Está en la página 1de 2

PARÁBOLA “EL PASAJERO Y EL PEQUEÑO PUNTO BLANCO EN EL HORIZONTE”1

Kierkegaard, "el caballero de la fe" vivió su aventura intelectual y religiosa en la primera mitad del siglo XIX. A
diferencia de sus contemporáneos él está muy lejos de sentir entusiasmo por el "milagroso" siglo de las luces y
atisba más bien sus profundas sombras tal cómo se infiere de la lectura de su admirable parábola sacada de su
diario (1855):

"Imagínate un navío muy grande, todavía mayor, si quieres, que nuestros grandes navíos de hoy en día; puede
transportar mil pasajeros y, naturalmente todo está dispuesto en orden a la máxima comodidad, al confort, al lujo,
etc. Anochece. En el salón la gente se divierte; todo luce bajo la suntuosa iluminación; se escuchan los sones de un
concierto; en resumen, todo es gozo, alegría, regocijo; el ruido y la algazara de esta alegría desencadenada
resuenan en el aire del atardecer.

"El capitán está de pie en el puente; a su lado el segundo de abordo se saca los gemelos de los ojos y los alarga al
capitán, que le dice: 'No es preciso, lo veo perfectamente aquel pequeño punto blanco en el horizonte: la noche será
terrible'".

"Después con la noble y segura calma del marineo experimentado da sus órdenes: 'Esta noche toda la tripulación
estará de guardia; yo personalmente asumiré el mando'".

"Entra en su camarote. No tiene a mano muchos libros; no obstante tiene una Biblia. La abre y, cosa extraña, se
encuentra con este pasaje: 'Esta misma noche se te pedirá cuenta de tu alma'. Ciertamente muy extraño.

Después de recogerse en la meditación y la plegaria, se viste para la guardia de la noche; y ahora atento sólo a su
tarea vuelve a ser el marinero lleno de experiencia.

Pero en el salón los pasajeros continúan divirtiéndose; suena la música y los cantos, las conversaciones y el
tumulto, el ruido de platos y fuentes, los tapones de espumoso que restallan; la gente bebe a la salud del capitán,
etc.; 'la noche será terrible" y tal vez esta misma noche se te pedirá cuenta de tu alma.

"¿No es terrible esto? Sin embargo, yo sé una cosa que aún es más terrible. La situación es la misma: pero el
capitán es otro. En un salón la gente se divierte y el más alegre de todos es el capitán. El punto blanco continúa
estando en el horizonte y la noche será terrible, pero nadie ve el punto blanco o no sospecha lo que presagia. Pero
no, pese a todo (esto no sería lo más terrible); no, hay alguien que lo ve y sabe lo que se prepara. No tiene ninguna
autoridad en el navío; no puede hacerse cargo de nada. Pero para no omitir la única cosa que puede hacer, invita al
capitán para que suba al puente aun cuando sea por un momento. Este se hace esperar; por fin llega, pero no
quiere saber nada de nada y vuelve rápidamente al salón a participar de la alegría ruidosa y desordenada de los
pasajeros que brindan a su salud en medio de la algazara general, y él se lo agradece calurosamente.

"Aguijoneado por la angustia, el pobre pasajero se decide a molestar de nuevo al capitán, el cual esta vez incluso se
muestra incorrecto. No obstante el punto blanco sigue estando en la línea del horizonte: 'la noche será terrible'.

¿No es esto todavía más terrible? Es terrible ver a estos mil pasajeros despreocupados y vocingleros; es terrible ver
que el capitán es el único que sabe lo que pasará; sin embargo, lo esencial es que él lo sepa. Es más terrible, pues,
que el único que vea y conozca el peligro inminente sea un simple pasajero.

"Que desde el punto de vista cristiano se ve en el horizonte la mancha blanca, presagio de la terrible tempestad
inminente, yo lo he sabido; pero, ¡ay!, yo no he sido y no soy sino un simple pasajero"

Kierkegaard en los albores del siglo XIX, ve lo que nadie ve: que el navío de la historia de la humanidad está
amenazado por una terrible borrasca que pone en peligro el ser mismo del hombre, la vida humana en sus más
diversas esferas: la intelectual, la social, la religiosa.

En el orden intelectual el peligro vivido por Kierkegaard se encarnó en el idealismo hegeliano y en el cientificismo o
positivismo científico.

1
Tomado de: COLOMER, Eusebi. El pensamiento alemán de Kant a Heidegger. Tomo III: El postidealismo:
Kierkegaard, Feuerbach, Marx, Nietzsche,Dilthey, Husserl, Schler, Heidegger. Herder, Barcelona, 1990. Págs. 42.52.
Citado en: Kierkegaard. La difficulté d'etre chrétien. Presentación y selección de textos por J. Colette, París, 1963,
págs. 16 y ss. Adaptación con fines académicos por Edgar Lemus como Lectura para los estudiantes del Curso
Investigación filosófica-Método hermenéutico, Licenciaturas en Filosofía, Facultad de Educación VUAD-USTA.
A la filosofía de Hegel la consideró un atentado contra el núcleo más íntimo de la persona, cuya libertad e
individualidad son sacrificadas en aras del necesario y universal despliegue dialéctico de la Idea Absoluta.
Irónicamente Kierkegaard critica a Hegel y sus seguidores considerándolos que se parecen a arquitectos que
después de edificar un magnífico castillo se van a vivir fuera de él en pajar. La existencia humana concreta, singular
no cabe en el cerco de un sistema y no se resuelve en conceptos.

Kierkegaard asiste al nacimiento del cientificismo y ve con horror como al hombre se le estudia desde las ciencias
positivas. El hombre es esencialmente "sujeto" y la ciencia lo estudia como "objeto" entre otros objetos. Aun cuando
el cielo y la tierra se derrumben y se idolatren el microscopio y el telescopio sigue siendo válido el postulado moral
del "¡tú debes!".

En el orden social Kierkegaard fue uno de los primeros testigos del peligro de la despersonalización del hombre ante
el arrollador fenómeno de la masificación y el anonimato de la sociedad moderna industrial. El interés de la sociedad
es ahora la multitud y el número. Se vive el imperio y la tiranía de la multitud a la que se le deifica, se le considera la
verdad y se le confiere poder y honor.

En el orden religioso Kierkegaard se enfrenta con el cristianismo blando, comodón y mundanizado que domina en
los ambientes burgueses decimonónicos, sobre todo del mundo protestante.

También podría gustarte