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Alfonso Reyes: Notas sobre la inteligencia americana

Hugo Colmenero Estrada

De cierta manera, en su ensayo Notas sobre la inteligencia americana, Alfonso


Reyes vincula su perspectiva latinoamericanista con la que Vasconcelos esbozaba
en su Raza Cósmica, a saber, la de encontrar en la inteligencia americana las
condiciones para ser el “crisol” donde se fundan, en feliz síntesis, la cultura
autóctona de nuestro continente con la extranjera, especialmente la europea y la
anglosajona.

Reyes es eruditamente consciente de lo que la cultura europea ha


depositado, y aun moldeado, en nuestras sociedades latinoamericanas. Sin
embargo, destaca el hecho inminente de su independencia respecto de las
prácticas sociales e intelectuales de Europa. En la obtención de su autonomía,
América reafirma su origen ambivalente: la tradición indígena y moldes
colonialistas, y se erige como una nación sincrética, más resistente, más fértil, por
su tolerancia con lo ambiguo y contradictorio.

Primero, señala los elementos que conforman el drama de la América


colonizada. Señala como escenario el tiempo agitado que envuelve la actividad
intelectual de nuestra sociedad, en una búsqueda inacabable por alcanzar el
mismo el desarrollo del viejo mundo. El coro lo identifica con las poblaciones
autóctonas y conquistadoras, que representan hasta el cansancio la lucha por la
superposición de una sobre otra, cuyos resultados son una mayor adaptabilidad y
el mestizaje paulatino.

Así pues, con una renovadora esperanza en lo que otros vieron signo de
tragedia, Reyes reevalúa la situación y comprende que desde hace algún tiempo
Europa ha dejado de ser la potencia hegemónica del desarrollo intelectual,
inclusive económico, por la necesidad de colaboración que tiene con nuestro
continente para el crecimiento. Considera que la virtud principal para el desarrollo
autónomo de nuestra América, es la capacidad de síntesis: capacidad de poder
lidiar simultáneamente con los errores que indefectiblemente cometemos de este
lado del Océano, por la paradoja de querer implementar los modelos teóricos
desarrollados allá, a la realidad de aquí. Pero que a pesar de ello, se impone una
actitud internacionalista, con la cual es posible superar y rectificar el valor de las
teorías al mismo tiempo que están siendo llevadas a la práctica.

En la inteligencia americana encontramos una característica más: la


necesidad de servicio público y deber civilizador, porque, como dice Reyes, la
inteligencia americana está más avezada a la calle, y entre nosotros no puede
haber torres de marfil. Esta es una cualidad que definitivamente coloca al escritor
americano en otra categoría: la de alguien que sobresale de más hondo, porque
primero tiene que graduarse en ser hombre y sobrevivir al ominoso contexto que
generalmente lo rodea: crisis económica, o simplemente verse insertado en una
sociedad ultrajada por gobiernos sumamente inequitativos, represores; contexto
del cual es imposible aislarse y apremia entonces en el intelectual, en el escritor,
la acción de servir, ese deber que el intelectual tiene con su sociedad.

Por último, Alfonso Reyes se dirige a los “colegas” del mundo, y los invita a
examinar detenidamente la naturaleza del escritor latinoamericano, verdadera
fuente para el desarrollo de la intelectualidad de nuestro tiempo. Pero lo más
valioso, es que ha sabido dar el justo valor a cada una de las componentes de
nuestra cultura latinoamericana, descartando tanto el fanatismo nacionalista-
tradicionalista, como el europeizante “malinchista”.

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