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Época de los Padres - Como ya hemos dicho, a partir de san Ireneo la Iglesia
de los Padres recurre al término sárkosis incarnatio. Sin embargo, va antes de
san Ireneo (cf. Ignacio de Antioquía, Justino) y más aún después de él, no
solamente el término, sino sobre todo la realidad que en él se expresaba,
constituyó el núcleo de la predicación de Cristo de los Padres de la Iglesia,
especialmente de los de cultura griega, La tendencia de fondo de la cultura
helenística en la que estaban llamados a contextualizar la buena nueva de
Jesucristo era contraria al valor de la corporeidad, de la sensibilidad, de la
materialidad, de la carnalidad; por eso constituía un impedimento de fondo
para el anuncio de la bajada del Eterno, de lo divino, a la carne. Hubo varios
cristianos que cedieron a la tentación de una visión semejante de la realidad:
en la meditación y en el anuncio de Jesucristo algunos negaron su dimensión
corporal, o la consideraron sólo como aparente o de una naturaleza distinta de
la nuestra (docetas y gnósticos). Éste fue el motivo principal por el que los
Padres, fieles al contenido del kerigma neotestamentario, insistieron tanto y
tan constantemente en la encamación real del Verbo/Hijo de Dios. En contra
de las aspiraciones del contexto cultural en que vivían, vieron en ella el
acontecimiento de la salvación por excelencia, con el que el Hijo eterno de
Dios decidió, por pura dignación, librar a la criatura de su caducidad, de su
debilidad y de la muerte y hacerla partícipe de su vida inmortaI, Los grandes
concilios de la época patrística (Nicea, Éfeso, Calcedonia,
Constantinopolitano 11 y 111, así como Nicea 11) ofrecen las formulaciones
solemnes de la fe de la Iglesia de los Padres en Jesucristo: en su centro está la
confesión de la bajada del Hijo eterno de Dios a la historia, su encarnación
como acontecimiento en el que el Dios trascendente se hace cercano, hermano
del hombre. Esta concentración en la encarnación del LogosiHijo llevó sin
embargo a la Iglesia de los Padres a dejar un tanto a la sombra la vida histórica
de Jesús y también, en parte, la profunda diménsión salvífica de su muerte y
resurrección.