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Construir el sujeto de la democracia    Rodolfo Arango 

En su última conferencia, Carlos Gaviria Díaz se refirió al sujeto de la


democracia: el pueblo.

Por: Rodolfo Arango

En ella hizo un llamado a pensar cómo educar al ciudadano de forma que el


sueño de autodeterminación individual y colectiva pueda convertirse en
realidad. Para auscultar el tema, el maestro Gaviria remitió, como era su
costumbre, a la literatura universal. A partir de su defensa de las utopías,
realidades no actuales pero posibles, el exmagistrado enfatizaba la necesidad
de construir el sujeto de la democracia para así hacerla posible. La
importancia de esta reflexión se acrecienta en momentos de incertidumbre
ante el aumento del fanatismo y la profundización de las desigualdades en el
mundo, y en particular para un país cansado del odio y el dolor que engendra
una confrontación armada prolongada. Cuatro son las cualidades que deben
aflorar en el sujeto de la democracia según el diálogo gavirista con el
profesorado gimnasiano: ser crítico, pluralista, solidario y auténtico.

Una democracia vibrante, que transforma el conflicto sangriento en


confrontación discursiva, exige actores informados y con capacidades de
análisis, síntesis y crítica, de forma que la arbitrariedad, la dominación y la
fuerza sean minimizadas en las relaciones humanas. Un pueblo crítico y bien
informado es a lo que más teme la minoría rica, rodeada de privilegios, que
impera en la mayoría de los países del mundo. Ciudadanos bien nutridos en
lo físico y espiritual representan una amenaza para las élites en el poder.
Ahora bien, la crítica deviene en extremismo o cinismo si no se acompaña de
otras disposiciones que dan al carácter integridad.

Es por ello que una segunda cualidad indispensable es la actitud pluralista. La


verdad absoluta, en el contexto espacial y temporal humano, no existe o, si
existe, no tendremos cómo conocerla conclusivamente. Tal es la enseñanza
de un pensamiento científico que es humilde ante la magnitud de la
ignorancia y el insondable misterio de la existencia humana. Consecuencia de
la inasequible verdad absoluta es la relatividad de las verdades parciales,
evidencia que obliga aprender a respetar las diferencias en creencias,
convicciones y opiniones de los demás. El pluralismo de conocimientos y
concepciones de la buena vida no es incompatible, no obstante, con la
defensa de parámetros normativos compartidos que todos respetemos,
incluso con precedencia sobre razones personales. Este aprendizaje histórico
y civilizatorio nos vacuna contra el fanatismo y la dominación.

Las cualidades tercera y cuarta del sujeto de la democracia reúnen facetas


éticas, estéticas y políticas. Sin incentivar y cultivar la sensibilidad hacia y la
cooperación con otros seres vivos (incluyendo la naturaleza y los animales)
no es posible una autodeterminación inteligente que se acople con el medio
y permita el florecimiento de la belleza y el cultivo de la virtud. La
desigualdad y la pobreza, así como la opulencia y la riqueza, son, digámoslo
sin ambages, no sólo antiéticas, sino también antiestéticas. Luchar inteligente
y pacíficamente en su contra es un imperativo democrático.

Estas cuatro actitudes o disposiciones fundamentales no deben confundirse


con las habilidades o competencias. Ser crítico, pluralista, solidario y
auténtico no tiene que ver con ser bueno en matemáticas, inglés, física o
química. Las primeras son condición de posibilidad de la democracia. Las
segundas son instrumentos al servicio de diversos fines. Incentivar el cultivo
de las actitudes o disposiciones permite forjar el carácter; desarrollar
destrezas o competencias nos enseña a optimizar los recursos disponibles.
Ambas facetas son importantes; confundirlas conlleva, no obstante, a
resultados antidemocráticos.

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