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Mesopotamia: Resumen del libro “Mesopotamia” de Georges Roux

CAPÍTULO 1:

La civilización mesopotámica presenta la particularidad de ser a la vez la más antigua y la


de MAYOR duración; siendo a la vez la más importante tanto por la influencia que ejerció
sobre el conjunto del Próximo Oriente y sobre el mundo griego, como su contribución al
desarrollo material y espiritual de la Humanidad.
El estudio histórico de cualquier país del Próximo Oriente( y Mesopotamia no constituye una
excepción de la regla) debe comenzar por una mirada sobre el mapa.
Los antiguos no nos han dejado ningún tratado de geografía ; la descripción que sigue no
puede fundarse más que sobre el Iraq contemporáneo.
Si en algunas partes del país los ríos ya no siguen exactamente el mismo curso que antaño
y si regiones en otro tiempo fértiles ahora son estériles, y viceversa, sin embargo la
disposición general de las montañas, de las llanuras y de los valles es evidentemente la
misma, y la comparación entre la fauna y flora antiguas y modernas, así como los
resultados de los estudios geológicos demuestran que las variaciones climáticas han sido
tan débiles desde hace seis mil años que se las puede considerar como despreciables.
No solo estas montañas en gran parte erosionadas,estos desiertos de piedra y barro, estos
palmerales florecientes, estos pantanos de inmensos canales constituyen los paisajes que
evocan los antiguos textos y monumentos figurados, sino que, en el exterior de las grandes
ciudades, ​las condiciones de vida parecen no haber cambiado​.
Sobre las colinas más o menos peladas, los pastores, hacen pastar a sus negras cabras y a
sus corderos de espeso vellón; en el desierto las tribus de beduinos (menos numerosas que
hace algunos años ) vagan sin cesar de pozo en pozo ; en la llanura los campesinos viven
en casas de adobes idénticas a las de sus lejanos antepasados neolíticos y utilizan
frecuentemente útiles similares, mientras los pescadores de los pantanos todavía viven en
chozas de cañas como las de los primeros sumerios e impulsan con su bichero las mismas
piraguas de proa estrecha y elevada.

Nuestro campo de estudio es un triángulo de alrededor de 80.000 kilómetros cuadrados,


limitado por líneas imaginarias que unen Alepo, el lago Urmiah y la desembocadura del
Chat-el Arab. Las fronteras políticas actuales dividen este triángulo entre Siria y Iraq , que
ocupa su mayor parte, mientras que fragmentos penetran aquí y allá hacia Turquía e Irán;
pero estas fronteras son recientes, y, en realidad, esta región está formada por una única
unidad geográfica que tiene por eje los valles de los dos grandes ríos : el Éufrates y el
Tigris. Podemos llamarla pues “Mesopotamia”, aunque esta palabra, acuñada en la
Antigüedad por los historiadores griegos, sea un poco restrictiva ya que significa “(el país)
entre los ríos”.
Por sorprendente que pueda parecernos, los antiguos habitantes de Mesopotamia no
poseían una palabra para designar al conjunto del territorio que ocupaban y los nombres
que para ello utilizaban eran demasiado vagos (​kalam ​en sumerio, ​Mâtu ​ en acadio: el país)
, o demasiado restringidos (“Sumer”, “Acad”, “Asur”, “Babilonia”). Sin duda los conceptos de
“ciudad Estado” o de reino estaban profundamente enraizados en su mente, hasta el punto
que parecen haber sido incapaces de reconocer la existencia de una unidad geográfica.
Es en el interior de este triángulo donde floreció una civilización que, tanto en su calidad
como en su importancia, no tuvo en su época otro paragón (similitud o comparación) que el
de la civilización egipcia. Según los momentos y los modos, esta civilización fue llamada
“caldea”, “asirio-babilonia”, “sumerio- acadia” e incluso “mesopotámica”, pero se trató de un
único y mismo fenómeno.

Los ríos gemelos:


El Tigris y el Éufrates nacen en Armenia, el primero al sur del lago Van y el segundo cerca
del monte Ararat. El Éufrates, con una longitud de 2.780 kilómetros, fluye a través de
Turquía en principio, mientras que el Tigris, sensiblemente más corto (1.900 km) se dirige
rápidamente hacia el Sur. Cuando salen de la cadena del Tauro ambos ríos se hallan
separados por alrededor de unos 400 km de estepa. Ambos ríos se alcanzan casi en la
latitud de Bagdad, donde distan apenas unos 30 km, pero vuelven enseguida a separarse, y
no será más que al llegar a la gran ciudad de Qurnah a alrededor de 100 km al norte de
Basora, cuando mezclan sus aguas para formar el Chat-el-Arab. Sin embargo, este amplio y
majestuoso río no existía en la Antigüedad: entonces el Tigris y el Éufrates seguían cursos
separados y desembocaban directamente en el Golfo.
Es preciso, sin embargo, señalar que los antiguos mesopotamios consiguieron, mediante
trabajos de contención y canalización, controlar muy bien el curso de sus grandes ríos, ya
que los dos brazos principales del Éufrates siguieron prácticamente el mismo camino
durante tres mil años, pasando por Sippar, Babilonia, Nippur, Shuruppak, Urak, Larsa y Ur,
o sea entre 25 y 80 km al este del recorrido actual.

Las arterias del COMERCIO:

Mucho antes de que el “oro negro” constituyese la riqueza del Iraq, los antepasados de los
actuales iraquíes conocían y utilizaban el petróleo bruto bajo forma de nafta (​naptu​) y de
betún (​iddu​), que extraían de yacimientos de superficie situados en diversas partes del país,
sobre todo en los alrededores de Kirkuk y cerca del Hit y Ramadai, en el medio Éufrates. El
uso que hacían de él era extremadamente variado: mortero para unir ladrillos cocidos en los
templos y los palacios, revestimiento impermeable para las canalizaciones de agua, los
baños, los cuartos de baño y el calafateo de los barcos, cementos para fijar las láminas de
silex sobre las hoces de arcilla o madera, o para los personajes cortados en nácar sobre el
fondo de sus “estándares”, adornos para determinadas partes de las estatuas(barba, cejas,
cabellos), medicamentos, etc.
Aunque parezca probable no existe prueba alguna de que lo hayan exportado a lo largo de
los períodos históricos.
Pero Mesopotamia disponía en abundancia de betún, así como de arcilla, cereales, lana y
lino; sin embargo , estaba desprovista de minerales, de piedras duras y de madera útil para
la construcción. Desde la PREHISTORIA estos materiales fueron importados, y a veces
desde muy lejos. Se suele admitir unánimemente que el cobre se descubrió en el Cáucaso
o en el Noroeste del Irán, pero los mesopotamios lo hacían venir de Anatolia (minas de
Ergani Maden) y más tarde de la región llamada Magan en los textos cuneiformes ( y que
ahora puede identificarse con certidumbre con Omán) e incluso de la isla de Chipre (Alasia).
El estaño era, al parecer, importado del Irán (Azerbaijan y Khorassan), y quizás del
Afganistán. La plata provenía básicamente de Armenia, y el oro de diferentes yacimientos
dispersos entre la India y Egipto, estando situados los más próximos en Turquía y en Irán.
De los Zagros se extraían el abastro (es una variedad de sulfato de calcio, del aljez o de
piedra de yeso) y las rocas calcáreas duras, mientras que Magan era célebre por su bella
diorita negra, que utilizaron con gran acierto los escultores de Gudea. El “vidrio de volcán”,
la obsidiana, llegaba a Mesopotamia a partir de Armenia y es de Afganistán de donde
provenia el lapislázuli.Entre las maderas, el precioso cedro era importado del Amanus y del
Líbano, mientras que otras maderas llegaban por mar del país de Meluhha, que
probablemente debe ser del valle del Indo, viajando a través de Dilmun(Bahrain). ​De este
modo se venía desarrollando desde una época muy primitiva una amplia red de vías
comerciales que unía las diferentes partes de Mesopotamia entre sí y con las restantes
regiones del Próximo Oriente.
En el interior de Mesopotamia el transporte de una localidad a otra se efectuaba
normalmente por agua. El Tigris y el Éufrates constituían las grandes rutas líquidas entre el
Norte y el Sur y los canales de irrigación más anchos permitían unir villas y ciudades.
La comodidad de un modo de transporte tal se manifestará más claramente si se tiene en
cuenta que estos mismos canales dificultaban el transporte por vía terrestre , y que la
mayor parte del sur mesopotámico se halla cubierta de un espeso lodo en invierno y está
amenazada de inundaciones locales en primavera, y que antes de la utilización del caballo a
gran escala en el Segundo Milenio y del camello en el Primero, los únicos animales de tiro o
de carga era el buey y el asno.

CAPÍTULO 2:

Para tratar de hacer revivir el pasado los historiadores se apoyan sobre dos tipos de
documentos: los textos y los “artefactos”, utilizando este término en su sentido etimológico,
es decir, designando a todo lo que ha sido fabricado por la mano del hombre, desde el más
grandioso templo al más humilde utensilio de cocina. Pero ocurre que en el Próximo Oriente
y sobre todo en Mesopotamia) estos elementos de información, incluidos los textos, se
hallan casi siempre enterrados en el suelo y no se vuelven disponibles más que mediante el
trabajo paciente, minucioso y lento de los arqueólogos.
Las excavaciones arqueológicas en el Iraq comenzaron en el año 1843 y no han cesado de
continuarse desde entonces, siendo apenas interrumpidas por la Primera Guerra Mundial, y
quedando un poco ralentizadas por la Segunda.

Las ciudades enterradas:

Para quienes visitan el Iraq el primer contacto con los yacimientos antiguos es muy
decepcionante. Si se le presentan impresionantes monumentos, como el zigurat de Ur o la
puerta de Istar en Babilonia (que han sido exhumados y restaurados) o incluso el arco de
Ctesifonte (que es de época tardía) apenas puede mostrársele otra cosa que unas colinas
más o menos elevadas cubiertas de ladrillos dispersos y de trozos de cerámica. Incluso la
visita de un yacimiento en curso de excavación, acompañado por un arqueológico, exige
sólidos conocimientos históricos y mucha imaginación para poder evocar el pasado.
Naturalmente es sorprendente y por ello se suele preguntar por qué de estas famosas
ciudades no ha quedado más que tan pocas huellas.
La respuesta es muy simple, pero exige algunas explicaciones: estas ciudades estaban
hechas de arcilla, esta arcilla omnipresente en Mesopotamia, donde la piedra es tan escasa.
En épocas muy primitivas las casas se construían de arcilla prensada a mano (tauf), pero a
partir del noveno milenio se aprendió a mezclarla con paja y a moldear ladrillos oblongos o
rectangulares, y más solidos.Cocidos al horno, estos mismos ladrillos eran mucho más
resistentes, a la vez de impermeables, pero también mucho más costosos. Por ello estaban
reservados para determinadas partes de los templos y los palacios, sobre todo para los
revestimientos de las torres escalonadas, de las habitaciones principales y de los suelos. Lo
mismo ocurrió con las gruesas puertas y los techos de cedro y otras maderas preciosas.LA
techumbre de los demás edificios estaba hecha de cañas trenzadas o de ramas recubiertas
de tierra aplastada. Los suelos, también de tierra batida, así como la cara interna de los
muros, estaban tapizados con una capa de arcilla alisada y a veces de yeso.
Gracias a sus espesos muros las casas mesopotámicas eran relativamente confortables,
frescas en verano y cálidas en invierno, pero exigían un cuidado constante. Todos los años
había que renovar la capa de tierra del techo para protegerlo de las lluvias del invierno, y
cualquier remodelación de la estructura traía consigo el alisamiento de los suelos, porque
en la Antiguedad los detritus(residuo de sustancia descompuesta) eran simplemente
arrojados en la calle, donde se mezclaban con el lodo y el polvo, de modo que las casas
que la bordeaban tendían a encontrarse algún día por debajo del nivel de la calle y a
inundarse con la menor precipitación. Y ésta es la razón por la que no es extraño descubrir
en la misma construcción dos o tres suelos sucesivos para un período relativamente corto.
Si se tomaban estas precauciones las casas de ladrillos crudo podrían durar muchos años,
al menos hasta que sobreviniese una catastrofe; incendio, guerra, epidemia, seísmo, gran
inundación o cambio de lecho de un río. La ciudad era entonces parcial o totalmente
abandonada. El techo, carente de fundamentos o incendiado se hundía, y los muros,
expuestos a la intemperie por sus dos caras se caían, rellenando la casa y enterrando los
objetos abandonados por sus ocupantes.
A veces con el transcurso de los años, o de los siglos de abandono, nuevas poblaciones
reocupaban el sitio, atraídas por determinadas ventajas; posición estratégica o comercial
favorable, proximidad de un rio, etc. Entonces se le reconstruía y, como era imposible
limpiar la enorme masa de escombros, se aplastaban los muros destruidos, que servían
como cimientos para las nuevas construcciones.

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