre fui un incauto por cualquier
cosa dulce. Ruby comía delicadamente alrededor del glaseado, quejándose
de que debería haber conseguido el de algarroba en lugar del chocolate
porque era más saludable. La dejé quejarse sobre la azúcar blanca siendo
peor que una poción de ratas y cómo ingerir harina blanca era como estar
pidiéndole al páncreas apagarse. Solo la escuché en silencio y comí el
infierno de alguna diabetes untada en chocolate.

—Todavía no puedo creer que vinieras. Realmente significa mucho


para mí —dije después de haber terminado.

Los ojos de Ruby empezaron a llenarse de agua y me preparé para el


festival de lágrimas. Ruby era notoria por ser demasiado emocional y
alguna vez hubiera corrido por las colinas al más mínimo indicio de la cosa
de sentimientos.

Había pasado mucho tiempo creando una muy grueso, impenetrable


pared alrededor de mí mismo. Una pared que hacia fácil para mí vivir cada
día dentro de mi muy jodida cabeza. Si no hubiera dejado que la gente se
acercara mucho, entonces no tendría que sentir la culpa y la decepción de
ello más tarde.

Pero eso había volado en pedazos por un par de hermosos ojos y una
mordaz actitud.

No podía ir allí. Ahora no. No cuando me sentía bien. De lo contrario


terminaría lloriqueando al lado de mi ya lloriqueante tía.

Ruby envolvió sus pequeños dedos alrededor de mi brazo y apretó.


Cubrí su mano con mi mucho más grande mano. Estaba aprendiendo a
estar bien demostrándole a la gente que me preocupaba por ellos. Eso era
lo bueno de compartir los sentimientos. Que no tenía que proteger a las
personas de lo que yo era. Maldita sea, era digno de amar. Esto iba
perforando mi cabeza cada día. Me decían una y otra vez que, maldita sea,
le gustaba a la gente. Pero todavía estaba atascado en la parte de atrás de
mi garganta. Esa noción loca de que yo era un ser humano decente.

—Clayton Reed, me hubiera mudado a tu cuarto de haber sido


posible. Pero algo me dijo que hubieran fruncido el ceño aquí.

Solté un bufido. Incluso aunque ella estaba bromeando, no hubiera


dudado que Ruby lo hubiera intentado.

—Lisa y yo te amamos como si fueras nuestro. Siempre estaremos


aquí por ti. Sin importa qué —dijo Ruby, dándome otro abrazo. Mi
garganta se sentía incómodamente apretada, pero de buena manera. De
una muy buena manera.

—También las amo. Y no puedo agradecerles lo suficiente por todo lo


que han hecho por mí —le dije suavemente, orgulloso de mí mismo por ser
capaz de expresar mis sentimientos de una manera apropiada (gracias
tareas de habilidades 101). Ruby furiosamente se limpió las lágrimas que
se filtraban por la orilla de sus ojos. Sacó un pañuelo del bolsillo y se sonó
la nariz ruidosamente. No hay nada como un pañuelo de algodón lleno de
mocos para matar la pesadez.
—¡Basta de todo este llanto. Es tiempo para los regalos! —dijo
entusiasmada Ruby, dándome una llorosa sonrisa antes de sacar tres
paquetes de su bolso.

—Ruby. No tienes que darme nada. Estar aquí es más que suficiente
—dije, aunque no pude evitar sino solo sentir la emoción anticipada que
no había sentido en mucho tiempo. Del tipo que burbujea en tu estómago
que solo sientes en la mañana de navidad. O antes de ponerse al volante
de un auto después de obtener la licencia.

O antes de besar a tu chica por primera vez.

De todos modos… los presentes.

Ruby miraba mientras yo desenvolvía los regalos. Ella y Lisa me


habían conseguido un nuevo kit de carbones, un ridículamente caro juego
de pinceles para pintura y un montón de cuadernos de bocetos. No pude
evitar la sonrisa tonta que se extendió por mi rostro. No había nada en
este mundo que me hubiera dado que significara más de lo que me habían
dado.

Dibujar y pintar lo eran todo para mí. Me había convertido en casi


un obsesivo al respecto. Pero fue esa parte indeleble de mí que me negaba
a dar siempre. Había perdido ya mucho, pero siempre tendría mi arte.

—No estaba segura qué usabas exactamente pero la chica de la


tienda de arte en Charlottesville me aseguró que estos eran los mejores —
dijo Ruby un poco nerviosa, como si estuviera preocupada de que odiara lo
que me estaba dando.

Corrí mi mano a través de mi cabello, un poco abrumado por esas


emociones otra vez. Pero no me preocupaba acerca de lo que esos
sentimientos pudieran causar. La medicación, cuando era la correcta, era
una cosa fantástica.

—Son geniales Ruby. Gracias. Llamaré a Lisa más tarde para


agradecerle también. Esto es solo… —Mi voz se apagó y sonreí como un
idiota a mi tía quien estaba igualmente emocionada por mi respuesta a los
regalos.
Luego, de pronto, el estado de ánimo de Ruby era serio. El cambio de
actitud en ella me lanzó y estuve inmediatamente al borde. Buscó en su
bolso y sacó otro regalo. Este no estaba envuelto en el tradicional papel de
cumpleaños como los otros.

Viéndolo de cerca, podía ver que estaba envuelto meticulosamente de


Davidson Gazette, el periódico local de Davidson, Virginia. Miré a Ruby
interrogante. Ella tenía baja su mirada y podía notar que estaba incómoda.
¿Qué demonios había debajo del papel? ¿Una jodida bomba?

—¿Más regalos, Ruby? No debiste —bromeé, odiando ya la seriedad


que estaba dominando a mi divertida tía.

Ruby sostuvo el objeto en sus manos y me lo extendió. Lentamente


lo alcancé. Era más pesado de lo que se veía. No tenía idea de lo que
contenía.

Empecé a abrirlo cuando Ruby alcanzó mi mano, deteniéndome. Me


miró con preocupación y dejé caer el objeto a la mesa.

—¿Qué es Ruby? Solo suéltalo —dije sintiéndome un poco molesto


por la evasiva de toda esta mierda. ¿Qué era tan horrible en un maldito
regalo?

Ruby suspiró.

—Es de Maggie —dijo tranquilamente.

Oh. Bueno, entonces era eso.

Juro que el aire escapó de mis pulmones y me sentía que me estaba


sofocando. Mi corazón empezó a latir rápidamente y creí que moriría. Era
desesperante cómo solo la mención de su nombre me causaba
instantáneamente tal respuesta física. Era como si mi cuerpo reaccionara
a un nivel primitivo.

Ruby y yo nunca hablábamos de Maggie. Por lo menos no en un


largo tiempo. Raramente la mencionaba a menos que fuera en la segura
confianza de la terapia. Mis recuerdos de Maggie Young eran complicados.
Mi loca y jodida mente había tenido éxito en enredar a mi hermosa chica
en algo que me provocaba completa ansiedad. La oscuridad que vivía
dentro de mí, mientras la mantenía acorralada en su mayor parte, aún se
las arreglaba para destruir a la única cosa que había querido más en mi
vida. La chica que amaba más allá de la razón. La única que había estado
preparada a acompañarme a donde fuera. Y que casi la había conseguido.

—¿Maggie? —solté, tratando de no ahogarme con el esfuerzo que me


tomaba decir su nombre.

Ruby asintió, su boca estaba apretada por la preocupación. Sabía


que ella tenía miedo que al mencionar a la chica que amaba y que había
perdido me podría hacer caer. Y una parte de mí quería caer. Ahí era
burbujeante, solo bajo la superficie. El pánico invadió mi estómago y me
tomó un gran esfuerzo mantener el control. Estaba tentado a estar
molesto. De soltar la ira que sentía cuando me di cuenta que podría haber
solucionado algo de mi mierda pero en el proceso había lanzado incluso
más de esta.

Pero me mantuve en la parte racional de Clayton Reed, quien


reconocía lo inútil que era mi ira y el pánico.

Sabiendo que con eso no lograría nada más que hacerme retroceder.
Necesitaba trabajar a través de esas enredadas emociones y ordenarme en
el caos que aún creaban. Maggie no era el hombre del saco. Ella era mi
luz. Mi recordatorio de lo que quería en mi vida. O de lo que quería tener
otra vez.

Enfocándome en eso, levanté el regalo otra vez y lo coloqué en mi


regazo, tocando los pliegues de la envoltura.

—Ella vino a la tienda la semana pasada —comenzó Ruby,


observándome de cerca. Luché con fuerza para mantener mi rostro
perfectamente neutral cuando por dentro estaba maldiciendo al maldito
cosmos, a la fe, o lo que sea, para esta jodida tragedia que llamaba mi
vida.

—¿Si? —pregunté con el falso intento de sonar casual de lo que


nunca lo había hecho. Era cómico. Me hubiera reído si no hubiera querido
cortar mi jodida piel hasta que sangrara.

¡Maldita sea! ¡No me debo sentir de esta manera!


Así que tomé una profunda respiración y conté hasta diez. Encontré
mi lugar con gente brillando de felicidad en mi cabeza y junté mi mierda.
Porque tanto como dolía, tenía que escuchar de Maggie. Estaba
hambriento de ella. La anhelaba solo con el sonido de su nombre. Así que
incluso mi cuerpo y mente trabajaban bajo la confusión que ella soltaba
dentro de mí, me encargaría de ello. Porque nada podía alejarme de
descubrir lo que había envuelto debajo del papel de periódico en mi regazo.

Ruby tomó otra respiración profunda y continuó.

—No la había visto desde que regresaste a Florida. Lisa mencionó


que la había visto en la cafetería de la ciudad. Trabaja ahí ahora. —Asentí,
alentándola de seguir antes de decidir que no podía escuchar nada más—.
Se veía tan hermosa como siempre. Sin embargo, pude notar que perdió
peso y que ya es demasiado delgada. —Ruby se enderezó y sentí
culpabilidad por la posibilidad de que tenía que ver con la pérdida de peso
de Maggie. Mis manos se apretaron alrededor del paquete hasta que mis
dedos dolieron.

—¿Ella se ve… bien? —No pude evitar preguntar. Porque si no lo


estaba…

¿Qué podía hacer? Si Ruby me decía que Maggie era miserable y


estaba deprimida, ¿rompería la promesa que me había hecho a mí misma
de dejarla sola? No lo sabía. La única cosa que sabía era que no podía vivir
sabiendo que ella era infeliz. Mi negación a contactarla, mis razones para
enviar una carta era por ella para tener una ruptura limpia. Para dejarla ir
y que viva su vida.

Pero si era tan miserable por estar lejos como lo era yo al estar lejos
de ella, entonces lanzaría todas mis tontas buenas intenciones por la
ventana.

—Sí, Clayton. Se ve bien. Quizás un poco incómoda, pero bien —me


dijo Ruby y odié la egoísta decepción que sentí. ¿Qué clase de idiota me
hacía eso? ¿Quería que Maggie fuera infeliz? Por supuesto que no. Pero si
lo estaba haciendo bien, entonces me confirmaba que había hecho la mejor
elección de dejarla sola. Y eso era como una enorme pastilla que tragar,
incluso si esa era la cosa correcta por hacer.
—Bueno, eso es… eh… bueno oírlo —tartamudeé, bajando la mirada
a mis nudillos blancos. No estaba seguro de sobrevivir a esta conversación.
Esto me estaba desgarrando. Ruby me miró otra vez como si esperara que
me creciera otra cabeza o algo.

Me senté un poco más derecho y me encontré con su mirada.

—Eso es genial en realidad —dije más firme y me obligué a sonreír.


El rostro de Ruby se relajó ligeramente.

—Sí, lo es— agregó Ruby. Aclaró su garganta—. Ella vino a echar un


vistazo a los nuevos libros. Le dije que era bueno verla pero traté de dejarla
sola. No se veía que quisiera hablar mucho y no quise presionarla. —Solo
podía imaginar lo incómodo que fue ver a Ruby para Maggie.

Hubo un momento de silencio y pensé que era todo. Pero debí


haberlo sabido mejor. Ruby estaba notoriamente dejando algo fuera.
Podías encontrar eso entrañable o exasperante. Ahora mismo me estaba
inclinando hacia el último.

—Consiguió algunos libros y después justo cuando se iba me entregó


eso. Dijo que eran para ti. Por tu cumpleaños. Me preguntó si me
aseguraría de que te llegara ya que no sabía a dónde enviarlos.

Ruby me dio una mirada mordaz. Una que claramente me decía que
pensaba que era un idiota por mantener mi ubicación lejos de Maggie. Ella
solo no entendía lo difícil que fue la decisión que tomé. Cómo algunos días
me cuestionaba mi juicio tan duramente que tomaba todo de mí no tomar
el teléfono y llamarla. Maggie era mi debilidad. Mi compulsiva adicción que
una vez alimenté no se iría.

En una ocasión, pensé que ella era la cosa más saludable y pura de
mi vida. Una parte de mí aún lo hacía. Pero ahora, con la cabeza clara, era
capaz de ver como la oscuridad había contaminado tanto lo que éramos. Y
Maggie necesitaba más de lo que actualmente le estaba ofreciendo. Las
idas y venidas, el tira y afloja de mis sentimientos acerca de la hermosa
chica se había vuelto una lucha diaria. Una que no importaba cuánto
tiempo pasaba o cuánta distancia había entre nosotros, nunca lo dejaría.
—No estaba completamente segura en dártelo, Clayton —me dijo
Ruby, lanzando una sorprendente mirada penetrante en mi dirección.
Siempre escondía su mente aguda y su ojo agudo. Ruby veía más de lo que
alguna vez le había dado crédito. Y algo me dijo que sabía a la perfección lo
duro que había luchado, incluso con las barreras que había establecido.

Sonreí al entender su duda. Lo entendía. Realmente lo hacía.

—Está bien —le aseguré, esperando como el infierno que creyera


toda mi mierda.

Sin esperar más tiempo, jalé el papel y lo lancé al suelo. Al primer


vistazo vislumbré algo oscuro, con una mariposa al carboncillo en la
portada, tuve que sentarme y tomarme un minuto. Porque esta chica iba a
acabar conmigo a kilómetros de distancia. Estaba lista para arrancar mi
jodido corazón.

Verás, reconocía esa mariposa. Porque la había dibujado yo mismo.


Por ella. Por Maggie.

—¿Qué demonios? —me pregunté, empujando el libro encuadernado


de cuero de los últimos restos de papel.

Abriéndolo, me di cuenta que era un álbum de recortes. Página tras


página, Maggie había colocado cuidadosamente mis dibujos. Eran los que
estaban en la pared de mi habitación en Virginia. Y los que le había dado.

Cada uno estaba aquí. Cada. Uno.

Ruby estaba viendo los dibujos sobre mi hombro mientras yo los


veía. Me giré hacia mi tía.

—¿Cuándo te dio esto? ¿Cuándo consiguió mis dibujos? —pregunté


en absoluta incredulidad. Estaba aturdido por lo que estaba en mis
manos. Como si una parte de mí hubiera regresado. Como si, una vez más,
Maggie May Young se hubiera lanzado al rescate.

No podía poner en palabras la manera en que mi corazón


literalmente se abrió al ver estos dibujos otra vez. Era uno de los más
sencillos y más maravillosos regalos significativos que había recibido.
Como si pudiera esperar algo menos de la chica que había hecho su
misión de salvarme de mí mismo.

Ruby trazó su dedo sobre un dibujo del rostro de Maggie que había
hecho con lápiz. Amaba ese dibujo. Recuerdo el día que lo hice. Había
venido a mi casa para estudiar y terminó quedándose dormida. Me
encantaba cuando hacía eso. La absoluta paz que sentía mientras la veía
así, incluso respirar era indescriptible. Sí, así que quizás eso sonaba
espeluznante. Pero no lo era. Era hermoso y perfecto. Y me dio la ilusión
de que mi vida tenía sentido. Solo por un pequeño momento.

Así que la dibujé. Estaba obligado a intentar capturar ese momento


cuando Maggie estaba completamente con la guardia baja y totalmente
abierta. Una pequeña parte de mí reconoció, incluso entonces, que la
estaba lastimando. Que mientras ella juraba que era feliz, yo había visto lo
que mi mierda estaba causando. Verla dormir me ayudaba a crear esta
imagen en mi cabeza de la manera que las cosas debían ser. Era loco cómo
siempre había sido capaz de crear la más jodida de las justificaciones para
equilibrar las jodidas cosas que había hecho.

Mi corazón se apretó en mi pecho por el peso de lo que significaba


este álbum. Esto no era algo que hacía una chica que estaba dejando una
relación de mierda atrás. Un movimiento de una ex novia desesperada. No,
esta cosa me gritaba. Gritaba con venganza de que necesitaba despertar y
ver cuánto seguía amándome.

Y había un alivio egoísta en eso. Estaba agradecido de que ella no


me había olvidado, incluso si se lo había pedido. Era un idiota. Porque
quería que me extrañara, demasiado, que me implorara de la manera en
que yo la imploraba. Lo cual era un cien por ciento contradictorio del acto
martirizado que había estado jugando por los pasados tres meses. La
razón por la que le había enviado esa carta en primer lugar.

Sabía que nunca la olvidaría. Y saber que no estaba solo en eso, que
ella estaba sintiéndolo intensamente de la manera en que yo lo hacía, me
hacía sentir injustamente feliz. Era injusto, porque no debería querer eso
para ella. Pero, maldita sea si no lo quería al mismo tiempo.

Y me odiaba por sentirme así.


—Vino a la casa, no mucho después de que viniste aquí. Preguntó si
podía ir a tu habitación, que había cosas que necesitaba recoger. Lisa y yo
no vimos que fuera algo malo. No después de todo. —Ruby se detuvo
abruptamente. No tenía sentido que continuara con esa particular oración.
Ambos sabíamos por todo lo que había pasado Maggie.

Continué pasando las páginas. Ruby y yo permanecimos en silencio


mientras procesaba todo. Estos dibujos me recordaban lo mucho que una
luz había brillado durante mis momentos más oscuros de mi vida. Una
chica que había tratado de salvarme incluso cuando la destruí.

Mierda, iba a jodidamente llorar. Sentí las lágrimas picar en mis ojos
y las froté para alejarlas con el dorso de mi mano. Cerré mis ojos.

Respira profundo.

Uno. Dos. Tres.

Respira profundo.

Abrí mis ojos, con el persistente rostro de Maggie en frente de mí.


Había sido mucho tiempo desde que la había visto. No podía alejar la
mirada. Regresé al frente del libro. Y luego vi algo que no había notado
antes. Sobre el fondo de la esquina dentro de la portada, una pieza de
papel estaba pegada al cuero.

Era de Maggie. Cristo, me había escrito una nota. No estaba seguro


de poder leerla. No cuando ya estaba sintiéndome como si hubiera corrido
en un maratón.

Pero lo hice de todos modos. Como si pudiera resistirme.

Y estaba agradecido de haberlo hecho.

Hay más belleza dentro de ti que en cualquiera que haya conocido.


Estos dibujos no mienten. Nunca te voy a olvidar. O dejar de amarte.
Pudiste habérmelo pedido. Pudiste decirme que siga adelante. Pero no lo
hice. Nunca lo haré. Solo no olvides lo hermoso que fuimos. Lo hermoso que
aún podemos ser. Por favor.
Maggie

Ruby se alejó, sintiendo que necesitaba un momento. Otra ronda de


respiraciones profundas, cerré el libro y lo coloqué sobre la mesa. Viéndolo
como si fuera un curita que fue arrancado de una herida que apenas
estaba sanando. Dejando que la sangre fluyera incluso aunque tratara de
detenerla. No sabía qué hacer con esta nueva ronda de emociones que
estaba experimentando. Tal vez debía revisarlo. Y quizás debía empezar a
usar un jodido tutú y tomar clases de ballet.

—Gracias por traerme esto, Ruby. Lo aprecio. —Le di un abrazo y


realmente quería decir lo que dije. Por mucho que me haya dolido, había
sido necesaria esa clase de dolor. Porque Maggie era completamente
necesaria en cada aspecto de mi vida.

Ruby y yo fuimos capaces de disfrutar el resto de nuestro tiempo


juntos sin más drama. Jacqui vino treinta minutos más tarde y nos dijo
que la visita había terminado.

—¿Dónde te estás quedando? —le pregunté a Ruby mientras tomaba


su bolsa y se dirigía hacia la puerta.

—Tengo una habitación en el Comfort Inn al lado del aeropuerto.


Tengo que tomar el vuelo en la mañana —dijo Ruby, parándose de
puntillas para besar mi mejilla.

—Sigo sin poder creer que hayas volado hasta aquí por una noche.
Estás loca. Pero eres increíble. Definitivamente increíble —dije con afecto
mientras Ruby enredaba un brazo en el mío.

Jacqui y yo la seguimos a la salida. Y después de un par de abrazos,


mi increíble tía se subió en el auto rentado y se dirigió a su hotel.

El libro se sintió como un peso en mis manos.


-CLAY-
Traducido por Wan_TT18//Corregido por Karlyisa08

Fui a mi habitación, renunciando a la película que se reproducía en


la sala común. Tenía la esperanza de evitar a mis amigos, necesitaba estar
solo. Prácticamente caí en mi cama y tiré un brazo sobre mis ojos. Quería
dormir, pero sabía que con la forma en que mi mente daba vueltas, eso no
iba a suceder.

Así que me senté y saqué el libro de recuerdos de Maggie, tomando


más tiempo para ir a través de las páginas esta vez. Deteniéndome en cada
imagen. Haciéndome recordar cuando las había dibujado y por qué.
Forzando los recuerdos que me torturaban y me emocionaban.

Había docenas de dibujos que describían el rostro de Maggie. Nunca


había sido capaz de obtener suficiente de dibujarla. Ella era, y seguía
siendo, mi tema favorito. Mis ojos siguieron la pendiente de la línea de su
mandíbula, la pequeña pronunciación en la barbilla. La diminuta peca por
encima de su labio que recuerdo haber tocado con mi lengua. Su cabello,
grueso y pesado en mis manos mientras lo movía lejos de su cuello así
podría besar el punto sensible en su cuello, que siempre la haría temblar.

Miré el reloj en la pared sin permitir cualquier momento para


hablarme a mí mismo de la loca idea que acababa de estallar en mi
cabeza; me puse de pie y salí al pasillo.

Me dirigí hacia la oficina de Jacqui otra vez y llamé suavemente.

—Adelante. —La escuché decir al otro lado. Abrí la puerta y entré.


Ella me miró con sorpresa—. Clay, ¿acaso no acabo de verte? —bromeó.
Le di una mirada tensa, preparándome para la mentira que estaba a
punto de decir.

—Quería saber si podría llamar a Lisa, la pareja de Ruby. Ella no


pudo venir y quiero agradecerle por los regalos —dije, orgulloso y un poco
decepcionado de cuán fácil salió la mentira de mis labios. Pero las
llamadas estaban limitadas a familia inmediata o aquellos considerados
“miembros integrados” de mi sistema de apoyo. Así que la mentira era
necesaria.

Jacqui sonrió.

—Por supuesto, ¿tienes tu tarjeta de llamada? —preguntó. Saqué el


pequeño papel de mi bolsillo y lo levanté—. Bueno, ven y toma asiento. Te
daré algo de privacidad —dijo Jacqui gentilmente, levantándose para salir
de la oficina.

—Gracias —le dije, tomando el teléfono.

Una vez que estuve solo y la puerta de la oficina se cerró detrás de


Jacqui, tomé una respiración profunda y rápidamente marqué el número
que quemaba en mi cerebro. Empezó a sonar y tuve que evitar
hiperventilar. Mierda, realmente estaba haciendo esto. ¿Por qué demonios
estaba haciendo esto?, tal vez debería colgar.

Yo y mi tonta espontaneidad. ¿No había aprendido que no siempre


era inteligente saltar al agua con toda la ropa puesta?, colgar o no colgar,
esa era realmente la pregunta. ¿Y por cuánto tiempo iba a quedarme aquí
sentado debatiendo conmigo mismo al respecto?

Si, debería simplemente colgar. Hacer esto ahora, después de tanto


tiempo solo serviría para sacar a relucir una montaña de mierda. Mi dedo
se retorcía y se movía sobre el botón de finalizar. Y entonces era
demasiado tarde. Porque escuché su voz y ya no había que tomar una
decisión. Ella todavía me tenía firmemente por las bolas. No había forma
de que pudiera colgar. Ahora no.

—¿Hola? —dijo Maggie con voz pesada como si hubiera corrido a


contestar el teléfono.
No dije nada, me quedé mudo, piel de gallina formándose en mi piel.
Dios, este era un error. ¿Qué demonios estaba pensando?

—¿Hola? —dijo de nuevo y supe que estaba a punto de colgar. Y la


idea de que terminara la llamada me hizo casi entrar en pánico.

—Hola —dije en voz baja. Podía oír su rápida respiración y luego


como se tranquilizaba. El teléfono estuvo en el silencio mientras esperaba
a que dijera algo. Cualquier cosa.

—Clay —dijo finalmente. No dijo mi nombre como una pregunta,


sino como una afirmación. Y me di cuenta de que su tono no era feliz. No
era la recepción que había esperado tener, pero no era algo inesperado.

—Solo quería llamarte y decir… gracias. Ya sabes, por mi regalo. Lo


amo. —No pude conseguir que mi voz fuera por encima del susurro más
elemental. Como si al hablar demasiado alto, destruiría lo que sea fuera
esto.

De nuevo Maggie estuvo en silencio por un tiempo y no estaba


seguro de que todavía estuviera allí. Pero finalmente, después de unos
minutos, dijo:

—No hay problema. Me alegra que te haya gustado. —No estaba


sordo a la amargura en sus palabras. Lo odiaba. Oiaba el hecho de que
estaba dirigida a mí.

Me aclaré la garganta, incómodo, cuando se hizo evidente que no iba


a decir nada más.

—Um… bueno… ¿Cómo has estado? —le pregunté tontamente.


Cristo, ¿había realmente preguntado eso?, ¿Por qué no solo preguntarle
sobre el tiempo?, porque las conversaciones irrelevantes parecían ser lo
único de lo que era capaz de tener.

La fuerte y filosa risa de Maggie me hizo saber que ella también


pensaba que mi elección de pregunta era una broma.
—¿Cómo he estado?, ¿Antes o después de tu carta tipo Querido
John? Oh, he estado justamente color de rosa, me alegra que lo preguntes.
—Su sarcasmo estaba mezclado con evidente cólera. No es que no me lo
mereciera, pero maldita sea, apestaba.

—Sobre la carta… —No sé lo que estaba a punto de decir. Tal vez


tratar de explicar que nunca hice algún plan de dejarla ir. Que la amaba
en igual medida, si no más de lo que alguna vez lo había hecho. Que no
había un segundo del día en que no pensara en ella. Pero nunca obtuve
una oportunidad.

Tal vez debería decirle que era una mentira. Que no quería que ella
siguiera adelante. Que la idea de ella con otro hombre me hacía sentir
físicamente enfermo. Que las decenas de idiotas sin rostro con los que la
imaginaba, cada uno tenía una muerte muy dolorosa en mi cabeza. Porque
eso sería recorrer un largo camino para demostrar mi salud mental
mejorada.

—Guárdatelo, Clay. No quiero escuchar cualquier cosa que sientas


que debes decir. No tienes idea de cuánto he querido escuchar tu voz. Pero
ahora… simplemente no puedo. —La ira se había ido y ahora sonaba triste
y odiaba eso incluso más. No podía arreglarlo. No había forma en el
infierno que Maggie alguna vez me diera la oportunidad de hacerlo. Lo
había estropeado, demasiado.

Es lo que había temido. El escenario que me mantenía despierto en


las noches. Que incluso antes de que pudiera organizar mi vida, no podría
compartirla con ella. Y aquí estaba, golpeándome en la cara. Era la
comprobación más desagradable de la realidad que jamás había tenido.

—Lo siento —dije en el silencio. Esas dos palabras nunca habían


sido más verdaderas. O tan completamente inadecuadas—. Por favor,
debes saber que yo… te amo Maggie. Siempre —dije en un arrebato de
desesperación. Necesitaba decirlo. Necesitaba que ella lo escuchara.
Aunque fuera solo una vez más.

Pude escuchar a Maggie suspirar.

—Sé que lo haces, Clay. Pero eso dejó de ser suficiente hace tres
meses. —Joder, eso duele. Y ahí fue mi corazón rompiéndose de nuevo.
—Sí, lo entiendo. —Fue todo lo que pude decir. No podía discutir con
ella. Tenía razón. El amor nunca fue nuestro problema. No, los problemas
descansaban enteramente sobre mis hombros. Así que nos sentamos allí,
escuchando la respiración del otro por otros pocos minutos, como si
tuviéramos miedo de romper la tenue conexión que teníamos en ese
momento.

—Debo irme, Clay —dijo Maggie finalmente. Me froté el puño sobre


mi corazón, sintiendo el dolor sordo constante patear a un nivel superior,
siendo un dolor casi insoportable. La finalidad de sus palabras no
pudieron ser más claras.

—Bien —respondí, mordiéndome la lengua por los millones de otras


cosas que quería decir. Porque sabía que era inútil—. Bueno, yo… Um…
bueno, cuídate —tartamudeé.

—Gracias. ¿Y Clay? —dijo Maggie rápidamente antes de que pudiera


colgar—. Feliz cumpleaños —susurró y luego escuché el sonido indicando
que había colgado.

—Gracias —murmuré sin dirigirme a nadie en particular, antes de


golpear el botón para finalizar la llamada en el teléfono.

Agarré el teléfono y tuve que reprimir las ganas de destrozarlo contra


la pared. Pero aflojé mi agarre y lo dejé caer sobre la mesa. Me recosté en
el sofá y me cubrí el rostro con las manos.

Bueno, eso fue mucho peor de lo que imaginaba en mi cabeza. Sí,


puedo admitir que me había aferrado a la ilusión de que Maggie querría
hablar conmigo. Que estaría en la luna para saber de mí. Que jodida
broma.

Sentado, empujé una pila de papeles sobre la mesa, viéndolos


revolotear en el suelo. Entonces noté el par de tijeras que habían estado
debajo. Recogiéndolas, apreté la punta de mi dedo hasta el borde afilado e
hice una mueca por el repentino dolor. Y al igual que todas las otras veces
antes, me sentí como si estuviera en un túnel y todo en lo que podía
centrarme era en la sensación del corte. Cualquier cosa para quitar el
dolor interior. Si pudiera centrarme en lo otro, la angustia no se sentiría
tan mal.
Empujé mi dedo sobre la hoja de la tijera hasta que vi una mancha
brillante carmesí salir en la superficie de mi piel. Era fascinante; la forma
en que la sangre salió precipitadamente y goteaba por mi nudillo. Así que
empujé un poco más fuerte y empecé a deslizar las tijeras a lo largo de mi
dedo. Todo el camino hasta la palma de mi mano. Una línea recta de
perfecto rojo. Dolor, real y constante inundó a través de mí, y para ese
breve momento, trajo alivio.

—¿Qué demonios estás haciendo? —dijo una voz desde la puerta y


dejé caer las tijeras en la mesa. Saqué un pañuelo de papel de la caja y
hábilmente lo envolví alrededor de mi dedo, presionando en el corte,
tratando de no disfrutar de la mordedura que sentí en el contacto.

María tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.


Estaba mirando fijamente mi mano, que a toda prisa metí en el bolsillo de
mis pantalones vaqueros mientras me puse de pie. Ahora que mi momento
de debilidad había terminado, sentí la vergüenza y la culpa que siempre
acompañaba mi corte. Sentí mi fracaso total de ceder a la tentación.

—María. Oye. Acabo de llamar a Lisa... —empecé, orgulloso de cuán


constante sonaba mi voz, pero mi amiga me cortó.

—Corta la mierda, Clay. Si estuvieras hablando con Lisa, entonces


yo acabo de hablar por teléfono con el Papa. No soy estúpida. —Me miró
fijamente.

Me acerqué a ella y le di un codazo juguetón con mi hombro.

—Todo está bien —dije de forma tan convincente como me fue


posible. María puso sus ojos en blanco, de una manera que me recordó
demasiado a Maggie. Tragué saliva y apreté la mano en el bolsillo hasta
que mi dedo lastimado comenzó a latir de nuevo. Una vez que sentí el
dolor, sentí el apretón de mi corazón aliviarse un poco.

Esto estaba tan jodido. Maggie solía ser la que me impedía hacerme
los cortes, ahora ella era la misma que me precipitaba hacia ello. Quería
tirar de mi cabello y gritar. ¡Estaba tan harto de ser más allá de este jodido
chico!
María debe haber reconocido mi expresión amortiguada porque no
me empujó para explicarle lo que había sucedido. Eso era lo bueno de ella,
tuvo suficiente de su propia oscuridad para saber cuándo dejarme en paz
con la mía.

—Vamos, veamos el resto de la película. Nada como un poco de Will


Ferrell para hacer todas las cosas mejor. —María envolvió su brazo
alrededor de mi cintura y me tiró en la dirección de la sala común. No
estaba realmente para la compañía ahora mismo pero dejé que me llevara
a lo largo de todos modos.

Y la verdad era que estaba enfermo y cansado de vivir este jodido


teatro llamado vida. Mirar algo de comedia estúpida podía ser justo lo que
necesitaba. Algo que me impidiera obsesionarme con Maggie May Young
por el resto de la noche. Porque Dios sabe que solamente significaría más
cortes y más vergüenza.

Había estado haciéndolo tan jodidamente bien. Justo cuando


pensaba que me había dado un vuelco, me golpeó contra la pared a cien
millas por hora. ¡Ya basta de esta mierda!, me forcé a sacar a Maggie fuera
de mi mente, convenciéndome de que era hora de avanzar. ¿No es eso lo
que yo quería para ella?, ¿que tuviera una vida normal llena de relaciones
normales?, ¿algo que la hiciera feliz?

Bueno, ya era hora de que empezara querer cosas buenas para mí


también. Y aunque nunca renunciaría a mi amor por la chica en Davidson,
Virginia, tenía que tratar de aprender a vivir mi vida sin ella. Debido a que
la conversación de esta noche dejó muy claro que una vida juntos no
estaba en las cartas. Particularmente cuando todavía estaba lejos de ser la
persona que quería ser.

Esa llamada telefónica había sido la prueba definitiva. Y había


fallado a lo grande. No habría otra más. Esto fue todo. Había estado
obsesionado sobre hablar con Maggie de nuevo desde que dejé Virginia.
¿Cómo reaccionaría ella?, ¿Cómo iba a reaccionar yo?, bueno, tenía mi
respuesta. Y si no era la que quería, era con la que yo estaba atascado.
Podía ya sea revolcarme o quejarme de que la vida no es justa o
podría aguantar y encontrar algo más por lo que vivir. Y tal vez, por una
vez, debería ser por mí mismo.

Un grupo de nuestros amigos gritó saludos mientras María y yo


entramos en la sala común. Esto era bueno. Esto era lo que necesitaba.
Envolví un brazo alrededor de María y le di un rápido apretón antes de
dejarla ir.

Ella me miró y sonrió.

—Creo que podrías utilizar algunos restos de la torta de cumpleaños


—dijo con seriedad y luego se rio cuando Tyler y Greg se concentraron
hasta afirmar que querían que sus propias rebanadas.

Mirando alrededor de la habitación, me quedé muy contento con este


pequeño pedazo de vida que había labrado por mí mismo en Grayson.
Simplemente desearía poder tomar esto conmigo cuando me fuera.

Porque no estaba tan seguro de que la vida esperándome en el


exterior era una que yo quisiera.

*~*~*~*
—Así que te cortaste de nuevo —dijo el Dr. Todd, juntando los dedos
debajo de la barbilla.

Era el día después de mi cumpleaños y había llegado a una limpieza


con mi terapeuta. Había pensado seriamente en no decirle. Y mantenerlo
como mi pequeño secreto desagradable. Pero entonces sería un retroceso.
Y anoche fue todo acerca de revelaciones. Y estaba terminado con
sabotearme a mí mismo. A pesar de que había pensado que estaba
haciéndolo mejor, mi feo subconsciente estaba al acecho para joder todo y
mandarlo al infierno. Así que estaba tomando esta perra por los cuernos y
tratando con ella.
Entrelacé mis dedos detrás de mi cuello y me recosté en el sofá de
cuero en la oficina del doctor.

—Sip, lo hice. Y se sintió bien por alrededor de treinta segundos y


entonces… —Me callé, tirando de mis manos aparte, así dejaría de
acariciar las costras del corte con mi pulgar.

—Entonces… —incitó el Dr. Todd.

Solté un suspiro, y empujé el cabello de mi rostro. Me obligué a


hacer contacto visual con el hombre que esperaba expectante mi
respuesta. No había juicio allí, ninguna decepción de que había recaído.
Solo paciencia y comprensión. Maldita sea este chico era bueno.

—Y luego me sentí horrible sobre ello. Enojado conmigo mismo,


¿sabes? —Empecé a rebotar las rodillas hacia arriba y abajo. Estaba
agitado y nervioso. Ya había mordisqueado la piel alrededor de mis dedos y
había comenzado a coger el agujero en mis pantalones vaqueros.

—Bien —dijo el Dr. Todd enérgicamente. Parpadeé con sorpresa.


¿Eh?, ¿acababa de decir que fue bueno que me sintiera como una mierda?,
eso no parecía correcto.

—¿Disculpe? —dije un poco enojado. El Dr. Todd se inclinó hacia


delante, con los ojos intensos mientras me miraba.

—Dije bien. Me alegro que te sintieras como una mierda. Que


estuvieras enojado contigo mismo. —Abrí la boca para decir algo que
habría sido sin duda estúpido, pero el Dr. Todd siguió su camino—.
Porque si te sientes fatal por ello, entonces no te sientes bien sobre lo que
hiciste. Si, sentiste la euforia al principio, pero el hecho de que
comenzaras a sentir la vergüenza y la culpa después demuestra que estás
comenzando en volver a trabajar la forma en que tu cerebro responde al
dolor. Ese no es el escape que solía ser. Has replanteado tus sentimientos
acerca de los cortes y eso es un gran paso, Clay. —Sonrió y me senté allí
como una especie de tonto golpeado.

—Pero eso no cambia el hecho de que me corté. Lo que sentí para


cortarme después de hablar con… —Me detuve, dándome cuenta de que
aún tenía que decirle sobre mi llamada telefónica de anoche.
El Dr. Todd entrecerró los ojos.

—Llamaste a Maggie —afirmó él.

Asentí. No tenía ningún sentido negarlo. Así que esperaba ser


castigado. Había millones de razones por las que era una mala idea
ponerse en contacto con ella. Si ella me lleva a cortarme, no estaba listo
para comunicarme con ella. Bla, bla, bla.

Pero maldita sea si el buen doctor no me sorprendió una vez más.

—Me alegra.

Mi boca se abrió. Estaba muy confundido por este giro en las cosas.
El Dr. Todd rio ante mi reacción.

—No te lo voy a recriminar, Clay. Creo que necesitas aprender a


afrontar los obstáculos, en vez de evitarlos. Has estado trabajando con
emociones complicadas cuando se trata de Maggie. Y por primera vez,
siento que realmente te estás haciendo cargo de tu vida. Estás
encontrando tu control.

—Uh, pero me corté después. ¿No es eso... No sé, contraproducente


o algo así? —Estaba buscando el chiste. El “es broma, eres un desastre
real”. Pero no llegó. El Dr. Todd tomó su libreta y su pluma para comenzar
a escribir.

—Sí, lo hiciste. Y está bien sentirse enojado, herido y con dolor.


Esas emociones están bien porque son tuyas. No tienes que explicarlo a
nadie, solamente déjame a mí, el porqué de cómo te sientes. Y conocerás
esos sentimientos, Clay. En el pasado intentaste evitar cualquier y todas
las situaciones que provocaban una fuerte respuesta emocional de tu
parte. Pero te fuiste de cabeza en algo que sabía iba ser difícil para ti. Para
eso se necesita coraje. Y deberías estar orgulloso del hecho de que luchaste
duro para no dejar que el miedo te impidiera hacer algo que sabías tenías
que hacer. —El Dr. Todd bajó la pluma y me miró de nuevo—. Es
importante que lo intentes y no te concentres en cortarte, en su lugar fíjate
en cómo te sientes. Identifica los factores desencadenantes y averigua una
respuesta alternativa. Vamos a revisar tu plan de autolesiones y ver si hay
algo que podrías cambiar o añadir.
Pasamos los próximos diez minutos repasando el plan que habíamos
ideado juntos en mi primera semana de tratamiento. Se esbozaron
maneras para mí de hacerle frente, de manera que no implicara conductas
de auto-lesiones. Bueno, yo había sido un poco de mierda cuando lo
escribí por primera vez. Debido a que no había manera en el infierno de
que fuera a “recoger flores” o "tararear una canción Mamas y Papas."
También estaba bastante seguro de que el Dr. Todd sabía que me había
estado burlando de todo el proceso cuando habíamos compilado la lista.
Porque él no me dejaría quitar cosas, solamente añadirle. Era
condenadamente vergonzoso ver algo de la basura que había puesto allí
porque estaba siendo un idiota. Pero creo que esa era la razón por la que
no podía eliminarlos. Touché Dr. Todd. Touché.

—Gracias, Doc —dije sinceramente, dándome cuenta que estábamos


por terminar nuestra sesión.

Cogí mi diario y me dirigí a la puerta. El Dr. Todd me siguió. Agarró


mi hombro, una primera vez para él.

—Estoy orgulloso de ti, Clay. —Y la validación era algo que


necesitaba tan desesperadamente que podría haber llorado con el alivio de
lo mismo.

Asentí con la cabeza y guardé mi diario bajo el brazo mientras me


dirigía a mi habitación, sintiendo que las cosas estaban haciendo clic en
su lugar. Simplemente la forma en que debería ser.
-MAGGIE-
Traducido por Candy27//Corregido por Karlyisa08

Me senté en el frio suelo estirando mis piernas, inclinándome hacía


abajo sobre mis rodillas hasta que pude tocar mi piel con la nariz. A lo
mejor era raro pero amaba sentir el fuego en la parte de atrás de mis
pantorrillas y muslos mientras mis músculos eran empujados tirantes. La
tarde de finales de marzo era inusitadamente fría. Podía ver mi aliento
delante de mis labios mientras intentaba relajar mi cuerpo para la práctica
de atletismo.

—¡Oye, Mags!

Alcé la mirada para ver a Daniel y al resto del equipo de futbol yendo
dentro del gimnasio para su ejercicio. Le di a mi amigo una sacudida con
la mano distraídamente mientras me levantaba. Me incliné hacia abajo
entre mis piernas, descansando mis palmas planas en la pista de atletismo
y conté hasta diez antes de levantar mis brazos sobre mi cabeza.

—¿Necesitas alguna ayuda? —Jake se paró delante de mí, dándome


su distintiva sonrisa coqueta. Alcé una ceja pero no respondí—. Puedo
hacer que estires músculos que ni siquiera sabías que tenías —bromeó y
yo bufé.

—Por favor guarda tu ingenioso encanto para alguien con quien


realmente funcione. —Le disparé una mirada mordaz y me estiré para
alcanzar mi botella de agua.

Jake rio. Nunca se daba por vencido por mi desagradable actitud. No


estaba segura si era reconfortante o simplemente muy odioso.
Jake se acercó a mi lado y cogió la botella de mis manos y la puso en
sus labios, tomando un trago. Realmente tenía un problema con los límites
personales. Comiendo mi comida, bebiendo de mi botella, era un hábito
que necesitaba romper. Antes de empezar a romper otras cosas. Como sus
rótulas.

—Me hieres, Maggie —se burló, agarrando su camiseta sobre su


corazón.

No me molesté en decir nada, sabiendo que si le enfrentaba nunca


pararía y tenía que empezar mi entrenamiento. Había algunos días que
disfrutaba de la charla juguetona pero hoy no era uno de ellos. Estaba de
un humor terrible desde la semana pasada.

Bueno, desde la llamada de Clay que salió de la nada para ser


exacto. Seguía sin poder creer que realmente me llamó después de todo
este tiempo. ¿Aunque no estaba esperando que eso pasara cuando le di a
Ruby el regalo? ¿No quería eso para provocar una respuesta de él de
alguna manera?

Cualquiera sea mis subconsciente razón, seguía estando molesta por


tratar de ser casual. Había encontrado extremadamente insultante que me
pudiera llamar después de tantos meses. Después de todo por lo que
habíamos pasado y, ¡preguntarme qué tal lo llevaba! Si hubiera sido antes
hubiera hecho lo mismo. Mi interruptor de rabia se había encendido y la
única cosa que quería era herirle. Herirle tan profundamente como me
había herido a mí.

Clay siempre me había hecho actuar irracionalmente.

Así que había estado maliciosa y despectiva. Y después de colgar el


teléfono me sentí horrible otra vez. Gasté el resto de la noche pateándome
a mí misma por no intentar tener una conversación con él. Había perdido
la oportunidad de hablar con él, de ver cómo le estaba yendo. ¿Cuántas
veces me había quejado del hecho de que solo quería saber si estaba bien?

Pero en esos cinco minutos que estuvimos al teléfono, mi orgullo


había conseguido lo mejor de mí y había arruinado oportunidad de
reiniciar un dialogo. De intentar y reparar algo que había sido roto.
Era demasiado tarde ahora, pensé. Porque estaba malditamente
segura de que Clay no se molestaría en llamarme de nuevo. Quiero decir,
¿por qué lo haría?

Fui una total idiota.

—Mi madre me llamó unos cuantos minutos antes y me dijo que


había conseguido mi carta de temprana admisión de la universidad de
Virginia. Era gruesa —estaba diciendo Jake. Me empujé a mi misma fuera
de mi obsesión por Clay.

Bien, necesitaba venir con una respuesta amistosa y comprensiva


aquí. Pero no estaba sintiendo nada amistoso y comprensivo. Maggie “cara
de zorra” Young estaba fuera para jugar y no se veía que fuera a tomar
una siesta pronto.

—Eso es genial, Jake —dije, avergonzándome de cómo falsa soné.


Jake pareció no notar nada falso en mí. Simplemente sonrió y asintió. Su
buen humor era un poco contagioso. Y me encontré sonriendo un poco
más naturalmente esta vez.

—¿Has oído algo de JMU ya? —preguntó mientras finalizaba mi


estiramiento.

Había aplicado a James Madison University por las tempranas


admisiones y luego a un puñado de otras universidades estatales como
resguardo. JMU tenía un fantástico equipo de atletismo y realmente estaba
esperando conseguir una beca de deportes.

Pero no había escuchado de vuelta de ellas todavía y no estaría


recibiendo noticias desde otras universidades hasta abril. Sabía que
debería estar un poco más ansiosa por toda la cosa. Pero simplemente no
podía reunir la energía para preocuparme. Claro, hacía mi parte con mis
padres, entablando interminables discusiones sobre SAT7 y visitas guiadas
por los campus. Pero la verdad era que mi entusiasmo era sumamente
insuficiente. No cambiaba el hecho de que tenía que tomar una gran
decisión en unos meses.

Examen estandarizado que se usa extensamente para la admisión universitaria en


7

Estados Unidos.
Solo era difícil hablar acerca de futuro sin la única cosa que quería
por encima de todo.

—Todavía no —dije de modo cortante, mirando sobre mi hombro al


entrenador Kline, quién estaba empezando a reunir al equipo de atletismo
para una rápida charla antes de la práctica—. Tengo que irme, Jake. De lo
contrario, el entrenador me hará correr unas vueltas. —Empujé mi cabello
hacía arriba en una cola de caballo y estiré mis pantalones de atletismo.

Jake asintió.

—Sí, yo tendría que ir a la sala de pesas. Pero antes de que me vaya…


—Su voz se fue apagando y parecía de repente interesado en sus zapatos. Le
miré impacientemente.

—¿Qué pasa, Jake? De verdad que me tengo que ir —dije bruscamente.


No quería ser grosera, pero no tenía tiempo para sus errantes nervios.

Jake suspiró pesadamente.

—Mierda, Maggie, realmente sabes cómo cortar las bolas de un chico.


—Rio incómodo. Me reí por lo bajo pero empecé a golpear mi pie, dejándole
saber que sus tiempo estaba corriendo.

—Bien, mierda, supongo que solo lo soltaré. ¿Quieres salir este fin de
semana? —preguntó Jake todo seguido.

Su pregunta fue como un puñetazo en el estómago. ¡Mierda! ¡Mierda,


mierda! Debería haber visto venir esto. Había tomado su paciente
entendimiento por sentado parecía. Sabía que le gustaba, simplemente había
realmente esperado que no me pusiera en la posición de tener que
rechazarlo. Me gustaba Jake. Un montón. Solo no estaba preparada para que
me gustara como algo más que un amigo.

Jake instantáneamente tomó mi silencio como un rechazo y la mirada


de dolor en su rostro me hizo sentir horrible.

—Está bien, Maggie. Lo entendiendo. Solo deseaba… no importa. —


Pasó su mano por su corto cabello rojo.
—¿Solo deseabas qué, Jake? —pregunté, intentando no estar irritada
con él por ponernos a los dos en la incómoda situación en la que nos
encontrábamos. Pero estaba mayormente irritada conmigo misma. A lo mejor
había estado dándole falsas esperanzas. Siendo demasiado coqueta. Sí,
probablemente esto era mi culpa. ¡Mierda, mierda, mierda!

—Necesitas sobreponerte a ese chico, Maggie. Han pasado meses. No


volverá. Pero estás actuando como si fuera el único aquí fuera. Quiero decir,
incluso si no quieres salir conmigo, no deberías descartar cualquier otro
chico que no sea ¡Clay maldito Redd! —dijo Jake con frustración y yo apreté
los dientes. Bien, ahora me estaba enfadando.

—Vaya, gracias por tu apoyo. Me alegra saber lo que realmente piensas


de mí. Lo siento si no me estoy moviendo al ritmo que es agradable para ti.
Mira, tengo que irme. No tengo tiempo para esto. —Empecé a darme la vuelta
pero Jake agarró mi brazo, parándome.

Le arranqué mi brazo de vuelta y le fulminé con la mirada. Jake hizo


una mueca y dejó caer su mano.

—Maldita sea Maggie, no intento ser un idiota aquí. Solo quiero verte
feliz. Es hora de dejarte a ti misma. Mierda, no importa. Olvida que he dicho
algo. Te veré por ahí. —Jake levantó su bolsa de gimnasio hasta su hombro y
empezó a caminar hasta la escuela.

No sé qué me hizo hacerlo pero grité.

—¡Está bien Jake! Saldré contigo. —¿Qué estaba diciendo? Me


sentí poseída por el impulso de probarle que estaba equivocado. De
mostrarle a todo el mundo que no iba a gastar mi vida deprimida por un
chico que me había tirado a la basura. Era humillante y estaba enferma y
cansada de ser la patética chica que había sido abandonada por su novio
loco.

Jake sacudió su cabeza.

—Olvídalo, Maggie. No quiero que vayas porque te sientes mal por


mí o algo. Solo pensé que podríamos salir y pasarlo bien, eso es todo. —
Cerré la distancia entre nosotros y puse mi mano en su brazo.
—No, realmente Jake, me gustaría ir. Tienes razón. He terminado con
el acto de chica triste. Pero será mejor que planees algo bueno —le advertí
amigablemente, sonriendo. Jake me sonrió de vuelta.

—Lo tienes, Mags. —Y entonces se inclinó y besó mi mejilla, sus labios


se detuvieron en mi piel. Me sonrojé y retrocedí, no segura de cómo sentirme
acerca de eso—. Te llamaré esta noche, ¿está bien? —gritó mientras volvía a
la pista.

Solamente asentí y agité la mano como adiós. No podía dejarme a mi


misma pensar sobre lo que acababa de aceptar y lo que significaba para mí.
Me lancé dentro de la práctica de atletismo. Estaba corriendo los 1600 y los
3200 metros este año. Después de fallar tanto cuando atravesé el país este
año, estaba determinada a mostrarle al entrenador Kline que realmente
patearía traseros.

Así que corrí. No rápido, pero corrí lejos. Estaba contenta de cómo mi
resistencia había aumentado y encontré que era capaz de correr los 3200
metros en un tiempo record de once minutos. ¡Eso era increíble! Había batido
mi mejor tiempo por un minuto. Me sentía bien y lo más cercano a feliz que
había estado en un tiempo.

El entrenador Kline estaba contento y se aseguró de encomiar mi


camino antes de irme. Mientras caminaba hacía mi auto, vi a Daniel y a
Jake yendo hacía el auto de Danny.

—¡Mags! —gritó Daniel, esperándome para que los alcanzara.

Le sonreí y luego le di a Jake una tímida sonrisa. Me sentía un poco


extraña alrededor de él, ahora que me había pedido salir y había aceptado.
Pero él simplemente tiró de mi coleta y sonrió como si nada hubiera
cambiado entre nosotros.

—Estamos yendo a Bubbles, ¿quieres venir? —preguntó Daniel. Me


tensé por la sugerencia. No había estado en Bubbles desde… ¿Sabes qué?
Que le den.

—Sí. Podría tomar una banana split —dije casi desafiante. A quien
estaba desafiando no estaba completamente segura. ¿Estaba desafiando a
Clay? ¿A mí misma? ¿A la memoria de los cientos de bananas split que
compartí con mi ex novio? Dios, ¿Cómo de ridículo era eso?

Así que los seguí al restaurante y ordené la banana Split con extra
de crema batida. Y comí hasta el último bocado.

—Jesús chica, estabas hambrienta —Jake se burló mientras yo


cogía el último bocado de helado y la ponía en mi boca.

Me sentí ligeramente enferma con la cantidad de comida que acababa


de consumir. Nunca había finalizado ninguno de las bananas Split de
Bubbles antes. Pero maldita sea si no hubiera hecho mi misión comer este
entero. Era como si estaba probándome algo a mí misma. Como si, si pudiera
hacer esto, podría realmente empezar seguir adelante con mi vida.

Aunque creo que todo lo que conseguí fue la necesidad de vomitar


encima de la mesa.

Daniel solo sacudió la cabeza mientras dejaba caer la cuchara en el bol


con un fuerte sonido metálico. Me encontré con sus ojos y le reté a decir algo
acerca de mi bruta demostración de comer excesivamente. Pero solo sonrió
con suficiencia y terminó su hamburguesa.

Jake dio un golpecito a mi pie con el suyo por debajo de la mesa. Le


miré y sonreí avergonzada.

—Creo que podría haberme pasado —admití, sintiendo mi estómago


revuelto.

—Eso fue bastante impresionante —dijo Jake, empujando su


helado medio comido a un lado—. Así que, ¿qué piensas acerca de ir a
ver una película el sábado? Podemos ir al IMAX de Charlottesville —
sugirió Jake y quise gemir cuando la cabeza de Danny saltó.

—¿Tienen planes para este fin de semana? —preguntó Daniel,


elevando sus cejas hacía mí. Sería interrogada por esto mas tarde. Sí no
por Daniel, entonces por Rachel. Por separado eran peligrosos, ahora
como un equipo unificado, eran totalmente letales.

—Sí, tenemos —le dije bruscamente, lanzando dagas en su


dirección con mis ojos. Si me avergonzaba, malditamente le mataría.
—Eso está genial. ¿Podemos Rachel y yo unirnos? ¿Hacer una
cosa grupal? —preguntó Daniel y mi irritación se disolvió ocupando su
lugar mi alivio por no tener que sentarme incómodamente a través de
una situación de cita con Jake.

Daniel elevó sus cejas hacía mí y supe que su sugerencia no era


una idea impulsiva. Mi mejor amigo me conocía tan bien. Y tan a
menudo subestimaba lo que haría para hacerme feliz. Era realmente un
buen tipo, incluso si intentaba esconderlo bajo una armadura idiota
demasiado a menudo.

Jake se encogió de hombros, aunque pude decir que estaba


menos que emocionado con nuestros estropeadores de citas. Pero Jake
también era un tipo decente, y nunca diría nada acerca de su decepción.

—Suena bien. Podemos planear que queremos hacer en la


comida. ¿Bien? —Jake miró hacia mí y le di unos pulgares hacia arriba.

—Estoy segura que Rack y yo podemos encontrar alguna sensiblera


película de chicas a la que podemos arrastrarlos. Estoy pensando en Zac
Efron o, oh, ya sé, ¡que tal la película con ¡Robert Pattinson! ¡Un teatro
lleno de mujeres chillonas será genial! —Aplaudí. Daniel rio, sabiendo que
estaba lleno de eso. No había ninguna manera de que pudiera someterme
a mi misma a una película de chicas. Deja de lado todo lo demás.

—Lo que sea, lo discutiremos mañana. Tengo que recoger a Rachel


del trabajo. Vamos, Jake.

Cada uno se deslizó fuera del esquinero y pagamos la cuenta. Jake


trató de pagar por la mía pero yo lo rechacé firmemente. No éramos una
pareja e incluso aunque fuéramos a ir a una casi cita este fin de semana,
no significaba que tuviera que lanzarme de cabeza a una relación de
pareja. NO estaba preparada para eso.

—Los veré mañana chicos —grité mientras hacía mi camino hacía mi


auto.

Por primera vez en un largo tiempo desde que podía recordar, me


sentía bastante bien. El bajón en el que me encontraba después de la
llamada de Clay estaba finalmente alejándose. Y mientras estaba nerviosa
por donde las cosas estaban yendo con Jake, no estaba volviéndome loca
excesivamente acerca de eso tampoco. Incluso el sonido de mi motor a
punto de apagarse no podía oscurecer mi humor.

Eso solo podía significar que las cosas finalmente mejorarían para
mí. Las nubes se estaban separando y finalmente podía ver el sol otra vez.
Tomé una respiración profunda, sintiendo el aire frio quemar mis
pulmones y me sentía positiva. Porque sí.

Me sorprendí de ver los autos de mamá y papá en la entrada cuando


llegué a casa. Mama normalmente trabajaba locas horas y esta era noche
de bolos de papa. Él y otros pocos libreros habían formado una liga unos
cuantos meses atrás, completados con camisetas con el nombre del equipo
Los Lanzadores Estudiosos bordado en la espalda. Había sonado los mocos
cuando me las había enseñado. Mi padre se había enfadado cuando había
suplicado por una camiseta para mí. Sabía que no era por mi amor por los
bolos o por los libreros, eso seguro.

Dejé caer mis llaves en la mesa de al lado de la puerta de entrada.

—¿Hola? —dije, caminando hacía el salón.

—En la cocina, Maggie. ¿Puedes venir, por favor? —gritó mi madre.


No me gustó el sonido de su voz y mi buen humor se evaporó
instantáneamente y ansiosos nervios tomaron el lugar en mi estómago.

Caminé hacía mi brillantemente iluminada cocina que parecía


contrastar tanto con la apariencia oscura de mis padres. Estaban ambos
sentados en la mesa de la cocina, las manos dobladas en casi de la misma
manera. Si no hubieran parecido tan serios, me hubiera reído.

—Uh, ¿está todo bien? —pregunté, moviéndome para sentarme en


la silla vacía en la mesa. Mi padre miró a mi madre, quien me dio, lo que
estaba segura, significaba una tranquilizadora sonrisa. En vez de eso
parecía torcida e incómoda.

—Bueno, cariño, escuché algunas malas noticias hace poco


tiempo —dijo mamá vacilante. Tomé una respiración profunda.
—Bien, ¿qué es? —pregunté, sintiendo la enferma sensación de
temor abundante en mi garganta. Mi madre suspiró y cubrió mi mano
con la suya.

—Es acerca de Lisa McCabe —empezó y parpadeé ante la


inesperada dirección de la conversación. ¿La Lisa de Ruby? Fruncí en
ceño en confusión.

—¿Qué pasa con Lisa? —pregunté con algún titubeo, sabiendo en


un nivel instintivo que no me gustaría lo que tenía que decirme.

Mi madre apretó mi mano.

—Lisa ha estado envuelta en un accidente de auto en la I81 esta


mañana temprano —dijo suavemente. Me puse rígida.

—¿Ella está bien? —pregunté tranquilamente, sabiendo ya por la


cara de ella y de mi padre, exactamente cuáles serían sus siguientes
palabras.

Papá sacudió la cabeza.

—Lisa dirigía su propia compañía de producción fuera de


Charlottesville, ¿cierto? —preguntó mi padre y yo asentí—. Aparentemente
estaba yendo a casa después de trabajar la mayoría de la noche y cayó
dormida detrás del volante. Golpeó un guarda riel y su vehículo volcó.
Murió en el impacto.

Cogí el aliento y cerré los ojos. ¡Dios, que horrible!

Me sentí instantáneamente culpable por dejar que mi relación con


Lisa y Ruby se disolviera. Había estado intentando tan duro poner
distancia entre yo y todo el mundo “relacionado con Clay”. Pero eso no
había sido justo por mi parte. Particularmente cuando Lisa y Ruby no
habían hecho nada aparte de apoyarme y quererme. Y Lisa se había
preocupado profundamente por Clay. Había querido ayudarlo tanto.

Pensé en su visita a la tienda de café solo algunas semanas atrás. No


podía sacar de mi mente el hecho de que esa fue la última vez que la
volvería a ver.
—Debería llamar a Ruby. Ir a verla. Algo —dije. Esto mataría a Ruby.
Siempre pensé que su relación con Lisa había sido preciosa. El suyo era
un amor que duraba para siempre. Estaba tan mal que su para siempre
no hubiera durado suficiente.

Me levanté. Sabía que tenía que hacer algo. Solo no estaba segura de
qué. Mi pena por Lisa era una cosa pesada. Mi madre y mi padre vinieron
rápidamente a mi lado, ambos poniendo sus brazos alrededor de mis
hombros, sujetándome por ambos lados.

—Podemos ir a verla juntos, Maggie. Ver si hay algo que podamos


hacer para ayudar. Ruby es una mujer tan agradable —sugirió mi madre y
me incliné hacía ella, agradecida por el confort.

Y entonces pensé en la otra persona a quien le afectaría esta


inesperada tragedia. Una persona a quien no podía permitirse estar cegado
por el dolor que esto causaría. Alguien quien sabia apenas se mantenía
junto como estaba. El cuchillo en mi estómago esta vez no era por mí, o
por Ruby. Pertenecía enteramente a Clay, quien sabía que estaría herido
más allá de nada que pudiera imaginar.

—Gracias, mamá, papá —susurré, incapaz de encontrar mi voz.

Mi papa besó lo alto de mi cabeza y fue hacía el hervidor eléctrico,


sacando mi té favorito de camomila para hacerme una taza. Mi madre fue
a la despensa y empezó a sacar ingredientes y a ponerlos en la encimera.
Reconocí las piezas necesarias para su cacerola de siete quesos. ¿Qué
pasaba con la muerte que despertaba la necesidad de cocinar? Parecía tan
trivial a la vista de tan terrible cosa. Pero supongo que era más acerca de
sentirse útil. Incluso si eso rellenaba más nuestra propia necesidad que la
de alguien más.

—Voy a tomar algo de aire. —Fue todo lo que pude decir y me


encontré empujando la puerta de atrás y saliendo al patio. Quité el
flequillo de mi frente y dejé caer mi cabeza hacia atrás, mirando fijamente
el cielo. Todo lo que podía pensar era Clay. Clay. Clay. Clay.

Nunca pareció tomar un respiro. Mi corazón se rompió entero otra


vez por el chico que amé profundamente y con cada fibra de mí. No podía
evitar obsesionarme sobre cómo manejaría las noticias.
¿Esto deshacería todo el progreso que había hecho? ¿Sería capaz de
volver del dolor? Amaba a Lisa como una madre. Ella y Ruby habían sido
todo lo que tenía en el camino del apoyo y el cuidado familiar. Esto tenía el
potencial de destruirlo otra vez.

Y entonces mi mente se detuvo frente al entendimiento repentino. Él


estaría volviendo a Davidson. Mierda, por supuesto que estaría. Sacudí mi
cabeza, agarrando mi cabello por el cuero cabelludo. No podía pensar en
eso. No pensaría en lo que eso significaría para mí cuando lo viera otra vez.
Porque era sumamente egoísta preocuparme de mis propios sentimientos
cuando Ruby y Clay habían perdido tanto.

Saqué mi teléfono y marqué el número de Ruby. No sabía qué iba a


decir. Las palabras parecían inútiles en este momento. Y odiaba como de
sosegada estaba cuando conseguí su buzón de voz. Mis ojos quemaron con
las lágrimas al sonido del tonto mensaje que ella y Lisa usaban como su
saludo. Sorbí y limpié mis ojos justo cuando el bip terminó.

—Ruby. Es Maggie. Yo, uh, solo quería llamarte y decirte cuanto….


lo siento. Dios, lo siento tanto. —Me quedé sin palabras y tuve que parar.
Intenté calmarme así podría dejar salir el resto de lo que quería decir—.
Solo quería que supieras que si necesitas algo. Por favor llama. Amaba a
Lisa. Era una gran persona. Simplemente lo siento. —Terminé con un
suspiro. Y no pude decir nada más así que solo colgué.

Mi cabeza cayó, mi barbilla golpeando mi pecho. Mi teléfono cayó


de mi mano al suelo y me perdí en mis sentimientos de tristeza por una
vida cortada muy pronto y por el impacto que tendría en la persona que
más amaba.
-CLAY-
Traducido por Wan_TT18// Corregido por Karlyisa08

El día comenzó como cualquier otro. Mi alarma sonó a las siete. Me


levanté de la cama y me di una ducha. Después de comer un desayuno
poco comestible, me dirigí a mi primera sesión de grupo. El tema de hoy
era construir los sistemas de apoyo. Estaba comprometido y enfocado.
Porque yo era Clayton Reed, ¡el Súper Paciente!

Luego asistí a la escuela durante dos horas. Completé mi papel de


biología y empecé a trabajar en un ensayo sobre el cuento «Una rosa para
Emily» para mi asignación de Literatura Americana. Nunca había
disfrutado particularmente la escuela. Odiaba los pasillos llenos de gente y
las personas metiéndose en tus asuntos. Pero ahora, teniendo un día
escolar de siete horas volviéndose dos, extrañaba el lujo de pasar de una
clase a otra. Odiaba el ritmo rompe cuellos de la lectura y la escritura,
tratando de empujar una educación completa en un corto periodo de
tiempo.

Pero estaba pateando culos. Nunca me había preocupado de hacer


bien. ¿Hacer mi tarea? A la mierda eso. ¿Prestar atención a los discursos
de mis profesores? De ninguna manera. Pero ahora, con la cabeza más en
el juego de lo que solía estar, finalmente estaba tomando todo lo de
educarse a sí mismo en serio.

Estaba decidido a ser el niño del cartel para un estilo de vida


posterior a la caída. Mírame a mí, puedo ir a la escuela, hablar de mis
sentimientos y ser miembro productivo de la sociedad. ¡Jódanse, mamá y
papá!
Terminé mis tareas y almorcé. María y Tyler estaban todavía en el
grupo y Susan estaba en su sesión de terapia. Por lo que solo éramos Greg
y yo. Lo cual era genial. Greg era un tipo muy divertido, dando un nuevo
significado a la palabra loco. Porque Greg encajaba en el estereotipo de un
paciente mental. O tal vez alguien estaba viendo «One Flew Over the
Cuckoo’s Nest»8.

Uno pensaría que tenía el Síndrome de Tourette9 con las cosas que
salían de su boca. Pero no, solo no tenía filtro. Decirle a alguien que se
fuera a la mierda en vez de explicar por qué la economía mundial estaba
fallando. Podrías tener miedo de él o simplemente no hacerle caso. Tenía
que admitir que estaba un poco con ambos.

Así que, como dije, el día era como cualquier otro desde que había
llegado a Grayson. Debería haber sabido que desde el momento en que las
cosas empezaron a parecerse normales el piso estaba a punto de caer de
debajo de mí.

Estaba en mi habitación. Tyler estaba todavía en el almuerzo,


después de haber llegado cuando me iba. Así que estaba tratando de
disfrutar de esta rara pieza de soledad tomando una siesta antes de mi
próximo grupo de apoyo. Estaba a punto de quedarme dormido cuando
alguien llamó a mi puerta.

Traté de no gruñir cuando dije:

—Adelante. —Jonathan entró y me di cuenta al instante de que algo


andaba mal. Me senté y puse mis pies en el suelo.

—El Dr. Todd necesita verte —dijo Jonathan, dándome una sonrisa
cargada de demasiada simpatía para mi tranquilidad.

—¿Por qué? ¿Qué está pasando? —pregunté combativamente.


Odiaba secretos. Ellos eran peligrosos con demasiado potencial para caer.
Ser llamado a la oficina de tu terapeuta fuera de tus reuniones normales
era un mal presagio.

Comedia dramática americana de 1975 con Jack Nicholson, en la que su personaje se


8

muda a una institución mental después de estar un tiempo corto en prisión.


Trastorno neuropsiquiátrico heredado con inicio en la infancia, caracterizado por
9

múltiples tics físicos (motores) y vocales (fónicos).


Pensé sobre mi comportamiento en la última semana y media, pero
me quedé corto. Ciertamente no iba a ser castigado por algo.

Después de mi pérdida de control luego de llamar a Maggie, había


intentado mucho en poner mi mierda de nuevo bajo control. Y pensaba
que había hecho un maldito buen trabajo. Así que, ¿por qué el buen doctor
me llamaba a una reunión especial?

Jonathan se encogió de hombros, pero no dijo nada. Eso me


molestó. Sobre todo porque estaba empezando a enloquecer. Porque me di
cuenta por la mirada en su rostro que él sabía de qué se trataba. Y eso
fuera lo que fuera, era mejor escucharlo de mi psiquiatra.

Esto no era bueno.

Así que seguí a Jonathan a la oficina del Dr. Todd y esperé mientras
él llamó a la puerta. Asomó la cabeza dentro y pude oírle decir al Dr. Todd
que yo estaba aquí. Jonathan puso una mano en mi hombro después de
girar de nuevo a mí.

—Entra. Vendré a verte luego. —No me jodas, esto era malo. Muy,
muy malo.

No reconocí las palabras de Jonathan de ninguna manera,


simplemente pasé por su lado para ir a la oficina del Dr. Todd. Cerré la
puerta detrás de mí y me enfrenté a mi terapeuta, sorprendido de ver
también a Julie, Lydia y Matt, los otros terapeutas en el centro de la
habitación. El Dr. Todd sacó la silla de detrás del escritorio para que
estuviera sentado en frente. Luego hizo un gesto para que tomara asiento
en el sofá delante de él.

Matt se acercó haciendo espacio para mí y traté de no ponerme a la


defensiva por la preocupación obvia en cada uno de sus rostros. Pero,
obviamente, el autocontrol no era mi fuerte.

—Basta ya. Solo dime qué cojones está pasando —le espeté
bruscamente, sentándose pesadamente y cruzando los brazos sobre el
pecho. Estaba loco. Y preocupado. Así que eso me puso aún más enojado.

La expresión neutral del Dr. Todd no pareció cambiar, aunque me di


cuenta de un endurecimiento alrededor de sus ojos, como si estuviera
robándose a sí mismo decir algo que sabía que no me gustaría. Dios, si ya
no estaba loco, la especulación sin fin en mi cabeza de lo que estaba a
punto de escuchar definitivamente me hacía estarlo.

—Clay… —dijo el Dr. Tood. (Odiaba cuando la gente empezaba un


comunicado diciendo mi nombre—. Recibimos una llamada de Ruby hace
un rato. —Sé que me veía sorprendido porque el plácido rostro del Dr.
Todd se rompió en una mueca inusual.

Disparé miradas a los otros terapeutas y todos ellos me miraban de


forma expectante. Mierda, ¿qué pensaban que iba a hacer?

—Hubo un accidente ayer por la mañana —dijo Lydia en voz baja,


como si tratara de calmar a un animal salvaje. Me puse de pie en estado
de pánico.

—¿Ruby está bien?, ¿Qué demonios pasó? —Podía escuchar la


creciente histeria en mi voz. Si ellos no empezaban a darme algunas
respuestas, no iba a ser bueno. El Dr. Todd debió haber visto el monstruo
saliendo fuera de mí porque se puso de pie y estuvo a mi lado en un
instante. Puso sus manos con fuerza en mis hombros, presionando
ligeramente.

—Toma una respiración profunda, Clay. —Su voz sonó con


suficiente autoridad que escuché sin querer darle un puñetazo en la cara.
Traté de respirar por la nariz y exhalar por la boca, pero mis pensamientos
estaban impidiéndolo.

—Solo dime, por favor —le rogué, dándome cuenta que si la ira no
los hacía hablar, entonces suplicar lo haría. El Dr. Todd continuó
presionando sobre mis hombros. Sabía que él estaba tratando de
"devolverme a la tierra". Que estaba destinado a crear un efecto
“tranquilizante”, provocando la capacidad del cuerpo para relajarse y
calmarse. En este momento, no estaba haciendo ni mierda.

—Es sobre Lisa. Estuvo involucrada en un accidente de auto —dijo


el Dr. Todd en voz baja, de manera constante. Todo mi cuerpo se tensó,
como preparándome para un golpe.
—¿Ella está bien? —grazné. Mis ojos se volvieron borrosos y las
siguientes palabras del doc me parecieron llegar a través de una espesa
niebla.

—Lisa no lo logró. Lo siento mucho, Clay —dijo el Dr. Todd, con voz
clara y fuerte. Parpadeé un par de veces, no muy seguro de haber
escuchado correctamente.

—¿Lisa no lo logró? —le pregunté por una aclaración.

No, eso no podía ser cierto. Yo había hablado con Lisa el fin de
semana pasado. Ella me había dado un montón de mierda acerca de ver
«El diario de Noa», aunque tenía muy poca variedad en las películas que el
centro elegía pasar. Pero Lisa había amado cada minuto de hacerme
bromas al respecto. Y entonces me había burlado de sus nuevas botas de
motorista. Había sido una buena conversación, con su promesa de venir
con Ruby cuando me dieran el alta de Grayson en dos semanas.

El Dr. Todd asintió, con las manos todavía firmes sobre mis
hombros.

—No, Clay. Ella no lo hizo —confirmó.

Mi corazón tocó fondo y me sentí enfermo. ¿Qué carajo? Matt


apareció a mi lado, no me tocó, pero el acto estaba destinado a ser de
apoyo.

Lo que sentí estaba volviéndome loco y sofocado.

—Váyanse al infierno. Por favor. —Traté de sonar amenazante, pero


en cambio solamente sonaba débil y roto. Matt me tomó tentativamente
por el codo y trató de mantenerme en el sofá.

—Toma asiento, Clay. Podemos hablar si quieres. —Arranqué mi


brazo fuera de su agarre y retrocedí. Cavé mis dedos en mi cabello y
comencé a tirar de este. La sensación familiar de desmoronarme cosquilleó
en los bordes de mi conciencia.

—Clayton. Siéntate ahora. —Las palabras del Dr. Todd eran quizás
más duras de lo que la situación justificaba pero él sabía que yo respondía
a su autoridad en un nivel básico. No sé por qué fue, pero su voz firme,
entró por el ruido en mi cabeza. El hombre no tenía un Doctorado por
nada.

Me senté pesadamente y escuché vagamente a Lydia decirme que me


concentre en mi respiración. ¡Al diablo con eso! Podrían tomar su
respiración y empujarlo hasta el culo. ¿Quién demonios se creían para
decirme que me calmara cuando acababa de descubrir que una de las
únicas tres personas que alguna vez había amado estaba muerta?

Joder... Lisa estaba muerta. Esa era la clase de cosas de siempre con
la que no quería nada que ver. Solo quería despertar y darme cuenta de
que esto era un mal sueño. Empecé a pellizcar mi brazo, me gustaba el
dolor pero sabía que significaba que sí, que definitivamente estaba
despierto.

Me cubrí el rostro con las manos y apoyé los codos en mis rodillas
tratando de detener el ataque de pánico invadiéndome. Nadie me tocó.
Nadie habló. El único sonido era el tic-tac constante del reloj del Dr. Todd
en la pared.

No sé cuánto tiempo estuve así. Podrían haber sido minutos. Horas


incluso. ¿Quién demonios sabe? Pero finalmente levanté la vista y vi que
las otras tres personas en la habitación no se habían movido. Todos
parecían listos, preparados y esperando mi inevitable colapso.

Bueno, odiaba decepcionarlos porque eso no iba a suceder.

—Quiero llamar a Ruby —dije, orgulloso de lo constante que parecía.


Matt y Lydia se levantaron.

—Vendremos a verte en un rato —aseguró Matt.

No asentí. No hice ni una mierda. Solo quería que se fueran. Lydia


apretó mi hombro y quería golpear su mano. Nunca me había sentido
condescendido en Grayson. Pero en este momento, me sentí como el
epítome del enfermo mental. Todo el mundo estaba caminando sobre
cáscaras de huevo alrededor de mí y me dieron ganas de gritar.

Una vez que los otros terapeutas salieron de la habitación, el Dr.


Todd tomó el teléfono en su escritorio y tendió el receptor para que lo
tomara.
—Clay, Ruby va a estar en duelo. Ella está en un lugar horrible en
este momento. Debes estar preparado para lo que esto te hará. Debes ser
consciente de tus propios factores desencadenantes y yo voy a ayudar a
lidiar con ellos, ¿de acuerdo? —Me miró fijamente a los ojos y tomé el
teléfono de su mano.

—Sí. Está bien —murmuré.

Rápidamente marqué el número del teléfono celular de Ruby y


esperé. Lo escuché sonar. Y sonar. Y sonar. Finalmente, cuando estaba a
punto de colgar escuché el clic de la llamada conectando.

El hola de Ruby sonaba hueco.

—Tía Ruby —salió con voz quebrada. Escuché su sollozo roto en el


otro extremo.

—Clay, cariño. Estoy tan contenta de que llamaras —dijo Ruby a


través de respiraciones jadeantes. Y luego empezó a llorar.

Me quedé paralizado. No sabía qué hacer. No estaba acostumbrado a


jugar el papel del que consolaba. Toda mi vida, estos roles se habían
invertido. Fue Rubí recogiendo los pedazos y tratando de ponerlos juntos
de nuevo para mí.

No sabía cómo hacer lo mismo por ella. Y me sentía muy mal por
ello. Me sentía inútil. Así que hice lo único que podía. Dejé que llorara
mientras yo solté mis propias lágrimas.

—No sé lo que voy a hacer, Clay —susurró Ruby con voz ronca.

Mi cabeza era un desastre. No podía organizar mis pensamientos.


Estaba en shock, sabía eso. Mi cuerpo se sentía entumecido y no podía
concentrarme. Pero tenía que decir algo.

—Me voy a casa. —Fue todo lo que dije.

—Yo... Clay... no, tienes que pensar en ti mismo en este momento.


Lisa no querría que pongas en peligro el tratamiento —argumentó Ruby y
de inmediato la interrumpí.
—Basta Ruby, voy a casa. Tengo que estar allí. —Mi garganta se
sentía obstruida y puse mi cabeza en la parte superior del escritorio. No
estaba seguro de que fuera la mejor decisión para mí. Pero no había otra
elección que hacer. Por supuesto que iría.

—Muchas gracias. Simplemente no sé qué hacer... hay tantas cosas


en qué pensar. —Empezó a llorar de nuevo y odiaba estar a mil millas de
distancia.

—Voy a estar allí pronto —le prometí antes de dejar el teléfono. Le


dije a Ruby que la llamaría cuando comprara un boleto.

Después de colgar me volví hacia El Dr. Todd, no muy seguro de si


iba a conseguir una pelea por mi partida. Pero la verdad era que no me
importaba. Nada me detendría de subir a un avión directo a Virginia.

—Quiero comprar un billete de avión —dije brevemente.

El Dr. Todd me miró, pero se limitó a asentir.

—Puedo hacer arreglos para que pueda hacer eso —respondió,


tomando el teléfono y llamando a Louis, el administrador de día, dándome
el permiso de utilizar el Internet para conseguir un vuelo.

—Tengo que volver a mi habitación y conseguir mi billetera. Necesito


mi tarjeta de crédito —le dije, sabiendo que mi voz sonaba temblorosa.

—Esto es mucho para tomar, Clay. Después de realizar la


reservación de vuelo, ve a tu habitación, toma la tarde libre. Descansa un
poco. Dale a Louis tu itinerario y él se asegurará de que llegue a mí. Pero
me gustaría verte a primera hora de la mañana.

Yo solamente asentí. No había nada más que decir.

Así que me fui a través de las mociones. Tuve la oportunidad de


conseguir un vuelo Internacional desde Miami a Dulles para mañana por
la tarde. Veinticuatro horas y estaría de vuelta en Virginia. No podía
permitirme pensar lo que eso significaba para mí. Solo estaba concentrado
en el nuevo agujero abierto en mi corazón. Porque Lisa, la novia de mi tía,
dura como una roca, pero con el corazón de oro, había muerto. ¡Cristo!
Nunca había sido capaz de manejar el dolor y el cambio en cualquier tipo
de forma saludable. Mi primer instinto fue hacerme daño a mí mismo.
Cavar en mi piel y verme sangrar. O emborracharme tanto que pensar no
fuera una opción. Sería tan fácil perderme en algo así. Me mojé los labios
con la lengua, prácticamente salivando ante la idea.

¡No!, maldita sea, ¡NO!, Empecé a caminar de un lado a otro por el


suelo de mi habitación. Como si hacer un agujero en mi piso me ayudaría
en algo. Después de eso no logré absolutamente nada y traté de acostarme
y cerrar los ojos. Aún nada. Nada estaba ayudando. Traté de recordar esas
habilidades de afrontamiento súper impresionante que se suponían iban a
ayudarme a través de los momentos difíciles.

Apretando mis ojos cerrados Intenté replantear todo. Cuando eso no


ayudó empecé a sentirme bastante desesperado. Necesitaba algo para
distraerme, ya sea si era algo afilado y puntiagudo o algo farmacéutico. Al
abrir los ojos vi la bolsa de mis cosas cumpleaños en la esquina. Todavía
tenía que poner mis regalos lejos, así que todavía estaban en el mismo
lugar donde los había dejado.

Metí la mano en el interior y con determinación me obligué a ir más


allá del álbum de recortes para tomar mi cuaderno de dibujo y lápices. Me
senté en mi escritorio y encendí la lámpara. Me puse mis auriculares y me
desplacé a través de mi música hasta que encontré un poco de
Apocalyptica y lo reproduje. Entonces me puse a dibujar. Boceto después
bosquejo, vertí todo de mí a través de mi dedos y sobre el papel.

Pasaron las horas y todavía estaba dibujando. Tyler había entrado y


tratado de hablar conmigo, pero lo ignoré. Me conocía lo suficientemente
bien como para dejarlo. María había venido, obviamente porque escuchó
sobre Lisa pero la ignoré también. No dejé caer el lápiz en ningún
momento. Era como un hombre poseído.

Me detuve en algún momento alrededor de la medianoche. Fotos


cubrían la superficie de mi escritorio y la única luz que llegaba provenía de
la suave luz de mi lámpara. Podía oír la respiración suave de Tyler y sabía
que el ayudante de guardia no tardaría en venir para comprobar a todo el
mundo.
Empecé a hojear los bocetos y me di cuenta que ni siquiera podía
recordar lo que había estado dibujando. Había dejado que mis emociones
tomaran el control. Y había funcionado. Había sido capaz de canalizar mis
necesidades autodestructivas en otra cosa.

Había dibujos de árboles y campos. Algunos de los océanos y más de


una docena de Lisa. Lisa con Ruby. Lisa leyendo un libro. Lisa cocinando
la cena. Tomé éstos y los junté. Se los daría a Ruby.

Empecé a amontonar el resto cuando me di cuenta de que otra cosa


había dibujado en mi frenesí. Por supuesto, debería haber sabido que
cuando ponía el lápiz al papel, su rostro se materializaría. Siempre lo
hacía.

Toqué la curva de la mejilla de Maggie que representé con cuidado y


precisión. Sus ojos estaban cerrados, como si sintiera dolor. Y no podía
ignorar lo que significaría para mí volver a Davidson. Estaría desgarrando
la herida que había trabajado muy duro en coser y cerrar. Incluso si las
suturas apenas ahora empezaban a sanar.

Suspiré y empujé las imágenes en el cajón de mi escritorio y apagué


la lámpara. Deslizándome en la cama, me acurruqué y luché contra mis
demonios personales que amenazaban con arruinar todo.
-CLAY-
Traducido por Nyx & Isane33//Corregido por Mais

Metí la ropa en la maleta. No estaba seguro de porqué, pero empecé


a poner todo en su interior. Mis fotos, mis libros, todo. Tenía toda la
intención de volver después del funeral, pero algo dentro de mí me dijo que
estuviera preparado.

—Así que te vas, ¿eh? —Miré por encima del hombro para ver a
Maria de pie en la puerta, con las manos metidas en los bolsillos de su
sudadera con capucha. Su sonrisa era vacilante y me di cuenta de que
estaba infeliz.

—Sí, mi avión sale a las seis y treinta —contesté, volviendo a la pila


en mi cama.

Maria no dijo nada más y no se adentró más en mi habitación.


Cuando terminé, cerré la maleta y su cremallera. Bajándola de la cama,
cayó al suelo con un ruido sordo. Me pasé las manos por el cabello y sabía
que estaba totalmente desordenado pero no me importaba una mierda.

No dormí una mierda. Mis ojos estaban ásperos y cansados. Mi


mente estaba confusa y mi boca seca. Me sentía como si me hubieran
atropellado. Maria se apoyó contra el marco de la puerta y me miró en
silencio.

—¿Vas a volver? —preguntó mirando mi ahora habitación muy


desnuda. El lado de Tyler seguía siendo una ruina, pero el mío estaba
desprovisto de cualquier señal de que alguna vez yo lo había ocupado.
—Planeo hacerlo —dije poco convincente. Porque sabía, incluso
entonces, que sería difícil irme una vez que llegara a casa. No cuando
Ruby me necesitaba. Pero me había prometido a mí mismo que todavía
tenía que hacer de mi tratamiento una prioridad. Pero las prioridades
tenían una manera de cambiar.

—Sí, pero eso no significa que lo harás —dijo Maria con triste
resignación.

—Maria. Mira… —empecé pero ella levantó una mano,


deteniéndome.

—Lo entiendo Clay. No tienes que explicarlo. Solo quería dejarte


saber cuánto lo siento sobre Lisa. Ella era realmente genial. Estoy feliz de
que llegué a salir con ella cuando venía para acá. Desearía haber estado
allí para ti. Todos lo hacemos. Estaremos pensando en ti —dijo Maria
suavemente, sonriendo de una manera anhelante.

—Gracias. Realmente necesitaba escuchar eso —dije con sinceridad.

Estaba en piloto automático en este momento. No estaba seguro de


qué diablos iba a hacer cuando mi avión aterrizara en Virginia. Había
llamado a Ruby esa mañana para hacerle saber que estaría llegando esta
noche. Ella insistió en venir a buscarme, incluso cuando dije que podía
alquilar un auto. Ella no quería escucharme, estaba diciendo que tenía
que ser la que lo hiciera. No traté de convencerla. No tenía sentido. Ella
estaría allí para mí, sin importar qué. Siempre había estado allí para mí. Y
eso no se detendría solo porque su vida había detonado.

María se acercó a mí y me rodeó con sus brazos alrededor de mi


cintura. Poco a poco levanté mis brazos para abrazarla. Ella apoyó la
mejilla en mi pecho y yo bajé la barbilla a la parte superior de su cabeza.
Nos quedamos así durante un tiempo hasta que me alejé.

Maria tomó mi mano entre las suyas y se aferró a ella.

—Te echaré de menos —confesó, luciendo avergonzada por alguna


razón. Apreté sus manos antes de alejarme.
—Yo también. —Le sonreí y ella trató de devolverme la sonrisa. Miré
el reloj en la pared y me di cuenta que tenía que llegar a mi reunión con el
Dr. Todd—. Tengo que irme. ¿Quieres reunirte conmigo para almorzar? —
pregunté, sintiéndome extraño con la tensión en la habitación. No estaba
muy seguro de lo que era, pero sabía que tenía que alejarme de ella.

Sabía que Maria tenía buenas intenciones, pero también sabía lo


mucho que había llegado a depender de nuestra amistad. Y simplemente
no podía manejar la preocupación de lo que eso significaría para ella
cuando me fuera. No me gustaba tener personas dependiendo de mí por su
felicidad. Debido a que no había funcionado muy bien la última vez que
había sucedido.

—Claro —dijo ella, tomando nota de la forma en que me alejaba de


ella. Respetó mi necesidad de espacio y me dejó alejarme.

Me apresuré a la oficina del Dr. Todd y él ya me estaba esperando.

—Clay. ¿Cómo estás? —preguntó después que cerré la puerta detrás


de mí. Solo me encogí de hombros mientras me sentaba.

—No estoy muy seguro —contesté con sinceridad. Dr. Todd asintió.

—Eso es comprensible. Has pasado por mucho en las últimas doce


horas. —El Dr. Todd cruzó los brazos sobre su pecho—. ¿Cuánto tiempo
piensas estar en Virginia? —preguntó.

Sabía que la pregunta iba a venir, solo me hubiera gustado saber


qué contestarle.

—No lo sé. No creo Ruby haya incluso empezado a hacer los arreglos
funerarios. Tengo planeado ir allí y entonces supongo que ya veré. —
Estaba siendo deliberadamente vago. Porque la verdad era que no tenía
idea de qué esperar.

—Lo entiendo. De verdad. Pero, Clay, estoy bien con esta visita
porque sé lo importante que es para ti y tu sanación estar allí para Ruby.
Sin embargo, estoy preocupado en cómo esto afectará tu progreso, no
puedo mentir. —Froté el espacio entre mis cejas, sintiendo el comienzo de
un dolor de cabeza.

—Lo sé, Dr. Todd. Pero ayer por la noche, en lugar de cortarme, me
pasé todo el rato dibujando. Incluso con todo sucediendo. Así que eso es
algo, ¿no? Pero independiente de eso necesito irme. —Mi declaración no
dejaba lugar a discusión. Me iba a meter en ese avión a las seis y treinta y
no había nada que el Dr. Todd o cualquier otra persona podría decir para
cambiar mi opinión.

El Dr. Todd levantó las manos en un gesto conciliador.

—Lo sé, Clay. Pero todavía tenemos que hacer algunos planes, si es
que las cosas se ponen difíciles para ti mientras estás allá. Has trabajado
muy duro y llegado demasiado lejos. Este viaje te pondrá a prueba en
todas las formas posibles. Dadas las circunstancias en las que te
encuentras, anticipar los viejos patrones va a empezar a parecer muy
atractivo. Solo hemos empezado a arañar la superficie de la forma en que
tu mente reacciona a diferentes factores de estrés. La naturaleza de esta
visita será mental y emocionalmente agotador. Estar aquí en Grayson es
como vivir en una burbuja. Una vez que lo dejas, muchas personas tienen
dificultades al ajustarse. Y espero que ser magnificado exponencialmente
dada su situación.

Mierda, él no estaba lanzando ningún golpe.

—Lo sé, está bien. No me está diciendo algo que ya no haya pensado.
—No estaba yendo en esta cosa a ciegas. Por primera vez en mi vida estaba
entrando a una situación sin la venda en los ojos. Claro, estaba asustado
un poco. Sería un idiota para no estarlo. Pero no iba a dejar que mi miedo
me impida estar ahí para Ruby.

—Bueno, estar preparado es esencial. Pero, Clay, me gustaría que


me llamaras todos los días mientras estás en Davidson. De esta forma si
algo surge, vas a tener un medio para procesarlo. —Traté de no sentirme
insultado por la sugerencia. No necesitaba una maldita niñera.
Me pasé la mano por mis brazos con agitación, sintiendo las crestas
de las viejas cicatrices. Está bien, quizás una niñera no era tan mala idea.

—Claro, llamaré. —El Dr. Todd tomó un archivo en su escritorio,


sacó un papel y me lo entregó. Era mi contrato de no-daños.

—Lleva esto contigo, léelo, recuérdalo.

Doblé la hoja y la coloqué en el bolsillo de mi mochila. Él realmente


estaba cubriendo todas las bases.

—Gracias, Doc, lo aprecio. Honestamente no sé cuánto hubiera


durado si no hubiera venido aquí. —Realmente no había expresado mi
gratitud en Grayson. Pero parecía importante decirlo ahora.

—Es por lo que estamos aquí —fue todo lo que dijo el Dr. Todd en
respuesta. Me puse de pie—. Jacqui te dará tus medicamentos antes de
salir esta noche. Y si necesitas algo, Clay, cualquier cosa, sabes que
puedes llamarme a mi número personal, de día o de noche. Alguien
siempre estará aquí. —Sus palabras eran tranquilizadoras y me hicieron
sentir menos solo.

—Gracias —le dije una vez más antes de salir.

El resto del día me lo pasé en el grupo y terminé la tarea que me


hacía falta. Me reuní con Tyler y Greg. Almorcé con Maria. Estaba tratando
de reunir el valor para dejar el lugar que me había proporcionado la
seguridad que había necesitado tan desesperadamente durante los últimos
tres meses.

A pesar de que había imaginado cómo sería finalmente irme, la


realidad era un infierno mucho más diferente de lo que pensé que sería.
Esta no era la forma que quería estar yéndome. Incluso con mis
intenciones de volver, no cambiaba el hecho que iba a entrar a un mundo
muy diferente que al que había dejado atrás.
*~*~*~*
Treinta minutos antes de dirigirme al aeropuerto para tomar mi
vuelo, Lydia vino a buscarme.

—Tu madre está al teléfono y pide hablar contigo —me informó,


llevándome a su oficina. Cerré los ojos y apreté los puños. ¿Qué mierda
quería? Aunque en el fondo, sabía exactamente lo que quería.

Cogí el teléfono y apreté los dientes.

—Hola, mamá —dije en tomo cortante. Lydia había salido de su


oficina, pero dejó la puerta abierta. Tenía la sensación de que estaba
escuchando atentamente esta conversación en particular. No era ningún
secreto que mis padres eran como una bomba emocional para mí. No
había forma de saber cómo iba a reaccionar.

—¿Qué eso de que vas a Virginia? ¡Eso es completamente


inaceptable! —Su voz fría cortó a través de la línea.

—Es bueno saber de ti, mamá —respondí con sarcasmo. Ella ignoró
por completo mi declaración.

—No vas a ir a Virginia. ¿Cómo puedes pensar en hacer algo tan


estúpido? ¡Después de todo lo que nos pusiste a pasar a tu padre y a mí
con tu pequeño intento de suicidio! ¡Y ahora estás tratando de arruinarlo
todo de nuevo! ¿No tienes autoestima? —Sonaba disgustada. Y estoy
seguro de que lo estaba. Ojalá no me importara. Y una parte de mí había
aprendido a dejar de ser tan deseoso de su aprobación.

Pero eso dejaba una pequeña parte de mí todavía importándole. Y


esa parte de mí necesitaba cortar la mierda. A la fuerza si era necesario.

—Ruby me necesita. Estoy seguro que has escuchado de Lisa. ¿No


estás planeado ir al funeral? —No sé por qué me molesté en hacer una
pregunta tan tonta. Ya sea que mis padres aprobaran el “estilo de vida” de
Lisa o Ruby. Pero supongo que tenía algo de esa esperanza bizarra que los
lazos de familia significaran más que moral fuera de lugar.

—No creo que sea apropiado. No con tu padre en el congreso este


año. ¿Cómo luciría si el candidato conservador asistiera al funeral de... un
homosexual? —dijo la palabra como si fuera algo sucio. Dios, qué perra.

—Luciría como que los dos han tienen un corazón. Incluso si es una
mentira —le dije con rabia, odiando el hecho que permití que se metiera
bajo mi piel así.

—Basta de dramatismos, Clayton. No vas a ir a ningún lado. Estás


en tratamiento. No puedes permitirte irte en estos momentos. Podrías
tener una recaída. Porque puedo asegurarte que si llega a haber otro
incidente vergonzoso, tu padre y yo no estaremos allí para ayudarte esta
vez.

Me reí fuerte.

—¿Ayudarme? ¿Estás jodidamente drogada? ¿Cuándo ALGUNA VEZ


me han ayudado? —escuché a mi madre tomar una respiración aguda.

—No te atrevas a hablarme de esa manera. —Su voz estaba


peligrosamente baja y sabía que había sobrepasado la línea. La que
demandaba total y completa obediencia. Una pena porque ya había
pateado al tonto obediente en el trasero.

—No vas a dejar el Centro Grayson, Clay. Tu padre y yo te


internamos y si te rehúsas a seguir el tratamiento, nos veremos obligados
a tomar medidas drásticas para asegurarnos de que no representes un
peligro para ti mismo. —Casi podía ver como su labio se levantaba con
burla cuando la amenaza salió de su boca.

—Si haces eso, madre. Solo intenta encerrarme de nuevo y


encontrarás un hijo muy desobediente. Y no creo que eso es algo que tú o
papá puedan permitirse en estos momentos. Particularmente siendo un
año de elecciones y todo eso.
Mi madre se quedó en silencio. Podía escucharla echando chispas en
silencio. Lo que ella no sabía era que yo había aprendido una cosa o dos
de mis manipuladores padres. Y eso era saber cómo conseguir lo que
quería. Porque yo había golpeado su talón de Aquiles. Su temor a la
divulgación pública. Y dije en serio cada palabra. Si ella y mi padre se
oponían a esto, yo sería un grano en sus putos culos.

Por último, mi madre dijo:

—Si eso es lo quieres, está bien. Pero no esperes más ayuda de tu


padre o mía. Eso incluye la ayuda financiera. Quieres desafiarnos y
autodestruirte, hazlo por tu cuenta.

Resoplé, ni remotamente molesto por su declaración.

—He estado por mi cuenta la mayor parte de mi vida —murmuré y


luego colgué.

Vaya, eso se sintió… bien. Salí de la oficina para encontrar a Lydia


escribiendo en su ordenador portátil. Levantó la vista y me dio una sonrisa
tranquilizadora.

—¿Ya terminaste? —preguntó.

Asentí. Sí, había terminado. Ya venía siendo la puta hora.

Después de eso, junté mis cosas, incluyendo mis medicinas, me


despedí y me dirigí al aeropuerto con Jonathan. Abordé el avión y
despegamos diez minutos antes. Eso tenía que ser un buen augurio, ¿no?

Traté de no obsesionarme con lo que me esperaría cuando llegara.


En su lugar, vi un par de programas de televisión, comí algunos pretzels y
miré por la ventana. El vuelo fue corto, solo dos horas y media. Miré la
hora en mi celular después de aterrizar. Solo eran pasadas las nueve y
media.

Me quedé atrás, dejando a todos los demás bajar del avión antes de
mí. No quería hacer esperar a Ruby pero estar aquí, con los pies sobre el
en suelo de Virginia, hacía todo esto demasiado real. No era un sueño
horrible, Yo podía despertar.

Me abrí paso por el aeropuerto lleno de gente y me dirigí hacia la


zona de recogida equipaje. Empecé a buscar a Ruby, sabiendo que aquí es
donde se supone que íbamos a encontrarnos. Me sentía mal del estómago.
Mis nervios eran un desastre y ya mi cuerpo ansiaba el peor tipo de
liberación.

Tres horas fuera del centro y ya estaba perdiendo la cabeza. Atravesé


el mar de gente y prácticamente corrí al baño. Gracias a Dios que estaba
misericordiosamente vacío. Dejé el agua del lavabo correr y me salpiqué el
rostro. Me pasé las manos por el cabello y por la nuca en un esfuerzo por
calmarme.

Necesitaba controlar mi respiración. Fue entonces cuando me di


cuenta de que no había tomado mi medicamento todavía. Busqué en la
bolsa de mi ordenador portátil y saqué la pequeña botella marrón. La abrí
y tomé dos pastillas en mi palma. Me las tragué rápidamente, sin agua.

Pensé en tomar algunos de mis medicamentos para la ansiedad,


pero había estado reacio a hacerlo. Así que en cambio, elegí la ruta del
discurso motivacional y esperé que el Tegretol hiciera efecto, esperando
que tuviera el efecto deseado.

Saqué el celular de mi bolsillo y me di cuenta de que había estado en


el baño durante casi quince minutos. Ruby probablemente estaría
empezando a preocuparse. Cogí mi bolso y me dirigí hacia las bandas
transportadoras de equipaje.

Vi a Ruby antes de que ella me viera. Estaba sentada en un banco,


viendo a la gente mientras caminaban, obviamente, buscándome. Se veía
como la mierda. Sé que eso es algo grosero de decir, pero Dios era verdad.
Parecía que había perdido diez libras, la ropa que le quedaba grande de
todos modos, prácticamente le quedaba nadando.

Su cabello largo y rojo estaba opaco y sin vida y vi los inicios de gris
alrededor de sus sienes y cuero cabelludo. Se veía… vieja. Y eso me
asustó. Ruby siempre había sido fuerte y capaz. Era la roca que yo
siempre había necesitado. Mirando a mi tía, me di cuenta de que ya no era
mi roca. Y que iba a tener que aguantar y ser su roca.

—Ruby —le grité. Volvió la cabeza en la dirección de mi voz y me


sentí aliviado al ver algo de la vieja chispa regresar a sus ojos apáticos.
Ella se puso de pie y extendió los brazos hacia mí.

Entré en ellos y la abracé.

—Estoy tan contenta de que estés aquí —dijo sin aliento mientras
me abrazaba. Dejé que me sostuviera, sabiendo que no estaba lista para
soltarme todavía. Se sentía más pequeña, casi como si se hubiera
encogido. Me preocupaba.

Por último, me aparté y ella trató de darme una sonrisa. No llegó a


alcanzar sus ojos. Pero acepté lo que pude conseguir. Encontré mi maleta
rápidamente y la seguí fuera del aeropuerto.

Una vez fuera me estremecí. Maldita sea hacía frío. Me había


acostumbrado demasiado al sur de la Florida y a los días que nunca caían
por debajo de los setenta grados. Mierda, esto era como entrar en un
congelador.

—Espero que te hayas acordado de traer un abrigo. Hemos tenido


una ola de frío fuera de estación. En realidad han pronosticado que nevará
esta noche. Las estaciones están revueltas. Y algunas personas tienen la
osadía de decir que el calentamiento global es un mito —dijo Ruby, dando
claramente su mayor esfuerzo para hacer las cosas normales.

Pero no había tal cosa como normal. Ese era el mito. Yo había
luchado largo y arduamente por algo que ahora me daba cuenta de que no
existía. Y vaya, eso era deprimente. Tomé una respiración profunda. Juro
que el aire olía diferente en Virginia. No estaba seguro de qué era, pero se
sentía como… bueno, casa.

Puse mi brazo alrededor de los hombros de mi tía y caminé en


silencio con ella hacia el auto.
—¿Por qué no me dejas conducir? —sugerí, extendiendo la mano por
las llaves del auto. Ruby se veía agotada y no quería admitirle que en un
buen día su conducción me hacía querer mojar los pantalones. Pero al
verla así, apenas capaz de poner un pie delante del otro, no había manera
de que la dejara estar detrás del volante.

Ruby no discutió mientras dejaba caer el llavero de dos libras en mi


palma. Busqué en el desorden de llaves de repuesto y baratijas al azar
hasta que encontré la llave del Volvo. Me senté en el lado del conductor y
miré hacia atrás para ver que Ruby estaba de pie frente a la puerta
abierta, sin moverse.

—¿Ruby? —dije su nombre más como una pregunta. Sobre todo


porque odiaba ver a mi tía, quien solía estar tan llena de vida, reducida a
este cascarón vacío. Me molestaba que la vida pudiera ser tan cruel. Ruby
no merecía la pena que sentía. Había millones de personas quienes vivían
sus vidas hechas una mierda, sin mover nunca un dedo para ayudar a
alguien más. Pero una mujer que había puesto su vida en pausa para
salvar la mía estaba sufriendo. Me dieron ganas de golpear algo.

—Lo siento —murmuró Ruby, finalmente entrando al auto. Se sentó


aturdida, mirando por la ventana mientras yo entraba en el tráfico de la
autopista.

No hablamos. Ni una palabra. Sabía que no había ningún otro lugar


en el que prefiriera estar en este momento que con Ruby. Pero Dios, una
parte egoísta de mí quería huir despavorido.

El peso de nuestro dolor mutuo era sofocante.

—¿Has cenado? —le pregunté, tratando de incitar algún tipo de


conversación de mi silenciosa tía. Ella negó con la cabeza.

—No tengo hambre —respondió con voz amortiguada. Yo estaba


hambriento, pero pensé que era una mejor idea solo llegar a Davidson y
empezar a tratar con todo lo que me esperaba allí. Quería preguntarle
cómo estaba. Pero podía ver con mis propios ojos exactamente cómo
estaba. Y no estaba bien.
Ruby estaba deprimida y yo no estaba seguro de lo bien que iba a
manejar todo esto. Me metí en la I66 y me dirigí hacia el sur. Intenté varias
veces iniciar una conversación y aunque Ruby intentó participar,
terminamos cayendo en el silencio. Después de un rato, me di por vencido
y encendí la radio.

Dos horas más tarde, me dirigía hacia Davidson y fue como si todo
mi mundo se estremeciera a mi alrededor. Conducía por las calles
familiares y sentí un intenso y abrumador pánico. ¡No podía hacer esto!
¡Necesitaba largarme de aquí!

El matiz relajado provocado por mi medicamento se estaba


desdibujando en un ataque nervioso creciendo en mi interior. Los caminos
estaban bastante vacíos. No era de extrañar teniendo en cuenta que era
casi la medianoche de un miércoles. Y, ¿qué esperaba? Una turba
dándome la bienvenida con horquetas y antorchas, gritando: “¿Te volviste
loco?” mientras yo conducía por la ciudad.

Tuve una batalla interna que me instó a dejar a Ruby en su casa y


huir lo más rápido que podía. Llegué a la entrada de Ruby y me estacioné
detrás de mi auto. Todavía estaba allí como esperando por mí.

—No tenías que quedarte con él, sabes. Te dije que lo vendieras y te
quedaras con el dinero —le dije a Ruby mientras salíamos del auto. Ruby
negó con la cabeza y me dio el fantasma de una sonrisa.

—De ninguna manera lo venderíamos. Es tuyo —fue todo lo que dijo


mientras caminábamos hacia la puerta principal. Encendí la luz del
pasillo, dejé caer la maleta en la sala de estar y me congelé.

Las gafas y el libro de Lisa aún estaban en la mesa de café. Su taza


preferida medio llena de café frío estaba al lado de ellos. Las pantuflas de
Lisa tiradas medio debajo del sofá como si se las hubiese acabado de
quitar.

El aire aquí era opresivo. Lisa siempre había sido la que limpiaba y
eso era muy obvio. El lugar era un desastre. Al entrar en la cocina, había
platos apilados en el fregadero y la basura se desbordaba en el suelo. Las
encimeras estaban pegajosas con té derramado.

Había flores por todas partes. El asquerosamente dulce olor a


alimentos en descomposición mezclado con el aroma de las flores me dio
ganas de vomitar. Había un arreglo particularmente enorme en la mesa de
la cocina. Me di cuenta distraídamente de que alguien tuvo que haber
gastado un montón de dinero en ese ramo en particular.

El resto de la casa no estaba mucho mejor. Y peor que eso, las cosas
de Lisa se habían quedado tal y como estaban. Como si pudiera entrar por
la puerta en cualquier momento.

—Lo siento, todo es un desastre. Lisa era la que… ella siempre… —A


Ruby se le hizo un nudo en la garganta y se tapó la boca con la mano.

La abracé y le froté la espalda. Sentía como si no pudiera respirar.


La opresión en mi pecho era demasiado. Pero intenté, por el bien de mi tía,
ocultar mi malestar.

—Está bien. Yo me encargo de eso en la mañana —le aseguré.

Rubí asintió y sin decir una palabra, empezó a subir las escaleras
con los hombros caídos y la cabeza gacha. Se veía muchos años mayor
mientras subía las escaleras. Y me sentía incapaz de hacer algo al
respecto.

Me quedé de pie en medio de la cocina sucia sin estar seguro de lo


que debía hacer. Suponía que podría ir arriba y dormir un poco. Pero la
verdad era que estaba aterrorizado de ir a mi habitación. Demasiados
recuerdos. Demasiados factores desencadenantes. No estaba preparado
para eso.

En cambio, me enrollé las mangas y llené el fregadero con agua


jabonosa. Empecé a lavar los platos. Luego pasé a limpiar las encimeras y
a sacar la basura. Encontré la escoba en el armario y barrí el suelo.
Después de terminar en la cocina, me trasladé a la sala. Enderecé
los cojines del sofá y tiré el correo. Pero no toqué las cosas de Lisa. No
podía hacer eso. Sabía que Ruby no estaba preparada.

Para cuando había terminado de limpiar la planta baja, eran las dos
y media de la mañana. Me quedé en la base de la escalera, debatiendo si
debía subir o no. Pero no estaba en ningún tipo de estado emocional para
manejar los sentimientos que esa habitación me provocaría.

Me quité la camisa y me acomodé en el sofá. Mirando fijamente al


techo realmente me preguntaba cómo iba a sobrevivir estar de vuelta aquí.
Me obligué a alejarme de todos los pensamientos relacionados a Maggie y
traté de dormir un poco.

Finalmente me encontré cabeceando con sus ojos ardiendo en mi


mente.
-MAGGIE-
Traducido por Nati C L & Manati5b//Corregido por Bibliotecaria 70

Saqué un vestido negro de mi armario y lo sostuve delante de mí.


¡Puaf!, de ninguna manera. Odiaba el negro. Y sabía que Ruby odiaba el
negro. Así que, en cambio, saqué mi vestido verde oscuro y decidí llevar
ese en su lugar.

El funeral de Lisa era a las dos. Eran solo las diez de la mañana.
Pero no podía permanecer en la cama. Me sentía inquieta y ansiosa. Los
últimos días habían pasado un poco borrosos. Mamá y yo habíamos
intentado ir por aquí y ver a Ruby unas cuantas veces. Pero cada vez que
tratábamos de hacerlo, ella no estaba en casa. O no respondía a la puerta.

Dejamos la cazuela en su pórtico delantero y cuando fui en auto más


tarde, vi que se había ido. Esperaba que Ruby lo hubiera conseguido. De lo
contrario algún idiota lo había robado y disfrutaba de un poco de la cocina
fantástica de mi madre. Que era completamente jodido.

Había enviado un ramo de flores a la casa de Ruby. Había pasado


mucho tiempo eligiendo el arreglo más hermoso posible. Lo que era una
especie de ridículo. ¿A quién realmente le importa una mierda las flores
cuando estaban poniendo el amor de su vida en la tierra?

Rachel y Daniel irían al entierro con mis padres y yo el día de hoy.


No habían conocido realmente a Lisa, pero ellos iban para apoyarme.
Gasté una cantidad de tiempo excesiva en armar mi atuendo. Cepillando
mi cabello y aplicando el maquillaje. Odiaba la forma obsesiva en la que
estaba actuando sobre mi apariencia.

Esto era un funeral, no un desfile de belleza.


Pero hoy lo vería. Y aunque de alguna manera me convencí de que
no me importaba lo que pensaban acerca de la forma en que me veía era
insignificante, sería una maldita mentira.

Desafortunadamente me importaba demasiado acerca de lo que él


pensaba. Lo que sentía. Cómo manejaba las cosas ahora que estaba de
vuelta en Davidson. Tuve que hablarle de la conducción a Ruby ayer
después de que se había enterado que estuvo de vuelta en la ciudad.

Su llegada había causado bastante revuelo en la escuela. Había


escuchado a varias personas hablando de que lo habían visto por los
alrededores. Se confirmó que se había ido a la tienda de flores para pedir
arreglos. Entonces había llevado a Ruby a Grandy’s Steak House para la
cena. Todos sus movimientos fueron catalogados y diseccionados como si
fuera una maldita celebridad.

No todos los días la ciudad es una locura por regresar a casa. Porque
eso era de lo que todo el mundo estaba realmente hablando. Lo bien que
estaba. Incluso estaba actuando socialmente. Al parecer, unas pocas
almas valientes habían intentado conversar con él. ¡Y, Jesús, había
hablado con ellos! ¿Qué increíble era eso? Este no era el mismo hombre
que se había negado a hablar con nadie cuando había vivido aquí antes. El
marginado social que se había convertido en el hombre con tendencias
suicidas.

El chisme me molestó. Desenterró mi necesidad de protegerlo y


defenderlo. Pero también estaba descaradamente agradecida por ello. Me
aferré a cada fragmento diminuto de noticias que podía oír sobre él.

Debido a que Clayton Reed estaba de vuelta en Davidson y estaba


preparado para hacer volar mi mundo aparte... otra vez.

Rachel y Daniel me estaban volviendo un poco loca. No me dejaron


salir de su vista. Insistiendo en permanecer en mi casa ayer por la noche
para que pudiéramos ver películas y "pasar el rato".

Como sea. Este era el código del mejor amigo para eliminar cualquier
posibilidad de tomar una decisión estúpida. Que incluía llamadas, visitas,
o de otro modo acecharía a mi ex-novio. No es que haría una cosa así.
Quiero decir, estaba por encima de todo esto. Y eso lo dice la chica que se
quedó dormida anoche mirando una foto de dicho ex novio que en secreto
guardaba detrás de mi armario.

Muy bien, así que estaba asquerosamente emocionado de ver a Clay.


¿Cuán jodido era eso? Estar feliz de verlo y comprobar por qué él estaba
aquí. Estaba más allá de lo egoísta y más allá de mal. Pero estaba allí, sin
embargo.

Y Rachel, de sus mejores amigas, lo vio en seguida.

—Mags, no conviertas esto en algo más de lo que es. Está aquí para
el funeral de Lisa. No está aquí para reunirse contigo y llevarte lejos en
algún romántico felices para siempre. Tú has seguido adelante. Realmente
estás empezando a vivir tu vida de nuevo. Tienes un futuro para pensar
con mucha ilusión. Así que no esperes algo que es condenadamente
seguro que no puede darte. Lo dejó muy claro con esa carta. Recuerdas
eso —me había advertido Rachel anoche mientras esperaba a Daniel, que
había salido a arrancar el auto para que pudiera llevarla a casa.

Sus palabras eran bastante promedio y contuve el aliento doloroso


en respuesta. Mierda, esta chica era despiadada. Pero también era
molestamente precisa.

—Maldita Rach, eso fue duro. ¿Cuándo te convertiste en una mega


perra? —me quejé, tratando de ocultar lo molesta que estaba por sus
palabras.

Ella arqueó la ceja y niveló la mirada en mi dirección. La mirada que


decía que estaba a punto de tirar los guantes y golpear algo de mi mierda.

—Te vi autodestruyéndote una vez por Clayton Reed y no te veré


hacerlo otra vez. Es genial que vayas al funeral por respeto a Ruby y a
Lisa. Entiendo que quieres estar allí para eso. Pero simplemente no vayas
mañana pensando que va a anunciar la nueva era de Maggie y Clay. Has
ido por ese camino antes y solo te trajo depresión y pérdida de peso
significativa —dijo Rachel con más gruñido de lo que pensaba de era capaz
de hacer.

—Has estado saliendo conmigo demasiado tiempo, Rachel Bradfield,


—me quejé, tratando de cambiar de tema.
Clay siempre sería una manzana de la discordia entre nosotras.
Rachel y Daniel, mientras interminablemente, habían expresado sus
opiniones (sin embargo, suavemente) sobre el asunto. Era una mala
noticia. A pesar de que entendieron en algún nivel por qué había actuado
como lo había hecho, no cambiaba el resultado. Él me había tirado en su
oscuridad y casi me había perdido allí. Era solo ahora, después de todos
estos meses, que estaba empezando a encontrar mi camino de regreso de
ello.

La puerta principal se abrió antes de que Rachel pudiera decir nada


más, trayendo consigo una ráfaga de aire frío de marzo.

—¿Me estoy perdiendo alguna charla de chicas? Vamos, cuéntenme


chicas. —Daniel se frotó las manos, tratando de calentarlas.

Negué con la cabeza a Rachel, advirtiéndole de mantener la boca


cerrada. No necesitaba escuchar la misma mierda otra vez de Daniel. Un
mejor amigo molesto era suficiente. Pero a pesar de que su discurso me
molestó, tomé sus palabras en serio. Y si se dio cuenta de ello o no,
realmente no tenía planes de caminar por ese camino otra vez.

Podría estar perversamente emocionada de ver a Clay de nuevo.


Podría querer saber cómo se mantenía firme y si estaba bien. Pero eso no
cambiaba el hecho de que mi vida tenía que seguir adelante sin él en ella.
Él tenía su tratamiento y yo tenía mi futuro. Y esas dos cosas no
coincidían. Ellas nunca lo harían.

Así que ahí estaba yo, a la mañana siguiente, mirando el reflejo de


una chica que había cambiado tanto en los últimos tres meses. No era la
misma persona que había creído ingenuamente que podía ayudar a su
novio enfermo. Que era la única medicina que necesitaba. Qué idiota había
sido esa chica.

No estaba segura de estar lista para esto, pero no tenía otra opción.
Me asustaba que al ver a Clay y toda mi voluntad daría un salto de vuelo.
No creí que pudiera manejar la vista de su pena y no querer hacerme cargo
de él. Estaba en mi naturaleza querer consolarle. Lo roto dentro de él
llamó a la cuidadora en mí. Algo que nunca había sido hasta que había
tropezado en mi vida.
Alguien llamó a mi puerta y mi padre asomó la cabeza dentro de mi
habitación.

—¿Estas vestida ya? —Me miró como si me hubiera crecido otra


cabeza. Considerando que no salía normalmente de la cama un sábado
antes del mediodía, entendí su incredulidad.

Me encogí de hombros, poniéndome algunos aretes de plata. Mi


padre entró y se sentó en el borde de mi cama.

—¿Estás lista para hoy? —preguntó con preocupación.

—Deja de preocuparte por mí, papá. Te pone nervioso —bromeé,


tratando de aligerar el ambiente. Mi padre negó con la cabeza y se rascó la
barba.

—No estoy nervioso; es solo mi marca —bromeó. Sonreí y alisé mi


vestido—. Mamá tiene el desayuno cocinado. Ven abajo y come algo —
instó, dándome una sonrisa apaciguadora.

—Claro, voy a estar en un rato. Guarda un poco de tocino para mí,


¿quieres? —grité cuando mi padre se fue.

—No hay promesas —dijo y me tuve que reír.

Mi teléfono comenzó a sonar en mi armario y lo recogí, vi el nombre


de Jake por la pantalla. Suspiré y pensé en ignorarlo, pero en su lugar lo
puse en mi oído.

—Hola, Jake —dije.

—Buenos días, Maggie. Solo estoy llamando para averiguar a qué


hora debo ir por ti hoy. Me imaginé que tal vez podríamos almorzar o algo
y luego ir con Rachel y Daniel más tarde. —Parecía tan ansioso y yo
trataba de no gemir. Habíamos hecho planes hace apenas unos días, pero
con todo lo que había sucedido desde entonces, tenía que decir que se
había deslizado por completo de mi mente.

Quería cancelar; hoy me dejaría emocionalmente agotada. No sabía


lo que pasaría cuando viera a Clay de nuevo y no quería entrar en ello
sabiendo que tendría que pasar mi noche con alguien más.
—Jake, sobre esta noche —comencé, pero la risa sin sentido del
humor de Jake me cortó.

—¿No estás cancelando los planes conmigo o sí? —Estaba


claramente tratando de sonar indiferente, pero podía oír el dolor. Bueno,
mierda.

—Es justo hoy que tengo que ir a un funeral y no estoy muy segura
que es lo que eso significa para el resto del día —expliqué, omitiendo
algunos detalles clave de la excusa. Todo lo que sabía era que no quería ir
a la cita de esta noche. Las cosas habían cambiado considerablemente
desde el miércoles. Y no estaba segura hacia donde me dirigía en este
punto.

—¿Un funeral? ¿Qué sucedió Maggie? —preguntó Jake con


preocupación. Era tan buen tipo y me sentí como la peor persona del
mundo dejándolo de la manera en que lo había hecho. ¿En qué demonios
estaba pensando? ¿Cuándo Maggie Young se volvió el tipo de chica que
hace destrozos con los sentimientos de las personas justo así?

—Es Lisa McCabe —le respondí, robándome para mí misma la


explicación que haría sentir a Jake incluso todavía peor.

—¿Lisa McCabe? ¿Quién es? —preguntó.

—Era la tía de Clay, pareja de Ruby. Yo eh… en serio tengo que ir —


dije rápidamente. Hubo un absoluto silencio al otro extremo.

Finalmente, después de unos minutos, Jake se aclaró la garganta.

—Oh, ya veo, ¿Entonces, supongo que Clay está en la ciudad eh? —


Su voz se había vuelto fría. Sabía que Jake no estaba contento con ello,
pero entonces yo no debería tener que explicarme con nadie, y menos con
él. Jake no era mi novio. Era mi amigo, nada más.

—Sip, lo está. Pero aún no lo he visto. El funeral es a las dos y luego


hay una reunión en casa de Ruby. Solo no sé cuándo vaya a terminar —
dije brevemente, un poco irritada por la actitud de Jake.

Era un maldito funeral. No debería sentirme culpable por dar


marcha atrás en nuestros planes a causa de eso.
—Bueno. Está bien entonces. Supongo que si termina lo
suficientemente temprano, me llamas. De otra forma, nos vemos el lunes.
—Sip, estaba enojado. Bueno, tendría que hervir a fuego lento con su
juvenil comportamiento porque yo no se lo compraba.

—Claro —gruñí y colgué. Que se joda Jake Fitzsimmons. Lancé mi


teléfono en mi cama y me paré con mis manos en las caderas, sintiéndome
nerviosa y molesta.

El olor del tocino flotó por las escaleras y mi estómago rugió. No


había comido mucho de camino a la cena la noche anterior y mi vientre me
lo estaba dejando saber. Me dirigí a la cocina. Mi madre me miró y me
sonrió. Se veía impresionante en su falda de lápiz negro y una blusa de
seda gris. Había tirado de su cabello rubio en un moño en la base de su
cuello. Mi madre se veía elegante y perfecta. Como siempre lo hacía.

Pero lo que incluso amaba más era la manera en que me miraba,


con entendimiento y compasión. Ella sabía cuán difícil había sido este día
para mí.

—Ven a comer cariño. Hice panqueques de plátano, solo para ti.

Llenó un plato y lo llevó a la mesa. Mi padre estaba bebiendo café y


leyendo el periódico.

—Te ves encantadora —dijo mamá, besando la cima de mi cabeza.


Le sonreí, tomando un trozo de tocino.

—Gracias mamá —contesté, cogiendo el sirope de maple y


vertiéndolo sobre mis panqueques. Mamá se sirvió una taza de café y vino
a sentarse a mi lado. Me observó en silencio mientras comía.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó mientras metía una cucharada


de comida a mi boca.

Mastiqué lentamente y pensaba en cómo responder. Tenía que ser


cuidadosa en lo que contestaba. Sabía que mis padres iban a estar
observándome muy de cerca. Estaban preocupados sobre mí viendo a Clay
otra vez. Justo habían empezado a relajarse en sus super-vigiladas rondas
y no quería que empezaran a rondar otra vez.
Entendía porqué estaban preocupados. Estaría viendo cara a cara al
chico que había arrancado mi corazón y dejado un lío roto. Entendían mi
compulsiva necesidad de ayudarlo. Y viéndolo de luto estaba segura que
saldrían todos esos sentimientos otra vez.

Pero eso no significaba que me gustaría actuar con cualquiera de


esos instintos. Estaría ahí para presentar mis respetos a una mujer a
quien había llegado a amar y admirar. Esa era la prioridad hoy. Clay
estaba en mi pasado. Y mientras podría ofrecer mis condolencias, me
gustaría dejar las cosas así.

—Estoy triste, ¿sabes?, realmente no había hablado con Lisa en


meses, pero era tan bella persona —dije honestamente. Mi madre asintió,
sorbiendo su café. Mi padre me miró por encima del periódico, su ceño
fruncido.

—No estoy seguro de que ir a la casa de Ruby más tarde sea la mejor
idea. Vamos todos al funeral y luego pienso que deberíamos ir a casa —
dijo mi padre. Dejé de masticar y dejé caer mi tenedor en mi plato.

—Papá, por supuesto debemos ir con Ruby. Sería descortés no ir —


discutí. Honestamente, estaba aterrorizada ante la perspectiva de entrar a
la casa de Ruby de nuevo. Pero tenía que ir. Parecía irracionalmente
importante que esté allí.

—Estoy seguro de que habrá suficiente gente ahí, no seremos


extrañados. Solo pienso que será incómodo. Y eso es lo último que Ruby
necesita hoy —dijo papá, cerrando su periódico y dejándolo en la mesa.

—¿Incómodo para quién papá? ¿Esto es sobre Ruby o más sobre ti?
—pregunté bruscamente.

El rostro de papá se sonrojó e instantáneamente me arrepentí del


golpe. Tiempo para tratar una aproximación diferente.

—Por favor papá. Necesito estar ahí por Ruby —supliqué. Mi madre
me miró de cerca.

—¿Y Clay? —preguntó casualmente. Muy casualmente.

Tomé una respiración profunda.


—Por supuesto, Clay también. Pero hoy es sobre Lisa. Nada más —
me apresuré. Mis padres compartieron una mirada, pero no dijeron nada
más. Comí el resto de mi desayuno en un silencio espeso.

El tocino y los panques se asentaron como plomo en mi estómago.

Eran las once cuando terminé. Me levanté para lavar mi plato en el


fregadero. Cada uno de mis padres me dio un beso antes de salir a hacer
unos recados antes del funeral. No habían sacado a colación otra vez lo de
la casa de Ruby y todavía no estaba segura si me permitió ir o no. Pero
sabía que, si rechazaban la idea, no podría discutir. No quería ir por ese
camino otra vez, desafiando a mis padres por Clay.

Rachel y Daniel aparecieron alrededor del mediodía y estaba


agradecida por la distracción. Rachel se veía bonita en su vestido hasta la
rodilla negro. Daniel educadamente estaba con un traje gris y una corbata
azul oscura. Estaba dejando crecer su cabello rubio y caía en rizos sobre
su frente.

Llegaron e hicimos nuestro camino hacia mi cuarto.

—Así que, escuché por Jake que cancelaste sus planes para esta
noche —comento Daniel, quitándose su chaqueta y colocándola por
encima de la silla de mi escritorio.

—¿No vamos a salir esta noche? —preguntó Rachel, mirándome con


sorpresa. Apreté los dientes.

—Solo pienso que no estaría a la altura después de lo de esta tarde,


¿de acuerdo? —dije a la defensiva, sentándome en el borde de la cama,
cuidando de no arrugar mi falda. Rachel y Daniel se miraron entre ellos y
pude interpretar su comunicación en silencio, todo muy bien.

—Mags, vamos, creo que será bueno para ti salir esta noche —dijo
gentilmente Daniel, moviendo ropa de mi sillón de tocador así Rachel se
podía sentar. Suspiré, esperando que solo no la dejaran caer. Pero viendo
la firme mandíbula de Danny, sabía que no lo harían.

—¿Esto es sobre Jake? Porque solo acepté ir con él porque me


desgastó. Realmente no me gusta de esa forma… —empecé y Danny negó
con la cabeza.
—Esto no tiene absolutamente nada que ver con Jake y
absolutamente todo que ver con Clay —espeto furiosamente. Vaya, ¿de
dónde vino esto?

—Danny —advirtió suavemente Rachel. Los miré, sintiéndome


frustrada por su completa falta de fe en mí.

—Los dos, dejen de estar enloqueciendo por esto. Les diré lo mismo
que les dije a mis padres, es un funeral. Iré a presentarle mis respetos a
Lisa. Que pasa a ser alguien de quien me preocupo mucho. Dejen de estar
haciendo todo esto sobre Clay, es ridículo y más que un poco de falta de
respeto —los regañé.

Rachel decentemente tenía la apariencia contrita. Daniel por otro


lado empezó simplemente a mirarme con beligerancia.

—No actúes como si ver a Clay no joderá tu cabeza Mags. Olvidas


que fuimos Rachel y yo quienes nos sentamos aquí día tras día mientras te
rompías en pedazos por ese tipo. Me siento mal por él. Sé que esto es duro
para él. Pero deseo como el infierno que no estuviera aquí. Porque estoy
preocupado por lo que ésto te hará. —Me mordí la lengua sobre el
comentario de odio que quería volar fuera de mi boca.

—Jesús, dame un poco de crédito aquí. Realmente me haces sentir


patética —murmuré. Rachel disparó una mirada oscura a su novio antes
de girarse hacia mí.

—No queremos hacerte sentir de ese modo. Y lo que Daniel estaba


tan torpemente tratando de decir, era que solo estamos preocupados.

Lancé mis manos al aire en frustración.

—¡Dejen de preocuparse! —lo dije más fuerte de lo que pretendía.

Daniel cruzó la habitación y colocó su brazo alrededor de mi


hombro. Se inclinó para besar mi mejilla.

—No es posible nena. Te queremos —dijo cálidamente, y cualquier


irritación que sentía se derritió.

Maldito Daniel Lowe y su estúpida consideración del culo.


—También te quiero, taco de mierda —me quejé, dándole un codazo
en el costado. Y supe que tenía suerte de tener tanta gente que me amaba.
Solo deseaba que Clay fuera tan afortunado.
-CLAY-
Traducido por Candy27 & Wan_TT18//Corregido por Bibliotecaria70

El sofá estaba empezando a matar mi espalda. Tres noches de


dormir en el cojín lleno de bultos y estaría caminando encorvado todo el
día. Bien, así que sí tenía una perfecta y buena cama arriba en mi
habitación, pero no había subido allí todavía.

A lo mejor era un cobarde, pero simplemente no estaba preparado


para abrir la puerta y enfrentarme a cientos de recuerdos dentro de esas
cuatro paredes. Estar de vuelta en Davison era suficientemente difícil.
Cada calle, cada tienda, cada estúpido árbol traía una docena de
recuerdos de la persona que dejé atrás. Y seriamente apestaba. Realmente
quería irme. Esto era mucho más difícil de lo que pensé que sería.

Había sabido que esto iba a ser duro. El dolor de Ruby era difícil de
ver. Estaba apenas comiendo y sabía que no estaba durmiendo. Podía
escucharla caminando de un lado a otro en el piso de arriba toda la noche.
Parecía tomar todo de ella el vestirse por las mañanas.

Mi tía demasiado entusiasta se había reducido a esta persona


completamente desprovista de vida. Y si no estaba manejando bien la
muerte de Lisa, ¿qué oportunidad tenía yo?

Había hablado con el Dr. Todd cada día, como le prometí. No sonaba
particularmente preocupado cuando le mencioné como de difícil se estaba
volviendo este viaje. Solo me dejó procesarlo y revisó mi habilidad de
afrontamiento conmigo. Sin embargo, ayer sugirió llamar dos veces al día
en vez de una. También me había animado a hablar con Jean, mi
consejera, sobre el abuso de sustancias en el centro.
No había hecho eso todavía. Estaba sintiéndome demasiado
controlado como estaba. Y hoy necesitaba enfocarme en Ruby, en el
funeral y en pasar a través de todo sin hacer nada estúpido.

Porque cada noche que estaba tendido en el sofá, escuchando el


sonido de los pasos de Lisa quería gritar. Solo estaba malditamente
enfadado. Enfadado con Lisa por caer dormida al volante. Enfadado con
Ruby por apartarse como lo estaba haciendo. Enfadado conmigo mismo
por sentir todo lo anterior.

Quería cortarme tan mal que podía saborearlo. Había veces que me
podía encontrar en la cocina, mis dedos con ganas de buscar un cuchillo o
un par de tijeras. Forzarme a dejar la habitación y dejar atrás lo que me
tentaba se estaba volviendo más y más difícil de hacer. Normalmente
terminaba sacando mi diario y pasando horas escribiendo en él. Bien, así
que a lo mejor no era un ejercicio completamente inútil porque ayudaba
(algo que nunca diría en voz alta).

Pero estaba exhausto y me sentía un poco enfermo. Tenía tanto que


hacer hoy. Necesitaba ir a la iglesia en unas pocas horas para asegurarme
de que todo estaba hecho. El director de la funeraria estaría manipulando
la mayoría de los arreglos florales, pero quería asegurarme de que estaba
todo como necesitaba estar. Después de la iglesia, habría un servicio al
lado de la tumba, seguido por una reunión con familiares y amigos aquí.

Había trabajado como un burro para limpiar el lugar. Una empresa


de catering estaría aquí más tarde para dejar la comida. Había planeado
todo hasta el mínimo detalle. Manteniéndome ocupado había ayudado en
algo. Era capaz de apagar las emociones que de otra manera me habrían
despellejado vivo. Estaba en piloto automático por ahora y estaba feliz de
hacerlo.

Tendría tiempo después para lidiar con mi propio dolor. Ahora


mismo todo era acerca de cuidar de Ruby y de pasar a través del día.

Me levanté, rodando la cabeza para intentar quitar la tortícolis de mi


cuello. El sofá podría ser utilizado como una forma de tortura.
Accidentalmente lancé las gafas de Lisa al suelo desde su punto en la
mesa de café.
Seguían estando allí. La taza de café medio llena también. Estaba
empezando a crecer moho en el borde, pero cuando había intentado
moverlo, Ruby se había vuelto loca. Así que solo lo dejé. Cogiendo mi
teléfono comprobé la hora.

Mierda, eran casi las once y media. Necesitaba conseguir moverme.


Abrí mi maleta y saqué mis pantalones grises y una camisa abotonada
negra. Las colgué en la puerta de la cocina y fui por la tabla de planchar.

Estaba ocupado planchando cuando Ruby finalmente apareció.


Todavía estaba en su bata; su cabello rojo parecía como si no hubiera visto
un peine en un año. Círculos negros rodeaban sus ojos y sus labios
estaban cortados y agrietados por mordérselos.

—Buenos días —dije, viéndola abrir la alacena y sacando una taza.


Me dio una pequeña sonrisa y empezó a moler granos de café—. ¿Quieres
que te haga algo de desayuno? —pregunté después de terminar de
planchar mi camisa.

Ruby sacudió la cabeza y esperó que su café se preparase. El


silencio en la cocina me puso nervioso. Observé a mi tía quien parecía
apenas funcionar y simplemente no podía manejarlo más.

La dejé, mirando fijamente la cafetera y salí al patio trasero. El aire


era frío y había empezado a lloviznar. Llevé el frío aire a mis pulmones y lo
aguanté allí hasta que mi pecho quemó con la necesidad de respirar.

Dejando el aire salir lentamente deseé haber desarrollado un gusto


por la nicotina, porque necesitaba algo que hacer con la picazón de mis
manos. No podía hacer esto. Mierda, simplemente no podía hacer esto.
Sabía que no había ningún sitio donde debería estar más que aquí, pero en
este momento, parecía el purgatorio.

Dios, desearía estar de vuelta en Florida. Saqué mi teléfono y


marqué la línea directa del Dr. Todd. Sonó y sonó. En el onceavo timbre,
colgué. Era sábado; por supuesto que no estaba en su oficina. Tenía su
número personal en algún sitio en mi maleta, pero no tenía la energía de ir
a buscarlo. Supongo que podía llamar al número principal y hablar con
otra persona del personal en función, pero no estaba completamente
cómodo con eso.
Me quedé ahí de pie luchando conmigo mismo cuando sentí una
mano en mi hombro. Bajé la mirada y me sorprendí de ver a Ruby mirando
fijamente el patio, su mano agarrándome la manga.

—Gracias, Clay. Por todo lo que has hecho —susurró, su voz sonaba
ronca.

Cerré mis ojos. Podía hacer esto. Ruby me necesitaba. Tenía que
dejar de ser tan malditamente débil. Levanté mi mano para cubrir la suya
y nos quedamos de esa manera, en el frío. Dos personas apenas
manteniéndose enteras, pero intentando desesperadamente mantener al
otro funcionando.

—Deberíamos empezar a prepararnos —dijo Ruby, apretando mis


dedos antes de dejarlos ir. Parecía estar intentando tener control y estaba
injustamente agradecido por ello. Porque otra vez, esa horrible parte
egoísta de mí necesitaba su fuerza para mí mismo. Estaba asustado como
el infierno de que dependiera tanto de mí, solo la dejaría caer.

—Bien. Probablemente deberíamos ir a la iglesia pronto. Ver si hay


algún detalle de último minuto que necesitemos revisar —dije. Ruby
asintió y volvió dentro. Me quedé allí fuera por otros pocos minutos,
enfocándome por fin en mis propios sentimientos de tristeza y dolor.

Esta tristeza era dolorosamente familiar. El silencio, el sufrimiento


embobado era algo que había sentido demasiado en mi vida. La apenas
controlable urgencia de deshacerme de mi dolor con la raja de una cuchilla
era arrolladora, besaba dulcemente mi piel. Podía casi escuchar la
oscuridad susurrando en mi oído, una tentación burlona del potencial
dolor.

Había sabido que este era el riesgo de volver aquí. Sabía que
resurgirían miles de instintos de hacer daño, de mutilar y de destruir todo
dentro de mí. Todo en lo que había trabajado tan duro para reconstruir.
Pero el progreso era una cosa endeble. Y la necesidad de echar todo abajo
era un adversario mucho más fuerte.

Dejar el centro fue como dejar un capullo caliente y seguro y ser


lanzado de cabeza a un completo y absoluto caos. Desde el momento en
que mi avión había tocado tierra en Virginia, luchaba por recordar que
estaba en control de esas emociones traidoras. Que era mi elección seguir
adelante en un camino más sano. Eso era lo que el Dr. Todd seguía
taladrando en mi cabeza. Es mi elección. ¡MÍA!

Pero volver a Davidson, particularmente en esta situación, estaba


probando ser un verdadero examen de mi nueva base de determinación.
Los medicamentos ayudaban. Estaba tomándolos según horario. Así podía
poner el visto en mi lista de responsable Clayton Reed.

Las cosas que había aprendido en la terapia sonaban en mi cabeza,


recordándome respirar. Remarcar. Sacarme a mí mismo del precipicio por
el que estaba en peligro de caerme.

Pero como dije antes, Ruby me necesitaba aquí. Y a pesar de que


hacía mi ansiedad mucho más grave, necesitaba recordar eso. Pero había
sido siempre el necesitado. La verdad es que necesitaba a Ruby. Maggie.
Lisa. Incluso cuando siempre había negado necesitar a alguien.

Y ahora era en el que se apoyaban y no estaba seguro de que


pudiera manejar la presión. Cuanto más seguía, más duro se volvía.
Estaba quebrado y herido y supe que las preocupaciones del Dr. Todd
sobre mí volviendo eran legitimas.

Estaba en una pendiente precaria y resbaladiza. Un movimiento


incorrecto, un pensamiento incorrecto y estaría deslizándome hacia abajo
con el culo. Y el aterrizaje sería duro.

Pero eso no cambiaba el hecho de que tenía responsabilidades. Y eso


superaba todo lo demás. Tenía que hacerlo.

*~*~*~*

Estaba pasando el día. Apenas. La ligera llovizna de antes había


cambiado a un continuo aguacero. Incluso el tiempo estaba de luto. Todo
se sentía oscuro. Me enfoqué en mi maldita respiración incluso cuando
mis entrañas se hacían nudos dentro de mí.

Inspirar. Exhalar. Juro que podría escribir mi propio libro sobre las
diferentes formas de jodidamente respirar.
Necesita controlar todo. Necesitaba ser el hombre en el que Ruby
podía contar, no solo alguien quien extrae la fuerza de todos los demás.
¿No es en tiempos de crisis que tus cualidades se demuestran? Bien tengo
un infierno que demostrar ahora mismo. A mí mismo y a todo el mundo
que dudó que pudiera ser algo más que el chico loco a punto de ir por el
borde.

Estaba ocupado en este furioso dialogo interno. Saltando de ida y


vuelta entre darme un animado y pequeño discurso motivacional y
mentalmente gritarme para sobreponerme. Estaba totalmente absorto en
ello, intentando conseguir el coraje para ir al frente de la iglesia y sentarme
con Ruby en el banco donde se sentaba sollozando silenciosamente.

Había sido capaz de perderme a mí mismo en los arreglos finales


cuando habíamos llegado, pero ahora el comienzo del servicio se acercaba
y me estaba rompiendo un poco. Bueno, no un poco… mucho.

Miraba a las personas mientras se paraban al lado de Ruby para


hablar con ella. Ella estaba intentando ser cortés, pero estaba tan
consumida por el dolor que no podía hacer más que asentir. Debería ir allí
y ayudarla, pero me sentía clavado en el sitio.

Todo era demasiado para aguantar. Pero realmente necesitaba


superar esto. No era justo dejarla sola. No ahora. No cuando ella nunca me
había abandonado cuando la necesité. Pero estaba esa parte de mí que
luchaba por la autopreservación y sabía que esta escena entera tenía los
materiales de mi propio desastre personal.

Estaba muy cerca de salir corriendo por la puerta y nunca mirar


atrás. Conducir directamente hasta el aeropuerto y saltar en el primer
avión disponible fuera de la maldita Virginia.

Me había casi convencido de seguir cuando sentí un estímulo en el


aire. Era un intenso zumbido que tomó a mi cuerpo completamente por
sorpresa. El vello de mi cuello se erizó y simplemente lo supe.

Ella estaba aquí.

Maggie.
Y simplemente así, el negro difuso se fue y todo hizo clic en su lugar.
Mi corazón dio un vuelco y mis palmas empezaron a sudar así que las
empujé dentro de los bolsillos de mis pantalones grises.

Por supuesto que vendría. Sabía que estaría aquí. Y aunque pensé
no permitirme esperar verla, no podía negar que lo había anhelado de
todas formas.

Y aquí estaba ella, luciendo igual solo que mejor. Su cabello oscuro
parecía más corto y estaba hacía atrás en una cola de caballo baja. Vestía
un abrigo negro de lana por encima de un vestido verde oscuro. Parecía
preciosa, perfecta y la personificación de todo lo que siempre había
ansiado. Entró en la iglesia, flanqueada por sus padres. Apenas los noté o
el hecho de que Rachel y Daniel les seguían de cerca. Solo tenía ojos para
ella. Sabía que debería ir con Ruby. Pero no podía moverme. Me quedé de
pie aquí, clavado en el sitio, inseguro de si quería que Maggie me viera o
no, incluso si gritaba en mi cabeza que me mirara.

Por favor.

Por mucho que la echaba de menos y había soñado con este


momento, tenía miedo de él. Demasiado había cambiado. Sin embargo, al
verla, mi corazón y mi cuerpo reaccionaron igual que siempre. Ella había
sido mi muleta y ahora era algo completamente distinto, un doloroso
recordatorio de todas las formas en que metí la pata. Pero viendo a mi
preciosa chica moverse a través de la multitud de personas, solamente vi a
la persona que había depositado en mi futuro. Y eso fue a la vez,
estimulante y aterrador.

Pero Dios, la amaba. Era la pieza que había estado perdida durante
los últimos tres meses. Era todo lo que quería en mi vida, pero todavía no
estaba seguro de que la merecía. Y era por esto que no era nada bueno
para ella. Mis sentimientos acerca de Maggie May Young eran demasiado
intensos, me consumían y siempre amenazaban con tragarme entero.

Pero entonces ella levantó los ojos y se encontraron con los míos y
todo lo demás desapareció. Sus ojos brillaban y pude ver la forma en que
su pecho comenzó a subir y bajar más rápido. Antes de que me diera
cuenta de lo que estaba haciendo, me estaba moviendo hacia ella en el
mismo instante que ella comenzó a hacer su camino por el pasillo de la
iglesia.

Vi a Rachel por encima del hombro, sus ojos muy abiertos, con su
mano estirándose, posiblemente para detener a Maggie. Pero no hubo
nada que la detuviera. Nuestros ojos no se apartaban entre sí a medida
que trabajamos para eliminar la distancia física entre nosotros.

Era como si cada vez que estábamos juntos, nuestros cuerpos


orbitaban alrededor del otro como si fuéramos empujados por una fuerza
invisible de la que no teníamos ningún control.

Quería esto. Y quería huir de ello. Quería sujetarla y nunca dejarla


ir. Y quería alejarla.

Dos minutos. Eso es todo lo que tomó para que mi cabeza tuviera un
cortocircuito.

Maggie se detuvo a cinco pies de distancia y nos quedamos allí,


mirándonos el uno al otro. No sabía qué decir. ¿Qué funciona como charla
apropiada cuando ves el amor de tu vida de nuevo después de romper su
corazón? Y nada menos que en un funeral.

Pude ver que ella estaba luchando tanto como yo. Y odiaba eso. Su
rostro estaba enrojecido y pude ver su pulso agitado en su cuello. Quería
probar su piel y sentir el latido de su corazón debajo de mis labios.

Así que, en su lugar, me fui para el anti climático.

—Hola —dije en voz baja. Maggie cerró los ojos, como si le doliera y
cuando los abrió de nuevo, estaban llenos de lágrimas.

—Hola —dijo, apenas lo suficientemente alto como para que


cualquiera pudiera escuchar. Pero yo podía oírla. Siempre podía oírla.
Quería extender la mano y tocarla, mis dedos se estremecieron con la
anticipación. Como si ya planearan maneras de hacerlo. Mi respiración se
volvió superficial y me sentí mareado.

El impacto emocional en el estómago fue suficiente para dejarme


tambaleándome. Y al parecer Maggie se sentía de la misma manera. Nos
quedamos allí, mirándonos el uno al otro, sin preocuparnos por el resto de
las personas en la habitación.

Mis ojos bebían de los de ella después de tanto tiempo. Me estaba


ahogando y estaba sediento, todo al mismo tiempo. Mis sentidos estaban
desesperados por ver, oler, saborear, tocar cada centímetro de Maggie May
Young. Pero también estaba impresionado por su presencia. Porque con
ella llegó una avalancha de recuerdos que no estaba preparado para hacer
frente. Los que me dejaron destrozado y desgarrado.

La última vez que la había visto estaba acostado en una cama de


hospital y su rostro había estado rojo, y manchado por el llanto. El sonido
de lo que pensé era su traición se escuchó fuerte en mis oídos. Le había
dado la espalda. Me había dado la espalda a mí mismo. Y estuve a punto
de hundirnos a ambos en mis delirios.

—Clay, lo siento por tu pérdida —dijo Maggie después de unos


segundos. La forma en que dijo mi nombre me hizo temblar por dentro. Yo
estaba actuando como una niña pequeña. ¡Tú puedes! Me dije con dureza.
No dejes que te vea desmoronarte.

Pero su voz, suave y cargada de emoción me golpeó directamente en


el centro de mi pecho. La suave cadencia de su voz saliendo de su boca me
generaba tanto miedo como tranquilidad. Mirándola, no vi una chica que
había seguido adelante. Vi a alguien que sufría por mí al igual que yo por
lo que le hice.

No podía soportarlo más. Extendí la mano y agarré su mano, tiré un


poco de ella hacia adelante. Se movió, sin su voluntad. Las puntas de
nuestros zapatos se tocaron y estábamos tan cerca que podía oler la menta
en su aliento. Sus ojos se abrieron ante mi atrevimiento, pero me di cuenta
de que no retrocedió.

Sostuve su mano con fuerza en la mía y ella apretó tentativamente.


Y todo dentro de mí comenzó a desmoronarse. Mi temor, el pánico, todo
simplemente se desvaneció en el fondo. Ella era todo lo que vi. Era todo lo
que necesitaba. Igual que siempre.

—Clay. Lo siento mucho por Lisa. —Una voz me sacó del momento.
Maggie parpadeó un par de veces y pareció darse cuenta de repente de lo
cerca que estábamos parados. Ella apartó la mano y me dejó aferrado
solamente al aire. Dio unos pasos hacia atrás y miró al suelo tímidamente.

Mi corazón se apretó dolorosamente y me pasé las manos por el


cabello. Miré a la persona que nos había interrumpido y traté de no
morder su maldita cabeza.

—Gracias, Rachel. Es bueno verte, incluso bajo estas circunstancias


—ofrecí cortésmente, mis ojos se movieron de nuevo a Maggie, que se
había negado a mirarme de nuevo.

—Estás en nuestros pensamientos, hombre. —Daniel Lowe había


llegado junto a Rachel y me di cuenta de la forma en que bajó su mano
posesivamente a la base de su espalda. Vaya, me alegro de ver que todavía
iban fuerte. Que algunas relaciones podrían sobrevivir. Hizo de mi
perspectiva general pesimista un poco más brillante.

—Gracias —le dije genuinamente, dándole una mirada a los mejores


amigos de Maggie. Traté de darles mi atención, pero mi objetivo era solo
para la chica de cabello oscuro que ahora estaba mirando a todas partes
menos a mí.

Los cuatro nos quedamos allí torpemente. Sabía que estaba siendo
un poco acosador con la manera en que estaba mirando a Maggie. Pero no
podía apartar la mirada. Había pasado demasiados días fantaseando
acerca de ver su rostro de nuevo. No pensé que pudiera buscar a otra
persona nunca más.

Maggie retrocedió aún más y sentí la separación como un dolor


físico. Parecía nerviosa de repente, y no tuve que preguntarme demasiado
tiempo lo que puso la angustia en su rostro.

—Hola Clayton. —Una mano cálida cayó sobre mi brazo y aparté la


mirada de mi chica para ver a su madre de pie a mi lado, llevando una
expresión de preocupación, pero compasiva. Miró entre Maggie y yo y supe
que estaba preocupada por lo que significaba mi reaparición inesperada
para su hija.

Y no era la primera vez que me odiaba a mí mismo por ser el tipo


que les hiciera preocuparse. No quería ser alguien a quien temieran. Pero
lo era y sabía que probablemente
esto no cambiaría, sin importar lo mucho que intentara ser diferente.

La señora Young me dio un abrazo y traté de no actuar sorprendido


por ello. Pero la madre de Maggie siempre había sido mucho más fácil de
tratar que su padre. Como si fuera una señal, el Sr. Young estaba
flanqueado el lado de su esposa y me miraba con recelo.

—Sentimos lo de Lisa —dijo con voz ronca, rascándose la barba,


incómodo.

No dije nada. El Sr. Young tenía una manera de hacerme sentir dos
años menor y de sesenta centímetros de altura. Como si estuviera siendo
examinado y quedándome corto.

La señora Young tomó a Maggie por el codo y se la llevó. Su padre la


siguió, dejándome de pie con los mejores amigos protectores. Metí las
manos en los bolsillos, sintiendo la necesidad de huir de nuevo.

—Entonces, Clay, ¿durante cuánto tiempo estarás en la ciudad? —


preguntó Daniel, tratando de hacer que la pregunta sonara informal, pero
sabía que estaba realmente cavando para obtener información.

No me quería aquí, eso era obvio. Daniel y yo habíamos estado cerca


de ser amigos antes. Pero nunca habíamos conseguido llegar a eso. Y
entonces me había ido, Maggie y él habían estado ahí para limpiar mi
desorden después de mi partida.

Así que sabía, sin duda, que no era una de sus personas favoritas.

—Eh, no estoy muy seguro. Supongo que voy a ver cómo sigue Ruby.
No quiero dejarla, ¿sabes? —Me obligué a mirarlo a los ojos y apreté los
labios. En cierto modo quería decirle que no era de su incumbencia. No
necesitaba su desaprobación.

Pero por el bien de la armonía, mantuve mi boca cerrada. Fue


Rachel quien asintió en comprensión.

—Bueno, solamente debes tomar un día a la vez —dijo como por


experiencia y me hizo preguntarme qué más había en la modesta mejor
amiga de Maggie. Nunca le había prestado mucha atención, excepto como
una extensión de Maggie. Pero sus ojos brillaban con su propio dolor
oculto y sabía que ella lo entendía.

—Sí —murmuré, sin saber qué más decir.

Y al parecer ellos tampoco, por lo que se trasladaron hacia el altar,


encontrando su lugar al lado de Maggie. Vi a los tres acurrucándose.
Daniel y Rachel en un lado, sus padres por el otro. La rodearon en apoyo,
amor y me encontré estando irrazonablemente celoso.

No por el cariño incondicional que estaba recibiendo, pero por el


hecho de que no era quien se lo daba a ella. Ella debería estar a mi lado.
Conmigo. Deberíamos estar sosteniéndonos y apoyándonos el uno al otro.
Pero había renunciado a ese derecho cuando la había dejado. Cuando
había escrito esa maldita carta que en su momento me pareció la cosa
correcta por hacer.

Ahora estaba viendo que fue un gran error. Porque yo mismo había
robado efectivamente de mí la única cosa que alguna vez me había hecho
feliz.

Finalmente entendí muy bien lo que quería decir la gente cuando


dicen que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.
Porque estaba atascado en medio de mi propio purgatorio personal.

La gente empezó a encontrar sus asientos y me di cuenta que el


servicio estaba a punto de comenzar. Así que fui a unirme a Ruby y los
padres de Lisa que estaban al frente de la iglesia. Ella se acercó y agarró
mi mano cuando me senté y nos aferramos mientras el ministro comenzó
su sermón sobre la belleza del cielo y de Lisa entrando al Reino de Dios.
Un montón de mierda santurrona. Lisa habría odiado cada minuto de esta
indulgencia, sin sentido trivial.

Pero los funerales eran para los vivos y realmente no tenía nada que
ver con la persona que murió. Ellos estaban destinados a dar a aquellos
dejados atrás algún tipo de consuelo. Pero no encontré ninguno.
Simplemente me sentía vacío.
Mirando a Ruby, con su cabeza inclinada hacia abajo, con el cabello
ocultando su rostro, sabía que se sentía de la misma manera. ¿Cómo
puedes seguir viviendo cuando el amor de tu vida se ha ido?

Miré por encima de mi hombro, captando fila tras fila de personas


que venían a presentar sus respetos. La familia de Lisa, sus amigos, sus
compañeros de trabajo. Y mis ojos se posaron en Maggie. Estaba
escuchando al ministro con una expresión indescifrable en su rostro.

Como si pudiera sentir mi mirada, su mirada se encontró con la mía.


Sus ojos estaban húmedos, podía verlos desde aquí. Pero una cosa era
cierta; sus ojos siempre habían sido mi perdición.

Tuve que apartar la mirada. Mi corazón se sentía demasiado lleno en


mi pecho y apenas podía respirar. Así que traté de concentrarme en el
resto del servicio. Antes de darme cuenta, todo había terminado y la gente
estaba fuera de la iglesia. Ruby se aferró a mi brazo mientras la llevé a la
puerta lateral y hacia mi auto.

—¿Cómo lo llevas? —le pregunté en voz baja al oído mientras abría


la puerta del lado del pasajero.

Ruby negó con la cabeza, dejando escapar un sollozo ahogado


mientras se hundía en el asiento de cuero. Cerré la puerta detrás de ella
con un suave clic y me fui hacia el lado del conductor.

Y luego hicimos nuestro camino al cementerio para poner a Lisa en


el suelo. Ruby no dijo nada, estaba perdida en su propio mundo. Y nunca
me había sentido más solo.
-MAGGIE-
Traducido por Rincone//Corregido porBibliotecaria70

Dios, fue horrible.

El llanto, la miseria. Fue como un cuchillo en mi corazón. La pena


de Ruby me desgarró. La una vez infecciosamente feliz, ahora se había
reducido a una mujer en blanco de pie junto a un agujero abierto en el
suelo.

Y Clay. Había tenido sus brazos alrededor de su tía, sosteniéndola


mientras bajaban lentamente el ataúd de Lisa en el hueco. La gente estaba
cantando Sublime Gracia mientras descendía la caja que contenía el
cuerpo de Lisa y finalmente desaparecía.

La muerte era una perra insensible. No le importa quien seas, a


quien ames, ésta te golpea sin piedad y sin discriminación. Nunca había
experimentado la muerte realmente. Tenía suerte en ese aspecto. No era
capaz de entender plenamente cómo de desgarradora podía ser.

Pero observando a Ruby y a Clay, sentí por primera vez cómo de


terrorífica y solitaria era. No conocía a Lisa tanto tiempo como ellos, pero
sentí su muerte profundamente. Y sabiendo cómo afectaría a las dos
personas frente a mí que estaban intentando mantenerse enteras tan
duramente, no estaba segura de que hubiera vuelta de aquello.

Después de que la tierra fue arrojada de nuevo al agujero, todo el


mundo empezó a disiparse. Quería ir de nuevo hacia Clay. Deseaba estar
ahí para él. No podía soportar la mirada angustiada en su rostro. Eso
rompió mi corazón de nuevo.
—Vamos, Maggie. —Rachel tiró de mi brazo y alejé mis ojos de Clay,
quien seguía de pie con Ruby, mirando el suelo donde ahora descansaba
Lisa.

—Sí, bien —dije, caminando con ellos por entre las hileras de piedra.
Cada paso me llevaba más lejos de Clay, una vez más. ¿Por qué sentía esta
separación más grande que la anterior? Apenas había hablado con él, pero
se sentía profundamente equivocado dejarlo cuando estaba tan herido.

Había estado segura de que podía venir aquí hoy, dar mi condolencia
y ser lo suficientemente fuerte para no estar afectada por él y su dolor.
Debería haberlo sabido mejor. Porque cuando se trataba de Clay, nunca
había otra elección que estar con él.

—Tu padre y yo tenemos que ir a la tienda de comestibles. Nos


encontraremos en casa, ¿de acuerdo? —dijo mi madre, empujándome en
un abrazo.

—De acuerdo. Los veo después —le dije mientras ella tocaba mi
mejilla cariñosamente.

—Eres una chica increíble, Maggie May Young. Y estoy muy


orgullosa de ser tu madre —me dijo suavemente. Sonreí.

—Gracias mamá. Yo también creo que soy muy increíble —bromeé.


Mi padre sonrió a mi lado y me alborotó el cabello.

—Siempre tan modesta —bromeó, acercándose para su abrazo.

Cuando se fueron, me giré hacia Rachel y Daniel quienes estaban


hablando en bajito en el auto de Rachel.

—¿Tienen algún plan para esta tarde? —les pregunté mientras subía
al asiento trasero. Rachel se giró en su asiento.

—No, somos todos tuyos, chica. ¿Qué tienes en mente? ¿Quieres que
llamemos a Jack y veamos una peli? Puede que sea bueno para ti —sugirió
Rachel e hice una mueca. Eso no era lo que tenía en mente para nada. Me
pregunté si estarían de acuerdo con los planes que tenía.
—Uh, no. Pensé que podríamos ir donde Ruby. Ya saben, para la
cosa de amigos y familiares —dije rápidamente. Daniel se pasó la mano
por el cabello y me miró con obvia frustración.

—¿Crees que esa es una buena idea, Mags? Quiero decir, vamos.
Eso solo abriría un montón de mierda. —Me tensé ante su tono y hundí
las uñas en mi palma. Era eso o abofetear su rostro.

Pero entonces Rachel me sorprendió.

—Dale un descanso, Danny. Ella sabe cómo nos sentimos sobre eso.
Pero si eso es lo que necesita hacer, entonces será lo que haremos. —Se
giró en su asiento y metió las llaves en el encendido.

Daniel miró a su novia con la boca abierta.

—Rach, creí que estábamos en la misma línea sobre todo esto —dijo
en voz baja. Como si yo no lo pudiera oír. Era bueno saber que yo era un
tema de conversación a mis espaldas—. No estoy tratando de ser un
imbécil, Mags. Es simplemente que no estoy seguro de poder manejar verte
otra vez así —dijo Daniel desde el asiento delantero. No se giró para
mirarme. Siguió mirando por la ventana delante de él.

No supe que decir a eso. Su honestidad me quitó el aliento. No podía


irritarme con él, no cuando solo se estaba preocupando por mí. Habría
estado herida si no lo estuviera.

Supongo que podía decirle que no tenía que preocuparse. Que no


tenía ninguna intención de ser esa chica. Que nunca me permitiría otra
vez estar tan consumida por Clay que perdiera de vista todo lo demás. La
vieja y más sabia Maggie sin duda, debería estar diciendo esas cosas.

Pero me quedé callada. Porque, aunque sabía que el agarre que tenía
Clay de mi corazón no era racional ni tampoco gentil. Era un tirón vicioso
que amenazaba con rasgar dicho órgano directamente de mi pecho.

Verlo de nuevo solo había confirmado lo que mi subconsciente ya


sabía. Nunca superaría lo de Clay. Mi alma le pertenecía, estaba tan
enterrada en él que ya no era un solo ser.
Tuve un momento para preguntarme si eso era una buena cosa. Si
amar a alguien así era saludable para alguno de los dos. Todavía no estaba
del todo segura, pero estaba cansada de tratar de negar algo que era tan
natural para mí como respirar. Amaba a Clayton Reed y ninguna cantidad
de tiempo o distancia me quitaría eso jamás.

Eso no cambiaba la realidad en la que nos encontrábamos. Nuestra


relación había sido tóxica y perjudicial para ambos. Aprendí que puedes
amar a alguien por completo, pero no necesariamente estar con ese
alguien. Y ahí es donde la nueva Maggie salía a jugar. Porque por primera
vez no estaba dejando que mis sentimientos me gobernaran. Estaba
tratando de dejar que mi cabeza tuviera tanta voz como la tenía mi
corazón.

Nos detuvimos frente a la casa de Ruby cinco minutos más tarde. Ya


había varios autos y me sentí un poco extraña caminando hacia la casa.
Rachel estaba detrás de mí, Daniel, por supuesto, iba detrás de ella. Llamé
a la puerta y esperé. Podía escuchar la gente en el interior.

Finalmente, la puerta fue abierta por alguien que no reconocí.

—Hola, soy Maggie. Estos son Rachel y Daniel. Somos… eh, amigos
de Clay —tartamudeé al final. La mujer sonrió y sostuvo la puerta abierta,
invitándonos a entrar.

—Me alegro de que hayan venido. Soy Darla, la hermana de Lisa. —


Mirándola, pude ver la misma nariz recta y mandíbula cuadrada. Le di una
sonrisa tensa y la seguí a la cocina.

Miré alrededor, pero no vi a nadie que conociera. Vi a una pareja


mayor, rodeada por un grupo de personas y supuse que eran los padres de
Lisa. Pero Ruby y Clay estaban ausentes de la reunión.

—Bueno, ¿qué hacemos? No conocemos a nadie de aquí —dijo


Rachel con nerviosismo. Recogí algunos platos de papel y se los entregué a
mis amigos.

—Yo digo que comamos primero. Esa suele ser una buena forma de
empezar —comenté secamente.
Daniel y Rachel tomaron sus platos y los cargaron con comida. Me
quedé mirando alrededor de la habitación, tratando de localizar a Ruby o a
Clay. Era extraño que no estuvieran por ninguna parte.

Después de llenar nuestros platos, encontramos un lugar en la sala


de estar. Sentada en el sofá, noté un par de gafas y una taza de café
puestas en la mesa delante de mí. Mi garganta se cerró cuando me di
cuenta de que eran de Lisa.

Algunos de los miembros de la familia de Lisa llegaron y se


presentaron. Pregunté dónde estaban Ruby y Clay pero nadie parecía
saberlo. Después de comernos la comida, me puse de pie. Daniel y Rachel
parecían muy incómodos y me sentí mal por haberlos arrastrado hasta
aquí.

—Chicos, iré a ver si puedo encontrar a Ruby. Después nos


podremos ir, ¿de acuerdo? —Tuve que darles crédito, ambos intentaron
ocultar su alivio, pero aun así lo vi.

Arrojé nuestros platos a la basura y luego empecé a buscar a Ruby.


Su casa no era muy grande, por lo que no había muchos lugares a los que
habría ido. Me dirigí escaleras arriba, mirando en su habitación. No estaba
allí. Me paré frente a la puerta al final del pasillo y me congelé.

Puse la mano en el picaporte, pero no lo giré. Sentí el frío en mi


mano y apreté mi agarre a su alrededor. No estaba segura de sí podía
entrar. Pero sin darme el tiempo para pensar demasiado en ello, abrí la
puerta y fui golpeada por una ola de aire viciado.

Estaba exactamente igual que la última vez que estuve aquí. La


cama de Clay hecha y sin tocar. ¿No se estaba quedando aquí entonces?
Entré y miré alrededor. Las persianas estaban bajas y estaba tan oscuro
que apenas podía ver. Crucé la habitación y encendí la lámpara que estaba
puesta en su escritorio.

La luz inundó la habitación y parpadeé mientras mis ojos se


acostumbraban. Había una fina capa de polvo esparcida, sobre todo, como
si nadie hubiera entrado desde que él se fue. A parte de las fotos que
faltaban en la pared, las que yo había cogido después, todo estaba igual.
Me senté en la cama y dejé que mis manos cayeran lánguidamente
entre mis rodillas. ¿Qué estaba haciendo aquí? Me sentía como si
estuviera persiguiendo un fantasma. Buscando algo que había perdido
hace mucho tiempo. Pero mis anteriores revelaciones seguían siendo
verdad. No podía dejarlo ir. No lo dejaría ir.

Lo sentí antes de verlo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Levanté la vista ante el agudo tono


de su voz.

Clay estaba en la puerta, sin moverse. Su rostro estaba pálido y


demacrado; su oscuro cabello estaba despeinado por sus ansiosos dedos.
Sus ojos estaban cansados mientras me miraba con recelo. Me miró como
si estuviera invadiendo su intimidad.

Lo que me cabreó. ¿Cuándo nos habíamos convertido en extraños?


¿Cuándo habíamos dejado de ser capaces de leernos el uno al otro? Porque
ahora mismo, mirándolo, no estaba segura de qué esperar. Y el modo en
que me estaba mirando me puso al borde.

No me puse de pie. Tal vez debería salir, pero me sentía desafiante y


dejé mi trasero justo donde estaba.

—Buscándote —le dije con sinceridad. Clay frunció el ceño, aún sin
entrar en la habitación.

Parecía reacio a entrar en el espacio que había sido suyo.

—¿No te estás quedando aquí? —pregunté, deslizando un dedo a lo


largo de la mesita de noche, y después sacudiendo el polvo.

—No, he estado durmiendo en el sofá —admitió Clay, mirándome


mientras pasaba mi mano por su edredón azul, tocaba sus almohadas,
alisando las sabanas.

—¿Por qué? —pregunté, girándome para mirarlo. Clay negó con la


cabeza y cruzó los brazos sobre su pecho como protegiéndose. ¿De mí? Eso
era una locura. Si alguien debería estar protegiéndose, esa debería ser yo.
—No podía dormir aquí. —Miró a su alrededor, claramente notando
que todo estaba como cuando se fue—. Demasiados recuerdos —susurró,
más para sí mismo que para mí.

—Entiendo lo que es esconderse de los recuerdos —le dije con


amargura.

Le di la espalda y recogí el cuaderno de dibujo sobre la mesa. Hojeé


las páginas, tomándome mi tiempo. Traté de no ahogarme por las
fotografías de su interior. Muchas de ellas me lo recordaban a él
dibujando. De vuelta cuando nuestras vidas eran infinitamente más
complicadas pero, de alguna retorcida manera, mucho más felices.

No me di cuenta de que Clay había entrado en la habitación hasta


que lo sentí hundir la cama. Sentí el calor de su cuerpo junto a mí. No nos
tocábamos; el aire entre nosotros era mucho más amplio de lo que nunca
antes había sido. Pero aun así, era lo más cerca que habíamos estado en
tres meses. Me mordí mi labio inferior para impedirme sollozar por el alivio
de volver a verlo. Por estar cerca de él.

El silencio se extendió entre nosotros, ninguno hizo nada para


romperlo. Como si las palabras fuesen a arruinar esa pieza perfecta de
tiempo con la que estábamos siendo bendecidos. En nuestra realidad,
podía ser un instante. Y quería prolongar lo inevitable, para siempre.

Pero como todo, el silencio tenía que terminar. Clay extendió la


mano y tomó el cuaderno de dibujo de mis manos y lo cerró, inclinándose
sobre mí para ponerlo de nuevo en la mesita de noche. Pude oler la esencia
almizclada de su colonia y me contuve para no apoyarme sobre él.

—Debería bajar —dijo Clay en voz baja a pesar de que no se puso de


pie. Junté mis manos en mi regazo y mantuve la cabeza baja.

—Lo siento, Clay. Sé lo mucho que querías a Lisa. —Quería


sostenerlo mientras lo decía, pero no estábamos ahí. No dónde nos
gustaría estar de nuevo. ¿No le había dicho yo hacía solo una semana que
el amor había dejado de ser suficiente? ¿Así que por qué quería lanzar esa
resolución por la ventana?
—Gracias, Maggie. Ha sido… difícil —admitió, retrayéndose la piel de
una uña. Miré sus manos y me di cuenta que se había mordido las uñas
hasta la carne. Me pregunté si habría cortes frescos en sus brazos. Alguna
costra. ¿O habría superado ese particular demonio?

Pero no había forma de que pudiera preguntarle.

—¿Cómo lo lleva Ruby? —pregunté, lanzándole una mirada a través


de mi cabello. Vi su cuerpo ascender y caer con un profundo suspiro. Se
mordió el labio inferior hasta que este comenzó a sangrar. El escarbar en
sus dedos se volvió frenético.

—Nada bien. Apenas se mantiene entera. Tengo miedo de dejarla. No


estoy seguro de lo que pase cuando regrese. —Creo que dejé de respirar
entonces.

—¿Entonces vas a volver? —pregunté.

Había sospechado que esta solo era una visita temporal, pero oírlo
confirmarlo definitivamente, dolió. Lo cual era ridículo. No estaríamos
juntos nunca más. Pero mis sentimientos no habían cambiado. Y a pesar
de que no le confiara mi corazón, seguía siendo suyo.

Clay me miró, alisando su labio con la lengua.

—Eso he planeado. Todavía tengo unas cuantas semanas en el


centro dónde me he estado hospedando. Pero siento como si estuviera
abandonando a Ruby. No estoy seguro de que pueda vivir en esta casa ella
sola. —Tenía miedo, me di cuenta. Y mientras una parte de mí quería
sacarle más información sobre dónde había estado durante los últimos
meses, una gran parte de mí solo quería dejarlo pasar. No tenía sentido en
averiguarlo ahora mimo. Eso no conseguiría absolutamente nada.

—Desearía poder decirte qué hacer, pero Clay, esa es una decisión
que tienes que tomar por ti mismo. Solo tú puedes decidir dónde necesitas
estar —dije, sonando mucho más sabia de lo que realmente era.

Los labios de Clay se curvaron en una media sonrisa.

—Caray, ¿cuándo te hiciste tan profunda? —bromeó. Me reí.


—No tienes ni idea de cuán profunda me he hecho —también
bromeé, aunque ojalá hubiera pensado mejor mis palabras cuando vi el
rostro de Clay caer.

—No, supongo que no sabré de ti mucho más. —Sonaba tan triste y


lo odié. Agarré su mano y la sostuve entre las mías. Mi pulgar frotó su piel
en intencionados círculos.

—No hay nadie que me conozca mejor —dije con firmeza,


necesitando que lo creyera. Como si él no pudiera evitarlo, Clay dejó caer
la cabeza sobre mi hombro y presionó su nariz en mi cabello.

Mi corazón empezó a latir salvajemente en mi pecho, pero no hubo


nada sexual en ello. Solo eran dos personas que se amaban, tratando de
darle algún sentido a un mundo en el que no había ninguno.

Sentí la humedad de sus lágrimas en mi cuello mientras movía su


rostro aún más en mi cabello. Levanté mis brazos y los envolví a su
alrededor. Su cuerpo se estremeció con sollozos silenciosos y simplemente
lo sostuve. De la misma forma que había hecho innumerables veces antes.

No dijimos nada más. En realidad, no lo necesitábamos. Pero


después de un rato me di cuenta que se estaba haciendo tarde cuando las
sombras se profundizaron en la habitación. La luz luchaba para
ahuyentarlas y era como ver una pelea mientras una trataba de superar la
otra.

—Creo que deberíamos bajar —dije suavemente, frotando la parte


posterior de su cabeza, dejando que su cabello se deslizara por entre mis
dedos, tal vez por última vez.

Clay se sentó a regañadientes y se frotó el rostro con las manos.

—Gracias Maggie. Siempre ahí para salvarme, ¿no? —Me tocó el


rostro y sus ojos cayeron a mi boca como por compulsión. Me pregunté si
trataría de darme un beso. Y si lo hacía, ¿se lo permitiría?

Resultó que no tuve que pensar en eso demasiado, porque sin decir
nada más, Clay se puso de pie y salió de la habitación. Me quedé allí
sentada, sin saber qué hacer. Después de haber compartido un momento
tan intenso juntos, se sentía extraño irse. Pero que Clay me dejara a solas
hablaba por sí mismo.

Apagué la luz y cerré la puerta detrás de mí. Bajando las escaleras,


vi finalmente a Ruby. Estaba hablando con la hermana de Lisa y reconocí
a Tilly de la tienda. La misma Tilly que había estado tan codiciosamente
detrás de Clay; quién me di cuenta que estaba, una vez más, desaparecido
en combate.

Así que usé el tiempo para presentarle mis respetos a Ruby. Ella me
abrazó con fuerza y me dio las gracias por haber venido. Ignoré a Tilly. Sí,
puede que eso fuera grosero, pero nunca me gustó la chica. Y no quería
pensar en ella viniendo aquí para consolar a Clay. Eso me hacía tener
ganas de sacar las uñas y hacerla picadillo.

Regresé dónde Rachel y Daniel, quien me preguntó dónde había


estado.

—Por ahí. —No tenía sentido tratar de inventar una mentira, ellos
verían a través de ella de todos modos. Cogimos nuestras cosas y nos
fuimos. Y a pesar de que lo busqué, no volví a ver a Clay.
-CLAY-
Traducido por Eglasi & por Nati C L//Corregido por Mais

Tomé la decisión de permanecer en Davidson. Después que terminó


la reunión y limpié el desorden, me senté con Ruby por un buen rato. Ella
estaba viendo álbumes de fotos, deteniéndose por momentos a llorar. Me
mataba verla así y fue entonces que supe que no podía dejarla. Ella nunca
me había abandonado y estaba determinado a regresar el favor.

De acuerdo, también una parte de mí estaba motivada por algo más.


Y ese algo era más bien alguien con cabello castaño y hermosos ojos.

Me encontraba preparado para ver a Maggie otra vez. Incluso


pensaba que estaba listo. Dios sabía que había imaginado este momento
muchas veces. Pero aun así, estar frente a frente con ella me había
sacudido.

Y luego hubo ese momento en mi habitación. Encontrarla ahí me


había dado un instantáneo deja vú. Me sentí como si hubiera sido lanzado
en el tiempo, mientras caminaba para encontrar la puerta de mi
habitación abierta. Estaba sentada en mi cama, como si pensara que me
estaba esperando. Como si lo hubiera hecho muchas veces antes.

Y era fácil dejarme llevar de regreso al patrón de dejarla cuidar de


mí. Por un momento, nos dejamos llevar por nuestros viejos roles. Yo, él
que estaba roto y Maggie, la chica regresándome la paz.

Pero estaba más lejos de la verdad. Estaba realmente tratando de


deshacerme de la persona que era. Pero tener a Maggie alrededor me hizo
difícil dejarlo en el pasado. Y tan jodido como era, me di cuenta que
extrañaba al viejo Clay. Porque el viejo Clay le pertenecía a Maggie. El Clay
que era ahora no parecía pertenecer a ningún lugar.

No le había contado aún mis planes a Ruby, aún estaba


maniobrando el completo giro que se había creado en mi mundo. Los
primeros tres días de regreso en Davidson los había pasado con total y
abrumadora ansiedad. Había querido huir, llevar mi trasero de regreso a
Grayson. Pero aquí estaba, un sábado por la noche, sabiendo
profundamente en mi interior que no iría a ninguna parte.

El Dr. Todd no estaría contento. Me advirtió regresar para hacerse


cargo de todo lo que se desencadenaría después de volver a mi anterior
entorno. Suponía que estaba preparado para esto. ¿No había sido por eso
que había pasado tres meses ahí? Pero lo que sentí en Davidson, Virginia,
era demasiado fuerte para resistir.

Además, era mi vida. Podía hacer lo que quisiera. De acuerdo,


incluso reconocí lo contraproducente que era ese pensamiento, pero me
estaba sintiendo irascible y a la defensiva. Y sabía que estaba dejando
gente atrás en Florida. Pero la gente que más me importaba estaba justo
aquí y eso era lo importante.

Después de que Ruby se fue a la cama, me pasé buen rato ahí


sentado, viendo también el álbum de fotos. Apoyé mis pies sobre la mesita
y accidentalmente golpeé la jarra de café de Lisa. Cayó con fuerza sobre el
suelo de madera y se rompió en pedazos.

¡Mierda! Me incliné hacia adelante y recogí el desastre. Entonces, por


impulso, recogí los lentes de Lisa, agradecido de que sus pantuflas aún
seguían donde las había dejado al lado del sofá. Tomé su suéter gris que
estaba sobre el respaldo de la silla y los llevé hacia la cocina. De pronto
estaba muy, muy molesto.

Encontré una bolsa negra para basura y metí los restos ahí. La
amarré y la dejé al pie de la escalera. Cuando terminé, permanecí ahí,
recargado contra la pared, respirando rápidamente.

Ahora que mi arranque de ira había desaparecido, me di cuenta que


Ruby tendría mi cabeza por hacer un desastre con las cosas de Lisa de esa
manera. Pero simplemente no podía permanecer sentado mientras su
mierda permanecía alrededor como si en cualquier momento fuera a entrar
por la puerta.

Como si hoy fuera un día normal y no el día que la habíamos


sepultado. No estaba bien. Y estaba cansado y enfermo de vivir en un
espejismo. La vida era algo difícil de sobrellevar y algunos días tomaba
todo de mí poner mis pies sobre la tierra. Pero eso era mejor que vivir una
mentira, con expectativas irreales que nunca se llevarían a cabo.

Levanté la bolsa y silenciosamente la llevé escaleras arriba. Abrí la


puerta de la habitación de Ruby. Finalmente estaba dormida, envuelta en
una sábana. Tratando de ser lo más silencioso posible, abrí la bolsa y
saqué las cosas de Lisa. Gentilmente las dejé sobre el vestidor justo en la
entrada.

Cuando terminé, le lancé una última mirada a Ruby, quien no se


había movido y cerré la puerta detrás de mí. Permaneciendo en el pasillo,
tomé otra decisión. Atravesé el pasillo y abrí fuertemente la puerta de mi
habitación, haciendo una mueca cuando golpeó la pared.

Encendí la luz y entré. Aún podía ver la hendidura en la colcha


donde Maggie había estado sentada más temprano. Viendo alrededor, me
pregunté por qué había estado tan asustado de venir aquí.

Solo era una habitación, como cualquier otra. Solo que esta parecía
susurrarme con cientos de recuerdos. Algunos que quería recordar, otros
no. Pero como fuera, esta era mi habitación y tenía que empezar a
aprender a exorcizar los fantasmas de mi pasado. No había manera de que
pudiera avanzar, en cualquier decisión a la que mi futuro me llevara, a
menos que enfrentara las cosas.

Estaba enfermo y cansado de ser un débil cobarde. Y estando en


esta habitación, incluso si parecía una pequeña cosa por hacer, era un
inicio.

Bajé las escaleras y apagué las luces, luego tomé mi maleta y la llevé
arriba. La coloqué sobre la cama y la abrí sacando mi ropa, y luego sin
cuidado, la lancé sobre los cajones. Cuando terminé, metí mi ahora vacía
maleta en el clóset.
Después me metí en mi cama, cayendo en un irregular sueño.

*~*~*~*

A la mañana siguiente, pasé una buena parte del tiempo en evitar lo


inevitable: llamar al Dr. Todd y explicarle que no regresaría a Grayson.
Ruby aún seguía en su habitación. No estaba seguro de si estaba
durmiendo o no pero me aseguré de ser silencioso, solo por si acaso.

Me senté en la sala, saqué mi teléfono y marqué el número personal


del doctor antes de perder mis nervios. Sonó dos veces antes de que
contestara.

—Hola doc, ¿cómo estás? —pregunté tranquilamente. Tomé una


pluma y comencé a garabatear en un pedazo de papel.

—Clayton, es bueno oír de ti. ¿Cómo fueron las cosas ayer? —


preguntó.

Le conté rápidamente sobre el servicio y la reunión que hubo


después de eso. Le conté acerca de Ruby y lo difícil que estaba siendo para
ella. Y luego le conté acerca de Maggie, verla nuevamente y lo difícil que
fue para mí.

Como siempre, soltarlo se sentía realmente bien. Era increíble que


hubiese luchado por compartir mis sentimientos por mucho tiempo.
Realmente era un tonto. Era increíble cómo conocer a alguien que te
escuchara pacientemente haría más fácil abrirte.

—Es mucho para alguien de manejar, Clay. ¿Cómo lo estás


llevando? —su pregunta estaba llena, con un millón de pequeños
subtextos. ¿Me estaba cortando? ¿Estaba bebiendo? ¿Había una aguja en
mi brazo mientras hablamos? ¿Estaba cayendo de bruces en una pila de
mi propia mierda?

—Lo estoy manejando. Algunos minutos son más fáciles que otros,
pero hasta ahora bien. —Y esa era la verdad. No había caído del vagón
todavía. Aunque la tentación era bastante grande.

—Eso es increíble, Clay. Me alegra escuchar eso. Ahora, ¿por qué no


me dices la razón de tu llamada? —dijo el Dr. Todd, modo completamente
psíquico. El hombre era bueno, demasiado bueno. Y yo aquí pensando que
estaba escondiendo mis verdaderas intenciones. Estaba claro que estaba
perdiendo mi toque.

Tomé una profunda respiración y lo dejé salir de una sola vez. Como
arrancar un curita, era mejor hacerlo rápidamente.

—Me voy a quedar en Davidson —soné agresivo como si le advirtiera


sobre contradecirme.

—Tenía la sospecha de que eso sucedería. Sé lo difícil que es dejar tu


hogar, una vez que ya estás allí —dijo el Dr. Todd, pacientemente,
haciéndome sentir culpable. No era como pensé que sería. De hecho
sonaba totalmente comprensivo, pero sentí su decepción a kilómetros de
distancia.

—Solo no puedo dejar a Ruby. No así. Está atravesando por mucho y


me odiaría a mí mismo por irme nuevamente —expliqué.

—Entiendo, Clay, realmente lo hago. Pero como tu terapeuta, tengo


que recordarte el hecho de que todavía te faltan dos semanas más en tu
tratamiento. Quizás tres meses parecen mucho tiempo pero cuando se
trata de conseguir que manejes tus problemas, no está cerca de ser
suficiente. No caigas en complacencia con tu tratamiento —dijo
firmemente. Estaba usando su voz principal. La que me hacía saber que
necesitaba escuchar lo que me estaba diciendo.

Y estaba escuchando, honestamente. Pero eso no cambiaría mi


decisión. Ya lo había decidido.

—¿Eso quiere decir que tengo que volver? Porque estaba bajo la
impresión de que podía tomar decisiones por mí mismo —dije
bruscamente, no le gustaba el hecho de que ahora yo estaba empezando a
decidir por mí mismo.

—Tienes cien por ciento razón. Tú controlas a dónde vas y qué


hacer. Ahora eres un adulto, Clay. No eres directamente un peligro para
otros o para ti mismo, así que no puedo obligarte de que vuelvas. Pero no
te mentiré, estoy muy preocupado acerca de que dejes tu tratamiento tan
abruptamente, sea cual sea la razón. Dado a la severidad de tu problema,
no puedes tomártelo a la ligera. Pero si ya decidiste no volver a Grayson,
creo que necesitamos poner algunas cosas en su lugar para asegurarnos
que no recaerás. Lo que incluye continuar con tu tratamiento médico. Sin
dudas, quejas o peros, Clayton —explicó.

—Lo sé, doc. No olvidaré tomar mi medicamento como un buen chico


—solté, lanzando mi frustración sobre alguien que sabía que podía
tomarla.

El Dr. Todd no hizo mención de mi actitud hostil.

—Y necesitas continuar con tu terapia pero ahora de forma


ambulatoria. Quiero que llames al consejero que te comenté. Shaemus
Laughtry es uno de los mejores en su campo. He trabajado con él en el
pasado y estoy más que cómodo con transferirle tu caso. Ambos podemos
trabajar juntos para asegurarnos de que tu tratamiento no retroceda.
Hablo en serio de esto, Clay. No puedes permitirte renunciar ahora. Has
atravesado un largo camino pero aún tienes mucho más que hacer.

Tenía la intención de omitir buscar otro terapeuta, pero al escuchar


al doctor ponerlo de esa manera, me sentí asustado. ¿Estaba listo para
tratar con todo esto bajo mis propios términos? Quería la habilidad de
llamar a las oportunidades, hacerlo a mi manera. Pero ahora que me
estaban entregando las llaves del reino, de alguna manera quería
regresarlas.

Comencé a tocar otra vez la piel alrededor de mis uñas. El área


estaba en carne viva, pero eso no me detuvo de seguir tocando.

—Sí, lo haré. Lo llamaré a primera hora de la mañana y sacaré una


cita —acepté.

—Bien. Me alegra oír eso. Y aún me gustaría que llamaras y


consultaras conmigo hasta que comiences a ver a Shaemus regularmente.
Es importante que comiences a construir tus sistemas de soporte ahí. Sé
que Ruby y Lisa siempre habían sido tus soportes primarios pero ese
sistema ya no está. Así que, Clay, necesitas comenzar a construir uno
nuevo. Shaemus puede ayudarte a hacerlo. Sin esa fundación, hace que el
resto se mucho más difícil. —El Dr. Todd tenía razón; no podía
exactamente depender de Ruby en este momento. Y eso me aterraba.
Tragué con fuerza, tratando de no entrar en pánico a lo
repentinamente solo que me sentí.

—De acuerdo —dije tranquilamente.

—Puedes hacerlo, Clay. Pero cuando creas que no puedes por favor
llámame si me necesitas —me instó y yo asentí, a pesar de que no podía
verme. Sentí como si el suelo se abriera y me tragara. Esto no era una
buena forma de sentirme.

—¿Qué pasa si lo hago otra vez? ¿Si mando a la mierda todo? No soy
bueno en tomar buenas decisiones. ¿Estoy cometiendo un terrible error al
permanecer aquí? —Odiaba la súplica en mi voz. Pero necesitaba escuchar
la verdad, a cualquier costo.

Escuché al doctor Todd soltar un suspiro.

—No puedo responderte eso, Clay. No puedo predecir lo que pasará.


Todo lo que puedo decir es que eres un joven inteligente y si recuerdas las
cosas que has estado aprendiendo, cómo replantear, cómo retroceder y ver
las opciones que tienes antes de actuar, puedes hacer ese trabajo por ti. Y
cuando sientas que no puedes hacerlo, es ahí cuando necesitas pedir
ayuda. Nunca te avergüences de admitir que no puedes manejarlo. No hay
nada de debilidad en reconocer cuando las cosas te están superando.

Deseaba tener la habilidad del Dr. Todd para decir las palabras
correctas. Era una habilidad a la que jodidamente podría tomar provecho
ahora mismo.

—Gracias, doc. Llamaré al señor Laughtry en la mañana y le haré


saber cómo trabajaremos. Realmente aprecio todo esto.

—Como siempre lo he dicho, Clayton, es para lo que yo estoy aquí.


Espero con interés escuchar de ti.

Y con eso, nos desconectamos de la llamada. Ahora que estaba fuera


del camino, tenía un día entero con el fin de averiguar qué diablos iba a
hacer.

Ruby no había estado en su tienda, en más de una semana. Yo sabía


que tenía que haber un inventario y estanterías que hacerse. Subí las
escaleras y ligeramente llamé a la puerta de su dormitorio. Cuando no
hubo respuesta miré dentro para encontrarla todavía dormida. Así que le
dejé una nota haciéndole saber dónde estaba.

Entonces agarré mis llaves y mi billetera y me dirigí a mi auto. Me


dirigí por las calles familiares hasta que vi un cartel de la tienda de café,
Java Madness. Me parecía recordar a Rubí diciéndome que era ahí donde
Maggie trabajaba.

¿Así pues, qué hice? Entré en el pequeño aparcamiento y luego fui


dentro. Miré alrededor notando que era bastante tranquilo. Me acerqué al
mostrador para hacer mi pedido. No vi a Maggie en ninguna parte. Tal vez
no trabajaba. Pero ya estaba allí, por lo tanto podría conseguir también
algo.

—¿Qué puedo conseguirte? —preguntó sin mirarme un tipo alto con


cabello rojo que estaba trabajando la máquina de café expreso industrial.
Miré el menú.

—Uh, solo un café, negro. Y una de esas cosas croissant de


chocolate. Para llevar, por favor.

Saqué mi billetera y algo de dinero. Cuando volví a mirar hacia


arriba, el Sr. Pelirrojo me veía con una mirada peculiar en su rostro.
¿Conocía a este tipo? Miré un poco más cerca de él. Parecía familiar, pero
yo no lo podía colocar. Supuse que había estado en Jackson, era alrededor
de mi edad. Pero eso no explicaba por qué parecía casi molesto de verme.
¿Tenía algún altercado con este chico que no podía recordar? Era muy
probable, dado lo cretino que fui en mi última vuelta en Davidson.

—Clay Reed. Escuché que estabas de vuelta en la ciudad —dijo


como si yo hubiera hecho mi misión de joder su mañana. ¿Qué demonios
era el problema de este tipo?

—¿Y tú eres? —pregunté ácidamente, estrechando mis ojos un poco


cuando me procesó el perro loco. ¿Trataba seriamente de jugar al hombre
macho llevando un delantal de mierda con una cafetera sonriente?

—Jake Fitzsimmons —respondió, como si eso lo explicara todo.


¿Jake Fitzsimmons? Arqueé mis cejas.
—Lo siento amigo, no sé quién demonios eres.

Estaba más allá de cuidar lo grosero que sonaba. Este tipo me


estaba frotando el camino equivocado.

Jake sonrió con satisfacción como si supiera qué estaba recibiendo


de mí.

—Amigo de Maggie ―se amplió y luego todo hizo clic.

Jake Fitzsimmons. Amigo de Daniel que pasaba demasiado tiempo


olfateando alrededor de mi chica. Ahora sabía por qué me miraba como si
se hubiera tragado vidrio. Siempre la había tenido duro en Maggie. Y era
bastante evidente que no había cambiado. ¿Se había acercado este sin
cerebro de mierda tan pronto como estuve fuera del cuadro? ¿Mierda,
estaba Maggie con este tipo ahora?

No había dicho nada sobre un novio, pero eso no significaba nada.


No habíamos cambiado exactamente todos los detalles sobre los tres meses
pasados. Tenía ganas de perforar directamente en su cara desagradable la
cabeza de mono roja que colgaba del café.

—Ah bien. ¿Tú eres el tipo que es todo sobre los segundos
descuidados, verdad? ―Sí, esto era algo estropeado por decir, pero él
estaba chasqueando mi interruptor de rabia con su dedo huesudo.

Jake resopló.

—Segundos descuidados, ¿eh? No, no hay nada descuidado sobre


ello.

Bueno, eso era todo, iba a venir a través de la barra y golpear su


cráneo contra el suelo. Había metido mi billetera atrás en mi bolsillo y
había vigorizado mis manos en el contador cuando una mano me agarró
por el brazo.

—Relájate, Jake. Solo consíguele al hombre su café y deja de ser un


culo al respecto. —Apreté los dientes, cabreado de que tendría que
reprogramar patear la mierda de Jake Cojida Fitzsimmons para otro día.
—Él no está consiguiendo nada, Clay, descuidado o no, por lo que
solo cálmate de una puta vez, ¿de acuerdo?

Arranqué mi brazo del agarre de Daniel y tomé una respiración


profunda para calmarme. No dije nada, solo esperé mi café.

Jake volvió y empujó el vaso de plástico sobre el mostrador,


salpicando líquido caliente por toda la superficie.

—Y eso va a cuenta de la casa, ¿no? —dijo Daniel, claramente


irritado con su amigo. Jake asintió brevemente y se alejó para ayudar a
otro cliente. No me había dado mi maldito croissant, pero decidí que había
hecho lo suficiente de una escena por un día.

Cogí la copa y tomé un sorbo del café amargo para calmar mis
nervios crispados. Miré a Daniel y él me miraba como si esperara que yo
saltara o algo así. Levanté mi mano libre en un gesto conciliador.

—Voy a mantener mis manos para mí mismo, te lo prometo —le dije


a regañadientes.

Daniel se encogió de hombros.

—No te culpo por golpearlo en su cara, Jake estaba siendo un idiota.


Pero ha querido estar en los pantalones de Maggie por años. Y contigo
fuera de la foto pensaba que tenía una oportunidad. Ahora tú has vuelto a
mostrarte y tiene que conseguir ponerse todo femenino al respecto. No
tomes nada de lo que dice en serio. Él sólo tiene un caso grave de
síndrome premenstrual.

¡Eh!. Esto era la mayor parte de lo que Daniel y yo nos habíamos


hablado… bueno, jamás. Nunca había escondido el hecho de que no se
fiaba de mí, por tanto que él viniera a mi defensa era sorprendente.

—Bueno gracias por la asistencia y todo —le dije, listo para salir
pitando de ahí. Venir a Java Madness fue un error enorme. Todo lo que
había sacado con ello era presión arterial alta y una taza de café de
mierda.

—Clay, ¿tienes un minuto? —gritó Daniel justo antes de que saliera


por la puerta. Debería haber visto esto venir. Era hora de la frase de le
haces daño a mi amiga y te rompo la pierna. Habíamos tenido esa misma
conversación varias veces en el pasado. Supongo que Daniel sentía la
necesidad de tener un curso de actualización.

—Claro.

Fui y me senté en una mesa cerca de la ventana, tratando de


forzarme a bajar más café. Realmente era una mierda. Apuesto a que
Fitzsimmons escupió en ella. Idiota. Empujé la copa lejos de mí y crucé los
brazos sobre mi pecho. Daniel encendió su teléfono celular una y otra vez
en la mano.

—En primer lugar, lo siento sobre Lisa. Ella era muy agradable y
todo. A pesar de que yo solo la conocí una única vez, parecía genial —dijo
Daniel directamente.

Una cosa que siempre había respetado sobre Daniel Lowe era el
hecho de que decía las cosas como eran. No bailaba alrededor de un
objeto, simplemente arrasaba a través de él. Maggie se enojaba por ello a
veces, pensando que era un culo insensible. Pero no se podía dejar de
admirar a alguien que nunca se molestaba con la pretensión.

—Gracias, hombre —le dije, golpeando mis dedos sobre la mesa.

—¿Cuánto tiempo vas a estar en la ciudad? —Daniel me preguntó,


frunciendo las cejas mientras esperaba mi respuesta. Ya habíamos pasado
más de una vez en el funeral, pero era evidente que se necesita una
respuesta más definitiva este momento.

—¿Vas a tratar de patear mi culo si te digo que me voy a quedar? —


le pregunté, un poco beligerante.

Dejé de tocar mis dedos y puse mi mano sobre la mesa,


reuniéndome con la mirada de Daniel. Hubo un momento en que no
estaba del todo seguro de lo que iba a hacer. No parecía particularmente
feliz con mi anuncio.

—¿Me darás una razón para patearte el culo, Clay? —me preguntó
directamente.

Solté un suspiro y pasé la mano por el cabello.


—Seguro como el infierno que espero que no —le contesté con
sinceridad. Porque realmente esperaba no estar cometiendo los mismos
errores que antes. Y si lo hacía, entonces me merecía lo que sea que Daniel
repartiera para patear mi culo.

Daniel frunció el ceño.

—¿Maggie lo sabe?

Negué con la cabeza.

—Nop. Y para que lo sepas esta decisión no tiene nada que ver con
Maggie ¿de acuerdo? ―Traté de decirlo en serio. Daniel puso los ojos en
blanco.

―Dame un puto descanso. Todo lo que haces parece ser acerca de


Maggie en una forma u otra. Pero te lo digo ahora, Clay, ha pasado un
infierno. Tú la hiciste pasar un puto infierno. No sé todo lo que pasó
cuando estaban en Carolina del Norte. Ella nunca lo diría. Y yo no quiero
esos putos conocimientos. Pero lo que sí sé que te fuiste. No me importan
cuáles fueron tus razones. La dejaste. No la llamaste. No escribiste. Solo
cortaste fuera de su vida. Y eso fue toda la clase de mal. Mira, no quiero
que aparezca la historia antigua aquí. Solo estoy advirtiendo, que si jodes
con mi chica de nuevo, no voy a ser tan indulgente la próxima vez. —Los
ojos azules de Daniel estaban helados y aunque éramos bastante similares
incluso físicamente, sabía que lucharía a la muerte por Maggie.

La cosa que no pensé que Daniel se diera cuenta, incluso ahora, era
que yo también lo haría.

—Te escucho, Daniel. Realmente lo creo. Pero no estoy tratando de


abrir un libro que está mejor cerrado, de acuerdo. —Realmente deseé decir
lo que dije. Porque todavía creía que Maggie estaba mejor sin mí. No es que
ella estaba mejor con una mierda como Jake Fitzsimmons (que seguía
mirándome desde detrás del mostrador; puto maricón), pero daría más por
ella de lo que jamás había sido capaz de dar.

Pero Daniel se echó a reír. Como si acabara de decir la broma más


divertida que había oído nunca. Y me fastidió. Apreté el puño, los nudillos
volviéndose blancos.
—¿Qué es tan gracioso? —le pregunté en voz baja. Mi impulso de
golpear a la gente estaba fuera de control hoy.

Daniel sacudió la cabeza.

—Eres lo que es divertido. ¿De verdad esperas que crea que no vas a
husmear alrededor de la falda de Mags a la primera oportunidad que
tengas? No puedes permanecer lejos de ella. Y lo entiendo, está bien. Todo
lo que estoy diciendo es que seas un poco más... cuidadoso esta vez. Ella
justo está juntando su mierda. Y no puedes venir soplando de nuevo en su
vida y cagando por todas partes. —Dirigió sus ojos a mí en la advertencia y
quise negar lo que dijo. Pero el hombre decía la verdad.

Nos miramos el uno al otro cautelosamente durante unos minutos


más.

—Muy bien —dije finalmente. Daniel asintió, pareciendo aceptar mi


respuesta.

—Así que, ¿vas a volver a Jackson? —me preguntó, cambiando de


tema. Me dejó un poco nulo por el cambio. Daniel cruzó los brazos encima
de la mesa y esperó a que le respondiera como si tuviera todo el tiempo del
mundo para sentarse aquí y charlar.

—Lo había planeado. Probablemente no comenzaré hasta el final de


la semana. Tengo que ayudar a Ruby en la tienda, asegurarme de que está
haciendo todo bien antes de volver a la escuela —le expliqué.

—Comprensible. Bueno, si hay algo que necesites, Rachel y yo


estamos—ofreció bruscamente y no pude saber si lo decía en serio o no.

Luego se puso de pie. Fue claramente evidente que nuestra


conversación había terminado.

Cogí la taza de café llena y la tiré a la basura. Daniel le hizo un adiós


a Jake, que todavía nos estaba observando, lo que me dio una inmensa
satisfacción. Nos dirigimos a la playa de estacionamiento.

—Está bien, así que supongo que te veré por allí —dijo Daniel,
lanzándome un saludo, mientras entraba en su camioneta. Se lo devolví.
Me metí en mi auto y lo puse en marcha, inseguro de si había
experimentado una amenaza apenas vista o un apoyo inesperado. De
cualquier manera, Daniel Lowe me había dado algo en que pensar.
-MAGGIE-
Traducido por Eglasi//Corregido por Mais

—Nunca adivinarán a quien acabo de ver en la oficina, llenando


papeleo —dijo Claire, sentándose en nuestra mesa del almuerzo.

Daniel y Rachel levantaron la mirada mientras comenzaban a


desenvolver su sándwich. Daniel parecía cauteloso, me hacía pensar que
sabía algo que el resto de los demás desconocíamos. Entrecerré mis ojos
hacia él pero parecía negarse a hacer cualquier contacto visual conmigo.

—¿Quién? —preguntó Rachel, tomando un sorbo de su soda.

—Clay Reed —dijo Claire en un susurro. Mi cabeza se movió en su


dirección. ¿Qué acababa de decir?

—¿Eh? —preguntó Rachel, viéndose confundida. Me lanzó una


mirada como si preguntara: ¿sabías algo de esto? Negué con la cabeza.
Actualmente era la última persona en el planeta que podría saber algo que
viniera de Clayton Reed.

—Sí, el rumor es cierto, está reinscribiéndose en Jackson. Estaba


hablando con la secretaria cuando lo vi. Traté de permanecer alrededor de
la puerta por un tiempo, esperando abordarlo. Pero la campana sonó y
tuve que ir a clases —dijo Claire en complicidad.

¿Clay estaba de regreso en la escuela? Eso debía significar que había


decidido quedarse en Davidson. Cuando habíamos hablado después del
funeral, parecía determinado a regresar a Florida. Me preguntaba qué
había cambiado. Y fue entonces cuando mi estómago comenzó a dar
vueltas por todo el lugar.
—Interesante —murmuré, alejando mi almuerzo. De pronto había
perdido el apetito.

Daniel se aclaró la garganta, llamando mi atención. Rachel le lanzó


una mirada.

—¿Qué es lo que sabes, Danny? Escúpelo —su novia le demandó. Él


se veía incómodo.

—Bueno, quizás me encontré con él el domingo. Y quizás mencionó


que estaba planeando quedarse —murmuró Daniel, lanzando unas
cuantas patatas fritas a su boca.

Rachel golpeó su brazo.

—¿Y no dijiste nada? ¿Qué demonios, Danny? —chilló, mirándolo.

Daniel se encogió de hombros, sintiendo claramente las miradas


asesinas que le llegaban de todos lados.

—No estaba seguro de que en realidad lo hiciera. No quería decir


nada si al final decidía irse nuevamente —Daniel se defendió.

Rechiné los dientes por la frustración. Nada como ser engañada me


hacía querer golpearlo.

—Vaya manera de mantener secretos, imbécil —le lancé, sentía que


no podía contener tanta ira. En su mayoría porque me molestaba estar
emocionada porque vería a Clay otra vez. Eso no cambiaba nada.

Claro cariño, síguete diciendo eso. Me regañé a mí misma. Sip, mis


eternas conversaciones internas comenzaron.

—¿Qué sucede con sus caras largas, chicos? —preguntó Jake,


sentándose a mi lado.

Claire lo miró a él y luego a mí mientras él colocaba su mano en la


parte baja de mi espalda brevemente antes de comenzar con su almuerzo.
¿Cuándo Jake comenzó a sentir como si fuera su lugar para tocarme?
Definitivamente no estábamos en la misma página. De hecho, él estaba
unos buenos veinte capítulos delante de mí. Me hacía querer arrancar las
malditas páginas y lanzárselas en su garganta.
Ves… quiero golpear algo.

—Oh, solo comentando algunos chismes. Ya sabes, el regreso de


Clay es de lo que todos están hablando. —Claire sonrió, lamiendo la parte
trasera de su cuchara, sus ojos destellaban malicia.

Jake se tensó inmediatamente a mi lado y se removió


incómodamente en su asiento.

—Bueno, eso es genial supongo.

Era bastante obvio que no era para nada genial sino más bien
preocupante para él. Rachel me miraba, tratando de enviarme un mensaje
en código Morse. Pero claramente yo no estaba recibiendo sus mensajes.

—Sip, genial —dije sin ánimo, levantándome de la mesa.


Definitivamente había terminado con esta conversación y tenía que
terminar unos deberes antes de la siguiente clase—. Hasta luego, chicos —
dije tan casual como me fue posible antes de dirigirme al cesto de basura.

Estaba tirando la comida y antes de que colocara la bandeja sobre el


mostrador llegó Kylie. Acomodó su cabello sobre su hombro.

—Caray, así que Clay se mudó nuevamente a Davidson. Es increíble.


Espero que esté bien. Quiero decir, después de tratar de suicidarse y todo
eso —dijo con falsa empatía. La miré sobre mi hombro y luego salí de la
cafetería, decidiendo que no responderle era mejor que patear su trasero
como un ninja de Kung Fu. Jódete, perra.

El resto del día me la pasé evadiendo un millón de preguntas acerca


de Clay. Creerías que esto solo era una noticia que valía la pena sobre algo
que sucedía en Jackson. ¿Acaso era que todos ya habían olvidado a la
chica de último año que había sido golpeada por su novio de treinta años?
Eso parecía jodidamente mucho más interesante que el hecho de que
Clayton Reed había regresado.

Para el final del día estaba lista para arrancarme la cabeza.

—¿Has hablado con él? —Lila Casteel me preguntó mientras


caminaba hacia el gimnasio para la práctica. Cargué mi bolso sobre mi
hombro y le ofrecí mi más fría sonrisa.
—Nop, pero está dentro de mis planes hacerlo, Lila. Está justo
después de aprender a bailar tap y traducir la Odisea en latín.

Lila pareció retroceder pero yo no daba una mierda por eso. Me alejé
de ella agradeciendo de tener la práctica para mantener mi mente
distraída.

*~*~*~*

Después de la práctica, tomé mi bolso y me fui antes de que alguien


más me detuviera, preguntándome cosas que no quería responder. Si una
persona más me preguntaba si había visto a Clay y si realmente había
regresado a Jackson, me declararía temporalmente desquiciada y golpearía
sus rostros.

Busqué en el bolso mis llaves mientras caminaba por el


estacionamiento. Cuando levanté la mirada, la vista de quien esperaba en
mi auto me hizo estremecerme. Ahí se fueron mis planes para permanecer
en negación.

—Mierda —murmuré en voz baja, sintiendo el rastro de vergüenza


que coloreaba mis mejillas.

—¿Estás bien? —preguntó Clay, llegando a mi lado, haciendo que mi


destello de humillación se acentuara más.

—Estoy bien.

Colocó sus manos dentro de sus bolsillos y comenzó a caminar a mi


lado.

—Esta cosa aún vive ¿eh? —preguntó, tocando el neumático de mi


auto con su pie. Resoplé mientras abría la puerta para lanzar mi bolso.

—Aún funciona. Durará más tiempo que tu elegante auto. No tengo


duda de eso —dije, asintiendo hacia su BMW que estaba estacionado al
lado del mío. Clay se rio.

—Estoy bastante seguro de que tu auto podría derribar al mío en


una lucha de jaula. Te apuesto a que pelea sucio.
Traté de no perderme en sus ojos cuando brillaban de diversión. Era
demasiado fácil caer en nuestras viejas bromas. Pero había demasiada
agua que corría bajo ese particular puente.

—Tan divertido como era quedarme aquí y discutir sobre nuestros


autos, me siento apestosa y sudorosa. Realmente necesito una ducha.
¿Asumo que hay una razón de tu acoso al azar? —pregunté, tratando de
sonar molesta cuando en realidad estaba completamente emocionada de
verlo.

La sonrisa de Clay desapareció. Demonios, no quería ser tan


grosera. Se veía como si le acabara de decir que su perro favorito había
muerto. Pero mi acelerado corazón me tenía al borde. Me recordaba lo
simple que sería perderme en ese lugar donde él era todo mi mundo. El
mundo que él había destruido.

—Está bien. Bueno solo quería decirte que he decidido quedarme en


Davidson. Al menos por un tiempo —comenzó a decir pero lo interrumpí.

—Ya lo he escuchado. —Hice el ademán de revisar el reloj imaginario


de mi muñeca—. Alrededor de seis horas y media para ser precisa.

Clay gimió.

—Dios, ¿acaso no tienen nada mejor de qué hablar? —gruñó. Me


encogí de hombros.

—Esto es Davidson, Virginia. Estornudas en el bosque y todos lo


saben a los cinco minutos y luego proceden a hablar de eso hasta que
tienes cuarenta. No es nada personal. Simplemente les diste a estas
personas algo de qué hablar. Siéntete halagado —dije tranquilamente,
cerrando la puerta de mi auto y recargándome sobre ella.

Clay dirigió su mirada al cielo.

—Solo desearía que hablaran de alguien que no fuera yo —dijo


tranquilamente y me sentí mal por tratar de aligerarlo. Sabía que era difícil
para él ser el centro de atención. Siempre había preferido permanecer en
segundo plano. Pero eso era algo difícil de hacer después de nuestro
periodo como adolescentes en fuga. Para la ciudad era algo difícil de
olvidar. Y ahora que estaba de regreso eso solo servía para avivar las
llamas que apenas comenzaban a apagarse.

—Sí, apesta —acordé, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Clay me miró. Quiero decir que realmente me miró y algo en su


oscura mirada hizo que mi corazón se acelerara más y más. ¡Maldito
corazón! Lentamente, se recargó sobre el auto a mi lado. Nuestros codos se
frotaban y las familiares chispas de electricidad invadieron mi piel.

—Solo quería decírtelo yo mismo. Sé que he hecho cosas… difíciles


para ti y estoy seguro que mi aparición aquí lo hace incluso peor.

Quería estar molesta con él. Gritarle acerca de la manera en que me


dejó. Pero era difícil invocar algo más que alivio frío ahora que él estaba
aquí. Y como siempre fui capaz de esconder mis emociones más
vulnerables bajo una pila de sarcasmo y broma.

—Nop. Te das mucho crédito —dije, golpeando su hombro con el


mío. Clay me miró a través de sus pestañas, su mirada dejándome sin
aliento.

—Probablemente. Pero al mismo tiempo, no quiero hacer las cosas


más difíciles para ti. —Su voz bajó mientras sus ojos caían en mis labios.

Me encontré a mí misma inclinándome sobre él, mi mirada


buscando la suya y sin alejarla. Y dejé que las asperezas que se habían
formado se suavizaran un poco.

—Fue más difícil cuando te fuiste —admití, sorprendiéndome por ser


tan honesta con la persona que me había lastimado.

Algo se iluminó en los ojos de Clay. Acercándose, colocó mi cabello


detrás de mi hombro y colocó su mano al lado de mi cuello.

—Maggie, hay mucho que necesito decirte. Explicarte. Quiero que


entiendas por qué nunca llamé. Por qué necesité escribir esa carta. Todo lo
que hice fue porque pensaba que era lo correcto. Pero ahora mismo eso
parece una pérdida de tiempo.
Su pulgar acarició la piel bajo mi oído y tuve que luchar contra el
estremecimiento de mi cuerpo, tanto por su toque como por sus palabras.
La silenciosa química comenzó a construirse entre nosotros, justo de la
manera en que siempre lo hacía. Este sentimiento era, como no hace
mucho, como el que pasaba antes de que el siguiente paso lógico fuera
caer en los brazos del otro. Y vi que Clay también lo sintió. Luego todo
cambió y el creciente fuego en sus ojos desapareció.

Clay dejó caer su mano y retrocedió, la disculpa estaba escrita en


todo su rostro.

—Yo, eh, realmente necesito ir a casa. Tengo que revisar a Ruby.


Solo quería que escucharas la noticia de mí. No espero que esto cambie las
cosas entre nosotros. Solo quería que lo supieras.

El cambio en su comportamiento me dejó confusa e irritada.


Nuevamente, este era el clásico Clay. Caliente y frío. Sí y No. Arriba y
Abajo.

—Típico —dije en voz baja. Sin embargo creo que no fue lo


suficientemente bajo ya que Clay frunció el ceño.

—¿Eso qué quiere decir? —preguntó confundido. Lancé mis manos


al aire.

—¡Esto está tan estereotipado, Clay Reed! Tan predecible. Me


esperas después de la práctica; porque tenías que verme. Tenemos este
pequeño momento donde me miras a los ojos y haces el vil intento de
tocarme. Y justo cuando estamos llegando a algo, te das la vuelta y te vas.
Porque todo esto es tan difícil para ti. ¡Como sea, Clay! Ya me subí a esta
montaña rusa antes. ¡Y quiero un maldito reembolso! Si vas a vivir aquí
¡perfecto! Pero no te quiero a mi alrededor. No tengo el tiempo ni la
paciencia de otro round de “está-aquí-no-está-aquí”. —Mi voz sonaba
agotada y no estaba segura de si quería besar sus estúpidos y perfectos
labios o lanzarle una botella de agua en su cabeza.

El rostro de Clay se puso pálido.

—Nunca quise… no, tienes razón Maggie. No te lo merecías en ese


entonces y estoy seguro como el infierno que no lo mereces ahora. Pero lo
estoy intentando, lo juro. Estoy trabajando realmente en eso. Deseo que
puedas confiar en ello.

Confiar. No había manera de envolver eso en papel de regalo y se la


entregara en cualquier momento. Le tomaría más que usar sus ojos de
cachorro y su envolvente lengua, de eso estaba segura.

—Supongo que solo el tiempo lo dirá, Clay —dije, subiendo a mi


auto. No esperé su respuesta. Encendí el motor y me fui antes de cometer
alguna estupidez al dejar atrás mi auto-respeto por un sabor momentáneo
del cielo de Clayton Reed.

Cuando llegué a casa, impulsada por razones de las cuales no


estaba completamente segura que quisiera identificar, saqué el collar de
mariposa de mi caja de joyas. No lo había usado desde que me lo había
quitado cuando recibí la carta de Clay.

Pero aquí estaba, tocando cuidadosamente la delicada cadena


alrededor de mi cuello, dejando que la afable mariposa de plata
permanezca escondida bajo mi blusa.

Se sentía fría contra mi piel pero sentía la verdad del por qué usarla
nuevamente me quemaba. Clay estaba en mi corazón y en mi cabeza. Era
agotador sacarlo continuamente.

Pero, ¿estaba lista para dejarlo entrar?


-CLAY-
Traducido por Rincone//Corregido por Mais

Había empezado a ver a mi nuevo terapeuta hacía unas semanas.


Shaemus Laughtry era tan diferente al Dr. Todd como se podía ser.
Mientras mi terapeuta Grayson era tranquilo y sereno, Shaemus era
enérgico y fervoroso. Era un hombre agradable, tenía que admitir eso, pero
aún estaba pensando si sería una buena opción para mí.

Nuestras sesiones habían incluido una teleconferencia con el Dr.


Todd con el fin de “facilitar mi transición”. Shaemus me hizo firmar un
nuevo contrato de no causar daños y abordamos lo que yo quería
conseguir con las terapias. Para mí era difícil abrirme con alguien nuevo,
pero estaba decidido a darle una oportunidad al viejo universitario.

En la actualidad, me reunía con Shaemus dos veces a la semana.


martes y jueves. Iría a su oficina en Staunton después de la escuela y me
quedaría hasta las seis. Así que con todo me estaría encontrando con mi
nuevo loquero cuatro horas a la semana. Significativamente mucho menos
que con Grayson, pero aun así era un montón de tiempo que gastaría con
asesoramiento todas las semanas. Estaba cabreado. Por supuesto estaba
cabreado. ¿Qué chico de dieciocho años querría quedarse atrapado
hablando con un tipo calvo de mediana edad que olía a café rancio y a
cigarrillos en lugar de hacer, oh no sé, otra cosa?

Me sentía como un bicho raro teniendo que pasar tanto tiempo


hablando de mis sentimientos. ¿Cómo te hace sentir eso? Permítete
procesarlo. Haz un dibujo de tu recuerdo más feliz. ¡Jodido infierno, que
dolor en el culo! Podría haberlo dejado pasar; convenientemente, olvidarme
de aparecer. Pero entonces, ¿dónde me dejaría eso? Y la verdad era que
estaba demasiado asustado para averiguarlo.

Las cosas en casa con Ruby no estaban yendo nada bien. Las cosas
allí eran como la Noche de los Muertos Vivientes. Y no del modo genial de
George Romero10. Más bien como el remake de mierda.

Ella apenas me hablaba y me sentía como si estuviera cuidando de


una niña. Aún no había regresado a la tienda. Por ahora Tilly estaba
llevando las cosas, lo que estaba bien mientras tanto, pero no podría ser
una solución a largo plazo. Estaba empezando a pensar que Ruby nunca
se recuperaría. Pero ¿Cómo iba a esperar que ella estuviera bien después
de solo unas pocas semanas? ¿Qué decía eso de mí si no podía dejar que
la pobre mujer llorara su perdida? Eso me dejaba muy puesto en ayudarla
a seguir adelante.

El ambiente en la casa era miserable. Por primera vez en mi vida, no


quería estar ahí. Pero no podía irme. No me iría. Incluso si eso
desencadenaba cada impulso auto-destructivo que tenía.

—Tienes que encontrar un hobby, Clay. O un trabajo. Algo —


anunció Shaemus cuando nuestra sesión estaba terminando. Parpadeé
lentamente. ¿Eh?

—Tengo un hobby. Dibujo. Un montón —respondí, jurando que si


me decía que hiciera un macramé me largaría de allí.

Shaemus se frotó su canosa barbilla, pensativo. Empecé a fijarme en


su suéter. Era de un verde azulado intenso y verde neón. ¿Quién se
despierta por las mañanas y piensa Hoy voy a ponerme un suéter que haga
que todo el mundo que me mire quiera arrancarse los ojos?

Justo cuando iba a preguntarle dónde compraba su vestuario


porque yo podría querer uno de esos suéteres, él chasqueó los dedos.
Esperé a que gritara: ¡Ajá! y eso completaría el momento.

—Nada de dibujar. Tu arte es maravilloso, pero se ha hecho algo


demasiado atado a tu estado angustioso. Estoy hablando de algo que te

10
Productor y editor, conocido por series de horror.
obligue a salir de casa y a interactuar con más personas. Te has auto-
aislado demasiado.

Oh Señor. Iba a decirme que me apuntara a entrenar la liga de


béisbol, ¿no? Tuve un destello de niñitos gritando y me estremecí de
repulsión. En mi opinión, interactuar con la gente estaba totalmente
sobrevalorado. Compartí mi resolución con Shaemus, quien levantó sus
pobladas cejas como si yo acabara de demostrar su punto.

—Eso es exactamente porqué debes hacerlo. Caes en viejos patrones


cuando las cosas se ponen difíciles. Es una respuesta natural, humana.
Pero el punto de todo esto es para que puedas romper con esos patrones.
De que salgas del molde que has creado. Es por eso que necesitas algún
tipo de actividad que mantenga tu mente activa y te centres en algo
positivo.

Me dio varios folletos para trabajar como voluntario. Caray, podría


pasarme el tiempo libre vaciando orinales como un chico Candy Striper11.
¿Qué demonios te hacía llamar a un chico Candy Striper? Mierda, esto iba
a volverme loco.

O podría unirme a la pequeña patrulla de basura y levantarme los


sábados a las seis de la mañana y caminar arriba y abajo por la carretera
recogiendo la basura como una especie de cadena de presos.

Dado que no me gustaba ninguna de esas opciones, me decidí por


algo un poco más productivo. Y así es como me encontré yo, la noche del
jueves después de mi sesión de terapia, rellenando una solicitud para
Bubbles, casa de los glotones de las bananas splits y hamburguesas con
un ardor de estómago.

Nunca antes había trabajado, a menos que pudiera llamar mis


ventas ilegales un historial de trabajo. Pero ahora que mis padres me
habían cortado el filtro y la tienda de Ruby se hundía, me di cuenta que
era hora de que me arremangara las mangas y me lanzara. Y esto me
tendría “interactuando”. Marquen sus calendarios, gente, ¡Clay Reed
tendría un trabajo!

11
Voluntarios de hospital.
—¿Estás aquí para llevarnos de aquí para allá al resto de nosotros?
—Alcé la vista para ver a Rachel sonriéndome un poco cautelosamente.

Bajé el lápiz y me giré hacia ella.

—Pensé que trabajabas en la tienda de películas de la ciudad —le


dije, señalando su delantal del Bubbles. Ella alisó la tela púrpura atada
por delante y lució un poco avergonzada.

—Así es. Este es mi segundo trabajo. Mi auto y el seguro no se


pagan solos. Aunque me gustaría que lo hicieran. —Su sonrisa torcida fue
un poco más cálida en esta ocasión. Me reí y asentí de acuerdo.

—Sí, lo entiendo.

Di golpecitos con el lápiz sobre el papel, sintiéndome un poco


incómodo. ¿Sobre qué tenía para hablar con Rachel Bradfield? ¿Debería
empezar con un: ¡Oye!, ¿recuerdas cuando me eché a perder? Buenos
tiempo, ¿eh? Sip, mi sentido del humor estaba seriamente jodido.

Echando a un lado mi disconformidad, necesitaba este trabajo. Y


tenía que demostrarle a mi terapeuta que era capaz de mezclarme con la
sociedad en general. No más juegos de mierda para mí.

—Bueno, genial. Tengo que dejarte. Me alegro de volver a verte.

La cabeza de Rachel se balanceó un par de veces y me miró con


diversión. Definitivamente la estaba haciendo sentir incómoda. Lo que me
pareció inapropiadamente gracioso. ¡Miren, sentido del humor jodido justo
aquí!

Antes de que llegara demasiado lejos, se dio la vuelta y ladeó la


cabeza hacia un lado.

—Sabes, me alegro de ver que lo estás llevando bien. Tenías a


muchas personas preocupadas por ti. Tal vez podríamos juntarnos en
algún momento, Maggie, Daniel, tú y yo.

Bueno, eso no era lo que esperaba que ella dijera. Bueno, mierda, yo
no tenía nada sarcástico o gracioso por decir.
—Uh, sí, eso suena b… bien —tropecé patéticamente con mis
palabras.

Sí, había sido reducido a un simplón tartamudo. Nunca antes le


había dado exactamente la bienvenida al buen redil. Si buscabas la oveja
negra de Jackson High School, entonces no busques más. Rachel estaba
siendo más amable que la mayoría pero esa era una cortesía apenas
tolerante. Esa oferta no solo me había sorprendido como la mierda, sino
que me hizo sentir casi… incluido.

—Fabuloso. Te veré en la escuela. —Rachel volvió a sus mesas y yo


volví a rellenar solicitud, deseando realmente conseguir el trabajo.

El encargado se ofreció a darme un par de turnos para empezar, solo


para ver como irían las cosas. Me sorprendió que me diera el trabajo tan
rápido, pero no le pregunté en qué diablos estaba pensando. Mi primer día
sería la próxima semana. Ahora que había conseguido lo que me había
propuesto a hacer, me quedé con nada para el fin de semana. Y no tener
nada que hacer era un gran no-no.

Tintineé las llaves en mi mano, debatiéndome en si debía ir a la


tienda de Ruby para reportarme con Tilly, cuando el sonido de un motor
ahogado me llamó la atención.

No pude evitar reírme mientras veía a Maggie entrando en el


estacionamiento, el humo ondulante saliendo de su tubo de escape.
Entonces su auto tartamudeó para detenerse y el aire sonó con su
sentencia de muerte. Por suerte fue capaz de llevarlo a una plaza vacía.
Podía oír sus maldiciones a veinte metros de distancia y no podía
deshacerme de la sonrisa tonta en mi rostro mientras la veía dándole
golpes al volante una y otra vez. Una Maggie enojada daba un poco de
miedo, pero yo era masoquista por naturaleza.

Me acerqué y di unos golpecitos en su ventana. Ella me miró con


sorpresa, la cual se convirtió en vergüenza cuando me reconoció. Su rostro
se enrojeció y su cuello se moteó. Se bajó del auto y cerró la puerta.

—¿Qué me dices de poner a tu auto con el mío en una lucha de


jaula? —Me eché hacia atrás para examinarlo—. Retiro lo dicho.
Maggie gimió y puso los ojos en blanco.

—Ella dio una buena pelea pero tienes razón, es hora de ponerla a
pastar. —Maggie dio unas palmaditas en el capó. Metió la mano en el
asiento de atrás y cogió su bolso y una bolsa de plástico, entonces se giró
para mirarme—. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó mirando por
encima de mi hombro hacia el Bubbles.

—Rellenando una solicitud. Estás viendo la más nueva adhesión al


personal del Bubbles. No te pongas demasiado caliente o preocupes por el
delantal púrpura. —Sostuve mis manos en alto para hacerla retroceder y
ella sonrió de mala gana.

—Trabajaré para mantener mis manos para mí misma. —Su sonrisa


cayó y arrastró su zapato por el asfalto, apartando la vista de mí—. Bueno,
será mejor que entre y vea si Rachel me puede dar un paseo a casa. Y
mejor que sea así teniendo en cuenta que solo vine aquí en mi trampa
mortal porque ella necesitaba estos zapatos que se dejó en mi casa. Ya
sabes que los otros cuarenta pares que tiene no servirían para la cita que
tiene con Daniel más tarde. —Levantó una bolsa a modo de explicación—.
Así que será mejor que entre. Nos vemos.

Empezó a caminar, rodeándome, cuando agarré su brazo. Vamos


Clay, aprovecha el momento, me grité a mí mismo. Toda mi vida se había
convertido en segundas oportunidades. ¿Por qué no tomar esta?

—¿Qué dices si te vienes conmigo a la tienda de Ruby y después te


llevo a casa? Podría agradecer un poco de ayuda con el inventario. Ruby
no ha estado en un tiempo y el lugar es un desastre.

No dejé ir su brazo; en su lugar deslicé mis manos por su piel hasta


llegar a su mano y sostenerla. Me sentí un poco como un manipulador.
Estaba usando su necesidad de ayudar para conseguir que pasara un
tiempo conmigo. Bueno, lo que sea que funcione, ¿verdad?

Maggie miró mi mano sosteniendo la suya y me di cuenta que yo


estaba seriamente sobrepasándome aquí. Alejé mis dedos de su piel y los
cerré en puños antes de meterlos en mis bolsillos. Instantáneamente
entendí su cólera durante nuestra última conversación. Estaba enviando
unos mensajes realmente contradictorios.
Pero era como si no pudiera evitarlo. Estar alrededor de ella era
mucho más embriagador que cualquier droga. Mi cuerpo parecía moverse
por voluntad propia, buscando cualquier tipo de medio para tocarla. Ella
era y siempre sería mi debilidad.

Mi corazón y mente estaban en una batalla constante en lo que se


refería a Maggie. El cercano pánico que sentía cuando estaba a su
alrededor hacía difícil ver cualquier otra cosa. Pero mi corazón la
necesitaba. Y ahí es donde siempre tuvimos nuestros problemas. Porque
no podía necesitarla, ya no. Podía desearla, anhelarla¸ pero nunca
necesitarla. Porque eso deletreaba desastre para los dos. Y yo ya había
tenido más que suficientes desastres en mi vida.

Estaba decidido a hacer lo correcto por ella y había jurado que eso
significaba estar a un infierno de distancia. Pero estando a su alrededor de
nuevo hizo hacer la cosa correcta casi imposible. De hecho, estaba
pensando que la cosa correcta necesitaba tomar un paseo. Ya estaba listo
para hacer lo que sentía como una cosa buena por un par de horas.

Para un chico que luchaba por encontrar su lugar en el mundo, de


pie junto a Maggie, entendí una cosa a un nivel muy fundamental.
Dondequiera que ella fuera, que hiciera, ahí era dónde yo pertenecía.

Maggie se mordió el labio inferior por un minuto y entonces me dio


una pequeña sonrisa.

—Solo dame un minuto. Deja que le entregue a Rachel sus jodidos


zapatos. —Me miró por encima de su hombro mientras se dirigía hacia el
restaurante, como para asegurarse que aún estuviera esperando por ella.

Chica tonta, ¿acaso no sabes que te esperaría por siempre?

Maggie regresó unos minutos más tarde, esta vez con una gran
sonrisa. ¿Podría ser por mí? Juro que jodidamente lo esperaba así.

—Vamos. —Dio la vuelta para el lado del pasajero de mi auto y la


seguí para abrirle la puerta, como había hecho una mil veces antes.
Sosteniéndole la puerta, se subió con un suave “gracias.”

No pude controlar la enorme sonrisa que se extendió por mi rostro.


Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, un recordatorio de que esto
podría terminar muy mal. Que mi jodida cabeza era muy capaz de joderlo
todo. Pero por ahora, estaba dejando que mi corazón llevara la delantera.

Maggie se agachó sobre la guantera de la puerta y sacó mis cedes.


Eran los mismos que siempre había tenido. Hojeándolos, eligió uno y lo
puso en el reproductor. El familiar esfuerzo de Placebo salió de los
altavoces y yo di toques con mis dedos en el volante.

—Buena elección —le dije lanzándole una sonrisa de lado. Siempre


habíamos compartido un amor por el glamour del rock alternativo. Está
bien, soy un fan cercano de Davie Bowie, ¿y qué?

—Por supuesto —bromeó mientras empezaba a agitar su cabeza de


arriba abajo por la música. Nos detuvimos en el estacionamiento del al
tienda un poco más tarde.

—¿Entonces Ruby no ha estado aquí en un tiempo? —preguntó.

Negué con la cabeza.

—Nop, Tilly ha estado encargándose de las cosas, pero estoy


tratando de arrimar el hombro y ayudar cuando puedo. —Entramos por la
puerta principal y las campanas repiquearon por encima de nosotros—.
¡Hola Tilly! —grité en señal de saludo. Tilly estaba leyendo un libro detrás
del mostrador pero se puso de pie en cuanto me vio.

—¡Clay! ¡Hola! No sabía que vendrías hoy.

—Sí, quería adelantar los envíos que nos llegaron ayer. Ruby tendría
que venir… —Tilly asintió, entendiendo así que no me moleste en pensar
en una excusa.

—Por supuesto. Puedo ayudarte si quieres… —ofreció ella, pero noté


que ahora estaba mirando por encima de mi hombro. Parecía
extrañamente irritada. Humm, Tilly generalmente estaba demasiado
ocupada meditando o centrada en su chi o lo que sea, para enojarse por
algo. Pero la chica estaba definitivamente sintiendo ira.

Maggie se había quedado atrás y le hice un gesto para que se


acercara.
—Te acuerdas de Maggie, ¿verdad? Ella me ayudará con las cajas.
Así que si necesitas algo, estaremos atrás.

La sonrisa de Tilly había desaparecido y noté algún tipo de extraña


comunicación pasando entre ella y Maggie. Allí había algún tipo de cosas
de chicas pasando. Me gustaría saber por qué.

Nunca había sabido que hubiera un problema entre ellas. No podía


recordarlas interactuando antes de eso.

—Por supuesto. Yo estaré aquí. —La voz de Tilly era decididamente


más fría y lo tomé como nuestra señal para irnos. Las chicas eran un dolor
de cabeza a veces.

—Me pregunto cuál será el problema —reflexioné mientras quitaba


la enorme pila de cajas que recubrían el trastero. Mierda, esto tomaría una
eternidad. Maggie se rio mientras iba hacia una y la abría.

—Me olvidé de lo poco instintivo que eras —comentó aunque


claramente fue más para ella que para mí.

—¿Qué se supone que significa eso? —le pregunté.

¿Yo poco instintivo? Decididamente en negación tal vez. Pero ¿poco


instintivo? Maggie solo negó con la cabeza y comenzó a desempacar la
caja. Agarrando la hoja del inventario, empezó a marcar artículos cuando
me senté a su lado.

—En serio, Mags. ¿En qué soy tan poco instintivo? No me dejes sin
saber —insistí.

Maggie me dio un golpecito con su hombro.

—Tilly. Le gustas, idiota.

—Bueno, claro que le gusto. Somos amigos.

Esa no era la noticia del siglo. ¿Cuál era el gran problema? Y para
ser honesto, no quería pasar el tiempo hablando de Tilly. Había cerca de
un millón de otras cosas que prefería estar haciendo que hablar. Sí, mi
mente se fue allí. Por supuesto se fue allí. Maggie era hermosa y sus
pantalones le quedaban realmente bien.
—No, tonto. Le gustas.

Me reí y sacudí la cabeza.

—Lo que sea, Mags.

No sabía de qué demonios estaba hablando. Pero realmente no me


importaba. Estar aquí, con mi chica, hablando y bromeando en un modo
casi… normal, eso era lo que me importaba.

—Ves… poco instintivo —murmuró, volviendo de nuevo a la caja


frente a ella.

No dije nada más, solo puse manos a la obra en nuestra tarea.


Trabajamos en silencio, sacando elementos y colocándolos en el suelo.

Cuando terminamos con una caja, nos trasladamos a la siguiente.


Después de un tiempo, empezamos a hablar de nuevo. Nada en serio, solo
temas al azar de nada en particular. Fue la mejor conversación sin sentido
que había tenido.

Maggie hizo esto por mí. Hizo que todo importara. Incluso esta cosa
insignificante.

—Mierda, Clay. Me tengo que ir a casa. Le dije a mis padres que


llegaría a tiempo para la cena —dijo Maggie, poniéndose de pie. Cerré la
caja en la que había estado trabajando y me levanté, sacando las llaves de
mi bolsillo.

Pissssss. Ese fue el sonido que hizo mi globo cuando estalló.


Sabiendo que esto había terminado, lo que sea que haya sido, me dejó
completamente desprovisto. ¿Qué pasaba si nunca tenía otra oportunidad
como esta? ¿Qué pasaba si Maggie se iba a casa y se daba cuenta que
pasar tiempo conmigo había sido un gran error? Sabía que no podría vivir
con eso. No cuando había conseguido una muestra de lo que me había
estado perdiendo.

—Me alegro de haber pasado el rato contigo, Clay. Fue agradable —


dijo Maggie, poniéndose el abrigo.
Y así, estuve bien otra vez. Y sabía que el Dr. Todd había estado en
lo cierto, que había algo fundamentalmente mal sobre que mis estados y
sentimientos fueran dictados por otras personas de esta forma. Pero
cuando eran buenos, eran condenamente buenos.

—Adiós Tilly —dije cuando nos estábamos yendo y Maggie me


sonrió.

—Poco instintivo —murmuró.

Puse los ojos en blanco.

—Lo que sea —murmuré, aunque podría jugar al poco instintivo


todo el día si eso significaba que se mantendría bromeando así.

El teléfono de Maggie empezó a sonar y lo sacó para comprobar el


identificador de llamadas. Me di cuenta de la forma en que sus ojos se
precipitaron hacia mí antes de contestar.

Abrí las puertas de mi auto mientras Maggie empezaba a hablar con


la persona en la otra línea. Al instante me di cuenta que no estaba
hablando con Daniel o Rachel. Había algo en su voz que no pude ubicar.

Apartó el rostro mientras hablaba en voz baja y traté de respetar su


privacidad y no espiar. Pero ese animal posesivo dentro de mí me hizo
escuchar todo de todas formas. Y cuando la escuché decir: “No lo sé, Jake.
Les prometí a mis padres que iría a casa a cenar”, quise gruñir.

Jodido Jake. Al parecer ya eran lo suficientemente cercanos como


para hablar por teléfono. Y sí, eso me cabreó como el demonio. Una voz
dentro de mí gruñó ella es mía. Y entonces mi cabeza fue consumida por
oscuros y retorcidos pensamientos de Maggie con Jack y no pude
soportarlo.

Salí al tráfico y llevé su culo a casa. Maggie me miró con


preocupación cuando tomé una curva muy cerrada, causando que mis
neumáticos chillaran. Ni siquiera me molesté en mirarla. No podía mirarla.
Esto iba a matarme.
—Me tengo que ir, Jack. Te llamaré después —dijo Maggie y colgó.
Mis dientes estaban apretados y estuve a partes iguales aliviado y
desbastado cuando me detuve frente a la casa de Maggie.

No apagué el auto. Solo necesitaba que se fuera tanto como temía


que saliera del auto y me dejara. Pero estaba echando humo. Estaba
enojado con ella, enojado conmigo, enloquecido y malditamente jodido.
Jake. No podía lidiar con eso ahora mismo. La necesidad oscura de
ocuparme de ese horrible dolor era cada vez más abrumadora.

—Clay. Sobre Jake… —Maggie comenzó y levanté una mano,


interrumpiéndola.

—No tienes que explicarme una mierda. No estamos juntos. Fin de la


historia. —Sonaba amargo y frío y vi la forma en que Maggie se estremeció.
Sentí un parpadeo de pesar pero fue ahogado rápidamente por el ruido en
mi cabeza.

—No, no estamos juntos, Clay. Pero tampoco estoy con Jake. Solo
somos amigos. No es que tenga que decirte nada. —Sonaba irritada pero
aun así intentó llegar a mí, colocando su mano en mi brazo.

Me tensé y pensé en alejarlo. Pero me rendí inmóvil, demasiado


necesitado de su toque.

—Tienes razón, es tu vida. Pásala con quien quieras —le dije con mis
palabras estrangulando mi garganta. Eso era una mentira. No quería que
la pasara con nadie más que conmigo. Esa parte de mí que daba miedo
quería reclamarla, obligarla a que viera que yo era todo lo que quería
porque ella era todo lo que yo necesitaba.

Maggie suspiró y retiró la mano, dejándome adolorido y solo.

—Dios, Clay. ¿Por qué nada puede ser fácil entre nosotros? Jake es
un amigo. Y déjame recordarte que fuiste tú quien terminó esto. Porque yo
no habría hecho eso. No hay nada en este mundo que me hiciera dejarte.

Maggie salió de mi auto y azotó la puerta. Entró en su casa sin una


mirada atrás.
Aporré el volante con mis manos varias veces y dejé escapar un grito
profundo y gutural. Puse a andar el auto y salí como el demonio de ahí. No
podía pensar. No podía centrarme, solo quería ir a algún lugar. Encontrar
algo que se lo llevara todo. Esto estaba muy jodido. No podía hacerle frente
al dolor que apretaba mis entrañas. Necesitaba que desapareciera.

Entré a la interestatal y conduje. Y conduje. Y conduje. Sin ningún


otro propósito que poner distancia entre la chica que estaba desgarrando
mis entrañas y yo. Después de una hora, entré en una parada de descanso
para tratar de averiguar qué demonios iba a hacer.

Salí de mi auto, cogí la botella de vidrio de jugo que había dejado en


mi consola central y me dirigí a una mesa de picnic en mitad del bosque.
Rompí la botella contra el suelo y recogí el trozo de cristal más grande y lo
mantuve con fuerza en mi puño.

Éste mordió mi piel pero no lo suficiente para extraer sangre. Si


apretaba un poco más fuerte me cortaría. Solo un poco más y el zumbido
en mi cabeza se iría. Quería silencio. Al menos durante un rato.

—Joder —respiré y dejé el cristal en la hierba.

Y entonces lo perdí. Dejé caer mi cabeza sobre mis brazos y lloré. Me


odiaba a mí mismo por casi ceder al deseo autodestructivo. Odiaba no
poder ser más fuerte. Y lo que realmente odiaba en ese momento era que
la vida que deseaba tan desesperadamente parecía tan miserablemente
fuera de mi alcance.
-MAGGIE-
Traducido por Eglasi//Corregido por Mais

Por decirlo así las cosas han sido… intensas desde que Clay regresó
a mi vida, y eso era quedarse corto. La verdad era que no sabía cómo se
suponía que debía sentirme o actuar. O qué demonios se suponía que
tenía que decirle cuando me miraba de la forma en que parecía que podía
ofrecer respuestas a las más importantes preguntas.

El viernes pasado había sido completamente irreal. Fue como si el


pasado y el presente se hubieran mezclado y de alguna manera hubiera
sido transportada en el tiempo. Había sido demasiado fácil y natural,
regresar a ese lugar de mi vida donde Clay encajaba en ella.

Y era simplemente tan fácil recordar por qué le era tan fácil
alejarme. Me podía dar cuenta que él estaba intentando cambiar.
Prácticamente podía ver el esfuerzo para hacerme ver que había cambiado.
Y de alguna manera lo había hecho.

Se había ido el paranoico y solitario hipersensitivo. Desde que


regresó a la escuela, parecía lograr hablar con la gente. Ya no pasaba por
los lados del pasillo, esperando pasar desapercibido. Caminaba en medio
del mismo con su cabeza en alto. Y yo sentía que mi corazón se aceleraba
cada vez que lo veía ya que estaba muy orgullosa de él.

Parecía estar haciendo su mejor esfuerzo para ignorar los chismes


que seguían produciéndose alrededor de él. Era más poder para él porque
eso era algo que yo aún tenía que dominar.
Rachel me dijo que había comenzado a trabajar en Bubbles. El
hecho de que estuviera trabajando en un lugar donde se viera obligado a
interactuar con la gente me emocionó.

Estaba intentando plasmar una nueva imagen, eso estaba claro.


Pero eso no cambió lo que había pasado cuando me dejó en casa la
semana pasada. La ira y los celos cuando se dio cuenta de que Jake
estaba al teléfono. La manera en que inmediatamente me alejó. Pude ver
como volvía a levantar su muro. Me devastó y decepcionó. Porque el otro
Clay seguía ahí. Al menos cuando estaba a mi alrededor. Y ese Clay aún
me asustaba hasta la mierda. Y no estaba segura de si el nuevo e
improvisado Clayton Reed sería capaz algún día de derrotarlo.

Hubo algunas veces durante la semana, cuando lo veía en el pasillo


o en la cafetería y que nuestras miradas se encontraban, en las que podía
creer que encontraríamos nuestro camino de regreso para estar juntos. Sin
importar qué, Clay y yo nos pertenecíamos.

Pero luego él se alejaba y justo así sabía que me estaba evitando.


Porque no hacía el intento de hablar conmigo desde que volvimos de la
tienda de Ruby. Y, por primera vez en toda mi vida, no hice lo que estaba
en mi naturaleza. Entrometerme y exigir una explicación. Tomar el control
de la cosas hasta que estuviera satisfecha con el resultado. Era tan duro
esperar una señal que me indicara: es seguro proceder.

Pero hasta ahora, estaba buscando algo que seguía oculto.

Y estaba Jake. Bueno, me sentía como una verdadera perra por la


manera en que lo traté. Había sido un buen amigo, incluso si sabía que
estaba siendo paciente, esperando a que me diera cuenta que él era el
chico con el que quería estar.

Y por un solo momento, pensé que efectivamente, tal vez podía


seguir adelante y estar con alguien más. ¿Y por qué no hacerlo con Jake
Fitzsimmons?

Pero cuando Clay regresó a mi vida me di cuenta que solo me estaba


engañando. Porque no podía digerir la idea de compartir mi vida con
alguien más.
—¿Por qué no ordenamos pizza y vemos un episodio de CSI? No le
diré a tu mamá que vimos televisión durante la cena —bromeó papá,
dejando caer sus llaves sobre el mostrador después de llegar del trabajo.

Era jueves, noche de juego para mamá. Papá y yo lo habíamos


proclamado como jueves de pizza hace unos años y era una rutina que
raramente se cambiaba. Levanté la mirada de mi tarea de inglés y sonreí
mientras papá comenzaba a buscar entre la basura, tratando de encontrar
los cupones para Papa John’s.

—Suena como un plan —accedí. Papá abrió el refrigerador para


conseguir una bebida y sacó una cacerola cubierta con papel aluminio y
una nota pegada en la parte superior. La leyó y dejó salir un audible
gemido.

—¿Qué dice? —pregunté, acercándome para tomar la nota. Era de


mamá. Le estaba pidiendo llevar la cacerola a Ruby. Un nudo se formó en
mi estómago.

—Bueno, es algo dulce de su parte —dije, identificando la duda en


mi padre. Su boca estaba en una dura línea y se veía de todo menos
complacido con la petición de mamá.

—Desearía que solo la dejara lo suficientemente sola —murmuró,


bajando la cacerola al mostrador de una manera tosca.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté, molestándome por


el enojo de papá. Sean cual sean sus sentimientos por Clay, cómo podía
ser menos que agradable con Ruby después de todo por lo que había
pasado.

Papá suspiró.

—Me siento horrible por Ruby. Es una mujer dulce, siempre lo ha


sido. Pero no cambia el hecho de que su sobrino te ocasionó bastante
dolor. Un dolor que no quiero volver a ver. Y creo que prolongar nuestro
contacto con esa familia, sea cual sea la razón, simplemente es buscar un
dolor de cabeza.
Entendía sus dudas acerca de la proximidad de Clay y mía. Eso no
cambiaba el hecho de que Clay y Ruby habían perdido a alguien que
amaban y que necesitaban tanto apoyo como el que podíamos ofrecerles.

Pero entendía de dónde provenían esos sentimientos de papá. Tuvo


que ver a su única hija atravesar una severa depresión construida por una
relación destructiva con el enfermo sobrino de Ruby. Entendía por qué
quería que mantuviéramos distancia.

Pero eso no era realista.

—Papá, Clay vive aquí ahora. No puedes esperar que nos ignoremos.
Te lleva solo diez minutos conducir de un lado a otro en Davidson —probé,
tratando de aligerar el estado de ánimo.

Papá me miró intensamente.

—Escucha Maggie May. No te pediré que te alejes de él. Hicimos eso


una vez y no terminó nada bien. —Me encogí ante lo que dijo—. Solo
puedo esperar que hayas aprendido algo de lo que atravesaste con ese
chico. Que quizás te hayas dado cuenta de lo que funciona en tu vida y lo
que no. —Me miró atento y traté de mantener mi rostro neutral.

Cuando no respondí, suspiró otra vez y tomó la cacerola del


mostrador.

—Toma, llévale esto a Ruby por mí. Ordenaré la pizza. —No me miró
y yo parpadeé de la sorpresa. ¿Hablaba en serio? ¿En verdad estaba
sugiriendo que fuera a la casa de Clay?

Lentamente tomé la cacerola de sus manos y tomé mi bolso. Papá


seguía en el mostrador viendo el directorio del teléfono, aunque estaba
segura de que en realidad no estaba prestando atención. Tenía la
sensación de que sentía que me estaba enviando a la guarida del león.

En ese momento lo amé tanto. Por dejarme tomar mis propias


decisiones y no tratar de controlar mis potenciales errores. Y juré que no
dejaría que mis padres se vieran afectados nuevamente. Haría las cosas
diferentes.
¿Cómo haría eso? No lo sabía. Pero mi resolución estaba
determinada.

Por ahora.

*~*~*~*
—¡Maggie! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Ruby al abrir la
puerta.

Traté de no retroceder ante la vista de la mujer encogida que estaba


delante de mí. Sus hombros estaban caídos, su normalmente rostro feliz
estaba invadido de tristeza y dolor. Su piel no brillaba y su cabello estaba
seco y sin vida. Era la sombra de lo que era antes y esta imagen me
impactó con fuerza.

—Mmm… bueno, mamá te preparó otra de sus cacerolas. Pensé en


traértela. —Sostuve el aluminio que cubría la cacerola. La sonrisa de Ruby
era una triste caricatura y traté de no hacer una mueca.

—Realmente es una mujer encantadora. Dale las gracias de mi


parte. —Tomó la cacerola de mis manos y apretó ligeramente mi brazo—.
¿Tienes tiempo para una taza de té? Me encantaría pasar tiempo contigo,
cariño.

Miré sobre mi hombro, viendo el auto de Clay. Una parte de mí


quería verlo. La otra parte quería evitarlo. Estaba en un serio aprieto. Pero
Ruby terminó con mi debate interno. Frotó mi mejilla.

—Él no se encuentra en casa, cariño. Estará fuera por un rato. Así


que, por favor, entra y pasa algo de tiempo conmigo. —Maldita sea, se
había dado cuenta. Saqué mi teléfono y revisé la hora. Probablemente
tenía algo de tiempo antes de que papá llamara al Calvario. Así que la
seguí dentro.
Colgué mi abrigo y bufanda y me uní a Ruby en la cocina. Me di
cuenta de que los pequeños rastros de Lisa que habían estado por todas
partes la última vez que estuve aquí estaban desapareciendo lentamente.
Asomándome a la sala, noté que la taza de café ya no estaba allí ni las
pantuflas. En la cocina, el ordenador portátil de Lisa seguía sobre la mesa
pero el periódico que había estado leyendo ya no estaba.

Ruby abrió un gabinete y sacó una caja ordinaria de té Early Grey.


Estaba aliviada de que no tuviera que verme obligada a tomar uno de sus
cuestionables mezclas de hierbas. Estuvimos en silencio mientras ella
encendía la tetera y encontraba dos tazas, colocándolas en el mostrador.

Cuando estuvo listo el té, me sirvió una taza y la colocó frente a mí


en la mesa de la cocina. Se unió a mí sirviendo azúcar y leche a su bebida.
Me preguntaba cuánto tiempo estaríamos sentadas aquí, bebiendo el té,
sin hablar. Ruby me observó mientras yo sorbía el líquido caliente. Parecía
como si quisiera decir algo pero no tenía prisa de hacerlo. Me hizo sentir
un poco incómoda.

—¿Cómo está la tienda? —pregunté, aunque podía responderme yo


misma esa pregunta ya que había estado allí la semana pasada. Ruby dejó
caer sus hombros en un encogimiento cansado.

—Bien. Tilly me ha estado ayudando. Espero sentirme mejor e ir la


próxima semana. —Su voz era suave y corrió su dedo por la parte superior
de la taza—. Gracias por ayudar a Clay con las entregas la semana
pasada. Mencionó que llegaste y te hiciste cargo de algunas cosas.
Realmente lo aprecio, Maggie.

—No hice mucho, en serio —dije bruscamente.

Ruby bajó su taza y cubrió mi mano que se encontraba sobre la


mesa.

—Gracias de todos modos. —Soltó un suspiro—. Simplemente no he


sido capaz de hacerlo. Odio hacer que Clay haga tanto. Sé que no es justo
para él ya que está atravesando por mucho… —Sus palabras se cortaron y
tragué con dificultad.
—Creo que está feliz en ayudarte. Te ama mucho, Ruby —le dije,
odiando el sonido de la culpa en su voz. Esta mujer estaba atravesando
por mucho. La sonrisa de Ruby en respuesta fue triste.

—Sé que lo hace. Sé que por esa razón sigue aquí cuando debería
regresar a Florida. Debí hacer que lo hiciera. No está listo para estar aquí y
tener que lidiar con todo esto. —Su voz se entrecortó y cubrió su boca con
su mano, cerrando sus ojos con fuerza ante las lágrimas que comenzaban
a caer de sus mejillas.

Me levanté y me coloqué a su lado. Envolví mi brazo alrededor de los


hombros de la mujer pequeña y la sostuve con fuerza.

—Sabes que Clay nunca te dejará cuando lo necesites —dije


tranquilamente, frotando su brazo gentilmente.

El cuerpo de Ruby se estremeció mientras trataba de controlarse.


Levantó su mano y sostuvo la mía que se encontraba sobre su brazo.

—Eres una buena chica, Maggie. Clay y yo somos muy afortunados


en tenerte en nuestras vidas —dijo sinceramente. Me tensé un poco.

—Desearía poder hacer más —respondí, más para mí misma. Porque


era verdad. Me sentía como si no estuviera haciendo lo suficiente.

—Solo no desperdicies tu vida con arrepentimientos, Maggie. Eso es


lo que puedes hacer. —Me retiré lentamente, sorprendida por la
vehemencia en el tono de Ruby.

—Sé que Clay te lastimó. Es un chico difícil. Pero te ama. Tanto


como tú lo amas. Veo la manera en que se miran. Y es algo hermoso. —
Ruby me miró y sus pálidos ojos verdes se encontraron con los míos con
una intensidad que me hizo detenerme.

—Sean cual sean tus dudas, no dejes que manejen tu vida con la
persona que amas. Lisa y yo desperdiciamos mucho tiempo al principio
por la preocupación de lo que opinarían los demás. —Un ligero sollozo
escapó de su boca por lo que mordió su labio inferior.

Se puso de pie, llevando las tazas al fregadero. Se recargó contra el


mostrador, su cabeza cabizbaja. Esta era una mujer que no estaba segura
de ser capaz de volver al perder al amor de su vida. Creo que la persona
que dijo: es mejor tener amor y perderlo que nunca haber amado, era pura
mierda. Este dolor era demasiado para cualquiera, sin importar si viniera
de algo tan hermoso como el amor por otra persona.

Como si leyera mis pensamientos, Ruby se dio la vuelta y me miró.

—Maggie, prométeme que seguirás a tu corazón y no a tu cabeza.


Nuestras cabezas tienen el desagradable hábito de hacernos huir de lo que
nos hace feliz. Y hay momentos en nuestra vida cuando pones todo de lado
de lo que crees que es lo mejor contra lo que sientes que es lo mejor. —
Apenas podía respirar. Su consejo dio justo en el blanco, justo en mi
pecho.

—El arrepentimiento es un compañero muy amargo, Maggie —


susurró.

El sonido de una garganta aclarándose me hizo chillar en sorpresa.


Clay se encontraba en el marco de la puerta, su figura llenado el pequeño
espacio. Su oscuro cabello caía sobre su frente y orejas en ondas al azar.
Sus ojos oscuros llenos de preocupación. Sus manos estaban como
siempre, dentro de sus bolsillos, mientras dirigía su mirada entre Ruby y
yo.

Mi corazón se apretó fuertemente ante la vista de él. Estaba llena de


amor y dolor y si… arrepentimiento. Y Ruby tenía razón; era una horrible
pérdida de emoción.

—Maggie acaba de llegar, trayendo una cacerola que envió su madre


—dijo Ruby con cansancio, caminando hacia él y palmeando su mejilla—.
Por qué no conversan un momento, yo iré a descansar. —Ruby se giró
hacia mí mientras salía de la cocina.

—Fue agradable verte, Maggie. Espero hacerlo pronto.

Por primera vez vi algo vivo destellar en sus ojos. Parecían brillar
mientras me miraba, enviando un millón de mensajes. Su mirada se movió
a su sobrino y luego nuevamente a mí casi con una sonrisa contenida en
su rostro. Luego se fue, dejándome con un sentimiento de extraña paz.
Viendo mi teléfono, sabía que debía dirigirme a casa pero no tenía
prisa de dejar la cálida cocina. Clay no se había movido del marco de la
puerta. Me observaba dudoso y pude notar que estaba nervioso.

—¿Tienes algo de chocolate por aquí? Estoy algo hambrienta —dije


tranquilamente. Incluso aunque sabía que la cena me esperaba, tuve la
necesidad de romper algo de tensión.

—Sí, creo que tenemos algunas galletas o algo —dijo Clay, entrando
finalmente a la cocina.

Se acercó y buscó entre los gabinetes hasta que encontró el tarro de


galletas con chispas de chocolate. Lo abrió, tomó una y luego me lo pasó.

Tomé una galleta y bajé el tarro.

—Gracias por traer la comida. Ruby no ha podido cocinar y estoy


muy seguro de que yo podría quemar el agua. —Clay sonrió y sentí que
mis labios se torcían en una sonrisa.

—No hay problema. Mi mamá está atravesando por esas fases de


cocinar compulsivamente. Me imagino que de esta manera la comida no va
a desperdiciarse.

Mastiqué la galleta, tratando de no ser obvia por la manera en que


veía al chico que parecía estar listo para arrastrarse fuera de su piel. Las
palabras de Ruby seguían haciendo eco en mis oídos. Arrepentimiento.
Cuando veía a Clay era lo que definitivamente sentía. Sobre todo por todo
lo que no llegaríamos a tener. Por todo lo que quería experimentar con él.

Pero él seguía pareciendo vulnerable. Incluso frágil. Y estaba


asustada de permitirme acercarme a él otra vez. No confiaba en él con mi
corazón. Ya lo había roto una vez.

—Bueno, dale las gracias de nuestra parte. Los fideos ya me estaban


aburriendo.

Clay limpió las migas de sus dedos y enganchó sus pulgares en las
presillas de su cinturón. Me pude dar cuenta de que estaba terminando
con esta inexistente conversación con el fin de retirarse. Incluso mientras
sus ojos se encontraban con los míos de una manera que decía que no
quería estar en ningún otro lado. Claramente se encontraba en conflicto
como yo.

—Debería subir para comenzar con mi tarea. —Clay movió su cabeza


hacia el pasillo y yo asentí.

—Por supuesto —respondí y lo observé darse la vuelta e irse.

Su espalda ancha se tensó mientras desparecía por las escaleras.


Alcé la mano para tocar mi collar de mariposa. Estaba escondida debajo de
mi camiseta y estaba bastante segura de que Clay no lo había notado. Pero
desde que me lo volví a poner, no había dejado mi cuello.

Esa inconsciente reluctancia a desprenderse de él lo decía todo.

Mis dedos trazaron las delicadas curvas y recordé la mirada en el


rostro de Clay cuando me lo había dado.

Me haces sentir libre.

Las lágrimas llenaron mis ojos y antes de que supiera lo que estaba
haciendo, estaba subiendo las escaleras, dos a la vez.

Me apresuré hacia el final del pasillo, deteniéndome solo un poco


antes de abrir la puerta de Clay. Golpeó la pared con sonido fuerte. Clay se
encontraba sentado sobre su cama y levantó la mirada impactado. Yo
estaba respirando con dificultad, mi rostro enrojecido.

—Maggie, todo está… —comenzó a decir, pero lo interrumpí


mientras cruzaba la habitación y me dejé caer en el suelo a sus pies. Me
coloqué sobre mis rodillas y tomé su rostro entre mis manos. Sus
hermosos ojos marrones se ampliaron y sus labios se abrieron por la
sorpresa.

—No quiero despertar diez años después arrepintiéndome de dejarte


deslizar de mis dedos. No quiero desperdiciar otro momento sin ti en mi
vida —lo solté apresuradamente.

Las manos de Clay cubrieron las mías, sus dedos entrelazándose


entre los míos. Sus ojos estaban cerrados y cuando los abrió estaban
húmedos, conteniendo apenas la emoción.
—Dios, Maggie. ¿Cómo puedes decir eso después de todo por lo que
te he hecho pasar? —Su voz se rompió y mi corazón casi se partió en dos.

Apreté su rostro con fuerza y lo empujé hacia mí. Nuestras narices


se frotaron y nos miramos como si fuera la primera vez.

—Es precisamente por todo lo que hemos pasado que puedo decir
eso. Te amo, Clayton Reed. Dios, te amo muchísimo. —Mis palabras
salieron en un suspiro como si esperara que me escuchara. Que aceptara
o rechazara lo que le estaba dando. Estaba tomando el mayor riesgo,
ofreciéndole mi corazón y mi alma de esta manera. Especialmente cuando
estaban tan heridos por la última vez que los había sostenido. Me mataba
no confiar en él. Que los miedos nos volvieran a separar.

Pero eso no cambiaba la desgarradora reacción que tenía cada vez


que lo veía. La manera en que mi corazón latía solo por él. No estaba
segura de que pudiera vivir mi vida teniendo que darle la espalda a la
persona que me hacía sentir tan viva. Además, estaba cansada de ser
cobarde. Mi amor por este hermoso chico herido y que aún se encontraba
en proceso de sanación, me hacía fuerte.

Clay tomó una respiración profunda y lentamente la soltó, frotando


su nariz a través de mi mejilla. Cerré mis ojos mientras sus labios tocaban
la esquina de mi boca y luego se dirigieron hacia mi barbilla. Estaba
respirando profundamente, inhalándome.

Mis manos, aún envueltas en su rostro, comenzaron a temblar por la


anticipación. Clay desenredó sus dedos de los míos y los movió a mi
cabello, entrelazándolos en mis ondas y sosteniéndose con fuerza.

—Eres todo lo bueno en mi vida. Incluso cuando pensé que todo lo


que tenía era la oscuridad, estuviste ahí. Y me diste una razón para vivir.
No podía dejarte ir. Sin importar lo mucho que lo intente. Ahora sé que es
porque si te pierdo estaré perdiendo la mejor parte de mí mismo.

Abrí mis ojos para ver a Clay mirándome, las lágrimas caían de su
rostro. Se inclinó y sus labios liberaron un suspiro.

—Te amo, Maggie. Más de lo que alguna vez podré entender.


Clay apretó su agarre en mi cabello y estampó su boca en la mía. Me
levanté y presioné mi pecho con el suyo. Su lengua se introdujo en mi
boca. No de una manera gentil. Era una invasión apasionada y mi cuerpo
se estremeció por el deseo.

Solté el rostro de Clay para así poder envolver mis brazos a su


alrededor y sostenerlo fuertemente como lo hacía él conmigo. Nuestras
bocas se encontraron una y otra vez, nuestra respiración rápida y pesada.
Mi corazón latía salvajemente detrás de mis costillas.

Cuando la boca de Clay se alejó de la mía para comenzar con un


tortuoso camino de ligeros besos y amorosas caricias a lo largo de mi
cuello, solté un gemido gutural. Debería mortificarme la manera en que
respondía a él. Pero ya habíamos superado la vergüenza.

Las manos de Clay dejaron ir mi cabello y se colocaron debajo de mi


camisa encontrándose con mi piel desnuda. Y luego estábamos
tocándonos y probándonos. No había ni una onza de duda o reticencia en
nuestras acciones. Esta era la culminación de meses de desesperado
anhelo.

Cuando finalmente nos separamos para tomar aire, nuestros labios


estaban hinchados. Clay frotó su mano al costado de mi rostro.

—¿Cómo pude siquiera pensar que la vida sin ti valía la pena vivir?
—preguntó, aparentemente desconcertado.

Sonreí, rebosante de los deliciosos besos de Clay.

—Deja de tratar de averiguarlo. —Lo besé ligeramente. No podía


alejarme. Ahora que me había permitido derrumbar el muro, no había
manera de que retrocediera ahora.

Porque justo allí, en el calor del momento, fue tan fácil olvidar la
montaña de problemas que estuvieron cerca de destruirnos la última vez.
Pero cuando finalmente nos separamos y Clay me empujó en sus brazos y
caímos en la cama, sabía que no podía dejar que esto nos cegara de nuevo.
Mis ojos necesitaban estar bien atentos. Habíamos llegado tan lejos y
perdido tanto que no volvería a cometer los mismos errores.
Los dedos de Clay trazaban su camino a través del grueso de mi
cabello y la tranquila comodidad era tan intoxicante como nuestro
momento de pasión.

—Tenemos mucho de qué hablar, Maggie. Hay mucho que tiene que
ser dicho. No podemos retomarlo donde lo dejamos; porque ese es un lugar
al que nunca quiero regresar. —Sus palabras eran duras y con amargura,
sin embargo entendía a qué se refería.

Me recargué sobre mi codo y lo miré.

—Lo sé. Tenemos que hacerlo bien esta vez —dije, trazando la línea
de sus cejas con mi dedo. Clay tomó mi mano y besó mi palma.

—Lo haremos. Tenemos que hacerlo. Porque la alternativa no es


estar sin ti. Ya no más.

Comencé a besarlo cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo.


Gruñimos al mismo tiempo y luego nos sonreímos como tontos.

Era un mensaje de texto de mi papá preguntándome dónde estaba.


No tenía mucho tiempo antes de que viniera aquí, con las armas cargadas.
Particularmente cuando estaba teniendo el comportamiento que no quería
para mí.

—Mierda. —Salté de la cama, enderecé mi ropa y me arreglé el


cabello—. Tengo que volver a casa. Papá ordenó pizza —le expliqué a Clay
mientras se levantaba.

Él me tomó por la parte trasera de mis rodillas y me jaló hacia él


hasta que quedé entre sus piernas. Levantó la mirada y la sonrisa en su
rostro me hizo saber que llegar tarde a la cena había valido completamente
la pena.

—¿Puedo llamarte? ¿Más tarde? —me preguntó y reí entre dientes


ante su adorable inseguridad.

Me incliné y capturé su boca una vez más, alejándome antes de que


profundizáramos el beso, sabiendo que papá estaba esperando menos que
pacientemente en casa.
—Más te vale que lo hagas —le advertí, empujándolo ligeramente en
el pecho.

Clay movió sus manos hasta mis muslos, enviando una sacudida
directamente entre mis piernas.

—Bien, entonces te llamaré más tarde. —Su voz sonaba rasposa


mientras sus manos subían más por mis piernas. Detuve su lento ascenso
justo cuando llegó al borde de mi trasero y me alejé.

—Me tengo que ir —gemí, poniendo distancia entre los dos.

Clay mostraba una sonrisa satisfecha mientras me seguía por el


pasillo. Noté que la puerta de Ruby estaba cerrada.

—Despídeme de ella, por favor —le dije.

—Por supuesto —dijo, entrelazando nuestras manos mientras


bajábamos las escaleras y salíamos hacia el auto de papá—. Bonitas
ruedas —bromeó y me codeó juguetonamente en mis costillas.

Abrí la puerta del conductor pero me giré para besarlo ligeramente


en los labios una última vez. Era una adicta y Clay era mi droga. Maldita
analogía, lo sé pero es verdad.

La idea de perderlo otra vez era un real y legítimo miedo. Clay tenía
razón, necesitábamos hablar. Mi desconfianza e inseguridad seguían
prevaleciendo y si íbamos a tener un futuro, esas inseguridades tenían que
ser eliminadas.

Pero en este momento, solo podía disfrutar estar con él otra vez. De
tener la posibilidad de tener algo que deseaba pero que no esperaba
conseguir. Me hacía creer en las segundas oportunidades.

Los ojos de Clay se oscurecieron y movió su pulgar a lo largo de mi


labio inferior.

—Gracias por venir, Maggie. Y gracias por… bueno… ya sabes. —


Sonrió y bajó su mirada casi con timidez. Me reí.

—No tienes que agradecerme por algo que siempre ha sido tuyo —le
dije.
Agh, era tan boba. Sus ojos inmediatamente se enfocaron en los
míos y olvidé mi empalagosa mortificación. No nos volvimos a besar, pero
Clay sostuvo mi mejilla mientras yo me sostenía de su brazo. Mi teléfono
volvió a vibrar en mi bolsillo.

Mi papá, el bloqueador de pene. Probablemente amaría ese título.

—Me tengo que ir antes de que papá enloquezca —dije, subiendo al


auto.

Clay cerró la puerta, alejándose lentamente. Sentí sus ojos en mí


hasta que ya no pude verlo. Y no había nada en este mundo, ni siquiera el
desacuerdo de mis padres que pudiera borrar la sonrisa de mi rostro.
-CLAY-
Traducido por Gaby_67//Corregido por Mais

Así que aquí estaba, viviendo mi sueño. Mi mano envuelta alrededor


de la mano más pequeña de Maggie mientras iniciábamos el año escolar
juntos. Fue como déja vu y escribir un nuevo capítulo entero al mismo
tiempo.

Esto era familiar pero nuevo. Todavía no podía creer que estuviéramos
aquí. En este lugar sobre el que no me había atrevido a pensar. Pero esta
hermosa realidad en la que me encontraba estaba salpicada con esa otra
cosa. El peso de nuestro pasado y la pesadez de nuestro futuro.

Estaba tan feliz. Pero tan condenadamente aterrorizado al mismo


tiempo. Porque mi cerebro todavía trabajaba contra mí. Intentando
deformar esta cosa sorprendente en algo feo. Y por esto es que todavía
tomaba mi medicación. Motivo por el que todavía iba a la terapia
religiosamente. No lo arruinaría para nosotros esta vez. Milagrosamente se
me había dado otra oportunidad. Otra oportunidad para vivir mi vida en la
manera en la que había querido.

Maggie y yo todavía necesitábamos hablar. Para poner tantas cosas


sobre la mesa. Pero era como si ambos estuviéramos asustados de
desbaratar esta tentativa de paz que habíamos creado. Lo que era
estúpido. Si había una cosa que ambos habíamos aprendido era que
ignorar las cosas no las hacía desaparecer. Solo hacía que fuera más
difícil enfrentarlas cuando finalmente llegaban para golpearte. Pero por
ahora estábamos en negación plausible y feliz ignorancia envueltas juntas
en una mezcla de falsa ilusión perfecta.

Y por ahora eso no era algo malo.


El año pasado se había tratado de mí y mi mierda. Esta vez, quería
tener en la mira a Maggie.

Mis dedos se flexionaron alrededor de los suyos mientras pasábamos


en medio de las puertas principales de la escuela. Juro por Dios, que fue
como si todo el mundo dentro de un radio de seis metros se detuvo de
golpe y observó nuestro progreso a lo largo del vestíbulo.

Percibí el firme ascenso de la barbilla de Maggie como si estuviera


desafiando a todo el mundo. Desafiándolos a decir algo. Y Dios los ayudara
si lo hicieran. Porque mi chica era feroz y pondría mi dinero en ella
cualquier día.

Traté de que no me importara un carajo. ¿Qué significan estas


personas en el gran esquema de mi vida? No cuando la chica por la que
caminaría sobre brasas estaba sujetando mi mano. Realmente se trataba
de las cosas simples. Las cosas más grandes, como la loca y jodida mierda
de mi cabeza, sería puesta en espera por un poco más de tiempo.

Nos detuvimos ante su casillero mientras ella giraba el dial. Podía ver
los pequeños temblores en su mano y supe que esto la estaba dejando
muy débil. Y comprendí que no sabía lo que tuvo que resistir mientras yo
estuve en Florida. Cuánta mierda tuvo que tragar a diario. Pero por la
tensión en sus hombros y su mandíbula, podía decir que había sido
bastante. Y me sentí aún más como un imbécil por abandonarla en la
forma en que lo hice.

Aquí estaba, el Rey de los problemas de Abandono, sirviendo con el


peor de ellos. Tenía que hacer esto mejor así fuera lo último que hiciera.

—¿Tienes algún plan el viernes por la noche? —le pregunté,


empujando mis manos en el bolsillo de mi abrigo.

La vieja chaqueta verde militar que había llevado como una segunda
piel durante mucho tiempo había estado perdida. Dejada en ese cuarto de
hotel en Carolina del Norte con el resto de las cosas que nunca vería otra
vez. Sacar mi mierda del lugar donde casi había destruido todo no había
estado muy arriba en mi lista de prioridades. Pero maldita sea si no
extrañaba la estúpida cosa. Era solo un abrigo pero por alguna razón era
como dejar atrás un pedazo de mí.
Realmente era ridículo lo sentimental que me ponía sobre los objetos
más insignificantes.

Maggie me dirigió una sonrisa tímida. A veces era difícil


acostumbrarse a esta nueva Maggie Young, más reservada. La Maggie que
había conocido todos esos meses atrás estaba en tu cara. Ella no dudaba
en contarte lo que estaba pensando, aunque doliera. No era cruel alguna
vez; solo carecía cualquier paciencia para los juegos. Y esa es una del
millón de cosas que amaba sobre ella.

Esta Maggie era diferente. Parecía dudosa e indecisa. Parecía pensar


antes de hablar como si se preocupara sobre la manera en la que sus
palabras serían recibidas.

Esta Maggie hacía su misión desaparecer. Y yo odiaba eso. Porque


sabía muy profundamente que era por mi causa. Había cambiado a Maggie
May Young de una manera que aún no entendía.

No la amaba nada menos por eso. De hecho la amaba más de lo que


pensé que mi corazón fuera capaz. Pero no detenía el pinchazo demasiado
familiar de profundo pesar en mis entrañas.

Extendí la mano y metí una hebra flotante de cabello castaño oscuro


detrás de su oreja. Su cabello más corto necesitaba algo de tiempo para
acostumbrarse. Solo otro ejemplo de cuánto había cambiado mi chica en
los tres breves meses que habíamos estado separados.

Pero bien podrían haber sido tres años y yo tenía bastante que
compensar.

—Sin planes —dijo quedamente, metiendo su bolsa en el casillero y


agarrando sus libros para la clase.

Agarré el lado de su cuello y la atraje más cerca. Besé la punta de su


nariz, haciéndola sonrojarse. Fue hermosa la manera en la que su piel se
sonrojó mientras la tocaba.

—Me gustaría llevarte afuera —dije, sonriéndole.

—¿Cómo una cita? —Maggie preguntó con incredulidad. Sentí ese


pinchazo de remordimiento otra vez, su sorpresa pegándome como una
bofetada en la cara. El arrepentimiento fue reemplazado rápidamente por
la culpabilidad.

Repentinamente me di cuenta de que nunca habíamos salido


exactamente en una cita. Antes, habíamos pasado la mayoría de nuestro
tiempo en mi casa o la tienda de Ruby. Cierto, íbamos a Bubbles por
helados bañados de sirope y habíamos rentado películas. Pero ni una vez
la había llevado en una cita correcta.

Cena, película, acompañarla a la puerta y robarle un beso de buenas


noches.

¡Joder! Realmente era un idiota. No, no solo un idiota, sino un idiota


egoísta.

Mi sonrisa fue un poquito más afligida después de eso pero la


conservé de todos modos.

—Sí, como una cita. Quiero llevarte a cenar. Luego me puedes


arrastrar a cualquier película cursi para chicas que estén exhibiendo.

La sonrisa de Maggie se hizo más amplia y si me pudiera dar


puñetazos en los testículos a mí mismo lo haría. Sip, era un imbécil
egoísta.

—Suena bien. Mm. Aunque, no he… bueno… —Maggie tartamudeó y


mis cejas se fruncieron.

—Escúpelo —bromeé, tirando de su cola de caballo.

Maggie se mordió el labio inferior y quise jalarlo con mis dientes.


Sentí una agitación en mis pantalones vaqueros y tuve que aplacar el
deseo de follarla en el corredor.

—Bueno, mis padres no saben de ti y de mí. No les he contado.

Bueno, eso fue como un cubo de agua fría en mi vigorosa erección.

—Oh. Bueno. Si quieres reunirte conmigo en alguna parte, estupendo.

No era estupendo. Era la cosa más alejada a lo estupendo en la que


podía pensar.
Esto me acercaba peligrosamente a la manera en la que sentí antes.
Cuando uno de mis más grandes temores era nunca ser el tipo que el
señor y la señora Young sentían que su hija única merecía.

Y yo había demostrado que sus preocupaciones eran completamente


fundadas.

No culpaba a Maggie por no decirles. No estaba convencido de que


alguna vez fuera lo que querían para su hija. Pero estaba haciendo todo mi
condenado intento.

Pero oír su vacilación de compartir nuestra relación con su madre y


su padre me hacía sentir como mierda. Como si fuera otra vez el
vergonzoso secreto. Un rol, que pensé que era singularmente merecido
para mí como el hijo del señor y la señora Reed.

Nunca pensé que tendría que sentirme de esa manera como el novio
de Maggie Young.

Dolor. Herida. Traición. Todos estaban allí, dando saltos, esperando a


que los oyera.

Yo no valía la pena.

Nunca seré suficiente para nadie.

Hay una sola cosa que ayudará a que todo se vaya.

¡No! Miré hacia los ojos de Maggie e intenté enfocarme en mi


respiración. Podía ver la nube café oscuro con preocupación e intenté
como el demonio no demostrarle cuánto me había herido su declaración.

Maggie agarró mi mano y la apretó. Respingué ante la fuerza de su


agarre.

—Es solo que realmente no he tenido la oportunidad de decírselo a


nadie. Esto es tan nuevo y no quería arruinarlo. Se los diré. ¡Se los diré a
todos! —lo dijo enfáticamente y no sabía si estaba tratando de
convencerme a mí o a ella misma—. Entonces, recógeme a las siete —dijo,
dándole un apretón a mi mano, sacándome del giro decididamente oscuro
que mis pensamientos habían tomado. Mi sonrisa esta vez fue una copia
falsa de la genuina que había llevado solo minutos antes.

—Claro —dije, pero realmente no quería decirlo. Mi mente estaba


tratando de abrirse paso a través de los viles deseos que susurraban
peligrosamente. Vergüenza, culpabilidad, cólera. Todos esperando a que
hiciera lo que tuviera que hacer para que me dejaran solo.

Apreté con fuerza mis puños.

—Clay —dijo Maggie suavemente, claramente reconociendo la mirada


que se había instalado en mi rostro.

—¡Maggie! ¡Allí estás! ¡Te esperé en Java Madness esta mañana! Pensé
que nos encontraríamos ahí para tomar café antes de la escuela. —Una
emoción indescriptible cruzó el rostro de Maggie antes de que se volviera
hacia Rachel, quien todavía no me había notado allí de pie.

—Chica, eso no fue agradable. Tuve que tomar mi latte sola. Y tú


sabes que no lo hago sola —Rachel le reprochó en broma. Entonces se dio
cuenta de mí y no me perdí la expresión conmocionada que intentó
ocultar. La amiga de Maggie reconoció nuestra cercana proximidad con
sus ojos pero no comentó sobre ello—. Hola, Clay —saludó, aunque estaba
muy lejos del tono jovial que había usado con Maggie.

Sus ojos se lanzaron entre nosotros. Maggie se movió más cerca de


mí. Fue un pequeño movimiento, pero dijo mucho. Y joder si no hizo que
todas las cosas malas que anteriormente todavía estaban flotando
alrededor del interior de mi cabeza, menguaran solo un poco.

—Lo siento Rach. Clay me recogió. Fue una cosa de último momento y
olvidé enviarte un mensaje de texto sobre el cambio de planes. —La voz de
Maggie fue aguda, como desafiando a su amiga a cuestionarla.

Rachel debió haber captado el estado de ánimo de Maggie, porque


permaneció callada resueltamente, solo levantó su hombro en un brusco
encogimiento.

—Supongo que te veré más tarde entonces. —Rachel levantó la mano


en un saludo y siguió a lo largo del corredor.
—Bueno, eso fue… incómodo —murmuré sarcásticamente. Maggie
cerró de golpe su casillero y se volvió para enfrentarme.

—Sí, lo fue.

Me dirigió una débil sonrisa y yo alcancé su mano. Me rehusaba a


permitir que nada, ni los amigos de Maggie, ni los chismes de imbéciles
obsesionados en la escuela y seguramente ni mi demente paranoia y
desconfianza en mí mismo arruinaran mis planes.

—Tengo práctica de pista después de clases. ¿Pero quieres hacer algo


después? —Maggie preguntó mientras nos deteníamos delante de su aula.
Me fijé en la manera en la que todos se quedaban mirando mientras se
movían detrás de nosotros.

Mierda, ¿realmente no tenían nada mejor hacer que preocuparse


sobre lo que estábamos hablando? Yo no hacía la pecera viviente. Ya
estaba sintiendo la tensión de ser el foco de demasiada atención.

—Oh, no puedo. Tengo una cita inmediatamente después de la


escuela, luego tengo que trabajar —dije distraídamente, intentando no
molestarme mientras veía a un grupo de chicas detenernos y susurrar
detrás de sus manos mientras nos observaban.

—¿Una cita? —Maggie preguntó.

Asentí, todavía demasiado obsesionado con la gente chismeando


alrededor de nosotros. Sentí dedos fríos en mi barbilla, girando mi rostro
para que bajara la mirada en los hermosos ojos castaños de Maggie. Ojos
que me hicieron olvidar mi propio nombre.

—No los mires. Mírame a mí Clay —ordenó y no tuve el poder para


resistirme. Una sonrisa bailaba en sus labios mientras me pasaba la mano
por mi cabello—. ¿Qué cita tienes? —preguntó.

—Terapia —dije cortantemente, dejando caer mi voz para que solo ella
pudiera oírme. No tenía sentido anunciárselo a la mitad de cuerpo
estudiantil.

El rostro de Maggie se iluminó, lo que me causó asombro.


—¿En serio? Estoy tan feliz de oír eso. —Mis hombros se relajaron
ante su fácil aceptación. Finalmente devolví su sonrisa.

—Voy dos veces por semana el martes y jueves —admití mientras


Maggie apretó mi mano.

—¿Te he dicho ya que estoy muy orgullosa de ti? —susurró,


acercándose más para que nuestros pechos rozaran uno contra el otro.
Quise agarrarla y besarla allí mismo. Y lo habría hecho si Daniel no
hubiera escogido ese momento exacto para entrar en escena.

—La campana está a punto de sonar, Mags. Apresúrate.

Daniel se detuvo junto a nosotros y parecía listo para esperar a que


Maggie la siguiera. Me encontré con la mirada de Daniel y capté la
comunicación tácita que él transmitió en mi dirección. No la jodas otra vez.

Leyéndote alto y claro, amigo. Comuniqué de regreso.

Retrocedí de Maggie y le dirigí una última sonrisa.

—Te veré más tarde —dije, tratando de no irritarme mientras Daniel


empezó a conducirla afuera. Él era tan condenadamente transparente.
Pero a regañadientes valoré cómo cuidaba de ella.

Después de todo, él había sido el que se había asegurado de que ella


estuviera bien después de todo lo que yo le había hecho. No creo que
estuviera en cualquier posición para estar enojado con él. No en lo que a
Maggie concernía.

—¿Almuerzo? —dijo Maggie y lancé otra mirada hacia Daniel.

Sip, no pensé que él se uniría al equipo de Maggie y Clay en cualquier


momento próximo. Pero tendría que ocuparme de eso. Por Maggie. Porque
Daniel tendría que ver eventualmente que yo tenía la intención de
portarme bien con su amigo. Sabía que tenía mucho por demostrar y
estaba decidido a hacerlo.

—Hoy no, tengo que reunirme con el orientador para repasar algunas
cosas —dije y ella intentó ocultar su decepción.
—De acuerdo entonces. Supongo que hablaré contigo más tarde. —
Incliné mi cabeza en acuerdo y esperé a que ella estuviera dentro de su
aula antes de volverme a Daniel que todavía estaba ahí, sus brazos
cruzados sobre su pecho.

—Tanto para no volver a repetir la historia, ¿eh? —él me preguntó y


por una vez no hubo indicio de cólera en su tono. Parecía casi resignado.

—Sí, bueno. Sabes cómo es. —De acuerdo, eso no decía una mierda.
Pero realmente no sentía ganas de involucrarme en la saga muy empática
con Daniel Lowe. Eso sería como ir sobre un globo de plomo.

Daniel se inclinó contra el marco de la puerta y levantó una ceja.

—Sí, realmente sé cómo es.

Sorprendentemente tuvimos un momento de comprensión


parpadeando entre nosotros y por primera vez tuve la impresión de que
Daniel y yo nos teníamos uno a al otro en algún nivel. Tal vez estar con
Rachel le hubiera dulcificado más de lo que pensé.

Daniel se apartó de la pared.

—Supongo que entonces estaré viéndote por ahí —fue todo lo que dijo
antes de unirse a Maggie y al resto de los estudiantes en su clase de
inglés.

Ja. Esa fue la conversación más normal que alguna vez había tenido
con el tipo.

El resto del día pasó sin problemas o drama. Lo cual fueron unos
sorprendentes metros dentro de la secundaria. Mi reunión con el
orientador a la hora del almuerzo resultó ser otra pequeña introducción a
la ansiedad. Estuve encantado de descubrir que no estaba tan rezagado en
la escuela como pensé originalmente. Gracias principalmente a la fuerte
cantidad de trabajo que completé mientras estaba en el Centro Grayson.

El problema comenzó cuando el Sr. Hunt comenzó a preguntar cuáles


eran mis planes después de la graduación. Estaba sentado ahí, mi boca
abierta en suspenso, sin manera de contestarle. Porque no tenía la
costumbre de pensar mucho más allá de mañana, y mucho menos poner
sobre el papel lo que quería de mi vida.

Durante mucho tiempo lo único que me importaba era sobrevivir el


día. Cuando cada aliento tuyo es un esfuerzo, eso rápidamente se
convierte en la extensión de tus expectativas. Pero ahora, con el final de mi
carrera en la secundaia elevándose amenazadoramente frente a mí como
un gigante anuncio de neón, me di cuenta de que nunca me había tomado
el tiempo para desarrollar… bueno... metas reales.

Tenía notas decentes en la escuela, cuando estaba prestando


atención y centrado. Mi promedio de calificaciones no era nada fantástico,
pero no apestaba tampoco. Así que cuando el Sr. Hunt comenzó a lanzar
palabras como comunidad estudiantil y universidad, me sentí cegado.

Para un tipo sin pensamientos para el futuro, se esperaba que fuera


tiempo de comenzar a imaginarse alguna mierda.

Dejé el departamento de orientación con mi bolsa llena de folletos.


Mierda. Universidad. Entonces me di cuenta de que no sabía cuáles eran
los planes de Maggie después de que nos graduáramos. Por supuesto que
ella iría afuera en alguna parte pero no lo habíamos discutido.

Y allí estaba el pánico otra vez. Me abrumó tan rápido que apenas
tuve tiempo para registrar el ataque en toda regla que se extendió por todo
mi cuerpo. Me abrí paso hasta el baño al final de corredor. Estaba
agradecidamente vacío.

La única vez que podría considerar tomar una de las píldoras de


ansiedad que el Dr. Todd había prescrito y había dejado las condenadas
cosas en casa.

Me apoyé en el borde del lavabo e intenté poner bajo control mi


respiración. Contemplé mi reflejo y respingué ante la palidez blanca de mi
piel. Abrí la llave y salpiqué mi rostro con agua fría. Mi corazón latió con
fuerza dentro de mi pecho y mi garganta se estrechó dolorosamente.

Replantear, enfocar, ir a mi lugar tranquilo. ¡Maldita sea! ¡No hagas


esto! ¡No aquí!
—Joder, hombre, ¿estás bien? —Tenía la suerte más despreciable en
el planeta.

Daniel estaba justo dentro de la puerta al cuarto de baño de hombres


y sabía que estaba mirándome. Apreté los ojos con fuerza y lo quería lejos.
Quizá si lo ignoraba, se daría por aludido. O tal vez solo debiera anunciar
mi nueva ronda de locura con el mejor amigo de Maggie y terminar esto de
una vez por todas.

Me sentí mareado y aunque intenté condenadamente apaciguarme,


tener a Daniel aquí dentro conmigo en un momento tan vulnerable, lo
empeoraba cien veces.

—Solo vete. —Mis palabras salieron de mi boca en un distorsionado


cállate.

—Demonios. Parece que vas a desmayarte y no necesito eso en mi


conciencia. —Oí a Daniel moverse a través del cuarto de baño y
repentinamente estaba junto a mí. Fenomenalmente grandioso, él iba a
representar al héroe para el chiflado. No lo que necesitaba justo ahora.

—Estoy bien. Solo vete —gruñí.

Oí a Daniel abrir el agua seguido por una fría toalla de papel mojada
empujada en mi mano.

—Ponla en tu cara. Puede que ayude. —Estaba sudando como un


cerdo y temblando como si estuviera teniendo una convulsión. Pero acepté
su consejo y presioné la tela para mi rostro.

—Solo necesitas respirar. Uno a la vez. —La voz de Daniel se volvió


calmada y directa y me encontré respondiendo a ello.

Pudieron haber sido diez minutos o una hora más tarde, pero
finalmente sentí a mi corazón bajar la velocidad y mi cabeza despejada.
Cuando abrí los ojos, Daniel todavía estaba ahí. Y no vi ningún juicio en
su rostro. Éste no era el Daniel Lowe con el que estaba acostumbrado a
tratar.

—¿Estás bien? —preguntó, tomando la toalla de papel de mi mano y


arrojándola en la basura.
—Sí, estoy bien —contesté. En buena hora la vieja vergüenza y el
bochorno rápidamente estaban saliendo a escena.

De todas las personas para verme en mi peor momento, tuvo que ser
Daniel Condenado Lowe.

—Solía tenerlos. Ataques de pánico, quiero decir. Después de que mis


padres se divorciaron y mi mamá me llevó con ella y su jodido novio.
Podían ser bastante intensos. —Le lancé a Daniel una mirada desde el
rabillo de mi ojo. ¿Estaba siendo auténtico en este momento?
¿Compartiendo historias personales y toda esa mierda ingenuamente
piadosa?

—Sí, podían serlo —admití, todavía renuente a compartir cualquier


cosa con el tipo que nunca se había molestado en ocultar el hecho de que
no confiaba en mí o incluso le gustaba yo en particular. Daniel se agachó y
recogió la bolsa que había arrojado en el piso.

Me la dio y la tomé, colocándola sobre mi hombro. Metí las manos en


mis bolsillos y me encontré con Daniel mirando al frente. No tenía sentido
en ser una nena por eso.

—Gracias —dije de mala gana.

Quizás no debería ser tan imbécil con el tipo que acababa de echarme
una mano. Pero lo último que quería era confesar lo que le había ocurrido
al mejor amigo de Maggie y el líder del club anti Clay. Porque sé que si
hubiera uno, este tipo ocuparía la presidencia.

Daniel pasó su mano sobre su cabeza y lanzó sus ojos alrededor del
cuarto de baño.

—Mira, hombre. Sé que no he sido el más… eh… solidario contigo y


Maggie. Y todavía estoy dudando en cómo me siento viéndolos juntos otra
vez. Pero, sé que eres un buen tipo. Así que por ahora, estoy reservando el
juicio.

Resoplé.

—Vaya, eso es realmente grande de tu parte —dije sarcásticamente.


Daniel sonrió tímidamente.
—De acuerdo, eso sonó más imbécil de lo que pretendía. Lo que estoy
tratando de decir, es que sé que estás lidiando con mierda. Mucha mierda
por lo que parece. Y por… el bien de Maggie… y el tuyo también, no seré el
obstáculo en tu camino hacia el castillo de caramelo o lo que sea.

Sus metáforas estaban confundiéndome pero supongo que capté lo


que él estaba tratando de decir.

—No sé de ningún castillo de caramelo. Lo que sea que se supone


signifique. Pero comprendo a donde estás tratando de llegar con eso. —Mis
labios se torcieron en una sonrisa y Daniel siguió mi ejemplo y se rio. La
tensión que había estado construyendo estalló como una burbuja.

Dejamos el cuarto de baño y caminamos a lo largo del tranquilo


corredor. Estábamos ya veinte minutos retrasados para la clase. Mierda.

—Entonces, si no te importa que pregunte, ¿qué diablos fue todo eso


de ahí atrás? —Daniel preguntó y reprimí la respuesta inmediatamente.
Estaba viejo para responder a las personas que escarbaban en mi mierda.

—Sí, sin intención de ofender, pero no voy a empezar a hablar de eso


con la gente. —Probablemente soné más rudo de lo que pretendía. Pero no
intentaba discutir a fondo mi psique alocada para que Daniel la analizara.
Mi seguro le pagaba a un profesional para que lo hiciera eso dos veces por
semana.

—Entiendo. Lo siento por meter la nariz. Sólo, tú sabes… si alguna


vez quieres hablar de esas cosas. Quiero decir, estaré aquí si lo deseas. Y
no pretendía decirlo para que sonara tan afeminado como salió. Lo juro
por Dios, no me acaba de crecer una vagina.

Solté una risa y Daniel sonrió.

—Me alegra oír eso, de otra manera Rachel estaría a punto de


experimentar un infierno de sorpresa —bromeé.

Vaya. Era como si hubiera entrado en un universo paralelo. Estaba


bromeando con Daniel de entre todas las personas. Casi como si fuéramos
amigos. No había tenido muchos de esos a través de los años. Al menos
ninguno con el que no fuera forzado a convivir por necesidad del plan de
servicios.
—Está bien, bueno tengo que llegar a clase. La Sra. Bowan va a
castrarme por llegar tarde otra vez. Te veré más tarde —dijo Daniel,
subiendo las escaleras.

—Oye, Daniel —grité antes de que él desapareciera. Daniel se dio la


vuelta—. Quiero que sepas que todo esa mierda, bueno, estoy trabajando
en eso

Solo necesitaba que él supiera que iba a hacer mi más condenado


esfuerzo para hacer esto correctamente para Maggie. Que no era el imbécil
egoísta que era tres meses atrás. Que iba a hacer lo que necesitara por la
chica que ambos amábamos.

Daniel me dedicó un brusco asentimiento de cabeza.

—Me alegro de oírlo. Te veo más tarde.

Y con eso, desapareció por las escaleras.

*~*~*~*
La terapia fue bien. Después de mi mini crisis en el cuarto de baño en
la escuela, estaba en un lugar sorprendentemente bueno. Hablé con
Shaemus sobre Maggie. Y al contrario con el Dr. Todd, él no se lanzó
inmediatamente dentro de todas las razones por las que no era una buena
idea. Aunque me hiciera recordar que quizá no era una buena idea poner
tanta energía en una relación mientras estaba trabajando en ordenarme a
mí mismo.

Entonces sugirió que trajera a Maggie a una sesión o dos. Esto me


dejó perplejo. ¿Por qué diablos llevaría a Maggie a terapia? Pero cuando
Shaemus explicó que sería una forma para que ambos rompiéramos los
patrones que habíamos desarrollado en nuestra relación y aprendiéramos
mejores formas para comunicarnos, no podía negar que sonaba realmente
bien.
¿Pero cómo sacar el tema a colación con Maggie? Oye, ¿quieres ir a
pasar el rato en una terapia intensiva de parejas? Sería una cita para
recordar.

Después de dejar la oficina de Shaemus, me dirigí a casa para


cambiarme de ropa para mi turno en Bubbles. El auto de Ruby estaba
estacionado junto a la casa, pero cuando entré, estaba silencioso. Sin
querer perturbarla, me apresuré a cambiarme y luego me dirigí a trabajar.

Revisando mi teléfono después de que me estacioné vi que tenía un


mensaje de Maggie.

Acabo de terminar la práctica. Pensando en ti. Llámame cuando


termine tu turno. Tenemos una cita que planear.

Mi teléfono sonó en mi mano y fruncí el ceño ante el número


desconocido que brillaba intermitentemente a través de la pantalla.

—¿Hola? —dije, contestándolo.

—¿Clay? —una voz femenina dijo en el otro extremo.

—¿Maria? —pregunté y oí su familiar risita a través de la línea.

—¡Sip, soy yo! ¿Cómo estás? ¡Te extraño tanto! —Su voz era aguda
como si estuviera nerviosa.

Instantáneamente me sentí culpable por no contactarla a ella o mis


otros amigos del centro desde que había regresado a Virginia. La verdad
era que no había pensado mucho en ellos. Y eso me hacía un realmente
amigo de mierda.

—¡Vaya! Maria, estoy bien de verdad. Mucho mejor de lo que pensé


que estaría. ¿Cómo estás tú? —Supuse que dejaría toda la cosa del te
extraño de lado por ahora.

Oí a Maria aspirar profundamente.

—Bueno, por eso es qué llamé. Me han dado de alta de Grayson.

Fruncí el ceño ante su declaración.

—¿Te han dado de alta? Pensé que te quedarías otros seis meses.
Maria y yo habíamos hablado de quedarnos durante los seis meses
del programa antes de que me fuera. Pero luego me fui. Realmente
esperaba que su decisión no tuviera nada que ver con mi partida. Pero
tenía el mal presentimiento de que lo tenía. El apego de Maria había vuelto
bordeando la dependencia. El Dr. Todd y yo lo habíamos discutido algunas
veces. Él había mencionado que era normal que las personas en
tratamiento llegaran a confiar en otros pacientes como un recurso de
apoyo emocional. Que no era inusual para las personas transferir sus
sentimientos intensos sobre los que lo rodeaban.

El Dr. Todd me había advertido que rápidamente podría volverse


enfermizo y contraproducente. Razón por la cual el personal supervisaba
de cerca las interacciones entre los pacientes. Aunque sabía de hecho que
bastantes habían empezado relaciones románticas mutuas mientras
estaban en tratamiento.

Pero Maria y yo, solo éramos amigos. Aunque sabía que mi partida
sería difícil para ella. Así que escuchar que lo había dejado me preocupó.

—Sí, bueno, estaba un poco enferma de estar ahí. Realmente no


sentía que fuera a ponerme mejor que eso, ¿sabes? —Supongo que podría
comprender eso, pero no estaba convencido de que esa fuera la razón de
Maria para irse.

—¿Así que, donde estás entonces? ¿Regresaste con tu abuelita?

Maria estaba viviendo con su abuela en Boca Ratón antes de irse al


centro Grayson. Su padre biológico estaba preso por maltratarla cuando
era niña y Maria no había escuchado de su madre desde que tenía diez
años. Así que se había ido a vivir con la madre de su mamá que resultó ser
una ejecutiva cosmética y tenía más dinero que Dios. Pero de esa manera
tenía muy poco tiempo para su nieta con cicatrices emocionales. Esto
había creado el medio ambiente perfecto para la conducta autodestructiva.
Maria y yo teníamos más en común en formas que a ninguno de nosotros
nos gustaba reconocer.

—Sí, por ahora. Estoy terminando los últimos créditos para la


escuela. Blah, blah, blah. ¡No es por eso por lo que estoy llamando, Clay!
—chilló Maria y no pude evitar sino reírme por su intempestiva excitación.
—Bueno, bueno. Suéltalo ya antes de que tengas un aneurisma.

La divertida risa de Maria llenó el otro extremo del teléfono y descubrí


que en realidad la extrañaba a ella y a todos nuestros amigos en Grayson.
Aunque estuve ahí para lidiar con algunos problemas fuertes, de algún
modo era muchísimo más simple. Cierto que solo estaba viviendo media
vida, pero era una sencilla media vida.

—¡Estoy yendo a Virginia! —se apresuró a expresar y me paralicé por


la sorpresa.

—¿Vienes a Virginia? ¿Por qué? —Bueno, no había pretendido sonar


tan infeliz por la idea. ¿Pero no acababa de pensar en lo simple que era mi
vida en Grayson? Eso no significaba que quisiera que esa vida me siguiera
afuera. Compartimentar era la clave.

—Vaya, no suenes tan emocionado —dijo Maria, claramente herida


por mi falta de entusiasmo.

—Lo siento. No, es estupendo. ¿Qué te trae al norte del límite de


Florida? —pregunté, frotando la extensión de piel entre mis cejas. Estaba
consiguiendo un dolor de cabeza.

—Bueno, solo voy a estar ahí algunos días. En realidad estoy


dirigiéndome hacia Alejandría, para ver a mi hermano mayor, Héctor. No le
he visto en años. Y empezamos a hablar otra vez mientras estuve en
tratamiento, así que me imaginé que era buen momento para aparecer y
verle. Además, pensé que sería la excusa perfecta para visitar a mi mejor
amigo. —Vaya forma para instalar la culpa. Cielos.

—No, estupendo. Me gustaría verte. ¿Entonces cuándo vendrás a


Virginia? Sabes que podría llegar hasta Alejandría para verte. Evítate la
molestia de conducir hacia Davidson. —Por favor, por favor, por favor.

No estaba seguro de por qué éste me estaba estresando tanto. Pero


solo sabía que al estar Maria aquí juntaría incómodamente a mis dos
mundos.

—¿Y perderme ver todas las vistas de Davidson, Virginia? No hay


manera de que me lo pierda. Llegaré pasando el fin de semana. Te llamaré
cuando llegue a Alejandría y elegiremos un momento para venir. ¡Yey! ¡Me
entusiasma tanto! —El entusiasmo de Maria era difícil de ignorar. Sí, esto
estaba bien. Maria era fantástica. Sin necesaria incomodidad.

—No puedo esperar para escuchar todo sobre tu vida afuera. ¿Es eso
todo lo que esperaste que sería? —preguntó. Necesitaba entrar en Bubbles
y empezar mi turno.

—Puedo contarte todo después el próximo fin de semana. Tengo que


ir a trabajar —expliqué. Maria soltó un jadeo fingido.

—¿Estás trabajando? Mírate siendo un miembro productivo de la


sociedad.

Me reí.

—Ese soy yo, el individuo productivo de la sociedad —dije


inexpresivo.

—Antes de que te vayas, ¿has visto a esa chica? ¿Maggie? —preguntó


Maria y supe que había más en su línea de interrogatorio que solo
curiosidad.

—Sí. En realidad, ella y yo estamos bien… volvimos a estar juntos —


admití.

—Oh. Es grandioso, Clay. Espero que estés feliz —sonó sincera,


aunque un poco desanimada. Intenté ignorar la decepción y los celos en su
voz.

—Mejor me pongo en camino. Hablaré contigo la próxima semana —


dije, listo para concluir la llamada.

No estaba completamente seguro de cómo sentirme sobre la próxima


visita de Maria. Pero mis entrañas, o fue mi paranoia profundamente
arraigada, no pudieron evitar sino sentir que esto era un desastre
esperando ocurrir.
-MAGGIE-
Traducido por Gise & Eglasi//Corregido por Mais

Estaba nerviosa. Qué diablos, estaba realmente, realmente nerviosa.


Miré mi reflejo en el espejo y alisé la falda de mi vestido de suéter gris por
millonésima vez desde que me lo había puesto. Me veía linda. ¿Pero estaba
tratando de ser linda? Sexy, impresionante, o hermosa habría sido mucho
mejor.

Pero me atasqué con linda.

Nunca había sido una de las que se obsesionaban sobre la


apariencia como la mayoría de las adolescentes. Iba con lo que Dios me dio
y estaba bien con eso. Pero por alguna razón esta noche, estaba
enloqueciendo como el infierno. Lo cual era más allá de ridículo. Porque la
persona para la que me estaba vistiendo ya pensaba que yo era la chica
más hermosa del planeta.

Pobre tonto iluso que era él.

Esta noche era la ”cita”. Clay y yo habíamos hablado un par de veces


durante la semana y no habíamos sido capaces de ponernos de acuerdo
sobre lo que queríamos hacer, no quería que se metiera en un montón de
problemas. Pero él quería hacerlo especial.

Y podía apreciar eso. Porque esto se sentía como el comienzo para


nosotros. Nuestro primer paso hacia un futuro que siempre habíamos
querido tener. Nuestra oportunidad para tomar las cosas un paso a la vez,
en el orden correcto. El Señor sabe que nos saltamos un montón de
momentos clave la última vez.
Pero ahora se trataba de caminar, no correr hasta la meta. Y yo
estaba feliz de pasear.

Una parte de mi deseaba que esta fuera la primera vez para


nosotros. Que no tengamos una carga de equipaje que siempre
cosquilleara la parte de atrás de nuestras mentes con recuerdos no
deseados. Odiaba la punzada de desconfianza que continuaba sintiendo en
presencia de Clay y absolutamente detestaba la híper ansiedad que a
menudo sentía de él.

Había estado tan perdida en la maravillosa agonía de la reunión que


había tenido lugar unos días antes de que la realidad comenzara a
establecerse. Traté de no mirarlo y vigilar su comportamiento. Pero era un
hábito. Y no podía evitar buscar cualquier indicio de que él se había
desviado del curso de la recuperación y me estaba mintiendo de nuevo.

Esto no era la agradable sensación de deja vu, sino una bofetada en


la cara de recuerdo. Y no me gustó ni un poco.

Pero yo habría sido la peor clase de ingenua si desempolvaba mis


gafas de color rosa otra vez. Podría decir que Clay estaba haciendo cada
esfuerzo para mostrarme que las cosas eran diferentes. ¿Pero cuan
diferentes realmente podrían ser? No había pasado mucho tiempo. Y
considerando todo lo que había pasado, una recaída casi parecía pre
ordenada.

Lo que era una forma de pensar de mierda. Pero piensa sobre ello, yo
lo hice.

Pero por esta noche, quería caminar por el camino que Clay se
esforzaba tanto en pavimentar para nosotros.

—Te ves preciosa. ¿Grandes planes esta noche? —Mi mamá se


asomó en mi habitación, una sonrisa suave en su rostro. Me tensé, lista
para lanzarme sobre el obstáculo número uno.

Tomé un cepillo para el cabello y lo tiré con la fuerza suficiente para


forzarme a hacer una mueca de dolor. Solo porque estaba nerviosa no
significaba que debía infligir daños corporales. ¿Qué me había hecho mi
pobre cabello alguna vez?
—Sí. En realidad, ¿tienes un minuto, mamá? —le pregunté, tratando
de controlar el temblor en mi voz. Mi mamá pareció comprender mi
inquietud y vino a sentarse en mi cama.

—De verdad necesitas limpiar esta habitación. Apenas puedes ver el


suelo, Maggie May —me regañó, recogiendo un montón de ropa y
distraídamente comenzó a doblarlas.

Tragué el grueso nudo en mi garganta.

—Voy a salir con Clay esta noche —solté en un apuro.

Las manos de mi mamá se quedaron quietas y las puso sobre las


ropas en su regazo. Pude ver por la forma en que su cuello se tensó que no
estaba contenta con mis noticias.

Pero me negué a esconder las cosas de ellos otra vez. Había jugado el
papel de adolescente reservada y solo sirvió para demoler la confianza que
mis padres tenían en mí. Y ese no era un lugar que deseaba visitar de
nuevo pronto.

—¿Mamá? —me arriesgué, queriendo que respondiera de alguna


forma. Su silencio solo sirvió para aumentar el aleteo nervioso en mi
estómago.

Mi mamá tomó una respiración profunda y alzó la vista hacia mí.


Parecía cansada y mucho mayor de lo que recordaba que era. ¿Yo le había
hecho esto a ella? ¿Era responsable de las nuevas arrugas alrededor de
sus ojos y la cansada inclinación de su boca?

—Está bien —dijo lentamente y sé que mis ojos saltaron de mi


cabeza.

—¿Está bien? —aclaré, no estaba segura de que la había oído


correctamente.

La sonrisa de mi mamá era tensa.

—¿No era la respuesta que estabas esperando? —me preguntó,


moviendo el montón de ropa a su lado y doblando sus manos en su regazo.
—Pues, no. Estaba esperando algo un poco más… explosivo —
admití, mirándola con cautela. ¿Quién era esta mujer y qué había hecho
con mi madre?

Mi mamá le dio unas palmaditas a la cama a su lado y rápidamente


me uní a ella. Cepilló el flequillo de mi rostro y frotó mi mejilla. Parecía
triste y cansada y justo como mi papá hace varias semanas, parecía
resignada.

—¿Cuál sería el punto de gritar y decirte que no vayas? ¿Te


quedarías en casa? ¿Te olvidarías de Clay? —preguntó, tomando mis
manos y sosteniéndolas ligeramente en las suyas.

Sacudí la cabeza.

—No. No lo haría —le respondí con honestidad. Los ojos de mi mamá


empezaron a brillar peligrosamente. Sabía que las lágrimas eran
inminentes. Odiaba cuando mi mamá lloraba. Me sentía impotente y
culpable.

—No quiero perder todo lo que hemos trabajado tan duro para
reconstruir entre nosotros. Tu padre y yo te amamos. Antes, con Clay,
teníamos tanto miedo por ti. Sabíamos que lo que tenías con él solo podía
terminar en un corazón roto. Y odio que hayamos tenido razón.

Encontré difícil respirar y mi mamá envolvió su brazo alrededor de


mis hombros.

—Sé que si tu papá y yo hubiéramos tenido la mente abierta. Si


hubiéramos escuchado en lugar de juzgar, las cosas podrían haber sido
muy diferentes. Pero estábamos aterrados de que nuestra bebé saliera
herida que nos cerramos. Te resentiste con nosotros. Estábamos tan
enojados. Era un lugar horrible para estar.

Ella apoyó su mejilla en la parte superior de mi cabeza y sentí que


me relajaba contra ella.

—No eres la única que puede cambiar, Maggie May. Incluso nosotros
los viejos podemos aprender una lección o dos. Y la principal que hemos
aprendido es que tenemos que confiar en ti para vivir tu vida. Vas a tomar
tus propias decisiones y solo espero que sepas que puedes hablar con
nosotros. Sobre cualquier cosa.

Ella tiró de mis hombros por lo que la estaba mirando otra vez.

—Y todavía estoy asustada por ti, bebé. Porque no estoy segura


cuánto realmente ha cambiado Clayton. Sé que está teniendo ayuda ahora
y que tal vez está yendo en la dirección correcta. Pero ha sido un periodo
de tiempo muy corto. No puedes esperar milagros de la noche a la
mañana. Y teniendo en cuenta sus luchas, no te pondría para otra ronda
de decepción y miseria. Si realmente estás lista para hacer esto otra vez
con Clay, entonces solo asegúrate de recordar las lecciones que has
aprendido. —Su consejo era sensato y solo podía escuchar.

Antes, yo me habría puesto a la defensiva. Me habría enojado ante


sus insinuaciones. Pero después de los acontecimientos del año pasado,
solo podía tomar sus palabras y hacerle caso. ¿Qué más podía hacer? La
negación no había funcionado muy bien para mí el año pasado.

—Lo haré, mamá. Lo prometo.

Besó mi mejilla y se puso de pie.

—¿A qué hora te recogerá? —preguntó. Miré al reloj en la mesita de


noche y me di cuenta de lo tarde que era.

—Se supone que debe estar aquí en una hora.

Mi madre hizo un sonido de cloqueo con su lengua.

—Tu papá y yo saldremos a cenar. Pero tal vez esperaremos hasta


que ustedes dos se vayan.

Podía decir que mi mamá estaba extremadamente incómoda con la


idea de mí saliendo con Clay. Pero también sentí un inmenso amor por mis
padres que estaban siendo tan razonables al respecto.

—No, ustedes vayan. Pero pienso que tal vez, debería traer a Clay.
Para que puedan pasar algo de tiempo, llegar a conocerse bien. Sé que no
hubo mucha oportunidad para eso la última vez. —Mi madre asintió con la
cabeza.
—Me gustaría eso. Bueno, si estás bien con nosotros yéndonos.
Deberíamos irnos. Pero vuelve a casa para medianoche y ni un minuto
más tarde.

Sonreí, sintiéndonos volver al papel más cómodo de madre e hija.

—Sí, señora —dije. Mi mamá trató de esconder su sonrisa mientras


me apuntó con un dedo.

—Ni un minuto más tarde —advirtió otra vez y le di un saludo.

Me hundí en mi cama. ¿De verdad había sucedido eso? Me hizo


recordar lo afortunada que era y como me juré a mí misma que no los
defraudaría otra vez. Era muy fácil decir eso ahora. Pero muy adentro, era
muy consciente de cómo un hermoso par de ojos marrones y desordenado
cabello oscuro podrían arruinarlo todo.

*~*~*~*
Para el momento en que llegaron las siete, yo era un desastre que
caminaba de un lado a otro, mis palmas sudaban, y había tirado de mi
cabello. Prácticamente había hecho un agujero en la alfombra por mis
interminables caminatas. Pensarías que nunca había salido con un chico
antes. Era un poco ridícula la manera en la que me preocupaba por una
cena y una película.

Pero sabía que mucho dependía de esta noche. Esto decidiría por mí
si Clay y yo éramos capaces de una relación que no esté definida por su
enfermedad mental. Cuando estábamos juntos antes, yo estaba envuelta
en las emociones tumultuosas en las cuales él vivía. Era fácil perderse en
los altibajos, en los caminos hacia los lados y hacia atrás y en todos los
otros caminos en medio.

Había pasado tanto tiempo pensando en maneras de salvarlo que


todo lo demás tomó el asiento trasero. Pero aquí estábamos, meses
después, y no estaba segura de con qué nos quedamos. ¿Cómo creamos
una nueva relación basada en otra cosa que no sean sus cambios de
humor?

¿Era masoquista de mi parte casi extrañar el tumulto? Porque sabía,


incluso en medio de nuestra loca disfunción, que él me necesitaba. Que él
me amaba. Que yo era todo lo que él quería. Ahora, no estaba tan segura.
¿Nos estábamos engañando al pensar que había quedado algo de dónde
construir?

Sin duda, la atracción todavía estaba ahí. Pero me preocupaba que


la profundidad del amor que sentimos por el otro fuera simplemente un
síntoma de la crisis en la que nos encontrábamos.

¿Y sería capaz alguna vez de mirarlo solo como un chico? ¿Y no


como alguien a quien tenía que mirar como un halcón solo para
asegurarme de que estuviera tomando su medicamento? ¿Seriamos
capaces de tener la forma fácil, relajada de estar juntos que tenían las
otras parejas?

Miraría a Rachel y a Daniel y desearía lo que ellos tienen


profundamente en mis huesos. Un amor que era incuestionable e
inquebrantable.

Solo necesitaba darnos tiempo. Tiempo para navegar a través de las


aguas inexploradas en las que nos encontrábamos ahora. Y tenía que
recordar que nada con Clayton Reed seria alguna vez sencillo. Solo tenía
que decidir si estaba bien con eso.

Estaba tan profundamente en mis pensamientos que apenas registré


el sonido del timbre. Fue solo cuando un ruidoso golpe en la puerta me
sacudió de ello. Ya habría tiempo después para el sobre análisis. Esta
noche era sobre Clay y yo redescubriendo todo lo que amamos sobre el
otro.

—Um… vaya. Gracias —dije en absoluto y total asombro.

Clay estaba parado en mi puerta usando pantalones vaqueros


oscuros, una camisa con cuello azul prensado, un abrigo de lana negro y
sosteniendo el ramo de rosas más grande que había visto jamás. Era obvio
que había verificado todas las cajas necesarias para esta “cita”. Hasta su
cabello perfectamente engominado hacia atrás y su expresión más que
impaciente.

En la encarnación previa de nuestra relación como que nos saltamos


todo el tema de las “citas”.

En algún lugar entre decir hola y saltar de cabeza al drama nos


habíamos olvidado de lo básico. Nuestro amor no había sido típicamente
adolescente de ninguna forma. Habíamos ido de cero a un millón sin
mucho más que un viaje al cine o una incómoda cena en Applebee’s
mientras charlábamos sobre bandas favoritas y momentos más
vergonzosos.

Mirándolo todo arreglado y parado casi tímidamente frente a mí, me


di cuenta de lo mucho que nos habíamos perdido. Cómo en el calor de
nuestro intenso y loco amor nos habíamos olvidado del paso más
importante en cualquier relación… la primera cita.

Sentí un resurgimiento de mi anterior tristeza ante esos pequeños


momentos que no habíamos experimentado juntos. Tomé una respiración
profunda y extendí el brazo para tomar las rosas. La sonrisa de Clay era
tímida e incierta, mostrándome que estaba tan despistado como yo cuando
se trataba de reescribir nuestra historia.

¿Era posible volver al principio? ¿Tratar y volver a escribir una


historia que ya había llegado a definirnos? ¿Cambiar la dirección del
destino y ver a dónde nos llevaba?

Agarré el carísimo atado de flores en mis manos y jadeé en sorpresa.


Levanté mi dedo y vi una brillante gota roja en la punta. Mierda, debería
haberme dado cuenta de que habían espinas. La picadura de dolor me
recordó que teníamos un largo camino por recorrer. Que no importaba
cuán hermoso sea el paquete, el dolor todavía estaba ahí.

Y no estaba segura cuanto tardaría en irse. O si alguna vez lo haría.


Pero me recordé a mí misma que ahora no era el momento. El dolor estaría
ahí para mí para pensarlo... después.
—¿Estás bien? —preguntó Clay, moviéndose hacia mí. Metí mi dedo
en mi boca. El sabor fuerte del cobre en mi lengua. Asentí con la cabeza y
me moví antes de que Clay me pudiera tocar.

Dejé las flores en la mesa dentro de la puerta y agarré mi cartera. Me


uní a él en el porche y cerré la cremallera de mi abrigo.

—¿Tus padres están aquí? Debería saludar. —Clay miró hacia el


interior de la casa.

—No, ellos salieron. Pero me han dado un muy estricto toque de


queda de medianoche. De lo contrario me convertiré en una calabaza o
algo —bromeé.

Clay rio, claramente aliviado de que conocer y saludar a los padres


seria pospuesto para otro momento.

—¿Estás lista entonces? —preguntó Clay, su sonrisa era menos


dolorosa y mucho más desgarradora de corazones. Esa era la clase de
sonrisa que podía hacer que una chica se olvide de todo lo demás. Y en su
momento lo había hecho.

¿Estaba lista?

Infiernos si supiera.

Pero mirando su expresión de esperanza sabía que solo podía tratar.

Puse mi mano en la suya extendida y la apreté ligeramente.

—Guíenos, amable señor. Estoy enteramente a su disposición —dije


mientras Clay tiró de mi hacia su auto. Su comportamiento entero pareció
cambiar una vez que estuvimos en el auto y nos dirigimos por la carretera.

Él estaba feliz y despreocupado y sí… esperanzado. Y entonces supe


que me gustaba mucho ese aspecto en su rostro. Solo deseaba que se
pudiera quedar ahí para siempre.

—¿Así que a donde me estás llevando? —pregunté, jugueteando con


su radio hasta que encontré una estación de rock tocando The Dandy
Warhols.
Clay sonrió.

—Oh vamos a un total cliché de secundaria esta noche, nena. Lleno


de cena, una película, luego tal vez un poco de besuqueo en el asiento
trasero.

Disfruté de sus bromas así como de su entusiasmo.

—Vaya —exhalé. Lo miré tímidamente—. Eso suena perfecto.

La mano de Clay se extendió hasta descansar en la parte superior de


mi muslo y todo mi cuerpo se apretó bajo su toque. Mis anteriores
inseguridades a un lado, una cosa era segura, la atracción que sentíamos
el uno por el otro estaba vivita y coleando.

—¿No vamos a ir a Red Lobster, verdad? —bromeé, recordándole de


nuestra cena tonta la noche del Baile de Otoño. La misma noche en la que
él lo había perdido y había declarado sus sentimientos por mí. Había sido
una noche hermosa. Y una de miedo. Esa era la forma con Clay y conmigo.
Lo bueno siempre había estado ligado a lo malo, era difícil tener uno sin el
otro.

El rostro de Clay cayó ante el recuerdo y supe que mencionar la


noche que estuvo tan llena de agitación para ambos, tal vez no era la
mejor idea. Pero luego pareció sacudirse a sí mismo del oscuro lugar al que
había empezado a irse y sonrió otra vez. Y yo solté el aliento que ni
siquiera me había dado cuenta que estaba sosteniendo y sentí alivio de
que el momento había pasado sin incidentes.

—Nop, no es Red Lobster. Lo estoy haciendo bien, vamos a Ruby


Tuesdays.

Entonces reí, profundo y genuino. Clay me acompañó y esto se


sentía tan bien. Los dos, juntos, disfrutando de la compañía del otro.

El restaurante estaba lleno pero nos sentamos casi inmediatamente


en una cabina en el atrio.

—¡Increíble! ¡Acceso fácil a la barra de ensalada! —me entusiasmé.


Clay me guiñó un ojo mientras se deslizó en el asiento frente a mí.
—Qué, ¿no vas a sentarte a mi lado, como esa pareja de ancianos de
allá? Podemos escucharnos el uno al otro masticar y mirar a la pared.

Le di palmaditas al asiento a mi lado y Clay soltó una risita. Ambos


miramos a la pareja de ancianos una cabina más adelante. Y sip, estaban
sentados en el mismo lado de la cabina. Ninguno hablándole al otro, más
concentrados en su comida. Clay y yo nos miramos otra vez y estallamos
en risas.

Cuando finalmente nos tranquilizamos Clay alcanzó mi mano a


través de la mesa.

—Esto se siente realmente bien Maggie —dijo suavemente, sus ojos


brillando.

Tragué con dificultad, sintiéndome abrumada con un diferente tipo


de emoción. Uno que solo podría ser descrito como al borde de la euforia.
Me sentía increíblemente bien con él. Sabiendo que no iría a ninguna
parte. Ese regalo no se había perdido.

La mesera se acercó a tomar nuestras órdenes de bebidas y luego


quedamos nuevamente solos. Clay parecía feliz de verme. Y eso tendría
que hacerme sentir incómoda. Pero con Clay eso solo me hacía sentir
cálida.

—¿Cómo está Ruby? —preguntó tomando un sorbo de mi bebida.


Clay le daba vueltas al hielo en su agua, hurgando el limón con su dedo.

—Mmm, bien. Es la misma. Fue de compras esta mañana. Así que


eso es algo, supongo. —Sonaba triste y me fue difícil pensar en algo que
decir que ayudara.

—Solo le has dado su espacio. No puedes superar perder a alguien


de la noche a la mañana. Todo esto es un proceso —dije con un tono de
experiencia. Los ojos de Clay se enfocaron en los míos.

Y ahí estaba, el enorme elefante bailando en tutú llenando la


habitación. Nos exigía reconocerlo pero estaba asustada de lo que
sucedería una vez que se abriera la caja, revelaría cosas que preferiría no
saber. Pero ahí estaba mi necesidad de negación otra vez. Era como un par
de cómodas zapatillas que mis pies querían volver a ponerse. La locura de
estar con Clay traía de nuevo esos impulsos.

—No, supongo que no —respondió Clay con dificultad.

Fuimos salvados de continuar con la seriedad del tema con la


reaparición de la mesera. Después de tomar nuestra orden de comida,
estaba desesperada de moverme a algo más fácil que mi estómago pudiera
digerir.

—Así que, he estado pensando en hacerme un tatuaje —le dije


tímidamente. Las cejas de Clay se elevaron.

—¿En serio? ¿Qué te quieres hacer? —me preguntó.

Busqué en mi bolso y encontré una pluma. Quitando la tapa con mis


dientes, tomé una de las servilletas y rápidamente dibujé un símbolo. Se
veía como una boca retorcida en forma de U.

Clay acercó la servilleta y la estudió.

—¿Qué es esto? —Trazó su dedo sobre la ranura de mi pluma.

—Es la runa Uruz. Es para sanación, resistencia y coraje. Lo


encontré en uno de los libros que Ruby me dio hace unas semanas. Es
solo, no lo sé, tiene sentido. Me gusta lo que significa. —Volteé mi mano y
toqué la piel sensible que está al lado de mi muñeca—. Solo uno pequeño,
justo aquí.

Clay deslizó su dedo a través de la curva de mi muñeca, frotando el


lugar que indiqué. Esperando que no piense que era estúpida. Pero había
algo de fortaleza en ese símbolo. Como si esa marca en mi cuerpo me
recordara que poseía esas cualidades, incluso cuando son difíciles de
encontrar.

—Me gusta. De hecho, suena perfecto. —Sus dedos se alejaron de mi


piel y moví mi mano hacia mi regazo. Los labios de Clay formaron una
sonrisa—. A Ruby le encantará. Deberías decirle sobre eso. Demonios,
probablemente querrá ir contigo y conseguir uno.

La seriedad del momento desapareció y me sentí nuevamente de pie.


—Sí, tal vez se lo diga. Estaba pensando en conseguirlo para mi
cumpleaños.

La sonrisa de Clay se amplió.

—¿Es eso una insinuación? ¿Tratando de asegurarte de que no


olvide tu cumpleaños? —bromeó y sentí mi rostro enrojecer.

—No, en serio. Solo fue un comentario —tartamudeé, sintiéndome


como una idiota.

Clay entrelazó mis pies con los suyos.

—Como si pudiera olvidar tu cumpleaños —dijo tranquilamente y mi


interior se estremeció ante la suave mirada en sus ojos.

Cenamos y charlamos. De todo y nada a la vez. Parecía que


buscábamos llegar a un acuerdo para dejar las cosas más serias para más
tarde. Justo ahora, simplemente disfrutábamos de la compañía del otro.
Después de que Clay pagó la cuenta, salimos de la cabina y me ayudó a
ponerme mi abrigo, sus manos se mantuvieron sobre mí mientras subían
por mis brazos.

—¿Estás lista para la segunda parte de nuestra estereotipada cita?


—preguntó Clay después de que entramos a su auto.

—¡Lo estoy! Estoy lista para más cosas cliché de las citas.

Y eso es lo que hicimos. Vimos una película, eligiendo una comedia


que a ambos nos atrajo. Compartimos un tazón de palomitas y nos
peleamos de broma por la caja de Milk Duds. Clay sostuvo mi mano todo
el tiempo, frotando suavemente con la punta de su pulgar entre mi pulgar
y mi dedo índice. Era afortunadamente tan simple.

Vimos algunos chicos de la escuela y nos veían como si fuéramos


animales de zoológico. Pero aun así eso no nos arruinó el estado de ánimo.

Después de la película, aún teníamos una hora antes de que tuviera


que regresar a casa, así que Clay nos llevó a las afueras de la ciudad. No
fue hasta que llegó a un pequeño camino de tierra que supe a dónde nos
había llevado. Apagando el motor llegamos a nuestro destino, me giré
hacia él, apuntando mi dedo en su pecho.

—No vamos a nadar esta noche, está helado —le advertí y Clay llevó
mi dedo a sus labios.

—No vamos a nadar. Sufrir de hipotermia no está dentro de mis


planes esta noche —dijo, su voz adquiriendo un tono seductor.

Mmm, ¿qué era exactamente lo que tenía planeado? Si involucraba


sus manos y su lengua entonces estaba lista para poner el plan en acción.
Abrió su puerta y rodeó el auto para abrir la mía. Saliendo, froté mis
brazos, sintiendo el frío de la noche.

Clay sacó una delgada manta del maletero y la colocó sobre el suelo.
Me empujó hacia él para quedar a su lado y traté de no estremecerme por
la frialdad del suelo que se sentía a través de la manta.

—No es exactamente cálida, sabes. —Me esforcé en no quejarme


pero comenzaba a temblar.

Clay me envolvió en sus brazos y colocó la manta a nuestro


alrededor. Frotó su fría nariz al lado de mi cuello.

—¿Está mejor? —susurró y yo asentí. Ya no sentía el frío. Mientras


me sostuviera como lo estaba haciendo, no habría queja alguna de mi
parte.

—Gracias por esta hermosa noche —dijo Clay en mi cabello, besando


la esquina de mi ojo. Me relajé y recargué mi cabeza para observar el cielo.

—Nunca pensé que estaríamos en este punto —remarqué


tranquilamente. El agarre de Clay se apretó.

—Yo tampoco. Pero aquí estamos. Y me hace sentir como si todo lo


demás haya valido la pena. Si eso nos traería hasta este punto.

Sentí sus dedos en mi cabello y cuando me estremecí tuvo que ver


más con mis hormonas alborotadas que con el aire frío.

—Realmente te extrañé. Me mataba no hablar contigo. No saber


cómo lo estabas sobrellevando. —Me giré para verlo—. Quiero ser capaz de
preguntarte algunas cosas. Si aún sigues tomando tus medicamentos. Si
la terapia está funcionando. Quiero saber sobre tu tiempo en tratamiento.
Quiero preguntarte un millón de cosas pero seré honesta contigo, también
tengo miedo. Supongo que es porque me preocupa que no me gusten las
respuestas. Eso probablemente suena horrible pero solo quiero que sepas
cómo me siento.

No podía creer que acababa de decir todo eso. Pero había algo sobre
estar con él que oprimía mi botón de honestidad y no podía permitirme
permanecer aquí sentada tranquilamente y pretender que esos
pensamientos no estaban volando por mi cabeza.

Clay corrió su mano a través de su cabello, una clara señal de que


estaba nervioso e inseguro.

—Quiero responder tus preguntas. Realmente lo hago. Quiero borrar


tus miedos. Pero al mismo tiempo, me preocupa regresar al lugar donde
estábamos antes. Donde todo era sobre mí y mis problemas. No quiero eso
para nosotros en esta ocasión. No es justo para ti.

Apretando la manta a mi alrededor, me subí a su regazo, mis piernas


lo rodearon y coloqué mis brazos alrededor de su pecho. Descansando mi
mejilla sobre su corazón podía escuchar lo rápido que estaba latiendo.
Experiencias pasadas me indicaron que hablar de esto podía traer un
colapso potencial. Clay no tenía una historia de ser muy receptivo en
discutir su enfermedad mental. Pero si íbamos a ser serios acerca de ser
abiertos totalmente entonces no podíamos evitar los grandes problemas.

—Pero Clay, si no hablamos de eso las cosas no van a cambiar.


Ambos pasamos mucho tiempo ignorando lo que estaba pasando. No
podemos hacerlo otra vez —rogué.

Sentí a Clay tomar una respiración profunda, mi cuerpo subía y


bajaba con el suyo. Sus dedos se cerraron en puños mientras me sostenía.
Este era un momento importante. Para ambos. La negación y la
desconfianza habían caracterizado nuestra relación por mucho tiempo.
Nada excepto la completa honestidad sería bienvenida de ahora en
adelante.
—Es difícil. Cada día, cada minuto es una lucha —comenzó. Me
enderecé para poder mirarlo. Veía a otro lado, su mandíbula estaba
tensa—. Cuando fui admitido en el Centro Grayson, era un desastre.
Después de todo lo que pasó en Carolina del Norte, no estaba pensando
claramente. Estaba tan jodido de la cabeza que mi primera noche ahí,
traté de saltar por la ventana.

Desearía haber estado sorprendida por su revelación pero no lo


estaba. Recordaba todo muy bien sobre el estado en el que estaba cuando
lo dejé en la habitación del hospital en manos de las dos personas que
menos lo amaban, incluso cuando era su trabajo apoyarlo.

—Me atraparon, por supuesto. Y pasé cinco días con tranquilizantes.


Me mantuve ido y sin emociones hasta que fui capaz de comenzar a
manejar lo que estaba viviendo. Sabes que estás en mal lugar cuando la
baba comienza a formar una costra en tu rostro cuando ha estado ahí
mucho tiempo. —Hizo una mueca y yo palidecí.

—Bueno, esa imagen definitivamente es asquerosa —murmuré. Todo


lo que podía pensar era en la película Isla Siniestra y la terapia de
electroshock y los pacientes dentro de habitaciones con colchones blancos.

Clay se rio antes de volver a su historia.

—Estaba sin ánimo al grado de que me sentía como una clase de


experimento de ciencia que había salido mal, pero simplemente no me
importaba. Estaba más allá de preocuparme por mí mismo. Odiaba a mis
padres, me odiaba a mí mismo, odiaba a la gente de ahí, mi único
pensamiento era tomarme mi tiempo hasta que pudiera irme. Y sabía que
una vez que pasara, me aseguraría de terminar lo que inicié en esa
habitación de motel.

Mi corazón se quería salir de mi pecho. Esto es exactamente de lo


que tenía miedo. Esto era todo lo que temía por él cuando sus padres se lo
llevaron. Saber que había estado solo y sufriendo era como una puñalada
para mí.

Discretamente alejé las lágrimas que silenciosamente caían por mis


mejillas, asegurándome de que no viera lo mucho que sus palabras me
lastimaban. Sabía que si lo veía, callaría y no hablaría de eso. Y no quería
eso, incluso aunque su historia me desgarrara.

—Pero en algún punto, todo cambió. No estoy seguro de lo que hice


exactamente. Tal vez fue la nueva medicación. Una vez que me quitaron el
Litio y comencé a tomar Tegretol empecé a sentirme… bueno, no mejor
exactamente, pero no estaba experimentando estar fuera de control. La
jodida cosa era que extrañaba esa manía. Aún la extraño. Me gustaba la
persona que era cuando me sentía así.

Sonaba casi anhelante cuando hablaba de sus descontroles


maniacos. No entendía cómo podía querer sentirse de esa manera pero no
dije nada. La verdad era que nunca había entendido esto. Solo podía
escucharlo y apoyarlo.

—Pero aún sigues tomando tus medicamentos ¿cierto? —Tuve que


preguntar. Su negación de tomar sus medicamentos había sido nuestro
problema más grande. Los necesitaba. No podía funcionar sin ellos. No
estaba segura de que existiera un día en que no me preocupara si los
tomaba o no.

Clay se encontró con mi mirada, la suya era intensa.

—Sí, Maggie. No me he perdido ni una píldora desde que comencé


con el Tegretol. Te lo juro, no me haré eso otra vez —dijo firmemente y con
total convicción. Mi interior se tranquilizó un poco.

Clay corrió sus manos por mi espalda, como si la acción lo


confortara. Sabía que era difícil para él hablar de ello.

—Sé que dejar mi medicación no es una opción. La tomaré cada día


por el resto de mi vida. Así es. Creo que estoy de acuerdo con los términos.
O al menos, lo intento. —El movimiento rítmico de sus manos continuó y
traté de relajarme. Pero estaba demasiado tensa.

—Me alegra escucharlo —le dije y me ofreció una pequeña sonrisa


pero no respondió.

—El Dr. Todd dijo que a veces se hacen varios cambios de


medicación antes de que encuentres algo que funcione con la química de
tu cuerpo. Fui afortunado en encontrar algo que funcionara tan rápido.
Porque el periodo de prueba y error es horrible. Lo vi de primera mano en
algunos de los otros pacientes. Eran miserables.

—¿Dr. Todd? —pregunté.

Clay asintió.

—Sí, el Dr. Todd. Fue mi terapeuta en Grayson. Es bastante genial.


Fue el primero en hacerme sentir que tenía una oportunidad de cambiar y
de manejar mis problemas. Él solo… llegó a mí ¿sabes?

—¿Y cómo es tu nuevo terapeuta?

Clay se encogió de hombros.

—Es agradable. Me gusta. Él y el Dr. Todd están trabajando en


conjunto ahora, así que es genial. Es diferente pero creo que lo haremos
bien.

Estaba aliviada de escuchar eso. Clay me sonrió y yo levanté mis


cejas interrogante.

—En realidad, sugirió que te llevara a una de mis sesiones —dijo,


sorprendiéndome.

—¿Yo? ¿Por qué quiere verme? —dije. Sabía que esto le había
tomado mucho a Clay decirlo, pero me extrañaba la idea de ir a terapia.
¿No éramos muy jóvenes para ir a terapia de pareja?

Clay se echó a reír.

—Eso es lo que dije. Pero me dijo que sería bueno para nosotros
hablar sobre nuestra relación, asegurarnos de no caer en viejos patrones.
Tanto Shaemus como el Dr. Todd están bastantes conscientes de lo
importante que eres para mí y solo se quieren asegurar que lo que tenemos
es saludable. Para ambos. Es fácil poner tus sentimientos en el asiento
trasero. Sé que fuiste arrastrada por lo que estaba atravesando. Pero
tenemos que pasar por esto como iguales. No solo puedo hacerlo yo.

¿Qué podía decir? Siempre había sido increíblemente perspicaz y


consciente de sí mismo. Pero su inhabilidad para cambiar o controlar su
comportamiento le causó un irremediable daño. Aun así, aquí estaba, una
institución más tarde, diciendo cosas que nunca pensé escuchar de él. No
era lo suficientemente ilusa para pensar que ya todo estaba arreglado.
Sabía que era un proceso largo. Pero lo que estaba planteando era la
oportunidad de compartir con él su cura. Algo que me había negado
cuando se fue.

Algo que sí sabía era que no me perdería esta oportunidad.

—Por supuesto que iré contigo. Iré a donde sea para asegurarme de
que eres feliz y que estás sano. Quiero que funcionemos. Quiero esto para
siempre. Solo hazme saber cuándo y ahí estaré —prometí.

Clay sostuvo mi rostro en sus manos y la mirada en sus ojos me hizo


sentir increíble.

—Eres la persona más desinteresada e increíble que he conocido,


Maggie May Young. No sé qué hice para merecerte. Trataré cada día de
asegurarme que valgo la fe que pones en mí.

Me incliné hacia adelante y toqué sus labios gentilmente. Murmuró


en aprobación y movió una mano para sostener mi cuello mientras la otra
se deslizaba alrededor de mi cintura para acercarme más. Estaba
presionada contra él, nuestras bocas se movían contra la otra y no pude
ignorar el estremecimiento a causa del calor que estaba recorriendo todo
mi cuerpo.

Cuando su lengua tocó la base de mis labios, los abrí sin dudar.
Nuestras lenguas se entrelazaron mientras nos devorábamos. Apreté su
camisa, la sábana cayendo de mis hombros y sus manos se movieron por
mi cuerpo.

Sus dedos se detuvieron justo al borde de mi vestido, el cual se


subió por mis muslos y apenas me cubría. Qué fácil era saltar al lado físico
de nuestra relación. Cuando todo lo demás había sido una locura, esa era
la única cosa que siempre tenía sentido. Cuando nuestros cuerpos se
unían era la cosa más hermosa que podía experimentar.

Podía sentir lo mucho que Clay me quería. Estaba presionado


íntimamente contra el valle entre mis piernas mientras me retorcía en su
regazo. Gimió, fuerte y claro, sus dedos se clavaron en mi carne, siendo la
única barrera mis medias finas.

Pero tan pronto como nos movimos a dónde quería, Clay se alejó.
Sus ojos estaban fuertemente cerrados y su respiración era acelerada. Mi
corazón golpeó en mi pecho y tuve que luchar para controlarme. Lo quería.
Más que nada.

—Maggie. —Mi nombre salió como un gemido lo cual me encendió


aún más. Me presioné contra él, lista para retomar donde lo dejamos.

Clay colocó sus manos sobre mis hombros y pensé que me acercaría
más pero en su lugar me alejó de su cuerpo.

—No podemos. No todavía. —Abrió sus ojos, los cuales estaban


cargados de deseo y supe que solo quiso decir la mitad de sus palabras.

Parpadeé, confundida.

—¿Qué? ¿Por qué? —Odié sonar tan necesitada. Mi cuerpo estaba


vibrando y quería desesperadamente estar con él. De cualquier forma.

—Te deseo. Quiero esto. Demasiado. Pero no podemos. No mientras


las cosas siguen siendo inestables. Por favor, solo dame algo de tiempo.
Quiero que todo sea perfecto para ti. Quiero ser el chico que mereces. Solo
entiende, que cuando volvamos a estar juntos, será increíble y hermoso y
mi cabeza estará en el lugar donde sé que puedo darte todo lo que quieres.

Salí de su regazo tratando de no parecer una niña petulante.

—Lo entiendo. Está bien.

Qué mentira. Me sentía absurdamente rechazada. Siempre había


sido la agresora en el lado físico de nuestra relación. Supongo, esperaba
que esta vez, no tuviera que serlo. Era estúpida e inmadura pero cuando
estás en el calor del momento, solo para ser negado lo que tu cuerpo
quiere, es difícil ver las cosas con lógica.

—Maggie. Por favor no me veas así. Te amo. No hay nada en el


mundo que no quiera más que hacerte el amor. Pero solo tomémoslo con
calma. Será mejor con el tiempo. Para ambos. —Su ruego me dificultó
seguir molesta.

Dejé caer mi cabeza sobre su hombro, girando mi rostro hacia su


camisa y besé el lugar justo sobre su corazón.

—Está bien —dije tranquilamente.

Clay me sostuvo con fuerza a su lado y permanecimos en silencio. Y


por ese momento fue suficiente.
-CLAY-
Traducido por Manati5b & Wan_TT18//Corregido por Mais

Tratar de encajar años de trabajo en unos cuantos meses fue


abrumador, si es que imposible. Aquí estaba yo, un mes fuera de
tratamiento e intentando correr antes de que siquiera aprendiera a
caminar. Claro, lo estaba haciendo mejor. Estaba haciendo adelantos para
hacer diferentes cosas, para romper los patrones preexistentes. Pero era
un tonto en pensar que estaba “bien”.

Cada día era un testimonio en cuán lejos había llegado. Pero había
un millar de momentos que me recordaban lo estúpido que había sido por
tratar de prometerle a Maggie, Ruby y a mí mismo cualquier cosa cuando
no estaba en posición de hacerlo.

La voz oscura en mi cabeza, a pesar de no ser tan fuerte, todavía se


burlaba de mí. Trataba de decirme que nunca me iba a poner mejor. La
urgencia de herirme a mí mismo era abrumadora. Y por cada sonrisa que
forzaba en mi rostro, era seguido por la lucha por mantener todo junto.

Pero estaba siguiendo mi plan de tratamiento. Nunca perdía una cita


de terapia. Me aseguraba de tomar mi medicación dos veces al día como se
me prescribía. Pero las irritantes dudas empezaban a resurgir cuanto más
tiempo pasaba en Davison.

¿Realmente necesitaba la medicación?

Vamos, ¿no me sentiría mucho mejor si solo fuera capaz de vivir sin
ella? ¿Recuerdas cuan genial era? ¿Cómo me sentía en la cima del mundo?
¿Qué podría lastimar? ¿No tomarla un día o dos? Nadie tendría que
saberlo.

Estaba luchando contra el enemigo cada día. Y su nombre era


Clayton Reed.

La única diferencia esta vez era que me negaba a caer dentro y


esperaba que se marchara. O incluso peor, caía en las demandas de la voz
dentro de mí. Hablé con Shaemus sobre lo temeroso que estaba. Acerca de
los impulsos que a veces parecían comerme vivo.

Él empezó dándome un diario otra vez (joder, qué fantástico). Quería


que escribiera cada vez que tenía el deseo de herirme otra vez. Se suponía
que tenía que enfocarme en lo que estaba sintiendo, qué lo detonaba. No
trató de esconderme el hecho de que estaba preocupado. Compartió que la
probabilidad de recaer de alguien con Trastorno Límite de Personalidad era
enorme. Sugirió que el Tegretol pudiera ser ajustado para combatir mis
síntomas maniáticos.

Y luego podríamos hablar sobre mi readmisión voluntaria a un


centro de salud mental. Algunas veces sonaba como una buena idea.
Otras veces, no tanto.

Todos los días llegaba a casa de una tía que apenas era capaz de
salir de la cama en las mañanas. Ella había empezado a ver a un
terapeuta de duelo, ante mi insistencia, pero yo no estaba viendo ningún
cambio todavía. Pero al igual que mi propio progreso, sucedería con el
tiempo. La casa que una vez se sintió cálida y segura ahora era una
cascara vacía.

Pero estaba Maggie.

Y eso era tanto la parte más maravillosa y oscura de mi día. Porque


con todo el seguimiento que estaba haciendo, era claro que mi gatillo no
había cambiado. Parecía que mis emociones más negativas de alguna
manera estaban atadas a la chica que me amaba.

Lo había perdido durante mi última sesión de terapia. Había


arrancado las hojas de mi diario y las había tirado. Había querido tomar
las tijeras del escritorio de Shaemus y cortarme. Las lágrimas habían sido
intensas y furiosas.

Shaemos ni siquiera parpadeó. Afortunadamente él era como el Dr.


Todd en ese modo. Solo me había dicho que tomara respiraciones
profundas, que me enfocara en algo más, me dirigiera a ello y me
estabilizara. Había tomado un rato y me había pasado de mi tiempo de
sesión por veinte minutos.

Cuando mi diatriba había terminado, empezó a hablar sobre mi


regreso a Grayson. Había hablado con el Dr. Todd y ambos podían arreglar
un lugar para mí en dos semanas.

—Sé que quieres estar aquí por Ruby, por Maggie. ¿Pero qué bien les
harás a ambas cuando estás sufriendo? Ellas no quieren que sacrifiques
tu salud por ellas —me había preguntado amablemente Shaemus.

No fui capaz de discutir con eso.

Dejé mi terapia sintiéndome derrotado. Había fallado. Convencido de


que no podía estar en esta ciudad un momento más. Pero había ido a casa
para encontrar a Ruby acurrucada en el sofá, dormida, apretando el abrigo
de Lisa en sus manos. La evidencia de sus lágrimas secas en su rostro
desgastado.

¿Cómo podía dejarla? No cuando ella estaba así.

No había llamado a Maggie esa noche. Preocupado de que solo el


sonido de su voz seria o bien la reafirmación de mi deseo de permanecer o
me haría querer salir corriendo de ahí. ¿Cómo podía ser mi amor por ella
tan jodidamente conflictivo? No era justo para ella. No después de todo.

Pero cuando desperté en la mañana, me sentía bien. Incluso feliz.


Los eventos de un día antes eran un vago recuerdo. Y había recogido a
Maggie para ir a la escuela y solo estar cerca de ella alejaba cualquier
pensamiento de dejarla firmemente fuera de mi mente.

¿Cuántas veces en mi vida me había convencido de que todo estaría


bien? Parecía que algunas cosas realmente no habían cambiado.
Particularmente en lo concerniente a Maggie. Ser consumido por ella
era terreno peligroso. Uno que ya había atravesado antes con resultados
horrorosos. Pero era una hermosa manera de caer.

Tal vez era tiempo de llevar a Maggie conmigo a terapia. Estaba


seguro que eso era una manera proactiva de tomar control de mi vida.

—¿Crees que podrías venir conmigo mañana a la oficina de Shaemus


después de la escuela? —le pregunte a Maggie mientras caminábamos
hacia la cafetería para el almuerzo. Había decidido comer con ella, Rachel
y Daniel otra vez. Y hasta ahora, no había sido del completo extraño.

Rachel y yo habíamos desarrollado un lazo de respeto provisional


desde que trabajábamos juntos en Bubbles. Ella ya no me evitaba e
incluso trató de entablar una conversación cuando tuvimos nuestros
descansos. Yo sabía que sus esfuerzos tenían más que ver con Maggie que
conmigo, pero yo lo apreciaba, no obstante.

Y Daniel. Su antagonismo sorpresivamente había muerto. Sabía que


todavía me observaba, esperando el momento en que tuviera que
intervenir. Pero afortunadamente no había habido necesidad. A pesar de
mi locura interior, en el exterior estaba trabajando mi trasero para
demostrarle al mundo que era un hombre cambiado.

Estaba exhausto de ser dos personas distintas. Estaba empezando a


preguntarme cuál de ellos era el “real” Clayton Reed.

Maggie se detuvo justo en la puerta de la sala del almuerzo y me


miró. Sus ojos eran suaves y yo sabía que entendía lo difícil que era abrir
esta parte de mí mismo hacia ella. No había sido capaz de hacerlo la
última vez, pero esta vez, lo haría.

—Claro. Solo voy a cambiar mi turno en la cafetería con alguien.

—Si es mucho lío, podemos hacerlo en otro momento —le aseguré.


Maggie tomó mi antebrazo, sus dedos clavados en mi piel.

—No, estaré allí —dijo enfáticamente y me incliné para besar su


frente. Sentí la sensación de sus ojos en mí. Cuando alcé la mirada vi al
jodido Jake Fitzsimmons mirándonos fijamente. Se veía extremadamente
infeliz al vernos a Maggie y a mí juntos.
Tal vez era algo infantil, pero no pude evitar deslizar mi brazo sobre
los hombros de Maggie y sonreírle a Jake, que aún tenía que apartar la
mirada. Sentí un destello de sádica satisfacción por la forma en que su
mandíbula se tensó justo antes de perder el contacto visual. Es correcto
idiota, ella es mía. Metete ese pensamiento en tu pequeña cabeza de mierda.

—¿Clay?

Me di cuenta de que Maggie había estado hablando, pero había


estado tan obsesionado con mi testosterona que no la había escuchado.
Ella siguió la línea de mi visión y dio un resoplido frustrado.

—¿En serio Clay? ¿Quieres que sostenga mi pierna fuera así puedes
orinarla? ¿Qué te parece un tatuaje con tu nombre en mi frente? Deja a
Jake solo, ¿está bien? —Se movió de debajo de mi brazo y sentí mi
paranoica ira resurgir.

¿Por qué lo estaba defendiendo? ¿Había más de su relación de lo que


pensaba? Era irracional, pero se volvió sospechoso. Agarré su brazo. No
fuerte, solo firmemente, así ella no podía alejarse de mí. Ella bajó la
mirada a mi mano sosteniendo su brazo y vi su rostro volverse pálido.

Rápidamente me di cuenta de lo que estaba haciendo y solté su


brazo. Mierda. ¿Qué estaba mal conmigo?

—Lo siento —murmuré, pasando mi mano sobre la marca que


acababa de sostener, tal vez con demasiada dureza. El brazo de Maggie
estaba tenso y me moví hacia atrás una fracción—. No tengo ninguna
razón para estar celoso. Estoy siendo un tonto —agregué suavemente,
sintiéndome avergonzado y apenado.

—Sí, lo estabas. No estoy teniendo esta conversación sobre Jake otra


vez. Es estúpido. —Maggie salió corriendo hacia nuestra mesa de siempre
y no estaba seguro si debía seguirla. Miré como Daniel y Rachel la
saludaban y me sentí aliviado de que ninguno de sus amigos hubiera visto
nuestro altercado.

Apreté mi mano en un puño y sentí como si quería golpear la pared


de concreto junto a mí.
Veras, esto es lo que temo. Entre más tiempo estaba en Davidson,
más cercano estaba a ser ese otro Clay. Era como si todo lo que había
aprendido en el tratamiento se estuviera perdiendo en el esfuerzo día a día
de ser normal. Maggie alzó la mirada y atrapó mis ojos. No se veía
contenta. No podía culparla. Había sido un idiota certificado. Un loco
celoso novio. ¿Y sobre qué? ¿Porque algún tipo estaba viendo a mi chica?
¿Qué tan inseguro era que no podía manejarlo?

Hice una elección consciente entonces, de no correr hacia mi


gigantesca jodedera. Compré mi almuerzo y me fui con propósito a la mesa
de almuerzo que Maggie compartía con sus amigos. Ella no me miró
mientras me sentaba a su lado. Rachel y Daniel tenían expresiones
similares de desconfiada cautela.

—Lo siento Maggie —dije sinceramente, lo suficientemente fuerte


para que sus amigos lo escucharan. No iba a esconder lo que había hecho.
No iba a actuar como si nada hubiera ocurrido. No iba a manipularla para
que perdonara mi comportamiento de mierda. Iba a reconocerlo y esperar
que ella me perdonara—. Me puse celoso. Sé que Jake y tu han sido
cercanos. Especialmente desde que me fui. Y siempre está mirándote. Y sí,
me molesta. Pero eso no me da el derecho de poner una mano sobre ti.
Para retenerte o para hacerte sentir miedo. Mis sentimientos tienen que
ver conmigo, no contigo. —Respiré profundamente y esperé la crucifixión.

Miré de Rachel a Daniel, listo para aceptar las piedras que quisieran
tirarme. Los ojos de Daniel eran fríos mientras me evaluaba. Rachel se veía
triste.

—¿Tengo que recordarte el hecho de que te sacaré las rotulas si


jodes con ella hombre? En serio. No nos vamos a quedar sentados viendo
como vuelves a hacer esa mierda con ella —gruñó Daniel y Rachel colocó
una mano sobre su brazo en un esfuerzo por calmarlo.

Encontré su mirada dura y asentí.

—No, no necesito el recordatorio. Sé malditamente bien qué harías.


Y estoy bien con eso. Fui un imbécil —mi voz se quebró y sentí mi
garganta apretarse.
Maggie sacudió su cabeza y no dijo nada. Comimos nuestro
almuerzo en un inconfortable silencio y estaba seguro de que había jodido
toda otra vez. Pero cuando Maggie se puso de pie, me miró, con su rostro
lleno de emoción.

—Nos encontraremos después de la escuela mañana para nuestra


cita. Pero tengo que irme. —Y con eso, se fue.

No dije nada más a Daniel o a Rachel. Levanté mi bandeja y dejé la


cafetería. No seguí a Maggie. Pensé en dejarle una nota en su casillero, de
la forma en que lo había hecho muchas veces antes.

Pero eso era algo que el viejo Clay hubiera hecho. El nuevo Clay
tenía que romper esos patrones. Incluso si eso estuviera estrangulándome.

*~*~*~*
Esperé por mi auto después de la escuela el jueves. No había
hablado con Maggie desde ayer. Sabía que ella estaba tomando un paso
atrás. Y por una vez le estaba dando su espacio. No la acosaba como un
psicópata. A pesar que había intentado llamarle la otra noche. Cuando no
contestó, simplemente le dejé un mensaje diciéndole que la amaba y lo
deje así.

Me había reunido con mi terapeuta otra vez en el almuerzo. Él


realmente estaba presionándome para que tomara algunas decisiones
sobre lo que haría después de graduarme. Estaba verdaderamente
incómodo haciendo eso. Quería tirar la precaución al viento y
comprometerme con alguna idealización sobre lo que quería para mi vida.
Pero justo ahora, con las cosas sosteniéndose de un hilo, no creía que
fuera la mejor idea. Mientras que los objetivos eran importantes, la terapia
los alentaba de hecho, yo no estaba listo para colocarlos en papel. Justo
ahora, estaba intentando pasar a través de este retroceso vicioso que
estaba descubriendo dentro de mí.
Cuando vi a Maggie caminar a través del estacionamiento hacia mí,
sentí que podía respirar de nuevo. Mi corazón se aceleró y casi me sentí
débil de alivio. Había estado aterrorizado de que no se reuniera conmigo.
No es que la hubiera culpado si se hubiera dado la vuelta para correr tan
lejos de mí como pudiera.

Sin embargo, allí estaba. Y me recordó que tenía amor y apoyo, y que
era muy afortunado. Empujé mi cabello fuera de mi frente, mis palmas
sudando.

—-No estaba seguro de que aparecieras —admití mientras se detenía


enfrente de mí.

Se veía hermosa en pantalones vaqueros que se ajustaban en sus


estrechas caderas de una manera que me ponían de una manera muy
inapropiada pero muy caliente en mi cabeza. Su suéter verde azulado
colgaba bajo alrededor de su cuello y traté de no ser un completo cerdo
mirando hacia debajo de su camisa. Era un chico después de todo. Y
tendría que estar muerto para no darme cuenta de lo increíble que se veía.

Ella sacó su cabello del cuello de su chaqueta y me dio una mirada


indescifrable.

—No estaba muy segura de aparecer tampoco. —Tragué saliva con


fuerza.

—Mira, si no quieres ir, lo entiendo. Lo que hice fue jodido —empecé


pero ella me detuvo.

—Detente, Clay. He pensado en esto largo y duro. Es todo lo que he


hecho por las últimas veinticuatro horas. Estoy enferma y cansada de
estar obsesionada contigo. En verdad esperaba que estuviéramos más allá
de eso. Pero pienso que he sido ingenua, y un poco injusta para ti. No
puedo esperar que te transformes en súper Clay tan rápido. Eso solo te
llevaría al fracaso. Mientras que lo que hiciste no estuvo bien, me
comprometí a tomar este viaje contigo. Y no me echaré para atrás en eso.
Si hay algo que pueda hacer para que esto sea más fácil para ti, entonces
lo haré.

Ella se acercó más y estrechó sus ojos.


—Pero sí alguna vez me tocas así de nuevo, te encontrarás perdiendo
algunos dedos. ¿Está claro?

Asentí, no encontrando una palabra adecuada. Maggie dio un paso


hacia atrás y su rostro se relajó.

—Vamos —dijo y se dio la vuelta hacia la puerta del pasajero.

Me apresuré para así podía abrirle la puerta. Sé que era pasado de


moda pero abriendo la puerta del auto para ella era lo menos que podía
hacer. Fui a través de algunos de las súper grandiosas técnicas de
relajación de la mano mientras me dirigía a mi lado del auto.

El aire en el vehículo se sintió denso por la tensión y no supe qué


hacer para deshacerme de él. Siempre había sido malo para manejar
situaciones incómodas. Debido a que eran por lo general el resultado de
algo que había hecho. Y ahora no era una excepción.

Por una vez, Maggie no puso ningún tipo de música, así que
rodeamos la oficina de Shaemus en completo silencio. El estruendo del
motor parecía ruidoso en el silencio. Me estacioné al frente del anodino de
dos pisos, la casa de ladrillo con la firma de la muestra "Blue Ridge
Servicios de Salud Mental".

Salté del auto y di la vuelta para abrir la puerta de Maggie. Ella alzó
la vista hacia el edificio que ocupa el cargo de la oficina de Shaemus. Y sin
decir una palabra, se acercó y tomó mi mano. Apretando ligeramente,
mientras caminaba conmigo a la puerta principal.

Entramos a la sala de espera, muy iluminada. Su recepcionista,


Holly, se sentó en su escritorio, escribiendo en su computadora. Levantó la
vista y sonrió cuando nos vio.

—Hola, Clay, toma asiento. Sheamus está llegando unos minutos


tarde.

Holly tenía que estar a mitad de los años cuarenta y con al menos
setenta libras de sobrepeso. Pero era muy agradable. Le di una leve
sonrisa y llevé a Maggie a un pequeño sofá de la esquina.
—Esto es… agradable —dijo Maggie, mirando alrededor a los
muebles gastados y los colores de las paredes.

—¿No era lo que esperabas? —le pregunté.

Ella sacudió su cabeza.

—No, estaba imaginando algo más, supongo que clínico. Ya sabes,


paredes y sillas de hospital blancos que te crean dolor de espalda. Más
como una sala de emergencias. Esto es casi como estar en casa de alguien.
—Su observación dio en el clavo. De hecho, incluso había un pequeño
televisor a un lado y los peces del tanque junto a la ventana. Seguro que
los elementos estaban un poco en mal estado, pero era cualquier cosa
menos fría e impersonal.

No habíamos estado allí mucho tiempo cuando la puerta frente a


nosotros se abrió y una chica cerca de nuestra edad salió. Ella era adicta a
la heroína, muy delgada, con cabello rubio desaliñado, y ojos encogidos.
Sabía que Maggie estaba tratando de no mirarla, pero prácticamente podía
oír las ruedas girando en su cabeza. Ella se preguntaba las preguntas
estándar. ¿Me pregunto qué está haciendo aquí? Ella se ve como una adicta
a las drogas. ¿Lo es? ¿O solo está loca?

En esta etapa del juego, hacía tiempo que había renunciado a tratar
de averiguar los problemas de cualquier otra persona. Tenía suficiente
conmigo mismo. Los ojos de la chica se quedaron fijos en el suelo mientras
se arrastró fuera de la oficina, dando a Holly una mano ondeando
mientras que la recepcionista gritó adiós.

Sheamus se acercó y me puse de pie. Maggie parecía repentinamente


nerviosa y me recordó que esto era mucho para ella estar de acuerdo con
esto. La terapia es de enormes proporciones, incluso para aquellos que lo
hacen regularmente. Debería haberla preparado más para lo que esto
podría ser. Pero me había olvidado en la estela de nuestro argumento. Sin
embargo, otra mierda para añadir a la lista cada vez mayor de las cosas de
mierda que había hecho.

—¡Clay! ¡Hola! Esta debe ser Maggie.


Sheamus le tendió la mano a Maggie para saludarla. Ella le dio una
débil sonrisa y Sheamus miró entre los dos con una sonrisa jovial. Él
realmente se parecía al tío calvo de alguien. Cuando lo ves por primera vez,
no lo ves encogerse. Podía imaginarlo jugar al bingo en lugar de dar
terapia.

—Vamos adentro. —Nos hizo un gesto en dirección a su oficina y yo


tomé la mano de Maggie de nuevo mientras nos dirigimos dentro.

Vi a Maggie observar su entorno una vez más antes de sentarse en


uno de los mullidos sillones frente a una chimenea tapiada. Sheamus no
tenía un escritorio, al igual que el Dr. Todd tenía. Había una pequeña
mesa de trabajo a un lado, pero prefería sentarse en medio de la
habitación con sus clientes. Decía que los escritorios eran demasiado
fáciles para ocultarse detrás y si él esperaba que sus clientes fueran
abiertos y cercanos entonces debía hacer lo mismo.

—Ustedes son mi última cita del día, por lo que no tenemos ninguna
prisa. Vamos a tomar todo el tiempo que necesitemos. Toma asiento, Clay.
Me pones nerviosos cuando te pones de pie de ese modo —bromeó
Shaemus, agitando las manos en la dirección de la otra silla.

Maggie miró a mi terapeuta, sorprendida, claramente desconcertada


por su franqueza. Era cierto que con Shaemus tomaba un poco de tiempo
para acostumbrarse. Todavía estaba ajustándome a su personalidad.
Aunque no había puesto en marcha el reflejo de perra abofeteadora, así
que supongo que lo estábamos haciendo bastante bien.

Me encontré con los ojos de Maggie y le di, lo que esperaba, fuera


una sonrisa tranquilizadora. La suya era inestable, pero genuina mientras
se puso cómoda. Shaemus tomó su lugar en el asiento del amor al otro
lado de nosotros. Cogió un bloc de papel y chasqueó su pluma un par de
veces.

—¿Los dos tuvieron la oportunidad de hablar sobre lo que esperaban


resultara de esta sesión juntos? —preguntó Shaemus, yendo directamente
al grano. Maggie y yo compartimos una mirada y yo hice una mueca.

—No, no realmente —dije.


Shaemus asintió, obviamente nada sorprendido. Chasqueó la pluma
de nuevo.

—Maggie, ¿has estado alguna vez en terapia antes? —le preguntó.

Maggie se aclaró la garganta y sacudió la cabeza.

—No, nunca. Mis padres querían que yo... uh... viera a alguien hace
unos meses. Pero nunca lo hice. —La miré con sorpresa. Esto era nuevo
para mí. Empecé a morder el interior de mi labio. Dios, ¿cuán mal habían
sido las cosas para ella si sus padres estaban sugiriendo terapia?

Shaemus miró entre los dos de nuevo.

—¿Esto fue después de que Clay se fue? —pidió que lo aclarara.

El rostro de Maggie comenzó a sonrojarse y supe que esto era difícil


de admitir para ella.

—Sí —dijo en voz baja. Quería llegar a su mano otra vez. ¿Debería
tocarla? ¿Ella me dejaría? No sabía qué hacer. Esta nueva información me
había golpeado.

Shaemus hizo un ruido con la garganta.

—¿Me puede contar un poco acerca de por qué tus padres pensarían
que necesitabas ver a alguien? Solo para que pueda tener una idea de
cómo fueron las cosas para ti. —No me miró ni una vez; toda su atención
se centró en Maggie.

Ella se retorció en su asiento y me lanzó otra mirada. Esta parecía


llena de disculpa y esta vez me tomó de la mano. Condenadas dudas,
necesitaba la conexión física. Lo necesitábamos.

Maggie se aclaró la garganta otra vez.

—Estaba deprimida. Después de... todo.

Shaemus la interrumpió:

—Está bien decir lo que pasó. Una de las cosas que Clay y yo
estamos trabajando es enfrentar sus decisiones, sus comportamientos,
para seguir adelante. No tenemos que bailar alrededor de ellos aquí. Este
es un lugar seguro. Es importante que se sienta cómodo al expresar sus
sentimientos y preocupaciones. Estas cuatro paredes se ofrecen como un
santuario. Pero si en cualquier momento, no es posible hablar de algo,
solamente necesitas decirlo. La comunicación es esencial. —Vi la garganta
de Maggie moverse arriba y abajo mientras tragaba. Sus dedos agarraron
la mía dolorosamente.

—Sí, así que estaba deprimida. Muy deprimida después de llegar a


casa de Carolina del Norte. Después de que Clay había intentado
suicidarse.

Mis tripas se retorcieron en el recuerdo de mis acciones que salían


de sus labios. No era una cosa fácil de hablar, pero oírla decirlo me dio
ganas de esconderme debajo de mi silla.

—No dejaba mi habitación. Tenía dificultades para dormir. Perdí


peso. Era demasiado patética. De todos modos, mis padres me hablaron de
recibir asesoramiento. Yo sabía que estaban preocupados. Odiaba que
estuvieran preocupados, pero no podía salir de eso. —Una lágrima
traicionera se deslizó por su mejilla y tuve que apartar la mirada.

—¿Qué te hizo cambiar entonces? Dado que nunca buscaste ayuda


profesional, solo puedo asumir que algo pasó. —Shaemus levantó su
pluma e hizo algunas notas en su bloc de papel.

—No lo sé. Creo que solo me enfermé de sentir lástima por mí


misma. Me dije que Clay no iba a volver, que estaba tratando de mejorar. Y
estar deprimida por él no me ayudaría. —Me miró y sus ojos estaban
vidriosos por las lágrimas—. Y entonces me llegó esa carta de Clay
diciéndome que siguiera adelante. Que no quería que esperara por él. Algo
dentro de mí se rompió y me hizo enojar en vez de estar triste. Por lo tanto,
supongo que eso ayudó. —Empecé a roer el interior de mi labio otra vez.
Escuchar esto era más difícil de lo que imaginé. Me mordí con fuerza
suficiente para extraer la sangre, el sabor a cobre era extrañamente
calmante.

Shaemus dejó de escribir y me miró, obviamente, sintiendo mi


ansiedad.
—¿Y cómo te hace sentir esto, Clay? ¿Escuchar cuán difícil fue para
Maggie después de tu intento de suicidio? —preguntó a Shaemus con total
naturalidad.

Vaya, amigo no creí que estuvieras lanzando golpes.

Bajé la mirada a mi regazo, la mano que aún sostenía de Maggie se


sentía extraña y desconectada. Apenas podía darme cuenta que todavía
estaba allí conmigo. Me quedé solo con mi culpabilidad.

—Me siento como una mierda, bien. Fui un idiota egoísta, ¿es eso lo
que quiere oír? —Me estaba enojando. Me hubiera gustado no estarlo
porque la ira nunca me había ayudado.

Maggie apretó la mano y yo traté de calmarme. Tomé varias


respiraciones profundas.

—Me siento enojado. Conmigo mismo por hacerle eso a ella. Me


siento triste y arrepentido por todo el tiempo que me perdí. Me siento
culpable por causar su dolor. Y sobre todo me siento como un fracaso.
Debido a que le fallé a Maggie. Y me fallé a mí mismo —susurré.

Oí una inhalación suave de Maggie para respirar y miré hacia ella.


Las lágrimas caían de manera constante por sus mejillas y la parte baja de
su labio temblaba. Shaemus le entregó una caja de pañuelos y ella tomó
varios pañuelos de papel, limpiándose el rostro.

—Maggie, ¿qué sientes al escuchar sobre el dolor de Clay? —instó


Shaemus. Maggie nunca apartó sus ojos de los míos mientras respondía.

—Me siento triste. Pero también no quiero que se sienta culpable, o


avergonzado, o cualquiera de esas cosas. Él no es responsable de lo
sucedido. Estaba enfermo. —Cerré los ojos y sacudí la cabeza.

—¿No crees que Clay es responsable de su comportamiento? ¿Qué


no es el culpable en última instancia de lo que le pasó? —Shaemus le
preguntó con curiosidad.

Cuando abrí los ojos fue para encontrar a Maggie mirando a mi


terapeuta. Su pecho se movía con su respiración irregular.
—¿Cómo puede culparlo? ¡No podía controlarse a sí mismo! ¡Ha
estado sufriendo del trastorno bipolar y Trastornos Límite de Personalidad
la mayoría de su vida! ¿Qué clase de persona me haría eso si lo culpara
por algo que no era su culpa? —La voz de a Maggie estaba elevándose,
pero la expresión neutra de Sheamus nunca falló. Reconocí la mirada. Se
estaba preparando para contrarrestarla.

—Me gustaría que fueras normal. Humana. ¿Cómo puedes no


echarle la culpa de hacerte pasar por eso? Lo que estoy escuchando en
este momento es una joven que se puso en una situación horrible. Eso es
mucho que tratar para alguien tan joven. Nadie te culparía por estar
enojada con Clay.

No me jodas; esto era como rasgar mis uñas fuera. Me sentía como
interponiéndome en algo. Quizás en defenderme. Pero me di cuenta que
esta sesión era tanto sobre Maggie como sobre mí. Que se trataba sobre la
disfunción fundamental de la relación que habíamos tenido. Consiguiendo
que Maggie identificara esas cosas que eran importantes. Incluso si le
dolía como el infierno el escucharlo.

Maggie me soltó la mano y se cubrió el rostro. Le di una mirada a


Shaemus pero él levantó la mano, mirando a Maggie. Sus hombros se
sacudieron y me sentí horrible por traerla aquí. Esto estaba más allá del
desastre. ¿Cómo podría hacerla pasar por esta mierda de nuevo?
Haciéndola revivir uno de los más terribles y desgarradores períodos
dolorosos de nuestras vidas.

—Sí, estoy enojado con él. Estoy furiosa con él por hacerse daño. Por
dejarme atrás y cortar todo contacto. Pero más que eso, lo amo. Y creo
que... no, sé que eso pesa más que todo lo demás. —Maggie se limpió las
lágrimas del rostro y pude ver el conjunto determinado de su mandíbula.

Shaemus sonrió.

—Y con eso, podemos trabajar. Pero no hagas excusas por él o para


ti misma. La negación duele más de lo que ayuda —advirtió.

Pasamos la siguiente hora hablando acerca de cómo nos


comunicamos. Hablamos de mis problemas de celos e inseguridades de
Maggie. Me sorprendió escuchar lo poco que realmente pensaba de sí
misma. Y me di cuenta de que yo no había hecho nada para que eso
mejorara para ella. De hecho, lo había hecho diez veces peor.

Hablamos de lo que había ocurrido en la cafetería ayer. Shaemus


resultó ser una caja de resonancia excelente para hacer frente a la forma
en que nos tratábamos. Sentí sobre todo la culpa de los problemas entre
nosotros, pero Shaemus señaló las formas en que ambos podríamos
trabajar para comunicarnos mejor.

En el momento en que nuestra sesión llegaba a su fin, me sentí


como si hubiera corrido una maratón. Estaba agotado. En cuanto a
Maggie, sabía que estaba drenada también. Shaemus entregó a Maggie un
cuaderno.

—Te recomiendo empezar un diario. Es muy bueno para ayudar a


identificar los sentimientos y motivaciones que quizá no sabías que tenías.
—Traté de no poner los ojos en blanco. Los terapeutas y sus diarios de
mierda.

Shaemus nos siguió fuera de su oficina.

—Ambos lo hicieron bien hoy. Eso fue mucho para compartir.


Realmente me gustaría que ustedes se reunieran conmigo de nuevo. Clay
viene dos veces a la semana. Maggie, tal vez tú podrías venir cada dos
semanas. ¿Qué piensas? —sugirió Shaemus.

Maggie estaba sosteniendo mi mano de nuevo y miró hacia mí y mi


corazón se detuvo. Había verdadera felicidad en sus ojos.

—Creo que me gustaría —dijo. Shaemus nos sonrió a los dos.

—Maravilloso. Bueno, entonces ustedes dos, tengan una buena


tarde. Clay, te veré el próximo martes y Maggie nos vemos en dos
semanas. Fue maravilloso conocer a una mujer joven y tan increíble. —
Sacudió su mano de nuevo y Maggie se sonrojó ante el cumplido.

Salir a la calle se sintió como si hubiéramos pasado días dentro de la


oficina. Habíamos entrado de una forma y nos íbamos como personas
totalmente diferentes.
Una vez que los dos estábamos en nuestros asientos y nos llevé
hacia el tráfico, Maggie metió un CD en el reproductor.

—Vaya. Eso fue intenso. ¿Es de esa forma siempre? —preguntó.

Me reí, aliviado de que no me odiara por arrastrarla allí.

—No, no siempre es así. A veces es realmente muy tranquilo. Pero


por lo general las primeras veces puede ser difícil —le dije.

Maggie dio unos golpecitos con los dedos sobre el tablero de


instrumentos al ritmo de la música. Se detuvo bruscamente y se llevó las
manos hacia abajo sobre el plástico.

—Estoy contenta de haber ido. Siento que esto podría ser bueno
para nosotros —dijo en serio.

Me acerqué y coloqué mi mano sobre su muslo, solo necesitaba


tocarla. Siempre tenía que tocarla.

—Yo también, Mags —estuve de acuerdo en voz baja y luego cayó el


silencio.

Ninguno de los dos habló de nuevo, dejando que nuestra alegría


recién descubierta hiciera toda la conversación por nosotros.
-MAGGIE-
Traducido por Nikiis//Corregido por Mais

Las cosas eran bastante fantásticas. Mejor de lo que me hubiera


atrevido a esperar jamás. Después de ese horrible día en la cafetería y
luego de acompañar a Clay a terapia, me sentí como si hubiéramos
entrado en un nuevo capítulo. Terminé de esperar para que caiga el otro
zapato. Ahora que estaba escuchando, directamente de la boca de Clay,
como luchó, de lo difícil que todavía eran las cosas para él, no me
obsesioné tanto sobre ser sorprendida. Me sentí como si por una vez, todas
nuestras cartas estuvieran sobre la mesa.

Seguía preocupada por él. Oírle decir a Sheamus sobre como todavía
pensaba en cortarse a sí mismo. Que yo inconscientemente disparaba esas
respuestas debido a sus profundos sembrados sentimientos de vergüenza
y culpa, era casi imposible de escuchar.

Miraría fijamente a Rachel y a Daniel y desearía como el infierno que


Clay y yo pudiéramos llegar a ese punto donde pasamos las tonterías y
solo vivíamos nuestras vidas con el otro. Como cualquier otra pareja
normal.

Pero no era nuestro destino y estaba aprendiendo a aceptarlo. La


vida con Clayton Reed nunca sería sol y rosas. Sería un montón de
sombras con luz intermitente. Y estaba empezando a descubrir maneras
de apreciar la luz cuando la veía. Porque la oscuridad todavía estaba ahí.
Más como si siempre estaría ahí.

Estábamos trabajando juntos en eso sin embargo. Y eso ya era decir


algo.
Así que nos deslizamos en un lugar mucho mejor de lo que nunca
habíamos estado antes. Todos podían ver el cambio, no solo en Clay si no
en mí también. Rachel lo comentó después de la escuela un día.

—Pareces feliz, Mags. Igual que Clay. Me hace sentir bien saber que
estés bien. —Rachel era tan simple como eso. Le había dado un abrazo,
que era de nuevo totalmente diferente a mí. Pero lo tomó con calma.

Daniel estaba menos convencido pero por ahora mantenía la boca


cerrada sobre ello. Si yo estaba bien, entonces él estaba bien y es lo que
amaba de él.

Mis padres apenas estaban ocultando su muy seria ansiedad por la


situación. No me interrogaron, cosa que apreciaba. Pero se volvieron más
astutos en conseguir información. Clay había estado insistiendo en venir a
verles. Sabía que sentía la necesidad de hacer el esfuerzo con ellos. Así que
había facilitado su reintroducción.

Clay me trajo a casa después de un turno en el Java Madness. Sabía


que mis padres estaban en casa, por lo que impulsivamente le pedí a Clay
que entrara. Probablemente era mejor no prepararle para la reunión con
mis padres. Sabía que solo se habría puesto nervioso innecesariamente.
Mamá y papá lo aceptarían o no. De todas formas esta era la oportunidad
de Clay de demostrar que quería hacer las paces y que estaba intentando
cambiar.

—¿Listo para esto? —le pregunté, dándome cuenta de que se había


puesto un poco pálido. Clay no dijo nada solo asintió.

Al entrar encontré a mi padre leyendo el periódico y a mi madre


trabajando en su ordenador portátil en la sala.

Ambos levantaron la vista cuando entramos en la habitación. No


estaban sorprendidos de ver a Clay. Les había avisado que le estaría
trayendo. Mientras que no quería poner bajo presión a Clay preparándole
para la visita, mis padres necesitaban ser avisados con antelación. Les
daba tiempo de planear cómo responder al ver al chico a quien culpaban
de la épica perdida de nervios de su hija meses antes.
Clay había dejado caer mi mano y metió la suya en sus pantalones
vaqueros, una señal segura de su incomodidad.

—Hola Sr. Young. Sra. Young. —Él había caminado tentativamente


más allá en la habitación como si estuviera aproximándose al pelotón de
fusilamiento.

Mi padre le había mirado por encima de sus gafas y puso el periódico


sobre el sofá a su lado antes de ponerse de pie. La sonrisa de mi madre,
mientras un poco forzada, por lo menos estaba firmemente en su lugar
cuando encontró a Clay a mitad de camino para saludarle.

—Hola, Clay. —Mi padre sacudió su mano y estaba aliviada de la


falta de pose en su extremo. Mama sacudió su mano también y estaba
complacida de cuan civiles estaban siendo. Un punto para las unidades
parentales.

—¿Cómo esta Ruby? —preguntó mi madre, apretando el antebrazo


de Clay en simpatía.

Clay se frotó la nuca, sus ojos disparándose a mí como reafirmando


que no le hubiera dejado enfrentar a mis padres a solas.

—Tiene sus días bueno y malos. Bueno en realidad, sus días malos y
no tan malos. Ha sido difícil —respondió Clay con sinceridad.

El rostro de mi padre se suavizó un poco y sabía que la honestidad


de Clay le había llegado. Mi madre hizo el sonido de un chasquido en el
fondo de su garganta.

—Si hay algo que cualquiera de ustedes necesite, por favor no duden
en pedirlo —le dijo mi madre y pude ver que Clay estaba impresionado por
su oferta.

—Gracias, Sra. Young. Ruby y yo apreciamos toda la comida que nos


ha dado. Ha sido agradable comer algo que no saliera de una caja del
congelador. —La boca de Clay se levantó en una sonrisa dolorosa. Era la
sonrisa de alguien que no sabía si estaban a punto de ser comidos vivos a
o no.
—De nada —dijo mi madre y le hizo una seña hacia el sofá—.
Siéntate. Justo estaba preparándome para hacer algo de té. ¿Puedo
traerles algo? —nos preguntó a ambos.

Clay negó con la cabeza.

—No, gracias —respondió con tan forzada cortesía que deseé poder
decirle que se relajara.

Pero mi padre ya se había enfocado en él. Se había sentado en frente


de Clay, sus brazos cruzados sobre su pecho. Mi padre siempre había sido
el más duro de vender. Particularmente en lo que concernía a Clayton
Reed.

Cuando mi madre me pidió ayuda en la cocina inicialmente había


rechazado. Estaba más que un poco preocupada por dejar a Clay solo con
mi padre por cualquier cantidad de tiempo. Pero mi madre había insistido
y podía decir por la mirada que estaba lanzándome que necesitaba
esfumarme.

La expresión de Clay había sido al borde del pánico y solo podía


hacer una mueca en respuesta mientras seguía a mi madre a la cocina.

—¿Crees que es sabio dejar a esos dos solos? —le pregunté a mi


madre, lanzando miradas nerviosas por el pasillo a la sala. Podía oír el
murmuro monótono de sus voces pero nada más.

Mi madre se había ido a juntar cosas para el té. Sacó una caja de
galletas de mantequilla de maní y las puso sobre un plato.

—Tu padre necesita hablar con Clay, Maggie. Creo que es mejor
dejarles habar en privado por un momento.—Eso hizo a mi estómago
revolotear con nervios.

Mi madre me dio un abrazo tranquilizador.

—No va a amenazarle con un arma. Pero hay cosas que necesita


decir. Cosas que Clay necesita oír. Si planeas en tener una relación con él,
entonces tu padre y yo necesitamos dejar ciertas cosas muy claras.
Había sentido la aplastante ansia de vomitar y luego correr a la sala
y llevarme rápidamente a Clay fuera de la casa. ¿En qué demonios estaba
pensado en traerle aquí? No estaba segura de que Clay estuviera
emocionalmente listo para tratar con lo que sea que mi padre decidiera
repartir.

Cinco minutos (que actualmente se sintieron como cinco horas)


después, tomamos las tazas de té y el plato de galletas de vuelta a la sala.
Sentí la tensión tan pronto como entramos en la habitación y mis ojos se
fijaron en Clay con aprensión. Había estado sorprendida de ver que
parecía… bueno… bien. Ambos levantaron la mirada cuando colocamos
las cosas en la mesita de café. Arriesgué una mirada a mi padre y él
parecía rígido pero por lo menos no estaba enfadado.

Había estado muriéndome por saber lo que fue dicho, pero me


imaginé que tendría que esperar hasta más tarde. Por ahora, la
conversación haba derivado en cómo lo estaba haciendo la tienda de Ruby.
Si había sido difícil para Clay reajustarse a la vida en un pequeño pueblo.
Mis padres le habían hecho preguntas sobre Florida sin demandar
información descaradamente en relación con a la instalación donde había
vivido por tres meses.

En vez de eso, sus preguntas consistían en ese método de reunir


información de forma astuta y engañosa que habían adoptado
recientemente. Porque Clay empezó a ofrecer pedazos sobre su tiempo en
el Centro Grayson que no me había dicho ni siquiera a mí. Compartió
sobre cuán difícil había sido seguir el ritmo con la escuela, teniendo solo
dos horas diarias para empollarlo todo. Habló un poco sobre la gente que
conoció allí, también sobre su compañero de habitación Tyler, que había
estado allí por abuso de heroína y esquizofrenia paranoica.

Intenté no sentarme ahí con la boca colgando abierta. Aquí


estábamos, dos meses después de que Clay haya vuelto a Davidson y
apenas sabía nada sobre Grayson o la gente con la que se había hecho
amigo. Me había sentido como la peor novia del mundo. Pero mis padres
escucharon respetuosamente y preguntaron sus propias dudas.

—Estoy contento de que Maggie esté viendo a tu terapeuta. Eso fue


una cosa maravillosa por sugerir —dijo mi madre, de nuevo revistiéndome
con su compresión. Clay me había sonreído, una mirada suave en su
rostro cuando contestó a mi madre.

—Estoy completamente dedicado a hacer esto funcionar. Quiero que


Maggie y yo tengamos el tipo de relación que es construida en confianza
total y apoyo por el otro. Haré lo que tenga que hacer para asegurarme de
que soy la mejor persona que puedo ser por ella. Y por mí. —Mis padres
parecían apreciar sus palabras, aunque me di cuenta de que aún nos
miraban de cerca.

Cuando llegó la hora de Clay para irse, mi madre le abrazó y mi


padre le palmeó en el hombreo.

—Te veremos pronto —dijo papá mientras lo acompañaba al auto.

—Sí señor. Y gracias, por todo —dijo Clay a mi padre quien se limitó
a asentir.

Esperé hasta que mis padres cerraron la puerta de entrada y


estuvimos bajando por la entrada hasta su auto antes de preguntarle
sobre su conversación más temprana con mi padre.

Clay se había reído.

—¿Eso estaba matándote no? —Juguetonamente le di un puñetazo


en el hombro.

—¡Cuéntame! ¡Por favor! —me quejé, haciendo a Clay reír aún más
fuerte.

Él tocó la punta de mi nariz con su dedo.

—Tan entrometida.

Puse los ojos en blanco.

Clay desbloqueó su auto y se giró para apoyarse contra este,


empujándome entre sus piernas, sus brazos se enrollaron alrededor de mi
cintura.

—Me estaba dando el aviso de padre. Dejándome saber que no me


quería haciéndote daño de nuevo. Amenazó con daño corporal, ya sabes
cómo va —dijo Clay ligeramente y pellizqué su costado, sabiendo que
estaba jugando conmigo—. Ay, está bien.

Clay se había puesto serio y me atrajo con fuerza contra su pecho.


Bajó la mirada a mi rostro levantado y me besó en los labios.

—Me dijo que lo que había ocurrido antes te había hecho un daño
muy profundo. Que ellos habían estado aterrorizados por ti y que había
sido lo más inútil que se había sentido nunca como tu padre. Me dijo que
no te vería atravesar eso de nuevo, incluso si eso significaba ser el chico
malo y mantenernos alejados.

Inhalé, asustada y sorprendida por la franqueza de mi padre con


Clay. Aunque debería haberlo esperado.

Clay había besado la cima de mi cabeza.

—Le dije que entendía y que es por eso que no te había contactado
mientras estaba en tratamiento. Estaba convencido de que estar lejos era
la mejor cosa para ti. Que necesitabas vivir tu vida sin mí en ella.

Su agarre alrededor de mi cuerpo se volvió más tenso y su voz se


rompió.

—Pero entonces le dije a tu padre que ahora sabía que vivir mi vida
sin ti en ella no era una opción. Y que es por eso que estaba tomando mi
medicación, yendo a terapia, haciendo lo que sea lo que tuviera que hacer
para asegurar que la vida que tenemos juntos es una buena y que te hace
feliz. Porque no hay nada más importante para mí que tu felicidad.

Mis ojos habían picado con lágrimas y me puse de puntillas,


presionando un beso en su boca.

Él me sostuvo por un largo tiempo, saboreándome, acariciando mis


labios con los suyos. Nuestras lenguas se enredaron en un baile de amor
total. Cuando nos separamos él había bajado su mano aun lado de mi
rostro.

—Te amo, Maggie May Young —me susurró.

—Y yo te amo, Clayton Reed —respondí con igual pasión.


Después de que Clay se había ido y volví adentro, mis padres no
discutieron la visita de Clay. Pero sentí el hielo derretirse y sabía que
mientras no necesariamente confiaban en Clay, al menos respetaban de
donde venía.

La cita del sábado por la noche se convirtió en un hecho regular. Era


como si Clay estuviera compensando el tiempo perdido. A veces me llevaba
a cenar. A veces era una película. A veces íbamos de excursión por la tarde
y teníamos un picnic. Otras veces nos encontrábamos con Rachel y con
Daniel e íbamos al centro comercial.

Era todo tan normal. Tan adolescente. Me sentí mejor sabiendo que
Clay estaba tomando su medicación de forma estable. Tenía que tomarlas
a la hora del almuerzo y lo hacía cada día sin fallar. No hacia un
espectáculo de ello, pero nunca lo escondía de mí tampoco.

¿Cómo siquiera conseguimos ser tan suertudos para estar en este


lugar juntos? Era como un sueño. Estaba aterrorizada de que me
despertaría y todo explotaría como una burbuja y Clay estaría ido y yo
estaría sola y todo esto sería nada más que una enorme decepción.

Pero mientras estaba delirantemente feliz, algunas personas, o


debería decir persona no estaba tan emocionada con mi relación. Mi
amistad con Jake se había enfriado de forma considerable. Ida estaba
nuestra fácil charla mientras trabajábamos. De hecho, no habíamos
compartido un turno en casi dos semanas y no podía evitar preguntarme
si había pedido un horario diferente.

Mi corazón dolía un poco con la idea de que cruelmente le había


dado falsas esperanzas; solo para dejarle en un minuto caliente en el
momento que Clay me dio la hora de nuevo. Me sentí como una completa
idiota. Había intentado hablar con Jake, para arreglarlo de alguna manera,
pero o él estaba demasiado cabreado o solo no listo para hablarme. Así que
cualquier intento de hacerme sentir mejor con respecto a él solo tendría
que esperar; si siquiera ocurría en absoluto.

Pero Clay y yo estábamos bastante cerca de la perfección.

Intenté no mirarlo fijamente cuando se sentó en su cama después de


la escuela, dibujando en un cuaderno mientras hacía un intento de
terminar mis deberes. Estaba horriblemente distraída por el hecho de que
su camiseta se había alzado sobre su estómago, revelando piel suave y
músculos dignos de babear.

—Haz los deberes —me regañó con una sonrisa de superioridad. Me


sonrojé al ser pillada. Bajé la mirada a las palabras ilegibles de mi papel e
intente enfocarme.

—Estoy haciendo mis deberes —murmuré, golpeando el lápiz contra


el libro.

La risita ahogada de Clay hizo un nudo en mi estómago. Sí, no


estaba haciendo mis deberes. Cerré mi libro de Historia Americana con un
golpe y me moví a través de la habitación lentamente hasta que estaba al
lado de la cama.

Clay sonrió cuando me senté y me incliné para besar el lado de su


cuello.

—¿En qué estás trabajando? —ronroneé, rozando mi nariz a lo largo


de la unión de su hombro.

—Deberías estar haciendo tu trabajo. Me siento mal por distraerte.

La voz de Clay era ronca cuando empecé a besar la línea de su


mandíbula. Amaba su sabor; salado y dulce al mismo tiempo. Mientras la
parte emocional de nuestra relación se estaba fortaleciendo, los aspectos
físicos habían llegado a una desafortunada parada. No estaba segura de
por qué estábamos colgados. Porque sabía que Clay me deseaba. Podía
sentirlo en la manera en la que me besaba, la forma en la que me sostenía.
Pero era como si estuviera asustado de tomar un paso atrás al lugar que
solía ser tan familiar.

—No te sientas mal. Prefiero estar haciendo esto de todas maneras


—dije, mordiendo suavemente la piel de debajo de su oreja.

Cuando tiré mi pierna sobre él y me monté a horcajadas sobre su


regazo, le sentí debilitarse. ¡Por fin! Casi hice un baile de la victoria pero
entonces fui tragada por algo más por completo. Oh si, eran mis hormonas
arrasando.
Clay arrojó su cuaderno de bocetos a un lado y me sujetó por las
caderas y me empujó contra él, sus dedos clavándose en la piel sensible.
Mi lengua trazó una línea desde el lóbulo de su oreja hasta la esquina de
su boca. Cuando presioné mis labios a los suyos, me volteó sobre mi
espalda y empezó a devorarme literalmente. Nuestros dientes chocaron con
la fuerza de su boca contra la mía y abrí para su lengua.

Clay gimió en el fondo de su garganta cuando mis manos subieron la


parte de atrás de su camiseta, desesperada por sentir su piel desnuda. Y
luego su camisa estaba arriba y sobre su cabeza, aterrizando en el piso.
Corrí mis dedos suavemente sobre las crestas de sus cicatrices sobre su
pecho y se estremeció. Incluso en el calor del momento, no podía evitar
asegurarme de que no tenía nuevos cortes sobre su cuerpo. Estaba
aliviada de tocar solo sus antiguas heridas.

Sus manos siguieron mi ejemplo y empezaron su propia exploración


hasta mi camisa. Esto era lo más lejos que habíamos ido desde que
estuvimos juntos en Carolina del Norte. Con ganas anticipé sentir sus
manos sobre mis pechos y arqueé la espalda cuando finalmente palmeó mi
carne cubierta por el sujetador.

Cuando empezó a rodar mis pezones adoloridos entre su índice y el


pulgar pensé que perdería el control justo allí. Como un hombre poseído,
Clay arrancó mi camisa y mi sujetador en tiempo record. Si hubiera un
record mundial para quitar sujetadores, Clay Reed lo habría roto.

Su boca dejó mis labios y se apegó a mis pechos expectantes. Los


probó y burló con su lengua hasta que empujó un pezón en su boca.

—¡Ahh! —grité, demasiado perdida en el momento como para


preocuparme sobre el hecho de que Ruby estaba en algún lugar de la casa.
Con clase, ¿eh?

Los dedos de Clay encontraron el botón de mis pantalones vaqueros


y con destreza lo desabotonó y bajó la cremallera. Su boca todavía sobre
mi pecho, su mano se deslizó por el frente de mis pantalones, tocándome
sobre mis bragas. Empecé a temblar, mi cabeza echada sobre la almohada
mientras Clay trabajaba mi cuerpo.
Había sido tanto tiempo desde que sentí esto. Completamente
demasiado si me preguntas. No era una de las que se auto complacían por
lo que había sido tristemente desatendida en el frente del orgasmo. Eso
estaba claramente a punto de ser remediado.

—Clay —gemí mientras sus dedos empujaron pasando el límite de


mi ropa interior y encontró mi centro húmedo. En un empuje perfecto,
deslizó su dedo en mi interior y empezó el lento y tortuoso ritmo que me
tuvo desarmada en diez con dos segundos.

Continuó frotando y empujando mientras su boca volvía a la mía y


su lengua cayó en ritmo con su dedo. Tal vez debería estar devolviendo el
favor, pero estaba demasiado cogida en mi aturdimiento orgásmico.

Después de que mi cuerpo se disparara de nuevo solo para venirse


abaja, Clay sacó el dedo, sus labios reduciendo su agresivo asalto a mi
boca. Estaba respirando como si acabara de correr una milla en cuatro
minutos. Mi corazón latía tan rápido que estaba preocupada de que
pudiera desmayarme.

Clay arregló mis bragas y subió la cremallera de mis pantalones.


Luego me empujó a su lado así estaba acunando mi espalda. Me hocicó el
cabello y presionó una mano en mi vientre.

—Eh, vaya. Gracias —dije penosamente.

Clay bufó en mi oído.

—No necesitas agradecerme por eso. Fue mi placer, nena.

Mis dedos de los pies se enroscaron por la manera sensual en la que


expresó el término cariñoso. Quería chillar de placer. Era tan chica a
veces. Una chica chillante, de lazo rosa y brillante. Y ese era un lado de mí
que solo Clay podía sacar.

Mis ojos vieron su descartado bloc de bosquejos y lo acerqué. Me giré


sobre mi espalda y levanté el papel a mi rostro. Mis labios se separaron en
una sonrisa cuando vi el detallado dibujo que Clay había hecho de mi
perfil mientras estaba sentada en su escritorio haciendo los deberes.
—No me veo así, Clay. Tienes una desviación en la forma de verme —
me burlé, tomada por sorpresa como siempre por la profundidad de su
talento. Era realmente un artista asombroso.

Clay besó mi mejilla y llevó su mano para tocar mi nariz.

—No, creo que eres la única que no ve las cosas claramente. Cómo
puedes mirarte en el espejo cada día y no ver la hermosa chica que yo veo,
está más allá de mí.

Sus palabras me hicieron sonrojar. No en vergüenza sino en total y


completa alegría. Un sentimiento al que estaba empezando a volverme
adicta.

Me levanté en mi codo y miré a Clay, que me levantó su ceja.

—Esa mirada me pone nervioso. Me hace preguntar qué está


pasando en esa cabeza tuya —se burló Clay, golpeando en medio de mi
frente.

—Deberías ir a una escuela de arte o algo. Eres realmente bueno.


Deberías ser capaz de entrar en un programa en cualquier lado —dije y
estaba más que un poco desanimada por la manera en la que Clay se
tensó. No habíamos hablado realmente sobre el futuro más allá del hecho
de que queríamos pasarlo juntos.

¿Pero cómo funcionaría cuando saliéramos de la escuela? Había


conseguido mi carta de aceptación de la universidad James Madison
previamente esta semana. Mis padres estaban entusiasmados, Rachel y
Daniel estaban excitados. Pero no le había dicho a Clay todavía.
Mayormente porque estaba aterrorizada de arruinar lo que teníamos
hablando de separación y relaciones a larga distancia.

Clay se sentó y arrojó su cuaderno de bosquejo sobre la mesita de


noche. Estaba oscureciendo y encendió la pequeña lámpara. Podía ver el
estrés que le había causado mi sugerencia. Lo que era ridículo. No había
intentado inflar su ego cuando elogié sus habilidades artísticas. Era
realmente asombroso.

—Así que, ¿qué piensas? —pregunté, acercándome hasta que estaba


sentada a su lado, nuestras piernas presionadas contra las del otro.
—Sí, no sé —dijo Clay de modo cortante, lo que de algún modo me
irritó.

—¿Por qué no lo ves? ¿Qué daño podría hacer? ¿Has pensado


siquiera sobre lo que vas a hacer después de la graduación? ¿Estás
planeando en quedarte aquí con Ruby? ¿O vas a ir a la universidad? —
Sabía que estaba presionando. Pero las preguntas sin contestar entre
nosotros estaban empezando a ahogarme.

Clay apretó los dientes.

—Mira, Maggie. Aprecio lo que estás intentando hacer, pero es que


no sé lo qué voy a hacer. Quiero decir, acabo de salir del maldito
tratamiento. La novia de mi tía fue asesinada en un accidente de auto y
estoy intentado hacer la cosa correcta por Ruby. No he tenido exactamente
el lujo de pensar demasiado sobre mis metas —me dijo con desprecio y
retrocedí un poco, infeliz de ver a este viejo y completamente demasiado
familiar Clay.

—Yo solo… —empecé pero Clay me interrumpió.

—Solo estabas metiendo la nariz donde no deberías. Eso es lo que


estabas haciendo. No quiero hablar sobre ello. ¿Por qué no podemos solo
disfrutar el ahora sin joderlo hablando sobre lo que crees que debería estar
haciendo?

Muy bien, se estaba cabreando y la manera en la que empezó a


pasearse de un lado a otro hacía todo esto demasiado parecido a antes.
Pero a diferencia de antes no empecé a dar marcha atrás ni intenté hacer
esta situación mejor para él. No apacigüé a Clay ni calmé su mente herida.
Esta vez decidí que soltarlo era mejor para él y para mí.

—Bueno, voy a ir a la universidad en tres meses y medio. ¡Tres


meses y medio, Clay! Y no quiero irme sin saber que estás haciendo algo
con tu vida también —dije con firmeza, cruzando mis brazos sobre mi
pecho.

La risa de Clay era oscura y amarga y me hizo encoger.

—No te preocupes por mí, Mags. No interferiré con tu vida.


Conseguirás tu bonito pequeño futuro y no estaré en tu camino —escupió.
Salté a mis pies.

—Suficiente con la autocompasión. Solo estaba intentando señalar


que eres un artista maravilloso y que ese sería un uso constructivo de tus
talentos. Ya sabes, encontrar una carrera haciendo algo que ames. Solo
estaba intentado ser de ayuda —repliqué.

Miré la botella de píldoras marrón sobre su cómoda y la idea pasó


por mi cabeza sobre si estaba tomándoselas o no. Porque el cambio de
humor errático estaba asustándome.

Clay debió haber visto la dirección de mi mirada porque suspiró y


negó.

—¿Vas a empezar a pensar que estoy mintiendo sobre tomar mis


medicinas cada vez que peleamos? —me preguntó con cansancio.

Sentí mis labios empezar a temblar.

—¿Puedes culparme? —pegunté y eso pareció tomar el viento del


enfado de Clay. Sus hombros cayeron y dejó caer la cabeza.

—No, supongo que no puedo —dijo.

Luego el único sonido era nuestra dura respiración. No sabía qué


decir para llevarnos de vuelta a ese hermoso momento que habíamos
compartido minutos antes. El doloroso cambio era desafortunadamente no
inesperado. Eso me hizo más que un poco triste. Quería tanto pasar esto,
pero sabía que teníamos un largo camino por delante.

La cobarde en mí se preguntó si lo tenía en mí resistirlo, montar esta


montaña rusa por tanto tiempo como duraría. Pero esa parte en mi interior
era muy, muy pequeña.

Lentamente me moví hasta que estaba de pie delante de él y levanté


mis manos así mis dedos suavizaban su camino a través de su cabello
espeso y oscuro.

—Supongo que fue la manera con menos tacto de preguntar sobre


nuestro futuro. Siento si salió de mala forma —me disculpé. Porque
realmente lamentaba tomar esta conversación importante y volverme
combativa sobre ella.

Clay sacudió la cabeza.

—No tienes nada por lo que lamentarte. No es como si no hubiera


estado pensando sobre lo que iba a hacer… después. Esa es parte de la
razón por la que me reúno tan malditamente tanto con el estúpido
consejero. El Sr. Hunt está personalmente tratando de moldear mi vida. —
Sonrió con suficiencia, finalmente encontrando mis ojos y sabía que
habíamos terminado con lo más aterradoramente duro.

—¿Oh si? ¿Cómo va eso? —pregunté, mis dedos todavía peinando su


cabello. Sabía que amaba cuando lo hacía y fui recompensada con la
suavidad que empezaba a tomar su rostro.

—Bueno, si no pudiste deducirlo por mi actitud de mierda de hace


unos pocos minutos, la cosa entera es bastante desagradable. No tengo ni
idea de lo que quiero hacer después de graduarme. Desearía tener algún
tipo de plan. Pero simplemente no lo tengo —dijo de forma cansada. Agarré
su nuca y le empujé hacia mis labios, besándole sonoramente.

—Bueno, te ayudaré a descubrirlo. Y podemos asegúranos de que lo


que sea que hagas, nos involucre a ambos —prometí y la pequeña sonrisa
de Clay hizo nuestra discusión de más temprano desaparezca en el fondo.

El sonido del teléfono de Clay rompió el humor; lo agarró y contestó


sin mirar la pantalla para ver quién era.

—¿Hola? —dijo, todavía sonriéndome. Incliné la cabeza a un lado


cuando vi la manera en la que su rostro se volvió inexpresivo—. Eh, no
está bien. No me olvidé.

Clay me lanzó una mirada, lo que me hizo sentir de alguna forma


extraña. ¿Con quién estaba hablando?

—¿Este fin de semana? Claro. No, de verdad. A Ruby no le


importará. Te mandaré un mensaje con la dirección el viernes. —Clay me
miró de nuevo y no pude leer su expresión. Muy bien, así que sonaba
como si alguien estuviera viniendo por una visita. ¿Por qué hacía eso
cambiar su comportamiento por completo?
—Muy bien. Hablaremos entonces, Maria.

—¿Maria? ¿Quién demonios era Maria?

Clay colgó unos pocos segundos después y dejó caer el móvil de


vuelta a su escritorio. Muy bien, Maggie, no te precipites. Espera a que te
explique sobre Maria y porqué estaba viniendo para visitar. No juegues la
parte de la arpía celosa. Más fácil de decir que de hacer.

Clay atascó sus manos en los bolsillos. Claro indicativo ahí amigo,
pensé con maldad.

—¿Maria? —dije con impaciencia, cansada de esperar a que le


crecieran un par de bolas y me diera una explicación.

Clay hizo una mueca, nunca una buena vista.

—Uh, sí. Maria es una amiga mía de Grayson. Está visitando a su


hermano en Alexandria y quiere venir para la noche —dijo.

Una amiga del tratamiento. Muy bien, eso no sonaba tan malo.
¿Entonces por qué Clay estaba actuando tan raro?

—Nunca te he oído mencionar a Maria. ¿Eran cercanos? —pregunté,


mirándole cuidadosamente.

Un punto para Clay, ni una vez alejó la mirada con culpa. Encontró
mis ojos de forma firme y sabía que esta chica, quien sea que fuera, no era
alguna novia que adquirió en el corto tiempo que estuvimos lejos. Aun con
todas las faltas de Clay, no era un infiel. Incluso aunque no habíamos
estado técnicamente juntos mientras estaba en Florida. Pero le conocía lo
suficientemente bien para saber que nunca se habría liado con alguien tan
pronto de haber terminado las cosas conmigo. No estaba hecho de esa
manera.

—Sí, nos volvimos bastante cercanos. Ella y Tayler eran mis más
cercanos amigos ahí. Me sorprendió cuando me llamó hace pocas semanas
y me dijo que había sido liberada. Pero supongo que estaba lista. De
cualquier manera, solo estará aquí un día. Me pidió quedarse por la noche
y espero que este bien contigo —dijo Clay y sabía que si le hubiera dicho
que no lo estaba hubiera llamado a su amiga Maria y le hubiera dicho que
tenía que hacer otros arreglos.

Y esa reconfirmación hizo muy bien en suprimir el comienzo del


ardor de celos en mis tripas.

—Sí, eso está bien. Espero conocerla.

Muy bien, así que estaba mintiendo totalmente. Pero no quería


admitir que esta Maria anónima me alteraba un poco. Mayormente porque
estuvo cerca de mi novio durante un tiempo en el cual yo había sido
dejada fuera por completo y no estaba segura de como procesar esto. Si
hubiera sido un chico no habría pestañeado. Pero una chica… bueno
dejémoslo decir que sabía cuan potente era el efecto de Clay Reed,
habiendo sido víctima yo misma en una base regular.

Las cejas de Clay se alzaron y era obvio que vio justo a través de mi
farsa.

—Seguro que sí —dijo socarrón y sonrió satisfecho—. En el espíritu


de la honestidad total, debería probablemente decirte que Maria estaba un
poco… enamorada de mí mientras estábamos en tratamiento.

Por supuesto que lo estaba. Había estado en tratamiento no en


coma.

—Pero nunca actuó sobre ello y lo hice muy claro que te amaba y no
estaba interesado. Así que nunca ha habido nada más que amistad entre
nosotros —dejó salir en carrerilla. Alcancé y empujé su mano de los
bolsillos de sus pantalones vaqueros, entrelazando nuestros dedos.

—Cálmate, Clay. Te creo. Y mientras tuve un fugaz roce con el


monstruo de ojos verdes, te aseguro que ha terminado. No te estreses
sobre ello —le aseguré. La sonrisa torcida de Clay era impresionante.

—¿Te he dicho recientemente cuanto te amo? —preguntó,


empujando nuestras manos unidas a sus labios y besando el dorso de mi
mano.

—No, en por lo menos cinco minutos. Estás flojeando, Sr. Reed —


bromeé. Él besó mi mano otra vez.
—Te. Amo —dijo, enfatizando cada palabra con un beso mojado en
mi piel.

Di una risita de chica de secundaria y me sonrojé. Sip, era una chica


rosa y centelleante, muy bien. Solo esperaba no tener que transfórmame
en una chica lanzadora de puños, arrancadora de ojos alrededor de esta
Maria. Porque no lo pensaría dos veces en dejar suelto a mi interior She-
Ra si me cabreaba.
-CLAY-
Traducido por Candy27//Corregido por Mais

Maria había estado aquí diez minutos y ya estaba arrepintiéndome


de mi decisión de dejarla quedarse donde Ruby para una noche. Sentí el
cambio en el momento en que se presentó en mi casa el viernes por la
tarde. Podía haber sido la capa de una pulgada de grosor de maquillaje en
su rostro o que su falda apenas cubría su culo. Me sentía como si
estuviera ante un extraño. Esta no era la Maria Cruz de Grayson.

—¡Clay! —chilló cuando abrí la puerta.

Sip, noté que restregó sus tetas contra mi pecho mientras me


apretujaba. Y no estaba ciego al hecho de que se quedó mirando un poco
demasiado tiempo mi boca mientras le daba la bienvenida. No sabía quién
demonios era esta chica, pero no era mi amiga. Se veía y sonaba un
montón como la chica que Maria había estado intentando deshacerse. La
que follaba a cada chico que le daba una pizca de atención. La chica quien
usaba el sexo del mismo modo que yo usaba las drogas y los cortes.

—Hola, Maria —dije, menos entusiasmado, dejándola entrar en casa.

Ruby no estaba en casa, estaba en la tienda, habiéndose empujado a


si misma a mantener la tienda en orden. Estaba contento de que estuviera
saliendo de casa, pero ahora hubiera dado cualquier cosa por la mediación
de Ruby.

Maria tiró de una bolsa de viaje que parecía como si la hubiera


preparado para una maldita semana.
—Aquí, déjame coger eso —ofrecí, cogiéndolo. Jesucristo, ¿Pensaba
que se estaba mudando?

—¿Qué demonios tienes aquí? ¿Bolas de bolos? —gruñí, trayéndola


al salón. Maria soltó una risita, haciendo que mi piel se erizara un poco.

—No, tonto. Una chica necesita muchas opciones de ropa. Y los


zapatos no son ligeros —se burló.

Puse mis ojos en blanco.

—Zapatos. Claro —dije, intentando no estar irritado por el comienzo


de mierda de esta visita.

Estaba instantáneamente en guardia alrededor de Maria y nunca me


había sentido así. Incluso cuando parecía que sentía algo por mí. Siempre
había sido modesta, incluso tímida. Nada como la Maria que estaba en
medio de mi sala, con su escote mostrándose completamente y una mano
en su cadera dándome unos ojos de fóllame.

—¿Cómo ha ido el viaje? —pregunté, intentando encontrar un


camino hacía un territorio más confortable. Las pequeñas conversaciones
estúpidas parecían la manera de hacerlo.

Maria sacó un tubo de pintalabios de su bolso y empezó a


aplicárselo generosamente, restregándolo con el dedo.

—Bien. Encontré algo de tráfico en la circunvalación, pero era de


esperar en un viernes —dijo, encogiéndose de hombros, la acción causó
que su camiseta cayera peligrosamente bajo sobre su hombro. Mierda,
podía ver la parte superior de sus tetas. Esto no era divertido. Maggie
estaría cabreada cuando echara una mirada a Maria. Sabía que se sentía
un poco insegura acerca de mi amistad con Maria. Ella nunca vendría y lo
admitiría, pero conocía lo suficiente bien a mi novia para reconocer los
signos de su autoestima cayendo en picado. No estaba seguro de cómo
manejarlo, porque los sentimientos de Maggie estaban completamente
infundados.

Así que ver a Maria vestida así, haciendo obvio que esta visita era
más de ver el interior de mi habitación que de salir por ahí, esto no irá
sobre ruedas. Y Maggie se supone que estaría aquí en cualquier minuto.
Aparté la mirada e hice un gesto hacía la cocina.

—¿Quieres algo de beber? —pregunté.

Maria sonrió y asintió.

—Claro, estoy muy sedienta —ronroneó, la indirecta era obvia.

Solo ve a través de las próximas veinticuatro horas sin tener que


finalizar una pelea de chicas, pensé para mí mismo. Porque si Maggie no se
ponía furiosa contra esta demasiada sexual Maria, entonces Rachel
definitivamente iba a tener algo que decir.

Necesitaba un importante recordatorio de porque pensé que salir con


Maria, Maggie, Rachel y Daniel era una buena idea. Oh, es verdad, porque
no esperaba que Maria “amiga del sexo” Cruz llegara al umbral de mi casa
como si estuviera tragando profundamente mi pene en su cabeza.

—¿Agua está bien? —pregunté, encendiendo las luces mientras


entrabamos en la cocina.

—Suena perfecto —respondió Maria, haciendo como si fuera su casa


en la mesa de la cocina—. Así que, las cosas parecen buenas desde que
saliste de ahí —dijo, cogiendo el vaso que le di.

—Lo haces sonar como si me hubiera fugado de la cárcel — comenté,


sentándome en frente de ella en la mesa, aunque asegurándome de
guardar una sana distancia. Una que hacía cualquier tipo de contacto
imposible. Sabía que Maria era una sobona de todas maneras, y no sabía
qué esperar con ella actuando así.

Maria rio.

—Bueno, era algo parecido a una prisión, ¿no te parece? —dijo,


tomando un sorbo de agua.

— No realmente. Hay días que desearía poder volver, en realidad —


me encontré a mi mismo admitiendo.

A pesar de lo rara que Maria estaba siendo, había algo tranquilizador


acerca de hablar con alguien que había estado en las trincheras conmigo.
Que a lo mejor ella, de todas las personas, entendería lo difícil de estar
fuera de tratamiento.

O a lo mejor no.

—¡Eso es loco, Clay! Yo nunca volvería ahí. ¡Ni en un millón de años!


—dijo enfáticamente y la miré sorprendido.

No tenía ni idea de que odiara eso tanto. Había tenido siempre la


impresión de que se sentía igual que yo acerca del tratamiento. Era un mal
necesario. Nada que originalmente hubiéramos elegido por nuestra cuenta,
pero algo necesario.

—¿De verdad? ¿No encuentras difícil estar fuera? ¿Intentando pasar


el día? —pregunté.

Maria me miró sin emoción.

—No, Clay. Prefiero mucho más la persona que soy sin la


medicación.

Bien, mierda. Ya no estaba medicada. Eso explica mucho. Maria


había estado con una fuerte medicación antidepresiva. Era más que algo
chocante que hubiera dejado de tomarlas. ¿Pero no había tenido yo
momentos donde pensé acerca de tirarlo todo por el retrete? Maria me
recordaba como de fácil era olvidar por qué los tomé en primer lugar.

Pero una cosa era cierta, Maria era oficialmente una bomba de
relojería y nada que particularmente quisiera alrededor de Maggie y sus
amigos. Pero estaba atascado ahora. Solo tenía que templar la situación lo
máximo posible.

—¿Cuánto tiempo has estado sin medicación, Maria? —pregunté


suavemente.

Golpeteó su mano contra la mesa en agitación, claramente no


gustándole mi pregunta.

—No lo sé, un tiempo. ¿Por qué importa de todas formas? ¿Tú no


continúas tomando esa mierda, no? —se burló. Vaya, está bien.
—Sip, continúo. Particularmente no me apetece tener una visita con
una camisa de fuerza, definitivamente —dije impertinentemente. Maria
puso sus ojos en blanco.

—No seas como una reina del drama, Clay. Mírame, estoy bien. —
Extendió sus brazos como si eso probara su punto.

—No pareces estar bien, Maria. De hecho, te ves lo mas lejos de bien
que he visto nunca —le dije firmemente. Sus ojos se agrandaron y abrió su
boca conmocionada con mi franca evaluación. Antes de que pudiera
responder, escuché el timbre de la puerta y gemí interiormente.

Aquí vamos, pensé.

—Aguarda un segundo. Esa es Maggie —le dije a Maria, cuya boca


se tensó con la mención de mi novia.

—Bien, vamos, déjame conocer a la famosa Maggie —dijo Maria,


excesivamente alegre, siguiéndome al recibidor.

Había esperado tener un momento a solas con Maggie para


prepararla para mi buena y vieja amiga del tratamiento. Demasiado para
eso. Tiempo de presenciar el choque de trenes que va a pasar, y solo
esperaba como el infierno poder arreglarlo todo luego.

Maggie estaba de pie en mi escalera de entrada pareciendo lo


completamente opuesto de Maria en cada forma que contaba. Vestía
pantalones vaqueros que le quedaban perfectos y un jersey de manga larga
de algodón que no enseñaba una excesiva cantidad de piel pero que hacía
que mi boca se hiciera agua al mismo tiempo. Su cabello marrón largo
hasta los hombros estaba puesto hacía atrás en una cola de caballo y no
llevaba maquillaje. Era preciosa.

—Hola, nena —dije con genuina felicidad de verla.

La empujé hacia mis brazos y la besé en la boca, amando el sabor de


su pintalabios de cereza. El sonido de Maria aclarándose la garganta hizo
que Maggie se fuera para atrás, pareciendo algo avergonzada por nuestra
muestra publica de afecto.
En el momento en el que vio a Maria y su modelito de chica de la
calle, sabía que iba a oír acerca de eso más tarde. Sus ojos se ampliaron
un poco y dio a Maria un rápido vistazo otra vez. No era algo que hubiera
visto en Maggie antes, pero podía ver como de insegura estaba con la
presencia de Maria en mi casa.

—Hola, soy Maggie —dijo educadamente, extendiendo la mano para


que Maria la cogiera. Maria se rio.

—¿Qué tenemos, cincuenta? ¿Quién sacude la mano? —dijo Maria


sarcásticamente. Maggie se tensó y dejó caer la mano.

—¿Las personas que tienen el suficiente juicio de no ser


irrespetuosos con alguien que acaban de conocer? —declaró Maggie,
ladeando la cabeza y dándole a Maria una sonrisa que era ambas
absolutamente empalagosa y llena de una bofetada de zorra
condescendiente.

Maria resopló, se giró en sus tacones y caminó de vuelta a la sala.


Maggie estrechó sus ojos hacía mí.

—¿Qué demonios es eso? —susurró airadamente.

—¡No tengo ni puñetera idea! Ella no es nada a como era en


Grayson. Pero tiene una historia de… problemas sexuales. Así que no se —
respondí débilmente. Maggie estaba de pie allí echando humo.

—¿Y la Señorita Fóllame Por Favor se está quedando esta noche bajo
el mismo techo que tú? Sip, ¡me siento genial acerca de eso, Clay! —siseó
Maggie, intentando mantener su voz baja.

La acompañé a dentro de la casa y cerré la puerta detrás de ella.

—No tienes nada de qué preocuparte —le dije, agarrando su mano.

Maggie suspiró.

—No es por ti por lo que me preocupo. Esa zorra tienes sus garras
fuera y está preparada para hundirlas en tu carne. Así que mejor estate
alerta —advirtió, pisoteando hacía la sala, donde Maria estaba zapeando a
través de los canales de televisión.
Teníamos alrededor de veinte minutos antes de reunirnos con
Rachel y Daniel para cenar. Y probaron ser los veinte minutos más largos
de la historia de la incomodidad.

Maggie intentó hablar con Maria pero la otra chica no estaba


colaborando. Maria dirigía toda la atención hacía mí y me sentía como un
hueso siendo luchado por dos perros. Sabía que esto probablemente era el
sueño hecho realidad de otros chicos, tener dos chicas guapas luchando
por él. Pero no me sentía afortunado. Solo deseaba poder sacar el culo de
Maria de mi casa y pretender que esta horrible noche nunca había pasado.

Pero no podía. Incluso si quisiera, no era un tonto.

Cuando Maggie se excusó para ir al baño me volví hacía Maria.

—¿Qué puto problema tienes? —pregunté airadamente.

María pudo comprobar que estaba enfadado e hizo un intento de


bajar en nivel de mala onda.

—Lo siento, no pretendía ser una niña mimada. Supongo que solo
estaba acostumbrada a tener toda tu atención para mí misma cuando
estábamos en Grayson, simplemente no me gusta compartir.

Su respuesta me sacó de balance. Y si no hubiera estado seguro


antes, seguramente lo sabría ahora, que Maria había desarrollado una
insana atracción por mí.

—Mira, Maria, te recuerdo lo que te dije en Grayson, somos amigos,


solo amigos. Maggie es a quien amo. Si no puedes estar en mi casa y ser
respetuosa con mi novia, entonces lo siento, te tengo que pedir que te
vayas —le dije firmemente.

Y justo así, la gatita vampira sexy se rompió y pude empezar a ver a


Maria, mi amiga, debajo.

—Lo siento, Clay. Pararé. Tienes razón, estoy siendo grosera —dijo.

Cuando Maggie volvió del baño, Maria hizo un esfuerzo por hablar
con ella. Maggie parecía sorprendida, pero siguió con ello y sentí como si
fuera un signo de que a lo mejor esta crisis se había evitado. Vamos solo a
poner un tic por desilusiones en mi lista de locuras.

*~*~*~*
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que sea hora de irnos? —
preguntó Maria.

Miré la hora en mi teléfono.

—Diez minutos o algo así —dije.

—Me voy a cambiar —dijo Maria, de repente siendo autoconsciente.

—La habitación de invitados está arriba, la primera puerta a la


derecha. El baño esta al final del pasillo —le dije.

Maria cogió su bolsa y nos dio a Maggie y a mí una pequeña sonrisa


antes de alcanzar las escaleras.

—Ella es…. Algo —dijo Maggie en una fingida cortesía. Suspiré


hondo y me senté en el sofá.

—Lo siento por lo de antes. No sé cuál es su problema —repliqué


cansadamente, deseando ya que la noche se hubiera acabado.

Maggie resopló y se sentó al lado mío, poniendo su cabeza en mi


hombro.

—A ella le gustas, Clay. No es tan difícil averiguarlo. Entre la ropa de


zorra y la mirada furiosa de odio que estoy teniendo desde que aparecí,
pienso que es bastante obvio —dijo Maggie.

No dije nada. No había ningún punto. No quería intentar explicar el


problema de Maria con el subidón por follar ahora mismo.

Maria reapareció unos cuantos minutos después, esta vez vestida


con unos simples vaqueros y una blusa roja. Se había quitado la mayor
parte del maquillaje y estaba aliviado de verla más como ella misma.
—Muy bien, damas. Vamos a llevar este espectáculo a la carretera —
dije, agarrando mis llaves. Maria y Maggie me siguieron fuera hasta mi
auto.

—Puedes ir en frente, Maria —ofreció Maggie magnánimamente.

Maria le dio las gracias y subió al frente conmigo. Le di a Maggie un


beso de agradecimiento en los labios y fui al asiento del conductor.

—¿No te importa? —preguntó Maria, enredando con la radio.

Me encogí de hombros y casi echo para atrás mi aceptación cuando


Maria cogió una estación de rap y subió el volumen. Me encontré con los
ojos de Maggie en el retrovisor y me sacó la lengua.

Sonreí y giré hacia la calle principal de Davidson.

—Vaya, es tan pequeño —comentó Maria, mirando por la ventana


mientras conducíamos, pasando la fila de tiendas que se alineaban en el
centro de la ciudad—. ¿Cómo no pierden la cabeza? —se burló.

—Empujar vacas12 y destilar moonshine13 en el tiempo libre —


replicó Maggie débilmente y Maria parpadeó con confusión, como si tratara
de figurarse si Maggie estaba siendo seria o no. El sarcasmo de Maggie era
algo que tomaba un tiempo acostumbrarse, eso seguro.

Entramos en el restaurante local y me di cuenta de que la camioneta


de Daniel ya estaba aparcada.

—Lugares como este me hacen ganar diez libras. Que súper —se
quejó Maria e intenté no irritarme con su quejido. ¿Cómo no había notado

12
Cow tipping, una actividad que literalmente consiste en buscar vacas sueltas y
empujarlas hasta hacerlas caer, se considera una leyenda urbana porque se asocia
a las personas de los pueblos, pero no se practica normalmente.

13
El moonshine es un alcohol de muy alta graduación, de destilación casera, e
ilegal, que se asocia a los pueblos.
nunca este menos que atractivo lado de mi amiga durante todos los meses
que habíamos estado juntos?

—Está bien; la media americana es de diez a quince libras de exceso


de peso de todas formas. Tú justo encajarías en la media de la población
general —bromeó Maggie deslizándose fuera del auto después de que yo le
abra la puerta.

Le lancé una mirada y ella me la devolvió con ojos abiertos


inocentemente. Maggie claramente no había olvidado la mala onda de
Maria de antes. Esta noche tenía genial escrito encima. Obviamente estaba
controlando mi propio nivel de sarcasmo esta noche.

Encontramos a Rachel y a Daniel sentados en una esquina y nos


dirigimos hacia ellos.

—Rico —ronroneó Maria, notando a Daniel. Maggie se tensó al


lado de ella.

—Sí y está muy atrapado —advirtió, sobrepasando a Maria así


podía deslizarse en el reservado a lado de Daniel.

Maria sonrió como un gato rondando y yo gemí interiormente por


centésima vez desde que ella apareció.

—¡Hola, chicos! Les tomó bastante tiempo —se burló Rachel,


dándome una sonrisa.

Rachel y yo definitivamente nos habíamos convertido en algo


cercano a amigos. Ella era una chica genial y sabía que hacía feliz a
Maggie que nos lleváramos bien.

—Hola, esta es Maria Cruz, mi amiga de Florida. Maria esta es


Rachel Bradfield y Daniel Lowe. —Moví mi mano entre ellos en
introducción. Rachel le dio a Maria una gran sonrisa.

—¡Hola, Maria! Encantada de conocerte —dijo ella, inclinándose


en mí mientras hablaba. Maria sonrió apretadamente.
—¿Les apetece una peli de chicos esta noche? Ya he tenido mi
cupo de peli de chicas antes —dijo Daniel, cogiendo algunos menús y
pasándolos a todo el mundo.

—Me apetece cualquier cosa —dijo Maria, batiendo sus pestañas.

Daniel la miró como si tuviera tres cabezas y Rachel intentó


cubrir su risa. Maggie apretó los dientes y yo solo quería cubrir mi
rostro con las manos y pretender que esta noche no estaba pasando.

—Muy bien entonces, voto por quitar la mierda. Rachel no tiene


permitido sugerir esa película acerca de dos mejores amigos donde uno
de ellos tiene cáncer. No he traído suficientes pañuelos de papel para
esa mierda —soltó Daniel. Maggie golpeó su brazo.

—¡Alerta de spoiler idiota! ¡Quería verla! —Daniel rio y esquivó


otro golpe.

Rachel puso los ojos en blanco y se giró de vuelta a Maria.

—Así que, Maria, ¿eres de Florida? ¿Ibas a la escuela con Clay?

Ah, mierda. Claramente los amigos de Maggie no tenían ni idea


del hecho de que conocía a Maria por el centro de tratamiento.

Maria me disparó una mirada antes de contestar.

—No exactamente. Era un paciente en el Centro Grayson


mientras Clay estaba allí. Teníamos un montón de grupos juntos —
respondió, no tímida en lo más mínimo acerca de anunciar a unos
completos extraños que había estado en una instalación psiquiátrica
por tres meses.

Rachel empalideció y parecía avergonzada.

—Oh, eso está bien —tartamudeó, mirando hacia otro lado.

Maria, pareciendo gozar de la mortificación de Rachel, y


continuó:

—Sip, no estaba allí por intentar matarme como nuestro buen


amigo, Clay, aquí. Yo tenía el mal hábito de follarme todo lo que se
movía. Por supuesto eso era por mi abusivo padre de mierda. Así que
considérame el estereotipo de zorra con un caso grave de problemas
paternos.

Me atraganté con mi refresco y la palidez de Rachel fue a un


brillante rojo.

—Baja el ritmo, Maria —solté en voz baja.

Maria rio disimuladamente y miró hacia su menú. Parecía muy


contenta consigo misma.

—¿Así que cuánto tiempo durará tu visita? —preguntó Maggie,


obviamente queriendo saber cuánto tiempo estaríamos con la
fantástica personalidad de Maria.

—Solo por esta noche. Tengo que dirigirme a Alexandria por la


mañana. Mi hermano vive ahí y se supone que tengo que estar con él
unos cuantos días antes de volar de vuelta a Florida. Pero pienso que
me gusta Virginia. Puede que extienda mi estancia. —Maria me sonrió
y yo aparté la mirada.

Sip, eso era la última cosa que necesitaba.

El camarero vino y tomó nuestras órdenes. Maria se quejó sobre


la comida grasienta en el menú y le tomó una eternidad para
finalmente decidirse por una ensalada.

Mientras esperábamos nuestra comida, Rachel hizo una


tentativa de una pequeña charla. Preguntó a Maria sobre Florida.
Maria le dio respuestas pequeñas y de una palabra. Después de varias
conversaciones imposibles, Rachel se rindió y se sentó tranquilamente
bebiendo su batido. Daniel y Maggie estaban enganchados en su
propia discusión sobre futbol.

—¿Pensé que ibas a intentar ser agradable? ¡Suficiente con el


acto de Cruella Deville! —susurré. Maria estrechó los ojos hacia mí
pero no dijo nada.

Una vez que nuestra comida llegó, todo el mundo pareció estar
en completo acuerdo e inhalamos nuestra comida. Nadie parecía
particularmente entusiasta perdiendo el tiempo sentados aquí en un
incomodo silencio. Maggie parecía enfadada y no la culpaba. Maria
estaba causando algún gran drama y estaría dándole mi opinión acerca
de esto más tarde. Maria sin medicación no era particularmente
agradable. Y era capaz de ver esto por primera vez, como de horrible
debió ser estar alrededor de mí cuando me negaba a tomar mi
medicación.

Me sentía como la mierda por poner a Maggie, Ruby y a Lisa en


eso durante tanto tiempo.

Daniel y Rachel nos siguieron al cine en la siguiente ciudad.


Maggie ni siquiera intentó hablar con Maria, la línea en la arena estaba
dibujada y ninguna chica iba a dar un paso. Estas dos definitivamente
no estaban destinadas a ser mejores amigas pronto.

Maria estaba actuando como una novia celosa. Y mi actual novia


simplemente me estaba ignorando. Súper jodidamente fantástico.

Compré entradas para Maggie y para mí mismo. A lo mejor


debería haberme ofrecido a pagar por Maria pero en este punto, no
quería darle ninguna idea. Mientras Maggie iba al baño y Maria iba a
por algunas palomitas, Rachel y yo esperamos por Daniel, quien estaba
hablando con unos cuantos chicos de la escuela.

—¿Así que estuviste en tratamiento con Maria? —preguntó


Rachel.

Bajé la mirada hacia la chica mucho más baja y parecía bastante


incómoda. No teníamos el tipo de relación que permitía conversaciones
profundas. Y nunca había contemplado hablar acerca de mi tiempo en
Florida con ella.

—Sip —respondí brevemente. Rachel movió el pie por el suelo.

—No quiero sonar grosera ni nada, pero, ¿qué le pasa? Ella


parece, no sé, rara supongo. —Eso era el eufemismo del año.

Miré hacia el baño de chicas, esperando que Maggie saliera y me


salvara de esta conversación. No tenía semejante suerte.
—Ella no está tomando su medicación para empezar. No tenía ni
idea de que estaba así cuando le dije que podía venir de visita. Maria
no era así en el tratamiento. Confía en mí; yo nunca habría sido amiga
de alguien que actúa del modo en el que ella está actuando esta noche.
Es en realidad una buena chica. Una chica con problemas. Pero
buena, en el fondo —me encontré defendiendo a Maria.

Rachel se mordió el labio, pensativa.

—Te creo. Simplemente molesta que no esté cuidando de sí


misma. Puedo decir que probablemente es bastante genial debajo de
todo lo demás. —Rachel me sorprendió con su astucia.

—Sí, lo es. Siento mucho todo esto —dije. Rachel me dio una
sonrisa.

—No te disculpes. Está bien. Solo lo siento por Maggie. Oculta su


inseguridad muy bien, pero sé que todo esto la está molestando —dijo
Rachel, encontrándose con mis ojos.

—Ambos tenemos algunos problemas que poner en orden con


todo el asunto de los celos, supongo —dije.

Rachel y yo nos quedamos de pie tranquilamente y noté a una


chica con un largo cabello rubio aproximándose a Daniel y poniendo su
mano en su brazo. Los chicos con los que estaba hablando
intercambiaron miradas y me pregunté qué demonios era aquello y por
qué Rachel no estaba yendo hacia ahí y arrancándole a la otra chica el
cabello.

Rachel los estaba viendo y parecía un poco tensa, pero no se


movió.

—¿Quién es? —pregunté, señalando a la chica. Daniel se había


movido deliberadamente lejos de ella y parecía extremadamente infeliz
con la chica intentando tocarle.

—Esa es Kylie Good —explicó Rachel y ahora todo tenía sentido.


La ex novia de Daniel intentó hablar de algo con él pero él no estaba
por ello. Se dio la vuelta hacia los chicos y dijo algo, su espalda contra
Kylie en un claro rechazo.
—¿Eso no te molesta? ¿Ver a otra chica coquetear con él así? —
pregunté, francamente curioso de saber cómo estaba parada mirando.

Mierda, si esos fueran Maggie y Jack estaría perdiendo


jodidamente la cabeza ahora mismo. Estaba más que impresionado con
el autocontrol de Rachel.

Rachel se encogió de hombros.

—Me molesta. Pero no hay ningún motivo en enfadarse por eso.


Daniel no está interesado en Kylie. Ella puede jugar sus estúpidos
juegos y no cambiará el hecho de que está conmigo. ¿Así que cuál es el
punto de estar celoso? O confías en alguien o no.

Mi mandíbula cayó abierta en incredulidad.

—Hombre, podría usar algo de tu lógica la próxima vez que los


ojos de Jake follen a mi novia —bromeé, pero era absolutamente serio.
Esperaba que pudiera llegar donde estaba Rachel. Simplemente no
sabía si tenía en mí ahora mismo estar tan racional.

Rachel puso su mano en mi brazo.

—No tienes de qué preocuparte en lo que a Jack concierne.


Maggie ha tenido siempre ojos solo para ti. Esa mierda celosa es acerca
de ti, no de ella —dijo sabiamente. Y me preguntaba si mi compañía de
seguro debería pagarla a ella en vez de a Shaemus. Esta chica era
sabia.

Maria se nos unió entonces, una bebida y una caja de milk duds
en sus manos.

—Pensé que no comías comida basura, Maria —comenté. Maria


sonrió avergonzada.

—Ah, bueno ya sabes. Cuando estás de vacaciones… —dijo.

Maggie salió del baño y Daniel volvió a nuestro grupo, sin decir
nada más a Kylie. Rachel tenía razón en no preocuparse por Daniel,
ese chico estaba tan pillado, si no estuviera igual con Maggie, le estaría
dando mierda sobre ello.
Después de la película, llevé a Maggie y a Maria de vuelta a mi
casa. Ruby estaba en casa así que nos sentamos con ella y vimos la
televisión un rato. La frialdad de Maggie se descongeló un poco una vez
que estuvo alrededor de mi tía. Ruby parecía más como su vieja ella.
Hablaba acerca de cosas de la tienda e incluso sacó las cartas de Tarot
para darle una lectura a Maria.

Cuando fue la hora de que Maggie se fuera, dejé a Maria con


Ruby y caminé con ella hacia su auto. Maria había dicho adiós pero
nada más.

—Mags, lo siento acerca de Maria esta tarde. Sé que esto ha


tenido que ser duro para ti —dije una vez que llegamos al auto.

—Bueno un día en Disney World no ha sido, pero eso no es tu


culpa. Solo no me gusta irme, sabiendo que estará bajo el mismo techo
que tú toda la noche. Podría intentar trepar a tu cama mientras estás
durmiendo o algo —se burló, pero podía decir que estaba apenas
conteniendo sus celos.

La empujé a mis brazos.

—Si ella hace esa mierda, le patearé el culo. Amiga o no. Solo hay
una chica permitida en mi cama.

La besé profundamente, sintiendo instantáneo alivio cuando


abrió sus labios y dejé que mi lengua se deslizara dentro de su boca.
Mi mano serpenteó hacia arriba por su espalda y se enredó en su
cabello.

—Lo siento si no he sido Miss Molly Sunshine. Supongo que


podía haber intentado más por ser agradable —dijo Maggie después de
separarse. La abracé más fuerte contra mi pecho.

—Fuiste perfecta, siempre lo eres —le aseguré y ella resopló.

—Y tú eres ridículo. Pero gracias. Te veré mañana.

Maggie me dio otro beso y esperé hasta que su auto


desapareciera antes de regresar a la casa.
Ruby se había ido a la cama y Maria estaba hojeando una
revista.

—¿La novia se ha ido? —preguntó sin alzar la mirada.

—Sí, Maggie se ha ido. Y te lo voy a decir ahora mismo, Maria, tu


comportamiento esta noche fue totalmente una puta mierda. No me
importan las razones que tuvieras, no vienes a mi casa, a mi ciudad,
alrededor de mis amigos y actúas como una zorra. Esta persona que
veo ahora mismo, no es la Maria de la que me hice amigo en Grayson
—le dije sintiendo que me estaba enfadando.

Maria dejó caer la revista encima de la mesa.

—Lo sé. Pero ser quien era en Grayson no funciona para mí aquí
fuera. Quien soy ahora no sale herida. Hace sus propias reglas. Es de
la única manera en que puedo sobrevivir —admitió suavemente, su
rostro estaba más abierto y vulnerable de lo que había visto desde que
había llegado.

Me senté al lado de ella en el sofá.

—Sí, pero al menos estabas siendo honesta contigo misma


mientras estabas en Grayson. Este acto de soy-una-zorra-no-jodas-
conmigo solo te dejará miserable y sola. Debo saberlo. He gastado
demasiado tiempo empujando a la gente fuera —dije, viendo mucho de
mí mismo en la chica que se sentaba al lado mío.

Su fragilidad cubierta por ese duro desafío era completamente


demasiado familiar.

—Y necesitas volver a tomar tu medicación —le dije severamente


y ella puso los ojos en blanco hacía el techo.

—Dios, Clay, no eres mi padre. Porque si lo fueras, no estarías


dando una mierda por nada de lo que hiciera.

Maria intentó esconder las lágrimas de sus ojos mirando hacia


otro lado.
—Realmente somos un par jodido, tú y yo. Con muchos
problemas de Mami y Papi y un montón de auto odio. Estás yendo a un
mal lugar. Puedo verlo; he estado ahí suficientes veces por mí mismo.

Odiaba ver a mi amiga así y estaba desafortunadamente


desencadenando algo más en mí.

Un recuerdo de cuanto había retorcido mi propia vida. De la


persona que seguía siendo ahí dentro. Y sentía el bastante familiar
dolor en mis tripas. Maria no respondió. No sabía si era porque la
había hecho pensar acerca de su comportamiento o porque solo se
había callado.

—Estoy cansada, me voy a la cama. Tengo que levantarme e irme


pronto. Así que te veré por la mañana —dijo abruptamente,
levantándose.

Y fui dejado en la estela de todo, sintiendo como si hubiera


estado cara a cara con una persona que se parecía más a mí de lo que
me gustaría admitir.
-CLAY-
Traducido por 3lik@ & Eglasi & Manati5b//Corregido por Mais

Maria se fue a la mañana siguiente sin decir adiós. No hubo ni una llamada
telefónica, una nota, nada. Le envié un mensaje, solo para asegurarme de que
hubiera llegado segura a Alexandria, pero nunca respondió. Una semana después
no había oído de ella. Pensé en buscarla, pero al final decidí no hacerlo.

Shaemus acordó que tenía que dejarlo. Cuando llevé el tema de la alocada
visita de Maria durante nuestra siguiente reunión, dijo que lo mejor era dejarlo ir.
Habíamos procesado cómo había sido provocado por el comportamiento errático
de Maria y había puesto en duda mi propia estabilidad mental. La verdad era que
había visto mucho de mí mismo en Maria Cruz. Era como mirarse en uno de esos
espejos raros de la casa de la risa. Esa visión distorsionada de quién era yo.

La escuela comenzó con rumbo fijo hacia la graduación y me sentí como si


fuera a toda velocidad hacia un destino desconocido. No estaba más cerca de
saber qué diablos iba a hacer con mi vida de lo que nunca lo fue. Maggie y sus
amigos estaban entusiasmados con la universidad. Daniel había llegado a aceptar
a la VCU y Rachel se iría a la Universidad de Richmond. Ellos estarían menos de
quince minutos de distancia.

Maggie había intentado en numerosas ocasiones sacar el tema de la


universidad pero yo me hacía de oídos sordos cada vez. Me sentí como si todo el
mundo estuviera pasando a toda velocidad más allá de mí y me estaba quedando
cada vez más atrás. No estaba seguro de que estuviera listo para la universidad y
todo lo que implicaba y Maggie no contemplaría un futuro influenciado por algo
más.

Nos amábamos tanto, pero sentí como si estuviéramos empezando en dos


direcciones muy diferentes. Todos los días sentía el peso aplastante de mi miedo
y la ansiedad. No podía respirar, no podía pensar. Solo quería que el dulce olvido
del dolor físico o una jeringa llena de drogas para olvidar. La necesidad era todo
en lo que podía pensar.

Shaemus insistió que empezara a ir a las reuniones de Anónimos


Narcóticos. Podía ver lo cerca que iba a venir una recaída. Lo sabía demasiado,
pero una parte sádica de mí disfrutaba en ella. Ansias del colapso total. Porque
ahora mismo no podía manejar el esfuerzo de trabajar a través de una vida
normal. Estaba completamente fuera de mi alcance.

Y fingir que estaba resultando era casi imposible.

Maggie podía ver que algo andaba mal. Ella me enfrentaba y no podía
negarlo. Quería decirle que no tenía nada de qué preocuparse, pero estaba más
allá de mentirle. Si no podía darle el futuro que quería, podría al menos ser
honesto.

Incluso si le restaba importancia aunque sea un poco.

—Tal vez podríamos ir a visitar a Piedmont Community College. He oído que


tienen un excelente programa de arte. Ya sabes, solo para echar un vistazo. No
tienes que tomar una decisión —Maggie sugirió mientras nos sentábamos en su
patio trasero una tarde de domingo.

Hacía calor, el comienzo del verano a un poco más de un mes de distancia.


Estábamos a la mitad de mayo y solo deseaba poder compartir su entusiasmo por
la graduación. Pero parecía vislumbrarse en frente de mí como una señal de
advertencia, precaución, camino desigual adelante.

—Sí, tal vez —dije despectivamente, sabiendo que no haría tal cosa.

La brecha había sido insertada firmemente entre nosotros y no estaba


seguro de qué hacer para dejarlo pasar. O si lo quería. Maggie continuó viniendo
a terapia cada dos semanadas. Y yo estaba tratando toda la cosa de
comunicación saludable, pero podía admitir que estaba comenzando a sentir
como si todo fuera una jodida pérdida de tiempo.

¿Por qué continuaría pidiéndole poner energía en algo que no tenía la


esperanza de avanzar? Ella iría a la universidad y yo ¿qué haría? ¿Trabajar en
Bubbles por siete dólares la hora hasta sentir que acabé con todo solo para
escapar de la miseria en la que se había convertido mi vida?

¿Por qué no podía simplemente complacer a Maggie? Quién sabe ¿tal vez
podría verme a mí mismo en una de esas universidades y el camino se abriría
para mí? Pero mis pensamientos de autodefensa eran demasiados ruidosos en mi
cabeza. Ya no eran las subidas y bajadas de la manía, solo el constante zumbido
del pesimismo y la paranoia que hacían más difícil enfocarte en algo más.

Shaemus nuevamente trajo a colación el hecho de que podía regresar a


Grayson. Que una estadía prolongada en las instalaciones podría ser
extremadamente beneficiosa para mí. Me rebelé contra el pensamiento; sintiendo
como si regresar a ese punto fuera un enorme fracaso. No es que estuviera
haciendo un gran trabajo en cualquier otro lugar de mi vida.

Además, financieramente no podía permitírmelo. Grayson era un lugar


aislado y muy costoso. Mis padres me habían abandonado completamente. No
había recibido nada de dinero de su parte en el momento en que salí del centro.
No estaba seguro si mi madre había estado en contacto con Ruby y si lo había
tenido, no sabía de eso. Era como si no existiera para ellos. Su negligencia
emocional era tanto liberadora como abrumadora.

—Vamos, Clay. No te matará ir en el tour. Quién sabe, incluso tal vez te


guste —dijo Maggie tranquilamente, recargándose sobre sus codos en medio de
su patio.

Levanté la mirada de mi bloc de dibujo. Estaba dibujando el nido de pájaros


que se encontraba en la esquina del jardín. No era el mejor tema para dibujar
pero mantenía mis manos ocupadas. Y lo necesitaba para mantenerme ocupado
de la dirección que estaban tomando mis pensamientos últimamente.

El sol era caliente y podía ver el sudor en el cuello de Maggie. Realmente era
perfecta de muchas maneras. Era un jodido estúpido por no apoderarme del
futuro que me estaba ofreciendo. ¿No era esto lo que quería? ¿La posibilidad de
una vida con ella? ¿Por qué la idea me asustaba hasta la muerte?

Había estado haciendo todo bien. Tomando mis medicamentos, yendo a


terapia, siendo el chico responsable y consiguiendo un empleo para contribuir
financieramente a la casa. Había avanzado en cada maldito paso y aquí seguía,
aún atascado en la misma jodida mierda de mi mente que me mantenía atrapado.

—No lo sé, Maggie. Solo no quiero pensar en eso ahora mismo —dije
concisamente, cansado de hablar de eso. Maggie era como un cachorro con un
hueso y no se daría por vencida tan fácilmente.

—Clay, debes comenzar a pensar en eso. La graduación es en menos de un


mes. El tiempo límite para aplicar en Piedmont es la siguiente semana para el
semestre de otoño —dijo y le lancé una mirada. Se encogió de hombros—. He
estado investigando ¿está bien? Pero en serio, ¿por qué ni siquiera podemos
hablar de eso? Me siento como si no trataras de resolver las cosas —agregó
frustrada, lo cual me hizo estallar.

Cerré mi bloc y me puse de pie, limpiando la hierba de mis pantalones


cortos.

—Te dije que no quiero hablar de eso, Maggie. Sé que quieres que me lance
a la universidad, consiga una camisa de entrenamiento y toda esa mierda, pero
solo no puedo. No sé lo que sucederá con Ruby. Demonios, no sé lo que está
pasando conmigo. Solo por favor, retrocede. —Prácticamente estaba gritando en
el momento en que terminé y Maggie solo me miraba.

Maldita sea, estaba siendo un imbécil otra vez. Maggie bajó la mirada a sus
manos.

—Lo estás haciendo otra vez. Me estás dejando fuera. Incluso cuando
prometiste no hacerlo —dijo en voz baja y eso solo me hizo sentir más mal. Me
senté nuevamente a su lado y tomé su mano.

—Lo siento. Realmente. Solo me asusta demasiado hablar sobre los planes
de mi futuro. Porque apenas puedo planear el mañana y mucho menos el resto de
mi vida —respondí honestamente.

Su mano se sacudió ligeramente sobre la mía y traté de tranquilizarla con


mi toque. Moví mi mano hasta su brazo y me incliné para besarla detrás de su
oreja, su lugar favorito.

Se alejó, aún sin mirarme.

—¿Sigues tomándolos? —susurró y me congelé. Oh, joder, no. No regresaría


ahí. Sentí la ira recorrerme como el fuego en un bosque y dejé caer mi mano de
su piel.

—¿En serio me estás preguntando eso? ¿Qué demonios, Maggie? —


pregunté, tratando de controlar las horrendas emociones que comenzaban a
flotar en la superficie.

—Es solo que has estado tan distante y apagado últimamente. Solo quería
asegurarme —respondió, su voz quebrándose. Estaba confundido entre sentirme
horrible por ser objeto de sus dudas o estar magníficamente cabreado por su falta
de confianza.

—Las estoy tomando, te dije que nunca haría eso otra vez y estoy trabajando
duro en mantener esas promesas. Dame un poco de jodido crédito —dije
duramente. ¿Tendríamos esta discusión el resto de nuestras vidas? ¿Alguna vez
sería capaz de confiar en que lo estaba intentando? Lógicamente entendía de
dónde venían sus dudas pero eso no dejaba de dolerme.

—Sé que lo haces, Clay. Lo siento —dijo Maggie, aún sin mirarme.
Estábamos estancados en esa situación y sabía que si permanecíamos ahí, solo
se deterioraría más.

—Me voy a ir. No quiero hacer esto ahora mismo. Te llamaré más tarde. —La
besé en la mejilla y me preparé para irme.

—Solo piensa en el tour, Clay. Quiero que seas feliz, eso es todo —dijo antes
de que me fuera. Algo de ira se disipó mientras me veía con sinceridad. Pero no
había más que decir.

Estaba de un humor terrible cuando llegué a casa. No quería nada más que
ir a mi habitación, poner algo de música y encontrar una manera de limpiar
todos los malos sentimientos. Las únicas maneras de hacerlo no eran buenas. E
incluso aunque sabía que debía poner en práctica mis habilidades de
afrontamiento saludables, simplemente no aparecían a diferencia de cómo lo
hacían las que no lo eran.

—Clay, estás en casa temprano —dijo Ruby, sobresaltándome.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que ni siquiera me había dado


cuenta que estaba en casa. Se la pasaba la mayoría de los días en la tienda.
Mientras me alegraba que estuviera saliendo de casa y tratando de seguir con su
vida, me preocupaba que en su lugar estuviera evitando trabajar en su duelo.

—Hola. Sí, estaba tratando de tomar una siesta —dije, solo queriendo que
me dejara solo en mi habitación.

—¿Tienes un minuto? Iba a hablar contigo esta noche pero ya que estás
aquí no tiene sentido posponerlo. Ven a la cocina, prepararé algo de té. —Ruby
señaló el pasillo y todo lo que pude hacer fue seguirla.

Ruby y su jodido té. No estaba seguro del número de hierbas que me haría
ingerir esta vez. Pero observarla moverse alrededor de la habitación, me daba
cuenta de que estaba nerviosa. ¿De qué demonios tendría que estar nerviosa? Su
nerviosismo me hacía estar al borde.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté y ella me indicó que tomara asiento.


Cuando finalmente colocó una taza de quién sabe qué cosa en frente de mí,
se sentó y me lazó una mirada que hizo que mi corazón se acelerar. Se veía triste
y preocupada. Y eso no me gustaba nada.

—Entonces, ¿qué pasa? —pregunté, tratando de sonar calmado.

Me sorprendió cuando tomó un sobre de una pila de cartas y lo deslizó hacia


mí. Levanté una ceja cuestionando.

—¿Qué es esto? —pregunté.

—Solo ábrelo y te lo explicaré —me instó y lo hice.

Lentamente levanté la lengüeta y saqué lo que había dentro. Parecía un


talonario de cheques. Lo abrí y casi me atraganto.

—Ruby, esto es mucho dinero. ¿Dónde conseguiste todo esto? —pregunté,


completamente sorprendido.

Ruby tomó un sorbo de su té antes de responder.

—Es el seguro de vida de Lisa. Llegó hace unos días. Así que fui a abrir una
cuenta compartida. El dinero es tuyo, Clay. Haz lo que quieras con él. Puedes
usarlo para ir a la escuela, viajar o lo que quieras. Yo solo quiero que lo tengas.
Lisa hubiera querido que lo tuvieras.

Di la vuelta a los cheques, viendo mi nombre y el de Ruby en la cima. Esto


era increíble. Traté de regresárselos a ella.

—No puedo aceptar esto, Ruby. Necesitas el dinero más que yo. Lisa hubiera
querido que tú lo usaras. En serio, me siento mal de tomarlo —dije.

Ruby tomó mis manos y presionó el pequeño talonario azul en mi palma.

—Esto no está en discusión, Clayton. Necesitas esto. Eres un joven brillante


con el mundo a tus pies. Esto solo significa que puedes conseguir ir a donde
quieras. Tus padres son incompetentes y sabes que te dejaron de apoyarte. No
quiero que inicies el siguiente capítulo de tu vida con preocupaciones. Haz esto
por mí, así tu vieja tía no se preocupará sobre cómo lo estarás pasando. Siempre
te he amado como si fueras mío. Lisa también lo hizo. Eres el hijo que nunca
tuvimos. Hiciste nuestra vida…

—¿Miserable? No me jodas, Ruby. Fui una jodida pesadilla cuando viví con
ustedes. Cómo puedes decir algo diferente está más allá de mí —murmuré
alrededor del nudo en mi garganta.
Ruby cerró sus manos alrededor del talonario.

—Clay, hiciste que nuestra vida fuera completa. Nos diste un propósito.
Amarte y cuidarte ha sido mi más grande felicidad. Lisa vio en ti al chico
increíble, complicado y talentoso que eres. No le lances este regalo directo a su
cara. Utiliza el dinero y haz algo con tu vida. Te lo mereces —dijo empáticamente.

Mierda, iba a llorar. ¿Todo esto era por una pequeña mujer que me puso en
mis rodillas tan rápido? Ella fue directa hacia la yugular y yo no pude resistirme.

—Gracias, Ruby. Yo solo… no sé qué decir. —Mi voz se quebró e intenté no


llorar como una mariquita. Pero no había estado esperando esto. Era
tan…abrumador.

—Lo que sea por ti Clay. Lo que sea. Pero hay otra cosa que necesito decirte
—dijo ella, y pude detectar un temor en su voz. Se veía nerviosa otra vez—. Estoy
vendiendo la casa y la tienda. Ya he tenido a un agente de bienes raíces aquí y
empezado el papeleo. Es muy difícil permanecer aquí. No necesito una casa para
mantener mis recuerdos y solo pienso que sería más fácil seguir con mi vida si no
me sintiera ahogándome en el dolor que siento aquí —agregó, lágrimas cayendo
por su rostro.

Sentí como si hubiera sido golpeado en mi cara por un dos por cuatro.
¿Ruby estaba vendiendo la casa? ¿Estaba deshaciéndose de la tienda? Sentí
como si estuviera cayendo en picada sin paracaídas. Mi mundo acababa de salir
de debajo y estaba en caída libre.

—¿Qué? ¿A dónde iras? —exigí.

Ruby me soltó la mano y se sentó en su silla, recogiendo su taza y


sosteniéndola entre sus palmas.

—Estaba pensando en volver a Florida. Lisa y yo habíamos estado hablando


de retirarnos en Key West y creo que allí es donde quiero ir. Solo tengo que dejar
Davidson. Me siento como si me estuviera sofocando. Solía ser muy feliz aquí.
Pero ahora, solo veo fantasmas —sollozó y supe que probablemente debería
consolarla. Pero estaba demasiado ocupado volviéndome loco.

Ruby estaba vendiendo la casa. Estaba dejándome. La única persona en mi


familia que nunca me había abandonado, estaba dejándome detrás. Ese pequeño
niño dentro de mí se hizo una bola y empezó a gritar. ¿Cómo podía hacerme esto
a mí?

—¿Qué hay de mí? —dije con voz rasposa, mi voz se había ido.
El rostro de Ruby se arrugó y empezó a llorar en serio.

—Mi querido Clay. No me iré hasta que decidas que es lo que vas a hacer.
Yo no te haría eso. Pero por favor, entiende que necesito hacer esto. No puedo…
¡seguir adelante! Si voy a vivir esta vida sin Lisa, ¡solo no puedo estar aquí! —Mi
fiable tía estaba jodidamente incumpliéndome.

Me puse de pie tan abruptamente que golpeé la silla en el piso.

—Bueno, parece que lo que yo tenga que decir al respecto realmente no


importa, ¿no es así? —dije fríamente. Tal vez estaba siendo injusto, pero no podía
pensar mucho más allá de la agitación en mi cabeza.

Ruby estaba dejándome. Maggie estaba dejándome. Todos estaban


dejándome. Porque, ¿quién podría amar a alguien que estaba completamente
torcido?

¿Cómo pude haber pensado que era posible que tuviera una vida normal?
Solo estaba destinado para la soledad y el dolor. Eso era todo lo que merecía.

Ruby se apresuró a mi lado, su cuerpo sacudiéndose con la fuerza de sus


sollozos.

—Clay, puedes venir conmigo a Florida si quieres. ¡No quiero que sientas
que te estoy dejando! ¡Nunca haría eso! —imploró ella, pero yo ya no la
escuchaba.

La empujé y tomé las llaves de mi auto. Sin otra palabra, salí, sin saber a
dónde diablos iba. Parte de mí quería irse antes de alguien pudiera dejarme.
Odiaba a Ruby por hacerme esto a mí cuando ya me sentía vulnerable. Se
suponía que ella era mi roca. Bueno mi roca se estaba desmoronando.

Seguí manejando, sin saber a dónde ir. Así que me sorprendí cuando detuve
mi auto en un césped familiar. Tomé mi celular y caminé por el sendero muy
gastado por el bosque. Atravesando a través de los árboles, tomé la vista del
hueco de agua natural. Era media tarde y hacía calor, pero no había nadie aquí.

Me senté en una de las rocas y empecé a mirar el agua. Giraba mi celular


una y otra vez en mis manos, preguntándome si debería llamar a Shaemus. O al
Dr. Todd. Sabía que estaba en mi punto de quiebre. Pero no hice la llamada. Solo
me senté allí, sintiendo el entumecimiento emocional filtrándose en mi cuerpo.
Abandonado, solo, sin amor. Las palabras rebotaban en mi cabeza hasta
que fue todo lo que oía. Solo corta todo. Un corte y te sentirás mejor. La voz en mi
cabeza había crecido más y más y era difícil de ignorar.

Nadie se preocupa por ti. Estarás mejor si estás muerto.

Feo, palabras deshonestas que se velaban a sí mismo en verdades.

Mi teléfono empezó a sonar en mi mano y bajé la mirada para ver el nombre


de Maggie brillar en la pantalla. Golpeé ignorar y apagué mi teléfono. Volver a
Davidson había sido un colosal error. Había sido un idiota para pensar que
podría ser cualquier otra cosa. En todo caso, me enseñó que mi vida ya no
pertenecía aquí. Con esta gente que no me quería. Corrió como un nudo por mi
cerebro. No pertenecía. Nadie me quería. Me estaba derrumbando.

—Pensé que te encontraría aquí. —Alcé la mirada hacia ese sonido de la voz
que quebraba a través de mi diatriba. Maggie pisando a través de los arbustos
bajos y haciendo su camino hacia mí.

—Supongo que debería encontrar un mejor lugar para estar solo, si soy tan
fácil de encontrar —dije sarcásticamente. Ella no me quiere. Ella me dejaría. Todo
el mundo me deja.

—Siempre seré capaz de encontrarte —prometió ella, saltando hacia la roca


y sentándose a mi lado.

No podía mirarla, no cuando me sentía de la forma en que me sentía.


Reconocía los principios de mi muy real colapso. Y Maggie, era un gran
disparador para mí, podría hacerse mucho peor.

Ella no me tocó, como si pudiera sentir que sería malo hacerlo.

—Ruby llamó —dijo en explicación.

—¿Oh sí? ¿Así que es por eso que vienes galopando al rescate? —pregunté
desagradablemente. No sé por qué la estaba atacando verbalmente, excepto que
estaba herido, ella estaba aquí y siempre había tomado mi mierda sin quejarse.
No era justo para ella, pero era un patrón que obviamente aún no habíamos roto.

—Bueno, diciendo eso, solo confirmas que entonces necesitas ser rescatado
—observó y no lo reconocí.

Suspiró pesadamente y aún me rehusaba a mirarla. Porque mirarla seria mi


perdición y ya estaba colgando del borde, mis dedos se deslizaban uno a la vez.
—Entonces, Ruby está vendiendo la casa —dijo. Yo asentí.

—Sip, por lo que me han dicho —sonaba amargado. Bueno, a quien jodidos
le importaba. Estaba amargado.

—Y tú estás sintiendo que ella te está dejando.

¿Qué demonios pasaba con la marca del análisis?

—¡Vaya! ¿Puedes leerme como un libro, no? ¿Por qué no me dices todo sobre
mi jodida cabeza Dr. Joven? —escupí, sintiéndome enojado, bruto y listo para
derribar a todos y a cualquiera que estuviera a mi alrededor.

Maggie se quedó en silencio otra vez, claramente sorprendida por mi ataque


verbal.

—Te sientes como herido. O usado. ¿No es así? —preguntó después de unos
minutos de silencio.

Mis hombros se aflojaron, y solo me sentí cansado.

—No lo sé. Sí. No. Ahora solo estoy hecho un desastre. Probablemente
deberías irte. Hemos estado ahí hacienda eso y tú no necesitas el asiento de
primera fila —dije con rabia, deseando por una vez que me dejara en el infierno.
¿Por qué insistía en conducir esta chatarra de tren conmigo?

—No voy a ningún lado. Porque nadie te está abandonando. La gente puede
seguir adelante y vivir sus vidas, pero eso no significa que tú ya no eres parte de
ella. Te amo Clay. Ruby te ama. Porque tú Clay, vales ese amor. Te lo mereces.
Todo él. Y Ruby y yo solo queremos que encuentres un lugar donde estés bien y
sano. Puedes enojarte conmigo, decirme que me vaya. Pero ninguna vez te he
dado la espalda y no voy a empezar ahora —me dijo, colocando sus manos en las
mías por primera vez.

Sus dedos tomaron mi barbilla y empujaron mi rostro para verla. La visión


de ella en mi confundido estado era como encender una cerilla. Y me perdí.
Jodidamente lo perdí. Empecé a llorar y no pude detenerme. No sé exactamente
por qué estaba llorando, excepto que todo lo que estaba reprimido dentro de mí
se derramó.

Siempre creí que era irreversible. Que no podía esperar que otros me
amaran cuando ni siquiera yo me amaba a mí mismo. Pero las palabras de
Maggie me golpearon en un momento cuando necesitaba desesperadamente
escucharlas. Necesitaba creer que ella tenía razón, que yo valía.
Porque estaba tan enojado conmigo mismo en este momento. Esta había
sido mi oportunidad de hacer las cosas bien. Dejar Grayson había sido mi nueva
oportunidad de vida y yo lo había arruinado. Me había engañado a mí mismo
haciéndome creer que estaba listo para todo esto. Incluso con las terapias y las
medicinas, no podía hacer esto.

Así que lloré por el hombre que no podía ser. Al menos no ahora. Y sentí que
de alguna manera había sido transportado de nuevo a hace cinco meses cuando
me había hecho esta misma realización. Solo que entonces había venido con
consecuencias mucho más duras.

Esta vez, no lo rompí. No pude pensar en alguna manera de terminar las


cosas, así nunca tendría que sentirme de esta manera otra vez. En su lugar, me
aferré a mi novia. La persona que siempre había sido mi luz en las sombras y
quien me continuaba amando incluso en mi peor momento. Que me recordó que
todos merecemos amor, incluso yo.

—Está bien Clay. Lo vamos a resolver. Juntos —canturreó con mi cabeza


enterrada en la suave piel de su cuello. Juntos. Esa era una palabra con la que
podía vivir.

*~*~*~*
No sé cuánto tiempo estuve hundido en ese hueco de agua. Pero sentí que
estar allí con Maggie, llorando como un niño, era extrañamente catártico. Para
cuando regresamos con Ruby, estaba oscuro. Estaba más cansado de lo que
alguna vez pudiera recordar. Pero esta maldad dentro de mí afortunadamente
estaba quieta. Y no pude evitar sentir como que si hubiera girado un tipo de
esquina. Se me había dado la oportunidad de tomar una decisión y estaba
orgulloso de no haber tomado la que acaba conmigo en sangre.

Maggie me siguió en su auto. Sabía que había espantado la mierda en ella,


pero no lo demostró. Era solo que yo la conocía tan bien que podía ver el terror en
sus ojos. Sabía cuán difícil era para ella verme de esa forma, peligrosamente
cerca de ese borde al cual había caído antes. Sin saber si iba a llevarla de vuelta
por ese camino oscuro de nuevo.
Desearía poder decir que nunca haría eso. Pero la verdad era, que no estaba
seguro y ahí yacía el quid del problema. Los últimos dos meses y medio habían
sido más como un tiempo en espera. Estaba existiendo, pensando que estaba
haciendo progresos, pero en realidad tenía un largo camino por recorrer.

En el camino a casa, finalmente tomé mi decisión acerca de mi futuro. Sabía


que no era el que todos querían que hiciera, pero era mío. Yo lo había decidido.
Yo. Y sentí una medida de orgullo en eso.

Ruby estaba yendo de un lado a otro por la sala cuando Maggie y yo


entramos a través de la puerta.

—¡Clay! —dijo, corriendo hacia mí. Estaba envuelto en sus perfumados


brazos de pachulí14 y me sentí culpable por haberla preocupado.

Maggie se detuvo en la puerta hasta que Ruby le hizo un gesto a nuestro


abrazo. Mi tía nos sostuvo a ambos, llorando y gimoteando.

—Si no quieres que venda la casa, no lo haré. Clay, lo siento tanto, no tenía
idea de que significaba tanto para ti —dijo Ruby a través de sus lágrimas de alivio
que yo estuviera en casa y en una pieza. Sin amenazas de auto-mutilaciones. Sin
drogas y alcohol inducidor de borracheras. Esos eran los temores de Maggie y
Ruby cuando yo me perdía así. Y eso hizo que mi decisión que había hecho en el
auto fuera más clara.

Di un paso fuera del encierro de Ruby.

—No Ruby. No puedes tomar una decisión basada en mí. Soy un adulto, no
un niño. No debí haber salido así. No fue mi intención asustarte. —Besé la cima
de su cabeza encanecida—. Si necesitas vender la casa y tienda, entonces lo
haces. Necesitas hacer lo que es correcto para ti —le aseguré. Maggie envolvió su
brazo alrededor de mi cintura y yo me recliné en su cuerpo.

—Pero si esto te hace infeliz, no puedo estar bien con eso —argumentó Ruby
y yo levanté mi mano, deteniéndola.

—Siempre has hecho lo que es bueno para mí, para Lisa, para la tienda. Es
hora de que hagas lo que es bueno para ti.

Y me di cuenta de que realmente lo decía en serio. No quitaba el dolor y el


profundamente arraigado miedo de que estuviera siendo abandonado, pero
sintiendo el brazo de Maggie rodeándome, sabía que iba a estar bien.

Pequeña planta cuya esencia es fuerte e intensa.


14
Miré hacia mi novia, quien me miraba con lágrimas en los ojos. ¿Habría
alguna vez un día cuando no la hiciera llorar? Utilicé la yema de mi pulgar para
limpiar la humedad en sus mejillas. Pero ella tenía razón. Estábamos en esto
juntos. Y eso hizo que todo estuviera bien.
-MAGGIE-
Traducido por Wan_TT18//Corregido por Mais

Cinco días más y sería oficialmente una graduada de secundaria.


Había terminado mi examen de literatura Inglesa y estaba lista para
empezar mi último fin de semana como estudiante de secundaria. La
sensación era agridulce. Era una mezcla confusa de emoción y miedo.

Mis padres me habían llevado hasta JMU hace dos semanas durante
un recorrido por el campus. Llené el montón de papeles y lo presenté. Las
cosas se pusieron en marcha y me sentí como que todo iba como se
suponía que era.

Bueno, la mayoría de las cosas.

Clay había cambiado. Se podría pensar que me había acostumbrado


a la multitud de las fluctuaciones de Clayton Reed. Lo había visto en su
más alta y la más baja y por cada faceta en el medio. Había amado el Clay
en medio de su manía y me había encantado el Clay que había tratado de
acabar con todo.

Y entonces había amado el Clay que había llegado de nuevo a mí,


determinado a ser mejor hombre y hacer una vida para nosotros dos
juntos, sin importar de qué modo.

Y amaba este nuevo Clay también. Pero la más reciente encarnación


de Clay Reed me ponía nerviosa. Lo que era un poco de tonto. No se estaba
volviendo loco. No estaba enojado y defensivo. Él no era anormalmente feliz
y tratando desesperadamente de hacer las cosas en su mundo funcionar.
No, él solamente estaba... contenido. Pacífico, incluso. Al igual como
si hubiera llegado a un acuerdo con algo que él no me estaba dejando ver.
Yo no había sido capaz de ir a la terapia desde antes de su colapso en la
piscina. Mi horario había sido tan caótico con la pista de encuentro y
estudiar para los exámenes y prepararme para la universidad, que no
había habido tiempo para ello. Clay estaba de acuerdo con eso. Continuó
yendo a sus sesiones dos veces por semana.

Continuamos pasando tiempo juntos tanto como fue posible, pero no


había un sitio de paso bajo corriente ahora en el que pudiera poner mi
dedo. Encontraría a Clay mirándome a veces, parecería como si estuviera
tratando de encontrar una manera de decir algo. Pero el momento pasaría
y continuaríamos como si no hubiera notado la extraña mirada en sus
ojos.

No había planteado la universidad comunitaria de nuevo y Clay


tampoco. Él me había hablado de la gran cantidad de dinero que Ruby le
había dado. Cuando yo había preguntado con delicadeza lo que pensaba
hacer con él, no había sido capaz de darme una respuesta directa. Pero
algo me decía que no incluía la universidad. Solamente deseaba saber
cuáles eran sus planes, pero después de su reacción extrema a cualquiera
y todas las preguntas en ese sentido, había intentado dar marcha atrás y
solamente esperaba que lo compartiera conmigo cuando estuviera listo.

—¡Hola cumpleañera! —Rachel chilló, corriendo hacia mí mientras


estaba limpiando mi armario. Me reí mientras se lanzaba hacia mí,
abrazándome tan fuerte como pudo.

—Eh, tú. Me gustaría reanudar mi capacidad de respirar, Rach —


dije mientras me apretó. Ella me soltó con una contagiosa sonrisa radiante
hacia mí.

—¡Tengo regalos! ¡Tantos regalos! ¡No puedo esperar a dártelos!

A menudo pensaba que Rachel conseguía más entusiasmados con


los cumpleaños de la gente que con el de ella misma. La sacudí en el
brazo.
—No es necesario que gastes dinero en mí. No necesito nada — me
quejé, no me gustaba que mi amiga usará el efectivo atado de sus cheques
de pago en mí. No cuando sabía que tenía que ahorrar para la universidad.

—Ay, no seas ridícula. ¡Por supuesto que tengo que gastar en mi


mejor amiga con los regalos en su cumpleaños! Es como una regla escrita
de amistad o algo —protestó y no me molesté en discutir. No había
discusión con Rachel sobre algunas cosas. Y todas las cosas relacionadas
con el cumpleaños eran sin duda una de esas cosas.

Me froté en la curita que cubría la parte inferior de mi muñeca y no


pudo evitar sonreír. Picaba como loco, pero fue una molestia que podía
manejar.

—¡No puedo creer que realmente lo hicieras. ¡Y que tu padre te llevó


a conseguirlo! ¡Eres una chica dura, Mags! —Rachel comentó, sacudiendo
la cabeza.

La semana pasada, mi padre me había levantado muy temprano el


sábado y me llevó a la tienda de tatuajes en el pueblo de al lado. Había
conseguido la runa, Uruz, tal como lo había querido. Mi padre le había
gustado lo que representaba y reconoció que era pequeña y de buen gusto.
"Siempre y cuando no te pongas una rosa en tus parte superior del brazo o
mamá en tus nudillos, estoy bien con ello", había dicho cuando le había
mencionado la idea.

Uruz representa la curación y el coraje. Eran cualidades que


necesitaba recordar y me gustaba tener algo que lo simboliza en mi piel.

—¡Entonces, tu madre dijo que estuviéramos en tu casa a las seis


para la extravagante cena de cumpleaños! ¡Estaré llevando mis famosos
tres quesos y salsa de frijoles! —dijo emocionada como si los problemas del
mundo se pudieran resolver con queso y salsa de frijoles.

—Suena bien. Seremos solamente a ti, Danny y Clay. Nada salvaje o


loco —le dije, esperando calmarla un poco. No tenía ningún sentido que
ella tuviera grandes esperanzas por una loca fiesta que no iba a pasar.

Rachel me dio una mirada divertida.


—Sí, está bien. Bueno, tengo que ir a trabajar. ¡Nos vemos esta
noche! —dijo, corriendo por el pasillo.

—¡Dios, Mags, algo podría estar enterrado allí! ¿Alguna vez limpias
esa cosa? —Miré por encima del hombro y sonreí cuando vi a Clay
mirando en mi casillero. Me di vuelta para darle un abrazo y me apoyé
sobre mis puntillas para besar sus labios antes de volver a la tarea en
cuestión.

—No es tan malo —dije en defensa fingida. Clay metió la mano y tiró
de una hoja de papel hacia la parte inferior, enviando la mitad del
contenido de mi casillero a toda velocidad al suelo—. Así se hace,
escurridizo —murmuré sarcásticamente, disparándole una mirada
mientras me arrodillaba para recoger todo.

Clay se puso en cuclillas a mi lado y recogió la mayor parte de la


basura, arrojándola en la papelera de reciclaje.

—Lo siento, no pude verte en el almuerzo. Estaba atrapado en una


última reunión con el Sr. Hunt. —Clay puso los ojos en blanco.

El Sr. Hunt, el orientador, parecía pensar que Clay era su proyecto


favorito. El hombre mayor estaba determinado hacer a Clay lo que él
consideraba que es un estudiante de secundaria productivo. Nunca le
admitiría esto a mi novio, pero secretamente deseaba que algo de lo que el
señor Hunt empujaba hacia abajo por su garganta se le pegara y se diera
cuenta de que la universidad y la planificación de su futuro no eran tales
cosas malas.

Clay besó un lado de mi cuello, haciéndome temblar.

—No pude pasar el almuerzo con la cumpleañera, es totalmente


inexcusable —dijo con voz ronca en mi oído. Maldición, él podría
convertirme en puré sin pestañear. Era como un diablillo, un regalo del
mal y uno que me gustaba manejar con frecuencia, para mi disfrute y, a
veces vergüenza absoluta.

—El día es joven, puedes recompensarlo —le contesté, tratando de


parecer seductora pero teniendo la sensación de que simplemente sonaba
como si tragara una rana mugidora. No estaba hecho para ser sensual.
—Eso es. ¿Tengo que llevar algo para la cena de esta noche? —
preguntó mientras pasaba mi mano a través del casillero por última vez,
sacando los pocos trozos de papel todavía en el interior y tirándolos a la
basura.

—No lo creo; mamá y papá parecen tenerlo cubierto.

Cerré el casillero de golpe y recogí mi mochila y botella de agua. Clay


echó el brazo por mis hombros y sentí la misma oleada de calor que
siempre experimentaba cuando nos tocábamos. Me pregunté si alguna vez
se iría. Sinceramente esperaba que no.

Me subí en el auto de Clay. Todavía estaba sin ruedas y me había


olvidado de la mortificación de conducir el comprador del ultramarinos por
el momento. Yo tenía un novio con un dulce viaje, así que opté por tomar
ventaja de eso. Abrí la guantera y la consola central.

—¿Qué estás haciendo? —Clay rio, mirándome buscar debajo de mi


asiento.

—Buscando mi regalo de cumpleaños —dejé escapar, llegando con


las manos vacías.

—Bueno, bebé, no lo encontrará aquí. Por lo que bien podrías darte


por vencida —bromeó, sonriendo mientras me sentaba atrás con el ceño
fruncido.

—Bien. Simplemente déjame en suspenso. Eres muy cruel, Clayton


Reed —me quejé, aunque no estaba molesta en lo más mínimo con él.

Lo que Clay había conseguido para mí era alto secreto. Y ninguna


cantidad de persuasión (se podría pensar que sacarle la camisa le habría
hecho el clic, pero él era más fuerte de lo que yo creí) le haría renunciar a
sus bienes. También sabía que no lo había compartido con cualquiera de
mis amigos porque Rachel, sobre todo, nunca habría sido capaz de
mantenerlo en secreto.

Clay me llevó a mi casa, riéndose de mis intentos de conseguir que


derramara el gran secreto. Me deslicé a través del auto y presioné mis
pechos en su brazo.
—Vamos, sabes que me quieres decir —ronroneé en su oído,
tomando su lóbulo entre los dientes y dándole un tirón. Clay gimió en la
parte posterior de su garganta.

—Realmente no juegas limpio, ¿verdad? —se quejó justo antes de


salir del auto. Tenía que prepararme en su asiento; de lo contrario habría
plantado cara con la rapidez de su salida. El tipo no se movería ni una
pulgada. ¿Quién podía resistir la tentación de los pechos? Estaba
empezando a sospechar que un cyborg se había apoderado de su cuerpo.

—Date prisa y cámbiate, quiero ir a nadar antes de que llueva. —


Clay golpeó mi trasero y me reí mientras corría a la casa. Mis padres ya
estaban en casa y asomé la cabeza en la cocina para saludarlos dos.

—Clay y yo vamos a nadar en el agujero. Estaremos de vuelta antes


de la cena —dije, robando un palo de zanahoria que mamá había colocado
en una bandeja. Ella golpeó mi mano.

—Está bien. Solamente recuerda llevar tu protector solar, está


iluminado por ahí hoy en día —dijo ella y yo puse mis ojos en blanco. No
importaba que hoy fuera legalmente una adulta; ella siempre me trataría
como si tuviera cuatro.

Clay entró detrás de mí y saludó a mis padres. Ellos respondieron de


la misma forma y yo los dejé que charlaran mientras iba arriba para tomar
el traje. Fue increíble lo relajados que mis padres se habían convertido con
Clay. Yo sabía que aún albergaban cierta desconfianza hacia él, pero él
había recorrido un largo camino probarse a sí mismo a ellos. Si bien,
todavía veía sus luchas diarias, mis padres fueron finalmente entendiendo
que era una buena persona y que realmente me amaba y quería lo mejor
para mí. Y si algo podría ablandar sus corazones endurecidos, era eso.

Cuando regresé de la planta baja, mi madre y Clay se reían por algo


que mi padre estaba diciendo. Uno de sus horribles chistes, sin duda.

—Estoy lista —dije, enlazando mi brazo al de Clay y tirando de él


fuera de la cocina.

—La traeré de vuelta antes de las seis —dijo a mis padres que le
dieron las gracias antes de que pudiera sacarlo de la casa.
—Date prisa; tenemos dos horas y media para estar solamente
nosotros. No quiero perder ni un minuto de ello —insté, corriendo hacia el
auto. Solo nos llevó diez minutos para parar en la hierba alta. Otro cinco
antes de que estuviéramos en el agua.

Me di cuenta, mientras observaba a Clay sacándose sus zapatos de


un tirón y pantalones cortos, dejando al descubierto su torso, que siempre
regresábamos aquí. Estos árboles, el agua, habían sido testigo de una gran
cantidad de la montaña rusa de Clay y Maggie. Sin importar que fuera
bueno o malo, gravitábamos hacia este espacio como si fuera el único
punto solamente para nosotros.

Una vez más, nos quedamos solos. En el último año, había


encontrado que cada vez menos personas utilizaban el viejo hueco de
agua, elegían la piscina pública en su lugar. Pocos niños pequeños,
incluso sabían de su existencia, por lo que se sentía aún más como que no
pertenecía a los dos.

Clay me tiró en el agua y yo di un grito de sorpresa. Me tragué una


bocanada de agua del río.

—¡Me lo vas a pagar por eso! —grité, sumergiéndome bajo el agua y


tirando de sus pies de debajo de él. No podía permanecer de pie en la parte
inferior y cayó al suelo. Riendo, me agarró y me sumergió de nuevo.

Esto se prolongó durante bastante tiempo, recordándome tanto de la


primera vez que lo había llevado hasta allí, hace más de ocho meses. Era
increíble lo mucho que había cambiado, pero aún seguía siendo el mismo.
Éramos dos niños, que habíamos pasado por el fuego, magullados y
quemados por ello, pero aún en marcha.

—¡Me rindo! ¡No más! —Levanté las manos en derrota.

Clay nadó hacia mí y me tomó en sus brazos y me llevó fuera del


agua. Había puesto una colcha en el suelo y sacó dos toallas de su bolsa.
Envolviéndome en una, me dio una palmadita hacia abajo hasta que mis
extremidades estuvieran secas.

—¿Tienes hambre? —preguntó, sacando una bolsa de aperitivos.


—Claro —le respondí, tratando de alcanzar unas patatas fritas y una
bebida.

—Así que, después de esto, ¿deseas ir a comprar algo de tabaco de


mascar y un juego de chicas? ¿Qué tal unos billetes de lotería? — Clay
sugirió y me sonrió.

—Voy a pasar de todo lo anterior. Aunque me registré para votar


hace unas semanas. ¡Yey para mí! —Lancé el puño en el aire y tomé un
trago de agua.

—No hay que subestimar el valor del deber cívico, Maggie —se burló
de mí y fui a darle un puñetazo en el brazo.

Me agarró la mano y me dio un tirón, tirando de mí en su regazo. Se


me cayó la bolsa de patatas fritas en el suelo mientras choqué mi pecho
contra el suyo.

Nuestras narices frotaban una contra la otra y él sonrió mientras me


di cuenta de lo cerca que estaba, presionada contra él. Todavía estaba
envuelta en la toalla, por lo que Clay la movió lentamente hacia arriba y la
deslizó de mis hombros, los dedos arrastrándose por mi espalda para
quedarse en mi cadera.

—Feliz cumpleaños, Mags —exhaló mientras sus manos agarraron


mi piel, sus pulgares jugando con la tira de mi parte inferior del bikini. De
repente estaba al tanto de lo solos que estábamos y sabía que tenía que
sacar provecho de esta situación antes de que se escapara de mi alcance.

Clay había estado manteniendo la intimidad física a distancia.


Trataba de entender sus motivos, pero en su mayoría me dejaba muy
insatisfecha y más que un poco rechazada. Pero al sentirlo endurecerse
debajo de mí, sabía instintivamente que no se detendría esta vez.

Terminé con mis brazos detrás de su cuello y me apoyé contra él,


nuestras bocas furtivamente se tocaron. Mis manos se zambulleron en su
espeso cabello, mojado y le di un pequeño tirón, haciéndole reír debajo de
mis labios.

—Jugando brusco, ¿eh? —bromeó y le di a su cabello otro tirón.


Sus dientes mordieron mi labio inferior y me retorcí en su regazo.
Había tan poca tela entre nosotros y su erección era muy evidente. Las
manos de Clay se acercaron a mis lados, haciéndome estremecer.

—¿Es esto lo que quieres para tu cumpleaños, Maggie? —me


preguntó sin aliento.

Envolví mis piernas alrededor de su cintura y me balanceé


suavemente a mí misma contra él, haciendo que sus ojos se cerraran y su
cabeza cayera de nuevo.

—¿Qué opinas? —pregunté, besando la parte inferior de su


mandíbula.

La cabeza de Clay se movió con arrebato y agarró mi rostro y me


llevó, casi más o menos, a su boca, donde me atacó como un náufrago.
Nuestros labios y lenguas trabajaron furiosamente el uno al otro.

Mis manos no podían tocar lo suficiente de él. Mis dedos se clavaron


en su espalda mientras tiraba de mi parte superior del bikini abajo y
acunó mis pechos. Gemí en voz alta y comencé a mecerme contra él de
nuevo. La fricción entre mis piernas era increíble.

—Mi Dios, Maggie, te necesito tanto —soltó en una casi angustiosa


tortura. Sonaba estrangulado y con miedo, pero tan desesperado por mí
que no podía hacer nada más que cumplir.

Con dedos temblorosos, Clay aflojó el lazo alrededor del cuello del
bikini, que cayó rápidamente a mi cintura. Sus manos estaban de vuelta
en mis pechos, frotando y amasando hasta que sentí que empezaba a
construirse hacia una inevitable explosión.

Empujé sus hombros hasta que yacía de espaldas, estando aún a


horcajadas sobre él. Él hizo un trabajo rápido en mis partes inferiores
hasta que estaba completamente desnuda encima de él. Se echó hacia
atrás, con la cabeza apoyada en el suelo y alzó la vista hacia mí con tal
adoración que hizo que mi corazón se apretara dolorosamente y mis
pulmones se exprimieran con fuerza. ¿Qué había hecho para merecer este
tipo de amor?
De repente recordé a Rachel diciéndome después que los padres de
Clay habían llegado a la ciudad y quemado todo su mundo, que nuestro
amor no era uno que ella querría. Había acordado en ese momento, tan
abrumada por el dolor y la devastación que había sido un efecto
secundario constante de amarlo no hace mucho tiempo.

Bajando la mirada hacia Clay, su cabello negro peinado hacia atrás,


sus ojos irradiando calidez y dedicación, sabía que ahora, este amor que
me había llevado a lo más alto y las más bajas profundidades, que me
había aterrorizado y me había llenado de esperanza. Este amor entre
nosotros era algo que quería sentir por el resto de mi vida.

—Te amo —susurré, con lágrimas en los ojos. Clay extendió la mano
y acunó mi rostro en su mano.

—Yo te amaré por siempre —respondió cuando me tiró de nuevo a


su boca en espera.

Se quitó su traje de baño, agregándolo a la pila de ropa empapada


en el suelo. Cuando estábamos completamente desnudos, nos abrazamos
con fuerza, necesitando la presión de piel contra piel, sin barreras.

Los siguientes momentos se movieron al mismo tiempo demasiado


rápido y dolorosamente lento. El sonido del paquete de aluminio puntuado
al aire. Nuestra respiración pesada mientras Clay me dio la vuelta y se
colocó entre mis piernas.

Luego, la unión perfecta sin problemas mientras se deslizaba en mi


cuerpo. Era como volver a casa. Pensé que mi corazón iba a estallar con
las increíbles sensaciones que se apoderó de mí. Y cuando comenzamos a
movernos juntos, carne con carne, nuestras manos tocando, probando
labios, los únicos sonidos eran los latidos de nuestros corazones y
nuestros suaves susurros de te amo.

Cuando habíamos terminado y Clay me sostuvo de forma segura en


sus brazos, sentí un cambio repentino, como si debí haber disfrutado
mejor de este momento, ya que solo podría ser el último. No entendía mi
repentino ataque de pesimismo, pero no pude evitarlo.
La tarde desapareció mientras el crepúsculo se hizo cargo y con ella
el enfriamiento del aire, pero aun así no había prisa en vestirnos. Clay se
dio la vuelta y sacó un pequeño paquete de su bolso y me lo entregó.

—Feliz cumpleaños, Maggie —dijo, sonriendo.

Cogí la caja pequeña y arqueé una ceja.

—¿Por qué siempre sientes la necesidad de darme regalos después


de haber tenido sexo? Estoy sintiendo un patrón aquí —bromeé, en
referencia al collar de mariposa que aún colgaba alrededor de mi cuello.

Clay rio y pasó un dedo a lo largo de las curvas delicadas de plata


que componían las joyas que me había dado.

—Menos de ser listilla y más de abrir —solicitó, recogiendo la caja y


moviéndola en frente de mí.

Lo cogí de su mano y arranqué el papel para abrirla. Mi corazón


balbuceó y casi se detuvo cuando vi la pequeña caja de terciopelo negra,
escondida debajo de la envoltura de cumpleaños.

Él no lo haría, ¿cierto?

—Deja de enloquecer y simplemente ábrelo —bromeó Clay, al ver la


forma en que mis ojos se habían ensanchado y mi manos se aquietaron.
Hice lo que me dijo y lentamente abrí la tapa con bisagras.

Ubicado en el interior había un anillo. No ese tipo de anillo, pero uno


hermoso no obstante. Era una banda delgada de blanco con oro en el
centro en un bucle. En los lados había pequeñas mariposas con
incrustaciones de diamantes. Eran tan pequeñas que tenías que mirar de
cerca para hacerlas salir. Querido Dios, el gusto de mi novio en la joyería
era increíble.

Saqué el anillo de la caja y lo sostuve en la palma de mi mano,


demasiado impresionada por su belleza para ponérmelo. Clay tomó la
pieza de joyería y agarró mi mano derecha, deslizándolo hacia el dedo
anular. Se ajustaba perfectamente. Por supuesto que sí. No hubiera
esperado algo menos.
—Es precioso, Clay. Gracias —le dije, sintiendo otra llamarada de
llanto encenderse. Clay enroscó sus dedos con los míos y sostuvo la mano
adornada con el anillo para para que pudiéramos verlo.

—Es un anillo de promesa. Hace mucho tiempo, serían grabadas las


palabras Pour route ma vie, de tout mon coeur, durante toda mi vida, todo
mi amor. Quería darte algo que mostrara mi completa y total dedicación a
ti, a nosotros. He puesto tu mundo al revés. En primer lugar cuando traté
de suicidarme y te dejé para hacer frente a las consecuencias. Por otra
parte, cuando volví y estuve tratando de manejar mi vida en constante
cambio. Sé que no ha sido fácil. Me gustaría poder decir que un día las
cosas podrían ser más simples. Pero la verdad es que no puedo decir eso.
Ojalá pudiera. Solo puedo decir, con cien por ciento de certeza que Te amo.
Que vivo y respiro por ti. Que daría mi vida un millón de veces más por ti.
Y no importa lo que pase mañana, la próxima semana, el próximo año, mi
corazón siempre será tuyo.

Oh sí, definitivamente estaba llorando ahora. ¿Cómo podía una


chica escuchar esas cosas y no empezar a llorar a lágrima viva? ¡No estaba
hecha de piedra, por amor de Dios!

Clay tocó el dedo hacia el anillo que simbolizaba su compromiso


conmigo.

—Y en el tiempo que estemos juntos, creo que podemos superar


cualquier cosa. Prometo nunca dejarte fuera de mi vida de nuevo. Me sentí
muy mal los tres meses que estuvimos separados. Pensaba que estaba
haciéndolo por ti, pero llámame egoísta, pero no puedo hacer eso de
nuevo. No importa donde vaya o lo que haga, te que quiero en mi vida —
concluyó, con rostro suave y sus ojos llenos de amor.

Mierda, no podía más. Le di una especie de sollozo estrangulado y


me arrojé a él, besando cada pulgada de su querido rostro.

—¡Te amo, Clay! ¡Dios mío, te amo tanto! —dije una y otra vez.
Probablemente nos hubiéramos perdido en el otro de nuevo, si su teléfono
no hubiera comenzado a sonar.

Me dio una sonrisa de disculpa y lo cogió y dejó escapar un: oh


mierda.
—¿Qué pasa? —le pregunté mientras se ponía a toda prisa de pie y
comenzaba a ponerse su ropa.

—Bebé, tienes que vestirte. Vamos a llegar tarde si no nos ponemos


en marcha. Y tus padres han dejado recientemente de verme como si fuera
a fugarme contigo en medio de la noche de nuevo. Así que vamos —ordenó,
agarrando mi mano.

—Bien, bien —me quejé, en realidad no sentía la necesidad de tener


una cena familiar después de lo que acababa de experimentar con Clay.
Eso había hecho mi cumpleaños y no estaba segura de que cualquier otra
cosa podría rematar.

Nos tocamos y nos reímos y nos besamos mientras nos vestimos,


gozando de una cercanía renovada. Una cercanía que estaba más allá de lo
que jamás habíamos tenido antes.

—Muchas gracias por hacer de este el mejor cumpleaños que he


tenido —dije, girando hacia Clay mientras aparcaba delante de mi casa.

Nos encontramos en un hermoso, beso funde almas antes de que


Clay se separara.

—Será mejor que entremos allí antes de que tu padre me despelleje


vivo.

Yo resoplé y resoplé, pero finalmente conseguimos salir del auto.


Estaba tan llena de felicidad desde la tarde perfecta con Clay que no me di
cuenta del exceso de número de autos en la calle.

Entré en la casa y una docena de voces dijeron al mismo tiempo:

—¡Feliz cumpleaños! —Parpadeé con sorpresa, mirando alrededor de


mi casa llena de amigos y conocidos, y todos y cada uno de ellos me estaba
mirando.

Me volví a Clay que sonreía una sonrisa del gato de Cheshire y llevé
mi dedo a él.

—¡Ya verás lo que vas a obtener por no avisarme!


Clay me dio un suave empujón hacia adelante y estuve envuelta por
las personas que me amaban.
-CLAY-
Traducido por Nati C L & Mais//Corregido por Mais

Estaba siendo un completo y total cobarde. ¿Por qué no pude solo


decirle a Maggie mis planes para después graduación? La vi interactuar
con sus invitados en la fiesta; riendo y abrazando a sus amigos y
familiares. La sonrisa en su rostro, la mirada de felicidad completa era
exactamente la razón por la que me había acobardado. No quería ser la
razón por la que perdiera esa mirada.

—Entonces, ¿qué hicieron en toda la tarde? — preguntó Daniel y yo


casi me atraganté con mi bebida.

—Oh, ya sabes, fuimos a nadar y solo pasamos el rato —le dije


vagamente.

Daniel levantó las cejas y me dio una mirada de complicidad.

—Estoy seguro que eso fue divertido, solo pasando el rato.


Probablemente, mientras menos sepa de ustedes pasando el rato, mejor.
De lo contrario, tendré que sacar sus rótulas y todos. Y justo empezabas a
gustarme. —Daniel sonrió con satisfacción y sonreí con satisfacción atrás.

—Sí, está bien —estuve de acuerdo, mis ojos regresaron a Maggie


mientras circulaba por su fiesta.

Me había sorprendido como el infierno cuando sus padres me


habían llamado la semana pasada y me dijeron de sus planes para una
fiesta sorpresa. Me pidieron mi ayuda en la creación de las cosas y era la
primera vez que había sentido como si el señor y la señora Young se
habían acercado a aceptarme como parte de la vida de Maggie.
Motivo por el que tenía que decirle a Maggie sobre lo que iba a hacer.
Pero tenía miedo. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar. Pero no
podía posponerlo. Pero no tenía que suceder ahora. En este momento,
Maggie solo necesitaba divertirse. Mi noticia podría esperar.

—¿Van a venir a la Semana de la Playa con Rachel y conmigo la


semana que viene? Maggie no lo dijo —preguntó Daniel.

Joder, me había olvidado de la Semana de la Playa. Maggie había


insinuado de ello, pero no me había comprometido con ella, sabiendo que
en realidad yo no podía.

—No sé, hombre —fue todo lo que dije.

Daniel me dio una mirada divertida, pero no me presionó sobre ello.


Saludó a diferentes personas y me sentí un poco fuera de lugar. Era triste
que nunca me hubiera tomado la molestia de conocer a mucha gente en
Jackson en el momento en que yo había estado aquí. Había estado tan
enfocado hacia el interior u obsesionado con mi relación con Maggie, que
creo que me había perdido en algunos aspectos clave de crecimiento. Como
hacer amigos, e ir a los partidos de fútbol, y toda la otra mierda que viene
con la escuela secundaria.

Pero entonces mis ojos se posaron en Maggie de nuevo y no podía


sentir pesar por cualquier cosa. Porque todo me había traído aquí, a su
lado. Y eso hizo que no importara todo lo demás.

—Sabes, me alegro de que hayamos conseguido pasar el rato en los


últimos meses. Me siento mal por nunca haberte dado la oportunidad. Lo
siento si te hice pasar un mal rato. Es solo cuando se trata de mis chicas,
se me da un poco más de protección. Era más fácil para mí juzgar antes,
porque realmente no entendía la forma en que estabas con Mags. Pero con
Rachel, vamos a decir que entiendo ahora — ofreció Daniel y supe que sus
ojos estaban siguiendo a su novia como yo estaba siguiendo la mía.

—Tú y Rachel parecen buena pareja. Es agradable de ver —le dije,


notando la sonrisa tonta que tenía en su rostro.

—Sí, estamos bien. Nos tomó un tiempo para llegar aquí. Pero todo
vale la pena al final. Estoy seguro de que ustedes lo conseguirán —dijo
Daniel mirándome. Creo que Daniel y yo llegamos el uno al otro bastante
bien.

—Sí, lo entiendo —le respondí.

—Oye, Danny —dijo una voz, que venía detrás de nosotros.

Eché un vistazo a la persona que ahora estaba en el otro lado de


Daniel y al instante sentí mi aumento de la presión arterial. Jake Maldito
Fitzsimmons. ¿Quién demonios había invitado a ese idiota? Aunque
supongo que tenía sentido que él estuviera aquí. Él y Maggie habían sido
amigos por un tiempo. Pero también era el hombre que había tratado de
tomar mi lugar en la vida de mi chica y no era mi persona favorita.

—Hola Jake. ¿Acabas de llegar aquí? —preguntó Daniel e incluso


parecía tenso un poco a la aparición del otro chico.

—Sí. Aunque no puedo quedarme mucho tiempo. Solo quería


asegurarme de darle un beso a la cumpleañera. —Jake sonrió y sentí mi
cabeza empezar a dar vueltas y apretar mi mandíbula. Mis dientes
comenzaron a doler con la forma en que estaban rechinando entre ellos.

Jake me miró y su sonrisa creció.

—Hola, Clay. No sabía que estarías aquí. —Su voz parecía burlarse
de mí.

Yo sabía que solo estaba tratando de meterse debajo de mi piel. Jake


nunca había sido abierto en su agresión hacia mí. Después de la
conversación que tuvimos en Java Madness, parecía evitarme. Y eso me
convenía muy bien. Así que no estaba seguro de qué demonios estaba
tratando de hacer al intencionadamente antagonizarme ahora.

Daniel entrecerró los ojos a su amigo.

—Cálmate, Jake. Esta es la fiesta de Maggie —advirtió y hasta yo me


hubiera calmado ante la amenaza subyacente allí.

Jake se rio con amargura.

—Estoy siendo sereno, Danny. He sido solamente sereno. Desde que


este psicópata dejó la ciudad, dejando a Maggie para desmoronarse.
¿Quién fue el que le ayudó a través de eso? ¡Ciertamente, no era él! ¡Eran
tú y Rachel y yo! ¿Y qué me consiguió el juego del chico bueno?
Definitivamente no la chica. Parece ser que ser un imbécil anti-social es el
camino hacia el corazón de Maggie Young.

Daniel parecía llegar a la misma conclusión que yo. Los dos metimos
a Jake derecho hacia la puerta que daba al patio trasero. La mirada dura
en el rostro de Daniel muy probablemente reflejaba la mía.

—¡Te dije que dejes caer esta mierda, Jake! Entiendo que tu orgullo
está herido, pero este no es el momento ni el lugar para estar repartiendo
esta mierda. Por tanto tienes que conseguir calmarte y disfrutar de la
fiesta o solo malditamente irte —dijo Daniel entre dientes, entrando en la
cara de Jake. Pero Jake continuó fulminándome con la mirada a mí.

—Tengo tu número, hombre. Yo sé qué clase de persona eres.


Mírenme, yo soy Clayton Reed, y estoy tan torturado e incomprendido. Lo
que sea. Nunca vas a hacerla feliz. Nunca le darás ningún tipo de vida.
Solo le fallarás y fallarás en cada oportunidad que tengas. Si fueras
cualquier tipo de persona decente la dejarías sola y saldrías de la ciudad.
Irías a arruinar la vida de otra persona —gritó Jake, con su rostro rojo.

Este chico estaba más allá de haciéndome enojar. Tenía suerte de


que aún estaba de pie y si Daniel no hubiera estado entre nosotros, el
idiota de este hijo de puta estaría en el suelo.

Estaba tan cerca de Jake como Daniel lo permitía y cuando hablé,


hice mis palabras muy claras:

—Sé lo que se siente amarla. Y luego perderla. Es una mierda. Así


que en cierto modo, me siento mal por ti. Pero eso no significa que puedes
venir a su casa y faltarle el respeto de todos modos. La amo. Tengo la
intención de hacer una vida con ella. Y lo siento por ti, pero ella me eligió a
mí. Ella siempre me va a elegir. Así que, joder, vive con ello y sigue
adelante.

Jake abrió la boca para decir algo y luego pareció pensarlo mejor. Se
arrancó a sí mismo del agarre de Daniel y salió al patio por la puerta.
—Bueno, eso fue agradable —dijo Daniel secamente, golpeando mi
espalda con su mano—. Vamos a buscar algo de comer, me muero de
hambre.

Asentí en acuerdo y seguí al hombre que se había convertido de


alguna manera en un nuevo amigo en la casa de Maggie.

Jake nunca apareció. Supongo que había conseguido la indirecta y


tomado una caminata. Pasé la mayor parte de la noche con Daniel y
algunos de sus amigos. Más que nada me gustó ver a Maggie divertirse. Me
había perdido este lado de ella demasiadas veces.

—Buen trabajo en el anillo, Clay —dijo Rachel con entusiasmo más


tarde en la fiesta.

Daniel gimió y me lanzó una mirada de odio.

—Gracias hombre. ¿Te das cuenta que estableces un patrón con el


cual el resto de nosotros pobres tontos de alguna manera tenemos que
cumplir? ¡Hazle un favor a la hermandad y deja de ser tal marica! —Daniel
me dio un puñetazo en el brazo y yo traté de no hacer una mueca. Pero el
infierno si no dolía.

Rachel miró a su novio.

—Es necesario que te calles. El hecho de que Clay realmente


entiende la palabra el romance no significa que sea un marica.

Daniel se echó a reír.

—Uh, sí lo hace en realidad.

—Déjalo, Daniel, antes de que te den un rodillazo en el junco —


advertí, al ver la forma en que la cara de Rachel oscureció peligrosamente.
Daniel luchó por mantener una cara seria.

—Lo siento, nena. Tienes razón tengo que canalizar algunas formas
de Clay, me refiero a las cualidades románticas impresionantes —dijo
Daniel con voz ahogada y Rachel finalmente se dio por vencida y se rio.
Eran una pareja muy funcional. Era una especie de impresionante.
La noche comenzó a relajarse y los huéspedes de Maggie
comenzaron a irse. Por último solo estaban Daniel, Rachel y yo. El señor y
la señora Young habían ordenado una pizza, porque la mayoría de la
comida de la fiesta se había comido muy temprano. Empezamos
limpiando. Rachel y Daniel se convirtieron cómicamente competitivos al
respecto, por lo que todo el proceso tomó el doble de tiempo.

—¡Gracias mamá y papá! Y Rach, Danny, yo solo los amo, chicos —


dijo Maggie, agarrando una bolsa de basura contra su pecho.

Sus padres le dieron un abrazo, seguido por sus amigos. Besé la


parte superior de su cabeza y ella me miró con una expresión que
literalmente me dejó sin aliento. No creo que jamás me cansaría de
mirarla.

—Y ya sabes lo que pienso de ti —dijo, moviendo sus cejas


sugestivamente y me reí.

Nos trasladamos al patio a recoger más basura. Rachel y Daniel se


habían rendido y estaban viendo la televisión y los padres de Maggie
estaban en la cocina bebiendo café.

—Entonces, sé que realmente no hemos hablado de ello. Pero, ¿qué


piensas acerca de la Semana de la Playa? Daniel y Rachel alquilaron esta
casa increíble justo en el agua, en la playa de Virginia. Sería muy
divertido. Mis padres estarían bien con que vayas, sobre todo porque soy
un adulto crecido ahora. —Maggie sonrió y mi nudo en el estómago se
anudó más.

No había querido hacer esto ahora, pero no podía seguir


posponiéndolo. Había sido evasivo y vago acerca de mis planes para
después de la graduación. No era justo para ella.

—No creo que pueda hacer eso —le dije, dejando caer el bote de
basura y sentándome pesadamente en la silla del patio. El rostro de
Maggie cayó y ya me odiaba por lo que estaba a punto de hacer.

—Oh, está bien, está bien. Pero tal vez podríamos ir a algún lugar
más adelante en el verano. Solo nosotros dos. Eso sería muy bonito, ¿no
crees? —Maggie estaba empezando a divagar ahora y sabía que estaba
recogiendo en mi inquietud.

Tiré de su mano y la puse en el asiento a mi lado.

—Maggie —comencé.

—Podríamos ir a Ocean City, o incluso a Nueva York. ¡A cualquier


lugar, siempre y cuando estamos juntos! —Maggie estaba en un rollo,
como si al hablar lo suficientemente rápido y el tiempo suficiente, me
olvidaría de lo que fuera que estaba tratando de decirle. Lo que temía le
rompería el corazón. Y yo no estaba tan seguro de que ella no estuviera en
lo correcto.

—Maggie —volví a intentarlo. Ella miró al frente, ni siquiera echó un


vistazo a mi lado.

—Siempre he querido ir a Savannah. He oído que es hermoso.


Podríamos tomar una semana y solo conducir. —Sonaba casi desesperada
y sabía que tenía que poner fin a la misma.

—Maggie, deja de hablar durante un minuto y por favor, escúchame,


—supliqué y ella al instante cerró la boca y bajó los ojos.

—Está bien, lo siento —murmuró.

Ahuequé sus mejillas entre mis manos y levantó su rostro al mío. La


besé lentamente y a fondo. Necesitaba saborearla y saborearla antes de
lanzar mis noticias en su regazo desprevenido.

—Quiero hacer todas esas cosas contigo. Realmente lo quiero. No


hay nada que desee más que explorar este mundo contigo. Pero no puede
suceder. Al menos no por un tiempo. No puedo hacer promesas específicas
sobre mi futuro porque ahora las cosas tienen que ser puestas en espera.
Para mí, al menos. Para nosotros —dije lentamente, viendo cómo la
comprensión amanecía en su rostro.

Se dio la vuelta para mirarme con aprensión.


—¿Qué estás tratando de decir? —preguntó, con voz temblorosa y
odiaba hacerle esto a ella. No después de todo lo que ya había pasado por
causa mía. Pero sinceramente sentía que esto era lo mejor.

—Me estoy re-admitiendo en el Centro Grayson por un programa de


seis meses. Luego de eso, seguramente iré a un grupo de casa por un
tiempo. Ya he hablado con el Dr. Todd y tengo cita para entrar el próximo
miércoles —dije, viendo la forma en que su rostro de puso pálido.

—¿Vas a volver a Grayson? ¿A Florida? ¿Pero por qué? Pensé que las
cosas estaban bien. Que estabas mejor.

Maggie parecía tan perdida y deseaba tener la respuesta mágica para


ella. Así que en lugar de eso, intenté explicar.

—Lo he intentado Mags, realmente. Y mientras algunas cosas están


cambiando, aún tengo mucho por hacer. La verdad es que cada día es una
lucha. Algunos días apenas puedo salir de la cama.

—Pero tu medicación… —empezó Maggie y sacudí mi cabeza.

—Te dije antes que no era una cura. Ayuda, pero no arregla todo. No
sabes cuántas veces he pensado en hacerme daño. De terminar con el
dolor. Es como si hubiera una voz en mi cabeza que me dice que lo haga.
Que ya nadie me ama, que no soy más que una carga. —Podía escuchar la
tensión en mi voz y ni siquiera podía mirar a Maggie.

—¡Pero eso no es cierto Clay! ¡Tienes a tantas personas que te aman!


¡Nunca has sido una carga! ¡Eso es ridículo! —imploró, mientras me
buscaba. Sus manos se aferraron a mi camisa y casi perdí mi decisión.
Casi.

—Pero no lo ves, el hecho que pienso en ello significa que no estoy


listo. No estoy listo para planear cualquier futuro. Necesito enfocarme en el
presente y ordenar mis problemas. De otro modo, no soy bueno para ti. No
puedo hacerte eso. ¡No te haré eso! —Mi voz empezó a elevarse y tuve que
trabajar en mantenerla a volumen normal. Particularmente cuando todo lo
quería hacer era gritar.
—¿Qué hay del anillo? ¿Todas esas promesas que me hiciste hace
unas cuantas horas atrás? ¿Esa fue una forma de suavizarme, de
tranquilizar la explosión? ¡No puedo creerlo!

Las lágrimas de Maggie salían con fervor ahora.

—¡No, Maggie! ¡Quise decir cada palabra! ¡Pero esas promesas son
por lo que espero sea nuestro futuro! No me iré esta vez y no te callaré. No
puedo hacer eso de nuevo. A ninguno de los dos. Quiero que tomes este
viaje conmigo, sea a donde sea que vaya. Espero que esperes por mí para
que yo pueda ordenarme. Sé que es increíblemente egoísta de mi parte
incluso pedírtelo. Pero saber que estás esperando por mí al otro lado de
esto hará el proceso mucho más fácil —dijo, con sinceridad.

Maggie empezó a hipar y a agitarse. Ásperas y horribles lágrimas


rompieron de su pecho y me sentí inútil.

—Entiendo si eso es pedir mucho. ¡Pero necesito que entiendas que


no te dejaré ir esta vez! Voy a irme por un rato para trabajar en mi cabeza.
Pero espero que estés a cada paso del camino. Te apoyaré y tú a mí.
Aprenderemos juntos sobre lo que una relación saludable y funcional es.
Porque como estoy ahora mismo, sé que no puedo darte eso. Y quiero
dártelo. Porque quiero que mi vida empiece y termine con nosotros, juntos.

Mi corazón estaba golpeando tan fuerte en mi pecho, la sangre


corriendo a través de mis oídos que apenas pude escuchar la respuesta
susurrada de Maggie.

Me incliné más cerca, apretando sus manos entre las mías.

—Te esperaré. Siempre lo haré —juró. Sus lágrimas se habían


detenido y parecía haberse tranquilizado.

Cautelosamente corrí mis dedos a través de su cabello,


deteniéndome para recostar mi mano en la parte trasera de su cuello.
Recosté mi frente contra la suya.

—¿Estás segura? —le pregunté.


No quería que sienta presión. Esta tenía que ser su elección. Si ella
escogía irse, le dejaría, aunque sabía que nunca lo superaría. Lo haría por
ella.

—Estoy segura, Clay. Quiero estar contigo. E incluso si eso toma


cincuenta años, estaré ahí al final de todo —dijo firmemente, y no pude
detener la sonrisa que se expandió por mi rostro.

—Te amo, Maggie May Young. Siempre.

Y luego mi boca tocó la suya y sentí que mi futuro empezaba.

-MAGGIE-
Así que me gradué de la secundaria. Y Clay se fue a Florida. Fui a la
Semana de la Playa con mis mejores amigos. Ruby vendió su casa y se
mudó a Key West. Su tienda fue comprada por una pareja que la convirtió
en una tienda de comidas integrales. Me rehusé a entrar.

Pasé el verano trabajando y ahorrando. Pasé tiempo con mis padres.


Fui al cine con Rachel. Ayudé a Daniel limpiar su garaje.

Y hablé con Clay tres veces a la semana. Él había mantenido su


promesa de no callarme. Compartía cada pedazo de su tratamiento
conmigo. Me contó sobre su grupo de terapia y sus sesiones con sus
consejeros. Le conté sobre mis preparaciones de la universidad y mi
obtención del calendario de mi escuela.

Permanecimos siendo parte de la vida del otro en cada forma que


podíamos, incluso con ciento de millas separándonos.

Y firmemente creía que este era un nuevo capítulo para nosotros.


Diablos, era un jodido nuevo libro. La historia de Maggie y Clay estaba
lejos de estar terminada. Y siempre estaríamos buscando la luz… juntos.
Traducido por Eglasi//Corregido por Mais

6 años después
—¡La tendré de vuelta a las seis treinta! Deja de enloquecer y
déjanos disfrutar de las compras. ¡Y no llames otra vez! —gritó Rachel al
teléfono antes de colgar.

Froté la piel enrojecida de la parte inferior de mi muñeca, la costra


sobre mi nuevo tatuaje me estaba volviendo loco. No pude evitar sonreír
ante el pequeño símbolo que se veía como una descentrada e invertida “U”,
estampada en mi piel. Era idéntica en tamaño y localización que el que
adornaba el brazo de Maggie. Amaba lo que la runa representaba. Recordé
cuando Maggie me explicó el significado en aquella cena de hace algunos
años.

Sanación y resistencia. Y sobre todo coraje. Finalmente me sentía,


después de todo este tiempo, que estaba dominando esas cualidades. Así
que había tomado ese paso y había marcado mi cuerpo con un
recordatorio permanente del amor que compartía con la mujer que me
salvó de muchas maneras posibles.

Estaba yendo de un lado a otro en la sala de estar, frotando mi


tatuaje cuando me golpeé el dedo del pie con una caja que estaba
estratégicamente en medio del suelo.

—¡Santa jodida mierda! —grité con todo lo que poseía en los


pulmones.
El lugar era un desastre. Maggie y yo nos acabábamos de mudar a
nuestro nuevo departamento el fin de semana pasado así que estábamos
en medio del caos. Había cajas por donde quiera, siendo desempaquetadas
sistemáticamente en etapas.

Hasta ahora teníamos una semi-funcional cocina. Nuestra cama


estaba en el suelo. Pero nada de eso importaba porque nos encontrábamos
aquí. Juntos. Finalmente.

Casi habían pasado seis años desde el día en que había regresado a
Florida después de dejar Virginia y reingresar al Centro Grayson, usando
una gran cantidad del dinero del seguro de Lisa que Ruby me había dado.

Me había preguntado en esos primeros días si había tomado la


decisión correcta. Extrañaba tanto a Maggie que llegué a estar tentado en
volver a salir y regresar a ella. Pero luego me recordaba que lo que hacía
era por mí mismo. Por el futuro que quería tener. Y haría lo que fuera para
que llegara ese día.

Dijeron que la tercera vez era un encanto y mi tercera ida alrededor


de las instalaciones probó que lo que decían era verdad. Estaba enfocado y
en marcha. Cumplí con mi tratamiento y me hice cargo de mis demonios, a
pesar del hecho de que había días en los que quería olvidarme de todo.
Ayudó que Maggie y yo hablábamos muchas veces a la semana. Me
contaba sobre la universidad; sus clases, sus nuevos amigos, los
dormitorios de mierda. Yo le contaba sobre el grupo y de la terapia
artística.

Maggie viajaba durante las vacaciones de otoño y cuando yo fui


enviado a la casa de un grupo transicional para pacientes de salud mental
antes de Navidad, ella vino a Florida y pasamos juntos las festividades. Por
supuesto que se quedó en un hotel pero me aseguré de que esa Navidad
fuera especial.

Ruby también continuó siendo una presencia constante y


reconfortante. Y mudarse a Key West fue un largo camino para ella que le
ofreció una nueva oportunidad de vida. Aún sufría por Lisa. Ambos lo
hacíamos. Pero estaba aprendiendo a salir adelante lo mejor que podía. Y
realmente esa era la única cosa que todos podíamos hacer.
Después de mudarme a la nueva casa de grupo, me inscribí en una
universidad comunitaria local y tomé algunas clases de arte y psicología.
Después de trabajar hasta el cansancio, fui aceptado en la Universidad de
Miami. No viví en el campus y durante el primer año opté por tomar clases
en línea.

Me tomó casi cinco años y medio adquirir mi Licenciatura. Quizás


eso parecía demasiado tiempo para conseguir un grado de cuatro años
pero el hecho de que lo había logrado a pesar del tiempo lo hacía
insignificante. Me gradué en mayo como Licenciado en Ciencias de la
Psicología y un grado menor en arte. Decidí combinar mi pasión con lo
que me había salvado la vida de muchas maneras y ahora estaba inscrito
para mi Máster en terapia artística en la Universidad de George
Washington.

Antes de dejar Florida, intenté hacer las paces con mis padres. Los
años habían pasado y dejé de escuchar de ellos. No sabían dónde estaba
así que no podía esperar ninguna tarjeta de cumpleaños o Navidad. Pero
dudaba totalmente que incluso se hubieran preocupado de ello. Cuando
me sacaron de su vida, sabía que era una rápida y decisiva ruptura. Veía a
mis padres en televisión de vez en cuando. Mi padre eventualmente ganó
la senaduría del estado y ahora iba por el congreso de Florida en el
trigésimo tercer distrito.

Parecían plásticos, casi robóticos cuando aparecían públicamente.


Mi madre con su rostro plano y sin emoción casi producto del Bótox. La
carencia de personalidad de mi padre era aún más notable. Era increíble
que un hombre tan vacío de vida como mi padre haya sido capaz de lograr
que la gente votara por él. Era increíble la estúpida cantidad de dinero que
te compra, supongo.

Así que estúpidamente hice el viaje a Palm Beach para ver si mis
padres estaban listos para olvidar rencores. Dejar el pasado atrás.
Lo único que obtuve fue la puerta cerrada en mis narices y una
advertencia de no volver jamás. Recuerdo salir del camino, esperando una
parálisis emocional. Anticipé alguna dura recaída por ser rechazado, una
vez más, por las personas que me dieron la vida, para lo que fuera que
valiera la pena.
Pero nada pasó. En lugar de estar devastado, llamé a Maggie y luego
a Ruby. Obteniendo de ellas todo el amor y el apoyo que podía necesitar. Y
sabía, sin lugar a dudas, que nunca desearía o necesitaría eso de mis
padres. No tenían lugar en el mundo que estaba construyendo para mí.

Después de eso me lancé a mis planes futuros. Maggie y yo


decidimos instantáneamente buscar un departamento y vivir juntos.
Maggie obtuvo un trabajo con la Escuela Fairfax County como maestra de
inglés en bachillerato. Ambos éramos tan felices como podríamos estar sin
estar el uno con el otro. Pero finalmente estábamos en un punto que
podría cambiar.

Me encontraba en un buen lugar, a pesar de que continuaba con


mis recaídas. Había momentos en los que no estaba seguro si podría poner
un pie delante de otro. Mi miedo y paranoia acerca de ser abandonado,
acerca de arruinar todo, continuaba plagándome a veces. Pero ya no
permitía que me dominara.

Mi terapeuta en Florida me dijo que quizás siempre los tendría. Pero


cada día sentía que me acercaba más a la tranquilidad. Y eso es lo que me
ayudaba a salir de la cama cada mañana. Me mantenía en contacto con un
terapeuta de gran reputación a las afueras de Washington D.C. y comencé
mis citas poco después de llegar a Virginia. Tomaba mis medicamentos
cada día sin fallar. Esos pequeños elementos de control eran sumamente
importantes para mí. E incluso cada día era una prueba, una lucha,
estaba feliz de eso porque aprendía a estar orgulloso de la persona que era.
Con demonios y todo.

Maggie nos encontró un departamento en Arlington. Estaba a treinta


minutos de su trabajo y a mí me quedaba cerca la escuela. Pero lo más
importante era que estábamos juntos.

Hubo un golpe en la puerta y cojeé para abrirla.

—¿Qué demonios está mal contigo? —preguntó Daniel, caminando a


mi lado con un enorme y plano objeto en las manos.

—Creo que me fracturé el dedo del pie. Ese es lo que jodidamente me


pasa —gruñí, desatando a mi marinero interior con las palabras bombas
que empiezan con “j” saliendo de mi boca.
Daniel puso los ojos en blanco.

—Bueno, aquí tienes. Tuve que soportar el tráfico del sábado. Me los
debes, hombre —dijo Daniel, entregándome lo que lo hizo soportar el
tráfico.

—Lo aprecio. Ahora ayúdame a sostenerlo y deja de ser un cabrón.

Busqué en algunas cajas hasta que encontré mi martillo y algunos


clavos. Daniel sostuvo la pintura en el lugar apropiado sobre el sofá.
Cuando terminamos, retrocedimos y observamos mi obra maestra.

Daniel negó con la cabeza.

—Realmente necesitas poner bajo control toda tu cursilería. Rachel


me está enloqueciendo por mis atenciones, gracias a ti. Uno de esos días
verdaderamente patearé tu trasero —se quejó.

Lo atrapé frotando su brillante anillo en su dedo anular y sabía que


sólo era pura palabrería. Haría cualquier cosa por su esposa que se
encontraba insistiéndole que “mejorara sus atenciones”. Ellos ya tenían lo
que querían.

Daniel y Rachel vivían solo a quince minutos de nosotros en


Alexandria. Daniel estaba en la escuela de medicina en Georgetown y
Rachel trabajaba en una empresa de catering en Reston. Habían estado
casados por dos años y Rachel esperaba a su primer hijo.

Si existe la cosa de felices para siempre, esos dos lo habían


encontrado.

Y yo estaba determinado a tener el mío.

—Gracias, Daniel. Estoy seguro que te llamaremos más tarde —


prometí.

—Seguro. Me alegra haber ayudado. ¿Aún sigue en pie lo del


racquetball mañana? —me preguntó antes de irse.

—No lo sé —respondí y Daniel resopló.


—Supongo que depende de lo lejos que lleguen las celebraciones esta
noche ¿cierto? —Hizo puchero en un triste intento de rostro seductor y lo
empujé hacia la puerta.

—Lo que digas, hombre. Hasta luego.

Cerré la puerta y me di la vuelta. No había manera de que Maggie no


se diera cuenta de la nueva pintura. Solo esperaba que responda de la
manera que quería.

Me dediqué a limpiar el departamento lo mejor que pude. Arreglé


algunas cajas, coloqué en su lugar algunas cosas. Localicé el resto de mis
herramientas y armé la cabecera de la cama. Dos horas y un montón de
malas palabras más tarde, finalmente tenía libre el suelo.

La cama se veía realmente tentadora y fue ahí donde me di cuenta lo


cansado que estaba. Pero aún había mucho que hacer antes de que Maggie
llegara a casa.

A las cinco treinta, ordené de su lugar chino favorito y me duché. Me


puse unos pantalones vaqueros y la camisa con botones que Maggie me
regaló en mi cumpleaños.

Ella entró a la casa con sus brazos llenos de bolsas. Ella y Rachel
vaciaron tremendamente sus tarjetas de crédito.

—¿Compraste toda la tienda? —bromeé, saliendo de la cocina.

Vi detrás de ella la pintura que aún no había notado. Estaba


demasiado concentrada en mostrarme sus compras.

—¡Encontré estas increíbles botas que se verán jodidamente


increíbles con mi falda vaquera! ¡Mira! —Sacó un par de botas con altura
hasta la rodilla que se veían exactamente como el otro par que se
encontraba en el ropero. Sin embargo no dije ni una palabra.

—Son geniales, bebé —dije, inclinándome para besarla suavemente


en los labios.

Maggie soltó las bolsas y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.


—Mmmm. Sabes increíble —gimió en mi boca y olvidé
momentáneamente mis grandes planes para esta noche.

Antes de que pudiéramos llegar más lejos, hubo un golpe en la


puerta.

—¿Quién demonios es? —se quejó Maggie.

Me reí sobre su boca.

—Comida. Ordené de China Chef. Me imaginé que tu día de


consumismo te pondría hambrienta —dije.

Maggie frotó su vientre.

—Bien pensado. Solo iré a poner las bolsas en la habitación —


respondió Maggie tomando sus cosas. Aún no se daba cuenta de nuestro
nuevo accesorio colgante y no dije nada. Era importante que lo viera por
su propia cuenta.

Le entregué al repartidor el dinero y llevé nuestra cena a la cocina.


El grito de Maggie desde la habitación me hizo sonreír.

—¡Armaste la cama! —gritó mientras venía volando desde el pasillo y


saltando a mis brazos—. Definitivamente tendrás suerte más tarde en esa
cosa —prometió subiendo sus manos por mi camisa.

Alejé sus manos. Tanto como quería ir en esa dirección, tenía otros
planes para ella esta noche.

—Ven y come, mi pequeña ninfo —le dije, sacando platos del


gabinete.

Maggie se quejó pero el olor de la comida china impidió que se


siguiera quejando. Cenamos juntos, riendo, hablando y simplemente
disfrutando de estar juntos.

—Limpiaré; ve a la sala y ponte cómoda. Incluso veré una película


para chicas si quieres—dije, sonriendo. Sabía lo que venía y mi estómago
se retorció por los nervios.
—Gracias, bebé. Te amo —dijo Maggie mientras me besaba
nuevamente.

Comencé a colocar los platos en el fregadero, esperando no tan


pacientemente que me gritara preguntando sobre la nueva pintura sobre el
sofá.

Para el momento en que terminé, noté que Maggie estaba


extrañamente callada. Fui a la sala y la encontré viendo el enmarañado y
enmarcado lienzo.

—¿Qué es esto? —susurró, sus ojos no se apartaron de mi nuevo


trabajo—. ¿Lo pintaste? —preguntó, viéndome sobre su hombro.

Asentí, dejando que se tomara su tiempo para absorber lo que


estaba tratando de decirle a través de la pintura. Era nuestra silueta
ensombrecida pero con una brillante y despampanante luz detrás de
nosotros revelando intrincados detalles de nuestros rostros inclinándose
estrechamente. Mariposas rosas volaban alrededor de nosotros y vibraban
con el amor que sentía por la chica que estaba a mi lado.

En la parte superior, en escritura ordenada, escribí


cuidadosamente: Y él le pidió compartir su vida para siempre.

Mientras ella observaba la pintura, saqué la pequeña caja de


terciopelo que tenía en mi bolsillo y me arrodillé. Cuando Maggie se dio la
vuelta y vio lo que estaba haciendo, jadeó y sus manos volaron a su boca.
Y luego hizo la cosa más loca. Se arrodilló frente a mí.

—Se supone que soy el único que tendría que estar arrodillado.
Estás arruinando el momento —me burlé de ella.

Maggie levantó sus manos hasta mis mejillas y me dio una de sus
arrebatadoras sonrisas. Era una sonrisa que podría curar el cáncer. Me
indicaba que yo era el responsable por ese perfecto pedazo de felicidad en
su vida.

Con lágrimas cayendo de su rostro, traté de decirle las palabras que


pudieran expresar lo que sentía por ella, todo lo que era para mí. Pero las
palabras nunca podrían ser suficientes para explicar la manera en que ella
me completaba.
—Hace seis años conocí a la chica que me salvó. No me di cuenta en
ese entonces, sobre todo porque su actitud me sacaba de quicio, que se
convertiría en lo más importante en mi vida. —Maggie me golpeó
juguetonamente en mi hombro mientras limpiaba la humedad de sus
mejillas con mis pulgares—. Pero luego la conocí y cuando me estaba
ahogando, ella se convirtió en mi aire. En el frío, ella se volvió mi calor.

Sostuve su rostro con mis manos mientras sollozaba y por una vez
no sentí ninguna culpa por sus lágrimas. Porque esas lágrimas estaban
llenas de nada más que felicidad. Y esas lágrimas me alegraba
producirlas.

—En la oscuridad, ella se convirtió en mi luz —susurré, mi voz se


quebraba y mis propias lágrimas comenzaron a caer—. Nuestro camino no
ha sido fácil. Pero las cosas buenas raramente lo son. Me enseñaste que la
persona que soy vale la pena ser amada, vale la pena luchar por ella. Me
diste fuerza cuando no tenía nada. Me sostuviste cuando quería caer. Y
ahora, quiero darte todo. Quiero darte el mundo. Porque Maggie, tú me lo
has dado. Y eres tú. Siempre lo serás —dije, el nudo en mi garganta
provocaba que mi voz saliera en un susurro.

—Clay —sollozó Maggie y cayó sobre mí, presionando su frente en mi


hombro.

Sosteniéndola con fuerza contra mi cuerpo, susurré en su oído:

—¿Te casarías conmigo, Maggie? —Levantó su rostro y su sonrisa


era absolutamente radiante.

—Creo que ya conoces la respuesta —bromeó mientras deslizaba el


anillo de diamante en su dedo sobre el anillo de promesa que le había dado
en aquellos años. Incluso en medio de ese momento lleno de emoción e
intensidad, su sarcasmo estaba presente. Y amaba eso de ella. Besé cada
centímetro de su rostro una y otra vez—. Y solo para que sepas, ya tengo
todo. Tú solo estás expandiendo mi universo un poco más —agregó,
tocando el costado de mi rostro y yo capturé su boca, besándola con cada
onza de amor y adoración que sentía por ella.

Y la sostuve, a esta chica quien me había salvado y continuaba


haciéndolo cada día. Nuestro camino nunca sería fácil pero no mentí
cuando dije que las cosas buenas nunca lo eran. Y estaba bien con
atravesar lo difícil. Porque mientras estuviera a mi lado, mientras
permaneciéramos juntos, sabía que podíamos enfrentar cualquier cosa.

Así que caminaríamos juntos hacia el futuro. Uno


que nosotros habíamos trazado. Y ese futuro no era nada más que luz.

FIN
Depresión, suicidio y cortes son problemas serios. Las estadísticas
muestran que 2 a 3 millones de personas en los Estados Unidos y 13%
entre los que tienen 15 y 16 años en el Reino Unido se cortan cada año.
Comportamientos de auto-lesión es usualmente una manera en que la
gente lidia con problemas importantes.

¡Si tú o alguien que conoces están lidiando con cortes o depresión,


es importante que lo hablen, que encuentren ayuda y una manera de
detenerlo!

Hay tantos grandes recursos ahí afuera, tomar el primer paso y


buscar ayuda es el lugar donde empezar.

Depression and bi-polar Support Alliance (DBSA)15

www.dbsalliance.org

Grandes recursos e información sobre auto-lesión:

www.selfinjury.com

Alianza de Soporte de Depresión y bi-polaridad.


15
Gracias a cada uno de mis lectores que ha amado a Maggie y Clay
desde el principio. ¡Sin su apoyo, no estaría haciendo esto!

Gracias a mi hermoso esposo, quien siempre me da la motivación


para seguir escribiendo, incluso cuando me desaliento. Tú eres la
mantequilla de mi pan, las chispas de mi helado, el kétchup de mis
patatas fritas… de acuerdo, lo entiendes. ¡Te amo!

Gracias a mi hermosa hija quien siempre me hace reír. Eres la que


quiero ser cuando crezca.

A mi fantástica editora, Tanya, por trabajar tan rápido que hace que
mi cabeza de vueltas. ¡Tu entusiasmo por mis historias es una gran
motivación! ¡Te quiero!

A Sarah Hansen de Okay Creations por encontrar la fotografía


increíble que da la portada. Capturaste perfectamente el sentimiento de
esta historia. ¡Tu talento es fenomenal!

A Claire, mi lectora beta número uno. Tu retroalimentación fue


esencial y me diste confianza cuando sentí que toda la historia apestaba.
Eres increíble. No puedo esperar para hacer una caza de fantasmas
contigo.

A Kim Box Person, Denise Tung, Kristy Louise y todos esos increíbles
bloggers, quienes han defendido mis historias. Sus proxenetismos sin fin y
total apoyo me han ayudado a hacer una carrera de algo con lo que solo
soñaba con hacer.

Y más importante, gracias a los hermosos y fuertes clientes con los


que tengo el privilegio de trabajar a través de los años. Su lucha y
resistencia es inspiradora y siempre me recordará de buscar la luz en la
oscuridad.

“A”

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