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Kafka era un escritor judío checo que vivió durante una época de avances tecnológicos y desarrollo capitalista que generaron una falta de identidad en las personas. Kafka se sentía desmembrado de su cultura y buscaba el sentido de su vida a través de la escritura. Sus obras reflejan cómo el hombre lucha contra sus propios demonios internos y las instituciones que coartan la libertad y deshumanizan a las personas.
Kafka era un escritor judío checo que vivió durante una época de avances tecnológicos y desarrollo capitalista que generaron una falta de identidad en las personas. Kafka se sentía desmembrado de su cultura y buscaba el sentido de su vida a través de la escritura. Sus obras reflejan cómo el hombre lucha contra sus propios demonios internos y las instituciones que coartan la libertad y deshumanizan a las personas.
Kafka era un escritor judío checo que vivió durante una época de avances tecnológicos y desarrollo capitalista que generaron una falta de identidad en las personas. Kafka se sentía desmembrado de su cultura y buscaba el sentido de su vida a través de la escritura. Sus obras reflejan cómo el hombre lucha contra sus propios demonios internos y las instituciones que coartan la libertad y deshumanizan a las personas.
La realidad vista a través del espejo de nuestra mente es el dilema del siglo XX al enfren- tarse el ser humano a una serie de avances tecnológicos, el desarrollo deshumanizador del capitalismo, así como una primera guerra mundial, lo cual se percibe en la ruptura de los viejos esquemas de manifestaciones artísticas para dar paso a otras donde lo que im- porta es evitar caer en la sistematización de la vida. A partir de este momento se da un desmembramiento en las sociedades que genera una falta de identidad en la gente, que empieza a cuestionarse sus estándares cotidianos y a buscarle sentido a su vida. Escrito- res, pintores…, se revelan ante el sistema tradicional preexistente para hacerse escuchar ante esta avalancha de desasosiego, que perdura hasta nuestros días, ocasionada por el in- mutable virus del “desarrollo”. Kafka (1883-1924) se convierte en uno de los principales transgresores de la moderni- dad, al ser uno de los desmembrados: nacido en Bohemia, Praga, durante el Imperio Aus- tro-Húngaro, habla alemán y no checo; es judío, pero no sabe nada de yiddish ni de he- breo, lo que le estimula a ir en busca de la tierra prometida[1], así como del sentido de su vida, del quién soy y a dónde voy. Su cosmovisión, influenciada por la familia y la reli- gión, lo hace moverse de un bando a otro, de extremo a extremo, viviendo siempre al lí- mite entre el ser y el deber ser. Amante apasionado de la letra, encuentra en el lenguaje la vía de escape para su única obsesión: escribir. Atormentado por el hecho de no poderse dedicar tiempo completo a la escritura: “Toda mi forma de vida está centrada exclusiva- mente en la creación literaria […] El tiempo es breve, las fuerzas exiguas, la oficina un horror, el hogar ruidoso, y si uno no sirve para llevar una vida recta y hermosa, es preciso que se arregle con artificios”[2]. Kafka vela sus textos en la soledad de la noche. Humanista comprometido con la sociedad, Kafka, escritor realista de principios de siglo XX, hace de los temas “universales” como la verdad y la justicia, el hilo conductor de su vida y obra, la cual refleja cómo el hombre se confronta a sí mismo, luchando contra sus propios demonios, ya sean monos que simulan ser humanos; objetos inanimados que transgreden la existencia de un padre; hombres que se transforman en insectos para huir de la autoridad, de una realidad que no les pertenece porque no soportan el yugo castral de las instituciones que coartan la libertad de los seres y los convierten en entes robotiza- dos: