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LA LACTANCIA Y LA NUTRICION SON LA BASE DEL DESARROLLO DE LA

INTELIGENCIA Y DE LA SALUD

Dra. YADY SILDANA BUSTOS BALLESTEROS, MD

Boyacá vive una etapa nutricional de transición, donde evidenciamos dos


situaciones derivadas de la ingesta inadecuada de nutrientes como lo son la
desnutrición y la obesidad, problemas que se inician desde el comienzo de la vida,
que pueden ser modificados positivamente desde la primera infancia, brindando
lactancia materna y dieta complementaria adecuadas.
La alimentación tiene un papel estratégico durante los primeros mil días de vida
(contados desde el periodo de gestación 270 días y los 730 días del primer y
segundo año de edad del niño), para el desarrollo del cerebro y el estado de salud
del adulto. Este periodo es donde el cuerpo humano requiere más energía, pues
ocurre la formación de miles de millones de células nerviosas y la red de
comunicación entre ellas, que permite la transmisión y recepción de la información
entre el cerebro, el cuerpo y el medio ambiente, proceso que esta determinado por
la lactancia materna y la alimentación complementaria, lo cual tendrá efectos a corto
y largo plazo en el desarrollo de habilidades cognitivas, motoras y socioemocionales
definiendo el futuro rendimiento escolar y los ingresos económicos en el adulto, que
van a determinar el éxito del niño y por lo tanto de la sociedad.
La alimentación es el proceso voluntario de consumir alimentos que proporcionan
al cuerpo los nutrientes necesarios (proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas,
minerales, fibra y agua) para su crecimiento y desarrollo, el cual está condicionado
por la distribución, disponibilidad, selección, acceso y el conocimiento que se tenga
acerca de estos. La nutrición es un proceso involuntario por el cual el organismo
humano toma de los alimentos los nutrientes indispensables para su buen
funcionamiento, crecimiento y desarrollo, mantenimiento de la salud y adquisición
de defensas. El estado nutricional es un indicador de la calidad de vida de las
poblaciones ya que refleja el desarrollo físico e intelectual de los individuos y está
íntimamente relacionado con los factores alimentarios, la condición de salud, la
situación socioeconómica, los factores ambientales, culturales e históricos de una
comunidad, además está influenciado por el peso al nacer, la duración de la
lactancia materna, las prácticas de alimentación durante la primera infancia, el grado
de educación y el nivel de saneamiento ambiental. El objetivo es consumir
alimentos de alta calidad nutricional como lo son la leche materna, carnes, hígado,
pescado, hortalizas, verduras, frutas, lácteos, cereales integrales y legúminosas,
para garantizarlo.
El derecho de los niños a no tener hambre, constituye al alimento como un bien que
debe ser alcanzable por las personas y garantizado por el Estado, para que esto se
haga realidad se requiere contar con seguridad alimentaria, que hace referencia a
la disponibilidad de los alimentos, las posibilidades de acceder a estos, la
escogencia que realizan las familias con base al conocimiento de las cualidades de
dichos alimentos, el aprovechamiento que el cuerpo tiene de sus nutrientes, la
calidad e inocuidad de ellos; todas estas condiciones que finalmente reflejaran el
desarrollo local y progreso social.
Boyacá es una de las unidades productoras agropecuarias sostenibles más
importantes del país, tiene terrenos que pueden generar cultivos variados muy útiles
nutricionalmente para nuestros niños. Desafortunadamente reemplazados por
monocultivos como la papa y la cebolla entre otros, que aumentan la vulnerabilidad
nutricional y reducen el acceso a alimentos en tiempos de caídas de precios o crisis
económicas, generando que las familias accedan con más facilidad y a más bajo
precio a alimentos de pobre valor biológico como los carbohidratos (papa, arroz,
pasta, pan, etc.), y que las carnes que se producen (ganado, aves, pescado), las
frutas y las verduras sean vendidas por los campesinos a las clases de mayor poder
económico para lograr recursos que equivocadamente invierten en comidas de poco
sustento, generando inequidad nutricional.
La alimentación que recibe la madre durante el embarazo y la lactancia, así como
las prácticas de alimentación complementaria del niño, pueden alterar los
programas y funciones metabólicas, pudiendo prevenir y/o revertir enfermedades,
generando consecuencias a corto y largo plazo que pueden ser diferentes según el
momento de la intervención nutricional y de la respuesta del cuerpo, a esto hace
referencia la Epigenética. El crecimiento óptimo en los primeros 1000 días de vida
es esencial para la prevención del sobrepeso y la obesidad, ya que en esta edad se
establecen los patrones alimentarios para toda la vida, el peso alcanzado en
cualquier momento de estos primeros años se relaciona con el peso en la edad
adulta, determinando la posibilidad de padecer o no obesidad enfermedades
asociadas a esta.
Existen evidencias que sugieren que la lactancia materna es un factor protector
contra la obesidad y las enfermedades no transmisibles que se presentan en la
edad adulta como lo son: enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades
respiratorias crónicas y diabetes mellitus, estas son enfermedades que se
constituyen como el mayor problema de mobi-mortalidad en el mundo, en cuyo
desarrollo están involucradas tres causas: el fondo genético, el estilo de vida y dicha
programación temprana (mil primeros días de vida). Estos acontecimientos
sucedidos en etapas tempranas pueden tener consecuencias de por vida y son
llamados “eventos de impronta”, y por lo tanto van a definir el futuro del adulto,
constituyéndose en una ventana de oportunidades, ya que en este periodo se
desarrolla el potencial físico e intelectual. Si se interviene en nutrición durante esta
edad del niño, se pueden obtener unos resultados positivos que perdurarán toda la
vida.
La lactancia materna entre el nacimiento y los primeros 2 años de vida es
indiscutiblemente, el mejor alimento para el niño, ya que proporciona de forma
completa todos sus requerimientos nutricionales, genera seguridad emocional,
reduce el riesgo de padecer enfermedades crónicas en etapas posteriores de la
vida, mejora el sistema inmunológico previniendo enfermedades infecciosas y está
directamente relacionada con el adecuado desarrollo cerebral, generando niños
más inteligentes, con mejor rendimiento escolar, más sanos y por lo tanto adultos
más productivos. La recomendación es dar lactancia materna exclusiva hasta los
seis meses de edad y continuarla hasta los dos años o más, bajo una adecuada
alimentación materna, junto con alimentos complementarios apropiados. Los
estudios demuestran que si los niños reciben leche materna de manera adecuada,
a futuro se tendrán reducción de la carga de enfermedad y de costos en salud, así
como niños hasta con 7.5 puntos más en: coeficiente intelectual en inteligencia
verbal, inteligencia no verbal y desarrollo cognitivo, comparados con el resto de la
población; además de un desarrollo conductual más alto, demostrándose una
asociación directa entre la duración de la lactancia materna en meses y el nivel de
inteligencia alcanzada en la vida adulta.
Durante el primer año de vida el niño debe cambiar de una dieta exclusivamente
líquida a una dieta mixta constituida por diversos alimentos ricos en sabores,
texturas, olores, colores, que se deben iniciar a partir de los 6 meses de edad
incorporando progresivamente alimentos distintos, ya que estos aportan al menos
el 50% del requerimiento nutricional, representando este un periodo crítico en
términos de crecimiento, desarrollo cerebral y del sentido del gusto, preferencias
por alimentos y conducta alimentaria. Es importante atender las señales de hambre
y saciedad de los niños alimentándolos con amor y paciencia, manteniendo
comunicación asertiva, minimizando distracciones y favoreciendo la autonomía,
preparando los alimentos y almacenándolos de forma segura y administrándolos en
cantidad adecuada, asimismo comer en familia crea vínculos afectivos y genera
aprendizaje en convivencia.
Un niño debe recibir al día mínimo dos porciones de frutas, tres de verduras, dos
de lácteos, dos o tres porciones de proteínas como carne de res, cerdo, pescado o
pollo y seis de carbohidratos, cantidades muy lejanas de las dietas habituales de la
mayoría de los niños Boyacenses. Además se deben suministrar suplementos de
hierro, zinc, vitamina A y otras vitaminas a partir de los seis meses y hasta los seis
años con fines preventivos o terapéuticos.
Proveer una alimentación complementaria inadecuada genera en el desarrollo
cerebral del niño secuelas irreversibles e irreparables. El déficit de proteínas genera
lesion difusa en toda la corteza cerebral, donde las funciones comprometidas son:
la atención, la memoria, la fluidez verbal, la percepción, la construcción visual, el
razonamiento conceptual, la comprensión verbal y el aprendizaje. El déficit de
minerales como: el hierro, zinc y yodo causan anormalidades en el metabolismo de
los neurotransmisores como: la dopamina, la serotonina y la norepinefrina que son
indispensables para el aprendizaje, la fluidez del pensamiento, el estado ánimo y
los patrones de sueño. Las vitaminas interactúan entre sí y la deficiencia de una
puede afectar el funcionamiento de otra, causando malformaciones en el cerebro y
en el cuerpo, hidrocefalia, enfermedades mentales como la psicosis, reducción del
número de neuronas y disminución del peso cerebral, alteraciones en la
mielinización, reducción en la trasmisión de los impulsos nerviosos, daños en la
función visual, alteraciones en la coordinación motora, alteraciones en la conducta,
nerviosismo, irritabilidad, convulsiones, regresión neurológica y retardo mental.
Desafortunadamente un importante porcentaje de los niños boyacenses no
consumen fuentes de nutrientes adecuadas, ya que son más costosas y por lo tanto
inasequibles para muchas familias, y por otro lado los campesinos venden los
animales, las frutas y las verduras para comprar otros alimentos que no
proporcionan los requerimientos que el cerebro necesita para su desarrollo.
Hay tres elementos fundamentales para garantizar el bienestar del niño: Cuidado,
interés e información, que deben ser garantizados por la familia, las comunidades,
las instituciones y los entes gubernamentales; en efecto el descuido, el desinterés
y la desinformación se asientan cómo amenazas en contra del desarrollo de los
pequeños infantes.
En consecuencia, bajo una nutrición inadecuada recibida durante la primera
infancia, los niños además de cursar con baja inteligencia, enfermedades cerebrales
incurables y enfermedades crónicas de alto costo físico y emocional para sus
familias y económico tanto para ellos, como para sistema de salud, llegaran a la
edad adulta con pocas posibilidades para desarrollar trabajos que los hagan felices
en sus entorno y que sean productivos económica y socialmente, generando
descontento emocional y un aporte mísero al desarrollo de las comunidades y como
consecuencia pobreza, que tendrá como efecto condiciones e reiniciación del ciclo
del hambre, la malnutrición y por ende el daño cerebral, que perpetúan la
enfermedad, la falta de oportunidades y la baja productividad, lo cual se repetirá
generación tras generación, manteniendo a nuestro departamento y nuestro país en
el vestigio del tercer mundo. Es por ello preciso reiterar, educar y reproducir de
todas las formas, que la lactancia materna exclusiva hasta los primeros seis meses
de edad y continuada hasta los dos años junto con una nutrición correcta durante
los primeros seis años de vida, previenen esta situación, genera niños y adultos más
sanos e inteligentes que marcaran la diferencia de las futuras generaciones para si
mismos, sus familias, su entorno social y para el departamento de Boyacá. Por
ende, es nuestra obligación como seres humanos y boyacenses de grandeza
histórica prevenir esta situación desde ya, por nuestros bebes, nuestros niños y
nuestros adultos de aguerrida raza, ávidos de triunfos y nuevas oportunidades.

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