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Son alteraciones que se pueden detectar mediante radiología convencional, tomografía axial
computarizada (TAC, o scanner) o resonancia magnética (RM). Antiguamente se creía que su existencia
siempre causaba dolor y que, a la inversa, el dolor era casi siempre debido a la existencia de alguna de
ellas. Realmente no es así. Incluso cuando un paciente con dolor de espalda tiene alguna de esas
alteraciones, hay que demostrar que realmente ésa es la verdadera causa del dolor antes de
plantearse operarle para corregirla. Muchas son hallazgos casuales y los individuos que las tienen pueden
tener dolor de espalda por otros motivos.
Vista lateral
1. Sacralización de la 5ª lumbar
2. Lumbarización de la 1ª sacra
Síntomas
Antiguamente se creía que las anomalías de transición podían ser una causa de dolor o causar
“inestabilidad”. Además, en las lumbarizaciones o sacralizaciones parciales se asumía que esa articulación
parcial y rudimentaria degeneraría más rápidamente que el resto, y podría causar dolor. Sin embargo,
los estudios científicos, realizados han demostrado que realmente son hallazgos radiológicos casuales, que
no pueden ser considerados como causa de dolor en sí mismos y resultan irrelevantes. Un paciente con
dolor lumbar crónico puede mostrar una “anomalía de transición”, pero son dos hechos independientes; no
le duele “por” la anomalía, que se observa tanto en sanos sin dolor, en pacientes con episodios dolorosos,
y en pacientes con dolor crónico.
La única precaución que hay que tener se refiere a una situación muy específica; si en algún momento
resulta necesario operar la zona (por ejemplo, por una hernia discal con criterios quirúrgicos), el cirujano
tiene que ser consciente de la existencia de esa “anomalía” para asegurar que identifica correctamente el
nivel que tiene que operar.
Riesgos
Ninguno; es una peculiaridad anatómica que acompañará a quien la tiene durante toda su vida.
Diagnóstico
Tratamiento
Las “escoliosis posturales”, que no son estructurales, sino que se deben a vicios posturales.
Las “escoliosis reflejas”, que a veces pueden aparecer transitoriamente a causa de la contractura
muscular refleja desencadenada por un dolor intenso (con cierta frecuencia se ven en casos de
hernia discal sintomática). En estos casos, es el dolor el que incita a buscar una postura que alivie
la carga sobre la zona que lo causa, desencadenando una contractura muscular que mantiene una
postura curvada. Pero no existe una “deformación estructural”, por lo que se trata de una “postura
escoliótica” y no de una “escoliosis”.
Las “escoliosis compensatorias”, en las que la curvatura de la columna aparece para equilibrar
otras asimetrías (generalmente por tener una pierna más larga que la otra). En las verdaderas
escoliosis, es decir, las escoliosis primarias, la vértebra está, además de inclinada, rotada, a
diferencia de lo que ocurre en las escoliosis compensadoras.
Vista desde atrás una columna vertebral normal es recta, de forma que la espalda aparece simétrica.
Cuando existe una escoliosis, la columna se ve curvada y se pueden observar uno o varios de estos
signos:
Cómo se produce
Las escoliosis pueden ser debidas a malformaciones. En este caso son congénitas (es decir, existen desde
el nacimiento); eso sucede, por ejemplo, en los casos debidos a la falta de formación de la mitad de una
vértebra). También pueden aparecer como una manifestación más de otras enfermedades (como la
neurofibromatosis, el síndrome de Marfan o enfermedades neuromusculares). Sin embargo, la mayoría de
las escoliosis, y que aparecen en niños sanos, son “escoliosis idiopáticas”. Este tipo de escoliosis se
pueden considerar “síndromes mecánicos del raquis”, y son las que se describen en esta web.
Los mecanismos exactos por los que aparece la escoliosis no son todavía conocidos, pero se sabe que
están implicados varios genes; unos parecen estar vinculados a la aparición o predisposición a que
aparezca la curva escoliótica, y otros a su progresión.
Esta influencia genética explica que la probabilidad de que un niño tenga escoliosis es mayor cuando sus
padres también lo son; el que el padre o la madre tengan escoliosis se asocia a una probabilidad
aproximadamente un 36% mayor, que no aumenta significativamente si ambos lo son.
En contra de lo que durante muchos años se ha creído, ni las posturas que adopte el niño, ni la realización
intensa de ejercicio o deporte, aumenta el riesgo de que aparezca escoliosis. La única posible
excepción demostrada a esto último es la práctica muy intensa, a nivel olímpico o equivalente, de
gimnasia rítmica, especialmente en niñas con un esqueleto inmaduro. Sólo en esa fase y caso concretos,
una práctica deportiva excepcionalmente intensa ha demostrado ser capaz de modificar (ligeramente) la
forma de la columna vertebral.
Aproximadamente el 2-3% de los niños tienen algún grado de escoliosis, definido como una curva de 10 o
más grados Cobb (método más habitual de medida del ángulo de la curva); el 0,3% a 0,5% tienen una
curva de más de 20 grados, y menos del 0,1% la tienen de más de 40 grados. Aunque la proporción de
niños y niñas con escoliosis es similar cuando se trata de curvaturas pequeñas, la inmensa mayoría de las
curvaturas de más de 20 grados se observan en niñas, y la proporción aumenta cuanto mayor es la
curvatura. El motivo de esta diferencia entre sexos es desconocido.
Síntomas
Durante muchos años, se ha creído que la escoliosis causaba dolor de espalda en la niñez o facilitaba que
apareciera más tarde, en la vida adulta. Se creía que la “deformación” que significaba la asimetría de la
columna vertebral, tarde o temprano provocaría dolor por sí misma u obligaría a la musculatura a hacer
mucho más esfuerzo de lo que podía, causando dolores de espalda crónicos e importantes, que limitarían
la vida normal de las personas con escoliosis.
También se creía que curvaturas de más de 60 grados en la columna dorsal, podrían producir problemas
cardíacos o respiratorios, por lo que para evitar esos problemas en la juventud y prevenirlos en la edad
adulta, era indispensable aplicar los tratamientos que fueran precisos para “enderezar” la columna.
Sin embargo, los estudios realizados han demostrado que esa creencia es errónea. Esos estudios
demuestran que:
Quienes tienen escoliosis no padecen dolor de espalda de manera más intensa o frecuente que
quienes no lo tienen. Incluso en los estudios en los que se han encontrado diferencias, estas son
tan pequeñas que carecen de relevancia.
Sólo un estudio ha hallado datos que sugieren que, al hacer esfuerzos físicos, jadean más
frecuentemente los ancianos que tienen una escoliosis situada específicamente en la columna
dorsal y de más de 80 grados, que aquellos que no tienen escoliosis. Sin embargo, las
características del estudio y el bajo número de personas que participaron en él, hacen imposible
descartar que esas diferencias se debieran a otros motivos, como padecer otras afecciones o estar
en peor forma física. De hecho, incluso en ese estudio, la mayoría de las personas con escoliosis
(incluyendo escoliosis dorsales de más de 80 grados), no tenían ninguna limitación al desarrollar su
vida cotidiana o hacer esfuerzos físicos.
De hecho, otros estudios son consistentes con el concepto de que el grado de curvatura resulta poco
relevante desde el punto de vista clínico: el hecho de “enderezar” la columna no conlleva mejorías
relevantes en el dolor o la calidad de vida de los adolescentes, ni los grados de desviación que quedan
después de la operación se correlacionan con la calidad de vida de los adultos que han sido operados por
escoliosis.
En resumen, según los estudios disponibles y en contra de lo que se ha creído durante años, la escoliosis
idiopática no es una causa de dolor de espalda ni, habitualmente, de otros problemas de salud, sino sólo
una “peculiaridad estética”. De hecho, el único parámetro que ha demostrado mejorar tras “enderezar”
mediante cirugía la columna vertebral es el “esquema corporal propio”,es decir, que los operados sienten
que, estéticamente, su espalda está recta, pero eso no tiene más trascendencia que la estética.
Sin embargo, con frecuencia el diagnóstico de escoliosis genera un alto grado de angustia entre los
padres, que perciben erróneamente que es una enfermedad progresiva que requiere actuaciones urgentes
para evitar que se agrave. Esa percepción errónea se agrava por el hecho de que frecuentemente el padre
o la madre se sientan (injustificadamente) culpables por tener escoliosis y “habérsela transmitido” a su
hijo. También son víctimas de mitos alentados durante años, que presentaban la escoliosis como una
enfermedad que condiciona el futuro pese a que los datos demuestran que no es así. Además,
la información disponible sobre escoliosis en Internet está plagada de errores que tienden a alimentar esa
angustia injustificada, y los incentivos que supone su “manejo y control” (visitas y pruebas radiológicas
innecesarias, tratamientos costosos, etc.), suponen incentivos económicos adicionales para perpetuarlos.
El tratamiento de los pacientes con dolor de espalda que tienen escoliosis es el mismo que el de aquellos
que no la tienen. Además, la existencia de escoliosis no modifica la respuesta de los pacientes a esos
tratamientos, ni influye en su pronóstico.
Riesgos
El grado de escoliosis puede ir aumentando a medida que el hueso se va desarrollando; así, su ritmo de
progresión suele acelerarse durante el “estirón” previo a la pubertad, y ralentizarse después hasta
prácticamente estabilizarse, pudiendo aumentar ligeramente durante la vejez, cuando se suman
fenómenos degenerativos.
Pero lo más importante es que los estudios demuestran que esa evolución (estética) no tiene verdadera
importancia práctica, pues el grado de curvatura de la espalda no desencadena dolor ni otras
repercusiones funcionales importantes.
Tratamiento
No tratándose de una “enfermedad” (puesto que en sí misma no causa dolor ni otras limitaciones
relevantes), es discutible que requiera “tratamiento”. Los estudios disponibles indican que se trata de una
afección “estética”, por lo que la agresividad del tratamiento que se plantee debe ponerse en perspectiva
con sus consecuencias, posibilidades de éxito y riesgos.
Para el tratamiento de la escoliosis se han planteado las corrientes eléctricas, el ejercicio (inespecífico y
específico), distintos tipos de corsé, y la cirugía.
4. Corsé
Su uso se plantea con el objetivo de reducir el ritmo de progresión de la curva escoliótica, o incluso
detenerla. El concepto es que encorsetar la columna puede dificultar mecánicamente que se “siga
torciendo”. Sin embargo, el uso continuado del corsé genera atrofia muscular, por lo que se
recomienda quitarlo unas horas al día y en ese momento hacer ejercicio para reducir ese riesgo.
Antiguamente, los corsés se hacían en escayola (lo que dificultaba quitárselo y ponérselo,
aumentaba el riesgo de atrofia muscular y hacía más molesto su uso por motivos higiénicos y
prácticos), pero actualmente suelen ser de material plástico. Para hacer más soportable se uso se
han diseñado corsés flexibles, pero han demostrado tener menos efecto que los rígidos.
Algunos estudios han sugerido que el corsé, cuando se lleva durante 18-23 horas al día, puede
disminuir el porcentaje de niñas que alcanzan los 50º de curvatura.
Así, en general, el eventual beneficio que puede aportar el corsé con respecto a la posible
reducción del ritmo de progresión de la curva, habitualmente no compensa el impacto (físico y
psíquico), ni las molestias que causa. Tal vez tenga sentido planteárselo en unos casos muy
específicos y durante unos períodos muy concretos; por ejemplo, en niñas que, durante el “estirón”
coincidente con su pubertad y la aparición de las primeras menstruaciones, la curva escoliótica
progresa muy rápidamente. Sin embargo, tanto los padres como los niños tienen que ser
conscientes de que:
5. Cirugía
Además, la cirugía de la escoliosis conlleva una perdida de movilidad de la columna en relación con
la movilidad previa. Cuando el nivel inferior de la fijación se sitúa en L1-2, se observa una
limitación de los movimientos de rotación, y si termina en L3 además limita los movimientos de
flexión, extensión, y laterales.
Con el fin de enderezar quirúrgicamente la columna, se aplican técnicas diversas, que dependen de
las características de la escoliosis y las preferencias del cirujano. Todas conllevan la realización de
una fijación de uno o varios niveles vertebrales (o “artrodesis”) frecuentemente con la colocación
adicional de barras a lo largo de ambos lados de la columna, que la mantienen enderezada.
Los estudios realizados demuestran que, incluso entre cirujanos especializados con formación
equivalente y que trabajan el ámbitos parecidos, hay grandes variaciones con respecto a la técnica
quirúrgica concreta que usan en casos similares, con respecto a la aproximación quirúrgica, el nivel
o niveles que fijan, el tipo de instrumentación que usan, cuándo recomiendan que el paciente
comience a moverse después de la cirugía, etc
Hipercifosis
Anomalías de transición
lumbosacra
Escoliosis
Hipercifosis
Hiperlordosis
Rectificaciones
Espondilolisis
Espondilolistesis
Signos Modic
Inestabilidad vertebral
Degeneración discal y artrosis
vertebral
(o "espondiloartrosis")
Artrosis facetaria
Estenosis espinal
Fisura
Protrusión y hernia discal
Fibrosis post-quirúrgica
Esguinces y luxaciones
Qué es
Cómo se produce
En la mayoría de los casos se debe a la adopción prolongada de posturas inadecuadas o a que falta
potencia en la musculatura paravertebral.
En una pequeña proporción de los adolescentes con hipercifosis, la deformación no se debe a los
vicios posturales ni a la falta de musculatura, sino a una anomalía en el proceso de osificación de las
vértebras dorsales, conocida como enfermedad de Scheuermann. Realmente no es una enfermedad,
sino sólo una variante de la normalidad. Antiguamente se creía que causaba dolor de espalda, pero
se ha demostrado que no es así. Ni lo causa en el adolescente ni aumenta el riesgo de padecerlo en
el futuro.
Por último, existen otras causas de hipercifosis que no son realmente patologías mecánicas del
raquis, como infecciones tuberculosas de la vértebra, o aplastamientos vertebrales por osteoporosis.
Síntomas
Lo habitual es que no cause dolores y sólo sea una observación estética. Observando al sujeto de
perfil, se percibe el aumento de la curvatura, en forma de "joroba" o "chepa".
Vista lateral
1. Hipercifosis
2. Normal
Diagnóstico
Tratamiento
La corrección de los vicios posturales y el ejercicio adecuado, adaptado por el médico al caso
específico de cada paciente, suele ser suficiente para corregir la hipercifosis y prevenir o tratar los
dolores que puedan existir.
Las alteraciones más
Excepcionalmente, algunos médicos recomiendan un corsé en casos especialmente deformantes o
frecuentes son
progresivos de la enfermedad de Scheuermann detectados antes de que termine el crecimiento. En
esos casos, es necesario evitar la atrofia muscular que conlleva el uso constante del corsé, por lo
Anomalías de transición
que hay que quitarlo con la periodicidad que presciba el médico para que el niño haga ejercicios o
lumbosacra
natación.
Escoliosis
Hipercifosis
Hiperlordosis
Rectificaciones Rectificaciones
Espondilolisis
Qué es Espondilolistesis
Signos Modic
En condiciones normales, vista de perfil la columna Inestabilidad vertebral
vertebral no es perfectamente vertical, sino que forma Degeneración discal y artrosis
una curva hacia adelante (“cifosis”) en la zona dorsal y vertebral
unas curvas hacia atrás (“lordosis”) en la zona cervical y (o "espondiloartrosis")
lumbar. La “rectificación” consiste en la reducción de Artrosis facetaria
esas curvaturas, de manera que la columna está “más Estenosis espinal
recta” de lo normal. Puede aparecer a nivel cervical, Fisura
dorsal o lumbar, aunque es más frecuente en la Protrusión y hernia discal
columna cervical, seguida por la lumbar. Fibrosis post-quirúrgica
Esguinces y luxaciones
En algunos casos, puede tener una influencia genética;
de hecho, las curvas normales de la columna suelen ser
más pronunciadas en unas razas que otras.
Algunos estudiossugieren que la cantidad de ejercicio que se hace en la infancia, mientras el hueso está
madurando, influyen en que sean mayores o menores, de manera que la falta de ejercicio en esa fase
también puede conllevar unas curvas menos pronunciadas (es decir, “rectificaciones”).
Síntomas
Durante años, se ha creído que la “rectificación” podía causar dolor, especialmente en la columna cervical.
De hecho, hay datos de estudios que sugieren que las variaciones en la forma de la columna vertebral
pueden asociarse a un riesgo teóricamente mayor de que sea más rápido el desgaste del disco
intervertebral cervical, y que la “rectificación” de la columna cervical puede asociarse a dolor en el cuello.
No obstante, el diseño de esos estudios no es tan riguroso como hubiera sido deseable, por lo que la
fiabilidad de sus conclusiones no es alta.
Realmente, se observan rectificaciones tan frecuentemente en personas con o sin dolor de cuello o
espalda. Actualmente se consideran las rectificaciones como una “peculiaridad” personal, que se observa
de manera casual en las radiografías de muchas personas perfectamente sanas sin que cause ningún
problema presente ni futuro.
En el caso de las “rectificaciones” de la columna cervical, es posible que su relación con el dolor sea al
revés de lo que se ha asumido; la propia contractura de la musculatura cervical puede “rectificar” el
cuello, al obligarlo a adoptar una postura más rígida de lo normal. Así, al observar en un paciente con
dolor cervical que una radiografía muestra que su cuello está “más recto de lo normal”, resulta imposible
saber si esa es la situación habitual en su caso, o si, a la inversa, esa rectificación ha aparecido a
consecuencia de la contractura muscular y es previsible que vuelva a la normalidad cuando la contractura
desaparezca. En la práctica, hoy en día se consideran las “rectificaciones” como hallazgos casuales sin
importancia.
En definitiva, puede aparecer dolor de cuello o espalda en una persona con rectificaciones, pero, con
la evidencia científica disponible, hoy en día se asume que aparecería igualmente si no las presentara.
Riesgos
Ninguno; es irrelevante.
Lo previsible es que no suceda nada. Desde el punto de vista teórico, es posible que en el o los segmentos
en los que existan rectificaciones, se acelere algo el proceso de desgaste del disco intervertebral.
En la práctica, eso significa que, si en toda persona sana conviene mantener bien desarrollada la
musculatura que participa en el funcionamiento de la espalda, eso tal vez puede ser más importante en
una persona con una columna vertebral más recta de lo normal, en la que el reparto de cargas puede ser
peor. Pero realmente esto es sólo una hipótesis, que en la práctica sirve esencialmente para enfatizar la
importancia de mantener en cualquier persona una musculatura potente, resistente y bien coordinada.
Tratamiento
En otros casos, en los que el hueso se forma correctamente, la lámina vertebral se rompe a consecuencia
de caídas o traumatismos repetidos. Eso ocurre típicamente en deportistas y suele tardar entre 6 y 9
meses en repararse espontáneamente.
Síntomas
Con frecuencia, la espondilolisis no causa ningún dolor ni síntoma,y es sólo un hallazgo casual en una
radiografía. Eso ocurre especialmente en las espondilolisis que aparecen como consecuencia de un defecto
de formación del hueso.
Las espondilolisis que aparecen como consecuencia de una fractura o traumatismos repetidos pueden
causar dolor en la zona vertebral.
Por tanto, la demostración de que existe una espondilolisis en un paciente con dolor de espalda no
significa necesariamente que sea la causa de su dolor. De hecho, sólo se considera que lo es cuando se
debe a una fractura reciente.
Riesgos
Cuando la espondilolisis existe en ambos lados (izquierdo y derecho), la vértebra se puede deslizar hacia
delante o hacia atrás, apareciendo una espondilolistesis.
Sin embargo, esto no siempre ocurre y con frecuencia se observan espondilolisis en sujetos sanos sin
ningún dolor ni molestia.
Diagnóstico
También puede tener sentido hacer una gammagrafía ósea. Tiene sentido hacerla:
Tratamiento
En los casos en los que la espondilolisis se debe a un defecto de formación del hueso y no hay
espondilolistesis asociada, no hay que hacer nada. En estos casos, la espondilolistesis no es una
enfermedad, sino sólo un hallazgo casual.
En los casos en los que la espondilolisis se debe a una rotura del hueso, por fractura o traumatismos
repetidos, es conveniente reducir o suspender los esfuerzos hasta que se recupere -incluyendo los
entrenamientos intensos en el caso de los deportistas-.
El corsé puede indicarse en los pacientes en los que la espondilolisis se debe a la rotura del hueso -y no a
su falta de formación-, el dolor persiste a pesar de la reducción de la actividad y el tratamiento. En estos
casos, es necesario tomar medidas para evitar la atrofia muscular y retirar el corsé progresivamente tan
pronto como sea posible.
En esos casos, se indica realizar una artrodesis que afecte sólo el segmento en el que está la
espondilolisis, habitualmente entre la quinta lumbar y la primera sacra.
Las alteraciones más
Espondilolistesis
frecuentes son
Cómo se produce
Lo más frecuente es que sea una complicación de una espondilolisis previa, al separarse los dos trozos
separados de la lámina de la vértebra.
Síntomas
En general, las espondilolistesis de grados I y II no suelen ser causa de dolores. Son un hallazgo casual en
una radiografía y está demostrado que es un error operarlas si no provocan problemas.
Aunque no siempre lo hacen, las espondilolistesis de grado III o IV pueden provocar dolor de espalda. Si
llegan a provocar compresión nerviosa también pueden causar pérdida de fuerza importante o progresiva,
o dolor irradiado a las piernas.
Riesgos
Por otra parte, la compresión puede aparecer después de la cirugía, cuando al operar se decide recolocar
las vértebras -es decir, no sólo fijarlas sino realinearlas-. Por eso, hoy en día, cuando no hay más remedio
que operar se tiende a ser lo menos agresivo posible.
Diagnóstico
Si se sospecha que se está iniciando una compresión nerviosa, puede tener sentido usar pruebas
neurofisiológicas.
Tratamiento
Las espondilolistesis de grados I y II no suelen dar problemas, y está demostrado que es un error
operarlas cuando no los causan. El ejercicio físico adaptado a cada paciente en función del nivel de la
columna en la que esté la espondilolistesis, su tipo y grado, puede ser eficaz para detener su eventual
progresión.
La mayoría de las espondilolistesis que causan dolor responden a los tratamientos conservadores sin que
sea necesario operarlas.
La relación entre la degeneración discal y los signos Modic podría ser biunívoca:
Por una parte, la pérdida de capacidad de amortiguación del disco podría aumentar la carga que
soporta la vértebra, causando microfracturas y desencadenando la inflamación que se observa en
los signos tipo I. Después la degeneración grasa se observaría como signos tipo II y, finalmente, la
“cicatrización” del hueso o “regeneración ósea”, se observaría como signos tipo III.
Síntomas
Los estudios iniciales sugirieron que los signos Modic eran más frecuentes entre quienes padecían dolor de
espalda que entre quienes no lo sufrían, y planteaban que, especialmente los tipos I y II, podían causar
dolor. Además se creía que también servían para identificar a los pacientes en los que, a diferencia de lo
que está indicado en el conjunto de los pacientes con dolencias de la espalda, el reposo podía ser
beneficioso puesto que, conceptualmente, reduciría la carga que sufre un hueso que, en la fase en la que
se observan signos Modic tipo I, se asume que habría sido fracturado.
Eso llevó a algunas asociaciones de cirujanos a plantear que los signos Modic podían usarse como un
“indicador” que permitía identificar a los pacientes en los que la degeneración discal era grave, el hueso
había “fracasado” y era necesario operarles para realizar una “artrodesis instrumentada”.
Sin embargo, ese tipo de cirugía no ha demostrado sólidamente ser más efectiva que el ejercicio
y estudios posteriores, realizados con métodos más rigurosos, demostraron que los signos Modic resultan
clínicamente irrelevantes. De hecho, se observan menos frecuentemente entre los enfermos crónicos que
entre los sanos que ni tienen dolor, ni han tenido episodios relevantes de dolor de espalda a lo largo de su
vida.
Así, los estudios disponibles hoy en día demuestran que las alteraciones que reflejan los signos Modic son
probablemente una “manifestación más” de la degeneración discal, pero ni son una causa de dolor, ni
modifican el tratamiento ni pronóstico de los pacientes. Realmente, los signos Modic no han demostrado
ser una causa verosímil de dolor de espalda
Riesgos
Ninguno; todo apunta a que no es más que un hallazgo casual, carente de relevancia.
Inicialmente se creía que los signos tipo I tendían a evolucionar hacia el tipo II y, después, al tipo III. Sin
embargo, los estudios más recientes demuestran que, aunque eso puede ser así, los signos son dinámicos
y pueden pasar de un tipo a otro y no siempre en la misma dirección; por ejemplo, un tipo II puede
evolucionar a tipo III, pero también a tipo I.
Tratamiento
No tiene sentido plantear la cirugía por “signos Modic”. Algunas asociaciones de cirujanos han propuesto
que se fijen las vértebras de los pacientes con dolor lumbar crónico en los que se observan signos de
degeneración discal y signos Modic, pero las pruebas científicas disponibles no sugieren que, en esos
pacientes, el dolor se deba a las alteraciones que reflejan los signos Modic (de hecho, sugieren lo
contrario). Por lo tanto, de acuerdo con el conocimiento científico actualmente disponible, ni representan
una enfermedad ni requieren tratamiento, y mucho menos cirugía.
Inestabilidad vertebral
Anomalías de transición
lumbosacra
Escoliosis
Hipercifosis
Hiperlordosis
Rectificaciones
Espondilolisis
Espondilolistesis
Signos Modic
Inestabilidad vertebral
Degeneración discal y artrosis
vertebral
(o "espondiloartrosis")
Artrosis facetaria
Estenosis espinal
Fisura
Protrusión y hernia discal
Fibrosis post-quirúrgica
Esguinces y luxaciones
Qué es
La “inestabilidad vertebral” consiste en el aumento global del desplazamiento de las vértebras en los
movimientos de la columna vertebral. Conceptualmente, corresponde a que la columna vertebral no
está “bien sujeta”, de manera que las vértebras se mueven “más de lo normal”.
Cómo se producen
Algunos casos de cáncer, especialmente, de metástasis cancerosas en las vértebras, pueden destruir
parte del hueso que forma las articulaciones vertebrales y causar una inestabilidad evidente en esas
articulaciones. Lo mismo sucede en enfermedades sistémicas inflamatorias como la artritis
reumatoide, en la que se puede “luxar” una de las articulaciones que une la primera y segunda
vértebra cervicales, la articulación “atlanto-axoidea”, lo que puede conllevar riesgo de compresión
medular grave. También algunos traumatismos especialmente importantes, generalmente por
accidente de coche, que lesionen estructuras esenciales en el funcionamiento de la columna
vertebral (como ligamentos importantes), o fracturen el propio hueso que forma la articulación,
pueden conllevar “inestabilidad” de la articulación y requerir tratamiento. Esas alteraciones no son
“síndromes mecánicos del raquis”, por lo que no se tratan en esta web.
Sin embargo, no existe una definición exacta y fundamentada de “inestabilidad” (es decir, de a partir
de cuántos milímetros el desplazamiento de una vértebra sobre la adyacente es “mayor de lo
normal” o “puede causar dolor u otros problemas”). A veces también se considera como
“inestabilidad” la espondilolistesis, pues implica un desplazamiento de las vértebras, lo que algunos
consideran que refleja la “inestabilidad” de la columna vertebral.
Durante años se ha considerado que la degeneración de los elementos que componen la estructura
de la columna vertebral (como la vértebra, el disco o los ligamentos), podía causar “inestabilidad”.
Tradicionalmente, para diagnosticarla se hacían radiografías de perfil, pidiendo al paciente que se
arqueara tanto como pudiera hacia atrás (“hiperextensión”) y hacia adelante (“hiperflexión”), y se
medía el desplazamiento de una vértebra sobre la adyacente. Si ese desplazamiento sobrepasaba
cierto límite, se diagnosticaba “inestabilidad”. No existe consenso sobre cuál es ese límite (2
milímetros, 3 milímetros, etc.), que ha variado a lo largo del tiempo, de un ámbito a otro, y de un
médico a otro. De hecho, de acuerdo con la evidencia científica actual, se considera que esas
radiografías tienen un valor diagnóstico nimio o inexistente, incluso en casos de sospecha de
“inestabilidad” subsiguiente a un traumatismo.
Síntomas
Aunque durante muchos años se ha creído que la “inestabilidad” podía causar dolor, realmente no
hay pruebas de que sea así. Se ha creído que la “inestabilidad” podía producir dolor por varios
mecanismos: la sobreexcitación de los receptores nerviosos situados en los tendones y ligamentos,
la tensión que el desplazamiento podía causar sobre los ligamentos y tendones, el
desencadenamiento de contracturas musculares reflejas a causa de la excesiva movilidad de la
articulación, o la irritación o compresión de la raíz nerviosa que el hueso “demasiado móvil” podía
desencadenar.
En las personas sanas, en las que tras un accidente importante (típicamente de coche), aparece un
dolor importante que persiste más allá de unos días, la resonancia magnética muestra imágenes que
sugieren la lesión de algún ligamento, y se observa una “inestabilidad” que previamente no existía,
tal vez pueda plantearse que esa lesión esté causando el dolor (probablemente mediante el
desencadenamiento de una contractura muscular refleja). Sin embargo, ninguna prueba
científica demuestra que esa hipótesis sea cierta y, salvo porque en esos casos tal vez tenga sentido
plantearse el uso transitorio de dispositivos que reduzcan la movilidad vertebral (una faja lumbar o
un collarín cervical), el tratamiento es el mismo que el del dolor de cuello o espalda no
desencadenado por la sospecha de “inestabilidad”.
Riesgos
Sin embargo, nada demuestra que el diagnóstico de “inestabilidad vertebral” por degeneración, que
es lo que realmente se consideraba un “síndrome mecánico del raquis”, sea grave, cause síntomas, o
ni siquiera constituya una enfermedad.
Actualmente es imposible saber cuántas personas (perfectamente sanas y sin dolor), muestran
signos radiológicos de “inestabilidad vertebral”, pues no han hecho estudios para determinarlo (que
además tendrían problemas éticos, pues obligarían a irradiar a personas sanas sin que de ello
emanara ningún beneficio esperable). Por lo tanto, tampoco existen estudios que aporten datos
sobre la evolución a largo plazo de esa “inestabilidad” radiológica.
Sin embargo, según los estudios científicos, lo que hoy en día se sabe es que nada respalda el
concepto de que ese sea un motivo de dolor o problemas, por lo que probablemente sea irrelevante.
De hecho, incluso los casos deespondilolistesis (que reflejan un grado extremo de “inestabilidad
persistente”, por cuanto que significa que una vértebra está –persistentemente- desplazada con
respecto a las demás) son irrelevantes, salvo la mínima fracción de ellos que causa “estenosis
espinal sintomática”.
Tratamiento
Si se considerara como una “enfermedad” que pudiera causar dolor, estaría indicada la realización
de ejercicio para potenciar la musculatura y, especialmente, los “músculos estabilizadores”. Sin
embargo, como el ejercicio ha demostrado tener un efecto positivo en el conjunto de los pacientes
con dolencias del cuello y la espalda (tengan o no tengan signos radiológicos de “inestabilidad”), no
está claro que la mejoría del dolor de los pacientes que presentaran dolor y esos signos (que no
necesariamente dolor “debido a” la inestabilidad) se debiera a una eventual mejoría de la
inestabilidad (en vez de, simplemente, al efecto del ejercicio sobre los síndromes mecánicos del
raquis).
Los casos de “inestabilidad” en los que existe compresión neurológica (especialmente, de la médula)
o alto riesgo inminente de que así sea, tienen que ser operados para fijar la vértebra en su posición
correcta, mediante una “artrodesis”. Eso sucede en algunos casos en los que la “inestabilidad” es
debida a traumatismos graves o enfermedades sistémicas; el único caso en el que algo parecido
podría suceder debido a un “síndrome mecánico del raquis”, serían los casos deestenosis
espinal debida a espondilolistesis.
Vista lateral
1. Normal
2. Osteofito
Cómo se produce
La artrosis vertebral se produce por el normal desgaste del disco intervertebral . En la juventud, el disco
es grueso y de consistencia gelatinosa. A medida que transcurren los años, se deshidrata y pierde altura al
modificarse la composición del ”núcleo pulposo”. Esto explica que, a partir de cierta edad, se pierda
estatura por la pérdida de grosor de los discos. A partir de los 30 ó 40 años de edad es normal que la
radiología muestre signos iniciales de artrosis vertebral a algún nivel de la columna, tanto si se padece o
no dolor.
Además, el desgaste de la “envuelta fibrosa” puede conllevar la rotura de alguna de sus fibras, y facilitar
que aparezcan fisuras, protrusiones o hernias discales .
Cuando el disco se desgasta, disminuye su capacidad de amortiguación, aumenta la carga que soporta la
vértebra, y el hueso crece, apareciendo “osteofitos” (o “picos de loro”), que a veces pueden llegar a unir
vértebras adyacentes. Sólo causan problemas en los casos infrecuentes en los que producen una estenosis
espinal o comprimen un nervio.
El 80% de la población general tiene dolor de espalda en algún momento de su vida, y todos los adultos
por encima de cierta edad muestran signos de “degeneración” discal. Por ello, es frecuente que “dolor” y
“degeneración discal” coincidan en una misma persona, pero los estudios científicos disponibles
demuestran que la “degeneración discal” no es una causa de dolor. De hecho, la “degeneración discal”,
incluso en sus fases más avanzadas, se observa por igual (y no más frecuentemente) en pacientes
crónicos con dolor que en personas sanas que jamás lo han padecido. El 47% de los adultos sanos de
entre 35 y 50 años que ni tienen dolor de espalda ni lo han padecido jamás, muestran signos de
degeneración discal avanzada.
El tabaquismo tiene un efecto negativo, aunque mínimo, sobre la degeneración discal, explicando
el 2% de la degeneración del disco.
Trabajar con cargas pesadas también tiene un efecto mínimo sobre la degeneración; justifica el 7%
de la misma en discos previamente degenerados, y no tiene efecto en discos sanos. Por otro lado,
tener mayor capacidad para levantar cargas, es decir, tener más fuerza para soportarlas, retrasa la
degeneración discal.
El principal determinante de la degeneración discal es la carga genética, que explica el 61% del
grado de degeneración de los discos.
Síntomas
A medida que el disco se va desgastando, la musculatura tiene que hacer un trabajo progresivamente
mayor para sostener la columna vertebral y mantener el equilibrio durante los movimientos. Si la
musculatura es suficientemente potente y resistente, y los distintos grupos musculares se coordinan bien,
puede asumir ese esfuerzo adicional. Se podría plantear que, en caso contrario, ese esfuerzo podría
facilitar que apareciera dolor por sobrepasar la capacidad del músculo y desencadenar el mecanismo
neurológico que puede mantener el dolor. Sin embargo, los estudios realizados demuestran que no existe
ninguna correlación entre el grado de desgaste del disco intervertebral y la existencia o no de dolor;
cuanto mayor sea el desarrollo muscular, menos directa es esa relación.
Así, la degeneración discal no sería una “causa” de dolor, sino, todo lo más, un “factor predisponente. De
hecho, se observan signos de “degeneración” muy avanzada en personas que no tienen ningún dolor pero
sí una musculatura suficiente
Riesgos
Cuando el disco está muy desgastado y amortigua mal el peso, el exceso de carga que transmite al hueso
hace que éste pueda deformarse, formando un "puente óseo " con la vértebra inferior: es el denominado
"osteofito". Aunque no suele plantear problemas ni causar dolores, a veces puede comprimir un nervio o
producir estenosis espinal. En este caso, sí puede provocar dolores o pérdida de fuerza, y puede ser
necesario operarlo..
Tratamiento
Cómo se produce
Es un proceso de “desgaste” similar a la “degeneración discal” sólo que afecta a las articulaciones
posteriores (“facetarias”), en vez de a la porción anterior de la vértebra. De hecho, en condiciones
normales existe una proporción entre el espesor del cartílago facetario y el disco intervertebral, por lo que
se asume que el desgaste de uno de esos elementos puede facilitar la sobrecarga y posterior desgaste del
otro.
Como la mayor parte de la carga es soportada por la porción anterior del disco (hasta el 80%), se asume
que generalmente comienza antes la degeneración del disco intervertebral, y que su desgaste puede
desencadenar o acelerar el de la articulación facetaria.
También se asume que la hiperlordosis aumenta la carga que soporta la parte posterior de la vértebra y
las articulaciones posteriores, lo que podría acelerar la degeneración de su cartílago.
Síntomas
Tradicionalmente se asumía que la degeneración del cartílago de las articulaciones facetarias podía
provocar inflamación y dolor directamente, lo que se denominaba “síndrome facetario”, o aumentar la
carga sobre el hueso y producirlo por ese mecanismo. Como en el propio cartílago no hay nervios que
puedan transmitir dolor, sino que éstos están en el hueso subyacente, se asumía que el desgaste de la
articulación tenía que ser suficientemente intenso como para llegar a ese nivel para que pudiera provocar
dolor.
Sin embargo, es muy frecuente observar signos claros de artrosis facetaria lumbar en la columna
vertebral lumbar en personas sanas, que ni tienen dolor ni lo han tenido. Además, los estudios
científicos más fiables demuestran que, entre los pacientes con dolor lumbar, resulta imposible identificar
a aquéllos en los que el dolor podría originarse en esa articulación.
Los estudios científicos realizados demuestran que, en la columna lumbar no han demostrado ser eficaces
tratamientos orientados específicamente a desinflamar las articulaciones facetarias o a lesionar los
nervios que inervan la articulación facetaria con el objetivo teórico de impedir que sigan transmitiendo el
dolor, como las infiltraciones facetarias o la rizólisis.
Por lo tanto, hoy en día se asume que, en teoría, la articulación facetaria puede ser origen del dolor, pero
resulta imposible identificar con certeza a los pacientes en los que esa es la verdadera causa de su dolor,
y la observación de imágenes de artrosis facetaria no modifica el tratamiento que se recomienda para los
pacientes con dolor lumbar. De hecho, su presencia tampoco modifica la respuesta de los pacientes a ese
tratamiento ni influye en su pronóstico.
Por el contrario, hay datos que apuntan que la articulación facetaria sí puede ser el origen del dolor en un
subgrupo concreto de pacientes con dolor cervical, en los que la rizólisis ha demostrado ser eficaz. En esos
casos, se asume que la inflamación o desgaste de la articulación facetaria activa los nervios que inervan la
articulación y desencadena dolor.
Por otra parte, la artrosis facetaria puede conllevar la deformación de la articulación. Esto puede
causar estenosis espinal, directamente o porque cause una espondilolistesis. En esos casos, si la estenosis
espinal llega a comprimir una estructura nerviosa, puede requerir tratamiento. Pero en ese supuesto, lo
que requeriría tratamiento sería la estenosis espinal, no la artrosis facetaria en sí misma.
Diagnóstico
Se sospechaba en los casos en los que el dolor era especialmente intenso en aquellas posturas y
movimientos que aumentaban la carga sobre la articulación facetaria (como arquear la espalda hacia atrás
o andar), mientras que mejoraba en las posiciones en las que esa carga se aliviaba (como al inclinarse
hacia adelante o sentarse). Si los resultados de la exploración física eran consistentes, y reflejaban que las
posturas en las que se aumentaba la carga sobre la articulación facetaria reproducían o incrementaban el
dolor, mientras que éste mejoraba en las que aliviaban esa carga, y además una prueba de imagen
demostraba que existía artrosis facetaria, se asumía que éste era el motivo del dolor.
Sin embargo, cuando se ha analizado la fiabilidad de esas pruebas, se ha comprobado que ninguna es
válida para identificar a los pacientes en los que la artrosis facetaria es la verdadera causa del dolor
lumbar. De hecho, los tratamientos orientados específicamente a desinflamar esa articulación (como las
”infiltraciones facetarías”) carecen de pruebas científicas sólidas que demuestren su eficacia. No puede
descartarse que tal vez sean eficaces en algún subgrupo concreto de pacientes que actualmente resulta
imposible identificar de manera fiable, pero hoy por hoy no se ha demostrado.
En el caso del dolor cervical que se sospecha está originado en la articulación facetaria, sí es
posible confirmar o descartar ese origen. Para ello, deben realizarse tres infiltraciones sucesivas separadas
por varios días. En dos de ellas se infiltra un anestésico, y en una con suero salino sin efecto que se usa
de “placebo”. El paciente no tiene que saber cuáles son las infiltraciones en las que se inyecta el
anestésico. Si después de cada una de esas dos infiltraciones el paciente percibe una mejoría relevante,
que no percibe después de la inyección de suero, entonces puede concluirse que su dolor cervical emana
de esa articulación y puede plantearse la opción de realizar una “rizólisis”.
Riesgos
Como sucede en el caso de la degeneración discal y la artrosis vertebral, es previsible que el proceso de
desgaste de la articulación facetaria siga progresando a un ritmo que depende, entre otros, de factores
genéticos y mecánicos. Sin embargo, eso no significa en absoluto que tenga que causar dolor u otros
problemas.
Tratamiento
Como no es seguro que sea una “enfermedad”, resulta controvertido que la artrosis facetaria lumbar deba
ser tratada. Actualmente, ningún estudio justifica que los pacientes con dolor lumbar en los que se
observen imágenes de “artrosis facetaria” tengan que ser tratados de manera distinta que los que no las
presentan.
Por el contrario, sí existe un estudio riguroso que demuestra que la rizólisis puede ser eficaz en los
pacientes con dolor cervical en los que se ha confirmado que el dolor se origina en una articulación
facetaria cervical. En esos casos, es necesario confirmar ese origen con las infiltraciones anteriormente
descritas. Si esas infiltraciones confirman que el dolor cervical se origina en una articulación facetaria
cervical concreta, entonces puede plantearse realizar una rizólisis a ese nivel. Al cabo de unos meses, el
efecto de la rizólisis puede disminuir. Se asume que eso sucede porque la destrucción de los nervios fue
incompleta, o porque, al estar inervada cada articulación facetaria por nervios procedentes de varios
segmentos, algunos de los nervios no destruidos pueden ir asumiendo la inervación que previamente
aseguraban los que se destruyeron. Cuando el efecto de la rizólisis cervical ha sido apreciable, pero
disminuye con el tiempo, se puede repetir el procedimiento, sin que sea necesario pasar por la fase previa
de infiltraciones anestésicas para confirmar su origen.
Antiguamente, algunos médicos recomendaban la cirugía para el tratamiento del dolor lumbar que
atribuían a artrosis facetaria. En esos casos, recomendaban la fusión vertebral o “artrodesis”, con la idea
de que al eliminar la articulación (y convertir las dos –o más vértebras- en un solo bloque óseo), se
impedía que esa articulación pudiera seguir siendo una fuente de dolor. Sin embargo, las pruebas
científicas disponibles no confirman que la “artrosis facetaria” sea en sí misma una causa de dolor lumbar;
demuestran que, si lo es, no resulta posible identificar a los pacientes en los que ése es el origen de su
dolor, y reflejan que la artrodesis no es más eficaz que el ejercicio para el tratamiento del dolor de
espalda, por lo que actualmente esa recomendación carece de fundamento. Tampoco en los casos de dolor
cervical debido a artrosis facetaria existen pruebas científicas de que esa operación sea eficaz en esos
casos.
La cirugía está indicada en algunos casos concretos en los que la artrosis facetaria produce una estenosis
espinal sintomática. Pero en esos casos, lo que determina la indicación de la cirugía es la estenosis
espinal, no la artrosis facetaria en sí misma. Una de las técnicas quirúrgicas que está indicada en algunos
casos muy concretos de estenosis espinal, es la “colocación de un dispositivo interespinoso”. Algunos
cirujanos recomiendan su colocación también en casos de “artrosis facetaria”, con el concepto de que eso
podría reducir la carga que soporta esa articulación, pero actualmente no existe ningún estudio ni prueba
científica que respalde esta recomendación.
Estenosis espinal
Qué es
Cómo se produce
Habitualmente se debe a la invasión del canal medular por la deformación de los huesos que forman la
articulación facetaria. Además, en algunos sujetos el canal es más estrecho de lo normal, lo que facilita
que se compriman estructuras nerviosas. La estrechez del canal no tiene ninguna importancia si esa
compresión no se produce.
En las primeras fases, existen fenómenos vasculares e inflamatorios que pueden ser los que
desencadenen la compresión de las estructuras nerviosas (en vez del crecimiento del hueso). Esos
mecanismos vasculares o inflamatorios pueden mejorar con tratamiento conservador; por eso, y aunque
las pruebas científicas sobre su eficacia son débiles, durante los primeros meses se recomienda aplicarlo y
reservar la cirugía para los casos en los que persisten signos de compresión nerviosa.
Síntomas
El estrechamiento del canal medular no provoca dolor ni ningún problema si ninguna estructura nerviosa
es comprimida.
Si se llega a haber compresión, el paciente no nota dolor si está flexionado hacia adelante -por ejemplo, al
estar sentado-, puesto que en esa postura separa las láminas de las dos vértebras que forman la
articulación facetaria y descomprime la estructura nerviosa. Sin embargo, al andar aparece un dolor en las
piernas -y no en la zona de la columna vertebral- que va aumentando hasta obligarle a sentarse de
nuevo: es la denominada “claudicación neurógena” o "pseudo-claudicación intermitente".
Riesgos
a. puede acortarse cada vez más la distancia que le paciente puede andar,
b. pueden llegar a comprimirse los nervios que controlan la musculatura, provocando la pérdida de la
fuerza en las piernas.
Diagnóstico
Tratamiento
Así, de acuerdo con los resultados de los estudios científicos realizados, cuando se diagnostica dolor
irradiado (con o sin “claudicación neurógena”) debido a estenosis espinal:
Conviene aplicar tratamiento conservador durante los primeros 3-6 meses. En las primeras fases,
el dolor puede aparecer por mecanismos vasculares e inflamatorios, y no por compresión directa
del hueso, y esos mecanismos pueden mejorar con tratamiento no quirúrgico. No hay pruebas
científicas que demuestren qué tipos de tratamiento conservador son eficaces en esos casos, pero
se suelen usar fármacos (antiinflamatorios y antiepilépticos) ,ejercicios, e infiltraciones
epidurales de corticoides.
Cuando el tratamiento conservador fracasa durante los primeros 3-6 meses, se asume que el dolor
ya no se debe a un mecanismo inflamatorio, sino a la estenosis en sí misma. En estos casos,
la cirugía es más eficaz que prolongarlo más tiempo. La superioridad de la cirugía sobre el
tratamiento conservador se manifiesta ya 3 meses después de la operación, y se mantiene por lo
menos hasta 4 años, y probablemente 10 años después. No se ha estudiado la evolución a más
largo plazo, pero una mejoría durante 4 (y tal vez 10) años es suficientemente relevante como
para valorar la cirugía, aunque después se redujera.
En los pacientes con estenosis espinal lumbar con afectación motora que provoca paresia a la
dorsiflexión o "pie caído" ( que dificulta al paciente caminar de talón), aunque la mayoría son
tratados quirúrgicamente, distintos estudiosconcluyen que no hay pruebas científicas que
demuestren que la cirugía sea más eficaz que el tratamiento conservador; el déficit motor se
recupera mas rápidamente en los pacientes tratados con cirugía, pero después de un año no hay
diferencias entre los pacientes sometidos a cirugía o a tratamiento conservador, por lo que el
criterio quirúrgico debe venir determinado más que por la pérdida de fuerza, por la evolución y
características del dolor.
Es una cirugía relativamente segura: la mortalidad es aproximadamente del 0,5%.
No obstante, en la decisión de operar al paciente debe valorarse si el impacto que deparan en su
calidad de vida las molestias y las limitaciones que le está causando la estenosis es suficientemente
intenso como para que merezca la pena operarle, teniendo en cuenta el estado general del
paciente.
En los casos de estenosis espinal en los que está indicada la cirugía, han demostrado ser eficaces las
siguientes técnicas:
La colocación de un dispositivo interespinoso si el paciente cumple todos estos criterios:
o Tiene 50 años ó más y presenta “claudicación neurógena” (es decir, dolor en las piernas que
solo aparece al andar y desaparece al sentarse o al flexionar la columna hacia adelante),
o Puede andar 50 metros o más,
o No tiene déficit motor,
o No tiene “espondilolistesis”, o la que tiene es de grado I (y no más),
o La estenosis afecta sólo 1 ó 2 niveles vertebrales.
La colocación de un dispositivo interespinoso es menos agresiva que la cirugía tradicional, tiene menores
complicaciones quirúrgicas, conlleva una menor pérdida de sangre y duración de la operación, y acorta la
estancia hospitalaria. Eso hace que pueda aplicarse a pacientes en los que la cirugía tradicional, por su
agresividad, resulta imposible (por ejemplo, por padecer enfermedades cardiovasculares que
desaconsejan una operación prolongada). A cambio, la probabilidad de que el paciente necesite volver a
ser operado a lo largo de los dos años siguientes es mayor si se coloca un dispositivo interespinoso que si
se realiza una laminectomía (con o sin artrodesis), y aún mayor si se colocan en dos niveles vertebrales.
El porcentaje de pacientes que necesita volver a ser operado a lo largo del primer año es del 29% si se
coloca un dispositivo interespinoso, y del 8% si se realiza una descompresión o laminectomía. Esto
además conlleva que, al final, el coste total generado por los dispositivos interespinosos sea mayor que el
derivado de la cirugía tradicional (sin fijación de las vértebras, o "artrodesis").
No obstante, los pacientes en los que se coloca inicialmente un dispositivo interespinoso y requieren
posteriormente una laminectomia, los resultados clínicos son similares que en aquellos pacientes a los que
se realiza de entrada una laminectomía.
Fisura discal
Qué es
Signos Modic
Inestabilidad vertebral
Degeneración discal y artrosis
vertebral
(o "espondiloartrosis")
Artrosis facetaria
Estenosis espinal
Fisura
Protrusión y hernia discal
Fibrosis post-quirúrgica
Esguinces y luxaciones
Fisura
Síntomas
El interior (“núcleo pulposo”) del disco intervertebral, contiene sustancias que irritan los nervios. En
condiciones normales no hay nervios en el interior del disco, de modo que esas sustancias no tienen
nervios a los que irritar. Habitualmente, sólo hay nervios en la parte más externa de la “envuelta
fibrosa”, y especialmente en las porciones laterales de su pared posterior. Durante años se ha creído
que podía aparecer dolor, denominado “discogénico”, si la fisura del disco permitía que las
sustancias contenidas en el núcleo pulposo llegaran a entrar en contacto con las fibras nerviosas de
la envuelta fibrosa y las activaran.
Sin embargo, las pruebas científicas disponibles hoy en día no demuestran que esta sea una causa
habitual de dolor de espalda.
Diagnóstico
Como es muy frecuente observar fisuras discales en personas perfectamente sanas, que no tienen ni
han tenido dolor, se han ideado mecanismos para intentar identificar a los pacientes en los que la
fisura podría ser “la” causa del dolor.
Se consideraban “candidatos” a que el dolor se debiera a una fisura discal, a aquellos pacientes en
los que:
El dolor era esencialmente lumbar y no irradiado a la pierna, puesto que la fisura no podría
explicar la compresión de la raíz nerviosa que provocaría ese dolor, aunque pudiera existir
“dolor referido” o “reflejo” a la pierna, que no sigue el trayecto de una raíz nerviosa concreta,
ni se acompaña de pérdida de fuerza o de alteraciones de la sensibilidad.
Para confirmar que el dolor se debía a la fisura discal, se recomendaba hacer una “discografía”.
o Muchos individuos con fisuras discales que no padecen dolor de espalda, tienen
“discografías provocativas” positivas, es decir, sienten dolor lumbar intenso al
inyectárseles el contraste radiológico en el disco.
o Los tratamientos ideados específicamente para tratar el dolor causado por fisura
discal, como la termocoagulación intradiscal (–IDET-) tampoco han demostrado ser
eficaces, incluso en esos pacientes en los que todo sugería que el dolor se debía a esa
causa.
Por lo tanto, aunque existe la posibilidad teórica de que la “fisura discal” sea una causa de dolor de
espalda, actualmente ninguna prueba científica confirma que eso sea realmente así. Además,
aunque lo fuera, resulta imposible identificar a los pacientes en los que ése fuera el verdadero
motivo de su dolor, y los tratamientos desarrollados para resolverlo no han demostrado ser eficaces.
Riesgos
Ninguno; de hecho, los resultados de los estudios sugieren que resulta irrelevante, y no es más que
un hallazgo casual que se observa en pacientes con dolor pero también en muchas personas sanas.
Además, tampoco conlleva ningún riesgo especial de cara al futuro ni compromete el tratamiento de
los pacientes; de hecho, su tratamiento es el mismo en aquellos que tienen y no tienen fisura discal,
y su presencia no influye en el pronóstico.
Tratamiento
Nada apunta que deba ser tratada. Si la persona que tiene una fisura discal sufre dolor de espalda,
hay que tratar éste como se haría si no tuviera fisura discal, puesto que ni la fisura influye en la
eficacia de los tratamientos, ni los tratamientos para la fisura han demostrado científicamente ser
eficaces.
La fisura discal no debe ser operada, y no hay pruebas científicas de que los tratamientos
desarrollados específicamente para resolver la fisura sean eficaces.
Protrusión y hernia discal
Qué es
La diferencia entre “”hernia” y “protrusión” es que se haya Las alteraciones más
producido salida del contenido (“hernia”) o sólo deformación frecuentes son
de la envuelta, sin salida de contenido (“protrusión”). En la
práctica, a veces no es fácil ver en una resonancia magnética Anomalías de transición
si esa extravasación se ha producido o no; por eso, en esos lumbosacra
casos algunos médicos asumen que si la deformación del Escoliosis
disco que se observa en la resonancia tiene una base más Hipercifosis
ancha que su vértice, se trata de una “protrusión”, mientras Hiperlordosis
que si la punta es tan o más ancha que su base, se trata de Rectificaciones
una “hernia”. Espondilolisis
Espondilolistesis
Signos Modic
Inestabilidad vertebral
Degeneración discal y
artrosis vertebral
(o "espondiloartrosis")
Artrosis facetaria
Estenosis espinal
Fisura
Protrusión y hernia
discal
Fibrosis post-quirúrgica
Esguinces y luxaciones
Hernia discal
Cómo se produce
En condiciones normales, el proceso normal de desgaste del disco va haciendo que algunas de las fibras
que constituyen su “envuelta fibrosa” vayan perdiendo resistencia y elasticidad, y puedan retraerse o
partirse espontáneamente. Cuando eso sucede, parte del contenido gelatinoso del disco o “núcleo
pulposo” puede protruir o extravasarse fuera.
En algunos casos, la presión en el interior del disco puede exceder la capacidad de resistencia de las fibras
de la “envuelta fibrosa”, de manera que las parte y una porción del disco protruye o se hernia. Como el
“núcleo pulposo” del disco es de consistencia gelatinosa, cuando la columna se inclina hacia delante el
disco tiende a desplazarse hacia atrás, y viceversa. La parte trasera de la envuelta fibrosa es menos
resistente que la delantera, puesto que es un tercio más fina, por lo que es más frecuente que las
protrusiones y hernias aparezcan en la parte trasera del disco. Así, la situación más típica en la que se
produce una hernia discal, es cuando el paciente se inclina hacia delante con las piernas estiradas, carga
peso en sus brazos y se levanta, aumentando la presión en la porción más posterior del disco, hasta que
excede de la capacidad de resistencia de la envuelta fibrosa y se produce la hernia discal
Sin embargo, esta situación es la más típica, pero no la más frecuente; la mayoría de las hernias se
producen por el proceso paulatino de desgaste de la envuelta fibrosa, y son pocas aquéllas en las que
existe un desencadenante claro y único.
En condiciones normales, diversos mecanismos musculares reducen la presión que soporta el disco, pues
al contraerse de manera coordinada los distintos grupos musculares reparten y estabilizan la carga. Así, se
asume que algunos de los factores que podrían aumentar la probabilidad de que aparezca una hernia o
protrusión discal son:
Estar mucho tiempo sentado, especialmente si no se hace ejercicio –pues eso acelera la atrofia
muscular-, o en otras posiciones en los que la parte anterior de la vértebra soporta más carga que
la posterior, como al estar muchas horas inclinado.
No obstante, el aumento de la probabilidad de padecer una hernia discal que se asocia a cada uno
de esos factores es, en general, pequeño y el hecho de que aparezca una hernia discal no significa
necesariamente que cause dolor u otras molestias. De hecho, los estudios, muestran que, en la
región lumbar, el 30% de los sanos (sin ningún dolor) muestran hernias discales cuando se les
hacen resonancias magnéticas, y el 70% protrusiones; y en la columna cervical, el 87,6%
presentan abombamientos discales; ya a los 20 años, los presentan el 73,3% de los hombres y el
78% de las mujeres. La frecuencia de ese hallazgo, así como el tamaño y número de las
protrusiones halladas, aumenta con la edad.
Síntomas
El interior o “núcleo pulposo” del disco contiene sustancias que irritan los nervios. En condiciones normales
no hay nervios en el interior del disco, de modo que esas sustancias no tienen nervios a los que irritar.
Habitualmente sólo hay nervios en la parte más externa de la “envuelta fibrosa”, y especialmente en las
porciones laterales de su pared posterior.
Dolor en la espalda, en la zona cervical o lumbar en función de dónde se haya producido la hernia,
desencadenado por la rotura de la envuelta fibrosa y por la contractura refleja de la musculatura
de ese nivel.
Diagnóstico
Una hernia sólo causa problemas cuando irrita o comprime una raíz nerviosa. Sólo se puede asumir que la
hernia discal es la causa del dolor en aquellos pacientes en los que existen síntomas y signos que
demuestran que la raíz nerviosa está siendo irritada o comprimida, tales como dolor irradiado a lo largo
del trayecto de esa raíz nerviosa, pérdida de fuerza de los músculos que inerva o pérdida de sensibilidad
de los territorios que dependen de ella. Si el paciente no muestra esos síntomas y signos, hay que concluir
que en su caso concreto la hernia discal es irrelevante.
Así, lo fundamental para determinar si la protrusión o hernia es la “causa” del dolor, o sólo un “hallazgo
casual e irrelevante”, es el interrogatorio clínico y la exploración física, que permite comprobar si existen
signos que confirmen esa irritación o compresión, como pérdida de sensibilidad, fuerza o reflejos en los
territorios inervados por esa raíz nerviosa, o la aparición de dolor irradiado a la pierna en ciertas
maniobras exploratorias, que “estiran” la raíz o aumentan la compresión del disco sobre ella. Aunque la
presencia de uno solo de esos signos no es suficiente para establecer con seguridad el diagnóstico, la
presencia combinada de varios de ellos suele permitir un diagnóstico fiable y detectar los signos y
síntomas que reflejan que conviene plantear la posibilidad de operar la hernia. Realmente eso es lo más
importante puesto que, según la evidencia científica, el tratamiento de una hernia discal en la que no
existen criterios para plantear la cirugía es muy similar al que se plantearía si la hernia no existiera.
Así:
Si no hay ningún síntoma ni signo de irritación ni compresión nerviosa, eso significa que la hernia o
protrusión discal son un mero “hallazgos casual”, pero ni sería responsable del dolor ni requeriría
tratamiento en sí misma. Si un paciente sólo siente dolor en el cuello y la espalda, y no dolor
irradiado ni pérdida apreciable de fuerza en brazo/s o pierna/s, es muy poco probable que su dolor
se deba a una hernia discal, aunque tenga una y así se vea en una resonancia magnética.
Si hay síntomas o signos de irritación o compresión, es necesario comprobar que la raíz nerviosa
que la exploración física ha identificado como aquélla que está irritada o comprimida coincide con la
localización de la hernia o protrusión observada en la resonancia magnética. Si no coincide la
hernia observada es irrelevante. Si, por el contrario, los resultados de la exploración física
coinciden con los de la resonancia, se puede deducir que la hernia o protrusión es la causa del
problema.
Por eso, sólo tiene sentido prescribir una resonancia magnética por sospecha de hernia discal cuando el
interrogatorio y la exploración física reflejan síntomas y signos que sugieren irritación o compresión de
una raíz nerviosa, pues en ese caso el resultado de la resonancia magnética puede modificar el
tratamiento. Por el contrario, los estudios concluyen que prescribirla cuando no existen esos síntomas o
signos o cuando no se han buscado mediante un interrogatorio clínico y exploración física resulta inútil y
potencialmente contraproducente, pues los resultados de la prueba no modifican el tratamiento y
aumentan el riesgo de cirugía innecesaria: el hecho de realizar una resonancia magnética, esté indicada o
no, aumenta hasta un 800% el riesgo de que el paciente termine siendo operado, sea necesario o no.
Restringir el uso de la RM a los casos en los que ha demostrado ser fiable, evitará diagnósticos erróneos,
tratamientos inadecuados y costes innecesarios.
En algunos casos puede tener sentido realizar pruebas complementarias “neurofisiológicas”, como
electromiogramas o electroneurogramas, que determinan de manera objetiva el estado de las raíces
nerviosas. Esas pruebas tienen sentido para complementar y no para sustituir el resultado de la
exploración física. Así, esas pruebas son innecesarias si los síntomas y la exploración física ya demuestran
claramente la existencia de una compresión nerviosa, o cuando los síntomas y la exploración física
demuestran que no existe una compresión nerviosa suficientemente importante como para tener
relevancia clínica.
Sin embargo, las pruebas neurofisiológicas pueden cuantificar la intensidad de la irritación o compresión
nerviosa, distinguir si la afectación del nervio es reciente (“aguda”) o “crónica”, y ayudar a determinar la
causa de la afectación cuando hay más de un motivo posible, por ejemplo en el caso de un paciente con
una enfermedad crónica como la diabetes mal controlada durante muchos años o algunas enfermedades
neurológicas progresivas, en los que además aparece una hernia discal; en esas situaciones son útiles
para determinar qué parte de esa afectación depende de la enfermedad crónica preexistente y cuál de la
hernia discal, lo que ayuda a definir el tratamiento adecuado para su situación concreta.
Cuando el episodio se ha resuelto, no tiene sentido repetir las pruebas diagnósticas: si el dolor ha
desaparecido, la fuerza se ha recuperado y el paciente ha reanudado su vida normal, es completamente
irrelevante la imagen que se observe en la resonancia magnética o cuál sea el resultado de las pruebas
neurofisiológicas; eso ni modifica el tratamiento ni el pronóstico.
Sólo en algunos casos en los que la recuperación no es positiva tiene sentido realizar esas pruebas de
imagen o complementarias. Pero entonces, su indicación no se debe a que el paciente haya padecido una
hernia, sino al estado en el que esté en el momento en el que se prescriben.
Riesgos
En sí mismo, ninguno. De hecho, entre los individuos sanos que no tienen dolor de espalda ni lo han
padecido nunca, los estudios científicos han demostrado que aproximadamente un 70% presenta
protrusiones y un 30% hernias discales. Por eso, lo realmente importante no es que se exista una
“protrusión” o una “hernia”, sino que comprima o no la raíz nerviosa. Si no es así, no supone ningún
problema ni incrementa el riesgo de padecerlo en el futuro.
Como las protrusiones o hernias discales son muy frecuentes, y más del 80% de la población presenta
dolor de espalda en algún momento de su vida, es muy frecuente que las personas con dolor de espalda
tengan, además, una protrusión o hernia discal. Pero eso no significa que su dolor se deba a la hernia. De
hecho, en los casos en los que no hay dolor irradiado ni otros signos de compresión de la raíz nerviosa, la
presencia de la protrusión o la hernia es puramente casual y no causal, y ni tiene ninguna importancia ni
influye en el pronóstico del dolor. En esos casos, las recomendaciones basadas en la evidencia científica
disponible establecen que es un error plantearse operar la protrusión o hernia, pues significaría exponer al
paciente a los riesgos inherentes a toda cirugía para eliminar un hallazgo casual que no causa ningún
problema.
Sin embargo, en ciertos casos algunas protrusiones o hernias irritan o comprimen la raíz nerviosa.
Entonces sí causan problemas, como dolor irradiado o pérdida de sensibilidad o fuerza. En estos casos, la
gravedad depende de la intensidad y duración de la compresión nerviosa. Antiguamente se creía que el
más mínimo signo de compresión de la raíz suponía que ésta estaba “sufriendo” y se iba a “morir” si no se
actuaba rápidamente. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado que ese planteamiento es
erróneo.
Según la evidencia científica eso es lo que ocurre en la mayoría de los casos durante las primeras 6
semanas. De hecho, aproximadamente el 95% de los casos en los que la protrusión o hernia causan
problemas se pueden resolver sin que sea necesario operar al paciente. Y en el 5% restante, en los que la
cirugía es conveniente, esta ha demostrado ser muy efectiva. Por lo tanto, en ciertos casos las
protrusiones o hernias discales pueden causar problemas, pero existen soluciones eficaces.
En el caso de que la hernia comprima una raíz nerviosa motora (es decir, de las que transmite las
órdenes a la musculatura) y cause una pérdida de fuerza completa o muy importante, que no
mejora tras 6 semanas de tratamiento no quirúrgico; en esa situación merece la pena operar al
paciente y eliminar esa hernia para descomprimir la raíz nerviosa, pues si la compresión se
mantiene mucho tiempo puede dejar secuelas permanentes. Sin embargo, nada demuestra que
esa situación se produzca antes de las 6 primeras semanas.
1. La compresión de la médula a nivel cervical, que puede manifestarse como “mielopatía cervical” o,
de manera excepcional, como “síndrome de Brown-Sequard”:
2. El “síndrome de la cola de caballo”, que aparece por la compresión del final de la médula
espinal (llamada la “cola de caballo”). Este síndrome se caracteriza por uno o varios de estos
signos:
o pérdida de control de los esfínteres anal o vesical, de manera que el paciente orina o defeca
sin poder controlarlo, y cuando orina no vacía completamente la vejiga,
o impotencia súbita, o
Esta situación se puede acompañar o no de dolor lumbar y en una o ambas piernas. El “síndrome
de la cola de caballo” es muy infrecuente, con una incidencia anual calculada en 7 casos cada
100.000 personas. Cualquier situación en la que se comprima la cola de caballo puede causar el
síndrome, como tumores, heridas de bala o abscesos, pero dentro de su rareza, la causa más
frecuente es una hernia discal lumbar en la línea media o “central”. Es la única situación que puede
ser desencadenada por una hernia discal que requiere cirugía inmediata (en las primeras 48 horas
y, si es posible, en las primeras 24), porque los estudios realizados demuestran que cuanto antes
sea operado el paciente, menor es el riesgo de que queden secuelas.
Tratamiento
Las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible establecen que sólo hay que tratar las
protrusiones o hernias discales que realmente causan problemas.
Las hernias o protrusiones que no comprimen una estructura nerviosa resultan irrelevantes y no
constituyen una enfermedad, sino una “variante de la normalidad”, por lo que no requieren tratamiento.
Los estudios científicos evidencian que la generalización de la realización de resonancias magnéticas
lumbares, incluso en casos en los que no están indicadas, ha conllevado la detección de hernias o
protrusiones que no causan ningún problema y presentan más del 70% de los sanos que no tienen ningún
dolor ni sintomatología, pero inducen mucha cirugía innecesaria. Por el contrario, limitar el uso de la
cirugía a los casos en los que está indicada mejora los resultados y la evolución de los pacientes.
Eso es evidente en el caso de sujetos sin dolor, en los que la hernia no es sino un hallazgo casual en una
resonancia magnética realizada por otro motivo. Pero a veces es menos obvio en el caso de pacientes con
dolor en el cuello o en la espalda pero sin dolor irradiado al brazo o la pierna ni otros signos de
compresión del nervio. En esos casos, la hernia o protrusión resulta completamente irrelevante, puesto
que no está irritando ni comprimiendo ninguna raíz nerviosa, pero su observación puede inducir a creer
que es la causa del dolor. Las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible recomiendan
que una protrusión o hernia que no comprime la raíz nerviosa no requiere tratamiento específico. En esos
casos, el dolor tiene que ser tratado como un “síndrome inespecífico”, es decir, como lo sería si la hernia
no existiera o no se hubiese detectado.
La inmensa mayoría de los casos en los que una protrusión o hernia discal comprimen una raíz nerviosa
tienden a evolucionar bien por sí mismos. De hecho, una hernia discal tiende a perder volumen
espontáneamente. Inicialmente, porque va disminuyendo la excitación de los nervios que liberan los
“neurotransmisores” responsables de la inflamación, de manera que tanto la “irritación” como la
“compresión” de la raíz nerviosa van mejorando. Después, porque el material extruido tiende a irse
deshidratando, lo que reduce todavía más su volumen y la compresión de la raíz. Así, en la inmensa
mayoría de los pacientes el cuadro tiende a curarse por sí mismo, y el objetivo del tratamiento médico es
coadyuvar y acelerar ese proceso, reduciendo mientras la intensidad del dolor.
El tratamiento de una hernia discal en la que no hay criterios para plantear la cirugía es similar al de un
“síndrome inespecífico”, tiene sentido aplicar los tratamientos que han demostrado ser eficaces en esos
casos y la existencia o no de la hernia discal no influye en los resultados.
En función de la situación concreta del paciente, durante el episodio doloroso se pueden usar:
La principal diferencia es que en algunos pacientes con dolor irradiado debido a hernia discal también
están indicados ciertos fármacos desarrollados como antiepilépticos (como la “gabapentina” o la
“pregabalina”, con el objetivo de reducir la excitación de los nervios irritados por la protrusión o hernia
discal. Esos fármacos están especialmente indicados en aquellos pacientes en los que el dolor irradiado es
muy intenso.
Además, y a diferencia de lo que ocurre en los pacientes con síndromes inespecíficos o sin dolor irradiado,
en los pacientes con dolor irradiado por hernia o protrusión discal las “infiltraciones epidurales de
corticoides” han demostrado tener efecto, aunque las pruebas ( Link a Bibliografía- Ref.bibliog. causas del
dolor- alteraciones estructurales de la columna vertebral- protrusión y hernia discal) disponibles reflejan
que ese efecto es transitorio y no muy intenso.
En los casos de hernia discal lumbar en los que existen criterios para operar, la “quimionucleolisis”
ha demostrado ser más eficaz que el placebo, y sus resultados son similares (o muy ligeramente
inferiores) a los de la cirugía. Consiste en inyectar directamente en el disco una sustancia derivada de la
papaya, la “quimiopapaína”, que tiene la propiedad de destruir químicamente el núcleo pulposo, y por lo
tanto, reducir el volumen de la hernia. Este procedimiento empezó a usarse en la década de 1960, hasta
que se detectó que una pequeña parte de la población era alérgica a la papaína, de manera que en esos
casos concretos el procedimiento podía provocar efectos secundarios graves e incluso la muerte, lo que
llevó a que el procedimiento dejara de usarse. En los últimos años, se está abogando porque resurja y el
producto vuelva a fabricarse y usarse, protocolizando su aplicación para asegurar que nunca se aplica a
pacientes alérgicos.
Durante años se ha creído, equivocadamente, que una hernia discal era una enfermedad gravísima, que
siempre causaba dolor y/o pérdida de fuerza y que era necesario operarla sin falta y en cuanto antes. De
hecho, a veces se usaban argumentos dramáticos y que han demostrado ser falsos para convencer a los
pacientes de que iba a ser indispensable operarlos , del tipo de “si no se opera acabará en una silla de
ruedas”, “nunca mejorará su dolor si no se opera”, o “mejor operarle ahora que más adelante”.
Sin embargo, eso es un error. De hecho, las pruebas científicas demuestran que los resultados mejoran
cuando sólo se opera a los pacientes en los que existen criterios concretos para indicar la cirugía y no a
los demás.
En general, se siguen criterios similares para decidir cuándo está indicada la cirugía en casos de hernia
discal cervical y lumbar, aunque las pruebas científicas que respaldan la efectividad de la cirugía son
menos sólidas en los casos de hernia discal cervical que lumbar.
Sin premura en aquellos casos en los que, tras un mínimo de 6-12 semanas de tratamiento no
quirúrgico:
o Sigue existiendo una pérdida muy importante de fuerza que no se está empezando a
recuperar, pues si la compresión de la raíz nerviosa es importante y se mantiene mucho
tiempo, puede dejar secuelas permanentes. No obstante, las pruebas científicas ( Link a
Bibliografía- Ref.bibliog. causas del dolor- alteraciones estructurales de la columna
vertebral- protrusión y hernia discal) han demostrado que la pérdida de fuerza se recupera
en los pacientes operados y en los no operados, aunque en estos más lentamente, por lo
que el criterio fundamental para indicar la cirugía debe ser la presencia de dolor irradiado y
no la pérdida de fuerza.
o El dolor irradiado al brazo o la pierna sigue siendo intenso o limita la calidad de vida del
paciente de manera suficientemente importante como para que él decida la conveniencia de
la cirugía. Las pruebas científicas ( Link a Bibliografía- Ref.bibliog. causas del dolor-
alteraciones estructurales de la columna vertebral- protrusión y hernia discal) que respaldan
este criterio son más sólidas con respecto a la columna lumbar que cervical ya que la
mayoría de los estudios se suelen realizar con pacientes con dolencias lumbares por ser más
frecuentes que las cervicales. En esos casos:
La cirugía no es efectiva sobre el dolor del cuello o la espalda, sino sólo sobre el
dolor debido a la compresión de la raíz nerviosa, es decir, el dolor irradiado al brazo
o la pierna; por lo tanto, sólo tiene sentido operar cuando el dolor irradiado es el que
realmente hace sufrir al paciente.
En los pacientes con hernia discal lumbar, principalmente en el nivel L4-5 y que afectan la raíz L5, puede
aparecer afectación motora que provoca paresia a la dorsiflexión o “pie caído” ( que dificulta al paciente
caminar de talón). Aunque la mayoría de estos pacientes son tratados quirúrgicamente,
distintos estudios concluyen que no hay evidencia científica sólida que apoye que la cirugía sea más eficaz
que el tratamiento conservador. Demuestran que el déficit motor se recupera mas rápidamente en los
pacientes tratados con cirugía, pero después de un año no hay diferencias entre los pacientes sometidos
a cirugía o a tratamiento conservador, por lo que el criterio quirúrgico debe venir determinado más que
por la pérdida de fuerza, por la evolución y características del dolor.
La cirugía no ha demostrado en los estudios realizados ser eficaz para “prevenir” futuras hernias discales
ni futuros episodios desencadenados por la hernia discal observada, sino específicamente para tratar el
episodio doloroso en curso debido a la hernia discal que se plantea operar; no tiene sentido considerarla
para “evitar problemas futuros”.
En los casos de hernia discal en los que está indicada la cirugía, la técnica de elección es la
“microdiscectomía”, que consiste en quitar sólo la parte de disco herniado que está comprimiendo una
estructura nerviosa. La “discectomía percutánea” es una opción todavía menos agresiva, pero con
resultados ligeramente peores. La “discectomía” a cielo abierto consigue resultados muy similares a la
“microdiscectomía” pero es ligeramente más agresiva.
Cómo se produce
Se acepta que los principales factores de riesgo para desarrollar fibrosis post-quirúrgica dependen de:
- La cicatriz: Cuanto más sangre la herida quirúrgica y más grande sea, mayor riesgo hay
de que genere fibrosis.
Prevenir el riesgo de fibrosis post-quirúrgica es muy importante, ya que es una situación dolorosa cuyo
tratamiento es complejo y no siempre posible. La mejor manera de prevenir el riesgo de fibrosis post-
quirúrgica es:
Síntomas
El dolor que típicamente causa una fibrosis post-quirúrgica es un dolor en el que el componente de dolor
irradiado a la pierna -en caso de operación de la columna lumbar- o al brazo -en caso de operación
cervical- es más intenso que el dolor localizado en la espalda, y en el que el dolor, aunque pueda
empeorar en algunas posturas, puede ser casi constante.
No todos los dolores que aparecen tras una operación de columna vertebral se deben a fibrosis post-
quirúrgica. Por ejemplo, una operación por hernia discal, aunque se realice perfectamente, no evita que
después de la operación pueda haber dolor por afectación de la articulación facetaria o contractura
muscular; sólo actúa sobre la hernia discal. Esos dolores se deberían a una causa distinta a la operación o
su cicatrización.
Riesgos
A veces la fibrosis post-quirúrgica puede llegar a comprimir una fibra nerviosa motora, provocando
pérdida de fuerza.
Diagnóstico
Las pruebas neurofisiológicas permiten detectar la existencia de compresión de las fibras nerviosas.
Tratamiento
Un esguince es la lesión de los ligamentos que unen los dos huesos que forman una articulación. Si la
lesión es tan importante que el ligamento deja de poder sujetar los huesos en su posición y éstos se
separan, se diagnostica una luxación.
La diferencia entre un esguince y una luxación es que en el primero la posición del hueso no varía,
mientras que en la luxación los huesos se separan, y esa separación mayor de lo normal puede observarse
en una radiografía o en una resonancia magnética.
Cómo se producen
Los movimientos bruscos y excesivos, en los que se sobrepasa la amplitud de movimiento que
permite la articulación, de forma que se distiende o desgarra el ligamento que mantiene unidos
ambos huesos.
Los accidentes, típicamente de coche, en los que se combinan movimientos extremos con fuerzas
externas.
Los músculos y sus tendones también ayudan a los ligamentos a mantener unidos los huesos. En el
interior de todos esos elementos existen “mecanorreceptores” que detectan su grado de distensión, y que
al activarse informan al Sistema Nervioso Central de la posición del cuerpo, lo que le permite coordinar la
contracción refleja de la musculatura que resulta necesaria para mantener el equilibrio estático y en
movimiento.
En la columna vertebral, los ligamentos son menos resistentes que en otras articulaciones, y menos
potentes que los músculos y tendones, actuando más como “detectores” que como “fijadores”; cuando el
movimiento de una articulación se aproxima a su límite, la activación de los mecanorreceptores desactiva
los músculos que están forzando el movimiento y desencadena la contracción refleja de la musculatura
opuesta (“antagonista”); eso detiene el movimiento potencialmente excesivo y estabiliza la articulación
Así pues, una musculatura potente y bien entrenada protege a los ligamentos; si se exagera el
movimiento se distiende antes el ligamento que el músculo, y su contracción refleja evita que la
articulación exceda su límite máximo de movimiento.
La mayoría de los esguinces se producen en la columna cervical, pues es la parte más móvil de la columna
vertebral y la que tiene una musculatura comparativamente menos potente.
Síntomas
Los ligamentos están inervados por fibras nerviosas, de forma que su distensión o desgarro puede
producir dolor. Además, puede desencadenar una contractura muscular refleja, involuntaria y dolorosa.
Sin embargo, en la práctica resulta imposible demostrar si, en un paciente concreto, su dolor de espalda
se debe a un “esguince”, a una contractura muscular, o cualquier otro tipo de “síndrome mecánico del
raquis inespecífico”.
En un esguince sin “luxación”, las pruebas de imagen no detectan ninguna alteración específica, aunque
muestren signos irrelevantes que se ven igualmente en personas sanas, como “signos de degeneración
discal” o “rectificaciones”.
Riesgos
Los esguinces en sí mismo suelen tener buen pronóstico y tienden a curarse espontáneamente.
La única posibilidad que empeora el pronóstico es que el esguince, al causar dolor, inflamación y
contractura muscular, desencadene un episodio de dolor inespecífico de espalda que persista cuando el
esguince ya se haya curado.
Diagnóstico
La historia clínica, valorando el antecedente y las características del dolor, y la exploración física, suelen
ser suficientes.
El diagnóstico diferencial de "esguince" o "dolor por contractura muscular" a veces es difícil de realizar. Un
mismo antecedente -sea un movimiento forzado o un accidente- puede desencadenar dolor por ambos
mecanismos. Además, la contractura muscular puede aparecer para proteger el ligamento y evitar la
lesión que constituiría un esguince, pero, al revés, la existencia del esguince puede también desencadenar
contractura muscular.
Por tanto, el diagnóstico de “esguince” es esencialmente de “presunción”, y no hay una prueba diagnóstica
clara que permita confirmarlo con certeza. Se sospecha cuando resulta incuestionable que un movimiento
brusco o accidente son el desencadenante del dolor, y existe contractura de la musculatura y limitación
dolorosa del movimiento, sin signos de compresión nerviosa.
Tratamiento
Antiguamente se prescribía reposo absoluto e inmovilización total, incluso con férulas de yeso, para dar
tiempo a que el ligamento se reparara sin volver a lesionarlo con un nuevo movimiento excesivo. Como
entonces también se prescribía reposo para el dolor de espalda común, no planteaba serios problemas la
dificultad de diferenciar con precisión si el dolor se debía a un esguince o a una contractura muscular.
Sin embargo, el reposo absoluto ha demostrado ser ineficaz y contraproducente para el dolor de espalda.
Por eso, cuando actualmente se sospecha la existencia de un esguince se usan mecanismos que impiden
forzar el movimiento pero no fuerzan la inmovilidad absoluta, como collarines cervicales flexibles o
semirrígidos.
En la práctica, el tratamiento de los casos en los que se sospecha que un “esguince” es la causa del dolor,
es el mismo que el de la contractura y otras formas de “síndrome mecánico inespecífico del raquis”.
Como la curación del esguince conlleva limitar la movilidad -aunque habitualmente sólo de forma relativa
y no absoluta, y de manera transitoria- puede producir pérdida de fuerza o potencia muscular. Por eso,
una vez curado el esguince, es conveniente hacer ejercicio evitando sólo aquellos movimientos que
eventualmente desencadenen o incrementen el dolor. En otra sección de este Web se
muestran ejercicios para fomentar la potencia, resistencia o elasticidad de la musculatura de la espalda.
La luxación de las vértebras es excepcional, generalmente por traumatismos muy importantes como
accidentes de coche o precipitaciones. Puede ser grave y requerir cirugía si comprime una estructura
nerviosa o amenaza con hacerlo. De hecho, ciertas luxaciones de las vértebras cervicales (por ejemplo,
producidas por accidentes de coche o ciertas técnicas de artes marciales) pueden seccionar la médula y
causar la muerte inmediata.
Un esguince no debe operarse. Algunas luxaciones, como la atlanto-axoidea, requieren cirugía para evitar
el riesgo de que el hueso desplazado comprima o seccione elementos nerviosos. Sin embargo, las
luxaciones de vértebras dorsales o lumbares resultan excepcionales, casi exclusivas de accidentes de
coche o precipitaciones, y suelen acompañarse de fractura(s) vertebral(es) traumáticas que en sí mismas
requieren cirugía.
Los “esguinces cervicales”, las “luxaciones atlanto-axoideas” y la “luxación del coxis” son casos especiales
que se tratan de forma específica en esta web.