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ion ni ninguna'posibüidad de serio.

'
Aceptemos el augurio de Freud cuando planteó en el corazón de la
ón .psicoanalítica cierto "amor por la verdad que se manifiesta por un
de reconocer la realidad", y la obligación resultante: denunciar
error toda prueba de verdad dotada de los oropeles de una certeza
ue pone al saber y al trabajo del analista a cubierto de cualquier interroga- í-,t Yl' -!*.<.< >,.*-«>.-

ción. Así como en las ciencias exactas un pequeño número de demostracio-


nes escapan al cuestíonarniento —nunca de manera indefinida, por lo de-
más-, en nuestra disciplina el poder de verdad de un enunciado exige que
aquel que lo hace suyo renuncie a creer al resguardo de la duda lo que sin
embargo pudo!parecerie definitivamente demostrado. Sólo a este precio
tiene la verdad alguna posibilidad de encontrar la única verificación confor-
me con su ambición: descubrirse trampolín para aquella que le sucederá
y que sin ella no habría podido ser. El analista esta' sometido a las mismas . VI
leyes metapsicológicas que las que son propias de sus semejantes; ésta es HISTORIA DE UNA DEMANDA E
"una dura ananké" a la que no puede negarse; tener conocimiento de estas IMPREVISIBILIDAD DE SU FUTURO*
leyes no da derecho a ninguna derogación. Hay actos heroicos de rebelión, (Notas actuales)"
y otros que apenas son repetición de rabias y desesperaciones infantiles.
La interpretación psicoanalítica no puede aspirar, en nombre de la Si por porvenir del psicoanálisis entendemos el lugar y la forma que po-
verdad, a declarar nulo y sin ningún valor el préstamo tomado a una inter- dría cobrar, en el futuro, una praxis que siguiera reivindicando el calificati-
pretación preexistente y a las categorías lógicas que la hicieron posible. La vo de psicoanalítica, confesamos nuestra incapacidad para formular un pro-
"lógica" del inconsciente es un descubrimiento que se debe al del Yo: nóstico cualquiera, por la sencilla razón de que esto implicaría poder hacer
•i trabajo del «naluta no tiene otra meta que permitir al Yo de otro reco- un diagnóstico sobre su presente. Ahora bien: cuando se observa lo que hoy
nocerla y hacerla pactar con sus propias miras. Saber o certeza: parafrasean- se pretende "practica" psicoanalítica. cuando se advierte lamparte"'que Ócü~-
do a Freud, pondremos fin a estas consideraciones sobre la realidad y el pan en el discurso de buen número de~sus practicantes —término más apro-
uber expresando la esperanza de que "no escapará a la atención de nuestros piado aquí que el de práctico—Ja ideología, la repetición y las estereo-
eitimadoi lectores de qué modo comienza.a surgir también en estas páginas tipias, se tiene la impresión, a despecho de una aparente referencia a los
la lupremicía de un principio de saber sobre el deseo de certeza"10. mismos postulados de Freud,_de estar contemplando un traje (le Arlequín '
cjue, lejos de aportar al análisis un sabor festivo, le quita foca alegría y todo- ^É
!t
valor. Por eso nuestra contribución al debate será muy modesta, y se limita- i >
rá a indagar en tres factores responsables de tal estado de cosas, factores que
no datan de hoy y cuyo poder y efectos el correr del tiempo no hizo más ii • •
que amplificar. <• ii *
. La esperanza de tomar de las disciplinas matemáticas o físicas un mo-
FOTOCOPIADORA delo que pudiera ofrecer una representación de la "cosa psíquica", modelo
G. E. .H ©. E. que aboliera toda diferencia entre la "cosa" y su "representación", supone
ilusiones que no dejamos de advertir. No obstante ello, será de un físico,
Clínica, de. por mucho tiempo dedicado al problema epistemológico propio de su
S/F 1 ciencia, de quien tomaremos su definición del concepto de paradimia. tér-
Folio D/F3 mino con el cual designa un "conjunto teórico-práctico" particular cada
vez pero necesario y presente en jada disciplina científica.
*""" Esta definición solo en parte puede aplicarse al modelo teórico-prácíi-
co que el psicoanálisis hace valer como praxis1.
"LTlistoire d'une demande et J'imprévisibüté de son furur (remarques actuelJes)",
artículo publicado en Revue franfoise de psvchanalvx, N° 1-2 Tomo XXXIX
10 "Espero que no escapará a la atención de nuestros estimados lectores de qué mo- 1975.
do comienza a surgir también en estas páginas la supremacía del principio de rea- No podemos renunciar al placer de evocar U respuesta de Rutherford cuando it
lidad". Freud, Los dos principios del funcionamiento mental. le preguntó de qué modo había descubierto el comportamiento de lai pirti'cutii

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V<z hemos visto que una ae ¡as cosas que él paraaigma procura a u co- \n el modelo teórico supone una modificación de la relación entre, éste y
f" munidad científica es un criterio'para^seleccionar problemas délos que está él analista, y que ' ^a modificación de dicha .relación se traduce por un
í "yodura —en tanto el paradigma es aceptado cómo algo "qu^ Vé de su pe- cambio en la demif í^_gue_aquél^ dirige_aljrnódelo: desde este momento, es
? so"— que tienen una solución. En amplísima medida, tales serán los únicos ^•¿Tmodelp lo que queda modificado^ „ VuuQt CLJUJ
problemas que la comunidad reconocerá como cienn/iZos, y Tos únicos ojie i; (El modelo del funcionamiento psíquico creado por Freud se define, ' axis*"-*»
\nvitara a. sus adeptos a resolver. Otras cuestiones, incluidas las que con an- ; al mismo título, por la construcción teórica que propone y por ks deman-
. terioridad parecían estándar, se rechazan por parecer metafísicas o relativas j das a las que pretende responder. La historia de esas demandas y la evolu-
a otras disciplinas, y a veces por resultar demasiado problemáticas como ción de los "objetos" demandados nos narran la historia de la teoría y la
para que se pierda el tiempo en ellas. Por consiguiente, un paradigma puede del vínculo que a eua nos enlaza. Dicha historia no se deja resumir en unas
aislar a la comunidad dejytrqs problemasjque son importantes en el plano pocas páginas, pero es posible reflexionar sobre lo que revela en cuanto
social, pero que no pueden ser reducidos a la formajie süjrompecabezás a los riesgos una doble interacción que hace correr a nuestra praxis: la
pues resulta imposible formularlos en los términos conceptuales e instru- rnteracBóñ~preseirte entre*"el" modelo teórico-práctico y ía respuesta que dé
• mentales que el paradigma propone2. él se espera, y la igualmente constante que se ejerce entre lo que el analista
í^~ Agreguemos que según este autor, integra el "destino" de todo para-' i.-.
demanda a, su teoría y a su práctica, y otras demandas presentes en el cam-
. i digma el encontrar, en el transcurso de stTaplicacTén'experimentar; "aríó'rna- po social. /
fías" que sencillamente comenzará por no ver. Su pertenencia al campo de Estas últimas, examinadas con mayor atención, prueban que sus formu-
: la'ciericia hará que este desconocimiento, confrontado con la repetición y laciones y sus objetos son función de las ideologías que el discurso cultural ¿
la suma dé esas anomalías, no pueda ser preservado, y que se reconozca y sus institucioDea respectivamente privilegian. Entre el proyecto que el
una contradicción entre lo que enuncia la teoría y lo que muestra la expe- analista declara conforme con su teóTft y con su práctica y lo que el profa-
riencia. no espera como prima por su valorización de un proyecto que cree idén-
~ Volviendo a nuestra disciplina, puede decirse que también ella posee tico, aparece un fenómeno de osmosis muy peligroso.
el equivalente de un paradigma, que le permite decretar cuáles son los pro- |La teoría de Freud nunca pretendió ser simple oferta de conceptos;
blemas que le conciernen y a los que cabe esperar que aporte una solución; J^reivindicaba una intención práctica, definida por los efectos que es lícito oü
' también puede decirse que en un prím^r tiempo dicho paradigma condujo ^ esperar de su aplicación en la práctica analítica: intención cuya realización </
a la comunidad psicoanalítica al aislamiento, y dio lugar a que se le negara esa misma teoría asegura como posible, lo que no quiere decir segura. Es
todo derecho a reivindicar el título de ciencia y todo derecho de palabra
sobre "otros problemas importantes en el plano social".
Pero la analogía se malogra en cuanto comienza a indagarse la relación
que te^óriccry^experiméntador mantienen con sus modelos, y esto tanto en
r 1 evidente que el inconsciente actúa siempre y en otra parte, pero otra cosa
es decir que las formas con las cuales puede aparecer son no sólo función
de la situación sino que además no son equivalentes en cuanto a la posibili-
dad para el Yo de reconocerlas y de operar en ellas una modificación que
el dominio de las ciencias "exactas" como en el de las "humanas". implique ante todo la suya propia. Entre los efectos del inconsciente ejer-
Cuando un modelo teórico quiere dar cuenta de lo "psíquico" o de lo ciéndose en la escena del mundo y_los_que están presentes en la escena ana-
"social", y mar 'aún si'ér'ojscürso'cüTtural admite y favorece su circulación, lítica, se comprueba una distancia irreductible: el analistá~es quien mejor,
se comprueba que el "objeto" al que se aplica es al mismo tiempo el "agen- pued£__suministrar una explicación de los primeros; en cuanto a los segun-1
le" responsable de dicha aplicación. El triángulo del que se habla y el geó- dps,_jtíene _ el derecho .de proponer una interpretación cjue j^-ieda modifi-[
metra que de él habla adquieren la extraña propiedad de coincidir. De esto car su status y su acción^ . . ~~~
resulta una interacción entre los resultados que el recurso al modelo su- Es importante insistir sobre una verdad que a veces los analistas pare-
puestamente había permitido y los efectos que se manifiestan sobre los cen considerar, sorprendentemente, como un límite culpable: el incons-
"agentes"; esos efectos, al modificar lo que en lo sucesivo estos últimos de- ciente, tal corno Freud lo descubre y define, depende del campo que la
manden al modelo, actuarán sobre la esencia de éste, y ello aun cuando experiencia instaura y reivindica como propio. La experiencia analítica in-
su formulación, su apariencia, podríamos decir, siga siendo la misma. daga en los fenómenos psíquicos tal como se presentan cada vez que el
7— (La relación del analista con su teoría, y en especial con ese conjunto sujeto encuentra e invjste_¿_o.tro como soporte privilegiado tanto as su li- ir»-j-
i concépt'Üal que le permite fundar una praxis, muestra que todo cambio bido como de su demanda idenüñcatoria. Si Ja respuesta aportada por di- ^
° alfa: "Simplemente me pregunté qué haría yo si fuera una partícula alfa". Tal vez
cha experiencia vino a revelar lo parcial o erróneo que el conjunto de ks
sea preciso poseer el genio que semejante descubrimiento requiere, para gozar de . respuestas precedentes contenía, es porque la disposición del encuentro TP
la lucidez que permite una respuesta de esa clase. impone, dentro del campo de los investimientos, un artificio que permite
2 Thomas Kuhn, "The Structure of Scientific Revolutions", p. 37, International a la experiencia aproximarse a las condiciones presentes en ocasión de
Encyclopedia of unified science. vol. II, N° 2, 1962 (la traducción es nuestra). los primeros encuentros entre el sujeto y los objetos de sus investimien-
Hemos traducido el término granted por "allant de soi". ("algo que cae de su pe- tos y demandas pasados. Es evidente que la distancia no sólo no será lle-
so", en esta versión castellana. N. de T.j. nada nunca, sino que su presencia es una condición que el analista tiene el

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^iebe
deber de preservar, al tiempo que permite á la ilusión del retomo ocí y. cuentro entre dos discursos ;> yntes. ti genio de Freud al leer a Schreber o
el frente de la escena. a Frazer quizás habría desc'uoierto un mensaje hasta entonces ignorado,
pero puede tenerse la certeza de que dicho mensaje habría sido diferente
fPero el analista también tiene derecho a afirmar que la particularidad
del que le brindó el discurso de la histérica: aplicar el modelo fuera del
del campo analítico es lo único que puede hacerle posible al sujeto tanto la
campo analítico implica su preexistencia y exige, también una reducción.
repetición de dicha ilusión como la posibilidad.de renunciar a ella. De esto Por eso, más queBTÍÍ=p=5íCCÍíTa!ísis aplicado', fórmula contradictoria en sus
deriva que el analista sea un sujeto que cree poder asumir en nombre pro- n'a hablarse de "interpretación aplicada",
términos, debería apli y decir que con ello
pio el proyecto que sostenía la "práctica" del fundador, y que encuentra se opera un triple recorte: en la teoría, en sui aplicación
aplic y en su proyecto!
en su eventual realización aquello que responde a su deseoS CuanQo el anahsta propone su interpretación de un texto o de un fenó-
Debe agregarse que el éxito de este proyecto no dispone de otra prueba meno étnico, casi nunca pretende ejercer sobre éstos un poder cualquiera de
de verdad que la posibilidad de alcanzar un mismo resultado, lo cual con- modificación; su intención se^limita a explicar por qué razón hay casos en
firma otra particularidad del modelo legado por Freud: legado de un saber que es posible plantear una identidad causal entre dos fenómenos que son
que hasta entonces se ignoraba^ pero también legado cuyo valor, en el es- heterogéneos en su forma, su tiempo y su espacio. Cuando el analista in-
píntTÍ"déTlé|iao77^fá~coéxteñsivo de los resultados específicos de la expe- terpreta la función del tío materno entre los melanesios o determinado con-
riencia a la que subtiende y que sólo ésta podría reproducir. Si en la evolu- flicto de fuerzas en el campo social, como manifestaciones de una causa
de una teoría que no puede quedar separada de su proyecto concede- que él identifica con el deseo edípico o con cualquier otra causalidad
os una importancia privilegiada al factor tiempo, es porque el uso "cul- psíquica, postula una analogía entre lo que muestran lo escrito o lo visto
tural" de nuestros conceptos acarrea la consecuencia de que hoy en día manifestaciones por él aral^adas durante las experiencias a las
e¿dgl^ exterior que vuelve al campo de la experiencia analítica un proyecto que debe su interpretación. Aplica un "saber" adquirido en otra parte, con
elaborado por el campo social y sus ideologías^ De éste"proyecto."profano", un fin explicativo del que resulta único beneficiario. No tiene ningún deseo.
el analista ccmo~sujeto que comparte la misma, cultura resulta ser, "por y ningún poder, de cambiar la estructura social de Tos trobriandeses. Del <
cierto que a su manera, parte activa. Desde ese momento podrán hallar ac- saber interpretativo espera una prima de conocimientos 'que le dé placer.
ceso al campo psicoanalítico proyectos y demandas que viene de otra parte placer que no puede hacer compartír_salvo por el colega que vea en su tra-
y que le hacen correr e^ riesgo de ser "colonizado" poco a poco por un Sáj'o una confirmación de la legitimidad del propio. ..
"jppder-saber" extraños3.
Por eso hemos hablado de una reducción delmodelo teórico del que se
Creemos que ni hoy ni mañana podrá impedirse totalmente este acceso, extraen los conceptos que permiten comprender tal o cual aspecto del
pero sí puede hacerse más problemático el éxito de la u colonización" si se funcionamiento psíquico. Agreguemos que en este caso, ganancia en saber £T
está advertido de que a ella se deben tres "anomalías"- cotidianamente y prima narcisística no ponen forzosamente en tela de juicio el valor del O LÜ ÍITU/
preseniadasT taTel"!í*aliornairasn íalf "testimonio de las contradicciones sur-
gidas entre nuestra teoría y ciertos efectos de su "aplicación": seguir desco-
trabajo resultante: invitan, sin duda, a una gran vigilancia, pero el placer
que tsí puede encontrar el intérprete puede ser paralelo a un "rigor del
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W ,0
.
nociéndolas equivaldría a renunciar al psicoanálisis. pensamiento que evita cierto escollo: el de no ver ya en el fenómeno estu- •^-^
Aun cuando todavía se ejerce aquí una constante interreacción, tra-
taremos sucesivamente tres fenómenos que denuncian la presencia de di-
chas contradicciones: cierto abuso de la interpretación aplicada, la triviali-
diado más que una respuesta preforrnada por su propio deseo de hallar
una confirmación de su saber. Otra cosa sucede cuando se comprueba que 8 L

la interpretación se pone al servicio de un deseo de dominio sobre sí mismo


zación de los conceptos freudianos y el a príorí de la certeza. y sobre el otro, o sobre los otros, y cuando se espera que ella ofrezca un u.
medio que ^permitiría abolir toda ^ausa de conflicto, asi se trate de un con- £
Dicto trabado entje dos sujetos o d^uno que posea comojíscena el campo
LA INTERPRETACIÓN APLICADA social. En ambos casos se espera la reaíización~ore un mismo íin: obtener la
prueba de que "sufrimiento psíquico]' y "sufrirriiento neurótico" son
Afirmar que el modelo analítico sólo puede ser teórico-práctico.y que sinónimos, y desconocer que tal negativa a aceptar cualquier causa de sufri-
esta "práctica" exige el respeto de los parámetros propios del espacio en miento y cualquier forma de conflicto no es sino la forma privilegiada que
que se desarrolla la sesión, ¿no implica olvidar su posibilidad de acción puede cobrar el rechazo del Yo en lo relativo a la üreductibilidad de la
en ese vasto dominio que el propio Freud pareció privilegiar hacia el final realidad psíquica.
de su vida, o sea el dominio del psicoanálisis aplicado? Consideramos que no Por razones de comodidad, ilustraremos esta desnaturalización del
hay aquí contradicción; todo analista reconocerá que sería inconcebible proyecto psicoanalítico reflexionando acerca de lo que podríamos llamar T?
que el modelo freudiano haya podido tener otras fuentes que la de un en- "la autoaplicación" de la interpretación: el medio analítico es un campo
Es cierto que los analistas dieron prueba de un mismo deseo de extraterritoriali-
de observación privilegiado para hacerlo. Permite afirmar que en. una pane
importante de casos el recurso a este ejercicio de "interpretación autoapli-
f
dad y de "colonización": pero U experiencia muestra que, al hacerlo, han jugado, cada" tiene como motivación el conflicto afectivo que puede oponer el
y siguen haciéndolo, a "el que pierde gana".

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intérprete al amigo, al alumno o al colega, y que se propot Amostrar a ( del análisis deben'- ^:erse capaz de adivinar cuál será b formulación futura
estos últimos que sus conductas, o sus discursos, son expresity€e un deseo ] de una demanda q\--'TP01 su parte, persistirá mientras haya sujetos: indepea-
inconsciente que euo* ignoran y que uno desenmascara en su lugar. Al •!: dientemente de bs formas que pueda cobrar, nos recuerda que todo sujeto
hacerlo se deniega al Yo del otro todo derecho de conocimiento sobre su •j conserva en el trasfondo de sí mismo la ilusión de que un día podría surgir
propia acción, y se^le^ rehusa Ja autonomía que uno concede en demasía un "saber" que demostrara que castración y muerte, sufrimiento y conflic-
al propio^ ya sea~que~x afirme'que la acción apunta no al intérprete sino to, no son más que simples "accidentes" sobre los cuales podría ejercerse
aTa~rBiagen proyectada sobre él, ya sea que se demuestre que ella es b dene- j un "poder".
gación de una motivación inconsciente, o que se pruebe que no hace más
que realizar un deseo oculto del intérprete. En esta tarea, el intérprete
postula una abusiva equivalencia entre los parámetros de una situación y LA TRIV1ALIZACION DE NUESTROS CONCEPTOS
de una relación de las que él y el otro son a! mismo titulo parte activa, Y SUS EFECTOS SOBRE NUESTRA TEORÍA
y los parámetros heterogéneos de una experiencia analítica en la cual,
efectivamente, el analista tiene el derecho y el deber de decirse que el Así como el uso prolongado de un instrumento acaba por desafilark),
amor, b envidia o el odio del que se le habb se refieren a un primer destina- o bien por desajustar algunos de sus engranajes, a b larga el empleo de
tario pasado. una palabra Deva a trivializar lo que era insulto o elogio extremo; en nues-
Este modo de aplicación ya no sólo implica un préstamo tomado a tra disciplina asistimos a una similar trivialización y deterioro de conceptos
lo teórico, sino que tiende a una modificación de bs fuerzas libidinales teóricos oue en rigor, conservan su valor, pero cuyos efectos se ven desba-
obrantes en el conflicto y j>osee, por lo tanto, una intención práctica. De ratados. El deterioro se manifiesta, de modo privilegiado en la fonna de una,
aflí que el intérprete, en este caso, se adjudique un préstamo tomado a b trivializacióa de su significación: reducidcs^ajina simple función explica- I
teoría de b relación transferencial, préstamo que supone b denegación tiva. privados de toda acción innovadora y perturbante, se intentará volver-
de los fundamentos mismos de dicha teoría. El mismo análisis podría efec- los conformes con el conjunto de los enunciados del discurso cotidiano j
tuarse cuando b interpretación aplicada toma como objeto el campo social del sujeto, discurso al que ante todo se le demanda que permanezca en k>
y sus conflictos, campo y conflictos cuyos efectos el intérprete padece cojidjano.__
efectivamente, sea o no analista. Decir quejas fuerzas que organizan el can> Durante una buena época el esfuerzo de los analistas se dirigió a lograr
posocjal no carecen de rebción_con las fuerzas que organizan ei campo una formaüzación de b teoría y de la experiencia que 'se acercará cuanto
'psíquico es~üna cosa; creer que en ambos casos una misma interpretación fuese posible a bs exigencias propias de una ciencia. Sin embargo, los logros
se~aplica de manera exhaustiva y que jejjajícitoesperar de eüa resultados obtenidos en' este dominio tuvieron el paradójico resultado de culminar
idénticos^ es"^xTrIpc^"aSuavamente el campo de la interpretación y caer en b ideologización de b nueva "ciencia" por el campo cultural, ideologi-
en~b ilusión. Pero7~¿qüé analista podría decbrarse" inocente de todo abuso zación que corrió • pareja con un derecho de préstamo ejercido sobre sus
de esta dase? Y si se declara culpable, ¿cómo.puede diferenciar, salvo tal enunciados. De. esto resultó un híbrido discurso gracias al cual los ideólo-
vez en el a posteríorí, b interpretación abusiva de b interpretación lícita? gos que se lo apropian esperan hacer pactar al ítatu quo de b institución
¿Qué puntos de Deferencia posee el analista, no ya en su función, lo que a -ejército, saber, poder, familia...—' con la interpretación que el discurso
veces es rnasTacíl, sino en su funcionamieñtoTomo sujeto privado que ama, de Freud ofrece del deseo de inmutabilidad y de b negativa a todo cam-
querechaza, que envidia, que deseaT^Que puntos 'deTé1eréñl:1a~pl>sec~para bio4 .
decidir sobre lo yerdadero^lo errónecTeñ esa aütgÍ2ggcgB"ae~b injer^ •Porque no^ es posible preservar, salvo renegando de eüas, b contradic-' ¡O¿A<2
pretaciónr¿Hasta qué punto~puede interpretar su rebción con eTcampo ción .presente entre los dos discursos a los quejln mtsrno sujeto apela, tanto
socüTr"¿*Dónde se detiene el trabajo de autoanálisis y dónde comienza b cuando proclama que un hijo debe resultar conforme con bs normas pater- , o
obra de sus mecanismos de desconocimiento? No responderemos a estas ñas como cuando exhibe el "saber" que le permite interpretar el- conflicto -'
preguntas, y tampoco estamos seguros de que sea posible una respuesta que opone a Edipo y Layo. Ejemplo tomado entre muchos otros igualmente
clara. Al hablar de cieno abuso de un conocimiento debido a^b teoría de claros y frecuentes: á su análisis ofrece pocas dificultades, otra cosa sucede
Freud no apuntábamos a ninguna acusación, sino a demostrar que a par- cuando el analista pretende aportar una respuesta que resolvería b contra-
tir del momento en que la circulación del modelo analítico indujo, una dicción.
cierta forma de demanda y una cierta_forrna_jle ejpeg^tiva, de nada ser- Es evidente que el modelo que nuestra cultura proponía sobre b sexua-
viría al analista pretender —lo que además sería equivocado— que jl no lidad humana y su temporalidad, y el modelo de Freud, son antinómicos,
tiene nada que ver, que se trata de un malentendido de los profanos, y se- • así como b definición que se diera del instinto materno como prueba de
guir desconociendo b existencia de ese ruido de fondo que siempre ame- una alianza preestablecida y natural entre b prematuración del infans y
naza transformarse en ese telón de fondo sobre el cual irá a tejer sus eb-
boraciones teóricas. Es evidente que un discurso taa híbrido reaparecerá entie los ideólogos del
El historiador que quisiera formular una previsión sobre' el porvenir campo adversario.

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función materna, y la que propone la teoría psicoanalítica: lo mis J j extra-analítico. Lo cual, en i JUda tendría de criticable si al hacerlo no
podría comprobarse en lo que concierne a la institución de la familia. Pero {corriera el riesgo de encontrarse él mismo fuera de su campo, es decir, de
si el modelo psicoanalítico aporta una interpretación hasta entonces des- I instaurar una relación con su teoría y con su práctica en la cual mira narci-
cLcnnrvt •v
conocida de las fuerzas a las que obedece dicha institución, no es cierto f sista y esperanza de dominio tienen los roles primordiales.
que forme parte de su proyecto definir otra, ni tampoco proclamar la nece- (Hoy en día el problema es el parentesco presente entre el discurso
sidad de destruir la actual. Personalmente consideramos, con la certeza de analítico -ya sea que éste reivindique el pragmatismo y~TF adaptación
disgustar a los sostenedores de posiciones opuestas, que la esencia del mode- 'social o que, en el otro extremo, proclame la supremacía del "des-ser"—
loanalítico es proponer otra interpretación de la relación que une al sujeto y los discursos ideológicos que circulanen _Ja[cuitara y que proclaman,
con sus instituciones socioculturaksj-dicha interpretación siempre pondrá con ta niisma ñierzajg_i/rí/¿zañ¿to los mismos términos, la adapfación social
en peligro el statu quo que'toda insütuc|ón_jygunta. a preservar, y muestra ó, a h" inversa, Ía~uñiversaiid2d y la supremacía de la subversionT Lo que
el complemento de justificación que el saber siempre ha ofrecido al merece reflexión nT^Ta~Q^esap^ricTóñ"deríTecto""3e escandalolEío la anu-
poder es una necesidad para su ejercicio pero que, opuestamente, nuestro lación de toda diferencia entre la interpretación que en el transcurso de un
r teórico y clínico no basta, por sí sólo, para darnos conocimiento de análisis permite revelar lo que es efecto del deseo inconsciente, y aquella
los medios necesarios para la instalación de otras instituciones,Ei indagamos por la cual el discurso cultural y el sujeto singular se arrogan el derecho de
en el discurso freudiano para aislar el atributo que lo diferencia de entrada justificar o de denunciar todo deseo, desde el momento en que favorece o
de cualquier discurso cultural, no recurriremos tanto al término "contra- perturba el orden que defiende el primero o los intereses particulares que
dicción" como al de "distancia": lo caracteriza su necesidad, por cuanto privilegia el segundo:^
! quiere preservar la especificidad de su-función, de mantener una distancia, Agreguemos que es rnásfacü demostrar la presencia y efectos de la "tri-
j una diferencia con todos los otros discursos, cualesquiera que fuesen^ YMzación" que decir cómcT evitarla: para hacerlo habría que inclinarse C Gtx
A ese precio la experiencia analítica conservará el poder de hacer apa- seriamente sobre la extraña economía libidinal que inevitablemente toda
recer aquello que en los enunciados por medio de los cuales el sujeto se de- institución psicoanalítica acaba por reproducir, bajo una u otra forma, y
fine y define su relación con la realidad, es función de sus ilusiones, de sus sobre las razones que tornan tan difícil al analista definir con claridad
miedos, de sus duelos, y podrá ofrecerle otro modelo de localización. Esa cuál es'"éTproyecto que subtiende su experiencia, <y^^_^^B,^2^f_^^
1
distancia y esa oferta representan el riesgo que el discurso psicoanalítico conocimiento adquirido sobre la~ reaüdacfpsi'quica y cuáles son las ilusiones
£"<
hace correr y seguirá haciendo correr al saber instituido, pero también aque- que tiene el deber i
flo~pof~me3Io de lo cual puede instrumentarse su propia desnaturalización. Dejamos sin respuesta éstas cuestiones, y pondremos fin a nuestras O uJ
En efecto, es más fácil Henar una distancia que negar una contradicción reflexiones sobre el efecto de la trivialización sufrida por nuestros concep- Q •
< ü Ü. i
patente, más'narcisisante ofrecer lo que los otros esperan que hacerles acep- tos, mostrando de qué modo puede reaparecer en el interior del campo de co e
ü. X
tar lo c nuévó.¿l medio mas seguro para responder a esa espera será excluir nuestra experiencia, especialmente en ios sujetos cuyos intereses iníeiectua- o • :
del campo y del discurso analíticos a todo elemento cuyo surgimiento sólo • les giran alrededor de los textos freudianos. Será su consecuencia el desin;i|
es concebible si se respetan los parámetros que definen y preservan la ex- -,. vestimiento del discurso asociativo en provecho del discurso interpretativo, i| 8 "i
1- O
ñ

periencia del mismo nombre.jx) quesorprende cada vez más en los modelos I ja^ asociación /¿¿re~ceaera~eriugar a la interpretación "obligada", lo que ! <

teóricos que se utilizan en nuestra disciplina es su reducción a una serie permite que a partir de un elemento —lapsus, sueño, emoción—jg_desar£olle j u.
mínima de enunciados de alcance jiniveral, en provecho de una difusión
¿^-r^^t^J^cJ^X una cadena interpretativa en la que no falta ningún eslabórTyque. por e"°i j 3.
del modelo pero a costa.de lo que constituía su armazón específica y su ño puede presentar ninguna abertura. Todo pensanuento o imagen impre-j
mira singular. Extraña nivelación Helas asperezas, de la riqueza y las aporíaT visto, será explicado gracias a una interpretación preconocida: el sueno de
I
del TGscurso freudiano, gracias a lo cual se mantendrá a esa "serie" de • una herida será vinculado con la angustia de castración, la angustia de cas-
enunciados fuera del campo de lo cuestionable. En otra parte hemos mostra- * I tración con el deseo inconsciente, el deseo inconsciente con el amor por
do por qué razón el mayor riesgo, que amenaza al discurso analítico es el la madre, el amor por la madre con el objeto del deseo en tanto que in-
de deslizarse del registro del 'saber al de la certeza5. Cada vez que se opere / defectiblemente fallante, etc. '¡
ese deslizamiento se comprobará que el analista no hace más que demandar "" Se desenvuelve así una cadena'conceptual remitida a un saber °.ue eV
¿al modelo exactamente lo que le demanda el profano. Liberado de fa necesi- Yo del analizado ha hecho suyo, que puedejnjnejar_cgn_perspjcac:¡a, pena
dad de tener quedemostrarja legitimidad de su teoría, en y por"mTdio"a"e «^-Le. óíu^Jc*<g*-' cuyo resultado es anular cualquier efecto de la interpretación sobre la eco-
U •" ' ' •• '"; "' ' • '""•••""^^^^•••••«••••"^•••••••¡«^^•••••••"•••••^^^^••«"•^™^"*^™^™^™' ' "^^^^""^^^^^^^^^^^^^^
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;la_ex¿enencia, pnleBa quejáis[pisSecex'~resTe'^naFnáñ' legado Hé~ una vez rn c ti ir i ir f ^{" Sin contar con que el analizado, 'á menudo de manera
para siempre, reclamará el derecho de desplazar su campo de batalla aló irtuna, a veces puede concluir sus "asociaciones-interpretaciones" inter-
¿a el conjunto como ¿sno de un deseo, desconocido por él, de se-
Cf. P. Castoriadis-Aulagnier, La tiolenct de ¡'interpretarían. Du pictograme a ducimos. Esta última frase resume adecuadamente el problema planteado:
l'énoncé, Piessej Universiuires de France, col "Le fil rouge", abril de 1975, y de
la misma autora, "A propósito de la realidad: saber o certeza",'en este mismo
representa una nueva forma de la negación que se expresa por medio de una
volumen. afirmación que permite a lo reprimido volver, pero que priva a esa vuelta

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y .. _ LA APERTURA D ))A PARTIDA Y EL ;
í/Tna
.de toda caiga afectiya_y_,pgr lo tanto de todo poder de transíp/Tnacion. En
efecto, ¿qué dice el sujeto? Textualmente, que su discurso es aquello- por "A PRIORT DE LA CERTEZA ;.
t•
medio de lo cual se expresa su deseo "inconsciente" a nuestro respecto ; de
hecho reniega de la presencia de ese deseo al negar acceso a la emoción Todos sabemos que entre los sujetos que llegarán a ser analistas el ob-
de la que debería ser portador. Lo que nos ofrece, es una construcciónjg- jetivo^ didáctico de sus demandas está con frecuencia presente desde la
terpretativa; peri si lo propio y eficaz de la cadena asociativa son la imposi- apertura de la partida. En la mayoría aparecerá una proximidad en el cam-
bilidad de "su cierre, pues su remisión de término a termino es mderjrucb y po de sus investimientos teóricos-prácticos antecedentes al análisis: psi-
no' previsible, y de allí jsurge el efecto de sorpresa y la reacción^moüva que quiatría, sociología, psicología son las disciplinas en las cuales la demanda
interpretativo es poder anillarse de análisis es más frecuente. La motivación que se antepone como razón
siempre en un punto de SñaTElerprélación primera que de la demanda es a menudo la incomodidad "y los límites que sienta el
constituye suf postulado de partí sujeto enfrentado a las exigencias de una práctica que le revela la insuficien-
Vemos así al analizado, dentro de los parámetros mismos de la expe- cia de su conocimiento de nuestra teoría: se ve que la "demanda" es ya un
/
riencia, protegerse de ella recurriendo a un sistema interpretativo ya usado, producto, un resultado de la práctica del modelo. También se habla de
en el doble sentido del término, y apelar a un saber que debe no a la expe- un malestar subjetivo, pero aquí daremos nuevarriente las gracias al modelo
riencia sino a la ideología circulante en el discurso de su grupo. Para el suje- que permitió "reconocer" que la causa debe ser buscada en la psique dd de-
to en análisis el fin es enunciar la eventual interpretación del analista en un mandante. En la mayor parte .de los casos resultare esto que no sólo^el
momento elegido por su propio Yo: el sentido literal de los enunciados investimiento del modelo preexiste a la demandAg^sino, hecho de conse-
podrá ser fiel a lo que el analista habría podido formular, pero el tiempo mas graves, que su ver^3*?, aiiies deToXia puesta a prueba por la
de su enunciación viene a garantizar que lo "dicho" no dará acceso al afec- experiencia, es considerada como obvia". En una ya extensa práctica, muy
to que, en un tiempo diferente, habría podido provocar. raramente hemos oído al joven psiquiatra, sociólogo, psicólogo o filósofo,
En la iaterTjretación triyiaK^da los enunciados conservan la forma ilu- decir en las entrevistas preliminares que querría intentar la experiencia
soria de una fuerza jal servicio del proyecto analítico, mientras que en rea- »^para saber a "la teoría dice la verdad" : hablará de poner a prueba su deseo
lidad ya no remiten sino a las sjenificacjones codificadas _de un discurso de analizar -bastante se le machacó los oídos con este "slogan" para que
demasiado rutinario, y usado para que su aparente cohesión y el sistema de sepa lo que tiene que decir—, de una posible duda sobre su capacidad para
tíA
/ referencia preexistente a la experiencia corran algún riesgo serio. La gene- llevar a buen puerto la experiencia analítica, o incluso antepondrá sus
ralización del recurso a la interpretación acarrea como consecuencia una "síntomas" para asegurar al analista en la conveniencia de su eventual
indiferenciación del tiempo de su aplicación: el analista se ve entonces en- respuesta afirmativa. Pero parece que le resulta absurdo imaginar que la
" <r i frentado a un "antes del hecho" que quita todo poder_dej^_pojf£npn" experiencia que emprende~pued3 llevarle a declarar falso el paradigma
a su interpretación. Por_ goco que haya jaídp en TaTrafrípa fe uña ideaii- preinvestido, lo que queda confirmado por otro fenómeno: el sujeto en
zación del paradigma, transformando sus enunciados en una serie de jpr- • análisis podrá interrumpir su propia experiencia 'o reconocer que ésta ha
muías mágicas que actúgn_gorja sola fuerza deju^ enunciación, sin tener fracasado, pero es raro que justifique ante sus propios o/os esa interrupción
que atender al lugar, al tiempo y aljento^rjabaioirecesario para ofrecerles o ese fracaso por su descubrimiento de la no-verdad de la teoría.
un suel^sobrj^^cual puedan^actuar, nos toparemos con la anulación de Dos explicaciones son entonces posibles: puede afirmarse que cualquie-
toda diferencia entre las referencias de los dos discursos, y el analista y el ra que sea la forma que tome la resistencia —y sabemos que la fuerza y la
analizado funcionarán desde ese momento bajo la égida de uno solo: aquel astucia pueden serlo— no está en sus manos renegar de lo que enuncia
que le viene del exterior. A partir de este momento la experiencia cae en nuestro discurso acerca de la estructura del inconsciente. Pero como sabe-
su totalidad del lado de una misma ideología cultural, que analizado y ana- mos que la renegación del afecto, del saber y hasta de lo visto, es una de
íista defenderán. Consecuencia extrema de una colusión entre dos discur- las vías privilegiadas que por io general toman los mecanismos de defensa,
sos que se opera a expensas del analítico. semejante afirmación produce perplejidad. U bien hay que creer que en el
Queda por considerar una tercera "anomalía"7 que también se mani- caso de un didáctico el sujeto está dispuesto a cuestionar sus amores, sus de-
fiesta dentro de los parámetros de nuestra experiencia. Es probable que si seos, su trabajo pero no ese "saber", que aquí hay un "bien" del que no
miráramos hacia el pasado hallaríamos un mismo fenómeno, pero pensa- j quiere ser despojado, y que prefiere acusarse del fracaso, o acusar de él al
mos que la expansión del discurso analítico lo reforzó y generalizó. analista, pero preservar a toda costa su fe en un paradigma, transformado
en dogma.
Si esto es así, y tal es nuestra opinión, debemos concluir que incluso
En estos casos el "sistema" analítico está más cerca del que rige el discurso psi- antes de que comience la experiencia, la existencia de un "saber" particu-
coanalítico: toda sistematización de h interpretación conduce a resultados
esencialmente idénticos. Investimiento o interés que no sólo no tienen nada de criticable sino que además
son una condición necesaria para que exista_ese tipo de demanda. Lo problemáti-
"' Es cierto que es un corolario la que acabamos de mencionar. co está en aquello que dicha "demaada" se niega a cuestiona!.

110- 111
lar relativo a la psique es investida por el sujeto como uro, certeza al abr • • v analítica a la prosecución c te experiencia del analista? ¿Qué debe a las
de lo cuestionable! flugVa Confirmación de la función que podrá re-toi. y defensas del Yo, a partir dt~$iomento en que tales defensas no se mani-
el "objeto-saber" en ciertas fases de la partida. Pero no es posible limitarse fiestan ya por el rechazo sino por una me totalización del modelo que
a aceptar esta .evidencia sin preguntarse sobre sus consecuencias. Y esto tiende a tomarlo conforme con miras preexistentes? Aquí no podemos evi-
más aún por cuanto el fenómeno nos enfrenta a una molesta paradoja: tar preguntarnos si nuestra relación con la teoría no está inexorablemente
mientras que nuestra teoría viene a demostrar que los únicos caracteres condenada a un periódico re enjuiciamiento que vuelve necesaria la forma
que pueden asegurar que un "saber" no ha caído yz del lado del_dogma. cobrada por una resistencia que se manifiesta por el poder del Yo, una vez
serán su cuestionabilidad_y la exigencia de un periódico recuestionamiento superado el efecto de choque, de apropiarse de un discurso cuya carga
de nuestra relación cociese mismo "saber", vemos en este caso al futuro explosiva previamente ha descebado. Lo que entonces viene a la mente es
analista, o a aquel que desea llegar a serió, rehusar todo cuestionamfent'o la metáfora de la lucha que libran la eficacia de los antibióticos y la resis-
en nombre de una certeza preestablecida. Esperamos que quede claró"To tencia de los linajes mutantes. Se tiene la impresión de k posibilidad de
^úe intentamos destacar: en efecto, el analista corre el riesgo de escamotear una misma evolución en los linajes del "Yo"1'. No es que la eficacia de una
la paradoja al proclamar que si cree en el modelo, es porque la experiencia {teoría exija la periódica invención de una nueva, lo cual resultaría un pos-
que prosigue le prueba su verdad, y seríamos los últimos en discutirle. No tulado absurdo, pero creemos en la necesidad, para el analista de estar ad-
ponemos en tela de juicio ni el valor de la teoría de Freud ni nuestro inves- vertido de los efectos de deterioro por el que siempre jstarán amenazados
timiento a su respecto'; pero valor e investimiento no nos impiden pregun- sus conceptos, y de la astucia de un Yo7comenzando por el suyo propio,
tamos qué quiere decir que la certeza preexiste a la experiencia, y por qué, que siempre tendera a anular lo que se presentajjajo el aspecto dejü|o"di-
en estos casos, el sujeto no puede ofrecer a los mecanismos de resistencia fe'rente" que viene a comprometer sujtatu aüo identifícatorioT
que provoca la experiencia su rechazo del modelo. "Traemos m' que DO puede n^e7j5ñrgüo~te?rlccT;T7alta de nuevos
En el horizonte de estas preguntas se perfila otra que es sin duda la apones, toda teoría se _mornifica7Teona~y"p_rictica añUTticas de_ben_anhe-
más esencial: si la certeza preexiste a la experiencia, la cual en rigor es lo lar que aparezcan innovaciones probatorias de que "ellas siguen vivas, pero,
único que puede jactarse de aportar al sujeto la prueba ooietiva de la verdad a la inversa, habría que exigir que a^oHelTy mcKÍiiicacl5ñei~re5peteri un cy>&\2
del paradigma, ¿qué recurso posee el analista para probar y probarse que es proyecto que debe permanecer fiel a Ta~3erSSción que Freud le dio.
en efecto a su propia experiencia, y sólo a ella, que debe esa prueba? Si
el tin del proceso analítico implica haber renunciado al exceso de ilusiones
que sostenía la apertura del juego, no puede, inversamente, sino confirmar
a aquel que ha pasado a &er analista la verdad de los postulados de la teo-
ría1 °. Verdad que hallaría así, a posteriori, su garantía en la puesta a prue-
ba a la cual se ha aceptado someterla y someterse.
Pero aún habría que definir los límites que esa "certeza recuperada"
debe respetar para resultar conforme con el proyecto analítico y con su
cuestionamiento, nunca clausurable.
Es indiscutible que k teoría psicoanalííica defiende un modelo del
funcionamiento psíquico que impone otra concepción del funcionamiento
del Yo, pero este modelo sólo puede proponerse al Yo, única instancia
que puede darle "derecho de palabra" en el espacio psíquico y que deberá
aceptar, para hacerlo, convertirse en el agente de su propia transforma-
ción.
Desde ese momento, ¿son evaluables las formas de resistencia que el
Yo puede oponer en el curso mismo y en el corazón mismo de la opera-
ción de apropiación que efectúa? ¿Qué cosa debe la evolución de la teoría

9 Esto no quiere decir que dicho valor deba ser admitido y repetido como un texto
sagrado y, como tal, acabado y perfecto de una vez para siempre. Si así fuera,
toda pregunta sobre el porvenir del psicoanálisis perdería su objeto.
1 Tal es, a nuestro parecer, la causa de esa "exigencia de verificación" que en los
mejores casos parece sufrir e! analista. Este no ha olvidado la paradoja presente
en su propia apertura de partida: el a posteriori de la prueba que ella aporta no
basta paja anular U. cuestión que debe plantearle el a priori de h imputación
de verdad concedida al modelo.

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