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Reflexiones en torno a la Erótica de la Liberación

Una mirada contemporánea, feminista y latinoamericana


Por: Asociación de Filosofía y Liberación/Mujeres
((Texto aún en construcción, versión borrador para trabajar colectivamente))

3. HACIA UN FEMINISMO DE LA LIBERACIÓN

Antes de adentrarnos en la última parte de este texto que juntas hemos venido creando desde
lo colectivo, nos parece importante recuperar las principales ideas, reflexiones y propuestas
plasmadas en los dos primeros apartados de este trabajo, para a partir de ello, recolectar las
piezas y pistas que nos permitan avanzar hacia este camino de liberación que como mujeres
del Abya Yala, feministas y estudiantes de la filosofía de liberación, estamos tratando de
cocrear desde un nuevo proyecto erótico-político.

Nuestra primera propuesta fue la de echar mano de la categoría patriarcado con el fin
de ampliar su sentido a nuestras propias experiencias. Hemos entendido hasta ahora al
patriarcado como un entramado de opresión estructural que se sostiene ideológicamente
mediante una hegemonía masculina y de dominación sobre el cuerpo de las mujeres, su
sexualidad y por ende la reproducción de la vida. Subyace pues, una ontología de la
Totalidad que se basa en la comprensión del ser basada en relaciones de poder que han
negado la alteridad de la mujer. “La mujer y lo femenino no se constituyen en sí por sí
mismos, son el resultado de la negación por parte de este sistema-mundo-patriarcal”, y son
sin embargo también, afirmados por el mismo sistema que desde dicha negación, crea las
normas, mandatos y aspectos ‘deseables’, que las mujeres, y los mismos varones, interiorizan
en el proceso de su socialización.

Sabemos, además, que el patriarcado se ha constituido de múltiples maneras tomando


las formas específicas de los contextos geográficos y los núcleos éticos míticos en que se ha
desarrollado, como lo hemos expuesto en el primer apartado de este trabajo, “no es que una
civilización determinada haya sido patriarcal, todas lo han sido, porque es el patriarcado el
que las produce”. La nuestra, por ejemplo, es una civilización que, si bien se funda en las
cosmogonías amerindias, es posteriormente aniquilada por el brutal ego conquiro que hemos
también ya revisado a lo largo de este trabajo. Para nosotras, mujeres latinoamericanas, el
mestizaje a partir de este brutal entronque patriarcal, fundó lo que hoy conocemos como
nuestras sociedades ‘modernas’ en Latinoamérica, llenas de varones resentidos y
avergonzados, que como veremos más adelante, han vertido este rencor en su desprecio hacia
las mujeres e incluso hacia los mismos varones. El locus de enunciación desde el cual nos
pronunciamos, es a nivel geográfico, el mismo para todas, como mujeres y disidencias sexo
genéricas del Abya Yala, llevamos en el cuerpo la materialización del denominado entronque
patriarcal, claro que existía patriarcado antes de la conquista, también hemos revisado ya,
como en las teogonías y mitos amerindios, el cuerpo de la mujer era objeto de una dominación
erótica política que se institucionalizaba a través de la liturgia, y que hoy en día, se sigue
perpetuando a través de leyes sacras e injustas que promueve la formación judío cristiana de
las nuevas sociedades que se crearon luego de que el ego conquiro destituyera la humanidad
de millones de personas en américa mediante una narrativa civilizatoria que instituyó al
sistema mundo moderno como hoy lo conocemos, y que para nosotras las mujeres, solo
representó la perpetuación de la opresión y las violencias de las que nuestras ancestras fueron
objeto y que hoy continua de a través de nosotras.

Esta ontología de la totalidad, patriarcal y eurocéntrica, se materializa diariamente en


nuestras vidas mediante el cuerpo a través de múltiples violencias, que, si bien no se agotan
con el género, es una realidad que para nosotras cuerpa es experiencia, es así, que el hecho
de haber nacido en cuerpo sexuado mujer, ha implicado para nosotras un sinfín de opresiones
sistémicas que se han cruzado además con otras categorías como la raza, la geografía y la
clase social. Para nosotras es importante recuperar la categoría de patriarcado, porque este
representa el orden mundial bajo el cual se ejecuta la dominación de las mujeres y se
establecen los límites bajo los cuales debemos desarrollar nuestros proyectos eróticos. Es
imperante para nosotras trascender esta totalidad que nos ha subsumido, y poner de una vez
por todas nuestro proyecto erótico como prioridad, ya que la deuda histórica que este mundo
tiene con nosotras no la va a saldar nadie sino nosotras mismas, por ello, además no
abandonamos el cara a cara que hemos logrado construir entre nosotras, finalmente, no es
sino por la reflexión que damos todas en conjunto, que estamos hoy aquí discutiendo cómo
potenciar nuestros goces.

Otro fatal resultado de esta totalidad patriarcal es el régimen sexual que se nos ha
impuesto como hegemonía, cualquier cuerpo que se atreve a transgredir los límites binarios
de este sistema heteropatriarcal, privilegiando su proyecto-erótico-personal, será sujeto de
opresiones, discriminaciones y violencias. La heterosexualidad, no propiamente como
orientación sexual sino como mandato, como norma obligada y como régimen político,
permite la reproducción y perpetuación de la opresión para las mujeres, y no estamos
diciendo con esto que la única solución a este problema que discutimos sea la de abandonar
nuestras orientaciones sexuales heteras, sin embargo, nos es pertinente, volver a plantearnos
la pregunta que ya nuestras compañeras nos invitaban a reflexionar: ¿nos relacionamos con
varones por elección o estamos socialmente construidas para amarlos?

Para nosotras, desmontar el ego fálico que ha constituido las reglas eróticas de este
sistema-mundo es una apuesta de vida, superar el falocentrismo implica para nosotras la
primera clave hacia una nueva erótica. En todos los sentidos, no solo desde el sexual
corpóreo, sino desde las simbólicas de poder que han constituido una realidad erótica que no
es la nuestra, porque nosotras entendemos la erótica desde múltiples dimensiones, desde la
palabra sorora que compartimos unas con otras en el día a día, hasta el abrazo sensual que
nos damos en la intimidad. Para nosotras trascender la erótica creada por la hegemonía
masculina, implica abrirnos paso a nuevos mundos, como mencionamos antes en este trabajo
y retomando a María Galindo, “no buscamos igualdad frente a los varones en un mundo que
se está cayendo a pedazos”.

Si bien el sometimiento de la mujer ha sido atravesado por lo sexual, no es solo lo


sexual biológico lo que nos oprime, y es importante para nosotras visibilizar que existe una
interseccionalidad de opresiones, que también son sostenidas por el patriarcado como
ontología totalitaria, misma que debe ser superada. Para ello, nos hemos valido
principalmente de tres categorías de la filosofía de la liberación: totalidad, exterioridad y
subsunción. La ontología necesita incorporar algo que está afuera, para hacer una subsunción,
eso hemos representado nosotras. Como alteridad, para nosotras salirnos de la totalidad
implica un avanzar hacia la posibilidad de ser y estar ya no desde la negación, sino desde
la plena realización de nuestro proyecto de vida. Si bien, no todas las mujeres han sido
negadas de la misma forma por la totalidad patriarcal (como hemos visto en el apartado uno
de este texto, una mujer racializada no es sujeta de las mismas opresiones que una mujer no
racializada), las diferencias creadas por esta ontología totalitaria de dominación le han sido
muy útiles al patriarcado para oponernos entre nosotras mismas, creando una división entre
“buenas y malas” que históricamente nos ha impedido el desmonte de la hegemonía
masculina. Por ello, hemos de ser cuidadosas de superar la totalidad que nos ha negado, sin
negar otras exterioridades. Para lograrlo, otra de nuestras propuestas en este texto, es la de
visibilizar como desde el Abya Yala en los últimos años hemos acelerado la discusión y
crítica para avanzar hacia el desmantelamiento de las relaciones de opresión de las que somos
sujetas, es así, y como más allá de las disputas internas, la invitación es a mirarnos con
detenimiento y a agradecernos lo que juntas y juntes estamos construyendo.

Lo hemos dicho ya, que la erótica de la liberación no es para nosotras un proyecto teórico
únicamente, todos los días la vivimos en nuestros cuerpos de múltiples maneras, y como
mujeres diversas, pero también parecidas, hemos dilucidado que solo a través de un proyecto
erótico-político, es que podremos como sujetas vivas, auto determinarnos para trascender a
esta nueva potencia que buscamos dar desde la periferia.

I. Superando la historia lineal y eurocéntrica del feminismo

Hemos leído y escuchado desde hace tiempos,


que el feminismo ha sido una propuesta que nace de la Ilustración.
Desde una historia contada de forma lineal y euronorcéntrica,
se asume que el feminismo nace con la Revolución Francesa,
como si antes de ese hecho en otros lugares que no son Europa,
las mujeres no se hubiesen opuesto al patriarcado.

Ochy Curiel

Como estudiantes y practicantes de la escuela de pensamiento de la filosofía de la liberación,


nos situamos desde un horizonte de alteridad al creado por el sistema-mundo moderno.
Como mujeres con diversos posicionamientos, pero hermanadas en la búsqueda de la
trascendencia de nuestras propias epistemes, corrientes y territorialidades, nos unimos en la
narración de nuevas historias, las otras historias, las nuestras, porque nombrarlas es para
nosotras un acto político que busca trascender la hegemonía patriarcal y eurocéntrica, tanto
a nivel teórico, como práctico, porque para nosotras, el uso de la palabra escrita es un medio
poderoso a través del cual nos hemos decidido a enunciar estas otras historias, las nuestras,
mujeres del Abya Yala.

Nos es pertinente antes de seguir con el tema que trataremos, preguntarnos… ¿Es
todavía relevante hablar de feminismo en Latinoamérica?
Para tratar de contestar a esta pregunta echaremos mano a la historia del movimiento
feminista, que, si bien nace como propuesta con la primera ola en el siglo XVIII, la realidad
es que aún previo a los tiempos de la ilustración, ya las mujeres eran protagonistas de la
historia. Hipatia (filósofa de Alejandría), Cristina de Pizán (La Ciudad de las Damas), la
misma Sor Juana Inés de la Cruz en México, es decir, las mujeres hemos estado ahí siempre,
aun antes de los tiempos modernos, dando pelea a la totalidad patriarcal, produciendo
conocimiento también, sepultado sin embargo bajo el mandato que ha buscado siempre
acallar nuestra palabra porque peligrosa. Por eso es que hay que rascarle pues, hay que buscar,
más allá de las referencias, teorías y conceptos producidos por mujeres europeas y
norteamericanas, hay que leer nuestros trabajos compañeras, ¡que vaya!, al menos una cosa
sí compartimos, y es que podemos ver las cosas de otros ángulos porque todas nos situamos
desde la exterioridad geopolítica mundial. Nos permitimos citar aquí a la compañera Ochy
Curiel, activista dominicana y teórica del feminismo latinoamericano y caribeño, ya que su
visión respecto a la historicidad del feminismo suma mucho a la nuestra: “Aunque como
concepto el feminismo nace en la primera ola, en este contexto como una propuesta que
sintetiza las luchas de las mujeres en un lugar y en un tiempo determinado, si entendemos el
feminismo como toda lucha de mujeres que se oponen al patriarcado, tendríamos que
construir su genealogía considerando la historia de muchas mujeres en muchos lugares-
tiempos”. (Curiel, 2009, p.1).

El feminismo decolonial nace en Latinoamérica justo como una respuesta a estos


fallos percibidos en la segunda ola del feminismo que surgió con las contraculturas de los
años 1960 y que abarcó hasta los 1990, como un análisis antiesencialista y anti universalista
de las experiencias de ser mujer(es), con una postura clara en contra de la esencialización,
naturalización y homologación de las experiencias ‘femeninas’. La tercera ola del
feminismo vino a cuestionar la categoría ‘sexo’ como natural, inmutable e invariante en
toda cultura, “conferir un género, o asignar un sexo, es algo que no se hace apelando a
verdades biológicas obvias y libres de interpretación… cómo habitamos un cuerpo sexuado-
generizado, es algo que no está anclado de maneras triviales a la anatomía”. (Guerrero,
2019, p.87). Hoy en día se dice que estamos en la cuarta ola, y sin temor a equivocarnos
podemos afirmar que nosotras somos parte de la nueva historia que se está gestando.
Es así que, aun siendo nuestras experiencias muy distintas, no pretendemos afirmar
que el único camino para dar muerte al patriarcado y vida a nuevas realidades sea solo
mediante el auto reconocimiento de ser feministas. Sin embargo, para nosotras sí es muy
relevante nombrarnos desde ahí, pero desde estas, nuestras latitudes geográficas no
hegemónicas, desde nuestros propios contextos, problemas sociales, emergencias nacionales
y proyectos teórico-políticos, además que, como practicantes de la filosofía de la liberación,
nombrarnos feministas nos ha permitido amplificar la potencia de nuestra crítica y la
creación de nuestros proyectos erótico-personales. Nosotras creemos que es muy poderoso
nombrarnos feministas porque con ello también buscamos visibilizar y ampliar las
reflexiones y propuestas que estamos dando como mujeres y disidencias sexo genéricas del
Abya Yala. Reconocemos también que el concepto de ‘feminismo’ hoy en día en nuestras
regiones es espinoso, ya que por un lado parece estar en boga gracias al robo y la ocupación
que tanto el estado, como las instituciones públicas, privadas y las oenegés han perpetuado
al movimiento en Latinoamérica mediante la famosa ‘perspectiva de género’, y por otro lado,
el estado mismo, así como los varones temerosos a ser expuestos y perder sus privilegios, se
han encargado de desprestigiar al feminismo como movimiento teórico-político-social, y de
crear violencia al interior de este a través de narrativas de odio.

Pues para nosotras el feminismo no es ni una moda ni un pretexto para encontrar


argumentos que nos pongan en contra entre nosotras, para nosotras el feminismo es una forma
de vida, más allá de la teoría y más allá de la academia, por fuera de las tramas institucionales,
para nosotras el feminismo está en la praxis diaria, en la batalla que damos todos los días
en la calle cuando nos acosan, en las relaciones afectivas que hemos perdido porque estaban
atravesadas por el machismo y la violencia, en el reconocimiento que nos aventuramos a
hacer de todo esto, porque para nosotras desviar la mirada y hacer como que no pasa nada no
es una opción. Nos gustaría recuperar un fragmento de la compañera María Galindo, activista
boliviana militante del feminismo radical, ya que sus palabras resuenan fuerte en nosotras:
“Me reconozco y me presento como feminista, porque esa palabra todavía provoca
incomodidad en cientos de hombres y en cientos y cientos de mujeres y situaciones. La
palabra feminismo funciona como un termómetro de rebeldía; cuando una mujer te dice que
está de acuerdo con todo pero que por favor no la llamen feminista, es que se hace la ilusión
de poder tener un espacio de negociación personal con el patriarcado para no perder el
campito que cree ocupar. Todavía la palabra feminismo significa socialmente enemiga de
los hombres, y aunque hay muchas que pierden su tiempo en explicar que no somos sus
enemigas, cualquier frutera del mercado lee ese significado y entiende que somos enemigas
de todos los privilegios masculinos que ella aguanta y le gustaría repudiar e impugnar”
(Galindo, 2009, p.28). Esta crítica que hace María Galindo a la sociedad moderna en
Latinoamérica que aún se enfrenta a cientos de prejuicios cuando escucha el término
‘feminista’, aunado a la discriminación que nosotras mismas hemos sentido por serlo, nos
hace estar seguras de que nombrarnos de esta manera sigue siendo revolucionario, nos
nombramos feministas para con ello tomar una postura firme ante esta totalidad
heteropatriarcal y hacerle frente, para situarnos cada una desde nuestras diferentes corrientes
pero sin totalizarnos, poniendo siempre al centro que lo buscamos cada una es reivindicar
nuestros proyectos de vida.

Lo anterior nos exige a cada una de nosotras desde nuestras propias militancias
feministas, que nos hagamos responsables, y que con ternura logremos trascender nuestras
propias epistemes, que si bien nos han permitido avanzar en la creación de nuevas categorías
que han funcionado como catalizadores en los últimos años, para potenciar la pronunciación
de las tremendas opresiones sistémicas de las que somos sujetas las mujeres del Abya Yala,
no pueden y no deberían, hacernos presas de discursos totalizadores. Es la misma
epistemología feminista que nos ha dado las categorías para estar hoy aquí discutiendo sobre
estos hermosos e incendiarios textos, que requiere ser trascendida, toca trascender
cualquier rastro de feminismo hegemónico y con ello abrirnos paso a un reconocimiento más
real y amoroso en nuestras regiones que tanta falta nos hace. Si bien el feminismo es un
conjunto de teorías políticas, transversales, transdisciplinarias y multi situadas, la praxis,
como ya hemos mencionado arriba, va más allá de la teoría y se materializa todos los días en
nuestro cotidiano y también en nuestras militancias.

Nos parece pues, relevante ahora continuar compartiendo algunas reflexiones sobre
los feminismos no hegemónicos que desde el Abya Yala hemos venido produciendo desde
hace ya varios años (feminismo negro, indígena, popular, decolonial, la cuestión comunitaria
y rural) y cómo buscamos con estos, trascender no solo nuestras propias categorías
personales, sino trascender las heridas coloniales que llevamos en el cuerpo y la conciencia.
I.I Feminismos no hegemónicos y discusiones con el feminismo moderno

Yo no me nombro decolonial. Les cuento:


soy feminista comunitaria territorial,
porque voy más allá del tiempo colonial.
Si me quedo como decolonial,
me quedo en los 527 años por acá.
Y estoy yendo atrás, a formas milenarias también.

Lorena Cabnal

El feminismo latinoamericano con toda su diversidad caracterizada por el mestizaje que


surgió con el intercambio de razas, valores y culturas, resultado del proceso de colonización
en el territorio, ha causado que la mujer mestiza o, mejor dicho, la mujer latina se depare
subconscientemente con creencias que provienen de la raza negra, indígena y blanca, las
cuales la atraviesan y la construyen como sujeta. La estructura social que atraviesa a la mujer
latinoamericana causa en ocasiones, que, al seguir cualquier tipo de lucha direccionada, la
mujer se sienta dividida por las diferentes marcas ancestrales que atraviesan su origen. Por
este motivo, puede ser común que la mujer latinoamericana este internamente en un dilema
existencial cuando debe defender un lado relacionado con los derechos de la mujer en la
sociedad. Esto se debe porque la misma está atravesada en su historia por las tres razas, las
cuales dentro de la sociedad moderna aún son separadas, todavía siendo desconsiderada su
unificación en la construcción de sujetas actuantes en una cultura. De acuerdo con Anzaldúa
(2019, p.6), este tipo de exigencias o posiciones sociales racistas como patriarcales, deben
considerarse “un ataque contra nosotras y nuestras creencias, es una amenaza, e intentamos
bloquearlo al tomar una postura contraria. Toda postura contraria existe en reacción a la
autoridad externa e interna, y se acerca a una liberación de la dominación cultural”. Lo que
quiere decir que toda vez que como mujeres latinoamericanas tratamos de definirnos dentro
de categorías impuestas por el sistema de dominación nos estamos sometiendo a sus creencias
de dominio, autorizando el sufrimiento y el dominio de nuestras cuerpas, creencias como de
la historia que nos atraviesa al ser mujeres parte del territorio latino americano. Sin embargo,
como dice Lorena Cabnal “nombrarnos desde lo decolonial nos sigue manteniendo en lo
colonial”, por ello la mujer latinoamericana debe transcender los patrones habituales,
superando la lógica separatista de la razón para crear novas epistemologías en el sentir,
pensar, unificando lo que ha sido separado, creando así una nueva conciencia de vida.
Conciencia que traiga soluciones para romper con dualidades como raza, género, sujeto –
objeto, construyendo una base de vida que sane las diferencias de cultura, lenguaje,
pensamiento, hacia una consciencia y construcción colectiva que priorice el bien- estar y la
vida de todes. En este sentido, la transcendencia de la mujer latinoamericana es dada cuando
logra unificar e integrar en sus feminismos la igualdad que corresponde directamente a la
existencia y respeto de todo ser viviente. La expansión de la conciencia que las mujeres
latinoamericanas hemos venido desempeñando a través del tiempo, con tantos años de
dominio y opresión de nuestras cuerpas, donde se nos ha quitado la dignidad, nos han
irrespetado como personas, hemos sido atravesadas por un arsenal de violencias sexistas
engendradas por un machismo social cultivado por el miedo, odio de una historia de guerra
sustentada por el dominio del poder, donde nuestras cuerpas han sido utilizadas como
principal arma y objeto de dominio.

Vale la pena resaltar que los problemas sociales que la mujer enfrenta no solo se ve
en la esfera pública, sino que se retrata y se reproduce cruelmente en el ambiente privado,
dicho de otra forma, dentro del núcleo familiar. Como describe Rita Segato (2016, p.20), “El
espacio doméstico adquiere así los predicados de íntimo y privado, que antes no tenía, y es
a partir de esa mutación que la vida de las mujeres asume la fragilidad que le conocemos”.
Este espacio que debería ser su principal fuente de apoyo, su comunidad, acaba condenándola
a actitudes dominadoras humillantes e inhumanas que sostiene la explotación de la mujer
basada en roles sexuales definidos y diferenciados, sustentado en una forma de vida social
moderna, capitalista, patriarcal, que nos coloca en la posición de objeto de consumo tanto
como mujeres como todo lo que está relacionado con la gestión de vida. De acuerdo con Juan
José Bautista (2010, p.5), el capitalismo para poder construirse como tal necesitó ir
destruyendo poco a poco toda forma de vida comunitaria convirtiéndola en sociedad
autoritaria. Pensándolo desde este punto podemos entender que una forma para transformar
el lugar social de la mujer dando sustento a una ética feminista es rescatar la comunidad a
través de nuestra unión, la cuál puede ser hecha por medio de la escucha de nuestras historias,
rescatando y respetando nuestras entidades comunitarias, de forma que podamos integrarnos
e integrar lo que ha sido desintegrado, separado, subyugados por estas estructuras patriarcales
apoyadas por la sociedad, de forma que podamos transformar desde nuestro lugar con la
escucha y comprensión otro sentido en el fortalecimiento de vínculos y nuevos rumbos para
sustentar la vida.
II. Trascendiendo el antropocentrismo y la analéctica de la liberación erótica

Siguiendo el hilo de los diálogos anteriores y retomando lo que nuestra compañera acaba de
aportar en cuanto a la erótica de la liberación como tema-problema planteado desde un
feminismo intercultural latinoamericano, proponemos continuar estas reflexiones con el tono
crítico con el que las iniciáramos. Para ello, es importante retomar los análisis más recientes
acerca de las distintas interpelaciones ante las opresiones y violencias del presente y que sin
duda atraviesan no sólo las prácticas sexuales sino también las prácticas sociales. En este
sentido, las mujeres feministas latinoamericanas perseguimos el camino de la liberación
desde la lucha cotidiana en los distintos espacios de participación. Estamos abiertas a la
escucha de otras voces, de otras mujeres compartiendo ideas, pero también contextos de lucha
social-callejera demandando por el respeto a nuestros derechos y exigiendo la actualización
de los mismos. Tal posicionamiento busca trascender el horizonte antropológico de la
modernidad y los límites que la razón le impuso al cuerpo.

Siguiendo el derrotero de este enfoque, apuntamos a una analéctica dialogal por la


cual la otra ser como análoga y distinta a la vez, sienta las bases de una singularidad que se
resiste a ser subsumida a la Totalidad. El diálogo, el debate abierto desde las distintas
experiencias feministas que exponemos tiene un común denominador el patriarcado: la
violencia material-corporal-psicológica atentando contra los derechos de las mujeres y por
sobre toda cuestión el derecho a la vida. Para nosotras mujeres latinoamericanas ello recorre
un camino que se inicia con la conquista y colonización del territorio a la apropiación de los
cuerpos. Tal como entendemos a Rita Segato, en cuanto que el concepto de identidad es
histórico y no cultural, pues la cultura en su sentido antropológico tiene grandes dificultades
para retirar de la definición de cultura elementos esencialistas, costumbristas propios de una
sociedad marcada por el rito patriarcal y su legado.

Retomando el núcleo complejo de estas reflexiones colectivas acerca del feminismo


hoy, de los movimientos feministas latinoamericanos en los que suelen darse serias
divergencia de enfoque, cabe pensar que este proceso de concientización acerca del rol de las
mujeres en las diversas comunidades humanas, exige estar alerta frente a los distintos modos
de opresión tan violentos como desgastantes y que demandan por nuestra parte a sostener
una resistencia constante frente a las acechanzas que representa la imponente mirada de los
machismos instalado en las instituciones sean estas políticas, jurídicas, educativas,
económicas, laborales, sanitarias. Tanto la como desigualdad en el acceso a los bienes y
recursos, cabe considerar seriamente los micromachismos cotidianos en función de abordar
esta realidad desde el mismo momento en que la violencia es percibida como tal estando
atenta a las diversas máscaras sociales que la encubren.

En este contexto, acercarnos a la erótica a sus diversas expresiones como praxis


humanas de inasible definición provoca un halo de incertidumbre propia del actuar humano,
del carácter subjetivo e intersubjetivos de estas experiencias pero que abre el camino a otras
posibilidades expresivas que ponen en los distintos escenarios las mujeres feministas hoy con
gran fuerza contestaria en América Latina. aunque también críticas. Hacemos referencia a
las prácticas sexuales como prácticas sociales en las que se configuran las subjetividades
nómades en el marco de las interacciones cotidiana. En el marco cultural de referencia, estas
prácticas sexuales como prácticas sociales llevadas al plano de la diversidad inter-
multicultural y de las filiaciones identitarias del presente, operan deconstruyendo la moderna
concepción de sexualidad heteronormativa-binaria o de reconocimiento parcial homosexual
dentro del mismo esquema binario sin dar cuenta que las mujeres hoy habitamos otra
experiencias y expectativas donde el cuerpo deseo se instituye fuera de las cláusulas de
normatividad con respecto a la sexualidad. Puesto que “subjetividad nómade significa cruzar
el desierto con un mapa que no está impreso sino salmodiado, como en la tradición oral:
significa olvidar el olvido y emprender un viaje independientemente del punto de destino, es
decir el devenir” (Braidotti 2015, p. 66). Es decir, en este ámbito la interpretación-
interpelación erótica feminista latinoamericana se inscribe desde un enfoque feminista
actual a partir del cual abordar la crítica y deconstrucción de los límites definidos del
concepto para pensarlo desde otro lugar, de otros cuerpos y de otras prácticas. Es decir, yendo
más allá del falocentrismo moderno que ponemos en cuestión desde su misma base
masculina-patriarcal socializada.

En este sentido, el concepto de transmodernidad tan cercano a la Filosofía de la


liberación cobra un significado profundo para nuestra perspectiva puesto que difiere en la
comprensión de lo real y por lo tanto suma otra voz filosófica a la erótica que apuntamos
fruto de la reflexión colectiva entre mujeres feministas latinoamericanas en cuanto a la
superación conceptual y práctica del antropocentrismo moderno. Puesto que “la
transmodernidad no es un deseo o una meta, simplemente está, como un situación
estratégica, compleja, aleatoria no elegible, no es ni buena ni mala y es todo eso
juntamente.” (Rodríguez-Magda 2007, p. 157). En este escenario, cabe considerar que estas
expresiones interpelantes presentan resistencias semánticas y simbólicas a las estructuras
conceptuales binarias a las cuales hacíamos referencia, ya que las mismas ponen en
entredicho el significado de las acciones que involucran los cuerpos y sus configuraciones
receptivas, plásticas en un mundo donde ya no hay lugar para la permanencia o determinación
normativa de conductas con respecto a lo erótico o al erotismo hoy y a las diversas
implicaciones prácticas que lo erótico conlleva para las mujeres feministas dentro del sustrato
patriarcal que permanece enquistado en las instituciones. En este sentido, nos planteamos las
dificultades que se nos presentan como feministas críticas desde la intención colectiva de
construir otro discurso en un marco social tan cambiante como conflictivo.

Estamos haciendo referencia al contexto social de la tercera década del siglo XXI y
con ello a la violencia explícita sobre los cuerpos de las mujeres y la crueldad que se ejerce
sobre los mismos hasta llegar a la extinción de la vida. Tanto como, al encubrimiento de la
maldad que se concreta bajo el signo de la inmediatez en la satisfacción del deseo abyecto,
uno que consuma el tiempo en el instante mismo en el que se quiebra la proximidad con
sentido humano y la violencia destruye al ser. Hacemos mención a la exposición brutal de
los cuerpos dañados de las mujeres y de la diversidad de identidades que la rondan. En este
sentido, traemos a la reflexión el hecho puntual de que “las mujeres de América Latina
tenemos que revisar a la luz de nuestra historia, no sólo las concepciones no convencionales
de sujeto sino también nuestras propias contribuciones teóricas, diseminadas a lo largo de
un extenso continente y desarticuladas por complejas redes de comunicación” (Femenías
2007, p. 9). En cuanto a concretar un detenimiento crítico en el marco de los diálogos vigentes
para detectar en muchos casos los sentidos subyacentes con los cuales suelen ser adjetivas,
ridiculizadas o invisibilizadas las mujeres feministas en general y con mayor grado de
crueldad aquellas identidades auto percibidas como mujer. Ello constituye “dos modos
fundamentales de sexismo en el lenguaje filosófico” (Femenías 2013, p10). Estos enmarcan
la heterodesignación y la normatividad dando lugar a constitución de estereotipos
naturalizados y por lo tanto invisibles donde incluidos y excluidas tiene un mismo nivel de
hipercodificación.
En definitiva, trascender los límites del antropocentrismo implica ir más allá de la
razón moderna, postmoderna, puesto que sabemos que las mujeres feministas
latinoamericanas ocupamos un espacio entre los países hegemónicos. Ello exige actuar
sabiendo de los devenires que nos conforman como parte de las preocupaciones
fundamentales de un tiempo en disputa por el reconocimiento del otro ser, de la alteridad.
Hemos notado en este breve recorrido la falta de referencia a escritos y pensadoras-filósofas
feministas de nuestra América Latina. En el marco de los análisis inter-multiculturales-
multiculturales, consideramos siguiendo el trazado de los Feminismos del sur que “es
particularmente importante el debate entre epistemólogas feministas blancas y feministas
negras, lesbianas y de color que ha permitido visibilizar la interconexión entre estructuras
de dominación en particular y la relación entre la mirada androcéntrica, el racismo”
(Alvarado-Pérez 2020, p. 170). De allí en más nos queda mucho camino por recorrer, pero
consideramos un paso sumamente importante para las mujeres latinoamericanas recuperar
pensamiento filosófico de base que, si bien tiene un sesgo intelectual- contextual particular
acerca de lo erótica en nuestro continente nos permite hoy reflexionar y avanzar hacia una
liberación erótica feminista desde otro lugar de enunciación que demanda de una ética
política que ponga en tensión la comprensión cotidiana del ser mujer feminista y de sus
elecciones personales particulares de concretar su sexualidad, el cuerpo deseo no es un
logotipo sino una forma de habitarse subjetivamente. Es decir, ello demanda de la política
llevar al marco de la gestión del poder una práctica igualitaria y abierta a las distintas
expresiones feministas hoy.

III. Hacia una política de la liberación feminista

Pensar una política de la liberación feminista latinoamericana es partir de una nueva ética, es
construir desde un nuevo sitio de enunciación y hacia nuevos horizontes; ahora, cuando
afirmamos que son lugares nuevos no buscamos invisibilizar las luchas vigentes de todas
esas mujeres alrededor de toda Latinoamérica que resisten el poder y defienden sus formas
de vida contrahegémonica, sino más bien reafirmamos la necesidad de derrumbar los viejos
asideros de la política que clasifica, administra y controla los cuerpos y las vidas, una política
patriarcal, racista y heterosexista (Curiel, 2019, p. 70) que nos asigna a las mujeres el lugar
de lo otro, de lo inferior y lo dominable. En suma, no es posible construir una política de
liberación feminista sobre las bases del patriarcado, es necesario derrumbarlas; la abolición
de las prácticas que asfixian la pulsión vital de las mujeres significa la destrucción de la
ontología totalizadora del patriarcado.

Como pensadoras de la Filosofía de la liberación, esta transformación de las formas


de ser y de organizar las sociedades la estamos formulando en términos analécticos (Dussel,
2011, p. 237), es decir, desde la potencia que otorga el encontrarse en la exterioridad de la
ontología de la totalidad patriarcal. En esta afirmación, la palabra potencia es muy
importante, ya que debemos tener claro que cuando cuestionamos la totalidad desde la
exterioridad no estamos pidiendo que el ser del patriarcado nos incluya a las mujeres en su
régimen como un equivalente a los varones, ni tampoco estamos pidiendo salir del lugar de
lo otro para encajar en el ser totalizante del varón; nada de eso nos atrae ni nos interesa, de
hecho, nos genera gran rechazo la sola idea de ocupar el lugar de las esencias totalizadoras o
crear unas nuevas, puesto que éstas solo han traído dominación entre seres y devastación de
la vida en sus múltiples expresiones. Al contrario, hablamos de potencia en términos de
creación y de transformación, una fuerza que interpela y colapsa las bases ontológicas del
patriarcado y que nace de nosotras mismas, de nuestras historias de vida y de nuestros
cuerpos, una expresión vital en la que el ser del patriarcado no es el interlocutor.

Ahora, como mujeres feministas latinoamericanas, mujeres diversas, creemos que no


existe una única fuente de aquella potencia transformadora ni un único lugar estratégico para
derrumbar la vieja política y construir una nueva, pero sí hay voces y prácticas que nos van
trazando el camino. Sobre aquellas, queremos hablar en este apartado. En principio, creemos
que reflexionar desde nuestro sitio de enunciación implica, por un lado, crear
autónomamente, es decir, más allá del lugar de lo otro en que nos ha ubicado la dominación
racial, heterosexista y capitalista, pero, a la vez, asumir aquella potencia política de la que
hablamos líneas arriba y que implica el reconocimiento del lugar en que históricamente el
panorama global ha colocado a las mujeres latinoamericanas; pensamos que esta última
reflexión es útil para, primero, no relativizar el sistema opresor y, segundo, reconocer que
todas las batallas de resistencia antipatriarcal se han librado y se siguen librando desde la
alteridad que interpela la ontología totalizante del patriarcado. Ambos factores son
importantes para la construcción de una reflexión y una lucha autónomas y liberadoras,
atentas a la diversidad que existe entre las mujeres en Latinoamérica.
Debido a la multiplicidad de voces que conforman el feminismo latinoamericano, éste posee
la potencia de la crítica radical, una importante herramienta de nuestro feminismo es que
cuestiona la matriz de dominación en sus diversas imbricaciones entre género y raza (Curiel,
p. 71); muchos engranajes de las maquinarias de terror empiezan a fallar cuando la mujer
negra, india, migrante, etcétera lucha y se libera. Son varias las capas y niveles de
dominación las que se ponen al descubierto cuando la crítica se formula desde la experiencia
de las mujeres latinoamericanas. En ese contexto, es importante recordar que el feminismo
de la liberación que se construye desde Latinoamérica está luchando frente al poder a través
del cual las abuelas de nuestras abuelas fueron esclavizadas y ultrajadas por los hombres
blancos occidentales, pero también frente a aquel poder por medio del cual las mujeres de las
comunidades prehispánicas fueron intercambias y explotadas, en suma, sometidas a los fines
de sociedades dirigidas por emperadores varones incas, aztecas, mexicas, etcétera.

En la definición de los fundamentos y las estrategias de una política de la liberación


feminista, resulta necesario, entonces, revisar continuamente cómo funcionan y cómo se
actualizan las imbricaciones históricas y sociopolíticas del poder que estamos buscando
derrocar, en el cual están en constante movimiento categorías como género, raza, clase, entre
otras, de tal manera que podamos a la vez complejizar la concepción de poder que estamos
manejando y nuestras estrategias de resistencia. Es decir, el poder que disputamos no busca
intercambiar los roles de conducción de la máquina opresora que nos ha llevado a la extinción
de la vida, lo que busca es desmantelarla; la política de liberación feminista es rebelde frente
a toda forma de dominación patriarcal y dependencia eurocéntrica. Complementando desde
nuestra perspectiva latinoamericana a Virgine Despentes cuando dice que las mujeres no
queremos ser varones, pero sí queremos todo lo que un varón puede querer (p. 129), nosotras
podríamos decir que las mujeres latinoamericanas no queremos ser blancxs europexs, pero sí
queremos todo lo que por no serlo se nos ha negado.

Siguiendo este mismo cuestionamiento acerca del poder, creemos que las dinámicas
del movimiento feminista deben ser distintas a las de los movimientos patriarcales que una y
otra vez se decantan hacia la disputa por el poder entre los varones que los integran; como ya
se dijo, nosotras las mujeres sí queremos y sí disputamos el poder que el patriarcado intenta
arrebatarnos, pero para ello no nos aniquilamos entre nosotras ni imponemos una única forma
de ser mujer o de ser feminista, tal como mencionamos en los primeros párrafos, no es nuestra
intención construir nuevas categorías esencialistas. Mantener las dinámicas del movimiento
feminista lejanas de las prácticas de totalización ontológica y dominación política es una
manera de reafirmar la ética del reconocimiento de la diferencia y la lucha contra la
dominación sexista y racista. Así pues, pensamos que las decisiones éticas deben ser tomadas
desde el reconocimiento de nuestros seres plurales, no en el sentido de cuerpos e identidades
clasificadas como diferentes, sino como pulsiones vitales diversas, todas únicas e
importantes. Creemos que tales prácticas políticas permiten revertir las lógicas patriarcales
totalizantes.

En este trabajo de construcción de una política de liberación feminista, la creatividad


es una clave importante, ya que buscamos innovar las prácticas de organización
distanciándonos de aquellas que usa el patriarcado y de las que estamos cansadas; pensar e
imaginar desde los espacios que la racionalidad patriarcal ha intentado negar y dominar es
una ruta con una potencia política transformadora que es necesario continuar explorando.
Creemos que, en gran medida, aquellas nuevas formas de hacer política las experimentamos
a través del cuerpo y de los afectos en su movimiento cotidiano de convivencia en diferencia.
Así pues, a través de la observación y participación de las resistencias de la pluralidad de
mujeres que somos es posible pensar lo que se nos dice que es impensable, practicar lo que
se nos prohíbe, derrocar el deber ser con que el patriarcado busca moldearnos y que termina
por convertirnos en nuestras propias juezas en constante autocorrección. Abrirle las puertas
al camino que nos muestran las compañeras de lucha a través de su propia historia de vida y
su existencia es la expresión de nuestro compromiso ético y a la vez la génesis de la
imaginación.

Ahora bien, cuando hablamos de mujeres latinoamericanas diversas, salta a la luz otro
de los aspectos que creemos fundamentales para una política de la liberación feminista, nos
estamos refiriendo a la necesidad de identificar lazos que nos hermanen como compañeras
de resistencia a todas las mujeres a pesar de las diferencias. Si bien todo movimiento requiere
de una constante revisión de sus prácticas y objetivos a través del diálogo entre diferencias,
a efectos de evitar una nueva totalización, pensamos que es indispensable resaltar aquello
que nos asemeja y nos vincula en este movimiento de liberación. Esto no significa que, una
vez más, borremos y ordenemos las diferencias, sino intentar construir desde aquellas. Para
identificar estos puntos de vinculación entre nosotras, nos parece importante partir de
reconocer que la lucha de resistencia es también un acompañamiento de historias de vida
atravesadas en uno u otro sentido por la violencia patriarcal.
Así pues, aquellas historias de vida que llevamos en los cuerpos diversos que somos
posibilitan un entendimiento, ya que, pese a ser diferentes, están todas insertas en el régimen
político y económico totalizador que es el patriarcado. Claramente, la historia de una mujer
mestiza que estudia y trabaja en una megaciudad latinoamericana no es igual a la de una
mujer indígena que lucha frente al extractivismo neoliberal, sin embargo, pensamos que no
es necesario perseguir los mismos intereses individuales para comprender la lucha en
términos colectivos o, en otras palabras, para comprender que la resistencia y la liberación
de toda mujer, sea cual sea su lugar en las redes del poder, implica ya un golpe al patriarcado,
una fuga de ese sistema sexo-género que busca mantenernos quietas en lugares estratégicos
que posibiliten su statu quo. Identificar estos puntos de encuentro es fundamental para tejer
redes de complicidad y solidaridad entre las diversas mujeres que somos.

Con este objetivo, es importante recordar que, aunque la cara que nos muestre el
patriarcado sea la más amable, gracias a nuestros privilegios de raza o clase, o debido a que
nos hemos adaptado a las exigencias de la heteronorma, ello en nada niega que el patriarcado
siga existiendo y que las mujeres ocupemos un lugar en él. Esta afirmación, lejos de
victimizarnos o acusarnos entre nosotras, lo que busca es convocarnos a descentrarnos de
nuestros intereses particulares para visibilizar los de las otras mujeres del mundo y de
Latinoamérica. La política de liberación feminista implica entonces un constante ajuste de
enfoque: es necesario reconocer mi historia y mi sitio de enunciación, pero, a la vez, observar
a mi compañera de lucha, es en nuestra cercanía rostro a rostro que puedo escuchar y aprender
de su historia de vida; no obstante, en ningún momento puedo perder de vista el marco del
régimen patriarcal donde se encuadran su historia y la mía.

Ahora bien, en la búsqueda de estos sitos de encuentro y semejanza que solidifiquen


las bases de nuestro movimiento de liberación, hemos identificado otra zona de potencia
transformadora que el régimen patriarcal tan cómodo en los binarismos mente/cuerpo,
razón/emoción, público/privado, civilización/barbarie ha intentado dominar, pero que ha
permanecido rebelde, nos estamos refiriendo una vez más al eros. Así pues, en nuestro
segundo capítulo, decíamos que la crítica feminista nos ha mostrado que el erotismo no puede
reducirse a lo sexual y menos a la experiencia del régimen heterosexual, sino que el erotismo
es el goce de la vida misma, es la pulsión vital que el patriarcado busca asfixiar. En este
sentido, pensamos que la búsqueda de espacios donde el goce no sea sancionado es un factor
común a todas las mujeres latinoamericanas y diríamos del mundo; el horizonte de nuestra
política de liberación tiene el sabor del goce que se experimenta sin miedo y sin ataduras.

Sin perjuicio de lo dicho, es importante mencionar que, en nuestra experiencia como


mujeres feministas que coexisten y dialogan con otras mujeres, hemos corroborado que toda
la estructura del régimen patriarcal está diseñada para negarnos el goce, para reprimir la
pulsión vital y envolver nuestros cuerpos en el secuestro de la vida que es la producción
capitalista. Y, precisamente por ello, aunque el deseo de experimentar el goce pueda parecer
una obviedad, lo cierto es que reconectarnos con un erotismo de la liberación y hallar la
fuerza necesaria para derribar las barreras que nos separan de aquel es una tarea que implica
esfuerzo y transformación. Y, como toda transformación, es en cierta medida dolorosa, ya
que significa la fractura de las formas de ser en el mundo que el régimen patriarcal normaliza
y promueve, y que en muchas ocasiones hemos adoptado y seguimos adoptando. Nosotras
creemos que, en este camino de transformación, el feminismo entendido como compromiso
ético y acompañamiento afectivo o, en otras palabras, como práctica política, nos brinda
herramientas para construirnos nuevas formas de existencia y de organización social en las
que el goce no sea cuestionado ni administrado.

Para finalizar, queremos retomar la afirmación hecha líneas arriba acerca de que las
prácticas que inspiran y van cimentando el camino hacia una política de la liberación
feminista están en la cotidianeidad; pues bien, sabemos que no es un proyecto sencillo.
Cuando observamos que la dominación del régimen patriarcal alcanza hasta los rincones más
pequeños de la organización social y que intenta gobernar nuestros cuerpos, entonces, nuestra
cotidianeidad se presenta como un escenario en el que constantemente debemos vigilar no
estar cediendo frente a ni replicando los mandatos patriarcales; y nuestro cuerpo cobra una
importancia fundamental: es el territorio del que debemos expulsar al conquistador y, a la
vez, la fuente de la potencia de la que hablábamos líneas arriba. El cuerpo, como dice Leonor
Silvestri, es capaz de las transformaciones más radicales cuando trasgrede sus límites y se
entrega al cambio constante, a la rebeldía frente a cualquier categoría o sistema totalizador
(pp. 176-177). Todo esto nos lleva a pensar que es en el movimiento cotidiano y rebelde de
los cuerpos donde las mujeres realizamos los descubrimientos más importantes que marcan
el punto de no retorno en este maravilloso camino que es la lucha por la liberación individual
y colectiva de las mujeres y la vida.
Sabemos que este proceso de transformación es complicado y confuso, ya que el
mundo que nos era familiar empieza a derrumbarse y nos reta a vivir en una constante batalla
que se libra dentro y fuera de nosotras: cuestionamos la obligatoriedad del régimen
heterosexual y empezamos sospechar de la autenticidad de los deseos que creíamos libres;
interpelamos las categorías totalizantes, y reformulamos nuestras decisiones de vida y las
expresiones de nuestros cuerpos; comprendemos las imbricaciones de la dominación racista
y capitalista, y nos organizamos en comunas autosustentables, nos sumamos a las luchas de
las mujeres negras e indígenas en defensa de sus cuerpos y territorios; descubrimos que la
sanción del goce puede nacer incluso de nosotras mismas, de las mujeres que amamos y que
nos aman, y, antes de juzgar(nos), notamos la importancia de buscar la transformación
estructural, independientemente del lugar que ocupemos en el régimen patriarcal; la lista es
enorme. Estos descubrimientos que irrumpen y fracturan nuestros asideros de sentido, a la
vez, alimentan la potencia de nuestros deseos y acciones de liberación, por ello, los
celebramos y los agradecemos.

Queremos concluir esta sección reconociendo que si bien las reflexiones y prácticas
de liberación que describimos en este texto pueden hacer eco en muchas de nosotras, lo cierto
es que corresponden a una pequeña parte de las mujeres latinoamericanas y del mundo, la
otra gran parte vive un día a día del que no podemos dar cuenta directa, pero con la que sí es
posible familiarizarnos y solidarizarnos, incluso, identificarnos, en la medida que el cuerpo
y la vida de todas nosotras han sido en un sentido u otro atravesadas por la violencia
patriarcal, de hecho, la sola existencia de este régimen resulta violenta para la vida. Sin
embargo, pensamos que, más allá de ese hilo común que teje parte de nuestras vidas, existe
esta potencia y este deseo de goce en libertad que nos hermana a todas estas mujeres que
somos, cuyo horizonte es un mundo en el que podamos expresar nuestra fuerza vital sin
miedo a ser ultrajadas o asesinadas. Pese a que ese mundo todavía no existe, estamos
convencidas de que las mujeres somos cada vez más fuertes y potentes, no estamos esperando
la llegada de ese nuevo mundo, sino que lo estamos construyendo, no estamos paralizadas
por el miedo y la amenaza, sino que nos rebelamos y resistimos día a día, lo hacemos
desde ya, lo estamos haciendo.
Lista de referencias

Curiel, O. (2009) Descolonizando el feminismo: Una perspectiva desde América latina y el


caribe.

Guerrero, S. (2019) Identidad-es historia Feminismos del Abya Yala Vol. I

Galindo, M. No se puede descolonizar sin despatriarcalizar, teoría y propuesta de la


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Bautista, S. 2010. Hacia una Crítica-ética del Pensamiento Latinoamericano. Ed. Rincón
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Segato, R. 2016. Guerra contra las mujeres. Ed. Traficantes de Sueños.

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Curiel, O. (2019) Hacia la construcción de un feminismo descolonizado. En Espinosa, Y.


Aproximaciones críticas a las prácticas teórico-políticas del feminismo latinoamericano.
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Despentes, V. (2019) Teoría King Kong. Epublibre.

Dussel, E. (2011). Filosofía de la liberación. México: Fondo de Cultura Económica.

Silvestri, L. (s.a.) Primavera con Monique Wittig, el devenir lesbiano con el dildo en la mano
de Spinoza transfeminista. Queen Lud.

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