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ARTURO HUAYTALLA

CUANDO LOS
CERROS BAJAN
Estudio de la violencia delictual en dos barrios limeños:
los cerros San Cosme y El Pino
Cuando los cerros bajan

Estudio de la violencia delictual


de dos barrios limeños:
los cerros San Cosme y El Pino

Arturo Huaytalla
Cuando los cerros bajan
© Arturo Huaytalla
© Instituto de Defensa Legal – IDL
Área de Seguridad Ciudadana
Av. Pardo y Aliaga 272, San Isidro, Lima, Perú
http://www.seguridadidl.org.pe/

Primera edición, marzo de 2017

Impresión: Imprenta Jesús Bellido Mayoría


Los Zafiros 244, La Victoria, Lima
Marzo 2017

Tiraje: 1000 ejemplares

Corrección de estilo: José Carrillo


Diagramación: Lupe León
Diseño de carátula: Leslie Moreno

ISBN: 978-612-4136-13-9
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2017-03120
Impreso en el Perú

Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de Cities Alliance, a través


del proyecto Más información para más seguridad ciudadana-ciudadanos,
municipalidades y policías informados para una mejor gestión local
de la seguridad ciudadana en Lima y Callao. Las opiniones expresadas
pertenecen al autor y no necesariamente refleja el punto de vista de la
institución mencionada.
A Marcos Eslava,
cuya memoria resistió piedras y las estadísticas del crimen.
Cien advertencias autorizadas nos previenen y ponen en
guardia: el Mediterráneo no es esto, ni es aquello, ni lo de
más allá; no es un mundo que se baste a sí mismo,
no un prado con lindes bien definidas.
Fernand Braudel:
El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II
Indice

Presentación 13

Introducción 17

Capítulo 1. Discusión teórica y estudios de


la delincuencia en el Perú 27

1.
El punto de partida 29

1.1 Teoría de la desorganización social y eficacia colectiva 29


1.1.1 Eficacia colectiva: confianza, cohesión social
y control social informal 32
1.1.2 Cohesión social y confianza 32
1.1.3 Control social informal 32
1.1.4 Estabilidad residencial 33
1.2 Crítica de la teoría de la desorganización social 33
1.3 Una aproximación al barrio 34
1.4 Precisiones sobre la violencia y el delito 36

2. Los cambiantes abordajes de los estudios de la delincuencia


en el Perú 39

2.1 Consideraciones 39
2.2 Inicio de los estudios de la delincuencia y el problema
de la integración de los indios (fines del siglo XIX hasta
los años 30 del siglo XX) 40
2.3 Escasos estudios de la delincuencia y el problema trasladado
(inicios de los años 40 y fines de los años 60) 43
2.4 Emergencia de los estudios críticos de la delincuencia
(fines de los años 60 e inicios de los años 90) 44
2.5 Estudios de las delincuencias abordadas desde la identidad
y la cultura (inicios de los años 90 y comienzo del siglo XXI) 47
2.6 Posicionamiento de la problemática (inicios del siglo XXI
hasta el año 2014) 50

Capítulo 2. Espacio histórico-social de los barrios


San Cosme y El Pino 57

1. El distrito de La Victoria 61

1.1 La primera invasión planificada del Perú:


el Cerro San Cosme 63
1.2 El barrio más alto de La Victoria: el Cerro El Pino 65
1.3 San Cosme y El Pino: historias encontradas
con los mercados 67

2. Delincuencia en los barrios: distancias y cercanías 74

2.1 Distribución espacial de la inseguridad dentro del barrio 74


2.2 ¿Cuán afectados se encuentran los barrios? 77
2.3 La “seguridad” en los mercados del entorno
de San Cosme y El Pino 81
2.4 Caracterizando la violencia delictual 90
2.4.1 Percepciones de inseguridad y seguridad 92
2.4.2 Victimización 95
2.4.3 El caso de Josué y los robos en El Pino 98
2.4.4 Control social y población penal 102
2.4.5 Muertes violentas: homicidio, feminicidio,
infanticidio y suicidio 105

Capítulo 3. Desorganización social y barrios 115

1. Resultados de escalas y estabilidad residencial 117

1.1 Estabilidad residencial 117


1.1.1 Identificación con el barrio y estabilidad residencial 124
1.2 Eficacia colectiva 128
1.2.1 Control social informal 129
1.2.2 Cohesión social y confianza 133
1.3 Densidad de vínculos y asociatividad 134
1.3.1 Densidad de vínculos 135
1.3.2 Asociatividad 138

Capítulo 4. Los actores en el barrio 145

1. Las organizaciones vecinales más importantes


de San Cosme y El Pino 147
2. Intervención de las dos organizaciones más importantes
dedicadas a la seguridad 160
2.1 San Cosme y el gremio resocializador de La Victoria
y alrededores (Greva) 160
2.1.1 Exinternos y una organización mediática 160
2.1.2 Los orígenes de Greva 161
2.1.3 La organización de Greva 163
2.1.4 Por qué forman parte de Greva 167
2.1.5 ¿Qué hacen? 169
2.1.6 Los riesgos 178
2.2 El Pino y la Junta Vecinal de Seguridad Ciudadana 181
2.2.1 Composición social de la Junta Vecinal de Seguridad
Ciudadana 181
2.2.2 El trabajo de la Policía y la Junta Vecinal de Seguridad
Ciudadana en El Pino 183

3. La primera evaluación en perspectiva comparada:


Percepción de seguridad y confianza hacia la Policía 197

Capítulo 5. Construcción escrita de barrios “peligrosos” 211

1. Diarios y “barrios peligrosos” 213

2. Noticias de San Cosme y El Pino: ¿qué dicen los medios de


comunicación escritos? 216
2.1 En números: noticias negativas y no negativas 217
Cuando los cerros bajan

2.2 En cualidad y forma 221


2.2.1 Actores, acciones y espacios 221
2.2.2 Actores dentro y fuera del barrio que producen noticias 223
2.2.3 El lugar de los barrios en las noticias 225
2.2.4 Estilos de narración: entre el involucramiento
emocional y la prosa estilizada 227
2.2.5 Lo que dicen las imágenes 228

3. ¿Qué responden los actores sobre la lectura de los medios


de comunicación? 233

Conclusiones 237

Bibliografía 245

Anexo 265
Metodología de estudio 267

12
Instituto de Defensa Legal
Presentación

El problema de la inseguridad ciudadana y el crecimiento del


delito es –qué duda cabe– uno de los principales problemas de
nuestro país. De hecho en los últimos tiempos las estadísticas de
la criminalidad o las encuestas que miden la percepción ciudada-
na dan cuenta, de un lado, de que se está produciendo un serio
empeoramiento del problema, y de otro lado, que las autoridades
tienen muy pocas ideas de cómo enfrentar este fenómeno, el cual
puede inclusive ir aparejado de un sustancial conocimiento del
mismo. En este asunto el panorama no es el mejor.

Por ello el libro que ahora presentamos Cuando los Cerros Bajan,
de Arturo Huaytalla, integrante del Área de Seguridad Ciudadana
del Instituto de Defensa Legal-IDL, es un aporte sustancial al
conocimiento y entendimiento de esa realidad que ha estado cam-
biando delante de nosotros, pero que no necesariamente hemos
estado percibiendo. El libro es la tesis de licenciatura del autor
en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos y ello le otorga un valor adicional como
resultado de una seria investigación alentada por la propia
universidad y el IDL.

El texto plantea un análisis muy profundo y cercano de las


realidades de dos lugares característicos de La Victoria: el Cerro
El Pino y el Cerro San Cosme, como lugares emblemáticos de zo-
nas calientes y de actividad delictiva en la ciudad. Ello a partir de
un enfoque particular que el autor pretende demostrar, en el sen-
tido de que los muy diversos análisis del problema del delito y
de la inseguridad ciudadana se han enfocado y concentrado en
el propio delito, en la víctima y muchos otros en el victimario.
Ese enfoque no necesariamente es equivocado, pero en el texto 13
que presentamos el autor pretende hacer prevalecer un enfoque a
Cuando los cerros bajan

partir del lugar en el que se cometen los actos delictivos o ilegales.


Por ello ha escogido para su análisis dos lugares con las caracte-
rísticas de los mencionados.

El autor nos propone seriamente la existencia de diferentes


elementos propios de cada lugar que son determinantes para la
existencia de actividades delictivas o ilegales. En buena cuenta
este enfoque lo que nos plantea es la urgente necesidad de procesar
un conocimiento certero y muy concreto de la realidad social en
la que se desenvuelven las personas y de las circunstancias que
tornan determinantes para la realización de diversas actividades
delictivas, las cuales con el pasar del tiempo se han convertido
–como es el caso de El Pino y San Cosme- en una presencia cons-
tante en dichos barrios, lo cual ha terminado por configurar una
dramática realidad social.

El presente trabajo busca orientar al lector especializado en


una dirección que indica que en una urbe compleja como Lima la
delincuencia se encuentra distribuida de manera desigual y por
ello se suele concentrar en algunas áreas urbanas, que pueden ser
pequeños territorios –como El Pino y San Cosme- que son conocidos
como barrios, en los que se concentra un alto nivel de violencia e
inseguridad a pesar de su limitado tamaño.

El autor, uno de los jóvenes conocedores de la problemática


de la inseguridad en el Perú, persiste en la tesis que pretende
corroborar señalando que esta investigación, va más allá de expli-
caciones estructurales, que suelen utilizar las variable de pobreza,
desempleo, malas condiciones educativas, la angustiante falta de
valores, la informalidad y la propia desigualdad para explicar la
violencia delictual y frente a ello destaca de manera especial los
factores y circunstancias del lugar en el que ocurren los delitos y
la violencia.

En el texto de esta publicación se refiere que la violencia


delictual en los barrios de San Cosme y El Pino obedece a factores
propios del lugar, los cuales pueden ser definidos como mecanis-
mos barriales, y que pueden prevenir o desarrollar conductas de
14 violencia delictual. Para el autor la realidad concreta y específica
de los barrios será determinante en cada caso concreto. Lo que

Instituto de Defensa Legal


propone es que el barrio debe ser entendido como un fenómeno
indispensable de entender y de estudiar para poder tener alguna
posibilidad de resolver o enfrentar el problema de la inseguridad.
Si no es así las alternativas serán muy complejas.

De hecho uno de los ejemplos que el texto nos propone en esa


necesidad de conocer el barrio es cuando el texto analiza los dife-
rentes tipos de respuesta que las autoridades y los propios vecinos
han ideado y ejecutado para enfrentar el problema del crimen y de
la inseguridad. Alternativas como las llamadas Juntas Vecinales u
otras no han tenido la misma suerte y la misma utilidad. ¿Por qué
es posible esto en dos lugares que solo están separados por unas
pocas cuadras en el mismo distrito? Las voces tradicionales desde
el Estado y algunos especialistas podrían sugerir que en ambos
lugares –El Pino y San Cosme- el problema es la inseguridad a
secas y por lo tanto lo único que queda por hacer y ejecutar son
protocolos de intervención policial y el problemas estará resuelto.
Este trabajo demuestra que la realidad es inmensamente mucho
más compleja y que quien decida enfrentar este fenómeno debe
atender prioritariamente el conocimiento de aquel ámbito social
en el que desarrollará sus políticas o iniciativas.

Estamos seguros que esas complejidades del problema de la


inseguridad pública podrán ser mejor atendidas con las propuestas
de esta publicación.

Lima, noviembre de 2016

Carlos Rivera Paz


Director del Instituto de Defensa Legal

15
Instituto de Defensa Legal
Introducción

La delincuencia constituye hoy el principal problema de América


Latina y el Perú, (Latinobarómetro, 2013). En este contexto, el Perú
tiene una de las tasas más altas de victimización si se lo compara
con los 24 países donde se aplica la encuesta del Barómetro de
las Américas (LAPOP, 2015). Aunque la tendencia parece mostrar
que la delincuencia se hace más violenta, mientras que en Lima
Metropolitana el temor a ser víctima de algún delito supera a 22
ciudades de América Latina y el Caribe (LAPOP, 2012), donde 9 de
cada 10 personas piensan que pueden ser víctimas de algún delito
(INEI, 2014). Sin embargo, estas cifras no son homogéneas en el
interior del país y las discusiones no parecen haber encontrado
explicaciones concluyentes y, menos, respuestas eficaces.

La literatura del siglo xix y parte de la del xx se dedicaron a


explicar solo a víctimas y victimarios, dejando de lado el espacio
donde se genera o produce el delito. A contracorriente, la “ecología
del delito” en sus diferentes variantes sostiene que la delincuencia
está distribuida de manera desigual y tiende a concentrarse en
algunas áreas urbanas (Shaw y Menckay, 1942), en pequeños
territorios denominados “barrios” donde se registra un alto nivel
de violencia a pesar de su tamaño. Esto lleva a considerar el asunto
del lugar y la delincuencia. Por ejemplo, Weisburd (2012) concluyó
que la mitad de los delitos cometidos en Seattle —la ciudad más
importante de Washington— se producen en tan solo el 5,6% de los
segmentos de la calle de esa ciudad. La conclusión de Weisburd,
como la inmensa producción que viene realizando la “ecología
del delito”, lleva a plantear los factores que permiten explicar la
concentración de la violencia delictual en algunos lugares definidos
como barrios. 17
Los barrios de San Cosme y El Pino son dos de los más
Cuando los cerros bajan

emblemáticos de la ciudad de Lima. La historia del primero


empieza en 1946 y se considera la primera invasión planificada
por personas organizadas en una propiedad privada. Por su
parte, El Pino fue inicialmente constituido como una cooperativa
en 1967, y en 1972 se convirtió en “Pueblo Joven”. Ambos
comparten mercados, historia y la connotación social de ser
“muy peligrosos”. En general, predomina la imagen de ser
lugares donde las agresiones físicas ocasionan muertes, campea
el robo, las violaciones sexuales son frecuentes y la venta de
droga se encuentra extendida. Ciertamente, en la mayoría de
barrios puede estar ocurriendo lo mismo, pero existe un mínimo
consenso acerca de que esta problemática es más grave en San
Cosme y El Pino. Más aún: denotan inseguridad no solo para sí
mismos sino para los barrios vecinos.

Casos como los de San Cosme y El Pino, ubicados en el distrito


de La Victoria, no son excepcionales, pues más que irregularidades
parecen ser escenarios de problemas que concitan gran interés y
se tornan críticos en distintos sitios. Visto de este modo, es posible
encontrar más similitudes que diferencias con el resto de barrios
de Lima, algunas partes del Perú y América Latina. Diferencias
que preocupan y afectan económicamente, modifican prácticas
cotidianas e impactan sobre el crecimiento urbano y, a su vez,
abren paso a la segregación y desconfianza. En ese sentido, este
trabajo busca ir más allá de las explicaciones estructurales que
utilizan variables como pobreza, desempleo, baja educación, falta
de valores, informalidad, consumo y desigualdad para explicar
la violencia delictual; por el contrario, se detiene en explorar los
factores propios de los mismos barrios que contribuyen a la
presencia de la violencia delictual.

Título, objetivos y metodología

Esta publicación es una versión corregida de la tesis de


licenciatura elaborada por el autor para optar por el título de
sociólogo en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Aunque la tarea de convertir la
tesis en libro no ha demandado grandes modificaciones, se optó
18 por cambiar el título original.
Uno de los cantantes populares de música chicha más reconocidos

Instituto de Defensa Legal


ha sido Lorenzo Palacios Quispe, Chacalón. Sus conciertos convocaban
a un contingente de personas de distintos barrios. Se decía: “cuando
Chacalón canta, los cerros bajan”. Luego de su partida, los cerros
y barrios continuaron bajando, ahora, supuestamente, por la
delincuencia. Por eso el título Cuando los cerros bajan.

La investigación se ubica entre los trabajos exploratorios de


tipo descriptivo con aproximaciones explicativas. Aborda de
modo flexible una realidad-problema. Se trata de caracterizar
el estado de la violencia delictual en dos barrios que tienen una
connotación social de “peligrosos”. Indaga en las relaciones
sociales que se producen en el barrio (control social informal,
estabilidad residencial, cohesión social y confianza, densidad de
vínculos y asociatividad), sin perder de vista los lazos sistémicos
(mercado y medios de comunicación).

El trabajo tiene por objetivo explicar los factores internos,


propios del barrio, que permiten que la violencia delictual se
mantenga. Para responder a este problema se optó por construir
preguntas en tres dimensiones, una de las cuales contiene tres
aspectos. Las dimensiones son: una revisión conceptual básicamente
bibliográfica, un análisis sistémico desde una exploración
hemerográfica y un análisis intrabarrial. El análisis intrabarrial se
descompone en tres aspectos: a) características sociodelictuales de
ambos barrios; b) relación entre violencia delictual y mecanismos
barriales definidos como estabilidad residencial, eficacia colectiva
(control social informal, confianza y cohesión social) y densidad
de vínculos y asociatividad; y, c) organizaciones que intervienen y
comparten expectativas sobre la idea de seguridad.

Para responder a estos aspectos y dimensiones se aplicó una


metodología combinada, que recogió la voz de los sujetos de
forma individual y a la vez colectiva en un sentido profundo,
de manera que se puso a flote la problemática en su verdadera
dimensión. Así el trabajo logró combinar lo cualitativo (sentidos)
y lo cuantitativo (datos objetivables), con la finalidad de contar
con —y utilizar— diversos medios para comprender el problema.
Con ese fin se aplicaron una encuesta, una entrevista y un análisis
hemerográfico. Los resultados obedecen al trabajo de campo 19
ejecutado durante todo 2014 y parte de 2015, aunque se venía
Cuando los cerros bajan

haciendo el seguimiento desde mediados de 2012.

Se utilizó una encuesta probabilística a una muestra de 450


personas, 231 en San Cosme y 219 en El Pino, lo cual arrojó un
nivel de confianza del 95% y un margen de error de ± 4,6%. Este
instrumento, aplicado en 2014, ofreció información sobre victimi-
zación, percepción de inseguridad, estabilidad residencial, inci-
dencia delictiva, e hizo posible el establecimiento de correlaciones
entre las categorías denominadas densidad de vínculos sociales,
asociatividad, cohesión social y confianza, y control social infor-
mal con la violencia delictual (véase el anexo).

Para lograr un abordaje más integral, se tomaron en


cuenta instrumentos cualitativos que permiten la comprensión
de las manifestaciones, por lo que se realizaron entrevistas
semiestructuradas a un total de 15 personas de cada lugar
según los criterios de edad, sexo, tipo de residencia (inquilino,
propietario), organización social, policía, funcionarios distritales
y provinciales (véase el anexo). A estas entrevistas se debe añadir
otro número mayor de conversaciones no formales como la
realizada con un joven de El Pino que se dedica al robo. Se debe
indicar que la mayoría de los nombres de los entrevistados han
sido cambiados con el fin de guardar la confidencialidad, lo cual
no altera en ningún sentido el contenido de la información. Una
vez más, como ya se dijo, el trabajo intenta recobrar un sentido
multidimensional; por eso se añadió a la palabra escrita el color
de las fotografías.

Asimismo, como las encuestas y entrevistas solo ofrecían


la voz individual y colectiva de los sujetos del mismo barrio, se
incluyó un instrumento que recoge lo que dicen quienes están
fuera de él. Para tal cometido se realizó el análisis hemerográfico
de 2192 ediciones de dos diarios nacionales durante 2011, 2012
y 2013, La República y Trome, elegidos por su alcance, lectoría,
periodicidad, grupo social de lectores y grupo económico de la
empresa (véase el anexo). Esta inspección detallada de prensa
escrita no solo sirvió como principal fuente para el quinto capítulo:
también proporcionó una extraordinaria información que soporta
20 parte del documento en su conjunto.
Por último, es necesario precisar un límite central: el estudio

Instituto de Defensa Legal


se dedica a dos barrios; las extrapolaciones a otros lugares
podrían arrojar similitudes o distancias, pero no pueden ser
confirmadas en el presente trabajo por ser este un estudio de
caso de tipo comparativo. Aun así, se considera que el proceso de
configuración de barrios en los que se hace presente de violencia
delictual se da en distintos lugares del Perú, y que podrían tener
algunos elementos en común con los casos estudiados.

Esquema de exposición

El trabajo está dividido en cinco capítulos. El capítulo 1 precisa


algunos elementos centrales de la propuesta teórica, así como
los antecedentes en los estudios sociales de la delincuencia en el
Perú, desde inicios del siglo xx hasta 2014. Para esto, en la primera
sección se incorpora el componente espacial que será definido
como barrio desde la teoría de la desorganización social, además
de categorías de discusión actual como control social informal,
cohesión y confianza y eficacia colectiva. Aquí también se abordan
las distinciones entre delito y violencia. En la segunda parte de
este primer capítulo se describe el recorrido de los abordajes de
los estudios de la delincuencia en el Perú, con el fin de mostrar
dos cosas: precisión y pertinencia.

El capítulo 2 se enfoca en la relación entre barrios, delincuencia


y mercados. Para ubicarlos histórica y socialmente, se brinda
información sobre los barrios de San Cosme y El Pino. El resultado
de esta ubicación evidencia vínculos con los mercados de su
entorno. Aún más: no solo se trata de una relación estrecha sino
también de las múltiples relaciones que se generan entre lo lícito,
lo informal y lo ilegal. Esto lleva a la segunda sección del capítulo,
que muestra con detalle las actividades delictuales y de violencia
que se producen. Así se puntualiza que en ambos lugares los
niveles de delincuencia están por encima del promedio nacional,
aunque lo interesante se encuentra en sus diferencias de forma
e intensidad: mientras en El Pino la expresión de la violencia
delictual es mucho más abierta, en San Cosme y sus entornos
existe un “control social” que es ejercido por algunos grupos a
través de su dominio de ciertos territorios. 21
La violencia delictual en los barrios en relación con sus
Cuando los cerros bajan

mecanismos barriales es explicada en el capítulo 3. Mientras la


primera sección analiza los resultados de la estabilidad residencial
y su vínculo con la identidad, la segunda muestra la relación entre
las escalas de eficacia colectiva, control social informal, cohesión
social y confianza, y la tercera detalla la relación entre densidad de
vínculos y violencia delictual.

La exposición sobre dos organizaciones que trabajan y


comparten expectativas sobre la idea de seguridad es materia
del capítulo 4. Para ello se sostiene que se han dado cambios
drásticos en las organizaciones de los barrios: San Cosme y El
Pino, de formas particulares, han abierto caminos disímiles
sobre la manera de intervenir localmente en la idea de seguridad.
El capítulo comienza preguntándose por las organizaciones
barriales más importantes y cómo son evaluadas por las mismas
personas. Las evidencias confirman que, coincidentemente, las
organizaciones más importantes son las dedicadas a la seguridad
en cada barrio. Sin embargo, las expectativas sobre la seguridad
del Gremio Resocializador de La Victoria y Alrededores (en
adelante Greva) de San Cosme y la Junta Vecinal de Seguridad
Ciudadana (en adelante Junta Vecinal) de El Pino no son las
mismas. Al análisis de las organizaciones más importantes se
añade la primera evaluación de los resultados que obtuvo la
intervención de la Policía en cada barrio.

El capítulo 5 muestra que los barrios “peligrosos” y la


delincuencia no son categorías estables, sino resultado de una
relación más amplia entre sus componentes cargados desde afuera
pero que se sirven desde adentro. Este capítulo se dedica a entender
las formas que condicionan la lectura del público sobre los barrios
que son considerados como “peligrosos”, procesos de construcción
de “territorios inseguros” que no solo alcanzan a unos sino que
van más allá de su nivel local y calan en el imaginario social hasta
considerar que la delincuencia es mayor en algunos barrios.

Cierra el libro con las conclusiones.

22
Autoimágenes del trabajo en San Cosme y El Pino

Instituto de Defensa Legal


El interés por ambos barrios nace a mediados de 2012, cuando
el investigador era colaborador de una empresa privada en el
área de gestión social. En ese momento, las funciones laborales
estaban en el “frente externo” social de los distritos de La Victoria
y Cercado de Lima, por donde transita la Línea 1 del Metro. La
experiencia vivida en este trabajo desencadenó una gama de
amistades en ambos distritos que permitieron conocer de cerca lo
que venía ocurriendo en el entonces mercado La Parada y en los
barrios de San Cosme y El Pino. Las primeras imágenes fueron
el resultado de conversaciones con personas que brindaban
seguridad (vigilantes) y también con un amigo de Manzanilla 2,
quien conocía de cerca estos barrios.

Se debe advertir que el ánimo de buscar respuesta a los


problemas en los barrios estaba acompañado de una serie de
dificultades en la investigación. Una de las más duras ha sido
levantar información, en especial la cuantitativa; primero, por
escasez de recursos, pero, sobre todo, por la seguridad que se
les debía brindar a los encuestadores sin que esto tergiversara
la calidad de la información levantada. Una cosa es superar los
problemas propios de la ejecución de una encuesta en un lugar
aparentemente tranquilo, y otra realizarla en barrios considerados
peligrosos, por lo que se convocó a vecinos y vecinas para que
resguardaran (chalequeo) a los aplicadores y las encuestas
se pudieran hacer con normalidad. Estas fueron hechas por
estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Y aunque en ambos lugares hubo interés por colaborar en esta
tarea, se afrontaron situaciones tensas, como la experimentada al
salir de San Cosme luego de la aplicación de la encuesta, como se
detalla a continuación:

Daban las 4:00 p. m. del 3 de octubre de 2014. Salíamos del Cerro


San Cosme con un grupo de seis encuestadores en compañía de
dos vecinos que nos apoyaban con el resguardo, uno joven y otro
adulto. El adulto había tomado la delantera, mientras que con el
joven (que tenía un tatuaje de escorpión en el cuello) salíamos del
pasaje Margarita Vargas conversando. Nos dirigíamos al punto
de concentración. Dos personas se encontraban sentadas en la
salida de pasaje. Anoto lo que pasó: 23
–Persona 1: ¿Habla? Tú dirás…
Cuando los cerros bajan

–Persona 2: Ya pe, ¿a cuál?


–Joven: Tú dirás qué ¡conchetumare! Ellos vienen con nosotros.
–Persona 1: Na, no pasa nada. Es otra cosa.

La conversación entre la persona 1 y la persona 2, aunque


muy escueta, muestra el diálogo de dos sujetos que intentaron
violentar a los encuestadores. Probablemente sin el apoyo de los
vecinos, algunos de los aplicadores hubiesen sufrido al menos el
robo o el hurto de sus pertenencias. El trabajo ha estado plagado
de experiencias complicadas como la recién descrita.

El riesgo de ser víctima de violencia durante la ejecución del


estudio fue constante; sin embargo, hasta el momento de su redac-
ción ni el investigador ni sus colaboradores sufrieron delito algu-
no, a pesar de que un amigo, entre broma y broma, dijera: “ya te
va tocar”. Aun así, el equipo de investigación buscó estar en todos
los procesos que se dieron en el barrio. Se participó en repetidas
actividades, entre ellas el aniversario de la comunidad, rondas ur-
banas que se iniciaban un jueves o sábado desde las 9:00 p. m. y
duraban hasta las primeras horas del siguiente día. Se compartía
con algunas familias el almuerzo y las horas de entretenimiento,
cuando se veía televisión o se asistía a reuniones. Se estuvo pre-
sente en talleres sobre temas de violencia contra la mujer, pro-
yecto de vida, drogadicción en jóvenes, entre otros. En algunas
oportunidades el trabajo de campo culminaba al amanecer o al día
siguiente, luego de una festividad en uno de los barrios.

Agradecimientos

Este trabajo de investigación fue financiado con el apoyo del Fondo


de Promoción de Trabajo de Tesis de Pregrado del Vicerrectorado
de Investigación (VRI) de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, cuyo código fue 14150147. Asimismo, el área de Seguridad
Ciudadana del Instituto de Defensa Legal (IDL) me otorgó tiempo y
un cálido ambiente para pensar y terminar de escribir el documento.
Sin esta ayuda jamás hubiera acabado. Por ello, agradezco a Glatzer
Tuesta y Carlos Rivera, exdirector y actual director del IDL; a
Gustavo Gorriti, director de IDL-Reporteros, y a Ernesto de la Jara,
24 director-fundador del IDL. Estoy también agradecido con Cites
Alliance por el financiamiento de la publicación, en especial con

Instituto de Defensa Legal


Anaclaudia Marinheiro, asesora regional para América Latina y el
Caribe de esta institución.

Voces de aliento y colaboración en distintos momentos


me mantuvieron terco y entusiasta para continuar. La primera
de ellas fue la del profesor Eudosio Sifuentes, quien aceptó
sin dudarlo ser mi asesor. Mi maestro Sinesio López, con
sus comentarios siempre precisos, marcó el derrotero que
debía seguir. Espero haber hecho caso a algunos de ellos. Los
docentes Jaime Ríos, Zenón Vargas, Tirso Molinari, Nicolas
Lynch, Luis Montoya y Carolina Ortiz fueron un gran estímulo
para seguir adelante. Por su parte, agradezco a Nancy Mejía
que siempre estuvo atenta y dispuesta a conversar o brindarme
alguna información. Mi reconocimiento a Álvaro Masquez por
su lectura y los ánimos para sacar adelante el libro. A Fabiola
Franceza por ser compañera de causas comunes desde el IDL.
Agradezco asimismo a César Bazán, excoordinador del área de
Seguridad Ciudadana del IDL, por sus agudos comentarios que
mejoraron sustantivamente los capítulos y por su comprometida
gestión, que permitió que hoy este libro vea la luz. Por fin,
compañero César, el retraso terminó.

La investigación no hubiera llegado a buen puerto sin la


colaboración de Julio Méndez, quien además de haber participado
en todas las aventuras propias del trabajo de campo ha sido
un gran amigo. Junto a él están Daniel Salvatierra, Mauricio
Salcedo y Vanessa Dávila, quienes demostraron compromiso
y seriedad en la recolección de información. Agradezco a los
más de treinta estudiantes de Ciencias Sociales que decidieron
acompañarme en hacer sociología, ensuciándose los zapatos.
Con ellos emprendimos la tarea de encuestar a las personas de
ambos barrios. Mi gratitud a Luis Romero, Daric Peña, Carlos
Ráez, Ángel Sandoval, María Jesús, Luis Rodríguez, Ronny
Pariona y Juvil Panayo, que se dieron un tiempo en su trabajo
y me apoyaron diligentemente. Mi reconocimiento a Gabriela
Sepúlveda por la digitación de las encuestas, a Raysa Robles por
el análisis estadístico, a María Ñope por ayudarme a pensar el
barrio como un territorio, y a Lucero Raymundo por la revisión
del documento. También a Jorge Ingaruca, por su trabajo 25
fotográfico en El Pino, y a Sheyla Hernández, por la elaboración
Cuando los cerros bajan

del mapa de localización. Agradezco a Jessica Chávez por su


persistente estímulo y objetividad al revisar el documento. Su
ánimo me hacía pensar que el trabajo tenía sentido. Gracias a
todos y todas.

Finalmente, debo decir que este trabajo no hubiera sido


posible sin la acogida de los actores de San Cosme y El Pino. El
reconocimiento en El Pino a Susano Enciso, Víctor Soncco, Carmen
Rosa, Luzeliana Sumaq e Hilda Parrillo. El policía comunitario
Eduardo Pacheco fue de enorme importancia, así como el coronel
PNP José Díaz. En San Cosme, a Sara Pizarro, Juan Gastelú, Víctor
Calderón y la diligente colaboración de Sergio Gonzales, un
conocedor no solo del barrio sino también de la vida. Asimismo,
a los comisarios de la Policía Carmen Paz y Arista, de Yerbateros
y San Cosme, respectivamente. También a Alberto Hernández,
un amigo entrañable del barrio de Manzanilla 2. A diferentes
funcionarios de la municipalidad de La Victoria y Lima, que no
hubieran querido que sus nombres aparezcan. A Evelyn Yauri,
una suboficial artífice de extraordinarios trabajos de prevención
policial. Las conversaciones e información proporcionada me
permitieron tener una imagen cada vez menos borrosa de lo que
pasaba. Espero haber hecho honor al testimonio que me brindaron.
Gracias a todos y todas por permitirme aprender de ustedes.

26
Instituto de Defensa Legal
Capítulo 1

Discusión teórica
y estudios de la
delincuencia en
el Perú

27
Instituto de Defensa Legal
1. El punto de partida

1.1 Teoría de la desorganización social y eficacia colectiva

El proceso de aproximación al ámbito de estudio generó algunas


preguntas acerca de la vida de los individuos, la violencia en las
relaciones sociales y la organización de los barrios de San Cosme
y El Pino, lo que llevó a revisar algunos conceptos y teoría.

En primer lugar está el concepto de eficacia colectiva propuesto


por Sampson y Raudenbush (1997) y la teoría de la desorganización
social que se enmarca en la tradición de la Escuela de Chicago o,
en general, en las teorías de ecología criminal, que analizan el
contexto barrial (comunitario) como una entidad en sí misma y
que, según sus mecanismos barriales, puede prevenir o desarrollar
conductas asociadas a la violencia delictual en el contexto local o
extenderse hacia otros territorios.

La teoría de la desorganización social incorpora en sus análisis


el componente espacial, al tiempo que ha encontrado evidencia
de que ciertos mecanismos barriales influyen en la reducción de la
delincuencia (Sampson y Raudenbush, 1997; Olavarría y otros,
2008). Estos mecanismos pueden dividirse en: concentración de
desventajas sociales (pobreza, exclusión), inestabilidad residen-
cial y control social informal. Si bien estos mecanismos están rela-
cionados unos con otros, ciertos estudios muestran que cada uno,
independientemente, tiene una relación con la delincuencia, aunque
se producen en contextos y tiempos determinados en los que no
excluyen ni controlan otras variables.

Esta teoría planteaba tres factores estructurales que permi-


tían la prevalencia de la delincuencia en los barrios: movilidad 29
residencial, heterogeneidad y pobreza (Shaw y Mckay, 1942). En
Cuando los cerros bajan

la actualidad, esta lista se ha ampliado debido a las transformacio-


nes en el entorno más allá de las características socioeconómicas
(exclusión, segregación, empleo) y demográficas (nivel de ingre-
so, escolaridad, población) que muchos barrios pueden compartir
aunque no muestren necesariamente altos niveles de criminalidad.
Entonces, habría otros factores intervinientes, propios de cada
barrio, que explicarían las diferencias cuantitativas y cualitativas
de la delincuencia. La investigación de Shaw y McKay (1942) con-
cluye que estas diferencias obedecían al grado de “desorganiza-
ción social”, entendida como la incapacidad de una estructura
comunitaria para hacer efectivos los valores comunes entre los
residentes y mantener controles sociales (Bursik, 1988; Sampson y
Groves, 1989). La desorganización social es explicada por Echazarra
del siguiente modo:

La desorganización social […] se define como la incapacidad de


las comunidades locales para hacer realidad los valores comunes
de sus residentes, resolver los problemas que les son comunes
y mantener mecanismos eficaces de control social (Kornhauser,
1978). Sus partidarios afirman que hay una serie de condiciones
locales —también denominadas factores exógenos o distales de
desorganización social— que determinan el grado de organiza-
ción social de las comunidades locales, lo cual, a su vez, ayuda a
explicar por qué determinadas zonas tienen más éxito a la hora
de controlar las conductas desviadas, atraer recursos externos y
protegerse de amenazas potenciales (Bursik y Grasmick, 1993;
logan y Molotch, 2007 [1987]; Sampson y Groves, 1989). Una de
estas amenazas es la delincuencia propiamente dicha, un deter-
minante inequívoco de la delincuencia percibida en un barrio.
(Echazarra, 2014: 14-15)

Las recientes formulaciones teóricas de Sampson y otros per-


miten considerar a la desorganización social no como la presencia
del caos, sino como otra forma de organización en el barrio. En
otras palabras, el barrio puede estar organizado para ciertas cosas
y no para contrarrestar el delito y la violencia delictual. De hecho,
la propuesta de eficacia colectiva de Sampson va en ese sentido, al
ser definida como el proceso de activación de los lazos sociales en-
tre los vecinos del barrio que tienen expectativas compartidas en el
30 control de la delincuencia (Sampson, 2002). En otro documento, el
mismo autor define la eficacia colectiva como la “cohesión social

Instituto de Defensa Legal


entre los vecinos junto con su voluntad de intervenir en nombre
del bien común” (Sampson y Raudenbush, 1997: 918).

Sampson sostiene que son insuficientes las redes sociales, o


el capital social, para desarrollar el control social del delito. Hace
falta la activación de esta red o capital que busquen expectativas
compartidas, esto es, eficacia colectiva (Sampson, 2002). Para este
autor, “las redes sociales fomentan las condiciones en las que la
eficacia colectiva puede florecer, pero no son suficientes para el
ejercicio del control” (2006b: 39). Así, por ejemplo, explica que la
estabilidad residencial no debe ser considerada como una causa
directa de la delincuencia, sino como el debilitamiento del control
social informal. En otras palabras, cuando los vecinos del barrio
tienen estabilidad residencial, confianza, capital social y cohe-
sión social, lo que hacen es facilitar el control social, mas no lo
garantizan.

Ahora bien: la propuesta de la ecología del delito cuenta con


defensores y detractores. Para Gil, por ejemplo, “[…] no parece
que las tesis de la vieja escuela de Chicago estén pasadas de moda.
Antes al contrario, los nuevos cambios sociales y culturales vividos
por las sociedades modernas nos permiten ponerlas al día” (2013:
58). Respecto a las investigaciones de una vertiente de esta pro-
puesta se puede anotar la de Sampson y Raudenbush (1997) en
los Estados Unidos, así como la de autores latinoamericanos como
Ruiz Pérez (2010) y Cerdá y otros (2012) en Colombia; Villareal y
Silva (2006) y Oliveira y Rodrigues (2013) en Brasil; Valenzuela
Aguilera (2012) en México, y los destacados aportes desde Chile
del Centro de Estudios de Seguridad Ciudadana de Chile (CESC),
en especial la investigación dirigida por Liliana Manzano (2009).

Por último, esta investigación toma distancia de las teorías


individualistas que ponen el acento en el análisis del individuo y
sus características. De ellas se puede citar la economía del delito,
desarrollada Gary Becker (1968), quien asume al sujeto como un
maximizador del beneficio que evalúa la oferta del delito con el cos-
to de la seguridad. También se aleja de las propuestas estructurales
que asumen el problema como un hecho aislado e intentan ex-
plicar el comportamiento “desviado” desde la anomia, poniendo 31
énfasis en el desequilibrio que existe entre las metas culturales
Cuando los cerros bajan

y la estructura social que no permite alcanzar el “éxito” por los


medios legitimados (Merton, 1987). Si bien estas propuestas re-
sultan explicaciones al delito, dejan de lado el factor barrial o,
más específicamente, las dinámicas locales donde se concentra
la delincuencia.

Una vez llegados a este punto, es necesario contar con defini-


ciones operativas con el fin de no hacer más extensa de lo necesario
esta sección. A continuación se detallan los principales conceptos
empleados en la investigación.

1.1.1 Eficacia colectiva: confianza, cohesión social y


control social informal

La eficacia colectiva es definida como las expectativas comparti-


das en confianza y cohesión social para intervenir como agentes
del control social informal (Sampson y Raudenbush, 1997). La
conexión entre confianza (creencia de que los otros se comporta-
rán de acuerdo con nuestras expectativas), cohesión social (relación
de confianza mutua y solidaridad entre los residentes) y control
social informal (capacidad de intervenir en el entorno) define a la
eficacia colectiva, que se encuentra inmersa en un contexto socioe-
conómico que diferencia a unos barrios de otros.

1.1.2 Cohesión social y confianza

La cohesión social y confianza es definida por la relación de con-


fianza mutua y solidaridad entre los residentes (cohesión social)
y por la creencia de que los otros se comportarán de acuerdo con
sus expectativas.

1.1.3 Control social informal

Se entiende por control social informal la capacidad de los resi-


dentes de intervenir frente a situaciones problemáticas del entorno.
Si bien son importantes los lazos sociales para actuar en nombre
del bien común, depende mucho de las condiciones de confianza
32 y expectativas compartidas.
1.1.4 Estabilidad residencial

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Se refiere al hecho de que las personas residan en el barrio
permanentemente. Por el contrario, la inestabilidad residencial
comprende el frecuente traslado de residencia. Según Echazarra,
que sigue en esto a Bursik y Grasmick (1993) y Hunter (1985), la
estabilidad residencial es una condición de la comunidad que
determina confianza, eficacia organizativa e intereses comunes
para crear redes sociales eficaces en el ámbito privado y local. El
primero de estos ámbitos es entendido como las redes familiares y
de conocidos, mientras que el segundo concierne a las asociaciones
y organizaciones (Echazarra, 2014: 16).

1.2 Crítica a la teoría de la desorganización social

La teoría de la desorganización social, que, como cualquier otra,


sirve para explicar la realidad, resulta efectiva al analizar la vio-
lencia en contextos territoriales específicos. Sin embargo, ignora
procesos políticos, culturales y económicos que ocurren fuera del
barrio pero influyen en él. Una investigación del Centro de Estu-
dios de la Seguridad Ciudadana (CESC) de Chile señala que esta
propuesta “[…] tiene la deficiencia de no considerar adecuada-
mente la relevancia del papel que pueden jugar las políticas
públicas” (Olavarría y otros, 2008: 47). En otras palabras, la mirada
que ofrece esta propuesta de la sociología estadounidense deja de
lado una comprensión sistémica al momento de explicar por qué
determinados barrios concentran mayores niveles de violencia
delictual.

Para superar este vacío teórico, el proyecto que dirigió el CESC


desde 2008 gracias a la adjudicación del Concurso de Anillos de
Investigación en Ciencias Sociales propuso incorporar las políticas
públicas y su efecto en la concentración de la delincuencia. Sin
embargo, la presente investigación consideró que las políticas pú-
blicas en seguridad —y en los barrios por sí mismos— resultaban
un tema aparte, de modo que se optó por trazar otro camino para
no perder de vista las dinámicas sistémicas con el barrio. Así, se
incorporó el “modelo sistémico de control del crimen” a la
teoría de la desorganización social que sugieren Bursik y Grasmick
(1993), con el fin de que el análisis intrabarrial fuera acompañado 33
de un análisis sistémico. Para los autores recién citados, existen
Cuando los cerros bajan

tres niveles interconectados de control social: el primero se refiere


a las redes privadas (familia, amigos y vecinos), que trasmiten
expectativas de comportamiento; el segundo comprende el nivel
local y es ejercido por asociaciones, grupos e instituciones locales,
mientras que el tercer nivel se encuentra en la estructura ecológica
de la ciudad. Es en este último nivel que se trazó un recorrido dis-
tinto para la explicación de la concentración de la delincuencia en
los barrios estudiados. Se trata, así, de incorporar a los mercados
y los medios de comunicación.

1.3 Una aproximación al barrio

El barrio como categoría ha sido objeto de más de una discusión


desde hace varias décadas en el Perú, con particular fuerza en la
teoría social.1 Desde los primeros trabajos de Matos Mar (1977)
se debate acerca de la formación y modificación de las llamadas
“barriadas”2 y “pueblos jóvenes”; sin embargo, con frecuencia se

1 Esta consideración debe ser contextualizada en la discusión entre la comunidad


y la sociedad (gemeinschaft-gesellschaft) propuesta por Ferdinand Tönnies en
1887; un interés que se ha mantenido hasta la actualidad. En efecto, la preocupa-
ción extendida acerca del hecho de que la sociedad ha perdido los fuertes lazos
personales que unían a sus miembros y la identidad común en la ciudad industrial
y, ahora, en las megaciudades, ha traído consigo una ardua discusión en la vida
urbana moderna, que se caracteriza por lo impersonal, por el poco compromiso
con el grupo y el escaso acuerdo de valores. Sampson señala: “La comunidad
ha sido un remedio prescrito para muchos de los males que afligen a la sociedad
moderna” (2008: 235; cursivas del autor). Según él, la comunidad tiene hoy im-
portancia, pero no para todo; aquí se la asocia más con el vecindario y el barrio
que con el mundo rural. Se trata de una comunidad que agrupa a habitaciones
cerradas con grupos de intereses pero que elaboran su confianza, construyen
identidades y organizan sus vidas en contextos locales sin distanciarse por com-
pleto de contextos globales.

2 Según Matos Mar (2012), el elemento fundamental que caracteriza a la barriada


es “la voluntad de organizarse para hacerse de un terreno”. Por su parte, Collier
señala que hasta antes de 1968 la expresión para denominar a las comunidades
residenciales que surgían en forma ilegal —aunque no siempre— y eran cons-
tituidas por familias de bajos ingresos era la “barriada” y sus diferentes acep-
ciones específicas, como “barriada popular”, “pueblo en formación”, “urbanización
clandestina”, “barriada clandestina”, “barrio flotante”, “barrio marginizado” y “barrio
marginal” (1978: 31). La acepción de “barrio marginal” ha sido utilizada por la iz-
quierda peruana. Por su parte, los sectores más conservadores la definían como
34 “aberración social” y “cinturón de miseria”.
han olvidado los “nuevos” problemas que atraviesan los barrios

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y las formas de sociabilidad en sus propios espacios. La discusión
sobre las “barriadas” que desarrollaron los llamados sociólogos
y antropólogos urbanos ha sufrido en gran parte de una visión
sesgada hacia los asuntos urbanos: vivienda, servicios, organiza-
ciones, entre otros.

El barrio, como problema, demanda un abordaje que incluye


lo local y lo global. Desde luego, su naturaleza es multidimen-
sional y los aspectos que pueden tratarse son diversos. Entender el
fenómeno de la delincuencia en los barrios pasa por comprender
las relaciones que se dan en ellos (relaciones intrabarriales), entre
algunos barrios (relaciones interbarriales) y con las dinámicas loca-
les adyacentes y de la ciudad (relaciones extrabarriales); sobre todo
si se considera lo sostenido por Julio Calderón: la ciudad de Lima
Metropolitana había crecido y aún crece mediante “barriadas”
(2005: 13). En 2008, en el Perú el 75,92% de pobladores habitaban en
áreas urbanas (INEI, 2008: 33). Antes que plantearse el crecimiento
de estos lugares, interesa saber qué sucede en ellos, qué elementos
hacen que algunos tengan altos índices de criminalidad y otros no.

La ecología del delito ha prestado atención al factor ambiental


y su relación con la delincuencia. Parte de lo que se denomina
“ambiental” está dado por el barrio como unidad de análisis. Existe
evidencia suficiente para sostener que la delincuencia se concentra
en algunos lugares. Por ejemplo, en 2005 el 62% de los homicidios
ocurridos en Bogotá sucedieron en solo 92 barrios, y el 48% en 26,
con lo que quedaron al margen 1574 barrios.3 Un estudio realizado
en los Estados Unidos por Weisburd, Groff y Yang (2012) encuentra
que de 1989 a 2004, entre el 4,7% y el 6,1% del territorio concentra el
50% de los crímenes (citado por CAF, 2014: 95).

Así, pues, se debe precisar lo que se entiende por barrio. Este


trabajo se apoya en la definición de Ricardo Tapia,4 para quien

3 Entrevista con Hugo Acero concedida al Instituto de Defensa Legal (véase IDL,
2006: 51).wwsw

4 Ver en: http://www.seguridadenbarrios.cl/docs/nt03_criterios_barrio.pdf (obtenido


el 7 de julio de 2015). 35
es “una unidad territorial relativamente delimitada donde se
Cuando los cerros bajan

concentran y podrían identificarse dinámicas socioculturales de


integración social acotadas espacial y temporalmente” (2011: 2).
Por su parte, Liliana Manzano entiende el barrio como: “[…] una
unidad ecológica-social, definida por procesos de identificación
entre los residentes (relaciones recíprocas, historia y valores
comunes) y de identificación con el lugar (reconocimiento de limite
geográficos y recursos)” (2009: 34).

Como se podrá notar, en ambas definiciones se recoge la


delimitación geográfica del espacio del barrio y los patrones iden-
titarios; sin embargo, se diferencian en lo relativo a la unidad
territorial. Este trabajo se sustenta en la definición parcial de barrio
como una unidad ecológica-social, ya que la idea de “una unidad”
parece encontrar dificultades en tanto los barrios se construyen en
torno a procesos que no necesariamente significan límites geográ-
ficos excluyentes.

1.4 Precisiones sobre la violencia y el delito

La violencia y la delincuencia son problemas complejos y multi-


dimensionales cuyo abordaje demanda el concurso de distintas
disciplinas y diversos enfoques teóricos. Uno de ellos es el “modelo
ecológico” propuesto por la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 2002: 11-12), según el cual existen factores que influyen en
el aumento del riesgo delictual y que pueden ser clasificados en
cuatro niveles:

1. Individual: factores biológicos y pertenecientes a la


historia personal que intervienen para que alguien se
convierta en víctima o perpetrador de un delito. Al-
gunos de ellos son la edad, el sexo, la educación y las
características psicológicas.
2. Relaciones: alude a las más cercanas (amigos, familia,
pareja), que ayudan a explicar cómo estos vínculos
conducen a la comisión de delitos.
3. Comunidad: atiende contextos comunitarios que pue-
den definirse como barrio, escuela y trabajo, y busca
encontrar elementos que incrementan los riesgos del
36 delito.
4. Sociedad: se entiende como un marco general donde

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se desenvuelven aspectos económicos, educativos,
sociales, políticos y culturales.

Este modelo sostiene, además, que ningún nivel es completa-


mente ajeno a los otros, y que la interrelación entre ellos resulta
complicada. Gráficamente, se puede representar el modelo como
sigue.

GRÁFICO 1

Modelo ecológico de la violencia

Individuo

Relaciones

Comunidad

Sociedad

Fuente: Organización Mundial de la Salud (2002).

Si bien este marco permite precisar un modelo general, queda


pendiente detallar qué se entiende por violencia y delito, sin dejar
de lado una de las preocupaciones centrales de este trabajo: la pro-
cedencia delictual y las relaciones en ese entorno, lo que no puede
ser comprendido si se continúa con la definición epidemiológica
de la Organización Mundial de la Salud.

Para Liliana Manzano, que parte de una reflexión procedente


de la teoría social, la “violencia puede entenderse como una condi-
ción natural del hombre” (2009: 82) que debe ser contenida por el
Estado, que tiene el monopolio legítimo de la violencia. Es el sistema
legal el que separa los parámetros de lo socialmente aceptado del
delito. Esto evita que la convivencia entre las personas se vuelva un 37
caos, o lo que Hobbes llamó la “guerra de todos contra todos”, pues
Cuando los cerros bajan

“el hombre es lobo del hombre”. Sin embargo, la presencia del Es-
tado no anula la violencia (acción o estructura), el objeto de disputa
del poder (político, económico, social, institucional y simbólico) y el
uso de la fuerza (directa o indirecta).5

De cualquier modo, la violencia es una dimensión presente


en la vida de los sujetos; puede estar asociada al delito, pero no
es sinónimo de él. Para Giddens, la definición de delito depende
de la sociedad y recae en el énfasis entre la conformidad y las
desviaciones en diferentes contextos (1991: 160). El delito puede
definirse como el conjunto de conductas que infringen las leyes
vigentes en un Estado, y que como tales se encuentran sanciona-
das y castigadas por las autoridades. Así, el delito puede o no ser
violento, según la situación jurídica de un Estado, mientras que la
violencia puede o no caer en un sistema normativo.

Este trabajo analiza la violencia considerada delictual, aquella


que se produce en las dinámicas locales del barrio y el entorno,
como un proceso y no solo como un estado o acción. Excluye otras
formas de violencia o delincuencia que no sean las que se produ-
cen en el flujo de los barrios, y deja de lado la violencia estructural
o institucional. Se considera así la violencia interpersonal como el
enfrentamiento físico entre personas, con o sin armas, que genera
lesiones o muertes, la violación sexual, así como la venta de drogas,
la extorsión, la violencia familiar, los robos y hurtos en la vía
pública y en las viviendas.

La relación entre el barrio y la delincuencia cobra sentido


cuando se coteja con antecedentes y evidencias que confirman o
desestiman la pertinencia de los estudios de la delincuencia. A
continuación se analiza el recorrido de estos estudios.

5 Clasificación adaptada a partir Liliana Manzano (2009), que recurre a Sodré


38 (2001), Mcilwaine y Moser (2001), y Lunecke y Ruiz (2007).
2. Los cambiantes abordajes de los estudios de la

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delincuencia en el Perú

2.1 Consideraciones

Desde comienzos del siglo xxi, la delincuencia ha cobrado cada


vez mayor interés, por encima de problemas como la pobreza, el
desempleo y la corrupción. Sin embargo, los estudios sobre la
criminalidad pueden rastrearse desde inicios del siglo xx o fines
del siglo xix.

Desde las ciencias sociales, la delincuencia y la inseguridad no


son dadas a priori ni se explican por sí mismas. Como se verá más
adelante, los estudios acerca de la delincuencia han tenido distintos
“objetos”, pero también diferentes formas de abordar el tema. En
ese sentido, los límites de acopio de información de esta sección
han estado regidos por las publicaciones consideradas “sociales”,
dejando de lado todas las demás. Se enfatiza en trabajos que han
marcado hitos, según su calidad, tiempo y procedencia. En reali-
dad, resulta más un punto de partida que de llegada sobre el tema.

En medio de la actual discusión sobre la delincuencia, es


pertinente hacerse la siguiente pregunta: ¿cuál es el marco de re-
ferencia del debate de los estudios sociales de la delincuencia en el
Perú? Para responder a esta cuestión se han trazado cinco marcos
de referencia6 que no se excluyen entre sí y que a veces se sobre-
ponen. El primero abarca desde fines del siglo xix hasta el término

6 Los marcos de referencia han sido divididos según dos criterios: años de publicación
y contexto. Se trató de agrupar una serie de documentos según los elementos
regulares entre sí, a la par del contexto social y político. Respecto al primer periodo,
existen investigadores que señalan que este primer momento concluye a fines de
los años 30 del siglo xx; así, Solís dice: “Después de esta década de los 30, que
fue prolífica en estudios criminológicos, no hubo mayor producción importante en
las décadas subsiguientes” (1997: 45). El segundo periodo se inicia en los años
40 y termina a fines de los 60. El tercero coincide con lo señalado por Rochabrún,
para quien a mediados de los sesenta el pensamiento crítico “resurgía vigoroso tras
un silencio de treinta años” (Rochabrún, 1993: 163). El cuarto periodo va desde
inicios de los años 90 hasta principios del siglo xxi, y está marcado contextualmente
por la derrota política de Sendero Luminoso. El quinto periodo está atravesado por
una preocupación alarmante por la delincuencia, y va desde inicios del siglo xxi
hasta la actualidad. 39
de los años 30 del siglo xx, cuando surge el interés por estudiar
Cuando los cerros bajan

la criminalidad con influencia positivista, ya que los indios y los


bandoleros del Ande que transgredían las normas de la sociedad
ponían en peligro la integración de la nación. El segundo com-
prende desde fines de los años 30 hasta casi el término de los 60,
y está marcado por la escasez de producciones dedicadas a la cri-
minalidad. El tercero va desde fines de los años 60 hasta inicios de
los 90, años de influencia de una perspectiva crítica proveniente
sobre todo de la historia. En él se consolida el tema de los ban-
didos como sujetos transgresores del orden. El cuarto momento
comprende desde inicios de los años 90 hasta el principio del
siglo xxi, esto es, es la época de la posviolencia política, que conflu-
ye con un cambio del concepto de “seguridad ciudadana”. En él
emerge una amplia gama de estudios que se dedican a la cultura
y la identidad, factores que afectan la integración de la sociedad.
Además, resaltan los trabajos dedicados a las pandillas. Finalmente,
el quinto periodo comprende desde principios de 2000 hasta 2014,
y representa la preocupación generalizada por la violencia social
y la criminalidad.

2.2 Inicio de los estudios de la delincuencia y el problema


de la integración de los indios (fines del siglo xix hasta
los años 30 del siglo xx)

Los estudios sobre la delincuencia en el Perú no son recientes. Sus


orígenes se remontan a principios del siglo xx, o incluso a fines
del siglo xix (Cotos, 1968: 63). Esto coincide con la primera cáte-
dra de criminología en el Perú, en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, a cargo de Óscar Miró Quesada, quien publicó
luego Breves apuntes de la mesología criminal peruana (1922).7 Este
contexto se encuentra marcado por un actor, el indio, que, visto
desde la normalización de las relaciones, transgredía las normas y
hasta era considerado “delincuente nato”, tal como lo hace notar
Carlos Aguirre (2000: 14). A su turno, Deborah Poole señala que
“la forma en que los investigadores introdujeron las premisas de la

7 Para Solís Espinoza, el documento de Óscar Miró Quesada es “uno de los


primeros textos con perspectiva integral, dentro de la literatura criminológica en
40 nuestro país” (Solís, 1997: 45).
criminología científica de la Escuela Positivista al tratamiento de la

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criminalidad indígena peruana estuvo determinada por sus posi-
ciones respecto a esta cuestión de la normalidad” (Poole, 1990: 356).

Pero el rótulo de “descontrolados” y “delincuentes natos” o


potenciales no recae solo sobre los indígenas, sino que incluye tam-
bién a los inmigrantes chinos y los afroperuanos. En general, gran
parte de los sujetos “populares” eran reconocidos como elementos
problemáticos para el Estado y la oligarquía. Los conceptos “de-
lincuente” y “descontrolado” no estaban alejados; de hecho, los
sujetos que infringían las leyes del Estado también eran conside-
rados “salvajes” y “bárbaros” por el discurso modernizador.

El debate sobre el indígena es extenso y contiene distintas pos-


turas que habría que acotar. Nicolás Lynch (1979) encuentra cuatro
posiciones: la liberal, la tutelar, la social reformista y la revolucio-
naria. Estas distintas miradas han sido trasladadas a los estudios
del delito, al menos en dos versiones. Por un lado, la posición
liberal asume como argumento la condena del indígena “descon-
trolado” por ser el rezago de la “sociedad primitiva”. Se construye
al indígena criminal y transgresor de la norma de acuerdo con la
racionalidad occidental y su sistema de justicia. El Código Penal de
1924 los llamó “salvajes”, “indígenas semicivilizados” o “degrada-
dos por la servidumbre y el alcoholismo”, razón por la cual el juez
debía tener en cuenta su “desarrollo mental, su grado de cultura y
sus costumbres” a la hora de “reprimirlos”.

En esta época, los estudios de la delincuencia y la criminalidad se


preocupaban por el problema de la integración de la sociedad. Con
el foco puesto en este asunto, se buscaban razones legales y clínicas
que explicaran el “descontrol” de los indígenas. Así lo muestran los
trabajos de Pilares Polo, como Interpretación biológica de la criminalidad
en la raza indígena (1936), que explica el incremento de la incidencia cri-
minal en este sector con argumentos biológicos. En la misma línea se
encuentran Abasto Manuel (El delincuente en el código de Maúrtua, 1937)
y Prado y Ugarteche, cuya tesis doctoral se tituló Tipo criminal (1894).

Por otro lado, la versión tutelar surgió como respuesta a la po-


sición liberal y a su incapacidad para reconocer y tratar el problema
indígena más allá de su condena. Esta posición es presentada en la 41
Asociación Pro-Indígena, fundada en 1909 por Pedro Zulen, Dora
Cuando los cerros bajan

Mayer y Joaquín Capelo. José Antonio Encinas publica las Causas de la


criminalidad indígena en el Perú. Ensayo de psicología experimental (1919)
y Contribución a una legislación tutelar indígena (1918), donde incorpora
la dimensión social y supera las explicaciones unilaterales, agre-
gando al análisis social una explicación geografía del Ande. Según
Poole (1990), el acercamiento al positivismo a través de la incorpora-
ción de la dimensión espacial de Enrico Ferri en reemplazo de las teo-
rías de César Lombrosio, permitió sostener la posición tutelar del indi-
genismo. Trabajos de este tipo no eran una casualidad: se encontraban
en el marco de una entusiasta participación y confrontación entre las
posiciones liberales, tutelares, social-reformistas y revolucionarias que
luego serán incorporadas al segundo Código Penal Peruano.

Tanto la versión liberal como la tutelar asumían como atmósfera


la criminología positivista,8 influencia que se mantendrá con mucha
vigencia hasta fines de los años 30 y, en menor medida, hasta los
años 60 del siglo xx. Los trabajos de esta época enfatizan aspectos
sociales, estudios que provenían de las canteras del derecho y la me-
dicina (Aguirre, 2000). Se busca conocer los factores externos como el
clima, las características genéticas y la geografía para explicar la de-
lincuencia. En esta línea se ubican los trabajos de Hermilio Valdizán,
quien sustenta su tesis La delincuencia en el Perú (sus factores etiológicos):
ensayo de criminología nacional (1909) para obtener el bachillerato en
Medicina. Desde luego, este predominio no era casual. Según explica
Salazar Bondy, el positivismo se introdujo en el Perú hacia 1860
y alcanzó su máxima vigencia doctrinaria entre 1885 y 1915. La in-
fluencia de esta corriente ha marcado esta etapa. “Al iniciarse el siglo
xx, el proceso de penetración positivista se ha cumplido casi entera-
mente” (Salazar Bondy, 1965: 5).

En suma, se trata de una época con fuerte predominio del positi-


vismo, que asume como “objeto” de estudio al indígena de distintas

8 La criminología positivista ha sido una de las corrientes que más presencia ha tenido
en el Perú: se encuentra desde fines del siglo xix hasta pasada la mitad del siglo xx.
Para algunos, las ideas criminógenas se dividían en lombrosiana y neolombrosiana,
haciendo alusión a uno de los criminólogos positivistas más destacados en el mundo.
En el Perú, el primero que difundió las ideas de César Lombroso fue Mariano
Ignacio Prado y Ugarteche. Cotos, al referirse a Mariano Ignacio Pardo, dice que
42 “debe considerársele como el precursor de la criminología en el Perú” (1968: 68).
formas, pues él ponía en peligro la integración y normalización de

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las relaciones sociales en el país. El siguiente momento se ca-
racteriza por una ausencia de producción de estudios acerca de la
delincuencia.

2.3 Escasos estudios de la delincuencia y el problema


trasladado (inicios de los años 40 y fines de los años 60)

Una de las etapas de menor producción de estudios acerca de la


delincuencia es la comprendida entre inicios de los años 40 y fines
de los años 60. Aun así, algunas publicaciones pueden ser anotadas.
Sin embargo, su cantidad y calidad no guardan las proporciones
de los años precedentes y posteriores. Una posible respuesta a
esta situación podría estar asociada a la influencia positivista de
tipo lombrosiano cuando la atmósfera académica y de políticas
se empezaba a desprender de ella. Coincidentemente, esta es una
etapa de escasos estudios sociales.

Sin embargo, pueden mencionarse algunos trabajos que man-


tienen, en menor medida, el debate del indígena como delincuente.
En el curso de los años 40 se puede mencionar a José Medrano
Ossio y Responsabilidad penal de los indígenas, Potosí (1941). Nóte-
se cómo ya desde el mismo título se discute la responsabilidad
penal de los indígenas a partir de una mirada legalista. Mientras,
los años 50 marcan el punto de inicio de grandes transformaciones
urbanas en el Perú, que, ciertamente, no coinciden con importan-
tes contribuciones académicas sobre delincuencia y criminalidad,
aunque sí se observa la tipificación de delitos en el Código Pe-
nal. En este contexto aparecen dos situaciones: por un lado, el
surgimiento de nuevas actividades que atentan contra el orden
y la integración; y, por otro, la implementación de reformas en la
legislación penal con el fin de tipificar estas actividades definidas
como delitos. Aparecen fenómenos como el tráfico ilícito de drogas,
el terrorismo, la adulteración, el acaparamiento de productos de
primera necesidad, y sujetos “célebres” como Tatán. Así, pues, el
acelerado y desordenado proceso de urbanización permitió cons-
truir nuevas formas económicas, sociales y también delictivas en
un marco de modernización e incorporación de nuevas prerro-
gativas de un Estado que aún mantenía rasgos oligárquicos.
43
Para fines de los años 50 se propician cambios en el abordaje
Cuando los cerros bajan

del delito, y estos cobran mayor fuerza a fines de los años 60. El
primer plan de estudios de Sociología de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, de 1959, incluía entre sus cursos la crimino-
logía, una materia no dedicada al “delincuente nato” de Lombroso,
sino a los sujetos “desviados” del funcionalismo. Ísmodes Cairo,
profesor de esta universidad, realiza a inicios de los años 60 una
investigación dedicada a la prostitución en Lima desde el funcio-
nalismo parsoniano. Se trata de un trabajo que trata claramente a
sujetos desviados que perturban la integración, ya no del indio ni
del bandolero, sino del poblador urbano barrial. En 1967 se publica
en castellano La Parada: un estudio de asimilación, de Richard Pach,
trabajo que, desde la antropología, estudia los tugurios como ám-
bitos de cultura, asociando el proceso de acriollamiento a espacios
con presencia del “hampa de Lima”. En la misma universidad, en
1968, se inaugura la revista Criminología y ciencia penitenciaria, a cargo
de Mimbela de los Santos. La criminalización de los indígenas de
los Andes se había desplazado hacia otras formas, entre ellas la apa-
rición de las barriadas en nuevos espacios de concentración delictual.
En el fondo, se trataba de un giro espacial, pero la integración
seguía siendo un motivo de preocupación.

Será solo a fines de los años 60 cuando empieza a abrirse la temá-


tica de los estudios del delito. El tópico sobre el que más bibliografía
puede encontrarse es el bandolerismo. Al respecto, los trabajos pio-
neros de Enrique López Albújar, como Los caballeros del delito (1936), y
de José Varallanos, con Bandoleros en el Perú: ensayos (1937), marcan un
punto de partida que será retomado en el tercer momento.

2.4 Emergencia de los estudios críticos de la delincuencia


(fines de los años 60 e inicios de los años 90)

Los años finales de la década de 1960 marcaron un momento


nuevo para los estudios de la delincuencia. Se abrieron discu-
siones y abordajes no tratados con detalle hasta el momento. Es
preciso preguntarse a qué se debe esta diferencia. En su libro
Bandoleros y montoneros (1990), Aguirre y Walker sostienen que
la creciente atención a los estudios del delito se debe a que:
1) permite un acercamiento directo a las clases populares, 2)
44 manifiesta el ejercicio del poder y su resistencia, 3) muestra el
ordenamiento de la sociedad y 4) acerca a la compresión de pro-

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cesos de la realidad (Aguirre y Walker, 1990: 13).

El interés por los estudios del delito como “objeto” no era causal:
tales estudios se encontraban dentro de un marco interpretativo de
la realidad. El grupo de investigadores se hallaba impresionado por
el Mayo francés, el socialismo, las guerrillas y el régimen de Velasco.
Es este un contexto de grandes movilizaciones campesinas, radica-
lismo estudiantil y aparición de la “nueva izquierda”. Más adelante,
los años 80 estuvieron marcados por la violencia política desatada
por Sendero Luminoso y la crisis económica del país. En esta eta-
pa, el rostro del criminal ya no era ni el del indígena ni el del pobla-
dor urbano barrial. Aparecen figuras delictivas en la ciudad como el
Loco Perochena, que robaba solo las casas de sectores acomodados, y
Oswaldo Gonzales Morales, popularmente conocido como D’jango,
que asaltaba bancos. A pesar de ello, la mayor cantidad de estudios
sobre la delincuencia tuvo como objeto el bandolerismo.

A este grupo de investigadores que publicaron durante las dé-


cadas de 1970, 1980 y hasta 1990 no les resultaba extraño asumir
una perspectiva crítica del mismo orden. Son parte del esfuerzo
por construir una propuesta de convivencia negada por el poder
entonces vigente. Intentaron poner en el centro de la discusión el
ordenamiento de la sociedad desde los estudios del delito, y algu-
nos asumieron un compromiso —a veces político— de apoyo a los
movimientos populares para el cambio social. El resultado fue un
grupo de intelectuales nacionales y extranjeros dispares que pro-
dujeron importantes trabajos en esta época desde una perspectiva
crítica. Entre ellos destacan Eric Hobsbawm con Rebeldes primitivos,9
que se traduciría al castellano en 1974, Flores Galindo (1984) y las
diversas publicaciones de Carlos Aguirre (1988, 1990), entre otros.

El estudio de la delincuencia y el bandolerismo10 como su


“objeto”, asumió una forma de comprender el problema. Se trata
del cuestionamiento del sistema de poder dominante a través de

9 La publicación original en inglés data de 1959.

10 En adelante, salvo indicación contraria, se han recogido los argumentos de


Aguirre y Walker (1990) para comprender el bandolerismo. 45
los estudios del delito, no solo de la seguridad y la tranquilidad.
Cuando los cerros bajan

Los diversos autores han interpretado los delitos como una forma de
“protesta social”, asumiendo que detrás existe una contradicción
e intención de apropiación del poder. Esta propuesta corresponde
a la época tratada. Acá se ubica el bandolero social, quien su-
puestamente tendría una racionalidad de acción como protesta,
comprometido con el sector que representa. Para algunos historia-
dores, el bandolerismo puede ser considerado una forma primitiva
de protesta social organizada (Hobsbawm, 1968), una estrategia
de lucha popular (Burga y Flores Galindo, 1975; Kapsoli, 1975)
y como una de las múltiples respuestas posibles a las presiones
sociales y económicas (Langer, 1990: 254).

El bandolerismo no es exclusivo del Perú:11 Eric Hobsbawm


muestra que se trató de un fenómeno mundial. Entre los países
mencionados por él están Argentina, Cuba, Italia, la India y los
Estados Unidos de América, entre otros.

Otros trabajos han estado dedicados al estudio de bandoleros


famosos y diversos aspectos relacionados con ellos. Destacan
Carrillo Ramírez con Luis Pardo: “El Gran Bandido” (1976) y
Espinoza León con Froilán Alama: el Bandolero (1985). Se han
publicado asimismo textos de corte histórico, como el de Vivanco,
titulado “Bandolerismo colonial peruano: 1760-1810”, y el de Flores
Galindo, “Bandidos de la costa” (1984); etnográficos, como el ensayo
de Benjamin Orlove, Ricardo Valderrama y Carmen Escalante, titu-
lado “La posición de los abigeos en la sociedad regional” (1990),12
así como un pionero trabajo de corte comparativo realizado por Erick
Langer con el título “Bandolerismo andino y la organización comunal
campesina” (1990).

11 Como ya se señaló, entre los pioneros trabajos sobre el bandolerismo en el Perú


puede rastrearse el de López Albújar (1936), que no compartió la tesis de sus
contemporáneos criminólogos. El autor de Cuentos andinos critica la postura
que sostenía que el clima producía más delincuentes, y buscó respuestas en
la severidad de la explotación del campesino y el indígena. Por su parte, José
Varallanos (1937) inicia el estudio del bandolerismo desde una base científica.
Para Aguirre y Walker, “López Albújar y Varallanos pusieron las bases para el
estudio del bandolerismo en el Perú, y sobre todo estimularon una perspectiva
comparativa” (Aguirre y Walker, 1990:19).

46 12 El ensayo es una versión corregida de un texto anterior que fue publicado en 1980.
El trabajo de Erick Langer —que compara la actividad cri-

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minal de Yamparaez y Tomina, Bolivia— merece una especial
atención. Se trata de una investigación que destaca la dimensión
espacial del bandolerismo. De hecho, los precedentes de López
Albújar fueron un avance, pues ayudaron a explicar la presencia
del bandolerismo en los espacios. Erick Langer aterriza la pregunta
de la ecología del delito: ¿por qué existen diferencias tan marcadas
de bandolerismo entre unas provincias y otras?

En suma, y sin dejar de lado las disputas por la hegemonía


del control social, se trata de estudios que muestran sus críticas al
orden desde fuera de las esferas públicas, muchas veces acogidos
en la academia y, a veces, en la política.

Ahora bien: estos abordajes se complejizarán. El mismo


trabajo de Hobsbawm fue puesto en discusión y sometido a cues-
tionamientos. Emergen así estudios con experiencias distintas y
abordajes culturales, que en algunos casos cobrarán las formas de
identidades territoriales. Cuantitativamente, estas producciones
se expresan en mayor medida en la cuarta etapa.

2.5 Estudios de las delincuencias abordadas desde


la identidad y la cultura (inicios de los años 90 y
comienzo del siglo xxi)

Este cuarto momento se inicia con el cambio paulatino de la segu-


ridad del Estado entendida como subsistencia del orden al énfasis
del ciudadano como sujeto de políticas públicas de seguridad. El infor-
me regional del PNUD sostiene que los cambios de definición
en materia de seguridad giran en torno a la defensa de intere-
ses neurálgicos del Estado, tales como soberanía y autonomía
(2013: 5), intereses que puso en cuestión Sendero Luminoso por
tratarse de “terroristas subversivos”; y que, una vez superada
esta problemática, habría que definir las nuevas relaciones de las
fuerzas del orden con la ciudadanía.

Así aparece la seguridad ciudadana como una categoría que


incorpora en su núcleo a las personas y sus derechos a la vida, a la
salud, a la integridad física y otros. No es casual que la Policía retome
en 1997 el vínculo que había perdido en la etapa de la violencia 47
política, a través de la creación de las Juntas Vecinales de Seguridad
Cuando los cerros bajan

Ciudadana, bajo el mando del oficial Ernesto Yépez, quien impulsa


la apuesta por la policía comunitaria.13 Es decir, esta etapa permite
redefinir en términos conceptuales y prácticos la seguridad; dicho
de otro modo: del orden interno a la seguridad ciudadana, que
estaba siendo puesta en peligro por jóvenes “inadaptados”.

El asunto de la juventud tiene larga data y varios de sus as-


pectos ya han sido abordados. Destacan al respecto los temas de
la inserción laboral, el acceso a la educación, las actitudes polí-
ticas y la violencia, este último sobre todo en los estudios de las
pandillas14 y “barras bravas”.15 Se abre así campo para el “objeto”
pandillaje a partir de los años 90, y este fenómeno se extiende a
las regiones a fines de la misma década. Así lo muestra Stroka al
decir que “no fue sino hasta finales de la década de 1990, que las
pandillas de Huamanga pasaron a ser un objeto de estudio
académico y un grupo objetivo de los programas instituciona-
les” (Stroka, 2007: 85). Según la Secretará Nacional de Juventudes
(Senaju), la preocupación por esta temática obedece a las acciones
violentas cometidas por jóvenes y, a su vez, a su difusión en los
medios de comunicación (2014: 73). Sin embargo, la mencionada
institución, a pesar trabajar en estricto con jóvenes y sostener el ar-
gumento ya expuesto, no logra determinar el porcentaje de noticias

13 En la década del setenta surge en Chicago un modelo de intervención policial


denominado “policía comunitaria”, esta propuesta hace hincapié en acercar a la
policía con la población, incorporan las personas en el tema de la seguridad,
según Zarate y otros, que siguen a Skogan: “la policía comunitaria no es un
mero programa de las fuerzas del orden sino un programa de la ciudad, con un
fuerte involucramiento político” (Zarate y otros, 2014: 18).

14 La pandilla juvenil (youthgang) ha sido tratada en los Estados Unidos desde ini-
cios del siglo xx, así también en diversas partes del mundo. En Brasil les llaman
galeras cariocas, en Costa Rica chapulines, en los países de Centro América les
dicen las maras, mientras que en América Latina (Perú, Chile, Nicaragua) se las
denomina pandillas (véase Stroka, 2008: 20).

15 Las barras bravas se entrecruzan con el mundo del pandillaje, aunque no por
eso resultan lo mismo. Martin Santos dice: “el mundo de las barras bravas está
situado al interior del campo institucional del deporte, en particular, del futbol. En
este sentido, no puede estar totalmente auto centrado como el mundo pandille-
ro. Si el campeonato entra en receso, las barras bravas modifican su dinámica
de manera importante: no hay partidos en los cuales «hinchas» a su equipo”
48 (Santos, 2002: 27).
violentas cometidas por este grupo social ni, menos aún, cómo ellas

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impactan sobre el imaginario social.

En esta etapa aparece Juan Aguilar Chacón, más conocido


como Negro Canebo, quien a mediados de los años 90 era consi-
derado “el delincuente joven más peligroso” del país. Antes de
cumplir los dieciocho años de edad sus antecedentes ya registraban
once denuncias por secuestro, tres por homicidio y veintitrés por
robo y hurto. El contexto estaba signado por la mediatización de
las transgresiones juveniles y la aparición de diversos estudios de-
dicados a este problema en la ciudad y las provincias. Uno de los
trabajos que aborda este asunto es la compilación de Martínez y
Tong titulada ¿Nacidos para ser salvajes?: identidad y violencia juvenil
en los 90 (1998), en la que destacan los textos de Tong y Santos. El
trabajo del primero aporta el concepto “solidaridades violentas
sin ideología”, mientras que Santos realiza un análisis de los “es-
quineros-trajinantes”.

En provincias resaltan algunas regiones que empiezan a tomar


interés en este tema. Sobresalen las investigaciones de las pandillas
posviolencia política en Ayacucho. Entre las tesis merece anotarse el
trabajo de Ortega Matute, Las pandillas juveniles de Ayacucho (2001),
y Jorge León, Las pandillas juveniles en Huamanga: una nueva expresión
de violencia social en el contexto de postguerra (1989-2001) (2002). Para
estas investigaciones y las antes citadas el asunto constituye un se-
rio problema social que afecta la convivencia y la integración por
el comportamiento trasgresor de los pandilleros. Sobresalen los es-
tudios desde un enfoque cultural. Stroka, por ejemplo, recurre a la
teoría de la identidad social. Este trabajo, al igual que otros, enfatiza
en la identidad territorial que cobran las pandillas.

Una línea aparte merece el libro Faites y atorrantes: una etno-


grafía del penal de Lurigancho (1994), de José Luis Pérez Guadalupe,
que aborda la cultura delincuencial en los penales y asocia el
“trabajo” delictual con el prestigio criminal. Otro hito es el tra-
bajo de Abelardo Sánchez León y Marco del Mastro: En el juego
de la vida (1993).

Ahora bien: los estudios sobre la delincuencia y, más específi-


camente, sobre las pandillas, presentan distintas aproximaciones. 49
Una de ella es la explicación del comportamiento delictual. El
Cuando los cerros bajan

trabajo de Piqueras (2003) asume a las pandillas de Ayacucho


como “víctimas traumatizadas” por la violencia política. Para
este autor, las pandillas y la delincuencia son expresión de un
proceso de violencia de largo aliento (Piqueras, 2003; Reyna y
Toche, 1999). Por otro lado, varios estudiosos sostienen que la
violencia y los delitos son solo una dimensión, entre tantas otras,
que perturban la convivencia (Tong, 1998; Stroka, 2008; Loayza,
2011; Senaju, 2013).

Sin embargo, también es esta una etapa de cosecha desde otras


entradas, sin dejar de lado el elemento problemático que cons-
tituye la delincuencia. Así, según la tesis de Dennis Chávez de
Paz, titulada “Indicadores de desarrollo socioeconómico y crimi-
nalidad en el Perú”, la conducta delictiva está asociada al proceso
de desarrollo, por lo que existe un modelo de relación entre nivel
de progreso socioeconómico y tipología delictiva (Chávez de Paz,
1995: 37). A la par, hubo intentos que no lograron cuajar, entre ellos
la construcción del índice de inseguridad ciudadana de Reyna y
Toche por encargo de Cepal, La inseguridad en el Perú (1999). Ambas
investigaciones intentan aproximarse al fenómeno criminal a partir
de abordajes cuantitativos y enfatizando los obstáculos que signi-
fican para el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

En conjunto, los asuntos más tratados han sido la identidad,


el territorio y la relación entre violencia y cultura en los jóvenes.
El campo más analizado es la juventud, que continúa presente con
algunos trabajos que permiten explorar nuevos caminos.

2.6 Posicionamiento de la problemática (inicios del siglo xxi


hasta el año 2014)

En los años 80 y 90 del pasado siglo, la crisis económica, la falta


de empleo y la violencia política explicaron las preocupaciones
principales en un país en el que los índices de pobreza se man-
tenían a lo largo de varias décadas. Para fines de los años 90 e
inicios del siglo xxi, estas preocupaciones empezaron a despla-
zarse a la corrupción y las libertades democráticas, pero aún
acompañadas de la pobreza y el desempleo. Sin embargo, en
50 los últimos años la delincuencia está ocupando un papel cada
vez más importante,16 aunque el problema tiene ya varios años.

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No resulta por eso extraño que, en 2013, el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo dedique su informe regional al tema
de la seguridad ciudadana; el Plan Bicentenario (2011) elaborado
por el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan)
establezca la seguridad ciudadana como una prioridad, y que se
realicen diversas marchas por la paz y la seguridad.17

La diferencia con las etapas antes señaladas está en que la


delincuencia y la inseguridad se han convertido para la opinión
pública en el principal problema nacional,18 lo que tiene un efecto
directo en la aprobación o desaprobación del gobierno.19 Por ello,
la mayoría de las crisis provienen del ministerio del Interior,
el encargado de la seguridad. No es extraño que de 2012 hasta
mediados de 2015 hayan pasado por el Mininter siete ministros
del interior —entre ellos Óscar Valdés, Daniel Lozada, Wilmer
Calle, Wilfredo Pedraza, Walter Albán, Daniel Urresti y José
Luis Pérez Guadalupe, lo que convierte a esta cartera en la más
inestable de este.

16 La preocupación por el tema de la delincuencia no es privativa del Perú.


El Latinobarómetro indica que ante la pregunta “¿cuál considera que es
el problema más importante de su país?”, de los 18 países consultados en
una encuesta, 12 señalaron “la “delincuencia/seguridad pública”. Entre estos paí-
ses están Uruguay, el Perú, Paraguay, Argentina, Chile, Guatemala, Venezuela,
Ecuador, Honduras, México, Bolivia y El Salvador (Informe Latinobarómetro,
2013: 66).

17 El 24 de marzo de 2013 se realizó en Lima una de las marchas por la paz y la


seguridad, con el lema “¡Basta a la violencia, a los crímenes y a la delincuencia
en el país!” (Trome, 25 de marzo de 2013).

18 Según la Encuesta Nacional Urbana elaborada por Ipsos Perú para Proética en
2013, a la pregunta “¿cuáles son los tres principales problemas del país en la
actualidad?”, el 63% de los entrevistados sostuvieron que la delincuencia. Este
dato no es una excepción, sino un posicionamiento sostenido. Para el año 2012,
el 61% dijo que el principal problema era la delincuencia; lo propio ocurrió dos
años antes, en 2010, cuando 41% sostuvo lo mismo. Estos porcentajes superan
en 6% y 3% a la pobreza y el desempleo, respectivamente.

19 La principal causa de desaprobación de la gestión del presidente Ollanta Humala


está asociada a la delincuencia y la inseguridad. Según la Encuesta Nacional
Urbana de octubre de 2014, publicada por Ipsos Apoyo, a la pregunta “¿Por qué
razones desaprueba la gestión de Ollanta Humana?”, el 45% de encuestados
señaló “porque no hay seguridad ciudadana/hay delincuencia”. 51
A la preocupación que concita la delincuencia y sus implicancias
Cuando los cerros bajan

se añade una escasa comprensión del problema.20 A continuación se


cita un caso concreto: “En Perú, principal productor de cocaína
del mundo, no sabemos prácticamente nada del fenómeno de-
lictual, de sus articulaciones con el crimen transnacional, de la
generación de bandas dedicadas al crimen organizado y de sus
características locales” (Dammert, 2012: 3-4). Lo dicho puede
encontrar parcial respuesta en la continua incoherencia de los
datos estadísticos otorgados por instituciones dedicadas al tema
(Basombrío, 2005; Informes anuales IDL, 2010, 2013, 2014; Dammert,
2012), pero también en el escaso interés de la academia y sus escasas
publicaciones si se las compara con el complejo y diverso problema
de la delincuencia. Desde luego, existen casos excepcionales prove-
nientes de la sociedad civil, como el Instituto de Defensa Legal y
Ciudad Nuestra, y el reciente Laboratorio de Criminología Social
y Estudios sobre la Violencia de la Pontificia Universidad Católica
del Perú (PUCP), además del Comité Estadístico Interinstitucional
de la Criminalidad (CEIC) y el Observatorio de Criminalidad del
Ministerio Público. Los dos últimos brindan datos administrativos
sobre el accionar criminal.

El escaso interés por los temas de la delincuencia invita a se-


ñalar que parece haber una contradicción entre la dimensión del
problema y la preocupación de la academia. ¿A qué se debe que
las ciencias sociales no dediquen al tema de la delincuencia la
dedicación que merece? Aquí se sostiene que, en general, ello res-
ponde a una situación generalizada: el divorcio entre la realidad
y la producción de las ciencias sociales. Más que de un asunto
temático, se trata de la producción de las ciencias sociales como
tal; aún más, del conocimiento social.21

20 Esta evaluación no es reciente. Sánchez León y Del Mastro sostienen, en 1993,


que intentan aproximarse “[…] a un universo escasamente tratado por las cien-
cias sociales peruanas como es la delincuencia […] (Sánchez y Del Mastro,
1993: 48).

21 En un destacable artículo publicado a inicios de los años 90, Aníbal Quijano


había advertido sobre este aspecto. Sostuvo que los modelos de las ciencias
sociales, así como sus métodos y preguntas, no respondían ni permitían ofrecer
una imagen de lo que ocurría en la sociedad. A estas incapacidades las denominó
52 “crisis de paradigmas” y “crisis de problemáticas” (Quijano, 1990: 11-26).
Los casos excepcionales antes anotados merecen ser descritos

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con el fin de mostrar lo que se viene realizando para comprender
el problema de la delincuencia. Una de las primeras iniciativas del
siglo xxi para combatir el crimen y la delincuencia tuvo lugar en el
gobierno de Alejandro Toledo, cuando ingresaron en el ministerio
del Interior Fernando Rospigliosi y Gino Costa. En este contexto
se desarrollaron dos iniciativas. La primera a través del Acuerdo
Nacional, por la que se incorporó como séptima política de Estado
la “Erradicación de la violencia y el fortalecimiento del civismo y
de la seguridad ciudadana”. En 2003, esto dio como resultado la
promulgación de la Ley N.° 27933, Ley del Sistema de Seguridad
Ciudadana. Así se creó el Sistema Nacional de Seguridad Ciuda-
dana (Sinasec), que cuenta con comités por regiones, provincias y
distritos del país, y su ente rector, el Consejo Nacional de Seguri-
dad Ciudadana (Conasec), que tiene por función la formulación,
conducción y evaluación de las políticas de seguridad ciudadana
a nivel nacional.

La segunda iniciativa tiene que ver con la reforma policial. En


octubre de 2001 inició su trabajo la Comisión Reestructuradora de
la Policía, que concluyó su diagnóstico en 2002. A inicios de 2003
Gino Costa renunció al Mininter y se retiró acompañado del equipo
de la reforma policial. Un tiempo después, él y Carlos Basombrío
publicaron el libro Liderazgo civil en el Ministerio del Interior (2004),
donde detallan su experiencia.

El IDL tiene como fin “la promoción y defensa de los Dere-


chos Humanos, la democracia y la paz en el Perú y en América
Latina”. En ese marco, el área de Seguridad Ciudadana se apro-
xima a los estudios del delito desde la seguridad, y toma como
núcleo el reconocimiento de los derechos humanos. No es casual
que sus temas priorizados hayan sido la Policía (Relatos de éxito
de un comisario, de Díaz Zulueta, 2009) y la seguridad ciudadana
(Seguridad ciudadana: 14 lecciones fundamentales, de Yépez, 2004, y
Un paseo ciudadano, de Leonardo Caparrós, 2005); iniciativas loca-
les y políticas de seguridad (La fuerza de todos, 2009; Informe anual
2010, 2011, 2012, 2013 y 2014; Te prometo una Lima segura, de Bazán
y Levaggi, 2014); y percepción y victimización (Percepciones, vic-
timización, respuesta de la sociedad y actuación del Estado, de Carlos
Basombrío, 2005), entre tantos otros. 53
Por su parte, el Ministerio Público implementó en 2005 el Ob-
Cuando los cerros bajan

servatorio de Criminalidad mediante la Resolución de la Fiscalía


de la Nación N.° 1485-2005-MP-FN, con el objetivo de promover
el desarrollo de una red de información que permita prevenir e
intervenir en los fenómenos criminales y de violencia que atentan
contra el Perú (Memoria institucional del Ministerio Público, 2014:
102). Entre sus trabajos más destacados en materia de generación
de datos se encuentran el Registro Nacional de Feminicidio (2010,
2011, 2012) y el reconocimiento de las zonas de mayor incidencia
delictiva (“puntos calientes”). Para Jorge Srur y otros, la creación
en América Latina y el Caribe de los llamados observatorios “[…]
evidencia la mayor preocupación de distintos niveles de gobierno,
y también del sector privado y de la academia por mejorar la
calidad, la transparencia y el análisis de la información sobre
seguridad y violencia” (Srur, 2014: 73).

En 2007 se crea la ONG Ciudad Nuestra, un centro de estudios


y análisis de la seguridad ciudadana en el Perú que formula reco-
mendaciones de políticas públicas. Ha publicado más de una docena
de libros y dos encuestas nacionales urbanas de victimización (2011,
2012). Entre los libros destacan Inseguridad en el Perú: ¿qué hacer?, de
Gino Costa y Carlos Romero (2011); La Policía que Lima necesita, de
Gino Costa, Yépez y Romero (2008); Los Serenazgos en Lima: ¿le ganan
la calle a los policías?, de Gino Costa y Romero (2010); ¿Qué hacer con las
pandillas?, editado por Gino Costa y Romero (2009).

Por otra parte, el Laboratorio de Criminología Social y Estu-


dios sobre la Violencia de la PUCP —dirigido por Jaris Mujica y
Nicolás Zevallos— viene desarrollando distintas investigaciones
en las líneas del mercado negro (2007), armas (2012), violación y
explotación sexual (2011, 2012) y narcotráfico.

Por su parte, el Conasec presenta el Plan Nacional de Seguridad


Ciudadana y Convivencia Social 2012, que firma el presidente de
la República, Ollanta Humala. Este Plan contenía crasos errores
en las cifras de homicidios otorgadas por el Ministerio Público,
al punto que el recién formado Comité Estadístico Interinstitu-
cional de la Criminalidad reconociera que “[…] las cifras que se
venían dando a conocer, referidas a la tasa de homicidios, tenían
54 serias deficiencias, inconsistencia y falta de calidad en su cuanti-
ficación” (CIEC, 2014: 9). De este modo, tan solo un año después

Instituto de Defensa Legal


se presenta un nuevo plan, llamado Plan Nacional de Seguridad
Ciudadana 2013-2018.

El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos crea en 2011


el Consejo Nacional de Política Criminal (Conapoc)22 como órga-
no máximo encargado de formular, conducir y evaluar la política
del Estado contra la criminalidad desde una mirada de la polí-
tica criminal reflexiva. Con el fin de combatir la criminalidad
con información básicamente cuantitativa, se constituye en 2013
el Comité Estadístico Interinstitucional de la Criminalidad (CIEC),
creado mediante Decreto Supremo N.º 013-2013-MINJUS, con el fin
de generar un sistema integrado de estadísticas de la criminalidad.
Este Comité está integrado por el Instituto Nacional de Estadística
e Informática, el Ministerio del Interior, la Policía Nacional del Perú,
el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, el Ministerio Público,
el Poder Judicial y el Instituto Nacional Penitenciario (Inpe). El Co-
napoc, además de formular políticas, tal como “la política criminal
frente a los delitos patrimoniales”, también ha venido elaborando
diagnósticos con el apoyo del CIEC; entre ellos destaca el documento
N.º 1, Homicidios en el Perú: contándolos uno a uno, 2012 (2014).

Visto en conjunto, este último es un periodo durante el cual se


posiciona la problemática de la delincuencia. La percepción de in-
seguridad y el reconocimiento de este como el principal problema
del país así lo indican. Del mismo modo, existe una contradicción
expresa entre un problema relevante como la delincuencia y el
escaso conocimiento del tema en sus diferentes ámbitos, a pesar
de algunas instituciones e investigadores que se dedican al tema.

Asimismo, dentro de los espacios antes anotados y fuera de


ellos cobran cada vez más importancia dos aspectos: el género
y la economía. Mientras el primero toma la forma de feminici-
dio, trata de personas y acoso callejero, el segundo refiere a la
llamada “economía del delito”.23 Estos temas han empezado a

22 Creado por Ley N.° 29807.

23 El ingreso de la economía a los estudios del delito tiene su raíz en los trabajos
del premio Nobel Gary Becker en 1968 y los siguientes estudios de Isaac Ehrlich
sobre la llamada “economía del delito”. La incorporación de la matematización y 55
cobrar importancia a la par de otros que han aparecido en varios
Cuando los cerros bajan

momentos, como la relación entre la delincuencia y su lugar de


procedencia, tal como se vio al hacer referencia al indígena y al
bandolero del Ande, al delincuente urbano de zonas marginadas,
a los jóvenes “pandilleros” de algunas zonas y la alarmante
situación de la delincuencia que, como se verá en los siguientes
capítulos, considera a algunos barrios como “peligrosos”.

los modelos econométricos abrieron nuevas pistas para diseñar y predecir las
tendencias criminológicas en sociedades modernas (Martín y Navarro, 2007:
2). El análisis de la economía del delito sienta sus bases en el utilitarismo del
individuo pregonado por los economistas neoclásicos. Asume al sujeto como un
racional maximizador de beneficio, que evalúa el costo de su actividad, resultado
entre la demanda de seguridad y la oferta del delito. Los autores sostienen, en
cuanto a la prevención del crimen, que se deben desalentar las razones para co-
meter el delito con penas severas, sistemas de justicia más eficientes y acceso
al trabajo. Dentro de la economía del delito, la metodología más utilizada para
estos estudios es el llamado “método de contabilidad de costos”, que consiste en
sumar los diferentes elementos que componen el costo total de la delincuencia. Tra-
bajos con esta metodología han sido aplicados en Londeño y Guerrero (1999),
que calculan los costos relacionados con el crimen en seis países de América
Latina, hasta trabajos como los de Aboal, Campanella y Lanzilotta (2013), que
buscan aproximarse al costo monetario que implica las actividades criminales
en Uruguay. Este último estudio de Aboal y sus colegas logra demostrar que
el costo estimado del crimen, sobre todo el patrimonial, alcanza el 3,1% del
producto bruto interno (PBI) de Uruguay. Desde la economía del delito, en el
Perú se han realizado trabajos segmentados sobre el costo; por ejemplo, en la
investigación desarrollada por Obando Morales-Bermúdez y Ruiz Chipa no se
llegaron a establecer las causas económicas de la criminalidad en el país, lo
cual se atribuye a la escasa información disponible sobre el crimen, insuficiente
para establecer el tipo de correlaciones estadísticas que se suelen realizar en
muchas investigaciones que asumen esta teoría (Obando Morales-Bermúdez y
Ruiz Chipa, 2007). Por otro lado, Ramón Díaz y José Miranda (2010) realizaron
una investigación sobre el costo económico y los determinantes de la violencia
doméstica para el año 2007, según el cual “las mujeres sin violencia generan
más ingresos laborales en comparación con las mujeres que viven en hogares
violentos. Esta diferencia fluctúa entre S/1,150 y S/. 1,500 soles anuales” (Díaz
y Miranda, 2010: 82). Por último, un documento elaborado para las Naciones
Unidas por Flavio Mirella en 2011 concluye: “En total, el costo directo mínimo esti-
mado en que incurrió el Estado Peruano para combatir la delincuencia organizada
y otros delitos graves, fue de aproximadamente S/. 451 millones en el año 2008,
lo que representó el 1% del presupuesto total ejecutado por el gobierno nacional
56 y el 0,1% del Producto Bruto Interno (PBI) de ese año” (UNODC, 2011: 6).
Capítulo 2

Espacio
histórico-social
de los barrios
San Cosme y
El Pino
Imagen 1.

Instituto de Defensa Legal


Localización del entorno de los barrios San Cosme y El Pino
77°0'30"W 77°0'0"W

HUARAL

±
CANTA

12°3'0"S 12°3'0"S

CALLAO HUAROCHIRÍ
AU

LIMA
GR

LIMA
LA VICTORIA
EL

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AV

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La Cachina
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12°3'30"S 12°3'30"S

JU LI OMercado Jorge Chavez


AV.28 DE AV
.N
IC San Jacinto
OL
Parque del Migrante (Ex Parada) Cerro AS Camal de Yerbateros
AYLLÓ
San N
Mercado 12 de Octubre

Mercado Minorista
Cosme
Terminal Terrestre Yerbateros

Pesquero
Mercado 3 de Febrero

Cerro
12°4'0"S
El Pino 12°4'0"S
AV. AVIAC

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Mercado de Frutas
UN
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Gamarra

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12°4'30"S
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AV
So ur ce : Es ri , D i gi ta l Gl o b e , G e o Ey e, i -c u be d , US DA, U SGS , AE X, Ge tm a p pi n g , A e rog ri d , IGN , IGP, sw i ss to p o, a n d the G IS Us e r Co m m un i ty

77°0'30"W 77°0'0"W

LOCALIZACION DEL ENTORNO DE


Leyenda LOS BARRIOS
SAN COSME Y EL PINO
DELIMITACION Mercado 12 de Octubre Parque del Migrante (Ex Parada)

Entornos Mercado 3 de Febrero Pesquero 1:10,000


ESCALA: 0 0.05 0.1 0.2 0.3 0.4
Camal de Yerbateros Mercado Jorge Chavez San Jacinto Km

Gamarra Mercado Minorista Terminal Terrestre Yerbateros Coordinate System: GCS WGS 1984
La Cachina Mercado de Frutas Datum: WGS 1984

Fuente: Elaboración propia.

59
Instituto de Defensa Legal
Vas a lo lejos en busca de un amor nuevo
donde no haya esclavitud.
Son hombres que aman y luchan
llevados por un cruel destino.24

1. El distrito de La Victoria

La ciudad es definida, en parte, por sus barrios. Lima Metropo-


litana concentra el 34% de la población del país, según el censo
de 2007 (INEI, 2007), y alberga “urbanizaciones residenciales” de
sectores medios y opulentos ubicados en distritos como Miraflo-
res, San Isidro, La Molina, entre otros, y “asentamientos urbanos
populares”. El segundo grupo incluye al mayor número de personas
que viven en barrios de la ciudad; no es casual que el censo de
1993 arroje que entre 68% y 70% de la población de Lima Metropo-
litana vivía entonces en los llamados “asentamientos humanos”
(INEI, 1993). Destacan los distritos menos tradicionales, como Villa
El Salvador y Comas, pero también La Victoria.

La Villa Victoria fue donada por Victoria Tristán a fines del si-
glo XIX. El terreno se convirtió en el distrito de La Victoria en 1920.
Desde inicios del siglo xx este distrito se ha constituido en un polo
comercial para la ciudad de Lima. Hasta 1913 solo existían diez fábri-
cas textiles ubicadas en Lima, de las cuales tres se encontraban en
La Victoria y permitían el proceso de acumulación de capital (Gon-
zales, 2001: 57). Otros negocios que hacían del distrito un centro de
comercio eran los talleres de mecánica y las tiendas de autopartes.

24 Estrofa de la canción “La paz y la dicha”, interpretada por Lorenzo Palacios


Quispe, más conocido como Chacalón, quien vivió en la ladera del cerro San
Cosme: El Bondy. 61
Varias razones explican el carácter comercial de La Victoria;
Cuando los cerros bajan

entre ellas, su cercanía al Centro de Lima, el acelerado crecimiento


de la ciudad, la ubicación en el distrito de los terminales de
transporte interprovincial, el creciente mercado de trabajo en la
manufactura y el parque automotor, la ubicación de los hoteles, el
lento estancamiento de la agricultura y la creación del gran Mer-
cado Mayorista y Minorista de Lima, La Parada25 (ubicado junto al
que sería el barrio de San Cosme), creado en 1945 porque el Mer-
cado Central de Barrios Altos no podía satisfacer ya la demanda
de una ciudad cuyo tamaño se había multiplicado por seis de 1875
a 1940 (MML, 2014: 10). Algunos años después se creó el Mercado
Mayorista N.º 2, al que se llamó Mercado de Frutas, ubicado junto
a lo que sería el barrio El Pino.

En 2007, este distrito contaba con una población de 192 724


habitantes, de los cuales 94 743 eran hombres y 97 981, mujeres
(INEI, 2007). Sus pobladores están distribuidos en distintos barrios,
como Apolo, San Cosme, El Pino, El Porvenir, La Pólvora y Men-
docita, que se relacionan entre sí en diversos ámbitos como el
comercio, la educación, las vías de acceso y problemas comunes,
incluida la delincuencia, pero que también se diferencian por su
delimitación geográfica y las dinámicas socioculturales de inte-
gración y exclusión.

En relación con los niveles de delincuencia que presenta el


distrito, es necesario indicar que comparte con Villa El Salvador
el mayor nivel de percepción de inseguridad, según el ránking
realizado por Ciudad Nuestra (2012). En ambos, el 84,9% de per-
sonas se siente muy o algo inseguras frente a la posibilidad de ser
víctimas de un delito. Además, La Victoria es uno de distritos de

25 El nombre es Mercado Mayorista y Minorista de Lima. Según refiere Patch,


el término “La Parada” ha sido erróneamente traducido como “el paradero”
(Patch, 1967: 8). En realidad, se trataría del lugar donde llegan miles de ca-
miones y ómnibus; de ahí que Patch reemplace “La Parada” por “El Terminal”.
El exmercado “La Parada” se encuentra en las faldas del barrio San Cosme y
a unas cuantas cuadras del barrio El Pino. Su existencia en aquel lugar data
de 1945 y en un momento se convirtió en el principal centro de abastos para la
ciudad de Lima. Hace más de cuarenta años se pensó trasladar este mercado
al distrito de Santa Anita (MML, 2014), pero ello se hizo apenas en el año 2012,
62 en la gestión de la alcaldesa Susana Villarán.
Lima que presenta mayor número de homicidios: si en esta la tasa

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es de 4,5 por 100 mil habitantes, en La Victoria ocurren 11 homici-
dios por 100 mil habitantes, lo que lo ubica entre los tres distritos
que concentran el mayor número de homicidios en Lima (Costa y
Romero, 2015: 43).También se encuentra entre los tres distritos con
mayores niveles de victimización por hogares, con una cifra que
alcanza el 48,2% (Ciudad Nuestra, 2012).

Pero estos elevados índices de homicidios, victimización y


niveles de percepción de inseguridad no son parejos en todo el
distrito. De hecho, se pueden encontrar al menos tres zonas con
diferencias abismales: una tradicional, que corresponde al cerca-
do de La Victoria o La Victoria antigua, donde se agrupa la mayor
cantidad de instituciones públicas; otra residencial y de infraestruc-
tura moderna, habitada por una población de clase media ubicada
en Balconcillo y Santa Catalina; y una última en la que se han
asentado grupos migrantes desde mediados del siglo xx. Es en
esta última donde se encuentran el cerro El Pino y San Cosme, y
es en ella, también, donde los niveles de delincuencia son mucho
más altos.

1.1 La primera invasión planificada del Perú: el cerro San


Cosme

El barrio San Cosme tiene su origen en 1946 y es considerado “la


primera invasión planificada de una propiedad privada por un
organizado movimiento de pobladores” (Matos Mar, 2012: 88). Es,
a su vez, el resultado de la reconfiguración de la ciudad por la
instalación de los migrantes del Ande y la disputa de terreno para
la vivienda cerca del trabajo; específicamente, las confrontaciones
con los hacendados Luis y Alberto Cánepa, propietarios de la
hacienda El Pino, lugar donde se encontraba el barrio.

Está ubicado aproximadamente a tres kilómetros de la plaza


de Armas (o plaza Mayor) de Lima. Limita al norte con la calle
Sergio Caller y la avenida Bausate y Meza; al sur, con el pasaje
Ciurlizza; y al oeste, con la avenida San Pablo. Los nombres de
sus calles y pasajes no son casuales: al parecer, existe una relación
directa entre ellos y la historia del barrio. Allí están, por ejemplo,
los jirones Ayacucho, Junín y Cajamarca, departamentos de donde 63
provienen muchos vecinos de esta zona. Otros nombres están
Cuando los cerros bajan

relacionados con personajes que han marcado parte de su proceso


de formación, entre ellos Margarita Vargas, primera fallecida por
acción de los policías que intentaron retirarlos en 1946; Sergio
Caller, diputado que los recibió en el Congreso y ofreció protestar
por la muerte de Margarita Vargas; y general Ciurlizza, prefecto
de Lima que ordenó el retiro de las Fuerzas Policiales y prometió
a los pobladores garantías para su permanencia.

El barrio cuenta con aproximadamente siete hectáreas y se


divide en seis sectores: Caller, Bolívar, Sinchi Roca, Alzamora, El
Pino y Ayacucho, aunque en la práctica las personas reconocen a
San Cosme no por sectores sino por los pasajes o jirones de donde
provienen. Por ello responderán: “yo soy del jirón Cajamarca”.

El censo de 1957 indica que tenía entonces 5674 habitantes


(Matos Mar, 1977: 72). El censo de 2007,26 a su vez, señala que este
barrio albergaba una población de 9538 habitantes, 52% (4969)
hombres y 47,9% (4569), mujeres. Este último censo evidencia
además que la población de San Cosme es bastante joven, pues
el 36,9% (3522) de quienes allí habitan tienen entre 15 y 29 años,
mientras que los menores de 14 años alcanzan un total de 28,8%
(2749). Esto da un total, entre menores y jóvenes, de 65,7% (6271).
Por su parte, la población de 30 a 44 años de edad representa el
18,9% (1807); la de 45 a 64 años, 11,7% (1123); y los mayores de 65
años, 3,5% (337). En 2014, la población de este lugar alcanzó un
total de 7188 habitantes (INEI, 2015). ¿A qué se debe este aumento
poblacional entre 1957 y 2007 y, luego, el descenso que revela el
censo de 2015? La respuesta no solo estaría en la necesidad de
vivienda sino también en el mercado, específicamente La Parada:
el mercado los atrajo en 1946, y su retiro en 2012 alejó a un grupo.

Al presente, el barrio está poblado desde la ladera hasta el


punto más elevado. Se trata de un barrio compuesto por distintos

26 La investigación utilizó los resultados del Censo 2007 del INEI. Estos datos
fueron especialmente solicitados para la presente trabajo que corresponden
a San Cosme y El Pino. El procedimiento consistió en enviar mapas de los
lugares de estudio al INEI y solo sobre estos lugares se brindó la información
censal de acuerdo con algunas variables que se solicitaron. En adelante, salvo
64 indicación contraria, la información Censal proviene de dicha fuente.
grupos que confluyen en un espacio acotado; en sus casi siete hec-

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táreas están los nietos e hijos de los primeros migrantes, junto con
un 16,7% (1423 pobladores) que hace cinco años no vivía en el
distrito (INEI, 2007). Sus actividades laborales están vinculadas
a los grandes mercados del entorno: por ejemplo, el 35,4% (1584)
son trabajadores no calificados de servicios, como peones, ven-
dedores ambulantes y afines; el 27,6% (1233) son trabajadores de
servicios personales y vendedores de comercio y mercado, entre
otros (INEI, 2007).

En la actualidad, San Cosme padece grandes problemas. Uno


de ellos es la tugurización y el hacinamiento que ha facilitado la
expansión de la tuberculosis.27 Otros son la pobreza, el trabajo
infantil y las múltiples expresiones de violencia, como la familiar
y de género. De la amplia gama de delitos que allí ocurren, los
más destacados son el robo y la microcomercialización de drogas.
“Es un barrio donde todos los problemas están juntos”, explica un
coronel de la Policía.

1.2 El barrio más alto de La Victoria: el cerro El Pino

En 1960, Luis Alberto Cánepa, dueño de extensos terrenos aledaños


a lo que luego sería El Pino y fundador de la empresa agrícola San
Pablo, pidió autorización para constituir la Cooperativa de Vivienda
La Cumbre Ltda. 183 en la parte colindante con el colegio Pedro
A. Labarthe, ubicado cerca de la ex-La Parada. En 1967 la Coope-
rativa era administrada por Jorge Cox Chinoe. En 1972 empezaron
a detectarse irregularidades de tipo económico, por lo que la Ofi-
cina Nacional de Desarrollo Cooperativo (Ondecoop) intervino y
resolvió cancelar la inscripción al tiempo que designó una comisión
liquidadora. En este escenario se crearon ocho comités de obras veci-
nales: Las Margaritas, Tercera Zona Floral, Zona Arqueológica, Zona
El Pino, Zona Virrey La Serna, Zona Imperial, Zona Túpac Amaru y
Zonas los Quechuas. El 11 de noviembre de 1972 se decidió agrupar
las diferentes zonas y llamarlas Pueblo Joven cerro El Pino.

27 Según Fuentes Tafur, el cerro San Cosme posee una tasa de morbilidad por
tuberculosis de 1347 por 10 mil habitantes. En promedio, cada semana se de-
tecta esta enfermedad a seis personas (2009: 372). Esto convierte al barrio en
el mayor foco infeccioso y, consecuentemente, en un lugar de “estigma social”. 65
Mientras San Cosme tiene su origen en una invasión, no ocurre
Cuando los cerros bajan

lo mismo con el cerro El Pino. Pero al final los caminos se cruzan,


pues este último barrio se convierte en asentamiento humano y
los dos son sindicados como unos de los barrios más peligrosos de
Lima. Desde luego, existen algunas diferencias entre ambos. La pri-
mera, a simple vista, es el tamaño del cerro, pues El Pino asciende a
más de 15 hectáreas y es el barrio más alto del distrito de La Victoria.
Y está dividido en 21 sectores y no por calles, como San Cosme. Así,
algunos de sus pobladores dirán: “yo soy del sector 12”.

Según el censo del INEI de 2007, ese año este barrio albergó
una población de 15 752 habitantes, 51,5% (8121) hombres y 48,4%
(7631), mujeres. Este censo evidencia que, al igual que en San Cosme,
el mayor grupo poblacional está compuesto por jóvenes de 15 a
29 años (34,8%; 5496 pobladores), mientras que los menores de 14
años alcanzan un total 27,8% (4382). Estos datos permiten consi-
derar que 6 de cada 10 personas de este barrio son menores de 30
años. Por su parte, la población de 30 a 44 años alcanza un total
de 21,3% (3364), mientras que los de 45 a 64 años representan el
11,6% (1842), y los mayores de 65 años, un 4,2% (668).

Como ya se dijo, el barrio El Pino está compuesto mayorita-


riamente por población joven, con una movilidad geográfica
considerable: el 16,7% (2372) de personas no vivía hace cinco años
en el distrito. Este factor es compartido por San Cosme, que regis-
tra una movilidad igual (16,7%), aunque esta representa a 1423
pobladores. La estabilidad residencial es un factor clave para
explicar el control social informal, y será detallado en el capítulo
3. Por lo pronto, queda decir que la composición de los actores en
el barrio permite considerar un alto número de personas que se
incorporan y reconfiguran las dinámicas intrabarriales.

San Cosme y El Pino presentan características comunes que


se desprenden del espacio: ambos barrios constituyen un área
estratégica debido a su situación geográfica. Por un lado, su cerca-
nía a las principales vías de acceso a la ciudad de Lima; por otro,
su ubicación respecto del centro. Las avenidas Nicolás Ayllón y
Nicolás Arriola son las puertas de entrada a la carretera Central,
que conecta a Lima con la sierra y la selva del Perú; la avenida
66 Circunvalación interconecta el Centro de la ciudad con Lima Sur
y el sur del país, mientras que la avenida México la articula con

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parte de la zona oeste de Lima. Además, la Línea 1 del Metro de
Lima, que conecta dos extremos de la ciudad, pasa muy cerca de
ambos barrios. Estos están a pocos kilómetros del Centro y de la
plaza de Armas de Lima; pero también están en medio de grandes
mercados que a continuación se detallan.

1.3 San Cosme y El Pino: historias encontradas con


los mercados

Una de las características más notables de los barrios de San Cosme


y El Pino es su relación con los importantes mercados que se
encuentran en sus alrededores. En el entorno inmediato de San
Cosme están los mercados Jorge Chávez, 12 de Octubre,28 Terminal
Pesquero, 3 de Febrero, La Cachina, Mercado Minorista, Gamarra,
Tacora y 501. En El Pino se ubican el Mercado de Frutas, el camal
de Yerbateros, Transporte Interprovincial Yerbateros, Transporte
Interprovincial Molina, empresas madereras y tiendas de venta
de autopartes en San Jacinto. Todos de gran tamaño. Por ejemplo,
solo Gamarra cuenta con aproximadamente 17 mil establecimien-
tos de venta, y más o menos 8000 talleres de confecciones (INEI,
2012); por su parte, el Mercado 3 de Febrero tiene 415 puestos, y
el Mercado Jorge Chávez, 400. Hay asimismo unos 1800 comer-
ciantes ambulantes en los alrededores del exmercado La Parada,
así como varios centenares de tiendas de abarrotes y autopartes
de vehículos en San Jacinto, que están a unas cuadras de ambos
barrios. Otro dato que permite mostrar la importancia de estos
mercados es la enorme cantidad de basura que producen: 365
toneladas se recogen al día del Mercado de Frutas, el exmercado
La Parada, Gamarra y Polvos Azules, este último distante del lugar
de estudio.29

Ni un barrio ni el otro son actores exclusivos de estos mercados,


aunque sí importantes protagonistas: El Pino del Mercado de
Frutas, y San Cosme de La Parada (o lo que queda de ella), de modo

28 Recientemente se le ha cambiado de nombre por 18 de Enero.

29 La República, miércoles 26 de diciembre de 2013. 67


que no podrían entenderse sin estos mercados. De hecho, sus mis-
Cuando los cerros bajan

mos espacios y sus vidas son el resultado de sus relaciones con


esos lugares.

Los mercados del entorno de los barrios no solo sirven como


centros de abasto y comercio, sino que son también la más im-
portante fuente de trabajo e intercambio. Esto se corrobora con el
gran número de personas que se dedican al comercio y al sector
servicios: en San Cosme, el 34,5% (1543) realiza una actividad de
comercio menor, el 17,2% (772) una labor vinculada la industria
de manufactura, y un 14,4% (645) trabaja en transporte, almace-
namiento y comunicaciones. Mientras, en El Pino 30,6% (2225) se
dedica al comercio menor, 22,2% (1615) a las industrias manufactu-
reras y 11,5% (838) al transporte, almacenamiento y comunicaciones.
Si se aprecia el detalle, se advierte que existe una coincidencia entre
las actividades económicas y los tipos de mercados. Gamarra es
el más grande emporio comercial de textiles, donde la industria
manufacturera es una de las más importantes. Los mercados Jorge
Chávez, Terminal Pesquero, 3 de Febrero, Minorista, de Frutas y
las vías públicas son ocupadas por los comerciantes minoristas.
Por su parte, el transporte de los alrededores de ambos barrios
cuenta al menos con tres grandes grupos: el primero, La Victoria,
el distrito que concentra el mayor número de empresas interpro-
vinciales en la ciudad de Lima; el segundo, un alto número de
vehículos de transporte público que transitan por las inmediaciones
de los mercados; y el tercero, el transporte barrial, realizado por
las mototaxis.

La coincidencia entre los mercados y las personas que viven


en estos lugares se aprecia con mayor claridad cuando se anota el
origen de los barrios. Según Matos Mar, San Cosme tiene relación
directa con el mercado (2012: 89): el Mercado Mayorista y Mino-
rista de La Parada se trasladó allí en el año 1945, y tan solo al año
siguiente se inició la primera invasión a una propiedad privada
en el Perú, cuando nació el Asentamiento Humano San Cosme.
Mildred Merino concluye que este barrio significó un “área satélite
de ecología comercial” (1958), y que también fue un polo de atrac-
ción para los migrantes y pequeños comerciantes, algunos de los
cuales alcanzaron el éxito comercial convirtiéndose en personajes
68 como “el rey de la papa”. Entonces, concluyen ambos autores, la
inauguración de La Parada en 1945 tiene relación con la oleada

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migratoria que se asentó en San Cosme. Sin embargo, lo que no
atendieron era que, a largo plazo, la inestabilidad residencial
—que se explica porque los inquilinos responden a la lógica de
estar en un lugar de modo transitorio— se relacionaba con el bajo
control social informal y, luego, con la violencia delictual. No es
casual que las primeras viviendas se instalaran frente al exmer-
cado La Parada (Matos, 2012: 92). Por su parte, el cerro El Pino
transita por otro lindero, pues el barrio no se funda, en rigor, por
la existencia del mercado, aunque luego su presencia haya sido
decisiva. Elías Guevara, un vecino de San Cosme, dice: “La Para-
da era dos: Mercado de Frutas y Mercado de Verduras. Los dos
estaban juntos. Los puestos eran de triplay. Tanto era la afluencia,
que se consiguieron un terreno donde guardaban los carros (pro-
vinciales). Los que vendían fruta se fueron al lado del Pino que ya
tenían casas”.

Entonces, mientras San Cosme nace y se forma al costado del


exmercado La Parada, el caso de El Pino es distinto, pues este
barrio existía antes de que se instalase allí el Mercado de Frutas, lo
que no quita que este haya impreso su sello y redefinido a El Pino.
En ambos casos, el vínculo entre barrio y mercado es notorio. Si la
migración dio inicio a las barriadas, los mercados fueron el motivo
por el que estos barrios se ubicaron en sus contornos. A pesar de los
problemas que acarreaba su presencia, el saldo resultó favorable en
materia de empleo, vivienda y transporte y, en general, por toda la
red de intercambio que produjo. Este fenómeno ha sido reconocido
por Kaztman y otros (2004: 21), que sigue en esto a Mazzei y Veiga
(1986) al señalar que los asentamientos informales han tendido a dis-
tribuirse en “enclaves” próximos a las oportunidades de trabajo —en
el caso de Lima, cerca de los mercados—. A partir de esta conside-
ración, no resulta difícil colegir el criterio que explica cómo se han
ubicado las primeras barriadas hasta la constitución de los distritos
populares como Villa El Salvador o Mi Perú.

Ahora bien: ¿cómo es, precisamente, la relación entre los merca-


dos y los pobladores de los barrios estudiados? Según la encuesta que
se aplicó para este trabajo, el vínculo laboral es alto (véase el cuadro 1).
El 60,1% de los habitantes encuestados de San Cosme señalan que él o
uno de sus familiares trabaja en los mercados que se encuentran en los 69
alrededores de su barrio, mientras que el 62,3% manifiesta lo mismo
Cuando los cerros bajan

para el barrio El Pino. Estas cifras permiten advertir que más de la


mitad de los encuestados de ambos barrios tiene al menos un fami-
liar que depende laboralmente de esos mercados, lo que da cuenta de
una clara relación entre barrio y mercado. No se trata de una simple
ocupación, sino de la vida laboral de la mayoría de las personas del
barrio; y, además, de las expectativas de “progreso” y lucro.

CUADRO 1

Vínculos entre barrios y mercados


¿Usted o alguno de sus familiares trabaja en los mercados que se encuentran
alrededor de San Cosme/El Pino (Gamarra, Mercado de Frutas, etcétera)?

Barrio Frecuencia Porcentaje válido

Sí 141 61,0

San Cosme No 90 39,0


Total 231 100,0
Sí 134 62,3

El Pino No 81 37,7
Total 215 100,0
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

El trabajo y la vivienda son dos asuntos emparejados. Probable-


mente si la pregunta hubiese explorado la relación entre el consumo
y los barrios, las cifras hubiesen sido mayores por la cercanía con los
centros de abastos. Y es que las relaciones no se agotan en el trabajo
y la vivienda, sino que se definen por las múltiples experiencias en el
contexto de las relaciones sociales. Para apreciar una de estas experien-
cias es posible pensar en el mercado como una oportunidad; es decir,
aquí no se trata solo de la relación entre el mercado y el barrio, sino
de cómo perciben al mercado. Las cifras al respecto son mayores: 8 de
cada 10 personas de ambos barrios consideran a los mercados como
una oportunidad. Cierto es que no se detalla el mercado ni el tipo de
oportunidad, pero al menos se puntualiza la clara relación positiva.
El 85,6% de las personas de San Cosme considera a los mercados de
los alrededores como una oportunidad, mientras que el 89,3% del
70 barrio El Pino tiene la misma perspectiva (véase el cuadro 2).
CUADRO 2

Instituto de Defensa Legal


Percepción de mercados como oportunidad
¿Considera que los mercados que se encuentran en los alrededores de San
Cosme/El Pino son una oportunidad para su barrio?

Barrio Frecuencia Porcentaje válido

Sí 196 85,6

San Cosme No 33 14,4


Total 229 100,0
Sí 192 89,3

El Pino No 23 10,7
Total 215 100,0
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

La consideración del mercado como oportunidad muestra una


relación positiva con él. De ahí, quizá, la clara resistencia al traslado del
exmercado La Parada, no solo de los comerciantes y estibadores, sino
de toda la red laboral asociada, incluyendo a los delincuentes. Algunas
respuestas de los entrevistados para el estudio van en ese sentido:

Son una oportunidad [los mercados] porque generan trabajo


para toda la población. La gente, los viejitos necesitan trabajar y
ganar su platita acá cerca. (Manuel Paredes, San Cosme)

Es una buena salida [el mercado], porque de eso viven. El 100%


viven de ellos. Jamás es un obstáculo. Incluso vino una vez el
alcalde de La Victoria, ¿Cómo se llama?... Sánchez Aizcorbe, y
lo querían linchar en un mitin que hizo porque ese señor habló
mal de La Parada, porque muchos de los vecinos trabajaban en
La Parada. Mira, hay unas tías, paisanas, y salen a las 4:00 a. m.
y están vendiendo cualquier cosa y están ganando algo. (Mario
Mendoza, El Pino)

Un padre a su hijo: “Tú no me agradezcas de vivir en este cerro


sino del lugar. Acá tienes todo. Si quieres comer fruta bajas de El
Pino y puedes recoger frutas chancaditas, y si quieres papa, tomate
o lo que quieras, te vas a La Parada y listo”. (Héctor Lara, El Pino)

El hecho de que exista una relación positiva no significa que


las personas de estos barrios no muestren sus reparos al tipo de 71
mercado que tienen. Los mercados y el barrio no son lugares dis-
Cuando los cerros bajan

tantes; de hecho, los separan tan solo unos metros, de modo que
quedan difuminados los límites entre el lugar de vivienda y el lu-
gar de trabajo. Visto en perspectiva, se trata de un lugar común en
el que los vecinos constituyen sus vidas y comparten los proble-
mas que acarrean los mercados. Y es que la racionalidad imbuida
por los mercados múltiples envuelve —y, en parte, define— la vida
en estos escenarios, no solo como oportunidad sino también como
problema. Por ejemplo, Luis Medrano, un joven de San Cosme,
decía que la parte de su barrio que estaba más pegada al mercado
—específicamente, el jirón Ayacucho y la avenida San Pablo— era
“fea y llena de delincuentes por culpa del mercado”. Por eso más
adelante afirmaba: “si el mercado se va, esto va a acabar”. Por
su parte, Héctor Lara expresa que los bares y los lugares donde se
ejerce la prostitución están junto al Mercado de Frutas; por ejemplo,
El Cumbión, La Canela y El Mariachi, locales que se encuentran en
la avenida Pablo Patrón; otro local es El Espejo, ubicado en la otra
lateral del mercado, en la avenida Arriola. También se puede men-
cionar La Tiburona, que está en los alrededores del mercado pero
sobre la avenida Pablo Patrón.

La mayoría de las relaciones que se dan en los barrios giran al-


rededor de los mercados, aunque no todo el movimiento dependa
de los barrios. En los mercados se vinculan de alguna manera todos
los grupos sociales, la vida se mueve a través de esa interrelación.
Un estibador se levanta a las 3:00 a. m. para ir al mercado a traba-
jar; una vez terminada su labor, regresa a su casa. Las mototaxis
aguardan de día y de noche a personas que soliciten su servicio.
Los ambulantes y los comerciantes están atentos a algún cliente
que requiera sus productos. Lo mismo ocurre con las personas
que realizan actividades asociadas a delitos y venta de licor. Todos
juntos en apenas unas cuantas cuadras. La vida de los barrios de
San Cosme y El Pino no se detiene.

72
Tabla 1. Características de los barrios de San Cosme y El Pino

Organización dedicada a la
Barrio Ubicación Población Delitos más comunes Pandillas y grupos delictuales
seguridad

Pandillas: El Cartel de San Cosme,


Gremio resocializador de La Los Alaracos
Robo, tráfico ilícito de
San Cosme Distrito de La Victoria 9538 (INEI, 2007) Victoria y los alrededores, Policía Grupos delictuales: Los Cogo-
drogas, extorsión
Nacional del Perú y Junta Vecinal teros de San Cosme, FRELUVE,
etcétera

Pandillas: Locura, Los Malacos,


Los Solteritos de El Pino, La
Junta Vecinal del Asentamiento Barraca, La Plaza Grone
Robo, tráfico ilícito de
El Pino Distrito de La Victoria 15752 (INEI, 2007) Humano cerro El Pino y Policía
drogas, violación. Grupos delictuales: Los Malditos
Nacional del Perú
de El Pino, Los Escalante, Los
Vaquisha, etcétera

Fuente: Elaboración propia.

73
Instituto de Defensa Legal
2. Delincuencia en los barrios: distancias y cercanías
Cuando los cerros bajan

A continuación se da cuenta de las actividades delictuales y de


violencia que se producen en San Cosme y en El Pino. Se trata
de mostrar la incidencia delictiva pero también la percepción de
sus pobladores sobre la inseguridad y la delincuencia según el
espacio que ocupan. Las evidencias confirman una situación
delictiva por encima del promedio nacional, aunque la diferencia
no está en el número sino en la forma e intensidad que la misma
delincuencia oculta. No se trata solo de delitos de oportunidad
sino también del “control social”, que es ejercido por medio de la
“apropiación” del territorio con mayor notoriedad en los alrede-
dores de San Cosme, mientras que en El Pino la violencia delictual
aparece de manera más abierta y desordenada. Confirman esta
hipótesis la distribución de las zonas en las que cada quien ejerce la
delincuencia, el cobro por “seguridad”, la afectación de los barrios
por problemas asociados a la delincuencia, su caracterización en
cinco ámbitos (venta de droga, robo, violencia familiar, peleas y
violación sexual), así como la percepción de inseguridad, victimi-
zación, revictimización y homicidios.

2.1 Distribución espacial de la inseguridad dentro del barrio

No todos los lugares de El Pino y San Cosme son inseguros; al


menos, no lo son por completo. Existen algunas zonas donde la de-
lincuencia está presente casi en todo momento, y otros lugares en
donde no. En general, San Cosme es más inseguro en la parte baja,
es decir, en la interconexión entre los mercados y el cerro. El jirón
Ayacucho es tal vez la zona más peligrosa de San Cosme y también
la más degradada físicamente. Algunas de las personas que roban
ingresan en el cerro por este jirón y los otros jirones como Tacna y
Sergio Caller; y es que la propia configuración del barrio está aba-
rrotada de calles y jirones pequeños que conducen a distintos lados,
lo que facilita la huida. Si se piensa en una figura que se pueda
asociar a ambos barrios, esta es el “juego de las escondidas”.

Otro sitio inseguro en San Cosme es Virrey La Serna, conocido


como El Virrey, sobre todo por el consumo de drogas como la pasta
básica de cocaína y la marihuana. Algunos de estos consumidores
74 son del mismo San Cosme, pero también hay entre ellos personas
de otros barrios que tienen conocidos en este lugar y prefieren los

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“fumaderos” instaurados en San Cosme por lo agreste y la dificul-
tad de la Policía para llegar hasta allí. También es una de las zonas
que abastece de drogas a los otros barrios; de otro modo sería difícil
entender cómo es que el sábado 17 de mayo de 2014 se incautaron
18 kilos de marihuana y más de 2000 envoltorios de pasta básica de
cocaína, además de un arma de fuego, en el jirón Cajamarca.30

Por lo general, cuando se imagina San Cosme se piensa en el


jirón Ayacucho, La Terraza o El Bondy. De estos tres lugares, en
rigor, solo el jirón Ayacucho está dentro de San Cosme. Los tres
deben de ser las expresiones más alarmantes de una vida al filo de
la delincuencia, el alcohol y las drogas.

La situación del barrio El Pino no dista mucho de la de algu-


nos lugares que pueden considerarse inseguros, sobre todo por
los delitos que allí se cometen contra la propiedad, específicamente
los robos bajo la modalidad de “raqueteo”,31 “cogoteo”32 y “car-
terista”.33 De hecho, un informe de la Policía del año 2013 señala
que el principal problema en El Pino es el robo en mototaxi. En
este barrio los lugares más inseguros se encuentran en la parte
alta, pero también en la ladera —por ejemplo, en la avenida Pa-
blo Patrón, que conecta al Mercado de Frutas con el cerro—. Este
es un espacio donde se ha producido una serie de delitos, y
lo mismo ha ocurrido en la avenida México, que funciona como
interconexión entre el barrio y el mercado de autopartes de San
Jacinto. Si San Cosme tiene la avenida San Pablo y El Virrey, El
Pino cuenta con las avenidas Pablo Patrón, La Floral, México y el
cruce entre Circunvalación y Nicolás Ayllón. La Floral ha sido uno
de los lugares más peligrosos en las décadas de 1980 y 1990: toda
una avenida habitada por drogadictos, delincuentes y prostitutas
al punto de poner sus camas en la vía pública.

30 Trome, 18 de mayo de 2014.

31 Robo al paso.

32 Robo que se perpetra tomando a la víctima por el cuello. Es cometido por dos
o más atacantes.

33 También se le llama “arranchador”. Por lo general es un hurto y lo hace una sola


persona. 75
Antes de octubre de 2013, el cruce entre las avenidas México
Cuando los cerros bajan

y Nicolás Ayllón era un sitio que aparecía con regularidad en los


medios de comunicación. Allí confluían dos grandes avenidas que
llevaban al Centro de Lima y a Lima Este. Acá delinquían per-
sonas de los barrios San Pedro, San Cosme, El Pino, 12 de Octubre,
Yerbateros y Valdivieso. En agosto de 2009, el diario El Comercio
utilizó imágenes del programa A Primera Hora, que se transmitía
por Latina, para destacar que “la avenida Nicolás Ayllón [...] es
una tierra sin ley. Y esa situación es aprovechada por la banda
de delincuentes denominada ‘Los Malditos del cerro El Pino’”.
Más adelante, el mismo diario afirmaba: “tras cometer su delito,
los delincuentes se pierden entre las peligrosas calles del cerro El
Pino”.34

A diferencia de lo que ocurre en San Cosme, en El Pino los


robos también se dan dentro del cerro de un modo constante y no
solo por oportunidad, como en San Cosme. Uno de estos lugares
es la calle Tocache, ubicada en el sector 12; otro, las inmediaciones
del colegio 501, entre los sectores 12 y 19. En general, las esquinas
que interconectan el barrio o los espacios desolados son lugares
en los que se cometen delitos. Al parecer, el medio (mototaxi), la
extensión del barrio y los nodos que articulan y abren caminos
a la pista, calles y escaleras han contribuido a que se produzcan
distintos delitos contra los mismos vecinos. Respecto de esta última
modalidad, es la forma de convivencia la que ha provocado el
robo entre vecinos, lo cual muestra una violencia delictual abierta
y desordenada. En realidad, los delitos se producían desde antes,
pero es a mediados de 2005 cuando “se empieza a robar en el
mismo barrio de modo tan descarado”. Entre la desesperación y
la indignación, una señora dice: “¡donde se come no se caga; que
vayan a hacer su cagada en otro lado!”, mientras otra considera
a los delincuentes de hace más de dos décadas como “choros
decentes”35 (entre ellos, los “maquinistas”). Se trata de dos cosas:
por un lado, del nivel de violencia, y por el otro, de la elección
de las víctimas. El “maquinista” perpetraba su delito “como una
máquina”, muy rápido, sin que la víctima se diera cuenta. Además,

34 El Comercio, 6 de agosto de 2009.

76 35 La palabra “choro” alude al ladrón, esto es, quien puede cometer robo o hurto.
“no chocaba con el barrio”: se iba a robar a otros lugares. Dice sobre

Instituto de Defensa Legal


esto Mario Mendoza: “en la época de Apolo, ellos no robaban acá,
robaban a otro barrio, y esa gente te decía ‘toma tío, toma tía’.
Te invitaban”.

2.2 ¿Cuán afectados se encuentran los barrios?

Si los problemas vinculados a la delincuencia se distribuyen de


un modo desigual, las formas como afectan a las personas tam-
bién. Los más frecuentes son la venta de drogas, la presencia de
alcohólicos en las calles y el funcionamiento ilegal de locales noctur-
nos. Otros problemas son la basura en las calles y una enfermedad
que tiene un fuerte componente social: la tuberculosis. A los dos
primeros el PNUD (2013) los llama “facilitadores del delito y la
violencia”; y a la basura y el funcionamiento ilegal de locales noc-
turnos la ecología del delito los denomina “desorden físico”. En
conjunto, estos elementos permitirán mostrar algunos de los
aspectos más afectados de ambos barrios.

En el cuadro 3, que se encuentra más adelante, se puede ver


que el 90,4% y el 87,4% de personas de San Cosme y El Pino, res-
pectivamente, consideran que la venta de droga ha afectado poco,
medianamente o mucho a su barrio. El 52% de pobladores encues-
tados en San Cosme considera que su barrio está “muy afectado”
por las drogas, y lo mismo piensa el 49,5% en el cerro El Pino.
Esto es así porque la venta y consumo de drogas tienen una in-
cidencia directa en el delito y la violencia. Según el informe de
la Corporación Andina de Fomento (CAF), una “fracción impor-
tante del aumento de la violencia en los últimos años” se explica
por la producción, tráfico y distribución de drogas (CAF, 2014:
19). El consumo de estas sustancias es un problema envolvente,
pues atrapa no solo al adicto sino también a toda su familia e in-
cluso al barrio. Cuando la adicción está en una etapa avanzada, el
consumidor empezará a robar y hasta puede atentar contra otras
personas del mismo lugar. Lizbeth Machado destaca que ella empezó
a participar en la Junta Vecinal del cerro El Pino porque su hijo
había empezado a consumir drogas. Ella piensa que participan-
do en esta organización no solo ayudará a su hijo sino que podrá
también colaborar para eliminar el mercado ilegal que destruye
las vidas de las personas. Dice: 77
Por lo mismo que la gente habla de mí, eso me da más fuerza
Cuando los cerros bajan

para poder entrar y trabajar. Antes de esto me motivó mi hijo


de 18 años, porque mi hijo ha estado en esto de esta maldita
gente que se dedica a vender la droga. Al ver que mi hijo se
está destruyendo por culpa de ellos me sentía impotente. Por
eso decido participar (en la Junta Vecinal). (Lizbeth Machado,
Cerro El Pino)

Las drogas y el perjuicio que ellas causan no son, pues, pro-


blemas distantes en la vida diaria de las personas. El consumo de
alcohol también afecta al barrio, ya que su abuso está asociado a
conductas de alto riesgo como la violencia de género y la comisión
de delitos comunes, como lo destaca el PNUD (2013: 33). Una in-
vestigación de Málaga Cruz (2009) compara los resultados de la
violencia en los distritos de La Victoria y el Cercado de Lima, en
el primer distrito se aplicó la Ordenanza Municipal N.° 008-2008,
llamada “Ley Zanahoria”, que restringía las horas de consumo de
bebidas alcohólicas. La investigación concluye que en La Victoria
los homicidios disminuyeron en 44%, los suicidios en 38% y las
agresiones físicas en 43%, mientras que en El Cercado no hubo
variación.

El cuadro 3 muestra que, en San Cosme y El Pino, más del


90% de personas consideran que su barrio se encuentra afectado
(poco, medianamente o mucho) por el consumo de alcohol en las
calles, lo que podría ser una explicación parcial a los elevados
niveles de violencia no premeditada. Una cuestión que amerita
una respuesta es por qué las cifras sobre la afectación del alcoho-
lismo son tan elevadas en estos barrios. Las respuestas parecen
desembocar en las inmediaciones del exmercado La Parada, es-
pecíficamente en la avenida San Pablo y el entorno del Mercado
de Frutas, lugares donde se vende alcohol en la vía pública las
24 horas del día. A estas zonas también se las conoce como las
“cámaras de gas”, en alusión a que las personas mueren en el
lugar. Por dos soles se puede encontrar un litro de alcohol, que
se bebe usando una bolsa y un sorbete. En El Pino, un grupo de
vecinos organizados en la Junta Vecinal de Seguridad Ciudada-
na intenta hacer cumplir la Ordenanza Municipal N.º 033-2007,
que prohíbe tomar alcohol en las calles y cerrar espacios públi-
78 cos para realizar alguna fiesta. Gracias a esta ordenanza, la Junta
Vecinal y la Policía han cerrado innumerables fiestas, alegando

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que “las fiestas se hacen en un local privado porque si no traen
problemas al barrio”.

Otro de los problemas alarmantes es el de la basura. Como


ya se indicó, los mercados cercanos a ambos barrios depositan
hasta 365 toneladas de basura al día. Si a esto se suma que la
Municipalidad de La Victoria no presta la misma atención a los
barrios que no pagan sus tributos porque son asentamientos
humanos, la situación se torna crítica. Hay entonces una contra-
dicción no resuelta: las personas exigen que la municipalidad
les brinde mejores servicios de limpieza, pero no tributan. El
72,2% y el 69,7% de los pobladores de San Cosme y El Pino,
respectivamente, consideran que su barrio se encuentra afectado
por la basura.

Por último, el funcionamiento de locales ilegales cobra cierta


relevancia como un aspecto que afecta al barrio. No alcanza los
niveles a los que llegan la venta de drogas y la basura, pero sí
se debe resaltar que en varios de estos lugares también se con-
sumen, aparte de alcohol, drogas ilegales. La mayoría de estos
sitios, como ya se dijo, tienen una clara relación con el mercado
y el barrio. Entre los más destacados están El Cumbión, donde
se presentan grupos como Los Chicos de la Cumbia, Chacalón
Jr., Chacalín, Vico y su Grupo Karicia. Otros centros que fun-
cionan como bares y discotecas son La Canela, La Marbella y
El Espejo, todos cercanos a El Pino. En cuanto a San Cosme, no
cuenta con grandes locales donde se consumen drogas legales
e ilegales, aunque casi toda la avenida San Pablo ha cumplido
esa función, y en algunas oportunidades el estadio San Cosme y
los colegios José Martí y César Vallejo han sido alquilados para
que se presenten los grupos antes señalados. Una cantina ahora
cerrada porque la dueña falleció era la ubicada entre los jirones
Sergio Caller y Margarita Vargas. A estos locales se añaden algu-
nas viviendas y lugares públicos. Por ello no resulta extraño que
el 30% de los encuestados en San Cosme y el 22,7% en El Pino
consideren que el funcionamiento ilegal de locales nocturnos ha
afectado su barrio.

79
Cuando los cerros bajan

80
CUADRO 3

¿Cuán afectado se encuentra su barrio en relación con la…?

Funcionamiento ilegal
Alcoholismo en las Suciedad/gente que bota
Venta de drogas de locales nocturnos
calles basura
(bares, discotecas)
Porcentaje Porcentaje Porcentaje Porcentaje
Barrio   Frecuencia Frecuencia Frecuencia Frecuencia
válido válido válido válido
No sabe/No responde 4 1,7 1 0,4 1 0,4 7 3,0
Nada afectado 18 7,9 11 4,8 6 2,6 63 27,4
Poco afectado 49 21,4 44 19,1 18 7,8 52 22,6
San Cosme
Medianamente afectado 39 17,0 46 20,0 39 17,0 39 17,0
Muy afectado 119 52,0 128 55,7 166 72,2 69 30,0
Total 229 100,0 230 100,0 230 100,0 230 100,0
No sabe/No responde 8 3,7 1 0,5 0 0,0 6 2,8
Nada afectado 19 8,8 17 7,9 1 0,5 84 38,9
Poco afectado 34 15,7 53 24,5 13 6,2 42 19,4
El Pino
Medianamente afectado 48 22,2 49 22,7 50 23,7 35 16,2
Muy afectado 107 49,5 96 44,4 147 69,7 49 22,7
Total 216 100,0 216 100,0 211 100,0 216 100,0
Fuente: Elaboración propia con base en los datos levantados en la investigación (2014).
2.3 La “seguridad” en los mercados del entorno de San

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Cosme y El Pino

Los barrios de San Cosme y El Pino no solo están rodeados de


mercados múltiples sino, y más importante aún, de los actores
relacionados con estos mercados. Esto incluye un gran número de
personas que intercambian bienes y servicios en un lugar domi-
nado por un diseño y forma comercial (no solo informal), y que
para mantenerse y continuar deben establecer ciertas relaciones
no siempre pacíficas con redes del entorno, algunas de ellas de
carácter monetario, por el espacio, la limpieza, la seguridad y el
parqueo. Experiencias regionales de situaciones similares o aún
más violentas se pueden hallar en el trabajo de Barrios Rodríguez,
quien muestra cómo en la ciudad de Medellín el fenómeno ha
cobrado la forma de un control territorial que denomina “fron-
teras invisibles” (2014: 39), mientras que en México un estudio
de Salvador Salazar y Martha Curiel ha llamado “zonas de con-
tención” al proceso que incorpora las delimitaciones territoriales
pero que incluyen, a su vez, la producción simbólica que adquiere
la territorialidad (2012: 40).

En el entorno de San Cosme se encuentran grupos vinculados


al territorio que solicitan un “aporte” (eufemismo que en realidad
encubre una extorsión) para algún evento, imponen condiciones
laborales en su entorno amparándose en la figura del sindicato,
cobran por el pase de vehículos y otorgan seguridad y protección
a comerciantes y empresarios; del mismo modo, con base en su
poder y el posicionamiento en la comunidad pueden influir en
asuntos del mismo barrio, con lo que se convierten en organiza-
ciones reguladoras. No se trata de cárteles; tampoco de grandes
organizaciones que necesitan controlar el recorrido de la droga
en distancias extensas, ni de pandillas que tienen un tipo de iden-
tidad grupal por su territorio —aunque estas también existen—,
sino de barrios que están a unos metros del centro de la capital
y cuentan con personas organizadas dedicadas a este fin. Por su
parte, El Pino muestra una delincuencia abierta y desordenada,
sin organización pero violenta e igual de dañina para el barrio y el
entorno. Los delitos contra la propiedad y la vida tienen como víc-
timas a las mismas personas del barrio; algunas familias y grupos
destacan en los robos y hurtos de los mercados circundantes, sin 81
llegar a controlar el territorio. Los Escalante y Vaquisha son claros
Cuando los cerros bajan

ejemplos de ello.

Respecto al espacio donde se encuentran los mercados de


Gamarra, Jorge Chávez, 12 de Octubre, Terminal Pesquero, 3 de
Febrero, La Cachina, Mercado Minorista y Mercado de Frutas,
puede reconocerse el control de algunos grupos. No se incluyen en
la lista ni el camal de Yerbateros ni el lugar de venta de autopar-
tes llamado San Jacinto ni el trasporte interprovincial Yerbateros,
porque en ellos el control del territorio no es tan visible. Por ejem-
plo, el caso de San Jacinto es particular, pues ha sido considerado
como el principal lugar donde se desmantelan autos robados pero
también se extorsiona, de modo que ha acumulado un estatus de-
lictual bastante amplio como para ser ellos mismos extorsionados.
Como se apreciará, los primeros mercados señalados se caracteri-
zan por contar con una cuota de informalidad. En este lugar, en
cambio, aunque podría pensarse que no existe un orden, hay una
estructura organizada: los puestos de los pequeños comerciantes
en la vía pública están casi lotizados. Más importante que el pro-
ducto es el espacio. En la avenida Aviación, cada uno tiene su
lote, su lugar de ventas, y quien “pone orden” (disciplina) es la
gente que brinda seguridad. Al final, al pequeño comerciante le
resulta rentable el pago por seguridad y tranquilidad; de otro
modo no se podría explicar que se mantengan. Un funcionario
de la municipalidad de La Victoria lo define como “un mal arre-
glo”. Si antes se realizaba el cobro de manera desordenada y por
predominio de algunos avezados delincuentes o con el consen-
timiento de ellos, ahora se han constituido organizaciones que
los agrupan según la cercanía de su barrio pero también por la
fuerza que imponen.

En los mercados múltiples, quienes realizan un pago cons-


tante son los llamados comerciantes informales, quienes abonan
una cantidad diaria por la limpieza de la vía pública; el cobro es
realizado por terceros para la municipalidad de La Victoria.36 Los
terceros son los grupos que controlan ciertas partes de los mer-
cados múltiples. Otro cobro, de mayor cuantía, es el parqueo
vehicular en los alrededores del emporio comercial de Gamarra y

82 36 A este cobro se le denomina sisa.


otros espacios del distrito. Se debe indicar que este distrito tiene

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escasas zonas de parqueo y grandes lugares de comercio. Además
del parqueo, se cobra el cuidado de los autos. Aunque este dinero
ingresa en las arcas municipales, lo cobran, nuevamente, terceros
que no reportan exactamente lo recaudado. La desproporción ha
generado diversas disputas por el control de este mercado, que
han llevado desde intentos de homicidio hasta la comisión efectiva
de estos. Una de estas tentativas tuvo como víctima al gerente de
Desarrollo Urbano de la misma municipalidad, de iniciales J. S.
G. G. Según el atestado policial N.º 064-2013 de la división de
homicidios, este funcionario había decidido rescindir el contrato
de cobro de parqueo con Hugo de la Cruz Alarcón, por lo que
este y su seguridad, Carlos Buitrón, conocido como Paco Terruco37
o Tuco, del barrio ubicado al frente del exmercado La Parada,
habrían contratado al sicario Bombero para que asesinara al men-
cionado gerente. Y es que, según se estima, el dinero que se obtiene
por el parqueo asciende a 240 mil soles al mes, de los que solo se

37 Las evidencias confirman que Paco Terruco contaba con un estatus delictual
más grande que el del delincuente común. En 2005, el entonces presidente del
Inpe y luego ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, dijo en alusión a una de las
reyertas más sonadas de la primera década del siglo xxi que se había identi-
ficado a 14 cabecillas, y al primero que nombró fue a Carlos Araníbal Buitrón,
nombre de Paco Terruco (La República, 13 de febrero de 2005, en: http://www.
larepublica.pe/13-02-2005/hay-que-reducir-la-poblacion-penal-de-lurigancho-
en-un-50). Al parecer, esta reyerta pudo darse por el traslado de algunos a otro
penal y el control de los pabellones. Por este traslado de prisión, Paco Terruco
y otras 13 personas “interponen [una] demanda de hábeas corpus cuestionando
el traslado del que han sido objeto del Establecimiento Penal de Lurigancho al
Establecimiento Penal de Piedras Gordas”, solicitado por el director del penal
mediante oficio N.º 8744-10-05-DIRSEPEN-PNP-EPRCOL por la “seguridad
penitenciaria”. Al final, el Tribunal Constitucional resolvió dar razón al Inpe (véase el
expediente N.° 5836-2005-HC/TC). Sin embargo, el cuestionamiento del penal
no duró mucho, pues en el año 2009 los medios de comunicación denunciaron
que “Narcos, secuestradores y corruptos están ‘presos’ en clínicas privadas y
hospitales”. Entre los secuestradores que mencionan se encuentra, nueva-
mente, Carlos Araníbal Buitrón (véase La República, 13 de marzo de 2009, en:
http://www.larepublica.pe/13-03-2009/narcos-secuestradores-y-corruptos-es-
tan-presos-en-clinicas-privadas-y-hospitales). En 2012 fue sindicado como uno
de los agresores de los policías en los desmanes producidos el 25 de octubre en
el exmercado La Parada. Esta noticia, aunque no confirmada luego, se propaló
en los medios (véase El Popular, 13 de noviembre de 2012, en: http://www.el-
popular.pe/actualidad-y-policiales/2012-11-13-identifican-2-vandalos). En 2013
fue señalado como uno de los autores intelectuales del intento de homicidio
del gerente de Desarrollo Urbano de la municipalidad de La Victoria por el
control de cobros de parqueo (véase Trome, 21 de septiembre de 2013, en:
http://trome.pe/actualidad/parqueo-gamarra-acribillaron-gerente-1634190). Al
final, fue asesinado de cinco balazos en marzo de 2015 (véase http://trome.
pe/actualidad/cercado-lima-acribillan-tuco-barrios-altos-2041754). 83
entregan 20 mil al municipio.38 Dos años después, Paco Terruco fue
Cuando los cerros bajan

asesinado de cinco balazos un sábado por la noche. Los indicios,


hasta ese momento, apuntaban a que el asesinato se debió a pugnas
por el control del parqueo en Gamarra o a un ajuste de cuentas.

Otro negocio que involucra relaciones con el entorno es el cobro


por seguridad. Se trata de una actividad que data de varios años
atrás. En su estudio sobre Gamarra (de 1989), David Sulmont ano-
ta que allí la vía pública fue lotizada por los primeros vendedores
informales y sus familias para alquilarlas. En ciertas cuadras, dice
Sulmont, “se recurría a matones contratados entre los habitantes
de los alrededores de La Parada (en especial de los cerros San
Cosme, El Pino y El Agustino) para efectuar estos cobros, que podían
incluir un servicio de ‘seguridad’ brindado por ellos mismos”
(Sulmont, 1999: 40).

Richard Patch, por su parte, señala que “en el Perú, el hampa


criolla se sirve de El Terminal (La Parada) como centro de su vida
y operaciones” (1967: 25). A decir de Sulmont, era común ver per-
sonas armadas con varillas de fierro y pito rondando los puestos
en el jirón Gamarra. De esa fecha a la actualidad, no se trata úni-
camente del cobro en el emporio textil, sino de las distintas redes
de comercio que se han establecido.

Para los grupos que controlan espacios micro, la seguridad


también es una preocupación; una preocupación desde el otro
lado de la orilla, ya que son parte de la inseguridad pero luego
intentan ser los guardianes de ella ante la deficiente presencia del
Estado. No lo hacen por contribuciones voluntarias, sino por un
pago exigido a los comerciantes.

Ahora bien: ¿cómo opera el servicio de seguridad en los alre-


dedores de San Cosme y en parte de El Pino? Se ejerce desde una
lógica territorial, en espacios donde existe mayor oportunidad, es
decir, la oportunidad de acción está presente en este momento.

38 Véase “Por parqueo acribillan a gerente” (Trome, 21 de septiembre de 2013, en:


84 http://trome.pe/actualidad/parqueo-gamarra-acribillaron-gerente-1634190).
Así, Los Vílchez,39 de Manzanilla, se dedican a la extorsión pero

Instituto de Defensa Legal


también al cobro por seguridad en la avenida 28 de Julio, y a la
reparación de colchones en Tacora. El grupo La Selva extorsiona por
seguridad y roba en Gamarra. Las personas del barrio El Porvenir
tienen mucho más presencia en las avenidas Humboldt, Unanue,
Parinacochas y Bausate y Meza; no es un control de todas estas
avenidas, sino de la avenida Huánuco hacia abajo. Mientras que
Greva, un gremio de carácter laboral y social con intenciones políticas
que ha sido asociado a distintos actos delincuenciales, tiene mayor
predominio desde la avenida Aviación hasta el barrio San Cosme,
incluyendo varias calles y avenidas, salvo Bausate y Meza, que es
controlada por la hermana de Paco Terruco, Lucía Carrasco, que
vive al frente del exmercado La Parada (ahora Parque del Migrante)
y pertenece a una organización autodenominada Organización de
Seguridad Corazón de Jesús. Otro es el caso de Seguridad 3 de
Febrero, que cuida partes del mercado del mismo nombre y a
algunos ambulantes. También está el Frente Luis Véliz (Freluve),
que dirigió Pichirri40 con sus hermanos y cercanos, y que tiene
presencia en los contornos del mercado 12 de Octubre, donde rea-
lizan fiestas en la vía pública, algunas partes del exmercado La
Parada y Gamarra.

En este último mercado, Gamarra, no cobran por seguridad


abiertamente. Algunos sí extorsionan a empresarios específicos
(no a ambulantes), que deben realizar pagos no solo a grupos del
entorno, pues en algunos casos quienes les cobran cupos son los

39 Un ejemplo de extorsión de esta familia y algunos de sus integrantes ocurrió


contra la familia Cruces Flores, que tiene un puesto en el pasaje Feliciano de
la Vega, cerca del exmercado La Parada y Gamarra. Según refiere la fuente
periodística, los comerciantes terminaron desfigurados por no pagar “cupos”
por el mes de Navidad. Dice el diario: “Los tres presentan cortes en el rostro,
espalda y cabeza. Además de haber sido víctimas del robo de 10 mil soles en
mercadería. Los agraviados coinciden en responsabilizar al clan familiar ‘Los
Vílchez’ como los autores del ataque. Ya el sábado se acercaron a exigir 10 mil
soles como ‘cupo por Navidad‘. Se les pagó 5 mil porque vinieron con armas.
Pero no íbamos a darles más. Sabiendo eso no tuvieron reparos. Llegaron con
la intención de matarnos”, refiere Jeancarlo Chambi” (véase http://www.exitosa-
diario.pe/actualidad/comerciantes-de-gamarra-sufren-robo-y-brutal-golpiza).

40 Antonio Stanley Jonda Mendieta, conocido como Pichirri, murió de dos bala-
zos el 31 de diciembre de 2015 en el cruce de la avenida Bausate y Meza con
el pasaje Juan Carbone. En dos oportunidades anteriores había sido atacado
con granadas de guerra (véase http://archivo.trome.pe/actualidad/victoria-diri-
gente-vecinal-fue-asesinado-2-disparos-2075316). 85
mismos serenos que los dejan estar un momento en la vía pública,
Cuando los cerros bajan

sino también a la Policía Municipal, que es parte de la municipa-


lidad de La Victoria. Los cobros se realizan previo “arreglo”, sea
con los serenos para que los dejen estar en el lugar, con los grupos
del entorno para que les brinden seguridad y los protejan si viene
la Policía Municipal, que intentará decomisar sus productos, o con
la misma Policía Municipal para recuperar sus mercancías.

Estos grupos se encuentran con otros, entre ellos los que es-
tán en el jirón Ayacucho del cerro San Cosme; Los Escalante,
que delinquen en El Pino y mercados adyacentes; el Gordo Pool
y sus cercanos de San Jacinto, que se dedican a la extorsión; Los
Magníficos de El Pino, que tenían otro “rubro” fuera del barrio,
solo por mencionar algunos de los nombres más reconocidos. Así,
unos comparten y disputan el mercado de la “seguridad”, otros
el negocio de la extorsión y diversos delitos contra la propiedad,
aunque los límites entre unos y otros resultan por momentos di-
fusos. Este dominio de ciertos lugares depende de la correlación
de fuerzas que puedan mantener. En algunos casos las disputas
han producido muertes, tales como la de Memo, de Greva.

Freluve —o, mejor, los integrantes de este frente— pertenecía a


Greva. La escisión se produjo porque quienes componían el frente
aducían que en Greva había favoritismo con los familiares, amigos y
conocidos de algunos, por lo que se dejaba en segundo plano a otros.
Por su parte, los integrantes de Greva sostenían que la gente que
rodeaba a Pichirri era ambiciosa y quería sacar provecho del proyecto
que iniciaron. Esto ocasionó más de una disputa como la que sucedió
con Paco Terruco. En este caso, la confrontación, aunque oculta, fue
más tensa, pues ambos grupos suponen que el otro ha perpetrado
graves delitos contra ellos. Pero no siempre hubo tensión entre ellos.
Una vez que salió de la prisión, Paco Terruco pidió que Greva lo apoye
con trabajo. Fue sí como obtuvo la responsabilidad de controlar el
sindicato de algunas obras de construcción, pero luego “se abrió41
por ambicioso y querer más”. Cuentan que decía que iba a “poner en
orden las cosas en el barrio”, es decir, que no iba a permitir que Greva
continúe controlando diversas actividades.

86 41 En este caso, “se abrió” significa que se apartó del grupo.


Hasta el momento, puede considerarse que son algunos grupos

Instituto de Defensa Legal


los que hegemonizan la “seguridad”. Pero esta idea se contradice
con lo encontrado en algunos puntos del contorno de los barrios.
No se trata solo de San Cosme y El Pino, sino también de otros
barrios ubicados en los alrededores, entre ellos San Pedro, Mendo-
cita, El Porvenir, Manzanilla y otros más alejados que son atraídos
por las grandes transacciones que se realizan en un lugar domi-
nado por lo informal y la ausencia del orden estatal, pero además
por el mismo diseño comercial (no solo informal) y las prácticas
diarias que están sometidas y alentadas por una racionalidad que
busca al menos dos cosas: dinero y poder.

Otro aspecto que debe quedar claro es que para brindar se-
guridad no es necesaria una organización; ella ayuda, pero no es
el único modo. En todo caso, cuidar ambulantes en la vía pública
sí amerita cierta red más amplia, pero no ocurre lo mismo con
la seguridad en galerías y mercados específicos. Los mercados
formales y los que no lo son representan una clara opción para
desempeñar trabajos que exigen poca cualificación y, en algunos
casos, “tapar”42 lo que hacen fuera de su horario laboral (entiénda-
se actividades delictuales). Entonces, son portadores de la seguri-
dad pero, a la vez, de su contrario. Desde luego, no todos los casos
pertenecen a este tipo: existen otros que no tienen un mínimo de
relación con delitos.

La idea de seguridad aparece como una necesidad tanto para


el vigilante como por quien la requiere. Resulta necesaria para el
grupo que intenta ocuparse de ella, para los comerciantes y hasta
para los clientes que requieren protección justamente por el mis-
mo diseño del espacio. Al final, la seguridad no es solo un asunto
de protección, sino también del mantenimiento del intercambio.
De lo contrario, ¿cómo explicar que estos mercados se mantengan
sin la presencia del “monopolio legítimo de la fuerza”? Lo que el
Estado no ha conseguido, en la práctica, lo han hecho pequeños
grupos del entorno. La Policía puede tener el monopolio legítimo
de la fuerza, aunque esto no significa que cuente con el dominio

42 Alude a esconder. 87
cotidiano de la seguridad en el barrio y los mercados. La conocida
Cuando los cerros bajan

idea de Max Weber, que a su vez rescata el pensamiento político


del Renacimiento con Maquiavelo, entra en conflicto con lo que
viene sucediendo en los alrededores de San Cosme y, en parte, en
El Pino.

Los mercados del contorno de San Cosme y El Pino no


constituyen solo puestos de trabajo, sino también un sistema que
compone una red de comercio informal entremezclada con lo for-
mal. Estas formas que han cobrado los mercados múltiples no solo
cuentan con grupos de personas que están asociadas a delitos: al
mismo tiempo, fuerzan la necesidad de una seguridad que debió
ser otorgada por el Estado, y empuja a los mismos actores a buscar
alternativas. En síntesis, los vínculos entre las redes de protección
y los espacios no son gratuitos. Las zonas —y, sobre todo, los mer-
cados— van más allá de un nombre. Estos lugares, por su mismo
diseño, abren espacio a la búsqueda de protección ante la ausencia
del orden estatal, la poca organización en temas de seguridad y
el acceso a ingresos sin grados de cualificación laboral, algunas
veces combinadas con coerción.

El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en una visita


a un grupo de empresarios de Gamarra en 2012, señaló que contó
con una seguridad privada de la zona. Fue un exdelincuente de
quien dijo:43

El Negro Cucaracha fue uno de los capos indiscutidos de una


de las cárceles de Lima durante muchos años y, me dicen, tiene el
cuerpo hecho un crucigrama de cicatrices de tanta cuchillada que
recibió en esos tiempos turbulentos. Es un moreno alto, fornido y
de edad indefinible a cuyo paso la gente de Gamarra se abre como
ante un río incontenible.

El caso del Negro Cucaracha marca un tipo de protección que


tiene ya varios años y se ha brindado a personas de clase media
y alta que tenían que buscar resguardo para ingresar y realizar
compras en el centro de abastos de alimentos y en el mercado

43 Vargas Llosa, Mario. “El orden espontaneo”. 1 de enero de 2012, en: http://www.
88 larepublica.pe/columnistas/piedra-de-toque/el-orden-espontaneo-01-01-2012
de objetos usados (y a veces robados) de Tacora, también conocida

Instituto de Defensa Legal


como La Cachina, que no está lejos de los anillos de influencia de
San Cosme y El Pino. Así, pues, los efectos excluyentes manteni-
dos a la postre en la dinámica del mercado legal y las insuficientes
acciones promovidas por los gobiernos han logrado mantener
círculos en los que acceder a bienes resulta casi inalcanzable, lo
que explica que la apuesta por un resguardo temporal y territorial
sea una opción.

La peligrosidad y la desprotección han generado que se


contrate a los exdelincuentes “regenerados” para que brinden
seguridad, una alternativa que ha ejecutado la municipalidad de
La Victoria años atrás con resultados contradictorios. El caso más
evidente es el de un grupo de personas del barrio de El Porvenir
al que la municipalidad denominó Panteras. Poco a poco, este gru-
po se fue haciendo cada vez más incontrolable, al trabajar según
lógicas propias pero de algún modo legitimadas por la autoridad
municipal. Ahora bien: es preciso destacar que la organización co-
nocida y visible, al menos por un sector, es Greva, en San Cosme.
El resto de grupos opera desde la sombra y existirá siempre silen-
cio a su alrededor, y, a la vez, dificultad para reconocerlos, pues
son, en rigor, grupos delincuenciales.

En muchos casos se trata de sujetos que han acumulado un


extenso prontuario, con los que los recién iniciados no “chocarán”
por respeto, pero también por no “ganarse problemas”. Los
cobros que realizan por la seguridad fluctúan entre los 0,50 cén-
timos de sol hasta los 2 soles diarios a los ambulantes, pequeños
comerciantes y viviendas. Esta es la microseguridad. En ese sentido,
son personas y grupos que ofrecen un servicio real. Pero una cosa
es que se cuide y otra que no existan robos. Los delitos contra la
propiedad se mantienen. No se trata de mafias al modo definido
por Gambeta, quien dice que “la mafia es una empresa económica
específica, una industria que produce, promueve y vende protec-
ción privada” (Gambeta, 2007: 25), sino de actores que dan segu-
ridad en el intercambio; personas que, al cuidar la mercadería o
vigilar que no roben, permiten establecer cierta estabilidad en los
mercados. Una seguridad que a veces no implica mayor esfuerzo
que el de estar jugando casino en una esquina, bebiendo alcohol
junto a un pequeño cuaderno de apuntes en el que anota el pago 89
de los comerciantes, o pasar en bicicleta con un cuaderno, como
Cuando los cerros bajan

lo hace Mochila, de la familia de Los Vílchez, que cobra por segu-


ridad, los días domingo, a los ambulantes de la feria que instalan
sus productos en la avenida García Naranjo.

Si bien algunos pueden ser víctimas, otros son deliberados


demandantes de su servicio ¿A qué se debe esto? La ausencia del
Estado y el peligro provocan la necesidad de alguna seguridad,
y los exdelincuentes “regenerados” cumplen esta función. La
mayoría de pagos en los mercados se realizan en aquellos que están
alrededor de San Cosme, Gamarra y los ambulantes, y por los trái-
leres que traen la mercadería para estos mercados. El pago se hace
por conveniencia, por coacción o por la combinación de ambos
factores.

En suma, la relación entre barrio, mercado y seguridad ofre-


cida por exdelincuentes “regenerados” es una constante en estos
lugares. Pasa tanto en los mercados de alrededor de La Parada
como en Gamarra y varios otros más, donde la estructura de
dominación del territorio por grupos delictuales no es distante,
sobre todo en los entornos de San Cosme.

2.4 Caracterizando la violencia delictual

Existen diferentes elementos que permiten concluir que las


actividades delictuales que se cometen en los barrios estudiados
expresan situaciones por encima de las regulares. Aquí se hará
referencia a una serie de acciones violentas que tienen asociación
con el delito, y esta misma información se mostrará a modo de
escala en el siguiente capítulo. Por ahora solo interesa desta-
car algunas frecuencias convertidas en porcentajes (véanse los
gráficos 2 y 3).

90
GRÁFICO 2

Instituto de Defensa Legal


Violencia delictual en el barrio de San Cosme (%)
¿Cuán frecuentemente se dan las siguientes situaciones en su barrio?
50.0

44,1
42,8
45.0
38,3

40.0
35.0
30.0

26,2

25,9
24,9

25,8

24,8
25.0 23,1
21,8

21,7
20,9

20,4

20,6
19,6

19,3

18,9
18,6
20.0
16,5

14,8

14,2

13,3
13,3

13,6
15.0
10,9
10,4

10.0 6,6
6,1
5,2

4,8
4,3

5.0
3,5

1,8
0,9

0,9

1,3
0
Venta de Robo o asalto Violación Pelea entre Robo de Violencia
droga en las calles sexual personas objetos en familiar
(domicilio y o paraderos con o sin viviendas y
en calle) de micro armas vehículos

Siempre Casi siempre A veces Casi nunca Nunca NS/NR

Fuente: Elaboración propia con base en los datos levantados en la investigación (2014).

GRÁFICO 3

Violencia delictual en el barrio de El Pino (%)


Cuán frecuente es que se den las siguientes situaciones en su barrio...
50.0
43,4

45.0
40.0
34,1

35.0
30,2
29,8

30.0
27,9

27,0
26,7

26,0
23,9

23,3

23,3

25.0
22,3
22,1

21,0
18,3

18,3
18,3

20.0
17,8
17,4

15,5

15.0
12,8

12,6

11,0
10,7
10,6

10.0
8,3

7,8
7,9
6,9

6,0

5,6
5,1

4,6

5.0
1,8
1,4
0,5

0
Venta de Robo o asalto Violación Pelea entre Robo de Violencia
droga en las calles sexual personas objetos en familiar
(domicilio y o paraderos con o sin viviendas y
en calle) de micro armas vehículos

Siempre Casi siempre A veces Casi nunca Nunca NS/NR

Fuente: Elaboración propia basada en datos levantados (2014). 91


A partir de ambos gráficos se puede concluir que en el cerro
Cuando los cerros bajan

El Pino y en San Cosme prevalecen tres tipos de actividades


delictivas: venta de droga, robos en la vía pública y violencia
familiar, seguidos en cuarto lugar por la “pelea entre personas
con o sin arma”.

Si se aprecia el detalle, se encuentra que el nivel de violencia


familiar en El Pino es prácticamente el doble que en San Cosme,
y que la proporción de violaciones sexuales es ligeramente mayor
en El Pino. En cuanto a las “peleas entre personas” y el “robo de
objetos en viviendas y vehículos”, ambos delitos registran tasas
mayores en San Cosme. Esto coincide con la hipótesis que aquí
se sostiene: en ambos barrios la violencia delictual está por enci-
ma del promedio nacional, pero, a su vez, la violencia en El Pino
es mucho más abierta, situación que permite deslizar la idea de
que en El Pino no se trataría solo de violencia delictual sino tam-
bién de la sociabilidad en El Pino, es decir, formas de convivir
con la violencia delictual y construir relaciones: Algunos incluso
han empezado a elaborar categorías para tal proceso; es el caso de
Salazar y Curiel, que llaman a esta situación “sociabilidad del res-
guardo”, entendida como “estrategias y narrativas [por las cuales]
los individuos definen, establecen, edifican sus posibilidades de
sobrevivencia frente al dominio de la fatalidad” (2012: 43).

2.4.1 Percepciones de inseguridad y seguridad

Existen múltiples formas de medir la percepción de inseguridad.


Acá se trata de la pregunta si evalúan a la delincuencia como pro-
blema. En el cuadro 4 se puede notar que los pobladores de ambos
barrios sostienen que el principal problema de sus distritos es la
delincuencia (43,9% en San Cosme y 52,5% en El Pino). Le sigue el
tema de las drogas (37,4% en San Cosme y 43,8% en El Pino). En
tercer lugar aparece la limpieza, con 24% en San Cosme y 28,9%
en El Pino. De este modo, las percepciones no están alejadas de la
realidad ni desconectadas, sino más bien son parte de un conjunto
de problemas de los barrios rodeados de distintos mercados.

Al revisar y comparar los datos concernientes al principal


problema señalado por los encuestados se advierte que existe una
92 mayor percepción de inseguridad en el cerro El Pino. Al parecer,
esto se debe a la expresión de la violencia y los constantes delitos.

Instituto de Defensa Legal


Esto no significa que en San Cosme esto no ocurra, sino que en
este segundo barrio existen grupos organizados que controlan el
espacio y generan un “estado de paz” temporal cuando no disputan
el poder y el control.

Como ya se ha indicado, las cifras sobre la percepción del


principal problema en ambos barrios se encuentran por encima
del promedio nacional. Según los resultados de encuestas de
Proética, la delincuencia en el Perú es percibida como el principal
problema desde 2010 para adelante con un sostenido crecimiento:
41% en 2010, 61% en 2012 y 63% en 2013.44 Por otro lado, la preo-
cupación por el tema de la delincuencia no es privativa del Perú.
De hecho, el Latinobarómetro destaca que 12 de 18 países de la
región consultados señalan a la “delincuencia/seguridad pública”
como el principal problema, entre ellos el Perú (Informe Latino-
barómetro, 2013: 66).

Ahora bien: se debe destacar que no todas las personas tienen


la misma percepción de inseguridad. Basombrío (2007) destaca
que ella varía en función de los grupos sociales: quienes han sido
víctimas tendrán mayores niveles de percepción de inseguridad.
Y es que, como subraya Fernando Carrión (2007), la percepción
de inseguridad es un concepto de las representaciones sociales.
La ecología del delito, por su parte, ha destacado la estabilidad
residencial como un factor que interviene en la delincuencia local
desde los trabajos de Shaw y Mckay (1942). Este factor, al igual
que otros como el género, el barrio y el uso de transporte público,
interviene al momento de percibir la inseguridad o la seguridad.

En San Cosme y El Pino el asunto parece no distanciarse de


la regla. Por ejemplo, algunas inseguridades pueden estar más
presentes en las mujeres que en los hombres (la violación es una
de ellas). Pero, además, si se desagrega la inseguridad por barrios,
sea de día o de noche, esperando el transporte público, cuando
un desconocido ronda el barrio o dejando la vivienda sola, los
resultados cambian.

44 Véanse los resultados de la VI, VII y VIII Encuesta Nacional sobre Percepciones
de la Corrupción en el Perú producidas en los años 2010, 2012 y 2013 por Proética. 93
Cuando los cerros bajan

94
CUADRO 4

En su opinión, ¿cuáles cree que son los tres principales problemas que afectan a su barrio?

Problema N.° 1 Problema N.° 2 Problema N.° 3


Barrio Frecuencia Porcentaje válido Frecuencia Porcentaje válido Frecuencia Porcentaje válido
No sabe/No responde 3 1,3 1 ,4 0 0
Delincuencia/Inseguridad 101 43,9 62 27,3 19 8,4
Drogas 71 30,9 85 37,4 26 11,6
Salud 11 4,8 23 10,1 41 18,2
Transporte público 2 0,9 9 4,0 13 5,8
San Cosme
Corrupción 8 3,5 12 5,3 40 17,8
Educación 5 2,2 6 2,6 12 5,3
Limpieza 13 5,7 19 8,4 54 24,0
Trabajo 16 7,0 10 4,4 20 8,9
Total 230 100,0 227 100,0 225 100,0
No sabe/No responde 1 ,5 0 0,0 0 0,0
Delincuencia/Inseguridad 115 52,5 45 20,7 15 6,9
Drogas 42 19,2 95 43,8 26 11,9
Salud 12 5,5 14 6,5 33 15,1
Transporte público 2 ,9 10 4,6 16 7,3
El Pino
Corrupción 8 3,7 4 1,8 24 11,0
Educación 6 2,7 13 6,0 20 9,2
Limpieza 25 11,4 32 14,7 63 28,9
Trabajo 8 3,7 4 1,8 21 9,6
Total 219 100,0 217,0 100,0 218,0 100,0
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para esta investigación (2014).
En suma, la delincuencia es el principal problema en ambos

Instituto de Defensa Legal


barrios, solo seguida por “las drogas” y la limpieza. Esta preocu-
pación por la inseguridad no es nueva en San Cosme y El Pino:
uno y otro son considerados “peligrosos” hace ya bastante tiempo,
en parte por lo que dicen los medios de comunicación.

2.4.2 Victimización

La delincuencia y la criminalidad son fenómenos complejos y


multidimensionales, del mismo modo que la victimización. Sobre
ella, distintas perspectivas metodológicas han remarcado énfasis
en sus niveles individuales, familiares y comunitarios.

La victimización en el barrio de San Cosme llega a 43%, y en


El Pino, a 46,2%. Es decir, 4 de cada 10 personas de ambos lugares
han sido víctimas en su barrio o en el entorno (véase el cuadro 5).
Estas cifras son más elevadas que la victimización a nivel nacional.
Según el INEI, en las áreas urbanas del país esta última alcanzó, de
julio a diciembre de 2014, un 29,4% en la población de 15 años a
más, es decir, 3 de cada 10 personas fueron en ese periodo vícti-
mas de algún delito.

Una mirada de conjunto permite advertir que es justamente


la calle el escenario donde se producen más víctimas, seguida de
cerca por las mototaxis con 32,2% en San Cosme y 36,3% en El
Pino. Se podrá apreciar también que los robos a viviendas son
menos frecuentes pero mucho más elevados si se los compara con
los cometidos en 2014 a nivel nacional, con un 6% (INEI, 2015: 62),
mientras que en San Cosme llegan a 11,4% y en El Pino a 13,9%.
De ello se puede colegir que los delitos en la calle y en las
viviendas son mucho más elevados en los barrios de San Cosme
y El Pino que a nivel nacional. ¿Pero son todos los integrantes de
ambos barrios las potenciales víctimas? La encuesta indicaría que
no es así.

95
CUADRO 5
Cuando los cerros bajan

En los doce últimos meses, ¿usted o un miembro de su hogar ha sido víctima de un robo en…?

  La calle La mototaxi Su vivienda


Porcentaje Porcentaje Porcentaje
Barrio   Frecuencia
válido
Frecuencia
válido
Frecuencia
válido

Sí 98 43,0 73 32,2 26 11,4

San Cosme No 130 57,0 154 67,8 202 88,6

Total 228 100,0 227 100,0 228 100,0

Sí 92 46,2 66 36,3 25 13,9

El Pino No 107 53,8 116 63,7 155 86,1

Total 199 100,0 182 100,0 180 100,0


Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para esta investigación (2014).

Por otro lado, según los testimonios, la victimización en el


barrio no es un asunto casual, sino que depende de factores tales
como la residencialidad, que considera la antigüedad y la presencia
de redes sociales. No se quiere afirmar con esto que las personas
que hayan nacido en ellos y tengan allí una familia extensa no
corran peligro de ser victimados; solo se afirma que algunos
pobladores están más expuestos que otros. Ello depende, además,
de los lugares por donde se transita. Las zonas menos inseguras
son La Caseta y Manuel Odría en San Cosme, así como la plaza
Mayor en El Pino. La oportunidad delictiva está asociada a la
exposición y los vínculos que se establecen en el entorno, sean
estos familiares, amicales o de otro tipo. Es eso lo que muestran
algunas entrevistas:

Los rateros que viven por aquí es como que no existieran para mí.
¿Por qué? Porque me siento seguro con ellos y con la vecindad.
Y porque la mayoría de choros de acá me conocen, acá me siento
seguro y si voy a otro sitio de repente me siento inseguro, porque
me pueden “poner” (robar) cuando voy a la casa de mi hermana
de Villa El Salvador (distrito), o en Zapallal (distrito de Puente
Piedra) o acá no más en Grau; ahí también hay “choros” y me
96 robaron. (Mario Mendoza, El Pino)
Como te dije, yo nací acá. Nunca me habían robado, hasta

Instituto de Defensa Legal


que justo cuando había cobrado unos “choros” me arranchan
la cartera con mi plata. Yo quiero mirarles la cara o la placa
para después buscarlos, pero no pude y ahí quedó todo. (Clara
Torres, San Cosme)

Lo que dicen ambas entrevistas es que las personas de los


dos barrios reconocen que existe delincuencia, pero las redes
que construyen permiten que no sean ellos los victimados; por
eso en otros lugares se sienten más vulnerables a la delincuen-
cia. Claro, esto pasa con las personas que han logrado «vivir
con Dios y el diablo», es decir, hombres y mujeres cuyos pa-
dres, abuelos y amigos son de la zona, de modo que pueden
sopesar la victimización. De ahí que las personas que no tienen
una prolongada ni extensa presencia en el barrio sean más
vulnerables (los inquilinos, por ejemplo). Ser victimado es,
entonces, relativo.

Héctor Lara, un nieto de los fundadores del cerro El Pino, dice


que quienes se esconden suelen ser las víctimas en lugar de los
victimarios. No los increpan ni los encaran. ¿A qué se debe esto?
A dos motivos. El primero, la delincuencia, al ser abierta, no solo
genera victimización sino también miedo a las represalias. Y,
segundo, ambos compartirán el mismo espacio: víctima y victimario
se volverán a ver, y cada cual sabe quién es el otro. No son
víctimas ni victimarios anónimos. Como afirma Héctor Lara: “En
vez de que el ‘choro’ se esconda, el vecino tiene que buscar otros
caminos para no toparse con él. Las personas que delinquen están
ahí, no se esconden, se sabe dónde viven, se sabe dónde paran,
pero ir a buscarlos o pedir ayuda es agrandar el problema, porque
siempre estarán ahí”.

En suma, las cifras mencionadas y las entrevistas de los pro-


pios actores ofrecen un vivo testimonio de la realidad al confirmar
la alarmante situación de inseguridad que se vive en el país y la
región, pero también la situación extrema donde se encuentran
algunos espacios, entre ellos San Cosme y El Pino. En ambos casos
la victimización no es asunto de actividades apartadas; el sistema
de justicia y el control del delito son palabras cercanas, como lo
son la comisaría y la prisión. 97
2.4.3 El caso de Josué y los robos en El Pino45
Cuando los cerros bajan

Josué es un joven de 22 años de edad que tiene dos hijos varones


con su pareja, Gladis. Ha vivido toda su vida en el barrio El Pino.
Creció junto a su “abuelito” en el sector 19. En su casa venden
licor y algunas personas se reúnen para jugar casino. Cuando sus
padres se separaron, prácticamente quedó en el abandono. Su ma-
dre vive en el distrito de Vitarte y su padre lo hace a solo unas
cuantas casas de él. Estudió en el colegio Virgen de Fátima de Yer-
bateros. En sexto grado se trasladó al colegio San Luis, frente al
Mercado de Frutas. De este último colegio lo expulsaron, según
cuenta, por “malcriao”. Dejó de estudiar ese mismo año, de modo
que no completó la Primaria.

A los 13 años de edad ingresó en Maranguita,46 y a los 18 años


estuvo en la prisión de Huaral. En ambos casos por robo. Se dedica
a robar desde los 12 años, al inicio esporádicamente. La primera vez
fue en una mototaxi. Lo ha hecho acompañado de jóvenes mayores,
y cuenta que muchos están presos. No se define como pandillero;
dice: “no me gusta tirar piedra”; tampoco está en la barra brava,
aunque tiene amigos en La Locura, los ex-Malacos, la Barraca de
El Pino, El Cartel de San Cosme y otras agrupaciones de distintas
pandillas y equipos de fútbol. Afirma que conoce a todos y todos
lo conocen a él. En sus ratos libres, que transcurren sobre todo en el
día, duerme, “hace hora”47 con sus amigos, juega “partido” y come.
“Es la buena vida y la poca vergüenza”, indica. Le gusta ir a las
fiestas chicha, escucha a Chacalón Jr. y Los Chicos de la Cumbia. Su
apariencia es como la de cualquier otro joven: no tienen un “rostro
criminal”. Los niños del barrio se suben en la parte trasera de su
mototaxi y juega con ellos llevándolos de un sitio a otro.

Considera que El Pino ha cambiado. Ya no hay tantos robos.


Muchos de sus amigos están presos por la intervención de la

45 Esta sección corresponde a una entrevista con un joven del cerro El Pino.

46 El nombre completo es Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de


Lima, ubicado en el distrito de San Miguel. Es un lugar que intenta rehabilitar
a menores de edad que han estado en conflicto con la ley y promover su rein-
serción en la sociedad.

98 47 Dejar pasar el tiempo, distraerse.


Policía desde 2013. Él ha dejado de robar en el barrio y ha tenido

Instituto de Defensa Legal


que ir a otros lugares para “no hacer luz”.48 Considera positivo el
cambio ocurrido en su barrio, a pesar de que lo afecte directamente.
Cuando se le pregunta quiénes son los que roban a los mismos
vecinos, dice que son “los fumones”: “acá ahorita los que roban
son los fumones, pe”. Continúa: “por mí que cambie el cerro. Todos
los fumones que desaparezcan”. Reconoce que el cambio se debe
a la intensa presencia policial y no a la Junta Vecinal. Cree que los
que la conforman “están por demás, porque hablan cochinadas
¡huevadas! Cuando uno está tranquilo hablan”.

Al pensar en Josué uno puede creer que solo se dedica a robar,


en estricto, obviando así otras dimensiones. El informe regional de
PNUD (2013) señala que “el robo funciona como un complemento
del ingreso proveniente de empleos precarios” (PNUD, 2013: 22).
Al parecer, no solo se trata de un trabajo precario, sino de uno
asociado a labores que pueden vincularse a actividades que abren
oportunidades para la comisión de delitos. Dice también: “si me
agarran y me quieren meter preso, y el juez me pregunta ‘¿qué
haces?, ¿en qué trabajas?’, le digo ‘mototaxi’”.

Cuando sale a trabajar con su mototaxi por las noches, deja


regadas tachuelas para que otras motos no circulen. Comenta que
no le roba a cualquier persona; de hecho, mayor posibilidad de ser
victimado la tendrá un desconocido. “Si eres desconocido, igual te
roban”. Antes de la presencia policial robaban entre tres o cuatro
personas; ahora lo hacen entre dos. No se trata solo de un asunto
numérico, sino de tener mayor cuidado para no ser descubierto
y, desde luego, estar atento a la exposición de la víctima. Desde
la criminología, la teoría de la actividad rutinaria (TAR) desarro-
llada por Lawrence Cohen y Marcus Felson (1979) puede explicar
de mejor modo este asunto. Ellos sostienen que los delitos ocurren
cuando se presentan en el mismo tiempo y en el mismo espacio
tres sucesos conocidos como “el triángulo de la criminalidad”. Estos
son: 1) un blanco adecuado, 2) la ausencia de un vigilante y 3) un
infractor motivado. Los sujetos que están en los circuitos económicos
alrededor del cerro El Pino son, al final, oportunidades de delito.

48 Se refiere a no hacer evidente que continúa robando. 99


Las mejores ocasiones se presentan en ciertas horas y deter-
Cuando los cerros bajan

minados lugares. Por ejemplo, roba en los alrededores de La


Parada, el Mercado de Frutas, en las afueras de la llegada de
los carros interprovinciales, en la bajada de su barrio o en cual-
quier lugar donde encuentre una oportunidad. Lo hace desde
las 4:00 a. m. hasta las 6:00 a. m., y, luego, desde las 12:00 m.
hasta la 1:00 p. m., o de 1:00 p. m. a 2:00 p. m. “A esa hora,
porque los policías están comiendo o recién están llegando”.
Continúa: “a esa hora los policías no se levantan, son flojos.
Mientras los policías están jato, pa’ esa hora nosotros estamos
chambeando. De allí ya nos quitamos49 también”. Aunque entre
7:00 p. m. y 8:00 p. m. se da unas vueltas, porque es “hora punta”,
es decir, hay más gente transitando. En ese sentido, Josué es
un sujeto que racionaliza su actividad de tal modo que maxi-
miza sus beneficios elevando su oferta de delito e intentando
minimizar los costos. Aunque la propensión criminógena, que
incluye el uso de drogas o alcohol, ha hecho que aumente sus
riesgos. Haber purgado una condena en la prisión es una clara
muestra de ello.

El monto diario que puede obtener por robos oscila entre los
100 y los 200 soles, pero otros días puede sacar hasta 500. El máximo
monto que ha robado a una persona ha sido 10 mil soles. Este
dinero le sirvió para beber alcohol en una fiesta chicha, para com-
prarse ropa y comer. “Lo que sacaba lo usaba pa’ la diversión,
pe’”. Ha robado celulares, carteras, collares y mochilas. En algunas
oportunidades también ha asaltado a mototaxis con personas que
venían de otro barrio. Como en toda actividad, “a veces hay y
otras que no”. Explica que antes ha robado a gente del cerro y que
ha dejado de hacerlo desde que están los policías. Para él, estos
son “rateros con uniforme”. Teme que lo agarren y lo lleven preso
nuevamente. Gladis, su pareja, evalúa negativamente lo que hace
Josué, aunque lo tolera porque también recibe dinero y de eso
comen sus hijos.

100 49 Nos retiramos.


Relata que hay pocos homosexuales en el cerro, y de los que

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sabe son “rateros”.50 Cuando pasan, él y sus amigos los fastidian,
pero no se los “tiran”51 porque “hay bastantes peladas52 por acá
y [no] van a meterse con un cabro”.53 Por otro lado, evalúa como
“malo” lo que hizo el padre que violó y mató a su hija.54 La explica-
ción, para Josué, es que “el demonio se le ha metido”. Al comparar
El Pino con otros barrios, dice que San Cosme era peor. “Te metían
cuchillo hasta por las huevas. San Cosme era más movido”. Al
parecer son imágenes compartidas del otro como el más violento,
que se reproducen y cambian dependiendo del barrio donde se
encuentre y pregunte. Esta respuesta varía si se inquiere a alguna
de las pandillas que intentan mostrarse más violentas y masculi-
nas. Por ejemplo, El Cartel de San Cosme se refiere a la pandilla
de El Pino como “Ñocura” y no como “Locura”. Este cambio
intencional de nombre obedece a mirar al otro como “ñoco”, esto
es, como homosexual.

Josué y Gladis quieren irse del cerro. Él porque, a pesar de


que quiere cambiar, no puede; el mismo entorno no lo permite.
“Lo jalan”, dice. Quiere irse al distrito de Ate con toda su familia.
En un fin de semana se gasta, tan solo bebiendo alcohol, alrede-
dor de 400 o 500 soles. Luego se arrepiente y pregunta: “¿por
qué tomo? ¡Quiero dejar de hacerlo!”. Su pareja dice entre risas:
“por ahora toma ‘chela’55, pero más adelante va a tomar traguito
en San Pablo”. Gladis también quiere vivir en otro lugar, “por el
mismo ambiente” y por sus hijos. Ambos desean dejar atrás la
vida de El Pino, aspiran a que sus hijos sean algo mejor. A eso
dicen aspirar.

50 Persona que roba.

51 Mantener relaciones sexuales.

52 “Peladas” se puede traducir como mujeres que no tienen el vello púbico y, por
tanto, son menores de edad. Otra acepción de “peladas” simplemente se asocia
a las mujeres.

53 Se refiere a homosexual.

54 “Efectivos policiales detuvieron ayer al evangélico Victoriano Sebastián Mora


tras acusarlo de ultrajar sexualmente y asesinar a su hija de seis años, el 1 de
enero pasado (2011)”, en: La República, 6 de julio de 2011.

55 Expresión en jerga de cerveza. 101


2.4.4 Control social y población penal
Cuando los cerros bajan

La ecología del delito y la tesis de la desorganización social se


centraron inicialmente en tres factores ecológicos de la delincuencia:
la movilidad residencial, la heterogeneidad y la pobreza. En la
actualidad esta lista, dadas las transformaciones en el entorno y
el impacto de la delincuencia, se ha ampliado, e incluye factores
como la urbanización, la educación y los jóvenes, así como la pro-
puesta de Rose y Claro (1998), que incorporan el asunto carcelario.

La relación entre concentración carcelaria y barrio fue desa-


rrollada luego por Neiva e Oliveira (2012) en Brasil. Este autor
presenta los efectos no previstos del encarcelamiento, escudriña la
relación entre la población carcelaria y su concentración en ciertos
barrios, y llega a la conclusión de que la “prisión concentrada”
presenta un carácter dual: por un lado, las políticas de encarce-
lamiento tienen un efecto en la disminución de la delincuencia
pero, a su vez, muestran efectos a nivel barrial, pues son fuentes
de desestabilización y desorganización social (Neiva e Oliveira,
2012: 167).

De estos trabajos merecen destacarse al menos dos cuestiones.


Primero, se trata de entender la prisión como parte de un sistema
de relaciones sociales que no se agotan en los barrotes y los mu-
ros. Y, segundo, muchas de las personas a quienes se les privó
de su libertad saldrán en algún momento. Según datos del Inpe,
a diciembre de 2013 un total de 1671 personas egresaron de las
prisiones (Inpe, 2013: 65). Por ejemplo, Josué, de El Pino, estuvo
en Maranguita y luego en la prisión de Huaral; Alejandro Guerra,
de San Cosme, también estuvo en la prisión. Estas son claras expre-
siones de retorno de los exinternos al barrio. Un trabajo realizado
por Kaztman y otros recurrió a las direcciones de las personas
que fueron procesadas por “hurtos, rapiña y homicidios” durante
1997 y 1998, a partir de lo cual construyeron la tasa territorial de
delincuentes procesados (TTDP). Esta mirada, que se centra en
las personas y no solo en los delitos, permitió identificar las zonas
donde se concentran los procesados. Los autores concluyeron que
“las mayores TTDP se encuentran en las zonas vulnerables y pobres,
con menores oportunidades de acceso a los bienes básicos y con
102 altos niveles de precariedad laboral” (2004: 32).
Por su parte, según el informe 2014 del Inpe, en diciembre del

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mismo año la población penal ascendía a 87 794 personas, 4% más
que el año anterior. El mismo informe da cuenta de que existen
3462 internos con penas menores de cuatro años; es decir, en un
corto tiempo regresarán —probablemente— a sus barrios sin que
su estadía en la prisión haya significado una rehabilitación (Inpe,
2014: 37). Retornarán a barrios donde, según Costa y Romero, un
40% de los sentenciados han tenido mejores amigos que han
cometido delitos cuando eran menores de edad (2015: 15), y tam-
bién donde se cruza una frágil convivencia, deserción escolar y
precariedad laboral, como ocurre en los barrios estudiados.

San Cosme y El Pino se encuentran en el distrito de La Victoria,


que cuenta con una de las tasas de población penal más altas de
Lima: 1223 internos en 2014 (Inpe, 2014); ese mismo año, el
número de policías en las comisarías del distrito llegaba a 308
(IDL-SC, 2014: 108) para una población de 175  372 habitantes
(INEI, 2007), lo que significa que este distrito tiene más exinternos
que policías.

Si se observa el número de internos del distrito de La Victoria, se


aprecia que aumentó en 58 del 2012 al 2013, y que en 2013 y 2014
disminuyó en uno (Inpe, 2014: 54). La explicación estaría asociada
a los hechos ocurridos en el exmercado La Parada, particularmente
en San Cosme y, en menor medida, en El Pino. Solo de ambos
barrios, según una resolución, fueron condenados al menos quince
personas por delitos contra la administración pública, además de
violencia y resistencia a la autoridad.56 Entre los condenados de
San Cosme están Adrián Armando Alvarado Zelayaran, David
Gamarra Navarro, Evelin Edith Cconojhuillca Illa, Iván Roosvelt
Príncipe Olarte, Nicolás Gómez Castro, Omar Elmerson Rivera
Astohuillca, Óscar Benito Vargas Cuscano, Percy Antonio Valdi-
vieso Salas, Rosemary Ucharima Palomino, Susana Consuelo
Peñafiel Ñique, Tello Máximo, Walter Alvarado León, Walter
César Antezana Cueto, José Antonio Baldeón Camarena, mientras
que del otro barrio figura Javier Rojas Quispe (véase el gráfico 4).

56 Véase la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Lima, cuadragésimo


noveno juzgado penal de Lima, en expediente N.º 26105-2012. 103
GRÁFICO 4
Cuando los cerros bajan

Población penal del distrito de La Victoria recluida en un


establecimiento penitenciario
1240
1224
1220
1223
1200

1180
1166
1160

1140

1120
2012 2013 2014

Población penal de La Victoria

Fuente: Unidad estadística del INPE (2014).

La cárcel, tal como indican Sánchez León y Del Mastro, “es


un microcosmos que reproduce el funcionamiento de la ciudad”
(1993: 53). Este microcosmos no solo alberga a las personas que
asumen la delincuencia desde la masculinidad, sino que también
la practican en su cotidianidad. Así, pues, Héctor Lara, del barrio
de El Pino, comenta cómo “agarraron de flaca” a su amigo de
apelativo el Gato.

Héctor Lara los describe así: “el gato era blanco y entró a
la prisión de chibolo”. Él estaba primero en el penal de Lurigancho
y fue allí donde lo “agarraron de flaca”. ¿Qué significa que lo
agarren de “flaca”? No solo se trata de que lo violen sistemá-
ticamente, sino también de imponerle el rol de mujer. Por eso
Héctor Lara dirá más adelante que “han hecho que use falda”.
Probablemente lo agarraron por ser “blanco” y “chibolo”. El
Gato intentó escaparse de esta situación; su madre contrató
a un abogado para que lo cambien de prisión. Lo llevaron al
penal de Huaral, pero allí los presos nuevamente lo “agarra-
ron de flaca”. Se trata entonces del abuso contra una persona
104 en diferentes lugares donde no tiene capacidad de decisión y
elección por ser “chibolo”; por eso simplemente lo “agarran”

Instituto de Defensa Legal


sin que pueda impedirlo. El Gato ha regresado al barrio en
abril de 2014.

2.4.5 Muertes violentas: homicidio, feminicidio, infan-


ticidio y suicidio

Entre 1968 y 2012, el número de muertes violentas asociadas a


hechos delictivos dolosos en el Perú fue de 6,53 por 100 mil
habitantes (CIEC, 2014: 24), una tasa baja para América Latina.
Aun así, el homicidio parece tener un ciclo más complejo: esconde
la concentración de las muertes violentas en algunos lugares. La
Organización Mundial de la Salud sostiene:

Las tasas mundiales ocultan grandes variaciones. Por ejemplo,


a escala regional se registran importantes diferencias entre las
regiones de la OMS: en la Región de África y en la Región de
las Américas, la tasa de homicidio [es] casi tres veces superior a
la tasa de suicidio. Sin embargo, en la Región de Asia Sudoriental
y en la Región de Europa, las tasas de suicidio son más de
dos veces superiores a la tasa de homicidio, y en la del Pací-
fico Occidental las de suicidio sextuplican a las de homicidio
(OMS, 2002: 8).

Aunque no se tenga suficiente evidencia para determinar que


San Cosme y El Pino concentran un mayor número de homicidios,
si se los compara con el promedio nacional puede afirmarse que en
ellos las muertes violentas alcanzan cifras significativas, sobre todo
en El Pino. Por ejemplo, allí se contabilizaron siete muertes vio-
lentas durante 2011, 2012 y 2013, según información publicada por
los diarios La República y Trome, como se puede ver en el cuadro 6.

105
CUADRO 6
Cuando los cerros bajan

Muertes violentas registradas por los diarios La República y El Trome durante 2011-2013
en los barrios de San Cosme y El Pino

Tipo de muerte Delito Sexo de la


Barrio Año Descripción
violenta57 previo víctima
Niña menor Padre viola y
Feminicidio Violación El Pino 2011
de edad asesina a hija
Niño menor Madre asesina
Infanticidio Ninguno El Pino 2011
de edad a hijo y luego se
Suicidio Infanticidio Mujer El Pino 2011 suicida

Joven mata a su
Homicidio Ninguno Hombre El Pino 2012
primo
Hombre asesina a
Feminicidio Ninguno Mujer San Cosme 2013
su conviviente
Asesinan a
Homicidio Ninguno Hombre El Pino 2013
mototaxista
Feminicidio Ninguno Mujer El Pino 2013 Hombre asesina a
su pareja y luego
Suicidio Feminicidio Hombre El Pino 2013 se suicida
Fuente: La República, 2 de enero y 12 de mayo de 2011; 13 de abril de 2012. El Trome, 29 de abril y 9 de agosto
de 2013.

El cuadro 6 permite mostrar que el mayor número de muertes


violentas no se debe al crimen organizado, sino a la desigualdad
de género y la convivencia violenta entre las personas, en mucha
mayor medida en El Pino que en San Cosme. De hecho, siete de
las ocho muertes violentas ocurrieron en el primer barrio, lo que
muestra, una vez más, que la violencia delictual es mucho más
abierta en El Pino.

A la información anterior se debe añadir aquella que los me-


dios de comunicación no necesariamente registran y otra a la
que el investigador no ha tenido acceso porque solo se revisaron
dos diarios. Si se examina de manera focalizada otras fuentes se
notará que las muertes violentas son mayores. Por ejemplo, en

57 El tipo penal es una interpretación del investigador en función de la descripción


106 de la noticia periodística.
agosto del 2011 muere Pelao, que vivió en El Pino y estuvo en el

Instituto de Defensa Legal


penal de Lurigancho y fundó, junto a otros jóvenes, la pandilla
denominada Locura en 1991. El 8 de julio de 2012 fue asesinada
con arma de fuego la señora Vilma Fabiola Yuto Vargas en una
pollada realizada en el sector 10 de El Pino. El 18 de agosto de
2012 asesinaron con arma de fuego a dos hermanos que vivían
en el cerro El Pino: Miguel Ángel y José Luis Yucra, de 36 y 23
años, respectivamente.58 El 28 de diciembre de 2013 fue asesina-
do José Luis Peña Gómez, de 19 años, también conocido como
Luizito Alaraco, quien vivió en San Cosme. El diario Perú.2159 in-
formó este caso del siguiente modo: “La policía abatió a ratero
que robaba cartera a anciana”. Por otro lado, una muerte que se
produjo en el distrito de El Agustino en noviembre de 2013, pero
que correspondía a una persona que vivía en El Bondy, ladera de
San Cosme, fue la de Alberto Manuel Hermoza Quispe, hermano
de Chacalón, también conocido Chochito, cantante del grupo mu-
sical Los Muchachitos de la Cumbia, quien fue asesinado de un
disparo en la cabeza luego de haber realizado una presentación
en el local de Sara Ancasi.60 Otro caso es el de Tutu, joven de la
barra del club Universitario de Deportes que terminó muerto y
al que le hicieron una despedida en su vivienda en el jirón Aya-
cucho de San Cosme. También está la muerte de David Soto Sán-
chez, conocido como Huesito, del El Cártel de San Cosme, quien
murió el 10 de agosto de 2014. Como se puede notar, el número
de muertes violentas es mucho más alto que el registrado por
la prensa; pero, más importante aún, son muertes violentas que
están por encima del promedio nacional.

De las últimas anotaciones, salvo los homicidios de Vilma


Fabiola Yuto Vargas, Miguel Ángel y José Luis Yucra, los otros
no se produjeron en el mismo barrio aunque son personas que
han vivido en San Cosme y El Pino. Un caso que debe ser destacado,
sin que corresponda a los marcos temporales de la investigación, es

58 Véase http://peru21.pe/2012/08/19/actualidad/matan-dos-hermanos-agusti-
no-2038297

59 Véase Perú.21 del 29 de diciembre de 2013, en: http://peru21.pe/actualidad/


victoria-delincuente-murio-balacera-policia-nacional-2163387

60 Trome, 4 de noviembre de 2013. 107


el homicidio de Rubén Anthony Tovar Carbajal, 61 también
Cuando los cerros bajan

conocido como Papiloco, del sector 15 de El Pino. Este sujeto


tuvo el mismo apelativo que su padre, quien fue asesinado a
los 17 años de edad sin conocer a su hijo. En diferentes tiem-
pos y sin conocerse, ambos se dedicaron al robo. A sus 15 años
de edad, Papiloco hijo robaba con jóvenes mayores que él; se
colgaba de sus víctimas, ya que era de estatura pequeña. El
adolecente falleció el 17 de octubre de 2009, cuando un policía
vestido de civil le disparó a la altura de la frente. ¿El motivo?
Según el suboficial de la Policía Juan Fernando Moreno Rojas,
quien se encontraba prestando servicio particular a la empresa
Mazetti, al frente del Mercado de Frutas, vio a cuatro jóvenes
que estaban asaltando a una señora, por lo que realizó cinco
disparos, tres al aire y dos al grupo de jóvenes. Una de las balas
ingresó por el pulmón izquierdo y salió por la cabeza de Papilo-
co. La madre del menor señaló que su hijo corría asustado por
un robo que cometieron otras personas. El diario El Trome puso
como encabezado de la noticia: “Policía mete bala a Rubén An-
thony Tovar Carbajal (maleado, según la PNP)”. La muerte de
este joven causó cierta conmoción en su barrio, sobre todo en
los sectores 15 y 19. Varias mototaxis tenían en la parte trasera
la imagen del menor a modo de recuerdo. También se hicieron
polos de color blanco con su imagen. En su casa se hizo una
despedida en la que participaron distintos grupos de música
chicha. La canción que más veces se repitió fue “Muñeco de
cartón”, aquella que dice:

Cual muñeco de cartón un día me enterrarán en un viejo cementerio.


Mi familia llorará, después me enterrarán.
Ya no hay más remedio. (Bis)
Y voy a morir y van a sufrir.
No duermo de día, no duermo de noche. (Bis)

Los asistentes al entierro rumoreaban que una joven estaba


embarazada de Papiloco hijo. Los rumores se hacen más fuertes
y se empieza a hablar de un Papiloco nieto, uno que tal vez sería
como su abuelo y su padre, que murieron siendo menores de edad

108 61 Trome, 19 de octubre de 2009.


sin conocerse y robando. El embarazo de la adolescente solo fue

Instituto de Defensa Legal


un murmullo y ahí terminó la historia de los Papiloco de El Pino.
Luego de varios años, su nombre continúa presente en sus amigos
pero también en los muros que llevan su nombre.

En síntesis, el número de muertes violentas en ambos barrios es


mayor que en otros lugares, y en El Pino las cifras crecen aun un
poco más, lo que permite sostener, nuevamente, que la violencia
delictual de ambos barrios está por encima del promedio nacio-
nal, pero en cada barrio guarda formas particulares de expresión:
en uno como control social y en el otro como violencia delictual
abierta. Pero ¿qué factores del mismo barrio, independientemen-
te de variables macro estructurales como pobreza, desempleo y
baja educación, hacen que los dos tengan altos niveles de violencia
delictual? El siguiente capítulo busca responder a esta pregunta.
Cuando los cerros bajan

Imagen 2
Vista del cerro
San Cosme
desde El Pino.
(Arturo Huaytalla)

Imagen 3
Vista del cerro
El Pino desde
San Cosme.
(Arturo Huaytalla)
Instituto de Defensa Legal
Imagen 4
Mercado La
Parada antes del
25 de octubre
de 2012. Nótese
que al costado
se encuentra el
barrio San Cosme.
(Diario Publimetro)

Imagen 5
La Parada
desalojada.
(Archivo diario
El Comercio)
Cuando los cerros bajan

Imagen 6
Violencia en intervención
policial en La Parada
(25 de octubre de 2012).
Nótese cómo los policías
miran al barrio San Cosme.
(Archivo diario Correo)

Imagen 7
Miembros de la
Policía custodian
el ingreso del
barrio San Cosme
(noviembre de 2014).
(Arturo Huaytalla)
Instituto de Defensa Legal

Imagen 8 y 9
Las mototaxis son
el principal medio
de trasporte en los
barrios San Cosme
y El Pino. Llevan y
traen a personas
y mercadería de
los mercados
hasta el punto
más alto del cerro.
(Jorge Ingaruca)
Cuando los cerros bajan

Imagen 10
José Luis Peña Gómez, de
San Cosme, del grupo de Los
Alaracos, fue abatido por un
policía luego de robar a una
anciana en la avenida Isabel
La Católica. Como recuerdo,
sus amigos pintaron un
mural en la avenida San
Pablo, lugar del que se han
apropiado los ambulantes.
(Arturo Huaytalla)

Imagen 11
Rubén Anthony
Tovar Carbajal,
también conocido
como Papiloco,
fue abatido el
17 de octubre
de 2009. Hasta
2014 se puede
leer la inscripción
de su nombre
en las paredes
del sector 15 del
barrio El Pino.
(Arturo Huaytalla)
Instituto de Defensa Legal
Capítulo 3

Desorganización
social y barrios

115
Instituto de Defensa Legal
La delincuencia y la inseguridad son dos actividades de larga data
en los barrios de San Cosme y El Pino. En el capítulo 2 se mostró
cómo cada barrio, con sus distancias y cercanías, evidenciaba una
expresión de la violencia por encima del promedio nacional y tam-
bién fenómenos de control territorial y delincuencia abierta. Este
capítulo ofrece explicaciones desde la propuesta teórica que guía
el trabajo en conjunto, pone a prueba la teoría con la realidad
a través de un diseño correlacional. En particular, analiza la
relación entre la violencia delictual y el control social informal, la
eficacia colectiva, la estabilidad residencial y otros elementos
como asociatividad, cohesión social y confianza. Como se sabe, la
utilidad de una teoría es solo corroborada con un análisis empírico.
A continuación se presenta este análisis.

1. Resultados de escalas y estabilidad residencial

1.1 Estabilidad residencial

Tal como se señaló en el capítulo 1, la estabilidad residencial se define


como el hecho de que las personas se mantengan en el barrio durante
el tiempo. También se apuntó que era una condición para recur-
sos tales como la confianza. En general, la estabilidad residencial
permite, según la literatura, considerar dos cosas: niveles de
victimización dentro del barrio y debilitamiento del control so-
cial informal (Manzano, 2009). Algunos estudios promovidos por
Robert Sampson en los Estados Unidos demuestran que la baja es-
tabilidad residencial se correlaciona con problemas de conducta en
jóvenes y menores de edad (Sampson, 2002). En Chile, el Centro
de Estudios de Seguridad Ciudadana (CESC) ha impulsado inves-
tigaciones sobre este tema. Con respecto al Perú, a pesar de tener
cierta data, el análisis desde este punto de vista ha estado ausente. 117
En relación con los barrios de estudio, se puede apreciar que allí
Cuando los cerros bajan

la mitad de las viviendas son alquiladas62 (véase el cuadro 7);


en San Cosme lo son 56,4% (1313), y en El Pino, 45,9% (1762),
mientras que, a nivel nacional, el porcentaje de tenencia de la
vivienda bajo la categoría de “alquilada” solo alcanza el 15,3%
(979 657), y en Lima es 20,77% (399 251), según los datos del censo
2007 del INEI.

CUADRO 7

Tenencia de la vivienda, 2007


La vivienda que ocupa es:

Barrio   Frecuencia Porcentaje

Alquilada 1313 56,4

Propia por invasión 0 0

Propia pagando a plazos 51 2,1


San Cosme Propia totalmente pagada 886 38

Cedida por el centro de trabajo/ otro


15 0,6
hogar / institución

Otra forma 63 2,7

Alquilada 1762 45,9

Propia por invasión 0 0

Propia pagando a plazos 111 2,8


El Pino Propia totalmente pagada 1588 41,4

Cedida por el centro de trabajo / otro


58 1,5
hogar / institución

Otra forma 312 8,1


Fuente: Elaboración propia con base en datos del censo 2007 del INEI.

62 Cuando la vivienda se encuentra bajo la categoría de alquilada, se considera


a quienes la alquilan como inquilinos, concepto que se define como la persona
118 o familia que paga por un inmueble por un tiempo determinado.
A simple vista, este dato no podría confirmar la alta inesta-

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bilidad residencial, salvo cuando se suma el tiempo de rotación
en el barrio, es decir, desde hace cuánto tiempo viven allí. Esta
información resulta fundamental para conocer el tipo de compo-
sición social del vecindario. Al respecto, las cifras no dejan de ser
altas. Por ejemplo, en San Cosme el 16,7% (1423) no vivía ni en el
distrito ni en el barrio hace cinco años, mientras en El Pino la cifra
alcanza también un 16,7% (1584), según datos del censo del INEI
de 2007. Lo que muestra que casi la mitad de las viviendas son al-
quiladas y 17 de cada 100 personas no vivían allí hace cinco años.

¿A qué se debe que en ambos barrios se presente una tan alta


inestabilidad residencial y, a su vez, una mayoritaria composición
de viviendas bajo la categoría de alquilada? La respuesta se en-
cierra en una palabra —mercados—, y el público de migrantes
que se recompone cada cierto tiempo en ambos barrios por el
acceso al trabajo y la cercanía con la vivienda. Como se aprecia, no
se intenta sostener los argumentos de la llamada “formación de
barriadas” (Merino de Zela, 1958; Matos Mar, 1977; Collier, 1978;
Degregori, Blondet y Lynch, 1986), sino más bien destacar nuevos
procesos en la configuración de la ciudad, por los que los actores
no se asientan para realizar “gestas”, “conquistas” o “formar”
barriadas. Se trata más bien de una heterogénea composición
generacional, de procedencia y asimilación que recompone y
redefine las expresiones grupales dentro del barrio para convivir
por un tiempo determinado.

La evidencia producida para la presente investigación corro-


bora la alta inestabilidad residencial en ambos barrios, tal como
muestra el cuadro 8. En San Cosme, el 9,5% de personas viven en
el barrio hace menos de tres años, mientras en El Pino este porcen-
taje alcanza 8,2%. Al otro extremo se encuentran las personas que
han vivido en sus respectivos barrios toda su vida: 50,2% en San
Cosme y 38,4% en El Pino.

Ahora bien: ¿cuál es la relación entre inestabilidad residencial


y violencia delictual? Ciertamente, no se trata de que en barrios
con alta inestabilidad residencial se produzca mayor violencia
delictual, sino de que en lugares donde se acentúa la inestabilidad
residencial es probable que el control social informal —es decir, 119
la capacidad de intervenir en situaciones problemáticas— esté
Cuando los cerros bajan

menos presente, pues sus pobladores no se identifican necesaria-


mente con el barrio y muestran distancia del sentido de pertenecía.
Según Kaztman y otros:

La debilidad de los tejidos sociales se acentúa cuando los vecinos


se mudan con frecuencia, experiencia corriente en familias que,
forzadas por las necesidades de sobrevivencia, buscan refugio
en viviendas de parientes o amigos o se ven obligadas a des-
plazarse para conseguir trabajos. En ese contexto aumentan las
dificultades para establecer consensos mínimos en términos de
normas de convivencia, se erosiona la capacidad colectiva para
controlar y sancionar desviaciones en el comportamiento de los
jóvenes con respecto a los patrones convencionales, y crece el
riesgo de desorden social en el vecindario (2004: 32).

CUADRO 8

Distribución de frecuencias del número de años que lleva su familia


viviendo en el barrio

Barrio Tiempo viviendo en el barrio Frecuencia Porcentaje


válido
Menos de 1 año 9 3,9

1-3 años 13 5,6

4-10 años 28 12,1


San Cosme
Más de 11 años 65 28,1

Toda mi vida he vivido en este barrio 116 50,2

Total 231 100,0

Menos de 1 año 5 2,3

1-3 años 13 5,9

4-10 años 46 21,0


El Pino
Más de 11 años 71 32,4

Toda mi vida he vivido en este barrio 84 38,4

Total 219 100,0


Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

120
Como se podrá notar, los resultados anteriores son parciales,

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por lo que es necesario recurrir a información adicional. La data
cualitativa arroja algunas otras evidencias sobre la inestabilidad
residencial. A continuación se detallan algunos fragmentos de en-
trevistas e historias.

Los primeros de estos fragmentos hacen referencia al poco


compromiso de los inquilinos con el barrio. Como se deja ver, los
entrevistados consideran que a los inquilinos “no les interesa el
barrio”, tienen un fin pragmático que se circunscribe a sus nece-
sidades individuales, y, aún más, son los hijos de los inquilinos
quienes provocan el desorden en el barrio. Sin embargo, es de
ellos mismos de quien depende un grueso grupo de personas de
ambos barrios, ya que gracias al pago de los alquileres obtienen
un ingreso económico adicional. En otras palabras, su llegada tam-
bién implica diferentes códigos de comportamiento y un interés
parcial por el lugar de residencia en lo que concierne a la identifi-
cación con el barrio, lo que permite explicar, en parte, por qué los
barrios no logran mantenerse cohesionados.

Pregunta: ¿Quién cree que se preocupa más por su barrio: los


inquilinos o los propietarios?

Yo creo que son los dueños, porque a los inquilinos nos les in-
teresa. Los inquilinos entran a vivir por vivir. Cumplen su mes
y se van. A los inquilinos no les interesa el barrio. (Clara Torres,
San Cosme)

Los propietarios, porque los inquilinos lo único que quieren es


un lugar donde dormir y descansar y nada más. (Lizbeth Machado,
El Pino)

Acá viven puros inquilinos. La casa por ejemplo del frente


todititos son inquilinos, no les interesa la bulla ni nada. Sus
mismos hijos hacen bulla toda la noche. No les interesa nada.
(Mario Mendoza, El Pino)

Por otro lado, el poco tiempo en el barrio, así como su vínculo


pragmático con este lugar, hace difícil que los inquilinos adquieran
un sentido de pertenencia. Es una vida básicamente dentro de la
casa y en el centro de labores, sin una fuerte socialización con el
entorno más allá del inmediato. Se encuentran en el barrio solo
por algún tiempo. Generacionalmente los inquilinos están 121
compuestos, en su mayoría, por adultos y adultos mayores; los
Cuando los cerros bajan

jóvenes se adecúan con menores complicaciones. Richard Patch


(1967) lo llama “acriollamiento” en la asimilación cuando estudia
el caso de La Parada. Los inquilinos, por sus propias características,
son un grupo que no muestra un claro control social informal,
y en muchos casos “no han tomado ninguna medida” para pro-
tegerse de la delincuencia, menos aún con formas intervención
que impliquen una organización colectiva para tal fin, lo que los
expone más a la victimización.

¿Por qué los inquilinos son “más víctimas” en este tipo


de barrios? La respuesta parece estar en las redes con las que se
cuenta y las que se construyen (familia, amigos y compañeros); el
tiempo de residencia, que permite que reconozcan a las personas del
barrio, además de la participación y socialización con los actores
del lugar. Desde luego, los inquilinos también tienen redes, pero
ellas no son suficientes para contrarrestar la victimización. Según
Liliana Manzano, que cita a Sampson (1995), “se ha demostrado
que en alta movilidad residencial el nivel de victimización de los
residentes es al menos el doble que en los de baja movilidad”
(2009: 137). Relación que parece coincidir con lo señalado en las
entrevistas en San Cosme y El Pino:

Mi esposo se murió y ya no quería quedarme en Andahuaylas.


Me vine yo y mis hijos. Ya estamos como hace cuatro años. Acá
trabajo vendiendo [tubérculos] en la calle y cuido a mis hijos
[…]. A mí me han robado cuatro veces, todas en la subidita de
Margarita Vargas. Ellos son de acá no más, pero ¿qué puedo
hacer? Gracias a Dios eso ya no me está pasando. La primera
vez que pasó fue cuando tenía unos tres días: me robaron todo
mi capital, ¡todo! Me dio tanta cólera, fui a la comisaría de la
vuelta y ni siquiera me acompañaron ni nada. Apuntaron todo
en una hojita diciendo que irían en un rato a ver quiénes fueron.
¡No sabía qué hacer! Al final me fui llorando. (Melissa Martínez,
San Cosme)

Yo tengo mi terreno en otro sitio y por el problema que yo tengo


he pensado irme, pero no. ¿Sabes cuál es el miedo? Me voy a otro
sitio y nadie me conoce, cualquier cosa me pasa, nadie va “saltar”
[defender], porque nadie me conoce. En cambio, en el cerro me
conocen todos y lo que van a ver acá, ellos van a saber quiénes
122 han sido. O sea, yo me siento más segura en el cerro, porque un
vecino se ha ido y lo han matado como perro, lo han disparado.

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Él se fue a Huaycán, estaba en obra [construcción civil], y como
no tiene conocidos, lo han disparado. En cambio acá te conocen.
Yo sé que van a saltar la gente, así como ves salta la gente, saltan
la gente”. (Lizbeth Machado, El Pino)

Pregunta: ¿Quiénes están más propensos a ser víctima de algún


delito: los inquilinos o los propietarios?

A los inquilinos, porque así como no participan en la comuni-


dad tienden poco a quejarse. No hay comunicación, a diferencia
con los vecinos que si quieren hacernos algo, dicen: «no, ella es
problemática, va a ir a denunciar a la comisaría y nos va “sacar”
[reconocer], “es familiar de tal, no pasa nada». Acá eran caseritos
los puneños, o sea los confeccionistas que llevaban su ropa a
Gamarra y se la robaban. (Manuela Castro, El Pino)

Los inquilinos y también las mujeres. (Clara Torres, San Cosme)

Se pueden notar claros contrastes entre los testimonios de


Melissa Martínez, de San Cosme, y Lizbeth Machado, de El Pino.
El factor que permite que se modifique el tipo de relación que se
establece con el entorno es la estabilidad residencial. Mientras
Melissa vive en San Cosme hace cuatro años y se fue llorando lue-
go del robo, Elizabeth señala que en su barrio “saltarán” porque
la conocen, razón por la cual dice “yo me siento más segura en el
cerro”. Esto parece confirmarse con las aseveraciones de Manuela
Castro y Clara Torres, quienes manifiestan que los inquilinos son
más victimizados.

Por último, si San Cosme y El Pino permiten congregar a


nuevas personas es porque algunas se están yendo del barrio con
la intención de mejorar su condición de vida. Este es el caso de
la familia Medrano. Luis Medrano ha vivido toda su vida en San
Cosme, convive con su pareja en el mismo barrio; ella también
nació en San Cosme. El padre y la madre de él llegaron cuando
tenían solo cinco años de edad. Ellos se unieron —como lo ha
hecho su hijo con su pareja— cuando tenían 19 años. Luis y Clara
Torres se conocieron en el barrio y conformaron su familia allí.
Ahora bordean los 35 años y tienen dos hijas, una de las cuales
está a punto de concluir sus estudios secundarios. Clara quiere
que sus hijas crezcan en un lugar mejor; dice que ya se compraron
una casa en el distrito de Puente Piedra, que le da mucha pena 123
irse del barrio, pero sabe que será mejor para su hija de 15 años,
Cuando los cerros bajan

que “ya está jovencita”. Y espera poder llevarse en algún momen-


to a su madre, además. Ya lo conversó con su esposo y están
esperando que su hija termine el colegio. Ella es fundadora de
una reconocida organización del barrio, él un joven dirigente.
Ambos crecieron en el mismo barrio y ahora piensan mudarse.
¿Qué los lleva a cambiar de residencia? “Por el entorno”, dicen.
No lo hacen por ellos, no se trata de una cuestión individual,
sino por su familia, por sus hijas. Así terminará la presencia de
los Medrano en San Cosme. ¿Y su casa? La alquilarán y así habrá
más inquilinos.

1.1.1 Identificación con el barrio y estabilidad resi-


dencial

Según Liliana Manzano (2009), que sigue a estudios publica-


dos por investigadores estadounidenses, en los barrios donde la
inestabilidad residencial es alta las personas del lugar tienden a
comprometerse menos con el entorno. Respecto a San Cosme y
El Pino, se puede apreciar que los actores de ambos barrios han
construido una identificación. ¿Pero cuáles son los elementos que
identifican a estos barrios? ¿Las formas de identificación guardan
alguna relación con la estabilidad residencial? A continuación se
presentan algunos de ellos.

¿Qué elementos permiten que las personas de los barrios San


Cosme y El Pino se identifiquen con el lugar donde viven? Proba-
blemente parte de la respuesta se encuentre en el origen de ambos
barrios. Por ejemplo, San Cosme es una de las primeras barriadas
del Perú (se formó poco antes de mediados del siglo xx), y El Pino
lo hizo poco después de mediados del siglo xx. De hecho, los
integrantes de San Cosme se reconocen como la primera barriada,
lo cual puede corroborase en la invitación al aniversario número
68 de su fundación, que aparece en un muro del barrio: “La her-
mandad Virgen de las Mercedes, tiene el agrado de invitar a los
pobladores de San Cosme a la misa en honor a la Virgen de las
Mercedes, patrona de nuestra comunidad y en conmemoración
al 68 Aniversario de Fundación de San Cosme (1946-2014). La
Primera Invasión [d]el Perú y del mundo”.
124
Otro factor de identificación con el barrio de San Cosme es la

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música que se mantiene presente hasta la actualidad y ha logrado
ser un referente nacional. El caso más emblemático es el de Lorenzo
Palacios Quispe, Chacalón, cuya música chicha se inició en las
laderas de San Cosme. Aunque murió en 1994, su música aún se
escucha y otros cantantes del mismo género mantienen su estilo.
Los más destacados son su hijo Chacalón Jr. y La Nueva Crema,
Los Chicos de la Cumbia, El Chilo Paly, Chacal y sus Estrellas,
Marco Antonio y la Nueva Nota, Kike Balarezo y Los Nenes de La
Cumbia. Importa destacar la asociación de dos elementos en este
asunto: barrio y música chicha. De hecho, parte de la identidad
de San Cosme, y también de El Pino, reposa en la música chicha
que mantiene una estética y genera un estereotipo para los forá-
neos. Por ejemplo, el primer nombre del parque que reemplazó
al exmercado La Parada fue “Parque Chacalón”, aunque luego se
cambió por “Parque del Migrante” debido a las severas críticas
que vinculaban esta música con la delincuencia.

Por otro lado, en el gráfico 6 se pude apreciar que, en ambos


barrios, la identificación con ellos es mucho más alta cuando se
trata de ellos mismos, mientras que cuando se refieren a sus hijos
la situación cambia, es decir, son ellos los más identificados con el
barrio, quienes se sienten a gusto viviendo en él y quienes afirman
incluso que no se irían de él. Sin embargo, sus respuestas cambian
cuando se les pregunta si quieren que sus hijos crezcan en el
mismo lugar.

Como se puede ver en el gráfico, el 32% de personas adultas


de ambos barrios están “muy de acuerdo” y “de acuerdo” con
que sus hijos crezcan en ese mismo lugar. Si el porcentaje se mira
desde el lado opuesto, los padres que están “muy en desacuerdo”
y “en desacuerdo” con que sus hijos crezcan en el barrio asciende
a 46,1% en San Cosme y a 53,2% en El Pino. Una de las explica-
ciones para tal resultado podría ser el peligro que representa “el
entorno”; sin embargo, una cosa es que quieran y otra, distinta,
que puedan cambiarse de barrio; de hecho, queda pendiente reco-
nocer el número de personas que pueden mudarse y no lo hacen.
Desafortunadamente, no se cuenta con datos que permitan
contrastar este detalle.
125
GRÁFICO 6
Cuando los cerros bajan

Identificación con el barrio


“Muy de acuerdo y de acuerdo...” (%)

59,8
70

63

54,4
54,3

59
51,3
60

46,7
45,7
50

32,2
32,1
40
30
20
10
0
Sus hijos Se identifica Se siente No se Se siente
crezcan en con la historia a gusto cambiaría de discriminado
este barrio del barrio viviendo en barrio por vivir en
este barrio este barrio

San Cosme El Pino

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Otra consideración merece la identificación con la historia del


barrio, que varía de acuerdo con los grupos sociales pero, en general,
se encuentra por encima de la mitad. Por ejemplo, en San Cosme
el 63% de personas se sienten identificadas con la historia del
barrio, mientras que en El Pino esta proporción es de 54,3%. Aun-
que no se cuente con cifras desagregadas para sostener de manera
categórica que son los residentes quienes más se identifican con
la historia del barrio, se puede plantear como hipótesis que las
personas que llevan más tiempo en el barrio se sienten más identi-
ficadas con él lugar, de lo que se podría colegir que la identificación
no es solo con su historia sino también con algunas características
propias del entorno. Las entrevistas permiten advertir esta idea:

Yo me identifico acá. Más antes tenía un terreno en San Juan


de Lurigancho [distrito], pero no me gustaba y por eso estoy
acá; no me gustaba el de San Juan de Lurigancho por el lugar,
era muy silencioso y no tenía una mirada panorámica (Andrés
Mayta, El Pino)

Yo acá nací y acá moriré. Tú pensarás que es un lugar peligroso,


que cómo pueden vivir acá, pero también tiene sus cosas buenas.
Este cerrito tiene mi historia y yo soy su historia también. (Luisa
126 Manrique, San Cosme)
Ahora bien: una cosa es identificarse con el barrio y otra sen-

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tirse a gusto en (o con) él. No se trata de asuntos diametralmente
separados, pero toman formas particulares. El 51,3% en San Cosme
y el 45,7% en El Pino se sienten a gusto viviendo en estos barrios.
No se trata de estar cómodo con la delincuencia, sino con la vida
que han hecho, los amigos, lo cual no significa que no se mani-
fiesten reparos al barrio; entre los más fuertes está la identidad
aborrecida que los sindica como delincuentes.

Por otro lado, en ambos lugares existen personas que no se


cambiarían de barrio: 46,7% en San Cosme y 54,4% en El Pino.
Claro, esta persistencia se debería más a algunos grupos sociales
del entorno. Aunque también, como ya se dijo, una cuestión es
que puedan cambiarse de barrio y otra que quieran:

Yo no pensé dejar nunca mi cerro. Me gusta mi gente, mi barrio.


Yo sé que no todos son delincuentes. Me siento orgulloso de
ellos; sé que muchos han salido de ahí y yo dejarlo nunca lo he
pensado. A mi vejez de repente, pero ahora no. (José Tipia, San
Cosme)

Del año que vivo acá me siento contento con El Pino. Yo como le
digo sin papá ni mamá viví, y no opté ni por ratero ni por “fu-
món”. Sigo siendo varón y de mi casa. Me gusta El Pino, lo quiero
desde mi niñez. Como te digo, nunca he querido abandonar El
Pino. Jamás. (Mario Mendoza, El Pino)

Por último, respecto a la discriminación, es preciso anotar


que el 59% en San Cosme y el 59,8% en El Pino se sienten
discriminados por su lugar de residencia. Se trata sin duda de
un porcentaje alto (6 de cada 10 personas de ambos barrios se
sienten discriminadas por esta causa). Ahora bien: se debe des-
tacar que la discriminación se muestra en situaciones concretas.
Por ejemplo, una joven universitaria de San Cosme decía que no
conseguía trabajo porque su documento nacional de identidad
(DNI) indicaba su barrio de procedencia. Otro caso, en El Pino,
señalaba que cuando una vez dijo que vivía en este barrio, le
dijeron: “en El Pino violan feo”.

Un punto aparte merece la identificación de los grupos


que pueden ser denominados “pandilleros”. Los jóvenes de La
Locura, Los Solteritos, Los Malacos, La Barraca y La Plaza Grone 127
de El Pino se identifican con su barrio de un modo particular,
Cuando los cerros bajan

específicamente con el espacio asociado a sus sectores, donde


se ha construido un tipo de identidad particular. El grupo pue-
de estar integrado por jóvenes de los sectores 15, 16 y 17, y en
ocasiones están presentes algunos jóvenes de sectores cercanos;
a la vez, pueden tener una identidad relacionada con el equipo
de fútbol del que son hinchas. Sin embargo, lo que prima entre
ellos es el proceso de interacción a la hora de agruparse. “Hemos
crecido juntos”, dicen. Lo mismo sucede con los jóvenes de los
sectores 10, 11,12 y 13, que están asociados a prácticas cercanas
a su sector. En los tres últimos sectores se encuentra una de
las barras deportivas más reconocidas de Lima, La Locura, que
se concentra en la avenida la Floral y la subida del barrio. De si-
milar modo, en las partes más altas están los sectores 15, 17 y 19,
con jóvenes que se identifican con el Alianza Lima y conforman
El Pino Grone. Entonces, se articulan por ser “El Pino”, pero esta
asociación contiene formas de identificación según las caracte-
rísticas de los sectores. Por su parte, en San Cosme la “pandilla”
más reconocida es El Cartel de San Cosme, que se identifica
también con el Alianza Lima y se concentra en la ladera del
cerro con el jirón Virrey La Serna. Aunque en San Cosme también
existen personas afines a Universitario de Deportes, lo cierto es
que este barrio se identifica con mayor fuerza con el equipo de
La Victoria.

Como se ve, las formas de identificación con el barrio son varias,


y responden a diferentes elementos. Uno de estos factores es la
estabilidad residencial que presentan sus integrantes.

1.2 Eficacia colectiva

Para determinar las correlaciones entre las escalas de eficacia


colectiva y otras, primero se definieron las escalas (véase el
anexo 1). La escala de eficacia colectiva se compone de las es-
calas de control social informal, cohesión social y confianza. El
uso de este tipo de escala se sustenta en la teoría desarrollada
por Sampson (1997), y mide las expectativas compartidas en
confianza y cohesión social para intervenir como agentes del
128 control social informal.
Ahora bien: los resultados (véase el cuadro 9) muestran

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que existe una relación negativa débil (–,121) entre eficacia
colectiva y violencia delictual, una relación positiva considera-
ble (,616) entre eficacia colectiva y densidad de vínculos, y una
relación positiva mediana entre eficacia colectiva y asociativi-
dad (,498). Esto permite aseverar que a medida que hay más
eficacia colectiva la violencia delictual tiende a disminuir. En
general, estas cifras coinciden con lo planteado por Sampson
(1997), ya que la eficacia colectiva se relaciona de manera in-
versa con la delincuencia, aunque en la presente investigación
la relación inversa no es cuantitativamente significativa. Por
otro lado, las magnitudes de correlación son mucho más altas
al relacionar la eficacia colectiva con la densidad de vínculos
y asociatividad.

CUADRO 9

Correlación entre eficacia colectiva, violencia delictual, densidad


de vínculos y asociatividad

Violencia Densidad de
  Asociatividad
delictual vínculos

Correlación de
-,121* ,616** ,498**
Pearson
Eficacia colectiva Sig. (bilateral) 0.018 0 0

N 383 398 390


* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral).
** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

1.2.1 Control social informal

Para medir el control social informal se aplicó una escala que lleva
el mismo nombre y es similar a la aplicada por Sampson (1997)
y Manzano (2009). Los resultados que se muestran en el cuadro
10 comprueban que la correlación entre la escala de control
social informal y la escala de violencia delictual no es significativa
(–0,056), debido a que el resultado no es mayor de 0,05, lo que
refuta la hipótesis de la significancia de ambas escalas para los 129
barrios estudiados. Los resultados de San Cosme y El Pino son
Cuando los cerros bajan

opuestos a lo que la literatura de otros países como Chile ha en-


contrado. Por ejemplo, Liliana Manzano señala que “se comprobó
que existe una relación significativa entre la escala de control
social informal y la escala de violencia, para ambos barrios en con-
junto y por separado” (2009: 174). Las razones que explicarían por
qué no se encuentra esta correlación resultan un tema aparte que
merece confrontar la teoría con la data. Una mención al margen
merece la incidencia del control social informal en la victimiza-
ción, que para Frühling y Gallardo parece ser claro. Al respecto,
mencionan: “Por otra parte, el control social informal medido a
través de la pregunta ‘¿Cuán probable es que sus vecinos inter-
vengan en determinadas situaciones infractoras de la ley o de la
convivencia en el barrio?’, no parece incidir en los niveles de
victimización” (2012: 155).

Por otra parte, se han encontrado correlaciones positivas me-


dianas entre la escala de control social informal y la densidad de
vínculos (,396) y la escala de control social informal y la asociati-
vidad (,319), lo que quiere decir que se detectó correlación entre
la capacidad de los residentes para intervenir en situaciones
problemáticas del entorno (control social informal) y las relacio-
nes cordiales entre los vecinos (densidad de vínculos) y la mayor
capacidad organizativa de cada comunidad (asociatividad), lo que
coincide, en parte, con los estudios previos realizados por Sampson
(1997) y Manzano (2009). Esto significa que a mayor capacidad
de los residentes de intervenir en situaciones problemáticas del
entorno, se aprecian también mayores niveles de relaciones
cordiales entre los vecinos y mayor capacidad organizativa de
cada comunidad.

La típica pregunta que se formula para obtener data sobre el


control social informal empieza con la aseveración de “interven-
ción”. Al respecto, este trabajo añadió otra pregunta referida a
las medidas que han tomado las personas para protegerse de la
delincuencia. El fraseo exacto es: “¿Ha tomado alguna de estas
medidas para protegerse de la delincuencia?”. Como se verá, ya
no solo se trata de ver si intervinieron en situaciones problemá-
ticas, sino de saber, además, si ellos mismos han tomado alguna
130 medida.
CUADRO 10

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Correlación entre control social informal, violencia delictual, densidad de vínculos
y asociatividad

Violencia Densidad de
  Asociatividad
delictual vínculos

Correlación de
-0.056 ,396** ,319**
Pearson
Control social
informal Sig. (bilateral) 0.253 0 0

N 414 430 420


* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral).
** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Los resultados permiten concluir que en muchos casos “no


han tomado ninguna medida” para protegerse de la delincuencia,
menos aún con formas de intervención que impliquen una orga-
nización para tal fin. En el caso de los barrios estudiados, se ha
encontrado un grueso número de personas que no participan de
ninguna medida de seguridad: 43,3% en San Cosme y 31% en El
Pino “no han tomado ninguna medida” para protegerse de la
delincuencia, mientras que un 24,7% en el primero y un 29,1% en
el segundo “caminan por otro sitio”. Del mismo modo, un 17,3% en
San Cosme y un 27,7% en El Pino “participa en la Junta Vecinal”.
La diferencia a favor de El Pino está asociada al trabajo iniciado
por la Policía a mediados de 2013. Algunas otras formas de pro-
tección por las que han optado han sido “poner rejas o alarmas
en la casa” (6,9% en San Cosme y 8% en El Pino), o “contratar a un
vigilante en la calle o cuadra” (3,9% en el primer barrio y 2,3% en el
segundo) (véase el cuadro 11). En conjunto, esto permite conside-
rar una contradicción entre el principal problema y la actuación
de las personas para tratar de resolverlo; es decir, una discordan-
cia entre la forma de pensar y la de actuar.

Un estudio del IDL de 2010 preguntó sobre las medidas de


seguridad que habían tomado las personas en Lima y Callao para
hacer frente a la delincuencia. Los resultados no fueron tan dife-
rentes: el 43% “no había tomado ninguna medida”. Si se trasladaba 131
CUADRO 11
Cuando los cerros bajan

¿Ha tomado alguna de estas medidas para protegerse de la delincuencia?

Porcentaje
Barrio   Frecuencia
válido (%)
No sabe/No responde 4 1,7
Caminar por otros sitios 57 24,7
Contratar a un vigilante en la calle
9 3,9
o cuadra

San Cosme Comprar un arma de fuego 5 2,2


Poner rejas o alarmas en la casa 16 6,9
Participar en la Junta Vecinal 40 17,3
No he tomado ninguna medida 100 43,3
Total 231 100
No sabe/No responde 3 1,4
Caminar por otros sitios 62 29,1
Contratar un vigilante en la calle o
5 2,3
cuadra

El Pino Comprar un arma de fuego 1 0,5


Poner rejas o alarmas en la casa 17 8
Participar en la Junta Vecinal 59 27,7
No he tomado ninguna medida 66 31
Total 213 100
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

la pregunta solo a los sectores D y E, el porcentaje aumentaba a


57% (IDL-SC, 2010: 11). ¿Cómo explicar que el principal problema
del país no haya generado medidas para combatirlo? Al parecer,
como se anotó en la primera sección de este capítulo, parte de la
respuesta referiría a la llamada estabilidad residencial, ya que las
personas que se encuentran en el barrio por un fin pragmático y
temporal no requieren establecer redes densas, identificarse con el
lugar o ejercer control social informal.

En resumen, se confirma una correlación negativa débil entre


132 la escala de control social informal y la escala de violencia delictual.
Los resultados hallados también corroboran que existe una

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relación positiva mediana entre las escalas de control social in-
formal y las escalas de densidad de vínculos y asociatividad.
Por último, se ha comprobado que el 43,3% en San Cosme y el
31% en El Pino “no ha tomado ninguna medida” para protegerse
de la delincuencia, cifra que permite advertir que, a pesar de
que la delincuencia es el principal problema en ambos barrios,
esto no significa que las personas tomen alguna medida para
hacerle frente.

1.2.2 Cohesión social y confianza

La cohesión social y la confianza son dos conceptos emparenta-


dos que han servido, en parte, para explicar la delincuencia en
distintas partes de América Latina. Un ejemplo de ello es el
trabajo editado por Díaz y Meller (2012), que reúne un conjunto
de textos sobre la cohesión social y la violencia en América Latina.
A pesar, empero, de estos esfuerzos, la relación entre ambos pro-
cesos es discutible, tal como lo señala Frühling, quien dice: “No
existe unanimidad en los resultados de estudios que evidencien
la asociación de altos niveles de confianza y cohesión social con
la disminución del delito y la violencia, es decir, no hay pruebas
robustas del impacto de la eficacia colectiva en América Latina”
(2014: 21).

Por ello, este trabajo midió la cohesión social y la confianza a


través de una escala que lleva el mismo nombre y cuyos detalles
se encuentran en el anexo 1. Los resultados muestran que existe
una correlación negativa débil entre las escalas de cohesión social
y confianza y violencia delictual (-,150), lo que quiere decir que la
violencia delictual tiende a disminuir con el aumento de la cohe-
sión social y la confianza (véase el cuadro 12).

Por su parte, la cohesión social y la confianza, por un lado,


y el control social informal, por el otro, presentan una corre-
lación positiva media (,382), mientras existe una correlación
positiva considerable entre las escalas de cohesión social y con-
fianza y densidad de vínculos (,668). Esto guarda correlato con
otras investigaciones como la de Núñez, Tocornal y Henríquez 133
(2012), quienes destacan la relación entre la confianza interperso-
Cuando los cerros bajan

nal y la cohesión social, y aspectos más detallados de la violencia


delictual; por ejemplo, percepción de seguridad. De acuerdo con
ellos, “existe una relación positiva entre confianza interpersonal y
cohesión social con percepción de seguridad en el barrio”.

CUADRO 12

Correlación entre cohesión social y confianza, violencia delictual, control social


informal y densidad de vínculos

Violencia Control social Densidad de


 
delictual informal vínculos

Correlación de
-,150** ,382** ,668**
Pearson
Cohesión social
y confianza Sig. (bilateral) 0.003 0 0

N 397 410
* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral).
** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Entonces se llega a la siguiente conclusión: la cohesión


social y la confianza se correlacionan de manera inversa con
la violencia delictual, mientras existe una correlación media y
considerable con control social informal y densidad de vínculos,
respectivamente.

1.3 Densidad de vínculos y asociatividad

Para cuantificar las redes sociales en ambos barrios se utilizaron


dos escalas. La primera fue definida como densidad de vínculos,
que mide las relaciones cotidianas en el vecindario. La segunda
es la escala de asociatividad, que buscó cuantificar la participa-
ción en las organizaciones de los vecinos de cada barrio, esto es,
la capacidad organizativa de cada comunidad. Además de ambas
escalas, se indagó por el número de las relaciones entre familiares,
134 amigos y compañeros dentro y fuera del barrio.
1.3.1 Densidad de vínculos

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Los resultados del cuadro 13 permiten afirmar que no existe una
relación significativa entre la densidad de vínculos y la violencia
delictual (-,083, p > 0,05), lo que corrobora los resultados de Man-
zano, quien sostiene que “al correlacionar la escala de violencia y
la de lazos sociales y asociatividad se observó que no existe una
relación entre estas variables” (2009: 165). Según esta autora, ello
se debería a la “inconsistencia en la construcción de la escala” que
aplicó para los barrios de Yungay y Legua Emergencia; sin em-
bargo, para los casos de San Cosme y El Pino se consideró esta
advertencia al elaborar una escala referida a densidad de vínculos
(ella la llama “lazos sociales”) y otra denominada asociatividad, no
obstante lo cual no se encontró una relación.

Estos datos coinciden con la literatura existente que sustenta


que los vínculos sociales no garantizan necesariamente mayor o
menor control social, eficacia colectiva ni, menos, el nivel de la
violencia delictual. Sampson sostiene que: “[…] las redes sociales
promueven las condiciones en las que la eficacia colectiva puede
surgir, pero no son suficientes para el ejercicio del control” (2008:
239). Según el mismo autor, es necesario activar las redes en función
de expectativas compartidas para las condiciones de la eficacia
colectiva.

CUADRO 13

Correlación entre densidad de vínculos y violencia delictual

  Violencia delictual

Correlación de Pearson -0.083

Densidad de vínculos Sig. (bilateral) 0.087

N 421
* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral).
** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

135
De manera contraria a la relación entre densidad de vínculos
Cuando los cerros bajan

y victimización, en la que los testimonios permiten avanzar en el


asunto y encontrar conexiones, es necesario destacar la relación
inquilino-propietario, hombre-mujer y joven-adulto mayor.
Según las entrevistas, la victimización dentro del barrio no es un
asunto fortuito: en él se incorporan elementos como “la gente lo
conoce” y “siempre es bueno conocer a la gente mala”; es decir,
no solo redes en general sino también las formas de relación con
actores asociados a actividades delictivas:

Mi esposo es comisionista [comprar y mandar mercadería]. Sale


1:30 a. m. a trabajar. Mi esposo tiene años trabajando y ningún
problema de robo ha tenido porque la gente lo conoce. (Melissa
Martínez, San Cosme)

Una vez le robaron a mi cuñao. Uno de ellos, el menor (Vaqui-


sha). Mi cuñao taba subiendo borracho, tenía plata, todo. Justo
mientras subía le habían quitado el celular nuevecito que recién
se había comprado. Sube y dice: “¡me han robado!, ¡me han roba-
do!”. “¿Dónde?”. “Acá, en la carretera, en el [sector] 14. Bajamos,
preguntamos quién había sido y una chica nos dice que había
sido un Vaquisha. Y el hermano mayor de los Vaquisha es ami-
go de mi esposo; será todo “choro”, pero mi esposo siempre les
invita cerveza. ¿Para qué? Para que los cuide. Siempre es bueno
conocer a la gente mala.

Y vamos a su casa, le preguntamos a su mamá: “señora, ¿dónde


está el Vaquisha chibolo [menor]? Y la señora dice que no sabe,
que no está. La señora también tapadora. Y le empezamos a ha-
cer batida [búsqueda] con moto, como el chico maneja también
moto. Y un amigo suyo dice que el Vaquisha menor está en su
casa, así que fuimos de nuevo con todos, con mi esposo. Es pro-
blema eso, yo estaba más allá, te juro que me da miedo eso. No
me gusta porque esa gente sale con su sable, su cuchillo. Enton-
ces le decimos a la señora que salga su hijo, que sabemos que está
ahí dentro, y la señora nos dice: “por favor, no le hagan daño”.
Hasta que sale, y luego dice que ya lo había llevado a vender en
[avenida] México a una chica. Lo recuperó y le entrego el celular
igualito, con chip y todo.

Y después mi esposo se fue a hablar con su hermano mayor.


Diciéndole que su hermano era un cagón. Más candelero mi es-
poso. Y su hermano le sacó su mierda al chibolo porque robó a un
136 amigo suyo. Y eso me entero porque mi hijo mayor juega partido
con el hermano menor de los Vaquisha y le dice que su papá era

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un candelero, que su hermano le sacó la mierda. Y mi hijo le dice:
“ta bien pe’, por huevón, por qué robas a mi tío, tas cojudo”. (Ana
Mesías, El Pino)

Las entrevistas anteriores permiten corroborar una relación


entre victimización y vínculos sociales en un grupo particular. En
ambos casos se trata de personas que tienen una relación cercana
con los procesos del barrio, aunque de modo diferente: mientras
Melissa menciona que su esposo es comisionista y sale a una hora
que podría aumentar la probabilidad de ser víctima, eso no suce-
de, ya que “la gente lo conoce”; por su parte, Ana indica que le
robaron a su “cuñao”, pero que lograron recuperar lo perdido; aún
más: el hermano mayor de quien delinquió le propinó un castigo
físico al menor que robó. ¿Por qué? Porque robó a un familiar de
su amigo, al mismo que le invita cerveza “para que los cuide”.
Al final, el sobrino de la víctima y el victimario comentan el hecho,
uno quejándose y otro reprochando, lo que muestra, en este caso, la
cercanía de las relaciones incluso entre quienes delinquen y quiénes
no. Es justamente ese sentido de convivencia lo que caracteriza a
ambos barrios: se trata de confianzas mediadas por compensacio-
nes ganadas y ofrecidas entre los sujetos víctimas y los victimarios.

Por otro lado, para comprobar si la densidad de vínculos se


concentra o no dentro de los barrios, se preguntó si el número de
familiares, amigos y compañeros era mayor o menor en ellos. Al
respecto, se desestima la hipótesis que consideraba que ambos ba-
rrios son endógenos, ya que el mayor número de familiares, amigos
y compañeros viven fuera del barrio. Para sostener tal argumento
se ampara en los resultados de la encuesta especial que se realizó
y puede apreciarse en el gráfico 7. Por ejemplo, en San Cosme el
mayor porcentaje de familiares (86,1%) vive fuera del barrio, y lo
mismo ocurre con los compañeros (76,0%) y amigos (77,0%). Las
cifras en El Pino son tan elevadas como las anteriores: el mayor
porcentaje de familiares viven fuera del barrio (90,4%), del mismo
modo que los compañeros (74,0%) y amigos (84,3%).

Esto no significa que no existan algunas familias extensas en


el barrio. Un ejemplo de familia endógena en San Cosme es la de los
Carbonell, compuesta por hermanos, primos, cuñados, etcétera. Lo
propio sucede en El Pino con la familia Escalante. 137
GRÁFICO 7
Cuando los cerros bajan

Barrio endógeno o exógeno


¿Tiene más (familiares/compañeros/amigos) que viven fuera de su barrio? (%)

100

90,4
86,1

84,3
90

77,0
76,0

74,0
80
70
60
50
40

26,0
24,0
23,0
30

15,7
13,9
20

9,6
10
0
Sí No Sí No
San Cosme El Pino

Familiares Compañeros Amigos

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

En síntesis, no se ha encontrado una correlación entre densidad de


vínculos y violencia delictual. Los pobladores de ambos barrios
tienen más familiares, amigos y compañeros fuera del barrio, es
decir, no son barrios cerrados ni exógenos; asimismo, las entre-
vistas han mostrado que la victimización cobra formas específicas
según la composición de los actores del mismo barrio.

1.3.2 Asociatividad

Willian Foote Whyte, en su libro Sociedad de las esquinas (1971),


muestra cómo «Cornerville», un lugar que alberga una comu-
nidad italiana en los Estados Unidos, es un barrio socialmente
organizado y que, a su vez, mantiene altos índices de criminali-
dad. Para la teoría de la desorganización social desarrollada por
Shaw y McKay (1942), esta idea resultaba una contradicción, pues
se asumía que los altos índices de criminalidad en los barrios se
deberían a la no existencia de organización, esto es, a la desor-
ganización social. Sin embargo, Whyte demuestra lo contrario al
sostener que “el individuo informado encuentra en Cornerville
138 un sistema social altamente organizado e integrado en su esencia”
(1971: 17). No era esta, entonces, un área de caos y desorganización.

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Años después, Sampson (2006) halla que las redes y la organización
son importantes sin que eso signifique que determinen las variacio-
nes del crimen; de hecho, la presencia de la densidad de vínculos
y organizaciones debía ser cotejada con la activación de estos
vínculos para lograr expectativas compartidas específicas contra
la delincuencia, esto es, eficacia colectiva.

Al igual que Cornerville, San Cosme y El Pino no son barrios


“desorganizados”, sino organizados de un modo distinto. Para
determinar el grado de correlación entre las organizaciones y la
violencia delictual se elaboró una escala denominada asociatividad,
que se define como participación en organizaciones de diverso
tipo del barrio.

Los resultados (véase el cuadro 14) permiten advertir que no


se halló una correlación significativa entre las escalas de asociati-
vidad y violencia delictual (,035, p > 0,05), lo cual coincide con lo
señalado por Sampson, quien sostiene que “es esencial que exista
alguna densidad de redes sociales, especialmente de aquellas que
descansan en la confianza social. Pero la cuestión teórica clave es
que las redes necesitan ser activadas para que en última instancia
sean significativas” (2008: 239) Las redes son importantes, pero
no determinan las variaciones de la delincuencia, o en todo caso,
importan qué tipo de organizaciones son, será diferente una orga-
nización como la Junta Vecinal de El Pino y Greva de San Cosme.

Otros resultados fueron distintos (véase el mismo cuadro


14), porque se encontró una correlación media entre las escalas
de asociatividad y cohesión social y confianza (,551). Estos resul-
tados permiten concluir que el número de organizaciones no se
traduce en una reducción de la violencia delictual, mientras que
la asociatividad, un tipo al menos, se relaciona y facilita la cohe-
sión social y la confianza. Desde luego, no hay aquí una relación
causa-efecto, sino relaciones entre ambas variables. En el fondo, se
trata de un conjunto de conexiones entre organizaciones, grupos
y sujetos que se encuentran en un flujo de intercambios de informa-
ción, materiales, emociones y otros recursos; todos estos vínculos
permiten entender las múltiples y simultáneas relaciones que se
construyen en el barrio entre sus actores y sobre los demás. 139
CUADRO 14
Cuando los cerros bajan

Correlación entre asociatividad, eficacia colectiva, cohesión social y confianza, control


social informal y violencia delictual

Cohesión
Eficacia Control social Violencia
  social y
colectiva informal delictual
confianza
Correlación de
,498** ,551** ,319** .035
Pearson
Asociatividad Sig. (bilateral) .000 .000 .000 .484

N 390 403 420 414


* La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral).
** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Desde luego, estos datos muestran la regularidad y no la ex-


cepción; el detalle minucioso desde los actores será anotado en el
siguiente capítulo.

140
Instituto de Defensa Legal
Imagen 12
“Se alquila cuartos” en
San Cosme y El Pino.
(Arturo Huaytalla)

Imagen 13
Personas del barrio
El Pino bajando del
cerro. (Jorge Ingaruca) 141
Cuando los cerros bajan

Imagen 14
Niño disparando
con una pistola de
agua junto a un
mural en lo alto del
barrio San Cosme.
(Arturo Huaytalla)

Imagen 15
Vecinas del barrio
San Cosme
conversando en el
jirón Cajamarca.
(Arturo Huaytalla)

142
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Imagen 16
Vecinos de la
Junta Vecinal El
Pino limpiando la
losa del sector 6.
(Arturo Huaytalla)

Imagen 17
Pinta de la pandilla
La Locura del
barrio El Pino.
Nótese el apelativo
de Pelao escrito en
color rojo, encima
de la ‘U’. Esta
persona falleció
en agosto de 2011.
(Arturo Huaytalla)

143
Cuando los cerros bajan

Imagen 18
Pinta de la pandilla
El Cartel de San
Cosme. Este mural
se encuentra
en la ladera del
barrio San Cosme.
(Arturo Huaytalla)

144
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Capítulo 4

Los actores
en el barrio

145
Instituto de Defensa Legal
Este capítulo expone la emergencia de dos organizaciones que
trabajan y comparten expectativas sobre la idea de seguridad de
un modo particular. Para ello se sostiene que desde hace ya un
tiempo la capacidad organizativa y el control social informal han
asumido diversas formas en San Cosme y El Pino, pues han abier-
to diferentes modos de intervenir localmente. El capítulo se inicia
preguntándose por las organizaciones barriales más importantes
y cómo las evalúan las mismas personas de los barrios. Las evi-
dencias confirman que, coincidentemente, las organizaciones de
mayor relevancia —Greva en San Cosme y la Junta Vecinal que
trabaja con la Policía en El Pino— son las dedicadas a la seguridad,
aun cuando las expectativas sobre esta no son las mismas.

1. Las organizaciones vecinales más importantes de


San Cosme y El Pino

A pesar de que la delincuencia es un asunto generalizado, es nece-


sario destacar que la distribución de la seguridad e inseguridad si-
gue un patrón inverso a la distribución de ingresos (Gorriti, 2009).
Mientras barrios precarios no están bien protegidos, los lugares
residenciales cuentan con una fuerte presencia del Estado y un
mayor resguardo privado. Este problema de origen ha permitido
—contra su voluntad o por compromiso— que diversas personas
se organicen, en especial en los sectores de bajos y medianos re-
cursos. Según el informe anual del IDL-SC (2014), el mayor núme-
ro de Juntas Vecinales se encuentran en distritos que pueden ser
considerados “populares”: en Lima y Callao, el Cercado de Lima
tiene 1242; San Juan de Lurigancho, 1189; el Cercado del Callao,
1181; Villa El Salvador, 914, y Comas, 912. Como se puede ver, se
trata de distritos que se encuentran en el centro, norte y sur de
Lima, constituidos por sectores económicos que están por debajo
de la mitad del promedio nacional. 147
Los barrios San Cosme y El Pino tienen distintas organizacio-
Cuando los cerros bajan

nes. Algunas han cumplido un papel importante en un momento


y en otro han pasado a un segundo plano. Interesa saber cuáles
son las que cobran protagonismo a la luz de nuevas necesidades y
expectativas, qué características tienen, sobre qué temas trabajan
y cómo son vistas por las personas de sus respectivos barrios. Para
ello se preguntó a los entrevistados por las organizaciones del ba-
rrio que consideran más importantes, sean estas “buenas o malas”.
La intención era registrar a las organizaciones mencionadas.
Inmediatamente después se les repreguntó qué nota le pondrían
a cada una de ellas. Este ejercicio, distinto de las típicas preguntas
sobre la calificación y evaluación que emplean las organizaciones
e instituciones públicas, permitió explorar la relación entre las
personas y las organizaciones: primero, en un sentido de recuerdo,
lo que muestra cuán presente tiene la persona a la organización;
y, luego, a modo de evaluación, aunque subjetiva, permitió abrir
camino a la calificación de estas organizaciones. Los resultados
son reveladores.

En general, existen algunas organizaciones que se mantienen


en ambos barrios, aunque queda también en evidencia que
muchas personas no logran identificar a organizaciones de su
propio barrio (véase el cuadro 15). Esto probablemente se deba
al desconocimiento que los vecinos y vecinas tienen de ellas: el
“no sabe / no responde” alcanza en San Cosme un total de 299
pobladores, mientras que en El Pino llega a 379 si se suman todas
las frecuencias de cada barrio.

Por otro lado, se constata que los Comités del Vaso de Leche
y los Comedores Populares han sido los más comunes. Sin
embargo, la evaluación que realizan de cada una varía según sus
características. Así, la información del cuadro 15 muestra que,
en San Cosme, la organización más recordada es Greva, seguida
del Comité del Vaso de Leche, el Comedor Popular y la Junta
Vecinal de la Zona 14. Esto no significa que las personas adhieran
a ellas ni, menos, que piensen que las representan. En total, 116
de 231 mencionan a Greva como una de las organizaciones más
148 importantes (50%), mientras que los comedores llegan a 100 (43%)
y el Vaso de Leche a 83 (36%); por su parte, la Junta Vecinal

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de la Zona 14 alcanza 36 menciones (16%). De ello se colige
que en la primera barriada del Perú existen al menos cuatro
organizaciones que son consideradas importantes por sus
mismos actores: Greva, Comedor Popular, Vaso de Leche y la
Junta Vecinal de la Zona 14.63

Además, estas cifras dan cuenta de la recomposición social


organizativa del barrio mismo, que, dicho sea de paso, se ha
modificado hace varios años. Greva, por ejemplo, nace en 2004
como una plataforma de trabajo para expresidiarios promovida por
actores locales. Empiezan en construcción civil y luego diversifican
sus rubros a la par que utilizan un discurso que intenta legitimarse
con actividades sociales y enarbolando una línea de izquierda. De
hecho, sus integrantes han dejado de ser exclusivamente expresos,
y su base se ha ampliado a adultos mayores, mujeres y jóvenes del
mismo barrio; de ahí que un grueso grupo de personas simpatice
con ellos. Pero ¿cómo una organización con estas características es
considerada una de las más importantes? Al parecer, ello coincide
con una crisis organizacional barrial y la satisfacción parcial de
expectativas compartidas (luz, agua, vivienda).

Aunque Greva es reconocida como una organización con


presencia barrial, esto no significa que esté exenta de críticas.
Es más: el respaldo a este gremio es parcial. En el cuadro 15 se
puede apreciar que obtiene una nota promedio de 13, calificación
que, aunque regular, esconde discrepancias de la población con
ella. Algunas personas le asignaban notas muy altas (20, 19 y 18),
mientras otras la desaprobaban con calificaciones muy bajas (01,
02, 03), lo que da cuenta de al menos dos posiciones extremas
frente a ella. ¿Qué explica esta situación? La respuesta parece

63 Está conclusión disiente de lo señalado en un informe de la Municipalidad


Metropolitana de Lima (2014), que califica a la parroquia Sagrada Familia, diri-
gida por el padre Guillermo, y al Centro de Salud de San Cosme, liderado por
Eloy Valencia, como “las instituciones más fuertes y de mayor relevancia en el
Cerro San Cosme” (MML, 2014: 80). Sobre esta evaluación, se debe tener en
cuenta que se toma a las organizaciones externas y no a aquellas dirigidas por
los mismos actores del barrio; asimismo, ella obedece a una interpretación que
tiene como eje la implementación y mantenimiento del Parque del Migrante. 149
estar asociada a las personas que la conforman, las actividades
Cuando los cerros bajan

que realiza y el lugar donde se encuentre la persona entrevistada.


Así, unos dicen que en Greva “hay delincuentes”, “[que] vende
la droga en el barrio”, “extorsiona” o “son terroristas”, en tanto
otros arguyen que “ayuda”, “da trabajo” o “resocializa”. Un alto
funcionario de la comuna de La Victoria lo señala en una situación:

Entonces, para trabajar por la lucha contra la tuberculosis, me


dicen: “convoca a los dirigentes para trabajar con ellos”. Pero
¿a quiénes convoco? Convoco a todas las instituciones que son
representativas, a los exmiembros de la Junta Directiva Central,
Comedores Populares, Vaso de Leche, Centro de Salud, la parro-
quia, a los colegios, pero si convoco a Greva los demás no quieren
asistir, dicen: “cómo vas a convocar a esos delincuentes”.

Aparte de Greva hay dos organizaciones de base: los Come-


dores Populares y los Comités del Vaso de Leche. Aun cuando
estos programas son mantenidos por el Estado, las actividades
cotidianas relacionadas son realizadas por los mismos actores del
barrio, por lo que han generado una articulación entre las perso-
nas que se benefician con el desayuno o el almuerzo. Se trata de
expectativas satisfechas en el día a día. Y es que una persona pue-
de dejar de crecer personal o espiritualmente, pero no puede dejar
de alimentarse. No es casual que ambas tengan una de las mejores
evaluaciones, con picos de hasta de 16 de nota, solo superadas por
los grupos religiosos —en este último caso se trataría de personas
que, por su afinidad, asignarían las notas más altas. Las dirigentas
de los Comedores o del Vaso de Leche tienen cierta influencia y
poder de convocatoria; es el caso de Luisa Landeo, responsable
del Vaso de Leche del sector de San Cosme, y el de Isabel Pami-
ra, del Comedor Popular 13 de Mayo. Están también Nela Haide,
presidenta del comedor Madre Teresa de Calcuta y una persona
reconocida por muchos vecinos por su trabajo, y Zarita Pizarro,
del Comedor Popular Pueblo Unido, que pertenece a su vez al
Club de Madres de Micaela Bastidas, afín a Greva. Como se aprecia,
estas organizaciones son lideradas por mujeres.

La cuarta organización más importante es la Junta Vecinal


Zona 14. Sobre esto, se debe precisar que la municipalidad de La
Victoria ha dividido el distrito en 43 zonas, y que en cada una de
150 ellas el gobierno local promueve que los vecinos se organicen en
Juntas Vecinales: en San Cosme destaca la Junta Vecinal Zona 14, y

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en El Pino, la Junta Vecinal Zona 16. Estas organizaciones represen-
tan a los vecinos y constituyen iniciativas de las municipalidades
según su jurisdicción zonal.

Las Juntas Vecinales han empezado a cobrar mayor protago-


nismo ante la ausencia de otras organizaciones que representen
a San Cosme como barrio. Por ejemplo, la Junta Directiva ha sido
desactivada en 2005; ha habido intentos de ponerla en marcha
otra vez, pero los intereses personales no lo permiten. En realidad,
existen organizaciones pero, en la práctica, no representan a
casi nadie. Sus líderes lo son porque figuran como tales en el
papel, pero carecen de un amplio respaldo. Allí están la Orga-
nización de los Fundadores de San Cosme, la Asociación Vecinal
Familia en Acción, Asuntos de Agua, entre otras, pequeñas
organizaciones sin poder de convocatoria y, por ende, de limi-
tada influencia.

Luisa Manrique, de Greva, señala que fueron ellos quienes


lograron que la Junta Vecinal sea importante, pues ella posibilita
un nexo entre el barrio y el municipio. Quien pertenece a la Jun-
ta tiene en consecuencia algo de poder legitimado en el barrio,
al tiempo que puede realizar una serie de actividades, más aún
en un lugar donde no existe una organización que represente a
todos. Esta posición era ocupada antes por la Junta Directiva, la
última de las cuales fue presidida por Mario de La Cruz. Las con-
tinuas peleas —con balacera incluida— por obtener el control de
la Junta Directiva, y el descrédito de esta (“no hacen nada”, “solo
discuten rendición de cuentas”, “entran a robar”), han hecho que
sea un espacio parcialmente cubierto por la Junta Vecinal promo-
vida por la municipalidad. No solo se trataba del control de la
Junta Directiva, sino de tener la administración de la excancha del
estadio de San Cosme, un gran espacio que era alquilado y pro-
veía un alto ingreso económico. Cuando la Junta Directiva dejó
de funcionar, Juan Conde formó una asociación con un grupo de
vecinos. La creación de esta asociación hizo que la municipalidad
de La Victoria le extendiera una resolución de reconocimiento, lo
cual le permitió decir que era el nuevo dirigente de San Cosme
y que iba a reemplazar a la Junta Directiva. Después se acercó a
Greva y tomaron el estadio de San Cosme hasta 2012, año que la 151
municipalidad recupera el estadio luego de los sucesos de La
Cuando los cerros bajan

Parada, y lo convierten en un en un centro de recreación para


jóvenes y niños.

La Junta Vecinal de San Cosme se ha convertido no solo en


un espacio de representación legitimado, sino también en un lugar
de lucha por el poder barrial que conecta con el municipio y otros
ámbitos externos. En 2010 Greva perdió la Junta Vecinal e inten-
tó representar al barrio con una organización creada por ellos:
la Asociación de Pobladores y Organizaciones Sociales para el
Desarrollo Sostenible del Asentamiento Humano San Cosme y
Comunidades Aledañas (Aposdesahscyca). En 2012 este gremio
ganó las elecciones de la Junta Vecinal con la conducción de
la señora Juliana, pero la volvió a perder en 2014 con uno de
sus rivales, Lurdes Valdivia, por lo que Greva intenta represen-
tar al barrio ahora con el nombre de Organizaciones Populares
del Asentamiento Humano San Cosme y alrededores (Orpahsca);
con tal fin, convocó incluso a congresistas para que brinden una
conferencia en su local en diciembre de 2014. Asistieron los
legisladores Verónika Mendoza y Juan Pari. Este último llevaba
puesto un chaleco antibalas. Lo que no se pudo comprobar es si
empleó el chaleco por encontrarse en San Cosme, o porque estaba
recibiendo amenazas. Sea como fuere, una señora que se hallaba
sentada entre el público asistente dijo entre lágrimas: “¡Qué cree
este congresista!, que porque somos pobres y vivimos en San Cosme
lo vamos a matar. Cómo puede pensar así”.

Las tensiones entre la señora Lurdes Valdivia y Greva eran


más que evidentes. El 18 octubre de 2014, algunos integrantes de
Greva, la señora Lurdes y Lucía Carrasco tuvieron un altercado
a la entrada de la iglesia Sagrada Familia. En ese lugar se venía
realizando una reunión promovida por la municipalidad de Lima.
Los asistentes no dejaban ingresar a los integrantes de Greva. Así
empezó una discusión entre Giovanna, Lurdes y allegados con las
mujeres integrantes de Greva. El padre Guillermo salió y cerró la
puerta para que no ingresaran los integrantes de Greva, y así la
discusión se convirtió en una pelea. El gremio se despidió des-
potricando contra los asistentes y dando muestras de dureza. La
noticia se hizo conocida al día siguiente de que el entonces ministro
152 del Interior, Daniel Urresti, visitó y recorrió San Cosme junto al
padre Guillermo. El domingo 21 del mismo mes, el diario El Correo

Instituto de Defensa Legal


utilizó el siguiente titular: “MRTA64 está en San Cosme”. Ese mismo
día, Urresti regresó a San Cosme. Al día siguiente, el padre Gui-
llermo y Lurdes Valdivia aparecieron en el programa Buenos días
Perú, de Panamericana Televisión,65 un canal de señal abierta, y
ofrecieron una entrevista de más de 15 minutos en la que dijeron
que Greva extorsionaba y era un grupo afín al MRTA. El problema
se complicó para esta institución, pues los medios empezaron a
destacar estas noticias.

El 13 de octubre de 2014, el ministerio del Interior y la Policía


iniciaron un trabajo de “recuperación” de San Cosme, que consistía
en cercar el barrio con cien policías y siete patrulleros ubicados
en las siete entradas del lugar. A cada persona que subía o bajaba
se le pedía su documento nacional de identidad (DNI), y de este
modo lograron capturar a sesenta requisitoriados en dos sema-
nas y controlar temporalmente la venta de droga.66 Por su parte,
Lurdes, al momento de juramentar delante del entonces alcalde
de La Victoria, Alberto Sánchez Aizcorbe, lo hizo diciendo que re-
cuperaría los 200 metros de los que se apropió Greva, es decir, los
retirará de su “base” o local principal, que se encuentra en parte
del exestadio de San Cosme. El 5 de febrero de 2015, el padre de la
parroquia La Sagrada Familia, Guillermo Álvarez Arnada, el en-
tonces ministro del Interior, Daniel Urresti, junto a Lurdes Valdi-
via, acompañados de un contingente de policías, ingresaron en el
local de Greva para pedir que se retiren del lugar. Los integrantes
de Greva amenazaron al padre Guillermo y, a la salida del local,
el hoy exministro señaló: “No vamos a permitir que los miembros
de este gremio [Greva] de fachada de Construcción Civil sigan
imponiendo cupos ni amenazando a ninguna autoridad con toma
de locales que le pertenecen al pueblo”.67

64 Siglas del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, uno de los responsables


de las 69  280 personas muertas por la violencia política en el Perú (CVR,
2003).

65 Véase la entrevista en: https://www.youtube.com/watch?v=GZ2cZA_AL9U

66 Véase el 26 de octubre de 2014, en: http://elcomercio.pe/lima/seguridad/ce-


rro-san-cosme-60-requisitoriados-detenidos-dos-semanas-noticia-1766732

67 Véase el 6 de febrero de 2015, en: http://www.larepublica.pe/06-02-2015/


san-cosme-continuan-las-amenazas-y-las-extorsiones 153
Los integrantes de Greva, por su parte, hicieron varias mar-
Cuando los cerros bajan

chas y vigilias, unas a la comisaría y otras a la iglesia la Sagrada


Familia. El candidato a la alcaldía de La Victoria Roberto Waylla
también se pronunció a favor de ellos en una vigilia. Este proble-
ma, como otros que venían de antes, hizo que Greva perdiera las
elecciones de la Junta Vecinal Zona 14.

En la referida elección participaron tres listas: una de Greva,


encabezada por Luis Medrano, otra liderada por Susana Altami-
rano y la que dirigía Lurdes Valdivia. La lista ganadora fue la de
Lurdes Valdivia. Los comicios, como los dos anteriores, causaron
expectativa. Muchas personas hablaban de este tema, por dos mo-
tivos: uno, la presencia de miembros de la Policía a fines de oc-
tubre del 2014 permitió que las interacciones se desarrollaran sin
miedo; y, dos, empezó a tomar fuerza el interés por lo que sucedía
en el barrio por su calificación como un lugar plagado de peligros.
Esta última idea se retomará con mayor detalle en el siguiente ca-
pítulo. Sea como fuere, los vecinos hablaban de las elecciones, de
los candidatos y de a quiénes representaba cada cual, así como de
sus relaciones con las organizaciones del barrio.

En conjunto, se puede afirmar que estas son las cuatro organi-


zaciones más identificadas por la población de San Cosme. Como
ya se dijo, una cosa es que se la identifique y otra que la evalúen
bien. Hay, además, un abanico de organizaciones que ya se han
anotado. Entre ellas, los grupos religiosos, así como la Asociación
del Adulto Mayor Los Pilares de San Cosme, la ex-Junta Directiva
y la organización cultural EPA, que tiene su local en la llamada
Caseta, una de las partes más altas de San Cosme; ellos hacen ta-
lleres con los niños y niñas, y murales. El Club de Madres y la or-
ganización Barrios Unidos, afines a Greva, y la Junta Vecinal de la
Policía, reciben solo dos menciones en la encuesta realizada para
esta investigación.

154
CUADRO 15

Instituto de Defensa Legal


Nombre tres de las organizaciones más importantes de su barrio y evalúe su trabajo
con una nota del 1 al 20
Organización N.° 1 Organización N.° 2 Organización N.° 3
Promedio Promedio Promedio
Barrio   Frecuencia Frecuencia Frecuencia
de nota de nota de nota
Adulto Mayor 3 15,6 3 18 1 1
Asuntos de
1 12 - - - -
Agua
Club de Madres 7 15,1 6 19,3 1 15
Comedor 33 13,9 54 14,6 14 16,4
Cooperativa
1 13 - - - -
San Cosme
Greva 75 13,4 20 13,7 11 10
Grupo religioso 5 17,2 8 16 15 16,1
Junta Directiva 3 6,6 4 12,7 4 9,2
Junta Vecinal
San 1 10 1 15
de la Policía
Cosme
Junta Vecinal
17 13 8 11,3 11 12,8
Zona 14
Organización
deportiva 1 14 - - - -
(fútbol)
Vaso de Leche 49 13,2 26 14 8 15,2
EPA - - 2 17,5 - -
Organización
- - 1 15 - -
Barrios Unidos
No sabe/No
35 - 98 - 166 -
responde
Total 231 13,1 231 15,5 231 12

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

En San Cosme, la Junta Vecinal organizada por la Policía casi


no tiene presencia. Su trabajo ha pasado prácticamente desaperci-
bido. Las razones no solo pueden hallarse en la poca intervención
de la Oficina de Participación Ciudadana de la comisaría de San
Cosme a pesar de los esfuerzos del técnico Pérez, sino también
en las características propias del barrio. De hecho, la poca parti-
cipación —salvo la de Greva, que tiene expectativas diferentes y 155
particulares sobre la seguridad— disiente del trabajo de la Policía,
Cuando los cerros bajan

muchas veces asociada a actos de corrupción. Esta característica


es marcadamente distinta en el cerro El Pino, como puede verse
en el cuadro 16.

En El Pino, la Junta Vecinal constituida con la colaboración de


la Policía es reconocida como una de las organizaciones más impor-
tantes, con 90 menciones (41%), seguida del Vaso de Leche, con 70
(32%), el Comedor Popular, 55 (25%), grupos religiosos, 28 (13%) y
la Junta Directiva, con 20 (9%) menciones. Esto revela varias dife-
rencias con el barrio de San Cosme. La primera es la identificación
de la Junta Vecinal organizada por la Policía. Este reconocimiento
se debe a la intervención de la PNP a partir de mediados de 2013, a
través del trabajo de la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana,
que será explicado con mayor detalle más adelante.

Respecto a la evaluación de la Junta Vecinal organizada por la


Policía en El Pino, se puede percibir que está ligeramente por enci-
ma a la de la otra organización importante en San Cosme. Ambas
son calificadas con 13; la diferencia radica en que la evaluación de
la primera no presenta notas tan extremas, porque su desempeño
no es un problema sino todo lo contrario. Es preciso, aquí, hacer
una distinción adicional, ya que la Junta Vecinal emerge como un
grupo de personas que intentan generar respuestas al serio pro-
blema de la delincuencia a través de su participación voluntaria
acompañando a la Policía, mientras que en San Cosme se trata de
un servicio que se presta a cambio de un pago (hay también inicia-
tivas voluntarias, pero estas no son regulares).

Se constata asimismo la presencia de algunos elementos comu-


nes a ambos barrios. Por ejemplo, las necesidades básicas vincula-
das a la alimentación. De ahí que los Comités del Vaso de Leche y
los Comedores Populares sean identificados como organizaciones
importantes en El Pino. Los servicios de consumo directo son cla-
ramente reconocidos por un número considerable de personas en
ambos barrios; no por la mayoría, ciertamente, pero sí por una pro-
porción mayor que la reconoce a otras organizaciones del entorno.

También es muy reconocida la presencia de instituciones reli-


156 giosas. De hecho, como en esta categoría aparecen distintos grupos,
resulta difícil discernir cuál es la organización preponderante. Según

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los datos recabados, estas asociaciones tienen una mayor presencia
en el Cerro El Pino, lo que se puede apreciar claramente cuando uno
camina por los distintos sectores y se encuentra con distintos locales
de esta naturaleza.

Además de los grupos religiosos, es de destacar la forma


organizativa de representación barrial. En El Pino, por ejemplo,
existe una Junta Directiva que fue constituida en el año 1972 y
se mantiene hasta la actualidad; su secretario general en el 2014
fue Walter Conde. Ciertamente, no es una de las organizaciones
más reconocidas, pero resulta interesante que el 9% de personas
la consideren de ese modo, ya que, en el fondo, son los que pue-
den definir el acontecer del barrio. De hecho, con los problemas
ya anotados respecto de la representación, esta organización tiene
cierta legitimidad en el barrio, que acudirá a ella cuando se pre-
senten problemas que afecten al conjunto. Contrariamente, la Jun-
ta Vecinal Zona 16 (que corresponde a esta zona) no tiene un papel
preponderante, lo que no significa que no realice sus funciones.
Un alto funcionario del distrito de La Victoria dice:

La Junta Vecinal (zona 16) es un poco decorativa [en El Pino]. Ven


algunas obras, pero quienes definen son la Junta Directiva cen-
tral. En San Cosme es al revés: al no existir una Junta Directiva,
la Junta Vecinal (zona 14) tiene preponderancia, ya que asume
ese rol; esto debido a que fue elegido democráticamente, tiene
un reglamento y se convierte a falta de la Junta Directiva en el
interlocutor válido del barrio. En la práctica, cuando alguna ins-
titución va a El Pino conversa primero con la Junta Directiva, y en
San Cosme debía hacerlo con la Junta Vecinal.

¿Cómo se organiza la Junta Directiva en El Pino? Escogen a sus


delgados por cada sector; una vez que se cuenta con los delegados
de los veintiún sectores, convocan a una asamblea general en la que
eligen a la Junta Directiva central, sobre todos a los delegados. Es
una organización jerárquica que representa a todo el barrio. Desde
la primera Junta Directiva, liderada por Ramón Arce Cruzado, los
integrantes de barrio eligen a sus representantes. Ahí no existe una
presencia de promoción de la municipalidad ni otro organismo
externo; la organización es originaria del mismo barrio, que le ha
endosado sus expectativas básicas, como la obtención de luz, agua 157
y vivienda, entre otros problemas. Sin embargo, se debe señalar
Cuando los cerros bajan

también que esta organización no ha prestado suficiente atención


a la seguridad, que ha sido dejada a otras organizaciones creadas
en el proceso, como la Junta Vecinal organizada con ayuda de la
Policía.

CUADRO 16

Nombre tres de las organizaciones más importantes de su barrio y evalúe su trabajo con una
nota del 1 al 20
Organización N°1 Organización N°2 Organización N°3
Promedio Promedio Promedio
Barrio   Frecuencia Frecuencia Frecuencia
de nota de nota de nota
CLAS 1 15 1 15 - -
Club de Madres 1 10 - - - -
Comedor 15 12,8 26 13,7 14 12,9
Grupo religioso 15 14,9 8 17,6 6 19,8
Junta Directiva 9 9,7 9 9 2 6
Junta Vecinal
El Pino organizada por 74 13,8 11 12,9 5 13,2
la Policía
Junta Vecinal
9 12,6 2 14,5 - -
Zona 16
Vaso de Leche 35 12,8 30 11,5 5 14
No sabe / No
60 - 132 - 187 -
responde
Total 219 12,7 219 13,9 219  13,9

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Como se habrá podido notar, San Cosme y El Pino, a pesar de


contar con similitudes, también guardan grandes distancias. Una
de ellas es la forma organizativa y la importancia de estas organiza-
ciones. En ambos barrios, las formas organizativas que las personas
consideran más importantes están de algún modo dedicadas a la
seguridad. Y es que la seguridad se ha convertido en una nueva
necesidad. Ciertamente, asume formas distintas, según sea el modo
158 de afectación, pero, en general, es un asunto tomado en cuenta en
barrios límites. “Estamos haciendo lo que hacíamos cuando no

Instituto de Defensa Legal


teníamos nada”, dice Matilde Cueva, de San Cosme; “ya no se po-
día vivir así: teníamos que hacer algo”, comenta Lizbeth Machado,
de El Pino. De tal modo, estas necesidades contemporáneas marcan
las expectativas compartidas en los barrios, que han encontrado
formas específicas de asociarse. Puede afirmarse que la interven-
ción individual o colectiva en diversos procesos ha cobrado signos
distintos. Para explicar esta cuestión, Martín Tanaka (2001) recu-
rre al paradigma de la “movilización de recursos”; es decir, las perso-
nas se involucran de manera conjunta cuando existen demandas
de acceso a bienes públicos, mientras que en lugares con acceso
a estos bienes las demandas se individualizan, lo cual coindice
con lo que plantea Julio Calderón (2005), quien sostiene que en
el “movimiento urbano” existen tres momentos. El último, que
tiene su punto de partida en los años 90 del siglo pasado, coincide
con el declive de los movimientos de pobladores y la conducta
pragmática e instrumental en los barrios. De ello se colige que la
demanda de acceso a la seguridad como bien público permite que
se “movilicen recursos”.

Ahora bien: ¿por qué San Cosme y El Pino han dejado de orga-
nizar y compartir las expectativas típicas? Por dos razones. Por un
lado, las necesidades básicas, aquellas que eran capaces de endosar
y aglutinar a todo el barrio, han sido parcialmente satisfechas.
Por otro lado, una vez conseguidos estos servicios parciales, las
organizaciones han pasado por un progresivo proceso de desle-
gitimación que viene del propio barrio. No es por eso extraño es-
cuchar frases como: “Ah… seguro quieren algo”, “pa’ sus bolsillos
tan sacando”, “por su conveniencia no más están ahí”. Si esto es
así, ¿qué ha empezado a suceder con las nuevas formas organiza-
tivas en espacios locales?

Un vistazo general da cuenta de que, a partir de la década


de 1960, la mayoría de los barrios han empezado a satisfacer par-
cialmente algunas necesidades como conjunto; sin embargo, no se
trata de necesidades a secas, sino de necesidades que se vuelven
expectativas compartidas. Y, en ese marco, estas son desplazadas
por otras más urgentes de acuerdo con el tiempo presente. La
seguridad es una de ellas; de ahí que no resulte difícil advertir
que las organizaciones dedicadas a la seguridad, en sus distintas 159
formas, tomen un papel preponderante: en la zona rural con las
Cuando los cerros bajan

Rondas Campesinas, que incluso administran justicia, y en la urbe


con las Juntas Vecinales, aunque el abanico es mucho más complejo.
A continuación se muestran dos formas de intervención.

2. Intervención de las dos organizaciones más impor-


tantes dedicadas a la seguridad

2.1 San Cosme y el gremio resocializador de La Victoria y


alrededores (Greva)

Han buscado quitarle la categoría a nuestra organización, lo que hemos


conquistado como comunidad. Nosotros tenemos liderazgo social,
no es una improvisación. Acá hay una presencia social. ¿Que
es difícil? Sí, por eso es que han querido descalificarnos,
han querido quitarnos espacio, pero no lo lograrán,
¡no lo lograrán!, porque nosotros estamos aquí
en la comunidad, porque somos comunidad.
Alejandro Guerra, 28 de septiembre de 2014

2.1.1 Exinternos y una organización mediática

A diciembre de 2013, la población penitenciaria en el Perú alcanzó


un total de 67  597 internos. Esta cifra, aunque alta, destaca aún
más cuando se observa la procedencia distrital de los encarcela-
dos. Tal como ya se indicó, una cantidad significativa de presos
(1224) viene de La Victoria (INPE, 2013: 54), donde se ubica San
Cosme. Este argumento inicial le ha servido a un grupo de perso-
nas de este barrio para crear un gremio que articule a exinternos
con la intención de que se reinserten en la sociedad a través del
trabajo. Hasta ahí no parece existir problema alguno; estos apa-
recen cuando se consideran los comentarios de la exalcaldesa de
la ciudad de Lima, Susana Villarán, y del exministro del Interior,
Daniel Urresti, que se refieren a este gremio del siguiente modo:

Estamos ante un hecho muy serio. Tenemos que recuperar la cancha


del cerro San Cosme hoy tomado por Greva, que a su vez ha sido
tomado por el Movadef. Hay que decir las cosas claramente. (Susa-
160 na Villarán en Radio Programas del Perú, 6 de noviembre de 2012)
Los “grevas” cobran seguro a todo el mundo, toditos los cachi-

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neros pagaban un sol o dos soles a los grevas, que es un grupo
que cuando lo van a coger empiezan a gritar como terroristas, tu-
pacamaru. Alaracosos. En realidad son extorsionadores de poca
monta, a toditos los hemos desaparecido. (Daniel Urresti en Con-
ferencia CADE, 12 de noviembre de 2014)

Este gremio ¿ha sido “tomado” por el Movadef68?; ¿son ex-


torsionadores?; ¿qué son en realidad? De otro modo, ¿cómo una
organización ha cobrado tanta relevancia que la misma alcaldesa
de Lima y el ministro del Interior se refieren a ellos directamente?
Para comprender qué es este gremio, una opción es dirigirse al
origen.

2.1.2 Los orígenes de Greva

Como ya se dijo, Greva nace de la confluencia de un grupo de


exinternos del penal de Lurigancho y otros centros penitenciarios,
además de sus familiares y amigos, algunos de los cuales habían
vivido en el barrio de San Cosme. En realidad, el primer nombre
que utilizan es Asociación Civil de ex-Internos de Lima y Callao
(Aceilc). ¿Y cómo nace Aceilc? Como un proyecto resocializador
local de carácter laboral y social. Laboral, porque intenta generar
oportunidades de empleo para los exinternos; social, porque pre-
tende servir a su barrio. Parte de un supuesto: las personas delin-
quen y no logran reinsertarse a la sociedad porque no cuentan con
un trabajo; entonces, funcionan como una plataforma de trabajo.

En realidad, Aceilc no nace en San Cosme sino en el barrio


de Manzanilla II, en La Cachina (también llamada Tacora), espe-
cíficamente en el jirón Lluta. Manzanilla II es un barrio contiguo
a San Cosme. ¿Por qué en este lugar? Por una sencilla razón:
porque allí estaba un integrante de esta asociación y prestaba su
casa para las reuniones. Luego de un tiempo alquilaron un espa-
cio en la avenida Aviación, y después se trasladaron a San Cosme.
Entonces, la primera consideración por tener en cuenta es que no

68 El Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef) está in-


tegrado por personas relacionadas a Sendero Luminoso. Tienen como consigna
liberar a los supuestos “presos políticos” que fueron condenados por terrorismo. 161
se trata de un asunto de San Cosme, sino de una cuestión que ha
Cuando los cerros bajan

implicado la articulación de exinternos y allegados que intentan


construir un espacio que pueda brindarles trabajo en barrios con
desventajas sociales.

Al nacer como una organización que intenta reinsertar a per-


sonas mediante el trabajo, su primer desafío fue conseguir empleo
para sus integrantes, lo que coincidió con la construcción de la Vía
Expresa Grau en 2004, que integraría Barrios Altos con la plaza Grau
en el Cercado de Lima. Lo que no consideraron fue que había tam-
bién otras organizaciones que perseguían el mismo propósito, sea
para laborar o para cobrar cupos. Así, pues, su primera experiencia
está marcada por la disputa de puestos de trabajo con barrios de
El Porvenir y los distintos lugares de Barrios Altos. Al final, esta
Asociación solo logra insertar a dos personas, una de Manzanilla
II y otra de San Cosme. Un integrante dice: “Nosotros en ese
entonces no sabíamos cómo era la cosa. Recién entrábamos, y
bueno… los otros barrios también querían ‘su tajada’, así que solo
pudimos meter a dos” (Lorenzo Beltrán, Manzanilla II).

Este trabajo inicial en la Vía Expresa Grau no se encuentra


espacialmente ni en San Cosme ni en Manzanilla II. Aceilc abriga-
ba una fuerte expectativa, pero solo pudo obtener dos puestos de
trabajo. De ahí para adelante la situación cambiaría. Más adelante
la composición de sus integrantes añadió a los exinternos a muje-
res, ancianos y jóvenes sin cualificación; en general, personas con
pocas oportunidades. Sus filas se ampliaron y decidieron cambiar
su nombre por el de Gremio Resocializador de La Victoria y Alrede-
dores. Manuel Paredes recuerda: “Greva se crea por la necesidad de
trabajo y por resocializar a personas, a muchas personas que iban
por mal camino y no tenían oportunidad de trabajo. Que habían
tenido la mala suerte o ellos mismos habían buscado su mismo
destino y habían purgado condena”.

Junto con Greva se crean otras organizaciones que nacen bajo


consignas específicas; en la práctica, dependen de la primera. Es
el caso del Club de Madres Micaela Bastidas, del Club del Adulto
Mayor Los Pilares de San Cosme, del Comedor Popular Pueblo
Unido de San Cosme y del Sindicato de Construcción Civil-Lima
162 Este de La Victoria.
2.1.3 La organización de Greva

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A pesar de ser la primera organización que invade un terreno de
propiedad privada en el Perú, en la actualidad San Cosme ha de-
jado de representar la idea del grupo de migrantes organizados.
Existen algunas personas que representan o forman parte de alguna
organización o asociación menor sin mucha representatividad.
¿Por qué un barrio emblemático como San Cosme ha dejado de
organizarse a pesar de sus múltiples problemas? Las razones son
varias, pero ello parece deberse básicamente a la desconfianza y
la ausencia de capacidad para construir expectativas de conjun-
to, que a su vez tendría relación con una exaltada individualidad
condicionada por una vida de bastante movimiento y asociada a
los mercados que refuerzan un tipo de capitalismo. Mariana, una
vecina de San Cosme, dice: “Las únicas veces que he visto que
se reunían acá han sido para rendir balances, y era pura pelea.
Después nada más. Ahora ni para eso”. En ese escenario, Greva
encuentra en San Cosme un espacio fértil para crecer.

Se trata —ya se ha dicho— de una organización social y


política conformada por algunas personas con un prontuario
por delitos desde robo hasta homicidio. Para la dirigenta de la
Junta Vecinal Zona 14 Lurdes Valdivia, las siglas Greva significan
“Grupo Revolucionario Emerretista de Violencia Armada”. Por su
parte, ellos se definen como de “presencia fuerte, de posiciones
duras e ideales resueltos”. Sostienen que su líder subjetivo es el
Che Guevara. En el fondo, es un gremio que agrupa a expresos,
exdelincuentes que mantienen un discurso de reinserción en la
sociedad por medio del trabajo que se genera en los mercados for-
males e informales del entorno del barrio de San Cosme.

Lidera la organización Alejandro Guerra, que pasó sus años


de infancia en la parte baja de El Pino, conocida como La Floral,
así como en distritos como Vitarte y Villa El Salvador; y, por su-
puesto, en San Cosme.69 Fue acusado de terrorismo, robo agrava-
do, homicidio y extorsión. Una vez libre, en 2003, inició su trabajo
dirigencial; sin embargo, no se hizo conocido por los medios sino

69 Véase El Grevista, número 1, octubre de 2012, p. 7. 163


hasta los hechos ocurridos en octubre de 2012 en La Parada.
Cuando los cerros bajan

No escucha bien, según comentan sus cercanos, ya que lo han


golpeado; tanto, que casi pierde el sentido de la audición. La for-
mación que recibió en la cárcel de grupos de izquierda radical no
solo es notoria en su discurso, sino también en las impregnacio-
nes a modo de tatuajes en su cuerpo. En un lado del pecho tiene
la siguiente frase: “Cuando una lucha es verdadera: se triunfa
o se muere”. En el otro lado del pecho tiene escrita la siguiente
frase que reivindica la protesta social: “El futuro es de los que
luchan”. Ideológicamente es una persona de izquierda, afín al
guevarismo. Esto podría suponer que se trata de una persona
atea, o al menos agnóstica. Todo lo contrario: es un creyente en
Dios, en Jehová. Esta contradicción no siempre estuvo presente:
en la prisión no creía en una deidad superior; empezó a creer en
Dios luego de conocer a un religioso y acercarse a la Biblia tras
dejar el alcohol.

Greva alberga a una serie de organizaciones, entre las que


destaca el Sindicato de Construcción Civil de Lima Este y el Club
de Madres Micaela Bastidas; y, en menor medida, a otras organiza-
ciones como Organizaciones Populares del Asentamiento Humano
San Cosme y Alrededores (Orpahsca), Asociación del Adulto Mayor
Los Pilares de San Cosme, Comedor Popular Vecinal Pueblo Unido,
Comité de Gestión, Comité de Defensa Legal Defender y Co-
lectivo Rondas de Vigilia Vecinal de San Cosme. Hasta 2014 tenía
presencia en la Junta Vecinal Zona 14. Ahora cuenta con influencia
en la Asociación de Fundadores de San Cosme, dirigida por Juan
Conde, en la Asociación Vecinal Familia en Acción y la Asociación
de Desarrollo Sostenible que dirige Samuel Altamirano.

De este modo, Greva tiene decisión en la planeación y en las


actividades que realizan las otras organizaciones que pertenecen a
ella; por ejemplo, el Comité de Damas y el sindicato, que respaldan
y apoyan a Greva. Varios de sus familiares dirigen las otras orga-
nizaciones. Por ello, si Greva señala que apoyará a un candidato a
las elecciones municipales, el resto lo respaldará (fue el caso de la
candidatura de Roberto Waylla). Desde luego, se hacen reuniones,
pero las decisiones tienen un nombre: Alejandro Guerra. Se puede
entonces sostener que Greva es una organización vertical, con po-
164 der de convocatoria y también asumida por un dirigente que tiene
la figura de líder o caudillo. Luisa Manrique dice: “Si […] dejara

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Greva yo creo que el proyecto se vendría abajo. No porque otra
persona no la pueda asumir, sino porque no habría nadie que se
dedicaría como lo hace […]. Él está acá todo el tiempo”.

La idea que puede caracterizar a Greva es su carácter colectivo


y el ser vehículo de la expresión de una identidad: vidas desga-
rradas y algunas al límite con la exdelincuencial que buscan
satisfacer necesidades a través de lo económico; pero, sobre todo,
gente que ha sido dejada de lado, marginada, a pesar de estar en
el centro de la ciudad. Pero no todos sus integrantes han dejado
atrás su vida delincuencial; algunos se mantienen en el límite
entre lo legal y lo ilegal; es más: el mismo ejercicio de búsque-
da y mantenimiento del trabajo que presta Greva abre un espacio
de asociación con la extorsión, el amedrentamiento y la coacción.
Un alto funcionario de la municipalidad de La Victoria dice que
“su objetivo [el de Greva] es económico, barnizado con activida-
des sociales”. Las figuras de Alejandro Guerra y Greva emergen
así de una crisis institucional de las organizaciones barriales, que
han perdido credibilidad y sintonía con las expectativas que las
personas comparten, pero también de la presencia de un Estado
deficiente.

El gremio usa un discurso de legitimación parcialmente bien


recibido: hablan de acceso al trabajo, pero al lado se encuentran
con una propuesta política que reivindica al Che Guevara.

La composición de Greva es variada. Inicialmente lo confor-


maban un grupo de exinternos, sus familias y amigos, pero en
la actualidad la mayoría de sus integrantes ya no son expresos,
aunque los sigue caracterizando su exposición social a situaciones
desgarradas. Hay en el gremio hombres y mujeres de diferentes
grupos de edad, pero sobre todo jóvenes y adultos, por una cues-
tión laboral y familiar; algunos de los integrantes de la pandilla El
Cartel de San Cosme también están cerca de Greva.

Uno de sus dirigentes, Isaac Quispe, dice: “Por nuestra orga-


nización habrán pasado 5000 personas, y eso es poco, porque la
mayoría son pasajeros”. También hay adultos mayores (Centro
del Adulto Mayor Los Pilares de San Cosme). Si se relaciona al 165
gremio con las actividades principales con las que está vinculado
Cuando los cerros bajan

se puede apreciar que el grueso de sus integrantes está trabajando


en construcción (hombres), limpieza (mujeres) y seguridad (am-
bos). Viven en un barrio asociado al mercado desde sus inicios, al
autoempleo y, ahora, a la exaltación de la individualidad de un
tipo de capitalismo. Si ello es así, resulta pertinente la pregunta:
¿cómo un grupo de personas apuesta por la estabilidad laboral
en el rubro de servicios mientras el entorno donde se encuentran
no hace lo mismo? La apuesta parece ir a contracorriente: se trata
de gente que, además de ser de segunda o tercera generación de
migrantes, se caracteriza por convivir en un espacio en el que está
presente la violencia delictual, nada lejano de los robos, la violen-
cia familiar y distintos problemas sociales señalados en el capítulo
2. En ese escenario, encuentran dos caminos: uno, el trabajo como
sacrifico; el por otro, el trabajo como derecho. Greva apuesta por
el segundo; no es casual que su dirigente destaque los derechos
laborales, probablemente por su formación de izquierda, resignifi-
cada en un barrio complejo y compuesto por personas vinculadas
antes con delitos.

La caracterización de Greva obedece a tres contradicciones no


resueltas en el país: (i) la ausencia de políticas de inclusión y pre-
vención que vayan más allá de algunos programas sociales; (ii) el
emergente problema de exinternos que retornan a la libertad y no
se reinsertan en la sociedad; y, (iii) la ausencia efectiva del Estado
para brindar seguridad y garantías en grandes territorios donde
se concentra la violencia delictual, asegurados y protegidos por
ciertos grupos ajenos pero muchas veces coludidos con la Policía.

En conjunto, el logrado interés por la seguridad es el desenlace


de la búsqueda de trabajo para mantener el intercambio y conviven-
cia en el barrio y mercados múltiples. En los alrededores de ambos
barrios, tanto la construcción civil como los mercados múltiples tie-
nen la característica de ser espacios de transacción económica con
una deficiente presencia del Estado y sin un control social informal
notable, razón por la cual no resulta complicado que emerjan grupos
—en sus más variadas formas— que intenten obtener réditos para sí.

Si para Greva la seguridad es el punto de partida, en la Junta


166 Vecinal de El Pino es el punto de partida y de llegada; esto es,
Greva parte de la seguridad pero su fin es la obtención de traba-

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jo, específicamente la adquisición de bienes económicos; mientras
que la Junta Vecinal de El Pino parte de la seguridad y su fin es la
búsqueda de la seguridad en su barrio.

2.1.4 Por qué forman parte de Greva

Cuando se pregunta a los distintos integrantes de este gremio por


qué participan en él, las repuestas son distintas pero no contra-
dictorias. Dicen: “porque buscaba trabajo”, “por ayudar al resto”,
“así solo no tengo oportunidades” y “ayuda a uno”, “mis fami-
liares están acá”. Como se puede apreciar, no se prioriza la segu-
ridad para estar en Greva; esta será más bien una consecuencia.
Diferencia sustancial con la Junta Vecinal de El Pino. No se trata
de penosas situaciones llevadas al límite por la inseguridad, sino
por las complicadas experiencias vividas. Entonces, estar en Gre-
va implica para algunos beneficiarse a sí mismos pero también al
resto, sea a través del trabajo y oportunidades, sea por la “tran-
quilidad” conseguida. Según ellos, Greva ha cambiado a mucha
gente en el barrio:

Yo sigo ahí porque es una manera de ayudar y ayudarme a mí


mismo. Me siento bien conmigo. Duermo tranquilo. Nadie se
mete conmigo. (Manuel Paredes, San Cosme)

El fin de la organización me gusta. Poder ayudar a la gente. Ahí


yo no tengo un sueldo ni recibo nada a cambio. Yo vivo de mi
trabajo; incluso doy mi tiempo. (Luisa Manrique, San Cosme)

Este “ayudar”, en sentido amplio, esconde también un reco-


nocimiento a sus integrantes de ser portadores de derechos, de
arrancar con las manos el trabajo en los alrededores de San Cosme
en una atmósfera no distante del quiebre de las normas sociales.
Ellos ingresan y trabajan; luego pagan una cuota sindical —según
dicen, voluntaria—, y tienen el apoyo de la organización que vela
por sus derechos laborales con palabras o con hechos en un lugar
donde prácticamente trabajar está asociado con la informalidad,
salvo contadas excepciones. Esta situación no es singular para el
Perú, ya que el 74,3% de personas se desempeñan en un empleo
informal, lo cual numéricamente significa que existen cerca de 8 167
millones de unidades productivas en este sector (INEI, 2012: 9).
Cuando los cerros bajan

Entonces, estar en Greva permite, también, estar en una plata-


forma de trabajo, asumir la seguridad desde la inseguridad que
generaron antes.

Con respecto al motivo que arguyen los dirigentes para estar


en Greva, se puede anotar que se trata de una sensibilidad social
ganada a pulso por el entorno vivido (“a mí me da cólera cuando
pasa eso”, “ellos no tienen nada y podemos ayudarlos”), pero
también de una apuesta política y familiar. Ser dirigente es asi-
mismo un ensalzamiento del sacrificio, dejarse a sí mismo para
otorgar a otros (“yo de acá no gano nada, más bien mi tiempo lo
dejo”). Alejandro Guerra dice: “toda persona que se jacte de ser
dirigente debe asumir su martirologio”. La política como dimen-
sión es trabajada por algunos dirigentes, aunque aceptada por la
mayoría. Por su parte, la presencia familiar es evidente: varias de
las dirigencias están copadas por la familia del dirigente principal;
así, están la hermana, el cuñado, la sobrina, el hermano y el resto
de la familia. Por otro lado, algunos dirigentes lo toman como una
retribución; es el caso de Manuel Paredes, quien dice: “si yo qui-
siera no continuaría en Greva”; sin embargo, se siente en deuda y
por eso sigue participando, para ayudar a otras personas.

Asumir los liderazgos no siempre implica un convencimiento


del mismo actor, aunque en el proceso esta idea haya cambiado
hasta resultarle agradable. Este es el caso de Luis Medrano, quien
en un inicio se mostró reticente a apoyar en la organización de
adultos mayores Los Pilares de San Cosme.

Ahora bien: no todos los que participan en estas organiza-


ciones lo hacen por un claro convencimiento de la necesidad de
fortalecerlas, sobre todo los que se acercan por un puesto de tra-
bajo. De hecho, están porque encuentran un interés concreto que
no significa un proyecto de futuro compartido, lo cual puede ir
desde un empleo hasta un regalo. Los dirigentes de Greva, como
propuesta, marcan una distancia de lo recién dicho. No se trata
de un pragmatismo a secas. Resulta complicado pensar que una
persona dé mayor importancia a la reflexión y a las posiciones
ideológicas que a saciar el hambre y satisfacer necesidades básicas
168 o construidas en un lugar con tantas desventajas sociales.
2.1.5 ¿Qué hacen?

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Como ya se dijo, Greva es una organización que realiza distintas
actividades, que pueden ser agrupadas en tres campos: político,
social y laboral.

En el primer campo, los integrantes de Greva no son perso-


nas que se encuentren al margen de la ley; al menos, no en todo
momento. Están inmersos en las relaciones sociales, económicas
y políticas de diversas personas y grupos de su barrio y de fue-
ra de este. En varias oportunidades han confluido con grupos y
fortalecido su capital social con unos en detrimento de otros; sus
vínculos y prácticas resultan muchas veces más pragmáticos que
puramente ideológicos, aun cuando los dirigentes comparten una
propuesta política que discursivamente no conecta de modo
cotidiano con sus bases, pero sí con las reivindicaciones de tipo
laborales y de derecho que exigen.

La política barrial también es definida por un contexto más


amplio. Distintos actores mediáticos y políticos sindican a Greva
como “delincuentes”, “terroristas” y “extorsionadores”; sin embar-
go, han trabajado y coordinado, en algunos momentos en ambientes
signados por la tensión. Por ejemplo, en 2006 Greva fue parte del
comando de campaña del candidato Alberto Sánchez Aizcorbe;
en 2010 participó en las elecciones con un regidor por el partido
político Somos Perú, que tenía como candidato al señor Alberto
Moreno; la candidatura del regidor Alejandro Guerra no prosperó
porque fue tachado en el Jurado Nacional de Elecciones. En los
comicios de 2014 apoyó al candidato Roberto Waylla, del Partido
Humanista. En las elecciones presidenciales de 2011 respaldaron
abiertamente al candidato Roberto Noriega, del partido Desper-
tar Nacional. Aun cuando participan activamente en las eleccio-
nes locales y nacionales, su dirigente, Alejandro Guerra, dice: “las
elecciones [municipales] son una etapa de lucha, nada más. Una
experiencia. El día después de las elecciones nosotros seguiremos
luchando. No olvidemos eso”.

De hecho, aun cuando puedan detestarse hasta pública-


mente, se necesitan; unos para mantener y extenderse hacia afuera,
otros para entrar al barrio en “convivencia”. El exalcalde de La 169
Victoria, Alberto Sánchez Aizcorbe, sostenía públicamente que
Cuando los cerros bajan

los integrantes de Greva “hacen cobros a los mayoristas, cobros


a los camiones que llegaban a La Parada”,70 mientras tenía en
la municipalidad a personas afines a este gremio en distintas
dependencias y gerencias, como Parqueo, Policía Municipal,
Serenazgo y Limpieza. Lo mismo ocurría con la municipalidad de
Lima, pues a fines de 2012, luego de los cuatro muertos que dejó el
desalojo de La Parada71 y su retiro del estadio de San Cosme, esta
organización estaba casi por desaparecer, lo que no ocurrió gra-
cias al apoyo que prestaron a la revocatoria de la alcaldesa Susana
Villarán. Además, la intención de que las personas se “identifiquen
y protejan” el Parque del Migrante hizo que la misma municipa-
lidad se acerque a ellos, otorgándoles indirectamente cierta
legitimidad en las reuniones, pero también concediendo puestos
de trabajo en la seguridad del mencionado parque. Otro ejemplo
es la visita de centenares de niños y niñas de San Cosme al Parque
de las Leyendas en el año 2013, promovida por Greva y apoyada
por la municipalidad de Lima.

En el campo social, Greva desempeña una amplia gama de ac-


tividades por temporadas. En febrero de 2013 realizaron un taller
de reforzamiento escolar; cada marzo, por inicio del año escolar,
entregan útiles a algunos niños; en mayo organizan festejos por
el Día de la Madre; en diciembre hacen distintas celebraciones de
Navidad en los lugares donde tienen cierta presencia (San Cosme,
Manzanilla, El Pino, La Huayrona y San Pedro): entregan regalos,
preparan chocolatada y hacen shows navideños. El 11 de diciem-
bre de 2011 realizaron un concierto profondos, que contó con la
presentación del cantante de música chicha José María Palacios,
también conocido como Chacalón Jr. En 2013 —según ellos— han
entregado 5000 juguetes. En su aniversario de 2013, realizado el 2

70 Caretas, 8 de noviembre de 2012.

71 El 25 y 27 de octubre de 2014 se pusieron bloques de cemento para impedir


el ingreso de camiones a La Parada, lo que desató enfrentamientos entre la
Policía, comerciantes y delincuentes. El primer intento resultó fallido. El 27 de
octubre, con 3000 policías, se logró instalar los bloques de concreto para im-
pedir el acceso al centro de abastos. El saldo total fue 101 detenidos, 4 muer-
tos y miles de soles en pérdidas. El 11 de diciembre se aprobó la creación del
Parque del Migrante donde antes estaba La Parada. Así termina la historia de
170 La Parada.
de noviembre, se presentaron Hey Hey Camagüey, la Orquesta de

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Carátula, la Orquesta Internacional Ardientes, la Orquesta Afro-
pachanga y Manolín. ¿Cómo logran realizar tales actividades? Se
trata de una suma de cosas; entre ellas, el “aporte voluntario” de
sus agremiados. Uno de ellos dice: “yo como parte de la organi-
zación con mi sueldo he dado un saco de arroz y un saco chico de
azúcar”. Otro ingreso proviene de las actividades profondos; por
ejemplo, las “chuletadas” que venden un día exclusivo, y en las
que la colaboración es más amplia. Y, por último, según un diri-
gente de El Pino, “ellos coaccionando ayudan a la gente”.

Sea como fuera, Greva se legitima socialmente ante un sector


del barrio a través de las actividades sociales que despliega. Entre
ellas también están la entrega de medicamentos para las personas
que padecen tuberculosis, los torneos de box, la entrega de alimen-
tos en el Comedor Popular y la exhibición de películas para niños
en su local. En síntesis, las actividades sociales que realizan en el
barrio son diversas y están dirigidas a distintos grupos sociales.

Como se puede ver, no solo se trata de una plataforma de


exinternos que buscan trabajo y son calificados como “delincuen-
tes”, “extorsionadores” y “terroristas”. Manuel Paredes dice:
“Nosotros actuamos políticamente. Nos sabemos defender de los
‘enemigos políticos’”; uno de ellos, Lurdes Valdivia, que ha tenido
el cargo de gobernadora de La Victoria y es ahora presidenta de la
Junta Vecinal Zona 14.

El tercer campo, el laboral, según ellos, intenta reinsertar a las


personas que han tenido una vida cercana a la delictiva. Las acti-
vidades que desarrollan en este campo son varias, entre ellas las
ya mencionadas: la construcción civil, la seguridad y la limpieza.
El espacio donde se encuentra el barrio favorece mucho que las
personas puedan obtener trabajo en los alrededores, ya que allí se
encuentran algunos de los más importantes mercados de Lima.

Los mercados múltiples están en medio de un lugar donde la


autoridad estatal, en general, es casi inexistente o deficiente y ha
dejado paso a la informalidad que se mezcló con distintos proyec-
tos económicos en un ámbito altamente concentrado. Continuar
en estos espacios donde la demanda se concentra por la oferta 171
implica consecuentemente tejer relaciones locales específicas para
Cuando los cerros bajan

mantener la circulación e intercambio de productos. De ahí que la


presencia de Greva no sea casual.

En un escenario como el descrito, constantemente en cons-


trucción, se requiere de personas que cubran servicios. Greva, al
constituir una fuerza organizativa reconocida —positivamente o
no— por los mismos actores, logra convertirse en una puerta de
entrada hacia oportunidades de trabajo para personas que tienen
un prontuario delictivo o sencillamente están interesadas en con-
seguir un puesto de trabajo. Esto de ningún modo implica que
tenga el monopolio laboral, pero sí se convierte en una plataforma
que cuenta con personas en la municipalidad de La Victoria y en
los distintos procesos de intercambio en los mercados. En la mu-
nicipalidad están vinculadas con actividades relacionadas con el
parqueo, el Serenazgo, la Policía Municipal y la limpieza. Hay tam-
bién quienes tienen tareas vinculadas con la seguridad en los stands
de Gamarra, cuidando a comerciantes de los distintos mercados,
personas que venden en la vía pública y cuidado de camiones que
abastecen los mercados. Estos lugares de intercambio donde está
presente Greva van desde la avenida Miguel Grau hasta la avenida
Nicolás Arriola. Su presencia no es homogénea en todo el lugar y
aparecen en distintos barrios, como San Cosme, El Pino, San Pedro,
Manzanilla, 7 de Octubre, 12 de Octubre. Pero, como se dijo en el ca-
pítulo 2, no se trata de la única organización presente en esos lugares.

Otra gran fuente de trabajo es la construcción civil, en la que su


radio de acción se amplía un poco más. Alejandro Guerra e Isaac
Quispe dirigen el Sindicato de Trabajadores de Construcción Civil
y Afines de La Victoria, considerado por el exsecretario general
de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP),
Mario Huamán, un seudosindicato que “no solo extorsiona a los
trabajadores y empresarios de la construcción, sino que también
atiende pedidos como los del mercado mayorista (La Parada)”.72
Este espacio resulta importante, pues el sindicato puede negociar
el ingreso de un número de obreros.

72 Véase la entrevista del 31 de octubre de 2012 en el programa No hay derecho,


conducido por Glatzer Tuesta, en: http://ideeleradio.blogspot.com/2012/10/pi-
172 den-retiro-de-seudosindicatos-tras.html
Una de las últimas obras en las que están intentando obte-

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ner puestos de trabajo es la construcción de la Línea 2 del Metro
de Lima que ha ganado el Consorcio Nuevo de Metro de Lima y
que pasará por el costado de San Cosme, específicamente por las
avenidas Nicolás Ayllón y 28 de Julio. Según manifiesta Alejandro
Guerra, en la contratación de obreros estará presente la CGTP, y
Greva está afiliada a la Central de Trabajadores del Perú (CTP).
El acceso a los puestos de trabajo estará así condicionado por el
sindicato, por lo que optaron por conformar una organización que
agrupe a los distintos barrios por donde transitará la Línea 2 del
Metro de Lima, lo que les permitiría negociar directamente con
la empresa constructora y obtener puestos de trabajo. Entre esos
barrios están San Cosme, 7 de Octubre, Valdivieso, Las Cataratas,
El Pino, San Francisco, Yerbateros, San Pedro y Manzanilla; de he-
cho, se intenta que los barrios lleguen desde un extremo hasta el
otro, lo que dependerá de diversas variables.

La forma de obtención y conservación del trabajo ha sido


cuestionada y hasta denunciada. A pesar de que un dirigente de
Greva, Manuel Paredes, diga que “Nosotros como sindicato no le
pedimos ningún sol a nadie. Nosotros como sindicato pedimos
trabajo y que el pago al personal sea conforme a ley. Nada más”,
de hecho, algunos integrantes de Greva tienen varias denuncias
por extorsión y, además, han sido víctimas de intentos de homi-
cidio. Y es que el asunto no reside solo en sus fines, sino también
en sus modos para conseguirlos. Uno de estos modos es la utiliza-
ción de un discurso político “de pueblo” que exige trabajo y que
se combina con la fuerza que han acumulado como capital por la
misma vida que han llevado.

La presencia de Greva en el ámbito laboral local, donde es-


grime el discurso de la “reinserción”, no solo les ha permitido
obtener un trabajo y lograr ingresos económicos cerca de sus ba-
rrios, sino también recomponer el comportamiento redelictual, al
asociar a los protagonistas con nuevos roles. Los integrantes de
Greva representan esa gama de vidas marcadas por la exclusión,
distanciadas de los referentes estructuradores del orden pero
intentando ser parte de él, al tiempo que cumplen el papel de
disciplinamiento en la zona donde prestan protección, de modo
que se convierten en sujetos expuestos a formas de reconocimiento 173
por los mismos que solicitan o se han visto presionados a hacerlo.
Cuando los cerros bajan

Asimismo, actúan como sujetos que permiten que las actividades


de los mercados múltiples se mantengan y reproduzcan sin ma-
yores dificultades; en el fondo, son actores de estos mercados. En
parte son los reguladores del orden. Se trata de cómo conciben
la seguridad: como punto de partida y no de llegada. Manuel
Paredes brinda un sincero testimonio:

Hacemos rondas vecinales. Hemos organizado a los vecinos


como Greva; hay muchachos que cuidan por momentos y la
comunidad les da una propina. Y más que nada con los que han
estado presos. Reinvertimos lo que han hecho. Usamos a los que
han sido avezados; hay un cierto temor, para que los que están
empezando no delincan. Como que a ellos le tienen un poco de
temor, y lo combinamos con vecinos probos. Formamos piquetes
de vigilancia. No funcionan al 100%, pero sí funcionan. Si come-
ten delitos, se les buscan, se les toca su puerta, se habla con sus
padres, de cómo deben ser las cosas… porque también ponemos
mano dura, como organización también ponemos mano dura.
No lo vamos a matar, pero lo disciplinamos, porque tampoco po-
demos salirnos de la línea de la ley. Lo invitamos a que participe.

En San Cosme y sus alrededores, Greva ha logrado crear una


plataforma de trabajo a través de personas que cuidan o brindan
seguridad. Este asunto no es exclusivo ni de Lima ni del Perú, ya
que la privatización de la seguridad es ya un fenómeno global; en el
caso de San Cosme y sus inmediaciones, a través de la contratación
de vigilantes y la realización de rondas urbanas. En conclusión, el
comportamiento de los integrantes de Greva no se sustenta en la
imposición —por lo menos, no al inicio—, sino en la utilización de
mecanismos legitimadores, políticos e ideológicos, que intentan
incorporar un discurso de excluidos acerca de las múltiples necesi-
dades de las personas. A continuación se muestra cada una de ellas.

2.1.5.1 Los vigilantes

No todos los integrantes de Greva son personas cercanas a esta


organización ni, menos, militantes apasionados. Algunos se acer-
can por la plataforma de trabajo que ofrece. Es el caso de Elías
Guevara, quien ha vivido en Sinchi Roca, San Cosme, con su pa-
174 dre. Este vive allí desde hace más de 50 años y es, además, uno de
sus fundadores. Ha trabajado como negociante en el Mercado de

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Matute. Ahora su hijo labora como vigilante. ¿Cómo obtuvo este
trabajo? Así lo describe:

Yo ahorita estoy viviendo en Santa Clara.73 Más antes estaba vi-


viendo en San Cosme. Y, como soy licenciado del Ejército, un día
me encontré con […] y le dije: “Oe […] ¿hay chamba?” Y me dice:
“Ya, voy a consultar”. Y “¡ya!, sí hay chamba”. Y ahora estoy acá.
(Elías Guevara, San Cosme)

Como se aprecia en la cita anterior, el trabajo se consigue por


tratos directos, personalizados, entre el dirigente y las personas
que buscan trabajo. No todos son exinternos, pues hay también
quienes han tenido oficios distintos. Uno de ellos, este exmilitar.
Como se deja entrever, la obtención de su trabajo como vigilante
ha tenido que pasar por dos cosas: por un lado, la relación directa
y casi de confianza: “Oe […]”; y, a su vez, relacionado con lo an-
terior: el vínculo con el espacio. Haber vivido en San Cosme es
una muestra clara al respecto. Esto último resulta de vital impor-
tancia, pues las personas que resguardan y brindan “seguridad”
no necesariamente tienen que ser expertos en la vigilancia. Es un
oficio que no necesita alta cualificación, sino más bien conocer y
haber vivido en el entorno, y un claro conocimiento de la zona y
las personas.

2.1.5.2 Ronda Vecinal en San Cosme promovida


por Greva74

El jueves 9 de octubre de 2014, en San Cosme, unas 45 personas


participaron en la Ronda Vecinal impulsada por Greva.

Alejandro Guerra y un grupo de personas se reunían antes


de la ronda en el segundo piso del local o base. Todas las mujeres
estaban allá, excepto la hija de Berraca. Antes de las 10:00 p. m.
empezaron a llegar pequeños grupos de jóvenes que pertenece-
rían a Construcción Civil; algunos se quejan de que sus dirigentes
no han venido y ellos sí están. Cuando Alejandro Guerra baja, les

73 Sector que pertenece al distrito de Ate y colinda con el distrito de La Victoria.

74 La siguiente sección ha sido extraída de la anotación realizada el 9 de octubre


de 2014, cuando el autor participó de una Ronda Vecinal. 175
dice: “mañana ingresen a la obra a las 10:00 a. m. y no dejen entrar
Cuando los cerros bajan

a sus dirigentes. Ellos debieron estar acá”.

La mayoría de los integrantes de la Ronda Vecinal son jóvenes


o adultos. Los adultos mayores no están presentes, salvo un par
de personas (un hombre y una mujer). Los jóvenes visten buzos,
casacas, poleras, gorros, y algunos llevan aretes. Un par de ellos
está fumando; varios se fastidian entre sí con algún apelativo. An-
tes de salir a la ronda se toma una foto grupal: un joven abraza
al señor de mayor edad y le dice: “ven pe’ viejito”; lo abraza y,
cuando todos están posando, le quita el gorro que llevaba puesto
y le propina un sopapo en la cabeza.

Al parecer, no son muchos los que se sienten cómodos con


que se realice la ronda. Participan, en especial los jóvenes, porque
se les ha pedido. Sin embargo, el hecho de que se estén fastidiando
o estén hablado de alguna “palta” (altercado) los entretiene. Uno
de ellos usa una muleta. Por otro lado están las señoras, alrededor
de veinte. También jóvenes y algunas vienen con sus bebés entre
los brazos. Se les ha pedido que se pongan unos polos blancos.
Las mujeres son las primeras en hacerlo —solo unas cuantas no lo
hacen—, mientras que, de los hombres, casi ninguno tiene el polo
puesto. Por insistencia de Alejandro Guerra, los jóvenes se ponen
el polo que tiene una inscripción que dice: “Comunidad limpia y
segura” y, en el lado opuesto, “Ronda vecinal”.

Alejandro Guerra da algunas indicaciones: que se comporten,


que vayan juntos. Él lleva su chaleco con la figura del Che Guevara.
También asisten tres personas con chalecos negros en los que dice
Segugrev (Seguridad Greva). Ellos son más serios; un poco mayores,
también, de entre 30 y 40 años. No departen con los más jóvenes.
La ronda no cuenta con el apoyo de la Policía: han tenido que sacar
un permiso. Mientras se salía del local de Greva a eso de las 10:00
p. m., Alejandro Guerra dice: “han traído todos su DNI, ¿verdad?”.
La mayoría asiente. Un detalle resaltante es la forma de desarrollar
la ronda. En El Pino es casi inconcebible que se haga la ronda sin la
presencia policial, en San Cosme no, al menos si la lleva a cabo Greva.

Una vez arriba del barrio, se puede apreciar en cada ingreso


176 de San Cosme un patrullero y a cuatro policías. Ninguno de ellos
presenta reparos a la ronda. Sin embargo, Alejandro Guerra tiene

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entre sus manos el fólder con el permiso. En lo alto del cerro, en
lo que se llama La Caseta, se aprecia a cinco policías que tienen
armas de largo alcance. Los integrantes de Greva cuentan que por
las noches este lugar es deshabitado y funciona como un fuma-
dero, y que la presencia policial es reciente.

Durante toda la ronda no se detuvo a nadie; lo más próximo


fue la detección de un joven acompañado de dos mujeres que se
encontraban sentados en la parte de abajo de unas oscuras escale-
ras. Al inicio las linternas se posan sobre ellos; algunos los llaman,
les dicen “qué hacen”; otros les dicen “por qué fuman”, mientras
que desde atrás alguien sentencia: “déjenlos, pe’, están gilean-
do”,75 tras lo cual se escuchan risas. Ciertamente, el lugar donde
se encontraban no tenía mucha luz, pero no parecía que estuvie-
ran consumiendo marihuana o pasta básica de cocaína, ya que no
emanada olor alguno. Al final, durante todo el recorrido, no se
encontró a nadie en actitudes asociadas a hechos delictivos.

Mientras la ronda estaba en la llamada “zona Ají”, se topó


con unos homosexuales que jugaban voleibol. La mayoría de
jóvenes que acompañaban la ronda se alborotaron y empezaron a
fastidiarlos, y luego a fastidiarse entre ellos. Palabras como “cacha
cabro”76 afloraron entre algunos jóvenes. Más adelante se pudo
observar otro aspecto interesante en la avenida Sebastián Salazar
Bondy: había en la vía pública unas mesas pertenecientes a una
cantina contigua y donde varios bebían alcohol al ritmo de la mú-
sica de Los Chicos de la Cumbia. La ronda pasó prácticamente
como si no existiesen; de hecho, esto no hubiera ocurrido en El
Pino. Un poco antes, en la avenida San Pablo, se observó a un par
de niños de no menos de nueve años de edad caminando, como
a las 11:00 p. m. Estaban abrazados y casi no podían mantenerse
de pie. Una señora se percata de que quien esto escribe se queda
mirándolos y dice: “pobres niños, están drogados”. Luego da la
espalda y sigue caminando junto a la ronda.

75 “Gileando” puede traducirse como enamorando.

76 Frase peyorativa que refiere a una persona que tiene relaciones sexuales con
otra de su mismo sexo. 177
La imagen de esta ronda es la siguiente: interés parcial por la
Cuando los cerros bajan

seguridad, menor en los hombres que en las mujeres. En lo que


respecta a los dirigentes, la ronda parece tener la intención de
mostrar que ellos están abocados a la seguridad del barrio. Inten-
ción que no es casual, ya que días atrás el padre Guillermo, de la
iglesia La Sagrada Familia, había denunciado en los medios de co-
municación a los dirigentes de Greva porque formarían parte del
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru; y la presencia del en-
tonces ministro del Interior, Daniel Urresti, no era ajena al barrio.

Por otro lado, el interés de los jóvenes por la ronda era parcial.
Basta considerar que muchos de ellos se iban retirando mientras
la ronda continuaba; en otras palabras, al finalizar la ronda solo
quedaba un puñado de ellos. Esta actividad acabó un poco des-
pués de las 11:00 p. m.

2.1.6 Los riesgos

Pertenecer a Greva también implica algunos riesgos. El primero es


el de ser sindicado con los rótulos con los que el gremio ya carga.
Otro son las disputas; de hecho, para sus protagonistas esto no
resulta un riesgo sino más bien un problema que trae consecuen-
cias como enfrentamientos físicos y muerte. Es el caso de Memo, o
el de los intentos de homicidio contra Alejandro Guerra, a quien
han intentado matar por lo menos en un par de oportunidades. La
primera vez capturaron al presunto sicario, que había llegado dos
días antes y estaba provisto de una pistola, pero que fue captura-
do por las personas de este barrio e impidieron su cometido.77 La
segunda sucedió el 14 de abril de 2014, pero esta vez no fue repor-
tado por los medios de comunicación. En esta segunda ocasión se
abrió fuego cruzado entre los presuntos homicidas y el “resguar-
do personal” de Alejandro Guerra.78 Al final no hubo muertos,

77 Ver en “Presunto sicario fue capturado por vecinos del Cerro San Cosme”. El
Comercio, 3 de febrero de 2014, en: http://elcomercio.pe/lima/policiales/pre-
sunto-sicario-fue-capturado-vecinos-cerro-san-cosme-noticia-1706951

78 Luego del atentado, Greva sacó un comunicado de prensa. En él destacó “la opor-
tuna acción por parte de su resguardo personal” para proteger a Alejandro Guerra.
Las entrevistas realizadas proporcionan más detalles. Según comenta un testigo,
“corrió bala de los dos lados”. El comunicado más adelante sugiere una aparente
178 complicidad con un grupo de policías, pues los sicarios “fugaron en medio de la
pero sí una gran conmoción entre las personas que presenciaron

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el intento y los comentarios que generó en el barrio.

Las disputas de San Cosme provienen de diferentes grupos


que no son claramente reconocidos para el común. Se trata de ten-
siones entre agrupaciones que buscan intereses particulares. Una
de ellas es Greva. Manuel Paredes dice:

Tenemos enemigos, son grupos conocidos, que no son tan fuertes


como nosotros, pero que tienen poder. Utilizan el abuso, la coac-
ción, la fuerza, las armas para cobrar cupos. Son bien conocidos
por la Policía y la municipalidad. Ellos son nuestros enemigos.
Ellos no tienen nombre definido, pero los dirige una persona o
varias, las mismas que no solo están en San Cosme, otros están
en otros barrios.

De hecho, tal como dice Paredes: “Nosotros tampoco somos


unos angelitos. Y tenemos que defendernos, y sabemos defender-
nos bien”. Aunque sostiene que ya no están para enfrentamientos,
destaca que no quieren problemas:

Te desgastan físicamente, económicamente y a la organización.


Nosotros estamos para sumar y no restar… ellos son los que nos
ven como enemigos, para nosotros son “pichiruchis”,79 porque
nunca van a llegar a lo que nosotros hemos llegado, y eso que a
nosotros nos falta bastante. Ellos hasta se han mandado a hacer
chalecos como nosotros para hacer zozobra, vandalismo, robar.
Y lo hacen para desprestigiar. Otra manera de hacernos daño es
amenazar a la gente.

En los alrededores de San Cosme existen distintas organiza-


ciones de este tipo. Por un lado está el difunto Pichirri y su familia
con Freluve, y por otro, Paco Terruco, su familia y entorno, o los
conocidos como Los Vílchez de Manzanilla, que tienen entre sus
integrantes a Cholón y otros. Pero hay además disputas que es-
capan del control de la seguridad, el parqueo y la construcción

presencia policial, y para más complejidad, se detuvo impropiamente a nuestro


dirigente, a quien de manera infamante se le atribuyo la posesión de un arma…”.
El comunicado acaba con las siguientes palabras caudillistas: “nuestro dirigente
[Alejandro Guerra] es el único luchador social en el distrito”.

79 Alude a insignificante. 179


civil en estricto. Ellas provienen de Lurdes Valdivia, que ha sido
Cuando los cerros bajan

gobernadora y confrontado abiertamente a Greva. Según diversos


testimonios, el problema tiene su raíz en que un hijo de Lurdes
fue capturado y llevado preso. Lurdes tiene de su lado al párroco
de la iglesia, influencia y redes políticas; también, a algunos alle-
gados como Lucía Carrasco y su hermano Sergio, que contaba con
una cantina en el jirón Ayacucho, y a todos los que se oponen a
Greva sin llegar a organizarse.

Esta tensión también quedó en evidencia en las elecciones de


la Junta Vecinal de la municipalidad de 2014, que ganó Lurdes
Valdivia. La confrontación llegó al punto de que se rompieron afi-
ches y hubo difamaciones de los dos lados hacia el rival. Otros
actores que se oponen a Greva son Víctor Calderón, funcionario
en la gestión del alcalde Alberto Sánchez Aizcorbe, y Enrique
Quispe Campos, dirigente del Sector VI El Pino, Asentamiento
Humano San Cosme. Su confrontación es mucho menos abierta
que aquella con Lurdes Valdivia. Como se puede percibir, no se
trata de relaciones que involucran exclusivamente a dos actores,
sino también a distintos protagonistas. Como señala Clara Torres:
“no todo es blanco y negro; también hay turbio”. Lo cierto es que
existen interacciones que se construyen desde las fronteras con lo
llamado legal, pero también prácticas de grupos y organizaciones
que unas veces han hecho que personas se “ganen problemas”.

En suma, las organizaciones de la comunidad asentadas hace


más de setenta años están a un paso de convertirse en organiza-
ciones vacías, que solo cuentan con nominación formal pero no
logran compartir expectativas asociadas al bien común. Greva, en
ese sentido, es una organización que comparte miradas a partir de
la obtención del trabajo con “derechos”; así también lo hicieron
los estibadores y las diferentes organizaciones de los mercados.
Salvo por una diferencia: las razones que las han llevado a con-
formarse no incluyen el interés en una vida en comunidad; Greva
recobra esa visión, aunque desde una lógica hegemónica de poder
y construcción de un ideario político con personas con un pron-
tuario. Como ya se dijo, la activación de lazos que buscan realizar
expectativas compartidas no tiene como origen la seguridad —al
menos, no como punto de partida—; de ahí que las relaciones con
180 el exterior hayan marcado formas que las caracterizan.
2.2 El Pino y la Junta Vecinal de Seguridad Ciudadana

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En El Pino, como en San Cosme, existen algunas formas de inter-
vención contra la violencia y la delincuencia. En este barrio ha
sido clave la presencia de los vecinos y la Policía. Este trabajo
en conjunto se inicia en 1997 con la participación de vecinos
como Roberto Waylla y el general Enrique Yépez, en la avenida
La Floral, y luego se retoma el 2013 con el general Aldo Miranda y
Roberto Waylla junto con otro contingente de vecinos de la Junta
Vecinal. Pero ¿quiénes son las personas que integran la Junta Ve-
cinal?, ¿qué actividades realizan?, ¿por qué participan?, ¿la Junta
Vecinal es una organización independiente, o está supeditada, en
la práctica, a la Policía? Estas son algunas preguntas a las que se
pretende responder en este acápite.

2.2.1 Composición social de la Junta Vecinal de


Seguridad Ciudadana

El Pino cuenta con una de las Juntas Vecinales que más ha llamado
la atención. Al principio participaba en ella un reducido grupo de
personas, pero después ha llegado a tener más de 700 integrantes,
cifra que luego de algunos meses disminuyó abruptamente. Más
allá de esta diferencia numérica, es preciso preguntarse quiénes
son los integrantes de esta Junta Vecinal.

La Junta está compuesta sobre todo por adultos mayores,


en especial mujeres. La presencia de jóvenes es prácticamente
nula; hay apenas algunas jóvenes. Son propietarios y, muchos
de ellos, comerciantes. ¿A qué obedece esta composición? A va-
rios factores, de los que aquí se anotan solo dos. Primero, el
grupo mayoritario de adultos mayores tiene un fuerte sentido
de identificación con el barrio; muchos comparten una expec-
tativa por el bien de su vecindario; por ejemplo, han nacido en
El Pino, han llegado desde muy chicos o han sido los fundado-
res. Es decir, los integrantes de esta organización tienen una
estabilidad residencial en el barrio, mientras que los inquilinos
que alquilan cuartos carecen de una marcada presencia en la
organización. Segundo, las mujeres que participan realizan la-
bores de casa, lo que no las distancia del mismo barrio y, por
tanto, pueden distribuir su tiempo y participar en la Junta Ve- 181
cinal. Desde luego, si se compara con el total de integrantes
Cuando los cerros bajan

del barrio, el número de participantes es bajo, a pesar de lo


cual resulta una organización importante, como se anotó en la
primera sección de este capítulo.

Con respecto a sus dirigentes, son personas sin mucha expe-


riencia dirigencial, salvo contadas excepciones. Por ello, la Policía
asume un rol protagónico, al punto de dirigir algunas asambleas
y hasta llevar a los pobladores a cuanto evento hace la Policía. Esta
estructura de participación depende de la Policía; a diferencia de
Greva, en San Cosme, no se trata de una organización creada por
los mismos vecinos. La misma fundación de la Junta Vecinal es
una muestra de ello.

Los líderes y dirigentes de los barrios San Cosme y El Pino


también revelan algo de sus barrios. Los que se dedican al tra-
bajo son como cualquier otra persona. Si se observa a Alejandro
Guerra de San Cosme y Roberto Waylla de El Pino, se puede
apreciar que ambos son dirigentes muy reconocidos —para bien
o para mal—: ambos tratan el tema de la seguridad y la violen-
cia. Pero sus formas de trabajar son muy disímiles. Además, en
ambos lugares la política está atravesada de modos divergentes
pero no excluyentes, al punto de que un grupo de San Cosme
apoyó a Roberto Waylla para su candidatura a la alcaldía de La
Victoria de 2014, entre ellos, implícitamente, Alejandro Guerra
y Greva.

Son vecinos que están aprendiendo en el camino; muchos de


ellos no han participado antes en cargos dirigenciales. Para algunos
esta experiencia les ha servido para asumir otras responsabilidades
en su mismo barrio y fuera de él. Así, por ejemplo, Jaime Martínez
y Susana Geldres se hacen cargo en 2014 del Comité Electoral para
la elección de la nueva Junta Directiva del Cerro El Pino; está tam-
bién el caso de Roberto Waylla, quien, luego de participar varios
años exclusivamente en la Junta Vecinal, postuló como candidato
a la alcaldía de La Victoria.

Aun así, la participación en la Junta Vecinal no es nueva.


Ella está conformada por personas que tienen un vínculo con
182 su barrio. La función que realizan es colaborar con la Policía en
labores de prevención del delito. Sus integrantes responden a

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un interés de trabajar por la seguridad. En El Pino, el primer
coordinador zonal de Seguridad Ciudadana fue Pedro Álvarez
Castilla, del sector 19; luego asumió el cargo Carlos Ilizarbe, del
sector 12, y después Martín Galindo, uno de los dirigentes fun-
dadores en 1972. Actualmente está Andrés Mayta, del sector 19.
Aunque algunos otros actores del mismo barrio han sido decisi-
vos, especial mención merece Roberto Waylla, quien ha llegado
a tener el cargo de coordinador de la comisaría de Yerbateros, lo
que implica dirigir todas las Juntas Vecinales de la jurisdicción
de esa comisaria.

La inseguridad se ha convertido en un problema que afecta a


todo el barrio. Un vecino decía que estaban “robando a sus mis-
mos vecinos”, “ya no tenían respeto por nadie”. Sin embargo, la
diferencia radica en el tipo de intervención. Mientras que zonas
residenciales cercan las urbanizaciones para que la oleada delin-
cuencial no llegue a sus recintos, contratan seguridad privada,
compran cámaras y exigen mayor presencia del Serenazgo, en El
Pino los vecinos y vecinas rondan sus cuadras todos los sábados
por la noche, se compran alarmas. En las elecciones municipales
solicitaron a los candidatos que les donen chalecos de la Junta Ve-
cinal y hasta cámaras de seguridad. Uno de ellos, el candidato
Alberto Moreno, les regaló una cámara de seguridad que no llegó
a ser instalada.

2.2.2 El trabajo de la Policía y la Junta Vecinal de


Seguridad Ciudadana en El Pino

La intervención policial en El Pino comienza en junio de 2013, y ya


para los meses de agosto y septiembre del mismo año se hablaba
del “éxito” de la intervención. ¿Qué factores resultan significativos
para el inicio de la recuperación de El Pino?, ¿qué resultados se han
obtenido?, ¿qué características ha tenido la presencia policial en
este barrio?, ¿cuál ha sido el rol de la comunidad en este proceso?,
¿es posible desmontar la delincuencia asentada por años en tan
solo unos meses en uno de los barrios donde la violencia delictual
es abierta? Estas son algunas de las preguntas que a continuación
se pretende responder. 183
2.2.2.1 Factores para la implementación del
Cuando los cerros bajan

programa de recuperación de El Pino

La recuperación de El Pino no fue un hecho casual, pues se hi-


cieron presentes varios factores, tanto en su inicio como en su
puesta en práctica, así como en su culminación. Estos factores
pueden agruparse en personal, coyuntural, comunal y político,
que desencadena el institucional.

Los desmanes ocurridos en La Parada, al final, conectan no


solo a los barrios sino también a actores de fuera de estos espa-
cios. Uno de ellos es el general de la Policía Aldo Miranda Soria,
exjefe de la VII Región Policial. Él, junto a otros altos mandos de la
Policía, fueron retirados de sus cargos por el fracaso que significó
el traslado de La Parada el jueves 25 de octubre de 2012. Si esto
no hubiese ocurrido, probablemente Miranda se hubiera conver-
tido en director de la Policía Nacional del Perú. En cambio, como
“castigo” por el fracaso del traslado de La Parada, fue enviado a
la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana. Se dice “castigo”
porque esta Dirección de la Policía es un espacio de menor presti-
gio institucional e incluso se lo considera marginal.

Con el general Aldo Miranda ya en su nuevo puesto, Nancy


Mejía, investigadora en seguridad de ciudadana del IDL, recibió la
llamada de un coronel que la invitaba a conocer al general Miranda.
Este coronel destacó el profesionalismo del general y, además, pi-
dió que sigan de cerca su trabajo, pues había “salido mal parado de
La Parada”, no por incompetente ni corrupto sino por la estructura
jerárquica de la institución policial que empuja a que el alto mando
asuma los pasivos y las consecuencias de un operativo que en la
práctica no dirigió. Fue así como se conocieron Nancy Mejía y el
general Miranda. Ella le presentó luego a diferentes dirigentes de la
Junta Vecinal, entre ellos a Quintiliano Olivas, de Villa El Salvador;
a Chacón, de Chosica, y a Roberto Waylla, de El Pino. Al final,
el general apostó por recuperar este último barrio y, llevó la pro-
puesta al presidente de la República, Ollanta Humala, y al entonces
ministro del Interior, Wilfredo Pedraza (IDL, 2013: 60).

El trabajo también obedeció a contextos más amplios. Uno


184 de ellos, el pedido de los mismos vecinos que solicitaban al pre-
sidente de la República que cumpliera con su promesa de cam-

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paña en la lucha contra la inseguridad. Por ejemplo, el 7 de
septiembre de 2012 el dirigente Roberto Waylla, en un progra-
ma radial abierto (No hay derecho, de Ideeleradio de Radio San
Borja), dijo:

Haría un llamado al presidente de la República, que cuando estuvo


en campaña vino al asentamiento Cerro El Pino y nos dijo bien
claro que nos iba a ayudar en materia de seguridad ciudadana;
sin embargo, hasta el día de hoy no veo el apoyo ni la ayuda.
Quisiéramos que aumente el personal de la policía de Yerbateros
(comisaria).80

Ni las expresiones de Roberto Waylla ni su nombre eran una


casualidad: él fue uno de los dirigentes fundadores de la Junta Ve-
cinal en Lima. Ya antes había trabajado con los generales Enrique
Yépez y Adolfo Alfaro, y con el coronel Lucio Chirinos Valdivia,
en la recuperación de la avenida La Floral, que se encuentra en
la parte baja del cerro El Pino. Roberto Waylla, junto a otro gru-
po de vecinos, representaba ese ingente conjunto de personas que
estaban dispuestas a trabajar por la seguridad en un lugar don-
de la violencia delictual se mostraba de manera abierta e incluía
hasta amenazas. En este contexto, la Junta Directiva del barrio El
Pino, cuyo secretario general en 2013 era Daniel Verástegui, había
mostrado una gestión deficiente, por su escasa presencia en el ba-
rrio. De hecho, a inicios del año 2013 los dirigentes de los veintiún
sectores se habían reunido para ver qué medidas podían tomar.
Una de ellas significaba la destitución del secretario general, que
además había dejado de vivir en el barrio. Entonces, el escenario
estaba signado por una abierta violencia delictual, la presencia de
dirigentes históricos de la Junta Vecinal con experiencia y com-
promiso para trabajar por la seguridad y algunos otros escépticos;
a ellos se sumaban un grueso número de vecinos que no partici-
paban en la organización del barrio y otras personas que, a pesar
de ser dirigentes, no participaban e incluso habían dejado de vivir
allí. Fue en esas condiciones que llegó el general Aldo Miranda,
situación completamente distinta del trabajo que luego se realizó
en San Cosme.

80 Véase el enlace: http://www.idlradio.pe/web/wNoti.php?idN=5361&tip=espe-


ciales (revisado el 17 de agosto de 2015). 185
En el ámbito político, se debe destacar el discurso que el pre-
Cuando los cerros bajan

sidente Ollanta Humala que ofreció a la nación el 29 de julio de


2013. En él sostuvo que la lucha contra el crimen suponía seis ejes,
uno de ellos orientado a la recuperación de espacios públicos. Un
mes antes ya había iniciado el Programa de Recuperación del
Cerro El Pino. El coronel Rommel Chávez explica la decisión de
trabajar en El Pino y las actividades que se desarrollaron:

La Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana ha recibido del


Comando la disposición de venir y trabajar acá en el cerro El
Pino, organizando a las Juntas Vecinales, porque esta comunidad
tiene muchos problemas. Nosotros estamos intentando reducir
el de la inseguridad ciudadana. Hemos hecho un trabajo puerta
por puerta y hemos encontrado personas con muchos proble-
mas de salud: con tuberculosis, con problemas de alimentación,
desnutrición. Hay jóvenes que desde muy temprana edad tie-
nen niños porque no hay programas que los eduquen para que
tengan otras expectativas en sus vidas. Eso es lo que hemos
encontrado, y nos preocupa. Seguramente el general Aldo Mi-
randa va a trasmitir esto al Comando para que lo haga saber a
las diferentes entidades.81

Al final, la abrupta salida del general Aldo Miranda como jefe


de la VII Región Policial, el pedido de los vecinos que exigían que
el presidente cumpla su promesa electoral, los altos niveles de de-
lincuencia en este lugar, la necesidad de mostrar resultados en
temas de seguridad, el marco de los seis ejes de trabajo en la lucha
contra el crimen propuestos por el presidente de la República y la
disposición del comando de la Policía, permitieron dar inicio al
trabajo en El Pino. Así nació el programa de recuperación.

2.2.2.2 Los resultados obtenidos

El programa en El Pino se inició con el control de la zona a través


de la inteligencia y las detenciones; sin embargo, su mayor contri-
bución se encuentra en el enfoque de intervención, ya que no se
trató estrictamente de la captura de requisitoriados ni tampoco de

81 Fragmento extraído de Gerardo Saravia y Patricia Wiesse: “Tierra de nadies”.


Revista ideele N.º 232. Obtenido de: http://revistaideele.com/ideele/content/
186 tierra-de-nadies
asistencia social, sino de un enfoque distinto. Este es un modelo

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de relacionamiento con los actores locales, que el IDL (2013: 59-62)
consideró como una “buena práctica” y “una valiosa experiencia
de Policía Comunitaria” en su informe anual de seguridad ciudada-
na de 2013. La estrategia se sustentaba en dos elementos, el control
y la prevención, por medio de una agresiva presencia policial: un
general, 5 coroneles y 50 policías, además de personal de inteli-
gencia. A continuación las principales actividades desarrolladas.

• Acción operativa policial: focalizando las intervenciones


por sectores, mapeo de los delitos, instalación de alarmas
vecinales, sensibilización, operativos específicos e inves-
tigación criminal.

• Habilitación y recuperación de infraestructura: instalación


de dos puestos policiales, pintado de trescientas vivien-
das y limpieza de calles.

• Trabajo con actores locales: reforzamiento y empodera-


miento de las Juntas Vecinales, ejecución de rondas
vecinales, capacitación en temas de seguridad ciudadana,
empadronamiento y trabajo con un grupo de motota-
xistas, ejecución de actividades recreativas familiares,
organización del Club de Menores con cuatrocientos
niños.

• Acciones denominadas “cívicas”: misas dominicales e iza-


miento del pabellón nacional.

• Gestión para presencia de programas sociales: Jóvenes a la


Obra, Beca 18, Seguro Integral de Salud y Pensión 65.

El resultado fue, como se dijo antes, la creación de nuevas Juntas


Vecinales que llegaron a agrupar a más de 700 vecinos organi-
zados que acompañaban a la Policía a realizar rondas urbana82,
la implementación de dos Puestos de Respuesta Inmediata (en

82 Una policía indica: “cuando salíamos a rondar, ellos eran una marea amarilla”.
Ella decía que los integrantes de la Junta Vecinal eran una “marea amarilla”
porque llevan el chaleco de color amarillo y era un gran grupo de personas que
los acompañaban. 187
adelante PRI),83 la instalación de un gran número de alarmas, la
Cuando los cerros bajan

captura de más de una quincena de requisitoriados y, sobre todo,


la mayor percepción de seguridad y confianza de los vecinos para
con la Policía, tal como muestran los resultados que más adelante
se detallan, también se consiguió la cancelación de las fiestas en
la vía pública. En general, se lo consideró un “modelo exitoso”, al
punto de que tres ministros del Interior han estado en este barrio:
Wilfredo Pedraza, Walter Albán y Daniel Urresti. Cada ministro,
directa o indirectamente, aportó en diferentes formas: Wilfredo
Pedraza brindando el respaldo político a la Dirección Ejecutiva de
Seguridad Ciudadana en el año 2013, y anunciando que la Policía
se quedaría las veinticuatro horas en el barrio; Walter Albán,
inaugurando el PRI y asignando a policías a la parte alta del barrio
en 2014; y Daniel Urresti, otorgando motos y sosteniendo por un
corto tiempo la presencia policial.

Si bien es cierto el programa obtuvo varios resultados, el prin-


cipal fue tal vez dejar sembrada la idea de que es posible erradicar
la delincuencia y mejorar el barrio con el apoyo de la Policía. Con
esta idea internalizada, los integrantes de la Junta Vecinal man-
tuvieron la posibilidad de mejorar su barrio a punta de voluntad
y esfuerzo, pero acompañada de rencillas personales y falta de
compromiso de algunos.

2.2.2.3 El giro de la presencia policial y el inicio


de su caída

El esfuerzo que se inició en El Pino en junio empezó a derrum-


barse la quincena de noviembre de 2013. ¿El motivo? El general
Aldo Miranda, principal promotor de la recuperación de El Pino,
había sido relevado de la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciu-
dadana por, supuestamente, haber enviado protección policial a
la vivienda de uno de los operadores políticos más influyentes del

83 El primer PRI se ubica en la principal entrada del cerro El Pino, cerca del cru-
ce de las avenidas México y Nicolás Ayllón, mientras el segundo se encuentra
en la parte media del barrio, exactamente en el sector 19. Es de destacar que
en el sector 19 se ubica la plaza Mayor, el lugar más reconocido por cualquier
habitante del barrio. El local donde funciona el PRI del sector 19 fue donado
por la comunidad; es más: parte de la refacción del local fue realizada por los
188 vecinos y vecinas.
exasesor presidencial, Vladimiro Montesinos, cuando aún era jefe

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de la Región Policial de Lima. Se trataba de Óscar López Meneses.
Este escándalo provocó la conformación de una comisión investi-
gadora en el Congreso de la República, la renuncia del ministro del
Interior, Wilfredo Pedraza, y el pase al retiro de varios altos oficiales
de la Policía, entre ellos los generales Carlos Gómez Cahuas, Sergio
Morad Moyoli y Aldo Miranda. Si en el 2012 “castigaron” al gene-
ral Aldo Miranda por el caso de La Parada, ahora lo invitaban al
retiro sin antes investigarlo.

La salida del general Miranda significa no solo traerse abajo


al diseñador y ejecutor de la recuperación de El Pino, sino ade-
más el trabajo que se venía desplegando en este lugar. Ya no había
dirección que sostuviera la recuperación de este barrio, aunque
aún permanecía una gran actividad pendiente: la inauguración
del PRI, que se dio en junio de 2014 con la presencia del nuevo
ministro del Interior, Walter Albán. Luego de la salida del gene-
ral Miranda, el proyecto de recuperación del barrio El Pino ya no
sería el mismo. El esfuerzo del coronel José Díaz, estudiante de
la maestría en Desarrollo y Defensa Nacional en el Centro de Al-
tos Estudios Nacionales (CAEN), y de uno de los cinco coroneles
que formó parte del equipo del general, junto con el ingreso del
comisario Carmen Paz, que remplazó al mayor Ubillús a inicios
de 2014, permitió que el trabajo en el cerro El Pino se mantuviera
al menos con Rondas Urbanas mixtas menores y actividades de
infraestructura inconclusas, como la cancha deportiva del sector
número 6 y el dictado de algunos cursos. Otros policías también
regresaban a El Pino, y lo había de manera individual, entre ellos:
el coronel Chávez, el mayor Merino, el capitán Bardales, el técnico
Carrillo, y la suboficial Evelyn. Ella, por ejemplo, buscó regalos para
los niños en el año 2014, mientras que el mayor Merino brindaba
clases de matemáticas, y el capitán Bardales instalaba alarmas.

El trabajo de esta segunda etapa se basó en el sistema de


voluntariado, pues el coronel José Díaz no tenía presupuesto ni
el respaldo efectivo de la Policía, aunque algunos altos mandos
se hacían presentes en ciertos eventos. No se siguió un plan ni,
menos aún, un modelo diseñado con anterioridad. Como la falta
de recursos era una constante, solo quedaba apelar a “gestiones”
con otras instituciones. 189
El éxito inicial que consiguió el programa de recuperación
Cuando los cerros bajan

de El Pino en la primera etapa generó rencillas en la institución


policial. Por ejemplo, la Región Policial de Lima sostenía que no
era función de la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana
realizar las actividades que se venían desplegando. Según ellos,
este trabajo correspondía a la Oficina de Participación Ciudadana
(OPC), que se encuentra bajo la dirección de la Región Policial.
Por eso el comisario de Yerbateros en 2013, Ubillús, no participaba
en las acciones que dirigía el general Aldo Miranda, y más bien
reportara al general Luis Praeli Burga, jefe de la Región Policial de
Lima. Estas distancias se evidenciaron de otro modo con los sub-
oficiales de la policía Eduardo Pacheco y Luis Menéndez en 2014,
el primero de la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana y el
segundo de la comisaría de Yerbateros y, por tanto, de la Región
Policial de Lima. Las distancias entre ellos, aunque guardaban el
debido respeto, no solo se encontraban en las unidades policiales
sino en las diferencias de estilo y los dirigentes con los que trabaja-
ban. Mientras Menéndez trataba directamente con Andrés Mayta,
coordinador zonal de la Junta Vecinal, Pacheco hacía lo propio
con el dirigente Roberto Waylla. Esto no significaba que ambos
desconocieran sus trabajos o, peor, que no estuvieran realizando
actividades en el barrio, sino que sus labores no se encontraban
articuladas. Esto quedó en evidencia en diciembre del mismo año,
cuando se hicieron dos chocolatadas por Navidad: una prepara-
da por la comisaría, el técnico Menéndez y el dirigente Andrés
Mayta, y la otra realizada por el técnico Pacheco y Roberto Waylla.
Ahora bien: se debe advertir que la OPC de la comisaría de Yerba-
teros tiene a su cargo otras zonas además de El Pino, por lo que su
presencia no era la más regular.

Sin embargo, no todos los policías creían en el trabajo. No solo


se trató de celos de otras autoridades sino de oficiales que no esta-
ban convencidos de lo que hacían. Pensaban que esta no era labor
de la Policía. Sin embargo, igual lo ejecutaban por obedecer a su
comando. El mejor ejemplo es el coronel Saavedra que cuestio-
naba el trabajo del general Miranda

De tal modo, el trabajo no integrado producía menores resul-


tados en un escenario de menor participación de vecinos, sin una
190 dirección y respaldo político, y solo con la mantención de algunos
policías. Si antes una ronda mixta entre policías y vecinos podía

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congregar a setecientas personas, ahora solo llegaban a cuarenta
integrantes de la Junta Vecinal. Si en julio de 2013 había un general
y cinco coroneles, en el mismo mes del siguiente año el PRI del
sector 19 contaba solo con cuatro policías de la unidad Los Hal-
cones,84 cuatro policías del Escuadrón Verde,85 un patrullero y un
comandante de guardia. En diciembre de 2014 la situación era aún
más crítica. El retiro policial fue justificado con el argumento de
que se necesitaban policías para resguardar las fiestas de fin de
año. En realidad, el respaldo institucional ya había sido retirado.

Fuere como fuere, el trabajo en El Pino generó un modelo


para otras experiencias que no produjeron grandes resultados.
Los Barracones del Callao en 2014, San Cosme a fines de ese año y
el cerro San Pedro en 2015 fueron intentos fallidos de réplica.

Al final, la tímida entrada de la Región Policial de Lima, que


encargó a la comisaría de Yerbateros mantener un programa que
implicaba por sí mismo un esfuerzo mayor; el ingreso de algunos
dirigentes a la política; las disputas personales entre dirigentes; el
cambio de ministro, que dio prioridad a la recuperación de otros
barrios; el ingreso del coronel José Díaz a la Divter Centro 2;86 pero,
sobre todo la falta de un claro respaldo institucional representado
antes en el general Aldo Miranda, terminaron por hundir una expe-
riencia que pudo haber sido un éxito. No era difícil imaginar que la
experiencia de El Pino ya había empezado a ser, desde la quincena
de noviembre de 2013, más una posibilidad que una realidad.

Aun así, se seguían realizando rondas urbanas, al tiempo que


se acrecentaban los riesgos para los integrantes de la Junta Vecinal
de El Pino. A continuación se muestran ambas situaciones.

84 Los Halcones es una unidad de la policía que se dedica al patrullaje motorizado.

85 Escuadro de la policía que se especializan en contrarrestar delitos menores


tales como robos en vía pública y venta de drogas.

86 La Divter es una división territorial y tiene a su cargo varias comisarías. La


Divter Centro 2 congrega a las comisarías de los distritos de La Victoria y El
Agustino, salvo la comisaría de Yerbateros, es decir, que tiene como adminis-
tración a El Pino. 191
2.2.2.3.1 Un ronda mixta en El Pino87
Cuando los cerros bajan

El sábado 22 de marzo de 2014, por la noche, se realizó una ron-


da mixta entre la Policía y la Junta Vecinal del barrio El Pino. La
convocatoria la hicieron el dirigente Andrés Mayta y el comisario
Carmen Paz. La cita era a las 8.00 p. m., pero la ronda se inició una
hora después. Asistieron unos treinta vecinos y vecinas, la mayo-
ría adultos mayores, y más mujeres que superaban los cincuenta
años de edad, a quienes de cariño les dicen “mamitas”.

El técnico Pacheco llegó con quien esto escribe a las 7:40 p. m.


a la plaza Mayor. Como la ronda empezaría más tarde, se dirigie-
ron al Puesto de Auxilio Rápido del sector 19. Cuando se ingresó,
no estaban los policías pero sí sus cosas. Habían dejado la puerta
abierta. Luego de diez minutos llegaron dos policías que dijeron
que habían “dado una vuelta” porque recibieron una llamada
para informar de una persona que estaba tirada boca arriba, por
lo que se presumía que estaba muerta. Pacheco les preguntó: “¿y
qué fue?”; un policía respondió: “nada; solo ‘taba durmiendo”. Ya
eran las 8:00 p. m. El policía y quien esto escribe bajaron a la plaza
para esperar a los vecinos y vecinas.

Uno a uno empiezan a llegar los integrantes de la Junta


Vecinal. Algunos ya traen puestos sus chalecos de color amarillo
y rojo; otros lo llevan en una bolsa negra y se lo ponen en la plaza.
Los vecinos se sienten más contentos con el nuevo comisario que
con el anterior. Andrés Mayta, que está parado esperando a los
vecinos, le dice a otro vecino que había invitado a la Gerencia de Fis-
calización y al Serenazgo para que acompañaran la ronda vecinal. Ya
están retrasados. El comisario Carmen Paz llega en una camioneta
blanca, junto a otros policías. Ya son casi las nueve y aún no salen.
Andrés Mayta invita a los vecinos a formar filas para dar inicio
a la ronda. Delante de ellos se ponen los policías. Luzeliana, una
joven del sector 3, megáfono en mano, empieza a arengar y los
participantes replican. Así se da inicio a la ronda mixta.

Por lo regular, en 2014 la participación fluctuaba entre treinta


y cuarenta vecinos, aunque quienes empujaban la organización

87 La siguiente sección ha sido extraída de la anotación realizada el 23 de marzo


192 de 2014, en la que el autor participó de la ronda vecinal.
eran unas quince personas sin una dirección clara, supeditadas

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a la Policía pero con mucho interés de que se preserve la seguri-
dad. No tenían dirigentes, no estaban politizados, aunque sí había
varias diferencias personales entre ellos. Los que sí lo estaban no
participaban y preferían estar en otras organizaciones del barrio.

Entre alegrías, frustraciones y compromisos no cumplidos, los


integrantes de la Junta Vecinal de El Pino comparten la esperanza de
hacer una comunidad más segura. Ciertamente, no son la mayoría,
pero sí son capaces de cerrar por un momento una fiesta “chicha” en
algún sector. En la ronda del 22 de marzo de 2014 no hubo que ce-
rrar alguna fiesta, aunque participaron en la intervención de varios
jóvenes que estaban reunidos en una esquina. La señora Manuela
Castro participa con toda su familia; viene con su hijo y su pareja
a cada reunión, y ronda. La señora Lizbeth Machado participa con
sus hijas. Entre ellos existe un ánimo de construir un mejor barrio
donde vivir, porque, según dicen, están “cansados de la delincuen-
cia”. Entre ellos está un señor que prácticamente tiene que arrastrar
un pie, ya que no lo puede mover. Así sube y baja las complicadas
escaleras. Este problema no dificulta su voluntad de realizar ron-
das. ¿Qué podrían hacer ellos si se enfrentan a un delincuente?
Probablemente, muy poco; pero la sola semilla sembrada en recha-
zar y decirlo abiertamente en las rondas es un avance indiscutible.
Quizá si tuvieran recursos para contratar una seguridad privada
dejarían las Juntas Vecinales. Jorge de la Cruz dice:

¿Por qué no hay Junta Vecinal en Miraflores? Porque ellos tienen


plata para exigir que les den buena seguridad. Nosotros tenemos
que salir así. ¡Míranos! Allá ellos pagan sus tributos, acá no; algu-
nos por pobres y otros por conchudos. Por eso la municipalidad
se desentiende de nosotros.

La Junta Vecinal es una respuesta que han tomado algunas


personas, según el espacio donde se ubican, para contrarrestar la
delincuencia. El informe 2012 de IDL-SC ha encontrado una rela-
ción inversa entre la cantidad de policías, recursos municipales y
Junta Vecinal:

La mayor cantidad de vecinos organizados (numérica y pro-


porcionalmente) son, precisamente, los que tienen la menor
presencia policial y recursos municipales más bajos. Por el 193
contrario, los distritos con mayores recursos son los que pre-
Cuando los cerros bajan

sentan una menor participación en Juntas Vecinales, debido a


que, suponemos, sus distritos son más seguros y cuentan con
más recursos. Es el caso de los distritos de Pueblo Libre, Mi-
raflores, San Isidro y Magdalena, por citar unos cuantos (IDL-
SC, 2012: 103).

A diferencia de San Cosme y Greva, que conciben la seguri-


dad como una necesidad de trabajo y la prestación de un servicio,
en El Pino los integrantes de la Junta Vecinal —la mayoría de ter-
cera edad— intentan aportar en la medida de sus posibilidades
por no contar con la seguridad que el Estado debería otorgarles.

2.2.2.3.2 Las amenazas y los soplones

Mientras se recorría en una camioneta, un domingo de madrugada


en compañía de varios policías y algunos vecinos, se logró escuchar
a un joven que a lo lejos dijo: “¡Soplones conchatumare!”. La pri-
mera de estas palabras se volvió a escuchar repetidas veces. Una
de ellas fue en la conversación de unas señoras que se sentían in-
comodas por el calificativo que les habían asignado: “soplonas”.
Y es que el soplón no es un chismoso; tampoco un indiscreto: se
trata de la persona que brinda intencionalmente información, ra-
zón por la cual los soplones tienen —según algunos jóvenes— dos
caminos: o son aislados y respetados por sus redes de soplonería,
o “caen feo”. ¿Qué significa “caer feo”? Que podrían atentar con
su vida88 por brindar información. Por eso Roberto Waylla decía
que “para trabajar de verdad en seguridad tienes que ser macho”.

Y es que el trabajo que realizan los integrantes de la Junta Ve-


cinal no solo es sacrificado sino también una actividad expuesta al
peligro. Por eso, Yépez recomendaba hace más de una década que
las rondas mixtas entre policías y vecinos se realicen en los alre-
dedores de los centros educativos. Dice que “no debe alentarse el

88 Los medios escritos han informado de represalias que han terminado con la
muerte de las personas que intentaron detener la violencia en sus barrios.
Tal es el caso aparecido en el diario La República el día 4 de agosto de 2011.
El titular de una nota dice: “Pandillero asesina a tiros a rondero urbano”. Se
trató de José Luis Bustamante Calderón, integrante del Comité de Seguridad
Ciudadana del Asentamiento Humano San Juan de Amancaes, ubicado en el
194 distrito del Rímac.
patrullaje” en las zonas urbano-marginales, dado que es riesgoso

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para el propio vecino (Yépez, 2004: 168).

Hasta el momento, ninguna persona del cerro El Pino ha sido


atacada por ser parte de la Junta Vecinal ni, menos, por soplón; sin
embargo, sí se han reportado amenazas a más de un integrante de
la Junta Vecinal. Por ejemplo, en una oportunidad atentaron con-
tra Roberto Waylla embistiéndolo con una mototaxi.

El caso de Mariano es otro ejemplo. En mayo de 2014, un grupo


de vecinos de la Junta Vecinal, dirigidos por Mariano, se acercaron
a los mayordomos de la Virgen que se encuentra en el sector 17,
para informarles que estaba prohibido por la Ordenanza Municipal
N.º 033-2007 el cierre de vías públicas para cualquier tipo de fiesta,
así como tomar alcohol en la calle. Por eso, sugirieron a los mayor-
domos que alquilen un local cerrado y allí realicen la celebración.
Los devotos no les hicieron caso e iniciaron la fiesta que estaba pro-
gramada para el 3 y 4 de mayo. El primer día fue un compartir; sin
embargo, el problema vino luego de la misa, ya que empezaron a
llegar los equipos de sonido. Entonces, los miembros de la Junta
impidieron que continúe la celebración. ¿Por qué impedir que se
desarrolle una celebración religiosa? No se trata de la actividad
religiosa, sino de la celebración que viene luego. Mariano dice:

Es por culpa de las fiestas que luego acaban en peleas, robos y


vandalismo; por eso ya no queremos fiestas en lugares públicos.
Los que querían hacer esta fiesta son hijos de los vecinos, y estos
hijos no viven acá. Por eso no conocen en base a qué estamos
haciendo que ya no haya fiestas.

Antes de pertenecer a la Junta Vecinal, Mariano también


había participado de las celebraciones de su sector. Muchos de
sus vecinos que esperaban la fiesta le empezaron a reprochar, y
algunos comenzaron a empujarlo y agredirlo. Aun así, él no se
amilanó y no dejó que la celebración continuara. En represalia,
ese mismo día por la noche reventaron las lunas de su vivienda,
y luego varios vecinos le dejaron de hablar, pues consideraron
que les “arruinó la fiesta”.

Las amenazas contra Mariano continuaron en su sector: se sen-


tía solo, casi impotente. Por eso llevó su caso a una reunión general 195
del barrio, pues el 1 de julio tenía una cita en la gobernación. En la
Cuando los cerros bajan

reunión de El Pino dijo:

Cumpliendo mi función es que he impedido que se haga la fiesta.


Ahora pido el apoyo de los vecinos porque estoy siendo ame-
nazado y por eso iré a la gobernación para explicar mis hechos.
Pediría a la asamblea que tres [personas] me acompañen. Esto le
puede pasar a cualquiera de nosotros, y creo que la Junta Vecinal
y la directiva deben estar del lado de los vecinos que ya no que-
remos delincuencia.

Una vecina pide la palabra luego de haber escuchado a Maria-


no. Dice que se tiene que apoyar a los vecinos que están en la Junta
Vecinal, ya que dan “seguridad para todos”. La asamblea general
aprueba apoyar y respaldar a Mariano; se forma una comitiva de
vecinos que lo acompañarán, y en ese momento surge la iniciativa
de invitar al comisario de Yerbateros para que los acompañe a la
gobernación. Se siente un ánimo de respaldo en la reunión, que se
traslada a la siguiente ronda mixta en la que participan el mayor
Carmen Paz y el coronel José Díaz. Cuando aquella ronda pasa
por la casa de la persona que había amenazado a Mariano, los
vecinos de la Junta Vecinal la señalan y empiezan a arengar con
mayor fuerza una y otra vez: “–¡Juntas Vecinales! ¡Presente!”.

Mariano ya no está solo: junto a él se encontraban los inte-


grantes de la Junta Vecinal y los policías. Ahora ninguno de sus
agresores sale. El coronel José Díaz, junto al comisario Carmen
Paz, toca la puerta de esa casa. Los vecinos esperan detrás de ellos;
algunos piden que hagan silencio para poder escuchar. Tocan y
tocan y nadie sale de la vivienda. Luego de insistir, continúan con
la ronda. No lograron conversar con los agresores, pero Mariano
ya tiene el respaldo de la Junta Vecinal y de la Policía, la primera
mientras exista y la segunda hasta que se quede.

196
3. La primera evaluación en perspectiva comparada:

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Percepción de seguridad y confianza hacia la
Policía

Aunque la recuperación de El Pino en 2013 ha merecido más de


una decena de reportes periodísticos en los que la Policía señalaba
que la delincuencia se había reducido en un 70%, en la práctica no
se contaba hasta el momento con datos fiables que corroboraran
este efecto. Así, los resultados de esta investigación son las prime-
ras evidencias serias que se tienen sobre una política de seguridad
a nivel local en la recuperación de los barrios. Hasta antes de estos
resultados no se sabía cuál había sido el impacto ni se contaba
con una evaluación de la intervención. En ese sentido, esta in-
vestigación incluye algunas preguntas que permiten mostrar
los resultados en dos aspectos: el primero, como percepción de
seguridad; y el segundo, como confianza de las personas hacia la
Policía desde una perspectiva comparada, es decir, evaluando los
resultados en San Cosme y El Pino.

En la encuesta se preguntó si, comparada con 2011, la segu-


ridad en San Cosme y El Pino había mejorado o empeorado. Se
escogió este año porque permite cotejar con un antes de la inter-
vención policial en el cerro El Pino, producida el mes de junio de
2013, y en el cerro San Cosme, ocurrida a partir del 25 de octubre
de 2012, día en el que se produjo uno de los hechos más violentos
registrados en la ciudad de Lima con el intento de desalojo del
exmercado La Parada. En tanto ambas fechas marcan un derrote-
ro para cada barrio, se usó un año anterior para comparar si los
acontecimientos desplegados por la Policía en cada lugar efectiva-
mente tuvieron resultados. Se debe remarcar que las percepciones
pueden haber variado, pues en El Pino la Policía ha dejado poco
a poco el proyecto inicial, y en el cerro San Cosme se intervino
agresivamente con un patrullero en cada uno de los siete ingresos
del barrio hasta, nuevamente, ser abandonado el proyecto. No
obstante ello, las evidencias obtenidas son significativas, pues
permiten resaltar que el trabajo que realizó la Policía en ambos
lugares ha generado distintos resultados.

Los datos del cuadro 17 confirman que en el barrio donde se


aplicó un programa de recuperación se han encontrado destacados 197
resultados en la percepción de seguridad. Por ejemplo, 81,7% de
Cuando los cerros bajan

las personas manifiestan que la seguridad ha mejorado “mucho”


y “un poco” en El Pino, mientras que en San Cosme estas respues-
tas alcanzan 48,2%, es decir, una diferencia de 33,5%. Nótese que
las cifras en El Pino prácticamente duplican los resultados de San
Cosme.

Asimismo, se puede ver que en ambos barrios se produjo una


mejor percepción de seguridad, aunque este aumento puede tener
diferentes explicaciones. ¿Por qué? La respuesta estaría en el tipo
de intervención y prácticas que desplegó la Policía. En El Pino,
aunque la relación en el tiempo largo fue tensa, se revirtió con la
intervención del año 2013 que dirigió el general Aldo Miranda,
quien inició una labor de relacionamiento con el barrio en la que
aplicó el enfoque de Policía Comunitaria (Gorriti, 2015); mientras
en San Cosme la presencia policial obedeció a la necesidad de con-
trolar la delincuencia que bajaba de los cerros y ponía en vilo el
orden de la ciudad, primero por el retiro del exmercado La Parada
y, luego, por la implementación del Parque del Migrante; pero,
además, por una relación tensa con la Policía que databa de mu-
chos años atrás. Al referirse a San Cosme y la Policía, Matos Mar
dice: “Lo que más viene a mi memoria es el impacto que tuvo su
invasión, brava, cargada de peripecias y de serios encuentros de
pobladores con las fuerzas del orden“(Matos Mar, 2012: 88).

198
CUADRO 17

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En relación con 2011 a la actualidad (2014), ¿usted cree que la seguridad
en su barrio ha:

Barrio   Frecuencia Porcentaje válido

Ha mejorado mucho 38 16,5


Ha mejorado un poco 73 31,7
Ni ha mejorado ni ha empeorado 71 30,9
San Cosme
Ha empeorado un poco 27 11,7
Ha empeorado mucho 21 9,1
Total 230 100
Ha mejorado mucho 78 35,6
Ha mejorado un poco 101 46,1
Ni ha mejorado ni ha empeorado 33 15,1
El Pino
Ha empeorado un poco 4 1,8
Ha empeorado mucho 3 1,4
Total 219 100
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014)

Si bien la percepción de seguridad ha mejorado de manera


diferenciada en ambos barrios, estos datos son más marcados
cuando se pregunta si “confía en la Policía Nacional del Perú”
(véase el cuadro 18). El principal resultado al respecto es notorio:
el 55,7% de personas en El Pino dice que sí, mientras en San Cosme
solo lo hace el 27,8%. ¿A qué se debe esta drástica diferencia de
percepción de la confianza en la Policía entre El Pino y San Cosme?
La respuesta está en el tipo de relación que la Policía ha construido
en uno y otro lugar. No se trata de una relación de larga data en El
Pino, ya que esta se fue construyendo desde mediados de 2013 con
el trabajo de la Dirección Ejecutiva de Participación Ciudadana.

Es preciso destacar que aunque no se puede sostener que existe


una relación causal entre mayor confianza e intervención policial,
al menos es posible afirmar que se han encontrado más resultados
positivos en el barrio donde el enfoque ha sido preventivo, soste-
nido y concebido como una política pública a nivel local, esto es,
en El Pino. En San Cosme, donde el control del orden público ha 199
sido más drástico, los resultados han sido muy pobres si se los
Cuando los cerros bajan

mide en relación con los niveles de confianza hacia la Policía. Por


ello, se encuentra una clara diferencia en ambos barrios respecto a
la mayor percepción de seguridad, aunque esto no significa me-
jores niveles de confianza en la Policía. Esta diferencia resulta
sumamente importante al evaluar el fin último de la seguridad,
ya que pueden encontrarse dos propuestas: la primera, a costa de
algunos derechos; la segunda, concebida como un engranaje que
aspira a una vida digna.

En el ámbito nacional, el nivel de confianza en la Policía está


en 38,5%, lo que hace del Perú uno de los países que menos con-
fía en su Policía en América Latina, solo por encima de Bolivia
(36,4%) y Venezuela (35.5%) (LAPOP, 2015: 100). Si se comparan
estos datos —a pesar de las diferencias metodológicas—con los
resultados obtenidos en ambos barrios, se puede apreciar que en
San Cosme la confianza es mucho menor que el promedio nacio-
nal, mientras que los resultados en El Pino están por encima de
este promedio.

CUADRO 18

En general, ¿usted confía en la Policía Nacional del Perú?

Barrio   Frecuencia Porcentaje válido

Sí 64 27.8
San Cosme No 166 72.2
Total 230 100.0
Sí 122 55.7
El Pino No 97 44.3
Total 219 100.0
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

¿Cuáles son las razones por las que las personas no confían
en la Policía? El cuadro 19 da cuenta de que son varias, y de que
las más importantes son la corrupción, el abuso de autoridad y la
falta de resultados, en ese orden en ambos barrios. Por ejemplo,
200 de las personas que no confían en la Policía, el 50,3% no lo hace
en San Cosme porque consideran a los policías como “corruptos”,

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mientras en El Pino la corrupción explica el principal motivo de
desconfianza, con un 52.1%. El segundo motivo, abuso de autori-
dad, alcanza un 20,4% en San Cosme y un 27,1% en El Pino. Luego
viene la falta de resultados, con 19,2% y 12,5%, respectivamente.

Los resultados anteriores son reveladores, pues muestran,


primero, que la mejor percepción de seguridad no necesariamente
guarda relación con la confianza en la Policía, y, segundo, que la
desconfianza en los barrios estudiados se debe sobre todo a dos
razones: corrupción y abuso de autoridad. Entonces, se deja ver
la necesidad de abrir la discusión en función de la relación y las
prácticas de la Policía con la comunidad en materia de corrupción
y abuso de autoridad. El ministerio del Interior (2014) ha elaborado
un plan de lucha contra la corrupción, en el que se sostiene que
entre sus principales causas se encuentran la alta oportunidad de
tomar decisiones libremente, la ausencia de transparencia en los
procesos de decisión, así como la alta oportunidad económica y la
escasa aplicación de medidas de sanción. Aunque el documento
del Mininter permite explicar las causas de la corrupción de la
Policía, queda pendiente detallar cómo se desarrollan las prácti-
cas de corrupción por barrios y cómo se asocian con la seguridad.
Otro punto es el abuso policial.

Aunque los resultados sobre la desconfianza en la Policía


estén divididos en uno y otro barrio, merece destacarse que las
personas de San Cosme y El Pino que confían en ella no muestran
grandes diferencias. Según los resultados que se exponen en el
cuadro 20, son dos los motivos por los que confían en esta ins-
titución: “porque dan resultados” y “por su compromiso con la
seguridad”. De las personas que confían en la Policía “porque
dan resultados”, el 42,2% corresponde a El Pino y el 32,8% a San
Cosme; mientras que “por su compromiso con la seguridad” ex-
plica el apoyo de 39,1% en el primer barrio y 32,8% en el segun-
do. La mayor diferencia de resultados se encuentra en el tercer
motivo, el referido a la presencia de la Policía en el barrio: 10,9%
en San Cosme y 24,6% en El Pino; lo cual, nuevamente, se debe
al tipo de relación que se ha construido con la autoridad policial.
Los siguientes fragmentos de entrevistas es una buena muestra
de ello: 201
CUADRO 19
Cuando los cerros bajan

¿Cuál es la principal razón por la que usted no confía


en la Policía Nacional del Perú?

Barrio   Frecuencia Porcentaje válido

No sabe / No responde 1 ,6

Porque son corruptos 84 50,3

Porque abusan de su autoridad 34 20,4

San Cosme Porque no dan resultados 32 19,2

Por su falta de recursos 4 2,4

Por su falta de entrenamiento 12 7,2

Total 167 100,0

No sabe / No responde 1 1,0

Porque son corruptos 50 52,1

Porque abusan de su autoridad 26 27,1

El Pino Porque no dan resultados 12 12,5

Por su falta de recursos 2 2,1

Por su falta de entrenamiento 5 5,2

Total 96 100,0
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014)

Pregunta: Producto de la intervención policial, ¿usted confía


más en la Policía?
Sí, tengo confianza en ellos. Antes siempre decían que estaban
de lado con la delincuencia; eso es lo que “corría” [decían] antes;
ahora ya ha cambiado. Nosotros mismos tenemos que apoyarlos.
Para que los policías no tengan relación con la delincuencia noso-
tros tenemos que estar presentes. (Manuela Castro, El Pino)

Pregunta: ¿Confías en la Policía? ¿Por qué?


Muchas veces venían los policías, tomaban la denuncia, decían
“ya, sí”, y seguía lo mismo, y se desaparecían. De ahí cambiaban
al comisario y de nuevo lo mismo. Nunca hubo ese respeto a la
Policía. En San Cosme no podía subir un policía, porque la perso-
202 na decente decía: “ah, este viene a robar”, y el delincuente decía:
“¿tendré plata pa’ pagarle?”. Ese era un policía para San Cosme.

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(Lucía, San Cosme)

No.89 Cómo voy a confiar en quienes se llevaron a varios de mis


vecinos de acá, los golpearon, algunos salieron rápido y otros
siguen en la cárcel. Por ejemplo, te cuento que la gente en La
Terraza comienzan a gritar porque se estaban llevando a un com-
pañero. La gente decía: “¡abusivo!”, y la gente por injusticia em-
pezó a tirar macetas porque se llevan a personas que no tenían
nada que ver con La Parada. No importaba si eras culpable o no;
entonces los policías entran y se empiezan a llevar a los hombres
que estaban en el techo, a todos. Han sido unos abusivos. Se los
llevaban sean culpables o no. Dicen que había orden del ministro
de llevarse a todos los que pudieran. El barrio al día siguiente
parecía un desierto, daba pena, todos dentro de casa con miedo.
(Clara Torres, San Cosme)

Tal como señala Clara Torres, en la intervención los policías


no solo se llevaron a los que estaban en la gresca, sino también a
los que gritaban “abusivos” y tiraban macetas desde los techos.
Las personas que se encontraban en La Terraza vociferaban, algu-
nas sin otra herramienta que las mentadas de madre, pues a pesar
de saber que uno de sus integrantes cometía un delito considera-
ban que se estaba cometiendo una injusticia. Desde luego, hubo
inescrupulosos que se aprovecharon de la situación para saquear
y degradar a los policías; sin embargo, para ellos los límites delic-
tuales se pueden trasladar a un segundo plano cuando uno de sus
cercanos es llevado a golpes por los policías. Entonces arremeten
con lisuras y golpes, a sabiendas de que las fuerzas del orden que
no habían ingresado en más de cincuenta años al barrio ahora lo
harían “para resguardar el orden”. Ya lo habían hecho en el año
1946 para retirar a los “invasores”, lo que provocó la muerte de
Margarita Vargas. Ahora lo hacían para capturar a los “vándalos”.
Al final, la vida de San Cosme cambió de “invasores” a “vándalos”.

Ahora bien: el tipo de relación que se ha construido entre la


Policía y los vecinos en El Pino tiene apenas unos años. De hecho,
antes de la intervención, en 2013, los niveles de confianza y el
respeto a la autoridad ya estaban deteriorados si se considera el

89 La descripción obedece al ingreso de los policías en San Cosme. 203


CUADRO 20
Cuando los cerros bajan

¿Cuál es la principal razón por la cual usted confía


en la Policía Nacional del Perú?

Barrio Frecuencia Porcentaje válido

Porque dan resultados 27 42,2

Porque son mis amigos 2 3,1

Porque tengo un familiar policía 3 4,7


San Cosme Por su compromiso con la
25 39,1
seguridad
Porque están en mi barrio 7 10,9

Total 64 100,0

No sabe / No responde 4 3,3

Porque dan resultados 40 32,8

Porque tengo un familiar policía 8 6,6


El Pino Por su compromiso con la
40 32,8
seguridad
Porque están en mi barrio 30 24,6

Total 122 100,0


Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

maltrato físico y la quema de motos de la Policía. La siguiente ex-


periencia de Ana va en ese sentido:

¿Eso qué sería?... en el año 2000. Le habían robado a una papaye-


ra90 20 mil soles en la avenida La Floral. Los Escalante paraban con
una moto y con su moto se subieron al cerro [El Pino] después de
robarle. En ese rato había una policía de tránsito y la cosa es que
llama a más policías. Subieron como dos motos [la policía], y unos
vecinos le dicen que ellos viven allá (sector 21). Los policías piden
refuerzos. Subieron como tres camionetas. Y subieron, subieron y
no los encontraron; y más arriba había otros “choros”; entonces los
policías se los quieren llevar, y la gente empezó a tirarle piedra. Pa’
ese momento los Escalante habrán subido por otro lado. La cosa

204 90 Comerciante de una fruta denominada papaya.


es que a la moto [de la Policía]) lo “chancotearon”, lo rompieron

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y lo quemaron, y a los policías le habían pegado duro, y los otros
policías maricones ya se fueron. Ellos tenía su arma, aunque sea
le hubieran disparado en la “pata” [pie]. Esos cobardes también
se fueron. A los que les habían pegado se bajaron heridos. Y ahí
quedó. Todo el mundo decía: “han roto la moto, la han quemado.
Ya no creen en nadies”. (Ana, El Pino)

Una situación parecida se puede encontrar en una noticia


publicada por el diario Trome.91 Esta vez los perpetradores del
agravio a los policías fueron capturados:

Cuatro miembros de la banda Los malditos del Cerro El Pino que


hace un mes masacraron a pedradas a un capitán y tres subofi-
ciales de la policía, fueron atrapados cuando pretendían asaltar a
un comerciante en La Victoria. Los sospechosos Juan Villalobos
(22), Richard Trujillo (24), Miguel Huamán (23) y Apolinario
Rodríguez (25) cayeron en el complejo deportivo Cahuide.

Por otra parte, en el barrio San Cosme la confianza en la


Policía está históricamente resquebrajada, en particular por el pa-
sado reciente, mientras que en El Pino la relación con ella empezó
a cambiar en 2013. No es casual que, ante la pregunta “en quién
confía más ante los problemas de la delincuencia e inseguridad”,
las repuestas sean diferentes en uno y otro barrio (véase el cuadro
21). Por ejemplo, en El Pino, ante el problema de la delincuencia,
es esta institución la que goza de mayor confianza (47,2%), segui-
da de las Juntas Vecinales (29,7%), mientras que en San Cosme
la confianza en la Policía aparece muy por debajo de “no confío
en ninguno” (36%) y en la Junta Vecinal (36%). La confianza no
solo implica reducir la incertidumbre ante otro, sino que produce,
además, estabilidad, cohesión y colaboración entre los actores. De
este modo, confiar en otro —sea policía, sereno (autoridad muni-
cipal), seguridad privada o Junta Vecinal— genera sociabilidad
hacia un actor que vela por la seguridad del entorno. Una con-
fianza que se construye y redefine, como se puede ver en El Pino,
a través del tipo de relación que propone la Policía, pero también
por la composición de los actores del mismo barrio.

91 Trome, 31 de agosto de 2009. Obtenido de: http://seguridadciudadna2009.


blogspot.pe/2009/08yerbateros-cayeron-juan-villalobos-22.html?m=1 205
CUADRO 21
Cuando los cerros bajan

Ante los problemas de la delincuencia e inseguridad, ¿en quién confía más?

Barrio Frecuencia Porcentaje válido

Serenazgo 5 2,2

Policía Nacional del Perú 41 18,2

Junta Vecinal 81 36,0


San Cosme
Seguridad privada (vigilante) 17 7,6

En ninguno 81 36,0

Total 225 100,0

Serenazgo 6 2,8

Policía Nacional del Perú 100 47,2

Junta Vecinal 63 29,7


El Pino
Seguridad privada (vigilante) 5 2,4

En ninguno 38 17,9

Total 212 100,0


Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Así, pues, tanto en San Cosme como en El Pino la Policía ha


obtenido resultados favorables y diferenciados en cuanto a la per-
cepción de inseguridad. Las cifras registradas en El Pino son altas,
al igual que la confianza en Policía, mientras que San Cosme mues-
tra un porcentaje por debajo del promedio nacional con respecto a
la confianza en esta institución. Las dos razones más importantes
de la desconfianza en la Policía son la corrupción y el abuso de
autoridad, mientras que la mayoría de las personas que confían en
esta institución lo hacen porque “dan resultados” y por su “com-
promiso con la seguridad”. La diferencia solo se encuentra en el
tercer motivo de confianza, que se refiere a la presencia en el barrio.
Al respecto, la experiencia histórica de San Cosme está marcada
por el control, mientras en El Pino en 2013 se inaugura una forma
diferente de relacionarse con la comunidad. Esto permite enten-
der por qué, ante los problemas de delincuencia e inseguridad, un
206 porcentaje alto de personas de San Cosme no confía en la Policía
y sí lo hace en “ninguno” y en la Junta Vecinal; mientras que en

Instituto de Defensa Legal


El Pino el porcentaje más alto se encuentra en la Policía y la Junta
Vecinal.

En el fondo, estas formas de intervención policial también ex-


presan la composición de los actores que actúan en nombre de la
seguridad, que representan en ambos barrios las organizaciones
más importantes en ellos: la Junta Vecinal en El Pino y Greva en
San Cosme. Mientras la Junta Vecinal es apoyada por la Policía
y significa para los pobladores de El Pino el punto de partida
y llegada, en San Cosme, Greva es una necesidad laboral y un
punto de partida. En ambos casos se trata de organizaciones que,
con diferencias, aglutinan expectativas respecto de la solución de
problemas más agudos y que han encontrado una forma de par-
ticipar como junta o gremio, distintos de aquellas organizaciones
que se conformaron para hacer frente a los típicos problemas que
se presentaron en la época de la formación de las barriadas, como
los de agua, luz y terrenos.

207
Cuando los cerros bajan

Imagen 19
Integrantes de la
Junta Vecinal El
Pino esperando al
ministro del Interior,
Walter Albán, para
la inauguración
del Puesto de
Respuesta
Inmediata en el
sector 19.
(Arturo Huaytalla)

Imagen 20
Integrantes de
Greva a punto de
iniciar una ronda
urbana en el barrio
de San Cosme.
(Archivo de Greva)

208
Instituto de Defensa Legal
Imagen 21
Integrantes de la
Junta Vecinal de El
Pino en el recorrido
de una ronda mixta
junto a la Policía.
(Archivo de la Junta
Vecinal El Pino)

Imagen 22
Calles del barrio El Pino.
Nótese que al lado
izquierdo se encuentra
estacionado un vehículo.
(Jorge Ingaruca)

209
Cuando los cerros bajan

Imagen 23
Calle del barrio
San Cosme. Nótese
que, a diferencia
de El Pino, aquí
las calles son muy
estrechas, al punto
que a algunas
zonas solo se
puede acceder
caminando.
(Arturo Huaytalla)

210
Instituto de Defensa Legal
Capítulo 5

Construcción
escrita de
barrios
“peligrosos”

211
Instituto de Defensa Legal
Pero en la ciudad nadie los conocía y los rechazaban
porque no tenían confianza en ellos.
Y los arrinconaban como fieras,
hasta aplastarlos contra el cerro.
Hasta que empezaban
a matarse entre ellos.
Sofocleto (1958:154)

El capítulo anterior estuvo dedicado a entender las lógicas des-


de dentro, a veces contradictoria, de los actores y su intervención
por la seguridad; se buscaba comprender lo que hacen, dicen y
sienten sus protagonistas. Este capítulo ofrece una lectura desde
fuera del barrio, donde los procesos de construcción de “barrios
peligrosos” como San Cosme y El Pino se refuerzan a través de las
noticias transmitidas por la prensa escrita peruana. Se trata, nue-
vamente, de la relación entre barrio y delincuencia; ahora, desde
los medios de comunicación escritos. Se trata de responder a las
preguntas ¿qué dicen sobre ambos barrios?, y, en general, ¿cómo
se construyen territorios peligrosos?

1. Diarios y “barrios peligrosos”

A pesar de que la percepción de ser víctima de la delincuencia es un


asunto generalizado, pues nueve de cada diez personas sienten que
pueden ser víctimas de algún delito en los próximos doce meses
(INEI, 2014: 83), es significativo resaltar que la inseguridad se dis-
tribuye de manera desigual y que hay zonas donde esta percepción
está más presente. De hecho, según Dammert, el temor es autóno-
mo respecto de la magnitud de la incidencia criminal (2010: 201).

Independientemente de la categoría “temor”, interesa desta-


car que existen lugares donde los sujetos consideran que tienen 213
más posibilidades de ser víctimas; estos lugares, que muchas ve-
Cuando los cerros bajan

ces se definen como “barrios peligrosos”, en el fondo expresan la


erosión de las relaciones de convivencia, confianza, segregación
territorial y estigma (Goffmam, 1995). En la ciudad de Lima, por
ejemplo, hay algunos barrios que pueden ser considerados
peligrosos, como La Huerta Perdida y Manzanilla del Cercado
de Lima, Pamplona Alta de San Juan de Miraflores, Piñonate de
Independencia, Nocheto y el cerro San Pedro de El Agustino, los
cerros San Cosme y El Pino de La Victoria. En Trujillo, capital de
La Libertad, resaltan El Porvenir y El Milagro; y la lista podría
extenderse.

La consideración de “barrios peligrosos” no solo es dada


sino también creada y reforzada por los medios de comunica-
ción, específicamente por la prensa escrita, que es una vía por la
que no solo se transmite información, sino que además alimenta
la configuración de significaciones que permiten a las personas
identificar su mundo y diferenciarlo del de los otros. A esto se le
ha llamado imaginario social (Castoriadis, 1975). En el caso de los
diarios, se trata de procesos que integran lo visual y lo textual
(Cosme y otros, 2007); en lo que concierne al tema en cuestión,
esto se traduce en el impacto social y las formas de representación
de lo peligroso en algunos territorios. En ese sentido, los barrios
de San Cosme y El Pino constituyen referentes simbólicos de una
localización diferente o peor que otros lugares: son espacios “su-
cios” de donde bajan los “vándalos” a poner en peligro la vida e
integridad de los otros.

Esta consideración de lugares peligrosos no es nada nueva.


Si se escarba en el tiempo, se puede notar que asociaciones de
estos barrios con el delito y problemas sociales se remontan a
hace más de cincuenta años. Por ejemplo, a solo cinco años de
la fundación de San Cosme, el diario El Comercio92 incluye una
noticia que lleva el siguiente encabezado: “Mordida por una rata
murió una criatura”; los detalles de la información señalan que
los padres dejaron durmiendo a su hijo en su vivienda “poco

214 92 El Comercio, 10 de noviembre 1951 (edición de la tarde).


salubre” e “inhabitable”, y este amaneció muerto. Cuando la Poli-

Instituto de Defensa Legal


cía analizó el motivo de la muerte del menor, observó que el niño
había perdido una de sus orejas por los mordiscos del roedor; las
mordeduras también fueron encontradas en la cabeza del infante.
Otra noticia de años después, en el otro barrio, El Pino, fue publi-
cada por el diario La República93 con el titular “Cafferata lucha por
su vida. Cuatro balazos le destrozaron el bazo y los intestinos”; el
sub titular dice que “en espectacular acción caen los atacantes”.
Una parte de la nota describe la persecución y lugar de la captura
de los atacantes. ¿Dónde se escondieron y fueron capturados
los perpetradores del atentado? La captura ocurrió en el barrio El
Pino; el diario dice:

Un comando de 15 detectives de la DIRCOTE (Dirección Contra


el Terrorismo) se dirigió hacia el cerro El Pino. En una opera-
ción combinada, fueron apoyados por los efectivos de la PIP
de Apolo, El Agustino y el Cercado de Lima y un contingente
especial de la GC.
Unos 200 hombres de la PIP y la policía uniformados coparon
todas las zonas estratégicas que rodeaban el cerro El Pino. En el
operativo contaron con el auxilio de un helicóptero.
El viceministro del Interior, Agustín Mantilla, participó activa-
mente del operativo, junto con el general Reyes Roca.
Las tortuosas callejas del cerro sobrepoblado por casas de material
noble fueron bloqueadas totalmente.
Los terroristas estaban escondidos en una casa de tres pisos ubi-
cada en la mitad de cerro, lote 60-sector 8.
El allanamiento se produjo por sorpresa. Los detectives violen-
taron la puerta y sorprendieron a seis terroristas, incluyendo el
herido y la mujer que atacó al vicealmirante Cafferata.
No tuvieron tiempo de utilizar sus armas, en cuestión de se-
gundos se vieron encañonados por los detectives y tendidos en
el suelo.
La casa estaba dividida en pequeños cuartos alquilados a
hombres solos, pero todos los hombres conformaban una célula
terrorista.

93 La República, 15 de octubre de 1986. 215


Estas evidencias permiten advertir que la relación entre noti-
Cuando los cerros bajan

cias y barrios con “calles tortuosas”, lugares infestados de proble-


mas de salubridad y de seguridad, no es nueva. Probablemente
una explicación temporal podría ser otro camino de análisis, ya
que es a partir de mediados del siglo xx cuando se masifican los
medios periodísticos, a la vez que incorporan estilos narrativos
para que su impacto sea mayor (Gargurevich, 1991), lo cual coin-
cide con lo señalado por Merino de Zela, quien dice: “Fue en 1952
que se inició la moda periodística de tratar de las barriadas, explo-
tando políticamente su miseria y tachando el ambiente pernicioso.
Los hechos parecen demostrar que fue a partir de entonces que se
convierte[n] en centro de concurrencia de gentes indeseables […]”
(1958: 52).

Independientemente de los caminos trazados, interesa re-


saltar que los barrios no son lugares que excluye la prensa de la
información que brinda, y que lo hace de cierta manera que está
emparentada con una forma de concebir a estos lugares pero que
va más allá, pues refuerza la idea de lugares peligrosos, diferentes
de otros. Se debe destacar que al poner en observación lo que dice
la prensa escrita sobre San Cosme y El Pino no se intenta idealizar
ni restar importancia al serio problema de violencia y delincuencia
que allí se perpetra y de la que sufren, sino más bien de mostrarla
en su real magnitud.

2. Noticias de San Cosme y El Pino: ¿qué dicen los


medios de comunicación escritos?

Las noticias de los diarios La República y Trome sobre los barrios


de San Cosme y El Pino muestran un panorama diverso durante
2011, 2012 y 2013. Existen diferentes actores, espacios y acciones
realizadas, aunque hay una persistencia en considerarlos como
territorios altamente peligrosos por los delitos que allí se cometen,
de los que resaltan el asesinato, el robo, la violación y los pro-
blemas que refuerzan esta consideración, como el alcoholismo, el
hacinamiento, la pobreza y enfermedades como la tuberculosis.
Estas aseveraciones pueden ser cotejadas por lo que dicen y mues-
216 tran. A continuación el detalle.
2.1 En números: noticias negativas y no negativas

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En general, las noticias que producen los diarios sobre los barrios
materia de este estudio se pueden agrupar en dos grandes bloques:
negativas y no negativas. Por las primeras se entiende un aconte-
cimiento problemático (muerte, violación, incendio, alcoholismo,
drogadicción, hacinamiento); por las segundas, lo contrario.

En los tres años de revisión hemerográfica de ambos diarios


(véase el gráfico 7) se hallaron 58 noticias que mencionan direc-
tamente a los barrios San Cosme y El Pino; de ellas, 74% con ne-
gativas y solo 26% no negativas. Las cifras ascienden más si se
compara un diario con otro pero, en general, ambos destacan la
violencia delictual en los dos. Por ejemplo, en el diario Trome se
encontraron veinticinco noticias, veinte de las cuales resaltaban
algún aspecto negativo y solo cinco lo contrario, lo que quiere
decir que el 80% de noticias están bajo el rubro de negativas. Por
su parte, en La República se hallaron treinta y tres noticias, diecio-
cho negativas y quince no negativas, lo que implica, en general,
que el 54,5% son negativas. Así, pues, ambos diarios reproducen
más noticias negativas.

GRÁFICO 7

Nº de Noticias negativas y no negativas de los barrios San Cosme


y El Pino emitidas durante 2011, 2012 y 2013 por La República y El Trome
12
10
10 9 9

8 7
6
6 5 5
4
4
2
2 1
0
El Trome La República El Trome La República
Negativa No negativa

San Cosme El Pino San Cosme y El Pino

Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014). 217
Un análisis detallado en la misma línea permite advertir la
Cuando los cerros bajan

composición de las noticias negativas y no negativas. Las princi-


pales noticias negativas de Trome sobre ambos barrios se refieren
a violaciones, incendios, maltratos propinados por la ronda vecinal
a los delincuentes, delincuentes que son matones y asaltantes, ase-
sinatos, incomodidad de vecinos por La Parada, cantinas, peleas,
heridos por “bala perdida”, intervención de jóvenes que hacían
proselitismo, capturas de asaltantes, venta y consumo de cerveza
y balas. Trome ha reportado, en tres años, cinco asesinatos y una
niña herida por una “bala perdida”, dos incendios, dos violacio-
nes, un acontecimiento de maltrato físico de una ronda vecinal
a un delincuente. Por su parte, en el mismo periodo el diario La
República publicó noticias negativas como asesinatos y una violación
de una menor de edad, disputa de construcción civil, robos, defi-
ciencias en centros que tratan la tuberculosis, intento de homicidio al
gerente de la municipalidad, homicidio, contrato entre delincuentes
y comerciantes, tuberculosis y desalojo de San Cosme, detención de
extorsionadores, muerte por incendio e incendio de un camión.

Las noticias no negativas del diario Trome son cinco y des-


tacan en ellas los actores externos que “ayudan”, “colaboran” e
“ingresan” en el “temido San Cosme”; dos noticias se refieren al
cierre de cantinas y una al programa “Encala tu Calle”, ambas eje-
cutadas por la municipalidad de La Victoria, mientras que otra
señala la creación del parque San Cosme, dirigido por el minis-
terio de Vivienda y la misma municipalidad y, por último, una
limpieza de calles liderada por la Municipalidad Metropolitana
de Lima. En contraste, para el otro medio escrito no parece ser un
asunto estrictamente periodístico, sino también uno político, pues
en ocho de las noticias no negativas publicadas por él se destaca
el barrio y a la municipalidad de Lima dirigida por la entonces
alcaldesa, Susana Villarán. Además, tienen como marco la etapa
postraslado del mercado La Parada. Catorce noticias no negativas
se emiten luego de un mes del retiro de La Parada; entre ellas, la
existencia de “buenos vecinos”, la construcción del parque San
Cosme, vecinos que se organizan contra la delincuencia, la erra-
dicación de venta de autopartes de El Pino, y otras directamente
relacionadas con la municipalidad de Lima tales, como “Celebran
Navidad en San Cosme y El Pino”, “Construyen Parque del Migran-
218 te”, “Construirán Hospital de la Solidaridad”, “Entregan árboles”.
Se debe precisar que cuando se escribe sobre las noticias ne-

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gativas se alude a los actores del propio barrio, mientras que las
noticias no negativas corresponden a los actores ajenos al entorno
pero que intervienen en él; la municipalidad y la Policía son dos
ejemplos. Las noticias que destacan a los primeros son solo dos, y
fueron publicadas por La República. Una de ellas es una noticia so-
bre los “buenos vecinos de La Parada”, que relata que en los cerros
San Cosme y El Pino también existe “gente buena con ganas de salir
adelante”.94 La noticia se publicó luego del 25 de octubre de 2012,
debido al gran número de reportes que sindicaban a los barrios de
San Cosme y El Pino como “infestados” de delincuentes. La otra
noticia trata sobre el barrio El Pino y subraya que la Junta Vecinal y
la Policía se han organizado para combatir la delincuencia.95 Salvo
estas dos, no se han encontrado otras noticias que destaquen un as-
pecto positivo propio de los mismos actores, lo que muestra cómo
los diarios se convierten en reforzadores al momento de construir
actores que llevan “ayuda” a barrios “peligrosos”.

Es interesante asimismo destacar que, antes del retiro de La


Parada, los medios no incluyen noticias sobre la intervención del
gobierno central ni del gobierno local. Si se sigue la tendencia
apreciada en La República y Trome, parecería que los gobiernos
prestan mayor importancia a obras públicas y distintas activida-
des en San Cosme y El Pino a partir de noviembre de 2012, un mes
después de la violencia en el exmercado La Parada. Entre ellas, el
Parque del Migrante, el parque San Cosme y el Hospital de la Soli-
daridad. Esta última propuesta del hospital, según la observación
de campo, no logró concretarse.

En general, si se mira con detalle, las noticias no negativas


responden a un problema que intenta ser mejorado: cierre de can-
tinas (alcoholismo), programa “Encala tu Calle” (tuberculosis),
creación de parque (ausencia de espacios públicos), limpieza (pre-
sencia de basura). Por lo que, en el fondo, resulta nuevamente un
problema.

94 La República, 11 de noviembre de 2012.

95 La República, 22 de julio de 2012. 219


Por otro lado, aunque puede considerarse que los medios de
Cuando los cerros bajan

comunicación tildan del mismo modo a ambos barrios, se evidencia


que existen noticias asociadas a actividades delictivas o problemas
sociales que no se reproducen de la misma manera en el otro ba-
rrio. Por ejemplo, en El Pino La República resalta una violación y en
Trome dos, mientras que en San Cosme no se anotó ninguna. Los
reportes sobre este delito parecen corresponder a la asociación que
establecen las personas con este barrio: “en El Pino violan, y violan
feo”, se escuchó en más de una oportunidad; mientras que, en San
Cosme, la noticia que más destaca es la dedicada a la tuberculosis:
La República publica tres, Trome, una noticia. Esto no es extraño,
pues según el estudio de Fuentes Tafur, “el Cerro San Cosme […]
posee una tasa de morbilidad por TBC de 1347 por 100 000 habi-
tantes, casi diez veces el promedio nacional” (2009: 372), con lo
cual se convierte en el lugar con mayor índice de tuberculosis del
Perú. Así, pues, mientras San Cosme es tildado como un barrio
infestado de delincuentes y “tuberculosos”, el Cerro El Pino es
catalogado como un lugar de delincuentes y violadores.

Como ya se dijo, una mirada general permite advertir que La


República explora aspectos no negativos de los mismos integrantes
de los barrios, dimensión no atendida por el otro medio de comu-
nicación escrito. ¿A qué se debe esto? El diario “popular” (Trome)
enfatiza en noticias de expresiones violentas, aunque examina
una noticia diferente que podría calzar con lo que se llama “bana-
lidad”. Se trata del muñeco PPKuy, que “casi fue devorado” por
los perros en San Cosme.96 En ese momento, este muñeco era el
símbolo del candidato presidencial Pedro Pablo Kuczynski, quien
hacía su recorrido intentando captar adeptos para su candidatura
presidencial en el barrio mencionado.

Ante esto, es preciso hacerse una pregunta: ¿cómo han adqui-


rido la fama de “peligrosos” los barrios de San Cosme y El Pino?
Por una parte, esta imagen es ganada a pulso por los sujetos que
delinquen, pero se debe también a la sobreexposición mediática
que se asocia al lugar donde se ubica. No es casual que, como ya se
indicó, el 74% de noticias sobre ambos barrios emitidas estén de-
dicadas a aspectos negativos como delitos violentos; aún más: si

220 96 Trome, 1 de diciembre 2011.


se aprecia el detalle de las noticias no negativas se observará que

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tienen alguna relación con desventajas sociales y delincuencia.

2.2 En cualidad y forma

2.2.1 Actores, acciones y espacios

En la presentación de los acontecimientos noticiosos existen carac-


terísticas y estereotipos alrededor de personas, lo que ellas hacen
y lugares. Los actores que destacan en noticias negativas vincu-
ladas a problemas de delincuencia son el policía que “llega” al
barrio cuando ha sucedido un problema; el delincuente que es de
la zona y puede tomar la figura de homicida, ladrón, violador;
la víctima, que en algunos casos es de la zona y en otros cobra
la figura de hombre, mujer o niña; y, además, la comunidad que
pide justica. Estas figuras, dependiendo de la noticia y los hechos,
varían en la forma pero no en el fondo. Se debe resaltar que las
figuras delictivas son sobre todo masculinas, y las de las víctimas,
femeninas:

Permanecieron cautivas [las mujeres] más de una hora. Efecti-


vos policiales [hombres] pusieron a salvo ayer a seis personas,
quienes fueron tomadas en rehenes por varios delincuentes
[hombres] armados que asaltaron una cabina de internet […].97

Tres escolares [hombres], entre ellos un menor de 14 años, fueron


intervenidos por la policía [hombre] tras ser acusados por dos
primas hermanas [mujeres] de haberlas “pepeado”, para luego
violarlas en La Victoria. El mayor PNP Julio Ubilliús, jefe de la
comisaría de Yerbateros, informó de la captura de John Álvarez
Malqui (18), Rony Belito Contreras (20) y a J.A.A (14).98

Por otro lado, los actores que aparecen en las noticias reali-
zan ciertas actividades. En el caso de las no positivas destacan el
asesinato, el robo, la violación, el suicidio, las peleas, el pánico
por incendio, la extorsión, el alcoholismo y los enfermos de tuber-
culosis. Se deja ver que las noticias negativas muestran una clara
contradicción en lo que reproducen los medios de comunicación:

97 La República, 18 de octubre de 2013.

98 Trome, 26 de mayo de 2013. 221


se trata de la preponderancia de los actores en delitos que tienen
Cuando los cerros bajan

una mayor connotación social, tales como el homicidio y el suici-


dio, cuando el mayor número de acciones delictivas son el robo, el
hurto y la microcomercialización de droga.

Otro aspecto son los espacios que describen y detallan los


medios. Acá se perciben aspectos notables, pues según estas des-
cripciones el lector puede elaborar una referencia de tales barrios,
es decir, cómo son por dentro. Se trata de los espacios donde se
producen las noticias, como el cerro y la vivienda, el mercado, la
comisaría, la cantina y la obra en construcción. Las palabras que
asocian a ambos barrios son hacinamiento, basura y lugar malo-
liente. El énfasis en la descripción de lugar dependiendo del diario
varía. La República lo presenta detalladamente, incluyendo carac-
terísticas del entorno, mientras Trome no le presta tanta atención:

Un laberinto de calles estrechas y escaleras malolientes, habita-


das por perros que se jactan de sus escuálidos cuerpos, y varios
rostros huraños que se asoman con poco disimulo por las polvo-
rientas ventanas de las casas que están hacinadas son la primera
fotografía que ofrece el Cerro San Cosme.99

Vecinos de las cuadras 23, 24 y 25 de la calle Sebastián Barranca


limpiaron y pintaron la losa deportiva Bondy. Así mismo, ba-
rrieron y baldearon las calles, podaron árboles, parcharon y
señalizaron pistas. También retiraron desmonte de casas y vías
públicas.100

El mensaje que se construye incide en lo que se piensa de estos


lugares, y no siempre corresponde con la realidad. Por ejemplo
cuando piensan en San Cosme o El Pino los medios de comuni-
cación ubican algunas zonas específicas del barrio, como el jirón
Ayacucho de San Cosme, que de ningún modo cobra todas las
características del lugar en su conjunto. A lo anterior se añade que
los mensajes trasmitidos son a su vez parte de un contexto interno
de los medios, así como de sus reporteros, pero provienen sobre
todo de una política institucional de la empresa que trata la noticia
de una manera específica.

99 La República, 15 de julio de 2012.

222 100 Trome, 24 de junio de 2013.


2.2.2 Actores dentro y fuera del barrio que producen

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noticias

El Pino, como San Cosme, forma parte de un espacio más grande.


Ambos barrios han producido significados en diferentes proce-
sos de la ciudad: Chacalón en la música chicha por San Cosme, y
Amanda Portales en el huaino por El Pino, son dos buenos ejem-
plos. Estos barrios de ningún modo están aislados del “sistema”,
sino que pertenecen a él y, por tanto, se retroalimentan de sus
procesos y coyunturas.

En ambos lugares han trascendido elementos internos que se


convirtieron en noticia. Los sujetos de afuera han recreado y les
han dado forma y significado a los mercados y al mismo barrio.
En algunos casos, este significado tejió un punto exterior, a pesar
de ser lugares casi microscópicos para una ciudad que supera los
nueve millones de habitantes; aun así, no son actores que están
aislados sino que tienen presencia —también en las noticas— tanto
dentro como fuera del barrio.

Las noticias dentro del barrio son más comunes: se trata de


las características de las personas que lo componen, así como de
sus interacciones sociales en el mismo espacio. Por ejemplo, una
noticia de interacción social en el mismo barrio es la referida al
asesinato de la señora Sonia,101 una nota sobre feminicidio102 pro-
ducida por actores en el mismo lugar de residencia. En este caso,
la interacción con el exterior del barrio se desarrolla por lo que
dice el medio. La misma noticia refuerza algunos problemas: 1)
la hija adolescente de quince años de edad está embarazada; y, 2)
el hombre había purgado condena en el penal de Lurigancho por
acuchillar a su expareja. Se trata, hay que decirlo una vez más, de
noticias de actores del barrio que realizan las acciones en el mismo
barrio; en este caso, un feminicidio.

Las noticias de los actores que se producen fuera del barrio


son más escasas, aunque no están ausentes. Aluden a interacciones

101 El titular de la noticia señala: “Estrangula a su pareja y se ahorca”. Trome, 9 de


agosto de 2013.

102 El feminicidio constituye la violencia de género más extrema contra la mujer,


ya que implica un homicidio por razones de género. 223
en un sentido amplio, más allá de la ecología del barrio, es decir,
Cuando los cerros bajan

lo que los diarios cubren sobre las personas de San Cosme y El


Pino fuera de su barrio, pero que tiene como actores principales a
las personas de estos lugares. Por ejemplo, el diario La República103
indica que:

En un verdadero campo de batalla se convirtió ayer el futuro hos-


pital del Niño que se viene construyendo en San Borja, donde dos
facciones de construcción civil se enfrentaron por el control de
puestos de trabajo […]. El enfrentamiento se generó entre miem-
bros de los sindicatos del cerro El Pino, San Cosme y Yerbateros
con los de San Borja.

La noticia indica que se enfrentaron con palos y piedras, y que


hasta se escucharon disparos; más adelante revela que los vecinos de
San Borja se “oponían a la construcción porque temían lo peor”.
Noticias de este tipo muestran que los actores de San Cosme y El
Pino generan noticias fuera de su barrio y cuyas interacciones
repercuten en otros espacios, es decir, “bajan” del cerro.

Aunque las informaciones intrabarriales son las más frecuen-


tes, algunas de las que se produjeron fuera del barrio han marcado
hitos en la ciudad de Lima y en el Perú en general. Por ejemplo,
la violencia que generó el fallido cierre del exmercado La Parada
produjo consecutivas portadas donde se destacaba que “vánda-
los” y “delincuentes” bajaron de los cerros para enfrentarse a la
Policía y saquear los mercados del entorno. Los barrios San Cosme
y El Pino fueron un par de los subrayados. El diario La República104
tiene por portada las siguientes palabras al referirse al conflicto de
La Parada: “Vandalismo, saqueo y muerte”. No era para menos:
si antes “bajaban de los cerros” para escuchar a Chacalón, aquel
25 de octubre de 2012 —señalaron los medios de comunicación al
unísono, incluidos los diarios— remarcaron que “bajaron de los
cerros” los delincuentes105 para convertir en “campo de batalla”
los alrededores La Parada. Sus protagonistas fueron calificados

103 El titular de la noticia dice: “Obreros se pelean por control de obra”. La República,
15 de enero 2011.

104 La República, 26 de octubre de 2012.

105 Véase las noticias de los diarios La República, Trome, Perú.21, El Comercio y
224 El Popular de los días 26, 27, 28 y 29 de octubre de 2012.
como “vándalos”, “hordas”, “gente de mal vivir”, “malhechores”,

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“matones” y “delincuentes” que bajaban de San Cosme, El Pino y
San Pedro a enfrentarse a los policías y saquear, previo contrato,
con los comerciantes.

2.2.3 El lugar de los barrios en las noticias

Los barrios de referencia presentan un logrado reconocimiento


explícito en los diarios, cosa que no ocurre con todos los barrios;
parece ser más bien un ejercicio para algunos que han logrado ca-
lar en el imaginario y los han construido como lugares de referen-
cia delictual. Se trata de un territorio claramente ubicado, sin que
esto signifique que se conozca algo más que el nombre y algunos
sucesos que otros han contado. Por ejemplo, en muchos casos estos
barrios son presentados sin la referencia del distrito de ubicación,
pues en el imaginario social ya se reconoce su ubicación; así lo
muestra una noticia del diario La República: “Ultrajan y matan a
una niña de 6 años en El Pino”, y otra en Trome: “En el Cerro San
Cosme. Asesina a su mujer delante de hijo de 4 años”.

Aun cuando quienes emiten opiniones sobre ambos barrios


no conocen de cerca lo que sucede en ellos, la comunidad limeña y
hasta peruana se ha creado una imagen de cómo son estos territo-
rios, lo que mostraría, una vez más, cuán diferentes son algunos
barrios de otros. La acumulación de significaciones en espacios
acotados no se da en todas las cosas: unos espacios con mucha
trayectoria también pueden ser señalados sin siquiera enmar-
carlos en un factor común más grande. Pues bien, esto mismo
sucede con San Cosme y El Pino, ya que se los conoce sin mayor
presentación; supuestamente se sabe de ellos —cómo son, cómo
actúan sus pobladores—. En esta configuración de significaciones
sobre los espacios han ayudado mucho los medios de comunica-
ción, aunque no solo ellos. En el fondo, se trata del contenido que
se les impone: barrios que encarnan “los males” de la delincuencia.

En otros casos, los barrios se convierten en un referente de


ubicación para lugares cercanos. En una noticia de La República106

106 La República, 3 de agosto de 2013. 225


Cuando los cerros bajan

Imagen 24
La República,
2 de enero
de 2011.

Imagen 25
Trome,
24 de febrero
de 2013.

226
utilizan al cerro El Pino para referirse al mercado de autopartes

Instituto de Defensa Legal


de San Jacinto: “[…] en el mercado de autopartes robadas, San
Jacinto, ubicado en San Luis, frente al cerro El Pino”. Se trata
pues de un lugar que sirve como referencia para otros barrios o
sitios del entorno, lo que permite advertir que se está ante una
información reiterada que se trasmite y resignifica.

2.2.4 Estilos de narración: entre el involucramiento


emocional y la prosa estilizada

El primer gran rasgo que se puede destacar en el contenido de las


noticias negativas en el diario Trome es el involucramiento emo-
cional y moral de la noticia violenta con el lector. Esta se presenta
y construye de un modo tal que intenta la aceptación emocional,
a través de adjetivaciones tales como “maldito”, “desquiciado”,
“vándalo” y “celoso”. Este reemplazo se nota con mayor claridad
en los medios periodísticos “populares”; un claro ejemplo es Trome,
que inicia una nota así: “En una brutal pelea originada por los ce-
los, un desquiciado comerciante asesinó a cuchilladas a su pareja
y le cortó la yugular delante de su hijo de cuatro años”.107

La búsqueda de una aceptación emocional se verá acrecentada


cuando las víctimas son personas del entorno familiar considera-
das “débiles”: madre e hija. En este caso, el medio escrito intentará
sintonizar aún más con el lector a través de adjetivaciones. La ela-
boración en los sujetos como víctimas y victimarios esconde una
vez más la separación social, no solo de personas sino también de
espacios. Así, pues, el victimario es una persona diferente del co-
mún, en algunos casos hasta reconocible y ubicable territorialmente.
San Cosme y El Pino son distinguidos como barrios provistos de
este tipo de personas supuestamente reconocibles. Mientras que la
víctima puede ser cualquiera, incluso uno mismo.

Por su parte, La República, diario leído sobre todo por sec-


tores de clase media, no utiliza una retórica emocional, pero sí
detalla a modo de una prosa estilizada los delitos más violentos.
Por ejemplo: “Eran primos y se querían mucho hasta que se

107 Trome, 24 de febrero de 2013. 227


disputaron el amor de una misma mujer”. La nota termina di-
Cuando los cerros bajan

ciendo: “Fue un amor que acabó en tragedia”.108 Una de las pocas


noticias que adjetiva este diario es la ocurrida el 27 de octubre en el
marco del conflicto en La Parada; dice: “Una fuente policial reveló
ayer que los energúmenos que atacaron a los policías, periodistas y
civiles cobraron 100 soles, mediante contratos escritos”.109

Estas evidencias permiten advertir que existe un trato dife-


renciado en cuanto a la forma de presentar el contenido escrito
de las noticias entre Trome y La República, aunque ambos coinci-
den en destacar el detalle violento en la descripción.

De tal modo, no solo se trata de una exposición acumulada


de noticias violentas en espacios específicos, sino además de una
presentación de ellas que cargará el imaginario sobre estos luga-
res como barrios distantes y tildados de peligrosos. La avalancha
de información que exhibe el crimen como una retórica emocio-
nal y de estilo desde la víctima solo confirma esta hipótesis.

2.2.5 Lo que dicen las imágenes

El recurso de estilo es solo una forma de mostrar la noticia; otro


elemento igual de importante es la imagen que acompaña al texto.
El uso de las fotos en las noticias está presente de tal modo que mues-
tra un instante del acontecimiento, fotografiado por lo general luego
del crimen. Las imágenes destacan a dos actores: víctima y victima-
rio. En este último caso, aparece solo o resguardado por un policía.

Una mirada comparativa permite entrever que existen modos


diferentes de mostrar las imágenes, aunque se trata, siempre, de
buscar imágenes impactantes. En el caso de Trome, se incorporan
tomas fotográficas adicionales. La víctima o el victimario es la
imagen central, pero este diario añade la foto de los principales
protagonistas en vida y resalta el sufrimiento de sus familiares o,
en otros casos, muestra el arma o medio con el que se cometió el
delito. Mientras, La República suele poner solo una imagen cen-
tral, posactividad delictual. Los colores de fondo son distintos

108 La República, 13 de abril de 2012.

228 109 La República, 27 de octubre de 2012.


Instituto de Defensa Legal
Imagen 26
La República, 13 de
abril de 2012.

Imagen 27
Trome, 9 de agosto
de 2013. 229
entre La República y Trome: en el primer caso es solo blanco; en el
Cuando los cerros bajan

caso, unas veces melón y otras blanco.

Los medios de comunicación informan de la violencia y la de-


lincuencia. Sin embargo, el problema es cómo se informa. Fernando
Carrión ha denominado “populismo mediático” a la constante de
la violencia en los medios, esto es, el privilegio de la información
sobre la violencia que proviene de la demanda de la población
(2008: 8). No es casual que los noticiarios tengan más crónicas
policiales o “rojas”, sin que ello implique un mayor análisis o
contextualización.

La alarmante situación de la delincuencia expuesta en el capí-


tulo 1 parece no alejarse del tratamiento del tema por los medios
escritos. La mayoría de personas consumen las más altas dosis
de violencia y experimentan la delincuencia común. Los delitos
contra la propiedad bajo la modalidad de robo y hurto son los más
típicos, pero los medios de comunicación sobreexponen los que
conllevan altas cuotas de violencia; así se ingresa en un mundo del
consumo del delito sobre homicidios, feminicidios, violaciones
seguidas de muerte, extorsiones, mientras que las personas afron-
tan constantemente robos de celulares, carteras y otros objetos.

Para mostrar, en conjunto, el tipo de información que brindan


los diarios en referencia, a continuación se presentan dos gráficos
(el 8 y el 9) que dan cuenta de las noticias publicadas por Trome y
La República durante 2011, 2012 y 2013. Se debe indicar que el color
rojo representa las noticias negativas y el verde las no negativas.
Asimismo, el tamaño del color (sea negro o plomo) significa la
proporción otorgada en el diario (pequeño, mediano y grande).

230
GRÁFICO 8

Noticias publicadas por el diario Trome sobre San Cosme y El Pino de 2011 a 2013
"Hordas" de Asesina a En gresca por productos Capturan a
matones bajaron mototaxista en Municipalidad chinos, dirigente de asaltante de
de San Cosme Confirman el Cerro El Pino de La Victoria Gamarra se queja pues cabina de
y otros lugares que pagaron a ejecuta programa Hombre asesina "casi bajan" las personas internet en El
que atacaron a delincuentes de "Encala tu calle" a su pareja y de San Cosme para Cerro El Pino
Capturan policía San Cosme y en San Cosme luego se suicida saquear
a padre Niño muere El Pino en el Cerro El
Ronda Pino Crearán En velorio
que violó en incendio Echan candado
vecinal Parque de Hermano
y asesinó en el Cerro a "camaras de
golpea a de San de Chacalón
a hija en El Pino Vandalos Sujeto de San gas" ubicadas al
persona que Cosme los despiden
el Cerro bajaron del Cosme asesina lado(La Parada)
El Pino iba robar a su mujer de San Cosme Municipalidad Intervienen con cerveza
casa en El Cerro San y balazos
Asesina a delante de de Lima realiza a 13
Pino Cosme Mujer muere en pasaje
su primo su hijo campaña de estudiantes
por mujer Vecinos de limpieza en en incendio con banderola Carlos
Cerro San producido en Bala perdida Bondi (San
Perros casi en El Pino San Cosme del partido
Cosme su casa del deja herida Cosme)
deboran a incomodos por Capturan a político
Cerro El Pino a niña en el
muñeco de Cierran Asaltan y fallo que permite 3 jóvenes Patria Roja
pasaje Carlos
candidato cantinas corren al que La Parada se acusados por alterar el
Bondi (San
PPK en San en San Cerro San mantenga en La por violación orden público
Cosme)
Cosme Cosme Cosme Victoria en El Pino en El Pino

Abril
Abril
Abril
Junio

Mayo
Mayo

Enero
Agosto

Agosto
Febrero

Octubre
Octubre

Setiembre

Noviembre
Noviembre

2011 2012 2013

Fuente: Elaboración propia.

231
Instituto de Defensa Legal
Cuando los cerros bajan

232
GRÁFICO 9

Noticias publicadas por el diario La República sobre San Cosme y El Pino de 2011 a 2013
Hombre Ex emerretista de San Cosme esta implicado en Construirán Hospital de la Solidaridad Según medico, el Cerro San
apuñala a actos vandalicos de La Parada en Gamarra que atenderá a personas Cosme no debe ser erradicado
Detienen a primo en de San Cosme y El Pino por problema de tuberculosis
evangelico enfrentamiento En cordinación
acusado Obreros San Cosme por amor en con Municipalidad de Lima
de violar de San deberia ser El Pino Defensoria detecta comerciantes, Niños de San entrega arboles a vecinos
serias deficiencias Construirán Parque del Cerro El Pino Ex emerretista de San Cosme
y matar a Cosme y desalojado Madre de Panico en Greva(San Cosme celebran
en centro de TBC de del Migrante cerca es investigado por ataques a
su hija en El Pino se por San Cosme Cerro El Pino Cosme) navidad con
San Cosme y otros de San Cosme y funcionarios de La Victoria
El Pino pelean por tuberculosis encuentra a su por incendio organizó municipalidad
de camión asonada en El Pino
obra en hijo perdido de Lima Vecinos de El Pino
San Borja La Parada En junio inicia y la policia se
Por 100 soles Se
San Cosme: contrataron a Sujeto obra del Parque organizan contra la Erradican construirá
Municipalidad Intentan
Madre delincuentes Destaca que asesina a del Migrante que delincuencia venta de
Detienen a 5 de Lima plantea un cerro Gran robar cabinas
acuchilla que necesita de San Cosme, existen buenos su mujer tendrá hospital autopartes Parque
Ultrajan y extorcionadores intervenir en de internet
a su hijo cambiar de El Pino y otros vecinos de El Pino en San para San Cosme Realizan cerca a de San
matan a de Greva(San el Cerro San y toman de
y luego se rostro lugares y San Cosme Cosme y El Pino campaña de El Pino Cosme
una niña de Cosme) en Cosme rehenes a 6
Vecinos suicida en limpieza en
6 años en Gamarra personas en
y niños El Pino San Cosme
el Cerro El El pino
Pino marchan Refuerzan
contra la Construirán
programa
violencia Niño muere Parque de
de TBC en
en El en incendio San Cosme
San Cosme
Pino de El Pino en ex estadio
y El Pino

Abril
Abril

Julio
Julio

Junio
Junio

Mayo
Mayo

Enero
Enero
Enero

Agosto
Agosto

Febrero

Octubre
Octubre
Octubre

Setiembre
Setiembre

Diciembre
Diciembre

Noviembre
Noviembre

2011 2012 2013

Fuente: Elaboración propia.


3. ¿Qué responden los actores sobre la lectura de los

Instituto de Defensa Legal


medios de comunicación?

Los sujetos de ambos barrios también son agentes y expresan una


opinión sobre los medios de comunicación, en este caso sobre las
noticias acerca de San Cosme y El Pino. Los residentes son cons-
cientes de la imagen negativa que se les ha atribuido; no niegan
que exista delincuencia en su barrio, pero consideran que esa ima-
gen ha sido exagerada, pues la violencia y la criminalidad son solo
una dimensión que practican un grupo de personas. Así lo hacen
notar en las siguientes entrevistas:

Los medios de comunicación deberían investigar un poco, no


dejarse llevar por lo que dicen. Dicen, por ejemplo, que en El Pino
han robado, que siempre roban y no es así. Deben ver también el
otro lado, porque El Pino tiene cosas buenas. Por ejemplo, qué
te puedo decir... los chicos universitarios, tú te puedes parar a
las 2 o 3 de la tarde y ves que en la tarde se van a la universidad.
Hay muchos chicos que trabajan y estudian, que mantienen a su
familia, y esas personas son para quitarse el sombrero, pero no...
¡Dicen que El Pino es delincuente! (Entrevista con Manuela
Castro, cerro El Pino)

No dicen la verdad, se dejan llevar por lo que otros ya han dicho.


Acá creen que es como la favela de Brasil, pero no. La zona de
abajo es un poco peligrosa, pero arriba [el cerro] no. (Entrevista
con Marcela Quispe, San Cosme)

La entrevista de Manuela Castro nos dice que existen otros


grupos: los jóvenes que estudian y trabajan, mientras que Marcela
Quispe distingue claramente el lugar peligroso, el que se encuen-
tra en las faldas del cerro por el circuito comercial, lo transitado
y que es el punto de encuentro de distintos actores. En el fondo,
ambas destacan que la delincuencia es un asunto de casos y no
masificado; de ahí que hablen de los jóvenes que estudian o desta-
quen que la parte alta de San Cosme no es peligrosa. Por otro lado,
recomiendan dos cosas a los medios de comunicación: “investigar
un poco” y “no dejarse llevar por lo que otros ya han dicho”. Esto
parece ser una ruptura entre lo que se dice y lo que realmente su-
cede, según señalan las personas de ambos barrios.

233
Ahora bien: es preciso subrayar que las informaciones reporta-
Cuando los cerros bajan

das en los periódicos no son las mismas a lo largo del tiempo. Se ha


podido constatar, en ese sentido, que estas varían y cobran fuerza
según los acontecimientos o las conexiones del barrio con otros es-
pacios, por lo que los integrantes de ambos lugares acentúan sus
discrepancias con lo que se dice en los medios de comunicación
según los tiempos. En ambos casos, consideran que antes la delin-
cuencia era peor y que ahora la situación “ha mejorado”. Lo que
no significa que la prensa dejará de lado la imagen negativa sobre
ambos lugares.

Por otra parte, cuando a una señora se le preguntó si los medios


de comunicación informan con la verdad, respondió: “No, es peor”.
Al parecer, esta respuesta esconde un asunto. Los medios de
comunicación informan de hechos delictivos o sucesos trágicos, y
en muy pocos casos acerca de noticias positivas, mientras estos
barrios se encuentran situaciones complicadas en diferentes mo-
mentos, es decir, la ejecución de un delito que cubre un medio es
la consagración de un hecho, más detrás de ello, se producen una
seria de situaciones límites con las que se debe convivir.

En la encuesta especial que se aplicó en ambos barrios (véase


el cuadro 22) se puede apreciar que la mayoría de personas de San
Cosme y de El Pino consideran que los medios de comunicación
no informan con veracidad cuando hablan de ellos. En el referido
cuadro queda en evidencia cómo en San Cosme existe un 70,6%
que señala que los medios de comunicación no informan con vera-
cidad, y lo mismo hace el 56,7% de El Pino, lo que muestra un serio
cuestionamiento de los actores respecto de los medios (un cuestio-
namiento que resulta mucho mayor en San Cosme). Estos datos
podrían, incluso, poner en discusión la forma cómo los medios
diarios “trasmiten” la realidad.

234
Instituto de Defensa Legal
CUADRO 22

¿Considera que los medios de comunicación informan con veracidad


cuando hablan de San Cosme/El Pino?

Barrio Frecuencia Porcentaje válido

Sí 67 29,4

San Cosme No 161 70,6

Total 228 100,0

Sí 93 43,3

No 122 56,7
El Pino 
Total 215 100,0
Fuente: Elaboración propia con base en datos levantados para la investigación (2014).

Estas cifras permiten afirmar que las personas de San Cosme y


El Pino piensan que los medios de comunicación no informan con
la verdad cuando hablan de sus barrios. Al parecer, no se trata de la
noticia como tal, pues no descartan que existan personas asociadas
a actividades delictivas, sino de considerar a todo el barrio como un
lugar ligado a hechos no lícitos. Esta supuesta asociación conjunta
es una de las razones que explican que las personas piensen que los
medios no informan correctamente. Sea como fuese, la violencia y
la delincuencia han sido rasgos regulares no exclusivos de ambos
barrios, pero la población no considera en modo alguno que esta
sea la identidad de grupo o, en todo caso, cree que es una identidad
aborrecida que los medios de comunicación fortalecen al conside-
rar a algunos barrios como “peligrosos”.

Así pues, este proceso de connotación social del barrio como un


lugar peligroso es también una identificación (negada o aceptada)
que marca y se relaciona con el proceso de urbanización de Lima.
En el fondo, la distinción de zonas y barrios inseguros refuerzan
formas de segregar “cuando los cerros bajan”.

235
Instituto de Defensa Legal

237
Conclusiones
Instituto de Defensa Legal
El estudio sociológico que se desarrolló, acerca de la concentra-
ción de la violencia delictual en los barrios limeños de San Cosme
y El Pino, ha arrojado la siguiente conclusión principal:

En los barrios de San Cosme y El Pino persisten factores


internos, propios del entorno, que logran explicar procesos de
violencia delictual. Estos factores son la configuración del barrio,
la cohesión social y confianza, la estabilidad residencial, la eficacia
colectiva y la intervención de la población.

A continuación, se detallan las siguientes conclusiones es-


pecíficas:

1. La revisión bibliográfica confirma que desde inicios del siglo


XX existe en el Perú, una preocupación por explicar el fenó-
meno de la delincuencia a partir de los estudios sociales.
Una de estas preocupaciones específicas ha sido el interés
por explicar la relación entre delincuencia y territorio.

2. En el Perú, el asunto de la delincuencia ha tenido distintos


abordajes: desde considerarla una perturbación a la integra-
ción y el control hasta verla como un factor que impide el
orden y el progreso. En la práctica, esto llevó a la construcción
de indios descontrolados, bandidos, sujetos transgresores del
orden nacional, jóvenes inadaptados en la figura de pandi-
lleros y delincuentes que provienen de lugares considerados
“peligrosos”.

3. La producción y el interés por los estudios acerca de la delin-


cuencia muestra la comprensión reducida de un tema nada
reciente, pero cada vez más preocupante por los efectos que
genera en la sociedad. En otras palabras, existe una contradicción 239
entre las preocupaciones de la academia y la percepción de
Cuando los cerros bajan

la población, que define la delincuencia como un problema de


primer orden.

4. Tanto San Cosme como El Pino son barrios que se encuen-


tran estrechamente relacionados con los mercados ubicados
en sus alrededores. No solo se trata de espacios de transacción
comercial, sino también de lugares en los que se establecen
múltiples vínculos sociales, como un modo de vida. Los re-
sultados señalan que en ambos barrios más del 60% de sus
habitantes tienen al menos un familiar que trabaja en los merca-
dos del entorno; más del 80% perciben como una oportunidad a
los mercados del entorno y, aún más, el mismo origen de los
barrios está vinculada a los mercados.

5. El estudio demuestra que ni San Cosme ni El Pino son barrios


endogámicos. Su gente está estrechamente relacionada con
actores de fuera del barrio por vínculos familiares, amicales,
laborales y de estudio. Es decir, no son barrios cerrados ni
aislados, sino que están abiertos al exterior, aunque no
muchos ingresan en ellos, justamente por considerarlos
“peligrosos”.

6. Los mercados de San Cosme y El Pino funcionan como


grandes espacios de intercambio de relaciones formales,
informales e ilegales que redefinen la vida de las personas en
relación con la presencia de la violencia delictual.

7. En cifras, la violencia delictual en ambos barrios está por enci-


ma del promedio nacional y cobra formas particulares que en
un caso la ocultan y en el otro la expresan. Así, en San Cosme
se ha producido un control social del crimen organizado que
domina el barrio, mientras El Pino muestra una violencia de-
lictual abierta y desordenada sin un control hegemónico.

8. Se ha encontrado en ambos barrios una alta inestabilidad re-


sidencial si se la compara con el promedio nacional. En ambos
barrios, casi la mitad de las viviendas están bajo la catego-
ría de alquiladas (56,4% en San Cosme y 45,9% en El Pino),
240 y un 17% no vivía allí hace cinco años. Lo cual no indica que
necesariamente exista una relación entre este fenómeno y la

Instituto de Defensa Legal


violencia delictual, pero sí una conexión con el debilitamiento
del control social informal, identificación con el barrio y sentido
de pertenencia.

9. Se constata una relación negativa débil entre la escala de efi-


cacia colectiva y la escala de violencia delictual (-,121), lo cual
permite aseverar que a medida que crecen las expectativas
compartidas en confianza y cohesión social para intervenir
como agentes del control social informal (eficacia colectiva),
la violencia delictual tiende a disminuir.

10. No se encontró una correlación significativa entre las escalas


de control social informal y la violencia delictual (-0,05), lo
que significa que no se halló una correlación entre la capaci-
dad de intervención frente a situaciones problemáticas y la
violencia delictual. Dicho de otro modo: no porque la gente
intervenga más ante situaciones problemáticas, la violencia
delictual disminuye. Aquí se debe destacar que una organiza-
ción criminal o los propios ciudadanos y ciudadanas podrían
apelar a la seguridad o ajusticiamiento, y no por ello la delin-
cuencia disminuiría. Entonces, importan mucho las formas de
intervención de la ciudadanía para una efectiva disminución
de la violencia delictual.

11. Se encontró además una relación positiva media entre las es-
calas de control social informal y densidad de vínculos (0,396)
y la escala de control social informal con la escala de asociati-
vidad (0,319). En otras palabras: los vecinos intervienen más
cuando existen mejores relaciones entre ellos y están más
organizados. Aunque ello no signifique que a mayor capaci-
dad organizativa se produzca menor violencia delictual. De
hecho, no se encontró una correlación significativa entre la
escala de asociatividad y violencia delictual (0,035, p > 0,05).

12. Se halló que la escala de cohesión social y confianza se


encuentra correlacionada negativamente con la escala de violen-
cia delictual (-,150), esto quiere decir que la violencia delictual
tiende a disminuir con el aumento de la cohesión social y
confianza. 241
13. Si bien la violencia delictual está por encima del promedio na-
Cuando los cerros bajan

cional en ambos barrios, y este es el principal problema para


ambos lugares, ello no quiere decir que todos tomen alguna
medida para protegerse; de hecho, el 43,3% en San Cosme y el
31% en El Pino “no han tomado ninguna medida” para prote-
gerse. Probablemente, no toman alguna medida para protegerse
porque la delincuencia los afecta de manera diferenciada, y al
respecto se debe indicar que las personas más propensas a ser
víctimas son las que tiene una baja estabilidad residencial,
reducida densidad de vínculos y poca asociatividad.

14. Las evidencias confirman que las organizaciones más impor-


tantes de ambos barrios son las que trabajan y comparten
expectativas sobre la idea de seguridad, en cada barrio bajo
una forma particular.

15. La mejor percepción de la seguridad no necesariamente


guarda relación con la confianza en la Policía. Esta percep-
ción aumentó “mucho” y “un poco” en San Cosme y El Pino
(48,2% y 81,7%) producto de la intervención policial si se
comparan los años 2011 y 2014. Sin embargo, el porcentaje de
confianza en San Cosme solo alcanzó un 27,8% y en El Pino
llegó a 55,7%. La principal razón de ello es el tipo de inter-
vención policial: mientras en San Cosme la Policía se dedicó
a controlar y cercar la delincuencia, en El Pino aplicó el enfo-
que comunitario. De ello se colige que la aplicación del policía
comunitario brinda mejores resultados en lo que concierne a
percepción de la seguridad y confianza en la Policía.

16. La imagen de “barrios peligrosos” es reforzada por la prensa


escrita. Una revisión de los diarios La República y Trome de
los años 2011, 2012 y 2013 arrojó al menos 58 noticias sobre
ambos barrios, de las cuales 74% fueron negativas y solo 26%,
no negativas. Las noticias no negativas también tienen una
relación con las negativas, de modo que el 100% de noticias
publicadas por ambos diarios están relacionadas con algún
hecho problemático.

17. Los diarios Trome y La República exponen los delitos y pro-


242 blemas más violentos —sobre todo el “popular” Trome—,
aunque éstos no sean los regulares en los barrios de estudio.

Instituto de Defensa Legal


No solo se trata de una exposición acumulada de noticias
violentas en espacios específicos, sino también de una
presentación de ellas que carga el imaginario sobre estos
lugares como barrios distantes y peligrosos.

18. La violencia y la delincuencia han sido rasgos regulares no


exclusivos en ambos barrios, pero la población no les atribuye
de ningún modo esta identidad. Esta es más bien una identi-
dad aborrecida que los medios de comunicación fortalecen.
Por eso, la mayoría de personas de San Cosme y El Pino
considera que los medios de comunicación no informan con
veracidad cuando hablan de sus barrios: el 70,6% y el 56,7%
de San Cosme y El Pino, respectivamente, piensa así.

243
Instituto de Defensa Legal

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264
Instituto de Defensa Legal

265
Anexo
Instituto de Defensa Legal
Anexo I: Metodología de estudio

1. Generalidades

Existen diferentes lugares donde las características de la violencia


y la delincuencia se han concentrado y marcado una regularidad
más que una excepción. Esto ocurre, por ejemplo, en barrios como
San Cosme y El Pino, ubicados en el distrito de La Victoria, Lima.
Por medio de un estudio de caso de tipo comparativo, este trabajo
buscaba:

1.1 Objetivo

Explicar los factores internos, propios del barrio, que permiten


que la violencia delictual se mantenga presente en San Cosme y
El Pino.

2. Metodología

El estudio explica la violencia delictual por los mecanismos ba-


rriales, para lo cual trabaja:

2.1 Unidad de análisis

Violencia delictual en los barrios de San Cosme y El Pino entre


2011 y 2015.

2.2 Tipo de investigación

La investigación se ubica entre los trabajos comparativos y explo-


ratorios de tipo descriptivo con intenciones explicativas. 267
2.3 Técnicas de recolección de información
Cuando los cerros bajan

Impera la necesidad de ofrecer una visión completa de un pro-


blema complejo. La propuesta debió recoger la voz de los sujetos
de forma individual y a la vez colectiva, en un sentido profundo,
poniendo a flote la problemática en su verdadera dimensión. Por
ello, la investigación combinó lo cualitativo (sentidos) con lo cuan-
titativo (datos objetivables), con el fin de contar y utilizar diversos
medios para comprender el problema.

2.3.1 Técnicas cualitativas

2.3.1.1 Entrevistas semiestructuradas

Se optó por utilizar la entrevista semiestructurada. La entrevista


permitió elaborar un análisis para comparar las manifestaciones
del problema en detalle, es decir, llegar donde los instrumentos
cuantitativos no pueden. Se utilizó un tipo de muestreo intencio-
nal no probabilístico, y se consideró un número significativo de
entrevistados para lograr un rango amplio de variabilidad del
fenómeno y llegar la saturación de la información. Se segmentó
a los informantes a través de categorías como edad, sexo, tipo de
residencia (inquilino y propietario), grupo social (perteneciente a
organizaciones, no perteneciente a organizaciones, “delincuentes”),
así como a policías y funcionarios del gobierno distrital y provin-
cial, lo que dio un promedio de quince entrevistas por barrio.

2.3.1.2 Análisis hemerográfico

El análisis hemerográfico permitió mostrar en qué forma condi-


ciona la lectura del público de la prensa escrita la imagen de los
barrios. Esta aproximación permitió salir, en parte, de la crítica
que se le formula a la teoría de la desorganización social al anali-
zar barrios desprendidos de su entorno, pero, además, este análisis
permitió exponer nuevas luces sobre lo que se dice y se conoce de
ambos barrios.

La indagación se realizó a través del análisis hemerográfi-


co de lo publicado durante 2011, 2012 y 2013 en dos diarios de
circulación nacional: La República y Trome. En total, se revisa-
268 ron 2184 periódicos, lo cual supuso detenerse en los recursos de
repetición (reiteración de los elementos), énfasis (alteraciones

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de dimensión, color, forma), ubicación de composición (imáge-
nes referenciales para la mirada) y continuación de la noticia.
Esto permitió mostrar lo que dicen los medios de comunicación
respecto de tres componentes: actores, descripciones de lugar y
acciones transmitidas en el barrio y fuera de ellas. En cada perió-
dico se consideraron las notas periodísticas en las que se hiciera
referencia directa a San Cosme y El Pino, en especial noticias, ar-
tículos, crónicas, reportajes, entrevistas, secciones especializadas
y editoriales. Los diarios fueron seleccionados por su alcance,
lectoría, periodicidad, grupo de lectores y el grupo económico
de la empresa del medio. Los dos periódicos elegidos son clara-
mente diferentes y muestran dos tipos de periodismo. Se quería
saber si, a pesar de las formas disímiles como hacen periodismo,
logran construir, en sus discursos diferentes, “territorios insegu-
ros”. La República es leída por los sectores A, B, C y con cierta
tendencia de izquierda, mientras Trome es el diario con mayor
circulación no solo en el Perú sino en todos los territorios de ha-
bla hispana en el mundo, con una circulación de 588 000, 656 000
y 702 000 ejemplares en los años 2011, 2012 y 2013, respectiva-
mente (Trome, 20 de octubre de 2013).

2.3.2 Técnica cuantitativa

Se utilizó un cuestionario con el objetivo de obtener estadísticas


asociadas a características delictuales y sociodemográficas de los
residentes en los barrios estudiados. El instrumento también in-
cluyó algunas escalas.

2.3.2.1 Participantes

El universo estuvo compuesto por 25 290 personas de los barrios


de San Cosme y El Pino, distribuidas en 9538 y 15 752, respec-
tivamente (INEI, 2007). El muestreo fue probabilístico según
lugar de residencia (San Cosme y El Pino), siendo la distribución
de tamaño similar para ambos lugares. Asimismo, se dividieron
en cuotas: por género (masculino y femenino) y edad (jóvenes,
adultos, adultos mayores). El tamaño de la muestra correspon-
dió a 450 personas residentes de 18 años a más de los barrios: 231
en San Cosme y 219 en El Pino, lo cual dio un nivel de confianza 269
de 95% y un margen de error de ± 4,6%. Se asumió probabilidad
Cuando los cerros bajan

éxito/fracaso (r/q) 50%-50%. Para calcular los resultados se utilizó


la fórmula de una reconocida encuestadora de opinión pública:
Datum Internacional, obtenida en http://www.datum.com.pe/
margendeerror.php

2.3.2.2 Instrumentos

El instrumento estuvo conformado por dos grandes secciones:


datos sociodemográficos y delictuales, y escalas.

2.3.2.2.1 Datos sociodemográficos y


delictuales

Se incorporaron distintos datos sociodemográficos, como sexo,


edad, grado de instrucción, ocupación principal, estado civil.
También se incluye tipo de residencia, estabilidad residencial,
victimización, percepción de inseguridad, principal problema del
barrio, confianza en instituciones, número de las relaciones entre
familiares, amigos y compañeros dentro y fuera del barrio, per-
cepción sobre el mercado, prensa y organizaciones barriales.

2.3.2.2.2 Escalas

En la encuesta aplicada se incluyeron escalas sobre los mecanis-


mos comunitarios. Estos datos fueron analizados en el paquete
estadístico Statistical Package for the Social Sciences (SPSS versión
20). El procedimiento consistió en invertir los ítems negativos que
existían en las escalas para realizar un análisis de confiabilidad;
asimismo, se realizó un análisis factorial para confirmar que el
modelo factorial sea adecuado en cada una de las escalas.

Todas las escalas fueron valoradas en un formato de tipo


Likert del 1 al 5, donde 1 era “nunca” y 5 era “siempre”. La es-
tructura factorial permitió mostrar que los ítems se agrupaban
de manera aceptable en un solo factor.

El estudio analizó la consistencia interna a través del coeficiente


Alpha de Cronbach, tal como se puede apreciar en el cuadro siguien-
270 te, y se obtuvieron en todos los casos valores aceptables y buenos.
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Coeficientes de fiabilidad de las escalas

Escala Alpha Cronbach N.° N.° de ítems

Eficacia colectiva * 403 10

Control social informal 0,71 436 6

Cohesión social y confianza 0,80 417 4

Asociatividad 0,85 433 6

Densidad de vínculos 0,77 442 6

Violencia delictual 0,68 428 6


* La escala eficacia colectiva es el resultado de las escalas cohesión social y confianza, y control
social informal.

Por otro lado, se consideraron las escalas “apego a la lega-


lidad”, “desorden físico”, “identificación con el barrio”; sin
embargo, no se incluyen debido a la baja confiabilidad que
obtuvieron en el análisis.

Control social informal

Se utiliza la escala construida por Sampson (1997) y adaptada por


Liliana Manzano (2009). Esta escala se compone de seis enuncia-
dos que evalúan la capacidad de los residentes de intervenir en
situaciones problemáticas del entorno. Estos enunciados son: una
persona grita o golpea a su hijo en vía pública, un hombre maltrata
física o psicológicamente a su pareja, se da una pelea entre vecinos,
un desconocido intenta robar a un vecino y jóvenes realizan pintas
en las paredes. La escala obtuvo una consistencia interna acep-
table (α = ,71).

Escala cohesión social y confianza

Esta escala mide la relación de confianza mutua y solidaridad


entre los residentes (cohesión social) y creencia de que los otros
se comportarán de acuerdo con sus expectativas (confianza); se
adaptó de la escala elaborada por Liliana Manzano (2009) y fue
acomodada para los barrios estudiados. Originalmente estaba 271
compuesta por seis ítems, aunque luego de realizar el análisis de
Cuando los cerros bajan

datos y la confiabilidad se retiraron dos ítems,110 con lo cual la


consistencia interna fue alta (α = 0,80). Los cuatro enunciados uti-
lizados fueron: “este es un barrio unido”, “los vecinos tienen la
voluntad de ayudarse entre ellos”, “existe confianza en mayoría
de personas” y los “vecinos colaboran entre sí”.

Se debe destacar que teóricamente la confianza y cohesión


social con el control social construyen la eficacia colectiva, que se
define como las expectativas compartidas en confianza y cohesión
social para intervenir como agentes del control social informal
(Sampson, 1997). Así, para medir la eficacia colectiva se juntaron
dos escalas: 1) cohesión social y confianza, y 2) control social infor-
mal, lo cual se hizo a través de la medición de sus ítems en conjunto.

Violencia delictual

Esta escala considera solo seis aspectos que están asociados a la


violencia delictual que se producen en las dinámicas del barrio.
Se trata de un tipo de violencia que logra ser delictual. Esta escala
adaptó la desarrollada por Manzano (2009) e incorporó la violación
sexual y la violencia familiar. Los enunciados que se utilizaron fue-
ron: se produce venta de droga (en domicilio y en la calle), robo o
asalto en las calles o paraderos de micro, violación sexual, pelea
entre personas con o sin armas, robo de objetos en viviendas y
vehículos, violencia familiar. La escala obtuvo una consistencia
interna aceptable (α = 0,68).

Escala densidad de vínculos

Para la “densidad de vínculos” se utiliza en parte la escala


realizada por Manzano (2009), aunque adaptada. Incorpora dos
componentes: trato amistoso (saludan y conversan, hacen amistades
y tratan con respeto) y apoyo a vecinos (participan en actividades
recreativas, preocupación por los demás y ayuda frente a un pro-
blema). Ambas miden las relaciones cotidianas en el vecindario.
La escala obtuvo una consistencia interna aceptable (α = ,77).

110 El estadístico de confiabilidad con seis ítems arroja un 0,59 de Alfa de Cron-
bach. Los ítems retirados para esta escala han sido “la mayoría trata de sacar
272 provecho” y “los vecinos no comparten los mismos valores”.
Escala asociatividad

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Esta escala reorganizó los ítems que utilizó Manzano (2009) y
buscó cuantificar la participación en las organizaciones de los
vecinos de cada barrio, esto es, la capacidad organizativa de cada
comunidad, para lo cual se utilizaron seis componentes: perte-
nencia a una organización, asistencia a asambleas, actividad en
la organización, percepción de trabajo unido de organizaciones,
opinión en las organizaciones y percepción de resultados de la
organización. La escala obtuvo una consistencia interna buena
(α = ,85).

2.3.2.2.3 Procedimiento

Antes de la ejecución de la encuesta se aplicó un piloto en cada


barrio. Para llevar a cabo el acopio de datos se desarrolló un pro-
tocolo de acción para asegurar que la obtención de los datos sea
similar en todos los entrevistados. Se solicitó a un grupo de veci-
nos y vecinas del mismo barrio que acompañen en el resguardo de
los aplicadores que fueron estudiantes de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Antes
de la ejecución de la encuesta los aplicadores fueron capacitados.
La encuesta fue anónima, y se realizó el 3 de octubre de 2014 en
San Cosme, y el 8, 15 y 29 de noviembre del mismo año en El
Pino. El tiempo promedio para completar la encuesta fue de apro-
ximadamente 20 minutos. Como se dijo antes, la información fue
validada con una revisión de encuesta. Los resultados fueron pro-
cesados en el programa SPSS versión 20.

2.3.3 Información secundaria

La investigación utilizó datos secundarios provenientes de


investigaciones previas, encuestas de opinión pública y los
resultados del censo 2007 del INEI, que fueron especialmente
solicitados para la presente investigación que corresponden a
San Cosme y El Pino. El procedimiento consistió en enviar ma-
pas de los lugares de estudio, y se brindó la información censal
solo sobre estos lugares, de acuerdo con algunas variables que el
investigador solicitó. 273
Se desestimó la utilización de los registros administrativos
Cuando los cerros bajan

de la Policía debido a que ellos excluyen delitos no denunciados;


también porque, según el INEI, solo un 13,6% denuncia (INEI,
Informe técnico de seguridad ciudadana, 2014: 4). Asimismo, la
información que recaban no está emparejada con una validación
científica, pero sobre todo porque no existe información del accio-
nar criminal por barrio.

274
CUANDO LOS CERROS BAJAN

P
or siglos, la delincuencia ha sido pensada en víctimas y
victimarios, dejando de lado el espacio donde se genera el
delito. A contracorriente, la ecología del delito ha mostrado
que la criminalidad tiende a concentrarse en algunas áreas urbanas,
definidas como barrios. Ante ello, esta investigación se pregunta:
¿Por qué algunos barrios son más peligrosos que otros? ¿Qué
características tienen para serlo?

Cuando los cerros bajan busca responder estas interrogantes a


través de un estudio comparado en los cerros San Cosme y El Pino,
ubicados en la ciudad de Lima. La respuesta explora caminos antes
no trazados, busca ir más allá de las explicaciones estructurales
que utilizan variables como la pobreza, el desempleo o la falta de
valores, y se concentra en examinar los factores internos, propios
de los barrios, que contribuyen a la presencia de violencia delictual.

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