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Hugo Colmenero Estrada

Jaime Sabines Gutiérrez: un acercamiento biográfico y literario

La poesía de Jaime Sabines se inscribe en una época de fertilidad literaria en


México: poetas como Paz, Pellicer, Owen, Cardoza y Aragón, entre otros, se
encuentran en un recinto privilegiado de las letras del siglo XX. Todos ellos
provenientes de una tradición literaria cercana a los modernistas y las vanguardias.
Y Sabines hace lo propio, aunque rompiendo de alguna manera con la tradición,
asume lo que mejor le sirve de ella, para finalmente constituirse como una voz
original.

Un semblante biográfico del poeta chiapaneco nos permitirá vislumbrar


algunas luces isotópicas que después veremos reflejadas en su poesía. De esta
manera también es posible observar lo que mucho se ha dicho de la poesía de
Jaime Sabines (poesía social y descarnada, sincera, desnuda, etc.), sin reducirla a
una explicación puramente sicoanalítica.

Jaime Sabines Gutiérrez, nace en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 25 de


marzo de 1926. Su madre fue Luz Gutiérrez, descendiente del general Joaquín
Miguel Gutiérrez, gobernador del Estado chiapaneco en la tercera década del siglo
XIX. Su padre, de origen libanés, fue un militar que había llegado a Tuxtla en
alguno de los escuadrones arribados a la Provincia chiapaneca. Aunque militar,
Julio Sabines alimentaba la imaginación de sus hijos con la lectura de Las mil y una
noches, y otros cuentos o historias relatadas por él. Fue el menor de tres
hermanos: Juan, Jorge y Jaime.

Su infancia transcurrió en un ambiente campirano, ya que vivían en un


rancho apartado de la ciudad, viviendo de las tareas propias del campo, como el
riego de los cultivos y la atención de ganado doméstico. Desde sus primeros años,
ya demostraba una gran capacidad para memorizar y declamar poemas, con una
gran entonación y emotividad. Como es natural en la infancia, Sabines fue inquieto y
alegre.
Cuando llega el momento de partir a la ciudad de México para continuar con
sus estudios universitarios, Sabines se enfrenta a la soledad y la nostalgia de
separarse de su entorno provinciano y familiar. Primeramente inició sus estudios en
la Facultad de Medicina, carrera que no correspondía a su verdadera vocación, y así
transcurrieron tres años frustrantes para el chiapaneco hasta que decidió
comunicarle a su padre que estaba inconforme con dicha carrera. Distinto a lo que
esperaba, Jaime recibió como respuesta la libertad de estudiar lo que quisiera, sin
ninguna obligación con sus padres de terminar los estudios médicos que había
iniciado. En 1949 regresa a la ciudad de México para ingresar, al fin, a la carrera de
Lengua y Literatura española, en la Facultad de Filosofía de la UNAM.

Ya como estudiante de letras, Sabines se forma intelectualmente con sus


maestros que le enseñan no sólo literatura, sino también filosofía. Maestros tan
reconocidos e ilustres como José Gaos, el filósofo español que, marcaría una etapa
importante en la filosofía mexicana, Agustín Yánez, escritor insigne de la novela de
la revolución, Eduardo Nicol, filósofo también, y el ensayista Julio Torri, por
mencionar los más destacados. De esta manera, aunque nunca pretendió colocarse
como un intelectual, Jaime Sabines recibe una gran formación filosófica y literaria en
la universidad, además de ser un gran lector de poetas como Milton, Blake, Huxley,
García Lorca, Neruda, Huidobro; todos ellos influirán en su poesía, más como
presencias espirituales que formales, afirma el propio Sabines.

La manera en que el poeta chiapaneco concibió a la poesía, determinó en


gran medida su vida como hombre; asimismo, la vida cotidiana del peatón lo llevó a
ser un poeta auténtico. A pesar de que pudo haberse posicionado, desde temprano,
en los círculos de literatos e intelectuales dedicados a las mesas de lectura,
recitales, conferencias, y toda actividad que a la proyección pública de los poetas,
Sabines prefirió dedicarse a su poesía desde la intimidad, su soledad, sin
aspiraciones en otra cosa que no fuera la de cubrir, por medio de la poesía, esa
necesidad fisiológica y ontológica del poeta, como él dice. Es por eso que vemos en
su poesía siempre una huella de vivacidad, de sentimiento real plasmado en verso,
de espiritualidad.

En 1950 fue publicado su primer libro de poemas, Horal, y al año siguiente La


señal; para 1952, Sabines regresa a Tuxtla y se establecerá allí por siete años,
durante los cuales trabajó en una tienda de telas, de su hermano Jorge. En ese
tiempo, el poeta experimentó el tedio y la angustia de los días monótonos y
rutinarios del trabajo de comerciante. Sin embargo, su actividad literaria no cesó, y
las páginas de Tarumba nacieron en ese periodo de retorno a la provincia,
exactamente en el año de 1953, y publicadas en 1956.

Después de ese lapso de siete años, en 1959, Jaime regresó a la ciudad de


México, para laborar ahora en una fábrica de alimentos. Posteriormente publicó
Diario Semanario, un canto a la ciudad, según el poeta chiapaneco. Luego, de 1976
a 1979 fue diputado federal por parte del Distrito de Chiapas, y en 1988 por el del
Distrito Federal.

A pesar de no estar muy de acuerdo con la fama y popularidad que suele


rodear a los escritores, y no obstante que eludió mucho la publicidad y el
constituirse como figura pública, al final de su vida recibió el reconocimiento popular
y académico, en forma de Premios y homenajes en vida: Premio Xavier Villaurrutia,
Premio Nacional de Ciencias y Artes en el Área de Lingüística y Literatura, Premio
Elías Sourasky, Presea de la Ciudad de México, Premio Juchimán de Plata, Premio
Mazatlaán de Literatura y Medalla Belisario Domínguez. En 1991 se realizó un
Homenaje en vida al poeta, en el Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México.

Para observar la trascendencia de la poesía de Jaime Sabines, se requiere


contextualizarla, ubicarla en el panorama literario de las primeras décadas del siglo
pasado. Los vanguardismos despuntan inmediatamente antes o durante la Primera
Guerra, llegan a su apogeo durante la década de los años 20, entran en crisis a
partir de 1929 y desaparecerán en la década de los 30. En esos años, los artistas
vanguardistas se han enfrentado al mundo de ideas proveniente del pensamiento
burgués: unos derivarán hacia el antiburguesismo de tipo fascista, como es el caso
del futurismo italiano de Marinetti; otros volcarán su rebeldía en el movimiento
proletario izquierdista. De esta forma, los dos grandes movimientos que marcarán el
siglo XX, el fascismo-nazismo y el comunismo, serán expuestos y cantados en sus
iniciales años de poder a través de una estética y unas formas vanguardistas. El
caso más ilustrativo es el del surrealismo francés y su apuesta por la revolución
comunista.
Las vanguardias literarias y el movimiento que las precedió, el modernismo
literario (hablando ya del contexto hispanoamericano), tienen una función muy clara
respecto a la búsqueda de cierta grandiosidad en la poesía, ya sea formal, en sus
construcciones atrevidas en las que el verso alcanza música y ritmo bien definidos,
o en sus intenciones de búsquedas estéticas innovadoras, ocultas en el
inconsciente o latentes en la exacerbación sensorial. La influencia modernista
seguirá presente aún en la poesía de los años posteriores a su auge.

Afirma Octavio Paz que la poesía contemporánea hispanoamericana


comienza en 1945: en México ya se ven los resultados de la Revolución, junto con
el fracaso del milagro, llevan a la percepción de una decadencia tanto económica
como moral. En todo el mundo se viven estallidos sociales, lucha entre sistemas
económicos y entre clases sociales. Todo esto conlleva a un profundo escepticismo,
y así será también en el ámbito literario., lo que llevará a volver los ojos a la
tradición, a la religión.1

En este panorama se inscribe la poesía del chiapaneco, que comparte las


preocupaciones de sus contemporáneos, pero opta por dar una respuesta desde sí
mismo, atendiendo a sus necesidades poéticas antes que a seguir las tendencias
retóricas de cualquier corriente. Es por eso que en su poesía encontramos un
lenguaje desprendido de intenciones literarias 2, pero por eso alcanza un lenguaje
tan humano, tan de la realidad, que lo lleva a una sinceridad poética única. A esta
forma de expresarse, (sin amaneramientos retóricos y preciosistas del lenguaje),
Sabines imprime un profundo sentido íntimo, recurriendo al habla común, a las
expresiones aparentemente fáciles y ciertamente cotidianas, pero de una manera
que logra verter un significado más profundo en ellas.

Sabines abordó en su obra gran diversidad de temas, tantos como pudo vivir,
pues para él no es posible hablar de lo que no está presente en la experiencia del
autor. La poesía es una parte viviente de él, algo presente y concreto en su
cotidianidad. Este es otro de los rasgos característicos que marcan su inconfundible
poesía, pues la reflexión que se oculta en sus poemas, ya sean sobre el amor, la
muerte, la soledad, Dios, no parte de una inmaterialidad, sino desde su vida
concreta, desde un hombre que no busca ser universal, ni la voz de todos los
1
Guadalupe Flores Liera, Lo sagrado en la Poesía de Jaime Sabines, p.278.
2
Jesús Arellano, Raíces poéticas de Jaime Sabines.
hombres, sino uno solo, él mismo y su lugar en el cosmos. Empero, esta manera de
situarse a si mismo, irremediablemente nos lleva a su automática universalización,
pues lo que el poeta está expresando desde su más individual experiencia, resuena
en el alma del hombre universal. Logra, por sus propia y natural forma de
expresarse, una original y auténtica poesía.

Otra peculiaridad de Sabines es el talante sagrado y místico con que crea. Y


con sagrado no solo nos referimos a su cercanía con la Biblia o con una convicción
religiosa, sino que está en contacto con Dios, un Dios que no depende de una sola
religión y que es todas las religiones a la vez. El poeta intuye su presencia, se
reconcilia con él, y lo ve como a un igual. No es un Dios metafísico, sino presente en
la tierra, en la vida diaria, y le canta también a él, porque lo sagrado está en buscar
eso oculto de las cosas, eso que tienen de divino, de misterioso, de nunca poder
conocer las cosas en su totalidad, sino por medio de un contacto físico y además
poético.

Por último, tenemos una gran variedad de ejemplos en los que el poeta
explora la sensualidad, el erotismo y el amor. Le canta a la mujer, al amor, a la
soledad que le provoca no estar con la amada; el deseo, la voluptuosidad y el
contacto carnal sí están presentes de manera explicita, sin embargo su erotismo se
extiende más allá de eso. Hay una fascinación mística por la amada (como en las
Cartas a Chepita se observa), el deseo transforma la ausencia en una presencia
inmaterial, pero sagrada, es real. El desborde de pasión que viene ante esa
presencia ya no es carnal, pero sí erótico. Le habla, la seduce, se embebe y excita
todos los sentidos. Los amorosos es uno de los poemas más fecundos, en el que se
puede llevar a cabo esa realización sagrada. Adán y Eva es un libro que nos devela
la sensualidad del hombre y la mujer, en un plano sagrado también.

Referencias:

Flores Liera, Guadalupe, Lo sagrado en la poesía de Jaime Sabines, UNAM, México


1996.

Arellano, Jesús, “Las raíces poéticas de Jaime Sabines”, consultado en: Cuéllar
Valencia, Ricardo, Homenaje Hispanoamericano Jaime Sabines, t. II.

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