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Religión muisca

La religión muisca es una manifestación religiosa practicada por los muiscas desde la época
prehispánica hasta la actualidad, puesto que diversos grupos de reconstruccionismo pagano
buscan revivir la cultura muisca en sus diferentes dimensiones, incluyendo la dimensión espiritual.

Mitología

La mitología muisca en la actualidad es una fusión de los relatos dejados por los españoles de los
siglos XVI y XVII con las reinterpretaciones que los actuales descendientes de los muiscas han
hecho de sus creencias. De acuerdo con esto, han dividido la historia del mundo en nueve edades,
o eras:

Unquyquienxie

La primera edad del mundo es llamada Unquyquienxie, o Unquynxie, que significa "antes de todas
las cosas".[1] En ese momento sólo existía Fihizca, el alma y el aliento del Universo, en medio de la
oscuridad y del silencio. Fihizca permanecía dormido, pero cuando despertó, surgieron en su
pensamiento Bagüe, la Gran Abuela, y Chiminigaghoa, el Gran Abuelo.[2]

Sas Quyhynuca

La segunda edad del mundo es llamada Sas Quyhynuca, o Sas Quyhyna, que significa "antes de
todo" (literalmente, "antes antes").[3] Durante esa edad, Bagüe y Chiminigaghoa se encontraban
en el Tomsa, que es el ombligo del Universo. Bagüe y Chiminigaghoa copularon, y del roce de sus
cuerpos se produjo el sonido del siseo de la serpiente. De ese acto creador surgió Chiminigagua,
que es la "Luz de la Luz", y que contiene ambos principios, el masculino y el femenino.[4]

Chiminigaghoa le dio a Chiminigagua dos semillas de quinua, y Bagüe le dio cuatro semillas de
maíz de distintos colores. Después, del interior de Chiminigagua salieron dos aves negras llamadas
tymanso, un macho y una hembra, de cuyos picos salieron unos rayos de luz que esparcieron por
todo el Universo. La tymanso hembra llevaba las semillas de maíz en su pico, y el tymanso macho
las de quinua. Primero salió la tymanso hembra, que dio una vuelta en espiral, surcando la
inmensidad, y arrojó la semilla de maíz negro, llamado aba chyscamuy; y Chiminigagua sopló sobre
la semilla una parte de su fihizca, es decir, de su aliento, y así se formó el remolino del Norte, del
que nació Hicha, la diosa de la tierra. Después, la tymanso dio una segunda vuelta en espiral y
arrojó la semilla de maíz amarillo, llamado aba tyba, y Chiminigagua sopló una parte de su fihizca
sobre la semilla y así se formó el torbellino del Este, del que nació Fiba, el dios del aire y del viento.
Luego, la tymanso dio una tercera vuelta en espiral y arrojó la semilla de maíz blanco, llamado aba
fuquie pquyhyza, y Chiminigagua sopló una parte de su fihizca sobre la semilla, y así se formó el
torbellino del Sur, del que nació Gata, el dios del fuego. Finalmente, la tymanso dio una cuarta
vuelta en espiral y arrojó la semilla de maíz rojo, llamado aba sasamuy, y al soplar Chiminigagua
una parte de su fihizca sobre la semilla, se formó el torbellino del Oeste, del que nació Sie, la diosa
del agua.[5]
Después salió el tymanso macho, y luego de dar una vuelta en espiral por la inmensidad esparció
las dos semillas de quinua al interior de Tomsa. Y Chiminigagua sopló una parte de su fihizca sobre
las semillas de quinua, y al hacerlo nacieron Nyiagena, dios del oro y de lo que está arriba, y
Chuecutagua, diosa de las esmeraldas y de lo que está abajo.[5]

Zaita Caguequa

La tercera edad del mundo es llamada Zaita Caguequa, o simplemente Zaita, que significa "lo que
existió al principio del Universo".[6] En esta edad, los dioses dieron forma a Quyca ("el Mundo"), a
Guatquyca ("el mundo de arriba") y a Tynaquyca ("el mundo de abajo"), y bajo Muysquyca ("la
tierra de los muiscas") pusieron grandes troncos de guayacán. Después, los dioses primordiales
iniciaron una danza ceremonial alrededor de Tomsa, en cuya concavidad escupió cada uno una
parte de su fihizca. Cuando el Tomsa estuvo lleno, se batió con una chuia hasta que estuvo en su
punto.

Luego de un tiempo, comenzaron a nacer del Tomsa los dioses gigantes. El primero fue Chaquen,
dios de los límites y de los términos que preside las peregrinaciones, las ceremonias, las fiestas
sagradas y la guerra. El segundo fue Nemcatacoa, también llamado Fo, dios de la embriaguez, la
irreverencia, la música y la danza. El tercero fue Guahaioque, dios de la muerte. La cuarta fue
Fahaoa, diosa de la neblina y de las nubes. La quinta fue Hichu, diosa del hielo y de la nieve. El
sexto fue Pquahaza, dios del rayo. El séptimo fue Cuchavira, dios de la medicina y del arcoíris,
mediador entre dioses y hombres. A él lo invocaban las mujeres cuando entraban en labores de
parto. El octavo fue Chibchachum, también llamado Chibchacum, dios protector de los muiscas, y
en especial de los gobernantes y de los comerciantes.

Zaitania

La cuarta edad del mundo es llamada Zaitania, que significa "antiquísimamente".[1] En esa edad,
Chibchacum plantó en la tierra dos semillas: una de quinua y otra de maíz. Sobre cada una
infundió parte de su fihizca (aliento). De la semilla de quinua nació un hombre de piel dorada, al
que Chibchacum llamó Sua; y de la semilla de maíz nació una mujer de piel plateada, a la que
Chibchacum llamó Chie. Eran muy fuertes y tuvieron una larga vida, pero, después de muchos
Bxogonoas (eras), cuando estaban a punto de morir, Chibchacum se compadeció de ellos y decidió
inmortalizarlos. A Sua lo convirtió en el dios del Sol, y a Chie en la diosa de la Luna.

Sasbequia

La quinta edad del mundo es llamada Sasbequia, que significa "antiguamente", "más tiempo que el
pasado". Durante esta edad, Chibchachum hizo dos figuritas de barro, y las arrojó a la Laguna de
Iguaque. Tiempo después, salió de la laguna una mujer llamada Bachué, a la que los muiscas se
refieren afectuosamente como Furachogue ("mujer buena"). Bachué llevaba de la mano a un niño
de tres años,. Cuando este niño creció, copuló con Bachué y tuvieron muchos hijos, a los que les
enseñaron a honrar a los dioses. Mucho tiempo después, cuando Bachué y su esposo habían
envejecido, se transformaron en dos grandes serpientes y volvieron a la Laguna de Iguaque,
internándose en lo profundo de las aguas.[7]

Fanzaquia

La sexta edad del mundo es llamada Fanzaquia, que significa "antiguamente", "hace mucho
tiempo". Durante esa edad, los muiscas habían olvidado las buenas enseñanzas de Bachué. Vivían
aconsejados por una mujer de extraña belleza llamada Huitaca, hija de la diosa Chie. Huitaca les
aconsejaba vivir en la lujuria, el libertinaje, las fiestas y las borracheras. Pero además, les inducía a
blasfemar contra el dios Chibchacum, por lo que éste se indignó al punto de que decidió castigar a
los muiscas con una gran inundación.

Chibchachum hizo nacer los ríos Sopó y Tivitó, cuyos caudales unió al río Funza (río Bogotá) hasta
que la sabana quedó completamente inundada. En ese momento, cuando todo parecía perdido
para los muiscas, llegó del Oriente un hombre de piel blanca, con barba igualmente blanca,
llamado Bochica, quien con un báculo de oro, al lanzarlo hacia unas rocas, abrió una salida para el
agua, el Salto del Tequendama, de modo que la Sabana de Bogotá quedó libre de la inundación.
Bochica, para castigar a Huitaca, la convirtió en una lechuza, y a Chibchachum lo condenó a cargar
la tierra sobre sus hombros, por lo que cada vez que cambia de hombro para descansar, la tierra
tiembla.[8]

Bochica, también conocido por otros nombres como Nemquerequeteba o Zuhe, recorrió gran
parte del territorio muisca predicando doctrinas morales y enseñando las artes de la civilización,
hasta que llegó a Suamox (Sogamoso), donde estableció el Zybyn sagrado de Iraca, y dejó allí a su
sucesor. Poco antes de morir, fue trasladado al cielo, y desde entonces Suamox fue considerada
una tierra santa, y las reliquias que dejó Bochica, como una huella de su pie, fueron veneradas por
los muiscas.

Sasia

La séptima edad del mundo es llamada Sasia, que significa "antiguamente". En esa edad se
establecieron los sucesores de Bochica y los Zipas y Zaques míticos. A esta edad corresponden
personajes como Goranchacha (el Hijo del Sol), Hunzahúa, Tomagata (el "Cacique Rabón"),
Tutasúa, Menquetá y Meicuchuca, entre otros.

Fanxie

La octava edad del mundo es llamada Fanxie, que significa "todavía",[9] y corresponde a los
tiempos modernos, incluyendo a los últimos Zipas y Zaques, así como a los gobernantes de Iraca y
Tundama que estaban al momento de la llegada de los españoles.
Fasynga

La novena edad del mundo es llamada Fasynga, que quiere decir "el futuro",[10] "lo que está por
venir".[10]

Sacerdocio

Los chyquy

Los sacerdotes muiscas eran llamados chyquy.[11] Eran los responsables de dirigir las principales
ceremonias religiosas. Siempre eran hombres y no se les permitía casarse ni tener ningún tipo de
contacto sexual. Vivían recluidos en los templos, y si alguno violaba su castidad, era destituido de
su ministerio. Eran muy respetados por la comunidad y consultados para solucionar toda clase de
problemas. Comían y dormían muy poco, y hacían frecuentes ayunos. Pasaban la mayor parte de
las noches mascando hayo y hablaban muy pocas veces, sólo en lo necesario. La práctica del
mambeo era muy importante entre los chyquy, ya que los ayudaba a permanecer en constante
estado de vigilia. [12]

La sucesión del poder entre los sacerdotes era igual que entre los gobernantes civiles, es decir, que
era el sobrino hijo de la hermana el que heredaba el ministerio.[13]

El proceso de aprendizaje de los chyquy era muy riguroso. El novicio debía permanecer desde su
infancia recluido durante doce años dentro de un templo destinado a la enseñanza, llamado Cuca,
donde era encomendado bajo la tutoría de un chyquy anciano. No podía consumir sal ni ají. Una
vez concluidos los doce años de aprendizaje, se le horadaban la nariz y las orejas para colocarle
zarcillos y narigueras de oro. En la ceremonia de iniciación era acompañado por toda la comunidad
hasta una fuente o quebrada de agua cristalina donde debía bañarse todo el cuerpo para luego
vestirse con mantas nuevas. Luego se dirigía a la casa del gobernante civil de la localidad, quien lo
investía otorgándole un poporo de oro, la mochila para cargar el hayo y algunas mantas nuevas.
De este modo, el nuevo chyquy podía ejercer su oficio dentro de los límites de su territorio, pues
cada poblado tenía su propio chyquy. Posteriormente se hacía una fiesta que duraba varios días,
donde se hacían danzas rituales, sacrificios de animales, ofrendas a los dioses, y se bebía
abundante chicha.[14]

Los chyquy se encargaban del entierro de los gobernante civiles, pero sólo ellos podían acudir, y el
lugar del entierro era siempre secreto. Si alguien era descubierto espiando, esa persona era
amarrada a una viga y ejecutada con una ráfaga de flechas.[15]

Los mohanes
Los mohanes, o mojanes, eran sacerdotes libres e informales, alejados de los templos y centros
religiosos. Se asentaban sobre todo en cuevas y a orillas de los ríos, entre los matorrales. Cargaban
mochilas con hojas de coca, una escobilla y un hueso de venado pintado con el que aspiraban el
polvo de yopo. Se untaban el cabello con ceniza y cubrían sus cabezas con pieles de animales
cuando danzaban.[13]

Lugares sagrados

Además de los templos, los muiscas consideraban sagrados a muchos sitios naturales como
montes, cerros, peñas, lagunas, bosques, ríos, árboles y fuentes de agua, entre muchos otros, a los
que veneraban, no sólo por considerar que allí habitaba alguna divinidad, sino también porque
creían que había lugares estratégicos para el equilibrio de la naturaleza. También consideraban
sagradas a ciertas avenidas por las que decían que había transitado Bochica, y al territorio de
Suamox, donde había muerto y delegado su sucesión.

Bosques sagrados

Los muiscas consideraban a ciertos bosques como sagrados, de modo que no osaban cortar ni un
árbol, ni siquiera una rama de aquellos bosques, pues decían que estaban consagrados a los
dioses.[16]

Plantas y árboles sagrados

Algunas de las plantas y árboles sagrados para los muiscas son los siguientes:[17][18]

Tijiqui

Tabaco

Arrayán

Nogal

Guayacán

Lagunas sagradas

Aunque todas las lagunas eran consideradas sagradas en algún sentido, las más importantes son
las siguientes:

Laguna de Iguaque: Fue la laguna de la que, según el mito, salieron Bachué y el niño con el que
luego ella se desposaría. Tiempo después, volvieron a internarse en las aguas de la laguna,
transformados en serpientes.

Lago de Tota: En este lago, según las leyendas locales, habita el Monstruo del Lago de Tota.

Las siete lagunas sagradas de la ceremonia de "Correr la Tierra", son las siguientes:[19]
Laguna de Ubaque

Laguna de Teusacá

Laguna de Guaiaquiti

Laguna de Tibatiquica

Laguna de Siecha

Laguna de Guasca

Laguna de Guatavita

Tierra sagrada de Suamox

Los muiscas consideraban que el territorio de Suamox (actual Sogamoso) es una tierra sagrada,
debido a que allí murió Bochica, quien además instituyó que el chyquy de Suamox sería su sucesor
y heredero de sus enseñanzas. Los chyquy de Suamox hablaban una lengua secreta que sólo ellos
conocían, y que les había transmitido el mismo Bochica.[13]

Avenidas sagradas

Los muiscas tenían ciertas calles o avenidas a las que consideraban sagradas, pues decían que por
allí había caminado Bochica. Nadie podía pisar esas avenidas, sino sólo los máximos dignatarios. Al
pueblo sólo se le concedía ese honor durante los días de algunas ceremonias religiosas. El cronista
Fray Alonso de Zamora cuenta que una de esas avenidas, ubicada en el Valle de Sogamoso, tenía
cien leguas de longitud.[20]

Templos

Los templos muiscas eran construcciones circulares con techo de paja, paredes recubiertas con
esteras, algunas veces pintadas, y el suelo cubierto con paja seca y blanda. Las construcciones
estaban sostenidas por troncos de guayacán traídos de los Llanos Orientales que eran hincados en
grandes huecos a los que se arrojaban esclavos vivos; la parte del tronco que se adentraba en la
tierra tenía forma cónica. El interior de los templos era muy oscuro, ya que el único acceso que
tenían era una puerta baja. Por fuera estaban rodeados por una cerca de madera provista de
varias puertas de cañas delgadas asidas por cordeles de cabuya.[21]

A los templos muiscas acudían hombres y mujeres para solicitar favores de los dioses y hacer
ofrendas. También eran los sitios de enterramiento de los chyquy, quienes vivían en su interior.
[22] Adentro tenían muchas estatuas de los dioses y de los antepasados elaborados en madera,
arcilla blanca, cera, tejidos, oro y plata, siempre dispuestos en pareja de hombre y mujer y
vestidos con mantas de algodón pintadas con múltiples colores.
Los muiscas distinguen tres tipos de casas ceremoniales: los Qusmhuy, los Tchunsua,[23] y la Cuca.

Tchunsua: Casa ceremonial de naturaleza solar

Qusmhuy: Casa ceremonial de naturaleza lunar.

Cuca: Seminario donde se impartía instrucción a los futuros chyquy, y en algunos casos también a
las autoridades civiles.

Ofrendas, libaciones y sacrificios

Ofrendas con tunjos

Las ofrendas ofrecidas a los dioses por los muiscas consistían principalmente en tunjos de oro,
plata y cobre con formas antropomorfas o de animales como serpientes, ranas, lagartijas,
mosquitos, hormigas, gusanos, tigrillos, monos, mariposas y aves, entre otros, además de
diademas, brazaletes, vasos y casquetes, muchas veces adicionándoles esmeraldas.[24]

Libación de agua y sahumerios

Una forma de ofrendar a los dioses era libando agua al interior del templo, y encendiendo
sahumerios. Esto se hacía en determinadas horas, que se consideraban propicias, y cada hora era
cantada por el chyquy.

Sacrificios de animales

Los animales usados para los sacrificios eran principalmente aves. La sangre era derramada sobre
el suelo del templo atando todas las cabezas de las aves y dejándolas colgadas.

Sacrificios humanos

Los sacrificios humanos se daban bajo dos condiciones:

La primera condición era que si en guerra contra algún pueblo enemigo capturaban a un
muchacho por cuyo aspecto se presumiera que era virgen, a éste lo llevaban luego a un templo
donde era sacrificado en medio de aclamaciones y cánticos.

La segunda condición bajo la que se permitían los sacrificios humanos era que el sacrificado fuera
uno de los muchcachos a los que llamaban moxas, o mojas. Cada cacique tenía un moxa, y algunos
dos. Estos eran jóvenes comprados a treinta leguas del territorio muisca, en un lugar llamado
"Casa del Sol". Se compraban siempre en edades de 7 a 8 años, a precios muy altos, pues se creía
que podían hablar con el Sol y recibir sus respuestas. Eran tenidos en gran veneración, y siempre
se les cargaba en hombros. Cuando llegaban a la pubertad, eran sacrificados y su sangre ofrecida a
los dioses, pero si habían tenido relaciones sexuales, se los dejaba libres, pues se pensaba que su
sangre ya no valía para nada.[25]

En ambos casos, el modo de sacrificio era el siguiente:

Antes del amanecer, se conducía al joven a la cima de una montaña mirando hacia el Oriente.
Llegados al puesto de sacrificio, se iniciaba una ceremonia en la que se cantaban himnos a los
dioses. Al joven se lo tendía en una manta sobre el suelo, y allí era degollado con un cuchillo de
caña. La sangre era recogida en una totuma y luego untada en unas piedras sagradas en las que
debían dar los primeros rayos del Sol. El cuerpo del difunto era enterrado algunas veces en cuevas
o sepulturas, pero otras veces era dejado a la intemperie para que se lo "comiera" el Sol.[26]

Ritos y ceremonias

Ritos funerarios

El cronista Fray Pedro Simón relató cómo los muiscas: «No desamparaban sus enfermos como lo
hacían otras naciones cuando estaban en el artículo de la muerte, pues antes se juntaban muchos
a verle morir, hasta que había expirado». Por otra parte, «tenían por dichoso al que moría de
algún rayo o por accidente o muerte repentina, porque había pasado sin dolores esta vida».[27]
Este cronista describe además diferentes formas de enterramiento. Unas veces se secaban los
cuerpos de los difuntos a fuego lento sobre fogones; otras, eran enterrados dentro de templos o
bohíos; y otros eran enterrados directamente en los campos, envueltos en una manta, y sobre su
sepultura se sembraba un árbol. Juan de Castellanos agrega que en señal de duelo, durante los
entierros se ponían mantas pintadas de color rojo, e incluso muchos se teñían también los cabellos
con bija roja.[28]

El duelo continuaba seis días con encuentros familiares, en medio de cantos a la memoria del
difunto, música, coca, chicha y bollos de maíz, como refiere Fray Pedro Simón: «La gente más
honrada lloraba sus difuntos otros seis días después de enterrados, y aun les hacían por algunos
tiempos sus aniversarios, convidando para éstos sus deudos y parientes que juntos lloraban al
difunto al son de unos tristes instrumentos y voces que cantaban en endechas los grandes hechos
del difunto. Alegrábanse al último con chicha y mascando hayo (...) La gente ordinaria convidaba
para estos llantos, y con bollos de maíz que daban al fin de ellos a los convidados, quedaban
acabadas las exequias».[29]

Ceremonia de El Dorado

En la ceremonia muisca de El Dorado, o Eldorado, que tenía lugar en la Laguna Sagrada de


Guatavita, el Psihipqua tomaba posesión del trono del Zipazgo, con lo que adquiría la dignidad de
Zipa. La descripción que en 1636 hizo el cronista Juan Rodríguez Freyle en su libro Conquista y
Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada, más conocido como El carnero, recoge el testimonio
de algunos muiscas que habían vivido antes de la llegada de los españoles.
Después del proceso previo por el que tenía que pasar el Psihipqua, heredero del trono del
Zipazgo, éste debía ir a la Laguna Sagrada de Guatavita a ofrendar a los dioses. En la orilla de la
laguna estaba preparada una balsa de juncos, aderezada y adornada de manera vistosa. En la balsa
había cuatro braseros encendidos en los que se quemaba mucho moque, que era el sahumerio de
los muiscas, y trementina, con otros muchos y diversos perfumes. Alrededor de la laguna
permanecían, como espectadores, toda la nobleza, los principales gobernantes y muchos vasallos,
así como los güechas (guerreros) y los chyquy (sacerdotes), adornados cada uno con sus mejores
galas y con muchas antorchas encendidas a la redonda. Cuando llegaba el Psihipqua, lo
desnudaban completamente, le untaban en todo el cuerpo aceite de trementina y lo
espolvoreaban con oro en polvo, de tal manera que su cuerpo quedaba totalmente dorado. Luego
se subía en la balsa, en la cual iba de pie, y a sus pies ponían un gran montón de tunjos de oro
(figurillas que representaban a los dioses) y esmeraldas, como ofrendas para los dioses. En la balsa
entraban los cuatro principales Uzaques (nobles de sangre pura), también desnudos, y cada cual
llevaba su ofrecimiento. Una vez que partía la balsa, muchos hombres que estaban en la orilla
comenzaban a tocar instrumentos musicales: cornetas, fotutos, entre otros, y todos los asistentes
aclamaban al Psihipqua hasta que la balsa llegaba al centro de la laguna. En ese momento, se
alzaba una bandera, que hacía la señal para el silencio. Entonce el Psihipqua hacía su ofrecimiento
a los dioses, arrojando todo el oro y las esmeraldas a la laguna, y los Uzaques que iban con él
hacían lo mismo con sus ofrecimientos. Después, el Psihipqua se sumergía en el agua para que el
oro en polvo se desprendiera también como ofrecimiento a los dioses. Cuando acababan, se
bajaba la bandera, que durante el ofrecimiento había permanecido alzada, y partiendo la balsa de
nuevo hacia la orilla, se alzaba un griterío con música y danzas alrededor de la laguna, con lo que
quedaba investido el nuevo Zipa.[30]

Festividades

Las festividades muiscas estaban asociadas principalmente al ciclo agrícola y al ciclo de la vida.
Gonzalo Jiménez de Quesada cuenta en su Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada:
«Es gente muy perdida por cantar y bailar a su modo y eso son sus placeres».[31] Según el cronista
Juan Rodríguez Freyle, en las fiestas muiscas no podía faltar la chicha: «La mayor prevención era
que hubiese mucha chicha que beber para las borracheras que se hacían de noche».[32]

Sobre sus cantos, música y bailes donde se mezclaban risas y llantos, ritmos tristes y alegres, dice
Lucas Fernández de Piedrahita: «gastaban mucha cantidad de chicha; danzaban y bailaban al
compás de sus caracoles y fotutos; cantaban juntamente algunos versos o canciones que hacen en
su idioma y tienen cierta medida y consonancia, a manera de villancicos y endechas de los
españoles. En este género de versos refieren los sucesos presentes y pasados y en ellos vituperan
o engrandecen el honor o deshonor de las persona a quienes los componen; en las materias
graves mezclan muchas pausas y en las alegres guardan proporción, pero siempre parecen sus
cantos tristes y fríos, y lo mismo sus bailes y danzas, mas tan acompasados que no discrepan un
solo punto en los visajes y movimientos, y de ordinario usan estos bailes en corro, asidos de las
manos y mezclados hombres y mujeres».[33]

Fiestas de la siembra y de la cosecha

Lucas Fernández de Piedrahita, en su Historia general de las Conquistas del Nuevo Reino de
Granada, dejó una detallada descripción de las fiestas de la siembra y de la cosecha que
celebraban los muiscas: «Otra de las ceremonias más ostentosas que hacían eran las procesiones,
a que asistían sus reyes o caciques, respectivamente, en ciertos tiempos del año, especialmente en
el de las siembras o cosechas, y formábanse éstas en ciertas avenidas anchas de a más o menos de
media legua de longitud. Las personas que salían en ellas (sin que entre en cuenta la innumerable
multitud de gente que concurría a verlas) serían de diez a doce mil, que la noche antes se lavaban
los cuerpos para ir el día siguiente más decentemente adornadas».[34]

Pintados de rojo y negro y disfrazados de animales comenzaba el carnaval: «Dividíanse en


cuadrillas y parcialidades con diferentes trajes y disfraces, arreados de patenas de oro y otras
diferentes joyas que abundaban, aunque todos convenían en llevar pintados los cuerpos de vija y
jagua (rojo y negro). Unos iban representando osos, otros en figura de leones (pumas andinos) y
otros de tigres (esto es, cubiertos con sus pieles), y (…) otras muchas representaciones de animales
diversos. Iban los sacerdotes con coronas de oro en forma de mitras, a quienes seguía una
prolongada cuadrilla de hombres pintados, sin disfraz ni joya alguna sobre sí, y éstos llorando y
pidiendo al Bochica y al Sol mantuviesen el estado de su rey o cacique y le otorgasen la súplica y
ruego a que había dispuesto aquella procesión, para lo cual llevaban puestas máscaras con
lágrimas, retratadas tan a lo vivo que eran de ver». Le sorprende a Piedrahita que después de los
que rogaban, pedían y lloraban seguía la procesión con otra comparsa de risas, bailes y alegrías
que celebraba los favores concedidos: «era lo más gracioso de todo, que luego inmediatamente
entraba otra caterva dando los unos grandes risadas y saltando de alegría, y diciendo los otros que
ya el Sol les había concedido lo que los delanteros le iban pidiendo con lágrimas, de suerte que de
las risadas, lloros y gritos, se componía una barahúnda tal cual se deja entender (…) en pos de
aquella alegría desacompasada iban otros con máscaras de oro disfrazados y con las mantas
arrastrando por el suelo en forma de cauda (…) con el fin da barrer la carrera para que otros
danzasen, pues les iba casi pisando las mantas otra gran muchedumbre de ellos ricamente
adornados, bailando y cantando al compás triste y flemático de sus maracas y flautas, y tras ellos
otros y luego otros, y tantos con diferentes invenciones, que no es fácil reducir a la pluma la
diferencia de sus cuadrillas y galas, más propias de pandorgas dispuestas para la ociosidad que de
procesiones dedicadas a la religión».[35]

Cerraba la procesión el cacique, ataviado con los mejores adornos, el poder se escenifica: «El
último lugar llevaba el rey o cacique con el más costoso adorno y majestad que le era posible, y
aunque era crecidísimo el número de gentes que le seguían y la diferencia de los trajes en que
iban, denotaba ser parcialidades distintas (…) y lo que no parecerá creíble (…) era la gran cantidad
de oro que iba en ellas en tan distintas joyas, como eran máscaras, mitras, patenas, medias lunas,
brazaletes, ajorcas y figuras de varias sabandijas (…) por muy de mañana que se diese principio a
esta fiesta no se hacía poco en volver a la noche con la procesión a palacio, donde se gastaba de su
chicha». Termina su relato el cronista consignando la dificultad que tuvieron para acabar con esta
popular fiesta muisca: «Estas procesiones se continuaron por muchos años después de
conquistado el reino, y ninguna ceremonia se desarraigó de sus naturales con tanta dificultad
como ella».[36]

Fiestas de los caciques

En los meses correspondientes (según el calendario occidental) a enero, febrero y parte de marzo,
tenían lugar unas festividades en las que se convidaban alternativamente unos caciques a otros.
En dichas festividades, según cuenta Fray Pedro Simón: «Asíanse de la mano hombres y mujeres
haciendo corro y cantando canciones, ya alegres ya tristes, al son de flautas y fotutos; tenían en
medio las múcuras de chicha de donde iban esforzando, duraba esto hasta que caían embriagados
y tan excitados de la lujuria del calor del vino, que cada hombre y mujer se juntaban con el
primero o primera que se encontraba porque para esto había general licencia en estas fiestas, aún
con las mujeres de los caciques y nobles (…) así pues por virtud de la unión real de los seres
humanos las plantaciones crecerían y fructificarían mejor».[37]

Fiestas de la construcción de cercados

Igual de festivo era el transporte de las piedras y de los grandes postes necesarios para construir
los cercados, donde tampoco faltaba la chicha, los cantos, los adornos y la pintura corporal, como
relata Piedrahíta: «juntando a un tiempo la voz, los píes y las manos al compás de la voz de uno
que les sirve de guía, a la manera que saloman los marineros en los navíos, y es para ellos este
ejercicio de tanto gusto que lo tienen por fiesta, y para entonces se ponen penachos de plumas y
medias lunas; píntanse y arréanse, y llevan mucha cantidad del chicha que beben».[33]

Fiestas de la inauguración de cercados

Fray Pedro Simón relata que: «Después de acabado el cercado, convidaba el cacique a todo el
pueblo para una gran borrachera que duraba muchos días, en que había muchos juegos, bailes y
entretenimientos». Mientras dura la fiesta, y continuando con la mezcla de tristezas y alegrías, de
celebración de la vida y de la muerte entre los muiscas, dos hombres mayores permanecían en la
entrada, desnudos, cubiertos por una red, ayunando y tocando una música melancólica que
recordaba la inevitable realidad de la muerte a los alegres festejantes: «estaban a la puerta del
cercado, desde la mañana hasta la noche, sin comer ni beber, dos indios, ya en edad mayores,
desnudos todo el cuerpo, en pie, cubiertos con una red grande de coger pájaros, tañendo con unas
flautas y haciendo una música melancólica y triste para significar con aquello más al vivo lo que
representaban estando allí con aquella postura, que era la muerte. Porque decían que la red era
instrumento suyo, pues mataban con ella las aves; el estar desnudos representaba, cómo deja a
los hombres cuando los acomete, pues quedan desnudos de todas sus cosas de esta vida; y a lo
mismo aludía el no comer ni beber en todo el día, pues también los privan de eso. De lo que era
bien se acordasen en todos los juegos, fiestas y entretenimientos, y por eso estaban a la puerta de
la fiesta para que antes de ella, se le representasen a todos los que se hallaban en ellas, que
habían de morir». Risas y llantos siempre estaban juntas alternándose en las ceremonias: «Y aun
entre los regocijos de dentro había indios con instrumentos que hacían músicas tan tristes, que
incitaban a llorar a todos, de rato en rato, en medio de los regocijos y bailes. Usaban todos los
indios estas fiestas siempre que estrenaban casas nuevas». De estas fiestas hacían parte integral
las carreras por avenidas que salían del cercado: «Para más solemnizar estas fiestas de la
dedicación de sus casas, los caciques ordenaban que algunos mozos de buena disposición
corriesen cierta distancia (…) algunas veces de más de cuatro leguas (…) yéndose aventajando a los
demás los más valientes, volvían más presto a la casa de donde habían salido, donde les iba
premiando el cacique su valentía como iban llegando”.[38]

Referencias

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1 2 Gómez Montañez, Pablo Felipe, Los chuyquys de la Nación Muisca Chibcha: ritualidad,
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