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1. Introducción:
Con el cambio de nombre que se producirá en el próximo Manual Diag-
nóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSMV), de Trastorno de
la Identidad de Género a Disforia de género, la noción de disforia tendrá
especial relevancia a partir de este momento tanto para los profesionales
de la salud como para las propias personas trans.
De esta forma, realizaremos una revisión de los criterios que sustentan las
teorías etiológicas de la disforia desde la perspectiva médica, analizán-
dolos a través de la literatura psiquiátrica. Cuestionaremos que la disforia
aparezca como consecuencia de un trastorno neurológico, hormonal o
psiquiátrico, e introduciremos la posibilidad de una posible relación de la
misma con los sistemas de coacción y exclusión que funcionan en nuestro
contexto para mantener un sistema binario de género (Butler, 2008).
Unos años más tarde, en 1886, Richard von Krafft Ebing publicaría en su
Psychopathia Sexualis (Krafft Ebing, 2011) todo un corolario de casos en los
que se reflejaban diversas narrativas de lo que se entendía como perver-
sión, es decir, cualquier práctica sexual no orientada a la reproducción.
Entre ellos podemos encontrar diagnósticos como Gynandry, Effemina-
tio, Viraginismo, o Hermafroditismo psíquico, en los que el Sentimiento
Sexual Contrario descrito por Westphal se correlaciona con una biografía
específica a través de la que se realiza una búsqueda de todos aquellos
signos, tanto en los antecedentes familiares o la historia personal como
en la anatomía, que puedan dar cuenta de una inversión sexual. En los
casos descritos como Transmutatio Sexus el Sentimiento Sexual Contra-
rio puede sobrevenir incluso por contagio. Por ejemplo, en el caso 152 se
refiere cómo la masturbación debilitó el sentimiento heterosexual de un
muchacho que, tras tener un contacto sexual con un hombre (Krafft Ebing
especifica que un único contacto es suficiente), comienza a sufrir un cam-
bio en su deseo sexual y un afeminamiento progresivo tanto en sus gustos
y aficiones como en su aspecto y anatomía.
En 1968 Robert Stoller, publica su libro “Sex and Gender”, en el que analiza
desde el psicoanálisis variantes de la sexualidad humana. Describe el
Transexualismo como “la convicción de un sujeto, biológicamente normal,
Person y Ovesey (Person & Ovesey, 1974a; Person & Ovesey, 1974b) en 1974
introducirán la diferenciación entre transexualismo primario y secundario
en función de la edad de aparición. Estos autores definían el transexua-
lismo como la resolución de una reasignación del sexo por medio de las
hormonas y la cirugía en personas biológicamente normales, y distinguían
entre transexuales primarios o core, que presentan alteraciones de la iden-
tidad de género desde la infancia y tienden a la asexualidad, y transexuales
secundarios que, tras largos periodos de homosexualidad o travestismo,
tenderían hacia la transexualidad.
Explica que el concepto disforia de género nace como una necesidad clíni-
ca más que naturalista, cuando se dan cuenta de que la mayor parte de sus
pacientes relata biografías perfectamente preparadas, en especial para dar
datos que excluyan los diagnósticos diferenciales, con el objetivo, supo-
ne, de acceder a las intervenciones. En algunos casos, considera que han
preparado incluso a sus familiares y amigos para las entrevistas. Aun así,
dice que no todos parecen haberlo hecho a propósito, sino que muchos de
ellos, inconscientemente, podrían haber reexaminado sus historias vitales a
la luz de la biografía del transexual clásico y haber modificado algunos as-
pectos o resaltado otros. Sospecha que algunos podrían estar lidiando con
un fetichismo travestista o una homosexualidad afeminada, y preferirían
recibir el diagnóstico de transexualidad, como enfermedad médica, antes
que verse acusados de perversión sexual.
5. Disforia encarnada
Teniendo en cuenta la función performativa del lenguaje (Butler, 2007)
podríamos preguntarnos en este punto de qué forma se articula en la
experiencia de las personas trans la noción de disforia. Planteando como
hipótesis que este malestar no es desvinculable de las violencias y coaccio-
nes recibidas por aquellas personas que transgreden las normas de género,
citaré aquí algunos extractos de entrevistas a personas trans que relatan su
experiencia, centrándome en aquellos aspectos de su narrativa relaciona-
dos con la articulación de la disforia en sus experiencias durante su infancia
y adolescencia.
“(…) cuando tenía 10 años, o incluso cuando eres más pequeño, cuando
eres más pequeño ni siquiera te lo planteas, sabes que te gustan las chi-
cas, y que te comportas de tal forma, pero no lo identificas con ningún
género. Simplemente te comportas así y ya está” (P1. 10:10).
“¡No juegues con eso!, ¿Por qué estás siempre con tu vecino tal y no
con las niñas y con tu hermana?, siempre bajo la corrección. Absoluta.
O sea... no puedes hacer esto, tienes que hacer lo otro, no puedes jugar
a esto, juega con lo otro.” (P1. 32: 32).
“(…) mira, mi percepción de que esto no puede ser empezó justo cuan-
do empecé el cole.” (P3. 22:22).
“(…) en realidad tú dices, pues siento un deseo así como un poco irre-
sistible, de ser así, pero a la vez no puede ser, no sé porqué exactamen-
te, pero todo el mundo dice que no puede ser, entonces no puede ser. Y
como no puede ser, además, si es va a ser malo, entonces no puede ser
más todavía.” (P3. 24:24).
Respecto a las reacciones del contexto social, se relataba haber vivido las
consecuencias de la transfobia y la homofobia desde la infancia:
“Sí, insultos y agresiones físicas. Los 20 minutos, media hora del recreo
eran lo peor, o sea, era como... que no llegue, que no llegue, estaba que...
quería que desapareciera de la faz de la tierra el recreo.” (P3. 54: 54).
“(…) pero que te agredan por no ser ni hombre ni mujer, eso es una
violencia brutal.” (P3. 236: 236).
6. Algunas conclusiones
Tras examinar la bibliografía para realizar una genealogía crítica de la dis-
foria se pone en evidencia una gran desconexión entre el uso del término
en la psicopatología general y la noción aplicada a la transexualidad. Sin
embargo, poniendo en relación ambas acepciones de la disforia, podemos
realizar un paralelismo interesante entre las diferentes teorías etiopato-
génicas. En las definiciones médicas de disforia de género, como apunta
Judith Butler: “El diagnóstico no se pregunta sobre si las normas de género
son erróneas” (Butler, 2004b). A pesar de que desde diversas voces
críticas se ha sugerido una relación entre el malestar experimentado y el
rechazo social o la violencia sufrida por las personas con expresiones de
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