Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Según Milne, la humanidad es uno de los pocos puntos en los cuales todos los que
estudian los evangelios están de acuerdo, pues se presentan sus limitaciones físicas, genealogía,
su vida religiosa, conocimiento limitado y tentación. Así, sobran datos sobre la humanidad de
Jesús. No obstante, su deidad tampoco es discutida, pues observando los relatos de su posterior
resurrección y ascensión, se encuentran evidencias de su deidad.
Esto nos lleva al siguiente punto según el bosquejo de Milne, la divinidad de Jesucristo.
Existen pasajes que afirman directamente su divinidad, citándose más de 10 pasajes del Nuevo
Testamento.
Muchos atributos del Dios del Antiguo Testamento son aplicados a Jesús en el Nuevo
Testamento y se presentan 7 puntos principales que lo identifican: el nombre de Dios, la gloria
de Dios, la adoración de Dios, la creación de Dios, la salvación de Dios, el juicio de Dios y el
testimonio de Dios. Asimismo, su deidad es afirmada por las citas trinitarias, es decir, pasajes
que lo identifican con el Padre y con el Espíritu en la Divinidad.
Como la resurrección es un punto básico para partir hacia la divinidad de Jesús, negarla,
según Milne, es vaciar la fe de todo contenido y valor, y muchos la han atacado. Se presenta la
críticas los textos del evangelio, donde se afirman las discrepancias en los relatos de las
apariciones de Jesús resucitado y la afirmación de que el relato de la tumba vacía fue agregado
posteriormente; en lo que respecta a la crítica teológica, afirmándose de que lo central en la vida
de los discípulos fue la fe, y como tema secundario la resurrección, que es imposible de
determinar; sobre las evidencias históricas, se sostiene que la tumba estaba vacía, que Jesús
nunca fue visto vivo de vuelta y se cuestiona que los discípulos hayan sido transformados.
Milne presenta otras pruebas de la deidad de Jesús en base a su resurrección y ascensión,
su identidad de Mesías, Señor, hijo del hombre e hijo de Dios. Estas señalan abrumadoramente a
Jesucristo como el eterno hijo de Dios encarnado para la redención de los pecadores,
afirmándose que es la segunda persona de la trinidad, el Dios manifestado en carne.