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O LOS
DESCENDIENTES DE LA ABADÍA.
OBRA ESCRITA EN INGLES
POR
PUESTA EN CASTELLANO
POR
TOMO III.
CON LICENCIA.
BARCELONA, POR JUAN DORCA.
AÑO 1 8 1 9 .
ÓSCAR Y AMANDA,
Ó LCfe
DESCENDIENTES DE LA ABADÍA.
OBRA ESCRITA EN INGLES
POR
P U E S T A E N CASTELLANO
POR
TOMO III,
CON LICENCIA.
RARCJEZON^VO^ JUAN D O R C A ?
AÑO x8iq.
ÓSCAR Y AMANDA,
Ó LOS
DESCENDIENTES DE LA ABADÍA.
CAPITULO PRIMERO*
C A P Í T U L O II.
C A P Í T U L O III.
•A
.manda se encontraba sola una maña**
na en el salón de tertulia de Lády Greys-
t o c k , cuando vio entrar u n hombre que
preguntaba por dicha señora., y a quien
habían dicho que la esperase. Este esfera li-
gero tendría la edad de cuarenta y cin-
co á cincuenta años- Su vestido era de
militar ¿ y bastante roto para manifestar
que la guerra no le había enriquecido*
Su talle era alto 5 y su fisonomía i n t e r e -
sante , pero su cuerpo parecía agoviado
de las enfermedades; en su semblante
estaba pintada la tristeza, .conservando
con todo u n a espresion, que i n d i c á b a l a
jovialidad de que lo habla dotado la na-
turaleza,; Sus sienes h u n d i d a s , su color
amarillo , y. su .figura inspiraron a A m a n -
da respeto é interés. • La. sensibilidad y
las lecciones que .había recibido en su
•juventud le habían enseñado á respetar
al desgraciado , y consecuente á estos
principios se conmovió teda al ver en el
viejo, militar todas las señales ele la des-
gracia,
58
Lra estación era m u y rigorosa , ' y , et
estrangero parecía sufrir ? y temblar de
frió, Habiéndole Amanda acercado una
silla al lado del fuego, él la dio gracias,
y la dijo: amable y joven señorita ? yo
puedo aseguraros, que jamas be 'temblada
delante del enemigo tanto como tiemblo
h o y : nosotros oficiales subalternos d e b e -
mos igualmente despreciar el frió y el
fuego,
Amanda se-sonrió, y volvió a tomar
su labor. Estaba ocupada en hacer vina
guarnición de flores artificiales , que Lady
Oreystock quería regalar a una jóven 9
cuj^a familia le había hecho algunos ser-
vicios. Este era un modo de recompen-
sarlos que le costaba poco. Esle traba-
jo , dijo el estrangero ¡ - es divertido , y
vuestras rosas son materialmente sin e s -
pinas, como las que cogeréis en el ca-
mino de la vida. ¡ A h ! respondió A m a n -
d a , yo no me lisongéo de esta - esperan^-
za, Hay pocas jovcaes como vos'y dijo el
estrangero^ y que dotadas de vuestras
prendas piensen así. Y ésto es sin e m -
b a r g o , lo que deben pensar todas a q u e -
llas que son capaces de reflexión, dijo
Amanda. "
Sin d u d a , replicó el estrangero; p e -
r o ¿cuan pocas merecen este elogio! L a
09
reflexión á los ojos de las jóvenes es u n
tirano que les a r r a n c a de las manos el
placer acia el cual corren , placer que r e -
chazan en una edad adelantada como m e -
morias molestas, enemigas de nuestra t r a n -
quilidad. Yo imagino , dijo Amanda., que
vos haréis en vuestra censura algunas
escepciones.
Hay algunas tal v e z , dijo el mili-
tar ; pero muchas veces cuando la c o n -
ciencia nada tiene que temer de lá r e -
flexión , la sensibilidad la teme ; porque
no solo recuerda la memoria de las ho-
ras felices , sino que nos da pesares t a n
amargos, que pone al alma en un e s -
tado incapaz de h a c e r esfuerzo alguno
para combatir la desgracia-
Amanda, que observaba al estrangero con
la mayor a t e n c i ó n , creyó notar que se
aplicaba á sí mismo las reflexiones que
acababa de p r o d u c i r , pues su fisonomía
había tomado una espresion mas íuerte. de
tristeza.
jVii querida joven, continuó él s o n -
riéndose 1 , yo os agradezco la complacen-
cia que habéis tenido de prestaros á la
conversación con un viejo militar; pero
así os habré proporcionado un medio de
comparar los viejos con los jóvenes; en
estos encontraréis mas calor ? peio no
6o
mas discernimiento- para apreciar lo que
valéis. Kilos alabarán el brillo de vues-
tros ojos, la dulzura y bondad que t e m -
plan su lustre , admirarán los colores de
.vuestra tez; pero yo adoraré la sensibi-
lidad de vuestra alma 5 que sucesivamen-
te tiene poder de hacerlos mas vivos, ó
de hacerles perder su vigor . . . „
E n este momento entró Lady Greys-
tock con aire de importancia y de
desden, que se echaba de ver en toda su
fisonomía, Levantóse el estrangero y a u -
inenló su palidez. ¡ H a ! ¿sois v o s , Mr.
R u s b r o o k ? dijo ella al fin ^ sentaos; ha-»
riéndole seña con la m a n o . Retiróse á man-^
da, que se había quedado un m o m e n -
to bajo p re testo de, arreglar su bastid
d o r , con la esperanza de saber quieta
era este estrangero.
Había siempre oido hablar de Rus-*
hrook á Lady Greystock como de u n h o m -
bre falso y despreciable. Su fisonomía re-
futaba esta calumnia, y Amanda comenzó
á pensar que Lady Greystock podia solo d i -
vulgarla con el designio de desacreditar á
su adversario en el proceso que contra él
tenia que sostener. Desde que vivía
con esla señora, habia reconocido en ella
muchas disposiciones poco loables, y había
con esto confirmado la \erdad de que el
6x
carácter de las personas no puede co~
nocerse, sino con el trato íntimo y dura-
dero.
Desde entonces tomo mucho interés
á favor de Rusbrook. Habia oido decir que
estaba cargado de u n a familia numerosa,
la que conjeturó que se hallaba en u n a
suma miseria* Habia observado en él u n a
especie de tristeza tan particular ? que
le habia interesado mas de lo que h a -
bría hecho un total abatimiento ^ pues era
el resultado de los esfuerzos de una a l -
ma elevada«, para triunfar de sus d e s g r a -
cias ; y no hay espectáculo mas admirable^
y al mismo tiempo mas penetrante que el
de la virtud animosa combatiendo contra
la adversidad.
Pensativa quedaba Amanda en la veft-
tana «. reflexionando sobre esta desigual-
dad de fortunas P que en el orden n a -
tural establecido por la providencia 5 es
como las montañas y los valles en el or-
den físico j cuando vio á Rusbrook a t r a -
vesar Ja calle con paso lento , y con t o -
das las señales de un estremado a b a t i -
miento* Llevaba sus manos delante de
l^s ojos como para enjugar sus lágri-
mas ; y á este solo pensamiento corrían
ta mi) i oís las de Amanda. El frió se a u -
mentaba . JU nieve caia á grandes copos,,
6 a
C A P Í T U L O IV.
C A P Í T U L O V,
Á fe m í a , esclamó el m a r q u e s , que no
estaba incluido en la lio-a de las damas*
o "
y que si lo hubiesen llamado no habría
1^4
hecho escrúpulo alguno de hacer eu ella
su papel 5 es preciso que el capitán F i t -
zalan baya tenido algún motivo semejan-
te al que dice Lady Greystock para em-
biar á su hija á Londres ¿ pues de otra
manera no habría sido tan loco en h a -
cer los gastos que eran necesarios, p a -
ra ponerla en estado de presen tai*se en
u n a sociedad para la cual no ha nacido-
Jamas babia c r e í d o , esclamó L o r d
Cherbury irritado violentamente contra su
a m i g o , que el capitán Fitzalan pudiese
conducirse con tal doblez. E l sabe las
miras que tengo sobre mi hijo > y de su
parte es una i afame traición el trastor-
narlas.
\ Ah Myloi^d! dijo Lady Greystock con
una falsa indulgencia 9 vos sois padre ? y
es menester dejar pasar alguna cosa á la
inquietud paternal ocupada en el esta-
blecimiento de un hijo.
N o señora, replicó él 9 yo no perdo-
n o la falsedad, ni el sacrificio del h o -
n o r y del reconocimiento al interés; lo
que acabo de s a b e r m e causa una pena
estrema, y pido á Mylady el permiso de
retirarme. Nada hay mas cruel que ser
engañado por aquel en quien se ha pues-
to toda la confianza.
Muy satisfechas quedaron las damas
Ia5
ctel suceso de su plan* L o r d C h e r í m r y
apenas pudo contenerse en su presencia.
La tempestad iba á descargar sobre la ca-
beza de Fitzalam No hicieron mención
alguna de Belgrave^ determinadas á apa-*
rentar una profunda ignorancia relati-
vamente á este particular*
Las pasiones de Lord Cherfoury eran
impetuosas. Hemos dicho ya que tenia
motivos secretos de desear la unión de su
hijo con Lady Eufrasia , y ía idea de que
su plan sería trastornado lo ponía fuera
de sí. Sabia que las pasiones de su h i -
jo, aunque menos fáciles de i r r i t a r , erau
tan indomables como las suyas* Hacerle
amonestaciones sería tiempo perdido. Al
último se determinó hacer salir de i Ldn*<
dres á Miss Fitzalan, antes que Morti—
mer supiese que estaba instruido de su
mutua pasión.
El conde no tenia dada alguna de
la veracidad de Lady Greystock. Bien
convencido p o r el conocimiento que t e -
nia de los hombres, de que el interés
personal era el grande móvil de las a c -
clones h u m a n a s , se persuadió que F i t -
xalan se había dejado llevar de éL Co-
mo le era preciso aliviar sa indigna-
ción , antes de acostarse escribió á F i t -
&&lan. una carta llena de amargura y d e
Is6
reconvenciones terminada p o r decirle o
mas bien ordenarle que embiase p o r su h i -
ja sin tardanza.
Este golpe era terrible para el des-
graciado F i t z a l a n , el cual después de
tantas vicisitudes de la fortuna , se lison-
geaha haber encontrado al fin u n asilo
donde acabar sus dias en paz.
Al dia siguiente la inocente A m a n -
da fué recibida con una graciosa sonri-
sa por las mismas personas que tramaban
su ruina. Mientras se desayunaban un cria-
do vino á decir á Lady Greystock que
una joven suplicaba hablarla. = ¿ Quién
es ? preguntó Lady G r e y s t o c k ; ha dicho
su n o m b r e ? No señora, solo ha dicho
que deseaba hablaros e a particular. La
marquesa dijo que podía hacerla subir,
y el criado introdujo una muchacha jo-
ven de unos diez y siete años. Su figu-
r a era agradable y su fisonomía intere**
s a n t e , no solo por un aire de inocencia,
sino p o r una espresion de melancolía en
todas sus facciones. E n t r o turbada y tem-
blando 5 y sus vestidos manifestaban po-*
breza,
¿Y b i e n ? hija mia, le dijo L a d y .Greys-
tock mirándola de pies á cabeza,
¿ tenéis alguna cosa que decirme ?
Sí sefiora respoudió la joven tan bajo que
1^7
apenas la podia e n t e n d e r ; mi p a d r e el
capitán Rusbrook me ha enviado para
entregaros u n a carta ; la presentó y p r o -
curó ocultarse de las miradas desprecia-
doras y curiosas de Lady Eufrasia, ade~
lantando su sombrero á los ojos*
Yo no c o n c i b o , le dijo Lady Greys-*
tock 5 que vuestro padre tenga nada q u e
decirme j pues sin duda me hace la mis-
ma proposición que me ha hecho ú l t i -
mamente- ¡ G o m o ! dijo ella después de
haber leido 9 yo creo que él me tiene
por una tonta. Estoy muy admirada que
se atreva á pedirme auxilios, después d e
la conducta insolente que ha tenido c o n -
migo. N o , hija m í a , él h a dejado e s -
capar la ocasión de interesarme en su
favor ; sería indiscreción proporcionar*
medios de mantener una familia en hol-
gazanería. No 5 n o ; vos y las otras m u -
chachas que tiene debéis aprender á ga-
nar vuestra vida.
L a pobre muchacha se puso colora-^
d a : las lágrimas se le asomaron á los
ojos, Procuraba detenerlas, pero n o p u -
do conseguirlo, y corrieron hasta su se-
no. Indignada A m a n d a , no pudo s u p o r -
tar por mas tiempo este espectáculo ? sa-~
lió precipitadamente y se fue á una sa-
la baja* L a compasión la hizo partícipe
ia8
de todos los sentimientos dolorosósos quer
penetraban á la pobre muchacha. Ella m i s -
ma habia esperimentado cuan duro es
aguantar la insolencia de la prosperidad,
el desprecio del o r g u l l o , y los insultos
que el mérito paciente recibe de los h o m -
bres sin virtud,
Miss Rusbrook se retiró y se detuvo
u n momento, en lo bajo de la escale-
ra para enjugar sus lágrimas. Amanda
que la aceciiaba compareció, La joven
muchacha se daba priesa á salir 9 c u a n -
do Amanda la tomo de la mano y con-
duciéndola al r e c i b i d o r , procuró con una
dulzura angélica calmar su conmoción*
Sorprendida de esta atención , y no p u -
diendo resistir mas tiempo á su senti-
miento 7 descansó su cabeza en el seno
de Amanda y le mojó con sus lágrimas»
j A h pobres padres! ¿Cómo podré vol-
ver á ellos para ser testigo de su m i -
seria? E l sepulcro es el solo asilo que
jes q u e d a , como igualmente á sus d e s -
graciados hijos.
Querida mia , le dijo A m a n d a , no
os abandonéis á la desesperación; la p r o -
videncia benéfica y todo poderosa , p u e -
de hacer suceder en un momento el bien
al mal y los consuelos al dolor: decida
me ¿dónde vivís? =^J2n Kensington,
t*En Kensinston ! Seguramente en el
astado de debilidad en que os halláis no
podréis hacer un tal viage. Sin e m b a r -
go es preciso que lo h a g a , dijo IVSiss
ábasbrook* Amanda dio algunos pasos acia
la v e n t a n a , meditando un plan que aca-
baba ele formar. ==¿Conocéis ^ le dijo
Amanda, alguna casa á poca distancia de
aquí 9 donde podáis esperarme algún tiem-
po ? Yo iré en coche v y os conduciré á
vuestra casa.
Este ofrecimiento era muy agrada-
ble á la p o b r e 9 débil y trémula m u -
chacha* pero lo reusaha modestamente
por el temor de causarle incomodidad*
Amanda la rogó no perdiese el tiempo
en vanos escrúpulos ^ y la indicase u n a
casa donde pudiese tomarla.. Miss R u s -
brook la dio la seña en Bondsíreet, e a
casa de un sombrerero de quien ella le
dio el nombre ? y le dijo que iría á es-
perarla allí. Arreglado este punto 9 Aman*
da que temía ser sorprendida la condue-
lo poco á poco á la p u e r t a y volvió á
subir al salón d o n d e , encontró á Lady
Eufrasia que iba á leer á la marquesa
la carta de Rusbrook para divertirla.
E n ella se veían pintados los aovar*
bates penosos del orgullo y de la .nece-»
sidad, el primero sojuzgado p o r el se-*.
TOM; n i , i
i3o
gundo, y el honor de una alma noble que
busca algún alivio á sus males en quien
es la causa misma de ellos. El des^ra-
ciado ftushrook se habia visto obligado
á este paso humillante, que por sí solo
no habría hecho jamas ? p o r el espectá-
culo penetrante de una esposa tierna y
a m a d a , enferma y rodeada de una n u -
merosa familia falta de todo. Decía en
esta carta , que él y su familia habían
bebido hasta el fondo la copa de la d e s -
gracia. Ya no daba importancia á los
motivos de justicia contra Mviadv. solo im-
ploraba su humanidad ? cuya voz s c . l i -
songcaba que escucharía. Para interce-
der en su favor le embiaba á una joven
suplicante, cuyos ojos llenos de lágri-
m a s , y mejillas marchitadas serían tes-
tigos de la miseria que le describía.
L a marquesa después de la lectura
declaró que estaba maravillada de la in-
solencia de tal d e m a n d a , y Lady E u -
frasia protestó que la carta era la mas
ridicula que jamas hubiese leido. Pero
Amanda en esta como en otras muchas
cosas era de un parecer bien diferente;
pero ío ocultó cuidadosamente, así como
m i pequeño proyecto que habia conce-
bido en favor del pobre Rusbrook.
D e l dineio que su padre le había
I3I
dado para sus gastos le quedaban die£
guineas las que habla destinado para com-
prar algunos adornos para un baile que
la duquesa B. ». . daba la siguiente s e -
mana y para el cual L o r d Mortimer le
Labia pedido fuese su pareja. Renunciar
á este baile y consagi*ar á un acto d e
beneficencia el dinero destinado á
3a vanidad, tal era su p r o y e c t o ; y
se tuvo por muy feliz de que Rusbrook
hubiese hecho este paso antes de hacer
su c o m p r a , después de la cual se h u -
biera hallado imposibilitada de poderle
dar un sheHin£. Su alma estaba indiíí—
nada de la inhumanidad de Lady G r e y s -
fcock ? y de la de la marquesa y su hi-«
ja. Al abrigo de todas las necesidades, no
sentían piedad alguna por las mas a p r e -
tadas necesidades de los demás. Si esta
frialdad ^ esta dureza de corazón , - 'se d e -
cía á sí misma 9 son los efectos de la
prosperidad; ah ! que jamas se me acer-
q u e ; pues los fastuosos placeres que ella
da 5 no tendrán jamas para mí tanto ya^
lov , como el dulce sentimiento de la sen-
sibilidad y compasión.
Las damas habían hablado de ir á una
feria pública en la q u e , hablando-al es-
tilo de Eufrasia 5 debía encontrarse todo
el universo. Amanda se escusó de ir á;
la función 5 pues tenia alguna compra que
hacer en la ciudad. Se contentaron de su
escusa ? y cuando las damas se r e t i r á -
r o n para componerse-> Amanda emhió á
buscar u n coche 5 y se fué al instante á
Bondstret donde encontró á Miss R u s -
b r o o k , que la esperaba con inquietud.
E n el camino acia Kensinaton * la aía-
bilidad de Amanda ganó del todo el
afecto y entera confianza de su joven
compañera. Ésta le contó la historia de
las desgracias de sus padres, Su p a d r e a
, su vuelta de América con su m u g e r y seis
hijos había sido aconsejado por Mr. Heafch-
field el amigo que habia reconciliado
al tio y s o b r i n o , de entablar un pleito
contra ..JLady Greystock ? sobre la p r e s u n -
ción de que ei testamento en virtud del
cual Lady Grey stock se había puesto en
posesión de los bienes de Sir Geofroy^
no era legítimo* L e habia abierto su bolsi-
llo para los gastos, y su casa p o r asilo:
Rusbrook habia aceptado sus ofrecimien-
tos y habiendo vendido su empleo de
capitán para satisfacer algunas deudas que
habia contraído en la manutención de
su íamilia^ había tomado su residencia
bajo la hospitalidad de su amigo. E n me-
dio de Ja felicidad que disfrutaba en es-
te asilo y en el ,seno de las. esperanzas
i33
lisongeras que alimentaba, y que sus abo-
gados le fomentaban, una fiebre violenta
se ]levó á Heathficld sin dejarle ni tiem-
po de hacer testamento, en el cual h u b i e -
ra dejado á Rusbrook un legado consi-
derable. E l heredero del difunto , h o m -
bre avaro y sin nobleza, habiendo temi-
do m u c h o tiempo que lá amistad de sti
pariente acia Rusbrook perjudicase á sus
intereses, p a r a vengarse de la inquietud
que le había causado, no estuvo por
mas tiempo en posesión de la casa que
ocupaba Heathfield y ía devolvió á su
p r o p i e t a r i o , vendiendo al instante todos
sus muebles. T o d o el favor que hizo á
Rusbrook fué dejarle habitar la casa des-
mueblada durante algunos meses que que-
daban del arriendo- Los procuradores c o -
nociendo la imposibilidad eu que R u s -
brook iba á verse de pagarles salario al-
guno , le declararon que ya no debia
contar con su socorro , y en un momen-
to toda la perspectiva de su dicha d e -
sapareció de su vista como un edificio sin
fundamento levantado en un sueño e n -
gañoso , y que después de él no dt:'ja ni
aun rastro de haber existido en nuestra
fantasía.
Habia hecho con 'Ladv Grey stock una
tentativa que debía u su familia ? p r o p o -
134
uniéndole tina composición entre la justi-
cia y la avaricia , la que le habría p r o -
porcionado algún medio de subsistir. La
insolencia é inhumanidad de esta m u -
ger le hirió p r o f u n d a m e n t e , y resolvió no
presentarse mas á sus ojos; pero estando
en él cúmulo de su miseria ? y amena-
zando aun la existencia de su familia
y sobre todo la de su muger postrada
de enfermedad , habia creído que la j u -
ventud y la inocencia ablandarían el co-
razón de piedra de Lady Greystock y
que asegurada para en adelante por la
miseria de Rusbrook que habia a b a n d o -
nado toda pretensión á sus b i e n e s , se d e -
terminaría con mas facilidad á darle al-
gún socorro.
Nosotros hemos probado este ultimo
r e c u r s o , continuo Miss Rusbrook a c a -
bando su ingenua relación 9 y no nos ha
salido bien. M u c h o tiempo ha que esta-
mos privados de todas las comodidades de
la vida- pero ahora nos faltarán aun las
cosas mas necesarias. E l s o c o r r o , dijo
Amanda , muchas veces viene de d o n -
de uno menos lo espera; y dejarse lle-
var de la desesperación es poner en d u -
da la bondad del ser todo poderoso, que
ha prometido proteger á todas las cria-
turas»
i35
E l coche había llegado á Kensington^
y algunos pasos de la habitación de Rus-
brook. Amanda hizo detener el c o c h e , y
apretó la mano de Miss Rusbrook p o -
niéndole al mismo tiempo u n billete de
banco de diez libras esterlinas, diciendo-
l e : Yo me lisongéo que no está lejos el
tiempo en que el conocimiento que acá—
hamos de formar será cultivado bajo los
mas felices auspicios* Miss Rusbrook abrió
el papel que estaba doblado, y sus m e -
jillas se sonrosaron, j Oh señora! esclamó>
í qué b o n d a d ! Sus lágrimas le impidie-
r o n decir otra cosa,
Me haríais un a g r a v i o , le dijo A m a n -
da tomándola de la m a n o , hablando mas
de esta bagatela; si mis medios corres-
pondiesen á mi inclinación, habría t e n i -
do vergüenza de ofrecéroslo ; pero tal c o -
mo es , os suplico que lo aceptéis como
una porción muy módica de los bienes
que el cielo ha reservado para vos* D i -
jo á Miss Rusbrook que no quería d e -
tenerla mas. La joven muchacha le b e -
só la mano con el mayor transporte ? y
le dijo: vuestra figura es la de un á n -
gel y vuestra bondad corresponde á vues-
tra belleza. Yo no reusaré vuestros b e -
neficio? , señora , los acepto con recono-
cimiento por unas personas que amo mas
i36
q u e á ' mí misma. Pero ¿ n o puedo espe-
r a r volveros á v e r ? vos sois tan buena
señora, que uno olvida todos sus pesares
hablando con vos. Yo os prometo dijo
Amanda , que volveré á veros lo mas
pronto que me será posible.
Habiendo Miss Rusbrook salido del
c o c h e , Amanda ordenó al cochero que
la volviese á conducir á la ciudad lo mas
pronto que le fuese posible. Había h e c h o
aun poco camino, cuando uno de los
caballos habiéndose desherrado obligó al
cochero á bajar y detenerse á reparar el
mal. Esta tardanza dio mucha pena á
A m a n d a , p o r q u e ' hubiera querido estar
de vuelta antes q u e las d a m a s , de m i e -
do que si entraba después de ellas L a -
dy Greystock la estrecharía á manifestar
la razón de su ausencia; y en cuanto á
decirle la verdad _, no podía resolverse á
e l l o , persuadida de que si Lady Greys-
tock sabia que había socorrido á 'Rus-
brook nacería de ésto una disputa one
BO le permitiría habitar mas tiempo con
ella bajo un mismo techo. P o r otro la-
do no podía pensar sin un gran disgus-
to en dejar á Londres en el momento
en que iba á terminarse su negocio con
L o r d Mortimer.
E n fin vuelto á subir el cochero á
i37
su sitio y caminando el coche con p r e s -
teza , Amanda se lisongeó qae llegaría á
tiempo , y se puso á pensar con delicia
en el socorro que su pequeño regalo iba
á ser para la desgraciada familia de R u s -
brock. Este pensamiento tenia para ella
tanta dulzura , y un encanto tan supe-
rior al de los placeres de u n b a i l e , que
apenas soñaba en el disgusto que L o r d
Mortimer tendría de no verla allí* Esta-
ba convencida de que él no faltaría a
preguntarle el motivo de no haber v e -
nido ; y estaba resuelta á ocultarle por
un momento la razón 5 pues habría ^ m i -
rado como una ostentación despreciable
hacer saber que habia empleado en un
acto de beneficencia el dinero que le era
necesario para un vestido de baile. P o r
otra parte temía que una tal narración
escitase la generosidad de L o r d M o r t i -
mer por la familia Rusbrook 5 lo que su
delicadeza le aconsejaba evitar*
Al llegar preguntó á un criado que le
abrió la puerta si las damas habían lle-
gado,, la dijeron que sí , y que iban á
comer- Apresuróse , y la muchacha que
la servia le dijo que Lady Greystock ha-
bia preguntado por ella desde su .llegada.
Amanda se aderezó con la mayor p r o n -
titud , y se fué al salón de tertulia > don-
138
de encontró j u n t o s , á mas de la fami-
lia , á L o r d Moi-tirner, Miss Malcolm y
otras muchas personas, tanto hombres co**
tno mugeres.
¡Dios m i ó ! dijo L a d y Greystock al
momento que entró Amanda ¿ d ó n d e h a -
béis e s t a d o , hija m i a , toda la mañana ?
Yo sospecho, esclamo Lady Eufrasia , que
nos habéis ocultado vuestros pasos esta
mañana. ¡Y bien! dijo Miss Malcolm rien-
do ? las gentes que ocultan sus pasos t i e -
nen para ello razones que n o quieren
decir á todo el m u n d o .
Amanda nada respondió á esta mali-
ciosa insinuación sino con el silencio del
desprecio : pero á las preguntas r e p e t i -
das de Lady Greystock dijo vacilando y
á media voz que había estado en la ciu-
dad* ¡ ELI la c i u d a d ! repitió L o r d Mor—
tlmer* Esta esclamacion hizo sobresaltar
á A m a n d a , quien volvió los ojos á Mortt-
timer y vio que la miraba con u n a c u -
riosidad penetrante y seria. Entonces los
colores le salieron al r o s t r o , como si aca-
base de ser prendida en u n a mentira , y
bajó los ojos.
L a conversación se distrajo _, pero fué
menester mucho tiempo para que Aman-
da se repusiera de su turbación. Su
respuesta habia sorprendido á Lord Mor*
*39
tímer por u n a razan qxie poco sospecha*
ba. É l se encontraba en la feria coa la
marquesa y Ia,s otras señoras ^ pero p r o n -
tamente se fastidió no viendo á Amanda.
Con ésto pretestó u n negocio, y volvió
á su casa, hizo poner los caballos á una
silla ^ y tomó la ruta de Kensington , y
pasando al lado del coche de Amanda de-
tenida como hemos d i c h o , la conoció.
Lady Eufrasia le hahia dicho que A m a n -
da no habia venido á la feria por tener
algún negocio en la ciudad. É l n u n c a
habia oido hablar que tuviese c o n o c i -
miento alguno en Kensington y se a l a r -
mó al verla. Con ésto siguió de lejos el
coche y dando á guardar su silla al la—
cayo, hizo lo restante del camino i pié,
hasta que la hubo visto apealase í la p u e r -
ta cíe la casa Rosíine. Amanda no lo h a -
bia visto, ocupada como estaba en sus p e n -
samientos y por estar en el fondo del
coche y á uno de sus lados. L o r d Mor—
timer volvió entonces á sü silla , y c u a n -
do estuvo cerca de ella, vio al coronel Bel-
grave á caballo mirando con atención los
caballos que en efecto eran muy hermo-
s o s , y preguntando de quien eran. Has-*
ta este memento su recíproco conocimien~
to estaba limitado á saludarse pasando,
pero entonces impelido p o r un motivo que
i4°
él mismo no podía e s p l í c a r , le hizo urt
saludo mas obsequioso, y le preguntó si
se habia divertido en el p a s e o , y si ha-
bia estado muy lejos. No mas que en
Kensington, respondió el coronel.
Esta respuesta confirmó los primeros
temores de L o r d Mortimer. Se puso pá-
l i d o , dejó caer las riendas que habia to-
mado c o n intención de volver á subir á
su c a r r u a j e , y llegó á su casa todo t r a s -
tornado. Habia prometido ir á comer en
casa del marques* E n los primeros m o -
mentos de su turbación estaba determina*
do á embiar sus escusas ; pero á la l l e -
gada del criado á quien iba á dar esta
comisión, m u d ó de parecer. Yo iré,, dijo
él „ aunque las apariencias sean contra
ella, tal vez me dará una esplicacion que
tne satisfaga de.su ida á Kensington. Ator-
mentado de sus sospechas y víctima a l -
ternativamente de las dudas y de la e s -
peranza ? llegó á P o r t m a n - S q u a r e .
Lady Greystock y Lady Eufrasia h a -
bían hablado mucho tiempo sobre la l a r -
ga ausencia de Amanda en la mañana.
Cuando entró en el salón , íes p a r e c i ó
confusa y creyeron ver su embarazo a u -
mentado por las preguntas de Lady G r e y s -
tock* Pero cuando hubo respondido quo
Labia ido por la cindad ; - ÍU íakedad le
thocó de tal rnodo^ que Mortimer no
pudo menos de repetir su respuesta con
admiración. E n su indignación poco fal-
tó - para que no se hiciese lina escena de
sangrientas reconvenciones* El color que
cubría las mejillas de Amanda no le pa-
reció ser el de la inocencia ingenua y
modesta, sino de la vergüenza y ¿ m o r -
dimiento ; le pareció evidente que habia
visto á Belgrave por la mañana; que el
misterio ocultaba la cita, y que el c o n o -
cimiento de esta conexión con este h o m -
bre liabia determinado á Sir Carlos Bin-
gley á renunciar á Amanda tan r e p e n -
tinamente.
j G r a n Dios ! se decía á sí mismo ¿quién
conociendo á Amanda hubiera podido
creer que su seno encerrase un corazón,
tan falso!, y sin embarga tengo motivos
harto poderosos p a r a juzgarla así* Con i o -
do quiero aun sufrir esta horrible iDcer-
tidumbre ^ y disimular mis sospechas> h a s -
ta qua esté enteramente convencido- E n
la mesa se colocó enfrente de Amanda,
y sus ojos sin cesar se volvían acia ella
con la melancolía tierna, que se espe—
rimenta íi la vista de u n objeto amado,
que se está en vísperas de perder para
siempre*
Su tristeza fué prontamente notada
i4^
p o r la marquesa y Lady Eufrasia. Estas
vieron con la mayor satisfacción que el
veneno de la sospecha que - habían he-*
cho pasar á su a l m a , empezaba a obrar.
Ya disfrutaban de antemano del éxito de
su artificio. Lady Eufrasia en particular
estaba alborozada de vengarse del sensi-
ble corazón de M o r t i m e r , de volverle to-
do lo que éste la había hecho sufrir, y
añadir todo ío que dependiese de elía á
las desgracias que prontamente iban á
descargar sobre Amanda.
También Amanda notó e l ' a b a t i m i e n -
to de Mortimer,: se conmovió y concibió
algunos temores de su causa. La lia de
Mortimer había acaso reusado interceder
con su p a d r e , ó acaso estaba mas fuer-
temente estrechado á unirse luego con
Eufrasia ; acaso vacilaba entre el amor
y el deber. Esta idea helaba su cora-*
zon. P e r o , n o , decia e l l a , esto no p u e -
de ser, Si L o r d Mortimer podia m u d a r -
se no me dejaría ignorar su mudanza*
Al a n o c h e c e r , la concurrencia llegó a
ser mucho mas numerosa. Pero L o r d
Mortimer se mantuvo largo tiempo solo
y pensativo. Amanda por casualidad se
encontró sentada á su lado. Estaba s o -
bresaltada de verle tan pálido y tan aba-
t i d o , y le manifestó sus inquietudes so-
bre su salud» E n efecto respondió Mor-*
timer con u n suspiro, no estoy muy bue*
no.
Al mismo tiempo observo que Aman-*
da le miraba con suma ternura 5 p e r o
le había ya pasado el tiempo en que u n a
mirada semejante ]a habría transportado»
ahora le manifestaba un sentimiento que
tenia en el dia suficientes motivos para
mirar como fingido, y representado* Sus
pasiones aniquiladas por su p r o p i a vio-
lencia^ lo dejaban en una especie de c a l -
m a , y la tristeza era su sentimiento d o -
minante. A u n q u e llorando amargamente
la perfidia de Amanda 3 no estaba en e s -
tado de echársela en cara* L a miraba con
una ternura taciturna , y cuando ella íe
manifestó su pesar de verlo indispuesto,
se contentó con replicar ¡ Ah Amanda! ?
el hombre por quien vos realmente sen-
lis un tierno interés > debe ser feliz.
Amanda no sospechando un. siniestro
sentido oculto bajo estas palabras ¿ las
recibió mas bien como una espresion que
empleaba L o r d Mortimer para pintar su
propia dicha / no dudó que él mismo se
creyese el objeto de todo el interés que
ella podía manifestar 5 y esta idea la di*
sipo sus inquietudes.
Su conversación fué entonces ínter-.
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rumpida por Miss Malcolm que vino r i e n -
do á colocarse al lado de Mortimer, pa^
ra levantar, según decía ? sus espíritus
abatidos.
C A P Í T U L O VI*
CAPÍTULO VIL
CAPITULO VIII.
UN D E L T O M O III.