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“Soberanos, clientes o vecinos?

Algunas consideraciones sobre la condición del indígena en


la sociedad bonerense”.
En Villar (ed.) Jiménez & Ratto. Conflicto, poder y justicia en la frontera bonaerense, 1818-
1832. Bahía Blanca-Santa Rosa, Depto de Humanidades UNSur, Facultad de Ciencias
Humanas UNLPampa. Fecha estimada de publicación: noviembre/diciembre de 2002.

Silvia Ratto (UBA)

Introducción

El 1 de junio de 1832 una fuerza militar procedente del fuerte de Bahía Blanca y dirigida por
su comandante Martiniano Rodriguez, avanzó sobre las tolderías del cacique rebelde Toriano
asentado en la región de Mamuel Mapú. Según el parte oficial enviado al gobierno de la
provincia, la expedición obtuvo una victoria absoluta sobre este grupo rebelde. Más
importante aún, se logró la prisión del cacique y de otras 70 personas.
Dos meses más tarde los caciques boroganos “aliados” del gobierno bonaerense dirigieron
una nota al comandante de Bahía Blanca en la que solicitaban la entrega del cacique
Toriano junto con 12 jefes indios tambien prisioneros. El pedido se fundamentaba en el
hecho de que ambos grupos se hallaban enfrentados por viejas rivalidades y pedían el
“privilegio” de ser ellos quienes ajusticiaran a los caciques rebeldes. La Junta de Guerra
reunida para tratar esta solicitud dictaminó, por el voto unánime de sus integrantes, acceder
al pedido de los boroganos. Sin embargo la entrega de los prisioneros no se efectivizó por
razones de seguridad ya que el fuerte se encontraba rodeado por indígenas enemigos. Con
estas consideraciones se envió una comunicación a los boroganos “interin tanto se dava
tiempo a recibir las Superiores resoluciones que sobre los detenidos pricioneros estabamos
esperando de la Superioridad”.
Cinco días más tarde se presentaron en Bahía Blanca dos caciques boroganos con su
comitiva solicitando una definición sobre este asunto. Como resultado de ello se realizó en la
Fortaleza Protectora Argentina una nueva Junta de Guerra para decidir la suerte de los
prisioneros. La Junta de Guerra reunió “en Sociedad armoniosa” a las máximas autoridades
militares del Fuerte y a los caciques boroganos. Nuevamente, como en la oportunidad
anterior, el voto unánime de los integrantes estuvo por la entrega del cacique prisionero.
Como resultado del dictamen se entregaron los doce prisioneros indígenas a dos vocales de
la Junta: el Teniente Coronel Manuel Delgado y el cacique borogano Guicham. La comitiva
se dirigió a las afueras de la guarnición y allí, ante la presencia del Secretario de la Junta,
Capitán del Ejército Fabián Gonzalez, fueron ejecutados los indígenas rebeldes.
Qué podemos interpretar sobre este acontecimiento? Es la primera vez que nos
encontramos ante una situación en la cual se reunen en forma conjunta representantes de
las sociedades blanca e india para resolver una acción sobre prisioneros pertenecientes a
una parcialidad hostil a ambos grupos. Lo que resulta más llamativo es que la decisión a la
que se arriba se toma sin esperar o, por lo menos, sin consultar al gobierno central. El
hecho nos plantea varios interrogantes: el acontecimiento tuvo ese descenalce por tratarse
de una epoca temprana en la estructuración de la política indígena del gobierno rosista en
donde aún no estaban claras las reglas del juego? Sucedió esto por las características
particulares del grupo indígena al que nos referimos? O la razon principal de ésto se produjo
por la situación de aislamiento en que se hallaba el fuerte?
Como se ha visto en otros trabajos, durante el gobierno de Rosas en la provincia de Buenos
Aires se desarrolló una política con los indígenas que llevó a la distinción de dos grupos de
indios que acoradaron las paces con el gobierno: aliados y amigos. La diferenciación más
clara entre ambos se vinculaba al grado de autonomía que conservaban los grupos. En ese
sentido se plantea que los indios aliados, a diferencia de los amigos, mantuvieron su
autonomía política y territorial (Ratto 1994; Bechis 1998). En el caso que acabamos de
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relatar estamos frente a un grupo aliado cuyo lugar de asentamiento se ubicaba en las
Salinas Grandes y que en el momento del acontecimiento aún se hallaba negociando las
paces con el gobierno bonaerense. En virtud de estas negociaciones el cacique principal
Cañuiquir se encontraba en Buenos Aires para garantizar el éxito de las tratativas de paz y,
en contrapartida, en las tolderías de los boroganos había un pequeño destacamento de
oficiales. Por su parte, el fuerte de Bahía Blanca llevaba solamente cuatro años de
existencia y se encontraba escasamente comunicado con el resto de la provincia por lo cual
la relación pacífica con los indígenas circundantes se convertía en condición de
supervivencia para el asentamiento.
Más adelante retomaremos el análisis de este incidente, pero más allá de las
consideraciones que podamos hacer sobre el acontecimiento, creemos que el mismo puede
servir como disparador para una serie de preguntas relativas a la condición de los indígenas
en la sociedad provincial: se relacionaban con ésta como un grupo soberano o por el
contrario la relación era de dependencia? Una vez instalados en la frontera, se producía la
asimilación del grupo dentro de la sociedad o qué grado de mestizaje que podía darse?
Este trabajo pretende ser una primera aproximación al tema y a través del planteo de
hipótesis, abrir diferentes vías de análisis. Para entender la especificidad del período que nos
proponemos trabajar comenzaremos revisando la situación jurídica de los indígenas a fines
de la colonia haciendo referencia a los objetivos de la Corona española y de qué manera se
entendía el vínculo con los indígenas. Luego veremos si este sustento jurídico se mantuvo
durante el período revolucionario para finalmente centrarnos en el gobierno de Juan Manuel
de Rosas y su negocio pacífico de indios1.

LA SITUACION JURIDICA DE LOS INDIGENAS A FINES DE LA COLONIA.


La existencia de indígenas amigos es un hecho verificable desde los inicios mismos de la
conquista de América. Gran parte de la misma estuvo jalonada por luchas de indios contra
indios, al aprovechar astutamente los conquistadores enemistades antiquísimas entre los
indígenas. En las áreas en donde se produjo la estabilización de un ámbito fronterizo la
función de los indios amigos cobro características particulares. Varios investigadores han
planteado que la frontera chilena y algunas zonas fronterizas del actual territorio argentino
comparten ciertas características en cuanto a la densidad y complejidad de las relaciones
entabladas entre las dos sociedades. En ambos espacios, por otra parte, la política colonial
con respecto al indígena fue la misma lo cual se torna evidente si se observan los objetivos
perseguidos en la implementación de una categoría de "indios amigos".
En este sentido, Leonardo León Solís (1993) plantea que la política borbónica con respecto
al indígena buscaba transformar a éstos en vasallos del rey lo que implicaba la exigencia
de lealtad solamente a la Corona con la contrapartida de que ésta respetaría su autonomía
territorial y política y garantizaría la justicia, protección y amparo2. Se trataba de un
intercambio recíproco de respeto y obediencia por el derecho de gozar de la protección real.
Nos interesa en este punto detenernos en dos aspectos de esta política: la expresión de
fidelidad al Rey y sus oficiales y la posibilidad de apelar a la justicia española. Veamos
algunos ejemplos.
En distintos tratados firmados con algunas parcialidades del Chaco se puede verificar el
objetivo de la Corona por crear un lazo de dependencia directa entre los indígenas y la
figura del monarca. Esto era expresado en los juramentos de obediencia y fidelidad al Rey y

1 Sobre las características de esta política ver Ratto 1994b.


2 Para León Solís (1993)con esta política se logró que los mapuches fueran aceptados en el seno de
la monarquía como vasallos con más derechos que los descendientes de los hidalgos de Arauco.

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a sus representantes. Así, por ejemplo, en el tratado firmado con los lules en la década de
1750 se establecía que los indios se convertían en súbditos del Rey y por ello no serían
encomendados ni repartidos a los españoles. Una fórmula similar se repite en las
negociaciones realizadas con los indios mocobíes, para esa época, en las que se agrega que
los indios son considerados libres y de generación nobles. En este tratado se expresaba que
los indios
“...se entregaban con la mejor voluntad reconociéndose por vasallos del católico
nuestro Rey y Señor de España y de estas Indias Carlos Tercero (que Dios guarde)
prometiendo de buena fe estar en todo obedientes a sus órdenes y a todos sus
Tribunales, especialmente en este Reino de las del Exmo Sr. Virrey de
Lima, Real Audiencia de La Plata y como mas inmediato a las del Sr.
Gobernador de la Provincia del Tucuman y a las de sus Justicias
observando y cumpliendo en cuanto sea de su obligación las leyes y
ordenanzas de este Reino…(negrita nuestra)3
Para León Solís (1993), en estos tratados que plasman el objetivo de la política indígena
borbónica, se había abandonado el lenguaje paternalista que menospreciaba la capacidad
política de los indígenas.
Ahora bien, cuál era el sustrato jurídico sobre el que se apoyaban estas negociaciones? José
Carlos Chiaramonte plantea, en un reciente trabajo, que a fines del siglo XVIII las prácticas
políticas se fundamentaban en el Derecho de Gentes. Chiaramonte sostiene que las
practicas politicas se fundaban a partir del derecho de gente. Me parece que no deberias
quedar "pegada" a el intento de Chiaramonte por imponer el tema. Con solo decir que el
derecho de gente era una doctrina importante para sostener determinadas practicas
politicas, citandolo a Chiaramonte, estaria mejor. ¿Por qué? Porque el derecho de gente o
internacional, aparece en momentos, como bien vos lo mostras, de guerra o conflictos entre
territorios. Por eso yo lo encuentro en mi trabajo durante 1829 y 1830 cuando se enfrentan
la liga unitaria y lo federales de rosas. Antes y despues de eso no aparece. Lo mismo me
cuenta alejandro durante algunos años en los 40. Es decir, no estan pensando todo el
tiempo en el derecho de gente como dice Chiaramonte, aunque no deja de ser importante
esta linea ideologica.Y aún cuando dentro de esta doctrina existían distintas variantes, había
un campo compartido de supuestos políticos (Chiaramonte 1997). Nos interesa en este
punto detenernos en la concepción de nación sostenido por esta corriente del derecho.
Para esta doctrina todas las naciones eran iguales entre ellas independientemente de su
tamaño y poder, lo que implicaba que la república más débil gozaba de los mismos derechos
y estaba sujeta a las mismas obligaciones que el imperio más poderoso. Y qué era una
nación? Un poder soberano individual o colectivo formado por un mínimo de 15 personas.

3 En Chile, los textos de los Parlamentos realizados durante este período reproducen estas
nociones. Así, en el Parlamento en Tapihue de 1774 se expresa que los indígenas participantes
“conocieron y confesaron ... por su Rey y Señor natural a Nuestro Catholico Monarca el señor don
Carlos Tercero (que Dios guarde) y juraron nuevamente que le habian de reconocer por su legitimo
Soberano, obedecer sus Reales Ordenes y los mandados de sus Señores Capitanes Generales
y Ministros que gobiernan en su Real Nombre dando siempre y en todo tiempo nuevas pruebas
de la mas fina lealtad que serían puntuales todos los caciques de sus Naciones en salir y asistir
quando fuesen llamados a Parlamento o para otros fines de el Real Servicio …”. Para entener el
contexto en que se sitúa este documento es necesario aclarar que la dinámica de la frontera había
alcanzado un nivel de tal complejidad que en los hechos funcionaba como una región independiente.
Como consecuencia de ello se hace evidente en el texto del Parlamento que mencionamos el
objetivo imperial de contrarrestar el poder que estaba adquiriendo el patriciado local y reforzar la
autoridad de la Corona (citado en León Solis 1993).

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De los textos de los tratados realizados en el período borbónico se evidencia que el poder
colonial reconocía en los indígenas su entidad como nación soberana con capacidad para
negociar con otra nación. Con respecto al tipo de relación que unía a la nación indígena con
el imperio colonial, podríamos equipararlo al que el Derecho de Gentes reconoce en las
naciones feudatarias. Así, Andrés Bello señala que “debe contarse como nación
independiente y soberana aun aquella que se halla ligada a otra más poderosa por una
alianza desigual” y ejemplifica con el caso de las naciones feudatarias que reconocen ciertas
obligaciones de servicio y fidelidad a un señor.
Como ya hemos señalado, otro aspecto que estaba indisolublemete unido a este juramento
de fidelidad era la garantia que el estado colonial daba a la protección del indígena en caso
de abuso por parte de los españoles. Así, en los tratados con los indios del Chaco se
establecía que “siempre que [los indios] tuviesen alguna queja o agravio de la dicha
Provincia lo han de representar por medio de los respectivos Protectores para ser oídos en
justicia…”
Podríamos concluir entonces que a fines del período colonial es explícito el estatus de
vasallos o súbditos de los indígenas impulsado por la política borbónica. Qué modificaciones
se producirían en la época revolucionaria?

LOS INDÍGENAS EN EL DERECHO POSREVOLUCIONARIO


Durante la primera década revolucionaria la política indígena del gobierno p.3 el comienzo
del paragrafo "los indigenas... me parece muy fuerte la idea de que el gobierno tenga un
politica indigena. En todo caso cita el autor. A mi me parece que son cosas mas
coyunturales y no politicas de estado. En este sentido, me parece muy atinada la cita que
haces de halperin en p.3.muestra una tendencia filoindigenista que busca superar la relación
monarca – súbdito para integrar al indio dentro de la nación americana como un hermano y
compatriota. Esta posición se reitera frecuentemente en los documentos de la época. Es
conocida la declaración de Castelli, enviado de la Junta al Alto Perú en la que se declaraba la
supresión del tributo en los indígenas altoperuanos:
“Sabed que el gobierno de donde procedo sólo aspira a restituir a los pueblos su
libertad civil y que vosotros bajo su protección vivireis libres gozando en paz
juntamente con nosotros esos derechos originarios que nos usurpó la fuerza. En una
palabra la Junta de la capital os mirará siempre como a hermanos y os considerará
como a iguales...” (citado en Goldman 1992:119/120)
Para Tulio Halperín Donghi, esta declaración ocultaba una necesidad concreta de apoyo a la
revolución en una zona de escasa fidelidad a la causa. Sería la esperanza de obtener
ventajas políticas más que la convicción, la que inspiraba esta orientación filoindigenista
(Halperin Donghi 1972:264-265).
Dicha posición pragmática se mantiene en otras negociaciones realizadas con tribus de la
pampa4.
la nota 4, es muy interesante, yo la pondria dentro del cuerpo del trabajo y la ampliaria. En
estos temas es muy importante el contexto, para pensar porque en determinados momentos
se dice lo que se dice.
Así, en 1819 una proclama del Director Rondeau dirigida a los caciques ranqueles con el
objetivo de iniciar negociaciones de paz expresaba:

4 Tengamos en cuenta que en este período se estaba produciendo el ingreso de grupos realistas
chilenos que, vencidos en su país, intentaban extender el conflicto del otro lado de la cordillera. En
este contexto era primordial lograr un acuerdo con las parcialidades de las pampas para evitar que
fueran captadas por los realistas. Sobre este tema ver Bechis (s/f) y Ratto (1998).

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“Compatriotas y amigos: ...componeis una bella porción del todo nacional y los
magistrados no podían ser indiferentes a vuestra suerte... Unámonos amigos,
estrechemos los lazos de nuestras comunicaciones y comercio y aún de nuestras
fuerzas: mirad el porvenir: ved que vais a tener parte de las glorias de vuestro suelo
natal; ved que en unión con nosotros seréis inexpugnables...” (citado en Levaggi,
1995, pág. 95, negrita nuestra).
Y agregaba que miraran a Feliciano Chiclana designado como representante para llevar a
cabo las negociaciones como “el órgano del gobierno, y de todos los habitantes de las
provincias, que os aman como a hermanos y miembros de una misma familia”.5 La
culminación de esta noción de la hermandad con los indígenas se plasmó en la Constitución
fallida de 1819 que reconocía a los nativos el status de ciudadano 6
Sin embargo no sería ésta la única posición que puede hallarse al analizarse las
negociaciones realizadas en el período. Cuando se hace referencia al tema de la aplicación
de justicia se torna evidente la escasa posiblidad de implementar esta idea de pueblos
hermanados, de un único universo de ciudadanos. Así, por ejemplo, en un informe
presentado por Chiclana sobre un posible tratado de paz con los ranqueles, el aspecto
judicial sería planteado en los mismos términos que durante el período colonial: en virtud de
las paces que se buscaba establecer, el gobierno revolucionario se comprometía a proteger
a los indígenas de las incursiones de ladrones “de los nuestros”. La contrapartida por este
acto de protección era el pedido que los caciques ranqueles castigaran a los indios que
robaran las estancias de la campaña. En el transcurso de las negociaciones un cacique
ranquel argumentó que resultaba difícil para ellos identificar a los autores de tales robos por
lo cual autorizaban al gobierno a castigarlos “hasta matarlos”. La respuesta de Chiclana
marcaba una negación categórica a involucrarse en este tipo de cuestiones, lo que haría
referencia a la persistencia de la noción de “naciones” autónomas. En efecto, el
representante del poder central expresaba que “nuestro gobierno nunca entraría en hacer
justicia por sí solo y que lo mas acertado sería que ellos los aprehendiesen y remitiesen para
castigarlos y escarmentarlos”.
Se podría plantear entonces que en la primera década revolucionaria conviven estas dos
concepciones jurídicas que son utilizadas indistintamente en relación con el indígena: un
intento fundamentalmente pragmático de equipararlo a la figura tampoco clara para la
sociedad criolla, de “ciudadano”7 pp.4 y 5 cuando mencionas la posiblidad de equipararlos

5. En términos similares se expresaba un delegado del gobierno de Mendoza en negociaciones con


los indígenas “Amigos, hermanos y compatriotas ... formemos una noble familia, una nación brillante
... Formando un solo cuerpo nos haremos inconquistables”. Sin embargo se puede marcar aquí una
diferencia, un elemento que más tarde formará también parte de las negociaciones bonaerenses: la
paz con los indígenas debía pasar por su “civilización”, por que ellos adoptaran los modos de vida de
los criollos. “que os reduscais a pueblos florecientes al abrigo de vuestros hermanos defensores,
edificando casas como las nuestras, cultivando vuestros terrenos ... para que aseguren nuestras
subsistencia y las ventajas de un libre comercio entre nuestros amigos americanos” (en Levaggi
1995).
6. “ Siendo los indios iguales en dignidad y en derecho a los demas ciudadanos, gozan de las
mismas preeminencias y serán regidos por las mismas leyes. Queda extinguida toda tasa o servicio
personal bajo cualquier pretexto o denominación que sea. El cuerpo legislativo promoverá
eficazmente el bien de los naturales por medio de leyes que mejoren su condición hasta ponerlos al
nivel de las demás clases del Estado”. Capítulo II, Derechos particulares, CXXVIII. Constitución de
1819, en Estatutos, reglamentos y constituciones argentinas (1811-1898). Facultad de Filosofía y
Letras, Instituto de Historia Argentina Dr. Emilio Ravignani.
7 . Esta idea parece abandonarse a fines de la década de 1820. Concordante con este nuevo
espíritu, en el siguiente intento constitucional de 1826 la Comisión de Asuntos Constitucionales
aconsejaba suprimir el artículo que establecía la ciudadanización del indígena.

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con la figura del ciudadano. Me parece fuerte dicho asi, mas alla lo hagas con reparos. Yo
pondria directamente que se trata de igualarlos en derecho con otros individuos, y te evitas
el problema.y la persistencia de la tradición colonial fundada en el Derecho de Gentes que
hacía hincapié en la concepción de naciones separadas y soberanas.
Con el tiempo se agregaría otra posición que tendía a no reconocerle al indígena la categoría
de nación soberana. Un ejemplo de ésto se puede encontrar en la estructura formal de los
tratados realizados en este período y con mayor fuerza en la década de 1820. Si en alguno
de ellos es posible distinguir que se está ante una negociacion que compromete intereses de
dos naciones independientes y soberanas, otros se reducen a ser simplemente un listado de
obligaciones por parte de las parcialidades indígenas signtarias8. Estas figuras jurídicas no
se sucedieron una a otra sino que convivieron en el período 9
Veamos un ejemplo. A comienzos de la década de 1820 el gobierno de Buenos Aires encaró
una política de expansión de su territorio. Este proceso llevaría a un fuerte enfrentamiento
con las tribus indígenas que ocupaban dicho espacio. Ante el estado de guerra así creado,
en noviembre de 1824 el gobierno de Manuel Dorrego determinó la prohibición de comerciar
con los indígenas. Abelardo Levaggi considera que esta disposición fue fundada en el
Derecho de Gentes en virtud del cual debía cesar toda comunicación, especialmente de
comercio, con la nación con la cual se estaba en guerra (Levaggi 1995).
Poco tiempo después, inmerso el gobierno en la guerra con el Brasil y ante el temor de un
ataque portugués a través de la costa patagónica que consiguiera captar a las tribus de la
región, la política hacia el indígena dio un giro y se intentó de negociar las paces con las
parcialidades que habitaban esa región (Argentina 1974 II:14-15)..
Una de las medidas tomadas por el gobierno para lograr ese fin fue el envío de una
comisión al sur de la provincia para iniciar las negociaciones. Dicha comisión estuvo a cargo
de los hermanos Oyuela quienes fueron elegidos por el conocimiento que tenían de dichas
tribus a través de asiduos contactos comerciales10. Esta comisión se había superpuesto a
otra llevada a cabo por Juan Manuel de Rosas tambien representante del gobierno. Más allá
de la pelea personal desarrollada entre sus protagonistas por monopolizar el contacto con
los indígenas, se produjo un conflicto centrado en la validez de acceder al pedido de algunos
caciques de que se devolvieran las tierras donde se había establecido el fuerte de
Independencia. La argumentación de Oyuela se apoyaba en el derecho de guerra
reconocido por el Derecho de Gentes a las naciones enfrentadas. Así se expresaba el
dictamen de dicha comisión:
“La Comisión, al proponer la primera base en fuerza a las tenaces reclamaciones de
los caciques habitantes y antiguos poseedores de dichos campos tuvo en vista los
principios proclamados y las instituciones que nos rigen, entre las que se
encuentra, ser inviolable y sagrada la propiedad: es verdad que la guerra entre

8 Así, por ejemplo, el tratado de Miraflores firmado en 1820 por el gobernador de Buenos Aires y
algunas parcialidades pampas, comienza con la designación de representantes de ambas partes y
en los artículos sucesivos se plantean condiciones a que se compometen unos y otros. Hacia fines
de la década de 1820 se puede observar una modificación a esta posición. En el tratado de Guanaco
firmado en el año 1825 con los ranqueles el texto del documento cambia sensiblemente con respecto
a los anteriores: son nombrados solamente los representantes indígenas y los 6 artículos de que
consta el tratado son obligaciones o conceciones a éstos sin que aparezca la contapartida blanca
(Ver el texto completo de los tratados en Levaggi 1995).
9 Este superposición de figuras jurídicas no es exclusiva de la posición del Estado con respecto al
indígena. Carlos Cansanello ha señalado el proceso de fusión que se produjo en el período
posrevolucionario entre los cuerpos jurídicos indianos y las nuevas leyes de la República.
“Ciudadanos y vecinos: de la igualdad como identidad a la igualdad como inclusión”. Mimeo, 1998.
10 . Para una descripción de los objetivos de esta comisión ver Ratto 1998

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las naciones es un justo título para adquirir; pero también lo es que
cesando aquélla, se devuelven las ciudades, tierras, etc, si no hay
indemnizaciones por parte del conquistador a la nación propietaria. Sean
dichas tierras propias de los indios fronterizos e incuestionable su derecho de
propiedad o adquiridas por el derecho de la guerra, siendo como son reclamadas
indemnizando a la provincia de su pérdida, la devolución es conforme a la
justicia y a las leyes de las naciones...” (En Levaggi, pág. 123-124, negrita
nuestra).
La posición de Rosas con respecto a los indígenas no sería la misma. Años antes, como
argumento para solicitar la devolución de ganado de su propiedad robado por los indios,
denegaba la validez del botín de guerra expresando que:
“El Derecho de Gentes lo constituyen los convenios y tratados que han celebrado en
diferentes tiempos las naciones civilizadas y los usos y costumbres generalmente
recibidos entre ellas con el objeto de conservar la buena armonía... ¿Hay quien
cuente entre estas naciones civilizadas unas tribus de Indios Salvajes,
siempre errantes, sin costumbres sociales, sin leyes, sin población, sin
territorio determinado, sin residencia fija y los que es más sin un Gobierno
o Jefe conocido? ... Si se dice, que tampoco lo espero –Los indios viven
independientes del Gobierno, tienen sus leyes: hacen tratados: reciben encargados
del Gobierno; y los mandan: luego es porque su independencia no sólo es
reconocida, si no también porque pueden ocupar y apresar en guerra. ¿Quién será
aquel, que no entrevea los defectos y vicios de semejante discurso?” (negrita
nuestra)11
Teniendo en cuenta este rechazo de Rosas en adjudicar el status de nación soberana a las
tribus indias no sorprende el acentuado personalismo que le daría desde el inicio a sus
relaciones con los indígenas. En 1825, al ser nombrado por el gobierno de la provincia para
iniciar negociaciones con los indios de las pampas, aceptó la comisión en la medida que se
le permitiera “obrar con toda libertad”. Esta posición le permitió, por un lado, presentarse a
los caciques como representante del gobierno. En ese sentido, en una nota dirigida al
comandante de Independencia Bruno Vazquez donde reseña el curso de las negociaciones
expresaba que había comunicado a los indígenas que “yo no podré separarme de las
instrucciones que el Gobierno me ha dado porque es quien todo lo manda y dispone pero
que les aseguro que lo que les diga por mi conducto se les ha de cumplir”. Paralelamente
intentaba crear una dependencia exclusiva hacia su persona como garantía de las paces. En
efecto, en la comunicación citada agregaba que también había dicho a los caciques que
“si me pierden a mí cuenten con que no han de tener paces jamás; porque entonces
no ha de haber quien ataje los planes de acabarlos ni quien los defienda” (citado en
Levaggi 1995, pág. 125).
A medida que se avanzaba en las negociaciones, se haría cada vez más evidente el nivel de
subordinación que Rosas le atribuía al indígena para acceder a las paces, produciendo un
corte definitivo a la noción de grupos soberanos. Entre los argumentos utilizados para
conseguir el acercamiento de los caciques, Rosas expresaba la conveniencia de crear lazos
personales entre los indígenas amigos y algún “patrón”. Así, se permitía que algunos grupos
se internaran en la provincia para lo cual se les daría “... facultad para venir a vivir con

11. Reproducido en Bechis, M (1996). Para la autora la argumentación de Rosas es meramente


pragmática y que tiene sentido en el contexto en que fue pronunciada, al esperar la devolución de
ganado robado.

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licencia del gobierno al lado de un patrón hacendado, que los proteja y que cuide que
no se hagan malos...” 12
Si estas consideraciones no alcanzaban a persuadir a los indígenas de las “bondades” de un
pacto de paz con el gobierno, el comandante de frontera no dudó en amenazar con la
utilización de la fuerza para conseguirlo. En una carta fechada el 10 de abril de 1826 y
dirigida al gobierno provincial, luego de comentar el curso de las negociaciones expresaba
que había dicho a los caciques reunidos “que eligiesen entre la amistad obsequiosa,
conveniente y generosa o la fuerza”(en Levaggi, 1995, pág.128). Dos años después, en su
tan citada Memoria al gobierno de la provincia, ampliaba esta posición al decir que viendo
las reservas que mostraban los caciques para decidirse a pactar con el gobierno “me resolvía
a hablarle[s] con energía y con un tono imponente, haciendo valer al mismo tiempo las
íntimas relaciones que tenía entre ellos y principalmente los diferentes servicios que me
debían”. Y por si quedan dudas sobre la posición de Rosas con respecto al lugar que
debían ocupar estos grupos en las negociaciones de paz, finalizaba la mencionada carta del
10 de abril diciendo que
“no se extrañen las formalidades que observan las naciones civilizadas en estos
tratados. Hay grandes distancias entre las luces y la ignorancia. Allí hay garantías,
aquí la buena fe es la única que vale; y el tiempo el que todo lo ratifica”13.
Más allá de estas consideraciones sobre el lugar de subordinación que le asigna al indígena,
el objetivo último de la política rosista tendía a lograr la “civilización” de estos grupos. Para
ello era necesario enseñarles “... una mejor ocupación que la de la guerra” de manera que
“los halagos de la sociedad podrán hacerse gustar sucesivamente a los indios”. Mas tarde y
fundamentando su expedición al sur, decía en carta a Lopez que “Para asegurar nuestras
fronteras ... no podemos mantener paz sino con aquellas tribus que nos respeten y que
acostumbradas poco a poco a las necesidades de la vida social perseveren tranquilas y
unidas a nosotros por conveniencia propia. Las demás es preciso destruirlas si queremos
alentar la industria rural”.
Formalizadas las paces con algunos grupos indígenas comienza a implementarse la política
del negocio pacífico la que, según vimos, distinguía entre indios aliados e indios amigos.

LOS INDIOS ALIADOS: SUJETOS SOBERANOS?


Actualmente la definición del caudillismo como una variente del clientelismo esta siendo
objeto de una amplia revisión. Dentro de ésta se hace especial hincapié en las estructuras
legales que se mantienen durante los gobiernos de caudillos y las maneras en que éstos
intentan dar legitimidad a su régimen14. Cuando nos acercamos a la documentación relativa
al negocio pacífico de indios nos vemos tentados a adherir a la visión tradicional del
caudillismo por la cual Rosas se relacionaría como el caudillo-patrón con los indios amigos-
clientes. El vínculo exclusivamente personalista utilizado en la relación con los indígenas, la
entrega permanente de raciones que recuerda el esquema del uso de recursos para afirmar
la dependencia de los clientes, el lenguaje paternalista utilizado en los mensajes enviados
entre Rosas y los principales caciques (en donde la fórmula “nuestro Padre Rosas” es
moneda corriente), la amenaza del gobernador de utilizar la fuerza si no cumplían sus

12 En (Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, Negocio Pacífico de Indios, 1825-1828, armario 34)
13 Para Levaggi esta posición de Rosas está fundamentada en la cultura rural en donde es más
importante el compromiso formal que el escrito. De ahí que lo vincule a la formación cultural del
gobernador, a su “posición iletrada” que se repetiría, para el autor, en materia constitucional.
Creemos que, por el contrario, esta declaración no hace más que confirmar su idea de que los
indígenas no constituyen una nación soberana que deba ser objeto de tratados formales de paz.
14 Para una puesta al día sobre las nuevas conceptualizaciones acerca del regimen de caudillos ver
la obra colectiva de Goldman y Salvatore (1998).

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pedidos y el temor de los indígenas ante estas expresiones, son todos elementos que
permitirían apoyar la idea sobre el vínculo clientelar entre Rosas y los indígenas. Esto es
evidente tanto con los indios aliados como con los indios amigos, aunque es posible
destacar una diferencia. Si con los primeros el clientelismo solo se va gestando con algunos
grupos y depende de la particular evolución que va tomando la relación, con los indios
amigos parece ser una condición fundante de la misma.
Como mencionamos al inicio del trabajo, una característica de los indios aliados era el
mantenimiento de su soberanía expresada por la autonomía territorial y política. La tribu de
los boroganos es uno de los ejemplos habitualmente citada de tribu aliada. Esta parcialidad
indígena, originaria de Chile, había arribado a las pampas en la década de 1820
acompañando a los realistas chilenos Pincheira. Luego de intensas negociaciones, el
gobierno de Buenos Aires consiguió romper esta alianza y lograr un acercamiento con los
boroganos. En septiembre de 1830 aún se encontraban en tratativas para concertar paces
con el gobierno. De esta manera se referían los principales caciques de la tribu al curso de
dichas negociaciones:
“... si algun dia... se confirma firmemente nuestra alianza y paz con el Exmo
Señor Capitan General Don Juan Manuel de Rosas... El español quiso
antiguamente dominar y esclavizar a los araucanos y pelearon cien años por ser
libres: por ventura ¿Nosotros haviamos de perder un exemplo tan brillante de
nuestros antecesores? No: Amistad si habra; pero dominio y autoridad sobre
nosotros no: Eso no consentiremos jamas. Primero seremos victimas y no
ser dominados... si tuviera amo, no haria los tratados con el Señor Capitan General
Rosas” (negrita nuestra) 15
En el planteo es claro que los boroganos mantienen una posición de independencia y
soberanía y que intentan realizar negociaciones de igual a igual. Pero, como un elemento
importante, ya se vislumbra esta idea de que el pacto o el acuerdo al que se llegue será con
la persona de Rosas. Para el gobierno bonaerense la tribu borogana representaba un valioso
que había aceptado separarse de los realistas Pincheiras que habían hostigado las fronteras
de varias provincias. Por otro lado la ubicación de la tribu en Salinas Grandes era importante
estratégicamente ya que desde allí podía controlarse el posible ingreso de malones sobre la
frontera bonaerense.
Como ya hemos señalado, el cacique mayor Cañuiquir se hospedaba en Buenos Aires para
garantizar el éxito de las negociaciones en tanto un destacamento militar permanecía en las
tolderías de los boroganos. En este punto nos encontramos cuando sucede el hecho que
comentabamos más arriba sobre la prisión del cacique Toriano.
Este cacique pehuenche había cruzado la cordillera en 1831 con un contigente de 2000
indios chilenos teniendo el primer contacto con autoridades provinciales a través de la
fortaleza de Bahía Blanca. Las diversas comitivas que se acercaron al fuerte para parlamentar
con las autoridades coincidían en indicar que su arribo tenía el objeto de comerciar sus
productos; concertar paces con el gobierno y batir a sus enemigos, los boroganos y los
Pincheira, para lo cual solicitaban incensantemente se les obsequiase con distintos productos
(vestimenta, ganado, vicios). Sin embargo, paralelamente se producían hechos que hacían
dudar de sus verdaderos propósitos: envío de espías al fuerte para "observar todo lo que
puedan (...) y muy particularmente sobre la obserbacion de si habia ó nó muchos soldados";
ocupación de los terrenos que circundaban el fuerte cortando las comunicaciones del mismo
con el resto de la provincia; prisión de dos chasques que habían sido enviados a Buenos Aires.
Con el tiempo se haría evidente que el gobierno bonaerense no tenía ningún interés en
agregar a su lista de indios aliados a este numeroso grupo de chilenos. El descenlace fue

15. Diario de Bahía Blanca, en Villar, Daniel (1998)

9
10
rápido: mientras unos grupos volvieron a Chile, otros, dirigidos por Toriano,
protagonizaron ataques sobre establecimientos de la frontera. La situación llevó a que el
gobierno decidiera encarar una política más agresiva y en este contexto se produjo la prisión
del cacique pehuenche.
Conocedores del hecho, los caciques boroganos realizaron una Junta de Guerra constituída
por “todos los caciques y los dos capitanes de linea que pertenecen a dicha Guardia y del
Teniente Coronel (Edecan de S.E.) Don Manuel Delgado; el Capitan Dn. José María La Plaza
y Don Pablo Castro”.16 Cuales fueron los argumentos utilizados para solicitar la entrega de
Toriano? Lo hacen
“para hacer un ejemplar delante de [la division borogana] por traidores al Gobierno y
ala Patria como igualmente a los Borogas; sin embargo que el Teniente Coronel
Delgado, nos ha dicho que ha dado cuenta al Señor Governador de la Seguridad de su
Pricion de Toriano; y que aguardaba la resolucion de S.E. á ver lo que se debe hacer y
para poner en Cubierto al Comandante de la Guardia Argentina, firmamos todos los
Casiques, haciendo una cruz que es nuestro juramento; para sostener al Brigadier y
capitan General de la Provincia de Buenos Ayres Don Juan Manuel de Rosas; y
a nuestro Cacique General Don Juan Ignacio Cañuquil, hasta concluir con los
traydores, y enemigos del orden pues asi lo hemos jurado: esta no es obra solamente
nuestra sino de nuestro Governador D Juan Manuel de Rosas y de nuestro casique
General Don Juan Ignacio Cañuquil” (17negrita nuestra).
En la declaración, los caciques parecen responder a dos autoridades por igual, el cacique
mayor Cañuiquir y el gobernador Rosas; a ambos juran defender y sostener en el marco del
acuerdo de paz. En concordancia con esto, el argumento para solicitar la entrega de Toriano
es castigar a un enemigo de su propia parcialidad –recordemos que uno de los motivos
expresados por Toriano para justificar su ingreso a las pampas había sido batirse con sus
enemigos los boroganos- y a la sazón, enemigo del “Gobierno y la Patria”. Pero, por si esta
declaración tan altruista de los caciques no alcanzara para convencer al comandante del
fuerte Argentino, en el mensaje enviado se agrega que consideraban válido el pedido ya que
ellos, los boroganos, habían abandonado “ nuestras familias y esponemos nuestas vidas, á
su sacrificio ... todos estos sacrificios los hacemos muy gustosos por conservar la Paz”.
Este pedido originó la reunión de una Junta de Guerra en Bahía Blanca que se constituyó
con todos los oficiales en calidad de vocales y la presidencia del comandante del fuerte. La
votación fue escrita y a sobre cerrado y el dictamen unánime a favor de la entrega. Los
argumentos utilizados para justificar esta decisión son interesantes para ver cuáles fueron
los motivos que llevaron a los integrantes de la Junta a votar por la entrega del cacique
prisionero. Un oficial argumentó a favor de la petición de los boroganos por temor a lo que
pudiera suceder con los oficiales de Bahía Blanca existentes en las tolderías; tres votos
expresaron un temor semejante a una represalia borogana en caso de no acceder al pedido,
lo cual repercutiría directamente sobre la suerte del asentamiento militar y solamente dos
oficiales expresaron que era conveniente votar favorablemente por los importantes servicios
prestados por dichos indígenas. De manera que podría pensarse que la decisión del

16 . Estos individuos se hallaban en las tolderías en una situación difícil de precisar. En 1832 los
boroganos intentaban conseguir el acercamiento de los ranqueles a las paces con el gobierno y
dentro de las ventajas que ellos mismos gozaban figura estar “favorecidos de soldados que biben
entre nosotros”. Dos años más tarde la familia de Pablo Castro aún se encontraba en las tolderías y
se disponía a volver a Bahía Blanca. El escribiente de los boroganos Pablo Millalicán se alegraba de
que pudieran “regresar a la cristiandad” aunque lamentaba que con dicha partida perdería una gran
ayuda por lo que le habian servido “en las mantenciones y labados de ropa” (Archivo General de la
Nación, en adelante AGN,X,24.9.1).
17 La descripción de este hecho se apoya en la documentación que se transcribe en este volúmen.

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11
comandante del fuerte fue dictada fundamentalmente por la necesidad de garantizar la
seguridad del asentamiento.
No conocemos documentación que refleje reacción por parte de Rosas ante esta actuación
del comandante de Bahía Blanca realizada en forma tan autónoma y sin esperar respuesta
del gobierno. Pero sí contamos con una carta dirigida por el gobernador a los caciques
boroganos años más tarde cuando, a consecuencia del ataque que sufrieron en manos de
otros grupos chilenos, la tribu se vio fuertemente disminuida en sus fuerzas. En esa carta
surge una imágen que comenzará a repertirse en la correspondencia con los caciques y que
hace referencia a un cambio en la relación: el indígena es considerado un menor al que se
debe orientar y enseñar el camino correcto; en contrapartida, si no acepta esa guía y
consejo debe sufir las consecuencias18. En la carta mencionada Rosas expresaba que
“esos indios que habian sido siempre sus mortales enemigos jamás les habian de
perdonar a los borogas las muertes del cacique Toriano y demas indios que han
fallecido en las diferentes acciones y fusilados por pedimento de ellos ... Pero que
quiera Dios que ahora se arrepientan y sigan mis consejos como Catriel,
Cachul y Venancio que viven y nada les falta y se crian sus hijos y Dios los ayuda
porque siguen mis consejos” (AGN,X,24.8.6, negrita nuestra)19
Este giro en las relaciones tendía a terminar con la pretención de los boroganos de
mantener su autonomía con respecto al gobierno. La modificación en los términos de la
relación fue posible porque la tribu de los boroganos ya no representaba un peligro para la
seguridad de la provincia. Siendo un grupo numeroso y compacto debía ser tratado con
“guante de seda” 20 para garantizar que cumpliera su tarea de defender la frontera.
Disminuido el poder de la tribu por los ataques de ranqueles y chilenos 21 esa función ya no
podía ser cumplida por lo que la posición del caudillo-patrón comenzó a mostrar un mayor
rigor. De hecho, el descenlace de las relaciones fue el desmembramiento de la tribu en
grupos a favor de mantener una posición soberana y los que accedieron a instalarse en el
interior de la provincia como indios amigos

18 La correspondencia de Rosas con los caciques está plagada de consideraciones de esta


naturaleza. Veamos algunos ejemplos. En abril de 1833 le escribía al cacique borogano Cañuiquir
exigiendole la entrega de cautivas que permanecían en sus tolderías amenazando que “si así no lo
hacen se exponen a perder mi amistad. Mediten ustedes un poco y verán que mi amistad les vale
mucho y que deben procurar conservarla a toda costa. Tambien es necesario que no olviden que
yo se todo lo que pasa y que aunque algunas veces guarde prudencia y silencio no es porque no
sepa las cosas sino porque soy generoso y caballero con mis amigos. Y así como soy buen amigo de
mis amigos y no les se faltar en nada, así también los persigo de muerte a los que me llegan a ser
infieles y traidores”(AGN,X,27.5.6). En 1840 a raíz de la muerte del cacique amigo Llanquelen,
escribía a otro cacique de la tribu “yo hera buen amigo de Llanquelen y senti mucho su desgracia
pero que el tuvo la culpa de que lo matasen porque yo le mande decir que no se fiase de los
ranqueles y que hasta que las cosas se compusiesen se viniese a la Federación y nunca lo hizo”.
Años más tarde, cuando se intentó ajustar las paces con los ranqueles ante un pedido de estos
caciques Rosas respondía que si ellos dejaban de invadir la frontera y devolvían las cautivas podría
llegarse a un acuerdo merced al cual el gobernador los “mirare como a hijos asi como miro a los
pampas”.
19 . Días más tarde volvía a escribir al cacique Cañuiquir “ahora es quando hade conocer lo que vale
mi amistad que por no haber querido seguir mis consejos les ha sucedido esto pues que mas se
fiavan de unos indios que eran sus encarnizados enemigos que de mi que tantas pruebas le he dado
de amistad y de honradez y de que solo les deseaba y aconsejaba el bien” (AGN,X,24.8.6).
20 Tomamos esta expresión de la caracterización planteada por David Weber sobre la política
española en la frontera norte de México que combinaba, para el autor, el guante de seda con el puño
de hierro. (Weber 1992).
21 Para un análisis sobre el ocaso de la tribu borogana ver Ratto 1996.

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12
LOS INDIOS AMIGOS: ¿SUJETOS JURÍDICOS EN LA SOCIEDAD PROVINCIAL?
En los últimos años una serie de investigaciones ha modificado considerablemente la imagen
existente sobre la relación entre el Estado provincial y los actores sociales en el período pos
independiente. Se plantea así que luego de la caída del Estado central y con mayor rapidez
a partir de la década de 1820 se produjo en muchos casos la conformación de unidades
estatales provinciales en donde se desarrollaron instituciones y prácticas políticas que
alcanzaron distinto grado de estabilidad. Este proceso llevaría consigo la necesidad de
integrar a sus habitantes a la nueva realidad política. Con respecto a este tema,
investigaciones recientes han puesto el énfasis en el hecho de que al no existir un sentido
de ciudadanía moderno por el cual todos los pobladores gozarían de derechos políticos, el
Estado provincial al extender su autoridad sobre la campaña distinguió a sus habitantes, en
primera instancia, en dos grandes grupos, los vecinos y los transeúntes. Durante la etapa
colonial, la categoría de vecino se encontraba indisolublemente unida a la de propiedad,
pero con el tiempo la vecindad se extendió al conjunto de los domiciliados, fueran o no
propietarios. El reconocimiento de la vecindad se convirtió en el modo más adecuado para
identificar a los socialmente incluídos, para exigirles la observancia de las leyes y el
cumplimiento de las obligaciones pero tambien para reconocerles derechos. En el otro
extremo del cuerpo social se hallaban los transeúntes, sujetos no-domiciliados, que estaban
excluídos de estas obligaciones y debían justificar alguna pertenencia a través de la papeleta
de conchabo, de enrolamiento o el permiso de tránsito. En caso contrario eran considerados
fuera de la ley. (Cansanello 1995, 1996).
Nos preguntamos si alguna de estas categorías jurídicas puede aplicarse al caso de los
indios amigos o reducidos que se habían establecido en el interior del territorio provincial, en
lugares establecidos por el gobierno. Si restringimos la categoría vecino al hecho del
asentamiento fijo en un domicilio, estaríamos tentados a equipararlos a los vecinos. Pero
hemos visto que la vecindad implicaba más que eso. Avanzando un poco más, ¿cuáles eran
las obligaciones de los vecinos? El cumplimiento del servicio de milicias, justicia y policía y el
voto.
Una de las obligaciones fundantes del negocio pacífico era el servicio miliciano de los indios
amigos. Y en este sentido, las listas de revista de las tribus reproducen, al igual que con la
población blanca, la estructura social de las parcialidades. Pero más allá de esta obligación
concreta, los indios amigos no participaron de otros servicios al régimen como la
administración de justicia y policía. Con respecto al acto eleccionario, no se han encontrado
referencias que indiquen que los indígenas votaran, pero hemos hallado un documento que
permite ir identificando la relación entre los indios amigos y Rosas, al igual que en el caso
de los aliados, como una relación personalizada con el gobernador.
En un trabajo sobre los procesos eleccionarios realizados en la provincia de Buenos Aires,
Marcela Ternavassio afirmaba que entre las prácticas políticas que el regimen rosista
mantuvo de la época precedente se contaba la movilización electoral. Como expresión de
ello, fue habitual que, a la finalización de un mandato de gobierno de Rosas, los vecinos de
la ciudad y campaña presentaran peticiones de reelección ante la Sala de Representantes22.
Esto sucedió en 1840, cuando vecinos de diferentes partidos realizaron presentaciones de
este tipo solicitando a la Junta de Representantes que se pronunciara por la reelección del
gobernador. Lo llamativo es que entre estas solicitudes se hallaba la realizada por los indios
amigos de Tapalque por intermedio del comandante de ese fuerte, Bernardo Echeverría. La

22 A comienzos de la década de 1840, el papel de este cuerpo representativo tendía a ser cada vez
más formal. En efecto, los debates producidos en su seno se iban apagando dando origen a una
etapa de "burocratización y rutinización" en donde la Sala se convertía en una mera instancia
ratificadora de lealtad al gobernador.

12
13
presentación realizada por Echeverría es un claro ejemplo de la peculiar posición de los
indios amigos en la sociedad provincial. Si por un lado, las peticiones eran elevadas
solamente por los vecinos reconocidos de cada partido lo que les daría a los indios
fronterizos un estatus semejante a esos, por otro lado, en la argumentación del comandante
de Tapalqué se tuvo especial cuidado en insistir en la personal relación de los indígenas con
la persona de Rosas. Así se expresaba Echeverría en la nota dirigida a la Sala de
Representantes
"Señores Representantes.
Sabedores los indios amigos que nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes Brigadier
Gral. Don Juan Manuel de Rosas esta proximo a cumplir el periodo legal de su
administracion y que V.H. es la que debe ocuparse del nombramiento de la persona
que debe sucederle en el mando me han suplicado haga llegar al conocimiento de
V.H. sus ruegos a fin de que sea reelecto en el mando supremo Nuestro Ilustre
Restaurador de las Leyes...
Los indios amigos que represento hace porcion de años que residen en el interior de
nuestra frontera y que al hacer la alianza con nosotros devieron entender que la
hacian con la persona moral del gobierno...
Cuando he dicho que los indios al hacer la alianza devieron entender que la hacian
con la persona moral del gobierno, es por que se que no teniendo dichos indios
la suficiente civilización para disernir las cosas, no lo han entendido asi,
pues segun lo que yo y todos cuantos conocen a los indios estamos viendo
y palpando creen estos que solo a la persona del señor D. Juan Manuel de
Rosas estan obligados a subordinarse. En el depositan toda su confianza y
a su voz corren en donde quiera que la patria exija sus servicios pero todo
esto es efecto de su natural condicion y porque S.E. el señor gobernador a
pesar del empeño que siempre ha manifestado en hacerles conocer que es
al gobierno a quien deben obedecer, no lo ha podido conseguir" (negrita
nuestra AGN,X,25.9.1).
¿Hasta dónde habría existido un verdadero intento por despersonalizar el vinculo con los
indios amigos? Se podría suponer que, por el contrario, se trataba de una estrategia para
mostrar el peligro latente que implicaba la reacción de este grupo indígena si Rosas no
seguía a cargo del gobierno provincial.
De modo muy similar a lo anterior, la participación de los indios amigos en prácticas festivas
del régimen muestra la relación personalizada con el gobernador.
Ricardo Salvatore considera que las llamadas "fiestas federales" durante el rosismo
constituyeron una ocasión privilegiada para expresar la adhesión al régimen. Para el autor el
tipo de participación de distintos sectores de la sociedad refleja "las exclusiones y
diferencias generadas por la política estatal" hacia esos grupos (1996). Coincidiendo con
esta apreciación el hecho mismo de la participación de los indios fronterizos en las
festividades significaría la búsqueda de incluir a estos grupos dentro de dichas prácticas
rituales. Sin embargo, la forma en que los indígenas intervinieron en ellas hace pensar que
su asistencia se relacionaba con el interes de demostrar la relación personal que los
vinculaba a Rosas. Así, las referencias que se han hallado muestran una mayor participación
en aquellas fiestas que se relacionaban con el culto al gobernador o la conmemoración de
batallas exitosas.
Veamos un ejemplo. En agosto de 1839 se realizó en el Fuerte Mayo un acto de fidelidad al
régimen como consecuencia del descubrimiento de un complot que pretendió atentar contra
la vida de Rosas. Las formulas del juramento pronunciado por los oficiales y tropa por un
lado y los indios amigos por el otro, muestran claramente la diferente posición de unos y

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14
otros con respecto al gobernador. Mientras los primeros juraron fidelidad a la Patria, a la
Confederación Argentina y a la vida del Ilustre Restaurador, los indios amigos lo hicieron
"... por Dios y por el Sol que los alumbra, por sus hijos, que seran constantes hasta
morir, por defender la Patria y la opinión de S.E. y que ellos son amigos de D.
Juan Manuel de Rosas, que donde muera él y su gente tambien moriran
ellos y daran la ultima gota de sangre por él, que no conocen más padre
que a S.E. asi es que viviese cierto en que lo habrán de acompañar hasta el
fin de su vida" (Grau 1949:299-301; negrita nuestra).
Estos “festejos indígenas” cobraban características diferentes según el partido en donde se
realizara. Mientras en la mayoría de los casos se organizaban festejos paralelos en los cuales
los indígenas no se mezclaban con el grueso de la concurrencia, la situación era distinta
cuando las funciones se realizaban en Tapalqué y Azul en donde, además de producirse la
reunión con la población blanca, los caciques llegaban a ocupar un lugar de privilegio. En
efecto, en los festejos realizados en Tapalque en honor al Restaurador los días 25, 26 y 27
de junio de 1835 en los cuales "los indios amigos se entregaron a la mayor alegría y
practicaron a su usanza demostraciones de jubilo y entusiasmo", se realizó un almuerzo con
brindis al que asistieron el cura y algunos vecinos de Azul especialmente invitados al evento
junto con 12 caciques y oficiales indios. Entre otros, pronunciaron discursos los caciques
Cachul, Juan Catriel, Reilef, Tracaman y el caciquillo Nicasio.
Mayor importancia cobró la figura del cacique Catriel en ocasión de las fiestas organizadas
en Azul los días 24 a 28 de agosto del mismo año para festejar el aniversario del
advenimiento al poder de Rosas. El primer día por la mañana se acercó al poblado una
comitiva procedente de Tapalqué "como de 40 hombres entre oficiales, caciques y vecinos...
presidida por el sargento mayor graduado Bernardo Echeverria y el cacique Juan Catriel
conduciendo éste el retrato del Ilustre Restaurador" (Gaceta Mercantil, 30 de agosto
de 1835).
También existía una diferenciación en cuanto a cómo se financiaban los festejos de los
vecinos y de los indios amigos ya que mientras los primeros eran costeados por los mismos
vecinos (Salvatore 1996), las funciones indígenas se financiaban por el Estado y eran
contabilizadas como un gasto más dentro del negocio pacífico23.
Podríamos plantear de lo visto anteriormente que los indios amigos participaron de algunas
prácticas políticas y rituales que mantenía el régimen rosista para sostener una imagen de
republicanismo. No obstante, en la inclusión de los indígenas en ellas se buscaba mostrar
claramente el vínculo personal con Rosas. Esto es particularmente evidente en los grupos
asentados en la región de Azul-Tapalqué-Independencia donde no sólo se concentraba la
mayor población indígena 24 sino que representaba la “indiada más fiel” del gobernador. En
efecto, en esa zona se habían instalado los grupos pampas de Catriel y Cachul que tenían
una larga relación con Rosas y, en una hipotética jerarquización de caciques amigos, eran
considerados los más importantes. Frecuentemente Rosas los enviaba como sus
representantes a otras tribus para obtener información; como recompensa los caciques
pampas recibían las mejores raciones y regalos.

23
En las funciones realizadas en Bahía Blanca para festejar los triunfos sobre Lavalle en junio de
1839 se informaba que "Los caciques amigos hicieron igualmente su función en festejo de tan
plausibles noticias a cuyo efecto se les suministro cuanto necesitaron a su satisfaccion hasta la
cantidad de 1000 pesos en efectos que subministro el negociante Don Leon Camara a quien se le ha
dado la correspondiente libranza de dicha cantidad" (AGN,X,25.6.6). También desde Tapalqué, en
marzo de 1839 se envió la "cuenta del dinero invertido por orden de S.E. en las fiestas de los indios
amigos en celebridad de la derrota del tirano unitario Santa Cruz" (AGN,X,25.6.5)
24 En el censo provincial de 1854 se cuentan en la zona más de 6.000 indios reducidos.

14
15
Nos referiremos, por último, a otro aspecto de la relación: la aplicación de justicia. Los
indios amigos fueron objeto de sanciones judiciales así como sujetos que pudieron apelar a
la justicia blanca para resolver conflictos tanto en el ámbito interno de la parcialidad25 como
con la población blanca. La documentación consultada hasta el momento no permite realizar
un análisis cuantitativo sobre los tipos de delito más habituales y las penas impuestas; no
obstante los casos que hemos hallado sirven al menos para plantear algunas hipótesis.
En un trabajo sobre los tipos de delitos más habituales entre la población blanca, Ricardo
Salvatore establecía que de mayor a menor importancia se trataba de delitos contra el
Estado (en donde el más recurrente era la deserción), contra la propiedad, contra el orden
público (representado por la vagancia, embriaguez, peleas) y contra las personas (heridas,
homicidios). Del análisis de esos datos el autor concluye que el sistema judicial privilegiaba
la persecución de ciertos delitos como la deserción, el robo de ganado y la indocumentación.
Por otro lado, si dentro del conjunto de autores de robos de ganado podían hallarse a
algunos vecinos reconocidos, eran los peones, transeúntes o desconocidos los que
constituían el grueso de los arrestados. La pena más habitual en todos estos casos era el
servicio de las armas. La deserción era el delito más grave y se realizaba todo lo posible
para reprimirlo hasta el punto de que para aquellos imputados recurrentes se reservaba la
pena máxima: la ejecución.
¿Qué diferencias y qué similitudes pueden hallarse cuando los indígenas están involucrados
en estos actos delictivos? Los casos que hemos hallado de delitos interétnicos se refieren en
su mayor parte a casos contra la propiedad y las personas26. Un punto a resaltar es que, en
algunas ocasiones, el tratamiento judicial del delito reflejaba el interés por conformar a los
caciques de mayor importancia. Así, en marzo de 1832 el juez de paz de Monte informaba
haber apresado a Manuel Díaz "a pedimento del lenguaraz de Catriel por considerarlo dicho
cacique autor del asesinato de una china Mercedes perteneciente a su tribu". Luego de
algunas averiguaciones se comprobó que el apresado era inocente por lo que "se le hiso
saber al casique Catriel y se puso en libertad" (AGN,X,21.3.5).
Dentro de los casos en que el damnificado era el indígena, el delito más frecuente era el
robo de ganado. Llamativamente, la sustracción de animales por parte de los indios no
aparece con demasiada frecuencia. No se puede inferir de ello que ese tipo de delito no
existiera sino que podría pensarse y aquí se encuentra una de las grandes diferencias con

25
. Para un análisis sobre los objetivos de la búsqueda de una instancia judicial "blanca", ver Ratto,
1997
26
.Veamos algunos casos: en el parte de novedades de Monte correspondiente a septiembre-octubre
1831 se apresó a Santiago Vega por andar ebrio y dar una cuchillada a un indio del cacique Catriel.
A Miguel Silva por haber sacado unas botas a un indio e incitar a quitar un caballo a los indios de
Catriel. Juan Vera por haber robado unos caballos a los indios (AGN,X,24.5.1). En San Jose de
Flores (febrero 1836) se detuvo a José Moya por pertenecer a la comitiva que "estropeo" al cacique
Canuillan e hirieron al capitanejo lenguaraz Antonio Correa. El juez de paz de Salto (septiembre
1836) apresó a Victoriano Caldevila por haber robado un caballo y un potro al capataz del cacique
Llanquelen, Pedro Lucero en el fuerte Federación. (Id. Sept-dic 1837) A Gregorio Arce por haber
robado a un indio amigo que ebrio, se habia caido en la calle. En el parte de novedades del juzgado
de Dolores en abril de 1831. Prisión de Pedro Carrera por haber incomodado al indio Flores y su
familia hiriendo a una china en la cabeza (AGN,X,24.5.1). En Independencia en agosto de 1838 se
remiten presos a 4 indios pampas por robos cometidos en la pulperia de Don José Armol e intento de
robo en las casas de comercio de Guillermo Randle y José Nogueyra (AGN,X,25.6.1). Desde
Independencia, en enero de 1839 se remitía preso al indio pampa José María por haber robado una
tropilla de caballos a Pedro Antonio Pais de este partido y estando de peón de Don Juan Jose
Gomez 3 jergas, 2 fajas, 1 lazo, 1 cabalo y 1 chiripa de paño (AGN,X,25.6.6)

15
16
respecto a los delitos castigados en la población criolla, que el mismo podía ser tolerado
como consecuencia de la especial relación entablada en el negocio pacífico. Apoyaría esta
idea el modo en que se resolvió un importante robo de ganado perpetrado por los indígenas
durante la Revolución de los Libres del Sur a fines del año 1839. Ocupado el Fuerte
Independencia por los sublevados, los indios que habitaban a inmediaciones del mismo
aprovecharon la confusión reinante y, a la vez que ayudaban a las tropas rosistas a batir a
los enemigos, se apoderaron de gran cantidad de ganado, gran parte del cual era propiedad
de hacendados fieles al régimen. Ante el hecho, el comandante de Tapalque presionó
insistentemente a los indios para que entregaran las haciendas robadas y sugirió al gobierno
que se ordenara que ni en Tapalqué ni en otros puntos de la campaña se permitiera la
compra de cueros a los indios. Para Rosas el balance de este episodio era totalmente
diferente. El gobernador consideraba que no debía prestarse tanta atención al robo de
ganado realizado a algunos federales fieles sino que debía valorarse el importante auxilio
prestado por esos indígenas para vencer a los unitarios que se habían apoderado del fuerte
Independencia. Y para destacar la importancia de la participación indígena remarcaba que la
ayuda había provenido tambien de “aquellos mismos indios que habían servido como peones
en las estancias de unitarios.”(AGN,X,25.6.5). Como corolario, el gobernador no solo no
ordenó la penalización del robo sino que, por el contrario, determinó la entrega de medallas
a aquellos indios que devolvieran la hacienda robada.
En la resolución del hecho vuelve a quedar en evidencia la relación clientelar que unía a
Rosas y “sus indios”, particularmente en esta zona. El robo de ganado, comunmente
sancionado en casos individuales, es totalmente silenciado en este episodio poniéndose
especial énfasis en la prestación militar brindada por los indígenas.
En relación con la importancia de la zona tampoco el robo de cueros que realizaban los
indios a pulperos y vecinos habría llegado al ámbito judicial. Al respecto el comandante de
Tapalqué escribía a Rosas en marzo de 1838 que para poner fin a estos robos había tomado
diferentes medidas:
"que todas las yeguas que se traigan a la fortaleza para el reparto de indios deben
venir con los certificados de los respectivos dueños que las han vendido ....
revisación general de todos los cueros al tiempo de cargarlos para remitirlos a
Buenos Aires y los que se encuentren que no sean con las marcas de los mismos
certificados, embargarlos ... Amas ... esta prohibido que ningun pulpero pueda
comprar un solo cuero de noche a los indios aunque estos digan que son de racion
por considerarse sospechoso el venderlos de noche".(AGN,X,25.6.1).
En su respuesta, Rosas desestimó las medidas de precaución y suponemos que también el
ilícito sugiriendo que los mismos indios a medida que fueran teniendo sus propias marcas,
tomaran la costumbre de contramarcar su ganado.
Hemos señalado que la prestación de servicio militar era una de las obligaciones principales
de los indios amigos cumplida en su mayor parte a través de la formación de divisiones
auxiliares dentro de la tribu a que pertenecían. ¿Cómo era juzgado en estos grupos el delito
de deserción? El incumplimiento del servicio militar de los indios pertenecientes a tolderías
fronterizas o era dificil de constatar o no era controlado estrictamente. En mayo de 1846 el
indio Lefil, perteneciente a la tribu de Catriel fue apresado por matar a un cristiano para
robarle. De la indagatoria realizada para su filiación hecha en el cuartel general de Santos
Lugares, surgió que el indio no había servido en el ejército porque "ha conseguido evadirlo...
hasta la fecha" (AGN,X,20.10.2) 27.

27
Esto no significa que no existiera disciplina militar en las divisiones indias. Durante los aprestos
para el envío de una incursión armada sobre un núcleo rebelde borogano-ranquel se apresó a un
indio integrante de la partida indígena que acompañaba a la división del centro comandada por el

16
17
De todos modos, en los casos de evasión parece haber existido un recelo en dictaminar el
servicio de las armas para los desertores. Ante el aviso de la deserción de dos indios
soldados del Regimiento de blandengues formado en Bahía Blanca que se habían asentado
entre la indiada amiga de Tapalque, Rosas advertía que no se aceptaran indios en cuerpos
de ejercito porque generalmente desertan y vuelven con sus caciques siendo esto perjudicial
por los conocimientos que han adquirido en ese cuerpo. De tal manera ordenaba que se
diera de baja a dichos indios sin reclamarlos (AGN,X,26.1.3).
La situación parece haber variado en cuanto al tipo de penalización, cuando se trataba de
indios que habían cortado su vinculación con la tribu originaria. De un grupo de cuatro
detenidos por deserción en el año 1851 existen diferencias en la sentencia las que se
vinculan con la posición del detenido dentro de la sociedad provincial. Tres de esas
filiaciones proveen escasísimos datos ya que sólo dan cuenta del nombre del detenido y la
unidad de la que desertaron; en los tres casos la sentencia fue el fusilamiento. El cuarto
caso presenta mayores datos filiatorios; se menciona el nombre de los padres, su condición
civil de casado y estar “domiciliado” en el Ciago, partido del Monte. Precisamente el motivo
de la deserción, según declaración del detenido, fue el no haber conseguido permiso de su
jefe para pasar a visitar a su familia. El indígena menciona además, los servicios prestados
al regimen desde la revolución de 1828 y como dato adicional agrega que desde entonces
estuvo en servicio en la tribu del cacique Catriel. El juez de paz por su parte, informa que el
detenido pertenece a la clase de peón de campo y es de ejercicio labrador. El expediente
tuvo varias sentencias sucesivas que iban de 10 años de servicio hasta su indulto.
Probablemente lo benigno del dictamen se relacionara con la integración del indígena a la
sociedad, el hecho de ser reconocido como domiciliado en un partido, tener una ocupación
laboral y, no poca cosa, poder demostrar servicios a la causa de la Federación.

DE INDIO FRONTERIZO A VECINO


Este último punto nos permite entrar en otro supuesto que se vincula con la posibilidad de
que el indio, cortada su relación con la tribu de origen, se inserte en la sociedad provincial
en iguales condiciones que los pobladores blancos. Una fuente que puede introducirnos al
análisis de este tema son los censos de población. Durante el período en estudio se
realizaron solamente dos censos, en los años 1836 y 1838. Estos padrones son
extremadamente pobres en cuanto a la información aportada. Solo se indica en ellos el
nombre del titular de cada unidad censal y la gente que se incluye en la misma, dividida en
las imprecisas categorías de blancos, pardos y morenos, extranjeros, tropa y familia de
tropa. Como puede verse, en los mismos formularios censales no figuraba la categoría de
indio y de hecho en estos censos los indígenas no fueron ennumerados junto con la
población blanca28. Por el contrario, el recuento de la población indígena estuvo a cargo de
los comandantes de los fuertes de frontera donde se hallaban asentados grupos amigos29.

general Pedro Ramos por el "delito de inobediencia a su caciquillo" (Comunicación de enero de 1836
en AGN,X,25.4.4).

28 Hernán Otero señala lo mismo para los censos provinciales posteriores. Para el autor la
inexistencia de una categoría censal para el indígena reflejaba que éstos constituían, para el estado,
un colectivo indiferenciado que solo importaba en relación con su capacidad militar y su condicion de
enemigo real o potencial (1998:131).
29
. Solamente en el censo correspondiente al fuerte de Carmen de Patagones de 1836 se consignan
160 indios pero se trata de aquellos que fueron "rescatados" por los vecinos de fuerte y que servían
en sus casas y no a las parcialidades asentadas en los alrededores del fuerte. Por el contrario y
reflejando el interes del gobierno por separar a ambos grupos, lo que sí existen son censos de las

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18
Ahora bien, fue frecuente durante el período, el desprendimiento de grupos
pertenecientes a las tolderías fronterizas que se asentaron en el interior de la provincia30. En
estos casos, en donde el indio cortaba su vinculación con la tribu, los mecanismos de
integración a la sociedad blanca reproducen patrones generales de esta sociedad en donde
la definición vecino/transeúnte vuelve a tener importancia. Si recordamos que en los
formularios distribuidos para la realización de los censos no figuraba la categoría censal de
indio cabría preguntarse de qué manera fueron registrados los indígenas asentados en el
interior de la provincia.
Dos procesos judiciales realizados por acontecimientos sucedidos en la estancia del
hacendado Felipe Barrancos vecino de la Guardia de Luján nos brindan algunos datos al
respecto. En el año 1836 se produjo el asesinato del cacique Felipe que, perteneciente a la
tribu borogana asentada en Fuerte Mayo, se había instalado con una pulpería a
inmediaciones de la estancia de Barrancos. El hecho produjo un extenso procedimiento
judicial para encontrar a los culpables (AGN,X,16.8.4). Meses más tarde, el indio
Queputripay perteneciente también a la tribu borogana, arribó a dicha estancia con un
pasaporte expedido por el gobernador para que fuese alojado en la misma durante una
noche debiendo trasladarse luego a la chacra del indio Damaso Tapia que vivía cerca de la
estancia. La desaparición del indio esa misma noche motivó un nuevo expediente judicial
(AGN,X,21.2.2).
En los documentos mencionados se señala la existencia dentro de la estancia de Barrancos
de por lo menos 11 indios (aquellos que fueron interrogados como consecuencia de la
muerte del cacique Felipe); dos indios en la casa del principal acusado en el asesinato del
cacique Felipe, Gabriel Torres, otro indio conchabado en la estancia de un tal Barroso vecino
también de la Guardia de Luján y la presencia de indios asentados independientemente: los
pampas Damaso y Juan Tapia que habían conocido al indio Queputripay en Chile (lo que
hace dudoso su pertenencia a los pampas) y poseían cada uno de ellos una chacra y algun
ganado. Este hecho parece haber sido suficiente para que el teniente a cargo de la
investigación les adjudicara el título de vecinos en el expediente judicial.
¿Cómo recogen los censos del partido esta población? En el censo del año 1836, en el
paraje de Las Saladas figura la unidad de Felipe Barrancos con solo 7 personas blancas; la
de Don Damaso Tapia compuesta por 2 blancos; la de Don Juan Tapia ocupada solamente
por un blanco; a Jacinto Barroso con 6 blancos y Gabriel Torres con 7 blancos. En el
realizado dos años más tarde encontramos a Don Felipe Barrancos como cabeza de una
unidad compuesta por 7 blancos y 12 pardos y morenos y Don Damaso Tapia compuesta
de 4 blancos.
Se pueden ver aquí situaciones diferentes. Los indios dependientes de distintas estancias
podían ser censados tanto como blancos (es el caso de Barroso y Torres) como en la
categoría de pardos y morenos (Barrancos). En el caso de Juan y Damaso Tapia no solo
gozaban del tratamiento de vecinos por parte del alcalde que realizó el procedimiento
judicial sino que se les asigna tanto la categoría blanco como la partícula Don. Lo que se
observa entonces es que aún los indígenas participaban de este fenómeno generalizado de
movilidad social característica de la campaña bonaerense en esta época. Por un lado la

tolderías existentes sobre la línea de frontera realizados por los comandantes de los fuertes con el
objetivo de ajustar la cantidad de animales y articulos de consumo que debían ser enviados.
30
. La busqueda de dos indiecitos que se supone estaban en la Guardia de Lujan da una idea de la
forma de instalación a la que podían optar: la orden de Rosas indicaba que una vez localizados se
expresara si estaban "agregados a alguna estancia" o "si estan en toldos en el campo... en tal caso a
quien pertenesca este" (AGN,X,25.3.5).

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19
autoridad policial representada por el teniente alcalde a cargo de la indagatoria consideró
que en el caso de los indios Tapia la propiedad de ganado y la tenencia de tierra eran
factores suficientes para categorizarlos como vecinos; por otra parte, los censistas que
realizaron los recuentos de los años 1836 y 1838 comprendieron que por el hecho de ser
cabeza de unidad de producción, les valía el reconocimiento social a través de el honorífico
título de Don. En clara vinculación con ésto se encuentra la tendencia al "blanqueamiento"
otro proceso que hace referencia a la posibilidad de movilidad social en la campaña31.

¿Que podríamos concluir de esta mirada aproximativa al tema? Parece claro que se estaría
dando una complementariedad entre la necesidad de incluir a los indios amigos en las
estructuras formales de poder del estado provincial y la búsqueda de personalizar la relación
de éstos con Rosas. La integración de los indios amigos como grupo, dentro en la sociedad
blanca no fue un objetivo primordial del gobierno y determinadas formas de participación,
las "fiestas federales", las peticiones electorales son una muestra clara de la tendencia a
reforzar la idea del vínculo personal con el Restaurador de las Leyes. Este tipo de relación
llevó a que, a pesar de que los indígenas fueron sujetos pasibles de sanciones judiciales, los
tipos de delitos perseguidos y la resolución de éstos reflejaran una variación con respecto a
los implementados con la sociedad blanca. En este punto jugaba un papel fundamental los
beneficios que se obtenían en la relación entre la tribu involucrada y Rosas. Así, el robo de
ganado, el comercio ilícito y la deserción eran tolerados siempre y cuando el grupo indígena
diera señales evidentes de fidelidad al gobernador.
De todos modos, la fluidez de la vida fronteriza llevaba a que las tribus fueran permeadas
por prácticas de la sociedad blanca. Si bien como grupo mantuvieron la imagen de un
vínculo personalizado con Rosas, en la medida en que algunos integrantes de las
parcialidades fronterizas se desvincularan de sus tribus se integrarían a ciertas prácticas de
la sociedad blanca o intentarían sacar beneficios de ellas.
La política de personalización parece haber sido muy efectiva. Años después de la caída de
Rosas el oficial Federico Barbara comentaba que los indios de Tapalqué seguían
preguntando por "el viejo". Lo mas llamativo de su comentario es la respuesta que dio el
oficial a un indio anciano que encontró en uno de sus paseos por los toldos. Ante la
pregunta de dónde estaba el viejo Juan Manuel Rosas, que hacía tiempo que no oía hablar
de él "yo lo hice entender que habia ido muy lejos pero que siempre en sus cartas se
acordaba de sus guapos indios" (Barbará 1999)32. Es posible pensar que con esta respuesta,
el oficial intentaba mantener presente la imagen de Rosas como una forma de garantizar la
adhesión de los indios amigos.

31. Este proceso ha sido estudiado para diferentes pagos dela campaña rural reflejando la flexibilidad
de las estructuas sociales en espacios de reciente ocupación. Ver, entre otros, los trabajos de
Canedo sobre San Nicolás (1993) y Mascioli sobre Dolores (1999)
32
. El recuerdo de Rosas sería muy fuerte no solamente entre los indios fronterizos. En el diario de
exploración al Chubut de Jorge Claraz se pueden encontrar referencias muy llamativas de ese
recuerdo. En un encuentro con los indios manzaneros, Claraz refiere que el indio Antonio habló con
afecto de Rosas expresando que "los salvajes unitarios no servían para nada... los federales son el
mejor gobierno"(Claraz 1988:75). A raiz de la instalación de una colonia galesa en Chubut un cacique
preguntaba si esa gente era buena "o si eran salvajes unitarios" (ibid 82-83) Agradezco a Marcelo
Gavirati estas referencias.

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