Antes de comenzar este breve estudio temático, cabe mencionar que El Lazarillo de
Tormes está conformada por siete capítulos, de no muy larga extensión, por lo que
se presenta como una lectura fácil y amena, en cuanto a la forma se refiere, aunque
tal vez no lo mismo podría decirse de la complejidad de los temas que aborda.
El Lazarillo, por el contrario, desvirtúa los valores que los caballeros tienen como
máximas morales; imitando la misma estructura, pero revirtiendo el contenido, da
como resultado una parodia, una sátira de la solemnidad caballeresca. Por supuesto
que no es la burla por la burla misma, sino que es la vía por la cual el autor realiza
su crítica al modelo del caballero, tan alejado de la realidad. De allí la parodia:
Lazarillo de Tormes, de familia pobre y linaje desconocido.
En pasajes como cuando el Lazarillo se las ingenia para robar pan, haciendo un
agujero al fondo del morral y tomar pequeños trozos de panes diferentes cada día
para hacer creer que es algún roedor el causante de tal hurto, muestra que el
ingenio para cubrir una necesidad humana básica, poco puede ser juzgado en
términos de bien o mal, y que difícilmente pueda haber justicia recta en ley divina
aplicable a casos como éste, pues al contrario de la novela caballeresca, en la que
los principios no se ponen en duda, y la virtud del caballero consiste en el cabal
cumplimiento de la ley y principios establecidos, el Lazarillo no repara en cuestiones
morales, pues su hambre exime de toda ley.
Termina esta novela con un sosegado desenlace, en el que Lazarillo encuentra por
fin la estabilidad económica, se casa con una mujer y parece que su vida de miseria
termina. Es curioso que al final no haya un hecho portentoso, sino que sea todo
calma y con feliz arreglo. Pero aun así, nos pone el lazarillo una última prueba, que
es lo que podamos reflexionar sobre las condiciones de su actual estabilidad: tiene
dinero, y a su esposa, a quien consiguió por negoció y grato acuerdo con su
vendedor, y aun más, es deshonrada mujer, pues tiene tres hijos, y no es de un sólo
hombre. A nuestro caballero lazarillo eso no le importa y antes bien jura dar muerte
a quien se atreva ofender a su mujer y a criticarlo por el indecoroso matrimonio en el
que se encuentra.
Las últimas palabras que recita el Lazarillo: “Mira: si sois amigo, no me digáis cosa
con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar; mayormente si
me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo mas quiero, y
la amo más que a mí. Y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo
merezco; que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como
vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me mataré con
él.” Están, a mi juicio en un tono de gran valor moralizante, pues quien ha sufrido y
padecido tanto, al final se ve dignificado, y su riqueza y su esposa son tan
honorables y dignos, honra y dignidad no obtenida por los medios utópicos y
artificiales del caballero, sino por una voluntad humana sincera y concreta, que
rescata lo loable de un personaje forjado desde lo más bajo de la sociedad,
identificable con el hombre común.