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Y creían en la selva
que estaría acomplejado,
pero siempre estaba alegre
rugiendo de lado a lado.
2. Que llueva
Parece que a los adultos nos amargan los días de lluvia. Sin embargo,
para los pequeños son una oportunidad para ponerse sus preciadas
botas de goma, chapotear en los charcos y cantar esta canción popular.
3. Cinco ratoncitos
A los padres nos hace mucha ilusión transmitir a los niños algunas de las
canciones que nosotros cantamos cuando éramos tan pequeñitos como
ellos. Esta, que tiene como protagonistas a unos escurridizos ratones, es
precisamente una de ellas.
4. Sol, solecito
Esta canción reúne todas las cualidades que tienen las buenas
canciones infantiles que pasan de padres a hijos: su letra es sencilla, su
melodía es agradable y su ritmo es pegadizo. Por todas estas razones, y
porque es muy popular en todos los kinder, no es extraño ver a los niños
de preescolar cantándola.
6. El cocherito
A veces, las letras de las canciones infantiles populares no pueden ser
más absurdas. Es lo que habla un poco esta canción, que puedes cantar
con tus hijos durante los viajes familiares que hagáis en coche.
7. Pin pon
Uno de los mejores amigos musicales de los niños de preescolar es Pin
pon, el muñeco de cartón más guapo y simpático. Además, es una
canción estupenda que enseña a los pequeños algunas de las rutinas
más importantes del día: lavarse la cara, cepillarse el pelo, comer sin
marcharse... Melodías como esta fomentan la autonomía de los niños.
8. A guardar, a guardar
Si te parece 'misión imposible' que tu hijo guarde los juguetes después
de jugar con ellos y que ordene su habitación, aquí te dejamos una
canción que seguro que ayudará. Es muy popular en las escuelas
infantiles porque anima a los niños a ser más ordenados.
Respuesta: El reloj.
3. Es una planta con una flor, que gira y gira buscando el sol.
Respuesta: El girasol.
Respuesta: El foco.
Respuesta: La bufanda.
Respuesta: El espejo.
Respuesta: La tela.
CUENTOS
– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los
agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o
haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en
la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física
es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son
verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te
escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para
recibirte”.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el
niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se
ha acabado.
2. El papel y la tinta
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una
pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de palabras.
– “¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo enojada la hoja de papel a la
tinta. “Tu negro infernal me ha arruinado para siempre”.
– “No te he ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres
una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has
convertido en algo precioso”.
En ese momento, alguien que estaba ordenando el despacho, vio aquellas hojas esparcidas y
las juntó para arrojarlas al fuego. Sin embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la
devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el
resto al fuego.
Leonardo Da Vinci
3. Uga, la tortuga
¡Caramba, todo me sale mal!, se lamentaba constantemente Uga, la tortuga. Y no era para
menos: siempre llegaba tarde, era la última en terminar sus tareas, casi nunca ganaba
premios por su rapidez y, para colmo era una dormilona. ¡Esto tiene que cambiar!, se
propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco
esfuerzo. Y optó por no hacer nada, ni siquiera tareas tan sencillas como amontonar las
hojitas secas caídas de los árboles en otoño o quitar las piedrecitas del camino a la charca.
– “¿Para qué preocuparme en hacerlo si luego mis compañeros lo terminarán más rápido?
Mejor me dedico a jugar y a descansar”.
– “No es una gran idea”, dijo una hormiguita. “Lo que verdaderamente cuenta no es hacer
el trabajo en tiempo récord, lo importante es hacerlo lo mejor que sepas, pues siempre te
quedarás con la satisfacción de haberlo conseguido. No todos los trabajos necesitan de
obreros rápidos. Hay labores que requieren más tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas, nunca
sabrás lo que eres capaz de hacer y siempre te quedarás con la duda de qué hubiera
sucedido si lo hubieras intentado alguna vez. Es mejor intentarlo y no conseguirlo, que no
hacerlo y vivir siempre con la espina clavada. La constancia y la perseverancia son buenas
aliadas para conseguir lo que nos proponemos, por eso te aconsejo que lo intentes. Podrías
sorprenderte de lo que eres capaz”.
– “¡Hormiguita, tienes razón! Esas palabras son lo que necesitaba: alguien que me ayudara
a comprender el valor del esfuerzo, prometo que lo intentaré.»
Así, Uga, la tortuga, empezó a esforzarse en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo misma
pues cada día lograba lo que se proponía, aunque fuera poco, ya que era consciente de que
había hecho todo lo posible por conseguirlo.
El lobo con piel de oveja es una fábula corta de Esopo que enseña la
importancia de actuar con honestidad y autenticidad, resaltando cómo
nuestras acciones pueden tener repercusiones en nuestra vida y en las
relaciones con los demás.
5. La cigarra y la hormiga
Las ranitas y el tronco tallado es una fábula de La Fontaine que nos invita
a enfrentar nuestros miedos y prejuicios, promoviendo una actitud abierta
y comprensiva hacia lo desconocido.
1. El Sombrerón
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
Se le conoce como Tzipitío, Tzipe, Sombrerón o Duende. La palabra tzi
viene del quiché y se traduce como perro. Aunque podría provenir del
náhuatl tzitzimitle, que significa demonio. El Tzitzimite es “un
hombrecito muy pequeño, vestido de negro, con un gran cinturón muy
brillante. Tiene un sombrero negro, pequeño también, y unas botas con
tacones que hacen ruidito”. A este personaje le gusta “subirse a los
caballos y hacerles nudos en la cola y en las crines. Estos nudos, que son
así de menuditos, ‘cuesta un bigote’ deshacerlos’”.
2. La Llorona
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de blanco, se
aparece, por lo regular, en lugares con alguna afluencia de agua como
ríos, lagos o lagunas. Las personas narran que era una mujer que sufrió
un delirio mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de Dios, vaga por la
eternidad buscándolos, y hay más de alguien que escucha su terrorífico
grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad, dicha narración se ha ido
transformando y adaptando como un tipo de denuncia hacia el maltrato
que reciben las mujeres. Según narraciones de habitantes de Amatitlán,
La Llorona era una mujer que era víctima constante de violencia por parte
de su esposo, hasta que llegó el día en que los golpes fueron tan severos
que acabaron con la vida de la pobre mujer. El marido, para ocultar su
crimen, la lanzó al Lago de Amatitlán, y luego huye con sus hijos hacia la
capital. El alma de la pobre madre no descansa en paz, por lo que siempre
se le escucha gritando desconsolada en búsqueda de sus hijos.
3. La Siguanaba
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa barranco en
quiché. La Siguanaba se hace seguir por los hombres y luego de una larga
persecución, los pierde en algún barranco. No muestra la cara, pero lo
hace cuando ya se ha “ganado” —arrebatado el alma— al hombre quien
se perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la colonia El Incienso,
zona 3 capitalina, que Juan, un albañil que emigró del Quiché, cada vez
que recibía el pago de la semana, se lo gastaba en licor. Un día, rumbo a
su casa, ubicada cerca del tanque que abastecía de agua a la referida
colonia, iba caminando rápidamente bajo los efectos del alcohol. Un
vecino interrumpe su andar y le pregunta: “Vos, Juan, ¿a dónde vas con
tanta prisa?”, a lo que él responde apenas articulando palabras: “Mirá, esa
hermosa mujer me está llamando, voy a ver para qué me quiere. ¡Está
rechula!”. El vecino se quedó pensando que Juan estaba viendo visiones.
Al otro día, encontraron al pobre Juan ahogado en un lugar que los
lugareños llaman “la presa”. Esta es la leyenda de la mujer que llama a
los hombres borrachos y mujeriegos para “ganárselos” y perderlos por los
barrancos.