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INFORME DE INVESTIGACIÓN:
Elaborado por:
Minor Mora Salas
Enero de 2018
Resumen Ejecutivo
El presente documento tuvo dos propósitos: estimar la magnitud de jóvenes
expuestos al riesgo de exclusión socio-laboral e identificar algunas características
sociodemográficas y del hogar de residencia de este contingente poblacional.
El riesgo de exclusión social se identificó a partir de la conjugación de dos
indicadores sintéticos. Uno que califica el nivel de privaciones (habitabilidad,
sociales, monetarias y consumo de electrodomésticos y bienes de alto valor
simbólico) a que están expuestos los jóvenes. Y otro que califica la condición de
exclusión laboral en razón de su modalidad de participación en el mercado de
trabajo (exclusión por precariedad salarial, autoempleo de subsistencia, desempleo
e inactividad forzada).
El proceso de estimación de la magnitud de la población joven en riesgo de
exclusión socio-laboral se realizó, en ambos países, siguiendo la misma
metodología. Adicionalmente, se desarrolló una estrategia de medición basada en
la identificación de cuatro zonas sociales. En la primera estaría comprendido el
contingente juvenil de mayor exposición al riesgo de exclusión social, denominada
zona de riesgo extremo de exclusión socio-laboral. En la segunda zona cubriría a
un contingente juvenil con un alto riesgo de exclusión socio-laboral. La tercera zona
daría cuenta de un grupo ubicado en una zona de bajo riesgo de exclusión o zona
de vulnerabilidad. Y la cuarta zona contendría al grupo poblacional no sujeto al
riesgo de exclusión social, nombrada zona de inclusión social.
Los ejercicios de medición realizados arrojan los siguientes resultados:
En Costa Rica el 20% de la población joven -15 a 29 años- está expuesta a uno
de los tres tipos de exclusión socio-laboral. En El Salvador este porcentaje se
duplica, siendo que el 40% de las personas jóvenes están expuestas a uno de
los tres tipos de exclusión social.
i
Si se observa el grupo de jóvenes con un riesgo alto de exclusión socio-laboral
, en Costa Rica el grupo representa el 6.4% del total de la población juvenil. En
El Salvador, por su parte, el porcentaje de personas jóvenes representa el 14%
del universo juvenil. En términos de género, en Costa Rica no se observan
diferencias por sexo. En tanto que en El Salvador, de nueva cuenta, los varones
jóvenes continúan mostrando mayor exposición a este tipo de riesgo de
exclusión.
ii
INDICE
I. Introducción 1
V. Conclusiones 37
VI. Bibliografía 41
VI/. Anexos 44
I. INTRODUCCIÓN
El presente informe tiene un doble propósito. En primer lugar, estimar la magnitud
de jóvenes1 expuestos a condiciones de riesgo de exclusión socio-laboral.2 Y, en
segundo lugar, identificar algunos rasgos típicos de este grupo y de sus hogares.
Realizamos esta labor a partir del procesamiento de fuentes de información con
alcance nacional. En concreto, las estimaciones que presentamos están basadas
en el análisis de la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) de El
Salvador del 2015 y de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) de Costa Rica
del 2016.
Puesto que empleamos fuentes de información que no han sido diseñadas con
el fin de captar, de manera precisa, ni el fenómeno de la exclusión social, ni sus
factores causales, nuestras estimaciones deben ser consideradas, en sentido
estricto, como hipótesis de trabajo.
En tanto que hipótesis sobre la magnitud de la exclusión social, hemos optado
por presentar estimaciones que oscilan en tres rangos. Uno de naturaleza
conservador, al que denominamos zona de riesgo extremo de exclusión social. Otro
intermedio, al que nombramos zona de riesgo alto de exclusión social. Y un tercero,
que califica una zona de riesgo bajo de exclusión social, al que calificamos, por tal
razón, como zona de “vulnerabilidad”. La magnitud de jóvenes en riesgo de
exclusión social se incrementa conforme pasamos de la zona de riesgo extremo a
la de bajo riesgo.3
Las tres zonas de exposición al riesgo de exclusión son el resultado de un doble
proceso analítico. Primero, la identificación de jóvenes que están expuestos a
diferentes tipos de exclusión laboral. Segundo, la identificación de hogares que
están sujetos a tres tipos de privaciones sociales agudas: habitabilidad (referidas a
la vivienda y sus servicios básicos) monetarias (que limitan la capacidad de
consumo del hogar), sociales (carencias educativas y de salud) y de activos del
hogar. y Tercero, la identificación de aquellos casos que, de manera simultánea,
1
Empleamos la expresión joven en un sentido amplio, es decir, se da a entender que nos estamos refiriendo
tanto a varones como a mujeres jóvenes. Adicionalmente, circunscribimos nuestra definición de juventud al
rango etario generalmente considerado como tal por los organismos oficiales de juventud en estos dos países,
es decir, a la población que se ubica entre 15 y 29 años. Somos conscientes de que la transgresión social, el
delito y la participación en grupos organizados (pandillas juveniles o grupos de crimen organizado) no se
circunscribe a esta franja etaria. También de que, en contextos como el salvadoreño, el vínculo activo con
grupos de pandillas juveniles puede acaecer durante la adolescencia o incluso en la niñez. Empero, estudios
entre miembros de pandillas en prisión muestran que la edad promedio de ingreso a estas organizaciones es
la de 15 años y que la edad promedio de estos jóvenes es de 25 años (Cruz y otros, 2016:17)
2
En adelante nos referimos a este riesgo sólo con la expresión “riesgo de exclusión social”.
3
En el apartado metodológico presentamos los detalles técnicos sobre la construcción de estas tres zonas de
riesgo social.
1
residen en hogares con privaciones severas y presentan algún tipo de exclusión
laboral.
La tercera operación resulta crítica para la identificación de las y los jóvenes en
riesgo de exclusión social. Esta se sustenta en una hipótesis analítica derivada de
los resultados de la investigación de las fases previas a saber: que el riesgo de
exclusión social es resultado de trayectorias biográficas sujetas a privaciones
socioeconómicas severas, desafiliación escolar temprana y exclusión laboral. El
riesgo social puede derivar en conductas de transgresión social o en la legitimación
de formas delictivas de convivencia social, sólo cuando se agregan otros factores
derivados de la dinámica socio-territorial (barrio), familiar e individual.4 En este
trabajo no podemos adentrarnos en este último aspecto pues las fuentes de
referencia no proporcionan información sobre el particular.
En razón de lo anterior, debe subrayarse que el ejercicio de identificar jóvenes
en riesgo de exclusión social no conduce a afirmar que estos jóvenes protagonicen
conductas transgresoras o delictivas. Estos tránsitos, insistimos, están mediados
por conductas del hogar y de los individuos, así como por acciones contextuales
como, por ejemplo, programas eficientes de prevención social, políticas sociales de
superación de la desafiliación escolar, segundas oportunidades educativas o
programas locales de formación para el empleo. Lo que establecemos es, en
sentido estricto, un universo poblacional que podría tener mayor propensión que
otros a incurrir en este tipo de acciones, en razón de la condición de exclusión social
en que transcurre su experiencia biográfica.
El informe está organizado, además de esta introducción, en tres secciones y
un anexo metodológico. En la segunda sección, a efectos de situar al lector, se
presentan algunos rasgos básicos, de carácter descriptivo, de la población juvenil
en ambos países. En la tercera sección, se explica la noción de riesgo de exclusión
social y la lógica de su construcción. En la cuarta, se presenta una estimación de la
magnitud del riesgo de exclusión social entre la población joven de ambos países.
Adicionalmente, se identifican algunos rasgos prototípicos de la población expuesta
a la exclusión social. Finalmente, se adiciona un anexo metodológico con los
detalles pertinentes sobre la construcción del conjunto de indicadores necesarios
para realizar el proceso de identificación de los jóvenes expuestos al riesgo de
exclusión social.
4
Sobre este particular consúltese en el sitio web de este proyecto el cuarto informe de investigación sobre
“Violencia y exclusión social: retos de jóvenes de Los Guido para salir adelante en la vida” para Costa Rica y el
“Informe de entrevistas a profundidad de jóvenes de Soyapango”, para el El Salvador.
http://www.flacso.or.cr/index.php/areas-de-trabajo/proyectos-institucionales/proyecto-de-investigacion-
entre-la-violencia-y-el-empleo-los-dilemas-de-jovenes-de-comunidades-urbanas-marginales-en-
centroamerica
2
II. Rasgos generales de la población juvenil: Elementos
contextuales
El propósito de esta sección es mostrar algunos rasgos selectos de la población
juvenil5 en Costa Rica y El Salvador, a efectos de contextualizar las similitudes y
diferencias que guarda la población juvenil localizada en las tres zonas de riesgo
social respecto del conjunto de su franja etaria, así como para ubicar al lector en la
magnitud del contingente juvenil en ambos casos.
Como se puede apreciar en el Cuadro 1, el contingente juvenil costarricense
asciende a una cuarta parte del total de la población del país. En el Salvador, el
peso relativo de este grupo es ligeramente superior. A pesar de ello, la proporción
de personas jóvenes en ambos países es semejante, la diferencia deriva del hecho
de que El Salvador es un país 1.5 veces más poblado y con una extensión territorial
inferior. Es decir, la población joven salvadoreña no sólo es más numerosa que la
costarricense, sino que tiene menor disponibilidad de espacio territorial. 6
Al observar la composición por sexo de la población juvenil de ambos países,
el rasgo más destacado es la homogeneidad. El cociente entre mujeres y hombres
jóvenes, en ambos casos es de 1.03 indicando paridad entre países, pero también,
entre los sexos, al interior de cada país. No se observan, por tanto, desequilibrios
de género en la composición de la población juvenil bajo observación.
Empero, hay un marcado contraste en la distribución espacial de la población
respecto del nivel de urbanización. Aunque en ambos países los jóvenes urbanos
superan con creces a los rurales, la diferencia de magnitud es notoria. En Costa
Rica, por cada 2.5 jóvenes citadinos hay 1 que vive en áreas rurales. En El Salvador,
este cociente desciende a 1.6. Expresado en otros términos, 7 de cada 10 personas
jóvenes costarricenses habitan en zonas urbanas en tanto que 6 de cada 10
salvadoreños reportan vivir en un área urbana.7 Nótese además, que la relación
mujeres respecto de hombres jóvenes no está afectada por la zona de residencia;
resultado que no deja de llamar la atención considerando la mayor exposición de la
población juvenil salvadoreña masculina a altas tasas de homicidios durante más
de 15 años, a raíz de los conflictos entre pandillas juveniles y entre estas y la fuerza
pública.8
5
Téngase presente que nos referimos al contingente poblacional cuyas edades se localizan entre los 15 y 29
años de edad.
6
El territorio costarricense es 2.5 veces superior al salvadoreño.
7
No tenemos seguridad si esta relación expresa un mayor nivel de urbanización en Costa Rica o, en su defecto,
una diferencia en la forma de conceptualizar y medir lo urbano en las encuestas de hogares entre ambos
países.
8
Dos hipótesis contrapuestas pueden explicar este fenómeno. Las bajas causadas por este tipo de conflicto
social no son lo suficientemente abultadas para alterar la estructura poblacional a nivel de grupos juveniles.
Segundo, las encuestas de hogares, por trabajar con factores de expansión resultado de proyecciones de
población, no necesariamente son sensibles a estos cambios.
3
CUADRO 1
POBLACIÓN JOVEN DE 15 A 29 AÑOS, POR PAÍS, SEXO Y ZONA
URBANO
Hombre 453,543 72.9 557,005 61.0
4
los sexos.9 En Costa Rica, sólo 1 de cada 2 jóvenes mantienen su vinculación con
las instituciones educativas, con una ligera diferencia en favor de las mujeres,
quienes parecen estar teniendo mayores oportunidades educativas que los varones
de este grupo de edad, o bien, sacando mayor provecho de las oportunidades
existentes.10
En resumen, en ambos contextos, la ruptura del vínculo entre personas
jóvenes e instituciones educativas acontece en un momento temprano de la
juventud. Esta desvinculación podría acontecer a edades más tempranas y ser más
intensa entre las personas jóvenes salvadoreñas.
En relación con otra institución que actúa como un soporte social para orientar
la vida de las mujeres y varones jóvenes, el acceso al sistema de seguridad social,
los contrastes entre ambos países son mucho más pronunciados. En Costa Rica 7
de cada 10 jóvenes tienen acceso al seguro social, con una ligera ventaja en favor
de las mujeres. De manera contrastante, en El Salvador, donde no se observan
diferencias por sexo, la tónica predominante es la desprotección generalizada ya
que menos de 2 décimas partes del contingente juvenil tienen acceso al seguro
social.
Estos datos muestran un mayor vínculo de las y los jóvenes costarricenses
con respecto a instituciones que prestan servicios y fomentan inclusión social en
comparación con la menor capacidad de inclusión social de las instituciones
salvadoreñas respecto de sus contingentes juveniles, en particular en el campo del
acceso al seguro social.11
Un segundo grupo de indicadores califica no la afiliación escolar, sino el
promedio de escolaridad de la población juvenil (véase Cuadro 2). Es interesante
observar un resultado un tanto paradójico, pues la mayor afiliación escolar de las y
los jóvenes costarricenses no parece expresarse, en los hechos, en un mayor logro
educativo, si se evalúa éste en función de la conclusión de la enseñanza secundaria
y la obtención del bachillerato respectivo. En ambos países apenas la mitad de los
jóvenes de 18 a 29 años logra culminar con éxito este ciclo educativo. Si
observamos no la culminación formal del ciclo, sino el total de años de educación
aprobados, una vez más, no se observan diferencias entre países. En ambos casos,
los varones jóvenes acumulan, en promedio, alrededor de 10 años de educación;
siendo que las mujeres jóvenes acumulan, en promedio, 11 años de escolaridad en
ambos países. Téngase presente que sólo una cuarta parte de los jóvenes logra
acumular 12 o más años de educación.
9
Las tasas de asistencia corresponden a 27.4 % para hombres y 26.9 % para mujeres.
10
Los guarismos se ubican en 47.2% y 53.9% para hombres y mujeres jóvenes respectivamente.
11
En general, El Salvador muestra un alto grado de desprotección social entre su población. El 76.5% de su
población reporta no tener ningún tipo de seguro (público o privado).
5
CUADRO 2
POBLACIÓN JOVEN DE 15 A 29 AÑOS POR CARACTERÍSTICAS SOCIODEMOGRÁFICAS
SELECCIONADAS
COSTA RICA¹ EL SALVADOR²
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Asistencia Escolar (%)ᵌ 45.6 48.2 33.3 31.1
Asegurado Seguro Social (%) 72.7 76.8 17.7 17.1
Habla Inglés (%) 14.7 13.7 6.4 5.5
Años de Escolaridad⁴
Promedio 9.9 10.4 9.6 9.8
Mediana 10 11 10 11
Percentil 25 7 8 7 7
Percentil 75 12 12 12 12
jóvenes sin titulo bachillerato de educación
secundaria (%)ᵌ 50.3 48.8 51.4 48.3
jóvenes con título de périto o técnico (%)⁵ 9.2 11.5 5.4 5.9
jóvenes con título licenciatura o postgrado (%)⁵ 20.6 20.1 8.4 9.5
Tasa de participación laboral (%) 65.6 45.4 69.8 37.5
Tasa de ocupación (%) 57.3 37.3 61.5 33.3
Tasa de desempleo abierto (%) 12.6 17.8 7.1 8.4
pea juvenil respecto pea total (%) 29.6 30.6 36.0 30.1
sexo del jefe de hogar (%) 63.1 36.9 64.8 35.2
sexo del jefe hogar joven (%) 64.3 35.7 76.5 23.5
Jóvenes casados o unidos (%) 16.2 27.1 20.2 28.9
Estado civil
Casado o en unión libre (%) 17.8 27.7 25 33.5
Soltero (%) 79.4 66.1 73.2 57.5
Divorciado/separado (%) 6.1 6.1 1.8 8.7
¹ ENAHO 2016
² EHPM 2015
ᵌ jóvenes de 15 a 17 años
⁴ jóvenes de 18 a 29 años
⁵jóvenes de 25 a 29 años
Fuente: Elaboración propia con base en microdatos ENAHO-CR y EHPM-ES años referidos
6
De nuevo, un marcado contraste se observa entre ambos países respecto al
pequeño grupo de jóvenes que logra culminar una profesión universitaria y obtener
un título de licenciatura o continuar estudios de postgrado. 2 décimas partes de las
personas jóvenes costarricense reportan el mayor nivel de logro escolar. En el
Salvador, este nivel sólo es alcanzado por 1 décima parte. En ambos casos, se
observa que alcanzar una credencial educativa profesionalizante continúa siendo
un privilegio al que sólo tiene acceso un selecto grupo de jóvenes. Si se consideran
también los títulos para-universitarios o universitarios de nivel técnico, apenas 30
de cada 100 jóvenes en Costa Rica y 15 en El Salvador logra acceder a este tipo
de credencial profesional.
Esta distribución diferencial de las mayores, y probablemente, mejores
oportunidades educativas, entre la población joven, en ambos países, se torna más
agudo si se considera que el dominio de un segundo idioma continúa siendo el
privilegio de una pequeña minoría; téngase presente que se trata de un recurso
laboral estratégico para ampliar las oportunidades de inclusión laboral en
economías crecientemente globalizadas. En Costa Rica, donde el Estado y las
clases medias han realizado, a lo largo de tres décadas, esfuerzos sistemáticos y
sostenidos por ampliar el dominio de un segundo idioma entre los jóvenes, tan sólo
el 15% de ellos reporta haberlo logrado. En El Salvador, donde el esfuerzo recae
principalmente en los hogares, es una minoría absoluta, alrededor del 6% de la
población joven, la que reporta contar con esta ventaja socio-laboral.
Frente al pequeño grupo de jóvenes con credenciales de educación terciaria y
dominio de un segundo idioma, está también presente, un numeroso contingente
juvenil que, probablemente, tendrá muchas dificultades para encontrar un sitio
laboral con potencial de inclusión social, en razón de que no logra ni tan siquiera
hacerse de un título de bachillerato de enseñanza secundaria (académica o
técnica). En una proporción de total rezago se ubica la cuarta parte de los jóvenes
de 18 a 29 años que reportan tener 7 o menos años de educación. Habiendo
cursado algunos años de educación primaria, y con suerte, concluyéndola, sus
oportunidades laborales parecen sombrías en un contexto laboral altamente
credencializado, como hemos visto en los otros avances de investigación de este
proyecto.12
Si desplazamos la mirada a un tercer espacio social, generador de vínculos
institucionales entre la población juvenil y la sociedad, el laboral, observamos
también elementos a resalar. Destaquemos, primero, que la población joven
salvadoreña, exhibe una mayor vinculación con el mercado de trabajo. En parte,
esta es el reverso de la moneda, pues se espera que cuanto mayor sea el período
12
En concreto nos referimos a los informes 3 y 4 del presente proyecto de investigación, en los cuales, desde
una perspectiva cualitativa, hemos dado cuenta de las escasas oportunidades laborales que existen para
aquellos jóvenes que tienen bajo nivel de escolaridad o que carecen de credenciales que los habiliten para
ocupar puestos que requieren mayor calificación formal de la mano de obra.
7
de afiliación educativa menor sea su incorporación en el mercado de trabajo.
También notemos que lo anterior es válido sólo para los jóvenes varones. Así, 7 de
cada 10 varones jóvenes salvadoreños están incorporados a la fuerza laboral de su
país. En Costa Rica, por su parte, esta proporción desciende a 2/3 partes.
No acontece lo mismo con las mujeres jóvenes, quienes exhiben tasas de
participación laboral inferiores en ambos países, aunque la situación salvadoreña
se presenta más desfavorable pues tan sólo 1/3 parte de las jóvenes están
incorporadas al mercado de trabajo.
La diferencia en los niveles de participación laboral entre varones y mujeres
jóvenes está relacionada, como lo han demostrado una gran cantidad de
investigaciones, con la persistencia de desigualdades de género en estas
sociedades. Son estas desigualdades, en concreto, en la asignación diferencial de
roles y en las expectativas sociales en razón del papel que han de cumplir los
varones y mujeres, de cara al trabajo doméstico y al cuidado de personas en el
hogar (niños, ancianos y enfermos), lo que explica la menor tasa de participación
laboral de las jóvenes y, también, como veremos a continuación, su menor
exposición al desempleo abierto.
A propósito de este último fenómeno, el desempleo abierto es
considerablemente superior entre la fuerza de trabajo juvenil costarricense, donde
duplica los niveles observados entre las personas jóvenes salvadoreñas.13 Por otro
lado, obsérvese que, en Costa Rica, las diferencias en el nivel de desempleo entre
varones y mujeres jóvenes es considerable, en detrimento de esas últimas, con una
razón de 1.4 mujeres desempleadas por cada varón. En El Salvador acontece lo
mismo pero la brecha de género es ligeramente inferior -1.2-.
Es plausible conjeturar que las desigualdades laborales que posicionan a la
mujer joven en una situación de mayor exclusión laboral sea aún mayor que lo
captado por estos indicadores laborales. La razón básica es que, por lo general, en
las encuestas de empleo es más probable que un amplio contingente de mujeres
trasmute su status laboral, mostrando mayor proclividad a declararse “inactiva” o
“ama de cada” o dedicarse a los “quehaceres del hogar”, ocultando así una
condición de expulsión inducida del mercado de trabajo.
Lo anterior queda manifiesto si se toma en cuenta que, entre las personas
jóvenes, existe un grupo que está escolarmente desafiliado y laboralmente excluido.
Este contingente representa dos décimas partes de los varones en El Salvador, en
tanto que en Costa Rica desciende al 16%. En contraste, entre las jóvenes
salvadoreñas el grupo asciende a más de la mitad de las jóvenes (58%), mientras
que entre las costarricenses representa a una tercera parte del total (35%). A
diferencia de sus similares varones, estas mujeres jóvenes, comúnmente, asumen
13
Téngase presente que el indicador de Costa Rica sólo refiere al desempleo abierto, mientras que el
salvadoreño incorpora también al desempleo oculto.
8
un rol activo en las tareas de reproducción social ligadas al hogar y, en su gran
mayoría, sus obligaciones familiares constituyen un obstáculo adicional para
intentar incursionar en el mundo laboral.14
La menor tasa de participación laboral de las jóvenes y la mayor incidencia del
desempleo entre los varones –especialmente en El Salvador-, ponen de manifiesto
que la población joven está expuesta a diferentes modalidades de exclusión del
mercado de trabajo. El desempleo es la forma visible de tal exclusión. La
“inactividad” es el reverso de este problema y por lo general, en el caso de las
mujeres, oculta procesos de exclusión laboral ligado a la persistencia de la división
sexual del trabajo, en tanto que entre los varones jóvenes pone en evidencia los
límites de la capacidad de absorción del mercado laboral.15
Finalmente, un cuarto espacio social con potencial para favorecer o inhibir
dinámicas de inclusión social entre la población juvenil está referido al ámbito de las
familias. Este espacio social puede asumir un rol ambivalente ya que, para algunos
jóvenes, constituye el locus de control sobre el cual se estructura el proyecto de
vida, se organiza la reproducción social y se dispone de apoyo material, emocional
y protección social de manera irrestricta. En tanto que, para otros, las familias de
las que son miembros pueden favorecer dinámicas de desprotección, riesgo y
violencia.
En este informe no nos adentramos en ese tipo análisis.16 Aquí nos
restringimos a señalar que los contingentes juveniles no distan de los promedios
nacionales, en cuanto al tipo de jefatura de hogar. En ambos países predominan los
hogares con jefatura masculina. Y, la proporción de jefaturas femeninas, es
equivalente al promedio nacional, sin observarse diferencias entre países.17
14
Para un análisis sobre trayectorias de inclusión y exclusión laboral entre población expuesta al desempleo,
véase el trabajo de Márquez y Mora, 2014.
15
Sobre la magnitud que estas dos formas de exclusión asumen entre los jóvenes de las comunidades urbano-
marginales analizadas en este proyecto, véase el tercer informe de investigación en el cual se presentan los
resultados de dos encuestas a población juvenil una en Los Guido, San José y otra en Soyapango, El Salvador.
16
Un análisis cualitativo, a partir de relatos biográficos, entre jóvenes de comunidades urbano-marginales
realizado en el marco de este proyecto de investigación se puede consultar en el cuarto informe, el cual
contiene análisis diferenciados para jóvenes residentes de Los Guido y de Soyapango. Los informes están
disponibles en la página electrónica anteriormente referida.
17
Los promedios contenidos en el Cuadro 2 sobre el sexo del jefe de hogar del que forman parte las personas
jóvenes no varía de los promedios nacionales. Así en Costa Rica el 37% de los hogares reporta una jefatura
femenina. En El Salvador el 34.2% de los hogares refiere tener una mujer a cargo del hogar. No dejan de llamar
la atención los niveles relativamente bajos de jefatura femenina reportados entre los hogares salvadoreños
expuestos a algún tipo de exclusión social. Ello puede deberse, quizás, al hecho de que en estos hogares son
más proclives que sus equivalentes costarricenses a reconstituir los vínculos de pareja entre sus jefes y que
cuando ello ocurre se impone una definición más tradicional de jefatura de hogar. Esta conjetura requerirá
mayor indagación para esgrimirse como una explicación plausible.
9
Este mismo patrón se reproduce, en el caso de Costa Rica, si se observan los
hogares formados de jóvenes.18 El Salvador muestra una diferencia notoria pues la
jefatura femenina entre los hogares de jóvenes apenas supera las dos décimas
partes, siendo considerablemente inferior al modelo observado entre la población
adulta. Esta información sugiere que entre los hogares de jóvenes salvadoreños los
roles tradicionales de género parecen ser más firmes.
Finalmente, si se toma en cuenta el estado civil de la población juvenil se tiene
que en ambos países predominan las y los jóvenes solteros, pero con diferencias
que vale la pena señalar. En Costa Rica, 8 de cada diez varones se declaran
solteros, en tanto que poco menos de 2 décimas partes reportan estar casado o en
unión libre. Entre las jóvenes la proporción de solteras desciende a dos décimas
partes, al tiempo que se incrementa a poco más de una cuarta parte la proporción
de casadas o unidas. En El Salvador, de igual forma, los jóvenes se muestran
menos proclives que las mujeres a casarse o unirse. Así, 7 de cada diez jóvenes
declaran estar solteros, en tanto que 5.7 de cada diez mujeres se reconocen como
solteras. En contraposición entre ellas una tercera parte reportó estar casada o
unida en comparación con una cuarta parte de los jóvenes. Los datos muestran
que una menor proporción de los jóvenes costarricenses a casarse o unirse, en
contraposición las jóvenes salvadoreñas muestran mayor propensión a formar
uniones de hecho o al matrimonio.
De nueva cuenta, estamos frente a estructuras socioculturales que, a todas
luces, favorecen, ya sea vía la formación de un hogar propio durante la juventud, o
bien mediante la distribución tradicional de los roles de género en estos hogares,
los típicos modelos de roles diferenciados entre hombres y mujeres jóvenes,
sustentados en la clásica división sexual del trabajo. Es de esperarse que, dado
este patrón sociocultural, las conocidas desigualdades de género a que da lugar,
tiendan a reproducirse en los hogares formados por jóvenes.
18
Se trata de hogares donde la pareja conyugal está formada por personas entre los 15 y los 29 años.
10
III. La construcción del riesgo de exclusión social
En esta sección presentamos la lógica contenida en la construcción de la
noción de riesgo de exclusión social. La misma se acompaña de un anexo
metodológico -anexo 1- donde damos cuenta del proceso de operacionalización y
análisis estadístico que sustenta los resultados presentados en la sección IV.
Es conocido que la capacidad de las sociedades centroamericanas para
fomentar la inclusión social, entre los hogares e individuos que las integran, es
limitada y diferencial. Costa Rica y El Salvador emergen como dos casos contrastes.
El primero por haber disfrutado de un mayor potencial de inclusión social, aunque
está en discusión si está capacidad se ha erosionado en el contexto de la transición
a un modelo de acumulación globalizado. El segundo representa el polo de menor
capacidad de inclusión, debido a la persistencia y reconstitución de estructuras
distributivas marcadas por una aguda desigualdad en la distribución del excedente
social y la escasa vocación incluyente y poder distributivo el Estado.
En el contexto de consolidación del modelo de acumulación globalizado, en
ambas sociedades, un contingente numeroso de población ha quedado al margen
de los polos dinámicos y de las posiciones ocupacionales generadoras de empleos
bien remunerados, estables y generadores de protecciones laborales y sociales
básicas. Al mismo tiempo, el Estado no parece carecer de la capacidad para
desarrollar programas sociales efectivos que permitan generar nuevos canales de
inclusión social para estos grupos. Excluidos del polo dinámico del mercado de
trabajo, de las nichos económicos dinámicos y de los empleos protegidos o con
capacidad de acumulación, y relegados por el Estado, a vivir una ciudadanía
devaluada, estos grupos parecen situarse en una condición de marginación
estructural.19
Es precisamente a esta condición estructural de marginación, resultado de
déficits sociales históricos y nuevos, producto de los procesos de reorganización
social derivados del nuevo modelo de acumulación, a la que hacemos referencia
con la noción de exclusión social. Y, en tanto que trabajamos con indicadores
indirectos de este fenómeno, optamos por calificar a esta situación no como un
estado consumado sino como una propensión, es decir, como un riesgo.
En tanto que riesgo, su transformación en exclusión, dependerá, por un lado,
del poder que tengan los sujetos expuestos al mismo para enfrentar exitosamente
19
Para un análisis detallado de este proceso en países centroamericanos véase Pérez Sáinz y Mora Salas
(2009); Pérez Sáinz (2012). En adelante utilizamos, de forma indistinta, las nociones de exclusión social y
marginación estructural, bajo el entendido que definimos entendemos, aquí, la exclusión social como el
producto de una exposición crónica y de larga temporalidad a situaciones de privación social severas que
ponen en riesgo no sólo el bienestar social de las personas, sino su sentimiento de pertenencia social a una
comunidad nacional incluyente, tanto como los referentes morales que orientan su conducta social, en
particular, en lo relativo a la generación de recursos económicos. Sobre este último tema véase el tratamiento
que sobre la “lógica del trabajo” vs “lógica de la provisión” Kessler (2002 y 2012),
11
el mismo, evitando que el peligro se trastoque en un “daño severo”, es decir, en una
condición de marginación consumada. Por otro lado, también debe considerarse
que este peligro puede ser contenido e incluso revertido, por medio la acción política
del Estado, ya sea por medio programas sociales redistributivos, como también por
la vía de la acción distributiva primaria en los mercados básicos.
Es de llamar la atención sobre el hecho de que el primer aspecto, apunta al
empoderamiento relativo de los sujetos, tanto en los mercados básicos, como a nivel
societal, para emplazar al Estado y a los actores económicos principales y
apropiarse de una mayor proporción de la riqueza socialmente producida. Esto
supone la presencia de actores colectivos capaces de agregar intereses de las
clases subalternas expuestas al riesgo de marginación. Asimismo, que estos
actores se movilizan, con algún grado de éxito, en pro de mejorar las condiciones
de vida, tanto como las laborales, de sus representados. Por el otro, exige un Estado
que es capaz de resistir las presiones de los grupos de poder -local y
transnacionales- por apropiarse de una mayor cuota del excedente social, y tiene
un compromiso con el impulso de programas distributivos de amplio espectro.
Hay también, por supuesto, algún espacio para la agencia que se despliegan
los hogares e individuos, a efectos de revertir situaciones de marginación
estructural. Empero los límites de estas acciones están dados por las constricciones
que impone la estructura social, el modelo de acumulación en boga y el patrón
distributivo.20
En ausencia de este tipo de intervenciones, la propensión del riesgo a
transmutarse en marginación estructural tiende a materializarse. El asunto está,
entonces, en cómo aprehender la exposición diferencial de los individuos a
situaciones crónicas de privaciones sociales severas.
Ponemos el énfasis de la pregunta en los individuos, no en los hogares, pues
nuestro propósito central es identificar, cuantificar y caracterizar el universo de
jóvenes que están expuestos a situaciones agudas de marginación social. En
consecuencia, es insuficiente, aunque necesario, centrarnos sólo en el hogar como
unidad de análisis.
20
Las acciones de resistencia de los hogares/individuos en su búsqueda de revertir una situación de
marginación estructural son múltiples y de diversa índole. Entre las más importantes se han identificado la
migración; la diversificación de modalidades de participación de sus integrantes en el mercado de trabajo; la
construcción de vínculos políticos “clientelares” como forma de acceder a mayores recursos y de establecer
vínculos sociales allende las fronteras del universo de los más deprivados; el desarrollo de estrategias proto-
empresariales vía emprendedurismo popular. Más, recientemente, se han destacado las acciones
relacionadas con la transgresión de normas legales, el desarrollo de actividades económicas ilícitas y la
participación en grupos del crimen organizado o pandillas juveniles. Sobre el particular, y para el caso
centroamericano véase: Pérez Sáinz, 2015 y Calderón, 2012. En el cono sur véase los trabajos de Espíndola,
2013 y Kessler, 2012.
12
Nuestro interés en el análisis de la exclusión a nivel del individuo, deriva de
la necesidad de contextualizar la violencia social que, de manera creciente y
persistente, contingentes de jóvenes centroamericanos protagonizan, ya sea como
miembros activos de pandillas juveniles, o bien, como parte de organizaciones
locales ligadas al crimen organizado transnacional, mismas que monopolizan el
tráfico internacional de drogas en la región.
En la búsqueda de establecer la conexión entre la condición de marginación
social estructural de estos jóvenes y su probabilidad de incursionar en acciones de
transgresión social o de carácter abiertamente delictivas, emerge, como hipótesis,
la existencia de un vínculo entre la condición de exclusión y la propensión de la
acción transgresora delictiva en contextos urbano marginales; aunque como lo
hemos indicado desde la introducción este vínculo no es directo y su concreción
supone traspasar una serie de mediaciones sociales.
El primer paso, entonces, es determinar la condición de marginación
estructural a que pueden estar expuestos los individuos en una sociedad. 21 Para
ello se procedió a construir una tipología sobre la condición de inclusión/exclusión
social de los individuos. En tanto que ésta representa un continuum social, se
decidió establecer, siguiendo la propuesta de Castel (1997) regiones críticas que
marcarían zonas de exposición diferencial al riesgo de exclusión social. En concreto
se identificaron cuatro zonas, siendo que tres de ellas marcan, en diferente grado,
una situación de riesgo respecto a la exclusión social, en tanto que la cuarta
marcaría una condición que propende a la inclusión social, tal como se puede
observar en la gráfica 1 siguiente:
Ilustración 1: Zonas de Exclusión--Inclusión Social
21
Como veremos, en la sección siguiente, la aprehensión empírica de la marginación estructural deriva del
procesamiento de Encuestas de Hogares en Costa Rica y El Salvador. Es importante dejar sentado que las
encuestas analizadas no han sido diseñadas con el propósito de medir este fenómeno. Esto impone
restricciones metodológicas que nos obliga a trabajar sólo con un grupo limitado de indicadores proxy. De ahí
que la estimación resultante de este proceso sea, en el mejor sentido de la palabra, una hipótesis plausible
sobre la magnitud del fenómeno de interés.
13
ocurren, son de tipo gradual. Es necesario subrayar que tales desplazamientos no
son actos volitivos de carácter individual, puesto que contienen un componente
atado a la condición de privación social del hogar. Y, ésta última expresa
condiciones estructurales derivadas de las dinámicas de exclusión laboral presentes
en los mercados, como deficiencias crónicas en la provisión de protección e
infraestructuras y equipamientos colectivos por parte del Estado.
Asimismo, los desplazamientos están sujetos a las oportunidades y
constricciones que derivan de la configuración de la estructura social, la existencia
de canales institucionales que doten a los hogares e individuos de los recursos
valiosos para transitar de una zona a otra, y la existencia de oportunidades en los
mercados laborales que tornen estables posibles movilidades inter-zonas. Por
supuesto que, el movimiento que interesaría fomentar es aquel que propicie la
superación de la exclusión.22
Nótese, adicionalmente, que la tercera zona de exclusión, la hemos definido
con la expresión “vulnerabilidad social”. En sentido estricto, se trata de una franja
social donde suelen quedar encapsulados la mayoría de los movimientos que se
originan en la exclusión con ruta hacia la inclusión social, pero también, no pocos
de los movimientos que acontecen en sentido contrario, como resultado de procesos
de pauperización de clases subalternas. En caso de que procesos de pauperización
se tornarán muy pronunciados, y persistentes en el tiempo, se profundizaría el
riesgo de exclusión. En caso contrario, podrían experimentarse, mejoras relativas
que lancen a los individuos situados en esta zona hacia la inclusión. Pero también
es probable que se produzcan situaciones inerciales en las cuales los individuos
quedan atrapados en esta zona social.
Para establecer la distribución de los individuos en cada una de las zonas fue
necesario construir varios indicadores y desarrollar un proceso de acercamiento por
etapas.
La primera fase consistió en determinar si los individuos estaban sujetos a
privaciones sociales forzadas en materia de bienestar social.23 Es decir, si
presentaban carencias básicas involuntarias que ponen en riesgo la satisfacción de
sus necesidades sociales básicas. En tanto que se trata de establecer indicadores
de privación social sobre el nivel de bienestar agregado de la unidad de
reproducción social básica -la familia-, esta operación se realiza teniendo como
22
El análisis de los desplazamientos inter-zonas están allende nuestras posibilidades pues para llevarlos a
cabo se necesitaría disponer de fuentes de información longitudinales. Nosotros disponemos, para nuestro
análisis, sólo de fuentes de información sincrónicas.
23
Retomamos así el enfoque desarrollado por Nolan y Whelan (1996) en el cual se define la exclusión por
falta de recursos como una situación en la cual un hogar presenta al menos una dimensión de carencia forzada.
También referimos a sus trabajos posteriores (Nolan y Whelan, 2009 y Whelan y Maître, 2010) en los cuales
proponen el uso de indicadores de privación social no monetarios para analizar la pobreza y la exclusión social.
14
referencia la situación del hogar, en cada una de las dimensiones/indicadores
seleccionados.24
La presencia o ausencia de privaciones sociales a nivel del hogar fueron,
posteriormente, asignadas a cada uno de los sus integrantes.25 De este modo es
posible diferenciar a las personas que habitan en hogares con privaciones sociales.
Privaciones de
Habitabilidad (deficiencias Privaciones de
Privaciones monetarias
en tipo de vivienda, calidad Privaciones Sociales en electrodomésticos, bienes
que afectan nivel de
de materiales, e salud y educación y servicios de alto valor
consumo
infraestructuras y servicios simbólico
básicos)
15
encuentra ubicada la vivienda; la deficiencia en la calidad de los materiales de la
vivienda (techo, piso y paredes exteriores). En segundo lugar, el déficit en los
espacios habitables (hacinamiento) y la deficiencia en la disposición de
instalaciones de aseo personal (baño, servicio sanitario). En tercer lugar, la
ausencia de infraestructura básica de saneamiento ambiental (sistema de drenaje y
evacuación de aguas residuales); falta de acceso a servicios públicos básicos (agua
potable, electricidad y sistema de recolección de basura).
El segundo tipo de carencias resulta de medir el acceso que tienen los
miembros del hogar a los servicios públicos de salud y, en el caso de los niños de
4 a 14 años, el acceso efectivo al sistema escolar. Hogares donde la mitad o más
de sus integrantes no tienen cobertura de seguridad social y aquellos donde al
menos 1 niño en las edades está desafiliado del sistema escolar fueron
diagnosticados con privaciones severas.
El tercer tipo de privaciones alude a la capacidad de los hogares para generar
recursos económicos para consumir una gama variedad de mercancías. Para
establecer los umbrales de privación en materia monetaria, se utilizó la referencia
normativa a los montos identificados, en cada país, para adquirir una canasta básica
de productos alimentarios. Y, posteriormente, se multiplicó este monto por un factor
de expansión, para establecer el ingreso mínimo para cubrir las otras necesidades
sociales. Lo que, en sentido estricto, este indicador establece es la carencia forzada
de recursos monetarios que impide a los hogares disponer de dinero a efectos de
adquirir diversas mercancías en los mercados.27 Es de suponer que los
hogares/individuos utilizan estos recursos monetarios para satisfacer las
necesidades de reproducción social del hogar. Pero, asumimos, que estas
necesidades no están acotadas a un paquete básico de satisfactores esenciales, ya
que los individuos, al igual que las familias, están sujetas a presiones de consumo,
consumo simbólico y consumo aspiracional que pueden orientar sus decisiones en
torno a cómo invertir los recursos de que disponen.
Finalmente, el cuarto tipo está asociado con los patrones de consumo de los
hogares en lo que a la adquisición de electrodomésticos.28 Hemos agregado a este
indicador tradicional, el acceso a un conjunto de bienes y servicios con alto
contenido de consumo simbólico. Entre los bienes destacan la posesión de un
27
En sentido estricto, se reproduce la misma lógica empleada para estimar las carencias por el método de
línea de pobreza. Empero, no conceptuamos esta deficiencia como “pobreza”, sino como una dimensión del
conjunto de privaciones sociales a que están sometidos los hogares y sus integrantes. Lo que en realidad mide
esta privación es la carencia de recursos económicos para garantizar la reproducción social del hogar vis a vis
los bienes que pueden ser adquiridos en el mercado. Recuérdese que el bienestar de las personas no depende
exclusivamente de la adquisición de bienes en el mercado, pues existe un conjunto de bienes y servicios
(equipamientos colectivos) a los cuales sólo se puede acceder si se dispone de infraestructura e instituciones
proveedoras de los mismos. Sobre el tema de las diferentes fuentes que condicionan el bienestar de las
personas y su relación con el mercado y la acción del Estado consúltese (Boltvinik, 2003)
28
El listado completo de electrodomésticos considerado en cada país, así como de bienes y servicios de
“consumo simbólico” mencionados se enumeran en el anexo 1.
16
computador, dispositivos electrónicos portátiles (tabletas) y teléfono celular. Entre
los servicios el acceso a televisión de cable; a internet en la vivienda y posesión de
teléfono celular.29
Disponiendo de los cuatro indicadores de privación social forzada, se
procedió a definir el nivel conjunto de privación social del hogar, mediante la fijación
de un conjunto de umbrales de privación para cada dimensión por separado, y su
integración en un indicador sintético. 30
La segunda fase estuvo marcada por la definición de un conjunto de
indicadores referidos a modalidades deficientes de participación de los individuos
en el mercado laboral. En lo sustantivo, identificamos cuatro tipos de exclusión
laboral.31 Dos de ellas se presentan entre la población ocupada: en el caso de los
asalariados, la precariedad laboral; en el de los no asalariados (patronos,
trabajadores independientes y trabajadores no remunerados) la existencia de
unidades económicas organizadas por lógicas de reproducción simple o
subsistencia.32
Se construyó, para los dos tipos de inclusión que acontecen en el mercado,
un índice factorial de exclusión laboral -precariedad o capacidad de acumulación
según corresponda-. Mediante el análisis de conglomerados se estableció, para
cada uno de estos índices, de manera independiente, tres niveles que refieren, en
el caso de la mano de obra asalariada a situaciones de ausencia o bajo nivel de
precariedad laboral, precariedad laboral de rango medio y precariedad labor
extrema. Por su parte, en el caso de la fuerza laboral no asalariada los tres niveles
identificados refieren a situaciones en las que el trabajo está regido por lógicas de
reproducción simple o de subsistencia, un segundo nivel en el que el mismo se rige
por una lógica de reproducción que permite alcanzar umbrales básicos de bienestar
más no posibilita generar procesos de acumulación. Y, finalmente, un tercer nivel
en el cual se agrupa a la población ocupada no asalariada cuyos trabajos dan
cuenta de dinámicas empresariales prototípicas, en tanto que despliegan potencial
de acumulación de capital.
29
Sobre la importancia del consumo, en particular el simbólico, y su vínculo con el delito consúltese Calderón,
2012; sobre el vínculo entre pobreza y consumismo véase Bauman, 2005. Para un análisis del vínculo entre
consumo y exclusión social en grupos juveniles en el asentamiento de Los Guido-Costa Rica, refiérase a
Hernández, 2017.
30
Para los detalles técnicos sobre la construcción de este indicador sintético, y la diferenciación de sus niveles
respectivos, referimos, de nueva cuenta, al anexo 1.
31
Estos cuatros tipos de modalidades de exclusión laboral coinciden con los identificados por Weller (2012),
empero nosotros hemos hecho algunos ajustes en la medición de cada tipo. Estos pueden consultarse en el
anexo 1.
32
En ambos países hemos usado toda la batería de indicadores disponibles para explorar la construcción de
índices de precarización laboral para la mano de obra asalariada y de capacidad de acumulación para la no
asalariada. Los detalles de la construcción y tratamiento de tales índices pueden consultarse en el anexo 1.
17
En el caso de la población excluida del mercado de trabajo se identificaron
dos grupos. En primer lugar, al conjunto afectado por el desempleo. Pero, se
introdujo un matiz relevante, pues sólo se consideró como déficit laboral severo
cuando las personas desempleadas tenían escasos recursos de empleabilidad
(nivel educativo inferior a la secundaria concluida) o cuando tenían un nivel
intermedio (secundaria concluida) pero carecían de credenciales laborales de
carácter técnico. O, habían permanecido en situación de desempleo por un período
prolongado (6 meses o más).33
El otro grupo, también excluido del mercado de trabajo, es el que está
caracterizado por la “inactividad forzada”. Es decir, personas que no están activas
en el mercado de trabajo, pero que muestran disponibilidad para ingresar al mismo
si se genera la oportunidad.34
TRABAJO NO ASALARIADO
EXCLUSIÓN FORZADA DEL
EMPLEO ASALARIADO (Patronos, Cuenta Propia y
MERADO LABORAL
Trabajo No Remunerado)
Indice de Capacidad de
Indice de Precariedad laboral
Acumulación Desempleo
+
+ +
Niveles de precariedad
Niveles Capacidad de "Inactividad" laboral forzada
laboral
Acumulación
18
permite pasar, en la tercera fase, a la identificación de las situaciones de privación
laboral extrema. En ella se agrupan tanto los que están excluidos del mercado de
trabajo, como se indicó en los párrafos previos, y a aquellos sujetos que presentan
rangos de precariedad laboral media y alta (en el caso del empleo asalariado) o que
están sujetos a actividades no asalariadas guiadas por dinámicas de reproducción
simple (autoempleo de subsistencia).
Habiendo realizado estas operaciones se procedió, en la cuarta y última fase,
a recortar la base de datos para trabajar sólo con el grupo e interés de este estudio
a saber: la población juvenil.35 Una vez realizado esta acción, y disponiendo para
cada individuo variables sintéticas sobre su situación en el terreno de carencias
forzadas así como del tipo de “exclusión laboral” al que están sujetos, se llevó a
cabo la identificación de la población juvenil expuesta al riesgo de exclusión social.
En sentido estricto, tal exposición resulta de la combinación del indicador
sintético de niveles de privación (alta, media, baja y ausencia de carencias) al que
está expuesto cada individuo -en razón de su hogar de residencia- y de su situación
laboral (excluido vs no excluido).
La combinación de estos dos indicadores resulta en una tipología final sobre
zonas de exclusión—inclusión social. Cada nivel alude a una de las cuatro franjas
sociales referida en la gráfica 1 antes presentada.
Figura 4: Combinación de niveles de privación social y condición de exclusión social
35
Hemos optado por una definición operativa de juventud que circunscribe esta fase del curso de vida a lo
acontecido entre los 15 y 29 años. Dos razones sustentan esta decisión. Primero, se refiere al universo
poblacional institucionalmente reconocido por las instituciones públicas a cargo de las políticas de juventud
en Costa Rica y El Salvador. En segundo lugar, este recorte es el más común entre los estudios de juventud en
América Latina.
19
IV. La medición del riesgo de exclusión social
A. Estimación la magnitud del riesgo de exclusión social
En esta sección presentamos los principales resultados de las estimaciones sobre
riesgo de exclusión social de las personas jóvenes en Costa Rica y El Salvador.
Cabe recordar, como se anotó en la introducción, que estas estimaciones deben ser
consideradas como hipótesis sobre la magnitud del fenómeno en ambos países. En
conjunto las hipótesis marcan un rango que oscila entre una versión conservadora,
representado por la zona de riesgo extremo de exclusión social, abarca una
hipótesis intermedia, que comprende la zona de riesgo alto y, finalmente, adiciona
una tercera hipótesis que indica que la población expuesta a este riesgo puede
también comprender a la población que se ubica en lo que denominamos zona de
vulnerabilidad social.
El Cuadro 3 contiene la información sintética sobre los universos
poblacionales comprendidos por estas tres hipótesis para ambos países. 36 En el
caso costarricense se estima que el 80 % de la población juvenil no estaría expuesto
al riesgo de exclusión social, no observándose diferencias significativas entre
hombres y mujeres. En tanto que en el caso salvadoreño los datos mostrarían que
6 de cada 10 jóvenes se localizarían en la franja de inclusión social. En este
segundo caso se observarían diferencias notorias en el potencial de inclusión social
entre hombres y mujeres, siendo estas últimas las más favorecidas en una relación
de 1.14 a 1. Estos datos resultan consistentes con el consabido mayor potencial de
inclusión social en Costa Rica, y también con el hecho de que, en este último país,
la exposición diferencial al riesgo de exclusión es más acentuada entre los varones
jóvenes.
Si nos centramos en la hipótesis más conservadora, es decir, en la población
que estaría comprendida en la zona de riesgo extremo de exclusión social, se
tendría que en Costa Rica la magnitud de este fenómeno podría estar afectando a
79,863 jóvenes, lo que representa 6 céntimas partes del universo de población joven
del país. En tanto que en El Salvador la exposición es 2.3 veces superior, afectando
271,601 jóvenes que corresponden al 15% del universo juvenil. En ambos países
se observa que los varones están ligeramente más expuestos que las mujeres
jóvenes a este tipo de riesgo de exclusión social, aunque las diferencias no son
marcadas en ninguno de los dos países, oscilando en una razón de 1.14 a 1. En
términos absolutos en Costa Rica se estima que 42,663 varones jóvenes estarían
afectados por este tipo de riesgo, mientras que en El Salvador la cifra asciende a
36
En el Cuadro 3 anexo se pueden consultar los datos absolutos y sus correspondientes distribuciones
relativas.
20
144,497. En el caso de las jóvenes los datos serían de 37,000 y 127,104
respectivamente.
En el caso de la hipótesis intermedia, zona de riesgo alto de exclusión, en
Costa Rica los números relativos son equilibrados por género y guardan simetría
respecto a la magnitud observada en la primera zona. Tendríamos entonces una
exposición general de poco más de 6 puntos porcentuales resultando en números
absolutos de 40,298 jóvenes varones y 40,116 mujeres jóvenes. Por su parte, en El
Salvador, el peso relativo global también es similar al de primera exposición de 14%
para un total de población de 263,323, de los cuales 144,497 serían hombres y
127,104 correspondería a mujeres.
CUADRO 3
POBLACIÓN JOVEN SEGÚN RIESGO DE EXCLUSIÓN SOCIO-LABORAL. POR PAÍS, SEXO Y ZONA¹
Area /Zona inclusión Costa Rica El Salvador
PAIS Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
Zona de riesgo extremo de exclusión 6.9 5.8 6.3 15.8 13.6 14.6
Zona de riesgo alto de exclusión 6.5 6.4 6.4 15.5 12.9 14.2
Zona de riesgo bajo de exclusión 5.1 5.0 5.1 12.3 9.4 10.8
URBANO
Zona de riesgo extremo de exclusión 5.8 5.6 5.6 12.0 10.7 11.3
Zona de riesgo alto de exclusión 5.2 5.9 5.6 12.1 10.9 11.6
Zona de riesgo bajo de exclusión 4.9 4.9 4.9 9.5 8.1 8.8
RURAL
Zona de riesgo extremo de exclusión 9.8 6.7 8.3 21.7 17.8 19.8
Zona de riesgo alto de exclusión 9.9 7.3 8.6 20.6 16.2 18.3
Zona de riesgo bajo de exclusión 5.9 5.3 5.6 16.7 11.5 14.1
Total 168,324 169,360 337,684 356,631 365,967 722,598
¹ Elaboración propia con base en datos de la la ENAHO 2016 para Costa Rica y de la EHPM 2015 para El Salvador
37
Hubiese sido más acertado circunscribir nuestra caracterización a la población residente en este tipo de
barrios. Empero, el trabajar con encuestas de hogares de alcance nacional, impide desagregar la información
a este nivel. Para tal efecto se requeriría contar con una encuesta representativa de barriadas urbano-
marginales. Desafortunadamente en ninguno de los dos países se dispone de una fuente de información de
este tipo.
22
CUADRO 4
POBLACIÓN JOVEN DE 15 A 29 AÑOS POR CARACTERÍSTICAS DE SUS HOGARES Y RASGOS
SOCIODEMOGRÁFICOS DE LOS INDIVIDUOS (POBLACIÓN URBANA)
COSTA RICA¹ EL SALVADOR²
Zona de Zona de Zona de Zona de
riesgo Zona de vulnerabilid riesgo Zona de vulnerabilid
Características de persona/hogar extremo riesgo alto ad extremo riesgo alto ad
Rasgos personales
Grupo de edad
15 a 17 años (%) 12.5 12.6 11.9 12.3 12.1 11.1
18 a 24 años (%) 55.9 48.1 55.5 55.3 56.9 52,8
25 a 29 años (%) 31.7 39.3 32.6 32.4 31.0 36.1
Jóvenes que contribuyen a la manutención del
hogar (%) 46.2 43.2 36.1 52.7 51.5 65.5
joven de 15 a 17 años que no asiste a la escuela
(%) 82.8 59.1 51.3 66.8 72.3 57.7
Habla Inglés (%) 4.9 2 3.6 1.9 1.8 2.6
Años de Escolaridadᵌ
Promedio 7.7 8.2 8.7 8.8 9 9.8
Percentil 25 6 6 7 7 7 8
Percentil 50 7 8 9 9 9 11
Percentil 75 10 10 11 12 12 12
Jóvenes sin titulo bachillerato de educación
secundaria (%)⁴ 86.0 82.4 73.6 59 56.5 48.2
Jóvenes casados o en unión libre (%)⁵ 30.8 47.8 50.3 54.9 52.3 47.3
Jóvenes que viven en el hogar paterno/materno 58.9 51.3 56.7 62.4 58.4 57.1
Jóvenes que viven con otros parientes 14.4 16.0 18.3 16.6 16.7 18.0
Características hogares
jefatura femenina (%) 58.3 49.0 51.7 28.2 31.0 32.9
Años de escolaridad del jefe de hogar (mediana) 7.4 7.4 8.3 7.6 7.8 8.6
Hogares con todos sus miembros asegurados (%) 30.6 45.1 35.7 27.1 21.5 34.1
Niños no asisten a la escuela de 4 a 14 años (%) 4.4 1.2 1.8 17.7 17.1 11.1
Hogar recibe transferencias de programas
sociales (%)⁶ 31.0 28.6 20.9 -- -- --
Hogar con miembros que residen en el extranjero
de forma permanente (%) -- -- -- 5.0 6.5 9.2
Hogar recibe remesas (%) -- -- -- 13.2 17.0 17.3
Hogar con menores de 18 años cuyo padre y/o
madre no viven en el hogar⁷ -- -- -- 26.7 24.2 23.1
Razón de dependencia ocupacional⁸ 0.25 0.44 0.39 0.39 0.33 0.46
Tasa de desempleo del hogar 0.44 0.10 0.19 0.12 0.14 0.10
Jefe desempleado (%) 25.1 2.5 10.2 7.0 4.7 6.1
¹ ENAHO 2016
² EHPM 2015
ᵌ jóvenes de 18 a 29 años
⁴ jóvenes de 20 a 29 años
⁵ jóvenes de 25 a 29 años
⁶ Hogar donde al menos 1 integrante recibe algún tipo de subsidio de programas sociales estatales
⁷ padre o madre ausente por muerte, abandono, migración.
⁸ Total de ocupados en el hogar divido entre total de miembros del hogar
Fuente: Elaboración propia con base en microdatos ENAHO-CR y EHPM-ES años referidos
23
Los rasgos a destacar se refieren tanto a rasgos de los individuos como de
sus hogares. Empecemos llamando la atención sobre el primer grupo de
características distintivas (véase Cuadro 4). Si se observa la distribución, por grupos
de edad, del contingente expuesto al riesgo de exclusión social, para ambos países,
se puede notar que la misma presenta un patrón uniforme. El grupo que está
iniciando la fase juvenil (15 a 17 años) representa, en las tres zonas y en ambos
países, poco más de 1 décima parte del contingente juvenil total. El grupo que se
encuentra en una fase intermedia de la fase juvenil (18 a 24 años) constituye el
bloque más numeroso, dando cuenta de poco más de la mitad del contingente
juvenil; su distribución es simétrica en las tres zonas de vulnerabilidad en ambos
países. Finalmente, el tercer grupo, localizado en el último tramo de la definición
etaria de la fase juvenil (25 a 29 años) también muestra gran simetría representando
alrededor de 1/3 parte del contingente juvenil. La única excepción a este patrón se
avista en la zona de riesgo extremo costarricense que contiene a 4 décimas partes
de la población joven expuesta a este tipo de riesgo. Pese a lo anterior, no logra
modificar el patrón general de distribución del riesgo de exclusión en la población
juvenil.
Vale la pena preguntarse qué estaría mostrando este patrón. La respuesta
está contenida en la propia información al indicar que la exposición al riesgo de
exclusión no se distribuye de forma uniforme entre la población juvenil. El
contingente con menor exposición es el que está iniciando la fase juvenil, quizás
porque, a esta edad, la gran mayoría de las y los jóvenes continúan vinculados a la
institución educativa y, por la misma razón, su tasa de participación laboral es baja. 38
En contraste, el grupo que concentra la mayor proporción de jóvenes
expuestos al riesgo de exclusión es el que se encuentra en la fase intermedia (18 a
24 años). Como lo muestran los datos este grupo concentra la mitad del total de
jóvenes expuestos a este riesgo. Es probable que ello se deba a tres hechos. En
primer lugar, en ambos países, 18 años constituye el inicio de la mayoría de edad,
con lo cual las personas jóvenes ganan mayor independencia decisional respecto
al núcleo familiar. En segundo lugar, también constituye el punto de inflexión en la
trayectoria escolar pues marca el cierre de la trayectoria escolar normativa y son
pocos los jóvenes, en particular de clases subalternas, que logran continuar
trayectorias escolares post-secundaria. Y, en tercer lugar, también se acelera la
búsqueda de inserción laboral.39
38
En Costa Rica el 86% de las personas jóvenes de 15 a 17 años reportan asistir a un centro de enseñanza, en
el nivel de secundaria. Y tan sólo el 11% reporta estar laboralmente activo (ocupado o desempleado); aunque
el desempleo abierto afecta al 21% estos jóvenes. En El Salvador, para este mismo grupo de edad, la asistencia
escolar es del 73%, la tasa de participación laboral de 25% y el desempleo total es de 8.7%.
39
En Costa Rica el 50% de las y los jóvenes de este grupo reportan estar desligado de las instituciones
educativas (no asisten) y su tasa de participación laboral es del 58%. Entre los que forman parte de la población
económicamente activa, la tasa de desempleo abierto es del 20%. En El Salvador la tasa de asistencia escolar
en este grupo es de tan sólo 20%, la tasa de participación laboral del 55% y la tasa de desempleo total de 15%.
24
Finalmente, el grupo de mayor edad se encuentra en una situación intermedia
pues su exposición triplica la del contingente más joven, pero dista en
aproximadamente 20 puntos porcentuales de la del núcleo de mayor exposición. Es
muy probable que ello se debe a que este grupo ya ha experimentado otros eventos-
transición vitales, tales como la formación de un hogar propio40, el nacimiento del
primer hijo y la independencia residencial, motivo por el cual estos factores podrían
actuar también como eventos que confieren nuevas responsabilidades sociales y
actúan como factores de disminución del riesgo de exclusión. Y, también, a que ha
acumulado mayor experiencia, conocimiento y redes laborales que le permiten
disminuir su exposición al desempleo.41
Un segundo aspecto a llamar la atención es la posible contribución a la
manutención económica del hogar que realizan los jóvenes expuestos al riesgo de
exclusión social. Es de esperarse que esta contribución no sólo sea significativa,
de cara a garantizar la reproducción social del hogar, sino también que sea mayor
respecto de los grupos juveniles localizados en la zona de inclusión social. La razón
que sustenta esta conjetura es la mayor presión de las unidades familiares de los
primeros jóvenes en razón de sus mayores privaciones sociales.
Los datos disponibles muestran que, en ambos países, en efecto, los jóvenes
localizados en cualquiera de las tres zonas de exclusión social participan, en mayor
proporción que los jóvenes situados en la zona de inclusión social. Mientras que en
Costa Rica el 35% de los jóvenes de este último grupo reportan contribuir a la
manutención del grupo doméstico, entre los jóvenes situados en las dos primeras
zonas de riesgo de exclusión (alto y medio), este promedio se incrementa en 11 y 8
puntos porcentuales. No así en la última zona, la de la vulnerabilidad social, en la
40
En Costa Rica el 23% de las y los jóvenes declaran ser jefes de hogar; el 43% estar casados o en unión libre,
pero si agregamos a quienes ya experimentaron una primera unión conyugal (divorciados, separados o
viudos), se tendría al a mitad del contingente juvenil de este grupo (51%). Asimismo, entre este grupo poco
más de tres cuartas partes (78%) esta laboralmente activo y el desempleo abierto afecta al 8.6%. Por su parte
en El Salvador 26% de las personas jóvenes reportan ser jefes de hogar; el 54% declara estar casado o en unión
libre, pero si se considera a quienes ya experimentaron una primera unión conyugal, se tiene que casi dos
terceras partes de las personas jóvenes de este grupo (63.9%) habrían experimentado una primera unión
conyugal. También vale indicar que la tasa de asistencia escolar en este grupo cae hasta el 7% y que el 73%
están laboralmente activas, y la tasa de desempleo total es de 6%.
41
Cruz y otros (2016) encuentran que la propensión a formar parte de pandillas juveniles en El Salvador
disminuye en la fase avanzada de la transición a la adultez. Asimismo, que el nacimiento del primer hijo suele
ser un evento clave que propicia el inicio de una fase reflexiva en la cual no pocos miembros activos de
pandillas empiezan a valorar la posibilidad de desvincularse de estas organizaciones. También se conoce que,
en el caso de las mujeres, una ruta de “salida” de la pandilla acontece, precisamente, con el nacimiento del
primer hijo en razón de que ahora deben velar no sólo por su bienestar sino también por el de sus hijos. La
expresión “salir” de la pandilla aparece entrecomillada para llamar la atención de que este es un proceso
complejo, no lineal, paulatino, normado por la organización y generalmente, sujeto a vigilancia cotidiana por
parte de los otros miembros del grupo, ante los cuales hay que dar muestras fehacientes de que se ha
modificado, radicalmente, el estilo de vida.
25
cual los jóvenes considerados reportan contribuir en proporciones similares a los
localizados en la franja de inclusión social.
En El Salvador, destacan dos fenómenos. En primer lugar, los jóvenes
localizados en zonas de inclusión social contribuyen a la manutención económica
de su hogar en mayor proporción que en Costa Rica. En este caso, la mitad y hasta
dos terceras partes de los jóvenes expuestos a algún tipo de riesgo de exclusión
realizan este tipo de aporte al hogar. En segundo lugar, las distancias respecto al
grupo incluido son mayores ubicándose en un rango de entre 17 y 33 puntos
porcentuales. En tercer lugar, y al contrario de lo observado en el caso
costarricense, es entre el grupo ubicado en la zona de vulnerabilidad social donde
la contribución a la manutención económica del hogar es mayor. En este grupo la
proporción de jóvenes que realiza aportes económicos al hogar duplica a la
observada entre los localizados en la zona de inclusión social. Y, superior en más
de 10 puntos porcentuales a los grupos localizados en las otras dos zonas de
exclusión social. Es muy probable que la contribución diferencial de los jóvenes de
este grupo sea una de las razones que posibilita al hogar a situarse fuera de las
zonas de mayor riesgo de exclusión, aunque la misma es insuficiente para situarse
en la franja de inclusión social.
Un tercer aspecto digno de destacar, en tanto que disminuye las
oportunidades laborales a que confronta la población juvenil en contextos
económicos crecientemente globalizados, es el dominio de un segundo idioma.
Como ya lo habíamos anotado en la primera sección de este informe, en general, la
proporción de jóvenes que pueden sacar provecho de esta ventaja es baja. Empero
entre los grupos juveniles sujetos a algún tipo de exclusión social la desventaja es
mayor. En Costa Rica tan sólo el 5% de estos jóvenes de dichos grupos cuentan
con esta ventaja, en tanto que en El Salvador no llega ni a 3 céntimas partes.
Empero las distancias sociales cuentan. Así, la brecha promedio entre los jóvenes
expuestos al riesgo de exclusión y los socialmente incluidos, en Costa Rica, es de
17 puntos porcentuales en favor de estos últimos, donde 2 décimas partes de los
jóvenes reportan hablar inglés. En El Salvador, la brecha es menor, de 10 puntos
porcentuales, pues entre los incluidos sólo una décima parte reporta hablar un
segundo idioma.
Confrontados ante un mercado laboral que asigna las mejores
oportunidades laborales en función de la acumulación de mayores credenciales,
conocimientos y competencias laborales, los jóvenes situados en las zonas de
riesgo de exclusión muestran rezagos significativos como era de esperarse. A
continuación, mostramos que estos rezagos no sólo están asociados con el dominio
de un segundo idioma sino con el propio proceso de credencialización y la
adquisición de mayores niveles de escolaridad.
Quizás el indicador más revelador en relación con lo antes expuesto es la
proporción de jóvenes que no asisten a la escuela, es decir, que están desprovistos
26
de uno de los principales soportes de inclusión social, de un canal central para
fomentar su desarrollo humano y contribuir al fomento de un ejercicio de ciudadanía
social dotado de mayores cualificaciones. En el caso costarricense muestra que
entre la mitad y 8 décimas partes de los jóvenes expuestos a algún tipo de riesgo
de exclusión social están escolarmente desafiliados. La situación más crítica es la
de quienes están en la zona de riesgo extremo de exclusión social pues en este
grupo sólo 2 de cada 10 jóvenes continúan vinculados a la institución escolar. En El
Salvador, la situación es similar, pues las proporciones de desafiliación oscilan entre
6 y 7 décimas partes, empero, aquí, el grupo más afectado es el que se encuentra
en la zona de riesgo alto.
En ambos países, las brechas respecto de los jóvenes situados en la zona
de inclusión social son abismales. En Costa Rica tan sólo un 5% del contingente
juvenil localizado en esta franja social no asiste a la escuela. En El Salvador la cifra
respectiva es de un 7%. Estimada la brecha respecto al grupo menos desfavorecido,
el localizado en la zona de vulnerabilidad social, la misma es de 46 y 50 puntos
porcentuales en Costa Rica y El Salvador respectivamente. Estimadas estas
brechas respecto al grupo con mayor desafiliación escolar en cada país, las mismas
se incrementan hasta el 78 y 59 puntos porcentuales según sea el caso.
En otras palabras, en promedio, en Costa Rica, la razón de desafiliación
escolar entre jóvenes en situación de exclusión vs jóvenes en la zona de inclusión
social es de 12 a 1. En El Salvador esta razón es de 8.5 a 1. Esta diferencia se
debe, probablemente, al hecho de que, en este último país, la principal política social
impulsada en el período post-conflicto ha sido la educativa, en contraposición, Costa
Rica ha enfrentado, desde los años 90 del siglo pasado, severas dificultades para
retener a jóvenes en el nivel de secundaria. Quizás lo que esté detrás de este patrón
diferencial es el hecho de que numerosos contingentes de jóvenes costarricenses
no visualizan a la educación como un canal efectivo para garantizar mejores
oportunidades de vida futura, en tanto que en El Salvador post-conflicto, acontece
lo contrario. Con todo, no hay que sobredimensionar este argumento, pues en este
último país la brecha entre los jóvenes expuestos al riesgo de exclusión y los
incluidos, respecto de la asistencia escolar, también es muy grande.
Para determinar la magnitud de la brecha escolar entre los jóvenes en riesgo
de exclusión y los que no lo están, también es importante observar los años de
escolaridad acumulados por estos grupos poblacionales.42 Como bien puede
observarse, estamos frente a contingentes juveniles que, en ambos países,
acumulan muy pocos años de educación. En Costa Rica, en promedio, los de mayor
riesgo apenas concluyen 1 año de estudios de nivel secundaria; los otros dos grupos
logran acumular, tan sólo, 1 año más. En El Salvador, acumulan, en promedio, un
año más de educación que en Costa Rica. Si se considera que estos jóvenes deben
42
Los porcentajes están referidos al grupo de 18 a 29 años en razón de que es plausible que jóvenes de menor
edad aún puedan incrementar su escolaridad.
27
enfrentarse a mercados que experimentan una inflación en las credenciales
educativos, sus chances de obtener empleos que potencien sus posibilidades de
inclusión social son muy limitadas. Esto por cuanto en ambos países estos jóvenes
no logran acumular educación suficiente ni para concluir la educación secundaria.
Si se estima una brecha respecto de los jóvenes en la zona de inclusión
social, una vez más, su situación es muy desfavorable. Estos últimos acumulan, en
promedio 11 años de educación, 4 años más que los jóvenes de mayor riesgo de
exclusión en Costa Rica y 3 más que en El Salvador. Claro está que esta brecha
disminuye a 3 y 2 años respecto a los grupos situados en las zonas de riesgo alto y
de vulnerabilidad en ambos países. Empero, lo relevante aquí es que estos jóvenes
tuvieron una trayectoria escolar que les permite concluir su educación secundaria,
dotándoles de una credencial mínima para su participación en el mercado laboral,
como veremos a continuación.
Es también importante observar que la cuarta parte del contingente juvenil
expuesto a algún riesgo de exclusión enfrenta mayores desventajas, pues a lo sumo
logra acumular entre 6 o 7 años de escolaridad cuando mucho. En el otro extremo,
la cuarta parte que mayor logro educativo alcanza, se observa que, en Costa Rica,
no todos los jóvenes de este grupo logran acumular suficientes años de educación
para concluir la secundaria, contrario a lo que acontece en El Salvador.
Esto último es más nítido si nos preguntamos cuántos de estos jóvenes no
logran realmente culminar su educación secundaria y acceder a la credencial
respectiva.43 En Costa Rica, se observan niveles inferiores de conclusión de la
educación media respecto a El Salvador.44 8 de cada 10 jóvenes situados en la
zona de exclusión social extrema no cuenta con el título de bachiller de educación
media; esta proporción desciende, ligeramente, hasta poco menos de ¾ partes en
el caso de quienes se ubican en la zona de vulnerabilidad social. En El Salvador 6
de cada 10 jóvenes en la zona de mayor riesgo los que no logran acceder a este
título y la proporción desciende hasta 5 de cada 10 en la zona de vulnerabilidad
social.
De nueva cuenta las brechas respecto al contingente juvenil contenido en la
zona de inclusión social son amplias, pues en el caso costarricense, casi 4 de cada
10 jóvenes de este grupo no culminó con éxito la educación secundaria y en El
Salvador la proporción desciende a una cuarta parte. Las brechas son amplias. La
43
El sub-universo aquí se recortó al grupo de 20 a 29 años.
44
Es probable que esto se deba al hecho de que en Costa Rica para acceder al título de Bachiller de educación
media es necesario no sólo cursar y aprobar los años escolares correspondientes a este nivel educativo, se
debe, adicionalmente, aprobar el “examen de bachillerato”. De manera tal que el número de estudiantes que
cursa y aprueba los años básicos de la educación media es inferior al de aquellos que aprueban el examen de
bachillerato. En El Salvador no es necesario acreditar un examen de bachillerato para acceder a este título,
para ello se requiere aprobar los niveles educativos correspondientes. Es importante anotar que el número
de años que debe un estudiante cursar para aprobar el nivel de bachillerato de educación media es el mismo
en ambos países (5 para la educación académica y 6 para la educación vocacional).
28
máxima se observa entre los jóvenes más expuestos al riesgo de exclusión y los
incluidos. En Costa Rica, esta brecha es de 48 puntos porcentuales, indicando una
relación de 2:17 a 1, es decir, por cada 2 jóvenes en riesgo de exclusión extremo
que no logra acceder al título de bachiller existe 1 en la zona de inclusión social en
la misma condición. En El Salvador, esta brecha es de 2:4 a 1, mostrando, una vez
más, el mismo patrón.
El cuarto aspecto a destacar hace referencia al estado civil de los jóvenes
analizados.45 Nos interesa no tanto si conviven o no con una pareja estable
(casados o en unión libre), sino más bien, si ya experimentaron su primera unión
conyugal (esto incluye a quienes están separados, divorciados o son viudos).
Obsérvese un patrón claro que indica una mayor propensión de los jóvenes
salvadoreños a experimentar su primera experiencia marital a edades más
tempranas. En segundo lugar, al hecho de que en Costa Rica este proceso parece
seguir una lógica asociada con la zona de riesgo a que están expuestos las
personas jóvenes, siendo que entre los de mayor riesgo de exclusión esta
propensión es menor y que la misma se incrementa conforme se transita hacia la
zona de menor riesgo o vulnerabilidad social. En el caso salvadoreño, la tendencia
parece moverse en sentido opuesto, pues conforme se transita de la zona de menor
a la de mayor riesgo se incrementa la proporción de jóvenes que declaran estar
casados o en unión libre. Particularmente notables son las diferencias entre los
jóvenes de ambos países localizados en la zona de mayor exposición a la exclusión
social, pues en Costa Rica, en este grupo, sólo 3 de cada 10 jóvenes está casado
o unido, en tanto que en El Salvador lo están 5 de cada 10.
Otro hecho relevante es que el patrón de separación no parece seguir la
misma pauta. Mientras en Costa Rica el grupo más propenso a experimentar este
tipo de experiencia de vida es el localizado en la zona de riesgo alto, en El Salvador
es el grupo situado en la zona de mayor riesgo de exclusión social.
Si agregamos la información de estos dos indicadores para tener una idea
del comportamiento referido a la experiencia de una primera unión conyugal, se
notará que en El Salvador entre 6 y 7 de cada 10 jóvenes de estos tres grupos ya
experimentaron este tipo de evento vital, siendo mayor la exposición entre los
jóvenes más expuestos al riesgo de exclusión. En tanto que en Costa Rica los
umbrales se ubican entre 5 y 7 de cada 10 jóvenes, pero contrario a El Salvador,
los menos propensos a estos eventos vitales son los jóvenes del grupo más
expuesto a la exclusión social.
En conjunto, los datos sugieren que el proceso de formación de parejas, vía
uniones conyugales, es intenso entre los grupos juveniles observados, y se
incrementa conforme lo hace la edad. En Costa Rica, para el grupo de menor edad,
45
Circunscribimos la mirada al subgrupo de edad comprendido entre 25 y 29 años pues es el que tiene más
chances de haber experimentado la transición de la primera unión conyugal.
29
menos de 1 décima parte reporta haber experimentado su primera unión conyugal.
En el grupo intermedio, 3 de cada 10 jóvenes reporta haber experimentado este
evento. En tanto que, en el último grupo, 6 de cada 10 jóvenes lo ha hecho. En El
Salvador, los datos, en el mismo orden, indican que, en promedio para los tres
grupos en riesgo, menos de 1 décima parte de los más jóvenes han experimentado
este tipo de eventos, la cifra se sitúa en 1/3 parte para el grupo intermedio y
asciende a dos terceras partes para el grupo de mayor edad.
Otro rasgo a destacar, en el perfil sociodemográfico de estos jóvenes es el
de la jefatura de hogar. Esta parece ser más común entre el contingente juvenil
costarricense expuesto a algún nivel de riesgo de exclusión social, donde en
promedio el 18% fue identificado como jefe de hogar en contraste contra el 12% en
El Salvador. La diferencia principal parece estar generada, por lo que acontece entre
el grupo de jóvenes costarricenses localizado en la zona de alto riesgo de exclusión,
donde dos décimas partes de sus integrantes fueron identificados como jefes de
hogar, siendo este el único grupo que marca la diferencia entre el patrón
costarricense y el salvadoreño respecto a este indicador. Importante subrayar que,
en Costa Rica, el promedio de estos grupos duplica la proporción de jóvenes
incluidos que ostentan la posición de jefes de hogar, en tanto que en El Salvador la
diferencia es menor, pero ello se debe en parte a lo acontecido con el grupo más
expuesto a la exclusión social. Si se aísla a este grupo, entonces, la diferencia
también se sitúa apenas por debajo del doble de la proporción que ostenta la
jefatura de hogar entre los jóvenes ubicados en la zona de inclusión social
salvadoreña.
También importante es el hecho de que la gran mayoría de estos jóvenes
aún ocupa una posición subordinada en el hogar en que residen. El 57% del
contingente juvenil expuesto al riesgo de exclusión, en alguna de sus modalidades,
en ambos países, habita en la casa de sus padres. Si se compara esta proporción
con el grupo de jóvenes identificados en la zona de inclusión social, se tiene que
sólo existe una brecha en el caso costarricense, pues en ese país el 70% de los
jóvenes de este grupo aún vive en la casa de sus padres. En El Salvador, las
proporciones entre los jóvenes en situación de exclusión y los incluidos no presenta
diferencias. Aunque se observan algunas diferencias inter-grupos, éstas no parecen
marcar diferencias sustantivas en el patrón general antes descrito.
Finalmente, el grupo de jóvenes expuestos al riesgo de exclusión que vive en
un hogar diferente al propio o en la casa de sus padres, constituye un contingente
minoritario, en ambos países, ubicándose alrededor del 15% en ambos casos.
Promedio semejante, aunque ligeramente inferior, al reportado entre los jóvenes
localizados en la zona de inclusión social salvadoreña (18%) y también levemente
superior al observado en este mismo grupo en Costa Rica (11%).
Puede cerrarse este apartado indicando que el grupo de jóvenes expuesto a
algún tipo de exclusión social se caracteriza, en promedio, porque predominan los
30
siguientes rasgos sociodemográficos: hombres, en la fase intermedia de la
transición a la adultez -18 a 24 años-, monolingües, con alto grado de desafiliación
escolar y muy baja escolaridad, que ocupan posiciones subordinadas en los
hogares donde residen y la mayoría aún vive en el hogar paterno/materno.
46
A nivel nacional, los hogares con jefatura femenina, a nivel nacional, es de 37.3% en Costa Rica y 35.6% en
El Salvador, según los datos de las encuestas de hogares procesadas. En tanto que en la zona de inclusión los
datos son, respectivamente, 30.8% y 32.5%.
31
los grupos, el nivel de cobertura de seguridad social se ubica por debajo del
reportado por los hogares incluidos. En este último grupo ese indicador cubre a 4
décimas partes de los hogares.
En Costa Rica, la situación no es menos crítica, ya que en este país la
seguridad social constituye uno de los pilares históricos de la inclusión social.
Empero los hogares de los jóvenes radicados en las zonas de exclusión social
parecen haber quedado al margen de las capacidades de inclusión desplegadas por
el Estado en materia de seguridad social. Así, en la zona de mayor exposición a la
exclusión sólo 3 de cada 10 hogares tienen a todos sus integrantes cubiertos por la
seguridad social; en la zona de vulnerabilidad social la cobertura no mejora mucho
pues poco más de una tercera parte de los hogares está cubierta. Y, en la zona
intermedia, es decir de riesgo alto, menos de la mitad de los hogares logran inscribir
a todos sus miembros en la seguridad social. En cualquiera de las tres zonas antes
indicadas en rezago con respecto a los niveles de seguridad social de los hogares
de jóvenes de la zona de inclusión social es notorio, pues en esta última ¾ partes
tienen a todos sus integrantes cubiertos por la seguridad social.
En ambos países, puede afirmarse que los hogares donde radican los
jóvenes en riesgo de exclusión social muestran una privación severa en materia de
protección por enfermedad, accidentes, envejecimiento o eventos catastróficos
relacionados con la salud (por ejemplo, enfermedades que generen incapacidad
crónica o accidentes).
En cuarto lugar, si desplazamos la mirada hacia la presencia de desafiliación
escolar precoz, aquella que acontece entre los 4 y los 14 años, se observa que este
fenómeno es prácticamente inexistente entre los hogares localizados en las zonas
de alto riesgo a la exclusión y en la de vulnerabilidad, sus proporciones son
semejantes a los reportados por los hogares de la zona de inclusión social y, muy
probablemente, se trate de casos con discapacidades severas. La excepción se
reporta en el caso de los hogares de los jóvenes de riesgo extremo de exclusión
social, donde a pesar de que la presencia de niños/niñas que no asisten a la escuela
sigue siendo muy exigua, duplica el promedio de los hogares de zonas de inclusión
social.
En El Salvador la situación es contrastante. Aquí, poco menos de dos
décimas partes de los hogares donde residen las personas jóvenes situadas en las
zonas más sensibles a la exclusión social reportan tener, al menos, un
infante/adolescente que no asiste a la escuela. La situación es ligeramente mejor
entre los hogares de los jóvenes situados en la zona de vulnerabilidad social pues
aquí es sólo una décima parte de los hogares los que reporta este tipo de privación
social.
El siguiente indicador, que también muestra otro tipo de vínculo de los
hogares con el Estado, en este caso por la vía de acceso algún programa de
transferencia de recursos públicos hacia las unidades familiares, muestra que sólo
32
una proporción pequeña de las unidades familiares donde residen los jóvenes
expuestos a algún tipo de riesgo de exclusión social mantienen este tipo de lazo
social con el Estado. De conformidad con lo esperado, la proporción de hogares que
reciben este tipo de asistencia social disminuye conforme se pasa de la zona de
mayor exposición a la exclusión hacia la de menor riesgo (vulnerabilidad), pasando
de 3 décimas a 2 décimas parte la proporción de hogares donde al menos 1
miembro recibe algún tipo de recursos por esta vía. 47
Los tres indicadores siguientes, sólo están disponibles para El Salvador, y
muestran que, contrario a lo que se suele pensar, los hogares con mayor exposición
al riesgo de exclusión no necesariamente aportan migrantes, ni reciben remesas,
en proporciones superiores al promedio nacional. Muy por el contrario, en el primer
caso, los hogares de jóvenes situados en las dos zonas más propensas al riesgo de
exclusión, se ubican por debajo del promedio nacional o apenas por encima en
cuanto a la proporción de unidades familiares que tienen algún miembro viviendo
en el extranjero.48 En el segundo caso, la proporción de hogares que recibe
remesas, las unidades familiares de los jóvenes de la zona de mayor riesgo de
exclusión se ubican por debajo del promedio de los grupos de la zona de inclusión,
en tanto que los otros dos grupos (riesgo alto y vulnerabilidad social) se ubican en
el mismo nivel que este último grupo.
Empero, donde sí parece existir una diferencia notoria entre los hogares más
propensos al riesgo de exclusión, en cualquiera de sus tres modalidades, y los
hogares situados en la zona de inclusión social es en lo relativo a la ausencia de a
figura paterna/materna o ambos en el hogar de residencia de los jóvenes. Como era
de esperarse la proporción de unidades familiares que presentan esta característica
es mayor entre los más expuestos al riesgo analizado –una cuarta parte presenta
este rasgo- y desciende ligeramente conforme se avanza en las otras zonas,
empero situándose siempre por encima de las dos décimas partes. En contraste,
este indicador está presente en el 14% de los hogares donde radican los jóvenes
en situación de inclusión social.
Finalmente, el último grupo de indicadores disponibles da cuenta de los
vínculos que los hogares establecen con el mercado de trabajo, así como con la
distribución de las cargas domésticas entre sus integrantes de cara a garantizar su
reproducción social. Iniciemos por este último punto. Para tales efectos hemos
estimado la razón entre personas ocupadas y las no ocupadas en trabajo extra-
doméstico. Este indicador muestra la dependencia del hogar respecto de los
miembros laboralmente activos. La razón oscila entre 0 y 1. Una razón de 0 indicaría
la ausencia de personas ocupadas en el hogar, lo cual podría significar tres cosas:
47
Por falta de información no se pudo estimar el peso relativo de estas transferencias dentro del ingreso total
de los hogares. Tampoco se pudo realizar estimar la proporción de hogares que reciben transferencias de este
tipo en El Salvador pues no está contemplada en la fuente de información analizada.
48
El 10% de los jóvenes situados en la zona de inclusión social reporta tener al menos 1 miembro de su hogar
viviendo en el extranjero.
33
el hogar vive de transferencias públicas o privadas (programas sociales; pensiones
-por jubilación, pensión alimenticia- de la asistencia social -apoyo de conocidos,
familiares y organismos no gubernamentales-); la manutención de sus miembros
depende, totalmente, de rentas, lo cual es muy poco probable entre hogares con
alto grado de privación social y, finalmente, la unidad familiar recurre a medios
ilícitos para obtener ingresos. En razón de que la proporción de hogares que
depende exclusivamente de transferencias públicas para atender sus necesidades
básicas es muy exigua, y considerando que estos hogares no pueden vivir de
rentas, es muy probable que una proporción de estas unidades familiares dependa,
parcial o totalmente, de la obtención de recursos económicos por medios ilícitos.49
Por otro lado, una razón de 1 indicaría que todos los miembros del hogar están
integrados al mercado laboral y, presumiblemente, generan recursos de cara a
atender las necesidades de reproducción social del hogar.
Vale la pena, para establecer el contraste, indicar que la razón de ocupados
respecto del total de integrantes de la unidad doméstica, entre los hogares de
jóvenes situados en la zona de inclusión social es, en promedio de 0.57 y 0.67 para
Costa Rica y El Salvador respectivamente. En el caso costarricense esto indicaría
que en estos hogares cada ocupado vela por generar recursos para atender sus
necesidades y la de 1 miembro más de su hogar. En el caso salvadoreño la relación
es más favorable pues indica que la carga doméstica de los ocupados es aún
inferior. Este indicador, presuntamente más favorable para el caso salvadoreño,
también podría estar reflejando que las personas ocupadas costarricenses tienen
ingresos superiores a los salvadoreños y por tanto, los hogares movilizan menos
recursos hacia el mercado laboral.
Si nos desplazamos hacia los hogares de jóvenes ubicados en las zonas de
exclusión social, observamos que las cargas descienden, hasta situarse en su nivel
más bajo de 0.25 en Costa Rica y 0.33 en El Salvador. Esto indicaría que entre los
hogares del grupo de mayor propensión a la exclusión 1 ocupado debe generar
recursos para mantenerse así mismo y a cuatro o tres miembros adicionales del
hogar, dependiendo del país. Los datos muestran que, en conjunto, la presión que
ejercen los hogares en situación de exclusión sobre sus miembros incorporados en
el mercado laboral es mayor a la observada en los hogares de jóvenes situados en
la zona de inclusión social.
Un factor que explicaría las mayores cargas familiares entre los grupos de
hogares cuyos jóvenes se encuentran en la zona de exclusión refiere a la capacidad
de absorción de los mercados de trabajo. Esto último puede observarse estimando
la tasa de desempleo a nivel del hogar. Esta tasa asume el valor de 0 cuando todos
49
No se puede determinar esto con precisión en razón de que la fuente de información no proporciona
información sobre el particular.
34
los miembros de la fuerza de trabajo del hogar tienen un trabajo y de 1 cuando todos
están desempleados.
La información presentada en el Cuadro 4, bajo análisis, indica, otra vez, que
los hogares más afectados por el desempleo son los costarricense, y en particular
los que albergan a los jóvenes de la zona de mayor riesgo de exclusión. Entre estos
la tasa de desempleo promedio es cuatro ves más alta que la reportada por el
promedio de los hogares de jóvenes de zona de inclusión social. También es alta la
tasa para los hogares de jóvenes situados en la zona de vulnerabilidad, duplicando
el promedio de los hogares de la zona de inclusión. En El Salvador, por su parte,
los hogares que reportan la mayor tasa de desempleo corresponde a la zona de
riesgo alto, al igual que el grupo más expuesto al riesgo de exclusión.
En pocas palabras, los grupos más expuestos a la exclusión social, lo están,
en parte, porque una mayor proporción de sus integrantes no logran escapar del
desempleo.
Finalmente, el último indicador sitúa como referencia al jefe de hogar, quien
presumiblemente, debería tener una mayor responsabilidad en la generación de
recursos para la manutención de los integrantes de la unidad doméstica. Aquí, de
nueva cuenta, se reproduce el patrón antes descrito. Una cuarta parte de los jefes
de hogar del grupo de jóvenes más proclive a la exclusión reportó estar
desempleado en Costa Rica. Situación un tanto menos desfavorable, pero aún alta,
es la del grupo de jóvenes localizado en la zona de vulnerabilidad social, pues aquí
el desempleo afecta al 10% de los jefes de hogar costarricenses.50 Expresado en
términos de razón entre el desempleo de los jefes de hogar del grupo de alto riesgo
de exclusión y el de los situados en la zona de inclusión social es de 8 a 1. Si se
toma al segundo grupo más afectado, el de vulnerables, esta razón es de 3 a 1.
En El Salvador el patrón es el mismo, aunque a un nivel inferior, pues es
sabido que, a diferencia del mercado laboral costarricense, el salvadoreño tiene
otros mecanismos de ajuste.51 De nueva cuenta, son los hogares de jóvenes con
mayor incidencia del riesgo de exclusión los que muestran el nivel más alto,
seguidos por los situados en la zona de vulnerabilidad y finalmente los del riesgo
intermedio de exclusión. Pero incluso entre estos últimos la razón con respecto a la
tasa de desempleo de los jefes de los hogares de jóvenes incluidos es considerable
es de 3 a 1. En el grupo más propenso a la exclusión esta razón es de 5 a 1.
En conclusión, los hogares donde residen los jóvenes expuestos a la
exclusión social muestran en Costa Rica mayor concentración de jefatura femenina,
no así en El Salvador, donde la jefatura masculina es la tónica dominante. La
50
La referencia para el contraste es la tasa de desempleo entre los jefes de hogar de la zona de inclusión
social, la cual se ubicó para Costa Rica en 3.1% y para El Salvador en 1.4%.
51
Tres de estos mecanismos lo constituyen la emigración, el autoempleo y la menor tasa de participación
laboral de las mujeres.
35
escolaridad de los y las jefas de hogar es tan baja como a la reportada por sus hijos
e hijas, logrando apenas alcanzar el 7 u 8 año de secundaria. La desprotección en
materia de seguridad social es generalizada. En Costa Rica, y es presumible que
también en El Salvador, es minoritaria la proporción de hogares que reciben algún
tipo de transferencia pública a raíz de la operación de programas sociales. 52 En el
caso de este último país, adicionalmente, los hogares con mayor exposición a la
exclusión son los que reportan menor número de integrantes del hogar viviendo en
el extranjero y reciben remesas en proporciones inferiores a otros grupos. Pero, en
contraste, estos hogares reportan una composición más desfavorable pues la
ausencia de la figura paterna y/o materna es superior. Finalmente, también
presentan cargas domésticas más desfavorables, mayor tasa de desempleo entre
sus integrantes y una mayor proporción de jefes de hogar desempleados.
52
Esta presunción se funda en el hecho de que El Salvador no dispone de un esquema amplio de programas
sociales que involucren transferencias de recursos a los hogares y los existentes tienen baja cobertura.
36
v. Conclusiones
El presente documento tuvo dos propósitos: estimar la magnitud de jóvenes
expuestos al riesgo de exclusión socio-laboral e identificar algunas características
sociodemográficas y del hogar de residencia de este contingente poblacional.
El riesgo de exclusión social se identificó a partir de la conjugación de dos
indicadores sintéticos. Uno que califica el nivel de privaciones (habitabilidad,
sociales, monetarias y consumo de electrodomésticos y bienes de alto valor
simbólico) a que están expuestos los jóvenes. Y otro que califica la condición de
exclusión laboral en razón de su modalidad de participación en el mercado de
trabajo (exclusión por precariedad salarial, autoempleo de subsistencia, desempleo
e inactividad forzada).
El proceso de estimación de la magnitud de la población joven en riesgo de
exclusión socio-laboral se realizó, en ambos países, siguiendo la misma
metodología. Adicionalmente, se desarrolló una estrategia de medición basada en
la identificación de cuatro zonas sociales. En la primera estaría comprendido el
contingente juvenil de mayor exposición al riesgo de exclusión social, denominada
zona de riesgo extremo de exclusión socio-laboral. En la segunda zona cubriría a
un contingente juvenil con un alto riesgo de exclusión socio-laboral. La tercera zona
daría cuenta de un grupo ubicado en una zona de bajo riesgo de exclusión o zona
de vulnerabilidad. Y la cuarta zona contendría al grupo poblacional no sujeto al
riesgo de exclusión social, nombrada zona de inclusión social.
Los ejercicios de medición realizados arrojan los siguientes resultados:
En Costa Rica el 20% de la población joven -15 a 29 años- está expuesta a uno
de los tres tipos de exclusión socio-laboral. En El Salvador este porcentaje se
duplica, siendo que el 40% de las personas jóvenes están expuestas a uno de
los tres tipos de exclusión social.
37
Si se observa el grupo de jóvenes con un riesgo alto de exclusión socio-laboral
, en Costa Rica el grupo representa el 6.4% del total de la población juvenil. En
El Salvador, por su parte, el porcentaje de personas jóvenes representa el 14%
del universo juvenil. En términos de género, en Costa Rica no se observan
diferencias por sexo. En tanto que en El Salvador, de nueva cuenta, los varones
jóvenes continúan mostrando mayor exposición a este tipo de riesgo de
exclusión.
38
En cuanto a la desafiliación escolar, se observa, en ambos países, una alta
proporción de jóvenes en riesgo de exclusión social no tiene vínculo con las
instituciones educativas, al no asistir a ningún centro de enseñanza -escuela-.
En el caso de los jóvenes localizados en la zona de riesgo extremo de exclusión
social las proporciones de desafiliación escolar son muy elevadas. 8 de cada 10
jóvenes costarricenses, de este grupo, se encuentran desvinculados del sistema
educativo. En El Salvador 7 de cada 10 jóvenes en riesgo extremo de exclusión
socio-laboral exhiben el mismo patrón.
La gran mayoría de las y los jóvenes expuestos a este tipo de riesgo aún reside
en hogares donde la jefatura del hogar está a cargo de otro integrante del hogar,
predominantemente, el padre o la madre, y en menor proporción, otro familiar.
Este rasgo es común a ambos países, y no muestra diferencias según el tipo de
riesgo de exclusión social. Es decir, estamos frente a un contingente juvenil que,
en su gran mayoría, no ha asumido la responsabilidad principal en la
manutención económica del hogar en el cual reside.
39
De igual manera, se pudo constatar que estos y estas jefas de hogar también
tienen bajos niveles educativos. En ambos casos, acumularon 8 o menos años
de escolaridad. Es decir, apenas si lograron ingresar a la secundaria. Como
consecuencia de ello, puede sostenerse que se está frente a hogares que han
tenido, a lo largo del tiempo, un déficit educativo que ha limitado la posibilidad
de sus integrantes de modificar su posición en la estructura social. De igual
forma, se observa un claro patrón de transmisión intergeneracional de las
desventajas educativas.
40
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noviembre.
43
ANEXO 1
I. Introducción
Aunque se buscó que todos los indicadores fueran lo más semejante entre países, no siempre
se pudo lograr una homologación total. Esto por cuanto las dos fuentes de información empleadas
–ENAHO 2016 en Costa Rica y la EHPM 2015 en El Salvador- no son del todo idénticas.
Adicionalmente, en algunos aspectos, por ejemplo, la disponibilidad de indicadores para calificar
deficiencias críticas que dan lugar a procesos de precarización laboral asalariada, la ENAHO es más
exhaustiva. De igual forma, en otros aspectos, EPHM brinda más grados de libertad al analista.
Decidimos emplear, toda vez que fue posible, la información adicional disponible en cada una de las
fuentes de información para construir indicadores de mayor validez y confiabilidad. Empero,
teniendo siempre el cuidado de que los mismos formarán parte del universo conceptual bajo análisis
(carencias forzadas, precariedad laboral, capacidad de acumulación).
En el texto indicaremos, paso a paso, los indicadores empleados para la construcción de cada
uno de los indicadores empíricos de los conceptos antes mencionados y los criterios definidos, para
cada país, a efectos de identificar carencias y déficits, según corresponda.
Las fuentes de información de referencia en este estudio nos facultan a estudiar estas carencias
en tres dimensiones:53 las referidas a las condiciones de habitabilidad de la vivienda y los servicios
básicos del hogar; la disponibilidad de ingresos para satisfacer las necesidades de sus integrantes y
la posesión de un conjunto básico de activos del hogar (electrodomésticos) y bienes/servicios
relacionados con el consumo simbólico. Se detallan a continuación los indicadores empleados en
cada dimensión y la construcción de la variable síntesis de privación social.
53
Como se indicó en el texto, conceptualmente, las dimensiones en las que deberían observarse carencias
forzadas, de cara a la medición de la exclusión social, exceden con creces estas tres dimensiones. Empero, no
disponemos de información para realizar un ejercicio exhaustivo sobre el particular. Reconocemos esta como
una limitación del presente trabajo de cara a la medición empírica de la marginación social estructural.
44
2.1 Las privaciones de habitabilidad
Como se muestra en la tabla siguiente, la medición de este tipo de privaciones alude, en sentido
estricto, a elementos relacionados con la propiedad del suelo en que está construida la vivienda, la
calidad de los materiales de la misma, la existencia de problemas de hacinamiento, así como falta
de servicios al interior de la misma (baño y servicio sanitario) y la carencia de acceso a un grupo
básico de servicios públicos (sistemas de evacuación de aguas negras y jabonosas; agua potable,
sistema de recolección de basura, electricidad).
Materiales de la vivienda
45
Indicador Costa Rica El Salvador
Servicios e Infraestructura
Pública
Agua Potable Sin acceso agua potable Sin acceso agua potable
dentro de la vivienda dentro de la vivienda
Electricidad Vivienda sin electricidad Vivienda sin electricidad
Tipo de energía empleada Cocina con leña, carbón Cocina con leña, carbón
para cocinar
Sistema Recolección de No dispone (basura la La entierran, la queman, la
basura queman, la botan en lote depositan en cualquier lugar
baldío o río, quebrada o mar)
Eliminación de excretas y Hueco, pozo negro o no tiene Pozo negro, quebrada o río, a
aguas residuales o grises sistema la calle o al aire libre
¹ Debido a la mayor densidad poblacional salvadoreña hemos utilizado un criterio diferencial, de mayor
tolerancia, para establecer el indicador de hacinamiento.
Adicionalmente, se consideró como una carencia forzada, de primer orden, la existencia de hogares
que presentaron dos déficits relacionados con la cobertura de dos instituciones proveedoras de
servicios públicos, educación y salud, en tanto que aluden a la presencia activa del Estado en el
fomento del bienestar social y su compromiso con la promoción del desarrollo humano. La carencia
46
en este indicador implica un nivel de inobservancia de las obligaciones que la sociedad le confiere
al Estado.54
54
Es posible argumentar que tres de los indicadores ubicados en la dimensión de privaciones de habitabilidad
también corresponden a situaciones donde el Estado no asume, a cabalidad, su responsabilidad de dotar de
servicios e infraestructuras básicas a sus habitantes (dotación de agua potable, electricidad y sistemas de
recolección de basura) por lo cual, estos indicadores, pueden localizarse en esta dimensión. Siendo esto cierto,
en la práctica no hace ninguna diferencia si se les ubica en la primera dimensión o en esta.
55
No se incluyó a las personas de 15 a 17 años porque estas van a ser conceptuadas como fuerza laboral. En
ese sentido, si no asisten a la escuela quedarán y no están insertas en el mercado de trabajo se les conceptuará
como “inactivos” involuntarios; en tanto que se si forman parte del mercado, se analizará si están en condición
de desempleo (abierto o encubierto), exclusión por precariedad o por autoempleo de subsistencia.
56
Podría ampliarse este indicador utilizando número de personas del hogar cuyo nivel de educación está pro
debajo de los estándares socialmente existente en la sociedad, considerando la edad de la persona y el
estándar vigente para diferentes grupos de edad. No optamos por esta estrategia pues la misma califica no
las situaciones presentes, sino las pasadas. Empero, reconocemos que es posible avanzar en esta dirección de
cara a identificar hogares expuestos a situaciones de marginación social a lo largo del tiempo.
57
En Costa Rica no se dispone de información equivalente en la ENAHO para introducir un componente similar.
47
2.3 Privación Económica
Para construir el indicador de carencias económicas nos valimos del recurso tradicionalmente
empleado en los estudios sobre pobreza, en su vertiente de línea de pobreza. En concreto,
empleamos el valor de la Canasta Básica Alimentaria, diferenciada entre zona urbana y zona rural,
para establecer un límite de privación económica extrema. Adicionalmente, se identificó, otro nivel
de privación económica “relativa”, multiplicando el valor de esta canasta alimentaria, por un factor
de expansión que hipotéticamente es indicativo del conjunto de ingresos que una persona
requeriría para atender sus necesidades básicas.58
Tanto el valor de la Canasta Básica Alimentaria, como los factores de expansión para estimar la
privación económica relativa fueron tomados de los respectivos institutos de estadística de cada
País, para el año correspondiente a la fuente de información respectiva. En la siguiente tabla se
consigan los valores correspondientes a nivel percápita.
En términos de nuestro análisis, todos aquellos hogares con ingresos per cápita59 inferiores al
valor de la línea de privación económica alta, correspondiente a la zona de residencia, son
considerados con una privación extrema. En tantos que los que poseen un ingreso per cápita inferior
a la línea de privación económica alta, presentan una privación relativa. Sin embargo, es importante
consignar que, para efectos de establecer la existencia o no de una privación, no se hace diferencia
58
Se indica que este valor es hipotético pues estudios realizados han mostrado que, por lo general, no hay
correspondencia entre tener ingresos superiores a este valor y satisfacer las necesidades básicas. Todo
dependerá de la selección del grupo de referencia que escogido para definir el “factor de expansión”, que por
lo general constituye al inverso del coeficiente de Engels del grupo de referencia. Para una discusión sobre el
particular véase Boltvinik y Hernández Laos (1999). Para una discusión general del método de línea de pobreza
empleado en América Latina véase Feres y Marenco (2001), a nivel internacional Ravallion (1998).
59
Empleamos el ingreso per cápita del hogar en la versión generada por los institutos de estadística
nacionales. Es decir, no introdujimos ninguna corrección adicional al ingreso per cápita del hogar estimado
por estos institutos.
48
entre el nivel de privación. De manera tal que todos aquellos hogares con ingresos per cápita
inferiores al nivel de privación económica baja, fueron identificados como hogares con privación.60
En la misma dirección, pero de mayor importancia, en especial para las personas jóvenes,
deriva el acceso o no, a un conjunto de bienes y servicios que marcan las propensiones del consumo
contemporáneo en nuestras sociedades. El consumo de estos bienes/servicios, afecta el sentido de
pertenencia social; y puede profundizar, incluso potenciar significativamente, el sentimiento de
privación o de aislamiento social. Nos referimos, en concreto, a un conjunto limitado, pero
significativo de bienes y servicios de consumo contemporáneo de alto poder simbólico, ya sea para
propiciar sentimiento de inclusión o exclusión social. En concreto: acceso a internet, tenencia de
computar y de dispositivos electrónicos móviles (Tabletas, celulares), así como de acceso a televisión
por cable.62
En la tabla siguiente se observan los “activos” del hogar, los bienes y servicios de consumo
simbólico que hemos podido observar. Como se podrá notar, la lista no es la misma para ambos
países.
60
No obstante, es importante diferenciar entre la magnitud de la privación pues la utilizaremos más adelante,
en combinación con otros estándares, para diferenciar entre el tipo de exclusión social al que está expuesta
la población joven.
61
Como sabemos el consumo no depende exclusivamente del ingreso de las personas, sino también de su
capacidad de endeudamiento, de ahí que sea considerado como un indicador “proxy”. Empero es esperable
que, entre los sectores de mayor marginación social, este indicador sea más confiable pues su nivel de
endeudamiento es muy limitado.
62
Aunque el ejemplo puede resultar trivial, posee un alto valor simbólico. Piénsese en el sentimiento de
inclusión que puede derivarse de tener acceso a la televisión por cable y, consecuentemente, al consumo de
una diversidad de programas altamente valorados entre las poblaciones juveniles. En el caso de los varones
jóvenes, no cabe la menor duda, ocupa un lugar central la posibilidad de consumir programas deportivos
internacionales, en especial, las ligas de fútbol de mayor prestigio internacional, cuyos partidos se trasmite,
por lo general, por medio del a televisión de paga.
49
Tabla 3 ITEMS considerados en el indicador de privación de activos y bienes de consumo
valioso del hogar¹
La construcción del indicador de privación aquí se realizó con base en una índice
factorial. Pero, antes de proceder a construir este índice se llevó a cabo un análisis de confiabilidad
del mismo. Este análisis permitió descartar un conjunto de ítems, originalmente considerados, pues
los indicadores respectivos carecían de varianza o tenían poca o ninguna relación con los ítems
finalmente incluidos en el análisis.
50
Ya que este procedimiento es de carácter iteractivo presentamos sólo el resultado final, el cual
incluyó, en el caso de Costa Rica 7 indicadores. El Alfa de Cronbach, para una escala de este tipo es
de 0.737, siendo este el mejor ajuste posible. Estos resultados habilitan a la construcción de un
índice de posesión de activos en el hogar63 incluye las variables de celular, computadora portátil,
tableta electrónica, televisión de paga, internet, televisión de plasma y automóvil. Como bien puede
observarse de este listado, ello da lugar a una escala definida, en gran medida, por la posesión de
bienes y servicios con alto valor de consumo simbólico.
El análisis factorial, dio como resultado un KMO de 0.854, y una estructura multifactorial que
identificó, después de las rotaciones, 3 factores. Se exploraron diversas opciones para simplificar la
estructura factorial sin mayor éxito. En razón de lo anterior, se decidió trabajar sólo con el primer
factor de la solución inicial, con rotación varimax, que arroja un indicador sintético que puede
explicar el 30.5% del total de la varianza observada en los datos.66
63
En todos los casos cuando se carecía del ítem respectivo se asignó el código 0, cuando se tenía se empleó
el código 1. En el caso de que en el hogar hubiese más de 1 ítem del mismo tipo (ejemplo, celulares,
televisores, equipo de sonido, computadoras), se utilizó el número de total correspondiente.
64
Para extraer el número de factores se utilizó el criterio de Raíz-característica >=1.
65
En El Salvador la lista de electrodomésticos del hogar considerada es mayor e incluye ítems como secadora
de ropa, máquina de coser, generador de electricidad, aire acondicionado, ventilador, tanque de agua o
cisterna y videojuegos. Ninguno de estos ítems resultó relevante en el análisis ya que tenían escasa varianza
o no guardaban correspondencia con el otro paquete de “activos” finalmente incluidos en el análisis.
66
Una alternativa hubiese sido la de construir dos índices de privación por separado. El primero sobre
electrodomésticos y el segundo sobre bienes de consumo de alto valor simbólico. Empero, esto hubiese roto
la uniformidad del procedimiento empleado en la comparación con Costa Rica, razón por la cual decidimos
optar por la solución señalada en el párrafo de referencia.
51
En síntesis, mediante el análisis de Componentes Principales se construyó, por separado, para
Costa Rica y El Salvador, un indicador sintético (índice) que representa la magnitud exacta de
privación en la posesión de electrodomésticos y bienes de consumo de alto valor simbólico. Estos
índices fueron reescalados para que su rango oscilara entre 0 y 1. Cuanto menor el valor del índice,
mayor la profundidad de la privación social y, en sentido opuesto, cuanto mayor el valor del índice
mayor la posesión de activos del hogar y por tanto menor el nivel de privación del hogar. El 0 implica
privación absoluta y el 1 acceso total al paquete de indicadores observado.
Este conjunto de privaciones laborales fue sometido67, como se indicó, primero a un análisis de
confiabilidad para ver la factibilidad de construir un índice sintético de precariedad laboral. El
resultado, para Costa Rica, indica que el modelo más confiable es aquel que propone la construcción
de un índice sintético con base en nueve indicadores: precariedad por forma de pago, precariedad
por falta de pago de incapacidad –enfermedad o accidente laboral-, precariedad por falta de pago
de vacaciones de trabajo, precariedad por no pago del aguinaldo, precariedad por carecer de seguro
de riesgos de trabajo, precariedad por falta de pago de la jornada extraordinaria de trabajo,
precariedad por carecer de seguridad social vía empleo, precariedad por pago de salario inferior al
67
La fuente de información de Costa Rica permite, adicionalmente, construir otros indicadores de precariedad
por razones de flexibilidad que fueron excluidos del análisis pues no tienen varianza suficiente para discriminar
a los contingentes asalariados.
52
mínimo legal, precariedad por inestabilidad laboral.68 En este caso, la confiabilidad de la escala sería
de 0.896.
Vacaciones No le pagan
vacaciones laborales
68
Los otros indicadores presentados en la tabla sobre precariedad laboral fueron, en consecuencia, excluidos
del análisis.
53
Seguro de Sin seguro --
Riesgos de
trabajo
Indicador Precariedad Costa Rica El Salvador
Seguro Social No asegurado
por medio del
trabajo
Externalización Trabajador
del contrato subcontratado --
Retribución
jornada No recibe retribución
extraordinaria adicional por pago
horas extra
Precariedad Trabaja más de 48
por jornada horas semanales
prolongada
Organización No sindicalizado, No
laboral cooperativista, No
miembro Asociación
Profesional
¹ Se refiere al salario mensual diferenciando si el trabajador es no calificado o calificado.
Se refiere a que el indicador aplica. -- se emplea para indicar no disponibilidad del indicador en
la fuente de información.
* Se refiere a un indicador compuesto que califica como deficiente al trabajo que está expuesto a
condiciones laborales inseguras sin emplear equipo de seguridad laboral y que ha reportado
enfermedades laborales por tal exposición
69
El criterio para extraer factores es el de la Raíz-característica igual o superior a 1.
70
Se empleó la técnica de análisis por conglomerados conocida como K-means y se solicitó, explícitamente,
que se clasificará a toda la mano de obra asalariada en tres grupos.
54
se pasa del nivel de no precariedad al de precariedad extrema, se reduce el salario promedio, el
nivel de escolaridad y el tamaño del establecimiento.71
Estos indicadores fueron empleados para construir un índice sintético de precariedad laboral
con base en la técnica de componentes principales. El mismo da un KMO de 0.690, y se trata de una
estructura unifactorial que explica el 47% de la varianza total de los datos.72
Este índice fue segregado en tres niveles de precariedad con base en la técnica de análisis de
conglomerados, siguiendo el procedimiento descrito previamente para Costa Rica. El resultado final
produce una distribución según la cual el 50.2% de la mano de obra asalariada se encuentra en
situaciones de no precariedad o precariedad baja; el 31.4 en niveles de precariedad salarial de
medios a altos y el 18.3% en niveles de precariedad de muy altos a extremos.
A efectos de identificar la lógica predominante, en cada país, se han empleado los indicadores
que las fuentes de información permiten construir sobre el particular. Debe tomarse en cuenta que,
en El Salvador, la fuente de información obliga a diferenciar, pues se cuenta con la información,
entre los indicadores para la producción agropecuaria.
Presentamos, primero el caso general para Costa Rica y producción no agropecuaria para El
Salvador y, al final, agregaremos los datos de la producción agropecuaria por cuenta propia para
este último país.
71
Empleamos, posteriormente, el mismo procedimiento de validación externa de la clasificación obtenida
en el análisis para el caso de El Salvador con los mismos resultados.
72
El criterio para identificar el factor es el de Raíz-característica igual o superior a 1.
55
La tabla siguiente presenta los indicadores disponibles y la lógica de codificación empleada.
56
Indicador Sistema de Códigos Costa Rica El Salvador
Ingreso - Ingreso menor mínimo
Traba. No calificado = 0 IMᵌ < 288387 IM < 252
- Ingreso mayor a un
mínimo no calificado
pero inferior a
trabajador calificado = 1 IM >= 288387 & IM >= 252 & < 504
- Ingreso igual a 1 mínimo < 576774
de trabajador calificado
pero inferior a 2
mínimos
correspondientes = 3
- Ingreso superior a 2 IM>= 576774 IM >= 504
mínimos de trabaj.
Calificado = 3
* Mínimo por calificación hace referencia al valor del salario mínimo de un trabajador calificado o
no calificado
¹ En el caso salvadoreño se reconocen tres niveles. Sin registro = 0, con registro ante la autoridad
tributaria o la seguridad social =1 , con registro en ambas instituciones = 2
² En el caso salvadoreño se reconocen tres niveles. Sin contabilidad = 0, contabilidad de ingresos y
gastos = 1, contabilidad completa = 2.
ᵌ IM = ingreso mensual
La solución final del análisis de confiabilidad de la posible escala de acumulación arrojó un Alfa
de Cronbach de 0.798. Pero la misma elimina 4 de los once indicadores identificados. Los indicadores
finalmente empleados fueron: nivel de ingreso, tamaño de establecimiento, contratación de fuerza
laboral, registro formal del negocio, uso de sistema de contabilidad formal, local independiente de
la vivienda, existencia de un ingreso fijo para retribuir al dueño/propietario.
Al introducir estos indicadores en el análisis factorial hubo que eliminar el respectivo al “local
independiente de la vivienda, pues su “comunalidad”, es decir, la covarianza respecto a los otros
indicadores, resultó con valores ínfimos. La solución factorial final arrojó una estructura unifactorial
con un KMO de 0.798.73
Este índice fue partido en tres grupos, con base en análisis de conglomerados –técnica K-
means- que representan las tres lógicas que organizan la actividad económica. Es decir, la menor
capacidad de acumulación representaría una mera lógica de autoempleo de subsistencia. La
segunda, representaría un nivel intermedio, en el cual se supera la subsistencia, pero no se genera
73
De nueva cuenta empleamos el indicador de Raíz-característica para identificar el número de factores.
57
rentabilidad suficiente para generar procesos de acumulación de capital. Y, la tercera, representaría
la lógica típicamente empresarial regida por procesos y dinámicas de acumulación de capital.
Finalmente, se tomó la decisión de que los trabajadores por cuenta propia, en su conjunto,
serían reclasificados en el nivel inferior de dicha variable, pues reflejan una situación de absoluta
subordinación y ausencia total de retribución económica. En sentido inverso, todos los empresarios
cuyos establecimientos emplean 10 o más trabajadores fueron reasignados al valor superior de esa
escala pues es esperable que, en este nivel, no esté en duda el potencial de acumulación de las
empresas, salvo en coyunturas de crisis que culminan con su quiebra.
Los resultados arrojan una distribución según la cual el 65% de los trabajadores no asalariados
están ligados a unidades productivas regidas por lógicas de subsistencia, el 25% a unidades
normadas por lógicas de reproducción básica y el 10% restante estarían orientadas por la lógica de
acumulación típicamente capitalista.
Por su parte, el análisis de El Salvador resultó más complejo pues hay que acercarse, al
resultado final, construir una variable de niveles de acumulación, realizando el ejercicio en dos
etapas. El primero, para identificar el potencial de acumulación de la fuerza de trabajo no asalariada
y no campesina. El segundo, para dar cuenta de lo mismo para el último grupo.
Se procedió a realizar el análisis factorial con estos indicadores, empero los resultados
mostraron que la “comunalidad” del indicador “usa fuerza de trabajo del hogar” era muy baja,
motivo por el que también se excluyó de la solución factorial final, misma que arrojó un KMO de
0.766, con una estructura unifactorial que da cuenta del 50% de la varianza.74
De seguido, para este grupo, se procedió a fraccionar el índice resultado del análisis de
componentes principales en 3 grupos, con base en la técnica de análisis de conglomerados -K-
means-. El primero, representa la lógica de subsistencia. El segundo la del nivel intermedio que logra
74
Se utilizó, de nueva cuenta, el criterio de extracción de factores basado en observar raíces-características
iguales o superiores a 1.
58
la reproducción simple, más no tiene potencial de acumulación. Y, el tercero, al grupo con capacidad
de acumulación. Los resultados muestran que en 70% de la mano de obra no asalariada no
campesina estaría localizada en el primer grupo. El 20% en el segundo y el 10% restante en el tercer
grupo.
Respecto al grupo de campesinos, hubo que construir un sistema de indicadores específico para
determinar su capacidad de acumulación. El sistema de codificación se consigna en la siguiente tabla
Indicador Codificación
Campesino /tenencia tierra y - Con tierra propia y título de propiedad =3
título - Con tierra propia, pero sin título de propiedad =2
- No propietario de tierra =1
Tamaño de la finca (manzanas) - Menos de 1 manzana =1
- De 1 a menos de 3 manzanas =2
- 3 manzanas o más =3
Acceso a crédito agropecuario - No solicitó o no lo recibió =1
- Solicitó y recibió crédito =2
Ingreso neto de actividad - < a 118.29 =1
agropecuaria - De 118.29 a < 236.58 =2
- De 236.58 y más =3
Usa fuerza de trabajo familiar no - Si usa =1
remunerada - No usa =2
75
Se mantuvo el criterio de Raíz-característica >= 1 para extraer factores.
59
indicaría que el 68% de este grupo de trabajadores seguirían una lógica de subsistencia, el 23% una
lógica de reproducción básica y el 9% restante la lógica asociada con la capacidad de acumulación.
En el primer, caso, se empleó una definición amplia del desempleo que considera tanto el
desempleo abierto como el desempleo encubierto. Este último definido a partir de personas
desempleadas que están disponibles para trabajar pero que han cesado de buscar empleo por
razones de mercado, es decir, porque consideran que sus búsquedas resultarían infructuosas en
razón de que el mercado de trabajo no ofrece, actualmente, oportunidades laborales a su alcance.
Desempleo abierto de 15 a 29 años que tenga bajo nivel de calificación (nivel escolar inferior
al de secundaria concluida)
Desempleo abierto de 15 a 29 años que tenga nivel de calificación intermedia (secundaria
concluida) más carezca de un título que lo faculte como técnico superior (diplomado o perito
universitario o paruniversitario) o de profesionista, siempre y cuando no estén estudiando
a nivel universitario o parauniversitario.
Desempleo abierto personas de 15 a 29 años que habiendo concluido una carrera técnica
(diplomado o perito universitario o parauniversitario), no se encuentren estudiando y
además tengan período de desempleo igual o superior a 6 meses.77
Desempleo encubierto de personas de 15 a 29 años (jóvenes disponibles para ingresar al
mercado de trabajo pero que no lo hacen por razones de mercado). En este caso no se
empleó ningún criterio de cualificación de la mano de obra pues, en los hechos, estos
jóvenes han desistido, por razones imputables a la organización y funcionamiento del
mercado de trabajo, de la búsqueda de desempleo. En sentido estricto, corresponderían a
desempleados estructurales.
En cuanto al otro tipo de exclusión del mercado laboral, la vinculada con la “inactividad-
forzada” es decir, el contingente de jóvenes que no declaran estar insertos en el mercado laboral –
76
La ENAHO costarricense sólo genera información laboral para personas de 15 años y más. Y, aunque en este
año existe un módulo de trabajo infantil, el mismo es de acceso restringido. En el caso de EHPM salvadoreña,
se recaba información laboral para personas de 5 años y más. Por razones de comparabilidad, y considerando
el propósito final de la investigación, analizar los patrones de exclusión social de la población juvenil, optamos
por trabajar con un concepto de fuerza laboral a partir de los 15 años.
77
El corte de 6 meses suele emplearse en la bibliografía internacional como punto de quiebre para diferenciar
al desempleo transitorio del desempleo estructural o de larga duración. En El Salvador se omitió el criterio de
tiempo de duración de desempleo pues esta información no está presente en la EHPM-2015.
60
ni ocupados ni desempleados-, pero que tampoco declaran ser estudiantes activos, se ubicó en este
grupo a las y los jóvenes que cumplan con el siguiente conjunto de restricciones:
Tener disponibilidad para ingresar al mercado de trabajo -sólo en el caso de Costa Rica pues
en El Salvador no se dispone de esta información-78
Tener un nivel educativo inferior al de profesionista
No tener a cargo la responsabilidad principal del trabajo doméstico (esposa con hijos) o en
su defecto, en caso de tenerlo, estar laboralmente disponible sin ninguna restricción.79
El resultado es una tipología sobre de riesgo social de los hogares basada en la intensidad de
sus las privaciones sociales. Para tales efectos se considera que un hogar tiene un grado extremo de
privaciones sociales cuando presenta la siguiente combinación de carencias:
El índice de privaciones de habitabilidad es mayor a 0 (o sea cuando tiene alguna privación ligada
a la vivienda, las condiciones estructurales de la misma o la falta de acceso a servicios públicos
básicos) y
Presenta privaciones sociales por falta de cobertura del sistema público de salud o del sistema
escolar –según lo definido previamente- y
El índice de activos del hogar inferior al valor del percentil 15 de la distribución correspondiente
a la zona de residencia (urbana o rural). Esto indica que la privación de activos y bienes de
consumo de alto valor simbólico es extrema.
78
No contar con información sobre la disponibilidad de búsqueda de empleo torna menos precisos los dos
indicadores de exclusión del mercado laboral salvadoreño.
79
En El Salvador no se pudo operar esta condición pues no hay información sobre la disponibilidad laboral de
las personas inactivas. Sin embargo, para no homologar la situación de las jóvenes responsables del trabajo
del hogar (doméstico y de cuidado). Consideramos inadecuado igualar la situación social de estas jóvenes con
la del contingente de quienes no estudian, no trabajan y no están interesados en estudiar ni en buscar empleo.
80
No se diferencia según la posición del sujeto dentro del hogar por carecer de información sobre la
distribución de recursos en las unidades domésticas.
61
El índice de privaciones económicas que lo ubica en el nivel de privación extrema.81
Por su parte, en un nivel alto, más no extremo, de privaciones sociales, se ubican aquellos hogares
que presenten la siguiente combinación de carencias:
El índice de privaciones de habitabilidad es mayor a 0 (o sea cuando tiene alguna privación ligada
a la vivienda, las condiciones estructurales de la misma o la falta de acceso a servicios públicos
básicos) y
Presenta privaciones sociales por falta de cobertura del sistema público de salud o del sistema
escolar –según lo definido previamente- y
El índice de activos del hogar igual o superior al valor del percentil 15 pero inferior al del
percentil 25 de la distribución correspondiente a la zona de residencia (urbana o rural). Esto
indica que la privación de activos y bienes de consumo de alto valor simbólico sigue siendo muy
pronunciada pues a lo sumo logran acceder a una cuarta parte del conjunto de los activos
considerados en este trabajo.
El índice de privaciones económicas que lo ubica en el nivel de privación alta.
El índice de activos del hogar igual o superior al valor del percentil 25pero inferior al del percentil
33 de la distribución correspondiente a la zona de residencia (urbana o rural). Esto indica que la
privación de activos y bienes de consumo de alto valor simbólico sigue siendo severo pues a lo
sumo logran acceder a una tercera parte del conjunto de los activos considerados en este
trabajo.
El índice de privaciones económicas lo ubica fuera de las zonas de privación crítica pero un rango
de recursos económicos que oscila entre el límite superior de la privación económica alta, de la
respectiva zona de residencia del hogar, y el doble del valor de ese límite. Esto significa que esta
zona, denominada como de vulnerabilidad social, quedaría comprendida entre los siguientes
valores del ingreso per cápita del hogar:
Tabla 7 Límites de ingreso mensual per cápita del hogar para zona de vulnerabilidad
81
Recuérdese que, para nosotros, este indicar muestra privaciones en la capacidad de consumo del hogar
como un todo.
62
Finalmente, el último grupo estaría integrado por los hogares que reportan un nivel de privaciones
muy bajo o nulo. Para quedar ubicado en este nivel se requiere que satisfacer las siguientes
condiciones:
El índice de privaciones de activos del hogar debe ser igual o superior al valor del percentil
50 de la distribución a la zona de residencia del hogar (urbano o rural).
El ingreso per cápita del hogar debe ser superior al límite superior del nivel de vulnerabilidad
social de la correspondiente zona de residencia del hogar.
No debe reportar privaciones sociales –según los estándares definidos- en el ámbito de
cobertura de salud o de educación.
El resultado final es una tipología de hogares cuya distribución, en términos relativos, se presenta
la siguiente tabla:
Esta tipología nos permite, en el mejor de los casos, identificar el nivel de riesgo social, definido
términos de la intensidad de las privaciones sociales de los hogares, más no la existencia de jóvenes
en situaciones de riesgo de exclusión social.
63
poblaciones expuestas al riesgo de exclusión. A estas franjas las hemos denominado zonas
de riesgo a la exclusión social.
La primera es la franja de jóvenes con alta exposición al riesgo de exclusión social.
Ella contiene a los jóvenes que están afectados por alguno de los cuatro tipos de
exclusión laboral y que moran en hogares con nivel extremo de privaciones sociales.
La segunda es el contingente de jóvenes con exposición “media” al riesgo de
exclusión social. Ella abarca al contingente juvenil que está afectado por cualquiera
de los cuatro tipos de exclusión y que habita en un hogar con un nivel alto de
privación social.
La tercera es el grupo de jóvenes que presentan alguno de los 4 tipos de exclusión
laboral, pero que moran en hogares ubicados en el nivel de privaciones económicas
bajas, pero con privaciones pronunciadas en el acceso a activos del hogar y bienes
de consumo de alto valor simbólico.
Y, finalmente, la zona de “incluidos”, que hace referencia a jóvenes que no están
expuestos a condiciones de exclusión laboral y que moran en hogares sin privaciones
sociales.
Esta tipología da como resultado la siguiente distribución en términos relativos-
Tabla 9 jóvenes según tipo de riesgo de exclusión social y país
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ANEXO 2
POBLACIÓN JOVEN SEGÚN RIESGO DE EXCLUSIÓN SOCIAL. POR PAÍS, SEXO Y ZONA¹
Costa Rica El Salvador
Area /Zona inclusión Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
País Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto %
Zona de Inclusión Social 506,636 81.5 528,095 82.8 1,034,731 82.2 515,759 56.4 604,830 64.1 1,120,589 60.4
Zona de alto riesgo de exclusión 42,663 6.9 37,200 5.8 79,863 6.3 144,497 15.8 127,104 13.6 271,601 14.6
Zona Riesgo medio de exclusión 40,298 6.5 40,116 6.4 80,414 6.4 141,250 15.5 122,073 12.9 263,323 14.2
Zona de vulnerabildiad 32,270 5.1 32,116 5.0 64,386 5.1 112,130 12.3 88,951 9.4 201,081 10.8
Total 621,867 100.0 637,527 100.0 1,259,394 100.0 913,636 100.0 942,958 100.0 1,856,594 100.0
URBANO
Zona de Inclusión Social 381,600 84.1 391,515 83.6 773,115 83.9 369,700 66.4 405,356 70.3 775,056 68.3
Zona de iesgo de exclusión 26,099 5.8 25,843 5.6 51,942 5.6 66,880 12.0 61,788 10.7 128,668 11.3
Zona Riesgo medio de exclusión 23,570 5.2 27,707 5.9 51,277 5.6 67,719 12.1 63,162 10.9 130,881 11.6
Zona de vulnerabildiad 22,274 4.9 23,102 4.9 45,376 4.9 52,706 9.5 46,685 8.1 99,391 8.8
Total 453,543 100.0 468,167 100.00 921,710 100.0 557,005 100 576,991 100.0 1,133,996 100.0
RURAL
Zona de Inclusión Social 125,036 74.2 136,580 80.7 261,616 77.5 146,059 41.0 199,474 54.5 345,533 47.8
Zona de iesgo de exclusión 16,564 9.8 11,357 6.7 27,921 8.3 77,617 21.7 65,316 17.8 142,933 19.8
Zona Riesgo medio de exclusión 16,728 9.9 12,409 7.3 29,137 8.6 73,531 20.6 58,911 16.2 132,442 18.3
Zona de vulnerabildiad 9,996 5.9 9,014 5.3 19,010 5.6 59,424 16.7 42,266 11.5 101,690 14.1
Total 168,324 100.0 169,360 100.0 337,684 100.0 356,631 100.0 365,967 100.0 722,598 100.0
¹ Elaboración propia con base en datos de la la ENAHO 2016 para Costa Rica y de la EHPM 2015 para El Salvador
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