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ÓSCAR Y AMANDA,

O LOS

DESCENDIENTES DE LA ABADÍA.
OBRA ESCRITA EN INGLES

POR

MISS REGINA-MARÍA ROCHE,

PUESTA EN CASTELLANO

POR

D. CARLOS JOSÉ MELCIOR.

TOMO III.

CON LICENCIA.
BARCELONA, POR JUAN DORCA.
AÑO 1 8 1 9 .
ÓSCAR Y AMANDA,
Ó LCfe
DESCENDIENTES DE LA ABADÍA.
OBRA ESCRITA EN INGLES

POR

M1SS REGINA-MARÍA ROCHE,

P U E S T A E N CASTELLANO

POR

D. CARLOS JOSÉ MELCIOR.

TOMO III,

CON LICENCIA.
RARCJEZON^VO^ JUAN D O R C A ?
AÑO x8iq.
ÓSCAR Y AMANDA,
Ó LOS

DESCENDIENTES DE LA ABADÍA.

CAPITULO PRIMERO*

..,nianda se repuso poco á poco de su


Ct¿1ItJ.l

abatimiento con la esperanza de volver á


ver á L o r d Mortimer; pero esto no era
sin ocasionarle algunos temores y g r a n -
des agitaciones* Unas veces se imaginaba
que lo encontraría apasionado de L a d y
Eufrasia j y otras se decía é sí misma que
el tenía un caracleí- demasiado noble y
sincero-j, pax^a renunciar con ; tanta facilidad
súbitamente, y que la indiferencia que le
Labia manifestado escitada por el resenti-
miento , se desvanecería 9 si tenia una so-
la ocasión de esplicarse con él ; esplica-
cion que seguramente no reusaría oír.
E n fin ella calmó u n poco la agita-
ción que le causaban estas reflexiones?
pensando que su incertitud se disiparía
prontamente.
Á las cinco de la tarde llegaron á u n a
posada, donde debían pasar la nocbe d i s -
tante u n a milla de Tudor-HalL Después
de c o m e r , Amanda dijo á Lady Greystock,
que se proponía acompañar á Elena á
casa de sus padres. Lady Greystock no
se opuso á esto, no ¡teniendo Amanda ne->
cesidad de carruage para tan corto c a -
mino : solamente le encomendó no se olvi-
dase de la hora del t é , en la cual des-
pués de haberse reparado con u n corto
sueño •> se encontraría en estado de ha-»
cer su piquefc acostumbrado.
Amanda y Elena partieron solas, h a -
biendo esta última reusado que les siguie-
se un h o m b r e que le tragese su valija, la
que decia que embiaría á buscar al dia
siguiente* Amanda tomó esta disposición
como hecha á medida suya, pues que*
ria dar sin otra compañía que la de E l e -
na 9 un paseo, en el que se abandonaría
con mas libertad á su melancolía, y en
donde volvería á ver unos lugares que le
recordarían tiernas memorias.
Este sentimiento es muy natural y en
efecto son u n espectáculo triste, pero acom-
pañado de alguna d u l z u r a , los lugares en
que en otro tiempo hemos sido felices*
O
Al acordarnos de una pasada felicidad^
sentimos revivir por u n momento en núes*
tros corazones alguna cosa de las i m p r e -
siones que er\ otro tiempo recibimos ^ y
dulcifica nuestro pesar de haberla p e r -
dido.
Tales eran los sentimientos que o c u -
p a b a n á Amanda , mientras que Elena,
á quien lo pasado no le dejaba r e c u e r -
dos tristes^ veia con p l a c e r , y enseñaba
á su señora las habitaciones de sus p a -
dres y amigos- Sin embargo la vista de
la choza abandonada p o r el pobre Chip
arrancó algunas lágrimas de sus ojos; p e -
ro estas lágrimas fueron acompañadas de
una sonrisa, por la cual parecía decir á
la humilde mansión de su a m i g o : a u n -
que al presente te halles solitaria y d e -
sierta , el momento se acerca en que la
alegría y la dicha volverán á tu seno , en
que tu fuego y tu luz alegrarán á tus
huéspedes, y llamarán al estraviado bajo
tu caritativo techo.
Habiendo Amanda dejado el brazo de
Elena ? marchaba lentamente. La tarde era
deliciosa; la bóveda del cielo estaba b r i -
llante de estrellas; el a i r e , sin ser e s -
ternariamente frió, era puro y fresco, y
el camino estaba resguardado de él por
u n lado con los bosques de Tudor-Hall.
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Amanda los veía conmovida; pero llega-
da á la reja que le habia abierto L o r d
M o r t i m e r , cuando huia de él á su p r i -
mera vista , su corazón enternecido no p u -
do resistir á este recuerdo. Ella se detu-
vo pensativa , y dio curso á sus lágrimas*
Las siempre verdes madreselvas, de q u e
se hallaba lleno este b o s q u e , le i m p e -
dían tener aspecto triste y desnudo a u n
en esta estación del i n v i e r n o ; ella h u -
biera deseado internarse en su obscuri-
dad la mas r e t i r a d a , pero no tenia tiem-
po , ni hubiera podido llevarse consigo á
Elena que no estaba exenta de temores
supersticiosos. ¡Ali! se decía á sí misma,
cuando las plantas se reanimarán, cuan-
do las hojas y las flores vejetarán de n u e -
vo con los rayos del sol, y que estos
bosques resonarán con la dulce melodía
de las aves ¿ e n qué sitio estaré yo? y
¡cuan lejos de estas escenas deliciosas, des-
cuidadas puede ser, y olvidadas del d u e -
ño de estos hermosos lugares !
El ruido de los vientos en las cimas
de los árboles y el de la agua que caía á
corta distancia, empezaron a dispertar-
los temores de Elena , la cual asió con
trémula mano á Amanda, y la suplico
por el amor de Dios acelerasen su llega-
da al pueblo. E l camino daba algunas
vueltas aun por el bosque , y las luces
de las casas á poca distancia de él¿ alum-
braban sus m á r g e n e s , mientras que el
viento llevaba el sonido de las voces de
los labradores reunidos al rededor de su
h o g a r , descansando de las fatigas del dia*
Hombres pacíficos, decia Amanda, cuan-
do habéis satisfecho las necesidades de la
naturaleza , ningún cuidado ni inquietud
turba vuestras almas. Fatigados, pero no
consumidos de los trabajos del dia, con
los cuales preparáis el seno de la tierra
p a r a recibir las fecundas influencias de la
primavera y buscáis y encontráis el dulce
reposo.
Ella se detuvo u n momento en la
pradería vecina á la casa de su nodriza.
E n esta pradería le habia seguido ana
vez Mortimer, y veia desde allí á T u d o r -
HalL T a m b i é n procuró divisar las ven—
tanas de la b i b l i o t e c a , pero la noche era
demasiado o s c u r a , y no pudo distinguir
otra cosa que el sitio donde estaban los
c r i a d o s , que se hallaba alambrado con
alsrunas luces. I d e a d a s á ia easa de E d -
V\in:, vieron p o r la ventana toda la fa-
milia al rededor de un buen fueao con-
versando y riendo. L a diligencia de E l e -
na no le dio lugar á tomar precaución
alguna; ésta abrió la puerta de repente * y
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fué á arrojarse á los brazos de su m a -
d r e . L a sorpresa de esta buena gente fué
estrema, y su alegría sin límites. Ellos
recibieron á Amanda con tanto amor y
t e r n u r a , como si hubiese sido su p r o p i a
bija, sin preguntarle los motivos que la
conducian. L a primera p r e g u n t a fué si
venia á pasar algún tiempo con ellos, y
su respuesta les afligió mucho* Gomo la
instasen ofreciéndole algunos refrescos,
ella les dijo que le era imposible d e t e -
nerse j que habiendo pasado ya el tiem^
po que se le habia dado , temía que L a d y
Greystock se enfadase de haberla dejado
sola tanto t i e m p o : les dio precipitada-
m e n t e algunos pequeños regalos que les
habia t r a í d o , é iba á dejarles, cuando la
pobre Elena que después de haber vi-
vido tanto tiempo al lado de Amanda í a
amaba hasta a d o r a r l a , voló á los brazos
de su señora, y la estrechó entre los su-
yos, como para resistir á una separación¿
cuya idea no podía sufrir.
jÓ mi querida señora! le d e c í a , ¡que?
jes preciso que os deje! Mi corazón se
p a r t e á. esle pensamiento; la misma pre-
sencia de Chip no me consolaría. Yo se
que vos no sois feliz, y esto redobla mi
pena *al dejaros, vuestras mejillas han
perdido su color , yo os he visto llorar
9
muchas veces , cuando creíais no ser vis-
ta de nadie. Si vos, que sois tan buena*
no sois feliz ¿cómo una pobre m u c h a -
cha como yo puede esperar s e r l o ? ¡ O !
¡pudiera yo veros pronto en T u d o r - H a l l
como dueña del castillo, y casada con el
mejor y mas amable de todos los h o m -
bres , que os lo j u r o , os ama de todo su
corazón. E n t o n c e s Chip y yo seremos fe-
lices, -pues estoy segura que vos y M i -
lord nos protegeréis.
Ama tula apretó a la buena muchacha
contra su seno y mezcló sus lágrimas coa
Jas suyas 5 diciéndole al o i d o : querida
E l e n a , no habléis de esto, vuestra dicha
me será siempre c a r a , yo haré cuanto
p o d r é para apresurar vuestro casamiento
con Chip > y espero que pronto os r e u -
niréis.
¡ A h ! dijo la buena "nodriza, vos os
v a i s , cuando me lisonjeaba que veniais
á pasar algún tiempo con nosotros, y
que puede ser que Milord v e n d r í a , y h a -
bríais sido t a n felices u n o y otro de voU
veros -á ver\ Yo creí que percha el enten-
dimiento cuando no os halló aquí. Me
causó lástima , y no habría hecho escrú-
pulo en decirle donde estabais, si lo hu-^
biese sabido, como él se lo ereia, pues
m e ofreció mucho p a r a que se lo dijese*
to
Nosotros tenemos aun aquí al pobre 1VL
Hoswell, que está como u n desterrado
después de vuestra partida 9 y suspira sin
cesar. É l viene casi todos los dias á p r e -
guntarme si sé alguna cosa de v o s , y si
L o r d Mortimer está en vuestra compañía*
| 0 ! él no se consolará si sabe que ha-
béis venido a q u í , sin que os baya visto*
¡Y bien! mi querida nodriza, le dijo A m a n -
da«, esforzándose á parecer a l e g r e , es pre-
ciso esperar que algún día nos encon-
traremos reunidos*
Ella se despidió s y apoyándose sobre
el brazo de EcKvui volvió a l a posada, en
la que encontró á Lady Grcystock dis-
pertándose. Ambas tomaron el t é , y des-
pués de haber jugado casi una hora á
los cientos, se retiraron para mse á acos-
tar. Amanda que había dormido poco se
levantó temprano ? y viendo que Lady
Greystock no se bailaba aun dispierta 5
bajó al patio para pasearse en éL E l
primer objeto que allí divisó con gran
sorpresa su va , fué el ministro ííowell a n o -
yado sobre una barrera á la puerta, pa-
reciendo triste y pensativo. El- corrió acia
ella» v tomando su m a n o la dijo: Vos
os admiráis de v e r m e , pero yo me lison-
j e o de eme no os enfadaréis de ello* No
he podido resistir al deseo de veros P des-
p u e s de todas las penas que lie sufrido
con vuestra m a r c h a precipitada % y deses-
perando de volveros á ver , estoy aquí
desde la salida del dia esperando este m o -
mento feliz.
Sien Lo m u c h o , le dijo Amanda con g r a -
v e d a d , que vuestro tiempo sea tan mal
empleado. ¡Con qné frialdad me habláis !
la dijo él- ¡ A h ! si pudieseis leer mi c o -
razón , y ver cuan lejos estoy de toda p r e -
tcnsión , os aseguro , que sin q u e r e r ali-
viar mis penas tendríois alguna piedad de
mí. Yo no he cesado después de vuestra
partida , de r e c o r r e r los lugares que g u s -
tabais frecuentar; me he detenido m u c h a s
veces en la t u m b a de vuestra madre p e n -
sando en vos ? he llevado allí mi o f r e n -
da en la p r i m a v e r a ; y he colgado e n
ella guirnaldas de las flores mas bellas de
m i jardín en memoria de su celestial hija-
L a voz dulce y lastimosa de"'Ho\vell ?
y su semblante abatido eseitáron en su
favor toda la sensibilidad de Amanda-
p e r o confusa con las tiernas espresiones
del m i n i s t r o , le dijo con u n tono a f e c -
tuoso 5 que ella tenía á gran dicha v o l v e r -
le á v e r , y p r o c u r ó r e t i r a r su m a n o .
C i e r t a m e n t e 5 dijo él^ podéis p e r m i t i r m e
deteneros aun u n m o m e n t o * pues vais á
volver ai seno de los placeres y de la d i -
12
c h a 5 y \ á juntaros con el hombre mas
feliz de todos.
E l se d e t u v o ; y Amanda ^ p r o c u r a n -
do aun desasir su mano ^ y mirando si
alguno la observaba, vio á Lady Greys—
tock a la ventana que se sonrió con fi-
n u r a . Viendo que el car rúa ge es-*
taba dispuesto ^ la dijo que iba á bajar*
Howell dejó entonces la mano de Aman-
d a ; ésta pareció enfadada, y él manifes-
t ó un disgusto t a l , y se escusó de un
m o d o tan humilde y tan sumiso, que no
p u d o reusarle su perdón. Les ayudó á su-
bir al coche y les dio un triste á dios*
He aquí verdaderamente 7 dijo Lady
Greystock <, u n joven muy amable. A u n -
que estrechada á p a r t i r , no he querida
interrumpir vuestra interesante conversa-
ción. Vos habéis sin duda pasado algún
tiempo a q u í , pues que conocéis tan bien
á este hermoso mozo? Amanda hubiera
deseado no convenir con la verdad de
esta conjetura^ que podía conducir á L a -
dy Greystock á descubrir ó á lo menos
sospechar su intimidad con L o r d M o r ü -
m e r . Sabéis ya s e ñ o r a , respondió ella,
que la madre de Elena ha sido mi no-
driza. Sí querida mía, replicó Lady G r e y s -
tock con alguna malignidad ; pero si vues-
tro conocimiento con eate joven ha e n v
i3
pezado desde vuestra infancia, imagino
que lo habréis renovado después.
Amanda se puso colorada, y para ocul-
tar su turbación aparentó mirar al pais
con atención. Lady Greystock la o b s e r -
v a b a , y la oyó suspirar al pasar á la vis-
to de Tudor-Hall. He aquí ¿ dijo ella á
A m a n d a , una casa muy hermosa; p r e s u -
mo que la conocéis > como igualmente al
dueño á quien pertenece,
Amanda no podia decir una falsedad,
ni escapar de las preguntas de L a d y
Greystock, y asi la confesó no solamen-
te que Tudor-Hall pertenecía á L o r d
Mortimer 3 sino que le había visto allí el
verano pasado. L¡ady Greystock sacó pron**
tamente la consecuencia que allí había
principiado la recíproca inclinación e n -
tre ella y L o r d M o r t i m e r , y la turba~
eion de Amanda en confesar que había es-
tado ya en el pais de Gales confirma^
ron esta conjetura* Sin embargo p r o c u -
ró introducirse en la confianza de A m a n -
d a , manifestándola mucha amistad y e s -
timación , y sobre todo haciéndole e n -
tender que después del conocimiento q u e
te nia de las disposiciones de L o r d Mor-*
timer no creía que hubiese p e n s a d o , ni
pensase jamas seriamente con Lady E u -
irasía. Esperaba que esto empeñaría á
Amanda á abrirle su c o r a z ó n ; pero se
engañó en sus esperanzas. Con todo ella
se lisongeó que habia sabido bastante
para que la Marquesa la perdonase el ha-
b e r conducido Amanda á Londres, si d e s a -
probaba este paso, corno habia motivos de
t e m e r l o , i esuelta por otra parte á decir-
le que Fitzalan la habia obligado á ello
Llegaron a Pall-Mall la tarde del ter-
cer dia en el alojamiento que los p r o c u -
radores de Lady Greystock habían ajus-
tado. Lady Greystock, aunque tenia m u -
ellos negocios, y en vísperas de ver c o -
menzar su proceso , no descuidaba las
ocasiones de diveitirse: al dia siguiente
de su llegada cmbió á saber noticias de
la familia Rosline, y aí otro dia por la
m a ñ a n a , como lo esperaba, la Marquesa
y su hija vinieron á hacerla una visita.
Amaada se hallaba á la ventana cuando
el coche se acercó á la puerta. Se salió
al m o m e n t o , y se retiró á su aposento,
no queriendo ni esponerse á su imperti-
n e n c i a , ni parecer solícita de p r e s e n t a r -
se á ellas. Lady Greystock las hizo s a -
ber que Amanda la habia seguido á L o n -
dres lo que las sorprendió y desagradó.
Ella entonces las d i j o , como lo habia
proyectado, que no habla podido resis-
tir á las importunas instancias de Fitza»
l a n , que la habia obligado á tomar su
hija, teniendo, según decia, razones pa-
ra estrecharla así. Entonces las notició
todo lo que habia descubierto de la i n -
clinación de Lord Mortimer por A m a n -
d a , que había tenido origen en Gales, d o n -
da se habían encontrado el verano a n t e -
rio Í \
'La Marquesa y su hija sacaron al
momento la consecuencia de que A m a n -
da habia sido embiada á Londres con la
mira de un casamiento que ellas resol-
vieron impedir por iodos los medios. La
Marquesa la aborrecía de tal m a n e r a , que
nada habia que no estuviese dispuesta á
hacer para estorvarla 5 no solo que fue-
se preferida á Lady Eufrasia por L o r d
Mortimer 5 sino aun impedirle el logro
de cualquier otro establecimiento. Ella
superó la repugnancia que tenia de vol-
verla á ver con la esperanza de que es-
taría mas en estado de velarla y d a ñ a r -
la. Comunicó pues esta idea á su hija 5
quien habiéndola tomado y adoptado p di-
jo á Lady Greysíock que ya que ella
se habia llevado a Miss Fitzalan, desea-
ban que la hiciese venir. Embiáron á bus-
car á Amanda, y tomándola Lady Greys-
íock por la mano la presentó á las dos
señoras* La Marquesa levantándose coa
x6
a n a frialdad que no pudo disimular, la
dijo, que puesto que Lady Grey stock la
honraría con su visita, ella estaría m u y
contenta de recibir á Miss Fitzalam L a d y
Eufrasia se contentó con hacerle una c o r -
ta reverencia, y cuando Amanda h u b o
acercádose u n a silla p o r sí misma al
sofá donde Eufrasia estaba echada mas
que sentada 5 ésta continuó e n mirarla
fijamente cantando entre dientes una aria
italiana, y acariciando u n pequeño per—
ro que habia traido. E l aire d e s e m b a -
razado ? y los nobles modales de A m a n -
da la sorprendieron y mortificaron m u -
c h o . Ellas se habían prometido disfrutar
de su embarazo. P a r a su alma altanera
nada habia mas agradable que inspirar
á aquellos que se les acercaban > este temor
y esta humilde deferencia que las almas vul-
gares y sin elevación están dispuestas á m a -
nifestar á la gerarquía y á la fortuna; p e -
ro se picaron de ver p o r el contrario
en Amanda el sentimiento de su d i g n i -
d a d en lugar de una tímida desconfian-
za. Al verla la Marquesa al lado de E u ^
frasia no pudo menos de confesar que
era para su hija u n a rival p o d e r o s a ; p u e s
n u n c a sus rasgos y su semblante se p r e -
sentaron con mayor ventaja en contraste
con los de Eufrasia* La Marquesa a b r e -
T
7
\\n *u visita, no pudieudo sufrir mas tiem-
po el tormento que le causaba la envi-
dia de que se hallaba devorada.
Ella, y su luja se persuadieron que ya no
debían, como lo habían proyectado, co-
municar á Lord Cherbmy, las sospechas
que tenían de la inclinación de Lord Mor-
limer. Reconocieron que de nada servi-
ría inspirar al padre la separación de
Amanda, si la pasión de su hijo se sos—
tenía. Sabían que Lord Mortmier era de
un carácter independiente , y que los bie-
nes de sus antepasados le habían asegu-
rado el poderse casar á gusto suyo. El
medio que les pareció mejor para salir con
la suya 9 fué p e r d e r á A m a n d a e n e l c o n -
c e p t o de L o r d M o r t i m e r * y s e l i s o n g e a -
b a i i d e l éxito d e esta e m p r e s a -
Al m i s m o t i e m p o se p r o p u s i e r o n d e r r i b a r
las e s p e r a n z a s d e Amaxjday d e su p a d r e , a l e -
puntóle l a p r o t e c c i ó n d e L o r d C h e r b u r y *
l ) e este m o d o t r i u m f a r í a i i c o m p l e t a m e n t e ,
s u m e r g i e n d o e n l a m i s e r i a á d o s seres q u e
d e t e s t a b a n > h a c i e n d o ilusorios t o d o s l o s
proyectos q u e contrastaban los suyos, y
a - e y u r a n d o l a alianza q u e d e s e a b a n a r -
d i e n t e m e n t e e n t r e l a s d o s familias-
L a constante indiferencia d c M o r t i i n e r p o r
Lady Kuírasia no les permitía ignorar p o r
m a s 1 i e m p o q u e e r a p r e c i s o tuviese o t r a
UX>JMC. n i , £¡
28
inclinación aYvtesior al conocimiento q u e
habia hecho con Eufrasia, sin lo cual n o
habría sido insensible á sus atractivos. No
les quedó pues otro medio mejor que h a c e r
despreciable á los ojos de Mortimer el
objeto de su inclinación, de cuya medida
podría resultar que A^olviese su afecto á
líñdy Eufrasia* E l orgullo de esta la ha-
bría impedido aceptar la mano de L o r d
Mortimer después de haber conocido que
tenia una rival preferida; pero el placer
de triunfar de Amanda la hizo a b r a -
zar con ardor todos los planes de su
madre»
L o r d Cherbury no se habia esplicado
jamas positivamente con su hijo sobre el
proyecto que habia formado de su casa-
miento* y solo se habia contentado con
-decírselo. Lord Mortimer no habia repara-
do 5 pero el p a d r e conocía bien que su
hijo no estaba dispuesto á entrar en sus
rniras* Sabia que Mortimer tenia ideas muy
fijas sobre la independencia que debe guar-
dar toda alma sensible en u n negocio
de tan alta importancia como la unión
conyugal ? que declaraba abiertamente de-
b e r ser eximido de la opinión de otro ?
y no poderse determinar p o r las ventajas
de la fortuna.
P a r a evitar una esplicacion desagrada-
*9
ble con un Lijo á quien tenia mucha ter-
n u r a y estimación, el Conde Clierbury
buscó entre su hijo y la familia Ros—
line una conexión que pudiese condu-
cirlo á una especie de obligación r e c í p r o -
ca* P a r a esto imaginó juntar á menudo
las dos familias en lugares de públicas,
diversiones.» donde L o r d Mortimer vién-
dose frecuentemente con L a d y Eufrasia,
diese lugar al r u m o r de un cercano c a -
samiento entre ellos. E l mismo L o r d Cher-
b u r y contribuía á esparcirlo ocultamente
entre sus ajnigos. Esperaba que estas n o -
ticias viniendo á los oídos de Mortimer,
conducirían á su hijo á una esplicacion
con é l , en la cual se proponía decirie 5
que después de haber dado l u g a r , p o r
sus obsequios continuos á Lady Eufrasia
á los rumores que c o r r í a n , no podia dis-
pensarse de realizarlos p o r su honor. T e -
mía á la verdad que el sano juicio , y p e -
netración de Lord Mortimer no fueran
obstáculo al éxito de este proyecto ¿ pero
á mas tenia para desear la egecucion,
un motivo poderoso que no se atrevía dar
á conocer»
L o r d Mortimer conoció prontamente
cuales eran las miras de su padre,
impeliéndole á la sociedad de la fa-
mina Piofiline. El se escusaba cuanto le
ao
era posible, y sin faltar á las leyes de la
política desmentía sin cesar los rumores
que se esparcían de su proyectado casa—
miento con Lady Eufrasia, El jamas la
había amado ; pero su indiferencia se h a -
Lia cambiado en o d i o ; senlia en su
interior que aun cuando su corazón
fuese enteramente libre 9 jamas lo ofre-
c e r í a , ni daría su mano á una persona
que no tuviese su estimación. Deseaba evi-
tar tener con su padre una esplicacion que
ti o podía menos de ser desagradable 5 y se
lisongeaba que la indiferencia que siem-
p r e había manifestado á Eufrasia conven-
cería á L o r d Cherbuvy de la imposibili-
dad de egecutar su p r o y e c t o , ún que le
obligasen á reusario formalmente.
P o r la tarde Lady Greystock y A m a n -
da recibieron un recado de ir á comer ai
dia siguiente en casa la Marquesa de Ros-
linc. Amanda no puso dificultad alguna en
aceptarlo; una negación de su parte habría
incomodado mucho a Lady Greystock. ó
la habría reducido á quedarse sola. K a
íin pensó que asi tendría alguna ocasión
de ver á L o r d Mortimer que suponía fre-
cuentaba la casa del "Marques* Su corazón
palpitaba á esta idea, y esta esperanza a n i -
mó de tal modo su fisionomía, que Lady
Greystock conoció la mudanza., la felicitó
til
por haberse reparado de sus fatigas 5 y t o -
mó este pretexto para pedirle le hiciese
xin pequeño adorno para el día siguiente,,
-Amanda se ocupó inmediatamente en ello,,
y como trabajaba con tanta celeridad c o -
mo g u s t o , prontamente adelantó la obra;
lo que dio mucho gusto á Lady G r e y s -
t o c k , que durante esta labor le contaba
anécdotas mordaces ? de las que tenia su
cabeza llena*
Adornándose Amanda para la visita á
la Rosline se rizo sus hermosos cabellos,
pero no se dispensó de la elegante sencillez
con la que vestía siempre* Sus sencillos
adornos fueron arreglados con mucho ¿ms-
ío ^ y nada olvidó de cuanto podia con-
tribuir á su ventaja* Estaba tan hermosa^
q u e . L a d y Greystock empezó' á temer s e -
riamente que la Marquesa y Eufrasia no
le perdonarían jamas el haberla i n t r o d u -
cido en su sociedad.
Llegaron cerca de las seis á P o r t -
m a n - S q u a r r e , donde encontraron u n n u -
meroso concurso. Después de las prime™
vas ceremonias 9 y de presentar Amanda al
Marques, no como una cercana parienta, si-
no como que le era del todo estraha, habién-
dose adelantado un hombre acia la Marquesa
de Rosline* v díchole algunas palabras al oi-
tíot ella se levantó 1 , y presentó Amanda al
Ccnde Chcrbu.rv-
Mi querida joven, le dijo élf permitid-*
me que os pinte al vivo el placer que
tensro de ver á la hija de mi digno a m i -
go M r . F i t z a l a n , y que junte á esta s a -
tisfacción 9 añadió tomándole la m a n o , y
conduciéndole acia una persona muy h e r -
mosa, la de presentaros mi hija A r a m i n -
ta D o n n e r , y pediros vuestra amistad pa-=
ra ella*
Sorprendido y encantado el corazón de
Amanda esperimentó una grande conmoción;
ella se consternó, pero no fué tal su em^
harazo que la privase de conocer con mu-
cha gracia su sensibilidad á la obsequiosa
atención de Lord Cherbury, L e aseguró que
ya la habían inspirado desde sus principios
sentimientos de reconocimiento y de respeto
p o r él. E l la saludó, y se apartó para ocultar-
se á las nuevas gracias, y la dejó sentada al
lado de su hija , quien le manifestó el p l a -
cer que tenia de hacer conocimiento con
ella 5 no con el aire y tono orgulloso de
!Lady Eufrasia, sino con el acento de la
afabilidad y bondad.
L a acción de L o r d Cherbury había
llamado la atención de la concurrencia
hacia Amanda- L a Marquesa y Lady E u -
frasia manifestaron su disgusto con m i -
radas llenas de malignidad ; mas se con-
solaron con la confianza en que estaban
de que podrían perderla á su voluntad
en el concepto del Conde Cherbm-y.
Yo os ruego me digáis, dijo á Lady
Eufrasia Miss Malcolm parienta* de la Mar-
quesa, que siendo fea. rica y maligna era
m u y amada de Lady Eufrasia: quien es
aquella criatura que parece á una aideanilla
que p o r primera vez se encuentra en una
c o n c u r r e n c i a , y que se turba y tiembla
cada vez que observa que la m i -
r a n ? E s , le respondió Lady Eufrasia,
una parienta muy lejana de mi m a -
d r e , que esta vieja viuda Lady Greystock
h a recogido en Irlanda 9 y nos ha obliga-
do á recibir. Nosotros desde mucho tiem-
po la habríamos protegido por compasión*,
á no ser por la conducta impertinente de
toda su familia con mi m a d r e , y si ella
misma no manifestase ya las mismas dis-
posiciones. Es verdaderamente ridículo que
la hayan embíado á Londres. Estoy segu-
ra que su viejo y loco padre ha hecho
tin esfuerzo estra ordinario para p o -
nerla en el estado de presentarse con al-
guna decencia , sin duda con la esperan-
za de que ella hará caer en sus redes al-
gún tonto y rico., que proveherá á las ne-
cesidades de • su padre 5 y al mismo tiem-
po á las de la hija.
Apostaría 5 exclamó el joven F r e e - L o v e >
presumidilío que se hallaba apoyado en eí
respaldo de la silla de Lady Eufrasia ?
q u e toda la renta del año la han e m -
pleado en adornarla así» Este joven
estaba bajo la tutela de L o r d C h e r b u r y :
sus bienes eran considerables, pero la na-
turaleza no había sido tan liberal con él'5
sus i n d i naciones y su persona eran afe-
minadas hasta el esceso ; toda su ambición
era ser u n hombre á la moda ? en sus cos-
t u m b r e s y en sus vestidos como en sus
palabras* E l no aprobaba ni las personas
iH las c o s a s , hasta que no estuviese bien
asegurado que unas y otras no fuesen dei
b u e n tono» Habia sido uno de los perse-
guidores de Ijacly Eufrasia durante algún
tiempo, 3^ ella habia animado sus o b s e -
quios con la mira de darle algunos celos
á M o r t i m e r ; pero un rival de esta natu—
leza era poco de temer. Continuando en
observar á Amanda con u n lente p e n d i e n -
te de los botones de la casaca- yo decía-
íOjp d i j o , que si su padre ha puesto toda
su esperanza en las conquistas que debe
hacer su hija* tendrán mal éxito sus p r o -
yectos ; pues vida mía que no veo nada en
esta muchacha que pueda seducir sino la
novedad fi atractivo que se debilita todos-
Ios dias. Todo cuanto puede eíla esperar
es u n establecimiento de algunos meses
a5
con algún h o m b r e sin g u s t o , que amará
la sencillez de una lugareña.
Y esto sería aun mas de lo que m e -
rece , dijo Miss Malcolm. ]\To5 yo no p u e d o
sufrir estas criaturas que se meten así á
pesar nuestro en una sociedad p a r a la
cual no han n a c i d o . Os admiraríais a ñ a -
dió L a d y Eufrasia de ia vanidad y b u e -
na opinión que tiene de sí misma. Ella
se contempla un modelo de belleza -y ya
T?eis lo que e s ; ha hecho creer á a l g u -
nas personas 9• seguramente de un gusto
m u y estraño j que es p e r f e c t a , aun que
me atrevo a decir que si puede leer p a -
sablemente y garabatear u n a esquela es
seguramente todo lo que puede hacer.
Si queréis* dijo F r e e - L o v : ) 5 después
de comer pondremos sus talentos á p r u e -
b a , y nos divertiremos un poco á sus cos-
tas. Muy bien, dijo Miss Malcolm, la liare-
mos tocar y cantar. Ella pretende esce-
der en ambas habilidades, pero s e c u r a -
mente la pobreza de su padre no le h a
permitido cultivar esta especie de talento.
JNosotros la confundiremos^ y disfrutare-
mos de su confusión cuando su ignoran-
cia será conocida.
D u r a n t e esta conversación Amanda
gustaba u n placer muy p u r o y muy d u l -
ce entreteniéndose con Lady" Araminía.
Esta joven era el retrato dulce y h e r m o -
so de su hermano. E l tono de su voz te-
nia la misma dulzura y el mismo c a r á c -
ter 5 y se la escuchaba y miraba con un
placer iguaL Amanda confiada buscaba con
los ojos á L o r d Mortimer por toda la con-
currencia 9 pero inútilmente : cada vez que
la puerta se abria esperaba verle entrar;
su corazón palpitaba , y esta idea no la d e -
jó hasta la hora de comer. Felizmente con-
siguió colocarse en la mesa al lado de La-
dy Araminta 5 que impidió encontrar l a r -
go el tiempo de la comida. Después de c o -
mer 9 las salas se llenaron de una brillante
concurrencia sin que pareciese Mortimer*
Amanda sufría con algún contento su a u -
sencia ? virndo en ella una razón de pensar
que no era tan solícito el ver á Lady E u -
frasia, Algún negocio ó promesa anterior
podían detenerlo á la v e r d a d ; pero ella
prefería la primera de estas interpretacio-
nes que la lisongeaha mas.
L a d y Eufrasia para egecutar su m a -
ligno complot contra Amanda 3 condujo
la mayor parle de la sociedad al s a -
lón de música. F r e e - L o v e habia dicho á
algunos ¿ que iban á divertirse con
la Irlandesa. L a Lady Eufrasia se
puso al piano para tener el derecho de
hacer tocar Amanda. F r e e - L o v e se sentó
&7
al lado de esta 9 y entabló una conversa-
ción que tenia por objeto llenarla de c o n -
fusión ¿ pero produjo un efecto enteramen-
te contrario ^ haciéndose á sí mismo muy
ridículo.
Amanda conoció su intención , y sobre
todo cogiendo algunas miradas de inteli-^
gencia entre él^ Eufrasia y Mis Malcolnu
-.Aunque modesta en estremo tenia talento
y elevación de alma para no sacar ventaja
en u n combate semejante ? y dejar de res-
p o n d e r á sus chuscadas impertinentes y
poco delicadas.
¿Habéis visto ya algunas curiosidades
de L o n d r e s ? preguntó Free-JLove á Aman-
da meneándose en su silla , y admirando
ia brillantez de sus hebillas de diamantes,
S í , dijo Amanda 9 mirándole con algún or-
gullo; he visto ya algunas cosas c u r i o -
sas. Su vista , y tono de la respuesta
empezaron á levantar algunas carcajadas
á espensas del pregnntador. Yo pienso,
continuó é l , que no dejaréis en ir á ver
el m o n u m e n t o , y sobre todo la t o r r e , en
donde veréis grandes rarezas. Si queréis
permitírmelo yo os- acompañaré allá. ¡ O !
n o , dijo ella, yo no tengo deseo de i r á
buscar allí anímales salvages: se ven to-
dos los días mas estraños 5 y menos no-
civos á pesar de toda su ¿insía de dañar»
^8
F r e e - L o v e conoció bien que él m i s -
mo se habia hecho el objeto de la risa de
los concurrentes, y se retiró conviniendo
en ]o mismo, J^ady Eufrasia dejando el
piano vino á rogar á Amanda que toma-
se sa l u ^ a r . diciéndole con una falsa rao-
deslía: mi poco talento va á hacer sobre-
salir la superioridad del vuestro» Amanda
JL

se escusó macho t i e m p o , pero en fin Miss


Malcoím, juntando sus solícitas instancias
hasta la importunidad á las de Eufrasia 5
ella cedió,
Yo supongo , le dijo L¡ady Eufrasia si-
guiéndola al Piano que preferiréis estas
pequeñas arias á la música mas difícil.
Amanda no contestó nada ? y abrió u n li-
bro de sonatas de una egecucion mucho
mas difícil que todo lo que habia tocado
Eufrasia. Al principio se turbó un poco,
pero después de haberse asegurado, su ege-
cucion fue tan brillante y desembarazada
que escitó la admiración universal ? escep-
to la de aquellos que se habían propues-
to hacer reír a sus espensas 9 y fueron c o -
gidos en su propio lazo»
Después que hubo tocado algunas pie-
zas , algunos músicos ó que se preciaban de
tales, la robaron crue cantase, y cantó u n
aria italiana nateüca y t i e r n a , en Ja cual
J
L " a

desplegó una voz dulce y sensible? y u n


esceleníe gusto. T o d o el auditorio quedó
admirado y arrebatado 9 no solamente de
su talento, sino del encantador de su
fisonomía y toda su persona con ios a r -
moniosos sonidos que hacia oir. La a l a -
baron con entusiasmo,» y ella se levantó
del piano sonrosada y confusa de los aplau-
sos de toda la concurrencia. Los hombres
se reunieron al rededor de Lady Eufrasia
para saber quien era esta bella estrange-
r a , y ella les hizo á poca diferencia la mis*
nía respuesta que habia hecho á Miss Mal-
colín• T a n t o ella como su madre tuvieron
mucho que Iiac3r para ocultar la rabia del
éxito de Amanda.
TCs una cosa muy a b s u r d a , dijo Lady
Eufrasia á algunos de los que la cercaban^
dar talentos de esta especie á una jóven ;
que por el estado de su fortuna no p u e -
de empleai^los sino haciendo de aya de
niñas ó cantora de ópera. Yo antes bien
creo 5 añadió Miss Malcolm 5 que la h a r e -
mos trinar en alguno de nuestros teatros.,
pues no creo que haya nadie entre las
gentes de tono,, que quiera confiar sus
hijas á una criatura de, esta naturaleza.
Habiendo pasado Amanda al aposento
inmediato con Ara milita Dormer , f u e s e -
guida de muchos hombres que la cerca-
ron y prodigaron loe lisonjeros cumplí-
míenlos que la belleza recibe c o m u n m e n -
te con tanto gusto, pero que fatigaron á
Amanda , no solo por la exageración que
veía en ellos,, sino porque la impedían e n -
tretenerse con Araminta. L a Marquesa que
n o la perdía de vista, alejó prontamente'
de ella á todos los cortesanos colocando-
les en mesas de juego ^ no pudiendo su-
frir que Amanda recibiese tantos hoinena-
g e s , y lisongeándose de causarle algún
disgusto privándola de ellos.
E n el discurso de la conversación La^
dy Araminta hizo mención de Irlanda 5 y
dijo que no había conservado sino u n a
débil memoria de Carberry-Castle; que ella
había tenido alguna inclinación de a c o m -
pañar al Marques y su familia en su u l -
timo viage á aquel pais 5 y que les
liabia prometido ir el verano siguiente.
Seguramente continuó ella > habréis visto
allí á L o r d M o r t i m e r : sí Señora 9 dijo
Amanda balbuciendo y poniéndose c o l o -
rada hasta los ojos* Araminta que tenia
penetración observa que esta turbación in-
dicaba entre Amanda y su hermano algo
mas que u n simple y ligero conocimiento*
Ella se había chanceado algunas veces con
Amanda sobre el sentimiento que manifes-
taba de haber dejado la Irlanda, y cono-
ció que esta materia dispertaba en ella
3r
profundos pesares* Sabia el proyecto q u e
había formado su padre de una alianza
c o a l a familia Rosline, pero jamas la h a -
bía a p r o b a d o . I¿ady Eufrasia le era del
todo desagradable; estaba persuadida q u e
u n a alma como la de Mortimer noble 9 tier-*
n a y sincera no encontraría jamas la fe-
licidad con u n ser tan diferente de él ^ c o -
mo lo era p o r todos respetos Lady E u f r a -
sia. Amaba tiernamente á su h e r m a n o ,
creía sin haber comunicado jamas esta
idea con n a d i e , que Mortimer había t o -
mado alguna afición en íxlauda: y h u b i e -
r a deseado que la hubiese hecho su c o n -
fidente 5 pero no queria solicitar esta c o n -
fianza 9 sabiendo que no estaba en estado
de poderle servir. Estaba también conven-
cida que ella n o tenia ascendiente alguno
sobre su padre 5 para hacerle a b a n d o n a r
el proyecto de casar su hijo con Eufrasia»
L a figura, las gracias y modales de Aman-
da la habían e n c a n t a d o , pero entretenién-
dose con ella 3 .le había conocido unas ca-
lidades que la hicieron añadir á su admi-
ración ? su estimación. Juzgaba muy bien
que Mortimer no habría faltado á h a b l a r -
le de la amable Miss Fitzalan 9 sino h u -
biese temido que su. conmoción le hubiese
hecho traición hablando de ella, Amanda
parecía ser precisamente en ^1 concepto d s
3a
Araminta la especie de miiger que Mor—
tínier podía a m a r , y que se parecía al ser
fantástico del que se liafoia hecho un m o -
delo eu sus noveleras ideas*, como la so-
la capaz de cautivar s\i corazón* Lady Ara-
mio la encontraba en las miradas de A m a n -
da una espresioo de ternura 5 y en la d u l -
zura de su voz un encanto al cual era im-*
posible resistir. E r a de parecer que si su
corazón estuviese oprimido de tristeza,
Amanda sería de todos los seres aquel á
cuyo lado creería encontrar mas consue-
lo. L a turbación de Amanda á la menor
mención de Mortimer indicaba bastante
las relaciones que podía haber entre los
dos* Araminta tenia involuntariamente fi-
jos los ojos en Amanda*, como para p e -
netrar los ocultos rincones de su corazón 5
pero con una benevolencia que parecía
decir ^ que no haría traición al secreto
que ella quisiera descubrirle»
L o r d Gherbnry vino á este momento*
y dijo á Amanda que acababa de presen-
tar á Lady Greystock una petición , y una
apología y que venia á dirigirla también
á ella. Por una parte la r e c a b a efue con
Lady Greystock fuese á comer á su ca-s
sa al día siguiente con la familia del M a r -
q u e s , y por otra se escudaba de hacerle
este convite tan precipitadamente v sin las
33
Formalidades ordinarias p o r ía necesidad
e n que se hallaba su hija de dejar á Lón-<
clres de allí á dos días, lo que no deja-
ba tiempo á Lady Ara-minta de hacerle
« n a visita,
Amanda le dio gracias p o r este c o n -
vite 9 el cual era tanto mas agradable p o r
Iiaber sido hecho sin e t i q u e t a , por m a -
nifestar de parte de L o r d Cherbury u n
deseo de ver consolidada la intimidad entre
«lia y Arana i-nta y por* darle también al-
alguna esperanza de ver á Lord M o r -
timer. Todas estas ideas dieron á su
•espirita u n a actividad poco común y y se
entabló una conversación muy interesada
*•'

entre ella y Lord Cherbury 9 que era t a m -


bién hombre de gran vivacidad. Lady Ara-
xninta vio con placer las atenciones de su.
padre por A m a n d a , y se lisongeó que la
buena opinión que empezaba á concebir
de ella tendría tarde ó temprano c o n s e -
cuencias ventajosas.
Lady Greystock se levanto al fin pa^
r a m a r c h a r . L a d y Araminta se despidió
tiernamente de Amanda <> y Lord C h e r -
b u r y condujo las dos damas á su coche.
P o r el camino Lady Greystock alabó la
estrema cortesía del L o r d , é hizo de él un,
elogio tan lisongero, que Amanda pensó que
la viuda podría proponerse muy bien ha~
34
cer de liord Cherbury su cuarto esposo*
Hetuada Amanda á su aposento gustó
tnas felicidad que no liabia disfrutado de
suncho tiempo á esta p a r t e ; pero era u n a
felicidad agitada y que no daba sensacio-
nes muy dulces á un corazón susceptible
de todas las impresiones.
Su felicidad era hija ele la esperanza^
y por consiguiente capaz de desvanecerse
con ella de u n momento á otro. Esta es-
peranza estaba fundada en las atenciones
de L o r d Gherbury en la amistad de Tjady
Araimnta : y en lo que le habia dicho
sobre la tristeza de L o r d M o r t i m e r ; y
sobre no haber este comparecido á la con*
currencia de la familia P^osline; dos c i r -
cunstancias en las que veia aun la incli-
nación que la conserva va su hermano*
Amanda se ocupó esta misma noche en
instruir á su padre de lo que habia p a -
sado durante el dia 3 pues su principal
consuelo, cuando se hallaba separada de
él* era escribirle largamente y recibir á
menudo cartas suyas. Habiendo acabado
su escrito se sentó cerca del fuego, m e -
• ditañdo sobre la conferencia que esperaba
tener ai día siguiente, hasta que los sere-
nos anunciando las tres* la sacaron de
sus devaneos. Se sonreía consigo misma
de verse así suspensa y absorta en sus
35
pensamientos ? pero al fin se Fué á aeos-*
l a r para ser feliz aun durmiendo.
Su sueño fué t r a n q u i l o , y agradables
las imágenes que le presentó ; dispertó
tarde conservando su serenidad y la v i -
vacidad del di a anterior. Después de h a -
berse desayunado con Lady Greystock^
salieron ambas en coche p a r a ir á dife-
rentes partes de la ciudad, T o d o era n u e -
vo p a r a A m a n d a , que en su primera m a n -
sión en Londres había vivido recíusa en
xm cuartel r e t i r a d o ; todo la divertía, y
todo la admiraba. A cosa de las cus tro de
la tarde volvieron á su casa. Amanda h i -
zo su tocador con una agitación que se
aumentó cuando subió á la carroza 9 y
llegaron á casa L o r d C h e r b u r y á Saint J a -
me "s-Square. Ella seguía á Lady Greys-
tock con paso mal asegurado, y el p r i -
m e r objeto que al entrar en el salón se
presentó a sus ojos fué L o r d Mortimer
en pié cerca de la puerta.

C A P Í T U L O II.

«ILiíady Gre~y$tock y Amanda e n c o n t r a r o n


reunidos en el salón al Marques y la Mar-»
36
epesa de Rosline, Lady Eufrasia 5 Misa
Maleolm y F r e e - L o v e . Lady Araminta
descubrió en la voz de Amanda la turba-*
cion que la agitaba, y no se disminuyó na^
da cuando L o r d Cherbury tomándola p o r
la mano dijo á su hijo : Mortimer^ creo
que debéis haber visto ya á Miss Fitzalan
en Irlanda. Si 5 M y l o r d , respondió Mor—
timer , acercándose para saludar a Aman-
da» Todos los ojos esoepto los de L o r d
Cherbury y de F r e e - L o v e , se volvieron
entonces acia Amanda y L o r d Mortimer ?
y conocieron en la espresion de su fiso-
nomía motivos de confirmar sus sospechas
sobre la recíproca afición que se suponía
entre los dos.
Amanda sentada ya 5 se esforzó á v e n -
cer su turbación. Había un sitio vacante
al lado de ella* y viendo Miss Malcolm á
L o r d Mortim-er dispuesto á o c u p a r l o , se
apoderó de él. Ella le afra jo en seguida
á su lado 5 y le empeñó en una conversa-
ción insignificante hasta la hora de c o -
mer. N o habiéndose podido dispensar Mor-
timer de darle la mano para conducirla
al c o m e d o r , arrojó una mirada desdeñosa
sobre Amanda. Viendo Lady Araminta á
todos los hombres ocupados,, ofreció c h a n -
ceando su brazo á A m a n d a ; de quien se-
ría 5 según decia 5 el caballero. Habiendo c o n -
3
?
elucido Lord Mortimer á Miss Mal colm á su
p u e s t o , y disimulando la instancia que le
hizo de colocarse entre ella y Lady Euíra^
sia ? pasó al otro lado de la m e s a , y se
sentó al lado de Amanda* Las dos damas
abandonadas estuvieron desesperadas , y
Amanda encantada, y por lo tanto confu-
sa* Pero reparando en las miradas obser-
vadoras de la Marquesa y Eufrasia fijas
sobre e l l a , se animó á sí misma, y p r o n -
tamente estuvo en estado de mezclarse en
la conversación general entablada por L o r d
Mortimer.
Este había esperi menta do tan grande
sorpresa como placer con la llegada de
Amanda á L o n d r e s , á pesar de su resen-
timiento contra ella. Lady Araminta e s -
tando sola con él aquella m a ñ a n a le h a -
bía hablado de la joven estrangera con
los mayores elogios* E l la. habia oido con
una satisfacción que le convenció de que
estaba mas que nunca apasionado de Aman-
da, Después de su retorno de .Llanda
habia sido víctima de la incertidumbre y
de la aflicción. La inocencia, la pureza*
y la ternura que habia visto en ella, al
volver á su memoria no podía creer q a e
todo esto lo fingiese, y empezó a refle-
xionar que el misterio de su conducta se-
ría aclarado algún dia de un modo satis-»
38
factor Lo: que él reconocería que ella n o
se hafoia apartado voluntariamente v y q u e
si él no se hubiese dejado conducir p o r
su violencia, precipitando su m a r c h a , h a -
bría recibido una esplicacion que hubiera
disipado todas sus dudas. Afligido de h a -
b e r dejado Ja I r l a n d a , habría vuelto allá
al instante v sino hubiera temido las p r e -
guntas que su padre le haría, á las cua-
les no hubiera podido satisfacer. Ya p r o -
yectaba ir el verano siguiente con Lady
Araminia ? no pudienclo sufrir por nías
tiempo u n a incertidnmbre tan penosa*
Bendecía el destino que conduciendo
Amanda á Londres le proporcionaba una
nueva ocasión de aclarar sns eludas ^ y a u n
de apartar mas fácilmente íos obstáculos
que se oponían á su dicha , y como él
también se lo prometía, de la felicidad de
Amanda* E l se creia en adelante también
mas en estado de vencer ía oposición do
su padre * sin embargo no quería h a -
cer entera confianza de su hermana 9 t e -
miendo se indispusiese con su padre por
sostener con demasiado ardor su causa y
defender los intereses de u n h e r m a n o , que
amaba tiernamente/
Le pareció que Amanda tenia los c o -
lores menos vivos que en Irlanda , y que
estaba un poco mas delgada; pero esta-'
ha p a r a el aun mas interesante , p e r s u a -
dido p o r una mirada que le dio al e n -
t r a r , que era por su Reparación que h a -
bía perdido la frescura de sus hermosas
mejillas. Apenas pedia disimular su ale-
gría de verla aproximarse por unas r e -
laciones necesarias, y su corazón suspira-
ba p o r u n a esplicacion que sería también
la época de una perfecta reconciliación.
IJOS hombres se juntaron con las se-
ñoras á tomar el té. Lady Eufrasia propu-
so ir al Panteón, lo que fué aceptado»
Amanda sobre todo fué muy contenta de ello,
tanto porque no conocía este espectáculo^
como p o r q u e Mortimer podría encontrar
alguna ocasión de hablarle-> lo' cual había
conocido c u e l o deseaba sin haberlo p o -
dido verificar en casa- E l Marques y L o r d
C h e r b u r y se escusáron de i r ; Lady Greys- r
tock que no había pedido su carroza si-
n o para muy tarde aceptó un asiento erx
la de la Marquesa.
Ni Lady Eufrasia ni Miss Malcolm po-
dian sufrir la idea de ver á Amanda y
Mortimer en un mismo c o c h e , persuadi-
das como estaban que la presencia de
•Lady Aramínta no les impediría una c o -
municación que les disgustaba en estremo,
Lady Eufrasia se determinó al momento^
y manifestó que ella y Miss Malcblm c e -

derían BUS asientos en la c a n e z a de la
Marquesa á Amanda y F r e e - L o v e , p a r a
tener el gusto de ir en compañía de La-*
dy Araminta. L a Marquesa que adivinó
los motivos de su hija apoyó esta p r o p o -
sición coa mucho disgusto de Aman»
da > y gran enfado de Mortimer que se
dejaba ver. Sin embargo Amanda se con-
soló- con el pensamiento del placer que
tendría luego que cesaría de ser el o b j e -
to de la malévola atención de la Marque-
sa y su hija.
Durante el camino sus reflexiones no
fueron turbadas ? pues nadie Ja dirigió - Ja
palabra- L a Marquesa y Lady Greystock
chuchoteaban j u n t a s , y F r e e - L o v e cantó
un aria entre dientes ^ como sí su de sig-
uió hubiese sido mortificarla no haciendo
atención alguna con ella. Cuando la c a r -
rosa se detuvo dio la mano á las dos d a -
m a s ; y corno si se hubiese olvidado del
todo que hubiese ser alguno en este m u n -
do que se llamase A m a n d a , se fué tras
ellas* Amanda bajaba sola ? cuando L o r d
Mortimer apresurándose acia ella le dio la
m a n o , y apretándola con la suya, le di-
jo en voz baja ; hétenos aqui ya r e u n i -
dos de nuevo: la envidia y el odio no
nos separarán mas* "Un amable encarna-
do pintó las mejillas de A m a n d a ; su nia^
1
4
no temblaba dentro de la de Mortimer,
Y con esto se halló indemnizada de I¿t
contradicción que acababa de esperiraen-
t a r , y aun mas de la impertinencia de
F r e e - L o v e , Lord Mortimer la condujo c o a
Araminta que ía esperaba y entraron jun-
tas en la sala, Lady Eufrasia no estaba
dispuesta á disfrutar el placer del espec-
táculo; por lo demás se hallaba convencida:
gue Lord Mortimer estaba apasionado de
Amanda ? y esta convicción la ponia en u n
desconsuelo. Desde el momento que habia
entrado en la carroza con ella, habia guar-
dado un silencio obstinado á pesar de los
esfuerzos que Miss Malcolm, y aun ella
misma habían hecho para hacerle entrar
en alguna conversación. É l las habia de-
jado al llegar al Panteón para encontrar-
se á la llegada de la carroza de la M a r -
quesa • y después de haberse juntado con
Amanda se habia dedicado enteramente á
ella ? sin esconderse de ello, haciéndole
sus sentimientos olvidar las precauciones
de la prudencia. La novedad y lo brillan-
te de la escena causaban á Amanda una
sorpresa y un placer g r a n d e , y Mortimer
se contemplaba feliz viéndola disfrutar de
esta diversión 9 y estaba gozoso con la
descripción picante y animada que le h a -
cia la misma Amanda de la sensación que
42
espeiimentaha. E n cuanto observaba , veía
tinidas una Imaginación viva, macho t a -
lento y un escelcnte gusto. Se olvidaba
que los ojos de la malevolencia y de los
celos estaban fijos sobre los dos 5 y lo
olvidaba todo pava no pensar sino en ella.
Pero la .pobre Amanda estaba desti-
nada á esperimentar esta tarde todas las
contradicciones. Lady Greystock conse-
cuente á un consejo que le había dado
Eufrasia ^ después de haber dado algunas
vueltas en la sala 5 vino á Amanda , y le
pidió que viniese á sentarse á su lado ?
pretestando la salud de A m a n d a , que no
le permitía sostener una tal fatiga. I n ú -
tilmente la protestó Amanda«, que no e s -
taba fatigada 5 y que ella preferiría pa—
searse *, y en fin que había prometido á:
L o r d Mortimer bailar con éL Lady Greys-
tock se negó á todo 9 y particularmente á
esta última proposición á pesar de las
instancias de Aran tinta que patrocinaba
la causa de su a m i g a , asegurándola que
tomaría cuidado de impedir que A m a n -
da n o se fa tí irá se de m a si a d o *
¡ H a ! dijo Lady Greystock vosotras j ó -
venes os dejais llevar así • de vuestro a r -
dor sin proveer las. circunstancias ; p e r o
declaro que como Amanda eslá confiada
á mis cuidados 5 me creería culpable ? si
43
la dejaba corróv especie alguna d e p e l i -
Sro* , . . , ,
Araminta hizo nuevas instancias 9 á las
cuales A m a n d a habría a u n juntado las s u -
yas 9 sino hubiese tenido t e m o r de h a c e r
sospechar el verdadero motivo. Elía o b s e r -
vó q u e este p e q u e ñ o debate detenia á t o -
d a la sociedad; ofreció su brazo á L a d y
G r e y s t o c k 5 y fué á sentarse con ella y
la Marquesa. L a d y Eufrasia apoderándose
del brazo de A r a m i n t a se la llevó á la
m u l t i t u d y Miss Mal colm agarrándose d e
M o r t i m e r le obligó á seguirla- M o r t i m e r
en el discurso del paseo buscaba las o c a -
siones de .desasirse, p e r o Miss M a l c o h n
tuvo u n a alegría estremada de verle r e -
n u n c i a r á este proyecto ? c u a n d o h u b o r e -
conocido q u e A m a n d a estaba colocada d e
m o d o , q u e le sería imposible acercarse á
ella. E n efecto la Marquesa la había coloca-
do e n t r e ella y L a d y G r e y s t o c k , y bajo el
pretesto de conversar con esta, estaba conti-
n u a m e n t e delante de Amanda impidiéndola
ver y ser vista, lo que i n d e p e n d i e n t e m e n -
te del pesar de estar separada de M o r t i -
iner y A r a m i n t a - la tenia en u n a s i t ú a -
cion m u y desagradable. L a Marquesa se
complacía malignamente del¡ penoso esta-
do de A m a n d a , q u e le p a r e c í a u n a v e n -
ganza m u y ligera de los celos que daba
u
á Eufrasia y de los liomenages que le ro-*
baba.
E s verdad que Amanda recorriendo
la sala y observando con sorpresa y coa
placer la escena brillante que tenía á sus
ojos : habla sido el objeto de la atención
y curiosidad general; que ella liabia sido
seguida, y admirada; y que estaban con-
vencidos que era la mas hermosa que hu-
biese parecido después de mucho tiempo*
El retiro de Amanda puso á E u f r a -
sia de mejor humor. Se reia maliciosa-
ixierUe con Miss Malcolm del desconcier-
to de Mortimer y Amanda* Después ele
algunas vueltas Sir Carlos Bingley paso
p o r su Jado» Este había gustado mucho
a Miss Malcolm , y lo había tanteado to-
do para que se aficionase á ella; Las aten-
ciones que la simple política le hacia t e -
n e r por ella, y los usuales cumplimientos
que casi por fuerza exigía de é l , m a n i -
festaban, á lo que ella creía, que lo tenia
subyugado. Lady Eufrasia , á pesar de la
amistad que profesaba á Miss Malcolm y
sus miras por L o r d M o r t i m e r , tenia un
grande deseo de poner á Sir Carlos Í3in-
glejf en el número de sus admiradores;
y estas dos damas estaban determinadas
á no deiarie pasar cerca de ellas sin:-de-
tenerlo. Ellas egecutáron su proyecto 5 y
45
íe dijeron las cosas más lisongeras para
n n h o m b r e que hubiese hecho algún ca-
so de sos elogios; mas el joven Baronet
que en ninguna manera le e n t r a b a n , des**
pues de haber respondido política y v a -
gamente iba á dejarlas , cuando su c o m -
pañero le tiró de la manga y le enseñó
lina hermosa joven sentada enfrente de
ellos. Esta era Amanda colocada entre la
Marquesa y Lady Grey stock.
¡Buen Dios! dijo él todo conmovido, y
poniéndose colorado de p l a c e r , ¿es p o s i -
b l e , es verdad que está allá Miss Fitza-
l a n ? S í , es ella misma, dijo acercándo-
se y saludándola con gracia; este es u n
encuentro tan feliz como inesperado ? y
yo no os disimularé que por disfrutar de la
dicha que el acaso me proporciona aquí¿
estaba resuelto á partir para Irlanda d e n -
t r o de dos ó tres dias.
Amanda se puso colorada á esta de-'
elaracion pública de Sir Carlos > blaso-
n a n d o el imperio que ella tenia sobre él*
S u turbación dio tiempo á éste de c o -
n o c e r que en medio de su sorpresa se ha*
Lia olvidado de la Marquesa y Lady Greys-
íock. E l se esforzó á reparar este olvido,
.La primera le saludo con altanería v sin
pablarle una p a l a b r a , y Lady GreyrÁock
íe dijo sonriéndose maliciosamente que
46
ella veía muy bien que su admiración por
Miss Fitzalan le haíoia hecho olvidar á
las demás- Sir Carlos estaba desesperado
de no poder acercarse á Amanda y e n -
tretenerse con ella; apenas podia verla^
pues continuando la Marquesa y Lady Greys-
•tock su conversación se la quitaban sin
cesar- de su vista. Como conocía mucho
el carácter y .disposiciones d é l a M a r q u e -
sa, conjeturó prontamente los motivos de
esta conducta.
Señoras 9 dijo él á la Marquesa y La»
dy G r e y s t o c k , vosotras estáis verdadera^
m e n t e llenas de bondad ocultando así á
Miss Fitzalan; pues sabéis que p r e s e n -
tándola daríais 'mucho disgusto á las otras
hermosas de la c o n c u r r e n c i a ; pero vos 9
dijo á Amanda ¿ porqué permanecéis así
sentada en lugar de pasearos ? Amanda
no dio respuesta a l g u n a , p e r o una ex-
presiva mirada echada sobre él ? y sobre
las dos señoras que la g u a r d a b a n , le h i -
zo conocer que no podía esplicarse de
otra man era •
Lady Eufrasia y Miss Malcolm ofen-
didas de la precipitada marcha de Sir C a r -
los habían continuado su paseo ^ cuando
la envidia y la curiosidad las volvió á.
traer allí* Lady Araminta conoció su dis-
gusto ? y se coiíjplació en él, Sir Cáxlos
$7
que esperaba con impaciencia que se acer-
casen no las vio ^ antes que él instase á
juntarse con ellas. P e r m i t i d , le dijo él$
presentando una mano á Amanda ^ que sea
vuestro caballero y que os libre de la que
podemos llamar verdadera esclavitud.
Ella no vaciló en aceptar este ofre-
cimiento- E l ruido de la sala y el movi-
miento continuo de los que iban y venían
la había aturdido : ella no creyó deber
escusarse con las señoras con quienes es-
taba para reunirse al resto de la c o m -
pañía ¿ y salió de su puesto para j u n t a r -
se con Lady Araminta que se había de-
tenido para esperarla. La multitud impi-*
di o que se a delantasen u n momento 9 y
Sir Carlos aprovechó este instante f a v o -
rable para apretar su m a n o , y manífes~
tazóle el placer que sen ti a por haberla e n -
contrado, i Q u é lejos e s t á b a n l e dijo, de
creer que esta tarde me proporcionaría
una tan grande dicha! Sir Carlos P le di^
jo Amanda p r o c u r a n d o desasirse, después
de vuestra vuelta á Inglaterra, habéis
aprendido el arte de adular. Yo hubiera
querido,» replicó él^ aprender aquí sola-
mente á esprimir con verdad los senti-
niientos que esperimento.
"Lord^ Mortimer compareció á un m o -
mento. Él se habia hecho abrir paso en
8
í
medio de -la multitud. Pareció quererse
retirar viendo á Amanda detenida por Sir
C a r l o s , cuyo color anunciaba los lisonge-
ros cumplimientos de que ella era el ofo«*
jeto*
Reuniéndose Amanda con las jóvenes
esperaba ver venir pronto á Lord M o r -
t i m e r ; pero aun cuando hubiese tenido
este proyecto, la continua asistencia de
Sir Carlos se lo habría impedido. E l no
perdió de vista á Amanda 5 y se resintió
verdaderamente de haber dejado su pues-
to por Sir Carlos, complacencia que ha-
bría podido tener por él antes. Sir C a r -
l o s , y otros machos le ofrecieron ser sus
parejas para hacerla b a i l a r ; ella se escu-
s ó , y Lady Araminta siguió su egemplo.
JLady Eufrasia y Miss Malcolm estaban
demasiado turbadas para entregarse á n i n -
g ú n género de diversión.
E n g a ñ a d a Amanda en su esperanza de
volverse á juntar con L o r d Mortimer se
esforzaba á reprimir aun mas fuertemen-
t e los obsequios de Sir Carlos, quien le
protestaba q u e había precipitado todos los
negocios que lo habian atraido á Ingla-
terra ^ únicamente para volver con mas
prontitud á I r l a n d a , y que los dias le h a -
blan parecido siglos hasta el momento fe-*
Uz en que la había encontrado.
Ella se alegró al oír á L a d y A r a -
minta que propuso volver á casa* L a d y Eu-
frasia y Miss Malcolm no insistieron e n
el proyectó de irse con Araminta cómo
habían v e n i d o , persuadidas de que Lord
Mórtimer estaba ya fuera, y así Araminta y
Amanda marcharon: solas. L a primera
convidó á Sir Carlos á c e n a r , y éste
aceptó con el mayor gusto el envite, y
prometió concurrir luego de haber preve^
nido á la compañía con quien habia venido*
Lady Araminta y Amanda llegaron
u n poco antes que el resto de la c o m -
pañía» Araminta le decía que se veia obli-
gada á dejar lo ciudad para ir á las b o -
das de una íntima amiga; pero que e s -
peraba á su vuelta estrechar aun mas la
amistad de A m a n d a , cuando Mórtimer
entró de improviso. Este pareció sorpreen-
dido y satisfecho de encontrar a a m -
bas juntas y solas, y sentándose á su l a -
do , dijo con el acento d é l a mas tierna
sensibilidad : este momento vale mas que
las horas que acabamos de pasar. ¿ P u e -
do pensar ^ añadió él mirando á A m a n -
da ? que será tan feliz para mí 9 como
acaba de serlo para Sir Carlos Bingley?De*
cidme por vida vuestra ¿no os habéis agra-
dablemente sorprendido esta tarde"? . = S e -
g u r a m e n t e , dijo ella, — Por la vista del
panteón y por la de Sir Garlos ^ añadid
éh = No , respondió Amanda sin t i t u b e a r ;
yo no le conozco bastante para que su p r e -
sencia pueda darme contento ni disgusto.
Esto cabalmente era lo que L o r d M o r -
tiuier tenia necesidad de oír. Las m i r a -
das de A m a n d a , y el modo con que re-
cibía los obsequios de Mortimer no d e -
jaban ya á ; este duda alguna- Todos los-
celos se le disiparon, y recobró toda la
vivacidad de su espíritu. Jamas se siente
el alma tan feliz / c o m o en el momento
en que acaba de aliviarse de una peno~
sa incertidumbre.
Lady Araminta cogiendo el hilo de
lo que Mortimer acababa decir á
Amanda acerca de Sir Carlos, dijo á
su hermano : Miss Fitzalan no puede e n -
contrar muchas personas, que como ella se
grangéen la admiración, y la estimación
á primera vista* Yo no puedo persuadir-
me que ella sea p a r a mí un conocimien-
to de dos d i a s ; tan grande es el interés
que me inspira, que la miro como á her-
mana. Aquí se detuvo, dio una mirada es—
presiva á su h e r m a n o , y sus bellos ojos
se animaron de placer.
¡Ay mi querida Araminta! esclamó M o r -
timer P tened por ella esta ternura de
hennaua* ¿ Q u i é n ia merece tamo como
5i
Miss Fitzalan ? y ¿que otra sino Miss F i í -
zalan, dijo al oído de A m a n d a 5 tiene
dei^echo á p r e t e n d e r l a ?
E n este momento se oyó el ruido de u n
coche y la compañía entró terminando una
escena 9 que si se hubiese prolongado mas
tiempo hubiera dejado señales visibles á
los ojos de todos. Las damas iban acompa-
ñadas de Sir Carlos y Free-Love. L o r d
Gherhury y el Marques habían salido*
pero entraron casi al misino tiempo. Des-
pués de la ceua se separaron ? y L a d y
Araminta se dispidió tiernamente de Aman-
da*
Las inquietudes que tanto tiempo h a -
bían destrozado el corazón de Amanda ? se
habian disipado ya* L a palabra que Morti-^
mer le había dicho al oido, le probaba no
solo que ella era en su concepto el ob~
jeto de una tierna afición, sino también
de una premeditada elección, y estaba Ii«
songeada por la decisión que manifestaba
A r a m i n t a , en apoyar los sentimientos de
su h e r m a n o .
Al dia siguiente por la mañana des-
pués del desayuno , Lady Greystock salió
para ir á casa del abogado ^ y habién-
dose sentado Amanda á su labor en el
gabinete , se le entró recado de Sir C a r -
los Bingley, liste le manifestó con la
misma energía que eí dia anterior el
gusto que tenia de verla ? se felicitó de
encontrarla sola , y la repitió muchas
veces que después del momento de su
primera vista, había tenido su imagen
siempre presente* Amanda no tenia la
ridicula vanidad de hacer alarde de r e -
cibir testimonios de un sentimiento que no
podía corresponder ¿ antes hienlas atencio-
nes de Sir Carlos le disgustaban , porque
podían inquietar á Lord Mortimer.
Iso respondió pues á Sir Carlos ? sino
con una frialdad y reserva insoporta-
bles á u n hombre de \xv\ carácter tan
impetuoso como el suyo. liiiLre r e s e n t i -
do y medio chanceándose la dijo ^ que
él uo podia dejarse tratar así ^ y se a p o -
deró de su mano á pesar de la resisten-
cia que ella pudo hacer. E n este m o -
mento abrieron la puerta y compareció
[Lord Mortimer* Aun cuando Amanda h u -
biese aprobado y animado las atenciones
y la libertad de Sir Carlos ? no habría
manifestado mayor confusión* Lord Mor-
iimer se retiró algunos pasos parecien-
do t u r b a d o , pero en seguida se acerco
con un aire frio ; y tomo asiento. Sir C a r -
los se levantó precipitadamente., manifes-
tando en su airo el descontento de ha-
ber sido interrumpido, y dando algunos
53
pasos en el aposento. Amanda fué la
primera que rompió el silencio ? p r e g u n -
tando si Araminía bahía partido.
No 5 respondió finamente L o r d M o r -
t i m e r , pero va á partir luego ^ y c u e n -
to acompañarla una palote del camino* De
suerte ? replicó Sir Carlos 5 que aguardan-
do que Lady Araminta esté pronta, p a -
ra no perder momento habéis venido a
ver á Miss Fitsalan.
Lord Mortimer nada contestó, y des-
pués de alguna conversación la mas indife-
rente 5 permaneció muy s e r i o , y al cabo
de pocos minutos, saludó á Amanda y
salió. Convencida Amanda de que L o r d
Mortíiner venia á hacerle esta visita con
el designio de esplicarse con ella mas
claramente de lo que bahía hecho
basta entonces., no pudo disimular e n t e -
ramente su disgusto, ni ver á Sir C a r -
los sino con mucho descontento- Éste no
abrevió por esto su visita. Permaneció con
Amanda basta la vuell<a de Lady G r e y s -
tockj á quien propuso conducirla á la ó p e -
ra por la noche => y de quien obtuvo el
permiso de volver á la hora del t é , p a -
ra traerle irnos billetes de entrada 5 á
jxesar de haber declarado Amanda su p o -
ca afición á este espectáculo. Quería
evitar las observaciones del público ? c o -
°4
mo igualmente las atenciones de Sir Car-
los 5 pero ni uno ni otro pudo conseguir»
L a impresión que sus encantos habían
hecho en el corazón del B'arohet v era
demasiado profunda y demasiado viva^
para poderse b o r r a r p o r una fría a c o -
gida* Noble y generoso, posesor de g r a n -
des bienes, era independiente , y podia so-
lo dar oidos á la voz de sus inclinaciones*
Verdaderamente él se proponía casarse con
Amanda; y aunque ofendido de su i n -
diferencia , no estaba desanimado 9 y es-
peraba triunfar. Acostumbrado á conse-
guir sus caprichos, no podia sufrirla idea
de que se le frustrase u n proyecto al que
creía atada su felicidad. Si el corazón de
Amanda hubiese estado l i b r e , verosímil-
mente habría salido con su intento ; pues
era hombre agradable y al mismo tiempo
de mérito, Amanda le profesaba estimación^
Y sentía sinceramente que este sentimiento
para con ella , passae ya á ser una pasión.
Lady Greystock tenia en Londres m u -
chos y brillantes conocimientos t que fre-
cuentaba sin cesar. Estos cabalmente eran
los mismos que tenia Sir Carlos, quien se
encontraba en casi todos los parages á que
Amanda concurría» Su asistencia continua-á
su lacio y sus atenciones fueron notadas de
todo el mundo, y le hicieron mirar uni-
55
versalrnente como el adorador declarado
de la hermosa compañera de Lady Greys-
tock. Esto es lo que decían todos los
hombres^ mientras las mügerps sin escep—
fcuar la misma Lady Grcvstock estra—
ñaban que Sir Garlos se aficionase á
una m u c h a c h a , cuya situación iera mise-
rabie , y que á mas de esto nada tenia
de estraorainario* Lady Greystock la p i n -
taba á todos como reducida á una es-
trema miseria, y se jactaba de haberla
tomado en su casa por compasión. Miss
Malcolm se tomaba las mayores liberta-
des contra e l l a , y decia todo Id que la
malicia y la envidia le podían sugerir. L a
Marquesa y Lady Eufrasia juzgando á
Amanda según lo que sentían ellas mis-
m a s , pensaban que pues no estaba ase-
gurada de obtener la mano de MortL-
m e r , aceptaría la de Sir Carlos, y a u n -
que esto las hubiese desembarazado de
una rival con L o r d M o r t i m e r , con todo
la idea de fortuna é importancia que
adquiriría en semejante unión las afligía,
pues la envidia es el mayor suplicio del
que la posee.
L o r d Mortimer volvió á tomar su ai-
re de reserva acia Amanda. E n c o n t r á n -
dose con ella, como sucedía muchas ve-
ces j no le manifestaba. atención alguna
56
particular- Tenía á menudo fijas sobre
ella sus m i r a d a s , y las retiraba siem-
pre que ella le sorprendía con las s u -
y a s ; pero aquellas .-parecían- decirle que
la mudanza ocurrida en sus p r o c e d i -
mientos no era efecto de ^ ninguna d i -
minución de su ternura. E l estaba de-*
terminado a reglar su conducta por la-
que Amanda observaría con Sir Carlos»,
Aunque ofendido de las atenciones de
este rival 5 tenia demasiada altivez para
aprovecharse de su anterior conexión con
Amanda : una nmger que podía balancear
entre dos objetos le parecía indigna de
ambos; y así estaba resuelto a dejar a
Amanda abandonada a sí misma, -y e n -
teramente libre de obrar como quisiese:
especie de p r u e b a , á la que sugetaha la
afición que la habia manifestado. Sin e m -
baí*0 o a pesar de todo su orgullo^ creernos
que no habría arriesgado esta prueba,
sino hubiese estado persuadido que sal-
dría victorioso de ella» Habia llegado el
tiempo de la vuelta de Lady Araminta;
y Amanda la esperaba con impaciencia,
cuando supo por Lady Eufrasia que h a -
bia caido mala,, y que su vuelta se r e -
tardaría. Este fué un contratiempo s e n -
sible para Amanda 5 que esperaba por la
mediación de Avaminta, ver un poco
H
menos a Sir Carlos, y con mas frecueix»
cÍ£« á Lord Mortimer.

C A P Í T U L O III.

•A
.manda se encontraba sola una maña**
na en el salón de tertulia de Lády Greys-
t o c k , cuando vio entrar u n hombre que
preguntaba por dicha señora., y a quien
habían dicho que la esperase. Este esfera li-
gero tendría la edad de cuarenta y cin-
co á cincuenta años- Su vestido era de
militar ¿ y bastante roto para manifestar
que la guerra no le había enriquecido*
Su talle era alto 5 y su fisonomía i n t e r e -
sante , pero su cuerpo parecía agoviado
de las enfermedades; en su semblante
estaba pintada la tristeza, .conservando
con todo u n a espresion, que i n d i c á b a l a
jovialidad de que lo habla dotado la na-
turaleza,; Sus sienes h u n d i d a s , su color
amarillo , y. su .figura inspiraron a A m a n -
da respeto é interés. • La. sensibilidad y
las lecciones que .había recibido en su
•juventud le habían enseñado á respetar
al desgraciado , y consecuente á estos
principios se conmovió teda al ver en el
viejo, militar todas las señales ele la des-
gracia,
58
Lra estación era m u y rigorosa , ' y , et
estrangero parecía sufrir ? y temblar de
frió, Habiéndole Amanda acercado una
silla al lado del fuego, él la dio gracias,
y la dijo: amable y joven señorita ? yo
puedo aseguraros, que jamas be 'temblada
delante del enemigo tanto como tiemblo
h o y : nosotros oficiales subalternos d e b e -
mos igualmente despreciar el frió y el
fuego,
Amanda se-sonrió, y volvió a tomar
su labor. Estaba ocupada en hacer vina
guarnición de flores artificiales , que Lady
Oreystock quería regalar a una jóven 9
cuj^a familia le había hecho algunos ser-
vicios. Este era un modo de recompen-
sarlos que le costaba poco. Esle traba-
jo , dijo el estrangero ¡ - es divertido , y
vuestras rosas son materialmente sin e s -
pinas, como las que cogeréis en el ca-
mino de la vida. ¡ A h ! respondió A m a n -
d a , yo no me lisongéo de esta - esperan^-
za, Hay pocas jovcaes como vos'y dijo el
estrangero^ y que dotadas de vuestras
prendas piensen así. Y ésto es sin e m -
b a r g o , lo que deben pensar todas a q u e -
llas que son capaces de reflexión, dijo
Amanda. "
Sin d u d a , replicó el estrangero; p e -
r o ¿cuan pocas merecen este elogio! L a
09
reflexión á los ojos de las jóvenes es u n
tirano que les a r r a n c a de las manos el
placer acia el cual corren , placer que r e -
chazan en una edad adelantada como m e -
morias molestas, enemigas de nuestra t r a n -
quilidad. Yo imagino , dijo Amanda., que
vos haréis en vuestra censura algunas
escepciones.
Hay algunas tal v e z , dijo el mili-
tar ; pero muchas veces cuando la c o n -
ciencia nada tiene que temer de lá r e -
flexión , la sensibilidad la teme ; porque
no solo recuerda la memoria de las ho-
ras felices , sino que nos da pesares t a n
amargos, que pone al alma en un e s -
tado incapaz de h a c e r esfuerzo alguno
para combatir la desgracia-
Amanda, que observaba al estrangero con
la mayor a t e n c i ó n , creyó notar que se
aplicaba á sí mismo las reflexiones que
acababa de p r o d u c i r , pues su fisonomía
había tomado una espresion mas íuerte. de
tristeza.
jVii querida joven, continuó él s o n -
riéndose 1 , yo os agradezco la complacen-
cia que habéis tenido de prestaros á la
conversación con un viejo militar; pero
así os habré proporcionado un medio de
comparar los viejos con los jóvenes; en
estos encontraréis mas calor ? peio no
6o
mas discernimiento- para apreciar lo que
valéis. Kilos alabarán el brillo de vues-
tros ojos, la dulzura y bondad que t e m -
plan su lustre , admirarán los colores de
.vuestra tez; pero yo adoraré la sensibi-
lidad de vuestra alma 5 que sucesivamen-
te tiene poder de hacerlos mas vivos, ó
de hacerles perder su vigor . . . „
E n este momento entró Lady Greys-
tock con aire de importancia y de
desden, que se echaba de ver en toda su
fisonomía, Levantóse el estrangero y a u -
inenló su palidez. ¡ H a ! ¿sois v o s , Mr.
R u s b r o o k ? dijo ella al fin ^ sentaos; ha-»
riéndole seña con la m a n o . Retiróse á man-^
da, que se había quedado un m o m e n -
to bajo p re testo de, arreglar su bastid
d o r , con la esperanza de saber quieta
era este estrangero.
Había siempre oido hablar de Rus-*
hrook á Lady Greystock como de u n h o m -
bre falso y despreciable. Su fisonomía re-
futaba esta calumnia, y Amanda comenzó
á pensar que Lady Greystock podia solo d i -
vulgarla con el designio de desacreditar á
su adversario en el proceso que contra él
tenia que sostener. Desde que vivía
con esla señora, habia reconocido en ella
muchas disposiciones poco loables, y había
con esto confirmado la \erdad de que el
6x
carácter de las personas no puede co~
nocerse, sino con el trato íntimo y dura-
dero.
Desde entonces tomo mucho interés
á favor de Rusbrook. Habia oido decir que
estaba cargado de u n a familia numerosa,
la que conjeturó que se hallaba en u n a
suma miseria* Habia observado en él u n a
especie de tristeza tan particular ? que
le habia interesado mas de lo que h a -
bría hecho un total abatimiento ^ pues era
el resultado de los esfuerzos de una a l -
ma elevada«, para triunfar de sus d e s g r a -
cias ; y no hay espectáculo mas admirable^
y al mismo tiempo mas penetrante que el
de la virtud animosa combatiendo contra
la adversidad.
Pensativa quedaba Amanda en la veft-
tana «. reflexionando sobre esta desigual-
dad de fortunas P que en el orden n a -
tural establecido por la providencia 5 es
como las montañas y los valles en el or-
den físico j cuando vio á Rusbrook a t r a -
vesar Ja calle con paso lento , y con t o -
das las señales de un estremado a b a t i -
miento* Llevaba sus manos delante de
l^s ojos como para enjugar sus lágri-
mas ; y á este solo pensamiento corrían
ta mi) i oís las de Amanda. El frió se a u -
mentaba . JU nieve caia á grandes copos,,
6 a

y Rusbrook solo tenía p a r a guarecerse de


ella un miserable vestido* Amanda se con-
movió profundamente á este espectáculo;
y cuando hubo perdido de vista á Rus—
b r o o k , se abandonó á un soliloquio sen-
timental al estilo de Yorik.
Viendo pasar u n hermoso c o c h e , se
dijo á sí misma: si •esta carroza fuese mía,
ciertamente que un pobre militar como
Rusbrook no quedaría espuesto á los r i -
gores de la estación; tendría un vestido
mejor 5 y. su corazón no sería víctima de
las agonías que lleva consigo la necesi-
dad. Si veía correr una lágrima en sus
iriejillas 9 diría á esta lágrima: desapare-
ce , pues traigo el consuelo. Hablando
ella a s í , la idea de M o r t i m e r que podia
ponerla en estado de realizar estas fan-
tasías bienhechoras ? se presentó á su ima-
g i n a c i ó n ; sus lágrimas se detuvieron , y
$us mejillas recobraron el primitivo color.
Sí 5 pobre R u s b r o o k , añadió ella,, aca-
so no está lejos el m o m e n t o , en que la
providencia bienhechora proveerá tus n e -
cesidades por las msmos de A m a n d a , y
en que el mismo Mortimer se reunirá á
ella para socorrerte. 1
L a camarera de L a d y Greystock vi-
no á llamar á Amanda para que bajase,
Ésta se dio prisa v curiosa de saber al™
63
gvma cosa de la conversación que se ha-*
bia tenido ^ y encontró á Lady Greystock
triunfante de alegría. Querida m i a , la
dijo, tengo buenas noticias que darosz
Busbrook ha perdido el amigo que le
ayudaba con su bolsillo á sostener el
pleito, y los letrados , viendo que ha p e r -
dido la principal á n c o r a , han tomado
las de Villadiego, y le han dejado el plei—
to para que lo siga del modo que p u e -
da. E l pobre diablo y su familia no sa-
ben en que irán á parar. P e r o no os
imaginaréis hasta donde llega su descaros
ha venido á d e c i r m e , que haría con gus-*
to una composición.
j Y bien, señora ! dijo Amanda ¡Y bien y
señora ! repitió Lady Greystock r e m e d á n -
dola , yo le he respondido que que se-
ría menester que fuese loca para p r e s -
tarme á semejante propuesta , des-
pués de la audacia que ha tenido de dis-
putar lá legalidad del testamento de
mi querido esposo difunto Sir Geoffix^,
acia quien se ha portado tan mal. No¿
xio 9 le he d i c h o , vos podéis proseguir;
inis agentes de negocios están dispuestos;
y después de haberse dado tantos afa-
nes las dos partes 5 sería lástima que
con todo lo que se ha hecho no se ter-
minase nada,
Sin embargo señora, replicó A m a n -
d a , como vos conocéis la miseria á que
está reducido, le habréis dado sin duda*
algún socorro. ¡Qué pues ! respondió agria-
mente Lady Greystock., ¿creéis que él t e n -
g a derecho á exigir cosa alguna de m í ?
Sino de vuestra justicia, dijo A m a n -
da ? de vuestra humanidad. E s decir,
replicó Lady Greystock , que me a c o n -
sejáis que arroje mi dinero por las ven-
tanas para que él lo recoja. Sí , dijo
Amanda sonríéndose, y tirarle mucho. Muy
b i e n , dijo Lady G r e y s t o c k ; cuando vos
seréis de mi e d a d , conoceréis mejor el
•valor del dinero»
Yo me lisongéo señora 5 replicó vi-
vamente A m a n d a , que lo conozco ya,1
solamente lo estimamos diferentemente. =
Gs r u e g o , dijo Lady Greystock con u n a
sonrisa desdeñosa, me digáis ¿ q u é es el
dinero según vuestro parecer'/ Señora,
respondió Amanda ? es el medio de es-
parcir la felicidad al rededor de nosotros,
de aliviar la miseria 9 y de alegrar á un
corazón afligido. Es u n depósito que Dios
nos confia para emplearlo así. Este uso
de las riquezas es para nosotros u n m a -
nantial abundante de sentimientos pací-
ficos y deliciosos, que á manera de ami-
gos tiernos andan solícitos al rededor de
65
la cama del dolor y de la muerte., para
endulzar las penas del u n o , y disipar los
terrores de la otra*
He a q u í , á fe mia> dijo Lady G r e y s -
tock y u n hermoso discurso muy propio
para insertarse en una novela sentimen-
tal , ó en un tratado moral para la i n s -
trucción de la juventud. Pero os acon-
sejo, querida mía 5 que guardéis para vos
misma en lo sucesivo vuestras singulares
y noveleras máximas , en que haréis creer
que no os habéis instruido sino de q u i -
meras: pues las palabras que acabáis de
decir son precisamente las que usan las
heroínas de las novelas-
Amanda nada replicó: sin embargo
viendo á esta muger sentada en una gran.
silla poltrona cerca de nn buen ftiego ? y
teniendo delante de ella una escelente s o -
pa , como la tomaba todas las mañanas,
no pudo menos de decirse á sí m i s m a ;
I muger dura y sin piedad 9 ocupada en
vos sola, ningún sentimiento de c o m p a -
sión os conmueve por las miserias de
los o t r o s ; tranquila al abrigo de la des-
gracia la veis descargar sobre la c a -
beza de vuestros semejantes; y mientras
q u e os entregáis al goce del lujo ¿ p e r -
manecéis insensible á los dolores de aque-
llos que no pueden satisfacer las pri~
Ton* «i. E
66
meras y mas urgentes necesidades de laj
vida!
L a noche se pasó en casa de la mar-*
quesa en una concurrencia numerosa: en
aquella escena brillante y alegre ,, Aman-
da no pudo disipar las ideas tristes que
desde la mañana ocupaban su imagina—
cion* L a figura pálida y flaca de R.us-
brook volviendo á su afligida familia , la
perseguía. Observando la magnificencia
de las salas y los adornos de aqu ellos
que las llenaban , pensaba que una c o r -
ta porción de tantos gastos de vanidad.*
aliviaría las necesidades de una multitud
de p o b r e s , y se decia á sí m i s m a ; estos
ricos orgullosos > . entregadas á una d i v e r -
sión licenciosa, que el placer y la a b u n -
dancia embriaga, en las horas de su loca
alegría no piensan en otra cosa que en
el momento en que se abandonan á ella ?
mientras que hay criaturas humanas que
esperimentan los terrores de la muerte,
y los dolores que la acompañan ; que mi^
llares de sus semejantes beben en la co-
p a del dolor ? y comen el pan amargo y
n e g r o de la miseria, sin vestido en los
rigores del frió, tiritando bajo ei techo
d e paja, que oculta su triste pobreza.
Sacóla de estas reflexiones Ja llegada
d e Sir Carlos Bingley, el cual vino c o -
6*2
mo de ordinario á sentarse á su lado.
Pocos minutos después compareció L o r d
Mortimer. Se propuso una partida á las
veinte vina 5 en la que quiso Amanda entrar
para desembarazarse de los obsequios de
Sir Callos j pero no pudo impedir se c o -
locase aun al lado de ella: Lord Morti-
mer se puso enfrente.
Bingley, dijo uno de los jugadores
en el discurso de la p a r t i d a , ciertamen-
te que sois el hombre mas mudable que c o -
nozco. Cerca de tres semanas ha que es-
tabais muy afanado para hacer un vi age
á I r l a n d a , y según la prisa que os d a -
bais , parecía que os iba la vida en di—
ferirlo. u n momento v y os encuentro aun
en Londres ? divirtiéndoos 9 y recorriendo
las concurrencias como antes.
E s verdad 5 respondió Bingley, que
no he m a r c h a d o , pero no por esto me-
rezco la tacha de inconstante en mis p r o -
yectos; pues mis acciones son siempre
dirigidas á un mismo fin., y conducidas
p o r los mismos motivos/ y dicieudo estas
palabras tenia los ojos fijos en Amanda,
Amanda se sonrió , y recogió al mis-
mo tiempo riña penetrante mirada que
Mortimer arrojó sobre ella. Su situación
era muy desagradable: temia que las aten-
ciones de Sir Carlos no manifestasen
68
q u e eran correspondidas. Ya había p r o -
c u r a d o desviarlas; y en fin t o m ó l a r e -
solución de hacer el último esfuerzo pa-
r a librarse enteramente de él.
S i r C á r l o s vino á verla al día siguien-
te al momento en que Lady Greystock su-
b í a al coche para ir á casa de los abo-
gados, Lady Greystock le dijo que e n -
contraría á Miss Fitzalan en el salón de
tertulia. Vos oísteis ayer por la noche
dijo á Amanda al e n t r a r , que mi c o n -
ducta relativa á mi viage á Irlanda h a
causado alguna sorpresa á mis amigos.
Ellos me creen loco , viéndome renunciar
tan precipitadamente un proyecto, que
ardía en la impaciencia de ejecutar. Per-
mitidme , añadió, tomándola de la m a n o ,
que os esplique el verdadero motivo de
esta mudanza aparente en mis resolución
Bes.
Sir Carlos, le dijo A m a n d a , ya es
tiempo de terminar esta chanza. = S í , sí5
respondió él , de todo mi corazón , si
queréis terminarla consintiendo á mi' fe-
Jicldad, y aceptando con mi mano /Ja
ofrenda que os hago de u n corazón eí
mas tierno. Se produjo después con una
delicadeza estrema y una ternura patéti-
c a , conjurándola con el desinterés, q u e
U generosidad mas noble podia exigir, á
69
aceptar la oferta de su mano.
Amanda experimentó un verdadero dis-
gusto á estas proposiciones de Bingley. Su
sensibilidad y su recono cimiento hacian
sentir á ella misma la pena que iba á
darle. C r e e d m e , Sir C a r l o s , le dijo ella ?
que verdaderamente soy sensible al h o -
n o r que me hacéis ; p e r o me creería in-
digna de la opinión favorable que os de-
bo ^ si tardase un momento en haceros
conocer que la amistad es el solo pago
con que puedo satisfacer vuestras o b s e -
quiosas disposiciones.
Las pasiones impetuosas de Sir C a r -
los se pusieron entonces todas en m o v n
miento : se levantó y corrió por el salón
con una estremada agitación, Al cabo d e
algunos momentos se volvió á sentar. Yo
no puedo c r e e r , Miss Fitzalan 5 dijo él,
que permanezcáis siempre inflexible; ni
vos misma creáis q u e pueda abandonar
con facilidad una esperanza que he ali-
mentado por tanto tiempo , y en la cual
he fijado toda la felicidad de mi vida.
Ciertamente 9 Sir Carlos 5 replicó Amanda
u n poco sobrecogida, no podéis echarme
en cara el haber alentado esta esperan-*
za„ i Ah ! n o 5 dijo él con un acento a p a -
sionado, me habéis manifestado siempre
u n a frialdad igual. ¿Cómo p u e s , Le dijo
ella, la habéis concebido?
7o
Yo he sido conducido, respondió él,
por la natural inclinación que tenemos
a engañarnos á nosotros misinos, pintán-
donos el suceso á medida de lo que
deseamos. ¡Ah Miss Fitzalan, no me q u i -
téis tan dulce e r r o r ! Yo no os instaré
ahora á acción alguna, por la cual sintáis
la menor repugnancia. Os ruego sola-
mente, me permitáis esperar que el tiem-
p o , la perseverancia, y las atenciones que
jamas decaerán 9 harán sobre vos alguna
i m p r e s i ó n , y producirán en mi favor al-
guna mudanza.
Sir Carlos, replicó Amanda, escuchad-
me. Yo no alimentaré una esperanza, que
no creo poder realizar jamas. Un poco
de reflexión debe haceros conocer que
debéis agradecerme una esplicacion tan
sincera. E n este momento estamos los
dos acaso demasiado turbados para p o -
der sostener esta conversación por mas
tiempo. P e r d o n a d m e , si la termino en
este mismo m o m e n t o , asegurándoos que
conservaré toda mi vida una memoria
reconocida de vuestras intenciones acer-
ca de mí y que en adelante profesaré u n a
constante amistad á Sir Carlos Bindley.
Diclio esto ,, se retiro sin que él la d e -
tuviese. E l dolor de ver frustradas sus
esperanzas h a b í a , p o r decirio así, sus-

pendido todas sus facultades; pero v u e l -
to después en sí^ se retiró* Su orgullo
lo llevó al principio á renunciar á A m a n -
da ; pero la pasión que sentía por ella
combatía esta resolución, £1 tenia u n a
inclinación á c r e e r que todo cuanto de-
seaba era posible y fácil 9 disposición fo-
mentada hasta entonces p o r el éxito de
todo cuanto había emprendido- Como se
lisongeaba que la frialdad de Amanda era
efecto de una reserva n a t u r a l , mas que
de desvío alguno p o r él 9 esperaba a u n
estrecharla con su constancia. La m i r a -
ba como tan superior á todas las mu—
geres que había conocido 9 y tan propia
para hacerlo feliz, que después de h a -
berse repuesto del golpe que recibió su
amor p r o p i o , resolvió hacer nuevos e s -
fuerzos para vencer la resistencia de Aman-
da. Había oido hablar de la amistad que
unia á L o r d Cherbury y Fiízalan. I m a -
ginó que este L o r d sería el mejor i n -
tercesor que podía tener en tal circuns-
tancia. Se fué pues á su c a s a , y lo e n -
contró con L o r d Mortimer- Después de
los usuales c u m p l i m i e n t o s ; yo he venido,,
M y l o r d , dijo é l , á suplicaros que os i n t e -
reséis p o r mí en un negocio ¿ del que
depende la felicidad de mi vida', y me
lisongéo que me perdonaréis esLe paso¿
7%
c u a n d o os diga que es relativo á Mis*
Fitzalan.
El Conde con su ordinaria política
l e r e s p o n d i ó , que sería feliz en Servir-^
l e , que él mismo se interesaría con Miss
F i t z a i a n , no solo por ser hija de su a n -
tiguo a m i g o , sino por el mérito personal
ele esta amable joven. Sir Carlos e n t o n -
ces instruyo á Lord Cherhury de las p r o -
posiciones que acababa de hacer á Miss
F i t z a l a n , y de la absoluta denegación que
h a b í a s u f r i d o , suplicándole que e r a -
picase su crédito en su favor para con
M r . F i t z a l a n , y para con la misma
Amanda.
Es verdaderamente una cpsa esfcraor-
dinaria, esclamó Lord Cherbury, que Miss
Fitzalan deseche un ofrecimiento tan ven»
tajoso, ¿Estáis seguro, Sir Carlos., que ella
n o tiene otra pasión anterior? Yo jamas
Jo he oido d e c i r , replicó Sir Carlos, ni
lo creo, A estas palabras L o r d Mortimer
se puso c o l o r a d o ; mas por fortuna n a -
die lo observó. Yo escribiré h o y , dijo el
C o n d e , á Mr. Fitzalan, y ] e hablaré de
vuestras proposiciones como d e b o , pero
á menos que él me autorice al objeto,
me eseusaréisj Sir Cnrios, sino me mez-
clo en este asunto. Si él aprueba vues-
tras miras ¿ como no eludo/ podéis c o n -
tar que os ayudare con todo rni poder.
Esta promesa satisfizo á Sir Carlos,
el cual se retiró. Lprd Mortimer, á quien
no quedó entonces duda alguna sobre
las disposiciones de Amanda , no tardó
en trasladarse á Pall-Mall; y h a b i é n d o -
se asegurado de que Lady Gre}'Stock es-
taba a u s e n t e , subió al salón, al cual
Amanda habia vuelto,

C A P Í T U L O IV.

orprendida de una visita tan inesperada^


Amanda se dejó caer de las manos el
libro que leia , y se levantó de su asien-
to muy agitada. Temo* dijo Lord M o r -
timer, haberme presentado con demasía*
da precipitación í p e r o me escusará el
ardiente deseo > y estrecha necesidad de
aprovechar esta oportunidad 9 que tal vez
no se volvería presentar p a r a tener con
vos una esplicacion.
Entonces tomando la mano de Aman-
da, y conduciéndola á un c a n a p é , se sen-
tó á su lado. Comenzó por pintarle t o -
do ] G q U e habia sufrido á su vuelta í
T u d o r - H a l l no encontrándola allí, ni
pudiendo imaginar que razón te obliga-
mA
J
^

foa á marcha tan precipitada" que cuan**


to mas habia reflexionado 9 tanto mas d e s -
graciado era; y que durante su permanencia
en Irlanda, habla fluctuado entre el temor y
la esperanza: que esta cruel incertidum-
fore io habia tenido en un suplicio: la
confesó 3a resolución que había tomado
viendo á Sir Garlos Bingley aficionado á
ella, y concluyó asegurándola que no
obstante tod^s las inquietudes que habia
esperimentado, su ternura por ella era
siempre la misma.
Alentada con esta seguridad 9 y mas
tranquila 3 Amanda Je instruyó de los m o -
tivos que habia n precipitado su marcha
del país de Gales; los incidentes, q u e
intimamente la habían impedido en Ir-
landa tener con él la conferencia que h a -
bía deseado; y aunque su decencia y su
delicadeza no le permitiesen manifestar,
como Lord Mortimer habia h e c h o , l o
que habia sufrido por su separación , b a s -
tante decia para convencerle de que t a m -
bién habia sufrido.
Habiendo Mortimer recobrado toda
su confianza* Amanda le fué mas ama-
ble que nunca* La apretaba contra su s e -
no 5 el placer brillaba en sus ojos ^ y
esclainaba ; Amanda., ;vos sois pues niia!
j Pude yo aun hacer planes de felicidad, y
realizarlos en vuestra compañía! Sin e m -
bargo en medio de estos transportes su
frente se oscureció en un m o m e n t o ; y
mirándola con t e r n u r a y con un aire p e n -
sativo , esclamó: ¡Quiera el Cielo q u e
en este momento de reconciliación p u e -
da decir que todos los obstáculos de n u e s -
tra unión están superados! Amanda se
estremeció á esta reflexión, y p e r m a n e -
ció en silencio.
Yo no puedo disimularos, mi q u e r i -
da A m a n d a , añadió él ,, que mi padre se
opondrá á mi felicidad. Aunque noble y
generoso por naturaleza, algunas veces,
como los demás h o m b r e s , se deja llevar
del interés. Este es el motivo , por el
cual mucho tiempo ha tiene proyectado
el unirme con la familia del marques de
Kosline. A u n q u e determinado absoluta-
mente á no someterme á este p l a n , h e
evitado hasta ahora declararle mi reso-
l u c i ó n , con la esperanza que algún fe-
liz acaso me será favorable, y me a h o r -
rará el disgusto de ver perturbada la
b u e n a inteligencia que reina entre mi p a -
le
¡ M y l o r d ! dijo Miss Fitzalan pálida y
retirándose de é l , yo no quicio ser la
causa desgraciada de u n a división en vuestra
familia. Ceded á los deseos de Lord Cher-
^6
t m r y , casaos c o a Lady Eufrasia 5 y olvi-
dadme*
Amanda , replicó L o r d M o r t i m e r , no
os acuséis á vos misma injustamente de
ser la causa de mi oposición á los d e -
seos de mi padre. Aun cuando no os
hubiese visto j a m a s , me hubiera sido i m -
posible ser esposo de Lady Eufrasia. Su
carácter y su figura me disgustan igual-
mente. Estoy convencido de que la riqueza
n o basta para la felicidad; y siempre h e
creido que el hombre que sacrifica los
sentimientos de su corazón al interés ó
á la ambición, se degrada de su carácter
r a c i o n a l ; que el casarse así, es una de
las mas culpables y despreciables a c -
ciones que pueden cometerse. E n fin, p a -
r a contraer semejante unión , sería m e -
nester que las delicias que se pueden
disfrutar con las riquezas ^ tuviesen á mis
ojos algún atractivo, de lo que estoy m u y
lejos. Joven aun , y dueño de mis a c -
ciones, h e bebido en la copa del pía-*
cei / pero muy pronto me he disgustado
de una bebida 9 que nada tiene de aquel
sabor delicado que acompaña las deli-
cias del espíritu y del sentimiento. Conven-
cido como estoy d e q u e una unión sin amor
está igualmente proscrita por la sensibi-
lidad y la probidad , y que una vida
77
disipada es no solamente funesta ^ sino
empalagosa «, deseo asegurarme una
felicidad doméstica. Luego yo no puedo
encontrai4a sin una m u g e r , cuya e l e c -
ción mi razón apruebe 5 que posea mi
entera confianza y mí ternura, que sea no
solamente el manantial de todos mis pla-
ceres 9 sino el consuelo de todas mis p e -
ñas. E n vos he encontrado esta muger,
este ser que desesperaba encontrar*
Yo esperimento por vos u n sen-
timiento mas fuerte ? si es posible,, q u e
el del mismo a m o r : el honor , el r e c o -
nocimiento por la bondad con qué m e
habéis perdonado el error que me hizo
culpable, es lo que mas me aficiona á vos-
Pero me prometo 9 querida Amanda 3 que
no pensaréis que este error haya sido en
mí efecto de la depravación. H e c h o , co-
mo lo he dicho , dueño de mis acciones
desde mi juventud * la inconsideración
natural á esta edad me h a - h e c h o c o m e -
ter faltas 5 por las que me he castiga-
do después á mí mismo m u y severamen-
te* Así he encontrado mugeres ? cuyos
modales en logar de p o n e r u n freno á
la libertad, á cuyo abuso son los hom-
bres demasiado propensos, la alientan; y
que al mismo tiempo *, juntando x\n en-
tendimiento cultivado á unos sentinaien**
78
t o s delicados 9 e r a n mas q u e peligrosas.
J)e mi roce c o a ellas m e lia q u e d a d o
u n a prevención general c o n t r a su sexo>
y h e vacilado en d a r crédito á la i n o -
cencia , de la que vos lleváis todos los
caracteres.
Yo he sido en fin m u y feliz y c o m p l e -
t a m e n t e d e s e n g a ñ a d o ; mis prevenciones se
h a n desvanecido como las tinieblas al salir
el sol 5 y c o m o las ilusiones delante de la
v e r d a d . Si las m u g e r e s q u e como vos,, mi
q u e r i d a A m a n d a , están dotadas de encantos
poderosos é irresistibles, los empleasen se-
g ú n las m i r a s de u n a providencia b i e n h e -
c h o r a á h a c e r triunfar la virtud> el vicio
desaparecería de la tierra*
É s imposible espresar con p a l a b r a s el
p o d e r de la belleza sobre el 'alma huma—
•na 5 y este p o d e r p u e d e ser dirigido acia
los fines los m a s nobles* L o s p r e c e p t o s
d e la v i r t u d saliendo de u n a boca q u e
i n s p i r a a m o r , c o m o la voz del ángel guia
d e nuestro p r i m e r p a d r e , p e n e t r a n d u l -
c e m e n t e en n u e s t r o s o i d o s , hasta llegar al
p r o f u n d o del corazón. E l h o m b r e q u e no
esta del todo e n d u r e c i d o en el vicio no
p u e d e resistirla^ y en l u g a r de p r o c u r a r cor-
r o m p e r la virtud de vuestro sexo , la adora
enternecido y humillado.
P e r o volviendo á mi objeto p r i n c i p a ^
79
siendo del todo diferentes de las mias
las opiniones é intentos de mi p a d r e ,
n o creo deberle dar á conocer un p r o y e c -
to que estoy determinado a llevar al eabo^
&i vos no ponéis e n é l , obstáculo alguno.
Yo no quiero mortificarle*, obrando contra
su formal prohibición. Aunque me gloría
de mi elección, las circunstancias deben
empeñar á Amanda á convenir en que
ocultemos nuestras mutuas promesas, has*
ta que no esté en el poder de los h o m -
bres el romperlas. Nuestra situación 5 y la
necesidad de asegurar nuestra dicha, exigen
que contratemos al momento una unión se-
creta. Yo temería 9 mientras no pudiese lla-
maros mi esposa ¿ la vida es demasiado
corta p o r perder los momentos preciosos
dejándose llevar de vanos escrúpulos y
de ceremonias insignificantes. E l ojo de
la sospecha está fijo desde mucho t i e m -
po sobre n o s o t r o s , y pronto llegat*án sin
duda á descubrir nuestro secreto a n -
tes de tiempo ? si no lo prevenimos de a n -
temano*
N o me tachéis de precipitado^ mi que^
rida Amanda, añadió él pasando su brazo
al rededor de ella, si yo exijo de vos co^
mo una dulce y última prueba de la con-
fianza que merezco, me permitáis que m a -
ñaña sea vuestro protector y vuestro con-*
8o
ductor. U n viage a Escocia nos será nece~
sario. E n el arreglo que yo tomaré para
la ejecución de esta medida ? se observa-
r á n todas las conveniencias debidas á vues^
t r a delicadeza,
Mylord, le dijo Amanda con u n a voz
t r é m u l a , si estos son los m e d i o s , no'-ha-*-
bienios mas. No nos alucinemos con la
esperanza de unirnos.
Amanda se habia lisongeado hasta e s -
t e momento que L o r d Cherbury no r c u -
fiaría ceder á los deseos de su híjo^ l u e -
go que estuviera convencido de que M o r -
timer fijaba su dicha en esta unión. Ella
juzgaba del padre de Mortimer por el su-
yo 3 el cual , si las situaciones r e s p e c t i -
vas hubiesen c a m b i a d o , rico la habría da-
do á Mortimer sin fortuna. Esta idea
habia alimentado su inclinación: pero su
dicha se desvaneció como un sueño, cuan-
do oyó decir á Mortimer que él no po-
día pedir á s*i padre su consentimiento
p o r el temor de que se lo reusase : era
verdaderamente desgraciada en perder k
JVlortimer; pero sería desgraciada y c u l -
pable al mismo t i e m p o , si se casaba con
él contra la voluntad conocida de su
padre. No pudo sostener este c h o q u e ; su
corazón se oprimió como con un poso
insoportable: uu temblor universal se
6t
apodero de ella , é incapaz de sostener-
í3e dejó caer su cabeza sobre los h o m -
bros de M o r t i m e r , y su dolor se m a -
nifestó con u n torrente de lágrimas. Sor**
preendido Mortimer de su situación le
preguntó la causa y la esphcacion de lo
q u e acababa de decirle.
Entonces ella le dijo : Mylord, mi res-
puesta á vuestras proposiciones es que no
puedo consentir á medida alguna c l a n -
destina 9 ni sufrir que vos incurráis poi*
m í en la desgracia de vuestro padre* Si
Lady Eufrasia no os es agradable ? muchas
mugeres hay iguales en rango y fortu-
n a ? que poseen las calidades que os
convienen. Buscad una de esta especien
podéis escoger é n t r e l a s jóvenes que r e ú -
n e n las mayores prendas." olvidad á Aman-
da ? que no tiene títulos ni fortuna ¿ y
que no puede ser agradable á vuestro
padre* Dejadme volver al asilo oscuro,
que el mió debe á sus bondades. = Y es
vuestro corazón 5 Amanda, quien me da
este consejo ? ^ No ? dijo ella v dejando
escapar una sonrisa en medio de sus lá-
grimas 5 no es mi c o r a z ó n ; es mi r a -
zón.
Y / q u é ] dijo Mortimer ¿ n o es obe-
decer á la voz de la razón el unir m¿
destino con el vuestro? ¿ L a razón n o
r
XO}Vít 11^ JP
82
tíos enseña bascar la felicidad por el
camino de la v i r t u d ? ¿ y ésto no se en-
cuentra todo en una rnuger amable y
virtuosa? I í o ? A m a n d a , ninguna señori-
ta de título ni de riquezas puede reem-?
plazsros en mi corazón, L a imaginación
podría presentarme una figura que me
gustase tanto como la v u e s t r a ; pero aun
cuando vuestros encantos visibles no me
hubiesen inclinado acia vuestra persona
para siempre«, encontrándose ellos u n i -
dos con u n carácter y un alma tan a m a -
ble 9 bastarían estas calidades para cau-
tivarme. Eligiéndoos por la compañera de
mi v i d a , no violo los derechos del d e -
b e r de un hijo acia su p a d r e ; pues si por
u n lado no es necesaria la débil indul-
gencia de u n padre j por otro no se p u e -
de exigir de u n hijo una obediencia c i e -
g a , que le haga sacrificar su dicha y su
razón. Nada me ha hecho proponeros u n a
unión clandestina , sino la esperanza de
evitar por este medio graves i n c o n v e -
nientes. Si vos insistís en reusarlo, no
ocultaré mas mis intenciones; pues me
es imposible soportar por mas tiempo es-
te estado de incertidumbre y perplexidacL
¿Pensáis vos pues, Mylord^ dijo Aman-
da, que yo quiero entrar en vuestra fa-
milia llevando á ella la disensión y la
83
división? No , no haré este paso ni ahier-<
ia ni clandestinamente 5 á disgusto de
vuestro padre,
¿ Y es ésto 5 eseíamó L o r d Mortimer^
lo que yo rae había prometido de mies*
tra reconciliación ? ¿ Una adhesión obsti-
nada á una vana formalidad , es el pago
que debia esperar de Amanda ? ¿No pue-
de ella hacer un ligero sacrificio á u u
h o m b r e que la adora., y acia quien ma-
nifiesta alguna correspondencia ?
Sí M y l o r d , dijo ella ; yo os h a r é de
muy buena gana todos los sacrificios com-
patibles con la virtud y el deber filial*
pero no puedo pasar estos límites. Si
uniéndome á vos creyese violar estas sa-
gradas leyes ^ la mano que recibiríais se-
ría fria, insensible ? é indigna de vos*
¡Desdichada de m í , si tuviese que son-
rojarme j a m a s , volviendo á mi p a d r e , y
pudiese echarme en cara el no haber
conservado sin tacha el honor de mi fa-
milia ? y el haber traspasado el corazón
del que tiene derecho á esperar de mí
su felicidad !
No seáis inflexible 9 mi querida Aman-
da 9 dijo aun L o r d M o r t i m e r ; no p e r -
mitáis que un esceso de escrúpulo os ha^
ga sumergir en la desgracia* No se p u e -
de ser feliz sin vencer algunos ohstácu^
o
84
los. Un poco de resolución de vuestra
parte triunfará de aquellos que nos es-
torban- Cuando ]a cosa estará h e c h a ; el
resentimiento de mi padre se calmará n a -
turalmente. E l conocerá la inutilidad, y
la concordia y la paz se restablecerá en-
tre nosotros. Araminta os a m a ; ¿ c o n
qué ternura estrechará contra su seno u n a
tan querida y tan amable h e r m a n a ? V u e s -
tro p a d r e , feliz en vuestra dicha se c o n -
vencerá de que sus máximas eran dema-
siado rigurosas, y de que cediendo á mis
instancias, no habéis hollado ni vuestra
propia delicadeza ? ni su honor.
M y l o r d , replicó Amanda¿ vuestros a r -
gumentos no me convencen. Yo no pue-
do deslumhrarme hasta ver las cosas c o -
mo vos las veis. Unirme con vos con mi
casamiento clandestino sería atacar de
frente la autoridad p a t e r n a ; pedir á L o r d
C h e r b u r y un consentimiento que segura-
mente reusará, sería esponerme á un insul-
t o , y disolver la amistad que ha subsistido
hasta ahora entre L o r d Cherbury y m i
p a d r e . E n semejante situación es p r e c i -
so separarnos; sería fuera de razón se-
guir un p r o y e c t o , contra el cual se l e -
vantan tales obstáculos. Puede ser que
os será menos difícil de lo que i m a g i -
náis olvidar á la desgraciada Amanda.
85
Vuestra situación en el mundo es muy
p r o p i a para debilitaros los recuerdos pe***
liosos; y en el retiro á que el destino
m e condena ? espero que mis esfuerzos
conseguirán el mismo resultado-
L a s lágrimas corrian sobre las meji-
llas de Amanda ; ella veia que era p r e -
ciso separarse , y este pensamiento le
causaba una inesplicable agonía. P e n e t r a -
do L o r d Mortimer á u n mismo tiempo
de dolor, y agradablemente conmovido de
su sensibilidad, se acercó a ella; y mi-
rándola de hito ^ le dijo ; ¿ creéis pues que
estas lágrimas tan preciosas para m í , sean
u n medio de hacerme adaptar el triste
espediente que me proponéis ? ¿Olvidaros^
mi querida Amanda! la dijo estrechán-
dola en sus b r a z o s , es imposible ; ni aun
sabría probarlo. L a vida ya no tiene a l i -
ciente para mí 5 sino la paso á v u e s -
t r o l a d o ; y no puedo abandonar un s o -
lo instante la deliciosa esperanza de u n i r
mi destino con el vuestro. E n este m o -
mento me ocurre un pensamiento ; tengo
u n a tia hermana de mi p a d r e , muger sen-
sible , generosa y de sentimientos eleva-
dos. Me ama m u c h o , y estoy seguro
de que mi Amanda sería, la muger que
escogería para mí. Ahora está en su ca-*
#a de c a m p o : voy á escribirle hacién—
dolé saber nuestra situación , y rogándo-
la que venga á la c i u d a d , y emplee en
nuestro favor el crédito que tiene sobre
mi padre. Sus bienes han llegado á ser
considerables por el legado que ha r e -
cibido de un pariente muy rico ; y aten-
dida la generosidad que la adorna, no d u -
do se encargará de indemnizar á mi p a -
dre de la perdida de los bienes de E u -
frasia* Este es el solo espediente que ima-;
gino para vencer los obstáculos que se
oponen á nuestra felicidad sin r e p u g n a r
á vuestros principios-, y espero que vos
daréis vuestra aprobación
Este plan pareció en efecto ejecutable á
'Amanda ¿ y consintió en p r o b a r l o , no
viendo nada en él que pudiese disgus-
tar á su padre. Su corazón se alivió de
u n peso e n o r m e , á medida que la e s p e -
ranza se reanimaba. Sus lágrimas se en-*
jugaron, y habiéndose disipado la sombría
n u b e que les eircuia á ambos , se entre-*
tuvieron con placer con la idea de los dias
felices que se prometían.
L o r d Mortimer trazaba el plan de s*u
vida. Amanda se sonreía de la fecundi-
dad de su imaginación ,- y deseaba que
pudiese ejecutarlo con la misma facilidad
con que lo proyectaba*
Aunque el retiro, decía él ¿ pueda set
87
mas agradable para nosotros que una vi-
da disipada, es preciso hacer algún s a -
crificio á la sociedad de que somos p a r -
te, E n una esfera elevada ? y con una
grande fortuna , uno tiene obligaciones
que llenar acia los hombres de clases in-
feriores, de que no puede dispensarse
sin hacerles mucho agravio* Yo no q u i -
siera tener oculta en la oscuridad ía
piedra preciosa que poseo / pero después
d e haber pasado el invierno en la c i u -
dad en una distracción que jamas sera
escesiva, nos daremos prisa á volvernos
á las tranquilas sombras de Tudor-HaiL
É l se detenía arrebatado a describir
la felicidad que disfrutarían. No olvida-
b a la época ? en que su ternura sería, si
era posible ^ reanimada á la vista de los
nuevos testimonios que les daría el cielo
en los hermosos hijos ? jugando á su vis-
t a , y arrojando rosas á sus pies. Mor-
tinier esprimia también su deseo de r e u -
nir ¿ Fitzalan con su hija , y hablaba
de algunas mudanzas que para esto d e ^
bian hacerse en los aposentos de Tu—
dor-Hall, cuando la vuelta de Lady Greys-
tock hizo cesar esta agradable c o n v e r -
s a d o ru
Antes de entrar L a d y Grey stock en
en salón, Mortimer tuvo aun tiempo de
88
asegurar a Amanda que esperaba que to-
do tendría efecto según el plan que a c a -
baba de t r a z a r l e , y que en adelante a p r o -
vecharía todos los momentos de la a u -
senda de Lady Greystock para verla*
Muy b i e n , dijo Lady Greystock al
e n t r a r : a h o r a , Amanda, que os encuentro
con tan agradable compañía 9 ya no m e
dará cuidado el dejaros en casa* Aman—
da se puso c o l o r a d a , y L o r d Mortimer
creyó distinguir en las palabras de L a -
dy Gre} 7 stock una disposición malévola
p o r Amanda, y estuvo mas que nunca i m -
paciente de libertarla de esta esclavitud*
Poco después partid»
Los sucesos de este dia tan intere-
santes para A m a n d a , la habían agitado
mucho , y sentía un gran abatimiento de
cuerpo y espíritu. Sus esperanzas no e r a n
tan confiadas como las de Lord M o r t i -
mer. Ella las habia ya visto frustradas^
y temía abandonarse á ellas» Veia la fe^<
licidad en perspectiva , pero dudaba p o -
derla conseguir; sin e m b a r g o , la pena
que le cansaba esta incertidumbre 9 esta-
ba endulzada por el pensamiento de q u e
todos los acaecimientos están bajo la d i -
rección del ser supremo,
Lady Greystock habia sabido por su
doncella que la visita de L o r d Morti-j
8
9
mer habla sido muy l a r g a ; y en vista
de esta circunstancia y del estado en que
había encontrado á Amanda 5 sacó p o r c o n -
secuencia que había pasado algo de i n t e -
resante en aquella visita. Estaban c o m p r o -
metidas para una función aquella t a r d e ;
y después de comer antes de separarse
para ir al t o c a d o r , Amanda vio llegar
u n a muger plebeya, á quien conoció ^ por
haber vivido en la casa á donde fué á
hospedarse con su p a d r e , después de ha«<
b e r dejado á Devonshire para ocultarse
á las persecuciones del coronel Belgra-
ve. Esta m u g e r , ganada por a q u e l , h a -
bía remitido muchas veces cartas del c o -
ronel á A m a n d a , y ésta no podía verla
sino con h o n o r , como cómplice en los
proyectos infames tramados contra ella*
Cuando esta muger manifestó su sorpre-
sa y su placer de volver a ver á A m a n -
d a , ésta no le respondió sino con u n a
fría reverencia y se retiró del aposento,
pues la incomodaba la presencia d e
esta despreciable criatura: hasta enton-
ces habia ocultado p o r delicadeza la c o n -
ducta de Bel grave á Lady Greystock, ni
temía que Mistriss Jennings la instruye-
se de ello; por que pensaba que ella mis-
ma estaba interesada en t e n e r esta aven-
t u r a secreta*.
3°\
Mistriss Jennings habia sido ama de lia-*
ves-de Lady Greystock durante su m a n -
sión en I n g l a t e r r a , y había ganado tan
bien su confianza, que la poseía aun des-
pués .de haber dejado su casa. Lady Greys-
tock se admiró de ver que conocía á A m a n -
da, y quiso saber los pormenores de este
conocimiento. El modo indiferente con que
Lady Greystock habia hablado de Aman-
da á Mistriss Jennings, habia persuadido
á ésta que su antigua señora no tenia
una gran consideración por aquella joven;
y consecuente á este pensamiento juzgó
que podría decir de ella todas las m e n -
tiras que quisiese* Como conocía á I^a—
dy Greystock, por lo mismo sabia que
jamas combatia una calumnia contra u n a
persona á quien no a m a b a , y que todo
cuanto diría contra Amanda sería creído:
á mas de que encontraba también algún
placer en vengarse del frió recibimiento
que le habia hecho Miss Fitzalan.
Contó pues á Lady Greystock que h a -
bía cerca de un año que Miss Fitzalan
se habia hospedado en casa con u n vie-*
jo oficial, á quien ella llamaba su padre;
pero que si hubiese conocido antes á a m -
b o s , jamas los habría recibido* Q u e Miss
estaba de tal modo rodeada de galanes,
que temía no padeciese por ello la re-?
9*
putacion de su c a s a ; que entre . sus-per-?
seguidores había un cierto coronel BeU-
grave 9 libertino. decidido A que era-su fa-
vorito. E n fin, añadió <ella; yo estaba, re*-
suelta á sacarlos á la c alie, cuando Miss
Fiízalan desapareció al momento sin decir
á donde iba, Pero puede fácilmente adivi-
narse : ella no viajó s o l a ; pues el c o r o -
nel desapareció al mismo tiempo.
L a d y Greystock conocía demasiado el
carácter de Fitzalan y la decente c o n -
ducta de Amanda para dar crédiio á las
imposturas de Mistriss J e n n i n g s ; conoció
bien la malicia y la falsedad , que s u -
puso tendría p o r motivo ? ó la vanidad
agraviada 9 ó la codicia descontenta* Con
todo resolvió contar á la marquesa todo
lo que esfca muger le habia dicho 5 sin
añadir que ella misma nada creía de ello»
E s bien de estrañar que Lad) 7 G r e y s -
tock habiendo tomado á Amanda bajo su
protección, procurase dañarla y tratarla
como enemiga sin h a b e r recibido de ella
injuria alguna. Pero esta muger no t e -
nia principio alguno moral. Habia encona
trado algunas ventajas en llevar á'Aman-
da consigo, y encontraba otras en ¿>a-
orificarla. Se habia casado dos veces m u y
ventajosamente p o r sus bienes 9 estaba dis-
puesta a u n tercer himeneo, y L o r d C h e r -
92
b u r y era el objeto que tenia en acecho*
L a marquesa le liabia hecho entender
m u y claramente que si podía frustrar el
p l a n de Movtimer relativo á Amanda, en
reconocimiento favorecería su proyecto so-
b r e I¿ord Cherbury. Lady Greystock pen-
só que los hechos alegados por Mistriss
Jennings podrían servir de algún chisme
c o n t r a Amanda 9 y que esta misma m u -
g e r llamada para testigo lo sostendría. A
la mañana siguiente se trasladó á P o r t -
m a n - S q u a r e , y dio parte á la m a r q u e -
sa y á L a d y Eufrasia de todo lo que ha-
l)ia sabido.
Á estas interesantes noticias 9 la alegría
brilló en el semblante de estas damas 9 y
concibieron la agradable esperanza de h a -
cer que deshonrando á Amanda, Mortimer
la abandonase. Les pareció con todo ne-
cesario ocultar esta satisfacción durante
algún t i e m p o : creyeron que el suceso de
sus medidas estaría mas asegurado 9 si
lo llevaban con alguna lentitud 9 y d e -
terminaron minar desde luego sordamen-
te la reputación de Amanda antes de ata-
carla de frente*
No creyeron mas cierto que Lady
Greystock lo contado p o r Mistriss J e n -
n i n g s / pero igualmente que aquella, ocul-*
táron cuidadosamente su incredulidad»
Había en efecto en ios modales de A m a n -
da tanta sencillez y dulzura ^ que manifes-
taba en su alma una especie de inocen-^
cia y pureza, incompatible con las pasio-
nes viles y groseras. Habían sabido t a m -
bién por u n caballero de Devonsliire la
miseria, en que el coronel Belgrave habiat
reducido á Fitzalan para castigar en él
la'virtuosa denegación d e su hija: pero;
este testigo había pasado al continente,
y no temían que sus calumnias contra
Amanda fuesen desmentidas, ni sus plá-~
nes deseen certa dos-
Despues de haberlo consultado bien^-dis*
pusieron para asegurar la egecucion d e
su enredo ? que Lady Greystock y A m a n -
da irían á vivir en seguida en casa de la
marquesa* Esta mudanza de habitación
tenia la ventaja de impedir á Mortimer
el tomar medida alguna importante y de-
cisiva con respeto á Amanda hasta ]a
época en que le hubiesen hecho perder
el buen concepto que tenia de su querida.
Lady Greystock de vuelta á Pali-Mall^
muy satisfecha de la amistad de la m a r -
quesa , comunicó á Amanda el ofrecimien-
to que acababa de recibir de ir á vivir
á la casa de Rosline 7 declarando que no
habia podido denegarse á un ofrecimien-
to ^ que tenia por objeto de parte de la
marquesa ? el deseo de disfrutar mas de
1-a sociedad de Amanda y de la suya,
durante el poco tiempo que habían de
pasar, en Londres* T a m b i é n dijo á Aman-*
da que la marquesa y Eufrasia, le ha-^
fcian hablado de ella con el mas tierno
i n t e r é s , y le habían manifestado el d e -
seo de p r o b a r al mundo que la indife-
rencia que habia podido separar á las
dos * • familias, habia cesado 9 desde que
Amanda había--venido á vivir con ellas
bajo un mismo techo.
Esta mudanza de domicilio fué s u -
mamente desagradable á A m a n d a , pues
era rm obstáculo á las visitas que habría :
p o t las mañanas recibido de Mortimer d u -
rante la ausencia de J^ady Greystock, y
le amenazaba de estar en adelante con
k mayor opresión por la continua v i g i -
lancia de Lady Eufrasia 5 la cual no d e -
jaría escapar vina mirada ni una acción*
Con todo no tenia otro partido que t o -
m a r sino someterse. Se desocupó la h a -
bitación ? y desde la mañana siguiente t o -
rnaron posesión de Ja nueva, con gran-
de disgusto de Mortimer ^ el cual , como
A m a n d a , temia algunas funestas cense*
cuencias de esta translación»
•Sorpreendió á Amanda la mudanza que
observó en el trato de la marquesa y;
9S
Eufrasia : ambas la recibieron no solo
con cortesía, sino también con a p a r i e n -
cia de verdadero afecto. La repitieron lo
que Lady Greystock la había contado
relativamente á sus disposiciones 9 la s u -
plicaron que mirase su casa como p r o -
pia , y la dieron una muchacha dedica-»
da únicamente á su servicio-
No obstante la conducta anterior fría
y despreciable P que había tenido que s u -
frir, Amanda con su inocencia y senci~
Hez no pudo creer que esta benevolen-*
cia fuese fingida ^ antes bien imaginó que
su paciencia y su dulzura las habia v e n -
cido. Esta idea la recreaba , y se a p r e s u -
ró á comunicarla á su p a d r e , corno lo
hacia en todo aquello que podia darle
alguna satisfacción.
E n cuanto a lo que había temido , se
sorprendió agradablemente de verse d u e -
ña absoluta de su tiempo y de sus a c -
ciones. Cuando se encontraba con M o r -
timer 9 no se la observaba con miradas
malignas, no se procuraba t u r b a r ya su con-
versación 7 ni impedirla como lo habían
hecho hasta entonces* La marquesa le
hizo muchos y hermosos regalos, y La—
dy Eufrasia dejó muchas veces el uso de
llamarla con el cumplimiento de Miss
Fitxalan^ para nombrarla con el n o m -
fore mas familiar de Amanda.
Sir Carlos Bingley, conforme á la re^
solución que habia tomado de no r e n u n -
ciar á Amanda antes de haber sabido el
efecto de la mediación de Lord C h e r -
b u r y , continuó sus obsequios 9 cuando es-
tuvo en. la casa del marques.
Habia cerca de quince dias que A m a n -
da habitaba en Portman-Square , cuando
las damas la condujeron al panteón* L o r d
Mortimer le habia dicho que si podia
desasirse de otra diversión ya proyectar-
d a , no faltaría allí 5 rogándola p r o c u r a -
se estar libre* Pero al momento mismo
que entraba se llegó á ella Sir Carlos
Bingley ¿ con quien se vio obligada a b a l -
lar para ceder á sus instancias, si no q u e -
ria entrar en conversación con éL Ella
prefirió el primero de estos dos parti-
dos „ que manifestaba manos conexión.
Acabada la contradanza ^ Sir Carlos la
condujo a una mesa para hacerle tomar
algún refresco ? cuando un caballero que
le aguardaba llamó á Bingley por su
nombre* Amanda , haciéndole impresión
el sonido de esta voz y volviéndose 9 vio
con tanto h o r r o r como sorpresa al c o -
ronel Bclgrave,
Á su vista volvió el rostro pálido y
trémulo , y esclamó involuntariamente \ ay
l>ios ! Estremecióse ? como si u n mal e s -
píritu se hubiese arrojado delante de ella
cerrándole el camino de la felicidad. Con*-
movida hasta el punto de desfallecer se agar-
ró del brazo de Sir Carlos para preve-
nir su caida*
Bingley se sorprendió de su palidez
y su agitación ¿ y le preguntó la causa^
pues se hallaba poco dispuesto á creer,,
á pesar de lo que había-visto, que fuese
efecto de la venida del coronel Belgra—
ve, j O ! sacadrne , dijo ella 3 con una voz
t r é m u l a ; sacadrne de aquí. E l coronel .
Belgrave preguntó con un aire de i n t e -
rés q p e podría hacer para servirla, pix>~
curando al mismo tiempo tomarle la m a -
no* Ella la retiró con una mirada 9 e a
que estaba pintado el h o r r o r , y suplicó
de nuevo á Sir Carlos que la condujese
fuera de la sala, y le procurase una si-*
lia de raanos para volverse á casa* Su
agitación llegó a ser entonces contagio-*
sa. Sir Carlos no pudo dejar de c o n o -
cer que Belgrave era la causa r y tem-~
biaba él mismo sosteniendo a la trémula
Amanda. Belgrave ofreció de nuevo su
brazo p a r a conducirla fuera de la salaj
mas ella manifestó reusarlo por una se-
fia.* con la mano.
Amanda encontró a L o r d Morónier
9*
a la p u e r t a ; espantado éste del estado eh
que la veía, olvidó toda precaución y to-
da reserva. Sns preguntas rápidas y apa-
sionadas hicieron traición al tierno inte-
rés que le movía. Como ella no estaba
en estado de responder ,. Sir Garlos res-
p o n d i ó por ella 5 que se sentía mala des-
pués de haber bailado > y añadió que él
la dejaba á su cuidado para ir a buscar-
l e una silla de manos. L o r d Mortimev
sostuvo a la pobre Amanda en sus b r a -
zos ? hablándola con ternura.
Á sus dulces palabras empezó á recú*
b r a r y se calmó un poco , pero levan-
tando su cabeza apoyada sobre la espal-
da de Mortimer vio cerca de sí al co*
ronel Bel grave mirándola con ojos ma-
lignos* Desvió los suyos, y dijo á Lord
Mortimer que el aire le convendría tal
vez. E l la condujo fuera, y aprovechó
este momento para espresarle el ardiente
deseo que tenia de que llegase el tiempo
de ser su único guarda, el apoyo de su
debilidad y el consuelo de sus penas.
Algunos minutos después volvió Sir
Carlos á decirle que le habia p r o c u r a -
do una silla de manos. Ella le dio gra-
cias con la mayor sensibilidad por sus
c u i d a d o s , y suplicó a L o r d Mortimer que
instruyese a las damas de las razones de
áu partida precipitada* É l se ofreció a
acompañarla hasta P o r t m a n - S q u a r e , p e -
r o ella lo reusó por temor de que esta
atención no fuese demasiado notada. Se
retiró a l - l l e g a r á su aposento^ y procuró,,
aunque en v a n o , calmar su estremada agi-
tación.
L o que había sufrido por la insolen-
cia de Bel grave había dejado en su al-*
iría, vestigio s indelebles. L a vista de este hom-
b r e la peneti^aba de u n terror que n o
podia v e n c e r , y la hacia concebir los
mas funestos presentimientos, pues le ereia
capaz de todo. Había visto hasta en sus
miradas los deseos impuros que conser-
vaba- a u n ; se estremecía con la sola idea
que podia" emplear nuevas estratagemas,
y sus temores eran al doble dolorosos^
pues se hallaba obligada á disimular, t e -
miendo hacer correr peligro á las per—
sonas que le eran tan queridas. I m p l o -
r ó la protección del c i e l o , y sus t e r r o -
res se calmaron con la confianza del po-
der supremo protector de la inocencia^
que desvanecería los intentos de Belgra-
•ye contra su felicidad.
Después de la partida de Amanda ? Sir
Carlos volvió a entrar en la sala llevan-*
d o por el brazo a Belgrave, Después de
algunos momentos de una conversación
3
TOO
indiferente le dijo.* Belgrave, ¿conocéis a
Bliss Fitzalan ? Belgrave titubeó un poco
antes de responder. Sí , respondió 5 su p a -
dre tenia una quinta uiia en Devonshi—
r e : es una de las mas hermosas m u c h a -
chas que he conocido.
E s amable en efecto 9 continuó Sir
Carlos con u n suspiro ¿ pero he encon-
trado inuy estraordinario que en lugar
de acogeros como vina persona conocida >
haya parecido sorprendida y agitada ? c o -
mo con la vista de un enemigo* Mi
querido Bingley 5 respondió Belgrave ¿ en
el sigío en que estamos y vos sin duda
no estrafiaréis los inesplicables caprichos
del bello sexo. Sí> no los egtraño; sin
embargo estoy a d m i r a d o , os lo confieso,
dijo Bingley , de la conducta de Miss
Fitzalan. ¿Habéis tenido con ella algu-
n a correspondencia seguida? Una malig-
n a sonrisa se manifestó en toda la fiso-
n o m í a de Belgrave.
Belgrave ¿ continuó Sir Carlos con-ca-
l o r , vuestro modo 'misterioso me turba
el espíritu; si la amistad no es b a s t a n -
te para empeñaros á una esplicacion mas
clara , mis proyectos sobre esta señorita,
me obligan a insistir sobre esto. E n hora
b u e n a , replicó el coronel; este lugar no
,es propio para una confesión; pero inde~
1O X
pendientemente de la amistad que nos
u n e , podéis contar sobre mi honor que
no os ocultaré nada dé lo que os pueda
interesar. Hablando así, se desembarazó
de Bingley y se perdió en la multitud.
Esta seguridad no calmó las inquie-
tudes de Sir Carlos- Impaciente como es-
taba de tener la esplicacion del misterio-,
que la agitación de Amanda y las eva-
sivas respuestas de Belgrave le parecian
o c u l t a r , buscó a Belgrave en la sala, has-
ta que estuvo asegurado que habia sali~
do de ella, y resolvió ir á la mañana
siguiente para estrechai-le á hablar f r a n -
camente.
Á la mañana siguiente después de su
desayuno , mientras se disponia a esta vi-
sita , recibió el siguiente billete.
»Si Sir Carlos estima su honor y su
»tranquilidad 3 renunciará al momento á
»las miras que pueda tener sobre Miss Fit~
¿zalan. Este aviso es de un sincero ami-
3>go, á quien su delicadeza ha sugerido
»este modo de hacérselo llegar/."*
Sir Carlos leyó y releyó este billete.
Apenas ereia a sus propios ojos, D e s -
pués de algunos momentos lo arrojó l e -
jos de sí 5 y juntando las m a n o s , ésto
e s , dijo, u n a horrible esplicacion. Vuel-
ve á tomar el billete detestable 5 examU
í 62
na el carácter de letra y cree reconocer
la mano de Belgrave. T o m a su s o m b r e -
ro , y vuela a casa del coronel.
Belgrave, le dijo al entrar n o respis
r a n d o apenas*, ¿este billete es vuestro ?
Belgrave tomó el billete, le l e y ó , y conti-
nuó á guardar silencio. ¡O Belgrave! es-*
clamó Sir Carlos con una voz trémula
y ahogada, p o r piedad sacadme de esta
cruel incertidiuTibre, S í , dijo él, con una
especie de énfasis, este billete es mió,
Miss Fitzalan y yo hemos sido t i e r n a -
mente aficionados en otro tiempo. Yo
no soy un libertino determinado; p e r a
cuando u n a hermosura seductora se a c o -
ge a mi protección. . . . . .
Eso es b a s t a n t e , dijo Sir Carlos; n o
tenéis necesidad de buscar escusa alguna.
Miss Fitzalan y yo quedamos separados
para siempre. No pudo sostener su c o n -
moción , se apo)'ó sobre una mesa y se c u -
brió la cara con su pañuelo.
E l golpe que recibo , dijo él, me po-
ne fuera de mí. A m a n d a , debo decirlo,
era para mí mas querida de lo que se p u e -
de espresar. Yo la creia la muger mas ama-
ble y mas digna de a p r e c i o : y el d o -
lor que esperimento en este momenta
es aun mas por ella que por mí. Yo no
paedó sufrir la idea de la infamia que
¿o3
va a caer sobre ella* j O B e l g r a v e ! ¡ Q u é
doloroso espectáculo es ver a una criatu-
ra humana dotada por la naturaleza de
tantas prendas y encantos, indigna de
sus dones y desconociendo lo que v a -
len! Sin embargo , añadió, no puedo acu-
sar á Amanda de haber querido enga-
ñ a r m e , pues jamas ha alentado mi p r e -
tensión»
N o os h a animado j a m a s , dijo Bel-
g r a v e , por que tiene miras mas elevadas.
Amanda bajo u n esteríor especioso de
sencillez é inocencia tiene una grande
ambición; aspira á la mano de L o r d
M o r t i m é r , y verosímilmente la obtendrá;
pues como lo pudistes echar de v e r , las
atenciones de Mortimer por ella ayer p o r
la tarde eran de un hombre t i e r n a m e n -
te enamorado*
Yo me vuelvo al momento a Irlanda 5
dijo Sir Carlos j para p r o c u r a r olvidar que
la haya conocido jamas. Ella rae ha h e -
cho p r o v a r todo el ardor de una pasión
t i e r n a , y toda la amargura de una e s -
peranza engañada. Creo que lo que h e
sentido por ella no lo sentiré por otra
uiuger. Cierro para en adelante mi a l -
ma a todo tierno sentimiento; y mis ojos
no verán en las bellezas de una mxi~
ger sino medios de engaño ; n o ; ya no vol«
xo4
verán á tener ningún encanto sobre mL
Sir Carlos Bingley y el coronel Bei~
grave habían contraído en su juventud
una estrecha amistad que el tiempo h a -
bía fortificado entonces, y después redu*
cido a vanas apariencias, Al encontrar
el coronel en L o n d r e s , Sir Carlos le h a -
hia instruido de sus intenciones respeto
a Amanda : Belgrave se sobresaltó a este
n o m b r e . Éste había hecho esfuerzos inú-
tiles para descubrirla: el orgullo, el amor,
y la venganza le impelian a volver a t o -
m a r sus proyectos ? que estaba decidido á
seguir por habérsele frustrado sus primeras
tentativas. E r a uno de aquellos caractéi^e»
determinados, que no abandonan jamas una
empresa ? aun cuando hallen á los cielos y
la tierra armados contra ellos. E n vista de
la confianza que Sir Carlos tenia en él , y
el carácter ardiente y confiado que le co-
nocía ? no dudó que su amigo daría c r é -
dito a todas las calumnias que derrama-
ría contra Amanda , y no perdió tiempo
en poner en egecueion su infame p r o -
yecto ? sin hacer el menor escrúpulo de
arruinar la reputación de una amable *6
inocente joven v y labrar la desgracia de
u n hombre de bien é interesante.
Se persuadió que su víctima no p o -
día escapársele ? hallando a Amanda lejos
xo5
á e su p a d r e ; y para desviar otro de-*
fensor que podia tener en Sir Carlos 5 so-
color del ínteres que tomaba por é l ,
le instó que se volviese á Irlanda»
No puede menos de admirarse la confian-
za tan pronta con que Sir Carlos decla-
ró sus amores a Belgrave; pero si se con-
sidera su larga intimidad^ y el poco co~
cocimiento que tenia Bingley del carác-
t e r de su antiguo amigo ^ no parecerá
t a n singular.
L e había conocido hombre sensible a
los placeres, pero no na endurecido l i -
b e r t i n o , y no podia imaginarse que h u -
biese hombre en el mundo bastante osa-
do y malvado para levantar contra A m a n -
da t a n horribles imputaciones sin t e n e r
de ello pruebas evidentes.
Sir Carlos, que condenaba a su amiT
go por las faltas de su j u v e n t u d , le creía
3iias bien arrastrado por la violencia de
sus pasiones que corrompido*
L a impresión que Amanda babia h e -
cho en el corazón de Sir Carlos era d e -
masiado profunda para que se borrase
fácilmente creyéndola culpable: muchas
veces había intentado, como el ángel que
tiene cuenta de nuestras acciones ¿ r e p a -
r a r con una de sus lágrimas la falta de
A m a n d a ; pero en seguida se reprendía
xo6
su debilidad, y al fin hizo sus prepa-^
rativos p a r a una pronta vuelta a Irlanda,

C A P Í T U L O V,

JLrford Mortimer inquieto p o r la indis-


posición de Amanda., salió de su casa mas
de mañana de lo acostumbrado para i r
a P o r t m a n - S q u a r e , y fué recibido en el
gabinete tocador de Lady Eufrasia. É s -
ta se desayunaba a solas con Miss Mal-
c o l m ; p e r o el verdadero objeto de su vi-
sita no estuvo mucho tiempo o c u l t o , pues
apenas se había sentado ^ pidió noticias de
Miss Fitaalam
Se halla indispuesta, y aun no h a
dejado su aposento , dijo Lady Eufrasia.==
Aun no ha vuelto de la sorpresa de ayer
p o r la t a r d e , añadió Miss Malcolm con
u n a sonrisa desdeñosa. = ¡ Q u é sorpresa !
dijo L o r d Mortimer. — ¡ E h j q u e r i d o , r e -
plicó Mis Malcolm, ¿no estabais con ella
cuando encontró el coronel Belgrave?=»
N o , dijo Mortimer mudando de color,
yo no estaba entonces; pero ¿ q u é rela-
ción hay entre el coronel Belgrave y
Miss Fitzalan ? = Esta es una pregunta,,
q u e Mylord puede hacer a la misma Miss
io7
Fitzalaru = Pero tengo dificultad en creer,
dijo Lady Eufrasia dirigiéndose a su com-
pañera , que se encuentre mala p o r h a -
ber encontrado el coronel Belgrave; vos
sabéis que jamas nos ha dicho que lo
conociese*, a u n q u e su padre haya sido
arrendador de Belgrave en Devonshire.
L a turbación de Mortimer se a c r e -
centó y se levantó precipitadamente. L a -
dy Eufrasia le hizo saber el proyecto
que tenia de ir p o r la noche a la c o -
m e d i a , y le convidó a esta diversión* E l
prometió que no haría falta* L a t u r b a -
ción que habia manifestado prestó a es-
tas jóvenes materia para muchos chistes.
L a marquesa fué quien les habia n o t i -
ciado la aventura del panteón, pues con
Lady Greystock se habia hallado cerca
de Amanda en el momento que esta h a -
bia encontrado a Belgrave.
L a situación de L o r d Mortimer era
h a r t o desgraciada* Cuando la sospecha
entra una vez en el a l m a , este incómo-
do huésped vuelve á ella con el mas l i -
gero pretesto, y a la verdad no era del
todo indiferente la circunstancia que i n -
quietaba al sensible Mortimer. L a s u b i -
tánea indisposición de A m a n d a , su e s -
traordinaría agitación 9 y su prisa p a r a
salir de la sala* la obstinación de Bel-
IOS
grave en'seguirla y callar ? todo reuni-
do daba .verosimilitud a la insinuación
significada antes por Miss Malcólm-^ de
que el estado en que se encontraba Miss
Fiízalan era efecto del encuentro acae-
cido con el coronel Belgrave. Residien-
do Mortimer en Londres mas constante-
mente que Sir Carlos Bingley, habia t e -
nido mas ocasión que éste de conocer
el verdadero carácter del c o r o n e l , y sa-
bia que era un libertino de profesión.
E r a estraño que Amanda comunicando a
SVÍortimer que habia habitado en Devons-
l i i r e , le hubiese ocultado la cixxunstan-
eia que su padre habia sido arrendador
del coronel Belgrave. De aquí c o m e n -
zó a pensar que la resistencia de A m a n -
da a un casamiento clandestino podía pro-
venir de alguna secreta pasión, mas bien
q u e de la sumisión escrupulosa a los d e -
beres de la piedad filial, por la que hu-
biera aun merecido mas su aprecio.
Sin embargo apenas habia concebido
esta idea 5 la desechaba, como dispertán-
dose de un pesado sueño, cuyas tristes
imágenes se procuran alejar. E l mismo se
admiraba de haberla concebido; se r e -
prendía de haber dejado debilitar por un 1
momento en su corazón la estimación que
tenia p o r ella. Su ternura > se decia a sí
mismo 5 su p u d o r , su virtud no p u e d e n
ser mera apariencia. Amanda se le pre-«
sentaba siempre como el tesoro mas p r e -
cioso que podía poseerse, y ¿sería bastan*
te insensato p a r a desechar la dicha que
liabia anhelado tanto t i e m p o ?
L a calma que adquiría con la ayu-«
da de sus reflexiones no era sino pasa—
g e r a , pues renacían siempre las dudas
que se habían levantado eri su imagina-
ción. Se inclinaba á creerlas injustas , p e -
ro no tenia vigor para desviarlas. Vana-
mente recurría á los pensamientos que
antes le consolaban, tales como la es-
peranza de que su padre a instancias dé
su tia consentiría en su unión con A m a n -
da 9 y el colmo de su felicidad que es-
p e r a b a / un peso insoportable oprimía su
c o r a z ó n , y una nube de sospechas d a -
ba u n color s e m b r í o a todos los obje-
tos de sus pensamientos* Volvió triste y
abatido á su casa , a la puerta de la cual
encontró a Sir .Carlos Bingley, el cual
le dijo que acababa de recibir u n bille-
te de Lord C h e r b u r y , que deseaba h a -
blarle.
L o r d Mortimer entró en casa de su
padre con Sir Carlos. Lord Cherbury d i -
jo á este, que acababa de recibir una
carta de Mr, Fitzalan ¿ en la que espíe-*
no
saba en los términos mas enérgicos, cuarf
sensible era al honor que Sir Carlos ha-
cia á su familia, en solicitar la mano de
Miss Fitzalan , persuadido de que dando
su hija a un hombre apreciable haría la
felicidad de uno y otro. Ha escrito al
mismo tiempo a su hija, continuó Lord
C h e r b u r y , para darle parte de sus dis-*
posiciones, y así no dudo que este n e -
gocio se manejará a medida de vuestros
deseos.
Siento m u c h o , Mylord, respondió Sir
Carlos con una voz turbada descubrien-
do su conmoción en su semblante, de
haberos dado la incomodidad que por
mí os habéis t o m a d o ; pues h e a b a n d o -
n a d o para siempre todo idea de unirme
<con Miss Fitzalan.
Esta resolución, replicó el c o n d e , es
verdaderamente estraordinaria y muy r e -
pentina después de la conversación que
hemos tenido los dos sobre este asunto»
C o n v e n g o , M y l o r d , en que mi resolución
debe pareceros estraña 9 pero sin embar-
go está fundada en una entera c o n v i c -
ción de que no encontraría la felicidad
e n mi unión con Miss Fitzalan* L a t e r -
n u r a de Sir Garlos por Amanda siendo
siempre la misma, no quería que sufrie-
se por su parte su reputación ? y coa-?
íinuó así.
Vos convendréis, M y l o r d , en q u e
too puedo iisongearme de ser feliz con
u n a muger que constantemente me ha
manifestado una perfecta indiferencia. Mi
razón estaba perturbada con mi pasión,
cuando os supliqué interpusieseis en mi
favor vuestro ascendiente con -Mr. Fitza—
l a n ¿ pero ahora que la razón ha reco-
brado en mí sus d e r e c h o s , la reflexión
me hace a b a n d o n a r u n proyecto ? cuya
egecucion no me proporcionaría las ven*
tajas que me prometí al principio.
Vos sois c i e r t a m e n t e , dijo L o r d C h e r -
b u r y á Sir C a r l o s , el mejor juez de lo
que a vos toca* Yo no me he mezcla-
do con este negocio sino por serviros y
p o r la amistad que profeso al capitán F i t -
zalam Supongo que vuestra conducta es
honrada 9 y que no quedará mancha al—
guna en el honor de Miss Fitzalam
De esto puede Mylord estar perfec«*
lamente a s e g u r a d o , replicó Sir Carlos
con algún c a l o r : hasta aquí todas mis
acciones y mi objeto han podido sufrir
sin temor el mas riguroso examen* Yó
quedo muy reconocido al interés que
Mylox^d ha manifestado por mí. Si las
cosas hubiesen mudado , como yo lo ha~
bia esperado ? no puedo negar que h a -
bría sido mas feliz de lo que soy. Y
dicho esto saludó a Mylord 9 y salió.
L o r d Morthner habia oido con la ma—
yor sorpresa á Sir Carlos renunciar k
A m a n d a ; y pensó, como sa padre ? que
u n a resolución tan repentina era muy
estraordinaria. Antes temía perder el amor
de A m a n d a : ahora el honor de l a q u e
amaba. L a agitación de Sir Garlos d e -
clarando que no pretendía ya á -Miss'Fit—
z a l a n , manifestaba en él algún motivo
algo mas poderoso que la frialdad con
que ella lo habia recibido. E l Baronet
y el coronel Belgrave eran íntimos ami-
gos , y este pensamiento le dio temores
y sospechas. Salió pues de casa, y a p r e -
surándose á alcanzar a Sir Carlos se j u n -
tó con él antes de salir de la plaza.
Bingley^ le dijo , acercándosele con
una alegría afectada , vos sois demasiado
b u e n caballero para dejaros abatir con
facilidad por la desesperación en una e m -
presa amorosa; y yo no creeré que h a -
yáis renunciado á u n a hermosa }óven que
liabia ganado vuestro corazón, sin haber
hecho los últimos esfuerzos para vencer
su resistencia.
N a d a de eso, respondió Sir Carlos;
yo dejo las proezas de esta especie a vos,
M y l o r d , y a aquellos qu<? tieneu tanta,
paciencia como vos»
P e r o seriamente, Bingley, continuó
L o r d Morümer 5 yo no puedo esplicar
esta resignación tan precipitada con que
renunciáis á Miss Fitzalan^ después de h a -
beros oido jurarle ayer p o r la tarde que
estabais ían prendado de ella como siem-
p r e . La amistad de mi padre con el c a -
pitán Fitzalan pone á su hija , por d e -
cirlo así, bajo la protección de L o r d C h e r -
bury y niia ; y como las consecuentes y
paiticuíares atenciones que habéis tenido
por ella han atraído las miradas del p ú -
blico 5" creo que retirándoos de ella tan
precipitadamente debéis á sus amigos a l -
guna esplicacion de vuestro proceder.
Á esto respondió Sir G a r l o s ; como
Lord C h e r b u r y es la sola persona á quien
me he dirigido para los pasos que he
querido hacer relativos a Miss Fitzalan,
y él se ha contentado de la esplicacion
que le he dado de mi c o n d u c t a , creed ?
Mylord ? que no os daré otra.
Vuestras espresiones, dijo Mortimer 5
con cierto calor, dan á entender que t e -
neis algún otro motivo á mas del que h a -
béis dado á Lord C h e r b u r y ; y ¡ qué
consecuencias tan sensibles se pueden sa-
car de tal insinuación ! ¡ Ah ! Sir Carlos.
la reputación es una flor delicada., que
Un ligero soplo puede marchitar. Milord¿
replicó Bingíéy, si la reputación de Miss
Fitzalan no se oscurece sino por mi b o -
ca quedará sin tacha.
Yo cí la verdad ¿ continuó Mortimer,
no tengo derecho á constituirme su d e -
fensor ; pero me considero como su a m i -
g o , y esta amistad me inspira un t i e r -
n o interés p o r su felicidad; y me hace
sentir vivamente todo que podría e s p o -
líetela á la censura de parte de cualquiera.
Permitidme* Mylord, dijo Bingley 5 h a -
ceros una p r e g u n t a , y prometadme bajo
palabra de honor de responder a ella con
claridad. Os lo prometo 5 respondió Mor-
timer, Y bien M y l o r d , habéis realmente
deseado jamas que mis miras por Miss
Fitzalan tuviesen efecto ? Lord Mortimer
se sonrosó. Yo os lo confieso, Sir Car-
l o s ; no ^ jamas lo he deseado.
Vuestras pasiones y las m i a s , dijo Sir
Carlos, son impetuosas. Uno y otro ha-
bríamos obrado mejor deteniéndolas COR
t i e m p o , para no dejarnos llevar de ellas
mas allá de los límites. . . . Pero, estad
seguro que nadie es mas celoso que yo
del honor de Miss Fitzalan. L a amo,
v aceptando mi ofrecimiento ha-
bría asegurado'. mi felicidad; por mas re-
pentina que sea mi retirada no puede
liacer agravio alguno á su opinión, cuan*
n5
áo manifiesto qué el único motivo es
su indiferencia por mí. L o r d C h e r b u r y
ha q u e d a d o satisfecho de esta rgzon ; él
sabe bien que un h o m b r e sensible no
puede ser feliz en su unión con una
muger 9 que no le dedica enteramente su
c o r a z ó n ; y supongo este modo de p e n -
sar muy conforme con el vuestro.
Ciertamente , respondió Mortimer. Y
bien ^ Mylord 9 dijo Sir Carlos 5 una refle-
xión me admira ; es vuestra conducta y
no la mia la que perjudica la reputación
de Miss Fitzalan. Son vuestras palabras
y no las mias las que llevan en sí una
insinuación contra ella; sois v o s , quien
manifestáis creer¿ que á mas del m o t i -
vo que confieso me hace apartar de ella,
hay a l g ú n otro que callo.
Lord Mortimer sintió luego la v e r -
dad de la observación de Sir Carlos. Em-
pezó á temer que su calor por la d e -
fensa de Amanda no produjese un efec-
to todo c o n t r a r i o , descubriese las dudas
que habia concebido 5 y las comunicase
a personas que por su pasión por Amanda
ó su delicadeza, no dejaraín esparcir*
Tenéis r a z ó n , Sir C a r l o s , dijo él, en
todo cuanto habéis dicho. La pasión es
como u n mal a b o g a d o , que echa m u -
chas veces á perder la causa que q u i e -
ixti
re defender. E l conocimiento q u e ten«
go de vuestro carácter debería haber
bastado para convencerme" de que vos
os conduciríais como caballero y h o m -
bre de honor* Se dice cpxe volveréis á
Irlanda :. permitidme asegui'aros que no
hay paso alguno que no haga por vuestra
felicidad*
Sír Carlos estrechó la mano que le
presentaba Lord Mortinaer, á quien res^
petaba y estimaba* Se hicieron al s e -
pararse mutuos cumplimientos, no espe-
rando volver á verse de m u c h o t i e m -
po.
La indisposición de Amanda era mas
moral que c o r p o r a l ; sobre la primera
proposición que se le hísso de ir a la
comedia^ se determinó á ello 9 esperan-
do q u e esta diversión la sacaría de su
abatimiento, L a carta de su padre en
favor d e . S i r Carlos la habia turbado u n
poco y pero como la habia dejado d u e -
ña de la decisión ? se contentó su cora-
zón con la firme resolución, que tomó
y que le manifestó 9 de n o aceptar ja-
mas ofrecimientos de esta naturaleza sia
consentimiento suyo.
L o r d M ó r ü m e r y Free-Love siguie-
ron a las damas á la comedia, Morti—
waer encontró ocasioa de preguntar a
Amanda noticias de su salud* Cuando
estuvieron colocados , vio en otro pal^
co una señora á quien quería h a b l a r , y
p o r esto dejó sü compañía. L a dama le
ofreció lugar á su l a d o , lo que el a c e p -
tó. Amanda no la c o n o c í a , pero era
una joven muy hermosa* No tenia la r i -
dicula debilidad de temer una rival en
cada m u g e r , y de inquietarse si Mor-
t i m e r saludaba a otra ; asegurada que su
pasión por ella estaba fundada sobre la
estimación 9 y que él conservaría este
sentimiento mientras continuase en m e -
recerlo ^ pudo llevar toda su atención a
l a pieza que se representaba sin que la
distrajese del espectáculo la agradable con-
versación de qne Mortimer disfrutaba; de
modo que no llegó á divisar las frecuen-
tes miradas que Mortimer la dirigía; pe-
r o notó que la joven señora la miraba
á menudo con grande a t e n c i ó n , y que
hablando á Mortimer, se detuvo de r e -
pente y mudó de color. E l también se
puso pálido 3 y con una voz turbada la
preguntó si conocía á la dama que m i -
raba con tanto interés. Sí^ la conozco^
respondió ell a ^ ¡o cielos! la conozco d e -
masiado.
Lord Mortimer herido como de un r a -
yo 5 tuvo que recurrir á su pañuelo pa-
n8
ra ocultar su conmoción» La joven dama
con quien h a b l a b a , era la amable Adela ?
esposa descuidada de Belgrave, Habia pa-
sado algún tiempo en Londres., y su-co-
nocimiento con : L o r d Mortimer habia prin-
cipiado en uña diversión en que habia
bailado con eL Mortimer no era de a q u e -
llos h o m b r e s que no tienen ojos sino por
la m u g e r que a m a n ; podía admirar la
belleza en las otras. He paraba que Adela
conocía á Amanda y que viéndola 9 es-
perimentaba una grande pena, El liber—
tinage de su marido vino á la memoria
de M o r t i m e r , y se estremeció.
La curiosidad habia atraido los ojos
<3e Adela sobre Amanda j pero la admi-
ración y la memoria de h a b e t visto ya
esta figura habían fijado sus miradas, Al
fin se acordó que era el original de la
miniatura que le habia hecho ver Osear;
turbada á Ja vista de una persona que mi-
r a b a como la causa inocente de su d e s -
g r a c i a , y á la memoria de las escenas pa-
sadas , rogó á L o r d Mortimer que le dic-
se la^ mano para volverse a su casa.
El o b e d e c i ó ; pero antes de dejai^ la
sala la suplicó le dijese en que parage
habia visto á la señorita que miraba tan
atentamente. Adela se t u r b ó , y hubiera
querido eludir Ta pregunta ? pero la se-
riedad con que insistió Mortimer , la obli-
gó á responder* L e dijo que jamas la
habia visto su persona hasta entonces, pero
que habia visto su retrato en las manos
de u n conocido suyo. Y ¿ q u i é n es ese
hombre ? preguntó él7 con u n a sonrisa for-
zada y una voz trémula. ¡ O h ! esto, d i -
jo Adela con viveza , yo no lo diré. Yo
os debo pedir perdón continuó, L o r d Mor-
timer volviendo en s í , por una c u r i o -
sidad que puede pareceros indiscreta- L a
condujo a su silla, y deliberó consigo mis-*
mo si seguiría su ejemplo dejando la sala*
Miss Malcolm le habia dado las pri-
meras inquietudes, y Sir Carlos BingJey
habia fortificado las dudas que madama
Belgrave acababa de acrecentar sin me-
dida. T e m í a verlas confirmadas entera-
mente. E l r e t r a t o , semejante al pañuelo
de Ótelo le causaba agonías mortales. L a
turbación que madama Belgrave habia
manifestado hablándole , y el no querer
n o m b r a r el h o m b r e 9 en cuyas manos h a -
bia visto el retrato , le inducían fuerte-
mente á creer que este h o m b r e no era
otro que Belgrave.
Sin embargo para que no se le p u -
diese acusar de haber dado oídos a unos
celos infundados , resolvió cerrar así sus
sospechas como sus disgustos en su seno
xao
hasta que estuviesen bien -fundados. P o -
co tiempo le bastaría para fijar su o p i -
nión sobre Amanda. Si notaba que da-
ba algún fomento á Belgrave 5 estaba d e -
terminado á dejarla sin ninguna otra es—
plicacion. Si por el c o n t r a r i o , veia que
evitaba al corone!, se 'proponía referir-
le la anécdota del r e t r a t o de manera que
no la ofendiese, y arreglan sobre su r e s -
puesta la conducta que debería guardar
en adelante* Volvió al palco de A m a n -
da ^ y se sentó detrás de ella* Apenas es-
taba en esta situación cuando vio al c o -
ronel Belgrave venir de otra parte de la
sala en que estaba con otras mugeres>
entrar en el palco vecino y acercarse á
la pilastra contra la cual se habia apoya-
do Amanda, Allí procuró atraerse las
miradas de Amanda ; p e r o después de
haberle visto ? ella estaba sobre sí , y se
habia vuelto de espaldas. Su embarazo
era visible y todo el palco se divertía con
ello¿ escepto Mortimer 3 quien apenas p o -
día detenerse de pedir a Belgrave razón
de la insolencia con que perseguía á
Amanda con sus m i r a d a s ; solo le detu-
vo el temor de que una acción tal es-
citaría la risa de todos,
E l fin del espectáculo sacó al último
á Amanda de su penosa situación» Como
12 X
Lord Moi'timer estaba cerca de la m a r -
quesa, no pudo dispensarse de darle la ma-
no. F r e e - L o v e condujo á L-sdy Eufrasia; L a -
áy Greystock y Miss- Malcolm las siguié*
r o n , y Amanda salió Ja última del pal-r-
eo. L a multitud les detuvo u n poco en
la salida* Amanda seguia inmediatamen-
te después de la marquesa. Belgrave se
abrió paso hasta ella, y queriendo dar^
le la m a n o , Lord Mortímer se volvió 5
y ° y ° < I u e Belgrave lé decia : querida
y cruel Amanda ¿ p o r qué esta mudan*
2a en vuestra conducta?
Los ojos de Mortimer eran todos fue-
go. Miss Fitzalan , dijo con Una voz a l -
t e r a d a , si queréis aceptar mi b r a z o , 3^0
os h a r é hacer lugar ¿ ó á lo menos os p o n -
dré al abrigo de los insultos. Amanda no
vaciló en aceptar su ofrecimiento. Bel-
grave bien vio que las palabras de M o r -
timer eran por é l ; pero disimuló con ei
temor de que saliese fallida la ejecución
de un pro3^ecto formado ya contra Aman-
da. Desde este momento la pasión que
sentía por ella no era tan poderosa p a -
ra animarle á seguir su p r o y e c t o , c o -
mo lo era el deseo de vengarse de M o r -
timer, Conoció que éste estaba t i e r n a -
mente prendado de esta joven ? y creyó
que no podia causar á este rival un d o -
132
lor-mas c r u e l , que conseguir separarlos
para siempre.
L o r d Mortitner condujo á Amanda
hasta el coche. L e instaron á venir a
cenar con la m a r q u e s a ; pero el lo reu~
so- Á la vuelta encontraron las damas
al m a r q u e s y L o r d C b e r b u r r y juntos*
Después de la cena se retiró A m a n d a :
el encuentro de Belgrave había a u m e n -
tado su abatimiento 9 al cual había c r e í -
do que el espectáculo pondría remedio»
Deseaba con impaciencia ver el m o m e n -
to en que pudiese tener derechos á ser
protegida de M o r t h n e r 5 después de lo
cual no tendría.- ya que temer las asechan-
xas del audaz Belgrave, Al ir á retirarse,
L o r d C h e r b u r y le espresó su pesar por
la frialdad que 'había manifestado á Sir
C a r l o s , que íe habia hecho p e r d e r un
honroso y ventajoso establecimiento*
Las palabras de L o r d C h e r b u r y fue-
r o n u n a señal para la marquesa de e m -
pezar las operaciones proyectadas c o n -
t r a Miss Fítzalan. Lady Grej^stock fué
la primera» Sin duda , dijo e l l a , el des-
den de Miss Fitxalan debe parecer es-
tra va gante a los que no conocen sus ver-
daderos motivos; pero su ambición no
se contenta fácilmente; y no vitupero
tanto á esta muchacha por las iocas e s -
ID3
peranzas que alimenta , como detes-
to á los que se las han inspirado. L o r d
C h e r b ü r y se admiió de lo que oía ^ y
pidió la esplicacion.
Mylord , continuó Lady Greystock,
yo creo servir mejor á la amistad di-4»
oiendo claramente mi pensamiento, que
disimulándolo* Cuando conoceréis bien
las miras de Miss F i t z a l a n , estaréis mas
en estado de hacerle sentir su estrava-
gancia, y de persuadirla á no p e r d e r
un establecimiento p o r proseguir una qui-
mera. E n fin, Mylord ^ pues es preciso
que os lo d i g a , Miss Fitzalan á i n s t a n -
cias de su padre ha puesto los ojos s o -
b r e L o r d Mortimer. Mr. Fitzalan se h a
lisongeado de la amistad que le profe-
sáis^ que no os opondréis á su ; unión.
í o no creo que L o r d Mortimer haya e n -
trado en sus proj^eetos^ pero encontrán-
dose esta muchacha continuamente con
é l , era imposible que no lo notase. Yo
no aprobé su viage á Londres sospechan-
do algo de las miras que se proponia su
p a d r e ; pero él me persiguió de tal mo-
d o , que no pude reusar tomarla conmi-

Á fe m í a , esclamó el m a r q u e s , que no
estaba incluido en la lio-a de las damas*
o "
y que si lo hubiesen llamado no habría
1^4
hecho escrúpulo alguno de hacer eu ella
su papel 5 es preciso que el capitán F i t -
zalan baya tenido algún motivo semejan-
te al que dice Lady Greystock para em-
biar á su hija á Londres ¿ pues de otra
manera no habría sido tan loco en h a -
cer los gastos que eran necesarios, p a -
ra ponerla en estado de presen tai*se en
u n a sociedad para la cual no ha nacido-
Jamas babia c r e í d o , esclamó L o r d
Cherbury irritado violentamente contra su
a m i g o , que el capitán Fitzalan pudiese
conducirse con tal doblez. E l sabe las
miras que tengo sobre mi hijo > y de su
parte es una i afame traición el trastor-
narlas.
\ Ah Myloi^d! dijo Lady Greystock con
una falsa indulgencia 9 vos sois padre ? y
es menester dejar pasar alguna cosa á la
inquietud paternal ocupada en el esta-
blecimiento de un hijo.
N o señora, replicó él 9 yo no perdo-
n o la falsedad, ni el sacrificio del h o -
n o r y del reconocimiento al interés; lo
que acabo de s a b e r m e causa una pena
estrema, y pido á Mylady el permiso de
retirarme. Nada hay mas cruel que ser
engañado por aquel en quien se ha pues-
to toda la confianza.
Muy satisfechas quedaron las damas
Ia5
ctel suceso de su plan* L o r d C h e r í m r y
apenas pudo contenerse en su presencia.
La tempestad iba á descargar sobre la ca-
beza de Fitzalam No hicieron mención
alguna de Belgrave^ determinadas á apa-*
rentar una profunda ignorancia relati-
vamente á este particular*
Las pasiones de Lord Cherfoury eran
impetuosas. Hemos dicho ya que tenia
motivos secretos de desear la unión de su
hijo con Lady Eufrasia , y ía idea de que
su plan sería trastornado lo ponía fuera
de sí. Sabia que las pasiones de su h i -
jo, aunque menos fáciles de i r r i t a r , erau
tan indomables como las suyas* Hacerle
amonestaciones sería tiempo perdido. Al
último se determinó hacer salir de i Ldn*<
dres á Miss Fitzalan, antes que Morti—
mer supiese que estaba instruido de su
mutua pasión.
El conde no tenia dada alguna de
la veracidad de Lady Greystock. Bien
convencido p o r el conocimiento que t e -
nia de los hombres, de que el interés
personal era el grande móvil de las a c -
clones h u m a n a s , se persuadió que F i t -
xalan se había dejado llevar de éL Co-
mo le era preciso aliviar sa indigna-
ción , antes de acostarse escribió á F i t -
&&lan. una carta llena de amargura y d e
Is6
reconvenciones terminada p o r decirle o
mas bien ordenarle que embiase p o r su h i -
ja sin tardanza.
Este golpe era terrible para el des-
graciado F i t z a l a n , el cual después de
tantas vicisitudes de la fortuna , se lison-
geaha haber encontrado al fin u n asilo
donde acabar sus dias en paz.
Al dia siguiente la inocente A m a n -
da fué recibida con una graciosa sonri-
sa por las mismas personas que tramaban
su ruina. Mientras se desayunaban un cria-
do vino á decir á Lady Greystock que
una joven suplicaba hablarla. = ¿ Quién
es ? preguntó Lady G r e y s t o c k ; ha dicho
su n o m b r e ? No señora, solo ha dicho
que deseaba hablaros e a particular. La
marquesa dijo que podía hacerla subir,
y el criado introdujo una muchacha jo-
ven de unos diez y siete años. Su figu-
r a era agradable y su fisonomía intere**
s a n t e , no solo por un aire de inocencia,
sino p o r una espresion de melancolía en
todas sus facciones. E n t r o turbada y tem-
blando 5 y sus vestidos manifestaban po-*
breza,
¿Y b i e n ? hija mia, le dijo L a d y .Greys-
tock mirándola de pies á cabeza,
¿ tenéis alguna cosa que decirme ?
Sí sefiora respoudió la joven tan bajo que
1^7
apenas la podia e n t e n d e r ; mi p a d r e el
capitán Rusbrook me ha enviado para
entregaros u n a carta ; la presentó y p r o -
curó ocultarse de las miradas desprecia-
doras y curiosas de Lady Eufrasia, ade~
lantando su sombrero á los ojos*
Yo no c o n c i b o , le dijo Lady Greys-*
tock 5 que vuestro padre tenga nada q u e
decirme j pues sin duda me hace la mis-
ma proposición que me ha hecho ú l t i -
mamente- ¡ G o m o ! dijo ella después de
haber leido 9 yo creo que él me tiene
por una tonta. Estoy muy admirada que
se atreva á pedirme auxilios, después d e
la conducta insolente que ha tenido c o n -
migo. N o , hija m í a , él h a dejado e s -
capar la ocasión de interesarme en su
favor ; sería indiscreción proporcionar*
medios de mantener una familia en hol-
gazanería. No 5 n o ; vos y las otras m u -
chachas que tiene debéis aprender á ga-
nar vuestra vida.
L a pobre muchacha se puso colora-^
d a : las lágrimas se le asomaron á los
ojos, Procuraba detenerlas, pero n o p u -
do conseguirlo, y corrieron hasta su se-
no. Indignada A m a n d a , no pudo s u p o r -
tar por mas tiempo este espectáculo ? sa-~
lió precipitadamente y se fue á una sa-
la baja* L a compasión la hizo partícipe
ia8
de todos los sentimientos dolorosósos quer
penetraban á la pobre muchacha. Ella m i s -
ma habia esperimentado cuan duro es
aguantar la insolencia de la prosperidad,
el desprecio del o r g u l l o , y los insultos
que el mérito paciente recibe de los h o m -
bres sin virtud,
Miss Rusbrook se retiró y se detuvo
u n momento, en lo bajo de la escale-
ra para enjugar sus lágrimas. Amanda
que la aceciiaba compareció, La joven
muchacha se daba priesa á salir 9 c u a n -
do Amanda la tomo de la mano y con-
duciéndola al r e c i b i d o r , procuró con una
dulzura angélica calmar su conmoción*
Sorprendida de esta atención , y no p u -
diendo resistir mas tiempo á su senti-
miento 7 descansó su cabeza en el seno
de Amanda y le mojó con sus lágrimas»
j A h pobres padres! ¿Cómo podré vol-
ver á ellos para ser testigo de su m i -
seria? E l sepulcro es el solo asilo que
jes q u e d a , como igualmente á sus d e s -
graciados hijos.
Querida mia , le dijo A m a n d a , no
os abandonéis á la desesperación; la p r o -
videncia benéfica y todo poderosa , p u e -
de hacer suceder en un momento el bien
al mal y los consuelos al dolor: decida
me ¿dónde vivís? =^J2n Kensington,
t*En Kensinston ! Seguramente en el
astado de debilidad en que os halláis no
podréis hacer un tal viage. Sin e m b a r -
go es preciso que lo h a g a , dijo IVSiss
ábasbrook* Amanda dio algunos pasos acia
la v e n t a n a , meditando un plan que aca-
baba ele formar. ==¿Conocéis ^ le dijo
Amanda, alguna casa á poca distancia de
aquí 9 donde podáis esperarme algún tiem-
po ? Yo iré en coche v y os conduciré á
vuestra casa.
Este ofrecimiento era muy agrada-
ble á la p o b r e 9 débil y trémula m u -
chacha* pero lo reusaha modestamente
por el temor de causarle incomodidad*
Amanda la rogó no perdiese el tiempo
en vanos escrúpulos ^ y la indicase u n a
casa donde pudiese tomarla.. Miss R u s -
brook la dio la seña en Bondsíreet, e a
casa de un sombrerero de quien ella le
dio el nombre ? y le dijo que iría á es-
perarla allí. Arreglado este punto 9 Aman*
da que temía ser sorprendida la condue-
lo poco á poco á la p u e r t a y volvió á
subir al salón d o n d e , encontró á Lady
Eufrasia que iba á leer á la marquesa
la carta de Rusbrook para divertirla.
E n ella se veían pintados los aovar*
bates penosos del orgullo y de la .nece-»
sidad, el primero sojuzgado p o r el se-*.
TOM; n i , i
i3o
gundo, y el honor de una alma noble que
busca algún alivio á sus males en quien
es la causa misma de ellos. El des^ra-
ciado ftushrook se habia visto obligado
á este paso humillante, que por sí solo
no habría hecho jamas ? p o r el espectá-
culo penetrante de una esposa tierna y
a m a d a , enferma y rodeada de una n u -
merosa familia falta de todo. Decía en
esta carta , que él y su familia habían
bebido hasta el fondo la copa de la d e s -
gracia. Ya no daba importancia á los
motivos de justicia contra Mviadv. solo im-
ploraba su humanidad ? cuya voz s c . l i -
songcaba que escucharía. Para interce-
der en su favor le embiaba á una joven
suplicante, cuyos ojos llenos de lágri-
m a s , y mejillas marchitadas serían tes-
tigos de la miseria que le describía.
L a marquesa después de la lectura
declaró que estaba maravillada de la in-
solencia de tal d e m a n d a , y Lady E u -
frasia protestó que la carta era la mas
ridicula que jamas hubiese leido. Pero
Amanda en esta como en otras muchas
cosas era de un parecer bien diferente;
pero ío ocultó cuidadosamente, así como
m i pequeño proyecto que habia conce-
bido en favor del pobre Rusbrook.
D e l dineio que su padre le había
I3I
dado para sus gastos le quedaban die£
guineas las que habla destinado para com-
prar algunos adornos para un baile que
la duquesa B. ». . daba la siguiente s e -
mana y para el cual L o r d Mortimer le
Labia pedido fuese su pareja. Renunciar
á este baile y consagi*ar á un acto d e
beneficencia el dinero destinado á
3a vanidad, tal era su p r o y e c t o ; y
se tuvo por muy feliz de que Rusbrook
hubiese hecho este paso antes de hacer
su c o m p r a , después de la cual se h u -
biera hallado imposibilitada de poderle
dar un sheHin£. Su alma estaba indiíí—
nada de la inhumanidad de Lady G r e y s -
fcock ? y de la de la marquesa y su hi-«
ja. Al abrigo de todas las necesidades, no
sentían piedad alguna por las mas a p r e -
tadas necesidades de los demás. Si esta
frialdad ^ esta dureza de corazón , - 'se d e -
cía á sí misma 9 son los efectos de la
prosperidad; ah ! que jamas se me acer-
q u e ; pues los fastuosos placeres que ella
da 5 no tendrán jamas para mí tanto ya^
lov , como el dulce sentimiento de la sen-
sibilidad y compasión.
Las damas habían hablado de ir á una
feria pública en la q u e , hablando-al es-
tilo de Eufrasia 5 debía encontrarse todo
el universo. Amanda se escusó de ir á;
la función 5 pues tenia alguna compra que
hacer en la ciudad. Se contentaron de su
escusa ? y cuando las damas se r e t i r á -
r o n para componerse-> Amanda emhió á
buscar u n coche 5 y se fué al instante á
Bondstret donde encontró á Miss R u s -
b r o o k , que la esperaba con inquietud.
E n el camino acia Kensinaton * la aía-
bilidad de Amanda ganó del todo el
afecto y entera confianza de su joven
compañera. Ésta le contó la historia de
las desgracias de sus padres, Su p a d r e a
, su vuelta de América con su m u g e r y seis
hijos había sido aconsejado por Mr. Heafch-
field el amigo que habia reconciliado
al tio y s o b r i n o , de entablar un pleito
contra ..JLady Greystock ? sobre la p r e s u n -
ción de que ei testamento en virtud del
cual Lady Grey stock se había puesto en
posesión de los bienes de Sir Geofroy^
no era legítimo* L e habia abierto su bolsi-
llo para los gastos, y su casa p o r asilo:
Rusbrook habia aceptado sus ofrecimien-
tos y habiendo vendido su empleo de
capitán para satisfacer algunas deudas que
habia contraído en la manutención de
su íamilia^ había tomado su residencia
bajo la hospitalidad de su amigo. E n me-
dio de Ja felicidad que disfrutaba en es-
te asilo y en el ,seno de las. esperanzas
i33
lisongeras que alimentaba, y que sus abo-
gados le fomentaban, una fiebre violenta
se ]levó á Heathficld sin dejarle ni tiem-
po de hacer testamento, en el cual h u b i e -
ra dejado á Rusbrook un legado consi-
derable. E l heredero del difunto , h o m -
bre avaro y sin nobleza, habiendo temi-
do m u c h o tiempo que lá amistad de sti
pariente acia Rusbrook perjudicase á sus
intereses, p a r a vengarse de la inquietud
que le había causado, no estuvo por
mas tiempo en posesión de la casa que
ocupaba Heathfield y ía devolvió á su
p r o p i e t a r i o , vendiendo al instante todos
sus muebles. T o d o el favor que hizo á
Rusbrook fué dejarle habitar la casa des-
mueblada durante algunos meses que que-
daban del arriendo- Los procuradores c o -
nociendo la imposibilidad eu que R u s -
brook iba á verse de pagarles salario al-
guno , le declararon que ya no debia
contar con su socorro , y en un momen-
to toda la perspectiva de su dicha d e -
sapareció de su vista como un edificio sin
fundamento levantado en un sueño e n -
gañoso , y que después de él no dt:'ja ni
aun rastro de haber existido en nuestra
fantasía.
Habia hecho con 'Ladv Grey stock una
tentativa que debía u su familia ? p r o p o -
134
uniéndole tina composición entre la justi-
cia y la avaricia , la que le habría p r o -
porcionado algún medio de subsistir. La
insolencia é inhumanidad de esta m u -
ger le hirió p r o f u n d a m e n t e , y resolvió no
presentarse mas á sus ojos; pero estando
en él cúmulo de su miseria ? y amena-
zando aun la existencia de su familia
y sobre todo la de su muger postrada
de enfermedad , habia creído que la j u -
ventud y la inocencia ablandarían el co-
razón de piedra de Lady Greystock y
que asegurada para en adelante por la
miseria de Rusbrook que habia a b a n d o -
nado toda pretensión á sus b i e n e s , se d e -
terminaría con mas facilidad á darle al-
gún socorro.
Nosotros hemos probado este ultimo
r e c u r s o , continuo Miss Rusbrook a c a -
bando su ingenua relación 9 y no nos ha
salido bien. M u c h o tiempo ha que esta-
mos privados de todas las comodidades de
la vida- pero ahora nos faltarán aun las
cosas mas necesarias. E l s o c o r r o , dijo
Amanda , muchas veces viene de d o n -
de uno menos lo espera; y dejarse lle-
var de la desesperación es poner en d u -
da la bondad del ser todo poderoso, que
ha prometido proteger á todas las cria-
turas»
i35
E l coche había llegado á Kensington^
y algunos pasos de la habitación de Rus-
brook. Amanda hizo detener el c o c h e , y
apretó la mano de Miss Rusbrook p o -
niéndole al mismo tiempo u n billete de
banco de diez libras esterlinas, diciendo-
l e : Yo me lisongéo que no está lejos el
tiempo en que el conocimiento que acá—
hamos de formar será cultivado bajo los
mas felices auspicios* Miss Rusbrook abrió
el papel que estaba doblado, y sus m e -
jillas se sonrosaron, j Oh señora! esclamó>
í qué b o n d a d ! Sus lágrimas le impidie-
r o n decir otra cosa,
Me haríais un a g r a v i o , le dijo A m a n -
da tomándola de la m a n o , hablando mas
de esta bagatela; si mis medios corres-
pondiesen á mi inclinación, habría t e n i -
do vergüenza de ofrecéroslo ; pero tal c o -
mo es , os suplico que lo aceptéis como
una porción muy módica de los bienes
que el cielo ha reservado para vos* D i -
jo á Miss Rusbrook que no quería d e -
tenerla mas. La joven muchacha le b e -
só la mano con el mayor transporte ? y
le dijo: vuestra figura es la de un á n -
gel y vuestra bondad corresponde á vues-
tra belleza. Yo no reusaré vuestros b e -
neficio? , señora , los acepto con recono-
cimiento por unas personas que amo mas
i36
q u e á ' mí misma. Pero ¿ n o puedo espe-
r a r volveros á v e r ? vos sois tan buena
señora, que uno olvida todos sus pesares
hablando con vos. Yo os prometo dijo
Amanda , que volveré á veros lo mas
pronto que me será posible.
Habiendo Miss Rusbrook salido del
c o c h e , Amanda ordenó al cochero que
la volviese á conducir á la ciudad lo mas
pronto que le fuese posible. Había h e c h o
aun poco camino, cuando uno de los
caballos habiéndose desherrado obligó al
cochero á bajar y detenerse á reparar el
mal. Esta tardanza dio mucha pena á
A m a n d a , p o r q u e ' hubiera querido estar
de vuelta antes q u e las d a m a s , de m i e -
do que si entraba después de ellas L a -
dy Greystock la estrecharía á manifestar
la razón de su ausencia; y en cuanto á
decirle la verdad _, no podía resolverse á
e l l o , persuadida de que si Lady Greys-
tock sabia que había socorrido á 'Rus-
brook nacería de ésto una disputa one
BO le permitiría habitar mas tiempo con
ella bajo un mismo techo. P o r otro la-
do no podía pensar sin un gran disgus-
to en dejar á Londres en el momento
en que iba á terminarse su negocio con
L o r d Mortimer.
E n fin vuelto á subir el cochero á
i37
su sitio y caminando el coche con p r e s -
teza , Amanda se lisongeó qae llegaría á
tiempo , y se puso á pensar con delicia
en el socorro que su pequeño regalo iba
á ser para la desgraciada familia de R u s -
brock. Este pensamiento tenia para ella
tanta dulzura , y un encanto tan supe-
rior al de los placeres de u n b a i l e , que
apenas soñaba en el disgusto que L o r d
Mortimer tendría de no verla allí* Esta-
ba convencida de que él no faltaría a
preguntarle el motivo de no haber v e -
nido ; y estaba resuelta á ocultarle por
un momento la razón 5 pues habría ^ m i -
rado como una ostentación despreciable
hacer saber que habia empleado en un
acto de beneficencia el dinero que le era
necesario para un vestido de baile. P o r
otra parte temía que una tal narración
escitase la generosidad de L o r d M o r t i -
mer por la familia Rusbrook 5 lo que su
delicadeza le aconsejaba evitar*
Al llegar preguntó á un criado que le
abrió la puerta si las damas habían lle-
gado,, la dijeron que sí , y que iban á
comer- Apresuróse , y la muchacha que
la servia le dijo que Lady Greystock ha-
bia preguntado por ella desde su .llegada.
Amanda se aderezó con la mayor p r o n -
titud , y se fué al salón de tertulia > don-
138
de encontró j u n t o s , á mas de la fami-
lia , á L o r d Moi-tirner, Miss Malcolm y
otras muchas personas, tanto hombres co**
tno mugeres.
¡Dios m i ó ! dijo L a d y Greystock al
momento que entró Amanda ¿ d ó n d e h a -
béis e s t a d o , hija m i a , toda la mañana ?
Yo sospecho, esclamo Lady Eufrasia , que
nos habéis ocultado vuestros pasos esta
mañana. ¡Y bien! dijo Miss Malcolm rien-
do ? las gentes que ocultan sus pasos t i e -
nen para ello razones que n o quieren
decir á todo el m u n d o .
Amanda nada respondió á esta mali-
ciosa insinuación sino con el silencio del
desprecio : pero á las preguntas r e p e t i -
das de Lady Greystock dijo vacilando y
á media voz que había estado en la ciu-
dad* ¡ ELI la c i u d a d ! repitió L o r d Mor—
tlmer* Esta esclamacion hizo sobresaltar
á A m a n d a , quien volvió los ojos á Mortt-
timer y vio que la miraba con u n a c u -
riosidad penetrante y seria. Entonces los
colores le salieron al r o s t r o , como si aca-
base de ser prendida en u n a mentira , y
bajó los ojos.
L a conversación se distrajo _, pero fué
menester mucho tiempo para que Aman-
da se repusiera de su turbación. Su
respuesta habia sorprendido á Lord Mor*
*39
tímer por u n a razan qxie poco sospecha*
ba. É l se encontraba en la feria coa la
marquesa y Ia,s otras señoras ^ pero p r o n -
tamente se fastidió no viendo á Amanda.
Con ésto pretestó u n negocio, y volvió
á su casa, hizo poner los caballos á una
silla ^ y tomó la ruta de Kensington , y
pasando al lado del coche de Amanda de-
tenida como hemos d i c h o , la conoció.
Lady Eufrasia le hahia dicho que A m a n -
da no habia venido á la feria por tener
algún negocio en la ciudad. É l n u n c a
habia oido hablar que tuviese c o n o c i -
miento alguno en Kensington y se a l a r -
mó al verla. Con ésto siguió de lejos el
coche y dando á guardar su silla al la—
cayo, hizo lo restante del camino i pié,
hasta que la hubo visto apealase í la p u e r -
ta cíe la casa Rosíine. Amanda no lo h a -
bia visto, ocupada como estaba en sus p e n -
samientos y por estar en el fondo del
coche y á uno de sus lados. L o r d Mor—
timer volvió entonces á sü silla , y c u a n -
do estuvo cerca de ella, vio al coronel Bel-
grave á caballo mirando con atención los
caballos que en efecto eran muy hermo-
s o s , y preguntando de quien eran. Has-*
ta este memento su recíproco conocimien~
to estaba limitado á saludarse pasando,
pero entonces impelido p o r un motivo que
i4°
él mismo no podía e s p l í c a r , le hizo urt
saludo mas obsequioso, y le preguntó si
se habia divertido en el p a s e o , y si ha-
bia estado muy lejos. No mas que en
Kensington, respondió el coronel.
Esta respuesta confirmó los primeros
temores de L o r d Mortimer. Se puso pá-
l i d o , dejó caer las riendas que habia to-
mado c o n intención de volver á subir á
su c a r r u a j e , y llegó á su casa todo t r a s -
tornado. Habia prometido ir á comer en
casa del marques* E n los primeros m o -
mentos de su turbación estaba determina*
do á embiar sus escusas ; pero á la l l e -
gada del criado á quien iba á dar esta
comisión, m u d ó de parecer. Yo iré,, dijo
él „ aunque las apariencias sean contra
ella, tal vez me dará una esplicacion que
tne satisfaga de.su ida á Kensington. Ator-
mentado de sus sospechas y víctima a l -
ternativamente de las dudas y de la e s -
peranza ? llegó á P o r t m a n - S q u a r e .
Lady Greystock y Lady Eufrasia h a -
bían hablado mucho tiempo sobre la l a r -
ga ausencia de Amanda en la mañana.
Cuando entró en el salón , íes p a r e c i ó
confusa y creyeron ver su embarazo a u -
mentado por las preguntas de Lady G r e y s -
tock* Pero cuando hubo respondido quo
Labia ido por la cindad ; - ÍU íakedad le
thocó de tal rnodo^ que Mortimer no
pudo menos de repetir su respuesta con
admiración. E n su indignación poco fal-
tó - para que no se hiciese lina escena de
sangrientas reconvenciones* El color que
cubría las mejillas de Amanda no le pa-
reció ser el de la inocencia ingenua y
modesta, sino de la vergüenza y ¿ m o r -
dimiento ; le pareció evidente que habia
visto á Belgrave por la mañana; que el
misterio ocultaba la cita, y que el c o n o -
cimiento de esta conexión con este h o m -
bre liabia determinado á Sir Carlos Bin-
gley á renunciar á Amanda tan r e p e n -
tinamente.
j G r a n Dios ! se decía á sí mismo ¿quién
conociendo á Amanda hubiera podido
creer que su seno encerrase un corazón,
tan falso!, y sin embarga tengo motivos
harto poderosos p a r a juzgarla así* Con i o -
do quiero aun sufrir esta horrible iDcer-
tidumbre ^ y disimular mis sospechas> h a s -
ta qua esté enteramente convencido- E n
la mesa se colocó enfrente de Amanda,
y sus ojos sin cesar se volvían acia ella
con la melancolía tierna, que se espe—
rimenta íi la vista de u n objeto amado,
que se está en vísperas de perder para
siempre*
Su tristeza fué prontamente notada
i4^
p o r la marquesa y Lady Eufrasia. Estas
vieron con la mayor satisfacción que el
veneno de la sospecha que - habían he-*
cho pasar á su a l m a , empezaba a obrar.
Ya disfrutaban de antemano del éxito de
su artificio. Lady Eufrasia en particular
estaba alborozada de vengarse del sensi-
ble corazón de M o r t i m e r , de volverle to-
do lo que éste la había hecho sufrir, y
añadir todo ío que dependiese de elía á
las desgracias que prontamente iban á
descargar sobre Amanda.
También Amanda notó e l ' a b a t i m i e n -
to de Mortimer,: se conmovió y concibió
algunos temores de su causa. La lia de
Mortimer había acaso reusado interceder
con su p a d r e , ó acaso estaba mas fuer-
temente estrechado á unirse luego con
Eufrasia ; acaso vacilaba entre el amor
y el deber. Esta idea helaba su cora-*
zon. P e r o , n o , decia e l l a , esto no p u e -
de ser, Si L o r d Mortimer podia m u d a r -
se no me dejaría ignorar su mudanza*
Al a n o c h e c e r , la concurrencia llegó a
ser mucho mas numerosa. Pero L o r d
Mortimer se mantuvo largo tiempo solo
y pensativo. Amanda por casualidad se
encontró sentada á su lado. Estaba s o -
bresaltada de verle tan pálido y tan aba-
t i d o , y le manifestó sus inquietudes so-
bre su salud» E n efecto respondió Mor-*
timer con u n suspiro, no estoy muy bue*
no.
Al mismo tiempo observo que Aman-*
da le miraba con suma ternura 5 p e r o
le había ya pasado el tiempo en que u n a
mirada semejante ]a habría transportado»
ahora le manifestaba un sentimiento que
tenia en el dia suficientes motivos para
mirar como fingido, y representado* Sus
pasiones aniquiladas por su p r o p i a vio-
lencia^ lo dejaban en una especie de c a l -
m a , y la tristeza era su sentimiento d o -
minante. A u n q u e llorando amargamente
la perfidia de Amanda 3 no estaba en e s -
tado de echársela en cara* L a miraba con
una ternura taciturna , y cuando ella íe
manifestó su pesar de verlo indispuesto,
se contentó con replicar ¡ Ah Amanda! ?
el hombre por quien vos realmente sen-
lis un tierno interés > debe ser feliz.
Amanda no sospechando un. siniestro
sentido oculto bajo estas palabras ¿ las
recibió mas bien como una espresion que
empleaba L o r d Mortimer para pintar su
propia dicha / no dudó que él mismo se
creyese el objeto de todo el interés que
ella podía manifestar 5 y esta idea la di*
sipo sus inquietudes.
Su conversación fué entonces ínter-.
*44
rumpida por Miss Malcolm que vino r i e n -
do á colocarse al lado de Mortimer, pa^
ra levantar, según decía ? sus espíritus
abatidos.
C A P Í T U L O VI*

JLJ?esde esta noche al dia del baile na-*


da aconteció interesante. La mañana de
este dia estando Amanda en el salón
con las damas entró Lord Moriimer. Lady
Eufrasia ^ no supo liabíar de otra cosa
mas que de la fiesta á que iba á asistir
que sería la mas bella que se habría vis-
to en todo el hivierno.
Yo espero, le dijo A m a n d a , que m a -
ñana por la mañana podréis darme una
fiel descripción de ella. ¿ P o r qué pues?
dijo Eufrasia ¿ T e n d r é i s necesidad de mis
descripciones después de haberlo visto,
y oido todo vos misma ?== Sin duda que
n o , si • yo i b a , pero ésto no será. ¡ C ó -
m o que no! ¿vos no iréis al baile esta
n o c h e ? esclamó Lady Eufrasia, ¡Ay mi
Dios ! hija mía , añadió Lady Greystock
¿ qué fantasía rara os ha pegado? Mi
querida Lady Greystock, dijo Eufrasia
con un tono de buen h u m o r que no le
era ordinario inspirado por la misma r e -
f 45
solución de Amanda 5 no contradigáis á
Miss Fitzalan.
I Q u é 5 realmente no iréis al baile ?
esclamó Mortiraer con una sorpresa y
u n disgusto conocidos. Ko 9 Mylord ? d i -
jo ella. Yo aseguro, dijo la Marquesa, aun
mas contenta quex su bija de la resolu-
ción de Amanda y que favorecía una
liga que había formado después de m u -
cho tiempo, que desearía que mi hija fue-
se tan razonable como Miss Fitzalan. Se
queja desde esta mañana de hallarse indis~
puesta, y no puede induciría á renunciar
á este baile.
L a d y Eufrasia^ que jamas había esta-
do mejor de salud que en el momento
en que su madre la hacia pasar por e n -
ferma 5 se disponía k contradecir lo que
la marquesa había dicho 9 cuando la d e -
tuvo una ojeada que le hizo entender que
tenia motivos para hablar así.
¿ N o podemos esperar Mis Fitzalan.
dijo M o r t i m e r v que una resolución t o -
mada tan de repente podrá ser a b a n d o -
nada con la misma p r o n t i t u d ? =*= No 5
M y i o r d j no ha sido tomada con la p r e -
cipitación que suponéis. L o r d Mortimer,
procurando adivinar esta resolución 9 iba
y venia manifestando la mayor agitación.,
Amanda^ dijo él t habéis olvidado yues^
i46
t r a promesa c o n m i g o ? N o , dijo ella. ==
p u e s me esplicaréis lo 'que os impide 6
aparta de cumplirla?—Con muclio gusto,
M y I o i \ = ¿ Guando p u e s ? preguntó Lord
Mortimer coa todas las señales de i m -
paciencia ¿ pues no podia soportar mas el
tormento de la i n c e r t i d u m b r e ; pero d e -
seaba mas obtener una esplicacion rela-
tiva á Belgrave que sobre el baile*
Mañana f Mylord^ dijo Amanda ? pues
vos lo exijis, os esplicaré el por qué no
cumplo la promesa que os he d a d o , y
me lisongeo ¿ añadió con UÍ^ modesto r u -
b o r 5 que aprobaréis mis motivos* L o r d
M o r t i m e r no dudó que la seriedad que
había usado pidiéndole esta esplicacion ?
hubiese hecho comprender á A m a n d a su
verdadero y principal objeto. ¡Hasta mañana
pues es preciso que }ro sufra mi inquietud!
E n t r e tanto Amanda suponía que el
pesar de Mortimer no tenia otra causa
que el no verla en el baile* Lisongeada
de esta idea estaba determinada á d e c i r -
le el verdadero motivo que se lo hahia
i m p e d i d o , segura que obtendría su a p r o -
bación, y que h&briria al pobre Ptusbrook
u n manantial de nuevos socorros en la
generosidad de Mortimer , á quien se
hallaba obligada á confesar lo que h a -
bía íiecho p o r aquel padre de familia d e s -
graciado.
*4?
Vov la tarde Amanda asistió al toca-*
dor de Eufrasia ? quien le había pedido
espresamente que la ayudase á vestir*
Seria cerca de las seis cuando vio m a r -
char la compañía sin él menor pesar de
no seguirla. Feliz por la satisfacción q u e
tenia de sí misma, disfrutaba de tuia cal-
ma deliciosa esparcida en el alma : c a l -
ma á la verdad e n g a ñ o s a , que a d o r m e -
ciéndola en una confiada seguridad 9 iba
á rebentar con mayor violencia sobre su
cabeza la tempestad que se le acerca-
b a : calma semejante á la que describe
Shkaesapece en estos hermosos versos;
Cuando los cielos serenos
manifiestan mas b o n a n z a ,
viene el furor de los vientos
que ahitan toda sa calina.
Amanda se habia quedado en el gahi~
ríete tocador de Lady Eufrasia, y leía
la historia sentimental de Pablo María»
Su lectura ía ocupaba enteramente 9 y
lloraba el destino de la amable María,
cuando u n ruido repentino la hizo v o l -
ver la cabefca , y vio con tanto h o r r o r c o -
mo sorpresa al coronel Belgrave que se
acercaba* Levantóse despavorida, y cor-
rió acia la p u e r t a ; pero él se puso de->
lance -> la tomó en sus brazos y la d e r -
ribó sobre el asofá^ cerrándola áspera*
2
i4»
mente su boca para impedirle el gritar,
Ni vuestros gritos, ni vuestra resis-
tencia ? le dijo é l , os pueden servir. P o -
déis creer muy bien que no me he p o -
dido introducir aquí sin el socorro de
u n amigo que vigila, y podéis estar se-
gura que nuestra conferencia no será i n -
terrumpida. Amanda se estremeció á la
noticia de semejan Le traición 5 y conven-
cida por lo que Belgrave la d e c i a , que
110 debía esperar ningún s o c o r r o , p r o -
curó reanimar su espíritu , y emplear t o -
do su valor.
Vuestro proyecto „ coronel Belgrave?
le dijo ella, es igualmente vil é insen-
sato. Aunque introducido aquí por la
traición de algún c r i a d o , debéis estar
muy seguro de que el marqués de Ros-
l i n e , que habiéndome dado hospitalidad
me debe su p r o t e c c i ó n , no dejará sin
venganza el insulto que me hacéis en
su casa* E l marques va á volver al m o -
m e n t o : si vos no queréis ser deshonra-
d o , retíraos sin tardar,
O ! no-, replicó Bélgica ve 9 no es pa-
ra retirarme tan fácilmente el haber t o -
mado tanto trabajo en acechar con
tanta inquietud el momento- de t e -
ner con vos esta conferencia. No teníais
ningún insulto ; pero no os dejaré has-^
ta que os baya esplicado claramente mis
intenciones. Mi amor,, ó mas bien mi ado~
r a c i o n ^ n o ,-ha sufrido mengua alguna p o r
nuestra separación; y siempre que u n
feliz acaso os acerque a 11115 no descui-
daré de aprovechar la ocasión*
G r a n Dios ! dijo Amanda t r a s p o r -
tada de indignación. ¿ Cómo tenéis la au-
dacia de confesar vuestros, insolentes p r o -
yectos, que sabéis ya de mucho tiempo
que no podéis conseguir ?
Y por q u é ? mi querida A m a n d a , d i -
jo él p r o c u r a n d o tenerla apretada contra
su seno ? mientras que ella lo rechazaba
con todas sus fuerzas;_ ¿ P o r c í u ^ n o
tendrán efecto mis p r o y e c t o s ? ¿ P o r qué
os obstináis en reusar la riqueza y la
d i c h a ? Por que desecháis el ardiente y
siucero amor de un hombre que creyó,
haciendo vuestra felicidad-, apoyar en ella
la suya?¡ Mi. vida y mis bienes están á
vuestro m a n d o ; mi reconocimiento éter-*
310 os pagará el ligero sacrificio que m e
habréis hecho. No vaciléis en p r o c u r a r o s
el contento que una alma generosa c o -
mo la vuestra encuentra en la fruición
de tan dulces placeres ; no vaciléis en ase-
gurar la independencia de vuestro p a -
dre y los adelantos de vuestro h e r m a -
no ? y estad segura que si la unión que
*5o
lie formado bajo tristes auspicios enga-
ñado por las apariencias de perfección,
se puede romper > mi m a n o y mi cora*
zon todo será vuestro.
M o n s t r u o ! esclamó A m a n d a ; aun
cuando vuestra mano fuese -libre, yo la
rechazaría con h o r r o r como el resto de
•vuestros ofrecimientos. Cesad de a t o r -
m e n t a r m e con vuestra p r e s e n c i a ; sino
llamaré á mi justa defensa á aquellos
q u e tendrán el poder y la voluntad de
castigar vuestra insolencia. Con esta con*
sideración y con la certeza de la inuti-
lidad de vuestros esfuerzos > abandonad
vuestros criminales deseos; pues estad
seguro que sois un objeto horroroso pa-
r a mí.
Acabando de hablar ^ y llamando á
su socorro todas sus fuerzas* se desasí6
d e é l , y procuró ganar ía puerta. El
se puso aun delante de ella inflamado de
c ó l e r a , y arrojándole una mirada h o r -
rorosa* Amanda quería evilarle, p e r o él
la agarró de nuevo en sus b r a z o s : ella
dio dos grandes g r i t o s , y no parecien-
do nadie su terror se aumentó.
O Belgravef le dijo t e m b l a n d o , s i t e -
neis algún sentimiento de h o n o r , si os
queda alguna h u m a n i d a d , retiraos; yo os
p e r d o n a r é y callaré todo lo que ha p a -
x5t
s a d o , si me concedéis lo que os pido*
Yo os i n c o m o d o , Amanda, dijo él con
u n tono mas suavizado ; pero creadme;
aunque en vuestra crueldad e inflexibili-
dad no os hacéis cargo del mal que me
causáis, mi alma sufre cruelmente por
el que yo os causo: escuchadme con cal-*
nía y no permitiré ningún acto que p u e -
da ofenderos. El la volvió á conducir
sobre el sofá y continuó.
Alucinada por falsas ideas , huis y
detestáis al solo hombre que h a t e n i -
do la franqueza de haceros conocer sus
verdaderas intenciones* Vuestra c r e d u l i -
dad é inesperiencia os lian chasqueado
ya : habéis creído que Sir Carlos Bin—
gley era uno de vuestros apasionados
adoradores ? mientras que yo puedo r e s -
>onderos que aficionándose p o r vos , so—
{O escuchaba la vanidad que le íisongea—
ba, y la esperanza de obtener de vos al-
guna preferencia que le distinguiese. E l
no ha tenido otro objeto ¿"como él m i s -
mo me lo ha confesado, y si vos h u -
bieseis aceptado sus fingidos ofrecimien-
tos, habría encontrado algún pretesto pa-
r a burlaros. Las atenciones de L o r d Mor-
timer tienen un motivo m u c h o mas p e -
ligroso para vos. É l os admira, y quisie-
r a que creyeseis que sus miras son lion*
'i 5a .
r a d a s ; mas desconfiad de sus artificios: él
procura sacar ventaja de la demasiada con-
fianza que pondríais en él. Una vez con-
seguido su fin,' os sacrificará á Lady e u -
frasia , cuyas malévolas disposiciones co-
nozco bastante para estar convencido de
que gozaría del sacrificio que se le h a -
bría hecho de ; una"'víctima tan -precio-
sa, ¡ Ah mi querida A m a n d a ! no creáis
que toda vuestra belleza y todas v u e s -
tras gracias puedan hacer olvidar á la
'mayor parte de los hombres las v e n t a -
jas adherentes á las riquezas* Lord M o r -
timer en particular es mas apoyado á
lellas que otro alguno ; es tan ambicioso
y tan avaro como su p a d r e ; y aunque
tenga una verdadera aversión á Lady E u -
frasia, se casará con ella p o r su caudal.
Como el mío es s a b i d o , todas las p r o -
mesas que os hago las sostendré fielmen-
t e : " no dudéis mas tiempo , mi querida
Amanda ? sobre el partido que os p r o p o n -
go.
O ! n o , yo no lo dudo v dijo ella, y
se levantó, Belgrave agarró su mano. A
esté momento llamaron á la puerta de
la casa con grandes golpes. Amanda se es-
tremeció, y Belgrave se detuvo en el r a -
zonamiento comenzado. Amanda creyó que
era el marques que volvía á casa. No era
153
natural que entrase en el aposento en que
se e n c o n t r a b a ; pero ¡cuál fué su turba-
ción cuando en lugar de su voz oyó la
de la Marquesa y toda la sociedad que
volvían del baile antes de tiempo! E n es-
te momento todas las horribles consecuen-
cias de su situación se presentaron á su
imaginación* Ella liabia sido burlada m u -
cho tiempo por la forzada política de
la Marquesa y Lady Eufrasia ? y tenia
motivos de creer después de su odio in-
veterado^ que se alegrarían de ver p e r -
dida su reputación, Veia con horror que
á los ojos de la imparcialidad las a p a -
riencias estaban contra ella: había r e u -
sado ir al baile contra lo que todos esr
p e r a b a n : Labia manifestado que se quer
daría en casa con gusto* Todas estas cir-
cunstancias se repasarían; qné ideas iban
á nacer en el espíritu de L o r d Morti-
mer, demasiado propenso ya á las sospe-
chas zelosas!
Alucinada con estos horribles pensa-
mientos juntó sus manos y esclamó: ¡ó cie-
los ! soy perdida para siempre. No ^ no^
esclamó Belgrave arrojándose á sus pies;
perdonadme 7 yo no turbaré mas vuestro
reposo. Veo que vuestros principios son
inalterables; admiro y respeto vuestra
virtud 5 y ya n o quiero combatirla ma$,,
154
E s t a b a en el punto de haceros esta m i s -
ma declaración cuando hemos oido estos
desgraciados golpes. Reponeos, y consi-
derad lo que debéis hacer en tal circuns-
tancia* Si me ven aquí sois perdida. Las
criaturas diabólicas con quienes vivis ? j a -
mas c r e e r á n á dos testimonios reunidos
p a r a asestar contra vuestra inocencia.
Ocultadme* si os es posible, hasta que
cada uno se retire á su a p o s e n t o : la p e r -
sona que me h a introducido aquí me
hará salir 9 y os juro que no os impor-
t u n a r é mas»
Amanda titubeaba entre el partido de
confiarse á su inocencia., y el temor de
q u e todo cuanto diría fuese inútil para
su justificación, si la encontraban con
Belgrave* Ella vio subir la compañía. E n
la turbación de su espíritu el temor se
llevó tras sí la repugnancia que tenia en
o c u l t a r á B-eigrave , y le hizo señal de r e -
tirarse en u n gabinete contiguo al del to-
cador* É l obedeció , llevó tras sí la puer-
ta poco á poco.
Amanda tomando con precipitación
u n libro p r o c u r ó componerse ^ pero sus
esfuerzos fueron vanos^ y estaba toda t e m -
blando. Su agitación se aumentó ^ c u a n -
d o Lady Eufrasia la llamo desde afue-
r a que la a b r i e s e ; corrió á la p u e r t a , y
155
pensó desmayarse al encontrarla cerrada,
ignorando que lo estubiese; le costó al-
gún trabajo abrirla, y entró toda la conv
paína seguida del Marques.
P o r vida m i a , dijo la M a r q u e s a , que
Miss Fitz-alan no quiere ser turbada e n
sus meditaciones. Vos sin duda estaréis
admirada de vernos volver tan p r o n t a m e n -
te ; p e r o la p o b r e Eufrasia se hallaba ma-
la en el b a i l e , y nos hemos vuelto con
ella.
Miss F i l z a l a n , á lo que p i e n s o , no
estk mejor que yo , dijo Lady Eufrasia
mirando atentamente á Amanda. ¡Buen
Dios! dijo Lady Greystock 9 qué tenéis^
hija mia ? tenéis el semblante de u n
m u e r t o . Miss Fitzalan ama la soledad,
dijo el M a r q u e s , previniendo la respues-
ta de Amanda á Lady Greystock; c u a n -
do he vuelto á casa habrá cerca de u n a
h o r a , la he hecho suplicar que me h o n -
rase con su compañía en el salón ? y
os aseguro que se me h a negado clari-
to*
E n efecto el Marques había pedido
verla ? pero nada de esto se habia d i -
cho á Amanda. Os protesto Mylord, d i -
jo Amanda ? que nadie me ha pedido tal
cosa de vuestra parte» Y bien, hija mia,
preguntó Lady G r e y s t o c k , cómo habéis
i56
empleado vuestro tiempo ? He leído , se*
ñora ? dijo Amanda balbuciendo ponién-
dose pálida.
Vos ciertamente no estáis bien ^ dijo
Jjord Mortinier que estaba sentado á su
l a d o ; temo que no os hayáis abandona-
do á ideas melancólicas, y tomándole la
m a n o tiernamente continuó 5 pues segura-
m e n t e esta noche tenéis algo de estraor-
dinario. Amanda quería responder pero
su grande conmoción le cortaba la pala-
*bra,,. y algunas lágrimas corrían sobre sus
.mejillas. L ü r d Mortinier conoció que d e -
seaba no se ocupasen de ella.
E n este momento Lady Eufrasia se
quejaba de un violento dolor de cabeza»
L a > Marquesa hizo como qué quería t o -
car .la campana ? pero Lady Eufrasia se
opuso á ello-;- y en seguida 9 como si en
aquel instante se oeordase ,5' dijo que se
encontraría en el gabinete una botella
de agua de luce que la aliviaría cierta-
mente*
Al nombre del gabinete la sangre de
Amanda se heló en sus venas: p e r o c u a n -
do vio á la misma Lady Eufrasia levan-
tarse para entrar en é l , si la muerte se
hubiese presentado bajo las formas mas
espantosas, no le habría inspirado mas
horror* Sigúela con los ojos, y con un sem-
blante en que se pintaban el desacuerdo*
y el espanto reunidos 5 como el de Mac*
beth cuando veia el espectro de Banco*
L o r d Mortimer observando el desorden de
loda su fisonomía , comenzó á espantarse^
la tomó la mano temblando y esclamó j
Amanda ¿ qué significa esta agitación?
P e r o toda la atención de la compañía
fué atraída por un grande grito de E u -
frasia ? que salia del gabinete seguida del
coronel Belgrave.
G r a n Dios! esclamó Mortimer dejan-
do la mano de Amanda y levantándose
con precipitación. Amanda arrojó una
mirada sobre todos los que la circuían,
y vio todos los ojos fijos sobre ella con
la espresíon de ía admiración y del des-
precio. Este choque era demasiado v i o -
lento para poderle soportar* Su imagina-
ción se penetra de la idea confusa de
que habían armado un lazo para p e r d e r -
la : esclamd con una voz m o r i b u n d a : Yo
soy perdida! y cayó trastornada sobre el
sofá.
L o r d Mortimer á su eselamacion se
estremeció, O cielos! esclamó poniendo
los ojos sobre ella ; pero luego incapaz
de aguantar la escena que iba c o n d u -
ciendo el descubrimiento que acababan
de hacer , dándose un golpe con la nía™
i58
no en la frente 5 salió del aposento.
E n la antesala fue detenido por Mis-
tríss Janes la muchacha que dieron á
Amanda para servirla. Ah Mylord ! le
dijo ella, temo que no haya sobreveni-
do alguna desgracia arriba. ¡ O mi que-
rido S e ñ o r ! ¡cuanto cuesta algunas v e -
ces ser demasiado buena. Si hubiese creí-
do que pudiese originarse algún mal de
mi indulgencia, por ceder á los deseos
que tenia Miss Fitzalan de ver al coro-
nel Belgrave, habria podido rogarme é
instarme mucho tiempo ? pero sin efecto.
C ó m o ? dijo Mortimer ¿es ella quien os
ha pedido que introdujeseis al coronel
Belgrave en esta casa ?
Ciertamente , Mylord, ella me lo ha
p e d i d o ; pues es una cosa que jamas lo
habria hecho sin esta circu.nstancia. Me
ha rogado é instado m u c h o tiempo que
buscase algún medio para hacerle entrar;
m e ha hecho una larga y patética his-
toria capaz de enternecer un corazón de
piedra de sus amores con Belgrave antes
de su casamiento*
Justo cielo! esclamó M o r t i m e r , como
m e ha engañado! é iba á salir, cuando
Mistriss Janes le detuvo por el vestido.
Yo seguramente perderé mi coloca-
c i ó n , dijo fingiendo llorar, pues Mylord
y Mylady jamas me perdonarán h a b e r
introducido de este modo xm hombre en
.su casa; con todo yo no he creído q u e
hubiese u n grande mal en e l l o , y no
me he dejado llevar sino por la demasiada
bondad de mi c o r a z ó n ; pues cómo resis-
tir a una p o b r e querida y joven que se
lamenta y dice que soio quiere despedirse
de su auerido BeUrrave? !Lord Mortinier
no pudo oir mas ^ se desasió de Mistriss
Janes y salió de la casa»
Todas las facultades de Amanda h a -
bían quedado estinguídas por algún tierna
po. Cuando abrió los ojos y volvió e n
sí, llamó á su favor toda su presencia
de espíritu. M y l o r d , dijo al Marques l e -
vantándose y acercándose á é l , vos sin
duda os indignaréis de saber que solo la
traición de uno de vuestros criados me
ha arrojado en la situación penosa en q u e
me veis. Para mi justificación debo d e -
ciros que he sido mucho tiempo por
parte de] coronel Belgrave el objeto de
una persecución tan degradante por su
carácter * como insultante por el mió.
Cuando con la mayor sorpresa mía h a
entrado esta noche en este aposento , m e
ha declarado que tenia mi amigo en es-
ta casa 5 que le había introducido. L o s
derechos de la hospitalidad v Mylord ? roe
16o
constituyen bajo vuestra protección. Yo
exijo que sepa al momento quien en
vuestra casa ha favorecido el insulto tra-
mado contra raí 9 persuadida que averi-
guado este odioso misterio , mi conducta
será justificada , y mi reputación al a b r i -
go de la calumnia.
Lo que vos exigís ^ Señora ? dijo el
Marques COQ una maliciosa sonrisa p no
es tan fácil como suponéis. Ni el m u n -
do ni yo somos tan crédulos como ima-
giaais. Vuestra esplicacion no tiene v e -
rosimilitud ; nadie en mi casa se habría
atrevido á cometer la acción de que os
quejáis •> sabiendo todos mis criados que
la consecuencia para clips seria ser des-
pedidos al momento, Y después, Señora f
si no hubieseis recibido al Coronel con
mucho .susto * no habríais consentido en
que se escondiese en el gabinete ; os ha-
bríais valido de la ocasión de nuestra
vuelta que proporcionaba el medio de cas-
tigar su temeridad. 3^a inocencia es va-
l i e n t e , la culpa sola es ia tímida.
U n a p a r t e de este discurso era de
grande fuerza contra Amanda. Porque
¿ c ó m o esplicar su c o n d u c t a ? Ella no
podía confesar que solo el temor de la
malignidad de la Marquesa y Eufrasia la
había determinado á dejar ocultar á Bel-
íó'r
'grave eli el gabinete* E n mí vida li£
visto semejante descaro <> dijo la M a r q u e -
sa ; aun quiere hacer de Mylor su cam^
peón*
Sin embargo * dijo Lody Greystock*.
como ella ha sido confiada á mi cuida do 5
creo aue es necesario aclarar este asun-
to. Os suplico me digáis^ dijo ella al Co-
ronel ¿ p o r q u é medio habéis sido i n t r o -
ducido a q u í ? E n cuanto á esto, Señora,
respondió el Coronel ? escusaréis mi s i -
lencio. Yo os aseguraré solamente v dijo
arrojando una mirada sobre Amanda,, que
c u a n d o me he ocultado 5 no ha sido por
amor de m í ; con todo estai^é siempre
pronto a defender las circunstancias de
mi conducta que no creo deber revelar*,
Señor 2 dijo el Marques con altanaría v aquí
no se trata de esplicar ni de defender
vuestra c o n d u c t a ; yo no tengo ni derecho
ni voluntad de mezclarme en- los asuntos
de Miss Fitzalan»
E i Coronel habiendo saludado á la
compañía se retiraba . cuando Amanda
corrió acia él 5 y le tomó por el brazo*
Ciertamente esclamó ella pudiendo a p e -
nas respirar 5 vos no podréis ser tan in-
h u m a n o para retiraros sin haber esplica-
cío todo lo que ha pasado, ¡ Oh Belgra-»
ve! no me dejéis presa de la calumnia $
i6s
si conserváis alguna esperanza de perdón
del que nos lia de juzgar á todos ? sal-
vadme del deshonor, manifestando lo que
Jha pasado entre nosotros.
Mi querida n i ñ a , dijo el á media voz
p e r o bastante alto para su o k l o , t o -
do cuanto yo diría seria inútiL Vos veis
que todos cuantos nos cercan , están de-
cididos á ver las cosas bajo otro aspecto
del que nosotros lo presentaríamos*. C a l -
maos 9 'yo os lo suplico 5 y estad segura
que mientras viva 5 nada os faltará , nada.
H a b l a n d o así^ se -desembarazó de elhi y
salió del a p o s e n t ó , dejándola 5 por decirlo
así , clamada en el suelo, sorprendida de
u n a insolencia y perfidia semejante.
Yo sentiré toda mi vida ^ dijo L/O-
¿li Greystock y haberla tomado conmigo.
Tiesvues de algunos indicios que he ¿e-
lúdo á mi llegada á Londres 5 no es la
p r i m e r a vez que me he visto tentado de
volverla á enviar á su P a d r e ; pero una
necia compasión me ha detenido, Yo es-
p e r a b a que frecuentando buenas compa-
íiíasp se corregiría ^ y tendría el dulce con-
suelo de salvar u n a - c r i a t u r a de su ruina.
Ciertamente , dijo la Marquesa , después
de ios disgustos que he sufrido de su fa-
milia ^ solo la amistad de Lady Greys-
tock pudo determinarme a recibirla en
mi casa,
t63
Tiempo ha., añadió el M a r q u e s , que
yo habria tomado u n partido con respec-
to á ella si me hubiese pertenecido c o -
mo á v o s , y a vos sola, M y l a d y , toca
decidir/ Yo creo absolutamente necesario
que L'idy Eufrasia se ausente , mientras
que Miss-Fitzalan quede en casa. Voy á
dar órdenes para que podamos m a n a n *
partir á la campaña. S e g u r a m e n t e , My—
lord 9 os seguiré a l l á , dijo la Marquesa*
Yo no puedo sufrir mas su vista ; ni tam-*
poco quiero que se diga que ha sido a r -
rojada de nuestra casa 5 aun cuando m e -
rezca este tratamiento. E l solo partido
que hay que tomar es , que parta lo mas
pronto posible para Irlanda. Cuando vol-
verá á su primitiva obscuridad, este a c a e -
cimiento morirá por si mismo*
N o , dijo A m a n d a , no m o r i r á ; será
conocido para confusión eterna de los
autores y cómplices de un infame p r o -
yecto, l o espero que el cielo vengará
mi inocencia; su justicia es s e g u r a , aun
que algunas veces t a r d a , y su hora lle-
ga en el momento en que menos se espe-
ra. Yo he sufrido m u c h o , y sin duda a u n
tengo que sufrir; pero aun creo mi si-
tuación preferible á la de los malvados
qué me han cercado con sus lazos : ellos
deben experimentar agonías ma§ crueles
164
que las mías ^ las del remordimiento. Yo
volveré en mi obscuridad feliz por el
testimonio de .mi conciencia j esta m e di-
ce que no voy á ocultar allí la vergüenza
del Crimen ¿ sí solo a buscar un asilo
contra la crueldad de mis perseguidores;
crueldad que habría debido esperar de
aquellos que después de mucho tiempo
lian cesado de escuchar la voz de la san-
gre «> y de aquellos 5 añadió mirando á La*
d y Greystock ? cuyo corazón est'A cerrado
á Ja justicia y humanidad. Acabando es-
tas palabras salió del aposento ^ dejando
á la Marquesa y Lady Greystock' tem-
blando de rabia y esclamando : ¡qué des-
vergüenza! qué insolencia !
Retirada Amanda á su cuarto v Mistríss
Janes á quien la curiosidad había atraído
con los otros criados cerca de la puer-
ta de la pieza que Amanda dejaba, la
sigue.
Las conmociones que acababa de es-
perirneutar , y que habia contenido cuan-
to le habia sido posible , reventaron en-
tonces con toda su violencia; las lágri-
mas y los suspiros le cortaban la respi-
ración. L a ama de llaves v Místriss 'Já-
Bes la desnudaron 9 y ayudaron a poner-
se en la cama. Cuando ella pudo hablar,
pidió que se le procurase ün" carruage
165
para m a r c h a r al clia siguiente temprano
á Irlanda: se ío prometieron y á sus r u e -
gos la dejaron sola.
L a Marquesa había logrado un éxito
completo en la ejecución de su plan con-
tra A m a n d a ; pero no era p o r esto mas
feliz. Triunfaba en la desgracia de Aman-
da ? pero Lemia que este triunfo solo fue-
se pasagero. La había hecho caer en el
lazo j pero no estaba segura de retenerla
en él. No tenia confianza en los que le
habían servido en sus designios, pues los
malvados desconfian siempre unos de otros*
Ellos podían -venderla; Belgrave podía ar-
repentirse. Sin embargo estos peligros, si
eran reales, estaban aun lejos, y en tanto
que tardaban á verificarse 5 podría conse-
guir el objeto principal que se había pro-
puesto ? que era el casamiento de su hi-
ja con Mortimer. M u c h o tiempo habia
que buscaba un medio de perder á Aman-
da , no solo en el concepto de Mortimer*
si no también en la opinión pública.-Co-
nocía el libertinage é inmoralidad de Bel-
grave , y había juzgado que no reusaria
la ejecución de un pian que podia c o n -
ducirle á la posesión de Amanda* Belgra-
ve habiendo descubierto la residencia de
Amanda, habia encardado á su criado*
digno confidente y cooperador ele toefcas
166
sus infamias, el descubrir algún medio
de introducirse con Amanda. Este liorna
b r e para conseguirlo se había dedicado
á obsequiar á Mistriss Janes, á quien la
Marquesa había colocado con Miss Fit~
zalan conociéndola capaz de practicar to-
dos sus planes. E l criado hizo conocer á
Belgrave Mistriss J a n e s , el cual le hizo
u n hermoso regalo para hacerla e n t r a r
en sus malvados planes.
Mistriss Janes había dado parte á la
Marquesa y su hija de los proyectos del
coronel Belgrave, y desde entonces h a -
bían buscado medios para conducirla á
ima escena semejante á la que acabamos
de ver. P e r o la conducta de Amanda ha-
bía hasta entonces desconcertado sus m i -
ras* E n fin el haber reusado Amanda ir
al bailé les proporcionó esta ocasión. La^
dy Eufrasia había sido instruida de la es-
t r a t a g e m a ; y desde la mañana había h a -
blado de su indisposición, á fin de p r e -
venir u n a esplicacion natural p o r la vuel-
ta precipitada que se preparaba.
Mistriss Janes había introducido al Co-
a^onel en el gabinete por una puerta que
daba á un c o r r e d o r , y mientras que Aman-
da estaba ocupada en su l e c t u r a , había
salido poco a poco y cerrado la puerta
que daba entrada al gabinete tocador.,
como hemos dicho ya t
i&7
Cuando Lad} r Eufrasia manifestó que
estaba indispuesta,, y que no podia quedar-
se en el baile 9 Moríimer le ofreció acom-
pañarla á su c a s a , y si el no lo h u b i e -
se p r o p u e s t o , la Marquesa se lo habría
rogado. El Marques veia en Amanda u n a
rival diestra y peligrosa de su hija ; y por
esto la aborrecía. Las leyes de la h o s p i -
talidad le obligaban á tratarla con c o r -
tesía; pero abrasó con alegría la p r i m e -
ra ocasión que se presentaba de m a n i -
festarle su aversión,
Lady Greystock comprendía perfecta-
mente que habia una t r a í n a , pero esta-
ba enteramente dispuesta á encontrar y
declarar culpable á A m a n d a , ^o que era
suficiente para la Marquesa. E l Marques
dejó á las damas juntas, y se fué á dar
órdenes para el viage del día siguiente.
U n momento después de haberse s e -
parado ^ se oyó llamar á la puerta fuer-
temente. Conjeturaron que en aquella h o -
ra solo podia ser Mortimer- y no se en-
gañaron. Después de haber divagado mu-
cho tiempo por las calles sufriendo i m -
ponderables agonías 5 volvió á Portman—
Square* Su imaginación le presentaba a.
Amanda oprimida de vergüenza y sufrien-
do crueles reconvenciones. La idea de sus
tormentos hacia olvidar í jMortimev todos
168
sus supuestos deslices y la perfidia de que
era culpable. E l hombre está sujeto á co-
meter una falta, decía, y el mas noble es-
fuerzo es el perdonar. Diciendo algunas
palabras de consuelo á esta joven infeliz-,
aliviaría su corazón. Áüijido y todo en
desorden entró en el aposento ? y encon-
tró aun en el á las damas 9 las que al ver-
le tomaron un semblante muy triste.
Mylord , dijo la M a r q u e s a , estoy vn-uy
contenta de veros aun. Como amigo de
la familia esperamos que nos daréis v u e s -
tros consejos en estas circunstancias, ^ o
c r e o , dijo Lady Greystock, que Mylord
debe estar tan embarazado como n o s o -
tros para saber lo que es necesario hacer*
Aun ¡ si el Coronel se hallase en situación
de repararlo! pero un hombre casado ¡es
u n a cosa horrible!
Monstruo execrable ? esclamó L o r d
3VIortimer levantándose de se» asiento y
dando bueltas por el aposento : seria ha-
cer un grande servicio al género huma—
310 purgar la tierra de él. Pero ¿ d o n -
dé está la desgraciada? dijo con una voz
interrumpida y sin pronunciar el n o m -
b r e de Amanda. E n su cuarto , respondió
la Marquesa, y os aseguro, continuó ella,
que ha manifestado mucha insolencia
cuando Lady Greystock le ha hablado d$
volver a Irlanda. E n cuanto á m í , yo la
dejaré hacer lo que guste* E n seguida h a -
bló de la resolución que el Marques h a -
bía tomado de dejar la casa é ir á la
quinta hasta que Amanda hubiese m a r -
chado ,' y añadió que ella y su hija le
seguirían.
Seguramente, dijo L o r d Mortimei% no
tiene otro partido que lomar que volver
al lado de su P a d r e ; pero permitid, My-
l o r d , suplicar que no miréis como i n s o -
lentes las espresiones que pueden habér-
sele escapado; que tengáis piedad de su
desgracia ? y que endulcéis sus penas. Ah!
mi Dios ? dijo Lady Eufrasia, 3^0 estoy
penetrada de una compasión tal por ella^
que he pensado enfermar. ¡ Vos pues ha-
béis tenido piedad de ellaK dijo-IVlorti-
jmer sentándose al lado de Eufrasia. Qué!
TOS le habéis tenido compasión *, y habéis
endulzado sus penas? Sí<> dijo ella. Si al-
guna vez Lady Eufrasia ha tenido algún
atractivo á ios ojos de Mortimer fue en este
momento en que tuvo la sencillez* de creer
qu« habia derramado una lágrima sobre
la suerte desgraciada de Amanda.
E l la tomó la mano. ¡ O mi querida
L a d y ! la dijo con el acento de la t e r -
n u r a , ella sin duda tiene necesidad de
consuelo ¿ solo do la mano de una m u -
170
ger puede otra m u g e r esperar alivio en
las heridas de su corazón. Lady E u f r a -
sia se apropió la espresion; dijo que iba
al cuarto de Amanda 9 y él la condujo
hasta Ja puerta. Vos vais á-hacer el ofi-
cio de ángel consolando á los afligidos.
A h ! jes este un ministerio que sienta
tan bien á una penosa joven y amable?
Eufrasia le d e j ó , pero en lugar de ir
al aposento de Amanda 9 se retiró al su-
yo para exalar su rabia en i m p r e c a -
ciones contra L o r d Mortimer por la i n -
clinación que aun conservaba acia Aman-
da. Habiéndose Eufrasia retirado 9 Lady
Greystock volvió á contar todo lo que
le habia dicho Mistriss J e i m i n g s , y lloró
la fatalidad que le habia hecho tomar
A m a n d a en su compañía.
E s t e asunto era demasiado desagi-a—
dable á M o r t i m e r , y así se despidió de
las damas. Habia oido hablar de sus
preparativos para la marcha del dia s i -
guiente , y diciendo que le quedaba p o -
co tiempo para tomar algún reposo, se
retiró precipitadamente, encargando á su
criado que velase sobre lo que-pasaría, y
le instruyese del momento en que deja-
rían la ciudad.
Sola Amanda y fatigada por tantas
conmociones j se rindió al sueño que le
*7*
atrajo el olvido pasagero de sus penas*
Dispertóla el ruido que se hacia en Ja
casa* Oyó u n carruage, y creyendo ser
el que había pedido para su marcha 5 se
fué á la ventana , desde la cual vio la car-
roza del -Marques ? y que subieron á ella
élj su muger y su hija* Luego de parti-
da la carroza ? llamó y compareció la
ama de llaves en lugar de Mistriss J a -
nes que se había llevado la Marquesa á
la casa de campo. Amanda preguntó si
habían dejado un carruage para ella. L a
muger respondió., que cuando en la vís-
p e r a había, dicho que le tomasen, era d e -
masiado tarde ; pero que desde luego iba
á embiar á b u s c a r l e ,
A m a n d a se ocupaba en hacer su p a -
quete ? cuando una criada entró y le dijo
que L o r d Mortimer estaba abajo y p e -
dia permiso para verla. Una agitación
mezclada de placer se apoderó dé A m a n -
da ; esta no esperaba ver ya á Lord M o r -
timer antes de partir á I r l a n d a , desde don*
de esperaba escribirle todos loa. p o r m e -
nores del suceso* Su visita parecía anun-
ciarle que no la había, juzgado del todo
culpable •> pues imaginaba que venia á
asegurarle que la tenia en la misma opi-
nión que antes. S i , se decia á sí misma
animada de este pensamiento , yo t r i u n .
faré de la malicia y de la traición.
G a n ó la delantera á la criada, sus
pies no tocaban la tierra , y en un m o -
mento se encontró en los brazos de M o r -
timer, que los abrió casi involuntariamen-
te para recibirla, sin lo cual débil , t r e -
mola y fuera ele sí como estaba,; habría
caido á su vista colocada sobre un sofá,
y levantando la cabeza de encima la e s -
palda de Mortimer esclamó: A h ! ya os
veo aquí? S í , vos habéis venido á c o n -
solarme* Plugiera al cielo que estuviese
en estado de poder dar y recibir consue-
l o s , respondió Mortimer ;"- tal vez llegará
el m o m e n t o , (á lo menos me lisongeo
que llegará) en que ambos estaremos mas
serenos. E n d u l z a r vuestras penas será ali-
viar las m í a s ; pues jamas, B O Í jamas se
b o r r a r o n de mi memoria el amor y e s -
timación que he tenido acia Amanda.
E l amor y estimación que habéis t e -
nido - acia m í , dijo A m a n d a , repitiendo
las palabras de M o r t i m e r , luego no me
los tenéis-ya? El tono doloroso con que
pronunció estas palabras penetró el cora-
son de Mortimer j y no hallándose en es-
tado de h a b l a r , se levantó y fue' á una
ventana á ocultar su agitación.
Sus palabras y después su silencio
hicieron sospechar a. la desgraciada Aman-
x?3
ida una cruel verdad > esto e s ? su separa-
ción de Mortimer, Vio en el concepto
de este su honor p e r d i d o , y que habla
llegado á ser ya el objeto de su despre-
c i o , - d e s p u é s de haber sido el de su es-
timación y de su amor* Su amor era ee-
cesivo; p e r o Ja fiereza de su inocencia
ultrajada la inclinaba al disimulo 5 y mien-
tras L o r d Mortimer estaba en la venta-
na , procuró salir del aposento sin ser
o b s e r v a d a ; pero antes de llegar á la puer-
ta 9 un desfallecimiento le quitó las fuer-
z a s ; sintió que las piernas le flaqneaban
y cayó en el suelo dando un grito. L o r d
Mortimer desatinado llamó los criados á
su s o c o r r o ; la levantaron y poniéndola
sobre un sofá llora sobre ella.
Yo he lastimado á vuestra alma sen-
sible 5 mi querida Amanda, le dijo él > p e -
ro con el mismo golpe he despedazado
la mia. A h í la mas querida para mí a u n
de todas las m u g e r e s , si el mundo tuvie-
- ra de vuestros errores la misma c o m p a -
sión que y o , jamas habríais llegado á ser
el objeto ele la calumnia y del despre-
cio. Q u é palidez! j qué flor e n c a n t a d o -
ra marchitada antes de tiempo! pero ¿una
alma como la suya elevada y noble en su
origen debia sucumbir bajo tanta deshon-
ra? Execrable Bel grave ! habéis destruido la
i?4
mejor obra de la naturaleza, O mi q u e -
i ida Amanda ! cuan grande es mi d e s -
gracia! Mientras el pesar de haberos per-
dido despedaza mi corazón.* es preciso que
disimule sin tener siquiera el triste c o n -
suelo de manifestar un dolor de que el
m u n d o se burlaría.
Así Mortimer exajaba su dolor al la-
do de Amanda desmayada. L a ama de
llaves que hasta entonces había escucha-
do á la p u e r t a , compareció por fin y
ofreció socorros: los suspiros de A m a n -
da anunciaban u n pronto recobro d e s ú s
sentidos. L o r d Mortimer no pudiendo su-
frir las quejas dolorosas, a las que no de-
jaría -de-abandonarse al volver en s í , se
determinó á alejarse antes que hubiese
vuelto á tomar todo su conocimiento.
Miss Fitza!an s dijo á la ama de l l a -
ves t partirá esta niisma m a ñ a n a ; yo .rae
encargo de procurarle un carruage y un :
h o m b r e que la conducirá hasta la casa
de su Padre. Sed buena y dulce con ella^
mi querida señora, y contad con mi eter-
no agradecimiento. Cuando habida del t o -
d o , vuelto en sí¿ entregadle esta carta. L a
ama de llaves prometió hacer todo lo
que deseaba y él se m a r c h ó .
Su proyecto era enviar Amanda &
Irlanda con una antigua criada.de. su Ma-»
i75
d r e y un criado de confianza* L e bahía
indignado la conducta de la Marquesa y
de Lady Grey stock con respeto á Aman-
d a , y Ut inhumanidad con que habían
abandonado á es ta desgraciada. L a carta
que había dejado para ella escitó tan -vi-
vamente la curiosidad de la ama de Ha-
ves^ que cedió á i a tentación de abrirla^
en tanto que Amanda no estaba en e s -
tado de observarla. L a carta estaba 4 e
modo , que se podia abluir y volver á. cer-
r a r con la mayor facilidad. Su a d m i r a -
ción fué estreñía ai ver que contenía u n
billete de banco de quinientas libras e s -
terlinas. La carta estaba concebida en es-
tos términos.
)) Amanda ? miradme en adelante co<-
iyt&&. hermano 5 y aceptad los servicios
3> que en esta calidad puedo haceros j e s -
>-> to será para mi un consuelo que vos
» misma , me lisongeo , estaréis dispues-
v ta á darme. Es necesario que volváis
j) al lado de vuestro P a d r e ; no vaciléis,
*> os ruego 9 á h a c e r uso de ese billete^
» vuestra condescendencia en este punto
» m e probará que conserváis aun un s e n -
» timiento de amistad por
Moriimer.
Q u é suma í esclamó la ama de lla~
-VéSj examinando el billete de banco, Q u é
178
hermosa fortunilla para uña muger de
bien si puedo juntai\la coa mis ahorros?
E s lástima que cayese en manos de se-
anejante criatura. La ama de llaves de
Mylady era tan fértil en invenciones c o -
mo su misma señora. Corría á la verdad
algún riesgo cometiendo esta infidelidad;
pero la ventaja era bastante grande p a -
ra hacérselo olvidar. Si podia desemba-
razarse de Amanda antes que llegase el
carruage de Lord Mortimer, confiaba sa^-
lir bien con su provecto. Amanda isrno-
raníe de las atenciones de Mortimer, no
se opondría al plan que le propusiese
para su marcha. Salió llena de esta idea,
y llamando un criado en quien tenia to-
da su .confianza-, le encargó fuese á bus-*
car al instante una silla para el viage.
Volvió luego al lado de Amanda que ha*
bia recobrado al fin su conocimiento-
V a m o s , v a m o s , le gritó impeliéndola
ásperamente, ¿ habéis concluido vuestras
escenas trágicas? Preparaos para vuestra
marcha : el carruage que habéis pedido
estará aquí luego. Amanda después de
h a b e r recorrido con ios ojos el aposento,
p r e g u n t a : ha marchado Lord Mortimer?
Ciertamente, respondió la cruel muger Os
ha dejado tendida en el suelo, y al tiem-
po de irse dijo que no os daría jamas
¿atreva ocasión de engañarle. Á esta noti-*
eia se apoderó de Amanda una especie de
frenesí: torcía sus m a n o s ; hablaba de Lord
Mortímer con el lenguage de la desespe-
r a c i ó n , y arrojándose por tierra esclamó:
este último golpe es nías duro de lp que
yo p u e d o sufrir!
X¿a ama de llaves se sorprendió^ y t e -
xnieado que su agitación retardase su mar-
cha 9 la levantó y le dijo que se calma-
se antes de ponerse en c a m i n o , pues su
partida no podía diferirse^ habiendo deja-
do orden la Marquesa de despedirla d e
la casa aquella misma mañana.
Maldita casa! dijo A m a n d a , volvien-
do en su acuerdo, á las brutales -amones-
taciones de la ama. O ! ¡ pluguiese al cie-
lo que jamas hubiese puesto los pies en
ella! Hallándose demasiado débil para ha-
cer sus líoss dijo que si querían ayudarla
estarla p r o n t a á la llegada del carruage.-
L a ama de llaves y una criada la siffuié-
ron á su a p o s e n t o ; la ayudaron á vestir
y á hacer sus maletas*, que dejó para que.
se ías enviasen á Carberry-Castle ? d o n -
de tenia aun ropa blanca y otros vestidos,
de modo que se redujo á llevarse consi-
go muy poca ropa* Tenia solo algunas gui-
neas en el bolsillo, pero llevaba un re-
lox de valor ? y $i el dinero le faltaba eu-
T O ^ { Til, " M
el c a m i n o , sabia q u e de este mueble sa-
caría lo bastante para llegar hasta Jos bra*
zos de su P a d r e .
E l carruage llegó por fin: ella bajó
con el corazón despedazado y sostenién-
dose coa dificultad. Vio abajo á Nicolás^
el criado que había ido á buscar el c a r -
r u a g e , disponiéndose á acompañarlas lo
que le dijo que era inútil > pero él repli-
có que no era decoroso dejar viajar sola
á una joven como ella: esta atención la
enterneció. L a idea del abandono en que
iba á hallarse, Ja estremecía, y se c o n m o -
vió hasta d e r r a m a r lágrimas al encontrar
vm ser humano qxie se interesase en su
favor» E l c a r r u a g e tomó la ruta de P a r k -
G a t e , prefiriendo Amanda embarcarse allí
que á H o l y - h e a d . Después de haber a n -
dado cuatro h o r a s , el c a r r u a j e se detuvo
*<m una p e q u e ñ a casa con apariencia ae
t a b e r n a . Amanda no quería bajar 5 pero
era preciso m u d a r los caballos* La h i c i e -
r o n entrar en un pequeño aposento bajo,
obscuro y hediondo. Estaba muy débil y
pidió té. Se admiro mucho al sentarse, de
ver á Nicolás entrar en su aposento con
u n aire muy familiar, y sentarse también
á su lado. Al principio creyó que estaba
b o r r a c h o ; pero no observando en él ¿id-
ioma alguno de embriaguez, empezó á te«
saev que este h o m b r e se creía autorizado
á tratarla con insolencia , después de los
insultos sufridos en la casa del Marquesa
se levantó p r e c i p i t a d a m e n t e , y armándose
de valor le mandó que se r e t i r a s e , q u e
ya le llamaría si era necesario.
Levantándose también Nicolás de su
asiento y siguie'ndola la tomó en sus b r a -
sos dicie'ndole: buen Dios! ¡Cómo os h a -
béis hecho tan difícil en poco tiempo»
.Amanda arrojó u n grito de h o r r o r é i n -
dignación, C ó m o ? dijo Nicolás, después
de lo que ha sucedido en casa, creo que
no tenéis necesidad de hacer la d e s d e ñ o -
sa conmigo. O Dios! esclamó Amanda
salvadme de las manos de este m i s e r a b l e /
L a puerta se abrió y compareció u n
muchacho de la posada , que dijo á N i -
colás que le llamaban. Nicolás salió. Aman-
da se dejó caer en una silla. L a i m a -
nación se le trastornaba al p e n s a r en los
peligros que la circuían. Ella se veia e n
poder de uno y tai vez de muchos mise-
r a b l e s ; la casa en que se e n c o n t r a b a , ] e
parecía propia para favorecer los actos
de violencia, sin esperanza de encontrar
socorro alguno. Se asomó á la ventana
con la idea de salir por allí y escaparse,
pero volvió á su desesperación, viendo de-
tante. de el.la. u n b u e n n ú m e r o de gentes
i8o
que bebían v y así no pudo sino levantar
&I cielo sus débiles manos.
Pocos minutos había pasado en esta
afonía ? cuando abrieron la puerta. E r a
la dueña del figón, quien le dijo que Ni-
colás le "presentaba sus respetos¿ y que
sentía, mucho hallarse obligado á volver
á ía c i u d a d , y no poderla acompañar has-
ta el fin de su viage. ¿ H a marchado real-
mente ? preguntó Amanda con estrema
alegría. - Síj dijo la m u g e r ; una persona
que ha llegado de Londres le dijo que
volviese, ¿Y están prontos los caballos?
dijo A m a n d a ; le respondieron que sí. Yo
quiero m a r c h a r al m o m e n t o , dijo ella; es-
te desdichado podría volver. La huéspeda
la detuvo presentándole la cuenta. Áman^
da sacó el bolsillo y pagó, rogándola no
la detuviese mas tiempo.
Amanda partió muy contenta de s a -
lir de esta casa tan ruin. La silla h a -
bía hecho cerca de dos millas cuando en
u n camino muy solitario^ ó mas bien eu
u n sendero en medio de u n bosque se de-
tuvo de repente- Amanda inquieta p r e -
guntó lo que eret, y se llenó de un t e r -
r o r que no puede describirse viendo ai
coronel Belgrave acompañado de Nicolás,
Entonces clamó é instó al postillón-que
siguiese adelante* pero en vano: él no se
Í8I
movió. Nicolás abrió la puerta 5 y el c o -
r o n e l Belgrave se antojó al coche. Ella
quiso salir por la puerta opuesta n peix>
él la tomó en sus brazos, y el postillón
tocó los caballos á trote largo*
E l criado de Belgrave se habia q u e -
dado oculto toda la noche en la casa del
Marques por los cuidados de Mistriss J a -
nes , para poder instruir á su amo de to-
do lo que ocurriese consecuente á la es-
cena de la víspera* Sabiendo que el M a r -
ques y toda su familia habían salido al
campo ^ fué fácil á Belgrave empeñar á
los criados restantes á entregar á Amanda
en sus manos. Tenia por cierto que Nicolás
conducirla á Amanda hasta alguna distan-
cia de L o n d r e s ; Belgrave y su lacayo fue-
r o n siguiendo el carruage. Cuando se d e -
tuvieron á la puerta del bodegón^ el C o -
ronel hizo llamar á N i c o l á s , y convinie-
ron que el postillón pasaría p o r un c a -
mino que atravesaba el bosque á lo largo
y conducía á u n a casa de campo del C o -
. ronel. Ejecutado el p l a n , y contento Ni-
colás no de lo que acababa de h a c e r , si-
no de lo que acababa de ganar, volvió á
tomar el camino de Londres.
E l coche y los dos criados envía-
dos por Mortimer llegaron aun mu-
cho antes de lo que se les esperaba ^ y la
ama de llaves bendijo su feliz estrella en
h a b e r conseguido su fin, precipitando la
marcha, de Amanda. L o r d Mortimer, que
n o podía soportar el pensamiento de de-
jar ir á Amanda sin verla otra v e z , se-
guía de cerca el coche que le enviaba*
Su dolor y su admiración fueron t e r r i -
bles sabiendo que había marchado. ¿Mar**
cha d o ! repitió él mudando el coi 01%
La ama de llaves le dijo entonces q u e
Miss Fitzalan había alquilado u n a silla
sin su c o n o c i m i e n t o , y al instante q u e
llego se arrojó adentro 9 aunque le d i j e -
r o n que Mylord iva á enviarle una. Ella
lia dicho t a m b i é n , añadió la m u g e r , q u e
Tío tenia la m e n o r necesidad de vuestros v
cuidados 9 y que no podía salir demasia-
d o presto de esta casa donde habia sido
tan desgraciada, ni alejarse demasiado de
unas personas que la habían tratado tan
malamente*
L o r d Mortimer pregunto si iba acom-
pañada de alguno ? y si habia recibido
su carta. L a ama respondió afirmativa-
mente á ambas preguntas* Es regular-> My-
lord, que hayáis puesto en la carta a l g u -
n a cosa muy agradable ? pues se sonrió al
a b r i r un papel que habia dentro y escla-
toó; B u e n o ! b u e n o ! esto es u n consuelo-
Mortimer estuvo á pique de esclajutarj
183
qué bajeza! pero se detuvo bastante para
ocultar una idea que se presentaba á su
i m a g i n a c i ó n y agrahaba cruelmente su p e -
c h o , representándole el objeto de su mas
tierno a m o r , como indigno de él. Sin em-
bargo su inquietud por su seguridad se
aumentaba á cada circunstancia; él la veia
e m p r e n d e r un largo viage bajóla protección
de u n criado 5 de quien no estaba satisfe-
cho ; y no pudiendo soportar los temores
q u e le atormentaban^ se determinó al ins-
tante á seguiría hasta que hubiese llega-
do al puerto*
L a m u g e r que Mortimer habia e n -
viado con la silla, volvió á casa por su
orden 5 y él subió á ella , prometiendo al
postillón recompensarle largamente si iba
con diligencia. Aun no hablan mudado
mas q^e u n a ves los caballos cuando L o r d
Mortimer divisó á Nicolás á quien cono-
cia bien , volviendo á Londres* Hizo d e -
tener la silla 9 y le preguntó dónde habia
dejado á Miss Fitzalan. A fe m í a , dijo
Nicolás deteniéndose Y quitándose el som«
b r e r o 9 la he dejado en muy buena com-
pañía con el coronel Belgrave, á quien
ella habia dado cita para el camino*
¡ Q u é horrible ceguedad! se dijo á
sí mismo L o r d Mortimer ; nada pues la
p u e d e arrancar de la infamia! ¿ V o l v e *
i84
mos a Londres? preguntó el postillón*
L o r d Mortimcr vaciló un momento •> p e -
ro en seguida respondió que siguiese. Es-
taba resuelto á ir hasta P a r k - G a t e para
asegurarse de si Amanda volvía a i r l a n -
da» Apenas había hecho una milla c u a n -
do habiendo pasado su silla delante ele
otra ^ conoció en esta á Amanda y Bel—
grave. Al verlos le acometió nn temblor
universal v y apartando los ojos esclamó :•
j Pérfida A m a n d a ! Después de haber g a -
nado alguna delantera al coche de Bel-*
g r a v e , ordenó al postilion que tomase otro
camino 3 y que con el rodeo de algunas
millas volviese á conducirle á Londres*
Kra manifiesto que Amanda se había
entregado elía misma en las manos de Bel-
g r a v e , y de este modo le era indiferen-
te saber si iba ó no á Irlanda^ pues que
BO podia tener ya deseo alguno de recla-
marla*
Cuando llegó á su casa v el primer ob-
jeto que se le presentó á la vista fué su
tia Lady Marta Dorrner 9 que á sus ins-
tancias llegaba á Londres para apoyar sus
proyectos. No se puede pintar la angus-
tia y confusión de Moriimer á su vista;
Ja aparición de un espectro no le h a -
bría causado tan terrible impresión. Y
H e n n mi querido Federico<, le dijo la bue*
i
i 85
sia tía , yo no he perdido el tiempo para
obedecer vuestras órdenes ¿lie volado aquí,
puedo decir, con las alas del amor. P e r o
dónde está vuestra divinidad? tengo gran-
de deseo de verla para rendirle mis h o -
snenages.
L o r d Mortimer en su embarazo inex-
plicable se fué á la ventana. Yo me p r o -
meto ver en ella la perla de las m u g e -
r e s ; absolutamente quiero^ F e d e r i c o , co-
nocerla boy mismo. Mi querida t i a , p o r
a m o r del cielo perdonadme* Decidme, con-
tinuo ella, cuándo empezaremos á atacar
á vuestro P a d r e ? Nunca^ nunca, dijo M o r -
timer con un aire trastornado* Q u é pues?
suponéis, continuó Lady M a r t a , que s e -
rá inflexible? Yo espero que no lo será
á mi mediación ; pero decidme, Federico^
cuándo veremos á esta amable joven? Ay
Dios ? esclamó Mortimer golpeando su
frente*, está perdida p a r a m í ! s í , y para
siempre!
Lady Marta se alarmó 9 observando por
la primera vez la palidez y las miradas
inquietas de su sobrino. Buen Dios! dijo
ella, qué h a y ? qué ha sucedido? L o r d
Mortimer se vio entonces en la necesidad
de contarle su triste historia; pero la ver-
güenza de confesar que había sido tan
groseramente engañado ? las agonías que
i86
l e causaba este pensamiento, y la escesí-*
va agitación que habia tenido la noche
precedente y durante todo el dia 9 habían
estinguido sus fuerzas de s u e r t e , que le
a b a n d o n a r o n de r e p e n t e , y se desmayó.
Q u é espectáculo para la buena L a d y '
Marta q u e la amaba t i e r n a m e n t e ! C o n o -
cía bien que le había acaecido algún tris-
te s u c e s o , del que estaba ignorante 9 y lo
supo del mismo L o r d Mortimer luego que
h u b o r e c o b r a d o sus sentidos*
Después de haberle hecho su afligi-
da narración, se retiró con resolución de
n o ver persona algún* T o d a s sus espe-
ranzas eran m u e r t a s , y no podia r e n u n -
ciar á la triste ocupación de echarla m e -
n o s en su soledad. Conocía que le era
imposible a r r a n c a r á Amanda de su c o -
razón. L a habia mirado casi como espo-
s a , y cuando lo hubiese sido en efecto,
el desliz que habia sufrido 9 no le habría
causado u n dolor mas vivo que si la muer*
t e se la hubiese arrebatado. C u a n d o des-
p u é s de haberse unido con ella la hubie-
se encontrado indiana de su afecto , h a -
bria podido sostener su desgracia con va-
l o r ; pero verla abandonada á un vil mal-
vado , era u n golpe que no podia s o p o r -
tar»
187

CAPÍTULO VIL

manda se había desxnayado á la e n -


trada del Coronel en el coche, y tenia la
cabeza apoyada en el seno de Belgrave
cuando L o r d Mortimer p a s ó ; permaneció
en esta situación hasta que el coche e n -
tró en nn camino desviado donde el pos-
tillón se d e t u v o , y el criado fué á b u s -
car agua á una casilla vecina; se la echa-
r o n á la c a r a ; con este auxilio volvió en
sí ? pero no podia oponer á Belgrave la
m e n o r palabra ni movimiento. Sentía vina
estremada debilidad, que miraba como pre^
cursora de la m u e r t e ; el abatimiento d e
su alma h a b í a casi estingaido en ella Ja
sensaci on de sus desgracias,
Rensó p o r señas los refrescos que q u e -
rían hacerle t o m a r , y llegó en este esta-
do cerca de las nueve de la noche á la
casa de Belgrave, situada en medio de u n
grande bosque. E l mismo la sacó del c a r -
ruage y la colocó sobre un sofá en u n a
g r a n sala. Allí comparecieron algunas m u -
geres trayendo síganos cordiales que p u -
diesen sacarla del estado débil é insensi-
ble en que estaba. Una de ellas presentó
al Coronel una carta que le turbó m u c h o .
ha había traído un espreso 5 avisándole
r88
q u e su tio, cuyo título y bienes h e r e d a -
b a , estaba enfermo de peligro^ y que era
necesaria su presencia al lado del m o r i -
bundo.
E l Coronel no estaba tan cegado en
sus amores, que despreciase su fortuna y
su interés. Una sucesión le era muy i m -
portante , pues que sus negocios estaban
desarreglados, y como Amanda n o esta-
ba en estado de atender á ninguna de las
proposiciones que pretendía hacerle ? p r o n -
tamente tomo la resolución de p a r t i r 9 con-
tando que á su vuelta, que seria pronta,,
Amanda estaría no solo restablecida, sino
también dispuesta á ceder á sus deseos*
Despidió á las mugeres que h a b í a n s o -
corrido á Amanda, y tomándole la mano
le dijo que estaba en la necesidad de se-
pararse de ella p o r poco tiempo 5 d á n d o -
le á entender que á su vuelta esperaba
no encontrar obstáculo alguno á su d i -
cha- Vos debéis estar convencida, mi que*-
rida Amanda, le dijo fríamente , de que
Vuestra reputación está tan completamen-
te perdida como si os hubieseis entrega-
do enteramente á m í ; y pues que el s a -
crificio está hecho, ¿por q u é no sacáis de
él las ventajas que podéis ?
M o n s t r u o ! le dijo A m a n d a , vuestros
artificios han podido destruir mi r e p u t a -
tS
9
d o n 3 pero mi inocencia desafía vuestro
poder* = A b a n d o n a d ? Amanda, vuestra o b s -
tinación y ó sino no respondo que á mi
vuelta no me irrite al fin. Como vos n o
tenéis necesidad alguna de d i n e r o , rae e s -
cusaréis, mi querida n i ñ a , si tomo vues-
tro bolsillo para guardarlo. Mis criados
serán fieles cuando no serán tentados ¿ y
cuando no tengáis con que ganarlos y.
corromperlos*
E n t o n c e s se apoderó de la bolsa y re*
lox de Amanda en consecuencia de una
resolución bien formada de antemano. H a -
bía ya esplicado á sus criados el modo con
q u e quería que fuese guardada y tratada,
y ordenó que la condujesen á su aposen-
to ? y hacerle tomar algún alimento.
Reflexionad b i e n , le dijo antes de mar-
c h a r , en la situación en que os halláis^
y sabed apreciar 9 mientras aun tenéis
tiempo ? las ventajas que os ofrezco* L a
riqueza 9 los placeres y la pasión de u n
h o m b r e que os adora ¿ no son cosas p a -
ra desdeñarse. Yo verdaderamente estoy
desesperado por haberos de dejar 5 pero
los placeres que me prometo á mi vuel-«
ta 5 me indemnizarán de las penas de la a u -
sencia. Al acabar estas palabras intenta-
ba darle un beso ? pero ella gritó y se
desmayó, Belgrave manifestó muy mal
h u m o r 9 pero no teniendo tiempo que peí*-»
d e r ? remitió á otra ocasión la espresion
de su descontento y pai^tió.
Amanda fué conducida á su aposento, y
puesta sobre la cama toda vestida* L e ofre-
cieron pan y vino^ pero no estaba en es-
tado de comer. H a c e r representaciones á
criaturas insensibles de que estaba c e r c a -
da y era trabajo perdido. Ella sufocó sus
suspiros y gemidos contra su alnioada,
p a r a no dar ocasión á que se alegrasen
en su dolor- Creia cercana su m u e r t e , y
era una idea horrible para ella estar se-
parada de los objetos de su ternura ^ cu-1
ya presencia habría endulzado sus ú l t i -
mos momentos. Su P a d r e y su h e r m a n o
llorando eran los cuadros tristes que se
presentaban á su imaginación- Caros o b -
jetos de mi t e r n u r a ! esclamaba á media
v o z , Amanda jamas os volverá á v e r ; p e -
ro su último suspiro será para vosotros.
A h ! por qué me he dejado a r r a n c a r del
lado de mi P a d r e !
U n a joven se acercó entonces á Áman^
da 9 y la observó con ojos malignos. E r a
la hija de Conserge que se había dejado
corromper de Bel grave á sabiendas de
su Padre- É l la habia amado con ardor,
y en la fuerza de su pasión la habia he-
cho dueña de su casa, donde egercia una
autoridad verdaderamente tiránica* Bel—
grave no conocía la violencia de su c a -
rácter 5 ni imaginaba que tuviese a t r e v i -
m i e n t o p a r a contrariar las inclinaciones de
s u amo 9 ni para deshobecer sus órdenes*
y con esta idea le había encargado parti-
c u l a r m e n t e el velar sobre Amanda.
P e r o apenas había él salido, cuando
juró que •> fuesen las resultas las que fue-
sen 9 la joven q u e había conducido á la
casa no se q u e d a r í a en ella; Partirá, decia¿
aun cuando él debiese e c h a r m e á mí misma
á su vuelta7 no se dirá jamas que una a s -
quero cilla como esta me lo ha r o b a d o .
Las otras criadas temerosas delante de ella
rio se atrevieron á contradecirla.
Vamos Señora 9 dijo ella agarrando á
Amanda p o r el brazo y levantándola de la
a l m o a d a , dejad ya vuestro aire lánguido
y marchemos. Q u é queréis decir? respon-
dió Amanda espantada. Q u i e r o decir que
vais á dejar la casa al momento* Yo me
admiro ciertamente que el coronel Bel-
grave baya tenido la resolución de c o n -
ducir aquí una criatura como vos.
Os engañáis., le dijo A m a n d a , sí creéis.
q u e he venido aquí de buena gana. He
sido conducida por fuerza, y p o r una i n -
fame traición. Yo no soy quien suponéis,
y si como me decis, me permitís irrne det
a q u í , o s ' m i r a r é toda mi vida como tüiá
amiga 3 y rogaré por vos todos los dias»
O ! q u e r i d a , respondió la joven ? no se me
engaña tan fácilmente. Vamos, dijo á una
criada P ayudadme á conducir á la puer-^
fa esta hermosa dama.
Buen Dios! esclamó Amanda ? á quien
las dos nmgeres habían sacado de la c a -
ma violentamente, ¿ q u é queréis pues h a -
cer de n ú ? — Y o no quiero sino que d e -
jéis la casa. = P e r o seguramente vos n o
querréis arrojarme sin guia y á esta h o -
ra de la noche. Refirió entonces como el
•coronel Belgrave le había quitado el r e -
Jos y el bolsillo ¿ y suplicó á la joven en
los términos mas patéticos le prestase al-
gún dinero que se lo devolvería luego que
hubiese encontrado sus amigos; y acabó
asegurándole que se ale]aria con la mayor
alegría y reconocimiento n si querían ciar-
le este ligero socorro 5 y un guia que la.
condujese en u u lugar donde encontrase
algún carruage.
B u e n o ! replicó la joven 9 las damas de
vuestra calidad jamas se embarazan para
encontrar posada y dinero* Ya adivine
vuestro artificio; vos procuráis aplacarme
á fin de que os deje aquí hasta la vuelta
del C o r o n e l ; pero seria menester que yo
fuese m u y t o n t a ; buena la haríamos cíer*
lamente* No<> n o , p a r t i d , partid en este
mismo momento. Al misino tiempo agar-
r ó ásperamente á Amanda por el brazo*
y ayudada de la otra m u g e r , le hicieron
bajar la escalera, y sacándola de la casa
se la llevaron bastante entrado el bosque-,
y se volvieron dejando á la desgraciada
apoyada contra u n árbol.
Amanda fijó los ojos al rededor de sí¿
la noche era muy opaca en ia espesura
del bosque. No se veia otra luz que la
de algunas estrellas., que servían solamen-
te 5 usando de la éspresion de Millón,, para
hacer visibles las tinieblas. Mi Dios! t e -
íied piedad de mí, esclamó Amanda sin-*
üéndose desfallecer y c a e r ; sin embargo el
aire fresco la reanimó. Ella descansó la
cabeza sobre un pequeño cerro ? y en es-
te momento la idea de su P a d r e al saber
su desgraciado destino se presentó á su
imaginación. H a ! decia 5 él morirá de d o -
l o r , cuando sepa que he sido arrojada
de una casa como indigna de protección,
y aun de lástima : que su hija Amanda
que llevaba en su c o r a z ó n , y en quien
esparaba encontrar los encantos de su
vida,, y su consuelo en su edad avanza-
da no ha obtenido la compasión, que no
se reusa al ser mas despreciable que se
arrastra sobre la superficie de la tierra^
TOM, IIL
194
y que lia perecido p o r falta de u n m i -
serable a b r i g o ; y mi pobre h e r m a n o ! tam-
bién seré para él u n manantial de mise-
ria y de desgracias- Y L o r d Mortimer
compadecerá mi destino? Ha ! no p u e d o
creerlo* E l que me ha dejado moribunda
en las manos de criaturas insensibles, y
que ha creído tan p r o n t a m e n t e á mis
calumniadores, debe tener u n corazón e n -
durecido ó inaccesible al sentimiento de
mis sufrimientos* Pero mis desgraciados
P a d r e y h e r m a n o no dudarán de mi ino-
cencia *, y me llorarán.
Esta idea de la desgracia de u n P a -
dre y de u n h e r m a n o , y la compasión
de Amanda por ellos le dieron algún
ánimo para sufrir sus m a l e s , y p a -
ra conservarse á su ternura. Otro p e n -
samiento consolador le vino también. Con-
sidero que era por una bondad especial
de la Providencia que se encontraba fuera
de la mansión de la infamia ? por su
misma espulsion, y mientras su corazón
se llenaba de reconocimiento á esta idea^
se reanimaba poco á p o c o ; ella se le—
vantó ; pero sus fuerzas no correspondie-
r o n á su resolución. L a obscuridad se
liabia hecho mas profunda , y los sende-
ros mas embarazados por las ramas y
torneos de los árboles. Después de haber
a n d a d o algún tiempo ? empezó á creer* q u e
en lugar de salir del bosque ^ se ha—
foía enmarañado m a s , y que le seria i m -
posible salir de él antes del dia. Con este
pensamiento y cediendo á su estrema fa-
tiga, buscaba u n lugar donde pudiese p a -
sar el resto de la noche ^ cuando divisó
una débil luz. Inmediatamente se puso
en el camino por el cual le l l e g a b a , y
siguiéndola llegó á la estremidad del bos-
q u e , y reconoció que la luz venia de u n
lugarcillo vecino- Ella se dirigió á aquel
punto* "Un profundo silencio reinaba en
é l , interrumpido solamente por los ladri-*
dos de algunos perros , cuyas voces ale-*
jadas tenían alguna cosa de imponente y
triste. Las luces que iban desaparecien-
do sucesivamente anunciaban que todas
las casas iban á cerrarse para toda la
n o c h e ; y aun cuando ellas estuviesen
a b i e r t a s , decía A m a n d a , no e n c o n t r a -
r é entrada en n i n g u n a , privada como me
hallo de los medios de pagar el asilo
que se me darla. Ella se estremeció á
la idea de pasar la noche espuesta á
las injurias del a i r e ; ahora s é , decia ? lo
q u e han de sufrir los desgraciados que
no tienen asilo. Ella se adelantaba poco
á p o c o , y el ruido de sus mismos pasos
la espantaba. Estaba ya muy cerca de
IQ6
la entrada del lugar cilio y á uno de sus
estrenaos, cuando delante de una pequeña
casa separada de las otras p o r unos á r -
boles viejos que la circuía 5 vio á un a n -
ciano respetable que se podía haber t e -
ando por un antiguo b ermitaño* Sus ca-
bellos blancos y claros daban sombra á su
frente; la impresión de u n profundo pen-
samiento estaba pintado en su fisonomía*
Sus brazos cruzados sobre el p e c h o , y
sus ojos llenos de una dulce m e l a n c o -
lía ^ estaban levantados hacia el cielo 9 c o -
m o hacia la mansión de algún ser que le
era querido«. y hubiese perdido. C i e r t a -
m e n t e , dijo ella, este anciano tendrá p i e -
dad de m í , y sin que él lo viese se le
acercó. T r e s veces quiso hablar, y otras
tantas se estiuguia la palabra en sus l a -
b i o s , al fin tomando ánimo artículo es-
tas palabras: T e n e d piedad de mí 5 y al
mismo tiempo cayó casi sin sentido á sus
pies* El alma del anciano estaba llena de
toda la sensibilidad que su fisonomía anun-
ciaba. Una mirada que arrojó sobre Aman-
da, renovó en él todos sus tiernos s e n t i -
mientos , y llamó su criado y á una vie-
ja su sola compañera rj para ayudarle á
conducir dentro de su casa á la joven in-
cógnita» El corazón de ia b u e n a muger
era tan humano como el de su a m o , y
*97
la Juventud, la belleza y la triste situa-
ción de Amanda ? excitaron igualmente su
sorpresa y piedad. Algún tiempo pasó an-
tes que Amanda pudiese abrir los ojos, y
en este primer momento su vista no es-
taba fija. Ah ! P a d r e mió 5 P a d r e mió , yo
n o os volveré á ver mas! Esto fué todo
lo que pudo articulan La condujeron á
u n pequeño aposento, en donde la vieja la
desnudó y puso en la cama, y permaneció á
su lado lo restante de la noche. A m a n -
da se dispertaba á menudo sobresaltada*
y en una especie de delirio pronunciaba
con h o r r o r el nombre de Belgrave como
autor de todos sus males, La mano sola
de la muerte> decia^ puede sanar la h e -
rida que ha hecho á mi corazón* N o m -
b r a b a también la Marquesa 9 llamaba en
su socorro á su Padre , y echaba en ca-
r a á Mortimer el haber concurrido á per*
derla. Ella permaneció en este estado tres
dias enteros 9 durante los cuales el a n -
ciano y la íiel criada la asistían con el
mayor cuidado. Llamaron un boticario,
y una muchacha de la vecindad la v e -
laba durante la noche. E l anciano se es-
taba muchas veces al lado de la cama
esperando algún síntoma favorable. Los
discursos incoherentes de Amanda le pe-*
ne traba a el corazón: una doloros~a sim~
*3 8
patía le hacía participar las p e r a s del cer-
razón paternal ? por el cual esta joven ma-
nifestaba tanta t e r n u r a > y suplicaba al
cielo que la reuniese con su desgraciado
Padre,
Al tercer día por la tarde después de
un largo sueno se disperto Amanda ,. h a -
biendo recobrado todo su conocimiento,
y pocos minutos después se acordó m u y
bien de todas las circunstancias que h a -
bían precedido ? y la habían puesto en
la situación en que se hallaba. Ella abrió
Ja cortina, y vio á la vieja E l e o n o r sen-
t a d a al lado de su cama»
T e m o , le dijo e l l a , con una sonrisa
lánguida, haberos causado mucha pena y
estorbo. N o , n o , respondió la buena Eleo-*
jior encantada de oiría hablar con iairtá
c a l m a , y tirando toda la cortina p a r a
observar su semblante, Amanda le p r e -
guntó después cuánto tiempo habia que
estaba en la cama. Eleonor se lo dijo,
y añadió : Vos debéis dar gracias al cie-
lo., mi querida h i j a , de haberos c o n d u -
cido en casa de mi amo 9 quien tiene mu-*
cho placer en socorrer los desgraciados*
E l cielo se lo recompense 9 dijo Amanda,
E l aposento estaba s o m b r í o , y pidió
que le abriesen los portijos* Eleonor la
satisfizo > y un rayo del sol cerca de su
ocaso alegró su corazón. Ella se acor**
daba perfectamente de la figura del h o m -
b r e venerable á quien se habia dirigido
á la puerta de la pequeña casa, y esta-
ba impaciente p o r manifestarle su r e c o -
nocimiento, Al dia siguiente se lisongeó
que cumpliría coa este d e b e r , y que e s -
taría en estado de levantarse. Su solo
deseo era juntarse con su padre* Antes
q u e pudiese dai^le parte de lo que le
habia sucedido ? resolvió instruir de ello
á su huésped 5 esperando que este h o m -
b r e benefactor le proporcionaría medios
de pasar á I r l a n d a , ó que si no p u d i e -
se ayudarla en esto , le daria tiempo de
escribir á su P a d r e ? auque tenia m u c h a
repugnancia á tomar este último partido^
temiendo el terrible efecto que tal noti-
cia le producirla.
Al dia siguiente ^ contra el parecer de
E l e o n o r , Amanda se levantó ? y luego que
se vistió 9 envió á pedir á Mr. Hawell,
cuyo n o m b r e acababa de decirle E l e o -
n o r 5 el permiso de verle.
Ella bajó á un aposento en el piso lía-
no. Desde la ventana se veían un n ú m e -
r o de casas blancas apoyadas contra unas
cuestas elevadas, cubiertas hasta su cima
de árboles que empezaban á tener ojas*
Delante de las casas habia tiñ riachuelo
200
de agua corriente y pura > en donde unas
-jóvenes lavaban la ropa s y otras la t e n -
dían sobre las hayas , unas y otras divir-
tiendo su trabajo, cantando ? conversando
y riendo juntas.
Dichosas criaturas! eselamó Amanda^
al pie de las montañas que os han vis-
t o nacer 5 estáis al abrigo de los v i -
cios ^ de las locuras y miserias del g r a n -
de mundo. Los floridos senderos por don-
de pasáis,, no están sembrados de lazos |
Tuestros corazones no conocen las a g o -
gías ; y la maldad de los hombres no
marchita antes de tiempo la flor de vues-
tra juventud*
E l anciano pareció é interrumpió las
reflexiones de Amanda t Cuando él vio que
Amanda volvía su cara hacia él 5 y con
tm aire de dulzura angélica esparcida en
todos sus rasgos tenderle sus manos dé-*
biJes y suplicantes, y manifestarle con
una voz dulce y sensible todo su r e c o -
cocimiento , no pudo contener su c o n m o -
ción : él apretó dulcemente las mano* de
Amanda entre las suyas; las lágrimas cor-
rían sobre su cara y esclamó; Doy gra-
cias al benéfico autor de la naturaleza,
que conserva y reanima esta hermosa floi\
U n profundo suspiro de Amanda dio
tes Limo ni o al anciano de cuan conmovió
da estaba p o r los sentimientos que le
maniefestaba- E l contuvo la espresion de
su sensibilidad ? para no afectar con d e -
masiada fuerza la de Amanda,
Cuan dulce e s , dijo ella, encontrar
compasión en la desgracia f pero yo seria
humillada si la obtenía sin haber c o n -
seguido al mismo tiempo vuestra estima-
ción 5 y siento que no pueda tener d e r e -
cho alguno á ella* antes de haberos es-
plicado el modo con que he caido en la
situación en que me veis. E n seguida le
dio á conocer su familia y todos los su-
cesos de su vida,
A h ! mi querida hija,, le dijo eí ancia-
no después que hubo terminado su nar-
r a c i ó n , vos tenéis mucha razón de sen-
tir el haber conocido á Bel grave: pero el
mal que os ha hecho sufrir será ^ yo lo
espero ^ pasagero 5 y el que él me ha h e -
c h o durará toda mi vida. Vos parecéis
sorprendida. A h ! sin él una hija tan ama-
ble y tan buena como Miss Fitzalan c o n -
solaría mi vejez; vos tenéis, yo lo ve<?,
demasiada reserva y delicadeza para m a -
nifestar la curiosidad que os i n s p i r o ; p e -
ro no vacilaré en satifacerla. Mi historia
os hará derramar lágrimas; pero los toi*-*
nientos de nuestros semejantes nos a y u -
d a n á sufrir los nuestros.
302

CAPITULO VIII.

ace muchos años que vine á estable-


cerme en este pueblo esíraviado» Yo me
r e t i r é á él para alejarme de u n m u n d o
en que los vicios me habían hecho p e r -
d e r el bien mas querido de mi corazón.
Dos hijos divertían mi soledad ^ y e d u -
cándolos virtuosos olvidaba la mitad de
mis penas. Mi hijo teniendo ya alguna
instrucción le envíe á O x f o r d ; u n amigo
m e habia prometido p r o c u r a r l e alguna
colocación en el estado eclesiástico- P e r o
mí hija estaba destinada al retiro ? no solo
p o r el motivo de mi poca fortuna , sino
p o r mi íntima convicción de que era el
mejor medio de asegurar su felicidad*
Juliana era de u n carácter dulce y fe-
liz* Ella no conocia mayor dicha que
contribuir á la m í a , ni otros placeres
q u e los del pueblo ^ y era en fin u n a de
las mas alegres y mas amables m u c h a -
chas del cantón. U n día ^ dia fatal! le
permití ir con algunas otras compañeras
jóvenes á vai baile campestre que daban
los parientes de Belgrave á sus arrenda-
dores viniendo á establecerse á W o o d -
H o u s e , de donde habia mucho que ha--
b i a n estado ausentes. Las gracias de m i
¡ao3
hija atrajeron b i e n pronto la atención
del hijo de la casa. A u n q u e joven, era
ya un libertino declarado. E l ejemplo
del P a d r e h a b i a corrompido t e m p r a n a -
mente al h i j o , cuyas disposiciones eran
ya viciosas. E n seguida formó u n p r o -
y e c t o infame , cu3~a ejecución la facilita-
b a la obscuridad de nuestra situación.
Desde este momento buscó todas las
ocasiones de ver á mi hija. Yo tuve lúe*
go sospechas ó mas bien t e m o r e s , pues
n o conocia la c o r r u p c i ó n de Belgrave; pe-
r o sabia bien que u n a afición entre él y
mi hija haria la desgracia á mi Juliana,
p o r causa de la desigualdad que la for-
t u n a habia puesto entre ios dos. No me
era difícil convencer á mi hija de los pe-
ligros q u e habia en prestarse á semejan-
te pasión ; pero a h ! veía con dolor que
esta convicción traspasaba su corazón.
B e l g r a v e , afectando siempre una g r a n
dulzura y delicadeza, habia hecho en su
corazón una impresión que no era posi-
ble b o r r a r l a . Sin embargo resolvió hacer
todos los esfuerzos ¿ y tomar todos los me-
dios que la p r u d e n c i a podia sugerirle pa-
r a c o m p l a c e r m e alejándose de Belgrave»
Esta c o n d u c t a y el cuidado que yo t e -
nia con ella , le convencieron luego que
seria difícil ad ormecer mi vigilaíifcia ó se-
so
4
ducir su inocencia: y viendo que no po-*
dia conseguir ni v e r l a , ni hacerle r e c i -
bir sus cartas 9 al marcharse sus p a r i e n -
tes de W o o d - H o u s e , fingió que también
se iria con ellos.
Juliana al saber su m a r c h a , p r o c u r ó
sugetar su disgusto- pero las lágrimas q u e
le escapaban y su palidez anunciaban el
estado de su alma. Yo no os diré lo que
sufría yo cuando veía á ella penar- Mi
compasión estaba mezclada de algún res-
peto por su virtud j viendo á u n corazón
tan joven combatir así una pasión viva
desaprobada de su P a d r e . E l dia de la
marcha de Belgrave", á la tarde , estando
mas libre por haberse alejado el h o m b r e
que estaba obligada evitar ? fué a p a s e a r -
se sola^ é impelida puede ser de una es-
pecie de instinto, tomó el camino de W o o d -
House. Ella anduvo errante p o r las p a r -
tes mas espesas del b o s q u e , y allí exaíó
sus sentimientos que no podía reprimir.
L a obscuridad del bosque se aumentaba
con las cercanías de la noche. Al r e d e -
dor de ella reinaba una profunda calma^
m u y propia para alimentar pensamientos
tristes y tiernos. E l nombre de Belgrave
salía de su b o c a : y se quejaba de estar
separada para siempre de él- U n ruido.
repentino se oyó detras de ella y en el
205
miismó instante vio á Belgrave á sus pies
esclamando : Ya estamos reunidos^ mi que-
inda Juliana ? para no separarnos mas. Er¿
su sorpresa y turbación tuvo m u c h a d i -
ficultad para defenderse de sus caricias»
Cuando ella hubo vuelto en sív él la di-
jo que venia p a r a hacerle proposiciones
honorables 5 pero que para llenar sus in-^
tencions ex^a preciso que le siguiese.
Ella se puso pálida á @sta proposición^
y declaró que jamas consentiría á un ma*
trimonio clandestino. No se desalentó p o r
eso Belgrave: conocía el poder que tenia
sobre el corazón de J u l i a n a , y este c o -
nocimiento daba mucha fuerza á sus ar«*
g u m e n í o s , y consiguió alterar y trastor-
n a r la resolución de mi desgraciada hija*
Ya habéis hecho , le decia él 5 u n sacri-^
ficio suficiente al deber filial j ahora d e -
béis alguna cosa á u n amor como el mió,
que me hace arrastrar los mas graves in-
convenientes- Como yo no tengo la edad
que requieren las leyes para contraer un
empeño > no podemos dispensarnos de pa-
sar á Escocia para unirnos. Yo ciertamen*
te daría parte de este proyecto á vuestro
P a d r e , sino temiese su escrupulosa deli-
c a d e z a , y las ideas exageradas que él se
hace de la autoridad p a t e r n a l ; en fin él
dio á Juliana su palabra de honor que
S2 0&
2a volvería á conducir á su Padre i n m e -
diatamente después de la ceremonia. Sus
argumentos insidiosos 9 las espresiones de
su ternura y la secreta inclinación que m i
hija le t e n i a , la persuadieron en fin y
la determinaron á m a r c h a r con él a q u e -
lla misma noche.
M e e s imposible pintaros mi desconsuelo,
cuando á la mañana siguiente en l u g a r
de rni hija encontré una carta en que m e
instruía de su evasión; basta deciros que
esperimenté todas las agonías de un P a d r e
t i e r n o , temblando p o r eí honor y la f e -
licidad de una hija querida: ellas fueron
tales que habría caído bajo su peso sí hu-
biesen durado mas tiempo. Pero Belgra—
ve según su promesa volvió á c o n d u c i r -
m e á mi hija al cabo de algunos días,,
Estaba u n día solo sumergido en la t r i s -
teza ? cuando la vi arrojarse á mis pies
sostenida p o r -Belgrave, que se me presen-
tó como su esposo* Yo recibí á mi hija
en mis débiles brazos, y levantándola le
ofrecí el corazón lleno de un piadoso
reconocimiento al cielo que me la volvía
p u r a . Sin embargo no podia dejar de sen-
tir que su unión hubiese sido clandestina:
instaba á Belgrave que escribiese á su Pa-
dre en los términos mas sumisos para o b -
tener su consentimiento» É l me lo pro-*
S07
metió ^ pero dándome parte del temor que
tenia de no poder l o g r a r l o , me pidió que
en caso de reusarlo su Padre le guarda-
se su m u g e r en mi casa hasta que h u b i e -
se llegado á la edad que se requería* S a
da ai anda me fué muy dulce 5 y un mes se
pasó en que yo gozaba u n a perfecta fe-*
licidad, turbada solamente p o r el pesar de
no recibir carta de su P a d r e . Al espirar
este término Belgrave me dijo q u e era me»
nester que fuese á juntarse con su r e g i -
miento; pero que él volvería inmediatamen-
te ? prometiendo también escribir á su es«
posa y á mí.
Con todo se p a s a r o n quince dias sin
que recibiese n i n g u n a noticia. Juliana es-
taba i n q u i e t a , p e r o su solo temor era üe
que estuviese enfermo. Esíabamos dcsa-
j u n á n d o n o s una mañana 5 cuando oímos
u n carruage detenerse á nuestra p u e r t a .
Ya está aquí! ya está a q u í ! esclamó Julia-
na 5 corriendo a la puerta que ella abrió.
P e r o cuál fué su sorpresa viendo en l u -
gar del hijo Belgrave al Padre., cuyo a i -
re altanero y severo anunció anticipada-
mente su desgracia* A h ! él nos hizo co^
nocer prontamente el objeto de su visita*
Nos dijo que venia para hacer anular el
matrimonio de Juliana con su hijo, Mí
hija protestó que creía que ningún medio
so8
podía operar en esta separador), á la cual
el honor y la ternura de su hijo Belgra-
ye no se prestarían jamas.
No os iisongeeis de ello , irii joven Se-*
ñ o r a , le dijo con una maligna sonrisa ; Bel-
grave ? vuestro querido BeJgrave de quien
os creéis tan tiernamente a m a d a , es el mis-
ino que me ha autorizado á venir á decía-
raros la intención que tiene de hacer rom-
p e r su casamiento por la razón de no t e -
ner la edad que se requiere.
Juliana no pudo oir mas; ya cayó des-
mayada en. los brazos de su desgraciado
Padre, O qué situación fué la mia c u a n -
do oí á mi corazón decirme que era cruel-
dad volverle la vida! Ella en efecto r e c o -
bró sus sentidos , pero para sentir mas
cruelmente su desgracia, Su casamiento
fué a n u l a d o , y su salud y felicidad la aban-
donaron* Con, todo yo la veia esforzarse
p o r amor de m í , y soportar el peso de su
triste existencia* Se emplearon inútilmen-
te todos los socorros del a r t e ; u n dolor
profundo y arraigado era causa de su
muerte 5 que ningún remedio podia com-
batirlo* O ! cuántas veces me levantaba á
media noche para escuchar desde la p u e r -
ta si aun respiraba! Cuántas veces oyen-
do sus gemidos convulsivos me acusaba do
egoísmo por desear la continuación de uua
vida que no era para ella sino una p r o -
longación de horribles tormentos! S í , al
espectáculo de sus dolores á menudo di-
je : Mi D i o s , yo os la vuelvo ^ pues es
cierto que solo en vos puede hallar su.
dicha. Pero a h ! la débil nalux^aleza vol-
vía pronto á llevárseme mi resignación^
y postrado conjuraba al cielo que me
dejase á mi h i j a , ó terminase mis días
con los suyos.
Ella me vio un dia mas abatido de
lo o r d i n a r i o , y me propuso que la c o n -
dujese á pasear con el pensamiento que
haciendo ella misma algún esfuerzo, me
daría un poco de ánimo ; pero cuando
vi á mi pobre bija en la flor de su
edad no poder sostener su débil m á q u i -
n a ; cuando la vi no poder dar un pa-
so sin apoyarse en mi débil brazo 5 mi
corazón se despedazó. E n vano quería
ella confortarme; yo apartaba mi s e m -
blante y lloraba. Ella propuso ir hasta
.Wood-House. Apenas estuvimos á la vis-
ta 9 que no pudo ir mas adelante ^ y nos
sentamos. Había u n momento que está-
bamos allí cuando vio salir del bosque
á Belgrave con una joven que ella c o -
nocía ser bija del Conserge. La familia-
ridad con que parecían estar juntos.
jao dejaba duda alguna de sus conexío-
TOMo ni* O
r
AÍO
nes. E l semblante ¿le Juliana tomó u n a
palidez mortal. Ella se levantó., y nos
volvimos juntos á casa, de donde en me-
nos de tina semana fué llevada al se-
pulcro.
O c h o años ? continuó él después de
una pausa 5 se h a n pasado desde su
m u e r t e , y su m é r i t o , su belleza y sus
desgracias viven aun en la memoria de
los habitantes del pueblo y en la mia.
Yo no dejo mala hierba alguna m e z -
clada al espeso césped que c u b r e su
t u m b a . A la parte en que reposa su ca^
b e z a , h e plantado un rosal en donde las
flores echan sos capullos 5 se a b r e n y
m u e r e n en esta tierra sagrada* Mi hija
lia bajado al sepulcro antes que y o , y
espero que ella me ayudará á bajar mas
dulcemente. Ya la veo en todos los l u -
gares que me circuyen. Los .adornos de
este pequeño aposento son todos obra de
m a n o s , convertidas m u c h o tiempo ha en
triste polvo. E s en esta cama.... Aquí se
le escapó u n profundo suspiro y m u -
chas lágrimas* E n esta cama > continuó,
h a dado su último suspiro, y yo el ú l -
timo beso i sus labios fríos.
E n ía calma de las n o c h e s , c u a n d p
todo descansa 5 yo tengo gusto en c o n -
templar este cielo 9 en el que creo q u ^
31 í
l i a b í t a , y en el que prontamente me
reuniré con ella. Sin esta esperanza <> yo
seria de todos los seres que r e s p i r a n , se-
guramente el mas desgraciado. O ! qué
crueles son los hombres «> que levantan-
do dudas sobre una vida futura, destru-
yen una tan dulce esperanza! Hijos del
error*, tened encerradas en vuestros c o -
razones vuestras impías d u d a s ; no a r r a n -
quéis por una barbarie sin objeto á los
desgraciados su último consuelo; c u a n -
do este m u n d o no es mas para ellos que
u n lugar desierto y desolado; cuan dul-
ce les es pensar que hay otro en que
todo es felicidad ! Guando lloramos la
pérdida del objeto de nuestra tierna a li-
ción , qué alivio es pensar que nos r e u -
niremos u n dia con él! Este día ha e n -
cuerado muchas veces mis lágrimas , y
detenido mis suspiros. Q u é digo? me ha
dado algunas veces una especie de a l e -
gría ? y hasta en la t u m b a que encier-
ra ios restos de mi querida J u l i a n a , he
asclamádo : O muerte ? dónde está tu.
victoria? dónde están tus temibles fac-
ciones? Yo los desafío 9 pues que tengo
la certeza de volver á ver al^un dia á
mi hija.
Amanda derramó lágrimas de una
tierna compasión p o r la suerte de ,íu-
liana 9 y sintió todos los dolores del des-
graciado P a d r e , cuya narración acrecen-
lo su reconocimiento al cielo que a c a -
baba de arrancarla de las manos de un
monstruo de perfidia y c r u e l d a d , como
lo era Belgrave.
Howell disipó las inquietudes que te-
nia sobre los medios de volver al Jado
de su P a d r e ? asegurándole que no sola-
mente la proveería del dinero necesa-
rio para su v i a g e , sino que la acompa-
ñaría hasta P a r k - G a t e ,
Este nombre de Howell había hecho
impresión a Amanda. Ella no había o l -
vidado á su joven amigo del país de
G a l e s , y preguntó á Howell si era pa-
riente de un ]óven ministro que liabia
conocido en las cercanías de Tudor—
Hall 5 y supo con un estremado placer
que el anciano era su Padre, La d u l -
zura de carácter de E n r i q u e le hace
propio para la carrera que ha a b r a s a -
do ; ella le aparta de la disipación y
de las pasiones del $¡ran mundo. E l
pastor tiene la sencillez de su reba-
ño.
Amanda solo quiso dedicar dos dias
% reparar sus fuerzas. Howell hizo v e -
nir una silla fi en la que se puso con ella
muy de mañana. L a buena E l e o n o r , des-
á 13
pues de haberle prestado de sa guarda-
r o p a algunas frioleras^ la acompañó coa
sus deseos políticos. E l cementerio esta-
ba cerca de un cuarto de legua distan-
te del pueblo. Solo estaba sepai^ado del
camino p o r una -pa<red baja y arruinada.
Árboles viejos daban somhr a a los s e -
pulcros cubiertos de césped 9 y daban á
este recinto un aspecto sombrío y r e l i -
gioso* V e i s , dijo Howell á Amanda t o -
mándole la mano y bajando el vidrio
de la portezuela ^ veis la cama donde
descansa mi Juliana ?
E l sepulcro en efecto se distinguía
de los otros por un rosal á quien el
viento fresco de la mañana agitaba las
Miojas , y u n espeso césped le c a b r i a .
Amanda le vio con un sentimiento de
profunda tristeza 9 pero que prohibía ma-
nifestar para no aumentar el de su des-
graciado Padre. E n cuanto á Howell sus
lóorimas corrían sobre sus mesillas ar~
rugadas por la e d a d , y esclamó: allá
reposa el objeto que me fué tan q u e -
rido*
L a debilidad de Amanda no pernii-
tia viajar con mucha presteza. Ella hir.o
una noche por el camino ? y al dia si-
guiente llegó á P a r k - G a t e con gran sa-
tisfacción suya ? pues hasta allí había t e -
*iido temores que Belgrave ftü la persi-
guiese* U n paquebot debía salir á las
cuatro de la tarde. Ella hizo una lige-
r a comida con su nuevo y benéfico ami*
g o ; y se despidieron uno de otro der«=*
ramando aun muchas lágrimas. A m a n ^
da le prometió escribirle luego que
hubiese llegado. Después de haber-
la el mismo conducido á la lancha^
tuvo sus ojos sobre ella hasta que en—
tro en el p a q u e b o t e ; y vuelto á la po«
sada^ se puso en marcha para restituirse
á su casa 5 satisfecho su corazón de h a -
b e r aliviado las penas de una persona
desgraciaciada 0

UN D E L T O M O III.

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