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Las fábricas sólo son órganos destinados a multiplicar los beneficios


del dinero. En esto todos nosotros desempeñamos un mero papel se-
cundario. Lo más importante es el dinero y la máquina. El hombre ya
sólo es un aparato de multiplicación capital que ha quedado anticuado,
un residuo de la historia cuya capacidad científicamente insuficiente
pronto se verá reemplazada por autómatas cuya mente no presente di-
ficultades[3].
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Todos estos elementos eclipsan al Kafka-hombre, y enaltecen al escritor que transgrede


su realidad de forma poética.
Influenciado por escritores como Flaubert, Goethe, Dickens, Grillparsen, Kierkegaard,
Whitman, de quienes admira no solo el trabajo que realizan sino la coherencia que había
entre sus obras y su vida, pues para Kafka “la vida real no es más que un pálido reflejo de
los sueños de los poetas”[4]. Así como por la filosofía china, ya sea budista o taoista:
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En los diálogos de Confucio uno todavía nota tierra firme bajo los
pies, pero después todo se disuelve más y más en la obscuridad. Los
dichos de Lao-tsé son nueces duras como la piedra. Me tienen fascina-
do, pero su núcleo me resulta inaccesible. Los leí varias veces hasta
que descubrí que en realidad sólo dejaba que se deslizaran de un rin-
cón al otro de mi pensamiento como hace un chiquillo con sus canicas
de colores, pero sin avanzar en ellos ni un ápice. Con las canicas de
estos dichos tan sólo descubrí lo desoladoramente superficiales que
son las hondonadas de mi pensamiento, incapaces de enmarcar y aco-
ger las canicas de Lao-tsé[5].
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De igual forma Kafka rechaza a otros como Poe de quien dice: “Era un pobre hombre in-
defenso contra el mundo, Por eso se refugió en la bebida. Para él la imaginación era sólo
una muleta. Escribió historias siniestras para sentirse en casa en el mundo. Es muy natu-
ral. En la imaginación no hay tantas guaridas de lobo como en la realidad”[6].

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