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Tratados de Derechos Humanos y Su Influencia en El Derecho Argentino Tomo II
Tratados de Derechos Humanos y Su Influencia en El Derecho Argentino Tomo II
Argentino
con prólogo de Carlos S. Fayt
I. Importancia de la Igualdad
"Entre las cosas nuevas que durante mi estancia en los Estados Unidos llamaron mi atención —
afirma Tocqueville al comienzo de La Democracia en América—, ninguna me sorprendió tanto
como la igualdad de condiciones". No era extraño que esto sorprendiese a un aristócrata europeo,
que, cargado de sensibilidad y talento, expuso su obsesiva búsqueda de la armonía entre la
libertad y la igualdad en un clásico, que es también su homenaje a América y a la Democracia.
Casi dos siglos han pasado desde la publicación de La Democracia en América y muchas
cosas han cambiado desde entonces —pasamos de la democracia gobernada a la
democracia gobernante, según la distinción enunciada por Burdeau—. Es corriente hablar
ahora de diversidad, de grupos vulnerables, de acciones positivas y de discriminación
inversa; de matrimonio igualitario; de categorías sospechosas y escrutinios rigurosos,
contenidos todos que forman parte de ese diálogo entre libertad e igualdad que
Tocqueville reseñó en aquella democracia que tanto lo sorprendió.
En el preámbulo se expresa que los objetivos perseguidos han sido concebidos "para
nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino".
El art. 14, en consonancia con el preámbulo, establece que "Todos los habitantes de la
Nación" gozan de los derechos civiles que allí se consagran, "conforme a las leyes que
reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y
comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del
territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y
disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de
enseñar y aprender".
En el art. 75, inc. 2º, se impone que la distribución de los recursos coparticipables entre la
Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires y entre éstas, se deberá efectuar "en
relación directa a las competencias, servicios y funciones de cada una de ellas
contemplando criterios objetivos de reparto; será equitativa, solidaria y dará prioridad al
logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades
en todo el territorio nacional".
El inc. 19, del mencionado artículo, exige que las leyes de organización y de base de la
educación aseguren "la igualdad de oportunidades y posibilidades sin discriminación
alguna; y que garanticen los principios de gratuidad y equidad de la educación pública
estatal y la autonomía y autarquía de las universidades nacionales" y, según el inc. 23, el
Congreso debe legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad
real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos
por la Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en
particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad.
El lugar preeminente que ocupa la igualdad como principio de convivencia entre los seres
humanos —y, consecuentemente, de convivencia entre Estados, que, acorde con los
aportes de las ideas personalistas, tienen a los seres humanos por sus creadores y
destinatarios— ha sido señalado por la Declaración Universal de Derechos Humanos. De
acuerdo con el primer párrafo del Preámbulo de ese documento "la libertad, la justicia y
la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los
derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana". Pero si
hubiera necesidad de ratificar el mérito de ese "ideal común por el que todos los pueblos y
naciones deben esforzarse", el art. 1º de la Declaración de la ONU, proclama que: "Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros"(1).
Además, el derecho a la igualdad está presente en las normas que se refieren a los
derechos específicamente reconocidos por la Convención Americana, cuando su
enunciado comienza con la expresión "Toda persona", u otras semejantes (p.ej. arts. 3.;
4.1; 5.1; 7.1; 8.1, entre muchos otros), o cuando lo hace en forma negativa —refiriéndose
a prohibiciones impuestas a los Estados Partes—, comenzando con expresiones como
"Nadie" (p.ej. arts. 5.2; 6., párr. 1 y 2; 7.2; 11.2; 12.2; 22.5), "Ninguna" (art. 22.2 ) o, "en
ningún caso" (arts. 14.2; 22.8).
También es cierto que, según lo prevé el art. 27.1 de la Convención Americana, los Estados
Parte pueden, en forma temporaria, suspender las obligaciones que han contraído, con la
excepción material de los derechos enumerados en el párrafo 2 de dicho artículo, siempre
y cuando las medidas que adopten "(...) no entrañen discriminación alguna fundada en
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social" (art. 27, párr. 1º, de la
Convención Americana).
También aclaró que: "La no discriminación, junto con la igualdad ante la ley y la igual
protección de la ley a favor de todas las personas, son elementos constitutivos de un
principio básico y general relacionado con la protección de los derechos humanos. El
elemento de la igualdad es difícil de desligar de la no discriminación".
Al comentar las normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, relativas a la
igualdad, Rolando Gialdino(6) habla de una tríade, como la enunciada en el art. 24 de la
Convención Americana, donde, junto con el derecho a la igual protección de la ley,
referido al tratamiento paritario que las normas deben dispensar a quienes se encuentran
en la misma situación, coexisten la igualdad ante la ley y la no discriminación —dos caras
de una misma moneda(7)—, que remiten "a la exigencia, según la cual las leyes deben ser
aplicadas de la misma manera a todos los sujetos, evitando la consagración de
discriminaciones"(8).
Del mismo modo, la Corte Interamericana realizó una importante diferenciación entre las
nociones de "distinción" y "discriminación". Para el Tribunal Interamericano "El término
distinción se empleará para lo admisible, en virtud de ser razonable, proporcional y
objetivo. La discriminación se utilizará para hacer referencia a lo inadmisible, por violar los
derechos humanos. Por tanto, se utilizará el término discriminación para hacer referencia
a toda exclusión, restricción o privilegio que no sea objetivo y razonable, que redunde en
detrimento de los derechos humanos". Es evidente, a partir de tal enunciado, que la
diferenciación entre distinción y discriminación tiene una fuerte relevancia jurídica, desde
que, partiendo de ella, es posible desarrollar "acciones positivas" (art. 37 de la
Constitución Nacional) y "promover medidas de acción positiva", destinadas al pleno goce
y ejercicio de los derechos humanos, "(...)en particular respecto de los niños, las mujeres,
los ancianos y las personas con discapacidad" (art. 75, inc. 23, de la Constitución
Nacional). Esta última oración comprende una distinción asentada en el máximo texto
normativo vigente en nuestro país, que alude a grupos sociales que el constituyente
consideró especialmente vulnerables y sobre los que pide al legislador y a las autoridades
de aplicación de las leyes un tratamiento particular destinado a asegurarles el pleno goce
de sus derechos(9).
Si bien es cierto que la enumeración de motivos en los que pueden basarse las
discriminaciones es importante por su carácter descriptivo, no lo es menos que dicha
enumeración —como bien advierte Gialdino— no tiene carácter taxativo(12). En este
punto, es interesante recordar la elocuente reflexión que hizo el juez de la Corte
Interamericana Cançado Trindade, en el voto concurrente que emitió en la Opinión
Consultiva 18/03: "a pesar de la búsqueda, por la doctrina y la jurisprudencia
internacionales, de la identificación de bases ilegítimas de la discriminación, esto no me
parece suficiente; hay que ir más allá, por cuanto difícilmente la discriminación ocurre con
base en un único elemento (v.g., raza, origen nacional o social, religión, sexo, entre otros),
siendo antes una mezcla compleja de varios de ellos (e incluso habiendo casos de
discriminación de jure). Además, cuando las cláusulas de no-discriminación de los
instrumentos internacionales de derechos humanos contienen un elenco de las referidas
bases ilegítimas, lo que realmente pretenden con esto es eliminar toda una estructura
social discriminatoria, teniendo en vista los distintos elementos componentes. Es
perfectamente posible, además de deseable, volver las atenciones a todas las áreas de
comportamiento humano discriminatorio, incluso aquellas que hasta la fecha han sido
ignoradas o menoscabadas en el plano internacional"(13).
En este punto cabe tener presente que el principal objetivo del derecho a la igualdad,
según Owen Fiss(19), es proteger a los grupos desventajados frente a normas que puedan
agravar o perturbar su condición social de subordinación. Esta interpretación del derecho
de igualdad trasciende la visión individualista del principio de igualdad como no
discriminación, al incorporar al reconocimiento de las personas como fines en sí mismos y
valiosas por su sola condición de tales, el dato sociológico que, según el citado autor, dé
cuenta de la realidad social y haga foco en las cuestiones sobre las que es preciso decidir
en los casos de igual protección de la ley.
La cuestión enfrenta los conceptos de igualdad formal —cuyo respeto ha sido proclamado
por la jurisprudencia nacional, en general, en su correlación con el principio de legalidad—
e igualdad material; impone —en palabras de Cayuso— "precisar los parámetros jurídicos
que sirven de punto de partida para asignar sentido al reconocimiento de la igualdad en su
condición de principio y de derecho fundamental"(20), e involucra el valor justicia, el cual
—señala la autora— asegura la protección del principio de igualdad "sin diferencia alguna
entre los individuos".
Por eso es que: "quien desee crear igualdad de facto —nos advierte Robert Alexy— tiene
que aceptar la desigualdad de iure. Por otra parte, debido a la desigualdad fáctica de las
personas, la igualdad de jure deja siempre que existan desigualdades de hecho y, a
menudo, hasta las refuerza"(23). Es aquí donde adquieren importancia, como forma de
garantizar la igualdad de oportunidades, las medidas de acción positiva a las que
expresamente alude la Constitución en los arts. 37 y 75, inc. 23(24). Las acciones
afirmativas, en sentido genérico, son todas aquellas medidas de impulso y promoción que
tienen por objeto la igualdad mediante la eliminación de desigualdades de hecho(25). En
un sentido específico han sido definidas como un conjunto coherente de medidas de
carácter temporal dirigidas específicamente a remediar la situación de los miembros de un
grupo determinado a que están destinadas en un aspecto o varios aspectos de su vida
social para alcanzar la igualdad efectiva(26).
A) sólo puede acudirse ellas como última ratio, cuando no sea posible —en un tiempo
razonable— remediar desigualdades de hecho mediante otras medidas menos extremas.
C) La cuota tiene un carácter transitorio, está limitada al período de tiempo necesario para
nivelar la desigualdad de hecho existente. Cuanto más breve y razonable sea el plazo,
menores son los riesgos de que las medidas de discriminación inversa lleven al
resentimiento y a la desvertebración de la sociedad.
D) Como afectan materias tan sensibles como las referidas al goce de los derechos
humanos, sólo pueden tener cabida si son establecidas por medio de leyes (arts. 14, 16,
19 y 75, inc. 23, de la Constitución Nacional), o de normas de rango superior a las leyes,
dado que la publicidad y pluralidad del procedimiento legislativo, constituyen el mejor
método para justificar, desde el punto de vista procesal, a las medidas de discriminación
inversa.
V. Supuestos particulares
1. Género
a) Sistema Interamericano
Indicó que las reformas de la ley 23.264 (las cuales comprenden al art. 259 del Código
Civil) fueron introducidas cuando los tratados internacionales estaban vigentes y que no
se advertía de los debates parlamentarios que las precedieron una preocupación sobre el
ejercicio de un derecho propio de la mujer, sino la conveniencia o inconveniencia de su
eventual actuación en representación de su hijo durante la minoridad. Con relación a la
alegada violación del art. 16.1 de la Convención contra todas las formas de Discriminación
contra la Mujer, observó que la acción que la ley argentina atribuye al marido y no a la
esposa y madre del niño, está evidentemente "relacionada" con el derecho del hijo a
conocer su verdadera identidad, derecho que, si bien no es absoluto, goza de jerarquía
constitucional(49) y, en cuanto al compromiso asumido por el Estado al ratificar la
Convención Americana sobre los Derechos Humanos, en punto a no adoptar medidas
discriminatorias, señaló —con fundamento en la Opinión Consultiva OC-4/84— que no
todo tratamiento jurídico diferente lo es, en tanto las diferencias estén justificadas(50).
Reviste particular interés el voto del Dr. Petracchi. En línea con la posición asumida en el
anterior fallo comentado, y en tanto —como ha sido especialmente señalado por Saba(56)
— se acerca más a un enfoque del principio de igualdad como no sometimiento y no a la
igualdad como no discriminación(57), su visión de la problemática planteada y el grado de
escrutinio aplicado en la exégesis de las normas involucradas, muestran cuál es el rumbo
que, en el contexto de la trascendente tarea interpretativa a cargo de la judicatura y en
especial del Alto Tribunal, deberían tomar pronunciamientos de este tipo. En especial, en
punto a la adopción de criterios estrictos de escrutinio normativo, entre ellos, la
presunción de inconstitucionalidad de las normas que creen o establezcan categorías
sospechosas.
En esa orientación, el Dr. Petracchi enuncia las normas de rango constitucional que
consagran los derechos involucrados —a la igualdad ante la ley(58) y a la educación(59)—
y la prohibición de discriminación contra la mujer(60); destaca el carácter variable, así
como la imposibilidad de definir la garantía de igualdad: "Si pretendiéramos definirla sólo
podríamos ofrecer un retrato borroso de las convenciones sociales y las creencias vigentes
en una época determinada", para luego volver sobre el carácter prescriptivo de aquellas
disposiciones, por sobre cualquier convención social(61). De tal modo, reafirma la
innegable responsabilidad estatal en la condena de la discriminación y en la obligación de
adoptar todas las medidas necesarias para prohibirla; para proteger a la mujer; y, en lo
que interesa al caso, para asegurar la igualdad de derecho de la mujer respecto del
hombre, en la esfera de la educación(62).
Por su parte, el Dr. Boggiano acotó que, de acuerdo con las normas de la Convención
sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, no existe la
obligación absoluta de establecer la enseñanza mixta ni dispone que la educación
diferenciada constituya una discriminación en razón del sexo(70), pues lo que se exige en
el art. 10 es el "acceso pleno a la misma enseñanza que a los varones"(71); que "la
convención establece una diversidad de sistemas propia del pluralismo democrático y
excluye cualquier uniformidad dogmática y totalitaria"(72) y que dicha convención "debe
armonizarse con el art. 26.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos según el
cual 'Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de
darse a sus hijos'. En consecuencia, una educación exclusivamente diferenciada o
exclusivamente mixta lesionaría tanto aquel derecho de los padres como los de cualquier
educando"(73).
Para el Dr. Bossert, si bien la educación mixta "no constituye el único instrumento dirigido
a asegurarle a las mujeres la igualdad de derechos con el hombre en la esfera de la
educación", ha sido prevista en la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer no tanto para procurar el igual acceso al mismo nivel
educativo —finalidad obviamente no excluida—, sino para la eliminación de todo
concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en todos los niveles y en
todas las formas de enseñanza(74).
El Dr. Vázquez consideró que la "educación mixta" —cuyo "estímulo" está asignado a los
Estados Partes, según lo dispone, expresamente, el ya citado art. 10, inc. c— contribuye a
la 'eliminación de todo concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en
todos los niveles y en todas las formas de enseñanza'; y por lo tanto debe ser considerada,
en sí misma, como un mandato. Frente a ello puede inferirse, en el presente caso y estado
de situación, que aquellas pautas sociales y culturales que pudieron sustentar en otras
épocas el acceso exclusivo de alumnos varones al Colegio Monserrat, hoy han perdido su
vigencia. Siendo que además, no se advierte la existencia de 'razón valedera alguna' —
como ha exigido la ya citada jurisprudencia de la Corte—, que justifique actualmente, que
el colegio demandado imparta educación sólo a varones. Ya que el solo dato de su sexo,
como quedó demostrado, no es razón suficiente"(75).
En el caso S. 932, LXVI, "Sisnero, Mirtha Graciela y otros v. Tadelva SRL y otros s/ amparo",
resuelto el 20 de mayo de 2014, las actoras, Mirtha Graciela Sisnero y la Fundación Entre
Mujeres (FEM), demandaron a la Sociedad Anónima del Estado del Transporte Automotor
(SAETA), a la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMT) y a siete empresas
operadoras, que tienen a su cargo la prestación del servicio de transporte público en la
ciudad de Salta.
Dos fueron las pretensiones que esgrimieron. Una, de carácter individual, en razón de que
la señora Sisnero había sido discriminada, por su género, como consecuencia de la
imposibilidad de acceder a un puesto de trabajo como chofer de las unidades operadas
por las empresas demandadas, a pesar de reunir todos los requisitos de idoneidad
necesarios para el cargo. Como consecuencia de ello se solicitaba el cese de la
discriminación y su incorporación. La pretensión colectiva se fundó en la violación del
derecho a la igualdad y a la no discriminación derivados de la falta de contratación de
choferes mujeres. Por ello, solicitaron el cese de la práctica discriminatoria y la fijación de
cupos para la contratación de mujeres, destinados a establecer una equitativa integración
de los géneros en los planteles de choferes de las empresas de transporte demandadas.
Recorridas las instancias locales, el caso llegó a la Corte merced a una queja interpuesta
por las actoras, frente a la denegación del recurso extraordinario federal por la Corte de
Justicia de Salta, órgano judicial que dictó la sentencia adversa a las pretensiones de las
actoras.
Para resolver el caso, la Corte recordó los criterios que ya había manifestado en
"Pellicori"(76), en el sentido de que "la discriminación no suele manifestarse de forma
abierta y claramente identificable; de allí que su prueba con frecuencia resulte compleja.
Lo más habitual es que la discriminación sea una acción más presunta que patente, y difícil
de demostrar ya que normalmente el motivo subyacente a la diferencia de trato está en la
mente de su autor...la información y los archivos que podrían servir de elementos de
prueba están, la mayor parte de las veces, en manos de la persona a quien se dirige el
reproche de discriminación"(77).
Recurrida esa decisión, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió como hemos
indicado al comienzo de este punto. Para ello sostuvo que —de acuerdo con reglas fijadas
en los precedentes "Hooft", "Gottschau" y "Mantecón Valdés"(79)— la demandada no ha
justificado que la exclusión de los varones del derecho de pensión reconocido a las
concubinas responda a un fin trascendente que únicamente pueda ser alcanzado por ese
medio, limitándose a señalar, a lo largo del proceso que la ley impugnada no los
amparaba. Como consecuencia de la declaración de inconstitucionalidad, la Corte ordenó
que se pagara el beneficio al solicitante a partir de la fecha en que su hijo menor había
alcanzado la mayoría de edad(80).
Con cita de Joaquín V. González(89), observó que "la pretensión de atribuir al Estado la
omnipotencia valorativa en la consecución del bien común, que, en rigor, sólo permitiría
otorgar la autorización estatal a entidades con fines filantrópicos o científicos, a la par que
haría retroceder a la situación imperantes a principios del siglo veinte(...) ignoraría el
mandato de los jueces(...) de asegurar el goce y pleno ejercicio de las garantías superiores
para la efectiva vigencia del estado de derechos (caso 'Siri' de Fallos: 239:459)".
Si bien la decisión de la Corte importa una avance en relación con la doctrina imperante,
no puede dejar de observarse que la afirmación final consignada en el considerando 24),
en el sentido que "La diferencia de trato hacia un determinado grupo (art. 16 y 75, incs. 22
y 23 de la Constitución Nacional y 24 de la Convención Americana de Derechos Humanos)
no puede justificarse solamente por deferencia hacia el juicio de conveniencia de los
funcionarios administrativos, sino que ello exige al menos una conexión racional entre un
fin estatal determinado y la medida de que se trate (art. 30 de la citada convención)",
sigue dejando a la autoridad administrativa al margen de las exigencias de aplicación de
un escrutinio estricto a la hora de decidir respecto de categorías sospechosas, con grave
afectación del principio de razonabilidad del art. 28 de la Constitución Nacional.
2. Origen Nacional
a) Sistema Interamericano
Identificar al migrante con el ser humano que libremente decide abandonar su lugar de
origen en busca de una mejor calidad de vida implica negar las verdaderas causas del
fenómeno de la migración. Son, por el contrario, la pobreza extrema, la falta de igualdad
de oportunidades, el acceso a servicios básicos, la inequidad de género, las brechas de
ingresos y diferentes condiciones de vida entre las regiones(92); las guerras, las políticas
discriminatorias y excluyentes, las causas que mas frecuentemente provocan la migración.
Sin embargo, en relación con las limitaciones que los Estados pudieran establecer para la
naturalización de extranjeros, la Corte Interamericana en la Opinión Consultiva 4/84
concluyó que resultan admisibles las preferencias que pudieran establecerse a favor de
grupos de extranjeros que por su nacionalidad se encuentren más próximos al sistema de
valores e intereses del país donde intentan naturalizarse. Tampoco lo es la exigencia de un
conocimiento adecuado que permita el manejo del idioma del país y cierta comprensión
de su historia y de sus valores. Se entendió, en cambio, que resultaba discriminatorio
estipular "condiciones preferentes para la naturalización por causa de matrimonio a favor
de uno solo de los cónyuges"(98).
Podría entonces pensarse que el vocablo "habitantes" hace referencia a una sola
categoría: aquellos extranjeros —preferentemente europeos— que hubieren ingresado
con las finalidades indicadas y que, para la acreditación de tales extremos, la autoridad
competente cuenta con un amplio margen de discrecionalidad.
El criterio adoptado por el constituyente originario trasluce desde sus orígenes una actitud
veladamente discriminatoria y, en los términos que ha sido concebida la igualdad
estructural, en tanto hace hincapié en aquellas causas que podrían provocar una situación
de desprotección y desventaja, al no estar dirigido el mecanismo protectorio a quienes
vengan con otros fines o, lo que es lo mismo, a quienes por no poder acreditar las
exigencias, a veces abusivas o de imposible cumplimiento, se consideren ilegales.
Como primer antecedente del cambio de paradigma operado en nuestro sistema jurídico,
debe mencionarse la solución amistosa a la cual arribó el Estado argentino, en el año
2003, en el marco de una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos(99) y, en cuya virtud, se comprometió a la regularización migratoria de personas
que residieran sin autorización legal en el país. El proceso de solución amistosa contribuyó
a la derogación de la "Ley Videla" —22.439— y a su sustitución por la nueva ley de
migraciones 25.871 en 2004, en la cual, entre otras trascendentes decisiones, se incorpora
la migración como derecho humano(100).
A nivel jurisprudencial, en una etapa anterior a este cambio normativo, la Corte reconoció
el derecho de la Nación de impedir la entrada de extranjeros en su territorio o de
admitirlos, en los casos y bajo las condiciones que juzgue conveniente establecer, de
acuerdo con la letra y el espíritu de los arts. 25, 67, inc. 16 y 28 de la Constitución
Nacional(103). Se le reconoce, de esta manera y salvo contadas excepciones(104), un
amplio margen de apreciación a la autoridad de aplicación.
Durante la vigencia de la ley 22.439, puede citarse —entre otros precedentes— aquel que
dio origen a la denuncia tratada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que
implicará el comienzo del cambio de la política migratoria —Fallos: 321:3646(105)—. Allí
el Alto Tribunal consideró abstracto el habeas corpus interpuesto en razón de la detención
y expulsión de un extranjero con hijos argentinos y veinticuatro años de residencia en el
país. Entendió la mayoría que, al haberse concretado la expulsión, era innecesario
pronunciarse sobre las razones y argumentos planteados(106).
La ley 25.871, del año 2004, recién fue reglamentada en el año 2010. Durante ese período
también se registraron pronunciamientos dispares respecto de la operatividad de la
norma, extremo que resulta a todas luces injustificado si se tiene en cuenta que, a la fecha
de los pronunciamientos que se mencionarán, además de la ley, ya se había emitido la
Opinión Consultiva OC-18/03.
En esta línea, en el precedente Cai Whenhuang(107), del año 2004, el Máximo Tribunal
dejó sin efecto la decisión de la instancia anterior que había hecho lugar al habeas corpus
incoado por nueve ciudadanos chinos detenidos a efectos de su expulsión. A tal fin, aplicó
la ley anterior (los hechos y el dictamen del Procurador eran anteriores a la ley nueva)
(108).
Distinta fue la solución que el Tribunal adoptó en los casos "Repetto, Inés María v.
Provincia de Buenos Aires"(114) y "Calvo y Pesini, Rocío v. Córdoba, Provincia de s/
amparo"(115). En ambos las demandadas fueron provincias, por lo cual, de acuerdo con el
art. 117 de la Constitución Nacional, ellos tramitaron en la jurisdicción originaria de la
Corte. Las demandantes eran extranjeras y se postularon para ejercer cargos en el sector
público de ambas provincias. Inés Repetto pretendía mantener la titularidad como
maestra jardinera y Rocío Calvo y Pesini —licenciada en psicología, graduada en la
Universidad Nacional de Córdoba y matriculada en el colegio profesional local— intentaba
continuar su desempeño en el sistema hospitalario público de la Provincia de Córdoba.
Ambas pretensiones se veían obstaculizadas por la exigencia, contenida en las normas
locales, de contar con la nacionalidad argentina. Al igual que en el caso "Radulescu" la
Corte controló la razonabilidad de las normas restrictivas y declaró su
inconstitucionalidad(116).
Siguiendo la línea indicada la Corte añadió mayores precisiones en el caso "Hooft, Pedro
Cornelio Federico v. Buenos Aires, Provincia de s/ acción declarativa de
inconstitucionalidad"(117), que también tramitó en su jurisdicción originaria. En este caso
el actor, argentino naturalizado y juez de primera instancia en la Provincia de Buenos
Aires, cuestionó la constitucionalidad del art. 117 de la Constitución provincial, que exige
para quien pretenda desempeñarse como camarista "haber nacido en territorio argentino
o ser hijo de ciudadano nativo si hubiese nacido en país extranjero" y, en consecuencia,
cercenaba sus posibilidades para postularse para ese cargo. La Corte, tras recordar el
precedente "Calvo y Pesini", respecto de la actividad probatoria que incumbe a quien
pretende sostener la validez de una limitación como la contenida en la norma impugnada,
por cuanto ésta se encuentra afectada por una fuerte presunción de
inconstitucionalidad(118). Esa presunción sólo podía desvanecerse si la provincia
demandada producía "una cuidadosa prueba sobre los fines que había intentado
resguardar y sobre los medios que había utilizado al efecto. En cuanto a los primeros,
deben ser sustanciales y no bastará que sean meramente convenientes. En cuanto a los
segundos, será insuficiente una genérica "adecuación" a los fines, sino que deberá
juzgarse si los promueven efectivamente y, además, si no existen otras alternativas menos
restrictivas para los derechos en juego que las impuestas por la regulación
cuestionada(119). La Corte estimó que la actividad procesal de la provincia demandada no
había satisfecho tales exigencias y, en consecuencia, declaró la inconstitucionalidad de la
norma impugnada.
Esa línea jurisprudencial fue ratificada por la Corte, en ejercicio de su jurisdicción por
apelación extraordinaria, en los casos "Gottschau, Evelyn Patrizia v. Consejo de la
Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires s/amparo"(120) y "Mantecón
Valdés v. Estado Nacional - Poder Judicial de la Nación - Corte Suprema de Justicia de la
Nación - Resol. 13/IX/04 (Concurso Biblioteca)"(121).
Los padres de D. R. A., menor de edad de origen boliviano, con parálisis cerebral,
solicitaron una pensión por discapacidad para garantizarle condiciones mínimas de
subsistencia. La Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales rechazó esa solicitud, en
2003, sobre la base de la exigencia establecida en el art. 1º, inc. e), del Decreto 432/97—
cuya inconstitucionalidad declaró el Tribunal— según la cual, para acceder a una pensión
por invalidez (prevista en el art. 9º de la ley 13.478), se requería de los extranjeros una
residencia en el país superior a 20 años.
En este precedente, la mayoría sostuvo que "el Estado está obligado a adoptar medidas
positivas que aseguren condiciones mínimas de una vida digna" y que esta obligación rige
con independencia del origen nacional de las personas.
Los Dres. Petracchi y Argibay aplicaron un escrutinio agravado respecto de los requisitos
diferentes que se exigían en la norma cuestionada, según que el requirente fuera nacional
o extranjero y en razón que esa diferencia se hacía por la sola condición del "origen
nacional". Los ministros Zaffaroni y Fayt, trataron la cuestión desde el punto de vista del
derecho a la seguridad social, intrínsecamente vinculado con el derecho a la vida. En tal
sentido, el requisito exigido (residencia en el país durante 20 años) se entendió
irrazonable y equivalente a la supresión del derecho. En este voto no se menciona el art.
16 de la Constitución Nacional por entender que lo irrazonable es la reglamentación, por
el carácter del derecho reglamentado.
5. Despidos discriminatorios
La Corte, tras admitir ambos recursos, confirmó la sentencia apelada. Lo hizo luego de
recordar que el principio de igualdad y la prohibición de toda discriminación, presentes en
la Constitución Nacional se vio reafirmado y profundizado por el Derecho Internacional de
los Derechos Humanos y aquellos instrumentos internacionales que rigen en la materia
que, desde 1994, tienen jerarquía constitucional (Constitución Nacional, art. 75, inc. 22)
(144). Tuvo presente, con extensa cita de los contenidos de la Opinión Consultiva 18/03 de
la Corte Interamericana, las características del principio de igualdad y de la prohibición de
la discriminación y sus rasgos imperativos para los miembros de la Comunidad
Internacional(145). Seguidamente la Corte se expidió en sentido favorable a la aplicación
de la ley 23.592 en el ámbito de las relaciones laborales(146) y (147). Sostuvo con
elocuente argumentación, que nada impedía la extensión de sus prescripciones en dicho
espacio, que, por el contrario, en una materia tan sensible como la no discriminación
resulta intolerable la existencia de "santuarios de infracciones" y añadió que "...la relación
laboral, si algo muestra a los presentes efectos, es una especificidad que la distingue de
manera patente de muchos otros vínculos jurídicos, puesto que la prestación de uno de
los celebrantes, el trabajador, está constituida nada menos que por la actividad humana,
la cual resulta, per se, inseparable de la persona humana y, por lo tanto de su
dignidad"(148). Señaló el Alto Tribunal la inexistencia de incompatibilidad entre disponer
la reinstalación de un trabajador, víctima de un despido discriminatorio y el derecho a
contratar y ejercer toda industria lícita (art. 14 de la C.N.), invocado por la demandada de
acuerdo con lo resuelto por la Corte en Fallos: 273:87, caso "De Luca"(149). Remarcó la
existencia de un marco normativo sustentado en las normas constitucionales y en las
normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, bien distinto del vigente en
la época del precedente "De Luca" (1969), cuyas características y consecuencias para la
resolución del caso desarrolló en los considerandos 7º y 8º de la sentencia(150).
Sin duda que el punto que más controversias generó fue el relativo a la reinstalación de
los despedidos. Precisamente, la disidencia parcial de las juezas Highton de Nolasco y
Argibay y del juez Lorenzetti, puso el acento sobre la libertad de contratar del empleador
como un impedimento para la reinstalación de los actores, dejando sentado que la
libertad de contratar incluye su aspecto negativo, es decir, la libertad de no contratar que
es un aspecto de la autonomía personal a la que todo ciudadano tiene derecho (art. 19 de
la Constitución Nacional) y un supuesto del derecho a ejercer una industria lícita (art. 14
de la Constitución Nacional)(152). Sin perjuicio de inclinarse por la aplicación de la ley
23.592 en el ámbito de las relaciones laborales, los jueces disidentes, aplicando por
analogía las normas de la ley de contratos de trabajo relativas a despidos calificados (los
que tienen por causa real el matrimonio del agente, el embarazo de la trabajadora, o su
desempeño en un cargo gremial) y teniendo en cuenta especialmente que en los casos en
que se disponía la reinstalación del trabajador ello resultaba de una expresa disposición
legal, juzgaron que frente a la inexistencia de tal recaudo en este caso, correspondía
ordenar el pago al trabajador de una suma adicional como la contemplada por la ley
laboral para otros supuestos de discriminación.
La Corte, en sentencia firmada por los jueces Fayt, Petracchi, Maqueda y Zaffaroni —el 15
de noviembre de 2011— juzgó que, en el caso, los agravios que la actora formuló contra la
sentencia de la cámara "ponen en juego los principios de igualdad y prohibición de
discriminación"(154). El Tribunal interpretó —con arreglo a las normas de la Constitución
Nacional y del Derecho Internacional de los Derechos Humanos— que no es suficiente la
enunciación normativa de los medios procesales destinados a la protección de los
derechos y garantías, sino que es indispensable la verificación de que esos medios sean
efectivos(155). Respecto de las particularidades probatorias en materia de acciones
derivadas de supuestos de discriminación la Corte efectúa un extenso repaso de las
conclusiones a las que han llegado, en primer término, los organismos internacionales
encargados de velar por el respecto de los Derechos Humanos(156); también, la
Organización Internacional del Trabajo(157); luego, los organismos de la Unión
Europea(158); los Tribunales Constitucionales de España y de Bélgica, la Cámara de los
Lores, el Comité Europeo de Derechos Sociales; la Comisión Europea contra el Racismo y la
Intolerancia(159) y, finalmente, la Corte Europea de Derechos Humanos(160). De esa
reseña extrae que dichos documentos ratifican la necesidad de que el diseño y las
modalidades con que han de ser reguladas las garantías y su interpretación y aplicación,
deben adecuarse, a las exigencias de protección efectiva que específicamente formule
cada uno de los derechos humanos, tal cual derivan de su naturaleza y de la concreta
realidad que los rodea y dentro del respeto de los postulados del debido proceso. Añade
que esas conclusiones también ponen de relieve los serios inconvenientes probatorios que
regularmente pesan sobre las presuntas víctimas, nada menos que en litigios en que se
discuten supuestos de discriminación, cuya prohibición, según la normativa internacional y
su interpretación, inviste el carácter de ius cogens. A partir de esas premisas el fallo
determina que las reglas o pautas que en materia probatoria han de regir en los procesos
civiles relativos a la ley 23.592, en los que se controvierte la existencia de un motivo
discriminatorio. En tales casos, a quien afirme que el acto cuestionado se inspira en
motivos discriminatorios, le bastará "con la acreditación de hechos que, prima facie
evaluados, resulten idóneos para inducir su existencia". Corresponderá al demandado —a
quien se atribuye el trato vedado— la prueba de que su conducta fue motivada por un
motivo objetivo, razonable y ajeno a toda discriminación. ¿Qué queda para los jueces? La
evaluación de uno y otro extremo de acuerdo con las reglas de la sana crítica"(161). Como
consecuencia de los argumentos contenidos en la sentencia, la decisión de la instancia
anterior fue revocada.