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El secreto de María
Este libro quiere significar que la piedad mariana es una actitud básica del corazón cre-
yente que impregna toda la vida del hombre.
La devoción a María es antes que nada una vivencia profunda y no un cúmulo de prácti-
cas devocionales.
VALOR: La conversión
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi úni-
ca oración es la siguiente: 'Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo'. Si yo hubiera orado de este modo
desde el principio, no habría malgastado mi vida”.
Luego de leer el cuento, abrimos un diálogo grupal, acerca del mensaje que nos aporta. A continuación realiza-
remos una reflexión divididos en pequeños grupos, guiados por la siguiente ficha:
MUNDO
PAÍS
BARRIO
GRUPO
FAMILIA
La confesión puede ser una experiencia profundamente liberadora que nos ayude a crecer y
a vivir mejor. Sin embargo, nuestras confesiones no siempre son un momento intensamente
vivido. A veces, las sentimos como una molestia necesaria, o un ejercicio rutinario y mecá-
nico.
Este libro propone una serie de pautas para redescubrir el sentido de nuestras confesiones y
prepararlas más adecuadamente.
Proclamamos la "parábola del vestido y los odres nuevos" que la encontramos en Lc 5, 36-38 (también
la podemos hallar en Mt 9, 16-17 y en Mc 2, 21-22)
• Algo similar ocurría con los odres nuevos: Un odre era una especie de bolsa hecha de pieles de animales,
especialmente de cabra, que estaba cosida y que servía para contener líquidos como el agua, la leche y el
vino. Una vez lleno, se cosía la abertura, quedando así herméticamente cerrado. El odre que era nuevo
siempre era flexible pero, a medida que envejecía, se iba endureciendo cada vez más. Si alguien ponía vino
nuevo en un odre viejo, la fuerza fermentadora del vino presionaba de tal manera sus paredes que el odre
literalmente explotaba y todo el vino se perdía.
• A medida que pasan los años podemos volvernos menos flexibles, más rígidos en nuestros modos y crite-
rios y menos misericordiosos para con los demás. La vida del Evangelio nos llama a renovar nuestro co-
razón, a ser odres nuevos, y no ahogar su fuerza y su novedad, aferrándonos a estructuras que nos dan
seguridad pero no dejan que el Mensaje de Jesús nos transforme.
• Cuando creemos que son los otros los que tienen que cambiar, los que están en el error, los que tienen
que adaptarse a nuestros modos; es probable que nuestro corazón se haya convertido en un odre viejo.
• Cuando en nuestros espacios eclesiales, nuestras pautas, criterios y normas (por más religiosas y morales
que nos parezcan) ocultan el rostro misericordioso de Jesús al hermano, es probable que no seamos capa-
ces de recibir y ofrecer el Vino Nuevo del Evangelio. Es por eso que necesitamos "odres nuevos".
• Cuando Jesús hablaba de “conversión” se refería a “un cambio radical de vida” (que implica renunciar al
mal y adherir a la Buena Nueva). No es sólo a fuerza de voluntad que lo lograremos, necesitamos la gracia
de Dios. La conversión se da como fruto de “encontrarnos” con Jesús. Cuando realmente nos encontramos
con el Señor, nos damos cuenta que nuestra vida ya no puede permanecer igual.
• Es por eso que si conocimos a Jesús y nos dejamos seducir por su propuesta, nuestra conversión al Evan-
gelio es un camino que necesita de nuestra “decisión”, nuestra opción concreta por pertenecer a Jesús y
renunciar a la cultura del individualismo, a la cultura del tener, del dominar, del éxito propio a costa del
fracaso ajeno; a la cultura de la frivolidad, a la cultura del mercado como valor supremo, al vacío de la vi-
da, a la muerte del egoísmo. ¡A vino nuevo, odres nuevos!
En un lenguaje coloquial, el autor nos lleva desde los pasajes bíblicos hasta nuestra
vida cotidiana. Tan coloquial la forma de expresar sus pensamientos, que involucra a
aquellos a los que se está dirigiendo, haciéndoles sentir, intensamente, sus culpas, así
como el amor del Señor que todo perdona.
En estas reflexiones, recuerda la alegría de los niños en su pureza e inocencia, y el
respeto por los ancianos en el atardecer de la vida.
Les proponemos revisar qué aspectos de nuestras vidas han sido alcanzados por el Evangelio (vino nuevo)
y qué aspectos necesitamos pedirle al Señor que nos convierta (odres viejos).
Finalizamos el encuentro cantando y orando al Padre que nos ama y nos hace nuevos.
“Les aseguro que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta,
que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” Lc 15, 7
La visita al Santísimo
Hace muy pocos días un amigo mío falleció repentinamente en plena ca-
lle. Gracias a un testigo presencial, se han podido reconstruir sus últimos
momentos: fue a preparar una comida en una sociedad gastronómica
con un grupo de amigos; antes de ello entró en una iglesia que hay justo
enfrente a hacer una visita al Santísimo, cuando salió de la iglesia y an-
tes de cruzar la calle quedó fulminado por un infarto. A la familia, evi-
dentemente, le fue de gran consuelo saber que la última acción de su ser
querido fue visitar a Jesús, mientras no puedo por menos de imaginarme
la sonrisa cariñosa de Jesús cuando le vio entrar en la iglesia: «Ahora me
vienes a visitar unos pocos minutos. Dentro de otros pocos minutos, to-
davía no lo sabes, me vas a visitar para siempre, para quedarte ya con-
migo».
Tenemos que intentar, con las debidas precauciones por los robos, volver a abrir con más frecuencia las igle-
sias, para que la gente pueda hacerse presente ante el santísimo. Y donde, como en muchas ciudades, hay
bastantes iglesias abiertas muchas horas, hay que insistir a nuestros fieles que vuelvan a visitar el sagrario.
Recuerdo que en cierta ocasión un divorciado se me quejó de que no podía hacer muchas cosas en la Iglesia.
El otro día me acordé de esa queja y pensé: «esa sí que es una cosa que puedes hacer. Y qué duda cabe que
Jesús, a una persona que va muchos días a pasar un ratito ante el sagrario eso se lo tiene que tener muy en
cuenta, y es una magnífica tarjeta de presentación el día que nos encontremos definitivamente con él».
Benedicto XVI en su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis dice: «Por eso, además de invitar a los
fieles a encontrar personalmente tiempo para estar en oración ante el Sacramento del altar, pido a las pa-
rroquias y a otros grupos parroquiales que promuevan momentos de adoración comunitaria» (nº 68). Y en el
número siguiente se preocupa de la adecuada colocación del sagrario en nuestras iglesias porque «en efecto,
esto ayuda a reconocer la presencia real de Cristo en el santísimo sacramento».
Leemos en el C.I.C. (Catecismo de la Iglesia Católica): «Por la profundización de la presencia real de Cristo
en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las
especies eucarísticas» (nº 1379); «en su presencia eucarística, permanece misteriosamente en medio de no-
sotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican
este amor» (nº 1380).
Y termino con una cita que es a la vez del Catecismo (1418) y de la encíclica Mysterium fidei de Pablo VI:
«La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración
hacia Cristo, nuestro Señor». Que así sea.
“Alimentarse del Pan eucarístico y experimentar la comunión de los hermanos y las her-
manas en Cristo, es una necesidad para el cristiano; es una alegría; así el cristiano puede
encontrar la energía necesaria para el camino que debe recorrer cada semana” (Benedicto
XVI). Las Nueve Visitas al Santísimo Sacramento son una guía para hacer una experiencia
con Dios. Con ello se quiere apoyar la fe de muchos cristianos que exponen ante el sagra-
rio toda su vida.
La mamá de Jesús
Mensaje del encuentro:
María, la mamá de Jesús, nos quiere y nos cuida.
Material necesario:
Llevar diferentes ropas, sombreros, carteras, zapatos,
mandil para la escuela y para la cocina… en una maleta.
Se utilizarán con el objeto de mostrar a los niños que no-
sotros nos vestimos en forma diferente según la ocasión,
pero seguimos siendo los mismos.
A medida que se muestran las cosas, se pregunta cuándo se utilizan y para qué.
Por ejemplo, si sacamos una cartera de fiesta o una de playa. O, un pantalón para ir a una fiesta o para hacer
deporte. Anteojos para leer o para el sol. Se van imaginando situaciones y, si alguno se anima, puede realizar
una pequeña representación. Por ejemplo, de oficinista, de maestro, de cocinero…
Conclusión: lo que usamos en diferentes ocasiones varía de acuerdo con lo que hacemos. No venimos a la es-
cuela con el mandil de cocina. No es uno mejor que otro, se usan en diferentes momentos.
María se fue «vistiendo» diferente según el lugar en la que la representaban. Mostramos las imágenes que lle-
vamos.
Oración:
Cantamos Santa María del Camino (u otra canción apropiada).
Rezamos el Avemaría. Si los niños no lo saben, lo reza la maestra. El Avemaría no se explica a esta edad.
Simplemente se reza para estar en comunión con la oración de la Iglesia.
Actividad
Dibujamos a María con un «vestido» que nos agrade.
Mi prójimo, mi próximo
Un día, cuando era estudiante del secundario, vi a un com- beca de fútbol. Pablo fue designado el orador de nuestra
pañero de colegio que cursaba en la división “A” del mismo generación. Yo lo molestaba todo el tiempo diciendo que era
nivel de curso en que estaba yo, caminando de regreso a su por «estudioso». Llegó el gran día de la graduación.
casa. Se llamaba Pablo. Iba cargando todos sus libros y Él preparó el discurso. Yo estaba feliz de no ser el que tenía
pensé: ¡Qué raro que no deje sus libros en su casillero del que hablar. Pablo se veía realmente bien. Era uno de esas
aula! ¿Por qué se estará llevando, un viernes, todos los li- personas que realmente se había encontrado a sí mismo
bros a su casa? ¡Debe ser un «estudioso»! durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos
Yo ya tenía planes para el fin de semana: fiestas y un parti- y se veía bien con sus anteojos.
do de fútbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que ¡Tenia más citas con chicas que yo y todas lo adoraban!
me encogí de hombros y seguí mi camino. ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía celoso...
Mientras caminaba, vi a un grupo de chicos corriendo hacia Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que, le
él; cuando lo alcanzaron, tiraron todos sus libros y le hicie- di una palmadita en la espalda y le dije: «Vas a ver que es-
ron una zancadilla que lo arrojó al suelo. Obviamente yo no tarás genial, amigo». Me miró con una de sus miradas –
podía hacer nada puesto que estaba lejos y, cuando me realmente de agradecido- y me sonrió. «Gracias» me dijo.
acerqué, el grupito ya había salido corriendo. Vi que sus an- Cuando subió al estrado, aclaró su garganta y comenzó el
teojos volaron y cayeron en el césped como a tres metros discurso: «La graduación es un buen momento para dar
de él. Miró hacia arriba y percibí una tremenda tristeza en gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de
sus ojos. Mi corazón se estremeció mientras él gateaba bus- estos años difíciles. Dar gracias a tus padres, a tus
cando sus lentes. Vi lágrimas en sus ojos. Le acerqué a sus maestros, a tus hermanos, quizá a algún entrenador, pero
manos sus anteojos y le dije, «¡esos chicos son unos tontos, principalmente a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles a
no deberían hacer esto!». Me miró y me dijo: «¡Hola! ¡Gra- ustedes, que ser amigo de alguien es el mejor regalo que
cias!» Hizo una gran sonrisa; una de esas sonrisas que mos- podemos dar y recibir, y a propósito, les voy a contar una
traban verdadera gratitud. historia».
Lo ayudé con sus libros. Vivía cerca de mi casa. Le pregunté Cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos
por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa conocimos, yo lo miraba incrédulo. Aquel fin de semana él
de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conoci- tenía planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario
do a alguien que fuera a una escuela privada. Conversando y porqué llevaba todos sus libros con él: Para que su mamá
un poco, fuimos caminando hasta su casa. Me pareció un no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me mi-
buen chico. Le pregunté si el sábado quería jugar al fútbol raba fijamente y me sonreía.
conmigo y mis amigos y aceptó. También lo invité a la fies- «Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer
ta. Mientras más conocía a Pablo, mejor nos caía, tanto a mí algo irremediable».
como a mis amigos. Yo escuchaba con asombro cómo este apuesto y popular
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Pablo con aquella chico contaba a todos ese momento de debilidad. Sus pa-
enorme pila de libros de nuevo. Me detuve y le dije: «Hola, dres también me miraban y me sonreían con esa misma
vas a sacar buenos músculos si cargas los libros todos los sonrisa de gratitud. Recién en ese momento me di cuenta
días». Se rió y me dio la mitad para que le ayudara. Durante de lo profundo de sus palabras. «Nunca subestimes el poder
los siguientes cuatro años, Pablo y yo nos convertimos en de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la
los mejores amigos. vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a
Cuando terminamos el secundario, Pablo decidió ir a la Uni- cada uno frente a la vida de otros, para impactarnos de al-
versidad de Georgetown y yo fui a la de Duke. Supimos que guna manera. Mira a Dios en los demás. Los amigos son
siempre seríamos amigos y que la distancia no sería un pro- ángeles que nos llevan en sus brazos cuando nuestras alas
blema. Él estudiaría medicina y yo administración, con una tienen problemas para recordar cómo volar».
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