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CHARLES REZNIKOFF, de nombre ELIEZER (Nueva York, 31 de Agosto de 1894 - 22 de enero de 1976)

e hijo de inmigrantes ruso-judíos de primera generación, fue un poeta estadounidense y el principal


representante del grupo de los poetas objetivistas, Movimiento estético descendiente del Imaginismo
que comandara Ezra Pound a la vez que muy cercano a William Carlos Williams y formado, entre otros,
por judíos de Izquierda como Reznikoff, Louis Zukofsky y George Oppen, quienes se propusieron
retratar la realidad social y sus conflictos con una objetividad abstractiva y depurada de
sentimentalismo: los poemarios de Reznikoff constituyen al respecto una especie de álbumes de
estampas en las que se refleja la vida cotidiana en su fugacidad de los inmigrantes pobres en Estados
Unidos, para lo cual se apoyó mucho en las investigaciones sobre casos judiciales en los tribunales que
tuvo que realizar por su trabajo.Reznikoff no fue un poeta reconocido en vida, pues publicó en
pequeñas editoriales minoritarias, y sólo a partir de 1960 su obra comenzó a ser más difundida y
reconocida: poco después de fallecer se publicó su poesía completa y una novela inédita hoy
considerada el inicio de la novela judía en la narrativa norteamericana. Sus obras más conocidas son
dos largos poemas unitarios publicados tardíamente pero escritos en las décadas de 1920-30 y 1950,
respectivamente, e inspirados ambos en expedientes judiciales: Testimonio: una historia de los Estados
Unidos entre 1885 y 1915 (1965) bebe de los registros judiciales relativos a experiencias ante la ley de
los inmigrantes, los negros y los pobres urbanos y rurales en los Estados Unidos a caballo de los siglos
XIX y XX; y Holocausto (1975) se basa en los testimonios expresados en el Juicio de Nuremberg sobre
los campos de exterminio nazis.
Hombre sencillo y metódico, que casi nunca se alejó de la ciudad que le vio nacer, salvo en un par de
semestres: para asistir a la Escuela de periodismo de la Universidad de Missouri en los años treinta, más
otra temporada en Hollywood; Reznikoff tenía un profundo apego por Nueva York, ciudad que conocía
íntimamente: aunque se había graduado de abogado, trabajó durante un tiempo para el negocio de su
familia como vendedor de sombreros antes de pasar a hacerlo para una editorial jurídica, donde
escribía resúmenes de registros judiciales para libros de referencia legales, experiencia ésta que acabó
por ser determinante en su posterior obra poética; además, durante muchos años hizo largas caminatas
por sus calles y barrios, fijándose en los sencillos detalles de objetos, personas y paisajes que después
vertía con austera delicadeza en unos poemas que constituyen verdaderas “fotografías verbales”.
Aunque el Movimiento Objetivista era fundamentalmente poético, Reznikoff y Zukofsky abordaron
también la narración: el segundo con Ferdinand y Érase; y Reznikoff con la novela breve Las aguas de
Manhattan (1930), que, tras ser descubiertas entre sus legajos, ha sido reconocida como la primera
obra de la novela judía en la narrativa norteamericana, que alcanzaría su cenit fundacional con Llámalo
sueño de Henry Roth (1934). Dividida en dos partes, la primera cuenta la vida de Sarah en una pequeña
y empobrecida ciudad de la Rusia zarista desde su infancia hasta que se decide a emigrar a Estados
Unidos; mientras que la segunda parte se ocupa de Ezekiel, el hijo de Sarah y Saul: se desarrolla en
Nueva York y da paso a un relato más sentido, aunque el autor se mantiene siempre fiel a su poética:
cuenta pero no personaliza el relato. La línea narrativa de la novela es débil, pero muy expresiva, y ahí
reside su encanto porque es obra de un poeta, capaz de relatar lo que arde en los corazones por medio
de sencillos elementos externos y de rasgos y actos triviales de los personajes.

POEMAS
A) De “Ritmos, I y II” (1918-20): selección
B) De “Testimonio: una historia de los Estados Unidos entre 1885 y 1915” (1965):
-AMELIA -Era una lluviosa noche de Marzo…
-Él era un hombre casado… -Era ya casi de día cuando dio a luz…

1
C) De “Holocausto” (1975):
I. D E P O R T A C I Ó N IV. G U E T O S
II. I N V A S I Ó N LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
III. I N V E S T I G A C I Ó N

D) Otros de data y/o ubicación inespecificadas:


-AUTOBIOGRAFÍA: NUEVA YORK (fragmentos) -LA MENDIGA
-Caminando por la autopista… -MESIÁNICO
-DEMASIADO TEMPRANO -Mientras vagaba con mis infelices…
-DEPRESIÓN (fragmentos) -Paseábamos de noche por las calles…
-DISTRITO DE MODISTAS -Salmón y vino tinto…
-DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL -SALUDO Y DESPEDIDA
-En el vagón del metro... -SÍMILES
-Entre quienes se habían ocultado… -TE DEUM
-ESCENA NOCTURNA -UN HIJO CON UN FUTURO
-FUNERAL EN EL GUETO -UN NEGRO
-KARL MARX
********************
A) De “Ritmos I y II” (1918-20); selección:

Ritmos I

Las estrellas permanecen se mantienen sosegados


ocultas; las luces,
apagadas; Esto es un caos por el que voy tropezando
las oscuras casas altas hasta llegar al abismo
se alinean por doquier. y hundirme en el vacío.

Golpeo con mi puño en las robustas puertas, Las estrellas volverán entonces
no se oyen pasos de respuesta a brillar para siempre,
en los pasillos. los puños
permanecerán relajados,
He caminado los pies jamás
Hasta acabar cansado y entumecido, volverán a caminar
yendo y viniendo
por las tenebrosas calles. Y todo cuanto digo
será arrastrado por el viento
Los reconfortantes vientos, todavía muy lejos.
Versión de A. Marcos
Ritmos II

2
Selección y versiones de Jonio González:

1
El hombre muerto yace en la calle. Extienden
una bolsa sobre su cabeza sangrante.
Llovizna. La cuneta y las aceras
son negras. Su esposa, ahora en la ventana,
la cena hecha, la mesa puesta,
espera a que llegue saliendo de lo mojado.

2
En el puente de Brooklyn vi a un hombre
caer muerto.
No importaba más que si se tratara de un gorrión.
Sobre nosotros se alzaba Manhattan; por debajo,
el río se extendía para encontrarse con el mar y el cielo.

3
Las dependientas se marchan del trabajo
silenciosamente.
Las máquinas están ya quietas, las mesas y sillas
se oscurecen.
Empiezan las sigilosas rondas de ratones y cucarachas.

4
Terminado mi trabajo, me apoyo en el alféizar de la ventana
y miro los árboles gotear.
Ha dejado de llover, el pavimento mojado resplandece.
Desde las pequeñas ramas desnudas
hileras de gotas cuelgan como brillantes capullos.

5
La tarde invernal se oscurece.
El zapatero se inclina sobre los zapatos,
su martillo golpea cada vez más rápido.

Una anciana espera,


frotándose las manos para quitarse el frío.

3
Los dedos de tus pensamientos moldean
tu rostro sin cesar.
Las pequeñas olas de tus pensamientos
lavan
tu hermoso rostro.

7
En la tienda, ella, su madre y la abuela imaginándose a veces
a mujeres junto a ventanas en calles tranquilas,
o a mujeres que leen; un brillo en las manos en reposo.

8
El Sol estaba bajo sobre el agua azul de la mañana;
llegaban silenciosas las olas de la bahía sobre la playa lisa,
donde por la noche los plateados peces habían muerto boqueando.

9
Los que han demolido la casa han dejado la puerta y una escalera,
que ahora conduce hacia la habitación vacía de la noche.

Selección y versiones de Francisco Leal:

I
IV
Moscas porfiadas zumbando
en la mañana, cuando ella Los sándwiches son un asunto
se despierta. metódico:
Los techos planos, más altos o más tostada, tocino, tostada,
bajos, chimeneas, depósitos de agua,
cornisas.
pollo, tostada.
II
Sorbemos nuestro café mirando a
El parque en invierno. las mujeres pintadas
Llueve. Los olmos se curvan caminar ágilmente hacia sus asientos,
volviéndose nubes de pequeñas ramitas. serias, despectivas.
El césped está vacío.
V
III
No escuchamos ningún paso en el
Oscuridad, temprano y sólo el río brilla pasillo. Ella apareció
como hielo gris; los barcos de repente, como un arcoiris.
atracaron con rapidez.
4
duro, y lo muerde.
VI
VII
Ancianos y niños rebuscan en la basura mojada
con los dedos Aun me queda mucho que leer, pero
y meten desperdicios en bolsas. Es muy tarde.
El anciano gordo ha encontrado un trozo de pan Apago la luz.

B) De “Testimonio: una historia de los Estados Unidos entre 1885 y 1915” (1965):

AMELIA

Amelia tenía tan sólo catorce años y había salido del asilo;
era su primer trabajo en el taller de encuadernación,
“sí señor, sí señora,”
¡ah! estaba ansiosa por agradar;
se colocó ante la mesa, con su pelo rubio colgado
sobre los hombros.
Hacer los paquetes correspondía a María y Sadie, las grapadoras
(empaquetaban contando los libros y apilándolos para su envío).
Había veinte máquinas de coser con alambre en el suelo
funcionando mediante un eje que corría bajo la mesa;
y cada grapadora ponía su trabajo a través de la máquina.
Amelia soltó los libros sobre la mesa; se amontonaban de prisa y algunos
se deslizaron al suelo.
(La jefa había advertido que el trabajo no cayera a tierra);
Amelia se inclinó para recogerlos;
tres o cuatro se hallaban bajo la mesa
entre las tablas clavadas contra las patas.
Notó que su cabello era atrapado suavemente;
puso la mano
y sintió el eje dando vueltas y vueltas
con el cabello enganchado en él, hiriéndola, sinuoso, girando,
hasta que el cuero cabelludo se arrancó de su cabeza
y la sangre le iba cayendo por toda la cara hasta la cintura.
Versión de A. Marcos

Él era un hombre casado…

Él era un hombre casado que pasaba de los cuarenta


cuando ella vino a trabajar para él:
ella tenía quince años

5
y salía del orfanato.

Ella dormía en una sala en la cocina


y lo primero que hacía por la mañana
era encender el fuego en la estufa.
Más tarde había que encender el fuego en la cocina de verano
a tres metros de la casa
con el amanecer.
Cuando el resto de la familia se hallaba aún en cama
él se sentaba detrás de ella
y ella se agachaba para encender un fósforo;
y cuando empezaba a levantarse
él la atraía a su falda.

Él siempre la ayudaba;
la abrazaba y la besaba
hasta que ella finalmente
comenzó a cogerle verdadero cariño.

Era una lluviosa noche de Marzo…

Era una lluviosa noche de marzo.


Los faroles de la calle parpadearon dos veces:
la conexión saltó
y todos los peones se pusieron a la búsqueda.

Cuando el policía lo vio por primera vez


el hombre de color llevaba una escalera corta
que los peones usan
para subirse a los postes eléctricos.
Cuando el policía volvió a verlo colgaba de un poste,
su chaquetón flameando al viento,
lo llamaron pero no hubo respuesta.

Pusieron el cuerpo muerto sobre el mesón de una tienda cercana:


la piel estaba quemada en el interior de ambas manos;
tenía la derecha quemada hasta el hueso.
El aislante se había salido de la “resistencia” que llevaba
y su piel estaba pegada al cable desnudo.

Era ya casi de día cuando dio a luz…


6
Era ya casi de día cuando dio a luz al niño, Él contestó: “Ahí fuera, en el agua.”
recostada sobre el edredón Entonces avivó el fuego
que él le había preparado. y regresó con un montón de leña
Él tomó al niño en su brazo izquierdo y con el pequeño,
y salió del cuarto, y echó al niño muerto al fuego.
y ella pudo oír el agua salpicar. Ella dijo: “No, John, no lo hagas.”
Cuando regresó Él no respondió,
ella le preguntó dónde estaba el niño. sólo se volvió hacia ella y sonrió.

C) De “Holocausto” (1975), en las versiones de Carlos Soto Román para su traducción de la


obra (Ediciones Das Kapital. Santiago de Chile, 2018), a no ser que se indique otra cosa
                              
I  •  D E P O R T A C I Ó N

1
Una noche, un policía vino y le dijo
–él había llegado desde Polonia y se había quedado en Alemania casi
                        treinta años–,
a él y a su familia le dijo:
“A la estación de policía, ahora.
Pero van a volver de inmediato”, agregó el policía.
“No lleven nada consigo
solo sus pasaportes”.
Cuando llegaron a la estación de policía,
vieron hombres, mujeres y niños judíos,
–algunos sentados, otros de pie–
muchos llorando.
 
Todos fueron llevados a la sala de conciertos del pueblo
–judíos de todos los barrios de la ciudad–
y los dejaron ahí por veinticuatro horas,
y luego los llevaron en camiones de la policía a la estación de trenes.
Las calles por las que los camiones pasaron estaban abarrotadas
de gente gritando,
“¡Los judíos a Palestina! ¡Que se vayan a Palestina!”
Y pusieron a todos los judíos en un tren
y se los llevaron hacia la frontera polaca.
 
 Llegaron allí en la mañana
–trenes desde todas partes de Alemania–

7
hasta que los judíos sumaron miles.
Allí fueron registrados
y si alguien llevaba más de diez marcos,
el resto era confiscado;
y los hombres de la S.S., los nazis de los escuadrones de protección, tomándolo decían:
“¡Ustedes llegaron con menos que eso a Alemania–
no pueden llevarse más!”
 
Los hombres de los escuadrones de la S.S. estaban “protegiéndolos”
mientras caminaban hacia la frontera con Polonia;
azotando a los que se demoraban
y arrebatando cualquier maleta que pudieran coger
mientras gritaban “¡Corran! ¡Corran!”
 
Cuando llegaron a la frontera con Polonia, los oficiales polacos
examinaron los papeles de los judíos
y vieron que eran ciudadanos polacos
y los llevaron a un pueblo de casi seis mil habitantes–
los judíos eran por lo menos el doble.
 
La lluvia caía con fuerza
y los polacos no tenían lugar donde meterlos
salvo en establos:
el suelo estaba cubierto de estiércol de caballo.
 
2
Un judío había ido a la oficina de la comunidad judía de la ciudad
encontró que la oficina estaba cerrada
y dos hombres de un escuadrón S.S. con cascos de acero y rifles
estaban en la puerta.
(Los dos eran miembros de la “división de entretenimiento”
y hacían todo tipo de cosas
para entretenerse ellos mismos y a otros).
Le dieron al judío una cubeta con agua caliente
y le ordenaron que limpiara los peldaños de la entrada;
el agua tenía un ácido que le quemaba las manos.
El rabino jefe de la comunidad, que llevaba su túnica y su manto de oración,
fue empujado junto a él
y también le ordenaron limpiar los peldaños;
los otros hombres de la S.S., parados alrededor y otros que pasaban
sonreían o se burlaban.
 
8
                       3
Un sacerdote en Alemania les encontraba refugio a los judíos
y los judíos iban a él para esconderse.
Él los enviaba a casas de obreros en los suburbios de Berlín
y de granjeros fuera de la ciudad,
y unos y otros protegieron a cientos
–ninguna puerta fue cerrada–.

Contándole a otro sacerdote por qué hacía esto,


le preguntó al cura –que había estado en Palestina–
“¿Conoces el camino de Jerusalén a Jericó?”
El sacerdote al que le hablaba asintió;
y el cura que hacía la pregunta continuó:
“En este camino había una vez un judío
que había sido atacado por unos ladrones
y el que lo ayudó no era judío.
El Dios que yo venero me dijo:
‘¡Ve y haz como él!’ ”
 
II •  I N V A S I Ó N
 
1
Cinco judíos polacos consiguieron un pequeño furgón
y contrataron a un polaco para que los condujera al este
y así escapar de los hombres de la S.S. que ya estaban en la ciudad.
Pero, cuando abandonaron la ciudad,
repentinamente vieron hombres de la S.S.
que yacían acostados esperando a los judíos
que trataban de escapar.
 
 Los hombres de la S.S. les ordenaron a los judíos que salieran del furgón
y los cinco salieron.
“¿Tienen dinero?” preguntaron los hombres de la S.S.
y los cinco entregaron cuanto tenían.
Los hombres de la S.S. los registraron de todas formas
y luego les ordenaron que se sacaran la ropa
y que se acostaran en el suelo
y los hombres de la S.S. comenzaron a golpearlos,
alternándose entre quienes daban los golpes
y riéndose todo el tiempo.
Luego les ordenaron a los judíos que se pusieran de rodillas
y que cantaran canciones hebreas;
9
y los judíos cantaron el himno sionista, Ha-tikvah.
Y luego tuvieron que arrastrarse por un tubo de cemento en el camino
antes de que los hombres de la S.S. los dejaran.
 
 Los cinco estaban demasiado débiles después de la paliza como para seguir
y, además, no tenían dinero;
así que regresaron a la ciudad
–directo al hospital judío.
****
Las mujeres judías fueron alineadas por las tropas alemanas
ocupantes;
les ordenaron desnudarse
y quedaron de pie, sólo con la ropa íntima.
Un oficial, examinando la hilera de mujeres,
se paró a mirar a una joven
alta, con el pelo trenzado y largo y unos preciosos ojos.
Siguió mirándola, luego sonrió y dijo:
“Da un paso adelante”
Aturdida, como todas las demás, permaneció quieta.
Él repitió: “da un paso adelante.
¿No quieres vivir?”
Ella lo dio
y entonces él añadió: ¡¡Qué lástima
que haya que enterrar tanta belleza!
¡Vete!
Pero no mires hacia atrás.
No cojas la calle de la avenida
sino esa otra”.
Ella vaciló
y luego comenzó a andar según lo dicho.
Las otras mujeres miraban,
algunas, sin duda, con envidia.
Mientras caminaba lentamente, paso a paso,
el oficial sacó su revólver
y le disparó por la espalda.
Versión de A. Marcos

III •  I N V E S T I G A C I Ó N
1
Somos los civilizados
Arios,
10
y no siempre matamos a aquellos condenados a muerte
solo porque sean judíos
como harían los menos civilizados:
los usamos en beneficio de la ciencia
como ratas o ratones:
para averiguar los límites de la resistencia humana
en las grandes altitudes
para el bien de la Fuerza Aérea Alemana;
los obligamos a permanecer en tinas con agua congelada
o desnudos al intemperie por horas y horas
a temperaturas bajo cero;
sí, estudiamos los efectos de quedar sin comida
y beber solo agua de mar
por días y días
por el bien de la marina Alemana;
o los herimos y forzamos virutas de madera o vidrio molido
en la heridas,
o sacamos huesos, músculos y nervios,
o quemamos su carne–
para estudiar las quemaduras causadas por las bombas–
o envenenamos su comida
o los infectamos con malaria, tifus u otras fiebres–
todo por el bien del ejército alemán.
¡Heil Hitler!
 2
Un número determinado de judíos debía beber sólo agua de mar
para averiguar cuánto tiempo podían soportarlo.
En su tormento
se lanzaban sobre los trapeadores y estropajos
que utilizaban los asistentes del hospital
y les chupaban el agua sucia
para saciar la sed
que los enloquecía.
 
IV •  G U E T O S
 
 1
Al principio había solo dos guetos en Varsovia:
uno pequeño y el otro grande
y entre ellos un puente.
Los polacos tenían que ir bajo el puente y los judíos sobre él;
11
y alrededor habían guardias alemanes que vigilaban que los judíos no se mezclaran
con los polacos.
Debido a la presencia de los guardias alemanes,
a cualquier judío que no se quitara el sombrero a modo de respeto mientras
cruzaba el puente
se le disparaba–
y a muchos les dispararon
–y algunos recibieron los tiros sin motivo alguno.
 
 2
Un viejo llevaba pedazos de madera para quemar
de una casa que había sido derribada:
no existía orden alguna en contra de esto–
y hacía frío.
Un comandante de la S.S. lo vio
y le preguntó de dónde había sacado la madera,
y el viejo contestó que era de una casa que había sido derribada.
Pero el comandante sacó su pistola,
la puso contra la garganta del viejo
y le disparó.
 
3
Una mañana los soldados alemanes y sus oficiales
entraron en las casas del distrito donde habían puesto a los judíos,
gritando que todos los hombres debían salir;
y los alemanes tomaron todo cuanto había en despensas y closets.
Entre los hombres había un anciano que vestía la túnica –y el sombrero–
de la piadosa secta de los judíos llamada Hasidim.
Los alemanes le dieron una gallina para que la sostuviera
y le ordenaron que cantara y bailara;
luego tuvo que aparentar que ahorcaba a un soldado alemán
y eso fue fotografiado.
 
4
Los judíos en el gueto estaban hinchados por el hambre
o terriblemente delgados;
de seis a ocho en un cuarto,
sin calefacción.
Las familias perecían durante la noche
y cuando los vecinos entraban en la mañana–
quizá días después–
12
los veían congelados hasta la muerte
o muertos por inanición.
 
Los niños pequeños lloriqueaban por las calles
A causa del frío y el hambre
se los encontraba en la mañana
muertos por congelamiento.
Los cadáveres yacían en las calles vacías,
mordisqueados por las ratas;
y los cuervos bajaban en bandadas
para picotear los cuerpos.
 
5
Un rumor corrió por el gueto:
los judíos serían llevados a otro lugar
con más comida, mejor comida, mejor alojamiento –y trabajo.
Naturalmente, esto fue anunciado en afiches
y se ordenó que aquellos en ciertas partes del gueto
debían traer su equipaje, el oro o las joyas que tuvieran,
y comida para tres días–
pero no debían exceder un cierto peso–
y tenían que concurrir a una cierta plaza.
Aquellos que desobedecieran serían fusilados.
Y las familias en los distritos mencionados llegaron con sus hijos
y equipaje.
 
 Pero unos cuantos hombres saltaron de los trenes que los llevaban
y regresaron a advertir a los judíos que todavía estaban en el gueto–
o que habían sido traídos desde otros lugares–
que los trenes no iban a un lugar donde vivir
sino a la muerte.
Y cuando el mismo tipo de afiche fue visto nuevamente–
en otros distritos–
la gente empezó a esconderse.
Pero muchos fueron a la plaza mencionada;
porque de verdad creían que serían reubicados:
de seguro los alemanes no matarían gente saludable apta para el trabajo.
 
6
Una tarde a las tres en punto
había casi cincuenta judíos en un búnker.
Alguien empujó el saco de la entrada
13
y escucharon una voz:
“¡Salgan!
O tiraremos una granada”.
Los hombres de la S.S. y la policía alemana con porras en sus manos
estaban listos
y empezaron a golpear a los que estaban en el búnker.
Aquellos que tuvieron la fuerza
se alinearon como les ordenaron
y fueron llevados a una plaza
y los pusieron en una sola fila para fusilarlos.
En el último momento,
llegó un grupo de otros hombres de la S.S. y preguntó que ocurría.
Uno de los que estaba listo para disparar contestó:
habían sacado a los judíos de un búnker
y estaban por fusilarlos tal como se les había ordenado.
Entonces el comandante del segundo grupo dijo,
“Estos son judíos gordos.
Todos están bien para jabón”.
Así que llevaron a los judíos a un tren de mercancías
que todavía no había partido a ningún campo de exterminio
–un tren de carga rusos sin peldaños–
y tuvieron que ayudarse los unos a los otros para subir a los vagones.
 
7
Entre los que se habían escondido
había cuatro mujeres y una pequeña niña de unos siete años
escondidas en un foso –una trinchera cubierta con hojas;
y dos hombres de la S.S. fueron al foso y les ordenaron salir.
“¿Por qué se esconden?” preguntaron
y empezaron a golpear a las mujeres con látigos.
La mujeres rogaron por sus vidas:
eran jóvenes, estaban listas para trabajar.
Les ordenaron levantarse y correr
y los hombres de la S.S. sacaron sus revólveres y les dispararon a todas;
y luego empujaban los cadáveres con sus pies
para ver si todavía estaban vivas
y para asegurarse de que estaban muertas
les disparaban de nuevo.
 
8
Un hombre de la S.S. agarró a una mujer con un bebé en sus brazos.
Ella empezó a suplicar: si la ejecutaban,
14
que dejaran a su bebé vivir.
Ella estaba cerca de una alambrada entre el gueto y donde vivían los polacos
y tras la alambrada estaban los polacos listos para recibir al bebé
y ella estaba a punto de entregarlo cuando la atraparon.
El hombre de la S.S. le arrancó el bebé de los brazos
y le disparó dos veces,
y luego tomó al bebé en sus manos.
La madre, sangrando, pero todavía viva, se arrastró hacia sus pies.
El hombre de la S.S. se rió
y despedazó al bebe como si rasgara un trapo.
Justo entonces pasó un perro callejero
y el hombre de la S.S. se detuvo a acariciarlo
y sacando un terrón de azúcar de su bolsillo
y se lo dio al animal.

LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN


***
En las cámaras de gas
la policía apretujaba a las personas estrechamente
hasta que hombres y mujeres quedaban con unos pies encima
de otros.
Las puertas fueron cerradas.
Pero el motor para impulsar el gas
no arrancó.
Pasó una hora, y dos, y casi tres,
y en la cámara de gas se oían gritos
y rezos.
El profesor que había permanecido con la oreja pegada a una
de las puertas de madera
giró la cabeza, sonrió y dijo: “Igual que en la sinagoga”.
El motor comenzó a trabajar.

Cuando se abrieron las puertas traseras


los que estaban adentro se encontraban firmes, como estatuas,
sin espacio para derrumbarse
o al menos doblarse.
Entre los muertos, las familias se hallaban
cogidas de las manos
tan fuertemente entrelazadas
que los encargados de sacarlos
tenían problemas para separarlos.

15
Los cuerpos fueron arrastrados con rapidez
porque otros transportes iban llegando:
cuerpos azules, mojados por el sudor y la orina, con las piernas
cubiertas de excrementos,
y por doquier cadáveres de bebés y niños.

Dos docenas de trabajadores se ocupaban


de abrir las bocas de los muertos con ganchos de hierro
y con cinceles extraían los dientes de oro;
al lado, otros obreros destripaban a los cadáveres
buscando el dinero o joyas que pudieran haberse tragado.

Y finalmente, todos los cadáveres fueron arrojados


en grandes fosas excavadas cerca de las cámaras de gas
para ser cubiertos de tierra.
Versión de A. Marcos
****

Una vez, el comandante de cierto campo


introdujo a ocho de los judíos más fuertes
en un gran tanque de agua
diciendo que no se encontraban limpios
y que debían permanecer allí
durante veinticuatro horas.
Por la mañana, otros judíos tuvieron que cortar el hielo:
los hombres se habían congelado hasta la muerte.

En este campo -y en otros también-


había una orquesta de judíos
que tenía que tocar mañana y tarde
y siempre había judíos que marchaban para ser fusilados.
En uno de esos campamentos
la orquesta tenía hasta sesenta hombres.
Versión de A. Marcos

D) Otros de data y/o ubicación inespecificadas:

AUTOBIOGRAFÍA: NUEVA YORK (fragmentos)


Estoy solo,
II y feliz de estarlo.

16
No me gusta la gente que callejea y tras una puerta cerrada.
hasta tarde, los que caminan despacio
después de medianoche VII
entre las hojas caídas sobre las aceras. Las cuerdas a merced del viento
No me gusta mi propia cara golpeando el asta
en los escaparates de las tiendas cerradas. (la bandera ha sido arriada);
detrás de las desnudas copas de los árboles
IV las luces de un avión
Me gusta el sonido de la calle, se alejan lentamente.
pero aislado y solo,
junto a una ventana abierta Una o dos estrellas brillan
entre las chimeneas de la fábrica;
la calle oscura y en silencio
porque han roto la farola
y hace frío y es tarde.
Versión de Jonio González
Caminando por la autopista…

Caminando por la autopista, a dónde van con tanto apremio?


huelo las flores amarillas de un Deben estar yendo a escuchar a
arbusto, hombres sabios
miro los tordos sobre el césped, pero y a contemplar a mujeres hermosas,
¿por qué se alejan todos y yo soy un tonto
acelerando sus autos, por estar deambulando solo por aquí.
Versión de Celeste Soresi y Mariela Montero en Para atravesar y
sobrevivir la ráfaga del invierno (Luz Mala Edic. Mar del Plata, 2013)

DEMASIADO TEMPRANO

Demasiado temprano Nada, en realidad, parece más apropiado


para que haya gente en el parque a esta hermosa mañana,
pero delante de mí una pareja el primer día cálido de primavera.
cada cierto tiempo Al adelantarlos,
se detiene para besarse y abrazarse: la figura más delicada se gira y me sonríe
un hombre alto y robusto, una sonrisa fija
envuelto en un oscuro abrigo invernal, no muy distinta a la de un Apolo arcaico:
y una figura más delicada con pantalones. le brillan los ojos, grises y vidriosos,
Han entrelazado sus brazos pero no es una chica
y no bien terminan de besarse sino un joven
vuelven a hacerlo que necesita imperiosamente un afeitado.
como si no tuvieran suficiente.
17
DEPRESIÓN (fragmentos)

Qué orgullosamente entró al vagón de Metro


todos los que no estaban leyendo sus periódicos vieron
la cabeza erguida, el paso lento
-el abrigo arrugado y sus pertenencias en una bolsa de papel-,
el rostro sucio y el cabello gris despeinado;
un alma simple, que temprano en la mañana
cuando sólo los más pobres van a trabajar,
se detuvo en el metro y gritó por encima del ruido:
“Disculpen señoras y señores, tengo un bebé enfermo en casa,
y no tengo dinero ni trabajo”; -sin caja ni gorra para guardar
monedas, sólo sus manos; y que, al ver
sólo rostros vueltos a cualquier otra parte,
ni siquiera recorrió el pasillo como otros mendigos-;
....
El fuego había traspasado el suelo:
máquinas y mercancía cayeron dentro del
gran hoyo, ese cero que absorbió tantos años y ahora,
visto al final, la tienda misma;
el techo se inclinó hasta casi tocar el suelo -una extraña curva
en las líneas y oblongos de su vida;
las gotas caían
de las vigas desnudas del piso superior,
del yeso empapado del techo;
gotas de agua sucia caían
en su ropa y su sombrero y en sus manos;
las ideas de negocio
colmaban su pecho como el agua negra
deja huellas a lo largo de un pantano;
....
Esperando un trabajo, examinaba ella la mesa polvorienta
ante la que se había sentado
y el piso mal barrido
-el ayudante de oficina había dejado sucias las esquinas-;
un ratón entraba y salía corriendo bajo el radiador
y ella alzó sus pies
y subió la falda que cubría sus piernas, pero el ratón siguió
con sus asuntos; ella continuó sentada esperando un trabajo
en un mundo hostil de hombres y ratones;
18
....
Caminando en pares y tríos por la calle, el gentío espera de pie
hablando de trabajos la sopa,
-de los que habían tenido o podrían conseguir-, un pedazo de pan y
sin volverse para ver los árboles o el río un refugio; la ropa
brillando bajo el sol o los autos mugrienta es su uniforme;
que los rebasaban velozmente en una escalinata, tieso
-en pares y tríos hablando de trabajos-. sobre un escalón, un hombre
se ha desmayado;
....
todos lo miran, pero él
En la llovizna, cuatro permanece inmóvil:
en fila y pegados a la acera, para bien plantado en su miseria.
dejar a los peatones pasar,
Versión de José Luis Bobadilla

DISTRITO DE MODISTAS

Las nubes, apiladas en filas como mercancía,


se oscurecen: las luces se encienden en los almacenes:
las modistas, bordando flores brillantes en objetos de paja,
dicen, mirando por las ventanas:
Va a nevar;
y pronto escuchan la nieve rasguñando los cristales. Por la noche
está arriba en los canceles.
La nieve llena las huellas
en las calles, los surcos de carros y camiones de motor.
Excepto el zumbido del coche
que barre la nieve del camino,
las calles están en silencio.
A la hora de cerrar, las muchachas respiran profundamente
el aire limpio de las calles
dulce después del olor de mercancía.
Versión de José Luis Bobadilla

DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Durante la Segunda Guerra Mundial, volvía una noche a casa


por una calle que apenas transitaba. Todas las tiendas estaban
cerradas excepto una: una pequeña frutería.
Dentro un viejo italiano esperaba a los clientes.
Mientras le pagaba vi que estaba triste.

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«Está usted triste», dije. «¿Le preocupa algo?»
«Sí», dijo, «Estoy triste.» Entonces añadió
en el mismo tono, sin mirarme:
«Mi hijo se marchó al frente hoy y no lo voy a ver nunca más.»
«¡No diga esto!», dije. «¡Claro que lo verá!»
«No», respondió. «No lo volveré a ver más».
Tiempo después, cuando la guerra había terminado,
me encontré una vez más en aquella calle
y otra vez era de noche, oscura y solitaria;
y otra vez vi al viejo solo en la tienda.
Compré algunas manzanas y le miré de cerca:
su delgada y arrugada cara era adusta
pero no especialmente triste. «¿Qué sabe de su hijo?, dije.
«¿Volvió de la guerra?» «Sí», contestó.
«Eso está bien», dije. «¡Muy bien!»
Él cogió la bolsa de manzanas de mis manos, metió la mano
dentro, sacó una que había empezado a pudrirse
y puso en su lugar una buena
«Vino por Navidad», añadió.
«¡Fantástico!», «¡Esto es fantástico!».
Él volvió a coger la bolsa de manzanas de mis manos,
sacó una de las más pequeñas y puso una grande.

En el vagón del metro...

En el vagón del Metro todos leen con atención parece que han sido simplemente
sus periódicos; estudiantes de los programas de carreras.
los estudiantes sobre la actualidad, sin duda: Pero no todos:
Guerra en Vietnam, crisis en Medio Oriente, un hombre permanece sentado,
Los conflictos entre rusos y chinos. lápiz en mano,
Pero cuando el tren llega a la estación, absorto en sus pensamientos,
jóvenes y viejos se precipitan al andén; haciendo un crucigrama.

Entre quienes se habían ocultado…

Entre quienes se habían ocultado


había cuatro mujeres y una niña de unos siete años
escondidas en un hoyo recubierto de hojarasca;
dos hombres de las SS fueron hasta el agujero
y les ordenaron salir.

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“¿Por qué os escondéis?” preguntaron
y empezaron a golpearlas con látigos.
Ellas rogaban por sus vidas:
eran jóvenes y bien dispuestas para trabajar
Se les ordenó levantarse y salir corriendo
y los hombres de las SS sacaron sus revólveres
disparando a las cinco;
luego empujaron los cuerpos con sus pies
para comprobar si todavía estaban vivas
y para asegurarse de su muerte
las dispararon de nuevo.
Versión de A. Marcos

ESCENA NOCTURNA

Vi el cobertizo entre las sombras del patio


y la nieve en su tejado:
un brillo alargado a la luz de la luna.

No podía descansar ni cerrar los ojos


aun cuando sabía que a la mañana siguiente
debía levantarme temprano y
reemprender el trabajo.

Ese día estaba perdido, ese mes también;


y un año y otro, por lo que sé.
Versión de Jonio González
FUNERAL EN EL GUETO

Secundado por sus amigos, harapientos hombres trastabillándose en los


adoquines;
y sus hijos, rostros colorados y feos con lágrimas, ojos y
párpados colorados;
en el negro féretro y en la negra carroza, el viejo.

Ya no se aflige en secreto
de que sus hijos no sean lo suficientemente fuertes para andar el camino
que él había pretendido andar
y no fue lo suficientemente fuerte.
Versión de Mariano Rolando Andrade (rev. Buenos Aires Poetry, Mayo de 2017)

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KARL MARX

Despertaremos mientras las estrellas brillen todavía,


mientras los faroles ardan vivamente al amanecer,
para comenzar el trabajo deleitable
y nadie nos dirá: ve,
tienes que ir ahora
a la tienda, o a la oficina donde trabajas,
perdiendo tu vida para la vida de otro.
No habrá ya más guerras ni más odio.

Nadie morirá de una enfermedad curable;


habrá comida y nadie pasará hambre
crecerá la mejor fruta que haya brotado en un árbol silvestre.
Ruedas y pistones buscarán el agua y tallarán la madera;
a nada llamaremos mío, nada será sólo para nosotros.
Surgirá la semilla del hombre nuevo
a lo largo y ancho de los continentes:
De cada uno según sus fuerzas,
a cada uno según su necesidad.
Versión de A. Marcos
LA MENDIGA

Cuando yo tenía cuatro años mi madre me llevó al parque.


El sol primaveral calentaba poco. La calle estaba casi desierta.
La bruja de mi libro de cuentos de hadas vino caminando hacia nosotros.
Se agachó para recoger unas uvas semipodridas en la alcantarilla.
Versión de Jonio González

MESIÁNICO

La noche es cálida, los gorriones girarán en las ramas brillantes


el río se desborda, -un gorrión volando hacia un árbol en flor
a la luz rodea una rama para posarse en otra-.
de los postes y letreros eléctricos;
los alambres de una estrella Por todas partes
brillan en la niebla; en lo alto y lo bajo de la bahía,
la fina lluvia de primavera caerá a lo largo de los ríos y junto al mar,
oliendo a tierra, con qué llaneza y cercanía
el brillo del Sol brillan los faroles en la calle;
alumbrará las calles; reconocerás los bosques de tus padres
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entre estos postes, al morir,
y tú sus desiertos conducido tan aprisa hacia otra parte
en estas millas de pavimento verás el Sol,
sobre cuya mica no mayor que la Estrella Vespertina,
destella la luz del Sol y de la lámpara, -sus horas arrastrarán tu sangre-;
en el calor del verano o la escarcha del invierno, sus corpúsculos, semillas
bañada de lluvia o blanca por la nieve. que brotarán entre guijarros
Aunque tu tribu sea la más pequeña y tú aún más, de callejuelas y en el pavimento de las avenidas.
hablarás, labrarás, harás la guerra; y,
Versión de José Luis Bobadilla

Mientras vagaba con mis infelices…

Mientras vagaba con mis infelices…


pensamientos, miré y vi
que había llegado a un lugar soleado,
familiar y aún así extraño.

“¿Dónde estoy?” le pregunté a un extraño. “En el Paraíso.”


“¿Puede esto ser el Paraíso?” pregunté sorprendido,
porque había autos y fábricas.
“Lo es”, respondió. “Éste es el Sol que brilló sobre Adán una vez;
y también el mismo viento que sopló sobre él.”
Versión de Celeste Soresi y Mariela Montero en op. cit.

Paseábamos de noche por las calles…

Paseábamos de noche por las calles, más oscuras


por los árboles;
dimos con un árbol blanco con flores,
y bajo sus ramas el cemento era también blanco con flores.

Salmón y vino tinto…


Comerás pan con sal y
beberás agua con mesura;
sobre la tierra dormirás
y vivirás una vida de sufrimientos…
MISHNAH, ABOTH 6: 4
Salmón y vino tinto
Y una torta suculenta con pasas de uvas y nueces:
ninguna dieta para un escritor de versos
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que debe aprender a ayunar
y beber agua con mesura.

Aquellos de nosotros sin casa ni tierra


que partimos mañana
debemos mantener nuestro equipaje liviano
un salmo, tal vez un diálogo—
breve como la canción de Lamec en el Génesis,
incluso Job entre sus amigos—
pero no más.

Como un árbol en diciembre


después que los vientos lo desnudaron
dejando solo tronco y ramas
para atravesar y sobrevivir
la ráfaga del invierno.
Versión de Celeste Soresi y Mariela Montero en op. cit.

SALUDO Y DESPEDIDA

Mientras esperaba a cruzar la avenida


vi a un hombre que había ido a la escuela conmigo:
habíamos sido compañeros
y nos reconocimos al instante.
«Qué calor, ¿no?», le dije,
como si nos hubiéramos visto ayer, «lo menos estamos a 95 grados».
«Oh, no», respondió, «todavía no he llegado a los noventa y cinco».
Luego sonrió con tristeza y dijo,
«Sabes, estoy tan cansado
que por un momento pensé que te referías a mi edad».

Caminamos juntos un rato y me preguntó qué estaba haciendo.


Aunque, por supuesto, no le importaba.
Luego, educadamente, le pregunté por su vida
y él también respondió con brevedad.
En la escalera de entrada al metro me dijo,
«Me da vergüenza confesarlo,
pero he olvidado tu nombre».
«Descuida», respondí,
«yo también he olvidado el tuyo».
Al decir esto nos sonreímos con amargura,
dimos nuestros nombres, y nos despedimos.
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Versión de Jordi Doce
SÍMILES

Indiferente como una estatua


a la consigna
garabateada en su pedestal.

El modo en que un tren de larga distancia


ignora a los pasajeros de una estación de cercanías.

Como un cuaderno olvidado en el asiento de un autobús,


lleno de nombres, direcciones y números de teléfono,
importante sin duda para su dueño
pero de nulo interés para el resto del mundo.

Palabras como gotas de agua en una estufa:


Un siseo y son nada.
Versión de Jordi Doce

TE DEUM

No canto
a mis triunfos A los triunfos no canto, sino
-no tengo ninguno-, al trabajo cotidiano
sino a la simple luz del Sol, realizado lo mejor que he podido;
a la brisa, no aspiro a una silla en el estrado,
a la generosidad de la primavera. sino en la mesa común.

Versión de Jonio González

UN HIJO CON UN FUTURO

Cuando tenía cuatro años, se detuvo ante la ventana durante una


….tormenta. Su padre, un sastre, sentado a la mesa cosiendo.
….Caminó hacia su padre y dijo: “Sé lo que origina al
….trueno: dos nubes chocándose”.
Cuando era más grande, recitaba famosas diatribas en fiestas.
….Todos dijeron que sería abogado.
En la facultad de Derecho, ganó un premio por un ensayo. Luego,
….se convirtió en el amigote del hijo único de una rica familia. Se decía
….que ellos se ocupaban del mundo del joven abogado.
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La División de Apelaciones consideró la cuestión de su inhabilitación.
….Sus parientes escucharon rumores de desfalco.
Cuando era niño, para continuar en la escuela, había trabajado en una
….farmacia.
Ahora regresó a su medio olvidado trabajo, entre perfumes
….y acres drogas, silencioso tras el revuelo de los
….tribunales y la inspección en libros legales.
Tenía apenas suficiente dinero para comprar una farmacia en una calle
….lateral.
Surgió la epidemia de gripe. El viejo sastre aún tenía su tienda
….y sentado a la mesa con las piernas cruzadas cosía, pero estaba
….medio ciego.
También él enfermó. Mientras yacía en la cama pensaba: “Cuánto
….dinero deben estar haciendo los doctores y farmacéuticos. Ésta
….es la oportunidad de mi hijo”.
No le dijeron que su hijo había muerto en la epidemia.

Versión de Mariano Rolando Andrade (rev. Buenos Aires Poetry, Mayo de 2017)

UN NEGRO

Williams —un negro—, Davis, Sweeney y Robb


estaban juntos en un bar. Williams hablaba con Davis
cuando Sweeney le arrebató a Williams el sombrero
y le rasgó un pedazo.

Mientras Sweeney y Williams discutían


Robb se paró y criticó a Williams
por discutir con un blanco.

El negro no dijo nada y,


ya se retiraba,
cuando Robb le clavó dos veces un puñal.
Versión de Jorge Brega

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