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Leerse en los otros

Todo comienza con un poema, con las palabras que elige una poeta para transmitir lo
que siente y piensa, continúa cuando un lector transita esa escritura y le estalla la
emoción, en un fenómeno único e inenarrable, entonces las palabras del otro de
repente se transforman en propias, ahí se tiene la certeza que eso es poesía.

Todo comienza con un poema de Susana Cabuchi, poeta cordobesa, publicado en una
página web http://www.excentrica.com.ar/es/un-paseo-por-la-poesia-de-susana-
cabuchi/, que es elegido para trabajar en el Taller la Curita Manchada por su potencia y
belleza, se llama Siria y permitió conversar sobre los mecanismos que conforman un
gran poema pero también que surja algo mágico, difícil de describir y que no siempre
aparece, que es la poesía.

El poema está dedicado a la prima del padre inmigrante de la poeta, que vive allá lejos
en Siria rodeada de olivos incendiados por la guerra, que desde 2011 sólo deja tumbas
por todos lados.
El espacio del taller La Curita Manchada es la sala de profesores, no un aula, alrededor
de una mesa iluminada por la luz de la mañana del sábado en una escuela pública se
hace el intento que se haga presente la poesía, pero también otros conocimientos que
complementan la posibilidad de mirar, sentir y pensar.
Ese día los participantes ubican, primero, en un planisferio el Asia menor (toda la
información está al alcance del teclado gracias a Google), los países que limitan a Siria,
luego una breve reseña de la cultura de ese país, sus mezquitas, sus comidas y la historia
trágica de las últimas décadas, la intervención de las potencias con sus misiles
telecomandados, pero la tecnología nos permite también la posibilidad de escuchar a la
poeta leyendo sus creaciones, denunciando las heridas y cicatrices que deja el horror.
Un fragmento de una película explicita los conflictos religiosos en la zona, cristianos,
musulmanes, judíos, todos con el mismo Dios, todos con la misma sangre en las manos.

El marco está planteado, los lectores se enfrentaran al poema con el capital intelectual
para poder transitar cada verso y el dolor que habita el poema de Cabuchi.

“Qué sé, qué desconozco para que ella repita


varios meses después, Susana, no lo olvide
–suena firme su voz en el teléfono–
escriba sobre Siria.
Qué espera, qué me pide?
Hablaré de Quneitra,
del pasto crecido sobre los escombros,
de los testimonios del Golán?

Ibrahim me muestra unos montículos de nada


y dice: esta era mi casa.
Por esta calle iba a la escuela cada mañana.
Y señala la escuela, lo que debo
creer que fue una escuela,
cemento y hierros
arrasados por las topadoras.

De quiénes eran las tumbas?


Cuántos lloraban entre los olivos?

Alguien preguntó
sobre la poesía después de Auschwitz,
también yo lo preguntodesde las ruinas de Quneitra,
sus hospitales muertos, sus calles incendiadas,
las infinitas filas de cruces blancas sobre
la vergüenza del mundo.

De quiénes son las tumbas?


Cuántos lloran entre los olivos?

Cuando termina la lectura del poema no hay palabras posibles, le sigue un silencio
conmovido esa mañana de sábado de CAJ en la escuela.
Hicimos algunos registros fotográficos de los pequeños libros cartoneros que cada
participante de la lectura se llevó con el poemario. Por medio de FB le comenté a la
poeta cordobesa que habíamos trabajado su texto y recibimos de respuesta
agradecimientos.

En el transcurso de esa semana de abril Siria tuvo un brutal bombardeo por parte de las
potencias: Trump, Macron, May los responsables que cayeran bombas sobre la
milenaria Damasco y su población.

El sábado siguiente los participantes del taller regresaron a la escuela angustiados ante
la noticia que en Siria, que ya no quedaba lejos, las bombas caían sobre la población
civil, personas como ellos que amaban, sufrían, tenían hijos, padres, amigos. Que ahí
estaba la prima del padre de la poeta. El poema había acercado la conciencia del horror
de la guerra.

Juana Bignozzi nos decía en el poema: Función social de la poesía

“si toda vida es referencia a nuestra vida


espero dejar una palabra
que ampare a alguien
en estas tardes inhóspitas de recuerdos”

Dejar palabras que amparan, o denuncian, que dan testimonio de la barbarie y


brutalidad del hombre contra el hombre se transforma en un imperativo ético de la
creación.

“De quiénes son las tumbas?


Cuántos lloran entre los olivos?”

Jose Emilio Pacheco, ese gran poeta mejicano sostenía que “La poesía es una forma de
resistencia contra la barbarie” y Juan Gelman nos recuerda que hay palabras que vencen
al fuego. Y me atrevo a sostener que son las palabras que vencen el olvido, son las que
permiten dar testimonio y denunciar las injusticias.

La foto de una pequeña que tiene en sus brazos una muñeca circula por las redes
sociales, la niña despeinada y carita sucia le tapa los ojos a su muñeca. La niña, dicen, es
víctima de la guerra en el Asia Menor. Aún todos tenemos en la retina la imagen de Aylan
Kurdi, el niño sirio de tres años muerto en una playa de Turquía, cuando con su familia
en 2015 trataba de emigrar a una Europa de puertas cerradas, aún tenemos en la retina
el cuerpo pequeño, frágil y solo de Aylan Kurdi muerto sobre la arena por escapar de la
guerra.

Ezequiel, alumno de la escuela Secundaria Emilio Castelar participante de las actividades


del CAJ, no sólo mira la foto en su red social, sino que puede acercarse más al drama
que vive la niña que tapa los ojos de la muñeca para que no vea el horror. Desde su
sensibilidad le pone palabras a esas imágenes y denuncia la injusticia, la crueldad y el
dolor que sufren las víctimas de las guerras surge así su poema, que tiene como epígrafe

“Alguien preguntó
sobre la poesía después de Auschwitz,
también yo lo pregunto
desde las ruinas de Quneitra”
Siria, Susana Cabuchi

“Después de Auschwitz, no se puede escribir poesia” resuena como un eco trágico la


sentencia de Adorno, pero el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial fue posible
porque nadie grito con poesía o sin ella los Holocaustos anteriores, un par de décadas
antes el Holocausto Armenio es un ejemplo de los dolores cercanos en el tiempo y el
espacio que fueron acallados, quedando impunes los asesinos.

Cuando leo el poema, le pregunto por el título, Ezequiel no se había decidido, como
sugerencia propongo “La niña siria” y tengo de respuesta que era demasiado obvio, que
el lector podía arribar a su intención con la información que proporcionaba el epígrafe,
terminó eligiendo acertadamente como título “Las Muñecas”, que potencia y completa
ese artefacto que es el poema, porque una muñeca es un juguete, parece un humano
pero no tiene humanidad, esta vacía, es una cosa y como tal puede ser descartada, tirada
a la basura, como las vidas de los débiles, en general son niños, ancianos y mujeres las
victimas sin escapatoria de la barbarie.

Transcribo el poema de Ezequiel Balasone:

Las muñecas

“Alguien preguntó

sobre la poesía después de Auschwitz,

también yo lo pregunto

desde las ruinas de Quneitra”

Siria, Susana Cabuchi

Siento que soy el polvo en el aire,

siento que me desvanezco con él,

sin hacer nada.

Siento lo que escribo, y veo

como cae con esas ruinas.

Esta aterrorizada.

Lo vio todo…

Ya no cubren sus ojos y juegan

solas entre los escombros.

Abandonó la triste playa,

y una muñeca aburrida,


se va con el océano

a buscar calma en el exilio.

( 23 de mayo de 2018)

Este poema es resultado de lecturas que interpelan, que incomodan, que duelen, que
nos sacan de lo estático para convertirse en incomodidad, en interpelación y en dolor.
Un poema nos puede anclar en la realidad y convertirse en mirada no superficial,
alejándose del “me gusta” conformista, epidemia de los tiempos actuales caracterizados
por la fugacidad y el instantáneo olvido, un poema puede trascender para fraguarse en
denuncia del horror de la guerra, dicho de otra forma para conformarse como
conciencia.
La poesía como en estos dos casos, el poema de Cabuchi y el de Balasone, se enmarcan
en una de las caras de la moneda de la otredad que es la alteridad, es decir, la condición
de ser y respetar a ese otro, pudiendo ponerse en el lugar de ese “otro”, alternando la
perspectiva propia con la ajena.

José Emilio Pacheco nos entregará las palabras justas para concluir estas memorias con
un fragmento de la novena alabanza de Miro la tierra:

“Poesía que me permite salir de mi


Y tener la experiencia de otra experiencia.
Poesía que humaniza a la humanidad
Y nos demuestra:
nadie es menos que nadie”

Por eso es necesario más poesía en las aulas, pero no para contar sílabas tan sólo y ser
presas de la gramática, sino para poder mirarnos y reflejarnos en las experiencias de los
otros. Leer poesía es un acto de acercarse a los otros así lo define José Emilio Pacheco
en Carta a Geoge B. Moore en defensa del anonimato de Los trabajos del mar:

“Llamo poesía a ese lugar del encuentro


con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán o no el poema que tan sólo he esbozado.
No leemos a otros: nos leemos en ellos.”

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