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CRITERIOS PARA DEFINIR EL CONCEPTO DE BARRIO.

IMPLICANCIAS METODOLÓGICAS Y DE
POLÍTICA PÚBLICA.
Ricardo Tapia

Definición del concepto “Barrio”

El concepto de "barrio" ha sido tradicionalmente concebido desde el urbanismo como una unidad
territorial dotada con ciertas características propias y distintivas que marcan una relación de
particularidad frente al conjunto de la ciudad. Entre éstas destacan la conformación de una
fisonomía y una morfología determinada que definen su individualidad, la conjunción de una o
más actividades prioritarias que permiten el desarrollo de una cierta autonomía funcional, y por
último el establecimiento de relaciones sociales significativas entre sus habitantes y el territorio
que ocupan. Siguiendo la definición entregada por Merlin y Choay, un barrio puede ser entendido
como: "Fracción del territorio de una ciudad, dotada de una fisonomía propia y caracterizado por
las trazas distintivas que le confieren una cierta unidad y una individualidad. Dentro de ciertos
casos, el nombre del barrio puede ser dado a una división administrativa, pero la mayoría de las
veces, el barrio es independiente de todo límite administrativo. Se habla todavía de barrio para
designar la comunidad de los habitantes de una parte de la ciudad"1. En Bogotá, Colombia, a todo
nuevo conjunto habitacional que se construye se le denomina barrio, seguido de un nombre que le
particulariza y ello forma parte de la cultura urbana de sus habitantes. Estos últimos se identifican
según el nombre de su barrio.

Desde una perspectiva netamente sociocultural, la concepción de barrio posee también una
relevancia particular. La comunidad que habita un determinado territorio corresponde a una
construcción cultural fundada en una imagen o representación del espacio compartida por sus
miembros, la que a su vez dice relación con su experiencia urbana particular, vinculada a la vida
cotidiana desarrollada en el barrio. Es a partir de estas representaciones sociales del espacio, así
como al establecimiento de relaciones sociales definidas mediante fuertes lazos de pertenencia
entre sus habitantes, que el concepto de barrio ha sido vinculado a la conformación de un espacio
social integrado, en el cual la relación de equidad entre lo publico y lo privado permite una intensa
dinámica social, constituyendo un espacio con identidad propia que lo distingue del resto de la
ciudad2. En otras palabras, lo que distingue al barrio es una identidad cultural propia y
característica, basada en las representaciones y las experiencias de sus habitantes.

Algunos especialistas nacionales generan sus propias definiciones al solicitarles que definan el
concepto:

“Constituyen un fragmento del tejido urbano que comparte ciertas características sociales, culturales,
espaciales y formales que lo hacen reconocible para sus usuarios directos...”  (Jordán,  P,  2007,  p.  9)3

Se puede establecer la existencia del barrio como parte de una experiencia social y territorial
significativa para sus habitantes. Desde esta perspectiva, la imagen que los sujetos urbanos tienen
de un barrio se construye principalmente a través de los lazos afectivos con que se relacionan con
un determinado territorio. De esta forma el barrio requiere más que un espacio físico para
conformarse; en él se establecen redes sociales y al constituirse como escenario de estas

1
Pierre Merlin y Francoise Choay (1988). Diccionario del Urbanismo. Presses Universitaires de France.
2
González, Daniel, Adriana Olivares y María Teresa Pérez. 2001.
3
Jordán  Pablo.  “Las  casas  no  hacen  ciudad”.    Artículo,  en: Revista Foco 76. Nº 8, enero 2007. Editor: CHILECTRA. S.A.
relaciones se construye un sentimiento de pertenencia hacia él. De acuerdo con Pérgolis y
Moreno:   “…si el conjunto residencial es resultado de un significante, el barrio lo es de la
significancia que determina el sentido, porque el barrio más que una entidad física es una entidad
social y afectiva, emocional: la significancia excede la razón, el concepto de barrio va más allá del
lenguaje y de sus definiciones”4.

Una segunda comprensión, refiere al barrio como un territorio donde se articulan cierto tipo de
experiencias históricas y biográficas, es decir, como el lugar desde donde venimos y que a su vez
es parte de lo que somos. En este sentido, Shutz establece que “...la   palabra   barrio   define   un  
espacio determinado o sector residencial en la ciudad (...) es aquel espacio en la ciudad que se
conoce íntimamente, en el que uno tiene sus raíces, de donde uno viene.”5 De esta forma, los
significados que se le dan al barrio han surgido a través de la historia individual y colectiva de sus
habitantes, de su forma de participación en el desarrollo espacial y social de un determinado
sector al interior de la ciudad y de las formas de interacción y vínculos sociales mantenidos a lo
largo del tiempo entre sí.

Una tercera perspectiva establece que el barrio puede ser comprendido a partir de la
conformación de lazos afectivos entre sus habitantes. Como establecen Kuzma y González, el
barrio representa un lugar donde se construyen identidades, por los afectos, experiencias y
relaciones que en él se dan: “El barrio es un espacio de reconocimiento y constitución de
identidades sociales, de mediador entre el universo privado y el mundo público de la ciudad;
referente para la construcción de un "nosotros" de una sociabilidad más amplia que la familiar, y
más densa y estable que la impuesta por la sociedad”6.

Considerando la complementariedad entre las tres perspectivas antes expuestas, se puede


establecer que así como el barrio construye identidades, los sujetos y grupos que lo constituyen y
que habitan en él lo van configurando permanentemente de un modo particular y reconocible.
Será por medio de la permanente interacción social en y con el territorio en cuestión, y la
consecuente apropiación que sus habitantes realizan de éste, que el barrio va adquiriendo
significados dinámicos y espontáneos, los cuales a la larga van constituyéndose en una extensión
de la vida personal y cotidiana de sus habitantes.

A la luz de las consideraciones anteriormente planteadas, la relevancia urbanística asociada al


barrio como unidad de intervención podría entenderse de acuerdo a lo planteado por Zoido et Al,
para quien “el  barrio  es  una  parte  del  núcleo  urbano  relativamente  homogénea,  con  límites  más  o  
menos imprecisos que constituye una unidad básica en  la  percepción  de  la  vida  urbana”7, es decir,
el barrio constituye una unidad territorial relativamente delimitada donde se concentran y podrían
identificarse dinámicas socioculturales de integración social acotadas espacial y temporalmente.

Asimismo, y atendiendo a las características antes reseñadas, se destaca que los barrios
constituyen una de las escalas territoriales del hábitat residencial. Estas partes pueden estar
habitadas por grupos sociales de características afines siendo un escalón intermedio entre la
ciudad y el individuo. Reflejan fácilmente las características y modos de vida de sus pobladores y
proporcionan a sus vecinos identidad y puntos de referencia dentro de la población.

4
Pergolis y Moreno, 1998
5
Shutz, 1996, pp. 14-15
6
Kuzma y González, 2001.
7
Zoido et Al, 2000.
Límites en los barrios.

“Una  de  las  mayores  dificultades a la hora de definir un barrio es el tema de sus límites, porque éstos
suelen ser difusos. Son más claros en la medida que un barrio tenga la capacidad de orientar al usuario
y  autodefinirse  por  una  función  o  espacio  público  relevante”. (Jordán, P, 2007, p. 9).

“Espacio  público:  Bien  nacional  de  uso  público,  destinado  a  la  circulación  y  esparcimiento,  entre  otros”
(O. G de U. y C, 2001).

Según Simmel, los límites surgen de un proceso que otorga sentido social al espacio permitiendo así
distinguir los de adentro de los de fuera. Por lo tanto ellos son subjetivos.

La orientación también tiene que ver con la identificación y el control que pueda inducir un barrio: yo
reconozco a mis vecinos, sé llegar y circular, me oriento, pero además controlo una cierta dimensión del
entorno. (Jordán, P, 2007, p. 9).

De acuerdo a un estudio realizado por el Instituto de la Vivienda, los habitantes de asentamientos


precarios definían por barrio un área territorial en donde éstos podían acceder a equipamiento
local de salud y educación para su grupo familiar a menos de 10 cuadras, caminables desde su
vivienda a esos destinos (INVI, 1996). Coinciden otros autores, acerca de la cualidad de
"caminable" (Prost, 1991 en Aguilar, 1995); (Parole Dictionary, 2005).

La dimensión de estos territorios también es muy importante: en teoría de conformación de barrios se


habla de un radio de 400 metros para formar un territorio que sea transitable a pié. (Jordán, P, 2007, p.
9).

En los principales cuerpos normativos oficiales que rigen el desarrollo urbano de todo el país el
concepto se maneja sin gran profundidad. Se asocia a otro: el de sector, pero tampoco se define este
último.

En la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones (O.G.de U y C) y en sus definiciones previas,


se explicita una definición de barrio pero también ella es vaga, pues se refiere a un área o grupo de
manzanas de características similares sin precisar a que se refiere con esa similaridad:

"Barrio": área habitacional, industrial, comercial o mixta que forma parte de una ciudad, compuesta
generalmente de un grupo de manzanas con características similares8. (O.G de U y C). La definición es
importante por cuanto define normativamente lo que es un barrio, concepto por el cual se rigen los
equipos técnicos de los municipios de todo el país y sobre los cuales se toman decisiones y se orientan
recursos.

Algunas precisiones en estos cuerpos normativos:

“para   prevenir   el   deterioro   progresivo   de   un   sector o barrio”   (Ley   General   de   Urbanismo   y  


Construcciones. Art. Nº 81 p. 37).

8
Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones. MINVU, Chile. 2009. p 10. La Ordenanza General,
contiene las disposiciones reglamentarias de la Ley de General de Urbanismo y que regula el procedimiento
administrativo, el proceso de planificación urbana, urbanización y construcción, y los estándar técnicos de
diseño y construcción exigibles en los dos últimos.
“realizar una o más audiencias públicas en los barrios o sectores más afectados para exponer el
proyecto  a  la  comunidad” (Ley General de Urbanismo y Construcciones. Art. Nº 43 p. 22)

“localización  del  equipamiento  vecinal  en  los  barrios o sectores”  (p.  25)

Santiago, barrios y poblaciones.

Algunas consideraciones históricas.

Para el caso de Santiago, metrópolis única en Chile por su tamaño y rol, existe una larga y no acabada
controversia acerca de la existencia o no de barrios en su interior. Parte de esos barrios obedecen a
áreas de ciudad surgidas como consecuencia de su desarrollo histórico: barrio Yungay, Bellavista, 10 de
julio, Franklin, Suecia, Matadero, Estación Central, Cívico, etc.

Según este autor, a fines del 1800 se crean las primeras comunas, (Renca, Ñuñoa, Maipú, La Granja,
Puente Alto, San Miguel, Providencia, Barrancas, Las Condes, entre otras) fuera de la de Santiago,
vendiéndose nuevos lotes para irse a vivir en ellos; son las primeras poblaciones. En contraste con
aquellas, los obreros se instalaban en las periferias o en el centro de Santiago, en conventillos, o a la
vera  del  río  Mapocho,  sindicados  como  “barrios  pobres”,  que  hoy  ya no existen.

En la década de 1930 se vuelve a producir un gran éxodo campo –ciudad y crecimiento urbano de
Santiago (Santiago en 1930 abarcaba 6.500 hectáreas. En 1960, las había triplicado a 20.900 hectáreas).
El desarrollo industrial urbano, la aparición del automóvil, y las vías para la movilidad espacial junto a la
creación de nuevas comunas posibilitan a la aparición de nuevas poblaciones. Parte de la nueva clase
media se traslada a estas nuevas comunas en vista del aumento de los alquileres en el centro de
Santiago. Estos nuevos enclaves definen nuevos barrios y poblaciones.

De Ramón asocia barrio a población, conjuntos de viviendas existentes ya desde 1930. Los proyectos
emprendidos por las Cajas de Previsión de esos años dieron nombre a numerosos barrios o poblaciones
de clase media. Cabe hacer notar que los destinatarios de estos conjuntos fueron grupos que se
conocían entre si. Militares, empleados públicos y particulares. Correspondían a comunidades ya
constituidas   que   se   iban   vivir   a   un   mismo   lugar.   El   loteo   de   la   “Chacra   San   Pascual”   en   1940,   por  
ejemplo, dio origen al barrio El Golf, lugar donde se fue a vivir parte de la clase alta santiaguina de esa
época (Ramón, A, 2000).

Políticas urbano-habitacionales y delincuencia

El proyecto hace dos preguntas: una acerca del porqué en algunos barrios se mantienen en el tiempo
altos niveles de criminalidad y violencia y otra acerca del el porqué en estos territorios las políticas
públicas son poco efectivas y resulta extremadamente difícil y costoso revertir la situación que allí se
vive.

Es preciso comentar algunos sucesos de política urbano habitacional más recientes para contextualizar
el problema:

Más del 50% de los conjuntos habitacionales que se han construido en Santiago son de los últimos 25
años (parte del universo de la presente investigación) y corresponden a sectores de ciudad ubicados la
periferia de ella (de Circunvalación Américo Vespucio hacia fuera, puesto que en 1979, mediante el
Decreto Supremo Nº 420, se amplió el límite urbano agregando nuevas y extensas áreas rurales al radio
urbano (62.000 nuevas hectáreas se agregaron a la superficie urbana).
Cuatro acontecimientos que se suman al ya expuesto vienen a configurar una nueva cara territorial de
Santiago, más segregado, aun, por ello: la erradicación de campamentos de comunas expulsoras (de
ingresos medios y altos) a otras receptoras, (proceso  llamado  de  “venta  de  pobres”)  tales  como  Renca,  
La Pintana, La Granja, San Bernardo, entre las principales. En 1972, existían en Santiago, 275
campamentos con 453.500 habitantes en ellos; la división de Santiago de 17 a 34 comunas, creándose
algunas nuevas, tales como La Pintana, El Bosque, San Joaquín, Lo Espejo, San Ramón, Huechuraba,
etc., (o que define comunas pobres, de clase media y ricas, las menos); La gestión urbana y todas las
funciones habitacionales – hasta ese momento llevadas por el Estado- son traspasadas al sector
privado inmobiliario y el Estado se queda solo con la función subsidiaria ( los nuevos sectores en donde
se alojan los más pobres son homogéneos actuando el valor del suelo urbano como discriminante); y
finalmente, la liberación de los suelos y su valor dejando exclusivamente al mercado el manejo de sus
precios.

Dado que el objetivo del mercado inmobiliario es maximizar sus utilidades, utiliza y cumple la
normativa atendiendo a sus exigencias con el mínimo costo. Al respecto, una de las tipologías de
edificios más utilizadas por las inmobiliarias de vivienda social fue una en que se enfrentan 2 edificios y
a los cuales se accede a cada departamento mediante escaleras cruzadas. Este diseño –probadamente
insatisfactorio para sus moradores- responde al objetivo de las inmobiliarias de bajar los costos de las
instalaciones de gas por departamento.

Si bien es cierto que desde hace una década se han estado haciendo esfuerzos por mejorar la calidad
del hábitat residencial a construir, en cuanto a dotar de mejores equipamientos complementarios a las
“Villas”, conjuntos habitacionales o poblaciones, el mercado de suelos sigue a cargo del sector privado
y ya hace ya más de 10 años que en el Gran Santiago no existen terrenos de menos de 1 UF para
instalar sobre ellos viviendas sociales y por lo tanto los nuevos conjuntos para los segmentos
socioeconómicos más bajos (1º y 2º quintil e ingresos) continuarán levantándose en las nuevas
periferias o dicho de otro modo, en las comunas periféricas de la Región Metropolitana.

Por lo expuesto- y desde la mirada de un observador externo solamente -, no se puede hablar


categóricamente de la existencia de barrios en los conjuntos de vivienda social que se han construido
los últimos 25 años, y que son gran parte de los sectores en que se mantienen en el tiempo altos
niveles de criminalidad y violencia y en donde las políticas públicas son poco efectivas y resulta
extremadamente difícil y costoso revertir la situación que allí se vive.

Un factor que refuerza la generación de barrio en estos sectores es la ausencia de factores para la
ocurrencia de historias residenciales comunes. Al menos hasta fines de los 90, la posibilidad para una
familia pobre de acceder a una vivienda social dependía fundamentalmente de su nivel de pobreza
medida a través de la Ficha CAS. Ella le daba un puntaje y un orden de prelación para acceder a la
ansiada vivienda. De allí el dicho popular de un beneficiado por un   subsidio   habitacional:   “me   salió  
casa”,  no  importando  donde,  ni  la  comuna ni  los  “vecinos”  con  los  que  les  tocaría compartir un bien
común en un condominio. (Hasta fines de la década del 90, más del 70% de los habitantes de viviendas
sociales habitando en departamentos, antes de que obtuvieran el subsidio habitacional, vivían de
allegados o arrendando). Estos habitantes vivían como allegados en casas de sus familias las cuales las
habían obtenido de las políticas habitacionales de los años 50 al 70. Aquellos primeros pobladores
fueron los que accedieron la ciudad a través de las tomas de terreno y posteriormente fueron
beneficiados con la Operación Sitio9 y otros programas habitacionales del Ministerio de Vivienda,
creado en 1965. Un caso representativo: Población Santa Adriana, barrio definido  como  “vulnerable”
por  el  Programa  “Quiero  Mi  Barrio” primero, fue una toma de terreno y posteriormente, en 1960, fue
beneficiada por un programa gubernamental de viviendas. Población La Legua, primero una toma de
terreno, en 1947. Ambos casos se definen como población y no barrio.

“En el problema de la seguridad residencial participan factores de índole social – la homogeneidad


sociocultural de la población y la experiencia de una historia residencial común- en conjunto con otros
de carácter arquitectural...”10, por   ello,   que   tras   el   dicho   “me   salió   casa”, no se da fácilmente esa
historia residencial común; las posibilidades que se constituyan vecindarios disminuyen, por ende
disminuye la conformación de barrio basada en la identidad, pertenencia y valoración positiva del
territorio.

Unidad Vecinal y Junta de Vecinos.

Cada municipio define la cantidad, dimensiones y límites territoriales de Unidades Vecinales, UV. Cada
UV, puede contener más de una Junta de Vecinos, JV, en su interior. El tamaño de cada UV es relativo
en cuanto a superficie, número de poblaciones y número de habitantes. Los límites administrativos de
una UV pueden coincidir con los límites de una población. No existe un patrón de división de UV. La
participación de la comunidad es muy baja (cercana al 20%) y quienes lo hacen en mayor porcentaje,
son adultos mayores de 41 años.

Un barrio, de acuerdo con sus definiciones, puede ser parte de una Junta de Vecinos o más de una;
puede ser parte de una Unidad Vecinal o toda ella, coincidir con los límites de una UV o puede haber
más de un barrio en una UV.

Complejizan más los límites objetivos de los barrios cuando en extensas poblaciones de vivienda social
construidas en los últimos 25 años muchas de ellas se rigen por la modalidad de condominios, es decir
su organización interna esta condicionada por la Ley de Copropiedad Inmobiliaria lo que obliga a sus
habitantes a convivir según reglas externas a los vecinos, para el caso, copropietarios. Podría haber
barrios que sean la suma de varios condominios o por el contrario, la obligatoriedad de constituirse en
copropietarios sea un factor que obstaculice la conformación de barrios dado que el régimen de
habitación en copropiedad, obliga a hacer aportes económicos para gastos comunes, gastos que los
habitantes por regla general no los asumen, alterando la calidad residencial de estos conjuntos y
constituyéndose en un factor de conflicto colectivo y de negatividad de las cualidades que debería
tener un barrio.

9
Programa del Estado de Frei Montalva. Consistió en dotar e títulos de dominios y urbanización de servicio
de agua potable, alcantarillado y red eléctrica a las tomas de terreno que se produjeron e Santiago de Chile
desde la década del 50.
10
Sepúlveda  Et.  Al.  “Seguridad  Residencial  y  Comunidad.  1999.  P  241.  Santiago,  Chile.
Conclusiones preliminares.

De acuerdo a lo expuesto, la existencia de barrio, dependerá de límites objetivos y subjetivos. Puede o


no coincidir con límites administrativos (Unidades Vecinales, Juntas de Vecinos, Condominio de
vivienda, social o no, etc). Algunos de ellos, en particular los ubicados en la zona céntrica de Santiago,
pueden corresponder a hitos urbanos históricos, a veces corresponden a funciones urbanas (barrio 10
de julio, especializado en venta de repuestos automotrices; barrio Bellavista, área turística, cultural y
culinarias, etc).

Debido al segundo gran crecimiento de Santiago, entre otras razones (desde 1930 a hoy) es posible que
muchas poblaciones de la comuna sean barrios. Tal percepción deberían asumirlas sus propios
habitantes, en cuanto a que en estas poblaciones encuentran satisfacción a sus necesidades de salud y
educación al menos y en un rango de territorio, caminable. Es posible que una población pueda ser
catalogada como barrio por sus habitantes, aunque ella no les genere orgullo de vivir allí, si bien en
otro momento histórico si lo hizo. (caso Población la Victoria)

Habría que ser cuidadoso cuando un territorio conformado por varios condominios de vivienda social,
pudiese tender a formar uno o más barrios, pues la Ley de Copropiedad Inmobiliaria (por sus
condicionantes normativas) puede ser un factor exógeno y artificial que este condicionando- a pesar de
sus habitantes- y tergiversando el sentido básico de lo que es un barrio (caso de áreas urbanas de
Puente Alto, por ejemplo).

La Unidad Vecinal, los distritos censales, las Juntas de Vecinos, los Condominios de vivienda social, las
poblaciones, son sectores de ciudad definidos con esa clasificación desde fuera y no desde la
comunidad que habita ese territorio. Esta forma de entender el universo de estudio puede ser parte de
un primer acercamiento metodológico, pero no necesariamente conducirá a definir barrios. Habría
que identificar y comprobar al interior de ellos, sus límites y el grado de satisfacción que producen a
sus moradores.

Barrios o áreas céntricas de Santiago, podrán corresponder a funciones urbanas que por su naturaleza,
albergan a población flotante, no residente, por lo tanto al entender el centro de Santiago, como
barrio, éste constituye “un  fragmento  del  tejido    urbano    que  comparte ciertas características sociales,
culturales, espaciales y formales que lo hacen reconocible para sus usuarios directos...”   (Jordán,   P,  
2007, p. 9)11. Habría que indagar si existe una historia residencial común entre los habitantes de los
edificios céntricos construidos al alero del programa de Renovación Urbana del MINVU que otorga 200
UF por vivir en estas áreas.

En estas áreas se podrán distinguir barrios según su data de creación – en el caso que tales áreas sean
residenciales- según si en ellos se desarrollan actividades o funciones urbanas que les genere identidad
por el cual sean reconocidos. Luego, verificar si tal definición –de barrio- es compartida por sus
usuarios, visto que la investigación apela a la eficacia colectiva.

Otra consideración a tomar en cuenta es el hecho de que la sola existencia de vecindarios, no es


garantía de presencia de cohesión social. Cuando un territorio adopta una actitud más proactiva
contra la delincuencia, implica la existencia allí de comunidades que emergen cuando los habitantes
asumen una disposición más institucionalizada ante estas amenazas, y que se corresponden con el
funcionamiento de organizaciones sociales más formales en esas áreas urbanas.

11
Jordán  Pablo.  “Las  casas  no  hacen  ciudad”.    Artículo,  en: Revista Foco 76. Nº 8, enero 2007. Editor: CHILECTRA. S.A.
El equipo de investigación deberá asumir primeramente, una definición de barrio a partir de
delimitaciones exógenas para una primera bajada a los territorios de estudios. Esta bajada podría ser
desde la división de UV, dado que aquella es una categoría de división administrativa que desde la
década de los 60 y hasta hoy se utiliza como referencia ciudadana para interlocutar con las múltiples
instancias del Estado, desde el gobierno local, central, hasta ser una unidad aglutinadora para muchas
organizaciones formales informales territoriales y funcionales. Además que por esa plataforma pasan
gran parte de las políticas y programas sociales.

En un segundo filtro, habría que reconocer los barrios presentes en las UV, definiendo sus
características y límites desde afuera y además con los propios habitantes y sus dinámicas
socioculturales.

Finalmente se puede afirmar que el concepto barrio, se usa ligeramente según quien lo quiera hacer
para  determinada  intención.  Hoy  es  común  leer  en  lo  avisos  inmobiliarios    sobre  “barrios  exclusivos”  o  
“barrios  residenciales”.  Por  otra parte, las leyes urbanas como ya se indicó, presentan una definición
genérica. Los actuales programas públicos destinados al mejoramiento de la calidad residencial aluden
al concepto desde una comprensión política, externa y no coincidente con la de los propios habitantes
y que puede ser una de los factores de fracaso que hay en ellas.

Bibliografía preliminar:

De Ramón, A. 2000. Santiago de Chile. Editorial Sudamericana.

Gottdiener, M. 1994. The New Urban Sociology. A socioespatial perspective. Mc Graw-Hill, New Cork.

MINVU, 2009. Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones

MINVU, 2009 .Ley General de Urbanismo y Construcciones.

Morales, E y Rojas,S. 1987. Relocalización Socio-espacial de la Pobra. Mapas de Erradicción de


Pobladores de campamentos del Área Metropolitana, 1979-1985. FLACSO. Santiago, Chile.

Oviedo, E y Trlvelli, P. Evolución histórica de robos y hurtos e siete ciudades chilenas y Análisis d su
distribución Intercomunal en el Gran Santiago. Ed. CED, Santiago, Chile.

Revista Foco 76. Nº 8, enero 2007. Editor: CHILECTRA. S.A.

Sepúlveda,   R;   De     la   Puente,   P;   Torres,   E;   Tapia,   R.     1999.   “Seguridad   Residencial   y   Comunidad”.  


Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Instituto de la Vivienda. Departamento de Sociología, Facultad
de Ciencias Sociales. Universidad de Chile.

Simmel,  G.  1939.  “Sociología”.  Editorial  Espasa-Calpe, Buenos Aires.

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