Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La empresa familiar está presente en la realidad peruana, como también lo sigue estando en el
contexto mundial. Su nacimiento está ligado a los vínculos familiares que existen entre sus
miembros y su desarrollo es innegable, así como plausible porque constituye un excelente
vehículo de crecimiento económico para el país. No obstante, el actual mundo globalizado
donde conviven modernas tendencias corporativas que buscan la agilización del mercado y del
tráfico mercantil exige que esas empresas familiares redefinan su actuación.
Dichas empresas familiares son de naturaleza eminentemente cerrada porque están estructuradas
solamente para los integrantes de la familia y su gestión empresarial no suele responder a un
criterio profesional. Tradicionalmente han optado por constituirse como una sociedad comercial
de responsabilidad limitada, pero con ella pierden las ventajas que ofrece una sociedad anónima.
Es así que el legislador de 1997 creyó conveniente regular una nueva institución jurídica: la
sociedad anónima cerrada, un híbrido donde confluye el intuito personae con el intuito
pecuniae, esto es, una sociedad capitalista con rasgos personalistas (o una sociedad personalista
con rasgos capitalistas, según se le quiera enfocar), pero que responde a una realidad vigente.
El artículo 249 de nuestra actual Ley General de Sociedades sostiene que la sociedad anónima
es abierta cuando se cumpla una a más de las siguientes condiciones: primera, ha hecho oferta
pública primaria de acciones u obligaciones convertibles en acciones; segunda, tiene más de 750
accionistas; tercera, más del 35% de su capital pertenece a 175 ó más accionistas, sin considerar
dentro de este número aquellos accionistas cuya tenencia accionaria individual no alcance al dos
por mil del capital o 15 exceda del 5% del capital; cuarta, se constituya como tal; o, quinta,
todos los accionistas con derecho a voto aprueban por unanimidad la adaptación a dicho
régimen.