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El Viento Interior y el espacio que habita.

En el 2015 la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez celebró por primera vez el certamen

de literatura Voces al Sol, premiando en su categoría de poesía, el poemario Viento

Interior, escrito por la juarense Nabil Valles.

Si hubiera una forma de definir estos 26 poemas en su conjunto, sería el de una cortina de

humo, un rastro de perfume, una oda a lo etéreo e intangible; cualquier cosa que no se

puede ver, pero inadvertida se nos mete por los huecos del cuerpo y ocupa todo y no deja

espacio a nada más que el vacío.

Principalmente, los versos de Nabil son el retrato de la soledad humana, la sensación de la

ambigüedad del futuro en el presente, la melancolía y la fuga de uno mismo.

En ellos se habla de temas como la salida de la casa de los padres, el amor a destiempo y el

miedo a envejecer.

Lo que más llama la atención es que todo eso se conjuga de manera tal que nunca pierde el

tono, el lenguaje permanece flotando en cada línea, al mismo nivel de intensidad, y bien

podría creerse que todo fue escrito en un solo momento, suspendido en algún punto.

El poemario abre con Cardinales, el cual contiene las imágenes más poderosas de todas, las

de la ruptura, la sangre, la herida. Es el punto rojo de sutura en medio de un cuerpo blanco

de porcelana. La poeta describe al sujeto protagonista de forma tajante y lo presenta al

lector como un fruto arrancado a la fuerza.

“Clavaron el infierno en el deseo de irme lejos

y mi frente se quebró como un ánfora de barro


(…)

Clavaron el infierno en las paredes de mi casa

y fueron mis pies

las raíces

de un árbol descuajado”

Desde este punto comienza todo.

Algo especial referente a ello es que durante todo el poemario destacan elementos de la

naturaleza como símbolos del cuerpo femenino, por medio de frutas y raíces se dibuja al

mismo sujeto, inmerso en la nostalgia y en el paso del tiempo. Esto es muy evidente en

Ciruelas.

“Inmóviles en su rama, y al final

del febrero más gélido en años,

las hallé bajo el blanco de la escarcha.

Nadie las vio en el tiempo del dulce y la fruición

y envejecieron

(…)

Nadie las descubrió en la madurez nutricia”

Leer a Nabil es, en varios de sus poemas, avanzar de la nostalgia a la liberación y la

aceptación de los temores y la pesadumbre. Como en Tempranía.


“Cuando todo duerme estoy despierta

por temor a que el día se inaugure sin mí,

(…)

Tengo veinticuatro años y la edad matinal de los ancianos”.

Viento Interior refleja un encuentro del espacio habitado en lo cotidiano, la sensación de

estar creciendo en un mundo donde todo permanece del mismo tamaño. Como en

Aparadores.

“Veo a las muchachas de mi edad

reírse de nada en cualquiera de las calles

que tiene el fin de semana”.

A través de la ejecución de todo ello, se logra una pieza equilibrada, una propuesta robusta

con la que el tiempo suele amortiguarse.

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