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UNIVERSIDAD DEL VALLE – DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA

Estudiante: ​Brian Barrera (1826810)


Introducción al debate filosófico en torno a las creencias
El profesor Eric Schwitzgebel (2019) recientemente ha contribuido a la ​Stanford Encyclopedia of
Philosophy con una síntesis de la discusión filosófica acerca de las creencias. En esta presentación
resumo los puntos abordados por él y al final propongo una manera de enfocar la discusión con base
en los argumentos que aparecen en su artículo. Schwitzgebel (2019) divide su ​estado del arte en
cuatro apartados, cada uno con sus respectivas secciones. Empieza con cinco perspectivas que
responden a la cuestión más general (¿qué es creer?) , sigue con los diferentes tipos de creencias,
continúa con las propuestas acerca del contenido de las creencias y finaliza preguntando si es posible
la creencia cuando no hay lenguaje. Seguiré ese mismo orden, aunque es prudente comenzar con unas
palabras introductorias para fijar los términos de la discusión y justificar su relevancia.
Hay al menos tres ideas previas que sirven de punto de partida. En primer lugar, se asume que la
creencia es una actitud, o más precisamente, una ​actitud proposicional​. A su vez, se acepta que las
actitudes proposicionales expresan estados mentales de tener alguna postura hacia un potencial estado
de cosas en que una proposición es verdadera. Tienen la forma “S A que P”, donde S es el individuo
en el estado mental atribuido, A es la actitud mantenida y P es una oración o enunciado que expresa
una proposición. En segundo lugar, ​parece que ​creer es una de las actividades básicas de la mente, en
tanto formamos creencias la mayor parte del tiempo, aunque no podamos decir que tenemos todas las
creencias inmediatamente frente a nuestra consciencia todo el tiempo. Por último, se piensa que la
elucidación de lo que sea que sean las creencias ha sido filosóficamente relevante por dos motivos:
por un lado, en vista de que hayan seres que ​obviamente tienen algo parecido a las creencias y otros
que no (por ejemplo: un mamífero sí pero una piedra no), se ha sugerido que profundizar en ello
contribuiría a solucionar el gran problema mente-cuerpo; por otro lado, puede que indagar más sobre
las creencias arroje alguna luz sobre el tema de las actitudes proposicionales en general (ya veremos
por qué esta es una actitud especial). Son solo primeras impresiones: algunos filósofos han defendido
mejores versiones, otros simplemente han hecho rechazado varios de estos tres puntos.
Con esto en mente, podemos repasar lo que se ha dicho acerca de qué es esa cosa llamada “creencia”.
El sentido común generalmente acepta la siguiente aseveración: las creencias con ​entidades que están
contenidas en la mente y que a menudo figuran en ​explicaciones (causales) del comportamiento. Si
esto es cierto, aún habría que introducir la jerga del párrafo anterior: algunos afirman que estas
entidades son ​representaciones con el mismo ​contenido proposicional de la creencia. Ese es el primer
paso del enfoque representacionalista. Hay varios partidarios de esta postura, pero Schwitzgebel
(2019) solo se extiende un poco sobre la doctrina de Fodor y la concepción de Dretske. Para Fodor,
las creencias son frases en el lenguaje interno del pensamiento. Según Dretske, las creencias con
atribuibles a organismos con un ​colector integrado que, mediante ​aprendizaje asociativo​, lo nutra de
sistemas representacionales que dirigen la conducta. Estos sistemas representacionales – explica
Dretske - tienen la función de ​rastrear las caracterísitcas del mundo o ​covariar de alguna forma con el
medio ambiente.
Existen al menos dos maneras de concebir la ​estructura de las representaciones. La primera (que es
apoyada por Fodor) es lingüística, y la segunda es cartográfica. El punto de vista lingüístico se fija en
la productividad y la sistematicidad del lenguaje y el pensamiento, extrapolando estas características a
la estructura de las representaciones. La idea central es que los elementos (representacionales) pueden
ser recombinados. Por otro lado, la perspectiva cartográfica consiste en admitir elementos simbólicos
no lingüísticos, esto es, incluye elementos pictográficos. Esta segunda postura conservaría los
“requisitos” de sistematicidad y productividad. Además, da cuenta del cambio que por lo general
ocurre en muchas creencias cuando solo una de ellas se altera en primera instancia.
También en el marco del representacionaismo hay algunas cosas que decir respecto a la particularidad
de la creencia como un estado mental distinto de otros (como la imaginación, el deseo o la
suposición). Esta característica fundamental sería la estrecha relación que tiene la creencia con el
valor de verdad de la proposición hacia la que se dirige la actitud. Esto se pone de manifiesto cuando
examinamos lo distinto que es “equivocarse” al creer algo y al desear algo. Los rasgos más relevantes
mencionados por Schwitzgebel (2019) son las siguientes: la creencia es una actitud gobernada por una
“norma de verdad” o “condición de corrección” (que sería la verdad), es también una actitud que tiene
la “función constitutiva primaria” de producir representaciones verídicas, y una actitud con “dirección
de encaje” hacia las situaciones descritas y representadas proposicionalemente.
Hay otra forma de enfocar el tema. Una corriente de pensamiento ha expresado que, para el problema
en cuestión (describir apropiadamente como creyente a un organismo) es más importante la conducta
observable que cualquier especulación acerca de estados internos. Desde la lente disposicionalista,
creer que P es tener disposición a comportamientos concernientes a P, o en otras palabras, disposición
a actuar como si P fuera el caso. El profesor Schwitzgebel (2019) menciona dos objeciones comunes a
la formulación de la creencia en términos disposicionalistas. La primera señala el hecho de que
personas con creencias similares se comportan (o tienen disposición a comportarse) de maneras
distintas. Se sugiere que esto se debe a las creencias y deseos que rodean cualquier creencia particular.
Esto es un problema dado que, o bien se conserva la intención reduccionista del disposicionalismo
estándar, o bien se admiten las creencias “aledañas” a cierta creencia (siendo aquellas no directamente
manifestables en la conducta y, por tanto, resistentes a la reducción disposicionalista). La segunda
objeción habla de la débil conexión entre creencia y comportamiento para casos como las personas
con opiniones privadas o creencias de muy poca influencia práctica. En respuesta a estas
observaciones críticas se han desarrollado dos variaciones o ramas del disposicionalismo. El primero,
descrito como el “liberal” puede ser brevemente caracterizado como aquel disposicionalismo que
abandona el proyecto reduccionista y dan lugar a otros estados mentales y varias otras disposiciones
conductuales no estipuladas en la concepción estándar. Sin embargo, este nuevo acercamiento no fue
satisfactorio para muchos pensadores, pues parecía estancar las motivaciones iniciales de quienes
usaban la estrategia disposicional: desarrollar una teoría materialista o fisicalista de la mente.
Por lo anterior, nació una alternativa al disposicionalismo liberal, denominada interpretacionismo. Sus
principales exponentes han sido Daniel Dennett y Donald Davidson. Dennet es conocido, entre otras
cosas, por hablar de las ​tres posturas para explicar y predecir el comportamiento de las cosas, así
como para atribuir creencias existosamente. Davidson ha hablado en términos de las ​prácticas de
atribución de creencias. Para Dennet, la llamada ​actitud intencional se distingue de sus compañeras,
la postura física y la del diseño. De cara a sistemas complejos, asumir la agentividad de lo percibido
resulta sumamente práctico para predecir la conducta; de eso se trata la actitud intencional, atribuir
creencias y deseos y luego predecir que el sistema se comportará racionalmente, dadas esas creencias
y deseos. Análogamente, Davidson se refiere a la utilidad de interpretar patrones complejos a la luz de
creencias plausibles. Ambos filósofos comparten la idea de que las creencias mantienen
indeterminadas y que su relevancia reside especialmente en su utilidad predictiva.
Habiendo dicho unas cuantas palabras acerca de los representacionalistas, disposicionalistas e
interpretacionistas, Schwitzgebel (2019) examina una corriente de pensamiento con la que se han
identificado muchos pensadores de distintas tradiciones o enfoques. Hay quienes sostienen, para los
estados mentales en general o para la creencia en particular, que lo realmente vital son las relaciones
causales reales o potenciales mantenidas entre estímulos, comportamiento y otros estados mentales. Si
alguien está de acuerdo con esto, entonces se habrá suscrito al ​funcionalismo​. A pesar de la diversidad
de partidarios del funcionalismo, la tesis esencial es que la estructura interna del sistema u organismo
poco importa; en su lugar, el funcionalista se conforma con observar las capacidades causales.
Un rasgo singular del funcionalismo es ser compatible con el representacionalismo de Fodor y el
interpretacionismo de Dennett. Para comprender este punto fijémonos en los cuatro ejemplos puestos
por Schwitzgebel (2019):

1. Si alguien cree en algunas proposiciones de las cuales, tras algún proceso reflexivo, pueda
inferirse que otra (en la que todavía no creemos), típicamente tendrá como consecuencia que
el agente llegue a creer en esa otra proposición (una vez reflexione al respecto de las
proposiciones originales en las que sí cree y sabe que cree).
2. Cuando atendemos a las cualidades de las cosas percibidas y creemos que no hay condiciones
anormales de percepción que distorsione nuestra mirada, creemos que lo que vemos en efecto
tiene las propiedades que estamos observando.
3. Si deseamos que ocurra cierto evento y creemos que determinada acción llevaría a la
ocurrencia del mismo, entonces usualmente tendremos la intención de llevar a cabo esa
acción.
4. Cuando existe una creencia y parece haber condiciones apropiadas para ser sincero al
respecto, por lo general habrá una afirmación explícita de esa creencia.

Vemos entonces que, especialmente en el segundo y tercer caso, lo que llamamos creencias juegan un
papel determinante para la adopción de futuros estados mentales, o bien son los productos típicos de
tener previamente estados mentales un tanto distintos a las creencias. Dennet y Fodor concuerdan en
el papel causal de las creencias en situaciones como las descritas por los cuatro ejemplos. Para
Schwitzgebel (2019) resulta útil dividir esto en dos tipos de relaciones causales. Las retrospectivas se
refieren a lo que ​causa el estado mental en cuestión y las prospectivas que son acerca de los ​efectos d​ e
los estados mentales. En ambos tipos de relaciones se valora no solo lo que ​de hecho impacta
(retrospectiva o prospectivamente), sino lo que potencial o típicamente tiene incidencia en los estados
mentales.
El último abordaje tratado por Schwitzgebel (2019) es el eliminativismo junto a su variación más
influyente, el instrumentalismo. El defensor más reconocido de esta idea son los Churchland. Para
decirlo en pocas palabras: no existen las creencias, son solo producto de la psicología popular, que
vista como una teoría más entre muchas otras, resulta simplemente falsa. El eliminativista equipara
toda esta charla sobre creencias con las que algún día hubo sobre el flogisto. Aunque puede ser o no
aceptable que las neurociencias pronto lograrán desterrar el uso de las creencias solo conversaciones
informales de legos, mientras tanto ha ganado algun terreno la visión algo más moderada de Willard
Van Ornam Quine y Daniel Dennett, para quienes las creencias son tremendamente útiles y sí son
reales en cierto sentido. Ellos niegan la existencia de las creencias en el sentido en que un
representacionalista las concibe (como ​algo en la mente), pero defienden la tesis de que atribuir una
creencia a alguien dice algo verdadero acerca de los patrones de comportamiento o respuesta de esa
persona. Así, pues, son reales en el sentido en que lo es la franja del ecuador en los mapas, o los
centros de gravedad en la física.
Ahora bien, incluso personas fuera del contexto filosófico están familiarizadas con la intuición de que
las creencias no son un asunto de todo o nada. Parece evidente que se trata más bien de grados y de
tipos. Esa es justamente la idea central del segundo apartado de Schwitzgebel (2019). Partiendo de las
condiciones en las cuales distintas proposiciones son verdaderas, una primera distinción, generalmente
aceptada, separa la creencia ​ocurrente y la creencia ​disposicional​. Es necesario aclarar que este último
tipo de creencia no compromete a nadie con el disposicionalismo (que ya presenté). Las creencias
ocurrentes van y vienen, tanto en el discurso como en nuestra conciencia, según varíen las
circunstancias, pero las creencias disposicionales perduran en el tiempo. Esto introduce la noción de
las creencias implícitas. En ese orden de ideas, Schwitzgebel (2019) diferencia las creencias sin
representación explícita y las creencias sin respaldo conciente. En el caso de las aquellas, como el
mismo nombre indica, es razonable considerar que, si bien casi todas nuestras creencias, estén o no
inmediatamente presentes a nuestra conciencia, éstas son proposicionales y, por tanto, de ellas a veces
se siguen otras proposiciones, aunque no tenemos todo el tiempo en mente lo derivable de nuestras
creencias actuales. De manera que se cree P tácitamente si se cree P pero la mente no posee, en forma
de creencia una representación con ese contenido. Se piensa que un criterio para identificar estos
casos es que el contenido relevante es rápidamente derivable de de algo que uno cree explícitamente.
Asimismo, hay creencias sin respaldo consciente. Cuando alguien tiene este último tipo de creencia
suele ser delatado, por ejemplo por las reacciones emocionales que en realidad manifiesta frente a
situaciones concernientes a la creencia (reacciones que no están en armonía con las creencias, como
decir que no se cree nada malo de los homosexuales y, aún así, sentirse incómodo o molesto en
presencia de homosexuales). El conocimiento implícito también está ligado a estos casos, puesto que
no tenemos conciencia de todos los contenidos de nuestra memoria.
En este orden de ideas, Schwitzgebel (2019) sintetiza la labor de Quine que resultó decisiva para
cualquier intento actual de desenredar las complicaciones de la relación que mantienen nuestras
creencias y aquello hacia lo que éstas se dirigen. Dicha diferencia en la atribución de creencias se
conoce como aquellas ​de re y otras que son ​de dicto.​ La prueba estándar para discriminar entre esas
dos maneras de atribuir creencias, es concentrarnos en la transparencia u opacidad referencial de los
enunciados. Una oración es referencialmente transparente cuando no hay complicaciones al
reemplazar la cosa hacia la cual se direcciona la actitud, intercambiándola por expresiones diferentes
pero que refieran a la misma cosa. Lo que encontraremos es que (al menos para la visión estándar, la
quineana), la creencia es siempre ambigua, pues ​de dicto es referencialmente opaca, y ​de re es
referencialmente transparente.
En cuanto a los grados de creencia propiamente dichos, a la teoría de juegos, la teoría de decisiones y
la economía les ha resultado útil referirse a la gradualidad en términos de lo que apostaría alguien en
una situación donde no gana nada si la proposición es falsa y gana 1 unidad si la proposición es
verdadera. La experiencia ha mostrado que, a mayor confianza en una proposición, más disposición a
que ésta determine nuestras acciones. Hay que decir lo siguiente: aunque bastante intuitiva, la
gradualidad de la creencia parece no ser algo suficientemente claro, ni siquiera con esta técnica de
tomarla en contextos hipotéticos de apuestas. Con suficientes decimales y aproximaciones surgen
casos en que parecería que una persona tiene más ​grado de creencia (o el valor delo que apuesta) en
algo que no cree.
Las relaciones entre creencia y aceptación, así como entre creencia y conocimiento, son otros dos
temas de similar relevancia al de los grados de creencia, en los que tampoco se han dicho cosas
decisivas. La aceptación está supeditada en mayor medida a la voluntad del sujeto, mientras que la
creencia parece no estar tan fuertemente vinculada con la voluntad. Asimismo, la aceptación conlleva
suspender momentáneamente la investigación y proceder como si el asunto estuviera resuelto, se crea
en lo que se creencia. A decir verdad, Schwitzgebel (2019) no dice mucho sobre estos dos tópicos.
Quizá esto se deba a que el conocimiento se ha considerado, desde hace mucho tiempo, como algún
tipo de creencia. Si bien la famosísima crítica de Gettier ha movido parte del dogma antiguo del
conocimiento como creencia verdadera y justificada, no se ha abandonado la idea de que al menos una
de esas tres condiciones (la creencia) ha de ser fundamental. Las preguntas ¿es el conocimiento una
especie de creencia? y ¿son los delirios creencias? permanecen a la espera de quienes tengan mejores
propuestas que nos aclaren las cosas al respecto.
Desde el principio señalé que el debate sobre las creencias era, en gran medida, una discusión
concerniente a las actitudes proposicionales. En el tercer apartado de Schwitzgebel (2019) se revisan
los intentos de caracterizar y definir qué determina los contenidos ​proposicionales de las creencias.
Sobre este tema hay tres líneas de investigación filosófica ampliamente reconocidas. La primera de
ellas suele llamarse enfoque de grano fino y grueso, pero podemos simplemente decir que es el
proyecto concerniente a la metafísica de las proposiciones. Para solucionar algunos de los problemas
que emergen de las creencias consideradas como actitudes proposicionales, Stalnaker considera viable
incluir en nuestro análisis los valores de verdad que tendría la proposición en mundos posibles. De
acuerdo con Stalnaker, dos proposiciones que tienen los mismos valores de verdad en el mismo
conjunto de mundos posibles, tienen por eso el mismo contenido (“grano grueso”). Las creencias
matemáticas no se ajustan fácilmente a la propuesta de Stalnaker pero Schiwtizgebel no considera que
valga la pena extenderse en este punto, pues rara vez se le sigue a Stalnaker en sus planteamientos.
La siguiente controversia, mucho más reconocida entre filósofos y científicos cognitivos, se trata de la
confrontación entre el holismo, representado especialmente por Quine y Davidson, y el atomismo,
defendido por Lepore y Fodor. El “caso del salmón” propuesto por Schwitzgebel (2019) ilustra
bastante bien la naturaleza del problema ¿si alguien cree que el salmón es un pez pero, por no saber
que las ballenas son mamíferos, cree que también las ballenas son peces, diríamos que este individuo
cree lo mismo que otra persona que, si bien también cree que el salmón es un pez, no comparte la
creencia de que las ballenas son peces (porque adecuadamente sabe que son mamíferos)? Mientras
que un atomista afirmaría que ambas personas tendrían la misma creencia (referente al salmón), un
holista negaría que estas dos personas comparten la una igual creencia (no solo para este caso, sino
para casi todos los ejemplos posibles). Cerca a esta polémica atomismo/holismo encontramos la
discusión entre internalistas y externalistas. Aunque este último debate es sobre el significado
lingüístico más que de las creencias, Schwitzgebel (2019) ha decidido incluir unas cuantas líneas
sobre el clásico experimento de la tierra gemela, en vista de que, de una u otra forma, la tesis de que
los contenidos de la mente se determinan mediante las características del ambiente sería de algún
interés para la investigación sobre el contenido proposicional de las creencias. Resumido burdamente,
el ejercicio propuesto es el siguiente: hay un planeta muy lejano que es exactamente igual a nuestro
planeta salvo por la peculiaridad de que allá no hay H2O (es decir, eso que llamamos “agua”). Una
sustancia que cumple las mismas funciones pero que tiene la estructura XYZ es lo que allá cae de los
cielos al llover y lo que hay en ríos, lagos, etc. Los habitantes de esa tierra gemela nombraron a la
sustancia con XYZ “lagua”, incluso desde antes de saber que su estructura era XYZ. Si podemos
aceptar todo esto entonces nos es posible considerar que las personas de un lugar u otro tendrían
creencias sobre cosas distintas, y no precisamente debido a los componentes estructurales de sus
cerebros, como sí a causa de los atributos de las cosas a su alrededor.
Con todo, una última pregunta se pone de relieve en el debate contemporáneo. En el cuarto apartado
de su artículo, Schwitzgebel (2019) se propone explicar el carácter especialmente problemático de
esta pregunta: ¿puede haber creencia sin lenguaje? Si aceptamos la teoría davidsoniana (de gran
influencia en el pensamiento contemporáneo) tendríamos más razones para negar que para conceder
creencias a seres sin suficiente desarrollo o competencia lingüística, bebés y niños pequeños o
inclusive. De la obra de Davidson pueden extraerse tres ideas relevantes pero polémicas para apoyar
esto:
1. Si las creencias tienen contenidos y este depende de un complejo entramado de muchas otras
creencias relacionadas, es imposible hablar de creencias en animales no lingüísticos
2. Para creer, habría que tener el concepto mismo de creencia, puesto que esto le permitiría al
organismo diferenciar entre una realidad externa y sus creencias respecto a la realidad. Nada
de eso parece posible sin el lenguaje humano.
3. El lenguaje es la conducta por excelencia de los organismos o sistemas a los que es atribuible
una creencia. Sin interpretación de las expresiones lingüísticas, sería inconcebible hablar de
creencia respecto a la cosa desprovista de esa cualidad esencial.
Esto es todo lo que cabría decir a manera de resumen del resumen del profesor Schwitzgebel (2019).
En lugar de proceder a listar posibles líneas de discusión, pienso que es necesario detenernos sobre
una particularidad de este artículo: si bien el autor dice reiteradas veces que cierto problema aun no se
ha resuelto o que determinada postura no se ha discutido lo suficiente, y si bien es cierto que la
presentación esquemática de las posturas no ha sido una cortapisa para mostrar los argumentos en
favor o en contra de las tesis fundamentales sin distorsionar ningún “bando”, no contamos con algunas
líneas finales para hacer un recuento de los errores frecuentes, las ideas compartidas, los desafíos
generales que quedan, etc. Intentar elaborar semejante recuento podría ser una forma conveniente para
orientar la discusión, al menos aquí y ahora. Yo creo que hay dos ejes importantes en torno a los que
han orbitado los distintos argumentos sistematizados por Schwitzgebel (2019). El primero de ellos
sería el del conocimiento y la comprensión; el segundo podría ser el proposicional (o de la forma
lógica). Así, al ​rompecabezas de Frege (¿crees Lois Lane acerca de Kent lo mismo que cree de
Superman?), quisiera añadir dos problemas más -traídos de las ​bombas de intuición​ de Dennett:
1. “Le preguntan a una niña a qué se dedica su padre y responde "Mi papá es doctor". ¿Cree lo
que dice? En un sentido, por supuesto, pero ¿qué tendría que saber para realmente creerlo? (Y
si dijera "Mi papá es arbitrajista" o "Mi papá es actuario?") Supongamos que tenemos la
sospecha de que la niña habla sin entender, y decidimos ponerla a prueba. ¿Debe poder
producir paráfrasis o explayarse en su afirmación diciendo que su padre cura a la gente
enferma? ¿Es suficiente con que sepa que el hecho de que su papá sea un doctor descarta que
sea un carnicero, un pastelero, un fabricante de velas? ¿Sabe qué es un doctor si le falta el
concepto de un médico farsante, de un curandero o de alguien que ejerce la medicina sin
autorización? Es más, ¿cuánto necesita entender para saber que su papá es su padre? (Su
padre adoptivo? ¿Su padre "biológico"? Obviamente su entendimiento de lo que es ser un
doctor, así como de lo que es ser un padre, crecerá con los años, y por ende su entendimiento
de su propia oración "Mi papá es doctor" también crecerá. ¿podemos especificar -de un modo
no arbitrario - cuánto debe saber a fin de entender esta proposición "completamente"? Si la
comprensión viene en grados, como muestra este ejemplo, entonces la creencia, que depende
del entendimiento, también debe venir en grados, incluso para proposiciones tan mundanas
como ésta" (Dennet, 2013, p.57).
2. “Supongamos que Pat dice que Mike "tiene algo con los pelirrojos". A grandes rasgos, lo que
Pat quiere decir es que Mike tiene un estereotipo de pelirrojo que es algo despectivo e
influyente en lo que Mike espera de los pelirrojos y de sus interacciones con ellos. No es sólo
que Mike tenga un prejuicio contra los pelirrojos, sino que tiene algo un poco idiosincrásico y
especial con los pelirrojos. Y puede ser que Pat esté en lo correcto -¡más de lo que él mismo
supondría!-. Podría resultar que Mike sí tiene algo, no un pensamiento, una creencia ni una
imagen ni ninguna de las otras cosas tradicionales que aporta nuestra experiencia consciente,
sino un pedazo de maquinaria cognitiva subpersonal en su cerebro, que es con los pelirrojos
en el sentido de que sistemáticamente entra en juego cada vez que se habla de los pelirrojos o
de un pelirrojo, y ajusta varios parámetros de la maquinaria cognitiva de Mike que vuelve
menos probable que albergue o confirme alguna hipótesis halagadora acerca de los pelirrojos,
y más probable que tenga alguna conducta relativamente agresiva contra un pelirrojo que en
otra circunstancia, etc. Ese "algo con los pelirrojos" podría ser muy complejo en su operación,
o de lo más simple” (Dennet, 2013, p.115).

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