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La Accion y La Omision Como Primer Elemento Del Delito
La Accion y La Omision Como Primer Elemento Del Delito
3. - AUSENCIA DE ACCIÓN.
Es decir, que no hay una acción abstracta, prejurídica, de robar o de agredir sexualmente,
sino que sólo puede calificarse como tal aquella acción que concuerda con la descrita en los
respectivos artículos del CP. La realidad ontológica del comportamiento humano sólo adquiere
relevancia jurídico-penal en la medida en que coincida con el correspondiente tipo delictivo.
Pero también hay que tener en cuenta que sólo aquello que puede ser considerado como
acción o, en su caso, omisión puede ser objeto de tipificación.
El concepto de acción cumple, así, una función para la Teoría del delito: es el objeto de
valoración, no la valoración misma que se hace posteriormente en las restantes categorías del
delito.
Se llama acción a todo comportamiento que depende de la voluntad humana. Sólo el acto
voluntario puede ser penalmente relevante y la voluntad implica siempre una finalidad. No se
concibe un acto de la voluntad que no vaya dirigido a un fin. El contenido de la voluntad es siempre
una acción final, una acción dirigida a la consecución de un fin.
La dirección final de la acción se realiza en dos fases, una interna y otra externa:
A. En la fase interna (es la que se sucede en la esfera del pensamiento del autor): éste se
propone anticipadamente la realización de un fin (por ejemplo: realizar un viaje). Para llevar
a cabo este fin, selecciona los medios necesarios (viajar en coche, tren, avión ...). Esta
selección sólo puede hacerse a partir del fin. Es decir, sólo cuando el autor está seguro de
qué es lo que quiere, puede plantearse el problema de cómo lo quiere. En esta fase interna, el
sujeto tiene que considerar también los efectos concomitantes que van unidos a los medios
elegidos y a la consecución del fin que se propone (si por ejemplo, elige el coche como
medio de viaje y si éste es largo, sabe que tendrá que parar para dormir, tendrá en cuenta la
posibilidad de alguna avería ...). La consideración de estos efectos concomitantes puede
hacer que el autor vuelva a plantearse la realización del fin y rechace algunos de los medios
seleccionados para ello. Pero una vez que los admita como de segura y probable producción,
también esos efectos concomitantes pertenecen a la acción.
B. Fase externa: Una vez propuesto el fin, seccionados los medios para su realización y
ponderados los efectos concomitantes, el autor procede a su realización en el mundo externo;
pone en marcha, conforme a un plan, el proceso causal dominado por la finalidad y
procurada alcanzar la meta propuesta.
La valoración penal puede recaer sobre cualquiera de estas dos fases de la acción, una vez
que esta se ha realizado en el mundo externo.
DERECHO PENAL TEMA 12.
Puede suceder que el fin principal sea irrelevante desde el punto de vista penal y que lo
importante sean los efectos concomitantes o los medios seleccionados para realizarlo. Así, por
ejemplo, cuando el autor conduce un coche a más velocidad que la permitida, puede pretender una
finalidad absolutamente loable (llegar a tiempo al lugar de trabajo), pero todos los medios
empleados para ello (conducir imprudentemente un coche) o los efectos concomitantes (la muerte
de un peatón atropellado) son desvalorados por la ley penal.
Por tanto, cuando se dice que la acción final es la base del derecho penal no se quiere decir
que sólo sea el fin de esa acción lo que interesa al Derecho penal, pues éste puede estar igualmente
interesado en los medios elegidos para conseguir el fin o en los efectos concomitantes a la
realización de ese fin. Por eso, los tipos legales son, en definitiva, los que deciden qué partes o
aspectos de la acción son o pueden ser penalmente relevantes
El concepto de acción que acabarnos de ver, coincide en sus líneas generales con el de
teoría final de la acción, formulada por WELZEL a principios de los años 30.
La teoría final de la acción surgió para superar la teoría causal de la acción, dominante en
la Ciencia alemana del Derecho penal desde principios de siglo y que encontró su más acabada
expresión en los Tratados de LISZT y MEZGER.
Para esta teoría la acción es también conducta humana voluntaria pero, a diferencia de la
teoría final, la teoría causal prescinde del contenido de la voluntad, es decir, del fin. Para esta teoría
la acción es también conducta humana voluntaria pero, a diferencia de la teoría final, la teoría
causal prescinde del contenido de la voluntad, es decir, del fin. Según esta teoría lo importante para
establecer el concepto de acción es que el sujeto haya actuado voluntariamente. Lo que este sujeto
haya querido (es decir, el contenido de la voluntad) es irrelevante y sólo interesa en el marco de la
culpabilidad. La teoría causal reduce, pues, el concepto de acción a un proceso causal impulsado
por la voluntad, prescindiendo por completo de la vertiente de la finalidad, con lo que desconoce la
realidad de las acciones humanas, que no son simples procesos causales voluntarios, sino procesos
causales voluntarios dirigidos a un fin. Es pues, lógico que ese fin sea también tenido en cuenta ya
en el momento de establecer el concepto de acción.
En realidad, esta conclusión no es ignorada por el causalismo, pero para éste la finalidad
debe ser objeto de valoración en el ámbito de la culpabilidad, dejando a las otras categorías,
tipicidad y antijuricidad, la valoración del aspecto puramente causal del comportamiento humano.
Para el causalismo, sólo la acción entendida causalmente puede servir de base a todas las
formas de aparición del delito y tanto a la comisión dolosa como a la imprudente. Pero el legislador
cuando describe una conducta en el tipo penal (por Ej. , “el que matare a otro”) no describe un
simple proceso causal (también un rayo puede causar la muerte de otra persona), sino un proceso
causal en la medida en que se deriva de la realización de una acción final humana.
Por ello, también la finalidad, los medios necesarios para su realización y los efectos
concomitantes deben ser tenidos en cuenta ya en el primer estadio de la Teoría del Delito, en la
tipicidad, y subsiguientemente en los demás.
final que sirve de presupuesto a toda valoración y reacción jurídico-penal. Lo que importa es, por
tanto, que el legislador cuando describe o tipifica las acciones prohibidas lo hace pensando en la
acción, no como un simple proceso causal voluntario, sino como un proceso causal regido por la
voluntad dirigida a un fin (sea éste relevante o lo sean los medios elegidos para su realización o los
efectos concomitantes).
Por ahora basta con decir que la teoría final de la acción, tal como aquí ha sido expuesta,
tiene cada vez más partidarios, aunque no todos acepten los postulados filosóficos de los que dicha
teoría o su fundador parten: vinculación del legislador a luS estructuras ontológicas, que no puede
modificar.
Lo que al penalista, al juez, o al intérprete interesa, sobre todo, es la acción típica y ésta, como se
desprende del articulado de las leyes donde se definen los delitos, no es puede distinguir, en efecto,
la acción humana de matar a otro de la muerte producida por un rayo.
Pero también para distinguir las acciones humanas unas de otras hay que recurrir a
la finalidad con la que éstas se realizan:
sólo la finalidad de su autor puede dar sentido a estos procesos puramente causales.
Igualmente hay que recurrir desde el principio, es decir, desde el primer momento,
para tipificar la acción a determinados elementos subjetivos que exige la ley en delitos tales
como el hurto (ánimo de lucro) o la manipulación genética (que sólo es constitutiva de delito
cuando se realiza sin finalidad terapéutica, Art. 159,1).
Esto no quiere decir, sin embargo, que el sistema de la Teoría del Delito vaya ya
prejuzgado por un concepto de acción prejurídico, ni que éste pueda ser establecido sin recurrir a
ningún tipo de valoraciones. Como seguidamente vamos a ver, el concepto de acción no puede ser
sólo un concepto ontológico, sino que depende también de valoraciones.
Para superar la polémica entre teoría final y teoría causal surgió una tercera teoría, la teoría
social de la acción, que llama la atención sobre la relevancia social del comportamiento humano.
Esta teoría puede ser aceptada en la medida en que sólo atendiendo al contenido de la
voluntad del autor se puede determinar el sentido social de la acción Pero este concepto de
relevancia social es excesivamente ambiguo y, en última instancia, es un dato prejurídico que no
interesa directamente al jurista.
la acción; pero estas valoraciones dependen, en realidad, del contexto en el que la acción se realiza.
Esto no excluye la validez del concepto final de la acción como concepto prejurídico, lo
único que demuestra es que éste, por sí mismo, no puede servir de único criterio para determinar el
concepto de acción jurídicamente relevante. Por eso es necesario, además, recurrir a criterios
valorativos extraídos de las propias normas jurídicas que seleccionan aquella parte de la acción que
les interesa (concepto significativo de acción).
Así, por ejemplo, si alguien conduce a más velocidad de la permitida y, al entrar en una
curva peligrosa, pierde el control del vehículo al tratar de espantar con la mano un insecto que le ha
picado en la cara, lo que importa es la acción de conducir como un todo y no el acto concreto
involuntario, puramente instintivo o reflejo, ya que éste no es más que una parte de la acción, que
como un todo interesa al Derecho penal
Estas conductas sólo pueden servir de objeto a una valoración integradas en una acción
global de conducir, ésta sí consciente, voluntaria y final, por eso, en caso de accidente provocado
por uno de esos actos particulares (frenazo brusco, giro violento del volante), valoramos la acción
de conducir como un todo y no el acto concreto, probablemente inconsciente y automático, de pisar
el freno o girar el volante. Igualmente, la acción de andar la valoramos globalmente como un todo,
y no descomponiéndola en los pasos que damos mecánicamente.
Todavía con mayor claridad se ve esto en la omisión que, como veremos más adelante,
no se puede definir por sí misma, sino en referencia a una acción que se puede realizar, pero
no toda omisión de una acción que se puede realizar.
Pero no toda omisión de una acción posible se puede definir como omisión. Por ejemplo,
el que no abofeteemos a la gente que pasa por la calle, no quiere decir que omitamos ese hecho, ya
que, en principio, nadie espera que lo hagamos. Luego la omisión sólo puede ser definida con
ayuda de un criterio normativo corno omisión de una acción esperada, por mas que
ontológicamente sea siempre una omisión de una acción posible.
Esto no quiere decir que haya que renunciar a un concepto prejurídico de acción (sin acción
no puede haber acción típica), sino reducirlo a una función puramente negativa que permita excluir
del Derecho penal lo que ni siquiera puede ser calificado como acción humana.
En realidad, con este concepto de acción se excluyen el ámbito del Derecho penal unos
pocos casos límites de escasa trascendencia práctica. Para resolver o excluir los casos más
importantes hay que recurrir a valoraciones que pertenecen a otras categorías. incluso el propio
concepto prejurídico de acción es, como ya hemos dicho, producto de una valoración, consecuencia
de la intersubjetividad y de la comunicación entre las personas, que es lo que le da, en última
instancia, su significado.
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3. - AUSENCIA DE ACCION
El Derecho penal sólo se ocupa de las acciones voluntarias, y por ello, no habrá acción
penalmente relevante cuando falte la voluntad.
En un principio, esta parece ser la opinión recogida en el vigente CP; sin embargo, los
arts. 129 y 370 CP prevén la adopción de sanciones contra personas jurídicas que permiten
replantear la posibilidad de que éstas pueden ser también consideradas penalmente
responsables.
Por ello, parece que aunque la responsabilidad individual sigue siendo la única fuente
tanto de la pena, como de la medida de seguridad, hay ya un sistema de sanciones de carácter
penal aplicables a las personas jurídicas, que permiten hablar de responsabilidad penal de las
mismas.
DERECHO PENAL TEMA 12.
Por ello, para evitar lagunas de punibilidad, el legislador puede optar por una doble
vía:
sancionar expresamente en los tipos delictivos donde se den estos casos a las
personas físicas que actúan en nombre de la persona jurídica (gerentes,
administradores, etc.)
crear un precepto general que permite esta sanción en todos los casos donde
concurran problemas de este tipo
L
5. - EL SUJETO PASIVO
El sujeto pasivo del delito es el portador del bien jurídico lesionado, puesto en peligro o
agredido.
Por tanto, no siempre coincide el titular del bien jurídico protegido en el tipo legal con el
sujeto sobre el que recae la acción típica: POR EJEMPLO, en la estafa: sujeto pasivo es el
perjudicado patrimonialmente por el engaño, pero el engaño puede recaer sobre otra persona (un
empleado, administrador, etc).
• un individuo,
• un conjunto de individuos,
• una persona jurídica,
• una sociedad,
• el Estado
• o la comunidad internacional
El hecho de que SOLO el Estado pueda aplicar una pena o una medida de seguridad,
dado el carácter público del Derecho penal, no significa que el Estado sea sujeto pasivo
inmediato o mediato de todos los delitos.
Sujetos pasivos pueden ser los incapaces para ser sujetos activos: así, el menor y el
loco son titulares de bienes jurídicos, no obstante su incapacidad para cometer delitos.
Puesto que solo en hombre vivo es sujeto de derechos, no pueden ser sujetos pasivos
del delito los muertos. Por ello, en el caso de la profanación de cadáveres, que es infracción
criminal, el sujeto pasivo será aquí a colectividad, en tanto que, aquella lesiona un
sentimiento de respeto a los muertos que forma parte de la cultura.
Por último, hay que decir que sujeto pasivo del delito no es precisamente el
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perjudicado por el mismo. Perjudicado es un concepto más amplio que abarca a toda persona
que haya sufrido un perjuicio material o moral por la comisión del delito, aunque no sea
portador del bien jurídico lesionado, puesto en peligro o agredido.
POR EJEMPLO:
Homicidio:
o Sujeto pasivo: el que pierde la vida
o Perjudicados: familiares que vivían de su trabajo, amigos..
6. - TIEMPO Y LUGAR DE LA ACCION
- en un lugar distinto a la acción (p. Ejemplo, desde Madrid se envía una carta injuriosa a
un residente en Barcelona)
Para determinar el tiempo y lugar de comisión del delito, se han formulado diversas teorías:
POR EJEMPLO:
Como ya vimos, el CP vigente no incluye un precepto general de este tenor, por haber
sido regulada esta materia en la LOPJ, la cual, aunque tampoco incluye un precepto
específico en este sentido, tampoco excluye el criterio de la ubicuidad.