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Centro de Espiritualidad Manresa 2020

ORACIÓN DE JESÚS. CAMINO HACIA LA CONTEMPLACIÓN

“Cuando ores… cierra la puerta”


28 de Abril de 2020

“Tú, cuando vayas a orar, entra en tu habitación, y después de cerrar la puerta,


ora a tu Padre que está allí, en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te
recompensará.” Mateo 6,6

Dejemos que la Luz del Resucitado, nazca y crezca en nuestro corazón.


No tenemos que buscar a Dios, sino dejarnos encontrar por Él…
Es Él quien viene permanentemente a nuestro encuentro.
Entramos para vivir un ENCUENTRO…
Nos disponemos a que acontezca. Sólo podemos ser encontrados por Él
Dios siempre nos precede y nos atrae a un encuentro con Él cara a cara, como se
encuentran los amigos. Es un encuentro de AMISTAD con Él…
Responder a esta SED de Dios en nosotros, es el camino de toda nuestra vida.
Es un AMOR creador de AMISTAD.
La oración es tratar de amistad “estando a solas con Quien sabemos nos ama…”
(Sta. Teresa de Jesús)

“Mi alma está ya desnuda,


tan adentro entrada
en el interior recogimiento
CONTIGO.”
S. Juan de la Cruz (Cántico 40,2)
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¿Cómo podemos ENTRAR a lo interior?

La contemplación no es tiempo de palabras, es tiempo de PERCIBIR en SILENCIO…


Es un silencio atento, despierto, receptivo, mediante el cual decidimos llevar nuestra
atención hacia Dios.
El silencio es una decisión. Es un ejercicio de nuestra libertad.
Necesitamos cultivar la interioridad.
Cuando nos adentramos en la comunión profunda con Dios, necesitamos mucho
silencio y soledad.
Escuchamos Su Presencia en nuestro interior y la percibimos en todas partes, en los
demás, en lo que nos rodea, en lo que acontece, en la Naturaleza.
Aprender a estar en silencio permite que se abra y se despierte otra sensibilidad
espiritual.
Es un Don que tenemos. Es una sensibilidad diferente que nos da una mirada y una
presencia distinta en la realidad. El silencio ya está en nuestro interior. Es una
dimensión de nuestra hondura que nos habilita a vivir en el Amor.
El silencio no es estéril. No es un aislamiento, no es un repliegue defensivo, no es
un ensimismamiento.
Es un silencio en el que tenemos que escuchar y atender, ser receptivos. Estar
presentes humildemente en la Presencia de Dios.
La oración silenciosa nos vuelve independientes de los frutos, de los logros, de los
efectos, entramos en la gratuidad, la confianza y la gratitud. Empezamos a darnos
cuenta que crece nuestra capacidad de percibir a Dios en nuestro interior.
Es una serenidad despierta. Estamos atentos, en quietud y en calma.
Se trata de conducir pacientemente, intentándolo una y otra vez, la mente distraída
hacia la quietud, el silencio y la percepción.
El silencio nos conduce a la simplicidad y a la profundidad.
El silencio nos purifica, nos limpia. Va sanándonos.
Podemos entrar simplemente en la Presencia de Dios, aunque la situación que
atravesemos sea dura o difícil.
Es un centramiento existencial en Dios, mirándolo a Él.
Vivir una vida espiritual es vivir en la PRESENCIA de Dios…

Donde está nuestro cuerpo, ha de estar nuestra atención.


La Naturaleza nos ayuda a regresar cuando nos distraemos. Podemos contemplar
cualquier espacio de Naturaleza que esté a nuestro alcance… aunque sea pequeño…
La Naturaleza nos serena y nos transforma interiormente.
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Nuestra atención no debe dirigirse hacia nuestros problemas, deseos, pensamientos,


dolores, sentimientos, al pasado, al futuro, ni nada que esté atado al yo, sino pura
y simplemente hacia Dios mismo.
Estemos atentos en la realidad que nos toca vivir, a encontrar los signos de la
Presencia del Señor. Su Presencia vence nuestros miedos.

Nuestra contemplación deriva de la iniciativa que Dios ha tomado.


El silencio contemplativo tiene el lenguaje de Dios, no es ausencia de comunicación.
No es evasión ni ausencia, es PRESENCIA CONSCIENTE Y AMOROSA.
Sólo le entregamos la ofrenda de nosotros mismos… nuestro corazón.

“La contemplación consiste en recibir.” (S. Juan de la Cruz, Ll, 3,36)


“Comienza Dios a recoger.” (Ll, 3,43)
“La contemplación es infusión secreta, pacífica, y amorosa de Dios.” (1N 10)

ATENCIÓN DESPIERTA Y CONTINUA PARA ESTAR AQUÍ… PRESENTE EN


PRESENCIA DE DIOS.
ACEPTAR LA VIDA TAL COMO ES.
SALIR DEL RUIDO DE LA MENTE Y LOS AFECTOS PARA PERCIBIR LA
REALIDAD.
PERMANECER EN QUIETUD INVOCANDO EL NOMBRE DE JESÚS.
CON ATENCIÓN SOBRE LO MISMO. SIN QUERER LOGRAR NADA.
ESCUCHAR. ESCUCHARSE. ESCUCHAR A DIOS.
EL CAMINO HACIA EL CORAZÓN ES UN CAMINO DE PAZ Y BONDAD.

¿ESTOY PRESENTE?
¿ESTOY AQUÍ?
¿QUÉ VIENE AQUÍ A MI
ENCUENTRO?
¿ESTOY CON DIOS O CONMIGO?

YO SOY UN LUGAR DE DIOS

“Cuando rezo, ¿a quién rezo?


La pregunta: ¿Quién es el Señor a quien rezo? conduce directamente a la pregunta:
¿quién soy yo que quiero rezar al Señor?
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¿Hay una respuesta? La encontrarás en tu contemplación.

Quizás algún día tengas un flash de comprensión, incluso mientras la pregunta


permanece todavía y te lleva más cerca de Dios. Pero no es una pregunta que pueda
ser simplemente una de tus preguntas. De algún modo, habrá de ser tu única
pregunta, alrededor de la cual todo cuanto haces, encuentre su lugar. Requiere una
cierta decisión hacer de ella el centro de tu contemplación.

Si lo haces, te darás cuenta de que te estás embarcando en un camino largo, muy


largo…”
Henri Nouwen

“Ella no sabía que era JESÚS.” Jn. 20,14

“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”


Los santos ángeles saben bien por qué llora y a quién busca.
“Ella se dio vuelta y vio a Jesús de pie, pero no lo reconoció.”
Es una escena llena de ternura y de bondad, donde el que es buscado se muestra y sin
embargo se esconde.
Él se esconde para ser buscado con más ardor, encontrado con más alegría, hasta que sea
introducida y descanse en la morada del amor.

“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”


¿Tienes al que buscas y no lo sabes? ¿Tienes la alegría eterna y lloras?
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Lo tienes en ti, a Aquel que buscas fuera. Ciertamente, tú te derramas fuera hecha
lágrimas hacia una tumba. Mi tumba es tu corazón; yo no estoy muerto, sino que
permanezco, viviendo en la eternidad. Tu alma es mi jardín. Tienes razón al pensar que
soy el jardinero.
Tus lágrimas, tu amor y tu deseo son obra mía. Me posees en ti sin saberlo, y es por eso
que me buscas fuera. Me aparezco allí para hacerte entrar en ti misma a fin de que
encuentres en tu interior a Quien buscas fuera.
“María”, yo te conozco por tu nombre; aprende a conocerme por la fe.
“Raboni, Maestro”, enséñame a buscarte, enséñame a tocarte...
“No me toques, porque todavía no subí al Padre”: no creas que soy igual que antes.
Cree, y me habrás tocado. Tu mirada se dirige al hombre, y así, no crees, porque no se
cree lo que se ve. Tú no ves a Dios; cree y lo verás. Por tu fe, me tocarás, como aquella
mujer que tocó el borde de mi manto y fue curada al instante. ¿Por qué? Porque ella me
tocó por su fe. Tócame con tus manos así, búscame con tus ojos así, corre con tus pies
hacia mí así. Yo no estoy lejos de ti; soy el Dios cercano, la palabra que está en tu boca y
en tu corazón. ¿Y qué es más cercano al hombre que su corazón? Es ahí, en la
interioridad, que me han descubierto todos aquellos que me han buscado. Mis obras son
reales y sin embargo, son frágiles y pasajeras; mientras que yo, su Creador, habito en lo
más profundo de los corazones puros.”

ANÓNIMO DEL SIGLO XIII

CUEVA DE MANRESA
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CUEVA DE COVADONGA

Descubro AQUÍ… de nuevo, cómo la memoria de Jesús lo hace PRESENTE y cómo


Su Presencia me hace recordarlo.
En la Oración del Nombre de Jesús, la memoria y la Presencia de Dios viviente, se
unifican y nos llevan a la unión íntima con Él…

“HAGAN ESTO EN MEMORIA MÍA…”

“SE PUSO A LAVAR LOS PIES DE LOS DISCÍPULOS…”

“ES EL SEÑOR…”

“NO TEMAS…”

“LEVÁNTATE…”

SÉ LUZ…

“USTEDES SON LA LUZ DEL MUNDO…”


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“YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA…”

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