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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITÉCNICA DE LA FUERZA ARMADA


NUCLEO GUARICO – EXTENSION CAMAGUÁN.

Semina
rio
Informe: El ESTRES

Facilitadora: Participantes:
Prof. Yulitza Vasquez Cordero Ángel
Torres Oscar
Camaguán, Mayo 2020.

El estrés: Adaptarse es dar respuesta a los cambios y exigencias del entorno, y


precisamente el estrés es un proceso psicológico que se activa cuando se percibe
algún cambio en las condiciones ambientales y su función es la de preparar al
organismo para dar una respuesta adecuada a tales cambios. El estrés es un proceso
activante íntimamente relacionado con las emociones, aunque no es una de ellas. El
estrés carece de tono afectivo, aunque se lo puede proporcionar una emoción, ya que
en caso de ser necesario ésta será activada por el propio estrés. El trabajo de Cannon
y especialmente de Hans Selye (1907-1982) ha sido muy importante para determinar
el papel de la emoción en la adaptación corporal y de la homeostasis del medio
interno. Según Cannon, el sistema nervioso simpático prepara al organismo para
soportar el estrés. Selye profundizó más en el estudio del estrés y señaló la
coordinación existente entre tres sistemas para responder, en lo que definió como el
Síndrome General de Adaptación. Durante la primera fase se produce la reacción de
alarma, en la cual la resistencia del organismo disminuye en un primer momento (fase
de choque) para después empezar a movilizarse (fase de contra choque). En esta fase
se activan los ejes neural y neuro-endocrino, la activación del eje neuro-endocrino
hace que la médula suprarrenal provoque la liberación de grandes cantidades de
noradrenalina y adrenalina hacia la sangre circulante. La segunda fase es el estado de
resistencia, al que se llega cuando las condiciones estresantes se mantienen en el
tiempo y el organismo se encuentra ante la imposibilidad de mantener de forma
continuada la activación que implica una reacción de alarma ante un estresor. La
activación que se produce durante esta fase se debe al eje endocrino, este eje puede
subdividirse en cuatro subejes donde el más importante es el eje hipófiso-córtico-
suprarrenal. Por último, si la situación estresante se prolonga demasiado o es
demasiado intensa se llega a la tercera, fase de agotamiento. Si persiste el
mantenimiento de las condiciones estresoras, el seudo-equilibrio obtenido en la fase
de resistencia se pierde, produciéndose el agotamiento del propio organismo por falta
de reservas para seguir manteniendo estos niveles de activación, llegando en sus
últimos extremos al estado de coma y muerte del mismo. Cuando una situación es
ambigua, desbordante, requiere la movilización de recursos psicológicos adicionales e
incluso es amenazante o dañina; es cuando se moviliza el proceso de estrés. En tales
condiciones es necesario movilizar recursos adicionales para decidir si se trata de una
“falsa alarma” o, por el contrario, de una situación que realmente requiere una
respuesta rápida y eficaz; incluso anticiparse a los acontecimientos, para lo cual es útil
movilizar anticipativamente emociones. Uno de los principales efectos del estrés es
prevenir las consecuencias emocionales negativas, atenuando los recuerdos
conscientes, pero manteniendo su registro para futuras condiciones. Para ello, la
respuesta hormonal al estrés, en especial el cortisol, tiene tendencia a inhibir el
hipocampo y a excitar la amígdala. Así pues, como consecuencia de esto la amígdala
se verá facilitada para responder emocionalmente y formar recuerdos emocionales no
conscientes; mientras que el hipocampo, al estar inhibido, se verá impedido en la
formación de recuerdos conscientes de esos mismos acontecimientos. Además, y al
mismo tiempo, al estar activada la amígdala, puede influir en el procesamiento de la
información en la corteza desde los primeros estadios en adelante; cosa que no ocurre
al revés, ya que el procesamiento cortical solo puede afectar a la amígdala en los
últimos estadios. Pero el proceso de estrés, también activa determinadas emociones
que anticipan condiciones que requieren de una actuación adaptativa, como es el caso
de la ansiedad, la hostilidad, etc. y en general las emocionales anticipativas con las
que mantiene una estrecha simbiosis. En la actualidad el término estrés se utiliza para
referirse a cualquier condición que perturba la homeostasis o, más exactamente la
alostasis (equilibrio dinámico del organismo), tanto fisiológica, como psicológica
(McEwen y Winfield, 2003).

La ley de Yerkes-Dodson o modelo de la U invertida

En el año 1908 los psicólogos Robert Mearns Yerkes y John Dillingham Dodson
publicaron su modelo de la U invertida, resultado de los estudios que realizaron en
torno a la influencia de la presión (que se puede entender como el nivel de estrés,
activación o alerta fisiológicos y cognitivos) en el rendimiento en tareas que implican
operaciones mentales complejas.

El modelo de Yerkes y Dodson plantea que la relación entre estrés y rendimiento se


puede representar en forma de U invertida. Esto significa que el rendimiento será
óptimo si el nivel de activación es moderadamente elevado; en cambio, si es
demasiado alto o demasiado bajo repercutirá de forma negativa en el resultado de la
tarea.

Así, la ley de Yerkes-Dodson plantea que el mejor modo de potenciar el rendimiento


consiste en aumentar la motivación para llevar a cabo las tareas objetivo, si bien es
igualmente importante procurar que la carga de trabajo no llegue a ser difícil de
manejar, puesto que ello interfiere con el desarrollo natural de la actividad y genera
sentimientos desagradables.
Cuando llevamos a cabo tareas con un nivel bajo de estrés o de alerta, con frecuencia
nos aburrimos o bien la falta de presión reduce nuestra productividad; si las demandas
son excesivas tendemos a experimentar sentimientos de ansiedad y malestar
psicológico general. Por contra, cuando la tarea resulta estimulante y desafiante nos
concentramos en mayor medida.

En este sentido podemos relacionar la ley de Yerkes-Dodson con otro concepto


psicológico muy popular: el estado de flujo (o “flow”) descrito por Mihály
Csíkszentmihályi. Según este autor, las tareas estimulantes, adecuadas al nivel de
habilidad, con objetivos claramente delimitados y con retroalimentación inmediata
generan una implicación mental completa y gratificante.

 Quizás te interese: "Estado de Flow (o Estado de Flujo): cómo llevar tu


rendimiento al máximo"

Factores influyentes en la relación entre estrés y rendimiento

Existen al menos cuatro factores que tienen un papel muy relevante en la relación
entre el nivel de activación y la productividad: la complejidad de la tarea, el nivel de
habilidad de la persona que la completa, su personalidad en general y el factor
ansiedad-rasgo en particular. Cada uno de ellos modula de forma clave los efectos de
la ley de Yerkes-Dodson.

1. Complejidad de la tarea Si la tarea que tenemos que llevar a cabo es difícil,

necesitaremos invertir más recursos cognitivos (relativos por ejemplo a la atención o a

la memoria operativa) que si no lo fuera. En consecuencia, las tareas complejas

requieren un nivel menor de presión para que se alcance el rendimiento óptimo que las

sencillas, puesto que resultan estimulantes por ellas mismas.

De esto se desprende la idea de que es importante adaptar los niveles de presión

ambiental a la dificultad de la tarea por tal de potenciar la productividad, de modo que

los entornos tranquilos son más recomendables a la hora de realizar actividades

desafiantes, mientras que un ambiente enriquecido puede ayudar a mejorar la calidad

al afrontar tareas fáciles.

2. Nivel de habilidad Como sucede con la dificultad de las tareas, tener en cuenta el
nivel de habilidad del sujeto es trascendental a la hora de determinar cuál es la presión
ambiental ideal. Podemos decir que la práctica en un dominio reduce la dificultad de
las tareas que se engloban en éste, de modo que relacionar estas dos variables puede
ser útil al aplicar la ley de Yerkes-Dodson.

3. Personalidad

Sería reduccionista pensar que modificar el nivel de estimulación o de presión


ambiental sin más puede permitirnos influir en el rendimiento de otras personas de
forma fiable: si lo hiciéramos, estaríamos obviando algo tan importante como la
personalidad de cada individuo.

Así, por ejemplo, si seguimos la teoría neurobiológica de la personalidad propuesta


por Hans Eysenck podemos deducir que las personas extravertidas tienden a
necesitar un mayor nivel de activación cerebral para alcanzar su rendimiento óptimo,
mientras que las personas biológicamente introvertidas normalmente prefieren que la
presión ambiental sea mínima.

4. Ansiedad-rasgo

El factor de personalidad que conocemos como “ansiedad-rasgo” hace referencia a la


tendencia a experimentar emociones negativas relacionadas con la ansiedad, como la
inquietud, el miedo y la preocupación. La ansiedad-rasgo constituye el núcleo del
constructo Neuroticismo; en este sentido se opone al factor Estabilidad emocional.

Como se puede suponer, las personas que tienen una tendencia muy marcada a sentir
ansiedad prácticamente siempre reaccionan de forma negativa al incremento de los
niveles de estrés. Igual que sucede en el caso de las personas introvertidas, puede ser
un error grave obviar que las personas con esta característica trabajan mejor con
niveles bajos de estimulación.

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