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Antes de adentrarnos en la última parte de este texto que juntas hemos venido creando desde
lo colectivo, nos parece importante recuperar las principales ideas, reflexiones y propuestas
plasmadas en los dos primeros apartados de este trabajo, para a partir de ello, recolectar las
piezas y pistas que nos permitan avanzar hacia este camino de liberación que como mujeres
del Abya Yala, feministas y estudiantes de la filosofía de liberación, estamos tratando de
cocrear desde un nuevo proyecto erótico-político.
Nuestra primera propuesta fue la de echar mano de la categoría patriarcado con el fin
de ampliar su sentido a nuestras propias experiencias. Hemos entendido hasta ahora al
patriarcado como un entramado de opresión estructural que se sostiene ideológicamente
mediante una hegemonía masculina y de dominación sobre el cuerpo de las mujeres, su
sexualidad y por ende la reproducción de la vida. Subyace pues, una ontología de la
Totalidad que se basa en la comprensión del ser basada en relaciones de poder que han
negado la alteridad de la mujer. “La mujer y lo femenino no se constituyen en sí por sí
mismos, son el resultado de la negación por parte de este sistema-mundo-patriarcal”, y son
sin embargo también, afirmados por el mismo sistema que desde dicha negación, crea las
normas, mandatos y aspectos ‘deseables’, que las mujeres, y los mismos varones, interiorizan
en el proceso de su socialización.
Otro fatal resultado de esta totalidad patriarcal es el régimen sexual que se nos ha
impuesto como hegemonía, cualquier cuerpo que se atreve a transgredir los límites binarios
de este sistema heteropatriarcal, privilegiando su proyecto-erótico-personal, será sujeto de
opresiones, discriminaciones y violencias. La heterosexualidad, no propiamente como
orientación sexual sino como mandato, como norma obligada y como régimen político,
permite la reproducción y perpetuación de la opresión para las mujeres, y no estamos
diciendo con esto que la única solución a este problema que discutimos sea la de abandonar
nuestras orientaciones sexuales heteras, sin embargo, nos es pertinente, volver a plantearnos
la pregunta que ya nuestras compañeras nos invitaban a reflexionar: ¿nos relacionamos con
varones por elección o estamos socialmente construidas para amarlos?
Para nosotras, desmontar el ego fálico que ha constituido las reglas eróticas de este
sistema-mundo es una apuesta de vida, superar el falocentrismo implica para nosotras la
primera clave hacia una nueva erótica. En todos los sentidos, no solo desde el sexual
corpóreo, sino desde las simbólicas de poder que han constituido una realidad erótica que no
es la nuestra, porque nosotras entendemos la erótica desde múltiples dimensiones, desde la
palabra sorora que compartimos unas con otras en el día a día, hasta el abrazo sensual que
nos damos en la intimidad. Para nosotras trascender la erótica creada por la hegemonía
masculina, implica abrirnos paso a nuevos mundos, como mencionamos antes en este trabajo
y retomando a María Galindo, “no buscamos igualdad frente a los varones en un mundo que
se está cayendo a pedazos”.
Lo hemos dicho ya, que la erótica de la liberación no es para nosotras un proyecto teórico
únicamente, todos los días la vivimos en nuestros cuerpos de múltiples maneras, y como
mujeres diversas, pero también parecidas, hemos dilucidado que solo a través de un proyecto
erótico-político, es que podremos como sujetas vivas, auto determinarnos para trascender a
esta nueva potencia que buscamos dar desde la periferia.
Ochy Curiel
Nos es pertinente antes de seguir con el tema que trataremos, preguntarnos… ¿Es
todavía relevante hablar de feminismo en Latinoamérica?
Para tratar de contestar a esta pregunta echaremos mano a la historia del movimiento
feminista, que, si bien nace como propuesta con la primera ola en el siglo XVIII, la realidad
es que aún previo a los tiempos de la ilustración, ya las mujeres eran protagonistas de la
historia. Hipatia (filósofa de Alejandría), Cristina de Pizán (La Ciudad de las Damas), la
misma Sor Juana Inés de la Cruz en México, es decir, las mujeres hemos estado ahí siempre,
aun antes de los tiempos modernos, dando pelea a la totalidad patriarcal, produciendo
conocimiento también, sepultado sin embargo bajo el mandato que ha buscado siempre
acallar nuestra palabra porque peligrosa. Por eso es que hay que rascarle pues, hay que buscar,
más allá de las referencias, teorías y conceptos producidos por mujeres europeas y
norteamericanas, hay que leer nuestros trabajos compañeras, ¡que vaya!, al menos una cosa
sí compartimos, y es que podemos ver las cosas de otros ángulos porque todas nos situamos
desde la exterioridad geopolítica mundial. Nos permitimos citar aquí a la compañera Ochy
Curiel, activista dominicana y teórica del feminismo latinoamericano y caribeño, ya que su
visión respecto a la historicidad del feminismo suma mucho a la nuestra: “Aunque como
concepto el feminismo nace en la primera ola, en este contexto como una propuesta que
sintetiza las luchas de las mujeres en un lugar y en un tiempo determinado, si entendemos el
feminismo como toda lucha de mujeres que se oponen al patriarcado, tendríamos que
construir su genealogía considerando la historia de muchas mujeres en muchos lugares-
tiempos”. (Curiel, 2009, p.1).
Lo anterior nos exige a cada una de nosotras desde nuestras propias militancias
feministas, que nos hagamos responsables, y que con ternura logremos trascender nuestras
propias epistemes, que si bien nos han permitido avanzar en la creación de nuevas categorías
que han funcionado como catalizadores en los últimos años, para potenciar la pronunciación
de las tremendas opresiones sistémicas de las que somos sujetas las mujeres del Abya Yala,
no pueden y no deberían, hacernos presas de discursos totalizadores. Es la misma
epistemología feminista que nos ha dado las categorías para estar hoy aquí discutiendo sobre
estos hermosos e incendiarios textos, que requiere ser trascendida, toca trascender
cualquier rastro de feminismo hegemónico y con ello abrirnos paso a un reconocimiento más
real y amoroso en nuestras regiones que tanta falta nos hace. Si bien el feminismo es un
conjunto de teorías políticas, transversales, transdisciplinarias y multi situadas, la praxis,
como ya hemos mencionado arriba, va más allá de la teoría y se materializa todos los días en
nuestro cotidiano y también en nuestras militancias.
Nos parece pues, relevante ahora continuar compartiendo algunas reflexiones sobre
los feminismos no hegemónicos que desde el Abya Yala hemos venido produciendo desde
hace ya varios años (feminismo negro, indígena, popular, decolonial, la cuestión comunitaria
y rural) y cómo buscamos con estos, trascender no solo nuestras propias categorías
personales, sino trascender las heridas coloniales que llevamos en el cuerpo y la conciencia.
I.I Feminismos no hegemónicos y discusiones con el feminismo moderno
Lorena Cabnal
Vale la pena resaltar que los problemas sociales que la mujer enfrenta no solo se ve
en la esfera pública, sino que se retrata y se reproduce cruelmente en el ambiente privado,
dicho de otra forma, dentro del núcleo familiar. Como describe Rita Segato (2016, p.20), “El
espacio doméstico adquiere así los predicados de íntimo y privado, que antes no tenía, y es
a partir de esa mutación que la vida de las mujeres asume la fragilidad que le conocemos”.
Este espacio que debería ser su principal fuente de apoyo, su comunidad, acaba condenándola
a actitudes dominadoras humillantes e inhumanas que sostiene la explotación de la mujer
basada en roles sexuales definidos y diferenciados, sustentado en una forma de vida social
moderna, capitalista, patriarcal, que nos coloca en la posición de objeto de consumo tanto
como mujeres como todo lo que está relacionado con la gestión de vida. De acuerdo con Juan
José Bautista (2010, p.5), el capitalismo para poder construirse como tal necesitó ir
destruyendo poco a poco toda forma de vida comunitaria convirtiéndola en sociedad
autoritaria. Pensándolo desde este punto podemos entender que una forma para transformar
el lugar social de la mujer dando sustento a una ética feminista es rescatar la comunidad a
través de nuestra unión, la cuál puede ser hecha por medio de la escucha de nuestras historias,
rescatando y respetando nuestras entidades comunitarias, de forma que podamos integrarnos
e integrar lo que ha sido desintegrado, separado, subyugados por estas estructuras patriarcales
apoyadas por la sociedad, de forma que podamos transformar desde nuestro lugar con la
escucha y comprensión otro sentido en el fortalecimiento de vínculos y nuevos rumbos para
sustentar la vida.
II. Trascendiendo el antropocentrismo y la analéctica de la liberación erótica
Siguiendo el hilo de los diálogos anteriores y retomando lo que nuestra compañera acaba de
aportar en cuanto a la erótica de la liberación como tema-problema planteado desde un
feminismo intercultural latinoamericano, proponemos continuar estas reflexiones con el tono
crítico con el que las iniciáramos. Para ello, es importante retomar los análisis más recientes
acerca de las distintas interpelaciones ante las opresiones y violencias del presente y que sin
duda atraviesan no sólo las prácticas sexuales sino también las prácticas sociales. En este
sentido, las mujeres feministas latinoamericanas perseguimos el camino de la liberación
desde la lucha cotidiana en los distintos espacios de participación. Estamos abiertas a la
escucha de otras voces, de otras mujeres compartiendo ideas, pero también contextos de lucha
social-callejera demandando por el respeto a nuestros derechos y exigiendo la actualización
de los mismos. Tal posicionamiento busca trascender el horizonte antropológico de la
modernidad y los límites que la razón le impuso al cuerpo.
Estamos haciendo referencia al contexto social de la tercera década del siglo XXI y
con ello a la violencia explícita sobre los cuerpos de las mujeres y la crueldad que se ejerce
sobre los mismos hasta llegar a la extinción de la vida. Tanto como, al encubrimiento de la
maldad que se concreta bajo el signo de la inmediatez en la satisfacción del deseo abyecto,
uno que consuma el tiempo en el instante mismo en el que se quiebra la proximidad con
sentido humano y la violencia destruye al ser. Hacemos mención a la exposición brutal de
los cuerpos dañados de las mujeres y de la diversidad de identidades que la rondan. En este
sentido, traemos a la reflexión el hecho puntual de que “las mujeres de América Latina
tenemos que revisar a la luz de nuestra historia, no sólo las concepciones no convencionales
de sujeto sino también nuestras propias contribuciones teóricas, diseminadas a lo largo de
un extenso continente y desarticuladas por complejas redes de comunicación” (Femenías
2007, p. 9). En cuanto a concretar un detenimiento crítico en el marco de los diálogos vigentes
para detectar en muchos casos los sentidos subyacentes con los cuales suelen ser adjetivas,
ridiculizadas o invisibilizadas las mujeres feministas en general y con mayor grado de
crueldad aquellas identidades auto percibidas como mujer. Ello constituye “dos modos
fundamentales de sexismo en el lenguaje filosófico” (Femenías 2013, p10). Estos enmarcan
la heterodesignación y la normatividad dando lugar a constitución de estereotipos
naturalizados y por lo tanto invisibles donde incluidos y excluidas tiene un mismo nivel de
hipercodificación.
En definitiva, trascender los límites del antropocentrismo implica ir más allá de la
razón moderna, postmoderna, puesto que sabemos que las mujeres feministas
latinoamericanas ocupamos un espacio entre los países hegemónicos. Ello exige actuar
sabiendo de los devenires que nos conforman como parte de las preocupaciones
fundamentales de un tiempo en disputa por el reconocimiento del otro ser, de la alteridad.
Hemos notado en este breve recorrido la falta de referencia a escritos y pensadoras-filósofas
feministas de nuestra América Latina. En el marco de los análisis inter-multiculturales-
multiculturales, consideramos siguiendo el trazado de los Feminismos del sur que “es
particularmente importante el debate entre epistemólogas feministas blancas y feministas
negras, lesbianas y de color que ha permitido visibilizar la interconexión entre estructuras
de dominación en particular y la relación entre la mirada androcéntrica, el racismo”
(Alvarado-Pérez 2020, p. 170). De allí en más nos queda mucho camino por recorrer, pero
consideramos un paso sumamente importante para las mujeres latinoamericanas recuperar
pensamiento filosófico de base que, si bien tiene un sesgo intelectual- contextual particular
acerca de lo erótica en nuestro continente nos permite hoy reflexionar y avanzar hacia una
liberación erótica feminista desde otro lugar de enunciación que demanda de una ética
política que ponga en tensión la comprensión cotidiana del ser mujer feminista y de sus
elecciones personales particulares de concretar su sexualidad, el cuerpo deseo no es un
logotipo sino una forma de habitarse subjetivamente. Es decir, ello demanda de la política
llevar al marco de la gestión del poder una práctica igualitaria y abierta a las distintas
expresiones feministas hoy.
Pensar una política de la liberación feminista latinoamericana es partir de una nueva ética, es
construir desde un nuevo sitio de enunciación y hacia nuevos horizontes; ahora, cuando
afirmamos que son lugares nuevos no buscamos invisibilizar las luchas vigentes de todas
esas mujeres alrededor de toda Latinoamérica que resisten el poder y defienden sus formas
de vida contrahegémonica, sino más bien reafirmamos la necesidad de derrumbar los viejos
asideros de la política que clasifica, administra y controla los cuerpos y las vidas, una política
patriarcal, racista y heterosexista (Curiel, 2019, p. 70) que nos asigna a las mujeres el lugar
de lo otro, de lo inferior y lo dominable. En suma, no es posible construir una política de
liberación feminista sobre las bases del patriarcado, es necesario derrumbarlas; la abolición
de las prácticas que asfixian la pulsión vital de las mujeres significa la destrucción de la
ontología totalizadora del patriarcado.
Siguiendo este mismo cuestionamiento acerca del poder, creemos que las dinámicas
del movimiento feminista deben ser distintas a las de los movimientos patriarcales que una y
otra vez se decantan hacia la disputa por el poder entre los varones que los integran; como ya
se dijo, nosotras las mujeres sí queremos y sí disputamos el poder que el patriarcado intenta
arrebatarnos, pero para ello no nos aniquilamos entre nosotras ni imponemos una única forma
de ser mujer o de ser feminista, tal como mencionamos en los primeros párrafos, no es nuestra
intención construir nuevas categorías esencialistas. Mantener las dinámicas del movimiento
feminista lejanas de las prácticas de totalización ontológica y dominación política es una
manera de reafirmar la ética del reconocimiento de la diferencia y la lucha contra la
dominación sexista y racista. Así pues, pensamos que las decisiones éticas deben ser tomadas
desde el reconocimiento de nuestros seres plurales, no en el sentido de cuerpos e identidades
clasificadas como diferentes, sino como pulsiones vitales diversas, todas únicas e
importantes. Creemos que tales prácticas políticas permiten revertir las lógicas patriarcales
totalizantes.
Ahora bien, cuando hablamos de mujeres latinoamericanas diversas, salta a la luz otro
de los aspectos que creemos fundamentales para una política de la liberación feminista, nos
estamos refiriendo a la necesidad de identificar lazos que nos hermanen como compañeras
de resistencia a todas las mujeres a pesar de las diferencias. Si bien todo movimiento requiere
de una constante revisión de sus prácticas y objetivos a través del diálogo entre diferencias,
a efectos de evitar una nueva totalización, pensamos que es indispensable resaltar aquello
que nos asemeja y nos vincula en este movimiento de liberación. Esto no significa que, una
vez más, borremos y ordenemos las diferencias, sino intentar construir desde aquellas. Para
identificar estos puntos de vinculación entre nosotras, nos parece importante partir de
reconocer que la lucha de resistencia es también un acompañamiento de historias de vida
atravesadas en uno u otro sentido por la violencia patriarcal.
Así pues, aquellas historias de vida que llevamos en los cuerpos diversos que somos
posibilitan un entendimiento, ya que, pese a ser diferentes, están todas insertas en el régimen
político y económico totalizador que es el patriarcado. Claramente, la historia de una mujer
mestiza que estudia y trabaja en una megaciudad latinoamericana no es igual a la de una
mujer indígena que lucha frente al extractivismo neoliberal, sin embargo, pensamos que no
es necesario perseguir los mismos intereses individuales para comprender la lucha en
términos colectivos o, en otras palabras, para comprender que la resistencia y la liberación
de toda mujer, sea cual sea su lugar en las redes del poder, implica ya un golpe al patriarcado,
una fuga de ese sistema sexo-género que busca mantenernos quietas en lugares estratégicos
que posibiliten su statu quo. Identificar estos puntos de encuentro es fundamental para tejer
redes de complicidad y solidaridad entre las diversas mujeres que somos.
Con este objetivo, es importante recordar que, aunque la cara que nos muestre el
patriarcado sea la más amable, gracias a nuestros privilegios de raza o clase, o debido a que
nos hemos adaptado a las exigencias de la heteronorma, ello en nada niega que el patriarcado
siga existiendo y que las mujeres ocupemos un lugar en él. Esta afirmación, lejos de
victimizarnos o acusarnos entre nosotras, lo que busca es convocarnos a descentrarnos de
nuestros intereses particulares para visibilizar los de las otras mujeres del mundo y de
Latinoamérica. La política de liberación feminista implica entonces un constante ajuste de
enfoque: es necesario reconocer mi historia y mi sitio de enunciación, pero, a la vez, observar
a mi compañera de lucha, es en nuestra cercanía rostro a rostro que puedo escuchar y aprender
de su historia de vida; no obstante, en ningún momento puedo perder de vista el marco del
régimen patriarcal donde se encuadran su historia y la mía.
Para finalizar, queremos retomar la afirmación hecha líneas arriba acerca de que las
prácticas que inspiran y van cimentando el camino hacia una política de la liberación
feminista están en la cotidianeidad; pues bien, sabemos que no es un proyecto sencillo.
Cuando observamos que la dominación del régimen patriarcal alcanza hasta los rincones más
pequeños de la organización social y que intenta gobernar nuestros cuerpos, entonces, nuestra
cotidianeidad se presenta como un escenario en el que constantemente debemos vigilar no
estar cediendo frente a ni replicando los mandatos patriarcales; y nuestro cuerpo cobra una
importancia fundamental: es el territorio del que debemos expulsar al conquistador y, a la
vez, la fuente de la potencia de la que hablábamos líneas arriba. El cuerpo, como dice Leonor
Silvestri, es capaz de las transformaciones más radicales cuando trasgrede sus límites y se
entrega al cambio constante, a la rebeldía frente a cualquier categoría o sistema totalizador
(pp. 176-177). Todo esto nos lleva a pensar que es en el movimiento cotidiano y rebelde de
los cuerpos donde las mujeres realizamos los descubrimientos más importantes que marcan
el punto de no retorno en este maravilloso camino que es la lucha por la liberación individual
y colectiva de las mujeres y la vida.
Sabemos que este proceso de transformación es complicado y confuso, ya que el
mundo que nos era familiar empieza a derrumbarse y nos reta a vivir en una constante batalla
que se libra dentro y fuera de nosotras: cuestionamos la obligatoriedad del régimen
heterosexual y empezamos sospechar de la autenticidad de los deseos que creíamos libres;
interpelamos las categorías totalizantes, y reformulamos nuestras decisiones de vida y las
expresiones de nuestros cuerpos; comprendemos las imbricaciones de la dominación racista
y capitalista, y nos organizamos en comunas autosustentables, nos sumamos a las luchas de
las mujeres negras e indígenas en defensa de sus cuerpos y territorios; descubrimos que la
sanción del goce puede nacer incluso de nosotras mismas, de las mujeres que amamos y que
nos aman, y, antes de juzgar(nos), notamos la importancia de buscar la transformación
estructural, independientemente del lugar que ocupemos en el régimen patriarcal; la lista es
enorme. Estos descubrimientos que irrumpen y fracturan nuestros asideros de sentido, a la
vez, alimentan la potencia de nuestros deseos y acciones de liberación, por ello, los
celebramos y los agradecemos.
Queremos concluir esta sección reconociendo que si bien las reflexiones y prácticas
de liberación que describimos en este texto pueden hacer eco en muchas de nosotras, lo cierto
es que corresponden a una pequeña parte de las mujeres latinoamericanas y del mundo, la
otra gran parte vive un día a día del que no podemos dar cuenta directa, pero con la que sí es
posible familiarizarnos y solidarizarnos, incluso, identificarnos, en la medida que el cuerpo
y la vida de todas nosotras han sido en un sentido u otro atravesadas por la violencia
patriarcal, de hecho, la sola existencia de este régimen resulta violenta para la vida. Sin
embargo, pensamos que, más allá de ese hilo común que teje parte de nuestras vidas, existe
esta potencia y este deseo de goce en libertad que nos hermana a todas estas mujeres que
somos, cuyo horizonte es un mundo en el que podamos expresar nuestra fuerza vital sin
miedo a ser ultrajadas o asesinadas. Pese a que ese mundo todavía no existe, estamos
convencidas de que las mujeres somos cada vez más fuertes y potentes, no estamos esperando
la llegada de ese nuevo mundo, sino que lo estamos construyendo, no estamos paralizadas
por el miedo y la amenaza, sino que nos rebelamos y resistimos día a día, lo hacemos
desde ya, lo estamos haciendo.
Lista de referencias
Bautista, S. 2010. Hacia una Crítica-ética del Pensamiento Latinoamericano. Ed. Rincón
ediciones.
Gloria, A. (2019) Identidad es historia Feminismos del Abya Yala, Vol.I. Ed.Biznaga.
Gloria, A. (2019) Identidad es historia Feminismos del Abya Yala, Vol.I. Ed.Biznaga.
Silvestri, L. (s.a.) Primavera con Monique Wittig, el devenir lesbiano con el dildo en la mano
de Spinoza transfeminista. Queen Lud.