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Prueba 2

Literatura moderna y contemporánea - Jorge Manzi


Esperanza Landeta
Pregunta presencial:
A.
El narrador inestable es una herramienta de creación literaria que surge a finales del siglo XIX e
inicios del XX, como una consecuencia del desarrollo de la literatura mundial y la separación entre
centro, semiperiferia y periferia que esto conllevó. Se entiende como una formalización de la experiencia
periférica de la modernidad, en la medida en que el narrador debe crearse a sí mismo como un sujeto
moderno, al mismo tiempo en que se defiende y justifica ante estas ideas foráneas. Por lo tanto, existe una
apropiación de las ideas extranjeras pero llevadas al contexto local, frente a lo cual se propone la triada
entre forma local, materia local y forma extranjera, del cual se deriva, como afirmamos anteriormente, el
narrador inestable. La forma extranjera viene siendo la deuda externa, aquello que la periferia recibe del
extranjero: la novela, el romanticismo, el estilo indirecto libre, entre otros, que se sumergen en la
experiencia periférica y precaria y crea su propia forma, la forma local, que transmite de igual manera un
contenido local.
Esta disociación de ideas del progreso frente a una realidad no preparada para recibirlas crea una
estructura narrativa irónica en voz del narrador inestable. En este caso, es posible evidenciarlo en las
obras Memorias del subsuelo y Memorias póstumas de Blas Cubas, ambas novelas en que el estilo
voluble en el que están escritas deja al descubierto los disparates de la modernidad, frente a lo cual el
lector tiene la posibilidad de juzgar el proceso, siendo partícipe de la desgracia y progreso que tal cambio
conlleva.
En este tipo de narrador es posible evidenciar una supremacía del capricho y una búsqueda de
supremacía personal. Respecto a Memorias del subsuelo, se hace aún más patente esta supremacía
personal en la medida en que el hombre del subsuelo sale a la avenida como un hombre nuevo, con ideas
ilustradas y de progreso, dispuesto a hacer valer la promesa de igualdad, libertad, autonomía y fraternidad
que la modernidad le ha prometido. Sin embargo, grande es su decepción, y agudizado su delirio, cuando
nota que la sociedad de castas rusa sigue vigente, siendo realmente un peso muerto para este hombre
surgente, lo que se deja a manifiesto cuando el policía lo ignora, y antes de cambiarse de lugar para no
encontrarse cuerpo a cuerpo con el hombre, prefiere el choque, marcando el punto de que la igualdad no
existe, la sociedad de castas sigue presente. De igual manera se patenta en Memorias póstumas de Blas
Cubas la búsqueda incesante de la supremacía personal, sobre esta idea fija del emplasto de Blas Cubas,
idea que se mueve en él de manera contradictoria y compulsiva, como una obsesión sobre lo que debiese
ser que se contrapone a lo que es, tal como la periferia sufre su lejanía con la capital. Tal búsqueda la sabe
perversa, y se sirve de las mismas ideas modernas para ocultarla, reconociendo como confesables sus
móviles de filantropía o ganancia (cuando debiesen ser opuestos no le importa, genera una acrobacia
ideológica que refleja la contradicción, absurdo y pretensión en la que está inmerso), ocultando que
aquello que verdaderamente lo motiva es la sed de renombre, ser alguien o algo, reconocido por el
progreso.
Este modo de narrar produce un vaivén entre la teatralidad y la estructura narrativa convencional.
Sobre la teatralidad, se evidencia en aspectos como la repetición, la asociación compulsiva de ideas y
saltos entre pensamientos, el desafío constante hacia el lector e incluso hacia sí mismo, como si estuviese
escribiendo frente a un espejo pero sabiendo que lucha con la audiencia imaginada, audiencia que el
mismo narrador crea como su enemiga. En ambas Memorias es posible evidenciar una relación basada en

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el desafío con la audiencia imaginaria. En Memorias del subsuelo, el narrador comienza por criticar a la
modernidad como algo ajeno a él, refiriéndose a un “ustedes”, para posteriormente incluirse en sus
críticas como un “nosotros”, ya que se sabe parte del problema, por ser un sujeto que participa de la
modernidad inevitablemente, sujeto que llega a ser incluso impulsor de ella en la medida en que
inconscientemente trata de trabajar con ella pero a su manera, a la manera local.
Sin embargo, el fin es inherente. El narrador inestable es necesariamente un narrador que acaba
en nada, que fracasa en sus intento por acercarse a las ideas modernas, como un Ícaro que cae al acercarse
tanto al sol. Reconocido es por Blas Cubas, en el capítulo de sus negaciones, que reconoce no haber
alcanzado ningún propósito, ningún mérito. De igual manera, el hombre del subsuelo se queja de haber
vivido una vida entera en el subsuelo, en este espacio de enunciación ficticio que refleja a cabalidad la
experiencia moderna de la periferia: una experiencia oscura, alejada de la claridad y el origen del
progreso. Un progreso claro, que se mancha y oscurece por la recepción de estas ideas ajenas y
compulsivas que le llegan del techo. Un subsuelo que encierra al hombre primitivo que quiere salir
adelante, desgracia frente a la cual el narrador pretenderá crear su propia modernidad a su arbitrio. Lo
quiere todo al mismo tiempo, simultáneo como un cuerpo sangrante, que eventualmente se desangrará y
colapsará. La derrota es inminente.

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