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vanguardias
Leonel Delgado
Universidad de Chile
ldelgadoa@u.uchile.cl
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Romano. El poeta francés Joséphin Péladan habla del finis latinorum "fin de los
latinos" como un presagio o un destino. Quizá Darío ve en la Guerra Mundial el
cumplimiento de aquel designio de decadencia.
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En fin, convaleciente, llegué a nuestra ciudad
de Buenos Aires, no sin haber escuchado
a míster Root a bordo del Charleston sagrado;
mas mi convalecencia duró poco. ¿Qué digo?
Mi emoción, mi entusiasmo y mi recuerdo amigo,
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y el banquete de La Nación, que fue estupendo,
y mis viejas siringas con su pánico estruendo,
y ese fervor porteño, ese perpetuo arder,
y el milagro de gracia que brota en la mujer
argentina, y mis ansias de gozar de esa tierra,
me pusieron de nuevo con mis nervios en guerra.
Y me volví a París. Me volví al enemigo
terrible, centro de la neurosis, ombligo
de la locura, foco de todo surmenage
donde hago buenamente mi papel de sauvage
encerrado en mi celda de la rué Marivaux,
confiando sólo en mí y resguardando el yo.
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ocaso del modernismo esa identidad está polarizada por una vuelta al hispanismo.
Darío canta todos los elementos identificatorios de la cultura hispánica: el Quijote,
el Cid, Velázquez, Goya, los poetas de los siglos de Oro. Pero también hay cierta
recuperación de referentes patrios: Darío escribe que el buey y la paloma
"arrulladora y montañera" en la "hacienda fecunda" de Nicaragua significan para él
la Primavera.
El postmodernismo
El proceso de "prosificación" de la poesía, su fijación en lo cotidiano y lo
identitario marcará a la generación poética que surge al ir decayendo el
modernismo. También se ha dicho que los poetas que surgen en estos años son
especies de "anti-poetas" del modernismo. Se le ha llamado a esta generación o
grupo, posmodernista (sin que esta designación tenga relación con el giro filosófico
de los años 1970s en adelante). La designación alude simplemente a una colocación
cronológica y a ese espíritu prosaísta e incluso provinciano, y en cierto sentido
escéptico que sobreviene en la continuación de las grandes figuras modernistas, sin
que estos mismos hayan dejado de anunciar ese giro.
En la Antología de la poesía española e hispanoamericana (1934), Federico
de Onís caracteriza al posmodernismo por su "desnudez prosaica", "la ironía y el
humorismo" (cit. Fernández Retamar 165). Esta línea, que Fernández Retamar
considera un antecedente de la antipoesía de Nicanor Parra, está representada por
poetas como Luis Carlos López (colombiano), Rafael Arévalo Martínez
(guatemalteco) y José Z. Tallet (cubano), entre otros. Sin embargo, el énfasis en
una tendencia "antipoética" no da cuenta del desarrollo de perfiles líricos atados a
lo provinciano cuyo poder de enunciación no reside necesariamente en
componentes negativos o irónicos. Tómese, por ejemplo, este fragmento del poeta
mexicano Ramón López Velarde:
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Tarde mojada, de hábitos labriegos,
en la cual reconozco estar hecho de barro,
porque en sus llantos veraniegos,
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bajo el auspicio de la media luz,
el alma se licúa sobre los clavos
de su cruz...
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"decididamente superior a los otros poetas de su generación", destacando su
"violento lirismo neorromántico", que, por otra parte, marca también a poetas de la
vanguardia como Pablo Neruda o César Vallejo (Fernández Retamar 172). Quizá
sea digno de notarse que en esta nómina de influencia "neorromántica" se destacan
escritores provenientes de las provincias (Neruda de la Región del Maule, Vallejo
de la provincia peruana de Santiago de Chuco, Mistral del Valle del Elqui), cada
uno con sensibilidades particulares al apropiarse de la modernidad, sin duda en
tensión con su origen.
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Después ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías.
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Gautier, y asociarse con un símbolo literario se indica el deseo modernista de
separarse de la naturaleza y fijar la subjetividad en lo artificioso de la modernidad:
Margarita pasa a ser una "flor de Histeria". La muerte trae en su forma destructiva
la presencia de la naturaleza otra vez: la enfermedad, el decaimiento del cuerpo. El
hispanoamericano se vuelve una especie de testigo de cómo la modernidad, situada
pretendidamente en París y encarnada en la figura de la mujer fatal, conlleva la
destrucción. Asimismo, el soneto presenta una experiencia de la modernidad, una
especie de vivencia de la totalidad reducida en el espacio del poema.
Por contraste con el soneto de Darío, puede tomarse el conocido "Idilio
muerto" de César Vallejo. Alrededor de 1918, cuando publica Los heraldos negros,
Vallejo es un poeta ubicado en un intersticio entre el posmodernismo y las
vanguardias. Como se verá, "Idilio muerto" es también un soneto y utiliza el
alejandrino aunque no en la forma estricta de Darío. De hecho hay muchos poemas
en Los heraldos negros atados a formas (pos)modernistas, pero también poemas
que preanuncia la vanguardia. El poema dice:
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y al fin dirá temblando. "Qué frío hay...Jesús!"
Y llorará en las tejas un pájaro salvaje.
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Es notable también el uso sui generis que Vallejo da al alejandrino. El
primer verso exige romper con los hiatos y juntar vocales fuertes para dar con la
medida; el segundo verso queda como una especie de "pie quebrado" pues tiene
siete sílabas métricas, es decir, el equivalente de un hemistiquio del alejandrino:
Quées-ta-ráha-cien-does-taho-ra -mian-di-nay-dul-ce-Ri-ta
de-jun-coy-ca-pu-lí
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Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
Vallejo utiliza el "sus", partícula se puede decir "menor" del lenguaje, para
rimar con Jesús (que Rita pronuncia cuando siente frío). Todo lo propio de Rita
representado por los pronombres posesivos de tercera persona (su, sus) y evocado
con pasión, parece confluir en la enunciación única de la mujer en el poema: el frío
y la figura cristiana. En este caso, al contrario de la estrofa de López Velarde
analizada antes, Jesús y el cristianismo no son vistos como conceptos o
motivaciones que reconcilian al sujeto con el espacio. Esa disyunción aparece más
acentuada por el canto del pájaro que podría potencialmente unificar espacios y
subjetividades, aunque no necesariamente puede asegurarse que lo logra.
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y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
La clausura del cuerpo del muerto en la tierra indica también una clausura
del propio canto de la poeta. Si exteriormente pueden equipararse con lo
sahumerios que riega en la tumba ("polvo de rosas") o con una intencionalidad
opositora ("venganzas hermosas") su esencia pertenece íntimamente a la tierra. Ese
"hondor recóndito", lugar del "puñado de huesos" indica la profundidad del lugar
de su enunciación, y su intraducibilidad. Lo que opera Mistral es, pues, una
apropiación de la forma modernista y una reafirmación de la voz propia, exaltando
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de paso una disimilitud frente a "los hombres", es decir, el orden patriarcal en
general.
Bibliografía
Fernandez Retamar, Roberto. "Antipoesía y poesía conversacional en
Hispanoamérica". Para una teoría de la literatura hispanoamericana.
Bogotá: Caro y Cuervo, 1995, (159-176).
Molloy, Sylvia. "Cisnes impuros: Rubén Darío y Delmira Agustini". Poses de fin de
siglo: desbordes del género en la modernidad. Buenos Aires: Eterna
Cadencia, 2012, (153-169).
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