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La ciudad transnacional comparada

modos de vida, gubernamentalidad y desposesión


Colección Estudios Transnacionales

UNIDAD IZTAPALAPA

Rector General Rector


Salvador Vega y León J. Octavio Nateras Domínguez
Secretario General Secretario
Norberto Manjarrez Álvarez Miguel Ángel Gómez Fonseca
Coordinador General Directora de la División
de Difusión de Ciencias Sociales
Walterio Francisco Beller y Humanidades
Taboada Juana Juárez Romero
Director de Publicaciones Jefe del Departamento
y Promoción Editorial de Antropología
Bernardo Ruiz López Miguel Antonio Zirión Pérez
Subdirectora Editorial Coordinador de la Colección
Laura González Durán Estudios Transnacionales
Federico Besserer
Subdirector de Distribución
y Promoción Editorial Responsable Editorial
Marco A. Moctezuma Norma Jaramillo Puebla
Zamarrón
Federico Besserer
Raúl Nieto
(editores)

La ciudad
transnacional comparada
modos de vida,
gubernamentalidad
y desposesión

Unidad Iztapalapa

Universidad Autónoma Metropolitana


Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de Antropología
Juan Pablos Editor
México, 2015
La ciudad transnacional comparada : modos de vida, gubernamen-
talidad y desposesión / Federico Besserer y Raúl Nieto, editores. - - Mé-
xico : Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa : Juan
Pablos Editor, 2015.
1a edición
441 p. : ilustraciones ; 14 x 21cm.
ISBN: 978-607-28-0358-9 uam-i
ISBN: 978-607-711-272-3 Juan Pablos Editor
T. 1. Estudios transnacionales T. 2. Antropología urbana
HT178.M6 C58

La ciudad transnacional comparada:


modos de vida, gubernamentalidad y desposesión
de Federico Besserer y Raúl Nieto (editores)
Primera edición, 2015
D.R. © 2015, Federico Besserer y Raúl Nieto (editores)
D.R. © 2015, Universidad Autónoma Metropolitana
Prolongación Canal de Miramontes 3855
Ex Hacienda San Juan de Dios
Delegación Tlalpan, 14387, México, D.F.
Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de Antropología
San Rafael Atlixco núm. 186, Col. Vicentina
Iztapalapa, 09340, México, D.F.
tel. 5804-4763, 5804-4764 y fax: 5804-4767
<antro@xanum.uam.mx>

D.R. © 2015, Juan Pablos Editor, S.A.


2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19,
Col. del Carmen, Del. Coyoacán, 04100, México, D.F.
<juanpabloseditor@gmail.com>
Fotografía de portada: La ciudad transnacional construye a la ciudad global,
Bangalore, India, de Valentina Glockner
ISBN 978-607-28-0358-9 uam-i
ISBN 978-607-711-272-3 Juan Pablos Editor
Esta investigación, arbitrada por pares académicos, se privilegia con el
aval de la institución coeditora.
Impreso en México
Reservados los derechos
Juan Pablos Editor es miembro de la Alianza
de Editoriales Independientes Mexicanas (aemi)
Distribución: TintaRoja <tintaroja.com.mx>
Índice

Agradecimientos 11

La ciudad transnacional comparada:


derroteros conceptuales
Federico Besserer y Raúl Nieto 15

Primera sección
La ciudad fronteriza

La regulación de “lo íntimo”


Areli Veloz Contreras 51

Graffiti y rap
Lisset Anahí Jiménez Estudillo 85

Modos de vida indígena en la ciudad transnacional


Lorenia Urbalejo Castorena 115

Segunda sección
La ciudad diaspórica

Espacios de la sinidad
Mónica Georgina Cinco Basurto 151

Conformaciones espaciales y transformaciones urbanas


Ximena Alba Villalever 175

[7]
8 ÍNDICE

Manhattan para los mixtecos


Lilia Adriana Solís Arellano 183

Entre los hilos de la bolivianidad


Nancy Wence Partida 209

Tercera sección
La ciudad clusterizada

Deportados y reclasificados
Maribel Romero Loyola 245

Representaciones sobre el trabajo transnacional


y el lugar de cada quien en la ciudad de Guatemala
Luis Pedro Meoño Artiga 277

Slums flexibles
Valentina Glockner Fagetti 317

El cluster turístico como modo de vida


Daniela Oliver Ruvalcaba 367

Contrastes y articulaciones de las formaciones


urbanas transnacionales
Federico Besserer y Raúl Nieto 407

Sobre los autores 437


A Victoria Novelo:
constructora de rutas teóricas y etnográficas colectivas.
Crítica implacable y maestra generosa.
F. B. y R. N.

Para Lucía Iván y Andrés: pensadores indomables


y mis amores transfronterizos.
F. B.

A Edith y Camilo que, en distintos lugares y tiempos,


acompañaron este trabajo.
R. N.
Agradecimientos

El libro que el lector y la lectora tienen ahora en sus manos sinte­


tiza el trabajo realizado en el marco de un programa de posgrado,
bajo la conducción de quienes editamos esta obra.
Hace ya un poco más de tres años un grupo de antropólogos
reunidos en el Seminario de Estudios Transnacionales (set) de la
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (uam-i),
nos propusimos un reto. El objetivo era hacer una etnografía de
escala mundial que diera cuenta de la forma en que los pobladores
de los márgenes urbanos construyen, cuidan y contribuyen a crear
la riqueza de la ciudad global. Para ello diseñamos un proyecto que
implicaba emprender, de forma coordinada, trabajo de campo trans­
nacional en ciudades de diversos continentes. Alumnos y profe-
sores realizamos etnografía en los hemisferios norte y sur de
América, así como en distintos países de Asia, África y Europa.
Las rutas de investigación de los antropólogos y las narrativas de
vida de los urbanitas transnacionales fueron mostrando la existen­
cia de un extenso entramado urbano que circunda el orbe. A este
entramado urbano le hemos llamado “La ciudad transnacional”.
Los procesos de globalización y la transnacionalización de la
vida cotidiana requieren hoy de formas novedosas de etnografía.
Es por eso que una buena parte del esfuerzo disciplinario para el
estudio de los procesos urbanos se ha enfocado en el estudio de
la relación entre “lo global” y “lo local”. El trabajo que aquí presen­
tamos aporta en otras direcciones complementarias lo siguiente:
en primer lugar, en la construcción etnográfica de la relación entre
“lo local” y “lo transnacional”; en segundo lugar en la identificación

[11]
12 AGRADECIMIENTOS

y comparación entre procesos urbanos transnacionales; en tercer


lugar, en la comprensión de las dinámicas transnacionales en su
conjunto, y finalmente en la identificación de algunas formas es­
pecíficas en que se articulan los procesos de globalización y los de
transnacionalización urbana.
La mirada antropológica sobre procesos mundiales es una tradi­
ción de la disciplina desde hace muchos años, y en muchos sentidos,
cada etnografía que se realiza forma parte de un acervo etnográfico
disciplinario que permite responder preguntas más generales. Así,
el trabajo etnográfico individual siempre forma parte de un traba­
jo mayor, aunque no siempre se estructura desde un inicio como
un proyecto colectivo como es el caso de esta obra.
Quienes formamos el grupo de investigación que elaboró este
trabajo nos reunimos semanalmente. Primero lo hicimos en for-
ma presencial y posteriormente, durante el periodo de trabajo de
campo que se realizó en el segundo año, continuamos nuestras
reuniones con la ayuda de las tecnologías de Internet que transmi­
tían texto, imágenes y sonido entre Bolivia, China, Estados Uni­dos,
España, Francia, India, Marruecos y México. Reunidos nueva-
mente en México desarrollamos, durante el último año, las tareas
de análisis y redacción. El producto final es por ello un trabajo co­
lec­tivo, realizado en el marco de un programa de investigación y
docencia de posgrado, que conserva el reconocimiento de los au­
tores quienes realizaron los trabajos etnográfico y analítico que
integran la obra en su conjunto.
Realizar este trabajo requirió de la concurrencia de muchas
voluntades, de la generosa contribución de muchos colegas, de la
participación de muchas personas que compartieron sus experien­
cias de vida, y del trabajo esmerado de muchas y muchos inves-
tigadores comprometidos con la convicción de que los urbanitas
transnacionales tienen derecho a la riqueza que producen para la
ciudad global.
Es así que quienes participamos y coordinamos este trabajo
queremos en primer lugar expresar nuestro agradecimiento a las
personas, familias, comunidades y organizaciones que en diver­
sos lugares del mundo compartieron sus experiencias de vida e
hicieron así posible esta obra. El resultado escrito de esta investi­
gación es, antes que nada, una narrativa de la contribución que
AGRADECIMIENTOS 13
ellos hacen para la transformación del mundo desigual en que
todos vivimos.
La investigación para este libro se hizo en el marco del Semi-
nario de Estudios Transnacionales. Fue un privilegio trabajar con
los autores y autoras cuyos trabajos integran el capitulado de esta
obra; todos ellos y ellas son colegas talentosos y comprometidos.
En el seminario participaron investigadores que con sus comenta­
rios contribuyeron a este estudio y cuyos trabajos forman parte
de otros resultados ya publicados o en proceso de publicación del
proyecto de investigación mayor “La ciudad transnacional” en
el que se enmarca esta obra. La investigación etnográfica de Rosa­
rio Mata, Sandra Tafolla, Leonardo Salas y Sandra Guillot antece-
dieron a este trabajo, y sus ideas y comentarios fueron claves para
iniciar este proyecto. Queremos hacer un reconocimiento a nues­
tros colegas Amina El Mekaoui, Ernesto Hernández, Yutzil Cadena,
Daniela Reyes y Tatiana Lara quienes acompañaron esta investi-
gación realizando trabajo de campo para sus tesis de posgrado, y
contribuyendo en las discusiones del seminario. Hugo Valenzuela,
Silvina Merenson, Rubén Ramírez, Agnieszka Radziwinowicz��� ó��
w-
na, Andrea Maldonado y Gregory Dallemagne, fueron profesores y
alumnos invitados del set quienes en diversos momentos compartie­
ron su experiencia y discutieron los avances etnográficos.
Los profesores Mokhtar El Harras, Liliana Suárez-Navaz, Car­
los Giménez, Robert Smith, Alejandra Ramírez, José Manuel Valen­
zuela, Françoise Lestage, Fernando Herrera y Margarita Zárate,
dieron acompañamiento académico en distintas latitudes a los
investigadores. A ellos se sumaron Evelyn Hu-DeHart, Bela Feld-
man, Ludger Pries, Gabriel de Santis, Nestor García Canclini,
María Ana Portal y Angela Giglia quienes discutieron las principa­
les ideas de esta investigación en eventos académicos realizados
ex profeso en la ciudad de México. También queremos agradecer
los comentarios de Verena Stolcke, Leith Mullings, Ida Susser, Gus­
tavo Lins Ribeiro y Liliana Rivera, quienes hicieron señalamien­
tos puntuales a los primeros resultados de investigación presenta­dos
en eventos internacionales especializados.
Quienes coordinamos esta investigación, queremos agradecer
a los evaluadores anónimos que leyeron el ambicioso proyecto que
presentamos a consideración del Consejo Nacional de Ciencia y
14 AGRADECIMIENTOS

Tecnología (Conacyt), e hicieron señalamientos apropiados para


su realización. Fue así como recibimos el financiamiento 152 521 H
otorgado por Conacyt que dio soporte económico al proyecto “La
ciudad transnacional” del cual forma parte la investigación que aquí
presentamos. Sin este recurso, el libro que aquí presentamos no
hubiera sido posible. El apoyo de Laura Valladares y Rodrigo Díaz
Cruz —en las coordinaciones de la licenciatura en Antropología
Social y del posgrado en Ciencias Antropológicas respectivamen-
te—, y de Pablo Castro en la jefatura del Departamento de Antropolo­
gía de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
fue fundamental e invaluable. Agradecemos a Norma Jaramillo de
la uam-i y a Blanca Sánchez de Juan Pablos Editor, quienes hicie-
ron posible la edición de este libro.
La ciudad transnacional comparada:
derroteros conceptuales

Federico Besserer y Raúl Nieto

Ciudad global y márgenes urbanos

La pobreza mundial se concentra cada vez más en los márgenes


urbanos depauperados. En el caso de América Latina, para 2002,
66.2% de la población pobre vivía en zonas urbanas, es decir, 146.7
millones de personas pobres vivían entonces en la ciudad. Casi
la mitad de ellos se concentran en ciudades de Brasil (30%) y Mé­
xico (17%) (Quesada, 2006).
México ocupa también uno de los primeros lugares a escala
mun­dial entre las ciudades del mundo con más pobladores vivien­
do en “márgenes urbanos”, siendo en orden descendiente Bombay
(diez millones), las ciudades de México y Dhaka (nueve millo-
nes), y después Lagos, El Cairo, Karachi, Kinshasa-Brazzaville, São
Pau­lo, Shanghai y Delhi (alrededor de seis millones cada una) las
ciu­dades con el mayor número de habitantes de zonas margina­
les urbanas (Davis, 2006).
David Harvey nos ha alertado sobre el hecho de que los ur­
banitas pobres han contribuido para construir la riqueza de la así
llamada “ciudad global”, pero la especulación financiera devino
en una crisis de acumulación en el año 2008 que marca el signo de
nuestros tiempos, y que impactó especialmente a los sectores mar­
ginales urbanos. Hoy, en los márgenes urbanos de las metrópolis
(de países pobres y ricos) se suman a la precariedad laboral, la in­
seguridad, la violencia y las adversidades afectivas. Por ello, nos
propone Harvey, es necesario impulsar una agenda sobre el dere­

[15]
16 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

cho que los pobres tienen a la riqueza y el bienestar urbanos que


ellos mismos ayudan a construir (Harvey, 2008).
Los planteamientos en torno a “El derecho a la ciudad” (Har­
vey, 2008; Lefebvre, 1978) se han enfocado a la relación entre los
procesos globales dominantes (como los financieros) y su impacto
en las dinámicas urbanas locales, privilegiando el eje analítico glo­
bal-local (García Canclini, 1999). Sin embargo, en el marco con­
temporáneo marcado por grandes migraciones internacionales,
las ciudades del mundo son construidas, habitadas y cuidadas por
el trabajo de grandes contingentes de urbanitas transmigrantes.
Este fenómeno ha reclamado un cambio en el eje analítico para
incluir una dimensión local-transnacional en el estudio de las ciu­
dades (Besserer y Oliver, 2014; Krätke, Wildner y Lanz, 2012; Glick
Schiller y Ça lar, 2011; Smith, 2001).
Se suele pensar que el espacio privilegiado de la globalización
es la ciudad, sobre todo las megaciudades, las capitales mundiales
o ciudades globales. Sin embargo cualquier ciudad, por pequeña
que sea, hace parte de un sistema de ciudades un nodo de un sis­
te­ma urbano, y en mayor o menor medida se encuentra involu­
crada en procesos de globalización.
García Canclini revisa el trabajo de algunos estudiosos del
fenómeno global que han propuesto reservar el nombre de “ciu-
dad global” para ciertas urbes que tienen entre sus características:
a) un fuerte papel de empresas transnacionales, especialmente en
or­ganismos de gestión, investigación y consultoría; b) mezcla mul­
ticultural de pobladores nacionales y extranjeros; c) prestigio
obtenido por la concentración de elites artísticas y científicas, y
d) alto número de turismo internacional (García Canclini 1999).
Tales especialistas distinguen también entre ciudades globales y
aquellas que presentan características emergentes de globali­za­
ción. Las primeras serían Nueva York, Los Ángeles, Londres, Pa­rís,
Berlín, Francfort, Tokio y Hong Kong como sedes avanzadas de
ac­tividades financieras, de seguros, consultoría, publicidad, diseño,
relaciones públicas, gestión de industrias audiovisuales e informá­
ticas; y por otra parte estarían los centros regionales con procesos
emergentes de globalización, como Barcelona, São Paulo, México,
Chicago, Taipéi y Moscú, donde la formación de nodos de gestión
de servicios globalizados coexiste con sectores económicos tradicio­
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 17
nales con actividades informales o marginadas, deficientes ser­vi­cios
urbanos, pobreza, desempleo e inseguridad. El segundo grupo de
ciudades vive con mayor contundencia las tensiones y desigual­
dades de la globalización. Esta fractura genera oportunidades de
integración internacional y, a la vez, exclusión económica y cultu­
ral (García Canclini, 1999).
No dudamos que cada vez existen más personas que viven,
pero sobre todo trabajan, de manera permanente en una arena o
espacio global, y que lo hacen con plena conciencia. En este pun­
to conviene preguntarnos: ¿quién se globaliza, las ciudades o las
personas? Una respuesta plausible consiste en afirmar que en la
actualidad a lo que asistimos fundamentalmente es a la globali­
za­ción del capital, y en ella la ciudad global juega un papel funda­
men­tal; pero en esos mismos espacios urbanos globalizados y en
otros que pueden ser emergentes, o incluso de otro tipo, asistimos
a un segundo proceso que es el de transnacionalización. Mien-
tras que los estudios sobre globalización suponen un eje verti-
cal en el que las dinámicas locales están contenidas en ciudades,
éstas en países y éstos a su vez en regiones, los estudios sobre la
transna­cionalización proponen que existen procesos urbanos que
ocurren sobre un segundo eje, por así decirlo, horizontal, que se ex­
­tienden más allá de las fronteras locales o nacionales. Es este se­
gundo ámbito donde se da la transnacionalización del trabajo.
Enfatizando en este segundo eje, este libro reúne los trabajos de
un extenso equipo de investigación que estudió las conexiones
transnacionales entre los márgenes urbanos de distintas ciu­da­-
des del mundo, para contestar la interrogante de ¿cómo se relacio­
nan las dinámicas culturales, de poder y económicas de la ciudad
transnacional y la ciudad global?
Los trabajos aquí compendiados muestran que hay un proce­
so de transnacionalización urbana, o “globalización desde aba-
jo”, que se expresa en el plano de la experiencia vivida —de la vida
co­tidiana— de una manera reiterada y con tal densidad que pode­
mos plantear que en muchos casos se trata más que de vivencias
aisladas, de un “modo de vida urbano transnacional”. Este modo
de vida se constituye tanto a partir de las prácticas transnaciona­
les de los urbanitas transmigrantes como de procesos económicos
y políticos que influyen sobre ellos. Este “modo de vida” configura
18 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

“espacios urbanos transnacionales” que hemos identificado etnográ­


ficamente, y que son formas sociales y espaciales que se ensam­
blan de maneras distintas para constituir “formaciones urbanas
transnacionales” diversas, o tipos de “ciudad transnacional”.
Un ejemplo de estas formaciones urbanas transnacionales son
las áreas metropolitanas fronterizas como el complejo Tijuana-
San Diego donde se asientan cadenas globales de producción, y que
aloja en su interior uno de los volúmenes de cruce fronterizo inter­
nacional cotidiano más cuantioso del mundo; esta formación está
conformada por una diversidad de modos de vida transfronterizos
(personas que cruzan la frontera entre México y Estados Unidos en
una u otra dirección, diaria u ocasionalmente, con o sin autoriza­
ción legal, etc.). En esta formación urbana transnacional podemos
observar cómo los habitantes de los márgenes urbanos dan sopor­te
a la ciudad global. Conceptos folk como “Neza York” (que muestra
la articulación entre la ciudad de México y Nueva York), y “Co­
chabambita”, que refiere a los vínculos entre Madrid y Cochabam­
ba, dan cuenta de otros casos en los que aun cuando medie una
distancia geográfica, los márgenes empobrecidos de las ciuda-
des del mundo están unidos por la migración, por la comunicación
cons­tante y por la vinculación económica de sus habitantes, que
reafirman continuamente sus conexiones sociales, políticas, eco­
nómicas y culturales. Este entrelazamiento social de los márgenes
urbanos es una forma de globalización “desde abajo”. A esta otra
ciudad global —a la de los márgenes articulados transnacional­
mente— la denominamos en esta investigación “la ciudad trans­
nacional”.
A partir de la investigación plasmada en este libro, podemos
afirmar que las grandes ciudades del orbe se sostienen y crecen
apo­yadas de manera importante en la fuerza de trabajo provenien­
te de los márgenes urbanos transnacionales cuyos habitantes tra­
bajan en empleos precarios como en la industria de la construcción,
el trabajo de servicios de limpieza o el trabajo afectivo inmaterial
que (re)constituye a las ciudades a partir de población joven que
provee de cuidados a adultos mayores y niños. Por el otro lado,
también hemos observado que la capacidad de sobrevivencia que
han mostrado estos “constructores de ciudades” ante la crisis ur­ba­
na global se deriva en gran parte de la flexibilidad y capacidad de
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 19
resiliencia que da a los urbanitas marginados su condición y vin­cu­
lación transnacional.
La articulación entre la ciudad global y la ciudad transnacional
da lugar a nuevas fórmulas de organización de la vida y el trabajo.
Por ejemplo, las cadenas globales de cuidados (Herrera, 2005) cons­
tituyen una por la cual las familias en las ciudades de origen pro­
veen del cuidado a los hijos de las urbanitas que, distan­tes en la
geografía, prestan cuidados a los menores y ancianos en otra ciu­dad.
Así también, los trabajadores de la construcción eri­gen su pro­pio
futuro en los márgenes urbanos de la autoconstrucción, lejos de
las ciudades que les niegan la permanencia legal (lo cual explica las
viviendas deshabitadas en las ciudades con altos índices de emi­
gración). Los trabajos que forman este libro dan cuenta de una nueva
gubernamentalidad urbana transnacional, constituida por nuevos
dispositivos (como los mecanismos de migración), regímenes de
poder (como los regímenes afectivos) y formas de gobernanza trans­
nacional (como los acuerdos de co­desarrollo), que explican el fun­
cionamiento de esta nueva organi­zación subordinante de la vida
y el trabajo en el contexto urbano transnacional. La contraparte de
estas formas de gubernamentalidad, como lo muestran los resulta­
dos de investigación incluidos en este libro, es que desde su expe­
rien­cia transnacional los urbanitas pueden representar y comprender
los procesos globales que refuerzan su condición de subordina­
ción, y que estos transmigran­tes urbanos pueden imaginar —en el
terreno de la vida cotidiana— un nuevo espacio urbano en el que
puedan ejercer su derecho a la ciudad, transformando a la ciudad
transnacional no solamente en un espacio de resiliencia, sino de
resistencia y cambio social (empe­zando desde el plano estructural
hasta el más íntimo, el de la sub­jetividad).

De la ciudad del encierro a la ciudad excéntrica

La ciudad del encierro

Michel Foucault propone que la ciudad es una tecnología que


transforma individuos (Outtes, 2002). En textos como Vigilar y cas­
tigar (Foucault, 1976) presenta dos formas que adquiere esta tec­
20 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

no­logía. La primera es la ciudad del medioevo, a la que identifica


como “la ciudad leprosa”, donde los muros de la ciudad se transfor­
man en dispositivos para excluir a los enfermos a quienes ritualmen­
te se les produce una “muerte social”. Es la ciudad que controla
ex­pulsando. La segunda fórmula puede encontrarse asociada a
la “ciudad apestada”; ésta representó un cambio fundamental en el
sistema de gubernamentalidad, y se caracterizó por ejercer el con­
trol sobre los habitantes de la ciudad obligándoles a quedarse re­
cluidos en casa cuando había un brote de peste. Un conjunto de
disciplinas creaban entonces mecanismos que al mismo tiempo
que controlaban, construían la subjetividad de los ciudadanos con­
tándoles diariamente, imponiéndoles rutinas de higiene, etcétera.
La “ciudad apestada” era una condición temporal de las ciu­
dades, un evento extraordinario, pero coincide con el desarrollo
de las disciplinas que finalmente tomaron el modelo del encierro
y el control sobre el cuerpo como una manera permanente y ge­
neralizada de operación. Así surgieron las cárceles, los hospitales,
las escuelas y las fábricas como espacios donde se “disciplinaba” en
ambos sentidos de la palabra: porque se usaba la disciplina para
ejercer un control sobre los individuos, y porque las disciplinas
científicas conceptualizaban a las personas sobre las que trabaja­
ban haciéndoles sus “sujetos”.
Foucault usó la lepra para mostrar las tecnologías de exclusión
o “gran encierro” en las ciudades medievales, asociadas a la es­
trategia que él nombró “dejar morir”; es decir, un sistema extracti­
vo que no atendía de manera sistemática a la población pero que
enfatizaba en el castigo ejemplar como una manera de control. El
siglo xix y el inicio del siglo xx fueron el escenario de otro tipo
de gubernamentalidad que Foucault ejemplificó con la organi­za­
ción de las ciudades como respuesta a la peste. Describe la comple­ja
organización de las nacien­tes disciplinas (como la medicina) que,
con su conocimiento, contuvieron en las ciudades a toda la po­bla­ción
literalmente “haciéndola vivir”.

La ciudad excéntrica

Nancy Fraser correctamente propone que Foucault es un teórico


del fordismo (Fraser, 2003). Es un teórico de la sociedad que está
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 21
controlada por instituciones que ejercen el control y construyen
a sus sujetos a partir de prácticas disciplinarias (la medicina, la
pe­dagogía, la administración del trabajo) que se ejercen en espa­
cios disciplinarios (la cárcel, el manicomio, la escuela, la fábrica).
Mi­chel Fou­cault, propone Fraser, es un teórico de un momento
en el que las instituciones (para “hacer vivir”) construyen “lo so-
cial” como una fórmula que pone a la población bajo la tutela del
Estado, es una teoría de la gubernamentalidad que se aboca al dis­
­ci­plinamiento colectivo nacional. Pero podemos encontrar en Fou­
cault, dice ella, elementos útiles para pensar en una nueva etapa
(que Fraser caracteriza como “posfordista”) donde las institucio­
nes no impulsan ya de la misma manera la constitución de “lo
social”.
En esta nueva fórmula “postsocial”, el Estado ya no se ocupa
directamente de la sociedad, sino que privatiza las áreas que an­tes
eran de su competencia (como las prisiones, el sistema de salud,
la seguridad, etc.), mientras que por el otro lado, se propone cons­
tituir a los sujetos (que antes eran “sujetos” de “lo social”) como
responsables de sí mismos, individuos con agencia, autodirigidos,
autorregulados, ciudadanos aparentemente “empoderados”. Este
proceso de des-socialización, en el que el Estado deja de ser un
Estado de bienestar para transformarse en un Estado que se cons­
truye y administra a sí mismo por las leyes de la competencia,
al mismo tiempo que privatiza los servicios y hace a los individuos
responsables de buscar la solución a sus necesidades, “regresa” a
los urbanitas la tarea de proveerse de muchos de los servicios bá­
sicos. Miller y Rose (2008) plantean que la fórmula que el Estado
emplea para ello es la constitución de “comunidades morales”. Éste
es el caso, por ejemplo, de las tareas de vigilancia que el Estado ha
transferido a “comunidades” cuya formación alienta y que pue­den
verse reflejadas hoy en día en las ciudades en configuraciones co­
mo los condominios que se proveen a sí mismos de los servicios
de seguridad privada y que constituyen las así llamadas “comu­
nidades cerradas” o “enrejadas” (llamadas en inglés gated co­m­
munities).
Este modelo neoliberal de gobernabilidad no es un “retiro” o
“reducción” del Estado, por el contrario, el Estado teje una red más
densa de instancias que intervienen en el control de la población,
22 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

incluyendo (como lo describen Ferguson y Gupta) a instancias


“in­dependientes” o “privadas” en la atención de la población, como
en el caso de las organizaciones no gubernamentales (Ferguson y
Gupta, 2002).
Si las ciudades “de la lepra” y la “ciudad apestada” fueron
el escenario de dos grandes “esquemas” de gubernamentalidad (el
gran encierro y el control disciplinario), ahora los márgenes ur­
banos pueden ser considerados escenarios del nuevo esquema
de gubernamentalidad transnacional, caracterizado por la cons­
titución de comunidades morales, agentes activos empoderados,
pero también por la represión y el olvido.
El margen urbano es, en cierta forma, el resultado del “gran
encierro” de una ciudad que expulsa a la pobreza (como en los
casos de los habitantes de los centros depauperados de la ciudad
que con los programas de “gentrificación” se trasladan a las perife­
rias urbanas; son zonas “abiertas” por la exclusión). Así, el concep­
to de “ciudad marginal” incluye las categorías abiertas como las
ciu­dades perdidas, barrios marginales, favelas, colonias popula-
res, pueblos jóvenes, loteamientos piratas, barriadas, rancheríos
pobres, villas miseria, callampas, tugurios, conventillos, solares,
cuar­terías, allegados, slums, etc., que se caracterizan por no estar
acotadas y normalizadas. Tales “márgenes urbanos” son espacios de
flujos y no perfectamente demarcados, donde las “periferias ur­ba­
nas” continuamente crecen en extensión y se expanden por me­
canismos de comunicación y movilidad humana.
Los habitantes de los márgenes urbanos, muchos de ellos
migrantes de primera generación, fueron constructores de ciuda­
des que vivieron en los intersticios urbanos (algunos llegaron a
casas de familiares, otros vivían en los espacios de sus empleado­
res como el servicio doméstico o en las obras de construcción en las
que trabajaban). Construyeron las ciudades y al mismo tiempo
construyeron su propia vivienda ahí donde era la no-ciudad. Fue­ron
al mismo tiempo los actores de la construcción y de la autocons­
trucción. Excluidos internos de la ciudad (los así llamados “tugu­
rios” o centros depauperados urbanos) o ampliadores de las
pe­riferias urbanas, fueron los protagonistas de un esquema auto­
dirigido y autorregulado que se adelantó a la era neoliberal, que
autores como Gupta y Sharma han denominado “work-fare” (Esta­do
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 23
de trabajo) en oposición al “well-fare” (Estado de bienestar) del
fordismo (2006).
Ya desde el contexto de la ciudad disciplinaria surge prema­
turamente en los márgenes urbanos este tercer esquema de gu­
bernamentalidad, que impulsaron los programas de urbanización
de la ciudad a partir de esquemas de coparticipación en el desarro­
llo. En este esquema, los programas de ayuda en las zonas depau­
peradas e “irregulares” otorgaron por ejemplo los insumos para el
trabajo, pero la “comunidad” debía organizarse, poner el trabajo
para hacer las zanjas y así tener drenaje y agua potable.
Los márgenes se volvieron espacios en los que por un lado
se impulsaba un modelo incompleto de “lo social” que se trans­
for­ma en un “productor de comunidad”, pero al mismo tiempo
muchos de estos actores, migrantes de otras regiones, tuvieron
como ejem­plo y recurso formas de organización, como por ejem­
plo las organizaciones de “pueblo” formadas por quienes se or­
ganizan en tor­no a sus vínculos culturales, parentales, rituales y
políticos con el terruño del que provienen.
Pero aquellos que eran actores “excéntricos” (por estar fuera
de las normas, y por estar en las márgenes geográficas) resultaron
ser un modelo a seguir, ya que frecuentemente transformaron zo­
nas indeseables para vivir en zonas con servicios y con un mayor
valor comercial (Ward, 1977). El modelo participativo popular de
la ciudad autoconstruida se parece hoy más al esquema neoliberal
de la “comunidad enrejada” (gated community con iniciativas para
proveerse de manera privada de servicios faltantes o escasos, co­
mo la seguridad), que al “fraccionamiento urbano” regular reali­
zado por el capital inmobiliario en el que se enfocan los servicios
públicos que provee el gobierno de las ciudades.
Sin embargo, hay que dejar claro que el nuevo modelo fluctúa
entre las nuevas “comunidades neoliberales” (automotivadas) y las
así llamadas “anticomunidades” (Miller y Rose, 2008), que espar­
cen la violencia en los espacios abandonados por el Estado.
Fuertemente vinculados a la ciudad central, a la que entregan
su trabajo en un ir y venir cotidiano, al mismo tiempo los márge­
nes urbanos son espacios con gran movimiento demográfico. Igual
que son destinos de inmigración a la ciudad o de movilidad intra­
urbana, lo son también de migración internacional. Por eso esta
24 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

“ciudad marginal transnacional”, una ciudad de flujos y conexio­


nes entre márgenes urbanos, es un entramado entre los menos
favorecidos de diversas ciudades que ellos unen en su accionar
cotidiano. Es la contraparte de la ciudad global si entendemos esta
última como la ciudad de las conexiones financieras, productivas
y comerciales.
Los migrantes silenciosos de la ciudad construyeron los fila­
mentos que hacen que las márgenes de distintas ciudades se to­
quen, se comuniquen, para configurar un “tercer espacio”. Ellos
son los excluidos de más de una ciudad, viven una situación de
múltiple exclusión de orden urbano, o “exclusión urbana transna­
cional”. Los márgenes urbanos son al mismo tiempo comunidades
en resistencia, “abiertas” conceptualmente y abiertas a la migración.
Son, en el sentido de Miller y Rose (2008), comunidades “diaspó­
ricas” no solamente porque son viajeras, sino también porque son
ex-céntricas, pues en ellas no funcionan bien la división binaria
entre lo “local” y lo “foráneo”, lo “urbano” y lo “rural”, categorías
pro­pias de una ciudad disciplinaria que parecen nunca ajustar­
les completamente a estas realidades.
La ciudad global es un espacio exclusivo, de interconexión mun­
dial, donde los flujos de capital se sostienen veinticuatro horas
al día. La ciudad de las conexiones entre márgenes urbanos, la
de la globalización desde abajo, es una ciudad demográficamente
mucho más grande y de una enorme densidad social y cultural.
Es ésta la ciudad transnacional.

La ciudad transnacional

En la literatura sobre los estudios transnacionales podemos identi­


ficar al menos tres definiciones del concepto “transnacional” que
nos ayudan a comprender el objeto de este libro.

Transnacionalismo político y la ciudad fronteriza

Inicialmente, el concepto fue usado por los politólogos en el mar­


co de los estudios de las relaciones internacionales. El concepto se
originó en el contexto de una crítica al reduccionismo de algunos
planteamientos que veían las relaciones internacionales estricta­
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 25
mente como relaciones entre naciones, dejando fuera el estudio de
unidades sociales como las grandes corporaciones transnacio-
nales (cuyo capital puede exceder el producto interno bruto de
una nación) o las redes de organizaciones de la sociedad civil (que
pueden tener la presencia suficiente para condicionar las postu­
ras de un Estado-nación en un organismo multilateral como la
onu). Nye y Keohane (1971) propusieron una ruptura metodoló­
gica, ir más allá del “nación-centrismo” para robustecer el análisis.
Para ello, proponían incorporar a la reflexión territorios diferen­
tes a los nacionales (como las aguas internacionales, los polos o el
espacio exterior); generaron una teoría que fuese capaz de es­tudiar
procesos supranacionales (situación que puede ejemplificarse me­
jor con la realidad europea contemporánea) y tomaron en cuen­
ta las relaciones “interdomésticas”, es decir, las relaciones que se
dan entre dos sociedades y que muchas veces no pueden ser ex­
plicadas solamente a partir de la relación entre sus Estados. Esta
primera concepción de los procesos transnacionales desde la cien­
cia política sigue considerando fundamental el papel de los Esta­
dos, pero no asume la fórmula clásica que supone que el mundo
está organizado en un sistema de Estados que gobiernan sobre una
población contenida en un territorio en la que hay una o varias
naciones y grupos étnicos.
Las ciudades fronterizas son un ejemplo de este tipo de trans­
nacionalismo. Se trata de zonas metropolitanas que no están aco­
tadas por las fronteras nacionales, sino divididas por ellas. Así, para
su estudio es preciso abandonar el nación-centrismo metodo­ló­-
gico (Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992) y partir de una
defi­ni­ción de sujetos que no están contenidos dentro de un es-
pacio nacional y subordinados a un solo Estado. Los modos de vida
transnacionales de los urbanitas que pueblan las ciudades fron­
te­rizas nos invitan a pensar en nuevos territorios que no están
con­tenidos en una geografía nacional. Al estudiar estas relaciones
trans­domésticas nos invitan a incluir en el análisis urbano el estu­
dio de las fronteras políticas (de otra manera ausentes en el es­
tudio de las ciudades) que producen nuevas formas de clasificación
y diferenciación urbana. Por ello, nuevamente el estudio del Es­
tado es central, pero esta vez de una manera diferente pues se
trata por un lado de relaciones entre los habitantes de una ciudad
26 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

y más de un Estado, y por el otro lado, el papel de estas fronteras,


que son al mismo tiempo intraurbanas e internacionales, se ha tor­
nado en años recientes más complejo, por lo que el estudio de su
dimensión histórica es relevante.

Transnacionalismo antropológico
y la ciudad diaspórica

Los estudios antropológicos habían usado ya desde el año 1924


el concepto “transnacional” (Sapir, 1924), pero no fue sino hasta
finales de la década de 1980 que el concepto se constituyó en una
categoría teórica de relevancia. La detonación de un proceso de mi­
gración masivo a escala mundial en las últimas décadas del si­glo
xx se dio en nuevas circunstancias por el concomitante desarro­
llo de los medios de transporte y comunicación, de manera que la
migración no significó necesariamente y en todos los casos un pro­
ceso de desarraigo y de aculturación definitiva en otra sociedad.
Fue así como surgió una vertiente de los estudios transnacio­nales
vinculada al fenómeno de la migración. Este “transnacionalismo
migrante” dio cuenta de que la movilidad humana podía implicar
la comunicación constante, el regreso eventual y los lazos de soli­
daridad que se mantienen entre dos o más localidades. Nina Glick
Schiller y sus coautoras (1992) propusieron el concepto de “trans­
migrante” para referirse a estos nuevos sujetos y propusieron que
la vida que estos sujetos llevaban podría ser explicada con el
con­cepto de “simultaneidad”. Conceptos como “redes transnacio­
nales” (Herrera, 2001), “circuitos migratorios transnacionales” (Rou­
se, 1991) y “comunidades transnacionales” (Kearney y Nagengast,
1989) demostraron que estábamos ante la constitución de nuevas
formas de organización social con diversas densidades y perma­
nencia en el tiempo. Ludger Pries (2001) denominó a estas nuevas
fórmulas “espacios sociales transnacionales” para enfatizar que
se trataba al mismo tiempo de unidades sociológicas y de nuevas
geografías que no necesariamente son contiguas en el territorio.
Los estudios etnográficos mostraron que estos nuevos espacios
sociales transnacionales requerían instrumentos propios para su
estudio que dieran cuenta entre otras cosas de las nuevas formas
de institucionalización de la vida colectiva en el plano transnacio­
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 27
nal (Besserer y Kearney, 2006). El estudio de estos espacios exce­
de al “transnacionalismo migrante” pues incluye a quienes migran
y a quienes no lo hacen, como es el caso de las diásporas cuyos
miembros pueden reclamar filiación a un colectivo sin haber mi­
grado nunca y aun así no percibirse totalmente representados por
una identidad local.
Besserer y Oliver (2014) estudiaron la dimensión diaspórica
urbana, cuya etnografía muestra la conformación de espacios
sociales transnacionales. Tal es el caso de las “calles transnacio­
nales” formadas por vecinos que después de migrar siguen man­
teniendo una relación de vecinazgo, conformando así un modo
de vida urbano transnacional que puede incluir la ampliación de
relaciones de reciprocidad o de parentesco entre las diversas lo­
calidades que conforman un archipiélago urbano con su habi-
tar transnacional. La complejidad de la articulación transnacional
del “barrio chino” es un ejemplo de la densidad de estos ensam­
blajes de redes comerciales, comunidades transnacionales, reli­
giosidades y pertenencias étnicas que conforman a la “ciudad
diaspórica” con una gran densidad de relaciones urbanas en su in­
terior y una sofisticada institucionalidad. La ciudad diaspórica es
entonces una formación urbana transnacional, constituida por
el ensamblaje de espacios urbanos que unen los márgenes de di­
versas ciudades conformando un territorio discontiguo, por lo que
puede ser pensada como una ciudad insular (situación que difiere
de la contigüidad geográfica de las ciudades fronterizas), articu­lada
por modos de vida urbanos transnacionales que viven en con­di­
ciones de simultaneidad, situación en la que se reproducen lo mis­
mo relaciones de desigualdad y conflicto que de cooperación y
reciprocidad.

Transnacionalismo económico
y la ciudad clusterizada

La tercera definición del concepto “transnacional” proviene de las


reflexiones de los economistas que distinguieron el surgimiento
de nuevos actores económicos a quienes calificaron como transna­
cionales. Mientras que en el siglo xix las grandes empresas es­ta­ban
basadas en un territorio nacional pero podían entrar en intercambios
28 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

mercantiles internacionales, a principios del siglo xx se dieron ca­


sos de empresas cuyos centros de control estaban localizados en un
país, pero cuyas filiales operaban en otras naciones. Entre los casos
más conocidos de estas empresas “multinacionales” se encuentran
las grandes compañías mineras que, respaldadas por los gobier-
nos de sus países de origen, desarrollaban sus actividades extracti­
vas en otros países donde generaban economías y ciudades en­clave.
Al final del siglo xx surgieron sistemas de corporaciones que ya no
tienen como referente un solo país, sino que sus capitales son “trans­
nacionales” en dos sentidos. Por un lado son el conglomerado de
capital de muchos orígenes nacionales distintos, y por el otro lado
su estructura organizacional ha relocalizado los centros de toma de
decisión en distintos puntos geográficos. Tal es el caso de los con­
sorcios automovilísticos que han sumado empresas de distintos
orígenes, cuyos centros corporativos y productivos se han descen­
trado y dispersado geográficamente (Pries, 2001), para establecerse
en clusters urbanos configurados como “zonas de excepción” (co-
mo es el caso de las Zonas de Producción para la Exportación) (Ong,
2006).
El archipiélago de clusters urbanos articulados por las cadenas
globales de mercancía puede ser caracterizado como una forma
específica de ciudad transnacional, la ciudad clusterizada. Se trata
de un archipiélago urbano cuyos nodos forman esta compleja red.
Esta fórmula tiene algunos elementos en común con las ciudades
enclave mineras, que eran construidas por empresas allá donde no
había una infraestructura urbana que apoyara las labores de ex­
tracción minera. Estos “company towns” eran un producto y en gran
medida propiedad de la empresa. Muchos enclaves mineros
compartían esta situación de subordinación laboral-urbana a una
misma empresa, y eso explica en gran parte la coordinación de los
movimientos urbano-laborales a escala nacional e internacional.
Pero la organización económica ha cambiado. En algunos casos los
nodos de la red siguen siendo unidades urbanas construidas com­
pletamente para cumplir con una función económica en la red
global. Tal es el caso de algunas ciudades turísticas que (para usar
los términos en que las describió Umberto Eco) son hiperrealida­
des o simulacras que fueron diseñadas y producidas como mercan­
cías para su consumo internacional (Eco, 1999). En otros casos, en
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 29
el marco de un proceso más generalizado de internacionalización
de los procesos productivos, la producción se realiza en clus­ters que
pueden estar enclavados dentro de las ciudades o en zonas espe­
cíficas para la producción internacional. Así, el rango de las re­des
de nodos que forman la ciudad clusterizada pueden ir desde uni­
dades productivas como los call centers instalados frecuentemente
en centros comerciales (como es el caso de Guatemala), hasta gran­
des ciudades turísticas construidas ex profeso para el tu­rismo inter­
nacional, como Cancún en México; o pueden ser un conglomerado
enclavado en una ciudad, como es el caso de los clusters industria­les
para la industria de la computación en Banga­lore, In­dia (con­side­
­rado el Silicon Valley de aquel país). Como lo refieren los es­tudios
que forman este libro, entre los nodos de estas redes de clusters
ur­banos se generan procesos de homogeneización de los pro­ce-
sos la­borales, formas de organización gremial y circuitos de movi­
lidad laboral.

Formaciones urbanas transnacionales

Hemos propuesto hasta aquí que los modos de vida urbanos trans­
nacionales configuran espacios sociales de diversa índole. Pueden
ser calles transnacionales, barrios transnacionales, comunidades
urbanas indígenas transnacionales, pero también cadenas trans­
nacionales de cuidados o de construcción, o de producción de
servi­cios que en su ensamblaje constituyen formaciones urbanas
transnacionales o tipos distintos de ciudad transnacional que
produ­cen y recrean a la ciudad global edificándola, avituallándo­
la, limpiándola, cuidándola, produciendo para ella.
Hasta aquí hemos reconocido también tres tipos de forma­
ciones urbanas transnacionales, o ciudades transnacionales, que
ejemplifican distintas dimensiones del proceso de transnaciona­
lización. La ciudad fronteriza puede ser un espacio que muestre
mejor la dimensión política de los procesos de transnacionaliza­
ción. La ciudad diaspórica ejemplifica los procesos de transnacio­
nalización social. La ciudad clusterizada puede ayudarnos a en­focar
nuestra atención en la dimensión transnacional de los procesos la­
borales y económicos. Cada una de estas formaciones urbanas es
30 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

un ejemplo específico de la manera en que se constituye la “ciudad


transnacional”. Sin embargo, en la práctica, pese a sus diferen­-
cias, los tres tipos de formaciones urbanas son multidimensionales,
por lo que encontramos en todas ellas procesos de transnaciona­
lización política, económica y social. Al mismo tiempo, la ciudad
trans­nacional es un constructo analítico que debe ser entendido
en su relación con lo que hasta hoy entendemos como “la ciudad
global”.
Desde nuestro punto de vista, estamos (para usar los términos
de Williams) ante una compleja fórmula urbana transnacional
emergente que aparece junto a otras formas de organización has­ta
ahora dominantes o residuales (Williams, 1980). Así, el concep-
to de “ciudad transnacional” puede usarse como un concepto que
engloba al mismo tiempo una gran diversidad de especificidades
etnográficas, distintas dimensiones analíticas, y que en su densi­
dad es un fenómeno que puede ser situado históricamente.
En este sentido, el estudio de la ciudad transnacional como
se presenta en este libro supone un cambio histórico que requiere
de un nuevo instrumental para el análisis en los planos teórico,
metodológico, y epistémico, como lo proponen Khagram y Levitt
(2008).
Las formas de gubernamentalidad dominantes hasta ahora su­
ponían un isomorfismo entre Estado, sujeto social y territorio, por
ello el estudio urbano partía de una unidad territorial urbana para
demarcar al sujeto social, entendido como sujeto a procesos de
un régimen urbano específico. Los estudios transnacionales han
mostrado que estamos ante cambios en el plano político, económi­
co y social que exceden el plano local, lo que supone dejar atrás lo
que se ha denominado “nacionalismo metodológico” (que suponía
partir metodológicamente de la delimitación de un territorio para
comprender los procesos sociales que se daban en su interior).
El fenómeno que deseamos estudiar nos requiere un cam-
bio metodológico que supone iniciar desde otro punto de partida,
que es estudiar a la ciudad como una unidad social no contenida en
un espacio contiguo (es decir “des-territorializar el método”) para
pro­blematizar la geografía de estas ciudades y poder así conocer
la complejidad de la nueva geografía urbana (es decir, re-territoria­
lizar el análisis).
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 31
El estudio de la ciudad transnacional requiere una nueva me­to­
dología de análisis, en un momento en que se está desdibujando
el régimen urbano nación-céntrico (una ciudad, un territorio, un
go­bierno) para dar paso a un nuevo régimen urbano, una nueva
forma de regulación que en la práctica adquiere al menos tres for­
mas: la fronteriza, la diaspórica y la clusterizada. La primera deja
al descubierto la dimensión política del nuevo régimen urbano
que produce una ciudad transnacional dividida por fronteras y que
no puede ser estudiada en el marco de una sola nación y un solo
aparato político de Estado. En el segundo tipo, el diaspórico, resal­ta
el papel del nuevo régimen neoliberal, que transfiere a los sujetos
y comunidades que habitan espacios sociales transnacionales ur­
banos, el trabajo social de construcción de la ciudad. El tercer tipo
de ciudad transnacional, el clusterizado, deja al descubierto el pa­
pel que juega en el nuevo modo de acumulación del capital (capi­
talismo tardío, según Jameson) la producción transnacionalizada
para construir una nueva geografía urbana (Jameson, 1991).
En cada uno de estos tipos de ciudad, lo que anteriormente
eran situaciones de excepcionalidad son ahora el núcleo del pro­
ceso de ejercicio del poder y de extracción de valor. Así, la ciudad
fronteriza es un lugar privilegiado para entender los sistemas de
gubernamentalidad urbanos. La ciudad diaspórica, nos permite
co­no­cer los modos de vida transnacionales y las formas de cons­
truc­ción de la subjetividad transnacional urbana. Con la ciudad
cluste­rizada podemos comprender las formas de posesión y des­
posesión transnacionales.
Si bien podemos separar analíticamente estos procesos políti­
cos, económicos y sociales, cada una de estas formaciones trans­
nacionales urbanas incluye formas específicas de modos de vida,
formas de posesión y desposesión, formas de gubernamentalidad
y contiendas urbanas específicas e inseparables. Al mismo tiem­
po, estas formaciones urbanas transnacionales, o tipos de ciudades
transnacionales, se sobreponen y articulan de diversas mane-
ras. El mejor ejemplo es el de las ciudades fronterizas, que son pun­
tos nodales y de tránsito para los migrantes que conforman la ciudad
diaspórica, y son puntos privilegiados para la inversión de capital,
por lo que alojan clusters productivos asociados a las nuevas formas
de organización del capital (como en el caso de las maquiladoras y
32 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

“plantas gemelas” que se establecieron en la zona metropolitana


Tijuana-San Diego, una ciudad fronteriza con una presencia im­
portante de sujetos diaspóricos).
El estudio de las ciudades transnacionales presenta dos retos
importantes. Por un lado, la ciudad transnacional conforma un es­
pa­cio que trasciende fronteras, articulando localidades y proble­
máticas para las que los marcos analíticos que tenemos siguen
siendo parciales y específicos en muchos sentidos. En segundo lu­gar,
la investigación antropológica de la ciudad transnacional es cada
vez más una investigación sobre nosotros mismos, y cada vez menos
una etnografía de la otredad. Ambas situaciones recla­man un cam­
bio epistémico en la etnografía urbana como la conocemos.

Ejes analíticos

Existen diversas aproximaciones teóricas que convergen y ro­


bus­te­cen el marco analítico de los estudios transnacionales. Los
apor­tes principales vienen (además de los trabajos sobre “transna­
cionalismo migrante” que ya hemos descrito antes) de los estu­dios
culturales, una de cuyas vertientes se ha definido como “trans­
na­cionalismo diaspórico”, y un otro cuerpo de pensamiento son
los estudios poscoloniales. Coinciden estos trabajos en la preocu­
pación por proponer nuevas aproximaciones epistemológi­cas
(Khagram y Levitt, 2008); superar el nacionalismo metodológi­co
proponiendo por ejemplo nuevas unidades espaciales de análi­
sis como el “Atlántico negro” (Gilroy, 1993), y buscar construir
nuevas aproximaciones teóricas para el estudio de procesos socia­
les contemporáneos basándose en la revisión de autores clásicos
como Foucault, Gramsci y Lacan (Ferguson y Gupta, 2002; Hall,
2003).
La investigación que se reúne en este libro partió de la identi­
ficación de formaciones sociales urbanas que en su dispersión geo­
grá­fica cruzan no solamente fronteras nacionales, sino que superan
el alcance de los marcos teóricos que les han estudiado parcial­mente.
Un ejemplo que nos permite ilustrar esta situación es el caso que
nos presenta en este libro Nancy Wence, quien encuentra produc­
tivos los trabajos de los estudios poscoloniales desarrollados para
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 33
el estudio de los movimientos sociales bolivianos (Rivera, 1984),
de la misma manera que descubre esclarecedor el uso del trans­
nacionalismo migrante entre los estudiosos de la migración indígena
de origen sudamericano en España (Suárez, 2008). Así, Cochabam­
bita, la ciudad diaspórica indígena que articula entre otros nodos
urbanos la ciudad de Cochabamba (estudiada desde la perspecti­
va poscolonial) y la ciudad de Madrid (punto significativo para el
desarrollo de una aproximación desde los estudios transnacio­
nales), ha sido analizada por Wence buscando una con­vergencia
entre las dos perspectivas analíticas. Lo mismo sucede con el estu­
dio del barrio chino transnacional que nos presenta Mónica Cin­
co, quien encuentra a los sujetos que estudia anali­zados desde la
perspectiva del transnacionalismo migrante (Ong, 1999), así como
desde los estudios culturales (Hu-DeHart e Hiraba­yashi, 2002).
Abrevando de estos marcos analíticos, y con el afán de contri­
buir a la convergencia de los mismos, decidimos, para este estudio,
tomar tres conceptos clave de las orientaciones teóricas menciona­
das antes como ejes analíticos de los casos de estudio contenidos
en este libro. Se trata del concepto de “modo de vida”, central en
los estudios culturales, del de “gubernamentalidad transna­cio­
nal”, desa­rrollado por los estudios poscoloniales, así como del de
“despo­sesión transnacional” como un desarrollo de los estudios del
transnacionalismo migrante. Con ellos proponemos contribuir a
la construcción de una “economía política de las ciu­dades trans­
nacionales”.
Modo de vida. El concepto “modo de vida” en los estudios de
la ciudad tiene una raigambre en los primeros estudios de la so­
ciología urbana. Wirth (1988 [1938]), en su análisis de las ciudades,
encontró que se oponía la tradición de los grupos diaspóricos de
reciente llegada a las ciudades estadounidenses (como la colec­
tividad judía a la que él mismo pertenecía) con el “modo de vida
urbano” que ejercía sobre ellos una fuerza transformadora. La lite­
ratura reciente sobre las diásporas ha sugerido que mientras que
éstas contribuyeron a la construcción de la modernidad y a un “mo­
do de vida” que era afín a los nacionalismos (como el american
way of life o el “modo de vida londinense” como lo refiere Gilroy),
las ciudades poscoloniales ven la emergencia de una ex­periencia
diaspórica que desde su propio “modo de vida transnacional” elu­
34 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

de los nacionalismos y construye una nueva contra-modernidad


(Chun, 2001). El concepto de “modo de vida” en los estudios cul­
turales propone vincular lo que otras aproximaciones separaban
(base y superestructura, ideología y conciencia). El modo de vida
y la cultura constituyen un entramado donde la cultura articula
los elementos constitutivos del modo de vida, como son las prácti­
cas sociales (Hall, 2006). Williams, nos dice Hall, reconoce en E.P.
Thompson la idea de que existe una confrontación entre modos
de vida, y propone una aproximación gramsciana donde el con­
cepto de hegemonía permite construir una percepción histórica
que reconoce formas dominantes, residuales y emergentes. Así, si­
guiéndolos, proponemos que los modos de vida de la ciudad dias­
pórica son formas transnacionales emergentes que configuran un
entramado que por un lado está en contienda con las formas do­
minantes y residuales (nación-cénticas), y por el otro (para usar
el concepto de Ana Tsing) es el locus de fricciones entre formas
hegemónicas y subalternas (como podrían ser los modos de vida
cos­mopolitas de las elites globales emergentes, y los modos de vi-
da transnacionales de los nuevos urbanitas transnacionales sub­
alternos) (Tsing, 2005).
Gubernamentalidad transnacional. En los textos fundacionales
de los estudios poscoloniales, el poder se encuentra en el cen-
tro del análisis. Los aparatos disciplinarios del orientalismo produ­
cen al “oriente” en una versión foucaultiana de las relaciones entre
imperio y colonia (Said, 1990). El concepto de “gubernamentalidad”
planteado por Foucault (1978) implica un cambio en la percepción
de que un Estado gobierna sobre un territorio, para proponer que,
fundamentalmente, los Estados gobiernan sobre una población, y
para ello estos aparatos del saber que tienen como meta la pobla­
ción son fundamentales. No solamente las narrativas disciplinarias,
también los aparatos de seguridad y los instrumentos puntuales de
gobierno, como los censos, producen a la sociedad que será go­
bernada. La gubernamentalidad produce la posibilidad de gobernar.
Foucault especifica que hemos magnificado el papel del Estado
dejando así abierta la posibilidad de que la gubernamentalidad se
construya desde una multiplicidad de lugares. Nancy Fraser, quien
pone en perspectiva histórica el pensamiento de Foucault, propo­ne
que estamos en el vértice de un cambio de un sistema nacional de
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 35
gubernamentalidad a una fórmula de gubernamentalidad trans­na­
cional (Fraser, 2003). El concepto de “gubernamentalidad trans­
na­cional” ha sido desarrollado por teóricos poscoloniales como Akhil
Gupta y James Ferguson, quienes proponen que en el nuevo mo­
delo político (un modelo que no se basa en el supuesto de que una
nación se encuentra contenida en un territorio) el Estado privati­za
una buena parte de sus funciones, ya sea a través de aparatos que
bus­can un beneficio económico o de organizaciones no guberna­
men­tales que realizan esta tarea (Ferguson y Gupta, 2002). Mahmood
(2001) propone que los sujetos poscoloniales —las per­sonas— no
son más sujetos pasivos frente al Estado, sino “agentes dóciles” que,
como lo reiteran Miller y Rose, son agentes activos, autodirigidos,
que toman sobre sí las tareas que el modelo bene­factor reservaba
para el Estado (Miller y Rose, 2008), en una fórmula que Gupta y
Sharma (2006) definen como “Estado de trabajo” (en oposición al
Estado benefactor). En un siglo caracterizado por las migraciones
masivas, aparece un nuevo modelo de relación entre población y
Estado (un modelo con el que muchos Estados han construido su
relación con su población diaspórica) donde aparecen dispositivos
que coadyuvan a la producción de la nueva gubernamentalidad
transnacional. Éstos incluyen los “mercados de la nostalgia” (Hirai,
2009; Pizarro, 2010), las prácticas de las organizaciones privadas
y no gubernamentales (Rudnyckyj, 2004), así como las institucio­
nes financiadoras y empresas transnacionales (Sawyer y Gomez,
2008). En este trabajo nos hemos propuesto investigar las formas
de gubernamentalidad que operan en el ámbito urbano, en un mo­
mento en el que frente al modelo dominante de ciudad conteni-
da —un modelo que enfatiza en el territorio— aparece un modelo
emergente de ciudad abierta, que hace énfasis en la población. Se
trata de comprender los procesos de gubernamentalidad que apa­
recen en las ciudades fronterizas, en ciudades con características
diaspóricas (como en el caso del Distrito Federal, capital de la Re­
pública Mexicana, que ha reconocido el voto de los “defeños” en
el extranjero en la elección de sus autoridades), pero también el
papel que juegan los sistemas corporativos en los archipiélagos
de clusters urbanos donde operan. Si la gubernamentalidad trans­
nacional puede ser referida como un proceso de “producción de
los sujetos” o un mecanismo para “hacer que hagan”, o “hacer ha­
36 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

cer”, estaríamos ante una situación análoga a la que propone Du


Bois (1994) con el concepto de “doble conciencia”, es decir, la auto­
percepción de los sujetos a través de la imagen hegemónica que
se construye sobre ellos. Pero en esta investigación no pensamos
la condición transnacional (fronteriza, diaspórica o clusterizada)
necesariamente como la reiteración constante de las imágenes
producidas en los dispositivos de un aparato discursivo o per­for­
man­ce. Podemos inferir, desde luego, que la condición transnacio­
nal es un terreno de contienda donde se expresan contradicciones
que aparecen tanto en el plano de las representaciones como en el
de las prácticas y experiencias vividas. De ahí que pensemos en
fric­ciones entre los modelos residuales, dominantes y emergentes,
así como contradicciones entre las formas hegemó­nicas y subalter­nas
de la producción del poder urbano en el plano transnacional.
Desposesión transnacional. Usamos en esta investigación el con­
cepto de “desposesión” planteado por David Harvey en el contex­
to de la discusión sobre el “derecho a la ciudad”, para explicar las
formas más contundentes de extracción de valor de una población
urbana que produce la ciudad y para la ciudad, y que no sólo no
goza de los beneficios de su trabajo sino que está expuesta al arre­
bato repentino o sistemático de sus bienes, su condición legal,
su futuro o su dignidad (Harvey, 2008). Algunos autores han plan­
tea­do el concepto de “desposesión transnacional” para referirse
a las ramificaciones de este proceso, hacia el plano transnacional.
Min­koff-Zern (2012), por ejemplo, usa el concepto para explicar
la si­tua­ción de los transmigrantes mexicanos que sufren la des­
po­sesión de sus bienes en México (la pérdida de sus tierras o el
acoso en contra de sus sistemas de cultivo) para llegar a Estados
Unidos a realizar labores donde, en situación de precariedad legal,
son frecuentemente víctimas de abusos por sus empleadores. Sin
embargo, nos parece que los procesos de acumulación en el pla­
no transnacional se realizan por estos brutales mecanismos de
desposesión flagrante, pero también por mecanismos más sutiles
y eficientes de explotación. De ahí que, aunque hemos decidido
conservar el concepto de “desposesión transnacional”, lo hace-
mos poniendo en el centro el concepto de “valor” lo cual implica
la atención sobre el trabajo de los urbanitas transnacionales en
nuestros casos de estudio sobre ciudades fronterizas, diaspóricas y
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 37
clusterizadas. Esta perspectiva permite ampliar el estudio a pro­
ce­sos complejos y sutiles, ya referidos por otros autores, como es
el caso del “poder clasificador y filtrador de las fronteras” propues­to
por Michael Kearney (2003) para explicar que las fronteras operan
negativamente sobre la convertibilidad de los valores (económi­
cos, sociales, culturales) de los sujetos, así como sobre la catego­
rización de sus personas (situación perceptible cotidianamente en
las ciudades fronterizas). Otros trabajos han estudiado la extracción
de valor por mecanismos (por así llamarlos) de “larga dis­tancia”, co­
mo las cadenas globales de cuidado (Herrera, 2005) perceptibles
en las ciudades diaspóricas de nuestro estudio. Pero también per­
mite comprender la condición de quienes trabajan en situaciones
de excepcionalidad, como los complejos industriales de las ciu­
dades clusterizadas, donde el cambio tecnológico y los nuevos siste­
mas de organización para el trabajo, las condiciones privilegiadas
de pago de impuestos y costos de los insumos para los inversionis­
tas, se suman a las formas más burdas de subordinación y extracción
de valor. La postura de esta investigación, entonces, no solamente
presume la desposesión de los habitantes de la ciudad transna­
cional, por la ciudad global mediante mecanismos —por así lla­
marlos— de “circulación” entre dos unidades urbanas articuladas
pero diferente, sino que propone que estamos también ante me­
canismos emergentes de un modelo donde la globalización y la
transnacionalidad se integran en un solo sistema en el ámbito de
la producción (donde la prestación de servicios, el trabajo inmate­
rial, la producción de información como mercancía son centrales).
De esta manera, el estudio de la ciudad sirve de contexto para
articular analíticamente tres conceptos que acercan las posturas
de los estudios culturales, el pensamiento poscolonial, y el trans­
nacionalismo migrante, en lo que pensamos puede conformarse
como un marco conceptual robusto del estudio de los procesos ur­
banos transnacionales.

Diseño de la investigación y estructura de la obra

El trabajo general de la investigación de esta obra se desarrolló en el


marco de un seminario general con reuniones periódicas. Este se­
38 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

minario incluyó comunicación vía internet con los investigadores


que se encontraban en otras latitudes. Finalmente, se organizaron
coloquios para la discusión global de la obra que el lector tiene aho­
ra en sus manos.
El equipo de trabajo tuvo dos características importantes: por
un lado se vinculó con especialistas de los lugares donde se realizó
el trabajo de campo para incorporar en el análisis la multiplicidad
de miradas académicas sobre los procesos estudiados. La partici­
pación de este gran número de investigadores permitió la concre­
ción de la Red de Estudios Transnacionales. En segundo lu­gar, un
número importante de investigadores realizaron trabajo autoetno­
gráfico por pertenecer a la comunidad china, hacer etnografía de
su propia tribu migrante, estudiar a su familia migrante o fronte­
riza, etc. Esto les permitió formular preguntas más precisas en el
trabajo de campo; partió de un conocimiento de mayor profundi­
dad temporal sobre las realidades estudiadas pues se podría de-
cir que los investigadores han estado en el campo toda su vida, y
per­mitió que esta investigación fuese un tipo de “etnografía prác­
tica” donde los propios sujetos de estudio practican la antropo­
logía realizando la investigación y presentando su análisis de los
resultados. Esta dimensión autoetnográfica aporta a este libro un
elemento que consideramos importante pues desde su experiencia
transnacional vivida los propios investigadores hicieron aportes
para construir un marco conceptual transnacional alternativo al
de la mirada dominante de las ciudades como “localizadas”, y para
superar con propuestas novedosas el nacionalismo metodológico.

Tres momentos en la investigación

Se hicieron primeros estudios etnográficos exploratorios que nos


permitieron identificar los problemas de estudio, desarrollar
me­to­dologías de campo y establecer un diseño de investigación
adecua­do. En un segundo momento se diversificaron los casos de
investigación y paralelamente se organizó un seminario para man­
tener una discusión continua sobre los hallazgos etnográficos. En
un tercer momento se estableció una organización de tipo matri­
cial para el análisis de los materiales. En este sentido es que, por un
lado, se constituyeron grupos de trabajo por tipo de ciudad (fronte­
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 39
riza, diaspórica y clusterizada), y por el otro se organizaron grupos
de trabajo con base en los ejes comunes de investigación (modos de
vida, gubernamentalidad y desposesión transnacional). El proyec­
to continuó realizando reuniones plenarias y coloquios públicos
para discutir las estrategias de análisis y redacción de los resulta­
dos, con lo que se formó un abultado banco etnográfico sobre la
ciudad transnacional.

Grupos de trabajo por formación urbana transnacional

La ciudad diaspórica. Este grupo de investigación realizó las pri­


meras exploraciones etnográficas sobre el proceso de transnacio­
nalización urbana. La investigación se concentró en el estudio de
unidades etnográficas previamente localizadas como el conglome­
rado de barrios chinos de América, las comunidades transnaciona­
les indígenas asentadas en la ciudad de México y el emblemático
“Neza York”. En el equipo que llevó a cabo este trabajo participó
una joven investigadora radicada en la ciudad de México cuya fa­
milia construyó tanto los edificios de la turística ciudad de Myrtle
Beach en Estados Unidos, como los servicios y casas de autocons­
trucción de la última calle del Distrito Federal donde éste linda con
los terrenos boscosos del norte de la ciudad. Este equipo publicó
sus primeros resultados en el libro Ensamblando la ciudad transna­
cional. Sustentado en el marco teórico de los estudios transnacio­
nales y con una aproximación etnográfica que hemos denominado
etnografía especular, el principal aporte del trabajo fue el registro et­
nográfico de espacios sociales transnacionales urbanos y la identi­
ficación de sus principales características. Este trabajo nos dio la
pauta para entender los elementos constitutivos de lo que ahora
llamamos en este libro ciudades diaspóricas, y dio cuenta etnográfi­
ca de fórmulas específicas de lo que ahora llamamos modo de vida
transnacional.
Esta línea de investigación se continuó con la inclusión de nue­
vos casos de estudio en otras latitudes. Se inició así un estudio
sobre las formaciones urbanas transnacionales indígenas entre
Cochabamba en Bolivia y la ciudad de Madrid en España. Se ex­
pandió el trabajo de campo en los barrios transnacionales de ori­gen
chino a Beijing, la ciudad de México y París. Son éstos los trabajos
40 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

que se incluyen en esta obra. Adicionalmente se hizo trabajo de


campo con trabajadores dominicanos en diversas ciudades de Eu­
ropa, cuyos resultados aún están en proceso de análisis.
La ciudad fronteriza. El segundo grupo de investigación tuvo
a su cargo el estudio de distintos procesos sociales que se dan en
las ciudades fronterizas, pensando en que éstas mostrarían con ma­
yor nitidez las dinámicas transnacionales de la vida urbana.
En un primer momento el trabajo exploratorio se realizó en
los complejos urbanos Mexicali-Calexico y Tijuana-San Diego de la
frontera entre Estados Unidos y México. Se realizó también traba­
jo de campo en la ciudad de Tapachula y éste se extendió por un
entramado de ciudades que van desde Ciudad Hidalgo en México
hasta la ciudad de San Salvador en El Salvador. De la misma ma­
nera, el trabajo de campo que iniciamos en Santa María del Águi­
la en España, separada de Marruecos por la frontera marítima que
representa el mar Mediterráneo, se extendió hasta ciudades del
interior de Marruecos como Rabat. Realizamos adicionalmente tra­
bajo de investigación en la ciudad de México (por la fronte­ra aérea
que la transforma en una importante zona fronteriza urbana de
nuestro país con el mundo).
Estos primeros trabajos abrieron el camino para que pensára­
mos en la importancia de los mecanismos de poder que operan
en el nivel transnacional en estas zonas urbanas fronterizas. Los dis­
positivos que ordenan el sentido de las ciudades, las políticas pú­
blicas que se expanden a ambos lados de la línea fronteriza, los
regímenes morales que construyen la desigualdad transfronte­riza,
y los regímenes de sentimientos que producen sujetos autorregu­
lados que cruzan las fronteras en busca de empleo, de reunifica­
ción familiar y de una vida alejada de la violencia, fueron ejemplo
de ello.
Estos trabajos nos dieron las primeras orientaciones para es­
tructurar lo que en este trabajo denominamos “la ciudad fronte­
ri­za” y nos ayudaron a profundizar en la reflexión sobre el uso que
le daríamos al concepto de “gubernamentalidad transnacional”.
La mayoría de los trabajos etnográficos han sido ya termina­
dos como tesis de grado o posgrado. Una de ellas ha merecido un
pre­mio nacional y está esperando ser publicada (Guillot, 2012).
Sin embargo, con el propósito de ganar claridad en la investiga­
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 41
ción, en un segundo momento se concentró el trabajo en el com­
plejo urbanístico Tijuana-San Diego, y son los trabajos realizados
en esta zona los que se incluyen en este libro.
La ciudad clusterizada. Un tercer grupo de investigación rea­
lizó trabajo de campo en clusters urbanos con fuerte inversión de
capital. Los primeros trabajos exploratorios se abocaron por un
la­do al estudio de la dimensión urbana de la industria de las tele­lla­
madas (call centers), y por el otro a las ciudades turísticas.
Estos primeros casos de estudio nos permitieron articular el
concepto de “desposesión transnacional” y definir lo que aquí he­
mos llamado “la ciudad clusterizada”.
Siguiendo en la ruta de estos primeros resultados, se amplia­
ron los casos de estudio sobre las telellamadas a los clusters de la
ciudad de Guatemala, ciudad de servicios y lugar de anclaje de call
centers que operan transnacionalmente en glamorosos centros co­
merciales modernos y en áreas de distinción urbana. Se continuó
el trabajo en las ciudades clusters turísticas, especializadas en tales
actividades que se organizan en torno a cadenas globales de produc­
ción de servicios: de hotelería, líneas aéreas, agencias de viaje y de
reservaciones. Se realizó también el estudio de los márgenes urba­
nos de Bangalore (la así nombrada “ciudad del silicón de India”), que
puede ser considerada también como sede de la llamada “econo­
mía del conocimiento” con presencia e importancia global.
Es posible entender al cluster como un hiperespacio que conec­
ta estas ciudades con otras donde se construyen el mismo tipo de
enclaves. En este sentido, este tipo de hiperespacio se explica mejor
en la escala urbana transnacional y menos por las lógicas urbanas
locales.

Estructura de la obra

En resumen, este libro está estructurado en tres secciones que


corresponden a cada uno de los ensamblajes urbanos transnacio­
nales elegidos para la investigación.
La primera sección incluye los estudios etnográficos sobre la
“ciudad fronteriza”. Esta parte del libro inicia con el trabajo de Are­
li Veloz, que nos da un panorama histórico sobre la zona metro­
politana fronteriza Tijuana-San Diego. La contribución de Anahí
42 FEDERICO BESSERER Y RAÚL NIETO

Jiménez, con etnografía de la misma formación transnacional, se


concentra en el estudio de los modos de vida y las prácticas con­
trahegemónicas de los jóvenes urbanitas de esta zona fronteriza.
El trabajo de Lorenia Urbalejo, al mismo tiempo que cierra esta
sección con el estudio de la normalización de la vida de los jóve­
nes indígenas en esta frontera, nos brinda algunos elementos para
comprender la vida en las comunidades transnacionales de ori-
gen mixteco que contribuyen a la formación de este entramado
urbano.
“La ciudad diaspórica” es el nombre de la segunda sección del
texto. Esta sección incluye el trabajo de Mónica Cinco, quien nos
describe la constitución histórica del entramado urbano articulado
por la diáspora de origen chino en la Cuenca del Pacífico. Xime­
na Alba agrega a la comprensión de esta urdimbre urbana transna­
cional elementos de los barrios chinos en la fronteriza ciudad de
Mexicali (en la frontera entre México y Estados Unidos) y en la ciu­
dad de París. El trabajo de Lilia Solís regresa al caso de la migra­
ción mixteca, y nos muestra la complejidad de las redes formadas
por una comunidad transnacional que articula diversos asenta­
mientos urbanos en Estados Unidos y México. La contribución de
Nancy Wence cierra esta sección con el estudio de la colectividad
de origen boliviano, que se extiende entre los márgenes urbanos de
las ciudades de Madrid en España y Cochabamba en Bolivia.
La tercera y última sección del libro está dedicada a la “ciu-
dad clusterizada”. Esta sección comienza con el trabajo de Maribel
Ro­mero, quien regresa a la zona metropolitana Tijuana-San Diego,
pero esta vez para estudiar la vida de los trabajadores de un cluster
de la industria de los call centers en aquella urbe. Sigue a este tra­
bajo el estudio de Luis Pedro Meoño sobre la misma industria en la
ciudad de Guatemala. Esta sección continúa con la etnografía de
Valentina Glockner sobre la clusterización de los asentamientos
precarios o flexible slums en la ciudad de Bangalore, considerada
“el valle del silicón” de India por la presencia de la industria infor­
mática. Daniela Oliver cierra esta sección con el análisis de un clus­
ter turístico en el estado de Baja California Sur en México.
El libro concluye con un trabajo analítico sobre los distintos
tipos de formaciones urbanas transnacionales y su integración en
una gran “ciudad transnacional” de proporciones mundiales.
LA CIUDAD TRANSNACIONAL COMPARADA 43
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BL
An
CA
Primera sección

La ciudad fronteriza
La regulación de “lo íntimo”

Areli Veloz Contreras

Entre la década de los años cincuenta y hasta finales de los se­


tenta del siglo xx, en Tijuana y San Diego se hacía explícito en la
prensa local el problema de los abortos. Por un lado se acusaba a
médicos que no eran de la ciudad de practicar las llamadas “ras­
pas”. Al mismo tiempo, se señalaba que eran las mujeres estado­
unidenses las que llegaban a la ciudad a abortar. Se arrestaron
tanto a “comadronas”, a quienes se criminalizaba por hacer nego­
cio de manera ilícita e inhumana, como a las mujeres de sectores
populares quienes, se decía, no tenían escrúpulos para llevar a cabo
tal práctica.
Tal confrontación reflejaba las disputas políticas entre las dos
ciudades, las cuales no podrían ser interpretadas sin tener en cuen­
ta las relaciones de vecindad que históricamente se han construido
entre ellas. Tijuana y San Diego constituyen una zona fronteriza
transnacional sobre la que se cierne un orden simbólico que impri­
me discursivamente categorías que dotan de coherencias las dife­
rencias y desigualdades plasmadas en las formas de vida en la
ciudad. Una zona fronteriza transnacional que, como plantea Be­s­
serer, a partir de las valoraciones desiguales entre las fronteras
nacionales, produce y reproduce una dinámica transcultural en
su interior, que generan resilencias y reacciones, al mismo tiempo
que es un espacio de conflictos internos, de explotación y de vio­len­
cia. Estas ciudades se constituyen a partir de redes sociales (entre
ellas las de vecindad) donde se hacen evidentes las asimetrías e
inequidades existentes entre sus habitantes (Besserer y Nieto,

[51]
52 ARELI VELOZ CONTRERAS

2012:12). En esta zona fronteriza transnacional tienen lugar cam­


bios, rupturas y posibilidades de transformación hacia nuevos
ho­rizontes.
Para interpretar las inequidades en una zona fronteriza transna­
cional un sitio privilegiado es lo “íntimo”, como un sitio manipu­
lado, controlado y sitiado por un aparato de poder que construye
como espacios de control a la familia y su articulación directa con
el sexo y la sexualidad (Stoler, 2010:xxi). Este control puede ser
in­terpretado desde la relación poder-saber-placer, que se sostiene
en discursos sobre la sexualidad, lo moral y la otredad.
El sexo y la sexualidad son fenómenos políticos en sí mismos
y, como lo plantea Foucault, se utilizan como matriz de las dis­
ciplinas y de los principios de regulación. Alrededor del sexo se
en­­cuentra toda una trama de discursos variados, específicos y co­
ercitivos que, más que censurar, incitan a su práctica de manera
paliforme y regulada (Foucault, 2009:45-46).
El objetivo de este trabajo es mostrar cómo en los modos de
vida de la zona fronteriza transnacional no necesariamente existe
un continuum en el plano de los placeres, los deseos, las necesi­
dades, las significaciones y las prácticas que giran en torno al sexo
y la sexualidad. Más bien, mi propuesta es que a partir del ámbi­
to de lo moral se constituyen formas de regulación de lo íntimo
como parte central del control y vigilancia de las relaciones socia­
les de vecindad, expresadas por las leyes que cada país erige. Esto
incluye las prácticas de los individuos que reproducen las creen­
cias generadas históricamente por los sistemas simbólicos, al mis­
mo tiempo que la experiencia vivida genera cuestionamientos y
reacciones que son la base de contiendas y negociaciones.
Concebir la zona fronteriza transnacional como un espacio
sobre el que se cierne un orden simbólico implica tomar en cuen­
ta a las categorías como un instrumento que incide en la cons­
trucción de la sociedad, entendidas como parte de la comunicación,
del consenso y de las reacciones sobre el “sentido que se le da a
la vida”. Las categorías contribuyen así a la “reproducción de un
or­den” y su composición lógica forma parte de las condicionantes
de la integración “moral”. Coincido con Bourdieu, quien propone
que el ámbito de lo moral constituye la parte central de la acción,
de la dirección en que son guiadas las conductas y los comporta­
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 53
mientos asociados (Bourdieu, 2000:92) y en el que se subsumen
históricamente, propondría yo, el sexo y la sexualidad.
El sexo y la sexualidad han sido históricamente analizados
desde los discursos que enfatizan la contaminación sexual, la de­ge­
­neración mental, el peligro psicológico y/o la inmoralidad de
ciertos grupos sociales que han estado relacionados con las cate­
go­rizaciones que han demarcado las jerarquías entre el domina­
do y el dominante. Es en este contexto donde aparecen formas de
re­gulación en el campo de lo íntimo, como punto central de la
deli­mitación del primer y del tercer mundo, y en el contexto de
la construcción y resguardo continuo de las fronteras geopolíti­
cas y las relaciones jerárquicas que de ello se desprenden (Stoler,
2010:46).
Así, la delimitación de las fronteras geopolíticas, como garan­
tes de las relaciones jerárquicas, forma parte de la construcción
de un aparato de poder que contribuye a la generación de inter­
cambios desiguales de valor entre diversos tipos de personas y
regiones. Como menciona Kearney, a las fronteras y sus regíme­
nes fronterizos les corresponde el carácter clasificatorio que da
cuenta de la definición, categorización y afectación en las mane­
ras de entender y redefinir las identidades de las personas que
son circunscritas y divididas por ella. Del mismo modo, las fron­
teras modifican las posiciones y relaciones económicas de clase
de las personas que las cruzan, por lo que resultan ser un medio
filtrador y transformador de diversos tipos de valor económico que
circula a través de ellas (Kearney, 2008:81).
Si bien es cierto que las fronteras ejercen un poder filtrador
y clasificador, éste no solamente actúa sobre elementos que tienen
una importancia en el ámbito de lo económico. La construcción his­
tórica de las clasificaciones forma pares opuestos de significado
con valoración desigual que son encarnadas situacionalmente.
Aquí entiendo la idea de encarnación situacional como “un siste­
ma de categorías de percepción, pensamiento y acción” (Bourdieu,
2000), donde existe una experiencia dóxica entre la cognición y
la objetivación. En esta experiencia se reconoce la legitimidad del
ser en la medida en que se aprehende al mundo social y sus di­
visiones arbitrarias como si éstas fueran naturales e incuestiona­
bles, como en el caso de la división social entre los sexos. Así,
54 ARELI VELOZ CONTRERAS

adquieren coherencia las prácticas, los modos de vida en la zona


fronteriza transnacional, y las valoraciones que conllevan los dis­
positivos de regulación que operan y conforman, hasta el más fino
detalle, el cuerpo social.
A partir de ello, se producen, se regulan y se van construyendo
saberes y verdades en torno a la relación semántica que se esta­
blece entre los enunciados “mujer”, “femenino” y “frontera” que,
generalmente, como menciona Yuval-Davis (1993:625), son in­
terpretadas como reproductoras biológicas de los miembros de
una nación y de las diferencias entre grupos nacionales. La ley
juega un rol importante en la construcción del significado domi­
nante de la categoría mujer, en tanto que regulación legal de lo
sexual, de los matrimonios, de la familia, de las formas de procrea­
ción y de cómo se interpreta e interpela la sexualidad y el cuerpo
sexuado en distintas escalas geográficas.
Para explicar lo anterior, este trabajo se dividirá en tres apar­
tados. El primero tiene como objetivo señalar de manera general
cómo se fue construyendo y cobró sentido el orden simbólico de
la zona fronteriza transnacional (San Diego-Tijuana), donde “lo
moral” aparece como parte central de los modos de vida inequi­
tativos en la ciudad transnacional, y un sitio privilegiado para en­
tenderlo es lo íntimo, ya que opera como matriz de las disciplinas
y de los principios de regulación que aparecen en distintos discur­
sos. Un segundo apartado será dedicado a las acciones en torno al
sexo y la sexualidad, que se reflejaron en las contiendas, los des­
pliegues y los alcances políticos que se dieron en la ciudad, como
las distintas posturas feministas en California y la legalización del
aborto en Estados Unidos (en contraposición discursiva con los
antifeminismos y las campañas políticas que de ello emergieron).
En la última parte se hará mención de la práctica del aborto como
una forma de vida en la zona fronteriza transnacional que mos­
traba, desde lo vivido, la tensión entre las “verdades” y “las repre­
siones” de las sexualidades. A partir de la descripción de algunos
casos que fueron tratados por los periódicos locales en relación con
la criminalización y la muerte de mujeres tanto mexicanas como
estadounidenses relacionadas con la práctica de abortos, se mos­
trarán las inequidades vividas frente a las racionalidades inscritas
en la normativización de dichas prácticas.
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 55
El surgimiento de las campañas de moralización
en una zona fronteriza transnacional: los dominios
de lo “íntimo” entre el primer y el tercer mundo

La conformación histórica de Tijuana-San Diego como una zona


fronteriza transnacional se debe a las relaciones sociales, las di­
ná­micas de vida y las formas de regulación que se dan entre las
dos ciudades. Como lo menciona Urbalejo (2014:75), Tijuana, por
sus ca­racterísticas geográficas y su vinculación con Estados Uni­
dos, “na­ció como ciudad” al formar parte de un entramado trans­
nacional.
En los primeros años del siglo xx Tijuana fue una puerta fron­
teriza, una aduana rentable que conectaba a Estados Unidos
con Mé­xico. Esto comenzó con la “fiebre de oro” en California, que
se dio a mediados del siglo xix, donde una ruta importante de
México hacia aquel estado pasaba por lo que hoy se conoce como
Baja California. Ante esto, el gobierno federal decidió en 1874 cons­
truir una aduana en lo que ahora se conoce como Tijuana. Su
establecimiento representa la demarcación del territorio fronteri­
zo ante la sospecha de posibles intrusos y la violación a la sobe­
ranía nacional.
Desde la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, se
supo de propuestas y planes que tenían como objetivo invadir el
Partido Norte,1 ya sea por su posición estratégica en medio de con­
flictos bélicos o por las riquezas naturales que se podrían explotar
(minería, salinas, pesca y agricultura). Sin embargo, ninguno de
estos planes se concretó, pero sí creció la influencia de la vecin­
dad con California, lo que llevó a que desde la ciudad de México
se temiera por las consecuencias que de ello podrían derivar, por
lo que se instaló un puesto aduanal que marcó la presencia del go­
bierno federal mexicano y significó el nacimiento de Tijuana como
un asentamiento poblacional.

1 En 1823, después de la delimitación de la frontera geopolítica —o

que actualmente se conoce como Baja California— quedó a disposición


del gobierno federal y fue nombrado como el Partido Norte. Posteriormen­
te, el 14 de diciembre de 1884 se expidió un decreto que dividió el territo­
rio en el Distrito Norte y el Distrito Sur. En 1929, estos distritos pasaron
56 ARELI VELOZ CONTRERAS

Tijuana, además de ser un puesto aduanero desde sus inicios,


también se formó como un lugar de esparcimiento. Por su vecin­
dad con California, se crearon relaciones sociales que dieron paso
a una economía turística que incluyó hoteles, tiendas, licore-
rías y restaurantes, entre otros, que influyeron notablemente en el
cre­cimiento poblacional y la movilidad social entre las dos loca­
lidades.
En este contexto, se fueron suscitando distintos conflictos que
impactaron considerablemente a la población. En el lado estado­
unidense de la frontera surgió el “movimiento de templanza”, el
cual apelaba a la prohibición de lo que se consideraban diversio­
nes inapropiadas, y también la prohibición del consumo y produc­
ción de bebidas alcohólicas. Este movimiento fue integrado en su
mayoría por religiosas(os) tanto protestantes como católicos, que
tenían entre sus objetivos inhibir “esos vicios” ya que eran vistos
como generadores de decadencia, pues se les relacionaba con la
prostitución, con distintas enfermedades como la locura y, se de­
cía, provocaban la pobreza y la violencia en los hogares.
En California, a partir de 1911, dicho movimiento tuvo su ma­
yor auge, y su principal cometido fue impulsar la “buena moral” de
la nación estadounidense frente a la crisis del campo. El movi­
miento representaba como pacífico al sur rural de Estados Unidos,
en contraposición con la perdición social que, decían (en las no­
tas de periódico y como argumentos de los grupos que apoyaban
dichas reformas), se daban en el norte urbano de aquel país. El
“mo­vimiento de templanza” se forjó en torno a valores que se cons­
truían alrededor de “dios, la americanidad, la moral y la maldad
que giraba en torno al alcohol”. En este escenario de crisis econó­
mica y de enfrentamientos según los modos de vida que se cons­
truían a partir de la relación rural/urbano fue que tuvieron sus
efectos los reclamos de la población en cuanto a la venta y el con­
sumo de alcohol y cualquier tipo de diversión o entretenimien­to
relacionado con el pecado (Adams, 2001).

de ser federales a delegacionales. En 1930 deja de ser Distrito Norte para


constituirse como Territorio Norte de la Baja California (al igual que la
Baja California Sur) y en 1953 se convierte en un estado más de la Repú­
blica mexicana, llamado Baja California.
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 57
Sus mayores logros se concretaron con la ratificación de la
18a enmienda a la Constitución de Estados Unidos,2 conocida co­
mo Ley Volstead (1919 a 1933), lo que ocasionó el cierre de casas
de juego y de prostitución. En el caso del estado de California,
conlle­vó a que distintos condados buscaran alterna­ti­­vas en el lado
mexica­no de la frontera para este tipo de recreación (hoteles,
bares, ca­sas de juego, prostíbulos, entre otras prácticas considera­
das ilícitas). Así, Tijuana se convirtió en uno de los prin­­cipales
lugares de destino para llevar a cabo tales prácticas que se signifi­
caron como inmorales y, por ende, perjudiciales para las naciones.
Sin embargo, los moralistas en Estados Unidos —como fueron
llamados en la prensa tanto de California como de Baja Califor­
nia— no eran los únicos que vigilaban la naciente ciudad. Tam­
bién lo hacía el gobierno mexicano, que constantemente enviaba
a al­­gún funcionario a que informara y controlara por medio de
los ordena­mientos federales aquellas irregularidades, sobre todo las
que recaían en las transgresiones a los ideales nacionalistas, que
se de­nunciaban tanto por grupos de la localidad (sobre todo de la
eli­te política), como por el gobierno o los grupos consolidados en
California.
En estos años, el proceso de construcción de las relaciones so­
ciales que se daban entre San Diego y Tijuana provocó que ciertos
grupos, sobre todo de tintes conservadores, empezaran a crear cam­
pañas de moralización que pretendían “limpiar” una imagen que
se formaba a partir de aquello que se significaba como inmoral:
juegos de azar, tráfico de mercancías, prostitución y locura. Nombra­
da en la localidad como la leyenda negra de Tijuana, años después,
como contraparte, se apelaba a una moralidad que marcaba “su
antítesis y binariedad: la leyenda blanca”3 (Beltrán, 2012:19).
Así, surgieron grupos de la elite que comenzaron a crear cam­
pañas políticas en pro de la dignificación de la ciudad, con el ob­

2 Se prohibió la fabricación, la venta y el transporte de licores dentro

de Estados Unidos y de todos los territorios sometidos a su jurisdicción,


así como su importación y exportación.
3 El historiador local Antonio Padilla es el primero que sugiere el

concepto de la leyenda blanca basándose en las obras de Josefina Rendón


Parra. El autor sugiere que con el objetivo de contrarrestar la leyenda ne­
gra se crearon discursos para dignificar a la ciudad (Padilla, 1992).
58 ARELI VELOZ CONTRERAS

jetivo de regular aquellas conductas asociadas a la inmoralidad.


Alrededor de 1930 y 1950 se creó una primera campaña de morali­
zación en Tijuana, entre cuyos objetivos estaba “limpiar” la imagen
de la ciudad a partir de la exaltación de los valores en torno al tra­
bajo, la familia y la mexicanidad. Esto se dio bajo la influencia de
la ideología posrevolucionaria (que no era ajena a los metarrela­
tos que sobresalían en la época), la cual dictaba la exaltación de los
nacionalismos (muchos de ellos basados en la eugenesia) a partir
del mejoramiento de la raza social, física y mental, aspecto funda­
mental en los proyectos de civilización y modernidad de la época
(Ruiz, 2001:6).
Estos proyectos fueron delineando el dominio de lo “íntimo”,
donde los regímenes de verdad regularon los comportamientos
y las relaciones sociales a partir del control sobre el cuerpo (lo que
debe mostrar, esconder, controlar y expresar en público) e impli­
có la vigilancia minuciosa de las conductas consideradas adecua­
das. A partir de una moral social se establecieron un conjunto de
valores que rigieron las relaciones sociales y se puso énfasis en
el control de las mujeres a partir de discursos que destacaban la
creación de políticas públicas que resguardaran y regularan al cuer­
po sexuado, la sexualidad y el espacio privado, representado por la
familia nuclear (Tuñón, 2008:12).
Así, se fue creando una zona fronteriza transnacional sobre
la que se cernía una semántica de la moralidad, la sexualidad y las
mujeres, frente a la economía, la frontera geopolítica y las relacio­
nes sociales de vecindad que, desde políticas morales, configura­
ba la gubernamentalidad de los estados sobre la población. Fue
és­ta la manera como se construyeron diferencias y desigualdades a
partir de clasificaciones concatenadas que marcaban las disputas
en torno a las verdades y los saberes que delineaban las conduc­
tas que conformaban a las naciones divididas por la línea fronteriza.

La dignificación de Tijuana frente


a los vicios y la depravación:
disputas políticas en torno a las moralidades

La segunda campaña de moralización que se dio en Tijuana fue


entre la década de los sesenta y principios de los ochenta, en un
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 59
contexto de conflictos bélicos a nivel internacional, de crisis eco­
nómicas en Estados Unidos y reajustes discursivos frente a movi­
mientos sociales que exigían cambios en cuanto a las desigualda­
des de toda índole. Entre sus objetivos estaba ensalzar la imagen de
la ciudad desde la dignificación, el trabajo y la honestidad, en con­
traposición a las actividades del tráfico de drogas, el alcoholismo,
la holgazanería y el aborto que manchaban el nombre de Tijuana.
Esto se aunó a la preocupación por las adversidades económicas
y sociales, como la migración y la falta de trabajo que padecía la
población. Como lo describe Vizcaíno en una nota del periódico
local de la década de los sesenta:

[…] las autoridades se han mostrado impotentes para contener


la inmundicia cuando no han solapado o extorsionado a los co­
rruptores, lo mismo que los consumidores de sus productos
autodestructivos y que el aborto, el alcoholismo, la prostitución,
el juego y todas las otras formas de la maldad, no pueden traer
otra consecuencia que la desgracia […] Que nuestra sociedad,
tiene que tomar decisiones inaplazables de que las autoridades
han permitido este estado de cosas que ofende y destruye la mo­
ral de los residentes de la frontera al igual que la moral humana.
Que no es posible seguir ocultando estas lacras criminales que
inciden en nuestro pueblo, en nuestra vida pública. Que no es
posible que la organización social pueda desenvolverse hones­
tamente en un clima de absurda degradación […] [se necesita]
modelar otra vez nuestro modo de ser y ajustarnos a las con­
diciones de vida normales que un pueblo pobre sepa sobrevivir
y progresar de manera paulatina, pero limpia y constructivamen­
te (El Heraldo, Tijuana, viernes 17 de octubre de 1969).

Este discurso mostraba un tipo particular de relaciones de po­


der estables y jerárquicas subsumidas en el orden simbólico de
la zona fronteriza transnacional. Ahí, las clasificaciones adqui­
rían sentido en cuanto a que marcaban las diferenciaciones que
se­paraban en este caso lo moral de lo inmoral, lo extranjero de lo
con­nacional, lo local y lo foráneo, frente a modos de vida que
mos­­traban yuxtaposición de las políticas y del conocimiento des­
­de don­de se erigieron y se normativizaron las relaciones sociales de
ve­cindad.
60 ARELI VELOZ CONTRERAS

Así, los discursos dominantes de la época hacían explícito


el descontento por tales prácticas, lo que desencadenó enfrenta­
mientos entre los gobiernos de California y Baja California. Lo an­
terior se contrarrestaba con discursos que reflejaban la incesante
lucha por parte de los grupos de la elite política, para dignificar
a la ciudad a partir de una “racionalidad política” que justificaba
los juicios normativos desprendidos de las representaciones de la
leyenda negra, la cual se pretendía erradicar por medio de su con­
traparte, la leyenda blanca.
Lo anterior se unía a los problemas ya no sólo con el país ve­
cino, sino con el aumento migratorio del “interior” del país. Esta
situación despertó el temor de los grupos consolidados política y
económicamente hacia la introducción de nuevas costumbres y el
quiebre de las estructuras y los valores tradicionales que delinea­
ban el futuro de la ciudad. Ante esto, la preocupación ya no sólo
fue por los extranjeros que se decía causaban la mala imagen, sino
también por los migrantes del “sur” del país.
Estas ideas llevaron a que se asociara a los migrantes de es­
tratos económicamente bajos con la peligrosidad de los nuevos
sec­tores populares. La leyenda negra seguía vigente por los su­
puestos males que venían del exterior, ya fuera de Estados Unidos
o de otras partes de México. Para aminorar lo anterior se intentó
reforzar distintas instancias gubernamentales, como exigir un
ma­yor número de policías que garantizaran la seguridad de la po­
blación, introducir mejoras en los reglamentos jurídicos, formular
leyes y reformas que castigaran la inmoralidad que perjudicaba el
honor de la ciudad, y crear fuentes de trabajo para reducir la de­lin­
cuencia y las prácticas ilícitas.
Distintos sectores de la sociedad, sobre todo en las clases me­
dias y altas, fungieron como los portavoces de las ideologías del
momento, como los militantes de la moral de la ciudad. Así, se
consolidó una elite política integrada por funcionarios, policías,
abogados, criminólogos, religiosos y médicos que compaginaban
la criminalidad con la estratificación social. En distintas campañas
políticas se exigía la demarcación de las clases socia­les y la regu­
lación de los comportamientos de las poblaciones consideradas
inmorales, por medio de la vigilancia y el control de los distintos y
desiguales sectores poblacionales. De esta manera, se configuró
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 61
una gubernamentalidad que yuxtaponía la política y el conoci­
miento para normativizar las relaciones sociales de ve­cindad.
Dicho activismo en pro de la buena moral se desprendía de los
continuos argumentos que se daban en San Diego. Constantemen­
te en el periódico local The Reader se decía que en Tijuana el
problema de los vicios continuaba porque se seguía consumiendo
drogas y alcohol, y no eran (como se escribía en los periódicos
locales del lado mexicano) los estadounidenses quienes lo hacían.
Frente a esto, los grupos de la elite política sugirieron a empresa­
rios que no invirtieran ni tuvieran relaciones económicas en Baja
California. También le pidieron al gobierno de California y al fe­
deral que cerraran la frontera a los jóvenes para que no pudieran
ingresar a México y así evitar que consumieran cualquier tipo de
droga o alcohol. Esto ocurría porque, se comentaba, había una falta
de autoridad y vigilancia que perjudicaba a la población de San
Diego cuando se encontraba en dicha ciudad. Esta medida no fue
aprobada, pero sí causó indignación por parte de los grupos de la
elite en Tijuana, provocando una polémica en uno y otro lado de
la frontera.
En resumen, dichas campañas políticas conformaron relacio­
nes sociales que demarcaban los límites culturales y sociales en
una zona fronteriza transnacional. Aquí, a partir de un orden mo­
ral se incorporaban y cobraban lógica las taxonomías que forma­
ban y reconfiguraban la relación entre un lado de la frontera y
otro, en el marco de circuitos de conocimiento y de implemen­
tación de la “verdad”. Esta dinámica se daba desde la escala de la
relación entre los países, hasta la dinámica de la racionalidad po­lí­
tica encarnada en los dominios de lo “íntimo”, del autocontrol de los
deseos y los instintos.

Mujeres de la elite local en las campañas


de moralización y los movimientos feministas
en California: entre la visibilidad política
y la esencialización del ser mujer y femenina

Aproximadamente desde la década de 1940 hasta principios de


1960, la visión moralista que desencadenaba clasificaciones des­
62 ARELI VELOZ CONTRERAS

iguales dentro de la zona fronteriza reflejaba la preocupación por


regular los comportamientos diferenciados por el género, la se­
xualidad y la clase, lo que daba forma a los discursos “oficiales” y
contribuía a reforzar las formas de control y ordenamiento de una
zona fronteriza transnacional. Se advertía entonces la necesi­dad
de definir quiénes serían los encargados del control y la regu­la-
ción de la sexualidad de los individuos.
De esta manera, las relaciones sociales que se daban entre
San Diego-Tijuana y las instancias de poder que se iban conforman­
do, estaban subsumidas en las relaciones de género, las cuales
fueron el vértice relevante para el Estado y sus conexiones de cor­
­te transnacional. Así surgieron formas de regulación que se esta­
blecieron en torno a instituciones como la familia y la Iglesia, y
tecnologías del poder que seguían responsabilizando a las muje­res
de la educación y la formación de los individuos. Estos ele­men­
­tos daban forma a las políticas tanto estatales como internacionales
en yuxtaposición con los científicos, que sancionaban dichos es­ti­
los de vida.
Frente a ello, en Tijuana se fueron creando grupos que eran los
garantes de las nuevas racionalizaciones y secularizaciones que
iban definiendo las relaciones de género, sobre todo las clases
medias que estuvieron a cargo tanto de la educación en los hoga­
res y las escuelas como del resguardo de “lo correcto y la decen­
cia”. Se tenía presente que el crecimiento de las clases medias, en
la época posrevolucionaria, daba como resultado que estos gru­
pos se apropiaran de la idea de la actitud civilizada del país, en­
cabezando con ello el proyecto de reducir el contraste entre la
situación y el código de la conducta de las clases dominantes y
las dominadas. Así, se dio a este sector un papel ejemplar en la
ge­neración de autocoacción y tabúes, por su necesidad de distin­
guirse, de alcanzar prestigio y de constituirse en la burguesía na­
cional (Muñiz, 2002:15-16).
En este ímpetu por delinear la conducta de la población por
medio de una leyenda blanca que apelaba a la vigilancia y el con­
trol de lo considerado “inapropiado” (sobre todo en una ciudad
que se iba construyendo bajo una imagen de la permisividad, los
vicios y la perdición), al igual que en otras ciudades del país se
conformaron grupos de la elite política con tendencias conserva­
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 63
doras que se planteaban como objetivos aminorar la distancia
entre ricos y pobres a partir de distintas acciones, como la imple­
mentación de programas especializados en educación y salud.
También se proponían realizar actividades para recaudar fondos
y así “ayudar” a los grupos de colonias marginadas. Del mismo
modo, se promovían las fiestas patrias en una ciudad fronteriza
que necesitaba “urgentemente enaltecer su mexicanidad”.
En estos grupos sobresalieron personajes que en la actualidad
se consideran forjadores de la historia local, entre ellos la profeso­­ra
Josefina Rendón Parra, quien por medio de la Junta Femenina Pro
Pa­tria (con una visión nacionalista y de clase media) proponía:

[…] exaltar los valores femeninos como la sexualidad pura y el


amor a la nación […] percibiendo al hogar como el lugar santo
de las mujeres, el cual las educaba para conservar los valo­res
morales de la familia y la nación (Rendón, citada en López,
2005:40).

Los argumentos que le daban sustento a la leyenda blanca se


basaban en creencias católicas que eran primordiales para deli­
near lo que simbólicamente se entendía como femenino y mujer,
fundamentándose en la fidelidad a los votos del matrimonio y la
consagración de la vida maternal. Así, la participación activa de
las mujeres en la sociedad era combatir aquellos roles que suge­
rían prototipos negativos de la mujer mexicana, tales como la falta
de moralidad (Rendón, citada en López, 2005:40). Ideas fuerte­
mente resaltadas en lo que denotaba la leyenda negra, sobre todo
cuando se relacionaba a las mujeres con el vicio, la prostitución, la
infidelidad y el aborto, entre otras prácticas que se consideraban in­
morales. La conformación de estos grupos pretendía mostrar otra
cara de Tijuana por medio de la idea de “mujer, nación y pa­tria” y
por la relación jerárquica entre ricos y pobres, que se expresa a par­
tir de la caridad y la generosidad piadosa.
A su vez, la participación de las mujeres en el escenario polí­
tico se articulaba con las incesantes campañas políticas para que el
Distrito Norte se convirtiera en una entidad estatal. Así, su acti­
vismo tuvo el respaldo de los hombres pertenecientes a los grupos
políticos, quienes pretendían mostrar la buena imagen de Tijuana
64 ARELI VELOZ CONTRERAS

como plataforma para tal cometido. De esta manera, los grupos de


mujeres de clases medias y altas enaltecían tanto a la ciudad como
al distrito por medio de la promoción de los valores morales “feme­
ninos” como los principales garantes de los ideales nacionalistas.
En 1951 el Distrito Norte se convirtió en el estado de Baja
California y en 1953 se eligieron a los diputados —en su totalidad
del Partido Revolucionario Institucional (pri)—, quienes redacta­
rían la constitución estatal. El texto tuvo dos cláusulas importan­
tes que “innovaron” en el ámbito nacional, las cuales fueron: a) el
“patrimonio y cuidado de la familia” y b) “el derecho al voto de
la mujer”. Días después se llevaron a cabo las elecciones a goberna­
dor del estado y fue la primera vez que votaron las mujeres (Taylor,
1999:102).
La participación de las mujeres en la esfera política no era
ajena a lo que años después se haría evidente en América Latina.
Como menciona Mollineux, se empezaron a conformar coalicio­
nes de mujeres que resaltaban la feminidad y los valores de una
“buena sociedad” como base para pensar en una forma distinta de
hacer política. Se acentuó el valor femenino del cuidado y la per­
tenencia a la comunidad a partir de una política de las mujeres
que se situaba en oposición a valores “masculinos” de autonomía
expresadas en el liberalismo contractual. Fue una manera de te­
ner acceso a los derechos ciudadanos a partir de las —así conside­ra­
das— virtudes femeninas. Se argumentó entonces la necesidad
de perpetuar estas virtudes en la esfera pública. Estas políticas de
moralización (que se pensaba que transformarían una vida social
y política racionalizada y corrupta en exceso) fueron apoyadas por
los grupos de derecha (Molyneux, 2001:15).
La consolidación y creación de distintos clubes y grupos de
mujeres en Tijuana fueron ejemplos de los discursos cuyo esencia­
lismo sirvió como base para las políticas estatales de tendencias
conservadoras. Así, organizaciones como la Junta Femenina Pro
Patria, el Club de Damas Católicas, las Soroptimistas, Las Buenas
Amigas, Las Damas de la Sinfónica, Las Damas Leonas, Las Rota­
rías, Asistencia Social Municipal, Las Israelitas, entre otras, tenían
una fuerte participación de carácter altruista en la localidad. Por
me­dio de distintas actividades se pretendía promover, por un lado,
los discursos naturalistas en torno a los espacios y las prácticas de
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 65
la mujer, y por otro, la participación activa en las campañas mo­
ralizadoras de la ciudad, donde trabajaban para contrarrestar la
mala imagen que tenían las mujeres de Tijuana en lo que se co­
noce como la leyenda negra.
Esta dicotomía de lo blanco/negro o lo bueno/malo, que tan
visiblemente se presentaba en las campañas moralizadoras, no sólo
quedó incrustada en las narrativas de la época sino que su rele­
vancia estuvo en que formaba parte de la construcción de una
zona fronteriza transnacional a través de aparatos de poder como
el Estado, las fronteras geopolíticas y las relaciones sociales de ve­
cindad que influyeron en la vida de las personas simbolizadas
desde lo femenino. En este sentido, como mencionan Kim y Puri,
los discursos universales que se intercalaron en distintas escalas
influyeron en las formas de vida inequitativas que, desde los me­ta­
relatos, justificaban e invisibilizaban la represión y la exclusión de
grupos y personas que los sectores dominantes perciben co­mo
no deseados (Kim y Puri, 2005:142).
La conformación de diferentes grupos de mujeres de las cla­
ses medias y altas y la participación activa en pro de la dignifi­
cación de la ciudad, además de corresponder a las preocupaciones
locales en torno a la imagen que se había construido sobre ella,
también tenían un papel en la delimitación de la frontera. Las re­
des transnacionales de vecindad (Besserer y Nieto, 2012:23), por un
lado, articularon un orden simbólico que subyacía a las dinámicas
de la zona metropolitana en su conjunto, pero al mismo tiempo
esta vinculación enmarcó conflictos, ya que a ambos lados de la
frontera se percibía la amenaza de aquellas prácticas consideradas
inmorales, que invitaban al cuidado de la integridad, de la unidad
y de la pureza de las ciudades involucradas. Se trataba de un orden
simbólico que se construye a partir de un sistema de opuestos y di­
fe­rentes.
En este contexto, las mujeres suelen constituir un punto cen­
tral para la clasificación y la salvaguarda del estatus social, ya que
la pureza femenina de un grupo debe guardarse celosamente y
cuando se sabe que una mujer ha tenido trato sexual significa­do co­
mo inmoral, se la castiga ya que causa el desprestigio del grupo
en su conjunto (Douglas, 1973:169). En este caso las oposiciones
sim­bólicas que conformaban la zona fronteriza conllevaban tecno­
66 ARELI VELOZ CONTRERAS

logías del poder que regulaban los comportamientos y las con­


ductas de sus “propias” sociedades.
Ahora bien, las leyes o las formas de regulación no siempre
se redefinen de manera impositiva sino que son parte de las dispu­
tas constantes entre las distintas forma de (inter)subjetivación
que se dan en situaciones concretas. En el caso de las mujeres, las
contiendas que sobresalieron a escala global en la segunda mitad
del siglo xx fueron en contra de las restricciones e invisibilidades,
para ampliar los marcos de acción que, como sujetos en construc­
ción, iban definiendo. Así, la significación de la categoría “muje­
res” como protectoras, mártires, cuidadoras, vulnerables y pilares
de la familia y la sociedad fue contrarrestada por distintas luchas y
movimientos sociales que pretendían cambiar la semántica de la fe­
minidad o lo femenino, a partir de consignas como “lo perso­­nal es
político”.
Sin embargo, el proceso político no fue general y homogéneo ya
que las diferencias entre los países y entre las mujeres tuvieron
sus distintas connotaciones. En el caso de la frontera México-Es­
tados Unidos las contiendas en torno al significado de “femenino”
y “mujer” fueron parte de un momento de transiciones y rupturas
en la episteme social. En la construcción de las fronteras geopolí­
ticas entre México y Estados Unidos (en un contexto donde sobre­
salían los ideales nacionalistas), la contradicción y la contestación
de las distintas formas de significar y vivir la vida entre los már­
genes de dos territorios nacionales, marcaban una intertextualidad
que po­nía en juego distintas formas de concebir la mexicanidad, la
feminidad, la nación y la frontera. Así se (re)constituyeron las re­
laciones de género y de clase en la ciudad transnacional, y con ello
se erigieron las formas concomitantes de control y vigilancia de los
Estados involucrados.

El “peligro” de la frontera geopolítica:


la legalización del aborto en California y el problema
de las llamadas “raspas” en Tijuana

En Estados Unidos, alrededor de la década de los sesenta del siglo


xx, se manifestaron distintos movimientos políticos que surgie­
ron de la reorganización capitalista de posguerra. Los movimientos
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 67
fe­mi­nistas se dieron por los cambios progresivos en torno a las re­
presentaciones femeninas y los androcentrismos arraigados en
distintos escenarios sociales. Dichos cambios fueron provocados
por la salida masiva de las mujeres de los espacios domésticos a
los públicos durante la Segunda Guerra Mundial, ya que tuvieron
una participación activa en la administración y la producción in­
dustrial tanto de artículos de primera necesidad como de maquina­
ria bélica. A la par, seguían con la responsabilidad de sus hogares
y familias en la ausencia de los hombres enlistados en el ejército.
La representación de las mujeres como vulnerables e incapaces de
estar y ser parte del espacio considerado público, contrastó con su
capacidad de mantener a las economías de sus países en medio
de guerras prolongadas. Al finalizar la guerra y con el retorno de
los hombres, prevaleció entre las mujeres un sentimiento indivi­
dual y colectivo de independencia y capacidad a consecuencia de
las vivencias en esos años (Maier y Lebon, 2006:11-12).
Los movimientos feministas de la época conocida como la
segunda ola feminista reclamaban el hacer visible lo invisible,
nombrar aquello que no tenía nombre y reconocer las diferencias
sexuales y genéricas. Por tanto, aparecen luchas en pro del derecho
al trabajo, de la no violencia y de la salud sexual y reproducti­va.
Guiadas por lemas como “lo personal es político”, las feministas
llevaron lo privado a lo público y señalaron entre otros malesta­
res que se percibían y demandaban en la época, la exclusión, la
discriminación, la violencia, las dobles jornadas, el acoso, el ma­
trimonio obligatorio, el aislamiento en el hogar y la heterosexuali­
dad como única forma de vida, así como la maternidad no deseada,
(Maier y Lebon, 2006:12).
Entre estos malestares estaban la maternidad obligatoria y la
criminalización del aborto, algo que no era exclusivo de Estados
Unidos, ya que en distintos países de Europa y/o aquellos que fue­
ron parte de los bloques socialistas, comenzaron a surgir grupos
de mujeres que reclamaban la participación directa en relación
con las decisiones políticas en torno a sus cuerpos. Esto llevó en la
década de los cincuenta a la despenalización del aborto en Rusia,
Japón y Suiza, los primeros países en hacerlo. Posteriormente,
en los años sesenta, se legalizó en Estados Unidos, Canadá y en la
mayoría de los países europeos.
68 ARELI VELOZ CONTRERAS

Las reacciones en torno a ello generaron consternación en


ciertos sectores de la población, sobre todo en los de corte con­
servador, que dieron como resultado el surgimiento de organiza­
ciones, que de manera fundamentalista o reaccionaria, e influidas
y apoyadas por el Vaticano y por instituciones protestantes y ca­
tólicas, se oponían al aborto frente a la idea de que “la vida se da
desde la concepción y es un precioso regalo que ha dado Dios, y
el hombre no tiene el derecho de matar a un inocente niño que se
encuentra en la matriz”. Los cristianos, por ejemplo, considera-
ban el aborto un pecado y un crimen contra la humanidad. Esta
dis­cu­sión en torno al aborto encontraba eco en investigaciones y
tra­ba­jos de médicos, abogados, religiosos, políticos, sociólogos
y filósofos, en­tre otros especialistas que eran consultados en el
mar­co de las discusiones en torno a su posible legalización (Karrer,
2011:529).
En 1959, el American Law Institute (ali) —una organización de
jueces, abogados y otros especialistas en leyes— propuso un mo­del
penal code en relación con el aborto, el cual fue adoptado por los
esta­dos cuando se iba legalizando. Entre las propuestas estuvo
que el aborto se considerara legal: a) en los casos en que la conti­
nuación del embarazo era un riesgo para la salud física o mental
de la mu­jer; b) cuando el feto, a consecuencia del embarazo, nace­
ría con un defecto físico o mental, y c) si el embarazo era el pro­
ducto de una violación o incesto. Estos puntos fueron tomados en
consideración cuando se reguló la práctica del aborto, después del
caso Roe vs. Wade. Los primeros estados en cambiar su legislación
fue­ron Mississippi en 1966, y al año siguiente se dio tanto en Colo­
ra­do co­mo en California. Las medidas adoptadas para llevar a cabo
un aborto se basaban en dicho código y tenían como requisito dos
aprobaciones médicas (Driscoll, 2005:55).
A pesar de que el aborto se iba legalizando en varias entida­
des de Estados Unidos, la apertura de los médicos hacia este pro­
cedimiento y un sistema legal menos rígido no eran suficientes
para cambiar drásticamente la semántica de la “fecundidad cícli­
ca”, entre ovarios-celo-coito-embarazo y su contraparte, el abor­
to, como algo desvalorizado. De hecho, en la revista Atlantic Monthly
(citada por Driscoll, 2005:68) se describe el caso de una mujer que
se autonombró Mrs. X, donde relata que al quedar embarazada tan­
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 69
to ella como su esposo decidieron que abortaría ya que tenían
tres hijos y no podían mantener a otro más. Sin embargo, su mé­
dico no quiso llevar a cabo el procedimiento, lo cual la indujo a
buscar información en las publicaciones de un destacado sexólo­
go de esos años y a preguntar a sus amigas, de las cuales dos ya
habían pasado por ello. De tal suerte, no fue difícil conseguir a
un médico que de manera segura, pero ilegal, pudiera hacerle di­
cha intervención médica.
En relación con lo anterior, en el caso de California, algunos
médicos católicos y el cardenal James Maclntyre, arzobispo de
Los Ángeles, intentaron derogar el proyecto Beilensen en 1967,
que fue un modelo que se utilizó para el ali. Ante esto, el gober­
nador republicano Ronald Reagan indicó que apoyaría esta me­
dida si los legisladores eliminaban la cláusula de la deformidad
fetal, por lo cual se modificó el proyecto de ley y así fue firmado.
En respuesta, Walter Trinkaus, profesor de Derecho de la Univer­
sidad de Loyola en Los Ángeles, formó “la Liga del Derecho a la
Vida”, en el sur de California en octubre de 1967, que llegó a ser
uno de los grupos más fuertes del país en cuanto a los movimien­
tos Pro-Vida de la época (Karrer, 2011:543).
Esta controversia se vio reforzada en América Latina por las
regulaciones políticas en torno al aborto que se dieron en el pla­
no internacional, mientras que los movimientos feministas ape­
laban por el derecho al aborto y a la salud sexual y reproductiva
desde la década de los setenta.4 Sin embargo, sus demandas se
vieron opacadas por las políticas orientadas a la familia o a la co­
munidad, erigiéndose sobre la base de valores morales “femeni­
nos” atribuidos al posicionamiento social de las mujeres dentro
de la división sexual del trabajo y las experiencias de la maternidad
(Mo­ly­neux, 2001:25).
En el caso de México, la dificultad se ubicó en un contexto
en el que las demandas de los movimientos feministas en pro del
derecho al aborto se consolidaban bajo la influencia de los movi­
mientos que se daban, sobre todo, en Estados Unidos y Europa (Lau,
2006:182). Se les construyó como una amenaza para las políticas

4 Para más información sobre los movimientos feministas en Amé­

rica Latina consúltese a Maier y Lebon (2006) y Molyneux (2001).


70 ARELI VELOZ CONTRERAS

nacionales fuertemente influenciadas por los grupos de derecha.


En esta contienda se fortalecieron las relaciones entre la jerarquía
eclesiástica católica, Pro-Vida, y algunos sectores conservadores,
que tienen un peso en las decisiones políticas de gran enverga­
dura en el país. Además, ubicaron el problema como parte central
de la moralidad y la humanidad vista desde la religión, haciendo
casi imposible cualquier diálogo que tuviera una apertura política
hacia dicho tema.
Lo anterior iba paralelo al impulso que fueron adquiriendo los
ideales del feminismo en el plano transnacional. Con las diferen­
tes posturas del feminismo, se iba prefigurando un reordenamiento
de las significaciones del género, el sexo y las diferencias sexua­
les. No obstante las acciones de los movimientos feministas a nivel
global no transcurrieron de manera pacífica debido a los antife­
minismos que constantemente reclamaban las representaciones
“tradicionales” del género, el sexo y la sexualidad y/o las “ver­
dades” sobre ello, creándose antagonismos culturales de las femi­
nidades y/o lo que representa el ser mujer y hombre.
En México, no fue sino hasta la década de los setenta y ochenta
del siglo xx cuando se da de manera significativa una movilización
social por parte de las feministas que reclamaban abiertamente
el derecho al aborto, aunque en un principio fueron silenciadas.
En el año 2007 se lograron avances significativos en la despenali­
zación del aborto en la ciudad de México. En el caso de Baja Ca­
lifornia, a pesar de los movimientos feministas que se dieron en el
vecino país, los grupos conservadores de mujeres que hacían po­
lítica retomando los valores morales relacionados con los roles
tradicionales del género cobraron fuerza y formaron parte de lo
que podría denominarse la segunda campaña de moralización.5
Tijuana tenía la imagen de ser una ciudad donde se cometían
prácticas ilícitas, y una trayectoria de movimientos en pro de la
moralización. Con el aumento de los casos de aborto en la ciudad,
cobraron fuerza los grupos, sobre todo desde la elite, que apelaban
por una buena imagen de la ciudad por medio de las campañas de
moralización basadas en los valores morales femeninos. El abor­
to, como una práctica penalizada, se volvió un punto de contien­
5 Sobre los movimientos feministas en Baja California, que surgieron

en la década de los setenta, véase el trabajo de López (2005).


LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 71
da en el que se enfocaron las críticas hechas por la prensa y por
ciertos grupos que dejaban al descubierto que no por la cercanía
con Estados Unidos se daría apertura a los discursos que mani­
festaron las demandas de los “derechos de las mujeres”.
El aborto se transformó entonces en un tema controvertido
que tenía distintas significaciones en los dos lados de la frontera.
Como respuesta a las regulaciones en torno al aborto que se die­
ron en California, en Tijuana se hizo pública la postura en contra
de tal práctica. La vigilancia y el control fue más estricto. Se hi­
cieron públicas las posturas que consideraban que la “obstetricia
ilegal” ejercida por médicos en (y no de) Tijuana “denigraba a la
profesión” cuando atendían mujeres, que se decía eran extranje­
ras. En este contexto surgieron conflictos entre California y Baja
California que transformaron esta discusión en un problema de ca­
rácter internacional.
Lo anterior se reflejó, por ejemplo, en casos como el de una
mujer llamada Ángela. Ella tenía 35 años de edad, era de Los Án­
geles, California, y el 21 septiembre de 1964 había llegado a la ciu­
dad de Tijuana para practicarse un aborto. Acompañada de una
amiga acudió a un consultorio donde le dijeron que regresara al
día siguiente para realizarle lo que en esos años se le nombraba
una “raspa”. El día 23 Ángela se sintió mal y regresó al consultorio,
donde empeoró, lo que llevó al médico que la atendía a que ha­
blara a otro para que lo auxiliara; así, por medio de transfusiones
de sangre y la aplicación de medicamentos trataron de salvar a la
joven, pero ella murió ese mismo día. En el certificado de defun­
ción las causas de la muerte aparecieron como: una oclusión in­tes­
tinal y peritonitis por perforación intestinal (El Heraldo, Tijuana,
jueves 14 de enero de 1960).
El caso se hizo público y traspasó las fronteras nacionales
debido a que Ángela y su amiga hablaron a Los Ángeles, Califor­
nia, para denunciar al médico cuando ella comenzó a sentirse mal.
Frente a ello, el procurador general de justicia de dicha ciudad
hizo una llamada al agente de delitos de Tijuana, quien le comentó
que había recibido la llamada de una mujer llamada Ángela Cul­
vera, quien había denunciado al médico Ignacio Acosta y le había
proporcionado la dirección del consultorio. Por ello fue que las au­
toridades locales pudieron dar con el paradero de los médicos y
72 ARELI VELOZ CONTRERAS

de la enfermera, quienes después de dar sus declaraciones fueron


arrestados (El Heraldo, Tijuana, jueves 7 de enero de 1960).
Las muertes de mujeres estadounidenses por abortos mal
practicados generaron conflictos políticos entre las dos naciones.
En San Diego se llegó a hablar del cierre temporal de la frontera
por el aumento tanto del tráfico de drogas como de la muerte de
mujeres estadounidenses por los abortos a los que se sometían
en Tijuana. A la vez, en Tijuana se discutía sobre el problema de
los abortos como un mal que traían las mujeres estadounidenses.
En general, en California, sobre todo en San Diego, existía la idea de
que del otro lado de la frontera se cometía cualquier tipo de acti­
vi­dades y prácticas ilícitas que eran nocivas para sus connacio­
nales.
Los discursos antagónicos de un lado y otro mostraban las
con­tiendas que recaían en los simbolismos de lo femenino y
las mu­jeres, así como en su significación relacionada con la repro­
ducción biológica de los futuros ciudadanos de una nación. El
cuerpo de las mujeres se había convertido una vez más en el lu­gar
de las pugnas políticas por la soberanía de las dos naciones. Así,
la demarcación de lo político en torno a la preservación y el res­
guardo de las significaciones hegemónicas de la categoría “mujer”,
descansaron en códigos morales que dotaron de coherencia los
comportamientos generizados y las inequidades a uno y otro lado
de la línea fronteriza internacional.
Como se muestra en la siguiente nota de periódico, los discur­
sos en relación con el aborto castigaban por medio del despres­tigio
a aquellas personas que lo llevaban a cabo, así como a un país don­
de las mujeres decidían sobre ello. Su cometido era enaltecer por
medio del juego de la recompensa a quienes seguían los precep­
tos morales, y degradar a quienes infringían estos preceptos. Se
culpaba a las y los otro(as) por los problemas que generaban en
nuestro país, lo que incluso justificaba formas de coacción para
resolver la situación. En este sentido, los discursos sobre el aborto
enfatizaron la buena imagen no sólo de Tijuana sino también de
la nación frente a los males que llegan del exterior:

[…] Tijuana ha sido señalada como el lugar en que con suma


facilidad, aunque a costa de fuertes sumas de dólares, la livian­
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 73
dad de numerosas mujeres del vecino país, encuentran profesio­
nistas que se hagan cargo de practicarles operaciones ilegales
que en la mayoría de los casos pasan desapercibidas para el pú­
blico y por lo general para las autoridades. Pero se han regis­trado
casos con lamentable frecuencia en que estas criminales inter­
venciones médicas quedan al descubierto como consecuen­cia
de factores no previstos por quienes solicitan la provoca­ción de
un aborto para evitar el advenimiento de un ser que pudo ser
fruto de relaciones ilícitas que se tratan de ocultar; de la conduc­
ta pecaminosa de los irresponsables o de un desliz cuya con­se­
cuencia de una madre inexperta, y un canalla son capaces de
sobrellevar […] Se deberá obrar con energía prescrita por la ley
para sentar precedentes provechosos y evitar que Tijuana siga
siendo el lugar propicio para la ejecución de operaciones ile­
gales y campo provechoso para profesionistas mercenarios a
quienes nadie importa el prestigio de su gremio… y mucho me­
nos el buen nombre de nuestra sociedad, ni el de la ciudad que
estamos obligados a defender en todo momento (El Heraldo,
Tijuana, jueves 14 de enero de 1960).

Los discursos que producen saberes en torno a clasificaciones


y formas de vida que devienen del ser mujer legitiman el castigo a
aquellos que han infringido la norma. No sólo porque la ley con­
dene a los castigados sino por una cadena de relaciones sociales
que incorpora y legitima una lógica normativa en torno a la diada
maternidad/aborto. Así, el pensamiento jurídico sirvió como un
instrumento de justificación a un ejercicio del poder que surge a
través de la producción de la verdad (Foucault, 1994:143). La legi­
timación de la desigualdad, por medio de aparatos jurídicos utiliza­
dos para regular las relaciones sociales, dejaba al descubierto las
inequidades en torno a las sexualidades.
En Tijuana, socialmente se les exigía a las autoridades loca­
les que castigaran a las personas que quebrantaban la ley al prac­
ticar abortos. Se señalaba que los médicos —quienes decían que
no eran residentes de la ciudad— tenían que pagar una condena
frente a las prácticas ilícitas que perjudicaban la imagen de la ciu­
­dad y del país. Además, estos médicos dañaban las relaciones en­
tre dos poblaciones divididas por una frontera que redefinía las
contiendas y las negociaciones enmarcadas en un pensamiento
jurídico que concretaba las relaciones internacionales:
74 ARELI VELOZ CONTRERAS

[…] acatando órdenes superiores la policía judicial se dispuso


a realizar una batida contra los médicos aborteros, los que
mediante ilegales operaciones vienen enriqueciéndose cauda­
losamente desde hace años. Teniendo en su poder una lista
completa de los “corta cigüeñas” que en Tijuana operan, pro­
vo­cando abortos a mujeres poco escrupulosas, principalmente
del vecino país del norte. Tal campaña se emprenderá debido a
las múltiples quejas que las autoridades de California reciben de
parte de los esposos cuyas mujeres sin medir consecuencias,
se ponen en manos de estos criminales con títulos a los que
nada les importa dejar mal amparado el buen nombre de Baja
California y de México mediante el ejercicio de tan ilícitas acti­
vidades (El Heraldo, Tijuana, miércoles 18 de julio de 1962).

Bajo la idea del progreso de una ciudad en construcción y con


un referente moral que la deslegitimaba, tanto a nivel nacional
co­mo internacional, se crearon discursos políticos en torno al or­
den y al desarrollo de la ciudad. Para lograrlo se desplegó un con­
junto de explicaciones científicas que legitimaron, sistematizaron y
definieron las interpretaciones sobre el crimen con una finalidad
política, y fueron de utilidad para los grupos de la elite gobernante,
quienes demandaron la creación y el fortalecimiento de un sis­
tema de justicia para limpiar la imagen de la ciudad.
Sin embargo, como se dijo, la vecindad entre Tijuana y San
Diego llevaba a que las regulaciones políticas en torno a los abortos
fuera una ardua tarea para los gobiernos y los grupos de la elite
de los dos lados de la frontera. Estos grupos, además de enfrentar­
se, también negociaron en determinado momento trabajar con­
juntamente para aminorar ya no sólo tal práctica (que provocaba
la muerte de mujeres estadounidenses en territorio mexicano),
sino también detener un negocio que era poco lucrativo para los
países. Por lo tanto, las campañas que se hicieron en Tijuana para
arrestar a médicos, comadronas y mujeres representaban también
la solidaridad entre los gobiernos para acabar con lo que consi­
deraban eran actos de criminalidad.
Así, casos como el de “la clínica ambulante para hacer legra­
dos” explicitó el trabajo de los gobiernos respectivos para aminorar
el problema. En dicho caso, se habló de la colaboración tanto de las
autoridades estadounidenses como de agentes de la policía judi­
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 75
cial del estado, quienes localizaron una lujosa casa móvil con un
valor de casi un cuarto de millón de pesos en la cual, se decía, se
practicaban legrados a mujeres estadounidenses. La policía de Ca­
lifornia informó a las autoridades de Tijuana que a bordo de un
carro había tres hombres y una mujer que se dirigían a Tijuana
para hacerle un aborto. Se decía que ésta era una práctica recu­
rrente, ya que estos sujetos eran acompañados por mujeres que
supuestamente estaban embarazadas. Al seguir al vehículo se
per­ca­taron de que se estacionaban en lugares aislados de la ciu­
dad, en donde se encontraba tal clínica (El Heraldo, Tijuana, 8 de
marzo de 1972).
A pesar de la frontera que delimitaba los sistemas jurídicos
entre ambos países y de las contiendas constantes en torno a
problemáticas que se desprendían de las clasicaciones opuestas,
también se generaron acuerdos que partían de la idea de una
convivencia social que debía regirse y que respondía a las leyes
inherentes a lo que se proponía como la “naturaleza humana” en su
sentido universal. Por lo tanto, el pacto social para terminar con
el aborto correspondía, a su vez, con las negociaciones entre cier­
tos grupos —sobre todo de tendencias conservadoras y con in­
fluencia significativa en las decisiones políticas de sus respectivas
ciudades— que, en determinadas circunstancias, se pronunciaban
por hacer acuerdos para aminorar y castigar las prácticas que coin­
cidían en considerar “inmorales e inhumanas”.
En este sentido, si el honor y la virtud sexual se iban convir­
tiendo en la parte central de las representaciones de Tijuana,
entonces las mujeres eran una pieza fundamental en los códigos
morales que guiaban el comportamiento de la población. Por ello,
la vigilancia y el control de las prácticas que se asociaban a lo fe­
menino y al cuerpo de las mujeres no sólo regulaban las formas
de vida de las personas, sino también definían las relaciones po­
líticas que se entablaban en la zona fronteriza transnacional y las
negociaciones en torno a sus aparatos jurídicos (y religiosos) para
controlar aquello que se consideraba una violación a las leyes es­
tatales y de la naturaleza humana.
No obstante, el problema de los abortos no era exclusivo, como
se hace explícito en los periódicos de la época, de las mujeres es­
tadounidenses que llegaban a la ciudad en busca de médicos que
76 ARELI VELOZ CONTRERAS

lo realizaran. Los arrestos de mujeres residentes de la ciudad que


recurrían a tal procedimiento también fueron constantemente
señalados. Los médicos y las llamadas comadronas también eran
enjuiciadas.
Las comadronas tuvieron un papel central en la salud sexual
y reproductiva de las mujeres que radicaban en una ciudad que,
por su reciente creación y por el alejamiento geográfico de un go­
­bierno centralizado, tenía carencias en los servicios públicos, entre
ellos los de salud. Si bien la cercanía con Estados Unidos daba opor­
tunidad a mujeres de clases medias y altas de atenderse un parto
en los hospitales de aquel país,6 mientras que las clases popula-
res se convirtieron en aquellas que por carencia buscaban alter­
nativas para cubrir sus necesidades en torno a la salud sexual y
repro­ductiva.
Lo anterior se daba junto con una visión positivista donde la
medicina proyectaba una visión androcéntrica que ha permitido
un control en torno a saberes que separan tajantemente la medi­
cina del resto de las actividades sanadoras. Esto llevó a que las
mujeres —como las comadronas y parteras—7 quedaran fuera del
quehacer médico, debido a la invisibilización de sus aportaciones a
los temas referentes a la “salud de las mujeres”. Así, los saberes
se institucionalizaron a través de la creación de disciplinas como
elemento de transmisión y reproducción del conocimiento hegemó­
nico (Rigol, 2003:24). Con ello no pretendo deslegitimar a la me­
dicina convencional, sino que apunto que los saberes en torno al
cuerpo sexuado y sexualizado se han invisibilizado o desvaloriza­
do en momentos específicos, como ocurrió con el problema del
aborto.

6 No se puede decir en este trabajo las razones individuales que lle­

vaban a estas mujeres a hacerlo, pero sí se puede mencionar, por los do­
cumentos de la época, que cuando se acusaba a la población de Tijuana
de estar perdiendo su mexicanidad por motivos como el que las mujeres
tuvieran que ir a otro país a tener a sus hijos sobresalían argumentos an­
ticentralistas en el nivel local, los cuales demandaban la falta de atención
del gobierno federal hacia las necesidades de los servicios públicos de una
población en constante crecimiento.
7 La figura de las comadronas ha estado presente a lo largo de la his­

toria. La atención al parto ha sido la actividad que más se les ha recono­


cido, pero sus actividades han sido sumamente diversas, entre las que
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 77
Así, la obstetricia se convirtió en el siglo xix en un conoci­
miento racionalizado, lo que condujo a una creciente penalización
de los saberes y prácticas de las mujeres en torno a la salud sexual
y reproductiva. La desvalorización de las parteras o comadronas
se relacionaba con los abortos, independientemente de si éstos se
realizaban o no. Además, se las responsabilizaba de la muerte de
las mujeres recién paridas si no habían observado los reglamentos
e instrucciones en cuanto a la higiene de las operaciones que esta­
ban facultadas para llevar a cabo (Staples, 2008:220).
En este sentido, el desprestigio de quienes practicaban abor­
tos (que se decía “manchaban el nombre de tan buena profesión”),
se articulaba al de las comadronas, quienes, se señalaba, “atenta­
ban contra la vida de las mujeres de Tijuana”. Uno de los casos que
tuvo más eco en la ciudad se dio en noviembre de 1954, cuando
arrestaron a una comadrona que le había practicado un aborto a la
hija de quien fuera en ese momento el encargado de seguridad pú­
blica de la ciudad. Al enterarse el oficial de que su hija había muer­
­to, fue tras la pista de esta mujer. Cuando la arrestaron se dijo que
habían encontrado en el patio de su casa un “panteón de niños”.
El caso fue sumamente sonado debido a que se vio involucrada
una familia de la elite política de la localidad. Después de la de­
nuncia y tras varios días de averiguación se dijo que había nueve
embriones, además se dio a conocer la muerte de tres mujeres más
por las mismas circunstancias (El Heraldo, Tijuana, martes 18 de
noviembre de 1954).
El que las comadronas se vincularan con la condición social,
se articulaba a la relación del género y la clase como conceptos
que no pueden ser analizados de manera separada ya que el géne­
ro, la sexualidad, el sexo y la familia tienen un trasfondo político
que discursivamente muestran la ideología del momento (Scott,
1999:58). En este sentido, el aborto de las mujeres estadouniden­
ses reflejó disputas políticas en la zona fronteriza, y una mayor se­
veridad y rigidez en cuanto a las formas de castigo para aquellas

destacan la atención a la salud sexual y reproductiva de las mujeres,


además de dar atención a los recién nacidos y/o a los niños, al igual que
participan activamente en la educación sexual de las familias (Gallego-
Caminero, Miró-Bonet et al., 2005).
78 ARELI VELOZ CONTRERAS

personas que se veían inmiscuidas en tal práctica. Al mismo tiem­po,


en Tijuana se dio una “persecución” de las comadronas, quienes
practicaban abortos a las mujeres, principalmente de los sec­to­
res po­pulares de la creciente ciudad:

[…] en los separos policiacos se le interrogó y la mujer no tuvo


empacho en decir que por recomendación de una amiga oca­
sional fue a ver a una señora de nombre Elena “N” […] en
donde el sábado le practicó una operación que le provocó un pe­
ligroso aborto y que por el “trabajo” le pagó 30 dólares. La co­
madrona no ha sido detenida porque al parecer huyó al vecino
país del norte (El Heraldo, Tijuana, martes 24 de agosto de 1965).

La persecución de las comadronas y la práctica del aborto


en­tre las clases populares contribuyó en la construcción de las
fronteras urbanas. Por un lado, abonó a la retórica de los discur­
sos dominantes que se expresaban, por ejemplo, en la leyenda blan­
ca y la leyenda negra, por lo que volvió a poner en el centro de la
discusión a la frontera internacional. Por el otro lado, marcó las
fronteras urbanas que dividían a Tijuana entre los sectores privi­
legiados y los populares. Como lo menciona Núñez, el proceso de
urbanización se dio en el marco de contradicciones y cambios en
las prácticas que tradicionalmente se adjudicaban a los hombres
y las mujeres, un proceso que fue profundizando los contrastes en­
tre los grupos sociales de una población donde la migración era
parte característica del crecimiento demográfico y las dinámi­cas
establecidas en el espacio urbano (Núñez, 2008:378).
Así, las discusiones y la movilización en torno al aborto mos­
traron las tensiones internas de la zona fronteriza transnacional.
Esto se dio en el marco de las lógicas morales que reafirmaban
los discursos dominantes sobre el género y la sexualidad. Lo “ínti­
mo” adquirió relevancia, ya que el género, el sexo y la sexualidad
se convirtieron en los vértices que delinearon las formas de guber­
namentalidad ya no sólo entre dos naciones, sino en un modelo
político transnacional con divisiones entre el tercer y primer mun­do,
donde el sentido de la desigualdad exorbitante tenía que “cobrar
sentido” frente a valoraciones en torno a cuerpos que histórica­
mente han sido clasificados desigualmente.
LA REGULACIÓN DE “LO ÍNTIMO” 79
Conclusión

Este trabajo tuvo la finalidad de ofrecer un panorama general


de las disputas políticas que se dieron entre Tijuana y San Diego
a lo largo de las décadas de los cincuenta y los sesenta por la
muerte de mujeres estadounidenses en territorio mexicano, a cau­
­sa de abortos mal practicados. Así, por medio de discursos que sur­
­gie­ron en la prensa local, se analizaron las contestaciones de las
dos ciudades en relación con los saberes y las racionalidades cons­
trui­das en torno a la sexualidad, el sexo y el género.
Anclados en el plano simbólico, estos discursos informaron po­
líticas morales y marcaron las diferencias y conflictos entre dos
ciudades que, articuladas a partir de relaciones de vecindad, for­ma­
ban una zona fronteriza con lógicas culturales disímiles y con­te­s­
­tatarias.
Es aquí donde las campañas de moralización se conformaron
y cobraron fuerza para “borrar la mala imagen de la ciudad” —la
leyenda negra— por medio de la exaltación de los valores morales
—la leyenda blanca—, que fueron depositados en la figura feme­
nina. Esta dinámica no fue ajena a la ideología del momento, en la
que se exaltaban los nacionalismos a partir de la estratificación
social, física y mental. Frente a ello, el dominio de lo “íntimo” fue
parte central de los proyectos políticos que regularon comporta­
mientos que erigieron marcos jurídicos y, por ende, delinearon
prácticas sociales sustentadas en un orden de género que las do­
taba de coherencia.
Sin embargo, dicha ideología se encontraba en transición, ya
que surgían nuevas manera de vivir, de entender las cotidianida­
des y de expresar las inconformidades. Ante eso, aparecen los mo­
vimientos sociales, entre ellos el feminista, con sus despliegues
políticos como la “legalización del aborto” y la inconformidad con
las maternidades forzadas. Esto desató, por un lado, antifeminis­
mos de uno y otro lado de la frontera, sobre todo cuando se legalizó
el aborto en California; y por otro, las dinámicas de estos movi­
mientos tuvieron sus propias temporalidades y alcances, ya que
en Tijuana éstos eran silenciados, mientras que en Estados Uni­
dos las demandas tenían otras direcciones políticas. Frente a ello, del
la­do mexicano y como reacción contestataria, surgieron grupos
80 ARELI VELOZ CONTRERAS

de mujeres de la elite política que, como parte de las campañas de


moralización, se convirtieron en las portavoces de las feminida­
des tradicionales ancladas en la maternidad y orientadas al “res­
guardo” de la familia nuclear.
Lo anterior se hizo explícito en los discursos de la época que
criminalizaban a las mujeres, médicos y comadronas que llevaban
a cabo los abortos y a quienes se sometían a ello. Así, las significa­
ciones en torno a qué eran las mujeres y qué representaba la femi­
nidad se convertían en los puntos de tensión frente a una nueva
manera de pensar el quehacer político.
En este sentido, podemos entender la zona fronteriza trans­
nacional como un espacio en el que se plasma el orden simbóli­
co, que con especificidad histórica clasifica y construye diferencias
que se asocian con modos de vida desiguales, y donde el género
opera como una de las clasificaciones de referencia primaria. Esto
nos permite entender que las formas de regulación de lo “ínti­
mo” parecían hacer coherentes las exorbitantes desigualdades
espe­cíficas de esta unidad geohistórica. A partir de un proceso de
construcción de técnicas de disciplinamiento dirigido a cuerpos
“específicos” —como el cuerpo significado de la feminidad asocia­
da a la maternidad— es que se construyó el aparente consenso
sobre los códigos morales que guían las conductas y el gobierno
de sí. Pero fue también en este contexto de interacción y vecin­
dad en la zona fronteriza en el que se generaron formas de acción
que delinearon las disputas en torno a la moralidad que subyace
a la sexualidad y al sexo, marcando con ello formas de regulación
que a la vez dieron pie a reacciones y contiendas.

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Graffiti y rap

Lisset Anahí Jiménez Estudillo

A pesar de que geográficamente las ciudades-frontera se ubican en


una línea fronteriza internacional que divide la mancha urbana
extendida en ambos lados de la frontera, el accionar cotidiano de
miles de sujetos que viven en ellas nos invita a pensar que ésta
puede ser entendida y estudiada como una gran “zona fronteriza”,
como una “ciudad borderland”.
En las ciudades fronterizas (como en la “zona fronteriza urba­
na”) hay una relación dialéctica entre, por un lado, los procesos de
diferenciación nacional, control migratorio, separación económi-
ca, vigilancia policial y contrastación identitaria, y por el otro lado,
los procesos de convergencia demográfica, hibridación cultural y
articulación social. Estas ciudades fronterizas tienen en su interior
una tensión entre mismidad y diferencia a la que podríamos nom­
brar “horizontal”, porque es el resultado de las dinámicas que se
dan en una realidad social que se despliega horizontalmente en
ambos lados de la frontera, pues como lo señaló Michael Kearney
(2003), la línea fronteriza divide al mismo tiempo que filtra y cla­
sifica.
Por otro lado, en estas ciudades hay tensiones o, como diría
Ana Tsing (2004), fricciones “verticales” que se dan por ser estas
configuraciones urbanas transfronterizas no solamente el punto
de convergencia de dos localidades, sino también de dos estados
y dos países. Entonces, los procesos que se dan ahí expresan el
eje de las escalas que va de lo local a lo global; es por eso que, a di­
fe­rencia de otras localidades, muchos de sus problemas deben ser
resueltos en instancias de toma de decisión que exceden el plano

[85]
86 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

local y son motivo de decisiones nacionales e internacionales.


Hay dinámicas económicas que son parte de los flujos financieros
y de procesos productivos cuyas dinámicas son globales. En la
mancha transfronteriza se expresa también, mejor que en otros
lados, el campo de control cultural global, ya que ahí convergen
distintas zonas globales del mercado de dvd, la radio capta seña-
les de distintos países y en diversos idiomas, entre otros.
Así, las ciudades fronterizas, el borderland urbano, son lugares
de gran complejidad. Estructuralmente situadas en un lugar de con­
vergencias tanto verticales como horizontales, son también el pro­
ducto del accionar cotidiano de sujetos que cada día construyen
y transforman la ciudad en la que viven. Para explicar esta relación
entre estructura y agencia, Grimson recurre a Peter Sahlins, a
quien cita por haber demostrado que “los pobladores fronterizos
pueden y deben ser vistos como agentes de su propia historia
(en circunstancias que evidentemente no han elegido)” (Grimson,
2011:116).
Por otro lado, diversas autoras, como Linda McDowell, han
demostrado que los espacios conllevan categorías de ordenamien-
to de género, haciendo de la sociabilidad y la espacialidad ele-
mentos complementarios, ya que “[…] las divisiones espaciales
—público y privado, dentro y afuera— tienen una importancia fun­
damental para la construcción social de las divisiones de género”
(McDowell, 2000:27). Es por eso que, social e históricamente, a
los hombres se les asocia con el espacio público (la calle) y a las
mujeres con el ámbito privado (el hogar), con lo cual se consolida
un régimen binario y jerárquico que se encarga de ordenar y es­
tablecer el comportamiento tanto de hombres como de mujeres
en la cuestión social y espacial, que a su vez está anclado a cuestio­
nes culturales a partir de creencias ideológicas.
En este sentido, las geógrafas feministas han subrayado que
a las ciudades, siguiendo los roles de género establecidos social-
mente, se les ha relacionado con la masculinidad, pues en ambos
casos se habla de los hombres y de las ciudades como raciona­
les, científicos, independientes, públicos y cultivados. Sin embar-
go, en el complejo transnacional Tijuana-San Diego es diferente,
puesto que en relatos literarios y orales a Tijuana se le ha asociado
con una figura femenina, ya que se le ve como una mujer que
GRAFFITI Y RAP 87
representa lo caótica y controversial que es la ciudad; se dice que es
como una mujer a la que se puede amar pero al mismo tiempo
se le puede robar y ultrajar, pues como apunta Yépez, “Tijuana es
una mujer que enloquece, una mujer que se le puede olvidar, ya
sea profiriendo de ella mentiras o insultos, una mujer apasionante
y terrible, una ciudad que consume y destruye” (Yépez, 2006:13).
Entonces se podría decir que, a diferencia del ordenamiento
genérico espacial que siguen diversas ciudades en el mundo, en el
complejo transnacional Tijuana-San Diego existe un régimen
espacial de género, pues viéndolo desde esta postura, Tijuana co­
mo figura femenina siempre estará acompañada de un hombre
llamado Diego, que además es un santo, a diferencia de ella, a la
que se identifica con una prostituta. Sin embargo, esta inversión
sólo trastoca el plano espacial, ya que en lo social el ordenamien-
to de género se mantiene igual (véase Areli Veloz, en esta misma
obra).
Si retomamos este análisis, podemos pensar que para el es-
tudio de las ciudades fronterizas debemos rescatar el accionar de
los agentes sociales en un contexto donde las estructuras podrían
parecer totalmente sobredeterminantes, obnubilándonos ante la
agencia humana, ya que hemos dicho que estas dinámicas sociales
expresan tensiones y convergencias en varios ámbitos de la ex-
tensión horizontal (local, regional, etc.) y en varias escalas de la
articulación vertical (local, internacional, etc.). Adicionalmente,
el entendimiento de los procesos sociales en los que se encuentran
inmersos los urbanitas transfronterizos, requiere o amerita una
perspectiva temporal y, más en particular, histórica y de género.
Es por eso que en las líneas siguientes se hablará de un sujeto
social particular: los jóvenes que habitan las ciudades fronterizas.
Se trata de jóvenes que han logrado desarrollar acciones musica-
les y prácticas que son socialmente interesantes y únicas, aunque
no pueden interpretarse como fenómenos aislados de este siste-
ma-mundo.
El graffiti es algo que no puede pasarse por alto en la ciudad
de Tijuana, ni en el complejo Tijuana-San Diego. Cuando se llega en
avión, desde el aire se puede observar cómo Tijuana se encuentra
invadida, decorada, atrapada y manchada por este fenómeno. Y qué
decir al recorrer sus recovecos, pues toda superficie plana, redonda,
88 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

lisa o áspera —como puentes, edificios, casas, bodegas abando­


nadas, etc.—, puede llegar a tener grabado un graffiti. Es posible
apreciar diversos tipos de rayones, ya sean de caligrafía legible con
connotaciones barriales, con números emblemáticos como 13 o
18 asociados a pandillas, pero sobre todo listas de tags y “bombas”
de tipo ilegal, así como “piezas” y “murales” catalogados como ar­
tísticos realizados dentro del marco de la legalidad.
Pero Tijuana no nació así, con paredes y muros pintados. A
Tijuana esto se lo “pegaron”, lo vio y lo adoptó de alguna parte.
Esto ocurrió por allá a finales de los años ochenta y principios de
los noventa. Es casi imposible saber quién o quiénes empezaron
a reproducir estas prácticas que provenían del país vecino. Sin em­
bargo, basándonos en los indicios que hemos encontrado a lo largo
de esta investigación, podríamos decir que fueron la industria
cultural y los medios masivos de comunicación, junto con otros
factores como la migración (y en este caso la ubicación geográfi-
ca y la relación binacional Estados Unidos-México), los que em-
pujaron y propiciaron la aparición y la reproducción de prácticas
juveniles como el graffiti y el rap en este lado de la frontera.
La danza del hip hop, mejor conocida como break dance,1 fue
el canal de difusión por el cual ambas prácticas tomarían fuerza
en la ciudad, pues ocurrió a raíz de que las industrias culturales
vieron en la actividad menos estigmatizada de esta cultura —es de­
cir, en el popping y en los break beats— una manera de conquistar
y al mismo tiempo de ampliar su terreno, ofertando y marcando
un nuevo consumo juvenil. Sin embargo, dudo que dichas indus-
trias llegaran a estimar la dimensión de lo que esto representaría
y causaría en los jóvenes en el plano social, y no tanto en términos
económicos.
Con esto, se fueron marcando tendencias. Las juventudes atraí­
das comenzaron a consumir marcas específicas y una serie de
accesorios que demandaban los movimientos, como gorras, panta­
lones baggies,2 junto con camisetas ilustradas con graffiti o elemen­

1 Baile urbano que combina diversos elementos artístico-musicales

y movimientos acrobáticos sobre un beat, además de ser considerada uno


de los cuatro pilares que sostienen la cultura hip hop.
2 A los pantalones baggies, anteriormente conocidos como drapes,

se los asocia con la mafia neoyorkina de los años treinta. Son pantalones
GRAFFITI Y RAP 89
tos del hip hop, además de portar hoodies y tenis. Con ello, marcas
estadounidenses como Adidas, Ecko Unltd, Tribal Gear, entre
otras, comenzaron a ser consumidas en masa, logrando posicio-
narse dentro de las preferidas entre los jóvenes tijuanenses, como
lo eran en otros lugares del mundo.
Ante esto los jóvenes de Tijuana, conscientes de su situación
transfronteriza, consideran su ubicación geográfica como privile­
giada. Piensan que es una ventaja vivir en una zona tan peculiar,
por lo que en su discurso manifiestan una sobrevaloración de sus
vivencias así como de sus consumos. Aseguran tener mayor acce­
so a la información, a mercancías y a la vinculación con otros jó­
venes que son semejantes y al mismo tiempo diferentes, pues
están en otro país. Esto, piensan ellos, los coloca en una posición
privilegiada, permitiéndoles un mejor desarrollo de sus prácticas
en comparación con los jóvenes del resto de la República mexicana.

[…] sé que el hip hop también llega mediante esas películas que
las estuvieron pasando en Estados Unidos, y pues nosotros es­
tando tan cerca pues, nos tocó ver lo mismo. Yo no sé si esas
mismas películas las estaban pasando en el Distrito Federal o
en otras partes del interior, yo no creo que allá sepan […] Aquí
nosotros, porque tenemos los canales 6, 8, 10, 39, y esos cana-
les son de Estados Unidos, tal vez en Hermosillo ya no llegan
esos canales, y yo creo que a raíz de eso fue que entró el graff por
Tijuana (Shente, 35 años).

Pero por otro lado, los jóvenes también se perciben en desven­


taja, ya que en diversas charlas comentan experimentar situacio-
nes de exclusión en dos sentidos: primero porque se ven y se
sienten alejados del centro del país, sintiéndose diferentes y extra­
ños a ciertos usos y costumbres del “ser mexicano”. En segundo
lugar, por sentirse expuestos a una posición de subordinación frente
a los jóvenes estadounidenses, ya que a pesar de que en ocasiones
se les considera una especie de aliados, a su vez son vistos como
contrincantes, ya que, como dice Grimson, “en términos identita­

anchos de cintura, acampanados y abombachados. Más tarde es recupe-


rado por la escena hip hop de los años ochenta hasta la fecha, aunque
ya no son los únicos, pero sí muy populares por sus aires “masculinos”,
como lo considera la industria de la moda.
90 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

rios, la nacionalidad es el principal modo de interpelación y au-


toafiliación en esta zona” (Grimson, 2011:125).
A pesar de ver el centro del país como “el Sur”, como aquello
que está distante, suelen mostrar interés en conocer su capital por
lo que se cuenta de ella, por su dimensión geográfica, pero sobre
todo por la magnitud de los movimientos a los que se suscriben.
Sin embargo, anteponen su privilegio de poder estar en un país
u otro, ya sea de manera indocumentada o documentada, para la
compra de materiales o adquisición de libros, revistas, música, ro­
pa, o simplemente para la apreciación de paisajes urbanos car­ga­
­dos de graffiti, lo cual los otros, los del sur del país, ni siquiera
podrían imaginar en su cotidianidad.
En la frontera, su situación de invisibilidad, subordinación y
exclusión no desaparece. Ellos dicen estar sujetos a una distinción
constante entre el ustedes y el nosotros. En sus pláticas es co-
mún encontrar cierto rechazo o conflicto con jóvenes que se asu­men
llanamente como estadounidenses o mexicanos. Este contexto de
contacto donde las identidades nacionales de ambos lados se con­
traponen propicia la construcción de una identidad fronteriza.

[…] imagínate, alguien que va a otro país para robar la pintura


y traérsela a su país, estar trayendo ideas de allá, y también in­
filtrarse allá para hacer un poquito de vandalismo de aquel la­do.
Pero tuvo que surgir hem (Hecho en México) que fue he­cho
con el sentir de “vamos a darle en la torre a estos, vamos a de­
mostrarles que también aquí en Tijuana hay graffiti”. Porque
nosotros no pensábamos tanto en allá abajo, en el centro del
país, pensábamos en “cómo le podíamos darles en la torre a
ellos, cómo podíamos dejar una huella que ellos jamás van a ol­
vidar; que el hem estuvo en su casa”. Después nos hicimos com­
pas, pero lo único que queríamos era recibir ese respeto de tú
a tú (Shente, 35 años).

La transición de viejas a nuevas identidades juveniles

Cuando la cultura hip hop invadió la ciudad de Tijuana, muchos


jóvenes enarbolaban otras identidades juveniles. Algunos dicen que
antes de hacer graffiti o música rap se adscribían a grupos iden-
titarios conocidos como “cholos”. En aquel entonces se asociaban
GRAFFITI Y RAP 91
a un barrio, que era frecuentemente en el que residían. Tal es el
caso de Mode, quien narra que años atrás perteneció a una clika3
conocida como Liber 13, que participó en asaltos, pleitos y robos.
Otro caso es el de Nube y Robs, graffiteros tijuanenses contem-
poráneos, que cuando comenzaron a unirse a crews de taggers se
fueron encontrando con jóvenes que se manejaban mediante
normas y códigos barriales o territoriales.
Sin embargo, en los casos anteriores los entrevistados afirman
que abandonaron ese tipo de colectivos para buscar otros espacios
sociales, pues manifiestan haber sentido la necesidad de hacer al­
go diferente, de buscar dónde realizar lo que les gustaba hacer:
dibujar.
La aceptación y transición hacia nuevas formas de organiza-
ción y expresión juvenil, como el graffiti y el rap en Tijuana, ha sido
un proceso largo. Empezó hace un par de décadas y en la actua-
lidad se continúa el distanciamiento respecto a otros grupos iden­
titarios, como los cholos (que es el más recurrido entre los jóvenes
involucrados).
Cuando los jóvenes encontraron la manera de moverse hacia
nuevos terrenos, no tenían claro o desconocían ciertas lógicas de
organización que exigían las nuevas identidades. La transición
fue compleja. En un principio fueron mezclando las antiguas prác­
ticas con las nuevas, valiéndose de lo que ya conocían y de los
flu­jos de información que mantenían con terceros. Su conocimien­
to a priori y a posteriori contribuyó al desprendimiento de sus
viejas prácticas; el tránsito fue lento, pero al final posible.

[…] al principios llegamos a pedir latas, después decíamos


“traite unas bocinas o traite un teclado porque el de nosotros ya
no sirve” o le pegábamos a alguien por diversión, porque cuando
entras a un barrio tienes que dejar que te peguen o tener una
pelea. Bueno, así se acostumbraba en los barrios donde yo nací.
Y aunque ya no éramos un barrio traíamos la misma esencia.
Aunque ya no éramos cholos, sí teníamos esa cura todavía, por­

3 Hace referencia a las agrupaciones y articulaciones juveniles que

éstos generan, construyendo una forma de colectividades con tendencias


hacia el carnalismo; este término es usado regularmente en las identifi-
caciones de los cholos.
92 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

que de ahí salimos casi todos, de un barrio. Ahora ya no hace-


mos ni una ni la otra (Danger, 24 años).

Tras el reconocimiento de una identidad fronteriza y a su vez


de una nueva identidad juvenil, las prácticas de los jóvenes comen­
zaron a cambiar. Tuvieron que buscar y establecer criterios que co­
rrespondieran a su contexto (trans)fronterizo, pero que a su vez
no se apartara de lo que pasaba en el mundo. Los jóvenes raperos,
por ejemplo, recurrieron a lo que se había establecido en la ciu­
dad de Nueva York. Así tuvieron acceso a música realizada por
afrodescendientes y por chicanos. Por ello, su primera influencia
fue la música en inglés, y sólo después en español. Sin embargo,
las temáticas que tocaban eran muy similares, la mayoría hablaba
de asesinatos, drogas, dinero y mujeres, al estilo gangsta rap.

Yo pensaba que el idioma del rap era el inglés, pues era lo único
que nos llegaba, pero cuando escuchamos a chicanos haciendo
rap en español en Estados Unidos, nos sentíamos identificados
y decíamos: “¡Órale wey, es rap pero le entiendo! No tengo que
matarme con un pinche diccionario para ver qué están dicien-
do estos weyes” (Danger, 24 años).

A pesar de sentir una fuerte atracción por la música anglosa­


jona, no los llenaba del todo, pues aun cuando las temáticas tenían
cierta afinidad con su contexto, no lo que ellos experimentaban y
mu­cho menos algo de lo que quisieran hablar.
Al tener una gama musical amplia, los jóvenes raperos comen­
zaron una búsqueda para combinar diversas técnicas y estilos,
de­jando de copiar rapeos para encontrar un estilo propio, sin
perder lo que ellos consideran “la esencia del hip hop”. Y es así
como un grupo de jóvenes tijuanenses conocido como Alto Kalibre
se desmar­ca del rap violento que sonaba en las calles de Tijuana,
para marcar el inicio de un nuevo rap cargado de metáforas y
ri­mas como apoyo para narrar sus vivencias fronterizas, además
de sus sentimientos y pensamientos en español con algunas mez­
clas en inglés.

Mi estilo siempre fue de abstracción, de aforismo, de metáforas


pero siempre en español; yo hablo muy bien inglés pero me daba
GRAFFITI Y RAP 93
miedo sonar muy gringo o que me dijeran que estoy agringado,
pero un día dije: “¡Sé tú mismo! Cuando en realidad quieras
decir fuck you bitches pues dilo si lo quieres decir” y me tumbé
el rollo y empecé a jugar con ello.

Criticas cada curva que lanzo bolas de snitches subo


a la caja de bateo y se callan las bitches.
Me miran, te ignoran, dont hate the playah4
el rap no está en la gorra sino debajo de ella.
Esraes, 24 años

Espacios sociales transnacionales

El graffiti y el rap, como movimientos, son fenómenos culturales


transnacionales que pudieron migrar y establecerse casi en cual-
quier lugar del mundo. Sin embargo, ¿cómo es que se mantienen
conectados y se tiene conocimiento de lo que sucede en un lugar u
otro? Es verdad que ambos movimientos culturales se expandie-
ron, pero son los hombres y las mujeres que portan estas identida­
des las que reproducen dichas prácticas; ambos son responsables de
la construcción de redes y flujos, garantizando una articulación
entre diversos puntos y personas del planeta. Las redes que han cons­
truido dichos actores tienen diversos niveles, a los que podríamos
catalogar como local, nacional y transnacional. Y en Tijuana esto no
es la excepción.
La investigación realizada poco a poco fue arrojando datos que
dan cuenta de cómo los jóvenes han conformado dichas redes y
en qué escalas se han insertado. En ambos casos, tanto los escrito­
res de graffiti como de rap han logrado insertarse en cada uno de
ellos, además de desarrollar un nivel más, el cual llamaremos “trans­
local” o en este caso “transfronterizo”, valiéndose de diversos ele­
mentos tanto institucionales como territoriales y tecnológicos.
Ante la unión que marcó una pauta histórica de los cuatro
movimientos que conformaron la cultura hip hop en Nueva York,
hoy en día cada práctica sigue su camino, en conjunto o por sepa­
rado. Es por eso que en Tijuana el graffiti y el rap, a pesar de su

4 Argot de la palabra player.


94 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

diferencia, han logrado construir espacios sociales muy particu-


lares, sin embargo, al trastocarse también comparten característi­
cas similares, evocando “una cuestión simbólica, de significados, de
representaciones, de imaginarios, de prácticas y acciones, donde se
construye el sentido de los lugares” (Soto, 2006:9) y de los su­jetos.
Los espacios sociales pueden ser de dos tipos: físicos y virtua­
les. Es decir, en primera instancia los sujetos involucrados lo­
gran construir espacios sociales físicos a raíz de estar ubicados
en un mis­mo campo social, como la escuela, el trabajo, la cuadra
o la colonia, e incluso de parentesco. Éste podría responder prin-
cipalmente a un nivel de interacción local y translocal, pues al
des­plazarse entre un lado de la frontera y el otro han logrado es­
tablecer este tipo de articulaciones, combinando un espacio social
físico, institucional, territorial y transfronterizo.
Otro elemento que cada vez juega un papel más importante
en cada uno de los niveles son las tecnologías de la información
o la comunicación, mejor conocidas como tic, entre las cuales
in­ternet encabeza la lista por haber contribuido a la conformación
de redes en el interior de ambos movimientos. Pero internet no
siem­pre estuvo presente, pues no fue sino hasta hace un par de años
que los jóvenes tuvieron acceso a ellas.
Así que sería conveniente comenzar con sus antecesores, que
propiciaron conexiones de tipo local. Algunos jóvenes cuentan
que tuvieron su primer acercamiento a jóvenes graffiteros y/o
ra­peros en un salón de clases, sin embargo no todos los involucra­
dos en el movimiento concluyeron sus estudios o tuvieron la for­
tuna de coincidir con otros jóvenes que realizaran lo mismo que
ellos en un aula.
Pero en ambos movimientos se manifiesta que, en un princi­
pio, conocer a gente involucrada era un tanto complicado; aunque
en el graffiti era menor, ya que tuvo un mayor impacto en la ciu­
dad y los jóvenes se caracterizaban por portar ropa manchada de
pintura o marcada con algún tag. Los raperos se enfrentaron a
un escenario más complicado, pues a pesar de que estaban rodea­
dos de gente que escuchaba música rap, eran pocos los que lo eje­
cutaban.
Después, con la llegada y la apertura de internet y conforme
los jóvenes iban teniendo más acceso a él, se popularizó la sociali­
GRAFFITI Y RAP 95
zación juvenil por este medio. En Baja California, hasta hace tres
años 48% de los jóvenes ya tenía acceso a internet desde su casa.5
Así que los raperos y los graffiteros comenzaron a usar plataformas
como Myspace para exponer sus trabajos, socializar con sus ami-
gos y conocer gente con la que tenían intereses en común, también
podían vincularse con gente tanto del interior del país como de
Estados Unidos y de cualquier parte del mundo. A la par usaban
Messenger y más tarde Facebook, todos ellos para crear espacios
de socialización local, translocal, nacional y transnacional.
Cuando los jóvenes comenzaron a usar este tipo de platafor-
mas, ampliaron sus espacios de sociabilidad tanto físicos como
virtuales, al igual que les permitió estar al tanto de lo que acon-
tecía en otras ciudades del mundo.
Fue entonces cuando vieron la oportunidad de generar espa-
cios de circulación para sus trabajos, ya que se manejaban en un
terreno independiente y underground o subterráneo en compara-
ción con las grandes industrias culturales, puesto que era el úni­co
medio, además de la calle, para ser autogestores de la difusión de
su talento. Como en el caso de Pyyeza, joven rapera, quien consi­
dera que fue gracias a msn y más tarde a Myspace que pudo posi­cio­
nar su rap en Tijuana.
Con las redes que establecen, los jóvenes logran salir de su
ciudad y comienzan a conocer otros lugares. Por ejemplo, Spel,
gracias a las conexiones y exposiciones virtuales que tiene colga-
das en la red ha podido exponer en ciudades como San Diego, Los
Ángeles, el Distrito Federal y Oaxaca, sin asistir necesariamente
a dichas ciudades.
Al mismo tiempo, los jóvenes comenzaron a experimentar pro­
cesos para la ampliación de sus colectivos, como en el caso del
crew hem. En un principio, los integrantes pertenecían a un plano
local y translocal, sin embargo, hoy en día han dejado de ser un
crew transfronterizo para convertirse en uno transnacional, pues
existen representantes en Suiza, España, Canadá, San Diego, Ari­
zona, San Francisco, el Distrito Federal, Querétaro, Guadalajara,
Rosarito y Tijuana, articulados entre sí.

5 De acuerdo con la Encuesta Nacional de Juventud 2010, Baja Cali­

fornia es la primera entidad federativa donde los jóvenes tienen internet


en sus casas.
96 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

En el caso del rap, la salida de estos jóvenes o de sus pro­


duccio­nes a otros lugares ha sido reciente. En un principio, sus
principa­les conexiones se establecían en California y después se
extendieron por toda la República mexicana, como el caso de Dan­
ger, quien estuvo un tiempo en California haciendo rap, pero más
tarde comenzó a viajar a ciudades como Obregón, Aguascalientes y
el Distrito Federal. Sin embargo, hoy en día las producciones cul­
turales de estos jóvenes músicos, viajan con mayor velocidad,
hasta lugares en los que no necesariamente están presentes.

En el 2002, 2004, lamentablemente no teníamos tanto acceso


a internet como ahorita, a mí se me hizo una creciente increí-
ble. Hay un momento el que me doy cuenta que fuera de mi
ciudad la gente sabe lo que hago, o reconoce lo que hago; un día
en el Mesengger me dicen “oye wey, aquí en San Luis Potosí
pasó un bato en el carro con tu rola”. – “¿San Luis Potosí? Ni
siquiera sé dónde queda eso wey, no mames ¿qué chingados?”
(Danger, 24 años).

Para ambos movimientos transnacionales existen aspectos


hegemónicos y subalternos en cuanto a la circulación de las produc­
ciones culturales, y estos jóvenes fronterizos se mueven den­tro
del segundo, pues pretenden a toda costa evitar ser considerados
“comerciales”, creando sus propios medios, como hemos visto en
el caso de internet, y conformando una escena a la cual denomi-
nan underground. No obstante, estos nuevos medios de producción,
como lo considera Castiblanco (2005), terminan reproduciendo
la misma lógica de las grandes cadenas de mercancías, aunque en
menor escala.
Sin embargo, para estos jóvenes no es una opción abandonar
las identidades que portan, sino todo lo contrario, quieren seguir
realizándolas y mantener sus espacios de socialización. Pero al cre­
cer no encuentran escapatoria y tienen que acatar las demandas
que sus padres junto con la sociedad les van exigiendo. Y al no tener
una forma de hacerlo, pues no hay escuela que certifique y les
otor­gue un título de graffitero o rapero, o una empresa que esté
solicitando sus servicios, tienen que buscar tácticas y estrategias
para combinar sus nuevas responsabilidades con el estilo de vida
GRAFFITI Y RAP 97
que han elegido. Algunos han decidido estudiar lo que más se
acerque a sus intereses, pero a otros no les parece necesario.

Cuando eres niño ves, de adolescente lo haces, pero si sigue el


graffiti en tu vida realmente, y lo haces parte de tu vida, llegas
a una madurez. Pero ya tienes familia, ahora tienes que hacer-
lo de una manera aceptada, porque lo quieres seguir haciendo
pero sin que nadie te diga nada, sin tener problemas con la po­
licía, sin andar corriendo, sin andar escondiéndote. Ya no pue­
des hacer lo mismo que a los 15 o 16 años cuando ya tienes 27
o 28. No puedes ser igual a cuando estás en la prepa o a cuan-
do ya estás casado y tienes familia; y no porque tú no quieras,
sino porque es parte de la vida, porque uno tiene que tragar,
tiene que vivir, tiene que adaptarse a la situación, no siempre
vas a ser adolescente (Mode, 28 años).

Al verse en un proceso forzado que les va exigiendo cambios


económicos y de consumo, se dan cuenta de que no pueden sol-
ventarlos y consideran que ya no es una opción invertir de su
propio bolsillo para seguir pintando paredes y ofertando descargas
gratuitas de canciones en la red. Ahora saben que tienen que ha­
cer algo más que trabajar para continuar con lo que les gusta hacer.
Han encontrado en el arte en aerosol, como ellos lo denominan,
presentaciones privadas, venta de beats, venta de equipo de audio
y talleres de pintura o rap, la forma para seguir sobreviviendo,
tan­to en la escena juvenil como en lo económico.
Los graffiteros han experimentado un espacio que hasta el
mo­mento les ha funcionado y les ha abierto la puerta en lugares
públicos o privados para hacer exposiciones o impartir talleres. Ade­
más, algunos planean proyectos con la finalidad de recibir finan-
ciamiento del gobierno, los cuales tienen que vincular o soportar
con un discurso artístico. Lo hacen sabiendo que ten­drán que rea­
lizar un trabajo distinto al que suelen realizar en el espacio públi-
co, pero sin perder el estilo de la calle, pues han ob­servado que
existe un mercado cultural interesado en jóvenes hacedores de
graffiti o arte urbano, como lo han denominado re­cientemente.
A pesar de que los escritores de graffiti han decidido moverse
en ambos planos, argumentan que la calle es su lugar predilecto
para seguir realizando sus prácticas, pues aseguran que en ella
encuentran la libertad necesaria para plasmar sus ideas. Mode,
98 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

quien ha tenido diversas exposiciones en galerías de Tijuana como


en otras entidades federativas, argumenta: “Mi mayor exposición
todavía no la termino, porque sigo pintando las calles” (Mode, 28
años). Sin embargo, Mode y Spel, como otros graffiteros y jóvenes
raperos, no planean dejar un ámbito por otro; además piensan
man­tener su empleo, pues están convencidos de que aunque po­
drían vivir de lo que disfrutan hacer, lo harían en condiciones de
mayor precariedad e incertidumbre que en las de su vida actual.

Identidades masculinas y masculinizadoras

Por otra parte, el graffiti y el rap se caracterizan por actividades


que demandan habilidades de fuerza, agilidad, inteligencia, lide­
raz­go, valentía y destreza, tanto física como mental, así como de
ele­mentos preparatorios para la competitividad que exige el me­dio.
Socialmente, estas características están asociadas a la masculi­
nidad, la cual será el punto de partida para explicar por qué en-
contramos un mayor número de participantes hombres que de
mu­jeres dentro de estos círculos. Sin embargo, son prácticas y
es­pacios que en teoría no son exclusivos para hombres, pero sí
fre­cuentemente de hombres.
Es importante precisar que pertenecer a dichos espacios so-
ciales no significa que los sujetos involucrados se aíslan o dejan
de moverse en otros campos sociales, sino todo lo contrario. A
pesar de que los actores aprenden a manejar una performativi­
dad para entrar y salir de un campo social a otro, éstos tampoco
se desprenden de elementos socioculturales aprendidos en la cul­
tura hegemónica a la cual pertenecen.
Uno de estos elementos es el género, donde, siguiendo a
Connel, la masculinidad es una norma social para la conducta de
los hombres, y lo mismo podríamos decir para el caso de las mu-
jeres y la femineidad. Aunque cabe destacar que el género “es una
práctica social que constantemente se refiere a los cuerpos y a lo
que los cuerpos hacen, pero no es una práctica social reducida
al cuerpo” (Connell, 1997:6), sino que podríamos hablar de espacios
y prácticas con una connotación de género según sus caracterís-
ticas. En este caso, el graffiti y el rap se asocian a lo que social-
GRAFFITI Y RAP 99
mente se considera que debe ser lo masculino, ya que implican
un riesgo y presencia de cuerpos rudos.
Los hombres jóvenes, partícipes en pintar paredes y escribir
canciones, describieron diversos pasajes de sus vidas dentro del
movimiento. En ambos casos es fundamental la idea del hombre
conquistador, valiente, fuerte y heterosexual, pues se considera que
es la vía para ganar el respeto de otros hombres. Además, deben
mostrar lealtad hacia sus más cercanos, cumplir con su pa­labra y
mantener una imagen limpia, es decir, no dar signos de debilidad.
También tienden a mostrar superioridad ante los demás, lo cual
implica una prohibición al reconocimiento o la aceptación de que
otro hombre, un opositor, sea mejor que ellos.
Aunque estos elementos son muy marcados en las identida-
des del graffiti y el rap, es preciso señalar que no es una imagen
que ellos hayan construido solos, sino un estereotipo socialmen-
te impuesto. Si embargo estos jóvenes lo han legitimado y esta-
blecido como un código de su forma de socializar, que responde
a lo hegemónico y lo heteronormativo, que en la práctica les pro­
porciona un medio para tener superioridad sobre las mujeres.

El hombre siempre ha querido ser, los niños no las niñas, he­


mos querido ser malos porque nos han inculcado que a las
chi­cas les gustan los niños malos, como en las películas, enton-
ces dices “Yo voy a fumar, voy a decir wey y me voy a vestir
aguado”, y no sé si es eso o no, pero empiezas a vestirte agua-
do desde que tu mamá deja de comprarte la ropa y tú empiezas
a comprártela (Danger, 24 años).

Antes de yo hacer graffiti, veía que por más feos que estuvieran,
todas las morras estaban sobres con esos weyes, o que todos
bien amables con ellos, o que ellos dirigían porque tenían bien
rayado y eso me motivó a querer tener los mismos beneficios
(Serieh, 23 años).

“Las morras ni rayan”: el papel de lo femenino


y las mujeres dentro de ambos movimientos

El papel de lo femenino, tanto en el graffiti como en el rap, es una


cuestión ambivalente. En ocasiones estos jóvenes ven po­si­ti­va­men­
100 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

te la participación de las mujeres, pero interpretando esta presen­cia


como una figura maternal que les brinda amor y protección. La
mayoría ha sentido o ha visto en dichas prácticas un refugio y
un lugar que les ofrece confort y seguridad, relacionándolo con una
figura femenina vinculada o comparada con una compañera de
vida. Sin embargo, en la cotidianidad pre­valece co­mo figura peyo-
rativa al equipararla con el sentimentalismo y la debilidad.
De la misma manera, para los involucrados, lo que se transmi­te
en las paredes o la música corresponde a un orden de género.
Cuando lo que se expresa se sale de la norma, es decir, de la mas­cu­
linidad y se cae en algo ligado a la feminidad, podría convertirse
en motivo de burlas y desacreditación, sin importar que el trabajo
sea bueno y se reconozca su valor. Por ejemplo, el caso de Sabes,
graffitero que desde hace un tiempo decidió dejar las letras de
lado y comenzar a pintar catarinas por los muros de la ciudad, co­
menta que tuvo que dejarse llevar por lo que sentía y quería
pin­tar sin importar que lo tacharan de “maricón”.
Por otro lado, dentro de ambas prácticas es común la existen-
cia de sujetos que se caracterizan por ser actores pasivos, es decir,
que a pesar de ser parte del círculo con el que se interactúa, no
necesariamente ejecutan alguna actividad; y los activos, aquellos
que están en movimiento, produciendo. Por otra parte, a las mu-
jeres con mayor frecuencia se les relaciona de una manera muy
esencialista con la pasividad, pues se las ve como una figura liga­da
a la compañía y nada más, aunque irónicamente algunos hombres
externan su anhelo de tener una pareja que realice lo mismo que
ellos, pero sólo con el afán de ser comprendidos.
En los dos espacios en los que realicé mi trabajo de campo
había mujeres, sin embargo, la mayoría eran las novias, amigas
y hasta admiradoras de estos jóvenes creadores. También vi a hom­
bres pasivos, pero éstos por lo general eran graffiteros o raperos
retirados, y unos cuantos eran catalogados como seguidores.
Al darme cuenta de esto, surgió en mí la pregunta: ¿hay mu-
jeres que están pintando paredes y escribiendo rimas?... Y si
existían, ¿cuál era el papel de éstas dentro de ambos movimientos?
¿Dónde están? Así que fui en busca de mujeres jóvenes que estu­
vieran realizando las mismas prácticas, y así fue como empecé a
rastrear a aquellas que hasta ese momento no eran visibles.
GRAFFITI Y RAP 101
Al emprender la búsqueda me di cuenta de que esa poca vi-
sibilidad respondía a que el número de mujeres hacedoras de gra­f­
fiti y rap era casi nula en la ciudad de Tijuana. Realmente esto
fue una sorpresa, pues aunque es común encontrar más hombres
que mujeres, aquí la diferencia es abismal. Conforme interactua-
ba con las mujeres que fui encontrando, me di cuenta de que ellas
pasan por otro tipo de ritos para iniciarse como graffiteras o como
raperas.
Dichas incorporaciones suelen ser lentas y de largo plazo,
a causa de su condición de género. La entrada de éstas tanto a crews
como a la escena de cada movimiento se da por dos vías: una es
por la relación sentimental que mantienen con un escri­tor mas-
culino, y la otra es por su talento. Sin embargo, en ambos casos
las mujeres están sujetas a un doble esfuerzo, primero para ganar­
se un lugar, y segundo para alcanzar un reconocimiento por el
resto de sus compañeros.

El primer graffiti que vi fue en la secundaria, pero yo no sabía ni


qué. Después entré a la prepa y yo empecé a andar con un chi­
co que estaba en un crew. Ya después yo me hice de su crew.
Entonces ahí yo me empecé a juntar con taggers, pero yo nunca
rayé. Es más, nunca en mi vida he hecho un tag, pero ellos me
acoplaban. En ese momento yo misma rayaba. Recuerdo que
me hice “famosa” en ese tiempo, y ya después terminé con mi
novio pero yo me seguía juntando con ellos. Después me de­
safané, pero conocí a otro chico y le dije que me metiera a su
crew. Él le dijo a otro morro y él dijo, me acuerdo bien clarito
de eso, ”¡No porque luego las morras ni rayan!” y ya el morro me
dijo: “No, no hay pedo, tú métete” y ya, me metieron a su crew
y me dijeron que luego tenía que ir pa’ que me presentaran a
todos los del crew. Y ya, en ese tiempo me acuerdo que me puse
Nube. Después empecé a ir como a su casa, mirábamos la tele,
hacíamos tags, hablábamos de graffiti, y así empezó eso del crew
y ya, tiempo después empecé a pintar (Nube, 22 años).

Como Luisa Hernández señala, dentro de los crews (y yo aña­


diría también la escena ya que no todas las mujeres pertenecen
a un crew), “es inexistente una normativa o reglamentos que pro­
híban el acceso a mujeres, sin embargo, éstos operan bajo formas
102 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

sutiles para evitar su permanencia, frenando su desarrollo o re-


legándolas a posiciones marginales” (Hernández, 2012:137). Y es
que es muy complicado que las mujeres involucradas e interesa-
das por mantener su presencia en el espacio público se deshagan
de etiquetas que las colocan en una posición de compañeras, o
como personas que deben ser instruidas. Esto implica que las mu­
jeres tengan que buscar estrategias que van en contra de la pa­si­vi­
dad, pero muy difícilmente en contra del tutelaje.
Sin embargo, entre hombres y mujeres no todo es tan distinto.
En el graffiti y el rap no hay procesos aparentemente diferenciados
para cada sexo, ambos deben someterse a reglas preestableci­
das en las cuales no hay exenciones. Una de ellas es el combate por
un apodo o un tag, ya que las mujeres, al encontrar a otras chicas
que se presentan con un apodo idéntico, producen un enfrenta-
miento.
Después de que las mujeres pasan por la primera etapa de
aceptación, tienen que esperar oportunidades para comenzar a
pintar o rapear en los espacios públicos, pues a pesar de que ya son
consideradas integrantes de esos espacios de socialización, esto
no les garantiza tener un lugar en una barda o en alguna canción.
Así que desde ese momento las mujeres dependen de los hombres
para que comiencen a desarrollar sus habilidades, aunque en rea­
lidad eso tampoco les garantiza ser tratadas como iguales.
Cuando el trabajo y la dedicación que realizan las mujeres
suele ser constante y comienzan a demostrar que, pese a su con-
dición de mujeres, como es vista por los hombres, pueden tomar-
se el rap o el graffiti en serio, entonces las relaciones entre éstos se
tornan más estrechas, y las mujeres, se podría decir, comienzan
a ganar espacios por sus propios méritos. Sin embargo, al observar
dicha relación los roles de género femenino/masculino se exacer­
ban, pues los hombres asumen roles que los colocan en una po-
sición de proveedores y protectores, al igual que se ven obligados a
tener consideraciones con las mujeres que no tendrían con otros
hombres (como preocuparse por que lleguen a casa, debido a que
se exponen al peligro al estar de noche en las calles).
Sin embargo, las mujeres jóvenes involucradas en ambas prác­
ticas asumen los riesgos al estar conscientes del contexto violento
que se vive en la ciudad, así como de la vulnerabilidad de sus cuer­
GRAFFITI Y RAP 103
pos en la esfera pública, la cual aumenta en lugares solitarios y
oscuros donde suelen realizarse algunas de estas acciones.
Pyyeza, Nube y Monserrat son tres chicas que viven en la zo­
na este de la ciudad, en la cual el índice de agresiones sexua­les a
mujeres jóvenes es recurrente. Aun sabiéndolo, ellas deciden
transitar y expresar sus ideas en la vía pública, aunque por lo re­
gular van acompañadas de hombres, los cuales, aseguran, les brin­
dan mayor seguridad. Sin embargo, las tres tienen momentos de
movilidad en solitario, lo cual no parece generarles temor o an-
gustia, ya que reafirman la idea de que no dejarán de hacerlo a
pesar de haber experimentado acosos o persecuciones por parte
de otros hombres; piensan que si llega a pasarles algo tal vez sea
por su propia culpa.

Antes era común ver muertos, ahora ya casi no, es algo malo
para mí, porque no me da miedo atravesarme por ahí en la
noche. El problema es que cuando me voy a mi casa me tengo
que bajar en una Waldo’s y caminar a mi casa en lo obscuro y sí
es un problema. Por eso a veces prefiero quedarme en el es­tu­
dio pero mi mamá se enoja porque a veces no llego, así que
tengo que regresar a casa y a veces decirle a mi mamá que sí
me trajieron (sic) pero a veces los chavos no siempre pueden. Yo
creo que hasta cuando me pase algo me voy a quedar a gusto
y el problema es que yo no puedo caminar a gusto por la calle
sin miedo a que me pase algo, pero tengo que hacerlo (Nube,
22 años).

Se trata de limitaciones importantes para las mujeres, ya que


es mal visto que deambulen solas en los espacios públicos, ya que se
considera que deben ser monitoreadas o acompañadas por una
figura masculina por no estar “en su lugar”. Esta situación las
orilla a que sus prácticas no sean similares a las de sus compañe-
ros hombres, por el miedo a ser detenidas, a los peligros callejeros
o a que sus padres se enteren, por lo que en un principio llevan a
cabo estas prácticas en el marco de la legalidad o desde la intimi-
dad, es decir, desde el ámbito privado. Además, buscan formas de
modificar el imaginario estigmatizado que tienen por ser graffi-
teras o raperas para tener aceptación social, principalmente de sus
padres, y después para expresarlo abiertamente.
104 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

Créemelo que muchas veces me han dado ganas de hacer algo


ilegal, porque es una etapa del graffiti que no se puede evitar. Yo
nunca hubiera querido haberme saltado la etapa de hacer tags
o bombas, a veces cuando platico con Spel o con Shente y me
empiezan a contar, ¡no manches, me da un buen de envidia!
“¿Por qué yo nunca hice eso?” Y a veces sí me dan ganas de sa­
lir y bombear, pero a veces me da mucho miedo porque ahori-
ta el antigraffiti está más perro que antes (Nube, 22 años).

Cuando las mujeres comienzan a realizar dichas prácticas y


comienzan a llevarlas a cabo en el espacio público, podríamos
pen­sar en ellas como mujeres con agencia social, a la que podría-
mos considerar “como la capacidad de realizar los propios intere-
ses en contra del peso de las costumbres, tradiciones, voluntad
trascendental u otros obstáculos, ya sean individuales o colectivos”
(Mahmood, 2008:10). Esto porque han decidido romper con los
estereotipos impuestos a la figura femenina, ya que ellas realizan
actividades que podrían considerarse como transgresoras del or­
den de género.
Sin embargo, estas mujeres someten sus cuerpos, sus expre-
siones y sus actos a una serie de performatividades que las hace
aparecer masculinizadas. Es decir, las mujeres, consciente o incons­
cientemente, tras estar en desacuerdo con los estereotipos de lo
femenino y en su búsqueda por resquebrajar el prototipo feme-
nino que les han impuesto (y con el cual manifiestan no sentirse
cómodas desde la infancia), quedan en una posición de “cuerpos
dóciles a la maleabilidad requerida para que alguien pueda ins-
truirse en una habilidad o conocimiento específico” (Mahmood,
2008:19). Al chocar con la normativa establecida del cómo debe-
rían ser, buscan la forma de subvertirlo y, en este caso, encuentran
en la masculinización de sus actos una forma aparente de trans-
gresión.

Siempre fui muy niño, la verdad, […] siempre me gustaron las


cosas de niño, o sea, me gustaba jugar a las canicas, que la bici­
cleta, que los patines, que subirme a los árboles, que jugar con
la tierra, o sea todo eso que a lo mejor a las niñas no les llamaba
tanto la atención. Y era bien peleonera, era bien ponte al pedo.
Después empecé a tener más amigas, pero siempre co­mo que
era más problemas con las niñas, porque querían jugar que a
GRAFFITI Y RAP 105
las barbies, y que a las pinturitas y no sé qué. Y o sea, a mí eso
a mí no me interesaba en lo absoluto. Yo sólo quería jugar y ya
yo no quería que verme bonita (Pyyeza, 19 años).

Pero siguiendo a Saba Mahmood, estas mujeres jóvenes, cuan­


do subvierten el orden de género, tienden a buscar formas de
resistencia para rechazar la posición que socialmente les han asig­
nado, es decir, buscan un desafío al dominio masculino, pero en
realidad “las acciones de las mujeres parecen reinscribir lo que
apa­rentemente son los ‘instrumentos de su propia opresión’” (Mah­
mood, 2008:10), ya que hasta los hombres del medio avalan la idea
de que las mujeres en el rap tienen que pasar por procesos de mas­
culinización.

Yo en lo personal me vestía como chola, yo era una chola de


esas que dan miedo. “Mira, la muchacha parece hombre”. Hasta
que un día dije “Sales, pues yo puedo seguir escribiendo, puedo
seguir cantando pero puedo cambiar un poquito la forma en la
que me ven los demás ¿no?”, y fue cuando me fui cambiando
un poquito más femenina, empecé a vestirme un poquito más
como niña, ya no como niño y vi que la gente me trataba dife-
rente (Pyyeza, 19 años).

Sí, hay mujeres en el rap, son minoría pero sí las hay, y creo
que no hay tantas por el estereotipo de la mujer en la socie­
dad que debe de ser una dama, nada ruda, siempre femenina,
creo que es por eso (Bonck, 22 años).

Sin embargo, para ellas el graffiti y el rap, o realizar interven-


ciones artísticas en la esfera pública, son espacios en los cuales
se sienten cómodas, pues manifiestan que los espacios femeni-
nos son aburridos y no les atraen en lo absoluto, además de que
dicen tener mejor convivencia con hombres que con mujeres. Pues
como dice Morgan,

[…] el discurso de las mujeres en el hip hop incluye el recono-


cimiento de la mujer cuya identidad está vinculada a la de los
hombres, así como una crítica de la mujer ingenua, que no tiene
idea de las cosas y que carece de agencia, que no se manifies-
ta, examina el patriarcado o respeta su sexualidad […] (Morgan,
2009:139, traducción propia).
106 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

Sus compañeros escritores también opinan que al verlas como


personas con connotaciones masculinizadas tienen una mejor re­
lación de amistad con ellas. Pero se refieren a ellas de forma infan­
tilizada al llamarlas “niños”, lo que las pone nuevamente en una
situación de subordinación. Esto se reafirma cuando se les pre-
senta con otros atributos que según el orden dominante son carac­
terísticas femeninas, como la subjetividad y la sentimentalidad.
Así, se les percibe como diferentes de otras mujeres porque tienen
el valor de hacer lo que ellos hacen y de sostener conversaciones
sobre los mismos intereses, y al mismo tiempo se refrenda que son
iguales a otras mujeres cuando se dice que son sentimentales.

Ella es como un niño, es bien curada, nos llevamos bien, habla­


mos de rap y eso está curada, pero cuando se pone sentimen­
tal, es cuando recuerdo que es mujer (Repik, 22 años).

Por otro lado, el reconocimiento del trabajo femenino es una


cuestión casi inexistente. Dentro de estas prácticas culturales, co­
mo lo menciona Hernández (2012), siguiendo a Nancy MacDonald,
argumenta que los varones son considerados como buenos hace-
dores, lo cual significa tener seguro un reconocimiento de sus
habilidades; pero las mujeres son vistas como todo lo contrario. En
varias conversaciones que tuve con hombres durante mi trabajo
de campo, les sugerí hablar sobre la admiración por personas del
medio y todos se refirieron con rapidez a un gran número de tra­
bajos realizados por varones. Cuando les pregunté si existía alguna
mujer a la cual podrían otorgarle reconocimiento, los metí en un
apuro pues tardaron mucho tiempo en dar por lo menos un nombre.
Algunas mujeres terminan asumiendo lo anterior a pesar de
no estar de acuerdo con ello. Nube, por ejemplo, comenta que en
un momento su trabajo era comparado con el de Ana, otra jo-
ven que por ese entonces también realizaba graffiti. Sin embar­
go, Ana tuvo que mudarse de ciudad, así que Nube, al verse sola,
optó por compararse con el trabajo de sus compañeros, cuando para
ellos ella no representa ninguna competencia o algún referente
para la comparación. Sin embargo, ella manifiesta haber recibido
diversos “halagos” al encontrarse con hombres que se asombran al
ver a una mujer pintando, y el mejor elogio que ha recibido, según
GRAFFITI Y RAP 107
sus palabras, es: “¡No manches!, pintas mejor que otros morros que
conozco. En verdad, no puedo creer que pintes mejor que otros
morros”.
Sin embargo, tras la admiración que estas mujeres reciben al
realizar su trabajo, se han dado cuenta de que este reconocimien-
to es efímero o superficial, ya que son los hombres los que siguen
dominando este espacio. Socialmente es a ellos a quienes se les
ve con mayor respeto y a quienes se les reconoce la calidad de su
trabajo.

Como en todos lados los hombres siguen teniendo un lugar pri­


vilegiado, sigue siendo una área en donde pues los hombres
tienen otro lugar y las mujeres tienen esta doble exigencia de
“tienes que ser buena aparte de ser mujer”, porque hasta en las
instituciones se ve. No es lo mismo que llegues como chica a
pedir un proyecto a que llegues en un colectivo y que llegue
hablando un hombre, no es lo mismo. Ahora que he estado tra­
bajando en los murales en la vía pública, pues la gente te dice
“wey, está súper chido tu trabajo” “señorita, qué bonito”, “es la
mejor imagen” y bla, bla, bla, pero a los compañeros es a los que
les dicen “oye, ¿puedes ir a mi casa a pintar?” o “¿puedes su-
birte a un lugar tanto de alto a hacerme algo?” (Monse, 28 años).

Sin embargo las mujeres, a pesar de encontrarse en una si-


tuación de subordinación (la cual asumen o la ven como una
realidad), han decidido continuar con su trabajo pues consideran
que poco a poco las diferencias se irán borrando y las cosas cambia­
rán, si bien para algunas esto ya está superado. Nube, por ejem­plo,
en su narrativa sostiene que es tratada como igual, sin em­bargo en
la práctica también manifiesta sentirse excluida. Un día, cuando
regresaba de un jardín de niños en el cual ella sólo realizó detalles
o fondeó los espacios en blanco, llegamos a una barda ubicada en
el bar Mi Ranchito. Los graffiteros comenzaron a tomar un lugar
pero ella no lo hizo; ella se acercó y me comentó: “¿Ves?, habiendo
tanto espacio y ¿no me pueden invitar?”. Después de un tiempo
de espera a ella le asignaron un pequeño lugar.
Por otro lado, Pyyeza, tras no ver movimiento y no realizar
colaboraciones con su crew Alto Kalibre, decidió comenzar a tra-
bajar en un proyecto al que denominó Rap en Falda, pretendiendo
108 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

mostrar lo que una mujer puede hacer al tomar un micrófono y


presentarse en una tarima. Sin embargo, el disco nunca salió y sus
compañeros nunca mostraron interés o preocupación por ello.
Para Pyyeza, la idea de utilizar la falda como emblema repre-
senta una forma de reivindicarse a partir de un elemento que
hace referencia a lo femenino, de transferir a dicha prenda una for­
ma de liberación para hablar desde la experiencia de una joven
rapera. Sin embargo, siguiendo a Bourdieu (2000), la falda repre-
senta un pedazo de tela que no nos deja correr, que nos recuerda
cómo debe ser una mujer, cómo debe sentarse y la forma de cami­nar
del cuerpo que la porta, evidenciando un sistema de oposición en
que se funda el orden social. Se trata entonces de una contienda
de significados, de narrativas y acciones dirigidas a desestabilizar
el orden simbólico hegemónico.

Para reflexionar: ¿movimientos transformadores?


Orden social vs. orden de género

Sin duda, la llegada del graffiti y el rap a la ciudad de Tijuana trajo


consigo nuevas lógicas de organización y sociabilización juvenil,
otorgándole a los jóvenes fronterizos nuevas formas de ser joven
y también de ocupar el espacio público. Sin embargo, la estigma-
tización social se volcó contra los jóvenes al considerarlos una
amenaza social, además de personas violentas que sólo ensuciaban
la ciudad.
Los jóvenes fueron constituyendo espacios sociales que impac­ta­
ron más allá de la frontera, convirtiéndolos en sujetos transfron­
terizos y transnacionales, además de transgresores sociales. Puesto
que las identidades juveniles no se dan por sí solas ni operan en
espacios sociales aislados, sino que se están articulando con otras
áreas de la realidad social, las juventudes portadoras de dichas iden­
tidades aprendieron a usar las imágenes construidas, negativas o
positivas, que se les atribuyen.
Poco a poco comenzaron a conquistar espacios dentro de la
ciudad, y con ello lograron tener movilidad en espacios hegemó-
nicos y subalternos (como las galerías y la calle). Así, han logrado
transgredir el orden social a través de lo que pintan y rapean en
GRAFFITI Y RAP 109
ambos espacios, demostrando que no es la ilegalidad lo que rompe
el orden social, sino la expresión misma de los sujetos. Aunque su
trabajo en instituciones o en el sector privado es distinto, para ellos
representa tener un reconocimiento y mayor movilidad para ser
entendidos. Esto significa que la sociedad está cambiando su pers­
pectiva acerca de ellos (además de ser una forma de profesiona-
lizar sus prácticas).
Para algunas autoras, como Castiblanco, las prácticas cultura­les
juveniles, en este caso el graffiti y el rap, son prácticas de resisten­
cia que, siguiendo la idea de Foucault, tienen “un enorme potencial
transformador del pensamiento, de la identidad y de construcción
de autonomías de la subjetividad, en esa medida potencial tam-
bién en procesos de construcción y reconstrucción de realidades
sociales” (Castiblanco, 2005:261). Afirma la autora, además, que
el discurso y la práctica son transversales a todas las prácticas
sociales, por lo que son un espacio privilegiado para tener un efec­
to transgresor en cada plano de la vida social. Sin duda, el graffiti
y el rap son prácticas culturales transgresoras y cuestionadoras
sociales.
Sin embargo, nos advierte Butler,

[…] la transformación social no ocurre simplemente por una


concentración masiva a favor de una causa, sino precisamente
a través de las formas en que las relaciones sociales cotidianas
son rearticuladas y nuevos horizontes conceptuales abiertos por
prácticas anómalas y subversivas (Butler, 2001:20).

Durante la investigación, los datos fueron apuntando a que am­


bas prácticas buscan una transgresión para la transformación
social, sin embargo, las y los jóvenes involucrados no han logrado
cuestionarse sobre el régimen de género en el cual están inmersos
dentro de su cultura dominante, por lo que la reafirman y la nor­
malizan dentro de cada movimiento.
En primer lugar, los espacios urbanos en los que se practican el
graffiti y el rap, a pesar de considerarse abiertos y plurales, suelen
ser lugares de carácter masculino y, por ende, representan un obs­
táculo para las mujeres, puesto que la idea de lo femenino es con­
siderada como algo negativo, algo para lo que no hay cabida. En
110 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

consecuencia, las pocas mujeres que logran entrar y permanecer


en estos círculos, pasan por procesos de masculinización. Lo an­
terior, de acuerdo con mi observación, coincide con lo que sos-
tiene Morgan cuando plantea que la comunidad del hip hop no
provee una plataforma incluyente de todas las miradas, pues pue­de
ser “fanáticamente heterosexista” (Morgan, 2009:147).
La reproducción de los roles de género coloca a las mujeres en
una situación de subordinación frente a los hombres, pues se
enfrentan a retos adicionales como transitar por las calles en la
noche. Si Paula Soto tiene razón, entonces hay un orden senti-
mental que reafirma la reproducción de los roles de género, pues
el temor, el riesgo y el miedo “asumen formas múltiples en la ex­
periencia genérica”, y la consecuencia es que estos sentimien-
tos reducen la movilidad y la participación de las mujeres en estas
prácticas (Soto, 2006:361).
La incorporación de estas jóvenes al graffiti y el rap aparen-
temente las coloca en una situación de doble subordinación, pero
en realidad se encuentran situadas en espacios paradójicos. Se po­
dría pensar que en donde se les observa como transgresoras, es
decir, en el espacio público, en realidad siguen ocupando un es­pa­
cio de subordinación, sin embargo, en los espacios culturalmente
hegemónicos e institucionalizados como la escuela o la familia,
estas mujeres demuestran tener un grado elevado de empode­
ramiento frente a otras mujeres y hombres.
Morgan (2009) argumenta en su investigación que las mujeres
no son ingenuas e idealistas dentro de estas prácticas, pero sí
los consideran espacios liberadores, pues en comparación con otros
espacios sociales ven en el graffiti y el rap un potencial para la pa­
ridad, puesto que ahí es imposible no ser reconocidas cuando al­
guna tiene habilidades.
Las tres entrevistadas manifestaron sentirse y manejarse de
una manera diferente ante otros jóvenes con los que compar-
ten un salón de clases, un área de trabajo e incluso un mismo techo.
A pesar de que la investigación no arroja datos precisos sobre el
grado en que ambas prácticas y su permanencia en el espacio pú­
blico han influido para que ellas tengan ideas y actos diferentes
a las de otras jóvenes (ya que seguramente otros elementos han
contribuido al cambio), sí podemos pensar que la pertenencia a
GRAFFITI Y RAP 111
dichas identidades ha dado pie a que ellas modifiquen las relacio­
nes sociales que mantienen en su cotidianidad, y aunque esto
deja una veta abierta de investigación, es muy probable que hacer
graffiti y rap tenga un grado de influencia por el cual las mujeres
cuestionen o posterguen la maternidad y el casamiento.

La mayoría de los morros en la maquila que trabajo ya están


casados, y a mí siempre me preguntan que si estoy casada o
que si tengo hijos y yo les digo que “¡No!” y me preguntan
“¿Cuántos años tienes?” —22 —“¿En serio no estás casada?” —¡No!
—y ¿en verdad no tienes hijos? —¡Que no!” (Nube, 22 años).

Por ejemplo, ahorita estoy llegando a una edad en la que todo


mundo trai (sic) el pedo de que quieren ser mamás o que la
gente te dice “wey, se te va a ir el avión, te tienes que casar” o
“tienes que tener un hijo” o cosas así, y pues a mí la neta no,
no está dentro de mis prioridades y nunca lo ha estado. Enton-
ces esta onda de que tienes que ser mamá para realizarte como
mujer pues está muy lejos de mi realidad (Monse, 28 años).

Sin embargo, las mujeres graffiteras o raperas no son las úni­


cas que han tenido estas pequeñas transformaciones de su cotidia­
nidad, pues hay hombres que también manifiestan algunos cambios
similares.

Muchos de mis amigos lo dejaron de hacer, se casaron y ya es­


tán en otro ambiente y los ves y me dicen, “Hey, ya estás bien
cabrón para pintar, me acuerdo cuando pintábamos juntos”
—“Hey, pues yo me engrané en esto, y yo me quedé en esto
porque para mí no fue cura, fue y es de neta” (Spel, 23 años).

Sin embargo, irónicamente, la maternidad o paternidad que es­


tos jóvenes ven como algo fuera de su interés o que consideran co­-
mo un proceso a largo plazo, son las mismas razones que hacen
que se alejen de lo que dicen disfrutan hacer, pues son procesos
a los cuales no quieren escapar. Esto se vive de una manera dife-
renciada entre los hombres y las mujeres. Las mujeres están cons­
cientes de que la maternidad y el matrimonio pueden ser las
razones por las que abandonen el graffiti y el rap, ya que siguen
considerando la maternidad como un destino. Los varones, en cam­
112 LISSET ANAHÍ JIMÉNEZ ESTUDILLO

bio, consideran la paternidad sólo como un factor que modificará


su vida en algunos aspectos, pero que no representará un impe-
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Modos de vida indígena
en la ciudad transnacional

Lorenia Urbalejo Castorena

Los desplazamientos poblacionales muestran un espacio flexible,


en algunos casos el espacio comienza en los pueblos de la mix­teca
y termina en la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos. En estas
grandes extensiones circulan prácticas, saberes y recursos econó­
micos que son intercambiados y reconfigurados por las personas
que dinamizan dichos espacios transnacionales. Es importante ha­cer
notar, como lo explica Besserer (1999), que no en todos los casos
de transnacionalidad la característica fundamental es haber cru­
zado la frontera nacional. Michael Kearney, en su análisis sobre la
identidad mixteca, también les da un lugar a los mixtecos que se
localizan en la frontera del lado mexicano, para sus objetivos ubi­ca
a la zona fronteriza como un tercer contexto que fragmenta la con­
ciencia del grupo, lo que establece cómo la situacionalidad geográ­
fica influye en sus cambios, al mismo tiempo que la experiencia
rural pluraliza la vida urbana.
La ciudad, como un espacio amplio, se compone de otros es­
pacios más pequeños que se van delimitando por el uso cotidiano,
y en cada uno ellos se realizan prácticas distintas, por lo que ad­
quieren significados diferentes. De esta forma, las ciudades no se
viven en su totalidad, si bien siempre habrá conexiones que a ve­-
ces, como veíamos en el párrafo anterior, trascienden las delimita­
ciones espaciales locales y son extensibles con tanta utilidad como
se requiera. En las ciudades transnacionales ese complejo es ma­
yor al considerar la influencia de sus multilocalizaciones, lo cual
permite un cambio social, como lo señalan Besserer y Nieto (2012)

[115]
116 LORENIA URBALEJO CASTORENA

sobre este tipo de ciudad, que no solamente es de resiliencia y re­


sistencia.
Es lo que ha sucedido con los grupos indígenas que llegaron a
vivir a Tijuana; ellos redefinen la ciudad a partir de sus experien­
cias en los pueblos de donde partieron y de las que resultan de
sus lugares actuales de residencia. Los cambios no se quedan sólo
en lo geográfico, de la misma forma que se trastoca lo social y se
incluyen condiciones no contempladas antes, por ejemplo la ju­
ventud, que en Tijuana ha estado vigente pero entre los mixtecos
adultos no fue vivida (Urbalejo, 2011, 2013).
Entre las múltiples posibilidades de estudio de los circuitos
transnacionales, este texto se ubica geográficamente en el lado
me­xi­cano, en Tijuana. Esta ciudad representa una isla del archi­
piéla­go que ha conformado la migración de los mixtecos, disper­
sos tanto en México como en Estados Unidos. En el desarrollo del
tex­to se distinguen más claramente las dinámicas y los procesos
de la ciudad desde lo local, un punto dentro de la escala de lo trans­
nacio­nal, lo que permite una visión de nivel micro que hace visi­
ble la complejidad del espacio transnacional. Con este fin se aborda
la con­formación urbana de Tijuana y se incluye el caso de los
mixtecos, lo que permite pensar a la ciudad misma como confor­
mada también por las periferias indígenas; es decir, una parte de
la totalidad compleja de lo urbano-tijuanense extendida más allá
del límite fronterizo, nacional y estatal.
Para comprender los cambios sociales referidos en las líneas
anteriores, en este texto se hace una aproximación sobre los mix­
tecos tijuanenses jóvenes;1 su contexto actual está enmarcado por
dos situaciones: la primera, la vida adulta-mixteca, desplegada en
la colonia donde viven, y la segunda, las condiciones de una po­
lítica local de juventud, que en el intento de ser inclusiva, los in­
visibiliza. Se encuentran entre un grupo parental que nunca fue
joven y una ciudad que se piensa a sí misma sin indígenas.
Para el análisis me referiré en principio al grupo mixteco de
Guerrero y su establecimiento en Tijuana, sobre la que abordaré
algunas de sus características urbanas y poblacionales. Posterior­

1 Son mixtecos por su filiación étnica, en este caso así se reconocen

entre ellos y ellas, pero también tijuanenses por haber nacido o creci-
do en Tijuana.
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 117
mente me dirigiré a la vida en la colonia Valle Verde y expondré
cómo ahí persiste una serie de prácticas que definen lo mixteco.
A su vez, la delimitación por colonia mostrará la conformación
de una segunda zona fronteriza, un bordeland urbano. Finalmente,
analizaré el contexto de lo que se pretende hacer en Tijuana en
materia de juventud a través de sus instituciones locales y los cam­
bios que en el grupo mixteco se están desarrollando, sus posturas
y la realidad que contemplan para los migrantes.

Caracterizando a Tijuana,
una ciudad transnacional fronteriza

En la conformación histórica de la frontera mexicana norte (que


alcanza 3 234 km) se distingue la proximidad geopolítica con Es­
tados Unidos y las relaciones sociales y económicas que mantie­
nen ambas naciones incluso desde antes de la firma del tratado
Guadalupe-Hidalgo, mediante el cual se establecieron sus límites.
Asimismo, se manifiesta la formación tardía de los estados del no­
roeste2 respecto al centro y el sur de México. Ambas características,
así como la lejanía respecto al centro político del país, tuvieron
consecuencias. Un ejemplo son los programas gubernamentales
y las políticas económicas implementadas en la región a lo largo
de siglo xx, que tenían la intención de, por un lado, mexicanizar la
frontera, y por otro, de incluirla en procesos económicos más am­
plios. Uno de los programas realizados fue el Pro­grama para la
Industrialización Fronteriza (pif); Solís apunta que su implemen­
tación dio respuesta a las demandas de nivel interna­cional y que

[…] el establecimiento de zonas industriales para la exportación


forma parte de una tendencia más amplia de transformación del
capitalismo en el nivel mundial pues las empresas transna­cio­
nales inician un cambio en su forma de operación en la que
una parte de su producción puede realizarse fuera de la planta,

2 Los estados del noroeste fueron colonizados mediante el sistema

misional durante el siglo xvi. A partir de la secularización misional, Baja


California tuvo varias divisiones políticas administrativas, hasta que en
1952 se formalizó como estado de la República mexicana.
118 LORENIA URBALEJO CASTORENA

lo cual representa ventajas importantes en la reducción de los


costos de producción (Solís, 2007:48).

En la década de 1970 se inició la consolidación de la industria


maquiladora, lo que propició una coyuntura económica que tuvo
consecuencias en el crecimiento poblacional y en la expansión ur­
bana. En esos años se inició

[…] la extensión de los asentamientos irregulares ubicados en


los cañones al suroeste de la ciudad […] el ensanchamiento de la
mancha urbana en su movimiento hacia la periferia siguiendo
los ejes principales de las vías de comunicación interurbanas,
y la intervención del Estado a finales de este periodo [1984] co­
mo productor y regulador del espacio urbano, al reorientar la
expansión de la ciudad hacia la Mesa de Otay (Ranfla y Álvarez,
1988:252-253).

Durante ese periodo, el área de Los Ángeles, California, dupli­


có su población y se consolidó como una zona metropolitana de
gran relevancia para la economía estadounidense, la cual poste­
riormente se integraría urbanísticamente a la zona fronteriza.
La población de la conurbación San Diego-Tijuana se ha com­
puesto, en el caso de la ciudad mexicana, de migrantes, lo cual se
observa en el registro censal de 1940, donde se apunta que 66.1%
de sus habitantes no habían nacido en la ciudad (inegi, 1940). El da­
to anterior es un aspecto persistente ya que en 2010, de 1 559 683
pobladores 52.4% eran de otros estados (inegi, 2010). La migración
continúa y en los últimos cinco años se ha recibido población prin­
cipalmente de Sinaloa, Jalisco y el Distrito Federal; sobre esto
El­myra Ybáñez apuntó las siguientes características: “llegan tres
tipos de migrantes, campesinos que no pueden sostener sus tie­
rras, profesionistas y los repatriados de Estados Unidos, éstos, junto
con los oriundos de la ciudad, conforman la población” (Navarro,
14 de mayo de 2012). Acerca de los repatriados, el texto de Mari­
bel Romero en este volumen analiza a esta población, que al inser­
tarse laboralmente en una nueva economía centrada en los call
centers hace uso de los márgenes transnacionales, lo cual también
dinamiza a Tijuana.
Desde 1970 se intensificó la llegada de mixtecos a la ciudad;
algunos tenían el propósito de ir a Estados Unidos para emplear­
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 119
se en una de las labores que mejor conocen, la del campo. Cálcu­
los recientes indican que el porcentaje de pobladores mayores de
cinco años que son hablantes de alguna lengua indígena es de 0.9%;
éstos se localizan en 12 colonias, tal como lo registraron Laura Ve­
lasco y Marie-Laure Coubès (2006) en el estudio elaborado para la
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi).
Dicho tipo de agrupamiento distingue a los indígenas en los espa­
cios urbanos, donde se concentran en un área común, como en
vecindades, calles o colonias, en las que comparten lengua, lugar
de origen e incluso actividades laborales, lo que ha provocado el
incremento de hablantes de lengua indígena en las ciudades que
antes no se caracterizaban por un amplio número de habitantes
con adscripción étnica, como es el caso de Tijuana (Sánchez, 2007:
357).
La primera colonia con esas características en la ciudad fue
la colonia Obrera. Primero llegaron los oaxaqueños en 1976 y, des­
pués de una reubicación, algunos compraron terrenos directamen­
te a los dueños y otros invadieron predios. Tras años de gestión
en la búsqueda de mejoramientos urbanos y de oportunidades
laborales, la colonia Obrera es un referente de las formas de vida
indígena en la ciudad. En Tijuana se configuraron otros asentamien­
tos similares, sin embargo actualmente Valle Verde es el lugar
emblemático por su organización grupal, su éxito en el acceso a
beneficios económicos y sociales, y por el mantenimiento de prác­
ticas culturales —o tradiciones, como las refieren los políticos. Así,
en el archipiélago que conforman esas colonias, Valle Verde es el
centro. En él se advierte el proceso de asentamiento y permanen­
cia de los mixtecos, y manifiesta que incluso en un área liminal
tam­bién hay anclajes.
La metrópoli transnacional, o región metropolitana, según Ma­
nuel Castells, “se extiende desde Santa Bárbara a Tijuana, en Mé­xico
englobando unos 17 millones de habitantes” (Castells, 2004:1), no
es sinónimo de igualdad o equidad. Los procesos nacionales han
repercutido de manera distinta, así que las contradicciones socio­
culturales y económicas son una de sus características. Las diferen­
cias también son notables en su desarrollo urbano; por ejemplo,
mientras que San Diego tiene normas de construcción estrictas, en
Tijuana la falta de regulación urbana y la mala o nula planeación de
120 LORENIA URBALEJO CASTORENA

su crecimiento es evidente. Tito Alegría es crítico sobre la posibi­


lidad de una metrópoli a la que llama transfronteriza; sostiene
que San Diego no se ha desarrollado por esa condición y su cre­
cimiento se debe al impulso regional y nacional, por ejemplo la
inversión federal que se hizo a principios del siglo xx en irriga­ción,
o las inversiones militares. Por su parte, Tijuana sí lleva en su cre­
cimiento económico la ventaja de su localización, lo cual ejem­
plifica cómo están relacionadas las formaciones económi­co-sociales
nacionales, aunque cada una tiene su dinámica propia (Alegría,
2009:77-80).
Las diferencias y asimetrías señaladas por Alegría, y una in­
terdependencia económica, es lo que hace plural a la región, que
—como decía— no se trata de igualdad sino de complementarie­
dades y diferencias que han conformado la zona sociogeográfica
con esas especificidades. Así, las posturas analíticas que optan por
la versión de lo metropolitano no suprimen las diferencias dentro
de la continuidad urbana, como lo expresa Héctor Lucero cuando
llama a la región Bajalta California (en alusión a la antigua división).
El autor la observa como

[…] una sola ciudad-región, o ciudad regional, que en la actua­


lidad rebasa los 20 millones de habitantes y que se encuentra
bisectada por una frontera internacional, [pero que] funcionan
como una sola aglomeración integrada [y] hoy, desde el norte
de Los Ángeles hasta Ensenada, pasando por San Diego y Ti­
juana, se extiende una mancha de urbanización continua de apro­
ximadamente 350 kilómetros (Lucero, 2005:58).

Es precisamente esa bisección la que se conecta a través de


los migrantes en las conurbaciones de la frontera y la que le otor­ga
su sentido de polaridad.
Los habitantes conviven con la condición de transnacionali­
dad, que en múltiples planos tiene consecuencias y adquiere ca­
racterísticas que devienen en diferentes modos de vida, según la
clase, raza, etnia y género. La contigüidad provoca un entramado
de procesos y conjunción de diversidades; inclusive sin cruzar de un
país a otro se habita en una de las metrópolis más grandes del
mundo. En la cotidianidad, la no movilidad física de un lado a otro
de la frontera, como lo indica Pablo Vila (1999, 2008), plurali­za las
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 121
experiencias de vida, que va más allá de la de los cruzadores y por
eso es multifacética. Así, dado el dinamismo de esta metrópoli no
hay un despliegue de homogeneidad, sino la conjunción de hete­
rogeneidades en un espacio que se matiza distinto según el tiempo
y el espacio en que se llegue a vivirla.
Al referirnos a Tijuana lo hacemos como un lugar en sí mismo,
con características y procesos propios, y a pesar de que ha sido uti­
lizada como un trampolín para llegar a Estados Unidos, hay quie­nes
asentados en la ciudad replantean sus proyectos migratorios y de
vida. Por lo tanto es importante destacar la permanencia en la ciu­
dad fronteriza, lo cual no significa en todo caso haber frustrado el
objetivo migratorio (antes dirigido hacia California). En­tre aque­
llos que hicieron de Tijuana su lugar de residencia se encuen­tran los
mix­tecos de Guerrero, que han logrado conformar un es­pacio pro­
pio apoyados en sus organizaciones y en las relaciones hechas en la
ciudad, principalmente a través de instituciones gubernamenta­
les y civiles. Tratan de integrar a sus hijos a las dinámicas de gru­
palidad y culturales que comparten y que los identifican —desde
su perspectiva— como mixtecos. Los jóvenes se incorporan a los
modos de vida urbanos, donde tienen una filiación que los distin­
gue como mixtecos, pero carecen de biografía en el lugar de naci­
miento de sus padres.
El lugar físico donde se encuentran los jóvenes a los que me
refiero es la colonia Valle Verde, si bien no es la única donde hay
mixtecos de Guerrero pues en la misma zona este de la ciudad
hay otras colonias donde también habitan —El Dorado, Planicie
y Altiplano, Séptima Sección—, las cuales forman parte del archi­
piélago donde se reconoce la importancia de Valle Verde como el
centro de su periferia, que se extiende desde la Montaña hasta
Tijuana. Ahí se han logrado convenios gubernamentales impor­
tantes y es el sitio en el cual han dejado su impronta con mucha
más visibilidad en el paisaje urbano.

Arribo de los mixtecos guerrerenses a Tijuana

Los guerrerenses forman parte de los diversos procesos que se vi­


ven en las ciudades transnacionales, provocados por la migración
122 LORENIA URBALEJO CASTORENA

y las relaciones que mantienen con sus pueblos. Son integrantes


de la construcción de la ciudad, que presenta como rasgos incon­
fundibles un referente en la Montaña con experiencias en la es­
pacialidad de Tijuana y en la cotidianidad de habitarla. En 1984
llegaron los primeros paisanos, eran hombres y varios pertene­-
cían a la familia Apolinar; algunos tenían antecedentes migratorios
en ciudades de Guerrero, la ciudad de México y los valles agríco­
las en Sinaloa. En esos puntos el movimiento migratorio había si­-
do de tipo golondrina, se instalaban provisoriamente durante la
época de cosecha y al terminar regresaban a sus pueblos para aten­
der su propia siembra. El corredor agroindustrial se había iniciado
en 1960 tras la crisis algodonera en Mexicali, Baja California, así
como en otros centros agrícolas. En Sinaloa y Sonora se consolidó
la producción de hortalizas, que se convirtieron en modernos nú­
cleos de la agricultura empresarial; se vieron beneficiados por la
cercanía de la frontera, lo que permitió la exportación hacia Es­
tados Unidos. El Valle de San Quintín, en Ensenada, se incorpo­
raría después al mostrar condiciones propicias para la siembra
de hortalizas (Camargo, 2004:43-44).
Conociendo las oportunidades en Sinaloa y Baja California,
los montañeses extendieron sus límites migratorios; sabiendo que
otros mixtecos vivían en la ciudad y trabajaban en California,3
con­sideraron este modo de vida como una buena alternativa.
Entre los motivos para migrar a Tijuana estaban la proximidad
con Es­tados Unidos, la próspera economía de la ciudad y la pre­
sencia de los mixtecos de Oaxaca. De esta forma, se le dio inicio
a la confor­mación de una red que poco a poco se hizo más sólida,
hasta con­centrarse en una zona donde vivir.
Durante un periodo hubo quienes trabajaron en el otro lado
y lograron establecer sus casas en un asentamiento irregular cer­ca­
no al aeropuerto de la ciudad. En terrenos invadidos construye­ron
viviendas precarias, se mantuvieron en la colonia Vista Hermosa
por un lapso aproximado de nueve años. Del lado de Tijuana los

3 Los mixtecos oaxaqueños se verían beneficiados posteriormente

por la amnistía de la Immigration Reform and Control Act (irca) de 1986,


un programa para trabajadores de la agricultura y de reunificación fami­
liar para los inmigrantes indocumentados, con lo cual podían ingresar
legalmente a Estados Unidos y residir permanentemente en Tijuana.
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 123
hombres se incorporaron también a otros trabajos como la albañi­
lería y el lavado de carros en las inmediaciones de la garita inter­
nacional de San Ysidro, y las mujeres se dedicaron a limpiar casas
y a la venta ambulante en el punto más turístico de la frontera, la
Puerta a México. Las lluvias que duraron de diciembre de 1993 a
febrero de 1994 perturbaron la vida del grupo debido a que la co­
lonia donde vivían fue devastada por las inundaciones. El gobier­
no consiguió albergues para los afectados y luego de cuatro meses
fueron reubicados en Valle Verde, al este de la ciudad, lugar en el
que permanecen.
Desde su colonia los mixtecos continúan sus relaciones con
la Montaña, y a través de su asociación, Mixtecos de Valle Verde,
son partícipes de los cambios que suceden en Xochapa, por ejem­
plo los de infraestructura. Se integran a las decisiones de quienes
viven en Estados Unidos (algunos sólo temporalmente), los cua­
les tienen a Tijuana como su nodo de conexión. De tal forma que la
colonia es el nodo de la vida indígena urbana que va constitu­
yéndose con más partícipes que no corresponden a ningún grupo
indígena, por ejemplo, la Procuraduría de los Derechos Humanos
(pdh), y otros que convienen a los futuros proyectos. No se trata
de una comunidad en armonía, pues hay personas que no están
satisfechas con las gestiones del líder, sin embargo reconocen que
él es el medio de acceso o de referencia para los programas gu­
ber­na­mentales y de la sociedad civil interesados en apoyar a los
grupos étnicos y a los de escasos recursos.
Mientras que los cambios y permanencias de lo que se conside­
ra ser mixteco es elegido, dirigido y legitimado por hombres adul­
tos en un contexto de reterritorialización, hay otros procesos que
ocurren en Valle Verde, y es el de los y las jóvenes. Éstos viven la
región de la Montaña a través de su familia, las memorias, historias
y relatos escuchados, y su comportamiento personal es constan­
te­mente evaluado por los adultos de la comunidad. Sin embargo,
en su esfera de vida inmediata aparecen elementos que sus pa-
dres no consideran correctos, como el cambio de proyectos de
vida, donde no se incluyen “festejos mixtecos”. Aun así su in­ter­pre­
tación de la realidad está mediada fuertemente por las sociali­za­
­cio­nes en Valle Verde, que, como indicaba, ha logrado referenciar
los modos de vida indígena, como se verá a continuación.
124 LORENIA URBALEJO CASTORENA

Valle Verde, un borderland


de la ciudad transnacional

En Valle Verde, a los mixtecos guerrerenses se les otorgaron terre­


nos que antes eran utilizados como potreros y parcelas de siembra.
La colonia es parte de la delegación La Presa, la cual actualmente
tiene 379 656 habitantes (Secretaría de Desarrollo Municipal) y
es la más poblada de las diez que hay en la ciudad.4 Al proporcio­
nárseles un terreno propio, los mixtecos fueron regularizados en
cuanto a la ocupación del espacio, pues dejaron de formar parte
del ambiente urbano caracterizado por las invasiones urbanas.
Los modos de vida, vistos como “sistemas o redes de prácticas
cotidianas, fosilizadas o instituidas, junto con representaciones,
ideas, creencias, valores que a ella se asocian” (Lindón, 2000:190)
marcan los ritmos en las ciudades y son tan diversos como lo son
sus habitantes. En Tijuana se gestan algunos modos de vida parti­
culares, como los de la vida indígena en la ciudad transnacional,
que en parte son mediados a través de los líderes del grupo y del
traslado de prácticas comunitarias de ayuda recíproca, como el te­
quio. Los jóvenes impulsan otros modos, pues su aprendizaje de
lo urbano-transnacional tiene como primera referencia a Tijuana.
Un aspecto que distingue la vida indígena transnacional es pre­
cisamente la importancia de las asociaciones civiles, las cuales
fun­cionan como agentes de integración en diferentes áreas de
la vida de los indígenas migrantes y residentes, como en lo labo­
ral, lo político o lo cultural. En Valle Verde las autoridades muni­
cipales les aconsejaron que se organizaran de esa manera para
acceder a recursos, y también es un requisito solicitado por insti­
tuciones como la cdi, para la asistencia a reuniones y también
para gestionar proyectos. Entre los de Guerrero hay dos asociacio­
nes: Mixtecos de Valle Verde, con el líder Valentín Apolinar de la
Luz, y Grupo Étnico Ñuu Savi Baja California, A.C. (que se presen­
tan como Mixtecos de Baja California), la cual actualmente no está
en actividades por algunos problemas legales. Ambas asociacio-
nes intervienen para ser incluidos en programas como Há­bitat y
4 El resto de las delegaciones son: Centro, La Mesa, Playas de Tijua­

na, Otay, Centenario, Cerro Colorado, San Antonio de los Buenos, Sánchez
Taboada y Valle de las Palmas.
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 125
Progresa, así como para conseguir fondos y convocar a las fiestas.
Dentro del grupo además está el Consejo de Ancianos, que funcio­na
como el referente para los casamientos, por ejemplo. Dicho Conse­
jo es encabezado por un Señor Principal.5 Otros representantes
son el mayordomo y los diputados para la fiesta de San Francisco
de Asís, quienes organizan el festejo incluyendo la obtención de los
recursos económicos. Se puede ver que la dirigencia comunita­ria
es totalmente masculina y adulta.
Como parte de su organización colectiva, participaron en la
construcción grupal de sus viviendas; además se propusieron con­
tar con espacios considerados necesarios en el contexto urbano y
que eran esenciales para la vida que les esperaba a sus hijos tijua­
nenses, uno de los más importantes fue la escuela primaria. De
esta forma, plantearon la instalación de una escuela intercultural
donde niños y niñas se educaran en su lengua a fin de conservar
uno de sus elementos culturales más importantes. La primaria
intercultural Ve´e Saa Kua´a (Casa de la Enseñanza) es uno de los
espacios más importantes de la colonia. El antecedente cercano lo
tenían en la colonia Obrera, donde en 1988 se inauguró la escue­
la intercultural bilingüe El Pípila. El profesor Gonzalo refiere so­­-
bre el tema: “Por medio del dif se lanzó una convocatoria al estado
de Oaxaca, donde invitaban a maestros que quisieran venir a Ti­
juana a trabajar con esos niños migrantes […], así surge la educación
indígena en Tijuana, en Baja California” (entrevista, Tijuana, 2008,
lu). El proyecto fue concretado pese a la oposición de varias ma­
dres mixtecas que no deseaban que sus hijos aprendieran la lengua
por considerarla un atraso y motivo de burla. El grupo de profeso­
res mixtecos que llegó a la colonia Obrera fue el mismo que apo­yó
después a la escuela de Valle Verde; unidos con los montañeses,
los profesores se dieron a la tarea de hacer un registro de los niños
en edad escolar que no asistían a ninguna primaria, sabiendo que
uno de los motivos era no contar con identificación oficial, como el
acta de nacimiento. Así, entre el papeleo, la búsqueda de financia­
miento y la disposición para construir, el plan se hizo sólido.

5 Durante el tiempo que los mixtecos han estado en Tijuana son dos

las personas que han tenido el cargo de Señor Principal: Fidel Apolinar,
que lo fue hasta su muerte en 2011, y actualmente Crecencio García.
126 LORENIA URBALEJO CASTORENA

En la primaria, expone el profesor Abraham, “[se tiene] la


prio­ridad, de fomentar la lengua, de difundirla, de rescatarla, de pro­
moverla” (entrevista primaria Ve’e Saa Kua’a, Tijuana 2007, lu).
Quienes han egresado de la primaria, de la misma forma opinan que
la experiencia ha sido buena, como Ana, hoy estudiante de la li­
cenciatura en Derecho, que dice estar contenta de haber estudiado
ahí porque además enseñan “lo que somos nosotros, los indígenas,
la tradición, como el Día de Muertos, [y hacen] casi todo lo que ha­
cían allá, por ejemplo los cantos como el himno nacional [que en
las asambleas escolares se canta en mixteco]” (entrevista, Valle
Verde, Tijuana, 2011, lu). El testimonio de Ana permite observar
la identificación de los jóvenes con la vida de Xochapa, la cual ha
sido aprendida en el ámbito familiar e institucional. Los jóvenes
han integrado el ser educados en la primaria como parte de su ex­pe­
riencia de vivir en la ciudad, donde fueron enseñados bajo los
parámetros culturales que el grupo considera importantes: el co­
nocimiento de sus rasgos culturales, formas de organización social
y festejos, y a pesar de que no todos hablan en lengua mixteca re­
conocen que es importante conocerla, no sólo por la “transferen­
cia” de saberes en su lengua, sino también porque resulta de ayuda
en la ciudad, ya que pueden ser traductores para sus familiares
que no pueden comunicarse totalmente en español. Valentín, el
líder principal en Valle Verde, considera que ciertamente los jóve­
nes6 conocen cuál es la tradición, y seguro aceptan contribuir con
ésta; se refiere al festejo a San Francisco, principalmente, y es que
ven en éste un elemento que sigue identificándolos como mixte­
cos aun en la frontera.
En la ciudad transnacional de Tijuana los mixtecos de la Mon­
taña son urbanos, y como tales se relacionan con funcionarios;
están situados en una importante conexión geográfica donde han
quedado en el “centro”, entre la Mixteca de Guerrero y la que se
conforma más allá de la frontera. Mediante el festejo han podido
establecer los lazos con las instituciones, así lo expresa Moisés al
mencionar que todos los niveles de gobierno conocen la fiesta y
saben de la tradición de su comunidad (entrevista, Valle Verde, Ti­
juana, 2007, lu). De la misma forma, entre ellos consideran que
6 En mixteco no existe la palabra joven o juventud, al referirse a

ellos en ocasiones se les llama niños.


MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 127
al no haber tradiciones en Tijuana, con el festejo se aporta algo
valioso a la ciudad. Así, las reconfiguraciones no sólo se dan en el
grupo, también Tijuana se recrea al “tomar” rasgos mixtecos.
Para describir la situación de los jóvenes, me parece pertinen­te
hacerlo desde el festejo que he comentado, por ser el evento que
media y organiza el ciclo anual de la vida mixteca. Durante el bai­le,
que es una de las actividades más llamativas y que se realiza en el
segundo día de la jornada festiva, los jóvenes se encontraban en
una esquina, riendo y platicando entre ellos, sin acercarse a escu­
char y ver tocar a la banda, que es uno de los atractivos principales
de la noche. Reunidos en un espacio reducido, tampoco se acer-
can al área donde hay comida y bebida, de tal manera que, recarga­
dos sobre un carro platican y observan, y permanecen ahí a menos
que acudan a sentarse con sus padres, y eso ocurre por lo general
entre los más chicos. Xóchitl (administradora de la asociación)
dice advertir que durante esa noche se conforman algunas parejas
entre los jóvenes, y es la razón para que haya una boda o bien se
junten en unión libre algunos meses después de pasado el festejo.
Lo anterior no significa que los jóvenes entren a la vida adulta, ya
que en la mayoría de los casos no salen del tutelaje de los pa-
dres y van a vivir a la casa familiar. Con estas características, los jó­
venes no toman parte en las decisiones del grupo, como lo dice
Ro­senda, eso será hasta que autónomamente “formen otra fami­
lia”, de no ser así se seguirá considerado sólo la opinión de los
papás. Es en los encuentros deportivos donde también se puede
observar a varios jóvenes. El torneo de básquetbol dura de dos a
tres días y se les ve animando a sus compañeros o siendo parte de
un equipo; debo decir que son las mujeres las que participan más
activamente. Los adultos están interesados en que aprendan a ju­
gar básquet, pues curiosamente es el deporte de sus pueblos, según
me comenta Lázaro, aunque en Tijuana se ven más atraídos por
el futbol. La primaria tiene canchas para ese deporte, sin embargo
durante el recreo los niños y niñas ciertamente juegan fut. La aso­
ciación consiguió que se instalara una cancha de básquetbol, la
cual ha sido invadida por unos vecinos que la utilizan de taller
mecánico y para tender ropa, y al reclamar su uso incluso se ha lle­
gado a las agresiones. En seguida se muestran fotografías de las
actividades citadas (véanse las imágenes 1 y 2).
128 LORENIA URBALEJO CASTORENA

Imagen 1
Jóvenes en baile de San Francisco

Foto de Lorenia Urbalejo Castorena.

Imagen 2
Partido de básquet, Mores vs. Savi’s,
en el festejo a San Francisco

Foto de Lorenia Urbalejo Castorena.


MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 129
Un aspecto que separa a los jóvenes mixtecos de los tijuanen­
ses sin adscripción étnica es su participación en el sistema de
cargos y su colaboración en la banda mixteca, como se le conoce. A
los jóvenes hombres se les hace participar como diputados, cargo
para el que regularmente hay uno cada año. Un grupo pequeño
que conforma la banda de música de niños Itá-Itá7 es parte im­
portante del festejo, tocan todos los días y en distintos horarios,
ame­nizan la quema del castillo, la actividad pirotécnica que reúne la
mayor cantidad de gente. La Itá-Itá también asiste durante la vi­sita
a las casas, en el Día de los Muertos y en presentaciones for­males
fuera de Valle Verde, por ejemplo en el Centro Cultural Tijuana.
Los integrantes se distinguen por sus gorras, ropa holgada y algu­nos
por sus escapularios de Malverde, imagen que podría ser relacio­
nada con la violencia, que en la ciudad ocurre cada vez con más
frecuencia. Al suscribirse en estas actividades de nuevo se recrea,
aunque de manera lejana, la vida de los montañeses, pero los jó­
venes en sus prácticas individuales tienen poca cercanía con ellas;
de este modo, fuera de sus participaciones, la música que escuchan
cotidianamente no es la misma que tocan con la banda.
El festejo muestra la apropiación y configuración de los es­
pacios de vida en Valle Verde, evidencia por qué la colonia tiene un
significado importante, pues desde ahí se han afianzado los víncu­
los dentro del grupo y fuera de él. También manifiesta cómo los
jóvenes tratan de ser incluidos, pero desde la postura adulta, lo cual
no sucede solamente en los eventos rituales sino también en la vida
diaria, y cuando se ha intentado introducir el tema de los jóvenes
como un grupo en sí, nuevamente son los funcionarios los que
orientan al respecto y lo hacen desde la perspectiva de una juven­
tud en peligro de caer en la drogadicción y la delincuencia.
Una de las veces en que se especificó el tema de los jóvenes
fue durante una reunión en el centro comunitario de Valle Verde (el
cual pertenece a los mixtecos), donde el encargado de la oficina
en Tijuana de pdh habló frente a varias mujeres adultas (no había
jóvenes) acerca de realizar una serie de pláticas para tratar temas

7 La banda es compuesta por niños y jóvenes de entre 10 y 17 años,

sus instrumentos fueron donados por la Comisión Nacional para el Desa­


rrollo de los Pueblos Indígenas. Anteriormente tenían ensayos de forma
continua, ahora sólo se reúnen para los eventos.
130 LORENIA URBALEJO CASTORENA

co­munes, uno de los cuales era prevenir la drogadicción en el con­


texto del ataque al crimen organizado en los niveles estatal y fe­
deral. El director del Injuve estatal, Miguel Ángel Torres, se ha­bía
interesado en realizar actividades con las y los jóvenes de la colo­
nia, con un enfoque más artístico, que evidenciara lo que sig­ni­fica
la ciudad y Valle Verde; además contemplaba un mejoramiento
estético. La iniciativa fue llevada por Edgar Montiel (nacido en Ti­
juana, de padres mixtecos), pero finalmente el proyecto fue con­
cretado en la colonia Obrera; más adelante referiré el tema con más
detalle.
Valle Verde es un borderland en la zona fronteriza de Tijuana-
San Diego, una región adyacente a una frontera (Martínez, 1994:4);
un espacio donde se está conformando una memoria individual
y social con un sustento geográfico, en el cual se observa otra fron­
tera más. Es un lugar que conjuga otros (de la Montaña de Guerre­ro
y de la propia Tijuana) y dentro se ha tejido una mezcla particular
para ser mixteco urbano, que contribuye a la diversidad de subje­
tividades fronteriza. Se encuentra poblado por un grupo de per­
sonas con características comunes, tales como: clase, etnicidad,
actividades laborales. Este bordeland en la frontera está cercano
a lo que Daniel Hess (2007) encuentra en las ciudades turísticas,
donde las demarcaciones de los límites urbanos son variables, de­
pendiendo de su función. El urbanismo permite consolidar esas
fronteras, llamémoslas “artificiales”, por ejemplo en los barrios ce­
rrados que han proliferado en los últimos años.
Este segundo bordeland dentro de la zona urbana fronteriza
también forma parte de otro archipiélago que se despliega más allá
de la nación, y puede percibirse en el caso que presenta Lilia So­
lís, en el cual los mixtecos en California, Nueva York y Oregon se
encuentran conectados en un espacio extenso unido por islas.
An­tonio Fernández Alba (2003) indica que la ciudad como unidad
urbana limitada no existe más, expresa lo anterior para lamentar
las formaciones urbanas del capitalismo, pero bien se puede apro­
vechar esto para ejemplificar cómo las ciudades transnacionales
tampoco están delimitadas y las experiencias que en ellas se vi-
ven han transformado los modelos urbanísticos, no solamente
por el capital, sino también por los modos de vida que han surgido
en ellas.
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 131
Los jóvenes, dentro de la dinámica abordada, intentan otras
for­mas de ser mixtecos y seguir con su juventud. Integran al bor­der­
land otras realidades que viven e intentan sobrellevarlas; lo hacen
sobre todo aquellos que asisten a las secundarias, preparatorias
y universidades. No estudiar o trabajar no los exime de la vida ju­
venil que es inherente a la ciudad. Pero su aporte aún se encuen­tra
contenido en dos formas de gubernamentalidad, que regulan am­
bas categorías —indígenas y jóvenes— y que permean sus prácti­
cas al tiempo que se constituyen como jóvenes indígenas. Veremos
a continuación el otro contexto, la postura de las instituciones de
la juventud en Tijuana.

Jóvenes mixtecos en la prescriptividad


de la juventud en Tijuana

En la conformación del joven mixteco en Tijuana hay más que el


relevo generacional y las preocupaciones de los padres por que
sus hijos tengan un mejor futuro, se trata de entrar a nuevos mo­
de­los y modos de vida, que se va delineando en un contexto donde
como indígenas son poco incluidos. A la problemática de que en
México los indígenas frecuentemente son discriminados, se suma
que la categoría de juventud se incorporó entre los grupos indíge­
nas décadas después que entre los mestizos, por lo tanto se regu­
la sin considerar las especificidades étnicas, como mucho de los
aspectos de la vida social y política en el país.
La juventud es una etapa de vida que se hace patente hacia
finales de 1800, cuando un grupo de personas de la clase social más
alta disponían de cierta permisividad para postergar la madurez
social y las obligaciones que conlleva, destinando ese tiempo de
espera principalmente al estudio (Margulis y Urresti, 1998:2). En
México se ubica a los jóvenes entre finales del siglo xix y la prime­
ra década del xx, entre la época liberal de Benito Juárez y el régi­
men de Porfirio Díaz (Urteaga, 2011). Durante ese periodo hubo
quienes tuvieron mayor acceso a la educación académica, consi­
derada por el gobierno como una inversión al ser posteriormente
retribuida en beneficio de la nación. En el contexto internacional,
132 LORENIA URBALEJO CASTORENA

se ve más clara la manifestación de los jóvenes durante el periodo


de posguerra, señala Reguillo, al conformarse un nuevo orden in­
ternacional, reivindicando la condición de niños y jóvenes como
sujetos de derecho, y estos últimos especialmente como sujetos
de consumo (Reguillo, 2012:22); de la misma forma lo apunta
García Canclini (entrevistado por Chejfec, 2005) al referir a las ins­
tancias mediáticas, las cuales en su conjunto han producido lo
hecho para jóvenes, revistas, libros, películas, temas, ropa, radio, te­
levisión, entre muchos más. Actualmente se suman los institutos
de la juventud, posicionados dentro de las normativas del gobierno
para la implementación de políticas públicas, para lo cual se han
establecido límites de edad. La Organización de las Naciones Uni­
das (onu) definió en 1983 que joven era una persona que tenía
entre 15 y 24 años. En México jóvenes son aquellos entre 12 y 29
años de edad, según consta en el artículo segundo de la Ley de
Juventud; aun así, hay variantes según el país, y en México inclu­so
por estado.
Para Taguenca Belmonte, la delimitación por edad no repre­
senta una validez teórica y propone reparar en: “dos ejes centra­
les: la contraposición joven-adulto, que supone dos tipos ideales
de juventud: la autoconstruida y la construida por los adultos (Ta­
guenca Belmonte, 2009:159), ambas construidas según el tiempo
y el espacio donde se ubique a los jóvenes. Al considerar las dos
posturas, grupos etarios y sociales, en las investigaciones sobre
el tema se distinguen dos aspectos, una edad para estar joven y las
condiciones para serlo. La segunda particularidad reconoce dife­
rentes periodos de ser joven a pesar de la edad y tiene un condicio­
nante: no cruzar el límite que los distingue, como el matrimonio o
bien salir del tutelaje de los padres o de alguna institución. De
acuerdo con el autor, considero que al abordar a los jóvenes lo eta­
rio no debe ser el único parámetro que se debe considerar, porque
la juventud no se agota en la división.
La juventud fue primero una característica urbana, y entre los
pobladores rurales se expresó años más tarde, uno de cuyos an­
tecedentes era la obligatoriedad de la educación básica. Por otro
lado, la migración fue de la misma forma productora de jóvenes;
Maya Lorena Pérez Ruiz considera que migrar podría ser utilizado
como una moratoria para retrasar normas que deben cumplirse
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 133
dentro de los grupos, como el matrimonio (Pérez Ruiz, 2008:26).
Los que migran temporalmente son implicados en un mundo jo­
ven que tiene años gestándose, y contaminan de juventud a los que
no han salido, pues éstos se interesan en un universo que les ha
sido ajeno e incorporan algo de eso a sus modos de vida. Dichas
relaciones y construcciones son más complejas, sin embargo no
las abordaré en el texto pues no se trata de los jóvenes sobre los que
refiero, ni aun de sus padres.
El contexto de los jóvenes lo expone la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (cepal, 2008), institución que con­
sidera que hoy tienen mejores niveles de vida, mayor escolaridad
y más oportunidades de empleo; sin embargo, aun cuando el pa­
norama es más prometedor, el informe también indica que la si­
tuación no es del todo favorable para el desarrollo de las juventudes
debido a que se registra un incremento de muertes violentas y a
que la crisis económica no alienta la incorporación al mercado
laboral. Hay abandono de estudios, reducidas oportunidades edu­
cativas y carencia de vinculación al trabajo, condiciones que hacen
suponer a Narro, Pérez Islas, Moctezuma y Muñoz que la juventud
podría pasar de ser una etapa transitoria a una permanente, o
más prolongada, por no encontrar los vínculos que se supone ha­
cen que se salga de esta fase (Narro et al., 2012:47), considerando
que el conjunto de políticas y normas jurídicas es lo que define
el estatus de ciudadanos de los jóvenes y los protege o castiga, sos­
tiene Reguillo (2012:40). La regulación se realiza a través de una
serie de programas e instituciones que dentro del marco norma­
tivo, impulsado a nivel internacional, es retomado localmente,
anteponiendo —al menos así lo expresan los y las funcionarios—
las características de las ciudades y zonas geográficas.
Los jóvenes a los que se refiere este texto no son los indígenas
que viven en el ambiente rural, pero tampoco son aquellos que
caracterizan lo fronterizo. Intentan construir un estilo de juventud
en Tijuana, con sus antecedentes familiares rurales; sus prácticas
juveniles implican una propuesta para salir de lo indígena norma­
tivo y hacer una comunidad más amplia que los identifique con
otros que consideran más sus iguales, son un nodo dentro de lo que
se define como joven. Se encuentran en la disyuntiva de crecer con
las condiciones de sus padres dentro de la delimitación espacial
134 LORENIA URBALEJO CASTORENA

que los cobija y además no ser considerados, de manera particular,


por las políticas de la ciudad donde viven. Pueden cumplir hasta
cierto punto con las particularidades que Urteaga reconoce, citan­
do a Pacheco: “los jóvenes de las etnias están inmersos dentro de
una cultura patriarcal gerontocrática, en la cual los adultos deciden
por los jóvenes” (Urteaga, 2011:253), pero es precisamente ahí
donde se encuentran al igual y que el común de la juventud. Sin
embargo los jóvenes mixtecos se ven rodeados de un resguardo
más estricto, por lo que se describía en el apartado anterior. A
pe­sar de haberse criado desde muy pequeños en ella, en la ciudad
son catalogados como migrantes, en un escenario social donde lo
de fuera se considera dañino.
Las y los jóvenes se saben diferentes entre los mixtecos y los
mestizos, buscan sus propios espacios, estilos, y se distancian de
las propuestas y prácticas sociales de los mayores. Recurrentemen­
te no asisten a reuniones, prefieren ir a las fiestas con sus amigos;
“así son los jóvenes”, dice Valente al referir por qué su hija no
asistió a la comida del festejo a San José. Estrictos en cuanto a las
prácticas, los padres les dan cierta permisividad para que sus hi­
jos no trabajen o estudien, consiguen mantener a sus hijos y es­
peran pacientemente a que tomen la decisión de “encaminarse”.
A diferencia de los pueblos mixtecos de Guerrero en Tijuana, no
en todos los casos el trabajo de la familia es lo que da el sostén eco­
nómico, no obstante los niños y niñas sí se involucran en la acti­
vidad laboral. Ser mixteco es algo que conocen bien, ser joven es
lo que están aprendiendo.
En Tijuana hay alrededor de 450 748 jóvenes entre 15 y 29
años, lo que representa 28.9% de la población total (Plan de De­
sarrollo Municipal, 2013) y en Valle Verde hay 289 personas que
tienen entre 12 y 29 años (la edad que contempla la Ley de la Ju­­
ventud), éstos son mixtecos nacidos en Guerrero, Oaxaca y Ti­juana
(Censo Interno, 2012). La oficina de desarrollo social del munici­
pio considera sobre esta población que “es fundamental la aten-
ción […] ya que es el periodo donde se presentan grandes de­cisiones
y su integración con la sociedad principalmente en estudio, traba­
jo, estilo de vida y unión conyugal” (Plan de Desa­rrollo Municipal,
2013). Así, para su atención en la ciudad hay varias ins­tituciones
dependientes de los gobiernos estatales y municipa­les que tratan,
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 135
como lo establece la Ley de la Juventud federal,8 de integrarlos co­mo
unidad sin “distinción de origen étnico o nacional, género, discapa­
cidad, condición social, condiciones de salud, religión, opiniones,
preferencias, estado civil o cualquier otra”. En­listaré enseguida
las instancias: la Secretaría de la Juventud (ejecutiva), que deter­
mina políticas de juventud, el Instituto Mu­nicipal para la Juventud
(Imjuv) con funciones operativas; la Co­mi­­sión de Juventud y Depor­
te, dentro del congreso y en el cabildo municipal, encabezada por un
regidor; por último, una oficina del Instituto de la Juventud de Baja
California (Injuven). Individualmen­te, cada una tiene sus propias
actividades; las municipales tratan de trabajar en coordinación, no
así las del gobierno estatal.
Casi todos los funcionarios repiten el discurso de que en una
ciudad conformada por personas nacidas fuera se debe buscar la
igualdad y promover la idea de una Tijuana sin fronteras (lema del
actual ayuntamiento). En entrevistas que realicé con los encar­
ga­dos de las dependencias (excepto el regidor de la Comisión de
Juventud y Deporte), se refirieron a los jóvenes en general sin
distinciones prácticamente, los integraban en las mismas expecta­
tivas para el futuro, las mismas condiciones y antecedentes de
vida, reunidos bajo el hecho de habitar Tijuana y estar dentro de un
determinado rango de edad. Mónica Vega, directora del Imjuv, 2007-
2010, comentaba que sabe de los migrantes y por eso considera
importante fomentar la identidad y el amor a Tijuana desde el ins­
tituto. Sobre las particularidades de los jóvenes fronterizos, Mó­
nica distinguió algunas muy sencillas, por ejemplo se refirió a los
eventos de skate y cosplay.
El objetivo de los proyectos de los institutos es prevenir la de­
lincuencia, la drogadicción y la violencia; los funcionarios en tur­
no tienen distintas ideas de cómo hacerlo. La visión de Mónica
Vega fue encaminar hacia la inclusión a aquellos que tuvieran la
habilidad de cantar, pintar, etc., por eso durante su gestión hizo va­
rios concursos de skatos, graffiteros y de karaoke. La funcio­naria se
relacionó notablemente con asociaciones civiles para atender de
forma coordinada otros problemas de Tijuana (entrevista, Ti­juana,

8 La ley deriva de la fundación de la Organización Iberoamericana

de Juventud.
136 LORENIA URBALEJO CASTORENA

2010, lu). El actual director arguye que él prefiere realizar activi­


dades con un alcance más amplio, útiles para el futuro de los jó­
venes, como la feria del empleo o la iniciativa para incubadoras
de empresas con Empreser (asociación civil que brinda asesoría
y capacitación empresarial). También intenta coordinarse con la
iniciativa privada, universidades y asociaciones civiles.
Es sobre generalidades que se basan las actividades de las de­
pendencias, las más recurrentes son las concernientes a empleo,
sexualidad, educación y becas; esta última es la única que condi­
ciona el acceso, porque se entrega a las personas de escasos recur­
sos. El Instituto de la Juventud reactivó los centros interactivos
donde se cuenta con computadoras destinadas a la realización de
trabajos escolares. En el centro comunitario de Valle Verde, alguna
vez se instaló un centro de este tipo, pero fue cerrado por la poca
asistencia. Es de notar que regularmente cuando en Valle Verde,
o las colonias cercanas como Planicie, se hace alguna intervención
del municipio, es con los mixtecos con quienes se contactan, y de­
bido a que tienen algunas construcciones es más sencillo adecuar­
las a los proyectos que les presentan.
El Imjuv inició una campaña de rehabilitación de canchas
que coordinan con el programa Hábitat y con el Instituto Munici­
pal del Deporte de Tijuana (Imdet). Para este programa, el personal
del ins­titu­to acondiciona las canchas y además lleva grafiteros para
pintar. El director del instituto, Alan Ríos, señala que lo hacen con
todo cui­dado para no ocasionar pleitos con los vecinos (entrevista,
Tijuana, 2011, lu). Enseguida se muestran algunas imágenes de
actividades y postura del Instituto y la Secretaría de la Juventud,
ambas obtenidas de sus páginas de Facebook (véanse las imágenes
3 y 4).
Las actividades y los programas evidentemente no llegan a
toda la población; en el Instituto se reconoce la falta de difusión
y la concentración de actividades en ciertas zonas de la ciudad,
como la del Río y Otay. A donde viven los marginados, argumen­
tan, “les falta llegar”. El director actual comenta que han realizado
trabajos en lugares donde viven personas de escasos recursos, pero
no distinguen si hay grupos indígenas (entrevista, Tijuana, 2011,
lu). Rosenda, quien vive en Valle Verde, dice estar enterada sobre
las becas del instituto porque dieron una plática en su escuela.
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 137
Imágenes 3 y 4
Volantes de las instituciones de la juventud

Otras becas han sido otorgadas en la colonia al gestionarse a través


de la asociación; por ejemplo, actualmente el programa Progresa
tiene becados a estudiantes de la colonia.
Buscar la inclusión de los indígenas con actividades de esta
naturaleza tal vez sea el reflejo del desconocimiento de las múlti­
ples situaciones sociales en la ciudad. Además se pone en evidencia
la poca relación de las dependencias que tratan con los lla­mados
grupos vulnerables (donde se incluye a jóvenes e indígenas). El se­
138 LORENIA URBALEJO CASTORENA

cretario de la Juventud manifestó el poco conocimiento sobre los


modos de vida indígena en la ciudad al justificar por qué no tienen
relación con los grupos étnicos:

Tijuana es una ciudad completamente urbana, es muy reduci­


do el grupo de indígenas […] o etnias que viven [en ella]; es esta
ciudad, por su condición urbana, [donde] vemos que la gran
ma­yoría de grupos indígenas están en la calle, pero vienen traí­
dos por otro tipo de grupos que son lo que les llamamos las
Marías, que vienen a hacer lo que es su labor en la calle, ya sea
de venta de artesanías, de artículos, inclusive en la cuestión de
limosna y eso […] (entrevista, Tijuana, 2011, lu).

Este comentario muestra cómo la imagen de los indígenas está


representada en los márgenes del espacio urbano; tal vez es una
de las razones por las que los jóvenes indígenas en la ciudad no
reconocen tener esa adscripción étnica, ya que en todo caso que­
darían descalificados de ser tijuanenses.
Los jóvenes indígenas sí son contemplados en otro tipo de
análisis; por ejemplo, los académicos Marie-Laure Coubès y Raúl
González los refieren entre los jóvenes migrantes (sin especificar
sobre lo étnico, pero considero que en la frontera entre los migran­
tes unos de los más evidentes son precisamente los indígenas). En
su estudio publicado en 2011 sobre la experiencia de vida de los
jóvenes en Tijuana, el trabajo y la escuela, advierten que los na­
tivos aprovechan la diversidad del mercado laboral, y su inserción
laboral es diversa y equilibrada; en cambio los migrantes se em­
plean en dos sectores, maquiladora (industrial) y comercio-restau­
rantes (servicios) (Coubès y González, 2011:62). Para sobrellevar
el tema del empleo migrante y seguir con las diferenciaciones, a
través del Instituto de Juventud de Baja California se propuso ca­
pacitarlos y su director especificó que el programa realizado en
colaboración con la oea consta de “ocho cursos en paquetería bási­
ca de la citada empresa a jóvenes migrantes que quieran conocer
nuevas tecnologías para poder obtener un empleo” (UniRadio, 27
de septiembre). A pesar de lo expuesto, Xóchitl supone que es pre­
cisamente en Tijuana donde los jóvenes mixtecos tienen mayor
permisividad para no trabajar, como ya lo había mencionado, y
que es una de las adaptaciones de la vida urbana.
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 139
Habrá que hacer observaciones sobre cómo se comportan ac­
tualmente los jóvenes como sujetos formales de derecho desde
la categoría de juventud a partir de la Ley de la Juventud para el
estado de Baja California, promovida desde el Congreso estatal y
publicada el 11 de julio de 2011, la cual contempla 110 artículos
aplicables a los jóvenes, independientemente de “su condición fa­
miliar, social, cultural, religiosa, económica, étnica, con la finalidad
de contribuir a su desarrollo integral, mediante su inclusión social
plena al proceso del desarrollo estatal” (en línea, Tijuana, 16/02/
2011), donde en primer lugar se garantiza la asistencia social y el
acceso a la salud. Dicha ley plantea no tener en cuenta la condi­
ción familiar, social, religiosa, cultural, económica, ni étnica para
su ejecución, según se lee en su artículo segundo. Hay entonces un
reconocimiento de las diferencias sólo para no considerarlas, y
se enfatiza en el artículo séptimo, fracción XIV, al mencionar la uni­
versalidad como un principio rector sobre el cual, se apunta, es
una generalidad sin distinciones; tal como se ha establecido, des­cu­
brimos una vez más la capacidad del sistema para invisibilizar.

Para concluir

Tijuana como ciudad transnacional, y Valle Verde como un segun­do


borderland, son dos formaciones sociogeográficas cuya particu­
laridad es la de ser flexibles y articuladoras. Se asemejan a otras
unidades de su tipo, como la de Oaxaca-Nueva York, y no obstan­
te que comparten algunas características, su situacionalidad lle­
va a diferentes procesos, entre los que persiste uno: al estar en
Méxi­co se mantiene la expectativa de cruzar al otro lado.
Para generar nuevas formas de vivir, construir y habitar se ne­
cesitan participaciones amplias que se incorporen en los cambios
sociales; se debe buscar un balance desde las instituciones para
incluir las diferencias y no caer en estereotipos o tipos ideales; és­
ta es posiblemente una de las tareas más complicadas para las
instituciones, y de no realizarse se instrumentalizarán las desigual­
dades. En la frontera de Tijuana se tiene conocimiento de que la
misma ciudad es compartida entre indígenas y los que no lo son;
los primeros han sido asignados a ciertos espacios en forma seg­
140 LORENIA URBALEJO CASTORENA

mentada por el ayuntamiento. Los jóvenes indígenas son los me­nos


visibles en todo el entramado de derechos, reclamos y prohibicio­
nes, porque incluso los niños han sido más atendidos por con­si­derar
que están en peligro al momento de trabajar con sus madres en el
ambulantaje, no así los jóvenes.
Entre los jóvenes se está generando una nueva visión de ser
mixteco y joven al mismo tiempo; lo hacen desde la racionalización
de las prácticas mediadas por las instituciones, donde se incluye
a su grupo étnico de pertenencia, y claramente a los institutos de
juventud. Se ubican en la disyuntiva de crear un solo sujeto al
unir los dos contextos, el de joven y el de indígena, categorías que
en la ciudad parecen separarse y ser excluyentes. Para aportar a la
claridad de lo anterior expondré el caso de Édgar, no como parte
de las conclusiones sino como punto de partida para un análisis
más amplio sobre el tema de los cambios y posturas resultantes de
los modos de vida indígena en la ciudad transnacional.
Édgar nació en Tijuana y ha vivido siempre en la colonia
Obrera, sus padres son mixtecos de Oaxaca y llegaron a mediados
de 1980. Édgar, su hermana y su hermano estudiaron una licen­
ciatura, él es arquitecto egresado de la Universidad Iberoameri­
cana. La primera vez que conversamos fue insistente en decirse
tijuanense y se refería a su ciudad con mucho entusiasmo. En su
fa­milia sólo su papá y su mamá hablan mixteco; cabe destacar
que su padre es muy estricto en lo que significa ser mixteco, en
el uso de la lengua. Édgar está comprometido de tiempo completo
con la educación intercultural. Édgar ha estado en algunas ocasio­
nes en Oaxaca, junto a su familia, pero nunca contempló la posi­bi­
lidad de vivir allá y tampoco de trabajar en Estados Unidos, como
ya lo hizo su hermano. En meses pasados viajó para visitar a sus
abuelos en Oaxaca, expresó que había sentido la identificación con
sus raíces, que de alguna manera él también era indígena y podía
decir que estaba orgulloso de serlo.
En la ciudad Édgar se ha involucrado en proyectos de arte ur­
­bano. Luego de varios encuentros me comentó sobre una idea de
mejoramiento urbano, algo más estético donde pudie­ran partici­
par los jóvenes de Valle Verde; lo comentó con el direc­tor del Ins­
tituto de la Juventud del estado, con sede en Tijuana, pero no pudo
arrancar el proyecto en la colonia. Al tener contacto con artistas
MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA CIUDAD TRANSNACIONAL 141
de Tijuana pudo continuar con su plan, al que se incorporaron la
regidora Najla Wehbe (de la Comisión de Educación, Cul­­­tura y Bi­
bliotecas, del ayuntamiento), Miguel Ángel Torres (del Instituto
de la Juventud de Baja California), el artista Alfredo Gu­tiérrez y
To­yota Tijuana. La barda en la que se pintó fue la de la primaria
intercultural El Pípila. Édgar planteó así la idea sobre su trabajo:

Derivado de múltiples experiencias e historias acontecidas en


una colonia, la Obrera Tercera Sección, colonia mixteca de mi­
grantes oaxaqueños, así como [para] poder retribuir algo a una
institución peculiar en una ciudad como […] Tijuana, que tiene
muchos matices culturales, me nace la intención de aportar
algo a mi comunidad. Mi formación fue complementada por mis
recorridos de infancia, y […] actualmente, sintiéndome forta­
lecido profesional, social y académicamente, me es de suma
importancia el poder dar algo a mi entorno por el gusto de ha­cer­
lo, no nada más para mí sino para la comunidad en general. Plan­
teando la idea de hacer llegar el mensaje sobre las comunidades
indígenas asentadas en Tijuana, la importancia de escuelas in­
dígenas, y sobre todo [para] que nuestra multicultural Tijuana
se dé cuenta de lo que tiene; ésos fueron en parte nuestros ob­
jetivos (comunicación personal).

En octubre de 2012 inauguraron el mural, se titula: “También


somos Tijuana”, nombre de lo más significativo por su posiciona­
miento; advierte lo que para muchos se queda en el discurso, las
diversidades, el sentido de pertenencia y que hay mixtecos tijua­
nenses. De esta forma, se expone el modo de vida étnico-urbano
en la frontera de Tijuana, para la cual no se necesita realizar un
pro­yecto de gran magnitud, se encuentra en la cotidianidad y en
las relaciones. Los resultados del proceso se observan en la ciudad
y en las particularidades de las segundas generaciones mixtecas
que nunca han migrado (véase la imagen 5).

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142 LORENIA URBALEJO CASTORENA

Imagen 5
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Entrevistas

Felícitas Ramírez, Valle Verde, Tijuana, 2008.


Gonzalo Montiel Mauro, Tijuana, 2008.
Mónica Vega, directora del Instituto de la Juventud, Tijuana, 2010.
Ana Rosenda, Valle Verde, Tijuana, 2011.
Alan Ríos Vega, director del Instituto de la Juventud, Tijuana, 2011.
Juan Carlos Chairez Díaz, secretario, Secretaría de la Juventud,
Tijuana, 2011.
Xóchitl Calleros, Tijuana, 2011.
Édgar Montiel, Col. Obrera, Tijuana, 2011.
Charla-Taller Jóvenes en Valle Verde, julio, 2011.
Segunda sección

La ciudad diaspórica
Espacios de la sinidad

Mónica Georgina Cinco Basurto

La actividad diaria se desarrolla con normalidad. Gente


entra y sale. El murmullo de la televisión, música china de
fondo, ventiladores encendidos, la plática de las personas,
hacen de los cafés de chinos de la ciudad de México lugares
ruidosos, vivos. En las mesas, los clientes disfrutan de al­gún
platillo de comida china estilo mexicano; y si lo que se ofrece
es bufete de una extraña combinación de platos me­xicanos
con chop suey y rollos primavera, los meseros van y vienen
alertas de sus clientes. En la caja, un chino cobra las
cuentas, despacha el pan de dulce y vigila atento que nada
falte en las mesas, mientras otro, constantemente sale de la
cocina con un sucio delantal y charolas de co­mida que
deposita en la barra. El dueño del lugar, otro chino,
también vigila con atención que todo esté en orden en su
negocio, sólo que él está en Los Ángeles, en San Diego,
Nue­va York, en otra ciudad del país o en otro extremo de la
urbe, y a través de varias cámaras instaladas en el lugar
conectadas con una pantalla en la sala de su casa, ve
al­gún programa de la televisión china por cable, al tiempo
que está en sus negocios distribuidos en distintas ciudades,
incluso países. Si algo necesita, con sólo una llamada
tele­fónica o conexión vía skype lo soluciona.

Entre las decenas de cafés y restaurantes chinos que hay disper­


sos por toda la ciudad de México, pero también entre los dueños de
bodegas de los comerciantes chinos de Tepito, las tiendas de mer­
cancías chinas en Toluca, Cuernavaca, Querétaro o Jalapa, por
men­­cionar sólo algunas ciudades, es común que desde cámaras
y pantallas instaladas en casas y comercios sus dueños estén en
varios lugares a la vez. La conexión entre distintas ciudades más

[151]
152 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

allá de la tecnología, vivir allá, trabajar aquí y recordar el terruño


a través de los medios de comunicación, es resultado del momen­
to actual del capitalismo y sus flujos económicos globales que re­
definen las relaciones entre lo local, lo global, el Estado, la na­ción,
y que en conjunto construyen lo que en este proyecto colec­tivo
hemos denominado la “ciudad transnacional”.
De acuerdo con el Centro de Estudios Migratorios del Instituto
Nacional de Migración (inm) (Rodríguez, 2009:78), en 2009 el to­
tal de población extranjera residente en la ciudad más importante
del país era de 82 350 personas. Este dato resulta irrelevante fren­
te a una población local de 8 851 080 habitantes de la urbe más
poblada del país (inegi, 2013), sobre todo si consideramos que
el perfil transnacional de la ciudad de México se construye no sólo
por los flujos migratorios generados por los extranjeros residentes
en ella, y las implicaciones en términos de movimientos de perso­
nas, imágenes, objetos y discursos a través de las fronteras naciona­
les y la diversidad cultural que ello conlleva.
La ciudad transnacional a la que este trabajo hace referencia
es un tipo especial de ciudad, una que trasciende la presencia de
los más de 2 758 chinos registrados por el inm en el df,1 y que se
construye a través de una densa red de relaciones sociales confi­
gurada en términos diacrónicos y sincrónicos mediante proce-
sos de agregación que van de lo local-global-local, y que al mismo
tiempo son capaces de establecer amplias redes de dispersión.
En las ciudades, independientemente de su ubicación geográ­
fica, es en donde la vida china dentro y fuera de sus centros nacio­
nales toma forma, se articula y conecta como transnacional. La
migración china internacional desde finales de los años setenta
está direccionada hacia centros urbanos, y para el caso mexicano
conecta importantes urbes como la ciudad de México, Tijuana
o Mexicali, con Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, Toronto o
Vancouver, y Guangzhou, Jiangmen, Hong Kong, Beijing, Shanghai
o Taipéi. Es en estos lugares en donde en las últimas décadas se
construyen la historia, los recuerdos, las imágenes y los discursos,

1 Este número representa 30.2% del total de población china resi­

dente en México: 10 247 personas. De acuerdo con los datos del inm, la
ciudad de México es el primer lugar de asentamiento chino, seguida por
Baja California.
ESPACIOS DE LA SINIDAD 153
y en y hacia donde se dirigen y conectan las redes económicas,
so­ciales, culturales y políticas que le dan forma a lo que diversos
in­vestigadores han denominado “diáspora china”. A partir de este
concepto se configura el tipo de ciudad transnacional que se
analiza en este texto. Habitada por sujetos diaspóricos, la ciudad
apropiada por los chinos a través de los cafés, restaurantes, las
lavanderías en otros tiempos, el barrio chino de Dolores, el movi­
miento hacia la conformación del barrio chino de Viaducto Pie-
dad, las tiendas y comercios chinos dispersos por toda la urbe, le
otor­gan características específicas a la ciudad de las conexiones
y los flujos transnacionales y la convierten en un espacio en el
que con­fluyen todos los procesos asociados al ca­­pi­talismo tardío
y la economía global, pero cuyas principales ca­rac­­te­rísticas son
la etnicidad y la discontinuidad de los espacios sociales transna­
cionales que se entretejen, no sólo geográfica y territorialmente,
sino también a través de la historia y las dinámicas de inclusión
y exclusión. Esta ciudad, la de la diáspora o la “ciudad diaspórica”,
se construye en la ciudad de México a través de pequeños grupos
que producen vida en comunidad para contender entre sí por su
membresía a la “gran diáspora china” desde la memoria, la religión
o los flujos económicos vinculados al mer­cado global.

Deconstruyendo la ciudad diaspórica

En un proyecto de investigación mayor, el estudio de la diáspora


china en México parte de la idea de que los conceptos de la “gran
diáspora china”, “diáspora china” o la “Gran China”, nacen de dis­
cursos hegemónicos que homologan la diversidad de una larga
tra­dición de la migración china al mundo y reducen sus estrategias
de movilidad, dispersión y profundidad de interrelación a la trans­
nacionalidad y a la economía global. Estos discursos provienen
de la academia, de los Estados nacionales, e incluso de los sujetos
que tradicionalmente han sido los principales constructores de la
diáspora y se encuentran en el centro de ella: los empresarios y
comerciantes. “Gran China”, como concepto, incorpora tres temas
relativamente distintos: integración económica, integración cul­
tu­ral y reunificación política entre la comunidad china internacio­
154 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

nal, que trasciende de discursos a compromisos para los descen­


dientes de chinos alrededor del mundo (Harding, 1993).
El proyecto propone que “diáspora”, si bien es una categoría
analítica que no puede entenderse fuera del contexto de la moder­
nidad, los flujos de información o los bienes y capitales que corren
en terrenos geopolíticos, es sobre todo un fenómeno humano, vi­vido
y experimentado (Evans y Mannur, 2003:8) a través de pequeñas
comunidades que, si bien pueden ser transnacionales, también
pue­den construirse más allá de su vinculación a los circuitos ma­
croeconómicos, movimientos migratorios de escala global y a la
multiplicidad de redes que son capaces de establecer a través de
Estados nacionales. Las diásporas pueden incluir las co­munidades
transnacionales, pero no todas las comunidades trans­naciona-
les son diásporas (Bauböck y Faist, 2010:21), por lo que el concep­
to me permite analizar la relación de los sujetos con los Estados
nacionales sin perder de vista la profundidad histórica de la pre­
sencia china en la ciudad, y la centralidad de la hibridación, dis­
persión y la movilidad que caracteriza al concepto.
Utilizo “diáspora” como un recurso histórico para definir la
con­formación de los sujetos, pero sobre todo como una categoría
analítica para entender los procesos de marginalización y discri­
minación, que ubica en el presente y no en el pasado los hechos
traumáticos que dan origen a los desplazamientos (Ang, 2009:287)
pero que incluye también prácticas de empoderamiento, apro­
piación y reivindicación en las contiendas por la pertenencia a
ella. Diáspora es entonces el gran contenedor de experiencias de
los sujetos diaspóricos que incluye comunidades que van más allá
de las elites de los migrantes transnacionales chinos descritos en
la literatura sobre la “diáspora china”, pero que no es en sí misma la
unidad de estudio de la investigación mayor a la que hice referen­
cia, ni de este trabajo.
Diáspora, en este texto, es el afijo que otorgo a la ciudad para
entender cómo dentro de la amplia diversidad de dinámicas que
permite la urbe se construyen y reconstruyen:

1) La experiencia de movilidad, desplazamiento, hibridación


y conformación de sujetos diaspóricos, incluso sin que és­tos
hayan vivido la migración. En este sentido, los “cosmopoli­
ESPACIOS DE LA SINIDAD 155
tismos discrepantes” de James Clifford: “viajar en la perma­
nencia y la permanencia en el viaje”, forman en distintos
niveles parte de las prácticas de los sujetos chinos que cons­
truyen esta ciudad.
2) Las contiendas por la pertenencia al grupo que se producen
entre las pequeñas comunidades que analizo. Esto provoca
que los discursos sobre la diáspora como parte de proyectos
políticos de los Estados nación o transnacionales, que tra­
tan de homologar a diversas poblaciones como una entidad
étnica universal, no tienen cabida en la vida china de la
ciudad de México, por la dinámica histórica de la presencia
de esta población en el país.
3) “Diasporización mnemotécnica” (Tsianos y Melitopoulos,
2007:12) o el arte de desarrollar la memoria en la diáspora,
es esencial en la conformación de los sujetos que estudio,
pues es a partir de la memoria que para una buena parte
de los sujetos diaspóricos se generan los mecanismos de
pertenencia y exclusión entre y hacia las distintas comuni­
dades que conforman la diáspora.

Teniendo claro el significado de ciudad diaspórica, en adelante


el texto expondrá cómo se ha ido configurando la ciudad para los
chinos a lo largo de su presencia en la capital, y analizará un caso
concreto de articulación de los sujetos a la diáspora china median­
te un sitio en internet que conecta y mapea las localidades don­de
viven los mexicanos de origen chino no sólo en la ciudad, sino
con otras ciudades del país, y cómo se generan discursos de perte­
nencia a ella a partir de la recuperación de la memoria. El texto
sólo hablará brevemente de una parte de la diáspora, la de los des­
cendientes en primera, segunda, tercera y hasta cuarta genera­
ción. No abordará la presencia de otras comunidades de chinos
que he identificado con fuerte presencia en la ciudad por la inten­
sidad de sus actividades en la conformación de vida colectiva.

Construyendo la ciudad diaspórica

Para entender cómo se ha ido construyendo la ciudad diaspórica,


en este apartado realizaré un recorrido histórico de la presencia
156 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

china en la capital del país y expondré las tres principales formas


de apropiación y representación de la sinidad en el espacio ur­
bano siguiendo esta cadena: de lo global a lo local, de lo local a lo
global, y de lo global a lo transnacional.
De acuerdo con los historiadores Homer H. Dubs y Robert S.
Smith (1942:387-349), para 1635 había ya presencia china en la
capital de Nueva España. Estos primeros chinos, barberos de ofi­
cio, de acuerdo con los autores, llegaron vía la Nao de China al
país; sin embargo hay grandes lagunas sobre la conformación de
las primeras colonias chinas en la urbe, ya que muchos de los re­
gistros de esta población durante el periodo colonial presentan las
mismas imprecisiones de famosas historias de chinos arribados al
país a través del Galeón de Manila.2 El análisis de los padro­nes
demográficos levantados entre 1753 y 1910 (Salazar, 2002:250), en
la hoy ciudad de México, nos habla de una escasa población asiá­
tica de la cual no puede probarse su origen chino: en el padrón de
1753, de los 402 inmigrantes registrados, 4.9% son empadronados
como chinos o indios filipinos provenientes de territorio asiá-
tico controlado por la Corona española (De la Torre, 2002:17); para
1790, sólo 37 personas especifican provenir de Asia, sin detallar
su lugar de origen (Lombardo: 2002:52). En el último censo levan­
tado por autoridades coloniales en 1811, hay registro de sólo dos
chinos, aun cuando la conexión transpacífica vía la Nao de China
era una ruta exclusiva de Nueva España a través de la cual había flu­
jo de mercancías chinas (González, 2002:100) y plata mexicana que
circuló durante siglos como moneda corriente en China. En el pa­
drón de 1848, en plena guerra con Estados Unidos, no se registra
población china, y hacia 1882 sólo se contabilizan cinco asiáticos
de los cuales no sabemos su origen (Morales, 2002: 177). En todo
caso, como lo muestran las estadísticas, hablar de población chi­
na en el periodo colonial es impreciso porque, si bien a través del
Galeón de Manila hubo flujo de personas, el término “chino” se
utilizó para nombrar a cualquier población proveniente de Asia.3

2 Un ejemplo de lo anterior es el caso de Mirrha o Catarina de San

Juan, mejor conocida como la China Poblana, quien sí era de origen orien­
tal, pero no chino.
3 Agradezco a Evelyn Hu-DeHart por hacerme notar que es impre­

ciso hablar de chinos en el periodo colonial.


ESPACIOS DE LA SINIDAD 157
Bajo la premisa de que el desarrollo económico podría alcan­
zarse estimulando la inmigración extranjera, la ciudad de México
experimentó durante el Porfiriato (1876-1911), como el resto del
país, la llegada de cientos de extranjeros que sin embargo para 1910
representaban únicamente 4.7% de la población total de la capital.
De este porcentaje, los chinos siempre representaron un grupo
muy pequeño que empezó a crecer a partir del censo de 1895, co­mo
se muestra en el cuadro 1.
Cuadro 1
Población china en la ciudad de México, 1895-2009

Número de población % de población china en la ciudad de


Año china en la ciudad México respecto al total de población
de México china nacional
1895 43 41
1900 116 41
1910 1 482 111
1921 664 41
1930 772 51
1940 623 131
1950 1 014 161
1960 853 171
1970 447 242
1980 18 333
1990 11804
2000 1 8475
2009 3099 306
Fuentes:
1 Roberto Ham Chande, 1999.
2 IX Censo General de Población 1970.
3 X Censo General de Población y Vivienda 1980. El Censo señala que la

población pertenece a China nacionalista por lo que con seguridad hay


un sesgo importante en el conteo de población china asentada en México
durante la época.
4 Población total de chinos en México, Conapo, 2013. No hay informa-

ción disponible por entidad federativa.


5 Población total de chinos en México, Conapo, 2013. No hay información

dis­ponible por entidad federativa.


6 Extranjeros residentes en México con una forma migratoria vigente en

2009, según continente, país de nacionalidad y entidad federativa, Insti­


tuto Nacional de Migración, 2012.
158 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

Los chinos no han representado una población numéricamen­


te importante en México, sin embargo han sido un grupo con una
visibilidad permanente construida a partir de sus actividades
económicas, sus características físicas y rasgos culturales referi-
dos por la población local a través de expresiones cotidianas no
siempre positivas. La ciudad de México, en comparación con otras
ciudades del país, fue poblándose lentamente de chinos, y hasta
muy recientemente ocupa el primer lugar de asentamientos de
este grupo en México, seguido por Mexicali y Tijuana. Lo anterior
se explica por varias razones: los estados fronterizos del norte del
país fueron el polo de atracción natural para los chinos por la cer­
canía con Estados Unidos. La idea generalizada de la Fiebre de Oro
en California y el propio movimiento antichino en este estado de
la Unión Americana, contribuyeron al crecimiento de la pobla­-
ción china en diversas ciudades de Sonora, Coahuila, Chihua­hua
y Baja California. Por otro lado, el patrón migratorio basado en el
parentes­co, mediante el cual los chinos tradicionalmente se movi­
lizan, también aportó buena parte de la cuota de chinos asen­tados
en estas regiones.
No hay datos precisos acerca de la movilidad de chinos den­
tro del territorio nacional a lo largo del siglo xx, sin embargo las
va­ria­ciones en el poblamiento de chinos en la ciudad de México
en este periodo, responden a momentos críticos de la historia del
país (el periodo revolucionario, el movimiento antichino en los es­
­tados fronterizos) y a la función social, económica y política que
ejerce como capital nacional.

Espacios de la sinidad en la ciudad de México

Los espacios de representación e identificación de la sinidad en


la ciudad de México aparecieron de forma masiva en la capital a
partir de los años veinte del siglo pasado. Estos espacios —las la­
vanderías y los cafés de chinos— fueron durante décadas territo­
rios identificados por la población local como lugares de trabajo y
socialización para esta población. Desde 1908 hay evidencias de
chinos laborando en cafeterías (Cauich, 2002:113), pero es hasta
1915 cuando encontramos el primer registro de la existencia de un
ESPACIOS DE LA SINIDAD 159
café de chinos, Venn Henh, ubicado en la calle 4ª de Arcos de Belén,
núm. 55 (Cauich, 2002:118).
Aunque en décadas recientes son los cafés y los restaurantes
chinos las principales imágenes de la vida china en la ciudad, no
fue­ron éstos, sino las lavanderías, las primeras en salpicar el pai­
saje del Centro Histórico de la ciudad de México de rostros chinos:
de acuerdo con el Archivo de la Secretaría de Salud del Distrito
Federal, en 1922 había registradas cuatro lavanderías chinas, y para
finales de la misma década eran ya 50 espacios para lavar ropa
propiedad de chinos, que en conjunto sumaban 157 trabajadores
del mismo origen. Estas lavanderías se ubicaban en las calles de
Guerrero, República de Ecuador, Anillo de Circunvalación, José Ma­
ría Izazaga, Luis Moya, Bolívar, Santa Veracruz, Lecumberri, San­
tísima, Peña y Peña, y en nuevos espacios habitacionales como
la colonia Santa María y la colonia Roma (Cauich, 2002:119).
Las lavanderías, junto con las tiendas de abarrotes, que también
existían aunque no con la presencia que tenían en otros estados,
resistieron las agresiones del movimiento antichino en la ciudad,
que para 1930 había fundado una liga antichina y antijudía en el
Centro Histórico (Cauich, 2002:128), y que desde 1924 se manifes­
taba públicamente y acusaba a los chinos de ser un puñado de hom­
bres embrutecidos por los efectos de la droga y las enfermeda­des
que arrastran desde tierras del Lejano Oriente (agn, 1924).
Con la cercanía temporal del movimiento que logró la expulsión
de cientos de familias chino-mexicanas y confinó la visibilidad de la
presencia china a espacios privados por temor a la agresión en ca­si
todo el país, surgió el barrio chino de la ciudad de Méxi­co, el cual
se convirtió, dadas las condiciones de su nacimiento, en un espa­
cio que alimentó la estigmatización y los prejuicios sobre el signi­
ficado de lo chino y ser chino para la población local, más que un
sitio de reproducción cultural para la propia comunidad. El barrio
chino de la ciudad de México nació a finales de los años cuaren­
ta del siglo xx con la apertura del restaurante Shanghai, el primer
restaurante de comida china en la ciudad, de acuerdo con sus
dueños. Está ubicado en la calle de Dolores, entre Independencia
y Artículo 123, en la colonia Centro, delegación Cuauhtémoc; aun­
que en años recientes las calles vecinas que van desde Arcos de
Belén hacia la avenida Juárez, y del Eje Central hacia Balderas,
160 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

presentan comercio chino, lo cual amplía el espacio de trabajo y


la visibilidad de los chinos en la zona.
Entre 1920 y 1970, años en los que el Centro Histórico tuvo
mayor presencia china, el barrio chino, además de contar con res­
taurantes y cafés, tenía casinos en donde algunos chinos se reunían
para jugar majong y fumar opio, contribuyendo con ello a la
imagen negativa que se construyó sobre ellos y que perduró du­
rante décadas. Esta imagen se nutrió además de las diferencias
ideológicas entre las distintas comunidades de chinos de la época,
entre las que destaca la Chee Kung Tong; sin embargo, como ocu­
rre en la actualidad, no todos los chinos formaban parte de estas
asociaciones, ni todos eran jugadores o fumadores de droga.
Es interesante notar que el barrio chino de la ciudad de Méxi­
co, si bien resultó ser en el momento de su fundación uno de los
mecanismos más importantes de apropiación de la ciudad para
esta población, no puede ser entendido como una estrategia del
Estado mexicano para construir otredad o como un espacio que
representó la institucionalización, legitimación y reproducción de
procesos de racialización para definir quiénes pertenecían o no
al proyecto nacional. Su conformación en la ciudad no respondió
a las políticas de la diferencia durante los años de construcción
de la nación, aun cuando en el periodo que comprende el movi­
miento antichino en México (1911-1932) hubo abiertas manifesta­
ciones de los gobiernos revolucionarios y posrevolucionarios4 en
favor de su exclusión del proyecto nacional. Las propuestas de los
antichinos en el norte y la capital del país para segregarlos en
ba­rrios, inhibir su desarrollo económico y evitar el contacto con
la población local, resultaron tardías como mecanismo de control,
porque los chinos desde su llegada habitaron espacios contiguos
en donde además de realizar sus actividades económicas, vivían
con familiares o conocidos organizados a partir del apellido, lugar
de origen o actividad económica.
El barrio chino en la ciudad se conformó de manera natural a
medida que se intensificaron las migraciones chinas a la capital,

4 Un claro ejemplo es La raza cósmica de José Vasconcelos, escrito

en 1925, y los escritos del diputado sonorense José Ángel Espinoza, El


problema chino en México, de 1931, y El ejemplo de Sonora, de 1932.
ESPACIOS DE LA SINIDAD 161
sin embargo, dadas las condiciones históricas en las que surgió,
no pudo construirse como un lugar de concentración de la pobla­
ción china de la época. Con el desvanecimiento de la presencia
china en el país para el momento de su nacimiento, y con lo inse­
guro que resultaba la visibilidad para este grupo, los chinos en la
capital del país se mantuvieron dispersos para salvaguardarse de
agresiones. Si bien la vida en comunidad y el asociacionismo sur­
gió y perduró incluso en los años más álgidos del antichinismo,
y el barrio chino de Dolores durante varias décadas fue el punto
de reunión para varias organizaciones, nunca se consolidó como
un espacio de habitar la ciudad para ellos.
En el caso de la ciudad de México, es erróneo pensar que el
antichinismo fragmentó al barrio chino y las redes de solidaridad
y reciprocidad construidas por su población china, porque a di­
ferencia del norte del país, en donde sí había grandes asentamien­
tos chinos en espacios contiguos que desaparecieron, y en donde
la presencia china estaba consolidada por lo menos tres décadas
antes de las expulsiones de los años treinta, el barrio chino de la
capital del país nació cuando la persecución antichina estaba en
desarrollo y por lo tanto las redes de apoyo y los complejos nive­
les de organización y vida en comunidad que surgieron, lo hicieron
a partir de la dispersión y no de la concentración en un espacio
definido.
Desde su fundación, el barrio chino ha jugado el papel de cons­
tructor de imágenes de la sinidad en la ciudad, que no siempre
corresponden a los intereses y necesidades de la población china
de la urbe. En un inicio la imagen de ser chino fue alimentada por
los propios chinos que habitaban y laboraban en el Centro His­
tórico, y que encontraban en el barrio chino una referencia co-
mo espacio de socialización; sin embargo, conforme la ciudad fue
cre­ciendo y nuevos espacios urbanos fueron poblados por este
grupo, han sido los comerciantes del lugar, no siempre chinos, y
las au­toridades locales, quienes han mantenido la imagen de este
espacio como un sitio de expresión de la vida china en la ciudad,
aun cuando en diferentes momentos de su historia los chinos co­
mo comunidad han estado ausentes.
El barrio chino de Dolores es sobre todo un espacio comercial
en el que se consume, a través de bienes tangibles, una cultura que
162 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

sigue siendo una otredad muy lejana, pero que al mismo tiempo
produce interés entre los capitalinos. Un ejemplo de lo anterior
son las casi 12 mil personas proyectadas como asistentes por la
Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal5 para los fes­
tejos de la Primavera o Año Nuevo Chino6 de 2012, que cada año
realizan en conjunto el gobierno del Distrito Federal por medio
del Fideicomiso del Centro Histórico, con los comerciantes del ba­
rrio chino; y la extensión para 2013 de una celebración alterna
de la misma fiesta en la calle Humboldt, entre Artículo 123 y Mo­
relos, muy cerca de Dolores, organizado por el Instituto Confucio
de la unam y el Centro de Comercio Chino, en coordinación con
las autoridades locales y hoteleros, restauranteros y comerciantes
no chinos de la zona, con la finalidad de darle una nueva imagen
al lugar.7
Desde 1980, el barrio chino y la delegación Cuauhtémoc ini­
ciaron los festejos del Año Nuevo Chino como un atractivo turís­
tico para la ciudad. Esta festividad, la más importante para los
chinos no sólo en la ciudad de México sino en el mundo, se feste­ja
en el barrio chino del Distrito Federal con la quema de cohetes,
diversas danzas de leones, danzas tradicionales chinas, desfile de
trajes típicos de las diferentes provincias chinas, así como demostra­
­ciones de las diversas comunidades de chinos, promotores de cul­
tura china y escuelas de artes marciales que hay en la ciudad.8
Este evento adquirió mayor difusión como parte de los atractivos
turísticos de la ciudad a partir de 2006, cuando ante el deterioro
que presentaba el lugar, el entonces jefe del gobierno de la capi­

5 <http://www.excelsior.com.mx/2012/01/21/comunidad/803889>,

revisado el 18 de agosto de 2013.


6 La Fiesta de la Primavera (chū  njíe) o Año Nuevo Chino
(nónglì x nnián) es la festividad china más importante dentro y
fuera de China. El primer día del calendario chino ocurre los primeros
días del mes de febrero del calendario gregoriano. Por la movilidad de
personas dentro y fuera de China para visitar a sus familiares durante
esta festividad, las semanas en las que se festeja son consideradas como
el momento de mayor migración masiva a escala mundial.
7 <http://www.jornada.unam.mx/2013/02/07/espectaculos/a10n

2esp> consultado el 18 de agosto de 2013.


8 Algunos ejemplos de estas organizaciones son: Comunidad China

de México, A.C.; Centro Chino Mexicano, A.C.; el Instituto Confucio de la


unam y la Fundación Cultural China, A.C.
ESPACIOS DE LA SINIDAD 163
tal, Alejandro Encinas, anunció que en conjunto con el Fideico­
miso del Centro Histórico lanzarían un proyecto de rehabilitación
del barrio chino de Dolores, el cual se desarrollaría en dos etapas
que culminaron con el cierre al tránsito vehicular de la calle de
Dolores, convirtiéndola en un espacio peatonal; se establecieron
terrazas en la vía pública para los diferentes restaurantes, se arre­
gló el drenaje, la electricidad, el acceso a agua potable, se renovó
el alumbrado público, se adoquinaron las banquetas, hubo arreglo
de las fachadas y la colocación de dos leones y un arco chino en la
plaza Santos Degollado en la calle José María Marroquí esquina
con Independencia, muy cerca de Dolores, donados por la mu­
nicipalidad de Beijing a través de la embajada china en México, y
cuya inauguración se realizó hasta 2008 por Marcelo Ebrard, suce­
sor de Encinas, y el embajador chino del momento, Yin Hengmin.9
Con el interés de las autoridades de la capital por este espacio
y el entusiasmo de los comerciantes del lugar por darle una nue­
va imagen al barrio chino de Dolores, comenzó una nueva etapa
para este sitio como promotor de la cultura china a través de di­
ferentes actividades culturales, como las Festividades de la Luna
o de Medio Otoño,10 los desfiles de carros alegóricos11 y el recién

9 <http://mx.china-embassy.org/esp/sgjs/t408219.htm> consulta­

do el 18 de agosto de 2013.
10 Ésta es otra festividad importante para China y para los chinos de la

diáspora. Se celebra a mediados del mes de octubre y aunque no tiene


la importancia de los festejos de primavera, también reúne familias de
chi­nos alrededor del mundo. Esta fiesta tiene sus orígenes en la China
dinástica y es reconocida en todo el mundo por los pasteles de la luna,
tra­dicionales durante la temporada. Los festejos en el barrio chino de
Dolores incluyen también la ejecución de danzas tradicionales chinas
en diferentes horarios durante un fin de semana.
11 Durante tres años consecutivos (2008, 2009 y 2010) se realizaron

en la ciudad de México como parte de las festividades del Año Nuevo


Chino. El primer desfile fue organizado por el Instituto de Idioma y Cul­
tu­ra China, el Instituto Cultural Chino Huaxia, la Confederación de
Aso­cia­­ciones Chinas en México, A.C. y Chino-Mexicanos Unidos en Mé­
xico, A.C., con el apoyo del Gobierno del Distrito Federal a través de su
Secre­taría de Cultura, Seguridad Pública, la Delegación Cuauhtémoc y el
Instituto del Deporte, así como el de la Embajada China en México. Con­
tó con 20 carros alegóricos y 27 contingentes de diferentes institucio­nes,
como El Faro de Oriente, Universidad Autónoma Chapingo, la Confe­
164 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

inaugurado Primer Festival Cultural del Barrio Chino de la Ciudad


de México.12
El barrio chino de la ciudad de México como espacio de ma­
nifestación de la sinidad, y en general la presencia china en la
ca­pital del país, están adquiriendo una nueva centralidad en los
discursos e imágenes que existen sobre los chinos a partir del cre­
cimiento económico de China y el rol económico y político que
juega este país a escala internacional. Prueba de ello son los pro­
pios desfiles de las festividades del Año Nuevo Chino, inaugura­
dos en sus tres ediciones por el jefe del gobierno capitalino en
compañía del embajador chino en turno, los eventos adicionales
de carácter cultural y científicos apoyados por el gobierno de la
ciudad, como el Programa de Becas Ciudad de México-China13 y

deración de Asociaciones Chinas en México y la Asociación Coreana y


Japonesa ( <http://www.eluniversal.com.mx/notas/480146.html>
consultado el 20 de agosto de 2013). En 2009, el desfile de 15 carros ale­
góricos y 28 contingentes fue del Ángel de la Independencia al Monu­
mento a la Revolución y contó con la participación de 10 países asiáticos
(<http://www.eluniversal.com.mx/notas/571635.html> consultado el
20 de agosto de 2013). El tercer año del desfile, en el marco de los festejos
del Año Nuevo Chino, recorrió la avenida Reforma y sumó a la Secreta­
ría de Turismo, Secretaría de Educación, la Secretaría del Medio Ambien­
te, el Zoológico de Chapultepec y la Cámara de Comercio de China
(<http://eleconomista.com.mx/distrito-federal/2010/02/13/df-celebra-
ano-nuevo-chino>, consultado el 20 de agosto de 2013).
12 Este Festival se llevó a cabo el 3 y 4 de agosto de 2013 con la parti­

cipación del Grupo de Danza Cultural China Hong Long, Colegio Nacional
de Cultura Física, Choy Lee Fut, Academia Mexicana de Wushu, Escue­
la Me­xicana de Wu Shu, Escuela Mexicana de Artes Marciales Chi­nas,
Cen­tro de Enseñanza Cultural, Kung Fu Family Yoluca, Comunidad Chi­
na de México, Difusión Cultural China, Universidad de Wushu y Medicina
Tradicional, Remis Shaolin Kung Fu y Organización de Wushu Shenglung
de México, A.C. El evento fue organizado por el barrio chino de la ciudad de
México en colaboración con el Gobierno de la Ciudad de México, la dele­
gación Cuauhtémoc y la Casa de Cultura Santa María la Ribera, <http://
www.barriochinomexico.com/home.htm>, consultado el 20 de agosto
de 2013.
13 El Programa de Becas Ciudad de México-China nació en el año

2004 con el objetivo de impulsar el desarrollo científico y tecnológico en


la ciudad de México para mejorar el nivel de vida de su población a par­tir
de proyectos, programas, tecnologías, políticas, investigaciones o metodo­
logías probadas como exitosas en la República Popular China y aplicables
total o parcialmente en la ciudad de México y que promuevan el desa­
ESPACIOS DE LA SINIDAD 165
la reciente reunión entre Alejandro Fernández Ramírez, jefe
delegacional de Cuauhtémoc y la alcaldesa de Chaoyang, Beijing,
en la que se acordaron, entre otros, intercambios bilaterales en ma­
teria de economía y cultura para el fortalecimiento de ambos es­
pacios urbanos, y el anuncio de un nuevo proyecto de rehabilitación
del barrio chino de Dolores.14
Este barrio es sobre todo un espacio apropiado por descen­
dientes de chinos y la población mexicana interesada en la cultu­
ra china, y cada vez menos un espacio de construcción de vida en
comunidad para los chinos, aunque con la difusión permanente
que tiene en la actualidad, está renaciendo como un espacio de
trabajo para chinos de reciente migración y un atractivo turístico
promovido por el gobierno de la ciudad de México, que en cada
festividad china congrega a miles de personas.

Cronotopías de la diáspora

En este apartado hablaré sobre una dimensión de la ciudad dias­


pórica construida a partir de un espacio de convivencia virtual,
en la que un grupo tradicionalmente no considerado como parte de
la diáspora se configura y busca su adscripción a la misma a partir
de la recuperación de la memoria. Este fragmento de la diáspo­ra
mapea y ubica la presencia de descendientes de chinos en ciudades
de México, Estados Unidos, Canadá o Perú, como una forma ur­
bana de interacción en la esfera virtual, en donde la conformación

rrollo de los sectores agrícola, industrial, de servicios e infraestructura


con fines sociales, productivos y de fortalecimiento de las finanzas locales,
así como los aspectos educativos, culturales y de salud pública. La beca
incluye 100% de los gastos de viaje redondo y manutención durante los
cuatro meses que dura el Programa. Es administrada por la Secretaría de
Ciencia, Tecnología e Innovación del Distrito Federal y el Centro de Es­tu­
dios China-México de la Facultad de Economía de la unam <http://www.
icyt.df.gob.mx/component/content/article/1067>, consultado el 20 de
agosto de 2013 y <http://132.248.45.5/deschimex/cechimex/chmxEx
tras/documentos/propuestasbecas/2013/ConvocatoriaBecasSECITICe
chimex2013.pdf>, consultado el 20 de agosto de 2013.
14 < http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n3099116.

htm>, consultado el 24 de agosto de 2013.


166 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

de su condición diaspórica (movilidad, desplazamiento, hibrida­


ción) se construye a partir de la experiencia biográfica vinculada a
la sinidad, y de formas cotidianas de vivir en un sitio viajando y de
viajar viviendo en un sitio (Clifford, 1997), que no ha im­plica-
do necesariamente el cruce de fronteras geográficas pero sí, como
veremos, de la coexistencia de cronotopos que se articulan dando
sentido a la construcción de esta comunidad de la diáspora. Se tra­
ta de una parte de la gran diáspora china, cuyo diasporismo sur­
ge de la elección voluntaria por pertenecer a ella y hacerse vi­sibles
frente a los chinos de primera generación, quienes para los esta­
dos nacionales y sus comunidades imaginadas tienen una ads­
cripción natural a ella.
Las tecnologías de la comunicación y la información que han
permitido la inmediatez en las comunicaciones y el estableci­
miento de redes dentro y fuera de las fronteras geográficas alrede­
dor del mundo son un elemento indispensable para entender en
la actualidad la producción de diásporas y comunidades transna­
cionales. Nuevas formas de construir pertenencia, adscripción y
procesos identitarios han surgido de la interacción de comunidades
virtuales. En el caso de la gran diáspora china, diversos senti­dos de
pertenencia nacionales se han extendido en el ciberespacio a tra­
vés de diásporas virtuales basadas en la exclusión y la construc-
ción de vínculos esencialistas, generando entre sus miembros
un dile­ma de múltiples identidades (Leong, 2009:13). Sitios co-
mo Huayinet World Wide Web <www.huayinet.net>, Overseas
Chi­ne­se Network, <www.ocnetwork.org>, y World Huaren Fede­
ration, <www.huaren.org> son algunos ejemplos globales de la
creación de comunidades virtuales de chinos en donde constan­
temente se reconfigura su pertenencia a la diáspora, y en donde
sus miem­bros interactúan a través de la red, ya que están dispersos
en di­ferentes países o por toda China.
En México, las distintas comunidades de chinos se han apro­
piado también de las tecnologías, sin embargo, no para construir,
sino para fortalecer a sus comunidades y extender su alcance.
Así, la Comunidad China de México, A.C.,15 la Comunidad China

15 <https://www.facebook.com/comunidadchina.demexico?fref

=ts>, consultado el 22 de agosto de 2013.


ESPACIOS DE LA SINIDAD 167
de Tampico, A.C.,16 La Comunidad China de Hidalgo, A.C.17 o la
Comunidad del Águila y el Dragón, A.C.18 con sede en Guada­­
lajara han hecho del Facebook y de blogs, más que de la creación
de páginas electrónicas, una estrategia para construir y fortalecer
comunidad.
Estas comunidades no nacieron como grupos virtuales, exis­
tían desde años antes de tener espacios en la red, y es a través
de ésta que han potenciado discursos de pertenencia a estas orga­
nizaciones y una gran satisfacción por la identificación con China
a través del parentesco. El común denominador de estas comuni­
dades constituidas como asociaciones civiles es, por un lado, el
perfil de sus miembros: descendientes de chinos en segunda, ter­
cera, cuarta y hasta quinta generación, con una escasa vincula-
ción con chinos de migración reciente. Por otro lado, su carácter de
exponentes de la cultura china frente a la sociedad local, y sobre
todo su papel como promotores de una identidad basada en el
orgullo por pertenecer a dos culturas a través del mestizaje entre
chinos y mexicanos.
En mayo de 2012, por iniciativa de un descendiente de chinos
de primera generación, quien desde su infancia participó en diver­
sas actividades de la Comunidad China de México, A.C., nació In­
migraciones Chinas a México en Facebook.19 Inmigraciones Chi­nas
a México es un grupo cerrado que ha sumado como parte de su co­
munidad virtual a 561 personas20 en distintas localidades co­mo la
ciudad de México; Guadalajara y Zapopan, en Jalisco; San Cris­tó­
bal, Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, en Chiapas; Torreón, en Coa­huila;
Tampico y Ciudad Mante, en Tamaulipas; Cozumel y Cancún, en
Quintana Roo; Río Grande en Oaxaca; Puebla; Pachuca, en Hi­dal­
go; Villahermosa, en Tabasco; Querétaro, y Coatzacoalcos, en Vera­
cruz. También ha despertado interés en descendientes de chi­nos

16 <http://comunidadchinadetampico.blogspot.mx/>, consultado

el 22 de agosto de 2013.
17 <https://www.facebook.com/ComunidadChinahgo?fref=ts>,

consultado el 22 de agosto de 2013.


18 <https://www.facebook.com/ComunidadDelAguilaYElDragonA

C?fref=ts>, consultado el 22 de agosto de 2013.


19 <https://www.facebook.com/groups/324051971001285/?fref=

ts>, consultado el 10 de septiembre de 2013.


20 Para el 28 de agosto de 2013.
168 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

que alguna vez vivieron en México y ahora residen en ciudades del


extranjero como Beijing y Hong Kong, China; Miami, Florida, Po­
mona, California, Chicago, Washington, Dallas, Mc Allen y San An­
tonio en Texas, Omaha en Nebraska, Baton Rouge en Luisia­na; así
como Lima en Perú, Ontario y Vancouver en Canadá y San Pe­ters­
burgo en Rusia. En palabras de su fundador, quien constante­mente
invita a los miembros del grupo a participar activamente en­viando
fotografías y documentos de sus padres o abuelos chinos, el ob­
jetivo del grupo es “reconstruir la historia de nuestros ancestros
cuando llegaron a México, porque su historia es también par­te de
tu historia”.21
A diferencia de otros sitios de Facebook de las comunida-
des chi­nas en México, Inmigraciones Chinas no está constituido
legal­mente y el tema central que promueve en su discurso es la
recupe­ración de la memoria a través de fotografías, videos, docu­
mentales, documentos históricos y académicos sobre los diferentes
momentos de la migración de chinos a México. El sitio ha logrado
reunir más de 200 fotografías, así como textos académicos vincu­
lados al tema. Esta comunidad virtual no es la extensión de una
diás­pora construida a partir de discursos homogeneizadores del
Estado chino, es más bien un fragmento de la gran diáspora china
construida a pesar de las narrativas hegemónicas de la diáspora den­
tro y fuera de China, con un alto sentido intrínseco de pertenencia
a ella, aun cuando hay elementos velados de exclusión y cuando
la mayoría de los miembros del grupo no comparten con la gran
diáspora china dispositivos culturales fundamentales como la len­gua,
por ejemplo.
Inmigraciones Chinas a México es un ejemplo de cómo se
experimenta la sinidad que trasciende las fronteras de los Estados-
nación entre aquellos que también se reconocen como parte de
la diáspora, pero cuya adscripción resulta lejana en el tiempo y el
espacio. Nos habla de la intimidad diaspórica (Vásquez, 2007:8)
de la biografía de quienes forman parte de ella y de su sentir como
parte de un grupo que comparte historias similares de procesos
permanentes de inclusión y exclusión. Ante la pregunta de qué mo­

21 Testimonio del facebook Inmigraciones Chinas a México, en la pes­

taña de Información sobre el Grupo.


ESPACIOS DE LA SINIDAD 169
t­iva a los miembros del grupo a participar en el mismo, la gran
ma­­yoría apuntaba testimonios como los siguientes:

En mi familia y mi mismo abuelo no se decía mucho del pa­-


sa­do de la familia y de mi abuelo. Yo conviví con él ya muy vie­jo
y muy enfermo, por lo mismo no se podía hablar mucho con
él, hasta que hace poco pude ver su pasaporte y algo de mi pro­
pia historia (Inmigraciones Chinas a México, 18 de julio de 2013).

Más que nada espero seguir aprendiendo y conociendo acerca


de mi ascendencia, a pesar de que no conocí ni conviví con mi
abuelo me siento orgullosa de su origen (Inmigraciones Chinas
a México, 21 de julio de 2013).

Inmigraciones Chinas a México es una cronotopía de la diás­


pora, porque en una realidad virtual es la conjugación del tiempo
y el espacio que ha utilizado la memoria como una estrategia para
conformar una comunidad que se reconoce en constante duali-
dad en el pasado, el presente y el futuro; y que si bien defiende
el de­recho de sus miembros a ser considerados como parte de la
gran diáspora china, también reconoce la diversidad de identi­
dades, no necesariamente las construidas por los discursos nacio­
na­les, que se hacen visibles a través de las imágenes. En el sitio es
evidente el retorno afectivo a la historia familiar, a otro cercano a
través del parentesco o la imaginación, y a una realidad que no
se vivió, pero que sin embargo se dibuja de manera importante
como parte de las historias de los miembros del grupo y toma
forma a partir de las imágenes y los textos. La comunidad virtual
de Inmigraciones Chinas ha trascendido a la interacción en la red,
y es aquí en don­de las cronotopías de la diáspora se manifiestan
abiertamente en el mundo real.
En un evento organizado el 22 de noviembre de 2012, dife­
rentes generaciones de Inmigraciones Chinas a México se orga­
nizaron para celebrar el 52 aniversario de la Repatriación de
Chino-Mexicanos de 1960, uno de los temas centrales del grupo
y cuya reconstrucción histórica ha sido central como eje organiza­
dor por la cercanía biográfica con el tema. Este evento que congre­gó
a 70 personas, 24 repatriados y sus familias, así como a miembros
de la Comunidad China de México, A.C., la Asociación el Águila
170 MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO

y el Dragón, A.C. y a representantes de la Embajada China en Mé­


xico, fue una expresión del diasporismo mnemotécnico de Tsianos
y Melitopoulos, conjugado con las cronotopías de la diáspora. La
reconstrucción de un evento que marcó la vida de quienes ahí
es­tuvieron manifestó un ir y venir en tiempos y espacios reales
e imaginados: de Sinaloa o Sonora a Hong Kong, Macao o Guang­
tong, en un largo periodo de tiempo recorrido por las entrevistas
y testimonios entre 1920 y 2012, y reconstruidos a partir de expe­
riencias autobiográficas e imágenes de historias personales vividas
a partir de la cercanía o lejanía con el evento, los grupos de edad,
la ascendencia china y la disposición a recordar, aun cuando en
muchos momentos el recuerdo y la memoria colectiva resultaban
dolorosos, si bien en el evento celebraron la experiencia de vivir
en el viaje personal y permanente de sentirse parte de la diáspora.

Palabras finales

La ciudad de México puede leerse como una ciudad transnacional


en diferentes dimensiones: una que vincula redes económicas aso­
ciadas a la globalización y que permite el flujo de imágenes, per­
sonas y mercancías de manera constante; una segunda dimensión
construida diacrónicamente que ha dado forma al habitar urbano
de cualquier grupo migrante, y una tercera dimensión, más íntima,
más cercana, que nos habla de la biografía de sus habitantes. Este
trabajo ha abordado las dos últimas dimensiones de la ciudad trans­
nacional para una diáspora como la china, que ha encontrado
formas de vivir en la urbe, aun cuando la experiencia de movili­
dad, desplazamiento e hibridación que caracterizan a diásporas
como ésta, no siempre está vinculada a la migración física, pero
sí a la de la memoria.

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Conformaciones espaciales
y transformaciones urbanas

Ximena Alba Villalever

La migración china es reconocida internacionalmente por la fuer­


za social de sus redes diaspóricas y por la creación de rutas econó­
micas muy fuertes que permiten la inserción de sus actores, pero
también ha sido vista como un grupo con bajos niveles de in­te­gra­
ción a las sociedades que la acogen. Autores como Hu-De­Hart
(2005) han definido a los chinos de ultramar como una “pequeña
burguesía” capaz de impulsar y mantener un mercado donde otros
grupos nunca lo lograron. Ma Mung (2000), por otro lado, ha carac­
terizado a los circuitos diaspóricos chinos como ca­paces de repro­
ducirse social y económicamente de forma indepen­diente gracias
a su organización interna. Esta capacidad es la que ha permitido
el mantenimiento de los circuitos tanto internos como externos
de la diáspora, y es lo que facilita los principios de “soli­daridad” del
grupo. Min Zhou (1992) caracteriza también al china­town como un
enclave económico que produce empleo y mano de obra ofrecida
tanto por como para el grupo en cuestión. Estas ca­racterísticas le
permitieron a la diáspora china generar una cier­ta autonomía eco-
nómica de la sociedad que los acogió, para desarrollarse fuera de
su propio país.
En este trabajo tomaré en consideración todos estos argumen­
tos, pero busco ampliar el estudio de la diáspora china a un contex­to
más actual que tome en cuenta los distintos factores que la afec­
tan. Considero que se puede hablar de enclaves económicos que son
fundamentales para entender las dinámicas diaspóricas chinas,
pero también pienso que es preciso verlos como un entreverado
entre la economía local y la economía de diáspora para poder en­

[175]
176 XIMENA ALBA VILLALEVER

tenderlos como una forma alternativa de inserción local (Portes,


Haller y Guarnizo, 2002). Para esto es fundamental analizar los
distintos circuitos de migración china que conforman la diáspora1
y las dinámicas que desarrollan en las diferentes ciudades en las
que participan. Analizar las formas en las que los migrantes se re­
a­propian y transforman dichos circuitos económicos nos permitirá
entender así las relaciones entre las conformaciones es­pa­ciales,
las transformaciones urbanas y las relaciones sociales que se desa­
rrollan en los espacios diaspóricos y sus dinámicas migratorias,
que llegan a tener un gran impacto en el desarrollo local.
Guiaré este trabajo a partir de dos preguntas centrales: ¿cuál es
la importancia y cuáles los límites de las redes sociales de la diás­
pora china?, y ¿cómo influye el espacio local en las dinámicas
de­sarrolladas por los migrantes que salen de los circuitos diaspó­
ricos tradicionales?
Los diferentes trayectos realizados por los migrantes chinos
en los últimos 150 años han determinado las formas en que es-
tos gru­pos se han desarrollado y asimilado en distintos polos fue­
ra de China. Voy a exponer aquí muy brevemente dos estudios de
caso muy distintos sobre la diáspora china, ya que el análisis trans­
versal de éstos me permitió estructurar un marco analítico en
torno a la idea de transformación y reproducción de los circuitos
de migración china. Intentaré poner aquí en relación las formas de
organización de los migrantes chinos, la participación que tienen
en la sociedad a la que llegaron, y la manera en la que transfor-
man las conformaciones y las dinámicas urbanas.

Mexicali en la historia

Los primeros chinos en establecerse en Baja California no venían


directamente de China, sino que llegaron inicialmente a Estados
Uni­dos, sin embargo la Ley de Exclusión de Chinos que entró en vi­

1 Estos actores sociales pueden variar entre orígenes regionales, len­

guaje, tradiciones, religión, o creencias; pero también en niveles socioeco­


nómicos y adscripciones políticas; en objetivos y en las razones que los
llevaron a migrar; en edad; en género.
CONFORMACIONES ESPACIALES Y TRANSFORMACIONES URBANAS 177
gor en 1882 los obligó a dejar aquel país y a cruzar hacia México. La
construcción de la ciudad mexicana de Mexicali en los terrenos
desérticos del norte del país a inicios del siglo xx no hubiera sido
posible sin la participación de los chinos. Poco después empe­za-
ron a llegar nuevos viajeros directamente de China, quienes tenían
el propósito de residir en Estados Unidos pero que difícilmente lo
lograban. Se ocuparon no sólo de la agricultura sino también
de los comercios y abarrotes que abastecían a la población de pro­
ductos alimentarios y de usos básicos. Hoy en día muchos comer­
cios de este tipo siguen en manos chinas, además de los más de 200
restaurantes chinos establecidos en la ciudad. Poco a poco se fue
extendiendo la noticia de que había una comunidad china en el
norte de México, y chinos que se encontraban en otras partes de
la República empezaron a migrar a esta ciudad. Llegaron desde Yu­
catán los chinos que antes habían salido de Cuba tras los enfrenta­
mientos para la liberación de la Corona española. Llegaron desde
el sur aquellos que antes habían estado en otros países la­tino­ame­
ricanos con una fuerte presencia china, como Perú y Pa­namá. Llega­
ron también desde Manzanillo y Acapulco, puertos principales por
los que entraron muchos de ellos.
A pesar de la diversidad de las historias migratorias, a Mexi­
cali llegaron y siguen llegando principalmente migrantes de dos
regiones de China: Guangdong (Toysan) y Hong Kong. Esto produ­
jo una situación particular en la ciudad, ya que durante más de un
siglo su migración china se constituyó de un flujo no sólo de re-
gión a región sino de ciudad a ciudad, creando así un ambiente de
vecinazgo único en Mexicali. A primera vista, los chinos son un gru­
po muy unido y con una relación de confianza y una organización
social únicas. Este hecho marcó una pauta interesante en Mexica­
li pues se creó en la ciudad una situación doble de atracción para la
migración china. Por un lado los lazos de confianza en esta ciudad
se fortalecieron y comenzaron a construir su “comunidad” al lle­
gar vecinos y familiares a convivir nuevamente en un mismo es­
pa­cio. Por otro lado, los migrantes con más recursos, al traerse a
sus “paisanos” para que trabajaran para ellos, se encontraban en una
posición muy favorecedora no sólo porque los lazos de confianza
ya estaban establecidos, sino porque los salarios que pagaban eran
mucho más bajos que si emplearan a los locales.
178 XIMENA ALBA VILLALEVER

Ahora bien, la “economía de diáspora” se crea en pequeños


nodos de reproducción comercial y social que le dan a esos espa­
cios la característica de “barrio étnico” (en este caso “barrio chi­
no”). A pesar de que las zonas habitacionales de los chinos se
encuentran un poco desperdigadas por toda la ciudad, se conside­ra
al centro de Mexicali como el barrio chino pues fue éste el primer
establecimiento de la comunidad, y hoy en día sigue repro­duciendo
un endomercado y una fuerte organización comunitaria. Se fueron
creando circuitos y lazos fuertes que facilitan la llegada de los nue­
vos migrantes y la estabilidad de quienes llegaron hace tiempo.
Sin embargo esto resultó ser un arma de doble filo. Los flujos de
migración china a Mexicali continúan, pero adentrándonos un poco
más profundamente en sus dinámicas notamos que los sistemas
comunitarios son más y más complejos, hay incluso quienes ase­
guran que se trata más de un sistema de extracción de recursos
que de un sistema de autoayuda comunitaria. Los migrantes recién
llegados por lo regular tienen una deuda importante adquirida para
el pago de su viaje a México. Generalmente, una vez instala­dos
buscan traer a otros miembros de su familia; al añadir este com­
promiso a su deuda previa, terminan trabajando en condiciones de
gran precariedad, fundamentalmente para el pago de deudas con­
traídas.

Chinos en París

La migración china a Francia y a México comenzó en épocas cer­


canas, pero las razones de la migración, las regiones de origen en
China, así como las actividades realizadas en los países de ori-
gen y sus mecanismos de adaptación fueron bastante diferentes.
Los chinos empezaron a llegar a Francia en grandes flujos duran­
te la época de la Primera Guerra Mundial, para remplazar una
mano de obra que se encontraba en el frente. Una vez terminada
la guerra y los contratos de estos chinos, y a pesar de los esfuerzos
franceses por reenviarlos a su país de origen, algunos se quedaron
y poco a poco comenzaron a construir una comunidad. A diferen­cia
de Mexicali, en París había más diversidad en cuanto a regiones ori­
ginarias de los chinos. Son originarios de Zhejiang (Qingtian), de
CONFORMACIONES ESPACIALES Y TRANSFORMACIONES URBANAS 179
Shanghai, de Fujian, de Guangdong, y ahora de Wenzhou (Zhe­
jiang), para mencionar sólo aquellas regiones de la China conti­
nental, pero hay también migrantes chinos que llegaron desde
Taiwán y otros más de Vietnam, Laos y Camboya. La migración
más reciente comenzó en los años noventa de una región sin tra­
dición migratoria, Dongbei, al norte del país.
Con el tiempo, la diversidad de los chinos en París dio como
resultado una gran transformación de la ciudad. A diferencia de
muchos polos de la diáspora china en otras ciudades, en París no se
construyó un solo lugar que se conformara como un “barrio chi­
no”, sino que se establecieron en varios puntos distintos de la ciu­
dad, formando así una variedad enorme de redes comunitarias. A
pesar de que hay varios grupos muy distintos que no hablan la mis­
ma lengua ni tienen la misma cultura, y a pesar de que las ra­zo­
nes por las que llegaron a Francia fueron muy distintas, han sabido
encontrar un ambiente cordial y han retroalimentado sus circui­
tos económicos a través de la reproducción de un endomercado
laboral y de mercancías.
Los flujos provenientes de Dongbei se encuentran en una si­
tuación particular ya que no tienen lazos importantes con los cir­
cuitos preestablecidos de chinos en la ciudad, sino que llegan a
través de agencias que les prometen empleos bien remunerados,
papeles legales y mejores condiciones de vida, pero que los aban­
donan una vez en París. Los viejos migrantes, aquellos que lle-
van ya varios años en París y quienes están ya bien instalados, por
lo general se niegan a emplear a las nuevas migraciones que no vie­
­nen por los circuitos preestablecidos e impiden la entrada de di­
chos migrantes en las actividades económicas de la diáspora. En
París los circuitos diaspóricos se han ido saturando, los flujos per­
­sisten pero las capacidades de las redes ya están desbordadas y
hacen del endomercado una herramienta de inserción insuficien­
te para los nuevos migrantes. Esto los ha empujado a buscar otros
medios de inserción al trabajo fuera de los sistemas diaspóricos tra­
dicionales.
El sinfín de trayectorias y los diferentes circuitos atravesados
por los migrantes crearon en ambos países una gran heteroge­
neidad en los ámbitos social y económico. Y fueron estas diferen­
cias las que procuraron una organización jerárquica en las relacio­nes
180 XIMENA ALBA VILLALEVER

tan­­to internas como con el exterior de los chinos en México y en


Francia. Durante mi estudio en Mexicali deduje que en esta ciu­
dad existían dos grandes circuitos que regían la estructura de los
chinos: por un lado, un circuito diaspórico que reproducía las mis­
mas premisas de lo que es “chino” en distintos polos alrededor
del mundo, el que construye lo que Min Zhou (1992) describiría
como el enclave económico de la diáspora china, el chinatown; y
por otro lado encontré el circuito transnacional, que reproducía
un vaivén de información, de relaciones a distancia y que permi­
tía una reproducción no mercantil sino social.
En el primer circuito participan sobre todo los chinos con ma­
yores recursos, aquellos que tienen conexiones no sólo con China
sino también con Estados Unidos, con la ciudad de México y con
distintos polos de la diáspora; son los grandes empresarios que
reproducen la cadena global de mercancías chinas. El segundo cir­
cuito está compuesto por los migrantes que venían a trabajar para
el primero, los de menos recursos, los endeudados. Ambos cir­
cuitos se constituyen de distintas redes que se entreveran y van
creando el enclave económico diaspórico. En mi primer estudio
en Mexicali me interesó ver los puntos de encuentro entre estos
circuitos; mi experiencia en París me llevó a ver que la realidad
del grupo es todavía más compleja. Los circuitos sociales y eco­
nómicos son indispensables para su reproducción y para el man­
tenimiento de los flujos de migración, sin embargo estos circuitos
están en constante movimiento, las redes que los constituyen se
van transformando y readaptándose a las nuevas situaciones de los
migrantes; en esto, la situación local de la inserción de la diáspo­
ra es fundamental.

Conclusiones

La diáspora china crea, por un lado, enclaves económicos para


sus miembros —estos enclaves le permiten a los migrantes inte­
grarse a un circuito predeterminado (o preestablecido)—, pero por
otro lado estos mismos enclaves funcionan como red y como obs­
táculo al crecimiento individual de los migrantes. El capital se
queda dentro del mismo circuito (producción, distribución, consu­
CONFORMACIONES ESPACIALES Y TRANSFORMACIONES URBANAS 181
mo, reproducción social...) y muchas veces los migrantes, a su pe­
sar, se encuentran atrapados en estos flujos circulares que no per­­­mi­
ten su crecimiento. En este sentido coincido con Pessar y Mah­ler
(2001), que proponen que muchas veces los migrantes se encuen­
tran aprisionados por una condición que ellos mismos contri­bu­
yen a construir. Lo interesante ahora es encontrar a los migrantes
que buscan identificarse como actores económicos más allá de la
diás­pora china y de sus circuitos, ya que son ellos quienes, a ve­
ces con matices de empoderamiento, consiguen innovar y crecer
por fuera de este sistema centenario.
Los circuitos globales y los medios de anclaje de los migran­
tes son factores fundamentales para la migración y su desarrollo,
pero debe entenderse también la creación de nuevos circuitos mi­
gratorios como factores que transforman las dinámicas actuales
de la “diáspora”. Resulta interesante analizar por qué y bajo qué
circunstancias se están reestructurando los circuitos económicos
y sociales de la diáspora china, ya que este proceso participa en
la regeneración de una dinámica que liga a los migrantes con las
sociedades receptoras. Finalmente, pongo aquí en duda la idea de
una autonomía de la diáspora como una estrategia económica
de los migrantes (como lo definen Ma Mung o Min Zhou), puesto
que considero que hoy en día existe una relación mucho más es­
trecha y completa con las sociedades que los reciben. Sin embar­
go esta relación se encuentra oculta en intersticios a través de los
cuales algunos migrantes reconstruyen sus redes y al hacerlo
amplían los circuitos económicos y sociales de la diáspora. Hoy
lo que me interesa es ver cómo se van ampliando las distintas
redes y se van creando nuevas alianzas que salen de la concepción
tradicional de la “diáspora china”, analizando estas nuevas redes
y circuitos interconectados, así como la participación de los acto­
res en esta reestructuración.

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Lilia Adriana Solís Arellano

El surgimiento de un modo de vida urbano transnacional

Cuando tenía ocho años y viajábamos de vacaciones al


pueblo de mi padre, en las pláticas hogareñas solía
es­cuchar acerca de los viajes que habían realizado mis
familiares. Mi abuelo recordaba cuando fue al “Norte” a
recolectar lechugas, a la ciudad de México a construir
las obras de la línea 1 del metro, o a Tenextepango, Morelos,
a la cosecha de los ejotes. Mi papá narraba también sus
ex­periencias cuando llegó por primera vez a la ciudad de
México. Nos contaba él que para conocer la ciudad se subía
a un trolebús y seguía la ruta completa para conocer
las calles y las avenidas sin perderse. He conocido otras
tantas historias de mis tíos y primos, que emigraron hacia
Nueva York y Las Vegas, hacia Nezahualcóyotl y Coacalco,
hacia Houston y Oregon. En mi trabajo de campo he visto
a mis tías transitando por las avenidas de la ciudad de
Gresham, en Oregon, en busca de una tienda mexicana pa­ra
preparar mole casero y tamales. He comido chilate
de pollo y chileajo en casa de mis primas residentes en la
ciu­dad de Nueva York. En diferentes ámbitos de mi
coti­dia­nidad he re­fle­xionado sobre cómo el derecho a la
ciudad no es igual para todos los que la habitamos, y
menos aún para aquellos que vivimos y habitamos en la
periferia, en los márgenes de las ciudades globales.

Este trabajo se concentra en una comunidad transnacional ur­ba­na


indígena oaxaqueña1 (ctuio) de origen mixteco que se sitúa en múl­

1 Considero que ésta es una comunidad transnacional porque casi

la mitad de sus miembros habitan fuera del territorio oaxaqueño, y llevan

[183]
184 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

t­ i­ples localidades entre México y Estados Unidos. Al hacerlo, ar­ti­cula


una multiplicidad de lugares situados en la periferia de grandes
ciudades globales. Estos márgenes urbanos conforman los nodos de
una red migratoria que se extiende entre estos dos países y que cons­
tituye el espacio de vida fundamental de dicha co­mu­nidad. Con la
migración, la fuerza de trabajo de esta ctuio se inserta en una mul­
tiplicidad de mercados locales de trabajo que, articulados por la
propia ctuio, forman un gran campo laboral trans­nacional (Bes­
serer, 2004).
Los trabajadores de esta comunidad transnacional trabajan,
construyen, viven y habitan en los márgenes de la ciudad global.
Ellos contribuyen a la producción y reproducción de la ciudad al
menos de tres formas diferentes: en primer lugar, construyen ma­
­terialmente la ciudad pues en muchas localidades se emplean en
la industria de la construcción. En segundo lugar, contribuyen a la
reproducción y restauración de la fuerza de trabajo urbana, pues
tra­bajan en el cuidado de niños y adultos mayores, en restauran­
tes y realizando tareas de limpieza. En tercer lugar, trabajan en
locales que comercian con automóviles de desecho de las ciuda­
des, los cuales tienen dos destinos: uno es el reciclamiento como
materia prima para la industria, el segundo es como piezas de re­
puesto pa­ra automóviles usados que utiliza la población urbana
que vive en condiciones de precariedad y que no puede adquirir un
vehículo nuevo. En todos estos casos, la ciudad global hace uso
de la fuerza de trabajo migrante que no goza de la riqueza y el bie­n­
estar de la “modernidad urbana” que contribuye a valorizar.
Santa Cruz Tacache de Mina es un municipio perteneciente
al distrito de Huajuapan de León en el estado de Oaxaca, que en
2012 tenía aproximadamente 3 500 habitantes. Este municipio se
encuentra ubicado en la zona conocida como la región Mixteca
Baja, y la mayor fuente de ingreso económico de los habitantes de
la comunidad se basa en las remesas provenientes de Estados Uni­

consigo a los lugares de destino todo su capital cultural, humano, social


y económico, tendiendo conexiones cotidianas entre las distintas locali­
dades que configuran el entramado de su geografía transfronteriza. Se
trata también de una comunidad urbana e indígena porque los destinos
migratorios son ciudades y porque quienes la conforman son de origen
indígena y mestizo (Besserer, 2004; Kearney, 2008).
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 185
dos. Otra forma en la que sus miembros sostienen su economía
es través de la agricultura de subsistencia.
En el periodo comprendido entre 1942 y 1964 se puso en mar­
cha el Programa Bracero, el cual consistió en que el gobierno esta­
dounidense contrató a miles de trabajadores agrícolas de origen
mexicano, ofreciendo trabajo temporal en los campos agrícolas
de la Unión Americana con contratos laborales y permisos re­
sidenciales por cortas temporadas. No fue sino hasta el año de 1962
cuando muchos varones originarios de la comunidad de Tacache
y de las zonas aledañas entraron en dicho programa, por lo que la
participación de la comunidad de Tacache en el Programa Bracero
duró únicamente dos años. Después, cientos de jóvenes en edad
productiva viajaron hacia los campos agrícolas estadounidenses,
empleándose en la agroindustria.
En el marco del Programa Bracero, las labores consistían bási­
camente en levantar las cosechas de distintos productos de frutas
y verduras. Los contratos laborales eran por periodos de entre
tres a seis meses. Cuentan quienes fueron que las condiciones de
vi­vienda eran sumamente precarias, ya que permanecían hacina-
dos en campamentos o galeras construidas con materiales de tela
sin­tética. Dichos campamentos estaban repletos de catres para dor­
mir y algunos anafres para que ellos mismos se cocinaran; la ma­
yoría de los destinos de trabajo eran campos agrícolas en Cali­fornia
y en menor medida en los estados de Oregon y Washington.
Los entrevistados cuentan que casi nunca iban a las zonas
ur­banas cercanas a sus centros de trabajo, es decir, casi siempre
permanecían en las zonas periféricas o en campos abiertos de cul­
tivo en las afueras de las zonas metropolitanas. Mientras los varo­
nes se encontraban laborando en los campos agrícolas de Estados
Unidos, las mujeres que se quedaban en Tacache se encargaban
de todas las ocupaciones que realizaban ellos antes de emigrar.
Así, se ocupaban de la reproducción doméstica, la crianza de los hi­
jos y las labores de agricultura de subsistencia de sus propios te­
rrenos de cultivo.
Al término del programa, cientos de ex braceros tuvieron que
buscar otros campos laborales en México; los lugareños de Taca­
che no fueron la excepción. Entre los años cincuenta y setenta, al­
gunos de los que habían participado en el programa, en especial los
186 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

varones, empezaron a realizar desplazamientos hacia Puebla, Mo­


relos, el Estado de México y la zona metropolitana del Distrito Fe­
deral. Pronto se emplearon y asentaron en la zona conurbada de
la ciudad de México. Éste fue el caso de quienes se asentaron en
Ciudad Nezahualcóyotl, que para inicios de los años sesenta em­
pezó a poblarse de cientos de familias de origen oaxaqueño. Sus
ocupaciones más recurrentes fueron la albañilería, el trabajo do­
méstico y las obras de construcción para el transporte público en la
ciudad de México.
Pese a la fuerte migración nacional e internacional de las per­so­
nas de Tacache de Mina, los lazos sociales que los unían no se di­
luyeron, por lo que la comunidad se constituyó en lo que Pries
y Faist han denominado un espacio social transnacional (Pries, 2001;
Faist, 1999). Se trata de una unidad sociológica que habita una nue­va
geografía que excede los límites del municipio en Oaxaca. Entre
los referentes geográficos de la comunidad en las últimas décadas
se encuentran cuatro centros urbanos que se constituyen en no-
dos de una gran red transnacional. Estos nodos son la zona me­
tropolitana de la ciudad de México, la zona metropolitana de la
ciudad de Nueva York, la de Las Vegas, Nevada, y la zona metropo­
litana de Portland, Oregon. Las prácticas transnacionales de los miem­
bros de la comunidad de Tacache de Mina en estos centros ur­banos
han consolidado un entramado al que hemos denominado la ciu­
dad transnacional, con un modo de vida propio.
Así, se puede decir que en el inicio del siglo xxi ha habido
una transición importante de las localidades rurales donde vivían
y trabajaban las personas de Tacache de Mina, en Oaxaca, hacia lo­
calidades urbanas. El resultado ha sido la configuración de nue­vas
formas de ruralidad en lugares de destino y urbanidad en el lugar
de origen. Un ejemplo de ello son los nuevos barrios que se em­
pie­zan a edificar en el municipio de Tacache de Mina en Oaxaca:
El Manhattan y Santa Rosa, o las festividades religiosas en las que se
venera a la Virgen de Juquila y se respeta el Miércoles de Ceniza
en Estados Unidos. Entre las prácticas cotidianas y la celebración de
rituales significativos, la comunidad transnacional urbana indí­
gena mantiene su continuidad.
Un ejemplo de lo anterior es la organización de la fiesta pa­
tronal, en donde todos los miembros de la comunidad tienen una
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 187
participación importante, tanto los que se encuentran en el mu­
nicipio de Tacache como los que están fuera de él. Los residentes
en Estados Unidos participan en la organización y planeación de la
fiesta y contribuyen con recursos económicos, mientras que quie­
nes residen en el municipio participan con su trabajo o tequio para
la fiesta. Lo mismo ocurre cuando organizan otra festividad cívica,
religiosa o familiar. Cuando ocurren tragedias familiares, la comu­
nicación entre los nodos es rápida, y así también el apoyo afectivo
y económico. La organización para reunir recursos económicos
es frecuente y lo mismo se hace para reparar la red de agua pota­
ble que abastece al pueblo, que para celebrar una fiesta de quince
años o para trasladar a un difunto proveniente de Joliet, Illinois.

La ciudad transnacional habita


los márgenes de la ciudad global

A continuación presento algunos datos de la población y de las


nuevas geografías transnacionales que se formaron sobre todo en
la última década del presente siglo.
El Consejo Nacional de Población (Conapo) prevé que al
concluir la tercera década del siglo xxi la población del municipio
de Tacache de Mina habrá disminuido sustantivamente, pasando de
2 508 personas que fueron contabilizadas en el año 2005 a 1 531
en el año 2030 (Conapo, 2014). Sin embargo, desde el punto de
vis­ta de la comunidad, estos datos esconden el hecho de que las
personas que residen fuera del territorio municipal siguen perte­
neciendo a la comunidad. Con esta disparidad de datos en men-
te, nos dimos a la tarea de levantar información en la población de
Tacache sobre las personas que, siendo parte de la población, vi­
vían fuera de los linderos del municipio.
La aplicación de la encuesta transfamiliar (Besserer, 2004) en
el municipio de Santa Cruz Tacache de Mina indicó que para el año
2012 la comunidad contaba con aproximadamente 6 175 habitan­
tes, de los cuales 3 675 se encontraban residiendo en el municipio,
mientras que 2 500 habitantes residían en otra localidad de Mé­
xico y Estados Unidos. La información recabada asegura que los
2 500 migrantes son nacidos en Tacache de Mina y tienen algún
188 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

tipo de conexión con su lugar de origen y con el resto de la familia


y los amigos que viven en la comunidad. La diferencia de la po­
blación residente en el municipio con respecto a los datos antici­
pados por Conapo puede deberse a un proceso de retorno que se
ha iniciado desde Estados Unidos, derivado de la percepción de la
población de que pueden ser sujetos de deportación.
Según los datos recabados, la mayoría de los residentes en Es­
tados Unidos se ubicaban en la ciudad de Portland en Oregon, don­
de residía 35% de ellos; la zona metropolitana de Nueva York le
seguía con 27%, mientras que en Las Vegas, Nevada, se concen­
traba 14% de los residentes en Estados Unidos. Para el caso de los
residentes en la República mexicana, 40% vivía en el Estado de Mé­
xico y 33% residía en el Distrito Federal.
Es decir, más del 40% de los miembros de la comunidad de
Santa Cruz Tacache de Mina reside fuera de los linderos munici­
pales, concentrándose preferentemente en regiones urbanas de
Estados Unidos y México (véase la imagen 1).

Imagen 1
Dispersión geográfica de la población
de Santa Cruz Tacache de Mina
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 189
Con base en cuestionarios que recogieron las trayectorias de
vida de un grupo seleccionado de miembros de la comunidad
con experiencia migratoria, pude establecer los vínculos que se
crean entre los principales lugares donde residen los miembros
de la comunidad transnacional de Tacache de Mina, formando una
topografía transnacional (Besserer, 2004). Así, la nueva geogra-
fía de la comunidad transnacional urbana indígena de Tacache de
Mina se puede plasmar como una red de localidades unidas por
las prácticas transnacionales de sus habitantes. Quedan al centro
de la red cuatro ciudades (las zonas metropolitanas de Nueva York
y el Distrito Federal, y las ciudades de Portland y Las Vegas) que,
aunque distantes en la geografía, están unidas por la multiplicidad
de las prácticas de traslado, cuya frecuencia y densidad establece
una cercanía social entre ellas. Los cinco nodos restantes estable­
cen estructuras menores de la red, o circuitos migratorios transna­
cionales. Existe una asociación posible entre la estructura de la
red y las ocupaciones de los miembros de la comunidad. Las prin­
cipales ocupaciones de los residentes de las ciudades de Portland
y Washington corresponden preferentemente al sector agroindus­
trial, mientras que quienes viven en el Distrito Federal, Las Vegas
y Nueva York se ocupan en el sector servicios e industrial. Puede
inferirse entonces que una de las dimensiones organizadoras de la
topografía transnacional de Santa Cruz Tacache de Mina es la ocu­
pación de quienes la han estructurado con sus prácticas trans­
nacionales. Nos concentraremos ahora en la descripción de las
cuatro ciudades que conforman el núcleo central de la red y que
estructuran un click (para usar la terminología del análisis de redes)
o grupo de total conexión (véase la imagen 2).

Una red urbana en construcción

En la década de 1970 empezó a cobrar relevancia el desplazamien­


to migratorio de los miembros de la comunidad de Tacache de Mi-
na hacia la zona metropolitana de la ciudad de México. Para ese
entonces, la comunidad tenía ya experiencia migratoria. Práctica­
mente cada familia de la comunidad contaba con una persona que
había viajado a los campos agrícolas del país o a Estados Uni­dos con
el Programa Bracero.
190 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

Imagen 2
Topografía transnacional de Santa Cruz Tacache de Mina
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Algunas entrevistas realizadas señalan que muchos de los hom­


bres que viajaron a la ciudad de México se emplearon como
obreros en fábricas en la zona norte de la ciudad o bien trabaja­-
ron en la construcción. Muchas personas provenientes de Tacache
y de la zona mixteca en general llegaron a Ciudad Nezahualcóyotl,
así como a toda la zona periférica del norte de la ciudad confor­
mada por los municipios de Cuautitlán, Chalco y Ecatepec. Algu­
nos otros se asentaron en las delegaciones Iztapalapa y Ve­nustiano
Carranza.
Al principio viajaron preferentemente los varones, sin embar­
go pronto las mujeres también empezaron a salir del municipio.
Ellas se empleaban como trabajadoras domésticas. En la década
de 1980, ya muchos miembros de la comunidad de Tacache vivían
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 191
permanentemente en toda la zona metropolitana de la ciudad de
México, pero continuaban manteniendo un estrecho contacto con
los familiares que los esperaban en Tacache y viajaban con fre­
cuencia al pueblo en Oaxaca para seguir realizando sus festividades
más importantes como comunidad.
Para finales de los años setenta e inicios de los ochenta empe­
zó el éxodo hacia la ciudad de Nueva York. Algunos de los registros
obtenidos señalan que a través del matrimonio de mujeres de Ta­
cache con parejas de la mixteca poblana empezaron a desplazarse
las mujeres recién casadas hacia la zona conurbada de la ciudad de
Nueva York. Posteriormente las familias que residían en la ciu­dad
de México se integraron a la reciente red migratoria formada ha­
cia aquella ciudad estadounidense. Es decir, comenzó a configu­
rarse un espacio social transnacional mediante dos flujos que se
conectaron con el centro urbano de Nueva York: uno proveniente
de Tacache y otro de miembros de Tacache que residían en el cen­
tro urbano de la ciudad de México.
En esos mismos años se inició también el flujo migratorio de
Tacache hacia la periferia del centro urbano de Portland, Oregon.
Algunos jóvenes migraron hacia California para emplearse como
jornaleros agrícolas, siguiendo las rutas de trabajo que otros mi­
grantes recorrían hasta llegar a la cosecha de cerezas en Oregon.
En los primeros años se estructuró un circuito anual de trabajo que
implicaba el viaje desde Tacache hasta Oregon, pasando por el es­
tado de California, pero poco a poco se establecieron en Oregon,
básicamente porque había empleo más permanente en el sector
de la agroindustria. Para los inicios de los años ochenta, los jóvenes
que provenían del Barrio del Jardín en Tacache decidieron perma­
necer en Oregon sin regresar a California.
A partir del año 1986, con el proceso masivo de regularización
de la situación migratoria de los mexicanos en Estados Unidos,
muchas personas de la comunidad obtuvieron su residencia le-
gal y su permiso de trabajo en ese país. Los jóvenes menciona-
dos no fueron la excepción y los hermanos Vásquez fueron de los
pri­meros en obtener “papeles” para vivir y trabajar en Estados Uni­
dos. Pronto, familiares y amigos de su red más próxima viajaron
y se establecieran cerca de ellos en la zona conurbada de Portland,
Oregon.
192 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

En el año 2012, los miembros de Tacache aseguraban que todo


el Barrio del Jardín vivía en Oregon. Muchas familias originarias
de este barrio viven y trabajan en Portland, Oregon, estableciendo
así una red y un nodo migratorio muy consolidado y con gran flui­
dez. Algunos de los migrantes que se incorporaron a la red Taca­
che-Oregon también provenían de la zona conurbada de la ciudad
de México y lograron incorporarse a ella gracias a las conexiones
entre familiares y amigos de su lugar de origen. Así se conformó
el flujo Tacache-Distrito Federal-Portland.
Para el caso de la formación de la red hacia Las Vegas, en el
estado de Nevada, los entrevistados aseguran que los migrantes
que viven actualmente en Las Vegas llegaron de diversas localida­
des donde ya se encontraban en Estados Unidos. Algunos tuvieron
una estancia previa en Nueva York y después en Nebraska para fi­
nalmente llegar a Las Vegas, otros se desplazaron de Portland, otros
más llegaron provenientes de Tacache y han tenido como única ex­
periencia migratoria su arribo a Las Vegas. Muchos refieren la lle­
ga­da de sus paisanos desde Houston en el estado de Texas. Lo cierto
es que la consolidación de dicho nodo ocurrió a partir de los últimos
años de los noventa y especialmente en los primeros años del si­glo
xxi. Hoy día aseguran que el barrio de Santa Rosa en Ta­cache tiene
a casi todos sus habitantes (específicamente varones) establecidos
en Las Vegas.
Los cuatro centros urbanos que menciono son los más impor­
tantes y representativos, ya que existen lazos fuertemente conso­
lidados con todos los miembros de la comunidad en Tacache. La
comunicación es constante entre los lugares mencionados, ya sean
fuertes o débiles los lazos de sus redes transnacionales.

Nueva York

Entre los meses de julio y agosto de 2012 realicé una estancia de


trabajo de campo en la zona metropolitana de Nueva York. Para
ello establecí contacto con varias familias de origen tacacheño que
ya tienen varios años residiendo en la zona. La vida para los mix­
tecos que contacté en el centro urbano de Nueva York, hombres
y mujeres, transcurre en el centro de trabajo. Sus jornadas labora­
les van de 10 a 16 horas diarias y algunos cuentan con uno o dos
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 193
días de descanso a la semana. Los lugares donde viven se encuen­
tran en diferentes demarcaciones, la gran mayoría en pequeños
pueblos situados en Nueva Jersey; aunque ya es otro estado, labo­
ran y transitan diariamente hacia el downtown (o centro) de la ciu­
dad de Nueva York. Algunos viven en barrios de Queens y el Bronx
y se desplazan diariamente en el transporte público de la ciudad.
Muchos de los varones trabajan en restaurantes lavando pla­
tos, limpiando pisos, aseando baños y ayudando a los cocineros a
picar frutas, verduras o simplemente preparando alimentos di­
versos, como hamburguesas. Algunos otros trabajan en las “mar­
quetas”, que básicamente son supermercados pequeños; en ellos
limpian, descargan y acomodan frutas y verduras.
Algunas mujeres trabajan en restaurantes en el área de lim­
pieza; otras tantas se emplean en diversas maquiladoras haciendo
trabajo obrero, como cortar piezas, armar aparatos electrodomés­
ticos, hacer terminados en la confección de ropa y en la limpieza
de oficinas y casas. Otras mujeres más trabajan por cuenta propia,
preparando y vendiendo alimentos en la vía pública; otras venden
flores y dulces en los vagones del tren y van de un lugar a otro por
las líneas de transporte público de la ciudad. Asimismo, muchas
mujeres venden suplementos alimenticios por catálogo.
Otros empleos en los que trabajan las mujeres es el cuidado de
niños de origen mixteco, niños que a veces son parte de su fa­mi­lia,
hijos de hermanas, tías, primas, sobrinas, nietos, etc. Muy pocas mu­
jeres de origen mixteco han sido incorporadas por agencias de cui­
dado de niños y enviadas a casas de anglosajones, ya que no
cuentan con residencia legal ni con permiso para trabajar, además
de que no hablan inglés. Por ello, se emplean asistiendo a los ni-
ños de otros hispanos, de oaxaqueños o de familiares.
Las condiciones de la vivienda son sumamente precarias, ya
que por las altas cuotas de renta que les cobran varias familias
se ven obligadas a vivir en un solo departamento. Conocí un caso
en el que en un departamento vivían cuatro matrimonios diferen­
tes y cada uno con hijos propios, además de algunas mujeres y
hombres sin pareja. Estos mixtecos han tenido que aprender a via­
jar por la ciudad y acudir a agencias de empleo para que los colo­
quen con documentos falsos, ya que la gran mayoría de ellos no
cuenta con permiso legal de residencia y mucho menos de trabajo.
194 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

Los así llamados yonkes (del inglés junk yards), que son nego­
cios dedicados al comercio de autos de desecho, fue el caso más
extremo de pauperización y formas de exclusión social de los mix­
tecos que pude observar. Es un lugar muy amplio y tiene locales
armados con láminas viejas y oxidadas de fierro. En el interior
de estos locales se albergan múltiples piezas viejas de autos, ma­
te­rial chatarra y herramienta para hacer las labores de mecánica
de autos. Los propietarios de los locales son la mayoría de origen
mexicano, mientras que los empleados son en un gran número
específicamente de origen oaxaqueño y de varias nacionalida-
des centroamericanas.
Bajo el lodo, entre la tierra y detrás del ex estadio de los Mets
de Nueva York, los trabajadores conviven, reparan, comen y so­
cializan con los clientes que buscan refacciones baratas o incluso
autos de segunda mano económicos. En el mismo lugar, algunas
mujeres originarias de Tacache de Mina hacen y venden alimen­
tos típicos de su pueblo, trabajando a la intemperie, en verano a
temperaturas altas que alcanzan los 100 grados Fahrenheit, y en
invierno a temperaturas bajas que alcanzan los 30 grados Fah­-
ren­heit. Bajo el sol, la lluvia, el lodo, la nieve y el polvo, pasan sus
días trabajando.
En el municipio de Tacache de Mina hay un nuevo barrio don­
de las casas se están construyendo con los recursos que han reu­
nido las personas que viven o han vivido en las inmediaciones de
Nueva York. Por eso le llamaron “El Manhattan”, no sin un dejo
de ironía pues para edificar estas construcciones sus dueños tra­
bajan y viven en condiciones de gran precariedad.

Portland, Oregon

Para el caso del centro urbano de Portland, Oregon, durante el


trabajo de campo realizado pude observar que son un número con­
siderable de familias que viven en zonas periféricas de la ciudad,
la mayoría de ellas se encuentra viviendo en un lugar llamado
Gresham. El hacinamiento en las viviendas sigue siendo alto, por lo
regular viven de tres a cuatro familias por casa o bien por departa­
mento. Aunque la renta es más barata en Gresham que en Nueva
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 195
York, tienen que habitar varias familias una vivienda para pagar
todos los gastos que representa.
La mayoría de las mujeres se emplean en agencias para la
limpieza de oficinas y casas; los hombres, en cambio, se emplean
mayoritariamente en el trabajo en los jardines o “yardas”, que
consiste en hacerles la limpieza y darles mantenimiento.
Muchos también se emplean en el empaque de frutas, verdu­ras
y carnes; ahí se ocupan lo mismo hombres que mujeres. El tra­ba­
jo con alimentos, uno de los empleos más frecuentes en la zona, es
en las bodegas que surten productos alimenticios a todos los cen­
tros comerciales dentro y fuera de Oregon. Los “bodegueros” des­
cargan los contenedores de mercancía y los reacomodan en las
bodegas de los almacenes. Para todos los casos las jornadas labo­
rales van de ocho a 14 horas y la mayoría cuenta con dos días de
descanso.

Las Vegas, Nevada

Según los datos que obtuve a través de personas que han vivido
y trabajado en la zona metropolitana de Las Vegas, puedo decir
que la mayoría de las personas residentes en este lugar son varo­
nes. También hay matrimonios que ya cuentan con familia propia
y que han residido desde años atrás en Las Vegas; los desplazamien­
tos migratorios hasta el lugar son más de varones que de mujeres
porque, según ellos relatan, las condiciones de vida y de trabajo
son muy complicadas. Las viviendas suelen estar hacinadas tam­
bién en este lugar.
La mayoría de las personas de Tacache que viven en Las Ve­
gas se emplean en la construcción. Trabajan directamente en la
construcción de casas u hoteles, o en el trabajo de mantenimiento
de las vías públicas, como banquetas y calles. Las jornadas labo­
rales suelen extenderse hasta a 12 y 14 horas diarias. Algunos en­
fatizan que las condiciones climáticas son extremas, ya que todo
el día trabajan bajo los rayos del sol a temperaturas sumamente
altas.
El barrio de Santa Rosa, en el pueblo de Tacache, tiene muchas
casas nuevas que han sido construidas con las remesas envia-
das desde Las Vegas.
196 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

La ciudad de México

Hay muchas familias de origen tacacheño que habitan en la zona


conurbada de la ciudad de México. Algunos viven en Cuautitlán,
Lechería, Coacalco, Vallejo y Ecatepec, hacia el norte; otros viven
en la región oriente, en Nezahualcóyotl, Chalco, Valle de Chalco,
Ixtapaluca, Ayotla, Venustiano Carranza e Iztapalapa. La mayoría
habita en la periferia de la ciudad y sus empleos son diversos, van
desde vendedores ambulantes en los tianguis de la ciudad, propie­ta­
rios de negocios pequeños, empleados en servicios domésticos, en
cocinas, en fábricas y también hay algunos profesionistas. Los que
viven en la periferia de la ciudad de México se transportan diaria­
mente al Distrito Federal, donde rea­lizan sus actividades. La mayo­
ría viaja en transporte público, haciendo trayectos de hasta tres
horas diarias de ida y de dos a tres de regreso. Esta situación se
agrava para quienes viven en la par­te norte del gran conglome­ra­
do urbano.
Aunque las formas de hacinamiento en la ciudad de México
son menos densas, sigue siendo prioridad que varias familias vi­van
en un mismo terreno.

Vidas articuladas

La conexión entre los cuatro centros urbanos que describí ante­


riormente es compleja, ya que implica muchas trayectorias labo­
rales y familiares. El tipo de conexiones que se dan surge de buscar
campos laborales a través de los arreglos familiares tejidos desde
la comunidad de origen. Muchos de los residentes actuales en los
cuatro centros urbanos con mayor importancia y densidad migra­
toria han podido establecerse, conseguir trabajo y vivienda gracias
a las redes comunitarias.
Todo el año se realizan cientos de llamadas telefónicas que
anuncian en las casetas del pueblo. Los familiares que viven en
México (como ellos llaman al referirse al Distrito Federal), Nueva
York, Oregon y Las Vegas, así como en Texas, California, Iowa, Ne­
bras­ka e Illinois, se comunican a las casetas o a las viviendas que ya
cuentan con servicio telefónico. Así se comparte la vida cotidiana,
se organizan festividades familiares, religiosas y cívico-po­líticas.
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 197
Diariamente se solucionan problemas familiares y se comparte
información de lo que les acontece en el “norte” y en el “pueblo”.
Todos los años en dos épocas importantes para los miembros
de la comunidad transnacional urbana indígena, salen dos au­
tobuses de la ciudad de México con rumbo a Tacache. Estos auto­
bu­ses son alquilados especialmente para transportar a pasajeros
oriundos de Tacache. Otra forma de organización comunitaria es la
que se da en Estados Unidos. Cuando le acontece una tragedia a
un paisano, hacen colectas para repatriar los cuerpos de los di­
funtos. Pero estas colectas que se hacen en el “Norte” también se
realizan para hacer mejoras en el pueblo, como reparar tuberías,
poner cisternas, cambiar bombas de agua, repavimentar calles y
organizar las fiestas patronales.
Los migrantes de Tacache de Mina han articulado los márge­
nes de un número importante de ciudades en las que el capital
global se reproduce cotidianamente. Habitar el entramado de már­ge­
nes urbanos que nombramos la ciudad transnacional es sinónimo
de hacinamiento en la vivienda, precariedad en las condiciones
laborales y extensas jornadas de trabajo. Las personas de Tacache
de Mina mantienen su unidad y solidaridad, se informan sobre lo
que sucede en muchas localidades y participan en las institucio­
nes comunitarias desde las periferias urbanas de ciudades como Las
Vegas, Nueva York, Portland y la ciudad de México. Los vecinos de
esta ciudad transnacional han llevado la vida mixteca a las gran­
des ciudades, y han traído a la población de origen elementos de las
grandes ciudades. Así se han constituido binomios como Man­
hattan (Nueva York) y El Manhattan (Oaxaca).

La ciudad transnacional crea


la riqueza de la ciudad global

El caso de los yonkes o deshuesaderos ejemplifica la manera en


que el trabajo de las comunidades transnacionales se articula con
las cadenas de producción global formando márgenes urbanos en
los centros urbanos como la ciudad de Nue­va York.
Los deshuesaderos que funcionan en la zona metropolitana
de la ciudad de Nueva York cumplen una función central en el pro­
198 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

ceso de acumulación de capital. La producción industrial dinami­za


el consumo al crear el fenómeno de la obsolescencia o caducidad
programada. Este fenómeno crea grandes cantidades de desechos
que se transforman en un problema para el sistema en su con­
jun­to. Los yonkes son un espacio donde estos desechos son trans­
formados y reinsertados en el sistema económico, ya sea para
ex­tender la utilidad de los automóviles (y con ello la capacidad
de trabajo de quienes viven en condiciones de precariedad) o para
transformarlos en materia prima para los primeros eslabones de
una nueva cadena de producción industrial.
Los yonkes de la ciudad de Nueva York tienen como emplea­
dos a los migrantes de origen preferentemente oaxaqueño y cen­
troamericano. Absorben mano de obra sumamente barata, ya que
ellos no tienen ninguna forma de contratación formal, no cuentan
con ningún tipo de seguridad social y cumplen largas jornadas de
trabajo en condiciones precarias.
Una de las preguntas que surgen es: ¿por qué el gobierno es­
tadounidense, que es tan estricto en la reglamentación de los esta­
blecimientos que ofrecen servicios al público, no hace nada por
regular este tipo de servicio? Una breve respuesta al cuestio­na­
miento es que la fuerza de trabajo migrante les soluciona el pro­
blema del desecho de la producción industrial. Los trabajadores
migrantes insertos en ese tipo de campo laboral, compran y ven­
den piezas de segunda mano para proveer refacciones de autos
usados a compradores que no pueden adquirir un auto nuevo de
agencia. Los autos desechados que han cumplido con su caduci­
dad programada son revendidos hasta que llegan a este tipo de esta­
blecimientos. Otra forma de generar ganancias en los yonkes es
vendiendo como acero comprimido todo “el material chatarra” que
no absorbió la venta de autopartes usadas.
El yonke se transforma en el último espacio en el que se ge­
neran ganancias por la producción industrial. No son los miembros
de las comunidades transnacionales, sino los dueños de los loca­
les los que tienen como empleados a migrantes indocumentados
que reciben los beneficios de esta actividad. “Los patrones”, como
los llaman los trabajadores, sólo pasan por las ganancias registra­
das en un día de venta; ellos no están más de ocho horas en un
estable­cimiento hecho de lámina vieja, caminando entre el lodo,
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 199
el sol, la lluvia o la nieve, como lo hacen sus trabajadores y em­
pleados. Por supuesto que saben que contratan a personas indocu­
mentadas, que tienen un escaso manejo del idioma inglés y que no
se animarán a reclamar mejores condiciones laborales, ya que
viven con el temor constante de ser encarcelados y posteriormen­
te deportados.
Otro ejemplo de la manera en que la ciudad transnacional
contribuye a la construcción de la riqueza de la ciudad global es
el del trabajo en los procesos de transformación de los produc-
tos agrícolas que se realiza en las ciudades.
La industrialización de la agricultura es parte de un proceso
que se ha venido desarrollando en las últimas décadas del siglo
xx y primera del xxi. Proveer de frutas, verduras y hortalizas al
mer­cado estadounidense ha sido una tarea ardua que involucra
indudablemente la mano de obra migrante. Para la década de los
noventa, los campos agroindustriales de California se vieron inun­
dados de mano de obra migrante proveniente del sur de México.
Con el paso del tiempo se incorporó maquinaria para que pudie­
ran recolectar las cosechas, dejando de lado a cientos de migrantes
que ya no se encargarían de la pizca de las cosechas. Muchos de
los jornaleros agrícolas se incorporaron en las empacadoras de fru­
tas, verduras y hortalizas en general, prestando sus servicios como
mano de obra barata insertos en las grandes empacadoras de pro­
ductos alimenticios que proveerían las necesidades alimentarias
del consumidor estadounidense.
Ya que la industrialización de productos agrícolas lleva a nue­
vas formas de procesamiento y distribución de alimentos, los mer­­­
cados laborales han tenido una transición y reemplazos étnicos
laborales. Es decir, hasta hace poco más de una década los cam­-
pos californianos estaban poblados de trabajadores migrantes prove­
nientes del sur de México; luego, al industrializarse la recolección
de cosechas, fueron sustituidos por máquinas y empleados en las
líneas de empaque para procesar los alimentos. Algunas pla­­zas de
trabajo agrícola en el campo quedaron abiertas y fueron ocupadas
por nuevos grupos de migrantes que han transformado la com­
posición étnica de los campos de trabajo.
En este contexto, muchos mixtecos han dejado las tareas
agrícolas y se han insertado en otros ámbitos labores, en una tran­
200 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

sición del campo de producción rural al campo de producción ur­


bana. Éste es el caso de los “bodegueros”, quienes trabajan aco­
modando todo tipo de alimentos agrícolas en las bodegas de los
centros comerciales más importantes de ciudades como Portland
en el norteño estado de Oregon. Ellos se encargan también del
desembarque de la mercancía que viene desde California. Desde
aquí se distribuyen estos productos a todo el país y en algunos
casos son exportados a Europa y América Latina.
Los trabajadores se incorporan a estas actividades que “nu­
tren” a la ciudad, pero ellos se quedan en las periferias urbanas,
siguen siendo trabajadores precarios con jornadas de trabajo ex­
tenuantes, sin prestaciones sociales y con bajos sueldos.
En las empacadores se emplea mucha mano de obra femenina
porque, según los empleadores, son más cuidadosas en el empa­
que de productos delicados como las cerezas. Sin embargo los ho­
­ra­rios de trabajo son de ocho a 12 horas y tienen que cubrir tres
turnos programados por día. Muchas de ellas trabajan en jorna­
das que van de la tarde hasta la noche o la madrugada, y regresan
por las mañanas para asistir a sus hijos antes de que acudan a la
escuela. En el caso de los varones, tienen que cargar y acomodar
cajas de productos que con frecuencia les provoca lesiones. Al igual
que ellas no cuentan con servicio médico ni seguridad social, ya que
la mayoría no tienen documentos legales para vivir y trabajar en
Portland.
Si bien en estos trabajos obtienen mejores ingresos, siguen es­
tando sujetos a líneas fronterizas en las ciudades que impiden que
ellos participen plenamente de la riqueza que contribuyen a ge­
nerar. Por ejemplo, el escaso manejo del idioma, el no contar con
una licencia para manejar, no conocer la ciudad o las vías de comu­
nicación más inmediatas, los convierte en urbanitas marginales,
sin derecho a tener acceso a la ciudad que habitan y en la que
trabajan. Están sujetos a la “tercera frontera” que distingue entre
grupos étnicos, tipos de barrios y lenguaje que emplean.
La ciudad de Las Vegas nos presenta otro ejemplo de la rela­
ción entre la ciudad transnacional y la ciudad global. Allá los mi­
grantes mixtecos se emplean en gran número como trabajadores
de la construcción. Reparan avenidas, calles, construyen casas,
edificios públicos, hoteles y casinos, por mencionar algunos. En una
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 201
frase, son “constructores de ciudades”, sin embargo no habitan el
tipo de casas que construyen, siguen viviendo en los márgenes
de los grandes centros urbanos que albergan grandes inversiones de
capital. Son invisibles pese a que proveen y satisfacen las necesida­
des ineludibles del sector servicios que hoy es el sector econó­
mico principal de las ciudades globalizadas. Con la crisis capitalista
de 2008, que se expresó con mayor fuerza en las ciudades como Las
Vegas, muchos de los trabajadores migrantes de origen mixte­co
perdieron su trabajo justo porque la crisis se gestó en el sector de
bienes raíces. Las construcciones se cancelaron y con ello los tra­
bajadores de la construcción quedaron desempleados. Otros tan­
tos perdieron sus casas porque el costo de los intereses hipotecarios
era demasiado elevado, por lo que perdieron la inversión que ha­
bían acumulado hasta el momento en que les decomisaron sus
casas.
La situación se sumó al aumento de las deportaciones que
afec­tó a la comunidad de Tacache de Mina. Esto acarreó problemas
en la población de Oaxaca, ya que en general hubo una disminu­
ción en la recepción de remesas, creció la población por el retorno
de muchos miembros de la comunidad, y originó una saturación en
los servicios. Un problema importante ha sido la separación de las
familias, ya que en Estados Unidos se quedaron niños sin algu-
no de sus padres debido a que fueron deportados. Otros niños fue­
ron de­portados porque eran indocumentados. De un día para el
otro abandonaron su escuela, sus amigos y su hogar.
La ciudad de México también es un lugar de confluencia de
la ciudad global y la ciudad transnacional. Casi todos los migran­
tes mixtecos se emplean en los servicios. Hay muchas mujeres que
laboran en el trabajo doméstico, limpiando y ordenando casas
que se encuentran en colonias adineradas del Distrito Federal, sin
embargo no cuentan con ningún tipo de seguridad social y mucho
menos con un fondo de retiro para la vejez. En el caso de los va­
rones, muchos son comerciantes con negocios propios o puestos
ambulantes, ya que no tuvieron la posibilidad de obtener algún
otro trabajo. Los lugares donde habitan son casas de interés social
o terrenos situados en la zona conurbada de la ciudad, en munici­
pios como Valle de Chalco o Coacalco, en colonias populares con
graves problemas en el transporte público y con altos índices de
202 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

delincuencia. Estando en su propio país viven en las zonas de alta


marginalidad y no tienen acceso a una mejor forma de vida. Con
su trabajo sostienen sus formas de vida propia y derivadas del ca­pi­
talismo que se filtra en todas las estructuras sociales.

El Manhattan: el sueño
americano en Oaxaca

En el municipio de Santa Cruz Tacache de Mina existen siete ba­


rrios. El Manhattan, también conocido como la “Colonia Nueva”,
es el último de ellos. En el año 2005, cuando el nuevo barrio no
tenía nombre, era un predio de gran extensión territorial ubicado
a las orillas de la carretera y fuera del centro de Tacache. En esos
años empezó a generarse la demanda de lotes para la construcción
de casas. Esta demanda venía especialmente de los trabajadores
migrantes, que buscaban un terreno diferente al predio donde vi­
vían sus padres. Pero, como dijimos antes, contra los pronósticos
de la Conapo, ha habido un crecimiento poblacional en el muni­
ci­pio que se debe en parte al retorno de muchos tacacheños ra­
dica­dos en Estados Unidos a su pueblo de origen, y en parte a que
mu­chos jóvenes han decidido no salir al extranjero. Así, el creci­
miento demográfico y el producto del trabajo en el extranjero ge­
neraron las condiciones adecuadas para que muchos quisieran
adquirir un lote propio para construir una casa.
La cabecera municipal formó un barrio nuevo para dar lotes de
varias dimensiones y así, por un lado, facilitar la expansión nece­
saria de vivienda, y por otro, obtener recursos económicos extras
para la manutención de la propia comunidad. Por primera ocasión
en Tacache hubo trazado y venta de lotes para vivienda. El Man­
hattan, como le llama la gente, o la Colonia Nueva —nombre casi
genérico que le ha dado la oficina municipal—, tiene la desven­
ta­ja de no contar con servicios básicos tales como energía eléctri­
ca, fosas sépticas, trazado de calles, alumbrado público, ni tampoco
agua potable. Además, estos lotes se encuentran ubicados en una
zona geográfica complicada, ya que cuando se realice el trazado
correcto de las calles y se implementen los servicios básicos de
vivienda, los terrenos quedarán entre barrancas y desniveles geo­
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 203
gráficos. En cuanto se anunció que se venderían estos lotes, se hizo
una lista de futuros compradores, los cuales en su mayoría no se
encontraban en Tacache sino en Estados Unidos.
En Tacache de Mina casi todos los hijos varones construyen
su vivienda en el terreno del padre o la madre. Por ello, un terreno
familiar puede llegar a tener de tres a cuatro casas construidas o
semiconstruidas. Esto implica que la convivencia puede ser muy
compleja. Por otro lado, los tacacheños que están en Estados Uni­
dos viven en condiciones de hacinamiento, y esto también acarrea
incomodidades y muchos problemas de convivencia. Así, la idea
de los migrantes es construir una casa propia para vivir en condi­
ciones diferentes de las que tienen en Estados Unidos, y a la vez
ser independientes respecto a la familia de origen en Tacache. Se
trata de un sueño construido en Estados Unidos y materializado
en el municipio oaxaqueño.
Los nuevos lotes de El Manhattan los han adquirido básica­
mente personas que residen en la zona conurbada de la ciudad de
Nueva York, en Queens, el Bronx y New Jersey. Por ello adquirió
el sobrenombre de “El Manhattan” por parte de los lugareños.
Cualquier persona a la que se le pregunta por esas construccio-
nes refiere que es gente que vive en Nueva York y envía remesas
para la edificación de casas. También se puede apreciar que la
arquitectura de El Manhattan es diferente de la de los otros barrios,
lo cual hace suponer que imita ciertas residencias que los migran­
tes han visto en su entorno cotidiano. Algunos han regresado, otros
han enviado instrucciones, ya sea planos o dibujos de la idea ge­
neral acerca de cómo quieren que se les construya su casa.
El Manhattan cuenta con 120 lotes marcados, casi todos se
encuentran en alguna etapa de construcción, sin embargo muy
pocas viviendas han sido terminadas, pues la mayoría se encuen­
tra en “obra negra”. Es, por el momento, un barrio completamente
deshabitado. Es un lugar en donde la presencia de los dueños
ausentes se refleja en el tamaño de la construcción que llevan rea­
lizada. Mientras más tarde en terminarse la construcción, más tar­
darán en retornar sus dueños. La conformación de El Manha­t­tan
como barrio tardará algunos años más, pues actualmente los flu­jos
migratorios entre Nueva York y Tacache han disminuido drásti­
camente. Desde el año 2008 muchos han decidido no iniciar el
204 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

viaje a Estados Unidos, otros que retornaron en algún momento


a Tacache no han podido emprender el viaje al Norte, pues el con­
trol fronterizo, las deportaciones y la presencia de los grupos de­
lictivos les han impedido el paso a estos migrantes mixtecos. Otros
más han sido deportados y prefieren no intentar el regreso.
Una consecuencia de las deportaciones puede observarse cuan­
do analizamos el caso de los taxis existentes en el pueblo. Actual­
mente hay aproximadamente 40 taxis que llevan continuamente
pasaje entre Tacache y Huajuapan de León. Tienen salidas regu­
lares y el transporte es colectivo, aunque algunos de ellos hacen
viajes especiales si se les solicita. Hasta antes de 2008 había me­
nos de diez taxis en todo el pueblo, pero después de esta fecha el
número de taxis creció. Algunos experimentaron en carne propia
la deportación y decidieron no regresar; otros, después de varios
intentos de regresar a Las Vegas y no lograrlo, decidieron adquirir
un taxi para tener un ingreso más o menos seguro en el pueblo.
En los últimos años se han registrado pocos retornos volunta­
rios, bastantes deportaciones y muy pocos eventos migratorios
exitosos. Algunas narraciones nos indican que en los intentos por
cruzar la frontera han permanecido en ella hasta por tres meses,
pretendiendo cruzar sin éxito. También hay registros acerca de que
las condiciones de paso son sumamente peligrosas, pues los gru­
pos organizados de narcotráfico obligan en algunos casos a utilizar
a los migrantes para transportar droga, o bien les retrasan el cruce
fronterizo por darle prioridad a quienes llevan mercancías a Es­
tados Unidos. Para las mujeres el peligro es mayor que para los
hombres, pues además corren el riesgo de ser secuestradas para
introducirlas en la industria de la prostitución.
En estas condiciones, el flujo de dinero hacia la comu­nidad
transnacional ha disminuido. Muchas personas no envían reme­
sas porque los trabajadores migrantes no han podido cruzar la
frontera o porque ya no tienen la ayuda económica para intentar
llegar a Estados Unidos. La demanda de empleo ha aumentado,
pero no hay suficiente oferta en el pueblo.
Otro problema que se vislumbra tiene que ver con el hecho de
que la comunidad está pasando por un cambio demográfico im­
portante, pues la cantidad de adultos mayores en la población de
origen en Oaxaca va en aumento. Por otra parte, los datos que re­
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 205
cabamos para las personas de Tacache residentes en Estados Uni­
dos indican que se trata fundamentalmente de población adulta
joven. Es decir, la población de origen en Oaxaca está recibiendo
a una población mayor de edad que no está en condiciones de sos­
tenerse en Estados Unidos una vez que ha terminado su etapa de
mayor producción. Son adultos mayores que han iniciado el regreso
de Estados Unidos (voluntaria o involuntariamente) y se en­cuen­
tran en un sistema de doble exclusión, pues ocuparon los mejores
años de su vida productiva sosteniendo partes de las cadenas pro­
ductivas del capitalismo sin obtener ningún beneficio para su ve­-
jez. Se puede decir que, en estas circunstancias, son sujetos en
condiciones de múltiple exclusión. Por un lado, por el sistema de
Estados Unidos que ahora los rechaza, y por el otro lado, a causa
de su situación en el municipio de origen, donde no tienen alter­
nativas económicas. Finalmente, la población en su conjunto no
parece contar con la base demográfica necesaria para hacerse
cargo de los adultos mayores. Son trabajadores de la ciudad trans­
nacional desechados por la ciudad global.

Conclusiones

El presente trabajo tuvo el objetivo central de analizar la forma en


que una comunidad indígena oaxaqueña de origen rural consti­
tuyó en su proceso de migración un espacio social transnacional
que articula los márgenes de grandes ciudades entre Estados Uni­
dos y México. Por ello la hemos denominado “comunidad trans­
nacional urbana indígena”. Las prácticas cotidianas de quienes
forman parte de esta comunidad mantienen los vínculos y la cer­
canía social entre personas que se encuentran en localidades geo­
gráficamente lejanas. Estas prácticas incluyen lo mismo llamadas
telefónicas que la organización de complejas festividades con la
participación de un número importante de personas de la comu­
nidad.
La comunidad se ha urbanizado de dos maneras: en primer
lugar porque los procesos de migración han llevado a los habitantes
de las regiones rurales de donde vivían y trabajaban a las perife­
rias de grandes ciudades como Nueva York y la ciudad de México, a
206 LILIA ADRIANA SOLÍS ARELLANO

donde trasladan su experiencia y sus prácticas del mundo rural


e indígena. En segundo lugar, porque han traído con ellos de re­
greso al poblado en Oaxaca las costumbres y estéticas de la vida
urbana, pero sobre todo la experiencia de vida y el trabajo en la
ciudad bajo condiciones de gran precariedad y exclusión. El pro­
ceso de urbanización de esta comunidad no es el que se asocia a
los beneficios de la vida urbana y su modernidad, es la contra­par­
te de esta modernidad o la modernidad alternativa de una comu­
nidad de trabajadores que vive en los márgenes de la ciudad en
condiciones de hacinamiento y que labora diariamente para la eco­
nomía de la ciudad en condiciones de precariedad laboral. La su-
ma de estas contradicciones constituye el modo de vida urbano
trans­nacional de quienes con su trabajo soportan el bienestar y
la opulencia de la ciudad global.
El margen urbano es un lugar de convergencias y articula­
ciones. Ahí convergen los espacios sociales transnacionales (como
la comunidad indígena) y los campos laborales (que son entra­
mados económicos y de poder). En márgenes urbanos como és-
tos, los tacacheños entregan su mano de obra, que es empleada
en los últimos eslabones de las cadenas globales de mercancías
instalados en las grandes ciudades, en una articulación entre tra­
bajo transnacional y capital global. Estos márgenes urbanos sopor­
tan a la ciudad central, que es el lugar donde se expresa la riqueza
producida en la ciudad, donde convergen los centros de poder y
de gobernanza del sistema y que muchas veces son parte cons­
titutiva de ese gran cinturón mundial de centros urbanos denomi­
nada la ciudad global. La comunidad transnacional contribuye a
la articulación de los márgenes urbanos de ciudades entre México
y Estados Unidos, participando así en la configuración de la ciu­
dad transnacional; es decir, la propicia, la construye y la articula.
La comunidad transnacional urbana indígena que describo
es una comunidad con raíces indígenas y mestizas que, al conec­
tarse con cuatro centros urbanos como los descritos a lo largo del
documento, contribuye a la configuración de los márgenes que
articulados conforman la ciudad transnacional. Es ahí donde se re­
produce la fuerza de trabajo que labora en condiciones precari­
zadas para poder sustentar los niveles de vida de los habitantes de
las grandes urbes. El ejército de reserva conformado por los mi­
MANHATTAN PARA LOS MIXTECOS 207
grantes más vulnerables es, así, la fuerza de trabajo que requiere
el capital para resolver grandes problemas, como el de la caducidad
programada, la alimentación de los urbanitas globales, la asisten­
cia a la niñez y a los adultos mayores, así como la construcción
misma de la ciudad.
Los trabajadores de la ciudad transnacional son movilizados
para cubrir todas las necesidades de las ciudades globales, ellos son
los que accionan los mecanismos con los cuales funcionan los
grandes centros urbanos. Los negados a la ciudad global limpian
pisos, lavan platos, construyen ciudades, alimentan a millones de
personas, cuidan a niños y a ancianos, pero no tienen acceso a una
cotidianidad semejante a la que contribuyeron a crear. Las comu­
nidades transnacionales urbanas crean parte de la riqueza de la
ciudad global, sin embargo están destinadas a vivir en las perife­
rias y se les ha negado el derecho de participar de la riqueza que
producen: se les ha negado el derecho a la ciudad.

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Century, Londres/Nueva York, Routledge.
Entre los hilos de la bolivianidad

Nancy Wence Partida

Este trabajo está centrado en el análisis de algunas conexiones que


se han construido entre las ciudades de Cochabamba y Madrid en
el marco de los procesos de migración transnacional entre ambas
ciudades. La reflexión se ubica en el marco analítico del trans­
nacionalismo urbano (Smith, 2001) y parte de una investigación más
amplia sobre algunos procesos migratorios entre estas ciudades. Mi
objetivo es aportar a la discusión sobre el transnacionalismo ur­
bano en la vertiente que incorpora el concepto de espacio y mo­do
de vida urbano transnacional (Besserer y Oliver, 2009). Si parti-
mos de la premisa de que las ciudades mantienen conexiones trans­
nacionales y que éstas tienen lugar en espacios o hiperespacios, mis
preguntas para este trabajo giran en torno al papel de las accio-
nes cotidianas de las personas que protagonizan esos espacios, dan­
do forma así a las conexiones. No observo las conexiones en los
altos niveles en los que se toman decisiones económicas o se es­ta­
blecen acuerdos bilaterales entre Estados o empresas, sino los ni­
veles más bajos en los que toman forma las conexiones a través
de las trayectorias migratorias de los/as cochabambinos/as.
Presento en primer lugar un mapeo de las conexiones cons­
trui­das desde abajo por las personas como “modos de vida urba-
na transnacional” mediante: a) el flujo de personas —cuerpos,
ex­periencias, afectos—, entre Bolivia y España; b) la construcción
de una “bolivianidad” (Grimson, en Hinojosa, 2008), que se repro­
duce en la ciudad de Madrid para ocupar espacios públicos, donde
el folclore juega un papel central y contradictorio, y c) las formas

[209]
210 NANCY WENCE PARTIDA

de participación en luchas urbanas,1 que en muy diferentes nive­


les las personas han ideado para construir y/o apropiarse de estas
ciudades en las que tienen una presencia marginal, construyendo
así una ciudadanía desde la subalternidad.
De manera transversal están presentes dos ejes en el trabajo:
una reflexión en torno a la relación de estos modos de vida urba­
na transnacional, por un lado, con los regímenes laborales que pre­
­dominan en el mercado global de trabajo al cual suele insertar­se la
población de origen latinoamericano en España, enfatizan­do en
las “cadenas globales del cuidado” y las “cadenas globales de la cons­
trucción”, y por otro lado, con los regímenes de gobierno implemen­
tados por el Estado para el control y la gestión de las mi­­graciones
mediante políticas públicas en un campo de acción trans­nacional.
Observamos que, al mismo tiempo, a través de es­tas cadenas se
extraen valor y saberes acumulados en las personas y se consti­
tuyen como campos de conexión entre ciudades, donde se sobrepo­
nen relaciones jerárquicas étnicas, de género y nacionalidad.
Finalmente, propongo que la concatenación de experiencias
de participación social que han tenido a lo largo de sus trayecto­
rias de vida en distintos niveles y formas de organización en Bo­li­
via —me refiero a luchas urbanas—, es uno de los factores que ha
influido en la construcción de acciones de resistencia y partici­
pación frente a ciertas situaciones de opresión en las que se ven
insertos/as dentro del “campo migratorio transnacional” (Suá­
­rez, 2010). Dichas experiencias se han construido a lo largo de sus
trayec­torias migratorias nacionales del campo a la ciudad, así como
entre distintas ciudades en América Latina, Europa y Estados Uni­
dos, cons­tituyéndose así una experiencia de participación urbana
diaspórica que abona a la construcción de una ciudadanía desde
abajo.
Parte de las herramientas analíticas que utilizo para realizar
este trabajo provienen de un cuerpo teórico desarrollado en Euro­
­pa. No obstante, mi posicionamiento es poscolonial en un sen­tido
epistémico, no necesariamente geográfico o de tiempo, como se­­
ñala Hall (2008). Desde tal postura exploraré herramientas teó­­ri­­cas

1 Uso el término “luchas urbanas” como una alternativa al concepto

de “movimiento social urbano” porque las acciones a las que me refie-


ro no presentan las características de un movimiento unificado y quiero
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 211
que se han construido desde ahí. Se trata de un cuerpo teóri­co cu-
yo origen han sido reflexiones de intelectuales cuyas situa­ciones
se relacionan con las historias coloniales de sus países de ori­gen
con Europa. La postura de este trabajo en tanto informado por
un cuerpo empírico que se moviliza geográficamente entre “las
Amé­ricas” y el sur de Europa, dialoga también con aquel otro po­
­sicionamiento que ha surgido desde la academia sudamericana al
que se ha nombrado posimperial (Lins Ribeiro, 2003).

Los modos de vida urbana transnacional


que tejen a las ciudades diaspóricas

Conexiones de conflictos y alianzas entre el campo y las ciudades

Flor2 llegó a vivir a Cochabamba cuando era adolescente junto


con sus padres, que se trasladaron ahí desde el Chapare, un mu­
nicipio agrícola del mismo departamento cuyo clima tropical hace
muy fructífero el cultivo de la hoja de coca, el palmito y el pláta­
no. Ha pasado los últimos cinco años en Madrid, donde ella y su
hija Ga­briela se establecieron con la intención de ahorrar dinero
y tener posibilidades de construir una casa en Bolivia, así como de
poder solventar la educación de sus respectivas hijas. En enero
de 2012 Flor regresó a Cochabamba para acompañar a la menor de
sus hijas en su parto y para pasar tiempo con Andrea, su nieta e
hija de Gabriela. Mientras estábamos en Cochabamba, aunque Flor
es­taba contenta por pasar tiempo con su familia, miraba su reloj
de mano de vez en cuando. Después de ver la hora, casi siempre
ha­cía un comentario para explicar el breve acto: —A esta hora ya
estará cenando mi viejito,3 pero me estará echando de menos,
¡me quie­re tanto! (Cochabamba, enero de 2012).

evitar el mal uso del concepto. Me refiero en este trabajo a un archipiéla­


go de luchas a diferentes niveles, con fines y medios que pueden ser muy
disímiles entre sí.
2 Por acuerdo con las personas entrevistadas, todos los nombres que

aparecen aquí son pseudónimos.


3 Ella se refiere aquí al hombre mayor al que cuidaba en Madrid en el

momento de regresar a Cochabamba, como parte de las actividades de


su empleo en un hogar.
212 NANCY WENCE PARTIDA

Cuando Flor se refiere a su ciudad de origen habla de Cocha­


bamba y de sus actividades comerciales de antaño como vendedo­
ra de ropa en un puesto de La Cancha —el principal mercado de la
ciudad—, de su participación en los sindicatos4 de comerciantes,
así como de las compañeras de venta con las que convivía ahí y
de las vecinas de esos puestos de venta a las que casualmente se ha
encontrado en Madrid. No fue sino hasta que estábamos en su ca­
sa en Cochabamba preparando un viaje al Chapare para asistir a
una asamblea de vecinos del barrio en el que tiene un terreno,
cuan­do habló de su relación con Ivirgarzama, el pueblo del Chapa­
re en el que nació y en el que sigue viviendo una parte de su fami­
lia extensa.
Cochabamba es un punto neurálgico no sólo para la geografía
boliviana por ser una ciudad estratégica para la comunicación y
el comercio regional y nacional. Al mismo tiempo se ha converti­
do en un espacio central para las dinámicas migratorias nacionales
y transnacionales, ya que por un lado desde los años sesenta ha
sido un polo de atracción para población de origen rural provenien­
te de regiones campesinas y mineras de diferentes departamentos
(Sánchez y Quispe, 2011; Torrico, 2011). Por ello se ha nombrado a
esta ciudad el “ícono de las migraciones” de Bolivia (Hinojosa, 2009),
a la que identificamos también como una ciudad diaspórica con
fuerzas centrífugas y centrípetas (Besserer, 2004). Al mismo tiempo
que ha recibido gente en busca de mejores condiciones de vida,
ha sido también el punto estratégico desde el que miles de hombres
y mujeres le dieron continuidad a sus trayectorias migratorias aven­
turándose a probar suerte en destinos internacionales.
El trabajo de Sánchez y Quispe (2011) muestra que luego de
la revolución de 1952 en Bolivia y de las transformaciones5 que se
esperaban como fruto de sus conquistas, grandes cantidades de per­
sonas se trasladaron a los centros urbanos como Cochabamba,

4 Las asociaciones de comerciantes y grupos de vecinos que se or­

ganizan para gestionar algún tipo de problemática urbana, como el agua


en Cochabamba, se nombran “sindicatos”. Aquí este concepto debe to­
marse en este sentido más general de gremio y no con los significados
acotados a los sindicatos obreros o fabriles.
5 La revolución de 1952 en Bolivia representa el momento más im­

portante del siglo pasado en cuanto a los procesos de conquista de dere-


ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 213
La Paz y Santa Cruz buscando los beneficios de las mejorías en la
calidad de vida que se esperaban en la etapa de la posrevolución.
Un momento posterior en el que el arribo a este centro urbano fue
muy atractivo para la población fue durante la crisis de los secto­res
mineros (Espósito, 2010). Ésta dejó sin ingresos a muchas fami-
lias de los departamentos cuyo principal motor económico ha sido
la industria de la minería. De este modo, desde mediados del siglo
pasado Cochabamba se ha constituido a todas luces en un impor­
tante nodo en el que han convergido bolivianos/as campesinos/as
y trabajadores de la minería que en los espacios urbanos se enfren­
taron al reto de inventar sus nuevos modos de vida, de reinventar­se
como urbanitas en la cotidianidad y sacando a luz su creatividad
para imaginar y generar las actividades económicas que hicie-
ran posible su sustento, en especial aquellas personas que no con­
siguieron establecerse en empleos formales, como fue el caso de
la mayoría. Una de las alternativas que encontraron fue el comer­
cio informal, una actividad que hasta hoy es una característica
de la población cochabambina y que forma parte de sus trayecto­
rias de vida. Éste es el caso de la señora Flor, quien por varios años
tuvo un puesto de ropa en La Cancha, y en otro momento un lo­cal
de comida muy cerca de su casa. Vale la pena decir que en estos dos
episodios de inmigración —campesinos/as y mineros/as— hacia
Cochabamba, se trata de personas cuyas identidades están atra­
vesadas también por la adscripción indígena, sus lugares de origen
se corresponden predominantemente con territorios quechua y
aimara. Este elemento es importante porque en los procesos de
construcción de vida cotidiana en la ciudad de Cochabamba fue
y continúa siendo un marcador de diferencias y un polémico factor
en el entramado que conforma los procesos de racialización, es­
tigmatización y desigualdad social.
Por otro lado, en trabajos como el de De la Torre (2006) e Hi­
nojosa (2008) sobre los procesos de migración transnacional de
Bolivia, también se ha documentado que de los nueve departamen­
tos, Cochabamba es el que presenta mayor densidad como lu­gar

chos ciudadanos. Se deriva de ahí el voto universal, la reforma agraria que


incidió en el régimen terrateniente predominante hasta entonces, así como
el derecho a la educación gratuita y a la nacionalización de las minas,
entre otros.
214 NANCY WENCE PARTIDA

de salida a otros países, un hecho que se intensifica aún más en el


municipio de Cercado, que corresponde a la ciudad y al área con­
urbada. En este sentido, podemos decir que los/as cochabambi­
nos/as que migran desde esta ciudad con destinos internacio­nales,
son tanto de un origen urbano de más larga data, como urbanitas de
origen rural, de familias mineras o campesinas. Es decir, que han
sido protagonistas de las migraciones internas, de las dinámicas
entre el campo y la ciudad iniciadas en la segunda mitad del siglo
xx. De este modo, en la última década han protagonizado tam-
bién las movilidades transoceánicas hacia España e Italia princi­
palmente, pero también hacia otros países como Suecia,6 Alemania
o Suiza.
Para Norma, una mujer de 40 años, compañera de la fraterni­
dad7 en la que participa Flor, el trayecto ha tenido otros episodios.
Ella también llegó pequeña a la ciudad de Cochabamba porque
su familia no podía sobrevivir más a la economía del campo en el
departamento de Oruro, donde las heladas son el ingrediente que
alimenta la incertidumbre sobre los resultados del cultivo de la
papa. En su caso la primera migración transnacional fue al barrio
Charrúa8 de la ciudad de Buenos Aires, cuando se casó con un pai­
sano de su pueblo en Oruro. Trabajaba vendiendo ropa por tempo­
radas y también en un pequeño restaurante, pero luego de la crisis
y el “corralito” en Argentina decidió irse a Madrid para poder se­guir
pagando su casa. Desde ahí tuvo los contactos para llegar re­co­men­
dada por su hermana a trabajar en el servicio doméstico con una
familia en Madrid. En su caso no dejó a sus hijos en Co­chabam-

6 Algunas rutas como la de Suecia se abrieron durante el periodo de

dictaduras en los años setenta y ochenta en Bolivia. Suecia dio asilo


político a perseguidos latinoamericanos, entre ellos bolivianos/as, de ahí
que ahora se usa la experiencia y las redes para ir en un tipo de migración
de otra índole.
7 En Madrid, como en Argentina, Suiza, Estados Unidos e Italia (en­

tre otros), la población boliviana se ha organizado en asociaciones o fra­


ternidades para practicar las diferentes danzas. Abundaremos sobre ellas
más adelante.
8 Se le conoce como barrio Charrúa al barrio General San Martín, en

el sur de Buenos Aires. Se ubica ahí el mayor asentamiento de migran­tes


de origen boliviano, según el trabajo de Bonilla no sólo de esa ciudad,
sino de Argentina. Es considerado el “barrio emblemático” de la población
de origen boliviano en Buenos Aires (Bonilla, 2006:144).
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 215
ba, sino en Buenos Aires —donde nacieron— bajo el cui­dado de su
esposo.
Flor no ha podido cumplir su meta de comprar un departa­
mento o construir una casa en Bolivia y por eso no ha regresado
a Cochabamba de manera definitiva. Su visita en enero de 2012 fue
posible gracias a que tuvo un contrato de trabajo y pudo renovar su
tarjeta de residencia legal, estuvo durante dos meses porque con­
siguió que le dieran permiso en su empleo, donde era trabajado­
ra doméstica interna9 en un barrio en las afueras de Madrid. Sus
hijos y su nieta viven en Cochabamba en un departamento alqui­
lado en anticrético10 en una zona de clase media, por lo que hacen
énfasis constantemente en sus diferencias sociales respecto de la
población de origen rural e indígena que vive en las zonas periur­
banas concentradas sobre todo en el sur de la ciudad, y so­bre la
que recaen estigmas de inferioridad social,11 ignorancia, suciedad,
delincuencia y barbaridad.
De este modo, quiero destacar dos cosas importantes en este
apartado: en primer lugar, dado que Cochabamba ha sido un esce­
nario en el que se han encontrado y enfrentado grupos que se iden­
tifican como similares y opuestos12 —cochabambinos todos por su

9 “Interna” es la palabra que comúnmente se utiliza en el empleo do­

méstico para referirse a las personas que trabajan y viven en la casa


de los/as empleadores/as. Ellas “libran” un día a la semana, el único que
pasan en la vivienda que tienen alquilada con otras empleadas en su
misma situación.
10 El anticrético es una modalidad de adquisición de vivienda muy

común en Bolivia. En ésta, a diferencia del alquiler, el propietario de la


finca recibe una cantidad acordada de acuerdo con el valor total. Al fina­
lizar el contrato, el arrendatario recibe la totalidad del dinero que le en­
tre­gó al propietario.
11 Abundaremos sobre esto más adelante.
12 En la historia reciente de la ciudad se puede hacer el recuento de

algunos episodios conflictivos en los que ha estado involucrada tanto


población que se identifica como “mestiza”, casi como un sinónimo de
“citadina”, así como aquella que es identificada como “indios”, igualmen­
te como sinónimo de “campesinos”. En el recuento de las movilizaciones
urbanas de los últimos años se pueden identificar algunas en las que
ambos sectores de la población del departamento de Cochabamba se han
unido con un propósito en común, como la “Guerra del Agua” (2000), en la
que se movilizó la población de la ciudad así como cocaleros y campe­
sinos de otros municipios; el fin era detener el proceso de privatización
216 NANCY WENCE PARTIDA

departamento, pero unos citadinos/as y otros/as campesinos/as


que llegaron a la ciudad—, luego entonces estos encuentros y en­
frentamientos a partir de la oposición (yo diría, con otros autores,
que se trata de un continuum) campo-ciudad, se han trasladado a
otros lugares, a las ciudades en otros países a los que han migrado,
Madrid entre ellas. En segundo lugar, los hombres y mujeres sobre
quienes trata este trabajo, quienes viven entre Bolivia y Es­paña,
pertenecen a ambos sectores, pero la gran mayoría es gente que
ha llegado del campo a la ciudad, que se ha construido como ur­ba­
nita desde su experiencia de haber nacido y haberse formado en
el campo, por lo que su presencia en Madrid está cruzada por este
hecho, y se reconocen como tales, al mismo tiempo que son se­
ñalados así por los demás cochabambinos, quienes junto con otra
gente “citadina” de otros departamentos ejercen mecanismos de
distinción constantemente. Esto, sin importar cuántos años han
transcurrido desde la llegada del campo, la diferenciación continúa
y cobra un sentido espacial norte/sur en los discursos e imagina­
rios sobre la ciudad, donde el norte corresponde a los sectores de
estratos sociales más altos, mientras en el sur se concentran los
más bajos.

Afectos que tejen modos de vida urbana transnacional

Cuando Flor habla sobre sus planes para quedarse más tiempo en
Madrid, se refiere a su deseo de tener una casa propia en Bolivia,
de tener su negocio y de la satisfacción que sentirá al ver a sus hi­jos
titularse, “salir profesionales”, dice. Será entonces cuando se sien­
ta tranquila y pueda tener mayor margen para decidir si regre­sa
definitivamente a Bolivia. En algunas conversaciones ha comen­tado
también que cuando se fue a Madrid pensaba sólo en sus hijos, en
su bienestar y en trabajar para procurarles una vida me­jor en rela­
ción con la que habían tenido hasta entonces. Ahora dice que pien­

del agua potable. Por otro lado, se han dado enfrentamientos en los que
el rechazo mutuo entre los dos sectores es lo que prevalece, como quedó
explícito durante las semanas de movilizaciones por el rechazo al alcal­
de Manfred Reyes (2003), en el que la violencia era cotidiana y tuvo
como consecuencia la muerte de un joven citadino, así como de un cam­
pesino.
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 217
sa también en ella, en que ha vivido otras cosas que no se había
imaginado y a las que no quiere renunciar, lo que la hace sentir­
se culpable13 al pensarse como una madre egoísta. En algunos mo­
mentos durante la sobremesa sacaba los sobres con fotos que llevó
de Madrid e iba explicando quiénes aparecían en ellas: el abuelo al
que cuidaba, sus compañeros/as de la fraternidad de la morenada14
en la que ha bailado desde hace tres años, su pareja… Hablaba
sobre el cariño que le tienen, el tiempo que pasa conviviendo con
todos/as ellos/as y de cómo esos días en Cochabamba, pese a que
estaba contenta por poder pasar tiempo con su familia en su tie­
rra, extrañaba a aquella gente con la que intercambia afectos y
se siente acompañada cuando está en Madrid.
Más allá de indagar sobre los intercambios de bienes inma­
teriales en los procesos migratorios, me interesa detenerme en
algunos elementos que hacen parte de las conexiones entre las
ciudades a las que aquí me refiero. Se trata de elementos subje­
tivos relacionados con afectos producidos y gestionados entre dos
continentes y que están presentes en la vida cotidiana de las per­
sonas en Madrid y Cochabamba, así como en otras ciudades como
Buenos Aires, en algunos casos. No es novedad el hecho de que
para el contacto entre los lugares de origen y destino en los proce­
sos migratorios, los medios de comunicación, las tecnologías de la
información y la comunicación (tic), son herramientas in­dis­pen­
sables. Para Flor ha sido central el uso del teléfono celular, que le
permitió seguir de cerca el embarazo de su hija que vive en Cocha­
bamba; no fue necesario salir para hacer la llamada desde un lo­
cutorio, ya que además de trabajar como interna lo hace con una
familia que vive en una urbanización de clase media-alta en las
afueras de Madrid, en donde es prácticamente imposible encontrar

13 Asakura (2012) abunda en la presencia del sentimiento de la cul­

pa en el caso de mujeres madres centroamericanas que han dejado a sus


hijos para asentarse en el noreste de México, en relación con la presión
social sobre “la buena madre”. Para el caso de Cochabamba, Román (2008)
indaga también sobre los efectos de la migración de las “mujeres-madres-
migrantes”, y enfatiza en que la culpabilización es una presión social que
se ejerce sobre ellas.
14 La morenada es una de las danzas folclóricas que existen en Boli­

via y que se practica en los lugares en los que se han establecido.


218 NANCY WENCE PARTIDA

un locutorio, a diferencia de otros barrios más céntricos o en los


que habita más población de origen extranjero. Durante su estan­
cia en Cochabamba, los jefes de Flor le llamaban por teléfono desde
Madrid con cierta frecuencia para saber cómo estaba, cómo la
ha­bían recibido sus hijos y para expresarle que la extrañaban y ne­
cesitaban mucho, que les gustaría que estuviera ya de regreso.
El empleo doméstico pagado es un espacio saturado de con­
tradicciones y paradojas reguladas casi siempre por la subjetividad
en la relación entre las empleadoras/es y las empleadas (en su
ma­yoría son mujeres, aunque no exclusivamente, pero me deten­
dré en este punto más adelante). La construcción de afectos en el
in­termedio de la relación puede tener efectos que beneficien o
perjudiquen a la empleada en sus derechos y obligaciones labo­
rales, pues es ella quien por sus condiciones de extranjería, irregu­
laridad, necesidad de empleo y ausencia de contrato de trabajo,
estará en la posición de mayor desventaja. Mi intención aquí es
recalcar el hecho de que los afectos generados en una relación la­
boral pueden ser usados en perjuicio de la empleada, por ejemplo
en la forma de chantajes abiertamente, como diría Hondagneu-
Sotelo, como “mecanismos del poder de la patrona” (2011:37); o en
la encrucijada que se va tejiendo sobre la ambigüedad del tiempo
de trabajo diario y las actividades que se deben hacer, en es­pecial
cuando se trata de la modalidad de internas o cama adentro.
Al mismo tiempo, evitar que se generen afectos resulta una
tarea difícil y muchas veces imposible y/o indeseable. ¿Cómo no
to­marles cariño a los niños que cuidan todos los días? ¿Cómo evi­­tar
que una mujer mayor se encariñe con la mujer latinoame­rica­-
na que la ayuda a dormir cada noche? ¿Es posible que un bo­liviano
sienta afecto por el único hombre al que ha alimentado en la boca
en toda su vida? Esto tiene que ver con sus relaciones laborales,
pero por otro lado ellas gestionan también los afectos de sus rela­
ciones familiares, con sus hijos/as y/o padres que están del otro
lado del océano. La forma en la que una madre quiere a sus hijos/
as, ¿cambia si ésta vive en otro continente? ¿Cambia si en el pro­
ceso migratorio ella reconstruye, resitúa o resignifica el amor por sí
misma?
Norma tiene ocho hijos y es ella quien los sostiene econó­
micamente. Ha tenido conflictos con su esposo desde que se fue
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 219
a Madrid. Él le reclama por haberlo dejado solo al cuidado de los
niños y la culpa cuando algo malo les pasa, pero la violencia emo­
cional que ejerce sobre ella no es novedad. Lo nuevo es la forma
y la instrumentalización del teléfono para ello. Antes de irse a Ma­
drid ya se daba otro tipo de violencia, de hecho éste fue uno de
los motivos por los cuales Norma decidió migrar. El otro motivo fue
su casa, la estaban pagando hace tiempo y estaban retrasados con
los últimos pagos, ella no quiso seguir con las presiones de las co­
branzas en el contexto de la crisis y decidió irse a España un tiem­po
y así reunir más rápido el dinero, al ver que su esposo no usaba su
sueldo para eso. A Flor sus dos hijos en Cochabamba le insisten
en que regrese, aunque es también su salario el principal sus­tento
económico del hogar. Ambas tienen el deseo de estar con su fami­
lia al mismo tiempo que quieren seguir ahorrando dinero a partir de
sus propios empleos. Las dos se han quedado en España más tiem­po
del que tenían pensado, y las dos viven contradicciones res­pecto de
lo que sienten, de lo que deberían hacer de cara a sus familias y lo
que desean de manera más individual.
Besserer argumenta que “cuando las mujeres movilizan senti­
mientos inapropiados dentro de un régimen sentimental exis­
tente, se genera una contienda de sentimientos” (2000:373), de
manera que tienen lugar situaciones afectivas contradictorias ge­
neradas por la multiplicidad de narrativas y regímenes que recaen
en una persona. Para Escandell y Tapias, quienes se refieren más
a emociones que a afectos, es importante poner atención en la ex­
periencia corporal de las emociones al referirse a las narrativas de
mujeres bolivianas en España que se han separado de sus familias
para migrar (2011:408). Mientras que Besserer centra su atención
en las contiendas que penden de regímenes políticos en el interior
de comunidades que se han transnacionalizado, Escandell y Ta­
pias se preocupan por la expresión en el cuerpo de las mujeres de
las emociones en el marco de las migraciones y separaciones fami­
lia­res. La apuesta de estos últimos es por pensar en términos de las
enfermedades y malestares que las mujeres manifiestan a causa
de sus emociones —una somatización—, así como en la atención
que ellas deben recibir combinando el sistema médico español
con los conocimientos de medicina tradicional que llevan consigo.
En lo que a mí respecta, en este apartado me interesa retomar dos
220 NANCY WENCE PARTIDA

cosas de estas propuestas. Por un lado, poner de manifiesto que


efectivamente existen contiendas que se desatan en la cotidianidad
de las experiencias de Norma y Flor, al ser receptoras de dis­cursos
a través de los cuales se ejerce poder y cariño por parte de sus em­
pleadores/as, esposos, hijos/as, colectivos o redes de pai­sa­nos/as,
así como de los/as niños/as y personas mayores a quienes cuidan.
Desde luego, es posible la somatización de algunas de es­tas contra­
dicciones a través de malestares corporales, pero mi intención es
tomar distancia de miradas que las victimicen y, por el contrario,
recalcar que el entramado de contradicciones y afectos pueden
devenir en motores de acción, en enojos movilizadores. En segun­do
lugar, estos casos muestran que las relaciones y conexiones entre
ciudades están en parte hechas de redes económicas, materiales
y laborales, pero éstas se conforman también por un mundo afec­
tivo, de sentimientos y subjetividades en el que están implicados
la culpa, el amor, los deseos y los enojos.

• El trabajo que no se ve, pero sostiene y conecta

Algunas investigaciones sobre trabajo y el sistema de producción


argumentan sobre la invisibilización de la que ha sido objeto his­
tóricamente el trabajo de las mujeres, de sus aportes a la produc­
ción, al mantenimiento y reproducción de la mano de obra y a la
organización del sistema de acumulación capitalista. Rubin (1986)
y Federici (2010), desde diferentes trincheras cuestionan las visio­
nes en las que aparecen los hombres como los protagonistas de la
economía, y sostienen que el papel de las mujeres ha sido indis­
pensable para el sostenimiento de los sistemas de producción, toda
vez que han cumplido con la tarea de reproducir la fuerza de tra­
bajo, así como de ocuparse del trabajo doméstico que es indispen­
sable para mantener la vida de quienes producen. El problema,
coinciden las autoras, es que ambos trabajos han sido invisibles
y su papel no ha tenido el debido reconocimiento. Mi intención
aquí es hacer explícito el papel que juegan las personas que cui­
dan a otras personas, para esta situación a cambio de un salario.
Es decir que se trata de un tiempo y un espacio en los que, al me­
nos en lo que compete al reconocimiento mediante un salario, las
actividades de los cuidados han transitado hacia otras posicio-
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 221
nes en el tablero de la economía en general, y por consecuencia
también en la doméstica.
Me centraré en reflexionar en torno a algunas contiendas que
tienen lugar ante la irrupción de “sentimientos inapropiados” (Bes­
serer, 2000) en casos de los cuidados pagados con la intención de
entender el tipo de vínculo que se crea entre tales situaciones y la
(in)corporación de emociones en los procesos de construcción y
conexión de la “ciudad diaspórica”, teniendo en cuenta que con­
sidero a ésta como uno de los tipos posibles de “formaciones ur­
banas transnacionales”.15 Intento guiarme por una pregunta para
este apartado: los sentimientos y emociones que se generan en
el campo de trabajo de los cuidados, ¿qué efectos producen en la
conectividad entre estas ciudades?
En la línea del argumento del transnacionalismo urbano que
propone Smith (2001), Sassen documenta en la ruta de las cone­
xio­nes entre ciudades globales a través de capitales y mano de obra
de trabajadores/as migrantes pobres en las ciudades del primer
mundo global, situación que refleja la realidad de las empleadas do­
­mésticas latinoamericanas y caribeñas (sobre todo) en Estados
Uni­dos y Europa. Para el caso de las migraciones entre América
Latina y España al que le he dado seguimiento a partir del traba­
jo con personas de origen boliviano, propongo usar el concepto de
cuerpo de obra en lugar de mano de obra para analizar algunas si­
tuaciones que se dan en los espacios de trabajo de las personas em­
pleadas en el sector de los cuidados. Se trata de un concepto que no
está con­solidado en las teorías antropológicas sobre trabajo, ni
en los es­tu­dios laborales desde la sociología. Se trata únicamen­
te de un ensayo en el que intento “jugar” con el intercambio de la
palabra mano por la de cuerpo para remarcar lo que quiero poner
en eviden­cia en este apartado: la implicación de todo el cuerpo del
cui­dador/a en este empleo, los efectos que dicha actividad labo­
ral ejercen sobre el cuerpo del empleado/a y el control (mediante
el “encierro”) del cuerpo entero16 cuando se trata de la modalidad

15 Proyecto Conacyt: “La ciudad transnacional”, 2012.


16 Con esta afirmación no es mi intención sugerir que en las teorías
laborales clásicas o en los estudios desde la antropología no se tienen
contemplados análisis tomando en cuenta el cuerpo del trabajador/a de
manera integral, pero no es el espacio aquí para abundar en debates con
222 NANCY WENCE PARTIDA

de empleadas/os internas/os. Así, intento mostrar el papel central


que juegan las personas que trabajan en el sector de los cuidados en
el mantenimiento y reproducción de las ciudades reconocidas co­
mo parte del primer mundo, entre las que se encuentra Madrid.
El trabajo del cuerpo de obra de quienes reciben salario por
una actividad históricamente ejercida por las mujeres en su pro­
pia casa, para su propia familia, en estos contextos se ha llevado a
lo público en el sentido de que es una fuente de empleo para mu­
jeres que salen de su casa para trabajar por un salario. Paradójica­
mente, esta actividad también tiene lugar dentro de un hogar, del
de la empleador/a, en su dormitorio, en su cocina. El cuerpo de obra
manufactura abrazos, construye afectos y gestiona emociones co­
tidianas, no sólo las que pertenecen a las empleadas y a las re­la­
ciones con su familia, sino también las que se generan entre ella
y sus empleadores/as o las personas a las que cuida. El cuerpo de
obra acciona en el espacio privado, un espacio que, como señala
McDowell, no se ha reconocido históricamente como un lugar de
trabajo (2009). Ésta es una de las razones por las cuales este traba­jo
no ha sido considerado en el marco de las regulaciones laborales
por parte de sindicatos17 o Estados,18 del mismo modo que ha sido

tales teorías. Lo que intento es hacer notar que a diferencia de una obre­
ra en una maquiladora o un burócrata en una oficina, en este sector la
em­pleada/o “se entrega” corporalmente en mayor medida a su trabajo,
al espacio en el que lo lleva a cabo y al control de sus empleadores/as
(quedaría abierta aquí una línea de investigación en la que se explorara
sobre la autonomía y el margen de acción de la empleada sobre su pro­
pio cuerpo cuando es interna) quizá aun cuando su horario de trabajo
ha concluido, puesto que está durmiendo dentro de su casa. En ese sen­
tido, es casi ineludible la posibilidad de que se involucren afectos/senti­
mientos entre las/los cuidadoras/es y las personas a las que cuidan.
Aunque es amplia la gama de empleos en los que “la materia de trabajo”
son las personas —masajistas, médicos, terapeutas, etc.— y no máquinas
o materia inerte, en este caso el fluido entre el empleador/a y empleado/a
es el cuidado, y lo es de tiempo completo por periodos prolongados. Es de­
cir que para las/os empleadas/os representa el traslado a otros espacios,
de aquello que se practica con los propios hijos y familiares en general.
17 Con esta idea pretendo darle seguimiento a una de las preocupa­

ciones presentes en la literatura sobre cuidados y trabajo doméstico en


la que coinciden investigadores/as de países europeos, latinoamericanos
y estadounidenses. Es la preocupación por la falta de regulación de esta
actividad, debido a que no se le considera todavía como un empleo en sen­
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 223
un tema ausente en la agenda de las políticas migratorias, como ha
señalado Herrera (2011: 96). A Oralia, que fue de Cochabamba a
Ma­drid con un trabajo ase­gurado, no le pesaba tanto la carga de
las labores con las que tenía que cumplir en la casa y cuidando dos
ni­ños, sino que esto le impli­caba involucrar enteramente su per­
sona y su autonomía:18

[Fue difícil acostumbrarme al trabajo]. Un poco tal vez por mi


libertad. Soy una persona que me gusta caminar mucho, caminar
la calle […] no sé, no me gusta estarme mucho en casita. Y eso
es lo que un poco sí me ha chocado porque trabajar de interna,
tienes que estar ahí dentro [risas]. Pero ya después […] el fin
[…]

Sabemos que desde la sociología se reconoce al cuerpo como


parte del trabajo, incluso en conceptos como “oficios corporales”
con el que Wacquant analiza el boxeo, entre otros (2012:159). No
obstante, el cuerpo de obra como una herramienta analítica me
permite poner énfasis en algunos temas que quiero destacar aquí.
En primera instancia, insistir en la indispensabilidad de los apor­
tes que hacen los/as cuidadores/as al sostenimiento de ambas
sociedades —la cochabambina y la madrileña. En segundo lugar,
que sus actividades implican su fuerza y su cuerpo entero con cua­
lidades afectivas (y no en el sentido cartesiano) que en este caso,
son etnizadas como capacidades natas de las mujeres (cabrían
también hombres) de los países del tercer mundo.

tido cabal, sino como una tarea privada reservada a las mujeres por amor.
De ninguna manera en tales investigaciones, ni por mi parte en este
trabajo, existe la intención de idealizar a los sindicatos ni el trabajo de
los Estados. Se trata de pensar en la ausencia de regulaciones, lo cual deja
a la intemperie las obligaciones y sobre todo los derechos (como ya lo
mencioné antes) de las empleadas, una situación que queda a la libre vo­
luntad de los/as empleadores/as.
18 Es justo reconocer el trabajo que en este sentido se está haciendo

en algunos países donde se han logrado aprobar leyes para la regulación


del servicio doméstico. Esto ha sido posible no sólo por las intenciones de
los Estados, sino en gran parte gracias a la presión que han ejercido co­lec­
tivos y organizaciones de trabajadoras domésticas. Aunque es de recono­
cer que algunos países han logrado elaborar reglamentos al respecto, y
han sido pocos los que han ratificado el Convenio de la oit sobre las tra­
bajadoras y los trabajadores domésticos aprobado en junio de 2011.
224 NANCY WENCE PARTIDA

• Afectos como parte del trabajo invisibilizado

Las emociones y afectos que gestionan las personas que trabajan


en los cuidados, son los de sus empleadoras/es, los de las personas
a las que cuidan, los de sus familiares que viven en otros luga-
res del mundo y los suyos, que tejen el vínculo con los demás. En
esos contextos tienen lugar las contiendas por los sentimientos ina­
propiados a las que se refiere Besserer (2000) y que podrían expre­
sarse en malestares corporales, como proponen Tapias y Escandell.
En este trabajo sugiero que tales contiendas pueden ser entendidas
como parte intrínseca de las actividades de sus empleos, así como
de los modos de vida urbana transnacional que se entretejen me­
diante las “cadenas globales de cuidados”, es decir, mediante la
articulación de las crisis de cuidados en los países de destino con
las crisis de reproducción social en los lugares de origen (Herrera,
2011:91). De este modo las contrariedades y contiendas afectivas no
serían la excepción sino parte de las circunstancias cotidianas,
una condición de un modo de vivir urbano en el que una per­sona
en­car­na dos (o más) regímenes de género, culturales y afectivos
de modo simultáneo en “campos transnacionales” (Suárez, 2008:
924). El “cuer­po sano” no sería el ideal respecto del “cuerpo enfer­
mo” (Foucault, 2005). Incorporar en la propia subjetividad —como
proceso de su­jeción— los afectos como “tecnologías del yo” (Fou­
cault, 1990) provenientes de diferentes y contradictorios regíme­
nes, tiene como resultado probable la generación de contiendas
afectivas.
Propongo aquí que las contiendas afectivas, las contradiccio­
nes producidas en el marco de los disímiles discursos y narrativas
provenientes de los diferentes regímenes bajo los cuales se de­
sarrollan las vidas de las/os urbanitas transnacionales, son parte
de modos de vida propios del régimen de producción posfordista del
capitalismo actual (Preciado, 2008).

• Apuntes sobre la feminización de las migraciones

Los trabajos que en los últimos años han investigado en torno a las
cadenas globales del cuidado y en relación con el trabajo de las mu­
jeres en un marco global, concuerdan en la premisa de que las
migraciones se están feminizando en los últimos años (Godard y
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 225
Sandoval, 2008; Hinojosa, 2008; Salazar, 2009; Herrera, 2011). Es­tos
trabajos demuestran que en casos localizados las tendencias mun­
diales respecto a las cifras de mujeres en las migraciones, 49%
según la Organización Internacional para las Migraciones, oim,19
aumentan hasta superar ligeramente la cifra de hombres, siendo
para la región andina y Bolivia en concreto, poco más de 50%. En
estos trabajos se enfatiza en el aumento del núme­ro de mujeres
en las migraciones regionales y transnacionales. Es necesario se­
ñalar algunos matices de gran importancia sobre esta línea de in­
vestigación.
En primer lugar, el hecho de que haya una mayor cantidad de
mujeres en los procesos migratorios no es equivalente a una fe­mi­
nización de las migraciones. Mujer no es sinónimo de femenino/a,
a las mujeres se nos asignan cualidades, roles femeninos. En se­
gundo lugar, la cantidad de hombres y mujeres en los procesos mi­
gratorios es un dato muy útil para ciertos tipos de investigación, pero
desde un punto de vista cualitativo me parece más relevante pen­
sar que el problema de la invisibilización del trabajo (no pagado) de
las mujeres ha estado presente en los procesos migratorios, in­
depen­dientemente de que hemos sido menos numéricamente.
Así, cuando han sido los hombres quienes migran y ellas (nosotras)
quienes se quedan, se ha dado por sentado que ellas no tra­bajan,
al quedarse al frente de la casa, de la organización doméstica y el
cuidado de los/as hijos, de la familia; cuando ellas han migra­do con
ellos, igualmente no se ha contado su trabajo mientras ha sido como
amas de casa; y ahora en los casos en los que ellas han man­tenido
sus trabajos y ellos los han perdido, se ha destacado más su parti­
cipación en los procesos migratorios. Así, sobresale el sa­lario como
el factor que determina la importancia de los apor­tes de ellas co­
mo cuidadoras, reproductoras y quienes mantienen en orden el
hogar.
En este trabajo, tales observaciones tienen sentido en rela-
ción con los mercados de trabajo a los que hombres y mujeres de
origen boliviano tienen acceso en el caso de la “formación urbana
transnacional” a la que me he referido. Al hablar de hombres y mu­
jeres, lo hago en el sentido de que es sobre estos criterios, sobre

19 <www.iom.int>, consultado en marzo de 2013.


226 NANCY WENCE PARTIDA

esta dicotomía en la que se sustentan los regímenes de género en


los mercados de trabajo. Mi objetivo aquí es llamar la atención acer­
ca de la necesidad de una mirada centrada en las formas en las
que actúan los mecanismos de poder (como el sistema de produc­
ción, empleadores/as, dinámicas familiares) en las grietas de las
diferencias de género, ahí donde se hace posible sacar ventaja de
lo femenino, lo feminizado y lo feminizable. Con esto último me
refiero, por ejemplo, a la necesidad ante la que se han encontrado
muchos hombres latinoamericanos desempleados en España,
quienes al no encontrar trabajo en campos como el de la construc­
ción o la hostelería, ingresan al de los cuidados y el servicio do­
méstico, que para ellos continúa siendo considerado como un “no
trabajo”.
Podemos decir que, efectivamente, hay un número mayor de
mujeres participando en la esfera pública del campo migratorio
entre América Latina y España, pero ¿cómo podríamos indagar en
otro sentido de la feminización en tales procesos? ¿Qué le pa­sa­ría
a las reflexiones sobre los cuidados —a través del cuerpo de obra—
si intentamos ir un poco más allá de lo que ya sabemos sobre la
naturalización y el supuesto instinto de cuidado que tene­mos las
mujeres? Por ejemplo, ¿qué pasa si en las preguntas so­bre las con­
tiendas de sentimientos, el uso y control del cuerpo, la et­ni­zación
de las cualidades como la docilidad y obediencia, incluimos a los
hombres? No intento negar las construcciones de género a las que
nos sometemos cotidianamente, ni tirar por la borda los esfuerzos
que desde un posicionamiento político desde la sujeto mujer se han
hecho a través de los diferentes feminismos. Mi in­tención es con­
tribuir a la comprensión de las condiciones de pre­cariedad en las
que se llevan a cabo actividades como el cuidado, en este caso pa­­ga­
­do. Sobre todo me interesa aportar elementos para la comprensión
del funcionamiento de los mecanismos de extracción y explota­-
ción hacia la población migrante, como traba­jadores/as pre­carios/as.
Me interesa reflexionar sobre los cui­da­dos, los afec­tos y las cone­
xiones que a través de éstos se establecen en la formación urbana
transnacional a la que me he referido en este trabajo. Mi intención
no es borrar a las mujeres como sujetos, ni la historia de desigualda­
des y opresiones patriarcales que han exis­tido y siguen existiendo a
partir de esta condición; tampoco negar las particularidades de se­
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 227
xo-género en las que éstas se han basado. Más bien, intento hacer­
las patentes y alentar estas líneas de investigación, mostrando cómo
operan también cuando se trata de hombres en actividades feme­
ninas, precarias.

Cadenas que construyen desposesión,


¿entre hombres y mujeres?

La crisis económica global se ha sentido en España desde finales


de 2007, en primera instancia con el estallido de la burbuja inmo­
biliaria que ha golpeado directamente al sector de la construcción
y el sistema hipotecario (González-Martín et al., 2012). Esta situa­
ción ha tenido repercusiones en la organización de las familias de
origen boliviano en particular o extranjero en general. Aunque los
desahucios20 se ejecutan de manera indiscriminada a nacionales y
extranjeros, se trata de una situación que afecta aún más a la po­
blación inmigrante. Así, surge ahí una forma más de desposesión
del capital global, del sistema bancario sobre la ciudadanía que ha
comprado casas en España durante el periodo de la burbuja inmo­
biliaria en que se otorgaron facilidades para la compra de inmue­
bles. En este apartado muestro una de las formas en las que los
efectos de la crisis sobre migrantes latinoamericanos en España
devienen en otra forma de extracción de recursos hacia ellos/as.
Lo que quiero evidenciar es que, así como las mujeres amas de
casa han sido parte de la construcción de vínculos entre ciudades,
a la vez que han sostenido los sistemas económicos, de reproduc­
ción y producción de las ciudades, ahora se agrega a la crisis una
forma en la que a los/as migrantes de países del Sur global (así co­
mo a otras personas de clase media de origen español) se les está
imponiendo la carga/sostenimiento de la crisis que acontece en
el Norte global. Me refiero en concreto a los desahucios que los
bancos y el Estado han venido realizando desde 2008 como con­se­

20 Según la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (pah), no exis­

ten datos oficiales sobre las cifras de desahucios ejecutados hasta ahora.
Han sido ellos/as quienes de manera organizada han realizado un re­
cuento a partir del cual denuncian una media de 159 desahucios diarios
entre 2008 y parte de 2012. Nota de prensa en Público.es, “Cada día se
ejecutan hasta 159 desahucios en España”, 2 de junio de 2012.
228 NANCY WENCE PARTIDA

c­ uencia de los impagos de las hipotecas y que en muchos casos


han ocasionado el retorno (temporal o “cíclico”21) de bolivianos/as a
su país de origen.
Enrique nació en Bolivia en el departamento de Potosí y migró
con su familia en los ochenta a Cochabamba. Luego de terminar
la licenciatura decidió ir a Madrid para estudiar un máster, después
de lo cual se quedó trabajando un par de años más con la finali-
dad de obtener la nacionalidad. Gracias a ello se hizo acreedor a un
préstamo para comprar dos viviendas, pese a que trabajaba como
electricista en el campo de la construcción y su salario era rela­
tivamente bajo. En abril de 2012 volvió a Cochabamba luego de
que lo desahuciaron. Volvió con una deuda impagable a dos ban­
cos y habiendo perdido todo lo abonado hasta entonces:
Me he hipotecado [años antes]. Justamente cuando empecé, pa­sa­
ron siete meses y llegó la caída de las bolsas, la caída de Estados
Unidos y afectó directamente a España en primer lugar, luego
a otros países como Grecia, Portugal, Irlanda. Afectó y me afec­tó
personalmente a mí, porque las viviendas en lugar de valorarse
se devaluaron. Entonces la desgracia en la que he caído es ésa:
tuve que devolver una vivienda [y] negociar con el otro banco
con el que sigo peleando a ver si me devuelve algo o si no, tam­
bién pierdo eso. Así estoy. Ésa ha sido la peor desgracia que he
tenido aquí [en España]. He tenido grandes pérdidas de dinero.
En lo más mínimo habré perdido unos 80 mil euros, mínimo; en
lo máximo, en realidad estoy perdiendo como unos 200 o 300
mil euros. Pero bueno, ¿qué voy a hacer? Como me dice mi her­
mano: “Enrique, ahora sí sabes qué es la vida, es una experien­
cia, una escala más en la vida”. Y la verdad sí, he reflexionado
y he logrado pasarlo tranquilo haciendo música folclórica an­
di­­na. Muchas personas, cuando llegó esa desgracia de la caída
de los inmuebles, algunos españoles […] claro, tienen una ca-
sa muy hermosa, pero han tenido que tirarse desde arriba y han
muerto.22

En el caso de Enrique, la pérdida del dinero que ya había pa­


gado al banco, así como la deuda que no podrá pagar, son los ele­

21 Leonardo de la Torre (2011) ahonda sobre el carácter cíclico, no

definitivo de los/as migrantes bolivianos. Parte central de su argumento


es la vuelta a Bolivia para buscar otros destinos.
22 Enrique, 39 años, entrevista, Madrid, 24 de agosto de 2011.
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 229
mentos de los que están hechas las conexiones entre Madrid y
Cochabamba. Su regreso a esta última ciudad tuvo la intención
de explorar posibilidades de inserción laboral para establecerse, ya
que no puede hacerlo más en Madrid, donde le descontarían para
abonar a su deuda en cualquier empleo con contrato que tuvie-
ra. Finalmente, luego de un par de meses en Cochabamba regresó
a Europa, pero no a Madrid sino a Suecia para buscar alternativas
de trabajo y vida, con lo cual se expande la red transnacional ur­
bana con base en los procesos de desposesión.

Desposesión, feminización y precarización


en el trabajo y los afectos

Otro efecto notorio en el ámbito laboral ha sido la incorporación


de hombres en el sector de los cuidados, como el caso de Jorge,
quien perdió su empleo en el campo de la construcción mien-
tras que su esposa ha mantenido su empleo cuidando a personas
mayores. En tanto continúa buscando empleo, es él quien se ocu­
pa de cuidar al hijo de ambos y de hacer las labores domésticas en
el departamento que alquilan en el barrio de Usera. Por otro lado,
Daniel, Sergio y Mario son algunos de los hombres que ante la
falta de empleo en el sector de la construcción han aceptado em­
pleos domésticos, sobre todo para cuidar a hombres mayores donde
se hace presente la simbolización de la fuerza masculina para car­
garlos en los cuidados cotidianos. En su relato, Daniel cuenta al­gu­
nos detalles sobre su primera experiencia como cuidador:

Entonces, como no había trabajo, agarré el trabajo y a ese señor


sí que había que hacerle todo. Pero to-do […]. Yo a mi padre
jamás lo bañé porque no se dieron las condiciones, yo no viví
con mi padre. A nadie [bañé], ni a mis hijas cuando eran chi­
quitas […]. Entonces [cuando lo paseaba] cantaba yo, empujan­
do su carrito ¡Dirás que no me quisiste, pero vas a estar muy
triste! […] O las canciones antiguas que mi padre me cantaba.
En momentos en la calle me quedaba callado cuando había
gente pa’ que no me escucharan. Y yo con mi viejito andando,
andando. Y escuchaba su bulla intentando decirme algo: “¿Qué
pasa, Valeriano? ¿Qué quieres?, ¿comer? Ah, ¿te gusta que can­
230 NANCY WENCE PARTIDA

te?”. ¡Ah, le había gustado que cante! Y cuando yo cantaba, el


hombre se ponía feliz, sus ojitos se le hacían agua, seguramente
le recordaría algo o no sé. Tenía que limpiarle con un pañuelo
sus ojos porque se le hacían agua.23

Daniel, como los otros hombres que dijeron haber trabajado


en los cuidados, no lo hicieron como primera opción, sino que se
trasladaron de una cadena a otra: de la cadena de la construcción
a la de los cuidados. Ahí, aunque ellos experimentaron la vergüen­
za como un sentimiento por estar realizando un “trabajo de muje­
res”, activaron las cualidades que ellas utilizan, las que se suponen
naturales exclusivas de nosotras. ¿Podríamos pensar este proceso
como un mecanismo de desposesión? Realizar un “trabajo de mu­
jeres” partiendo de la premisa de que tener un trabajo “femenino”
es tener un trabajo precarizado, ¿de qué desposee a los hombres?
¿Qué efecto tiene la vergüenza en la (supuesta in)capacidad de
cuidar de los hombres? En un sentido teórico, ¿cómo entendería­
mos el papel de estos hombres a partir desde las “cadenas globales
de cuidados”, si éstas se han pensado a partir de mujeres? En el
caso de la población de origen boliviano, las cadenas de los cuida­
dos están conectadas con las de producción y gestión de afectos. Si
volvemos a la idea de la feminización de los mercados de trabajo
asociados a las migraciones, entonces ¿qué le pasa a la “masculini­
dad” de los hombres bolivianos cuando ingresan a las cadenas de
los cuidados?

Cochabamba y Cochabambita,
entre los hilos de la bolivianidad

Volvamos a Cochabamba, a la que nos hemos referido antes co-


mo una ciudad diaspórica, como ícono de las migraciones y como
punto neurálgico para la comunicación y el comercio en Bolivia
y que simultáneamente es también una de las ciudades social­
mente más fragmentadas del país. Las divisiones sociales son vi­
sibles en su geografía y en los imaginarios que la separan entre el

23 Daniel, entrevista, Madrid, 28 de julio de 2011.


ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 231
Norte desarrollado, moderno, de clase media y mestiza, y el Sur
empobrecido, rural, indígena y resquebrajado en los altibajos de
sus cerros. Aunque, como argumenta Espósito, se ha intentado mos­
trar una imagen diferente de la ciudad, como un lugar de encuentro.
Dice ella: “La ciudad de Cochabamba ha sido tradicionalmente
representada, tanto en el discurso público como en el cotidiano,
como la ‘ciudad de la integración’, ‘del tránsito’ y ‘de la intercul­
turalidad’” (2010:12). El gran mercado conocido como La Cancha
opera como frontera entre las dos zonas. Ahí, en sus puestos de
artesanos/as y costureros/as se diseñan y elaboran los trajes
de las morenadas, tinkus y caporales24 (entre otros) con los que se
visten quienes participan en las fraternidades que se han organi­
zado y que en ciertas festividades salen a la calle para hacer sus
“entradas”.25
Estas dos ciudades comparten la occidentalidad de un modo
particular: el departamento de Cochabamba lidera la región occi­
dente del país y es asociada con lo indígena y lo campesino. Esto
en contraposición con el oriente del país, industrializado, aunque
también con población indígena, de la que poco se habla porque se
trata de un mayor número de etnias pero que permanecen mayo­
ritariamente en el campo del departamento y no en la ciudad de
Santa Cruz. Mientras tanto, Madrid es parte del Occidente como
idea y en la geopolítica mundial.
Mike Davis (2008) ha descrito con destreza las zonas margi­
na­les de ciudades de países más y menos industrializados. En
am­bos se han conformado zonas marginales, o dicho en sus pala­
bras, “áreas urbanas hiperdegradadas”. Ésta es también una carac­
terística de Cochabamba, donde la zona sur ha sido construida en
gran medida por migración proveniente del campo, como la fami­
lia de Ovidio, que llegó en los años ochenta desde Orinoca y To­
ledo en el departamento de Oruro, donde el cultivo de quinua y
el pastoreo de llamas les resultaban insuficientes para el sosteni­
miento económico de toda la familia. Ovidio comenta:

24 Nombres de algunas danzas “folclóricas” propias de Bolivia.


25 La Entrada es el nombre con el que se conoce a los desfiles o pa­
seos en los que participan diferentes grupos de danza y música. General­
mente se hacen en honor a algún santo o virgen, pero también en fechas
de festividades civiles, como el Día de la Independencia.
232 NANCY WENCE PARTIDA

Llegamos a Cochabamba y de ahí nacieron mis hermanos,


nacimos cuatro en Oruro y seis nacieron en Cochabamba.
Llegamos a un barrio […] de pobres, ¿no? Primero era [una casa
alquilada] en “Barrio minero”, de ahí mi papá compró un lote
en barrio Valle Hermoso, era un barrio desierto, de cuatro casas,
cinco casas. Solíamos ir como [a] medio kilómetro a comprar
pan.26

La zona sur de Cochabamba es considerada en los imaginarios


de la ciudad como una zona de peligro, como un lugar “carente de
los servicios básicos” (Cielo y Céspedes, 2010:76), habitada por cam­
pesinos e indígenas sin educación donde “cualquier cosa pue-
de pasar”. En palabras de Espósito, se trata de la construcción de un
“enemigo interno racializado” (2010:22) ubicado en un espacio con­
creto de la geografía urbana. Espacio en cuyos habitantes han ido
gestionando cotidianamente sus derechos, construyendo su habi­
tabilidad y a la par, construyéndose a sí mismos como urbanitas
de esa ciudad que estigmatiza y rechaza su presencia.
Es cierto que los espacios marginales de Madrid y Cochabam­
ba no son equiparables, se han formado en contextos e historias
muy diferentes y mi intención no es equipararlos. Sin embargo
quiero hacer notar con Davis que las zonas o barrios marginales
son una característica propia de las ciudades alrededor del mundo
y no sólo de una región. Por otro lado, una característica común
de dichas zonas es la estigmatización respecto de otras áreas de la
ciudad, su formación en la que tienen una participación considera­
ble las poblaciones migrantes (Antequera, 2007). A la par, la poca
atención por parte del Estado y el aumento de la inversión públi­
ca en la criminalización y penalización de sus habitantes, devie­
nen en una situación similar a las señaladas por Wacqant, quien
se refiere a éstas a partir de “regímenes de marginalidad urbana”
(2010:9).
Ovidio migró del campo a la ciudad cochabambina, posterior­
mente a la ciudad de Santa Cruz, en Bolivia, mientras sus herma­
nos se iban a Brasil. Más tarde se fue a Madrid, de modo que ha
cargado siempre con la etiqueta del que llegó, del que no pertene­ce
a ese lugar, una persona que más que viajar entre márgenes conec­
26 Ovidio, entrevista, Madrid, agosto de 2011.
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 233
tándolos, lleva incorporado el margen en él mismo, él teje las co­
nexiones mediante su trayectoria de vida. La estigmatización que
han llegado a vivir algunas de estas personas al establecerse en
Madrid, aunque estén ubicadas en ciertos barrios del sur como
Usera, conocido como Cochabambita, no va en el mismo sentido
que la que se vive en los barrios de Alto Cochabamba a los que se
refiere Ovidio. Muchas de ellas han llegado a vivir en barrios que
en Madrid son considerados de inmigrantes, que implica también
cierta estigmatización y criminalización, en especial son el blanco
de redadas policiales para identificar a personas sin papeles de
estancia legal en España.
Aquí me interesa mostrar una práctica más que le da conte­
nido a las formaciones urbanas transnacionales, en este caso no
como un proceso de desposesión, sino como una forma de resis­
tencia y construcción de participación a través de prácticas que se
consideran “culturales”. En este campo que se forma de las prácti­
cas y acciones culturales en espacios públicos de la ciudad, los/as
bolivianos/as, además de pasar tiempo “en libertad” (sobre todo
las mujeres que trabajan como internas), accionan una ciuda­danía
a la que por su estatus de extranjería y/o irregularidad no ten­drían
derecho. Por otro lado, son estrategias desde abajo que podrían leer­
se, desde un marco poscolonial, como formas de lucha por la apro­
piación del espacio urbano, como sugiere Torrico, al ocupar la ciudad
de esta manera:

[…] su ocupación [de los espacios], se convierte también en una


expresión de lucha. Por un lado, los sectores dominantes tratan
de afianzar su condición jerárquica limitando su uso o estable­
ciendo diferencias dentro de la ciudad y por el otro los sectores
subalternos buscan formas de desafiar esta situación (Torrico,
2011:10).

De esta manera han ido negociando la ocupación y apropia­


ción de los espacios públicos, principalmente para practicar estas
actividades relacionadas con prácticas culturales, mismas que son
consideradas por algunos/as como una folclorización de su iden­
tidad, pero que se han puesto en escena como una manera de
pre­sentarse a sí mismos ejerciendo un papel diferente al de sola­
234 NANCY WENCE PARTIDA

mente migrantes trabajadores/as. Desde una mirada sobre los pro­


cesos migratorios, ha sido Grimson quien se ha referido a este
proceso en el caso de migrantes bolivianos/as en Argentina como
la recreación de una “nueva bolivianidad” fuera de Bolivia. Desde
este trabajo pretendemos no esencializar las costumbres, el fol­
clore, sino mirarlos como una estrategia de visibilización y poli­
tización de su presencia desde el campo cultural. En el interior
de la “comunidad boliviana” se discute si ésta es una buena es­
trategia política u opera en detrimento de su posición como suje­
tos de derecho en el Estado español. Es decir, el efecto que tienen
estas prácticas en su imagen en la sociedad en general. En el caso
de lo que ha sucedido en Cochabamba, Torrico argumenta que para
algunos sectores marginales ésta ha sido una herramienta potente
con la que han logrado subvertir el orden que desde el Estado se
les ha impuesto: “fundamentalmente se constituye en un canal
de expresión, de identidad, de reclamo, pero también en un medio
para superar el estigma que pesa sobre el grupo” (2011:23), como
una forma no institucionalizada de acción política.
En el caso de Madrid me interesa mostrar que es una de las
prácticas más importantes para las dinámicas de relaciones entre
ellos/as, espacios privilegiados para intercambiar información
sobre trabajo, trámites de regularización, familia, vivienda, acceso
a recursos, etc. Además, suscribo la postura de Torrico pues con los
bailes, los trajes y la música han ido ganando espacios públicos que
cotidianamente tienen negados por el miedo constante a ser de­
tenidos por no tener estancia legal. La paradoja es que lo hacen a
través de danzas que en algunos casos fueron creadas a partir de
imaginarios de los colonizadores. Así, continúan siendo, de otra
forma, recursos de resistencia a formas diferentes de dominación.

Experiencias de participación urbana diaspórica

Las Organizaciones Territoriales de Base (otb) que se han formado


en los barrios de la zona sur —Alto Cochabamba— reclaman con­
tar con los mismos derechos que tienen los que habitan el norte
de la ciudad. Ellos/as, los/as de Alto Cochabamba, argumentan
que son también ciudadanos/as y que deberían tener esos ser­
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 235
vicios básicos por los que luchan cotidianamente. Asambleas de
ba­rrio, otb, marchas, plantones y múltiples visitas a la alcaldía, son
las estrategias que llevan a cabo, sus maneras de organizarse para
exigir su “derecho a la ciudad” (Lefebvre, 1969). Por su parte, los
habitantes de Usera o Cochabambita tienen luchas que pueden
ser consideradas más bien desde una “ciudadanía cultural” (Rosal­
do, 2000).
Ramiro y Ovidio participan continuamente en las organizacio­
nes y asociaciones que se han formado en Madrid para denunciar
las redadas policiales que buscan identificar a inmigrantes irre­
gulares, pero también colaboran en otras que son de carácter más
transnacional y que buscan hacerse visibles en el proceso de cam­
bio que está teniendo lugar en Bolivia. Ambos tienen cuatro años
viviendo en Madrid y no han podido tramitar su tarjeta de resi­
den­cia legal, por eso cuando tienen reuniones en Usera procuran
que sea en un lugar alejado de la estación de metro para evitar
los con­troles y redadas. Ellos, como sus compañeros/as de organi­
zación, han tenido experiencias de participación en otras luchas
sociales en Bolivia. Tal es el caso de Catalina, que tiene una trayec­
toria de desplazamientos forzados porque sus padres eran líderes
de sindicatos mineros en el departamento de Oruro; o el de Sergio,
quien participó activamente en las movilizaciones de la “Guerra
del Agua” en Cochabamba; o el de Flor, que era parte de los sin­
dicatos de comerciantes de La Cancha en Cochabamba, entre otros/
as. En este sentido, ellos/as conectan estas ciudades activando la
memoria y la experiencia en luchas sociales que han tenido lugar
en espacios urbanos en Bolivia, aunque algunas de ellas provie-
nen de sus trayectorias de vida en el campo y las zonas mineras.

Apuntes finales

En este trabajo me he centrado en observar procesos en el interior


de la “formación urbana transnacional” o “ciudad diaspórica”, que
como herramientas teóricas se refieren a las conexiones que se
han formado en diferentes niveles entre la ciudad de Cochabam­
ba y la ciudad de Madrid. Señalé en primer lugar la construcción
de cadenas entre ambas ciudades a partir de prácticas cotidianas,
236 NANCY WENCE PARTIDA

subjetividades, cuerpo y afectos en el trabajo, con base en las ca­


denas globales del cuidado y la construcción. En este sentido, aun­
que también existen intercambios comerciales y de bienes entre
Bolivia y España, sobre todo en el marco del “comercio étnico”,
enfaticé que a diferencia de la formación urbana transnacional del
Pacífico, para el caso de China y la ciudad de México, donde lo que
da contenido a la diáspora es la economía, la memoria y la religión
(Cinco, 2012), en éste el mayor peso se asienta en la fuerza de tra­
­bajo y la gestión de los afectos (es en ese sentido que propusimos
el concepto de “cuerpo de obra”) y las prácticas de folclore nom­
bradas por Grimson como “bolivianidad”.
Las personas que construyen las cadenas entre Bolivia y Es­
paña son tanto hombres como mujeres, de ahí que luego de los
trabajos centrados en el aumento de mujeres en la economía de
las migraciones mediante el trabajo de los cuidados y del servi-
cio doméstico, proponemos explorar el análisis de los cuidados
y sus conexiones partiendo de un punto en el que lo más impor­
tante no es el debate sobre la desnaturalización del instinto del
cuidado de las mujeres, sino pensar el cuidado en sí mismo cons­
truyendo cadenas más allá de las construcciones de género. De
ahí la importancia de hombres trabajando en los cuidados ante la
cri­sis en la industria de la construcción, así como de los que han
asumi­do estas tareas en el propio hogar. Por otro lado, ciertamen­
te ellas no se han empleado en el nicho laboral de la construcción
en Es­paña, pero sí cuidando a los hombres para que puedan tra­
bajar, y mu­chas de ellas han solventado con sus salarios los costos
de sus casas en Bolivia.
En estas dos formas, con sus cuerpos de obra han construido
parte de las ciudades que habitan y las conexiones con otras ciu­
dades mediante afectos y las contiendas que tienen lugar a par-
tir de ellos, tales como la vergüenza, el cariño, el deseo, la culpa.
Estuvieron en el corazón de la industria más productiva durante
los años de bonanza en España, la inmobiliaria. Continúan man­
dando dinero para construir casa en Bolivia y quienes pudieron
comprar alguna propiedad en España sustentan ahora el peso de la
deuda a los bancos por la caída de las hipotecas. Ésta ha venido
a ser una forma más de desposesión del régimen capitalista que
está pesando sobre ellas/os.
ENTRE LOS HILOS DE LA BOLIVIANIDAD 237
Al mismo tiempo que viven contiendas en la gestión de afec­
tos cotidianos y en sus trabajos, y que son parte de procesos de
desposesión económica, no son sujetos pasivos/as dóciles. Han
construido también prácticas de resistencia y una ciudadanía no
institucionalizada, pero con la que se han hecho presentes ejer­
ciendo su derecho a la ciudad, ganándolo paso a paso. Las danzas
y representaciones folclóricas han jugado diferentes papeles en la
historia de Bolivia, de sus ciudades. Una de ellas ha sido su prohi­
bición por parte de un Estado que se identificaba con lo criollo
y representaba a las elites “blancas” urbanas. Es ahí donde la con­
tinuidad en los márgenes de la ciudad de estas prácticas cobra un
sentido de reapropiación del espacio urbano negado a la pobla-
ción popular, indígena, de lo rural en la ciudad. Una cuestión en la
que se ha incidido y se continúa incidiendo en América Latina, nos
dice el historiador José Luis Romero, porque la distinción campo-
ciudad en el fondo responde a dos ideologías en contienda (2012:
342). Estas prácticas de representación del folclore es uno de los
hilos que han tejido múltiples conexiones entre personas de ori­
gen boliviano en Madrid y otras ciudades de España y Europa, pero
también con sus familiares en Bolivia. Se trata de una forma de re­
sistencia, de ocupar los espacios que se suponen ajenos a la pobla­
ción que migró del campo a la ciudad, de Cochabamba a Madrid.
Un hilo de experiencia de construcción de presencia pública con
el cuerpo, con la danza y el vestuario. En Buenos Aires, Bérgamo,
Berlín, Barcelona y Madrid han cobrado una importancia similar,
mostrando —como dicen ellos— con sus cuerpos que son… Mucho
más que sólo mano de obra, sino personas con cultura. La mayoría
de estas danzas tienen su origen en la representación burlesca de
los personajes de la conquista en Bolivia. Paradójicamente, hoy las
practican en las calles, en los parques y las plazas de la ciudad que
fue su metrópoli.
Pero la resistencia y los derechos ciudadanos no se agotan en
las representaciones culturales y en la apropiación del espacio
público. Quienes tienen una estancia irregular continúan siendo
atajados en las salidas del metro, en los espacios de reunión, en
los trayectos para llevar a sus hijos a la escuela. Así, han tenido la
iniciativa de organizarse para denunciar esta situación, así como
para trabajar en otros proyectos, algunos relacionados con pro­
238 NANCY WENCE PARTIDA

cesos en Bolivia. Estas conexiones en el modo de vida urbano se


asientan en la experiencia trasladada entre ciudades. La expe­
riencia de haber participado en otros tipos de organizaciones en
Bolivia —sindicatos de comerciantes, organizaciones de barrio,
movimientos sociales urbanos o rurales, comités del agua, etc.— es
uno de los elementos decisivos en la organización para solucionar
problemas en Madrid y para demandar atención a sus go­bernantes
en Bolivia.

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Tercera sección
La ciudad clusterizada
Deportados y reclasificados

Maribel Romero Loyola

Hoy en día, la ciudad de Tijuana, más que ser sólo una enorme
marcha urbana transnacional que se extiende más allá de la línea
fronteriza internacional que divide a México de Estados Unidos,
puede representar una especie de laboratorio social donde la glo­
balidad y la transnacionalidad dan lugar a una serie de fenómenos
sociales muy diversos. En este capítulo deseo abordar el caso de
los migrantes de origen mexicano que son deportados de Estados
Unidos a México, y ya en este país son contratados por empresas (call
centers o centros de llamadas) que ofrecen servicios internacio­
nales en dicha ciudad.
Este caso me sirve para proponer que en la ciudad de Tijuana
se superponen varias zonas urbanas fronterizas. La primera de
ellas es Tijuana-San Diego, la zona metropolitana fronteriza más
grande del mundo, en la que los procesos urbanos suceden por
intermedio de una línea fronteriza internacional. La segunda es la
zona fronteriza que se constituye a partir de la convergencia de
fuerza de trabajo transnacional y capitales transnacionales. La su­
perposición de ambas crea lo que podría llamarse una ciudad trans­
nacional. La nueva economía de servicios concretada en este caso
en los call centers, hace uso de este nuevo margen urbano transna­
cional para incorporar a trabajadores transculturales deportados
(desvalorizados y revalorizados por las fronteras) en su proceso de
acumulación global.
Cuando analizamos el complejo Tijuana-San Diego, muy pro­n­
to nos percatamos de que hay dos realidades fronterizas que se
com­­bi­nan y sobreponen. La primera de ellas es una zona fronteriza

[245]
246 MARIBEL ROMERO LOYOLA

Foto: Maribel Romero Loyola, Tijuana, 2010.

con­tigua, que empieza en el borde sur de la ciudad de Tijuana y con­


ti­núa por el norte hasta la ciudad de San Diego. Esta zona fronte­
riza urbana ha sido muy estudiada y es un ejemplo de la densidad
de las relaciones sociales que se establecen entre ambas partes de
una retícula urbana separada por la frontera internacional. Esta
zona fronteriza se integra, entre otros motivos, por el cruce de las
fronteras por parte de personas que diariamente acuden a su tra­
bajo o asisten a la escuela, entre muchas otras actividades.
Pero hay otro tipo de zona fronteriza que se constituye en el
lugar y que está formada por un archipiélago de puntos donde se
ancla el capital internacional para emplear fuerza de trabajo local.
Se trata usualmente de plantas maquiladoras que se especializan en
una parte de un proceso productivo que se continúa en otro lugar
y otro país a gran distancia. O que, como es el caso de las empre­
sas de servicios telefónicos que se han instalado en Tijuana, son
locales en los que se realizan trabajos de servicios de llamadas, cu­
yos clientes se encuentran a una gran distancia y/o en otro país.
Este segundo tipo de zona fronteriza es una especie de archipiéla­go
donde se anclan cadenas globales de servicios, y las personas que la
habitan vienen de otras localidades o, como es el caso que aquí es­
tudiaremos, de otros países.
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 247
Mientras que en la zona urbana fronteriza contigua hay cru­
zadores de fronteras que viajan cada día de uno a otro país para
acudir a su trabajo, asistir a la escuela, realizar compras, etc., la
segunda zona fronteriza está habitada en su mayoría por perso­
nas que no pueden cruzarla y que se ven obligadas a trabajar en el
mismo lado de la frontera donde viven por menores salarios de
los que devengarían en Estados Unidos, aunque frecuentemen-
te la­boran para empresas estadounidenses y para consumidores
tam­bién radicados en ese país.
El caso que aquí se presenta es el resultado del estudio de un
centro de llamadas o call center, un espacio laboral cuya princi-
pal característica es que no hay contacto presencial entre el traba­
jador que da el servicio y el cliente que lo recibe. Se trata de un
servicio interpersonal, pero no presencial. Una segunda caracte­
rística de este servicio es que se proporciona en idioma inglés, por
lo que los trabajadores deben tener las habilidades y caracterís­
ticas necesarias para interpretar los códigos culturales del clien­
te —diferentes a los propios del lugar donde labora y reside— para
poder realizar el trabajo de atención en línea, proveer de expli­
caciones u orientar en procesos, o bien “convencerlo” de realizar
una compra. Por esta dinámica de interacción que requiere el tra­
bajo y la naturaleza del producto que se oferta, que conlleva la
interacción entre el trabajador y el cliente, frecuentemente se adu­
ce que éste —lo mismo que el trabajo de cuidado de menores o de
personas mayores de edad o el de atención de la salud— es tam­
bién un trabajo afectivo. Una característica más del caso es que lo
realizan personas que vivieron en Estados Unidos y que tienen un
contacto constante, personal y afectivo con aquel país. Se trata, en la
mayoría de los casos, de trabajadores (algunos de los cuales cre­
cieron en Estados Unidos y vivieron muchos años allá) que fue­ron
deportados a México en los últimos diez años y que son el produc­
to de un régimen de deportación que expulsa fuerza de trabajo que es
recapturada por el capital transnacional (o global), pero a un me­
nor costo.
En este punto donde convergen ambas zonas fronterizas es el
lugar donde los trabajadores transculturales (deportados) aportan
al proceso de acumulación global. Las conexiones transnaciona­
les de la fuerza de trabajo empleada reproducen cotidianamente
248 MARIBEL ROMERO LOYOLA

su transnacionalidad y así proveen a las empresas del capital cul­


tural (lingüístico, simbólico y afectivo) que portan los trabajado­
res para continuar diariamente el proceso de producción de este
servicio. Así, los trabajadores son una “bisagra” que articula dos
zonas fronterizas que se superponen en una misma ciudad trans­
nacional, y cuya vinculación es fundamental para la continui­dad
del proceso de desposesión y acumulación.
El presente capítulo mostrará la problemática que enfrentan
las personas que han sido deportadas de Estados Unidos a la ciu­
dad de Tijuana, y cómo a su vez se insertan en las nuevas for-
mas de producción gracias al capital cultural adquirido durante su
es­tancia en dicho país. Partiendo de los llamados estudios transna­
cionales, pretendo hacer uso de conceptos y propuestas metodo­
lógicas que me permitan analizar y comprender mejor la situación
particular que viven los trabajadores referidos.

Teoría transnacional para


el estudio de un call center

La fuerza de trabajo que históricamente ha provisto la ciudad de


Tijuana para la producción internacional, tiene orígenes muy di­
versos. Se trata tanto de fuerza de trabajo local y regional como
proveniente de muchas zonas del país y de otros países latino­ame­
ricanos, que llega a Tijuana en su afán por cruzar a Estados Uni­
dos pero que finalmente se establecen en la localidad, o que llega
atraída por una supuesta o real oportunidad de trabajo en dicha
zona del país. Desde hace mucho tiempo, en Tijuana existe una mar­
cada diferencia entre quienes tienen documentos para cruzar la
frontera hacia Estados Unidos y quienes no los tienen. Miles de
personas atraviesan diariamente la frontera para trabajar, muchí­
simos más no la cruzan y su vida transcurre en el lado mexicano
de la línea. Y frente a los miles de personas que están de paso por
Tijuana rumbo a Estados Unidos, hay un número muy grande de
tijuanenses cuyas vidas se desarrollan en la ciudad y para quienes
el lado norte de la línea fronteriza no significa un atractivo.
Insertos en esta dinámica, los call centers ha venido emergiendo
en los últimos años en Tijuana como una de las industrias más prós­
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 249
peras que emplea a miles de personas, en su mayoría jóvenes, que
cuentan con un buen manejo de las herramientas básicas (como
la computadora, internet, redes sociales, habilidades comunica­
tivas, dominio del idioma inglés, etc.) para el trabajo que ahí se
realiza. Cabe destacar que el eje principal de este artículo será
la contratación de personas (migrantes en muchos casos) que han
sido deportadas de Estados Unidos a México y que se insertan en la
industria de los servicios y las telecomunicaciones, y cómo las
propias empresas encuentran en ellos la mano de obra ideal y ba­
rata habilitada para satisfacer sus necesidades.
Besserer, en su trabajo “Estudios transnacionales y ciudadanía
transnacional” (2009), nos plantea la existencia de dos momentos
sobre la teoría transnacional. El primero nos habla de la importan­
cia de romper con las formas territorializadas del conocimiento
y nos esboza la idea de incluir en nuestros estudios a personas y
símbolos que van más allá de las fronteras locales, regionales y na­
cionales. La segunda propuesta es romper con la epistemología
disciplinaria tradicional y nos plantea hablar desde los márgenes
(de la disciplina y desde dentro de la comunidad transnacional).
Es dentro de este contexto en el que ubico a las personas que tra­
bajan en el call center. Mi propuesta es que estos sujetos se en­
cuentran en una situación de marginación debido a su condición
de retornados, pues no sólo han cruzado la frontera geográfica y
física que divide a México de Estados Unidos, sino que además han
cruzado la frontera cultural (lingüística y simbólica) entre ambos
países; podríamos decir que estos sujetos se encuentran en una
tercera frontera, pues la frontera de ambos lados los clasifica.
Me parece pertinente destacar la importancia que juegan las
fronteras en la construcción de los sujetos; como menciona Yerko
Castro (2005) retomando a Balibar, las fronteras no son naturales
sino que han sido construidas a lo largo de la historia y cuen-
tan con un papel político; están ahí para delimitar sujetos y senti­
mientos, separan y segregan. Estos sujetos que han cruzado la
frontera en ambos sentidos han experimentado el poder político
de ella, pues en uno y otro lado se encuentran como sujetos margi­
nados por la línea geográfica; al ser migrantes en Estados Unidos
y también en México (en muchos casos su país de origen), pode­
mos decir que se encuentran en una zona de liminalidad y que
250 MARIBEL ROMERO LOYOLA

ex­perimentan una especie de identidad difusa, pues son inmigran­


tes-deportados-extranjeros en su país.
Existen dos propuestas interesantes para estudiar los proce-
sos sociales transnacionales. La primera es de Nina Glick Schiller
(2005), quien afirma que la vida transnacional es el resultado del
continuo proceso de construcción del Estado-nación (ya que con
frecuencia la condición de liminalidad se desprende del hecho
de que los sujetos fueron expulsados de su país por situaciones
es­tructurales derivadas de políticas públicas), y por otro lado no
son plenamente recibidos en los lugares de llegada. La segun­da
propuesta es la de Michael Kearney (2003), quien formula que
los procesos transnacionales se dan en un momento en que el bi­
nomio Estado-nación se debilita.
Para el caso que aquí presento, me parece que ambas postu­
ras ayudan a entender el complejo proceso de los “retornados”. Se
trata de personas que salieron de México pero que en el marco
de la crisis económica estadounidense, las políticas de seguridad
nacional y la xenofobia resultante de esos momentos de cierre de
fronteras, son expulsadas por un Estado imperial que primero
se orienta contra la población migrante. Por otro lado, el Estado me­
xicano no tiene la capacidad de atender la situación de estos jó­
venes y adultos que regresan a un país que en muchos casos no
conocen, pues han vivido fuera de él por decenas de años.
Se trata, como dice Nina Glick Schiller (2005), de sujetos que
quedan en un “tercer espacio” que no es el de su estancia en Es­
tados Unidos —de donde son expulsados— y tampoco el de su in­
cor­poración a México (donde no han vivido en muchos años y
no tienen un espacio laboral o social definido para continuar con
una vida que, en una parte significativa, continúa en Estados Uni­
dos). En el mismo sentido, Michael Kearney (2003) pro­pone que
la naturaleza especial de la fuerza de trabajo como una mercan­cía
está incorporada en las personas, señala que el trabajo ex­tranje­
ro es solicitado, pero las personas en quienes está incorporado
no son deseadas.
Si bien no fueron deseados en Estados Unidos, los trabajado­
res retornados no encuentran un lugar con facilidad en la sociedad
a la que regresan sin que realmente hayan “salido” de ella. Si tie­
nen suerte, estos trabajadores serán valorados por su trabajo y
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 251
sus habilidades, pero hay muchos aspectos de sus personas y sus
cuerpos que en este país no son deseados. Así, estos sujetos en
algunas ocasiones encontrarán trabajo en México como lo hicie­
ron en Estados Unidos, pero por su vestimenta y su manera de
hablar, por sus cuerpos tatuados, la estética de su ropa y su mane­ra
de comportarse, tampoco serán “aceptados” en México.
Los call centers, por su lado, aprovechan la condición fronte­
ri­za y estratégica de Tijuana, ya que en México, debido a la ex­
pansión de la industria y su inserción en las cadenas globales de
producción, se han sentado las bases para la apertura tanto comer­
cial como de producción, dando como resultado que las grandes
empresas hayan trascendido sus fronteras nacionales y su ex-
pansión a lugares antes inimaginables. México, debido a su condi­
ción social de país en vías de desarrollo, otorga a través de políticas
económicas las condiciones favorables para que prospere la in­
dustria de servicios. Por ejemplo, la alta tasa de desempleo, los
salarios bajos, la infraestructura adecuada y el apoyo a la inversión
extranjera, son sólo algunos factores. Asimismo, la ubicación te­
rri­torial de México resulta estratégica, pues incorpora una serie
de beneficios para los clientes (principalmente estadounidenses)
que solicitan sus servicios.

Los nuevos trabajadores del siglo xxi

Podemos decir que, como parte del proceso de globalización, des­de


fines de los años setenta ha emergido la industria de los call cen­
ters. Son centros de trabajo donde prevalece lo que Michael Hardt
y Toni Negri (citados en García y Carvajal, 2007) llaman trabajo
inmaterial, y se describen como un tipo de trabajo donde los traba­
jadores se convierten en una fuente de ventaja competitiva, pues
el factor fundamental de producción ya no es la fuerza física sino la
iniciativa, la creatividad y el poder de decisión, es decir, la sub­
jetividad. Este cambio implica un salto que se aleja del modelo
fordista de producción, donde el factor principal era la fuerza físi­ca
del trabajador.
En muchas ocasiones las empresas ya no necesitan de los su­
jetos disciplinados que estén atrás de una máquina realizando la­
252 MARIBEL ROMERO LOYOLA

bores —muchas veces repetitivas— en las que aplican principal­


mente su fuerza física. Las nuevas tareas requieren que las perso­
nas desarrollen afectos e intelectos que sean útiles a las empresas.
Estos afectos, habilidades y saberes pueden ser seleccionados por
las empresas en el momento de la contratación, o pueden ser cons­
truidos por las mismas mediante procesos de entrenamiento y
también durante el trabajo mismo. Así, las características desea­
bles de un trabajador radican en su subjetividad y no en su fuerza
física. Desde esta perspectiva, los trabajadores son sujetos flexi-
bles y moldeables y no existe una sustancia que los caracterice
por principio.
El tema de la subjetividad ha sido motivo de debates impor­
tantes en la antropología. Tal es el caso de la discusión sobre las
identidades; ciertamente, se ha propuesto que las identidades son
construcciones sociales. Miguel Alberto Bartolomé, en su trabajo
“Fronteras estatales y fronteras étnicas en América Latina” (2006)
propone que las identidades son una construcción de la sociedad
que el individuo asume e internaliza, y que se deriva del contras­
te con otras identidades. Desde su punto de vista, hay iden­ti­dades que
son coyunturales y circunstanciales, y otras más son profundas y
difíciles de transformar.
Pero ¿qué pasa cuando las circunstancias cambian para los in­
dividuos o, como es el caso de muchos de los trabajadores que la­bo­
ran en los call centers, cuando las circunstancias en que ellos se
encuentran cambian? Podría derivarse del argumento de Bar­to­lo­mé
que las identidades también cambiarán, por ser éstas construidas
socialmente. Por su parte, Kearney (2006) propone un elemento
adicional para comprender la construcción de las identidades. Sos­
tiene que en el cambio geográfico, los sujetos no solamente cam­
bian sus circunstancias, sino que muchas veces cruzan fronteras.
Las fronteras, sustenta Kearney, son tecnologías sociales con un
poder reclasificador de los sujetos. Así, no solamente estamos ante
un proceso en el que las identidades son una característica íntima
de los sujetos, sino que es una característica social que es impuesta
sobre ellos. La reclasificación conlleva un proceso de revaloración
que muchas veces tiene consecuencias culturales y simbólicas que
afectan en el plano de lo legal, pero también de lo económico. Hay
situaciones internas en los call centers en las que se moldea y cons­
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 253
truye una identidad laboral, una forma de trabajo en las que se
construyen ambientes que influyen en el desempeño del traba­
jador, pero también orientan las emociones que dicho trabajador
debe proyectar sobre el cliente. Así también hay elementos que
son seleccionados por los trabajadores para poder ingresar a la
empresa, como su manejo del español, y sobre todo del inglés. El
acento en el manejo del idioma es un marcador para el cliente
que “iden­tifica” al trabajador. Estas identificaciones son parte de la
distancia o la cercanía social y cultural que la empresa busca esta­
blecer a través del trabajador con su cliente, aunque éste se en­
cuentre a una gran distancia geográfica.
Entonces, estamos ante subjetividades que se forman en el
trabajo, que se seleccionan en el proceso de admisión en el empleo
y que cambian según las circunstancias de los sujetos, en parti­
cu­lar cuando los sujetos se someten al poder de las tecnologías
so­cia­les como son las fronteras, con sus dimensiones lingüísti-
ca, social, legal, económica y cultural. Un trabajador que es depor­
tado de Estados Unidos sigue hablando el idioma (y actualizándo­lo
cuando sigue en contacto con sus familiares, amigos y vecinos en
aquel país), pero económicamente es revalorado, de tal manera
que las mismas habilidades en México (menos abundantes en el
mercado) son pagadas a menor precio en este país que en Estados
Unidos debido a la reclasificación que implica la condición de “de­
portado” frente a otros hablantes del idioma que no cargan con
este estigma social. Los procesos de entrada de los trabajadores a
las empresas son procesos de selección y clasificación que orde­
nan la fuerza de trabajo (o si se quiere, las subjetividades de traba­
jo con su condición posfordista), para nuevamente modelarlos en el
marco del trabajo que desempeñarán.
Una de las características del call center estudiado es su ubi­
cación geográfica estratégica, pues al encontrarse en una ciudad
fronteriza cuenta con mano de obra proveniente de ambos lados
de la frontera que cuentan con capital cultural, el cual es explotado
por sus propietarios. Como afirma Kearney (2006), en las fronteras
los sujetos son reclasificados y revalorados adquiriendo un valor
diferente en ambos lados. En este mismo sentido, podemos ha-
blar de la subordinación a la que los sujetos están expuestos y que
la empresa utiliza para hacer una revalorización de ellos debido
254 MARIBEL ROMERO LOYOLA

a su condición de deportados, y cuando es el caso, por su condi­


ción de sujetos pertenecientes a pandillas.
A partir de estos puntos resulta más fácil explicar la expansión
de la fuerza productiva del siglo xxi, que sin abandonar el traba­
jo material (que aún persiste y crece en todo el mundo) se de­
sarrolla mediante la producción inmaterial, como los servicios que
proporcionan los call centers. Esta nueva forma de producción se
caracteriza porque el desempeño de los trabajadores no depen-
de fundamentalmente de su fuerza física, sino de sus capacidades
para establecer relaciones sociales basadas en la comunicación
de mensajes y sensaciones. Así, el desempeño en el trabajo de los
agentes de call centers presupone la capacidad de establecer co­
municación en una llamada telefónica en la que se ofrece algún
servicio o se proporciona soporte técnico, etc., a clientes que se
encuentran principalmente en Estados Unidos.
Por otra parte, los sujetos han logrado construir redes en am­
bos lados de la frontera que les permiten seguir en contacto sin
la necesidad de su presencia física, gracias a los medios de tele­
comunicación —además de las redes sociales—, que proveen la ca­
pacidad de mantener la reproducción social y cultural de sus
habilidades comunicativas. Se genera así lo que podríamos llamar
sus propias geografías, ya que gracias a la inclusión de nuevos
actores sociales —deportados o no migrantes— dichas redes se
diversifican y logran no sólo sofisticación, sino una multiplicidad
de cambios a ambos lados de la frontera (Narváez, 2007).

Una cadena global de servicios se ancla en Tijuana

Con la llegada de la globalización económica1 el poder económico


del Estado fue relegado, si no totalmente, sí en gran parte por las
empresas privadas. En ese contexto las empresas transnaciona-
les han podido florecer y multiplicarse. Asimismo, este proceso eco­

1 Surgió debido a la crisis mundial que implicó el abandono del

modelo keynesiano, que se acompañó del tránsito del Estado benefactor


a la gestión neoliberal de la economía y la ampliación de la intervención
del sector privado, donde los grupos dominantes buscaron reconstruir
su hegemonía.
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 255

Foto: proporcionada por la empresa, Tijuana, 2010.

nómico se sustenta en la acumulación mundial de fuerzas sociales


y clasistas en favor del capital transnacional, y en la debilidad po­lí­
tica de las clases populares. La globalización es, entonces, un pro­ce­so
económico mundial que se inició en las últimas décadas del si-
glo xx. Igualmente, por medio de la expansión de la globalización
se han sentado las bases para el surgimiento de nuevas formas de
pro­ducción flexible y de nuevos modos de consumo a través de la
trans­nacionalización de los mismos. Gracias a las profundas im­
plicaciones de estas transformaciones económicas y políticas, y al
auge de las innovaciones tecnológicas, se han establecido las con­di­
ciones necesarias para que la industria de las telecomunicaciones
se expanda a lo largo y ancho del globo en muchas de las socie­
dades del sur. Los flujos transnacionales, tanto de capitales como de
mano de obra, han creado nuevas formas de producción idea­les
para su desarrollo. En este contexto, México resulta atractivo para
que dichas empresas se establezcan en él.
Ahora bien, ¿por qué se ubican en Tijuana?... Por ser conside­ra­
da la ciudad fronteriza más importante del país y la más transi­-
tada del mundo, pues en ella a diario convergen flujos de personas,
mercancías, información, sentimientos, emociones y más. La
frontera que separa a México de Estados Unidos no está delimi­
tada únicamente por el cruce y el flujo de personas y mercancías,
sino es también el inmenso sistema burocrático, policiaco, políti­co
256 MARIBEL ROMERO LOYOLA

y sociocultural (Kearney, 2003), dentro del cual cada región de esta


zona urbana transnacional (conformada por la conurbación Tijua­
na-San Diego) aprovecha las “oportunidades” que ofrece cada una
de las regiones que convergen en esta frontera. Algunas de és-
tas son las facilidades otorgadas por el gobierno mexicano para
el es­tablecimiento de empresas, que tienen por consecuencia la
reduc­ción de costos. Estas políticas coinciden con las políticas de
deportación creadas por el gobierno estadounidense y entre am­
bas producen un tipo de trabajador peculiar: el trabajador mexi­
cano retornado que ha pasado por procesos de cambio cultural
en Estados Unidos y que es ideal para el proceso de expansión de
las cadenas globales de servicios.
Algunos de los beneficios para el establecimiento de call cen­
ters en Tijuana reconocidos por la misma empresa donde realicé
la investigación son:

1) México mantiene una estrecha relación con Estados Unidos


que le permite un mejor conocimiento de su cultura, por
esta razón, en este país podemos encontrar a personal
capacitado2 para laborar en dicha industria a menor costo.
2) México ofrece la infraestructura adecuada a las empresas
para su operación a bajo costo.
3) Otra razón importante para la reducción de costos es que
en México no existe una ley que obligue a los empresarios
a cubrir los gastos de seguro de todos sus empleados al mo­
mento de la contratación, sino que éste se otorga con el
tiempo. Es decir, “localizarnos en México nos permite man­
tener nuestros costos bajos”.
4) México ocupa un lugar estratégico para el establecimiento
de la industria ya que su cercanía con los clientes permite
una constante evaluación de las “campañas” realizadas por la
empresa con el fin de alcanzar los objetivos establecidos.
5) Debido a la contigüidad con Estados Unidos, los habitantes
de Tijuana han adaptado a su forma de vida el “estilo ameri­
canizado”, enriqueciéndose así de la cultura estadounidense

2 En algunos casos jóvenes con altos niveles de estudios, bilingües,

familiarizados con el uso de medios de comunicación como la compu­


tadora, internet, las redes sociales, el celular, etcétera.
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 257
a través de la música, la vestimenta, el lenguaje, el acento,
etc., adecuándose a los diferentes estilos y necesidades de
los clientes a los que la empresa presta sus servicios.3

Además de los beneficios antes mencionados, ¿qué es lo que


ofrece el call center a sus clientes? Dicho call center es una empre­
sa de outsourcing relativamente nueva en la ciudad de Tijuana.4 Al
mismo tiempo cuenta con personal capacitado y experimentado
dentro de la industria, pues cada uno de ellos posee las condicio­
nes necesarias para satisfacer las necesidades de sus clientes; tam­
bién ofrece costos accesibles, lo que le permite ser competitivo
ante otros competidores del mismo ramo. La plantilla se encuen­
tra conformada por personas experimentadas en el ramo, como lo
comenta el gerente:

Desde los 14 o 15 años yo ya era voluntario en un call center y


[…] cuando vengo a México pues ahora sí que lo primero que
encuentro son call centers y fue como anillo al dedo […]” (en­
trevista, Tijuana, 2010, mr).

Además, el perfil del trabajador que la empresa solicita, según


el gerente de recursos humanos es:

La mayoría de la gente que viene deportada y sabe inglés sabe


que en los call centers los pueden contratar por el nivel de in-
glés que tienen. Normalmente las personas que son de Tijuana
saben inglés, ¿no? Entonces más o menos —entre estudiantes o
de todo— o jóvenes de 20 años para arriba que hablen inglés
[…] (entrevista, Tijuana, 2010, mr).

Por su parte, las cadenas globales de producción han adqui­


rido un papel privilegiado dentro de las nuevas formas de pro­
ducción y consumo que han surgido gracias a la globalización.
Podemos decir que las cadenas globales no sólo han modificado
la forma de industrialización, sino que además regulan los flujos

3 La información fue tomada de una presentación en Power Point,

proporcionada por la empresa durante la investigación.


4 Durante mi estancia, en febrero de 2011, la empresa estaba por

cumplir un año de haber iniciado operaciones.


258 MARIBEL ROMERO LOYOLA

de los trabajadores tanto como los de circulación de mercancías.


Otra característica importante es que éstas han sentado las ba-
ses para una nueva forma de producción denominada “trabajo in­
material”. En este sentido, una de las diversas formas en que se
presenta el trabajo inmaterial es lo que Hardt y Negri (2006, citados
en García y Carvajal, 2007) llaman “trabajo afectivo” y que definen
como la producción de sentimientos de bienestar, comodidad y
empatía que presentan los departamentos de “servicio al cliente”.
Gary Gereffi (1999) destaca que dentro de las cadenas globales
de producción es importante resaltar el papel de los Estados-na­
ción y su economía política para el establecimiento de grandes
empresas en los países tercermundistas o periféricos (principal­
mente). Así es como surge el outsourcing o subcontratación, carac­
terizado por la realización de los diversos procesos productivos de
las empresas más allá de sus instalaciones e incluso fuera de sus
fron­teras nacionales; además podemos decir que este modelo de
ges­tión de la producción y el trabajo está dado en gran medida por
la habilidad del capital transnacional para introducir nuevas tec­
nologías y diseñar nuevas formas de trabajo.
Otro punto importante es el papel de la centralización y
la descentralización de la producción. Antes sólo podíamos hablar
de que en las grandes ciudades se concentraba la mayor parte de la
producción, pero hoy en día, y gracias a la globalización, pode-
mos observar que ésta ya no es la norma y desde hace algunos
años las cadenas de producción han atravesado las fronteras que
imponen las ciudades y los países; esto lo podemos observar en
la relocalización que se da no sólo en los call centers sino en gene-
ral de toda la industria a escala global. En este contexto es necesa­
rio destacar la precarización laboral pues a través de los años los
call centers han sido catalogados como las nuevas maquilas del si-
glo xxi, en donde se presentan diferentes formas de precarización
y métodos de control hacia los trabajadores. Algunas de las quejas
más frecuentes presentadas son: los altos grados de rotación, ru­
tinización y estandarización de la mano de obra, mala remu­ne­
ración, largas jornadas de trabajo y altos niveles de estrés; todo
ello se traduce en una alta rotación del personal.
Otro factor característico y hasta cierto punto un mecanismo
de “control” es el llamado al seguimiento de un script, el cual re­
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 259
sulta ser “una suerte de actuación telefónica” (Meoño, 2011) que
implica cómo debe conducirse un agente telefónico frente al clien­
te, es decir, el agente debe desplegar todas sus capacidades para
lograr entablar una conversación amena con el cliente, que en
ocasiones utiliza como herramienta el conocimiento previo de la
cultura. También, por medio de este script se dan las indicaciones
que se deben seguir, paso a paso, para alcanzar el objetivo de la lla­
mada. Igualmente existen otros métodos para medir el desem­peño
y la productividad de los trabajadores de un call center, algunos de
ellos son: la evaluación en la calidad de las llamadas por medio
del seguimiento y uso correcto de los scripts, las llamadas sujetas
a un tiempo determinado, en las cuales el agente debe mostrar
una imagen profesional, dispuesta a resolver todos los problemas
o quejas planteadas por el cliente y su disposición ante el mismo.
A la par, otros métodos como la constante capacitación de los tra­
bajadores los lleva a pasar largas jornadas de capacitación adqui­
riendo la información que el cliente pudiera demandar respecto
a la campaña en la que el trabajador estará ocupado.
Es importante destacar, como lo menciona Meoño, que la in­
dustria de los call centers sigue mecanismos similares a los de las
corporaciones de comida rápida: incorporan fuerza de trabajo jo­ven,
mal pagada, con altos niveles (pero controlados) de rotación y que
además está dispuesta a trabajar jornadas intensas y extenuantes
(Meoño, 2011); como resultado de lo anterior, los agentes no en­
cuentran la posibilidad de convertirse en seres autónomos ante la
empresa, pues la rotación no les permite establecerse o ex­­pe­ri­
mentar por completo un puesto fijo dentro de la empresa. Además,
cabe mencionar que con el desarrollo de la tecnología se ha abier­to
la posibilidad de nuevos mecanismos de control, como cámaras de
supervisión en el área de trabajo, el control del tiempo de lla­madas
y programación de los turnos por medio de computadoras. Debi­
do al gran auge que en los últimos años han tenido las industrias de
las telecomunicaciones, podemos observar que éste no es un tra­
bajo que se encuentre totalmente regulado por los go­biernos de
los países en donde se establecen, por lo que son muchas y diver­
sas las formas por las cuales los trabajadores se en­cuentran bajo
constante vigilancia laboral, dando como resultado la precariza­
ción del trabajo.
260 MARIBEL ROMERO LOYOLA

El valor de los deportados

Este apartado mostrará algunos de los diversos ámbitos que con­


forman la vida cotidiana de los sujetos de esta investigación y có­mo
su vida misma se encuentra atravesada por diversos campos socia­
les. Expondré a través de su cotidianidad las relaciones de clase
(con mayúsculas) y valor planteadas por Michael Kearney (2006),
y cómo éstas se han visto afectadas a lo largo de su vida debido a
sus experiencias y flujos migratorios. Pretendo entender el espacio
y la geografía en que se constituyen las relaciones que los sujetos
establecen entre México y Estados Unidos; que no sólo se estable­
cen a través de los vínculos familiares, sino que también implican
los ámbitos político, económico, social y cultural. Por otra parte es
necesario destacar la importancia de los procesos históricos que
se conjugan dentro de las biografías de cada uno de los sujetos, pues
en la mayoría de los casos el fenómeno de la migración forma y ha
formado parte importante de su vida. Asimismo, me parece perti­
nente mencionar que los sujetos han logrado establecer, en ambos
sentidos de la frontera, relaciones más allá de sus comunidades de
origen y han creado lazos no sólo sentimentales con personas
de ambos lados. Por ello es importante enfatizar que aunque la in­
vestigación se haya desarrollado sólo en la ciudad de Tijuana, la
información obtenida nos llevará a diferentes lugares y direcciones
por los que han transitado los sujetos. A continuación se presentan
breves biografías en las que sintetizo fragmentos seleccionados
de algunas entrevistas realizadas durante la investigación, que de­
tallan algunos de los puntos que resultan primordiales para la com­
prensión de los diversos campos sociales y relaciones de clase en
los que se encuentran inmersos los sujetos.

Francisco

A diferencia de otros casos que presentaré, él posee alta escolari­


dad y es originario de Nochistlán, estado de Zacatecas, que es uno
de los estados con mayor porcentaje de expulsión de migrantes
hacia Estados Unidos. Como él mismo lo relata, su familia tiene
una larga experiencia y tradición migratoria hacia el “otro lado”,
pues desde sus abuelos han experimentado esa “situación […] de
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 261
hecho mis abuelos vivieron en Estados Unidos, yo soy [la] terce­
ra generación. Ida y vuelta ¿no?, típico zacatecano”.
A los ocho años tuvo que cruzar la frontera para poder reu­
nirse con parte de su familia, que desde hace algún tiempo ya se
encontraba en la ciudad de San Diego, California. A su llegada ex­
perimentó un gran choque cultural pues desconocía tanto el idio­
ma como las costumbres y tradiciones de la sociedad receptora.
Aunque vivió por mucho tiempo en el “otro lado” y obtuvo los
papeles que lo acreditaban como legal en dicho país, siempre fue
visto como un mexicano ilegal; muchas otras fueron las identidades
que las personas crearon en torno a su persona, como lo relata:

Fue chistoso porque los latinos nunca me aceptaron como lati­


no, como mexicano, nunca, nunca; me miraban como el pocho
[…] pero los gringos no me aceptaban tampoco porque yo era
mexicano, entonces yo estaba como en mi propio mundo […].

De la misma forma, cuando tuvo que regresar a México se vio


inmerso en una serie de confusiones y ambigüedades culturales
acerca de su identidad. Una de ellas se dio en Telvista —call cen­
ter donde se empleó a su llegada a México— gracias a una relación
amorosa con una colombiana:
Adopté, malamente muchos modismos colombianos, palabras
colombianas, y […] lo hacía porque era muy común […] hablar­
lo con ella, con amigas y familia de ella, sin embargo cuando yo
llego acá a México yo hablaba como colombiano ¿no? Y como que
espérate […] ¿gringo, colombiano, cubano, español? o ¿cómo
así?, ¿no? Entonces ya no sabía ni que show, era un mix […].

Su situación de deportado es en sí una construcción no sólo


ideológica, sino social y cultural creada por el Estado mexicano,
como también es una categoría usada por las personas en su in­
ten­to por ordenar y clasificar a otras personas diferentes.

Ismael

Originario de Tijuana, Baja California, él es el segundo de tres hi­jos.


A él y a su familia no les resulta ajeno el tema de la migración, pues
han logrado establecer vínculos y redes con su familia (tíos, pri­
mos, abuelos, etc.) que se encuentra en Estados Unidos:
262 MARIBEL ROMERO LOYOLA

Yo no conocía Estados Unidos, pero siempre he tenido primos


que —“ah! voy al otro lado”— y se van y regresan y vuelven a
irse y son nacidos allá […].

A los nueve años, él y su familia tuvieron la oportunidad de


entrar a Estados Unidos de forma legal, pues su mamá había logra­
do obtener visas para poder cruzar. Sin embargo su visa sólo era de
turista, es decir temporal. No obstante, Ismael y su familia deci­
dieron radicar en los Estados Unidos. En consecuencia, con el paso
del tiempo perdieron la “legalidad” de su estancia. De esta forma
se encontró sumergido en las clasificaciones construidas por los
Estados para asignar a las personas alguna identidad por medio
de su situación legal. Es decir, pasó de ser un turista mexicano a un
mexicano ilegal en Estados Unidos. De la misma forma, con el
paso del tiempo se integró a su nueva vida, generando vínculos
y afectos con diversos sectores sociales; tal vez el más importan­
te fue la procreación de sus tres hijos, y otro —no menos impor­
tante— fue su relación con la banda, pues hasta la fecha y a pesar
de la distancia geográfica que existe, sigue conservando dichos la­
zos.5 Estos lazos le dan identidad, sentido de pertenencia y son
la base de un sentimiento de lealtad. Como consecuencia de lo ante­
rior, a lo largo de su vida ha sido categorizado de muchas formas.
Ha sido llamado en distintas situaciones y contextos “inmigrante”,
“hispano” o “pandillero”. Igualmente, a su regreso a México ha sido
denominado “deportado”, categoría de la cual no se ha podido li­
berar y que se reafirma debido a un estigma común en la ciudad
de Tijuana, que define a los deportados como “pandilleros”, “ladro­
nes”, “malvivientes”, etc., y que son fáciles de detectar gracias a
sus tatuajes, su forma de vestir, caminar, hablar, etcétera.

Miguel

Es originario de Culiacán, Sinaloa. A diferencia de sus tres herma­


nos, es el único nacido en México. A lo largo de la historia familiar,
los integrantes de su familia han mantenido un estrecho vínculo

5 Ismael forma parte de una pandilla o banda de cholos formada en

Vista, California, con la que comparte una serie de intereses como la


música, vestimenta, modo de vida, sociolecto, ideología, etcétera.
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 263
entre México y Estados Unidos, pues gran parte de ellos han na­
cido y radicado en el “otro lado” por mucho tiempo. Miguel cruzó
a Estados Unidos de manera legal siendo un bebé, pues su mamá
lo llevaba en brazos. A diferencia de los casos anteriores, para él no
fue difícil adaptarse a la sociedad estadounidense, en consecuen­
cia adoptó fácilmente el inglés como lengua materna, además de
conocer a la perfección la cultura estadounidense. Cuenta que
durante su estancia en Estados Unidos, a diferencia de sus compa­
ñeros de trabajo, él no fue estigmatizado por su origen latino:

Pues muchos me dicen que yo no me miro así, mexicano-


mexicano, así […] “machín” […] Eso puede ser así como “una
ventaja” que tengo: si yo quisiera cruzar pa´trás sin papeles y
pues mi inglés está perfecto, y no me miro así tanto tanto […]
como mexicano […].

Como mencioné, adaptarse a la sociedad receptora estado­


unidense no representó un gran problema. A diferencia de otros,
a él le fue más difícil acoplarse a la sociedad mexicana, pues a su
llegada a Tijuana no hablaba español y se encontró inmerso en
un choque cultural que lo mantuvo en su casa durante los pri­
meros días. Las categorías para identificarlo tomaron más fuerza
en dicha ciudad, pues sus vecinos, amigos y personas que lo ro­
deaban lo veían como el “pocho” o el “gringo”, ya que no hablaba
es­pañol. Además, otro estigma adicional fue el de ser un “depor­
tado”, ya que por su aspecto físico Miguel ha sido catalogado co-
mo el “típico” de los “deportados”, por lo que recibe el trato que se
les da a ellos en la ciudad.

Raúl

No tengo mucha información sobre el motivo por el que migró a


Estados Unidos, sin embargo pude notar que Raúl ha sido desig­
nado por muchos como “pandillero”, pues pertenece a una banda.
Su cuerpo está todo tatuado, desde la cabeza, los brazos, el cuello,
hasta las piernas. Cuenta que antes de ser deportado a México pasó
casi un año en la cárcel, lugar y dispositivo de poder donde todos
y cada uno de los reclusos son categorizados conforme a su raza,
nacionalidad, etnicidad y pandilla:
264 MARIBEL ROMERO LOYOLA

[…] y también a todos los separan, como a los paisanos —que,


te digo, son la mayoría ahí— ellos prácticamente corren el lu-
gar. Y ya luego estamos los sureños —que somos la minoría—,
somos como dos, tres casos. Luego los internacionales, que son
los ja­poneses, chinos, los de Pakistán, de todo eso […].

De la misma forma, a su llegada a la ciudad de Tijuana fue


in­mediatamente categorizado como “deportado” y, como lo he
mencionado, esta categoría y los estigmas creados por la socie-
dad se ven reforzados por los tatuajes que porta en el cuerpo, el
corte de cabello, la forma de vestir y la manera de hablar.
Como podemos observar, en el conjunto de los casos comenta­
dos las categorías sociales, políticas y culturales establecidas en
ambos lados de la frontera se encuentran íntimamente relaciona­
das con el valor que se les asigna y reconoce a las personas, los
objetos y las mercancías que las cruzan. Pues en este afán por ca­
tegorizar y ordenar también se identifican los valores económi­cos
que portan los sujetos, ya sea como el valor “vivo” de una fuer­za
de trabajo lista para entregarse, o el valor “latente” incorporado en
un objeto o mercancía que está lista para entrar al mercado.
Retomando la idea que los sujetos, las mercancías, los objetos,
etc., son categorizados y reclasificados por las fronteras resul­ta ne­
cesario hacer uso de los conceptos planteados por Michael Kear­
­ney (2006), como son: clase, clase y valor. Para Kearney, el concep­to
de clase se refiere a las características culturales de las personas
y los grupos que corresponden a grandes rasgos a sus ocupacio-
nes y niveles de ingreso. Es decir que la clase se encuentra ínti­
mamente ligada al concepto de capital cultural de Bourdieu bajo
la forma del estado incorporado, el cual “puede adquirirse, en lo
esencial, de manera totalmente encubierta e inconsciente y que­
da marcado por sus condiciones primitivas de adquisición […]”.
(Bourdieu, 1979:12). En consecuencia, cada uno de los sujetos ad­
quirió ciertas aptitudes y disposiciones6 a través de su entorno
social y cultural, por medio de la escuela, la familia, los amigos, etc.
Ejemplificando lo anterior podemos mencionar a Francisco, quien
adquirió los conocimientos necesarios para ocupar un puesto ad­
6 Que en muchos de los casos resultan valiosas para las empresas

prestadoras de servicios como los call centers.


DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 265
ministrativo dentro de una empresa gracias a sus estudios univer­si­
tarios. Asimismo, durante su estancia en Estados Unidos aprendió
el idioma inglés como segunda lengua; además, con su permanen­
cia en dicho país ha logrado comprender y familiarizarse con mu­
chos rasgos característicos de la cultura estadounidense, como los
modismos, la jerga formal y la informal, las tradiciones y costum­
bres que hoy en día son una herramienta fundamental para su
desarrollo en el trabajo dentro de la industria. Pero todo lo anterior
no se ha dado de forma espontánea sino que Francisco ha tenido
que realizar una gran inversión de energía, interés y tiempo a lo
largo de su vida para acumular dicho capital cultural.
En contraparte, podemos observar los otros casos que, aunque
no cuentan con algún título universitario, también han logrado
acumular cierto capital cultural. Es necesario mencionar que
exis­ten muchas formas de obtener capital cultural, en estos casos
nos referiremos al que proporciona el entorno social —la familia,
los ami­gos, los vecinos— por medio de los cuales los sujetos crean
su identidad. Del mismo modo, Michael Kearney, al hablar sobre
clase se refiere a un componente de la identidad general de una
persona o de un grupo, adquirido socialmente y construido cultu­
ralmente (2006). En consecuencia, las personas entrevistadas son
producto en buena medida del entorno en el cual se han desarro­
llado. Tanto su forma de hablar como su forma de ser y sus gustos
son también resultado del medio del cual han formado y forman
parte. El que cada uno de ellos sea capaz de interpretar las suti­
lezas de la sociedad estadounidense y haya adquirido el idioma
inglés como segunda lengua se ha dado también por las opor­
tunidades que les brindó su propio entorno social.
El concepto de clase (con mayúsculas, para enfatizar su sen­
tido fuerte) que propone Kearney, retomando a Marx, se refiere
a la condición de una persona misma que es “determinada por su
posición en un modo de producción” (2006:31-71). Este concepto
tiene un significado mucho más económico y se refiere al lugar
en que los sujetos se encuentran dentro del modo de producción.
Probablemente si los padres de los trabajadores que hemos des­
cri­to hubiesen tenido más y mejores recursos económicos, sus tra­
yec­torias migratorias no hubiesen terminado en una situación de
informalidad o “ilegalidad” en Estados Unidos. De la misma ma­
266 MARIBEL ROMERO LOYOLA

nera, no hubiesen terminado siendo deportados hacia México. La


posición en que estos trabajadores “deportados” se encuentran
no es igual a la de otros mexicanos que podrían desear, o no, via­
jar a Estados Unidos para establecerse allá. Ellos ya no podrán, en
el futuro, ser trabajadores legales en aquel país, y si son detenidos
nuevamente podrían pasar una temporada en prisión. Así, ser “de­
portado” es más que un estatus jurídico, se trata de un estigma
social, es decir, de un clasificador simbólico que denota una clase,
pero es igualmente una posición en un mercado y un proceso de
trabajo, y en tanto que tal es también una clase por ubicarse en
un mercado laboral de por sí competitivo y altamente segmentado.
Como lo indican Besserer, Gil y Oliver (s/f), se trata de una situación
en la que hay procesos de exclusión que no permiten la movilidad
ascendente, pero también de procesos de exclusión que no permi­
ten la movilidad geográfica de dichos trabajadores.
Podríamos decir que en este caso particular los sujetos se en­­
cuentran en desventaja debido a su calidad de “deportados”, pues
aunque no laboren dentro los márgenes de la ilegalidad, el estigma
que pesa sobre ellos los desacredita pues la empresa utiliza dicho
estigma para desvalorizarlos, dando como resultado que di­chos
sujetos queden confinados a un lugar inferior dentro de la estruc­
tura que organiza el trabajo, aunque cuenten con la capacidad y las
habilidades necesarias para obtener un mejor puesto dentro de
la jerarquía de la empresa. Como Kearney plantea, las desigual­
dades se establecen a partir de relaciones de clase, las cuales son
construidas, producidas —pero sobre todo reproducidas— a tra-
vés de la identidad y se encuentran codificadas en términos lega­les,
culturales, lingüísticos, etc. De este modo, las empresas utilizan
dichas categorías para instituir la desigualdad económica de los
trabajadores.
En el marco conceptual de Kearney, el concepto valor juega
un papel preponderante para estudiar los procesos transnaciona­
les de los trabajadores. Para poder hablar sobre este concepto de­
bemos tomar en cuenta algunos aspectos tales como la existencia
de diversas formas del valor7 y las numerosas formas de distribu­

7 Ya sea en su estado material, monetario, social y simbólico (Kear­

ney, 2006).
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 267
ción del mismo. De esta manera, y como he mencionado ante­
riormente, con la llegada de la globalización y el desarrollo de las
nuevas tecnologías de comunicación, las formas de producción
han evolucionado dando paso al trabajo inmaterial. Así, aunque
los trabajadores del call center no generen un esfuerzo físico, o pro­
piamente hablando, aunque la fuerza de trabajo no sea física en su
totalidad, el valor simbólico o cultural que los agentes incorporan
en el momento de recibir o hacer una llamada es una forma de va­
lor importante dentro del proceso de creación e intercambio de
mercancía. De esta forma, los trabajadores entregan al capital no
sólo la fuerza física de sus cuerpos, sino también otorgan su capa­ci­
dad intelectual, cultural y afectiva. Pero ¿cómo es que los traba­
jadores entregan parte de sí mismos al capital? Existen diversos
mecanismos por medio de los cuales los trabajadores del call cen­ter
reproducen rutinariamente esta correspondencia entre la acu­
mu­lación del valor abstracto y el valor monetario que ellos re­
presentan para la empresa, ya que de forma inconsciente siguen
acumulando, personal y cotidianamente, valor cultural al mantener
vínculos estrechos con su familia y sus amigos que se encuentran
en Estados Unidos. Ejemplos de estos mecanismos pueden ser una
simple llamada telefónica personal, pues con ella siguen estable­
ciendo, reforzando y manteniendo viva su conexión cultural con
sus familiares, amigos y ex vecinos, lo que de forma indirecta les
sirve como un medio para absorber y renovar el capital cultural
que ofertan como parte de sus habilidades laborales. Es este valor
cultural el que entregan —como una parte de sí mismos— al ca­pi­
tal, de forma inconsciente e involuntaria en cada una de las llama­
das realizadas a lo largo de las jornadas laborales.
Otro factor relevante se establece por medio de la ubicación
geográfica de Tijuana, pues siendo en sí misma una ciudad fronte­
riza mantiene un estrecho vínculo con la sociedad y el país vecino;
así, muchas de las personas que habitan en esta zona metropoli­
tana fronteriza se encuentran empapadas de información acer­ca
de la sociedad estadounidense y los acontecimientos que la rodean,
ya sea gracias a medios de comunicación como la radio, la televi­
sión, los periódicos, etc., o por medio de las personas que, en el
ir y venir diario entre un país y otro, mantienen informados a quie­
nes no pueden cruzar la frontera.
268 MARIBEL ROMERO LOYOLA

Una vez planteados los conceptos anteriores, es necesario


men­­cionar que los sujetos se encuentran sumergidos en diferen­
tes campos sociales en los cuales cada uno de ellos se desarrolla,
es­tos campos operan sobre los sujetos convirtiéndose en piezas
fun­damentales para su formación, sus formas de ser y de perte­
necer. A partir de la cotidianidad de sus vidas se genera un plus
(un valor cultural adicional), pues se encuentran inmersos “den­
tro de campos sociales en múltiples grados y en múltiples lugares”
(Levitt y Glick Schiller, 2004:61). Para una mejor comprensión de lo
anterior es necesario utilizar el concepto de simultaneidad de Le­
vitt y Glick Schiller, que se refiere a la capacidad del sujeto de ar­ti­
cular más de una localidad con sus acciones cotidianas, de manera
tal que “incorpora las instituciones, las actividades y las rutinas
diarias tanto en el país de destino como transnacionalmente” (Le­
vitt y Glick Schiller, 2004:62). De esta forma, la simultaneidad se
refiere a las conexiones que se establecen entre el nuevo terru-
ño —en este caso Tijuana— y las conexiones transnacionales que
se generan con la familia, los amigos, la banda y más, que se en­
cuen­tran en “el otro lado”. Dichas conexiones no sólo se esta-
blecen con la familia y los amigos por medio de los sentimientos y
los afectos, sino que con el paso de los años y debido al creciente
aumento de los flujos de personas a través de las fronteras, se ha
dado pie a la creación de conexiones o vínculos transnacionales
ya sea por negocios, política, religión, medios de comunicación, etc.
Como resultado de estas conexiones es más sencillo ubicar a los
actores insertos en numerosos campos sociales, conformando así
sus diversas identidades.
Levitt y Glick Schiller definen un campo social como “un con­
junto de múltiples redes entrelazadas de relaciones sociales, a
tra­vés de las cuales se intercambian de manera desigual, se organi­
zan y se transforman las ideas, las prácticas y los recursos” (2004:
66). En ese contexto, es necesario mencionar que las fronteras no
son limitantes para los campos sociales, pues éstos rebasan sus
demarcaciones. Por ello me parece pertinente mencionar la exis­
tencia de los campos sociales propiamente nacionales,8 y aunque
para este estudio resultan vitales los campos sociales transnacio­

8 Aquellos que permanecen dentro de las fronteras.


DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 269
nales9 (ya que por medio de tales redes los sujetos no son ajenos
a los acontecimientos del vecino país), esto no quiere decir que
las relaciones se encuentren limitadas por las fronteras, sino que,
por el contrario, se expanden más allá de las mismas a través de
diversas formas de comunicación. Así, aunque los campos sociales
en su sentido más estricto marquen diferencias precisas entre lo
local, lo nacional, lo transnacional y lo global, hasta cierto punto
todos éstos se mantienen entrelazados ya que “todos esos nexos
son locales pues las conexiones, cercanas y distantes, penetran
las existencias cotidianas de los individuos […]” (Levitt y Glick Schi­
ller, 2004:67). En con­se­­cuencia, los sujetos participan, reciben infor­
mación, ideas, etc., que los conectan más allá de las fronteras sin
necesidad de cruzar la línea fronteriza.
Del mismo modo, los sujetos inmersos en estos campos so­
ciales establecen sus relaciones y realizan sus actividades coti­
dianas guiados por múltiples leyes e instituciones, respondiendo
así a grupos y colectividades de más de un Estado y más allá de
sus fronteras. Un ejemplo claro de lo anterior son la lealtad que
algunos de los sujetos siguen manteniendo al barrio y a la banda,
que aunque se encuentre en San Diego, California, su sentido de
pertenencia y de lealtad sigue siendo el mismo día tras día. Otro
ejemplo es que sin que el Estado los haya forzado a cooperar con
la manutención de sus hijos, que se quedaron allá, los sujetos de
nuestro estudio aún lo hacen, a pesar de la distancia geográfica que
existe entre padres e hijos.
Con los ejemplos anteriores nos aproximamos a las formas de
ser y de pertenecer. Las primeras referidas a las relaciones y prác­
ticas sociales existentes en la realidad, en las que participan los
in­dividuos, más que a las identidades asociadas con sus activi­
dades. Podríamos decir que estas formas de ser son lo dado y lo
establecido, y que se encuentran fundamentadas por institucio­
nes, orga­nizaciones y experiencias que generan identidades. Por
otra parte, las formas de pertenecer se refieren a las prácticas que
apun­tan o actualizan una identidad, que implican un contacto cons­
ciente con un grupo específico. En esta situación se trata de la vo­

9 Aquellos que conectan a los actores a través de relaciones directas

transfronterizas.
270 MARIBEL ROMERO LOYOLA

luntad propia del sujeto por pertenecer a una colectividad, como en


el caso de algunos de los entrevistados que —a través de prácticas
co­mo pelear por el barrio, su forma de vestir y hablar y su com­
portamiento mismo— expresan su sentido de pertenencia a la
banda, a la que ellos mismos deciden pertenecer. Así, los suje-
tos dentro de los campos sociales tienen la capacidad de combinar
formas de ser con formas de pertenecer en los diversos contextos
de su co­tidianidad. La simultaneidad de los sujetos está presente
en las formas de ser y de pertenecer, “las personas cambian y se
inclinan hacia un lado o el otro dependiendo del contexto” (Levitt
y Glick Schiller, 2004:69), dando como resultado que los sujetos
se balanceen entre un país y otro.
Otro punto importante es el tema del poder, pues cuando un
individuo forma parte de muchos espacios, entra en contacto con los
poderes regulatorios de los Estados en diversos ámbitos, como pue­
­den ser el económico y el político; por su parte, los Estados, a
tra­­vés de diversas instituciones crean lo legítimo y lo permitido,
permeando así todas las relaciones sociales. Los sujetos sumidos
dentro en este ir y venir llegan a influir de distintas maneras en el
sistema político y económico de los Estados. Como resultado de
lo anterior, los Estados crean diversas categorías de clase, raza y
género, dentro de las cuales los sujetos se desenvuelven; en este
caso particular tales categorías son: deportado-migrante-trabaja­
dor-pandillero, lo que en ocasiones incrementa su vulnerabilidad
y los lleva a aceptar condiciones que de otra manera serían inacep­
tables. Igualmente, no debemos olvidar que las relaciones familia­
res y parentales de los sujetos que se encuentran sumergidos en
diversos campos sociales transnacionales tienden a ser bastan­te
más complejas que los lazos tradicionales; así, las familias transna­
cionales conforman y modifican sus vínculos de múltiples mane­
ras. Resulta muy común observar que los vínculos familiares se
encuen­tran dispersos y relajados, ya que en ocasiones abandonan
sus vínculos consanguíneos y generan parentescos “inventados”
que se convierten en significativos y estratégicos para ellos. Al­
gunos de los entrevistados comentaron que no mantenían una
relación cercana con su familia o que ésta era muy limitada, pero
sí mantenían una estrecha y cercana relación con algunos amigos
o pandilla.
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 271
Sí, él [mi hermano] vive allá en San Diego, y […] mi hermana
también ella viene, pero con mi mamá y […] mi hermana —la
más grande— no viene, pues porque […] ella tiene su vida más
yendo para Los Ángeles […].

Siguiendo esta línea, al hablar de los nexos transnacionales que


se mantienen o desaparecen, en la mayoría de los casos depende
del arraigo generado durante la crianza respecto al terruño; a di­
ferencia de los que se van, las personas deportadas mantienen
un vínculo emocional muy fuerte con las raíces que dejaron en el
lugar que fueron obligados a abandonar, pues se encuentran tanto
afectiva como físicamente conectados con él a través de memorias
biográficas, experiencias vividas, lenguaje, tradiciones y costum­
bres adquiridas en la familia o con los amigos.
Podemos decir que dentro de los campos sociales convergen
diversas formas de ser y de pertenecer que los sujetos portan al
transitar por ellos, y además se concentran sobre ellos múltiples
categorías que los convierten en sujetos de derecho capaces de
empoderarse frente al Estado, a pesar de las categorías creadas por
el mismo. Y de manera muy importante, es en estos campos en los
que la simultaneidad de las vidas construidas por los propios tra­
bajadores los (re)valoriza cotidianamente, y donde las empresas
aprovechan los procesos de (re)clasificación de las fronteras para
extraer, a bajo costo, ese valor de los trabajadores en los call cen­
ters. Así, estamos ante un proceso de valorización transnacional
(a cargo de los propios trabajadores, que imperceptiblemente re­pro­
ducen su capacidad de trabajo cultural, su valor), que se da al mismo
tiempo que operan sobre los trabajadores procesos de clas­ ific ­ a­
ción y clasificación, que los margina y los desacredita.

A manera de conclusión

Hoy en día el fenómeno de la migración ha cobrado relevancia y


ha pasado a ser un fenómeno central en la vida de nuestro país. Gran
parte de la población de México se encuentra, de forma directa o
indirecta, relacionada con dicho fenómeno. Dicho fenómeno es
de tal magnitud que no nos resulta extraño ver a diario en los me­
272 MARIBEL ROMERO LOYOLA

dios de comunicación alguna nota sobre cierto abuso a migrantes


o sobre los riesgos que corren a diario tratando de encontrar el
llamado sueño americano. Sin embargo muy pocas veces nos dete­
nemos a ver a todas esas miles de personas que cruzan esa misma
línea fronteriza de forma inversa, es decir, a todas esas personas
que a diario son deportadas y llegan a nuestras fronteras en busca
de una nueva oportunidad de vida y trabajo.
Tijuana, más allá de ser una ciudad que se ubica en la fronte­
ra con Estados Unidos, es además una ciudad con muchas fron­
teras que no sólo está delimitada por la línea geográfica, sino que
dentro de ella convergen la frontera de los sentimientos, los pro­ce­
sos de exclusión, el estatus, etc. Es en este contexto que las per­sonas
deportadas cargan con el estigma de ser retornados y sortean una
serie de procesos para lograr pertenecer a algún lugar.
Igualmente, Tijuana, por su ubicación estratégica y fronte­riza,
goza de privilegios para la producción y cuenta con la mano de
obra que desde los años setenta y ochenta le han otorgado a dicha
ciudad un lugar privilegiado en los procesos industriales de pro­
ducción. De la misma manera, con el paso del tiempo y el desa­
rrollo de nuevos medios de comunicación se han logrado acortar
distancias geográficas que antes eran inimaginables. Gracias a las
nuevas tecnologías, como el teléfono celular e internet, hoy en día
podemos sociabilizar y negociar desde diferentes territorios, dando
pie a la creciente industria de los servicios y la información.
En este contexto han comenzado a surgir, en las grandes ciu­
dades, industrias como los call centers, que dejando de lado el anti­
guo modelo fordista de producción sustituyen la producción de
bienes tangibles o materiales por una producción de índole inma­
terial, inmersos en este ámbito donde la fuerza física del trabajador
ha pasado a un segundo plano y su capacidad creativa se ha vuelto
la piedra angular para el desempeño de su trabajo.
Tijuana, como una ciudad multicultural y fronteriza, alberga a
personas con un fin en común: el American dream. En ella con­
viven, en calidad de deportados y migrantes, sujetos y personas
que ven en ella un refugio temporal. Este gran flujo de capital hu­
mano es lo que la vuelve una ciudad competitiva e ideal para in­
vertir en la industria. Conscientes de la situación de muchas de las
personas que la habitan, los empresarios ven en Tijuana una gran
DEPORTADOS Y RECLASIFICADOS 273
herramienta para abaratar costos, pues saben que en dicha ciu-
dad habitan sujetos aptos para vender su mano de obra.
Tal es el caso del call center presentado, donde laboran per­
sonas que en su mayoría han sido deportadas y que buscan una
especie de estabilidad económica y emocional dentro de la em­
presa, ya que en ella encuentran esa parte que les ha sido arranca­
da, es decir, su vida en “el otro lado”, pues al hablar inglés la
mayor parte del tiempo y al tener contacto con personas de Es­
tados Unidos refuerzan y adquieren estabilidad. Por otro lado, las
personas deportadas se encuentran en una condición análoga a
la de las personas sin papeles laborando en Estados Unidos, pues
ambos operan en zonas producidas por la frontera.
Como lo señala Michael Kearney en su texto “El poder clasi­
ficador y filtrador de las fronteras”, donde explica que la frontera
internacional no solamente delimita países sino que también “es un
sistema burocrá­tico, policiaco, político y cultural que define a las
personas que son divididas por ella y a los que la cruzan” (2006).
In­mersas en este poder clasificador, las personas que las cruzan se
transforman en ambos lados de la frontera: de un lado pueden pa­sar
de ser nacio­nales a extranjeros, y en sentido opuesto, pueden pa­
sar de ser personas exitosas a “fracasados”. Tal es el caso de las per­
sonas que han sido deportadas, pues al vivir allá durante varios
años adquirieron un capital cultural que en el caso del sector ser­
vicios es susceptible de explotar a bajo costo. Ese capital cultural
adquirido se vuelve la principal fuerza de trabajo para las perso­
nas que se insertan en el sector servicios, pues gracias a él pueden
adquirir y mantener un empleo, pero a menor costo, ya que de
este lado de la frontera su trabajo es revalorizado y por su condi­
ción de de­por­tados sufren marginación.
Sabemos que no es lo mismo encontrarnos de un lado de la
frontera que del otro, y aunque estos sujetos cuenten con un ca­
pital cultural lo suficientemente grande para poder obtener un
mejor empleo en cualquier punto de la frontera, es del lado mexi­
cano donde los empresarios ven en ésta un instrumento útil para
la reducción de costos, y se apoyan de la condición de deportados
para explotar su fuerza de trabajo, sin tener que pagar lo que por
este mismo trabajo se pagaría del otro lado de la frontera. Muchos
de ellos, durante su estancia en Estados Unidos, pertenecieron a
274 MARIBEL ROMERO LOYOLA

grupos juveniles como las pandillas, y es por eso que tatuaron sus
cuerpos, visten de forma holgada, rapan sus cabezas, etc. Para
poder adquirir y confirmar una pertenencia a cierto grupo, al en­
contrarse retornados e insertarse en empresas, se ven obligados
a cambiar sus vestimentas y ocultar sus tatuajes para dar una ima­
gen adecuada.
Es aquí donde podemos observar otro tipo de fronteras que
se establecen frente a los trabajadores, pues, como he mencionado
anteriormente, muchos de ellos se vuelven sujetos dóciles ante
la empresa, ya que para poder laborar en ella deben cubrir sus
tatuajes, dejar crecer su cabello y vestir de una forma “adecuada”.
Como sujetos vulnerables y dóciles, muchos de ellos acceden con
tal de tener trabajo y encontrar estabilidad emocional.

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Representaciones sobre el trabajo transnacional
y el lugar de cada quien en la ciudad
de Guatemala

Luis Pedro Meoño Artiga*

Trabajo de campo 2013. Luis Pedro Meoño.

En Guatemala, el mercado laboral conformado por la industria trans­


nacional de call centers presenta características particulares que en
parte son consecuencia de las particularidades del proceso gua­
temalteco de desarrollo y urbanización, así como del modelo de
inserción que el país ha seguido para incluirse en la economía glo­
­bal. Tales particularidades también se hacen evidentes al analizar
la presencia de las grandes corporaciones transnacionales de servicio
telefónico al cliente en la ciudad de Guatemala, empresas prin­
cipalmente de origen estadounidense, pero también canadiense,
indiano y español. Se puede afirmar que su presencia y desarrollo
sólo es posible gracias a la existencia de una masa crítica de traba­

[277]
278 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

ja­dores bilingües de español-inglés, y también de una masa crítica


de consumidores hispanohablantes residente en Estados Unidos (Da
Cruz, 2012:112-114).
En la ciudad transnacional de Guatemala, la industria de call
centers transnacionales ha tenido un desarrollo espectacular duran­
te la última década, llegando incluso a ubicarse en los primeros
puestos en inversión extranjera directa durante 2008 y a generar
cerca de 20 mil puestos de trabajo para el año 2010 (Meoño, 2011).
Además de su relevancia económica, esta industria también ha de­
mostrado gran importancia en lo político, pues se le ha presenta­
do en el debate público como una nueva oportunidad de inserción
urbana en la economía global, así como una nueva alternativa tan­to
de creación de empleo como de atracción de inversión extranjera
directa. En el discurso público, la industria de call centers sustituye
a la antigua industria maquiladora, la cual si bien sigue siendo im­
portante hoy se encuentra en franca decadencia.1 El peso simbólico
de los call centers se evidencia cuando se los utiliza para promover
reformas políticas de importancia nacional, como la reforma labo­
ral, que busca la flexibilización del código de trabajo y las reformas
educativas, las cuales pretenden oficializar la enseñanza del idio­ma
inglés desde el nivel de educación primaria.2
El mercado laboral constituido en Guatemala por los call cen­
ters se dispone de acuerdo con los sectores sociales con la ca­pa­
cidad de establecer comunicaciones fluidas con clientes de habla
inglesa, una habilidad performativa en la que los trabajadores de­ben
actuar como estadounidenses mediante el despliegue de habi­li­da­
des técnicas y emocionales, pero sobre todo culturales y estéticas.
En el caso guatemalteco la mayoría de esta fuerza laboral se com­

1 En una nota de prensa del año 2009 titulada, Contact Centers se ex­

panden al interior se lee: mientras que la industria textil se contrae —127


maquilas han cerrado entre 2005 y 2008 y se han perdido más de 60 mil
empleos— crece la inversión en los call centers y la tercerización de ser­
vicios o business process outsourcing (bpo) (Coronado, 2009).
2 En varias notas de prensa del año 2012 se menciona que los mi­

nisterios de Educación, de Economía y de Trabajo plantearán una inicia­


tiva de ley denominada Ley de Inglés para Todos, la cual pretende que
en las universidades del país se enseñe de forma obligatoria el idioma
inglés a los estudiantes durante los primeros dos años de su carrera.
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 279
pone de jóvenes estudiantes universitarios pertenecientes a los
llamados sectores medios urbanos, quienes trabajan junto a otro
sector minoritario pero esencial para la industria compuesto por
migrantes retornados de Estados Unidos (O’Neill, 2012:27). Esta
práctica laboral nos ayuda a entender cómo este nuevo modelo de
trabajo es racializado y nacionalizado en un contexto urbano par­
ti­cular (Poster, 2008).
En este artículo se analiza este mercado laboral transnacional
integrado por estos dos grandes sectores de trabajadores con orí­
genes sociales, étnicos y de clase diferenciados. Sectores sociales
que, de acuerdo con la estratificación laboral y las ideologías étni­
c­o-raciales predominantes en Guatemala, tradicionalmente de­
be­­rían estar separados tanto en el nivel social como en el urbano.
Lógicas y prácticas que han sido descritas como “ideología de la
blancura” por Ramón González Ponciano (2005), como “ideología
del desarrollo guatemalteco” por John T. Way (2006), o como “ló­
gicas y prácticas autoritarias y racistas” compartidas por amplios
sectores urbanos, de acuerdo con Manuela Camus (2005, 2011) y
Deborah Levenson-Estrada (2005, 2011). Según ellas, los trabajado­
res transnacionales ideales de esta industria debería ser la “gente
decente y con cultura” representada por los universitarios de clase
media, quienes mediante esta nueva forma de trabajo reprodu­
cirían el papel histórico de los sectores medios al actuar como
intermediarios entre la metrópoli y los sectores populares. Sin em­
bargo, desafiando estas lógicas aparece el sector de migrantes retor­
nados, representantes en el imaginario guatemalteco de la gente
shuma (nacos o léperos) cercana a los mareros (pandilleros), quie­
nes históricamente han sido excluidos de las conexiones con lo
global, pero que gracias a su condición transnacional a partir de
la migración y los procesos de “globalización desde abajo” (Pérez
Sáinz, 2012:11), ahora está capacitada para competir en este mercado.
Lo que propone el artículo es analizar esta composición mix­
ta del mercado de trabajo y mostrar algunas dinámicas sociales
nuevas que se generan en torno a este mercado laboral, tanto en el
nivel de la experiencia de los trabajadores como de las representa­
ciones sociales de la ocupación. Partiendo de los discursos respec­to
al carácter del trabajo, pero sobre todo de los discursos acerca de
los trabajadores habilitados para realizarlo, analizo las luchas sim­
280 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

bólicas que se establecen para definir al trabajador transnacional


ideal entre sectores diferenciados que ahora se ven integrados
en un mismo espacio laboral. Lo anterior permite analizar las con­
tinuidades, pero también las impugnaciones y transformaciones, de
las formas tradicionales de representar no sólo el mundo del tra­ba­
jo transnacional sino también “el lugar de cada quien” en el mo­
mento neoliberal de la ciudad de Guatemala. Se trata de avanzar
en las respuestas a interrogantes como ¿qué identidades laborales
y estilos de vida promueve el call center y cómo son negociados e
impugnados éstos por los trabajadores?; ¿cómo se reelaboran las
diferenciaciones entre las clases sociales, tratando de entender
cómo se entrelazan con el racismo y la dominación de género? Todo
mediante la exploración de las diversas formas en que los jó­venes
trabajadores de clase media urbana guatemalteca se sitúan a sí
mismos dentro de prácticas y representaciones conflictivas sobre
esta forma específica de trabajo tercerizado transnacional, el cual
ha construido un mercado laboral que por un lado permite a mu­
chos jóvenes ubicarse en el sector formal de la economía y tener
niveles de ingresos antes reservados para puestos de trabajo consi­
derados profesionales, pero que al mismo tiempo les impone un
ritmo de trabajo intensivo con altos niveles de vigilancia y una
exigencia de flexibilidad constantemente. Finalmente, siguiendo
a Fernández-Kelly (2008), en el análisis de este caso se intenta ha­
cer evidente la centralidad de las corporaciones transnacionales
en el proceso de globalización en el momento en que aquéllas pue­
den funcionar como el núcleo de las estrategias de desarrollo na­
cional y urbano.
El trabajo se divide en dos grandes secciones. En la primera
se hace una reconstrucción del contexto urbano que produjo a los
actuales agentes telefónicos transnacionales guatemaltecos, tra­
tando de describir el momento neoliberal de esta ciudad, en el que
recientemente las corporaciones transnacionales han creado este
nuevo colectivo laboral urbano. En la segunda sección se siste­­ma­
tiza y analiza una serie de discursos recopilados durante el trabajo
de campo que permiten problematizar las estrategias conflictivas de
administración de la diversidad utilizadas por las corporaciones y
reapropiadas por los trabajadores, las cuales, de acuerdo con Wini­
fred Poster, son mecanismos utilizados para desviar la atención
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 281
hacia formas abiertas de estratificación y pretender evitar trastor­
nos a las relaciones laborales (Poster, 2008:328), pero cuyo análi­
sis hace visibles algunas formas de interrelación entre un nuevo
modo de trabajo y una forma de vida urbana particular. Se trata, en
definitiva, de mostrar cómo en este contexto laboral transnacional
los discursos laborales, públicos y cotidianos pueden enten­derse
como espacios de tensión acerca de las características y prácticas
tradicionales de pertenencia a la clase media urbana gua­temalteca.

El estudio de los call centers globales


y el trabajo transnacional de servicios

El análisis de los call centers es importante no sólo por ser un cen­


tro de producción industrial, sino también por ser un espacio de
significación donde se expresan de forma evidente las interrela­
ciones y contradicciones entre las dinámicas económicas y lógicas
globales frente a las prácticas y racionalidades locales. Los dis­
cur­sos laborales corporativos buscan integrar el trabajo a la vida
pri­vada de los trabajadores, de modo que la empresa pase a formar
parte del ocio, la educación y, en general, de las relaciones in­
terper­sonales del trabajador. Tal integración en la vida privada
posiciona a la empresa y a esta forma particular de trabajo como
un podero­so estructurador de sentido para su joven fuerza laboral.
En esta sección se aborda la transformación que sufre la re­
pre­sentación del trabajo en su tránsito hacia nuevos espacios geo­­
grá­ficos periféricos, donde la representación del agente telefónico
pasa de ser una ocupación destinada a los sectores marginales
en países centrales a instituirse como una ocupación altamente
deseable y un espacio laboral competido entre los sectores menos
periféricos de los países del sur. El estudio de la industria de out­
sourcing en un contexto transnacional ha implicado un desliza­
mien­to de la unidad de análisis original, que de la organización
y el lugar de trabajo pasó a centrar su atención en el trabajador y
su pro­ceso de transformación y negociación identitaria al verse
incorpo­rado a un nuevo espacio transnacional. Esto abre nuevas
perspectivas al análisis de la empresa global en el contexto socio­
282 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

cultural, el tejido social y la estructura de clases en que se inserta.


Permite incorporar análisis sobre las representaciones del trabajo
desde la perspectiva de las prácticas cotidianas para incluir aspec­
tos corporales, familiares, biográficos y de expectativas de vida que
se ven transformados de manera dinámica con la irrupción del out­
sourcing.
Autoras como Carla Freeman (2000); Kiran Mirchandani (2003,
2004a, 2004b, 2005, 2008, 2012); K. Mirchandani y S. Maitra (2007);
Wini­fred Poster (2007, 2008, 2011); Winifred Poster y Danielle van
Jaarsveld (2012) y Mathangi Krishnamurthy (2004, 2005, 2009, 2010)
coinciden al analizar el proceso de globalización como un proceso
dinámico e inacabado de múltiples negociaciones, resisten­cias y
apropiaciones en el cual el call center y sus trabajadores se pre­
sen­tan como lugares privilegiados para entender estos pro­cesos
complejos, dada su ubicación en un punto intermedio donde se
cruzan múltiples flujos globales. En conjunto construyen una re­
flexión teórica que busca analizar cómo las normativas racia­lizadas
sobre la correspondencia entre el estatus étnico y de clase con el
tipo de trabajo al que se puede acceder, son recodificadas por la
industria del outsourcing. De modo que la aparición y el crecimien­
to del call center pueda pensarse no sólo en términos de desarrollo
económico, sino también en relación con las formas en que el gé­
nero, la clase y la educación se articulan al requerimiento indis­
pensable de ser angloparlante para ingresar a esta in­dustria.
El trabajo pionero de Carla Freeman analiza cómo se conectan
los nuevos modos de consumo con los nuevos modos de produc­
ción para dar lugar a nuevos significados de la cultura local y nue­
vas identidades flexibles (Freeman, 2000:34-50). El trabajo de la
“oficina global” en realidad equiparable al trabajo fabril se reviste
de referentes simbólicos que lo acercan al imaginario del trabajo
profesional de clase media. Formas de consumo cultural, como la
vestimenta y el estilo, son primordiales para la conformación de
nuevas identidades laborales y de una nueva clase trabajadora.
Su estudio hace visibles las formas dinámicas y activas en que son
creados e imaginados los mercados laborales flexibles en contex­
tos transnacionales.
La socióloga del trabajo Kiran Mirchandani (2003, 2004a, 2004b,
2005, 2008, 2012), en una serie de artículos publicados durante casi
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 283
diez años, propone un análisis centrado en lo que llama prác­ticas
de globalización, término con el que se refiere al conjunto de sis­
temas, normas y relaciones laborales que estructuran la experiencia
de los trabajadores transnacionales (2004a:356).
En su opinión el análisis clásico de los procesos transnacio­
nales ha creado un registro escaso sobre las prácticas concretas
productoras de globalización, que permitan responder a pregun­
tas sobre “cómo la economía global necesita ser implementada,
reproducida, servida y financiada” (Sassen 2001:190, 192, citado
en Mirchandani, 2004a:356). Documenta el papel que juegan los
trabajadores en el proceso transnacional frente a las prácticas fi­
nancieras y corporativas globales (2004a:356), las cuales no son
homogéneas ni pasivas en su interacción con las relaciones labo­
rales globalizadas. Su análisis busca interrelacionar dos procesos:
por un lado, la forma activa en que los trabajadores construyen
y definen su situación de trabajo, y por otro, lo que ella llama las
inconsistencias, fisuras e ironías del capitalismo global. Se refiere
específicamente a las inconsistencias entre la representación y la
experiencia del trabajo en call centers. Tales fisuras e inconsisten­
cias son vistas en términos de Scott como espacios de “discurso
oculto”, concepto que aporta nuevas perspectivas sobre las posibi­
lidades para la resistencia política en espacios laborales transna­
cionales, revelando la “naturaleza incompleta y continuamente
impugnada de las corporaciones transnacionales en la India” (Scott,
2003:357).
K. Mirchandani analiza cómo la naturaleza particular del tra­
bajo emocional realizado por agentes telefónicos del sector de
ser­vi­cios transnacional problematiza cuestiones de clase y naciona­
lidad. Pro­pone dos formas centrales en que los trabajadores rea­li­zan
tra­bajo emocional ante el cambio de naturaleza de la interacción del
servicio caracterizado por un aumento del abuso y de las expresio­
nes de racismo abierto gracias al anonimato que brinda la desloca­
lización y la comunicación telefónica; éstas son: a) el despliegue
de una actitud servil que acepta el racismo y los abusos cotidianos
por parte de los clientes; b) la necesidad de proyectar una ima­
gen de profesionalismo en la interacción con el servicio al cliente.
Am­bas constituyen estrategias para mantener la dignidad frente
al traba­jo: autoconstruirse como terapistas o ejercer una suerte de
284 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

racismo al revés frente a los clientes, lo que implica que los tra­
bajadores corporizan relaciones de clase contradictorias, imagen
de profesionalismo que se les vende y que proyecta la corpora­
ción transnacional mediante la arquitectura y el ambiente de trabajo
fren­te a la necesidad de aguantar abusos y ser servil, lo que im­
pli­ca un gran despliegue de trabajo emocional (Mirchandani, 2008:
93-94).
Prácticas como la “neutralización de acento” son instituidas
por las empresas y justificadas a partir de la necesidad de brindar
un servicio más familiar al cliente, pero que permiten a las em­
presas indias de call centers tercerizados promover la fuerza labo­
ral de su país ante el mercado como “una mercancía flexible que
puede ser entrenada para cumplir con los requerimientos del clien­
te” (Mirchandani, 2004a:360). La idea de un inglés neutral libre de
influencias de la lengua materna es percibida por los trabajado-
res como un intento de americanización de sus acentos, que implica
considerar lo local como atrasado o incorrecto. La idea de neutra­
lidad en el acento y el idioma contiene sesgos regionales y de clase
que refuerzan una “jerarquía racista implícita en la identificación
del inglés estadounidense como legítimo y al inglés indio como
ilegítimo” (Phillipson, 2001, citado en Mirchandani, 2004a:361). La
importancia de esta práctica para la construcción social de la pro­
fe­sión y como espacio de lucha simbólica, se descubre cuando cier­
to tipo de acentos, sobre todos aquellos provenientes del sur de
India y de contextos rurales, son representados como más proble­
máticos que los acentos urbanos. Se construye al acento, la capaci­
dad de sonar americano, en un significante de clase que estructura
la composición de la fuerza laboral y el mercado de trabajo (Mir­
chandani, 2008:96).
El trabajo en call centers indios no sólo hace un despliegue
emocional, sino también estético, que se define como “sonar bien”.
El trabajo estético es incorporado al proceso de trabajo por las em­
presas “a través de las prácticas de reclutamiento y de entrena­
miento [que] identifican a los trabajadores ideales quienes no sólo
serán capaces de realizar trabajo emocional de manera correc­ta sino
que además se ‘escuchen bien’ ante los clientes” (Mirchandani,
2008:88). La personalidad, las actitudes y habilidades sociales aso­
ciadas a la representación de profesionalismo se ven traducidas a
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 285
la dicción correcta del idioma inglés. La disposición cultural, pero
también corporal y estética que implica el acento y que adquiere
valor de cambio en la relación laboral, está distribuida de mane­
ra desigual en el nivel social en relación directa con la herencia
colonial y las jerarquías educativas. De modo que el análisis de las
formas de incorporación de trabajo estético en el call center per­
mite observar cómo los trabajadores “representan sus posiciones
de clase en relación con sus clientes y entre ellos mismos en el
contexto de su ubicación geográfica y herencia colonial” (Mirchan­
dani, 2008:97). La posesión de un acento neutral y una apariencia
occidental son el resultado de la educación, el origen geográfico
y la posición de clase. El lenguaje se erige como un dispositivo efec­
tivo de estratificación mediante el cual se reifican jerarquías re­
gionales y de clase frente al que los trabajadores construyen dos
discursos contrapuestos. Aquellos provenientes de la clase media
urbana que estudiaron en escuelas privadas de tradición colonial
inglesa representan al idioma como un conocimiento cultural cor­po­
rizado adquirido desde la niñez, mientras que los trabajado­res prove­
nientes del ámbito rural, de estratos sociales más bajos y del sistema
de educación público, construyen el idioma y el acen­to como habi­
lidades técnicas adquiridas y perfeccionables (Mirchandani, 2008:
97-98). En este análisis, los programas de entrenamiento y perfeccio­
namiento del idioma o la neutralización del acento se convierten
en una extensión del imperialismo y la continuación de las relacio­
nes económicas de origen colonial en India.
Winifred Poster (2007, 2008, 2011) se interesa principal­mente
por las reconfiguraciones étnicas en el espacio global de trabajo.
Frente a las discusiones más influyentes que veían en la conforma­
ción de identidades globales un proceso de homogeneización en
oposición con quienes percibían desfases y procesos de negocia­
ción identitaria, ella propone la existencia de un conti­nuo donde
transitan múltiples posturas entre ambos polos (Poster, 2007:276).
El punto central de su análisis es la “administración identita­
ria” como mecanismo central del funcionamiento de los call cen­
ters transnacionales. Con este concepto identifica la construcción
y puesta en circulación de técnicas y discursos para que los traba­
jadores adopten no sólo estilos y acentos, sino también identidades
americanizadas con el doble propósito de mejorar la atención a
286 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

los clientes y enmascarar el proceso de deslocalización del trabajo


de servicios.
Además de la participación de nuevos actores, la interacción
entre los mismos se transforma con la introducción de discursos
nacionalistas racializados que convierten el manejo de la identi­
dad y la ciudadanía en un elemento fundamental para el funciona­
miento de la industria. La nacionalidad y la ciudadanía entran en el
discurso y la interacción cliente-trabajador a través de las concep­
ciones sobre la calidad de servicio que pueda prestar un resi­dente
de otro país comparado con el que podría brindar un compa­triota.
Poster recalca la ironía que implica que la relación telefónica clien­
te-trabajador pueda ser más directa que la que el cliente pueda
establecer con la población migrante que trabaja en el sector de ser­
vicios en su propio país pero que permanece en gran medida “es­
tructuralmente invisible”, mientras que la atención telefónica lo
pone en contacto directo conversacional con el otro (Poster, 2007:
296).
Esta nueva forma de relación entre trabajadores del Sur con
clientes del Norte no está exenta de violencia, sino que supone
la incorporación de la misma al proceso de trabajo bajo la forma de
ataques racistas y de posturas etnocéntricas por parte de los clien­
tes, con la consecuente reacción de los trabajadores. Lo anterior
lleva a la autora a proponer que una “lectura crítica de tales diná­
micas apunta al cambio en las relaciones raciales a nivel global en
la era poscolonial; como la blancura y el imperio están siendo rear­
ticulados más que suprimidos o desmantelados” (Poster, 2007:297).
La administración identitaria significa, desde un punto de
vista político, la transformación de las prácticas de poder. Si bien
los trabajadores son los principales receptores de las prácticas de
poder corporativas, todos los actores involucrados experimentan la
hegemonía de las corporaciones transnacionales estadouniden-
ses. Los trabajadores y gerentes indios y los clientes se ven en menor
o mayor medida manejados por las corporaciones, ya sea a través
de la transformación identitaria, la vigilancia sobre el proceso de
trabajo o el engaño como rasgo central de las interacciones de ser­
vicio, haciéndolos a todos partícipes de un proyecto que busca ha­-
cer menos visible el poder de las firmas transnacionales, utilizando
la administración identitaria como mecanismo para suavizar las
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 287
relaciones cliente-trabajador, y sobre todo para ocultar el amplio
proceso de externalización y relocalización de la industria de out­
sourcing (Poster, 2007:299). Las múltiples relaciones entre la pro­
moción y la resistencia a la americanización de la fuerza de traba­jo
india, la serie de alianzas y resistencias establecidas por los ac­to-
res en el proceso de administración de la identidad nacional, tie­
ne re­sultados múltiples que la investigadora ordena en un continuum
que abarca desde la adopción de una identidad americanizada
por parte de los trabajadores hasta la resistencia directa a adoptar
tales prácticas y discursos.
La antropóloga Mathangi Krishnamurthy (2004, 2005, 2009,
2010) también examina los efectos que tiene el trabajo en la confor­
mación identitaria de los trabajadores de call centers, tanto desde el
ámbito nacional y de clase como desde su condición de consumi­
dores y ciudadanos integrados a la economía global en un con­tex­to
urbano específico. Parte de la consideración, tanto de los trabaja­do­
res como del propio lugar de trabajo, como espacios inters­ti­cia­les
atravesados por flujos y discursos contradictorios propios de la
globalización. Enfatiza que si bien el call center es considerado un
espacio eminentemente transnacional, no deja de estar anclado a
un contexto geográfico y sociohistórico específico representado
por la ciudad en que se instala. El call center forma parte y se inte­gra
a cierta coyuntura urbana como entidad económica trans­nacional
exitosa en relaciones de tensión, choque y coalición; en el caso
de las ciudades indias, a una coyuntura que expresa las contradic­
ciones de una configuración urbana y económica acorde a un viejo
orden económico en proceso de rápida y desigual adaptación al
nuevo orden económico global (Krishnamurthy, 2004:12). El call
center, en su calidad de empresa transnacional, es definido como
un “moderno portal cuyo objetivo es dirigir a sus trabajadores a un
espacio geográfico y temporal ajeno, exigiéndoles al mismo tiem­
po dejar de lado el propio” (Krishnamurthy, 2005:32).
De acuerdo con Krishnamurthy, el call center como lugar de
trabajo y como industria ha sido el creador de un colectivo social
específico compuesto por su fuerza de trabajo. Tal colectivo está
delimitado, a pesar de su diversidad tanto en subjetividades como
en posicionamientos sociales, por el papel del trabajo como estruc­
turador central tanto de los discursos como de las prácticas coti­
288 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

dianas de sus integrantes (2010:207). En este contexto, la autora


se interesa por descifrar las hibridaciones presentes en las identi­
dades de los trabajadores dentro y fuera de su espacio de trabajo.
Retomando las ideas de Stuart Hall (1996, citado en Krishnamur­
thy, 2005:30-31), hace un análisis procesual de la identidad que
plantea el entendimiento de los mecanismos a partir de los cua­
les los individuos pueden identificarse o no con la posición social
a la que se ven sujetos, pero además de las formas en que tales
po­siciones son construidas, estilizadas y actuadas. La idea de iden­
tidad en este análisis se ve articulada a las circunstancias en que
es proyectada; a partir de la representación que hace el otro, el in­di­
viduo o colectivo plantea cómo puede representarse a sí mismo. La
identidad de los agentes telefónicos aparece como la corporización
de “un ensamble de relaciones y procesos sociales fragmentados y
fragmentarios que afectan y son afectados por el trabajo en zo­nas
de producción dispares a nivel geográfico y temporal” (Krish­
namurthy, 2005:30). El objetivo del análisis de la identidad será
entonces la búsqueda de los espacios de maniobra, la capacidad
de agencia de los sujetos ante la desorientación impuesta por el
trabajo en tales condiciones. Las prácticas de la vida cotidiana y so­
bre todo las prácticas de consumo, se incorporan al análisis como
un campo desde el cual se organizan el poder y el conflicto, ha­
ciendo visibles los choques y tensiones en los espacios simbólicos
de disputa, aquellos que se consideran propios de la clase media y
que permiten al individuo adscribirse a la misma frente al discur­
so hegemónico del capitalismo móvil y flexible. De este modo se
posibilita apreciar procesos convergentes en que los jóvenes son
llamados a ser, pero al mismo tiempo se esfuerzan por ser, “cons­
tantemente flexibles y móviles en aras de convertirse de manera
simultánea en miembros exitosos de la clase media local y sujetos
globales” (Krishnamurthy, 2010:xi).
Los procesos múltiples de formación identitaria y de manejo
de la misma explican en parte las posibilidades de maniobra en
que se construyen los espacios de resistencia que la autora define
como “momentos de agencia” (Krishnamurthy, 2005:25), aquellos
que permiten a los trabajadores vivir en este espacio estereotípico
del capitalismo global y construirse como sujetos capaces de en­
trar y salir del espacio y el tiempo transnacionales.
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 289

La industria de call centers


transnacionales en Guatemala

En la ciudad de Guatemala, a partir de 2004 se inició el estableci­


miento de grandes empresas globales de outsourcing en alianza
con varias empresas de capital local. En pocos años se conformó un
nuevo modelo de industria de servicios representado por los call
centers transnacionales actuales, que se caracterizan por atender
290 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

a clientes de otros países, como México, España y Cana­dá, pero sobre


todo a clientes de Estados Unidos.
Entre 2004 y 2008 se establecieron en el país cerca de 18 em­
presas transnacionales de atención al cliente. En 2008 el sector
de call centers y bpo reportó inversiones por 39.8 millones de dó­
lares y generó 6 960 empleos. Se calcula que para el año 2009 las
expor­taciones de servicios relacionadas con esta industria ascen­
dieron a 150 millo­nes de dólares, promovidas por una inversión
de 50 millones de dólares. Para el año 2010, la industria de call cen­
ters generó un volumen de empleo por encima de las 16 400 pla­zas,
con un crecimiento sostenido de alrededor de 23% anual duran­
te los cinco años anteriores. En 2010 existían en el país alrededor de
75 empresas pertenecientes a este ramo, de las cuales 20 prestaban
ser­vicio de outsourcing, 41% de la inversión provenía de Guate­ma­
­la, 41% de Estados Unidos, 9% de India y 9% de España (Meoño,
2011).
Un ejemplo típico de este nuevo tipo de empresas es Allied
Con­tact Center and bpo —acc—, uno de los grandes operadores
de centros de llamadas en la ciudad. Se trata de una compañía na­
­cional cuyo cliente principal es Tracfone, una empresa de telefonía
celular subsidiaria de América Móvil que atiende a cerca de 15 mi­
llones de clientes en Estados Unidos, los cuales generan de 70 a 80
mil llamadas diarias. Este flujo se reparte entre varios centros de
atención localizados en Colombia, Guatemala, Belice, Guyana,
Filipinas y la ciudad de Miami. Los cerca de mil agentes telefóni­
cos de acc en Guatemala tienen una jornada laboral de siete horas
diarias durante cinco días a la semana, los días de descanso gene­
ralmente no corresponden con el fin de semana. Trabajan en tres
diferentes turnos: matutino, vespertino y nocturno. Obtienen como
salario base Q 3 400 (usd 425) mensuales más un bono por produc­
tividad que varía entre los Q 600 (usd 75) y Q 800 (usd 100) (Meoño,
2011:10).
Según los promotores locales de la industria, Guatemala se ha
podido posicionar en el mercado del outsourcing near shore gracias
a tres factores centrales: la cercanía geográfica y cultural con Es­
tados Unidos, la buena infraestructura en telecomunicaciones y
uno de los menores costos de la telefonía en el continente. Pero sobre
todo la existencia de una fuerza de trabajo de alta calidad a bajo
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 291
costo, descrita por los empresarios y las agencias promotoras del
gobierno como de “un alto nivel educativo y bilingüe”, que además,
dada la proximidad, “están familiarizados y de hecho han sido in­
fluenciados de forma cotidiana por la cultura popular estadouni­
dense”.
Esta industria además ha ejercido una gran presión y cabildeo
político que busca la aprobación de reformas políticas, incluyen­
do la reforma laboral; una presión que se ha incrementado en los
últimos años, sobre todo a partir de la crisis económica de 2008,
cuando la reforma al código de trabajo se empezó a plantear por el
go­bierno y el sector privado como un requisito indispensable para
la reactivación económica. Durante el año 2009, y con más fuerza
en 2010 y de nuevo en 2012, la presión del sector privado ha logra­do
llevar la discusión sobre la flexibilización laboral ante el Congreso
de la República. El debate legislativo se centró en un prin­cipio en
la aprobación del Convenio 175 de la Organización Internacional
del Trabajo (oit), que permitiría la regulación de la jornada parcial
y la legalización del contrato por horas (oit, 2011). Las posturas
sobre esta reforma han estado siempre polarizadas entre los re-
pre­sentantes de la empresa privada, para quienes la reforma labo­ral
fomentaría el empleo en tiempo de crisis, frente a las organizacio­nes
sindicales que consideran que agravará la explotación poniendo en
peligro las conquistas laborales históricas (Álvarez, 2009).

Guatemala: transnacionalismo y globalización

El proceso de urbanización y modernización económica en Gua­


temala ha sido descrito como regresivo3 por el antropólogo Ramón

3 González-Ponciano ha caracterizado como “modernización regre­

siva” al proceso de desarrollo guatemalteco, para describir como “las


corrientes del positivismo se imbrican con el evolucionismo más racia­
lista para constituirse en las bases de un pensamiento que construyó una
ciudadanía segregadora, [..] misma que facilitará un liberalismo económi­
co, [..] dispuesto a supeditar la libertad económica en aras de un despe­
gue empresarial inexistente, pues la acumulación se producía a través
de materias primas exportables, comercializadas por los mismos explo­
tadores foráneos” (González Ponciano, 2005:170). Esta versión regresiva gua­
­temalteca de la democracia liberal inhibió el desarrollo institucional de la
ciudadanía mediante “un largo proceso de modernización basado en ba­jos
292 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

González-Ponciano (2005). En el mismo sentido, la historiadora


social Deborah Levenson ha descrito la “condición moderna” en la
ciudad de Guatemala como un modo particular, donde aspectos
precapitalistas han convivido con aspectos modernos, dando como
resultado una experiencia de la modernidad vivida más mediante
el consumo que a través del acceso a los servicios y el ejercicio de la
ciudadanía (2005). En la actualidad 75% de la población guatemal­
teca vive en la pobreza, cerca de la mitad son analfabetos y tres
cuartas partes de la población económicamente activa trabaja en
el sector informal.
En los call centers encontramos una expresión urbana de la eta­
pa neoliberal de este proceso de desarrollo urbano, donde el neoli­
beralismo se expresa no sólo como régimen económico sino también
como una práctica social que adopta un “conjunto de lógicas y ra­
cionalidades para entender la desigualdad y enfrentarla” (O’Neill
y Thomas, 2011). En este sentido, la ciudad de Guatemala puede
ser descrita, siguiendo a Kevin O’Neill y Kedron Thomas, como una
ciu­dad neo­li­beral, una consecuencia directa de las transformacio­
nes económicas re­cientes que implicaron la transición de una
economía centrada en el Estado a una economía de libre mercado,
en conjunción con una transición de regímenes militares a ins­
titucio­nes democráticas en un contexto de violencia de posguerra
(O’Neill y Thomas, 2011).
Esta transición dio inicio a partir de la apertura económica de
las economías centroamericanas y su inserción en los mer­cados
globales iniciada en los años ochenta, la cual se caracterizó por la
extrema violencia con que se desarrolló la transformación econó­
mica hacia el Estado neoliberal. De acuerdo con Juan Pablo Pérez
Sáinz, con el inicio de la apertura económica y la apli­cación de me­
didas de ajuste estructural en los años ochenta, surgieron en Améri­
ca Central tres nuevos ejes principales de acu­mulación: nuevas
agroexportaciones, la industria maquiladora y el turismo. Sin em­
bargo, se considera la modalidad más importante de inserción de
la región en la globalización a la emigración, considerando a la

salarios y bajos impuestos y en la creencia de que el ejercicio de la dicta­


dura es una necesidad política” (González-Ponciano, 2001:1)
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 293
mis­ma una for­ma de inserción global “desde abajo” (Pérez Sáinz,
2012:1). De la misma manera, la mayor transformación de los mer­
cados labo­ra­­les en Centroamérica ha sido la emigración, la cual,
a través del impacto de las remesas, ha permitido mitigar en parte
el dete­rioro de las condiciones de vida inducido por las dinámicas
econó­micas y sociales actuales.
La ciudad de Guatemala actual es una urbe de poco más de un
millón de habitantes en su municipio central y alrededor de tres mi­
llones si se toma en cuenta su área metropolitana, que abarca en
total 13 municipios del Departamento de Guatemala. Es la ma­
­yor concentración urbana que puede encontrarse entre la ciudad
de México y la ciudad de Bogotá en Colombia. Es también la se­
gunda ciudad más densamente poblada de Centroamérica después
de San Salvador. Si revisamos brevemente algunos indicadores de
las condiciones de vida que enfrentan sus pobladores, constatamos
que se trata de una ciudad de pobres en un país extremadamen­
te pobre. Para dar sólo algunos ejemplos ilustrativos, en el país
más de la mitad de la población se encuentra por debajo de la línea
de pobreza, pero en el área rural este índice alcanza 72%, siendo en
el nivel urbano de 45% (ine, 2011); cerca de una tercera parte de la
población del área me­­­tro­po­li­tana reside en asentamientos mar­
ginales (Cebrián Abe­llán, 1999), 38% de la población urbana vive
en condiciones de ha­­ci­na­miento, según declaraciones del actual
ministro de Trabajo. Cer­ca de 20% de la población guatemalteca es
analfabeta, pero en el caso de la ciudad de Guatemala sólo 7% de la
población no sabe leer ni escribir. Sin embargo el analfabetismo
se concentra so­bre todo en las zonas rurales y urbano-marginales,
particularmen­te entre las mujeres y especialmente entre la pobla­
ción que vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema (Fun­
daespro, 2012). La población ocupada de Guatemala se estima en
5.2 millones de personas, pero la mayoría de éstas, 3.1 millones, está
en la denominada economía informal (Menocal y Pérez, 2007).
De acuerdo con datos de la cepal y oit (2009) en las zonas urba­
nas de Guatemala, el porcentaje de población ocupada en sectores
de baja productividad o economía infor­mal es de 69.3 por ciento.
Además de pobre, desigual y violenta, Guatemala es también
una ciudad globalizada y transnacional en la que residen cerca de
250 mil migrantes procedentes sobre todo de Centroamérica, pero
294 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

además de naciones como Corea, Colombia, Cuba, Ecuador, etc.,


la gran mayoría de los cuales se encuentran en situación migra­
toria irregular y se emplea en el sector informal de la economía
(Martínez López, 2008). Es también la ciudad de origen de muchos
de los 1 600 000 migrantes guatemaltecos en Estados Unidos, que
enviaron remesas por usd 4 300 000 durante el año 2009, lo cual
representó 12% del pib nacional y benefició de manera directa e
indirecta a cerca de un tercio de la población. Estas remesas re­
presentan la segunda fuente de ingreso de divisas al país, superan­do
las exportaciones de productos tradicionales y el turismo (Baraho­
na, 2010). La ciudad de Guatemala es también el lugar de recepción
del creciente número de deportados de Estados Unidos, quienes
no han dejado de aumentar desde el año 2006 hasta llegar a conta­
bilizar 84 872 deportados durante 2011 (Menchú, 2011).

La seguridad en la ciudad transnacional

En Guatemala las trasformaciones urbanas contemporáneas se han


caracterizado por la proliferación del comercio informal, la de­ca­
dencia y el despoblamiento de las áreas centrales, así como la
solución de las necesidades de vivienda mediante la urbaniza-
ción no planificada. Estos cambios se han acompañado por un au­
mento de los índices de criminalidad, lo que ha convertido el tema
de la seguridad en prioritario para los gobiernos. Duhau y Giglia
(2004) afirman que la mayoría de los estudios actuales sobre el
espacio urbano caracterizan la organización y gestión del espacio
urbano de América Latina a partir de formas de “autosegregación,
instauración de barreras físicas, privatización de los espacios de
uso colectivo, gentrificación, marcada segmentación social de los
equipamientos de uso público y del uso de los espacios públicos tra­
dicionales, y estigmatización de los espacios urbanos de la po­bre­
za” (Duhau y Giglia, 2004:169). Sostienen que frente a la dificultad
real o imaginada de gestionar un “orden urbano único y compar­
tido” se ha recurrido a la “segmentación del espacio vía la privati­za­
ción o la propiedad colectiva” (Duhau y Giglia, 2004:173). Teresa
Caldeira agrega que en muchas ciudades se ha impuesto un nue­
vo modelo de segregación urbana que “separa grupos sociales de
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 295
forma tan explícita que transforma la cualidad del espacio públi­
co”, caracterizado por la “tensión, separación, discriminación y
sospecha” (Caldeira, 2007:14, 363). Además de la fragmentación
y el amurallamiento, en Guatemala las transformaciones urbanas
más visibles son aquellas que han producido modificaciones en
los usos y representaciones del espacio público, cuyo ejemplo pa­
radigmático es la construcción de nuevos espacios destinados al
consumo, en concreto, la construcción de grandes centros co­mer­
ciales está en auge desde hace más de 15 años.
De acuerdo con el antropólogo Dennis Rodgers, el modelo de
“ciudad de muros” descrito por Setha Low (2003) y Teresa Caldeira
(2007) para los casos de Estados Unidos y São Paulo, respectiva­men­
te, no puede ser aplicado directamente a las ciudades de tama­ño
medio que caracterizan a Centroamérica, esto debido sobre todo a
un problema de escala. De acuerdo con este autor, el reduci­do
tamaño de las elites no permite la conformación de espacios to­tal­­
mente cerrados y autosuficientes. Propone el término de disem­bbe­
ded city como un modelo más apropiado, según el cual las elites
separan una capa completa de la ciudad para su uso exclusivo. En
vez de hacer una nueva “subciudad”, convierten a la ciudad en una
serie de nodos fortificados comunicados por medios de transportes
privados. Además, aclara que este fenómeno se dio en las ciuda­
des centroamericanas de manera muy temprana, desde princi-
pios de los años noventa, cuando el modelo de las “ciudades de
muros” no estaba consolidado en la región (Rodgers, 2004).
La ciudad de Guatemala es una ciudad media, tres millones
de habitantes en su área metropolitana completa, con una relati­
vamente reducida población adinerada, de modo que las estrate­
gias a través de las cuales los ricos se desarticulan de la ciudad
difieren significativamente de las estrategias adoptadas por las eli­-
tes de las grandes ciudades. Debido a esto, según O’Neill y Tho­
mas, las “relaciones entre ricos y pobres son más porosas y por lo
tanto la segregación es más una ideología que una realidad vivida”
(2011:3).
La condiciones de pobreza, precariedad y desigualdad, en con­
junción con las persistentes lógicas y prácticas autoritarias y ra­
cistas que han caracterizado al sistema político, son algunas de las
razones que explican que en Guatemala la tasa de homicidios sea
296 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

de 70 por cada 100 mil, mientras que en la ciudad esta tasa sube
hasta 102 por cada 100 mil, niveles que son muy superiores al pro­
medio latinoamericano. En conclusión, para O’Neill y Thomas el
estallido de la violencia de posguerra es el que ha generado un con­
junto de prácticas y estrategias que privatizan la función básica del
Estado de brindar seguridad urbana. “Estos nuevos esfuerzos de se­
guridad, evidentes tanto en la vida cotidiana como en las políti­cas
sociales constituyen la práctica del neoliberalismo en Guate­ma­la”
(O’Neill y Thomas, 2011:2), los cuales han creado nuevos patrones
de separación y exclusión urbana, haciendo hegemónica una vi­
sión que basa la seguridad en prácticas represivas e incluso ilega­
les donde persiste la idea de que los lugares de “caldo de cultivo de
maras y delincuentes” son los barrios pobres y marginales, que son
contantemente etiquetados mediante el binomio pobreza y vio­
lencia. Estudiar estas prácticas en la ciudad de Guatemala o en su
área metropolitana tiene especial relevancia por lo que su creci­
miento urbano simboliza para la modernidad del país, pero además
por lo que esta ciudad implicó en el surgimiento y crecimiento de
clases medias, uno de los sectores sociales donde se pueden ob­ser­
var las representaciones sociales que sostienen esas prácticas de
desconfianza, intolerancia y autoritarismo.

Crisis, violencia
y experiencia urbana en Guatemala

De acuerdo con Saskia Sassen (2013), el capitalismo neoliberal ha


dejado de funcionar con base en una lógica de atracción, aquella
propia de un proceso de expansión capitalista que buscaba incorpo­
rar a nuevos sectores sociales como trabajadores y consumidores.
Por el contrario, en la actualidad se observa una ruptura del con­
trato social, dada la lógica de expulsión de grandes sectores del
proyecto de clase media keynesiano. Según Javier Auyero, en las
grandes ciudades latinoamericanas neoliberales se ha producido
un “encogimiento de las redes sociales, la desproletarización, cre­
ciente informalización de la pobreza y la despacificación de la vida
cotidiana, la desertificación organizativa, creciente relevancia de
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 297
la venta ilegal de drogas y la represión estatal” (Auyero, 2001:24-25,
citado en Camus, 2011:53). De modo que la violencia cotidiana, la
violencia represiva estatal intermitente y la violencia estructu-
ral del desempleo, determinan la vida en las grandes áreas margi­
nales. Se explica así cómo en el marco de la economía neoliberal
actual los barrios marginales se convierten en espacios ideales
donde los sectores lumpenizados “se devoran a sí mismos mien­
tras proveen una fuerza laboral conveniente barata y dócil al ca­pi­
tal” (Bourgois, 2009:44).
En la ciudad de Guatemala son evidentes los efectos sociales
de la transformación económica hacia el modelo neoliberal, un
caso donde se combinan la desaparición del empleo y de la cober­
tura de servicios sociales del Estado con el miedo a la violencia y
la falta de respeto por los derechos humanos, herencia de los años
de represión y del conflicto armado. Una serie de trabajos recien­
tes permiten tener una perspectiva histórica desde Centroamé­
rica para entender las características particulares del proceso de
urbanización y “modernización autoritaria” o “modernización desde
abajo” (Camus, 2011; Levenson, 2011), términos que hacen referen­
cia a un modelo particular de desarrollo basado en bajos salarios
y bajos impuestos, orientado casi exclusivamente a la exportación y
no al desarrollo del mercado interno, el cual ha necesitado la im­
posición autoritaria y el racismo como forma de legitimación del
sistema. Estas características han perdurado desde las dictaduras
liberales de finales del siglo xix hasta las dictaduras militares de la
década de 1980 y durante la desigual transición de estos regíme­
nes autoritarios hacia instituciones democráticas en un contexto
de violencia de posguerra.
En conjunto, estos componentes permiten afirmar que las ciu­
dades del norte de Centroamérica conforman un escenario en el
que ciertos factores disociadores del tejido social se han agudi­zado,
lo que ha incidido en el aumento de la conflictividad social en don­
de el miedo ha pasado a instalarse como principal articulador de la
vida cotidiana. A partir de este marco es posible analizar por qué
amplios sectores urbanos, medios y populares dependen de la uti­
lización de justificaciones morales así como de discursos y prác­
ti­cas autoritarias y racistas para darle sentido a sus vidas en medio
de la violencia, la precariedad y la vulnerabilidad.
298 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

El trabajo de la historiadora social Deborah Levenson-Estrada


(2005, 2011) sobre el devenir de tres generaciones de una familia
urbana popular demuestra que, a pesar de los avances sociales
en cuestiones educativas y de salubridad, los pobres de la ciudad de
Guatemala han perdido constantemente espacios de socialización
para comprar, caminar y convivir. A lo largo del siglo xx, las ma­
yorías populares se han visto cada vez más confinadas a es­pacios
privados como la escuela o la iglesia, a menos que se apro­pien de
la calle, con el riesgo de ser criminalizados y reprimidos o se vean
obligados a migrar.
Cuando esta autora analiza la tercera generación de una fami­
lia de clase obrera en la ciudad de Guatemala, aquella que creció
hacia finales de los años setenta y durante los ochenta, describe
que dicha familia tuvo que crecer en un mundo mucho más pe­
ligroso que sus antecesoras, en parte debido al recrudecimiento
de la represión política, pero también por el aumento de la de­lin­
cuencia común. De modo que los jóvenes de esta generación tu­vie­
ron una vida más restringida en términos de movilidad espacial,
vivieron más encerrados en casa porque la calle empezó a verse
como “peligrosa”. La televisión se volvió ubicua y cotidiana. En es­
tos años, si se quería escapar a estas nuevas formas de violencia
juve­nil urbana, la estrategia más común era el aislamiento, des­pren­
­derse de la ciudad, ser en cambio jóvenes “de su casa”, “de su fa­mi­
lia”, de su escuela”, “de su iglesia” (Levenson, 2011).
En ese momento los jóvenes que sí se apropiaron de la calle
empezaron a ser estigmatizados como “mareros” o breaks, y quie­
nes no frecuentaban la calle o no tenían un estilo de vestir cholo
fueron inmediatamente identificados como antibreaks. Para Leven­
son, los conflictos juveniles callejeros, la peleas entre breaks y
antibreaks pueden ser comprendidas como una lucha simbólica
por el estilo juvenil, la cual originó que los mareros o breaks recha­
zaran la “ropa de pobres” y adoptaran un estilo de ropa cara y de
marcas. El resentimiento hacia este nuevo orgullo callejero de los
“extremadamente pobres y la apropiación de marcas juveniles glo­
bales llevó a la gente de clase media y alta a formar el movimien­
to antibreak”, que es el antecesor directo de la violencia juvenil
actual, cuya expresión más conocida y mediática son las maras trans­
nacionales.
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 299
En realidad en esta época casi desaparecieron los espacios
apropiados para ser un joven “bueno” en la ciudad. La represión
y el terror habían hecho sucumbir los discursos de la organización y
el poder popular, así como del capitalismo como algo antinatural
susceptible de ser transformado. Las nuevas políticas sin definición,
la destrucción del movimiento popular y del discurso de cla­se, llevó
a las familias a contar únicamente consigo mismos y con sus con­
tactos directos. La nueva ideología neoliberal incorporada por los
sectores populares puede resumirse en el discurso de “ser más”.
La nueva ideología del neoliberalismo sostenía que el éxito signi­
ficaba subir niveles en la pirámide social dentro del statu quo de
desigualdad.
Conclusiones similares se reflejan en el proceso de desclasa­
miento —pérdida de distinción de clase— que han vivido los habi­
tantes de la colonia popular Primero de Julio en la periferia de la
ciudad de Guatemala, un caso estudiado por la antropóloga Manue­
la Camus (2005), quien analiza los efectos de la violencia urba­na en
un contexto de “economías inciertas e inseguras y cuando la pro­
mesa de la modernidad se desvanece junto a la retirada de los ser­
vicios estatales”. Si este barrio estuvo antes destinado para la clase
emergente, hoy se encuentra abandonado por el Estado y sus ha­
bitantes se han convertido cada vez más en agentes y vícti­mas de
violencia.
Para los residentes del barrio, las reformas neoliberales (que
han contribuido al desclasamiento) y la violencia de posguerra
(que es en gran parte una respuesta al abandono del Estado y
a la inseguridad socioeconómica) se interrelacionan en el nivel de
la experiencia social. Este barrio surgió en la década de los años
sesenta y creció en los años setenta, la época de la “modernización
autoritaria” llevada a cabo en medio de una creciente militariza­
ción del Estado y la completa dependencia de Estados Unidos.
La tercera generación de habitantes del barrio fue la que llegó
a la adultez hacia finales de los años setenta y durante los ochen­
ta. Fue una generación de crisis cuyo mundo se vio destrozado
por la guerra civil y las políticas de ajuste estructural. El neolibe­
ralismo como práctica cotidiana se expresó en un ambiente en
el que cada uno trabajaba por superarse, por “ser más” sin mirar
ha­cia las instituciones del Estado por asistencia ni atender las
300 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

grandes narrativas de avance social en busca de inspiración. La ge­


neración de los ochenta se identificó más con las políticas de la
posguerra que con las ideas de modernización o revolucionarias
que dieron forma a las décadas anteriores. La antigua era de moder­
nización autoritaria, aspiraciones profesionales y nacionalismo
patriótico dieron lugar al imperio del mercado. Pero únicamen-
te para quienes contaban con medios, el consumo se volvió una
expresión de distinción de clase. La juventud actual se encuentra
inmersa en una zona gris entre la economía formal y la informal,
así como entre la modernidad y la ausencia de expectativas. Es por
ello que la mayoría depende de ideologías racistas y autoritarias
para darle sentido a un mundo cambiante y caótico (Camus, 2005).

Agentes telefónicos
transnacionales en Guatemala

El séptimo nivel del edificio central de Transactel está


equipado con una cancha de papi fútbol, mesas de
futillo, consolas de wii y sillas de restaurante playero.
Huele a tacos y hamburguesas. Suena música disco y
vislumbra la carretera a El Salvador y la ciudad capital.
Son dos mil metros cuadrados para el ocio y distracción
de los dos mil empleados de la torre. Una suerte de
versión chapina de la sede central de Google en Silicon
Valley, California, Estados Unidos, cuyos empleados
juegan al billar, saltan en las camas elásticas o beben
malteadas de chocolate entre cada descanso.
Paola Hurtado, “El llamado call center”.

Hasta ahora se ha intentado delinear un marco histórico na­cional


donde a inicios del siglo xxi surge un nuevo colectivo labo­ral de
carácter transnacional, el cual se describe como un modelo de de­sa­
rrollo autoritario que ha necesitado del racismo y la exclu­sión como
mecanismos de legitimación. Este nuevo colectivo labo­ral está com­
puesto en su mayoría por jóvenes que han crecido inmersos en
las prácticas urbanas cotidianas de la ciudad de Gua­te­mala, las que,
como revisamos anteriormente, reflejan y re­cons­truyen patrones
históricos de exclusión y discriminación y al mismo tiempo erigen
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 301
nuevas fronteras y separaciones sociales. Ahora pa­saremos a re­
visar los mecanismos mediante los cuales la clase media urbana
guatemalteca se sitúa a sí misma dentro de prácticas y re­pre­sen­
taciones conflictivas sobre una forma particular de tra­bajo terceri­
zado transnacional, lo cual nos ayuda a entender cómo este nuevo
modelo de trabajo es racializado y nacionalizado en es­te con­tex­
to urbano particular (Poster, 2008). Se afirmó anteriormente que
este nuevo modelo de trabajo y el nuevo colectivo transna­cio­nal
de trabajadores que lo integran, por un lado, desafían las lógicas
tra­dicionales de separación entre sectores sociales y rede­finen
las nociones sobre el profesionalismo y el trabajo calificado en la
ciudad de Guatemala, y al mismo tiempo, la implantación de estas
empresas transnacionales apuntala el modelo urbano que he­mos
nombrado dissembeded city (Rodgers, 2004) al constituirse los call
centers como parte integral de los nodos fortificados donde los sec­
tores medios y altos pueden no sólo socializar y consumir, sino
ahora también trabajar. Pero también tanto en el modelo de traba­
jo como en las relaciones entre los trabajadores se reproducen y
reifican.
Como se mencionó antes, la fuerza de trabajo que le da vida
a la industria de call centers está compuesta por jóvenes, conside­
rando que el promedio de edad en la industria es de sólo 23 años.
La composición mixta de esta fuerza laboral nos habla de las par­
ticularidades que ha tenido la forma de inserción de la economía
guatemalteca en el proceso de globalización. Por un lado permite
de alguna manera vislumbrar el nivel de penetración de las polí­
ticas de ajuste estructural y el adelgazamiento del Estado que se
expresan en la preeminencia absoluta de la educación privada en los
sectores medios de la ciudad de Guatemala. Por otro lado evidencia
a la migración como el mecanismo central de inserción “desde
abajo” (Pérez Sáinz, 2011), de la economía y la sociedad guatemal­
teca al proceso de globalización, proceso que en su fase más recien­te
se expresa en la forma del creciente número de deportaciones y
retornos voluntarios de migrantes al país.
Como se mencionó al principio, los call centers han sido presen­
tados en el discurso público como una nueva oportunidad de desa­
rrollo para el país. En el nivel de políticas públicas, se ha intentado
integrar a esta industria a nuevos sectores sociales mediante la im­
302 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

plementación de programas de capacitación en inglés para jóvenes


de áreas urbanas marginales, los llamados sectores de población
juvenil en alto riesgo de pertenecer a las maras o de integrarse al
crimen organizado. También se ha promovido la mayor incorpo­
ración a la industria de migrantes retornados de Estados Unidos.
Para lograr ampliar el mercado laboral, las empresas han im­
plementado diferentes estrategias. Por una parte, han incrementa­
do sus inversiones en campañas de marketing que buscan atraer a
personal joven y al mismo tiempo cambiar la imagen pública tan­
to de la profesión como de la industria en su conjunto. Otra de
sus estrategias ha sido la localización de sus instalaciones en las
cer­ca­nías de universidades, centros comerciales o las zonas resi­
denciales de clase media y alta. Por otra parte, se han aliado con el
gobierno y las empresas dedicadas a la enseñanza de idiomas para
la implementación de un plan de becas para perfeccionar el idioma

Anuncio en prensa de la empresa 24/7


de capital indio, Guatemala, 2013.
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 303
inglés, destinadas a personas con un nivel intermedio. Así surgió
en 2010 un programa gubernamental llamado “Beca para Perfec­
cionamiento de Inglés con Inserción Laboral en Contact Center”,
que ofrece 160 horas de cursos en horarios flexibles. Para acceder
al programa el postulante debe firmar una carta de compromiso la­
boral con alguna de las empresas participantes.
Es posible afirmar que las políticas para incorporar nuevos
sectores sociales a este nuevo mercado de trabajo han sido un fra­
caso y que en alguna medida esto se debe a las representaciones
que existen sobre esta nueva forma de trabajo, pero sobre todo a
la representación sobre quienes son aptos para realizarlo. Como
desarrollé en un trabajo anterior (Meoño, 2011), en Guatemala exis­
ten formas contradictorias de representar a esta industria: por un
lado se la presenta como una forma de trabajo calificado, moderno
y sobre todo global, y al mismo tiempo existe una serie de represen­
taciones que la relacionan con las antiguas maquilas a partir de
la intensidad del proceso de trabajo y de las formas de organización
que se dan en su interior.

Trabajo transnacional y representaciones


Guatemala
sobre el lugar de cada quien en

En esta sección intentamos analizar el juego de discursos y repre­


sentación no sólo de la industria, sino también de los que traba-
jan en ella. Se trata de analizar la representación del trabajador
transna­cional ideal desde una perspectiva urbana guatemalteca,
plantean­do cómo los patrones de exclusión y discriminación se re­
producen en las prácticas y representaciones sobre el trabajo y los
trabajadores transnacionales, en qué forma se transforman en este
nuevo ámbito, qué continuidades e impugnaciones presentan en
un espacio de trabajo global que, de acuerdo con Winifred Poster, se
caracteriza por “un discurso y apariencia pública de armonía ét­ni­ca
(2008:299), un espacio integrador más que excluyente de diversos
sectores urbanos cuya dinámica y conflictos permiten entender
cómo las corporaciones lidian con temas como el manejo de la di­
versidad. Siguiendo a Poster, muestra cómo se simbolizan y prac­
tican las políticas de diversidad de las corporaciones globales,
304 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

como un recurso para “desviar la atención hacia formas abiertas de


estratificación y pretender evitar trastornos a las relaciones labo­
rales” (Poster, 2008:298).
En el caso guatemalteco, los call centers cumplen una función de
vitrina para el gobierno y las cúpulas empresariales, representan
además la continuación de más de cien años de proyectos moder­
nistas, impulsados por las elites, orientados a la exportación; pero
al mismo tiempo son una muestra de las paradojas y contradic­
cio­nes de tales proyectos. En este caso, una de las contradicciones
más obvias es que una industria global y moderna como los call cen­
ters en Guatemala sólo es tal gracias a los esfuerzos de “moderni­
zación desde abajo” que representa la migración ilegal a Estados
Unidos (Way, 2006), de modo que en gran medida permite entender
la na­tu­raleza, complejidad, particularidad y violencia de la so­ciedad
de la Guatemala moderna (Way, 2006:14). En este sentido, para ce­
­rrar el artículo se presentan algunos de los discursos recogidos
du­­rante el proceso etnográfico realizado en 2010, mismos que dan
cuenta de los juegos de representaciones en dos dimensiones: el
debate general del proceso de globalización del outsourcing entre
quienes la presentan como una fuerza revolucionaria que está
transformando las oportunidades laborales de la juventud, argu­
mentando que los call centers proveen empleo con un nivel de in­
gresos antes inalcanzable para este sector, al mismo tiempo que el
empleo de call centers es visto como un sitio de explotación, aso­cián­
dolo con la maquila, en parte porque esta antigua industria es la
única representante de un modelo de desarrollo industrial orienta­
do a la exportación a países centrales que ha existido en la ciudad.
Considero que lo más interesante de este debate en el caso guate­
malteco no es la constatación de la existencia de diversas postu­
ras que oscilan en dos polos entre la exaltación y el rechazo, sino
el hecho de que tales representaciones son compartidas por di­
versos actores participantes en la industria, desde el gobierno y
los propios empresarios hasta el personal jerárquico y los traba­
jadores de la industria. Lo mismo puede decirse sobre el debate
paralelo, que se abordará más adelante, acerca de la composición
de la fuerza de trabajo que le da vida a la industria.
Presento los discursos recabados entre diferentes agentes de
la industria, extractos de entrevistas a representantes del sector
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 305
patronal, dueños y gerentes de la industria, junto a entrevistas
a representantes gubernamentales que trabajan en estrecha co­
labo­ración con la industria y promueven la inversión extranjera
en el sector.
La cita que sigue es extraída de una entrevista a Guillermo Mon­
tano, presidente de Transactel;4 ante la pregunta de la periodista
sobre la comparación entre el outsourcing y la maquila, el en­tre­
vistado primero se desmarca de esta relación para posteriormen­
te afirmarla cuando expresa que el call center tiene el potencial de
superar en tamaño e impacto económico a la antigua industria ma­
quiladora.

“En otro campo y a otra escala, ¿Transactel se está convirtien­


do en lo que fue Koramsa, la maquila más grande del país?”
—Así nos comparan un poco, que esto es la nueva maquila, con
la diferencia es que esto no es una maquila [...] Nosotros pode­
mos llegar a 50 mil empleados y ser una industria mucho más
grande de lo que fue la maquila (Hurtado, 2010:25-27).

En la siguiente entrevista realizada a Germán López, presiden­


te de la Comisión de Contact Centers de la Asociación Guatemalte­ca
de Exportadores, la explicación que nos da sobre la representación
negativa hacia los call centers no se hace en referencia a las ma­
quilas sino a las pésimas condiciones de trabajo que enfrentan
los agentes telefónicos en español que atienden el mercado local.
El hecho de que sea una excepción refuerza la idea de que la re­
presentación del call center no está construida en relación con la
naturaleza del proceso de trabajo, sino más bien en relación con
su orientación exportadora y sobre todo por las características de la
mano de obra que labora en ella.

Para Germán López, los distintos señalamientos que se dan con­


tra los centros de llamadas se deben a que muchas empresas
de Contact Center que ofrecen servicios a nivel local han recu­
rrido a pagar salarios bajísimos a sus trabajadores, ya que sus
in­gresos son igualmente bajos (Batres, 10-06-2011).

4 Transactel es el call center más grande del país, con más de cinco

mil empleados.
306 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

Estas ideas sirven para enmarcar el siguiente grupo de discur­


sos agrupados en torno a la composición de la fuerza de trabajo y
el mercado laboral. ¿Cuáles son sus características y cuáles son
los problemas que enfrenta su doble composición de clase? Por
ejemplo, las siguientes declaraciones fueron hechas por Alexan­
dra Springmuhl, gerente de capacitación y retención de personal
en Transactel.

“¿Quiénes trabajan en los call centers?” —En su mayoría son


jóvenes entre 18 y 23 años. Muchos de ellos aprovechan las fa­
cilidades de horario y los incentivos salariales que da la empre­
sa para que estudien en la universidad. También hay amas de casa
que quieren mejorar la economía de su hogar en estos tiem­pos de
crisis. Asimismo, allí trabajan personas que, con 40 o 50 años,
perdieron su empleo […] Además, hay muchos guatemalte­cos que
fueron deportados de Estados Unidos, en donde pudieron apren­
der inglés. Según nos cuenta Alexandra Springmuhl, Tran­sac­tel
intentó, en un momento dado, ir a reclutar agentes directamen­
te al hangar donde aterrizan aviones con deportados. Podemos
conjeturar que ése no era el momento más adecua­do para ofre­cer­
les empleo (Escalón, 10-9-2009).

Guillermo Montano, presidente de Transactel, aborda el tema


de la composición de la fuerza de trabajo a partir de la dificultad de
expandir el mercado laboral más allá de los jóvenes de “buenos co­
legios”, que en su opinión conforman el ideal del trabajador pero
a quienes les resulta difícil retener por mucho tiempo en el em­
pleo. En su opinión, la dificultad para la incorporación de guatemal­
tecos ex migrantes estriba, por un lado, en el carácter delincuencial
de la población deportada y además por algunos de sus rasgos cul­
­tu­ra­les, el acento para ser preciso, lo que no deja de resultar pa­
radójico considerando que se trata de personas en muchos casos
nativas en el idioma requerido para el trabajo.

Al principio contratamos a graduados de buenos colegios, eran


los que mejor inglés tenían, pero muchos no tenían tanta ne­
cesidad. Preferimos gente que necesite más el trabajo, que va
a estar aquí mucho más tiempo. “¿Y cómo le fue buscando a
gente de más edad?” —Cuesta un poco. El punto es que muchos
mayores de 35 o 40 años saben inglés, pero no computación [...]
nos interesa atraer a empleados de más edad: una persona con
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 307
hijos o compromisos familiares es más responsable y estable
[...] “¿Por qué desistieron de ir a entregar trifoliares a la Fuerza
Aérea cada vez que arribaba un vuelo con deportados desde Es­
tados Unidos?” —No quiero generalizar, pero muchos de ellos han
tenido problemas legales en Estados Unidos. Estuvieron en pandi­
llas o participaron en hechos delictivos. Insisto, no generalizo, el
problema es que no pudimos distinguirlos y contratamos mu­chos
mareros. Y cuando se infiltran son como un virus, se complica
todo. “¿Se topó con eso?” —Mucho. Incluso tuvimos el proble­
ma de que contratamos a uno (deportado) que paró siendo de la
banda que atracó el camión blindado en al aeropuerto (el robo
de más de usd ocho millones). Era un buen “performer” (llegaba
a sus metas), tenía antecedentes limpios, pero mientras traba­
jaba aquí planeaba el atraco. Sin embargo, no nos hemos cerra­do
hacia los que vienen de Estados Unidos. Muchas veces lo di­fícil
no es que no sepan escribir el inglés, sino el acento. Es lo más
difícil de quitárselos (Hurtado, 25-7-2010).

Como conclusión, la idea que propongo en este trabajo se re­


­­
fiere entonces a que la imagen social del trabajo de agente te­­le­­fó­
­nico en Guatemala está asociada a la de gente decente, gen­­­te bien,
con educación, de clase media, bilingüe, en resumen “gente con
cul­­­­tura”. La participación de migrantes en el nuevo mercado la­
boral creado por los call centers interrumpe esta representación
al articularla a la necesidad imperial de incorporar mano de obra
barata a su economía. Implica por lo tanto la irrupción de un no
blanco en el espacio transnacional que históricamente ha sido
el espa­cio de las clases altas y medias, blancas o blanqueadas, en
su papel de in­termediación con lo global. Además se trata de un
no blan­co que, dado el carácter ambiguo e intangible del produc­
to que se ofre­ce, un servicio que oscila entre la pura intermediación
en pro­cesos de trans­misión masiva de información y la interacción
con el cliente a nivel emocional, requiere del trabajador la realiza­
ción de un performance cultural como el representante más cer­
cano de la corporación transnacional, eficiente y humilde. El
manejo del idio­ma inglés en el nivel práctico, pero sobre todo
estético, se convierte mediante este performance en el valor de
cambio con el que negocia el trabajador. Se trata de una habilidad
cultural en el sen­tido de que para muchos sólo se adquiere a
través de la cercanía cultural con la metrópoli.
308 LUIS PEDRO MEOÑO ARTIGA

El conflicto se expresa en la definición de quién es­tá más cer­ca


de la metrópoli, el migrante deportado que creció allá o el joven de
clase media que empezó a aprender inglés desde niño y ha sido edu­
­cado en gran medida dentro de la cultura de consumo estadouni­
dense. La idea que subyace a este juego de re­pre­sen­ta­ciones sobre
lo que significa la industria y el empleo en ella a par­tir de quien
integra su fuerza de trabajo, es que el empleo como forma de ac­
ce­der al consumo y las prestaciones sociales implica un proceso
de desclasamiento de los trabajadores de la in­dustria. Esta proleta­
rización se hace más evidente por la presencia de gua­te­maltecos,
migrantes retornados, que aun en su propia tie­rra son descritos por
algunos como indocumentados por deslizar el signi­ficado del call
center de algo que podría ser descrito como la nueva oficina global
hacia algo que puede ser descrito como la nue­va maquila.
Lo que pretendo es llegar a describir una serie de ideas, repre­
sentaciones sociales, prácticas y discursos que comparten estos ca­
pitalinos sobre sí mismos y sobre los otros, los diferentes. Esas
representaciones se fundan en la desconfianza, el miedo, el auto­
ritarismo. El caso de los jóvenes trabajadores servirá como entra­
da, como ventana para mirar esos sectores de clase media y cómo
ven estos sectores a la sociedad. No se trata de estudiar su condi­
ción de jóvenes en sí misma; el estudio desde los jóvenes es un
me­dio para captar un entorno, una entrada que ayude a explicar
cómo están viviendo la realidad urbana social las clases medias —no
populares—, así sea por la ausencia de relaciones con otros seg­
mentos sociales. Se trata de clases emergentes de las últimas déca­
­das que no son perdedores de la modernidad o del ajuste es­tructural
de los años noventa y que no experimentaron de cerca el conflicto
o su terminación. Y al final, con ello, conoceremos un poco de lo
que está ocurriendo en la sociedad guatemalteca tan des­igual y di­
ferenciada socialmente.
Dado que las representaciones sociales no pueden estudiarse
sin su referente material sobre el cual está organizada la sociedad,
el lugar para levantar el dato etnográfico ha sido las nuevas plan­
tas de producción de servicio al cliente telefónico con carácter
transnacional, conocidas como call centers. Este espacio de trabajo
presenta muchas de las características propias de la etapa actual
de desarrollo económico, al que podríamos llamar, siguiendo a Ma­
REPRESENTACIONES SOBRE EL TRABAJO TRANSNACIONAL 309
nuela Camus, “globalización de las periferias”, y de las que re­pre­
senta muchas de las imágenes contradictorias sobre la calidad del
trabajo de la fuerza laboral que le da vida.
En definitiva, lo que propongo es que la inclusión de nuevos
sectores, de pobres urbanos o de migrantes retornados, perturba la
representación de esta nueva forma de trabajo como algo moderno
y global, pero además como algo decente y apto para los jóvenes
de clase media que conforman el grueso de la fuerza laboral que
alimenta la industria. Estas contradicciones han llevado a muchas
empresas a no contratar a migrantes y han hecho fracasar los pro­
gramas de capacitación que buscan insertar a jóvenes de áreas mar­
ginales de la industria.

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Slums flexibles

Valentina Glockner Fagetti

Bangalore: modernización y migración

La ciudad de Bangalore, capital del estado de Karnataka, ubicado en


el sur de India, ha sido ampliamente promovida como el Silicon Va­l­
ley o la primera ciudad de clase mundial de este país. Con casi diez
millones de habitantes (Census of India, 2011), ha sido defini­da
como la ciudad “más vanguardista y pujante” de India. Publici­ta­
da co­mo paradigma de progreso y modernización por gobernantes
y empresarios, Bangalore ha adquirido fama y renombre internacio­
nal por haberse convertido a principios de la década de los noventa
en el eje de la industria de la tecnología de la información de In­dia1
y perseguir un modelo de urbanización que busca, no se sabe con
cuánto éxito, convertirla en la próxima Singapur (Nair, 2000). Banga­
lo­re es la ciudad donde decenas de compañías de software de todo
el mundo han hecho su nido y otras decenas más de multinacio­
nales especializadas en biotecnología, aeronáutica, management,
outsour­cing, telecomunicaciones y finanzas parecen estar constru­
yen­do lo que a los ojos de muchos políticos y empresarios consti­tuye
un “triunfo” de la modernidad y el desarrollo.
Pero Bangalore, como muchas otras ciudades de India y del
mundo, es también una ciudad de múltiples influencias y proce­­sos
históricos divergentes. Bangalore asimismo es una ciudad de cla­

1 India posee la segunda comunidad científica angloparlante en el

mundo, con más de tres millones de científicos y técnicos (Stremlau, 1996).

[317]
318 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

r­ os­curos, de contrastes y contradicciones. Actualmente el capital


transnacional ha ganado preeminencia en la economía de la ciu­
­dad, que alberga alrededor de 125 corporaciones multinacionales,
1 150 compañías de software y 120 mil profesionales de la it In­­
dustry que producen 35% de las exportaciones de India en el sector
del software (Mukherjee, 2008). Pero al mismo tiempo, el declive
en la industria manufacturera y textil, sumado al impacto que la
crisis financiera global ha tenido en los sectores que más deman­
dan mano de obra poco calificada, como la construcción, han pro­
vocado que durante las últimas décadas se profundice aún más la
polarización económica entre los sectores más ricos y los más po­
bres de Bangalore (Nair, 2005). Con esto en mente, son varios los
académicos que cuestionan la imagen que se ha creado de Banga­
lore como un polo de desarrollo y prosperidad cuando en realidad,
postulan, el crecimiento generado por la IT Industry ha beneficiado
sólo a la nueva clase media profesionista, así como a la elite corpo­
ra­tiva y a la que gobierna la ciudad (Mukherjee, 2008; Paulus, 1968).
Por tanto, para poder entender a la ciudad actual es necesa­
rio hablar no sólo del papel que el capital transnacional ha tenido
en su transformación, sino también de los millones de migran­
tes más desfavorecidos que han hecho posible su construcción y
soste­nimiento, y que están dispuestos a intentar sobrevivir con los
paupérrimos salarios y condiciones laborales que promueve. Es ne­
­cesario entonces hacer un ejercicio que busque entender a la ciu­
dad como un proceso sociocultural y económico que está en marcha
y que trasciende el espacio del Estado-nación; que reconozca las
complejas y variadas conexiones e interacciones que existen en­
tre el capital global, los sujetos y las dinámicas locales. Este ejer­
cicio no debe simplemente consistir en encontrar y explicar los
correlatos locales de ciertos fenómenos globales, pues no se tra­
­ta de im­poner un orden o jerarquías a las relaciones de poder o
las cons­trucciones sociales, sino de explorar la forma en que el
proce­so de construcción de la ciudad transnacional y los fenóme­
nos so­ciocul­turales que la conforman son el resultado de nego­
ciacio­nes, contiendas, interacciones y luchas por los significados
y las representaciones de la identidad, las subjetividades y el poder.
Entre los millones de migrantes que han llegado a Bangalore
durante las últimas décadas no sólo están los empleados de la tan
SLUMS FLEXIBLES 319
publicitada industria de la tecnología de la información, también
hay miles de familias desplazadas del medio rural por la aguda cri­
sis de la economía agrícola, las consecuencias del cambio climá­tico
y el violento despojo ocasionado por los proyectos estatales de desa­
rrollo (Breman, 2010; Sainath, 1996). Se trata de millones de familias
que en una primera y mayoritaria oleada llegaron de los distri­
tos agrícolas más depauperados de Karnataka y los esta­dos colin­
dan­tes de Tamil Nadu y Andhra Pradesh, y a quienes recientemente
se les han unido migrantes provenientes de los estados más po­­-
bres de India: Bihar, Chattisgarh, Orissa, Rajasthan y West Bengal; e
incluso de otros países del sur de Asia, como Bangladesh y Nepal.
Aunque la migración ha sido un fenómeno fundamental en la
historia de Bangalore, desafortunadamente existen todavía pocas
investigaciones sobre este tema, por lo que comprender sus mani­
festaciones más recientes resulta todavía más complicado. Una de
las primeras investigaciones se llevó a cabo a finales de la década
de los cincuenta, cuando los flujos migratorios a Bangalore estaban
compuestos mayormente por familias provenientes de Tamil Nadu
que llegaban para trabajar en la construcción de los edificios de
gobierno y otras obras públicas durante los primeros años de la
India independiente. En aquel entonces Woodruf (1960) ya daba
cuenta de un periodo de migración intensa y continua a Bangalo­
re durante las primeras décadas del siglo xx, flujo que luego de­
creció en los años de la posguerra para volver a incrementarse a
finales de la década de los cincuenta.
Según datos del Censo Nacional de India de 2001, la ciudad
de Bangalore ocupa el tercer puesto (después de Delhi y Mum­­
bai) en términos de cantidad total de población migrante, pues
13.4% de su población urbana responde a esta categoría, es decir
un to­tal de 761 485 personas. De éstas, 52.7% proviene del propio
esta­do de Karnataka, 46.3% de otros estados y 0.8% de otros paí­
ses (Census of India, 2001). Bangalore ha experimentado un cons­
tante crecimiento poblacional desde la independencia de India
en 1947, en gran parte alentado por el auge económico resultado
del establecimiento de varias de las industrias estatales más impor­
tantes del país. A partir de 1991, con la liberalización económica, la
migración y el crecimiento demográfico se incrementaron notable­
mente. Comparando datos de los censos de 2001 y 2011 se puede
320 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

ver que la población total del distrito de Bangalore ha crecido en


poco más de tres millones de personas. Lo interesante es que 97%
de este crecimiento demográfico fue aportado por la población ur­
bana, que se ha incrementado en 2 959 952 personas durante la
última década, debido a un constante flujo de inmigrantes. Ya en
la década de 1991 a 2001, cuando la tasa de crecimiento urbano
en Bangalore fue de 28.9%, se calculaba que 45% de sus habitantes
eran migrantes. Durante esta última década se estima que Banga­
lore ha crecido a una tasa de 46.68% (la más alta para todas las ciu­
dades de India) (Bose, 2011).

Situando a la ciudad transnacional

Diversos autores han enfatizado en la necesidad de posicionar la


mirada y el ejercicio etnográfico en el plano transnacional con
el objeto de trascender las limitaciones analíticas impuestas por el
nacionalismo metodológico y la reificación del Estado-nación con
el fin de repensar categorías centrales para el ejercicio antropoló­
gico como las de poder, territorio, soberanía, sociedad civil, nación y
Estado (Khagram y Levitt, 2004; Levitt, 2011; Levitt y Jaworsky, 2007;
Sharma y Gupta, 2006; Ferguson y Gupta, 2002; Ong y Collier,
2005; Besserer y Kearney, 2006). Este trabajo abreva necesariamen­
te de los planteamientos generales de estos autores. De manera
más específica, está inspirado por los estudios realizados durante la
última década sobre la ciudad transnacional y el transnacionalis­
mo urbano (Smith, 2001; Sassen, 2007; Glick Schiller y Ça ­lar, 2011)
en el sentido de que sitúa la producción de la ciudad, sus sig­ni­
ficados y manifestaciones como un fenómeno espaciotemporal que
trasciende los límites analíticos impuestos por categorizaciones
anta­gónicas de lo global y lo nacional. Y porque busca nuevas re­la­
ciones e interconexiones entre estos dos ámbitos partiendo desde
la experiencia y la acción de los actores sociales.
Ciertamente, además de ser objeto de estudio, la ciudad trans­
nacional es contenedora y generadora de relaciones de poder y
modos de vida. Por lo tanto es necesario recuperar los postulados
de los estudios transnacionales urbanos sobre la importancia de
entender los procesos de construcción del poder, las subjetivida­
des y la gubernamentalidad que nuestras etnografías registran como
SLUMS FLEXIBLES 321
procesos que, si bien están fuertemente influenciados por fenó­
menos globales, no podemos pensar que éstos los determinan y
ex­plican por sí mismos. Besserer y Nieto (2012) nos advierten por
lo tanto sobre la importancia de vincular estos procesos, y el pa­pel
que juegan dentro de la ciudad, a las dinámicas de los actores so­
ciales y a la forma en que sus acciones, trabajo y vidas cotidianas
construyen a la ciudad global “desde abajo”. Smith (2001), por otra
parte, llama a no perder de vista las “microrredes de acción social”
y los “espacios de acción” que los sujetos generan, y a en­tender
cómo sus intencionalidades, prácticas socioeconómicas, sus sub­
jetividades y acciones colectivas participan en la construcción de
la vida social urbana y de la ciudad transnacional.
Entendiendo la ciudad transnacional como un espacio de in­
te­racción entre dinámicas, fenómenos y procesos de orden local
y global, y como un espacio de producción de significados y con­
tiendas que trascienden los límites del Estado-nación, Bangalore
nos interesa como precursora (en el sudeste asiático) de una nue­va
fuerza de trabajo que opera en el ciberespacio y que, al igual que
gran parte del mercado financiero, está regulada y funciona me­
dian­te entidades y mecanismos que trascienden el espacio y el
control de los Estados nacionales (Stremlau, 1996:154). Pero tam­
bién como un espacio para entender las maneras en que la trans­
nacionalización se construye y se sustenta también “desde abajo”.
Bangalore nos muestra que los procesos de globalización económica
no se manifiestan solamente en términos de la movilización del
capital financiero y la tecnología más avanzada, sino que existe
también una globalización desde los márgenes, donde la fuerza
de trabajo y los modos de habitar la ciudad se reproducen como
con­secuencia, adaptación y soporte para el capital transnacional.
En esta investigación propongo abordar a la ciudad de Banga­
lore como ciudad transnacional a partir de dos líneas de reflexión.
La primera consiste en entenderla en el contexto del neoliberalis­
mo como un régimen económico global que ha propiciado nuevas
formas urbanas de marginación y distintos grados de exclusión de
las poblaciones migrantes de origen rural que también se pueden
ver manifestadas en formas concretas de construir y habitar la ciu­
dad. Estas formas nos permiten entender la manera en que los mi­
grantes han respondido a los efectos del neoliberalismo y la serie
322 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

de políticas económicas que éste ha inspirado mediante distin­


tos procesos de adaptación, resistencia y negociación. Bangalore
tras­cien­de los límites de lo “local” y se construye como ciudad trans­
nacional en la medida en que las formas de construir y habitar la
ciudad que los migrantes crean desde los márgenes responden, con­
­testan y dialogan con un régimen de orden global. Se transna­ciona­
liza también en la medida en que estas formas de construir y habitar
la ciudad se traducen en modos de vida y de trabajo que posibili­
tan la existencia y el funcionamiento de Bangalore como espacio
para la confluencia de formas transnacionales de producción, de
explotación de la mano de obra, de transferencia de valor y de cons­
trucción de la vida cotidiana. Propongo entonces a la ciudad de
Bangalore como un espacio para ver la forma en que las poblacio­
nes migrantes participan en la construcción de una ciudad transna­
cional.
El segundo enfoque y postulado de esta investigación busca
profundizar aún más en el conocimiento de esta población mi­
grante y se concentra en los niños migrantes y trabajadores que
viven en algunos slums de Bangalore. Considero que estos niños son
actores sociales fundamentales para entender a cabalidad los ros­
tros contradictorios que el régimen neoliberal adopta en la ciu­
dad transnacional cuando en ella operan tecnologías de cuidado
y protección que al mismo tiempo generan distintas formas de ex­
clusión. Es decir, que la segunda propuesta consiste en pensarla
en el contexto del neoliberalismo como un régimen de gubernamen­
talidad que produce y transnacionaliza determinadas tecnolo­gías
de gobierno2 dirigidas a controlar, moldear y encauzar a la pobla­
ción migrante de acuerdo con los imperativos y los cálculos del
mer­cado. En la ciudad de Bangalore esto ha significado la adopción
y adaptación por parte de distintos actores locales, entre los que se
en­cuentra el Estado, de ciertos discursos y prácticas de empode­
ra­miento y protección de la infancia “vulnerable” que se han glo­
­ba­li­zado desde el surgimiento de la Declaración Universal de los
De­rechos del Niño y el movimiento pro-salvación de la infancia

2 Entiendo a las tecnologías de gobierno en los términos de Rose y

Miller (1992): “the complex of mundane programmes, calculations, tech­


niques, apparatuses, documents and procedures through which autho­
rities seek to embody and give effect to governmental ambitions”.
SLUMS FLEXIBLES 323
(Platt, 1982). En Bangalore éstos han contribuido a legitimar ac­
ciones que tienden al disciplinamiento, control y administración
de la po­blación migrante más depauperada y a un determinado go­
bierno de la ciudad.
Foucault (1991) mostró las múltiples formas en las que el arte
de gobernar el Estado, la economía y las instituciones sociales se
vinculan con el gobierno de la conducta humana y las formas en
que los sujetos se gobiernan a sí mismos. Algunas décadas más tar­
de, autores como Ferguson (1990), Ferguson y Gupta (2002), Rud­
nyckyj (2004), Gupta y Sharma (2006), Sharma (2006, 2008) y
Fraser (2003), han ampliado nuestro entendimiento sobre las for­
mas en que el arte del gobierno y el ejercicio del poder se cons­
truyen y funcionan no sólo a través de entidades de gobierno
externas o que trabajan paralelamente a los aparatos del Estado,
sino impulsados por narrativas y agendas que superan el ámbi­
to nacional. Es decir que ciertas formas de gubernamentalidad se
trans­nacionalizan en tanto que se vuelven locales y globales a
la vez, y porque no sustituyen, sino que coexisten y contribuyen
a mol­dear a las formas de gubernamentalidad del Estado de cara a
procesos y fe­nómenos globales (Ferguson y Gupta, 2002).
Planteo por tanto que Bangalore nos ofrece la oportunidad de
pensar cómo la ciudad transnacional también se construye a par­
tir de las formas de gubernamentalidad que se aplican a las pobla­
ciones marginadas y cómo esto puede ser pensado dentro de las
tecnologías de gobierno y autogobierno que el neoliberalismo ha
contribuido a globalizar. Todo esto contribuye a la construcción
de la ciudad transnacional en la medida en que estos regímenes de
gobierno funcionan a través de espacios y actores urbanos que par­
ticipan en la redefinición de las subjetividades y los modos de vida
locales de cara a los principios y las necesidades del libre mer­cado
y de los regímenes transnacionales de gubernamentalidad de la
infancia “vulnerable”.

Ciudad clusterizada, neoliberalismo y excepción

Si la Bangalore del siglo xix, construida por los británicos marcaba


claramente la división entre gobernantes y gobernados mediante
una geografía urbana claramente definida en sus usos y espa­cios
324 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

(Nair, 2005:48), en la Bangalore actual ocurre algo similar con


dos ti­pos de asentamientos que parecen ser el reflejo de los dos
ex­tremos de la escala social y del mercado laboral: los más ricos y
los más pobres; los empleados de la industria de la información
y los trabajadores manuales no-calificados. Ambos extremos se
ven materializados en la geografía urbana en lo que podríamos
denomi­nar dos tipos de clusters claramente distinguibles de su
entorno y delimitados por distintas fronteras físicas y simbólicas.
Se trata del technology park (o bien el complejo residencial de lujo)
y del slum. Los primeros se distinguen por las barreras físicas y
los ele­mentos de seguridad que los guardan: altos muros, accesos
vigila­dos, guardias y circuitos cerrados de seguridad. Constituyen
además espacios económicos y de urbanización cuyo surgimien­
to y desa­rrollo está influenciado por procesos macroeconómicos
que tras­cienden el espacio del Estado-nación.
Electronic City es un caso representativo de los clusters que
la industria de la Information Technology (it) ha creado en Ban­
galore. Conocido como “la capital mundial del outsourcing”, es uno
de los parques electrónico-industriales más grandes de India, lo­
calizado a un par de kilómetros al sudeste de la ciudad. Cubre un
área de 1.3 km2 y sus avenidas llevan los nombres de las com­
pañías de la tecnología de la información más importantes que
alberga: Infosys Road, Hewlett Packard Avenue, Velankani Drive,
Wipro Avenue, Neeladri Road. Electronic City aloja a más de 20
multinacionales, 26 instituciones educativas, una decena de com­
plejos residenciales y tres centros comerciales.3 Se trata cierta­
mente de una forma de urbanización guiada por las necesidades
del capital transnacional, que no está interesada en una demo­
cratización del espacio urbano ni en una mejor distribución de los
escasos recursos.
Uno entre muchos otros, este desarrollo urbano clusterizado
contribuye a instaurar también nuevas definiciones de lo público
y lo privado, y a reforzar y manifestar de nuevas formas la distan­
cia ya existente entre las clases sociales. Ofrece a sus habitantes, la
elite de Bangalore, empleada en su mayoría en las corporaciones
transnacionales, la posibilidad de vivir aislados de todo aquello que

3 Véase Electronic City Bangalore.


SLUMS FLEXIBLES 325
representa una amenaza o un cuestionamiento a su estilo de vida:
la pobreza, la suciedad, la precariedad, el desorden, la ine­ficiencia
y la fealdad. Clusters urbanos de “modernización” y “prosperidad”
que buscan condensar en un solo espacio la creación y la satis­
facción del deseo de consumir. Una “arquitectura del miedo” que,
a decir de Nair:
[...] se materializa en muros de puertas cerradas y seguridad
privada que permite a sus habitantes distanciarse del entorno
en el que viven. Un espacio habitacional que ensalza el pa­pel del
ciudadano como consumidor y una experiencia privati­zada de
la modernidad (2005:95).

En el otro extremo del espectro urbano están los slums, las co­
munidades que durante varias décadas ha ido construyendo la
población migrante que llega a Bangalore desde el campo para em­
plearse en las labores más arduas, inestables y mal pagadas, como
la industria de la construcción o la economía informal. Slum es un
término del inglés victoriano que originalmente denotaba viviendas
o asentamientos urbanos caracterizados por el hacinamiento, la
pobreza y condiciones inadecuadas para la habitación humana, cu­
ya definición fue ampliada en 2002 por la onu para incluir ade­­más
la inseguridad en la tenencia de la tierra (Davis, 2006). Se trata,
pues, de clusters altamente marginados, habitados por migrantes
pobres y de casta baja, que bien pudieron haber llegado hace más de
cinco décadas o hace sólo algunos meses, caracterizados por vi­
vienda extremadamente precaria y la carencia de los servicios pú­
blicos más elementales como agua y drenaje, por no mencionar
la electricidad y la recolección de basura.4
Los slums se diferencian de su entorno porque constituyen
espacios de urbanización que durante décadas han sido relegados
de los planes de desarrollo y mejoramiento urbano. Sus habitan­
tes, empleados del sector informal, casi siempre carecen de docu­
4 Hay que señalar que en India el término slum se suele aplicar a una

amplia gama y escala de colonizaciones que van desde asentamientos


que albergan a un par de millones de personas y constituyen centros eco­
nómicos neurálgicos de las ciudades en las que se encuentran (como es
el caso de Dharavi, el slum más grande de India y quizá de Asia, localizado
en Mumbai) hasta a conjuntos de 40 a 50 viviendas temporales hechas de
plástico y material de desecho a las afueras de Bangalore.
326 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

mentos de identificación y a pesar de constituir una importante


reserva de mano de obra barata, no tienen derecho al voto ni a otros
mecanismos formales de participación ciudadana. Por lo tanto, du­
rante décadas los slums y sus pobladores han sido invisibilizados
por partidos y líderes locales que no pueden extraer de ellos nin­
gún beneficio político.
A pesar de ser percibidos comúnmente por las autoridades
como elementos “sobrantes” u obstáculos en el camino hacia el
de­sarrollo, estos slums son márgenes que sin embargo no parecen
ser del todo marginales. No están ubicados en la periferia de la
ciudad, sino inmersos y dispersos por su geografía. Las actividades
económicas de sus habitantes resultan centrales para la economía
y la (re)producción cotidiana de la ciudad de Bangalore, pues son
los migrantes quienes construyen los nuevos edificios que alber­
gan a las multinacionales y quienes realizan las labores de mante­
nimiento urbano, como recolección de basura, limpieza de dre­najes,
servicio doméstico, etcétera.
Considero conveniente llamar clusters a estos dos tipos de
urbanización, porque ambos conforman espacios relativamente au­
tocontenidos, claramente distinguibles del entorno urbano, de­
limitados por fronteras físicas, económicas y sociales. En ambos se
(re)producen modos de vida y de trabajo que están relacionados
de manera muy específica a las dinámicas del capital transnacio­
nal. Los dos clusters que menciono aquí constituyen, en suma,
formas de construir y habitar la ciudad que son ejemplos de la
manera en que ciertos procesos económicos globales producen
determinadas manifestaciones y consecuencias en el nivel local.
Los clusters de modernización de marginación que encon­
tramos poblando la geografía de Bangalore nos permiten vislum­
brar las transformaciones más recientes de una ciudad que ha
apostado por un desarrollo económico de cara a la economía glo­
bal, pero que sigue dependiendo enormemente de las transacciones
regionales y de una inmensa población migrante local dispuesta a
vender fuerza de trabajo extremadamente barata a causa de la enor­
me presión que la pobreza y las inequidades de clase y de casta im­
ponen sobre ella. Estos clusters, por lo tanto, nos permiten entender
lo que Ong (2006) ha caracterizado como el “neoliberalismo como
excepción” y “las excepciones al neolibe­ralismo”.
SLUMS FLEXIBLES 327
Considero que los technology parks y los complejos construi­
dos por los corporativos transnacionales, a los que he llamado clus­
ters de modernización económica, se pueden entender como una
manifestación del “neoliberalismo como excepción” en tanto que
constituyen sitios de transformación económica y urbana donde
el modelo neoliberal y el libre mercado están generando no sólo
nuevas oportunidades económicas y formas novedosas de movi­
lizar los recursos locales (humanos y materiales), sino también for­
mas inéditas de administrar a la población y utilizar los espacios a
favor de una nueva elite cuyas actividades económicas y formas
de vida están cada vez más ancladas al plano transnacional. Por otra
parte, los slums como clus­ters de marginación pueden ser pensa­
dos, siguiendo los planteamientos de Ong (2006), como aquellos
espa­cios que han sido exceptuados de los beneficios del desarro­
llo económico neoliberal que fuera postulado como la solución a
los problemas de desempleo, estancamiento y pobreza.
Aquí se postula que el neoliberalismo como excepción no pue­
de existir y reproducirse sin todo aquello que al mismo tiempo
queda excluido de los beneficios del sistema. Los technology park,
los centros comerciales y los complejos residenciales de lujo que
representan el epítome de los beneficios de la liberalización econó­
mica, no podrían existir ni funcionar sin los slums que los proveen
de una reserva permanente de mano de obra descalificada, des­
organizada y extremadamente barata que además puede ser sub­
contratada y retenida como parte del mercado informal de trabajo.
Esta mano de obra migrante es la encargada, en una primera
instancia, de construir los edificios y complejos arquitectónicos
que albergan a las multinacionales. Una vez establecidas las com­
pañías y durante los años (incluso décadas) subsiguientes, algunos
migrantes de los slums más antiguos, que hayan ganado las habi­
lidades y contactos necesarios, se emplearán de manera informal y
subcontratada como personal de limpieza y mantenimiento, como
jardineros, choferes, mensajeros, pintores o electricistas al servi­
cio de las multinacionales. Cientos de mujeres y niñas de estas co­
munidades trabajarán a su vez como empleadas domésticas en las
casas de la nueva clase media y alta creada por el capital transna­
cional. Niños pequeños, ancianos, mujeres viudas y mujeres extre­
madamente pobres se autoemplearán recogiendo basura de las calles
328 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

aledañas, prestando a la ciudad un servicio informal pero vital que


a pesar de ser altamente valorado por las empresas y habitantes
de la ciudad, permanece invisibilizado. Todo esto nos revela, por
una parte, la enorme capacidad de la población de los slums para
adaptarse a las distintas demandas que el capital transnacional
hace al mercado laboral local e intentar utilizar esta demanda pa­
ra ganar una exigua y precaria, pero ansiada, movilidad social.
A continuación veremos cómo mirar hacia los clus­ters de mar­
ginación, y en específico a un cierto tipo de slums, nos ofrece la
oportunidad de entender que la excepción al neoliberalismo ge­ne­
­ra distintos grados y formas de exclusión a los que los migrantes
responden generando estrategias de trabajo y modos de vida que
a su vez se traducen en formas específicas de extraer valor de las
poblaciones migrantes, así como de construir y habitar la ciudad
transnacional.

Flexible slums: la ciudad


transnacional desde los márgenes

Como ya mencioné antes, el término slum se usa para referirse


a un “amplio rango de asentamientos humanos y/o condiciones
de vida muy precarias” (un-habitat, 2003:9). Sin embargo, llamar
slum a cualquier asentamiento de familias pobres, aunque se hace
comúnmente, es algo poco útil y acertado pues como señala Da­
vis (2006:25), no todos los pobres urbanos viven en los slums y no
todos los slums son pobres.5 No obstante, este término ha comen­
zado a extenderse para incluir “los múltiples asentamientos infor­
males que están rápidamente convirtiéndose en la expresión más
visible de la pobreza urbana” (un-habitat 2003:9). El censo nacio­
nal India por su parte, requiere que al menos 300 familias en 60
casas vivan en un mismo asentamiento para poder reconocerlo co­-
mo tal (un-habitat, 2003:11).
En este apartado hablaré sobre cierto tipo de slums que han
surgido durante las últimas dos décadas principalmente en la peri­
feria este de Bangalore, casi siempre vinculados a la construcción

5 Este autor calcula además que existen alrededor de 200 mil slums

en el mundo que albergan a una población que excede los 20 millones de


personas, por lo que ciertamente hay importantes variaciones entre ellos.
SLUMS FLEXIBLES 329
de algún edificio corporativo o complejo residencial. Estas coloni­
zaciones pertenecerían a la categoría de pocket-sized slums del re­
porte mundial del Human Settlements Programme de la onu, pues
se trata de asentamientos mucho más pequeños que los que nor­
malmente son clasificados bajo el término slum.6 Siendo pequeños
en tamaño y en extensión, algunas veces son difíciles de identifi­
car porque se edifican en terrenos baldíos o en espacios libres que
no están siendo ocupados todavía. Por tanto, con frecuencia quedan
encerrados entre las casas u ocultos detrás de grandes edificacio­
nes, o porque se encuentran alejados de las calles principales y las
zonas transitadas.
Estas comunidades por lo general no superan el medio cen­
tenar de construcciones y guardan características muy similares.
Por ejemplo, que la variedad de fuentes de ingreso es menor que
en la de otros slums y que sus habitantes, casi siempre de casta baja,
suelen ser empleados en las labores más extenuantes y de menor
prestigio.7 La ocupación principal —aunque no la única— en estos
slums es la construcción: los hombres son contratados como peo­
nes de albañil y sólo quienes llevan muchos años viviendo y tra­ba­
­jando en Bangalore se convierten en maistries (maestro de obra)8
y logran incrementar sus salarios. Mujeres y niños se emplean
como coolies que acarrean material y agua.9 Hay que destacar que
6 Bhaskara Rao (1995) usa en su estudio la categoría de “young slums”

para designar a los asentamientos de menos de 15 casas, pequeños y


dispersos, y que por ello no son reconocidos como slums por el gobierno
de Karnataka. Esto trae como consecuencia que no tengan derecho a
proyectos de desarrollo ni a la posibilidad de ser declarados asentamien­
tos legales.
7 Ramachandran y Subramanian (2001:54) muestran que 70% de los

slums estudiados en Bangalore estaban habitados por una población ma­


yoritariamente integrada por las Scheduled Casts o castas bajas.
8 Maistrie es el término con el que se nombra al bróker que se en­

carga de reclutar a los trabajadores en el pueblo de origen y trasladarlos


a la ciudad, no sólo en sectores como la construcción, sino también para
algunas manufacturas y en las ladrilleras (Bhukuth, 2005). En el caso de
la construcción el maistrie también es el “maestro de obra”, es decir quien
comanda y coordina a un grupo de albañiles y coolie workers durante el
tiempo que dure la construcción.
9 Ramachandran y Subramanian (2001) han mostrado en un estudio

comparativo entre 1973 y 1992 que la ocupación prevalente en los slums


de Bangalore (de todos los niveles de ingreso) es la de albañil y coolie
330 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

la división del trabajo lleva además una importante diferencia de


salarios que no se debe a una diferencia en la cantidad o calidad
del trabajo, sino a factores discriminatorios de género y edad. Mien­
tras los hombres ganan entre 200 y 250 rupias diarias (entre 47 y
59 pesos) por construir los muros, las mujeres y los niños ganan
entre 150 y 180 rupias al día (entre 35 y 42 pesos) por realizar
labores todavía más pesadas, peligrosas y comprometedoras para la
salud.
Otra característica común a estos slums es que las casas que
los componen suelen ser mucho más pequeñas en comparación
de las de otros slums más grandes y antiguos, y están hechas de ma­
teriales aún más inestables y perecederos como plástico, cartón,
triplay y materiales desechados. Las viviendas más humildes pue­
den medir tan sólo diez metros cuadrados y son tan bajitas que só­lo
los niños pueden permanecer de pie adentro de ellas. Algunas ve­ces
el espacio es apenas suficiente para que los miembros de la fami­
lia duerman extendidos en el suelo. En estas casas por lo regular
no existe mobiliario alguno, todas las tareas se realizan sobre el
suelo y se duerme sobre esteras de plástico o fibras vegetales que
se doblan y guardan cada mañana para dejar espacio para las ac­
tividades del día. Por lo general una esquina de la casa se reserva
para el fogón que, teniendo que ahorrar la leña al máximo, alberga
siempre un fuego modesto. Por pequeño que sea el espacio siempre
hay un lugar reservado a las imágenes de los dioses venerados por
la comunidad y algunas deidades preferentes para la familia.
Puesto que son asentamientos ilegales, de tamaño pequeño
y muchas veces temporales, además de las peores condiciones
de vivienda, estos slums tienen también las peores condiciones de
sanidad y provisión de servicios. Las familias dependen de tomas
públicas de agua para poder abastecerse, y muchas veces esto sig­
nifica hacer varios recorridos que al final del día suman varios kiló­
metros, así como esperar durante horas en las largas filas. En los

worker en las construcciones, con 32% y 38% de la población de los slums


encuestados ocupada en este sector. Veinte años después es probable
que en buena parte de los slums de ingreso medio y alto el trabajo en la
construcción no sea el mayoritario, pero en cambio las observaciones de
campo y los testimonios de los activistas indican que sí lo es en los slums
de migrantes más recientes y con menos capital social y educativo.
SLUMS FLEXIBLES 331
flexible slums suele haber también una mayor homogeneidad en
cuanto al lugar de origen, la casta, la lengua y la religión de los mi­
grantes. Esto se debe en buena parte a que inicialmente algunas
familias son enganchadas al mismo tiempo en el lugar de origen
por contratistas que las trasladan a Bangalore a trabajar en la cons­
trucción.
Más allá de las características materiales y demográficas, estos
pequeños slums destacan por el papel que juegan en la compleja
dinámica socioeconómica de la ciudad de Bangalore. Los traba­
jadores migrantes de origen rural que los habitan y sus familias,
no sólo conforman el más reciente reemplazo para el ejército de
reserva de mano de obra barata —poco calificada, desorganizada
y con escaso capital social y educativo que el capital neoliberal
busca en la ciudad—, son también una fuerza de trabajo dispues­
ta a realizar las labores más extenuantes, explotadoras y conside­
radas poco honrosas, sin que por ello reciban reconocimiento por
parte del Estado ni acceso a los servicios de la ciudad. Estos ac­
tores son, además, creadores de nuevas formas de trabajo que se
definen no sólo por la precariedad y la incertidumbre, sino tam­
bién por su habilidad y capacidad para adaptarse y sobrevivir en
un mercado de trabajo eventual, altamente flexible, inestable y ex­
plotador.
Como señalan (Hewison y Kalleberg, 2013), no es suficiente
con entender el funcionamiento del mercado informal de traba­
jo para comprender las actividades económicas de las poblaciones
urbanas más marginadas y depauperadas. Pero entender y definir
su trabajo como “trabajo precario”, es decir altamente inseguro, ines­
table e incierto (Maiti, 2013:509), resulta claramente insuficiente.
En primer lugar porque éste es un concepto que ha sido utilizado
para referirse a una enorme variedad de trabajos mal pagados y
temporales en diversos sectores de la economía que incluye a un
número cada vez mayor de trabajadores en el mundo. Pero tam­
bién porque corremos el riesgo de simplemente categorizar una
inseguridad laboral que “tan vieja como el capitalismo mismo, siem­
pre ha caracterizado a sustantivos márgenes de la economía, con
las mujeres y los oprimidos como sus más notables representantes”
(Seymour, 2012), sin necesariamente estar entendiendo lo que ésta
prefigura. Debemos, por lo tanto, poner atención no sólo en la for­
332 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

ma en la que el trabajo que estas familias y niños llevan a cabo se


crea y se reproduce como “precario”, sino también en la manera
en que esto influye y contribuye a transformar, además de sus ac­
tividades económicas, sus modos de vivir en la ciudad transna­
cional. O incluso, como habremos de ver más adelante, de hacerse
sujeto de las prácticas del Estado y las organizaciones no guber­
namentales (ong).
Puesto que “trabajo precario” y precariat son principalmente
conceptos negativos que hablan solamente de lo que se pierde y
está ausente (Seymour, 2012), mas no de lo que se posibilita o pro­
duce, propongo llamar a este tipo de comunidades flexible slums
para hacer visibles las prácticas y dinámicas de trabajo y de vida
que las familias que los componen desarrollan para incorporarse
y lidiar con el mercado de trabajo neoliberal, al tiempo que las com­
pañías transnacionales llegan a Bangalore buscando y contribu­
yendo a construir una fuerza de trabajo flexible para la it Industry
que les permita generar respuestas rápidas a las demandas del mer­
cado y la competencia tanto en el nivel local como en el glo­bal co­
locando, contratando y despidiendo a los trabajadores y ajus­tando
sus salarios para hacerlos más rentables (Hewison y Kalleberg,
2013). Desde los márgenes los trabajadores migrantes, los más em­
pobrecidos y descalificados del mercado laboral urbano han ido
construyendo sus propias estrategias de trabajo y modos de vida.
Gracias a ello satisfacen un mercado laboral comandado por las
necesidades del capital transnacional llegado a la ciudad hace un
par de décadas, y proveen a Bangalore de una serie de bienes y ser­
vicios de muy bajo costo que les resultan fundamentales para soste­
nerse y reproducirse: recolección de basura, limpieza de ca­lles y
drenajes, o venta callejera de comida y otros productos.
Nada de esto es en realidad único de Bangalore, como no lo
es de otras ciudades globales del “tercer mundo”. Pero los flexible
slums nos ayudan a ver y comprender mejor dos cosas: la primera
es que los regímenes de trabajo precarios, explotadores e inesta­bles
que el régimen económico neoliberal ha globalizado contribuyen
a generar formas de exclusión que se materializan en espa­cios ur­
banos y modos de vida específicos. En segundo lugar, que los márge­
nes no necesariamente son periféricos al sistema, sino inherentes
a él y necesarios para su existencia y funcionamiento.
SLUMS FLEXIBLES 333
El término flexible slums nos permite ir más allá de la preca­
riedad y las carencias de estas comunidades y hacer visibles las
prácticas y estrategias que las familias crean para adaptarse al mer­
cado laboral capitalista, pero sin dejar de reconocer el enorme gra­
do de vulnerabilidad y perjuicio que esto conlleva. Los flexible slums
encarnan cualidades y capacidades que otros colectivos de migran­
tes difícilmente pueden mostrar. Me refiero, por ejemplo, a la ca­
pa­cidad para moverse de un lugar a otro cuando las familias han
terminado de construir un edificio y van a emplearse en la cons­
trucción de otro en un lugar distinto de la ciudad; también a la
capacidad para fragmentarse y adaptarse si la nueva obra es más
pequeña y se requieren menos trabajadores; a su disposición para
establecerse de manera permanente en un sitio y proveer de tra­
bajo barato (servicio doméstico, pintores, choferes y coolies) a los
nuevos habitantes del complejo residencial de lujo que antes ayu­
daron a edificar,10 o a su habilidad de ajustar los periodos de visita
a las comunidades de origen con los periodos de desempleo. Se
trata, en suma, de una gran capacidad para adaptarse al ritmo y
las exigencias del mercado de trabajo, pero también del proceso de
urbanización y de transformación de la ciudad.
Los llamo flexible slums pensando también en las estrategias
generadas por las familias migrantes que se mantienen como uni­
dades productivas ya no enfocadas a la producción agrícola, sino
a la acumulación de ingresos para pagar deudas y costear la vida
en el pueblo de origen. Para esto, las familias llevan a cabo una di­
visión del trabajo que les permite diversificar las ocupaciones de
sus miembros en los trabajos urbanos donde son fácilmente
contratados pero que son considerados los más pesados (como
la construcción, donde se emplean la mayoría de los adultos)11 y los
más “bajos” y denigrantes (como recoger basura, limpiar los dre­
najes y barrer las calles), y con ello minimizar los momentos de
desocupación y la pérdida de ingresos.

10 La cercanía con el lugar de trabajo es el principal factor que lleva

a las familias a asentarse en los slums, siendo la segunda razón el bajo


costo de las rentas según Gowda y Shivashankara (2007:69).
11 Ramachandran y Subramanian (2001:72) compararon estudios rea­

lizados en Bangalore en 1973 y 1992, y encontraron que 32% y 38%, res­pec­


tivamente, de la población de los slums encuestados se ocupaba en la
construcción, convirtiéndola en la principal fuente de empleo.
334 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

Hay que señalar que para muchas familias que habitan los fle­
xible slums tener trabajo permanente en la construcción es po­si­
ble sólo gracias a un desplazamiento paulatino hacia las afueras
de Bangalore. Este patrón intermitente de trabajo y de desplaza­
miento itinerante en los márgenes de la ciudad parece estar sien­do
bien aprovechado por familias rurales provenientes de los distri­
tos norteños de Karnataka que constantemente viajan de sus pue­
­blos a Bangalore, pues su intención no es vivir en la urbe, sino
trabajar durante temporadas cortas que les permitan pagar sus deu­
das y financiar la vida en sus comunidades de origen. Con este
dinero muchas familias financian bodas, rituales (que en la vida
rural de India se cuentan por decenas), festividades familiares y
comunitarias, o bien compran insumos industriales para el cam­
po, como pesticidas y fertilizantes, rentan tierras, excavan pozos y
reparan o construyen canales de riego.
Otra característica interesante de los flexible slums es que sus
habitantes tienen un rango menor de ocupaciones que los habi­
tantes de otros slums más antiguos y más grandes. El trabajo de
Ramachandran y Subramanian muestra que mientras que en los
slums que tienen entre mil y diez mil habitantes la mayoría traba­
ja como empleados domésticos, choferes de rikshaws,12 vendedo­
res, en talleres mecánicos y en la manufactura de beedis13 (2001:
72), por lo general en los flexible slums las ocupaciones se reducen
a tres o cuatro, siempre consideradas las más pesadas y despres­
tigiadas.
En el caso de los flexible slums es frecuente encontrar que ade­
más de la construcción, sus habitantes son contratados de manera
informal y durante periodos variables por el Bruhat Bengaluru Ma­
hanagara Palike (bbmp) —el gobierno de la ciudad—, para barrer las
calles, recoger la basura en algunas zonas de la ciudad y limpiar
los canales que sirven como drenaje. Aquí también hay una divi­
sión de género en el trabajo y una diferencia en los salarios, pues
mientras los hombres se encargan de entrar en los canales del dre­
naje para limpiarlos ganando 150 rupias diarias (35 pesos) —aunque

12 Motocicleta adaptada para transportar a varios pasajeros y que fun­

ciona como taxi.


13 Cigarros hechos a mano ampliamente consumidos en India que

consisten en tabaco envuelto en hojas de tendu o de betel.


SLUMS FLEXIBLES 335
varias veces vi a las mujeres hacer esto también sin recibir más
dinero—, las mujeres son responsables de barrer las calles y reco­
lectar la basura, ganando 120 rupias diarias (28 pesos).
Capital transnacional y trabajadores migrantes, technology parks
y slums, o clus­ters de prosperidad y clus­ters de marginación se vin­
culan mediante relaciones laborales, procesos productivos y de
transferencia de valor que definen no sólo la forma en que los
migrantes trabajan, sino la manera misma en la que viven en la
ciudad. Los migrantes satisfacen la demanda de mano de obra ba­
rata que los clus­ters de modernización neoliberal requieren y al
hacerlo prestan servicios fundamentales para la reproducción de
una ciudad que se promueve como “eje de la it Industry de India”.
Al mismo tiempo a estos trabajadores y a sus familias les son ne­
gados los derechos ciudadanos más elementales, como el acceso a
los servicios públicos básicos y el voto. Se trata de una transferen­
cia desigual de valor en la que los pobres, incluso cuando se auto­
emplean o se incorporan al mercado informal de trabajo, agre­gan
valor a la ciudad o transfieren valor a compañías transnacionales.
A pesar de constituir una fuerza de trabajo fundamental para la
producción y reproducción de la ciudad, a estos millares de mi­
gran­tes pobres y descalificados no se les reconoce su lugar en ella,
mu­cho menos se les garantiza acceso a sus recursos. Se trata de
un proce­so de acumulación por desposesión donde han sido despo­
seídos de los beneficios de la riqueza que han contribuido a cons­
truir y que en parte se sostiene gracias a ellos, sin embargo a ellos
les es totalmente negado el derecho a la ciudad (Harvey, 2008).
En esta sección he intentado mostrar que los flexible slums cons­
tituyen un ejemplo paradigmático de los clus­ters de marginación
que componen la ciudad de Bangalore y que éstos son producto del
mismo régimen económico transnacional que ha construido los
technology parks y los complejos residenciales de lujo, haciendo
de Bangalore una “ciudad clusterizada” en la que prosperidad y mar­
ginación son dos manifestaciones del mismo régimen económi­co
transnacional. Asimismo, he querido mostrar que los flexible slums
son la materialización urbana de los modos de vida y las estrate­
gias que los migrantes tienen para adaptarse a las demandas que el
capitalismo neoliberal impone sobre la mano de obra más margi­
nada. Por una parte permite que los migrantes puedan adaptarse
336 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

a las demandas del mercado laboral regido por el capital transnacio­


nal, trasladándose a donde se les necesita y empleándose en lo que
se les necesita; por otra parte facilita también que los migrantes so­
brevivan en la ciudad sin tener acceso a los servicios públicos ele­
mentales ni a las vías formales para ejercer la ciudadanía. Los flexible
slums constituyen, en suma, mecanismos de exclusión que el neo­
liberalismo materializa en la ciudad transnacional para conseguir
transferir valor desde los sectores más marginados hacia los clus­
t­ers del capital transnacional y hacia la ciudad transnacional.
El fenómeno de los flexible slums no es, sin embargo, unilate­
ral. Éstos constituyen también un ejemplo de cómo las poblaciones
más marginadas se adaptan y utilizan las condiciones del capita­
lismo neoliberal para subsistir y financiar ciertos proyectos y for­
mas de vida en sus comunidades de origen. Constituyen además,
formas específicas de construir, transformar y adaptar la geografía
urbana a los esfuerzos que las comunidades migrantes más depau­
peradas llevan a cabo para hacerse de un lugar en la economía y
la ciudad transnacional.

II

Niños migrantes-trabajadores y tecnologías


de gobierno en la ciudad transnacional

En esta sección hablaré sobre los niños migrantes y trabajadores de


origen rural que viven en los slums y se autoemplean recogien-
do basura en las calles de Bangalore. También trataré acerca de
una serie de entidades estatales y no gubernamentales que inten­
tan regular sus actividades, comportamiento y subjetividades, y
con ello contribuyen a trazar determinadas formas de gobernar la
ciu­dad. Como se señaló ya, el segundo postulado general de esta
investi­gación es pensar a la ciudad como un espacio donde se ma­
nifiestan determinados regímenes y tecnologías de gubernamen­
talidad transnacional para el gobierno de los niños “vulnerables”
y las po­blaciones migrantes. Esto nos permitirá entender que la
ciudad se constituye como un espacio transnacional no sólo gracias
a las prác­ticas económicas, sino también gracias a los regímenes y
las tec­no­logías de gobierno. Por lo tanto, la ciudad transnacional
SLUMS FLEXIBLES 337
tam­bién debe ser estudiada desde el plano de las acciones, discur­
sos y na­rrativas de los distintos actores que construyen prácticas,
tec­no­lo­gías y regímenes para regular, gobernar, transformar o
encau­zar las actividades, subjetividades y modos de vida de quie­
nes la ha­bi­tan, y cómo éstas se constituyen y legitiman desde
distintas esferas donde lo nacional y lo transnacional convergen.
La administración, el cuidado y protección de la población “vul­
nerable” por parte de entidades no estatales cuyas prácticas y
discursos se extienden más allá del espacio nacional, y cuyas na­
rrativas se configuran y legitiman en la esfera internacional es,
entre otras cosas, una manifestación más de la globalización neo­
liberal que con su interés por maximizar las capacidades de los
marginados y hacerlos responsables de su propio desarrollo y bie­n­
estar, nos muestra una de sus facetas más difundidas y acabadas.
Debemos sin embargo tener cuidado, como postula Ong (2007),
de no pensar al neoliberalismo como una serie predeterminada de
atributos que produce resultados homogéneos en cualquier lugar,
sino como una “lógica de gobierno” y una “serie de prácticas” que
migran y son adaptadas selectivamente en distintos contextos po­
líticos. En esta sección veremos que las tecnologías de cuidado y
protección de la infancia “vulnerable” con las que en Bangalore se
busca regular a los niños migrantes y trabajadores nos permiten
entender mejor la manera en que los regímenes de gubernamen­ta­
­lidad neoliberal transnacional hacen de la ciudad un espacio de
adaptación, contienda y transformación de las relaciones entre lo
local y lo global, así como de redefinición y desdibujamiento de las
fronteras entre lo estatal y lo no estatal. Aquí mostraré que las diná­
micas de transnacionalización de la ciudad se manifiestan, por
una parte, a través de tecnologías y regímenes vinculados a las
ideologías neoliberales que buscan forjar individuos más respon­
sables, capaces de cuidar de sí mismos y autogobernarse, y por la
otra, mediante regímenes de cuidado que legitiman simultánea­
mente la exclusión de ciertas poblaciones y la protección de otras.

Los niños migrantes y trabajadores de Bangalore

Durante mi trabajo de campo en la ciudad de Bangalore tuve la


oportunidad de conocer e interactuar con distintos grupos de ni­
338 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

ños y niñas migrantes o hijos de migrantes que se autoemplean


recolectando desechos reciclables en las calles para luego vender­
los a los intermediarios locales. Defino su labor como autoempleo
porque estos niños/as no pertenecen a una cuadrilla de pepenado­
res ni son dirigidos por un líder o empleador. Son más bien niños
y niñas que se ven en la necesidad de trabajar compelidos tanto
por la precariedad económica en la que se encuentran sus fa­mi­
lias y la presión que ejercen sobre ellos sus padres, como por un
compromiso moral de ayudar a su familia y de co-responsabili­
zar­se por los problemas que ésta enfrenta. Siendo así, buena parte
de ellos trabaja, no sólo para aportar ingresos monetarios que po­
si­biliten la supervivencia inmediata de la familia, sino también
para ayudar a sus padres a pagar importantes deudas contraídas
con el objetivo de costear las labores agrícolas, mejorar o adquirir
patri­mo­­nio y financiar matrimonios y otros compromisos sociales
en sus comunidades de origen.14 Los ingresos de los niños también
son fundamentales para cubrir deudas originadas por la enfer­
medad o muerte de algún miembro de la familia, por el abandono
o el al­coholismo del padre y, no con poca frecuencia, para costear
pér­didas económicas en los juegos de azar y las apuestas:

Prakash: A nosotros también nos gusta ir a la escuela. En mi pue­


blo yo iba a la escuela. Allí estuve dos o tres años y estudié hasta
2º grado. Después nos fuimos de un lugar a otro y luego cons­
truimos una casa. Tuvimos que pedir un préstamo de dos lacks.15
Era un préstamo muy grande, pero no nos sentimos asustados,
pensamos: tenemos que pagar este dinero. Ahora tenemos un
lugar donde podemos vivir tranquilos. Mi padre encontró una mu­

14 Ya desde 1935 Naidu, Venkata y Venkataraman advertían sobre la

seriedad y la gravedad del endeudamiento de los campesinos en India,


apuntando con preocupación que “la mayoría de los campesinos indios
nacen endeudados, viven endeudados, mueren endeudados y no here-
dan más que deuda” (1935:7). En épocas recientes los estudios de Breman
(2010) han sido importantes para entender las dimensiones y los porme­
nores contemporáneos del endeudamiento rural. Sainath (1996) por su
parte explora los mecanismos de un mal que está profundamente rela­
cio­nado con las prácticas abusivas de los usureros, los terratenientes y
los líderes locales, pero también con las políticas de ajuste estructural del
Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
15 200 mil rupias, equivalentes a 45 500 pesos aproximadamente.
SLUMS FLEXIBLES 339
chacha para mi hermano y arreglaron el matrimonio, la boda
fue en Ugadi, por eso ahora mi papá y mi mamá están traba­
jando, al ver eso yo también siento que tengo que trabajar, hay
mucho que trabajar.

Los niños/as pepenadores eligen esta ocupación por varios fac­


tores, entre los cuales destaca que debido a su corta edad (los más
pequeños tienen entre siete y nueve años) les es difícil encontrar
trabajo en otros lugares, porque consideran que esta ocupación es
ventajosa pues no los somete a las presiones o abusos de un em­
pleador, ya que les permite trabajar en los horarios de su elección, y
porque el negocio de la venta de desechos reciclables se ha hecho
más redituable durante los últimos años. Esto hace que algunas ve­
ces los niños/as ganen cantidades de dinero iguales o a veces su­
pe­riores a las de sus padres, por lo que en algunos casos y en ciertas
temporadas sus ingresos constituyen la mitad o una tercera parte
de los ingresos familiares:

Chandru: Si voy a la escuela mi padre tendría que trabajar solo


y ganar sólo para nosotros. El trabajo puede ser muy pesado y
dice que se va a morir si voy a la escuela. Eso es lo que me dijo el
otro día. Entonces le dije que no voy a ir a la escuela, pero tam­­
poco voy a hacer el trabajo de pepenador. Pero él dijo que tengo
que ir, que hay mucho dinero que pagar y que voy a po­der ir a
la escuela cuando terminemos. Así que le dije que me voy a acor­
dar de sus palabras. Así que cada día voy a trabajar y trai­go a casa
200 o 300 rupias [44 o 66 pesos].

Estrategias de trabajo y el sujeto neoliberal

Los niños/as pepenadores pueden ser pensados como “excepcio­


nes al neoliberalismo” en tanto que han sido excluidos de los be­ne­
ficios del desarrollo capitalista y son relegados a una condición de
no-ciudadanos (Ong, 2006). No obstante, para entender la com­ple­
jidad de los mecanismos de explotación y subordinación a los que
están sujetos, es importante pensarlos también como ejemplos
paradigmáticos del individuo emprendedor que el neoliberalismo
busca.
A continuación veremos que las estrategias de trabajo que los
niños/as pepenadores crean nos revelan una enorme capacidad
340 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

para lidiar tanto con la precariedad económica que impera en los


márgenes de la economía, como con las dificultades que su oficio
conlleva. Pero esto a su vez nos muestra que ejerciendo su inventi­va
y capacidad de agencia, estos niños/as se convierten en “empren­
dedores” bastante apegados al ideal del individuo neoliberal que
no depende del Estado sino que cuida de sí mismo, que dis­puesto
a asumir una mayor responsabilidad económica es capaz de gene­
rar sus propios ingresos e incluso de crear los mecanismos que le
permitan maximizar las ganancias y minimizar los riesgos, de asu­
mir los costos de su trabajo y de autorregularse para prevenir y
sobrellevar momentos de crisis.
Las estrategias de trabajo de los niños pepenadores varían en­
tre niños y niñas en cuestiones sumamente importantes como ga­
rantizar la seguridad y en el nivel de riesgos en los que se decide
incurrir. Pero en general todos coinciden en una serie de tácticas
y formas de trabajo que tienen que ver con dos cuestiones ele­
mentales: garantizar su supervivencia cotidiana y aportar ingresos
a la familia. Siendo así, a pesar de que para los niños el trabajo co­
mo pepenador conlleva un gran riesgo de ser abusados, golpeados
y robados por otros niños y jóvenes de las áreas donde trabajan,
éstos prefieren trabajar solos la mayoría de las veces para minimi­
zar la competencia y asegurar mejores ganancias. Por otra parte
las niñas, para quienes protegerse del acoso y el potencial abuso
de los hombres es tan importante como obtener ingresos suficien­
tes, crean estrategias en las que se acompañan, a veces a una o dos
calles de distancia, para así poder cuidarse mutuamente sin tener
que competir por los mismos desechos. Otras estrategias indispen­
sables incluyen elegir ropa holgada y discreta, comportarse de for-
ma discreta, sosegada y “tímida”, o evitar el contacto visual con los
hombres que se encuentran en el camino.
Cuando la competencia se ha incrementado ya sea porque per­
sonas de otros slums han comenzado a recolectar desechos en las
mismas áreas que ellos o porque han llegado nuevos integrantes a
su comunidad, niños y niñas ponen en marcha las mismas estra­te­
gias para adaptarse a estos cambios, aunque en distinta medida.
Éstas incluyen, por ejemplo, despertarse más temprano, caminar
más lejos y buscar los desechos en espacios menos agradables co­
mo los canales abiertos del drenaje, más peligrosos como las ori­llas
SLUMS FLEXIBLES 341
de las grandes avenidas, o transgredir espacios privados como ne­go­
cios, casas y edificios para sustraer piezas de metal que pueden ser
muy valiosas.16
Niños y niñas han creado además importantes y significativos
mecanismos para lidiar con problemas económicos imprevistos y
eventuales pérdidas de ingresos ocasionados por haberse enfer­
mado, porque en días de lluvia el valor de los desechos disminuye,
porque surge algún gasto mayúsculo o porque se ha sido víctima
de robo o acoso por parte de la policía. Estos mecanismos se ba-
san en vínculos de solidaridad y amistad entre los niños/as que re­
nuncian a sus ganancias del día/semana para prestar el dinero a
un amigo en apuros, lo ayudan a recolectar más desechos una vez
cubierta su propia cuota o comparten las ganancias del día para cu­
brir los gastos del otro. Son importantes y a veces cruciales los
vínculos de solidaridad-financiamiento que se establecen con el
gujri, el intermediario que les compra los desechos reciclables. A
cambio de su solidaridad y su trabajo arduo, el gujri presta a los ni­
ños cantidades pequeñas pero sumamente significativas que les
permitirán a los niños, por ejemplo, alimentarse durante la sema­
na o comprar alguna medicina urgente. Hay que mencionar que no
siempre los mecanismos de ayuda y solidaridad se ponen en mar­
cha para superar problemas, también se activan para asistir al cine,
comprar un helado, ropa nueva para alguna celebración o co­mer
todos juntos en un comedor o merendero.
Desde luego, las estrategias de los niños no siempre involu­
cran dinero. Más importantes todavía resultan muchas veces las
formas que los niños/as tienen de ayudarse, por ejemplo, compar­
tiendo su comida con quien no ha tenido alimentos en casa desde
hace varios días, prestándole las mejores prendas a la amiga que
va a tener alguna celebración importante y, por supuesto, compar­
tiendo secretos y preocupaciones.
Otro aspecto interesante de las estrategias y formas de traba­
jo de los niños/as tiene que ver con las personas que encuentran

16 Boo (2012) ofrece en su obra más reciente un detallado y profundo

acercamiento a la vida y las estrategias de trabajo y supervivencia de los


niños y adolescentes pepenadores de la ciudad de Mumbai que en cier­
tos aspectos se asemejan, y ayudan a comprender las dinámicas de los ni­ños
pepenadores de Bangalore.
342 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

y conocen durante sus recorridos cotidianos. A falta de mayor es­­pa­


­­cio para profundizar en esto, solamente diré que niños y niñas
pe­penadores trazan buena parte de sus rutas y ritmos de trabajo
buscando evadir a las personas que les representan peligro y mues­
tran hostilidad, así como buscando aprovechar y disfrutar de la
ayuda y la simpatía de quienes les demuestran empatía y acep­
tación. Esto desde luego influye tanto en la forma en que los niños
viven y construyen sus ideas de la ciudad, como en la construcción
de su identidad como niños trabajadores, pobres y de casta baja.
Considero que los mecanismos que acercan a los niños/as
pepenadores a encarnar el ideal del sujeto emprendedor neolibe­
ral deben entenderse más allá de la esfera individual. Los niños/as
pepenadores —y su trabajo— deben ser entendidos como compo­
nentes clave para la supervivencia de una unidad familiar migran­
te que, como vimos en la primera parte, tiene necesariamente
que flexibilizar y diversificar su modo de vida y su capacidad para
vender su mano de obra para poder subsistir en una economía
de mercado dominada por el mercado informal de trabajo y las
nece­sidades del capital transnacional. Frente a esto, los niños que
se autoemplean como pepenadores entienden las ventajas de una
ocupación que no requiere inversión alguna, donde ellos se con­
vierten en sus propios empleadores y que les permite incrementar
el esfuerzo y tiempo de trabajo cuando necesitan obtener más in­
gresos.

Rajeshwari: En este trabajo tenemos muchos problemas pero


es un muy buen trabajo, porque tú trabajas cuando quieras, si te
sientes mal descansas y nadie te regaña. No tienes que invertir
dinero tampoco, entonces a muchos les gusta. […] En este tra­
bajo puedes descansar y parar cuando quieras. También ganas
dependiendo de cuánto trabajes, si quiero ganar más puedo tra­
bajar más […] puedo ganar 500 rupias si trabajo de la mañana
a la tarde, mientras que en la construcción ganan solamente
200 o menos.

Los niños/as pepenadores de los flexible slums fungen como


sujetos económicos responsables que ayudan a sus familias a diver­
sificar sus fuentes de ingresos y con ello a estar mejor preparados
ante los constantes periodos de desempleo de los padres. Son par­
te fundamental de las estrategias de supervivencia que les permi­
SLUMS FLEXIBLES 343
ten a estas familias sobrevivir sin depender del Estado, pues sus
ingresos contribuyen de diferente modo a costear todo aquello
que los programas públicos y el mercado de trabajo han fallado en
proveer a las familias migrantes y que resulta fundamental para
la su­pervivencia y la reproducción cotidiana: fondos para comprar
medici­nas, agua potable o acceso a los sanitarios; ahorros para el
desempleo y la vejez de los padres, recursos para obtener un pa­
trimonio o cos­­tear los estudios de los hermanos más pequeños;
financiar gastos rituales y comunitarios. Los niños/as y su capaci­
dad para generar ingresos fungen además como un seguro fren­te
a la ocurrencia de algún imprevisto o una tragedia, como garantía
de crédito y poder de negociación frente a usureros que dudan de
la capacidad de los padres para pagar los préstamos requeridos.17
Esta tendencia a desplazar los costos de la reproducción de la vida y
la fuerza de trabajo hacia los individuos —que el Estado debería
estar protegiendo— y convertir la responsabilidad social en una
responsabilidad individual es parte central de una gubernamen­
talidad neoliberal que no sólo genera y perpetúa inequidades, sino
que produce nuevas reconfiguraciones de los mecanismos socia­
les de explotación y dominio fundamentados en nuevas topografías
del ámbito social (Lemke, 2004) y urbano.
Pero las actividades económicas de los niños/as tienen un im­
­pacto enormemente significativo más allá de lo económico. Las
exigencias, retos, dinámicas y oportunidades que su trabajo brinda
acercan a estos niños/as al modelo del individuo emprende­dor que
fundamenta el ideal neoliberal del trabajador que con discipli­na,
inventiva y autosuficiencia forja su propio lugar en el mer­cado de
trabajo sin depender de la ayuda y la intervención del Estado.
Las experiencias de vida y trabajo de los niños migrantes y
trabajadores de los slums de Bangalore nos confirman la importan­
cia de sus actividades económicas y de su capacidad de agencia
para la supervivencia individual y la reproducción de las familias
migrantes. Esto no es algo menor en un país donde el Estado de bien­
estar es precario, impera el empleo informal y la fuerza de tra­ba­jo

17 El fenómeno de bonded-labour o trabajo esclavo mediante el cual

los padres envían a sus hijos a trabajar con empleadores y dueños de


talleres a cambio de préstamos ha sido ampliamente documentado en In­
dia (Coursen-Neff et al., 2003; Kamble, 1982; Breman, 2010).
344 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

de la enorme población juvenil constituye uno de los mayores


recursos económicos. Asimismo, en un contexto en el que el em­
poderamiento ha ganado reconocimiento y legitimidad mundial
como la estrategia neoliberal hegemónica para el desarrollo y se
ha incluso convertido en una “categoría de gobernanza” (Sharma,
2006), las cualidades empresariales de los niños no pasan inadver­
tidas para las distintas agencias locales e internacionales que se
ocupan de la población “vulnerable” y “marginada”. A continua­ción
veremos que el trabajo de los niños migrantes, su capacidad de
generar ingresos, así como su presencia en los espacios públicos ur­
banos son objeto de distintas tecnologías y regímenes de guber­na­
­mentalidad que buscan tanto prohibir y regular sus actividades, como
impulsarlas y potenciarlas.
En Bangalore existen al menos un centenar de organizacio­nes
no gubernamentales (muchas de ellas sólo en papel) que traba-
jan con la infancia “vulnerable” y que requiere de “cuidado y pro­
tección”. La gran mayoría de estas ong persiguen uno o ambos de
los siguientes objetivos: rescatar a los niños/as de situaciones pe­li­
grosas y explotadoras para rehabilitarlos y reinsertarlos en la so­
ciedad, paliando con servicios y proyectos de asistencia algunas de
las peores consecuencias que la pobreza y la inequidad inflige
sobre la población más marginada de la ciudad. O bien, empoderar
a los niños/as para incentivar su participación y responsabilidad
en el mejoramiento de su calidad de vida, la satisfacción de sus ne­
cesidades básicas y la solución de los problemas que los aquejan
a ellos y a sus comunidades.
Las prácticas de las ong y las entidades de gobierno que ha­
cen a la infancia migrante y trabajadora de Bangalore su objeto de
intervención nos interesan aquí en tanto que contribuyen a difun­
dir y adaptar en la sociedad local formas de gobierno destinadas
a controlar, disciplinar y encauzar a la población migrante más mar­
ginada de la ciudad que derivan o están influidas por una ideo­logía
neoliberal transnacional y las necesidades del libre mercado. Par­
ticularmente nos interesan las formas en que las tecnologías de
gubernamentalidad que buscan “moldear, conducir y regular la con­
ducta” (Dean, 2006) de la población migrante se traducen en for­
mas de gobernar la ciudad, y cómo la infancia migrante trabajadora
se ha convertido en la vía preponderante para este fin.
SLUMS FLEXIBLES 345
Bancos, sindicatos, responsabilidad y empoderamiento:
el gobierno de las subjetividades en la ciudad transnacional

Durante mi trabajo de campo en Bangalore pude observar una se­


rie de esfuerzos e iniciativas promovidas por las principales ong18
que trabajan con los niños migrantes y trabajadores de los slums que
considero constituyen tecnologías para la autorregulación y maxi­
mización del individuo emprendedor y responsable. Creadas para
transformar y encauzar la vida social, política y económica de los
niños y las comunidades migrantes, están en gran medida inspi­
radas por las nociones y conceptos construidos y legitimados en
el ámbito transnacional de la cooperación para el desarrollo y el
movimiento pro-salvación de la infancia vulnerable.
Se trata de sindicatos, bancos, juntas de gobierno, talleres de
li­derazgo y cursos de capacitación laboral dirigidos a los niños
más “pobres y vulnerables” de Bangalore, gran parte de los cua-
les son migrantes y están involucrados en alguna forma de traba­jo
infantil. El objetivo a mediano plazo de estos programas es gene­
rar las he­rramientas y proveer los conocimientos necesarios para
pro­pi­ciar el empoderamiento de los niños/as. El fin último es con­
se­guir que sean capaces de participar y tomar responsabilidad en
la me­joría de sus condiciones de vida y la situación de sus co­mu­
nida­des.19 Se busca que los niños/as exijan y construyan mejores
con­di­ciones la­borales a través de sindicatos,20 una mayor estabi­
lidad económica con la ayuda de bancos de ahorro, e influyan en
los pro­cesos de go­bernanza local y la toma de decisiones a través
de jun­tas infantiles de gobierno.
Como parte de las actividades de estas iniciativas impulsa-
das por las ong, los niños/as se ven involucrados en distintos pro­­
ce­sos para influir en la vida política de sus comunidades, como dis­­­cutir

18 Paarinam, The Concerned For Working Children (tcfwc), Asso­

ciation for Promoting Social Action (apsa), Bangalore Oniyavara Seva Coota,
Child Hope-India y Genesis.
19 Varias ong plantean que el papel de los adultos debe ser el de fa­ci­

litadores (de información, medios y recursos) y acompañantes duran­te


los procesos determinados por los propios niños (tcfwc, 2002, 2006).
20 Me referiré a los sindicatos infantiles Bhima Sangha, apoyado por la

ong The Concerned For Working Children (tcfwc) y Hasuru Sangha, apo­
yado por Association for Promoting Social Action (apsa).
346 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

sobre las problemáticas que los aquejan a ellos y/o a sus comuni­
dades, formular soluciones, plasmarlas en peticiones y memorán­
dums, negociar y presionar a las autoridades, organizar encuentros
con los representantes del gobierno para promover agendas que
los conciernen. Los niños también realizan reuniones con una
periodicidad variable para organizarse, planear estrategias, reunir
fondos y difundir los valores de sus organizaciones. Aunque las ong
plantean que estos procedimientos y programas son concebidos
y dirigidos enteramente por los niños (tcfwc, 2006, 2013), la rea­
lidad empírica suele demostrar que todo esto rara vez funciona
sin la presión y el seguimiento de los activistas que orientan a los
niños sobre qué y cómo hacerlo, a qué autoridad dirigirse, cómo
atraer la atención y evitar el rechazo de cierto funcionario, etc. Me
pareció incluso que las reuniones locales de los grupos de niños
que pertenecen a los sindicatos tampoco se llevarían a cabo sin la
insistencia constante de los activistas.
La frustración, el desasosiego y el desánimo de los niños ante
la indiferencia de ciertas autoridades y la incapacidad de otras
para actuar en su favor a pesar de tener buenas intenciones pare­
cían ser resultados frecuentes. Durante mi estancia en Bangalore
el único “logro” material que las niñas consiguieron fue la insta­
lación de un farol frente a uno de los slums que, como tantos otros
flexible slums, poco tiempo después se movería de lugar.21 Este fa­rol,
alimentado por un panel solar, ostentaba un letrero de igual tama­
ño donde se reconocía a la funcionaria local que había conseguido
semejante logro en su compromiso por mejorar la vida de las co­
munidades más desfavorecidas.
En la esfera económica las iniciativas comprenden desde la
formación de grupos de ahorro en los slums, donde los niños aho­
rran parte de sus ganancias sumándolas a los depósitos sema­nales
que hacen sus madres o de manera independiente, hasta cursos de
autoestima y administración personal. Estas estrategias están prin­

21 Supe sin embargo de logros en otros slums de Bangalore que concer­

nían la cancelación del cobro de renta y la provisión de agua potable


(aunque las opiniones eran encontradas en este respecto, pues a raíz de
la ruptura con el líder local que cobraba la renta las familias tuvieron
que empezar a pagar por cada vasija de agua colectada) y la construcción de
vivienda digna.
SLUMS FLEXIBLES 347
cipalmente dirigidas a transformar a los niños en emprendedores,22
alentando el hábito del ahorro y enseñándoles “a planear para el
futuro” y a construir “habilidades para la vida” como trabajo en equi­
po, responsabilidad, autoestima, habilidades comunicativas y ma­
nejo de proyectos. Además, se espera que los niños/as mejoren sus
capacidades empresariales y puedan dirigirlas hacia oportunida­
des para (auto)generar empleo e ingresos (véase ChildHope, 2011).
Todo esto mediante capacitaciones para forjar liderazgo, participa­
ción y administración financiera, además de procesos permanentes
de convencimiento, monitoreo y revisión de los historiales de cré­
dito de los niños/as que deciden solicitar un préstamo (Bhattachar­
jee, 2013).
Otras ong llevan a cabo cursos de talleres de “empoderamiento
y autoadministración” para enseñar a los niños y jóvenes a mane­
jar sus ganancias y a priorizar las necesidades sobre los lujos. Du­
rante una de las sesiones que pude observar se enseñaba a niños
y jóvenes a tomar conciencia y responsabilidad para utilizar ade­cua­
damente su dinero en el financiamiento de sus necesidades pri­
marias como pago de renta, alimentación, materiales de estudio o
de trabajo. Buena parte de la reflexión de la profesora estaba orien­
tada a mostrar a los niños/as que no bastaba con ganar dinero, que
había que usarlo responsablemente para mantenerse y mejorar
las condiciones de vida. Por tanto, se desalentaba los gastos super­
fluos y banales, o incluso “dañinos” como dulces, celulares, jugue­
tes, entretenimiento o cigarrillos.
Desde mi punto de vista estas estrategias, en primer lugar, más
que dotar a los niños/as de herramientas que los ayuden a identi­
ficar, encarar y exigir la transformación de las estructuras de des­
igualdad que los orillaron a trabajar, constituyen tecnologías para
el autogobierno, ya que promueven que los niños/as tomen ma­yor
control sobre sus vidas y sus ganancias, proponen la autosuficien­
cia y el autofinanciamiento como opciones para costear necesi­
dades que en realidad deberían ser cubiertas por los programas

22 Véase por ejemplo el caso del “Children’s Development Bank: Trans­

forming street children into entrepreneurs”, en <http://www.socialear­


th.org/children’s-development-bank-transforming-street-children-in
to-entrepreneurs>.
348 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

de bienestar y desarrollo social del Estado y/o por una familia con
oportunidades laborales adecuadas.
Desde mi punto de vista, esta serie de prácticas se convier-
ten en tecnologías para el gobierno de las subjetividades de los
niños “vulnerables” que las encauzan hacia el autogobierno y la
autorre­gulación. Forman parte de una “tendencia neoliberal global”
(Shar­ma, 2006) que tiene que ver con el involucramiento de enti­
dades no-estatales en iniciativas locales para el empoderamiento
de las po­blaciones marginadas mediante técnicas de autogobierno
que transfieren la responsabilidad —en la solución de la pobreza,
la inequidad y los riesgos— de los programas de desarrollo del Es­
ta­do a los grupos de individuos empoderados que se busca ayudar
(Shar­ma, 2008).
Estas tecnologías para el gobierno de las subjetividades de los
niños trabajadores migrantes deben entenderse en el marco de la
gubernamentalidad neoliberal transnacional. Con ello no pretendo
decir que el neoliberalismo genera toda forma de gobierno, sino
que nos ayuda a entender cómo favorece la transformación de cier­
tas subjetividades y cómo este proceso se conjuga con las formas
contemporáneas de gobierno que funcionan en la ciudad. Por ejem­
­plo, para el mejoramiento, la regulación y el control de la población
migrante. Siguiendo a Nancy Fraser (2003), vemos que situar nues­
tro análisis en el marco de la globalización neoliberal nos permi­te
entender cómo los procesos de regulación trascienden cada vez
más los límites del Estado, y el ordenamiento de las relaciones
so­cia­les se transnacionaliza en tanto que sus mecanismos regula­to­
rios se articulan con aquellos ubicados en otros niveles. Así, fun­
ciones de protección y regulación de la infancia que surgieron como
responsabilidad del Estado o entidades nacionales durante el siglo
xix en las naciones occidentales (Hegar, 1989; Sznaider, 1997) se
han ido des-nacionalizando y des-estatalizando a través de los siglos
para transformarse en discursos y prácticas transnacionales de
cuidado, protección y regulación de la infancia vulnerable a ni­
vel global. Liderado por agencias transnacionales como el unicef,
la oit y una serie de ong de influencia mundial, las prácticas de
pro­tección y salvación de la infancia vulnerable han sido trans­
forma­das, redefinidas y transnacionalizadas para adaptarse y refle­
jar las preocupaciones globales hegemónicas sobre la niñez y la
SLUMS FLEXIBLES 349
población marginada del tercer mundo. De acuerdo con Poretti
et al. (2014:28), hace un par de décadas la atención y las estrate­
gias internacionales giraban en torno a una crítica de las estructu­
ras socioeconómicas que propiciaban la explotación y victimización
de la niñez. Pero el discurso se ha ido modificando hasta enfocarse
casi exclusivamente en la violencia y la victimización individua­
lizada, propiciando una serie de señalamientos sobre culturas e
individuos “desviados” que es necesario educar y transformar para
garantizar la prevalencia de la cultura positiva de los derechos de
la infancia. Ésta es una posición que favorece y legitima el señala­
miento y la intervención sobre las subjetividades y comportamien­
tos de individuos y sociedades en el tercer mundo, al tiempo que
facilita el consenso internacional para la movilización de recursos
y voluntades políticas desde “arriba” (Poretti et al., 2014:32).
El empoderamiento ha sido reconocido por el gobierno indio
como el modelo para lograr que los pobres “puedan ayudarse a sí
mismos a romper las barreras sociales, económicas, culturales y
psicológicas, para que puedan pasar de ser receptores pasivos de
ayuda a participantes activos y administradores de sus propios
asuntos” (Mohanty, 1995:1435). Se trata de un concepto y una tec­
nología que ha sido ampliamente aceptada y difundida por toda
clase de entidades no-estatales que debe ser entendida en el con­
texto de la gubernamentalidad neoliberal como un “nuevo tipo de
estructura regulatoria y un sistema de múltiples capas de guber­
namentalidad globalizada”, que está generando nuevos escenarios
de regulación social más privatizados y dispersos que cualquiera de
los visualizados por Foucault (Fraser, 2003:25).
En el caso que aquí nos ocupa, propongo que las formas de go­
bernar a las poblaciones marginadas de la ciudad se dan en bue­
na parte a través de un proceso transnacional de “autonomización
del Estado” en beneficio de una serie de entidades no-estatales que
toman en sus manos algunas de sus funciones de bienestar social.
Contra lo que parece, el Estado no desaparece ni se debilita, más
bien adopta o apoya el florecimiento de una serie de tecnologías que
funcionan para crear “una distancia entre las instituciones forma­les
del Estado y otros actores sociales no-estatales” (Rose y Miller,
1992:200), al tiempo que se actúa sobre los individuos y sus sub­
jetividades de nuevas maneras que permiten una profunda trans­
350 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

formación de los mecanismos que gobiernan la vida social y la


población marginada en la ciudad.
Estas tecnologías nos muestran lo que Foucault denominara
un “novedoso arte de gobernar” en la era neoliberal, fundamen­
tado en la libertad individual, la responsabilidad de autorregu­
larse y de transformarse a sí mismo (Lemke, 2004). Un punto que
hace pensar que dichas tecnologías se tratan más de nuevas for­
mas de gobernar las subjetividades de las poblaciones migrantes
y redefi­nir las relaciones entre lo estatal y lo no-estatal, está en lo
que el director de una de estas ong me dijo acerca de que su papel
no es el de solucionar los problemas de esta población, pues éste
es un deber del Estado; su labor más bien consiste en encontrar
nuevas alternativas y posibilidades para el ejercicio de algunas fun­
ciones de gobierno en lo político, lo económico y lo social.

Redadas, grupos de vigilancia y observation homes:


víctimas no legítimas y grados de exclusión

Una serie muy distinta pero complementaria de tecnologías des­


tinadas a regular y gobernar la conducta y las actividades de los
niños migrantes y trabajadores en la ciudad de Bangalore está cons­
tituida por los mecanismos que distintas ong, casi siempre jun­
to con instituciones del gobierno, como la policía y el Child Welfare
Committee, han construido para “cuidar y proteger a la infancia
vulnerable”. Éstas comprenden redadas y operaciones de rescate
de niños que se considera se encuentran en situaciones peligro­
sas, equipos de “vigilancia callejera” para identificar a los niños que
llegan solos a Bangalore huyendo de sus hogares o buscando em­pleo
y a los niños que mendigan en las calles, las observation homes o
refugios infantiles a donde se lleva a los niños que se consideran
“necesitados de cuidado y protección” y el Child Welfare Commit­
tee del distrito urbano de Bangalore.23

23 El Juvenile Justice Act ordenó en el año 2000 la creación de un Child

Welfare Comittee (Comité para el Bienestar de la Infancia) en cada dis­


trito de India. El distrito urbano de Bangalore tiene dos, uno para niños
y otro para niñas. El cwc es una institución que “tiene la autoridad final
para determinar qué hacer en casos de cuidado, protección, tratamiento,
desarrollo y rehabilitación de los niños, así como proveer sus necesidades
SLUMS FLEXIBLES 351
Ponderando antes que nada la importancia de la existencia de
mecanismos que permitan identificar y auxiliar a aquellos niños/as
que se encuentran en situaciones de riesgo, abuso y explotación,
es fundamental aclarar que mi análisis no se refiere a las estrate­
gias y mecanismos utilizados para intervenir en casos de abuso y
maltrato físico, sexual o psicológico contra los niños/as, que des­
afortunadamente no son poco frecuentes en Bangalore. Me centra­ré
solamente en una serie de intervenciones que pude observar du­
rante mi trabajo de campo y que considero que tienen como obje­to
de injerencia únicamente a los niños/as migrantes y trabajado-
res que intentan ganarse la vida en la calle y/o ejercer determina-
das de­cisiones.
Comenzaré hablando de las estrategias de las ong que, como
bosco, han adoptado para intervenir a nivel “micro y macro” para
“construir una comunidad que cuide de sus niños sin reservas”,
a través de un enfoque que apoye el desarrollo y la rehabilitación
de los niños victimizados “en la dimensión física, social, cultural,
educativa y espiritual” y “active las fuerzas de la sociedad en su
favor” (bosco, 2012). Buena parte de los programas y actividades
para estos fines tienen lugar en los siete centros de acogida que
bosco ha abierto en Bangalore, pero por cuestiones de espacio no
es posible describirlas aquí. Además, en esta sección quiero enfo­
carme solamente en la serie de acciones que buscando “cuidar y
proteger” a la infancia “vulnerable” funcionan también como tec­
nologías de gobierno de la ciudad. Por ello hablaré solamente de
las estrategias de “presencia y vigilancia en las calles” creadas por
bosco para desplegar una “red de seguridad” que intercepte a cada
niño que se encuentra en la calle para evitar que ésta “se convier­
ta en una experiencia des-humanizante para el niño” y proveerlo de
un tránsito saludable a una mejor vida y pueda convertirse en un
miembro productivo de la sociedad (entrevista con M. Sen, bosco,
Bangalore, mayo de 2011. Véase también bosco, 2012).

básicas y proteger sus derechos humanos” (Nayak y Saibaba, 2009:23).


El cwc sin embargo no tiene el poder para proceder judicialmente con­
tra quienes abusan o ejercen violencia contra los niños, puede solamente
requerir mayores investigaciones o la intervención de las autoridades en
casos extremos.
352 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

Como parte de esta iniciativa de “vigilancia callejera” la ong


ha creado grupos de activistas y voluntarios emplazados en seis
“lugares estratégicos” de la ciudad: las estaciones de tren y auto­
bús, en el K.R. Market (mercado central de la ciudad), y las zonas
sobrepobladas y comerciales de Gandhi Nagar y Magadi Road:

La mayoría de los niños que recogemos son de estos dos luga­


res porque se quedan en la estación mendigando. Harán lo que
sea para sobrevivir. En K.R. Market también recogemos muchos
porque es una zona de slums, de ahí recogemos a muchos ni-
ños no acompañados, y también a niños acompañados, que aun­
que tienen a su familia pasan todo el día en la calle trabajando de
pe­penadores. En Magadi Road hay muchas familias pobres tam­
bién, así que nos podemos concentrar en ese tipo de niños. Cerca
de ahí hay muchos lugares a donde los niños van a traba­jar. En
Majestic pasa lo mismo y también en Gandhi Nagar (entrevis­
ta con M. Sen, bosco, Bangalore, mayo de 2011).

Aunque estas estrategias buscan cumplir con la importante


función de “interceptar” a los niños/as que migran solos o trabajan
en las calles de Bangalore antes de que las redes de tráfico para la
explotación laboral y sexual los recluten, mi experiencia en cam­
po es que muchas veces estas iniciativas que llamaré “tecnologías
de cuidado y protección”, siguiendo los postulados de Ticktin (2011),
terminan funcionando más para justificar una intervención sobre
las familias migrantes de los slums que para salvaguardar a los ni­
ños. Estas intervenciones se fundamentan en la idea de que las
familias pobres y marginadas son familias potencialmente “falli­
das” o “de baja moralidad” que pueden poner en riesgo o perju­
dicar el sano desarrollo de los niños/as. Por lo tanto es necesario
identificarlas y enviar consejeros, que son miembros entrenados
de la propia comunidad, para concientizar a los padres sobre la for­ma
correcta de cuidar a sus hijos.

Cuando los niños no viven solos y tienen padres, entonces ha­


cemos un seguimiento, creamos un archivo para el niño y se­
guimos su progreso. Si viene de una familia muy pobre o de una
familia rota, entonces hay grandes posibilidades de que el niño
se distancie de su familia, por eso tenemos que mantener esos
lazos. Nuestros consejeros hacen visitas a la familia y vigilan que
SLUMS FLEXIBLES 353
el niño forme parte de la familia. Nuestro sistema es que el
cliente [el niño] no sabe lo que necesita, así que nosotros tene­
mos que acercarnos a él, averiguar cuál es el problema y decir­
le: ésta no es la manera en la que tienes que vivir, la vida en la
calle no es una buena forma de vida, nosotros podemos ayu­
darte y podemos decirte cómo ser alguien en la vida […] Les da­-
mos entrenamiento vocacional, en serigrafía, costura, etc. Así
pueden aprender un oficio. Pero el counceling [ayuda psicológi­
ca] es nuestro mayor servicio (entrevista con M. Sen, bosco,
Bangalore, mayo de 2011).

Bajo el imperativo moral de brindar cuidado y protección a la


niñez vulnerable de los slums, buena parte de la cual trabaja en
la calle o en pequeños negocios cercanos al slum, varias ong im­
plementan programas de empoderamiento, microfinanciamiento,
ahorro y autoempleo que, aunque en teoría tienen como objetivo
a la familia como un todo, en la práctica se enfocan solamente en
las mujeres. Esto responde a una línea de razonamiento frecuen­te­
mente asociada con el método del empoderamiento que consi­dera
a las mujeres como las guardianas naturales de la familia, pero tam­
bién como agentes más dóciles y receptivos de las ideas del de­
sarrollo y la autosuperación. Paradójicamente, no pude encontrar
un solo programa enfocado a lidiar con los problemas de al­co­ho­
lismo, violencia familiar y endeudamiento que involucran a mu­chos
hombres.
Cuando los casos de abuso y negligencia ameritan que los ni­
ños/as sean rescatados mediante las estrategias de raid and rescue
(redar y rescatar) que implementan distintas ong en Bangalore
(algunas veces junto con la policía o el departamento del trabajo),
estos niños/as son llevados a los refugios infantiles donde opera el
Child Welfare Committee (cwc). Aquí el cwc realiza una serie de au­
diencias para interrogar a los niños/as sobre las causas que los lle­
varon ahí en las que casi siempre son citados también los padres.
Nuevamente, sin restar la más mínima importancia a los casos de
abuso y maltrato que aquí se atienden, quisiera explorar el papel
del cwc como una entidad creada con la intención de “cuidar y pro­
teger a la infancia vulnerable”, pero que al estar totalmente reba­
sada en términos de recursos logísticos, humanos, presu­pues­ta­les y
legales, termina muchas veces convirtiéndose en una tec­no­logía que
354 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

solamente logra disciplinar y castigar a la población mi­­grante que


es sometida a su escrutinio y sus medidas regulatorias.
No me fueron proporcionadas las cifras sobre la cantidad de
detenciones y procesamientos realizados por el cwc, sin embar­
go la experiencia de bosco puede darnos una idea aproximada de
la magnitud e impacto de las operaciones de “redar y rescatar”:

En los últimos dos años hemos rescatado a más de 6 500 niños al


año. Es decir que en un día rescatamos hasta a 30-40 niños. En
un mes rescatamos hasta a 600 niños y sólo de estos seis luga­
res que te mencioné. La mayoría son niños migrantes y de los
slums. De esos 6 500 niños al año, cerca de 4 500 son devueltos a
sus casas. Cuando es en Bangalore vamos a las casas y hace-
mos seguimiento, otras veces lo hacemos por teléfono. Algunas
veces los niños vuelven a huir pero muchas veces por la red de
protección que tenemos los volvemos a identificar (entrevista
con M. Sen, bosco, Bangalore, mayo de 2011).

Para entender algunas de las características y la gravedad que


este disciplinamiento y castigo puede llegar a tener sobre la pobla­
ción migrante que supuestamente está siendo protegida, es nece­
sario mencionar que en el observation home, sobre todo los niños
varones, han sido sometidos a formas terribles e inhumanas de
maltrato físico y abuso sexual por parte de los propios cuidadores
y de otros niños internos mientras esperan el veredicto del cwc.24
A partir de una serie de visitas al observation home y de obser­
vaciones de algunas sesiones del cwc pude constatar que con
fre­cuencia los padres de los niños/as detenidos, que la mayoría
de las veces son migrantes, pobres y de casta baja, son responsa­
bilizados por la detención de sus hijos. Varias veces observé cómo

24 Durante mi trabajo de campo yo sólo pude obtener un esbozo de

la magnitud y la gravedad de esta violencia a través de los testimonios


de niños internados allí, pues nunca se me permitió entrevistarlos sin la
supervisión de un miembro del personal. Cuando inquirí sobre esto a las
autoridades del refugio la respuesta fue tajante: sucedió una vez tiempo
atrás y no se había repetido. Los activistas por otra parte se dividían en­tre
los incrédulos y los que decían estar trabajando para mejorar las condi­
ciones de los niños internos. Esta situación no es única de Bangalore, pues
ha sido detalladamente documentada por Ferrara y Ferrara (2005) en el
refugio infantil de la ciudad de Vijayawada.
SLUMS FLEXIBLES 355
los padres fueron regañados y acusados de negligentes e irrespon­
sables por permitir que sus hijos trabajaran y estuvieran solos en las
calles, o por ser incapaces de proveerlos de educación, vivienda
adecuada y protección, e incluso por actuar en contra de sus de­
rechos y bienestar. En un caso que he detallado ya en otro traba­
jo (Glockner, 2012), una familia de siete miembros originaria de
Rajasthan fue orillada a abandonar la ciudad de Bangalore como
condición para liberar a dos jovencitas que habían sido detenidas por
vender mercancía en la calle.
En otra ocasión, una pareja de origen tamil que había migrado
a Bangalore hacía algunos años fue acusada de negligente e inca­
paz de “enseñar valores” a su hija de 14 años, que había sido remi­
tida al refugio por la policía por haber huido con su novio de 22
años para casarse. El cwc dictaminó que la menor no sería libera­da
hasta que recibiera asesoría psicológica y entrenamiento vocacio­
nal, y que su novio (también originario de Tamil Nadu) debía ser
multado y encarcelado por intentar casarse con una menor de
edad. Al oír esto la menor en cuestión, que ya había estado lloran­
do y suplicando durante toda la sesión, entró en pánico. Su padre
intentó protestar pero la presidenta del cwc le dijo que no podía
decir nada, pues estaba frente a una corte y que su decisión era
inapelable. Puesto que ella no dejaba de llorar, la presidenta del
cwc la amenazó con ordenar que su novio fuera encarcelado siete
años (algo que en realidad no puede hacer) y con enviarla a ella
al nimhans,25 institución que presta asesoría psicológica a las fa­mi­
lias cuando el cwc así lo determina, pero que también aloja a pa­cien­
­tes con problemas psiquiátricos. Desde luego, esto sólo consiguió
alterarla más.26

25 National Institute of Mental Health and Neurosciences, <http://

www.nimhans.kar.nic.in/>.
26 Aquí tengo que señalar que la presidenta del cwc hablaba con total

confianza a pesar de mi presencia solamente porque todas estas conver­


saciones se realizaban en el idioma kannada. Puesto que se me disuadió
de llevar a un traductor por motivos de seguridad y bajo el argumento de
que alguien del equipo me proporcionaría ayuda para la traducción, al-
go que después no ocurrió, yo me vi en la necesidad de grabar estas con­
versaciones en secreto para después pedirle a uno de los activistas que
me las tradujera.
356 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

En otro caso similar de una menor, esta vez de 17 años, origi­na­


ria de un distrito rural del norte de Karnataka que también había
escapado con su novio, la solución ordenada por el cwc fue retener
a la jovencita hasta que recibiera “asesoría psicológica” y orde-
nar un home enquiry, es decir una investigación a su familia para
determinar las causas que la habían hecho escapar y la responsa­bi­
lidad de los padres.
En otra ocasión la madre de un niño de aproximadamente sie­
te u ocho años que fue encontrado mendigando y fue remitido por
un grupo de vigilancia callejera, fue citada para explicar por qué su
hijo se encontraba en dicha situación. La condición para poder lle­
varse a su hijo fue que ella y el niño tendrían que presentarse cada
mes ante el cwc para que éste pudiera dar seguimiento al ca­so y
determinar si el niño estaba siendo cuidado y protegido adecuada­
mente. No obstante, la resolución de otros casos de niños que habían
sido redados por trabajar en las calles no fue tan simple y expedi­ta
como ésta. Había al menos cuatro o cinco niños que eran consi­
derados “reincidentes” porque habían sido llevados al observation
home ya varias veces por mendigar, pepenar desechos en las calles
o ser acusados por locatarios de robar y molestar. Los padres de
algunos de ellos nunca fueron localizados y el cwc debía determi­
nar si serían puestos bajo la custodia de alguna ong para su “reha­
bilitación y reinserción en la sociedad”. Aquellos cuyos padres sí
se presentaron ante el cwc, enfrentaron una serie de complicadas
audiencias de las que no pude conocer el desenlace, donde la ma­
yoría de las veces no había nadie que ayudara a los padres, pobres
y analfabetos e incluso con poco conocimiento del kannada y del
inglés, a entender lo que ahí se discutía y deter­minaba.
El recuento de este tipo de casos podría seguir por al menos
un par de páginas más. Sin embargo considero que estos deta-
lles son más que suficientes para entender la construcción y fun­
cionamiento de lo que aquí he llamado “tecnologías de cuidado
y protección” que poseen la facultad de incluir en sus prácticas a
ciertas poblaciones y excluir a otras, propiciando su conceptuali­
zación como individuos merecedores y no-merecedores de ayuda
y compasión (Ticktin, 2011). Considero además que estas tecnolo­
gías, sumadas a las ya presentadas antes, sirven como mecanismos
para instaurar una nueva clase de gubernamentalidad seg­mentada:
SLUMS FLEXIBLES 357
más responsabilidad para algunos y abierta represión para otros
(Fraser, 2003:30). Una especie de gubernamentalidad dual donde
quien todavía es capaz y competitivo es conminado a autorregu­
larse, a responsabilizarse y a maximizar sus habilidades, al tiempo
que se crea un sector marginal de excluidos sin aspi­raciones ni
potencial al que le es negada toda ayuda y queda, por tanto, conde­
nado al rechazo, al castigo y la exclusión. O incluso a la expulsión
de la ciudad.

Reflexiones finales

Siguiendo los planteamientos de Ong, considero que estas inter­


venciones sobre las vidas y conductas de las familias migrantes
pueden ser pensadas como tecnologías de gobierno y disciplina­
miento que funcionan para incluir y excluir a la vez, para otorgar
y negar valor a la conducta humana (2006:5), que deben entender­
se como parte de la coyuntura entre el neoliberalismo como excep­
ción y la excepción al neoliberalismo. Es aquí donde se generan
distintos grados de protección que hacen de ciertas poblaciones
el objetivo de determinadas operaciones de gobierno, mientras que
a otras se les abandona e incluso se les culpabiliza.
La tendencia a proteger a ciertos individuos mientras que a
otros se les somete a un franco abandono e indiferencia no es, sin
embargo, un elemento nuevo introducido por las formas neoli­be­
rales de gobierno. Sznaider (1997) ha mostrado que el movimien­to
contra la crueldad hacia los niños iniciado en Estados Unidos du­
rante el siglo xix dirigía sus esfuerzos y discursos de compasión y
salvación de manera selectiva, pues éstos se enfocaban única­men­
­te en los niños que eran considerados “merecedores de ayu­da”,
mientras que sus padres eran vistos como individuos corruptos y
potenciales fuentes de abuso de los que algunas veces tenían que
ser separados. Lo que sí puede considerarse distintivo del régimen
neoliberal es la forma en que los migrantes, niños y adultos, son su­
jetos a determinadas operaciones de gobierno que, privilegiando
las necesidades del mercado, cuestionan o desechan la legitimidad
de aquellos que son considerados pobres, atrasados e inadaptados
a la sociedad hegemónica, negándoseles el derecho a recibir ayu­
358 VALENTINA GLOCKNER FAGETTI

da y protección, e inclusive a ejercer el derecho ciudadano de li­bre


tránsito y autodeterminación.
Lo que he intentado mostrar aquí es que estas tecnologías de
“empoderamiento” y de “cuidado y protección” pueden entender­
se como modos transnacionales de gobernar la ciudad y que ade­
más deben considerarse parte de la gubernamentalidad neoliberal,
puesto que introducen en la ciudad tecnologías de optimización
de los individuos, como el empoderamiento y la responsabilidad
económica, destinadas a la autosuficiencia y autorregulación de
los individuos. Éstos deben ser capaces, incluso desde pequeños,
de enfrentar las turbulentas condiciones del mercado optimizando
sus recursos, sus capacidades, sus elecciones y sus decisiones. Se
trata de formas de gobernar la ciudad a través del control, encau­za­
­miento e incluso castigo y exclusión de sus poblaciones más mar­gi­
nadas: los niños/as y sus familias migrantes, que condensan sobre
el individuo activo, responsable, emprendedor y auto­re­gu­lado
los imperativos del gobierno moderno, y al mismo tiempo a aquellos
in­dividuos y colectivos que no se disciplinan ante las formas hege­
­mónicas de participación y regulación: en el mercado de trabajo,
en el cuidado y protección de los hijos, son converti­dos en sujetos
prescindibles y excluibles, poniendo en cuestionamiento sus de­
rechos ciudadanos y su existencia política misma (Ong, 2006).
Aquí he querido señalar que todo esto ocurre además a través
de una transformación en las funciones del Estado y de una rede­
finición entre las funciones y los límites de lo estatal y lo no-es­
tatal, que nos permiten entender la transnacionalización de las
formas de gobierno de la ciudad.

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Daniela Oliver Ruvalcaba

Como se ha visto en las páginas anteriores, la propuesta de es­te


libro aborda a la ciudad como pluralidad de espacios sociales trans-
nacionales (Faist, 1999) o terceros espacios (Kearney y Nagengast,
1989) que no se corresponden con las fronteras administrativas
de las ciudades, aquellos que se producen en la trialéctica de la des­
­territorialización, la itinerancia y la reterritorialización de prác­
ticas y representaciones sociales que son o devienen en “maneras
de hacer” (De Certeau, 2000) urbanas y que encuentran su base
so­ciológica y formas de significación en contextos transnacio­-
nales.
Así, la ciudad transnacional es vista desde sus conexiones
extraterritoriales y discontinuas que trascienden los límites socio­
políticos, administrativos, territoriales y simbólicos de la ciudad-
concepto (De Certeau, 2000). A diferencia de la primera, esta última
es una idea totalizadora que supone que “la ciudad” puede ser
abordada como unidad sujeta a una racionalidad organizadora
que reduce su heterogeneidad y diversidad —que caracterizan de
manera fundamental a la ciudad como hecho social total de gran­
des complejidades, multiplicidad de actores (Nieto, 1997), escalas
y dimensiones (Besserer y Oliver, 2014; Glick-Schiller y Ça ­lar,
2011; Feldman, Rivera et al., 2011; Smith, 2001)— a un número fi­nito
de propiedades estables, aislables y articuladas entre sí (De Cer­
teau, 2000).
Por su parte, los estudios sobre la ciudad transnacional se en­
cuentran en medio de una tensión que es necesario discutir. En pri­
mer lugar, considero que suele haber una confusión entre las dos

[367]
368 DANIELA OLIVER RUVALCABA

acepciones más frecuentes del concepto “transnacionalidad”. La


primera de ellas se refiere a la escala urbana en términos propia­
mente sociogeográficos, donde la ciudad, como nodo en una red
global de ciudades, metrópolis y corporaciones multinacionales,
disputa el liderazgo en la economía mundial (Glick-Schiller y Ça -
­­lar, 2011; Nivón, 1998). En segundo término, “transnacionalidad” ha
sido usado desde la propuesta de Michael P. Smith y Luis Guar­nizo
como un fenómeno de producción de subalternidades frente a la
globalización, tejido a través de redes de personas y agentes con­
cretos, como “transnacionalismo desde abajo” (transnacionalism
from below, Smith y Guarnizo, 1998), que se produce en un contex­
to inequitativo y de relaciones de poder frente a la ciudad.
De manera explícita o implícita, encontramos en estos trabajos
“una” ciudad transnacional que sirve de “[…] señal totalizadora y
casi mítica de las estrategias socioeconómicas y políticas” (De Cer­
teau, 2000:4) donde las prácticas transnacionales dependen de
los procesos macroeconómicos que se han dado en llamar globales.
Por otro lado, se hace aparecer a las prácticas como una red de re­
laciones socioculturales que se teje y se desteje sin una es­tructura
contenedora, o bien sin particular regulación, como constructoras
de “agencia” o liberación frente a los procesos del poder globaliza­dor
(Smith, 2001). En algunos casos coexisten ambas líneas argumen­
tativas.
Me interesa apuntar hacia esta discusión dado que el objetivo
del trabajo que aquí presento es la conceptualización de un “ti­
po” de ciudad transnacional, tal es la ciudad-cluster, en particular
aquella especializada en servicios turísticos de “sol y playa”. Con­
sidero que para la construcción de una tipología —en el sentido
weberiano— de “ciudades”, es necesario no reificar a “La ciudad
transnacional” como una macroestructura que se cierne sobre los
actores urbanos, o por otro lado, sólo como prácticas “desestruc­
turadas” y “desestructurantes”, so pena de conceptualizar tipos como
mónadas o, por el contrario, como espacios sociales de flu­jos sin
estructura. En principio habríamos de no confundir escala, enten­
dida como una categoría para clasificar y organizar tipos de lugares
desde el punto de vista de su relación con otros lugares distantes o
contiguos (McDowell, 1999), con procesos sociales políticos, sean
éstos “desde abajo” o “desde arriba”, según el sentido de la organi­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 369
zación de las relaciones de poder. Considero que el concepto de
ciudad transnacional requiere no hacer una división entre lo local
y lo transnacional, entender la diversidad de escalas y separar
analíticamente esta dimensión de aquellos procesos de producción
de subalternidades en contextos transnacionales.
Así, para decir de qué está hecha y cuáles son las particula­
ridades de la ciudad-cluster turística, habrá que dar cuenta tanto
de la heterogeneidad y desigualdad de sus procesos y prácticas
transnacionales, su pluralidad y las formas de inequidad que se
producen y reproducen en sus dinámicas urbanas, como de las me­
diaciones que regulan las distintas escalas (Williams, 2000; Leza­
ma, 2005) y la organización del poder entre los actores que en ella
participan.
El resort o ciudad turística de la que nos ocuparemos en este
artículo, es un modelo de lo que Michel de Certeau llama simu­
lacros teóricos, a través de los cuales diseñadores de paisaje, arqui­
tectos, urbanistas y planeadores, tanto privados como funcionarios
de los tres niveles de gobierno, pretenden edificar un espacio
to­tal dedicado al placer o a las experiencias de entretenimiento
es­tan­darizadas y tematizadas como “sol y playa” que se ofertan
al mercado turístico internacional. Así, el resort es un simulacro
de fantasía edificado para producir y consumir la mercancía tu­
rística como valor simbólico, valor intersubjetivo y valor econó­
mico (Besserer y Oliver, 2011). Es la ciudad-concepto producida
a través del discurso de la promoción y la publicidad del “destino
turístico”.
El desarrollo de Los Cabos, Baja California Sur —del cual nos
ocuparemos en este capítulo—, es el segundo destino turístico en
importancia de México. Fue impulsado principalmente por el Es­
tado mexicano como “centro integralmente planeado” (cip) desde
el primer lustro de la década de los setenta. Junto con los otros
cip —Cancún, Ixtapa, Huatulco y Loreto—, Los Cabos fue pen­sado
como polo de desarrollo a través de la atracción de inversión ex­
tranjera, mediante la estrategia de sustituir deuda externa por in­
versión y captación de divisas (Hiernaux, 2010; López, 2001). En
este sentido, se estimuló la participación de empresas extranjeras
y nacionales especialistas en desarrollo inmobiliario y servicios
turísticos, muchas de ellas cadenas globales de mercancías que hoy
370 DANIELA OLIVER RUVALCABA

son las que en mayor medida producen, transforman y reproducen


este simulacro de fantasía, tales como las hoteleras, de tiempo com­
partido y las dedicadas al desarrollo residencial, así como las aero­
náuticas, tour-operadoras, agencias de viajes u operadores locales
(Destination Management Company, dmc). Estas cadenas de valor
se anclan en lo local y conforman lo que llamaré en este trabajo
un cluster turístico.

De ciudades y turismos

Fue producto del azar que uno de los alumnos del antropólogo Ro­
bert Redfiel, Theron A. Núñez, estudiara el turismo de fin de se­
mana en Cajititlán, un pueblo de Jalisco. Si bien el objetivo de este
antropólogo estadounidense no era abordar dicha actividad, obser­vó
cómo turistas radicados en Guadalajara pasaban sus fines de se­
mana en esta localidad situada a 32 kilómetros de la capital del es­­ta­
do. El turismo tenía implicaciones para la realidad que estudiaba
y por eso debía ser abordado (Nogués, 2009) como agente detona­dor
de patrones de aculturación rural-urbanos, que eran el ob­jeto pri­
vilegiado de la antropología urbana de la época, influenciada fun­
damentalmente por la Escuela de Chicago, objeto que estaba siendo
estudiado por otros antropólogos como Oscar Lewis para el caso de
la ciudad de México (Núñez, 1963).
El trabajo de Núñez, “ Tourism, Tradition and Acculturation. Week­
­endismo in a Mexican Village”, publicado en 1963, marca el inicio del
interés de la antropología por el turismo (Stronza, 2011:264). Si bien
el encuentro de Núñez con el turismo fue producto de una apa­
rente casualidad, como lo apuntan sus reseñadores, no es fortui­
to que haya sido en la antropología urbana donde los estudios del
turismo se desarrollaron inicialmente. No obstante, el turismo de
fin de semana en Cajititlán dista mucho de la gran industria que
generó destinos como Los Cabos, Cancún, Ixtapa y otros de “sol y
playa” en México y alrededor del mundo; podemos decir que am­
bos tipos de espacios turísticos son producto de lugares imagina­
rios de ocio, esparcimiento y placer, originados fundamentalmente
en las ciudades y que se recrean como lugares imaginados, en el
sentido de su puesta en escena en el espacio (Hirai, 2009).
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 371
La idea de que “la clase obrera —urbana, diríamos aquí— va al
paraíso” se refiere a la conquista por los trabajadores de las “va­
caciones pagadas” ante la necesidad de reponer sus “[…] fuerzas
físicas y psíquicas agotadas por un año continuado de trabajo” (Fer­
nández, 1991:22). Se proponía como forma de reconstitución de
las fuerzas productivas el consumo no sólo de servicios de entre­
tenimiento, sino también de espacios y lugares que fueron produ­
cidos ex profeso. La práctica turística es un consumo de símbolos
y signos que proveen a la persona de determinado estatus (Mac­
Cannell, 2003), una herencia del Grand Tour practicado por la clase
burguesa europea del siglo xix. El tiempo libre para disfrutar del
ocio y el viaje es producto del anhelo de los ciudadanos que se li­
beran de las obligaciones y la rutina de sus trabajos o lugares de
residencia. Así, las sociedades generadoras de turismo buscarán
sociedades susceptibles de convertirse en receptoras de turistas
a la manera de satélites para el descanso, confirmando la división
re­gional e internacional del trabajo (Simonicca, 2007:34).
Para enfatizar el modelo dicotómico del continuum folk-ur­­ba­
no, Núñez no deja de referirse al turismo de Cajititlán como “tu­­ris­
mo urbano” (urban tourism) y a los turistas como “clase ocio­sa
ur­bana” (urban leisure class). Por otro lado, se habla de aquel lugar
co­mo “un pueblo típico campesino de las serranías” (typical high­
land peasant village) y alude a sus habitantes como “aldeanos” o
“cam­pesinos” (villagers o peasants). Según la tesis de Núñez, el week­
endismo en Cajititlán detonó un proceso de urbanización donde
el pueblo se adaptó a las necesidades de los visitantes y las como­
didades que éstos, aún en su búsqueda de lo exótico y lo “natural”,
no querían perder; asimismo, estas transformaciones se produje­
ron también en las actitudes y valores a propósito del “contacto” con
los turistas (Núñez, 1963). A lo que apunta el autor es a la idea de
que el turismo detonó un proceso de urbanización no sólo en el
espacio, sino una urbanización en la propia la cultura.
El trabajo de Núñez funda lo que llegaría a ser uno de los mo­
delos más difundidos de la antropología del turismo hasta hoy: el
paradigma del encuentro desde la perspectiva de la aculturación en
un primer momento, y desde la interculturalidad posteriormente.
Centrado en dos actores, los anfitriones y los huéspedes, esta pers­
pectiva estaba representada en la revista Hosts and Guests. The An­
372 DANIELA OLIVER RUVALCABA

thropology of Tourism, producto del primer simposio sobre turismo


organizado en México un año después de la publicación del tra­
bajo de Núñez por la Asociación Americana de Antropología. Los
estudios posteriores y muchos de los actuales estudios desde la
antropología del turismo se han centrado en los “impactos” del tu­
rismo en las comunidades y grupos locales, por un lado, y en las
motivaciones de los viajeros y turistas, por otro.
Pese a que tanto el concepto del continuum folk-urbano y el
paradigma del encuentro son modelos problemáticos por la pola­
rización de agentes autocontenidos y diferenciados entre sí, con­
sidero que muestran características importantes de la relación entre
ciudad y turismo relevante para este trabajo, tales como las dife­
rencias de clase entre consumidores y productores de la experien­
cia turística; el énfasis en el viaje —por un lado— y la localización
de la actividad turística centrada en el consumo del lugar —por
otro—, además de dar cuenta de las diferencias culturales entre
anfitriones y huéspedes, que se construyen en el juego de los ima­
ginarios del huésped (proveniente de la ciudad) que busca un retiro
de placer y esparcimiento, no necesariamente en un espacio ru­
ral, como en el caso de Núñez, pero sí en uno exotizado.
En función de lo que aquí nos ocupa, podemos decir que la
dicotomía rural-urbano como es presentada por Núñez, es homó­
loga a una representación-oposición más amplia: modernidad vs.
tradición. Me interesa proponer aquí que este eje engloba también
el imaginario implícito en los llamados cip, como Los Cabos, des­
tinos turísticos de “sol y playa” construidos por el Estado mexi­
cano en la década de los setenta, tal imaginario hace referencia a
un par de conceptos igualmente opuestos: desarrollo vs. subdesa­
rrollo.
Dicho imaginario en América Latina tomó forma en las teorías
desarrollistas, que proponían que los países periféricos subde­sa­rro­
llados pudieran alcanzar y competir económicamente con los paí­
ses centrales desarrollados. El objetivo era forzar a la moder­ni­­­­­zación
de la economía inyectando grandes cantidades de re­cursos en sec­
tores considerados estratégicos (Furtado, 1987). Diversas fór­­mulas
fueron propuestas para conseguir dicho fin, tales como el modelo
por sustitución de importaciones, mismo que en México no funcionó
como se previno y fue reemplazado, entre otros modelos, por los
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 373
mega­pro­yectos turísticos como detonadores del crecimiento eco­
nómico (Hiernaux, 2010).
La multiplicación de los resorts se produjo en el momento de
masificación del turismo, durante el fordismo de la posguerra. Di­
cho modelo se difundió desde el norte hacia el sur por organismos
internacionales (fmi, bm, bid), que lo recomendaron como estra­
tegia para el desarrollo y brindaron tanto asesoría técnica como
préstamos financieros. Así, desde Europa se extendió hacia África
y Asia, y desde Estados Unidos a México (Hiernaux, 2006). En el
diagnóstico de la época, los países del sur como México se encon­
traban subdesarrollados debido a la “divergencia entre la raciona­
lidad de la empresa y la racionalidad social” (Furtado, 1987:375),
es por ello que no bastaría con la libre acción del mercado para de­
tonar el desarrollo, sino que se hacía necesaria la planeación y
la intervención del Estado como regulador del proceso. Para llevar
a cabo dicho efecto, los organismos internacionales prepara­ron
técnicas detalladas de planeación adaptadas a las peculiari­dades
de las economías periféricas (Furtado, 1987:375). Este discurso de­
sarrollista, construido en torno a las representaciones dicotómicas
modernidad vs. tradición, se puede observar en las ideas de “racio­
nalidad de la empresa” de los países centrales y “racionalidad so­cial”
de los países periféricos.
Así, con modelos de desarrollo importados, el gobierno mexi­
cano a través del Banco de México e instituciones como el Fondo
Nacio­nal de Fomento al Turismo (Fonatur) planearon, implementa­
ron y desarrollaron cip o resorts turísticos como Los Cabos, Lo­reto,
Cancún, Ixtapa y Huatulco, promovidos como polos de desarrollo
y como lugares de atracción de inversión na­cional e internacional.
Promover las inversiones no fue fácil, debido los riesgos finan­
cieros que implicaban estos megaproyectos nuevos y desconoci­
dos. Esto obligó a que el papel del Estado fuera en un inicio tan
omnipresente que en 1973 el gobierno mexicano compró la cade­
na Nacional Hotelera, de tal forma que los hoteles construidos por
Fonatur eran operados por Nacional Hotelera, que llegó a hacerlo
hasta con 28 establecimientos bajo la marca comercial “Presi­dente”
(Clancy, 2001). El gobierno mexicano también operó ini­cialmente
otros desarrollos inmobiliarios como el campo de golf en lugares
como San José del Cabo, en torno al que se desarrolló este cip.
374 DANIELA OLIVER RUVALCABA

Sin embargo, como han identificado la mayoría de los autores


que han escrito sobre el tema, de los planes y proyectos en papel
a los resultados concretos hay una considerable distancia. Los ru­
mores de corrupción y de que ciertos personajes políticos y de elite
se beneficiaron con los desarrollos están ahí (Clancy, 2001). La
construcción de estos resorts en México fue, como lo relatara en su
crónica periodística Fernando Martí, una “fantasía de banqueros”,
los proyectos turísticos se convirtieron en negocios personales en la
realidad concreta de su aplicación en México (Hiernaux, 2010). Sin
embargo, el imaginario del desarrollo tuvo su eficacia: por lo me­
nos en la primera década después del inicio del desarrollo de los
cip el turismo generaba más divisas y más empleo que el conjunto
de las exportaciones mexicanas y estimuló el mejoramiento del
transporte y de los servicios urbanos (Furtado, 1987), aunque de ma­
nera parcial. México fue uno de los principales beneficiados de su
vecindad con Estados Unidos, el país de mayor crecimiento en el
mundo y poseedor del mercado más grande de envío de turistas
de la época (Clancy, 2001). El ambiente celebratorio no sólo na­
cional sino también internacional por el éxito de los cip hizo caso
omiso de las consecuencias de la excesiva dependencia externa, en
particular de Estados Unidos, como de la pérdida general de di­na­
mismo externo y el estrangulamiento interno, situaciones cre­cien­
tes en la economía mexicana que vivimos en el momento actual
(Furtado, 1987).
Así, la fórmula de los cip está relacionada con el imaginario
que implica el apoyo para la modernización de los países y luga­
res subdesarrollados o “tradicionales” según el modelo de repre­
sentaciones aquí propuesto. Considero que este imaginario ha sido
constante en el discurso gubernamental mexicano relacionado con
el turismo y especialmente resaltado en ciertos momentos. El año
2011 fue nombrado “El año del Turismo en México”. El principal
objetivo de los acuerdos firmados por autoridades, sector privado
y académicos fue el de “[…] impulsar la actividad de este sector y
colocar a México como la quinta potencia turística a nivel mun­
dial” (Sectur, 2011). El discurso gubernamental parece regresar a
los años setenta, cuando con motivo de la firma del Acuerdo Na­
cional por el Turismo, el presidente Felipe Calderón hacía ver a es-
ta actividad como la panacea de la economía mexicana.
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 375
Como sabemos, no sólo se produjeron imaginarios de moderni­
dad, sino que éstos dieron forma a lugares, ciudades que se buscó
respondieran a cierto funcionalismo urbanístico en boga en los
años setenta, cuando los organismos internacionales proponían
realizar esfuerzos sistemáticos de mejoramiento de la infraestruc­
tura urbana e impulsar la construcción residencial (Furtado, 1987).
En nuestro país el objetivo además era frenar el crecimiento de la
ciudad de México (Hiernaux, 2010), y en el caso particular de los
resorts, la metódica planeación lograría que en un futuro éstos no
se convirtieran en las desordenadas ciudades que eran Acapulco
y Veracruz (Clancy, 2001).
Si en el caso de Cajititlán, presentado anteriormente, la urba­
nización fue producto de un intercambio cultural, paulatino —un
proceso de producción de hegemonía, diríamos con Gramsci—
a partir de relaciones cara a cara de los pobladores con los turistas,
en el desarrollo del resort la ciudad debía ser producida “desde
cero”, como lo mencionan los cronistas de estos hechos. Sin em­
bargo en Los Cabos existían pequeños poblados pesqueros antes
de la construcción del cip, a los que les fueron expropiadas tie-
rras ejidales y se les transformó su modo de vida a través de la eli­
mi­nación de las actividades económicas que practicaban.

Los Cabos como ciudad turística

Los Cabos es el segundo resort más importante de México después


de Cancún, Quintana Roo. Está conformado por Cabo San Lucas y
San José del Cabo, dos desarrollos urbanos localizados en el ex­
tre­mo sur de la península unidos por un corredor hotelero y de
desa­rrollo inmobiliario de 32 kilómentros, que recorre la ribera
y conecta ambas ciudades a través de la carretera número uno o
transpeninsular. A esta formación le podríamos sumar los recien­
tes desarrollos habitacionales y turísticos de Cabo del Este al nor­
este de San José del Cabo, en el extremo suroriental de la pe­nínsula.
Los Cabos, como otras ciudades, es el resultado de procesos
históricos, no obstante es necesario delinear algunas cuestiones bá­
sicas acerca de su configuración presente. Para hacer una valo­
ración de lo que ha sucedido en Cabo San Lucas y San José del
376 DANIELA OLIVER RUVALCABA

Cabo, ciudades a las que el decreto de 1976 destinó a convertirse


en resorts, es necesario tomar en cuenta su juventud, apenas con
poco más de 30 años y después de una crisis económica mundial
como la de 2009, de la que fueron especialmente vulnerables por
su dependencia del mercado estadounidense. ¿Qué tipo de ciudad
produjo el cip de Los Cabos?
Estos megaproyectos pensados para el turismo de masas ne­ce­
­­sitaban de grandes cantidades de mano de obra de diferentes
ca­lificaciones, tanto para producir el resort como posteriormente,
aunque en menor medida, para operarlo. Al margen de los desa­
rrollos residenciales propiamente para el turismo, era necesario
generar un espacio que albergara a los trabajadores (Fonatur,
1982), desde los diseñadores y encargados del mantenimiento de
campos de golf y sus familias (una profesión sumamente espe­
cializada), hasta el grueso de trabajadores de la construcción, o los
meseros y camaristas de restaurante y hoteles, e incluso para una
va­riedad de comerciantes, ambulantes y establecidos, entre mu­
chos otros. Se planeó el desarrollo de “conjuntos urbano-turísticos
con imagen distintiva” (Castorena, 2012), de ahí que el Plan Maes­tro
del Proyecto Turístico de Los Cabos fue acompañado a princi­pios de
los ochenta por un Plan de Desarrollo Urbano (Fonatur, 1982).
En entrevista con un funcionario de Fonatur de San José en
2012, éste se refirió a Los Cabos como: “[…] zonas desfiguradas,
híbridas, chatas, chimuelas, feas, cacarizas. Realmente son ciuda­
des feas, producto del desorden urbano y el caos”. Considero que
el problema no ha sido sólo de Los Cabos, sino de otros cip, como se
describe en trabajos acerca de otras ciudades turística mexicanas,
ya que aquel funcionalismo radical de los planes para el “conjunto
urbano-turístico” se propuso construir el “paraíso” de recreo per­
fecto, donde los trabajadores no debían vivir junto a los turistas, la
llamada “otra ciudad” (Pedreño y Castellanos, 2006) quedó tras bam­
balinas; en contra de su nombre original como “centro integral”,
la ciudad y el resort nacieron divorciados y hasta hoy esta situación
no ha po­dido ser revertida.
El espacio designado por el Plan Maestro para la ciudad “pla­
neada” fue de apenas 99 hectáreas en San José y ninguna en San
Lucas, pues esta última localidad fue pensada sólo para albergar
una marina destinada al turismo náutico, principalmente en acti­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 377
vidades como la pesca deportiva. El cip había sido pensado para
desarrollarse en torno a un campo de golf y el hotel Presidente
administrados por Fonatur en San José del Cabo; sin embargo el
crecimiento hotelero y urbano se dio en mucho mayor medida
en Cabo San Lucas. Resulta indicativo de las desigualdades entre
estas ciudades que el núcleo desarrollado por Fonatur en San José
continúa siendo administrado por esta dependencia en temas como
la recolección de basura, alumbrado público, mantenimiento de ca­
lles y avenidas, entre otros. La diferencia con el resto de la ciudad
es notoria. Es de destacar también que el Plan de Desarrollo Ur­
bano no había sido actualizado desde 1999, hasta que se creó el
Instituto Municipal de Planeación de Los Cabos (Implan) en 2009.
En San José se afirma que existe el asentamiento irregular más
grande de México (Hernández, 2013), La Ballena, sin servicios básicos
ni el equi­pamiento urbano más elemental; en esta misma localidad
59% de las calles se encuentran sin pavimentar y 62% en San Lu­
cas (Im­plan, 2013), esto contrasta con el desarrollo de gated com-
munities de lujo, en muchos casos alejadas del centro urbano. En
general hay una marcada diferencia entre los servicios de los que
goza el es­pacio dedicado a lo turístico y la carencia de los mismos
en los dos centros poblacionales.
El pequeño centro urbano que fue planeado no fue suficiente
para la oleada masiva de trabajadores y sus familias que migraron
a Los Cabos especialmente a finales de los ochenta y en las dos
décadas siguientes. Aviones completos fletados por ica, la compa­
ñía constructora, se encargaron de trasladar a muchos de éstos a Los
Cabos en el momento del boom de la construcción a principios de
los años noventa, terminadas sus tareas, dicha compañía no se hizo
más cargo de ellos. Muchos de los migrantes habían sido tra­ba­ja­
dores en otros centros turísticos como Mazatlán, Acapulco, Can­cún
o la ciudad de México; algunos contaban con alguna calificación ma­
­yor a partir de sus experiencias previas de trabajo en servicios
turísticos, una importante cantidad provino de las zonas rurales del
país como Chiapas, Oaxaca y Guerrero.
De 1990 a 2005, San José del Cabo triplicó su población y Cabo
San Lucas la quintuplicó. Desde los años noventa, cuando se de­
tonó la actividad turística con mayor fuerza en el lugar, hasta hoy,
la población ha crecido a más de 11% anual (Implan, 2013), supe­
378 DANIELA OLIVER RUVALCABA

rando la media nacional varios años. Sin embargo, en los años pos­
teriores a la crisis económica internacional de 2009, Los Cabos
perdió este ritmo de crecimiento, muchos habitantes regresaron
a sus lugares de origen o buscaron trabajo en otras ciudades. Este
desaceleramiento se ha revertido con la recuperación económi­
ca del último par de años.
La expansión urbana ha sido principalmente del tipo habita­
cional. El crecimiento de los centros poblacionales se produjo de
forma lineal, a lo largo de la carretera transpeninsular y, por lo
angosto del territorio de la península, hacia el norte de cara al mar
y al desarrollo del centro turístico. Otra de las características de
este crecimiento es que ha sido tan disperso que a pesar de que am­
bas ciudades cuentan con una de las más bajas densidades de po­
blación a escala nacional, hay recorridos en la ciudad que pueden
durar hasta una hora en transporte público (Implan, 2013).
Lorella Castorena, investigadora de la región, propone la si­
guiente descripción de estas ciudades con base en las ideas de Jor­
di Borja y Manuel Castells: San José del Cabo y Cabo San Lucas,
conectadas por el corredor turístico, son
[…] el eje que vincula toda la región urbana [del municipio de
Los Cabos], a partir del cual se emplaza una aglomeración difu­sa
de funciones económicas y asentamientos humanos diseminados
a lo largo de la carretera costera, con zonas semirrurales in­ter­s­
ticiales, áreas periurbanas incontroladas y servicios des­igual­
mente repartidos mediante una infraestructura discontinua
(Castorena, 2012:431).

¿Podemos llamar a estas formaciones espaciales ciudades? La


característica difusa de éstas, el entreveramiento de zonas rura­
les con zonas urbanas, la distancia entre algunas colonias y otras
y su segregación en relación con el centro turístico, la existencia
de espacios con residencias de lujo en fraccionamientos cerrados y
alejados del centro urbano, y los núcleos poblacionales mayores,
han sido motivo para que algunos autores propongan conceptos
alternativos al de ciudad para nombrarlas. A propósito de estos con­
trastes, yo misma me preguntaba durante el trabajo de campo que
dio origen a este capítulo si debía nombrarlas como tal.
Castorena propone usar la idea de región urbana para indicar
la interdependencia de sus localidades y al mismo tiempo sepa­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 379
rarla del concepto de ciudad (Castorena, 2012), Hiernaux describe
a Cancún como una ciudad resort regional (regional city resort, Hier­
naux, 1999), y López (2001), siguiendo al propio Hiernaux, propone
el concepto de retícula para hacer referencia a la heterogeneidad y
fragmentación del espacio. Al parecer, San José y San Lucas desa­
fían todas las características que los estudios clásicos de la ciudad
han mencionado como tales. Sin embargo, desde el punto de vista
del estudio antropológico de ciudades, Los Cabos comparten mu­
chas de las características propuesta por estos investigadores, en
particular con las ciudades latinoamericanas. Paradójicamente,
Gar­cía Canclini propone como una de sus singularidades, la des­
urbani­zación (García, 2005:4); un sociólogo y una antropóloga han
destacado el desorden (Duhau y Giglia, 2008) junto con la prolifera­
ción de comunidades cerradas (gated communities, Giglia, 2012), como
propiedades destacables de las ciudades mexicanas.
Más aún, el modelo de ciudad que parecen tener Los Cabos
con­cuerda con el fenómeno de favelización observado por Mike Da­
vis, quien propone que existe una tendencia desde 1950 en la que
las ciudades han absorbido dos terceras partes de la población mun­
dial, sin embargo, este crecimiento desmesurado no ha ido acompa­
ñado de la implementación o la dotación de servicios urbanos, lo
que hace que las ciudades devengan en regiones precarias, fave­
lizadas. Esta tendencia puede observarse en los niveles municipal
y regional, donde el desarrollo de ciudades como La Paz y Cabo San
Lucas se ha producido a través del crecimiento por conurbaciones
(Nivón, 1998), en el que la mancha urbana se extiende hasta alcan­
zar poblados vecinos, sean éstos rurales o urbanos, incorporándo­
los a la ciudad. Entre 1950 y 1960, sólo una década antes de que se
decretara a Los Cabos como cip, 60% de la población de Baja Cali­
fornia Sur era rural. En 1970 la población urbana alcanzaba más
de 53% y actualmente la población urbana supera el 81%, más de
10 puntos porcentuales por encima del promedio nacional (Cas­
torena, 2012). Paradójicamente, de las 2 745 localidades del esta­
do, sólo 17 se consideran urbanas, y únicamente la ciudad de La
Paz sobrepasa los 200 mil habitantes.
En este sentido, Los Cabos también tiene características pe­
culiares, concentrando 92% de la población municipal en San José,
San Lucas y el corredor turístico que los conecta. En dicho muni­
380 DANIELA OLIVER RUVALCABA

cipio la región rural es mucho mayor que la región urbana, pero esta
última la supera en densidad (Castorena, 2012). La juventud de Los
Cabos hace preguntarse si con el tiempo esta región no alcanzará
la densidad —y con ello el desorden urbano— de ciudades como
Cancún o Acapulco, los casos que temían los planeadores de los
setenta. Por otro lado, la pérdida de población durante la crisis de
2009 nos lleva a proponer otra posibilidad, la de una ciudad preca­
ria en constante fluctuación, que por la especialización y depen­
dencia del turismo internacional, tan sensible a la competencia
global y vulnerable a las crisis económicas internacionales, ten­
dría aumentos y decrementos súbitos de población en periodos
re­lati­vamente cortos de tiempo.

Cadenas globales en el cluster turístico

Como hemos visto, la discusión parece no tener una salida contun­


dente y puede resultar tautológica si permanecemos en la dico­
tomía rural-urbano. Para salir de ella considero que es necesario
incluir una de las dimensiones centrales de las ciudades contem­
poráneas, ésta es la de escala (Glick-Schiller y Ça ­lar, 2011), que
nos lleva a entender Los Cabos como ciudad transnacional.
Después del monopolio de Estado, el turismo fue dominado
por corporaciones internacionales. Las cadenas globales de pro­
duc­ción de servicios turísticos, especialmente las cadenas hotele­
ras, fueron centrales para el desarrollo de este sector. Tanto Fonatur
como las instituciones bancarias exigían a los inversionistas na­cio­
­nales o internacionales tener contratos con estas cadenas que
garantizarían el éxito del negocio, pues ya contaban con el pres­
ti­gio de la marca y las formas estandarizadas para la operación del
servicio (Jiménez, 2010).
Las ciudades turísticas se encuentran entre las más transnacio­
nalizadas del planeta (Hannerz, 1998; Kearney, 2008), no sólo en
la dimensión del consumo, con turistas que provienen de otros paí­
ses, sino también en la producción del servicio turístico a través de
ca­denas globales de valor. Al mismo tiempo, y a diferencia del sec­
­tor financiero y de producción de información e innovaciones de
las llamadas ciudades globales (Sassen, 1991), la actividad turística
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 381
es también una de las más territorializadas; dado que el sector tu­
rístico implica el consumo de un lugar, la producción del “destino”
requiere grandes inversiones en infraestructura e inmuebles (Ji­
ménez, 2010).
Considero que las peculiares características de Los Cabos se
deben en gran medida a esta doble circunstancia: la transnacio­
nalización de la producción del turismo a través de cadenas globa­
les, y el modelo de polo de desarrollo localizado, donde se anclan
estas cadenas dedicadas a diversos tipos de servicios turísticos do­
minando el régimen urbano. Al producto de este segundo proceso
de territorialización y anclaje lo he llamado cluster, como modelo de
la organización espacial de la ciudad turística.
El cluster hace referencia a la localización de un grupo de em­
presas, en particular de cadenas globales de producción de servi­cios
turísticos y no turísticos en el modelo de economías de aglome­
ración (Mercado Celis y Moreno Carranco, 2011), una especie de
archipiélagos transnacionales que conectan estas ciudades con
otras donde se construyen enclaves similares. En este sentido, este
tipo de espa­cios se explican mejor en la escala transnacional y me­
nos por las lógi­cas locales.
En las siguientes líneas discutiré tanto el concepto de cadena
global de valor y su pertinencia para estudiar la producción del
turismo, así como el de cluster para entender a las ciudades dedi­
cadas a esta actividad.

Cadenas globales de producción


de servicios turísticos

Desde mi perspectiva, el análisis de cadenas globales turísticas


es relevante porque éstas controlan la producción de servicios en
los destinos tradicionales de sol y playa. A través de éstas circulan las
formas y protocolos simbólicos de cómo debe ser construida la
oferta turística, las maneras en que se organizan los procesos pro­
ductivos y las formas de su control, incluyendo aquellas que se
ejercen sobre los empleados en sus lugares de trabajo. Sin embar­go,
estudiosos del tema dan cuenta de que el turismo es particular­
mente escurridizo, difícil de aprehender por su carácter ecléctico,
382 DANIELA OLIVER RUVALCABA

haciendo de éste más que un objeto en sí mismo, una serie de ser­


vicios y bienes muy diversificados (Clancy, 1998). ¿Puede el turis­
mo ser estudiado desde el punto de vista de cadenas globales de
valor?
El marco que estudia el desarrollo de distintas regiones del
mundo a través de la organización de la producción en cadenas glo­
bales de mercancías se inició con Wallerstain y Hopkins (Clancy,
1998) y se desarrolló y consolidó con el trabajo de Gary Gere­ffi,
principalmente (Gereffi y Korzeniewicz, 1994). Este aparato de
análisis económico está centrado casi en su totalidad en la produc­
ción de manufacturas, los servicios han sido muy poco abordados,
incluso en los casos en que éstos son centrales en el proceso de
producción de dichos productos (Rabach y Kim, 1994).
El carácter atípico del turismo representa un reto para el mar­
co de análisis de cadenas globales de mercancía (cgm). La secuencia
y la especialización en los servicios ocurren de forma diferente
en comparación con el caso de las manufacturas. En el turismo,
la cadena se encuentra organizada horizontalmente con idénti­
cas conexiones en la producción y consumo, como se ha men­
cionado líneas arriba. La producción y consumo se realiza en el
mismo lugar y al mismo tiempo (Clancy, 1998). Esta característi­
ca es di­fícil de empatar con la idea más clásica de cgm como “una
crono­logía acumulativa […] de inputs y outputs” (Rabach y Kim,
1994:124). Adicionalmente, el turismo incluye muchas activida-
des de carácter doméstico, como la producción y venta de arte­sa­
­nías locales.
Las cadenas de servicios turísticos podrían ser consideradas
co­mo lo que Gereffi llama cadenas globales de valor, poniendo el
én­fasis en

[…] el valor relativo de las actividades económicas que están


obligadas a llevar un bien o servicio desde la concepción, a tra­vés
de diferentes fases de la producción (incluyendo una combina­
ción de transformaciones físicas y de la entrada de varios ser­vicios
de producción), la entrega al consumidor final y la disposición
final después de su uso (Gereffi, 2005:168).

Este concepto permite entender la creación y captura de valor


en el amplio rango de actividades de la cadena. Sin embargo, no to­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 383
das las ramas turísticas se organizan de la misma manera, es nece­
sario entenderlas en su particularidad y en el contexto de normati­
vidades locales y nacionales, con la intervención de los diferentes
Estados-nacionales (Clancy, 1998).
Por ejemplo, como lo muestra Michael Clancy, las diferen-
cias entre los servicios de transporte aéreos y los hoteleros son
considerables. Los primeros se encuentran sujetos a gran cantidad
de controles y normas internacionales y domésticas relacionadas
con la soberanía y la seguridad nacional, en acuerdo con lo que
transportan, ya sea personas o mercancías. Se trata de concesio­
nes, propiedad parcial o total de gobiernos nacionales (Clancy, 1998:
136). Las aerolíneas transnacionales lidian de distintas maneras
con las restricciones que imponen los gobiernos; a través de alian­
zas estratégicas e inversiones cruzadas, los pasajeros pueden vo­
lar en más de una línea a su destino, incluso sin saberlo, al cambiar
de avión en ciertas escalas, lo que permite a líneas aéreas que no
po­drían volar en ciertos países obtener ganancias dando servi­-
cios parciales (Clancy, 1998).
Por su parte, las cadenas de servicios hoteleros reúnen dos
ne­­gocios distintos; por un lado, los servicios de hospitalidad, y
por otro, el desarrollo de la infraestructura para la estancia, liga­
da con la industria de la construcción. Las ventajas competitivas de
este sector provienen de su capacidad de mantener separados
estos dos tipos de servicios. Cada una puede estar relacionada
con cadenas de producción distintas. Los servicios de hospitalidad
re­presen­­tan el “artículo” central que se ofrece al turismo, es decir,
“ex­periencias” de placer y esparcimiento, de tal forma que las gran­
­­des cadenas hoteleras venden su nombre como franquicias y pro­­
por­cionan a los dueños de los hoteles capacitación en la operación
y mercadotecnia, dado que estos últimos deben mantener los es­­­
tán­dares de calidad que proporcionan “confianza” a los clientes. De
esta forma, los viajeros no sólo compran una estancia en un in­
mueble con determinadas características, sino que adquieren la
experiencia que brinda una “marca” —es decir, un concepto— que
garantiza la calidad en el servicio (Clancy, 1998).
Ambas, las aerolíneas y las cadenas hoteleras, pueden ser en­
tendidas como cadenas globales de valor, pero son muy distintas
en sus características, lo que muestra la heterogeneidad del sector
384 DANIELA OLIVER RUVALCABA

de los servicios turísticos. Mientras que las cadenas hoteleras ope­­ran


con gran flexibilidad y pocos riesgos, pues no invierten en infra­
estructura, las compañías transnacionales aéreas son poco flexi­
bles dadas las restricciones normativas, la tecnología sofisticada, la
necesidad de mano de obra con alta capacitación y los altos costos
del equipo que requieren. En el caso de estas últimas, el control de
la cadena ocurre también en la periferia y la semiperiferia, con la
existencia de empresas locales y gubernamentales en distintos paí­
ses, a diferencia de lo que ocurre con las cadenas hoteleras, donde
el control se encuentra centralizado en el núcleo, y es ahí también,
donde ocurren las actividades de más alto valor, como el mercadeo
y el diseño de los programas hoteleros (Clancy, 1998). En ge­neral,
las distintas ramas de este sector realizan alianzas y contratos en-
tre sí, las cadenas hoteleras se asocian con aerolíneas, empresas de
renta de autos o con agencias de viajes.
De acuerdo con cifras de 2006, en México operan 48 cadenas
hoteleras nacionales y 40 extranjeras. A pesar del menor número
de cadenas hoteleras extranjeras, éstas cuentan con 30% más de
cuartos, con 62 mil en el caso de las primeras y 84 mil en el caso
de las segundas (Jiménez, 2010:190 y 191). Tradicionalmente, el
grueso de las inversiones en proyectos turísticos provenía de em­
presas estadounidenses, pero a partir de 2007 y hasta antes de la
crisis económica de 2009, España había tomado la delantera con
71% de las inversiones en proyectos turísticos, particularmente
en el sur de México, donde se concentra el turismo europeo (Ji­
mé­­nez, 2010:178). Hoy día, 33 448 cuartos son españoles, lo que
re­­presenta más de una tercera parte del número de cuartos ofrecidos
por las cadenas hoteleras extranjeras.

Los Cabos como cluster turístico

El modelo de Los Cabos como polo de desarrollo orientado al tu­


rismo de exportación se caracteriza por una importante participa­
ción de inversión extranjera, vinculado mayormente al mercado
internacional antes que al nacional (Gámez, 2012). Su emplaza­
miento estratégico en relación con el turismo estadounidense lo
coloca en una de las regiones menos pobladas, más desconectadas,
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 385
y considerada también como una de las de menor desarrollo del
país (Clancy, 2001). Para autoras como Alba Gámez, estas carac­
terísticas han propiciado una “globalización en modo de enclave”
(Gámez, 2012:214). Sin embargo, considero que hay diferencias
importantes entre el modelo de enclave y las particularidades de
Los Cabos. En este apartado discutiré esta propuesta y propondré
en su lugar el modelo de cluster para el estudio de Los Cabos.
En el trabajo clásico de Juan Luis Sariego sobre enclaves mi­
neros en el norte de México, el autor se pregunta: ¿es el enclave
una forma de organización de la producción, o un sistema de rela­
ciones socioindustriales? (Sariego, 1988). Lo que el antropólogo
estaba preguntando es si estas formaciones eran sólo el producto
de la división del trabajo de la mina o si se trataba de un modo de
vida. En el enclave, la empresa diseña, organiza y urbaniza el es­
pacio geográfico, se trata de un company-town construido alrededor
de un centro productivo donde los servicios urbanos necesarios
para mantener a los trabajadores y sus familias eran muy esca­
sos (Zapata, 1977).
Otra de las características del enclave es que se consideran
espacios alejados y aislados en relación con la región y el resto de
la nación, en términos geográficos, pero también en términos so­
ciales, lo que produce relaciones particulares en su interior. La em­
presa monopoliza el uso de la fuerza de trabajo, centraliza el mer­cado
de trabajo, estableciendo núcleos de explotación capitalista en el
marco regional. La vida social gira alrededor de la empresa pues­
to que ésta controla todas las actividades económicas relacio­nadas
con la minería. Las demandas sociales, antes que frente al Estado,
se hacen de cara a las empresas (Sariego, 1988); las relacio­nes de
vecindad estrecha hacen que las quejas sean en el mismo lu­gar,
sobre los mismos problemas y contra el mismo adversario (Za­pa­
ta, 1977). Sin embargo, la organización socioespacial del enclave
dista de ser homogénea, existe una diferenciación espacial interna
entre ejecutivos y trabajadores, misma que se encuentra segmen­
tada étnicamente como una de sus características importantes.
Estas diferencias, que eran construidas en el lugar de trabajo, se
trasladaban a la organización espacial del enclave (Zapata, 1977).
La especificidad del modelo de Sariego y su aplicación histó­
rica a la primera mitad del siglo xx, dificulta su uso en el caso de
386 DANIELA OLIVER RUVALCABA

los emplazamientos urbanos dedicados a la producción de servi­


cios turísticos. A pesar de que la etnografía aportaba evidencias
de una dinámica regional importante, incluso transfronteriza, el
trabajo de Sariego se concentró en la discusión de la cultura obre­
ra local sin incluir las distintas escalas en las que se producía el
enclave.
El análisis de las ciudades mineras era fundamentalmente lo­
cal, mientras que las dinámicas transnacionales son una caracte­
rística central de las ciudades turísticas tanto en la dimensión de
la producción de los servicios, el mercado de trabajo y la proceden­
cia de la mano de obra, como en el de las distintas formas de con­
sumo y de modos de habitar la ciudad. Considero a las ciudades
turísticas como espacios sociales transnacionales producto de su
construcción por cadenas globales de producción y la inmigración
de mano de obra, regional, nacional e internacional.
Por otro lado, estos espacios urbanos no se organizan en torno
a la producción de una sola empresa, como sucede con el company-
town, son más bien racimos de empresas especializadas u orien­
tadas al turismo o a las necesidades de la ciudad turística, en
par­ticular, compañías globales de producción de estos servicios
que se encadenan en lo local como aglomeraciones productivas (Mer­
cado y Moreno, 2011). Una particularidad fundamental del clus­
ter es su carácter territorializado, que al mismo tiempo que produce
la mercancía turística, organiza el espacio local produciendo a la
ciudad, con las contradicciones y las paradojas que fueron mencio­
nadas en el segundo apartado. Sin embargo, su orientación con­
ti­núa siendo fundamentalmente transnacional, pues es ésta la escala
en la que operan las cadenas globales que componen el cluster.

Habitar el cluster turístico

El desarrollo de Los Cabos estuvo particularmente ligado al con­


sumo y disfrute estadounidense desde los años veinte del siglo
pasado, y posteriormente, al canadiense. Antes de que éste fuera
escogido para desarrollar el cip por Fonatur en 1974, ya había
ciudadanos norteamericanos que visitaban periódicamente distin­tos
puntos de la península, en particular para practicar la pesca de­por­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 387
tiva; otros incluso establecieron segundas residencias en zonas
como el este del actual municipio de Los Cabos. Si bien desde Aca­
pulco —antes de los años setenta— hasta Cancún después, encuen­
tran su mercado original y principal en América del Norte, con el
paso del tiempo estos destinos han diversificado el lugar de proce­
dencia de sus visitantes con la incorporación de turistas europeos,
e incluso hoy día, con asiáticos.
Sin embargo Los Cabos ha conservado, casi exclusivamente, a
viajeros canadienses y estadounidenses como sus principales con­
sumidores, en una relación que va más allá del turismo y que in­clu­
ye otras formas de consumir, habitar y apropiarse del lugar, como
el tiempo compartido, las segundas residencias, especialmente de
adultos mayores en retiro, y el establecimiento de negocios aso­
ciados al turismo que puede implicar la residencia permanente
y/o el matrimonio con mexicanas o mexicanos. Por otro lado, una
parte de los trabajadores de Los Cabos son ciudadanos mexicanos
que crecieron en Estados Unidos y por lo tanto podrían también
considerarse culturalmente estadounidenses, mismos que por di­
versas razones, algunos por no contar con residencia legal, salieron
de aquel país, y aprovechando la cercanía cultural y lingüística
han encontrado trabajo en los servicios turísticos de Los Cabos.
A partir de estas observaciones iniciales me gustaría proponer
que las características de la relación entre este destino y sus vi­
sitantes estadounidenses se inscriben en la dinámica regional e
histórica del borderland México-americano, donde el turismo es una
más de sus expresiones, pero que resulta muy significativa y mues­
tra muchos de los vínculos paradójicos de esta región fronteriza,
como delinearé más adelante. Si bien los estudios del borderland
han privilegiado las ideas de flujo e hibridez, el acento que pone
Lins Ribeiro en la realidad histórica, geográfica y social de Améri­ca
Latina con respecto a Estados Unidos nos hacen revisar el con­
cepto de borderland a la luz de ésta, como una relación imperial.1
El turismo ha sido considerado por varios autores como una
manera de establecer nexos imperialistas entre los centros y sus me­
trópolis, o entre los países del “primer” y del “tercer” mundo, estos

1 Véanse también las posiciones críticas de Lorenia Urbalejo y Are­

li Veloz en este volumen, en relación con las posturas del borderland.


388 DANIELA OLIVER RUVALCABA

últimos estereotipados, exotizados y mercantilizados para su con­


sumo, particularmente si consideramos que una buena parte de
los flujos turísticos viajan de norte a sur (Duterme, 2008). Más aún,
el turismo de masas o fordista es considerado como el resulta­do de
un modo de vida particularmente estadounidense que se consoli­
da después de la Segunda Guerra Mundial. Otros autores ase­guran
que era deseable el viaje por el mundo de ciudadanos estadouni­
denses que difundieran los nuevos valores y estilos de consumo del
Bretton Woods. Asimismo, la consolidación del modelo de turis­mo
de “litoral” a escala mundial es entendido por algunos como el pro­
­ducto del desarrollo de las comunicaciones y transportes en Es­
tados Unidos y el nacimiento de transnacionales hoteleras en el
mismo país (López, 2001). Después de la Segunda Guerra Mundial
y por varios años adelante, los estadounidenses eran el grupo na­­
cio­­nal con mayor número de turistas en el mundo.
El turismo visto así podría ser considerado como una de las
maneras “imperialistas” en las que Estados Unidos se ha relaciona­do
con América Latina, en particular con México y más específica­
mente con la península de Baja California, debido a la contigüidad
geográfica; sin embargo, tres propuestas nos llaman a construir
una mirada problematizada, en este caso que sea crí­tica con las
visiones totalizadoras y unidireccionales de la idea “im­perio”.

a) La primera de ellas es el concepto de posimperialismo de


Lins Ribeiro, que pone el acento en formas alternativas
de construir hegemonía que no implican el control territo­
rial de un Estado nacional sobre otro y se manifiestan en
formas de producción flexibles y descentralizadas, hasta la
producción de formas simbólicas, representaciones y senti­
dos a través de imágenes y prácticas como los “mediapano­
ramas” (Appadurai, 2001) del turismo. Otra característica
del posimperialismo es la continua manifestación de movi­
mientos sociales que, así como los grupos hegemónicos,
ac­túan de manera descentralizada a través de formas sim­
bólicas transnacionales que difunden representaciones y
formas de subjetividades alternativas. En este sentido, será
necesario dar cuenta para el caso del cluster de Los Cabos, de
los diferentes actores que protagonizan su vida, además
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 389
de los consumidores estadounidenses y canadienses, y có­mo
éste es un nodo donde convergen distintas cadenas y redes
que lo producen.
b) En segundo lugar, el posicionamiento y las relaciones en el
borderland implica discutir las unidades de relación dicotó­
micas como “anfitriones-huéspedes”, “sociedad de recepción-
sociedad de emisión”, “locales-turistas” o “centro-periferia”,
para situar el problema en un entramado de vínculos que
si bien están mediados por la existencia de la frontera inter­
nacional, ésta no constituye una barrera infranqueable, sino
que funciona como un mecanismo donde los órdenes que
orga­niza clasifican a los sujetos y extrae valor (Kearney,
2006). Esta frontera también es flexible, construye inequi­
dades sien­do abierta y porosa en un sentido, pero más dura
y ce­­rrada en el otro.
Un ejemplo de esto es el encuentro de mexicanos —que
han sido deportados de Estados Unidos— y trabajan en la
producción de los servicios turísticos frente a los consumi­
dores de éstos, quienes no tienen problema en cruzar la
frontera de Estados Unidos hacia México, u otros turistas
de una nacionalidad diferente a la estadounidense o cana­
diense, que no necesitan una visa mexicana para entrar a
este país si cuentan con una estadounidense.
c) Finalmente, como ya he explicado en el apartado an­terior,
Los Cabos es un cluster entendido como una forma­ción
abierta en constante cambio.

Modos de vida en el cluster turístico


y la comunidad de trabajadores

En esta sección describiré los modos de vida que he identificado en


Los Cabos y que son relevantes para abordar esta ciudad desde sus
conexiones, mismos que entiendo como prácticas y represen­
taciones posimperiales y que se organizan en la ciudad en encla-
ves, comunidades cerradas o espacios privados para el turismo,
así como en zonas periféricas, lo que hace de Los Cabos una ciudad
clusterizada.
390 DANIELA OLIVER RUVALCABA

Encuentro que el concepto de modo de vida tiene por lo menos


dos vertientes: la escuela culturalista de Chicago de principios del
siglo pasado y la crítica marxista de los setenta. La primera se re­
fiere al modo de vida urbano como estructura sociocultural, y la
segunda se inscribe en la discusión de la economía política del mo­
do de vida capitalista. Para el marxista André Granou, modo de
vida es la mediatización de todas las relaciones sociales por el mer­
cado y el fetichismo de las mercancías, más precisamente, modo
de vida es modo de producción sin distinción, una totalidad con­
creta que implica no sólo su producción material, sino su produc­
ción como idea a partir de un nuevo ritual, una nueva moral, se
trata de reordenar el conjunto de signos del mundo social (Granou,
1972). A partir de esta noción, Granou pone en el centro de las con­
diciones de existencia de la clase trabajadora al proceso de pro­
ducción-reproducción cuando advierte que los hombres son lo
que producen y la manera en que lo producen y —yo agregaría—
los modos como son producidos por los dos anteriores. Desde el
punto de vista del autor, las ciudades como la concentración de
sujetos libres y autónomos en situación de vender su fuerza de tra­
bajo, y las transformaciones del arte y de la técnica, fueron dos
elementos centrales para la renovación del modo de vida capita­
lista (Granou, 1972).
Uno de los trabajos que desarrolló la perspectiva de la Escuela
de Chicago es el de Alicia Lindón sobre Valle de Chalco. Esta pro­
puesta suma la mirada de la escuela francesa de sociología urbana
(Lindón, 1999) y entiende al modo de vida como una estructura-
ción —más que una estructura— de los procesos a través de los
cuales los individuos organizan prácticas y representaciones fren­
te a las condiciones de vida. En este sentido, el modo de vida re­
presen­ta una situación estable, no sólo fenoménica, en la que se
orga­nizan prácticas y representaciones nuevas, más duraderas y
también proyectos de futuro.
Considero que ambas formas de entender el concepto de modo
de vida son complementarias y que deben serlo en un trabajo an­
tropológico situado en la coyuntura que se forma cuando ponemos
juntos al trabajo en turismo y a la ciudad. La posición marxista
nos invita a entender al capitalismo —y problemas como trabajo
y clase— más allá de lo que sucede propiamente en el lugar de tra­
bajo, como una totalidad, un orden social que además es dinámi­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 391
co y se renueva; la propuesta de Alicia Lindón tiene una impor­
tante utilidad metodológica porque no parte de la determinación
de un sistema o modo de producción, sino que está centrada en las
prácticas y las representaciones de los sujetos en la ciudad, y tiene
como elemento central el trabajo. Así, a partir de estas prácticas
y experiencias concretas sobre el trabajo y el habitar, es posible
dar cuenta de los modos de vida de Los Cabos como ciudad.

1) Me referiré en primer lugar a los extranjeros y mexicanos


dueños de propiedades vacacionales y segundas residencias
como un modo de vida particular. En Los Cabos 66% de la
oferta tu­rística pertenece al modelo de tiempo compartido,
es el segundo destino en prevalencia de este tipo de pro­
pie­dad inmobiliaria en el país, después de Mazatlán, Sina­
loa. México es el segundo país del mundo en el desarrollo
y comercialización de tiempo compartido, según la Asocia­
ción Mexicana de Desarrolladores Turísticos (Amdetur). Es-
te modelo de va­ca­ciones se popularizó mucho en los años
ochen­ta en Estados Unidos y se convirtió en un modo de
vida que implica el pago de una residencia vacacional por
30 años o más, así como su disfrute por el mismo tiempo fue­
ra del propio país.
2) Otro de los modos de vida en Los Cabos está relacionado
con los empleados mexicoamericanos que laboran en Mé­
xico en la diversidad del mercado de trabajo desarrollado
a partir de los servicios turísticos.
3) Migrantes que se encuentran en la base de la pirámide
laboral local dedicados a la construcción, hotelería y restau­
rantes, servicio doméstico, limpieza, jardinería y cuidado
de casas, son originarios en su gran mayoría de Guerrero,
y en menor medida de Sinaloa, Sonora, Veracruz, Distrito
Fede­ral, Quintana Roo y Jalisco.
4) Población local y organizaciones de oriundos, quienes mo­
vilizan sentimientos de pérdida y nostalgia en los discursos
que pretenden reivindicar costumbres, tradiciones y dere­
chos históricos.

Considero que el caso de los propietarios de segundas residen­


cias en Los Cabos puede identificarse claramente como un modo
392 DANIELA OLIVER RUVALCABA

de vida que se distingue de otros existentes en el lugar. La ma­


yoría de los compradores son estadounidenses, jubilados del baby-
boom (Davis, 2012) que pasan temporadas de entre tres y cinco
meses durante el invierno a partir del Thanksgiving Day desde
finales de noviembre. Así como ocurre con la mayoría del turis­
mo que visita Los Cabos, las personas que participan de segun­
­das residencias en este lugar provienen de la costa oeste de Estados
Uni­­dos y también de Canadá.2 Es decir, se trata de una región de
producción-consumo de servicios de recreación que conecta la
costa estadounidense del Pacífico norte.
Considero que estos modos de vida son relevantes por dos
aspectos centrales: el primero de ellos se refiere a la economía po­­
lítica de esta región posimperial, que permite que los retirados esta­
­dounidenses gasten su pensión en pesos y adquieran un esti­lo de
vida (pesca, golf) que no podrían pagar en lugares como La Jolla
en San Diego, que tiene parámetros similares a Los Cabos.3 El ima­
­ginario de este lugar, a diferencia del resto del país, prevale­ce co-
mo el de un espacio tranquilo, frente a la “California posim­­pe­rial”,
co­mo la llama Davis, donde “[…] el desbocado crecimiento del
pre­cio del suelo en la zona costera, el desarrollo suburbano incon­
trola­do en valles interiores y desiertos, autopistas congestionadas
y ausencia de medios de transporte de masas, crecimiento astro­
nó­mico del uso de vehículos motorizados […]” (Davis, 2012:9) en-
tre otros, hacen deseable una vida en la península, aparentemen­te
“va­cía”. Esta situación ha generado una especulación inmo­bi­liaria
de tal magnitud, que datos no oficiales aseguran que la plus­valía de
la tie­rra había aumentado en 2 000% en los 20 años anteriores a la

2 Según datos del Aeropuerto Internacional de Los Cabos obtenidos

a través de la oficina de turismo municipal, los sitios de donde provienen


los vuelos internacionales que llegan al lugar son: Los Ángeles, San Die­
go, San Francisco, Sacramento, Ontario y Oakland en California; Hous­
ton en Texas; Phoenix en Arizona; Salt Lake City y Seattle en Washing­ton;
Las Ve­gas en Nevada; Denver en Colorado; todos de la costa oeste de
Estados Unidos; además de Nueva York, NY; Chicago, Illinois; Boston, Mas­
sachusetts; Minneapolis, Minnesota; Atlanta, Georgia; Charlotte, Caroli­
na del Norte. Los sitios de conectividad aérea con Los Cabos en Canadá
son: Cal­gary, Toronto, Kelowna B.C. y Vancouver, todos en la costa oeste de
este país, excepto Toronto.
3 <http://www.questro.com/images/PDF/eduardo%20sanchez.

pdf>.
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 393
crisis económica de 2009.4 Es por esta razón que Los Cabos fue
un destino mayormente afectado en comparación con otros, pues
la crisis, detonada precisamente en el mercado inmobiliario esta­
do­unidense, afectó también a su contraparte en México. He re­
gis­­­tra­­do percepciones de las clases medias profesionistas que
“agradecen” la crisis —a pesar de que éstos fueron de los estratos
más afectados—, pues en el mediano plazo les permitió acceder
a servicios y actividades recreativas que anteriormente no tenían
pues, a de­cir de ellos: “Los Cabos antes de la crisis era inalcanza­
ble, incluso para nosotros”.
Otro aspecto que resulta relevante en estos modos de vida es el
tipo de relación que se construye entre los propietarios y los tra­
bajadores, misma que trasciende aquella de anfitrión-invitado.
En una conferencia, el presidente de la promotora local de tiempo
compartido, Asudestico, aseguró que ellos tienen miembros de
tres generaciones, abuelo, padre, hijo, pues éste es “un estilo de vida
que los hijos aprenden de sus padres”. Conocí en un restaurante
a un padre con su hija de Santa Bárbara que tenía un tiempo com­
partido y me contó que había venido a “Baja” desde joven como
surfista, luego compró un tiempo compartido y tiene casi 20 años
viajando con su familia. El representante de Amdetur nacional tam­
bién aseguró que la primera ayuda en llegar a Cancún después
del huracán Wilma —evento que transformó el lugar y su econo­
mía hasta hoy día— provino de los miembros de tiempo comparti­
do, quienes habían sido atendidos por los mismos trabajadores en
México por años; los extranjeros estaban preocupados por sus “ami­
gos” mexicanos. En Los Cabos, esta relación puede entenderse a
partir del importante número de fundaciones, instituciones de be­
neficencia y asociaciones filantrópicas extranjeras que trabajan en
el lugar y cuyos promotores han sido visitantes del lugar por va­rios
años, o tienen negocios relacionados con actividades turísticas en
el lugar.5
Entender a la ciudad como una articulación de modos de vida
implica dar cuenta de la dimensión de clase y trabajo. La periferia

4Idem.
5Algunas de estas asociaciones son: Liga mac, Los Cabos Children‘s
Foundation, Children’s Cancer Center, Banco de Sangre Sta. Josefina, Casa
San Juan Diego, Amigos de los Niños.
394 DANIELA OLIVER RUVALCABA

que se construye en torno al resort constituye una comunidad de


trabajadores, en este sentido resulta necesario introducir el proble­ma
del poder y del sujeto para la discusión sobre clase y traba­ja­dores
en la ciudad.
El concepto de poder que propongo en este trabajo es foucaul­
tiano, sin embargo recoge las “precauciones de método” de los
trabajos tardíos de este autor (Castro, 2007), donde enfatiza la idea
de un poder no esencial sino relacional, un poder potencia, que im­
plica la posibilidad de ejercer “acciones sobre acciones posibles de
los otros” (Foucault, 2002), que se produce en configuraciones mul­
tidireccionales y en distintos niveles.
Desde esta perspectiva, Foucault hace una crítica a la idea mar­
xista que pone en el centro de la producción social al trabajo como
esencia concreta del hombre o, en otras palabras, como la existen­
cia del hombre en su forma concreta. Para Foucault lo que sub­
yace a la organización social de la producción no es producto de
una lógica interna que descansa sobre el trabajo, sino que se trata
de un régimen de poder previo:

La ligazón del hombre con el trabajo es sintética, política; es una


ligazón operada por el poder. No hay plusganancia sin subpo­
der. Cuando hablo de subpoder […] no me refiero al que tradi­
cionalmente se conoce como poder político: no se trata de un
aparato de Estado ni de la clase en el poder, sino del conjunto
de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más
bajo (Foucault, 1998).

Si en la discusión sobre modo de vida la conclusión nos había


llevado a la necesidad de entender integralmente lo que sucede
en los ámbitos de producción y reproducción, la mirada de Fou­
cault da un paso más lejos al mostrar que son indisociables y parte
de una misma configuración de poder en el nivel microscópico que
pone en el centro a los sujetos.
Esta mirada sobre los sujetos antes que sobre las colectivida­
des ha producido un desplazamiento en el campo de los estudios del
trabajo desde los temas relativos a la cultura obrera hacia dimensio­
nes más subjetivas (Guadarrama, 1997), que implican una discusión
sobre el poder. Donde antes los antropólogos veían la formación de
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 395
un proletariado movilizado que podría transformar la sociedad y
ganar derechos al Estado como regulador de las relaciones de
producción, hoy, frente al debilitamiento de este papel del Esta­
do y de las propias organizaciones de los trabajadores, los sujetos
parecen estar dotados de más agencia pero de menor capacidad de
incidencia.
Se considera al trabajador como un “agente activo responsa­
ble” que debe buscar con sus propias capacidades su bienestar y
la forma de reproducirse como mano de obra, pero que al mismo
tiempo se sujeta voluntariamente, a través de los propios deseos,
a las formas reguladoras del trabajo (Fraser, 2003). Así, en el ámbi­
to laboral, las fronteras entre trabajo y producción del yo se tornan
borrosas, como es el caso de los empleos high-touch (McDowell,
2009) con un alto protagonismo de los procesos intersubjetivos (Cal­
derón, 2012:207-214), como sucede en el caso de los empleos en
servicios turísticos.
¿Cuál es la particularidad del poder en la interrelación de mo­
dos de vida urbanos? La ciudad, no obstante que parece “desorde­
nada” y “fragmentada”, encuentra su lógica en la organización en
torno a las cadenas globales de producción de servicios turísticos,
constituyéndose como un régimen de poder que regula la vida y
las formas de habitar de los trabajadores. La hipótesis foucaultiana
de varios investigadores en diferentes latitudes propone que hoy el
régimen urbano en vez de hacer vivir y dejar morir, deja vivir y hace
morir (Fraser, 2003; Abélès, 2008). Esto en términos laborales sig­
nifica que la responsabilidad de la reproducción de la fuerza de tra­
bajo y de sus condiciones básicas de vida en la ciudad reside en
el propio trabajador y no en quien lo contrata, lo que genera un con­
texto precario para muchos de los migrantes y trabajadores de Los
Cabos.

El derecho a la ciudad

Si bien, el régimen urbano del cluster turístico es un dispositivo de


poder, en la ciudad también se construyen significados y prácti-
cas subalternas vehiculadas a través de mediaciones que ejercen
los modos de vida de migrantes trabajadores provenientes de dis­­
396 DANIELA OLIVER RUVALCABA

tintos lugares del país. Estos grupos poseen también una capaci­
dad creadora en relación con formas de habitar la ciudad. Sin em­-
bargo, la precariedad de muchas situaciones de estos trabajadores
hace que se mermen sus posibilidades de hacer ciudad como expe­
riencia y producto propio y digno, esto es, su derecho a la ciudad.
Dos importantes propuestas se han elaborado sobre la idea
del derecho a la ciudad, la del filósofo Henri Lefebvre y la del geó­
grafo David Harvey; si bien ambas son de inspiración marxista,
tienen acercamientos cualitativamente muy distintos. Empezaré
por la más reciente, la de Harvey, para quien el derecho a la ciu­
dad es fundamentalmente la posibilidad de la clase trabajadora de
acceder al excedente acumulado por el capital que se concentra
en las ciudades y que ha sido producido por las clases populares
a través de lo que el geógrafo llama acumulación por desposesión
(Harvey, 2008). La mercantilización de la calidad de vida a la que
sólo pueden acceder las clases altas, producto del cambio en la
gobernanza de las ciudades, que pasó de la administración (ma-
nagerialism) de las condiciones de bienestar para sus ciudadanos,
al servicio de los intereses del capital privado (entrepreneurialism)
(Harvey, 1989).
El trabajo de Lefebvre, anterior al de Harvey, también consi­
dera a la ciudad como el espacio de reproducción capitalista de las
relaciones sociales, donde la clase dominante controla la produc­
ción general y con ello la producción del espacio urbano (Lezama,
2005). Sin embargo, el programa el filósofo francés incluye otros
ámbitos ausentes en la perspectiva de Harvey, que problematizan
el determinismo económico, macroestructural de este último, éstos
son lo cotidiano, lo lúdico y lo utópico (Lefebvre, 1978a). Si bien lo
cotidiano es el espacio social donde se reproducen las relaciones
inequitativas de producción, donde los dispositivos espaciales ge­
neran constreñimientos, es decir, la organización racional impues­
ta, lo institucional, también es ahí donde los sujetos se apropian
de la ciudad, modelando su espacio y su tiempo a través de las
maneras en que lo habitan. Así, lo cotidiano es una mezcla com­
pleja y contradictoria, que a diferencia de Harvey, puede consti­
tuirse en un lugar de contienda.
La dimensión lúdica de lo urbano me parece que es uno de los
aportes más importantes de Lefebvre, este concepto implica lo “poé­
EL CLUSTER TURÍSTICO COMO MODO DE VIDA 397
tico” de lo cotidiano y se refiere a su carácter de espontaneidad y
sorpresa, “es lo que le da sentido a la calle, pues él lo hace” (Lefeb­
vre, 1978a:182). El funcionalismo que responde a la racionalidad
de la reproducción capitalista genera aburrimiento profundo en
quien realiza puntualmente sus funciones. La función del juego
es sobrepasar toda función, restaura en la realidad social lo im­
previsible y la emoción, dando paso a la imaginación creadora de
los sujetos, dotando de plenitud a la vida cotidiana. Según Lefeb­
vre, la cultura misma puede ser un juego. Los constreñimientos de
la racionalidad capitalista se ciernen justamente sobre esta capa­
cidad (Lefebvre, 1978a).
En esta línea de pensamiento, el derecho a la ciudad es una pro­
puesta utópica —no una utopía, como previene Lefebvre— en el
sentido de apertura a lo posible, frente a la alienación entendida
como la dificultad de realizarlo. No se refiere a las necesidades in­
dividuales producto del deseo y del consumo, sino a las necesida­
des sociales, de actividad creadora, de producir una obra a través de
un esfuerzo, en particular, de producir a la ciudad más allá de la
división parcelaria del trabajo y del poder productivo de la racio­
nalización capitalista (Lefevbre, 1978b). El derecho a la ciudad es,
pues, el derecho a la creación, un amor, un ser una obra, no sólo
la necesidad de bienes materiales (Núñez, 2009). Ante todo, propone
Lefebvre, esta capacidad de creación se da a partir de una apro-
piación afectiva, en el sentido de que las personas consumen la ciu­
dad a través de significaciones y expresiones afectivas, esto es, el
“proceso por el que un individuo o grupo valora un objeto y vier­
te sobre él su energía afectiva, sus capacidades de acción, intenta
hacer de él […] su obra” (Lefevbre, 1978a:186).
Entre los derechos de este tipo podemos enunciar el derecho
al ocio y al juego, no como espectáculo pasivo sino como proceso
creativo; el derecho a la circulación y la centralidad en la ciudad; el
derecho a la información, en general el derecho a habitar frente
al “hábitat”, donde este último responde al racionalismo operativo,
una estrategia justificada por una ideología, un sistema que pre­
tenderá restaurar la coherencia. Contrario a esto, el habitar es la
apropiación del espacio urbano, no en el sentido de propiedad (pri­
vada), sino en el de hacer una obra, con sello propio, habitar se refie­
re a “[…] gestos, recorridos, cuerpo, memoria, símbolos y sentidos,
398 DANIELA OLIVER RUVALCABA

contradicciones y conflictos entre deseos y necesidades. Es tiempo


creado en un espacio” (Núñez, 2009:40).
***
En síntesis, lo que he tratado de apuntar en las líneas anteriores
es que si bien existe un régimen que ordena el cluster turístico de
Los Cabos como ciudad transnacional, en el cual las cadenas glo­
bales de producción de servicios juegan un rol central, existen
también otros actores que hacen ciudad. Éstos son trabajadores,
subalternos, consumidores y turistas, producen y reproducen mo­dos
de vida que son también transnacionales o translocales. La mane­ra
como conectan ciudades y otros lugares en su actuar también pro­
duce escala. Es decir, la pluralidad de escalas en la ciudad es el
resultado de modos de vida particulares.
Existen procesos de precarización de las periferias del cluster
frente a las que la noción del derecho a la ciudad es fundamental.
Sin embargo, considero que sería un error representar estos es­
pacios urbanos como lugares ajenos a lo lúdico, como si sólo en la
ciudad turística, la ciudad-concepto producida para entretener, di­­­
ver­tir y relajar, esta dimensión utópica, la de la fantasía, fuera par­
te de la experiencia de los sujetos. También en la ciudad de los
tra­ba­ja­­dores, “la otra ciudad”, hay deseo asociado a estilos de vida,
formas de apropiación, creación y habitación, producción de sig­
ni­ficados y, en suma, producción de ciudad.

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Contrastes y articulaciones
de las formaciones urbanas transnacionales

Federico Besserer y Raúl Nieto

Formaciones urbanas transnacionales

Los trabajos contenidos en este libro son el resultado de un pro­


yecto de investigación colectivo. La formulación del proyecto contó
con la colaboración de todos los autores de las diversas secciones
que integran la obra. El trabajo etnográfico y posterior análisis del
material se hizo en el marco del Seminario de Estudios Transnacio­
nales de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde se revi­
saron y discutieron los resultados de la investigación.
Este libro contiene las contribuciones individuales de los
investigadores organizadas de acuerdo con los tres tipos de ciudad
transnacional estudiadas. La primera sección del libro se ha refe­ri­do
a los ensamblajes urbanos transnacionales a los que hemos deno­
minado “ciudad fronteriza”, la segunda sección incluye los trabajos
relativos a la “ciudad diaspórica” y la última sección se compone
de los estudios sobre la “ciudad clusterizada”.
En los siguientes apartados presentaremos una síntesis de los
hallazgos de acuerdo con los ejes analíticos que fueron toma-
dos como directrices para el estudios de estos tres tipos de ciudad.
Así, nos referiremos a los “modos de vida” constitutivos de cada
uno de los tipos de ciudad estudiados; presentaremos las formas
de “gubernamentalidad transnacional” que observamos en di-
chas formaciones urbanas transnacionales y, finalmente, describi­re­
mos algunas formas de “desposesión transnacional” que fueron
encontradas en el trabajo etnográfico realizado.

[407]
408 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

La ciudad fronteriza

La investigación sobre formaciones urbanas transnacionales de


tipo fronterizo contenida en este trabajo se concentra en el estudio
de la zona metropolitana que conforma la dupla urbana Tijuana-
San Diego, una unidad urbana dividida por la frontera internacio­
nal México-Estados Unidos.
Los trabajos de Areli Veloz y Anahí Jiménez inician esta sección
partiendo de un modelo semiótico que concibe a la ciudad fronte­
riza como un borderland (Anzaldúa, 1987), sobre el cual se cierne
un orden simbólico que categoriza como opuestos a Tijuana
(ciudad originada sobre la propiedad de la mítica “Tía Juana”) y
a San Diego (unidad territorial compleja que en su nombre lleva la
referencia a un ser cuya vida —destacada moral y religiosamen­
te— fue sancionada por la Iglesia). Este sistema binario de opuestos
contiene el sustrato de un modelo dicotómico que imagina a San
Diego como un referente espacial de la moralidad, el orden y la mo­
dernidad, y a Tijuana como un espacio de la inmoralidad, el des­
orden y el subdesarrollo. Esta fórmula discursiva ha sido descri­ta
por los cronistas como “la leyenda negra”. El enfoque histórico de
Areli Veloz nos lleva por dos momentos en los que se han cons­truido
regímenes transfronterizos que se expresan en políticas pú­blicas
particulares. En una primera etapa, las políticas públicas basa­
das en argumentos sociales y morales en contra del consumo de
alcohol en Estados Unidos tuvieron como contraparte una re­tó­ri­ca
de crítica hacia el lado mexicano de la frontera —construido como
un espacio donde imperaba la oferta de alcohol y la prostitución.
Esta dicotomía fue motivo de preocupación del Esta­do federal me­
xicano, que intervino con políticas públicas y acciones destina-
das a construir una imagen positiva de lo que se percibía co­mo la
puerta de entrada a México. Levantada la prohibición del consu­
mo de alcohol en Estados Unidos, se asoció a Tijuana con la prác­
tica de abortos no autorizados, lo que acercó a las posturas mo­ralistas
estadounidenses con el sentir y el actuar de los sectores conser­
vadores de la sociedad tijuanense.
En los casos antes referidos, el sistema de gubernamentalidad
urbana transnacional se basa en un orden simbólico que constru­
ye un doble sistema de subordinación: por un lado, se produce un
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 409
sistema de opuestos que divide simbólicamente a la ciudad a lo
largo de la línea fronteriza internacional, construyendo un siste­
ma de inequidades entre Tijuana y San Diego (basado en un orden
que propone a una como inmoral y al otro como moral; a una como
incivilizada y al otro como expresión de la civilidad). Por el otro
lado, este modelo se “encarna” a través de dispositivos de poder,
nos dice Areli Veloz, en el cuerpo de las mujeres de toda la zona
fronteriza Tijuana-San Diego, creando un sistema de políticas pú­
blicas y control asociadas a una moral que justifica la construcción
de la subordinación de género en toda la ciudad fronteriza. Esta
fórmula se acentúa conforme la frontera se refuerza histórica, sim­
bólica y físicamente.
La gubernamentalidad transnacional tiene otros mecanis­
mos de construcción del sujeto gobernable. Se suman a la condición
de género la de grupos etarios. El trabajo de Lorenia Urbalejo nos
muestra la diversidad de modos de vida transnacional que apare­
cen en la ciudad fronteriza, donde a los cruzadores cotidianos de la
frontera se suman los pobladores indígenas que pertenecen a co­mu­
nidades transnacionales, las cuales se extienden desde el sure­ño
estado de Guerrero hasta distintas localidades en Estados Unidos.
Urbalejo describe con densidad etnográfica cómo se cons­truye
sobre esta población la categoría de “joven” (una categoría que
difiere del dispositivo cultural tradicional indígena que regula el
tránsito de la infancia hacia la madurez comunitaria) y permite
hacer gobernable a una parte importante de esta población en el
sistema de gubernamentalidad transnacional de esta ciudad fron­
teriza. Existen formas específicas de construcción de “la juventud” a
cada lado de la frontera, pero también programas transfronterizos
destinados a su control. Éste es el caso del programa dare, que se
lleva a las escuelas en ambos lados de la línea que divide la ciudad
fronteriza, como lo describe Anahí Jiménez, y sus respectivas tec­
nologías de control, como es la así llamada “patrulla antigraffiti”.
En su trabajo, Anahí Jiménez nos explica que la ciudad fronte­
riza comparte con otras ciudades del mundo un régimen de sentido
que ha sido normalizado (y por ello parece obvio y consustancial
a la urbanística), que separa entre lo público y lo privado, entre lo
correcto y lo incorrecto. Este régimen de sentido, nos dice Anahí
Jiménez, es contravenido por el hip hop, un movimiento cultural
410 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

urbano juvenil que se expresa en el graffiti y la música. Este movi­


miento juvenil transnacional —que no es privativo pero sí distin­
tivo de esta ciudad fronteriza— tiene un poder transgresor que
invade muros y calles, y además resiste y cuestiona las tecnologías
urbanas que ponen en operación el sistema de gubernamentalidad
imperante, aunque no es capaz de contravenir de fondo las inequi­
dades de género —reproducidas en su interior— que son el sopor­
te del sistema fronterizo de gubernamentalidad urbana.
Los trabajos antes mencionados nos presentan al menos tres
formas que adquieren los modos de vida transnacional en esta ciu­
dad fronteriza. El primero de ellos es el de los cruzadores cotidia­
nos de fronteras en sus muchas manifestaciones: quienes cruzan
frecuentemente la frontera para satisfacer un patrón de consumo
que sólo es posible si se suma la oferta de ambos lados de la línea
fronteriza; los jóvenes que se socializan domésticamente en un
lado de la frontera, pero se insertan en los programas educativos y
prácticas juveniles del país vecino; los trabajadores que cruzan dia­
riamente y que explican las largas filas de automóviles y peatones
que todos los días pasan los puertos de entrada fronterizos. Por otro
lado, el complejo Tijuana-San Diego es una zona metropolitana
cuyo crecimiento demográfico es reciente y que se explica por la
llegada masiva de una población migrante, que ha mantenido
(co­mo en el caso de los indígenas mixtecos descritos por Urbalejo)
sus vínculos comunitarios de larga distancia con los lugares de ori­
gen y con otras localidades en Estados Unidos. Esta población ha
anclado uno de los nodos de su red transnacional en la ciudad fron­
teriza. En tercer lugar, se suman al entramado de prácticas so­cia­
les urbanas que configuran los modos de vida urbana fronte­riza, la
participación en formas de organización como los colecti­vos o crews
de graffiteros que operan en toda la ciudad fronteriza, y que tienen
prácticas que enfrentan a los sistemas de gubernamen­talidad
de la misma. El graffiti, en este sentido, puede ser ubicado como un
mar­cador gráfico de la luchas culturales que se libran en la ciudad
transnacional.
Las ciudades fronterizas son lugares privilegiados para com­
prender los modos transnacionales de desposesión. El trabajo que
nos presenta Maribel Romero, en la última sección de este libro,
es un ejemplo de la manera en que las fronteras se constituyen en
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 411
formas de extracción de valor de los urbanitas transnacionales. El
caso que describe Romero muestra cómo a partir de la crisis eco­
nómica de 2008, que se manifestó con fuerza en las ciudades es­
tadounidenses, se ha implementado un “régimen de deportación”
(De Genova, 2005) que ha transformado a las ciudades fronterizas
en el hogar de familias donde una parte de la misma vive en un
lado de la frontera y el resto de la familia en el otro. Las cadenas
globales de la industria de las llamadas telefónicas (call centers) se
han asentado en estas localidades fronterizas para hacer uso de
la fuerza de trabajo socializada en el estilo de vida y cultura estado­
unidenses, pero sujeta a los mercados de trabajo mexicanos. El
domi­nio del idioma inglés y el conocimiento de las sutilezas cul­
turales y afectivas de los “clientes” radicados en su mayoría en Es­ta­
dos Uni­dos (el mayor mercado de estas empresas), hace de los
trabajado­res establecidos en el lado mexicano de la frontera (su­je­
­tos a los mercados de trabajo mexicanos) un insumo privilegiado
para esta industria, que ha construido en Tijuana clusters “near shore”
(es de­cir, cercanos a los consumidores estadounidenses). Mien­
tras que la vida de estas familias transnacionales radicadas a cada
lado de la línea fronteriza en el complejo Tijuana-San Diego re­
nueva diariamente las habilidades y conocimientos de los traba­
jadores, la frontera internacional ejerce su poder filtrador para
hacer que las habilidades de los trabajadores radicados en México
no sean compensadas económicamente de la misma manera que
lo se­rían si estuviesen en el lado estadounidense del muro diviso­
rio internacional.
En resumen, la ciudad fronteriza está constituida por una for­ma
de gubernamentalidad que se basa en la construcción de oposicio­
nes simbólicas y complementarias en torno a una frontera. Los
mo­dos de desposesión de estas ciudades son formas que aprove­
chan el poder filtrador de las fronteras para usar la condición
trans­­na­cional de los urbanitas que la habitan (articulados como
familias, comunidades, miembros de movimientos culturales, etc.).
Los mo­dos de vida transnacional, formados por prácticas urbanas
transnacionales de diversa índole, generan por un lado meca­nis­
mos de resiliencia para contender con los procesos de domina­ción
y desposesión transnacionales, al mismo tiempo que generan me­
canismos de resistencia y transformación (como las acciones en
412 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

contra de la intolerancia de género, los movimientos culturales


al­ternativos, y las acciones cotidianas de los trabajadores en los clus­
­t­ers industriales). Estas formas de resiliencia y contienda no parecen
abrevar de las condiciones locales, sino de las transnacionales; y
no parecen reivindicar la condición nacional, sino transnacional,
para transformar su condición de subordinación.

La ciudad diaspórica

Los capítulos que comprenden la sección dedicada a la ciudad dias­


pórica presentan la investigación realizada en tres realidades etno­
gráficas diferentes. La primera se refiere al estudio del entramado
urbano que forman los barrios chinos de diversos continentes
realizado por Mónica Cinco, descendiente de chinos deportados de
México en los primeros años del siglo xx. Por su parte, el trabajo
de Ximena Alba agrega información sobre la vida en los barrios
chinos de la frontera norte de México y de Europa. La segunda si­
tuación etnográfica es la que reporta la investigación hecha por Lilia
Solís, quien nos muestra de manera pormenorizada la manera en
que la comunidad mixteca oaxaqueña (de la que forma parte su
familia radicada en la ciudad de México) articula diversos asen­
tamientos urbanos entre México y Estados Unidos. Finalmente,
Nancy Wence nos presenta el caso de la población que articula
los márgenes urbanos de la ciudad de Madrid con la ciudad de Co­
chabamba en Bolivia.
Los trabajos aquí presentados ilustran los modos de vida trans­
nacionales que dan forma a la ciudad diaspórica. Mónica Cinco
inicia esta sección con la presentación de las diversas formas en
que se articula el gran conglomerado de los barrios chinos disper­
sos en la cuenca del Pacífico. Ella señala cómo en distintos mo­
mentos históricos, la población de origen chino se ha dispersado
por las Américas y otras latitudes, mientras que eventos diferentes
en el país de origen han generado nuevas presencias en dichas for­
maciones urbanas. Pueden identificarse prácticas distintas que con­
figuran la vida transnacional de los barrios chinos. Cinco describe
la presencia que mantienen algunos dueños de los negocios chi­
nos en distintas latitudes por la comunicación (y vigilancia) que
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 413
permite internet. A esta modalidad de “compresión tiempo-espa­
cio” se suman otras prácticas que incluyen la construcción de co­
munidades virtuales a través de las redes sociales. La movilidad
de las personas, las actividades económicas y la construcción de la
memoria son prácticas que le dan densidad a este complejo en­
tramado urbano que, además de la multiplicidad de dimensiones
en las que se articula, tiene una profundidad histórica de más de un
siglo. El trabajo de Ximena Alba describe brevemente los barrios
chinos en la fronteriza ciudad de Mexicali y la cosmopolita ciu­
dad de París, y propone que los modos de vida y las formas de des­
posesión están relacionados con las historias de movilidad y las
condiciones específicas de llegada y vida en estas ciudades. La in­
vestigación de Lilia Solís desarrolla técnicas específicas para for­
malizar la estructura de una comunidad transnacional de origen
indígena cuyo soporte es la estructura laboral que ha creado y
que configura circuitos laborales de ciudades tan distantes como
la ciudad de México, Nueva York, Seattle y Las Vegas en Estados
Unidos. El trabajo de Lilia Solís incluye la descripción de un nuevo
barrio en una comunidad oaxaqueña al que se le ha dado el nom­
bre de “El Manhattan”, con lo que se hace evidente la inclusión ma­
terial y simbólica de la propia comunidad enclavada en una región
rural al entramado urbano de la ciudad transnacional. En este caso
se analiza un modo de vida centrado en el trabajo. Nancy Wence
nos describe el complejo entramado que une la vida urba­na de
Cochabamba en Bolivia con la de Madrid. En su descripción des­
taca el papel que juega por un lado la estructura de sen­ti­mientos,
y por otro la “experiencia de lucha urbana” como elemen­tos que
explican la continuidad de la vida urbana a través del Atlántico.
Así, los modos de vida urbano-diaspóricos configuran un com­
plejo ensamblaje que sería impensable si no incorporamos, a la
manera de Latour (2005), las tecnologías como constitutivas de
la red de actores que construyen la sociología diaspórica urbana.
Los casos referidos nos muestran los diferentes espacios sociales
que forman la ciudad diaspórica, éstos pueden incluir comunida­
des laborales transnacionales fuertemente cohesionadas (como
el caso mixteco), o estructuras diaspóricas que operan en un gran
número de dimensiones con una gran profundidad histórica (co­
mo los barrios chinos). Estos modos de vida están articulados por
414 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

prácticas económicas, la construcción de la memoria histórica, es­


tructuras de sentimientos y la experiencia organizativa urbana.
Los trabajos incluidos en esta sección permiten ilustrar algu­
nas formas que adquieren los modos de desposesión en el marco de
la ciudad diaspórica. En primer lugar podemos observar que los
espacios urbanos transnacionales configurados a partir de los dis­
tintos modos de vida, proveen de mecanismos de supervivencia a
una formación urbana que se distingue por ser la articulación de
márgenes (internos o periféricos) de distintas ciudades del mun­
do. Esta ciudad recibe a los deportados, sostiene a los sin trabajo,
transfiere recursos en remesas que no solamente van de los países
del Norte global al Sur global, sino que viajan de manera cuantio­
sa en el sentido inverso. Estos flujos de valor se pueden ver mejor
en lo que Nancy Wence ha estudiado como “cadenas de cuidado”
(usando el concepto de Herrera), y “cadenas de construcción”. Se
trata de mecanismos de transferencia de valor que operan en am­
bos sentidos de la cadena transnacional (Herrera, 2005). Por un
lado, los cuidadores o cuidadoras de personas mayores de edad o
menores en España (para usar el caso que describe Nancy Wence),
cuentan con otras personas que cuidan a sus dependientes ya sea
en la misma ciudad o en el lugar de origen, y éstos a su vez pue­
den contar con un tercer eslabón en la cadena que hace lo mismo
para estas últimas. El trabajo invertido en el cuidado se encadena,
entonces, beneficiándose el receptor del cuidado en el extremo
de la cadena ubicado en Madrid, del trabajo de cuidado realizado
por las personas en Cochabamba. Es probable que el flujo de re­
cursos económicos —salariales— hacia atrás de la cadena no com­
pense el trabajo que fluye hacia adelante. De la misma manera,
quienes trabajan en la construcción para otros en Madrid, muchas
veces sólo logran hacer una vivienda precaria para sí mismos en
Cochabamba. El caso que describe Lilia Solís es importante por­que
muestra cómo los trabajadores mixtecos realizan trabajos pre­ca­
rios para la economía de las ciudades globales. Estos trabajos se
pueden realizar incluso en aquellas actividades que los mo­de­los
económicos clásicos podrían llamar “externalidades”, como el
tra­bajo en los automóviles que son puestos fuera de circulación.
Este trabajo soluciona (a bajo costo) el gran problema del dese­
cho de automóviles en ciudades para las cuales la industria auto­
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 415
mo­vi­lística no cesa de producir nuevas unidades. Sin embargo,
el reú­so de sus piezas tiene dos utilidades importantes: por un lado
ga­­rantiza la continuidad del funcionamiento de los automóviles
de otros trabajadores precarios que trabajan para la ciudad glo­
bal, contribu­yendo así a mantener bajos los salarios; por el otro
lado, esta ac­ti­vidad puede ser vista de otra forma, como el ini­
cio del proceso de producción de otra cadena global que usa la
cha­ta­rra como ma­te­ria prima. Así, el trabajo realizado por los urba­
nitas trans­nacio­na­les en condiciones precarias coadyuva al proceso
de acumulación global.
Los casos que se presentan en esta sección nos permiten com­
prender distintas formas de gubernamentalidad urbana transna­
cional que operan sobre la ciudad diaspórica. La primera de ellas
está relacionada con la transnacionalización de los Estados que
reconocen, de distintas maneras y en diferentes calidades, a las
diásporas que pueden identificar como originadas en su territo­
rio. Éste es el caso del Estado chino, que en las últimas décadas
tiene una presencia activa en las festividades de los barrios co-
mo el de la ciudad de México. El caso que nos presenta Mónica
Cinco es muy esclarecedor porque su etnografía no se refiere a los
niveles geren­ciales de las empresas de origen chino, o a las eli­
tes comerciales que se han constituido como “ciudadanos transna­
cionales” del gigante económico; se trata más bien de un gran
número de personas que quedaron atrapadas entre un país que
las dejó ir y las dejó de reconocer, y otros que los recibieron para
después expulsarlos (como fueron las acciones “antichinas” del
Estado mexi­cano). Son estos sujetos que se transformaron en per­
sonas “sin Es­tado” los que hoy reclaman a los países como México
que los ex­pulsaron, y a países como China que no los recono­cieron
cuando lo requirieron. Así, la construcción de la memoria dias­
pórica es un instrumento que produce pertenencia, al mismo
tiempo que se enfrenta a los nuevos dispositivos de subordina­ción.
En este mismo tenor, podríamos sumar las formas de gu­
bernamentali­dad transnacional como los acuerdos bilaterales de
los Estados para el “codesarrollo” (entre España y Bolivia), que pro­
ponen re­gular aspectos como la transferencia de fondos, la posibi­
lidad de su­mar los años aportados a la seguridad social en ambos
países, y otros temas que se encaminan hacia el reconocimiento
416 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

de una realidad transnacional que impacta en las ciudades de am­


bos países.
Una segunda forma de gubernamentalidad parece cernirse
sobre la ciudad diaspórica. Este complejo conglomerado urbano
de geografía dispersa se adelantó en muchos casos a la de trans­
nacionalización de algunos Estados. Estos sujetos que vivieron al
margen de los dispositivos que creaban sujetos del Estado en sus
lugares de origen y de destino, desarrollaron formas de pertenen­
cia y prácticas sociales que hoy aparecen en el centro del nuevo
modelo de regulación. Se trata de sujetos con agencia cuyos modos
de vida y mecanismos de resiliencia han pasado a ser hoy la fórmu­
la dominante del sujeto deseable por el sistema (en el len­guaje
del desarrollo pasaron a ser “herramientas para el desa­rrollo”, en el
lenguaje periodístico pasaron de ser “víctimas de las circunstan­
cias” a ser “héroes”, en el lenguaje de las iniciativas eco­nómicas
dejaron de ser “desertores” del ejército laboral para transformar­
se en “clientes” de las nuevas iniciativas comerciales transfronte­
rizas). Un elemento central en el proceso discursivo en el que los
habitantes de la ciudad diaspórica se incorporan al nuevo mode­
lo es la dimensión subjetiva. La construcción de la memoria por
un lado, y por otro los regímenes afectivos, garantizan la partici­
pación activa de estos urbanitas transnacionales en el proceso de
subjetivación, sujeción y contienda.
Estamos entonces ante dos fórmulas de gubernamentalidad
que caracterizan a la ciudad diaspórica: la presencia creciente de
formas de regulación que son parte de las prácticas de gobierno
trans­nacional de los Estados, y los regímenes que construyen una
subjetividad que hace de los urbanitas transnacionales sujetos de
un modelo en el que el Estado parece no tomar responsabilidad
sobre ellos. Estos dos sistemas no necesariamente están en contra­
dicción, sino que son parte de la construcción de la ine­quidad en
el plano transnacional.
En resumen, podemos decir que la ciudad diaspórica es una
formación urbana transnacional que se caracteriza por que está
constituida por modos de vida transnacionales que articulan los
márgenes urbanos de las ciudades del mundo. Los modos de vida
que constituyen las comunidades transnacionales, diásporas, an­
ticomunidades, etc., forman el ensamblaje de la ciudad diaspórica
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 417
y operan frecuentemente en situaciones de una excepcionalidad
producida por las normas y la economía formal. La ciudad diaspó­
rica es una ciudad con una enorme capacidad productiva, que es
capaz de absorber los costos de la vida transnacional y de la excep­
cionalidad en la que es puesta, al mismo tiempo que está inserta
en procesos productivos periféricos y centrales de la economía
a los que transfiere valor por la vía de la entrega de su trabajo en
la producción. La gran flexibilidad que caracteriza a la ciudad dias­
pórica, la capacidad de entrega de trabajo, la transforma en una
instancia idónea para las fórmulas de desposesión de una econo­
mía que opera en condiciones de excepción y crea condiciones de
trabajo cada vez más precarias. Encontramos en la ciudad dias­
pó­rica formas de gubernamentalidad (las cuales pueden ser com­
plementarias) que por un lado tienden a la construcción de un
modelo de subordinación a los nuevos regímenes de los Estados
transnacionalizados, mientras que por el otro lado están sujetas a
regímenes transnacionales que las producen como sujetos urba­
nos autodirigidos. Pero la ciudad diaspórica es un espacio de con­
­tienda donde la memoria diaspórica y la experiencia de la lucha
urbana le dan soporte a prácticas de resistencia y contrahegemó­
nicas que se dan tanto en el plano de la vida cotidiana como en la
contienda organizada en contra de la injusticia y la explotación.

La ciudad clusterizada

Para entender este tipo de ciudad transnacional fue necesario


adop­tar una perspectiva translocal que diese cuenta de las cone­
xiones de estas ciudades con otras de igual tipo o incluso globales.
Ellas, analíticamente, están muy alejadas de los viejos company
towns (donde en la periferia de una empresa —muchas veces ex­
tranjera— se producía una nueva configuración urbana donde era
atraída la fuerza de trabajo que finalmente residía ahí). Hoy en la
ciu­dad de México, antiguos company towns construidos a princi­
pios del siglo xx en su periferia funcionan como arqueología in­
dus­trial que produce escenografía en modernos centros comerciales.
No sobra señalar que, a diferencia de lo que podría entenderse
como el modelo del parque, del polígono o del cluster industrial
tí­pico (Porter, 1998) —en los que se concentran (aglomeran) terri­
418 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

torialmente diferentes unidades productivas, muchas veces com­


plementarias entre sí, en una cadena local de producción—, el
cluster urbano es una suerte de discontinuidad espacial donde
lo urbano emerge como una especie de “atolón” o “archipiélago”
que incluye diversas unidades y espacios de producción de mercan­
cías y servicios, que si fracasan son sustituidas con relativa rapidez
por otras, a diferencia de lo que sucede en el cluster industrial, que
está anclado rígidamente por la infraestructura y recursos; en la
ciudad clusterizada el principal recurso que atrae al capital trans­
na­cional es el que proporciona el mercado de trabajo urbano y lo­cal:
habilida­des y calificaciones abundantes de las que se apodera.
Las contribuciones de Maribel Romero, Luis Pedro Meoño,
Da­niela Oliver y Valentina Glockner constituyen la sección dedi­­
ca­da a la ciudad clusterizada de esta obra. La primera autora estudia
la industria de los call centers en la ciudad de Tijuana, este tema se
continúa en el siguiente capítulo con la investigación de Luis Pedro
Meoño sobre esta misma industria en la ciudad de Guatemala.
Daniela Oliver se centra en el estudio del complejo turístico de
Los Cabos en la península de Baja California en México. El último
trabajo nos presenta el proceso de clusterización en la ciudad de
Bangalore, en India, y se concentra en un fenómeno que Glock­
ner ha denominado flexible slums que refiere al proceso de clus­
terización de la pobreza en esa ciudad.
La ciudad clusterizada es una formación urbana transnacional
articulada globalmente por cadenas de valor que encuentran su
anclaje en una gran cantidad de localidades urbanas dispersas en
la geografía. Las formas que adquieren estos anclajes son diver­sas.
Pueden ir desde unidades productivas aisladas (como es el caso
de los call centers descritos por Maribel Romero para el ejem­plo de
Tijuana), pueden estar insertos en conglomerados que inte­gran
viviendas y zonas comerciales (como en los casos de la ciu­dad de
Bangalore presentado por Glockner y de Guatemala por Meoño)
en donde los lugares específicos del trabajo reproducen con niti­
dez la desigualdad social de tales sociedades, o pueden ser siste­
mas de ciudades como en el caso del complejo turístico de Los Cabos,
presentado aquí por Daniela Oliver.
Las características de las cadenas transnacionales de valor que
conectan estos archipiélagos difieren de las de etapas anteriores
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 419
de la organización industrial, pues no se trata de sistemas produc­
tivos integrados verticalmente donde las mismas corporaciones
se encargaban de la distribución en el mercado, a la vez que eran
dueñas de un gran número de predios en diversas latitudes donde
realizaban la actividad productiva (como la extracción de minera­
les). Estas nuevas cadenas de valor se caracterizan por ser cade­
nas flexibles cuyos eslabones se reconfiguran continuamente, al
tiempo que mantienen un control estricto de los procesos produc­ti­
vos, de los estándares del producto, y con ello de los procesos de
trabajo. El caso de los servicios telefónicos y hoteleros, descritos
en esta sección, ilustran esta situación. En estos casos, los empre­
sarios locales se integran a procesos productivos globales (como
el turismo o las llamadas telefónicas), y deben entregar al consu­
midor final un producto estandarizado. Esto se consigue a partir del
establecimiento de protocolos y estándares de la producción que
se logran, entre otras formas, a través de los sistemas de entrena­
miento que se dan ya sea para realizar el trabajo de preparación de
los cuartos en los hoteles, o los protocolos de llamadas en los call
centers. El complejo sistema de articulación de la cadena, la flexi­
bilidad en los sistemas de integración de los eslabones y la pre­
cariedad en las formas de contratación, contrasta entonces con
la rigidez del control sobre el trabajo concreto que se realiza. Así, la
flexibilidad del sistema encubre el hecho de que se trata de pro­
cesos de producción integrados en el nivel global, caracterizados
por sistemas de contratación precaria, y la transferencia de mu­
chos de los costos de producción, cambios en el mercado y tiempos
muertos, a los socios intermediarios y trabajadores. Lo anterior
explica las semejanzas en el paisaje de los clusters (como los clus­
ters turísticos) donde, pese a que puede incluir negocios de inver­
sión local de capital, la oferta turística está estandarizada, de tal
manera que un consumidor puede anticipar que una cadena hote­
lera o de aviación le proveerá de servicios similares, cualquiera
que sea la localidad que escoja para sus vacaciones.
Las cadenas de valor son estructuras por las que fluyen siste­
mas de símbolos, culturas y trabajo. No se trata solamente de un
conglomerado de formas de control económico y político, sino tam­
bién son sistemas de producción de la nueva subjetividad labo­ral
de los sujetos que serán regulados: trabajadores flexibles capa­ces
420 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

de integrarse dócilmente a la producción de tales servicios en con­


­­di­­cio­nes de precariedad contractual. Así, las cadenas de va­lor
contie­­nen formas de gubernamentalidad empresarial globales
que producen trabajadores transnacionales automotivados.
Las ciudades donde se anclan los clusters transnacionales sue­
len ser espacios de grandes contrastes. El complejo turístico de Los
Cabos que describe Daniela Oliver incluye un contexto de margi­
nalidad urbana de grandes proporciones. En la ciu­dad de Tijuana
que detalla Maribel Romero confluyen migrantes de regiones de­
pauperadas o deportados por el sistema de inmigra­ción estadouni­
dense, con la pobreza local. La ciudad de Bangalore ha generado
lo que Valentina Glockner denomina “slums flexi­bles”, que son
clusters de pobreza que contribuyen al bienestar de los clusters de
la abundancia. En estos contrastantes conglome­rados ur­banos
don­de se enclavan los clusters operan otras formas de guberna­
mentalidad que actúan de manera más amplia sobre el resto de
la población urbana local donde se enclavan los clusters. Son fre­
cuentemente iniciativas privadas y no gubernamentales que con­
tribuyen a construir a los sujetos urbanos del capitalis­mo tar­dío.
La gubernamentalidad empresarial y la urbana se articu­lan de
manera particular en las ciudades clusterizadas en un ensambla­
je de formas de gubenamentalidad transnacional.
Al integrar el archipiélago de clusters que constituyen la for­
mación urbana transnacional que hemos llamado la ciudad cluste­
rizada, las cadenas de valor se configuran como espacios de vida.
En su interior encontramos movilidad laboral de trabajadores que
cambian su adscripción, que viajan para entrenamientos y ocasio­
nalmente se agrupan en organizaciones disciplinarias, gremiales
o sindicales de carácter transnacional (como es el caso de los con­
cierges de la industria hotelera, o de las organizaciones de pro­fe­sio­
nales de la industria de la informática, o las ong). Otros grupos de
trabajadores se movilizan en torno a los nodos de esta extensa red.
Tal es el caso de los trabajadores de la construcción que en forma
individual o colectiva se trasladan entre los grandes desarrollos
turísticos. A partir de estas prácticas laborales, se configuran mo­
dos de vida transnacionales propios de la ciudad clusterizada. Los
casos que se presentan en esta sección nos muestran otras prác­
ticas que contribuyen a la transnacionalización de estos clusters.
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 421
Se trata de sujetos que establecen a los clusters como nodo de un
entramado migratorio que puede exceder la geografía de la ciudad
clusterizada. Un ejemplo de ello son los trabajadores de los call
centers, que habiendo sido deportados de Estados Unidos se em­
plean en los call centers de Tijuana o de Guatemala, sin perder los
vínculos con sus allegados que continúan en el norteño país. Cons­
tituyen estos trabajadores un modo de vida transnacional produc­
to del régimen de deportación, que provee de una fuerza laboral
altamente habilitada para los call centers, que —paradójicamente—
a su vez atenderán a una clientela que reside en el mismo país del
cual fueron expulsados los trabajadores. Al lado de estos trabaja­
dores deportados y estigmatizados, los call centers de Guatemala
reclutan también a otro tipo de trabajadores —jóvenes y altamen­
te escolarizados— en instalaciones laborales ubicadas en zonas y
áreas de distinción urbana, trabajadores cuyo origen social (medio
y alto) los diferencia de sus congéneres con algo que podría ser
pensado como una suerte de glamorosa explotación. El otro ejemplo
que se incluye en esta sección es el de los niños estudiados por
Valentina Glockner, que pagan las deudas contraídas por sus fa­
milias en regiones rurales de India con el trabajo que realizan en
Bangalore, para el cual se integran a clusters de la precariedad cuyo
modo de vida es de una alta flexibilidad, como lo demuestra este
trabajo. En la ciudad de Bangalore las fronteras sociales urbanas
están en constante movimiento y redefinición. Éste tal vez es el
caso donde se observa más crudamente cómo en la cotidianidad
urbana en un mismo espacio florecen modernos y enormes edi­
fi­cios corporativos (sedes de compañías de tecnología e informa­
ción como Yahoo y Google) y fraccionamientos (donde residen
sus ejecutivos y directivos), al lado de una de las formas más pre­­­
ca­­rias del habitar humano: el slum, donde sobreviven los niños re­co­
­lec­tores de desperdicios. Los slums pueden ser considerados co­mo
la maquinaria social específica que construye a la ciudad. En ellos
reside población que ha migrado desde zonas rurales de India,
que se dedica a la construcción o a la recolección de basura, en
condi­ciones de pobreza y vulnerabilidad. En este lugar se encuen­
tran es­pacios hiperurbanizados junto a otros que carecen de todos
los ser­­vicios. Finalmente, Daniela Oliver nos alerta sobre la pre­
sencia de otros modos de vida encontrados en la ciudad clusteri­
422 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

zada. En este caso, se trata de formas a las que podríamos llamar


“cos­mo­­po­litas”, como las de aquellas personas que distribuyen
su re­si­den­­cia en varias localidades, incluyendo las segundas vi­
viendas o los “tiem­pos compartidos” de los centros turísticos. De
esto se des­pren­de que la ciudad clusterizada es una articulación
de mo­­­dos de vida en que se concretan las relaciones entre cla­
ses so­­cia­les, gru­pos etarios, diversidades étnicas y condiciones de
género.
La investigación realizada en la ciudad clusterizada nos pre­
senta procesos complejos de un modo de desposesión que articula
el capital global con los modos de vida urbanos transnacionales de
los trabajadores. Destaca en esta sección el trabajo en torno a los
call centers, que explica que las fronteras internacionales ejercen
su poder clasificador y filtrador sobre quienes las cruzan, gene­
rando desigualdades en la convertibilidad del valor que aportan
a los procesos productivos. Un trabajador de telellamadas que ha
sido de­portado no puede vender su fuerza de trabajo por el mismo
salario que ganaría en Estados Unidos, donde pudo haber hecho
las mismas labores. El trabajo realizado en las cadenas globales de
servicios transfiere el valor de las labores realizadas tanto por las
condiciones técnicas sofisticadas (que permite la reducción de
los costos de producción del servicio) como por las condiciones
precarias de la contratación (que suponen la presencia de trabaja­
dores flexibles). El caso expuesto por Meoño nos ilustra en el sen­
tido de que estas condiciones precarias no son características de
las legislaciones locales, sino una constante de las prácticas en las
cadenas globales. Es decir, los casos aquí expuestos parecen in­
dicar que el proceso de extracción de valor en las ciudades clus­
terizadas no es el resultado exclusivamente de la movilidad del
capital en bús­queda de bajos salarios y legislaciones laborales que
permitan con­diciones precarias de trabajo y contratación, sino
que es el resultado de las características del proceso de producción
globalizado y de formas de legislación laboral y regulación que se
impulsan localmente y que afectan a los trabajadores ahora trans­
nacionalizados. Aunque es cierto también que se dan situaciones
extremas, como el caso del trabajo infantil en la ciudad de Banga­
lore, donde no es el desarrollo de las condiciones de producción,
sino la precariedad de las condiciones de existencia de los trabaja­
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 423
dores lo que permite altos niveles de acumulación para la industria
globalizada.
En muchas de las ciudades clusterizadas, las fronteras nacio­
nales se tornan borrosas, pero su modo de vida implica la cons­
trucción de otras fronteras internas de carácter social y simbólico
en el resto del tejido urbano, o hinterland, en el que florecen. Un
ejemplo de esto puede ser lo que sucede en los call centers globa­
les de Guatemala, que también tienen sedes en Asia y en Sudamé­
rica y que prestan sus servicios en la modalidad de outsourcing a
empresas estadounidenses; o en Los Cabos, donde al igual que en
el caso guatemalteco, el inglés funciona laboralmente como una
suerte de lengua franca con la que se atiende a los usuarios de ser­
vicios. En estos clusters turísticos el dólar sustituye al peso hasta
en las transacciones más cotidianas, por ello podemos proponer
que el cluster urbano no se ajusta a la distinción común entre el cen­
tro y la periferia urbana; para comprender su estructura y fun­cio­
namiento es necesario hablar de anclajes y conexiones, más que de
centros y periferias (porque un nodo del sistema de clusters puede
estar ubicado en cualquiera de estos últimos).
Para resumir, podemos decir que las ciudades clusterizadas son
formaciones urbanas transnacionales donde se entreveran al me­nos
dos formas de gubernamentalidad transnacional, la empresa­rial
y la urbana, que generan las condiciones para la producción globa­
lizada. Los modos de vida que constituyen a esta forma­ción son
un entramado de prácticas que se realizan en el interior de la red
de clusters que conforman este archipiélago disperso a escala mun­
dial. El análisis que pone en el centro los procesos de producción
po­drá destacar que la acumulación y la transferencia de valor se
dan por las características que la ciudad clusterizada ha dispersa­
do por el mundo, imponiendo condiciones de trabajo y de vida
nuevas; aunque adicionalmente podemos observar prácticas en
las que la naturaleza precaria de las condiciones locales de repro­
ducción de la fuerza de trabajo son aprovechadas por las industrias.
El clus­ter transnacional como configuración urbana o modelo
urbanísti­co implica modos de vida transnacionales, es decir, una
forma de ha­cer vivir la ciudad.
En la siguiente matriz queremos destacar las diferencias que
etnográficamente resultaron significativas al analizar y comparar
Cuadro 1
424

Formaciones transnacionales urbanas: contrastes analíticos

Fronteriza Diaspórica Clusterizada


Los modos de vida fronterizos Los modos de vida diaspóricos Encontramos tres tipos:
incluyen la circulación están constituidos por prácticas a) prácticas cotidianas que se
cotidiana, la pertenencia a sociales y culturales que articulan dan dentro de la red de clusters,
organizaciones los márgenes urbanos de ciudades o entre las ciudades
y movimientos sociales distantes del mundo. que les contienen;
transfronterizos. Incluyen comunidades b) formas “cosmopolitas” de vida
Por otro lado, encontramos transnacionales, movimientos y trabajo asociadas a posiciones
la presencia de prácticas sociales sociales urbanos, entre otros, de clase, que implican distintos
y culturales similares a las de y la etnicidad juega un papel modos de habitar y vivir

Modos de vida
las ciudades diaspóricas importante en las formas la experiencia urbana, y
y clusterizadas que se anclan cotidianas del vivir urbano. c) formas similares a las diásporas
parcialmente en estas ciudades y prácticas fronterizas que se
fronterizas. entreveran con las dos primeras.
Gubernamentalidad basada Están sujetas a dos formas En éstas se entreveran dos
en un dispositivo simbólico de de gubernamentalidad. formas de gubernamentalidad
FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

oposiciones. Se trata de un solo a) La primera es una fórmula transnacional:


sistema que crea opuestos que impulsa la construcción a) la empresarial (basada
y configuraciones de poder de sujetos urbanos autodirigidos. en mecanismos que se
mediadas y articuladas por b) La segunda es una fórmula construyen dentro de
la línea fronteriza internacional de gubernamentalidad las cadenas productivas), y
que (re)producen la inequidad. impulsada por la b) la urbana (asociada a

Gubernamentalidad
transnacionalización de los organizaciones privadas
Estados (como el codesarrollo). y no gubernamentales).
Cuadro 1 (continuación)

Fronteriza Diaspórica Clusterizada


Los sistemas de desposesión Las ciudades diaspóricas integran Las ciudades cluster articulan:
están fuertemente vinculados al cadenas (cuidado y construcción) a) procesos de producción
papel filtador y clasificador de que transfieren hacia “adelante” globalizados, con nuevas
la frontera. Las formas de valor en múltiples direcciones, tecnologías, condiciones de
desposesión tradicional se y “hacia atrás” salario y trabajo y de contratación flexibles;
articulan con cadenas globales remuneraciones. b) otras formas de extracción de
de valor donde trabajadores Su flexibilidad y resiliencia las valor basadas fundamentalmente
transnacionales producen hace idóneas para la extracción en la precariedad, como los casos
mercancías y servicios de valor en las condiciones de de los clusters de pobreza urbana
cuyo mercado es la sociedad excepcionalidad en que viven, que les son subsidiarios.

Formas de desposesión
vecina. producidas en gran medida por
las normas y la economía formal.
Encontramos mecanismos de La ciudad diaspórica es un espacio Encontramos formas de
resistencia y contrahegemónicos de contienda donde la memoria organización gremial y sindical
transfronterizos en el marco de diaspórica y la experiencia transnacionales.
la vida cotidiana. Un ejemplo adquirida en la lucha urbana Las organizaciones no
de ello son los movimientos en múltiples localidades dan gubernamentales contribuyen
culturales como el hip hop. soporte a prácticas urbanas a mejorar las condiciones de vida
Otras organizaciones contrahegemónicas de los sectores urbanos menos
formales como el movimiento y de resistencia. favorecidos.
de mujeres son importantes. Éstas operan en el plano El carácter emprendedor de los
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS

y contrahegemonía
de la vida cotidiana, pero también sujetos puede ser el contexto

Formas de resistencia
se expresan en formas de de surgimiento de liderazgos.
organización más complejas.
425
426 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

los tres tipos de formaciones urbanas transnacionales —fronteri­


za, diaspórica y clusterizada— con los ejes que metodológicamente
organizaron la investigación (modo de vida, gubernamentalidad,
desposesión y formas de resistencia y contrahegemonía) (véase el
cuadro 1).
Una síntesis analítica comparativa de las formaciones urbanas
transnacionales que hemos estudiado nos permite sostener que
nos encontramos ante dos modos de vida urbano-transnacional
diferenciados. El primero asociado a la ciudad clusterizada, en la que
las estructuras productivas producen dinámicas centrípetas que es­
tructuran procesos sociales en su interior, mismos que permiten la
cohesión gremial de los trabajadores. Para usar el concepto de Ste­
ven Vertovec (2006), se trata de un “hábitus transnacional” donde
se conforman elites cosmopolitas frente a subalternidades transna­
cionales. Por el contrario, las ciudades fronterizas y diaspóricas son
el resultado de prácticas que parten de los sujetos mismos, que
son quienes modelan las nuevas geografías. Parece más apropia­
do hablar en estos casos de prácticums transnacionales, para usar
el concepto de Emily Martin (1994), ya que la condición urbana
no es sólo el resultado de un hábito, sino de una práctica reitera­da.
También es verdad que estos modos de vida de las ciudades cluste­
rizadas se articulan con los de los urbanitas diaspóricos y fron­
te­ri­zos que se integran a los procesos productivos de la ciudad
clusterizada.
Las ciudades fronterizas permiten observar con mayor clari­
dad las formas de gubernamentalidad desarrolladas directamente
por los Estados que se ciernen sobre los transmigrantes urbanos,
construyendo un sistema de opuestos a cada lado de las líneas fron­
terizas que les dividen. Sólo bajo ciertas circunstancias, los Estados
construyen fórmulas similares sobre las ciudades diaspóricas, como
puede ser el caso de los sistemas de “codesarrollo” resultado de
acuerdos internacionales. Las ciudades diaspóricas son un espa­
cio que permite comprender mejor la operación de las formas de
gu­bernamentalidad transnacional sustentada en las acciones
de or­ganizaciones privadas y no gubernamentales que impulsan la
formación de sujetos urbanos autodirigidos. Esto explica en gran
medida la agencia con la que éstos construyen sus propios prác­
ticums. Contrastan nuevamente las formas de gubernamentalidad
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 427
de las ciudades clusterizadas donde podemos encontrar fómulas
que se generan en torno a los procesos productivos, como es el caso
de los regímenes de sentimientos, y las teconologías del yo que
ponen en movimiento las vidas de los trabajadores que trabajan
en éstas. Los clusters donde operan las cadenas globales de produc­
ción parecen estar inevitablemente vinculados a los dispositivos
de gubernamentalidad de las urbes en que se enclavan, como es el
caso de India antes descrito.
Las ciudades clusterizadas son un espacio en el que las cadenas
globales de producción generan formas de extracción de valor basa­
das en el desarrollo de los medios de producción, la innovación
tecnológica y las nuevas condiciones flexibles de trabajo y con­tra­ta­
ción que se imponen en el nivel local. Las ciudades diaspóricas,
en cambio, construyen sus propias estructuras de transferencia de
valor (como en el caso de las llamadas “cadenas globales de cuida­
do” y “cadenas globales de construcción”), que son espacios au­
toorganizados muy complejos de flujos de trabajo, reciprocidad y
recursos económicos que en un balance final benefician fundamen­
talmente a los empleadores en uno de los extremos de la cadena.
En el caso de las ciudades fronterizas opera esta misma situación;
destaca, sin embargo, el papel filtrador inmediato que juegan las
fronteras contra el que los urbanitas transmigrantes intentan con­
tender con prácticas transfronterizas cotidianas. Son entonces las
ciudades diaspóricas las que están expuestas a las formas más hos­ti­
les de desposesión, en gran medida provocadas por los regímenes
de deportación que implementan los Estados nacionales. Mien-
tras que las ciudades clusterizadas impulsan la configuración de
zonas de excepción (como las zonas de producción para la exporta­
ción), las ciudades diaspóricas viven en el extremo contrario, en
una situación de excepcionalidad generalizada (que incluye la de la
condición mi­gratoria) que las hace proclives a los procesos más
patentes de des­posesión, como son los pagos por debajo de los sala­
rios prome­dio, la no provisión de servicios y beneficios de seguri­
dad social, y final­mente situaciones como el no pago de los salarios
devengados.
En el entramado global de las ciudades clusterizadas encon­
tramos formas de organización transnacional basadas en la condi­
ción de clase de trabajadores, cuyas condiciones laborales y de
428 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

existencia puedan permitir el desarrollo de liderazgos transnacio­na­


les. Las ciudades diaspóricas, en cambio, son entramados urba­nos
que contienden más directamente con los cambios económicos y
en las políticas públicas. Su fortaleza organizativa radica en sus
memorias, experiencias, hábitus, prácticas y modo de vida urba­
no-transnacional. Su flexibilidad y resiliencia son el sustrato de
formas de organización y acción complejas. Las organizaciones cul­
turales, religiosas y comunitarias son espacios de reflexión, cons­
trucción de la memoria y movilización de experiencias de lucha,
que son el sustrato de una gran beligerancia transnacional.
Dos conclusiones podemos derivar de lo antes descrito. En
primer lugar, que las ciudades clusterizadas y las ciudades dias­
póricas presentan características más diversas, la una preferen­
temente asociada a las fuerzas transformadoras de un modo de
acumulación emergente, la otra caracterizada preferentemente
por un complejo modo de vida transnacional. La primera sujeta a
formas de gubernamentalidad y de desposesión centradas en la
em­presa; la segunda, al espacio en el que operan formas complejas
de gubernamentalidad que produce sujetos activos, pero los me­
­ca­nismos de desposesión operan de manera menos sutil. Ambas
son espacios de excepcionalidad, pero las primeras impulsan pro­
ce­sos de precarización de las condiciones de trabajo, mientras que
las se­gundas experimentan situaciones de excepcionalidad que se
gene­ra­lizan a todos los ámbitos de la vida. Para las ciudades fronte­
rizas, los Estados son interlocutores directos y cotidianos en gran
medi­da por la presencia de la frontera que define su condición.
Mientras que para las ciudades clusterizadas las formas de guberna­
mentalidad son fundamentalmente empresariales y las ciudades
fronterizas se ven subsumidas en procesos que tienen a más de un
Estado como actor inmediato, en cambio, las formas de guberna­
mentalidad transnacional operan sobre las ciudades diaspóricas a
través de dispositivos mucho más complejos y diversos.
La segunda conclusión es que las formaciones urbanas trans­
nacionales que hemos presentado haciendo un trabajo analítico
basado en la construcción de contrastes, en la práctica se entreve­
ran y articulan. Los ejemplos etnográficos dan cuenta de ello. Tal
es el caso de la presencia de urbanitas diaspóricos en los call cen­
ters de Guatemala descrita por Meoño, o de las comu­nidades trans­
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 429
nacionales indígenas en las ciudades fronterizas des­critas por Lo­
renia Urbalejo, así como el anclaje de cadenas globa­les de presta­
ción de servicios telefónicos en la fronteriza ciudad de Tijuana. Es
esta articulación la que describiremos en la siguiente sección.

La ciudad transnacional, una red mundial

La etnografía que sirvió como base para esta investigación (si in­
clui­mos algunas que están en proceso [Hernández, s/f], otras que
fue­ron publicadas previamente en otro libro de esta colección [Bes­
­serer y Oliver, 2014], y algunas ya concluidas pero que per­ma­
necen inéditas [El Mekaoui, 2012; Guillot, 2012]) muestra que los
márgenes de las ciudades se articulan en una gran red mundial.
Los trabajos aquí presentados, en particular los de la ciudad
diaspórica, se centraron en el estudio de conexiones entre locali­
dades del mundo que crean formaciones urbanas transnacionales
(como el barrio chino, Cochabambita, etc.). Expresados gráficamen­
te, éstos pueden ser vínculos que unen diversos “nodos” ubi­cados
a largas o cortas distancias en el espacio euclidiano. Por ejemplo,
en el caso del barrio chino transnacional descrito por Mónica
Cinco y Ximena Alba, éste es un sistema que articula las ciudades
de México, Mexicali, Guangzhou, Beijing y París, entre otros luga­
res (véase la imagen 1).
Imagen 1
Algunas redes urbanas estudiadas

Mexicali Tijuana Seatle Fresno


Beijing
México Tijuana
México
Guatemala Tapachula
París Guangzhou San Salvador Nueva York México

París Nueva York


Santo
Domingo
Nueva York México
Tánger Madrid
Madrid
Buenos
Santa María Aires
Cochabamba
Myrtle Beach
430 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

El papel que juegan las ciudades fronterizas

En la imagen 1 podemos observar que casi cada una de las subre­


des incluye de manera importante una ciudad fronteriza (Ta­pa­
chula para el caso El Salvador y Guatemala; Mexicali para el caso
de los barrios chinos, etc.). Éstos son lugares particulares, pues al
ser relevantes para las ciudades diaspóricas son doblemente trans­
nacionales en el sentido de que estos nodos son, en sí mismos,
ciudades fronterizas transnacionales. El papel de las ciu­dades
fronterizas es muy importante pues están en el vértice de la rela­
ción entre la ciudad transnacional y las fronteras de los Estados
nacionales. La ciudad transnacional es atravesada por innumera­
bles líneas fronterizas. Estas líneas juegan papeles clasificadores
y filtradores en su interior.

La red urbana mundial

Si ensamblamos las redes que forman cada una de las etnografías


de la ciudad diaspórica, éstas forman una red que articula un anillo
alrededor del mundo. Es, en el sentido estricto, una ciudad mun­
dial (véase la imagen 2).

Imagen 2
Redes urbanas

Santo Domingo
Seatle Fresno Mexicali

Santa Tijuana
María Nueva
Tánger York Beijing
Santa María Guangzhou
Madrid México

Buenos Buenos
Aires Aires Myrtle
Beach Tapachula París

Cochabamba San
Salvador
Guatemala
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 431
Nuestra etnografía, desde luego, no da cuenta de la totalidad
de vínculos que se establecen entre urbes del mundo y por ende
tenemos sólo indicios de la magnitud de esta gran red. Podemos,
sin embargo, entender algunos elementos que la conforman. Uno
de ellos es el papel preponderante que tienen los orígenes nacio­
nales y étnicos de algunas de estas diásporas, y también la relevan­
cia que han tomado en este nuevo momento en que los Estados
impulsan la relación con éstas (como es el caso de Bolivia, México
y China).

La ciudad transnacional
y la ciudad global

Sorprende que en la gran red urbana transnacional juegan un pa­


pel relevante ciertas urbes que son nodos que articulan dos sub-
re­des transnacionales. Son, en la terminología de la teoría de re­-
des, gate keepers. Estas ciudades están en los primeros sitios de las
listas de “ciudades globales” del mundo (Foreign Policy, A.T. Kear­
ney, y The Chicago Council on Global Affairs, 2010). Se trata de
lu­gares como Nueva York, Madrid, Beijing, París y México (véase la
imagen 3).

Imagen 3
Nodos articuladores de la red

Santo Domingo
Seatle Fresno Mexicali

Tijuana
Santa
María
Tánger Beijing
Guangzhou
Madrid Nueva México
York

Buenos Aires Tapachula


Myrtle
Beach París
Cochabamba San Salvador
Guatemala
432 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

Entonces, estas ciudades, nodos relevantes en la gran red de


la ciudad transnacional a escala mundial, son puntos singulares
tanto de la “ciudad global” como de la “ciudad transnacional”, donde
además ambas se articulan.

La ciudad clusterizada

Los clusters urbanos son la forma más emblemática del nuevo


mo­delo urbano emergente en el contexto del nuevo modo de acu­
mulación de capital. Las ciudades turísticas, y las ciudades globa­
les, son sus formas más emblemáticas. No hemos hecho un trazado
de las cadenas globales de aviación, hotelería, servicios de llamadas,
etc., pero podemos inferir que daría como resulado una red tan com­
pleja como la que produce la ciudad diaspórica. Son, como hemos
explicado antes, el reverso de la ciudad diaspórica. Es la ciu­dad del
capital (en el caso de las ciudades turísticas, éstas son la creación
del capital en muchos casos). Los clusters son, como lo diría Aihwa
Ong (2006), “zonas de excepción” (como fueron las ciudades que
conformaban zonas de producción para la exportación —epz, por
sus siglas en inglés—) de un capitalismo emergente que opera en
zonas de excepción y crea zonas de excepción. Se trata de clus­ters
que forman archipiélagos unidos a su vez por las cadenas glo­ba­
les de valor, mercancías y financieras que subyacen. Los clusters
multiplican los puntos de articulación entre la “ciudad transna­
cional” y la “ciudad global”. Éstos se localizan en lugares como
San José del Cabo, Cancún, Bangalore o la ciudad de Guatemala.
La ciudad clusterizada nos permite entender mejor los procesos de
re­lación entre capital y trabajo en el contexto de la ciudad trans­
nacional, mientras que las ciudades fronterizas permiten entender
mejor la relación entre ciudad transnacional y Estados. Nuevamen­
te, hay dos puntos donde la ciudad clusterizada se ubica con fre­
cuen­cia: la ciudad fronteriza y la ciudad global.

A manera de conclusión

El proceso de acumulación en la ciudad global es impensable sin la


ciudad transnacional. Ésta es la fuente del valor de la ciudad glo­
CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 433
bal. Constructores de ciudades, sus habitantes también son quie­
nes asumen los costos de las crisis urbanas. La articulación entre
ciudad global y ciudad transnacional surge en el contexto de otras
formas urbanas precedentes (dominantes y residuales). El mode­
lo emergente de la nueva ciudad transnacional replica elemen-
tos funcionales de los márgenes urbanos del modelo fordista. Estos
márgenes urbanos son zonas de una increíble productividad, con
capacidad de constituirse a sí mismos, de cuidarse a sí mismos y de
mantenerse activos con agencia dócil en la producción para la ciu­
dad global. Como en el caso de Bangalore, los flexible slums de hoy
son el producto de la ciudad del silicón (ejemplo claro de la nueva
economía mundial basada en las tic).
La ciudad global produce a la ciudad transnacional, de la mis­ma
manera que la ciudad transnacional construye a la ciudad global.
Clave para la comprensión de esta relación son las nuevas formas
de gubernamentalidad urbana y los nuevos modos de vida trans­
nacionales.

Imagen 4
La ciudad transnacional

Sin embargo, la ciudad transnacional no sólo es un espacio


de la resiliencia para resolver los avatares de la vida cotidiana o
las dificultades y limitaciones económicas en una escala indivi­
dual, familiar, grupal o colectiva. La etnografía presentada nos per­
mite pensar las formaciones urbanas transnacionales también
434 FEDERICO BESSERER, RAÚL NIETO

como un espacio social donde ha sido posible alojar, reinventar


y germinar la resistencia de los urbanitas transnacionales, quienes
entre su bagaje portan memorias, experiencias, habilidades y sa­
beres de distintas formas de organización y lucha activa contra la
explotación, la opresión, la invisibilidad y la marginación con las
que están construyendo su derecho a la ciudad en el siglo xxi (véa­
se la imagen 4).

Bibliografía

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2012 “De tribu nómada a tribu transnacional. Racismo y re­
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CONTRASTES Y ARTICULACIONES DE LAS FORMACIONES URBANAS 435
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1998 “Clusters and the New Economics of Competition”, en
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Vertovec, Steven
2006 “Transnacionalismo migrante y modos de transforma­
ción”, en A. Portes y J. DeWind (coords.), Repensando las
migraciones. Nuevas perspectivas teóricas y empíricas, Mé­
xico, uaz/Miguel Ángel Porrúa/Segob/inm-Centro de
Estudios Migratorios, pp. 157-190.
Sobre los autores

Ximena Alba Villalever es candidata a doctora en Antropología


por la Universidad Libre de Berlín donde cursa el programa del
Colegio Internacional de Graduados “Entre Espacios”. Especialis­
ta en estudios sobre diásporas, su investigación se enfoca en la
migración de chinos hacia América y Europa. Ha realizado traba­
jo de campo en China, Fran­cia y México. Con una perspectiva
desde los procesos de globalización “desde abajo”, se interesa por
la participación de mujeres chinas en circuitos de comercio trans­
nacionales.

Federico Besserer Alatorre es profesor e investigador del De­


partamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metro­
politana, Unidad Iztapalapa (uam-i). Obtuvo su doctorado en el
Departamento de Antropología de la Universidad de Stanford. Es
maestro en Antropología por la Universidad de California, River­
side. Cursó sus estudios de licenciatura en la Universidad Autónoma
Metropolitana en la ciudad de Méxi­co. Se ha enfocado al desarro­
llo teórico y metodológico de los estudios transnacionales en el
marco del Seminario de Estudios Transnacionales de la uam-i.
Su inves­tigación se enfocó primero en el es­tudio de comunidades
trans­na­cionales y recientemente en el estudio de los procesos ur­
ba­nos transnacionales. Entre sus publicaciones se encuentran,
Moi­sés Cruz. Historia de un transmigrante (1999); Topografías Trans­
nacionales (2004); San Juan Mixtepec: una comuni­dad transnacional
ante el poder clasificador y filtrador de las fronteras (2006), con Mi­
chael Kearney; Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía

[437]
438 SOBRE LOS AUTORES

especular de los espacios urbanos transnacionales (2014), con Danie­


la Oliver.

Mónica Georgina Cinco Basurto es licenciada en Antropología


Social, por la uam-i. Tiene una maes­tría en estudios de Asia y Áfri­
ca con especialidad en China por El Colegio de México (El Colmex)
y actualmente realiza estudios en el Doctorado en Ciencias Antro­
pológicas por la uam-i. Ha cur­sado estudios de lengua y cultura
china en la Universidad de Sun Yat Sen, Guangzhou, China. Su
principal área de investigación es la migración de chinos a Méxi­
co. Cuenta con diversas publicaciones sobre el tema. Desde 2012,
promueve actividades culturales acerca de la presencia china en
la ciudad de México.

Valentina Glockner Fagetti obtuvo el doctorado en Ciencias


Antropológicas en la uam-i con la tesis “Trabajo infantil y regíme­
nes de gubernamentalidad: slums flexibles, ongs y producción de
subjetividades en la India contem­poránea”. En 2008 su tesis de li­
cenciatura ganó dos premios nacio­nales y fue publicada con el
título “De la montaña a la frontera identidad, representaciones
sociales y migración de los niños mix­tecos de Guerrero”. Ha pu­
blicado diversos artículos y capítulos en libros colectivos sobre
infan­cia, migración, pobreza, pueblos indí­genas, medicina tradi­
cional, gubernamentalidad y la sociedad civil. Ha sido becaria del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y ha par­
ticipado en proyectos de inves­tigación del Institu­to Nacional de
Antropología e Historia (inah), Centro de Investiga­ciones y Estu­
dios Superiores en Antropología Social (ciesas)/Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia (unicef), Benemérita Uni­
versidad Autónoma de Puebla (buap)-Programa de Mejoramiento
del Profesorado (Promep) y la Universidad Autónoma Metropoli­
tana (uam)-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Lisset Anahí Jiménez Estudillo es licenciada en Antropología


Social por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Izta­
palapa. Fue investigadora y becaria del Conacyt del proyecto “El
derecho a la ciudad transnacional”, de la licenciatura en Antropolo­
gía Social de la uam-i. Participó en el Se­minario de Estudios Trans­
SOBRE LOS AUTORES 439
nacionales de la uam-i, en el marco del proyecto Conacyt 152521H,
“La ciudad transnacional”.

Luis Pedro Meoño Artiga es licenciado en Antropología por la


Universidad San Carlos de Guatemala y maestro en Ciencias
Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Uni­
dad Iztapalapa. Actualmente es estudiante del Doctorado en Cien­
cias Antropológicas en esta última universidad. Ha trabajado como
investigador para el Centro de Investigaciones Regionales de Me­
soamérica (cirma) y la Fundación Rigoberta Menchú Tum, exa­
minando el estado de las relaciones interétnicas en Guatemala. Sus
intereses académicos se ubican dentro de la antropología urbana,
centrados particularmen­te en la Ciudad de Guatemala. Sus in­
vestigaciones abarcan temas que van desde las expresiones con­
temporáneas de la cultura po­pular, la migración de retorno y el
surgimiento de nuevos colectivos laborales dentro de la industria
transnacional de call centers en aquel país.

Raúl Nieto Calleja es profesor-investigador del Departamento


Antropología de la Uni­versidad Autónoma Metropolitana, Iztapa­
lapa, de la ciudad de Méxi­co, donde también ha sido coordinador
del Posgrado en Ciencias Antropológicas y jefe del mismo depar­
tamento. Es doctor en Cien­cias Sociales por el ciesas e Investiga­
dor Nacional en el sni. Ha par­ticipado en el Programa de Estudios
de Cultura Urbana y hace parte del Seminario de Estudios Trans­
nacionales (ambos del Depar­tamento de Antropología, uam). Es
miembro del Consejo de Redac­ción de la revista Nueva Antropolo­
gía y fundador de la Asociación Latinoamericana de Antropología.
Entre sus líneas de investigación actuales están estudios transna­
cionales, antropología urbana y del trabajo; representaciones del
trabajo; e imaginarios laborales y sociales.

Daniela Oliver Ruvalcaba es candidata a doctora por el posgra­


do en Ciencias Antropológicas de la uam. Su trabajo se ha centrado
en el estudio de los mundos laborales en ciudades transnaciona­
les, migración indígena hacia espacios rurales y urbanos, así como
procesos transnacionales de exclusión, bienestar y construcción
de ciudadanía. Actualmente realiza una investigación sobre regí­
440 SOBRE LOS AUTORES

menes afectivos del trabajo en enclaves turísticos. Es coautora de


la publicación Excluidos y ciudadanos. Las dimensiones del poder
en una comunidad transnacional mixteca (2012) y coeditora del li­
bro Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía especular de
los espacios transnacionales urbanos (2014).

Maribel Romero Loyola es estudiante del Programa de Maestría


en Antropología Social del Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropolo­gía Social (ciesas-Noreste). Es licenciada
en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropoli­
tana, Unidad Iztapalapa. Fue investigadora y becaria Conacyt del
proyecto “El derecho a la ciudad transnacional” de la licenciatura
en Antropología Social de la uam-i. Participó en el Seminario de
Estudios Transnacionales de la uam-i, en el marco del proyecto
Conacyt 152521H, “La ciudad transnacional”.

Lilia Adriana Solís Arellano es doctora en estudios sociales,


línea de estudios laborales por la Universidad Autónoma Metro­
politana, Unidad Iztapalapa. Es maes­tra en Estudios Sociales y
licenciada en Sociología por la misma Institución. Ha realizado
investigación de campo en el municipio de Valle de Chalco Solida­
ridad, y en el estado de Oaxaca en Méxi­co; así como en Chicago,
Nueva York y Oreg���������������������������������������������
������������������������������������������
n en Estados Unidos. Participó en el Semina­
rio de Estudios Transnacionales y en el Se­minario de Estudios del
Trabajo en la División de Ciencias Sociales y Humanidad de la
uam-i. Realizó una estancia de investigación en la Universidad de
la Ciudad de Nueva York (cuny) en el año 2012.

Lorenia Urbalejo Castorena es licenciada en Historia, maestra


en Geografía Humana y docto­ra en Ciencias Antropológicas. For­
ma parte del Padrón de Jóvenes Investigadores (jóvenes que inves­
tigan jóvenes). Sus publicaciones más recientes son: “Un santo
de mi devoción. El festejo a San Francisco de Asís entre los mixte­
cos de Guerrero en Tijuana”, en Migración y cultura popular y La
ciudad como espacio vivido: mixte­cos de Guerrero en Tijuana. Ac­
tualmente es profesora en la Facultad de Humanidades y Ciencias
Sociales-Universidad Autónoma de Baja California (uabc) e inves­
tigadora en el proyecto, “Condiciones de vida e integración social
SOBRE LOS AUTORES 441
de la población indígena en Tijuana” (cdi). Sus temas de interés
en la investigación son: espacio urbano, frontera, migración, in­
dígenas y juventud.

Areli Veloz Contreras es licenciada en historia por la Universi­


dad Autónoma de Baja Ca­lifornia, maestra en estudios laborales por
la Universidad Autónoma Metropolitana y doctora en Ciencias
An­tropológicas por esta misma universidad. Es autora del libro Mu­
­jeres purépechas en las maquiladoras de Tijuana: experiencias y sig­
nificados del trabajo (2011). Ha impartido docencia en la Universidad
Autónoma de Ba­ja California-Tijuana. Es especialista en temas de
género, trabajo, frontera y cuerpo sobre los cuales ha publicado ca­
pítulos de libros y artículos en revistas especializadas. Actualmen­
te realiza una estancia posdoctoral en el Instituto de Altos Estudios
Sociales (idaes) de la Universidad Nacional de General San Mar­
tín, en Argentina.

Nancy Wence Partida estudió la licenciatura en Antropología So­


cial en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapa­lapa,
donde participó como investigadora del proyecto interinstitucio­
nal “North American Transnational Communities”. En el año 2008
obtuvo la beca Erasmus-Mundus para cursar la maestría en Antro­
pología de Orientación Pública en la Universidad Autóno­ma de
Madrid. Actualmente cursa en cotutela el doctorado en los pro­
gramas de posgrado en Ciencias Antropológicas de la uam-i y An­
tropología en la Universidad Autónoma de Madrid. Su investigación
más reciente estudia los circuitos migratorios transnacio­nales que
unen a la ciudad de Cochabamba en Bolivia con la Ciudad de Ma­
drid en España.
La ciudad transnacional comparada
Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión
se terminó en enero de 2015
en Imprenta de Juan Pablos, S.A.
2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19
Col. del Carmen, Del. Coyoacán
México 04100, D.F.
<juanpabloseditor@gmail.com>

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