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referencia a la nota al pie "14" de la pagina 339 de conferencia 23

Inesperadamente nos llega un indicio de un lado al que


hasta ahora no habíamos atendido. El uso lingüístico, que
nada tiene de contingente, sino que es la sedimentación de
una vieja sabiduría, aunque no pueda empleársela sin pre-
caución; nuestro lenguaje, entonces, conoce algo que extra-
ñamente llama «sueños diurnos» {Taglraum}. Los sueños
diurnos son fantasías {Pbantasie} (producciones de la fan-
tasía); son fenómenos muy difundidos, que también se ob-
servan tanto en los sanos como en los enfermos, y se prestan
con facilidad para ser estudiados en la persona propia. Lo
más llamativo en estas formaciones fantásticas es que hayan
recibido el nombre de «sueños diurnos», pues nada tienen
de los rasgos comunes a los sueños [págs. 79 y sigs.]. Su
vínculo con el estado del dormir ya es contradicho por su
nombre, y por lo que toca al segundo rasgo, en ellos no se
vivencia ni se alucina nada, sino que es representado algo;
se sabe que se está fantaseando, no se ve, sino que se piensa.
Estos sueños diurnos emergen en la prepubertad, a menudo
ya al final de la niñez, persisten hasta que se llega a la
madurez y entonces se los abandona o se los conserva hasta
la edad provecta. El contenido de estas fantasías está presi-
dido por una motivación muy trasparente. Son escenas o
circunstancias en que encuentran satisfacción los afanes de
ambición o de poder, o los deseos eróticos de la persona.
En los hombres jóvenes prevalecen casi siempre las fantasías
de ambición, y en las mujeres, que han puesto su ambición
en el éxito amoroso, las eróticas. Pero con harta frecuencia
también en los hombres la necesidad erótica se insinúa en
el trasfondo; todas las hazañas heroicas y los triunfos están
exclusivamente destinados a pasmar a las mujeres y a gran-
jearse su favor. Por lo demás, estos sueños diurnos son muy
variados y sufren cambiantes destinos. Con cualquiera de
ellos puede ocurrir que se lo abandone tras un breve lapso
y se lo sustituya por otro, o que se lo conserve y se lo urda
en largas historias y se lo vaya adecuando a los cambios de
las circunstancias vitales. Marchan, por así decir, junto con
la época, y de ella reciben un «sello fechador» que atesti-
gua la influencia de la situación nueva. Son la materia prima
de la producción literaria, pues el artista, tras ciertos arre-
glos, disfraces y omisiones deliberadas, crea a partir de sus
sueños diurnos las situaciones que introduce en sus novelas
o sus piezas teatrales. Pero el héroe del sueño diurno es
siempre la persona propia, ya directamente o por trasparente
identificación <on otra. 18
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[El examen más importante que hizo Freud del tema de las
fantasías y su relación con la creación artística se hallará en dos tra-

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