Está en la página 1de 24

Marco teórico

(Tomado del proyecto “fortalecimiento psicosocial con perspectiva de género”, Escuela de Psicología 2019)

Violencia

Origen y Definición. ​Inicialmente el concepto de violencia fue estudiado en el siglo

de las Luces a partir de tres perspectivas: la psicológica, la moral y la política. De esta

manera, desde la perspectiva psicológica, la violencia fue visualizada como la explosión de

fuerza que contiene un elemento insensato y destructivo; desde la moral, como el ataque

hacia los bienes y la libertad de otros; y desde la política, como el empleo de fuerza con la

finalidad de adquirir poder o dirigirlo a fines ilícitos, obteniendo por medio de esta última

perspectiva gran relevancia e interés el término en el siglo XX (Domenach, 1981 citado en

Cuervo, 2016).

De acuerdo con esto, a través del tiempo el concepto de violencia ha sido abordado

por diferentes autores y de manera multívoca, pues para referentes como Stoppino (1988),

la violencia es concebida como la intervención física voluntaria que un individuo o un

grupo ejerce contra otro individuo, grupo o incluso contra sí mismo; de manera similar

González (2000), la define como la aplicación de una fuerza física deliberada con la

intención de causar algún tipo de efecto sobre el individuo que la recibe, haciendo alusión

con estas dos conceptualizaciones al papel que cumple la acción física intencional o

voluntaria dentro de lo que significa la violencia (citado en Cuervo, 2016).

Siguiendo la línea anterior, otros referentes también hacen hincapié en el papel que

cumple lo psíquico y lo simbólico dentro del concepto de violencia, puesto que estos dos
componentes se ven reflejados, por ejemplo, en la afectación de la autoestima como

consecuencia de la burla, los insultos o los casos de tortura donde no se ejerce ningún tipo

de contacto físico con la víctima (Foucault, 2005). Para Galtung (1995), la violencia se

hace evidente cuando los seres humanos influidos por el accionar de otros, somática y

mentalmente actúan por debajo de sus verdaderas potencialidades, es decir, cuando un

criminal ataca con arma blanca a un individuo sano, le imposibilita que haga efectivo su

potencial de seguir sano (citado en Cuervo, 2016).

Por otra parte, una definición que permite integrar los diferentes componentes que

conforman la violencia es la brindada por la OMS (2002), debido a que concibe a la

violencia como “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como

amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga

muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del

desarrollo o privaciones” (p3).

Teniendo en cuenta los diferentes conceptos, se puede decir que la violencia a nivel

general se encuentra permeada por la acción física, la psique y la intencionalidad del

individuo que la ejerce y el efecto que este genera en el receptor principalmente.

Clasificación y Tipos.
Clasificación.​ ​Por lo anterior, es importante destacar que de acuerdo con la OMS

(2002), según las características de los individuos que cometen el acto de violencia, esta se

puede clasificar en tres categorías: autoinflingida, interpersonal y colectiva. Así, la

violencia autoinflingida hace referencia a la conducta suicida o a las autolesiones; la

violencia interpersonal, a los actos violentos que comete un individuo o un grupo de

individuos, donde se encuentra por un lado, la violencia familiar que incluye: a menores,
parejas y ancianos, y por el otro, la violencia entre personas que no poseen ningún tipo de

parentesco; finalmente, la violencia colectiva, se refiere a el uso instrumental de la

violencia por parte de individuos que se identifican como miembros pertenecientes a un

grupo con fines políticos, económicos o sociales.

Tipos.​ ​Asimismo, de acuerdo a la naturaleza de los actos, la violencia generalmente

puede ser de cuatro tipos: física, psicológica o emocional, económica y sexual (OMS,

2002).

​La violencia física.​ Implica el uso de fuerza con la intención de dañar a otro (s) por

medio de empujones, jaloneos, pellizcos, rasguños, golpes, bofetadas, patadas y

aislamiento.

​La violencia psicológica o emocional.​ Es un tipo de violencia que se ejerce a través

de gritos, insultos, amenazas, prohibiciones, intimidación, indiferencia, ignorancia,

abandono afectivo, celos patológicos, humillaciones, descalificaciones, chantajes,

manipulación y coacción

​La violencia económica o patrimonial.​ E


​ s un tipo de violencia que se usa para

amedrentar, someter e imponer la voluntad del individuo que la ejerce sobre el receptor,

valiéndose de recursos económicos o bienes personales.

La violencia sexual.​ ​Hace referencia a​ ​“todo acto sexual, la tentativa de consumar

un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para

comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante

coacción por otra persona, independientemente de la relación de ésta con la víctima, en

cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo” (OMS, 2013, p2).


Es importante resaltar que, aunque los cuatro tipos de violencia mencionados han

sido los más estudiados, en la actualidad la violencia de género también es un tema que ha

sido de gran interés.

Género

Definición. ​Antes de abordar a que hace referencia la violencia de género, es

necesario entender el concepto de género y diferenciarlo de términos como el de sexo. De

esta manera, mientras el sexo hace referencia a toda la estructura corporal y es biológico

(Pellejero y Torres, 2011), el género es el resultado de la cultura y el pensamiento humano,

además, hace parte de una construcción social que se asocia con roles o estereotipos que

son propios de cada sexo dependiendo la sociedad (Laguna, Sanz y de los Mozos, 2017).

Además, una distinción más amplia reconoce al sexo como el conjunto de características

físicas, anatómicas y fisiológicas que definen como varón o mujer a los seres humanos de

manera natural, y al género como el conjunto de características sociales, culturales,

políticas, psicológicas, jurídicas y económicas que las sociedades asignan como propias de

varones o mujeres (Hendel, 2017).

De acuerdo con Lamas (2000), el género “es el conjunto de prácticas, creencias,

representaciones y prescripciones sociales que se originan entre los integrantes de un grupo

humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y

mujeres” (p3), de manera similar es concebido por Pellejero y Torres (2011), como el

conjunto de normas sociales que definen las capacidades y los comportamientos que deben

tener las personas de ambos sexos, según la sociedad, y por la OMS (2018), como el
conjunto de conceptos sociales referentes a las funciones, comportamientos, actividades y

atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres que las

conforman.

Violencia de género.

Origen. ​Teniendo en cuenta lo anterior, el término violencia de género hace parte de

una traducción del inglés “gender violence” que comenzó a utilizarse de manera más

generalizada a partir de los años 90, coincidiendo con el reconocimiento de las

implicaciones de la violencia histórica en contra de la mujer. Alcanzando su difusión

gracias a tres acontecimientos como lo fueron: en 1993, la Conferencia Mundial para los

Derechos Humanos en Viena; en 1994, la Declaración de Naciones Unidas sobre la

eliminación de la violencia contra la mujer y en 1995, la Conferencia Mundial de Mujeres

en Pekín, donde las mujeres deciden utilizar este término en diferentes pueblos y lenguas

(Delgado, 2010).

Definición.​ ​La violencia de género es definida por la ONU (1995), como todo acto

sexista que tiene como consecuencia daños físicos, sexuales o psíquicos debido a amenazas,

coerción o privación de la libertad en vía pública o privada (citado en Expósito y Moya,

2011). Además, la violencia basada en género también es concebida como aquella violencia
orientada a una persona debido al género que él o ella tiene y al rol que de acuerdo a una

serie de expectativas sociales deberían cumplir (Fiscalía General de la Nación, 2018).

Otra concepción es la que realizan Allison y Kilmartin (2007), quienes definen a la

violencia de género como todo ataque contra una persona (usualmente una mujer) como

consecuencia, de su posición desventajosa dentro de un sistema social dominado por el

hombre (citado en Álvarez, 2013).

​ e acuerdo con los diversos modelos teóricos​ ​la violencia de género a nivel
Causas. D

individual, es el resultado de alteraciones de la personalidad, la predisposición biológica o

la exposición temprana a experiencias violentas; a nivel de dinámica familiar, lo asocian

con problemáticas que surgen de interacciones inadecuadas con la familia y con patrones

desadaptativos de resolución de conflictos en las relaciones; a nivel social y cultural, como

el resultado del conjunto de valores que legitiman y aceptan el control del hombre sobre la

mujer (Exposito y Moya, 2011).

Estudios.

Incorporar el género en los estudios y políticas públicas es vital para el desarrollo

del país como lo refiere Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo

en Colombia (AECID, 2013) “integrar el enfoque de género en proyectos de desarrollo

resulta una apuesta por la transformación de las condiciones que causan y reproducen la

desigualdad y la violencia que enfrentan de manera cotidiana las mujeres” (p,9). Esta
temática es también prioridad de la agenda internacional debido a que los derechos

humanos de millones de mujeres en el mundo siguen siendo vulnerados según la Comisión

Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL,2002).

La violencia de género es un problema que va en aumento en todo el mundo como

lo refiere la OMS en su informe mundial sobre la salud y violencia en donde se demuestra

que 1,6 millones de personas pierden la vida cada año por actos violentos, además de esto

más de un tercio de la población mundial de mujeres es afectada por la violencia física o

sexual, encontrando que un 30% de las mujeres sufren violencia sexual por su pareja o ex

pareja. El impacto de la violencia en las mujeres puede generar el doble de la probabilidad

de sufrir depresión, problemas con uso de licor o sustancias psicoactivas, infecciones de

transmisión sexual, embarazos no deseados, abortos y niños con bajo peso al nacer, además

el 42% de ellas sufren lesiones físicas moderadas y severas, el 30% son víctimas fatales de

la agresión por su pareja o ex pareja (Instituto Nacional de Salud ,2015).

Adicionalmente se han realizado estudios que buscan determinar el efecto de la

violencia contra la mujer uno de ellos es el realizado por Morales, Alonso y López (2011)

quienes buscaron conocer si existía una relación entre la autoestima y la violencia contra la

mujer en la que encontraron que a mayor es la violencia la autoestima es menor, además

genera sentimiento de fracaso e inutilidad. En otro estudio realizado por Quintero, Ibagon y

Álvarez (2017) se pretendió analizar si la violencia intrafamiliar ​desencadena efectos en

múltiples campos de la vida de quien la sufre y encontraron que esta​ afecta el

comportamiento de las mujeres que sufren este fenómeno, además se evidencia que la

mujer como parte fundamental de la familia, es la más afectada por las situaciones a las que
se debe enfrentar y se encontraron emociones de tristeza, miedo, ansiedad e impotencia

luego de haber sufrido una situación de violencia intrafamiliar.

En la violencia intrafamiliar y de género no solo hay afectación directa sobre la

víctima, sino que además los demás miembros de la familia también se ven afectados así lo

demostró Alcántara, Castro y López (2013) quienes investigaron el nivel de afectación

psicológica que presentan una muestra de niños expuestos a la violencia de género

remitidos al programa de Intervención Psicológica; encontrando que los menores testigos

de violencia de género presentan una serie de problemas conductuales y emocionales

graves. Estos son internalizantes como ansiedad/depresión, retraimiento y quejas somáticas

o externalizantes como la agresividad, también se demostró que ambos sexos se ven

afectados negativamente, aunque en el estudio las niñas presentaron mayor afectación que

los hombres.

Perspectiva de género.

Origen.​ L
​ a categoría perspectiva de género nace en la segunda mitad del siglo XX

en el ámbito de las ciencias sociales, a fin de responder a la necesidad de “abordar de

manera histórica y dialéctica, multidisciplinaria e integral, las relaciones entre mujeres y

hombres con sus implicaciones económicas, políticas, psicológicas y culturales en la vida

social de los géneros” (Instituto Jalisciense de las Mujeres, 2008, p10).

Definición y características.​ ​Según el Instituto Jalisciense de las Mujeres (2008), la

perspectiva de género, parte de una visión sociológica, científica, analítica y política que

permite identificar, diagnosticar y evaluar la discriminación, la desigualdad y la exclusión

que sufren tanto mujeres como hombres en todos los ámbitos. Además, es un término que
hace referencia a una categoría analítica que se nutre y toma diversos estudios que surgen

de las vertientes académicas de los feminismos, con el fin de cuestionar los estereotipos y

crear contenidos que inciden en la transformación del pensamiento colectivo de una

sociedad, con miras a la igualdad y la equidad.

Para Hendel (2017), la perspectiva de género hace parte de una opción política que

permite evidenciar la desigualdad entre mujeres y hombres en diferentes contextos. Pues,

como señala Novoa (2012), esta perspectiva es una herramienta que contiene gran valor,

debido a que permea las leyes, instituciones y sistemas organizativos de la sociedad, del

ideal de equidad entre ambos géneros.

De esta manera, la perspectiva de género permite abordar de manera integral las

características, semejanzas, coincidencias y diferencias entre hombres y mujeres, con el fin

de analizar las expectativas, oportunidades, conflictos y diversas relaciones que se dan entre

ambos géneros. Además, permite evidenciar de manera explícita la condición de las

mujeres y cómo estas se enfrentan a situaciones de desventajas personales y sociales

respecto a los hombres en la vida diaria (Instituto Jalisciense de las Mujeres, 2008).

Partiendo de estos postulados, es importante resaltar que, con el objetivo de

promover la equidad de género, el estado colombiano generó una serie de políticas públicas

y normativas.

Normatividad.​ Colombia se rige bajo una normativa vigente y además de una serie

de mecanismos internacionales que propenden por construir condiciones para que las

mujeres tengan igualdad de oportunidades, protección en casos de violencia de género, vida

digna entre otras. Con respecto a los mecanismos internacionales se destacan la convención
se CEDAW 1979 en la que se busca eliminar todas las formas de discriminación contra la

mujer, otra convención importante en la eliminación de la violencia es la de Belem Do Para

1994 la cual es una convención interamericana que busca prevenir, sancionar y erradicar la

violencia contra la mujer (Consejo Municipal de Tunja, 2014).

Dentro de la normatividad e instrumentos para la protección de la mujer y la

erradicación de la violencia se destacan la constitución de 1991 en la que se consagra el

principio de la no discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar,

religión, lengua, opción política o religiosa (art.13), en dicha constitución se agregó a la

participación de la mujer en niveles decisorios en la administración pública. En el año 2008

se creó la ley 1257 que buscó generar normas de sensibilización, prevención y sanción de

formas de violencia y discriminación contra la mujer. El asesinato y tortura de una mujer en

Bogotá en el año de 2015 incentivó la creación de la ley 1761 de 2015 en la cual se creó el

tipo penal de feminicidio como delito autónomo, además de garantizar la investigación y

sanción de las acciones violentas contra las mujeres(Consejo Municipal de Tunja, 2014).

Política Pública. ​“Las políticas públicas son el reflejo de los ideales y anhelos de la

sociedad, expresan los objetivos de bienestar colectivo y permiten entender hacia dónde se

quiere orientar el desarrollo y cómo hacerlo, evidenciando lo que se pretende conseguir con

la intervención pública y cómo se distribuyen las responsabilidades y recursos entre los

actores sociales. Por lo tanto, las políticas públicas no son solo documentos con listados de

actividades y asignaciones presupuestales, su papel va más allá; son la materialización de la


acción del Estado, el puente visible entre el gobierno y la ciudadanía” (Torres y Santander,

2013, p 15).

La política pública nacional sobre equidad de género, reconoce el aporte que las

mujeres realizan a la producción y reproducción de la sociedad, visionando a la mujer como

sujeto social que aporta al desarrollo del país en los diferentes ámbitos. Por lo anterior, en

la política pública se plantean una serie de estrategias “de intervención sectorial y

multisectorial, de fortalecimiento institucional y de transformación cultural que permitan en

conjunto la superación de las inequidades de género que afectan a las mujeres y les

garanticen igualdad de oportunidades” (Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la

Mujer, 2012, p4).

Dentro de las políticas públicas se encuentra “la Política Pública Nacional de

Equidad de Género”, la cual busca que se garanticen los derechos humanos integrales e

interdependientes de las mujeres y la igualdad de género, de acuerdo con las

particularidades que afectan a los grupos de población urbana y rural, afrocolombiana,

indígena, campesina y Rom. Además, también se propone el Plan Integral para garantizar

una vida libre de violencias, donde se establecen una serie de lineamientos que fueron

construidos a partir de un proceso participativo en diálogo con las redes y organizaciones

nacionales de mujeres y con el apoyo y acompañamiento de la comunidad internacional

(Equidad de Género, 2018).

Siguiendo la línea anterior la Política Pública Nacional de Equidad de Género,

dentro de sus lineamientos integra conceptos como el de igualdad y no discriminación, el

análisis de género y en enfoque diferencial de derechos, además implementa de manera


central la equidad (entendida como una igualdad orientada por las diferencias) y la

diversidad. Dentro de los lineamientos se encuentran 6 ejes temáticos transversales como

lo son: Construcción de paz y transformación cultural, donde se busca transformar los

imaginarios culturales, fortalecer la gestión pública y el desarrollo institucional que los

dinamice; Autonomía económica y acceso a activos, donde se integran aspectos

relacionados con la necesidad de una inserción de las mujeres al mercado laboral y a las

diversas actividades productivas; Participación en los escenarios de poder y de tomas de

decisiones, donde se busca ampliar los espacios y mecanismos para la participación social,

cultural y política de las mujeres; Salud, derechos sexuales y reproductivos, se considera el

acceso y la calidad a los servicios de salud para mujeres en todo su ciclo vital debido a que

se debe fortalecer desde el enfoque de género y diferencial.

Por otra parte, se encuentra el Enfoque de género en la educación, donde se busca la

visualizar la integración de estos enfoques en sus procesos institucionales; finalmente, se

establece el Plan integral para garantizar una vida libre de violencias, la que se fundamenta

en la prevención y atención de las violencias basadas en género (Equidad de Género, 2018).

Consejo Consultivo de Mujeres.​ Colombia dando respuesta a la política pública

sobre Mujeres y Equidad de Género, fomenta la creación de un consejo Consultivo de

Mujeres siendo pionera de esta iniciativa la alcaldía mayor de Bogotá, pues ​a partir del año

2007 se crea el primer Consejo Consultivo de Mujeres, con el objetivo de garantizar e

incentivar la participación y representación de las mujeres en Bogotá ​(Secretaría Distrital

de la Mujer, 2014)​.
Este Consejo Consultivo que se implementó como iniciativa en la ciudad de Bogotá

tuvo auge y réplica en diversas ciudades de departamentos de Colombia tales como:

Santander, Cesar en Valledupar y Boyacá en Duitama, Moniquirá, Sogamoso y Tunja entre

otras.

De esta manera, a nivel general los Consejos Consultivos de Mujeres mencionados

fueron creados para la ​coordinación, articulación, concertación y corresponsabilidad entre

las organizaciones, grupos, redes de mujeres y las Administraciones de cada departamento

y ciudad, además es un organismo de carácter consultivo, técnico y político, que representa

las necesidades e intereses de las mujeres, considerando su diversidad generacional,

cultural, étnico-racial, territorial, condición socioeconómica, ideologías, orientación sexual

e identidad de género, las distintas tipologías de discapacidad motora, visual, auditiva,

mental, sensorial, cognitiva, múltiple, entre otras (Secretaría Distrital de la Mujer, 2014).

Los Consejos Consultivos de Mujeres tienen como objetivo servir de instancia

consultiva para analizar, conceptuar y formular propuestas sobre las temáticas relacionadas

con la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género las cuales se encuentran orientadas

a erradicar las desigualdades y discriminaciones que experimentan las mujeres en razón de

su género (Secretaría Distrital de la Mujer, 2014).

Nuevas masculinidades.​ En la violencia de género e intrafamiliar los hombres son

los principales agresores por lo que es necesario reflexionar acerca de cómo las prácticas,

creencias, estereotipos y roles de género influyen en dicho fenómeno. Un concepto

importante a analizar es el de masculinidad y si este se asocia a las desigualdad y violencia

contra la mujer.
El concepto de masculinidad fue inicialmente abordado por los estudios feministas

de los años 70s donde describieron y dieron a conocer los aspectos socioculturales y

patriarcales que posicionaban a la masculinidad como el modelo hegemónico. Dicho

modelo se ejerce mediante la sumisión, a través de medidas simbólicas, dicha violencia es

invisible para sus víctimas incluso cuando es más evidente (Grollmus, 2012).

Dicho modelo hegemónico es reforzado por la sociedad como lo refiere Wigdor

(2016), el androcentrismo permea cada área de la vida social, donde las relaciones de poder

asimétricas garantizan la posición social dominante de los hombres y la subordinada de las

mujeres y otros géneros. Sin embargo, escasamente se reflexiona sobre el carácter

relacional del género y poco se cuestiona por la subjetividad de los varones, por sus

prácticas, por los modos en que vivencian las relaciones de opresión y cómo se construyen

sus masculinidades.

El modelo de masculinidad hegemónico prescribe cómo debe actuar y pensar un

varón para conservar la posición dominante sobre otros y aun sus emociones (Wigdor,

2016). Además de esto la masculinidad impone reglas sobre el actuar, el pensar el sentir de

los hombres y rechaza a quienes se aíslan de este modelo, como lo refiere Bonino,

Bourdieu y Weltzer Lang (citado en Wigdor, 2016) la masculinidad es un modelo social

que impone un modo particular de configuración de la subjetividad, la corporalidad y la

posición existencial del común de los varones, además justifica la violencia hacia las

mujeres y los niños.

Una caracterización importante de la masculinidad fue la del antropólogo David

Gilmore (citado en Albelda, 2011) “ este realizó un muestrario de culturas humanas,


analizando sus respectivos procesos de construcción de la masculinidad. Y en todos ellos

encuentra la misma educación de la competitividad, ya sea que se funde en una agresividad

extremada o en una cierta cobardía conformista, menos propensa a la lucha que a la huida

acomodaticia. Y puestos a deducir causas legítimas de competencia masculina, Gilmore

también sugiere como denominador común un esquema tridimensional, con sus vértices

centrados en las tres funciones específicas de los varones: la progenitora (paternidad), la

proveedora (patrimonio, sustento familiar) y la protectora (defensa, seguridad)” (p.12).

Se ha llegado a ampliar la clasificación de las masculinidades como lo refiere

Albelda, (2011) quien resalta una clasificación muy difundida:

“Masculinidad hegemónica: es la practicada por los varones heterosexuales que

monopolizan el poder, el prestigio y la autoridad legítima.

Masculinidad subordinada: Hace referencia a masculinidades divergentes de la

posición de poder hegemónica de los varones. Se suele asociar a los homosexuales o a los

“afeminados”.

Masculinidad cómplice: Es la masculinidad silenciosa que no forma parte de la

minoría hegemónica pero que disfruta de las ventajas del sistema patriarcal con la sumisión

de la mujer (los denominados dividendos patriarcales).

Masculinidad marginada: Se suele relacionar con los grupos étnicos minoritarios y

frecuentemente marginados: negros en los EE.UU, miembros de la etnia gitana, etc.

También a los individuos con conductas delictivas o patológicas como pederastas” (p.13).

Además de esta clasificación el sociólogo Michael Kimmel (como se citó en

Albelda, 2011) propone a partir de la propuesta del psicólogo Brannon una serie de reglas
que rigen la masculinidad occidental actual y que representan un referente normativo para

la mayoría de varones (Kimmel, 1994; Segarra y Carabí, 2000):

1. “¡Nada con asuntos de mujeres!” Uno no debe hacer nunca algo que remotamente

sugiera femineidad. La masculinidad es el repudio implacable de lo femenino.

2. “¡Sea el timón principal!”. La masculinidad se mide por el poder, el éxito, la

riqueza y la posición social. Como lo afirma el dicho común “El que al terminar tiene la

mayoría de las piezas, gana”.

3. “¡Sea fuerte como un roble!”. La masculinidad depende de permanecer calmado y

confiable en una crisis, con las emociones bajo control. De hecho, la prueba de que se es un

hombre consiste en no mostrar nunca emociones. Los muchachos no lloran.

4. “¡Mándelos al infierno!”. Exude un aura de osadía varonil y agresividad. (p.15).

Tal clasificación y reglas de la masculinidad permiten realizar una reflexión acerca

de la implicación directa o indirecta en el mantenimiento de la dominación del hombre en

la sociedad actual, además de entender porque se mantiene la violencia hacia la mujer y

como esta es aceptada.

En la actualidad se están generando cambios en la manera tradicional de entender la

masculinidad y aquí se puede resaltar la visión que brinda Ariza, Gaviria, Geldres y Vargas

(2015), quien expone una masculinidad alternativa que denomino “masculinidades

género-sensibles estas se pueden entender como masculinidades alternativas que se

caracterizan por ser críticas frente a los patrones culturales del patriarcado, en la dimensión

personal, en lo referente a más y mejores modos de expresión emocional, que involucran

tanto las relaciones paternofiliales como las de pareja, y especialmente en la dimensión


estructural, se resalta su compromiso colectivo con la transformación ética, económica,

política y cultural del sistema mismo de las relaciones de género, con un horizonte de

equidad. En este sentido, una masculinidad género-sensible no es una meta que se alcanza,

sino que se construye en la vida cotidiana, y se inicia cuando un hombre o un grupo de

hombres, movido por diversas razones como los encuentros formativos, descubre que se

siente disconforme respecto a cómo se ha socializado y construido su masculinidad, sobre

cómo se recrean las inequidades de género y, fundamentalmente, respecto a las violencias

ejercidas contra las mujeres” (p.108).

Sobre las metodologías para la formación con hombres.

​ a formación con hombres en temas de género es


“Transformación” con hombres. L

un proceso que pasa por la mente, el cuerpo y los sentimientos. En términos pedagógicos,

implica la sinergia de tres elementos: lo cognitivo, lo afectivo y lo “práxico”. Como señala

el pedagogo colombiano Julián de Zubiría sobre la educación: “La finalidad última tiene

que ser la de garantizar mayores niveles de pensamiento, afecto y acción” Por lo tanto, las

metodologías de trabajo con hombres pueden orientarse a la dinamización de actividades

vivenciales y experienciales; es decir, que involucren movimientos, contactos corporales,

introspecciones y diálogos reflexivos en torno a las experiencias personales, con el fin de

revisar críticamente la socialización y construcción de la masculinidad y la erradicación de

las violencias.

El encuentro como recurso metodológico.

Se propone que los procesos formativos en género sean constantes, permanentes,

lúdicos, con diversidad de recursos didácticos, dirigidos a diversos grupos focalizados, con
un claro horizonte político que implique el reconocimiento y el ejercicio de los derechos,

tanto de los hombres como de las mujeres.

Desde ambas experiencias, se propone que los procesos formativos en género sean

constantes, permanentes, lúdicos, con diversidad de recursos didácticos, dirigidos a

diversos grupos focalizados, con un claro horizonte político que implique el reconocimiento

y el ejercicio de los derechos, tanto de los hombres como de las mujeres, hacia el esfuerzo

conjunto de erradicar las violencias sufridas por las mujeres en este caso en particular.

Asimismo, el concepto de encuentro cobra relevancia por sus potenciales implicaciones

metodológicas. Esto significa, grosso modo, que la formación con hombres puede

plantearse a través de encuentros pedagógicos para la transformación. Ello tiene ciertas

implicancias:

​La participación voluntaria.​ La obligatoriedad restringe las posibilidades de

disfrute de un proceso. Poner en práctica la noción de encuentro para la formación con

hombres significa dinamizar la motivación y la invitación para que los hombres asistan por

su libre decisión.

Generar una relación horizontal.​ La noción de encuentro permite que todos los

participantes (incluido el facilitador como sujeto motivador, crítico, confrontador de ideas y

estereotipos) puedan establecer una relación horizontal o no jerarquizada, en la que se

reconozca a todos como pares y constructores del conocimiento, en distintos niveles.

​Promover la responsabilidad compartida.​ Las sesiones pedagógicas así planteadas

posibilitan que cada uno de los hombres se sienta responsable del proceso. Todos aportan y

son valiosos en la formación.


​Fortalecer el sentido de grupo.​ Poner en práctica la noción de encuentro fortalecer

el sentido de pertenencia a un grupo. Esto promueve la permanencia de los hombres en las

sesiones y constituye un resorte frente a la deserción (citado en Ariza, Gaviria, Geldres y

Vargas ,2015).

12. Referencias

Albelda, J. S. (2011). LAS NUEVAS MASCULINIDADES Los hombres frente al cambio en las
mujeres. ​revista de ciencias sociales,​ 6-29.

Alcántara, M. V., López-Soler, C., Castro, M., y López, J. J. (2013). Alteraciones psicológicas en

menores expuestos a violencia de género: prevalencia y diferencias de género y edad.

Anales de psicología​, ​29​(3), 741-747.

Álvarez, S. (2013). ¿A qué llamamos violencia en las ciencias sociales? ​Hallazgos,​ ​10(​ 20).

Instituto Nacional de Salud. (2015). Informe del evento de violencia de género en Colombia,

periodo epidemiológico xiii. Recuperado de

https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/IA/INS/informe-violen

cia-genero-2015.pdf

Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer.(2012)​.Lineamientos de la Política

​ ecuperado de
Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres. R

http://www.equidadmujer.gov.co/Documents/Lineamientos-politica-publica-equidad-de-ge

nero.pdf
AECID, Plan Director de la Cooperación Española. (2013). Recuperado de

https://www.apccolombia.gov.co/sites/default/files/archivos_usuario/2016/cooperacion-inte

rnacional-final-16072014.pdf

Ariza, G. R., Gaviria, S., Geldres, D., y Vargas, R. (2015). Hombres cuidadores de vida: formación
en masculinidades género-sensibles para la prevención de las violencias hacia las mujeres
en Medellín. ​Elsevier España, S.L.U​, 106–114.

Camacho, J. (2013). Desarrollo comunitario. ​EUNOMÍA. Revista en Cultura de la Legalidad​,

206-212.

Campo, A .(2015). ​Cómo planificar UN TALLER​. Recuperado de

https://www.irekia.euskadi.eus/uploads/attachments/8677/Proyecto_18_09.pdf?147809792

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2002). Panorama social De

América Latina. Recuperado de

https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/1217/1/S036398_es.pdf

​ ecuperado de
Consejo Municipal de Tunja.(2014). ​Acuerdo municipal 017 de 2014. R
http://201.245.195.101:8080/DDHHMujeresAcuerdosyOrdenanzas/2014-acuerdo-municipa
l-no-0017-del-31jul.pdf.

Cuervo, E. (2016). Exploración del concepto de violencia y sus implicaciones en educación.


Política y cultura,​ (46), 77-97.
Delgado, C. (2010). Raíces de la violencia de género. In​Manual de lucha contra la violencia de
género​ (pp. 43-64).

Díaz-Aguado, M. (2008). ​El papel de la Psicología en la lucha contra la violencia.​ Recuperado de

https://www.uv.es/rseapv/Anales/99_00/A_413_El_papel_de_la_psicologia.pdf

Díaz, L. (2011). ​La Observación.​ Recuperado de

http://www.psicologia.unam.mx/documentos/pdf/publicaciones/La_observacion_Lidia_Dia

z_Sanjuan_Texto_Apoyo_Didactico_Metodo_Clinico_3_Sem.pdf

Espín Falcón, J. C., Valladares González, A. M., Abad Araujo, J. C., Presno Labrador, C., y Gener

Arencibia, N. (2008). La violencia, un problema de salud. Revista Cubana de Medicina

General Integral, 24(4), 0-0.

Equidad de Género. (2018). ​Política Pública Nacional de Equidad de género para las Mujeres y el
Plan Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencias​. Recuperado de
http://www.equidadmujer.gov.co/ejes/Paginas/politica-publica-de-equidad-de-genero.aspx

Expósito, F., y Moya, M. (2011). Violencia de género. ​Mente y cerebro,​ ​48(​ 2011), 20-25.
Fiscalía General de la Nación. (2018). ​Protocolo de Investigación de Violencia Sexual​. Recuperado
de​ ​https://www.fiscalia.gov.co/colombia/protocolo-violencia-sexual/
Folgueiras, P. (2016). ​La entrevista.​ Recuperado de

http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/99003/1/entrevista%20pf.pdf

González, E. (2000). La definición y la caracterización de la violencia desde el punto de vista de

las ciencias sociales. Arbor, 167(657), 153-185.

Grollmus, N. S. (2012). La construcción social de la masculinidad: poder, hegemonía y violencia.


Psicología, Conocimiento y Sociedad,​ 27-65.
Hendel, L. (2017). ​Perspectiva de Género​. Recuperado de
https://www.unicef.org/argentina/sites/unicef.org.argentina/files/2018-04/COM-1_Perspecti
vaGenero_WEB.pdf
Informe Anual. (2014). ​Atención Primaria en Salud: avances y retos en Colombia. ​Recuperado de

https://www.asivamosensalud.org/sites/default/files/informe_anual_2014.pdf

Instituto Jalisciense de las Mujeres. (2008). Mujeres y Hombres: ¿Qué tan diferentes somos?
Manual de Sensibilización en Perspectiva de Género. Recuperado de
http://cedoc.inmujeres.gob.mx/ftpg/Jalisco/jal04.pdf
Instituto Nacional de Medicina Legal. (2017). ​Violencia contra las mujeres.​ Recuperado de

http://www.medicinalegal.gov.co/documents/20143/57992/Violencia+contra+las+mujeres.

pdf

Imen, P., Frisch, P., y Stoppani, N. (2013). ​I encuentro hacia una pedagogía emancipadora en

nuestra américa​. Recuperado de

https://pedagogiaemancipatoria.files.wordpress.com/2014/04/pedagogc3adas-eman-imen.p

df

Laguna, J., Sanz, Í., y de los Mozos, I. (2017). ​Derecho administrativo e integración europea:
TOMO I: Estudios en homenaje al profesor José Luis Martínez López-Muñiz​ (Vol. 1).
Editorial Reus.
Lamas, M. (2000). Diferencias de sexo, género y diferencia sexual. ​Cuicuilco,​ ​7(​ 18).
Morales-Reyes, A. C., Alonso-Castillo, M. M., & López-García, K. S. (2011). Violencia de género

y autoestima de las mujeres de la Ciudad de Puebla. ​Revista de Sanidad Militar,​ ​65(​ 2),

48-52.

Naciones Unidas . (19 de Marzo de 2012). Resolución aprobada por la Asamblea General el 19 de

diciembre de 2011, Distr. general.


Novoa, M. (2012). Diferencia entre la perspectiva de género y la ideología de género. ​Díkaion:
revista de actualidad jurídica​,​ 21​(2), 337-356.
Ruiz, S., y Grande, M. (2015). PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y LIDERAZGO DE GÉNERO:

LAS PRESIDENTAS LATINOAMERICANAS. ​América Latina Hoy, ​(71), 151-170.

OMS. (2002). ​Informe mundial sobre la violencia y la salud​. Washington, DC: OPS [versión
electrónica]
http://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/en/abstract_es.pdf
OMS. (2013). ​Comprender y abordar la violencia contra las mujeres.​ Recuperado de
http://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/98821/WHO_RHR_12.37_spa.pdf?sequenc
e=1

OMS. (2016). ​Informe sobre la situación Mundial de la Prevención de la Violencia del 2014​.

Recuperado de

https://oig.cepal.org/sites/default/files/informe_sobre_la_situacion_mundial_de_la_prevenc

ion_de_la_violencia.pdf

OMS. (2018). ​Temas de salud, Género​. Recuperado de​ ​http://www.who.int/topics/gender/es/

ONU Mujeres .(s.f). ​Liderazgo y participación política.​ Recuperado de

http://colombia.unwomen.org/es/como-trabajamos/liderazgo-y-participacion-politica

Ortegón, E., Pacheco, J., y Prieto, A. (2005). ​Metodología del marco lógico para la planificación,

el seguimiento y la evaluación de proyectos y programas​ (Vol. 42). United Nations

Publications.

Osorio, S., y Vergara, M. (2016). La cartografía emocional y los paisajes sonoros: una manera

diferente de entender la ciudad. ​HojaLata​, (8).


Pellejero, L., y Torres, B. (2011). La educación de la sexualidad: el sexo y el género en los libros

de texto de educación primaria.​ Revista de Educación​, ​354​, 399-427.

Pulgar, J. (1995). Las raíces y las causas de la violencia.​ Tabanque: Revista pedagógica,​ (10),

62-70.

Quintero-Arango, L. F., Ibagon-Parra, D. M., & Agudelo, C. E. Á. (2017). FACTORES DE LA

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR EN EL GÉNERO FEMENINO: ANÁLISIS

COMPARATIVO EN TRES CIUDADES DE COLOMBIA. ​Revista Latinoamericana de

Estudios de Familia​, ​9​, 65-79.

Secretaría Distrital de la Mujer. (2014).​Qué es el Consejo Consultivo de Mujeres -CCM.


Recuperado de
http://www.sdmujer.gov.co/inicio/137-que-es-el-consejo-consultivo-de-mujeres

Torres, J., y Santander, J. (2013). ​Introducción a las políticas públicas: conceptos y herramientas
desde la relación entre Estado y ciudadanía​. IEMP Ediciones.
Wigdor, G. B. (2016). AFERRARSE O SOLTAR PRIVILEGIOS DE GÉNERO: SOBRE
MASCULINIDADES HEGEMÓNICAS Y DISIDENTES. ​Península,​ 101-122.

También podría gustarte