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Un día en la playa

Lola vive en un pequeño pueblo que está


muy lejos del mar, ella nunca lo ha visto,
pero le gusta imaginar que va a la playa a
jugar en la arena y a nadar entre los peces.
Lola tiene 9 años, es muy divertida y tiene mucha imaginación. La primera
vez que vio el mar, fue en una película donde un grupo de niños viajaban
con sus padres y se pasaban el día jugando a la pelota y haciendo castillos
de arena. Le gustó tanto que, desde entonces, cada vez que tiene
vacaciones en el colegio, le pide a sus padres que le lleven al mar. Pero
todavía no han podido ir.
Sus padres trabajan mucho y nunca han podido cumplir el sueño de Lola,
pero están deseando llevar a su pequeña hija a disfrutar del mar. Así que
todos los años intentan hacer lo posible por planear unas vacaciones en la
playa, pero siempre hay algo que se lo impide: excursiones con los primos y
tíos de Lola, campamentos del colegio, o el trabajo de sus padres.
Pero Lola es muy comprensiva y sabe que algún día irán, pues sabe que sus
padres la llevarán en cuanto tengan la oportunidad. Afortunadamente para
Lola, esa oportunidad llegaría antes de lo que esperaba.
Un día, cuando todavía faltaban dos semanas para que acabara el colegio,
sus padres fueron a recogerla a la salida con un cubo, una pala y un rastrillo
de playa. Cuando Lola lo vio empezó a saltar y a gritar, arrancó el cubo de
las manos de su padre y se lo puso en la cabeza como si fuera una
armadura, y luego agarró la pala y el rastrillo y los alzó hacia el cielo a modo
de trofeo. Por fin se iba a cumplir su sueño y rebosaba felicidad.
– “¡Vamos a ver el mar, vamos a ver el mar!” -gritaba, mientras sus amigos
del cole la miraban sonriendo y la abrazaban, al saber que la pequeña iba a
ver el mar.
Como todavía faltaban dos semanas para que empezaran las vacaciones de
verano, Lola iba al colegio mientras sus padres organizaban el viaje,
reservaban los billetes de avión, miraban los hoteles, planeaban las
excursiones que iban a hacer… y algunos días a la salida del cole, se iban
con Lola a comprar bañadores, una toalla playera, crema de sol, sombrilla,
sandalias… todo lo necesario para que el viaje fuera perfecto para la
pequeña Lola.
Las dos semanas pasaron rápido, y por fin llegó el día que Lola tanto
ansiaba. Era el último día de colegio y en cuanto las clases terminaran, sus
padres iban a ir a recogerla con las maletas hechas para ir directamente al
aeropuerto.
Cuando Lola salió a la puerta del colegio y vio a sus padres a lo lejos, se
despidió de sus amigos y corrió hacia ellos con la sonrisa más grande que
jamás había iluminado su cara.
Cuando llegó al coche entró de un salto en la parte de atrás y gritó:
– “¡Rumbo al mar, por favor!”– Riendo
– “A sus órdenes pequeña sirena”– dijo su padre.
Y el coche se puso en marcha camino al aeropuerto, para coger el avión que
les llevaría a las vacaciones de sus sueños.

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