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MATRIMONIO ESPIRITUAL: CONSAGRARSE A DIOS, UNA POSTURA EN LA

SEXUALIDAD DE LA ÉPOCA VIRREINAL EN AMÉRICA.

Nathalia Barona Pino


nathaliabarona@javerianacali.edu.co
Carrera de Artes Visuales - Pontificia Universidad Javeriana Cali

La presente investigación surge como proyecto del curso de Historia del Arte IV
Precolombino y Colonial, en el que se buscó indagar sobre la sexualidad y los
comportamientos sociales en torno a este tema según el contexto de la época virreinal en
América, y su relación con la producción artística de aquel entonces.

Mesa 19 (Arte, consumo y contexto)


Resumen

Desde la llegada de los europeos a América, el principal objetivo de la iglesia fue el de


evangelizar e instruir a los habitantes del nuevo territorio descubierto en torno a la fe católica;
para esta tarea, no solo se uso como herramienta principal la producción artística, sino también
los numerosos ejemplos de vida de los santos y beatos, que dictaron cómo debían comportarse
los fieles para ser dignos de reunirse con Dios después de la muerte.

Este documento indaga específicamente sobre los matrimonios espirituales con Dios, a través
del estudio de tres casos específicos de santas que manifestaron contraer un matrimonio
místico y espiritual con Él, generando una relación aún más cercana con la Santísima
Trinidad, y convirtiéndose en relevantes referentes para la consecución de una vida santa
según las creencias de la época de la colonia en América.

A través del estudio de las manifestaciones artísticas que se dieron durante el Virreinato del
Perú, Nueva España y Nueva Granada, se evidenciará cómo, a través de la producción
artística, más específicamente de la pintura y la escultura, según el contexto de estas
sociedades, se daban a conocer a los creyentes católicos la vida y obra de aquellas santas y
esposas de Cristo, que fueron ejemplo a seguir para la comunidad colonial en este continente,
siendo así, el arte, un medio para educar y evangelizar.

Palabras claves:​ ​Iglesia, arte, santas, evangelización, sexualidad, colonial.


Introducción

Si se pretende hablar de la sexualidad en la época colonial en América (Siglos XVII y XVIII)


muy probablemente ha de pensarse en las restricciones de ese entonces, en el pecado, las
prohibiciones, manuales de comportamiento (como por ejemplo ​El Cristiano Virtuoso escrito
por el padre Pedro de Mercado a mediados del siglo XVII), y demás documentos que
dictaban cómo debía ser el comportamiento de un fiel seguidor de Cristo. En una época
donde la religión católica intentaba imponerse a toda costa, la sexualidad se limitaba
simplemente a fines reproductivos, o a renunciar por completo a ella para dedicarse al
servicio de Dios.

El establecer una postura frente a la sexualidad y decidir preservar la virginidad para


dedicarse a la comunidad y la iglesia, es también un caso interesante de estudio sobre esta
temática durante la conquista, pero, ¿pretender simplemente servir a Dios es tan relevante
como contraer matrimonio con Él? A lo largo de la historia, distintas santas y beatas han
manifestado tener un encuentro místico con Dios en el que Él les ha propuesto ser sus
esposas, alcanzando así un grado sublime de santidad. Según Dur​á​n, estos estados místicos
eran entendidos como una ‘gracia’, que confirmaba que la monja se iba elevando
espiritualmente en el vuelo hacia la perfección religiosa (2015, 278), afirmando la conexión
tan cercana que ellas establecieron con Dios, claramente muy apetecible en el tiempo de la
colonia y convirtiéndose, de esta forma, en un modelo ejemplar de vida cristiana e ideal a
seguir para los fieles de la época.

¿Podría hablarse sobre la sexualidad en lo colonial en este sentido? Si se pretende abarcar


este tema más allá del simple encuentro sexual, es totalmente válido. La sexualidad abarca
también la posición que el individuo asume frente a ella, y, en este caso específico, el hablar
de ‘esposa’ y no de ‘seguidora’ o ‘devota’ adquiere una posición directamente sexual; no se
habla de tener relaciones con Dios, ni mucho menos, pero sí se define explícitamente un
matrimonio, y, el matrimonio, desde nuestro constructo social, remite directamente a la
sexualidad. De nuevo, es pertinente hacer énfasis en que la sexualidad, en este caso, no se
trata de prácticas sexuales, ni de tener sexo, sino, todo lo contrario, de no tenerlo, de asumir
una postura frente a la sexualidad para construir una relación aún más cercana con Dios.

Para poder desarrollar mejor esta idea, el presente artículo estudiará los casos de Santa
Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima y Santa Bárbara. Todas estas santas manifestaron
haber tenido en algún momento de su vida un “matrimonio espiritual” con Dios. En el
matrimonio espiritual, la creyente vive totalmente en Dios y por ende con la Santísima
Trinidad, siendo consciente de ello. Como lo afirma el Padre Royo Marín, en realidad, el
alma en simple posesión del estado de gracia ya es, de alguna manera, esposa verdadera de
Dios. Pero solamente en las grandes alturas de la unión transformativa adquiere la conciencia
experimental permanente de que efectivamente lo es (“Gaudium Press”).

Habiendo definido lo que es el matrimonio espiritual con Dios y su relevancia en el estudio


de la sexualidad en la época de la colonia, es pertinente definir cuál es su relación con el arte
de aquel tiempo. Durante la conquista, las funciones principales del arte eran comunicar,
educar y evangelizar a los habitantes (indígenas) del nuevo territorio descubierto, como
también a esclavos y criollos que servían a la corona europea. En aquel entonces, la mayoría
de la población no tenía acceso a la educación, especialmente las mujeres, a excepción de
unas pocas que tenían el privilegio de acceder a las letras, bien sea porque ten​í​an alguna
relación con el gobierno ​español o porque entregaban su vida al servicio de Dios en claustros
o conventos. Por lo tanto, el arte era el medio más inmediato para ilustrar desde la
perspectiva pictórica y gráfica distintas historias y pasajes relacionados con la religión
católica, de forma en que fuera más fácil para las personas instruirse en ella.

El poder estar más cercano a Dios y llevar una vida lo más santa posible, era la base de la
sociedad colonial. Es por esto que los santos y santas eran un ejemplo de vida para los
creyentes católicos y sus principales referentes. El arte, como se dijo anteriormente, desde su
actividad ilustrativa, mostraba constantemente imágenes de estos personajes que alcanzaron
la gracia divina, otorgándoles el estatus de modelo a seguir para poder lograr así una vida
más digna de Dios, con la proyección de ir al cielo con Él después de la muerte, siendo así, la
finalidad de las pinturas religiosas, de inducir a los fieles a la piedad. (Cardaillac 2012, 24) y
tal como lo expone Araya, la vida de beatas y terceras de los siglos XII y XIII fueron un
poderoso modelo a seguir por las mujeres espirituales en el mundo. (2010, 135).

A continuación, se estudiarán los casos de las santas anteriormente mencionadas desde la


perspectiva del arte de la época de la colonia, evidenciando las distintas formas en que el arte
las mostraba a sus creyentes desde un análisis iconográfico, contextual y transversal de las
distintas imágenes recolectadas para el desarrollo del presente estudio.
Contenido

El primer caso de estudio para esta investigación será Santa Catalina de Siena (1347-1380).
Nacida en Siena, bajo el nombre de Catalina Benincasa, desde muy corta edad sintió el
llamado al servicio de Dios y a los siete años, consagró su virginidad a Él a través de un voto
privado (“Aciprensa”), y aunque su familia en un principio no estaba de acuerdo con su
vocación, Santa Catalina dedicó su vida a ayudar a los pobres y servir a los enfermos
encaminándose siempre hacia la humildad y obediencia de los designios católicos. Catalina,
una mujer de pocas letras y gran sabiduría, fue un modelo atractivo para las mujeres,
escuchada e influyente. (Araya 2010, 139)

A la edad de 20 años, Santa Catalina tiene una visión de Jesucristo, en la que Él le dice: “​Ya
que por amor a Mi has renunciado a todos los gozos terrenales y deseas gozarte solo en Mí,
he resuelto solemnemente celebrar Mi esposorio contigo y tomarte como mi esposa en la fe”
(“Pregunta Santoral”), en su visión aparece también la virgen María, San Juan Evangelista,
San Pedro, San Pablo y el rey San David. María toma la mano de Catalina y la pone sobre la
del Niño Jesús, que le dice: “​Yo, tu creador y Salvador, te acepto como esposa y te concedo
una fe firme que nunca fallará. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe y prevalecerás
sobre todos tus enemigos” (“Pregunta Santoral”), mientras le pone un anillo de oro con un
diamante y cuatro perlas. Al acabar la visión, la santa vio en su dedo la alianza, y aunque solo
lo veía ella, no dejo de hacerlo hasta el día de su muerte.

Desde las distintas representaciones que se hicieron en la época de la colonia sobre Santa
Catalina de Siena, la siguiente obra elaborada en 1670 por Gregorio Vázquez de Arce y
Ceballos ilustra el matrimonio espiritual que la santa contrajo con Cristo. Esta imagen ilustra,
como una puesta en escena, la visión exacta de Santa Catalina, tal y como se pretendía en
aquel tiempo, la obra pictórica narra una historia que quiere ser divulgada a los creyentes.
En cuanto a la disposición iconográfica de la pintura, las figuras centrales en esta obra son la
virgen María quien carga al Niño Jesús, arriba de ellos se encuentra una paloma que
representa al Espíritu Santo, y, a su vez, arriba de ella, se representa a Dios Padre como un
hombre de avanzada edad que sujeta el globo terráqueo en sus manos, evocando así a la
Santísima Trinidad, acompañada (en la parte superior de la pintura) por distintos ángeles y
nubes que representan el reino de los cielos.

Desposorios místicos de Santa Catalina de


Siena
Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos
1670

Óleo sobre tela


76 x 130 cm
Colección Banco de la República,
Colombia
Recuperado de: ​Villegas Jiménez, Benjamín.
2001. ​Arte colombiano: 3.500 años de historia​.
Bogotá: Villegas Editores.

En la parte inferior del cuadro, se encuentran tres hombres que acompañan a Santa Catalina,
ellos representan los santos que estaban con la virgen y el niño en el momento de su visión, y,
desde la perspectiva iconográfica y simbólica, se puede concluir que quien carga la
construcción en sus manos es el rey San David, y, quien lleva un libro, evocando a las
sagradas escrituras, es San Juan evangelista. Por último, Santa Catalina es representada con
una túnica blanca que simboliza pureza y castidad, entregándole su mano al Niño Jesús, en el
momento justo en que Él le pide que sea su esposa, adaptando ella una postura de reverencia
y disposición, inclinándose de rodillas ante Dios y su madre.

El artista ha retratado la visión de Santa Catalina, de modo que relata una historia, como lo
expresa Araya lo que sucedió con Catalina y las imágenes explica el origen de la “costumbre
de divulgar en papel las imágenes de otros santos, con que se aumenta la devoción de los
fieles a ellos” (2010, 140), en este caso la imagen nupcial, para representar la unión con la
divinidad, la pintura se ha expresado en la forma de desposorio y colocación de un anillo
(Araya 2010, 143). La experiencia mística se expresa pictóricamente en lo que Víctor
Stoichita llama cuadros de visión, imágenes mixtas por su naturaleza icónica/narrativa, cuyo
papel consistió en captar lo sacro de forma visual, para representar concretamente la unión
mística como fusión con el Otro y no sólo comunicación con la Divinidad (Araya 2010, 145).
Esta representación pictórica es evidencia de cómo el arte fue parte fundamental para la
evangelización de la época, un solo cuadro es capaz de contar toda una historia divina a
través de la disposición correcta de elemento de gran carga simbólica, la pintura relata uno de
los desposorios místicos más relevantes en la historia de la religión católica.

Si bien fue importante para la iglesia poder dar a conocer esta visión de Santa Catalina de
Siena, también lo fue ilustrar su forma de vida, ejemplo a seguir para los creyentes de aquel
entonces. En la siguiente imagen producida por Cristóbal de Villalpando, uno de los pintores
más importantes de la Nueva España durante el final del siglo XVII y principios del XVIII
(“Fronterad”), no solo se muestra la relación que tiene Santa Catalina con su divino esposo,
sino también su labor de servicio a la comunidad, como base fundamental para una vida
encaminada hacia la humildad y servicio a Dios.

Pasaje de la vida de Santa Catalina de


Siena
Cristóbal de Villalpando
1700-1799
Óleo sobre tela

Parroquia de santo Domingo,


México
Recuperado de: Gutiérrez H., Juana. ​Pintura
de los reinos: identidades compartidas:
territorios del mundo hispánico, siglos
XVI-XVIII​, tomo 3. México: Banamex,
2009.
En la zona principal de la obra muestra a Santa Catalina de rodillas ante Jesucristo, la escena
ilustra un encuentro amoroso entre la santa y el mesías, quien la abraza con gran cariño, y
ella, arrodillada delante de él, bebe de la sangre de sus heridas. En cuanto al trato de las
prendas, a través del simbolismo, el artista plasma en el paño rojo que cubre a Jesucristo, el
color que representa al amor y la pasión, mientras que Santa Catalina está cubierta por un
vestido blanco que alude a la pureza que ha conservado al mantener su virginidad guardada
solo para su Dios. Alrededor de ellos se encuentran distintos ángeles y querubines, estos son
considerados los guardianes de la gloria de Dios, por esto, en la obra, esta escena alude a la
representación de un momento místico entre la Santa y Jesús, donde se podría concluir que
ambos están teniendo un encuentro en el cielo y no es lo que sucede en el momento real.

Es importante resaltar también la labor informativa que cumple la cartela de texto en este
cuadro, gracias a esta se puede rectificar que dicha escena es una visión o encuentro místico,
el texto que habla sobre este encuentro dice lo siguiente: “Visitala su divino esposo como
médico celestial y le aplica a beber de su sagrado costado el néctar de su sangre preciosa con
que embriagada queda buena y santa”, y así mismo explica a manera de narración los demás
episodios representados en la pintura.

Como se ha dicho anteriormente, Santa Catalina fue reconocida por su servicio a los pobres y
enfermos, como se ilustra en la parte inferior del cuadro, donde puede vérsele con una
aureola y ocupando el mismo atuendo, auxiliando a una persona moribunda, representando
una de las virtudes principales de esta santa. Haciendo referencia también a su entrega por
ayudar a la comunidad, en la parte izquierda del cuadro, se representa de nuevo a Santa
Catalina cargando un niño en brazos, que, según el texto de la parte inferior de la pintura, ella
implora a Cristo que lo cure y el niño es sanado en presencia de distintos personajes, entre
ellos, el obispo de la ciudad.

Esta pintura evidencia la labor ejemplificadora de la iglesia a través del arte, mostrando no
solo la visión mística de Santa Catalina que la hace ser más cercana a Dios, sino también su
vocación de ayuda y entrega en su labor divina, a través de la representación pictórica se ha
construido una secuencia de escenas que narra una historia de vida y presenta a los creyentes
un referente de servicio católico.

Siguiendo con el estudio de las santas que han contraído un matrimonio espiritual con Dios,
es de gran relevancia destacar a Santa Rosa de Lima, pues fue ella la primera santa de origen
americano (Villegas 2001, 111). Nació en Lima, Perú, en 1586. En el bautizo le pusieron el
nombre de Isabel, pero luego su madre al ver que al paso de los años su rostro se volvía
sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Desde
pequeña tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación, un día rezando ante una
imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "​Rosa conságrame a Mí
todo tu amor"​ , se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo para no
ser motivo de tentaciones para nadie, ya que quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo
(“Aciprensa”). Santa Rosa de Lima se “inspiró” en Catalina, tomó los mismos hábitos de
terciaria dominica, y declaró —según sus hagiógrafos— que sus penitencias remediarían lo
torcido en el mundo (Araya 2010, 138).

Santa Rosa de Lima


Gregorio Vázquez de Arce y
Ceballos
1680

Óleo sobre lámina de cobre 12 x


9 cm
Colección Banco de la República,
Colombia
Recuperado de: ​Villegas Jiménez, Benjamín. 2001.
Arte colombiano: 3.500 años de historia​. Bogotá:
Villegas Editores.

Santa Rosa es representada, evidentemente con las flores a las que hace honor su nombre. En
la imagen anterior producida por Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos, quien es considerado
como el mejor pintor de la colonia en Colombia entre 1660 y 1700 (“Arte Colonial”), se
muestra cómo a través del simbolismo de la rosa, la mujer representada en ellas evoca a esta
santa, acompañada también por lo que representa simbólicamente los atuendos blancos, que
aluden a la pureza y castidad de Santa Rosa. El desposorio místico entre Santa Rosa de Lima
y Cristo ocurrió el Domingo de Ramos del año 1617 en el interior de la capilla del Rosario de
Lima. Mientras oraba delante de la imagen de Ntra. Sra. Del Rosario sintió que la imagen del
Niño Jesús le decía: "​Rosa de Mi Corazón, yo te quiero por Esposa"​ , a lo que ella respondió:
"​Aquí tienes Señor a tu humilde esclava. Tuya soy y Tuya seré​". Ocurrido esto mandó a su
hermano Hernando a confeccionarle un anillo y que grabase en él las palabras que le
pronunció el niño Jesús. El anillo le fue impuesto el Domingo de Resurrección del mismo
año por un religioso dominico (“Pregunta Santoral”).

Santa Rosa de Lima

Gregorio Vázquez de Arce y


Ceballos

1675

Oleo sobre tela

89 x 62 cm
Colección Banco de la
República, Colombia
Recuperado de: ​Villegas Jiménez, Benjamín.
2001. ​Arte colombiano: 3.500 años de historia​.
Bogotá: Villegas Editores.
En cuanto a su relación con Dios, en el anterior cuadro realizado por el mismo pintor, puede
verse a esta santa inclinada ante el Niño Jesús, representado con un manto rojo que alude a la
sangre de Cristo y que está acompañando por diversos ángeles que evocan el reino de los
cielos. Dios mismo, en esta imagen, le está colocando a Santa Rosa una corona, precisamente
de rosas, remitiendo de nuevo a la simbología de su nombre, y, el acto de que el mismo Niño
Jesús sea quien le coloque su corona, expresa la relación estrecha que tiene ella con Dios,
dando así indicios de su matrimonio místico con Él.

Por otra parte, apelando a la función de la escritura y relatos que expresa esta santa, es
homologado a a las artes plásticas y visuales (Araya 2010, 147), es decir, el arte en este
sentido quiere contar la narración que Santa Rosa ha producido de manera escrita, así
logrando que se reproduzca y comunique de manera más inmediata. Aun así, como lo expresa
Durán, más significativo para nuestro trabajo que una clasificación de visiones, resulta
comprender qué estatus conseguía la mujer que decía tener visiones y la corporalidad que
llegan a adquirir muchas de ellas, considerándose también como una vía que tenía la mujer
para liberarse de su condición inferior y elevar su grado espiritual (2015, 274).

Por último, pero no menos relevante, uno de los casos más importantes entrega y devoción a
Dios ha sido el de Santa Bárbara. ​Nació en ​Nicomedia​, cerca del mar de ​Mármara​, a
principios del siglo III. Su padre, Dióscoro, la encerró en un castillo para evitar que se casara
tan joven y para evitar el ​proselitismo ​cristiano. Durante su encarcelamiento, Bárbara se
convirtió al ​cristianismo ​y mandó construir una tercera ventana en su habitación, en honor a
la ​Santísima Trinidad​. Cuando su padre fue a verla, se declaró cristiana y se opuso al
matrimonio que este le había conseguido, diciendo que elegía a Cristo como su esposo. Al
negarse a renunciar al cristianismo, su padre la torturó y momentos después de que él la
decapitara, Dióscoro fue fatalmente golpeado con un rayo (Rishel y Stratton-Pruitt 2006,
283).
Las representaciones artísticas de esta santa a menudo representan a Bárbara como una
princesa acompañada por sus diversos emblemas, o, como es el caso de la siguiente escultura
de Pedro Laboria, un escultor español que se estableció en Bogotá en 1738 (“Biografías y
Vidas”), muestra a Santa Barbara durante el acto de su cruel martirio ​(Rishel y Stratton-Pruitt
2006, 283). A veces se la confunde con Santa Ágata, una mártir romana que fue torturada
cortándole sus pechos, como se puede evidenciar en la pintura de Baltasar Vargas de
Figueroa, pintor colonial nacido en Santafé de Bogotá (“Banrepcultural”), se ha representado
su martirio de la misma manera, aun así las representaciones de estos dos martirios son
bastante comunes en América Latina, donde el culto de Santa Bárbara ha sido
particularmente fuerte ​(Rishel y Stratton-Pruitt 2006, 283).

Santa Bárbara

Pedro Laboria

Siglo XVIII

Madera tallada, pintada y policromada


238 x 66 x 69 cms

Palacio arzobispal, Colombia


Recuperado de: ​Rishel, Joseph y Suzanne Stratton-Pruitt. 2006. ​The Arts in Latin
America 1492-1829.​ México: Philadelphia Museum of Art.
Martirio de Santa Bárbara
Baltasar Vargas de Figueroa
Siglo XIX

Oleo sobre tela

300 x 210 cms

Iglesia de Santa Bárbara, Colombia


Recuperado de: ​Villegas Jiménez, Benjamín.
2001. ​Arte colombiano: 3.500 años de
historia​. Bogotá: Villegas Editores.

S​i bien la historia no evidencia específicamente un matrimonio espiritual entre Santa Bárbara
y Dios, las representaciones de esta santa muestran su gran entrega a Cristo, siendo ella una
de las primeras mártires de la cristiandad. De nuevo, el arte, a través de las representaciones
simbólicas, pretende influenciar a los creyentes, mostrando como ejemplo de devoción a una
mujer que fue capaz de someterse a la tortura por rectificar su amor y fe en Dios, su decisión
de consagrarse a él acogiéndolo como su esposo y para quien guard​ó su virginidad, rectifica
una vez más como la felicidad mística no ha de confundirse con el placer sexual, pues esta
entrega, más que caracterizarse para estas santas como un placer de los sentidos físicos, es
más bien una exaltación del alma. (Dur​án 2015, 296).
Habiendo analizado individualmente las imágenes que representan estas santas, es pertinente
realizar también un análisis transversal, pues estas imágenes presentan varios elementos en
común que hablan sobre los medios que usó el arte de la época colonial para ilustrar a los
creyentes católicos sobre estos personajes insignia de la religión. En primer lugar, cabe
destacar el tratamiento de las prendas; las santas usualmente se representan con túnicas en
colores claros que cubren todo su cuerpo, (a excepción de Santa Bárbara, en la que su pecho
se ve descubierto para evidenciar su martirio) este tipo de vestimenta evidencia la castidad y
pureza de la persona, y, simbólicamente, evoca la virginidad que mantuvieron para consagrar
su vida a Dios.

En cuanto a la expresividad en sus rostros, se evidencia una mirada sumisa, serena y, cuando
se encuentran acompañadas de Dios u otros personajes bíblicos, se presenta también una
disposición de reverencia. Incluso en el caso de Santa Bárbara, su rostro expresa el dolor de
su martirio, pero, su mirada que se alza al cielo, expresa también la humildad y adoración que
tiene hacia Dios. En definitiva, esta expresión no es gratuita, si se pone en contexto todas
estas imágenes, la simbología que hay detrás de ello guiaba al espectador y le proponía cómo
debía ser su trato hacia Cristo y demás adoraciones. En la época colonial en América, ser un
buen católico requería de disposición, humildad y constante estado de reverencia ante Dios y
todo lo que rodea la religión, y, estas santas, como ejemplo de vida a seguir, mostraban la
actitud sumisa que debían imitar los creyentes.

En cuanto al color, es muy interesante cómo, a pesar que estas obras fueron realizadas en el
continente americano, todas las santas y personajes bíblicos se muestran con un tono de piel
muy pálido. Esto evidencia también la labor educativa que pretendía realizar la iglesia a
través del arte. Durante la conquista, el ser una persona de piel blanca era sinónimo de
pureza, bondad y prestigio, y, por consiguiente, estas santas debían mostrarse lo más pálidas
posibles para seguir así este lineamiento en el cual, el color de piel, aseguraba una posición
no solamente socioeconómica sino también en el reino de los cielos y en la proximidad que
podía tener el creyente hacia Dios.
Por último, las composiciones suelen seguir un canon básico, de forma que las imágenes sean
fáciles de leer e interpretar para el espectador, ubicando los personajes más relevantes en la
parte central de la escena, destacándolos con colores más luminosos que representan la
divinidad y luz. En cuanto a la disposición de los elementos, como pudo observarse, todo lo
que estuviera relacionado con Dios y el reino de los cielos, evidentemente iba a estar ubicado
en la parte superior del cuadro, recordando constantemente a los fieles la supremacía de Dios
y el objetivo de vida de cada creyente, el cual era ser digno de ir al cielo con Él. En cuanto a
las santas, estas se representaban casi siempre en un plano un poco inferior a estos seres
divinos o bien en actitud de reverencia hacia ellos y ligeramente arrodilladas, demostrando
que si bien, su vida pura y al servicio de Dios era un ejemplo a seguir, ellas también rendían
reverencia y obediencia a Dios como debían hacerlo todos los católicos.
Conclusión

La pregunta de indagación sobre esta investigación era analizar la postura frente a su


sexualidad que asumieron las santas estudiadas, y cómo se representó esto a través de
distintas prácticas artísticas en la época colonial en América. A través de las imágenes
presentadas, se ha evidenciado la función ilustrativa e informativa del arte en ese tiempo,
mostrando a través de una gran carga simbólica toda una historia en cada una de las
representaciones que se hicieron sobre estos personajes emblemáticos para la religión
católica.

El hablar de una no-práctica sexual, el guardar la virginidad para consagrarse a Dios, asumir
esta postura y dedicar su vida a ello, es también hablar de sexualidad. Y es, en este caso
específico, el arte quien cuenta esta historia. Si se piensa detenidamente sobre ello,
anclándolo al contexto de la época, si no hubiera sido por el arte, muy probablemente todos
estos casos de santos, mártires y demás personajes serían desconocidos hoy en día. En una
sociedad casi en su totalidad analfabeta y con el difícil acceso a la reproducción a través de la
imprenta desde este espacio del globo terráqueo, hubiera sido casi imposible poder transmitir
toda esta información de no ser por las prácticas artísticas desarrolladas en ese entonces.

Se logra así anclar arte, sexualidad y religión en un solo análisis que evidencia la
interdependencia entre estos temas durante la época colonial en América a través de un
ejercicio educativo de evangelización. De no haber sido por la iglesia y su necesidad de
instruir a sus creyentes, no se hubieran desarrollado muchas de estas prácticas artísticas,
sencillamente porque no existía quien pudiera costearlas; pero a su vez, sin las decisiones de
vida que asumieron estas santas, la iglesia no hubiera tenido estas historias que necesitaba
comunicar y ejemplificar, para que el ‘nuevo mundo’ siguiera el camino de vida que ella
planteaba.
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