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Testimonio de un Cacique
Mapuche.
Pascual Coña. Pehuén Editores,Santiago, 1995,
463 páginas.

por Hernán Poblete Varas 1 \q

C'28 de octubre de 1927 murió, re-


costado 'junto al fuego en su ruca,
tradicional, el cacique mapuche
Pascua1 Coña. Según le decía su memoria,
tenia ochenta o más años de edad. Poco o
nada más sabríamos de él a no mediar un
providencial encuentro, ocurrido unos
tres años antes de esa fecha.
El sacerdote capuchino Ernesto Wil-
helm, nacido en Moesbach, en el sur de
Alemania y llegado a Chile como misio-
nero en 1920, se encontró en Puerto Do-
rkiinguez coii.el ya viejo cacique. Una es-
pontánea amistad brotó entre ambos, y el
sacerdote se llevó con él a Pascual Coña
hasta la Misión de Budi. Allí, el cacique
enseñó su idioma al misionero y en él le
dictó las extensas memorias de su vida,
que el padre Wilhelm copió fielmente,
agregando tan sólo algunas descripciones
de las costumbres religiosas de los mapu-
ches, según el testimonio fidedigno de un
paisano del cacique, y un par de cuentos
que le fueron narrados por Ignacio Marfil,
sobrino de Pascual Coña.
Así nació este Testimonio, el más di-
recto que poseemos sobre el pasado cer-
cano del Mapu. Poco más tarde, el interés
con que el Dr. Rodolfo Lenz conoció este
texto hizo posible su publicación por la bresaliente en esta historia. El largo viaje quinta edición, todas ellas facsímiles de
Imprenta Cervantes, en 1930. hasta la capital argentina en busca de per- aquella de 1930. Sólo cabe desear que per-
Pascual Coña era, a su modo, un sabio dón y amparo para los adalides transcor- manezca, como lo quiso su autor, para ense
y poseía una memoria asombrosa, que le dilleranos de la revuelta es un episodio ñanza de todos. 6
permitió conservar, hasta los avanzados novelesco, vivamente narrado. Y, con tris-
años e n que dictó estas páginas, un vivo teza. se conocen de la mopia boca de Pas-
recuerdo de los numerosos acontecimien- cuaÍ Coña La venganza-de los blancos y las
tos en que le tocó participar, ya como tes- expoliaciones de que fue víctima el pueblo /---.- ....-_-. ~

tigo, ya como protagonista. Cuando habla mapuche.


de la naturaleza chilena, es capaz de des- Admiran la sobriedad y la nobleza con
cribir treinta y siete especies de árboles y que el cacique aborda estos temas, que le
setenta y dos de arbustos y enredaderas, debieron ser profundamente ingratos. No
más de doscientas plantas, medio centenar andaba muy lejos la leyenda ni la épica,
de mamíferos, aves, insectos, etc. No es- cuando habló de la fortaleza y el recio ca- NA cosa diré: estoy viejo ya,
capa a su observación el firmamento y se- rácter de los jefes mapuches. En Pascual creo que tengo más de ochenta
ñala las estrellas mayores y designa a la Coña, ésas y otras virtudes sobresalen. años. Durante esta larga vida
Vía Láctea con el hermoso nombre que le El Testimonio es, por lo dicho y lo que llegue a conocer bien los modales de la
ha dado su pueblo: Wenu Leufo, esto es, se nos queda por decir, un documento gente de antaño; todas las diversas fases
río celeste. Admirables son sus observa- realmente excepcional, que permite re- de su vida tengo presentes; tenían buenas
ciones sobre las grandes ciudades que pu- conocer la vida y las costumbres -mu- costumbres, pero también malas.
do conocer: Santiago, Montevideo, Buenos chas de ellas ya extinguidas- de un pue- De todo esto voy a hablar ahora: con-
Aires. blo que es parte de nuestro ser de nación. taré el desarrollo de mi propia existencia
El gran malón de 1881 y sus trágicas No nos extrane, por esto, que ya la obra y también el modo de vivir de los antepa-
consecuencias constituyen un capítulo so- memorialista de Pascual Coña vaya en su sados".

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