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Hemos visto en la sesión anterior que una de las ventajas del uso de microondas en la teledetección

del océano es que la atmósfera casi no altera las observaciones en una gran parte de este dominio de
frecuencias. La importancia de esta característica se ilustra en la figura 3.4.3, donde se observa que,
en enero, la mayor parte del océano está cubierta de nubes, en un 60% -70%, promediando datos de
15 años. Y algo similar ocurre para el resto del año.

Si se requiere algún tipo de cobertura global de los océanos en observaciones satelitales, se hace
evidente que el uso de las frecuencias infrarrojas o visibles es un problema grave, ya que las nubes
bloquean completamente estas bandas de radiación. Esto es especialmente catastrófico en algunas
regiones generalmente nubladas, como se ve en la figura. Sólo las microondas son capaces de llegar a un
sensor situado en un satélite con independencia del grado de nubosidad.

Fig. 3.4.3 Cobertura  media  global de nubes en enero, obtenida de un análisis de datos de  1979-1993 (fuente: European Centre
for Medium-range Weather Forecast)

Si esto es cierto para los radiómetros, también es cierto para los sensores activos. Ésta es la explicación
de por qué los radares son los principales sensores activos para la observación del océano desde el
espacio.

Para decirlo se forma sencilla, el radar (radio detection and ranging) es un dispositivo que envía un pulso
de radiación electromagnética y registra su señal de retorno después de que el pulso se haya reflejado
en cualquier objeto encontrado en la dirección de propagación. Los radares operan con microondas u
ondas de radio (longitudes de onda superiores a 1 m), para reducir al mínimo la atenuación atmosférica
de la señal y, por lo tanto, llegar a distancias más largas. Su aplicación principal es conocer la distancia
del objeto reflector a la fuente, que se puede calcular a partir del tiempo transcurrido entre la emisión y
la recepción de la señal reflejada. Si el reflector se está moviendo hacia o alejándose de la fuente, la
frecuencia del pulso recibido se modifica (efecto Doppler) y esto puede ser usado para calcular la
velocidad relativa entre ambos.

Probablemente conoces, o puedes encontrar fácilmente, más detalles sobre los radares y sus
aplicaciones en la actualidad (de la seguridad para la navegación aérea, a la detección de zonas de
precipitaciones o a la identificación de conductores que ignoran las regulaciones que limitan la
velocidad). Una vez más, una buena fuente de información es la Wikipedia, donde puedes pasar algún
tiempo aprendiendo sobre diferentes aspectos de las características del radar y el procesamiento de sus
señales después de terminar esta clase.

En teledetección marina los radares pueden utilizarse para calcular la distancia vertical desde el satélite
a la superficie del océano (altímetros, véase 3.4.4), pero también para extraer información de la
intensidad variable de la señal de retorno para describir o cuantificar la rugosidad de la superficie, y esto
tiene utilidad en una amplia gama de aplicaciones. Éstas van desde inferir la velocidad del viento que
sopla justo sobre la superficie a obtener las características de fenómenos por debajo de la superficie
como ondas internas que son capaces de modificar la rugosidad de la superficie por encima de ellas (ver
3.4.3).

Lo más destacado:

 Los radares pueden enviar impulsos a la superficie del océano y recibir su señal de retorno
retrodispersa / retrodifusa / de retrodispersión / de retrodifusión…. en cualquier condición
climática

 La oceanografía por satélite puede utilizar radares tanto para calcular distancias precisas como
para describir la rugosidad de la superficie

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